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Historia

En el siglo XVI, en plena época de la Edad Media, la Europa occidental estaba sumida en la
oscuridad de la ignorancia y la superstición. En un pequeño pueblo aislado en las montañas,
había una leyenda que atormentaba a sus habitantes desde generaciones atrás.

Se decía que, en las noches más oscuras y frías del invierno, una figura misteriosa merodeaba por
los callejones estrechos del pueblo. Los lugareños lo llamaban "El Caminante de las Sombras". Se
decía que esta entidad estaba vinculada a un antiguo pacto con fuerzas oscuras y que solo
aparecía cuando el reloj marcaba la medianoche.

Los testigos afirmaban haber visto una sombra alargada, casi humanoide, con ojos brillantes y un
susurro sutil que se deslizaba por el aire helado. Se decía que el Caminante de las Sombras
buscaba almas perdidas para llevarlas consigo al inframundo.

La leyenda cobró vida cuando un hombre del pueblo, conocido como Johan, desapareció
misteriosamente una noche. Se decía que había estado en la taberna, compartiendo historias y
riendo con sus amigos. Sin embargo, cuando la noche envolvió al pueblo en su manto oscuro,
Johan no regresó a su hogar.

Los lugareños, temerosos de que el Caminante de las Sombras hubiera reclamado a Johan, se
reunieron en la plaza del pueblo. Las velas parpadeaban en la oscuridad, y el viento aullaba a
través de los callejones desiertos. Decidieron formar un grupo para buscar a Johan y enfrentar a
la oscura entidad.

La búsqueda llevó al grupo hacia el bosque cercano, donde la luna luchaba por filtrar sus débiles
rayos a través de las densas copas de los árboles. De repente, un susurro se elevó desde la
oscuridad, y una figura sombría emergió de entre los árboles. La sombra se acercó lentamente,
revelando una silueta que parecía imitar la forma humana.

El pánico se apoderó del grupo, pero se mantuvieron firmes. Sin embargo, a medida que la
sombra se acercaba, uno a uno, los miembros del grupo desaparecían en la oscuridad. Solo se
escuchaban susurros y gemidos dispersos.

Cuando la sombra se desvaneció, solo quedó un eco escalofriante en el aire. Nunca más se volvió
a ver a Johan ni a los valientes aldeanos. La leyenda del Caminante de las Sombras persistió,
convirtiéndose en un cuento que se contaba en susurros alrededor de las fogatas durante las
noches más oscuras del invierno. El pequeño pueblo llevó consigo el peso de esa historia de
miedo a lo largo de los siglos, marcando sus noches con el recuerdo de aquel aterrador
encuentro en el bosque.

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