Crítica Orgullo y Prejuicio

“El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo
que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros” Las primeras impresiones son muy
importantes a la hora de conocer a alguien por primera vez, el primer vistazo, la primera sensación
o el primer impacto, inevitablemente nos generan la primera idea de la persona afectando en la
relación que establezcamos con ella, y en el caso de equivocarnos, es muy difícil cambiar o aceptar
el error de esa primera impresión, generalmente por que nuestro orgullo es más grande y nos
niega aceptar los malos prejuicios con lo que condicionamos a tal persona.

Esto entrega Jane Austen en su famosa novela de 1813, el clásico de la literatura llamado Orgullo y
Prejuicio, obra que gracias a su éxito obtuvo numerables adaptaciones a la pantalla grande a lo
largo de los años, sin embargo, la que mas destaca es la película del 2005 dirigida por Joe Wright,
protagonizada por Keira Knigney y Matthew Mcfady, quienes dan vida a los famoso personajes
Elizabet Bennet y Fitzwilliam Darcy, y con su talento, logran rescatar y destacar la escencia que
tienen ambos personajes en el libro, la sombría, distante y fría personalidad de Mr Darcy y la
cautivadora, simpática y carismática personalidad de Elizabet Bennet. Esta adaptación, es sin duda
una de las películas victorianas mejores adaptadas del siglo XIX, donde a través de los diálogos e
interpretaciones se refleja la diferencia de clases sociales, específicamente la clase medio y la clase
alta en la época georgiana, donde la mujer vivía y era criada para casarse y tener hijos, y todo lo
que aprendían era con el objetivo de conseguir marido, por ello destaca la personalidad de Lizzy
Bennet, por que tiene una fuerza que actualmente es muy valorada y el hecho de rechazar una
propuesta de matrimonio en aquellos tiempos, era algo que muy pocas mujeres eran capaces de
hacer, y no solo por su situación económica, sino que por la determinada decisión de ponerse a
ellas primero.