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Principios de

Derechos
Humanos y
Derecho
Constitucional
Bloque 2
La Constitución Nacional

Unidad 2
Estructura constitucional. Características.
Derechos y organización del poder

Apunte de cátedra

(50)
Cátedra: Rinaldi
Principios de Derechos Humanos y Derecho Constitucional APUNTE DE CÁTEDRA

Forma de gobierno y forma de Estado.


“La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y
federal, según lo establece la presente constitución” (Constitución de la Nación
Argentina, Artículo 1º)

Introducción
Este Apunte de Cátedra se ocupa de la forma en que se estructura el gobierno de la Argentina según la
Constitución Nacional. Los principios sobre los cuales se basa esta organización son tres: el sistema
representativo, la república y el federalismo. A pesar de que la redacción del artículo asimila a todos como “formas
de gobierno”, en realidad solo los dos primeros corresponden a la forma de gobierno, mientras que el último hace
referencia a la forma de Estado.

El sistema representativo
Definimos el concepto de gobierno directo como la forma de organización en la que el gobierno es ejercido por
la totalidad de quienes son considerados “ciudadanos”, a través de decisiones políticas adoptadas en el marco de
asambleas generales.

Con frecuencia, se dice que las ciudades-Estado que se desarrollaron en Grecia, entre los siglos IV y V a.C., son
ejemplos de este tipo de organización política. Sin embargo, en aquellas polis griegas, las instituciones de gobierno
directo eran solamente dos: la asamblea popular y los tribunales. Para las cuestiones de mayor trascendencia se
elegían a quienes, en representación de los conciudadanos, tomarían decisiones. Estas elecciones eran de dos
tipos. Las más usuales se efectuaban por sorteo y eran las de los magistrados, encargados de preparar y ejecutar
las decisiones políticas. En cambio, para los cargos que estaban relacionados con la defensa -como la selección
de los generales y coroneles de guerra- y con la administración de los recursos económicos, los representantes
surgían de elecciones a través del voto de los “ciudadanos”.

De este modo, vemos que la democracia de la polis griega no era tan directa como suele considerarse. Si bien la
toma de decisiones generales era efectuada en el ágora por la totalidad de los ciudadanos, para la ejecución de
estas decisiones se seleccionaban funcionarios por sorteo, mientras que para administrar el dinero y el ejército
se elegían representantes de los ciudadanos, especializados en esos temas.

Por otra parte, el correcto funcionamiento del gobierno directo griego requería una serie de condiciones: un
Estado muy pequeño, una población fácil de congregar, homogénea y en la que cada ciudadano conociera muy
bien a los demás miembros de la comunidad; que existiese una semejanza de riqueza y, por ende, coincidencia
de intereses; sumado a un escaso número de asuntos que decidir.

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Y ello, en Grecia, era posible porque en aquellas polis solo eran “ciudadanos” los varones mayores de 21 años que
eran propietarios. Es decir que, no solo la democracia directa griega se llevaba a cabo para algunos asuntos
específicos, sino que, además, quienes tomaban las decisiones era exclusivamente una cantidad muy pequeña de
habitantes: mujeres, personas menores de 21 años, extranjeras/os y esclavas/os estaban excluidos de aquella
“democracia” directa.

Ciertamente, estas condiciones serían inaceptables en nuestra sociedad, ya que gran parte de la población no
estaría en condiciones de decidir. Por otro lado, la enorme cantidad de habitantes de los Estados modernos torna
imposible cualquier tipo de asamblea general donde puedan reunirse todos y la multiplicidad de cuestiones a
debatir complejizaría la deliberación aún más.

De esta manera, un gobierno directo se transforma en inviable o, cuando menos, en difícilmente practicable.

La forma representativa de gobierno


Esta forma de gobierno se define por el principio de representación, según el cual la ciudadanía, mediante el
ejercicio del sufragio, elige a otros miembros de la sociedad para que lleven adelante las deliberaciones públicas
y la toma de decisiones.

La forma de gobierno representativa no tiene un origen claro ni exacto. En esta asignatura, ubicaremos nuestro
punto de partida para observar el desarrollo del mecanismo de la representación política en las discusiones de
los llamados “contractualistas”, que criticaron el poder absoluto de los monarcas y fueron la inspiración de
numerosos procesos políticos que condujeron al paso de la Edad Moderna a la Contemporánea.

En relación con el sistema representativo como forma de gobierno, nuestra Constitución completa lo dispuesto
en el artículo 1° con el 22° del siguiente modo:

El Pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas
por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los
derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición.

Como pueden observar en el artículo 22°, existen dos conceptos importantes. El primero es la reafirmación del
sistema representativo como forma de gobierno de la Argentina. Los representantes y autoridades creadas por
la Constitución de la que habla el artículo son los poderes del Estado: el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y el
Poder Judicial, cuyas características abordaremos cuando hablemos de la parte orgánica de la Constitución.

El segundo concepto lo encontramos en la segunda parte del artículo, donde refuerza la idea de que las/os
representantes y autoridades que deliberan y gobiernan en nombre del pueblo son elegidas/os por el mismo
pueblo. Es por ello que condena a cualquier grupo que se atribuya esos derechos, estableciendo el delito de
sedición, es decir, de rebelión o insurrección frente a la Constitución. Así, sin nombrarla, la carta magna consolida

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a la democracia, en tanto gobierno del pueblo, como único mecanismo posible de gobierno y elección de
autoridades.

La forma representativa de gobierno asegura que el sistema de toma de decisiones sea más robusto, deliberativo
e informado. Garantiza, por otra parte, que las minorías estén representadas y sean oídas en el debate público y
que exista una intermediación entre las decisiones políticas y el conjunto del pueblo. Esta intermediación,
indispensable, es ejercida a través de los partidos políticos, instituciones fundamentales de cualquier sistema
democrático, cuya tarea consiste en canalizar, organizar y movilizar las expresiones de distintos sectores de la
población que, de otra manera, nunca podrían expresar sus demandas y posiciones.

La república
El imperio de la ley
Una república es una organización jurídico-política fundamentada en el imperio de la ley. Esto quiere decir que
las decisiones políticas y las autoridades que toman esas decisiones, están limitadas material y formalmente por
un conjunto de normas y principios aplicables a los gobernantes y gobernados. Estas normas y principios se los
conoce también como instituciones republicanas.

Lo opuesto al imperio de la ley es el imperio de los hombres. En este tipo de organización, los gobernantes toman
decisiones políticas de acuerdo a su propia voluntad. Esto ocurre, por ejemplo, en los casos de monarcas
absolutos o dictadores, sea porque no tienen un límite establecido para sus designios o porque acceden al poder
de manera irregular

En una república no hay nadie por encima de la Ley. Es por ello que la igualdad ante la ley es otro elemento
fundamental. Esto quiere decir que todos los habitantes de la república están subordinados a la ley, sin
distinciones de ninguna índole. Del principio de igualdad ante la ley se desprende la idea de que todos los
habitantes, a través de los representantes y autoridades que eligen para tal fin, deciden el contenido y el alcance
de la ley. ¿Por qué? Porque si todos somos iguales, debemos participar de la sanción de la norma que va a regir
nuestra vida en común.

La ley, en tanto resultado de la voluntad popular, regula y ordena el funcionamiento de la sociedad a la vez que
impone un límite al gobierno para el ejercicio del poder político.

El imperio de la ley, la idea de la ley como resultado de la voluntad popular y el concepto de la igualdad ante la
ley constituyen tres principios que se relacionan entre sí. Gráficamente, podríamos representarlos de la siguiente
manera, en la figura 1.

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Figura 1. Representación gráfica de las relaciones entre los conceptos de ley, como resultado de la voluntad popular,
igualdad ante la ley e imperio de la ley.

Además de estos principios, existen otras condiciones y características necesarias para la existencia de una
república: elección popular de gobernantes, periodicidad de los cargos públicos, publicidad de los actos de
gobierno, responsabilidad de políticos y funcionarios públicos y división de Poderes. En lo que sigue, nos
ocupamos de ellas.

La elección popular de gobernantes


La elección popular de gobernantes exige que quienes desarrollen funciones políticas deben tener un origen
directo o indirecto en el sufragio; es decir, en el voto. Ejemplos de origen electoral directo son los miembros del
Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo. A este tipo de instituciones se las conoce también como órganos políticos
resultantes de la elección popular.

Cabe aclarar que existen otros órganos y funcionarios políticos que no derivan directamente de la elección
popular, sino que lo hacen de forma indirecta. Ejemplos de estos últimos son: ministras y ministros de gobierno,
que son elegidos por el presidente o presidenta; embajadoras y embajadores, que son designados por el Ejecutivo
con acuerdo del Senado, y juezas y jueces, sean estos de la Corte Suprema, que son elegidos también por
el Ejecutivo con acuerdo de las dos terceras partes del Senado, o de las magistraturas inferiores, designados por
el mismo proceso, pero mediante la intervención del Consejo de la Magistratura.

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La periodicidad en los cargos políticos


Todos los cargos políticos tienen una duración determinada por la ley, es decir que las personas elegidas para
tales funciones permanecen en ellas el tiempo que estipule la ley. En el caso de los órganos políticos resultantes
de la elección popular, vencido el plazo para el cual fueron elegidas las autoridades, deberán producirse
elecciones para designar nuevas o reelegir a las existentes. Por ejemplo, en el caso de los miembros de la Cámara
de Diputados, el mandato es de cuatro años y, en el del Senado, de seis.

En cambio, la duración en los cargos de funcionarios y funcionarias que ocupan órganos que no son resultantes
de la elección popular varía en cada caso. Por ejemplo, la jefatura de gabinete y ministros o ministras permanecen
en sus cargos mientras dure el mandato de la presidenta o presidente que los haya nombrado o hasta que se
disponga su reemplazo. Embajadores, embajadoras y militares están sujetos a ser trasladados de destino. Jueces
y juezas, por su parte, conservarán sus empleos mientras dure su buena conducta o hasta que cumplan 75 años,
cuando deberán obtener un nuevo nombramiento del Senado para conservar su cargo 1.

La publicidad de los actos de gobierno


Todo lo que el gobierno y los funcionarios públicos realizan debe ser dado a conocer, sin existir la posibilidad de
que existan actos secretos. Este principio es indispensable para garantizar que la ciudadanía esté informada
acerca de las cuestiones de orden público y la marcha del gobierno y la administración. De esta manera, por un
lado se busca lograr que las decisiones que tome la ciudadanía para elegir a quienes gobiernen sean lo más
soberanas posibles. Por otro lado, también se intenta garantizar el principio de igualdad ante la ley, ya que la
ciudadanía tiene acceso a la información pública. Para que esto se cumpla, dicho acceso debe ser pleno y deben
ser respetadas las libertades de prensa y expresión.

La responsabilidad de políticos y funcionarios públicos


Funcionarios y funcionarias, sin importar su nivel, jerarquía o actividades, son responsables civil, penal,
administrativa y políticamente por sus acciones y por las faltas o delitos que comentan en el ejercicio de sus

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¿Por qué no se eligen jueces y juezas mediante sufragio directo? ¿Por qué no tienen cargos periódicos? Porque
se busca que sus decisiones estén lo menos influenciadas posibles por cuestiones que no tengan que ver con el
derecho. Así, si un juez debiera someterse a elecciones, como los miembros del Poder Ejecutivo o Legislativo y
tuvieran que hacerlo regularmente, se verían obligados a hacer campaña, vincularse a directamente a partidos
políticos y hasta desarrollar conductas tendientes a “seducir” al electorado. Para preservar su independencia
frente a estas contingencias es que el sistema les otorga estabilidad en el cargo “mientras dure su buena conducta”
y los hace pasar por un proceso de selección que combina a los órganos políticos (el Ejecutivo y el Senado) con un
proceso evaluativo de su idoneidad: en el caso de jueces y juezas de la Corte, a través de las audiencias públicas
fijadas por el decreto 222/2003; para el resto de los jueces, a través del proceso de selección que realiza el Consejo
de la Magistratura.

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funciones. Esto quiere decir no pueden “desentenderse” de las decisiones que toman y que deben responder
por ellas políticamente frente a la ciudadanía y también frente a la Justicia, en el caso de que corresponda.

La división de Poderes
Hemos dejado para lo último uno de los más importantes principios de la república: la división de Poderes. Y no
nos abocaremos a su tratamiento pormenorizado aquí, porque lo reservaremos para cuando estudiemos la parte
orgánica de la Constitución. Sin embargo, debemos realizar algunas consideraciones.

Definimos a la división de Poderes como el establecimiento de tres brazos del gobierno, en el que cada uno ellos
tendrán funciones específicas y funciones de control sobre los otros dos.

Las funciones específicas de cada uno son: el Poder Legislativo elabora las leyes que rigen; el Poder Ejecutivo
administra el gobierno de acuerdo con esas leyes y el Poder Judicial resuelve los conflictos que se generan entre
los ciudadanos y entre estos y el Estado.

La noción de la división de Poderes radica en la noción de que distribuir el poder es una forma de debilitarlo.
Recordemos que las ideas modernas sobre la división de los Poderes surgieron en Europa en torno al siglo XVII,
como una respuesta de la burguesía al control único y total que ejercían los monarcas absolutos. Es por ello que
la república, como forma de gobierno, busca permanentemente evitar la concentración del poder en una persona
o un grupo reducido de ellas.

Expresamente en el artículo 29°, nuestra constitución prohíbe que los poderes legislativos otorguen a los
ejecutivos “facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni [pueden] otorgarles sumisiones o
supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona
alguna”. Posteriormente establece que “los actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y
sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la
patria”.

No debemos olvidar, tampoco, que al momento en que se sancionó este artículo en 1853, el régimen de Juan
Manuel de Rosas acababa de finalizar, luego de la batalla de Caseros. Precisamente Rosas había asumido “la suma
del poder público”, gobernando con férrea mano dura.

El federalismo
Definimos al federalismo como la forma de organización en la que existen dos niveles de gobierno con
competencias propias: un Estado central conformado por otros Estados menores, que confluyen para organizarse
en torno a un gobierno único manteniendo parte de su autonomía local y su autogobierno.

En nuestro país, esos Estados menores son las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que se comporta
como una provincia más. Otros países denominan a estas unidades de gobierno como cantones, territorios,
regiones o simplemente Estados.

La organización federal permite que cada Estado menor conserve para sí un margen de autonomía en
determinadas cuestiones políticas y delegue otras en favor de un Estado central. Esta característica hace que las

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federaciones sean el sistema predilecto en Estados muy extensos territorialmente (como Estados Unidos,
Australia, Brasil, México o la Argentina), muy diversos en la composición étnica o cultural de su población y
territorio (como Bélgica, Alemania o Suiza) o ambas situaciones (como India o Rusia).

Una treintena de países en el mundo se han organizado en base al sistema federal contra los más de ciento
cincuenta estados que se constituyeron bajo el sistema unitario.

Delegación y competencias
El rasgo distintivo de los Estados federales es que cada Estado menor mantiene cierto nivel de autonomía y
transfiere algunas prerrogativas al Estado central. La norma que regula la vinculación de los Estados menores
entre sí y de cada uno de estos con el Estado central es la Constitución, que suele establecer el alcance de la
delegación de facultades y la distribución de las competencias.

En nuestro país, las provincias conservan todo el poder no delegado al gobierno central, tal como indica la
Constitución en su artículo 121°:

Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno federal,
y el que expresamente se hayan reservado por pactos especiales al tiempo de su
incorporación.

Los poderes no delegados se transforman, entonces, en competencia exclusiva de las provincias. Algunos de estos
son, por ejemplo, organizarse políticamente a través de la sanción de su propia Constitución basada en el sistema
representativo, republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional.
De esta manera, cada provincia elige a sus propias autoridades (gobernadores/as, legisladores/as y otros/as
funcionarios/as) sin intervención del gobierno federal.

Las Constituciones de las provincias deben asegurar, a su vez, la autonomía de los municipios que la componen y
regular el orden institucional, político, administrativo, económico y financiero: recaudan sus propios impuestos y
administran libremente sus recursos. De la misma manera, la Constitución establece en su artículo 5º que las
provincias deben asegurar a sus ciudadanos su propia administración de justicia, su régimen municipal y la
educación primaria.

Entonces, ¿cuáles son los poderes delegados al gobierno central? Algunos ejemplos son la acuñación de moneda
(en todo el país rige el mismo signo monetario), la defensa de las fronteras del país (no existen ejércitos
provinciales, sino uno nacional), el manejo de las relaciones internacionales, el dictado de los códigos de fondo,
como el civil, el penal, el comercial, etc. Muchas de estas competencias que las provincias delegaron en el Estado
central se encuentran en los artículos 75° y 99°, que establecen respectivamente las atribuciones del Poder
Legislativo y del Poder Ejecutivo. Otros de los poderes delegados son la posibilidad de declarar el estado de sitio
(artículo 23°) o intervenir una provincia (artículo 6°).

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Los poderes que las provincias delegan en el Estado central se transforman en competencias exclusivas del
gobierno federal.

El Título II de la Segunda Parte de la Constitución trata especialmente el tema de los gobiernos de las provincias.
Allí establece qué facultades son exclusivas de las provincias (artículos 121° a 124°) y cuáles están expresamente
prohibidas para ellas. Efectivamente, el artículo 126° establece que:

[…] No pueden celebrar tratados parciales de carácter político; ni expedir leyes sobre
comercio, o navegación interior o exterior; ni establecer aduanas provinciales; ni acuñar
moneda; ni establecer bancos con facultad de emitir billetes, sin autorización del Congreso
Federal; ni dictar los Códigos Civil, Comercial, Penal y de Minería, después que el Congreso
los haya sancionado; ni dictar especialmente leyes sobre ciudadanía y naturalización,
bancarrotas, falsificación de moneda o documentos del Estado; ni establecer derechos de
tonelaje; ni armar buques de guerra o levantar ejércitos, salvo el caso de invasión exterior o
de un peligro tan inminente que no admita dilación dando luego cuenta al Gobierno federal;
ni nombrar o recibir agentes extranjeros.

Paralelamente, existen algunas competencias que se denominan concurrentes. Esto quiere decir que las
comparten tanto el gobierno central como las provincias. Algunos ejemplos de este tipo de competencias son el
dictado de normas sobre medio ambiente, establecido en el artículo 41° o el reconocimiento de los pueblos
indígenas (artículo 75° inc. 17).

Relaciones entre el Estado nacional y las provincias


Tal como afirma el prestigioso constitucionalista Germán Bidart Campos, en la estructura federal se desarrollan
tres relaciones típicas entre la Nación y las provincias:

 Relaciones de subordinación: se expresan principalmente a través del principio de supremacía federal.


Esto significa que el ordenamiento jurídico federal (la Constitución, las leyes de la Nación que, en
consecuencia, se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras) es superior al
ordenamiento jurídico provincial. Este principio, que lo encontramos en el artículo 31° de la Constitución,
establece la existencia de una relación de subordinación de las leyes de las provincias a las del gobierno
federal.
 Relaciones de participación: las provincias forman parte de los procesos de decisión del gobierno federal,
a través de los representantes que poseen en el Congreso de la Nación, tanto en la Cámara de Diputados
(cuyo número varía de acuerdo a la población de cada provincia) como en la de Senadores (cada estado
provincial posee tres representantes).
 Relaciones de coordinación: se refiere a la distribución de las competencias propias del gobierno federal
y de las provincias, que serán de dos modos: exclusivas o concurrentes. En nuestro sistema, como hemos
visto, esta relación se configura a partir de lo dispuesto en el artículo 121°: al Estado central le

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corresponde solo lo que la constitución le atribuye. La regla es que lo que no está delegado se considera
reservado a las provincias.

Evolución y creación de provincias


Al momento de organizarse constitucionalmente, las provincias argentinas eran catorce. Luego, fueron creadas
nueve provincias más y una Ciudad Autónoma.

La Constitución prevé la incorporación y creación de nuevas provincias a través de distintos mecanismos:

 Por creación del Congreso: en el artículo 75° inc. 15 se faculta al Poder Legislativo a arreglar
definitivamente los límites del territorio de la Nación, fijar los de las provincias, crear otras nuevas. De la
misma manera, el artículo 13° establece: “Podrán admitirse nuevas provincias en la Nación; pero no podrá
erigirse una provincia en el territorio de otra u otras, ni de varias formarse una sola, sin el consentimiento
de la Legislatura de las provincias interesadas y del Congreso”.
 Por incorporación por pacto: cualquier Estado o territorio que desee incorporarse a la República
Argentina, podrá hacerlo a través de un pacto con el Estado federal.

Las nueve provincias que se crearon desde la sanción de la Constitución en 1853 no fueron producto de la anexión
de territorio nuevo al que ya poseía el país, como ocurrió en otros países federales como Estados Unidos, sino
que su institucionalización se produjo en territorios que la nación ya poseía, y que eran administrados por el
gobierno central.

Material didáctico, para uso exclusivo con fines educativos. Se permite utilización total o
parcial citando la fuente.

Cómo citar este texto:

Rinaldi, Luciano L. H. (2017), Apunte de Cátedra. Forma de gobierno y forma de Estado, Buenos
Aires, Programa UBA XXI, Universidad de Buenos Aires.

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