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P atricio M erino B eas

C A T O L IC O S

PENTECOSTALES
Caminos para la fraternidad cristiana
y el testimonio común del Evangelio

SAN PABLO
. . . . 5• ft • * • * ■ - -

I n t r o d u c c ió n :
D e extraños a h erm a n o s

Capítulo 1: Fundamentos teológicos para un diálogo


ecuménico entendido como ejercicio
de la fraternidad cristiana

El bautismo trinitario nos hace hermanos en el Señor


Eclesiología de comunión
El diálogo ecuménico puede entenderse mejor como
ejercicio de la fraternidad cristiana
Discipulado cristiano, conversión permanente y renova­
ción de la pastoral ecuménica
Evangelización y diálogo ecuménico
Título ISBN
Católicos y pentecostales 978-958-768-497-1
Autor la. edición, 2017
Capítulo 2: Semillas de teología pentecostal
Patricio Merino Beas Queda hecho el depósito legal según
Ley 44 de 1993 y Decreto 460 de 1995
© SAN PABLO
Hacia una clarificación conceptual del movimiento pen­
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tecostal
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www.sanpablo.co E-mail: direccioncomerciaI@sanpablo.co El principio pentecostalidad
BOGOTÁ - COLOMBIA

5
La santificación y la bendición
Doctrina de la restauración apostólica y del Evangelio
completo
De Pentecostés a las lluvias tardías . . , .»*>§•* *• • -.
El bautismo en el Espíritu Santo y la misión integral A b re v ia tu ra s
La eclesiología carismática
El culto pentecostal: alabanza, expectación y bendición
Los énfasis de los neopentecostales
AL Carta encíclica Amoris laetitia
CEC Catecismo de la Iglesia Católica
Capítulo 3: Católicos y pentecostales. Caminos para
DA Documento de Aparecida
el ejercicio de la fraternidad cristiana y el testimonio
común del Evangelio DCE Carta encíclica Deus caritas est
EG Exhortación apostólica Evangelii gaudium
Caminar juntos desde la Sagrada Escritura y la jerarquía
EN Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi
de verdades
LG Constitución dogmática Lumen gentium
Los diálogos bilaterales entre católicos y pentecostales
LS Carta encíclica Laudato sí
Bautismo, discipulado y santidad: católicos y pentecos­
tales hacia el ejercicio de la fraternidad cristiana MM Carta apostólica Misericordia et misera
Enviados a evangelizar y sanar: católicos y pentecostales MV Bula Misericordiae vultus
hacia un testimonio común del Evangelio en una socie­ RM Carta encíclica Redemptoris missio
dad plural UR Decreto Unitatis redintegratio
Católicos y pentecostales: evangelizadores con espíritu UUS Carta encíclica Ut unum sint
misericordioso

6 7
.... ......

I n t r o d u c c ió n :
D e extraños a h er m a n o s

Este pequeño libro está dirigido principalmente a cristianos


católicos, ya que fue escrito por un católico y tiene como ob­
jetivo que estos puedan tener un primer acercamiento a los
cristianos pentecostales. El fin del diálogo ecuménico es ha­
cer visible la unidad de los cristianos. Ciertamente estamos
muy lejos de ello, pero un primer paso es reconocer al otro.
En la Biblia conocer y amar van de la mano, no se trata de
algo teórico, ya que se conoce cuando se entabla una rela­
ción y se camina desde ella.
Tengo la humilde pretensión de que este escrito sirva
para acercar un poco más el mundo pentecostal a los cató­
licos. Una limitación es que el pentecostalismo es un mo­
vimiento que se concreta en diversas comunidades
cristianas. Por lo tanto, se trata de una realidad donde no
todos los que se sienten pentecostales comparten todos los
elementos que aquí presentaré. Concretamente, limitaré
este escrito a los pentecostales que tienen una fe trinitaria,

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al presentar algunos elementos que les son comunes, aun­ El Dr. Cécil M. Robeck, uno de los más importantes co­
que diferentes comunidades puedan tener también énfasis nocedores de los diálogos conjuntos entre católicos y pente­
distintos. costales clásicos, perteneciente a esta última tradición, ha
Católicos y pentecostales representan la inmensa mayoría identificado al lenguaje y la retórica que tenemos los unos de
de los cristianos del mundo, además, la mayoría de los pro­ los otros como uno de los más importantes problemas que
testantes y evangélicos son pentecostales. Esto conlleva una debemos abordar en vistas a un diálogo fructífero y durade­
gran responsabilidad para el testimonio común del Evange­ ro2. En efecto, el lenguaje y la retórica que tenemos del otro,
lio en un mundo plural. El crecimiento del pentecostalismo cuando es negativa, tergiversa y crea ideas equivocadas que
en el mundo es, sin duda, un signo de los tiempos que no son muy difíciles de cambiar y que impiden ver lo bueno y
podemos desconocer. verdadero que hay en el otro-hermano, de ahí que muchas
de nuestras incomprensiones se basen en estereotipos, más
El reconocimiento de los cristianos pentecostales por
que en un verdadero conocimiento de cómo el otro vive y
parte de la sociedad civil en los países latinoamericanos,
entiende su fe.
que han sido tradicionalmente de mayoría católica, ha sido
problemático, lo mismo ha sucedido por parte de la Iglesia Es conocido que de parte pentecostal la imagen y el len­
católica1. Esta relación, más bien conflictiva, encuentra en guaje que se tiene hacia los católicos no es la mejor3. Lo más
el lenguaje con el que nos referimos los unos de los otros típico es que ellos ni siquiera reconozcan a los católicos como
una de sus manifestaciones más tristemente significativas. cristianos: es muy frecuente que se nos tilde de sincretistas y
Por lo general, el pentecostalismo en América Latina tiene
poco más de cien años, y entre católicos y pentecostales ha
habido palabras, actitudes y acciones negativas que se in­
crustan en el corazón, en la conciencia y que continúan
traduciéndose en resentimiento, desconfianza y descalifi­ 2 Cf. “Diálogo Católico Romano-Pentecostal: Desafíos y Lecciones para vivir juntos”.
En: Instituto Teológico FIET, Catédra Petrecca, 2008, p. 16. Disponible en internet: http://
cación mutua. Esta situación merma, al menos, tres de las www.fiet.com.ar/articulo/catedra_petrecca_2008_cecil_robeck.pdf Consultado en línea el
más importantes condiciones para un diálogo: el reconoci­ 13 de noviembre de 2016.
Su pensamiento es plenamente coincidente con una de las aspiraciones del diálogo ecu-
miento mutuo, el respeto y la reciprocidad. gtnénico expresados en el Decreto conciliar Unitatis redintegratio, 4, es decir: “La elim­
inación de palabras, juicios o acciones que no corresponden según justicia y verdad a la
condición de hermanos separados”.
1 Me he referido al respecto para el caso Chileno: M erino, P. “Centenario del Avi-
vamiento Pentecostal en Chile”. En: Diálogo Ecuménico 135, 2008, pp. 7-27. Y un 3 Uno de los más fuertes es calificar a la Iglesia católica como “La gran prostitu­
clásico estudio de su fenómeno ha sido el de L alive D ’E pinay, CE1. El refugio de las ta. .. se les tilda así por la impureza de sus doctrinas y prácticas”. En: H ollenwager, W.
masas. Editorial del Pacífico, Santiago, 1968. El pentecostalismo. Historia y doctrinas. Aurora, Buenos Aires, 1976, p. 436.

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hasta paganos4. Incluso, la situación de exclusión que vivie­ a la exclusión social y religiosa que vivieron los pentecosta­
ron durante muchas décadas por parte de la sociedad y los les en cuanto minoría social y religiosa en países tradicio­
estados latinoamericanos hicieron que calificativos como: nalmente católicos. Hay varios libros de autores
“El Egipto” y “La Babilonia”, que son propios en el lengua­ pentecostales que nos permiten hacernos una idea de lo
je bíblico de una nación que oprime al Pueblo de Dios, fue­ dolorosa de su experiencia histórica respecto de su integra­
ción en la cultura. De este modo, generalmente son califi­
ran traspasados a la Iglesia católica. Ella es calificada como la
cados de “herejes” o “sectas proselitistas”. Estas expresiones
nueva Babilonia5. Por estas y otras razones, en la práctica, es
y calificativos no hacen sino dar cuenta de todo un proce­
muy difícil que miembros de sus comunidades tengan un
interés por dialogar y realizar acciones conjuntas con católi­ so de estigmatización social.
cos. Esto sin considerar que para la mayoría de ellos el con­ Así pues, el libro que el lector tiene entre sus manos
cepto de ecumenismo mantiene una connotación negativa, quiere ser un humilde intento de acercamiento al mundo
al asociarse con una estrategia para la absorción de los evan­ pentecostal. Y mantiene las siguientes tesis de fondo:
gélicos y pentecostales en los católicos o, incluso, a cuestio­ Los pentecostales que tienen una fe trinitaria y bautis­
nes políticas que se alejan de la “verdadera obra de Dios”. mo trinitario son cristianos y, por lo tanto, participan del
Acerca del porqué de la animadversión hacia los católi­ ecumenismo como lo entiende la Iglesia católica. En este
cos, la literatura pentecostal no pone en primer lugar cues­ sentido, aunque no estemos en comunión y tengamos mu­
tiones de doctrina o de teología, sino más bien la atribuyen chas diferencias, pueden calificarse de hermanos nuestros y
nosotros de ellos.
4 Ya en el texto clásico de L alive d ’Epinay, Ch. El refugio de las masas, se hablaba
de que, según la perspectiva pentecostal, los católicos eran paganos disfrazados de cristia­
El ecumenismo lo podemos entender mejor como el
nos. En la misma perspectiva se encuentran los tópicos errados de que estos adoran a los ejercicio de la fraternidad cristiana, con todas las conse­
Santos y a la Virgen María.
5 Cabe señalar que, de algún modo, la predicación en la calle, además de un sentido
cuencias evangelizadores que ello conlleva.
religioso de testimonio público de la fe y de ganar personas para el Señor, tiene una con­
notación de reivindicación de los espacios públicos. Quienes han sido marginados, aho­
La eclesiología de comunión que propició el concilio
ra ocupan las calles. Lo mismo sucede con otros espacios que por décadas sólo fueron Vaticano II y, en Latinoamérica, el discipulado misionero
ocupados por católicos, ahora son reclamados por parte de los evangélicos y por grupos
pentecostales también: fuerzas armadas, colegios, congreso, municipalidades, hospi­ del Documento de Aparecida (2007) arrojan nuevas luces
tales, etc. Además, desde este punto de vista podemos entender el hecho de que fuer­ para el diálogo ecuménico con los pentecostales que pue­
zas políticas autodenominadas progresistas vean en los evangélicos pentecostales un
aliado e, incluso, precursores de la lucha contra toda hegemonía y discriminación. Por den renovar la pastoral ecuménica.
citar algún ejemplo, encontramos estudios sobre la influencia de los evangélicos en las
leyes llamadas laicas: O rtiz, J. Historia de los Evangélicos en Chile 1810-1891. De di­ Este escrito ofrece tres grandes capítulos. El primero de
sidentes a canutos. CEEP, Concepción, 2009; B eltrán, W. Del monopolio católico a la
explosión pentecostal. Pluralización religiosa, secularización y cambio social en Co­
ellos se refiere a principios ecuménicos que son comunes
lombia. TJNAL, Bogotá, 2013.

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para todos los cristianos, incluidos los pentecostales trini­
tarios, y constituye la base teológica para un diálogo cris­
tiano entre católicos y evangélicos pentecostales. El
segundo capítulo presenta una síntesis de las semillas teo­
lógicas comunes entre pentecostales, que espero sirvan de
acercamiento para el gran público católico a la cosmovi- C a p ít u l o 1
sión cristiana de los pentecostales trinitarios. El tercer ca­ F undam entos t e o l ó g ic o s p a r a u n
pítulo, basándose en los fundamentos teológico-pastorales
DIÁLOGO ECUMÉNICO ENTENDIDO COMO
que presentan, sobre todo, el concilio Vaticano II, el Docu­
mento de Aparecida y, recientemente, el testimonio del EJERCICIO DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA
papa Francisco, pretende arrojar alguna luz que nos permi­
“Todos conocerán que son mis discípulos
ta un ejercicio de la fraternidad cristiana entre católicos y si se aman unos a otros” (Jn 13, 35).
pentecostales, porque ambas tradiciones son interpeladas a “Todos los que han sido bautizados en Cristo
dar un testimonio común del Evangelio de Jesucristo en se han revestido de Cristo... pues todos ustedes
un mundo plural. son uno en Cristo Jesús” (C ol3, 27-28).

E l bautismo trinitario nos hace hermanos en el Señor

Los cristianos creemos que accedemos a la vida de Dios,


que nos ha dado nuestro Señor Jesucristo, por medio de la
afe y el bautismo (cf. Me 16, 16; Jn 3, 5; LG 14). Ambos,
decimos, son necesarios para la salvación. Es decir, para te­
ner la vida de Dios, ser hijos en el Hijo y templos del Espí-
ritu Santo. Se es cristiano si por la fe, que viene de la
escucha de la Palabra (cf. Rm 10, 17), aceptamos a Jesucris­
to como el Hijo de Dios, nuestro Señor y único Salvador,
quien nos ha hecho partícipes del misterio de que Dios es

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Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es decir, si creemos en el bautismo trinitario, aunque pueda variar la forma en que
Dios único pero trino en personas (cf. M t 28, 19). Por­ lo practican, respecto de nuestra tradición católica. Como
que hay: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” hemos señalado, este es el punto de partida para la bús­
(E f 4, 5). queda de la unidad:
Al respecto, el Decreto del Ecumenismo del Concilio
[...] Es verdad que, a causa de las diferentes discrepancias vi­
Vaticano II dice: gentes entre ellos (los cristianos no católicos) y la Iglesia ca­
tólica, tanto en materia doctrinal y a veces también
El bautismo, por lo tanto, constituye el vínculo sacramental
disciplinar, como en lo referente a la estructura de la Iglesia,
de la unidad, vigente en todos los que han sido por él rege­
se oponen no pocos obstáculos, a veces muy graves, a la ple­
nerados. Sin embargo, el bautismo de por sí es solamente el
na comunión eclesiástica, ios cuales intentan superar el mo­
inicio y punto de partida, ya que tiende del todo a la adqui­
vimiento ecuménico. No obstante, justificados por la fe en
sición de la plenitud de la vida en Cristo. Por lo tanto, el
el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con
bautismo está ordenado a la profesión íntegra de la fe, a la
todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son
íntegra incorporación en la institución de la salvación, tal
reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia (católica)
como Cristo mismo ha querido y, por último, a la íntegra
Como hermanos en el Señor (UR 3).
inserción en la comunión eucarística (UR 22).
El bautismo trinitario es el fundamento común. Pero,
El bautismo es el primer y principal punto de partida
obviamente no lo es todo, por eso, el camino es arduo y no
para un diálogo entre cristianos que se encuentren visible­
hay que desanimarse: “No nos cansemos de hacer el bien,
mente separados.
porque si no desmayamos, a su tiempo cosecharemos” (Ga
La pregunta esencial en el comienzo de nuestro escrito 6, 9). En este momento hay que hacer una advertencia: no
es: ¿Son cristianos los pentecostales? La respuesta es si podemos igualar a todos los que se sienten y llaman pente­
creen en lo anterior como mínimo y se bautizan en el costales, porque algunos no son trinitarios, ni bautizan en
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enton­ forma trinitaria, son los llamados pentecostales unitarios.
ces sí. La mayoría de las comunidades pentecostales y sus En este texto, nos referimos a los que sí profesan la fe trini­
miembros tienen esta fe en el Dios trinitario1 y tienen el taria y se bautizan trinitariamente.

1 Menciono dos de los manuales para el estudio de la teología que más usan los
pentecostales clásicos en América Latina, en ellos se puede ver la enseñanza de su fe
trinitaria: H orton, S. (ed.). Teología Sistemática. Una perspectiva pentecostal. Vida,
Miami, 1996; D uffield, G., y V an C leave, N. Fundamentos de Teología Pentecostal.
Desafío, Bogotá, 20022.

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El bautismo trinitario2 y una adecuada comprensión de El concilio Vaticano II, con su rica eclesiología, ha per­
la eclesiología de comunión3 permiten sentar las bases teo­ mitido comprender mejor la realidad de la Iglesia, enten­
lógicas para un diálogo fraternal y testimonial, que permi­ diendo el misterio de la Iglesia como Iglesia de la Trinidad:
ta reconocernos, pentecostales trinitarios y católicos, como Designio eterno del Padre, instituida en los últimos tiem­
hermanos. Aunque esto no quiere decir que estemos en co­ pos por su Hijo Jesucristo y manifestada por el Espíritu
munión plena ni en unidad, ni que da lo mismo ser uno u Santo (cf. LG 2-4; CEC 758ss.) Con ello, podemos en­
otro. Nos podemos entender como hermanos, pero esto tender la Iglesia como misterio de comunión y desarro­
no significa confusión, ni detrimento de la búsqueda y llar una Eclesiología de Comunión5, bajo el término
acogida de la verdad plena. bíblico de koinonía6. Por el bautismo somos incorpora­
dos a la única Iglesia de Cristo, pero quienes no son cris­
tianos católicos se encuentran incorporados a ella en
La eclesiología de comunión
grados diferentes y ordenados a la plenitud de los medios
Los católicos creemos que la Iglesia es necesaria para la de la salvación que se dan en la Iglesia católica (cf. LG 14-
salvación y que hay una sola Iglesia de Jesucristo que sub­ 16; UR 2-4). De esta manera, se ha podido discernir me­
siste4 en la Iglesia católica. Pero, entonces, los cristianos jor el grado de eclesialidad7 de los cristianos no católicos.
pentecostales por no ser católicos ¿están fuera de la única Desde este fundamento, podemos comprender que los
Iglesia de Jesucristo? cristianos pentecostales que tienen el bautismo trinitario
aunque no están en comunión con la Iglesia católica no
están fuera de esta; tienen elementos de eclesialidad, aun­
que no en forma plena.
2 Al respecto, es importante recordar el acuerdo ampliado acerca de la validez del
bautismo trinitario en América Latina; Cf. M uñoz, H. “Validez del bautismo”. En: Ser­
vicio 71,1983, pp. 28-29; S an P edro, F. Manual de Ecumenismo, V. Paulinas, Santiago,
1988, pp. 228-237; CELAM. Directorio para la aplicación de los principios y normas
sobre el ecumenismo, IV. Bogotá, 1993: “La comunión de vida y de actividad espiritu­ 3 Cf. C ongregación para la D octrina de la F e . Carta a los Obispos de la Iglesia
al entre los bautizados”. Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión'. Communi­
onis notio. Roma, 1992.
3 No olvidemos que en América Latina y el Caribe ha sido el Documento de Apa­
recida el que ha puesto en el tapete ambos fundamentos: bautismo trinitario y la ecle­ 6 Un resumen del uso y desarrollo del concepto koinonía para referirse a la Iglesia
siología de comunión (nn. 227-234); Cf. M erino, P. “Renovación misionera y diálogo lo encontramos en: P ie-N inot, S. Eclesiología. La sacramentalidad de la comunidad
ecuménico en Latinoamérica: convergencias teológicas”. En: An. teol. 11.2, 2009, pp. cristiana. Sígueme, Salamanca, 2007, pp. 160-170 y 259-288. Para ver el desarrollo e
313-332. Más adelante en este escrito nos referiremos a este tema. implicaciones ecuménicas del concepto, cf: G onzález M ontes, A . Imagen de Iglesia.
Eclesiología en perspectiva ecuménica. BAC, Madrid, 2008.
4 Lumen gentium, 8; Unitatis redintegratio, 4; Cf. C ongregación para la D octrina
de la F e. Respuesta a algunas preguntas acerca de ciertos aspectos de la doctrina so­ ¡ 7 C f C ongregación rara la D octrina de la Fe . Respuesta a algunas preguntas...
bre la Iglesia. Roma, 29 de junio de 2007. Op. cii.

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De esta manera, la eclesiología de comunión junto con yente y asamblea santa: “Uno solo es el cuerpo y uno solo
la identidad trinitario-bautismal del ecumenismo han el Espíritu, como también es una la esperanza que encie­
dado sólidas y fructíferas bases teológicas para realizar un rra la vocación a la que han sido llamados, un solo Señor,
diálogo entre distintas denominaciones cristianas, tal y una fe, un bautismo, un Dios que es Padre de todos..
como lo demuestran los distintos diálogos teológicos bila­ CE f4 , 4-6).
terales8. Hay que destacar que esta communio o koinonía El problema ha sido que, a causa de nuestro pecado, los
recalcan el hecho de que la “unidad y unicidad de la Igle­ cristianos, los bautizados, estamos desunidos y, de esta ma­
sia” son una realidad teológica, no sociológica y que “esa nera, ensombrecemos y nublamos la visibilidad histórica
communio no es una realidad lejana y futura, a la que el de la única Iglesia de Jesucristo, perjudicando la misión
diálogo ecuménico tenga que aspirar. La communio no es cristiana de anunciar el Evangelio y dificultando su credi­
algo que haya que realizar con la ayuda del ecumenismo. bilidad. Contribuyendo, de manera increíble y no deseada,
Por el bautismo, que es uno, todos hemos sido bautizados al secularismo y la indiferencia religiosa.
en el único cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (ICo 12, 13;
Esta situación de desunión cristiana contradice el de­
Ga 3, 27)”9.
seo explícito de Jesús, quien nos pidió que quienes creyé­
ramos en El nos mantuviéramos unidos entre nosotros a
E l diálogo ecuménico puede entenderse imagen de la unidad divina que el Hijo tiene con el Padre
mejor como ejercicio de la fraternidad cristiana (cf Jn 17, 21). Esta unidad no es uniformidad de ningu­
na especie y tiene la capacidad de acoger en sí la diversi­
El Señor Jesucristo ha constituido una sola Iglesia, dad; tal y como la unidad divina (Dios es Uno) no se
convocándonos por el Espíritu Santo como pueblo cre- rompe con la diversidad de personas (Padre, Hijo, Espíri­
tu Santo). Pensemos que hemos sido bautizados en el
8 Así, por ejemplo: C onsejo E cuménico de las Iglesias (CEÍ). La unidad de la
Iglesia como koinonía: don y vocación. Cambara, 1991; C omisión Internacional único “Nombre” de Dios, pero que es Padre, Hijo y Es­
C atólico-P entecostal. “Perspectivas de la koinonía. Relación del tercer quinquenio píritu Santo (cf, M t2 8 , 19).
de diálogo 1985-1989”. En: G onzález M ontes, A. (ed.). Enchiridium Oecumenicum II.
UPSA, Salamanca, 1993, nn. 1167-1278; C omisión Internacional C atólico-R eforma­ ) El Evangelio según san Juan 17, 21 es claro al transmitir­
da . “Hacia una comprensión de la Iglesia”. En: G onzález M ontes, A. (ed.). Enchiridi­
um Oecumenicum II. Op. cit., nn. 1377-1395. La situación con las Iglesias Apostólicas nos la voluntad del Señor: “Padre, te pido que todos sean
de Oriente y ortodoxas es más conocida, pero se encuentra un excelente panorama en:
N adal, J. Iglesias Apostólicas de Oriente. Historia y características. Ciudad Nueva,
uno, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también
Madrid. 2000; G onzález M ontes, A. Las Iglesias Orientales. BAC, Madrid, 2000. ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo po­
9 K asper, W. Caminos de unidad. Perspectivas para el ecumenismo. Cristiandad,
Madrid, 2008, p. 86.
drá creer que tú me has enviado”. Este texto constituye

20 21
uno de los principales fundamentos bíblicos del ecumenis­ nocerán que son discípulos m íos” {Jn 13, 34-35). El amor
mo, a partir de él entendemos el ecumenismo como el diá­ que hace posible la vida de Dios por su Espíritu Santo en
logo realizado entre los bautizados para restaurar la unidad nosotros es una de las mejores maneras de mostrar el vín­
visible de los cristianos que se ha perdido a lo largo de la culo de la unidad y la fraternidad cristiana.
historia, de modo que la Unidad de la Iglesia resplandezca Pero ¿Cómo podríamos nosotros amarnos así? La res­
y el Evangelio sea creíble por nuestro testimonio de hijos puesta nos la da la misma Palabra de Dios: “(tenemos) una
de Dios y hermanos entre nosotros (cf. UR 4). esperanza que no engaña porque, al darnos el Espíritu San­
Debemos comprender bien el fondo del diálogo ecumé­ to, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones”
nico. No se trata de que nosotros hagamos la unidad de la (Rm 5,5). Porque el Padre nos ama ha enviado a su propio
Iglesia, esta es una de sus propiedades ya en sí misma. Pero Hijo, Jesucristo nuestro Señor y a su Espíritu Santo a nues­
la división de los cristianos ha hecho que a través de la his­ tros corazones. De modo que, ahora somos hijos en el Hijo
toria se nuble la visibilidad de la Iglesia Una. Esto dificul­ y podemos llamar a Dios Padre, es decir, por la filiación di­
ta que los cristianos seamos vistos realmente como hijos de vina como don del único Hijo (Jesucristo) hemos sido
un mismo Padre y, por lo tanto, como hermanos entre no­ constituidos hermanos entre nosotros. Es esta gracia de
sotros. La unidad de los cristianos es, ante todo, un don, Dios en nosotros, conferida por el bautismo y actualizada
una gracia; el protagonista es el Espíritu Santo, por eso, se permanentemente por el Espíritu Santo, la que nos mueve
nos llama constantemente al ejercicio del ecumenismo es­ al amor fraterno y la conversión permanente.
piritual10, a rezar, a pedir juntos el don de la conversión y La fraternidad cristiana11 se fundamenta en la filiación
la unidad. El ecumenismo implica, entonces, nuestra aco­ divina. Somos hermanos, porque somos hijos de un mis­
gida de los dones de Dios; es una cuestión de conversión mo Padre. La Escritura es riquísima para fundamentar
personal y comunitaria a Jesucristo. este gran don: Jn 3, 16ss; Ga 4, 4-6.; Rm 8, 15-17; E f 1,
La gravedad del hecho de las divisiones nos lo deja ver 4-6; etc.
otro deseo-mandamiento del Señor cuando nos dice: “Les Cada cristiano que ha renacido por el bautismo ha sido
doy un mandamiento nuevo: Amense los unos a los otros. constituido hijo de Dios. Jesús nos lo ha enseñado en la
Como yo los he amado, así también ámense los unos a los misma oración del Padrenuestro (cf. Le 11, lss y paralelos)
otros. Por el amor que se tengan los unos a los otros reco- que por ese don de la filiación divina no sólo podemos 11a-

10 Una muy buena y sencilla guía para el ecumenismo espiritual la encontramos en: 11 Un hermoso texto para iniciarse en este tema es el de R atzinger, J. La fraterni­
K asper , W. Ecumenismo espiritual. Una guía práctica. Verbo Divino, Estella, 2007. dad de los cristianos. Sígueme, Salamanca, 2005.

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mar a Dios verdaderamente Padre, sino que decimos Padre eclesiales es un camino irrenunciable para el discípulo y
“nuestro”, es decir, la realidad de la paternidad de Dios so­ misionero, pues la falta de unidad representa un escánda­
bre nosotros nos ha constituido también como hermanos lo, un pecado y un atraso del cumplimiento del deseo de
entre los discípulos bautizados. La filiación divina del bau­ Cristo” (DA 227), y agrega: “El ecumenismo no se justi­
tizado no sólo funda la fraternidad, sino que nos urge a fica por una exigencia simplemente sociológica sino evan­
ejercerla. Si somos hijos de Dios y hermanos, entonces: gélica, trinitaria y bautismal” (DA 228).
¡Vivamos como tales... disfrutemos de este don! A partir del fundamento trinitario-bautismal del ecu­
Si unimos todo cuanto hemos dicho hasta ahora, podre­ menismo y de la eclesiología de comunión, el Documento
mos valorar que, cuantos han recibido un bautismo trini­ de Aparecida sugiere vías de desarrollo o tareas. La prime­
tario válido, son hermanos entre sí y, por consiguiente, el ra de ellas es la de recuperar el sentido del compromiso
diálogo ecuménico puede y debe ser entendido como una bautismal (DA 228); la segunda, rehabilitar la auténtica
forma privilegiada de ejercer la fraternidad cristiana (her­ apologética (DA 229); la tercera es la necesidad de la ora­
mandad entre los cristianos). ción por la unidad o el ecumenismo espiritual (DA 230);
El ejercicio del diálogo ecuménico es un modo de co­ la cuarta hace hincapié en la formación ecuménica y la
rresponder a lo que el Espíritu Santo quiere hacer entre realización de acciones ecuménicas que se encaminen a
nosotros, que seamos uno para que el mundo crea. El Se­ suscitar nuevas formas conjuntas de discipulado y misión
ñor nos ha pedido, además, que nos amemos para que bri­ (cf. DA 231-233).
lle la maravilla y la belleza de su salvación. Cabe ahora preguntarnos: ¿Qué consecuencias teológi-
Es admirable como el Documento de Aparecida, cuan­ co-pastorales se desprenden del fundamento trinitario-
do habla del diálogo ecuménico en perspectiva de una bautismal? A partir de ellos, ¿Cómo desarrollar esas nuevas
eclesiología de la comunión, permite entender el ecume- formas ecuménicas de discipulado y misión? ¿Qué pode­
nismo en plena sintonía con este ejercicio de la fraterni­ mos hacer en concreto los discípulos misioneros o cada co­
dad cristiana y con la misión de la Iglesia de anunciar el munidad de discípulos misioneros? Los dos textos bíblicos,
Evangelio. Para el Documento de Aparecida (DA) la mi­ que se citan en el apartado dedicado al ecumenismo en el
sión de la Iglesia y el ecumenismo tienen el mismo fun­ Documento de Aparecida, nos aportan esas luces teológico-
damento teológico: “La relación con los hermanos y pastorales que permiten seguir avanzando. Se trata de EfA,
hermanas bautizados de otras iglesias y comunidades 15: “haciendo la verdad en la caridad” (DA 229) y Jn 17,

24 25
21: “Que todos sean uno, lo mismo que lo somos tú y yo, Discipulado cristiano, conversión permanente
Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que y renovación de la pastoral ecuménica
el mundo crea que tú me has enviado” (DA 227-234).
El bautismo nos incorpora a Cristo y a su cuerpo que es
El primero, nos descubre que el discipulado, sellado por
la Iglesia, por eso nos llamamos cristianos, nos configura
el bautismo, hay que testimoniarlo con la conversión y la
como hijos de Dios, como discípulos y como hermanos
santidad de vida (conversión permanente), en una diaco-
entre nosotros, lo hace en la doble condición de ser un don
nía de la verdad y de la caridad. El segundo, muestra el ho­
y una tarea. El don que hemos recibido ahora debemos
rizonte de la misión evangelizadora: crecer en la comunión
asumirlo, vivirlo, desplegarlo día tras día. El ecumenismo,
con Dios y entre nosotros.
como ejercicio de la fraternidad de los cristianos, busca
Por eso, el camino del ecumenismo es el discipulado restablecer la unidad cristiana que hemos perdido a causa
que acoge la plenitud de los medios de salvación y la espe­ de nuestros pecados (cf. Jn 17, 21; UR 1).
ranza del ecumenismo es la celebración común de la santa
El bautismo, por su misma naturaleza, tiene unas impli­
Eucaristía. Se trata, por lo tanto, de un diálogo para la con­
caciones ecuménicas que podemos sintetizar en dos:
versión al Señor, donde un signo de ella es la fraternidad y
caridad cristiana que se funda en la filiación divina. Es el • Es sacramento de la fe que nos inserta en el misterio
ejercicio cristiano de la fraternidad un don siempre de pascual de Jesucristo y nos califica como cristianos.
Dios. Este diálogo puede concretarse de múltiples mane­ • Es sacramento de la unidad eclesial como signo y ex­
ras. Sin duda, las que están más a nuestro alcance serán el presión de la comunión entre los cristianos de las dis­
ecumenismo espiritual (la oración, celebración y peniten­ tintas denominaciones13. Este enraizamiento común
cia común) y el ecumenismo social o práctico (a favor de la en el dinamismo trinitario de la salvación nos pone
viday la justicia)12. en un camino común de discipulado, que necesaria­
mente implica un proceso de conversión permanente
y un llamado a la santidad.
La raíz trinitario-bautismal de nuestro discipulado (cf.
DA 240ss) nos abre paso a una de las convergencias entre

Para ayudamos en esta tarea tenemos las orientaciones concretas del Magiste­
rio de la Iglesia, como por ejemplo: El Directorio para la aplicación de los principios I ' 13 Cí. C oda , P. Uno en Cristo Jesús. El bautismo como acontecimiento trinitario.
y normas sobre el ecumenismo (1993). Ciudad Nueva, Madrid, 1997, p. 87.

26 27
evangelización y ecumenismo con mayores posibilidades La renovación de la pastoral ecuménica y la revitaliza-
pastorales, se trata de la relación que existe entre encuentro ción del discipulado sólo pueden producirse en la renova­
y conversión a Jesucristo y su Evangelio. El anuncio del ción de la fidelidad a Jesucristo y su Evangelio. Entre
Evangelio busca que cada oyente de la Palabra se encuen­ reforma, renovación y conversión hay un nexo íntimo del
tre con Jesucristo y se suscite la fe en El: no hay discipula­ que da cuenta el concilio Vaticano II: “Toda renovación
do sin ese encuentro personal (cf DA 243ss; DCE 1). El {renovatio) de la Iglesia consiste esencialmente en un au­
dinamismo espiritual que implica el discipulado se desplie­ mento de la fidelidad a su vocación; esta es, sin duda, la ra­
ga en un itinerario, un camino, donde la conversión {DA zón de por qué el movimiento tiende hacia la unidad. La
278b) permanente le es constitutiva. El diálogo ecuméni­ Iglesia, peregrina en este mundo, es llamada por Cristo a
co tiene la misma motivación y tarea: el encuentro cada vez esa reforma permanente {perennem reformationem) de la
más profundo, auténtico y, por ende, la conversión perma­ que ella, como institución terrena y humana, necesita con­
nente a Jesucristo; encuentro y conversión se implican. Así tinuamente” {UR 6; UUS 16). En ese camino el diálogo
pues, el diálogo ecuménico entre cristianos no es una estra­ ecuménico puede ser muy fecundo, podemos aprender
tegia para que los que se hayan ido de la Iglesia católica o unos de otros, porque el criterio de fondo es siempre el
no han nacido en ella, vuelvan. Sino que es un camino mismo y común: la conversión permanente y la fidelidad a
conjunto y fraterno para vivir la plenitud del Evangelio y Jesucristo como fuente inagotable de vida divina y en cuyo
la comunión. seguimiento se acoge el Reino de Dios: “La Iglesia católica
El diálogo fraternal que busca hacer visible la unidad de debe entrar en lo que se podría llamar diálogo de conver­
los cristianos y del bautismo es posible si se toma en serio sión, en donde tiene su fundamento interior el diálogo
la conversión personal (cf. DA 365ss) y comunitaria (cf. ecuménico. En ese diálogo, que se realiza ante Dios, cada
UR 7; UUS 15). El camino del ecumenismo es el de la qno debe reconocer las propias faltas, confesar sus culpas,
conversión permanente de cada uno a Jesucristo, de ese y ponerse de nuevo en las manos de aquél que es el inter­
modo, se va transparentando al único Señor y el único cesor ante el Padre, Jesucristo” {UUS 82).
bautismo. No se trata del ecumenismo del retorno, ni de La Iglesia católica ha hecho muchos llamados y signos
transacciones, ni de estrategias ocultas, ni de renuncias a la en la línea de aprender de las otras denominaciones cristia­
fe, ni de irenismos falsos, se trata de convertirse a Jesucris­ nas, el desafío en Latinoamérica es avanzar junto con las
to, acogiendo la plenitud de los medios de salvación que distintas denominaciones cristianas evangélicas y pente­
obra el Espíritu Santo. costales en el plano de la reciprocidad (cf. UUS 29). Es do-

28 29
lorosa la experienda que muchos católicos tenemos de que espiritual (UR 7; UUS 21; DA 230)15. Se da, entonces, la
varios cristianos evangélicos y pentecostales no quieran gran coincidencia entre el alma del ecumenismo y de la
dialogar con nosotros e, incluso, orar. Lamentablemente, vida del discípulo misionero: “En la oración nos reunimos
muchas actitudes de diferentes denominaciones cristianas en el nombre de Cristo que es Uno. Él es nuestra unidad.
son todavía hostiles a la Iglesia católica; sabemos por expe­ :La oración ecuménica está al servicio de la misión cristiana
riencia que la reciprocidad no es fácil, uno de los factores y de su credibilidad... Es como si nosotros debiéramos
puede ser debido a la juventud de muchas de esas comuni­ volver siempre a reunirnos en el Cenáculo del Jueves San­
dades eclesiales evangélicas y pentecostales que existen en to, aunque nuestra presencia común en este lugar aguarda
medio nuestro. Para contribuir al camino de acercamiento rodavía su perfecto cumplimiento...” (UUS 23).
entre hermanos desunidos, pienso que debemos perseverar
en el reconocimiento mutuo, preocuparnos por conocer la
Evangelización y diálogo ecuménico
historia del otro, su teología subyacente y apoyar, cuando
se pueda, los esfuerzos que esas mismas comunidades ha­ El movimiento ecuménico en su acepción actual nació
cen por reflexionar su propia identidad y tradición14*. en un contexto misionero16. De hecho, específicamente
La conversión y el discipulado tienen en la oración co­ nació de la toma de conciencia por parte de distintas con­
mún uno de sus alimentos y signos más claros. En la ora­ fesiones cristianas del hecho de que la división entre los
ción se manifiesta y se expresa la relación nueva establecida cristianos constituía un obstáculo para la misión de anun­
con Dios, una relación de intimidad, de amistad, de filia­ ciar el Evangelio17. En su primera etapa, el movimiento se
ción adoptiva y de fraternidad entre nosotros, es decir, de mantuvo principalmente entre denominaciones de la tra­
comunión que tiene su fundamento en el don de Dios por dición protestante-reformada, para, poco a poco, abrirse a
medio de su Hijo y del Espíritu Santo (cf. Ga 4, 4-6). El otras, incluyendo a la Iglesia católica.
cambio de vida alimentado y manifestado en la oración
15 Cf. K asper, W. Ecumenismo espiritual, op. cit.
(cf. DA 255) muestra el fundamento cristológico y pneu-
16 Un acontecimiento muy importante que dio inicio al ecumenismo moderno fue
matológico de la vida del cristiano. La oración en común y la conferencia misionera realizada por las agrupaciones protestantes en Edimburgo, en
1910.
por los otros, en que se pide el don de la unidad, es el alma
17 Cf. L e G uillou, M. J. Misión y unidad. Las exigencias de la comunión. Estela,
del ecumenismo y constituye el denominado ecumenismo Barcelona, 1963, p. 9. C ongregación para la D octrina de la F e . Nota Doctrinal acer­
ca de algunos aspectos de la Evangelización. 3 de diciembre de 2007, nos dice: “Desde
14 Por ejemplo: C hiquete, D. y O rellana, L. (eds.). Voces del pentecostalismo Sus inicios, el movimiento ecuménico ha estado intimamente vinculado con la evange­
latinoamericano. Identidad, teología e historia /-///. RELEP-CETELA, Concepción, lización. La unidad es, en efecto, el sello de la credibilidad de la misión”, 12.; cf. UR 1;
2003-2009. Juan P ablo II. Carta Encíclica Redemptoris missio, 1 y 50.

30 31
La toma de conciencia de la relación y mutua implica­ do de insistir en la relación existente entre misión y ecume­
ción que existe entre misión evangelizadora y ecumenismo nismo.
ha requerido de un proceso de profundización sobre el ori­ Por ejemplo, Pablo VI en Evangelii nuntiandi {EN) nos
gen, identidad y, por ello, de la razón de ser de la Iglesia. Es dijo:
de sobra conocido que para nuestra tradición católica el
concilio Vaticano II constituye un hito: este buscó ser fiel Como evangelizadores debemos ofrecer a los fieles de Cris­
a la perenne tradición recibida y ala misión de anunciar en to, no la imagen de hombres divididos y separados por liti­
todo tiempo y lugar el Evangelio18. gios nada edificantes, sino la de personas maduras en la fe,
capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias
En el concilio Vaticano II quedó expresado bajo el con­ a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad.
cepto “subsistit” {LG 8; UR 4)19 la autoconciencia de la Sí, la suerte de la evangelización está ciertamente unida al
Iglesia católica respecto de su relación con la única Iglesia testimonio de unidad dado por la Iglesia (EN 77).
de Jesucristo, así como la eclesialidad de las otras Iglesias y
San Juan Pablo II en Redemptoris missio (.RM) nos dice:
comunidades cristianas. Al definir que hay una identidad
no excluyente entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia católi­ El concilio Vaticano II ha querido renovar la vida y la activi­
ca20; en esta identidad reside la plenitud de los medios de dad de la iglesia según las necesidades del mundo contem­
salvación entregados por Jesucristo, pero se reconoce, a la poráneo; ha subrayado su índole misionera, basándola
vez, la presencia de muchos de ellos en otras denominacio­ dinámicamente en la misma misión trinitaria. El impulso
nes cristianas. misionero pertenece, pues, a la naturaleza íntima de la vida
cristiana e inspira también el ecumenismo: Que todos sean
Por una parte, esta autoconciencia ayudó a relacionar uno... para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn
como propio de la identidad de la única Iglesia de Jesucris­ 17,21) {RM 5).
to, tanto su carácter misionero como ecuménico y, por
otra parte, el Magisterio posterior de los Papas no ha deja- Lo mismo nos recuerda en Ut unum sint (UUS):

[...] la Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma,


18 También son muy importantes: P ablo VI. Exhortación apostólica Evangelii nun­ sino permanentemente abierta a la dinámica misionera y
tiandi. Roma, 1975; Juan P ablo II. Encíclica Redemptoris missio. Roma, 1990; F ran­ ecuménica, pues ha sido enviada al mundo para anunciar y
cisco. Exhortación apostólica Evangelii gaudium. Roma, 2013.
testimoniar, actualizar y extender el misterio de comunión
19 Cf. C ongregación para la D octrina de la F e . Respuesta a algunas preguntas . . .
Op. cit.
20 Cf. G on zález M ontes, A. Imagen de Iglesia... Op. cit., p. 160. C ongregación
para la D o c trin a de la Fe. Respuesta a algunas preguntas... Op. cit.

32 33
que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser
para todos sacramento inseparable de unidad (UUS 5)21.

Benedicto XVI, tan pronto asumió como Pontífice, nos


dijo:
C apítulo 2
El actual sucesor de Pedro se deja interpelar en primera per­
sona por esa exigencia y está dispuesto a hacer todo lo posi­ S e m il l a s d e t e o l o g ía p e n t e c o s t a l
ble para promover la causa prioritaria del ecumenismo.
Siguiendo las huellas de sus predecesores, está plenamente “Juan tomó la palabra y le dijo: Maestro,
decidido a impulsar toda iniciativa que pueda parecer opor­ hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre
tuna para fomentar los contactos y el entendimiento con los y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros.

representantes de las diferentes Iglesias y comunidades ecle- Pero Jesús le dijo: no se lo impidan,
pues el que no está contra ustedes está por ustedes”
siales. Más aún, a ellos les dirige, también en esta ocasión, el
(Le 9, 49-50).
saludo más cordial en Cristo, único Señor de todos22.

El papa Francisco ha hecho una cantidad importante de Haría una clarificación conceptual
signos y gestos que muestran al ecumenismo como un ejer­
ydel movimiento pentecostal
cicio de la fraternidad cristiana necesario para dar testimo­
nio del Evangelio de Jesucristo en un mundo plural y El primer paso para el diálogo es el reconocimiento del
dividido. También ha dedicado muchas palabras a la im­ otro, escucharlo y tratar de entenderlo a partir de su propia
portancia del diálogo ecuménico, por ejemplo, en: EG identidad. El pentecostalismo es un movimiento, es decir,
244-246. trasciende a una Iglesia particular, comunidad eclesial o
congregación cristiana. Ninguna concreción pentecostal
agota en sí el pentecostalismo, ni se lo puede apropiar. Por
eso, se trata de una realidad compleja y variada: no es una
21 C f . C ongregación para la D octrina de la F e . Carta Communionis notio. Roma, tarea fácil tratar de identificar unos contenidos mínimos
28 de mayo de 1992, n. 4. que nos permitan valorar los énfasis propios de una teolo­
22 Primer mensaje de su santidad B enedicto XVI al final de la concelebración eu-
carística con los Cardenales electores en la Capilla Sixtina, Roma 20 de abril de 2005.
gía pentecostal. Por lo tanto, antes de centrarnos en esta ta­
Disponible en internet: h ttp ://w w w .vatican .va/h oIy_fath er/b en ed ict_xvi/m essag- rea conviene tener presente algunas clarificaciones.
es/p on t-m essa g es/2 0 0 5 /d o cu m en ts/h f_ b en -x v i_ m es_ 2 0 0 5 0 4 2 0 _ m issa -p ro -ec-
clesia_sp .h tm l. Consultado en línea el 12 de junio de 2016.

34 35
Hay que considerar que muchas denominaciones cristia­ Comunidades eclesiales protestantes históricas (en la
nas han tenido en su seno la experiencia pentecostal. Estas mayoría de los casos metodistas o presbiterianas) o evangé­
experiencias suelen denominarse avivamientos. Experiencias licas libres que han tenido en su seno la experiencia pente­
de avivamiento ha habido muchas a lo largo de la historia costal, donde posteriormente algunos de sus miembros se
del cristianismo. Por ello, se suele acotar de manera históri­ separaron de su comunidad madre y adoptaron en su nom­
ca que lo que entendemos hoy por avivamiento pentecostal bre el adjetivo de pentecostales.
tiene un origen multifocal, que data de finales del siglo xix Congregaciones pentecostales criollas que luego sufrie­
y principios del siglo xx en diferentes lugares. Se trata, por lo ron nuevas divisiones y denominaciones.
tanto, de una realidad joven. Es común considerar que el
Congregaciones pentecostales nacidas de misiones pen­
pentecostalismo moderno, que más ha influido en América
tecostales extranjeras. En su mayoría, (no las únicas) pro­
Latina, se originó con el avivamiento ocurrido en la calle
cedentes de comunidades evangélicas y del movimiento de
Azusa de los Angeles (California), en 1906. El cual, a su vez,
santidad de Estados Unidos de Norteamérica (algunas de
hunde sus raíces en los movimientos de santidad que se pre­
las más representativas son: Asambleas de Dios e Iglesia de
dicaban en el interior de las comunidades cristianas libres en
Dios). Estas, a su vez, han sufrido divisiones que han gene­
la segunda mitad del siglo xix en los Estados Unidos de rado nuevas comunidades y denominaciones pentecostales
Norte América1. Y, en el caso latinoamericano, se considera criollas en los distintos países.
como uno de esos focos iniciales de avivamiento el ocurrido
en el seno de la Iglesia Metodista Episcopal de Chile, en la Debemos tener en cuenta la dificultad que presenta la
tendencia a reducir bajo el nombre de pentecostales a una
ciudad de Valparaíso, en el año 19092.
amplia variedad de movimientos religiosos que cabrían
De manera general, podemos decir que las comunida­ dentro de la categoría de avivamientos carismáticos3 que
des cristianas pentecostales, que encontramos en nuestros no necesariamente generaron una división de la Iglesia ma­
países de América Latina, han surgido de alguno de los tres dre. Por ejemplo, aquí encontramos a los carismáticos ca­
siguientes procesos: tólicos. Por otra parte, se podría hablar de grandes olas4 de

1 Un libro accesible, donde podemos encontrar una breve historia del movimiento
pentecostal, es: S ynan , V. El siglo del Espíritu Santo. Cien años de renuevo pentecos­ 3 Cf. B ühne, W . Explosión carismática. Un análisis crítico de las doctrinas y prác­
tal y carismático. Peniel, Buenos Aires, 2005. ticas de las llamadas tres olas del Espíritu Santo. Clie, Buenos Aires, 1996.

2 Cf. M erino, P. “Centenario del avivamiento pentecostal en Chile”. En: Diálogo 4 La expresión viene de W agner, P. ¡Cuidado! Ahí vienen los pentecostales. Vida,
Ecuménico 135, 2008, pp. 7-27. Miami, 1973.

36 37
avivamiento en el interior de comunidades evangélicas o que tuvieron los avivamientos anteriores. Estos tienen unos
Iglesias históricas. Por ejemplo, podemos distinguir: énfasis y una cosmovisión distinta a los pentecostales clási­
Pentecostales clásicos: También son llamados la primera cos y carismáticos. Dentro de sus características encontra­
ola. Son aquellas congregaciones evangélicas, en su mayo­ rnos principalmente el haber asumido una teología llamada
ría influidas por el movimiento de santidad, que tuvieron de la prosperidad y un imaginario religioso y doctrinal cen­
la experiencia del avivamiento pentecostal, situación que trado en el éxito y el bienestar. Sobre este tema hablaremos
ocurrió multifocalmente a finales del siglo xix y principios más adelante.
del xx5. El movimiento pentecostal centra su atención más en la
Carismáticos6: Correspondería a una segunda ola de experiencia religiosa y la misión, pero menos en el discer­
avivamientos, entendidos como grupos de cristianos que, nimiento y sistematización del contenido doctrinal subya­
dentro de las Iglesias cristianas históricas o clásicas, asu­ cente. Por nuestra parte, tenemos el convencimiento de
mieron ciertas experiencias religiosas carismáticas y de avi­ que para que el diálogo y la búsqueda de un testimonio co­
vamiento, sin llegar a constituir una comunidad distinta a mún del Evangelio sean posibles, se requiere el conoci­
la de origen. Se suele situar su nacimiento en torno a las miento y sistematización de la identidad pentecostal, de su
décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado. historia y de su doctrina, que en la actualidad, aunque a
Neopentecostales7: Constituiría una tercera ola de aviva­ paso lento, se está realizando en el interior del pentecosta-
miento8, son pospentecostales, que surgió por el rechazo del lismo latinoamericano9.
proceso de institucionalización o agotamiento del carisma Con frecuencia tendemos a caracterizar el contenido re­
ligioso de los pentecostales bajo las clasificaciones realiza­
5 Una síntesis de los diversos avivam ientos lo encontramos en: S ynan , V. Op. cit.
das por las ciencias sociales, corriendo el peligro de
6 Dentro de la variada literatura, podemos citar: AA. W . El movimiento carismáti-
co. Fundación Editorial de Literatura Reformada, Barcelona, 2001; B lakebrough, D. conformarnos con reduccionismos fenomenológicos de su
La renovación en el Espíritu Santo. Secretariado Trinitario, Salamanca, 2006 identidad o sus caracterizaciones históricas10. Sin embargo,
7 Podemos encontrar un buen resumen y bibliografía en: M ansilla, M. “El neopen-
tecostalismo chileno”. En: Revista Ciencias Sociales 18, 2007, pp. 87-102.
8 Cf. Q uebedeaux, R. The New Charismatic II: How a Christian Renewal Move- 9 En el ámbito latinoamericano ya contamos con un amplio número de publica­
ment Became Parí o f the American Religious Mainstream. Harper&Row, San Francis­ ciones que, aunque tienen disparidad de valoración, son una clara muestra de la preo­
co, 1983; D eiros, R, y M raida, C. Latinoamérica en llamas: historia y creencia del cupación que existe por recoger la identidad y no sólo desde la mirada de las ciencias
movimiento religioso más importante de todos los tiempos. Caribe, Buenos Aires, 1994; sociales, sino también desde la teología. Sin ánimo de acuciosidad podemos dar algu­
W agner, P. “A third wave?”. En: Pastoral Renewal 8, 1983, pp. 1-5; H ong, I. S. ¿Una nos ejemplos de nombres: Juan Sepúlveda, Bernardo Campos, Darío López, Daniel
Iglesia postmoderna? Kairos, Buenos Aires, 2001, especialmente el capítulo 3: “M ov­ Chiquete, etc.
imientos pentecostales y carismáticos” pp. 29-42; W ynarczyk, H. Ciudadanos de dos 10 Son muchos los autores y textos que intentan mostrar la historia y origen del pen-
mundos. Unsan, Buenos Aires, 2009. tecostalismo. Para una mirada introductoria y amplia podemos leer a: S ynan, V. Op. cit.

38 39
lo que se echa de menos es un discernimiento y reflexión te inconsciente, contra la cautividad occidental del
verdaderamente teológico del pentecostalismo. Nuestro Evangelio, tanto protestante como católica, caracterizada
convencimiento es que la teología como tal no puede estar por una concepción logocéntrica y racionalista de la fe cris­
ausente de la reflexión en torno a la identidad pentecos- tiana. Pero el principio pentecostal también se opone a una
eventual absolutización de mediaciones culturales del pro­
tal11. En este sentido, lo que describo a continuación es un
pio pentecostalismo13.
modesto aporte que pueda servir a futuras investigaciones
a profundizar y agregar otros contenidos, con el fin de rea­ Por otra parte, el teólogo pentecostal Bernardo Campos
lizar un discernimiento teológico y establecer un diálogo enfatiza que este principio no significa un contrasentido
situado en América Latina. que agregue una absolutización más, como una camisa de
fuerza o condición para que una persona se identifique
como pentecostal. En el fondo, se trataría de una actitud
E l principio pentecostalidad
de protesta contra cualquier absolutización cultural parti­
Me ha parecido muy oportuno para los fines de este li­ cular que pudiera encerrar al propio Espíritu Santo14.
bro recoger el denominado “principio pentecostalidad”12, Para el mismo autor, la denominación de pentecostal
porque nos permite visualizar la cosmovisión de quienes se viene a designar la experiencia de “pentecostalidad”15, en­
autodenominan como pentecostales. tendida como la identificación de estos cristianos con el
Según el teólogo y pastor pentecostal Juan Sepúlveda: conjunto de experiencias espirituales ocurridas en la fiesta
de Pentecostés, narradas en el capítulo 2 del libro de los
El principio pentecostal representa la protesta o el rechazo Hechos de los Apóstoles (Hch 2). En este sentido, para los
contra la absolutización de cualquier mediación cultural cristianos pentecostales, los desarrollos históricos que si­
del Evangelio de Jesucristo. El principio pentecostal se de­
guieron a pentecostés constituyen un paulatino proceso de
sarrolló históricamente a partir de la protesta, generalmen-
institucionalización del carisma. Así como su correspon­
diente encerramiento en distintas formas culturales que
11 Cf. M erino, P. “Semillas de teología pentecostal. La importancia de la contribu­
ción teológica a la identidad pentecostal”. En: O rellana, L., y M ansilla, M. (eds.). La
aprisionaron la manifestación del Espíritu Santo. Este de-
religión en el Chile del bicenienario. CEEP, Concepción, 2011, pp. 185-198.
12 Para esta parte sigo los aportes del teólogo pentecostal C ampos, B. El principio
pentecostalidad. La unidad en el espíritu, fundamento de la paz. CEEP Ediciones-Bas- 13 Ibíd., p. 16.
sel Publishers, Lima, 2016. También es muy importante: S epúlveda, J. “El principio
: 14 Cf. C ampos, B. El principio pentecostalidad... Op. cit., p. 20.
Pentecostal: Reflexiones a partir de los orígenes del Pentecostalismo en Chile”. En:
C hiquete, D., y O rellana, L. (eds.). Voces del pentecostalismo latinoamericano I. Con­ 13 Cf. C ampos, B. De la Reforma protestante a la pentecostalidad de la Iglesia.
cepción-Chile, 2003, pp. 13-28. C’LAI, Quito, 1997.

40 41
sarrollo se podría constatar en las distintas denominacio­ acentuaciones pasionales, profundamente vividas. Donde
nes cristianas históricas occidentales (católica y protestante). la cruz de Cristo tiene un lugar central.
Por ello, dentro de estas Iglesias históricas ha habido a lo Un ethos pentecostal: si el anterior punto acentuaba la
largo de su historia estallidos de avivamiento o pentecosta- cruz, aquí la acentuación es la alegría del encuentro con el
lidad, como una reacción a este encasillamiento o institu- Resucitado. Su ethos actúa como un imperativo pentecos­
cionalización del carisma. Estos estallidos, algunas veces tal que se despliega en una moral movida por el Espíritu y
causaron renovación, pero en otras, herejías y cismas. Los que le configura con la vida de Cristo.
pentecostales se ven, entonces, a sí mismos como una ex­
Un imperativo pentecostal: el ethos señalado en el pun­
presión diferenciada de esa institucionalización paulatina.
jo anterior lleva al imperativo de buscar la santidad e invo­
Como un estallido de avivamiento que permite restaurar la
lucra a toda la comunidad. Su culto quiere ser reproducción
comunidad apostólica de pentecostés.
q prolongación del día de pentecostés, el pentecostal quie­
Bernardo Campos explica que esta experiencia de pen- re vivir para dar culto a Dios.
tecostalidad tiene como notas características su universali­
Una hermenéutica pentecostal: el pentecostal busca in­
dad y su dinámica de suscitar encuentro con el Resucitado
terpretar las Escrituras, su vida, su historia, los aconteci­
y su Reino16. A su vez, la pentecostalidad actúa como cri­
mientos desde la visión del Espíritu, que, a su vez, tiene un
terio de conocimiento17, el cual se despliega en:
profundo sentido mesiánico.
Una mirada de la historia que se puede denominar “kai-
En resumen:
rós pentecostal”, como un estar atento a la acción de Dios
por su Espíritu Santo, que ofrece una revitalización de su La pentecostalidad es aquella experiencia universal que ex­
Iglesia y actúa para su edificación. presa el acontecimiento de Pentecostés en su calidad de prin­
Una praxis pentecostal: como acogida en la historia de cipio ordenador de la vida de aquellos que se identifican con
el avivamiento pentecostal... (es) Criterio epistemológico
lo que Dios revela y que suscita liberación y salvación.
para hablar de la vocación de universalidad de la Iglesia, y
Un pathos pentecostal: que pone el acento en que los como categoría que permitiría superar las aporias de la nove­
pentecostales tienen una forma de vivencia de la fe con dosa, pero precaria historización e institucionalización de
los pentecostalismos...18.

16 Cf. C ampos, B. El principio entecosialidad... Op. cit., pp. 85ss.


17 Cf. Ibíd., pp. 106ss. 18 Ibíd., p. 117.

42 43
La santificación y la bendición19 conversión, a la que le sigue como momento posterior y
definitivo el bautismo en el Espíritu Santo20, que santifica
Una de las principales acentuaciones de los pentecosta­ y empodera para la misión.
les es la santificación. Por lo general, si nos limitamos a mi­
rar aquellas corrientes dentro del pentecostalismo que
mantienen explícitamente el bautismo trinitario, es decir, Doctrina de la restauración apostólica
que no han derivado en el llamado “unitarismo evangéli­ y del Evangelio completo
co”, caracterizado por la práctica de bautizar sólo en el
Esta doctrina también puede tener distintas formas y,
“nombre de Jesucristo”, nos encontramos en el pentecosta­
por lo general, para comprenderla hay que situarla en la
lismo con dos grandes corrientes doctrinales acerca de la
perspectiva de cómo los pentecostales leen la historia y la
santificación:
acción del Espíritu Santo en ella. Con relación a esto po­
Aquellas que, retomando la tradición Wesleyana (Juan demos encontrar un patrón de elementos esenciales que
Wesley) de la santidad, mantienen la doctrina de la triple configurarían lo que ellos llaman: “el Evangelio completo”.
bendición o las tres obras de la gracia: conversión, comple­ Desde su perspectiva, distintos movimientos y personas
ta santificación como momento separado y posterior a la dentro del cristianismo habrían sido instrumentos de Dios
conversión, y, finalmente, el bautismo en el Espíritu San­ para restaurar la pureza y plenitud del Evangelio roto por
to, como empoderamiento para la misión, el cual se evi­ el pecado y la institucionalización cultural del carisma en
denciaría principalmente por la glosolalia (don de hablar el transcurrir de los siglos.
en lenguas).
De este modo, con Lutero y los demás reformadores
Aquellas que se limitan a hablar de dos obras de la gra­ del siglo xvi se habría recuperado la doctrina de la justi­
cia, porque juntan las dos primeras en una sola experiencia ficación (salvación por la sola fe; según su interpretación
que se va desplegando en un proceso gradual, es decir, la de Rm 5, lss., y la sola Escritura como fuente y norma de
vida). En segundo lugar, con los hermanos Wesley, en el
19 Cf. D ayton, D. Raíces teológicas del pentecostalismo. Nueva Creación-W. Erd-
mans Publishing Company, Buenos Aires-Grand Rapids, 1991. También consultamos
interior de la tradición metodista, habría sido posible res­
a H ollenweger, W. El pentecostalismo. Historia y doctrinas. La Aurora, Buenos A i­ taurar la santificación por la fe y la importancia de la real
res, 1976; V accaro, G. Identidad pentecostal. CLAI, Quito, 1990. AA. W . Jubileo.
La fiesta del Espíritu. Identidad y Misión del Pentecostalismo Latinoamericano, CLAI, conversión (al hacer una lectura propia de Hechos 26,
Quito, 1999; C ampos, B. Experiencia del Espíritu. Claves para una interpretación del 18). En tercer lugar, con los movimientos de santidad en
pentecostalismo. CLAI, Quito, 2002; L ópez, D. Pentecostalidad y misión integral.
Puma, Lima, 2008; S epúlveda, J. “Una aproximación teológica a la experiencia pente-
costal latinoamericana”. En: Medellín 95, 1998, pp. 435-448. 20 Cf. Ib id., p. 6.

44 45
el interior de las comunidades evangélicas libres del siglo en los Hechos de los Apóstoles12. En este sentido, deberíamos
xix se habría restaurado el Evangelio de la sanidad divina comprender el énfasis pentecostal en la misión y la predi­
por la fe (según su lectura de Santiago 5, 14-1$). En cuar­ cación, que no sería posible sin el poder otorgado “de lo
to lugar, los movimientos adventistas habrían restaurado alto”, que se manifiesta por el bautismo en el Espíritu San­
la expectación por la segunda venida del Señor. Y, en to. Es así como el discipulado, en la comprensión pente­
quinto lugar, se encuentran propiamente tal los signos costal, no estaría completo sin el testimonio explícito
del movimiento pentecostal, centrados en el bautismo en misionero.
el Espíritu Santo y el fuego (según su lectura de Hechos En efecto, no bastaría con la justificación (acentuación
2), así como los signos que le siguen, que destacan la glo- protestante clásica); sería necesario también el bautismo
solalia (don de lenguas). en el Espíritu Santo, como acontecimiento santificador
Todo esto daría como resultado que sus miembros con­ distinto y separado de la justificación, que reviste del po­
sideren que en sus comunidades se predica el Evangelio der de lo alto para la misión y así empoderar al discípulo
completo. Todo quedaría resumido bajo su esquema clási­ para dar testimonio explícito del Evangelio. Para los pen­
co (especie de credo cristológico): tecostales lo que Lucas señala en los Hechos de los Apósto­
les puede y debe repetirse en cada creyente individual y
• Jesucristo salva-justifica (siguiendo a Juan 3, 16).
en cada época y comunidad. Para una mejor compren­
• Jesucristo bautiza en el Espíritu Santo, dando el po­ sión de este punto es importante asociarlo a otra doctri­
der para la misión y el testimonio, es decir, santifica na: el de las lluvias tardías.
(siguiendo a Hechos 2, 4ss).
• Jesucristo sana o cura (siguiendo a Santiago 5, 14-15).
De pentecostés a las lluvias tardías
• Jesucristo volverá (siguiendo a 1 Tesalonicenses 16-17)21.
El convencimiento pentecostal, sucedido a los discípu­
Según Hollenweger, uno de los grandes sistematizadores
los, en torno a pentecostés, no es un acontecimiento acota­
de la doctrina pentecostal, las razón del por qué los pente­
do a la época apostólica, ni a ese grupo de discípulos, sino
costales separan el momento de la justificación y el de la
que como experiencia estaría ofrecida a los discípulos de
santificación estaría en la hermenéutica bíblica propia pen­
todo tiempo. Pero no bajo la idea de “sucesión apostólica”
tecostal, que se basaría menos en Pablo y más en Lucas y
histórica. Es decir, no siguiendo la comprensión de la tradi-

21 Cf. Ibid., p. 9. 22 Cf. H ollenweger, W. Op. cit., pp. lOss.

46 47
ción y sacramentalidad del ministerio ordenado, como lo siembra (lluvias tempranas) y, luego, la que cae al madurar
entiende la Iglesia católica y ortodoxa. En este sentido, los los frutos antes de la siega (lluvias tardías). Por consiguien­
pentecostales rechazan por su propia experiencia religiosa la te, reinterpretar el cumplimiento de las promesas del libro
doctrina denominada de la “cesación” de los signos extraor­ de Joel 2, 28ss y, en especial, seguir a Santiago 5, 7-8, don­
dinarios (carismas y milagros), que acompañaron a la era de esta lluvia tardía se presentaría como antesala a la pron­
apostólica. Esta doctrina de la cesación se ha atribuido a san ta segunda venida del Señor, afirman que el pentecostes de
Agustín y a san Juan Crisóstomo23, la cual fue aceptada por los Hechos de los Apóstoles constituiría la lluvia temprana,
la reforma24. en cambio, lo acontecido en nuestros tiempos sería el pen­
Los pentecostales se autodenominan como los sujetos tecostes de las lluvias tardías que prepara la inminente se­
en quien Dios ha querido la restauración de los signos y de gunda venida de Jesucristo. Después de siglos de sequía,
los carismas apostólicos. Para justificar este hecho y su ver­ marcados por el agotamiento del carisma por parte de las
dadera continuidad con la Iglesia de Jesucristo, cuyo pilar Iglesias históricas, según la visión pentecostal, ahora sería
reconocen en los apóstoles, utilizan la imagen bíblica de las posible ver nuevamente “restaurados” los carismas y signos
“lluvias tardías”. Siguen para esto la imagen de la lluvia que que acompañaron el pentecostés apostólico y la manifesta­
cae en Palestina dos veces al año, primero en la época de la ción del Espíritu Santo25*. Por lo tanto, ahora el Evangelio
se estaría predicando de forma nuevamente completa en el
23 (Agustín): “¿Por qué, se pregunta, no ocurren ahora milagros, como ocurrían interior de sus comunidades, y el Espíritu Santo estaría
en tiempos anteriores? Podría yo responder que eran necesarios entonces, antes que el
mundo llegara a creer, para ganar la fe del mundo”; (Juan Crisóstomo): “Todo este lugar
empoderando a nuevos apóstoles.
es muy oscuro; pero la oscuridad es producida por nuestra ignorancia de los hechos a
los que se refiere y su cesación, tal como entonces solían ocurrir, pero ya no suceden.
¿Y por qué no suceden ahora? Porque, veamos ahora, la causa, también, de la oscuri­
dad nos ha provocado otra pregunta: ¿porqué entonces sucedían, y ahora no? [...]. Bien,
E l bautismo en el Espíritu Santo y la misión integraP6
¿qué sucedía entonces? Quien era bautizado directamente hablaba en lenguas y no sólo
lenguas, sino que muchos también profetizaban, y algunos hacían muchas obras mara­ Para el creyente pentecostal la real conversión a Jesucris­
villosas. [...] pero lo más abundante de todo era el don de lenguas entre ellos”, citados
por Synan, V. Op. cit., pp. 30-31. Sobre los carismas en la teología y tradición católica to es el centro de su vida. De ahí que, el testimonio y la na­
se puede confrontar: G rasso, D. L os carismas en la Iglesia, Cristiandad. Madrid, 1984
pp. 118-123 y 129-131.
rración de la conversión tengan tanta importancia y ocupen
24 D e hecho, cuando surgió el pentecostalismo clásico, a principios del siglo xx,
la Iglesia luterana en Alemania emitió una declaración rechazando las manifestaciones
pentecostales: Cf. “Declaración de Berlín”. Septiembre 15 de 1909. Disponible en in­ í 25 Según consignan los estudiosos de la historia del pentecostalismo, uno de los
ternet: http://www.bibelkreis.ch/charism/berliner.htm. Lo mismo hizo, en el caso chile­ nombres que recibió el naciente movimiento y la comunidad ligada a él en Estados
no, la Iglesia Metodista Episcopal, que de hecho terminó expulsando a W. Hoover y sus finidos fue: “Movimiento de la lluvia tardía”. Cf. D ayton, D. Op. cit., pp. 14-15; S yn ­
an , V. Op. cit., p. 60.
seguidores. Cf. H oover, W. C. Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile. CEEP,
Concepción, 2008, pp. 67-69 26 Recojo este título del libro de: L ópez, D. Op. cit., p. 17.

48 49
un lugar central en el culto y la predicación. La conversión más llamativa para la identificación de las denominaciones
es considerada como la primera bendición u obra de la gra­ pentecostales y carismáticas, en ningún caso se debería exa­
cia. Pero existe una segunda bendición (o tercera, según gerar su centralidad, porque de ese modo podríamos perder
sean los énfasis), la del bautismo en el Espíritu Santo. de vista la totalidad y complejidad de su autocomprensión.
Como sabemos, uno de los textos centrales y, por ende, En este sentido, nos parecen muy acertadas las palabras de
más queridos por el movimiento pentecostal y carismático un pastor y teólogo pentecostal guatemalteco:
es Hechos de los Apóstoles 1, 8-2, lss, como cumplimiento
de la profecía de Joel 2, 28-32. En la comprensión pente­ Si ha de haber una esencia del pentecostalismo, esa esencia
costal el bautismo en el Espíritu Santo tiene, ante todo, el está en la soberanía del Espíritu, que, no obstante, interac­
ciona con la Iglesia y la empodera para realizar todo bien del
sentido de ser una “envestidura de poder”27 para el cumpli­ reino de Dios en el mundo. El hablar en lenguas es señal ini­
miento de la misión y para ser testigos del Evangelio en to­ cial, es inicio, no fin en sí mismo... El carácter misional de
dos los ámbitos de la vida y la existencia humana. Esto la Iglesia, llena del Espíritu, es lograr la transformación del
último es muy importante y sirve para una adecuada com­ mundo en todas las esferas que lo componen28.
prensión de los signos que le siguen al bautismo en el Es­
píritu Santo. Estos signos deben desplegarse o continuarse La eclesiología carismático29
en la vida diaria en forma de testimonio de vida, donde la
persona muestre que ha sido “ganada o comprada para El ideal de la comunidad pentecostal es reflejar la vida
Cristo”, y que vive como una mujer y un hombre nuevos. de la primera comunidad cristiana relatada por los Hechos
El bautismo en el Espíritu Santo es acompañado con unas de los Apóstoles, especialmente en sus dones y carismas. Su
evidencias físicas, siendo la principal de ellas hablar en len­ autocomprensión es la de ser el Pueblo de Dios que se gana
guas o glosolalia (cf. Hechos 2, 4.8.11). También pueden con la sangre de Cristo y se regenera por el Espíritu Santo.
indicarse otras, tales como: la risa santa, el llanto, la danza, Quizá uno de los textos que más los identifican es el de
tener visiones, profecías, etc. 1Pedro 2, 9-10. En este sentido, cada miembro, incorpo­
Junto al bautismo en el Espíritu Santo o como conse­ rado por su fe y su profesión pública de que Jesucristo es su
cuencia de él, se encuentran los dones de sanación, profecía, único Salvador y Señor, tiene fuertemente arraigada la con-
discernimiento de espíritus, etc. Aunque la manifestación
del don de hablar en lenguas es usada como la característica 28 M azariegos, B. “La teología medular del pentecostalismo Latinoamericano”.
En: C hiquete, D., y O rellana, L. (eds.). Voces del Pentecostalismo III. CEEP-RELEP,
Concepción, 2009, p. 139.
27 Cf. V accaro, G. Op. cit., p. 31. 29 Recojo el título de: V accaro, G. Identidad Pentecostal. Op. cit., p. 21.

50 51
ciencia de su elección y de su sacerdocio (universal o co­ Las comunidades pentecostales acentúan el carácter vi­
mún de fieles en el entendimiento católico). tal de cada comunidad. Como cuerpo de Cristo, animado
La Iglesia, de este modo, es concebida como un organis­ por el Espíritu Santo, cada comunidad es profundamente
mo vivo, como el cuerpo de Cristo, donde la organización misionera y activa. Incluso, sus mismas divisiones inter­
no es tan importante como la conciencia misma de haber nas, que terminan en un desmembramiento, son vistas
sido comprado por y para Cristo30, y la predicación de la como una oportunidad para que el Evangelio completo
Palabra. Por lo tanto, cada miembro es y se siente activo y sea proclamado en otros lugares y se integren nuevos
comprometido con la misión. Dentro de ella, los lideraz­ miembros. En efecto, cada comunidad y cada uno de sus
gos y los ministerios son vividos o reconocidos en forma miembros se reconocen portadores de un mensaje de es­
carismática, no sacramentalmente, donde la interpretación peranza y vida, de una buena noticia: “¡Dios me ama y Je­
de E f4, 11-12 cobra gran relevancia. sucristo se entregó por mí!”. De ahí que tengan una
presencia muy arraigada en situaciones y lugares de deses­
Entre las diferentes denominaciones pentecostales en­
peranza: pobreza, alcoholismo, drogadicción, exclusión,
contramos una gran variedad de formas de organización
maltrato, cárceles, barrios marginales, etc. La comunidad
que van a depender de su origen eclesial, es decir:
es vivenciada como el lugar o espacio de acogida, de en­
• Proveniente de linaje metodista (organización con cuentro y de celebración de la esperanza, de la libertad y
énfasis episcopal). de la nueva vida. La comunidad pentecostal es vivenciada
• Congregacionalista libre (organización con énfasis de y proclamada como comunidad sanadora, tanto física,
tipo autocéfalas). como emocional y espiritual.
• Reformada (organización de tipo presbiteriana asam-
bleista). E l culto pentecostal:
En síntesis, en su autocomprensión eclesial, donde se
, alabanza, expectación y bendición
predica la Palabra, se vive el Evangelio completo y se obra El culto pentecostal se caracteriza por mantener la “sor­
la santificación por medio del Espíritu Santo, allí está la presa y la expectación” como elementos constitutivos31,
Iglesia de Jesucristo. flambién, por sus manifestaciones de sanidad, alegría (ex­
presada de varias maneras) y la acogida a todos los que acu-

30 Cf. V accaro, G. Op. cit., p. 22; H ollenweger, W. Op. cit., p. 413. 31 Cf. V accaro, G. Op. cit., pp. 35ss.

52 53
den. Tiene un carácter muy testimonial y espontáneo, donde Como ya hemos dicho, otro punto central en los en­
se alterna la oración, la predicación, el canto y las manifesta­ cuentros de culto lo tienen las señales que acompañan el
ciones extáticas entendidas como obras del Espíritu Santo. bautismo en el Espíritu Santo o las expresiones que mues­
Integra y destaca, por sobre otros cultos, el lenguaje corpo­ tran que uno o más fieles son “tomados” por el Espíritu
ral y la expresión de sentimientos de agradecimiento y ala­ Santo, tales como: la glosolalia, la danza, la risa, las profe­
banza. La razón de esto la encontramos en su acentuación cías y las visiones.
en la manifestación libre del Espíritu Santo. De este modo, El canto y la música son muy importantes, con funcio­
en cada culto tienen un lugar importante32: nes cúlticas y catequéticas. Ellas buscan resaltar el elemen­
Los testimonios: expresan que Jesucristo es el centro y to festivo y emotivo. El canto pentecostal tiene diversos
que ha cambiado sus vidas. En ellos se relatan: sanaciones, motivos y temas, tales como: la misericordia de Dios, su
conversiones, etc. Su principal función es la edificación de búsqueda y amor por el pecador, las experiencias de libera­
la comunidad, siguiendo el relato de EfA, 12. Pero tam­ ción, sanidad, avivamiento y conversión.
bién buscan ser expresión de la realidad de que el Espíritu La alabanza por medio de los tres “gloria a Dios” y la re­
actúa como quiere y donde quiere. petición del “Amén”, es otra característica de los cultos
La oración: es el momento de agradecer, de confesar los pentecostales.
pecados, interceder por alguien, expresar a Dios sentimien­ Finalmente, el culto pentecostal tiene un profundo sen­
tos personales; también en ella prima la plena libertad de tido terapéutico, es decir, busca la manifestación de Dios
formas de expresión y espontaneidad. El principio básico por medio de curaciones de enfermedades o adicciones,
es que el Espíritu inspira. Sobresale su carácter individual pero también, en el sentido de ser un lugar o espacio de
más que comunitario. acogida, de liberación, de expresión libre de la experiencia
La centralidad de la lectura bíblica, cuyo criterio de exé- religiosa, donde cada miembro se siente único, digno, libe­
gesis es la vivencia diaria y la experiencia personal. Suele rado y bendecido.
primar la interpretación libre de la Escritura, sin necesidad
de formación previa.
Los énfasis de los neopentecostales

Nos ha parecido que no estaría completa esta síntesis de


32 En adelante sigo de cerca a: C astillo, C. “Liturgia pentecostal: características y
desafíos del culto pentecostal chileno”. En: C hiquete, D., y O rellana, L. (eds.). Voces los énfasis teológicos del pentecostalismo, si no incluyéra­
del Pentecostalismo latinoamericano. Identidad, teología e historia I. RELEP-ASETT,
Concepción, 2003, pp. 175-195.
mos una breve referencia a los denominados neopentecos-

54 55
tales, como movimiento pospentecostal y diferenciado de La teodicea de la felicidad y del éxito: enfatiza la con­
ellos. Ya hemos mencionado que se suelen reducir sus én­ dición real y sacerdotal del cristiano, cada miembro es un
fasis teológicos a la llamada teología de la prosperidad33. transformador de la sociedad y de su propia existencia. Ya
No obstante, no es lo único que permite su distinción. no existe en ellos una identificación religiosa con el fata­
Destacan también: lismo, ni la pasibilidad, ni la lejanía de lo mundano. Al
Los cultos tipo espectáculos: sus templos ocupan, por lo contrario, realzan su dignidad como “guerreros de Dios”,
general, no los espacios marginales como los pentecostales como “héroes de Dios”, llamados a transformar todas las
más clásicos, sino que suelen establecerse en zonas céntri­ realidades y a derribar fortalezas35, tanto sociales como
cas, en teatros reformados o bien, grandes templos. En personales: “No es el ascetismo, la abnegación, ni la an­
ellos, se realiza el culto, donde además de la predicación, gustia lo que caracteriza la identidad neopentecostal, sino
que cobra unos énfasis hermenéuticos que realzan el éxito la insatisfacción, el eudemonismo individual, el éxito y el
y el hecho de que Dios quiere nuestro bienestar en todo triunfalismo, patrocinado por aquellos recursos fulguro­
sentido, aunque muy centrado en lo económico; se enfati­ sos. La presencia y la confianza en Dios son tomadas
zan de modo más exageradas las manifestaciones extáticas. como capital cultural adquirido y un capital emocional”36.
Se puede caracterizar su predicación y su cosmovisión reli­ De ahí que no tengan reparos en participar en política, al
giosa bajo una teodicea de la felicidad y del éxito34. Junto contrario, esta es una prioridad para poder transformar
con ello, se da mayor espacio a las manifestaciones de salta­ las naciones y el mundo.
ción y de euforia. La música ejecutada con todo tipo de Sus líderes y miembros se entienden a sí mismos como
instrumentos cobra un lugar central. Todos estos énfasis mayordomos de Dios: nos atrevemos a decir que los neopen-
serían más acordes con una sociedad globalizada y centra­ tecostales agregan a los cuatro elementos esenciales del cre­
da en los medios de comunicación, las masas y el espectá­ do pentecostal (Jesucristo: salva, santifica, sana y vuelve), al
culo. Como también en una economía capitalista que poco menos, un quinto: Jesucristo hace prosperar, de modo que la
quiere saber de la cruz. obra del Señor pueda crecer. En este sentido, el lugar de tra­
bajo y el trabajo mismo cobran gran relevancia. El trabajo es
el púlpito y el campo misionero37 donde hay que testimo-
33 Para una mirada general a esta teología confrontar: S ch áfer, H. “El Pentecostal-
ismo y el neopentecostalismo en el marco de la globalización y nuestra fe en el Espíritu
35 Al respecto, existe un verdadero súper ventas: W agner, P. (ed.). La destrucción
Santo”. En: AA.VV. Identidad y Misión del Pentecostalismo Latinoamericano. CEP-
de fortalezas en su ciudad. Caribe, Nashville, 1995.
LA, Quito, 1999, pp. 13-23; G óngora, A. “La teología de la prosperidad”. En: Boletín
Teológico 64, 1996, pp. 7-34. 36 M a n s illa , M. “El neopentecostalismo chileno”. Op. cit., p. 94.

34 Cf. M ansilla, M. “El neopentecostalismo chileno”. Op. cit., p. 89. 37 M a n s i l la , M . “E l n eop en tecostalism o ch ilen o” . Op. cit., p. 95.

56 57
niar. Para los neopentecostales el dinero, lo material, el éxito
en el trabajo y en los distintos ámbitos de la vida ya no cons­
tituyen una tentación, sino que son signos de haber sido
constituidos “mayordomos de Dios”, administradores de sus
bienes y bendiciones; son instrumentos de la restauración
que Dios hace38. Dios es el dueño de todo, por lo tanto, a Él C a p ít u l o 3
debemos devolver con generosidad de esas mismas riquezas C a t ó l ic o s y pen tecostales.
(pago del diezmo y grandes ofrendas) y hacerlas prosperar.
C a m in o s p a r a e l e je r c ic io d e
Sus ministros no se alejan de la ostentación.
LA FRATERNIDAD CRISTIANA Y
EL TESTIMONIO COMÚN DEL EVANGELIO

“Que todos sean uno, como tú, Padre,


estás en mí y yo en ti; que también ellos estén en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste”
(Jn 17, 21).

Caminar juntos desde la Sagrada Escritura


y la jerarquía de verdades

La Palabra de Dios es norma de vida para los católicos.


Aunque la tradición pentecostal reduce la Palabra de Dios
a la Sagrada Escritura, y la interpretamos, en muchos as­
pectos, de manera diversa, no obstante, en lo medular nos
podemos encontrar a través de ella. La Sagrada Escritura es
la fuente común de donde manan las convergencias entre
nosotros (cf. UR 21; UUS 44)', con lo cual, perfectamen-
38 Es muy interesante la relación que hacen entre: prosperidad-bendición-mayor-
domía y las leyes universales-cósmicas para el éxito. En concreto estoy pensando en
los libros tan difundidos: La ley de la atracción y El secreto. Aunque estos también po­
1 Cf. Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenis-
drían tener relación con la New Age son igualmente utilizados por estos grupos neo­
mo, nn. 183ss.
pentecostales.

59
58
te, como de hecho se hace, se puede fomentar no sólo gru­ En el diálogo ecuménico los teólogos católicos, bien imbui­
pos de estudio o semanas bíblicas, sino también grupos dos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos se­
para la Lectio divina (cf. DA 249)2. Los frutos que darían parados de investigar los divinos misterios, deben proceder
la lectura, meditación y oración conjunta serían enormes. con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al con­
frontar las doctrinas no olviden que hay un orden o jerar­
Por otra parte, creo que a partir de la fuente bíblica es quía de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su
posible ejercer la renovada apologética que pide el Docu­ conexión con el fundamento de la fe cristiana (UR 11).
mento de Aparecida, porque mostraría claramente que es
más lo que nos une, y que entre Sagrada Escritura y Tradi­ Al respecto, también se ha referido el papa Francisco:
ción no hay contradicción (cf. D V 9-10). Incluso, desde Si nos concentramos en las convicciones que nos unen
ella, es posible abordar aquellos elementos doctrinales que y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, po­
parecen separarnos con más fuerza (cf. DA 266ss)3. dremos caminar decididamente hacia expresiones comu­
nes de anuncio, de servicio y de testimonio” \E G 246).
La Iglesia católica ha planteado que en el diálogo con los
Centrarnos en la Sagrada Escritura y tener en cuenta la je­
cristianos no católicos es importante seguir el criterio de la
rarquía de verdades son dos de las líneas metodológicas
jerarquía de verdades4. Es decir, que aunque se debe aco­
que son muy importantes si realmente queremos tener un
ger con fe toda la verdad revelada, todos los misterios de
diálogo serio y fraternal.
nuestra fe; no obstante, entre ellos puede distinguirse una
jerarquía. Esta jerarquía de verdades permite introducir
una gradualidad en el proceso de los diálogos y encontrar­ Los diálogos bilaterales entre católicos y pentecostales
nos mutuamente acentuando aquellos misterios de la fe
centrales (por ejemplo, Misterio Trinitario; encarnación), Desde el año 1972 existe un diálogo oficial entre la Igle­
para luego ir abordando los otros en los que es posible que sia católica, representada por el actual Pontificio Consejo
tengamos discrepancia interpretativa: para la Unidad de los Cristianos, y algunos representantes
del movimiento pentecostal más clásico. Por tanto, llevamos
cuarenta y cinco años buscando caminos que nos permitan
2 Cf. K asper , W. Ecumenismo espiritual... Op. cit., pp. 26-37. dar un testimonio común del Evangelio y del discipulado,
3 Es excelente la guía práctica que ha publicado el cardenal Kasper, ya citado, como también tratando de ejercer la fraternidad cristiana,
porque aborda aquellos temas y aspectos doctrinales que a partir de la Sagrada Escritu­
propia de los hijos de Dios bautizados en el nombre del Pa­
ra podemos hacer en común las distintas denominaciones cristianas.
4 Cf. Izquierdo, C. “La jerarquía de verdades: su recepción en el ecum enism o y en
dre y del Hijo y del Espíritu Santo para que el mundo crea
la teología”. En: Scripta Theologica 44, 2012, pp. 433-461. (cf. Jn 17, 21). Este diálogo oficial Católico-Pentecostal

60 61
constituye un signo y una invitación, que debería ser acogi­ dad inmejorable en el actual momento histórico de ambas
do en forma regional (Iglesias particulares, Conferencias tradiciones en Latinoamérica. Por parte pentecostal, no sólo
Episcopales). En esta línea el Consejo Episcopal Latinoame­ existen cada vez más personas preparadas en el ámbito teo­
ricano (CELAM) incluye desde hace varios años dentro de lógico, sino que existe una creciente valoración positiva de la
su Plan Global unas líneas de acción que dinamicen el en­ importancia de la reflexión teológica para la propia identi­
cuentro entre católicos y pentecostales5. dad pentecostal, como así mismo se están constituyendo di­
Sabemos que una de las principales dificultades es que, versas redes y asociaciones pentecostales que permitirían un
en la práctica, cada uno de los miembros que han partici­ mejor escenario para el diálogo6. Por parte católica, los con­
tenidos teológico-pastorales, asumidos por el Documento de
pado por parte del movimiento pentecostal sólo se repre­
sentan a sí mismos o bien a una congregación particular, ya Aparecida, supuestamente ponen en primer plano el bautis­
que su organización eclesial no incluye una cabeza o auto­ mo trinitario, la eclesiología de la comunión y el discipula­
do, sentando con ello las bases para dinamizar en
ridad común, ni suelen estar asociados en alianzas o fede­
Latinoamérica un diálogo fraternal. Al mismo tiempo, ha
raciones mundiales (como es el caso de las Iglesias o
mostrado la estrecha relación existente entre misión evange-
comunidades eclesiales protestantes históricas). No obs­
lizadora y testimonio común. Con todo, el contexto de ere­
tante, el hecho mismo de este diálogo se asemeja a la semi­
pente secularización y pluralismo religioso puede ser una
lla de mostaza que esperamos que con la ayuda del Espíritu
oportunidad para que los cristianos retomen su identidad
Santo vaya creciendo.
fraternal como un testimonio necesario y un servicio a la so­
Si bien es cierto que las formas de testimonio fraternal no ciedad y al bien común.
se reducen a lo teológico, ya que existen otras más al alcance
La existencia de diálogos bilaterales echa por tierra mu­
y quizás más visibles, como lo son el ecumenismo espiritual
chos prejuicios que pueda haber sobre la posibilidad de
y el ecumenismo práctico-social. No obstante, pensamos
realizar algo similar a nivel latinoamericano. Pero, al mis­
que un diálogo que incluya los aspectos teológicos es nece­
mo tiempo, ya nos advierte de las dificultades. Entre estas
sario y constituye un elemento propio de la identidad cris­
últimas se encuentran, además de las consabidas visiones
tiana y de la unidad visible de la Iglesia, constituida por la
divergentes en tantos sentidos, el hecho de que debido a su
profesión de fe, el orden sacramental y ministerial. A nues­
concepción eclesiológica no cuentan con representantes
tro parecer, este diálogo teológico encuentra una oportuni-
6 Un ejemplo de esto es el Foro Pentecostal Latinoamericano, donde suelen invi­
5 En los informes de gestión que son publicados al final de cada cuatrienio admin­ tar a católicos; entre sus planes de acción se encuentra propiciar el acercamiento a la
istrativo de los departamentos del CELAM se pueden ver las acciones concretas. Iglesia católica.

62 63
oficiales que agrupen a un número significativo de comu­ dio de la santificación de los cristianos”7. No podría ser de
nidades. Además, se podría agregar la equivocada idea de otra manera, ya que dos tradiciones que, principalmente
que faltan personas de tradición pentecostal adecuada­ en el ámbito de la concepción de la unidad visible de la
mente preparadas en la disciplina teológica. La verdad es Iglesia, tienen tantas diferencias requieren antes que todo
que esta situación, que alguna vez existió, ya no es así. Por un reconocimiento mutuo.
lo mismo, debido a la realidad propia del mundo pente­ En estos diálogos se ha tenido la convicción de que nos
costal nos parece que la práctica del diálogo debería reali­ mueve el mismo Espíritu Santo y que las razones de los
zarse más bien por el contacto entre redes. En efecto, diálogos no radican en cuestiones sociológicas, sino teoló-
existen varias redes en el continente que realizan un traba­ gico-espirituales. A continuación presento un sencillo cua­
jo conjunto entre distintas denominaciones pentecostales. dro donde aparecen esquemáticamente los distintos temas
Perfectamente, por parte católica, podría haber un acerca­ que se han abordado en estos cuarenta y cinco años de diá­
miento con estas redes, para iniciar un trabajo conjunto. logo8. Sin duda, la sola lectura de los temas y contenidos
Por ejemplo, a través de las comisiones nacionales de los nos puede aportar mucha luz y aliento para aventurarnos
episcopados de cada país o, incluso, a nivel más local, vía en el discernimiento de cuáles de ellos pueden ser más per­
los comités diocesanos de ecumenismo. tinentes para nuestra realidad latinoamericana.
Ciertamente, en este empeño de diálogo podemos
aprender mucho del diálogo oficial que se ha realizado.
Oficialmente, los diálogos bilaterales o multilaterales co­
menzaron en 1972, pero desde 1969 se mantenían relacio­
nes exploratorias para ver la factibilidad de un diálogo
oficial. Su objetivo inicial no fue tanto buscar la unidad es­
tructural, ni se fijaron metas específicas al respecto, sino
más bien se trató de buscar la convergencia en el único
movimiento del Espíritu Santo que nos lleva a reconocer­
nos como cristianos y hermanos: “El diálogo pretende una
7 Citado por G onzález M ontes, A. Enchiridion Oecumenicum I. Introducción XI.
reflexión teológica que fundamente el testimonio común UPS A, Salamanca, 1986.
que el movimiento pentecostal persigue como forma de 8 Información recogida de las páginas: http://w w w .pro.urbe.it/dia-int/pe-
rc/ej e - r c - in f o .h t m l; http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical councils/chrs-
presencia vivificadora de la fe en el mundo de hoy, por me- tuni/sub-index/indexpentecostals.htm. Consultados en línea el 23 de noviembre de
2016. Traducción libre del inglés.

64 65
Relación de temas de los diálogos
entre católicos y pentecostales:
Dedicada nuevamente a la comprensión de
la propia identidad confesional.

Hablar en lenguas como aspecto


R y liliu iiiiM Segunda etapa
característico del movimiento Pentecostal.
(1977-1982) Relación entre la fe y la experiencia.
Dedicada a la comprensión de la propia
identidad confesional. El Ministerio de Sanidad de la Iglesia.
La plenitud de la vida en el Espíritu Santo El significado y la interpretación de las
y el significado del bautismo en el Espíritu Escrituras.
Santo. Espiritualidad Pentecostal. La revelación divina y la naturaleza de la
Antecedentes históricos del movimiento tradición y las tradiciones en el misterio de
Pentecostal. La relación entre el bautismo la Iglesia.
en el Espíritu Santo y la iniciación cristiana. Mariología en relación con la Cristología.
El papel del Espíritu Santo y los dones de la
Naturaleza del Ministerio.
Primera etapa tradición mística.
(1972-1976) Informe final: “El m inisterio”.
La relación de la acción del Espíritu Santo
con las estructuras de la Iglesia. Bautismo
Dedicada al tema de las perspectivas de la
de agua, adulto y bautismo del bebé.
com unión (koinonía).
Preguntas y hermenéutica del bautismo de
los creyentes. Com unión de los Santos.
Tercera etapa
Dimensiones psicológicas y sociológicas del (1985-1989) El Espíritu Santo y la visión del Nuevo
movimiento Pentecostal. Oración y culto. Testamento de la koinonía.
Discernimiento de espíritus.
Koinonía, Iglesia y sacramentos.
Informe final: “O ración y alabanza.
Koinonía y bautismo.
E volución del diálogo. Sugerencias para
el futuro”. Informe final: “La n oción de k oin on ía”.
Subcomisión: “Perspectivas de futuro en
koinonía” .

66 67
Dedicada a la evangelización, proselitismo y Sexta etapa Dedicada a: “Carismas en la Iglesia: su
testimonio común. significado espiritual, discernim iento e
(2011-2015)
im plicaciones pastorales”.
Perspectivas históricas sobre la evangelización.

Fundamentos bíblicos y sistemáticos de la


Es importante que tengamos en cuenta las perspectivas
evangelización.
Cuarta etapa metodológicas que han mantenido estos diálogos, porque
Evangelización y cultura. nos sirven de ejemplo y criterio para su adaptación a cada
(1990-1997)
Evangelización y justicia social. realidad local:
Evangelización, testimonio común y Se trata de trabajos descriptivos, más bien libres de valo­
proselitismo. raciones y disputas, debido a la disparidad confesional no
Formas de testimoniar juntos el Evangelio sólo que pueda haber entre pentecostales y católicos, sino
en el futuro. entre los mismos pentecostales. En este sentido, los traba­
Informe final: “Evangelización, jos han tratado, en primer lugar, de aclarar el sentido teo­
proselitism o y testim onio com ún”. lógico de las doctrinas y las prácticas de la fe, tal y como las
entiende y vive cada tradición9.
Dedicada a la iniciación cristiana y al
bautismo en el Espíritu Santo. Otro aspecto importante es lo señalado por el buen co­
El proceso de la conversión cristiana.
nocedor de estos diálogos Juan Usma, quien nos ha recor­
dado que a pesar de que el empeño ecuménico busca la
Fe e iniciación cristiana: perspectivas
unidad en la fe, en la vida sacramental y en el ministerio,
bíblicas y patrísticas.
Quinta etapa
como unidad visible (cf. LG 14; UR 2; UUS 9), con los
Conversión e iniciación cristiana: pentecostales no se ha buscado la unidad estructural, sino
(1998-2003)
perspectivas bíblicas y patrísticas.
que lo que ha movido el diálogo es la conciencia de la vo­
Experiencia cristiana en comunidad: luntad de Jesús expresada en Juan 17, 21, es decir, vivir en
perspectivas bíblicas y patrísticas. fidelidad al Evangelio, así como la búsqueda constante de
Conversión y fe, discipulado y formación la conversión, la misión evangelizadora de la Iglesia y el
cristiana. Bautismo en el Espíritu Santo.

Informe final: “Iniciación cristiana.


Perspectivas bíblicas y patrísticas”. g Cf. G onzález M ontes, A. Enchiridion Oecumenicum I. Introducción XII. UPSA,
Salamanca, 1986.

68 69
testimonio común10. A nuestro juicio, podemos extraer de ble condición de ser don y tarea. Desde la perspectiva
aquí una concepción del ecumenismo que puede enten­ católica, el bautismo por su misma naturaleza tiene unas
derse y acogerse mejor por la tradición pentecostal, es de­ implicaciones ecuménicas que podemos sintetizar en dos:
cir, como colaboración fraterna en el proceso permanente primero, es sacramento de la fe, que nos inserta en el Mis­
de conversión y fidelidad al Evangelio de Jesucristo para terio Pascual de Jesucristo y nos califica como cristianos.
que el mundo crea. Además, con este énfasis puesto en la Segundo, es sacramento de la unidad eclesial como signo y
conversión y la fidelidad al Evangelio de Jesucristo, movi­ expresión de la comunión diversa entre los cristianos de las
dos por el Espíritu Santo, se realza de mejor manera el he­ distintas denominaciones11.
cho de que la unidad no la hacemos nosotros, sino que es
Este enraizamiento común en el dinamismo trinitario
un don que buscamos acoger y reconocer. Por este camino,
de la salvación nos pone en un camino de discipulado cris­
también las actitudes de respeto y reciprocidad podrían
tiano, que podemos caracterizar, simplificando, de conver­
verse potenciadas.
sión y llamado a la santidad de vida.
Un tercer aspecto muy importante, lo constituye la cen-
Para un diálogo Católico-Pentecostal sería muy impor­
tralidad en la Palabra de Dios (desde la Sagrada Escritura)
tante relacionar el tema del bautismo y los sacramentos, li­
y el aporte exegético de los Padres de la Iglesia. Este último
gados a la iniciación cristiana, con los temas de la doble o
es una buena noticia, porque poco a poco va siendo valo­
triple bendición, según sea la tradición de la denomina­
rado por los pentecostales. La centralidad en la Palabra de
ción pentecostal. La raíz trinitario-bautismal de nuestro
Dios, constituye, además, uno de los temas más recomen­
discipulado (cf. DA 240ss) es lo que nos une en nuestra
dados y queridos {DA 247ss).
condición de cristianos. El anuncio del Evangelio busca
que cada oyente de la Palabra se encuentre (cf. DA 243ss;
Bautismo, discipulado y santidad: católicos D C E 1) con Jesucristo, se suscite la fe en Él y se inicie el ca­
y pentecostales hacia el ejercicio mino que lleva a la santidad.
de la fraternidad cristiana El dinamismo espiritual, que implica que el discipulado
se despliegue en un itinerario o camino, en el que la con­
El bautismo sella nuestra condición de discípulos y mar­
versión (cf. DA 278b.365ss) permanente y el llamado a la
ca el comienzo de la iniciación cristiana. Lo hace en la do-
santidad le son constitutivos, junto con la acentuación de
10 Cf. Usma, J. “El diálogo internacional Católico-Pentecostal (1972-1998)”. En:
Medellín 95, 1998, p. 451. Cf. C oda , P. Op. cit., p. 87.

70 71
un discipulado que no es completo si no es misionero, nos don de la unidad, es el alma del ecumenismo y constitu­
vincula fuertemente con los énfasis en el empoderamiento ye el denominado ecumenismo espiritual (cf. UR7; UUS
realizado por el Espíritu Santo para la misión que acentúan 21;ZM 230)12.
los pentecostales. El diálogo Católico-Pentecostal ha en­ Se da, entonces, la gran coincidencia entre el alma del
contrado aquí una raíz común desde la que es posible com­ ecumenismo (entendido como ejercicio de la fraternidad
partir puntos de vista y experiencias. cristiana) y la vida del discípulo misionero:
Las orientaciones del Documento de Aparecida y el em­
peño ecuménico coinciden admirablemente; se trata de re­ En la oración, nos reunimos en el nombre de Cristo que es
Uno. Él es nuestra unidad. La oración ecuménica está al ser­
novar la pastoral de la Iglesia acentuando su espíritu
vicio de la misión cristiana y de su credibilidad... Es como
misionero, lo cual no es posible sin una conversión perma­ si nosotros debiéramos volver siempre a reunirnos en el Ce­
nente. Ciertamente, para este tema del bautismo, el disci­ náculo del Jueves Santo, aunque nuestra presencia común
pulado y la iniciación cristiana, la comprensión y la en este lugar aguardara todavía su perfecto cumplimiento...
reflexión, en torno al rol del Espíritu Santo, debería ser (UUS 23).
uno de los puntos centrales. Desde esta misma raíz teoló­
Por lo tanto, la oración hecha en común entre cristianos
gica cobra mucho sentido el ecumenismo espiritual, ya
católicos y pentecostales, como hermanos, puede ser una
que, tanto la conversión permanente como el discipulado
excelente oportunidad para iniciar caminos que susciten
y la santidad encuentran en la oración y la liturgia uno de
nuevas formas de discipulado y misión en comunión (cf.
sus alimentos y signos más claros. En la oración y la litur­
gia se manifiestan y se expresan no sólo la adoración, sino DA 233)13, y al servicio del bien común.
también la relación nueva establecida con Dios, una rela­ Un tema común muy importante, surgido de la raíz tri­
ción de intimidad, de amistad, de filiación adoptiva y de nitaria bautismal, es el de la santidad (DA 129ss). 14. Sus-
fraternidad entre nosotros, es decir, de comunión que tie­
ne su fundamento en el don de Dios Padre, por medio de 12 K a sp e r, W. Ecumenismo espiritual... Op. cit.

13 Por ejemplo, en Chile, a propósito de la Misión Continental, se pide: “Invitar a


su Hijo y del Espíritu Santo (cf. Ga 4, 4-6). nuestros hermanos de otras iglesias y comuniones cristianas a acompañamos en oración
durante este proceso misionero e incluso, donde sea posible, asumir algunas acciones
El cambio de vida alimentado y manifestado en la ora­ solidarias en conjunto”. Cf. C onferencia E piscopal de C hile. La Misión Continental en
ción (cf. DA 255) muestra el fundamento cristológico y Chile. Santiago de Chile, 2009, p. 8.

pneumatológico de la vida del cristiano. La oración en 14 Cf. Podemos recordar aquí todo el movimiento suscitado por W esley, J. tam­
bién el movimiento de santidad en Estados Unidos en el siglo xix y todo el avivamiento
común y la de los unos por los otros, en que se pide el pentecostal multifocal del siglo xx. C f Á lvarez, C. Santidad y Compromiso. CUPSA,
México D. F., 1985.

72 73
citar el deseo y pedir la santidad es el sentido de la El diálogo fraterno por la unidad de los cristianos ha te­
evangelización y lo es también el del diálogo ecuménico: nido en la reflexión sobre la relación entre misión evange­
lizados y comunión uno de sus núcleos más importantes
Recuerden todos los fieles cristianos que promoverán e, in­ de desarrollo17, tanto en la Iglesia católica, como en el
cluso, practicarán tanto mejor la unión cuanto más se es­
mundo protestante-reformado y, ahora también, con los
fuercen por vivir una vida más pura según el Evangelio...
Esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las pentecostales. En lo que se refiere a nuestro continente, el
oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, Documento de Aparecida ha insistido en afirmar en un con­
deben considerarse como el alma de todo el movimiento texto de misión y renovación pastoral de la Iglesia, que ella
ecuménico y pueden llamarse con razón ecumenismo espiri­ es “escuela de comunión” (cf. DA 158.167.188)18.
tual (UR 7.8; UUS 82). La misión de la Iglesia es evangelizar para que cada per­
En este mismo sentido, uno de los aspectos que los ca­ sona se encuentre con Jesucristo y participe en la vida tri­
tólicos deberíamos recoger de la experiencia pentecostal es nitaria: entre en comunión con Dios Uno y Trino. En este
la centralidad de la dimensión pneumatológica15. sentido, el Documento de Aparecida, n. 156, luego de recor­
dar la identidad trinitaria de la Iglesia, nos dice:
En el proceso o itinerario formativo que deben realizar
los discípulos misioneros debería tener una acentuación La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la
mayor la perspectiva pneumatológica o la “pneuma- comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión.
cristología”16. De modo tal que, se dé cuenta del dinamis­ Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser
mo de los dones y compromisos bautismales que nos cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales in­
llevan a configurarnos con Jesucristo por medio de su Es­ dividualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a
través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, la
píritu. Sólo con la fuerza del Espíritu el discípulo puede familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos li­
vivir el mandamiento del amor y las bienaventuranzas bera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comu­
(cf. DA 136-139). nión. Esto significa que una dimensión constitutiva del
acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comuni­
dad concreta, en la que podamos vivir una experiencia per-
15 Para este tema se puede consultar a: S choonenberg , P. “E l bautismo con Espíri­
tu Santo”. En: Concilium 10, 1974, pp. 59-81; S ullivan, F. “Baptism in the Holy Spir-
it: a catholic interpretation o f the pentecostal experience”. En: Gregorianum 55. 1974.
pp. 55-71; S uenens, L. Lo Spirito Santo nostra speranza. Paoline, Alba, 1976; C oda, P. 17 Cf. Le G u illo u , M. J. Op. cit.
Op. cit., pp. 128-136. 18 Lo mismo dice de la familia n. 302; El concepto es sacado de Juan P ablo II.
16 K asp er. W. Caminos de unidad... Op. cit., pp. 152ss. Novo Millennio Ineunte n. 43).

74 75
m an en te de d iscip u lad o y de c o m u n ió n co n los sucesores de las dimensiones más importantes de la evangelización la
de los A p óstoles y con el Papa (D A 1 5 6 ). búsqueda de la justicia social y del testimonio común en
diversos ámbitos. Podríamos sintetizar la misión del discí­
Pero también nos vincula realmente con aquellos cris­
pulo como una diaconía de la verdad y de la caridad.
tianos que no se encuentran en plena comunión con la
Iglesia católica (cf. LG 15). El Documento de Aparecida muestra que muchos de los
católicos que dejan de serlo no lo hacen tanto por razones
doctrinales, sino vivenciales (cf. DA 225). De todas mane­
Enviados a evangelizar y sanar: ras, queda clara la importancia y el cuidado que debemos
católicos y pentecostales hacia un testimonio tener de las formas o estilos personales y pastorales, no por
común del Evangelio en una sociedad plural apariencia, sino por transparencia de lo que somos: discí­
pulos y hermanos. La fidelidad a la verdad recibida y creí­
Ya hemos señalado que el movimiento que ha dado fuer­
da es irrenunciable (cf. UUS 18), pero esta verdad y
za al diálogo ecuménico en su acepción actual nació en un
doctrina “debe ser presentada, de un modo que sea com­
contexto misionero19. De hecho, específicamente, nació de
prensible... En efecto, el elemento que determina la co­
la toma de conciencia por parte de distintas confesiones
munión en la verdad es el significado de la verdad misma.
cristianas del obstáculo que constituía para la misión de
La expresión de la verdad puede ser multiforme y la reno­
anunciar el Evangelio el hecho de la división entre los cris­
vación de las formas de expresión se hace necesaria para
tianos (cf. UR l)20.
transmitir al hombre de hoy el mensaje evangélico en su
Por lo mismo, este tema no ha podido estar ausente de inmutable significado” (UUS 19).
los diálogos oficiales entre católicos y pentecostales, a ello
Se podría aprovechar el momento actual de nuestra Igle­
se dedicó la cuarta etapa. Ambas partes reconocen que lo
sia católica latinoamericana, en la que se plantea con fuer­
esencial de la misión de la Iglesia es la llamada a Evangeli­
za la necesidad de la formación (cf. DA 276ss) de los
zar. Además, en la misma cuarta etapa se destacó como una
discípulos misioneros, para ir aplicando un lenguaje más
19 Un acontecimiento muy importante que dio inicio al ecumenismo moderno fue fraternal a la hora de referirnos a los pentecostales. Como
la Conferencia misionera realizada por las agrupaciones protestantes, celebrada en Edim­
burgo, en 1910.
ya hemos mencionado, esto no está reñido, sino íntima­
20 Cf. L e G uillou, M. J. Op. cit., p. 9; C ongregación para la D octrina de la F e . mente relacionado con la centralidad que debe tener la Pa­
Nota Doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización. Op. cit. allí se nos
dice: “Desde sus inicios, el movimiento ecuménico ha estado íntimamente vinculado
labra de Dios y la renovada apologética; quizá una clave
con la evangelización. La unidad es, en efecto, el sello de la credibilidad de la misión”,
n. 12.; J uan P ablo II. Redemptoris missio nn. 1 y 50.

76 77
que integre ambas sea la propuesta de que la formación sea escuela de ecumenismo24. Sin duda, el testimonio en
más kerigmática21. muchas ocasiones constituye la mejor semilla de nuevos
Al mismo tiempo, deberíamos aprovechar esta instancia cristianos y es signo para los indiferentes: “En esto co­
para formar con claridad conceptual en los principios cató­ nocerán todos que son discípulos míos, si se aman los
licos del ecumenismo y la diferencia y relación entre fe-reli­ unos a los otros” {Jn 13, 35).
gión, Iglesia-comunidad eclesial, sectas, nuevos movimientos Quizá convendría asociar aquí una dimensión muy
religiosos, etc.22. Asimismo, el carácter más kerigmático y importante y acentuada por la tradición pentecostal y, en
fraternal de la formación deberían tener en cuenta el princi­ cambio, más dejada por la práctica pastoral católica, más
pio de la jerarquía de las verdades de la doctrina católica (cf. no menos importante en su doctrina. Nos referimos a la
UR 11), al que nos hemos referido en páginas anteriores. misión sanadora de la Iglesia y el carácter medicinal del
¿Qué podemos decir sobre la diaconía de la caridad? Evangelio25. Dios quiere la salvación, la liberación, la sa­
Hay tanto más que se puede hacer frente a las injusti­ lud de sus hijos y creaturas. Las personas de buena volun­
cias, los derechos humanos, la promoción de la vida, el tad también buscan esta dimensión y deberíamos los
secularismo, el laicismo, la indiferencia religiosa, la pro­ católicos aprender de los pentecostales en la importancia
moción de la familia, etc. Católicos y pentecostales po­ pastoral que le otorgan a esta dimensión sanadora y libe­
demos hacer mucho para mostrar la dimensión social de radora de la fe. En fin, se abren de este modo amplios
la evangelización23. Al Dios amor y al Cristo siervo (cf. campos para que católicos y pentecostales siembren jun­
UUS 40) se les testimonia con expresiones de amor y tos el Evangelio de Jesucristo y testimonien en conjunto
entrega; en sí misma esta diaconía de la caridad es una el reinado de Dios.

21 Cf. P ontificio C onsejo para la U nidad de los C ristianos . Directorio para la


aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo, pp. 188ss. Si bien esta for­
mación es para todos los discípulos misioneros, me parece que aquellos que tienen en sí 24 El libro de K asper , W. Ecumenismo espiritual... Op. cit., pp. 78-95, da muchas
mismo un mandato educativo tienen una prioridad muy grande: los catequistas, los pro­ sugerencias sobre lo que en concreto se puede hacer en esta área. Lo mismo hace el Di­
fesores de religión, educadores católicos, teólogos, etc. rectorio para la Aplicación... Op. cit., pp. 161 ss.
22 Al respecto un resumen muy sintético lo encontramos en E scobar , J. “Térmi­ 25 Sobre este importante y actual tema recomendamos confrontar: U sma, J. “La cura­
nos clave para un auténtico diálogo ecuménico en Chile”. En: An. Teol. 9.2, 2007, pp.
ción para pentecostales y católicos. Informe de Monseñor Juan Usma”. Disponible en in­
329-351.
ternet: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/eccI-comm docs/
23 El papa Francisco ha insistido mucho en la dimensión social de la evangelización rc_Pc_chrstuni_doc_20070126_pentecostals_sp.html. Consultado en línea el 12 de di­
en su Exhortación Evangelii Gaudium, sobre todo en el capítulo cuarto. ciembre de 2016.

78 79
Católicos y pentecostales: profundas, juntos podemos llevar el bálsamo de la miseri­
evangelizadores con espíritu misericordioso cordia de Dios, porque la hemos experimentado nosotros
mismos como don inmerecido.
El papa Francisco desde su labor pastoral en Buenos Ai­
Discípulos alegres: las primeras palabras de Evangelii
res ha conocido de cerca el mundo pentecostal y ha tenido
gaudium dicen así: “La alegría del Evangelio llena el cora­
actitudes y realizado signos que muestran la acentuación
zón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
de un diálogo ecuménico en clave de ejercicio de la frater­
Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de
nidad, para dar testimonio de la alegría del Evangelio en
la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucris­
un mundo plural y lleno de heridas. Su acentuación ecu­
to siempre nace y renace la alegría” (EG 1). Ciertamente
ménica se basa en gestos concretos y palabras sencillas, que
nuestros hermanos pentecostales pueden acoger con noso­
recogen el rico magisterio de los Papas anteriores.
tros estas palabras. La alegría compartida nace del corazón
Por mi parte, quisiera destacar tres puntos que nos per­ de quien se ha encontrado con Jesucristo. Católicos y pen­
miten avanzar en el diálogo ecuménico con pentecostales tecostales estamos juntos en el camino de testimoniar la
desde las enseñanzas del papa Francisco: alegría del Evangelio. Una alegría evangélica que transfor­
Discípulos misericordiados: El Papa ha acentuado que ma a la persona y la realidad. Esta es la raíz del ecumenis-
en el camino del discipulado debemos tomar conciencia de mo práctico o de la vida que podemos hacer juntos.
que hemos sido antes que nada, cada uno de nosotros, mi­ Discípulos que ejercen la fraternidad cristiana en la casa
sericordiados por Dios. Es decir, que el Señor ha tenido común: el reconocernos discípulos y hermanos en camino
misericordia de nosotros, que la hemos recibido gratuita­ (EG 244); así como, misericordiados y portadores del
mente (MV\ M M). El discípulo está llamado a llevar la ale­ Evangelio (Buena noticia), que nos colma de alegría, nos
gría, la misericordia y el perdón que ha recibido. En este abre el camino y nos invita a mirar juntos la realidad. De
sentido, los discípulos católicos y pentecostales, si a pesar ahí que el papa Francisco nos haya propuesto por lo menos
de nuestras diferencias, colocamos el acento en esta expe­ tres escenarios a los cuales podemos responder juntos:
riencia de la misericordia, nos encontraremos juntos, bajo
• El Evangelio tiene una dimensión social y transfor­
la mirada misericordiosa del Padre y como hermanos en la
madora. Aquí tanto católicos como pentecostales es
misión de mostrar a otros este don maravilloso, que a su
mucho lo que podemos hacer por la solidaridad, la
vez es tan sanador y liberador. En un mundo de competen­
justicia, la inclusión de los marginados, la libertad re-
cia, de individualismo, a veces salvaje, de tantas heridas

80 81
ligiosa, el diálogo social y el bien común (EG 255- En la perspectiva del discernimiento se realiza la conver­
258; 177-258). sión de la pastoral y la renovación de la Iglesia, también, la
• Católicos y pentecostales aman y forman familias a la renovación del ecumenismo en clave fraternal. Si los cató­
luz del Evangelio. El Evangelio ilumina el amor hu­ licos debemos acentuar más la pneumatología, los pente­
mano y la familia (AL) y esto lo queremos proponer costales pueden aprender de sus hermanos mayores el
como un bien para todos. discernimiento de la presencia del Espíritu, dando pasos
desde su acentuación extática hacia la mística, sin dejar ni
• Católicos y pentecostales viven en una casa común
una ni la otra.
(LS), juntos somos responsables de ella.
La acentuación en entender al discípulo como un evan-
Finalmente, los cristianos católicos y pentecostales reco­ gelizador con Espíritu:
nocemos juntos que la misión evangelizadora se realiza por
la fuerza del Espíritu Santo. El papa Francisco está enrique­ Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores
ciendo esta conciencia con, al menos, tres acentuaciones: que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En
Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los apósto­
La acentuación pneumatológica: reconocer el protago­ les y los transforma en anunciadores de las grandezas de
nismo del Espíritu Santo en la vida cristiana implica aden­ Dios, que cada uno comienza a entender en su propia len­
trarse en el camino del discernimiento: gua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anun­
ciar la novedad del Evangelio con audacia (parresia), en voz
Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los lí­ alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. In-
mites del lenguaje y de las circunstancias. Procura siempre voquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual
comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto de­ toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio fi­
terminado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que nalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que
pueda aportar cuando la perfección no es posible. Un cora­ anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre
zón misionero sabe de esos límites y se hace débil con los dé­ todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de
biles [...] todo para todos (iCo 9, 22). Nunca se encierra, Dios (EG 259).
nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigi­
dez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la Evangelizar no es hacer proselitismo, porque no compe­
comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los timos, sino que testimoniamos lo que hemos recibido. El
senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posi­
evangelizador no es un funcionario o asalariado, sino que
ble, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del ca­
mino (EG 45). es un discípulo-hijo que está invitado a disfrutar de la vida
del Padre por el seguimiento del Hijo y la unción del Espí-

82 83
ritu Santo: “En esta nueva etapa evangelizadora, queremos
que el diálogo y la cooperación ecuménica se encaminen a
suscitar nuevas formas de discipulado y misión en comu­
nión. Cabe observar que donde se establece el diálogo dis­
minuye el proselitismo, crece el conocimiento recíproco, el
respeto y se abren posibilidades de testimonio común” B ib l io g r a f ía
{DA 233).
La acentuación de una Iglesia en salida (EG, sobre todo
20-24) misionera: el papa Francisco está constantemente
insistiendo en el hecho de que la Iglesia es misionera y que
hay que salir hacia las periferias humanas. No se trata de Textos del Magisterio
una Iglesia hacia dentro, porque eso la ahogaría en sus se­
guridades. Nuestros hermanos pentecostales han acentua­ C oncilio Vaticano II. Constitución dogmática Lumen
gentium.
do esta misma realidad en su tradición (lo que ellos llaman
“La gran comisión”, es decir, el envío que Jesús hace de ir --------. Constitución dogmática Dei Verbum.
a anunciar el Evangelio es central en su identidad). Juntos, --------. Decreto Unitatis redintegratio.
entonces, estamos en un proceso constante de reforma en
Juan Pablo II. Carta encíclica Redemptoris missio.
fidelidad al Evangelio de Jesucristo, que nos permite remar
mar adentro y acoger todas las realidades. --------. Carta encíclica Ut unum sint.
Las diferencias entre católicos y pentecostales no nos Benedicto XVI. Carta encíclica Deus caritas est.
permiten todavía sentarnos juntos a la mesa para comer Francisco. Exhortación apostólica Evangelii gaudium.
del único cuerpo de Cristo. Pero sí podemos mirarnos a la --------. Bula Misericordiae vultus.
cara y, desde el abrazo del Padre que nos acoge a católicos
--------. Carta apostólica Misericordia et misera.
y pentecostales, comenzar a reconocernos como hermanos
que tenemos una misión conjunta: anunciar el Evangelio --------. Carta encíclica Amoris laetitia.
de Jesucristo en un mundo plural. --------. Carta encíclica Laudato si’.
C ongregación para la D octrina de la F e. C arta
Communionis notio.

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doc_20070126_pentecostals_sp.html Intro ducció n :
D e e x tr a ñ o s a herm anos 5
Capítulo 1: Fundamentos teológicos
para un diálogo ecuménico entendido
como ejercicio de la fraternidad cristiana 5

Capítulo 2: Semillas de teología pentecostal 5

Capítulo 3: Católicos y pentecostales. Caminos para el


ejercicio de la fraternidad cristiana
y el testimonio común del Evangelio 6

A breviaturas 7

Intro ducción : D e extraños a herm anos 9

92
C apítulo 1 De pentecostés a las lluvias tardías 47

F undam entos teológicos para u n diálogo El bautismo en el Espíritu Santo


y la misión integral 49
ECUMÉNICO ENTENDIDO COMO EJERCICIO

DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA 15 La eclesiología carismática 51

El bautismo trinitario El culto pentecostal:


nos hace hermanos en el Señor 15 alabanza, expectación y bendición 53

La eclesiología de comunión 18 Los énfasis de los neopentecostales 55

El diálogo ecuménico puede entenderse


C apítulo 3 59
mejor como ejercicio de la fraternidad cristiana 20
C a t ó l ic o s y p e n t e c o s t a l e s . C a m in o s p a r a
Discipulado cristiano, conversión permanente
EL EJERCICIO DE LA FRATERNIDAD CRISTIANA
y renovación de la pastoral ecuménica 27
Y EL TESTIMONIO COMÚN DEL EVANGELIO 59
Evangelización y d iá lo g o ecuménico 31
Caminar juntos desde la Sagrada Escritura
C apítulo 2 y la jerarquía de verdades 59

S emillas de teología pentecostal 35 Los diálogos bilaterales


entre católicos y pentecostales 61
Hacia una clarificación conceptual
del m o v im ie n to pentecostal 35 Relación de temas de los diálogos
entre católicos y pentecostales: 66
El principio pentecostalidad 40
Bautismo, discipulado y santidad:
La santificación y la bendición 44 católicos y pentecostales hacia el ejercicio
Doctrina de la restauración apostólica de la fraternidad cristiana 70
y del Evangelio completo 45
E n v ia d o s a ev an g elizar y san ar:
c ató lic o s y p e n te c o sta le s h a c ia u n te s tim o n io
c o m ú n d el E v an g elio e n u n a so cied a d p lu ra l 76

C a tó lic o s y p e n teco stales:


ev an g e liz ad o res c o n e s p íritu m ise ric o rd io s o 80

B ibliografía 85

TALLER SAN PABLO


BOGOTÁ
IMPRESO EN COLOMBIA — PRINTED IN COLOMBIA

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