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INFLUENCIA PROTESTANTE EN CHILE

Desde los albores de la Patria Vieja , el pueblo evangélico ha estado


representado en nuestra sociedad a través de hombres y mujeres que
han tenido una destacada participación política, social, económica, e
indudablemente, espiritual entre nuestros compatriotas.

Al principio son extranjeros los que traen la fe evangélica desde el Viejo


Mundo, como también de Norteamérica. Simón Collier, en su libro
“Ideas y Política de la Independencia chilena, 1808-1823”, hace
referencia a los dueños de un barco estadounidense, que aprovecharon
su estadía en Chile para difundir sus ideales democráticos y
republicanos, tanto, a través de la conversación personal, como por
medio de la distribución de documentos que contenían la Declaración de
Independencia y la Constitución de los EE. UU. de Norteamérica. Por su
parte, Sergio Rodríguez R., en su tesis “Influencia de los Estados Unidos
en el proceso de la Independencia de Chile, 1776-1824”, se refiere al
médico protestante estadounidense Procopio Pollock, quien se destacó
como propagandista de la independencia, el cual fue detenido por las
autoridades españolas del puerto de Talcahuano, en 1807. Mientras se
desarrollaba su proceso, trabó amistad con el futuro prócer de la patria,
Juan Martínez de Rozas, en ese momento Secretario del Gobernador de
Concepción, Antonio García Carrasco, futuro Gobernador del Reino.
Producto de esta amistad, Pollock se pudo trasladar a la capital en
donde se puso a trabajar por la causa revolucionaria y secretamente
comenzó a difundir las ideas independentistas a través de un periódico
manuscrito titulado “Gacetas de Procopio”, en la que transmitía algunos
principios independentistas materializados en la Declaración de
Independencia de los EE.UU. de América; a juicio de Sergio Rodríguez
R., en su obra antes citada, Pollock continuaría como figura combativa
durante el proceso de Independencia, y aún después de alcanzar ésta,
participando en la política nacional.

Juan Ortiz Retamal, en su tesis para optar al grado de Licenciado en


Educación con mención en Historia y Geografía “Los Evangélicos y la
Política chilena, 1810-1891”, considera en el aporte de los Protestantes
a la Patria Vieja , las figuras de 2 destacados protestantes
norteamericanos:

a) El comerciante Mateo Arnaldo Hoevel, comerciante de ancestros


evangélicos suecos, quien llegó a Talcahuano en 1805, venía como
sobrecargo del “Grampur”, el cual había zarpado a nuestras costas con
el propósito de practicar el contrabando, siendo descubierto por las
autoridades españolas, las que requisaron el barco, para más tarde
subastarlo; Hoevel, después de un largo proceso logró la devolución del
dinero obtenido por la subasta del “Grampur”. Una vez obtenida esta
meta, este hábil comerciante se avecindó en los alrededores de Santiago
y cuando comenzaron a surgir las primeras señales de independencia,
se precipitó a participar en las contiendas, siguiendo muy de cerca los
pasos de los patriotas.

Hoevel consideró que los EE. UU. debían jugar un importante rol en el
proceso independentista chileno, razón por la cual le escribe al
presidente Madison, proponiéndole la realización de un tratado comercio
y navegación entre ambos países, en el cual él sería el representante
norteamericano en Chile. Aprovechando su identificación con el bando
patriota, Hoevel solicitó al gobierno la ciudadanía chilena, la que fue
concedida el 29 de octubre de 1811. Con la carta de ciudadanía en su
poder obtuvo un contrato comercial con el gobierno para la importación
de la primera imprenta nacional y para conseguir los servicios de los
tres tipógrafos a cargo de su manejo, todos estadounidenses, los que
llegaron al país, el 24 de noviembre de 1811, junto a los implementos
propios de la imprenta, se embarcó para Chile una partida de armas y
municiones para apertrechar al ejército patriota en formación.

En virtud de los importantes servicios prestados por Hoevel a favor de la


causa patriota, Poinsett lo nombrará como Vicecónsul para que actúe
bajo sus órdenes. Henry Clay Evans, en su obra “Chile and its relation
with the United States”, afirma que Hoevel y Poinsett planearon juntos
la manera de influir en la gestion gubernativa de Carrera, para así poder
convertir a Chile en una república, para lo cual era necesario que
rompiera todos sus lazos con España. Cuando se inició la lucha armada
entre patriotas y realistas, Hoevel renuncia a su calidad diplomática para
poder enrolarse en el ejército patriota en donde se le concede el grado
de Capitán de la sexta Compañía de Guardias Cívicos. Al producirse el
desastre de Rancagua, no alcanza a huir a la Argentina con la mayoría
de sus compañeros de armas, por lo que es arrestado por las
autoridades españolas, las cuales lo desterraron a la isla de Juan
Fernández.

b) El cónsul norteamericano Joel Roberts Poinsett (“anciano gobernante”


de la Iglesia Presbiteriana de Charleston, Carolina del Sur) llega a Chile
en el verano 1811-1812, destacándose como el norteamericano que
influyó más en pro de la independencia nacional. Poinsett arriba al país
como agente consular del gobierno norteamericano, presidido por James
Madison, quien lo designó como agente diplomático en Buenos Aires,
Santiago y Lima.
El 24 de febrero (1812), en una ceremonia especial, Poinsett fue
recibido oficialmente por el gobierno de José Miguel Carrera, como
Cónsul General de los Estados Unidos ante el “Gobierno Superior de
Chile”. El cónsul, lejos de cumplir las tareas propias de su cargo, se
comprometió profundamente con la causa patriota y la política interna
de Chile, entablando una gran amistad con el propio Carrera, en quien
influyó logrando que un lema calvinista apareciera en el primer escudo
de armas de la Patria Vieja “Post tenebras lux” (después de las tinieblas
la luz, acuñado en la suiza calvinista del siglo XVI). También entabló
amistad con casi todos los líderes patriotas de Santiago, entre ellos,
Fray Camilo Henríquez, el gran difusor de las ideas revolucionarias
durante el gobierno de Carrera, mediante la redacción de los periódicos
“ La Aurora de Chile” y “El Monitor Araucano”, impresos en la imprenta
que trajera Hoevel, y manejada por los tipógrafos norteamericanos.
Poinsett llegó a proponerle a Carrera un proyecto constitucional, que no
era más que una adaptación de la Constitución de su país, el cual no fue
aceptado por la Comisión encargada de su redacción. No obstante, el
proyecto definitivo que finalmente fue aceptado, tuvo su última
discusión en la casa del cónsul, en donde se supone su influencia para
que no apareciera el término “romana” en su artículo primero que
establecía que: “La religión Católica apostólica es y será siempre la de
Chile”, lo cual –se supone- abría las puertas para una nacionalización de
la iglesia Católica chilena, como una forma de contrarrestar su fuerte
sentimiento a favor de la Monarquía española; además, se infiere que, al
redactar de esa forma el artículo, en el futuro podría ser interpretado a
favor del asentamiento de iglesias Protestantes en el territorio chileno.
Aparte de esta labor constituyente de Poinsett, influyó también sobre
Carrera para la creación de los emblemas nacionales, la bandera y la
escarapela, siendo el estreno de el emblema nacional con ocasión de la
fiesta de celebración de la Independencia de los Estados Unidos, el 4 de
julio de 1812.

Cuando se inició el conflicto armado con las tropas realistas, Poinsett


acompañó al Presidente de Chile al sur, para ayudarlo a organizar el
ejército patriota, y aún más, lo acompañó al campo de batalla para
prestarle su asesoría. Una de sus últimas actividades en Chile, antes de
regresar a su patria, fue el intento de conseguir la libertad de los
hermanos Carrera. Posteriormente (1815) se reencuentra con José
Miguel Carrera en Baltimore. Allí lo pone en contacto con armadores y
comerciantes, amigos de la causa independentista, que facilitarán al
general chileno una flota de guerra y pertrechos consistente en 5
barcos, a lo que sumó la contratación de oficiales ingleses y franceses
con los cuales volvió esperanzado a Buenos Aires, en 1817, con el
propósito de seguir con sus barcos hacia el Pacífico, pero el Director
Supremo de Argentina, don Martín de Pueyrredón, apresó a don José
Miguel y se apoderó de sus naves. Fue en sus días de permanencia en
Baltimore, en donde Poinsett iniciará al general chileno en el
conocimiento de la doctrina protestante y de los servicios religiosos
presbiterianos (Diario de mi Estadía en los EE.UU. de N.A., José Miguel
Carrera, páginas 11-13). Es preciso dejar constancia que, aunque no
hay elementos de prueba que aseguren que el General Carrera, por la
influencia de Poinsett hubiera abrazado la fe evangélica calvinista, no es
menos cierto que en un momento tan delicado como el que precedió a
su muerte, haya dado testimonio de su actitud anticatólica romana,
frente a los testigos que sostienen que en este acto ocurrido en la plaza
de Mendoza, al patriota chileno “…se le conminó a que mirando el
crucifijo se arrepintiera de sus pecados, y lo besara, a lo que él, en
forma desdeñosa respondió: qué padre tan afligido, a Cristo, señor, lo
llevo en el corazón y no en los labios” (“Biografía del General José
Miguel Carrera”, por el General argentino Thomas Ariarte, páginas 152-
153).

En los períodos siguientes de nuestra historia patria, continuó


haciéndose notoria la presencia de connotados protestantes que tenían
una significativa ingerencia en la vida social, política y económica de
nuestro país. Entre estos últimos podemos mencionar:

c) Henry Hill (1795-1892), nacido en el Estado de New York, EE.UU., era


puritano (Evangélico) de nueva Inglaterra quien se relaciona con el
General José Miguel Carrera, durante su estancia en Baltimore. Llega a
Valparaíso en 1817 como representante de varias agencias navieras y
de armadores norteamericanos, proveyó de armas y pertrechos bélicos
al ejército patriota, finalmente recibe el nombramiento de vice-cónsul en
Santiago y Valparaíso en 1818.

d) Estanislao Lynch, socio en Valparaíso de Henry Hill, y abuelo de


Patricio Lynch, oficial de la Marina de Chile, ligados fuertemente a la
distribución de Biblias y Nuevos Testamentos en Chile, para la
divulgación del Evangelio.

e) William Wheelwrigth (1798-1873) fue otro precursor de la obra


protestante (Evangélica) en Chile. Nació en Newburyport,
Massachussets, descendiente de puritanos llegados a Nueva Inglaterra
en 1630, a la comunidad fundada por los Padres Puritanos. Se educó en
la Academia Andover , Massachussets. Se inicia en la vida laboral como
camarero y asciende hasta el cargo de Capitán del barco mercante
Rising Star, el que naufragó en Buenos Aires en 1823. luego asume el
cargo de cónsul de EE.UU. en Guayaquil durante 5 años. En 1829 se
traslada a Valparaíso, lugar donde inicia las más variadas actividades
comerciales, mercantiles y empresariales. Entre ellas se cuentan:

- La fundación de una línea comercial desde Valparaíso a Panamá


(1839), línea que después se organizó como “The Pacific Steam and
Navegation Company”.

- A objeto de operar con mayor eficiencia los barcos a vapor de su


compañía, buscó y descubrió carbón en el sur del país, activando la
industria minera. En el campo de las construcciones instala un
rompeolas de acero, coloca boyas, mejoró puertos y construyó muelles.

- En 1850, construyó el primer ferrocarril en la costa del Pacífico, tanto


en Sudamérica como en Norteamérica. El primer ferrocarril
sudamericano fue el que hizo el recorrido entre Copiapó a Caldera, para
exportar oro y plata desde las minas de Chañarcillo.

- Inició la construcción del ferrocarril de Santiago a Valparaíso por su


propia cuenta.

- Construyó la línea principal en Argentina, desde Rosario hasta Córdoba


con la intención de unir Argentina y Chile por un ferrocarril trasandino.

- Construyó el alumbrado de gas y sistema de agua potable de


Valparaíso, y

- Unió Santiago y el puerto de Valparaíso por medio del primer telégrafo


construido en Sudamérica.

Los protestantes, pidieron al gobierno de O’Higgins, el 30 de noviembre


de 1819, la creación de un cementerio para sepultar a sus muertos, ya
que, siendo los cementerios de la Iglesia Católica , impedía que los
protestantes, judíos, agnósticos y no creyentes en general, fueran
sepultados en ellos, debiendo hacerlo en terrenos baldíos, y, como
ocurría en Santiago, eran sepultados en los faldeos del cerro Santa
Lucía, que para aquella época era un basural, hecho que hasta el día de
hoy es recordado mediante un monolito erigido por don Benjamín
Vicuña Mackenna, y en cuyo epitafio decía “A la memoria de los
espatriados del cielo i de la tierra que yacieron sepultados durante
medio siglo 1820-1872” Setiembre de 1874. B.V.M. La carta solicitud
para la adquisición de terrenos en Santiago y Valparaíso, con el
propósito de erigir cementerios para sepultar a sus muertos de acuerdo
a los ritos de su fe evangélica, fue firmada por los 45 extranjeros más
destacados del país, la mayor parte de ellos dedicados a las actividades
comerciales, en su mayoría eran británicos, aunque también aparecen
las firmas de residentes norteamericanos y alemanes. Sin embargo, lo
que más llama la atención es el hecho de que la lista de firmas esté
encabezada por el Comandante de la Flota Británica en el Pacífico, W. H.
Shirref, lo que demuestra el grado de solidaridad entre los protestantes,
por sobre las diferencias nacionales. El 14 de diciembre de 1819 se
promulgó el decreto que autorizaba a los evangélicos para comprar el
terreno requerido para un cementerio, sin embargo, estos evangélicos
tuvieron que esperar algunos años para dedicar su cementerio en
Valparaíso, y recién en 1855, cuentan con un lugar para enterrar sus
muertos en forma digna, en Santiago. Ambos cementerios se
denominan “Cementerio de Disidentes”.

Al revisar las Constituciones promulgadas por O’Higgins en 1818 y 1822,


nos damos cuenta que el exclusivismo religioso a favor de la Iglesia
Católica seguía vigente, pero en la de 1822 fueron incluidos 2 artículos
que permitían un cierto grado de tolerancia hacia los disidentes: el
artículo 215º expresaba “A nadie se castigará por pensamiento, ni por
manifestación de ellos, cuando no contengan calumnias, injurias o
excitaciones a los crímenes”. Y el artículo 221º establecía que: “En
ningún caso ni por circunstancias, sean cuales fuesen, se establecerán
en Chile las Instituciones Inquisitoriales”, asegurando, de esta manera a
los extranjeros residentes y que profesaban el protestantismo, que no
iban a ser molestados por sus creencias.

Más tarde llegarán a Chile, evangélicos ingleses (anglicanos) y alemanes


(luteranos), en calidad de colonizadores y comerciantes, especialmente.
Hombres también de la talla de Lord Cochrane y otros destacados
hombres de armas, especialmente ingleses. En el año 1845 de agrega
también David Trumbull, quien dará inicio a la obra evangélica chilena,
influyendo positivamente en nuestra naciente república. En lo político
contribuyó a la obtención de las leyes laicas (registro civil, matrimonio
civil y cementerios laicos). No podemos dejar de mencionar a James
Thomson, predicador y profesor inglés, de origen bautista, contratado
por el gobierno de O’Higgins, para establecer en Chile las Escuelas
Lancasterianas. Otro hito importante también, lo marca el arribo del
español Juan Canut De Bon, en virtud del cual apodan a los evangélicos
chilenos como “canutos”, que adhiere, en un principio a la obra
Presbiteriana, con un decidido trabajo de predicación pública en distintos
lugares, al cual se agrega posteriormente (1879), el ex sacerdote
católico (capuchino) de origen italiano Zacarías Angeli, convertido
durante ese año a la fe evangélica.

Con la posterior llegada de la obra Metodista a Chile en el año 1877, y el


nacimiento del movimiento evangélico Pentecostal en Valparaíso, año
1909, sumados a las iglesias existentes en el país, comienza una gran
efervescencia religiosa y espiritual de gran impacto para la sociedad
chilena que ve transformarse día a día a muchos hombres y mujeres
que se convierten a Cristo, dejando sus hábitos de vidas pasadas en las
cuales el alcoholismo, la promiscuidad, la falta de higiene serían lacras
que comenzaban a batirse en retirada para los muchos convertidos a la
fe evangélica, trayendo una influencia positiva a las fuentes laborales
que ahora preferían a los recién convertidos a esta fe, por sus
características de responsabilidad, honradez y trato decoroso ante los
demás.

En sus inicios y en forma permanente, la fe evangélica sigue creciendo


bajo distintas denominaciones que contribuyen a la evangelización del
país, y que continúan permeando la sociedad con valores que fortalecen
el hogar y la familia, la iglesia, y la democracia, sustentada en el
principio evangélico de libertad absoluta de conciencia para todos los
ciudadanos. De esta manera, esta creciente masa de evangélicos va
creando las condiciones para que las autoridades les vayan reconociendo
su indiscutible presencia en la nación, y su innegable aporte valórico a la
sociedad chilena a través de una multitud de trabajadores, de hombres
públicos, de estudiantes y de dueñas de casa que se esmeran en forma
cotidiana por servir a su Señor, en sus respectivas congregaciones,
como también en sus lugares de trabajo, o de estudios, según sea el
caso.

En nuestra historia contemporánea no podemos dejar de mencionar la


influencia del pueblo evangélico que, a través del pastor presbiteriano
Horacio González Contesse propone y obtiene del gobierno de la época,
que los restos del prócer Bernardo O’Higgins Riquelme, descansen en la
Avenida capitalina que lleva su nombre, frente al Ministerio de Defensa
Nacional, en una cripta apropiada para el efecto, el cual lleve el nombre
de “El Altar de la Patria ”, en lugar del mausoleo que se construía por
ese tiempo en el Templo Votivo de Maipú. El propósito de la propuesta
se basaba en el hecho que O’Higgins es patrimonio de todos los
chilenos, creyentes y no creyentes, en razón de lo cual debía estar en
un lugar público que no afectara el pensamiento y la conciencia libre de
nadie, sino que todos pudieran llegar a rendirle un homenaje sin
compulsiones políticas, ni religiosas.

En una festividad en que se recuerdan los valores patrios, el pueblo


evangélico se siente parte de nuestra querida patria, y abogamos
porque nuestra nación siga creciendo en libertad de expresión de todos
los sectores presentes en nuestra comunidad nacional, en una mayor
igualdad, en un acercamiento más oportuno en cuanto a las grandes
diferencias económicas que dividen a los trabajadores chilenos, en una
disminución ostensible de las grandes diferencias de clases, que han
separado de un tiempo a esta parte al estudiantado chileno creando
condiciones para que existan colegios de élite, de 1ª, 2ª, y 3ª categoría,
que no hacen justicia a lo que Chile fue hace unas cuantas décadas.

Anhelamos que en una fecha como esta, los poderes del Estado tomen
conciencia de la gran responsabilidad que el pueblo les ha entregado, y
puedan ejercer sus funciones con abnegación, buscando garantizar la
igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos, sin distinción de
clases, de ideas políticas o religiosas, para que así, finalmente
alcancemos el sitial que los países extranjeros nos adjudican.

Chillán, septiembre de 2006

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
DONOSO, Ricardo: Las Ideas políticas en Chile, México. Fondo de
Cultura Económica. 1946.

CARRERA, José Miguel: Diario de mi Estadía en los EE. UU. de


Norteamérica. Ed. Imprenta Universitaria, Stgo. de Chile 1912.

CLAY EVANS, Henry: “Chile y las relaciones con los Estados Unidos de
Norte América”. Ed. Universidad de Florida Press, USA 1927.

COLLIER, Simón: “Ideas y Política de la Independencia chilena, 1808-


1823”,

CHANDLER, Charles Lyon: Joel Roberts Poinsett, en Revista Chilena de


Historia y Geografía” Nº 85, 1935. Edit. Imprenta Universitaria, Stgo. de
Chile.

LALIVE D’EPINAY, Christian: El refugio de las Masas. Santiago de Chile.


Editorial del Pacífico. 1968.

ORTIZ RETAMAL, Juan Rodrigo: Los Evangélicos y la Política chilena.


1810-1891. Universidad de Concepción. Facultad de Educación
Humanidades y Arte, Departamento de Historia. 1990.

RODRÍGUEZ R., Sergio: Influencia de los Estados Unidos en el Proceso


de la Independencia de Chile. 1776-1824.

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