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PUEBLO DE LAS ALMAS PERDIDAS

En lo profundo de la densa selva amazónica del Perú, existe un lugar olvidado por el
tiempo y habitado por sombras ancestrales. Allí, entre los espesos árboles y los
susurros del viento, se encuentra un antiguo pueblo llamado "Pueblo de las Almas
Perdidas".
Cuentan los lugareños que este pueblo fue abandonado hace décadas debido a una
maldición que pesaba sobre él. Se dice que las almas de aquellos que murieron en
circunstancias trágicas aún deambulan por sus calles, buscando venganza y causando
terror a quienes se aventuran a entrar.
Una noche, un grupo de jóvenes intrépidos decidieron desafiar las advertencias y
explorar el pueblo en busca de emociones fuertes. Armados con linternas y cámaras, se
adentraron en las ruinas cubiertas de enredaderas y musgo, sin sospechar lo que les
esperaba.
A medida que avanzaban entre las casas derruidas y las callejuelas desiertas,
comenzaron a sentir una presencia ominosa acechándolos en la oscuridad. Los sonidos
siniestros de pasos invisibles resonaban a su alrededor, y las sombras parecían cobrar
vida propia, retorciéndose y contorsionándose en formas grotescas.
De repente, una niebla espesa envolvió el pueblo, ocultando cualquier indicio de
escape. Los jóvenes, presas del pánico, intentaron regresar por donde vinieron, pero se
encontraron atrapados en un laberinto de callejones que parecían cambiar de forma
ante sus ojos.
Entonces, comenzaron a escuchar susurros susurrantes que parecían emanar de las
paredes mismas, voces que susurraban palabras en un idioma olvidado y escalofriante.
Las luces de sus linternas parpadearon y se extinguieron una por una, sumiendo al
grupo en la oscuridad total.
En medio de la oscuridad, empezaron a distinguir figuras fantasmales que se movían
entre las sombras, rostros demacrados y ojos vacíos que los miraban con una
intensidad gélida. Los jóvenes, temblando de terror, se dieron cuenta de que habían
despertado algo antiguo y maligno en el pueblo de las almas perdidas.
Desesperados, corrieron en todas direcciones, pero cada callejón los llevaba más
profundamente en la oscuridad y el abismo de la maldición. Finalmente, exhaustos y al
borde del colapso, se encontraron cara a cara con la manifestación más aterradora de
todas: el espectro de aquel cuya muerte había desencadenado la maldición del pueblo.
Con un grito ensordecedor, el espectro se abalanzó sobre ellos, arrastrándolos hacia las
profundidades de la oscuridad eterna. Desde entonces, nunca más se supo del grupo
de jóvenes intrépidos que osaron desafiar el Pueblo de las Almas Perdidas, dejando
solo sus cámaras y linternas como testigos mudos de su fatídica expedición.

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