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a Diana

La niña observó a aquella extraña mujer. No le contestó, sino que se limitó a mirarla,
sin saber si creerle o no. La desconocida, sin embargo, le sonrió con calidez,
aguardando su respuesta. La niña se había internado en el bosque, sola, en plena
medianoche, como consecuencia de una apuesta con su hermano mayor. No debía
internarse a más de unos cien metros en la espesura de la vegetación, pero,
impulsada por el miedo, había perdido la noción de la orientación. Era más de
medianoche. Tenía miedo. Y fue entonces cuando aquella mujer, extraña, había
aparecido, de la nada, y le había hecho aquella pregunta, aquella extraña pregunta.
Pese al miedo, la niña recordaba que no debía confiar en desconocidos. Pero la
desconocida parecía ser una buena mujer.
"¿Qué es lo que necesitas?" repitió.
"Sólo... un farol. Para volver a casa" contestó.
La mujer sonrió y se lo entregó. La niña lo observó, dubitativa. La fuente de luz, era
blanca, o algo azulada.
"¿Es una... especie de estrella?"
"No" negó la mujer. "ES una estrella".
Y, dicho esto, en silencio, el hada desplegó sus alas y se fue.

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