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“La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se
celebran solemnemente con canto y cuando en ellos intervienen los ministros sagrados
y el pueblo también participa activamente.” (SC 113)
GENERALIDADES
Testimonio de la historia
A comienzos del siglo II los cristianos se reunían antes del amanecer “para
cantar un himno a Cristo, como a un dios” (cf. Plinio, El joven, Ep. X, 96,7). En
la época patrística los testimonios sobre el canto litúrgico se multiplican. He
aquí un ejemplo significativo: «Cuando siento que aquellos textos sagrados,
cantados así, constituyen un estímulo más fervoroso y ardiente de piedra para
nuestro espíritu que si no se cantaran. Todos los sentimientos de nuestro espíritu,
en su variada gama de matices, hallan en la voz y en el canto de sus propias
correspondencias o modos. Excitan estos sentimientos con una afinidad que voy
calificar de misteriosa» (cf. S. Agustín, Confes. X, 33,49).
Sin embargo No todos los Santos Padres fueron unos entusiastas del canto en la
liturgia. Algunos como San Juan Crisóstomo, fueron muy críticos, por entender
que la música era un factor de dispersión y un halago de los sentidos. En la Edad
Media Santo Tomás se muestra un tanto cohibido al defender el canto litúrgico
(cf. S Th II-II, q. 91, a.2). Estas actitudes manifiestan que en la Iglesia siempre
ha existido una preocupación muy grande por el carácter auténticamente
religioso y litúrgico del canto y de la música en el interior de las celebraciones.
Los últimos y mas notables ejemplos son el motu propio Tra le Sollecitudini de
San Pío X (22-XII-1903), la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-
XII-1955), la instrucción sobre la Música Sagrada de la Sagrada Congregación:
(3-IX-1958) y la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II (4-XIl-
1963), que dedica el capítulo VI a la música. Este documento significa la
culminación de todo un movimiento de restauración del canto gregoriano y de
renovación del canto popular religioso.
Aunque casi nunca surge la pregunta ¿por qué cantamos en nuestra celebraciones?, es
bueno dar razones sobre esta actitud.
Quién es el salmista
El salmista había sido un personaje entrañable en los primeros siglos. Se apreciaba su
arte musical, hecho de técnica y de fe. Cantilando las estrofas del salmo, para que la
comunidad intercalara a cada una su respuesta cantaba, creaba un clima de serena
profundización. El Papa San Dámaso habla del “placidum modulamen” del salmista en
sus misas; una modulación plácida que infundió serenidad y contribuían a que fueran
penetrando los sentimientos del salmo en los espíritus de los fieles.
Podemos afirmar que el salmista es uno de los ministerios más ricos, pues es desde la
liturgia donde Cristo se hace presente como cabeza de su Cuerpo, Mediador entre Dios
y los hombres, y con nosotros canta las alabanzas a “nuestro” Padre.