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Breve resumen sobre la historia del arte renacentista.

Oscar Fernando Ramírez Enciso


oscar.ramirezen@lumno.buap.mx
Materia: Introducción a la estética.
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Volver la mirada y asomarnos a las espaldas de la historia, en especial a la historia del arte no es una
acción que se ejecute en un solo movimiento. ¿Dónde empezar? Si nos interesa estudiar un
movimiento del arte en específico, no basta con enfocar nuestra atención en el estrecho espacio de la
historia que ocupa. Debemos tener nuestro sentido investigativo presto a todas las señales, de no ser
así, nuestro trabajo pasa a ser una tragedia euripidea; y las piezas artísticas devienen en lamentables
Casandras que nos revelan sus secretos, pero no podemos entenderlos. Así, quiero abrirme paso en la
densa historia del renacimiento, no sin antes detenerme en el umbral de sus puertas.
El arte románico, como se le conoció en el continente europeo; y normando en Gran Bretaña dominó
los siglos XI y XII de nuestra época. En la arquitectura destacó la construcción de abadías y
monasterios, que tratan de recordar las abadías de la antigua roma y sin embargo eran totalmente
distintas. Por un lado, en las primeras destacan las columnas clásicas (jónica, dórica o corintia) que
sostienen finas cornisas, mientras que el estilo románico emplea arcos semicirculares que descansan
sobre pilares macizos. En su conjunto, estas construcciones transmiten una compacta solidez. Para
evitar construir techos tan pesados, se optó por extender vigas o nervios cruzados entre los pilares,
rellenando después los intersticios triangulares resultantes. Como ejemplo tenemos la catedral de
Durham. Poco a poco, y en especial en Francia se empezaron a decorar las fachadas de los templos,
por ejemplo: en la iglesia de St-Trophime de Arlés, Francia. En la pintura no se buscó la imitación de
formas naturales, en realidad se priorizó la distribución de símbolos sagrados tradicionales y la
emulación estilística de iglesia en oriente, por ejemplo: Cristo creador del universo, mosaico de la
catedra de Monreale, en Sicilia.
En la segunda mitad del siglo XII surgió una idea que con el tiempo hizo parecer tanto al arte románico
como al normando, anticuado. En palabras de Gombrich ():
Era posible levantar una especie de andamiaje pétreo que mantuviera unido el conjunto del edificio.
Lo único que se necesitaba eran delgados pilares y estrechos nervios; lo demás entre unos y otros podía
suprimirse sin peligro de que el andamiaje se hundiera. No se necesitaban pesados muros de piedra;
en su lugar podían colocarse amplios ventanales. (p.207).
Esta es la idea que presidió al arte gótico. Falta agregar los arcos apuntados que salven la distancia
entre los pilares; los contrafuertes que resistan la presión lateral; los arbotantes a modo de
contrafuertes, pero en favor de la nave central. Ejemplos: Notre-Dame y Sainte-Chapelle en París, la
catedral de Amiens. La diáfana atmósfera que provocaban los ventanales al interior de estos recintos
trató de emularse en las esculturas que adornaban sus pórticos. Cada una de ellas debía ser validad
por sí misma, distinta a sus compañeras en actitud y belleza. Como en la antigua Grecia, voltearon a
ver a la naturaleza, pero en este caso no buscaban emularla, sino aprender de ella para crear figuras
de aspecto convincente.
Quien lo lograría con mayor éxito en su época fue el italiano Nicola Pisano (1220-1284) gracias a su
estudio del gótico francés y de los clásicos grecolatinos. La recuperación de la tradición clásica
también se llevó a cabo por el florentino Giotto di Bondone (1267-1337). Para muchos es este último
el que inaugura una nueva era en el arte. Heredero del arte bizantino, pero con la ambiciones y
perspectivas de los escultores de las catedrales nórdicas. Giotto redescubrió el arte de crear la ilusión
de la profundidad sobre una superficie plana. Por ejemplo: La fe, o El entierro de cristo, ambas de
1305. Con el paso de los años, muchas de estas técnicas se mantuvieron con ligeros cambios durante
el siglo XIV, prefiriendo lo refinado ante lo grandioso. En estos años se consagraron el estilo
ornamental y el internacional, que no se alejó mucho de lo hecho en el gótico salvo por homogenizar
el gusto por toda Europa, priorizando el estudio de la naturaleza.
A inicios del siglo XV, en la opulenta ciudad de Florencia se intensificó un exacerbado sentimiento
de fe y confianza en el renacer de la grandeza de lo que en el algún momento fue el imperio romano.
Quien se puso a la cabeza de los jóvenes artista florentinos fue el arquitecto Filippo Brunelleschi
(1377-1446), inaugurando lo que se conoce como el bajo renacimiento o quattrocento. Brunelleschi
estuvo encargado de terminar la catedral de Florencia, construida bajo el estilo gótico, con la salvedad
de que se deseaba que tuviera una enorme cúpula. Para lograrlo estudió y adaptó as formas clásicas.
Con el tiempo dominó las leyes matemáticas de la perspectiva. Otro artista de la época fue Masaccio
(1401-1428) quien tomó lo aprendido por sus predecesores y los aplicó en La santísima Trinidad
(1425-1428). alejándose cada vez más del estilo internacional que saturaba los fondos con naturaleza,
Masaccio nos brinda un cristo en la cruz y un esqueleto sobre una plancha. Donato di Nicolò Bardi,
Donatello (1386 ?-1466) fue el más grande escultor florentino. Quince años mayor que Masaccio,
aunque vivió más que él. En su San Jorge, Donatello rompe con la tradición. Mientras que las estatuas
permanecen a los lados de los pórticos en hileras solemnes y apacibles, en el trabajo de Donatello, es
cuerpo se mantiene con firmeza sobre el suelo. Sustituyó las delicadezas y refinamientos de sus
predecesores por una nueva y vigorosa observación natural.
La conquista de la realidad que se había llevado a cabo en Florencia llegó al norte de Europa (Francia,
Bélgica) de la mano de Claus Sluter con su escultura de Los profetas (1396-1404); también de Jan
van Eych con El altar de Gante (1432). Este último, en su intento de sostener el espejo de la realidad
perfeccionó la técnica de la pintura: inventó la pintura al óleo. A estos artistas se les cataloga como
artistas flamencos, aunque no debemos olvidar su relación con el renacimiento.
Llegada la segunda mitad del siglo XV, pintores y patrocinadores fueron fascinados por la idea de
que el arte no sólo podía servir para plasmar temas sagrados de manera sugestiva, sino también para
reflejar un fragmento del mundo real. Poco a poco las ciudades crecieron en importancia; los artistas,
artesanos y trabajadores, se organizaron en gremios que protegían sus intereses. Los jóvenes
interesados en volverse artistas eran colocados por sus padres en los talleres de los grades maestros
de la ciudad.
El problema de la época era conciliar la casa tradicional florentina con la forma clásica de
Brunelleschi. León Battista Alberti (1404-1472) logró solucionarlo, véase la iglesia de S. Andrea en
Mantua (1460) o su Palacio Rucellai (1460). El mayor florentino en conciliar la tradición antigua y
las nuevas aportaciones fue Lorenzo Ghilberti (1378-1455): EL festín de Herodes (1427). Fra
Angélico (1387-1455) tomó las nuevas técnicas y las aplicó al servicio de las ideas del gótico: La
anunciación (1440). Por su parte, Paolo Uccello (1397-1475) quien fascinado por las nuevas
posibilidades de su arte que hizo cuanto pudo para que sus pinturas retocasen el espacio como si
estuvieran talladas más que pintadas: La batalla de San Romano (1450).
Andrea Mantegna (1431-1506) en una de sus pinturas murales sobre Santiago apóstol, Mantegna trató
de imaginar con toda claridad cómo debió haber sido realmente la escena, pero el criterio acerca de
lo que llamaba realidad había alcanzado mayor exactitud que el que tuvo en la época de Giotto. Aquí
no bastaba el sentido interior del tema, se requería el sentido exterior. Mantegna emplea la perspectiva
para crear un escenario sobre el que las figuras parecen estar y moverse como seres sólidos y
tangibles. Piero della Francesca (1416 ? –1492) dominaba la perspectiva, pero agrega el tratamiento
de la luz para crear la misteriosa atmósfera de la escena: El sueño de Constantino (1460). Pese al
avance en cuanto al uso de recursos, los artistas dl estilo internacional dominaban mejor la
composición armónica que los del Renacimiento. El caso de Antonio Pollaiuolo (1432?-1498) es un
gran ejemplo de ello, en El martirio de san Sebastián (1475) los personajes están ordenados de tal
modo que forman un triángulo. Quien vendría a resolver el problema de la composición armónica fue
Sandro Botticelli (1446-1510) en El nacimiento de venus (1485), sacrificando la solides de las figuras
y la perfección del dibujo.
Pasando al Cinquecento, primera mitad del siglo XVI, el artista se había consagrado como maestro
por derecho propio al que acudían príncipes y papas para pasar a la historia. Uno de los primeros
nombre de la época es el de Donato Bramante (1444-1514) a quien encargó la construcción de la
basílica de San Pedro, empresa que no vio terminada. Leonardo de Vinci (1452-1519) se consagró al
estudio de la anatomía humana, pero su más grande logro es la gran representación del ser humano
en sus cuadros, dotados de un dramatismo y angustioso dejo. Esto se debe a que fue el inventor de
una nueva técnica: el sfumato, con el que se lograba mayor realismo en las obras. Otro gran Florentino
fue Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), empeñado en dominar el dibujo de la figura humana
evidencia de ello es su trabajo en el techo de la capilla Sixtina (1508-1512). Rafael Sanzio (1483-
1520) lograría dominar la composición como ninguno, ejemplo de ello es La ninfa Galatea (1512-
1514) o El papa Le+on X con dos cardenales (1518).

Bibliografía:
Gombrich, E. H. (1950). La historia del arte (16th ed.). Titivillus.

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