Está en la página 1de 20

Razones psicosociales asociadas al consumo de drogas

blandas y duras en estudiantes de FUNDES


Psicología de la Salud
Publicado: junio 11, 2014, 7votos , No hay comentarios

• Jose Alonso Andrade Salazar


Docente investigador
Fundacion de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya -FUNDES-
Espinal, Colombia

Laura Marcela Núñez Díaz


Natalia Vanessa Vargas Carmona
Estudiantes Facultad de Psicología FUNDES
Espinal, Colombia

RESUMEN
• Esta investigación tiene como objetivo describir las condiciones psicosociales que inducen
a los estudiantes de la Fundación Universitaria Abraham Escudero Montoya -FUNDES-, al
consumo de sustancias psicoactivas (blandas y duras). Es una investigación cuantitativa,
descriptiva con un diseño descriptivo transversal que utilizó un cuestionario para indagar
acerca de los factores asociados al consumo de sustancias. Algunos estudiantes
universitarios en ocasiones se encuentran en escenarios donde las condiciones del
ambiente favorecen o desfavorecen las situaciones de la vida cotidiana a nivel personal,
familiar y académico, lo cual de alguna manera influye en los comportamientos que
generan la búsqueda de alternativas, entre ellas el consumo de drogas lícitas e ilícitas. El
estudio encontró que el 68% de los estudiantes consumían bebidas alcohólicas, seguidas
por el cigarrillo (18%). El consumo de estas sustancias altera la calidad y la expectativa de
vida de los estudiantes universitarios, deteriorando su rendimiento académico y la
construcción de vínculos sociales sanos.

Palabras clave: Consumo de Drogas, sustancias psicoactivas, factores de riesgo,


psicología, dependencia, drogas blandas, drogas duras.

El contacto de los seres humanos con sustancias psicoactivas es tan antiguo como la
humanidad misma, ya que en gran medida ha intentado a través del usos de sustancias
alterar sus sentidos y la percepción que tiene de su entorno; estas experiencias determinan
su relación con otros a través de ritualidades, y “experiencias de transito”, en las que
priman el deseo de pasar de una etapa a otra en el plano natural o social, para lo cual se
usan ritos de transición (Andrade, 2010). El consumo de sustancias, en este sentido, asume
un carácter religioso que independientemente a su finalidad, altera el un bienestar físico,
mental y social de sujeto cuando se consume en grandes cantidades, y aunque en dichos
escenarios de ritualidad se generen factores de contención del consumo, los efectos a largo
plazo para los consumidores pueden ser irreversibles (Hawkins & Weis, 1985). En la época
antigua, la utilización de plantas psicoactivas como la adormidera o la mandrágora eran
empleados, no solo con fines medicinales, sino también como drogas en los rituales y en las
ceremonias religiosas. Estas plantas eran ofrecidas como ofrendas en un buen número de
santuarios griegos, así como en objetos decorativos y ofrendas funerarias (Carod &
Vázquez, 1998). El uso de estas drogas era para remedios medicinales y vehículos religiosos
en las antiguas civilizaciones, para lograr un largo proceso de familiarización progresiva
con estas sustancias, para que las primeras sociedades del Viejo Mundo alcanzaran un
conocimiento tan preciso sobre sus efectos (Carod et al, 1998).

En América, el uso de las drogas con fines religiosos estaba extendido, ya que diversos
pueblos amazónicos, como los aztecas, los mayas y los olmecas basaban sus ritos religiosos
en el consumo de estas sustancias (Schultes & Hoffman, 1982). Las plantas que usaban eran
el teonanácatl, un tipo de hongo psilocibio, el ololiuhqui, una trepadora, el peyote, una
cactácea y la ayahuasca o yagé, una liana, todas ellas portadoras de alcaloides de gran
efecto. Se usaban en rituales religiosos que generaban una relación visionaria y directa con
sus dioses (Carod & Vázquez, 2001; Schultes & Hoffman,1982).Se debe tener en cuenta que
la adolescencia comienza a partir de los doce años en adelante, la cual resulta ser un periodo
crucial para el desarrollo de aptitudes y acciones direccionadas al consumo de sustancias
psicoactivas (OPS, 2009). El consumo de alcohol en menores de edad se deben a varios
factores: la familia, los amigos, los medios de comunicación, las normas culturales y la
religión, así como las políticas gubernamentales. Se ha comprobado que la promoción de
bebidas alcohólicas en los medios publicitarios influye en la decisión que toman los
adolescentes para beber, y existe evidencia que demuestra que esta publicidad aumenta las
probabilidades de que los adolescentes y jóvenes comiencen a beber, o aumenten su
consumo de alcohol (Monroy, 1995). Las políticas gubernamentales pueden influir en estos
patrones a través de diversas formas, inclusive mediante estrategias de fijación de precios,
restringiendo el abastecimiento de bebidas alcohólicas y regulando de forma rigurosa la
comercialización de bebidas alcohólicas (Loeber & Hay, 1997).
Cabe destacar el papel que juegan las familias en el consumo de bebidas alcohólicas en los
menores de edad. La composición familiar y los niveles de ingreso y de violencia son
algunas áreas asociadas al consumo del alcohol y el uso de sustancias en menores de edad,
ya que los jóvenes desarrollan conductas perjudiciales por beber en exceso, problemas en
sus relaciones sociales, accidentes viales y relaciones sexuales de alto riesgo que han sido
referidas por ellos mismos (Hart, et al, 1995; Cumsille, 2007). Estas conductas poseen
consecuencias para la salud y seguridad de los jóvenes, como daños al desarrollo cerebral,
riesgo de lesiones y muerte y un mayor riesgo de participar en actos de violencia y de
contraer enfermedades contagiosas (Knopik, et al, 2006). De acuerdo con Madrigal de León
(2004), una sociedad que genere necesidades materiales y de consumo que ahonde en ellas
aumentando la desigualdad social, y que, por otra parte, no provea ni los medios ni los
caminos para que la mayoría de los jóvenes accedan a beneficios sociales, acorta su
expectativa de vida y proyección a futuro, alterando los Respecto a los modelos
explicativos valores, y el sentido de la reproducción familia. El adolescente ingresa en un
escenario de interacción social en el que los cuestionamientos acerca de los roles,
dinámicas de género y los modelos de identificación, tiene una importancia relevante para
la estructuración de una personalidad sana o en su efecto con trastornos importantes
(Meloy, Hempel, Mohandie, Shiva & Gray, 2001). En la familia esta re-significación implica
que las emociones conductuales de los familiares se vean influidas por la percepción que
tienen de los eventos (Beck, 1964).

En esta etapa, la mayoría de los adolescentes terminan sus estudios de bachillerato y


comienzan una vida totalmente diferente en la universidad, ya que se incluyen a un mundo
nuevo para ellos buscando nuevas experiencias y ser aceptados en los diferentes grupos
que se encuentran a su alrededor, esto los hacen muy vulnerables ante las drogas licitas
como son el alcohol que desde la consideración de los jóvenes, es la fuerza y el valor
necesario para los primeros encuentros sexuales tan deseados y tan temidos; el tabaco, el
café, los energizantes, las drogas ilícitas en las cuales encontramos la marihuana, los
inhalantes, la cocaína, el bazuco, entre otras (Meloy et al, 2005; Knopik, et al, 2006). Para el
ministerio de la Protección Social (MPS, 2007), el consumo de sustancias psicoactivas SPA
no es un fenómeno que tenga un uso exclusivo de ciertos sectores sociales o de grupos de
personas con edades específicas, o de condiciones socioeconómicas particulares, puesto
que su influencia es multidireccional dicho esto, “grandes sectores de la sociedad
encuentran en las ‘drogas’ un medio ‘funcional’ para afrontar situaciones difíciles de
exclusión o de falta de oportunidades, también existe consumo en grupos perfectamente
integrados a la sociedad y con plenas oportunidades” (MPS, 2007, p. 8)

Investigadores como McGue, Lacono & Kreuger (2006) consideran que los adolescentes con
comportamientos problemáticos a los 15 años, tales como fumar, consumo de alcohol, uso
de sustancias licitas, problemas legales y actividad sexual de riesgo, tienen en la vida adulta
más probabilidades de presentar trastornos mentales relacionados con el consumo de
sustancias psicoactivas (SPA), trastorno de personalidad antisocial o trastorno depresivo
mayor que actuarían como condiciones psicopatológicas precipitantes de la ideación y el
acto suicida. Asimismo, los factores de riesgo suicida en la adolescencia implican la
emergencia de un período del desarrollo de mucho estrés lleno de cambios en el cuerpo,
cambios en las ideas y cambios en los sentimientos (Andrade, 2012). El intenso estrés,
confusión, miedo e incertidumbre, la presión por el éxito, y la capacidad de pensar acerca
de las cosas desde un nuevo punto de vista influye en las capacidades del adolescente para
resolver problemas y tomar decisiones. En algunos adolescentes, los cambios normales del
desarrollo, a veces acompañados por otros hechos o cambios en la familia como el divorcio
o la mudanza a una nueva comunidad, cambios de amistades, dificultades en la escuela u
otras pérdidas, pueden causar gran perturbación (Andrade, 2012, et al). Pérez (2004)
entiende el suicidio como “un proceso que tiene su historia y que contrariamente a lo que
se piensa, no ocurre por impulso, sino más bien como una decisión largamente pensada,
analizada, desechada y retomada en múltiples ocasiones para poner fin a una vida, en la
que el suicidio es un síntoma más, el último síntoma, de una existencia infeliz” (p. 2); en
esta medida, las ideas suicidas son sólo una parte de todas las expresiones que se presentan
en la “elaboración” de un acto.

El consumo de drogas, al igual que el abuso del alcohol y de otras sustancias psicoactivas,
generan situaciones que aumentan el riesgo para la vida, tales como el suicidio (Garland y
Zingler, 1991). En este sentido, el alcoholismo es considerado un buen predictor de riesgo
de suicidio (Maris, 1992), ya que existe una amplia tasa de suicidio en los alcohólicos
comparadas con la población normal (Lester, 1993). Las estadísticas muestran que los
intentos y logros de suicidios en la población alcohólica están situadas entre el 6% y 30%,
(Monràs, Marcos y Ramón, 1992). Al comparar los factores del aumento de riesgo de
suicidio, se estima que el 15% de los individuos que padecían de alcoholismo murieron de
suicidio. Chávez, Macías, Paletto & Ramírez. (2004) afirman que el factor más significativo
del adolescente que intenta suicidarse es su incapacidad de elaborar y superar procesos de
pérdida y duelo, de manera que prolonga frecuentemente sus sentimientos de frustración
y dolor. Adicional a esto, existe una relación entre la incapacidad del joven para manejar las
situaciones angustiantes y la tendencia al suicidio, y una preocupación excesiva con
respecto al fracaso (Chávez, et al., 2004). De esta manera, la conducta autodestructiva
puede ser vista como un mecanismo utilizado para manejar el estrés y las situaciones
indeseables en la vida, aspecto que se encuentra ligado al consumo de sustancias
psicoactivas como factor anexo de tipo paliativo.

De acuerdo con la OMS (2005), el consumo de sustancias se halla inversamente arraigado


a las sociedades, y existen alrededor de 2.000 millones de personas que lo consumen, “la
producción, el comercio y el consumo de alcohol debido al aumento de la oferta de bebidas
alcohólicas y al mayor acceso a ellas, lo que ha inducido cambios en los hábitos de consumo
en todo el planeta”. Según Sojo (2012, citado por Andrade, Ciro & Gutiérrez, 2012), el
consumo de alcohol en Colombia es un problema político y social de amplia visión, ya que
ocupa el cuarto lugar a nivel de Latinoamérica y el Caribe, en cuanto consumo de alcohol;
el estudio fue realizado por la FLACSO y en él se demuestra que el porcentaje de ingesta en
Colombia es muy bajo (4,2%). En Latinoamérica seis (6) de cada diez (10) personas
consumen, al menos una vez al año, alcohol, siendo así el consumo promedio de 6,3 litros
anuales por persona, a diferencia de Europa cuyo consumo es de 13 litros; 9,8 en Canadá y
9,4 en Estados Unidos. Para el autor, la diferencia en los países se debe, en gran medida, a
la agregación de la mujer en los estudios epidemiológicos, los cuales muestran que una (1)
mujer por cada dos (2) hombres es consumidora; es importante mencionar que entre los
factores que limitan los estudios sobre la epidemiología del consumo de alcohol, es “la
escasa información de los tipos de bebidas, las cantidades consumidas y las formas de
interacción a nivel de etnia, género o condición social, por lo que dichos datos se presentan
como un reto en las investigaciones futuras” (Andrade, et al, 2012, p. 1).

Para el caso del consumo de SPA en el departamento del Tolima, un estudio realizado por
la Secretaría de Salud del Tolima (SST) que cubre los años 2008 y 2009, indica que la
situación es grave en municipios como Ibagué, Dolores, Fresno, Saldaña, Suárez, Mariquita,
Alpujarra, Armero y Guayabal. En la prevalencia de consumo de cerveza, el primer lugar lo
ocupa Purificación donde 62 de cada 100 menores entre los 7 y los 12 años han consumido
alguna vez cerveza. Allí la población es de 3.200 menores y más de la mitad han probado
alcohol. Así mismo, en el departamento del Tolima 3 de cada 100 menores (unos 93) han
fumado cigarrillo y 2 de cada 100 (20) han consumido aguardiente. El municipio de
Ambalema también vive este problema, allí 48 de cada 100 menores en el mismo rango de
edades ya han consumido cerveza, por lo que se calcula que unos 500 menores la ha
consumido alguna vez en su vida y en diversas cantidades. En el municipio de Dolores,
Tolima, donde viven unos 1.200 niños entre 7 y 12 años, al menos 300 de ellos ha tenido
una cerveza en sus manos (SST, 2008). Así mismo, unos 40 han consumido bazuco y
marihuana y más de 100 han fumado cigarrillo. El municipio con más problemas por
consumo de bazuco en niños de 7 a 12 años de edad es Carmen de Apicalá. El estudio arrojó
que al menos 32 niños han consumido esa sustancia. Igualmente, unos 12 han hecho lo
mismo con la marihuana y que unos 200 ya fuman cigarrillos al parecer a escondidas de los
padres de familia.

El consumo está marcado en la sociedad por la negación y el estigma anudado a la


inestabilidad de la personalidad, a la presión de los pares, el inadecuado manejo de
información de los medios de comunicación, de su entorno personal, familiar y social
(Bermúdez, 2006). De acuerdo a lo expuesto, el consumo de sustancias psicoactivas se
constituye en una epidemia innegable, ya que se extiende en el espacio y el tiempo de las
comunidades y no discrimina sexo, edad, religión o condición social y económico; es un
problema de salud pública que afecta a las personas a nivel individual, familiar, social y
ambiental, y como tal torna elevadamente vulnerables a personas y colectivos sociales bajo
condiciones de inequidad social, exclusión, depresión, y deprivación social entre otros
aspectos, al consumo de las sustancias psicoactivas (OMS, 2005; OPS, 2009; Sojo, 2012).

Hoy en día a nivel mundial, el número de adolescentes que consumen drogas lícitas e
ilícitas, está aumentando y más grave es que la edad de inicio es cada vez menor y la
cantidad de consumo de sustancias psicoactivas es cada vez mayor (OMS, 2005). Cabe
mencionar que en la cotidianidad educativa de manera frecuente, una cantidad importante
de estudiantes universitarios ingresan a las clases bajo la influencia de bebidas alcohólicas,
con olor a cigarrillo o con indicios físicos de haber consumido (Estudio Nacional de
consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia -ENCSPA-, 2008). A finales del año 2008,
la Dirección Nacional De Estupefacientes (DNE) y el Ministerio de la Protección Social
(MPS), en asocio con UNODC y la CICAD/OEA [Comisión interamericana para el control del
abuso de drogas] realizaron el tercer estudio nacional de consumo de sustancias
psicoactivas en Colombia. De acuerdo con los resultados del estudio, cerca de la mitad de la
población colombiana utiliza frecuentemente sustancias legales como el cigarrillo y el
alcohol, y no menos de la quinta parte se encuentra en situación de riesgo o con problemas
asociados al abuso. De otro lado, alrededor del 10% de la población ha usado sustancias
ilícitas alguna vez en la vida, y casi el 3% (que representa aproximadamente 540.000
personas), lo hicieron en el último año (ENCSPA, 2008).

Es importante mencionar que uno de los modelos explicativos del consumo de sustancias
psicoactivas, que más se acerca a la realidad de la población investigada, es el modelo socio-
estructural (Abel, 1999; Erben, Franzkowiak & Wenzel, 1992), el cual indica que el
consumo de drogas forma parte de los estilos de vida de una persona y éstos, a su vez, están
íntimamente vinculados a los estilos de vida de sus grupos de referencia. El consumo de
diferentes drogas variará en grupos sociales distintos en función del sexo, la edad, la
profesión, el grado de educación, el lugar de residencia o de procedencia y el momento
histórico, entre otros factores. Según Pastor y López-Latorre (1993), las dinámicas de
funcionamiento grupal determinan el papel que debe desempeñar cada persona, los
patrones y pautas de comportamiento que tienen que ajustarse dicho esto, en esta
perspectiva las personas se encontrarían en riesgo de acuerdo a la posición relativa que
ocupa en los diferentes grupos de referencia, lo cual implica que el sujeto quede vinculado
a su entorno y a la realidad social en la que vive y desarrolla su actividad. La interpretación
socio estructural aporta una visión de profundidad a la problemática de las drogas, ya que
toma en consideración la vinculación de la conducta de consumo a factores
supraindividuales y no sólo de índole económica (Pastor, et al, 1993).

Respecto a los modelos explicativos del consumo de SPA de acuerdo a Pons (2007), la
interpretación socio estructural resulta permite la consideración de factores que van más
allá de los rasgos individuales: La concepción del ser humano como un ser social, es
sometido a determinadas influencias de su ambiente sociocultural. Dicho esto, la
descripción de las diferentes pautas de consumo de distintas sustancias en diversas
sociedades y grupos sociales a partir de los métodos de investigación que aportan las
ciencias sociales, además de la visión de la problemática de las drogas como un fenómeno
social y grupal, y no sólo como un problema individual (OPS, 2009). Otro de los modelos
explicativos en el consumo de sustancias psicoactivas es el Modelo de Desarrollo Social:
Hawkins, Catalano y Miller (1992). Este modelo incorpora planteamientos de otras teorías.
La teoría del control social, aprendizaje social y asociación diferencial son “fuentes” de las
que el modelo recoge hipótesis y mecanismos. Los exponentes del modelo intentan
explícitamente organizar la evidencia disponible en torno a los factores de riesgo y a los
factores de protección de la conducta desviada en relación al consumo de SPA, por lo que
pretende ser un esquema explicativo de diferentes tipos de conducta problemática,
ubicando el foco de atención en el proceso de socialización. Uno de los puntos de partida de
Hawkins, Catalano y Miller (1992) es que la conducta pro social y la conducta problema se
originan a través de los mismos procesos, ambos tipos de conducta dependerán de los
vínculos que se establezcan con los entornos de socialización.
Análogamente se encuentra el Modelo Integrador de Elliot, Huizinga y Ageton (1985), en el
que se desarrolló un modelo que integra diversas tradiciones teóricas para explicar la
desviación social. Por una parte, Elliott (1985) asume planteamientos de la teoría de la
“tensión” estructural, siendo éste uno de los marcos explicativos más difundidos en el
ámbito de la conducta desviada; su eje central es la disparidad entre las metas y los medios
de que dispone para conseguirlas. En segundo lugar, el modelo de Elliott incorpora
planteamientos de las teorías del control social (Hirschi, 1969), de acuerdo con estas
teorías, la conducta problema aparece cuando no existe una vinculación estrecha con la
sociedad convencional; si el sujeto no se “apega” a instituciones convencionales y no asimila
sus valores, tenderá a transgredir las normas. Este modelo señala tres factores
importantes: Primeramente la “tensión” entre metas y medios; esta tensión puede vivirse
en la familia y en la escuela; por ejemplo, si el adolescente carece de oportunidades para
lograr sus metas una adecuada relación con los padres o para lograr éxito académico (dos
metas personales frecuentes), su vinculación a estos contextos será débil. En segundo lugar,
la desorganización social también debilita los vínculos convencionales; si el sujeto
pertenece a vecindarios conflictivos, con escasos lazos comunitarios y dificultad es
socioeconómica, se implicará escasamente con las instituciones convencionales.
Finalmente la socialización por parte de la familia o de la escuela también será
determinante de la falta de apego o la adherencia a estos ambientes ya que a menudo los
padres o la escuela no despliegan prácticas socializadoras adecuadas, con lo cual
difícilmente se establecerán fuertes vínculos convencionales.

Método
Diseño
Esta es una investigación cuantitativa, descriptiva con un diseño descriptivo transversal.
Para Sampieri (2003), el enfoque cuantitativo utiliza la recolección y el análisis de datos
para contestar preguntas de investigación y probar hipótesis establecidas previamente, y
confía en la medición numérica, el conteo y frecuentemente en el uso de la estadística para
establecer con exactitud patrones de comportamiento en una población determinada, la
cual para este estudio son los estudiantes de la Fundación de estudios superiores monseñor
Abraham Escudero Montoya.

Participantes
Los participantes de la investigación fueron 100 estudiantes activos de la Fundación de
estudios superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya, sede Espinal de la Facultad de
psicología, pedagogía e ingeniería.

Instrumentos
El instrumento utilizado fue el Cuestionario sobre las razones psicosociales asociadas al
consumo de drogas blandas y duras en estudiantes universitarios, este instrumento se diseñó
en la Fundación Universitaria Abraham Escudero Montoya, con la ayuda del asesor José
Alonso Andrade Salazar. Dicho cuestionario incluyó los siguientes datos de caracterización:
sexo, edad, religión, tipo de familia; asimismo, en relación al consumo de SPA tomó en
cuenta el tipo de sustancias consumidas, la temporalidad del consumo, las causas
psicológicas asociadas al mismo, y las causas sociales vinculadas. Se debe anotar que el
cuestionario tuvo como base la ficha epidemiológica VESPA.
Procedimiento
El trabajo investigativo de dividió en cuatro fases: diseño, aplicación de instrumentos,
análisis de resultados y de documentos, elaboración de informe final y socialización de
resultados. Para garantizar la máxima representatividad de la muestra, se estableció
contacto personal con los estudiantes que pertenecían a los programas de la Institución
salón por salón. Luego se explicaron los objetivos y la finalidad del trabajo, se firmó el
consentimiento y se procedió a la aplicación de la encuesta. Se proporcionaron a los sujetos
instrucciones genéricas acerca de la investigación, se explicó que su participación era
voluntaria y se les garantizó el anonimato y la confidencialidad de los resultados. Una vez
recogidos los datos, éstos se analizaron estadísticamente.

Resultados
Los resultados de la ficha de caracterización indican que la muestras estuvo compuesta por
hombres (50%) y mujeres (50%) cuyas edades oscilaban entre los 16-18 años (25%), 19-
25 (47%), 26-30 (18%), 31-35 (9%), y 36-40(1%), de religión católica (94%), cristiana
(2%), y otras (4%) como ateo. Respecto al tipo de familia prevalece la nuclear (79%),
seguida por la extensa (18%), y la extensa compuesta (3%). El 56% de la muestra no
trabaja, mientras el 44% restante ejerce alguna actividad laboral. Su estado civil es soltero
(83%), casado (4%), y en estado de unión libre (13%). El 100% de la muestra cursa el
pregrado. Y participaron de la facultad de psicología (53%), pedagogía (33%) e ingeniería
(14%). Respecto al tipo de sustancias psicoactivas consumidas se encuentra el cigarrillo
(18%), bebidas alcohólicas (68%), pastillas para dormir sin receta médica
(benzodiacepinas) (2%), marihuana (2%), cocaína (1%), sustancias alucinógenas (1%) ,
inhalantes (1%), otras (1%), y ninguna sustancia psicoactiva en el 31% de los casos. La
comparación por género presentó valores equivalentes en el consumo de las SPA.

Con relación a la temporalidad del consumo, los participantes indicaron que, regularmente,
las sustancias psicoactivas se consumen todos los fines de semana (36%), después de los
parciales (14%), en ocasiones especiales de “forma recreativa” (19%), el 32% afirma no
consumir sustancias psicoactivas. En cuanto a las causas psicológicas asociadas al consumo,
el estudio encontró que el 52% no asocia ninguna causa en las necesidades de escapar de
tensiones sociales, familiares, académicas (22%), crisis familiares (18%), por depresión
(superar la frustración) (10%), problemas de autoestima (2%), descontento con la vida
(2%), problemas psicológicos (desajustes emocionales, intelectuales o sociales) (1%),
ausencia de proyecto de vida (1%), disminución de la inhibición (1%), otros (1%).
Asimismo, en las causas sociales asociadas al consumo, el 51% no asocia ninguna causa, en
el ambiente socialmente desfavorable que incita al consumo de SPA (16%), también con
una necesidad frecuente de mostrar independencia (16%), por ganar estatus ante el resto
(familia y amigos) (10%), la búsqueda de experiencias nuevas, satisfactorias, nuevas
emociones o peligrosas (8%), necesidad de consumir para pertenecer o participar en grupo
(presión de los pares) (5%), deficiente información de los peligros asociados al consumo
de SPA (3%), y por satisfacer la curiosidad sobre los efectos de determinados productos
(2%).

En “otras circunstancias asociadas al consumo” se encontró que la sustancia está disponible


y de fácil acceso (43%), no existen programas preventivos en la institución educativa
(24%), al consumirla libero mis tensiones académicas y me siento satisfecho (17%), existe
una amplia aceptación social del consumo (17%), en mi familia, el consumo de esta
sustancia es normal (3%), al consumir expreso el rechazo a la sociedad a la que vivo (2%) ,
otros (1%).

Discusión
El objetivo general de esta investigación fue describir las razones psicosociales asociadas
al consumo de drogas blandas y duras en estudiantes de la Fundación Universitaria de
Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya “FUNDES”. En el estudio se
trató de estimar la prevalencia del consumo de las distintas sustancias, conocer los
patrones, las características más importantes de los consumidores e identificar los factores
asociados al uso de drogas en esta población. Sin lugar a dudas, se puede afirmar que el
alcohol se sitúa a la cabeza de las sustancias más consumidas por los estudiantes, seguida
por el cigarrillo (Pérez, 2004), estos resultados son análogos a varias investigaciones
realizadas con estudiantes de secundaria y en pregrado (ODA, 2006; Acero, 2009; Camacho,
2008; Jiménez, et al., 2009; Mendoza, 2011; SEDRONAR & OAD, 2011). Esto puede estar
relacionado en los estudiantes de FUNDES con la facilidad de acceso a las sustancias, la
cultura del consumo de alcohol, el tiempo de inversión en su consumo, el grado de
adherencia del grupo de pares y las necesidades psicosociales asociadas a la participación
en grupos (OMS, 2005; Sojo, 2012; Nadal, 2007; Cumsille, 2007; Andrade, 2010).

En los adolescentes universitarios se tiende a naturalizar el consumo de sustancias


psicoactivas, especialmente de las depresoras o de aquellas provenientes de bases
naturales (Goldstein, 1995; Wise & Bozarth, 1987), dicho elemento actúa a modo de
esquema conductual operante con el que los adictos justifican a menudo la “naturalidad”
del consumo mismo, en este sentido para los consumidores las acciones están mediatizadas
por cogniciones de deforman el sentido de daño asociado al uso de SPA (Restrepo, 2006);
cabe mencionar que dicho elementos pueden resultar importantes en el estudio del
comportamiento de consumo de SPA en los estudiantes de FUNDES y son parte de los
indicadores de riesgo frente al consumo de drogas blandas y duras. La ingesta puede
guardar relación con problemas intrafamiliares o con la comunidad asociados a la
inapropiada adjudicación de roles, estilos de crianza disfuncional y transformaciones en las
reglas del hogar, entre otros aspectos (Restrepo, 2006; OAD, 2006). En FUNDES, el uso de
las sustancias como la cocaína o los alucinógenos no son representativamente elevadas, lo
cual no disminuye el riesgo de su consumo posterior. Respecto a los inhalantes, algunos
manifiestan haberlos consumido en el pasado, aunque en la actualidad ninguno de los
entrevistados afirmó tener recaídas.

Los resultados del estudio señalan un elevado consumo de drogas blandas en los jóvenes
de la Fundación Universitaria de estudios superiores Monseñor Abraham Escudero
Montoya FUNDES, en las siguientes sustancias: el alcohol, y el cigarrillo, aspecto muy
asociado a factores socioculturales derivados de la ubicación geográfica, las tradiciones y
la fácil accesibilidad a las SPA (OAD, 2006; Mora, 2012; SST, 2008; 2009). Respecto a la
droga más consumida por los universitarios, el alcohol se constituye en la principal fuente
de medición e intercambio social, pues al ser una sustancia de consumo considerablemente
extendido y con escasos controles por parte de sus expendedores, tiende a convertirse en
un instrumento de “tránsito” que en el imaginario colectivo genera la idea de ser necesario
y facilitador de los procesos de socialización secundaria en los estudiantes (Camacho, 2008,
Andrade, 2010). Asimismo, teniendo en cuenta que los estudiantes universitarios poseen
unos conocimientos adecuados acerca del consumo de sustancias blandas y duras, y sin que
ello se constituya en un juicio de valor, puede considerarse que las conductas de consumo
no se deben a la desinformación sino a la elección derivada de la presión de los grupos de
pares, la influencia social de los medios de comunicación, y a aspectos socioculturales
arraigados a su sistema de representación.[sociallocker]
Igualmente, se debe analizar la frecuencia elevada de consumo (sobre todo en el caso del
alcohol), la cual se produce durante los fines de semana, en espacios claramente
determinados para dichos fines (tiendas, esquinas discotecas, etc.), abundantes en sector
aledaño a la universidad al igual que en el municipio de El Espinal. De acuerdo a la
Investigación sobre Consumo de drogas en estudiantes universitarios de primer curso,
realizada por Jiménez-Muro, Beamonte, Marqueta, Gallardo & Nerin de la Puerta (2009), el
inicio de consumo de sustancias psicoactivas produce típicamente en los primeros años de
la adolescencia, este elemento sirve de contraste con la población investigada y permite un
avance en el tema de la prevención desde el colegio y en los primeros años de ingreso a la
universidad. En gran medida son los problemas familiares, socioeconómicos, cognitivos y
emocionales de los adolescentes los que los tornan proclives a consumir sustancias
psicoactivas, especialmente aquellas que el grupo de pares consume y que otorgan cierta
noción de estatus y reconocimiento interno y externo a la persona y al grupo (Hawkins,
Catalano, & Miller, 1992; DNE & MPS, 2008; CNDD, 2009); de tal forma, muchas de las
experiencias de consumo guardan relación con la necesidad de pertenencia y aceptación en
un grupo, condición que a menudo se prolonga en los años universitarios y se convierte en
un punto de anclaje en el consumo, abuso y dependencia a las SPA (Andrade, 2010;
Mendoza, 2011; Andrade y col., 2012).
Es importante mencionar que cuando los padres de los estudiantes fuman o consumen
cualquier tipo de sustancia psicoactiva, abren las puertas para que sus hijos también lo
hagan, lo cual se convierte en un factor de riesgo intrafamiliar que se extiende a otros
ámbitos en los cuales el sujeto interactúa (Ajzen & Fishbein, 1980; Pérez, 1994; Mora,
2012). Un hecho importante tiene que ver con que las conductas de consumo se llevan a
cabo preferentemente en el tiempo de ocio de los jóvenes y adolescentes, escenario en el
que definen su interacción con el grupo de pares (Mendoza, 2011; Lorenzo, Ladero, Leza &
Lizasoain, 2009). Para los estudiantes de FUNDEES el hecho de “compartir” a través de la
ingesta de alcohol tiene que ver también con el proceso de modelado de sus padres en la
fase de repetición de la conducta aprendida, la misma que es reforzada por elementos de
marketing (deportivo, social, mercado, etc.), la capacidad de acceso a las SPA y el deseo de
utilizarlas como mediadoras entre personas, instituciones y comunidades, reflejando con
ello notables deficiencias en la capacidad de estructurar un dialogo constructivo (sin SPA),
que fomente la interacción e inclusión social de la diferencia (Andrade, 2010, 2012;
Lorenzo, et al., 2009). Dicho así, el consumo de drogas refleja de forma análoga las
deficiencias de la comunidad para sostener efectivamente a sus miembros, de protegerlos
y separar los de los focos de consumo, además de un déficit en las relaciones sociales de los
jóvenes.

Las actitudes de los amigos y su consumo de drogas también parecen ser coherentes con la
tipología de empleo en la que se encuadra el estudiante, lo anterior indica que un grupo
control reproductor de factores protectores (familia, docentes, consejero, psicólogos,
amigos) puede ejercer una elevada influencia de cambio en el sujeto consumidor, cuando
positivamente reproduce elementos funcionales de convivencia en contraposición a la
influencia de grupos de pares negativos que apuntalan el consumo y la dependencia hacia
las SPA. Asimismo, las actitudes familiares hacia las diferentes drogas parecen ir en
consonancia con el consumo de sustancias psicoactivas en los estudiantes (Restrepo,
2006), por ello a mayor consumo en el adicto, existe una mayor tolerancia en la familia en
relación con el uso de drogas legales, constituyéndose estas familias en grupos de elevado
riesgo para la vida del consumidor (Mendoza, 2011). En términos generales, los sujetos que
no consumen ven a sus familiares con una predisposición negativa a aceptar o tolerar el
consumo, situación análoga a la percepción de los estudiantes de FUNDES acerca del
consumo de SPA. Pese a ello, para muchos estudiantes los padres fomentan e inician a sus
hijos en el consumo de SPA, ya que consumen alcohol con una frecuencia elevada y lo hacen
bajo el presupuesto de que pueden hacerlo porque son los “jefes del hogar”, lo que enviaría
un falso mensaje con una intencionalidad abierta a la posibilidad de su ruptura: “debo ser
grande para transgredir y solo se consume cuando se tiene un familia”.

En esta investigación, algunos aspectos principales en otras investigaciones (Acero, 2009;


Camacho, 2008) como el nivel de información el consumo de SPA compartida por la familia,
el grado efectivo de información percibida acerca del consumo de drogas, el consumo
continuado de tabaco por parte de los padres o el género no guardan relación estrecha o
determinante con las categorías que se han establecido de consumo de drogas en los
estudiantes de FUNDES, aunque no con ello se niega que pueden convertirse en elementos
predisponentes de consumo futuro; ejemplo de ello es el consumo familiar de una SPA, la
cual no aparece como porcentualmente decisiva al momento de entender la dinámica del
consumo de SPA, pero que se constituye en un foco de justificación para muchos fumadores
jóvenes. Por otra parte en el II Estudio Epidemiológico Andino sobre Consumo de Drogas en
la Población Universitaria (2012), realizado por organización “Comunidad andina”, indicó
que la sustancia más consumida en todos los países fue la marihuana, tanto en forma
exclusiva o combinada con otras sustancias; para el caso de los estudiantes de FUNDES, la
marihuana presenta un escaso consumo lo cual indica que en la institución educativa es
prevalente la ingesta de sustancias psicoactivas legales (Alcohol y cigarrillo) (Hammer &
Vaglum, 1990).
El consumo de SPA es un problema de salud pública que se asocia a eventos tales como:
violencia intrafamiliar, embarazos no deseados y contagio de enfermedades de transmisión
sexual, entre otros, que especialmente afecta a la población de estudiantes (adolescentes y
adultos jóvenes) (Cumsille, 2007). Cada día el consumo en menores se inicia a edad más
temprana, así los que están comenzando a consumir drogas presentan un deterioro
progresivo que afecta su núcleo familiar y escolar, que expande su halo de radiación al
núcleo de pares y a otras personas cercanas al consumidor, quienes se convierten en
víctimas potenciales; por eso se requiere conocer a fondo lo. El uso, abuso y
comercialización de alcohol y de otras drogas, continúa siendo uno de los problemas más
serios de la salud pública, no sólo en los países desarrollados, sino también para aquellos
en desarrollo a nivel regional y local. Asimismo, llama la atención la ausencia de relación
entre la composición familiar y el consumo de drogas, ya que los estudiantes han aprendido
a ajustarse adaptativamente a entornos hostiles, diversos y alejados de sus núcleos de
socialización primaria; este elemento puede estar relacionado con las “ecologías mentales”
de base (Bateson, 1991), las cuales se han estructurado sobre patrones de crianza
tradicional en entornos rurales, así el alejamiento en la infancia de la grandes urbes sumado
al hecho de tener contacto frecuente con ambientes naturales-rurales actuaría como factor
protector del consumo, cuando no de elevación de factores riesgo si dichos elementos
formativos presentan rupturas de base.

En definitiva, los factores asociados con el uso de drogas de los adolescentes tienen que ver,
sobre todo, con el ambiente interpersonal más cercano al individuo (Muñoz, 1998; OAD,
2006; NUOCD, 2010), el cual en los estudiantes de FUNDES está articulado a constantes
factores protectores derivados del aspecto moral presente en la formación integral de la
institución (teocéntrica, afectiva, inclusiva y científica). Dichos elementos no resguardan
totalmente a los sujetos del consumo, pero complementan la madurez mental y social de
los estudiantes. Asimismo, en los estudiantes es importante la trascendencia del ambiente
familiar funcional (la relación con la familia), las actitudes de prevención aprendidas ante
las drogas y la experiencia propia o ajena ante el consumo. El consumo activo de drogas -
especialmente de drogas blandas- se activa en los estudiantes cuando tienen parciales
(como fruto de tensiones internas y de aprendizaje) o se encuentran en una situación
familiar compleja/conflictiva (como elemento paliativo y de transición), y se encuentra
directamente relacionado con un ambiente académico que de varias maneras amortigua el
dolor de la confrontación, las pérdidas o de los conflictos (Lorenzo, et al., 2009; Ledesma,
et al., 2007).

Conclusiones
La Fundación Universitaria Abraham Escudero Montoya FUNDES no desarrolla programas
de promoción y prevención del consumo de sustancias psicoactivas. La presente
investigación dio a conocer el consumo de dichas sustancias, tanto en su frecuencia como
en su edad de inicio en la comunidad estudiantil, arrojando porcentajes que permiten
asociar el consumo de sustancias psicoactivas con el funcionamiento familiar y la
interacción con sus pares, dado que al estudiante frecuenta sitios como discotecas y tiendas
que lo tornan proclive al consumo de las sustancias psicoactivas en compañía de otros, e
incluyendo a familiares y docentes. El consumo de sustancias psicoactivas está unido a
factores, tales como la edad promedio de los estudiantes debido a que en la actualidad
existe un ingreso precoz al entorno universitario y al consumo de SPA, situación que los
enfrenta a eventos que pueden influenciar negativamente sus pautas de crianza y estilos de
vida, dado que en esta etapa se presenta mayor vulnerabilidad, aspecto consecuente con su
búsqueda de identidad, pertenencia y de sensaciones. En estos escenarios, el individuo
puede tomar como base un modelo erróneo de comportamiento social para desarrollo
personal y comunitario además de la probabilidad elevada de consumo de sustancias
psicoactivas lícitas o ilícitas.

Dentro del resultado obtenido se evidencio que las sustancias lícitas de mayor consumo son
el alcohol y el cigarrillo; análogamente, las sustancias ilícitas de elevado consumo son los
tranquilizantes y la marihuana, con una frecuencia de consumo cada fin de semana, dada
su facilidad de adquisición y acceso en lugares como discotecas o parques. El inicio de
consumo de sustancias lícitas (alcohol, cigarrillo) o ilícitas (tranquilizantes, marihuana) se
produce en los primeros años de la adolescencia (etapa de mayor vulnerabilidad) y se
asocia a diferentes problemas familiares, socioeconómicos, cognitivos y emocionales,
acompañados de un entorno socio-familiar que influye negativamente la formación de
pautas de comportamiento antisocial en el joven, motivo por el cual se genera un déficit en
las relaciones sociales que eleva los riesgo de ingesta de SPA. Las actitudes familiares hacia
las diferentes drogas presentan una concordancia con el consumo por parte de los
estudiantes; así a mayor consumo, mayor es la tolerancia percibida por el estudiante por
parte de contexto familiar y social, lo cual tipifica el consumo y/o aprobación social de
sustancias ilícitas o lícitas por parte la comunidad y la sociedad. Para los educandos, las
drogas lícitas se convierten en un objeto fundamental sobre el cual incidir para obtener un
mayor control social y participación en ciertos grupos; dicho esto a nivel municipal,
departamental y nacional se deben ejecutar acciones de control y de apoyo a las
universidades y centros educativos. El consumo de SPA en FINDES es una problemática
creciente que puede ser contenida y evitada por la vía de la prevención y el apoyo
psicosocial a quienes consumen, a fin de evitar problemas legales en los implicados, además
de efectos biológicos, psicológicos y sociales nocivos.

Tal y como ha quedado reflejado a lo largo de esta investigación (y en coincidencia con otras
investigaciones nacionales e internacionales), la familia juega un papel relevante en la
prevención del consumo de drogas de los jóvenes y adolescentes. A menudo los estudiantes
universitarios presentan conductas de riesgo para la salud asociadas al consumo de
sustancias psicoactivas blandas o duras, por ello se hace necesario a corto, mediano y largo
plazo que los programas preventivos ya operantes se extiendan en el tiempo e impacten a
las comunidades; es decir, que vayan más allá de los escenarios educativos tradicionales,
siendo muy reforzados los factores protectores en la formación universitaria. Dicho así, el
papel de los docentes no debe limitarse a la transmisión de una serie de contenidos teóricos
y habilidades que capaciten al alumno para el desempeño profesional, ya que desde la
universidad puede fomentarse la posibilidad de una formación integral (científica-afectiva-
ética-preventiva) con tendencia al autocuidado y al cuidado de otros y del medio ambiente,
en que los estudiantes trabajen continuamente en la educación y promoción de la salud en
todas sus manifestaciones biopsicosociales. Por tanto, como uno de los medios para la
consecución de dicho objetivo, se propone que sea la propia universidad, a través de su
personal administrativo, de servicios varios y del cuerpo docente los que promuevan y
lleven estos programas de manera conjunta con la población académica y la comunidad.

El uso de drogas duras y blandas en los estudiantes altera la dinámica de sus relaciones
sociales y puede llevar a una toma de decisiones inadecuada y en ocasiones violenta. Como
fenómeno social, el consumo de las drogas lícitas e ilícitas, está ampliamente relacionada
con la violencia juvenil y el deterioro de las relaciones sociales e intrafamiliares. Ejemplo
de ello es que determinadas formas de beber producen una pérdida de control, ya que
alteran los sentidos y cuando se mezclan con otras sustancias, especialmente con las
sintéticas, generan sensaciones de fortaleza, de deseo actuar y de romper las normas y de
desinhibición progresiva. Tal como lo expresó este estudio, en FUNDES los principales
factores relacionados con el uso y dependencia a las drogas lícitas o ilícitas son: la edad,
trastornos parentales (padres poco involucrados y/o con problemas de alcohol u otras
drogas), además de la influencia de los pares (amigos cercanos que consumen sustancias)
y la presión de grupo. Estos en los estudiantes tienen una estrecha relación y vínculo con el
ambiente interpersonal más cercano destacándose la importancia del ambiente familiar (la
relación con la familia, las actitudes ante las drogas y el consumo de éstas, sobre todo de
alcohol, por parte de los padres), el ambiente escolar (rendimiento académico y adaptación
a la escuela) y el grupo de amigos (consumo y actitudes ante las drogas, hábitos de ocio).

Es importante ejecutar estudios de intervención con orientación preventiva para evitar el


consumo de drogas en los estudiantes de la Fundación de Estudios Superiores Monseñor
Abraham Escudero Montoya “FUNDES”, ya que la universidad no cuenta con programas de
prevención. También desarrollar programas preventivos dirigidos a los estudiantes
universitarios en momentos de mayor riesgo y ser sensibles a las razones del porqué los
jóvenes consumen sustancias, cómo las obtienen y las enfermedades, como la depresión,
que aumentan su riesgo. El consumo de sustancias psicoactivas se ha constituido en un
problema que afecta a diario a toda la sociedad, deteriorando su sistema de relaciones y el
grado positivo de comunicación entre personas y comunidades; su incremento es notable
en consumo de drogas blandas cuya aceptación eleva la probabilidad de ingreso a drogas
duras, especialmente en adolescentes y jóvenes. En relación a lo expuesto es recomendable
realizar periódicamente intervenciones de promoción de la salud mental, física y social,
además de proyectos de prevención del consumo de SPA con los estudiantes de la
Fundación de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya “FUNDES”,
acciones que deben provocar la sensibilización institucional, estudiantil, académica,
comunitaria y social frente al fenómeno y sus consecuencias.

Referencias
Acero, I. (2009). Factores psicosociales relacionados con el consumo de sustancias
psicoactivas en estudiantes de secundaria. Cuadernos hispanoamericanos de Psicología.

Abel, Andrew B., 1999. “Risk premia and term premia in general equilibrium,” Journal of
Monetary Economics, Elsevier, vol. 43(1), pages 3-33.
Ajzen, I. (1985). From decisions to actions: A theory of planned behavior. En J. Kuhl y J.
Beckmann (Eds.), Actioncontrol: From cognition to behavior (pp. 11-39). Nueva York:
Springer.
Ajzen, I. (1988). Attitudes, personality, and behavior. Homewood, IL: Dorsey Press.
Ajzen, I. y Fishbein, M. (1980). Understanding attitudes a predicting social behavior.
Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
Andrade,
JA. (2011). Psychodynamic analysis of language in the drug dependent patient.
www.revistaorbis.org.ve 19 (7) 42 – 55. Disponible en,
http://revistaorbis.org.ve/pdf/19/art2.pdf

Andrade, JA. (2010). Propuesta de asistencia psicoterapéutica para población vulnerable


consumidora de sustancias psicoactivas beneficiaria del tratamiento con metadona del
hospital de Finlandia en el departamento del Quindío en el 2010. Universidad la gran
Colombia, facultad de postgrados. Gestión de proyectos de desarrollo cohorte VII.
Seccional Armenia.

Andrade, JA. (2012). Aspectos psicosociales del comportamiento suicida en


adolescentes. Revista electrónica de psicología Iztacala, 15 (2), 688-721.
Andrade, JA., Ciro, M. & Gutiérrez, N. (2012). Prevalencia de síntomas ansiosos depresivos
en un grupo de 30 personas vinculadas a los Alcohólicos Anónimos en la ciudad de
Ibagué. Revista PsicologiaCientifica.com, 14(22). Disponible en:
http://www.psicologiacientifica.com/alcoholicos-anonimos-prevalencia-sintomas-
ansiosos-depresivos
Bandura, A. (1986). Social foundations of thought and action: Asocial cognitive theory.
Inglewood Cliff, NJ: Prentice Hall (trad. cast.: Barcelona, Martinez-Roca, 1987).
Bateson, G. (1991). Una unidad sagrada: nuevos pasos hacia una ecología de la mente.
Harper Collins Pub.

Becoña, E. (1999). Bases teóricas que sustentan los programas de prevención de


drogas. Plan Nacional sobre Drogas. Universidad de Santiago de Compostela, 2-156.
Recuperado de http://www.pnsd.msc.es/Categoria2/publica/pdf/bases.pdf
Beck, A.T. (1964). Thinking and Depression: 2. Theory and Therapy, Archives of General
Psychiatry 10:561-71.
Bermúdez, C. (2006). Ñan runa manta, el sendero de los pueblos: un estudio sobre la
intervención social a partir de la sistematización de una experiencia en prevención del
consumo de sustancias psicoactivas. Universidad del Valle, Cali-Colombia.
Botvin, G.J., Baker, E., Dusenbury, L., Tortu, S. & Botvin, E.M. (1990). Preventing adolescent
drug abuse through a multimodal cognitive-behavioral approach: Results of a three-year
study. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 58, 437-446.
Camacho, I. (2008). Factores psicosociales relacionados con el consumo de sustancias
psicoactivas en estudiantes de secundaria. Recuperado de
http://www.uelbosque.edu.co/sites/default/files/publicaciones/revistas/cuadernos_his
panoamericanos_psicologia/volumen5_numero1/articulo_3.pdf

Carod, FJ. Vázquez, CB. (1998). Pensamiento mágico y epilepsia en la medicina tradicional
indígena. Rev. Nerol. 26 (1), 1064-8.
Carod, FJ. Vázquez, CB. (2001). Antropología neurológica entre los indios Kamayura del
alto Xingu. Rev. Nerol. 32 (1), 688-95.
CNDD. (2009). La comisión nacional de reducción de la demanda de drogas. En la
Investigación Plan nacional de reducción del consumo de sustancias psicoactivas y su
impacto, (2009, 2010). Recuperado de
http://www.descentralizadrogas.gov.co/LinkClick.aspx?fileticket=SJEDM9g2OWU%3D&t
abid=160

Comunidad andina. (2012). En el II Estudio Epidemiológico Andino sobre Consumo de


Drogas en la Población Universitaria y su Informe Regional (2012), recuperado de
http://www.comunidadandina.org/Upload/20132718338Informe_Regional.pdf
Cuestionarios y encuestas. Consultado el 24 de mayo de 2011. Disponible en:
http://es.scribd.com/doc/256584/CUESTIONARIOS-Y-ENCUESTAS Hernández Sampieri,
Roberto. Metodología de la investigación. México: McGraw Hill, 2004.

Cumsille, F. (2007). Epidemiología del consumo de drogas y del VIH en los países la
tinoamericanos. Comisión Interamericana para el Control del Abuso de las Drogas (C
ICAD).
Observatorio Interamericano sobre Drogas. Washington DC. EE.UU. Disponible en:
http://www.psiquiatria.com/articulos/adicciones/drogas/general/34639/

DNE & MPS. (2008). Estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en


adolescentes en conflicto con la ley en Colombia. Recuperado de
http://www.odc.gov.co/docs/publicaciones_nacionales/Estudio_Sustancias_Psicoactivas_
1_.pdf

Donovan, J. (2005). Problem Behavior Theory. En Fisher CB, & Lerner, RM


(Eds.). Encyclopedia of Applied Developmental Science (Vol. 2), (872-877) Thousand Oaks,
California.
DSM-IV TR. (2002). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
Recuperado de http://www.uv.es/=choliz/DSMIVadicciones.pdf

Elliot, D,. S., Huizinga, D., & Ageton, S. S. (1985). Explaining delinquency and drug use.
Beverly Hills, CA: Sage.

Erben, R., Franzkowiak, P. & Wenzel, E. (1986). Die Ökologie des Körpers. Konzeptionelle
Überlegungen zur Gesundheitsfördemng. In E. Wenzel (Hrsg.), Die Ökologie des Körpers
(S.13-120). Frankfurt am Main: Suhrkamp.

Estudio Nacional de consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia [ENCSPA], 2008).


Recuperado de
http://www.descentralizadrogas.gov.co/Portals/0/Estudio%20Consumo%20adolescent
es.pdf

Flay, B.R. y Petraitis, J. (1995). Aspectos metodológicos en la investigación de medidas


preventivas del consumo de drogas: fundamentos teóricos. En C.G. Leukefeld y W.J.
Bukoski (Eds.), Estudios sobre intervenciones en prevención del abuso de drogas:
aspectos metodológicos (pp. 83-108). Madrid: Centro de Estudios de Promoción de la
Salud (original 1991).

Garland , A. Zigler , E. (1991). Correlates of help-seeking attitudes among children and


adolescents. Manuscript submitted for publication. Garland.
Goldstein. (1995). Ego Psychology and Social Work Practice (segunda edición).New York:
The Free Press, una división de Simon & Schuster, 1995

Hammer, T. Vaglum, P. (1990). Initiation, continuation or discontinuation of cannabis use


in the general population. British Journal of Addiction, 85, 899-909.
Hart, EL, Lahey, BB, Loeber, R, Applegate, B, Frick, PJ (1995). Developmental changes in
attention-deficit hyperactivity disorder in boys: A four-year longitudinal study. Journal of
Abnormal Child Psychology, 23, 729-750.

Hawkins, JD. & Weis, JG. (1985). the social development model: An integrated approach to
delinquency prevention. Journal of Primary Prevention, 6, 73-97.
Hawkins. JD. Catalano, RF. & Miller, JL. (1992). Risk and protective factors for alcohol and
other drug problems in adolescence and early adulthood: Implications for substance abuse
prevention. Psychol Bull 112(1), 64-105.
Hirschi T. (1969). Causes of delinquency. Berkeley, CA: University of California Press,
1969. 1-309.

Horvanth, P, & Zuckerman, M (1996). Búsqueda de sensaciones, valoración y conducta de


riesgo. RET, Revista de Toxicomanías. 9, 26 – 38.
Jessor, R. & Jessor, SL. (1977). Problem behavior and psychosocial development: A
Longitudinal Study of youth. New York, Academic Press.
Jessor, R. (1991). Risk behavior in adolescence: A psychological framework for
understanding and action. Journal of Adolescent Health, 12, 597-605.
Jimenez, A., Beamonte. A., Marqueta, A., Gallardo, P. & Nerin de la Puerta, I. (2009).
Consumo de drogas en estudiantes universitarios de primer curso. Revista Adicciones,
21(1), 21-28. Recuperado de http://www.adicciones.es/files/2128%20jimenez-muro.pdf

Knopik, VS, Heath, AC, Jacob, T, Slutske, WS, Bucholz, KK, Madden, PA, (2006). Maternal
alcohol use disorder and offspring ADHD: disentan-gling genetic and environmental
effects using a children-of-twins design. Psychol Med; 36:1461-1471. Recuperado de
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16734942

Ledesma, R, Poó, F, Peltzer, R (2007). Búsqueda impulsiva de sensaciones y


comportamiento de riesgo en la conducción. Avaliação Psicológica. 6(2), 117-125.
Loeber, R. Hay, D (1997). Key issues in the development of aggression and violence from
childhood to early adulthood. Annual Reviews in Psychology, 43, 371-410

Lorenzo, P., Ladero, J.M., Leza J.C. & Lizasoain, I. (2009). Drogodependencias:
Farmacología. Patología. Psicología. Legislación. 3ª Edición. Editorial Médica
Panamericana. Buenos Aires; Madrid.
Chávez, Macías, Paletto y Ramírez. (2004) Epidemiología del Suicidio en el Estado de
Guanajuato. Rev Salud Mental. Vol. 27, No. 2 abril 2004. Recuperado el 3 de septiembre de
2012 de: http://www.inprf-cd.org.mx/pdf/sm2702/sm270215dKj.pdfMacías

McGue M, Iacono WG, Kreuger RF. (2005). The association of early adolescent problem
behavior and adult psychopathology: A multivariate behavioral genetic
perspective. Behavior Genetics. 2006;36(4):591–602.

Meloy, J. Hempel, A. Mohandie, K. Shiva, A. Gray, B. (2001). Offender and offence


characteristics of nonrandom sample of adolescent mass murders. Journal American, Acad
Child Adolesc Psychiatry. 40 (6), 719-28
Mendoza. (2011) consumo de sustancias psicoactivas en estudiantes de especialidades
médicas, Bogotá 2001. Recuperado de
HTTP://WWW.REVISTAS.UNAL.EDU.CO/INDEX.PHP/REVSALUDPUBLICA/ARTICLE/VIE
W/18461

MIJ, MPS & DNE. (2008). El Ministerio del interior y de justicia, Ministerio de la protección
social y dirección nacional de estupefacientes (2008), en el estudio Nacional consumo de
Drogas en Colombia. Recuperado de
http://www1.urosario.edu.co/correo/administracion/boletines/ODA/documentos/ESTU
DIO_NACIONAL_SOBRE_DROGAS_COLOMBIA.pdf

Monràs Arnau M. Marcos González V. Ramón Molinos G. (1993) Estructura de


Personalidad y Perfil Neuropsicológico en Alcohólicos con Tentativas Suicidas. Adicciones.
5(1): 21 – 37.
Monroy, A. (1995). Pubertad, adolescencia y cultura juvenil. En: Organización
Panamericana de la Salud. La salud del adolescente y del joven. Washington, D.C: OPS; 27-
35.
Monterrey, NL. (2009). Un modelo estructural del consumo de drogas y conducta violenta
en adolescentes escolarizados. Recuperado de http://www.uv.es/lisis/m-
villarreal/tesis-m-villarreal.pdf

Mora, R. (2012). “Programa de prevención del consumo de sustancias psicoactivas en los


jóvenes de los grados octavo del colegio Fabio Riveros del municipio de Villanueva
Casanare”. Recuperado de
http://repository.unad.edu.co/bitstream/10594/1491/5/PROGRAMAIO

MPS. (2007). Política nacional para la reducción consumo de SPA y su impacto: resumen
ejecutivo. Ministerio de la Protección Social. República de Colombia. Bogotá, D.C., abril de
2007.
MSPS. (2011). Gobierno Nacional de la República de Colombia, a través del Ministerio de
Justicia y del Derecho (Observatorio de Drogas de Colombia), el Ministerio de Educación
Nacional, y el Ministerio de Salud y Protección Social (MSPS) Colombia (2011) Estudio
nacional de consumo de sustancias psicoactivas en población escolar. Recuperado de
http://www.unodc.org/documents/colombia/Estudio_Consumo_Escolares.pdf

Muñoz, M. (1998). Factores de riesgo en drogodependencias: Consumo de drogas en


adolescentes. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Psicología.
Nadal, R. (2007). La búsqueda de sensaciones y su relación con la vulnerabilidad a la
adicción y al estrés. ADICCIONES, 20 (1), 59-72.
NIDA. (1997). Preventing drug use among children and adolescentes. A research-based
guide. National Institute on Drug Abuse and National Institutes of Health.
NUOCD. (2010) Consumo de drogas en población privada de libertad y la relación entre
delito y droga. Recuperado de
HTTP://WWW.UNODC.ORG/DOCUMENTS/PERUANDECUADOR//PUBLICACIONES/CONS
UMO_DE_DROGAS.PDF

OAD. (2006). Estudio acerca del “consumo de sustancias psicoactivas” en estudiantes


universitarios del interior del país república Argentina. Observatorio argentino de Drogas
recuperado de, http://goo.gl/96J3pC

OMS. (2005). Problemas de salud pública causados por el uso nocivo del alcohol. Informe
de la Secretaría. A58/18. Consultado el 15 de febrero de 2012 desde
http://apps.who.int/gb/ebwha/pdf_files/WHA58/A58_18-sp.pdf

OPS. (2009). Epidemiología del uso de drogas en América Latina y el Caribe: un enfoque
de salud pública. Page 3. Biblioteca Sede OPS – Catalogación en la fuente.

Pastor, J.C., López-Latorre, M.J. (1993). Theoretical models of toxicomania prevention: A


proposal of taxonomy. Anales de Psicología, 9(1), 19-30.
Pérez, A. (1994). Adicción y enfermedad:
mito y realidad. Revista Colombiana de Psicología, (4), 67-71.
Petraitis, J., Flay, B.R. y Miller, T.Q. (1995). Reviewing theories of adolescent substance
use: Organizing pieces in the puzzle. Psychological Bulletin, 117, 67-86.

Pollar, J.A., Catalano, R.F., Hawkins, J.D., & Arthur, M.W. (1997). Development of a school-
based survey measuring risk and protective factors predictive of substance abuse,
delinquency, and other problem behaviors in adolescent populations. Manuscrito pendiente
de publicación.
Pons, X. (2007). Materiales para la intervención social y educativa ante el consumo de
drogas. Alicante, Editorial Club Universitario.
Restrepo, M (2006). El problema del consumo de sustancias psicoactivas. Grupo de
investigación en violencia, criminalidad y familia en la costa caribe
colombiana/universidad simón bolívar.
Schultes, RE, Hoffman, A. (1982). Plantas de los dioses: orígenes del uso de los alucinógenos.
Mexico, FCE.
Secretaría de Salud del Tolima (2008 y 2009) estudio realizado por la Secretaría de Salud
del Tolima. Recuperado el 08 de marzo 2013 de
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-7708097

SEDRONAR & OAD (2011). Quinta Encuesta Nacional a Estudiantes de Enseñanza Media
2011, recuperado de
http://www.observatorio.gov.ar/investigaciones/Quinta%20Encuesta%20Nacional%20a
%20Estudiantes%20de%20Ense%C3%B1anza%20Media%202011.pdf

Sojo, C. (2012). Estudio Patrones del consumo de alcohol. FLACSO. Recuperado de


http://goo.gl/SnEFQ
Wills, T.A. y Shiffman, S. (1985). Coping and substance use: A conceptual framework. En
T.A. Wills y S. Shiffman (Eds.), Coping and substance use (pp. 3-24). Orlando, FL: Academic
Press.
Wise, R.A., & Bozarth, M.A. (1987). A psychomotor stimulant theory of
addiction. Psychological Review, 94, 469-492.
Zuckerman, M. (1994). Behavioral expressions and biosocial bases of sensation seeking.
Cambridge: Cambridge University Press.
Zuckerman, M., y Kuhlman, D. (2000). Personality and Risk-Taking: common biosocial
factors. Journal of Personality, 68, 999-1017.[/sociallocker]

También podría gustarte