Está en la página 1de 10

Nuestra obediencia a los mandamientos de Dios es una de las maneras en que

demostramos nuestra gratitud por Sus maravillosas bendiciones. El Salvador


es un ejemplo perfecto de obediencia. Nuestro deseo de ser obedientes crece a
medida que aumenta nuestro amor por Dios. La obediencia a los
mandamientos hace posible que Dios nos brinde la ayuda que necesitamos
conforme tratamos de llevar a cabo tareas difíciles.

1 Nefi 2:2–4, 9–13, 16, 19–20; Mosíah 2:20–24, 41

Mediante nuestra obediencia demostramos gratitud a Dios y recibimos Sus mayores bendiciones

Muestre la siguiente declaración del élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del


Cuórum de los Doce Apóstoles, e invite a un alumno a leerla en voz alta:

uno de los grandes relatos de obediencia a Dios que aparecen en las Escrituras se
encuentra al principio del Libro de Mormón, en donde se relata cómo el profeta
Lehi y su familia respondieron cuando Dios les pidió que hicieran algo muy difícil.
1 Nefi 2:2–4
● ¿Por qué podría haber sido difícil para la familia de Lehi obedecer el
mandato de Dios de abandonar Jerusalén?
Invite a los alumnos a estudiar 1 Nefi 2:9–13, 16 y determinar las diferencias entre
la actitud y el comportamiento de Lamán y Lemuel y el de Nefi en respuesta a ese
mandamiento. (Nota: Esta actividad alentará a los alumnos a practicar la
importante técnica para el estudio de las Escrituras que consiste en comparar y
contrastar).

● ¿Qué palabras y frases describen la respuesta de Lamán y Lemuel? (Eran


duros de cerviz, murmuraban y no conocían la manera de proceder de Dios).
● ¿Cómo respondió Nefi al mandamiento de abandonar Jerusalén? (Fue
humilde; tenía deseos de conocer las cosas de Dios; tuvo fe en las palabras
de su padre, que era profeta; y oró).
● ¿Por qué Nefi respondió a las palabras de su padre de manera diferente a la
de sus hermanos?
Dé un momento a los alumnos para que mediten si son más parecidos a Lamán y
Lemuel o a Nefi cuando el Señor o los líderes de Su Iglesia les piden que hagan
algo difícil.

Invite a un alumno a leer 1 Nefi 2:19–20 en voz alta. Pida a la clase que siga la
lectura en silencio y que encuentre la promesa que el Señor le hizo a Nefi.

● ¿Qué palabras de esos versículos resumen lo que el Señor le prometió a


Nefi? (Asegúrese de que los alumnos comprendan el siguiente principio: Si
guardamos los mandamientos, prosperaremos en la tierra. Tal vez
podría señalar que ese es uno de los temas que más se repiten en el Libro de
Mormón. Podría alentar a los alumnos a que, a medida que estudien el Libro
de Mormón, presten atención a las muchas maneras en que ese tema se
repite).
● ¿Qué atributos de Nefi elogió el Señor? ¿Por qué creen que es importante
que cada uno de nosotros tenga esos atributos en nuestra relación con el
Señor?
● Aunque probablemente la obediencia no siempre resulte en prosperidad
temporal, ¿qué bendiciones podemos esperar como resultado de la
obediencia al Señor? (Para ayudar a responder esa pregunta, puede leer
Mosíah 2:41).

2 Nefi 31:6–10, 15–16; Mosíah 15:7; 3 Nefi 11:11;


12:19–20, 48

Seguir el ejemplo de obediencia del Salvador nos ayuda a venir a Él y al Padre

Muestre la siguiente declaración del élder Robert D. Hales, del Cuórum de los
Doce Apóstoles:
“… de todas las lecciones que aprendemos de la vida del
Salvador, ninguna es más clara y poderosa que la lección de la
obediencia” (“Si me amáis, guardad mis mandamientos”,
Liahona, mayo de 2014, pág. 35).

La religión de la cual forman parte es de siete días a la semana, y no solo para el


domingo… Es para todo momento; las 24 horas del día, los 7 días de la semana,

los 365 días del año10.

El Señor espera que conservemos nuestra vida en orden, que vivamos el Evangelio

en todo aspecto11.

Dios derramará bendiciones sobre quienes anden en


obediencia a Sus mandamientos.
El Señor le dijo a Elías el Profeta que fuera y se ocultara junto al arroyo Querit,
que allí bebería del arroyo y los cuervos lo alimentarían. Las Escrituras hacen una
sencilla y maravillosa declaración sobre Elías el Profeta: “Y él fue e hizo conforme
a la palabra de Jehová” (1 Reyes 17:5).

No hubo discusión, ni excusas, ni ambigüedades; Elías sencillamente “fue e hizo


conforme a la palabra de Jehová”. Y se salvó de las terribles calamidades que
sobrevinieron a quienes se habían mofado, habían discutido y habían

cuestionado12.

Toda la historia del Libro de Mormón es un relato que habla de las personas que,
cuando eran rectas y cuando adoraban a Jesucristo, prosperaban en la tierra y eran
generosa y abundantemente bendecidas por el Señor; y cuando pecaban, se
descarriaban y olvidaban a su Dios, caían en la miseria, las guerras y las
dificultades. La seguridad, paz y prosperidad de ustedes se hallan en la obediencia

a los mandamientos del Todopoderoso13.

“Guarda mis mandamientos continuamente, y recibirás una corona de justicia” (D.


y C. 25:15). Tal fue la promesa del Señor a Emma Hale Smith y es la promesa del
Señor a [todos] ustedes. La felicidad se halla en guardar los mandamientos. Para
[un] Santo de los Últimos Días, el transgredir dichos mandamientos solo puede
ocasionar desdicha. Y para cada [uno] que los cumpla, se promete una corona… de

justicia y verdad eterna14.

La verdadera libertad se halla en la obediencia a los consejos de Dios. Se decía en


la antigüedad que “el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz” (Proverbios
6:23).

El Evangelio no es una filosofía de represión, como tantos lo consideran. Es un


plan de libertad que disciplina los apetitos y guía el comportamiento. Dulces son
sus frutos y generosos sus galardones…

“Permaneced, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no
volváis otra vez a ser presos en el yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).

“Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17)15.
Nuestra seguridad yace en el arrepentimiento. Nuestra fortaleza proviene de la
obediencia a los mandamientos de Dios… Permanezcamos firmes en contra del
mal, tanto en casa como en el extranjero. Vivamos dignos de las bendiciones del
cielo, reformando nuestra vida en lo que sea necesario, y con la mirada puesta en

Él, el Padre de todos nosotros16.

No tenemos nada que temer; Dios está al timón. Él prevalecerá para bien de esta
obra; Él derramará bendiciones sobre quienes anden en obediencia a Sus
mandamientos. Tal ha sido Su promesa y nadie puede dudar de Su capacidad para

cumplirla17.

el Señor ha proporcionado pautas y mandamientos para preservar nuestra


seguridad espiritual a fin de que logremos exitosamente transitar por esta
existencia mortal, muchas veces peligrosa, y regresar en su momento a nuestro
Padre Celestial.

Hace siglos, Samuel declaró con valentía a una generación entregada a la tradición
del sacrificio de animales: “…el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar

atención que la grosura de los carneros”3.

En esta dispensación, el Señor le reveló al profeta José Smith que Él requiere “el
corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obedientes

comerán de la abundancia de la tierra de Sión en estos postreros días”4.

Todos los profetas, antiguos y modernos, han sabido que la obediencia es esencial

para nuestra salvación. Nefi declaró: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado”5. A

pesar de que otros flaquearon en su fe y en su obediencia, Nefi nunca dejó de hacer


lo que el Señor le pidió, y por ello se han bendecido incontables generaciones.
Un relato conmovedor de obediencia es el de Abraham e Isaac. Cuán terriblemente
difícil debió haber sido para Abraham, en obediencia al mandamiento de Dios,
llevar a su amado Isaac a la tierra de Moriah y ofrecerlo como sacrificio. ¿Podemos
imaginar la congoja del corazón de Abraham al viajar al lugar señalado?
Indudablemente, la angustia lo debió haber hecho estremecer y haberlo torturado
mentalmente al atar a Isaac, colocarlo en el altar y tomar el cuchillo para matarlo.
Con fe inquebrantable y confianza tácita en el Señor, respondió al mandato del
Señor. Cuán gloriosa fue la declaración, y con cuánto asombro se recibió: “No
extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, porque ya sé que temes a

Dios, pues no me rehusaste a tu hijo, tu único”6.

Abraham había sido evaluado y puesto a prueba; y por su fidelidad y obediencia el


Señor le dio esta gloriosa promesa: “En tu simiente serán bendecidas todas las

naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz”7.

A pesar de que no se nos pide que demostremos nuestra obediencia de manera tan
dramática y desgarradora, también de nosotros se requiere la obediencia.

En octubre de 1873, el presidente Joseph F. Smith dijo: “La obediencia es la

primera ley del cielo”8.

El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Les testifico que la felicidad, la paz, el


progreso y la prosperidad de los Santos de los Últimos Días, y la salvación eterna y

exaltación de este pueblo radican en obedecer los consejos… de Dios”9.

La obediencia es una característica distintiva de los profetas; les ha proporcionado


fortaleza y conocimiento a través de la historia. Es esencial que nos demos cuenta
de que nosotros también tenemos derecho a esa fuente de fortaleza y conocimiento.
Hoy día está fácilmente a nuestro alcance si obedecemos los mandamientos de
Dios.
Mis hermanos y hermanas, la gran prueba de esta vida es la obediencia. “…con
esto los probaremos”, dijo el Señor, “para ver si harán todas las cosas que el Señor

su Dios les mandare”10.

El Salvador dijo: “Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano
han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición, así como sus

condiciones, según fueron instituidas desde antes de la fundación del mundo”11.

El Salvador demostró el verdadero amor de Dios al vivir la vida perfecta y al rendir


honor a la sagrada misión que le correspondió. Nunca fue altivo; nunca estuvo
lleno de orgullo; nunca fue desleal; siempre fue humilde; siempre fue sincero;
siempre fue obediente.

Aunque fue tentado por el maestro del engaño, sí, el diablo; y a pesar de que estaba
físicamente débil por ayunar 40 días y 40 noches y tenía hambre, aun así, cuando el
maligno ofreció a Jesús las propuestas más atractivas y tentadoras, Él nos dio un
ejemplo divino de obediencia cuando se negó a apartarse de lo que Él sabía que era

lo correcto13.

Al afrontar la agonía de Getsemaní, donde soportó tal dolor que Su sudor era como

grandes gotas de sangre que caían a tierra14, Él fue un ejemplo del Hijo obediente

cuando dijo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad,

sino la tuya”15.

Tal como el Salvador mandó a Sus primeros apóstoles, así nos manda a ustedes y a

mí: “Sígueme tú”16. ¿Estamos dispuestos a obedecer?

El conocimiento que buscamos, las respuestas que añoramos, y la fortaleza que


deseamos hoy día para hacer frente a los desafíos de un mundo complejo y
cambiante pueden ser nuestras si de buena gana obedecemos los mandamientos del
Señor. De nuevo cito las palabras del Señor: “El que guarda los mandamientos [de
Dios] recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las

cosas”17.

Mi humilde ruego es que seamos bendecidos con las ricas recompensas que se le
prometen al obediente. En el nombre de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
Amén.

La obediencia
trae bendiciones
Por el presidente Thomas S. Monson

Las consecuencias
Al decidir si obedeceremos, siempre resulta útil recordar las consecuencias de
nuestras decisiones. ¿Entendían Lucifer y sus seguidores la consecuencia que
traería el rechazar el plan de nuestro Padre Celestial? Si es así, ¿por qué tomaron
tan terrible decisión? Podríamos hacernos una pregunta similar: ¿Por qué
cualquiera de nosotros elige ser desobediente cuando entendemos las
consecuencias eternas del pecado?
La obediencia nos hace gradualmente más fuertes, capaces de soportar fielmente
pruebas y aflicciones en el futuro. La obediencia en el Getsemaní preparó al
Salvador para obedecer y perseverar hasta el fin en el Gólgota.

colosenses 3:23-24 1 coritios 15:58

galatas 6:9

Santiago 1:12

deuteronomio 5:33

1 de reyes 2-3

Josué 1:8

1 Pedro 1:14-15

LA OBEDIENCIA TRAE RECOMPENSA

“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron


constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos”. Rom. 5:19

La obediencia es algo que se aprende, ya que por naturaleza somos desobedientes, y


esto lo podemos ver en los niños como desde muy pequeñitos quieren hacer su
voluntad y no lo que sus padres les enseñan. Jesucristo nos dejó su ejemplo siendo
obediente a todo lo que el Padre le dijo, aun llegan-do hasta la muerte. Cuando nos
dicen “no hagas eso, no te conviene”, pare-ce ser que es cuando más lo queremos
hacer. ¿No les ha pasado alguna vez? Nos dejamos llevar por nuestros impulsos y
deseos naturales sin medir las consecuencias, lo cual nos lleva a tropiezos y malas
experiencias que muchas veces traen consecuencias funestas. “Como hijos
obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos
en toda vuestra manera de vivir”. 1 Pedro 1:14-15. La iglesia de hoy en general,
vive una vida de obediencia condicional, ¿por qué digo esto? Porque tomamos de la
palabra lo que nos gusta o nos conviene, y lo demás lo ponemos a un lado. Si
hiciéramos todo lo que el Señor nos manda en su palabra viviríamos vidas
victoriosas, plenamente capacitados para obedecer, no importando si nos gusta o no,
porque el final siempre traerá una grata recompensa. “Habiendo purificado vuestras
almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal
no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. 1 Pedro 1:22.
Cuando somos obedientes también somos santificados, nuestro corazón es puro y
amamos incondicionalmente, y aunque todavía andamos en la carne, no vivimos
según sus deseos sino que nos dejamos guiar por el Espíritu Santo para conducirnos
con cordura y rectitud. “Pues aunque andamos en la car-ne, no militamos según la
carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en
Dios para la destrucción de fortalezas, derribando todo argumento y toda altivez
que se levanta contra el cono-cimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:3-5. Dios nos ha dado armas
poderosas para vencer sobre nuestra naturaleza carnal, y cuando nos ajustamos a sus
mandamientos y somos obedientes nuestras vidas serán totalmente transformadas y
podremos ser ejemplo a muchos. Es una bendición aprender a someter nuestros
pensamientos y actos a la obediencia a Cristo, entonces seremos tal como él es!

También podría gustarte