Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Juan de Althaus
Los síntomas, que eran una transacción entre el ello y el yo, podían levantarse o
modificarse haciendo consciente el inconsciente reprimido. Pero esto se hacía
confrontando el amor de transferencia y la resistencia, cuyos prolegómenos fueron
constatados ya en la hipnosis. En el primero, postula que el paciente traslada al
médico sus afectos inconscientes que provienen de la infancia, sustituyendo con
el analista a las personas amadas y odiadas de sus primeros años. El paciente no
se da cuenta de esto, pero permite en una primera fase asista a las sesiones y
que hable para contentar al analista que lo invita decir algo. Después de un
tiempo, cuando el amor del paciente al analista no es correspondido en
términos que él cree que debe serlo, el sujeto pasa, más bien, a desarrollar
sentimientos negativos y de frustración hacia el analista, resistiéndose a
continuar y levantar la represión. El analista no debe ceder a las demandas de
amor del paciente sino más bien comunicarle interpretaciones para que proceda
a investigar sobre su infancia y que la represión ceda.
Freud define así la doble cara del amor en la transferencia estableciendo los
conceptos de transferencia positiva y negativa. El tratamiento psicoanalítico
“puede ser considerado como una segunda educación, encaminada al
vencimiento de las resistencias internas” (T.VII, p.1013).
En 1910 Freud precisa que hay que pedirle al paciente que no critique,
rechace o retenga sus ocurrencias, ya que esto significaría caer bajo el influjo de
la resistencia. Esto permitiría también la producción de pequeños actos fallidos,
sintomáticos y casuales, que son extraordinariamente significativos, los cuales
el paciente tendría que examinar.