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PROLOGO

El sol le golpeaba en la cara a Diana mientras corría sobre el césped con su mejor amigo Erind.
Dentro de una hora serían las dos de la tarde, horario en el que tenían que volver al instituto luego
de su descanso.

El niño se detuvo.

-Juguemos a las escondidas- propuso, mirándola con esos ojos color zafiro que eran únicos en su
reino.

-Está bien, yo cuento- contesto Diana.

Pasaron tiempo jugando hasta que le tocó buscar a Erind. Fue caminando por un pequeño bosque
hasta que se encontró con un ciervo y se detuvo a mirarlo. Era de todos los colores, con unos
cuernos dorados y unos ojos grises que le resultaban familiares. Por error piso una rama y el
temoridizo animal salió corriendo. El niño lo persiguió. Corrió tan rápido como nunca aunque en dos
segundos ya estaba tirado en el piso con una pierna sangrando. Se había tropezado con una raíz de
un árbol, aunque no le importo y siguió persiguiendo al ciervo, necesitaba verlo aunque sea una
última vez. El animal se adentró en una cueva de piedra, de donde salian ruidos extraños,
disonantes. Erind lo siguió, queriendo capturarlo en su memoria por siempre y sin saber que esa
sería la última vez que vería la luz del día

Diana estaba escondida atrás de un árbol esperando a que su mejor amigo viniera a
encontrarla. Su cabello gris se movía con la suave brisa del bosque. Pasaron diez minutos,
veinte, treinta, y Erind no aparecía por ningún lado. Salió a buscarlo, recorrió el bosque
llamándolo a gritos y no había ni un sonido que indicara que él estaba allí afuera. Fue al
lugar en el que su amigo estaba contando y tampoco estaba allí. A lo lejos escucho los
gritos de su madre llamándola para llevarla al instituto. Ya eran las 13:50.

Se sintió tan impotente que sus lágrimas salieron sin pensarlo. Fue corriendo hacia donde estaba su
madre, una señora de cuarenta años con pelo y ojos grises al igual que ella, y entre sollozos le conto
que Erind había desaparecido.

-Tranquila Diana, iremos a pedir ayuda. Tú quédate tranquila. Erind aparecerá pronto, te lo prometo.

Lo que no sabía su madre era que hay promesas que no se pueden cumplir.
CAPITULO 1

En dos semanas Diana cumpliría dieciséis, edad en la que todos debían haber perfeccionado la
técnica de sus instrumentos y no cometer errores a la hora de tocar una obra. Estaba tan asustada
que lo único que quería hacer era esconderse debajo de sus sabanas y dormir para siempre. Desde
que tenía memoria se estaba preparando para esta edad: Aprendió a leer una partitura antes de
caminar, las notas del piano antes de gatear, y los sonidos musicales antes de nacer. Porque claro,
en su mundo todos tenían oído perfecto apenas eran engendrados, y quienes no lo tenían eran
rechazados por el rey y enviados a la tierra de los perdidos, lugar en el que las personas pasaban sus
exilios.

Además, los que eran mayores de esa edad y se equivocaban al ejercer una pieza musical, eran
exiliados. Los reyes siempre lo justificaban diciendo que “las personas que no saben ejercer su
poder de la mejor manera no merecen tenerlo” Aunque para ella era todo una excusa para reducir
la población.

Entró por las puertas de dos metros color chocolate. Sintió una brisa fresca que le pasaba por todo el
cuerpo, era muy normal que su instituto tuviera un clima frío por los grandes ventanales y amplios
pasillos. ese día tendría una de sus últimas prácticas en el instituto antes del día de la verdad:
cuando un rey idiota decidiera si era válida o no para tocar un estúpido tema en el piano y hacer que
todos se enamoren de ella. Él no solo evaluaba la técnica musical sino que también la funcionalidad
del poder que se le era dado. Su reino era el de Beethoven y tenían el poder de - simplemente con
ejecutar de manera correcta una pieza.

Odiaba ir allí. Tener que ir y ver a toda esa gente simulando ser feliz cuando en realidad no lo era,
aunque ella tampoco se quedaría atrás. Debía mostrarle a su familia que era fuerte y que estaba
preparada para el futuro que sus antepasados construyeron para su generación. 
Fue a buscar su casillero, el 88A, que estaba casi al final del corredor. No tenía muchas decoraciones
porque no quería demostrar mucho de sí misma en un lugar como ese.
Cuando lo cerró se sorprendió al ver el rostro de Elwynn, su mejor amiga, enfrente suyo. Tenía la piel
morena y el pelo blanco con unos mechones de color celeste eléctrico. Lo que más le gustaba a
Diana de ella eran sus ojos color celeste, su alegría y su valentía.

-Hola Elwynn, ¿no tienes clases más tarde?


-Hola Diana! Sí, he venido temprano para practicar un poco, estoy muy nerviosa por las prácticas
finales. Imagínate estar frente al rey y que nos confundamos en todo, sería como morir y que te
manden al infierno
-exageras. A mí no me importaría tenerlo enfrente para poder decirle unas cuentas cosas…
-DIANA! No seas irrespetuosa con nuestro rey, él es quien nos representa ante toda Bangladesh-
exclamó Elwynn
-y? Ese tipo por lo único que se interesa es el dinero y la buena reputación- Respondido Diana
subiendo un poco la voz y yendo a su sala de piano-. Como todos en este maldito lugar.
-Basta. No quiero pelear contigo por cosas sin sentido. Tus hermanas deben estar emocionadas por
tener una profesional más dentro de la familia ¿no es así?

- supongo que sí. No sé. Madre no me dejo hablar con ellas esta semana porque dice que son una
distracción.
-Eso es terrible-. Exclamó Elwynn- Tu madre es muy exigente con esto. Ni siquiera con Reian ha sido
tan dura.

-Lo que sucede es que mi hermana mayor siempre ha sido más aplicada que yo, por eso le tenían
más fe que a mí -. Dijo Diana tratando de aparentar que no se le estaba subiendo la amargura por la
garganta.

-Pero ¿qué dices? Si has sido alumna sobresaliente siempre.

-Mis padres nunca vieron eso. A veces se tiene los ojos cerrados ante las cosas más claras.

-Me sorprende que nunca me hayas dicho esto- Dijo Elwynn con un tono de reproche.

-Bueno, nunca lo preguntaste. Ademas no deberíamos estar hablando como si estuviéramos en un


Hard Rock, vamos a tener nuestras ultimas pruebas antes del gran examen final que podría
exiliarnos de todo lo que conocemos.

-Tienes razón. Vayamos a las salas de ensayo antes del primer examen del dia. ¿Empezamos con la
obra para dos personas?

-Okey. Espérame que agarre algo-. Diana saca cuidadosamente un viejo libro de partituras que le dio
su abuelo, Liszt Valerian, que originalmente le perteneció a Liszt Franz, su bisabuelo-. Vamos.

。☆✼★━━━━━━━━━━━━★✼☆。

Hace dos horas que estaba practicando uno de los movimientos de la obra aunque, según
su madre, era el más fácil de todos y no debería practicarlo si quiera, no tenía ni idea de lo
mal que lo tocaba. Se pasaba horas ante el mismo piano negro de cola, pero no conseguía
corregir lo que fallaba. Era como si el destino quisiera que la llevaran a la tierra de los
perdidos.
Se hartó y decidió despejar su mente tomando un descanso. Caminó por el amplio pasillo
repleto de salones de practica pertenecientes a cada uno de los estudiantes del instituto
Julliard de piano. Se detuvo en el aula 309, empujo cuidadosamente las puertas de madera
e ingreso intentando no hacer ruido porque no quería molestar la practica de la persona
dentro del cuarto.

Elwynn estaba sentada en su piano de cola blanco con brillo hecho especialmente para ella,
mientras tocaba una pieza de – y sus tacones de plataforma rosados tocaban el pedal
sustain de una forma muy delicada.

-¿Sabes que está prohibido interrumpir las practicas asi como asi, verdad? Y mas aun las
finales- dijo Elwynn apartándo sus manos de las teclas blancas y rosas mientras miraba a
Diana ingresar al salón.

-Estoy harta de esto- dijo Diana y se acostó en uno de los sofás más cercanos-. Estudiar,
repasar, estudiar, repasar e ir a casa. Que me perdonen todos los santos de Bangladesh,
pero odio este lugar.
-No nombres a los santos para decir tus bobadas- reprochó Elwynn- aunque sí que es
agotador tener la misma rutina siempre, no les faltes el respeto.

-Perdón Elwynn, no quise ofenderte-dijo Diana con un poco de pena en la voz-. Cuando
termines, ¿quieres ir a almorzar a mi casa? Mis padres no están, deben estar trabajando.

-Okey, termino y voy a tu cuarto de práctica.

-Por cierto, ¿Cómo vas con tu obra?- pregunto Diana.

-¡GENIAL! Me falta retocar algunas partes pero ya tengo el noventa y cinco por ciento,
espero llegar al viernes para sorprender al rey. Ya quiero ver su cara de asombro cuando vea
lo fantástico que me sale.

-Me alegro mucho por ti, Elwynn- Diana lo dijo con total sinceridad. Era increíble ver lo
mucho que Elwynn había aprendido este año y se emocionaba de solo pensar en verla
crecer aún más y ver su poder florecer. Al fin y al cabo, eran mejores amigas, cualquier logro
seria compartido con la otra.
Pasaron las horas y llegó el momento del almuerzo. De camino a casa, Diana iba junto a
Elwynn hablando sobre sus prácticas.
-El tercer movimiento de mi obra es demasiado complejo, la parte que más odio es cuando
cambia de la nada de pianississimo a fortíssimo.
-Podría ser peor -le respondió Elwynn- yo, en cambio, tuve una excelente práctica, tú misma
la oíste. Solo he tenido un error que solucionaré mañana, ya me forcé lo suficiente por hoy.
-eres realmente brillante Elwynn, te admiro.
-gracias, tú igual.
-Ojalá– dijo Diana con un poco de angustia.

(diana dice que la madre no estaba pero si estaba se arma tremendo quilombo y tienen una
discusión )
No le gustaba el instituto, en especial la exigencia de este.

Nunca supo por que los músicos tenían que ser tan estrictos con sus estudios cuando lo único que
deberían hacer es componer, disfrutar y sentir la música. Claramente, también tener un uso
controlado de sus poderes, aunque eso con un poco de practica se podía solucionar.

Bangladesh: nombre del mundo

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