UNIDAD 1:

ÉTICA Y
La ética y la moral.

EMPRESA SECCIÓN 1:
Introducción a la
asignatura.
CONTENIDO

1 INTRODUCCIÓN ................................................................. 3

2 ÉTICA .......................................................................................... 5

Origen del término y etimología............................. 6

Ética empresarial: evolución.................................... 6

3 BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 12
1 Introducción
Nuestra materia se denomina Ética y Empresa, por lo que cabe pre-
guntarse, en primer lugar, si ambas palabras pueden ir asociadas, o
si, como ha sido afirmado, esto no es viable ya que juntar ética con
empresa es un oxímoron, o sea, una contradicción en sí misma.

Nuestra respuesta, desde la cátedra, es que no sólo pueden ir jun-

tas, sino que deben ir juntas, es imperativo que estas palabras se
unan, no sólo desde lo lingüístico, sino desde lo fáctico, ya que
aceptar un mundo empresarial sin ética, sería aceptar una socie-
dad sin ética, y una sociedad sin ética, es una horda de salvajes
pujando por sobrevivir, donde no hay reglas morales, ni límites, ni
respeto.

Para poder avanzar en la materia, debemos arrancar con definir

con precisión el alcance y significado profundo de las dos palabras
que designan la asignatura, ética y empresa, ya que su sombra es-
tará presente a lo largo de todo nuestro recorrido. En esta lectura
nos concentramos en la temática de la ética.

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2 Ética
Origen del término y etimología
Comencemos desde el inicio, el término «ética», proviene del
griego «éthos», el cual hacía referencia en sus orígenes a la
manera de ser, al carácter de una persona y luego va evo-
lucionando para hacer referencia a la manera de actuar del
hombre para hacer lo correcto, lo bueno, pensemos en la ex-
presión «tuvo un comportamiento ético».
De esta forma, establecemos dos puntos de abordaje: la ética,
siempre, tiene que ver con la acción, con el actuar, o sea no es un
espacio teórico, de pensamiento, es un espacio de acción, de com-
portamientos concretos, ya que los seres humanos no somos lo
que decimos, ni lo que pensamos, sino lo que hacemos; nos cons-
truimos en el hacer, no en el decir, ni en el pensar.
Adicionalmente, «la definición nos pone de lleno en el campo de la
moral, ya que con claridad hace referencia al comportamiento co-
rrecto o bueno, o sea la ética no es, como algunos antibióticos de
“amplio espectro”, donde puedo poner lo que quiera, la ética hace
referencia y obliga al comportamiento en un solo sentido, lo co-
rrecto. Es decir que lo ético hace referencia a lo que es recto para
la condición humana, más allá de lo que circunstancialmente pue-
da estar legislado o asumido por una sociedad. Definimos como
acción recta a aquella que se puede justificar de manera razonable
en base a valores, principios y virtudes inherentes a una concep-
ción antropológica del hombre que nos ve como individuos que
aspiramos y tendemos naturalmente al bien». (Rabouin, R. 2007).
Ética empresarial: evolución
La ética empresarial, como concepto, ha avanzado de manera
constante desde el siglo XVIII hasta nuestros días, o sea desde el
surgimiento mismo del capitalismo, al menos en la forma en que lo
entendemos hoy en día.
A Adam Smith (economista y filósofo escocés, considerado uno de
los mayores exponentes de la economía clásica y de la filosofía de
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la economía) se le debe la introducción del tema, y no es casual, ya
que Adam Smith, en sus orígenes, fue profesor de Filosofía y Mo-
ral, lo que influyó en sus creencias en que la economía es una ac-
tividad capaz de generar mayor libertad y, por ende, mayor felicidad.
Él afirmaba: «un sistema económico necesita siempre un res-
paldo ético y, junto al amor propio como motor para el inter-
cambio, junto al afán de lucro, existen otros sentimientos y
valores indispensables para comprender la actividad econó-
mica en su conjunto».
Smith es consciente de que la economía no es sólo intercambio,
sino también producción y distribución y que, en todos estos mo-
mentos del proceso, es imprescindible una ética que no es sólo la
del amor propio: el hábito de cumplir los contratos, el compromiso
con la calidad de los productos, la fiabilidad de las instituciones y
todo un amplio mundo que incluye en ocasiones motivaciones dis-
tintas al autointerés.
Así, «crear riqueza para la comunidad, mantener el honor de una
familia de comerciantes, fomentar lazos cooperativos son móviles
de la acción que no se identifican con el autointerés y, sin embargo,
son imprescindibles para la actividad económica». (Cortina, A. 2010).
Max Weber (filósofo, economista, politólogo y sociólogo alemán,
considerado uno de los fundadores del estudio moderno de la so-
ciología y la administración pública, con un marcado sentido antipo-
sitivista), ha realizado aportes significativos a la ética empresarial,
así en su obra «La ética protestante y el espíritu del capitalismo»
(1905), demostró cómo el espíritu del capitalismo precedió a su
encarnadura económica, así como un tipo de ética, la ética protes-
tante en este caso, conformaba ese espíritu que alentó el cuerpo
del capitalismo al nacer, desde su origen. Lo explica así: «el empre-
sario, llamado a crear riqueza, está justificado porque responde a
su vocación divina en el mundo, y el éxito en su tarea será signo de
salvación». (Weber, M. 1905).
Se justifica así éticamente no sólo el trabajo, sino también la
acumulación consciente y legal de la riqueza. El empresario
debe responder dedicando su esfuerzo a la producción de bie-
nes, forjándose así un carácter que ve en la creación de rique-
za una tarea que trasciende el interés egoísta.
Vemos entonces, que Max Weber entiende que la ética protestan-
te del siglo XVII, que es la que él analiza, modela una actitud en
relación con el consumo, al condenar el consumo de bienes sun-
tuarios y favorecer el ahorro y la reinversión con el fin de aumentar
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la riqueza. «Si la misión del empresario consiste en crear riqueza
para la comunidad, el consumo de bienes suntuarios dificulta el
ahorro y la reinversión, con lo cual quienes consumen satisfacen
sus deseos, pero no contribuyen a crear riqueza social». (Weber,
M. 1905).
Durante el pasado siglo XX surge, en la forma que hoy la concebi-
mos, la ética empresarial. Fundamentalmente, cinco razones ava-
laron el nacimiento de una ética empresarial renovada.
La primera de ellas es la necesidad de crear capital social, ya
que se hace necesario crear redes de confianza.
Después de los grandes escándalos, como Watergate y Enron en-
tre otros, el mundo asume que la confianza es esencial para cons-
truir ya no un mercado, sino una sociedad. El escándalo Watergate
fue un gran escándalo político que tuvo lugar en Estados Unidos a
principios de la década de 1970 a raíz de un robo de documentos
en el complejo de oficinas Watergate de Washington D. Por otro
lado, el escándalo Enron fue un escándalo contable de Enron, una
empresa estadounidense de energía con sede en Houston, Texas.
Se reveló en octubre de 2001 y condujo a la quiebra a dicha em-
presa y a la disolución de Arthur Andersen, una de las cinco socie-
dades de auditoría y contabilidad más grandes del mundo. En su
época, fue la reorganización por bancarrota más grande en la his-
toria económica de los Estados Unidos; y además ese fallo en su
auditoría también fue bautizado como el mayor nunca visto.
Fukuyama (politólogo estadounidense que ha escrito sobre
una variedad de temas en el área de desarrollo y política in-
ternacional), declama el llamado «fin de las ideologías», lo que
favoreció un nuevo surgimiento de la ética empresarial, y no
sólo de ella, sino del conjunto de lo que ha dado en llamarse
«éticas aplicadas».
El fin de las ideologías trajo consigo el interés por las buenas prác-
ticas en la economía y la empresa, aparecen movimientos como la
«Calidad Total» y similares que empiezan a insistir sobre los temas
éticos y de valores.
En tercer lugar, el mundo empresarial cambia en puntos como los
siguientes:
–– Las empresas aprecian más su dimensión cultural, atienden
al significado simbólico de muchos aspectos de su vida, y no
hablan sólo de resultados, eficacia, eficiencia, sino también
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 de símbolos, significado o esquemas interpretativos. Contar
con una cultura de empresa es esencial para el éxito y de ella
deben formar parte valores morales.
–– La empresa no se comprende a sí misma como una máquina
para obtener el máximo beneficio, sino como una organiza-
ción, un grupo humano, que trata de llevar a cabo un proyec-
to, normalmente tras la iniciativa activa de un líder.
–– El modelo taylorista es sustituido por el postaylorista (en el
cual, la clave del éxito son los programas de formación y de-
sarrollar una capacidad creativa), y la cultura de la coopera-
ción intenta sustituir a la del conflicto. El juego empresarial
debe ser de no-suma cero: en él deben salir ganando todos
los stakeholders y no sólo los accionistas o stockholders.
En cuarto lugar, la ética se hace imprescindible en la gestión
empresarial para responder a un conjunto de retos cada vez
más complejos, con una mirada de largo plazo, que pide fide-
lizar clientes, retener al personal y construir confianza con los
inversionistas y el resto de los stakeholders (interesados en la
empresa).
«En este contexto se entiende que la ética es rentable para las
empresas porque es una necesidad en los sistemas abiertos, au-
menta la eficiencia en la configuración de los sistemas directivos,
reduce costes de coordinación internos y externos a la empresa,
es un factor de innovación y un elemento diferenciador, que per-
mite proyectar a largo plazo desde los valores». (Cortina, A. 2010).
Decir que la ética es «rentable», es decir que la cohesión en torno
a valores éticos, la asunción de hábitos morales, aumenta la pro-
babilidad de una empresa de ser competitiva, teniendo en cuenta
que «competitiva» significa que mantiene su viabilidad, su capa-
cidad de permanecer en el mercado, con una buena relación cali-
dad-precio, conquistando nuevos clientes.
Es importante recalcar que asegurar la viabilidad es imposible, pero
lo que sí es permitido es aumentar el grado de probabilidad, crean-
do las condiciones de posibilidad, buscando la excelencia como
factor diferenciador en un mercado híper competitivo.
La quinta razón para fortalecer la ética de la empresa, es la
necesidad de reformularla desde las exigencias de una ética
cívica, configurada por los valores compartidos por las distin-
tas éticas de máximos.
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«Esta ética cívica de mínimos pretende llegar a acuerdos mínimos
que permitan un desarrollo social sostenible y que sean aceptados
desde la perspectiva de cualquier cultura, no así las éticas de máxi-
mos, que son aspiraciones que son más o menos aceptadas según
la cultura que se trate». (Cortina, A. 2010).
Finalmente, el desarrollo de la tecnología de las comunicaciones,
ya en el siglo XXI, se abre la etapa de la sociedad informacional,
marcando una nueva era en el desarrollo de la ética empresarial.
Los desafíos del cambio climático, del narcotráfico y del terroris-
mo, hacen imprescindible pensar que la ética es un factor clave
para el éxito de la actividad empresarial, pero sobre todo para un
adecuado desarrollo de las personas de los grupos sociales y de la
sociedad como un todo.
«Los seres humanos, que lo ambicionan todo, deben reflexionar
sobre el equilibrio que debemos mantener los seres humanos con
la naturaleza y con nuestros semejantes, y con las generaciones
por venir, el cuidar a otros es cuidarnos a nosotros mismos, ya que
hasta el más débil es capaz de quitar vida y propiedad». (Cortina,
A. 2010).
Resulta indispensable e impostergable
fomentar la integridad y la
transparencia, como factores sine qua
non de la viabilidad empresarial.
No es opcional, es mandatario en las actuales circunstancias. La
transparencia y la integridad son bienes públicos, tanto en las or-
ganizaciones públicas como en las privadas, porque crean un es-
pacio de confianza en lo que dicen los políticos, empresas, organi-
zaciones solidarias y otros agentes sociales.
Es indispensable la convicción moral de que la integridad y la trans-
parencia valen por sí mismas, es mandatario convertirlas en hábi-
tos de la conducta. En esa segunda naturaleza desde la que actua-
mos como si fuera lo obvio, no debemos limitarnos a diagnosticar
si existe o no dicha integridad, debemos trabajar para que exista.
«Los acontecimientos ocurridos en los primeros años del siglo XXI
demuestran la necesidad de la ética en la edad informacional, ya
que sigue siendo clave en el funcionamiento de la actividad em-
presarial y de la vida social y política en su conjunto, o sea debe-
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mos asumir no sólo que la ética sigue siendo necesaria, sino com-
prender que es más necesaria que nunca». (Rabouin, R. 2007).

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BIBLIOGRAFÍA
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