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Estrés, Salutogénesis y Vulnerabilidad

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Ignacio Atenas Rodríguez


Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología UNICIT
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Estrés, Salutogénesis, y
Vulnerabilidad

Ignacio Atenas Rodríguez


Psicología para la Salud
04/07/2017
Estrés, Salutogénesis y Vulnerabilidad Ignacio Atenas Rodríguez

Introducción

En 1988 el sociólogo y médico isrealí Aarón Antonovsky, interesado en la teoría del


estrés, desarrolló un modelo de génesis de la salud o salutogénesis, que se ocupa
de los factores que contribuyen a que las personas permanezcan sanas a pesar de
condiciones desfavorables o muy negativas. Antonovsky investigó mujeres que
habían estado detenidas en campos de concentración, en las cuales descubrió que
un 29% de ellas gozaban de buen estado físico y psíquico a pesar del horror
padecido. Antonovsky sintió curiosidad sobre cómo era posible que personas que
habían estado sometidas a condiciones tan extremas como el Holocausto fueran
capaces de amar, llevar una vida normal, generar buenas relaciones sociales, y
tener hijos, familia y trabajo, sin llevar una esperada vida disfuncional, como la
mayoría de las mujeres en el estudio llevaban. Siguiendo estos resultados, propuso
el concepto de “vivencia de coherencia”, como recurso personal que determina el
éxito evolutivo. La vivencia de coherencia es una orientación global que expresa en
qué medida una persona posee una sensación de confianza generalizada, duradera
y dinámica A) de que los acontecimientos del propio mundo interior y del entorno
son estructurados, predecibles y explicables, B) de que hay recursos disponibles
para enfrentar las exigencias derivadas de dichos sucesos, y C)) que estas
exigencias representan desafíos por los cuales vale la pena comprometerse
(Antonovsky, 1988).
Si Antonovsky hubiera ignorado los resultados y los hubiera considerado no
significativos estadísticamente, probablemente no existiría este enfoque de la salud
como una nueva mirada, un nuevo paradigma en lo que a la salud se refiere, y que
nace como contraposición a lo que durante los últimos siglos la medicina tuvo como
centro hegemónico: la búsqueda de la enfermedad, el origen de las dolencias, lo
cual ha constituido la “patogénesis”. Así, la salutogénesis propone un cambio de
paradigma: posicionarse en el lugar de la salud, y comprenderla integrada a la
propia biografía del hombre.
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Objetivos

• Conocer los mecanismos de respuesta del estrés y los enfoques de su


estudio.

• Definir y explicar la Salutogénesis como modelo integrado de salud.

• Comprender al ser humano como un ser no sólo físico, sino también anímico
y espiritual.

• Relacionar la vulnerabilidad con el estrés, e indicar como la salutogénesis


puede mejorar la salud de quienes la sufren.
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Marco Teórico

1. Enfoques de Estudio del Estrés

Según Grau, Martín y Portero (1993) hay tres grandes enfoques en el estudio del
estrés:
• El estrés como respuesta psicobiológica del organismo.
• El estrés como estímulo, visto como un agente o acontecimiento vital.
• El estrés como un proceso de transacción entre el individuo y el medio,
modulado por diferentes variables de carácter cognitivo-conductual y
personal.

1.1. El estrés como respuesta psicobiológica.

Consiste en un importante aumento de la activación fisiológica y cognitiva, así como


en la preparación del organismo para una intensa actividad motora. Esto favorece
una mejora en la percepción de la situación y sus demandas, un procesamiento más
rápido y potente de la información disponible, una mejor búsqueda de soluciones y
selección de las conductas adecuadas para hacer frente a las demandas de la
situación estresora, y preparan al organismo para actuar de la forma más rápida y
vigorosa ante las posibles exigencias de la situación.
La sobreactivación a estos tres niveles (fisiológico, cognitivo y motor) es eficaz hasta
cierto límite, pero superado éste, tienen un efecto más bien desorganizador del
comportamiento; en especial, cuando a pesar de esa sobreactivación, no se
encuentra la conducta adecuada para hacer frente a la situación (Labrador, 1995).
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Fases del Síndrome General de Adaptación de Selye

El médico vienés Hans Selye, ya durante el segundo año de sus estudios de


medicina (1926) empezó a desarrollar su famosa teoría acerca de la influencia del
estrés en la capacidad de las personas para adaptarse o enfrenarse a las
consecuencias de lesiones o enfermedades. Descubrió que pacientes con variedad
de dolencias manifestaban muchos síntomas similares, los cuales podían ser
atribuidos a los esfuerzos del organismo para responder al estrés de estar enfermo.
Él llamó a esta colección de síntomas Síndrome de Adaptación General (GAS) o
Síndrome del estrés.

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1. Alarma: el organismo se pone alerta.

2. Resistencia: actividad autónoma: accionar del sistema nervioso (central


y neurovegetativo) y el sistema endocrino (con particular acción de las
glándulas suprarrenales: corteza y médula, quienes segregan las
llamadas "hormonas de adaptación" u "hormonas del estrés", que
preparan las reacciones fisiológicas de "ataque-huida". Las
catecolaminas ejercen una acción preferentemente general, a distancia,
por el torrente sanguíneo (adrenalina), o local (noradrenalina), a nivel de
las terminaciones nerviosas del
Sistema Neurovegetativo, en la médula suprarrenal y en el tronco encef
álico ascendente y descendente; ambas tienen una importancia crucial
en la conducta afectivo-emocional y el grado de alerta, asociadas a
conductas corporales (Alvarez, 1987).

3. Agotamiento: si se prolonga se produce daño y produce colapso.


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Estas reacciones corporales pueden agruparse:

A. Movilizadoras de energía :

• Liberación de adrenalina y noradrenalina al torrente sanguíneo por las glán


dulas suprarrenales: aceleran los reflejos, incrementan el ritmo cardíaco y la
presión arterial, elevan la concentración de azúcar en la sangre, aceleran el
metabolismo --- se agudizan las respuestas.
• Liberación de hormonas tiroideas secretadas por la
glándula tiroides al torrente sanguíneo: aumentan aún más el metabolismo
e incrementan la energía que puede consumirse.-
• Liberación de colesterol por el hígado al torrente sanguíneo, incrementando
la energía y ayudando a la función muscular.

B. Alistamiento de sistemas de apoyo de la energía

• Supresión de la función digestiva: la sangre se desvía del estómago y se


utiliza en pulmones y músculos. La boca se seca, para que el estómago ni
siquiera tenga que ocuparse de la saliva.
• Desvío de la sangre de la superficie de la piel, palidez y aumento sudor
• Paso de aire en los pulmones dilatados, para que la sangre tome más
oxígeno.

C. Movilización de recursos auxiliares para la concentración.

• Liberación de endorfinas por el hipotálamo al torrente sanguíneo, que actúan


como analgésicos naturales y reducen la sensibilidad a daños como
contusiones y heridas.
• Liberación de cortisona:
por corteza suprarrenal al torrente sanguíneo, la cual suprime las
reacciones alérgicas que pueden interferir la respiración.
• Agudización de los sentidos e incremento del desempeño mental.
• Disminución de la producción de hormonas sexuales
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D. Reacciones defensivas.

• Constricción de los vasos sanguíneos y espesamiento de la sangre, para que


fluya más despacio y coagule con mayor rapidez en caso de heridas

1.2. El estrés como estímulos ambientales.

El enfoque que se centra en los estímulos otorga importancia central a las


situaciones que provocan estrés (estresoras o estresantes).
El enfoque parte de una serie de supuestos: 1) todo cambio vital es de por sí
estresante, 2) los eventos vitales han de ser importantes para producir estrés, y, 3)
el estrés psicológico resultante es un factor principal en la aparición de trastornos y
enfermedades. Los estresores son comúnmente clasificados como biogénicos o
psicosociales (Everly, 1989).
Se puede definir que los agentes estresores biogénicos o
psicosociales son estímulos o situaciones capaces de producir determinados cam
bios bioquímicos o eléctricos que disparan automáticamente la respuesta de estrés,
con independencia de la interpretación que se haga de la situación: temperatura
elevada o ejecución intensa de un ejercicio. Las situaciones psicosociales se
convierten en estresantes, a fuerza de la interpretación cognitiva o el significado que
se le otorgue por el individuo: hablar en público, discusión con la pareja, etc. Ambos
tipos de estresores provienen tanto de estímulos externos a la propia persona (ruido
o luz intensa, conversación desagradable) como de aspectos internos (malestar
por una mala digestión, dolor por una herida o sufrimiento por una enfermedad,
recuerdo de una situación desagradable, pensamientos de inutilidad o de culpa).
Los eventos psicosociales, vinculados a aspectos cognitivos, parecen ser los más
frecuentes e importantes en la producción de estrés. Se ha señalado qué tan
estresantes pueden ser los eventos positivos o percibidos como agradables, como
los aversivos o amenazantes, ya que ambos producen un cambio al que la persona
deberá adaptarse. Tener un hijo, prepararse para una cita deseada o lanzarse en
paracaídas en práctica deportiva desde un avión puede ser estresante, aunque
difícilmente puedan considerarse estos eventos como aversivos. De hecho, muchas
personas desean y llevan a cabo las conductas necesarias para exponerse a dichas
situaciones. Parece ser, sin embargo que los efectos de ambas situaciones no son
los mismos. Suls y Mullen (1981) han demostrado que no hay relación entre
acontecimientos estresantes positivos y trastornos psicofisiológicos, pero sí entre
estos y los acontecimientos aversivos. Kanner y cols (1981) achacan los efectos
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negativos de las situaciones de estrés en el organismo más que a sus


características de novedad, a las de indeseabilidad. Apartando por ahora el
contenido o significado de una situación estresante, se pueden señalar algunas de
las características que más comúnmente suelen presentar y que parecen contribuir
a la condición estresante de una determinada situación (Labrador, 1995)

1. Cambio o novedad de la situación:


El mero cambio en una situación habitual puede convertirla en amenazante (por
ejemplo, regresar a la casa en la noche y escuchar ruidos extraños). Una situación
nueva resultará tanto más estresante cuanto mayor sea la asociación que exista
entre situaciones anteriores similares a ella y amenazas o daño.

2. Falta de información:
Se produce un cambio, no hay información de lo que puede pasar, cuál es la
demanda o qué se puede hacer para afrontarlo (por ejemplo, una enfermedad
inesperada y de la cual la persona no sabe nada). Es importante la cantidad de
información, no solo en términos absolutos, sino en términos relativos o de
predictibilidad.

3. Predictibilidad:
Vinculada al grado en que se puede predecir lo que va a ocurrir (por ejemplo,
enfrentarse a una persona desagradable en la calle sin poder predecir qué va a
hacer). Las situaciones ambiguas son más estresantes que aquellas en que resulta
fácil predecir lo que va a suceder, aunque sea amenazante.

4. Incertidumbre:
Probabilidad de que un evento ocurra, sea o no predecible (por ejemplo, no se sabe
la certeza con que un tumor extirpado pueda reproducirse). Hunter (1979),
estudiando cuatro grupos de mujeres cuyos maridos habían peleado en Vietnam
(desaparecidos en combate, prisioneros de guerra, muertos en combate y que
habían regresado a casa tras participar en la guerra), encontró que la adaptación
de esas mujeres era peor a medida que aumentaba el grado de incertidumbre en
cada situación. Esta incertidumbre puede provocar
dilatados procesos de valoración que crean sentimientos de desesperanza, y final
mente confusión (Lazarus, Folkman, 1986).
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5. Ambigüedad de la situación estresora:


Hace referencia a si la situación es clara o suficiente para ser interpretada
(por ejemplo, exceso de datos que no permite saber qué hacer con ellos). Puede
producirse por falta de información o por exceso de ella y puede convertirse en una
fuente amenazante.

6. Inminencia de la situación estresora e incertidumbre:


Relacionada con la dependencia del intervalo de tiempo desde que se predice una
situación hasta que ocurre. Mientras más inminente es un acontecimiento, es
valorado como más estresante. Si no se sabe en qué momento preciso se va a
producir (incertidumbre) aumenta la respuesta de estrés (por ejemplo, cuando
exactamente comenzará un ataque, que se está viendo desde hace algún tiempo
como inminente). Esto es relativo, en función de las habilidades que se tengan para
evaluar la situación y seleccionar respuestas adecuadas; en este sentido, tener más
tiempo si se dispone de esas habilidades es menos estresante.

7. Falta de habilidades o conductas para enfrentar y manejar la


situación:

Enfrentarse a una situación para la que no se dispone de conductas eficaces,


implica también indefensión (por ejemplo, ante el reencuentro con una persona
significativa, cuando no sabemos cómo reaccionar).

8. Alteración de condiciones biológicas del organismo:


Como el consumo de sustancias (té, café, tabaco, anfetaminas, alcohol),
condiciones ambientales extremas (frío, calor, ruidos, humedad), la realización o no
de ejercicios. Una persona de cierta edad, necesitada de tranquilidad, puede
alterarse muy fácilmente con una música de alto volumen en una discoteca.

9. Duración de la situación de estrés:


Mientras más duradera sea la situación, mayores consecuencias negativas tiene
para la persona, pudiendo provocar trastornos psíquicos o psicofisiológicos
(depresión, hipertensión, insomnio, etc.).
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1.3. El estrés como proceso transaccional.

La forma en que el individuo interpreta una situación específica y decide enfrentarse


a ella determina en gran medida el que dicha situación se convierta en estresante.
En otras palabras, las cogniciones constituyen un importante mediador entre los
estímulos estresores y las respuestas de estrés.
Se pueden considerar como características básicas de cualquier modelo
transaccional las siguientes (Bravo, Serrano-García, Bernal, 1988; Grau, Martín,
Portero, 1993):

• Considera al individuo y a su entorno en una relación bidireccional, dinámica


y recíproca.
• Implica la creación de un nuevo nivel de abstracción, en el que los elementos
separados: individuo y entorno, se unen para formar un solo significado de
relación.
• Considera que esta relación está en desarrollo continuo.

Los conceptos básicos en el modelo transaccional propuesto inicialmente por


Lazarus son los siguientes:

• Evaluación o valoración: proceso que determina las consecuencias que un


acontecimiento dado provoca en el individuo. Realiza cambios en la forma de
actuar, no en función de cómo es la situación en sí, sino en función de cómo
él la valora (Lazarus, Folkman, 1986). Para Lazarus y Folkman hay 3 tipos:

- Irrelevante: cuando las demandas del entorno no conllevan implicaciones


para la persona.
- Positiva: cuando se evalúa las demandas del medio como favorables para
lograr o mantener el bienestar personal
- Estresante: daño o pérdida, amenaza y desafío

La evaluación de daño o pérdida ocurre cuando el individuo ya ha recibido un


perjuicio (lesión, pérdida de un ser querido, etc.). En la evaluación de amenaza
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se prevén daños o pérdidas, aunque estos todavía no hayan ocurrido y


pueda solucionarse o afrontarse anticipadamente. La evaluación del desafío implica
la previsión anticipada de situaciones de daño
o pérdida o de amenaza, con la diferencia de que la persona piensa que tiene fuer
zas o habilidades suficientes para afrontarlas con éxito y obtener ganancias. Esto
hace que la situación de desafío conlleve generalmente emociones placenteras
(impaciencia, regocijo), mientras que la amenaza, suele ir acompañada de
emociones corno miedo, ansiedad, hostilidad. El percibir una situación como
amenazante o desafiante es determinante para el tipo de respuesta de la persona,
y en definitiva, para el grado de estrés que se genere. Además, pueden
producir respuestas de activación bien diferentes, que tendrán consecuencias muy
distintas sobre la salud a mediano y largo plazo. En muchas ocasiones, la
evaluación de las demandas del medio no es clara, y pueden mezclarse estos tipos.
En esto intervienen muchos factores, como la historia personal, los aprendizajes y
las experiencias anteriores, que pueden determinar esta valoración y también las
respuestas del organismo.
La valoración puede ser primaria y secundaria:
valoración primaria, a la cual ya se refirió anteriormente, es el proceso de percibir
una situación o acontecimiento como amenazante.
valoración secundaria es el proceso de elaboración mental de una respuesta a la
amenaza potencial, valoración dirigida a determinar qué puede hacerse frente al a
contecimiento, para luego ejecutar esa respuesta (afrontamiento). El resultado de
esta valoración secundaria está muy determinado por la valoración primaria, pues
el hecho que la persona piense que puede controlar o no una situación de estrés
depende directamente de las demandas percibidas en esta situación. Pero también
está muy determinada por las conductas o habilidades para afrontar las situaciones
de las que disponga la persona. El resultado de esta evaluación secundaria
determina las conductas y las respuestas emocionales consecuentes. En otras
palabras, la percepción de controlabilidad determinará en gran medida el carácter
de las respuestas ulteriores: mucha gente, por ejemplo, tiene miedo a tomar un
avión, a pesar de que conocen que las estadísticas de riesgo de accidente son
mucho menores que en automóvil, pero en caso de transporte aérea poco o nada
podrían hacer para evitar el accidente o disminuir sus efectos.

En resumen, la evaluación primaria y secundaria convergen para determinar si la


interacción entre una persona y su situación debe considerarse como significativa
para su bienestar, si esta es considerada como
básicamente amenazante (posibilidad de daño/pérdida) o de desafío (posibilidad d
e controlarla y beneficiarse de ella). En consecuencia, lo verdaderamente importan
te es que la persona crea que puede hacer algo en una situación determinada, con
independencia de que en realidad pueda o no hacerlo. Naturalmente, si después
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de pensar que puede afrontar exitosamente una situación fracasa a la hora de


intentarlo, las consecuencias serán negativas a corto plazo, y a mediano y largo
plazo esto hará que vaya cambiando su valoración con respecto a su capacidad real
para controlar dichas situaciones

2. Salutogénesis

2.1. Estrés y salud: los modelos Salutogénicos

De la misma manera en que existen modelos vinculados al estrés que se relacionan


con la probabilidad de enfermar (modelos de vulnerabilidad), actualmente se
subraya la importancia de aquellos modelos por los cuales el hombre interactúa con
su medio con posibilidades de enriquecimiento y de desarrollo personal. Estos son
los llamados modelos salutogénicos, que tienden a proveer de recursos contra la
posibilidad de enfermar y de propiciar cierta resistencia al distrés emocional
generador de trastornos.
Se basan en un giro de la atención focalizada en las investigaciones, desde la
preocupación por los aspectos más negativos del ser humano, hacia
el potenciar las cualidades positivas (esperanza, perseverancia, creatividad, espirit
ualidad, responsabilidad, visión de futuro, fortaleza personal, etc.), que no habían
sido muy abordadas por la Psicología hasta fecha muy reciente. Los más
conocidos son el sentido de coherencia, el patrón de resistencia o dureza personal
(hardiness) y otros basados en el optimismo, la autoestima, el empeño personal, la
teoría del control, etc

➢ Sentido de coherencia

Es un constructo desarrollado por A. Antonovsky (1987, 1990), sobre


la base de tres características fundamentales:
• Orientación salutogénica (dirigida a buscar indicadores del sujeto y del
contexto social que favorezcan la salud y no que propicien la enfermedad).
• Enfoque transaccional y orientación generalizada. El origen de estos
estudios tuvo lugar en observaciones de Antonovsky sobre mujeres
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sobrevivientes a un campo de concentración, que a pesar de todos los


rigores, conservaban una razonable salud física y mental. Él lo atribuyó a
variables personales integradas en lo que luego denominó sentido de
coherencia (SC). Estas mujeres con alto SC habrían desarrollado
mecanismos eficaces de adaptación. El SC resalta cómo la gente aborda el
estrés en vez de insistir en el impacto negativo de los estresores. Se refiere
a una disposición (orientación) que permite encarar la vida y sus problemas
de manera que se hace más fácil el afrontamiento al ver el mundo como
significativo, comprensible y manejable (Antonovsky, 1987). Para
Antonovsky (1990) el SC no es un rasgo específico de personalidad, ni un
estilo particular de afrontamiento, es más bien una orientación global,
generalizada, una habilidad para seleccionar el estilo correcto de
afrontamiento en una situación dada. El sentido de coherencia no es una
línea de conducta fija y preestablecida, sino más
bien una estrategia general frente a los problemas y dificultades de la vida.
El pretende diferenciarlo de otros "recursos de resistencia generalizados"
como la autoestima o el apoyo social, mientras que el resultado de tales
recursos es proporcionar al sujeto experiencias y situaciones favorables al
desarrollo de la salud, el SC sería el componente cognitivo resultante de tal
conjunto de experiencias Antonovsky ubica el SC en el enfoque transaccional
propuesto por Lazarus y Folkman (1984), resaltando el poder que tiene el
sistema perceptual del sujeto sobre el estímulo potencialmente amenazante,
pero este no depende estrictamente de la evaluación cognitiva que haga el
sujeto, sino que es el resultado de una orientación generalizada que se puede
considerar básicamente estable hacia el principio de la edad adulta y que se
adquiere a partir de las experiencias del sujeto en dependencia de su marco
social (familia, trabajo, situación económica y social, etc.). No puede
abstraerse de las condiciones reales del sujeto (macrosociales) y de las
experiencias propias de su desarrollo individual. Diferentes estudios han
mostrado la incidencia positiva del SC sobre la salud y el bienestar: se ha
encontrado que puntuaciones altas en SC predicen mayor bienestar físico y
psicológico, así como mejor habilidad funcional en las actividades cotidianas
(Carmel et al, 1991), también se ha reportado una relación prospectiva con
menores síntomas psicológicos (Flannery, Flanerry, 1990; Ryland,
Greenfied, 1991).

Otro modelo que pone énfasis en la personalidad, como variable que interviene en
el afrontamiento a la vida, propiciando salud, es el de Resistencia o Hardiness.
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➢ Resistencia (hardiness).

Propuesto por S. Kobasa (1979, 1982). La perspectiva salutogénica y el enfoque


activo y propositivo centrado en la personalidad son comunes al SC y permiten
considerarla como una realidad dinámica que establece una relación con la
situación específica de cada momento a partir del cambio y la interacción, y no
solamente de la reacción pasiva a los estresores. Según Kobasa, en ella se
involucran tres dimensiones:

• Implicación
Que es la medida en la que el sujeto se involucra en las situaciones.
• Reto
Que es la medida en que el sujeto percibe que las situaciones complicadas son una
oportunidad para crecer.
• Control
Que es la medida en que se está convencido de poder intervenir en el curso de los
acontecimientos. Para la autora, la personalidad resistente (PR.) lleva consigo
menores consecuencias negativas del estrés. Ha sido investigada en diferentes
contingentes de personas (ejecutivos, inmigrantes, pacientes con artritis
reumatoide, sujetos ante desastres, choferes, médicos y enfermeras, abogados,
sacerdotes, estudiantes, militares, asistentes sociales, etc.). Tiene en su base un
enfoque teórico existencial-humanista. Se ha intentado evaluar con varios
instrumentos (escalas elaboradas por Bartone, Parker y Rendall, Campbell y cols.,
en la década del 80) (Kobasa, 1993). Este vivir la vida a plenitud, con un sentimiento
de competencia y una orientación productiva, no sólo protege al sujeto de
enfermedades y le proporciona salud y bienestar, sino que ante casos de
enfermedad crónica graveo terminal, las personas con personalidad resistente
serán más sensibles al uso de medidas heroicas, lucharán contra el daño a la
calidad de vida que podría provocar la enfermedad, podrían, incluso, usar la mente
como una medida heroica para la curación. Y en caso de fracaso, aceptarán con
valor la muerte y dirigirán todos sus esfuerzos para prepararse a sí mismos y a los
demás a enfrentarla con optimismo (Kobasa, Maddi, 1982). Diversos estudios
realizados por la autora (1979) y por otros investigadores (Kobasa, Maddi,
Courington, 1981; Sheppard, Kashani, 1991; Suls, Rittenhouse, 1987; Westman,
1990) muestran que la PR está vinculada a una salud mejor.
Otras variables asociadas a los modelos salutogénicos son los de
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➢ Optimismo

Es la inclinación a tener expectativas favorables con la vida, lo cual ha sido


relacionado con el bienestar físico y psicológico. Según Lazarus y Folkman (1986)
es un recurso de afrontamiento proveedor de esperanza y posibilidades de
superación de las condiciones más adversas, sea por controlabilidad, autoeficacia
o por una creencia específica de que alguien o algo va a resolver el problema. Así,
se ha encontrado que los sujetos optimistas utilizan mejores estrategias de
afrontamiento ante los problemas sociales que los sujetos pesimistas (Vera-
Villarroel, Guerrero, 2003). De la misma forma, se ha demostrado que los pacientes
con optimismo tienen menos síntomas físicos, se recuperan más rápido y mejor de
problemas de su organismo. Un resumen de los principales resultados de trabajos
realizados en el estudio del optimismo se presenta en la tabla de figura 8, adaptado
de la revisión que hicieran Ortiz, Ramos y Vera-Villarroel (2003)
Cada día se consolida más la idea de que el optimismo es una variable salutogénica,
protectora de la salud, a la cual la llamada Psicología Positiva está otorgando un
gran valor. No obstante quedan aún muchas cuestiones por investigar, tanto en los
planos teórico-conceptuales, como metodológicos e instrumentales; por ejemplo:
¿es el optimismo un constructo bipolar, junto con el pesimismo, o son constructos
diferentes?, ¿cuál es el papel de las emociones en el constructo optimismo y qué
relación guarda este con las creencias?, ¿motivaciones, valores y otras emociones
positivas, así como con algunas variables cognitivas y personales como
autoconfianza, autoeficacia, autoestima, etc.?, ¿cómo deben diseñarse
intervenciones específicas eficaces para fomentar el desarrollo del optimismo como
variable salutogénica?, ¿puede el optimismo traer problemas de salud, sea por el
aumento de costos personales al no asumir conductas saludables como adherencia
a las prescripciones o mayor frustración cuando las cosas no van bien, o por su
interacción con otras variables personales como el neuroticismo?. Tal como refieren
Ortiz, Ramos y Vera-Villarroel (2003), estas preguntas son significativas para el
desarrollo de la Psicología de la Salud actual.

➢ Autoestima

Es una variable de la personalidad que indica la apreciación y el valor que el sujeto


se concede a sí mismo, es un componente afectivo de las actitudes hacia uno
mismo. Ha sido tradicionalmente relacionada con el afrontamiento de las
situaciones problemáticas, y particularmente, con el estrés (Cox, 1980).
La alta autoestima se encuentra asociada a la sociabilidad, la motivación por el
logro, el ajuste personal y los bajos niveles de ansiedad. Por otra parte, una baja
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autoestima está vinculada a problemas psicosomáticos, aislamiento social, miedo


al éxito, fracaso escolar, y a otros trastornos de la salud, como adicciones
(Friedman, Di Matteo, 1989; Moreno, Alonso, Alvarez, 1997). Se ha encontrado que
la baja autoestima está asociada a más síntomas (Emmons, Diener, 1985; Robbins,
Spence, Clark, 1991) y que ella incide en la salud mediante el desarrollo de
conductas saludables (Torres Rivas, Fernández, Maceira, 1995). En resumen,
trabajos recientes, como el de Moreno y cols (1997) confirman la posible acción
moderadora de variables salutogénicas, como el SC sobre una menor
sintomatología, tanto físicac omo psicológica, así como también la PR y la
autoestima, aunque en menor escala que el SC. Por otra parte, se ha encontrado
una íntima asociación entre estos constructos y sus respectivos componentes; la
investigación en esta dirección es muy prometedora.

3. Vulnerabilidad y Estrés

La vulnerabilidad o propensión al estrés se refiere a la tendencia de cada individuo


a reaccionar ante ciertos tipos de acontecimientos o situaciones con estrés psíquico
o con un grado mayor de estrés que otro individuo. El grado de perturbación y la
manera de afrontar diversas situaciones son distintas en cada individuo. Es
importante determinar qué hace ser a una persona más o menos vulnerable al
estrés cuando participa en determinados tipos de interacciones con el medio. Dos
variables que pueden ayudar a conocer la vulnerabilidad son: los compromisos de
un individuo y lo que opina acerca de si mismo y del mundo, para ellos se suele
realizar test de vulnerabilidad al estrés.
Una gran parte de los estímulos y situaciones estresantes que incrementan el riesgo
de padecer trastornos mentales y físicos en los seres humanos son de naturaleza
social. Por ello, los paradigmas basados en el estrés social están siendo adoptados
cada vez más, tanto en estudios llevados a cabo en sujetos humanos como en
modelos animales, para determinar los mecanismos neurobiológicos del estrés. Sin
embargo, un aspecto esencial de la respuesta al estrés social lo constituyen las
amplias diferencias existentes entre los individuos. Los estudios al respecto, se
basan los resultados obtenidos en investigaciones realizadas por investigadores en
estudios de campo (mujeres víctimas de violencia de género, deportistas
sobreentrenados, docentes con burnout, cuidadores no formales); estudios de
laboratorio con seres humanos (estresores mentales, físicos y sociales); y estudios
experimentales con animales (aislamiento social, encuentros sociales, dominancia-
sumisión, derrota social). Así, el objetivo general que se pretende alcanzar es
determinar y analizar una serie de potenciales factores de vulnerabilidad y
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resistencia que pueden contribuir a explicar las diferencias individuales en la


respuesta al estrés social y, como consecuencia, en su impacto sobre la salud.
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Conclusión

El estrés, definido por la OMS como “el conjunto de reacciones fisiológicas que
preparan al organismo para la acción”, puedes estudiarse desde tres enfoques: 1).
El estrés como respuesta psicobiológica del organismo, estudiado principalmente
por Selye en 1926, quien propuso el Síndrome General de Adaptación, durante el
cual ocurre una serie de reacciones corporales y que pueden agruparse como
Movilizadoras de energía, Alistamiento de sistemas de apoyo de la energía,
Movilización de recursos auxiliares para la concentración, y Reacciones defensivas.
2). El estrés como estímulo, visto como un agente o acontecimiento vital (Everly,
1989, y Labrador, 1995), que define que aquellos agentes estresantes son: Cambio
o novedad de la situación, Falta de información, Predictibilidad, Incertidumbre,
Ambigüedad de la situación estresora: Inminencia de la situación estresora e
incertidumbre, Falta de habilidades o conductas para enfrentar y manejar la
situación: y Alteración de condiciones biológicas del organismo, y
Duración de la situación de estrés. 3). El estrés como un proceso de transacción
entre el individuo y el medio, modulado por diferentes variables de carácter
cognitivo-conductual y personal. Los conceptos básicos en el modelo transaccional
propuesto inicialmente por Lazarus son los siguientes: Evaluación o valoración, que
se divide en valoración primaria, proceso de percibir una situación o acontecimiento
como amenazante, y valoración secundaria, que es el proceso de elaboración
mental de una respuesta a la
amenaza potencial, valoración dirigida a determinar qué puede hacerse frente al a
contecimiento, para luego ejecutar esa respuesta (afrontamiento).
Se tiene que los modelos Salutogénicos, tienden a proveer de recursos contra la
posibilidad de enfermar y de propiciar cierta resistencia al distrés emocional
generador de trastornos, con un énfasis en las personas vulnerables. Se basan en
un giro de la atención focalizada en las investigaciones, desde la preocupación por
los aspectos más negativos del ser humano, con el objetivo de
potenciar las cualidades positivas (esperanza, perseverancia, creatividad, espiritua
lidad, responsabilidad, visión de futuro, y fortaleza personal). Los más
conocidos son el sentido de coherencia (A. Antonovsky, 1987, 1990), el patrón de
resistencia o dureza personal (hardiness) desarrollado por S. Kobasa (1979, 1982)
y otros basados en el optimismo (Lazarus y Folkman, 1986), la autoestima (Cox,
1980), el empeño personal, y la teoría del control.
Estrés, Salutogénesis y Vulnerabilidad Ignacio Atenas Rodríguez

Bibliografía

Luis Oblitas (2009)- Psicología de la Salud/Health Psychology. Cengage Learning


Editores. Pág. 235.

Bengt Lindström, Monica Eriksson (2011). Guía del Autoestopista Salutogénico:


Camino salutogénico hacia la promoción de la salud.
Volumen 1 de Càtedra Promoció de la Salut. Editorial Documenta Universitaria.

Jorge A. Grau Abalo, Edelsys Hernández Meléndez, Pablo Vera Villarroel (2017).
Estrés, salutogénesis, y vulnerabilidad. Recuperado el 29 de Junio de 2017
Obtenido de: https://es.scribd.com/document/139383936/03-Estres-Salutogenesis-
y-Vulnerabilidad

Salutogénesis (2012). ¿Qué es la salutogénesis?. Recuperado el 29 de Junio de


2017. Obtenido de: http://www.salutogenesis.com.ar/que_es_salutogenesis.html

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