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Titulo: inesperado legado del divorcio

Judith S. Wallerstein, Julia M. Lewis y Sandra Blakeslee


Editorial Atlántida

Contenidos

Agradecimientos .................................................................. 9
Prólogo ................................................................................11
Introducción ....................................................................... 19

PRIMERA PARTE UNIVERSOS PARALELOS: KAREN Y GARY

Capítulo 1 Cuando un niño se convierte en el protector . 35


Capítulo 2 Recuerdos iluminados por el sol ..................... 45
Capítulo 3 Crecer es difícil ............................................... 56
Capítulo 4 ¿Y qué si permanecen juntos? ¿Y qué si no pueden? 68
Capítulo 5 Cuando no hay nadie para dar el ejemplo .... 80
Capítulo 6 Dar el ejemplo ................................................. 98

SEGUNDA PARTE EL LEGADO DEL DIVORCIO: LARRY Y CAROL

Capítulo 7 El precio de la violencia ................................. 113


Capítulo 8 Nuestro fracaso para intervenir ................... 130
Capítulo 9 Salir del caos ................................................ 144
Capitulo 10 Lazos familiares ............................................. 153
Capítulo 11 Deshaciendo el pasado ................................. 166

TERCERA PARTE LA NIÑA SIN PADRES: PAULA

Capítulo 12 Crecer solitario .......................................... 179


Capítulo 13 Los regímenes de visita de la Corte:
el punto de vista del niño .............................. 192
Capítulo 14 Sexo y drogas ............................................ 203
Capítulo 15 Relaciones que evolucionan ..................... 211
Capítulo 16 La saga de la custodia continúa .............. 219

CUARTA PARTE EL NIÑO VULNERABLE: BILLY

Capítulo 17 El niño vulnerable ...................................... 239


Capítulo 18 La nueva familia ........................................ 249

1
Capítulo 19 Recoger las piezas una por una ............... 266

Agradecimientos
QUINTA PARTE MI MEJOR CASO: LISA

Capítulo 20 ¿No es suficiente esforzarse? ................. 281


Capítulo 21 Los hijos del divorcio ................................. 293
Capítulo 22 Conclusiones ............................................. 303
Apéndice ...........................................................................325
Notas...................................................................................337

Deseamos agradecer profundamente al Zellerbach Family Fund, que solventó


"el estudio de los hijos del divorcio" original a comienzos de los setenta y continuó
apoyando este trabajo durante veinticinco años. En una cultura donde las
fundaciones prefieren los resultados rápidos y los programas de tiempo limitado,
Zellerbach Family Fund ha tenido el buen criterio y la valentía de reconocer la
incomparable contribución de los estudios con continuidad a largo plazo. En el
transcurso de estos años, el director ejecutivo de la fundación, Edward Nathan,
aportó el liderazgo y la visión profesional que posibilitaron los logros que hemos
obtenido. También estamos profundamente agradecidas a la San Francisco
Foundation que, bajo la dirección de Martin Paley fundó en 1980 el Centro Judith
Wallerstein para la Familia en Transición, una institución sin fines de lucro que
brinda una serie de servicios educativos y de asesoramiento, junto con proyectos de
investigación y consultoría legal destinados a ayudar a las familias divorciadas y
vueltas a casar. El Centro, que ya atendió a más de seis mil hijos y sus padres, es un
tributo al brillante liderazgo de Paley, y es único en el mundo.
Durante la redacción del libro nos ayudaron enormemente demógrafos y
sociólogos que fueron muy generosos con sus conocimientos.
Agradecemos especialmente a Norval Glenn, Ashbel Smith, profesor de
Sociología de la Universidad de Texas en Austin; Larry Bumpass, profesor de
Sociología, del Centro de Demografía y Ecología de la Universidad de Wisconsin,
en Madison; y a Nicholas Wolfinger, ayudante de cátedra de Sociología de la
Universidad de Utah.
Colegas y amigos de distintas disciplinas leyeron el manuscrito y nos brindaron
su experiencia y recomendaciones. Queremos agradecer especialmente a Jan
Blakeslee, cuyos comentarios fueron muy valiosos en las etapas finales de este
libro; ajanetjohnston, directora ejecutiva del Centro Judith Wallerstein y profesora
de Sociología del Departamento de Administración de Justicia de la Universidad de
San José, y a Mary Ann Masón, profesora de Asistencia Social de la Universidad de
California, en Berkeley. Todos nos brindaron excelentes consejos en las distintas
secciones del libro. También nos beneficiamos con las consultas realizadas a Mary
Halbert, doctora en Jurisprudencia, que trabaja en derecho familiar en el condado
de Marín, y nos aclaró temas como la negociación de la custodia y los regímenes de
visitas. Agradecemos a Amy Freidman por ayudarnos a localizar miembros de
nuestro grupo de comparación y a Marci Hansen, profesora de Educación Especial
de la Universidad Estatal de San Francisco, por compartir su perspectiva sobre el
divorcio y el estrés en familias con niños vulnerables.
Recibimos asesoramiento especializado sobre el impacto de la violencia
doméstica en los niños y consejos sobre programas relacionados con los Tribunales
de Familia del profesor Jeffrey 1. Edleson, director del Centro contra la Violencia y el
Abuso de Minnesota (MINCAVA), de la Universidad de la Escuela de Asistencia
Social de Minnesota, en St. Paul, y de Susan Hanks, doctora en Filosofía,
coordinadora de Servicios Especiales de la Oficina de Servicios del Tribunal de
Familia del Consejo Judicial de California.
Para lograr una consistencia de estilo, este libro fue escrito como si la autora
principal hubiera entrevistado a todos los sujetos. En la vida real esta tarea
agotadora fue compartida con otras personas durante un período de cinco años.
Queremos agradecer a Christina Rodríguez, nuestra coordinadora de proyecto, por
su discreta y amable persistencia, y su habilidad para la organización. Nuestro
sincero aprecio a los estudiantes del programa para graduados en Psicología de la
Universidad Estatal de San Francisco por su tiempo y dedicación: Christina
Rodríguez, Karen Flynn, Mary McGrath, Carmelina Borg, Kate Donchi, Kristen
Reinsberg, Héctor Menéndez, Rachel Lentz y Sophia Nahavandi.
Queremos brindar un agradecimiento especial a nuestra agente literaria Carol
Mann, que nos alentó y estuvo siempre allí cuando la necesitamos. También
tenemos una deuda de gratitud con Irene Williams por su notable talento como
publicista y buena amiga. Y finalmente queremos agradecer a muchas personas de
Hyperion que hicieron que este proyecto fuera posible. Un agradecimiento especial
a Bob Miller, Martha Levin y a Jennifer Landers por sacar este libro a la luz, y
especialmente a nuestra editora Peternelle van Arsdale por sus esfuerzos
sostenidos para ayudarnos a ^contar nuestra historia.
Finalmente, deseamos agradecer a nuestros esposos y familias. Judy quiere
agradecer a Bob Wallerstein por su ayuda y su sabio asesoramiento con respecto a
la investigación metodológica durante todo el estudio y por su amor, apoyo y
confianza durante tantos años. Julie agradece a Eric, Michael y Marina Multhaup
por su inmensa generosidad al compartir con ella este esfuerzo. Sandy quiere
agradecer a su pareja Cari Moore por su amor y apoyo constantes.

Prólogo

En el otoño de 1994 recibí una llamada telefónica que me hizo reconsiderar por
completo mi concepto sobre el divorcio y sobre cómo había cambiado la naturaleza
de la sociedad norteamericana. Del otro lado de la línea estaba Karen James, una
de las niñas de un estudio longitudinal sobre el divorcio que comencé en 1971 y
redacté a fines de los ochenta. La recordaba muy bien. Karen era una niña vivaz y
encantadora que tenía diez años cuando sus padres se separaron. La entrevisté en
aquel momento y luego cuando tenía quince, veinte y veinticinco años. La última vez
que nos vimos se sentía infeliz, y vivía con un hombre al que no amaba. Recordé lo
mucho que me preocupé por su desesperanza.
Pero la voz en el teléfono se oía intensa y vibrante.
—Habla Karen James —me anunció—, te llamo desde Carolina del Norte.
¿Cómo estás?
Después de intercambiar las bromas de rutina me comentó:
—La semana que viene voy a estar en San Francisco. ¿Tienes tiempo para que
nos encontremos?
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—Por supuesto —le respondí—, estuve pensando en ti muchas veces.
—Estoy en una situación muy diferente desde la última vez que nos vimos —dijo
Karen—. Todo es nuevo. Voy a la ciudad para casarme el sábado que viene, pero
puedo pasar por Marín el jueves por la tarde. ¿Te parece bien?
Le comenté a Karen que me sentía honrada de que pudiera verme en una
semana tan ocupada, y acordamos un horario para reunimos. Estaba
absolutamente encantada con su llamada. Karen es una de las muchas niñas que,
después del divorcio, entró en el vacío creado por los padres que se sienten
abrumados por los cambios en su vida y no pueden actuar como lo hacían antes. A
menudo el divorcio produce un colapso parcial o total de la capacidad de los adultos
para proceder como padres durante meses o a veces años después de la
separación. Ocupados en reconstruir sus vidas, madres y padres tienen mil y un
problemas, y eso suele impedirles ver las necesidades de sus hijos. En este tipo de
familias, uno de los hijos (a menudo la hija mayor) asume responsabilidades muy
superiores a las que tenía con anterioridad. Estos jóvenes encargados asumen sin
quejarse la conducción moral de sus hermanos menores, y también actúan como
confidentes, consejeros, encargados e incluso padres de sus propios padres
durante los años siguientes.
Karen siguió este camino al pie de la letra. De ser una niña de diez años alegre y
extravertida pasó rápidamente a convertirse en una mujercita sombría. Recuerdo
que cuando tenía once años me contó: "Estoy muy preocupada por mi hermano y mi
hermana. Tengo que darles un buen ejemplo para que sean buenos. Eso significa
que tengo que ser buena. Desde que mis padres se separaron, se pelean todo el
día. Trato de detenerlos y enseñarles a que hablen en lugar de pelear. También
estoy preocupada por mi mamá. Desde que papá se fue de casa, trato de consolarla
cuando llega del trabajo y de advertirle sobre su nuevo novio. Creo que él va a herir
peor sus sentimientos". Karen sacudió la cabeza con tristeza. Se sentía demasiado
agobiada con sus nuevas responsabilidades, pero percibía que no tenía otra
alternativa más que dejar de lado sus necesidades por las de su familia. Varios años
después, me contó que la escuela secundaria era sólo un recuerdo borroso ya que
su situación familiar no había cambiado mucho.
En nuestro último encuentro, cuando ella tenía veinticinco años, yo estaba muy
preocupada porque Karen no podía separarse de un joven con el que estaba
viviendo y al que no amaba. Ella trató de explicármelo: "¿Recuerdas que cuando
salía con chicos de la escuela tenía mucho miedo de que alguien que realmente me
gustara me abandonara o me fuera infiel y terminara sufriendo como mi mamá o mi
papá? Bueno, elegir a Nick fue algo seguro porque no tiene educación ni planes, y
eso significa que siempre tendrá menos posibilidades de elección que yo. Sabía
que si convivíamos y algún día nos casábamos no tendría que preocuparme porque
me abandonara". Con lágrimas en los ojos agregó: "Nick es muy amable y buen
compañero. No estoy acostumbrada a eso".
Aunque comprendí que Karen necesitaba amabilidad y buen trato, me
desconcertaba por qué una mujer brillante y atractiva como ella sentía que no tenía
más opciones que una relación sin amor. Lloró con amargura mientras describía la
soledad de su vida con Nick, y el esfuerzo de la dependencia pasiva de él en ella.
"Supe que había sido un error al día siguiente que nos fuimos a vivir juntos. Pero no
lo puedo dejar. No puedo herirlo de ese modo". Y así la dejé en medio de una
encrucijada, debatiéndose ante el interrogante de si debía quedarse o irse.
Esperé su llegada el jueves siguiente, dos días antes de su boda, con esperanza
y preocupación: esperanza de que hubiera cambiado radicalmente su vida, y
preocupación de que así no fuera. ¿Qué había hecho entre los veinticinco y los
treinta y cuatro años? ¿Se había liberado de sus temores? ¿De su pena? ¿Aún se
preocupaba por su familia y se sentía culpable por no hacer lo suficiente? ¿El
hombre con el que se iba a casar era una buena elección? ¿Ya no estaba
preocupada por amar y ser amada?
Cuando Karen llegó a la puerta principal de mi casa estaba radiante. De pronto
advertí que, en todos los años que hacía que nos conocíamos, rara vez la había
visto feliz. Tenía una vestimenta simple: pantalón negro, suéter blanco y una
chaqueta, y como siempre estaba hermosa. Los últimos años la habían suavizado,
sus hombros y sus brazos estaban más relajados. Sus hermosos ojos celestes
tenían un nuevo resplandor cuando nos saludamos con calidez.
Le dije lo hermosa que estaba y la felicité por su nueva boda.
—¿Quién es el afortunado?
—Ambos somos afortunados —me respondió mientras se acomodaba en el
sofá—. Gavin y yo hicimos todo diferente comparado con mi vida anterior.
Y comenzó con su historia. Desde nuestro último encuentro se mudó del
departamento.que compartía con Nick y se separó. Como lo supuso, él quedó
devastado y le imploró que regresara, haciéndola sentir más culpable que nunca.
—¿Cómo pudiste irte? —le pregunté, pues sabía que tenía dificultades para
separarse de alguien que necesitara sus cuidados.
Permaneció en silencio y luego respondió con el rostro pálido:
—Sentí que me moría. Fue lo más difícil que he hecho en mi vida y necesité de
toda mi valentía.
Describió cómo regresó del trabajo y encontró a su pareja acostada en un sofá,
esperando que ella se hiciera cargo de todo. Era como hacerse cargo de su mamá.
En ese momento comprendió que debía irse. Su escape la llevó a East Coast, a una
escuela para graduados, y finalmente a un trabajo de ensueño: dirigir un programa
de salud pública para niños con discapacidades en cinco estados del sur.
Allí fue donde Karen conoció a su novio Gavin. Cuando me contó sobre él, sonreí
y le comenté:
—Recuerdo cuando me dijiste que no tenías opciones. Al parecer tuviste algunas
recientemente.
—¿Te refieres a cómo decidí casarme con Gavin? —se sonrojó un poco—. Es
una larga historia. Nos conocimos en una fiesta poco después de que me mudé a
Chapel Hill y me llamó para decirme que le encantaría que nos volviéramos a ver.
Es ayudante de cátedra de Economía en Duke y aunque yo no sé absolutamente
nada sobre su especialidad simpatizamos de inmediato. Yo quería volver a verlo en
seguida, pero esperé una semana y lo llamé. Bueno, estuvimos juntos todos los
días desde entonces, y seis meses más tarde me mudé a vivir con él. Gavin dice
que el día que me mudé nos casamos, pero yo no lo consideré así. Todavía no
estaba preparada. Estaba asustada.
— Así que estabas indecisa. ¿Acerca de Gavin o del matrimonio?
—Del matrimonio. Sobre ser feliz. No todo quedó atrás. Una parte de mí siempre
está esperando algún desastre. Siempre pienso que yo me lo hago a mí misma,
pero la verdad es que vivo temiendo que algo malo me suceda. Alguna pérdida
terrible cambiará mi vida, y empeora cuando las cosas mejoran para mí. Quizá sea
el resultado permanente del divorcio de mis padres. Gavin dice que siempre estoy
esperando tropezar. Aprendí a contenerlo. Ya no me despierto aterrorizada cuando
me voy a acostar feliz, pero este sentimiento no desaparece.
—¿Cómo te decidiste a casarte con él? —le pregunté.
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—Bueno, es extraño, pero lo que fue casi una catástrofe me hizo cambiar de
idea. Gavin estaba en Nashville, dando una conferencia, y de regreso a casa lo
atrapó una tormenta de nieve. Se salió de la ruta en algún lugar y no pudo conseguir
un teléfono durante ocho horas. Yo estaba en casa esperándolo y escuchando
sobre toda clase de accidentes fatales en los caminos. Estaba fuera de mí. Podría
haberle sucedido cualquier cosa.
—Debes de haber estado muy atemorizada.
—Oh, sí —respondió Karen—. Estaba aterrorizada. Sabía que era el desastre
que siempre había esperado y que arruinaría mi vida. Pero al mismo tiempo me
sucedió algo muy importante. Comprendí que nos casáramos o no, la vida siempre
es incierta. Si me caso con él, lo puedo perder. Si no lo hago, también lo puedo
perder. Así que lo puedo perder de cualquier modo. Y así fue como comprendí que
quiero estar con Gavin durante el resto de mi vida, pase lo que pase. Entonces dije
casémonos.
—¿Así que decidiste arriesgarte a buscar lo que realmente querías? —le
pregunté sonriendo.
—Así es, aunque todavía me resulta difícil saber qué quiero. Pero aprendí lo que
no quiero. No quiero que se repita mi relación con Nick o con mi mamá o mi papá.
—¿Y qué es lo quieres?
—Quiero un amante y un esposo. Ya no quiero encontrar a cualquiera. Ya no
temo estar sola. Puedo valerme por mí misma.
Sus últimas palabras fueron inolvidables. Parecía estar hablando más con ella
misma que conmigo.
—Mis compañeros de trabajo dicen que tengo un alma vieja. Siempre sentí que
moriría joven, que se acumuló tanta infelicidad en la primera parte de mi vida que
eso tenía sentido. Pero quizá la segunda mitad de mi vida es la parte que voy a
disfrutar más. Nunca tuve infancia. Siempre me hice cargo de lodo —sonrió—. Me
agrada la clase de mujer en la que me estoy convirtiendo. Amo al hombre con el que
me voy a casar. Me agrada mi amabilidad y mi sensibilidad. Me encanta mi trabajo.
Estoy en el buen camino. Finalmente puedo ser quien soy.
Nuestro encuentro duró tres horas y ambas estábamos agotadas
emocionalmente. Era una historia triste y conmovedora, y Karen la había narrado
vividamente. Ambas lloramos mientras ella hablaba y las dos terminamos sonriendo
y agradecidas de que hubiera terminado con una nota de esperanza. Karen iba
camino a su boda, y yo tuve el privilegio de compartir su vida. Y, al igual que en otras
oportunidades, sentí el deseo de ser novelista para poder capturar la riqueza de sus
sentimientos y los sorprendentes cambios que se produjeron en su vida.
Cuando nos abrazamos le agradecí a Karen su generosidad y su sinceridad. Le
comenté lo orgullosa que estaba de lo que había hecho, y que esperaba que los
años venideros compensaran sus sufrimientos del pasado. Me pidió que nos
mantuviéramos en contacto y ofreció enviarme fotografías de su nuevo hogar.
Karen ya casi había cerrado la puerta cuando se volvió, la abrió nuevamente y
me dijo sonriendo:
—Quizá tu próximo libro debería hablar de lo que nos sucede a todos nosotros
cuando crecemos.
Tardé muy poco en darme cuenta de lo proféticas que serían sus palabras.

Después de que Karen se fue, me senté durante un largo rato a pensar en los
cambios inesperados de su vida. ¿Sus padres tenían idea de lo que habían iniciado
veinticinco años atrás cuando decidieron divorciarse? Si hubieran conocido las
consecuencias a largo plazo para sus hijos, ¿habrían hecho las cosas de manera
diferente? ¿Se habrían divorciado? Al igual que muchas personas en aquel
entonces probablemente pensaron que el divorcio era un trastorno menor en la vida
de sus hijos. Sin duda esperaban que la vida familiar retomara su curso normal, que
los padres y los hijos se beneficiaran con lá terminación del conflicto marital. Con
seguridad no previeron los efectos duraderos que se extenderían hasta la cuarta
década de la vida de Karen.
Recordé a aquella niña encantadora, ávida, que se había hecho cargo
cariñosamente de su madre confundida, sus hermanos más pequeños, y su padre,
y de cómo había perdido su adolescencia. Vi su rostro contraído por el dolor
cuando a los veinte años me contó lo atormentada que se sentía por no saber si
debía dejar a un joven con el que se había comprometido simplemente porque él
había sido amable con ella. Preocupada por el temor a la pérdida, la traición y el
abandono, aún se encontraba atrapada en el sacrificado papel asumido en su
niñez y lo había reinstalado en su relación adulta con los hombres.
Pero Karen había dado un vuelco a su vida. Yo estaba sorprendida por lo mucho
que había cambiado desde nuestro último encuentro. Karen estuvo muy acertada
cuando comentó: "Es todo nuevo". Ella me vino a ver a los treinta y cuatro años
orgullosa y triunfante, después de haber dejado atrás su prolongado papel de
salvadora de la familia. La historia de Karen me atormentó, pues provocó
interrogantes en los que no podía dejar de pensar. Supuse que cuando los niños del
estudio llegaran a la adultez diez o quince años después de la separación, podría
informar sobre los efectos del divorcio a largo plazo. En el best seller titulado
Second Chances: Men, Women, and Children a Decade after Dívorce (Segundas
oportunidades: hombres, mujeres y niños una década después del divorcio) describí
lo que estos niños pensaban, decían y hacían a los veinte años cuando iban en
busca de relaciones íntimas, comenzaban sus carreras y empezaban a sentir el
impacto personal del divorcio en sus vidas. Descubrí que muchos hijos del divorcio
estaban atrapados en un intenso conñicto interior: preocupados por no repetir los
errores de sus padres mientras buscaban un amor duradero. Muchos evitaban
comprometerse mientras que otros iban impulsivamente de relación en relación con
gente problemática que apenas conocían. Los dejé, preocupada por su futuro, pero
esperanzada de que encontrarían una forma de superar sus temores.
Los cambios que vi en Karen apuntaban a una enorme historia no contada de su
generación. Si Karen pudo dar un vuelco a su vida, ¿qué sucedió con los demás?
¿Su historia revelaba un patrón general que no vi por haberme detenido demasiado
pronto? Comprendí que debía de haber otros como ella y tenía que saber cuándo (y
si es que alguna vez) la historia del divorcio estaba razonablemente cerrada.
Entonces lo comprendí: no apreciamos por completo cómo el divorcio sigue
forjando las vidas de los jóvenes cuando llegan a su completa adultez. Por ejemplo,
sabemos que los hijos adultos del divorcio tienen un índice de divorcio más elevado,
pero eso no nos indica nada acerca de sus sentimientos íntimos, las grandes crisis
de sus vidas, cómo efectuaron las elecciones que hicieron y qué piensan sobre el
amor y el matrimonio y el ser padres. El único modo de llegar al centro de sus
pensamientos y sus preocupaciones es seguirlos a través de todo el curso de su
vida, desde los comienzos de la niñez hasta mediados de su adultez. ¿Por qué era
tan difícil para Karen? ¿Por qué tardó tanto en tener una oportunidad en el amor?
Los demógrafos nos indican que un cuarto de los adultos menores de cuarenta y
cuatro años son hijos del divorcio. Estamos hablando de millones de personas que
se debaten con los residuos de una experiencia que sus padres quisieran olvidar.
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Algo era claro como el cristal: detuve muy pronto mi investigación sobre los hijos
de familias divorciadas. La visita de Karen abrió una serie de interrogantes y
desafíos que fueron irresistibles para mí. Unas semanas después de su visita decidí
intentar una continuación de Second Chances... con la esperanza de averiguar qué
había sucedido con los demás veinticinco años después. Éste es el estudio sobre el
divorcio más extenso que se ha realizado. Los "hijos" más jóvenes tienen casi
treinta años, y los mayores casi cuarenta. Este libro explora qué les sucedió en su
adultez. ¿Cómo están? ¿Cuántos de ellos están felizmente casados? ¿Tienen
hijos? ¿Muchos se divorciaron o se negaron a casarse? ¿Aún consideran que el
divorcio de sus padres es el acontecimiento más importante que definió sus vidas?
¿Están enojados con sus padres? ¿Aprueban su decisión? ¿Son compasivos?
¿Son pesimistas? ¿Están preocupados?, y si es así, ¿de qué? ¿Qué valores
defienden con respecto al amor, el sexo, el matrimonio y el divorcio? ¿Están
contentos o decepcionados con sus vidas? Al introducirme en las cabezas y los
corazones de esta generación, espero aclarar los profundos cambios en las
actitudes norteamericanas que está forjando el futuro de formas inesperadas.
También quería conocer, esta vez, la vida de los adultos que se criaron en la
casa de al lado y cuyos padres no se divorciaron. ¿Qué aprendieron de sus padres?
¿Los hijos de familias intactas muy infelices son diferentes de los niños criados en
una familia divorciada muy infeliz? ¿Los hijos criados en familias intactas felices se
"inmunizan" contra el divorcio o son tan vulnerables al fracaso como los demás
niños de su misma edad? ¿Cómo nuestra cultura del divorcio afecta a sus actitudes
hacia el matrimonio, el compromiso y el divorcio? ¿Qué sucede cuando se casan
con hijos de familias divorciadas? ¿Esto se convierte en un problema en el
matrimonio? ¿Se preocupan porque sus propios matrimonios sean más frágiles?
Comprendí que necesitaría un grupo de comparación para responder a todos estos
interrogantes.
Para llevar a cabo esta nueva ronda de investigaciones sobre las vidas de los
jóvenes adultos cuyos padres se divorciaron hace veinticinco años, invité a dos
colegas. Ambas habían trabajado conmigo en proyectos anteriores. Julia Lewis,
profesora de Psicología de la Universidad Estatal de San Francisco, fue
vicedirectora en el Centro Judith Wallerstein para la Familia en Transición, cuando
éste se fundó en 1980, y directora de investigación del posterior estudio de
seguimiento a los diez años. Es investigadora coprincipal del estudio de
seguimiento a los veinticinco años. Sandra Blakeslee es una galardonada escritora
de ciencias de The New York Times, y colaboró conmigo en dos libros anteriores.
Su tarea fue ayudarnos a redactar nuestras historias y descubrimientos con un
estilo accesible. También contribuyó con su experiencia personal y amplia
comprensión de muchos sectores de nuestra sociedad. Ambas fueron valiosas
compañeras de tarea.
Por lo tanto, hay que tener en cuenta que este libro es un informe de nuestros
niños en sus propias palabras —conocimiento que todos, incluidos padres, abuelos
y legisladores, han estado esperando y deseando escuchar—. Después de
veinticinco años el jurado no está excluido. El divorcio entró en las vidas de toda una
generación y cambió la forma en que ellos y nosotros pensamos sobre el
matrimonio y el compromiso. Los hijos del divorcio, que fueron silenciados por el
sistema legal, han regresado para darnos su veredicto, y estamos obligados a
escuchar.
Introducción

En julio de 1999, Plaza Sésamo emitió un episodio en el cual la Rana


Rene, vestida como una reportera, entrevistó a una pajarita y le preguntó dónde
vivía. La pajarita feliz respondió piando que vivía un tiempo en un árbol donde
retozaba con su madre, y el resto del tiempo en otro árbol separado donde retozaba
con su padre. La pajarita concluyó alegremente diciendo: "Ambos me quieren", y
corrió a jugar. Esto, por supuesto, reinstala el engañoso mito der divorcio. Al
observar esta escena, debíamos comprender que el divorcio es un trastorno menor
y una ocurrencia normal en la vida de niños y adultos. Nada de qué preocuparse, les
está diciendo a los niños. Sus padres continuarán su rol amoroso con ustedes,
como siempre. Su vida será exactamente como antes, sólo que ahora se
desarrollará en dos locales. La historia puede servir de consuelo para algunos niños
preocupados. La historia de la pajarita no es, de ninguna manera, semejante a su
experiencia de crecer en una familia divorciada, ya sea en un hogar, en dos o en
cualquier combinación de arreglos de vivienda que se realicen a través de los años.
Sin embargo, la historia es importante ya que tiene profundas raíces en
nuestra cultura contemporánea. Describe varios mitos perdurables que han guiado
las opiniones y políticas de nuestra comunidad durante tres décadas. Hasta hace
treinta años, el matrimonio era un compromiso para toda la vida que tenía sólo
algunas salidas legales como probar el adulterio en los tribunales o esperar años de
abandono.
La cultura norteamericana y las actitudes legales mantuvieron unidos a los
cónyuges sin importar lo infelices que fueran. Innumerables individuos se
encontraban atrapados en matrimonios sin amor que deseaban terminar con
desesperación, pero de los cuales la mayoría no tenía escapatoria. Entonces, al
igual que el cataclismo de un terremoto, el Código de Familia de California cambió
de la noche a la mañana. Una serie de agrupaciones a lo ancho y a lo largo del
estado recomendaron que a los hombres y mujeres que querían divorciarse no
debía requerírseles que probaran que sus cónyuges fueran infieles, incapaces,
crueles o incompatibles. Afirmaron que era hora de termi-
nar con la hipocresía de las leyes que restringían severamente el divorcio. La gente
debía tener la posibilidad de terminar con un matrimonio infeliz sin tener que probar
faltas o señalar culpas.
La opinión que prevalecía era que el divorcio permitiría que los adultos realizaran
mejores elecciones y tuvieran matrimonios más felices al posibilitarles enmendar
errores previos. Así llegarían a una decisión honesta y de común acuerdo para
divorciarse, ya que si una persona quería divorciarse ya no quedaba mucho de ese
matrimonio.
Estas actitudes fueron sostenidas por hombres y mujeres de varias opiniones
políticas, por abogados, jueces y profesionales de la salud mental. La agrupación
final que formuló las nuevas leyes del divorcio sin causas estuvo dirigida por la
profesora de Derecho Herma Kay, reconocida defensora de los derechos de la
mujer. En 1969, el gobernador Ronald Reagan firmó la nueva ley y la gente se sintió
jubilosa. Era una época de fe y esperanza en que la posibilidad de una nueva
elección liberaría a hombres y mujeres y beneficiaría a sus hijos. En pocos años, las
leyes de divorcio sin causa se expandieron como el fuego a los cincuenta estados.
La gente de todo el país estaba a favor del cambio.

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Pero, ¿y los niños? En nuestra alocada carrera por mejorar la vida de los adultos,
supusimos que la vida de los niños también mejoraría. Realizamos cambios
radicales en la familia sin advertir cómo éstos modificarían la experiencia del
crecimiento. Nos embarcamos en un experimento social gigantesco, sin tener idea
de cómo afectaría a la próxima generación. A decir verdad, y si somos capaces de
enfrentarla, la historia del divorcio en nuestra sociedad está repleta de supuestos,
injustificables con respecto a los niños, que realizamos los adultos sólo porque esos
supuestos concuerdan con los deseos y necesidades de los adultos. Los mitos que
siguen guiando nuestras políticas de divorcio derivan directamente de estas
actitudes.

MITOS PRECIOSOS

Dos creencias erróneas son las que sustentan nuestras actitudes generales
hacia el divorcio. La primera sostiene que, si los padres son felices, los niños
también serán felices. Aunque las criaturas estén angustiadas por el divorcio, la
crisis será transitoria ya que éstas tienen elasticidad e ingenio y se recuperarán
pronto. Los niños no se consideran separados de sus padres; sus necesidades y
hasta sus pensamientos se incluyen en la agenda de los adultos. Este mito está
basado en el hecho de que la mayoría de los adultos no puede comprender la
visión del mundo que tienen los niños y cómo piensan. El problema es que ellos
creen que lo hacen. En realidad, muchos adultos que se encuentran atrapados en
matrimonios infelices se sorprenderían al saber que sus niños están relativamente
contentos. A ellos no les importa si mamá y papá duermen en camas diferentes
mientras la familia permanezca unida.
Afortunadamente este mito ha sufrido en los últimos años duros ataques a través
de informes de padres, maestros e investigadores como yo, que descubrimos que
los niños estaban sufriendo. La euforia de comienzos de los setenta pronto
comenzó a decaer ante la creciente ola de preocupación acerca del
empobrecimiento de mujeres y niños, el elevado índice de angustia entre los padres
que no estaban de acuerdo con sus cónyuges acerca de que sus matrimonios
estaban en peligro, y el hecho de que los niños no se recuperaban rápidamente. Los
niños en las familias divorciadas no son más felices, saludables o mejor adaptados
aunque uno o ambos padres sean más felices. Los estudios nacionales 1 muestran
que los niños de familias divorciadas y vueltas a casar son más agresivos hacia sus
padres y maestros. Experimentan más depresión, tienen más dificultades de
aprendizaje y sufren más problemas con sus pares que los niños de familias
intactas. Los niños de familias divorciadas y vueltas a casar tienen más
probabilidades de ser derivados a gabinetes psicológicos en las escuelas que sus
pares de familias intactas. Muchos de ellos terminan en clínicas de salud mental y
establecimientos hospitalarios. Tienen una actividad sexual más temprana, tienen
más hijos extramatrimoniales, hay menos casamientos y más divorcios. Numerosos
estudios2 muestran que los hijos adultos del divorcio tienen más problemas
psicológicos que aquellos que se criaron en matrimonios intactos.
A pesar de que mucha gente ya no cree en el mito de que los niños siempre se
benefician con un divorcio que hace más felices a sus padres, éste continúa
ejerciendo influencias sutiles e inconscientes en lo que pensamos sobre el divorcio
y en cómo reaccionamos ante él. Ha alentado a los padres a esperar que sus niños
aprueben sus decisiones. En realidad, como se verá en los capítulos siguientes,
rara vez esto es así en los niños que no han llegado a la adolescencia. A los padres
les resulta difícil ver o creer que sus hijos sufren temor y tristeza después de la
separación. Y les resulta más difícil preparar a sus hijos adecuadamente para el
futuro divorcio y brindarles el consuelo necesario. El hecho de que muchos hombres
y mujeres se vean atrapados en la búsqueda de otros amantes o un nuevo trabajo
después del divorcio (lo cual provoca que los padres tengan menos tiempo para sus
hijos) sólo sirve para fortalecer su deseo de aferrarse a este mito.
Un segundo mito se basa en la premisa de que el divorcio es una crisis
temporaria que ejerce sus efectos más dolorosos sobre padres e hijos en el
momento de la separación. La gente que cree esto llega a la feliz conclusión de que
la clave para la adaptación de los niños es la resolución del conflicto sin rencor. De
este modo, nuestra atención en términos de recursos e intervenciones se concentra
en la separación. Si ambos padres no pelean, por lo menos frente a los niños, y si
llegan a acuerdos financieros legales y de tenencia racionales y justos, entonces la
crisis se va a resolver en forma rápida. Los dos adultos afortunados se liberarán de
su matrimonio problemático y, junto con sus hijos, seguirán adelante con una vida
más feliz. Los niños retomarán sus juegos y actividades escolares habituales y
realizarán la transición fácilmente; tendrán padres en dos locales y dividirán sus
días y sus noches entre hogares separados en distintos barrios. Sus vidas
continuarán como antes, sólo que serán mucho mejores comparadas con las
experiencias de la familia predivorciada. Se supone que todo esto sucede sin tener
en cuenta la traición, el abuso o el abandono que provoca el divorcio y que deja por
lo menos a una persona vacilando dolorida y a uno o ambos padres con pocas
posibilidades de pensar en los niños. La creencia de que la crisis es temporaria
sustenta la idea de que, si se realizan arreglos aceptables sobre la custodia,
régimen de visitas y mantenimiento de los niños en el momento del divorcio, y se
brinda a los padres algunas instrucciones, los niños muy pronto estarán bien. Es
una visión que hemos sostenido fervorosamente y a la que continuamos
aferrándonos.
Pero es errónea. Nuestro deseo de creer en esta idea nos ha impedido brindar a
los niños y adultos la comprensión que necesitan para enfrentar la experiencia del
divorcio a largo plazo. No nos permite hacer planes para el futuro de nuestros hijos y
reconocer el hecho de que sus necesidades cambian a medida que crecen. Nos
impide escuchar sus serias quejas y aliviar sus sufrimientos. Afortunadamente, este
segundo mito también está comenzando a aclararse debido a una nueva voz que
surge en la escena nacional. Esa voz pertenece a los hijos del divorcio que ya están
llegando a la adultez. En este libro los escuchará cuestionar estos mitos. Ahora que
son mayores y tienen matrimonios, divorcios e hijos propios hablan con una
autoridad que no nos atrevemos a ignorar.
Los hijos adultos del divorcio nos están diciendo fuerte y claro que el disgusto
de sus padres en el momento de la separación no es lo que más importa. A menos
que hubiera violencia o abuso o un conflicto incesante, ellos tienen recuerdos
borrosos de los sucesos de aquel período crítico. En realidad, como niños
entonces y adultos ahora, todos estarían profundamente sorprendidos de saber
que ningún juez, abogado o mediador hubiera considerado genuinamente sus
intereses o deseos en el momento de la separación o con posterioridad. Lo
importante es todos los años vividos en una familia divorciada o vuelta a casar de
acuerdo con esta primera generación que creció y nos cuenta su experiencia. Es
sentirse triste, solo y enojado durante la niñez. Es viajar solo en aviones cuando
uno tiene siete años para visitar a los padres. Es no tener oportunidad de elegir
11
cómo pasar el tiempo y sentirse como un ciudadano de segunda comparado con
los amigos de familias intactas que siempre tienen algo que contar sobre sus fines
de semana y sus vacaciones. Es preguntarse si uno tendrá apoyo financiero del
padre para ir a la universidad, ya que no tiene obligación legal de pagarla. Es
preocuparse por la madre y el padre durante años: ¿El novio de mamá durará? ¿La
nueva esposa de papá nos recibirá bien en su hogar? Es llegar a la adultez con
intensa ansiedad. ¿Encontraremos una esposa fiel para amar? ¿Encontraremos
un hombre en quien confiar? ¿O las relaciones fracasarán como las de nuestros
padres? Y lo más indicativo es preguntarse si uno podrá proteger a sus hijos para
que no tengan estas mismas experiencias cuando sean grandes.
Ninguno de los hombres o mujeres de familias divorciadas cuyas vidas describí
en este libro quería que sus hijos repitieran sus experiencias de la niñez. Ninguno
comentó: "Quiero que mis hijos vivan en dos nidos, o en dos barrios". Envidiaron a
sus amigos que crecieron en familias intactas. Las historias de sus vidas
desmienten los mitos que sostenemos.

EL ESTUDIO LONGITUDINAL

Los adultos en los cuales está basado este trabajo se encuentran en la


vanguardia de un creciente ejército de adultos que se formó en familias divorciadas.
Desde 1970, por lo menos un millón de niños por año han presenciado el divorcio de
sus padres, construyendo así una generación de norteamericanos que ahora son
adultos3. Vale la pena repetir que ellos representan un cuarto de los adultos de este
país que han cumplido cuarenta y cuatro años4. Los demógrafos también informan
que el 40% de todos los adultos casados en 1990 ya se han divorciado 5. Las vidas
de estos hijos del divorcio que han llegado a la adultez y las importantes lecciones
que aprendí de ellos son los temas principales de este libro. Es el único estudio del
mundo que sigue hasta la adultez el curso de las vidas de individuos cuyos padres
se separaron cuando eran niños. Desde un comienzo, mi interés ha sido el mundo
interior de estas personas mientras maduraban. Traté de ver el mundo a través de
sus ojos y de explorar durante muchos años la calidad de sus relaciones con sus
padres, padrastros, amantes, esposos y finalmente sus propios hijos. A medida que
el estudio avanzaba comencé a sentirme intrigada por los reveses en sus vidas y
por las formas en que finalmente pudieron superar los legados inesperados del
divorcio de sus padres.
El grupo principal de 131 niños y sus familias fue reunido en 1971 cuando mi
colega Joan Berlin Kelly y yo comenzamos a formular preguntas a familias que se
estaban divorciando. Los niños pertenecían a hogares de clase media y fueron
cuidadosamente seleccionados de manera que todos los elegidos estuvieran bien
en el colegio y hubieran tenido un desarrollo normal durante los años previos al
divorcio. Naturalmente yo quería asegurarme de que los problemas que
advertíamos no fueran anteriores al divorcio. Ni ellos ni sus padres habían sido mis
pacientes. Estuve siguiendo los detalles íntimos de sus vidas y viéndolos a ellos y a
sus dos progenitores durante varias horas de entrevistas, por lo menos, cada cinco
años desde 1971. Mis averiguaciones a los dieciocho meses, cinco, diez y quince
años se encuentran en dos libros anteriores 6. Durante el seguimiento de veinticinco
años tuve oportunidad de reunirme con el 80% de los hijos, en entrevistas cara a
cara que duraron varias horas. Actualmente tienen entre veintiocho y cuarenta y tres
años.
Este libro también contiene conocimientos que adquirí del trabajo con más de
seis mil niños y sus padres que acudieron al Centro Judith Wallerstein para la
Familia en Transición, una organización sin fines de lucro que brinda, desde 1980,
mediación, asesoramiento y educación a las familias del condado de Marin que se
están divorciando7. En 1980 y 1990, el personal y yo realizamos una investigación
sobre un amplio espectro de temas de actualidad, entre ellos la custodia
compartida, las familias con un elevado índice de conflictos, las visitas nocturnas
para infantes y los regímenes de visitas establecidos por la Corte, y esa
investigación influyó en la política y los tribunales, y sirvió de información para el
trabajo de pediatras, maestros y el clero. El centro, reconocido nacional e
internacionalmente, también brinda formación a profesionales de la salud mental y
del derecho que trabajan con familias separadas, divorciadas y casadas en
segundas nupcias.
Finalmente, este libro incorpora extensas entrevistas de un grupo de
comparación de adultos de familias intactas que tenían la misma edad y fueron
criados en los mismos barrios y escuelas que aquellos del estudio a largo plazo de
familias divorciadas. Mi objetivo, al comparar los dos grupos, fue destacar la
experiencia de crecimiento y la adultez de cada uno de éstos. Muy pronto advertí
que las familias intactas venían en todas formas y tamaños, desde las más
armoniosas hasta las desdichadas. Mi interés estaba centrado en comparar la vida
de aquellos que se habían criado en familias problemáticas que permanecían
juntas con las de los del grupo de divorciados. Estas comparaciones echaron luz
sobre la vida de los hijos de una familia problemática que no se divorció y aportaron
una buena base para responder la pregunta tan frecuente: por el bienestar de los
niños, ¿es mejor divorciarse o mantener un matrimonio infeliz?

LO QUE APRENDÍ

Cuando comencé a estudiar los efectos del divorcio en los hijos y los padres en
1970, yo, al igual que todos, esperaba que ellos se recuperaran. Pero con el correr
del tiempo comprendí que el divorcio era una crisis a largo plazo que estaba
afectando el perfil psicológico de toda una generación. Observé este efecto a largo
plazo en mi investigación, la cual siguió a los niños hasta fines de su adolescencia y
comienzos de su adultez, pero recién ahora (que los hijos son adultos) pude
contemplar el cuadro completo. El divorcio es una experiencia que transforma toda
la vida. La infancia es diferente después del divorcio. La adolescencia es diferente.
La adultez, con la decisión de casarse o no, de tener hijos o no, es diferente. Sea
bueno o malo el resultado final, toda la trayectoria de la vida de un individuo se
altera profundamente con la experiencia del divorcio.
Hemos ignorado todo esto por la gran cantidad de personas afectadas y por la
velocidad con que se transformó nuestra sociedad. En la actualidad mucha gente
piensa que el divorcio es una experiencia perfectamente normal. Es tan común que
los niños casi no lo advierten. No hay estigma. No es gran cosa. Después de todo, si
la mitad de los compañeros de escuela provienen de familias divorciadas, ¿cómo el
divorcio puede ser tan traumático? Y ellos comentan: "¿Y no es verdad acaso que
los niños criados en familias intactas, pero malas, no están mejor?". Actualmente
todos los que crecen en Estados Unidos se ven afectados directa o indirectamente
por el divorcio, así que todos tienen las mismas preocupaciones. En otras palabras,
ellos sostienen que el divorcio no provoca cargas especiales sobre los individuos
13
(recuerde que es una experiencia normal). En realidad, si los investigadores
compararan grupos de individuos de dieciocho años de hogares divorciados e
intactos, y luego grupos de individuos de veinte años, y así sucesivamente,
probablemente advertirían que la mayoría de los niños de ambos tipos de hogar
tienen puntos de vista similares. Es verdad que la mayoría de la gente joven está
preocupada por cosas similares.
Pero yo descubrí verdades más profundas que esta impresión superficial. Cada
niño experimenta el divorcio de manera única. El solo hecho de que otros estén
sufriendo no reduce el sufrimiento propio. ¿El dolor de una viuda se alivia porque en
la misma calle haya otras cinco viudas? ¿Eso la hará sentir menos dolor? Las cifras
no brindan a los niños o adultos consuelo para los traumas de la vida. La gente que
cree que las cifras silencian el sufrimiento de los niños simplemente no ha hablado
con ellos. Cada uno de los integrantes de una clase de niños del divorcio grita: "¿Por
qué a mí?". Por otra parte, después de seguir la vida de un hijo del divorcio, y luego
otro y otro, desde los comienzos de la niñez, a través de la adolescencia, y los
desafíos de la adultez, puedo afirmar sin lugar a dudas que tienen preocupaciones
distintas de las de sus pares de hogares intactos. Estas preocupaciones están
remodelando nuestra sociedad de un modo que jamás imaginamos. Ése es el tema
de este libro y un desafío para todos nosotros en los años venideros.
Las páginas que siguen contienen muchos temas que son completamente
nuevos para la forma en que entendemos los efectos del divorcio a largo plazo. Por
ejemplo, Karen fue la primera hija del divorcio que describió que vivía con el temor
de que el desastre siempre estuviera acechando sin advertencia, en especial
cuando era feliz. Muy pronto advertí que estos temores eran comunes entre los
jóvenes adultos que habían crecido en familias divorciadas. Si la felicidad aumenta
las posibilidades de experimentar pérdidas, piense en lo peligroso que debe ser
simplemente sentirse feliz.
Contrariamente a lo que pensamos desde hace tiempo, el mayor impacto del
divorcio no se produce durante la niñez o la adolescencia. En cambio, se produce
en la adultez cuando las relaciones románticas más serias ocupan el centro de la
escena. Cuando llega el momento de elegir una pareja y formar una nueva familia,
aumentan los efectos del divorcio. Un descubrimiento central en mi investigación es
que los hijos no sólo se identifican con la madre y el padre como individuos
separados, sino con la relación entre ellos. Llevan consigo el patrón de esta relación
hasta la adultez y lo utilizan para buscar la imagen de su nueva familia. La ausencia
de una buena imagen influye de manera negativa en su búsqueda del amor,
intimidad y compromiso. La ansiedad es la que conduce a muchos de ellos a
realizar malas elecciones, a desertar cuando surgen problemas o a evitar por
completo las relaciones.
Como veremos, la familia divorciada no es una versión truncada de la familia de
dos progenitores. Es una clase de familia diferente en la cual los niños se sienten
menos protegidos y menos seguros con respecto al futuro que los niños de familias
intactas razonablemente buenas. Las madres y los padres que comparten sus
camas con personas distintas no son iguales que los padres y las madres que viven
bajo el mismo techo. La familia divorciada tiene una nueva distribución de
personajes y relaciones donde figuran padrastros, hermanastros, segundos
matrimonios y segundos divorcios, y a menudo amantes. El niño que crece en una
familia divorciada a menudo experimenta no sólo una pérdida (la de la familia
intacta) sino una serie de pérdidas. Esta nueva clase de familia presenta demandas
muy diferentes a cada progenitor, cada niño y cada uno de los muchos adultos que
ingresan en la órbita familiar.
Por otra parte, el divorcio introduce cambios radicales en las relaciones
padres-hijos que se oponen a lo que actualmente entendemos. La liberación del
contrato marital a menudo suele resultar menos estable, más volátil y menos
protectora para los niños. Cuando ese contrato se disuelve, comienzan a
transformarse las percepciones, los sentimientos y las necesidades entre padres e
hijos. Esto no significa que los padres quieran o se preocupen menos por ellos. Lo
que sucede es que están muy comprometidos en reconstruir sus vidas, económica,
social y sexualmente. A menudo, las necesidades de padres e hijos no están
sincronizadas hasta varios años después de la separación. Los niños preocupados
observan a sus padres como pequeños halcones, buscando señales de tensión
que puedan afectar su disponibilidad como padres.
Como lo revelan las historias que están por oír, los hijos no son vasijas pasivas,
sino participantes activos que ayudan a formar sus destinos y el de sus familias.
Realizan duros esfuerzos para adaptarse a los nuevos requerimientos de la familia
divorciada aunque esperan durante muchos años que sus padres se reconcilien.
Como están en sus años de formación, algunos de los nuevos roles que asumen en
la familia están de acuerdo con sus caracteres. Algunos se sumergen en el vacío del
posdivorcio y se convierten en protectores de sus familias. Otros aprenden a ocultar
sus verdaderos sentimientos. Algunos se meten en problemas con la esperanza de
que sus padres vuelvan a reunirse para rescatarlos. Los roles que adoptan para
adaptarse a las nuevas circunstancias en la familia divorciada perduran en la
adultez, y con frecuencia se vuelven a instalar en sus relaciones de adultos.
Y, finalmente, vemos que muchos hijos del divorcio son más fuertes por lo que
han luchado. Se consideran sobrevivientes que aprendieron a confiar en sus
propios juicios y a asumir responsabilidades por ellos y por los otros a temprana
edad. Tuvieron que inventar su propia moralidad y valores. Comprenden la
importancia de la independencia económica y el trabajo duro. No toman las
relaciones a la ligera. La mayoría venera la buena vida familiar.

HISTORIAS DE VIDA

Este libro está organizado en torno de las historias de vida de cinco adultos
criados en familias divorciadas, y varios otros criados en familias intactas. Cada uno
de estos individuos es prototípico y fue elegido con cuidado y reflexión para
representar las experiencias de una gran cantidad de personas con antecedentes
similares. Sus historias están intercaladas con relatos que se basan en
investigaciones y estudios actuales llevados a cabo en el Centro para la Familia en
Transición, y reflejan los dilemas más recientes del derecho y la política familiar.
Otros ensayos presentan mis formulaciones con respecto a llegar a la adultez en
una familia divorciada o intacta, la similitud o las diferencia que tienen las
experiencias y cómo se forjan las expectativas adultas en el crisol de la vida familiar.
Cuando elegí retratar todas las vidas de un grupo representativo reducido, en
lugar de datos grupales de muchos integrantes, quise lograr una visión interior
profunda de cómo el divorcio había formado y reformado la vida de los hijos
mientras se iban convirtiendo en adultos. Muchos estudios en gran escala están
basados en datos de censos de familias divorciadas, y brindan una información
demográfica muy útil sobre la elevada incidencia del divorcio entre los hijos adultos
del divorcio, el descenso en los promedios de la escuela secundaria, las dificultades

15
en las relaciones adultas y aspectos del mismo estilo. Pero esos estudios están
basados en entrevistas o cuestionarios telefónicos que obtienen información
superficial o meras respuestas mecánicas sobre los pensamientos y sentimientos
de la gente. Sólo las entrevistas cara a cara durante varias horas en un contexto de
verdadera confianza, donde el encuestador tiene la posibilidad de tratar temas no
estipulados que surgen en una conversación natural, nos conducen a la experiencia
humana más allá de las estadísticas. Esta clase de entrevista intensiva está
necesariamente restringida a una cantidad limitada de personas porque requiere
mucho tiempo. Pero esta reconocida herramienta de investigación es el único medio
para acceder a las mentes y los corazones de las personas, para comprender
quiénes son y cómo se ven a sí mismas y a los demás, y cómo llegaron a donde
están actualmente.
Este libro está organizado en cinco partes, cada una de las cuales se centra en la
historia de vida de un adulto que fue criado en una familia divorciada. Cada sección
recapitula el curso de la vida de ese individuo desde el momento en que sus padres
se separaron hasta la actualidad, veinticinco años después. En estas historias
principales intercalé historias equivalentes o viñetas más breves de adultos criados
en familias intactas.
La Primera parte trata de Karen, una niña que asume responsabilidades adultas
en la separación y continúa con este rol de protectora durante sus años de
crecimiento. Esta experiencia marca todas sus relaciones adultas y su visión de la
maternidad de un modo inesperado. Aquí comparo el desarrollo de Karen con la
historia de vida de Gary, un joven que fue criado por dos progenitores que
decidieron permanecer casados a pesar de su infelicidad. La historia de Gary hace
surgir el interrogante acerca de cuándo y si las personas infelices pueden o deben
permanecer juntas por el bienestar de sus hijos.
La Segunda parte trata de Larry, un niño que fue criado entre escenas de
violencia familiar. Cuando su madre abandonó el matrimonio, Larry tenía siete años
y se enfureció y trató de recomponer el matrimonio con la complicidad de su padre.
Aquí comparo la vida de Larry con las experiencias de Carol, una joven cuyos
padres mantuvieron toda una vida de violencia sin intenciones de separarse. Larry y
Carol sirvieron para aclarar las percepciones de los niños y adolescentes criados en
familias violentas y cómo estas actitudes afectan a sus vidas adultas.
La Tercera parte trata de Paula, una joven que sufrió una intensa soledad
después del divorcio cuando su madre tenía que ir a trabajar y a la escuela durante
todo el tiempo. En su adultez, Paula es una madre sola que está tratando de volver
a empezar después de una adolescencia turbulenta y un matrimonio impulsivo. Su
historia me permite explorar el efecto a largo plazo del régimen de visitas ordenado
por la Corte, la custodia compartida y otras políticas que modelan las vidas de los
niños y sus actitudes hacia los padres. Nadie en nuestro grupo de comparación
sufrió una experiencia equivalente a la repentina pérdida de un ambiente de
protección y cariño que sufrió Paula, por eso no están incluidos en esta sección.
La Cuarta parte trata de Billy un niño que nació con un problema cardíaco
congénito y que tenía necesidades especiales que le impidieron adaptarse a la
nueva vida de sus padres. El divorcio es un desafío especial para estos niños
vulnerables que no son capaces de manejar muy bien los cambios. En esta sección
también exploro el tema de quién paga los estudios cuando la manutención
obligatoria de los niños cesa a los dieciocho años.
La Quinta parte habla de Lisa, que fue criada en una familia donde se realizaron
todos los esfuerzos necesarios para mantener la paz. Ella creció en un ambiente
agradable con el apoyo de dos padres cariñosos y una madrastra amorosa. Sin
embargo, cuando entró en la adultez tuvo serios problemas para confiar en los
hombres. Luchó contra sus sentimientos originados en el divorcio. Comparada con
Betty que fue criada en una familia intacta muy feliz, Lisa no está segura de poder
encontrar una pareja para su vida, criar hijos y confiar en la institución del
matrimonio.
Al relatar estas historias comprendí que los adultos criados en familias
divorciadas llevan en su interior una historia única. Ellos son el producto de dos
familias distintas y de la transición entre ellas. Sus vidas comenzaron en una familia
intacta que un día se desvanece. Ésta es reemplazada por una serie de trastornos
que los dejan confundidos y atemorizados. Los siguientes capítulos de sus vidas
transcurren en una familia divorciada, que puede adquirir varias formas. La familia
se puede expandir e incluir una nueva gama de personajes (otros niños o adultos
que forman parte temporaria o permanente de sus vidas), o se puede reducir a una
versión disminuida de la familia predivorciada. Y se puede convertir en cualquier
versión intermedia. Estas diferentes partes de sus historias continúan ocupando
sus mentes mientras maduran. En cada etapa de su desarrollo, vuelven a recordar
lo que ganaron o perdieron con el divorcio. A menudo, el balance cambia ya que las
circunstancias y las relaciones también varían. En cada etapa llegan a nuevas
conclusiones sobre sí mismos, sus padres y sus padrastros, y adquieren una
perspectiva que trasladan a sus relaciones adultas.
Las historias de vida de aquellos criados en familias intactas revelan que los
hijos del divorcio viven en un universo separado, pero paralelo. Encontramos
similitudes y diferencias entre los dos grupos en todo el transcurso de sus vidas. No
esperaba encontrar estos contrastes tan claramente definidos entre los jovencitos
criados en la misma calle y que concurrían a la misma escuela.
A todas las personas de este estudio se les asignaron nuevos nombres y otros
detalles para proteger su privacidad. A veces utilizamos compuestos basados en las
historias de varios jóvenes para reforzar los detalles pero, dejando de lado estos
cambios, sus palabras y los acontecimientos más importantes de sus vidas no están
corregidos. Después de varios años de entrevistar a niños y adultos descubrí que
las personas alcanzan alturas líricas cuando sienten que por fin alguien las
escucha.
Un último comentario: yo no estoy en contra del divorcio. ¿Cómo podría estarlo?
Probablemente he visto más matrimonios desdichados, degradados y abusivos que
la mayoría de mis colegas. Comprendo profundamente el sufrimiento de muchos
adultos y sus prolongados esfuerzos para mejorar sus vidas después del divorcio.
También comprendo que, para muchos de los padres, la decisión del divorcio es la
más difícil de su vida; lloran muchas noches antes de dar un paso tan drástico. Y
también comprendo las muchas voces que en radio, televisión y ciertos círculos
políticos y religiosos dicen que el divorcio es pecaminoso. Que siempre es
perjudicial para los niños y que la gente que se divorcia es egoísta y sólo piensa en
sus propias necesidades. Pero no conozco ninguna investigación, incluida la mía,
que diga que el divorcio es umversalmente perjudicial para los niños. La gente que
sostiene este punto de vista habla con seriedad desde sus encumbrados valores,
pero sospecho que no ha pasado suficiente tiempo con familias que enfrentan
problemas tan serios que pueden llevarlas al divorcio.
En realidad, la gente busca esa disolución por razones que van más allá del
deseo de escapar a un matrimonio desdichado o atemorizante. La fuerza impulsora
de los miles de divorcios que he seguido de cerca es el deseo de superar la soledad
17
y el desengaño de un matrimonio sin amor. La gente busca comprensiblemente
una nueva oportunidad de felicidad y compañía. Por cierto, estos sentimientos
problemáticos merecen nuestro respeto y nuestra comprensión. Pero la agenda de
los padres entra en conflicto con los deseos de los niños que necesitan un hogar
estable mientras crecen. A diferencia de otras enfermedades sociales como la
pobreza o la violencia comunitaria, donde convergen los intereses de padres e
hijos, el divorcio puede beneficiar a los adultos mientras que es perjudicial para las
necesidades de los niños. Nuestra visión moral y las leyes de familia fueron
construidas sobre la base del supuesto de que los miembros de una familia, grande
o pequeña, tienen los mismos intereses. Pero el divorcio cuestiona de plano este
supuesto. Nos hemos negado a enfrentar este dilema en toda su complejidad. En
las próximas páginas retomaré el tema de cuándo y si conviene divorciarse o
permanecer juntos por el bien de los niños. Creo que se pueden extraer pautas de
las historias de vida que está a punto de leer. También abogo por que nuevas
políticas y prácticas por parte de los tribunales y los padres puedan satisfacer los
deseos de los padres y las necesidades de los niños. El tema central de este
trabajo es si podemos hacer mejor las cosas.

PARA QUIÉN ES ESTE LIBRO

Este libro fue escrito para aquellos de ustedes que crecieron en familias
divorciadas y quieren saber por qué sienten y actúan del modo en que lo hacen.
Cada uno de ustedes cree que su sufrimiento es único. Lucharon contra conflictos y
temores internos cuyo origen no comprendían. Vivieron durante años con temor a la
pérdida y preocupándose porque, si eran felices, eso era sólo el preludio de un
desastre. Temen al cambio porque en su interior creen que sólo puede ser para
peor. Estuvieron preocupados por uno o sus dos progenitores durante toda su vida,
y dejarlos fue una pesadilla. Al igual que la mayoría de los hijos adultos del divorcio,
nunca le confesaron a nadie el terror a los conñictos que sienten, porque la única
forma que tienen de manejarlos es explotar o huir. Permanecieron despiertos noche
tras noche pensando con ansiedad en el amor y el compromiso. Saben demasiado
sobre la soledad y muy poco sobre la amistad duradera. Pero se sentían muy
incómodos como para comentar estos sentimientos porque no sabían que
formaban parte de un enorme ejército de millones de jóvenes adultos que crecieron
en hogares divorciados y que comparten su perplejidad y preocupaciones. Los
sentimientos que los confunden y perturban tienen profundas raíces en sus propias
historias. Al ver cómo sus vidas se diferencian de las de aquellos que crecieron en
familias intactas buenas, comenzarán a comprender estas raíces por primera vez.
Sus temores no desaparecerán, pero con seguridad se acallarán. Ése es mi primer
propósito.
Este libro también está escrito para aquellos de ustedes que están casados con
un hijo del divorcio. ¿Por qué será que, cuando debe tratar con su esposo/a, siente
como si caminara sobre huevos? ¿Por qué tiene que tener tanto cuidado aun en los
desacuerdos más triviales, y por qué es tan difícil cambiar de planes? Para decidir
tener hijos quizá sufra un bloqueo emocional, y cuando se trata de llevarse bien con
la familia de su pareja, las complicaciones nunca cesan. Su pareja tiene profundas
ansiedades que parecen fuera de control en una persona que de otro modo
funciona muy bien. Pero si puede comprender a su esposo/a y acomodarse a sus
necesidades especiales, él o ella estarán profundamente agradecidos. Los hijos del
divorcio no tuvieron muchas personas en sus vidas que comprendieran lo
asustados que se sentían en situaciones que otros daban por sentadas.
Y, por supuesto, este libro está escrito para aquellos padres que se encuentran
en una encrucijada. Si deciden divorciarse, ¿qué les sucederá a sus hijos, y cómo
pueden ayudarlos? Si deciden permanecer juntos, ¿cuál será el precio para ustedes
y sus hijos que crecerán en un matrimonio infeliz? Muchas décadas de investigación
sobre el divorcio me sirvieron para brindar consejos a los padres en el momento de
la separación y durante los años siguientes. Les indiqué cómo comunicarles a sus
hijos la decisión de divorciarse. Esto es muy importante para luego establecer el
escenario de la familia divorciada. Su hijo nunca olvidará lo que le dice (o no) y el
ambiente emocional de la reunión familiar. También les explico en detalle cómo
realizar los acuerdos de la custodia para beneficio de ambos, y cómo modificar
estos acuerdos cuando los niños crecen y las necesidades e intereses cambian.
Entre los distintos temas que abordo se encuentra cómo ayudar a su hijo cuando
hubo violencia en el hogar; muchos niños son testigos de ella cuando el matrimonio
llega a un tormentoso final, y personas que normalmente no se hubieran golpeado
lo hacen con violencia. Durante años me preocupé por lo que sentía el niño acerca
de que, como hijo del divorcio, tiene menos derechos e influencia sobre su vida que
sus amigos de familias intactas; sugiero muchas formas en que los padres pueden
ayudar al niño para que se sienta querido y respetado. Finalmente, tengo un
consejo especial sobre volver a casarse y construir relaciones entre un niño y sus
padrastros. Todos estos temas son muy importantes para el bienestar del hijo de la
familia divorciada y los padres tienen muy poca preparación y pautas al respecto.
Por último, tengo otro público importante en mente. Este libro también está
escrito para los jueces, abogados, mediadores y profesionales de la salud mental
que trabajan con los tribunales y las familias. Todos ustedes se ven atrapados en
dilemas creados por un sistema legal que da prioridad a los derechos de los padres,
pero tiene el mandato de proteger a los niños. Los invito a escuchar las voces de
estos jóvenes adultos que crecieron bajo las políticas de nuestro sistema legal. Muy
pocos de ustedes tuvieron la oportunidad de averiguar qué les sucede a esos niños
después de que los arreglos (en los cuales ellos no tienen voz) se firman, se sellan
y se envían. Esta es su oportunidad para enterarse sobre estos niños. Ellos hablan
desde el corazón.
Comienzo con el resto de la historia de Karen.

PRIMERA PARTE

UNIVERSOS PARALELOS:

Karen y Gary
CAPÍTULO UNO

Cuando un niño se convierte en el protector

La visita de Karen James continuó demostrándome los efectos a largo plazo del
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divorcio sobre los niños. Cuando se fue, regresé a mi estudio a buscar los informes
de su familia para refrescar mi memoria. Tengo copiosos archivos de cada miembro
de la familia, incluyendo transcripciones exactas de entrevistas pasadas, cartas de
maestros, notas que describen juegos con casas de muñecas, dibujos de niños,
comentarios de los padres sobre sus vidas y lo que piensan de sus hijos,
comentarios de niños que muestran una sorprendente diferencia de percepciones, y
mis propias notas al margen sobre lo que representa cada familia. Lo primero que
me llamó la atención fue un dibujo que Karen hizo cuando nos conocimos. (Los
dibujos de los niños suelen decir lo que sienten y revelan mucho más que las
palabras habladas). Karen dibujó a cada miembro de su familia con meticulosos
detalles: su madre, su padre, Kevin —su hermano de ocho años—, y Sharon —su
hermana de seis—. Todos estaban de pie, muy juntos, vestidos con colores
brillantes y con una amplia sonrisa. Hasta el gato estaba sonriente. En la parte
superior de la hoja estaba escrito "Mi familia". Yo estaba intrigada por la capacidad
de Karen para mantener una imagen de serenidad en el dibujo, pues ya estaba
enterada de la desorganización en su vida familiar. El deseo de paz y unión en su
familia era conmovedoramente claro. Más tarde yo comprendería que ése era un
deseo central en su vida.
El divorcio de los James sorprendió por completo a sus hijos. Aunque durante
años atravesaron un camino pedregoso, el matrimonio (a los ojos de los niños) y la
vida familiar parecía bastante estable. El padre era dermatólogo y trabajaba
muchas horas en forma privada junto con otros cuatro socios. La madre estaba
furiosa con su esposo y se quejaba porque él nunca estaba disponible, no pasaba
tiempo con los niños, era frío y distante como esposo e incompetente como amante.
Él prácticamente no prestaba atención a lo que llamaba sus "parloteos". Ella era
una mujer muy hermosa que trabajaba medio día
en un comercio de costosos y elegantes arreglos florales. Su trabajo le permitía
poner de manifiesto su veta artística y estar en casa durante las tardes cuando los
niños regresaban de la escuela. Era una madre estricta y exigente. Él era un padre
emocionalmente distante... cuando estaba en casa. Los padres se gritaban y
vociferaban injusticias que no tenían sentido para los niños, pero nunca se hablaba
de divorcio. Los tres hermanos me manifestaron que las tormentas eran un aspecto
normal de la vida familiar.
La verdadera tormenta comenzó con la traumática muerte de la madre de la
señora James, quien murió en un accidente en una autopista. A la señora James el
dolor la derrumbó. Ella dependía de su madre que la aconsejaba, le brindaba cariño
y la ayudaba a mantener la fachada de un matrimonio feliz. La muerte precipitó una
profunda depresión en la señora James, que se enojó con el mundo, y se convirtió
en alguien crítico de todos los que la rodeaban. Recurrió a su esposo en busca de
consuelo, amor, comprensión e intimidad sexual, y éste se convirtió en blanco de su
furia ya que no le brindó la ayuda que ella necesitaba. Los altercados que formaban
parte del matrimonio comenzaron a magnificarse, y muy pronto su vida no fue otra
cosa que una serie de discusiones. El doctor James estaba atemorizado por la
intensidad de las necesidades de su esposa y se apartó más aún. Confundida por
las dos pérdidas, comenzó a atacarlo más. Atormentado por sus estridentes
acusaciones de fracasos, él la acusó de infidelidad, frigidez y maternidad
incompetente. La gota que horadó la piedra fue la partida del doctor James para una
convención de dermatología de dos días. Consumida por el disgusto, la señora
James buscó asesoramiento legal e inició el divorcio.
Mientras leía el archivo y recordaba, me sentí más segura que nunca de que las
discusiones de los James tuvieron más pasión que contenido. No discutían sobre la
infidelidad, la cual al parecer era de vieja data, sino que querían herirse el uno al
otro. Cada uno negaba acaloradamente las acusaciones del otro. Sin embargo, al
igual que muchas parejas de divorciados, peleaban en forma salvaje, mientras los
niños observaban impotentes o huían a esconderse. Como sucede en muchas
familias, no hubo desacuerdos en cuanto a la custodia o régimen de visita de los
niños. La señora James habría hecho cualquier cosa para irritar a su esposo, hasta
permitirle que se llevara a los niños, ya que eso era lo que él no quería.

EL DISGUSTO NO TERMINA CON EL DIVORCIO

El matrimonio se disolvió en medio de un creciente caos familiar. La furia de los


padres entre sí no se apaciguó durante ¡os años siguientes, aunque no se debatió
en los tribunales. Ésta es una situación familiar para los que trabajamos con
parejas divorciadas. En oposición a lo que todos piensan (incluyendo jueces y
abogados), la gran mayoría de los padres divorciados no llevan sus conflictos a los
estrados. Entre el 10 y el 15% de las parejas que pelean en la Corte, consumen lo
mayor de nuestra atención, pero no representan la norma'. La mayoría de los
padres negocia los acuerdos de divorcio, decide sobre la custodia y toma caminos
separados. Desafortunadamente, muchos de ellos quedan muy enojados con el
otro. En nuestro estudio, un tercio de las parejas seguía peleando con la misma
vehemencia diez años después de que su divorcio había terminado. Este disgusto
permanente se origina en sentimientos de dolor y humillación, reforzados por
nuevas quejas (la cuota de alimentos para los niños es demasiado onerosa o muy
escasa), y los celos hacia las nuevas parejas, que a menudo son más jóvenes. El
concepto de que el divorcio termina con la intensa relación amor/odio del
matrimonio es otro mito de nuestros tiempos. Al igual que mucha gente divorciada,
la madre de Karen llamaba con frecuencia a su ex esposo y entablaban serias
discusiones. Como resultado, los niños se vieron expuestos al dolor y el disgusto
que llevó a la separación durante todos sus años de desarrollo. Actualmente,
millones de niños experimentan el mismo drama de ansiedad y disgusto que se
niega a desaparecer.
Por supuesto, es difícil saber con qué frecuencia el divorcio se precipita debido a
factores externos al matrimonio. He sido testigo de gran cantidad de estas
instancias. En realidad, es una de las causas más comunes (o más precisamente el
disparador final) del divorcio, aunque al parecer muy pocas personas reconocen su
importancia. Cuando los individuos se ven sacudidos por alguna pérdida seria en
sus vidas (ya sea la terminación de un trabajo, la muerte de un progenitor, una
enfermedad seria de un hijo o cualquier acontecimiento doloroso que evoque
pasiones poderosas y primitivas), la persona afligida buscará consuelo en su pareja.
Si ésta responde con comprensión y ternura, el matrimonio se puede enriquecer
para siempre. Pero la tragedia también puede separar a la gente cuando la persona
apenada se siente profundamente decepcionada por la respuesta de su pareja y se
siente rechazada en su momento de mayor necesidad. El dolor se convierte en furia
cuando las dos personas terminan culpándose en forma irracional: una por no tener
empatia, y la otra por realizar demandas insaciables. La pérdida inicial se supera, el
disgusto y las acusaciones desaparecen, y el matrimonio se derrumba. La señora
James siguió estos pasos al pie de la letra.
También es trágico cuando el divorcio es la secuela de una seria crisis de vida.

21
La persona que sufre pierde el respaldo que tenía en el matrimonio y enfrenta la
transición del matrimonio a la soltería en un
estado de agotamiento. Los niños se sienten atemorizados por lo que les espera.
Es como si toda la familia que se encuentra en su punto más débil tuviera que
enfrentar un terremoto y sus temblores secundarios.
Lo que le sucedió a esta familia es un ejemplo. Muchas personas, incluyendo
abogados, jueces y mediadores, no comprenden con qué frecuencia lo que parecen
quejas racionales encubren intensos sentimientos irracionales. O suponen que las
quejas siempre reflejan el disgusto hacia la pareja y no alguna otra profunda
tristeza. Aunque los problemas maritales de la señora James le parecieran
familiares a su abogado, su disgusto no era producto del matrimonio en sí mismo,
sino de una pérdida secundaria que alimentó su furia. Idealmente, el dolor por la
repentina muerte de su madre y su incapacidad para hacer el duelo deberían haber
sido atendidos antes de que tomara decisiones sobre su divorcio y los niños.
Ésta es la clase de furia que puede durar décadas después del divorcio, y es la
clase de disgusto que deja residuos duraderos en la personalidad de un niño. Como
adulta, Karen tiene terror al conflicto porque es demasiado peligroso. Pero nos
estamos adelantando a nuestra historia.

CONVERTIRSE EN UN NIÑO PROTECTOR

Seis meses después del divorcio, el doctor James se volvió a casar con una
mujer mucho más joven que a los niños les agradó mucho. Era vivaz, divertida y no
trató de entremeterse en sus vidas como una madrastra que impone reglas, sino
que se acercó en forma amistosa y los trató con calidez. Desafortunadamente, el
doctor James llevó algún equipaje a su segundo matrimonio, y éste también fue
tormentoso, y tuvo muchas partidas inexplicables de fin de semana por parte de su
segunda esposa. Tres años más tarde se despidió de los niños y los dejó para
casarse con otro hombre. "Yo estaba totalmente loco", me comentó el doctor James
durante una de nuestras entrevistas de seguimiento. Los niños estaban
sorprendidos, sin explicaciones ante la segunda pérdida en su vida familiar.
La señora James tampoco encontró mucha felicidad en los años posteriores a su
divorcio. Tuvo varios amoríos seguidos por un segundo matrimonio. El nuevo
esposo, que era paisajista, no toleraba a los niños y muy pronto se aburrió de su
bella esposa. El matrimonio duró menos de cinco años, y la señora James estuvo
constantemente perturbada.
Para Karen, el legado del divorcio fue convertirse en madre sustituía de sus
hermanos menores y en confidente y consejera de sus perturbados padres. Era un
rol completamente nuevo para esta niña que, al igual que muchos otros antes del
divorcio, había tenido una vida bastante protegida. Sin embargo, Karen asumió el
clásico rol de niña protectora con gracia y aplomo. En realidad, era una madre
modelo.
Mi hermano tiene miedo a muchas cosas —me advirtió en una oportunidad.
—¿A qué le tiene miedo?
—A la oscuridad. A subir solo las escaleras. A estar solo. Yo trato de cuidarlo.
Todas las noches voy a su dormitorio para que no llore.
Muchas jóvenes tratan de llenar el vacío creado por los padres que se
desmoronan emocional y, a veces, físicamente después del divorcio. El trabajo del
niño protector, como ella lo define, consiste en mantener al padre en acción
actuando como sea necesario: como guía, consejero, enfermero, confidente. La
gama depende de la necesidad del padre y la percepción del hijo. Una niña de diez
años de este grupo se levantaba con su madre que sufría de insomnio a la
medianoche a mirar televisión y beber cerveza. Con frecuencia se quedaba sin ir a
la escuela para asegurarse de que su madre no se deprimiera y se suicidara, o
sacara el automóvil cuando había bebido. Un padre me contó cómo su hija de doce
años había empacado su ropa, lo había ayudado a buscar un apartamento y le
hacía las compras. Lo llamaba todas las noches para asegurarse de que había
llegado a casa y para pedirle que dejara de fumar. A pesar de que la mayoría de los
protectores son niñas, hemos visto varios casos dramáticos de niños que asumen
roles similares. Un joven de catorce años, cuya madre abandonó la familia, dejó de
concurrir a la escuela y asumió todas las responsabilidades de su madre,
incluyendo las compras, la cocina, la limpieza y el cuidado de su padre que estaba
en un estado de derrumbe.
Estos niños pronto sacrifican sus amigos, las actividades escolares y, lo más
importante, su sensación de ser niños: la infancia misma. Como recompensa
obtienen una sensación de orgullo por haber salvado la vida de uno de sus padres.
Cuando hay hermanos en el hogar, el niño protector asume de inmediato el rol
parental y se encarga de la administración de la casa, prepara las cenas, supervisa
que se realicen las tareas escolares, acuesta a los más pequeños y por la noche
lava los baños. Karen era adecuada para este trabajo de protectora y aprendió
rápidamente a mantener bajo control sus sentimientos. Tuvo una enorme
compasión por sus dos progenitores y sirvió de gran consuelo a su madre, quien en
su momento reconoció lo mucho que dependía de su hija de diez años.
Sin ningún tipo de perturbación, la señora James me comentó: "Karen se ocupa
de mí. Ella me comprende sin palabras". Al igual que la mayoría de los padres que
pasan a depender mucho de sus hijos, ella tuvo muy poca o ninguna conciencia del
pesado sacrificio que realizó su hija abandonando juegos y amigos. No advirtió el
hecho de que Karen estaba faltando a la escuela y no prestaba atención a los
trabajos de clase. En lugar de ello, hablaba como si Karen fuera un adulto o una
persona mucho mayor. "Cuando me ve sentada sola al atardecer, sabe que me
siento triste y me abraza. Ella es muy discreta. Me dijo que dejara a mi novio, que
sólo me iba a lastimar. Aprendí a escucharla".
Y yo me pregunto a quién va a recurrir Karen para buscar palabras de consuelo.
¿Quién la va a consolar en los años posteriores al divorcio? ¿O va a aprender
gradualmente a bloquear sus sentimientos y necesidades porque son demasiado
dolorosos?
Karen me comentó que le gustaba mucho sentarse sola en el jardín de la abuela,
donde había tranquilidad y se sentía segura. Lamenté que no tuviera muchos
amigos, pero me sentí complacida de que tuviera este oasis. Recuerdo que años
más tarde ella me confesó: "Mi abuela me salvó la vida".
No hay forma de que una niña sensible vea a su madre llorar o a su padre caer
en una depresión sin que se preocupe y piense que ella es el motivo, y por eso
asuma toda la responsabilidad de las lágrimas de su madre y los estados de ánimo
de su padre. Observé a Karen con un sentimiento de gran impotencia, pues
comprendí que no podía hacer nada para aliviar su dolor ni para satisfacer su sed de
protección. Recuerdo que en una oportunidad le pregunté: "¿Qué serás cuando
crezcas, Karen?".
Se sonrojó y me respondió: "Quiero trabajar con niños ciegos o que sufran de
algún retardo o no puedan hablar". Pensé en la madre de Karen que se sentaba sola
23
a llorar, en el hermano que tenía miedo de la oscuridad, en todas las personas
afligidas de esta familia —incluida ella—, a quienes esta intrépida niña quería
rescatar, y casi me puse a llorar.
Cuando una niña pierde su infancia y su adolescencia por asumir
responsabilidades de padre, sacrifica su capacidad para disfrutar de la vida como
adulta, el desarrollo de amistades íntimas y el cultivo de intereses compartidos.
Más allá de esta pérdida, existe un peligro psicológico mayor si la dependencia
invertida se prolonga demasiado. La niña puede quedar atrapada y sentir que ella
sola debe rescatar al padre en problemas. Cuando atiende sus propios deseos y
necesidades se siente culpable y no merecedora. Esto sucede si la infelicidad del
padre se prolonga durante años y éste espera el consuelo del niño, o cuando el
niño asume el rol y no lo deja. Cualquiera que sea el origen, el niño se siente
obligado a brindarle al padre lo que necesita: protección, compañía, guía o ser la
persona que aleje la depresión. Karen decía: "Mi mamá no tiene a nadie. Sólo a
mí".
Aunque esto suene extraño, muchos de estos jóvenes creen que su deber es
mantener vivo a su padre/madre. Sin ellos, éste moriría. Ésta una responsabilidad
aterradora, en especial para una niña que no ne en quién confiar. Va mucho más
allá de la clase de ayuda que un hijo devoto le brinda a un progenitor/a en una crisis
temporaria, ya sea un divorcio o cualquier otra situación. Es una sobrecarga que
inhibe seriamente la libertad del niño para separarse de manera normal y tener una
adolescencia saludable. Al sentirse unido al padre erturbado por lazos
inquebrantables de amor, compasión, culpa y abnegación, el niño no tiene la
libertad de dejar emocionalmente el hogar o seguir su corazón en el amor o el
matrimonio. En realidad, los padres y hermanos sienten que no funcionarían sin ese
sostén. Se aferran a él y le bloquean la salida. Como aprendí más tarde, muchos de
estos niños protectores reinstalan la relación de rescate en sus relaciones de
adultos con el sexo opuesto, como lo hicieron con sus padres. Ésta es una seria
consecuencia a largo plazo del divorcio para aquellos que quedaron atrapados en el
rol de protectores.

EL PADRE/MADRE DESPROTEGIDO

Cuando Karen cumplió quince años su situación familiar había cambiado muy
poco. En la escuela no tuvo muchos altibajos, y obtuvo califaciones para aprobar.
Sus maestros la describieron como una muchacha tranquila, reservada y femenina.
No realizaban preguntas sobre sus frecuentes ausencias, suponiendo que alguien
en la casa estaba enfermo y la necesitaban. Por supuesto que no estaba trabajando
con todo su potencial. ¿Cómo podía hacerlo?
Le volví a preguntar a Karen sobre sus planes futuros y respondió en ese modo
grave y pensativo que se le había vuelto costumbre: "Me gustaría casarme y quizá
tener hijos. Pero uno nunca sabe, y quizá se divorcie. No quiero eso".
Para comprender cómo afecta el divorcio a largo plazo a los niños es necesario
explorar el hecho de que la familia divorciada no es una versión recortada de la
familia de los dos padres. La posterior al divorcio es una nueva forma de familia que
genera demandas muy diferentes en cada padre, cada hijo y cada uno de los
nuevos adultos que ingresan en la órbita familiar. Para millones de niños
americanos, la experiencia de crecer (o sólo de ser un niño) ha cambiado. Para
millones de adultos, la experiencia de ser padre se ha transformado radicalmente.
Lo primero que debemos reconocer es la unión íntima entre el lazo familiar y la
relación padre-hijo. Cuando el matrimonio funciona y la pareja está feliz, la relación
padre-hijo está nutrida y recompensada por el amor y el aprecio de los padres entre
sí, y está apoyada en su cooperación. Pero cuando el lazo está afectado, la
separación envía mensajes a través del todo el sistema y llega rápidamente a los
niños. El primer mensaje es que la paternidad/maternidad está disminuida. Los
adultos están ocupados construyendo sus vidas por separado. ¿Cómo y cuándo
voy a rehacer mi vida?
¿Cómo se advierte esta disminución en la paternidad? Pregúntele a cualquier
hijo del divorcio. En todos los aspectos de la vida del niño, los padres están menos
disponibles y menos organizados,*y tienen menos cenas juntos e incluso menos
ropa limpia, y no siempre llevan a cabo las rutinas hogareñas o ayudan con las
tareas escolares o los rituales a la hora de dormir. Pero el cuadro general es más
preocupante que los detalles. Cuando el matrimonio se rompe, los niños adquieren
un nuevo significado para sus padres. Se pueden convertir en una carga mucho
más pesada. O son un desafortunado residuo de un sueño que fracasó. O quizá
pueden brindar esperanza y significado a la vida de uno de los padres.
Después del divorcio, una sorprendente cantidad de adultos busca a sus hijos
para que los ayuden con sus problemas. En el caso de Karen, esta clase de
comportamiento se convirtió en una horma, que la llevó al rol de niña protectora.
Pero en muchas familias, la inversión de roles entre padres e hijos es más o menos
temporaria, aunque sorprendente. Un padre me contó que le revelaba los planes
personales y profesionales a su hijo de siete años que "comprendía todo".' En
nuestro salón de juegos, el entretenimiento de este niño consistía en transportar un
camión sobre un autito. Los padres que son maduros y responsables en sus
compromisos sociales y profesionales eligen ser vulnerables frente a sus hijos. De
pronto le dan gran importancia a la opinión de un hijo, aun cuando éste no sepa
nada sobre el tema. Así el adulto pide consejo sobre un amante, dónde y cómo vivir,
si volver a casarse o no, y a quién elegir. Otros comparten sus desilusiones
amorosas con niños muy pequeños. Me sorprendí cuando Sammy, que tenía cuatro
años, consolaba a su madre a quien su amante había abandonado, diciéndole: "Él
no debería haber renunciado en la mitad. No está bien".
Los motivos de los padres no son difíciles de comprender. Aun las mujeres que
deciden dejar sus matrimonios y tienen profesiones exitosas, se sentirán solas y
bloqueadas cuando enfrenten sus nuevas responsabilidades y tengan que tomar
decisiones solas, sin el consejo de un compañero. Los hombres también se
deprimen y se sienten solos en esta oportunidad. Necesitan ayuda para establecer
un hogar y sentir que sus hijos quieren verlos. Hombres y mujeres por igual se
sienten solos y aislados de los antiguos amigos, que no querrán tomar partido y se
alejarán de ambos. Otros amigos están preocupados por la ruptura de sus propios
matrimonios y se mantendrán apartados. A menudo, los parientes desaprueban el
divorcio y no vacilan en manifestarlo. Al sentirse herido y derrotado, cada
progenitor se vuelca naturalmente a sus hijos y los trata como sus confidentes más
leales. Ambos confían en ellos como camaradas. Estos jóvenes ayudan
literalmente a que sus padres continúen con sus vidas; y tienen una notable
intuición sobre la depresión adulta y protegen a sus padres de las presiones
interiores y xteriores del hogar. Veinticinco años después del divorcio, muchos
hombres y mujeres aún me dicen: "No podría haberlo superado si no hubiera sido
por este niño".
Dada la dependencia emocional que muchos padres comienzan a ener con sus
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hijos, no es sorprendente ver las amargas peleas acerca de cuál de los dos tiene la
prioridad de la custodia y las visitas. Muchos padres comienzan a pensar que sin
ese niño no tienen a nadie. La única relación importante y un apoyo incondicional
están en esa criatura. Así 'as batallas legales a menudo tienen sus orígenes en la
desesperación 'e los adultos, en el simple deseo de los padres de pasar más tiempo
on el niño. Hombres y mujeres me manifiestan que cuando el equeño está con el
otro progenitor se deprimen profundamente y van de habitación en habitación sin
poder tolerar la soledad. A veces, esta conducta sólo se produce durante los meses
siguientes a la separación. Pero se puede prolongar y dar origen a interminables
litigios sobre la custodia y el régimen de visitas. Estas batallas a veces distraen los
padres de sus miserias personales, pero no las resuelven.
Cuando estas relaciones avanzan, a menudo los padres y los hijos se convierten
en pares más que en generaciones separadas, lo cual hace que los niños sean más
independientes y responsables. Se sienten justificadamente orgullosos de sus
logros. Muchos de nuestros esfuerzos por comprender el impacto del divorcio en los
niños supusieron de manera incorrecta que el pequeño es una vasija vacía que se
moldea con los cambios introducidos por el divorcio. Pero el niño es un agente
activo. (Éste es un tema que desarrollaré en profundidad en un capítulo posterior).
Nadie le pidió a Karen que avanzara. Ella lo hizo sola. Su rol en la familia
posdivorciada fue por completo diferente del que tenía en la familia predivorciada.
En algunos hogares todos se benefician con el nuevo rol del hijo. Los adultos
obtienen la ayuda necesaria. Los niños obtienen madurez y confianza en ellos
mismos. También muestran una sensibilidad moral y compasión por los demás que
va más allá de su edad, y esto les servirá de base para sus relaciones adultas y, a
menudo, en la elección de sus profesiones. La decisión de Karen de estudiar salud
pública y desarrollar programas para niños lisiados tiene sus raíces en las
responsabilidades tempranas que asumió cuando era niña. Para el padre
afortunado que es capaz de confiar en el hijo para superar la crisis del divorcio, la
disponibilidad del niño podría marcar la diferencia entre una disfunción crónica y
una recuperación.
Por supuesto, la protección de un niño se puede producir en familias intactas,
cuando un progenitor está enfermo o tiene problemas. Recuerdo a una pequeña
niña, Martha, la mayor de tres hermanos, que decidió ocuparse de la casa durante
un año mientras su madre se estaba recuperando de un serio accidente
automovilístico. Martha y su padre compartían el cuidado de sus hermanos y su
madre. La diferencia consistía en que aunque ella estuvo en silla de ruedas durante
varios meses se mantuvo en contacto para saber lo que sucedía en la casa. Ambos
padres mantenían una responsabilidad adulta en el cuidado de sus hijos. Martha
maduró como resultado de su experiencia y fue recompensada por sus progenitores
con aprecio y elogios. A menudo, en muchas familias de inmigrantes, uno de los
hermanos mayores asume la responsabilidad de ayudar a los adultos a comprender
el nuevo lenguaje y la nueva cultura. En este caso, el niño también desempeña
funciones vitales que permiten que la familia continúe funcionando, pero los adultos
mantienen su responsabilidad como jefes de familia.
Como contraste, en una familia divorciada, el niño suele asumir la
responsabilidad de uno o ambos progenitores que se ven temporaria o
prolongadamente abrumados por la crisis. Esta situación se puede agravar por las
subsiguientes desilusiones del adulto en sus relaciones. Por lo tanto, un padre o
una madre que antes eran muy competentes son incapaces de comportarse como
en el pasado. Recuperarse de un divorcio es mucho más difícil de lo que creíamos
y demora mucho más. Como resultado, la carga recae sobre el niño que da un paso
adelante para hacerse cargo: por compasión y, con frecuencia, por una culpa
imaginaria. Esta es una de las formas en que el divorcio cambia profundamente no
sólo la experiencia de un liño, sino —como en el caso de Karen— toda su
personalidad mientras crece y se convierte en adulto. La protección que implica el
sacrificio de los propios deseos para satisfacer las necesidades de otros es una
triste preparación para poder realizar elecciones felices en las relaciones adultas,
como veremos en los capítulos siguientes.

CAPÍTULO DOS
Recuerdos iluminados por el sol

Cuanto más pensaba en Karen más me preguntaba qué encontraría al


conversar con adultos criados en matrimonios intactos infelices, cuyos padres
fueron similares a los de Karen antes del divorcio. ¿Adoptarían el rol de protectores
o se sentirían protegidos por la decisión de sus padres de permanecer juntos? ¿Se
mantendrían alejados de la infelicidad de sus padres o, al igual que muchos hijos del
divorcio, entrarían en la vorágine del conñicto?
Por eso estaba ansiosa por conocer a estos jóvenes que reunimos como grupo
de comparación. Honestamente cuando comenzamos no sabíamos qué
encontraríamos. Si podíamos hacerlos participar, ¿serían sinceros? Como adultos
ocupados y con familia, ¿estarían dispuestos a conversar conmigo y con mis
colegas durante varias horas en cada reunión? ¿Terminaríamos, como muchos
investigadores, conversando sólo con mujeres, que se sienten más cómodas
hablando de sus relaciones?
Al comienzo sólo estaba segura de una cosa: necesitábamos hombres y mujeres
que se ajustaran a nuestra muestra de divorcio. Es decir, debían tener la misma
edad, antecedentes similares y haber crecido en los mimos barrios que los hijos del
divorcio del estudio. Encontramos mucha gente, pidiéndoles a los integrantes del
estudio del divorcio que nos contactaran con sus amigos de la infancia que habían
crecido en familias intactas. Éstos eran adultos que literalmente habían crecido
junto a sus amigos que formaban parte de nuestro estudio de veinticinco años.
Concurrieron a las mismas escuelas, practicaron los mismos deportes en la escuela
secundaria, participaron de las mismas fiestas y compartieron la misma jerga. Sus
padres estaban en el mismo grupo socioeconómico y tuvieron antecedentes
educativos similares. Así formamos un grupo de cuarenta y tres personas, y decidí
mantener un grupo reducido porque francamente no sabía en qué territorios
ingresaríamos. No estaba tan interesada en los resultados como en las
experiencias de toda su vida, como niños v
como adultos. Cuando estos hombres y mujeres jóvenes compartieron sus
recuerdos y detalles de su vida, encontré un extraordinario material para investigar
y, lo más importante, para comparar con los recuerdos y vidas de los hijos del
divorcio a quienes conocía muy bien.
Les formulé muchas preguntas sobre sus experiencias de crecimiento desde la
infancia hasta la actualidad. ¿Qué recuerda cada persona de sus años de jardín de
infantes, escuela primaria y escuela secundaria? ¿Cómo era su familia? ¿Cuándo
se enamoraron por primera vez? ¿Cuándo y cómo decidieron con quién casarse?
Como adultos, ¿qué sienten con respecto al matrimonio y la paternidad? ¿Cómo se

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llevan con sus padres? ¿Cuáles son sus actitudes sobré el divorcio y el matrimonio,
la traición y la confianza? Al buscar las respuestas a estos interrogantes quise
obtener una comprensión más profunda de las diferencias estadísticas que los
sociólogos advierten entre los hijos del divorcio y las personas que se criaron en
familias intactas. La mayoría de los estudios sobre el divorcio se lleva a cabo
utilizando cuestionarios u otras técnicas realizados por personas que no ven a quién
están interrogando. Los investigadores reúnen los datos de una gran cantidad de
familias y luego dividen a los niños en dos grandes categorías: de familia divorciada
o de familia intacta. En realidad estos estudios "controlados" muestran que los hijos
del divorcio y aquellos que se criaron en un segundo matrimonio tienen muchos más
problemas que los niños criados en un matrimonio intacto. Los investigadores
advirtieron diferencias significativas en problemas de aprendizaje, baja en los
promedios escolares, comportamiento sexual precoz, incidencia del divorcio,
enfermedad física, disgusto contra los padres y una serie de otras medidas sociales
muy importantes1.
Pero estos estudios en gran escala, aunque preocupantes, no responden a las
preguntas que los padres desean hacer. Y una de las razones es que los
subgrupos (dentro de las muestras definidas principalmente en forma legal de
familias divorciadas versus no divorciadas) no se examinan por separado. Si
realmente queremos rastrear los efectos del divorcio a largo plazo, en contraste
con los efectos de ser criado en una cultura en la que el divorcio es algo
generalizado, debemos observar tipos de familias similares en ambos grupos. Por
ejemplo, algunas familias intactas se caracterizan por amores y amistades
duraderas con un compromiso prioritario con la paternidad. Ciertas familias
divorciadas se caracterizan por un sentido de unión duradero con un compromiso
similar con la paternidad, a pesar de la separación. Éstas se podrían comparar en
forma general. Sin embargo, algunas familias intactas se encuentran atrapadas en
un comportamiento destructivo, debido a disputas alcohólicas, en las cuales los
niños no están protegidos. De manera similar, ciertas familias divorciadas sufren de
la misma clase de caos, donde los niños tampoco están protegidos ni antes ni
después del divorcio. Vale la pena comparar estos subgrupos. El grupo intermedio,
en el que los padres son muy infelices en su matrimonio, pero quieren proteger a
sus hijos, eS el más amplio de todos y, en realidad, es donde cuesta más responder
el interrogante. Muchos padres de nuestro grupo de divorcio tenían matrimonios
que eran de calidad "regular", pero decidieron continuar juntos. Y la mayoría de los
jóvenes adultos, que fueron criados en familias intactas de nuestro estudio,
describió el matrimonio de sus padres del mismo modo: no muy felices, pero
continuaron juntos de cualquier manera.
Hasta este estudio, nadie que yo conozca comparó en forma directa 'a
experiencia de crecer en familias divorciadas o vueltas a casar con la íe crecer en
familias intactas, aunque esto es exactamente lo que necesitamos saber como
sociedad. Los padres quieren conocer cómo cambiará la vida de sus hijos si
continúan casados o se divorcian.
Estos jóvenes adultos describieron tres clases de familias intactas. En un
extremo del espectro se encuentran las familias al borde de la crueldad, con una
elevada disfunción como la que relata Carol en el apítulo 7. Éstos son hogares
donde los niños no se sienten seguros, los adultos suelen estar fuera de control,
pero donde los padres permanecen juntos por razones que explicaré más adelante.
En el otro extremo del espectro se encuentran aquellas familias que para alguien
como yo, acostumbrada a los problemas familiares, parecen demasiado buenas
para ser verdad. Los padres no sólo se llevan bien, se aman auténticamente el uno
al otro y continúan demostrando respeto y cariño. Los hijos sienten que son el
centro del interés de sus padres y que la familia es una prioridad para ambos
adultos. Es muy importante comprender que estas familias felices sufren los
mismos reveses (accidentes automovilísticos, pérdida de trabajos, muertes) que
otras familias encuentran en la vida diaria. No son inmunes a la tragedia ni están
bendecidos por una suerte incalculable. Lo que sucede es que lidian con estos
temas de manera tal que pueden conservar la sólida roca del matrimonio. En varias
oportunidades, cuando la gente hablaba en forma cariñosa de sus padres y del
matrimonio de sus padres, sentí como si hubiera entrado en otro país donde los
habitantes son parecidos, pero el lenguaje y las costumbres son diferentes. Me
acostumbré tanto a hablar con hijos del divorcio que no pensé cómo sería crecer en
una familia muy feliz en nuestra cultura propensa al divorcio desde el punto de vista
de un niño. ¿En qué se diferenciarían sus experiencias y percepciones de la vida de
las de aquellos jóvenes de la esquina criados en una familia divorciada?
Finalmente, existe un grupo que aglutina todas las familias intermedias y que es
el más numeroso. Hay hogares en los cuales pueden existir muchos problemas
serios (soledad, infidelidad, enfermedades crónicas, depresión, carencia sexual y
otros dolores), pero el matrimonio permanece intacto. Éstos son hogares en los que
también hay gratificaciones, especialmente en la preocupación y el amor que se
siente por los niños. A menudo hay una historia de amor y amistad que aún une a la
pareja a pesar de la angustia y el disgusto. En otras palabras, éstas son familias que
permanecen juntas para enfrentar la adversidad que conduce a muchas otras
familias a un tribunal de divorcio. Cuando conocí mejor a estas familias, comencé a
reconocer asombrosas similitudes entre las que se divorciaron en 1971, cuando
empezó mi estudio, y las miles de familias divorciadas que vimos en el Centro para
la Familia en Transición entre 1980 y 1990. Las familias como éstas pueden adoptar
cualquiera de los dos caminos debido a una gran cantidad de factores. Sus
interacciones y ambientes son similares. Éstos son padres que preguntan: ¿Nos
debemos divorciar o es mejor para nuestros hijos que permanezcamos juntos? La
clave es lo que les suceda a los niños. Lo que deciden es lo que determina
asombrosas diferencias- en la vida de sus hijos, como lo revela la historia de Gary.

GARY, EL CONSTRUCTOR DE FUERTES —

¡Tengo un poco de tiempo!


Aunque no nos conocíamos en persona, Gary Bates y yo habíamos hablado por
teléfono durante tres semanas, tratando de concertar una entrevista. El tiempo era
un artículo muy escaso en su vida pues era dueño de una exitosa ferretería,
caminador dedicado, y padre de tres niños. Sara, la esposa de Gary, estaba
saliendo para ir a una fiesta con sus hijos de siete y diez años. El bebé estaba
dormido en la casa.
—Siento curiosidad por saber lo que averiguó —me comentó inclinándose hacia
la ventanilla del automóvil—. Mi hermana se acaba de divorciar y vendió la casa. No
le dije esto, pero creo que cometió un terrible error. Sus hijos son muy pequeños.
Pienso que podría haber continuado casada y soportado un poco más.
Mientras Gary y yo entrábamos en la casa, él me comentó:
—Sara y Janine se criaron en una familia muy tradicional donde nunca se habló

29
del divorcio. Por eso, cuando Janine se divorció sus familiares se sorprendieron, no
podían comprender por qué lo hizo.
Después de que nos acomodamos con un buen café con leche, le pedí a Gary
que me describiera su familia. ¿Cómo era haber crecido en un barrio de clase
media en el condado de Marín entre 1970 y 1980?
Gary hizo una mueca cómica con la cara.
—¿Qué versión? ¿La de adentro o la de afuera?
—Ambas, por supuesto.
—Bueno, cuando evoco mi infancia lo que recuerdo es la versión de afuera.
Vivíamos en una casa victoriana grande y antigua a dos calles del centro. Mis
padres aún viven allí. Todos mis amigos vivían cerca, y cuando tenía siete u ocho
años podía ir en bicicleta hasta sus casas y partíamos todos juntos a la ciudad.
Recuerdo que estaba afuera todo el tiempo que podía. En el jardín trasero había un
enorme y antiguo roble en el que pasábamos horas imaginando que éramos
exploradores o astronautas. Mi mejor amigo, Eric, tenía una casa en el árbol de su
jardín y construíamos magníficos fuertes y hacíamos mucho bullicio con juegos de
guerra que enloquecían a nuestras madres. Ése era el objetivo. La casa de otro
amigo quedaba en un abra y, cuando crecimos, realizábamos grandes caminatas
por el cañón. Estábamos todo el tiempo que podíamos afuera. Recuerdo lo duro que
era regresar a cenar y quedarse adentro para hacer las tareas escolares —se rió
disfrutando de sus recuerdos.
Mientras escuchaba a Gary describir cómo se divertía jugando en el jardín
trasero, me sorprendí pues los niños de familias divorciadas no hablan así. Durante
todas las horas que conversé con Karen a través de los años nunca mencionó en
forma espontánea el tema del juego. Los niños criados en familias intactas muy
infelices tampoco recuerdan haber jugado con amigos, pero nos referiremos a esto
en el capítulo 7. Mientras Gary recordaba los fuertes que él y sus amigos
construían, la forma en que se gritaban unos a otros, comprendí que éstos eran
recuerdos felices, iluminados por el sol. Como escribió un novelista: "Eran aquellos
años amorfos en que los recuerdos recién comienzan, cuando la vida está llena de
comienzos y sin finales, y todo es para siempre"2. Gary y sus amigos participaban
de los juegos que los niños inventaron desde el comienzo de los tiempos. Por
supuesto que la vida desordenada de la escuela y el patio de juegos tiene sus
intensas desilusiones y sus daños físicos y emocionales. Los niños pueden ser muy
crueles. Aquellos que están excluidos del círculo cerrado sufren mucho. Pero como
adulto, Gary recordaba con alegría cómo se sentía cuando aprendió a andar en
bicicleta y su primer partido de fútbol, cuando corrió en dirección contraria y todos se
rieron de él.
Cuando los hijos del divorcio recuerdan el juego con sus amigos como una
experiencia importante de la infancia, esos recuerdos son anteriores al divorcio. Sin
dudas, muchos de ellos anduvieron en bicicleta, treparon árboles y jugaron en
patios, pero no lo mencionan. El juego alegre no fue lo que recordaron cuando
conversé con ellos en aquellos momentos, ni cuando reflexionaron sobre su escuela
primaria. En lugar de preocuparse por quién encuentra a quién en el juego de las
escondidas, o quién será el bateador en el partido de béisbol, los niños del divorcio
tienen otras preocupaciones más apremiantes. ¿Mamá estará bien? ¿Papá me
vendrá a buscar esta noche? ¿Puedo llevar a mi nuevo amigo a jugar a casa si no
hay nadie?
Lo desagradable de los recuerdos de los juegos de la infancia no se restringe a
los niños del divorcio. Los niños de todo el mundo experimentan guerra, hambre,
trabajos forzados y toda clase de traumas. Sin embargo, las diferencias de los
entretenimientos de los niños de familias intactas protectoras y de los niños del
divorcio que vivían al lado fue un descubrimiento inesperado que surgió al comienzo
de este estudio. Estas diferencias son importantes porque el juego es un aspecto
crítico en el desarrollo moral y social de un niño. Constituye la base de aprendizaje
en la que uno realiza los ajustes al mundo de los iguales, discierne cómo compartir y
cuándo no compartir, y cuándo resistir y en qué momento huir. Todas estas cosas
no pueden enseñarlas los mayores. Uno debe aprenderlas solo. El juego sin
estructuras, en el que los niños construyen fuertes o casas en los árboles para
alejarse de los adultos es especialmente importante. Este tipo de juego le permite al
niño avanzar hacia la independencia y el mundo de sus pares. Constituye la base de
las aptitudes para el liderazgo, para no llorar, para no correr a casa de mamá, y
también de la confianza en uno mismo. Es trepar a un árbol y aprender a probar la
rama antes de apoyar un pie en ella. El juego imaginativo es la base de la
creatividad y la fantasía en la vida.
Un estudio reciente llamó la atención sobre la importancia de las relaciones con
los pares en el desarrollo de niños y adolescentes 3. No tengo dudas sobre la
importancia de estas amistades. ¿Resulta dañino a largo plazo no haber jugado?
Muchas personas muy creativas tuvieron infancias turbulentas y, por eso, sabemos
que construir fuertes no es un prerrequisito para una adultez exitosa. Pero está claro
que el divorcio excluye un poco de la felicidad especial y de las amistades
tempranas que puede ofrecer la infancia. Para los niños del divorcio, crecer es una
camino solitario. Una de las consecuencias puede ser una disminución de las
habilidades sociales. Un padre que creció en una familia intacta y que dirige un
equipo infantil de béisbol afirma: "Siempre puedo distinguir a los niños de familias
divorciadas. Se involucran en más peleas y son perdedores. No todos, pero los
suficientes como para convertirse en un dolor de cabeza para el entrenador". Otra
consecuencia puede ser la clase de sentimiento que observé en Karen cuando me
comentó: "Mi novio me dice que soy demasiado seria porque nunca aprendí a jugar.
Me quiere enseñar. Tiene razón. Nunca tuve oportunidad de hacer cosas para mí.
Aún me cuesta pensar qué quiero para mí". Ella comprendió perfectamente que el
juego es algo que uno hace por placer, para uno mismo. Eso es lo que siente que
resignó cuando aprendió tan precozmente a pensar en los demás en lugar de en
ella misma.
Gradualmente comencé a comprender que los hijos del divorcio y los de las familias
intactas felices viven en universos separados aunque paralelos. No lo habría
advertido si no me hubieran descripto sus uegos y la falta de ellos, en los patios
traseros después de la escuela. Este descubrimiento tiene importantes implicancias
para nuestra política social. Cuando se confeccionan los planes de visita y de
custodia, los padres rara vez tienen en cuenta las amistades y cavidades lúdicas
del niño. El tribunal nunca las reconoce. Por lo general, los padres son los
protagonistas principales. Sus planes, deseos y derechos ocupan el centro de la
escena. En los cientos de -valuaciones y decisiones de la Corte que leí, y en miles
de conversa-iones con padres, rara vez escuché una palabra sobre la importancia e
mantener las amistades y actividades lúdicas del niño. Las únicas xcepciones se
dan cuando un joven adolescente es un gran atleta o romete ser alguien especial en
otro campo. Para los funcionarios úblicos, lo único valioso en la vida de un niño es
el tiempo que pasará con cada padre. Sería muy sensato que los padres y demás

31
personas que manejan el tiempo del niño tuvieran en cuenta los recuerdos de esta
generación. El juego con sus pares se destaca mucho más en sus recuerdos
placenteros que las tardes que pasaron con papá o mamá. Gary siguió recordando
su infancia con nostalgia: —Otro recuerdo que tengo es el ruido de los neumáticos
del automóvil de mi padre cuando regresaba a casa todas las tardes a las siete. Es
gracioso, pero aún puedo oírlo en mi cabeza. La cena era algo importante en
nuestra casa. Teníamos un ritual especial. Nos colocábamos alrededor de la mesa
y cada uno comentaba lo que había hecho ese día. Aún recuerdo que me
incluyeron cuando tenía tres años. ¡Sentí que medía tres metros!
Muchos adultos de familias intactas evocan la cena como un acontecimiento
familiar importante. Al igual que en la actualidad, muchas madres que trabajaban
fuera de la casa trataban de arreglar sus compromisos para estar cuando los niños
llegaban de la escuela. Le daban importancia a sentarse a la mesa para la cena. La
mayoría de los padres trabajaba muchas horas, incluyendo los fines de semana.
Pero en casi todos los hogares, la cena esperaba hasta que toda la familia estuviera
reunida, aunque no fuera todas las noches, sí varias veces a la semana. La cena del
domingo era algo especial en muchos hogares. Con algunas excepciones, éstos
eran recuerdos agradables con juegos, rituales y conversación que incluían a los
niños y los mayores.
Karen y sus pares de familias divorciadas nunca mencionaron en forma
espontánea las cenas familiares u otras ocasiones regulares que hubieran sucedido
después de la separación. Sin duda, compartieron las cenas cuando la familia
estaba junta, y supongo que tuvieron muchas agradables con cada progenitor
después del divorcio. Pero, cuando eran niños, no mencionaron estos
acontecimientos, y como adultos no evocaron esas cenas en sus recuerdos del
crecimiento. Incluso los niños de familias vueltas a casar no mencionaron sus cenas
familiares, excepto al principio cuando se preguntaban dónde se sentaría su nuevo
padrastro o madrastra, y si ocuparía el lugar vacante de su mamá o su papá. De
algún modo, estas ocasiones carecían del poder simbólico de pertenecer a una
familia, como lo tenían para los niños de familias intactas.

HISTORIA FAMILIAR

Con la imagen de una mamá y un papá en cada lado de una mesa familiar, le
pedí a Gary:
—Cuéntame sobre tus familiares.
Gary se inclinó hacia atrás y estiró sus piernas largas. De pronto se levantó, fue
hasta el piano, y regresó con una fotografía enmarcada.
—Esto ayudará en la explicación —me comentó entregándome la fotografía—.
Es mi fotografía preferida de mis padres.
La fotografía había sido tomada cuando los padres de Gary tenían veinte años,
el padre estaba apoyado contra un árbol, con la cabeza hacia atrás y riéndose. Era
alto y delgado, con cabello rubio ondeado y usaba patillas, que en aquel momento
estaban muy de moda. La madre de Gary era mucho más baja que su esposo y
tenía un aspecto exótico parecido a Barbara Streisand. Ella estaba de perfil y le
rodeaba un brazo a su esposo con las manos, mientras lo miraba atentamente.
—Así son ellos —continuó Gary mientras ambos observábamos la fotografía—.
Son muy diferentes, pero creo que eso es lo que los unió, el ser realmente
diferentes. Aunque más tarde esto provocó muchas fricciones —apoyó la fotografía
sobre la mesa que estaba frente a nosotros.
—Me gustaría que me hablaras de ellos.
Entonces Gary realizó una descripción detallada del noviazgo de sus padres:
quién dijo qué, cuándo y dónde, como si hubiera estado presente. Mientras me
hablaba, lo incorporé mentalmente a la lista de otros niños de familias intactas que
relataron historias de noviazgos similares. Ellos describieron cómo sus padres
decidieron tener hijos, un hecho (o un mito) que fue importante porque cimentó la
tranquilidad de que fueron deseados desde el principio. Al escuchar estas
historias, volví a comprender en qué medida estos jóvenes se veían incluidos en el
contexto de sus historias familiares, y cómo los niños del divorcio no compartían
este sentimiento. Si éstos conocían la historia del noviazgo de sus padres, nunca
la mencionaron en forma espontánea. Es probable que habría sido doloroso
pensar en ella. En algunas entrevistas, los hijos del divorcio me pidieron que les
repitiera lo que habían dicho en los encuentros anteriores, como si observaran las
páginas de un álbum familiar que les permitía volver a conectarse con el pasado.
La pérdida de la continuidad con la historia familiar es una consecuencia del
divorcio que hemos pasado por alto.
Gary tenía mucho más para comentar sobre el matrimonio de sus padres. Éste
era un tema importante para él, aunque hacía más de quince años que no vivía con
ellos.
—Creo que al principio fueron realmente felices —comentó—. Mi padre heredó
la empresa de su padre y siempre pasaba muchas horas en el negocio. Mamá nos
crió y llevaba los libros. Era difícil salir de vacaciones, pero nos llevaban de
campamento. En el verano cerraban el negocio durante dos semanas y visitábamos
parques nacionales. Mamá siempre estaba muy feliz cuando regresaba a su ducha
y su cocina. Pero al principio parecían disfrutar juntos y no había mucha tensión.
Al recordar sus juegos, la mayoría de las personas criadas en familias intactas
con un buen funcionamiento también recordaron las vacaciones familiares y otras
ocasiones sociales que reunían a la familia. Describieron la abundancia de buena
comida, el ruido, el amor de los abuelos y las peleas con los primos. También
recordaban tensiones y algunos antagonismos entre distintos miembros de la
familia. Pero éstos eran secundarios ante la calidez de estar juntos. Las vacaciones
familiares eran especialmente memorables. Los campamentos eran las vacaciones
que más les agradaban a estos niños que, más tarde, recordaban sus aventuras y
desventuras. Los niños sabían cuándo uno de los adultos, como la madre de Gary,
no compartía este entusiasmo. Un joven se rió a carcajadas cuando recordó que su
madre decidió preparar una comida sofisticada en el fogón del campamento.
Algunos de sus mejores recuerdos eran sobre la reunión de varias familias para salir
de campamento, de pesca o en bote. Éstas eran experiencias comunales
importantes, y los niños se sentían orgullosos al compartir las tareas y la
planificación. Una joven evocó lo complacida que se sintió cuando sus padres
invitaron a su mejor amiga cuyos padres estaban divorciados.
Como contrapartida me costó recordar a los niños del divorcio comentando con
felicidad cualquier vacación o alguna vacación familiar. El Día de Acción de Gracias
y la Navidad eran un motivo de conflicto. Junto con las cosas agradables, surgía el
interrogante: ¿dónde había que pasar cada celebración? Para muchos, estas
ocasiones eran una encrucijada. Algunos recordaban las visitas a los abuelos sin
sus padres, lo cual a muchos niños les da la sensación de pertenecer a una familia

33
prolongada, algo que los niños de familias intactas daban por sentado. La mayoría
quería mucho a sus abuelos. Aquéllos eran momentos felices que recordaron
durante mucho tiempo. A algunos niños les agradaba pasar las vacaciones
separados con su papá y la nueva familia, mientras que otros detestaban las
vacaciones porque estaban obligados a ir a visitar a uno de los progenitores por
orden de la Corte. Las celebraciones familiares, como las graduaciones, bar
mitzvahs, casamientos y cumpleaños, podían ser muy felices. Pero también se
podían arruinar por las continuas tensiones entre padres, nuevos amantes y ex
parejas. ¿Uno de los adultos arruinaría la ocasión haciendo una escena? Los niños
contendrían el aliento hasta que todo se superara. El brillo de una reunión familiar,
donde las generaciones mayores se pueden relajar y disfrutar de la comida y reír de
las gracias de los niños, y éstos pueden regocijarse con la admiración familiar, no
formaba parte de los recuerdos de la infancia del mismo modo que para la mayoría
de los miembros de familias intactas.

LA ESTRUCTURA INVISIBLE DE SER PADRE

Cuando Gary describió cómo pasaba el tiempo de niño, comencé a pensar que
en una familia intacta las madres y los padres son el telón de fondo mientras sus
hijos crecen. Su rol consiste en crear un lugar seguro y protector para los niños,
cuyo trabajo durante la escuela primaria y secundaria es ir a la escuela, jugar, hacer
amigos y, simplemente, crecer. Desde la perspectiva del niño, sus pares ocupan el
centro de la escena. El trabajo de los padres como productores es permanecer
entre bambalinas y asegurarse de que la función continúe. Por supuesto que
deberán alentar, aplaudir, alimentar y vestir a los actores. Si los niños tropiezan, los
padres deben salir de las bambalinas para ayudarlos, sacudirles el polvo y salir de
escena de inmediato.
En las familias como las de Gary, los padres están atentos a lo que hacen sus
hijos "en escena" en todo momento. Si el juego se convierte en algo muy violento o
hay problemas en la escuela, están adelante, listos para actuar. En casa mantienen
un "diálogo parental", una conversación que comienza con el nacimiento del niño y
no tiene fin. ¿Cómo le va a Gary en la escuela? ¿Su maestra comprende su aptitud
para la matemática? ¿Debería hablar con ella? ¿Qué tendríamos que hacer acerca
de sus peleas en el recreo? ¿Cómo vamos a manejar las quejas de la maestra? Y
así sucesivamente. La letanía es interminable. Fuera de estos diálogos que se
mantienen cuando los niños están dormidos o cuando se cree que no escuchan, los
padres tienen una política para el hogar y una para afuera. Más tarde, en la cena,
ambos adultos presentan un frente unido ante los hijos.
Esta estructura invisible de ser padres, que sostiene al niño en desarrollo, se
debilita o se pierde en la separación. Karen y sus hermanos sintieron que de pronto
habían sido abandonados, que eran casi huérfanos. Su madre estaba presente,
pero estaba tan distraída que casi no les prestaba atención. Y su padre estaba
cansado y de mal humor. En el divorcio, aun los padres que se llevan bien después
de la separación no tienen la misma estrategia para criar a sus hijos, aunque se
reúnan en una emergencia o en una cita programada. Al igual que la calidad del
tiempo, la paternidad paralela, término acuñado por los mediadores para referirse a
que dos progenitores que crían a un niño en forma separada son comparables a
dos progenitores que lo crían juntos, es un gran lema, pero no puede definir la
paternidad cooperativa que los niños y los padres necesitan. En una buena familia
intacta, el diálogo parental constante gira en torno de los acontecimientos diarios y
las interacciones dentro de la familia.
Las conversaciones diarias y las charlas de almohada subsiguientes moldean
literalmente el medio del niño para satisfacer sus necesidades mientras se
desarrolla y cambia. Este diálogo parental, si es que existe, se interrumpe de
manera abrupta con el divorcio. Como resultado, se debilita el rol de los padres
como compañeros del niño. Ésta es una pérdida seria en nuestra sociedad
acelerada y multitudinaria, en particular para el niño que tiene necesidades
especiales. Los padres que permanecen solos pueden asumir este rol hasta donde
sus obligaciones laborales se lo permiten, pero como siempre me dicen se sienten
agobiados por la responsabilidad de tener que tomar todas las decisiones solos y
por las presiones del tiempo. Los padres que se vuelven a casar pueden y vuelven a
instalar la estructura parental invisible, pero quizás ésta no se vuelva a dar durante
varios años. Aun así, tiene características distintas como veremos más adelante en
este libro.

CAPÍTULO TRES
Crecer es difícil

Uno de los muchos mitos de nuestra cultura del divorcio es que éste rescata
automáticamente a los niños de un matrimonio infeliz. En realidad, muchos padres
se aferran a esta creencia como un modo de sentirse menos culpables. Nadie
quiere herir a sus hijos, y ayuda pensar que el divorcio es una solución para el dolor
de todos. Por otra parte, es verdad que la separación libera a un niño de un
matrimonio cruel o violento (lo cual veremos en el capítulo 7). Sin embargo, cuando
observamos los miles de niños que mis colegas y yo hemos entrevistado en nuestro
centro desde 1980 que, en su mayoría, provenían de matrimonios moderadamente
infelices que terminaron en divorcio, hay un mensaje que es claro: los niños no
manifiestan que son más felices. En lugar de ello, afirman de manera categórica: "El
día que mis padres se divorciaron es el día en que terminó mi infancia".
¿Qué quieren decir? Las relaciones entre padres e hijos cambian en forma
radical después del divorcio: temporalmente o, como en la familia de Karen, para
siempre. Diez años después de la separación sólo la mitad de las madres y un
cuarto de los padres de nuestro estudio pudieron brindar los mismos cuidados
amorosos que distinguían su paternidad antes del divorcio. Retomando lo que Gary
comentó acerca de que sus padres permanecieron fuera de escena mientras él
crecía, después del divorcio uno o ambos progenitores se ubica en el centro de la
escena y no cede su lugar. El niño se convierte en el director que desde el fondo del
escenario verifica que la escena continúe.
Lo que la mayoría de los padres no comprende es que sus hijos pueden estar
bastante felices a pesar de un matrimonio fracasado. Los hijos no se sienten
necesariamente agobiados porque mamá y papá discuten. En realidad, los niños y
los adultos pueden protegerse mutuamente durante la tensión de un matrimonio
fracasado o en un matrimonio intacto infeliz. A menudo, los padres y las madres se
esfuerzan por ocultar sus problemas maritales ante sus hijos. Sólo después de que
uno o ambos deciden divorciarse, comienzan a pelear abiertamente delante de
ellos. Los niños que sienten tensiones en el seno de hogar vuelcan su atención al
exterior, y pasan más tiempo con amigos y participando en actividades escolares.
(Gary, cuyos padres tenían con frecuencia un matrimonio infeliz, hizo exactamente
35
lo mismo). Los niños aprenden desde muy pequeños a hacer oídos sordos a las
discusiones de sus padres. El concepto de que todos o la mayoría de los padres
que se divorcian están atrapados en el conflicto de que sus hijos sean testigos es
erróneo. En muchos matrimonios infelices, uno o los dos padres sufren en silencio
durante muchos años: sintiéndose solos, sexualmente excluidos y profundamente
decepcionados. La mayoría de los hijos del divorcio manifiestan que no tenían idea
de que el matrimonio de sus padres estuviera al borde del precipicio. Aunque
algunos pensaron de manera secreta en el divorcio o lo discutieron con sus
hermanos, no sospecharon que sus padres estaban planeando la separación.
Tampoco comprendieron la realidad de lo que les legaría el divorcio.
Para los niños, la separación es una divisoria que altera sus vidas para siempre.
El mundo comienza a percibirse como un lugar mucho menos confiable y más
peligroso, ya que las relaciones más íntimas de sus vidas no volverán a mantenerse
firmes. Pero más que ninguna otra cosa, esta nueva ansiedad representa el fin de la
infancia.
Karen confirmó este cambio en varias de nuestras entrevistas. Diez años
después del divorcio de sus padres, me enteré de que estaba concurriendo a la
Universidad de California, en Santa Cruz, y así podía correr los fines de semana a
casa cuando se produjera una crisis. Y hubo muchas, la mayoría de las cuales
involucraron a su hermano y su hermana menor. Cuando cumplió veinte años, me
confesó enojada: "Desde que se divorciaron he sido responsable de mis padres. Mi
padre se convirtió en un hombre patético y necesitado que siempre quiere que una
mujer se ocupe de él. Mi mamá aún es un desastre, siempre se relaciona con
hombres que no le convienen. Tuve que hacerme cargo de ellos, y también de mi
hermano y de mi hermana".

MUCHAS PÉRDIDAS

Cuando la mayoría de la gente escucha la palabra "divorcio", piensa que


significa un matrimonio fracasado. Se cree que el hijo del divorcio experimenta la
enorme pérdida de la familia intacta después de la cual aparecerá la estabilidad y un
segundo matrimonio más feliz. Pero esto no es lo que le sucede a la mayoría de los
hijos del divorcio. Ellos no experimentan una o dos, sino varias pérdidas, mientras
sus padres van en busca de nuevos amantes o parejas. Cada una de estas
"transiciones" (como las denominan los demógrafos) trae nuevos disturbios a la vida
del niño, y dolorosos recuerdos de la primera pérdida. Los estudios nacionales
muestran que cuanto más transiciones se producen más se hiere al niño porque
el impacto de pérdidas repetidas es acumulativo 1. La frecuencia de esta
inestabilidad en las vidas de estos niños no ha sido considerada ni reconocida por la
mayoría de las personas. Si bien tenemos registros legales de segundos, terceros y
cuartos matrimonios y divorcios, no tenemos un cómputo confiable de cuántos
amantes o parejas encontrará un hijo del divorcio. Los niños observan cada
noviazgo de sus padres con una mezcla de ansiedad y emoción. Para los
adolescentes, la estimulación erótica de ver a sus padres con parejas cambiantes
puede ser difícil de contener. Varias adolescentes jóvenes del estudio comenzaron
su actividad sexual cuando observaron a uno de sus progenitores involucrado en un
amorío apasionado. Los niños y adolescentes observan a los amantes de sus
padres con todo tipo de sensaciones —desde amor hasta resentimiento—,
esperando alguna pista sobre el futuro. Ellos participan activamente como
ayudantes, críticos y público, y no tienen problemas en intervenir. Una madre que
regresó a su casa después de una cita encontró a sus hijos durmiendo en su cama.
Como ya le habían manifestado con anterioridad que el novio no les agradaba
comprendió el mensaje. Muchos novios son atentos con los niños y les llevan
pequeños obsequios con regularidad. Pero aun los amantes más encantadores
pueden desaparecer de la noche a la mañana. Los segundos matrimonios con hijos
tienen mucha más probabilidad de terminar en divorcio que los primeros
matrimonios. Y así, la experiencia típica del niño no es un matrimonio seguido de un
divorcio, sino varias o, a veces, muchas relaciones tanto de su madre como de su
padre seguidas de una pérdida o una estabilidad eventual 2.
La experiencia de Karen es típica de las muchas que he visto. La segunda
esposa de su padre, que era agradable con los niños, abandonó sin aviso el
matrimonio después de tres años. Luego que ella se marchó, su padre tuvo otras
cuatro novias que lo hicieron sufrir mucho cuando también se fueron. La madre de
Karen tuvo tres amoríos infelices antes de volver a casarse, matrimonio que
terminó después de cinco años. Obviamente, Karen y sus hermanos
experimentaron más de "un divorcio". Su infancia estuvo signada por una serie de
contactos seguidos de pérdidas y consecuentes angustias para ambos
progenitores. El hermano de Karen, de treinta años, me comentó: "¿Qué es el
matrimonio? Sólo un trozo de papel y un trozo de metal. Si amas a alguien, te
rompe el corazón".
En este estudio, sólo 7 de los 131 niños originales experimentaron un segundo
matrimonio estable, en el cual tuvieron buenas relaciones con los padrastros y
hermanastros de ambos lados de la familia divorciada. Dos tercios de los niños
crecieron en familias en las cuales experimentaron múltiples divorcios y nuevos
matrimonios de uno o ambos progenitores. Estas cifras no reflejan los diversos
amoríos y concubinatos que no se convierten en relaciones legales. Teniendo en
cuenta estas experiencias, ¿podemos sorprendernos de que tantos niños del
divorcio saquen la conclusión de que el amor es efímero?

FANTASMAS DE LA INFANCIA

Cuando revisé las notas de mi entrevista con Karen quince años después de que
sus padres se divorciaron, vino a mi mente la imagen de una jovencita que lloraba
desconsolada. Karen estaba sentada en el sofá de mi antigua oficina, con el mentón
apoyado en las manos y los codos sobre las rodillas, y me contaba sobre su relación
con su novio Nick.
—Cometí un terrible error —me dijo, retorciendo un pañuelo y dándole forma de
cuerda—. No puedo creer que me haya metido en esto. Nunca debí hacerlo. Es
como si mi peor pesadilla se hubiese hecho realidad. Es lo que siempre temí
mientras crecía y mira lo que sucedió —Karen apretó sus dedos hasta que crujieron.
—¿Qué sucede? —le pregunté con amabilidad.
—Todo está mal —se quejó—. Él bebe cerveza, no tiene ambiciones ni objetivos
en la vida, no tiene educación ni un trabajo, estable. No va a ninguna parte. Cuando
regreso a casa después del trabajo está sentado frente al televisor, y allí estuvo todo
el día. —Karen bajó la voz. —Pero él me quiere —continuó con angustia—. Se
sentirá devastado si lo dejo —aun en su gran angustia y disgusto comprendía el
sufrimiento de su novio. Entonces pensé (y esto describía a Karen): siempre está
pendiente del sufrimiento de los demás.
37
—Entonces, ¿por qué fuiste a vivir con él?
—No estoy segura. Sabía que no lo amaba. Pero estaba asustada por el
matrimonio. Tenía miedo al divorcio, y tengo terror a estar sola. Mira, uno puede
tener esperanza en el amor, pero no puede esperarlo por siempre. Cuando Nick me
pidió que fuera a vivir con él, tenía miedo de envejecer y no volver a tener otra
oportunidad. No podía dejar de pensar en que me quedaría sola como mi mamá y
mi papá.
Miré a esta hermosa mujer y sacudí mi cabeza con incredulidad. ¿En realidad
pensaba que mudarse a vivir con un hombre al que no amaba era lo único que podía
esperar? Karen debió haber leído mi mente porque agregó rápidamente:
—Lo sé. La gente me ha dicho lo hermosa que soy desde que era una niña. Pero
no lo creo. Y no me importa. El aspecto siempre fue importante para mi madre. Ella
usa toneladas de maquillaje y se viste como una modelo. Siempre pensé que era
una tonta y aún lo creo. No quiero parecerme a ella ni vivir mi vida de ese modo.
—¿Cómo conociste a Nick?
Suspiró y luego me respondió:
—Bueno, casi no nos conocíamos en la escuela secundaria. No fuimos amantes
ni amigos. Parecía como si quisiera estar alejado de mí. Luego me lastimé un tobillo
y durante las seis semanas que anduve rengueando, él fue muy amable conmigo,
me llevaba las cosas e iba a visitarme. Él fue el único que se preocupó por mí.
También viene de una familia divorciada con muchos problemas. Cuando dejó la
escuela sentí mucha pena por él.
—¿Cómo volvió a tu vida?
—Yo estaba pasando un muy mal momento. Mi hermano tenía serios problemas
con la ley, y mi padre no hacía nada al respecto. Le supliqué, pero permaneció
indiferente. Estaba furiosa y comprendí que todos mis esfuerzos por mantener
unida a mi familia eran inútiles. Por eso, cuando Nick me pidió que fuera a vivir con
él, le respondí que sí. Cualquier cosa con tal de alejarme, aunque sabía que no
tenía planes para el futuro ni formación ni educación formal. Después del primer día,
me dije: "Oh, Dios mío, ¿qué hice?". Pero, por lo menos, sabía que él no me
traicionaría. Por lo menos estoy a salvo de eso.
—Karen, este temor a la traición es algo muy importante para ti. Siempre lo
mencionas.
—Es algo central en mi vida —coincidió—. Mis padres vivieron cambiando,
sentían que si no se logra lo que uno quiere hay que buscar en otro lado.
(Nunca escuché que alguien resumiera en forma tan sucinta la moral alternativa
de nuestra cultura del divorcio).
Karen se sacó las manos del rostro y rompió en silencio el pañuelo por la mitad.
—Hay otra razón por la que me mudé con él —susurró—. Probablemente la
apene —Karen habló de un modo vacilante, con las manos apoyadas sobre la falda,
y con lentitud como si cada palabra fuera dolorosa y tuviera que elegirlas una por
una—. Creo que este hombre nunca me va a dejar. Porque no tiene ambiciones,
siempre va a tener menos oportunidades que yo. Así que si me quedo con él e
incluso algún día me caso, nunca tendré que preocuparme porque se vaya.
Karen tenía razón sobre mi pena. Su aseveración fue desalentadora. Qué
trágico que esta encantadora joven comenzara su jornada de adulto tan cargada de
miedos. ¿Qué clase de vida podría construir sobre una base tan frágil?
Como buena niña protectora, Karen reinstaló sus relaciones problemáticas
con su madre y su padre en sus primeras relaciones con los hombres. Como
salvadoras, la mayoría de las jóvenes como Karen están acostumbradas a dar
prioridad a las necesidades de los demás. En realidad, no son conscientes de sus
propias necesidades o deseos. Karen confesó que nunca en su vida había
pensado en qué la haría
feliz.
—Eso sería como pedir la luna. Siempre estuve demasiado preocupada por mi
familia como para pedir para mí.
Como resultado, estas jóvenes a menudo se ven atrapadas rescatando a algún
hombre con problemas. ¿Cómo pueden rechazar a un hombre lastimoso que se les
aferra? La culpa sería intolerable. Otras consideran a los hombres con problemas
más emocionantes. Una joven que tuvo contacto frecuente con ambos progenitores
durante sus años de crecimiento, explicó: "Creo que inconscientemente busco
hombres que no van a funcionar. Los hombres amables y considerados me aburren.
El que tengo es un irresponsable. No confío en él. Estoy segura de que me engaña.
Pero es lo que quiero".

¿Qué es lo que impulsa a tantos hijos del divorcio a una cohabitación o


matrimonio precoz que tardaron en decidir tanto como comprar un par de zapatos
nuevos?3 Las respuestas se encuentran en los fantasmas que los persiguen cuando
ingresan en la adultez. Las mujeres y los hombres de familias divorciadas viven con
el miedo a repetir la historia de sus padres, y no se atreven a pensar que podrán
hacerlo mejor. Estos temores, que estuvieron presentes aunque menos imperantes
durante la adolescencia, se convierten en abrumadores en la adultez, y más aún si
alguno o ambos progenitores no lograron una relación duradera después de un
primer o segundo divorcio. Las citas y el noviazgo elevan sus esperanzas de ser
amados, pero también sus temores de que los hieran o los rechacen. Estando solos,
recuerdan los años de soledad en la familia divorciada y el abandono que tanto
temen. Se sienten atrapados entre el deseo del amor y el temor a la pérdida.
Esta amalgama de temor y soledad puede conducir a múltiples amoríos,
matrimonios apresurados, divorcios tempranos y, si no se aprovechan las lecciones
aprendidas en casa, a una segunda y tercera ronda de lo mismo. O pueden
permanecer atrapados en malas relaciones durante años. Así es como funciona: en
el comienzo de la adultez, las relaciones ocupan el centro del escenario. Pero para
muchos ese escenario está vacío de buenos recuerdos sobre cómo un hombre y
una mujer adultos pueden vivir juntos en una relación amorosa. Éste es el
impedimento central que bloquea el desarrollo de los niños del divorcio. El
andamiaje psicológico que necesitan para construir un matrimonio feliz fue dañado
por las dos personas de las que dependían mientras crecían.
Observemos detenidamente el proceso de crecer. Los niños aprenden toda
clase de lecciones en las rodillas de sus padres, desde el momento en que nacen
hasta que se alejan del hogar. Para el bebé, no existe un paisaje más fascinante
que el rostro de su madre. Para el niño, no hay una imagen más emocionante que el
marco que incluye a mamá y papá besándose, peleando, consultándose, llorando,
gritando o abrazándose. Estas mil y una imágenes se van internalizando y forman la
visión que el niño tiene de cómo se tratan hombres y mujeres, cómo se comunican
padres e hijos, cómo se llevan hermanos y hermanas entre sí. Desde el primer día,
los niños observan a sus padres y absorben los pequeños detalles de la interacción
humana. Observan a sus padres como personas privadas (cuando el adulto cree
que nadie está prestando atención) y como personas públicas fuera del hogar.

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Escuchan con cuidado lo que dicen los padres (aunque a menudo fingen no
escuchar), y reflexionan sobre lo que callan. Ningún científico examina con tanta
atención como un niño lo hace con su familia de la mañana a la noche. Y hacen
juicios desde muy temprano. Niños de cuatro años me han comentado: "Quiero ser
un padre como mi papá" o "No quisiera ser una mamá como mi mamá". Ellos tienen
intensos sentimientos de amor, odio, envidia, admiración, lástima, respeto y
desdén. Éste es el teatro de nuestras vidas: nuestra primera y más importante
escuela de aprendizaje sobre nosotros mismos y los demás. Las imágenes de cada
familia se graban en el corazón y la mente de cada niño, y se convierten en el teatro
interior que moldea las expectativas, esperanzas y temores.
Pero más allá de la visión del niño del' padre y la madre como individuos, está la
visión del niño de la relación entre ellos, la naturaleza de la relación como una
pareja.
Nuestra bibliografía profesional está llena de experimentos madre-hijo, y más
recientemente padre-hijo, pero como los niños podrían decir a los expertos, el niño
ve a sus padres como una pareja. El niño está intensa y apasionadamente atento a
sus interacciones. ¿Qué podría ser más importante y dominante? Estas complejas
imágenes de interacciones parentales son fundamentales en el teatro familiar y
tienen una importancia perdurable para los hijos del divorcio y para los de familias
intactas.
Todos los jóvenes de familias intactas describieron la relación entre sus padres
como si los hubieran seguido día y noche: sus risas, sus bromas, cómo sabían qué
hacía saltar al otro y cómo se consolaban uno al otro. Incluso especulaban sobre la
vida sexual de sus padres. Me contaban si papá besaba a mamá cuando volvía del
trabajo o le daba una palmada en la cola o si sus padres eran reservados. Otros se
preguntaban qué tenían sus padres en común o por qué permanecieron casados.
Junto con estas observaciones realizaban juicios morales y arribaban a
conclusiones que llegarían a tener implicancias directas en su vida futura.
¿Cuál es la diferencia entre el patrón interior de un hijo del divorcio y el de un
adulto de una familia intacta, en especial si el hijo del divorcio, de acuerdo con los
consejos actuales de mediadores y abogados, tiene acceso a ambos progenitores y
éstos evitan las peleas durante los años posteriores al divorcio?
Como me comentaron todos los hijos del divorcio, no importa la frecuencia con la
que ven a sus padres, la imagen de ellos como una pareja amorosa se perdió para
siempre. El padre en una casa y la madre en otra no representa un matrimonio, no
importa lo bien que se comuniquen. Cuando los niños crecen y eligen sus parejas
carecen de esta imagen central de un matrimonio intacto. En su lugar enfrentan un
vacío que amenaza con atraparlos. A diferencia de los niños de familias intactas, los
hijos del divorcio de nuestro estudio hablaron muy poco de la interacción de sus
padres, y casi no se refirieron al comportamiento de sus padres en la separación.
Su queja fundamental es que nadie les explicó el divorcio y las razones
permanecieron ocultas en un misterio. Cuando se les brindaron razones, les
parecieron trivialidades destinadas a ocultar lo que verdaderamente había
sucedido. Sus padres les dijeron: somos personas muy distintas, no tenemos nada
en común. Los hijos del divorcio casi no mencionaron a sus padres juntos, excepto
cuando seguían peleando o comportándose mal entre ellos en los cumpleaños de
los nietos. En realidad, la interacción de los padres era un agujero negro, como si la
pareja hubiera desaparecido de la memoria y de la vida interior consciente de los
niños.
Esta necesidad de una buena imagen interior de los padres como pareja es
importante para el desarrollo del niño a través de todos los años de su crecimiento,
pero la significación de este patrón interno de las relaciones hombre-mujer se
incrementa en la adolescencia. Los recuerdos y las imágenes del pasado y el
presente se agigantan en un vigoroso coro de voces cuando el joven enfrenta sus
verdaderas elecciones en relación con el amor y el compromiso. En la antigua
canción yiddish, el casamentero le pregunta a la doncella: "¿Con quién te
casarás?", y sus primeras palabras reflejan el dilema contemporáneo de Karen y
sus millones de hermanos y hermanas. Ella responde: "¿Quién será el adecuado
para mí? ¿Cuidará de mí? ¿Se irá al amanecer cuando tengamos nuestra primera
pelea? ¿Me amará?".
Pero los hijos del divorcio tienen algo más en contra. A diferencia de los niños
que pierden un progenitor debido a una enfermedad, accidente o una guerra, los
hijos del divorcio pierden el patrón que necesitan debido al fracaso de sus padres.
Los padres que se divorcian pueden pensar que su decisión de terminar con el
matrimonio es inteligente, valiente y el mejor remedio para su infelicidad, pero para
el hijo el divorcio tiene un significado: los padres fracasaron en una de las tareas
principales de la adultez. Juntos y separados, fracasaron en mantener el
matrimonio. Aun si el niño decide —como si fuera un adulto— que el divorcio era
necesario, que en realidad los progenitores tenían muy poco en común, el divorcio
sigue representando un fracaso: fracaso para conservar a un hombre o una mujer,
fracaso para mantener una relación, fracaso para ser fiel. Este fracaso modela el
patrón interior del niño con respecto a él mismo y a la familia. Si ellos fracasaron, yo
también puedo fracasar. Y si, como sucede con frecuencia, el niño observa más
relaciones fracasadas en los años posteriores al divorcio, la conclusión es simple.
Nunca vi a un hombre y una mujer juntos en el mismo barco. El fracaso es
inevitable.
El noviazgo está siempre lleno de emoción, anhelos y ansiedad. Todos los
adultos son conscientes de que ésta es la decisión más importante de la vida. El
temor a una elección equivocada o a ser rechazado o traicionado no se limita a los
hijos del divorcio. Pero las diferencias entre los hijos del divorcio y los de
matrimonios intactos fueron más allá de mis expectativas. Los jóvenes de las
familias intactas junto con sus temores adquirieron confianza con respecto a aquello
que vieron funcionar, tenían ideas muy claras sobre cómo hacerlo. Ellos
manifestaron todo esto en términos muy convincentes.
Ningún adulto del grupo de divorciados habló de este modo. Sus recuerdos e
imágenes internas eran más pobres o temerosas debido a que carecían de pautas
para acallar sus temores. En realidad, eran impotentes ante éstos.
Gina, una exitosa ejecutiva de una compañía internacional, de cuarenta años,
me dijo: "Crecí sintiendo que los hombres no son dignos de confianza, de que, al
igual que mi padre, ellos sólo quieren jugar con juguetes. Sé que salí con hombres
que parecían confiables y maravillosos pero, aun así, apostar todas mis fichas a un
solo hombre me atemoriza. Sólo confío en mí misma".

CRECER LLEVA MUCHO TIEMPO

Cuando Karen vino a verme en 1994, en vísperas de su casamiento, estaba


ansiosa por contarme todo lo que había sucedido desde nuestro último encuentro.
Recordaba sus ojos llenos de lágrimas, sus quejas con respecto a Nick, y aquí
estaba llena de felicidad y optimismo. ¿Qué le había sucedido entre los veinticinco y
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los treinta y cuatro años?
Lo primero que me contó fue su decisión de dejar a Nick, un viaje que la llevó a
una nueva vida en Washington, D.C., donde se quedó con una amiga de la escuela
secundaria y examinó sus posibilidades.
Comprendí que quería ayudar a los niños, pero que necesitaba estudiar,
necesitaba experiencia.
Karen habló con conocidos y se enteró de una maestría en Salud Pública en la
Universidad Johns Hopkins que le permitiría combinar su teres por el bienestar de
los niños y la organización comunitaria. Con |" ayuda de préstamos para estudiantes
y lo que le quedaba de la herencia de su abuela, solicitó el ingreso y la aceptaron en
el programa de tres años; se mudó a Baltimore y trabajó medio tiempo en un
i-ograma pediátrico mientras concurría a la escuela. Karen, que por fin podía
satisfacer sus deseos, fue una excelente estudiante y pronto llamó la atención de
sus profesores, quienes la ayudaron mientras ella negociaba oportunidades para su
carrera.
Tengo el mejor de los trabajos —me informó Karen—. Actúo con
niños con discapacidades profundas en cinco estados del sur y dirijo un programa
rural. Tenemos nuestra base en Chapel Hill. Adoro lo que hago, Judy. Paso mucho
tiempo en el trabajo comunitario con los niños. La gente me pregunta cómo puedo
tolerarlo, pero a mí no me parece deprimente porque recibo mucho de los niños.
Ellos se abren y comparten cosas conmigo: sus esperanzas, sus sueños, las cosas
que quieren hacer y todas las cosas que temen. Estando con ellos, comprendo lo
preciosa que es la vida y que uno sólo tiene el día de hoy.
—Karen, desde que te conocí a los diez años has estado ayudando a los demás.
Pero ahora parece que decidiste pensar en lo que quieres. Quizás esta vez el dado
caiga de tu lado.
—Así es, decidí pensar en mí y hallé lo que quiero. Y decididamente descubrí lo
eme no quiero. No quiero repetir mis relaciones con mamá y papá. No quiero un
hombre que dependa de mí. —¿Y qué quieres?
—Quiero un amante y un esposo. Ya no quiero encontrar a alguien sólo porque
tenga que hacerlo. Puedo vivir sola. Puedo pararme sobre mis dos pies. Ya no estoy
preocupada —y luego la tristeza volvió a invadir su mirada—. Pero no todo quedó
atrás. Como te conté, una parte de mí siempre está esperando que se produzca un
desastre. Siempre me digo que hago esto para mí, pero la verdad es que vivo
asustada de que algo malo me vaya a suceder. Alguna pérdida terrible cambiará mi
vida. Y esto empeora cuando las cosas mejoran para mí. Quizá sea el resultado
permanente del divorcio. —Se inclinó hacia delante replegándose sobre sí misma.
— Gavin me fastidia todo el tiempo por mi preocupación por los cambios. Pero creo
que aprendí cómo manejarlo. Ya no me despierto aterrorizada cuando me acuesto
feliz. —Hizo una pausa para pensar a qué se refería. —Pero realmente nunca se va.
Al escuchar su historia comprendí que la travesía de Karen hacia la adultez
requeriría varios escalones más. Abandonar su primera relación seria fue sólo una
iniciación. Aquella Karen que se graduó en
salud pública y ayudó a establecer un exitoso programa regional para niños
discapacitados era una persona completamente diferente. Había adquirido una
nueva identidad como una joven competente y orgullosa que, si era necesario,
podía valerse por sí misma. Más allá de sus logros profesionales, Karen finalmente
podía despojarse del rol de responsable de sus padres y hermanos. Éste era un
proceso lento y doloroso. El momento decisivo fue la comprensión de que su
hermano y su hermana eran adultos que estaban explotando su generosidad.
—Tengo que seguir adelante, ya hice suficiente. —Cerró la puerta y se convirtió
en una mujer libre. Al adquirir un desarrollo intelectual y emocional, estaba lista para
ser la pareja de un hombre adulto que quería una amante y una esposa, no una
protectora. Al amar a un hombre que la amaba y la trataba como a una igual se
sintió segura por primera vez en su vida y pudo vencer sus temores. Aunque los
residuos de sus primeros temores no desaparecieron, se desvanecieron en el
olvido. Dentro de esta relación, Karen completó su esfuerzo por alcanzar la adultez.
Después de escuchar muchas historias como la de Karen sobre lo difíciles que
fueron sus vidas cuando tenían veinte años, comprendí que comparados con los
niños de familias intactas, los hijos del divorcio siguen una trayectoria diferente para
crecer. Les lleva mucho más tiempo. Su adolescencia se prolonga y la entrada en la
adultez se dilata.
Los hijos del divorcio necesitan más tiempo para crecer porque tienen que lograr
más cosas: deben tomar distancia del pasado y crear un modelo mental de hacia
dónele se dirigen, esculpiendo su propio camino. Aquellos que lo logran, merecen
medallas de oro por su integridad y perseverancia. Después de rechazar a sus
padres como modelos, deben inventar quiénes desean ser y qué quieren lograr en
su vida adulta. Esto es mucho más de lo que se espera que logre la mayoría de los
adolescentes. Teniendo en cuenta los desafíos normales del crecimiento, que ellos
tienen que atravesar solos, no es sorprendente que los niños del divorcio se vean
acechados por amoríos malogrados o descarrilamientos similares. La mayoría los
encuentra entre los veinte y los treinta años antes de entrar en la adultez.
Mi análisis quizá no pueda aplicarse a la seudomadurez exhibida por muchos
hijos del divorcio que a menudo aparecen en un camino rápido hacia la adultez.
Estos niños se ven atrapados en la cultura adolescente a una edad más temprana
que los jóvenes de familias más protegidas. El sexo, las drogas y el alcohol son ritos
para ser aceptados por un grupo de mayores. Al mismo tiempo, son independientes
y se sienten orgullosos de su habilidad para tomar sus propias decisiones y
aconsejar a sus padres.
Pero no nos dejemos engañar por la jactancia. El sendero del desarrollo de la
adolescencia hacia la adultez no está perfectamente sincronizado después del
divorcio. Muchos hijos del divorcio no pueden superar la adolescencia porque no
pueden darle un cierre al proceso normal de separarse de sus padres. En el curso
normal de la adolescencia, los niños pasan varios años en una especie de tire y
afloje con sus padres, alejándose lentamente del hogar. Pero Karen no
experimentó este proceso. A los dieciocho años, cuando se marchó para ingresar
en la universidad, aún estaba ligada a sus padres debido a sus necesidades y a las
de ellos.
Y no era la única. Al final de la adolescencia, la mayoría de los hijos del divorcio
están más ligados a sus padres y, paradójicamente, más ansiosos por alejarse que
sus pares de familias intactas. Los jóvenes quieren apartarse, pero no pueden
hacerlo debido a las tareas sin terminar que hay en el hogar.
Los hijos del divorcio quedan retenidos en el ingreso a la adultez porque es
demasiado atemorizante. Desde un principio se sienten más ansiosos e incómodos
con el sexo opuesto y les resulta más difícil construir una relación y darle tiempo
para que se desarrolle. Estos hombres y mujeres jóvenes que se sienten
vulnerables, confundidos y terriblemente solos, con presiones biológicas y sociales,
se involucran en un sombrío juego que contiene sexo sin amor, pasión sin
compromiso, estar juntos sin futuro. (Exploraremos qué les sucede a los hijos del
divorcio que se casan de manera impulsiva en el capítulo 14).
El hecho de que Karen y otros hayan podido cambiar sus vidas es una buena

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noticia para todos los que nos preocupamos por los efectos del divorcio en los hijos
a largo plazo. A veces demora muchos años y varias relaciones fracasadas, pero
casi la mitad de las mujeres y más de un tercio de los hombres de nuestro estudio
fueron capaces de crear un nuevo patrón en el que ellos eran la estrella principal. Lo
lograron del modo más difícil: aprendiendo de su propia experiencia. Se lastimaron,
insistieron y lo volvieron a intentar. Algunos tuvieron familiares, en especial abuelos,
que los querían y que les sirvieron de modelos cercanos de lo que era posible.
Otros tuvieron recuerdos anteriores al divorcio que les brindaron esperanza y
confianza en ellos mismos cuando creyeron que iban a desistir. Muy pocos tuvieron
guías, pero cuando se les acercaron fueron muy apreciados. Un joven me comentó:
"Mi jefe fue como un padre para mí, el padre que siempre quise y nunca tuve".
Hombres y mujeres por igual se sentían muy agradecidos a los amantes que los
apoyaron y permanecieron junto a ellos por largo tiempo. Sin duda, el esposo de
Karen jugó un papel muy importante en su recuperación. Finalmente, un tercio de
los hombres y mujeres de nuestro estudio buscó la ayuda profesional de terapeutas
y descubrió, en sesiones individuales, que podía mantener una relación confiable
con otra persona y llegar a las raíces de sus dificultades. Un elemento que ayudó
fue que, siendo jóvenes, tenían la energía y la determinación para cambiar
realmente sus vidas. Queda claro que las personas ingresan en la adultez "sin estar
completas", lo cual significa que la década de los veinte a los treinta ayuda a un
cambio y desarrollo personal.

CAPÍTULO CUATRO
¿Y qué si permanecen juntos? ¿Y qué si no pueden?

La mayoría de la gente cree que si un esposo y una esposa no son felices, sus
hijos tampoco lo son. Esta opinión está basada en la creencia de que los padres
infelices inevitablemente tendrán conflictos delante de sus hijos que los harán sentir
apenados y atemorizados. Lo que queda fuera de la ecuación es la gran cantidad de
familias que, como la de Gary, evitan las peleas para mantener la paz familiar y la
integridad de la paternidad. Gary nos revela cómo es el desarrollo hacia la adultez
dentro de esta clase de familia. ¿Cómo es? ¿Cómo moldea un matrimonio infeliz
que permanece unido a la vida de los niños cuando éstos se convierten en
adolescentes y en adultos? ¿Qué papel juega en sus vidas el compromiso parental
para mantener el matrimonio?
Gary describió con gusto los recuerdos felices de los juegos de su infancia, pero
no reveló a qué se refería con la versión interna de su familia. Obviamente, prefirió
los buenos recuerdos. Me pregunto si la "versión interna" que mencionó impondría
tensiones parecidas a las que vi entre los padres de Karen o en otras parejas que
decidieron divorciarse. Gary insinuó que el matrimonio de sus padres, aunque
intacto, no era tan bueno.
—No me contaste lo de la versión interna —le recordé—. ¿A qué te referías?
Gary suspiró, colocó las manos detrás de la cabeza, y miró hacia fuera por la
gran ventana del frente.
—Mis padres son un asunto complejo. Siempre creí que mamá era la causa de
los problemas. Pero cuando crecí comprendí que el matrimonio consiste en dos
personas y ambas son responsables de lo que suceda en esa relación.
—¿Qué te parecía cuando eras más pequeño? —quería comprender qué había
sentido y pensado mientras crecía, antes de que sus experiencias de adulto
hubieran cambiado sus percepciones.
—Mamá era una persona realmente violenta —comenzó lentamente—. Se
disgustaba y perdía el control por lo que a nosotros noí
nos parecía trivial. Las cosas tenían que ser perfectas, y perfectas a su manera.
Recuerdo que bajaba rápidamente por la escalera con una vara diciéndonos que
rompería la televisión si no hacíamos lo que ella quería. Era muy estricta con
respecto a las tareas escolares y a e obtuviéramos buenas calificaciones, lo cual no
apreciamos cuando éramos pequeños, pero que tuvo sus beneficios después.
Realmente se alteraba cuando venía gente a casa. Todo debía estar en su lugar y
había que tener en cuenta todos los detalles de la cena. Era como si fuera a venir la
realeza. Terrible. Gary miró la fotografía de sus padres.
Siempre sentí lástima por papá porque parecía que mamá nunca
se moderaba. Son tan distintos. A mi papá le encanta la gente. Una de las razones
por las cuales el negocio ha tenido tanto éxito durante tanto tiempo es que a los
clientes les gusta ir para charlar con papá. Era muy buen comerciante y nunca
dejaba de lado la mercadería, pero era realmente generoso con su tiempo.
Recuerdo que en una oportunidad pasó quince minutos con un antiguo cliente que
sólo quería una tapa para los enchufes de la luz.
—Me da la sensación de que eres muy parecido a tu padre —le comenté al
recordar con qué diligencia había tratado de encontrar un momento para que nos
reuniéramos.
—¡Gracias! Ahora sé que papá tuvo su parte en los problemas maritales, pero
cuando vivía con ellos secretamente me ponía de su lado. En realidad, hubo
ocasiones en las que me hubiera gustado que la dejara. Por supuesto que no tenía
la menor idea de lo que hubiera sido para ellos o para nosotros. Debo decir que
nunca se nos hubiera ocurrido que permanecieron juntos por nuestro bienestar. Esa
clase de pensamiento adulto llegó más tarde.
—¿Podrías decirme qué sienten los niños de familias como la tuya, en las que los
padres tienen problemas, pero permanecen juntos por el bienestar de sus hijos?
Ésa es la información que la gente necesita y que no tenemos.
—No es fácil volver el tiempo atrás —tragó y sacudió la cabeza.
—¿Debería retirar mi pregunta? —no quería molestarlo, pero deseaba que me
respondiera.
—Gracias. Aprecio su oferta —me respondió sonriendo—. Pero lo voy a intentar.
—Abrió la puerta con candidez y me permitió ingresar. —Mamá siempre estaba
sobre él. Era muy crítica con respecto a lo que, en realidad, eran sus mejores
cualidades. Él quería salir a cenar con amigos e invitar amigos a cenar a casa. Ella
se preocupaba por el dinero y las niñeras. Cuando tenían invitados, ella se ponía tan
tensa que a menudo tenía una migraña cuando la gente llegaba a casa. Me
sorprendería saber que tuvieron una buena vida sexual. —Gary se detuvo y
reflexionó. —Permítame aclarar eso. Apostaría a que tuvieron muy poco sexo.
Cuando era más joven, recuerdo que papá llegaba a casa del trabajo y trataba de
darle un beso a mamá, pero ella siempre estaba ocupada preparando la cena y no
se detenía para saludarlo. Después de un tiempo, él ya no lo intentó más.
—¿Tenían peleas o discusiones? —estaba tratando de ver cómo había
experimentado Gary el aspecto interno de este matrimonio.
—No, en realidad no tenían peleas. O por lo menos no vimos tantas. Se
restringían bastante en lo que hacían o decían delante de nosotros.
—¿Cómo les afectó esta restricción como niños? —le pregunté.
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—Existía esa sensación de tensión que se podría cortar con un cuchillo
—respondió Gary—. Cuando las cosas empeoraron entre ellos, había menos
palabras y más y más tensión. Mi hermano, mi hermana y yo pasábamos todo el
tiempo que podíamos fuera de casa. —Me sorprendió nuevamente la similitud entre
la familia de Gary y la de Karen cuyos padres decidieron divorciarse. —Las cosas
empeoraron cuando yo estaba empezando la secundaria —continuó—. Entonces
fue cuando me pregunté si papá se iría. Mamá siempre había sido muy posesiva
con papá, controlando dónde estaba y cómo pasaba su tiempo. Pero en aquel
momento comenzó a ponerse realmente celosa. Parecía que iba a enloquecer
tratando de interpretar de la peor manera lo que él había hecho, y luego lo culpaba.
Cuando le pedí que me diera algún ejemplo, Gary me contó una historia
detallada sobre una fiesta de cumpleaños a la que concurrió su familia. Cuando
regresaban a casa, la madre acusó al padre de haber estado coqueteando con otras
mujeres. Le reprochó que sólo le importara complacerse a sí mismo y ser amigo de
todo el mundo. Cuando llegaron a la entrada de la casa, ella se bajó rápidamente
del automóvil y corrió hasta el dormitorio. El padre de Gary les pidió a los hijos que
se acostaran y se fue en el automóvil. No regresó hasta la mañana siguiente. Los
padres no se hablaron durante varios días. —¿Ésa fue la única vez? —le pregunté.
—No, ese tipo de cosas volvió a suceder, aunque ésa fue la única vez en que
mamá realmente perdió la calma delante de nosotros. Pero después de aquel
incidente comencé a advertirlo más, y hubo muchas oportunidades en que papá
llegaba tarde a casa, o hablaba de algún cliente, en especial lemenino, y mamá
comenzaba a ponerse tensa. Más tarde los oía discutir en su habitación, y había
mañanas en las que papá no estaba allí y mamá tenía dolor de cabeza. Una vez le
pregunté por qué estaba llorando y me respondió que era porque le dolía la cabeza
y no había tomado su té matinal. Allí fue cuando comencé a llevarle el té a la cama
los fines de semana. No podía comprender por qué estaba tan enloquecida y
sospechaba de papá, pero no podía soportar verla tan infeliz.
Los niños no toleran ver que sus padres lloren. Cuando un matrimonio tiene
problemas, los más jóvenes quieren rescatar al progenitor infeliz aunque no
puedan comprender la causa de las dificultades. Gary n0 podía relacionar los
dolores de cabeza de su madre con su tensión emocional o su depresión. Los
esfuerzos para explicarle los dolores-de cabeza relacionándolos con la falta "del té
matinal" confundían a su hijo, aunque le brindaban algo para ayudarla. Lo
interesante de la historia de Gary es el detalle de su recuerdo. Si comprendía o no
los sentimientos de los adultos es discutible. Pero todo lo que vio quedó grabado en
forma indeleble en su memoria, y esto se convirtió en el patrón de sus expectativas
de vida familiar.
—Ahora comprendo a qué te referías con la versión interna de la familia. ¿Crees
que las sospechas de tu madre tenían un fundamento real?
Asintió como si hubiera estado esperando que se lo preguntara.
—Una mañana, después de que supe que papá no había estado en casa la
noche anterior, me sentía realmente deprimido. Creo que tenía miedo de que no
regresara.
"Mamá tenía los ojos llorosos y permaneció en silencio durante todo el
desayuno. Me subí a la bicicleta para ir a la escuela, pero no podía ir, así que fui
hasta el negocio de papá. Pensé en pasar a ver si estaba allí. Él me vio observando
y sintió que algo no andaba bien porque dejó de atender a un cliente y se acercó.
Recuerdo que tenía aspecto de cansado, pero también de preocupado. Me
preguntó si había sucedido algo en casa, y se sintió aliviado cuando le dije que todo
estaba bien. Regresamos a su oficina y conversamos. Me comentó que no sabía
por qué mamá estaba tan enojada y sospechaba de él, pero que a veces se tenía
que ir porque lo disgustaba. Señaló el viejo sofá de cuero de la oficina y me contó
que allí dormía cuando se iba. Allí fue cuando le pregunté si se divorciarían.
Siempre recordaré esta parte. Su rostro se transformó como si fuera a llorar y me
abrazó con fuerza. "Te voy a decir algo,-hijo. El matrimonio es como una montaña
rusa. Tiene subidas y bajadas. Las bajadas han sido peores de lo que pensé, y las
subidas han sido mejores de lo que pensé. Lo más importante es que amo a tu
madre y ustedes, los niños, son lo más importante de nuestro matrimonio. El cuadro
actual es que tu madre y yo estamos en una bajada, pero saldremos de ella. Sé que
saldremos porque los queremos mucho. Nuestro matrimonio ha sido un gran
desafío, pero fue un buen recorrido y me voy a quedar hasta el final.
Gary se sintió sofocado mientras recordaba las palabras de su padre y contuvo
las lágrimas. Ambos sonreímos.
—Tu padre te dio un gran regalo. Muy pocos padres hablan así con sus hijos
pequeños.
Asintió silenciosamente sin poder hablar. Después agregó: —Ésa fue la
conversación más importante de toda mi vida.

CUANDO EL MATRIMONIO ES INFELIZ... ¿QUÉ DEBEN HACER LOS


PADRES?

La conversación que Gary describió con tantos detalles es uno de los legados
más valiosos que un padre le puede hacer a su hijo. Vale la pena examinarla en
detalle, ya que hay mucho que aprender de este hombre honesto, cariñoso y,
obviamente, infeliz. Lo más importante es que el padre tome en serio las
preocupaciones del niño y reconozca que sus observaciones son válidas. La mejor
respuesta es: "Sí, tenemos problemas y me alegro de que lo menciones". La
tentación es minimizar las preocupaciones del niño, alegar que estamos ocupados,
posponerlo o, lo peor, negar que algo anda mal. Pero todos éstos son errores
graves que pueden dañar mucho al niño. Tarde o temprano la mayoría de los niños
percibirá que la conducta de ese padre es cobarde o deshonesta, o ambas cosas.
Aprenderá que no puede confiar en que su padre le brinde una respuesta directa o
que lo ayude. Dejar de lado la percepción que el niño tiene de que hay un problema
aumenta su confusión, aflicción y desilusión con el padre a quien puede recurrir
cuando está angustiado.
El padre y el hijo perderán una oportunidad de unir sus corazones y sus mentes
que quizá no se vuelva a repetir. Cuando un niño expresa preocupación por el
matrimonio de sus padres, necesita y merece prioridad sobre las otras
preocupaciones del día. En ese momento, el niño se encuentra absolutamente
abierto a lo que los padres tienen que decir y quizá no vuelvan a tener otra
oportunidad así. Si se trata el tema en forma adecuada y con respeto, la
conversación que surja puede ser la más importante en la vida de los adultos y los
niños. Los padres deben hablar con honestidad y con el corazón. Éste es el
momento para decirle al niño en qué principios morales creen, no en un lenguaje
abstracto sino de la manera más simple que puedan. Deben comentarle en qué
creen y mostrarle cómo están actuando de acuerdo con estos principios. Lo primero

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que deben decirle es que sus percepciones son correctas, que los adultos
realmente tienen problemas, que ambos están preocupados y tristes por lo que está
sucediendo. Necesitan explicarle que el matrimonio, como todas las relaciones
humanas, tiene buenos momentos mezclados con momentos difíciles, risas y
lágrimas. Deben dejar en absoluto aclarado (suponiendo que sea verdad, y
generalmente lo es) que los niños son una de las alegrías del matrimonio. Y pueden
decirle que lo que importa es el balance total y no el déficit de ese momento. Cada
progenitor espera salir adelante.
Esa fue la esencia del tan recordado e importante mensaje del padre de Gary
Por favor, tenga siempre presente que un padre no debe criticar al otro Todo lo
contrario. Debe dejar sus historias personales para proteger al niño y que éste no
sienta que debe tomar partido o que hay dos bandos. Tampoco hay que decirle al
niño que mamá y papá se quedan juntos para protegerlo a él y a sus hermanos. Un
sacrificio así no es un regalo. Se le estaría dando al niño una dolorosa y pesada
carga: pensar que es responsable de los años de infelicidad de sus padres desde el
momento en que nació.
Aquí debo mencionar que la regla de conducta de "no criticar" que se les da a los
padres después del divorcio (por ejemplo, si no pelean delante de los niños evitarán
un daño mayor) es un buen consejo aunque insuficiente. Esto ayuda a que los
niños no vean a sus padres actuando como marionetas en un show. Pero pelear y
tomar partido después del divorcio es totalmente distinto de pelear y tomar partido
dentro de un matrimonio intacto. Después de un divorcio, los desacuerdos son
normales y esperados. El matrimonio terminó y uno se separó debido a serias
diferencias. La gente tiene que tratar de llevarse bien, pero las tensiones son
inevitables. Y el niño tiene derecho a saber por qué se divorciaron sus padres. En
un matrimonio intacto, los desacuerdos también son normales, pero la estructura
del matrimonio los contiene y los hace sentir seguros. Las discusiones tienen un
principio, un medio y un fin, porque el objetivo más importante es proteger el
matrimonio. Una parte esencial de la educación del niño es aprender que las
discusiones se pueden resolver sin amenazar la integridad de la familia.
Al ser honesto con su hijo, el padre de Gary le presentó la imagen de un
adulto íntegro que luchó en una relación infeliz y tomó la decisión de permanecer en
el matrimonio por el amor a su esposa y el compromiso con sus hijos. Transmite una
visión del mundo en la cual los valores de la honestidad, la paciencia, el trabajo en
los problemas de la vida, el amor y la lealtad brillan como faros. Gary tuvo una doble
bendición. Se le ofreció una imagen sincera de un matrimonio en crisis, aunque
mezclada con aflicción y alegría. Y se le ofreció el modelo de un padre que se
esfuerza por proteger a sus hijos y a su esposa a pesar de sus serias desilusiones.
Esto es valentía. No se niega el problema, no se cubren con azúcar las crisis
recurrentes. Él se colocóa nivel del niño de un modo inolvidable.
Cuando uno de los padres (o a veces ambos) no puede mantener su adultez
y renuncia a la responsabilidad de proteger al niño, éste es expuesto a serios
riesgos. Esto puede suceder tanto en familias intactas como divorciadas. El
ambiente dentro de muchos matrimonios intactos no es muy diferente del de
muchas familias divorciadas que he visto: un adulto tratando de que los niños sean
sus aliados contra el otro. Al igual que en las familias divorciadas, los niños
advierten la injusticia de los agravios y se vuelven en contra del acusador. Las
acusaciones infundadas se convierten en formas de autocorrección cuando el niño
madura. El peligro principal es que a los niños no se les brindó una brújula moral con
la cual timonear los problemas en sus propios matrimonios. Se les brinda una
imagen distorsionada de la naturaleza de la relación hombre-mujer y la
responsabilidad de un padre hacia sus hijos. Sabemos que esto sucede después
del divorcio, pero también es común en familias intactas. He visto muchas en mi
experiencia clínica. Cuando surgen las tensiones, la necesidad de una víctima
propiciatoria es muy intensa.

LA DECISIÓN DE DIVORCIARSE: DECÍRSELO A LOS NIÑOS

Ahora formulemos una pregunta crítica. Supongamos que usted decide terminar
con su matrimonio. Tomando al padre de Gary como modelo de un buen padre que
comprende cómo hablarles a sus hijos sobre temas muy dolorosos, ¿cómo
actuaría? Aquí también existen cosas que sí y cosas que no se deben hacer, pero
no se tienen en cuenta porque los padres no están bien informados, o están
demasiado abrumados por las demandas de la vida en el momento de la
separación. Lo que sucede es que llegaron a un punto sin retorno en un matrimonio
que ya les resulta intolerable. La situación nunca va a mejorar. Las historias
individuales varían. El divorcio cuando uno es joven es diferente del divorcio
después de haber compartido la mitad de la vida juntos. Pero la mayoría de las
separaciones refleja un sueño frustrado por profundas desilusiones, el sufrimiento
en la relación y el fin de la esperanza en un futuro mejor. La mayoría de las veces,
las personas con hijos dan este paso con renuencia. Muchas lo dan después de
intensos conflictos personales. Es una decisión aterradora porque no hay vuelta
atrás.
Pero por más que las parejas divorciadas quieran mantener limpia la pizarra
como padres no pueden hacerlo. Los niños son un legado permanente del
matrimonio. Para ellos, la responsabilidad de ser padres es más grande que
antes. Los niños tienen derecho a saber por qué sus padres decidieron
divorciarse y qué cambios se producirán. Esto es lo que llevarán con ellos
mientras crezcan, elaborando y reelaborando cada matiz de cada mensaje que se
les envía. En cada etapa del desarrollo, los niños del divorcio vuelven a evaluar su
comprensión del divorcio. La vuelven a desmenuzar cuando son mayores y tienen
hijos y enfrentan sus crisis. Las conversaciones llevadas a cabo en forma cabal
protegerán a su hijo, como el padre de Gary protegió al suyo. Si estas discusiones
son pobres o no se producen, todo queda librado a la imaginación del niño. La
ansiedad de éste aumenta profundamente si se lo deja en la oscuridad con un
problema que es demasiado grande para que lo pueda comprender.
Lamento tener que decir que, en tantos años de trabajo con parejas divorciadas,
muy pocos padres tienen este tipo de conversaciones con sus hijos. A la mayoría de
los jóvenes no se les comenta nada sobre los conflictos de sus padres y las razones
para decidir un divorcio: ninguna explicación sobre los conflictos internos, ninguna
mención de los disgustos, la pena y la incapacidad para seguir tolerando. Es como
si el divorcio surgiera en forma inesperada. Nadie dice una palabra. Esto significa
que el niño, en especial el de jardín de infantes, se entera del divorcio de la manera
más traumática posible, cuando se levanta una mañana y descubre que su padre y
sus pertenencias se desvanecieron n el aire.
No tiene que ser de este modo, pero los padres divorciados necesitan tiempo y
consideración para ayudar a sus hijos. Supongamos que usted se va a divorciar.
¿Qué debe hacer? Primero reunir a los niños y decirles que ha decidido separarse,
lo que esto significa y cuándo sucederá. Sólo hable con lentitud, y tenga en cuenta
49
que ellos recordarán para siempre lo que les está diciendo. También recordarán lo
que no les dice. Elija un momento de tranquilidad, cuando usted y los niños tengan
bastante tiempo, es decir no cuando la tarea escolar está pendiente o cuando esté
por salir de viaje a la mañana siguiente. Apague el televisor y la computadora y
aclare que estará en casa durante el resto del día y de la noche. Explíqueles por qué
está sucediendo esto, y lo mucho que ambos lo lamentan por ustedes y por ellos.
Dígales que cuando se casaron se amaban y esperaban compartir el resto de sus
vidas. Hábleles acerca del sueño que tenían cuando se casaron y lo felices que
fueron cuando nacieron los niños. ¿Por qué? Porque quiere que los niños sientan
que nacieron en una familia cariñosa y que fueron deseados, y no el fruto de un
disgusto ni sobras de un matrimonio que nadie quería. Hábleles de su autoestima y
tenga presente que está hablando sobre la relación de un hombre y una mujer que
formará sus vidas. Si recurrió a un terapeuta, sacerdote o rabino en busca de ayuda,
dígalo. No se desprecien ni actúen como víctimas. Como usted y su pareja no
pueden lograr que el matrimonio funcione, y las cosas entre ustedes sólo pueden
empeorar, diga que decidieron divorciarse por el bienestar de todos. Usted no
quiere que crezcan con una imagen equivocada de lo que es el matrimonio. No
quiere vivir una mentira ni engañarlos para que piensen que su matrimonio
fracasado es lo mejor que esta unión puede brindar. No es así.
Luego pregunte qué saben del divorcio y sobre las experiencias de sus amigos.
Déjelos hablar. Permítales que expresen su preocupación acerca de perder a los
padres, sus ideas sobre tener que ir a un hogar adoptivo o sobre los niños que no
tienen fondos para ir a la universidad. Quizá tengan mucha mala información y ésta
es una oportunidad para corregirlos amablemente. Algunos niños permanecerán en
absoluto silencio. Trate de ayudarlos para que manifiesten sus temores. Después
de todo usted los conoce bien. Recuerde que hablen o no, todos los niños estarán
pensando en el futuro. Todos estarán preocupados, algunos en forma real, otros en
forma exagerada. Tenga en cuenta que en sus mentes no hay espacios vacíos. Aun
cuando digan "no lo sé", tienen ideas demasiado aterradoras para articular. Tenga
en cuenta que intentarán protegerlo por todos los medios, que están tan
preocupados por usted como usted por ellos, y que le mentirán alegremente si
creen que eso lo consolará.
Luego explíqueles qué planes tiene y pídales una respuesta y un aporte.
Asegúrese de brindarles verdaderas opciones. Lo peor es cuando se sienten
objetos inanimados que van a ser repartidos entre dos hogares. Esta sensación de
no tener elección puede llevar a una combinación de disgusto e impotencia que
tiene efectos a largo plazo sobre su iniciativa en otros momentos de sus vidas.
Explíqueles con tranquilidad que los adultos que se divorcian continúan queriendo y
cuidando a sus hijos hasta que hayan crecido. Hable de los planes buenos y lo que
harán juntos. Pero no se descuide. Prepare otra reunión para discutir planes futuros
después de que cada uno haya tenido la posibilidad de pensar al respecto, y así
podrán explorar juntos lo que es posible.
Lo más importante es que les diga a sus hijos que el divorcio es muy triste para
ambos y que lo sienten mucho. Tenga en cuenta que éste es uno de los días más
tristes en la vida de cualquier niño y nada evitará que tenga que enfrentarlo.
Explíqueles que por un tiempo las cosas estarán alteradas, pero prométales
mantenerlos informados. Termine diciendo lo mucho que deben ayudarse unos a
otros. Hable sobre la valentía, que todos deben tratar de no ser caprichosos, pero
que está bien llorar y enojarse. Todos se pueden equivocar, pero lo importante es
intentarlo.
En la siguiente reunión dígales qué está sucediendo, y cuándo se
establecerán los términos. Hable sobre los planes para el futuro y cómo los
llevará a cabo. En esta reunión, explíqueles que a veces los niños se culpan a sí
mismos. Ellos creen que son responsables de la separación y que, si no
estuvieran aquí, su mamá y su papá se llevarían bien. Explíqueles que el
problema es entre ustedes, los padres, que ellos no lo provocaron, y no lo
pueden solucionar. Asegúreles que aún son una buena parte del matrimonio.
Vuelva a contarles acerca de los planes para padres e hijos, dónde vivirán, los
cambios en los programas de los padres y de los hijos. Asegúrese de hablarles
de su preocupación por la continuidad en equipos, actividades extracurriculares y
permanecer cerca de los mejores amigos- Sea honesto sobre los desgarros y las
mudanzas. Concerté una cita para mostrarles dónde vivirán mamá y papá, y
planifiquen juntos 'a primera visita. Obviamente muchas partes de esta
conversación deberán repetirse, ya que los niños no pueden oír todo la primera o
segunda vez. Y el estilo, el lenguaje y la oportunidad deberán adaptarse a la
edad y capacidad de comprensión del niño.
¿Qué logrará? Al igual que el padre de Gary, estará brindando un ejemplo de
comportamiento moral en el que todos los miembros de la familia reciben igual
consideración. Si usted y su esposo/a expresan su pena, los niños no se sentirán
obligados a disimular su disgusto y su temor. Aprenderán que se puede confiar en
que los padres en crisis no desaparecerán, sino que estarán disponibles como
antes, quizá más. Sentirán que sus intereses y sus preocupaciones no fueron
olvidados, y habrán recibido permiso de ambos para quererlos a los dos, para
enojarse y para llorar.
¿Ésta o cualquier otra intervención podrá contrarrestar los efectos del divorcio o
los años transcurridos en un matrimonio con problemas? Por supuesto que no. Pero
aplacará los temores, el sufrimiento y la soledad de los niños durante la crisis.
Establecerá el escenario para una nueva relación en la cual los padres protegen a
sus hijos, trasmitiéndoles que continúan al mando, que los niños siguen estando
protegidos, que los padres han tomado una decisión muy difícil y se responsabilizan
de ella, y que nadie en esta familia es una víctima de la mala suerte o del
comportamiento de un progenitor malvado.
Tanto los padres que deciden permanecer juntos en un matrimonio con
problemas, como los que deciden divorciarse, deberán transmitir al niño que
escucha lo mucho que valoran el matrimonio y la familia. En ambas circunstancias,
habrán demostrado su capacidad para enfrentar con honestidad y valentía los
problemas de la vida, y compartirán el sabio concepto de que las relaciones
humanas son amargas y dulces a la vez. Y lo más importante es que le habrán
aclarado al niño y futuro adulto qué es una familia. Todos nosotros necesitamos
valor y voluntad para continuar intentándolo.
¿Todos los padres divorciados son capaces de esto? Por supuesto que no.
Nadie sabe mejor que yo lo difícil que les resulta esta tarea a personas enojadas,
infelices e incluso atormentadas. Sin embargo, siempre me sorprende ver lo mucho
que los padres están dispuestos a hacer si están convencidos de que es por el bien
de sus hijos. No tengo dudas de que muchos padres pueden tener conversaciones
honestas con sus hijos, ya sea que decidan irse o continuar en un matrimonio con
problemas.

¿IRSE O QUEDARSE?

51
—¿Crees que tus padres hicieron lo correcto permaneciendo juntos o debieron
divorciarse? ¿Habría sido diferente para ti? —Ésa es una buena pregunta.
—¿Quieres decir que nunca lo pensaste?
—En realidad sí. Para mí es definitivamente mejor que hayan permanecido
juntos. Pero eso es porque fueron padres maravillosos. Mi hermano, mi hermana y
yo tuvimos un buen hogar. Nunca dudamos de que nos querían. En verdad nunca
sabré si papá fue infiel. Mi mamá se sentía sola, y yo probablemente deprimido,
pero ella continuó interesándose por nosotros, nuestras tareas escolares y nuestras
actividades. Nunca dudamos de que iríamos a la universidad con suficiente apoyo
financiero. En otras palabras, nuestro mundo estaba protegido. Pero si se hubieran
separado, apuesto a que mi padre se habría vuelto a casar enseguida. Y quizás
hubiera tenido un par de niños. Nos habríamos separado en forma definitiva.
—¿Cómo?
—Pienso que si mi padre hubiera tenido una nueva esposa e hijos, no me habría
prestado tanta atención. Dudo que mi madre se hubiera vuelto a casar aunque,
¿quién sabe? Quizás hubiera sido más feliz con otro hombre. Por lo tanto, para
responder su pregunta creo que para mi hermano, mi hermana y para mí fue mejor
tener un lugar estable y buenos padres, aunque ellos se hayan perdido algunas
cosas buenas de la vida. Sé que es egoísta de mi parte.
—¿Por qué dices eso?
—Porque no sé lo infelices que fueron mis padres o si tuvieron remordimientos.
Después de todo, en la vida hay muchas otras cosas además de los hijos. Me
hubiera gustado verlos más felices con sus vidas. Ahora que soy adulto lo lamento
mucho por ellos.
Gary puntualizó una importante distinción entre los intereses opuestos de
padres e hijos en matrimonios infelices. Cuando las personas permanecen juntas o
deciden separarse, ¿qué ganan o pierden los hijos, y qué gana o pierde cada uno
de los padres? Éstas no son preguntas abstractas. Tienen un significado distinto
para cada familia, y dependen de una variedad de circunstancias. Si la paternidad
fue mala, el hogar tambalea, y el matrimonio es infeliz, ninguno de los integrantes
puede mantener el statu quo. La única forma en que se puede ayudar a los niños es
si uno de los padres usa el divorcio para reconstruir su vida en un buen hogar, y les
brinda a los hijos el modelo de alguien que tiene la, valentía de buscar una vida
mejor. Pero si la paternidad fue buena, como en la familia de Gary, los hijos tienen
mucho que perder con el divorcio, y están mucho mejor si los .padres infelices
permanecen casados y aprenden a aceptar sus desilusiones mutuas. De manera
ideal, los padres encontrarán una forma de emparchar su relación para mantener
una buena paternidad. Si los hijos pudieran votar, casi todos lo harían a favor de
mantener el
matrimonio de sus padres.
¿Qué ganan o pierden éstos al divorciarse o al permanecer infelizmente casados?
Nadie de afuera puede decirles qué hacer. Ésta es una de las decisiones más
importantes que una persona debe realizar. Nadie tiene el derecho de decirle a una
mujer infeliz que desista de su oportunidad al amor y a la plenitud sexual porque la
maternidad es más importante, y nadie tiene el derecho moral de decirle a un
hombre que vive con una mujer que lo menosprecia y le rompe el corazón que
permanezca casado porque sus hijos lo necesitan en sus vidas diarias. Pero sí
podemos contarles a hombres y mujeres lo exigente que será la paternidad en la
familia divorciada. Podemos documentar que para muchos adultos los años
posteriores al divorcio son más difíciles de lo que cualquiera puede imaginar. Las
segundas nupcias con hijos traen ventajas y nuevos problemas que exceden la
imaginación. Podemos afirmar que la paternidad requiere mucho más tiempo,
energía y devoción en la familia divorciada, y que deben estar preparados para
emprenderla junto con la reconstrucción de sus vidas.
La lección más importante de Gary y otros que se criaron en familias intactas
con problemas es que los hijos se sienten protegidos y relativamente contentos si
los padres son capaces de mantener una buena paternidad. Este hallazgo habla
en forma directa a los padres que están pensando en divorciarse. ¿Sus hijos
están bien a pesar de la infelicidad de sus padres?

CAPÍTULO CINCO
Cuando no hay nadie para dar el ejemplo

Cuanto más avanzaba en mi estudio de los hijos adultos y más hablaba con
ellos, más recordaba a Karen. Después de todo, ella había dado origen a todo el
proyecto con su visita a mi hogar en vísperas de su casamiento. Cuando en el otoño
de 1998 me invitaron para que fuera la principal oradora del reconocido centro de
tratamiento infantil de Chapel Hill, en Carolina del Norte, salté de alegría. Eso me
daría una oportunidad de oro para ver a Karen, que se había establecido allí con su
esposo. Sus tarjetas de Navidad me mantuvieron al día. La boda y la luna de miel
habían sido perfectas. Seis meses después de la boda me envió una nota muy
breve: "Querida Judy ¡hasta ahora todo va bien! Cariños, Karen". Creo que reflejaba
su característica cautela sobre la duración de las cosas buenas. Su trabajo iba bien,
su esposo Gavin había sido ascendido y se habían comprado una casa. Al año
siguiente me escribió para contarme que estaba embarazada. Y la última tarjeta
contenía una fotografía de su hija Maya, que ahora cumpliría dos años. Karen
también incluyó unas líneas sobre su decisión de renunciar a su trabajo de tiempo
completo y cuánto le había costado el cambio.
Conduje hasta la casa de Karen con la cabeza llena de interrogantes,
preguntas que sólo se podían formular después de haber visto el desarrollo de su
vida durante un cuarto de siglo. ¿Qué sucede con una niña protectora cuando
encuentra una relación saludable en la adultez? ¿Existen residuos de sus
experiencias más tempranas? ¿Pudo liberarse de su rol? ¿El temor que sentía
Karen a ser traicionada habría afectado a su matrimonio? ¿Aprendió a ser más
alegre y menos seria, o su proceder grave se había convertido en un aspecto
permanente de su personalidad? Tenía especial interés en ver a Karen como
mamá. Para ser honesta, estaba sorprendida por su decisión de haber tenido un
niño tan pronto después de su matrimonio. Después de todo, había pasado
muchos años de su vida criando los hijos de su madre.
En cuanto entré en el sendero para coches, Karen salió corriendo a recibirme.
Estaba distinta: más asentada, un poco más pesada, todavía bellísima. Usaba un
pantalón de jean y un suéter verde suelto, y llevaba una niñita rubia apoyada en la
cadera derecha. Nos abrazamos y luego Karen señaló un enorme arco con su
brazo libre. —Mira esto. ¿Puedes creerlo?

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"Esto" era una casa estilo campestre con tres dormitorios, un gran patio
adelante, árboles añejos, hamacas y un garaje para dos automóviles, lleno de
bicicletas, equipos de camping y otros elementos de una familia que disfruta de la
vida al aire libre, además de un jardín espectacular.
Cuando expresé mi admiración por las hermosas flores, Karen sonrió.
—Estoy contenta de haber heredado eso de mi madre. Ella me dio la habilidad
para el jardín. —Un poco después de haber acostado a Maya a dormir una siesta,
me comentó: —Espero, en realidad rezo todos los días, que esto sea lo único que
haya heredado de mi madre. Todos los días mientras crecía me decía: "No quiero
parecerme a mi madre, no quiero pensar como mi madre, no quiero estar enojada
como mi madre". —Sonrió. —Creo que eso también vale para mi padre. Siempre
encontraba a una mujer que se ocupara de él.
—Al parecer estuviste pensando mucho en tus padres.
—Es gracioso, Judy. No esperaba esto, pero después de casada pienso todo el
tiempo en ellos. No comenzó el día de mi boda, pero casi inmediatamente después,
incluso en nuestra luna de miel, era como si partes de ellos aparecieran en mi
cabeza.
—¿Qué estás pensando?
—Bueno, me preocupa que cuando se casaron se amaban. Parecían el uno para
el otro. Y luego, por razones que nunca comprenderé, el matrimonio se fue al diablo.
—El rostro de Karen reflejaba su frustración. —Nunca comprendí por qué
se-divorciaron. Nunca se les ocurrió discutir lo que sucedió con ninguno de
nosotros. Nada tiene sentido. Tengo treinta y ocho años y aún me resulta
incomprensible. ¿Para quién fue el divorcio? Tengo amigos cuyos padres se
divorciaron y ninguno de nosotros comprende por qué. Todos se encogen de
hombros y dicen: "Bueno, creo que nunca debieron casarse". —El tono de voz de
Karen adquirió un tinte de disgusto. —Pero el hecho es que sí se casaron y
probablemente se amaban y en algún momento las cosas cambiaron. —Se encogió
de hombros.
La reacción de Karen ante la falta de una explicación del divorcio por parte de
sus padres es comprensible. Si los padres estaban enamorados, eran el uno para el
otro y su matrimonio fracasó, ¿por qué Karen no iba a seguir sus pasos? No podía
evitar sentirse ansiosa.
El problema es que los hijos del divorcio crecen sin aprender de la experiencia de sus
padres nada que pudiera serles útil en sus propios matrimonios, excepto que esa unión
es una ladera resbalosa y las personas se caen de ella. Sin ninguna guía ni historia
familiar, sus propios matrimonios comienzan sin una brújula interior que les indique
hacia dónde dirigirse cuando surgen las dificultades. Ellos carecen del patrón que
describí con anterioridad de cómo viven juntos un hombre y una mujer y resuelve n sus
diferencias. Karen lo explicó de esta manera:
—No tenía ni la menor idea de cómo discutir sin entrar en pánico. Nunca vi cómo se
hacía. Mis padres estaban siempre peleando. Mamá siempre gritaba y papá se iba. Así
era cómo resolvían las cosas, o creo que podría decir que no las resolvían. Y ahora
cuando Gavin y yo discrepamos, ya sea sobre Maya o porque pienso que trabaja
demasiado o por una decisión importante como qué debería hacer con mi trabajo, la
única solución que se me ocurre es que me va a dejar o que debo irme de aquí. Y me
aterro. Luego me recompongo y actúo como una adulta.
Le pedí a Karen que me diera un ejemplo.
—Claro. Sucedió la semana pasada. Gavin estaba tenso porque el departamento
económico tenía una reunión y le preocupaba la decisión que iba a tomar. Debería
haberme dado cuenta, pero en el momento en que estaba saliendo comencé a regañarlo
porque pasaba poco tiempo con Maya. Judy, él estalló. Se volvió y me respondió:
"Maldición, Karen, ¿nunca estás satisfecha?", y cerró la puerta con un golpe. —Karen se
mordió el labio inferior al recordar la tensión de la situación. —Y me quedé allí sentada,
en un estado de completo terror. Pensé: "Éste es el fin. Esto es lo que les sucedió a mis
padres". Me avergüenza decirlo, pero fui un paso más allá. Consideré si debía llamar a un
abogado. ¿Qué iba a hacer con nuestra cuenta bancaria conjunta? También pensé que
Gavin le pasaría una cuota para alimentos a Maya, pero probablemente a mí no me daría
una moneda si nos divorciábamos. Me quedé paralizada y aterrorizada durante horas.
¡Entonces Gavin regresó y me dio un beso! Se había olvidado por completo de nuestra
discusión. Nunca la registró en su pantalla de radar. Se debe haber dado cuenta de que
estaba trastornada porque me abrazó y me besó, y me dijo que me amaba más de lo que
pensó que podría amar a alguien. Y todo terminó.
—¿Con qué frecuencia sientes estos terrores? —¿Se refiere a con qué frecuencia
peleamos? Peleamos muy poco. Lo que sucede es que, cuando lo hacemos, regreso a
un lugar de mi vida en el que no deseo estar y me encapricho. Y detesto esa parte de
mí porque es cuando me parezco a mi mamá y mi papá. Y eso me aterroriza.

EL MIEDO AL CONFLICTO
Un matrimonio sin conflictos es una utopía. Cada pareja casada debe aprender a
resolver sus diferencias de un modo que se adecué a su estilo, valores y a la relación en
particular. Éste es el mayor desafío de los matrimonios modernos. Las discusiones ya
no las resuelve el padre que sabe más, un consejo de mayores o la tradición familiar.
Las mujeres tienen el mismo poder y no todas las diferencias pueden negociarse,
mediarse y resolver por turnos. Si él no quiere hijos, y ella quiere uno, no se puede tener
medio hijo. Y no se puede dejar de lado el conflicto. Alguien tiene que prevalecer o hay
que encontrar la manera de llegar a un acuerdo. Usted no puede vivir en la ciudad donde
él nació en California, y en Boston, y compartir la misma casa. Tampoco es una solución
vivir a mitad de camino en Chicago. Debe considerar el asunto con equidad, contene r el

55
disgusto y la desilusión posteriores, y resolverlo pacíficamente para mantener el
matrimonio. Y debe enfrentar el hecho de que este conflicto u otro reaparecerá. Es un
proceso continuo y desafiante que puede ser la clave de un buen matrimonio o el cam ino
hacia el divorcio.
Aprendemos lo más importante sobre los conflictos en casa, mientras crecemos.
Todos los días, los niños observan cómo se resuelven o no las diferencias y disgustos en
el seno de sus familias. Las lecciones son constantes, profundas, permanentes. Todos
los adultos traen experiencias de la niñez y la adolescencia que los guían para saber
cómo manejar los conflictos en sus relaciones más cercanas en el hogar, en el trabajo o
en cualquier otro lugar. Ésta es una lucha de nunca acabar ya que todas las relaciones
íntimas (entre amigos, compañeros de trabajo o de recreación, padres e hijos o amantes)
llevan consigo las semillas de conflictos repetidos. Éstos se deben resolver o la relación
estará en peligro.
Los hijos del divorcio tienen problemas con los conflictos porque crecieron en hogares
donde las discusiones importantes no se resolvieron sino que terminaron en derrota. El
conflicto evoca recuerdos dolorosos y sentimientos de terror de tiempo atrás. Las peleas
que ellos recuerdan no son las que se resolvieron, sino aquellas que no se pudieron
controlar, aumentaron y explotaron. El pánico de Karen después del reproche de su
esposo es típico de cómo pueden reaccionar los adultos que fueron hijos del divorcio ante
simples desacuerdos. Para ellos cualquier conflicto significa peligro, un demonio que
amenaza con desgarrar el tejido de la vida familiar, destruir su matrimonio y romper sus
corazones.
Debido a que los hijos del divorcio no saben cómo negociar bien los conflictos,
muchos de ellos recurren a las peores soluciones cuando surgen problemas. Por
ejemplo, algunos ocultan sus sentimientos, quejas o diferencias hasta que su disgusto
explota hasta las nubes. Otros lloran y se inmovilizan, se retraen o se van a la habitación
de al lado y cierran la puerta. Pero la tendencia más común es huir ante el primer
desacuerdo serio y luchar contra demonios inconscientes. Esto se debe a que desde la
perspectiva del hijo del divorcio cualquier discusión puede ser el primer paso de una
cadena inevitable de conflictos que destruirá el matrimonio. Lo más fácil es huir. Una
mujer de treinta y dos años abandonó su matrimonio cuando llegó a la conclusión de que
su esposo le daba prioridad a los deseos de su hija de un matrimonio anterior. No trató de
discutir la situación antes de huir. Aunque estaba contenta con su matrimonio y con el
esposo, no se detuvo a pensar que la niña era una adolescente y pronto se iría de la casa.
Cuando le pregunté al respecto, se encogió de hombros: "Estoy acostumbrada a que me
dejen de lado. No vale la pena esforzarse. Ya me voy a arreglar". Luego me confesó:
"Cuando preparé las valijas me di cuenta de que no tenía adonde ir".
Esta clase de comportamiento desconcierta a esposos como Gavin, quienes se
criaron en familias intactas. Las batallas menores y mayores de los matrimonios de sus
padres fueron desagradables, pero no aterradoras. Las peleas, en su mente, no
amenazan el matrimonio. Son tormentas, pero no huracanes. Los Gavin de este mundo
no disfrutan de los conflictos, pero controlan su ansiedad al comprender que los
matrimonios no surgen por generación espontánea. Resolver diferencias y recuperarse
de disgustos y heridas son necesarios para que crezca. Ellos presenciaron crisis
familiares y vieron a sus padres enfrentar serios problemas y sobrevivir. Comprenden
que el matrimonio requiere dedicación y trabajo duro. Esperan picos altos y bajos. Y
aguardan que dos personas que se aman enfrenten racionalmente los conflictos y los
resuelvan. Cuando su compañero —que es un hijo del divorcio— se aterroriza ante la
menor discusión, como la que describió Karen, o una amenaza de abandono, su reacción
es de completa perplejidad.
¿Qué deben hacer las personas en esta situación? Tienen que aprender a
reconocer las tormentas y comprender que uno de los integrantes de la pareja puede
resultar seriamente atemorizado. El objetivo es mantener la relación, no ganar la pelea.
El instinto de Gavin estuvo acertado cuando regresó a casa, y al ver a Karen
aterrorizada la abrazó y le dijo lo mucho que la amaba. A veces es útil alejarse del
problema y pasar un tiempo afuera. Tal como aprendí en mis investigaciones de
matrimonios exitosos, también resulta útil tener reglas para manejar las diferencias.
Una sumamente útil es no acostarse enojados. Esto no significa que el problema se va
a resolver. Significa que las pasiones se enfriarán y no continuarán al día siguiente.
Existen otras reglas útiles. Por ejemplo, todas las ofensas se deben manifestar dentro
de las veinticuatro horas. O se convertirán en historia. Nunca pelear delante de los
niños. No guardar viejas ofensas, resolverlas aquí y ahora. Esto es especialmente útil
para los hijos del divorcio. Enfádese si debe. Arroje cosas si tiene que hacerlo. Pero no
abandone la escena. Los problemas matrimoniales se deben resolver, no posponer ni
evitar. Alejarse es inaceptable. Las reglas son útiles para cada matrimonio, pero son
esenciales en un matrimonio con hijos del divorcio ya que les permiten enojarse y
disentir. Esto también les autoriza a ser honestos y sentirse seguros en el amor.

FELICES PARA SIEMPRE DESPUÉS DEL MATRIMONIO

Mientras Karen servía el té, le pedí:


—Cuéntame sobre Gavin. ¿Cómo es él? —Quería saber más acerca de la clase de
hombres que podían ser buenos esposos para las mujeres de mi estudio sobre el
divorcio.
—Bueno, por empezar, lo amo mucho. Es un hombre generoso. Y finalmente creo que
quiere hacerme feliz y que su felicidad depende de sentir que lo está haciendo. Soy feliz y
formamos una buena pareja. Cuando pienso en nuestro matrimonio, comprendo que me
hace sentir segura. Quizás eso es más precioso para mí que para otros porque yo no lo
esperaba.
Karen me contó más sobre la familia de Gavin. Sus padres están felizmente casados,
viven en la misma casa donde se crió Gavin y disfrutan de buena salud. Adoran a Maya.
Las reuniones familiares de Navidad están llenas de risas y diversión. Para Karen es
importante formar parte de una familia así, como si su magia las hubiera limpiado a ella y
a su hija.
Karen no podía haberme dado mejores noticias. Su sólido matrimonio es un triunfo, y
debería ayudar a aliviar algunos de los temores sobre los efectos del divorcio a largo
plazo. Después de andar sin rumbo su camino a los veinte años, "lo logró". Ella y Gavin
disfrutan de una relación estable y amorosa, una hija dulce y un promisorio futuro. Sin
duda son una historia exitosa de nuestro tiempo.
En nuestro estudio, a los veinticinco años, el 60% de los adultos que entrevistamos se
había casado. La mitad de ellos lo hizo cuando tenía veinte años; sólo algunos lo hicieron
a fines de su adolescencia'. Como veremos en el capítulo 14, muchos de estos
matrimonios estaban sentenciados al fracaso desde el principio. Una gran cantidad

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terminó en divorcio, mientras que otros continúan en una gran infelicidad, sin esperanzas
de cambio. Más adelante hablaremos más sobre esto.
Por ahora quiero ocuparme de adultos como Karen que han ingresado en lo que al
parecer son buenos matrimonios un poco más tarde. Muchos de estos treintañeros
concurrieron a una rígida escuela de relaciones. Algunos tuvieron primeras nupcias muy
breves, que terminaron en fracaso; o vivieron con otra persona o una cantidad de
personas entre los veinte y los treinta años. Otros tuvieron muchos amoríos de una
noche. Algunos sufrieron el rechazo de un amante, y durante años se sintieron
demasiado desilusionadas como para intentarlo otra vez. Luego, con pasos vacilantes
aunque valientes, cada uno de estos hijos del divorcio encontró alguien a quien amar, en
quien confiar y a quien apreciar.
Es muy pronto para decir cuántos de estos matrimonios buenos y tardíos durarán. La
mayoría hace pocos años que están juntos y, al igual que todos los matrimonios, no son
inmunes a las contiendas. Algunos fueron vacilantes y ya están separados. Pero en las
entrevistas a los veinticinco años vi muchas parejas felices que se amaban el uno al otro,
y que vencieron los temores que los acosaban los primeros días de sus relaciones. Una
de las razones por las que seleccioné a Karen como el personaje principal de este libro es
que su historia ilustra el camino tortuoso que muchos siguieron antes de lograr un
espléndido matrimonio. Sus sentimientos mezclados de triunfo e incredulidad son
emblemáticos de muchos de su generación.
¿Qué es lo que distingue a esta gente felizmente casada? Después de años de
experimentos adquirieron el criterio para elegir una pareja con cuidado y prudencia. Y
luego tuvieron la valentía de persuadir a esa persona para contraer un compromiso a
largo plazo. Éste fue un gran logro que refleja una mayor madurez y un aumento de la
autoestima. Cuando estos mismos hombres y mujeres entraron en la década de sus
veinte años, la mayoría se sintió aterrorizada de estar sola: un sentimiento directamente
relacionado con su temor a ser abandonados o perdidos durante el desorden de la
separación y el divorcio de sus padres. Pero, como todo joven debe aprender, el mejor
modo de rechazar a un amante inadecuado es ser capaz de estar solo. Ésta es una
lección dura para cualquiera, pero es especialmente difícil para los hijos del divorcio.
Varias mujeres del estudio me manifestaron su primer avance en terapia: por fin
pudieron ir a una fiesta y regresar solas a casa sin aterrorizarse. También pudieron
aflojar los lazos con sus padres. En lugar de correr a casa para que sus mamas y sus
papas los ayudaran a enfrentar cada pequeña crisis de la vida, fueron capaces de
separarse emocionalmente. Sólo así pudieron abandonar la expectativa de que estaban
sentenciados a compartir el destino de sus padres. Al separarse, se liberaron para
buscar un matrimonio mejor del que habían tenido sus padres. A esto también contribuyó
el hecho de que a muchos de estos jóvenes les estaba yendo bien en sus carreras y en
otras áreas de sus vidas. Aprendieron que en realidad podían confiar en ellos mismos
para obtener lo que deseaban.
La historia de Karen muestra todo esto con detalles conmovedores. Durante la mayor
parte de su niñez y su vida joven se negó a considerar sus propias necesidades. Se hizo
cargo de sus padres, hermanos y un amante que la desilusionó todos los días. Luego, en
un acto de suprema valentía, rompió con todos ellos y comenzó su camino hacia la
independencia y la autovaloración. Una vez que tuvo esta nueva base, Karen fue capaz
de llamar a un joven atractivo pocos días después de haberlo conocido y abrir la puerta a
una relación. Sonrió muy feliz y me comentó: "Finalmente descubrí lo que quería". Y
como muchos otros, agregó: "Decidí arriesgarme". Este triunfo sobre sus temores fue la
clave del éxito de Karen cuando pasó los treinta. Y fue capaz de apostar porque
comprendió que sus posibilidades de éxito eran bastante buenas. Ya no estaba
preocupada, y así pudo arriesgarse al amor y al compromiso.
Los niños criados en familias intactas también mantienen relaciones experimentales
para pulir su juicio y poder elegir una pareja de vida. Pero ingresan en estas relaciones
tempranas sin que el temor al fracaso les muerda los talones. Aunque la conducta
exterior de ambos grupos parezca similar, los mueven distintas expectativas. Hasta que
puedan liberarse del pasado, las Karen de este mundo esperarán el fracaso. La mayor
parte de los que crecen en familias intactas esperan tener éxito.
Me sorprendió ver que una vez que los niños del divorcio pueden dejar de lado sus
temores y elegir una pareja para sus vidas, a menudo buscan parejas que hayan crecido
en familias intactas estables. Ésta era una prioridad en sus noviazgos. Al par ecer el
antecedente de una familia estable brinda una sensación de seguridad al niño del divorcio
que quiere esta seguridad junto con el amor y el compromiso. Ellos comentan con orgullo:
"Él viene sin equipaje. No hubo divorcios en su familia desde hace generaciones". O: "Ella
es una roca. Compensa todo lo que no me dieron mis padres. Estaba buscando una
mujer de una familia intacta estable y la encontré". Estos hijos del divorcio tienden a
cultivar estrechos lazos con las familias de sus parejas y se distancian de sus propios
padres, de modo que sus hijos pueden compartir la sensación de estabilidad y seguridad
que consideran tan tranquilizadora.
Quedé impresionada al ver cómo muchas mujeres del estudio encontraron esposos
amables y cariñosos, que realmente las amaban, y que se adaptaron a sus conductas
impetuosas. Varias mujeres comentaron que sus esposos se sintieron amenazados por
sus caracteres impacientes y disfrutaron estableciendo límites en el matrimonio. Marie,
que había sido transgresora cuando entró en sus veinte años, describe con detalles esta
interacción: "Él no se dejó arrastrar por mis locuras, no me permitió manipularlo. Las
toleró, pero siguió siendo él mismo. Para mí era un eje central. Yo bailaba a su alrededor.
Conocía mis trucos. Hice todo lo que había hecho con otros muchachos, pero no resultó.
Me dijo: 'Olvídalo, señorita. Estoy aquí para quedarme'. Eso sucedió hace diez años, y
estamos casados desde entonces".
Los hombres también buscaban calma y amabilidad más que pasión en sus
esposas. Valoraban la habilidad de la mujer para crear un hogar cómodo, adecuado.
Manifestaron que querían una mujer de la cual pudieran depender. Al ser mayores eran
más conscientes de cómo manejar el carácter de una mujer y cómo reparar una
relación si era necesario. Varios hablaron de sus esposas en términos románticos, y
describieron su belleza y sus cualidades de protectoras. Pero también mencionaron sus
largas jornadas de trabajo y su preocupación de que sus esposas pudieran sentirse
solas.
Estaban preocupados por la posibilidad de perder su amor y fidelidad. La tensión
subyacente era más un residuo del divorcio de sus padres que una realidad. Los hombres
estaban ansiosos por ser buenos esposos, se esforzaban por complacer a sus parejas, y
se sintieron bendecidos por la buena fortuna cuando percibieron que eran amados.

ESPERANDO EL OTRO ZAPATO

Hasta en los matrimonios tan cariñosos como el de Karen existen residuos del
divorcio. Discutimos su problema al referirnos al manejo de los conflictos, pero ahora e lla

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describía otro:
—Cada vez que Gavin llega tarde, por una reunión en la facultad o cuando tiene que
salir de la ciudad por un trabajo, lo primero que pienso, y me odio por eso, es que me va a
dejar. Que en verdad no me quiere.
—¿Es como cuando se dice que uno está esperando que caiga el otro zapato?
Karen hizo una mueca.
—Si me estás preguntando si aún estoy preocupada, la respuesta es sí, aunque estoy
casada con un hombre que realmente me ama. Por fin acepté que mis temores no
desaparecerán. Es como si estuvieran grabados en mi cabeza. Ya no son tan potentes
como eran antes, y Gavin trata de enseñarme a que me ría de ellos. —Tenía una
expresión muy seria. —Funciona por un tiempo.
La historia de Karen es fascinante porque ilustra cómo aun los matrimonios felices
llevan un residuo del pasado que puede aparecer en el presente en cualquier
momento. Los disparadores pueden ser una ausencia inesperada, una discusión
moderada o un incidente de disgusto. La hija del divorcio piensa: "Éste es el otro
zapato que cae.
Aquí viene. Siempre supe que no podría durar. El hombre se fue. El matrimonio se
terminó. Estoy sola y abandonada, como siempre supe que estaría".
La lógica de Karen es impecable: si uno teme a la pérdida, entonces sólo está seguro
cuando no tiene nada que perder. Pero si uno tiene un matrimonio feliz, un esposo
amoroso, una hermosa hija, entonces está en peligro. Una mujer joven lo expuso de un
modo muy sencillo: "No importa cuánto ame a alguien, cuánto confíe en él, lo bueno y
confiable que sea, hay algo en mí que me dice que no se quedará. Nunca lo voy a creer".
Muchos hijos del divorcio ya mayores me preguntan: ¿Por qué siento así? ¿Por qué
tengo tantos problemas para encontrar a alguien que me ame y en quien confiar? ¿Qué
sucede conmigo? ¿Por qué me preocupa tanto el cambio? ¿Por qué tengo tanto miedo a
la pérdida? Si mi esposa se retrasa treinta minutos, me pregunto con quién está. ¿Por
qué si mi esposo se retrasa me aterrorizo y pienso que no lo volveré a ver? ¿Por qué
intimar con alguien a quien quiero y tener sexo parece tan aterrador?
Todas las semanas recibo muchas cartas de todo el país con los mismos interrogantes
sobre el divorcio. Una que llegó ayer es típica: "Querida Dra. Wallerstein, soy una hija del
divorcio. Tengo treinta y nueve años, un esposo amoroso y dos maravillosos hijos. Sin
embargo, todas las noches me acuesto pensando que cuando despierte a la mañana
siguiente se habrán ido. ¿Puede ayudarme?".
Creo que puedo. La frase clave que todos utilizan es "soy un hijo del divorcio". La
escucho repetidas veces cuando hablo con gente de treinta, cuarenta e incluso sesenta.
¿Qué significa exactamente? El divorcio en la infancia crea una identidad duradera. El
divorcio deja una marca permanente ya que, por lo general, ocurre cuando un niño es
pequeño e impresionable, y los efectos perduran durante sus años de crecimiento. Esa
identidad está formada por los temores de la infancia de los que no se pueden deshacer a
pesar de todos los éxitos y logros que se hayan alcanzado como adulto.
Éstas son las consecuencias del patrón roto del que hablamos con anterioridad. Eran
niños pequeños cuando sus padres se separaron y se asustaron mucho, más de lo que
esperaban. Cuando la familia se dividió, sintieron que se partían por la mitad. Cuando uno
de los padres se fue, sintieron que no había nada en qué confiar. Y se dijeron que nunca
se abrirían a la misma clase de riesgos. Permanecerían alejados del amor. O se
involucrarían con gente que no les importara, y así no saldrían lastimados. De cualquier
modo, no aman y no se comprometen. No confiarán en nadie ya que no pudieron hacerlo
con sus padres. No se meterán en enredos emocionales. Sus temores y la forma de
responder a ellos, que es eminentemente sensible y lógica en ese momento, se
convirtieron en una parte de su carácter y permanecen con ellos hasta ahora.
Hay más. Algunos tomaron otro camino. Como sus sentimientos eran tan
dolorosos, los sepultaron. Como eran niños se convencieron de que no sentían. Los
sentimientos hieren, se dijeron. Así que decidieron no temerlos. Funcionó durante
muchos años. Buenas o malas noticias, permanecieron invulnerables.
Y hay más aún. El divorcio desorganizó la vida de estos niños Llegó en forma
repentina, inesperada, pero comprendieron que fue ocasionado por las personas que
más querían y en las que más confiaban. Entonces llegaron a la conclusión lógica de que
nada es estable. Puede suceder cualquier cosa, y es probable que el cambio sea para
peor. Como sus padres les aseguraron que las cosas serían mejores y no lo fueron,
ocultaron más sus sentimientos, donde se convirtieron en más poderosos. Al igual que la
mayoría de los niños, guardaron todas estas aterradoras conclusiones para ellos mismo
porque querían a sus padres y no querían perturbarlos. Ya tenían suficientes
preocupaciones. Y finalmente, cómo se culparon por la separación. Debieron de haber
hecho algo malo para que se separaran. Pensaron que eran el villano más poderoso
responsable del desastre familiar. Si sus padres no hubieran peleado por causa de ellos,
si no hubieran nacido, no se habrían separado. No merecen que les sucedan cosas
buenas. No merecen amar ni que los amen.
Existe un remedio para estos sentimientos. Quizá no extingan los temores porque
están muy enraizados en su mente, pero pueden acallarlos. Hay qu e tratar de
comprender que lo que sintieron estaba bien para un niño. Eran inteligentes y amorosos y
trataban de proteger a sus padres y a ellos mismos. No querían cargarlos con el disgusto
o los temores así que los guardaron para ellos. Pero lo que en aquel momento era
sensato, ahora no lo es. Ahora son adultos capaces de manejar todas las cosas que los
atemorizaban cuando eran niños. Ya no están desvalidos en la noche. Por supuesto que
el amor siempre es arriesgado. Pero no amar es peor. Confiar es siempr e riesgoso. Pero
no todos los van a traicionar. Algunos cambios pueden provocar desastres, pero algunas
tormentas pasan cerca y nunca llegan. Un adulto puede superar sentimientos que
abrumarían a un niño.
Existen otros remedios. Saber que no se está solo, ayuda. Se trata de uno en un
millón. Puede resultar de gran ayuda encontrarse con grupos de otros hijos del divorcio
o buscar terapia individual. Vivir con estas inhibiciones y temores es muy serio. Marca
profundamente la vida. Pero no tiene que ser así. Con autocomprensión, se puede
cerrar esa puerta casi en forma definitiva.

LOS HIJOS DEL DIVORCIO Y SUS HIJOS


Cuando miré por la ventana, vi a Maya con su suéter color púrpura brillante, jugando
alegremente con otra niña. Karen siguió mi mirada y sonrió.
—Decidimos tener un hijo enseguida porque ya no soy tan joven. Tenía treinta y cuatro
años cuando me casé y felizmente tardé un año en quedar embarazada. Ella ha sido un
encanto desde el principio. Gavin es un padre maravilloso. Hace más que la mayoría de
los hombres que veo. Varias tardes por semana viene a casa y juega con ella. Yo hago un
alto y a él le encanta. Para mí fue muy importante haber tenido una hija.

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—¿Importante de algún modo en especial?
—Sí. Es como si haber tenido una hija me hubiera brindado otra oportunidad... a mí y
a Maya. Tengo muchas expectativas para ella y se podría decir que están basadas en lo
que yo no tuve. Quiero que tenga una infancia distinta de la mía.
—¿En qué?
—Lo que quiero es que ella no se preocupe por su mamá en la forma en que toda mi
familia se preocupó por la mía. No quiero que ella se encargue de mí. Yo me quiero
encargar de ella. Quiero brindarle todo el amor y la seguridad que nunca tuve. Quiero que
tenga todo lo que no tuve. Quiero que juegue. Quiero que tenga ti empo para compartir
con sus amigos en la escuela sin tener que preocuparse por lo que está sucediendo en
casa. Quiero que piense en cosas para sí misma. Cuando crezca quiero que recuerde su
infancia y sepa lo que es una niña feliz.
Mientras escuchaba a Karen se me llenaron los ojos de lágrimas. Miré a esta niña
protectora mientras hablaba en forma tan apasionada de su hija.
—Realmente pusiste todo tu corazón en la maternidad. —Sí, a decir verdad, está ligada a
una de las decisiones más importantes de mi vida. Cuando ella nació decidí dejar mi
empleo y trabajar medio día. Quiero ocuparme personalmente de ella. Quiero estar en mi
hogar con mi hija. No sé por cuánto tiempo, pero, por lo menos, hasta que ingrese en la
escuela primaria. Mi carrera significa mucho para mí, pero sentí que tenía que elegir. La
verdad es que, y debo enfrentarla, si quería quedarme y pelear por un puesto más alto
sólo podía tomarme seis semanas de licencia después de que Maya nació, y luego tenía
que regresar a trabajar la jornada completa. Así que decidí trabajar medio día.
—¿Podrás regresar al lugar que ocupabas? Sé lo importante que era el programa y
que lo preparaste tú misma.
—No, Judy, para mí no hay regreso. Es una decisión de vida muy importante. Decidí
hacerlo por todo lo que quiero para Maya y por otro niño. Estoy tratando de volver a
quedar embarazada.
—Se requiere mucha valentía para tomar esa decisión.
—Sí, seguro que sí. Fue difícil, y me dio tristeza, pero fue acertada. Muchas de mis
amigas permanecieron en sus trabajos y respeto su decisión. Pero esto es lo que
quiero para mí. Se podría decir que también volví a tomar la decisión de casarme.
Trabajar medio día significa que confío absolutamente en mi esposo y, como sabes,
eso no es fácil para mí.
—¿Y cómo se sintió Gavin?
—Judy, tuve suerte. Él me dijo haz lo que te haga feliz. La mayoría de los hijos del
divorcio medita mucho sobre la paternidad antes de tomar la decisión. En el hito de los
veinticinco años, sólo un tercio de las personas de nuestro estudio tenía hijos 2. Una
pequeña cantidad manifestó que estaba planeando tener hijos en el futuro, una vez que
sus carreras estuvieran más establecidas y pudieran solventarlo. Tanto los hombres
como las mujeres estaban muy orgullosos de sus hijos e hijas. Estaban agradecidos
porque la buena suerte finalmente se hubiera cruzado en sus caminos. Todos
comentaron en forma conmovedora que el bebé tiene el poder redentor de contrarrestar
los sufrimientos del pasado. Al tener un hijo, podían limpiar viejas películas y rodar
nuevos episodios en los que el niño está protegido. Todos afirmaron casi al unísono:
"Ningún hijo mío va a experimentar lo que yo tuve que soportar". La unanimidad al decir
esto probablemente fue la afirmación más emocionante sobre su pasado. Cuando
hablaron sobre los planes para sus hijos, surgieron todos los pequeños detalles del
mundo infantil que ellos habían perdido: lecciones de natación, tiempo para andar en
bicicleta, juegos después de la escuela. Al parecer recordaban muy bien todos los
placeres que estuvieron ausentes en su pasado y ahora adquirían una nueva importancia
para ellos. Al evocar tantas mudanzas, querían criar a sus hijos en un hogar estable de un
barrio seguro. Lo que más querían era que sus hijos tuvieran una infancia protegida, que
recordaran para siempre.
Los hijos también eran bienvenidos porque, a pesar de sus propias experiencias, tanto
las mujeres como los hombres sentían que los niños fortalecerían los lazos maritales. Las
mujeres que habían perdido a sus padres mientras crecían atesoraban el cuidado y los
juegos que sus esposos realizaban con sus hijos. Su anhelo por el "padre que nunca
tuvieron" desapareció en parte al ver las sonrisas en los rostros de sus hijos cuando papá
entraba en la casa, y por las risas de los juegos.
Para las mujeres, la decisión de tener un hijo también era confusa ya que revivía el
tema de si podrían o no confiar en sus esposos. En realidad, una quinta parte de los
niños nació fuera del matrimonio, y ninguna de las mujeres de este grupo estuvo en un
hogar estable ni tuvo una buena relación durante el embarazo. La mayoría de estas
madres solteras están pasando tiempos difíciles. Muy pocas encontraron parejas
estables, y no tienen trabajos bien pagos. Después de uno o dos abortos, decidieron
llevar el niño a término. La mayoría quería un bebé desde la adolescencia para
compensar su soledad. Estas mujeres hablan de sus hijos con un enorme cariño, y los
que vi estaban, muy bien cuidados, con un gran sacrificio por parte de la madre que
tenía muy poca ayuda de su familia.
Varias de las mujeres que tuvieron hijos dentro del matrimonio estaban obsesionadas
por si debían adoptar el apellido de sus esposos o no, porque en caso de divorcio
deberían ocuparse de la mantención económica de un niño que llevara su apellido. La
decisión de algunas mujeres de renunciar a un trabajo de jornada completa también
dependía del temor a confiar en la presencia continuada de sus esposos para sostener a
la familia. También dudaban de cuántos hijos tener. La ayoría optó por uno o dos. Muy
pocas tuvieron tres. Cada parte de sus vidas (el amor, el matrimonio y la maternidad)
evocaba nuevas promesas y antiguas desilusiones.
Los hombres hablaron de su deseo de convertirse en padres en el contexto de sus
relaciones. Un hombre joven me comentó: "Creo que finalmente estoy listo para ser un
padre chocho". A diferencia de los hombres de familias intactas, no daban la paternidad
por supuesta. Tenían muchos proyectos para sus hijos, les encantaba ser padres y
estaban muy orgullosos de sus hijos. Un hombre me dijo: "Mi mayor alegría es ver crecer
a mis hijos, desarrollarse y superar las desilusiones que yo tuve cuando era niño. Espero
por ellos y por mí que los efectos perjudiciales del divorcio y el dolor que soporté de chico
terminen algún día. Y que triunfen en cosas que yo nunca fui capaz de hacer". Otro
manifestó su placer por los logros de su hijo en lo que él había fracasado cuando era niño:
"No puedo expresar lo gratificante que es ver a Thomas realizar cosas que nunca pude
hacer cuando era niño. Tiene cinco años, su mochila preparada, y cuando llega el
transporte escolar, sube y se va de campamento. Sin lágrimas ni vacilaciones. Yo no
podría haber hecho eso, era tan inseguro. Habría dicho no, no y no. Él no tiene ninguno
de esos temores. Ver a mi hijo tan bien adaptado y que logra cosas que yo no pude hacer
es lo más maravilloso que me pudo suceder".
Quizás el tener un hijo fue un elemento disuasivo del divorcio especialmente entre
los hombres de familias divorciadas. En este estudio, muy pocos de esos hombres se

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divorciaron3. Por ejemplo, un hombre cuya esposa lo había abandonado tenía
problemas financieros, concurría a la universidad, trabajaba toda la noche y pagaba
todo el mantenimiento del niño. Para él era muy importante no comportarse como su
padre, quien lo había abandonado económica y sentimentalmente cuando tenía seis
años.
La mayoría de las mujeres del estudio que se divorciaron no tenían hijos. Pero entre
aquellas que sí los tenían y se divorciaron, todas habían dejado hombres violentos o
adictos. La decisión no fue fácil y permanecieron en el matrimonio tanto como pudieron.
Me comentaron con cuánto ahínco trataron de evitar el divorcio. Ninguna quería que sus
hijos experimentaran las mismas pérdidas que ella habían tenido que soportar. En años
anteriores estas mismas personas me habían dicho que aprobaban el divorcio "cuando
era necesario", pero la mayoría estaba contra el divorcio cuando había hijos. Sus
actitudes cambiaron cuando sintieron que ellas o sus hijos podrían resultar dañados f ísica
o emocionalmente en el matrimonio. Varias decidieron permanecer en sus matrimonios
con problemas porque tenían niños pequeños y no querían destruir la vida de los hijos.
En nuestras conversaciones, los padres informaron que sus hijos eran felices y
estaban bien adaptados. La mayoría aún es joven, incluyendo muchos bebés. Al
observar a los padres con sus hijos me impresionó su amabilidad y consideración.
Aquellos que eran padrastros mostraban el mismo interés por sus hijatros. Varios
comentaron que era importante tratar a todos los hijos de la familia del mismo modo. Un
hombre con tres hijastros conversó formalmente conmigo acerca de sus serias
preocupaciones sobre las relaciones de los niños con sus padres. Quería ayudarlos a que
no se sintieran rechazados por su padre, pues él había sido abandonado a los diez años
por el suyo.

¿CÓMO PUEDO SER PADRE?

Dos de cada tres adultos de nuestro estudio a largo plazo decidieron no tener hijos 4.
Los estudios nacionales revelan resultados similares. Los nacimientos disminuyen en
todas partes, pero los hijos del divorcio que deciden no tener hijos citan específicamente
al divorcio como la razón principal. Esta gente es bastante joven y podría cambiar de idea
si aparece la persona adecuada. Pero nuestros datos son únicos ya que estos hombres y
mujeres nos manifiestan con claridad por qué no quieren tener hijos. "¿Niños? De
ninguna manera". Casados, divorciados o solteros, dicen cosas como: "No quiero acunar
un bebé ni criar uno". Otros insisten en que serán malos padres o madres, así que para
qué asumir un rol para el que no tienen interés o talento ni una buena experiencia en su
propia infancia. Y así dicen: "¿Cómo voy a ser padre? Miren la crianza que tuve". O: "Mi
vida es demasiado insegura para pensar en tener un hijo". Tienen poca confianza en su
capacidad para criar un niño feliz. Otros estaban preocupados por que un hijo pudiera
desestabilizar su matrimonio. Ninguno citó una carrera exigente como la razón para no
tener un hijo.
Me pareció fascinante que los hijos del divorcio que querían hijos y aquellos que no
los querían tuvieran las mismas experiencias y llegaran a distintas conclusiones. La
gente que quiere hijos busca volver a escribir sus historias al brindar a sus hijos lo que
ellos no tuvieron. Aquellos que no quieren hijos no tienen interés en revivir sus historias y
encuentran poca inspiración para convertirse en padres. Al parecer dudan de poder
hacerlo mejor que sus padres y no tienen interés en intentarlo. Pero al observar su
crianza (cantidad de contacto con sus padres, niveles de apoyo, disgusto entre padres)
hay muy pocas cosas que diferencien a estos dos grupos. Son similares excepto que
aquellos que no quieren hijos estuvieron más alejados de sus padres, ya sea porque
éstos estaban más enojados o menos involucrados. Un motivo importante, aunque
inconsciente, para tener un hijo es una especie de deseo de expresar agradecimiento
por haber sido traído al mundo, y para brindarle a los padres un nieto que es un símbolo
de inmortalidad. Es natural que las nuevas madres presenten a sus recién nacidos a sus
mamas y papas con un gran orgullo. Me resultó interesante que a muy pocos hijos del
divorcio parecía importarles el deseo de sus padres de convertirse en abuelos. Era un
tema que surgía con frecuencia entre aquellos que se criaron en familias intactas. Podría
ser natural en los niños que aún están enojados por el divorcio negarse a brindarles este
obsequio como una forma de mantener la distancia con los padres. Si esto es verdad, es
un triste legado de nuestra cultura del divorcio.

LA PROTECTORA ADULTA

Mientras Karen describía su vida y todo lo que le sucedió, recordé una pregunta que
me había hecho a mí misma hacía cuatro años: ¿qué sucede con los niños protectores
cuando crecen? Los profesionales de la salud mental suponen que este rol sólo puede
ser perjudicial para el desarrollo del niño porque pierde en la escuela, en los juegos y
sacrifica sus propios intereses por las necesidades de la familia. La respuesta es más
complicada que eso. Sí, pierde placeres y actividades importantes de la infancia y la
adolescencia. Pero también gana muchas cosas que le servirán a largo plazo. Después
de hablar con tantos de estos niños y observarlos cómo llegaron a la adultez, quizá sea el
momento de revisar nuestros puntos de vista acerca de cómo afecta a las criaturas esta
experiencia.
Muchos niños protectores se convierten en adultos admirables. Karen es una persona
sensible, íntegra, cuyo altruismo y capacidad para la devoción leal están enraizados en el
rol de su infancia. Sus experiencias tempranas le brindaron una correspondencia para
con las demás personas y un elevado sentido moral que la ayudaron a lograr relaciones
amorosas como adulta. Hablar con Karen fue fácil y gratificante ya que comprendió mi
interés de inmediato. Su carrera se basó en la empatia y compasión de su infancia. Karen
comprende el dar y recibir del verdadero amor y la amistad. Se liberó de ser una mártir.
Sus relaciones ya no son sólo de ida, y espera una respuesta a sus inversiones amorosas
en los demás. A pesar de sus dolorosas experiencias, Karen ama a sus padres y
hermanos con todo su corazón, y se convierte en adulta sabiendo que el amor impone
lealtad y sacrificio cuando es necesario. No se volvió cínica ni amarga. Nunca se volvió
contra sus padres acusándolos de haberle robado su infancia y su adolescencia (aunque
a veces lo sintió). Está feliz de haber hecho lo que hizo como niña y como adolescente. Y
también está muy complacida de haberse liberado de su abnegación y su culpa, las
cuales se habían convertido en un abismo insondable. Sus experiencias como hija
sentaron las bases de su habilidad para participar de una relación amorosa con un
hombre y para ser una madre devota y sensible.
Hay niños que nunca se liberan de cuidar a sus padres, esposo u otras personas
necesitadas. En el camino de un niño protector que coloca los intereses de los demás por
encima de los suyos existen muchas trampas peligrosas. Karen podría haber
permanecido en su desafortunado concubinato con un hombre que exigía sus servicios y

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con sus padres necesitados. Varias niñas protectoras se casan con hombres que
dependen de protectoras, y en realidad ése es su atractivo. Karen también podría
haberse quedado sentada en casa entre las cenizas como la niña del cuento de hadas
esperando ser rescatada por un hada madrina y un príncipe. El rol de protectora impone
la tarea de liberarse y salir porque no hay nadie que la vaya a rescatar ni ayudar.
El rol de protector es tramposo. Si se prolonga a la adolescencia, le da al joven una
sensación de orgullo y satisfacción, de haber sido una persona virtuosa que apoyó a su
familia. Si se prolonga demasiado y no existen límites, el niño comienza a sentirse
responsable de mantener vivo a su padre o madre, esto se convierte en una carga
imposible. Y si se extiende a la adultez y se transforma en el patrón dominante de
relación con los demás, es un serio perjuicio para poder disfrutar de la propia vida. El otro
gran peligro es que el niño se siente privado para siempre de su infancia y, como adulto,
trata de recuperar el tiempo de juego perdido o la contención que no recibió cuando era
pequeño. La clave más importante es si un niño protector puede desprenderse de su rol
cuando llega a la adultez o permanece unido emocional y a veces físicamente a sus
padres o a sus propias necesidades insatisfechas.
Cuando nuestra reunión terminó, comprendí que Karen me había brindado un retrato
íntimo de lo que significa crecer en una familia divorciada donde la paternidad fracasa y el
niño asume las responsabilidades adultas. Me mostró cómo finalmente se liberó del rol
demandante de protectora y pudo crear su propia familia. Y fue muy honesta acerca de
los residuos relacionados con el divorcio con los que lucha casi a diario. Cuando me alejé
de su casa, me maravillé de que estuviera animada no sólo con ella misma sino también
con el futuro de su generación. Me dijo: "El divorcio te hace crecer muy rápido. Cuando
era chica estaba resentida, pero cuando crecí comprendí que odia ser algo bueno.
Algunos niños estaban tan enojados con el divorcio de sus padres que lo único que
pudieron hacer fue entrar en las drogas y en un estilo de vida infeliz. Aun hoy conozco
gente que no se recuperó. Pero yo sí lo hice. Y te diré por qué. En algún punto de mi vida
dejé de desear una infancia perdida. Creo que ése es el secreto. Comienzo a comprender
que lo que importa es el ahora, no el pasado. Y comprendí que yo soy yo y no ellos.
Puedo hacer lo que quiera, no lo que ellos hicieron. Aprendí a hacerme responsable de
mí y de mi vida".
Luego agregó: "Sé que vivimos en una cultura del divorcio y que muchos han
abandonado la idea de poder encontrar un compañero de vida. Pero aún creo que el
matrimonio puede ser una cosa maravillosa. Me agrada pensar que el mío lo es. Pero
para que funcione se necesita comprensión y las herramientas adecuadas. Espero que
Maya y los niños de su generación puedan casarse por amor, sin resentimientos".
Creo que al expresar sus esperanzas y temores, Karen habló por todos nosotros.

Capítulo 6
Dar el ejemplo

En el capítulo 4 vimos que, a pesar de la infelicidad personal de sus padres, Gary


fue criado por una madre y un padre que fueron buenos padres. Les brindaron a sus
hijos amor, protección y una brújula moral. No sólo fueron capaces de dar prioridad a
sus hijos sino que también trabajaron juntos por el bien de los niños. Cuando uno de
sus hijos tuvo problemas en la escuela, fueron juntos al consejero escolar para pedir
ayuda. Diseñaron un plan en el que se turnaban para esperar a la noche al muchacho
errante hasta que su conducta cambió. A pesar de su disgusto, la taita de confianza en
el otro y la desilusión por el matrimonio, a sus hijos les presentaron un frente unido.
Los padres de Gary son como millones de parejas norteamericanas que tienen serios
problemas entre sí, pero aun así dan prioridad a sus hijos. Entonces podemos
preguntar: ¿sus problemas afectaron a Gary cuando buscó una pareja para su vida?
¿Existen residuos de aquella relación infeliz que Gary llevó a su propio matrimonio?
¿O su compromiso de paternidad compartida dejó una impresión más poderosa?
¿Cómo afectaron las tensiones del matrimonio de sus padres la identidad de Gary
como esposo y padre? ¿Y cómo es su relación actual con sus padres?
Gary insinuó que el matrimonio de sus padres influyó en el suyo. Era el momento
que escuchar más sobre su vida con Sara. Me incliné hacia él y le pedí:
—Háblame de tu matrimonio.
-—Al conocer a Sara mi vida cambió —me respondió al advertir el cambio de tema
Pero primero permíteme que te dé una perspectiva completa. Me gradué y pasé dos
años en las Fuerzas de Paz. Cuando regresé estaba pensando en ingresar en el
negocio con mi padre, pero no estaba muy entusiasmado con eso. Así que comencé a
trabajar con un amigo que había abierto un pequeño negocio de software. En aquella
época vivía con Tanya, una mujer hermosa y apasionada. Nos enamoramos
locamente, y las cosas iban muy bien hasta que la conocí mejor. No lo podía creer.
Resultó ser horrible, peor que mi madre cuando estaba enfadada —aquí Gary se
estremeció—. Era posesiva y celosa y me presionaba para que nos casáramos. Yo no
estaba listo y después de casi un año quise abandonar la relación. Aprendí mucho de
esa experiencia. Aprendí que quería una mujer que pudiera pensar por sí misma, y que
no me considerara todo para ella. Y quería alguien mucho más tranquila. No una
repetición de la vida de mi padre.
Gary se había involucrado con una mujer tan tempestuosa como su madre. Ella era
la clase de persona que quería evitar en las relaciones. Muchos de los adultos de
familias intactas que entrevistamos informaron episodios similares. Tuvieron

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aventuras amorosas con parejas que eran excitantes, pero no les convenían. La
mayoría se aterrorizó y escapó justo a tiempo. Más tarde reconocieron estos casi
errores como ritos de transición importantes para su maduración. Luego utilizaron
estas experiencias para definir qué querían como pareja para la vida, de modo que en
el momento en que estuvieran listos para casarse tendrían un retrato bastante realista
de lo que querían y necesitaban. Y más importante aún, descubrieron lo que no
deseaban por más excitante que fuera y cuándo alejarse. El retrato en sus mentes era
una composición de la perspectiva que tenían del matrimonio de sus padres, lecciones
de sus experiencias tempranas, y sus esperanzas y anhelos de toda la vida. En el
proceso de buscar amor „ intimidad sexual también aprendieron mucho sobre ellos
mismos. Fue una jornada de descubrimiento y autodescubrimiento.
Pero los hijos del divorcio, como vimos en Karen y en los otros, no pasaron por la
misma búsqueda de la clase de persona que querían. Carecían de la confianza en
ellos mismos como para pensar en una elección propia. Aunque algunos tuvieron
muchas relaciones, éstas no condujeron a una mejor comprensión de sí mismos o de
la clase de pareja que pudiera ser adecuada. Estaban demasiado bloqueados por
temor a la soledad y muy necesitados como para rechazar un amante inadecuado y
seguir adelante. No se atrevieron: Tampoco entraron en el matrimonio o en un
concubinato con un retrato en mente. En lugar Je ello, sus ideas de una pareja ideal
eran incompletas o muy modestas, construidas sobre temores en lugar de sobre
prevención. Lo que más querían era alguien agradable y cariñoso que no los
traicionara. En lugar de elegirlo activamente, aceptaron lo que había. Se fueron a vivir
con amantes que tenían serios problemas, y permanecieron allí inmóviles durante
años con una vaga idea del error que habían cometido.
Ésta es una seria diferencia entre las personas criadas en familias divorciadas o
intactas, y Gary me dio la pauta. El paso más importante en el matrimonio es el
primero: elegir a la persona adecuada o a alguien que esté cerca de ser la adecuada
para uno. Mi esposo me ha dicho a lo pedregoso y a veces más parejo. No esperaban
ni querían serenidad ni perfección. Aguardaban que su relación influyera en ellos como
individuos. Finalmente, estaban abiertos al cambio desde el día en que se embarcaron
en el matrimonio.
Gary me sorprendió cuando explicó que una de las muchas cosas que lo atrajeron
hacia Sara es que ella venía de una familia muy unida. Yo no esperaba que a las
personas les importara el estado marital de los padres de la persona de la que se
enamoraban. Estaba equivocada. Una gran cantidad de gente de familias intactas
manifestaron que habían observado bien a los familiares políticos antes de
comprometerse demasiado. Algunos afirmaron que, con una sola cita, podían decir si
su pareja provenía de una familia divorciada, las mujeres eran impacientes y
demasiado ansiosas por complacer, y los hombres confiaban sus historias demasiado
rápido. Dudo de que esta percepción afecte la cantidad de personas que quiera
casarse con hijos del divorcio, y no conozco ningún compromiso roto por esta razón.
Sin embargo, mucha gente joven admitió que la condición de provenir de una familia
intacta feliz es tranquilizadora. Alardearon así: "Mi esposo viene de una familia
numerosa sin ningún divorcio. No tiene demonios". Sus actitudes reflejan la ansiedad
general de nuestra sociedad sobre la fragilidad del matrimonio, y el temor de que los
niños del divorcio tengan un menor compromiso ante el matrimonio.
Me impresionó la confianza de muchos de los que crecieron en familias intactas
armoniosas. A pesar de la elevada incidencia del divorcio entre sus amigos y
compañeros de escuela, afirman que nunca dudaron de que se casarían con una
buena persona y tendrían una vida estable con hijos. Esto no fue así para los adultos
como Gary que crecieron en familias con problemas y permanecieron unidas. Llegaron
al matrimonio con serias preocupaciones de volver a repetir el comportamiento de sus
padres y la firme resolución de que esto no sucediera. A pesar de sus apasionadas
esperanzas de tener un buen matrimonio, los hijos del divorcio tenían más
expectativas de fracaso, y pocos indicios de cómo se protege una relación.
En contraposición, al igual que los otros adultos que no quisieron imitar el
matrimonio de sus padres, Gary tenía un programa claro. Una de las lecciones que
aprendió al observar a sus padres fue que quería una mejor comunicación en su propio
matrimonio. "Eso no era difícil se mofó—, porque mis padres casi no hablaban, excepto
sobre nosotros. Comunicación no es hablar de béisbol o niños. Es resolver Problemas.
Siempre tuve el concepto de que admitir los problemas ^gmficaba terminar en una
gran confusión y enojados durante días. di s<° aprendí de Sara clue no úene que ser de ese
modo, que uno puede f Ue SUs diferencias y aliviar la tensión en lugar de aumentarla.
Eso gran alivio para mí".

69
Gary se parecía mucho a Karen por la ansiedad para resolver los conflictos. La
diferencia es que Gary aprendió a discutir sin sentir que el mundo estallaría sobre su
cabeza. Karen nunca pudo. Gary tuvo la enorme ventaja de haber visto a sus padres
colaborar durante años en situaciones que involucraban a sus hijos. Esta cooperación
hizo que le resultara más fácil aprender de Sara cómo resolver las diferencias, sin
temor de que éstas pudieran destruir el matrimonio. También estaba tranquilo por la
firme creencia de Sara de que los problemas de un matrimonio son para resol verlos.
Las múltiples partes de lo que sus padres le legaron a Gary se pusieron en evidencia
en las dos crisis maritales que él describió. La primera refleja el legado del padre de
Gary de una firme resolución de luchar por el matrimonio, y la creencia de que hay que
darle prioridad sobre otras relaciones.
—El primer inconveniente de nuestro matrimonio se produjo porque Sara estaba
demasiado unida a su familia. Cuando recién nos casamos tuvo una caída mientras
esquiaba y se fracturó la pierna derecha. Era muy doloroso y tuvo que tomar remedios,
estar enyesada y con muletas. De cualquier modo, durante la primera semana vino su
madre y se la llevó a su casa para atenderla. Llegué a casa y Sara no estaba allí. En
lugar de ello, encontré una nota de su madre que decía que Sara se quedaría con sus
familiares hasta que estuviera mejor, y que esperaban verme pronto. Estaba tan
enloquecido que podría haber roto todo el lugar. Llamé a Sara y le dije: "¿Qué
demonios está sucediendo?". Ella me respondió que su madre había insistido y ella
accedió. Yo le dije que al diablo con eso, que yo era su esposo, y que ella estaba
casada conmigo, y que éste era su hogar. Le pedí a mi padre que me ayudara con el
negocio durante unas semanas para poder ir a llevarle el almuerzo a Sar a y ver cómo
se sentía. Traje de regreso a Sara tan rápido que ella no sabía qué había sucedido.
Estaba muy tranquila cuando llegó a casa. Unos días más tarde tuvimos una
conversación prolongada y muy útil en la que le aclaré que primero era mi esposa y
segundo era una hija. Cualquier cuidado que necesitáramos nos lo brindaríamos
mutuamente. No puso una sola objeción. En realidad creo que se sintió complacida de
que luchara por ella. Pienso que sabía que se había producido la separación de su
familia. De cualquier modo, gané esa batalla sin levantar los brazos.
Creo que sería justo decir que la batalla de Gary colocó al matrimonio como una
prioridad para él y para Sara. Él comprendió la importancia de lo que había hecho
cuando discutimos el episodio.
—Estaba luchando por mi matrimonio. Éstos son los valores que aprendí de mis
familiares. Me enseñaron que el matrimonio es lo primero. Comprendí que si no hacía
algo drástico nuestro hogar se convertiría en un satélite del hogar de sus padres.
No es posible comparar los incidentes particulares de un matrimonio con los que
ocurren en otros. Pero al revisar las historias de los hijos del divorcio observé la forma
pasiva en que estos hombres y mujeres jóvenes se dedicaban a sus dificultades
maritales. Durante las crisis en sus relaciones, los hombres esperaban que las
mujeres tomaran una decisión. Aceptaban su comportamiento como algo que no se
modificaría por lo que ellos dijeran o hicieran. Era como si el problema al que tanto
temían se hubiera hecho realidad y no pudieran hacer nada para cambiarlo.
La segunda crisis del matrimonio de Gary mostró conceptos que había internalizado
en forma inconsciente del matrimonio de sus padres. Sólo conocemos en parte el
patrón interno de las relaciones familiares que todos llevamos con nosotros. Una gran
parte de él emerge cuando se activa con alguna interacción particular.
Gary me contó la historia de la pelea más grande que tuvo con Sara. El hijo más
pequeño tenía dolores de oídos crónicos que los mantenían despiertos durante to da la
noche. Su hijo tenía dolores de estómago en el jardín de infantes.
—Estaba destrozado y desilusionado de todo —me comentó—. Sara y yo
estábamos mal. Tan concentrados en los niños que no teníamos tiempo para nosotros.
Yo quería ir a esquiar unos días con los muchachos. La idea cayó muy mal, entonces
cedí refunfuñando y quejándome porque ella nos estaba moldeando igual que sus
padres, quienes no hacían nada separados de sus hijos. Ella respondió sin ningún
tacto que no tenía nada que ver con el matrimonio de sus padres. El problema era que
yo siempre estaba tomando decisiones teniendo en cuenta si algo le molestaba a ella o
no. Sara estaba cansada de que la trataran como si fuera una muñeca frágil cansada
de salir y exhausta para tener sexo. Realmente estaba furiosa. Me recompuse y
comprendí que tenía razón. No sabía que había adquirido de mis padres la idea de que
una mujer es frágil, y de que hay que andar en puntas de pie para que no explote.
Hasta esa tarde no me había dado cuenta de que mi papá había sido muy pasivo,
siempre observando y esperando a ver cómo mi mamá lo culpaba o tenía una migraña
o se iba deprimida a su dormitorio. Todo lo que Sara dijo era cierto y me golpeó como

71
una tonelada de ladrillos.
Pero fue un golpe con un buen final. Desde entonces tenemos una cita semanal.
Nuestra vida sexual mejoró. Nos liberamos de los fantasmas de mis padres que se
estaban interponiendo entre nosotros. Podríamos decir que nos liberamos
mutuamente.
Sara apuntó exactamente a lo que Gary estaba revalidando en forma inconsciente,
es decir la idea de que la mujer es frágil y se disgusta con facilidad, y la función de un
hombre es anticiparse a la tormenta permaneciendo en continua vigilancia. Como
consecuencia, estaba controlando cada movimiento para no disgustarla. Esto
-nfurecía a Sara porque la trataba como si estuviera a punto de explotar. Y finalmente
lo hizo, y se enfrentaron a las expectativas oCultas sobre ella que él había llevado al
matrimonio.
Todos nosotros llevamos al matrimonio expectativas, esperanzas, eseos
insatisfechos y fantasías conscientes e inconscientes. Todos osotros nos enfrentamos
con los programas conscientes e inconscientes de la otra persona al evocar sus
esperanzas, temores y fantasías. El secreto de un buen matrimonio es llegar a bu en
ajuste de manera que -ada persona sienta que la relación es satisfactoria, a veces
fastidiosa, -ro probablemente irremplazable. A las personas que crecieron en uenos
matrimonios les resulta mucho más fácil. Ellas tienen modelos daros en sus mentes y
saben el esfuerzo que requiere. Vieron cómo unciona y no se dieron por vencidos
fácilmente.
Aquellos que se criaron en un matrimonio infeliz que permaneció nido tienen
expectativas y esperanzas más guardadas. A ellos les costará más decidirse a
casarse. Pero también tienen un modelo extraordinario de personas que han triunfado
sobre su disgusto con la otra persona para proteger a sus hijos. Después de un largo
recorrido, Caren y Gary y muchos otros como ellos pudieron proteger sus matrimonios
porque estaban dispuestos al cambio. Sus historias son esperanzadas y alentadoras.

SER PADRE Y EL LEGADO DE LAS FAMILIAS INTACTAS

Los niños tienen un significado simbólico para todos los padres. Al ial que encarnan
nuestros sueños y aspiraciones para el futuro, evitablemente evocan el pasado,
incluyendo recuerdos e imágenes ívidas de nuestra infancia, y sentimientos
apasionados sobre nuestros adres cuando éramos pequeños. Así para Karen y otros
hijos del 'vorcio como ella, la decisión de tener un hijo revivió sentimientos de ena,
disgusto y pérdida. Cuando Karen pensó en la maternidad se sintió acosada por
preocupaciones. ¿Podría confiar en que el matrimonio duraría? ¿Gavin sería mejor
padre que el que ella tuvo? ¿Podría ella brindarle a su hijo una crianza más protegida y
feliz que la que ella había experimentado? Estaba decidida a hacerlo. Al igual que
cualquier otro padre quería que su hijo tuviera todo lo que ella no había tenido. A
diferencia de sus pares de familias divorciadas que tomaron la ruta opuesta y evitaron
la paternidad, ella tuvo confianza en su habilidad para ser una buena madre.
Sin embargo, para Gary la decisión de convertirse en padre nunca se transformó en
un cuestionamiento. Su madre y su padre le presentaron un frente unido, y Gary tuvo
un excelente modelo de cómo ser un padre sensible y amoroso. En esto estaba mejor
equipado que cualquiera de sus pares que fueron criados por padres divorciados de
medio tiempo. Al convertirse en padre, Gary tuvo la oportunidad de restaurar
recuerdos felices de su infancia. Aquellos hijos del divorcio que estuvieron cerca de
padrastros amorosos también tuvieron buenos modelos y pueden esperar volver a vivir
experiencias felices con sus propios hijos.
—Tener hijos tuvo un inmenso impacto en nuestro matrimonio —comentó Gary con
satisfacción—. Me gusta ser padre. Me encanta todo lo nuevo de la vida de mis hijos.
Me complace leerles los libros que me leían mis padres, y jugar a los juegos que yo
utilizaba cuando era niño. Aquellos fueron tiempos felices, y mis hijos me brindaron la
doble alegría de compartir con ellos las partes de mi vida que disfruté y de volver a
recordar aquellas experiencias preciosas. Sara y yo nos comprometimos a pasar el
mayor tiempo que pudiéramos con nuestros hijos. Tenemos unos horarios
enloquecidos para poder estar más con ellos. —Cuando me contó los detalles quedé
exhausta sólo de escucharlo.
Ésta es la misma historia que escucho todos los días de los padres con hijos. Llegan
a casa de sus atareados y demandantes trabajos para recoger a los niños y llevarlos a
sus clases de música, cumpleaños, actividades deportivas; más horas de tareas
escolares a partir del primer grado ya requieren la presencia de los padres. Los papas

73
en general están más presentes en las vidas de sus hijos. Es uno de los mejor es
cambios de la sociedad norteamericana durante las últimas décadas.
A diferencia de Karen que meditó y vaciló para decidirse a tener un hijo, Gary dio por
sentado su matrimonio y su paternidad. El hecho de que su madre y su padre tuvieran
problemas en su matrimonio no afectó su decisión de tener hijos propios. En realidad,
ésta es una de las grandes diferencias entre aquellos que crecieron en familias
intactas buenas o lo "suficientemente buenas", como la de Gary y los hijos del
divorcio1. Gary y sus pares sintieron que convertirse en padres era un paso natural y
discutieron acerca de tener hijos durante el noviazgo. Sabían que sus padres querían
convertirse en abuelos y se sintieron felices al obligarlos a serlo.
Por otra parte, Karen y Gary se parecían mucho como padres. Sus hijos eran lo más
importante de sus matrimonios. Querían lo mejor para sus hijos y estaban dispuestos a
sacrificarse por ellos. Por ejemplo, Gary me explicó que recibió una oferta de una
cadena nacional para vender el negocio familiar. El trato le permitiría ganar mucho
más dinero, pero tenía que mudarse a Seattle.
—Es una hermosa ciudad y una muy buena oferta, pero dije que no. No fue por mí ni
por Sara. Nuestro estándar de vida habría mejorado mucho, y habríamos estado cerca
de sus padres y los míos. pero quería la estabilidad para mis hijos que yo disfruté
cuando era un niño. Quiero que sientan que tienen raíces. Aún siento que tengo dos
Rogares... el nuestro y el de mis padres.
Escuché muchas historias similares de hijos del divorcio que rechazaron
oportunidades en sus carreras si para ello debían alejarse de sus ambientes familiares.
Por ejemplo, Jonathan era una ascendente estrella en la investigación del cáncer
que rechazó una oferta de la Universidad de Harvard porque sus hijos en edad escolar
estaban bien asentados en Caliform 3 y no quería desorganizar sus vidas. "Hay que
respetar las prioridades", me comentó.
Al pensar en estas historias comprendí que el hogar familiar es un símbolo tanto
para los hijos del divorcio como para los que crecieron en familias intactas, pero por
diferentes razones. Para unos, es un símbolo de continuidad. Para los otros es un
símbolo de lo que perdieron.
Para los que crecieron en familias intactas, el hogar de la infancia es un símbolo de
la historia familiar. Es el almacén de los recuerdos buenos, malos, divertidos, amargos;
un lugar que los niños pueden dejar cuando estén listos y que estará allí cuando
regresen. Teniendo en cuenta la cantidad de norteamericanos que se trasladan de un
lugar a otro, es interesante que el hogar familiar haya retenido su significado
tradicional para estos jóvenes, y que parejas como Gary y Sara estuvieran dispuestas
a sacrificarse para preservarlo. Me pareció interesante que los adultos que crecieron
en familias intactas reconocieran la importancia de la estabilidad para ellos y para sus
hijos.
Para los hijos del divorcio, en especial adolescentes o mayores, el hogar familiar
también tiene un gran significado y lamentan la pérdida años después de la
separación. El hogar es el depósito de lo que perdieron y la sensación de continuidad
con su infancia que terminó con el divorcio. Algunos regresan al barrio donde
crecieron, observan la casa desde afuera, y se sientan allí con lágrimas en los ojos
durante horas. Una mujer joven, cuyos padres se divorciaron cuando estaba en la
escuela secundaria, realizaba peregrinaciones durante las vacaciones escolares para
ver el hogar familiar y renovar sus recuerdos.

¿AÚN ME NECESITARÁS CUANDO TENGA SESENTA Y CUATRO AÑOS?


La familia como símbolo de continuidad juega otro papel importante en las vidas de
los adultos cuyos padres decidieron permanecer juntos. Cuando le pregunté a Gary
cómo se llevaba con sus padres en estos días, me habló de la cercanía que habían
alcanzado en los últimos años. "Creo que aprecio que mi padre y yo nos hayamos
quedado juntos. Hablamos varias veces por semana. No como padre e hijo sino de
hombre a hombre. Es una relación hermosa para ambos y mejora con el correr de los
años".
Me interesaba la respuesta de Gary porque era diferente de lo que decían los niños
del divorcio. Había muy pocas relaciones padre-hijo entre los adultos que fueron hijos
del divorcio que al crecer tuvieran la riqueza emocional que muchos hijos de familias
intactas describieron con tanto placer. En lugar de ello, había una inmensa brecha
entre las generaciones. (Como esto es importante, lo describiré con más detalles en el
capítulo 15). Pero los hombres como Gary se convirtieron en amigos íntimos de sus
padres, aun cuando esos padres no estuvieron muy presentes durante sus infancias.
Ellos comentaron: "Él cambió. Yo cambié. Tenemos más tiempo para estar juntos". Era

75
el momento de la madurez. ¿De qué hablaban? De política, deportes, nietos. Ésta es
una bienvenida segunda oportunidad para convertirse en buenos amigos.
Aquellos que crecieron en matrimonios intactos tuvieron un asiento en primera fila
para observar los cambios en la relación de sus padres a través de los años, y esto
también los ayuda a enfrentar las vicisitudes en sus matrimonios. Ellos comprenden
que los adultos se pueden tratar de modo diferente en momentos críticos, como
cuando los hijos abandonan el hogar, cuando cambian de trabajo o cuando cambian
sus roles. Son testigos de cambios graduales cuando sus padres llegan a la madurez y
a la jubilación. Como resultado, llegan a sus relaciones adultas con la comprensión de
cómo una pareja mantiene una relación equilibrada, cómo ese equilibrio fluctúa con el
tiempo, cómo los integrantes de una pareja se protegen mutuamente. Más aún,
ingresan a sus matrimonios con la sensación de que se van a producir cambios, y de
que tienen el poder para modificar la dirección de esos cambios.
Cuando le pregunté a Gary sobre la relación actual de sus padres, me respondió:
—Creo que son más felices. Hace unos años pasaron por una seria crisis cuando mi
mamá tuvo cáncer de pecho y todos nos preocupamos por la posibilidad de su muerte.
Pero está en remisión, y sus vidas cambiaron por completo. Él es más atento y,
cuando están juntos, se queda con ella en lugar de salir para sus rondas sociales.
Encontraron actividades para compartir. Mamá está más relajada que nunca.
Mientras pensaba en lo que Gary me había dicho, comprendí que no apreciamos la
importancia de una familia intacta para guiar las expectativas y el comportamiento de
las generaciones más jóvenes. Los adultos cuyos padres permanecieron juntos en las
buenas y las malas afirman que utilizaron en forma deliberada el ejemplo de sus
padres al comienzo de sus matrimonios. Una mujer joven comentó: "Cuando mi marido
y yo peleamos, miramos a nuestros padres que permanecieron tantos años juntos, y
decimos que si ellos pudieron hacerlo, nosotros también. Para nosotros es mejor y
más fácil". Para los adultos jóvenes eS muy tranquilizador tener un modelo de
estabilidad externo en esos momentos de sus vidas. Tenemos la tendencia a creer que
la gente completa su crecimiento cuando entra en la adultez, pero la mayoría de
nosotros necesita ejemplos paternos y apoyo simbólico. La imagen de un matrimonio
estable en el cual dos personas pudieron resistir pequeños chubascos y grandes
tormentas es muy importante para los jóvenes que comienzan su recorrido, en
especial en nuestro inestable mundo actual.
El poder absoluto de este símbolo se pone de manifiesto cuando los padres
mayores deciden divorciarse. Uno podría pensar que los hijos de estas parejas se
sienten tristes, pero no devastados. Después de todo son adultos. No están perdiendo
la protección de una familia intacta, el ambiente familiar y otros apoyos. Pero cuando
hablamos con ellos, están profundamente angustiados. Además de su preocupación
por el sufrimiento de uno o ambos padres, y su resentimiento por tener que hacerse
cargo de un padre enojado o que sufre, la onda expansiva del divorcio afecta su propio
mundo. De pronto se enfrentan al análisis de sus relaciones y se preguntan y se
preocupan en quién y en qué pueden confiar y por cuánto tiempo. Ésta es otra forma
en la que la elevada incidencia del divorcio nos afecta a todos. En ausencia de
segundas nupcias duraderas, los hijos del divorcio no ven que la gente casada luche
ante los problemas de la vida. La mayoría no observó a sus padres reaccionar ante la
enfermedad como pareja o ayudarse mutuamente en las tensiones laborales y
hogareñas o ante los cambios del envejecimiento. Es una pérdida adicional que casi
no se advierte.
Agradezco a Karen y a Gary por compartir sus historias con tanta honestidad e
integridad. Al contarnos sobre sus vidas durante los últimos veinticinco años, trazaron
un vivido cuadro de cómo fue crecer en la loca cultura norteamericana del divorcio. El
hecho de que ambos estén en matrimonios estables, criando hijos como prioridad en
sus vidas, brinda un buen presagio para una sociedad que está preocupada por su
futuro. Como veremos en los capítulos siguientes, otros hijos del divorcio y otros que
crecieron en matrimonios intactos han tenido experiencias muy diferentes de las de
Karen y Gary, con salidas muy distintas.

SEGUNDA PARTE

EL SEGADO DE LA VIOLENCIA

Larry y Carol

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CAPÍTULO SIETE
El precio de la violencia

La gente comúnmente piensa que hay un divorcio "masculino" y un ivorcio


"femenino", dos versiones del mismo acontecimiento que no se parecen demasiado.
Pero existe una tercera versión, tan válida y divergente como las otras. Es la "visión del
hijo" del divorcio. La experiencia del niño sorprendería a ambos padres... si la
conocieran.

Larry recuerda la última noche del matrimonio de sus padres en fragmentos


violentos, como si los recuerdos hubieran sido cortados en trozos con un cuchillo filoso
e insertados en lo profundo de su cerebro. Aún no tenía siete años, pero era lo
suficientemente grande como para comprender lo que estaba sucediendo. Su padre,
que estaba borracho, perseguía a su madre de habitación en habitación, golpeándole
el rostro y la parte superior del cuerpo, gritándole por pecados que Larry no podía
comprender. Hacía tres años que la golpeaba hasta que aquella noche su madre
decidió que era suficiente. Después de que su esposo se fue, recogió a Larry y a su
hermana menor y fueron a pasar la noche a un hotel.
Antes de esa noche, la familia Litrovski vivía en una casa de madera verde, en un
sector de clase media de Monterrey, California, donde el padre de Larry, que había
aprendido cuatro idiomas de sus progenitores, enseñaba ruso en el Monterrey
Language Institute. Era un hombre perturbado, irritable, cuyos estallidos violentos
provenían de experiencias tempranas en su vida, que ni él ni nadie cercano conocía.
La madre de Larry enseñaba castellano en una escuela secundaria estatal, y hablaba
tan suavemente que sus estudiantes tenían que hacer un esfuerzo para escucharla.
Al igual que muchas mujeres abusadas, la madre de Larry era ambivalente en su
decisión de solicitar el divorcio. "Los niños necesitan un padre —comentaba con
lágrimas en las mejillas—. Le di hijos y una meta, fue un sueño compartido. —Su voz
se quebró: —Espero alguna vez haber sido importante para él", y comenzó a llorar.
La madre de Larry estaba acongojada, pero sus hijos estaban furiosos. Como la
mayoría de los niños de familias abusadoras que vi, no registraron una conexión entre
la violencia y la decisión de divorciarse. Su madre les dijo que terminaba con el
matrimonio porque su padre "bebía demasiado", pero esta explicación no tenía sentido
para ellos. ¿Beber qué? ¿Leche? ¿Jugo de naranja? ¿Cómo podían saber qué quería
decir "bebiendo" o cómo afectaba esto el comportamiento de su padre? Tampoco
relacionaban la bebida con la violencia. Lo que sí sabían era que su padre lastimaba a
su madre, y los acongojaba mucho su dolor, pero no comprendían sus vituperios ni la
profunda humillación de su madre.
Larry estaba enfurecido por lo que consideraba una decisión indignante. Poco
tiempo después del divorcio me comentó que su padre siempre decía que las mujeres
y las niñas eran estúpidas e inservibles. En su concepto, a él lo habían dejado con un
ser inferior. Cuando el padre de Larry lo visitaba, le decía al muchacho: "Tú eres mi
preferido". Ignoraba en forma deliberada a su pequeña hija, que lo seguía por todos
lados con la esperanza, como me contó después, de poder acariciar a Ivan, el perro de
su padre.
Después de la separación, Larry se puso la corbata de su padre y recorría la casa
gritando obscenidades a su madre. Se puso en los zapatos de su padre ausente,
representándolo en la casa e identificándose con sus actitudes y comportamiento.
Años más tarde Larry me confesó: "Yo estaba enfurecido con mi madre y quería que
mi padre regresara. Preparaba una lista de quejas contra ella y llamaba a mi papá por
teléfono y le contaba lo que ella había hecho mal. Entonces él la llamaba y le gritaba, y
ella lloraba".
Larry continuó acusando a su madre por toda clase de delitos reales o imaginarios, y
su padre actuaba como socio silencioso, y a veces le daba letra. Larry asumió el
liderazgo. En otras épocas, el padre era el jefe inquisidor. La madre de Larry seguía
sintiéndose tan desvalida como durante todo su matrimonio. En realidad, los tres
protagonistas, Larry, su madre y su padre, mantuvieron vivas las interacciones del
matrimonio, ya que el muchacho asumió el rol del padre y la influencia dominante del

79
hogar. De este modo, la partida del padre se deshizo simbólicamente. Fue como si el
divorcio no se hubiera producido.
Al mismo tiempo que Larry llenaba la casa con sus gritos, su maestra me comentó
que era un niño "inhibido, triste, ansioso, que tenía problemas para tener amigos. Es
un muchacho brillante, pero su capacidad para aprender se vio perjudicada por su
preocupación por el divorcio". El aprendizaje académico y social de Larry se detuvo
durante varios años. Sus energías psíquicas se abocaron por completo a recomponer
el matrimonio.
Pero ahora, veinticinco años después, estoy frente a frente con un joven que no se
parece en nada al muchachito furioso que atacaba a su madre de manera tan
implacable. A los treinta y dos años, Larry es tranquilo, seguro de sí mismo y, como me
dijo, inmensamente feliz. Se casó con una mujer que "trajo amor y risas a mi vida".
Están esperando su segundo hijo, y tiene un buen empleo como ingeniero. Cuando
recuerdo nuestras visitas periódicas a través de los años, francamente estoy
sorprendida por su cambio. Aquel niño que se convirtió en una copia carbónica de su
padre abusador y que cayó en todas las trampas que las familias violentas suelen
colocar a sus hijos es un sobreviviente: un hijo del divorcio que llevó sus recursos
internos hasta la adultez para romper el molde establecido por sus padres infelices.

Las cicatrices de la violencia

a diferencia de la mayoría de los niños del estudio que no recuerdan


acontecimientos relacionados con la separación, aquellos adultos que los recuerdan
en detalle han sido testigos de la violencia en sus hogares cuando eran muy
pequeños. Las imágenes de esos episodios no se desvanecieron décadas después
del divorcio. Recientemente hemos comenzado a comprender la terrible y perdurable
influencia de ver a uno de los padres golpeado o herido por el otro, el sufrimiento que le
provoca al niño y lo perjudicial que es para la salud mental 1. Muchos jueces que tratan
con estas familias no comprenden que el sólo ver la violencia es perjudicial para los
niños: las imágenes se graban para siempre en sus cerebros. Aun un simple episodio
de violencia se recuerda en detalle durante mucho tiempo. En realidad, existe
evidencia científica de que presenciar violencia o recibir abuso físico o verbal
literalmente altera el desarrollo del cerebro y provoca un sistema emocional
hiperactivo2.
Pero si lo vemos desde una perspectiva esperanzada, la experiencia de Larry
muestra que aun los peores matrimonios y divorcios no condenan a los niños a una
vida de aflicción perdurable. Se producen cambios drásticos, en especial en la última
parte de la tercera década de la vida, entre los jóvenes que durante años fracasaron en
sus adaptaciones escolares y sociales. Los esfuerzos de Larry para contrarrestar los
efectos perdurables del matrimonio y la familia divorciada nos llevan al meollo de los
desafíos que un niño enfrenta mientras crece.
Algo más sorprendente: la experiencia de Larry revela que el divorcio no es una
solución rápida a un matrimonio malo como mucha gente cree. A menudo los
matrimonios muy conflictivos conducen a familias muy conflictivas después del
divorcio. Luego de la separación, los niños no están más protegidos y las peleas
amargas continúan. Irónicamente, a pesar de la reciente proliferación de los expertos
legales y en salud mental, el divorcio tiene el efecto de dejar al niño solo para que
encuentre su camino en un laberinto en el cual se puede perder fácilmente y resultar
dañado.
De los 131 participantes en este estudio de niños educados en hogares de clase
media, 32 oyeron o vieron evidencia de violencia durante el matrimonio o la
separación. Aunque hay hogares en los que las mujeres son violentas o ambos padres
se golpean mutuamente, en estas familias las mujeres fueron las víctimas. El patrón
típico era que la mujer entablara un juicio de divorcio y el padre protestara, negara la
violencia o admitiera que había sido sólo un episodio. También es común que esos
hombres pidan la custodia compartida. A los treinta años, Joy aún tiene pesadillas dos
veces por semana en las cuales ve a su padre que entra en la casa con un arma
cargada. Apunta con el arma a su madre y dispara, pero afortunadamente está
borracho y la bala pega en el sofá. La policía llega y se lo lleva. Cuando esto sucedió
ella tenía cuatro años. El recuerdo es tan poderoso que, aunque no tiene conciencia
durante el día, continúa aterrorizándola en sueños. John me contó que cuando tenía
seis años se golpeaba la cabeza contra la pared y sollozaba mientras oía que
maltrataban a su madre en la habitación de al lado. Marsha no puede olvidar cuando

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gritaba: "¡No, papá! ¡Papá, ya basta!", cuando su padre tiraba al piso a su madre y la
golpeaba. En aquel momento Marsha tenía ocho años. Muchos otros manifiestan que
se quedaban mudos del terror y recuerdan que estaban tan atemorizados que no
sentían nada. Veinticinco años después, los niños que vieron u oyeron esos ataque s
manifiestan que sintieron que alguien (su madre, hermanos o ellos mismos) podrían
haber resultado mutilados o muertos en cualquier momento.
Después de haber visto que a Larry le había ido tan bien, regresé a casa y busqué el
informe familiar para estudiarlo en detalle. Existen lecciones para todos nosotros en lo
que significa el divorcio para los niños, en por qué algunos pequeños reaccionan como
lo hacen y en cómo podríamos proteger mejor a los hijos de hogares violentos.

LA MENTE DEL NIÑO

He descubierto que uno de los temas más importantes de este libro es que el
divorcio es una experiencia diferente para los adultos y para los niños. Para un adulto,
el divorcio es un remedio para una relación infeliz. Sí, es un remedio doloroso, en
especial cuando hay hijos involucrados, pero los adultos tienen la esperanza de poner
fin a un capítulo infeliz y abrir el camino a una vida mejor que incluirá a los niños.
Naturalmente, los padres se preocupan por sus hijos cuando deciden divorciarse, pero
esperan que los niños comprendan y apoyen su decisión, y que se adapten
rápidamente y bien a las nuevas circunstancias familiares. No comprenden lo poco
que el niño comparte su visión y cuánta ayuda necesita para comenzar a aceptar los
cambios que implica el divorcio.
Para los niños que no llegaron a la adolescencia (lo que significa la mayoría de los
hijos del divorcio, ya que los demógrafos informan que el 80% de las separaciones se
produce en el noveno año de matrimonio), no tiene sentido dividir la familia para
resolver los problemas de ésta. Para ellos es una idea extraña y aterradora. Aunque
hayan visto a uno o ambos padres llorando o gritando o golpeando, no relacionan la
conducta de sus padres con la separación del matrimonio. Entre los niños más
pequeños esta relación es una idea abstracta muy alejada de su comprensión. Es bien
conocido que ellos no pueden hacer frente a lo que no comprenden. Más aún, los
niños no entienden los patrones de conducta recurrentes de sus padres. El hecho de
que papá golpee a mamá varias veces y luego diga que lo lamenta no significa que
este comportamiento volverá a ocurrir. Por lo tanto, el divorcio no tiene sentido como
una protección necesaria para sus madres.
Por lo tanto los niños no consideran el divorcio como un remedio. De manera similar,
cuando están enfermos no distinguen el dolor provocado por la enfermedad del dolor
del tratamiento. Para el niño el divorcio es la raíz que provoca el problema
subsiguiente, no la solución del matrimonio con problemas. No quieren adaptar sus
vidas a esta situación. Quieren que el divorcio se aleje y recomponer el matrimonio. Y
durante muchos años siguen esperando que esto suceda. A los niños les resulta difícil
distinguir sus deseos de la realidad. Mantuve muchas discusiones con los niños sobre
sus deseos de reconciliación, en las cuales les señalé que sus padres se habían vuelto
a casar. Y sus respuestas fueron: "Si se .divorciaron una vez pueden volver a hacerlo".
Los padres se sorprenderían al saber que muchos niños se aferran a sus deseos de
reconciliación hasta avanzada la adolescencia.
El inmenso abismo que existe entre la mente del adulto y del niño es el mismo que
hay entre los divorcios con grandes o pequeños conflictos. Los niños de las familias
más abusadoras están muy preocupados por sus padres. Pero a diferencia de los
adultos, no piensan que ellos o sus padres estarían mejor separados. Para
desesperación de las madres que, al igual que la de Larry, tuvieron que armarse de
valor para romper con su cónyuge, los niños de los matrimonios violentos quieren que
sus padres permanezcan juntos. Quieren que las peleas cesen, pero también que la
pareja continúe. En su campaña para que su padre regresara a casa y se volviera a
unir la familia, Larry actuó como los niños típicos de su edad e incluso mayores. Como
son niños, creen que pueden rescatar a su familia. A menudo creen que hacerlo es su
deber moral.
Como a los niños de la mayoría de las familias divorciadas* no se les dan
explicaciones sobre la separación que tengan sentido para ellos, su ansiedad y su
confusión aumentan. A muchos hijos, como Larry y su hermana, se les dice que uno de
los padres bebía, y los pequeños no tienen idea de qué significa esc. o se les da una
explicación cuando el niño está comprometido en otra actividad, como haber traído
amigos a casa para jugar. o se les da tan rápidamente que no tienen oportunidad de

83
absorber el mensaje. (La mitad de los niños de este estudio oyeron hablar por primera
vez del divorcio el día que sus padres se separaron). A algunos no se les da
directamente ninguna explicación. Recuerdo a un estudiante de tercer grado que se
enteró del divorcio de sus padres camino a la escuela. Cuando entró en el aula, su
rostro estaba pálido. Aunque el niño estaba acongojado, la maestra esperó hasta que
las clases terminaran para llamar al padre para que viniera a buscarlo y no tuviera que
regresar con otros estudiantes a su casa. Los niños escuchan una explicación de tipo
inmobiliaria: "Tu madre va a vivir aquí, y yo voy a vivir allá". La violencia como causa de
la separación casi no se menciona, aunque es el tema principal en muchos divorcios.
La mayoría de las madres supone que los niños saben y comprenden la relación
porque vieron y oyeron las peleas, o la madre se siente demasiado avergonzada como
para discutirlo con ellos. Las madres no comprenden que los niños pequeños no
establecen la relación.

Disgusto interminable

El disgusto de Larry con su madre por el divorc: continuó durante toda la escuela
primaria. Todos los fines de semana el padre lo visitaba tres horas, durante las cuales
jugaba ajedrez con Larry le enseñaba el alfabeto y cómo insultar a su madre en ruso, y
apartaba a su hija, poniéndole motes que afortunadamente ella no corarrendía. Larry y
su padre hablaban de vivir juntos, pero estas conversaciones nunca se materializaron
en planes reales. El apego de Larry por su padre se hizo más intenso y apasionado por
la atemorizante posibilidad de la pérdida. Una vez pasaron junto a unos cables de a..a
tensión, y Larry formuló preguntas sobre el voltaje. Después de escuehar las
respuestas, se volvió hacia su padre y le dijo: "Papá, voy a sos.erier este peligroso
cable por ti. Papá, voy a morir por ti". Esta decia'ación de amor y voluntad de sacrificar
su vida por su padre re: ejaban la intensa
sensación de Larry de que su padre se estaba alejando. Su vínculo fue cada vez
más frágil con el correr del tiempo.
Al mismo tiempo había grietas cada vez más profundas en la armadura del joven
contra las mujeres de su familia. Como los insultos de su padre continuaban, Larry
comenzó a sentirse incómodo cuando el dolor de su hermana era ignorado y él era
elogiado. "Me siento culpable y muy apenado por ella", me contó cuando nos reunimos
poco después de su décimo cumpleaños. Pero no sentía pena por su madre, q ue
estaba llena de preocupaciones y sobrecargada con el cuidado de dos niños
pequeños. Realizó todos los esfuerzos posibles para quedarse en casa durante los
años posteriores al divorcio, y regresaba directamente al hogar desde su trabajo en la
escuela para brindarles una base de seguridad. Pero esto significaba tener una vida
muy solitaria y aislada. Además, su hijita desarrolló una serie de síntomas somáticos y
psicológicos que requerían mucha atención.
Recomponer la vida después de la separación es duro para todos, pero en especial
para las mujeres como la madre de Larry, que desempeñó un papel de subordinación
durante el matrimonio. Para ella y otros como ella, la transición de un papel de
sumisión a asumir la plena responsabilidad de todas sus decisiones es abrumadora.
Estas mujeres no están acostumbradas a ser las encargadas y tienen que aprender a
hacerlo cuando sus hijos comienzan a actuar de manera diferente. A menudo, los
padres de esas familias son los que establecen las reglas de las rutinas familiares y
toman las grandes decisiones acerca de dónde y cómo vivirá la familia. Establecen la
disciplina y los castigos. La madre de Larry, al igual que muchas mujeres recién
liberadas, al principio se sienten inútiles para asumir tanto y lloran bastante. Pero
gradualmente aprendió y, al igual que las demás, tuvo éxito. Sin embargo, las mujeres
como ella pueden tardar mucho tiempo en confiar en su propio juicio. La madre de
Larry era muy temerosa porque su ex esposo, ayudado por su hijo que llamaba para
quejarse sobre las reglas, la criticaba en todo momento. Atrapada entre el temor a
cometer un error que pudiera perjudicar a sus hijos y el temor a las críticas del padre, la
madre de Larry se sentía incapacitada. Su tendencia a ser sobreprotectora en la
crianza de los niños chocaba con la imagen machista del padre, la que se agigantaba
ante los ojos de Larry.
La familia de Larry es un ejemplo de algo que sólo puede emerger de estudios sobre
el divorcio a largo plazo: el hecho de que en matrimonios con muchos conflictos, las
peleas no cesan con el divorcio. Por el contrario, a menos que uno de los adultos
desaparezca de la escena, continúan e incluso se incrementan. En mi experiencia con
matrimonios con muchas disputas, el divorcio es una estación de paso más que una

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estación terminal para los conflictos serios. Ya sea peleando en los tribunales o entre
ellos, la furia de uno o ambos padre:; continúa. Ésta fue la experiencia de ambos niños
en la familia de Larry y en muchas otras. Aunque los padres ya no viven juntos, su
relación psicológica sigue siendo de cólera durante varios años hasta que las madres
encuentran su independencia y se liberan de sus esposos. Los niños que viven en una
atmósfera de continuas acusaciones y contraacusaciones sienten muy poco alivio con
el divorcio. Recién al llegar a la adultez, como lo mostrará la historia de Larry,
comprenderán la dinámica y se alejarán del caos.
Pero, entonces, ¿por qué el muchacho se comportaba tan mal cuando estaba
viviendo en su casa? ¿Por qué aceptó la seducción de su padre pagando el costo de
perder a su madre? La comprensión de Larry comienza con la comprensión de qué
significa para un niño de siete años la separación del matrimonio de sus padres. A esa
edad, los hijos que crecieron en una familia intacta confían en tener a ambos padres
cerca. El divorcio aterrorizó a Larry y a su hermana. Con una lógica irrefutable, él
imaginó que si un padre podía dejar al otro, ambos padres podían dejarlo a él. Estaba
preocupado por el temor a ser abandonado. Y como creía que los papas venían junto
con la familia, tenía miedo de que su padre pronto lo reemplazara por "otra mamá, otro
perro, otra niñita u otro niñito". Ésa era una perspectiva que le rompía el corazón.
Este temor es la clave para comprender los cambios iniciales en el comportamiento
de Larry. De la noche a la mañana Larry se convirtió en una réplica de los aspectos
nefastos de su progenitor. Asumió el rol brutal de su padre con su madre, y usando
artículos de vestimenta de éste, como talismanes mágicos, representó a su padre en la
familia. Más tarde afirmó: "Me convertí en mi padre alcohólico".
¿Por qué se comportaba así? No había duda de que esperaba restaurar la familia
intacta por sí solo. Lo repitió muchas veces. Al igual que muchos otros niños, se
embarcó en una misión que consideraba una causa noble y justa. No tenía idea de que
lo que estaba caricaturizando eran los peores atributos de su padre. Larry creía que
era un emisario del poderoso héroe que para él era su padre. Pero no era el enviado
que los tribunales y los profesionales de la salud mental podrían suponer. No estaba
recibiendo instrucciones del cuartel general. Muy pronto advirtió que atraía la atención
de su madre con su comportamiento ofensivo, y que era capaz de reducirla a una
víctima temblorosa. Esto reforzó la fantasiosa imagen poderosa de sí mismo. También
disfrutaba de la aprobación de su padre, quien lo recompensaba por su rol con elogios
frecuentes. Mantenían "conversaciones de hombre" acerca de lo inferiores y horribles
que eran las mujeres —conducta irresponsable del padre, pero no a los ojos de un niño
encantado de siete años—. Para Larry, era un papel glorioso por una causa noble.
Además le brindaba una ruta de escape fantasiosa de la aterradora posibilidad de
haberse quedado con un ser inferior, su madre, y de perder su identidad como hombre
joven. Pero la verdadera fuerza motriz era la campaña solitaria del niño para restaurar
la familia que se estaba separando.
Antes de la separación, Larry no era un niño agresivo. Era tranquilo y retraído, un
solitario en la escuela. Su actividad preferida en la casa era pasar largas horas
acostado en la cama matrimonial mirando televisión con su padre. Sin duda extrañaba
esta relación íntima y la compañía de él. Para Larry, era un padre admirado y querido;
nunca vio los serios defectos que provocaron el divorcio. No pudo profundizar la
experiencia de su madre en este matrimonio violento. Pero el encanto de su papel al
reemplazar a su padre tenía raíces que se extendían más allá de su temor al abandono
y el auténtico anhelo por su padre. A los siete años, el niño se encuentra en pleno
proceso de identificación con su padre, y aún está comprometido en la separación de
la madre protectora de los años preescolares. El anhelo de Larry por su padre no sól o
estaba construido por la relación con él durante el matrimonio, sino que también
estaba ligado a su propia necesidad de desarrollo en ese momento de su vida. Cuando
se produjo el divorcio, él aún era un niñito que no había entrado en el mundo más rudo
de jugar con otros niños. Si su padre se hubiera quedado, Larry hubiera tenido la
oportunidad de haber ingresado en forma más gradual en este reino más grande y
peligroso. Pero la abrupta pérdida de su padre lo empujó antes de que estuviera
preparado. Larry no se sentía cómodo en el campo de juego, pero no podía regresar a
una relación más infantil con su madre. Aunque nunca es un buen momento para
perder al padre, es especialmente peligroso para los niños de seis y siete años que
aún tienen su base en el hogar y comienzan a sentirse cómodos en la escuela y en el
patio de juegos. Sin embargo, los elementos destructivos de la identificación de Larry
con su padre se manifestaron claramente recién en la adolescencia.
Para mucha gente es difícil de comprender que los niños lloran por padres
maravillosos y lloran igual por padres que apenas saben que existen o por padres que

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los golpean. La hermana de Larry lloraba durante todo el camino de regreso a casa
después de cada visita a su padre porque él hería sus sentimientos. Y luego sollozaba
amargamente cuando él se iba porque temía no volver a verlo. Anja recordó a Ioí
quince años: "Cuando se iba lloraba tanto. Quería que mi hermane corriera y lo trajera
de regreso. Recién cuando fui un poco mayoi comprendí lo malo que era mi padre.
Cuando era una niña me disgustaba mucho cuando me decía estúpida. Pero eso no
cambiaba mis sentimientos. Quería a mi papá en casa". El anhelo de los niños nc
refleja si el padre es una influencia benéfica o destructiva. Refleja e temor del niño de
perder al padre en una etapa de desarrollo.
Carol, la prisionera
¿Y si un niño crece en un matrimonio en el que los padres son crueles o violentos y
deciden no divorciarse? ¿Una familia intacta, incluso una caótica, brinda protección a
los hijos? ¿Podemos suponer que las familias con muchos conflictos son
inevitablemente infelices? ¿Cuándo es probable que el divorcio rescate a uno o a
ambos padres? Y desde la perspectiva de este trabajo, ¿cuándo es probable que el
divorcio rescate al niño? Cuando la gente decide divorciarse, se formula algunas de
estas preguntas, pero las respuestas, como muestra la historia de Carol, podrían
sorprenderlos.
Cuando reunimos adultos de familias intactas para participar en este estudio,
simplemente les preguntamos: "¿Estarías dispuesto a hablar de tu familia y tus
experiencias de crecimiento?". Me sentía francamente preocupada de que pudiéramos
atraer sólo a aquellos que tuvieran historias felices para relatar. ¿Por qué otra cosa
iban a exponer su vida familiar? Afortunadamente estaba equivocada. La gente tiene
motivos muy complejos por los que desea que se la escuche, y se nos presentó un
amplio espectro de historias de vida, incluyendo algunas mucho peores de las que
había visto entre las familias divorciadas.
Carol Kincad y yo nos sentamos en la cocina de su diminuto hogar, que tenía un
patio al costado y un jardín que daba a una ensenada en San Mateo. Carol tiene buen
gusto para la decoración, así que el lugar era cálido y colorido. Sirvió el té con masas
en un juego de cerámica italiana sobre un mantel rojo oscuro, con un arreglo floral en
el centro de la mesa. El ambiente me pareció tranquilo, pacífico y agradable, hasta que
avanzamos en nuestra entrevista y descubrí que la historia de Carol era la más
desgarradora que jamás había escuchado sobre crecer en una familia intacta. Durante
las décadas que trabajé con familias divorciadas, raras veces encontré situaciones
peores que las de esta mujer de cuarenta años, pálida, de ojos celestes, que trabaja
como compradora para una gran tienda en el centro de San Francisco.
Carol me acercó la bandeja con masas y me preguntó con una sonrisa amable:
—¿Por dónde quieres que comience?
Siempre empiezo con una pregunta de respuesta abierta para que la persona que
estoy entrevistando se sienta libre para guiarme a su pasado y su presente. Le
respondí simplemente:
—Carol, tengo interés en saber cómo fue crecer en tu familia. ¿Qué recuerdas de
cuando eras una niña y luego una adolescente?
Su
expresión se endureció. —Seré sincera: vengo de una familia en la que los hijos no
eran el centro de interés de nadie. La frase preferida de mi madre que aún escucho
dentro de mi cabeza era: "Yo soy la madre y puedo hacer lo que quiera".
—¿Qué significa eso?
—Bueno, déjame que te explique cómo era la vida en nuestra casa. Todos los días a
las cinco en punto mis padres se sentaban para la hora del cóctel. Mi hermano Steve,
mi hermana Claire y yo siempre teníamos que estar en casa a esa hora para que
mamá pudiera preparar las cosas. Aunque estuviéramos haciendo alguna diligencia o
paseando teníamos que regresar a las cinco para que ellos pudieran comenzar a
beber.
—¿Por qué querían que estuvieran en la casa? —Pensé que ésta era una demanda
extraña para los niños.
—Era parte del ritual. —Carol se esforzó para mantener un tono de voz firme, que no
demostrara sus emociones. —Todavía recuerdo a mamá cuando decía: "Sólo los
alcohólicos beben antes de las cinco", aunque ella ya estaba impaciente a las cuatro.
Mamá se duchaba, se cambiaba y se perfumaba. Tomaba la coctelera y el hielo y los
colocaba sobre la mesa. Cuando papá llegaba, ella le daba un beso en la mejilla, y él
iba hasta el estante de las bebidas, preparaba los martinis, los servía, levantaba su
copa y decía "salud". Generalmente después de la primera o segunda copa
comenzaba la pelea. —Carol vaciló, no sabía cómo continuar.

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—¿Por qué peleaban?
—Por nada. Mantenían acalorados debates sobre algún tema de arte o política. El
asunto no les importaba. Cuando terminaban el segundo o tercer martini, mamá
estaba tan compenetrada que se olvidaba de la cena. Mi hermano, mi hermana y yo
nos turnábamos para recordarles que aún no habíamos comido, pero sólo si la pelea
que estaban manteniendo no era peligrosa. Como yo soy la hija mayor, siempre
ayudaba a mamá a poner la cena en la mesa. Tiemblo al recordar cómo tambaleaba
por la cocina golpeando las ollas y dejando caer cosas. Una vez que nos sentábamos,
papá ponía a prueba nuestros conocimientos sobre la situación política y se mofaba de
nosotros cuando no sabíamos suficiente. Realmente se mofaba de mi hermano,
aunque podía ser muy sarcástico con mi hermana o conmigo también. A veces Steve
lloraba. Si quería irse de la mesa o discutir, papá perdía el control y le gruñía: "¡No
tienes permiso!" —Carol suspiró. —Esos eran los días buenos. Eso sucedía la mitad
del tiempo. —¿Ésos eran los días buenos?
—Aún no escuchaste nada. Mi hermano, mi hermana y yo sabíamos que iba a ser
malo si comenzaban a pelear durante la segunda copa. Mis padres empezarían a
tratarse con motes dolorosos como estúpida o gusano. Generalmente papá tomaba la
delantera, pero mamá no se quedaba atrás. Susurraba insultos y terminaba gritándole
a papá. Él esperaba y la provocaba. Mamá era la primera en ponerse violenta. Le
arrojaba la copa o lo pateaba. Él ponía esa terrible expresión en su rostro y decía algo
así: "Ahora sí que lo lograste". Mamá se alejaba, pero él la abofeteaba y ella gritaba.
En las noches mejores, ella lloraba y allí terminaba todo. Él se retiraba y le pedía que
preparara la cena. Yo la ayudaba en la cocina, y luego nos sentábamos simulando que
nada había sucedido. Mamá actuaba distante, papá la ignoraba y actuaba mejor que
nunca. Carol sacudió la cabeza.
—Pero algunas noches realmente era terrible. Había muchos gritos y golpes. Eso
ocurría más o menos una vez al mes. Terminaba cuando desaparecían en su
dormitorio, o cuando papá se iba de la casa y no regresaba durante el resto de la
noche. Odiábamos cuando se iban a su dormitorio porque los gritos se convertían en
gemidos mientras hacían el amor. Los oíamos. Más tarde papá salía, y nos decía que
nos preparáramos nuestra cena. Tomaba algo para cenar y desaparecía en su estudio
durante el resto de la noche. Nos acostábamos solos, y era tan solitario y horrible.
Mientras Carol describía estas escenas tenía una expresión de tristeza, y su espíritu
parecía destruido. Pero no había terminado.
—Los peores momentos —continuó Carol mientras desmenuzaba una galleta sobre
el plato— eran cuando nos atacaban a nosotros. Yo era el blanco preferido. Sólo
sucedía algunas veces al año, pero recuerdo cada detalle. Me veían o me oían en la
cocina preparando la cena y me llamaban para que fuera a la sala. Papá comenzaba
con alguna pregunta sobre la cena o la escuela que luego se transformaba en un
ataque verbal por parte de ambos. Antes de que pudiera darme cuenta, me estaban
golpeando. Si trataba de decir algo en defensa propia me golpeaban más fuerte.
Recuerdo una vez en la que me persiguieron a mi dormitorio donde papá me sostuvo y
mamá me abofeteó una y otra vez como si no pudiera detenerse —la voz de Carol se
hizo más débil.
Estaba sorprendida con su historia.
—¿Y nadie te protegía?
—Mi hermanita venía a mi habitación y se acostaba junto a mí. Se abrazaba a mi
cuello y me palmeaba las mejillas. Nos quedábamos allí abrazadas. Estuvimos
atemorizadas toda nuestra infancia. Nunca sabíamos qué podíamos esperar o cuándo
se volvería a poner realmente todo mal otra vez.
Carol permaneció en silencio mientras los recuerdos recorrían su cuerpo y le
oprimían la garganta. Incapaz de hablar, observó las flores, mientras contenía su
dolor. Esperé durante treinta segundos que se recompusiera y me acerqué a ella.
—Carol, qué forma tan terrible de crecer.
Permaneció inmóvil como una piedra mientras pronunció las siguientes palabras
con un tono monocorde y lento, con algunas inflexiones ya que sus emociones
estaban en el límite.
—La peor parte no era ser golpeada. —Se meció lentamente al pronunciar cada
palabra. —Era el deseo y la esperanza de que las cosas cambiaran, en especial que
mi madre se convirtiera en otra persona, en una madre que quisiera a sus hijos y los
cuidara y protegiera. —Se tomó el rostro con las manos. -—Añoraba
desesperadamente los padres que nunca tuve.
Permanecimos sentadas en silencio durante otro minuto hasta que Carol se
recuperó lo suficiente como para decir:

91
—Entré y salí de terapia desde que tengo treinta años. Y he reflexionado sobre todo
esto y sé que no podían cambiar. Durante toda mi vida quise una mamá o un papá o
alguien en quien poder confiar aunque más no fuera un poco. Traté de dejar de
esperar lo que nunca tendré, y traté de tener un poco de alivio pensando que algún día
seré una madre mejor... si es que algún día tengo hijos.
—Tuviste demasiado dolor, Carol. ¿Tienes algún recuerdo feliz?
—Unos pocos cuando era pequeña. Recuerdo que mi mamá solía leerme Winnie
the Pooh. Y también que una Navidad teníamos vestidos de terciopelo negro. Me
sentía tan orgullosa de parecerme a ella, también teníamos vinchas iguales y zapatos
con moños. Tengo una fotografía de nosotras: papá me está sosteniendo sobre los
hombros, está abrazando a mamá y todos estamos frente a un enorme árbol de
Navidad.
Carol se detuvo abruptamente tratando de no llorar.
—Cuando fui mayor tenía la fotografía en un cajón de mi mesilla de noche. Cuando
las cosas andaban mal con mamá y papá la sacaba después de que se fueran y la
observaba. No podía creer que eran los mismos padres y la misma hija. En la
fotografía parecían tan amables.
En este punto surgió el carácter nostálgico de Carol.
—Mis padres nunca debieron haber · tenido hijos. Nunca comprendí por qué lo
hicieron. Fueron padres terribles. Nunca nos ayudaron con nada. Estábamos para
servirlos. Nos decían qué esperaban y qué teníamos que hacer y qué no hacer.
Estábamos allí para que nos usaran. Si no obedecíamos quedábamos fuera. Resulta
gracioso pensar en la mezcla de lo bueno y lo malo. Recuerdo que realmente me
cuidaban cuando estaba enferma. Mamá hacía alboroto a mi alrededor y me llevaba
refrescos. Pero a las cinco en punto iba a la sala a preparar las bebidas para papá.
Le pedí a Carol que describiera el matrimonio de sus padres en pocas palabras.
—Dependiente, disfuncional y apasionado —replicó de inmediato, y al parecer era
un tema en el que había pensado durante años—. Sé que parece increíble, pero mis
padres se aman y están comprometidos con su relación. Actualmente tienen casi
setenta años y aún hacen cosas juntos todos los días. No se ignoran mutuamente.
Duermen en la misma cama. Pero como papá sufrió una serie de operaciones al
corazón, tuvo que reducir la bebida, y mamá lo acompaña. Todavía beben cócteles,
pero sólo uno o dos. Y ya no hay más violencia, aunque aún discuten acaloradamente
por cualquier cosa. Aún se insultan. Imagínate —sacudió la cabeza—. Es la forma que
tienen de relacionarse.
—¿Y si tus padres se hubieran divorciado? ¿Qué les hubiera sucedido a tu
hermano, a tu hermana y a ti?
—Recuerdo que deseaba que se divorciaran. Mi hermana y yo hablábamos todas
las noches de escaparnos. Pero cuando hablábamos del divorcio, no imaginábamos
adonde podríamos ir ella y yo. ¿Las cosas hubieran sido mejores si hubiéramos vivido
con mi mamá o con mi papá? Ambos eran malos padres. Pasé el ochenta por ciento de
mi tiempo imaginando que tenía un botón mágico y cuando lo apretaba, los hacía
desaparecer.
Dibujó una sonrisa esforzada en su rostro mientras se acomodaba en la silla y
recordaba.
—Nunca jugué mucho con otros niños del barrio porque estaba demasiado perdida
en mis fantasías. Los observaba, pero no me reunía con ellos. En lugar de eso, mi
hermana y yo teníamos nuestros juegos privados. El preferido era que vivíamos en lo
alto de una montaña escarpada y veíamos a nuestros padres una vez por mes, quizá
menos. Todo lo que teníamos era magia, fantasía, sueños. Desde que era muy
pequeña sabía que no se divorciarían. Sabía que no podía hacerlos desaparecer. Y
sabía que estaba atrapada con ellos para siempre. Pasé mucho tiempo de mi niñez
pensando cuándo sería lo suficientemente grande y fuerte para irme. Ésos eran mis
deseos.
Mientras permanecimos sentadas en silencio, pensé: "Imagínate". De acuerdo con
nuestra información demográfica, el padre de Carol había tenido éxito en el mundo
social, llegó a ser vicepresidente de una de las compañías más grandes de la Costa
Oeste. La madre era fundadora de una obra de caridad, y había sido miembro de
numerosas organizaciones sin fines de lucro. Tenían una hermosa casa, buena ropa,
automóviles costosos. Los niños se educaron en los mejores colegios privados. Sin
embargo, la vida en el hogar había sido una larga pesadilla para Carol y sus hermanos.
¿Cuándo comenzó a cuestionarse la normalidad de su vida familiar?
—Durante toda mi infancia supe que debía mantener lo que sucedía en secreto
—me comentó—. Si me hubieras entrevistado en aquella época, nunca te habría

93
contado de nuestros rituales, sobre lo que sucedía. No tenía nadie a quien contarle.
Sólo mi hermano, mi hermana y yo sabíamos, y no nos atrevíamos a permitir que se
supiera. Lo más duro de todo, y que aún no te conté, es que mantuvimos nuestro
secreto muy bien oculto, asegurándonos de que nadie lo descubriera. Era como si
hubiera tenido dos identidades. Era algo muy pesado para mí. Después de un tiempo
sentí como si estuviera muerta por dentro. Años más tarde comencé un tratamiento
porque creí que estaba muerta o vacía.

EL CASTILLO DE LOS SECRETOS

Familias como la de Carol rara vez llaman la atención en público porque se ven muy
normales desde afuera. Si yo hubiera conocido a esta pareja en una fiesta, habría
pensado que eran miembros cultos y respetables de la comunidad. A los niños nunca
los golpeaban con tanta fuerza como para que tuvieran moretones visibles o tuvieran
que ser llevados a un centro asistencial. Nada acerca del comportamiento familiar en
la vida pública (vida social, actividades profesionales o vida escolar) habría aportado
alguna pista de lo que sucedía de las cinco de la tarde en adelante. El hogar de un
hombre es su castillo. Está rodeado de un foso y los extraños no están invitados a
pasar.
Pero si uno hubiera podido cruzar el foso guiado por una niña que vivía en el castillo,
habría visto un paraje interior caprichoso donde cualquier cosa puede suceder. A
veces los padres son benevolentes y amables. Carol recuerda con cariño los vestidos
de terciopelo y las gaseosas cuando estaba enferma. Estos recuerdos fortalecieron su
anhelo de aquellos padres cariñosos. Pero la mayor parte del tiempo, la vida familiar
era aterradora y destructiva. Carol, su hermano y su hermana vivieron en constante
temor observando a sus padres en un ciclo perpetuo de alcohol y violencia. La
presencia de los niños era necesaria porque los padres necesitaban espectadores y
una válvula de escape para su cólera. Todos los miembros de esta familia estaban
atrapados en una telaraña inevitable de destrucción mutua. Todos estaban
comprometidos a mantenerlo oculto a los ojos del mundo.
La clave para entender a este tipo de familia es comprender que los padres están
comprometidos entre sí. Los rituales nocturnos de alcohol, violencia y a veces sexo
refuerzan sus poderosos vínculos. Pero los niños, que viven atemorizados de ser
expulsados del hogar, no tienen poder ni cosas que negociar ni defensores. En lugar
de ello, son arrastrados a una conspiración de silencio. Todos participan y nadie rompe
las reglas. Resulta difícil saber a qué edad los niños se dan cuenta de esta
conspiración, pero lo he visto en niños de cuatro años. Lo que sucede dentro de la
familia no se debe divulgar. El resultado es que los niños quedan aislados del amparo
exterior. No pueden hablar con sus amigos, maestros, sacerdotes o familiares
cercanos. El secreto tan temido aumenta su vergüenza, y los hace leales a sus padres.
La lealtad está basada en un sentido de inclusión: estamos separados como familia y
estamos juntos en esto. Un resultado triste es que los niños tienen muy pocas
oportunidades de ingresar en el mundo social de sus pares o aprender acerca de otras
familias. Esto afecta sus relaciones infantiles, y más tarde sus relaciones adultas en
casi todos los campos.
Si consideramos las razones por las que la gente debería divorciarse, la violencia
generalmente se encuentra primera en la lista. Incluso las personas que se oponen al
divorcio lo aprueban como una solución para la violencia familiar, y todos estarían de
acuerdo en que la infancia de Carol fue horrenda. Pero el reconocimiento de que el
conflicto hace desdichada a la gente no es verdad en todos los casos. Muchas parejas
consideran el conflicto agradable y una propuesta emocionante para el sexo. También
puede suceder dentro de un marco de amor y preocupación mutuos. De allí que la
expectativa de que el divorcio siempre será bienvenido en las familias violentas no es
sólida. Dentro de su castillo, el divorcio no se encuentra en la agenda de nadie. En las
familias que se divorcian, por lo menos uno de los progenitores quiere separarse
porque no es feliz en el matrimonio o por lo que está sucediendo con los niños. Pero
esto no describe a la familia de Carol.
Para comprender por qué la gente crea esta clase de vínculos, habrá que observar
la obra nocturna en dos actos de los padres desde su punto de vista. En el primer acto,
la esposa y el esposo son los actores principales sentados debajo de las luminarias,
con los martinis en las manos, discutiendo sobre el mundo. Los niños están ubicados
estratégicamente alrededor de ellos, en la oscuridad, observando y escuchando. La
obra es apasionada ya que cada protagonista introduce nuevos parlamentos, y fluye la

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adrenalina. Muy pronto la tensión dramática comienza a aumentar, los martinis se
suceden y los actores comienzan a maltratarse. Los niños observan, con los ojos
llenos de lágrimas, hipnotizados, aterrados y también emocionados.
El segundo acto tiene varios finales. En una versión, se sirve la cena y se ataca a los
niños verbalmente. En otra versión, la pelea aumenta y toma un cariz que saca de
escena a uno de los actores, quizá de mal humor. En una tercera versión, la pelea
física se transforma en un preludio sexual. Los actores caen sobre la cama para hacer
el amor en forma apasionada, quizá violenta.
Esta clase de gente realmente se necesita y se quiere, y obtiene una tremenda
gratificación de su relación en la cual la bebida y las peleas son el ingrediente principal.
Los niños son periféricos, sus necesidades se sacrifican en nombre de los deseos de
sus padres. Nadie resulta seriamente lastimado. Los daños físicos son superficiales. El
sexo no se convierte en violación. El drama interminable tiene fronteras definidas en
las cuales la violencia es aceptable y el secreto nunca se divulga.
Es importante comprender que en los hogares caóticos como éstos, las peleas no
son temas esenciales. Generalmente no se discute dónde vivir, qué trabajo es más
importante, cómo disciplinar a los niños u otras cuestiones. Se discute de asuntos
intrascendentes porque el contenido de las discusiones es irrelevante. La pelea en sí
misma es lo que se considera emocionante y agradable. Los padres de Karen tenían
intercambios similares, pero sus peleas no mantenían el matrimonio en
funcionamiento. Los padres de Carol eran diferentes ya que peleaban por la exaltación
erótica que se generaba mientras bebían martinis. Muchas personas, incluyendo
profesionales, tienen el concepto de que las peleas reflejan conflictos o que se podrían
resolver racionalmente si la pareja se sentara a la mesa. Pero en familias como la de
Carol ninguna mesa funcionaría.
Para los niños esta clase de familia es desastrosa: crecen pensando que ellos o uno
de sus progenitores será lastimado. Están hipnotizados por la continua representación
de una relación hombre-mujer en la cual la intimidad y el dolor están interrelacionados.
E internalizan una visión duradera del amor adulto como carente de amabilidad,
ternura, amistad, gentileza y sentido de moralidad. El patrón de intimidad que llevan a
su adultez está unido a lastimarse mutuamente, aunque sin infligir daños serios. La
pasión está en peligro.
En estas familias, los niños importan poco a sus padres. En lugar de existir como
personas verdaderas, separadas de los deseos o repentinos caprichos de sus
progenitores, los niños son figuras sombrías que revolotean en la periferia de las vidas
de sus padres como cortesanos o esclavos en el palacio de un sultán esperando ser
requeridos. En la familia de Carol, los padres también son niños. Se encuentran
abstraídos en ellos mismos, guiados por sus propios impulsos, ignorando por completo
el sufrimiento de sus hijos. No comprenden ni les importa que su comportamiento
inmoral desviará la conciencia en desarrollo de sus hijos y dañará sus futuras
relaciones.
En algunos círculos se considera moderno afirmar que la gente que se divorcia es
más egoísta o más "narcisista" que aquellos que permanecen casados. Pero sería
difícil pensar en alguna otra pareja más centrada en sí misma que los padre s de Carol
y otros de este grupo de matrimonios intactos con grandes problemas.

Capítulo 8
Nuestro fracaso para intervenir

Larry entró en la adolescencia como un tigre hambriento. Se involucró con todas las
drogas conocidas por los jóvenes, se quedaba hasta tarde en la calle y regresaba a
casa embriagado. Violó todas las reglas que su madre y la escuela le imponían por una
cuestión de venganza. Finalmente, su madre desesperada llamó a su ex esposo para
pedirle que se llevara al muchacho porque no podía controlarlo. Le recordó al padre de
Larry que él le había ofrecido muchas veces llevarse al muchacho y que ése era el
momento para cumplir sus promesas.
Al día siguiente, Larry estaba en su habitación arreglando su ropa cuando sonó el
teléfono. Era su padre que tartamudeando y titubeando finalmente le dijo: "Éste no es
un buen momento para que vengas a vivir conmigo". Larry comprendió de inmediato el
mensaje más profundo: nunca sería un buen momento. Se sintió totalmente
traicionado, se volvió contra su madre y la golpeó con los puños. Ella pudo escapar al
dormitorio y, aterrada por el comportamiento de su hijo, llamó al 911. Larry fue llevado

97
a la comisaría local y pasó el resto del día con un oficial especialmente entrenado y su
madre. Durante horas vociferó su disgusto y desesperación y lo mucho que odiaba a
su padre por haberlo rechazado, y cómo su vida se había arruinado por el divorcio de
sus padres.
Aunque la imagen de un niño golpeando a su madre es sobrecoge-dora, y nos
conmovería hasta lo más profundo, en un estudio nacional realizado en 1980 se
informa que el 18 % de los niños menores de diecisiete años cometieron actos de
violencia contra sus padres, generalmente hacia sus madres 1. Otros estudios
recientes muestran que esta forma de violencia es mayor en las familias divorciadas2;
y he visto varias instancias de ella en las familias que estudiamos. Estos adolescentes
son muy irritables y no se controlan ante la presencia protectora de sus padres. Me
sentí atemorizada por las mujeres cuyos hijos las atacaban con una crueldad idéntica
a la de sus padres. A veces el niño violento atacaba a sus hermanos menores. El
comportamiento duraba varios años. Por ejemplo, Larry golpeó a su madre durante
siete años después de que su padre dejó el hogar. Una niña de trece años clavó a su
madre contra la pared con un esquí después de una discusión por la hora de llegada.
La crisis de Larry marcó una ruptura importante en su idea errónea del divorcio.
Después de años de planear cómo su padre y él vivirían felices juntos, su padre lo
decepcionó. Desesperado y al comprender que todas sus expectativas acerca de su
padre estaban construidas sobre arena, Larry se volcó hacia su madre.
Afortunadamente, ahora ella era capaz de pedir ayuda. Cuando sucedió aquel
episodio, las horas que pasaron juntos en la comisaría fueron cruciales para el cambio
de Larry. Por primera vez desde que sus padres se separaron comenzó a enfrentar la
soledad y la pena por su pérdida, a llorar en lugar de enojarse. Pero fueron necesarios
varios años más para que este cambio se instalara en su distorsionada visión del
mundo.

EL ENOJO ADOLESCENTE Y LAS CARGAS ADULTAS

Comparados con las familias intactas, los padres e hijos de familias divorciadas
comparten una historia diferente que arroja mucha sombra sobre sus relaciones
durante la adolescencia. En muchos hogares, la estructura desaparece durante años
porque ninguno dispone del tiempo y la energía necesarios para hacer cumplir las
rutinas y la disciplina. Como vimos en la familia de Karen, los niños pequeños pueden
asumir la responsabilidad de cuidarse o ser cuidados por hermanos un poco mayores.
Pero no todos asumen este rol con gracia y compasión. Algunos lo rechazan en todo
momento, furiosos por las cargas que se les adjudican. Este enojo se puede tr aducir
en problemas para las madres solas o vueltas a casar que quieren establecer normas
disciplinarias para sus hijos adolescentes. El joven siente que el padre no ganó su
derecho a establecer reglas. "¿Dónde estabas cuando te necesité?" se convierte en un
grito de batalla para ellos. El enojo del niño por las privaciones del pasado se reaviva
por el resentimiento general de los adolescentes hacia sus padres.
Todos los adolescentes necesitan separarse de sus padres e identificarse con sus
pares, pero los hijos del divorcio cumplen con este rechazo natural con una intensidad
especial. Una mujer joven, con una adolescencia desenfrenada, describió la fusión de
los sentimientos del pasado y el presente cuando afirmó: "Mi madre nunca está
cuando la necesito. Reacciona ante lo que considera mi mal comportamiento, pero se
siente mal porque no me ayudó. ¿Cómo puedo respetar lo que me dice? ¿Por qué
debo hacerlo?". En muchas familias divorciadas, las niñas no recibieron la protección
especial que vimos en las familias intactas. Pocas tuvieron limitaciones a la hora de
llegada o regulaciones especiales para contarnos. Cuando las tuvieron, éstas fueron
más violadas que cumplidas.
En nuestro grupo de comparación, los muchachos eran rebeldes, y utilizaban casi
tanto alcohol y drogas como los muchachos de las familias divorciadas. Los dos
grupos eran muy parecidos, con una diferencia importante: los niños de las familias
intactas eran completamente conscientes de las expectativas de sus padres. Su
actuación era silenciada por los planes de sus padres para que asistieran a la escuela
y su reconocimiento de que necesitaban la ayuda de sus padres. Todo esto ponía
límites a sus malos comportamientos. La mayoría de sus actuaciones terminaban en el
segundo año de la universidad.
Las niñas de familias intactas tuvieron una adolescencia diferente de las de sus
pares de familias divorciadas. Tenían horarios de llegada estrictos que la mayoría
obedecía. Sus fines de semana eran cuidadosamente controlados. Equivocados o

99
acertados, los padres controlaban mucho más. Aunque los padres no esperaban que
sus hijas fueran vírgenes al terminar la escuela secundaria, insistían en conocer sus
salidas y esperaban que se los informara sobre cualquier cambio de planes. Los
muchachos y las muchachas tenían que estar en casa para la cena, a menos que uno
de sus padres los hubiera disculpado. Debían llamar cuando iban a llegar tarde. En
síntesis, en estos hogares de clase inedia existía una estructura que los jóvenes
podían desafiar. Muchos lo hicieron, pero había consecuencias cuando se violaban las
reglas. (Es importante tener en cuenta que los jóvenes del grupo de comparación
habían sido vecinos de las familias que se divorciaron, lo cual hacía más sorprendente
las diferencias entre las familias).
La misma clase de estructura basada en reglas existe en las familias que se vuelven
a casar, pero la autoridad moral de los padrastros casi nunca es igual a la de los
padres biológicos. Y cuando los impulsos de la adolescencia aparecen, la muchachita
o el muchachito probablemente vocifere: "¿Quién demonios eres tú para decirme qué
debo hacer?".

Niñito perdido

Mi tercera entrevista con Larry se produjo muy poco tiempo después del episodio en
la comisaría, cuando tenía diecisiete años. El pequeño señor de la casa se había
convertido en un joven alto, delgado, con ojos enrojecidos y tez pálida. Fumando un
Marlboro tras otro, y con el entrecejo fruncido, manifestó sus sentimientos:
—Los últimos cinco años han sido un desastre total. Mi mamá me fastidia como
fastidiaba a mi papá. Quiere que sea responsable.
—Inclinó la cabeza hacia atrás y se rió.- —Por Dios, todas las noches regreso a
casa con la cabeza destrozada. Bebo más que mi padre cuando era niño. Excepto por
toda esa basura del ruso, creo que voy a vivir gran parte de mi vida como mi papá.
Beber me ayuda a resolver mis problemas. Hace un par de semanas golpeé a mi novia
en el rostro —parecía orgulloso—. Creo que mi vida será parecida a la de mi papá.
Me sentía muy desanimada por sus palabras y su modo hostil.
—¿Qué control tienes de tu vida? —le pregunté.
—Las tres cuartas partes, creo que tengo el control de las tres cuartas partes —me
respondió encogiéndose de hombros. Luego me explicó lo desilusionado que estaba
de su padre, al que parecía no importarle más. —¿Sabes que cuando mi padre se
volvió a casar yo no me enteré hasta cuatro meses después. Sólo hablo con él por
teléfono, creo que está muy ocupado. —Luego Larry volvió a fruncir el entrecejo y
retomó el tema familiar. —Mi vida está mucho peor por su divorcio. Para mí fue duro no
tener un padre. Mi mamá lo echó. Nunca la voy a perdonar por eso.
Después de que dejé a Larry sentado a la mesa de la cocina, tuve la sensación de
ver a un niño perdido que avanzó a través de los años, pero que no maduró desde el
día en que su madre los llevó a él y a su hermana a un hotel en mitad de la noche. Era
como si su desarrollo se hubiera detenido desde aquel momento. Como adolescente
estaba comenzando a enfrentar el dolor del distanciamiento de su padre. Continuaba
culpando a su madre por todos sus sufrimientos. Recordé un dibujo que Larry realizó
en nuestro primer encuentro, con un pequeño barco cañonero rodeado de cañones.
Había sido profético aunque, me alegra decirlo, no fatal.
A menudo en el divorcio se alega violencia familiar, aunque resulta difícil obtener
cifras reales. En 1991, Murray A. Strauss, un sociólogo que estudió la violencia
familiar, informó que cada año diez millones de niños eran testigos de abusos en sus
familias (golpes, gritos, bofetadas y otras formas de recriminación). La mitad de estos
niños junto con sus madres también pueden resultar víctimas de abusos físicos 3. En el
estudio que describo en este libro, un cuarto de los padres fueron físicamente violentos
con sus esposas en algún momento o durante mucho tiempo en los años que
desembocaron en el divorcio. (Aunque las mujeres pueden ser violentas, dando tanto
como reciben o asumiendo el liderazgo en los actos abusivos, ninguna de las madres
de este grupo era violenta. Muy pocos niños eran golpeados por sus padres). Sin
embargo, cuando llegó la crisis final y los padres decidieron divorciarse, surgió alguna
forma de violencia física en más de la mitad de las familias de este estudio. Esos actos
eran una aberración, pero cada bofetada en el rostro u objeto arrojado tenían por
finalidad lastimar al otro adulto.
En esos momentos, los niños en realidad temen por su seguridad y la de sus
madres. Pero aquí nuevamente es donde surge la "mente del niño" que confunde a los
adultos. Como utilizan la lógica de una mente inmadura, se culpan por la furia de sus

101
padres y por su incapacidad para rescatar a sus madres. Los niños pequeños poseen
un alcance limitado para entender la relación de causa y efecto. Ellos tratan por todos
los medios de comprender lo que ven, pero piensan en términos de culpabilidad: en
especial a quién hay que culpar. Por analogía, cuando un niño se lastima o se enferma
o desaparece, los padres se culpan por no haber protegido al niño. Utilizando la misma
lógica al revés, el niño siente que tiene la culpa del sufrimiento de su madre o padre y
que tiene la responsabilidad de rescatar a ese progenitor infeliz. Así se culpará a sí
mismo en lugar de enojarse con sus padres. Y se dirá: "Yo lo hice", con la esperanza
de retener un poco de control al prometer que, en lo sucesivo, será bueno. Pero si el
padre omnipotente es malo, ningún lugar es seguro. Tanto la madre como el niño se
encuentran en peligro. Paradójicamente, el niño que se culpa a sí mismo se siente
menos desamparado, porque esto significa que no se encuentra a merced de un padre
poderoso, caprichoso y cruel. Ésta es una de las razones por las cuales decirle a un
niño "tú no eres el responsable" siempre cae en oídos sordos. Los niños se aferran a
su primera explicación porque es menos atemorizante.
Los adultos necesitan comprender que las explicaciones de un niño sobre el
divorcio están profundamente enraizadas en su psiquis y no se pueden sustituir con
complejas explicaciones de adultos. En realidad, a menudo éstas sepultan los
verdaderos sentimientos y pensamientos del niño. Los chicos saben exactamente lo
que los adultos esperan de ellos. Están ansiosos por consolar a sus padres con
problemas y están bien entrenados para brindar las respuestas que los adultos quieren
oír. Enfatizo este aspecto de la respuesta de los niños porque los programas
educativos actuales para hijos cuyos padres se encuentran en el proceso del divorcio
suponen que los niños están dispuestos a creer lo que se les dice. Los adultos bien
intencionados creen que los chicos modificarán su forma de pensar porque un
maestro, consejero o padre les explique amablemente que están equivocados.
Conozco varios programas educativos patrocinados por la Corte en los que los niños
marchan cantando "Yo no lo hice". Pero la explicación de que "nadie tiene la culpa" es
demasiado abstracta y está más allá de la comprensión de los niños. La verdad es que
muchos niños creen durante años que ellos provocaron el divorcio de sus padres a
pesar de lo que se les diga. Cuando los padres pelean, les confirman que ellos son la
raíz de las dificultades. Entonces concluyen: si desapareciera, los desacuerdos entre
mis padres se arreglarían. Ninguna explicación en contrario puede anular esta
observación. Los niños necesitan darle un sentido racional a este acontecimiento
central en sus vidas. Pero cualquier explicación sobre el divorcio se debe dar una y
otra vez de acuerdo con la capacidad de comprensión del niño a medida que crece. No
existe ningún apuro para finalizar esta tarea.
Al igual que los menores de otras familias violentas, Larry y su hermana
presenciaron los ataques de su padre a su madre. No se realizó ningún intento de
ocultar la violencia o de protegerlos para que no vieran o escucharan todo lo que
estaba sucediendo. Si los niños trataban de intervenir para proteger a su madre,
estaban en peligro de que los lastimaran... por eso dejaron de hacerlo.
Sin embargo, siempre me sorprendo de lo poco que estos mismos niños
comprendieron el dilema de sus madres y cómo, al igual que Larry, trataron de volver a
escribir la historia familiar. Muchos de ellos pasaron años tratando de reconstruir la
familia abusadora y violenta. Esto nos lleva a pensar si realmente alguna vez abrieron
los ojos. Un niño al que su padre castigaba físicamente comentó: "L o único que pensé
era en lo mucho que ella hería a mi padre al abandonarlo. Probablemente ella se
sentía una conquistadora". Otro niño comentó: "Mi mamá es una mala persona. Tiene
mucha sangre fría. Mi padre estaba tan desconsolado". Y otro me dijo: "El divorcio
enojó mucho a mi papá. Él perdió mucho más que mi madre. Fue injusto".

LA NECESIDAD DE INTERVENCIÓN EN LAS FAMILIAS VIOLENTAS

En el momento del divorcio se puede hacer mucho para ayudar a los niños que han
presenciado actos violentos. Pero antes de entrar en las sugerencias, consideremos
qué les sucedió a las familias de nuestro estudio en los años siguientes a la
separación. Todos los niños de una familia violenta continuaron visitando a su
progenitor/a después del divorcio. Los hombres trataron de buscar un aliado en sus
hijos para que la mujer regresara. Los niños tienden a simpatizar con el padre que
quiere reconstruir el matrimonio. Se identifican con la angustia del padre y sienten que
él es el agraviado, aun cuando hayan presenciado que su madre fuera lastimada o
ellos mismos pateados o golpeados. Cuando un padre les pide a sus hijos que lo

103
ayuden a traer a su esposa de vuelta a casa, los niños se conmueven por esta
transformación del hombre poderoso en el papito triste y angustiado. En esto se
parecen a muchas mujeres que han sido golpeadas y permiten que el hombre regrese
por lástima o por amor diciendo: "No quiso lastimarme. Me necesita".
Los tribunales consideran la relación de un niño con el progenitor como algo
completamente separado de los ataques a la madre. A los esposos que golpean a sus
esposas no se les prohibe visitar a los hijos. En la mayoría de los estados pueden
obtener ifccluso una custodia compartida. La perspectiva dominante de los tribunales y
los mediadores es que el niño debe tener acceso a ambos padres después de la
separación, y que el contacto padre-hijo debe parecerse lo más posible a la relación
anterior al divorcio. Se supone que si el padre atacó a la madre, esta violencia es
irrelevante para la formación de la conciencia del niño o cualquier otro aspecto de su
futuro desarrollo. Después del divorcio, la mujer no tiene contacto con su ex esposo,
excepto cuando se intercambian los niños en los acuerdos de visitas, pero los niños
están en contacto regular con el hombre que la golpeaba.
De acuerdo con el relato de los hijos cuando eran niños y después de que llegaron a
la adultez, ningún padre discutió ni se molestó en explicar su comportamiento violento
del pasado durante las visitas. Tampoco fueron instruidos por la Corte o los
mediadores para hacerlo. Muchos ni siquiera admiten haber sido violentos. Algunos
dicen que quizá golpearon a la madre de sus hijos una vez. Otros lo niegan por
completo. Ningún padre admitió que lo lamentaba. Ningún padre aceptó que su
comportamiento era equivocado. Ninguno trató de transmitir principios morales a sus
hijos. Esta negación vehemente o encubierta de los hechos que los niños vieron con
sus propios ojos resulta terriblemente perturbadora. Como algunos me comentaron
más tarde, su terrible confrontación ("Pero papá, yo te vi") fue recibida con una mirada
de asombro. Estos niños fueron incapaces de confiar en sus propias observaciones y
se apartaron angustiados con una sensación desproporcionada entre la realidad y la
conciencia. Como las madres tampoco discutían la violencia, la experiencia traumática
del niño nunca se trató. Esta conspiración de silencio se ve reforzada por la política de
la Corte. A menudo, los jueces y los mediadores son hostiles a los alegatos de
violencia doméstica, los cuales casi siempre provienen de la madre. Consideran estas
acusaciones como estrategias vengativas o manipuladoras para retener al hijo.
Entonces, ¿quién queda para ayudar a los niños que saben muy bien lo que
presenciaron y se sienten completamente confundidos, angustiados y perdidos? No
tienen voz ni voto en los procedimientos que se ocupan de sus principales intereses.
¿Quién habla por y con el niño?
Los tribunales tienen una oportunidad para ayudar a los niños a tratar temas de
moralidad y control de la agresión; sin embargo, increíblemente se apartan de lo que
es su tarea más importante 4. No existe un mecanismo para sacar a luz la violencia
doméstica excepto en una batalla por la custodia. ¿Cuántos jueces instruyen a los
padres violentos para que ayuden a sus hijos vulnerables? ¿Cuántos magistrados les
dicen a las mujeres lo importante que es advertir a sus hijas para que eviten los
peligros de las relaciones abusivas? Pocos tribunales requieren que los que han
perpetrado abusos y piden la custodia o visitas sin supervisión completen un curso
para refrenar los impulsos violentos, pero esos cursos raramente informan cómo los
padres deberían o podrían ayudar a sus hijos. Los niños quedan perdidos en las
sombras.
No estoy sugiriendo que los niños dejen de ver a los padres que fueron violentos en
sus matrimonios. Sabemos que esta clase de disposición puede ser un bumerán. Un
padre que es una figura prohibida se puede convertir en la mente y el corazón del niño
en un héroe épico o un mártir. Lo que estoy sugiriendo es que deberíamos emprender
programas para aconsejar a los niños y a los padres en estos temas antes de que se
permitan estas visitas. Cuando la violencia se produce a puertas cerradas, como
sabemos que sucede, resulta muy difícil llegar a estas familias. Pero cuando se
produce un divorcio, las familias violentas, incluyendo estos niños, pueden y deben
recibir ayuda. (En las conclusiones trataré el tema de la ayuda a las familias violentas).

EL ROL DE LA MADRE

Al abandonar matrimonios violentos, muchas mujeres logran escapar.


Desafortunadamente, sus hijos continúan atrapados por las imágenes internas y los
recuerdos de la violencia. Una intervención directa con estos niños es fundamental.
Aquí la madre tiene una responsabilidad muy importante para ayudar a sus hijos a

105
comprender por qué deja la relación abusiva. Sus sentimientos amorosos aliviarán el
trauma que ellos han presenciado. Pero esto no es suficiente. Después de que ella
adquiere el valor de irse y enfrenta los rigores de reconstruir su vida, les debe a sus
hijos la historia de lo que realmente sucedió. La historia es de ella y también de ellos.
Al narrársela, debe transmitir el mensaje moral de por qué la violencia no es aceptable.
Más aún, necesita ayudar a sus hijos para que comprendan qué es el amor entre un
hombre y una mujer, y cómo puede ser equivocado, y conducir al dolor y
eventualmente a la destrucción. Aunque sea una tarea difícil, debe explicarles a sus
hijas, cuando tengan la edad suficiente para comprenderlo, cómo se equivocó.
Muchas mujeres que se casaron con hombres violentos advierten este
comportamiento durante el noviazgo. Una de las esposas de nuestro estudio fue
golpeada con un látigo durante el compromiso e igual se casó con ese hombre. Tenía
la esperanza de que su amor lo cambiara y ayudara a refrenar su temperamento
violento, pero por supuesto no fue así. Él llevó el látigo al matrimonio. Otras mujeres
tuvieron señales de advertencia (atisbos de un temperamento violento, celos
paranoicos que parecían muy halagadores durante el noviazgo, detalles de una
historia familiar de violencia), pero escucharon su intuición y acallaron sus dudas. Las
madres también tienen una obligación importante con sus hijos varones. Una mujer
cometió el serio error de decirle a su hijo: "Tu padre me pega y tú le pegarás a tu
esposa". Este mensaje lo persiguió durante años, cubriendo todas sus relaciones con
las mujeres con una nube negra. ¿Y si la predicción se convertía en realidad? Los hijos
necesitan una guía especial de sus madres que diga que la violencia es lo opuesto a la
verdadera virilidad. Destruye las relaciones que la gente necesita y valoriza. Las
madres deben decirles a sus hijos e hijas que no están predestinados a seguir los
pasos violentos, como abusadores o víctimas, y que tienen la libertad de realizar
mejores elecciones.
(En los capítulos siguientes veremos cómo Larry y su hermana manejaron su
pasado violento en sus futuras relaciones).
Desafortunadamente, muchas mujeres en esta situación adoptan la política de "no
criticar" de nuestro sistema legal, y no les brindan a sus hijos la guía moral que
necesitan. La mayoría de los jueces prefiere el "padre amistoso" que fomenta el
contacto regular y frecuente con el otro padre. Si un progenitor se queja del mal
comportamiento del otro, los abogados sostienen que el padre ofendido está tratando
en forma deliberada de disponer al niño en contra de su cliente. Una mujer cuyo
esposo sostuvo una pistola cargada contra su cabeza durante el casamiento fue
acusada en el informe para la custodia de no alentar a su hija a que mantuviera una
relación amistosa con el padre. Un resultado involuntario de la política de "no criticar"
es que resulta muy difícil para un padre con serios agravios decirle a su hijo lo que
sucedió realmente, o defender los intereses del niño en la Corte o con un mediador.
Como consecuencia, los niños no aprenden las implicaciones morales de la
separación y quedan desprotegidos. Estas políticas, que reflejan la prioridad que le
otorga la Corte a los derechos de los padres, son más dañinas para los niños que ya se
encuentran traumatizados.

Alianzas

Después del divorcio puede surgir otro problema en las familias donde existen
graves conflictos o donde la enemistad oscurece el sentido común. En estos casos
uno de los progenitores y uno de los hijos forman una alianza, con toda su energía y
críticas apuntadas al otro progenitor. Larry y su padre formaron una alianza así.
Estaban muy unidos por el sentimiento compartido de que la madre de Larry había
traicionado caprichosamente a su familia y de que ella, al igual que todas las mujeres,
era una tonta. ¿Por qué se realizan estas alianzas padre-hijo? ¿Cuánto tiempo duran?
¿Qué daño le provocan al niño? He visto muchas alianzas como la de Larry y su padre.
Estas coaliciones se forman durante o después de la separación, con el objetivo de
castigar a uno de los progenitores. En estas situaciones, el niño es un preadolescente
o un adolescente joven y el blanco es el progenitor que pidió el divorcio. El adulto
aliado, como el padre de Larry, se siente herido y humillado por el rechazo. El niño, al
igual que el caso que nos ocupa, se siente como el guardián de la familia, un héroe
galante de pie en el puente, que busca reconstruir su familia o ayudar al progenitor
angustiado.
En la separación, un quinto de los niños de este estudio formó estas alianzas en
defensa de un progenitor y contra el otro 5. Eran talentosos exponentes del

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negativismo, a menudo provocativos, y muy rudos. Era como si la poderosa autoridad
de uno de los progenitores les hubiera otorgado una licencia para cazar (el aliado que
les estaba enseñando a ser buenos) y destruir al progenitor malvado. Bájate esa falda,
eres una prostituta, Dios te va a castigar, y cosas por el estilo. El daño provocado por
niños supuestamente bien educados fue sorprendente.
Estas alianzas caprichosas florecen como hongos en el paisaje posterior al divorcio.
Son muy poderosas ya que mitigan la soledad y el daño que sienten el niño y uno de
los progenitores. Se convierten en compañeros de armas, y se apoyan mutuamente.
Los niños realizan estas alianzas con el progenitor que está sufriendo más y necesita
ayuda. Aquellos hijos que participan probablemente sean más inseguros que los
hermanos que se niegan a involucrarse. A menudo, el mejor candidato es un niño
como Larry, quien con anterioridad al divorcio era un solitario, con pocos amigos e
intereses externos.
Al seguir estas alianzas a través de los años, descubrí que la inmensa mayoría dura
poco y puede actuar como un bumerán. Los niños son aliados caprichosos. Muy
pronto se aburren o se avergüenzan de sus travesuras. Ninguna alianza duró toda la
adolescencia y la mayoría se derrumbó pasados uno o dos años. La alianza de Larry
con su padre se prolongó más porque éste intimidaba fácilmente a su madre, y ella
demoró varios años en tener la fuerza para controlar a su hijo. Hasta que llamó a la
policía, no había sido capaz de castigar o refrenar el mal comportamiento de su hijo.
De cualquier modo, la mayoría de los niños retoma las actividades propias de la edad
cuando ingresa en la adolescencia. Con el tiempo es probable que se vuelvan contra el
progenitor que los alentó en su mal comportamiento. Como me dijo una adolescente
de dieciséis años, que había atacado a su padre hacía cinco años: "No quiero hacer
aparecer a mi madre como una bruja, pero ella era muy persuasiva.
Eramos terribles con mi padre. Me sorprende que quisiera perdonarnos después de
todo lo que le dijimos e hicimos. Realmente aprecio todo lo que hizo por nosotros".
Resulta muy beneficioso permitir que se produzca una maduración natural y evitar
una intervención exagerada para romper estas alianzas, que se fortalecen con los
esfuerzos por separar a los aliados. Estas uniones se parecen a un caso de gripe
moderada que moviliza el sistema inmunológico y genera anticuerpos. No es un
cáncer fulminante que requiere una cirugía radical o la amputación de un miembro,
especialmente practicada por cirujanos con poca experiencia.
Sin embargo, cuando se trata de violencia, los niños necesitan ayuda para
comprender qué es lo que está mal en este tipo de comportamientos. Necesitan que se
les explique que la violencia no sólo lastima físicamente a la víctima sino que también
lastima los sentimientos de las personas, y el daño puede durar toda una vida. Esto no
es evidente para un niño que se crió en una familia donde uno de los progenitores fue
violento. Después de todo, los hijos forjan su conducta según el modelo que les
brindaron sus padres. Necesitan que se los guíe para aprender caminos alternativos
para la resolución de los conflictos. En realidad, existen muchas formas en las que se
pueden enseñar estas ideas éticas. Un buen plan debería incluir videos y juegos para
que los niños aprendan cómo manejar sus enojos y controlar sus impulsos de lastimar
a las personas o destruir la propiedad. Lo importante es recordar que el divorcio en sí
mismo no impacta en estos temas fundamentales para el niño. A los padres les resulta
difícil manejar estas cuestiones durante y después de la separación sin una guía
profesional. Padres e hijos necesitan ayuda. Nosotros como sociedad tenemos la
obligación de brindársela.

Cuando no hay escape


Antes de llegar a la vida adulta de Larry, quiero regresar a Carol y sus años de
adolescente para destacar un punto importante con respecto a haberse criado en
familias intactas caóticas. Como vimos, el divorcio nunca fue una opción para esta
familia. Los padres no querían detener sus comportamientos destructivos. Y si se
hubieran divorciado, nada habría cambiado para Carol y sus hermanos. El divorcio
sólo es una ''solución" para las personas que quieren y tienen la habilidad de cambiar.
Para las Carol de este mundo existen muy pocas oportunidades de escapar de la
locura que las rodea porque no hay verdaderos adultos que les den una mano.
La voz de Carol era baja y estaba enojada:
—Cuando era una adolescente, mi mamá escuchaba mis conversaciones
telefónicas y revisaba mis cosas. Me preguntaba cosas sobre los muchachos y yo. Me
acusaba de tener malas compañías en la escuela. Sólo pensaba que yo siempre
estaba metiéndome en problemas.

109
—¿Y lo estabas?
—En realidad, no. Por lo menos en la forma en que ella lo creía. Comparada con
algunas de mis amigas, yo no estaba tan mal. No usaba drogas ni bebía. Temía que
me echaran de casa si me involucraba con muchachos. Sabía que eso era lo que
esperaba cuando escuchaba mis llamadas.
Cuando Carol describía su adolescencia, me sorprendí al escuchar su aseveración
de que se había mantenido alejada del sexo y el alcohol, que eran algo muy notorio en
su hogar. Como estas actividades eran tan familiares para ella, hubiera sido fácil que
adoptara los mismos
comportamientos.
—¿Por qué no bebías si muchos de tus amigos lo hacían? Mientras Carol pensó en
mi pregunta se sonrojó un poco y una expresión desagradable se apoderó de su
rostro.
—Creo que fue por mi mamá. Era tan repugnante cuando se embriagaba. Y siempre
terminaba mal, generalmente llorando en su habitación. Me imaginaba que el alcohol
me haría lo mismo a mí. No quería parecerme a ella, pensar como ella o ser como ella.
Pero también tenía que sacarme todo eso del pecho. Me convertí en alguien diferente.
Creo que uno es víctima o ganador. Uno saca ventaja u otro saca ventaja de uno. Yo
no quería ser la víctima, así que me convertí en la matona de la clase. Siempre hacía
bromas y me burlaba de la gente. Era la líder de una banda de muchachas, todas de
familias con problemas, y elegíamos a la gente que podíamos atormentar.
Carol vio mi reacción involuntaria ante sus palabras y bajó la mirada hacia sus
manos.
-—Ahora me siento realmente avergonzada, pero recuerdo lo emocionante que era
ser capaz de hacer llorar a una persona. Me voy a sentir culpable durante el resto de
mi vida por lo que le hicimos a una pobre muchacha regordeta a la que expulsamos de
la escuela. Su expresión de vergüenza se convirtió en excitación. —También nos
encantaba robar en las tiendas. Eso era lo mejor, íbamos en grupo a un negocio y
alguna armaba un alboroto, y cuando venían las autoridades para ver qué sucedía,
nosotras tomábamos cosméticos y otras cosas costosas. Una vez hasta tomamos
algunas cámaras. Recuerdo esa sensación, tenía todo el estómago anudado por el
miedo, y me mareaba de tan feliz que me sentía. Varias veces casi nos atrapan.
Escapar y correr no hacían más que mejorar las cosas. Yo no necesitaba la cámara.
Nunca necesité ni quise nada de lo robado. Lo importante era la emoción que sentía.
— ¿Tus padres se enteraron?
—Nunca. Sabía que estaba allí por tolerancia. Probablemente ésa era otra de las
razones por las cuales no hice las cosas específicas por las que me vigilaban. A mi
hermano lo sacaron a puntapiés de la casa a los diecisiete años. Lo encontraron
drogándose en su habitación y allí terminó todo.
—¿Tuviste muchos novios en la escuela secundaria?
—No, no tantos. No tuve sexo hasta que me fui de casa y mis padres tuvieron
menos control sobre mí. No tuve un novio permanente hasta el primer año de la
facultad. Conocí a Ian el verano anterior antes de terminar el primer año. Fumamos
mucha droga y nos divertimos mucho juntos. Pero una noche nos atraparon como a mi
hermano, y mis padres me echaron de casa. No tenía dónde ir, sólo a lo de Ian; así que
me mudé a su casa. Esto nos unió antes de que estuviéramos preparados y todo
fracasó. Durante los tres años siguientes repetimos la relación de mis padres, lo único
que con marihuana y velocidad en lugar de alcohol.
Como sus padres suspendieron la ayuda financiera, Carol dejó los estudios y
comenzó a trabajar como camarera.
—Dependía de Ian para casi todo, incluyendo un lugar para vivir, un automóvil y
dinero. Esto me colocó en el último lugar en el que quería estar, y me hizo sentir
vulnerable e impotente. En poco tiempo las cosas se pusieron realmente feas.
Rompimos varias veces y nos volvimos a unir otras tantas, y peleábamos como tigres.
Generalmente Ian terminaba golpeándome y echándome del apartamento. Sentía
como si tuviera un hechizo sobre mí ya que no podía dejarlo. Lloraba detrás de la
puerta y le suplicaba que abriera y me permitiera volver a entrar.
Entonces el rostro de Carol se ensombreció y su voz se quebró.
—Deseaba tanto hablar con mi madre y mi padre sobre lo que estaba sucediendo y
esperaba que me dijeran qué debía hacer. Necesitaba hablar con alguien
desesperadamente, con cualquiera. Recuerdo que lloraba y se me aparecía la imagen
de mi madre. Es una locura, pero cuanto más me lastimaba más anhelaba la clase de
madre que no tenía. —Respiró profundo. —Por fin me liberé de mi opresor. Me
encantaría decirte que fue por mí misma, pero eso no fue lo que sucedió. Después de

111
tres años sin ningún contacto, mi madre me envió un cheque con dinero suficiente
como para mis dos últimos años de estudios y para vivir. Me escribió que aún estaban
enojados conmigo y no me querían ver, pero que era su hija y deseaban que finalizara
mi educación. Aún recuerdo lo fría que era la carta. Comenzaba con "Querida Carol" y
firmaba "Mamá", no "con amor, Mamá", o "afectuosamente, Mamá", simplemente
"Mamá". Eso era todo. Me entristeció tanto, me senté y lloré y lloré. Pero al tener ese
dinero todo era distinto. Regresé a la facultad y retomé las clases. Sentí como si
estuviera saliendo de un agujero negro. Conocí gente nueva y estudié duro. Me sentí
mucho mejor, menos pasiva. Toda mi vida mis padres me habían dicho que era una
estúpida. No me esforcé mucho en la escuela porque les creí. Pero ahora que lo
estaba haciendo sola quería continuar con esto de ser adulta. Quería tener el control
de mi vida.
Muy pocas cosas distinguían el comportamiento adolescente de Carol de lo que
pude ver en las adolescentes criadas en familias caóticas divorciadas. Carol pudo
evitar las actividades sexuales promiscuas en la escuela secundaria, pero tuvo que
decidir mucho más cuando se fue de la casa. Todas estas muchachas tuvieron que
manejarse solas desde muy temprana edad. Sintieron que a sus padres no les
importaba lo que les sucedía. En ambos grupos, la adolescencia fue un período
desesperante, turbulento, dominado por un anhelo de cuidados y enojo hacia los
padres, agravado por intensos sentimientos agresivos y sexuales.
Una diferencia sutil entre los dos grupos es que las niñas criadas en familias intactas
violentas siempre están atrapadas por la abrumadora necesidad de amor paternal. Es
algo de lo que no se pueden despojar, mientras que las niñas de familias divorciadas
cuando son adultas son capaces de alejarse de las relaciones destructivas una vez
que reconocen lo peligrosas que pueden ser. Tienen un modelo de cómo salir de su
compromiso. A pesar del rechazo y la desilusión repetida, las mujeres como Carol no
pierden las esperanzas de que sus padres cambien, y por eso mantienen una unión
apasionada con ellos a pesar de su sufrimiento. La respuesta de Carol al cheque de su
madre después de tres años de silencio fue leer una y otra vez la carta buscando un
"cariñosamente" o un "afectuosamente". Al no ver esas palabras casi rompió el
cheque, como si toda su vida dependiera de una migaja de afecto de su madre. Aún
hoy no puede creerlo. Continúa queriendo lo que no estaba escrito allí. Sigu e
esperando y desilusionándose.
Paradójicamente la esperanza y el anhelo (la expectativa de que las cosas no
pueden ser todas malas) también son lo que mantienen emocionalmente viva a Carol y
ansiosa de ser una buena persona. Siempre tuvo la esperanza de que podía hacerlo
mejor. Pero, como veremos enseguida, su ingreso en la adultez estuvo rodeado de
problemas. A diferencia de Larry, ella no recibió una llamada de atención de ver a sus
padres bajo una nueva luz. Nada cambió en su casa.

CAPÍTULO 9
Salir del caos

Cuando vi a Larry cinco años después, tenía veintidós y mostraba señales de haber
cambiado su vida; se estaba esforzando por asumir una nueva identidad como un
adulto imparcial y responsable. Si hubiéramos dejado nuestras conversaciones unos
años antes lo habría considerado un niño perdido que se convertiría en un joven
enojado que probablemente instalaría la violencia en sus relaciones. Pero estaba
equivocada. En esta visita presencié su cambio que, al igual que la conquista de Karen
de su rol de protectora, me dio una nueva perspectiva de las consecuencias a largo
plazo del divorcio en los niños.
Junto con su trabajo durante las noches, y la concurrencia a clase durante el día,
Larry comenzó a elaborar nuevamente las relaciones con su padre y su madre, en
especial para comprender el tema del divorcio. Para mí ésta es una de las entrevistas
más interesantes de todo mi estudio. Aún me siento privilegiada de haber visto el
desarrollo de este proceso ante mis sorprendidos ojos.
Nos encontramos en una sandwichería frente al gimnasio donde Larry trabajaba
regularmente. Casi no reconocí a este joven musculoso, fornido y buen mozo. Ya no
tenía los ojos enrojecidos y aspecto enfermizo, y tampoco había más drogas,
cigarrillos ni alcohol.
—Al beber y permanecer en casa estaba tratando de ser el hombre de la casa
—comentó como al pasar—. Yo era mi padre alcohólico. —Y escuché asombrada
cuando me dijo: —Me enorgullece recordar con otra perspectiva. Finalmente me di

113
cuenta de lo mucho que hizo mi madre por mí, y ahora aprecio lo mucho que trabaja.
Me siento muy mal por la forma en que la traté. Pasó momentos muy difíciles. Yo era
muy egoísta.
—¿Qué provocó este cambio tan grande? —le pregunté, pensando si podía creerle
y si hablaba así para impresionarme. Su respuesta fue muy directa.
—No tuve ninguna visión repentina ni ninguna conversión religiosa. No me desperté
en mitad de la noche gritando o sudando. Hace un par de años, cuando tenía
diecinueve, me detuve. Miré a mis amigos y vi lo que les estaba sucediendo, y los dejé.
Me miré en ese espejo y detesté lo que vi. No sé cómo explicarlo, Judy. Creo que lo
hice desde mi interior. Decidí que quería tener una familia e hijos, y un buen trabajo,
así que me inscribí en una escuela comunitaria y retomé mis estudios. No quería pedir
más ayuda a nadie, ni a mi madre, y menos a mi padre. No había nadie más. Me pago
los estudios y todo lo que necesito.
Traté de no frotarme los ojos en un gesto de incredulidad mientras Larry continuaba
hablando de su padre de un modo muy equilibrado. —Hablas de tu padre de un modo
muy diferente, Larry. —Cuando era más joven lo veía los fines de semana. Al principio
era divertido, pero después comencé a darme cuenta de que no era una verdadera
relación padre-hijo. Nunca hablábamos realmente. —Con un repentino enojo agregó:
—Y por fin me di cuenta de que me llevaba de las narices en todo durante mi vida. De
pronto comprendí que no era nada para él. Qué tonto fui, un monito a cuerda. Cuando
me calmé lo vi como el patético rastrero que era, un ebrio que golpea a mujeres
desvalidas, que le arruina la vida a mi hermanita, y que le miente a su hijo. Eso es lo
que en realidad es. Y en eso era en lo que yo me estaba convirtiendo. Y detesté eso.
Las palabras de Larry fluían sin cesar.
—¿Quieres saber qué me impulsa a seguir con mis estudios, a trabajar siete días a
la semana, a ir todas las medianoches al trabajo más aburrido del mundo, y a regresar
a las seis de la mañana para ir a la universidad, ganando un salario mínimo? A veces
me siento tan solo que creo que me voy a morir. Pero cada vez que pienso en
renunciar, veo el rostro de mi padre y me digo: "Si renuncias, terminarás así". Y eso me
hace continuar.
Mientras escuchaba los cambios en sus palabras y modo de hablar, y veía qué
diferente estaba, se me ocurrió pensar que en todas nuestras conversaciones previas
Larry había revelado sólo un aspecto de él mismo y de su historia. Me había contado
cien veces su enojo con su madre y lo poco que había recibido de ella, y lo
desconsolado que se sintió por el divorcio. Pero ahora veía con claridad que había
reservas de fuerzas y recuperación que no había advertido.
—Larry, comprendo por qué perdiste las esperanzas con tu padre y el golpe terrible
que debe haber sido para ti ser rechazado cuando tenías esperanzas de vivir con él.
¿Pero de dónde surgen tus planes? Estás estudiando para tener una profesión y una
vida mejor. ¿De dónde viene esa idea?
—Viene de mí. Decidí que debía ser mi propio padre y tomar el control de mi vida,
que no podía confiar en nadie, que era el único responsable de mí mismo.
—¿A qué te refieres con "ser tu propio padre"?
—i A eso! Comprendí que no tenía padre. Dependía de mí hacer algo por mí. O de
otro modo me hundiría. ¡Decidí no hundirme! —Hizo una mueca.
La afirmación de Larry fue clara, cabal y alentadora. —¿Y tu mamá?
—Siento pena por mamá. Cuando la veía llorar le gritaba que dejara de hacerlo y
ella no podía, yo lo sabía, pero seguía insistiendo. Cuando perdí las esperanzas con
mi padre comencé a ver a mi madre de un modo diferente. Se podría decir que empecé
a verla tal como era.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que por fin comprendí es cómo papá había vuelto a escribir la historia. Yo lo
sabía, pero no presté atención. Mi mamá tenía un buen sueño cuando se casó con mi
papá: quería un esposo y una familia feliz, quería que sus hijos tuvieran un hogar
estable. Cuando comprendí que mi papá me había fallado, tuve otra mirada hacia la
vida triste que ella había tenido y comprendí que él casi la había destruido... y que yo lo
había ayudado. —Larry tenía una expresión de tranquilidad en el rostro. —Estoy
realmente avergonzado por lo mal que la traté durante años. Me disculpo y trato de
enmendarlo ayudando cuando puedo. Ella es una mujer decente, honesta y amable.
Pero no es una persona fuerte, y tardó mucho tiempo en tener la fuerza necesaria para
liberarse de mi padre. Estaba destrozada. —¿Y ahora?
—Ella está mejor, pero pasó momentos difíciles. En estos días la veo más.
—¿Tienen mucho en común? —Era un poco escéptica, pues sabía que su madre
era bastante sobreprotectora.

115
—Mi mamá todavía no comprende que soy un adulto. Es una luchadora y la vida no
le facilitó las cosas. Pero hace lo mejor que puede. Trata de ayudarme con mis gastos
de estudios, pero gana muy poco dinero enseñando Castellano. También tiene que
gastar mucho en remedios para mi hermanita. Pero me compró mi primera
computadora. También me envía pequeñas cantidades de dinero de vez en cuando.
Para ella significa mucho y para mí también. Porque cada vez que me da algo se
queda sin algo que necesita.
Le pregunté sobre las mujeres.
—Soy muy cuidadoso en mis relaciones —me respondió—. No busco mujeres en
los bares y no me precipito en relaciones. —Sonrió tímidamente. —Tuve noviecitas,
pero no el gran amor de mi vida. En este momento mi tiempo está muy limitado por los
estudios y el trabajo para mantenerme. Hice muy poco en la escuela secundaria, casi
no me gradúo, así que tengo que esforzarme para ponerme al día.
Aquel día, cuando Larry se fue, me sorprendió al preguntarme por los otros jóvenes
del estudio. (No estaba acostumbrada a que demostrara interés por otras personas).
Le expliqué que muchos otros habían cambiado sus vidas después de un mal
comienzo.
—Yo realmente no quería participar en este estudio, pero ahora me alegro de
haberlo hecho. Quizá pueda ayudar a algún niño que tenga el mismo problema que yo
tuve con mi padre —me comentó. Larry había recorrido un largo camino por sí mismo.

Historias de transformación

Larry se había explayado sobre su repentina transformación de un delincuen te


violento y enojado en un joven decente y respetuoso de la ley. Su sorprendente frase
"tuve que convertirme en mi propio padre" reflejaba el rechazo apasionado por su
padre como modelo y el reconocimiento de que tendría que crecer rápido si quería una
clase de vida diferente. Irónica y trágicamente, la temprana identificación de Larry con
su padre violento fue reforzada por el divorcio. Tardó diez problemáticos años en
romper aquel lazo y establecer su propio rumbo.
El primer paso de la transformación fue la desesperanza y el disgusto. Después de
varios años de desilusiones comenzó a comprender que las promesas de su padre
estaban construidas sobre arenas movedizas. Éste no era el héroe idealizado que él
había creado en sus fantasías. En algún punto de la historia Larry comprendió que no
ocupaba el centro de la escena en la vida de su padre. Al descubrir que éste se había
casado sin contárselo y que no tenía tiempo para verlo, le rompió el corazón y terminó
para siempre con su fantasía de recomponer la estrechez de la relación que había
disfrutado desde niño.
Larry me entregó otra pieza perdida. Me confesó que el sufrimiento de su hermana y
su madre había sido manifiesto para él durante años, pero que la alianza con su padre
le impedía ver con claridad. No fue capaz de reconocer las lágrimas de su madre, o a
su padre como agente de su dolor, o su propio rol al atormentar a su madre. Al
liberarse de la subordinación a su padre, pudo reconocer su complicidad y realizar las
reparaciones. Después de corregir su mala interpretación del matrimonio violento de
sus padres pudo aceptar el divorcio y comprender que fue necesario.
La última pieza fue su propia valentía, su perseverancia y su convicción de que
finalmente estaba haciendo lo que era correcto. Por primera vez en muchos años se
sintió bien con él mismo. Fue muy reconfortante sentir que era un buen hombre
después de tantos años de sentirse avergonzado.
Otros jóvenes del grupo llegaron a la misma conclusión, y rehicieron sus vidas como
lo hizo Larry. Ellos también fueron conducidos a un sendero empinado. Y rompieron su
identificación con un progenitor delincuente o emocionalmente perturbado, y
encontraron otras imágenes que guiaron sus vidas. Jim, cuyos padres pelearon
salvajemente e ignoraron a sus hijos durante años, a los dieciséis incendió un edificio
de una iglesia de un millón de dólares. El fiscal de distrito quería que lo sentenciaran
como a un adulto. Un juez iluminado envió a Jim a un centro correccional para jóvenes
en lugar de la cárcel, y ahora, a los treinta y ocho años, es un respetado director de un
prestigioso colegio y un hombre felizmente casado, con tres hijos. Superó el consumo
de drogas y un registro criminal que incluía robo a casas, automóviles e incendio
premeditado. Al igual que Larry, cumplió con esta verdadera hazaña después de
revisar la visión que tenía de sus padres y su lugar en la sociedad. Según nos contó, la
imagen central que desató su cambio fue ver sollozar a su padre en el juicio por
incendio. Antes de eso, Jim no se había conmovido por nada que hicieran o dijeran sus
padres. De pie frente al juez, mientras esperaba la sentencia, llegó a la conclusión de

117
que sus padres se habían unido para ayudarlo. A pesar de los conflictos entre ellos
(como él siempre creyó), no lo habían olvidado. Y llegó a la conclusión de que, a pesar
de lo que sintió durante años, su padre realmente lo quería. En aquel momento crítico
resolvió cambiar su vida.
Existen muchas otras historias. Niños que han bebido o consumido drogas desde
los once años dejaron de hacerlo a los veinte o a veces antes. Un gran grupo que
presenció la violencia —como víctimas o perpetradores de más violencia durante su
adolescencia— entra en esta categoría de cambios. Fueron capaces de transformar
sus vidas cuando llegaron a alguna encrucijada, sin una intervención directa de un
terapeuta o de la familia.
Cuando se produjo la transformación, todos tenían entre veinte y treinta años, lo
cual quizá no sea una coincidencia. Muchas personas de esta edad parecen capaces
de movilizar grandes reservas de energía física y psíquica para realizar el cambio.
Aunque tardan más tiempo en entrar en la adultez a menudo lo hacen con arrebatos de
autodeterminación. Pensemos en lo mucho que trabajó Larry durante seis años para
establecer su nueva vida y en el esfuerzo de Karen a los veinte años para revisar su
carrera, la relación con su familia y la relación en su matrimonio.
Cuando eran niños y adolescentes, Larry y los otros no se destacaban por ser
animados o especiales. Quizás estos cambios tan importantes sean posibles debido al
divorcio, el cual brinda una ventana de escape. Pero el joven debe tener la voluntad y
la fuerza para salir por la ventana, algo de lo que hablaré más adelante.
Cuando me despedí de Larry aquel día en el restaurante, comprendí que estaba
siendo testigo de una transformación en casi todos los aspectos de la personalidad de
este joven. Pero lo dejé preguntándome qué le esperaba en sus relaciones con las
mujeres, ya que todavía no había atendido seriamente esa parte de su vid a.

Sin final a la vista

La historia de Carol es instructiva ya que muestra qué les sucede a los niños de las
familias caóticas cuando no hay un cambio. Ellos viven en un desorden ya sea que sus
padres se divorcien o no. Sin intervención alguna (ayuda de uno de los progenitores
que se recupera, repentina comprensión de que la vida puede ser mejor o algo que
evite que un joven adulto siga los pasos autodestructivos de sus padres) el ingreso en
la adultez está plagado de problemas.
Después de recibirse de psicóloga cuando tenía veinticinco años, Carol trabajó unos
años en establecimientos de salud mental, pero no se sentía adecuada para ese
trabajo. Su labor en un refugio para mujeres maltratadas y sus hijos la abrumaba con
recuerdos tristes. Una amiga le consiguió un trabajo para revender una línea de
cosméticos muy popular. Aquí, Carol se destacó por su organización y la forma en que
complacía a los clientes, y rápidamente se convirtió en vendedora de una empresa
comercial en el centro de San Francisco. Tuvo algunas dificultades con su supervisora
y otras autoridades, pero su talento superó los problemas y se supuso que mejoraría
cuando madurara. Aquellos fueron días de gloria en la vida de Carol. Le encantaba el
brillo de los negocios elegantes, los viajes y los despliegues de los shows de
compraventa. Pasaba muchas horas trabajando, y liberaba la energía acumulada
saliendo a bailar con amigos por las noches.
—En aquellos días fui a la casa de más de cincuenta hombres —recordó con una
mezcla de orgullo y vergüenza—. Me gustaba atraerlos. Sabía que era peligroso, pero
era emocionante ir a la casa de alguien de quien ni siquiera sabía el apellido. Había
algo en esa atmósfera de seducción, peligro y desconocimiento que realmente me
atraía. Ahora diría que era casi una adicta a eso. Pero siempre mantuve la delantera.
—Carol suspiró profundamente. —Aunque después de un tiempo las cosas
comenzaron a cambiar. Fue cuando cumplí los treinta y uno, y estaba cansada de vivir
en el carril rápido desde hacía tanto tiempo. Me sentía vacía y cansada, y cada vez
necesitaba más alcohol y fiestas para sentirme bien. Me estaba volviendo
despreocupada y eso me asustó. Fui a la casa de un par de muchachos que no me
dejaron ir cuando quise hacerlo. Me amenazaron e incluso uno me golpeó antes de
que pudiera salir. Y el trabajo que antes me encantaba se estaba volviendo frustrante.
Quería que me ascendieran a vendedora regional y me pasaron por encima. Fue una
época en que nada andaba bien.
En nuestro estudio sobre el divorcio tuvimos varias familias como la de Carol; la
única diferencia es que unas se separaron y otras permanecieron juntas. El divorcio no
aportó cambios psicológicos o grandes expectativas de transformación a ningún
adulto, y tuvo poco efecto en la vida de los niños en ambos grupos. La bebida y la

119
droga, que fueron codependientes durante el matrimonio, continuaron siéndolo
durante los años posteriores al divorcio, y a veces más a menudo en las nuevas
relaciones. Los niños continuaron presenciando adicciones o violencia en los nuevos
matrimonios o cohabitaciones subsiguientes.
En realidad, las condiciones a menudo empeoran para el niño después del divorcio.
Cualquiera que haya sido la estructura del matrimonio se debilita más aún con los
desórdenes de los años posteriores al divorcio. Después de éste la actividad sexual
aumenta de manera sorprendente. Un niño de diez años de nuestro estudio regresó de
la escuela a su casa y encontró a su padre con una de sus maestras manteniendo
relaciones sexuales en el piso de la sala. "Papá, ¿no podrías haber buscado a alguien
que yo no conociera?", exclamó el pequeño. El poco cuidado que se le brindó al niño
dentro del matrimonio disminuyó más aún. Mientras que durante el matrimonio uno de
los progenitores trata que el niño se levante a horario para ir a la escuela y tenga
alimentos en la alacena y ropa limpia, con el divorcio el caos se expande tan
rápidamente que ya no hay rutinas familiares, orden en la casa, cenas en familia, nadie
encargado. El dinero se convierte en un problema serio en muchos hogares. Una
menor cantidad de dinero para el niño se convierte en la pérdida de importantes
aportes que el padre encargado de la custodia ya no puede solventar, como un colegio
privado, lecciones de música, medicina privada y tutorías cuando son necesarios. De
este modo los aportes para el niño en las familias con problemas se debilitaron más
aún después del divorcio. Las malas relaciones que el niño presenció durante el
matrimonio empeoraron después del divorcio. Para Carol, la disponibilidad de un
colegio privado y dinero no ayudó.
La historia de Brenda es un ejemplo de cómo el divorcio no rescata a los niños de las
familias con problemas cuando los adultos no son capaces o no quieren cambiar sus
estilos de vida. Conocí a Brenda cuando tenía diez años y había escrito una historia
satírica sobre el divorcio de sus padres para el periódico de la escuela. Después de la
separación, se quedó sin padres. A veces iba a la escuela, pero si tenía ganas se
quedaba en casa. Su madre y su padre bebían tanto como antes y cada uno tenía una
serie de amantes. Brenda nunca estaba segura de dónde dormiría a la noche porque
no sabía en qué casa habría más extraños. Tanto el padre como la madre de Brenda
tenían múltiples relaciones sexuales que no ocultaban de la niña. El padre de Brenda
era un famoso ejecutivo de la televisión, que se casó cinco veces y golpeó a todas sus
esposas. La madre de Brenda era dueña de una agencia de viajes, así que podía viajar
cuando quería. El dinero no era una preocupación para esta familia, pero no había
quién cuidara a la niña cuando los padres estaban ocupados.
Después del divorcio, Brenda veía a su madre dos veces por semana. Su padre la
iba a visitar esporádicamente, dependiendo de con quién estuviera en ese momento.
El dinero para los alimentos quedaba en la mesa de la cocina en ambas casas, de
modo que Brenda podía comprar comida, ropa y otras cosas que quisiera. Nunca la
golpearon. La ignoraban, era como si hubiera desaparecido con la terminación del
matrimonio.
Como ninguno de sus progenitores asumió la responsabilidad de la niña después de
la separación, el divorcio colocó a Brenda en un riesgo mayor. Como vivía en un
ambiente cargado de sexo, sin nadie que la ayudara a crecer, se convirtió en una
"muchacha fácil" a muy temprana edad y ganaba cientos de dólares por noche.
Aspiraba cocaína. Cuando la vi a los treinta y un años, acababa de mudarse sola a un
pequeño departamento en Oklahoma. En nuestra visita, nos sentamos en cajas. Y
luego advertí que había sacado una sola cosa: una fotografía enmarcada de ella
cuando era pequeña junto a sus padres, todos sonriendo y felices. Esto es todo lo que
quedó de la familia, y Brenda trataba de aferrarse a alguna unidad, un poco de afecto,
alguna esperanza. A pesar de que sus padres la habían abandonado, habló de ellos, al
igual que Carol, con una vehemencia conmovedora.
De este modo nos encontramos con un descubrimiento muy importante aunque
perturbador que pone de relieve lo que el divorcio puede y no puede lograr. Los niños
que crecen en familias caóticas (divorciadas o no) tienen vidas similares. El divorcio en
sí mismo no brinda un rescate a menos que uno de los progenitores cambie y muestre
una verdadera preocupación por el niño, formando un hogar estable y demostrando
una paternidad/maternidad responsable. A veces, como lo muestra la historia de Larry,
el niño se puede rescatar a sí mismo encontrando mentores o reuniendo la fuerza
interior como para convertirse en su propio padre. Ambos grupos de hijos entran en la
adultez con autoestima baja, anhelo de amor e intimidad humana y mal concepto de
las relaciones hombre/mujer. Las mujeres que son expuestas a las actividades
sexuales de sus padres son más propensas a convertirse en promiscuas, comienzan a

121
principios de la adolescencia y continúan hasta pasados los veinte años. Pero esta
promiscuidad va disminuyendo cuando llegan a los treinta. Algunas deciden detenerse
porque temen que las lastimen o enfermarse. Otras descubren que el sexo no alivia su
depresión. Otras son tan afortunadas que encuentran hombres que, como manifestó
una mujer, "no quieren ser el que sigue
en la fila". Dos mujeres del grupo de los divorciados se unieron a iglesias con
normas muy estrictas de conducta moral. "Se necesitó la iglesia para mantener mis
piernas cerradas", me manifestó una con toda seriedad.
Los hombres que se criaron en matrimonios caóticos y divorcios caóticos también
sufren de baja autoestima, pero generalmente ésta no se manifiesta en forma de
promiscuidad. En lugar de ello, se vuelcan al alcohol y las drogas. A diferencia de sus
hermanas que abandonan el sexo imprudente, los comportamientos adictivos de los
hombres no disminuyen cuando llegan a fines de los veinte y comienzos de los treinta.
Sin embargo, algunos de estos hombres y mujeres (seis en nuestro estudio)
cambiaron sus vidas cuando se unieron a distintas iglesias. Ninguno había asistido a
estas iglesias cuando eran niños, pero encontraron allí la guía moral que no tuvieron
en sus casas. Encontraron esposos/as y una comunidad que les brindó el apoyo y la
contención que siempre anhelaron.
Dejé de tratar a Larry a comienzos de sus veinte años llena de admiración por el
progreso que había logrado al rechazar el alcohol y la violencia que fueron sus ideales
en los años de adolescencia. Pero tenía más preguntas que respuestas sobre qué le
esperaba. Después de años de enojo, ¿un joven puede cambiar totalmente su vida?
¿Puede fijar nuevos objetivos y mantener sus progresos con su propio esfuerzo?
¿Puede decidir ser su propio padre? Larry avanzó debido a su desilusión y enojo con
su padre. Su decisión de adoptar a su padre como una imagen negativa energizó su
trabajo agotador y su programa de estudios y se mantuvo activo. Pero, ¿cómo
afectaría eso sus futuras relaciones con las mujeres y las importantes elecciones de
vida que le esperaban? Teniendo en cuenta las relaciones hombre-mujer que él había
presenciado en su familia, ¿sería capaz de convertirse en el buen esposo y padre que
aspiraba ser? Aunque la vida de todos estos jóvenes estaba llena de giros
inesperados, hasta ahora la historia de Larry era desconcertante. También me
preocupaba su hermana menor, que había sido tan menospreciada por su padre.
¿Cómo había negociado su ingreso en la juventud? ¿Su madre se habría recobrado lo
suficiente como para ayudarla? Esperaba encontrarla bien, pero estaba preocupada
por el impacto a largo plazo de las humillaciones de su padre.

Capítulo 10
Lazos familiares
Cuando tuve que localizar a Larry para la entrevista a los veinticinco años no tuve
dificultades ya que figuraba como licenciado en ingeniería en varias guías de
teléfonos. Resultaba muy interesante saber si, ahora que había pasado una década,
su transformación continuaba en curso. ¿Siguió cambiando su vida sin ayuda?
¿Rompió por completo la identificación con su padre violento? O, como sucede a
menudo, ¿repitió la conducta de su padre a pesar de su deseo consciente de ser
diferente? ¿Qué clase de relación tenía con su madre? Y lo que más me intrigaba,
¿qué clase de relación crearía con una mujer, dado el modelo desdichado que le
dieron sus padres?
La primera vez que me comuniqué con Larry por teléfono se mostró reacio a hablar,
y me explicó que estaba muy ocupado con un nuevo proyecto de su trabajo. La vida en
el hogar, con un hijo de tres años y un bebé en camino, era demasiado agitada. Fue
muy amable: Gracias (por llamar), pero no gracias (por entrometerme en su vida). No
me sorprendió. No había nada en el pasado de Larry que él quisiera revisar. Decidí
que la única forma de ganar a Larry era decirle por qué era tan importante que nos
reuniéramos:
—No quiero hablar contigo sobre el pasado lejano. Eso terminó hace mucho tiempo.
Pero sí quiero averiguar qué te sucedió después de que decidiste cambiar tu vida.
Sería muy útil para otras personas saber qué te dio resultado y qué no, dónde estaban
los campos minados, en qué tuviste que ceder y en qué triunfaste. No tienen otro lugar
dónde averiguarlo.
Permaneció en silencio. Al parecer puse el dedo en la llaga. Al ver que vacilaba, le
recordé algo que él me había dicho hacía diez años.
—Larry, una vez me dijiste: "Cuando decida casarme, va a ser para siempre". ¿Aún
piensas de ese modo?

123
—¿Recuerdas eso? —Estaba realmente sorprendido. —¿Cómo
puede ser?
—Larry, recuerdo casi todo lo que me dijiste. Ése es mi trabajo. Nos reuniremos
donde quieras, a la hora que quieras, según tu conveniencia. Porque tu experiencia es
importante.
Una semana después nos encontramos en la oficina de San José que Larry
compartía con otros dos ingenieros. Salió a recibirme, nos estrechamos las manos y
me invitó a pasar a su oficina. Tenía un cuerpo fornido, cabello castaño corto, ojos
celestes profundos y un aspecto molesto. Su oficina estaba llena de heliográficas,
informes gubernamentales, periódicos e innumerables papeles apilados sueltos. Larry
sacó una cantidad de heliográficas de una silla cercana a su escritorio para que me
pudiera sentar, y luego acercó una para él, de manera que el escritorio no nos
separara. Miré su oficina con admiración. —Has llegado lejos, felicitaciones.
—¿Te refieres desde la primera vez que nos encontramos? ¿Yo tenía siete años?
—Se rió.
—Ésa era exactamente la edad que tenías.
—Aquéllos no eran buenos años. Yo era un malcriado.
—Eras un malcriado muy infeliz.
—Tienes razón. Fui un malcriado miserable durante mucho tiempo. —Larry observó
su oficina. —Muchas veces no puedo creer que estoy sentado aquí. —Se distendió un
poco y sonrió. —¿Todos los hijos de tu estudio están de acuerdo en verte veinticinco
años después?
—Como eres ingeniero te daré las cifras: hasta ahora un ciento por ciento.
—¿Qué harás con tus conclusiones?
—Publicarlas para que la gente las lea. Si quieres, estarás entre 'los primeros que
las vean. Prometo enviarte una copia. —¿Alguien podrá reconocerme?
—Si lo hacen habré fracasado —le aseguré—. Te prometo que protegeré tu
privacidad. Tu identidad se ocultará con sumo cuidado.
Larry asintió con la cabeza, y me preguntó repentinamente:
—¿Qué es exactamente lo que quieres saber?
—Quiero saber cómo llegaste desde donde estabas a los veintidós años, que fue la
última vez que te vi, a donde estás hoy. ¿Cuáles fueron los pasos?
Larry frunció el entrecejo.
—Bueno, no fue fácil. Comenzaré con la parte fácil. Me casé hace cuatro años. Mi
esposa se llama Grace. Tenemos un hijo de tres años que se llama Alex, y estamos
esperando un bebé para septiembre. Grace es psicopedagoga, pero probablemente
tomará un año de licencia después de que nazca el bebé. Por ahora pensamos que
podemos hacerlo, y para eso ésta es una nueva empresa que formaron dos
muchachos jóvenes. Me recibí de ingeniero en la Universidad de
San José y tuve mi primer trabajo aquí. Eso fue hace tres años y fue genial. Podría
quedarme aquí para siempre. —Larry sonrió y luego adoptó un tono sombrío. Había
decidido contarme toda la verdad. —Conseguí este trabajo por un golpe de suerte, no
porque fuera un chico listo. Cuando me gradué no tenía confianza en mí mismo.
Comencé la escuela con notas muy bajas. No eran suficientes para la Universidad
Tecnológica de Michigan. Pero después mejoré en un establecimiento comunitario y
finalmente pasé a San José. Es una buena facultad, pero no de las más importante.
Por eso, cada vez que iba a una entrevista, al egresado de Berkeley o Caltech o de
cualquier otra facultad lo elegían primero. Tenían las conexiones. Me sentía tan bajo,
casi hundido en el piso. Entonces decidí ponerme en contacto con uno de mis
profesores al que le había gustado mi trabajo, para ver si tenía algunas ideas. Eso fue
realmente duro porque nunca espero que alguien se juegue por mí. Me formuló
muchas preguntas acerca de cómo pude concurrir a la facultad de día y trabajar
durante toda la noche, y por qué tardé seis años en lugar de cuatro. Como conclusión
me dijo que le gustó mi trabajo, que tenía talento y firmeza, y me recomendó a un
estudiante más grande que yo que estaba comenzando a instalar una compañía. El
resto es historia.
—Ésa es una historia muy bella, y un tributo hacia ti.
—Ésa fue la única vez en mi vida en la que recibí ayuda de un hombre —me
respondió con sobriedad.
—¿Tu padre no te ayudó con tu educación?
—Ni un centavo. Lo bueno es que yo no esperaba ninguna ayuda. Mi papá es un
tomador, no un dador. Nunca pensó en nadie en su vida excepto en él mismo. Es un
hombre astuto. Cuando se lo propone puede ser encantador. Tiene buen sentido del
humor. Pero nunca hizo sacrificios por nadie. Es egoísta. Solía pensar que era un

125
héroe, un gran hombre. Incluso pensé que me quería. Siempre me decía: "Tú eres mi
preferido". Si eso es verdad, el infierno debe de tener un lugar especial para aquellos
que son el hijo preferido del padre. Me sorprendí ante la amargura de Larry. —¿Cómo
es la relación ahora? ¿Ves a tu padre? —Rara vez. Una o dos veces por año. Según
cómo esté el clima. Nos contamos chistes obscenos. Pero sólo eso, no nos
comunicamos en un nivel más profundo.
—¿No extrañas tener una relación más estrecha? —En realidad ahora no me
importa tener una relación más estrecha con él —comentó Larry, y luego agregó: —A
veces me siento mal. Me enteré de que tiene cáncer de próstata y lo lamento. Pero la
verdad es que mi hermana y yo no podemos estar con él. Todavía estamos enojados
con él, aun después de todo este tiempo.
Me pregunté si el padre de Larry sabía de estos sentimientos.
—Dime, ¿alguna vez trataste de decirle lo herido que te sentías, o de conversar
sobre tener otra clase de relación?
Larry desvió la mirada y se miró las manos, y observó las uñas. —Sí, lo hice. Traté
de decirle qué cosas me herían. Le dije que sentía que me había traicionado como
padre. Le recordé la noche terrible en la que se fue después de golpear a mi madre. Le
dije: "Podrías haber manejado un poco mejor las cosas". —Larry levantó la mirada con
una expresión dolorosa. —Casi ni me escuchó. No lo entendió. Aún me entristece no
haber tenido un padre en mi vida. Sé que aún tengo mucho disgusto guardado. Trato
de no pensar en eso.
Larry se acomodó en la silla y luego respondió la pregunta que no formulé.
—No creo que pueda encontrar un camino para sacar todo el enojo y las heridas de
mi infancia. Ahora surge por mis hijos. Quiero hacer por mis hijos todo lo que mi padre
no hizo por mí.
Este último comentario me pareció familiar. Karen dijo lo mismo. Estos jóvenes no
quieren que sus hijos tengan una infancia como la de ellos. Quieren algo mejor y están
dispuestos a esforzarse por ello. También me resultó interesante que ninguno de los
adultos que había sido rechazado por sus padres cuando eran niños negaba la
importancia de los mismos o su anhelo de haber tenido un padre que se interesara por
ellos.
EL VALOR DE LOS PADRES
Después de décadas de registrar minuciosamente las interacciones madre-hijo
como si existieran en un mundo "sin padres", los investigadores descubrieron a los
padres y su importancia en el desarrollo del niño. Las respuestas actuales al
interrogante "¿Los padres son buenos?" llenarían una pequeña biblioteca. Los niños
con padres sensibles y comprometidos progresan en su desarrollo cognitivo y social
cuando exploran el medio que los rodea y juegan con otros niños. Un estudio
importante que siguió a los niños durante veinticinco años mostró que aquellos que
tuvieron una relación comprometida con sus padres a los cinco años eran más felices
como esposos y padres que aquellos que no habían tenido relaciones estrechas con
sus padres un cuarto de siglo antes'. Y para disipar la creencia de que los padres son
más importantes para los hijos que para las hijas, un estudio de mujeres jóvenes que
se destacaron en sus estudios académicos en Standford y Berkeley reveló que ellas
atribuían sus grandes ambiciones al estímulo permanente de sus padres 2. En mi
propio trabajo sobre buenos matrimonios, descubrí que las mujeres que mantienen
una relación apasionada con sus esposos durante muchos años de matrimonio
tuvieron una relación amorosa y saludable con sus padres cuando eran niñasJ.
Pero en las familias divorciadas, las relaciones padre-hijo toman un rumbo diferente.
Como el niño vive una parte del tiempo con el padre, o lo ve de acuerdo con un
esquema establecido, la interacción no es algo garantizado. Como van y vienen, el
padre y el hijo no están seguros uno del otro (esto es así en el caso de visitas
establecidas o custodia compartida). En lugar de ello, su relación se debe crear desde
las interacciones más limitadas que disfrutan o, si las cosas no funcionan bien, que no
disfrutan. El potencial de desilusiones y heridas, o malos entendidos de ambas partes,
está siempre presente. Las oportunidades de arreglarse después de una pelea para
llevarse mejor son más limitadas. Es como si las innumerables interacciones diarias de
la relación padre-hijo tuvieran que pasar por el estrecho extremo de un embudo. Las
relaciones se ven restringidas por el reloj porque son interrumpidas en forma
constante.
A medida que el niño crece, el significado simbólico del padre divorciado cambia. Ya
no es la presencia dominante en su vida de niño, la figura protectora que siempre

127
ampara a todos. Como ya no es responsable del bienestar de la casa, su imagen se
achica de manera inevitable. Papá puede ser una buena compañía o un aburrimiento,
puede ser querido o rechazado, pero perdió su "trabajo de padre". Por lo tanto, se lo
juzga por lo que se ve de la relación entre él y su hijo, no por la virtud de su rol
tradicional como padre in situ. Cualquiera sea la relación que se cree entre padre e hijo
deben hacerlo solos sin la estructura de la familia que los sostenga, sin la presencia
reconfortante de tener a los demás alrededor y sin la ayuda de la madre quien, en una
familia intacta buena, fomenta la relación padre-hijo para que crezca.
El niño promedio en una familia intacta funcional se vuelca a cada uno de los
progenitores cuando quiere o necesita atención o ayuda. Los niños son muy astutos
para darse cuenta de cuál de los padres es mejor para brindar contención emocional,
como también apoyo en otras esferas del conocimiento. Cuando los niños se lastiman,
suelen llamar a sus madres. Aun los niños mayores desean consuelo y contención
cuando sienten dolor. Cuando el mismo niño se siente animado y desea hacer algo
nuevo, se vuelca hacia su padre. Cuando mi hija de veintiún años fue golpeada por un
automóvil, quiso que su padre la acompañara en la ambulancia porque tenía más
confianza en su capacidad para hacerse cargo. Más tarde en el hospital quiso que yo
estuviera sentada a su lado todo el día para consolarla. ¿Qué podía ser más natural?
Recuerdo a Alicia en el País de las Maravillas, que tenía trozos de hongo mágico en
cada mano. Un lado la empequeñecía y el otro la agrandaba. Podía morder a gusto y
cambiar de altura. Del mismo modo, el niño de una familia intacta es libre de volcarse
alternativamente hacia uno u otro padre para satisfacer sus deseos y necesidades
cambiantes mientras crece. Las adolescentes típicamente se vuelcan hacia sus
madres. Un niño de seis años quiere estar con su padre. Pero en una familia
divorciada el niño tiene que adaptar sus deseos y necesidades al padre que tenga a
disposición en su vida en ese momento. Muchos niños se quejan de que cuando están
con sus mamas extrañan a sus papas y viceversa. Y realmente es así. No pueden
posponer sus necesidades para adaptarlas al régimen de custodia hasta que sean
mayores.
Ser padre en una familia divorciada o vuelta a casar es más difícil que ser padre en
una familia intacta. El padre de medio tiempo no tiene equivalente en la familia intacta.
Es un rol completamente nuevo, sin reglas establecidas. ¿Cuánta autoridad tiene un
padre visitante? ¿Establece reglas de conducta, de tareas en el hogar, de dinero?
¿Cuándo, si es que alguna vez lo hace, pasa por encima de la autoridad de la madre o
del padrastro? ¿Y quién escuchará si lo hace? ¿Qué hace con un niño de nueve años
y otro de cuatro un domingo por la tarde en la ciudad? ¿Qué harán en su departamento
de una o de cinco habitaciones? Pero más allá de la logística, ¿cuál es su importancia?
Todos los hombres se preocupan por si sus hijos quieren realmente estar con ellos.
¿Mi hija preferirá pasar el fin de semana con su mejor amiga? ¿Mi hijo preferirá ir de
excursión a escalar con su clase? (Respuesta: por supuesto que sí). ¿Qué debería
hacer un buen padre en esas circunstancias? ¿Debería insistir en que ese
tiempo le corresponde? ¿Debería prometerle a los niños la luna, llenarlos de juguetes
como Papá Noel y acceder a todos sus deseos?
La relación padre-hijo en una familia divorciada se negocia inconscientemente mes
a mes, año a año, y se forja con innumerables interacciones hasta que el hijo o la hija
crecen. Cuando llegan a adultos, los hijos del divorcio ya tienen opiniones formadas
sobre cómo actuaron sus padres, y si son modelos que vale la pena seguir. Una parte
fundamental de su juicio está formada por sentimientos y preguntas que se fueron
formulando a través del tiempo. Se preguntan a sí mismos y a sus hermanos: ¿Fuiste
leal conmigo y con mis hermanos y hermanas? ¿Fuiste capaz de renunciar a algo para
ser mi padre? ¿Hiciste sacrificios? ¿Con qué intensidad lo intentaste? ¿Qué hiciste
con tu vida que yo quisiera imitar? ¿Fuiste cortés con mi madre? Estos son los criterios
de los niños. Algunos, como Larry, los utilizan para hacer lo contrario a lo que vieron en
sus padres.
Me alegra poder decir que dentro de este estudio hay un grupo de padres que
pasaron la prueba. Fueron queridos, admirados y apreciados por sus hijos adultos.
Estos hombres le dieron prioridad a la relación con sus hijos del primer matrimonio y
esperaban que sus esposas hicieran lo mismo. A veces este compromiso generó
mucha tensión en el nuevo matrimonio, pero los hombres insistieron. Estos padres
invirtieron mucho amor y esfuerzo en su paternidad previa al divorcio y no tenían
intención de cambiar de actitud después de la separación. Ayudaron financieramente a
su hijos e hijastros con sus estudios y realizaron sacrificios cuando fue necesario.
Cuando pudieron, ayudaron a sus hijos adultos para que encontraran sus primeros
trabajos. Un padre de modestos ingresos envió un cheque a su hijo para que pagara al

129
contado su casa, el joven quedó pasmado. Él no le había pedido ayuda y quedó
eternamente agradecido por la consideración y la generosidad que impulsar on a su
padre.
En el otro extremo del espectro vemos a padres que abandonaron por completo a
sus hijos. Un hombre adoptó a sus hijastros y dejó de ver a sus propios hijos (que
tenían la misma edad que sus hijastros), aunque habían tenido una estrecha relac ión
durante el primer matrimonio. Otros veían a sus hijos una vez por año y sentían que
estaba bien. Algunos esposos violentos continuaron siendo violentos en sus segundos
matrimonios y no consideraron que su comportamiento fuera perjudicial para sus
niños. Los hijos e hijas de estos hombres se esforzaron durante años por romper con
el fuerte modelo de comportamiento inmoral. Como adultos, la mayoría rechaza a sus
padres y tiene poca compasión por ellos cuando se encuentran en problemas. Cuando
Larry se enteró de que su padre tenía cáncer de próstata se sintió mal, pero comentó:
"Me da pena, pero él nunca estuvo cuando lo necesité. Yo tampoco puedo ayudarlo".
La mayoría de los padres de este estudio se encuentra en un término medio.
Intentaron mantener un contacto frecuente con sus hijos, pero gradualmente los fueron
visitando menos ya que las dificultades para mantener una relación aumentaron y se
vieron atrapados en segundos matrimonios con nuevos hijos e hijastros, nuevos
trabajos, nuevas comunidades y nuevas preocupaciones. Estos hombres son
considerados por sus hijos como egoístas e insensibles como consecuencia de su
fracaso como padres. "Mi papá ama la vida, pero no tiene corazón para los demás
—comentó un joven—. Nunca escribió, nunca llamó. No comprendió que un mensaje
de él me hubiera cambiado la vida". La mayoría de los adultos no culpa a su madrastra
o hermanastros de estas negligencias; culpan a sus padres. A menudo hablan de sus
padres con afecto, incluso con compasión, pero no intentan ocultar su desilusión o su
enojo. Afirman: "Lo quiero, pero no lo respeto".
Mucha gente cree que los niños adquieren el desagrado hacia sus padres por las
cosas malas que dicen sus madres sobre ellos, pero ésa no fue mi experiencia. Los
niños con los que hablé realizaron sus propias observaciones y llegaron a sus propias
conclusiones. Se preguntan: ¿Fue un padre leal? ¿Es un perdedor en el amor y en el
matrimonio? ¿Se puede confiar en él? Sólo ocho hombres y mujeres de todo el grupo
dijeron que pedirían consejo a sus padres sobre una relación personal o un problema
familiar. Un estudio nacional informa que los jóvenes adultos de familias divorciadas
—y mis estudios lo confirman— están enojados con sus padres y es probable que no
sean de gran ayuda para ellos cuando sean mayores. Éste es un tema muy serio para
el futuro, considerando la longevidad de la gente y lo mucho que van a necesitar del
cuidado y apoyo de sus hijos en su vejez 4.
Casi todos los adultos jóvenes de familias divorciadas de nuestro grupo conocían
las direcciones de sus padres en la entrevista realizada a los veinticinco años, pero a
diferencia de Gary y su padre, la mayoría no eran buenos amigos. Su relación era muy
diferente de la de las familias intactas buenas donde los padres y los hijos adultos eran
unidos y valoraban más la relación a medida que los padres envejecían. Pocos padres
divorciados eran buenos amigos de sus hijos adultos. Padres e hijos se mantenían en
contacto y concurrían juntos a reuniones familiares importantes como nacimientos,
cumpleaños, vacaciones y a veces visitas regulares a los nietos. Pocos padres e hijos
jugaban juntos al golf o al tenis con frecuencia. Con el paso de los años, se buscaron
en los padres que habían desilusionado a sus hijos señales de interés por sus hijos
adultos. "Creo que está comenzando a ablandarse", informaron. Fue muy
conmovedora la forma en que los hijos adultos se aferraban a sus esperanzas y su
compasión. Algunos buscaron a sus padres a los que veían rara vez y se esforzaron
por encontrar cosas en común. Un hombre de treinta y un años recordó los modelos de
aviones que armaban juntos cuando él era un niño. Compró varios modelos e invitó a
su padre a armarlos con la esperanza de recuperar antiguos lazos. Sam, un fotógrafo
de treinta y un años, comentó: "Me mantengo en contacto con él, está envejeciendo y
puedo confiar más en él. Me abandonó, lo sé. Pero no tiene sentido estar enojado. La
gente hace lo que tiene que hacer".
Aquí quiero señalar un extraño fenómeno que desconcierta a muchos observadores
de nuestra cultura del divorcio. Conocí a hombres que eran buenos padres, leales y
decentes con los hijos nacidos de un segundo matrimonio o con los hijastros. Si se les
pregunta a esos niños acerca de su padre dirán que es el mejor del mundo. Sin
embargo, este mismo hombre unos años antes se alejó de los hijos de su primer
matrimonio. Ellos dirían que es el peor padre del mundo. ¿Cómo puede una persona
comportarse de manera tan dispar?
Uno de los padres del estudio explicó su comportamiento cuando comentó: " Yo no

131
era feliz en mi matrimonio anterior. Nunca sentí que mi primera esposa me
perteneciera. El matrimonio era terrible, comencé a disgustarme, y después de un
tiempo dejé de intentarlo. Se terminó. Tenía dos hijos, el varón tenía siete años cuando
me fui. Por eso piensa que no soy gran cosa. Literalmente empaqué y me fui delante
de él, lo cual es muy hiriente para un niño, lo sé. Comprendo los sentimientos que
guarda hacia mí. Aún son mis hijos. No los conozco y ellos no me conocen. Pagué sus
estudios, pero no fui a sus casamientos ni a ningún otro acontecimiento importante de
sus vidas. Hubiera sido muy violento para todos. Quiero que sean felices. Pero cuando
conocí a mi esposa actual decidí que pasaría el resto de mi vida con ella. Nunca pensé
que podía amar a alguien de ese modo. De esa unión tuvimos dos hijos. Son la mejor
cosa que me pudo suceder y daría mi vida por ellos".
Creo que es razonable decir que este padre vive con la culpa de haber abandonado
a sus hijos, pero que siente que no puede tolerar mantener lazos con el pasado.
Aunque es un hombre con un ingreso modesto, pagó los estudios de sus hijos. Pero
los sentimientos por ellos están unidos a los sentimientos por su ex esposa, y ésa es
una puerta que no se atreve volver a abrir.
Tenemos que aceptar una gran variedad en las relaciones padre-hijo después del
divorcio. El concepto de que estas relaciones están completamente separadas del
matrimonio y se automanlienen durante todos los cambios de la familia divorciada no
se sostiene en este trabajo. No existe un patrón universal. Algunos padres están
ansiosos por continuar con su paternidad después de la separación, y son capaces de
hacerlo, y quieren moldear sus vidas de acuerdo con esto. Otros no pueden ser leales
a dos familias o no quieren hacerlo. Otros sienten que mantener un contacto frecuente
con los hijos del matrimonio fracasado los hace infelices. Y otros continúan
atormentados por el enojo contra sus ex esposas. No existe un patrón dominante que
podamos utilizar para guiar nuestra política e intervenciones para todas o la mayoría
de las familias. Sin embargo, debido a las demandas de nuestro sistema legal, nuestra
búsqueda trata de encontrar una política que sirva para todas.

LOS EFECTOS DE PRESENCIAR LA VIOLENCIA EN LAS NIÑAS


No supe mucho de la hermana de Larry en las entrevistas anteriores, y ahora
parecía un buen momento para preguntar. La recordaba muy bien de la primera vez
que la vi, cuando se produjo la separación, y era una niña bella, tímida y gentil de
cuatro años, que lloró cuando le pedí que dibujara a su familia. Durante mis entrevistas
con Larry pensé en ella y me sentí angustiada por la afirmación de su padre acerca de
que ella —al igual que su madre— era inferior a los hombres. También recordaba que
su madre quería cortar las visitas de la niña a su padre ya que ésta regresaba muy
apenada, pero la niña insistía en ir a pesar de su dolor.
Le pedí a Larry que me contara de Anja.
—Me preocupé por Anja durante años, como ella se preocupó por mí. Nos cuidamos
mutuamente. Era casi el único ser humano que veía cuando trabajaba tanto en la
universidad. Me llamaba o tenía la llave para entrar y me traía algo que había cocinado
mi mamá y lo dejaba en la heladera. Sus visitas significaban mucho para mí.
—¿Qué es lo que te preocupa?
—El divorcio fue más duro para ella. A papá no le importaba ella y Anja lo sabía. La
insultaba o la ignoraba. Realmente afectó su autoestima. Cuando terminó la escuela
secundaria se involucró con chicos malos. Venía a casa con algún moretón en el rostro
y una postura rígida; entonces yo sabía que el muchacho con el que vivía la había
golpeado otra vez. —Su tono era exasperado. —¿Qué te puedo decir? Durante años
vivió en un mundo de sueños. Decía: "Amo a Danny o a Joe, o a Jim. Tiene tanto
potencial. Si lo amo lo suficiente podremos salir de esto". Se involucró con hombres
violentos que eran como sanguijuelas. Se ocupó de ellos, los cuidó, los apoyó, hizo
todo, y ellos se aprovecharon de ella y la golpearon. Es una mujer muy hermosa, así
que los novios nunca fueron un problema. Pero no comprendía eso. Hubo tres
muchachos que la golpearon de los que yo tengo noticias. Siempre estuvo preocupada
porque no quería casarse con alguien como mi papá. Pero a mí me preocupaba que
terminara haciendo exactamente eso. —¿De qué crees que se trata todo esto?
—Ver a mi papá golpear a mi mamá la afectó mucho. Tuvo pesadillas y dolores de
estómago durante años después de la separación. Además siempre creyó que tuvo la
culpa de que mis padres se separaran. Tenía catorce años cuando por fin mi mamá se
sentó con ella y le explicó acerca del divorcio y la violencia. Realmente me preocupa
que la lastimen o la maten. Ya fui dos veces a verla a una guardia hospitalaria. En las
dos oportunidades le dije que necesitaba ayuda profesional no una guardia médica.

133
Creo que finalmente me escuchó. Está mejor, pero tardó muchos años y recibió
muchos golpes. —Parece que pudieron ayudarse mutuamente. —Así es. Ésa fue una
de las cosas buenas de nuestra loca familia. Recientemente Anja le comentó a mi
esposa que quizás hubo una razón para todo el dolor y el sufrimiento que soportamos.
"¿Sabes lo que pienso? —le dijo—. Tengo a Larry como hermano y eso hace que todo
valga la pena". —Larry sonrió. —Yo también pienso eso de ella —parecía tener una
visión de su hermana en la cabeza—. Anja está realizando una terapia profunda y la
está ayudando. Ahora está casada con un hombre decente y tienen un hijo. Creo que
finalmente lo logró.
Presenciar la violencia tiene un efecto particularmente maligno en el desarrollo
emocional de las niñas5. Al comparar hombres y mujeres jóvenes que presenciaron la
violencia dentro de este grupo, descubrí que los efectos sobre las mujeres duran más y
eran más evidentes en sus relaciones a los treinta años. Esto es muy diferente de los
jóvenes que golpeaban a sus novias a fines de la adolescencia, pero que años
después no eran violentos con sus esposas. Muchas de las hijas parecían haber
internalizado la degradación de las mujeres que hacían los padres y habían aceptado
que las mujeres son inferiores, feas, estúpidas y merecen sufrir. Estas mujeres son
sorprendentemente similares en la forma en que veían a sus padres, a ellas mismas y
a sus propias relaciones adultas. Todas entraron en relaciones explotadoras, en las
que sostenían al hombre emocional y, a veces, económicamente, lo trataban con
ternura durante los períodos de ebriedad, adicción a las drogas, o depresión, y eran
golpeadas e insultadas por el dolor que sentían. Y luego regresaban. Una de las
imágenes más vividas y conmovedoras de este estudio es la de una mujer de treinta
años que creció en una familia en la cual el padre se embriagaba todos los fines de
semana y golpeaba a la madre, pero no lastimaba a los hijos. Siempre la voy a
recordar de pie con sus tres hijos planeando escaparse a la vivienda de su madre
mientras su esposo, que había sido arrestado por golpearla, no estaba en casa. Tenía
el mismo aspecto que había tenido su madre veinticinco años antes cuando huyó de
su esposo con sus tres hijos. Me comentó algo inolvidable: "Ahora por primera vez
entiendo lo que le pasó a mi mamá. Y en aquel momento estaba tan enojada con ella".
La violencia familiar tiene numerosas raíces. En muchas familias, el que la perpetra
sufre de celos paranoicos. Tenemos muchos Otelos en nuestro moderno país. En
otras, la violencia es un método brutal de establecer y mantener el control. Un patrón
común que he visto en los matrimonios y en los divorcios es que el hombre golpea a su
esposa, pero a la vez la necesita con desesperación y la menosprecia, pero también
se menosprecia a sí mismo. Estas dinámicas son más visibles durante los tiempos de
desempleo, cuando aumentan la violencia, el alcoholismo y los divorcios. La postura
amenazadora y los puños en alto del hombre reflejan su inseguridad y un a
dependencia casi infantil de la mujer. Muchas mujeres se ven atrapadas por la vanidad
y la tonta esperanza de que pueden rescatar al hombre y descubrir al príncipe bajo la
piel de sapo.
Algunas mujeres pueden escapar de esta trampa cuando se divorcian. Pueden
tardar varios años en salir de esa fantasía del rescate cuando gradualmente y a
regañadientes abandonan la esperanza de cambiar al hombre. A menudo, después
del divorcio tardan años en recobrar la perspectiva y en superar el temor y la
humillación con que vivieron.
Sin embargo, sus hijas están en peligro de permanecer atrapadas en relaciones que
reflejan el matrimonio violento. Trágicamente, los elementos tóxicos del matrimonio
perduran después de la separación. El padre de Larry no dudó en manifestar le con
claridad a su hija su concepto sobre la inferioridad de las mujeres. La insultó
abiertamente en las visitas, llamándola "pequeña prostituta" y "estúpida". No existe
casi ningún modo en que una pequeña escuche esto y pueda dejar de internalizar el
concepto de que es un ser inferior. Más aún, el padre violento es seductor y
encantador y no duda en cortejar a sus hijos e hijas para obtener su apoyo. Esta
combinación de poder y desamparo es muy atractiva para un niño, que internaliza la
imagen de un hombre poderoso, necesitado y atrayente. La niña internaliza una
imagen de ella misma de un ser inferior que necesita un hombre fuerte a quien
aferrarse ya que, como me manifestaron muchas de estas jóvenes, "sin un hombre no
soy nada". Cuando madura, esta imagen se transforma en las expectativas que tiene
con respecto a los hombres y sus relaciones con ellos. Se supone que el hombre la va
a lastimar y ella será la víctima desvalida. Su trabajo es rescatar al hombre. Cuando él
no responde, la culpa es de ella.
Desafortunadamente, la transformación de la madre, de víctima en mujer
independiente, llega demasiado tarde como para imprimirse en las mentes de sus

135
hijas. Pueden pasar muchos años antes de que la niña sea capaz de ver a su madre
como a una persona que vale la pena imitar, con la fuerza necesaria como para
ponerse de pie sola. El concepto de la madre como alguien débil y desamparado es
duradero y poderoso.
Las niñas pequeñas no ven durante muchos años el valor de sus madres para
liberarse. Las jóvenes de este estudio comenzaron a comprender la sabiduría de la
decisión de sus madres sólo cuando fueron adultas.
La mayoría de las mujeres de este estudio criadas en familias violentas pudieron
romper el modelo después de los treinta, pero con gran dificultad y terapia individual o
grupal. Algunas de las que escaparon de relaciones violentas terminaron en
matrimonios infelices duraderos o permanecieron atrapadas en relaciones
degradantes sin casarse. (Hablaré más sobre este grupo en el capítulo 14, cuando
examinemos los matrimonios impulsivos). Anja recibió ayuda de la valentía de su
madre y de su hermano, además de varios años de psicoterapia. Eventualmente fue
capaz de encontrar a un hombre que la amaba y no era abusivo. Pero cuando la vi a
los treinta años estaba muy preocupada por el futuro. Aún tenía poca confianza en sí
misma. Aunque había terminado sus estudios secundarios, no sabía qué carrera
seguir. Comparada con Larry, andaba a los tropiezos.

Hermanos
Como muchos hermanos en las familias divorciadas, Larry y Anja se ayudaron
mucho durante los años posteriores al divorcio. Las primeras advertencias de Larry
sobre los defectos de su progenitor como padre se produjeron al observar la forma tan
injusta en que trataba a su hermana. Sintió pena por ella cuando era muy pequeño y
sufrió la injusticia del trato. En su momento, Anja se inclinó hacia su hermano para
confiarle sus tristes experiencias con hombres violentos. Él fue quien la llevó a casa
desde la guardia del hospital. Y él fue quien la alentó para que dejara los hombres
abusadores y buscara ayuda profesional.
A menudo, después del divorcio los hermanos se unen más que antes. En medio de
los cambiantes estados de ánimo de los padres con problemas, se vuelcan los unos a
los otros en busca de seguridad y calidez. Después de todo comparten una historia
especial que los une. A diferencia de los hijos únicos después de un divorcio, se
ayudan en cada escalón del camino. Cuando son adultos comentan cosas como: "Mi
hermano me salvó la vida", o "Gracias a mi hermana mantuve la cordura". Muchas
veces los hijos únicos tienen más dificultades y se sienten más solos, aislados y
agobiados por los problemas de sus padres. A menudo, los hermanos después del
divorcio forman pequeñas subculturas dentro de la familia, y crean un frente unido ante
los padres y el mundo adulto. Se quedan despiertos por las noches discutiendo sobre
sus padres y tratando de comprender lo que observan. Como adultos, muchos
continúan compartiendo sus preocupaciones y sus opiniones sobre cada proge nitor
con candor y franqueza. Su sentido de camaradería no termina con la niñez, sino que
se extiende a la vida adulta para beneficio mutuo.
En una entrevista un hombre joven se aseguró de que yo comprendiera la
importancia de su hermana como su defensora. "Ella me ayudó todo el tiempo. Tiene
dos años más que yo y no sintió tanto el impacto del divorcio como yo. Ella ya era libre,
capaz de enfrentar el enojo de papá, así que luchó por ambos".
Una joven se refirió repetidamente a cómo ella y su hermano eran responsables de
sus padres: "Aún hoy cuando se produce una crisis en cualquier aspecto de la familia
compartimos la culpa y decidimos quién se ocupará de qué cosas, como si fuéramos
un equipo de ambulancias permanente del 911".
Algunos hermanos mantienen las normas morales de la familia. Una joven me dijo:
*kíi. hermano y yo siempre fuimos muy unidos. Siempre nos adoramos. Mamá estaba
enloquecida. Papá se fue. Cuando estaban juntos se producía un desastre en casa.
Cuando mi papá venía a casa era como una bomba de tiempo. Gritaban y se arrojaban
cosas. Mamá se escondía o desaparecía y mi hermano y yo la buscábamos. Todo era
tan disparatado que tratábamos de protegernos entre nosotros. Los demás niños
pensaban que éramos extraños. Si mi hermano y yo teníamos un desacuerdo nos
sentábamos y lo discutíamos con calma. Estamos muy orgullosos de cómo nos
ayudamos mutuamente. Aún somos muy unidos".

CAPÍTULO ONCE
Deshaciendo el pasado
Cuando me estaba hablando de Anja, Larry recibió una llamada telefónica urgente

137
de uno de sus socios relacionada con una emergencia en un lugar de trabajo. Escuchó
atentamente, elaboró la situación y ofreció una solución para llevar a cabo en tres
etapas. Yo estaba impresionada por su decisión y habilidad para planificar, y se lo
comenté después de que terminó la conversación telefónica. Esto tocó alguna fibra de
su interior. Tenía la mirada brillante y me respondió:
—Siempre creí en la planificación. Siempre estoy pensando con diez años de
anticipación. Es la mejor forma que conozco para cambiar como uno quiere. Todas las
cosas importantes de mi vida (mi educación, mi carrera e incluso mi matrimonio) dieron
resultado porque yo imaginé lo que quería con anticipación. Algunas veces tardé un
poco. Era muy tonto acerca del matrimonio, pero después de un tiempo me puse al
día.
Decidí bromear un poco.
—¿Así que trataste de planificar tu vida amorosa? Cuéntame sobre eso.
Larry se recostó en la silla y se rió.
—Imaginé que llegaríamos a eso. —Se acomodó un poco y pensó durante un
momento. —En realidad debemos remontarnos a mi madre. Ella me contó que
después de un año ya sabía que el matrimonio andaba mal, pero de cualquier modo
terminó quedándose diez años. Sentía que moralmente no era correcto divorciarse y
privar a sus hijos de una familia adecuada, por eso se quedó y fue golpeada y abusada
hasta que ya no pudo tolerarlo más. Tardé mucho tiempo en verlo de esta manera,
pero creo que hizo lo correcto al irse. —Larry suspiró y continuó. —Pero fuera de eso
me prometí que nunca me divorciaría. Recuerda que cuando me llamaste te comenté
que "me casaría para siempre". Eso era lo que pensaba. Pero la verdad es que evitaba
el asunto porque me parecía demasiado. A decir verdad, me aterraba. Me preguntaba
cómo se podía estar seguro. No hay forma de estarlo. De cualquier modo, trabajaba
tanto que no tenía tiempo para mujeres. —¿Quieres decir que no salías con nadie?
—Algo así. No tenía ganas de perder tiempo. Las mujeres jóvenes, sin objetivos,
nunca me atrajeron. Recuerdo que lo que me impresionó de Grace cuando la conocí
fue su modo de ser tan serio.
—¿Cómo era ella?
A Larry le brillaron los ojos mientras describía a la mujer que iba a ser su esposa.
—La conocí en Kinks, donde ambos trabajábamos por la noche. Estaba estudiando
como yo, y después de conocerla un poco descubrí que tenía dos trabajos e iba a la
universidad. Tuvo un primer matrimonio que fue un desastre y después de eso no salía
mucho. En realidad era una mujer tímida con los hombres.
—¿Cómo llegaron a conocerse?
—Una noche la llevé a la casa y comenzamos a conversar. Nos agradó y
empezamos a detenernos a tomar un café un par de veces por semana camino al
trabajo. Luego comenzamos a preparar la cena juntos en su casa. Bueno, ella
cocinaba todo y yo picaba. Recuerdo que una noche sacó un pastel de manzana como
postre. Le dije que no tendría que haberlo comprado y me respondió: "No lo compré, lo
preparé yo porque recuerdo que dijiste que el pastel de manzana era tu postre
preferido". Así es ella, considerada y generosa.
Pensé en lo mucho que debió significar esta consideración para este hombre
solitario.
—Nuestra relación comenzó como una amistad en aquellas cenas —continuó
Larry—. Compartimos cosas de nuestras vidas. Me contó sobre su matrimonio, cómo
se sintió cuando él no dejaba de drogarse y se ponía violento. Yo le conté sobre mis
padres y la violencia de mi padre. Incluso acerca de mí y cómo había empezado a
golpear a mis novias y lo avergonzado que me sentía de eso. Tenía miedo de que eso
la alejara, y no la habría culpado. Pero comprendió mi esfuerzo por dejarlo atrás, y me
dijo que apreciaba que hubiera visto el lado oscuro como ella lo llamaba y que hubiera
salido de él siendo una mejor persona al haber enfrentado algunas de esas cosas.
Cuando hablé de todo esto con ella y vi su reacción, fue la primera vez que me sentí
entero, como si pudiera aceptar quién era y sentirme orgulloso por todo lo que había
pasado. Aún somos buenos amigos. Puedo contarle todo. Es increíble. Nunca pensé
que podría decir esto, pero puedo confiarle todo.
—¿Cómo entró el ingrediente romántico en tu amistad con Grace?
—Creo que fue un año después de conocernos. Grace se fue durante un mes a
Arizona a visitar a sus padres y me di cuenta de que la extrañaba. Comprendí lo mucho
que compartíamos y que mi vida era mucho más alegre y divertida cuando ella estaba
allí. Es una persona realmente optimista y positiva, y con un gran sentido del humor.
Comencé a pensar que era la persona indicada para mí. Cuando regresó, me dijo que
ella también me había extrañado, así que comenzamos a salir más seriamente.

139
Fuimos casi inseparables durante un año y luego nos mudamos a la misma casa. —¿Y
cómo fue que decidieron casarse?
La respuesta de Larry confirmó mi expectativa acerca de que el compromiso es
realmente difícil para estos jóvenes.
—Tardamos mucho. De ningún modo iba a tomar el matrimonio a la ligera, y eso
provocó algunas fricciones. Comprendí que la amaba y que era importante para mí,
pero no era capaz de tomar la decisión. Estaba preocupado por el tema del divorcio.
Estaba preocupado por que me dejara y creo que por eso temía comprometerme con
ella. De algún modo eso revivió la tristeza que sentí cuando tenía siete años. La misma
tristeza surgía cada vez que estaba por decir "hagámoslo". Me paralizaba. Lo que
sucedió es que ya hacía tres años que vivíamos juntos y Grace me dio un ultimátum.
Fue el día de San Valentín. Me dijo: "¿Nos vamos a casar o no? Siento que no vamos
a ninguna parte". Me quedé allí sentado sin poder decir una palabra. Así que ella
empacó sus cosas y se fue. Tenía razón. Quería que nos casáramos y, si yo no me
decidía, ella debía continuar con su vida. Pero yo no estaba preparado. Y francamente,
me sentía presionado.
—¿Qué sucedió? —Estaba embebida en el drama del relato. Sabía el final, pero las
idas y venidas eran sorprendentes. ¿Cuánto más podían probarse el uno al otro?
¿Cuánto más podrían soportar estos jóvenes? ¿Qué los detendría para que cada uno
no continuara con su camino trágico?
—Le pedí que me diera otro año y luego decidiríamos sobre seguro. Pero Grace ya
no podía esperar. Decidió aceptar un trabajo en Los Angeles y se mudó al sur.
—¿Y la perdiste?
—Casi. A la semana me di cuenta de que cometimos un terrible error. La extrañaba
más de lo que podía tolerar. Así que la fui a buscar, me arrodillé y le pedí que se casara
conmigo. —Sonrió ampliamente. —Y aceptó.
—¿Estabas seguro después de esperar tanto?
—Para ser honesto, no. Aún dudaba. Estaba más seguro que antes, pero sabía que
la perdería si seguía con mis dudas. Quería estar seguro, pero finalmente comprendí
que en la vida no hay garantías. Entonces me dispuse a correr el riesgo. Pensé:
"Tengo que arriesgarme en el amor".
Esas eran exactamente las palabras de Karen. Larry y Karen tuvieron que
arriesgarse aunque ambos querían una garantía rigurosa. ¿Quién no? Pero al principio
estos jóvenes están aterrorizados.
—Qué prueba para ambos.
Larry asintió. Este noviazgo duró siete años. Primero establecen una amistad y
aprenden a confiar el uno en el otro. Dentro de esa amistad se cuentan sus pasados y
sus tristezas mutuos. Después de haber vencido esos obstáculos se convierten en
amantes y comienzan a vivir juntos. Pero aún están muy lejos del compromiso. Larry
puede vencer los últimos obstáculos a su decisión sólo cuando Grace insiste.
Pensemos cuan grande era su temor para tardar siete años en decidirse sabiendo lo
mucho que la amaba. Pensemos en cuánto amor y paciencia aportó Grace para que
Larry tuviera el tiempo que necesitaba. Qué fácil hubiera sido que uno o ambos
hubieran renunciado ante la frustración: que Larry hubiera cedido ante sus temores, y
que Grace se hubiera ido a cualquier otro lado.

EL TEMOR AL COMPROMISO EN LOS HIJOS DEL DIVORCIO

Las dos tareas centrales de la adultez son el amor y el trabajo. La mayoría de los
hombres jóvenes de nuestro estudio cumplió razonablemente bien o muy bien con la
segunda tarea. Comprendieron que debían mantenerse a sí mismos y lo tomaron con
seriedad. Algunos hicieron una excelente carrera y ganaron mucho dinero. Otros
trabajaron de manera estable por una paga moderada o baja. Pero la primera tarea fue
un obstáculo gigante que provocó muchas angustias. Como vimos, los hombres y
mujeres jóvenes de familias divorciadas entran en la adultez con ansiedad por el tema
del amor, el compromiso y el matrimonio porque les preocupa fracasar o resultar
heridos. Una forma de calmar esta ansiedad es evitar por completo el compromiso'.
Ya vimos cómo el temor al compromiso influyó en la historia de Karen y en su
demora en decir que sí al hombre que amaba. Pero como muestran los
descubrimientos de este estudio, los hombres jóvenes tienen más dificultades que las
mujeres. Muchos ni siquiera pueden comenzar con los primeros noviazgos. El temor al
rechazo es tan grande que pasan años alejándose de las mujeres, o se mantienen
estáticos esperando para ver quién los quiere. Muchos tienen vidas solitarias y sufren

141
aislados. Las salidas esporádicas no son una solución. La mayoría carece del empuje
y la confianza en sí mismos para disfrutarlas. ¿Por qué el noviazgo es tan importante,
y por qué ya no está de moda? El noviazgo, ya sea corto o prolongado, es un paso
necesario para una relación amorosa. Es el proceso de seleccionar quién es adecuado
y quién no. Como vimos en la historia de Gary, durante el noviazgo nos preguntamos:
¿Somos el uno para el otro? ¿Lo que tenemos en común es suficientemente bueno
para una noche, un año o toda la vida? ¿Para formar una familia? El noviazgo es ese
tiempo crítico del comienzo cié la relación en el que cada persona aprende sobre sí
misma y sobre la otra y decide si complace sus necesidades, deseos y fantasías como
para continuar con la relación. El objetivo del noviazgo es encontrar a alguien que se
acerque más que otros para satisfacer las expectativas de amor, intimidad y amistad.
Desafortunadamente, nuestra cultura del divorcio cambió la naturaleza del noviazgo.
Sus objetivos ya no son claros porque al compromiso en lugar de esperarlo se le teme.
La gente joven y no tan joven quiere amor duradero y compañerismo más que nunca.
Dada la soledad de la vida moderna, la desolación de las oficinas y la tensión del
tránsito, lo necesitan más que nunca. Quieren regresar a casa y que haya alguien que
los quiera y aprecie. Una mascota no es lo mismo. A veces la gente trata de no
enfrentar sus temores al compromiso mudándose a vivir junta y diciendo luego que no
es permanente. Los concubinatos como éstos pueden durar años o toda una vida (nos
explayaremos sobre esto más adelante). Como lo muestra la historia de Larry, los
temores de los hombres jóvenes no son simplemente parte de un desaliento
generalizado en nuestra cultura con respecto al matrimonio. Sus temores están
enraizados en sus propios recuerdos. Se entristecen cuando la conversación trata el
tema del matrimonio. Como resultado, muchos jóvenes de familias divorciadas quedan
inmovilizados. Cuando la mujer dice "ahora o nunca", muchos permanecen en silencio
junto a la puerta, esperando un empujón, o cierran los ojos aterrorizados y huyen. A
veces se alejan o inventan otra excusa para dilatarlo, tratando de dejar una puerta de
escape abierta el mayor tiempo posible.
Tenía mucha curiosidad sobre el matrimonio de Larry y decidí ser directa.
—Cuéntame sobre tu matrimonio. ¿Está funcionando como esperabas?
—Si te cuento sobre Grace vas a pensar que perdí la cabeza. —Inténtalo.
—Es una mujer cariñosa, brillante y que nos dio un hogar que jamás soñé que
tendría. Todos los días me sorprende que algo así provenga de una familia como la
mía. O que exista en algún otro lugar. Deja lo que esté haciendo para que yo me olvide
de mis problemas laborales en la puerta, para calmarme cuando llego a casa cansado
porque una estructura no va a resistir y los cimientos que aprobamos se van a
desmoronar. Ella trajo amor y risas a mi vida.
Me sentí muy conmovida por su poética descripción, y maravillada una vez más por
su transformación.
—¿Qué clase de esposo dirías que eres?
—Ciertamente no un esposo perfecto. Tenemos nuestras idas y venidas. Yo tengo
un carácter colérico, y soy testarudo y malhumorado.
Tengo el terrible hábito de dejarme atrapar por el trabajo y no llamar. Siempre me
digo: "Hazlo mejor, hazlo, no lo arruines". Lo intento todos los días. —Sonrió. —Ella es
una mujer generosa y realiza concesiones con mis tonterías.
—¿Qué te gustaría cambiar si pudieras hacerlo? —comprendí que esta pregunta
directa podría desequilibrarlo, pero decidí correr el riesgo.
Larry miró por la ventana durante un minuto sin hablar. Cuando se volvió para
mirarme me dio una respuesta que atesoraría durante mucho tiempo, ya que captura
la contradicción emocional y el temor que sienten tantos jóvenes y sobre lo que les
cuesta tanto hablar. Se avergüenzan y les faltan las palabras. Larry agregó:
—Me resulta difícil demostrarle mi amor a mi esposa, incluso decirle que la amo. Ella
se queja de que no demuestro suficiente cariño. Soy consciente de eso. Y trato de
cambiarlo, pero no puedo debido al matrimonio y al divorcio de mis padres. Me siento
casi miserable. A veces cuando Grace me viene a ver aquí a la oficina siento ganas de
saltar para abrazarla, pero no puedo.
Las mujeres se quejaron desde tiempo inmemorial acerca de que sus hombres
tienen problemas para expresar sus sentimientos amorosos. Obviamente este
problema no se limita a los hijos del divorcio. Pero es justo decir que los hombres de
familias divorciadas son conscientes de esta dificultad mucho antes de que cualquier
mujer se los recrimine. Durante años saben que tienen sentimientos que no pueden
expresar y que su ansiedad los detiene. En sus mentes ensayaron cientos de veces
las cosas que querían decirles a sus padres. Y luego no pudieron hacerlo. Me atrevería
a decir que muchos de los hombres que se criaron en familias divorciadas eran

143
conscientes de sus inhibiciones y se desilusionaron de ellos mismos al ver que no
podían superarlas. Algunos afirmaron que manejaban sus retiradas silenciosas porque
tenían que protegerse para no convertirse en confidentes de sus madres cuando eran
adolescentes. Acostumbrados a ocultar sus sentimientos, no pudieron romper con ese
hábito incluso en un matrimonio amoroso.

Residuos de violencia
Cuando regresamos a la oficina de Larry después de almorzar le formulé una
pregunta que me perseguía desde que comenzó la entrevista.
—Larry, ¿desaparecieron los recuerdos de la violencia de tu padre? Sus pasos se
hicieron más lentos, el dolor regresó. —El hecho de que mis padres se divorciaran no
borró aquellos recuerdos. De ninguna manera. Trato de no pensar en lo que sucedió
entre mis padres, pero está allí, dentro de mí. No está por cierto enterrado. Y luego
pienso en lo cerca que estuve de ser como mi padre. —Suspiró profundamente. —Es
algo que me persigue. —Explícame cómo.
—La violencia es como una soga al cuello. Si no lucho me vence. Cada vez que
pierdo la paciencia y me enojo tengo que recordar que debo dejar las manos quietas. A
veces me alejo o salgo de la habitación. Si no lo hago, podría explotar. Es algo tonto,
pero con Grace solíamos luchar en broma y dejé de hacerlo porque tenía miedo de ir
demasiado lejos. Aquí hay una mujer que adoro y podría lastimarla. Me moriría antes
de golpearla, pero debo tener cuidado. Así que, respondiendo a tu pregunta, nunca
desparecen. Tengo que mantenerme en guardia. —Se detuvo bruscamente y me tomó
del brazo. —Lo cual me recuerda que Grace me hizo prometer que te preguntaría
acerca de bromear con Alex. Está preocupada de que sea demasiado duro.
—¿No quiere que bromees con Alex? —le pregunté un poco sorprendida.
—Es una de las pocas cosas que Grace y yo no hemos podido resolver entre
nosotros. Grace quiere que te pregunte sobre esto. Alex es un niño muy sensible. No
quiero ridiculizarlo ni castigarlo por ser sensible, por eso bromeo con él, para
enseñarle a que se defienda. Tengo que admitir que es divertido porque el muchachito
realmente se enoja cuando lo fastidio. Se arroja sobre mí y comienza a golpearme con
los puños y solloza. Se descontrola. Ya tuvo problemas en el Jardín de Infantes por
pelear con otros niños.
—¿Eso te preocupa?
—Lo que me preocupa es que no puedo dejar de fastidiarlo. Creo que soy un poco
duro. Pero tampoco puedo controlarlo. Es como un juego de sombras entre nosotros.
Alex se parece mucho a mí cuando era un niño asustadizo.
Las interacciones que Larry describió me preocuparon. No sabía si decirle que esos
fastidios continuos y descontrolados hacia su hijo son una representación de su propia
relación violenta con su padre. Podría tener graves consecuencias para el niño, quien
a los tres años ya tiene problemas para controlar sus impulsos agresivos en el Jardín
de Infantes. Este intercambio violento, disfrazado de juego, obviamente humilla y
molesta al niño y hace que golpee a su padre. Refuerza el sentido de impotencia de
Alex. Mi dilema, que ya surgió en otras entrevistas, es que yo no soy la terapeuta ni la
maestra de Larry. Durante todo este estudio, traté de mantener una postura objetiva y
no ofrecer consejos ni una mención de ayuda a menos que hubiera una verdadera
emergencia. Al mismo tiempo, sabía que Grace estaba realmente preocupada y quería
mi ayuda. También me intranquilizaba el niño. Por eso decidí apoyar la preocupación
de Grace.
—Éste es un pedido difícil, Larry. Estoy de acuerdo con Grace en que al niño le
molesta demasiado lo que debería ser un juego agradable y despreocupado. Creo que
deberías hacer caso a su intuición y sólo jugar con*Alex de manera que ambos
pudieran disfrutar de estar juntos. Él es muy pequeño para comprender que le estás
enseñando a defenderse. Es probable que piense que realmente estás peleando con
él, y como te quiere no puede tolerarlo.
Larry me miró durante un largo minuto y luego agregó: —Entiendo.
Creo que es interesante que el residuo de la infancia violenta de Larry pudiera surgir
en el juego con su hijo. Él pudo controlar sus impulsos en su relación con las mujeres,
pero sin saberlo la violencia había surgido en la relación con el hijo que tanto quería.
Comprendo lo poco que sabemos sobre el comportamiento humano y el insidioso
legado de la violencia familiar. En cualquier cuestionario, Larry habría respondido
honestamente que había sido capaz de escapar de ser una persona violenta con su
esposa y sus hijos. ¿A quién se le habría ocurrido preguntarle cómo juega con su hijo?

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UNA VENTANA DE OPORTUNIDAD

Relaté la historia de Larry con detalles porque es un notable informe de la mente de


un muchacho que lenta, dolorosa y exitosamente se despega de sus orígenes
violentos. Larry nos muestra cómo el divorcio puede brindar una ventana de
oportunidad a través de la cual puede acceder a la libertad, con la condición de que el
niño en desarrollo proporcione su energía, ingenio y valentía para que esto suceda. El
divorcio en sí mismo no lo hará. La evolución moral y emocional de Larry —de un
muchacho delincuente a un esposo amoroso, padre y ciudadano responsable—
contiene los pasos psicológicos necesarios. Como Dorothy en El mago de Oz confía
en la ayuda del Espantapájaros para conseguir un cerebro, el Hombre de Lata para
desear un corazón, el León Cobarde para ser valiente, el niño que crece en una familia
violenta necesita el uso completo de su inteligencia, su capacidad de amar y su
valentía para salir de las profundidades a las que fue expuesto. Tiene que
confeccionar por sí mismo un sistema de valores que rechace la violencia, respete las
mujeres y coloque la decencia y la amabilidad humana en el centro. En sus relaciones
personales, tiene que adquirir la capacidad de amar e intimar sin explotar, lealtad a su
familia y amigos y responsabilidad a su comunidad y sociedad profesional. De modo
contrario al sistema en boga de los tribunales de familia actuales, que enfatizan la
importancia de la continuidad de la relación padre-hijo después del divorcio, el niño
debe encontrar dentro de él mismo la fuerza para rechazar al progenitor violento y los
valores y actitudes que esa persona representa. Si el niño continúa recibiendo esos
valores repetirá la perversidad a la que fue expuesto durante sus años más
impresionables.
Aunque Larry se rescató a él mismo, lo ayudaron la decisión de su madre de
divorciarse y su amor por él, y su dignidad durante los años posteriores al divorcio. Eso
brindó a sus hijos un ejemplo de valor y honradez que fortaleció la habilidad de Larry
para irse. El divorcio que ella concretó a pesar de sus temores y dudas le mostró que
salir era un modo más valiente y mejor, y él aprendió de su ejemplo y encontró en su
interior el poder para seguir su guía y dejar atrás la identidad que hubiera adquirido si
ella hubiera permanecido atrapada.
UN ESCAPE BLOQUEADO

¿Y qué sucede con todas las Carol de este mundo? Sin un progenitor que la ayude
a salir de la locura de su familia, ¿qué le queda?
Al final de nuestra entrevista, Carol me contó cómo conoció a Tom, un piloto de una
gran compañía aérea. Recordaba con detalle cómo su relación había pasado de
sonrisas, pequeñas conversaciones y citas en Nueva York y San Francisco hasta su
arreglo actual en el cual Tom se queda con Carol cada vez que tiene paradas
temporales en San Francisco. Luego, mientras Carol hablaba como una enamorada
de veintitrés años en lugar de una cuarentona que se había acostado con más de
cincuenta hombres, mi optimismo cayó en picada.
—Lo que sucede es que él es casado y tiene dos hijos. Su familia vive en Nueva
York y está esperando un buen momento para separarse de su esposa. Su matrimonio
no funciona desde hace años, y él ya se habría ido hace rato si ella no hubiera tenido
un segundo hijo. Realmente aprecio la consideración de Tom, quiere asegurarse de
que nadie sufra. Sé que cuando nos casemos me será fiel, y será un alivio cuando
podamos vivir juntos abiertamente en lugar de tener que mantener nuestra relación en
secreto.
Traté de no demostrar mi desánimo. Lo que Carol estaba describiendo tan
alegremente era la historia más antigua del manual. Un hombre con una familia
formada se compromete realizando promesas vacías que nunca cumplirá. Mientras
Carol crea y tolere este arreglo, él se quedará junto a ella. Cuando insista demasiado y
sea muy infeliz y demandante probablemente la dejará. El argumento era antiguo y
obvio. El problema era que al parecer Carol no se daba cuenta.
¿Cuándo te enteraste de que era casado?
Esa es una de las pocas cosas en las que no estamos de acuerdo respondió Carol
con el mismo tono alegre y parlanchín, como si estuviéramos hablando de ir a comprar
zapatos—. Él dice que cuando nos conocimos hace cuatro años me contó que era
casado y tenía un hijo y una beba, pero yo no lo recuerdo. Dos años después cuando
ya estábamos muy comprometidos comencé a sospechar, pero no quise preguntar. Se

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esforzaba tanto para pasar todo su tiempo libre conmigo, y éramos tan felices que me
decía a mí misma que no podía tener una esposa y un hogar al cual regresar.
Finalmente le pregunté si era casado y recuerdo que me respondió "de algún modo".
Bueno, probablemente si lo hubiera sabido no me habría involucrado tanto, pero ya
estábamos tan enamorados... ¿qué podía hacer?
Como dije antes, los padres de estos matrimonios intactos caóticos hacen estragos
sin decirlo sobre sus hijos que crecen aterrados y miserables con un legado del cual no
pueden escapar. No existe una ventana de oportunidad que ellos puedan utilizar
porque ninguno de los progenitores está dispuesto o capacitado para realizar el
esfuerzo extraordinario que se requiere para brindar al niño un cambio. Como adultos
maduros de casi cuarenta años, siguen siendo prisioneros de falsas expectativas y
profundas necesidades. El sentido distorsionado de las relaciones y la necesidad de
amor se combinan y afectan seriamente sus juicios. Algunos permanecen en terapia
durante muchos años tratando de cerrar la puerta de esta historia infeliz y logran
establecer una vida más plena. Pero otros, como Carol, observan desde afuera el
drama de los demás. Completamente perdidos, y saltando de relación en relación, o
permaneciendo en matrimonios infelices, sólo esperan migajas del amor y de la vida.

TERCERA PARTE

LA NIÑA SIN PADRES

Puala

CAPÍTULO DOCE
Crecer solitario
La gente me pregunta si existe un buen momento para divorciarse. Se preguntan si
no es más fácil cuando el niño es muy pequeño para que no le queden intensos
recuerdos de la familia intacta. ¿O es mejor esperar hasta que los niños sean casi
adultos, con un pie casi fuera del nido? ¿La edad del niño importa, y la gente debe
esperar un buen momento para el divorcio?
La respuesta es "depende" de una cantidad de factores, incluyendo la calidad del
matrimonio (lo que está detrás de la decisión es violencia o aburrimiento) y la calidad
de la familia posterior al divorcio. De mi trabajo y otros se desprende que en nuestra
cultura del divorcio los niños más pequeños tienden a sufrir más. En la edad en que
necesitan protección constante y mucho cariño sus padres están en pleno conñicto. En
muchas familias esto incluye niños muy pequeños que reciben cuidados amorosos y
repentinamente sufren un cambio drástico en esos cuidados. Sus madres regresan a
trabajar y van de noche a estudiar para mejorar su situación financiera. Tienen menos
a sus padres. Y ellos sufren.
Paula es el ejemplo clásico de esta clase de niños y elegí su historia para trasmitir la
experiencia de millones como ella. Por lo menos la mitad de los niños de este país
cuyos padres se divorcian tiene menos de seis años cuando se produce la separación.
Paula, que era demasiado pequeña para comprender los repentinos cambios en su
familia, creció angustiada y muy enojada. La historia de su vida refleja su continuo
disgusto y la forma dramática y autodestructiva que encontró para expresarlo. Cuando
analicemos su vida observaremos cómo las visitas ordenadas por la Corte no estaban
dentro de las perspectivas de la niña. En la vida adulta de Paula veremos cómo los
hijos del divorcio manejan el divorcio con sus propios hijos.

Paula entró en mi oficina, se sentó, dejó su pesado bolso en el piso y sonrió. A los
treinta y nueve años estaba más rellenita y saludable que en nuestro último encuentro
hacía diez años en Seattle, cuando casi anoréxica, pálida, fumaba un cigarrillo detrás
del otro, e ignoró la ensalada que pidió para el almuerzo.
También parecía considerablemente más vieja, con la piel deteriorada y arrugas
profundas en la frente.
—¿Recuerdas nuestro último encuentro? —le pregunté para ver si era consciente
de lo mucho que había cambiado.
Paula me sorprendió inclinando la cabeza hacia atrás y riéndose con voz de
fumadora.
No la recuerdo para nada. Deberías borrar todo lo que dije porque es probable que
tuviera mucha cocaína encima. Hace dos años que estoy en recuperación y las cosas

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eme estaban en una nebulosa están comenzando a aparecer... pero aquel período de
mi vida aún es una completa confusión.
Observé detenidamente a Paula, aún tenía vestigios de la ruda niña de la calle que
había sido: tensión en la mandíbula y hombros en escuadra que podrían llevar
cualquier carga que se arrojaran sobre ellos; aunque ahora estaba más calmada,
menos altanera y estridente. Su bolso estaba lleno de libros escolares, sus ojos verdes
brillaban, y estaba ansiosa y dispuesta a contar su historia.
Cuando comenzó a hablar, sentí un suspiro de alivio en su interior. Paula era una de
esas niñas que, después de que sus padres se divorciaron, tuvo que crecer
literalmente sola. Viéndola crecer a la distancia hubo momentos en los que me
desesperé por su bienestar, y me pregunté si tendría alguna oportunidad de alcanzar
una vida adulta normal.
Esta situación no se puede comparar con la de familias intactas. Hemos oído de
familias en las cuales el padre pierde el trabajo, la madre tiene una enfermedad
crónica o el fuego destruye todas las posesiones de la familia. Pero ninguna de estas
pérdidas o reveses repentinos dentro de una familia intacta se asemeja a lo que le
sucedió a la pequeña Paula, cuyo mundo colapso en menos de un mes. La experiencia
de niños de familias intactas que se puede comparar es la muerte repentina de uno de
los progenitores. Afortunadamente, a diferencia del divorcio, la muerte de un padre
joven no es común en este país.
Paula y yo mantuvimos una charla sincera que se prolongó durante tres horas y
media. Ella me dijo que los años posteriores al divorcio fueron "confusos", pero yo
recuerdo a esta niñita y su familia muy claramente. Paula, que era la más pequeña de
las dos hermanas, tenia cuatro años cuando sus jóvenes padres se separaron. Su
padre, un hombre buen mozo y encantador, de una familia adinerada, era
farmacéutico y dueño de tres farmacias. Era un esposo devoto, orgulloso de su
hermosa esposa, muy unido a sus hijas, las cuales se parecían a él. Le encantaba este
parecido y las llevaba a la plaza, donde la gente admiraba la vivacidad y espíritu de
amistad de las niñas. Desafortunadamente realizó algunas malas inversiones
aconsejado por un amigo que lo traicionó, y al tratar desesperadamente de cubrir sus
pérdidas y ocultar la información a su esposa y sus padres contrajo mayores deudas.
Cuando Paula tenía tres años, ya no pudo ocultar su ruina financiera. En bancarrota,
tuvo que vender las tres farmacias y no pudo disponer de sus otros capitales. Se sintió
superado por la culpa y le costaba regresar a casa con su esposa y sus hijas.
Muy pronto los padres de Paula comenzaron a pelear. La madre de Paula, que era
una mujer alegre y jovial, que disfrutaba del cuidado de su hogar y sus hijas, comenzó
a desesperarse ya que su esposo pasaba cada vez más tiempo fuera del hogar. El
matrimonio terminó cuando el padre de Paula fue a su casa una noche de Navidad
porque estaba demasiado trastornado y deprimido por sus problemas financieros
como para ir a la fiesta familiar que habían organizado sus padres. Cuando la madre
de Paula lo acusó de que no se ocupaba de ella y de las niñas, él explotó y la golpeó
por primera y única vez. Las niñas estaban cerca, mirando aterrorizadas. Después de
que el padre agitado se fue de la casa, las niñas observaron cómo su madre se sentó
en una silla, con la cabeza gacha, y comenzó a mecerse hacia delante y hacia atrás.
Paula se acercó a su madre sollozante. Su madre recuerda que Paula le preguntó:
"¿Le tienes miedo a papá, mami?". Cuando su madre asintió con la cabeza, ella lomó
su mantita de dormir y se la colocó sobre los hombros.
La historia de la familia de Paula es muy común. La mayoría de la gente está
familiarizada con el hecho de que cerca de la mitad de los primeros matrimonios
terminan en divorcio. Pero lo que no saben es que todos los años quinientos mil niños
menores de seis años se encuentran en los zapatos de Paula: pequeños, sin poder
comprender, vulnerables, y atemorizados 1. Cuando crecen, guardan muy pocos
recuerdos de la vida anterior al divorcio, con ambos padres en el hogar. Gran parte de
lo que saben y recuerdan proviene de la familia posterior al divorcio. La familia que los
creó simplemente desapareció.
Como les sucede a muchos hijos del divorcio, la vida cambió radicalmente para
Paula y su hermana después de la separación. Su madre había abandonado la
universidad en el primer año para fugarse con su esposo y había pasado su vida
matrimonial dedicada a las actividades hogareñas y el cuidado de sus hijas.
Participaba activamente en las guarderías de las niñas, y llevaba a Joan y luego a
Paula a casa de amigos, a lecciones de natación, al parque a jugar y después a tomar
helados. Cuando Joan comenzó el Jardín de Infantes, esta madre dedicada a la casa
se comprometió con actividades escolares y a menudo se encontraba en la escuela
primaria ayudando en las clases u organizando acontecimientos escolares. Conducía

151
en todos los viajes al campo escolar y estaba presente en todos los actos y fiestas del
colegio. Llevaba y traía a Joan y a Paula a la escuela y tenía preparado la merienda en
casa para cuando llegaban. Cuando sus padres salían los sábados por la noche, una
adolescente que vivía en la misma calle cuidaba a Joan y Paula. Las niñas se
separaban de su madre una sola vez por año, cuando sus padres salían un fin de
semana largo y quedaban al cuidado de los abuelos paternos.
Para Paula el divorcio significó la pérdida de las tres cosas que siempre le habían
brindado seguridad: su madre, su padre y las reconfortantes rutinas de su vida. Recién
ahora a los treinta y tres años, Paula puede poner en palabras la magnitud de aquellas
pérdidas: "No recuerdo nada excepto que vivíamos juntos y después ya no. No
recuerdo que alguien me haya explicado algo. De pronto no había nadie allí. Pasé
tanto tiempo sola que traté de convertirme en mi propia compañía. Pero, ¿cómo puede
hacer eso una niña de cuatro años? Pasaba días sin decir una palabra".

Adiós a la mantita para dormir

Después de la separación, la madre de Paula se encontró en terribles problemas


económicos. La bancarrota la dejó a ella y a su ex esposo en la ruina. Él no podía
pagar la cuota de alimentos. Durante un tiempo, el único apoyo financiero que recibió
la joven madre provino de los padres de su esposo, quienes se conmovieron de su
situación y le enviaban dinero todos los meses para pagar los alimentos y el seguro de
salud. Sin habilidades para el mercado, salió a trabajar tiempo completo por un salario
mínimo. Al llegar a fin de mes, después de pagar los gastos de la casa y la niñera, le
quedaban sesenta dólares. En pocos meses, esta mujer alegre, conversadora, con la
que Paula y Joan siempre podían contar se convirtió en una extraña tensionada,
cansada, que al llegar gritaba a sus hijas y a la niñera porque no había ordenado la
casa, o se sentaba silenciosa y resentida y comía las cenas congeladas que habían
reemplazado las comidas caseras. Todas las noches se iba a su dormitorio después
de ordenarles a sus hijas que se acostaran sin los cuentos y los mimos que siempre
habían compartido.
La madre de Paula es una del ejército de mujeres a las que el divorcio les provoca
pesadillas económicas. Las estadísticas están bien documentadas 2. Las madres
divorciadas ganan mucho menos que los oadres divorciados, y la cuota de alimentos
no compensa la diferencia, -os estudios muestran que las mujeres y los niños que
pertenecieron a ina clase superior antes del divorcio sufren la caída de ingresos más
precipitada. En 1991, el 40% de las mujeres divorciadas con hijos vivían por debajo del
nivel de pobreza. La situación era aún más desesperada para aquellas mujeres con
hijos menores de seis años, como la madre de Paula. Más de la mitad de estas
mujeres jóvenes con hijos pequeños estaba viviendo por debajo del nivel de pobreza.
Las mujeres divorciadas no sólo son pobres después del divorcio sino que continúan
siendo pobres durante muchos años 3. Esto se debe a que, a pesar de las cuotas de
alimentos, la cantidad promedio que reciben, y cuando se las pagan, es mucho menor
al costo de criar un niño. Más aún, cuando una mujer busca empleo, muchas, como la
madre de Paula, son menospreciadas en el mercado. No tienen las habilidades
requeridas para comenzar o pasaron los años previos al divorcio ocupándose de los
niños y los cuidados de la casa. Después del divorcio se enfrentan con la doble carga
de adquirir una nueva educación o de poner al día sus habilidades anteriores y
simultáneamente mantener a sus hijos y a ellas mismas. Muchas aceptan trabajos
nocturnos, trabajos temporarios o trabajos en inmobiliarias que las mantienen alejadas
del hogar durante todo el fin de semana. Están físicamente agotadas y
emocionalmente vacías, ya que corren siempre en el mismo lugar sin avanzar, como la
reina Roja de Alicia en el País de las Maravillas, que cuanto más rápido corría más
permanecía en un mismo lugar. Sus valientes esfuerzos por alimentar, vestir y cobijar
a sus hijos disminuye notablemente su habilidad como madres. Como Paula me
comentó: "No recuerdo que se haya sentado a leerme o a jugar. Aún me enloquece y
me entristece pensar en eso".
En el mundo de carne y hueso de un niño que vive en una familia divorciada los
temas económicos no están separados de los temas psicológicos, algo de lo que se
habla muy poco. Después del divorcio, la caída del ingreso trae aparejadas otras
pérdidas que no se pueden contabilizar en dólares y centavos, como alejarse de los
amigos del barrio, mudarse a una casa menos costosa o verse expuesto a la violencia
y el caos de un barrio peor, con una escuela superpoblada y maestros abrumados. Los
extras que hacían que la vida de un niño fuera cómoda, se pierden. Las actividades

153
especiales de los fines de semana, las películas, los campamentos de verano, las
clases de natación, piano y baile, los uniformes para los equipos de atletismo y otras
actividades extracurriculares, sin mencionar los colegios privados, son lo primero que
desaparece. Más tarde, existe la posibilidad real de que los niños del segundo
matrimonio del padre tengan más recursos y oportunidades que un hijo del divorcio
cuya madre no se vuelve a casar. Las oportunidades educativas que se reducen y la
usurpación de los lugares dentro de la familia tienen un efecto paralizante en los hijos
del divorcio. ¿Por qué apuntar alto cuando nos han empujado a la parte inferior de la
escalera y otros nos bloquean el camino?
Pérdida de estructura
Recuerdo claramente la primera vez que vi a Paula seis meses después de que sus
padres se separaron. Una niñita delgada, con cabello oscuro rizado y brillantes ojos
verdes, y que daba vueltas, inquieta por mi salón de juegos, ansiosa por sentarse a
jugar. Mientras tomaba y arrojaba al piso juguete tras juguete, traté de preguntarle por
su vida, su familia, sus padres, su escuela y su hermana. En lugar de ello, me habló de
manera interminable de su perra Daisy e ignoró todas mis preguntas. Luego me
sorprendió, por primera vez, cuando se detuvo repentinamente y me dijo claramente:
"Voy a buscar una nueva mamá".
La niña se sentía agobiada por la ansiedad. El mundo había cambiado de la noche a
la mañana y se había convertido en un lugar incomprensible, impredecible, en el cual
su madre había desaparecido y la habían reemplazado por una serie de niñeras
elegidas al azar, con bajo salario, y una persona que se parecía a su madre, pero que
tenía poco tiempo y energía para Paula. El padre de Paula, aunque estaba ausente de
las rutinas diarias durante la primera infancia, les llevaba regalos y jugaba con Paula y
su hermana cuando vivía en el hogar. Después de la separación, sus ausencias fueron
más prolongadas, y después del primer año desapareció durante varios años. Paula
perdió su lugar en el mundo, y pasó de ser una niña cuidada, mimada, protegida e
importante en la vida familiar, a ser una niña que se sentía una sobra de un matrimonio
fracasado y una carga alrededor del cuello de su madre. A los cuatro años estas
pérdidas no se pueden expresar con palabras. Se sienten y expresan en un
sobrecogedor pánico interno. La sinceridad y la espontaneidad que son
manifestaciones visibles de sentirse amado y maduro, desaparecen cuando el pánico
y la ansiedad dan lugar a la desilusión y el enojo.
Al comprender que su nuera no podría obtener mayores ingresos sin estudiar, los
abuelos de Paula le ofrecieron pagarle una cuota de alimentos si regresaba a la
universidad. Con una resolución inflexible y reservas de determinación que no habían
sido evidentes en su personalidad como madre y ama de casa, esta mujer se inscribió
en la universidad siete meses después de la separación.
Aunque su intención era forjar una vida mejor para ella y sus hijas, el regreso de su
madre a la universidad tuvo como resultado mayores pérdidas para Paula y su
hermana. Se iba de la casa a las clases a las siete de la mañana cinco días a la
semana. Trabajaba desde el mediodía hasta las seis de la tarde, y los sábados todo el
día para que le pagaran tiempo completo. Por la noche estudiaba. Paula, que aún
estaba en el (ardín de Infantes, permanecía en la casa de una niñera durante doce
loras con otros cinco niños. Joan, que tenía nueve años, iba sola a la -scuela y
regresaba a una casa vacía.
Cuando Paula comenzó la escuela primaria se quedaba en la guardería antes de
clases y regresaba a casa con Joan, quien debía cuidar a su hermanita hasta que s u
madre regresaba a las seis y media de la noche. Joan estaba resentida y agobiada por
la responsabilidad de cuidar a Paula todos los días, mantener la casa en orden y tener
la cena en el horno para la hora en que su mamá llegaba a casa. Ambas hermanas
recuerdan que apagaban el televisor y corrían a ordenar la casa cuando el automóvil
de su mamá estacionaba. Ambas también recuerdan la cantidad de veces en que
Joan, enojada y frustrada, le arrojó cosas a Paula y la encerró fuera de la casa. Las
dos aprendieron a muy corta edad a guardar silencio sobre sus conflictos y
resentimientos, ya que si recibían a su madre y le contaban sus problemas sólo
obtenían comentarios hirientes y un castigo para ambas. Cada vez con más
frecuencia, su madre les decía que no tenía tiempo para ellas e iba directamente a su
dormitorio y cerraba la puerta. El precio para mantener la presencia de su madre y un
poco de armonía familiar era ocultar sus sentimientos y fingir que las cosas estaban
bien. Cuando esto sucedía, la madre y las hijas cenaban mientras conversaban poco,
y luego la madre estudiaba y Paula y Joan realizaban las tareas de la escuela o
miraban televisión. Cuando las peleas surgían o las tensiones aumentaban, la madre
se retiraba.

155
Gradualmente, los recuerdos de Paula de una madre que disfrutaba de las idas y
venidas de sus hijas, que se anticipaba a las necesidades de ellas y satisfacía sus
deseos, se desvanecieron. En los tiempos difíciles de los años posteriores al divorcio,
la imagen de su madre cambió y con ella la imagen de Paula. Nuevamente tardó años
en comprender estas transformaciones. Todos los niños de nuestro estudio que
experimentaron el divorcio en sus años de preescolares, excepto algunos cuyos
padres mantuvieron dos hogares con un buen funcionamiento, se sintieron
abandonados y descuidados. Perdieron a sus madres por un trabajo de tiempo
completo, la vuelta al estudio y los esfuerzos para reestablecer su vida social..
También se sintieron abandonados por sus padres, que trabajaban tiempo completo, y
estaban ocupados saliendo con mujeres. Éstos fueron años de recuerdos muy tristes.
Con el divorcio, los niños en edad preescolar pierden los beneficios de una infancia
estructurada, lo cual tiene serias consecuencias para su desarrollo. Los niños
necesitan rutinas regulares: hora de acostarse, hora de siestas, hora de comidas, hora
de juegos. Los adolescentes también necesitan rutinas hogareñas. Esta estabilidad
brinda a los adolescentes la libertad para probar su agresión y aprender a
autocontrolarse al observar que la vida tiene uniformidad y reglas. Pero después del
divorcio, los hogares se desorganizan. Los horarios de comidas no son regulares, los
niños preparan sus propios almuerzos.
La hora de dormir es fortuita. Todo esto es así en el momento de la separación, pero
el caos puede continuar durante muchos años si, como en el caso de Paula, la madre
se embarca en un programa exigente y no puede retomar sus rutinas previas. La caída
tiene muchas facetas. Sin un horario regular para dormir, el niño se despierta cansado
y caprichoso y no aprende bien en la escuela. Los niños mayores a quienes se les
asigna la tarea de cuidar a sus hermanos menores se sienten enojados y resentidos.
El progenitor responsable se ve y se siente agotado, presionado hasta un límite
intolerable.
Los padres necesitan saber que es muy importante restablecer las rutinas tan pronto
como se pueda después del divorcio. Esta estructura ayuda a los niños a retomar sus
actividades escolares regulares, su aprendizaje y sus amistades. Éstos son los
peldaños de la escalera de su desarrollo. En realidad muchos padres divorciados
saben esto, pero están demasiado presionados como para ponerlo en práctica. Muy
pronto también advierten que las reglas establecidas en un hogar se pueden dejar sin
efecto en el otro. Las rutinas y los horarios para dormir varían en el hogar de cada
padre. En los hogares de algunos de los padres, el niño preescolar duerme en el
mismo cuarto con el padre, mientras que en otros el niño tiene su propia habitación. La
llamada comida chatarra y la televisión ilimitada se permiten en un hogar y se prohiben
en el otro. La desnudez es la modalidad de un hogar y eso se desaprueba en el otro.
(En una familia, una niña de cinco años regresó de visitar a su padre muy
entusiasmada con los tatuajes que la nueva amiga de su papá tenía en la parte
superior de la pantorrilla). Estas al parecer pequeñas diferencias se pueden convertir
en asuntos serios que nunca se resuelven y contribuyen a la dificultad de estabilizar la
vida del niño preescolar en la familia divorciada.

LA SOLEDAD DE LOS HIJOS MÁS PEQUEÑOS DEL DIVORCIO


Cuando le pedí a Paula-la-adulta que me contara los recuerdos de 'aula-la-niña me
dijo: "Recuerdo que tenía problemas y que estaba nojada. Siempre estaba enojada
con alguien. No creo que el divorcio n sí mismo me haya afectado. Lo que me molestó
fue que mi mamá o estuviera. Extrañaba que no fuéramos una familia regular. No tenía
nadie con quién hablar. No tuve ninguna guía. Sé que mamá se puso e cabeza para
mantenernos y siempre le voy a estar agradecida por so, pero la recuerdo como
ausente. Había veces en que llegaba a casa trde del trabajo y yo necesitaba ayuda con
algo de la escuela. Ella se onía realmente tensa porque tenía un examen al día
siguiente y debía ?tudiar. Me decía que tenía que hacer mi mejor esfuerzo para mi
proyecto escolar porque ella necesitaba estudiar. Luego se encerraba en el baño.
Recuerdo que me sentaba junto a la puerta del baño y escuchaba cómo daba vuelta
las páginas de su libreta de apuntes".
Aunque las necesidades materiales de Paula de tener alimento y albergue fueron
satisfechas, ella se sintió abandonada. Años más tarde, Paula y otros niños cuyos
padres se divorciaron cuando eran muy pequeños recuerdan una sola cosa: una
inmensa y desconsoladora sensación de soledad. Están enojados porque los dejan
mucho tiempo solos con ellos mismos. Saben que sus padres estaban demasiado
agobiados por el cambio de sus circunstancias, pero eso no es excusa para el olvido.

157
Aquellos que fueron de un hogar a otro se quejan de haber estado con la niñera de
mamá y la de papá y no haber podido estar el tiempo suficiente con ninguno de los
dos.
Los niños pequeños que no pueden comprender el dilema de sus padres piensan
que los dejan solos porque no son importantes, valorados o interesantes para ningún
adulto. Se culpan por haber sido desobedientes y así explican por qué sus madres se
van todo el día del hogar. Culpan a sus madres por haber sido infieles. Cuando son
mayores se demoran en las casas de sus amigos con la esperanza de que los inviten a
cenar o quizás a pasar la tarde. Algunos tienen la fantasía secreta de que los invitarán
a quedarse con los niños de la otra familia.
Los niños muy pequeños aprenden a ser sensibles a los cambios de humor de sus
padres. En algunos de nuestros conmovedores videos de familias que se van a
divorciar, se puede ver a un bebé que gatea y sube a la falda de su madre y le toca la
mejilla para consolarla. Aunque agradecen la atención, los niños aprenden a no
esperarla o exigirla. Algunos niños aprenden a entretenerse solos mirando muchas
horas de televisión, pero otros son demasiado pequeños o están demasiado tristes y
se sientan quietos esperando que el padre regrese o que les preste atención. Otros se
vuelcan a los animales para obtener compañía y reciprocidad de amor incondicional.
Descubrimientos científicos recientes muestran que estos niñitos en edad
preescolar tienen razón al sentirse seriamente despojados 4. Los niños necesitan una
interacción continua con adultos cariñosos para aprender sobre las emociones
humanas y para desarrollar su capacidad de pensar. Ser alimentado y llevado a la
cama es una diminuta fracción de lo que necesitan. Los padres deben brindar tiempo y
energía para hablar, jugar, leer y prestar atención a sus hijos. Pero, ¿dónde encontrará
tiempo para esto el angustiado padre recientemente divorciado?
Al comparar los ajustes efectuados por los adultos jóvenes de nuestro estudio con la
edad que tenían cuando sus padres se separaron, descubrimos que los más jóvenes
tuvieron más dificultades para crecer5. Casi todos perdieron a su madre por el trabajo y
las tensiones de ser un padre/madre solo/a. Sus sentimientos de soledad y enojo con
ambos padres continúan hasta los últimos años de la escuela y la adolescencia. En
este hito de los veinticinco años, entre sus veinticinco y treinta y dos años, no les va tan
bien en sus lugares de trabajo y sus relaciones comparados con los hijos que eran
mayores en el momento de la separación. Tienen un nivel inferior de confianza en sus
posibilidades de casarse exitosamente y están muy preocupados porque los
traicionen. Sólo una de las niñas de preescolar de nuestro estudio está felizmente
casada en un matrimonio estable, mientras que otra está viviendo feliz con un hombre,
sin planes para casarse muy pronto. La tercera, que al parecer estaba felizmente
casada, dejó repentinamente a su devoto esposo para irse a vivir con un antiguo
amante de la escuela secundaria, y se llevó a su hija en edad preescolar con ella. La
mayoría de las niñas de este grupo no hallaron buenos trabajos o carreras
satisfactorias. Varias tienen trabajos inciertos fuera de sus hogares. Las que tenían un
buen nivel de educación encontraron buenas carreras, pero tienen problemas con los
hombres. Los muchachos tienen situaciones similares. La mayoría de los hombres de
nuestro estudio que tenían una vida solitaria provienen de este grupo.
Al observar los informes de estos hijos del divorcio más pequeños me sorprendí al
ver que un buen segundo matrimonio no los ayudó a superar el trauma del divorcio.
Como sus madres eran relativamente jóvenes y encontraron esposos en poco tiempo,
muchos niños volvieron a tener la protección y ventajas financieras de una familia
intacta. Varios tuvieron padrastros y madrastras cariñosos que se ocuparon con
ternura de ellos y se convirtieron en figuras centrales en su vida desde un principio.
Pero, finalmente, comprendí que, para la mayoría de estos niños, los padrastros eran
figuras secundarias comparadas con la unión que tenían con sus padres biológicos.
En general, las relaciones con los padrastros/madrastras no tienen el compromiso
apasionado que los niños sienten por sus padres. Es como si en sus mentes tuvieran
un compartimiento para sus padres y otro para los padrastros, y ambos permanecieran
siempre separados. Estos padrastros les agradan, y aprecian su amabilidad e interés.
A veces, los quieren y los respetan y admiran más que a sus padres biológicos. Pero
no se preocupan ni lloran ni sienten la misma compasión por ellos que por sus
verdaderos padres. No son tan vulnerables ante el rechazo de un padrastro. Un
hombre de veinte años que tenía un padrastro amoroso desde los siete años y rara vez
veía a su padre biológico, lo expresó claramente: "Mi padrastro podría ser San
Francisco o San Antonio. Podría haber caminado sobre el agua. Pero no podría haber
borrado el dolor que sentía por mi padre". Los niños son muy fieles en su amor, enojo y
sufrimiento con respecto a sus padres durante toda su vida.

159
EL NIÑO SIN MADRE
Cinco años después del divorcio, cuando Paula tenía nueve años, estaba absorbida
por su mascota, el conejo Racer. Pasaba horas alimentándolo y cuidándolo. Me contó
que le agradaban sus amigos, pero no su maestra. También me dijo que no le
agradaban su hermana y su madre. Se negó a hablar de su padre. En esta entrevista
me volvió a sorprender con las afirmaciones más desconcertantes que nunca había
escuchado de boca de un niño: "Cuando crezca no quiero ser nada. No me gusta la
idea de crecer. Tengo que crecer". En las notas que redacté de esta entrevista grabé
mis impresiones sobre Paula cuando tenía nueve años: "Ella no ve ninguna mejora en
su vida familiar. Su destino son las dificultades. No lo pudo elaborar; se muestra
cautelosa con el futuro".
La maestra de tercer grado de Paula también me comentó sus impresiones: "Paula
es una niña tranquila y cooperadora en la clase. No se relaciona bien con los adultos y
prefiere evitar la relación e interacción con ellos. No muestra interés en ningún tema o
actividad. Nunca habla sobre su familia. No es muy animada en clase". La maestra de
Paula estaba describiendo a una niña deprimida.
En ese momento, la madre de Paula había terminado con mucho esfuerzo sus
estudios de administración hotelera, y consiguió un trabajo muy bien pago como
ayudante de la gerencia de un hotel en el centro de la ciudad. Eso significaba que tenía
que levantarse a las siete de la mañana y no regresaba hasta las siete de la tarde. Su
nuevo trabajo le brindó un buen status y un importante aumento de su autoestima. El
trabajo también le demandó más tiempo y energía. Para poder ascender a gerente, la
madre de Paula comenzó a trabajar para obtener una maestría, lo cual significaba que
tenía que asistir a clases dos veces por semana. Como era una mujer joven, y ahora
más estable y más segura, la madre de Paula comenzó a salir con un hombre que
conoció en el trabajo. Para ella fue embriagador ser tratada con romanticismo y
sentirse deseada después de tantos años de trabajo extenuante. Salía todas las
noches y los fines de semana con su nuevo amante.
Una de las paradojas crueles de este y muchos divorcios, en especial para los niños
en edad preescolar, es que cuanto más gana la madre, más pierden los niños. Los
avances en la educación y en el trabajo, y su necesidad humana de amor adulto
mejoran su vida y las alejan cada vez más de las vidas de sus hijos. Aunque tenía un
muy buen nivel de educación y exigía que sus hijas se esforzaran en la escuela, la
madre de Paula rara vez estaba allí para supervisar y ayudar en las tareas escolares.
Ella no lo advertía y sus hijas no le contaban cuando tenían problemas o dificultades.
Las notas de la escuela quedaban arrugadas en las mochilas. Esta madre se
presentaba tan poco en la escuela que algunos maestros se quejaban de que no
sabían quién era. A Paula yjoan no las alentaban para que participaran de actividades
después de la escuela, y su madre no podía asistir a actividades extracurriculares.
Aunque sus amigos iban a clases de piano y baile, Paula y Joan continuaban
regresando a una casa vacía. Aunque eran niñas inteligentes sólo obtenían las
calificaciones justas para pasar de grado, y aprendían sin causar problemas ni llamar
la atención de sus maestras. (Un niño deprimido siempre pasa inadvertido en la
escuela, en especial si sólo obtiene calificaciones justas). Aprendieron a cumplir con
las demandas adultas, pero sin un convencimiento interior de confianza y dirección.
Cuando sus matrimonios fracasan, la mayoría de las madres no puede mantener el
mismo nivel de relación física y emocional con sus hijos. Como Paula y todos los otros
niños del divorcio me dijeron, la pérdida más grande que enfrentaron fue la pérdida de
sus madres. Un día estaba allí alentando, satisfaciendo sus necesidades, y al otro día
se iba y daba órdenes mientras salía. Para los niños pequeños la repentina pérdida de
la atención de sus madres es increíblemente traumática, como congelarse después de
haber estado en un clima cálido. La madre es todo su mundo. Ella brinda alimento y
consuelo. Con su aprobación experimentan crecimiento y alegría en el desarrollo. Y
luego pasan al cuidado de extraños. En su ingrata tarea de brindar todo para mantener
la familia a flote, las madres pierden su capacidad para mantener su inversión
emocional primaria en sus hijos.
El enfoque de la política e intervención del divorcio se centra en la pérdida del padre,
que es muy profunda para muchos hijos del divorcio. Pero la pérdida de la madre
cambia para siempre la forma en que un niño, especialmente pequeño, experimenta el
mundo. Para los niños en edad preescolar de nuestro estudio la pérdida de sus
madres fue fundamental y su sufrimiento fue constante. Veinticinco años después
todavía lloran y recuerdan: "Mi madre no estaba realmente allí. No había nadie allí". Al
hablar con estos niños cuando recordaban sus infancias, pensé en la canción A veces
me siento como un niño sin madre. Este corte emocional, este pasar de sentirse el

161
centro de atención de la madre a un apéndice periférico, forma parte de las relaciones
madre-hija en muchas familias divorciadas. Mientras que las madres se esfuerzan
desesperadamente por criar a sus hijos solas, muchos aspectos de sus vidas
compartidas deben cambiar. Las madres ya no tienen tiempo de vigilar y participar de
la vida diaria de sus hijos. No pueden darse el lujo de planificar días de vacaciones o
invitar amigos a casa. La cocina casera es suplantada con comida comprada. No hay
tiempo para controlar los pequeños cambios del niño, sus preocupaciones y sus
logros; no hay otro padre con quien compartir y planificar el futuro del niño. El talento y
los problemas potenciales no se tienen en cuenta en la loca carrera por salir de casa y
regresar a dormir para recuperar energías para enfrentar otro día. Los buenos
modales en la mesa y la enseñanza de las delicadezas de la vida se dejan de lado para
verificar que la ropa esté limpia y la casa presentable. La fatiga y la ansiedad
consumen la tolerancia, la ternura y la alegría. Y así surge una personalidad más
estricta y rígida, en la cual las sonrisas son forzadas y reina la irritabilidad. La
transformación de la madre y la pérdida de su disponibilidad son abruptas y, para
muchos hijos del divorcio, permanentes. Es una pérdida oculta aunque muy
significativa después del divorcio, y hemos pasado por alto su impacto.
El cuidado maravilloso del conejo de Paula refleja su pérdida. Con su actitud
maternal hacia el conejo, redescubre y resucita el amor materno que perdió. Al
identificarse con la madre que quiere, mantiene vivo su recuerdo. En su imaginación
ella es el conejo, y también la madre disponible que quería y perdió a los cuatro años.
Existen millones de madres casadas con niños pequeños que trabajan tiempo
completo, pero tienen un esposo que las ayuda con las labores de la paternidad
cuando ambos regresan a casa después del trabajo. Esta unión es importante para
aquellos que quieren o necesitan trabajar mientras crían a sus hijos. Los padres se
pueden turnar en las rutinas diarias o cuando los niños se enferman. Estudios
recientes muestran que, comparados con los padres de una década atrás, los padres
actuales con dos ingresos familiares pasan más tiempo con sus niños pequeños. Hay
cuatro manos en lugar de dos. Las familias intactas en las que trabajan dos personas
también tienen ingresos más elevados que las familias con un solo padre, y pueden
dedicar más tiempo al cuidado de los niños y conseguir otro tipo de ayuda. Recuerdo
una madre divorciada que, después de hacer demasiadas tareas de lavandería hasta
las tres de la mañana, decidió dejar de dormir durante toda la noche pa ra tener todo
hecho al día siguiente. Lo hizo durante tres días y luego sufrió un colapso. El padre que
comparte la responsabilidad con el otro padre trabaja muy duro, pero no está
permanentemente sobrecargado con toda la responsabilidad de tom ar todas
las decisiones solo, pagar todas las cuentas o preocuparse por todo lo que hay que
reparar. La madre puede emplear un tiempo libre después de un día agotador para
sentarse en el piso y jugar con su bebé. Puede disfrutar del niño, recargar sus prop ias
reservas emocionales y permitirse unas horas felices una o dos veces por semana. En
nuestro estudio de comparación con familias intactas, la mayoría de las mujeres
redujeron sus horarios de trabajo cuando su primer hijo era muy pequeño. Si tenían
más de un hijo, más de la mitad había abandonado la fuerza laboral durante unos años
y habían regresado cuando el más pequeño ingresó en la escuela primaria. A
diferencia del padre solo que lucha sin ayuda, éstas fueron elecciones que pudieron
darse el lujo de hacer.

CAPÍTULO TRECE
Los regímenes de visita de la Corte: el punto de vista del niño

Poco después de cumplir ocho años, el padre de Paula reingresó en su vida. Al igual
que muchos hombres después del divorcio, utilizó la crisis para recomponer su vida, y
se recuperó del problema financiero y de la traición de un amigo de confianza. Ahora
quería pasar más tiempo con sus hijas, volver a conocerlas, tener una segunda
oportunidad.
Cuánto y con qué frecuencia deberían visitar los padres a sus hijos es un tema de
debate público interminable y de fricción entre los defensores de los derechos de las
madres y los derechos de los padres. Muchos jueces, mediadores y profesionales de
la salud mental que trabajan con el divorcio creen que la cantidad de visitas fluctúa con
el nivel de enojo que exista entre los padres. Las madres se enojan cuando las visitas
de los padres son más espaciadas o decrecen en forma significativa. Esto puede ser
así inmediatamente después de la separación, pero en los años posteriores al divorcio
muchas otras influencias afectan la frecuencia de las visitas. Un estudio importante

163
sobre las visitas de los padres en ocho estados no mostró casi ninguna relación entre
el enojo de la madre y las visitas del padre 1.
Las Cortes generalmente no ven estas fluctuaciones porque están centradas en el
período de la separación marital.
En la historia de Larry hablamos de los padres y cómo sus roles cambian después
del divorcio. Aquí quiero concentrarme con más profundidad en un aspecto de ese
cambio: la naturaleza de las visitas y cómo pueden ayudar y obstruir las relaciones
padre-hijo.
Una influencia importante en el patrón de visitas del padre a través del tiempo es la
actitud de su segunda o tercera esposa y su interés en los niños del primer matrimonio.
Describiré el rol de la madrastra con mayor extensión en el capítulo 20, pero por ahora
quiero puntualizar que en general el hombre está ansioso por complacer a la nueva
mujer. Como ya sufrió un fracaso, es probable que acceda a las reglas de su nueva
esposa en cuanto al régimen de visitas de los hijos. En muchos hogares, ella
determina si las visitas serán una ocasión feliz o terrible.
Otro factor en el patrón de visitas es la sensación de bienestar general del padre.
Cuando un hombre cambia de vida y aumenta la confianza en sí mismo, su deseo de
visitar a los hijos puede aumentar prodigiosamente. Esto es lo que sucedió con el
padre de Paula, que volvió a entrar en la vida de la niña después de cuatro años de
ausencia. Como tantos otros hombres que están física o psicológicamente deprimidos
durante e inmediatamente después del divorcio, se sentía incómodo con las visitas.
"Sentí que no tenía nada que ofrecerles", comentó un año después de la separación.
Pero cuando se sintió mejor quiso reanudar el contacto. Estos factores también
explican la tremenda inestabilidad y las fluctuaciones en la forma en que muchos
padres visitan a sus hijos en los años posteriores al divorcio. Para resumir, las visitas
poseen los mismos altibajos que tiene el hombre.
Cuando el padre de Paula reapareció, las niñas y la madre se sorprendieron. Sus
vidas estaban basadas en su ausencia, y ahora al igual que Lázaro había regresado.
Las niñas lo extrañaban, pero ya no esperaban que fuera una parte importante en sus
vidas cotidianas. En algunas familias, el padre regresa después de que la madre se
volvió a casar, y esto se convierte en una amenaza para el rol emergente del
padrastro. Cualquiera sea la circunstancia, el reingreso del padre abre un nuevo
capítulo en la vida familiar, y provoca una pregunta triste en las mentes de los hijos: si
ya desapareció una vez, ¿volverá a desaparecer?
El padre de Paula ahora administraba un gran negocio y vivía en uno de los edificios
de apartamentos de su familia en Santa Rosa, una ciudad al norte. Ambos padres
recomenzaron las peleas casi de inmediato. No podían ponerse de acuerdo en un
régimen de visitas, y el tema de la cuota de alimentos permanecía sin resolver desde
hacía años. El enojo resurgió con nuevo vigor. Cuando la madre de Paula amenazó
con bloquear las visitas, el padre se dirigió al tribunal donde un juez estableció la cuota
de alimentos y un régimen de visitas. El padre de Paula tendría a las niñas durante dos
fines de semana por mes, desde el viernes después de la escuela hasta el domingo a
las seis de la tarde. Las vacaciones se rotarían año por medio. Las niñas vivirían con el
padre durante todo el mes de julio. Durante los tres años siguientes, Paula y Joan, a
pesar de las protestas de su madre, se ajustaron a este programa como si fueran
trabajadores que marcan sus horarios en un reloj.
El régimen de visitas se estableció sobre la base de un compromiso que satisficiera
las demandas de ambos padres. Los deseos o necesidades de cada niña, que ya
tenían ocho y trece años, nunca se consultaron ni consideraron. Es sorprendente
advertir con qué frecuencia sucede esto en todo el país. A los niños no se les pide que
participen en las formulaciones de las órdenes de la Corte o en los planes de
mediación que producen cambios radicales en sus vidas. Ninguno de los progenitores
preguntó a Paula o a Joan cómo se sentían al respecto. Después de aquel día en la
Corte, cada uno volvió a atrincherarse en su posición, y se ajustó con rigidez a las
órdenes del tribunal, comunicándose lo menos posible entre ellos.
Después de su prolongada ausencia, las niñas apenas conocían a su padre. Paula,
con su carácter brusco, se sumió en un silencio malhumorado. Por su parte Joan se
quejaba. "¿Adonde nos va a llevar? ¿Qué voy a hacer allí? ¿Qué les diré a mis
amigos? ¿Por qué tengo que ir?".
Joan y Paula estaban emocionadas ante la perspectiva de tener un verdadero padre
como los otros niños, pero no podían comprender dónde había estado durante los
últimos años. No sabían cómo preguntar esto y él no se los explicó. También tenían
temor de estar a solas con un hombre desconocido en un lugar desconocido. Joan,
que ya era una adolescente, se sintió muy incómoda al tener su primer período

165
menstrual en la casa de su padre. Le preocupaba mucho tener que decírselo.
En esta familia, y en muchas otras, nadie habló de cómo pasarían los niños el
tiempo con su padre. Nadie pensó en ayudar al padre o a las hijas a que encontraran la
forma de conocerse después de una ausencia tan prolongada. Los padres nunca se
reunieron a solas o con un consejero para explicar los intereses de las niñas o su
preocupación natural acerca de cómo afectarían las visitas su vida social y sus
amistades. La Corte no previno una puesta en marcha gradual del nuevo programa.
Básicamente las niñas fueron tratadas como objetos, y se supuso que todo saldría
bien. La madre de Paula arregló con una vecina para que llevara a las niñas hasta la
estación del ferrocarril para que viajaran hasta Santa Rosa cada dos viernes. Su padre
las recibía o si trabajaba hasta tarde enviaba un taxi a buscarlas.
Sin tener en cuenta la ansiedad de sus hijas, el padre hizo lo que hacía cuando eran
más pequeñas. Las llevó a un parque de juegos. Al ver que esto fracasó, las llevó al
cine. Como en Santa Rosa había pocas películas aptas para todo público, finalmente
las llevó a una casa de videos. Las niñas pasaban los fines de semana viendo
televisión o videos o acompañando a su padre en sus diligencias de rutina.
Ocasionalmente, las llevaba a un parque de diversiones, en especial si estaba con
alguna novia. A veces las ayudaba con las tareas escolares. Trataba de ser un buen
padre, y no había dudas de que las quería y esperaba con ansiedad las visitas. Pero
estaba confundido. Los cuatro años de ausencia más el resentimiento de las niñas por
la interrupción de su vida social le resultaban muy difíciles de superar. Lo más difícil
era cuando tenía citas y dejaba solas a las niñas en el apartamento. No había muchas
niñas para jugar. Ninguna de las dos se aventuraba a salir sola. En una ocasión fueron
hasta la pequeña piscina que había cerca del apartamento y un grupo de muchachos
mayores las molestaron y se asustaron. Nunca regresaron.
Al principio, Paula y Joan podían llamar por teléfono a sus amigos en Marín desde
Santa Rosa, pero cuando su madre se negó a compartir las facturas de larga distancia,
las llamadas se cancelaron. Cuando las invitaciones para ir a jugar o a un cumpleaños
se producían en un fin de semana en el que tenían que viajar a Santa Rosa, no podían
ir. Joan, que ya estaba en la escuela secundaria, tenía muchos proyectos de fin de
semana en los que tenía que trabajar con un grupo asignado. Se le dijo que sólo podía
trabajar con su grupo después de la seis de la tarde del domingo, cuando regresaba de
Santa Rosa. Cuando otros padres les ofrecían a Paula y a Joan que se quedaran en
sus casas para facilitar la realización de los proyectos escolares, su padre se negaba
diciendo que ése era el único momento que tenía para ver a sus hijas. Para él era
importante tener regularidad ya que lo ayudaba a estabilizar su vida y a ser
responsable como persona y como padre. Pero realmente no las conocía como
individuos. Él no preguntó y nadie lo ayudó a comprender los importantes años de
crecimiento que se había perdido. Como tenía muy poca experiencia en la vida diaria
de las niñas, no comprendía sus intereses o necesidades, y esperaba que se
adaptaran a su vida. Él estaba contento con el arreglo, y tenía apenas una vaga noción
de que ellas no.
La perspectiva de Joan sobre las visitas era completamente diferente de la de su
padre. Se sentía cada vez más angustiada por las pérdidas de la escuela y de sus
amigos, y estaba muy enojada con su padre y con la Corte por haberse interpuesto en
su vida. Cuando cumplió catorce años me preguntó:
—¿Cuántos años tengo que tener para negarme a visitar a mi padre? Me siento
como una extraña en su casa. No estoy cómoda allí. No tengo amigos ni nada que
hacer.
—¿Por qué vas? —le pregunté tratando de averiguar qué le habían explicado y qué
había entendido sobre el propósito de sus viajes.
—Porque tengo que hacerlo —me respondió.
—¿Por qué tienes que ir?
—En realidad no lo sé —replicó Joan—. Un juez tonto dijo que tengo que hacerlo.
Tengo que ir dos fines de semana todos los meses y todo el mes de julio.
—¿Tu padre quiere verte?
—No lo creo —comentó con el entrecejo fruncido—. No me quiere. La gente que se
quiere se respeta. Nunca me pregunta si quiero ir o qué quiero hacer. Nunca me da
permiso para no ir. Él era diferente cuando vivía con nosotras.
Admito que su protesta fue racional y convincente. ¿Cómo podía pensar de otro
modo si no se le brindó la oportunidad de opinar sobre su tiempo libre? Sabía que
ninguno de sus amigos tenía esas obligaciones. También me preocupaba porque
sentía que su padre y "algún juez tonto" la habían tratado injustamente. Como
adolescente, estaba tratando de establecer sus propias ideas y valores, aunque los

167
adultos que tenían autoridad sobre su vida le brindaban un ejemplo cuestionable.
—¿Qué sucede cuando le preguntas si puedes concurrir a una actividad escolar de
fin de semana?
—No me deja —a Joan se le llenaron los ojos de lágrimas—. Lo intenté. Dice que
ése es su tiempo. —Sacudió la cabeza con tristeza. —Todos los otros chicos de mi
clase esperan con ansiedad el verano. Yo le temo. Odio julio. Es terrible para mí. El
último mes de julio lloré todo el mes y pensé: ¿por qué fui sentenciada? ¿Qué crimen
cometí? Estaba tan sola y extrañaba a mis amigos. Paula y yo llorábamos todas las
noches. Me sentía como una ciudadana de segunda clase.
Después de esta entrevista quedé preocupada por Joan. Con seguridad, su
conclusión de que había sido sentenciada por la Corte, como alguien que infringió la
ley a pasar veranos solitarios con su padre era perniciosa para ella y no contribuiría a
que lo quisiera entonces y ni en el futuro. Su frase "ciudadana de segunda" repercutía
en mi mente.
Por su parte, la madre de Paula apreciaba la nueva libertad que tenía dos fines de
semana al mes sin las niñas. Pasaba las noches de los viernes con su novio en la
ciudad, y aprovechaba los fines de semana para ponerse al día con su trabajo, dormir
y leer el periódico del domingo. Ella también cumplía el programa establecido al pie de
la letra como su ex esposo. Hacía caso omiso de las quejas de Paula yjoan acerca de
que su vida social se veía interrumpida, de que no cumplían con los proyectos
escolares y que Santa Rosa era aburrido. La emoción inicial de ver a su padre se
desvaneció rápidamente y se convirtió en descontento, resentimiento y protestas. Al
ver que ninguno de los padres mostraba voluntad de escuchar o cambiar este arreglo,
las quejas se convirtieron en una hosca aceptación y apatía. Paula mostró un raro
momento de animación cuando le pregunté sobre las visitas en nuestra entrevista de
seguimiento, a los cinco años de la primera. Sus mejillas se sonrojaron y exclamó con
indignación: "Racer no puede venir con nosotros en el ómnibus y papá no nos va a
buscar. Mamá no se ocupa de Racer mientras no estoy y a veces ni siquiera tiene agua
cuando regreso".
Años más tarde, Paula me comentó:
—-Odiaba ir allí. No creo que sea bueno para los niños pasar dos fines de semana
con un padre y luego regresar al otro hogar. Es realmente muy duro. Cuando uno es
chico está tratando de descubrir quién es y de tener amigos. Su plan fue totalmente
nefasto para mí. Mis amigos ni siquiera podían invitarme los fines de semana que
estaba en casa. Papá trató de conectarse con nosotras, pero no pudo. —¿Cómo lo
manejaste?
—¿En realidad quieres saberlo? —me preguntó Paula, sonriendo por su
comportamiento infantil. Asentí con la cabeza.
—Me imaginaba durante todo el fin de semana que realmente no estaba allí.
Yo también sonreí, pensando qué poco crédito les damos a los niños creyendo que
no pueden desbaratar nuestros mejores planes. Sin duda, el padre de Paula y el juez
pensaron que la orden de la Corte que establecía un régimen de visitas regular
sentaría la base de una buena relación padre-hijo. Pero ni todos los caballos ni todos
los hombres del rey pudieron restablecer la relación. La pequeña Paula pisoteó todos
los planes de los adultos al resolver que "realmente no estaba allí".
Lamentablemente, para todos los niños de este estudio, las visitas ordenadas por la
Corte fracasaron en su importantísimo propósito de renovar una relación cariñosa
entre el padre y los hijos. El objetivo era loable. Pero la brusquedad de un régimen que
nunca se adaptó a las necesidades de los niños saboteó este ideal. ¿Cómo se podría
haber hecho de manera diferente? El padre y las niñas se habrían beneficiado con
visitas más cortas que se hubieran incrementado gradualmente, de manera que Paula,
Joan y su padre pudieran hacer planes conjuntos. Es obvio, este padre no tenía idea
de qué hacer con las niñas, y nadie lo ayudó. Al igual que muchos otros padres que
vemos en nuestro centro, él hubiera respondido muy bien si se le hubiera aconsejado
qué hacer durante las visitas de sus hijas. Sin duda las quería. La mayoría de los
padres está ansioso por recibir consejos si se los brinda con tacto, y cuando los ponen
en práctica les resultan muy útiles con sus hijos. En especial no les gusta hacer de
Papá Noel. Esta clase de visitas, manejadas con rigidez y sin ayuda para padres e
hijos, es una pérdida de oportunidades para todos.
En las familias intactas buenas, a los niños no se les ordena que pasen más tiempo
con un padre o con el otro en un programa rígido en el que no tienen ni voz ni voto.
¿Por qué tratar a los hijos del divorcio con menor consideración?
El resultado fue más serio para Joan. Hablé con ella después de que terminó la
escuela secundaria.

169
—Habíame de tu papá —le pedí.
—No lo he visto mucho desde que terminé la escuela —me respondió encogiéndose
de hombros. —¿Te ayudó a pagar la universidad?
—Bueno, no mucho. Me enviaba dinero de vez en cuando. Pero
realmente no me ayudó con los estudios. —Joan estaba amargada.
Mi mamá tuvo que hipotecar la casa.
Su enojo no me sorprendió, pero quería saber si había otros sentimientos
enterrados debajo de la superficie, en especial sentimientos de amor, desilusión o
remordimiento.
—¿Trataste de acercarte a él?
—Siempre recuerdo esos fines de semana tan tristes y aquellos julios solitarios sin
mis amigos, cuando lloraba todas las noches. No tengo ningún motivo para
contactarme con él, ¿por qué me voy a molestar?
No había dudas del enojo de Joan y su sentimiento de que había sido tratada
injustamente por poderosas fuerzas sobre las que no tenía control. Mientras
hablábamos, tuve la triste sensación de que padre e hija habían perdido una
oportunidad única de conocerse y estimarse. Su interés espontáneo fue bloqueado por
un sistema que contrarió a una adolescente y desalentó a un padre para que buscara
intereses conjuntos con su hija. Al utilizar "sus derechos", la perdió. Qué lástima. Qué
tontos somos al pensar que podemos legislar o dirigir el corazón humano.
Cuando Joan cumplió los veintiocho años, le pregunté sobre su vida social.
—Oh, salgo mucho, y me hieren mucho. Probablemente tiene que ver con todos
esos años en que fui dominada por mi padre y por la Corte. Me resulta difícil d ecidir
qué quiero. Nunca aprendí a esforzarme por mí misma.
Joan estableció una relación entre la impotencia que sintió cuando era una niña y su
actual relación con los hombres. Si tiene razón, como creo que la tiene, nuestras
intervenciones no sólo están descarriadas sino que habrán dañado toda una
generación de gente joven que creció en circunstancias similares. ¿Cuántos más
estarán reaccionando ante sentimientos de avasallamiento e impotencia?

DOS ENTUERTOS NO HACEN UN DERECHO


El sistema legal norteamericano tiene la impresión de que las actividades y
decisiones están dirigidas a la salvaguardia de los niños después del divorcio. Pero
rara vez conocí a un niño que se sintiera protegido por este sistema. Por el contrario, la
mayoría se sorprendería al saber que algún juez, abogado, mediador o cualquier otra
persona tuvo en cuenta sus intereses cuando programó las visitas ordenadas por la
Corte. Muchos no se consideran protegidos por sus propios padres cuando planean
las visitas o la custodia. En lugar de ello, se sienten silenciados. El régimen de visitas,
que los niños consideran arbitrario y opresor, se realiza sin tener en cuenta sus
intereses y deseos.
Cuando están en el Jardín de Infantes, no les importa cómo se divide el tiempo. Pero
cuando crecen, van a escuelas nuevas, hacen nuevos amigos, realizan deportes y
otras actividades organizadas con sus pares, y las visitas ordenadas por la Corte
—que funcionaban cuando eran más pequeños— se convierten en una carga. Los
niños de este estudio cuyas vidas fueron gobernadas por órdenes de la Corte o por
arreglos parentales me comentaron que se sintieron como ciudadanos de segunda
clase que habían perdido las libertades que sus pares daban por sentadas. Me dijeron
que a medida que crecían y anhelaban independencia tuvieron menos opiniones,
menos control sobre sus programas y menos poder para determinar cuándo y dónde
pasarían su tiempo, en especial el preciado tiempo de las vacaciones. Joan, como
todas las adolescentes, valoraba sus vacaciones, sus charlas telefónicas, sus fiestas y
demás acontecimientos sociales. Paula adoraba a su conejo, y se preocupaba por él
todos los fines de semana que estaba ausente. ¿Hubiera cambiado el orden del
mundo si se hubiera consultado a estas niñas qué querían?
Nuestro sistema en los tribunales es muy diferente a lo que experimentamos en
nuestras familias. La mayoría de los hogares recibe con agrado la energía de los
niños. Aunque el hogar no está gobernado por los deseos del niño, los
norteamericanos tienden a escuchar a sus hijos y valorar sus opiniones. Se los
escucha y se los consulta. Pero el "niño creado por la Corte" es una vasija pasiva,
como una muñeca de trapo que se queda en la posición que la colocan. El sistema
legal considera a los niños como si no fueran personas, que carecen de preferencias u
opiniones basadas en sus propias observaciones y experiencias. Se espera que

171
acepten, alegre y silenciosamente, los arreglos realizados por los respectivos,
abogados de sus padres. No tienen oportunidad de expresar sus opinion es entre los
planes hechos para ellos, y si hay una batalla legal, se aguarda que su desarrollo se
detenga por completo. Se espera que un régimen de visitas establecido para un niño
seis años satisfaga las necesidades de uno de trece. ¿Por qué no establece r órdenes
flexibles que se puedan reabrir cuando el niño alcanza una nueva etapa del
desarrollo?
Los niños de este estudio no permanecieron en silencio ante la injusticia del
sistema. Se quejaron de ser avasallados o por el tribunal o por uno de los padres
apoyado por el sistema legal. Sufrieron, conspiraron y gritaron... pero nadie los
escuchó. Pidieron que se los consultara sobre las visitas porque eran ellos y no sus
padres los que sabían cómo era una visita. Querían que se los consultara sobre una
doble residencia porque en esto también eran ellos, y no sus padres, los que sabían de
qué se trataba. Querían sentirse seguros y les preocupaba iajar sin compañía. Se
descomponían cuando tenían que volar solos n avión. ¿Y si el avión se estrellaba? Se
preocupaban durante todo él áaje, ¿y si no había nadie esperándolos? ¿Los adultos
creen que los niles de niños, algunos de cinco años, que vuelan solos por todo el >aís
todas las semanas están complacidos con un régimen de visitas pie ios obliga a hacer
esto? ¿La gente cree que estos niños se sienten meridos y protegidos, y están seguros
de que habrá un padre feliz esperándolos en la puerta, para arrojarlos hacia arriba y
atraparlos degremente? Muchos de estos niños están en extremo atemorizados y
•ecuerdan su temor y su confusión durante muchos años.
Una mujer, que desde los seis años iba y venía entre Denver y San -rancisco, me
comentó recientemente:
—Me sentía como un trozo de basura a la que colocaban en un ivión.
—¿No te quejabas?
—Sí, todo el tiempo —me respondió—. Le decía a mi madre: '¿Cómo me puedes
hacer esto?". Recuerdo que ella me respondía: 'Esto es lo que los expertos creen que
es mejor para ti".
Me preocupan mucho los niños que viajan en avión sin acompañantes. Es
perjudicial cuando los pequeños de cinco años suben solos a los aviones aferrándose
a sus peluches en busca de compañía. Pero también es muy perjudicial cuando los
niños de nueve y doce años andan solos por grandes aeropuertos haciendo trasbordo
de aviones. La Corte le ordenó a un niño de nueve años que viajara desde Flint,
Michigan, a Filadelfia dos veces por mes para pasar el fin de semana con su padre. El
juez determinó que no podía perder días de escuela así que tenía que salir no bien
terminaba su horario escolar el viernes a la tarde y abordar un avión a Chicago. Allí
debía abordar otro avión a Filadelfia, y llegaba a destino después de las diez de la
noche. El niño se acostaba más tarde de las once o a veces casi a la medianoche. Le
aterraba el cambio de aviones en un aeropuerto tan grande como el de Chicago, y en
varias ocasiones se perdió cuando los aviones llegaban tarde o cambiaban de puerta
de embarque. No le agradaba volar en el invierno cuando llovía o hacía frío. Cuando
regresaba después de un fin de semana con su padre, se sentaba en silencio en su
habitación aferrado a su perro y no quería ver a sus amigos. Cada vez estaba más solo
en la escuela y se negaba a salir de la casa. La madre me llamó para preguntarme qué
podía hacer. Me explicó que su abogado le dijo que cualquier queja de su parte sería
interpretada por la Corte como otro ejemplo de su enojo hacia su ex esposo, lo cual
sólo empeoraría las cosas, pues la considerarían colérica e inestable. Su hijo se quedó
sin defensa. Ella no podía hablar por el niño porque la Corte pensaría que tenía algún
motivo ulterior. El abogado también le advirtió que ir a la Corte también le costaría
mucho dinero. 1.a madre estaba furiosa. Había perdido el poder de defender a su hijo.
En el sistema actual, en el que los padres son silenciados, nadie protege al niño.
Durante cualquier fin de semana en este país hay miles de niños solos viajando en
avión para ver a sus padres2. No se sabe la cantidad porque nadie lleva un registro. Es
difícil de creer que las Cortes están protegiendo los intereses de los niños cuando no
tenemos idea de qué cantidad está volando, con qué frecuencia, qué distancias y a
qué edades. En lugar de ello, las Cortes están actuando a ciegas. Ni el juez ni el
mediador sabe qué piensa el niño antes, durante y después del vuelo. Una vez que se
da la orden, no hay un plan de seguimiento sobre el impacto en el niño en el momento
y durante los meses siguientes. Algunos niños pueden volar con equilibrio. Otros con
pánico. ¿Cómo puede la Corte o el mediador o los padres estar seguros de que el valor
de la visita supera el sufrimiento del niño?
Se necesitan nuevas y mejores soluciones que protejan a los niños o, por lo menos,
no los traumaticen más aún. El sistema es imperfecto. Cuando los niños maduran

173
quieren que se escuchen sus preocupaciones. No quieren que se los avasalle. No
quieren llorar solos. Quieren cumplir con sus programas. Sus quejas están de acuerdo
con sus intereses y su deseo de adquirir mayor independencia y autorregulación.
Pocas personas emergen desarrolladas por completo como Atenea de la cabeza de
Zeus. Los mortales crecemos lenta y gradualmente, dando un paso tras otro hacia la
independencia de criterio y la adultez. Otros niños y adolescentes quieren tener poder
de decisión acerca de sus vacaciones, de cumplir con sus intereses, de pasar los
veranos con amigos en casa o en el campo. Sin embargo, continuamos penalizando a
los hijos del divorcio insistiendo en que pasen un verano con cada padre para
equilibrar el calendario de cada adulto, y proteger los derechos legales de sus hijos.
En todos estos hallazgos hay importantes lecciones. Cuando llegan a la adultez,
todos los niños de este estudio que pasaron por Cortes o mediadores para visitar a sus
padres en un programa rígido y sin modificaciones se enojan con uno o ambos padres.
La mayoría estaba enojada con el padre al que le habían ordenado visitar. Cuando
fueron mayores, todos rechazaban al padre al que los habían obligado a visitar.
Decían cosas como: "No tenemos nada en común porque realmente no hablamos
durante todos aquellos años". A veces comentaban: "Siento lástima por mi padre, pero
eso es todo lo que siento".
Debemos preguntarnos por qué el sistema legal no reconoce el hecho de que los
niños cambian o de que deben tener derecho a participar en la planificación de sus
propias vidas. Imaginemos a una niña de doce años a la que se le ordena que use los
zapatos que usaba cuando tenía seis años. Cuando se queja porque le aprietan o llora
porque se cae o no puede caminar, la ignoramos. Dejamos sus objeciones de lado
porque tenemos que defender con celo el derecho de los padres a elegir la ropa de sus
hijos. Por desgracia, la mayoría de la gente no puede regresar a la Corte para que
cambie estas órdenes porque les resulta emocional y financieramente muy costoso.
Más aún, la mayoría de las Cortes no escuchará la voz del niño, sino que supondrá
que el padre que habla en nombre de su hijo está expresando su disgusto con el otro
padre. No existe un lugar dentro de la Corte o el sistema de mediación o algún otro
lugar en la sociedad para que los niños, como Joan o Paula o miles de otros, puedan
pedir justicia o compasión cuando son chicos. No tienen derechos. No tienen voz. Sin
embargo, cuando llegan a la adultez, tienen todo el poder y rechazan a sus padres.
¿Es esto lo que realmente queremos?
Un padre que visitaba a su hija de once años me presentó otra solución inesperada.
íbamos en su automóvil hacia una conferencia en el estado de Nueva York. Hacía tres
años que estaba divorciado, era pediatra, y viajaba mil millas dos veces por mes para
visitar a su hija. Llamaba durante la semana para hacer planes para el fin de semana,
y reservaba dos habitaciones en un hotel residencial. Cuando su hija cumplió diez
años, él pensó que sería difícil o aburrido para ella pasar el fin de semana sola con su
padre, así que la invitó a que llevara una amiga. La niña se sintió muy feliz de poder
hacerlo. Le pregunté al padre si no había pensado en pedirle a la hija que viajara hasta
su casa. Simplemente me respondió: "No quiero a mi niña sola en un avión".
Me impresionó su sensibilidad y preocupación, así que le comenté:
—Su hija es muy afortunada de tener un padre como usted. —Cuando lo miré vi que
las lágrimas corrían por sus mejillas.
—¡Doctor, está llorando!
—Usted es la única persona en todo el mundo que me ha dicho eso. Todos me dicen
que soy un tonto.
Quizás haya muchos padres o madres sensibles que están dispuestos a sacrificarse
y volar para ver a sus hijos. Quizá nadie se los pidió.

CAPÍTULO CATORCE
Sexo y drogas
En las historias de Larry y de Carol hablamos un poco acerca del abuso de drogas y
de alcohol durante la adolescencia y el sorprendente incremento de la promiscuidad
sexual entre muchas jovencitas de familias divorciadas caóticas o intactas y caóticas.
Pero aún no hemos penetrado en el núcleo de estos comportamientos destructivos y
las secuelas psicológicas que quedan en el niño. Paula nos muestra la lógica interna
de perder el control.
Cuando volví a ver a Paula tenía quince años y parecía de veinticinco. Estaba
delgada, muy atractiva y mostraba un aspecto muy, pero muy precoz. Tenía los ojos
verdes muy pintados con delineador negro e inyectados en sangre por el cigarrillo o
por alguna otra droga. Con el vestido corto, negro y sin mangas, un hombro

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descubierto y botas de cuero rojas, tenía el aspecto que su madre me había descrito
hacía una semana: "No te sorprendas, Judy Parece una mujerzuela". Sacudiendo su
largo cabello rizado me contó sobre sus numerosos novios, sus aventuras en las
fiestas, y cómo eludía a la policía y a las autoridades escolares. Alardeó por estar muy
drogada todos los días y sobre la cantidad de alcohol que bebía junto a sus amigos. En
una confusa descripción de explosiones sexuales y luchas físicas, me dijo: "Doy lo que
recibo". Parecía muy dura y completamente perdida.
En aquel momento, Paula me entristeció y me preocupó, pero no me sorprendió. Su
madre me contó que el problema comenzó el verano en el que Paula terminó sexto
grado y cumplió doce años. Durante los dos años siguientes, Paula acumuló un
expediente policial por posesión de drogas, alteración del orden y beber en público.
Fue suspendida en la escuela por tenencia de marihuana, robar y acosar a otros
estudiantes. Un día, la madre de Paula regresó de su trabajo más temprano a casa y
encontró a su hija de trece años en la cama con dos muchachos de diecisiete años.
Gritar, suplicar o quitar privilegios no sirvió de nada. Paula se iba de la casa tan pronto
como su madre salía para trabajar y regresaba cuando quería. A los quince años tomó
el automóvil de su hermana y lo chocó.
Paula llegó a la adolescencia llena de encono por haber sido abandonada cuando
era una niñita. Deseaba amor, atención y, sobre todo, que advirtieran su presencia y la
tomaran en serio. Al mismo tiempo, tenía muchas dudas sobre su valor como persona
y que la desearan como mujer. Tenía miedo de quedarse sola, y no poseía un sentido
interno de dirección, confianza, orgullo o habilidad. Era muy vulnerable a las peligrosas
tentaciones de la droga o el sexo. No tenía razón ni recursos para resistir las
tentaciones.
El sexo era un boleto seguro para que la tuvieran en cuenta y la buscaran. Los
muchachos le daban la ilusión de que la contenían y la amaban. Las drogas y el
alcohol adormecían, vaciaban los sentimientos, aumentaban la autoestima, y la hacían
sentir segura y poderosa. Como adolescente, Paula se sentía importante y fuerte por
primera vez, y rechazaba con resentimiento cualquier duda sobre su comportamiento.
Al final de la entrevista de los diez años respondió ante mi auténtica preocupación
sobre qué haría si la expulsaban:
—Estoy confundida la mayor parte del tiempo. No sé por qué. No me gusta pensar
en las cosas a menos que sucedan. Si vuelvo a tener problemas, creo que la policía
me los va a resolver. La mayor parte sucede cuando mamá no está. Al regresar a una
casa vacía me refugio en las drogas y el alcohol. No puedo soportar la soledad.
Hasta hoy sigo sorprendida por esta lastimera afirmación. Realmente estaba
confundida. No se daba cuenta de que no tenía control sobre ella misma. Creía que el
control debía venir de afuera, de la policía si era necesario. Relacionaba su problema
con los años en los que no pudo contar con sus padres, pero la relación con ellos no
fue lo suficientemente enriquecedora e intensa como para mantenerla segura, y
estaba resentida con los dos. Paula pasó con mucha anticipación de la niñez a una
pseudoadultez. Pasó a depender del sexo y las drogas para sentirse mejor, para
expresar su disgusto y para llenar su soledad. El poder que ejercían sobre ella era
irresistible, y se encontraba en un sendero peligroso y potencialmente fatal hacia el
futuro.

Rebelión

Uno de cada cuatro niños de este estudio comenzó a consumir drogas y alcohol
antes de los catorce años. Cuando tenían diecisiete años, más de la mitad de los
adolescentes bebía o consumía drogas. Esta cifra se compara con casi el 40% de
todos los adolescentes del país. Cuatro de cada cinco de aquellos que consumen
drogas admiten que su trabajo escolar se resintió totalmente. La mayoría utilizó estas
sustancias durante más de cinco años, y varios eran adictos severos cuando
cumplieron los veinte años. Como señalé en la historia de Larry los adolescentes del
grupo de comparación no eran ángeles y también consumían drogas y alcohol como
parte de sus ritos de pasaje. Pero sólo algunos comenzaron con este comportamiento
antes de los catorce años, y un cuarto terminó siendo consumidor severo al finalizar la
escuela secundaria1.
El sexo precoz era muy común entre las niñas de las familias divorciadas y se
describió en varios estudios nacionales 2. En nuestra investigación, una de cada cinco
tuvo su primera experiencia sexual antes de los catorce años. Más de la mitad fue
sexualmente activa con múltiples parejas durante la escuela secundaria. En el grupo

177
de comparación, la gran mayoría de las niñas posponía el sexo hasta el último año de
la escuela secundaria o los primeros años de la facultad. Aquellas que mantenían una
actividad sexual lo hacían como parte de una relación que duraba un promedio de un
año.
La actividad sexual intensa sirve para muchos propósitos a las niñas de familias
divorciadas, al igual que a aquellas de familias intactas caóticas. Algunas combinan la
promiscuidad con las drogas y la bebida como una forma de amortiguar los
sentimientos. Van a bares y pasan la noche con el primer muchacho que les agrada. El
sexo rara vez termina en orgasmo para las mujeres, pero les brinda excitación y
consuelo. Otras son más agresivas, y piensan que son donjuanes femeninos. Asumen
roles dominantes con los hombres, y sienten placer en seducir, conquistar y luego
abandonar pareja tras pareja. La consigna es "amarlos y abandonarlos". Estas jóvenes
están ansiosas por cambiar la suerte en lo que consideran el orden natural de relación
entre hombres y mujeres. Una afirmó: "Desde los dieciocho años fui un hombre. Fui
como mi papá. Los hombres usan, son poderosos e inteligentes. Las mujeres son
estúpidas y quieren hombres. Disfruto al ser sexy, inteligente y usar a la gente". Varios
me dijeron que disfrutan al seducir a los amantes de sus novias. Estas jóvenes
estaban motivadas por una venganza contra los hombres que era realmente
sorprendente y apasionada.
Este comportamiento es difícil de comprender en mujeres atractivas e inteligentes,
incluyendo algunas que estaban terminando la universidad. Pero fueron inducidas a
utilizar el sexo como un ruedo donde expresar los temas sin resolver que tienen con
sus padres, en especial, enojo y ansiedad en relación con ellos, y oposición y
competencia con sus madres. Algunas vieron esforzarse a sus madres solas mientras
sus padres disfrutaban de un relativo bienestar, y se iban sin pena alguna. Otras
fueron abandonadas por sus padres, pero quedaron atrapadas en el conflicto con sus
madres. El sexo es una forma de vengarse de ambos: de tener lo que sus madres no
pudieron tener (un hombre), de obtener lo que no tuvieron mientras crecían (un
hombre) y de expresar su disgusto y desprecio (hacia el mismo hombre). Es dudoso
que las mujeres aprendan de estas experiencias ya que los hombres, como ellas los
describen, no se distinguen unos de otros. Muchas de estas mujeres no tienen un buen
criterio en el tema de proteger su salud y su seguridad. Las enfermedades de
transmisión sexual y los embarazos no deseados son comunes; el aborto las deja
deprimidas, pero es preferible a criar un niño con un hombre al que no aman. Las
mujeres jóvenes que optan por este camino no son supervisadas en su adolescencia,
y tienen la sensación de que no les importan a nadie. También están las muchachas
que fueron partícipes desde su infancia de los detalles de las aventuras sexuales y
amorosas de sus padres y de sus escapadas, además de acusaciones de infidelidad
durante el matrimonio.
Igualmente, recibían la estimulación de lo que veían y oían. Una adolescente de
once años me dijo: "Cada vez que voy a las fiestas de mi mamá me excito tanto que
quiero tragarme la lengua".

EL GRAN PASO

Recuerdo cuando seis años después estaba esperando con ansiedad mi entrevista
con Paula, que ya había cumplido veintiuno. No me decepcionó. Estaba comprometida
y viviendo con su novio en Seattle, atrajo la atención de todos cuando entró en el
restaurante que daba a Puget Sound, donde habíamos quedado en encontrarnos.
Delgada, vestida llamativamente, muy maquillada con lápiz de labios y esmalte de
uñas de color negro, fumó un cigarrillo tras otro y casi no tocó su ensalada. Habló con
vehemencia de su novio, a quien había conocido unos meses antes durante un baile
mientras estaba bajo el efecto del éxtasis.
—¿Qué te atrajo de él? —le pregunté.
—Era el más buen mozo de la pista —me respondió orgullosa— estaba decidida a
conquistarlo. A las dos de la mañana estábamos en el bar. Yo bebí un poco y
comenzamos a charlar. Terminamos en la cama y eso es todo.
Como conocía a Paula desde hacía años me atreví a preguntarle: —Sé que tuviste
muchos novios, Paula. ¿Por qué Brad es diferente? Cómo decidiste que te casarías
con él?
Paula volvió a sorprenderme por la franqueza de su respuesta. Se acomodó en el
asiento y encendió otro cigarrillo. —¿Realmente quieres saberlo?
Es importante que lo entienda —le contesté con seriedad. En realidad no es

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diferente de los demás. Me ama, es amable, y me gustan las fiestas. Es bueno en la
cama. Es un buen muchacho italiano. Creo que ya estaba lista para asentarme.
Habíamos salido a cenar y le dije: "Es mi cumpleaños, casémonos". Y él me respondió:
"¿Por qué no? ¡Hagámoslo!". Entonces nos vamos a casar.
—Pero recién tienes veintiuno. ¿Por qué quieres asentarte? Muchas mujeres
sienten que recién empiezan cuando tienen veintiún años.
—La mayoría de las mujeres no tuvo la vida que yo tuve. Me acuesto con hombres
desde los doce años. Anduve con más de setenta tipos. Casi nunca estuve sin un
novio. Muchas veces cuando conseguía al hombre era ruda, con él, él era amab le y
eso no me gustaba. Terminaba si él era pusilánime. —Paula hizo una mueca y levantó
un puño. —Juro que les hubiera pegado.
—¿Eso incluye a Brad? —le pregunté.
Paula asintió con la cabeza.
—Sí, pero él no es un pusilánime. Es ambicioso, le gusta trabajar, tiene empuje y es
amoroso.
Recordé con Paula nuestra última entrevista cuando ella tenía tantos problemas en
la escuela. Poco después de nuestro encuentro, cuando contaba quince años, la
expulsaron. Concurrió a una escuela alternativa, pero abandonó cuando tenía
dieciséis años. Trabajó en una estación de servicio, en un almacén y en varios
restaurantes. A los diecisiete años la madre le ofreció un automóvil nuevo como
recompensa si terminaba la escuela secundaria. Paula pudo hacerlo, aunque tardó
varios años. Obtuvo el diploma a los diecinueve años y la licencia matrimonial a los
veintiuno.
Muchos hijos del divorcio se involucran con gente a la que casi no conocen y, al
igual que Karen y Paula, se casan con ellos impulsivamente o se van a vivir juntos. Las
uniones como éstas no tienen noviazgos ni antecedentes, objetivos o valores
compartidos. Estos matrimonios están condenados antes de comenzar. Al observar
los casos, recordé que sólo sesenta niños del divorcio (de los noventa y tres que
estudiamos durante veinticinco años) se casaron 3. La mitad tomó la decisión del
mismo modo que Paula, sin pensarlo, al final de su adolescencia o a los veinte años.
"Casémonos —dijo ella—. Es mi cumpleaños". Él respondió: "¡Por qué no?". Una
muchacha de diecinueve años se casó con un camionero que pasaba por su ciudad
natal. Muchas de ellas se casan con gente que conocen en bares, y con las que se
acuestan después de algunos tragos.
Las muchachas que se casaron apenas cumplidos los veinte años tenían mucho en
común. (Hablaremos de los muchachos que se casan a temprana edad en el capítulo
19). Actuaron impulsivamente porque no tenían idea de qué buscaban, y de cualquier
modo no esperaban obtener nada especial. Se convencieron de que en realidad no
importaba con quién se casaban. Y sí importaba. En lo profundo de su corazón lo
sabían, pero como me dijeron tantas veces, tenían miedo de enamorarse porque esto
significa sufrir. También tenían miedo de que si dudaban o se negaban, no
encontrarían otra oportunidad.
Así que para evitar que las hirieran, se involucraron en relaciones que sabían que no
durarían. Una jovencita me comentó: "Si no funciona cuando nos casemos, me puedo
divorciar. No es gran cosa".
Pero luego estas mujeres comprendieron que sí era una gran cosa. Dejar a un
hombre con problemas se convierte en algo intolerablemente doloroso. Abre viejas
heridas. Anna comentó: "Cada vez que decido dejar a John, que es alcohólico y no
puede mantener un trabajo, él llora y no me puedo ir. Recuerdo a mi padre cuando se
fue llorando de casa porque mi mamá lo echó cuando descubrió su amorío". Anna
tenía once años en aquel momento. Muchas jóvenes como ella están atrapadas
porque es más doloroso abandonar un mal matrimonio que permanecer en él. Casi la
mitad de estos matrimonios mal concebidos continúa hasta la actualidad, a pesar de
su infelicidad. La salida fue más difícil después de que nacieron los hijos. Pero ellas
permanecieron casadas porque no creen que les vaya mejor si tienen una segunda
oportunidad. Y no tienen a dónde ir.
Me sorprendí al averiguar que muchos de estos malos matrimonios tenían tantos o
más problemas que los matrimonios de los que habían escapado sus padres. Quizá
sus problemas habían sido diferentes, pero la infelicidad no. Si el objetivo de los
padres que dejaron el matrimonio hace décadas fue salvaguardar a los niños, lamento
decirles que fracasaron. Muchas de las parejas infelices que aún continúan casadas
Commented [JM1]: El divor
eran adictas a las drogas y al alcohol. Existían dificultades sexuales y violencia. Vimos
infidelidad y serias inhibiciones sexuales. Una de las mujeres que permaneció en su
matrimonio cortó todas las relaciones sexuales después del nacimiento de sus dos

181
hijos. Al parecer su esposo aceptó la prohibición. Otra mujer me comentó: "No nos
hablamos. No nos contamos cosas personales. No nos hacemos demandas mutuas".
Una esposa infeliz le permitía a su esposo que llevara a las amantes a su dormitorio.
En estos hogares nunca se mencionó el divorcio. El hombre y la mujer decidieron
mantener lo que tenían.
¿Quiénes eran las mujeres que permanecían en estos malos matrimonios? Todas
compartían bajas expectativas con respecto a ellas mismas y al matrimonio. Varias
Commented [JM2]: De dond
crecieron en familias caóticas violentas. Algunas mantuvieron el rol de protectoras que actuales.
aprendieron en la infancia; el esposo era el sustituto de la madre o el padre, o de
ambos. Una mujer de una familia divorciada aparentemente estable, que mantenía
contacto con ambos padres, se casó con un hombre que la critica constantemente por
su frigidez y la humilla "por no hacer nada bien". Hace veinticinco años su madre me
dijo que ésas eran las quejas de su esposo. Muy pocas mujeres tuvieron buenos
padrastros, pero esto no mejoró sus expectativas con respecto al matrimonio. Muchas
eran muy pequeñas cuando sus padres se divorciaron y crecieron, al igual que Paula,
sintiéndose solas y entregadas a un frenesí sexual.
Las mujeres que se casaron jóvenes y luego se divorciaron cuentan historias
similares sobre abuso de drogas y alcohol, bajas expectativas y ansiedad por
abandonar el matrimonio. En esencia, los matrimonios malos que duraron y los que
terminaron en divorcio son muy parecidos. Pero las mujeres que se fueron finalmente
dijeron "suficiente". La decisión de divorciarse estuvo cargada de ansiedad, ya qu e
estas mujeres tenían pocos recursos y dinero para volver a comenzar. No esperaban
obtener una cuota de alimentos. Paula nos ilustrará más acerca de esto en el siguiente
capítulo.
Al hablar con las mujeres de familias divorciadas que se casaron jóvenes, pensé
bastante en nuestro grupo de comparación. Muchas de estas mujeres de familias
intactas buenas y "casi buenas" me dijeron que habían sido atraídas por perdedores a
fines de su adolescencia o comienzos de sus veinte años. El muchacho de la
motocicleta era divertido y atractivo. Los hombres que consumían drogas y bebían
mucho eran maravillosos compañeros de fiestas y excelentes amantes. Pero no se
casaron con esos muchachos. Cuando me contaban estas historias, escuché una y
otra vez que la preocupación de sus padres jugó un rol importante para que no
eligieran a estos hombres como compañeros de vida. "Sé que mi madre quiere que me
respeten y me cuiden —dijo Donna—. No siempre hice caso de lo que ella pensaba, y
viví con un muchacho que la volvió loca. Pero no me casé con él. Al final escuché los
consejos de mi madre sobre los hombres". Otra mujer me comentó: "Sabía que mis
padres no aprobaban a mi amante. Pero tardé cinco años en dejarlo. Fue un escape
difícil". Como contraste, pocos padres divorciados trataron de intervenir en la elección
de las parejas de sus hijos. No conocí un solo padre que se sentara con su hija y le
advirtiera lo que le esperaba. Las pocas madres que trataron de intervenir fueron
ignoradas por sus hijas, ya que éstas pensaban que no sabían nada de relaciones.
Al igual que Gary las jóvenes que se criaron en hogares intactos buenos entraron en
la adultez con la esperanza de que sus futuras relaciones funcionarían, no que
fracasarían. Al comienzo de sus veinte años no tenían apuro para seleccionar un
compañero de vida, pero sí sabían qué clase de relación querían. La mayoría pospuso
los compromisos serios, incluyendo el matrimonio, hasta después de establecerse en
sus lugares de trabajo. Pero cuando llega el momento adecuado tienen confian za en
que eligirán bien y se asentarán para formar una familia. Sienten que tienen un buen
comienzo y una oportunidad justa para hacerlo solas.
Resulta interesante advertir que hubo pocas mujeres de familias divorciadas que se
casaron precozmente y establecieron matrimonios felices y duraderos. En estos
casos, al igual que las que se criaron en familias intactas buenas, buscaron hombres
que fueran buenos proveedores y padres cariñosos. Sabían que un buen matrimonio
implica compromiso y trabajo duro. ¿De dónde provino esa comprensión? Creo que
lo que ayudó fue que tuvieron padres o padrastros solícitos y que se preocuparon por
ellas, a veces desde la distancia, siguiendo sus progresos en la escuela y sus
relaciones sociales. Los patrones del padre tienen mucha influencia en las
expectativas de la mujer sobre ella misma y sobre los hombres de su vida. Las
experiencias de este pequeño y selecto grupo que realizó alecciones apropiadas y
estuvieron felizmente casados llama la atención acerca de la importancia de la relación
padre-hija, en la cual a jovencita se siente querida y valorada. Estos lazos ejercen una
poderosa influencia sobre las elecciones adultas de la mujer y sus relaciones con los
hombres.

183
CAPÍTULO QUINCE
Relaciones que evolucionan

Para encontrar a Paula para nuestra entrevista a los veinticinco años, llamé al único
número que tenía: la casa de su madre en Berkeley. Me sorprendí cuando me
respondió una voz muy joven: "Mi abuela no puede atender ahora. ¿Puedo recibir el
mensaje?". Respondí dando mi nombre y diciendo que era una antigua amiga de la
familia. Luego agregué: "En realidad quiero comunicarme con Paula, la hija de tu
abuela. ¿Puedes decírselo a tu abuela?". Después de dudar un momento, el niño me
dijo: "Paula es mi mamá, ella está aquí. Le voy a avisar".
La voz de Paula era fuerte y directa.
—Sí, por supuesto que nos encontraremos. Puedo cualquier día después de mis
clases. Sucedieron muchas cosas desde nuestro último encuentro. También me
gustaría que conocieras a Racer. Creo que él está bien, pero a veces no estoy muy
segura. Le diré a mi mamá que llamaste. Nos vemos el martes.
La mujer que entró en mi casa era una nueva persona. Después de que nos
acomodamos y la puse al tanto del proyecto, ella me contó de su vida.
—Bueno —comenzó—, me casé con Brad, y nuestro hijo Rand, al que llamo Racer,
nació cinco años después. —El apodo me sonaba familiar y luego recordé que era el
nombre de su amada mascota. El matrimonio de Paula estuvo lleno de fiestas
nocturnas y abuso de alcohol. —Brad no quería tener hijos. También se oponía a que
yo estudiara. Básicamente quería que me mantuviera confundida. Así era nuestro
matrimonio. Nueve años con altas dosis de alcohol. Sí, y muchas peleas. Lo golpee
tanto como él a mí. Estábamos de fiesta toda la noche, dormíamos dos horas, y
siempre llegábamos tarde al trabajo. Yo quería detenerme, pero no podía, no con
todos los demás en esa escena. Fui a Alcohólicos Anónimos, pero Brad no fue, así que
abandoné. Estábamos fuera de control. Cada vez me desesperaba más. Quería que
alguien se diera cuenta de lo que nos estábamos haciendo, pero nadie lo hizo.
—¿No hubo nada feliz o bueno para ti en este matrimonio?
—Si te refieres a cariño o afecto, no mucho. A lo sumo seis meses. Hubo sexo, pero
hasta eso se terminó enseguida. Yo no era precisamente una aficionada en eso, pero
el desempeño de él fue empeorando debido a la bebida. Sé que estás pensando por
qué no me fui.
—Sí, estaba pensando en eso. ¿Por qué te quedaste? —Después del primer día
pensé en irme casi todos los días, pero... —respondió con seriedad—, lo último que
quería era el divorcio. Sé todo sobre el divorcio. Conozco el de mi madre como la
palma de mi mano. No quería eso para mí, especialmente después de que descubrí
que estaba embarazada. Brad quería que abortara, pero yo me negué. Ya había tenido
tres abortos y no quería otro. Me quedé dos años después de que nació Racer. Sabía
que no era bueno para él ni para mí, pero daba marcha atrás cada vez que pensaba en
irme. De inmediato me sentía enojada e infeliz de haber crecido en una familia
divorciada. No quería que la vida de Racer fuera así, y me paralizaba. Me quedé
porque estaba muy preocupada. Además no tenía adonde ir. No se podía quedar ni se
podía ir. —¿Qué sucedió para que te fueras? Paula miró hacia abajo, y luego me miró
a los ojos. —Ésta es toda la historia: no estoy orgullosa, pero realmente es lo que
sucedió. Volví a beber después de que Racer nació. Brad nunca dejó de hacerlo.
Cuando estábamos de fiesta perdía el control de Racer. Luego en medio de la
confusión recordaba que tenía un bebé, me ponía sobria y pensaba dónde estaba
Racer y qué necesitaba. Pero no era agradable. Cada vez estaba más disgustada
conmigo misma y con Brad. Y cada vez bebíamos más. Nuestras peleas eran terribles.
Un día cuando Racer tenía dos años, Brad lo cuidaba mientras yo estaba en mi
trabajo. Ambos habíamos estado de fiesta durante toda la noche. Brad se quedó
dormido, y Racer salió de la casa. La policía lo encontró y alguien le dijo dónde estaba.
El policía fue hasta el negocio donde yo estaba trabajando y me llevó a Racer. Nunca
olvidaré su rostro. Estaba tan perdido y asustado. "Señorita, ¿este bebé es suyo?
Tiene suerte de que esté vivo". El policía me miró como si fuera indecente. Me
avergoncé. —Mientras Paula me contaba el episodio se retorcía las manos y su voz se
debilitaba.
—Por Dios, Paula, qué pesadilla. Paula asintió con la cabeza casi sin poder hablar.
—Realmente lo fue. Esa noche le dije a Brad que ambos teníamos que dejar de beber

185
porque la vida de nuestro hijo estaba en peligro. Él trató de reírse de lo que sucedió,
como si no hubiera sido nada serio. No lo pude soportar. Así que tomé al bebé, mi
bolso, el bolso de pañales, subí al automóvil y me fui. Llamé a mi mamá desde una
estación de servicio y le dije que Racer y yo íbamos en camino. Gracias a Dios ella no
me pidió detalles. Llegamos a la medianoche. Nos miró y nos acostó. Estamos aquí
desde aquel momento.
El rostro de Paula estaba tensionado y apesadumbrado.
—Así que ahí estaba, sin dinero, sin estudios, sin trabajo, sin hogar, sin nada, y con
un hijo al que debía criar. Estaba igual que mi madre cuando yo tenía cuatro años.
Había sucedido todo lo que yo había jurado que no iba a suceder.
Las críticas sociales afirman que los hijos del divorcio tienen más divorcios porque
están menos comprometidos con el matrimonio. Yo no veo evidencias de esto. Ellos
quieren evitar fervientemente el divorcio en su vida adulta, y tienen más temor si tienen
hijos. Sin embargo, a pesar de su decisión consciente de no seguir los pasos de sus
padres, muchos terminan sus matrimonios con un gran sufrimiento. Lo que temen es la
llegada de la pesadilla. Al igual que sus pares de familias intactas, cuyos matrimonios
no funcionan, a menudo se sienten devastados. La recuperación es lenta ya que el
divorcio confirma lo que siempre creyeron: el fracaso es inevitable y no se puede
prevenir.
—¿Cómo ha sido vivir con tu mamá? ¿Funciona para ti y para Racer?
Paula sacudió la cabeza con tristeza.
—No es permanente. Mi mamá tiene muchas cosas en marcha. Se volvió a casar.
Dan es un buen hombre, pero no nos conocemos y no espero que tenga los mismos
sentimientos hacia mí que mi propio padre. Creo que para él y para mi madre es un
esfuerzo que Racer y yo vivamos ahí. La verdad es que mi hijo y yo no tenemos hogar.
De cualquier manera, lo primero que hice fue no beber más. Mi madre me pagó un
consejero. Después fui a Alcohólicos Anónimos. Hace más de dos años que no bebo.
Ebria durante veinte años y sobria durante dos, es todo un récord...
—Es una gran victoria. Bebiste desde los doce años. ¿Cómo pudiste dejar de
hacerlo?
Paula levantó el mentón y miró por la ventana durante un momento.
—Siempre estuve avergonzada —comenzó a decirme lentamente—. Pero creo que
lo que sucedió fue que Racer fue una llamada de alerta. No te puedo decir lo
degradada que me sentí cuando ese policía me entregó a Racer. En ese instante supe
que debía controlarme o cosas realmente feas nos sucederían al niño y a mí.
Uno de los descubrimientos alentadores de este estudio es que casi todas las
mujeres que abusaron de las drogas y el alcohol durante su adolescencia y hasta los
treinta años abandonaron este comportamiento autodestructivo cuando cumplieron los
treinta1. Más aún, lo hicieron por sí mismas. Una mujer me comentó: "Comenzaba a
ver todo negro después del tercer trago. No recordaba cómo llegaba a casa ni cómo
me acostaba. A veces me despertaba en la cama de algún extraño. Al principio era
divertido, pero luego fue aterrador. Tuve que detenerme". La decisión de dejar la
adicción formaba parte de un cambio importante en las relaciones que incluía la
fortaleza de terminar su comportamiento promiscuo o la de abandonar una mala
relación o un mal matrimonio. La misma proclamaba un cambio en el estilo de vida y un
cambio de valores. Era un paso importante y ellas lo sabían.
No existe un solo estímulo para estos importantes cambios. Para algunas mujeres,
el nacimiento de un hijo dentro o fuera del matrimonio provoca el inicio de su desarrollo
emocional. A medida que avanzan en su rol de madres y toman la responsabilidad del
bebé, y luego el niño, comprenden que ya no pueden continuar con su comportamiento
adolescente. Otras se atemorizan por síntomas somáticos o simplemente advierten
que han estado en el camino equivocado desde hace mucho tiempo. No se hacen
problema por lo que dispara la decisión de un cambio. Al mismo tiempo, comprenden
la importancia de su transformación y no tienen ilusiones sobre las dificultades que les
esperan. Han visto amigos ir a la cárcel o morir por una sobredosis. La decisión de
detenerse mediante la asistencia de programas de autoayuda refleja el poderoso
deseo de controlarse a sí mismas. Es una hazaña sorprendente que en algunos
aspectos se asemeja al cambio que vimos en Larry, quien finalmente aprendió a dejar
de identificarse con su padre violento. Pero en este caso, las niñas aprenden a dejar
de esperar que sus padres las rescaten y en lugar de eso se rescatan a ellas mismas.
Después de años de un comportamiento autodestructivo, deciden unirse al mundo de
los adultos y aceptar sus normas. Sus historias son honestas, sorprendentes e
inspiradoras ya que afrontaron la responsabilidad de convertirse en sus propios
padres. Como sugerí antes, su prolongada adolescencia finalmente llegó a su término.

187
LA ENTRADA DEL ABUELO

Paula continuó
—Racer es la verdadera razón por la que decidí que debía cambiar mi vida. Después
de que dejé de beber, analicé mi vida y decidí que quería brindarle estabilidad. Y
pensé que era importante regresar a la universidad, pero no del modo en que lo hizo mi
madre. Quería concurrir a clases y trabajar para recibirme, y tener tiempo para estar
en casa cuando Racer regresara de la escuela y para despedirlo a la mañana. Pero no
sabía cómo podía combinar todo. Mamá pagaba el Jardín de Infantes de Racer y lo
cuidaba a la noche para que yo pudiera ir a las reuniones de A.A. No me estaba yendo
muy bien. ¡Entonces sucedió un milagro! Nunca lo adivinarías. Paula me miró en forma
extraña y agregó:
—Apareció papá. No habíamos tenido contacto durante algunos años, pero regresó
cambiado y mucho mejor. Me llamó y me dijo: "Paula, sé que tienes un hijo". Le
respondí que sí y me preguntó sobre él de un modo muy tierno, como un buen abuelo.
Y luego me desconcertó. Me dijo: "Paula, debes regresar a la universidad. Tienes un
hijo que cuidar. Necesitas una educación". Le dije que sí, sin esperar nada, y me volvió
a sorprender. "Si regresas a la universidad, pagaré las cuotas y los libros. Te compraré
un automóvil, ropa para ti y mi nieto, y cualquier otra cosa razonable que necesiten".
Paula respiró profundo.
—Así que lo hice. Fui al Laney Community College y concurrí a cursos de
recuperación para compensar las deficiencias de la escuela. Luego en el primer
semestre me anoté en Inglés, Psicología y Ciencias Políticas, y obtuve las mejores
calificaciones en todas. No tienes idea de lo bien que me sentí. El próximo semestre
me transferirán a Howard State, una universidad más importante. Me voy a recibir de
arquitecta paisajista.
—¿Tu papá hizo lo que prometió?
—Oh, sí. Nos llevamos mucho mejor desde que regresó y nos ayudó. No siempre
fue un buen padre, pero es un muy buen abuelo. A él le encanta estar con Racer. Hace
todo lo que no hizo conmigo cuando era una niña. Van a pescar, al cine, a comer al
restaurante preferido de Racer, el Red Lobster —Paula se rió y luego continuó
hablando seriamente—. Ahora vuelvo a querer a mi padre, y estoy agradecida por lo
que nos da. Le dije: "Ahora te quiero, pero sólo puedo tratar de perdonarte por el
pasado".
—¿Y lo perdonarías?
—No lo sé. Lo quería mucho y creo que él también me quería. La gente hace cosas.
No sé si uno puede hacerlas responsables. Aprendí a aceptar muchas cosas, y dejé de
enojarme. Finalmente papá está actuando como el padre que era antes de la
separación. Cuando yo era muy pequeña era un padre maravilloso. Quiere que Racer
y yo nos vayamos a vivir con él, pero no lo haré. Necesito pararme sobre mis propios
pies.
Cuando los hijos del divorcio llegan a los veinte y treinta años, las relaciones con sus
padres pueden cambiar de manera inesperada. Ambas generaciones tienen otra
oportunidad para examinar el interés que tienen por el otro, de hacer las cosas de
manera diferente. Cada etapa del desarrollo adulto ofrece el potencial de crecer como
persona, de mejorar las relaciones íntimas que estaban descarriadas, y de corregir los
errores del pasado. Varios de los padres lograron nuevos intereses y más dinero para
los estudios de sus hijos, en especial cuando sus hijas tenían veinte años. A veces fue
como respuesta al nacimiento de un nieto dentro o fuera del matrimonio, y a veces
como resultado de la estabilización del hombre mayor. No era que tuvieran más
dinero. Nunca negaron que habrían podido costear los estudios de sus hijos. Pero su
vidas eran más estables en un segundo o tercer matrimonio, o por su decisión de dejar
de beber. Estos fondos modificaron las vidas de sus hijos, muchos de los cuales
pudieron cambiar por completo sus vidas, después de haber desperdiciado casi toda la
década de sus veinte años.
Aquí hay un claro mensaje sobre la plasticidad de las relaciones padre-hijo y la
habilidad de ambos para reanudar la comunicación en beneficio de todos. Algunos
jóvenes buscan a sus padres, tratando de establecer una relación adulta. Una mujer
de treinta y cinco años buscó impulsivamente a su padre distanciado. "No quería ir
algún día a su funeral y no saber nada de él", comentó. Algunos de estos esfuerzos
para reanudar el contacto tienen que ver con la toma de conciencia sobre la finitud de
la vida, una triste sensación de que el padre no vivirá para siempre, y de que el tiempo

189
corre. Estos esfuerzos pueden ser inútiles, en especial si el joven adulto trata de
recuperar mágicamente el padre que quiso y nunca tuvo. A algunos hombres no les
agradan los intereses de sus hijos. Dejaron esa parte de su vida muy atrás. Pero otros
padres están muy entusiasmados con dichos intereses. La relación padre-hijo tendrá
una base nueva y mejor siempre que el hombre mayor no espere volver a escribir la
historia. Uno de los hombres de nuestro estudio estaba alborozado. "Por fin mi hija me
pidió consejo sobre algo. Casi no puedo creerlo". La hija tenía treinta y cuatro años.

Construir un puente

Me pregunté si la relación de Paula con su madre también había mejorado.


—¿Cómo se llevan tu madre y tú por estos días? —le pregunté.
—Es como si después de todos estos años nos estuviéramos haciendo amigas. Yo
crecí y ella está madura. Está feliz con Dan, lo quiere, y finalmente se puede relajar un
poco. Hablamos de cosas que sucedieron cuando yo estaba creciendo. Le conté lo
enojada y lo sola que me sentía. Realmente me escuchó. Y me contó cómo había sido
para ella. Nunca antes hicimos eso.
—¿Sólo comenzaron a hablar? ¿Sucedió algo que hizo que se abrieran?
—sentía curiosidad por saber.
—Bueno, escribí una redacción para mi clase de Inglés titulada "La madre de mente
cerrada" sobre nuestra vida después del divorcio. Se la leí a ella y eso nos hizo hablar.
Sé que la culpé por la separación. Al mismo tiempo, ahora comprendo por lo qu e tuvo
que pasar. Ahora la comprendo cómo no pude hacerlo antes de que Racer naciera.
— ¿Y ella también te entiende mejor?
— Espero que sí. Me contó que veía las cosas malas que hacía, pero no podía hacer
nada por mí. Hacía lo mejor que podía y esperaba que sus hijos también lo hicieran.
También me relató que durante años se despertaba de noche con el corazón
acelerado, preocupada por nosotras. Pero tenía que levantarse temprano, así que
aprendió a dejar de lado esos sentimientos y adoptar una actitud más tranquila.
Recuerdo muy bien esa situación. Me ayudó mucho saber que su frialdad era una
postura para poder pasar el día. Comencé a darme cuenta de lo difícil que fue la vida
para ella cuando yo tenía dieciocho años. Ahora comprendo que no quiso que yo fuera
tan infeliz y solitaria cuando era una niña. También comencé a entender que fue
realmente feliz en su matrimonio hasta que papá tuvo los problemas financieros, pero
después del divorcio se sintió atrapada. Yo estaba atrapada con ella. Y luego me
atrapé a mí misma cuando me casé con Brad. —Y agregó con ironía: —Soy una
experta en trampas.
Pocas relaciones son tan complejas como ésta entre madres e hijas en familias
divorciadas. Los sentimientos de ambos lados incluyen amor, enojo duradero,
compasión y culpa. Pero las madres y las hijas de las familias divorciadas se liberan
más de los conflictos que sus contrapartes de las buenas familias intactas. Su relación
es menos estable, fluctúa a través de los años y refleja más ambivalencia en beneficio
de ambas generaciones. La relación posterior al divorcio es complicada por la
intensidad de estos sentimientos y la necesidad recíproca de cada mujer de amor y
aprobación. Los padres pueden amortiguar la relación madre-hija ayudando a ésta a
separarse de su madre para que tenga su propia carrera y forme una nueva familia. El
padrastro también puede cumplir esta función en una familia divorciada. Pero si no hay
nadie que cumpla este rol, las dos mujeres mantienen un tire y afloje prolongado, y
pasan de una situación de intimidad a un prolongado distanciamiento. Esta situación
es muy conflictiva para ambas, y no ayuda a la hija a que resuelva sus conflictos y
continúe con su vida adulta. Paula pasó toda su infancia y su adolescencia encerrada
en el conflicto con su madre, el cual no se enfrió hasta que se divorció y regresó a casa
a la medianoche con su hijo y fue bien recibida. Las dos mujeres tuvieron la
oportunidad de reformular su relación. La madre adoptó un rol de contención como
abuela y la hija consolidó el nuevo puente entre madre e hija.
En general, la llegada de un bebé acercó a las madres y las hijas de este estudio.
Las hijas que se mantuvieron alejadas a sus madres reciben con gusto cualquier
ayuda que les puedan brindar para el niño. Como madres comienzan a comprender
cuántos sacrificios se requieren para cuidar a un bebé. Quizá sus madres no eran tan
malas como pensaban. Quizás habían tenido una buena maternidad antes de la
separación. Cuando el disgusto hacia sus madres cedió, la compasión de las hijas
surgió con mayor intensidad. El resultado fue una mejor comprensión de la cual se
beneficiaron ambas mujeres.

191
La perspectiva de este estudio a largo plazo me permitió observar una increíble
cantidad de fluctuaciones en las relaciones padre-hijo de las familias divorciadas.
Todas las familias cambian cuando los padres envejecen y los hijos crecen, pero los
cambios en las familias divorciadas son más dramáticos. Comienzan con la
separación, cuando los niños se sienten abandonados por sus padres, continúan con
el cambio de roles que se produce dentro y fuera de la familia, y pasa por etapas de
replanteos cuando los hijos crecen, enfrentan sus propias desilusiones y deciden que
quizá juzgaron con demasiada rudeza a sus padres. Éstos, al ver que sus hijos se
esfuerzan como adultos, vuelven a preocuparse y quieren ayudar. Como resultado, las
familias que están distanciadas durante décadas se vuelven a reunir ante una crisis.
Como ambas generaciones maduran, pueden interesarse unos por otros y descubrir
qué cosas perdieron. Este hallazgo, que emerge después de veinticinco años, es un
buen presagio para nuestra cultura del divorcio. Significa que el perdón es posible, y
que nunca es demasiado tarde para que los padres y los hijos recuperen el amor
mutuo. Ése es el aspecto alentador de nuestra historia.
Pero también hay un lado desalentador. Los investigadores afirman que las
personas mayores con una historia de divorcio tendrán menos cuidados de parte de
sus hijos que las personas que nunca se divorciaron. También recibirán menos
cuidados de sus hijastros. Es menos probable que las personas divorciadas vivan con
un hijo cuando sean mayores, y que reciban atención de un hijo, aunque estén
Commented [JM3]: Otro asp
incapacitados, en comparación con las personas mayores que nunca se divorciaron. que se divorciaron.
Cuando los padres divorciados reciben ayuda de sus hijos, es más probable que sea
en forma de dinero que de atención personal. Esta tendencia se aplica a los padres y a
las madres, en especial a aquellos que se vuelven a casar. Sin embargo, los padres
viudos reciben el doble de ayuda económica que los padres divorciados.
¿Quién se hará cargo cuando los baby-boomers lleguen a la vejez? En la
generación que surgirá de nuestra cultura del divorcio, la red de seguridad que
tradicionalmente se ofrece a nuestros mayores no existirá. La sociedad podrá
aumentar los impuestos para las obras sociales, pero eso no compensará la sensación
de abandono y pérdida que sentirán los padres divorciados. Éste es un efecto que no
anticipamos.
CAPÍTULO DIECISEIS
La saga de la custodia continúa

Después de que Paula terminó de hablarme de la relación con sus padres, decidí
ahondar en un tema sobre el que tenía mucha curiosidad. ¿Cómo había manejado
Paula, una hija del divorcio que se había divorciado, el tema de la custodia y la
decisión de las visitas? Recuerdo lo enojada que estaba cuando la Corte decidió que
debía visitar a su padre porque eso interfería con sus amistades y sus actividades
escolares. ¿Pensó que la solución popular de compartir la custodia, en la cual los
niños van y vienen entre dos hogares, era una mejora con respecto a su infancia?
¿Cuál era la situación con su propio hijo, Racer, y ella pudo aplicar los conocimientos
de su infancia para protegerlo y que no sufriera como lo había hecho ella?
Después de que Paula solicitó el divorcio, Brad la sorprendió pidiendo que Racer
viviera con él la mitad del tiempo en custodia compartida. Cuando Paula me contó
esto, se tomó la cabeza con incredulidad.
—Si alguien me hubiera dicho que Brad quería a su hijo la mitad del tiempo le habría
dicho que estaba equivocado. Su idea de una noche tranquila en casa es pedir pizza,
ver el canal deportivo y quedarse dormido. Cuando vivíamos juntos yo era la que le
recordaba que Racer tenía que cenar y que lo acostara. Miraba televisión con él y le
explicaba sobre béisbol y quiénes eran los jugadores. Pero todo lo que tuviera que ver
con los cuidados del niño... ¡olvídalo! —Paula negó con la cabeza. —Luego pensé por
qué Brad quería a Racer la mitad del tiempo. Se paga menos cuota de alimentos, por
eso. La Corte cuenta las noches que el niño pasa en cada casa, y así calculan la cuota
de alimentos. Creo que piensan que uno alquila la habitación cuando el niño no está.
Son unos tontos. De cualquier modo así es la ley. Estaba realmente preocupada po r
esta custodia de medio tiempo, pero Brad estaba decidido. Dijo que no tendría fiestas y
que se quedaría en casa o pagaría una niñera cuando Racer estuviera con él. En
California, cuando las parejas divorciadas no pueden acordar un plan de vida para sus
hijos, son derivados a un mediador de la Corte. Después de escuchar a ambas partes,
el mediador los ayuda a proyectar un plan compartido. La mayoría de los padres puede

193
hacer esto sin la ayuda de un mediador, pero si no pueden lograrlo, el caso va ajuicio,
después de ordenar evaluaciones de salud mental y capacidad de cada uno de los
padres, la Corte decide por ellos. Brad y Paula no pudieron hacerlo y se les asignó un
mediador. En muchos estados los padres no tienen alternativa y tienen que ir a la
Corte.
» No podía ir a juicio. No estaba pasando un buen momento económico, y los juicios
cuestan fortunas. Sólo la gente muy rica puede pagar abogados costosos. Sabía que
tendríamos qué acordar algo con la mediadora. De cualquier modo aprendí mucho.
—¿Qué aprendiste? —sentía curiosidad por conocer la perspectiva de Paula que ya
había pasado por los regímenes de visita de la Corte en su infancia.
—Bueno, la mediadora era muy agradable y profesional. Sólo nos veía a los dos
juntos. Tenía una hora y media para que todo funcionara, ¿te imaginas tener que
planificar todo el crecimiento de mi hijo en una hora y media? Nunca preguntó nada
acerca de Racer. Nos explicó que rad y yo teníamos que organizar un plan y que era
importante que nos comprometiéramos con nuestros hijos y que así era la ley. Brad no
es peligroso de acuerdo con sus criterios —agregó Paula—. Gana mucho dinero
pintando casas victorianas. La gente de toda el área de la Bahía quiere contratarlo
porque es muy talentoso. Nunca golpeó a nadie en su vida. Traté de explicarle a la
mediadora sobre la bebida y las fiestas. Traté de hablarle sobre la vez en que Racer
casi muere cuando Brad se quedó dormido. Le conté que estaba tratando de curarme
y que me alegraría que Racer viviera la mitad del tiempo con Brad cuando y si él
arreglaba su vida. Brad negó que tuviera problemas. Aún tiene esos grandes ojos
castaños italianos y puede parecer realmente sincero y convincente. —Paula se
encogió de hombros. Luego su rostro se endureció y desvió la mirada.
-—El final es que nada de lo que dije valió la pena. Ella explicó que lo único que
importaba era el presente. El pasado era historia. Así que terminamos con un
programa que le otorgaba a Brad el máximo de tiempo entre el comienzo del Jardín de
Infantes de Racer aquí en Berkeley y el trabajo de Brad. Así que Racer pasa viernes
por medio todo el fin de semana hasta el lunes con Brad y los miércoles después de la
escuela hasta la hora de acostarse. Y seis semanas en el verano. Alternamos las
vacaciones. Le pregunté qué sucedería si Brad no estaba cuando Racer estuviera
allí, pero no escuchó eso. Me dijo que debía guardarme las críticas con respecto a
Brad y por el bien de Racer, fingir que todo es maravilloso. Así que me di por vencida y
llegamos a un acuerdo mediado.

La mediación y la política pública

En muchos estados la mediación se está convirtiendo en el método principal para


dirimir las disputas de las parejas divorciadas. El objetivo es mantener sus diferencias
fuera del sistema de la Corte, el cual a menudo enoja más a la gente y reduce su deseo
de cooperar en los años posteriores al divorcio. La mediación tiene sus raíces en
varios principios. Primero, el conflicto entre los padres es doloroso para los hijos, y
debe desalentarse. Segundo, los padres conocen las necesidades de sus hijos mejor
que cualquier juez cuyo trabajo es conocer la ley. Y tercero, los padres están más
dispuestos a cooperar con un plan posdivorcio si se negocia en conjunto y no se
impone contra la voluntad de uno de los padres. La mediación propone que ambos
padres sientan que ganaron. Lo importante para que este proceso funcione es que la
historia del matrimonio no interfiera en el presente a menos que sea relevante. Estas
"interferencias" son consideradas por la Corte como peligros que amenazan el
bienestar físico del niño.
No hay duda de que la mediación representa una ventaja sobre el proceso de
demanda, el cual no sólo es muy costoso sino que disgusta o humilla a uno o ambos
padres. Los mediadores están especialmente entrenados y tienen antecedentes
legales o en salud mental. La mayoría de los padres considera que la mediación es
muy útil y tranquilizadora. Los que han pasado por una mediación son más propensos
a cumplir con sus acuerdos que los padres que han ido a un juicio tradicional.
¿La mediación protege al niño? Cuando comenzó a surgir como método alternativo
importante para resolver disputas, los defensores del método afirmaron que los niños
se beneficiarían enormemente y que mejorarían de manera significativa sus ajustes
psicológicos. Eso no sucedió. Los estudios a largo plazo no muestran grandes
diferencias en los ajustes del niño en el hogar o la escuela, aunque los padres utilicen
abogados o mediadores para resolver sus diferencias 1. El presente y el futuro de un
niño no se modelan por el método de negociación que utilicen sus padres en la Corte.
La mediación no ayuda a los niños porque el niño no está presente en la

195
planificación, ya sea en cuerpo o espíritu. La mediación resuelve las preferencias
conflictivas de los padres. Pero el mediador no desarrolla un plan que se ajuste a las
necesidades emocionales o del desarrollo del niño. Tampoco pregunta por los
intereses, deseos o preferencias del niño. Nunca se les pregunta a los padres si
quieren o pueden hablar en nombre de su hijo. Los mediadores tienen una formación
limitada sobre el desarrollo del niño, en especial cuando se trata de las necesidades de
los más pequeños. La ley no los instruye ni les exige que tengan en cuenta lo esencial
de su desarrollo. Más aún, el mediador no es un agente independiente: opera dentro
del marco legal de la Corte y a la sombra de su política. Si la política que prevalece en
la Corte es la de visitas extendidas y residencia compartida, al mediador no le incumbe
preguntar si el pequeño de dos años se separó alguna vez de su madre. Los
mediadores no tienen que preguntar sobre la reacción del niño o si los planes se
discutieron con él. Tampoco deben aconsejar a los padres para que preparen al niño y
que éste pueda manejar las transiciones que tendrá que enfrentar.
Al parecer, la mediación continúa con muchas de las desventajas del criterio de la
Corte, encerrando a padres e hijos en acuerdos rígidos que ignoran los cambios que
sufren los niños al crecer. A los padres se les dice que pueden regresar a la mediación
si los arreglos no funcionan. Pero esto no es lo mismo que darle a un niño mayor un
lugar en la mesa de negociaciones y reconocer su voz como participante. Tampoco es
lo mismo que construir un proceso de revisión que, después de un intervalo apropiado,
vea cómo le está yendo al niño.
Otro de los temas difíciles que mencioné antes requiere elaboración. El modelo
central de la política pública, que pone en práctica la Corte y la mediación, consiste en
que la relación del niño con ambos padres debe continuar y si es posible se debe
fortalecer. La Corte distribuye a los padres folletos con el lema "Los padres son para
siempre", mediante el cual quieren transmitir que las relaciones padre-hijo en las
familias predivorciadas deberían durar. El dilema moral es que mucha gente se
divorcia porque aborrece el estilo de vida y los valores de su pareja. Se van porque no
quieren que sus hijos estén sometidos a la influencia tóxica del otro. Tanto hombres
como mujeres dejan sus matrimonios por la deshonestidad, las relaciones
manipuladoras, el comportamiento violento, la bebida, la infidelidad y, sobre todo, la
irresponsabilidad de sus parejas. Se divorcian para escapar de una vida delictiva o
degradante y se encuentran en un sistema que reinstala y a veces refuerza los valores
y el estilo de vida de los que escaparon.
No tengo una solución alternativa a permitir que las Cortes o los mediadores se
conviertan en arbitros morales, una idea que rechazo fuertemente. Tampoco creo que
debamos realizar prolongadas investigaciones sobre cada equivocación alegada por
uno de los padres. Crearíamos una caza de brujas que sería peor que el sistema
actual. Pero quiero señalar que la posición neutra de la Corte tiene serias
consecuencias. No rescata al niño ni intenta hacerlo. Por el contrario, rescata al padre.
Como vimos en la continua adoración de Larry de su padre violento, puede y a menudo
encierra al niño en relaciones traumáticas e inmorales. Como resultado le impone al
hijo la tarea de rescatarse a sí mismo para no identificarse con un padre problemático
o inmoral. Esto puede resultar una enorme carga. Muchos padres divorciados están
preocupados por estos temas y con buena razón.
Compartir la custodia física
Le pregunté a Paula cómo estaba funcionando la custodia compartida y me brindó
un soliloquio sobre lo frustrante que le parecía esta situación. Racer la pasaba muy
mal al tener que ir de un hogar al otro, el de Paula en Berkeley el de Brad en San José.
Ninguno de los dos habla al respecto. Ella aún se siente como una marioneta, que
tiene que ceder ante los intereses de los demás. Pero, como dice Paula, la novia de
Brad es una muchacha decente y eso ayuda. Sobre todo, Racer quiere ver a su padre.
—A pesar de los problemas de Brad, que me preocupan mucho, tengo la sensación
de que Brad y Racer tienen una buena conexión. Les gusta mucho el béisbol. Racer
conoce todos los equipos, y tiene una colección de tarjetas increíbles. Racer usa el
gorro de los Gigantes de costado igual que Brad. Y está comenzando a subirse l as
mangas de la remera y a silbar. Adivina quién hace lo mismo. Brad debe estar
haciendo algo bien porque Racer lo quiere. Debo decir que eso es algo en lo que la
mediadora tenía razón. Racer siente definitivamente que tiene dos padres.
Pero, ¿qué dice Racer sobre todo esto? Paula me pidió si podía hablar directamente
con él. Me señaló que su familia había repetido la historia del divorcio durante dos
generaciones y que estaba preocupada. Quería mi opinión sobre cómo estaba el niño.
Acordamos que tendría un encuentro informal al día siguiente. Paula vino a mi oficina,
nos presentó y dijo que regresaría en una hora. El niño era una sorprendente versión

197
masculina de Paula, con el cabello negro rizado y brillantes ojos verdes. Tenía el gorro
de los Gigantes de costado, como Paula me comentó. Se sentó frente a mi, cruzó un
tobillo sobre la rodilla y con una serenidad maravillosa me preguntó:
—¿Qué sucede?
—Tu mamá te trajo a verme porque estoy tratando de comprender qué significa el
divorcio para los niños —le respondí adaptándome rápidamente a la actitud y el tono
casi adulto de Racer—. Me ayudaría mucho si me dijeras qué significa para ti, en
especial eso de vivir una parte del tiempo con tu mamá y otra con tu papá.
—¿Te refieres a que quieres mi consejo?
—Por supuesto, tú eres un experto entre los niños de siete años. Conozco alguno
niños de tu edad cuyos padres se están divorciando, y quieren saber qué es lo mejor.
¿Qué siente un niño de siete años cuando sus padres se separan?
—Que está bien, aunque no lodo el tiempo —Racer se levantó el gorro—. Diles que
les gustaría poder ver más a sus padres.
—Si pudieras hacer lo que quisieras, ¿cómo te gustaría vivir?
—Haría que se mudaran más cerca. No me gusta la casa de papá, pero me gusta
estar con él. Me gustaría que él y mamá se mudaran a la misma casa.
—¿Recuerdas cuando estaban casados y todos vivían juntos? —Seguro. Si
estuvieran juntos no tendría que tomar tanto el ómnibus y los vería todos los días. Es
un viaje muy, muy largo en ómnibus. Me gusta verlos a los dos, pero de esta forma es
difícil porque cuando estoy con papá extraño a mamá, y cuando estoy con mamá
extraño a papá. La mitad del tiempo me siento bien, y la mitad, mal. Todas las noches
extraño a alguien.
—¿Qué consejo le darías a alguien de tu edad que va a comenzar a vivir la mitad del
tiempo con cada padre, como tú?
—Que se van a cansar —admitió Racer—, porque hay que estar diciéndole a la
gente dónde vas a estar, y tienes mucho que recordar, dónde vas a ir y dónde están
tus cosas. Y es difícil porque tengo amigos en la escuela que no pueden ir a la casa de
mi padre. Y hay algunos niños con los que juego cuando estoy en la casa de mi padre,
pero sólo los veo cuando estoy allí. Y muchas veces no se acuerdan de que voy a ir y
hacen planes con otros. Entonces no tengo con quién jugar cuando estoy allí. A veces
me siento como una bandita elástica. Y —aquí Racer se puso muy solemne— si a ese
niño le gusta el béisbol dile que es probable que pierda algunos partidos y algunos
entrenamientos... eso es lo que sucede. Espero que su entrenador lo comprenda.
—Tu mamá me contó que juegas al béisbol. Dijo que te gusta lanzar. (Esto era algo
sobreentendido. A Racer le apasionaba el béisbol, pero sus padres tenían problemas
para llevarlo a los entrenamientos y a los partidos con un hogar en Berkeley y el otro en
San José).
—Sí, me gusta mucho jugar —me respondió Racer—. Nuestro equipo tiene la mejor
anotación. Vamos a estar en el campeonato. Y el entrenador me dijo que podré lanzar
en los desempates, pero sólo si estoy allí por el resto de la temporada —Racer parecía
preocupado.
—¿Hablaste con tus padres sobre esto? Es muy importante para ti.
—Dijeron que tratarían de llevarme al resto de los partidos, pero no sé... —Racer
frunció el entrecejo. —Siempre lo dicen, pero las cosas no funcionan.
—Si pudieras cambiar algo, ¿qué cambiarías?
—Ir y venir me enloquece. Como cuando mis amigos y yo estamos jugando y es
hora de irse justo cuando estamos en medio de un partido. Y hay cosas que realmente
quiero hacer los fines de semana, como jugar al béisbol, y me las pierdo.
—¿Podrías estar en un equipo de béisbol en San José, donde vive tu papá?
Racer me miró como si yo hubiera perdido la razón.
—Eso no resolvería nada —su tono reñejaba una mezcla de condescendencia e
irritación—. Sólo empeoraría las cosas. Entonces tendría dos equipos con los que no
podría cumplir en los partidos y dos entrenadores que se enfurecerían conmigo.
—Claro, entiendo exactamente lo que quieres decir —traté de recuperar el terreno
perdido—. Es un problema.
—Un gran problema —enfatizó Racer—. Sus casas están demasiado lejos. Ojalá se
juntaran.
Cuando Racer se fue, pensé, que ésta realmente había sido una revisión de la
custodia compartida por el experto más joven que yo había consultado. Se quejó de
fatiga, lo cual no es común en niños de su edad. ¿No sería tensión en lugar de fatiga?
¿Tendría problemas para dormir? Fue muy sincero al describir el viaje entre sus dos
hogares como "un viaje muy, muy largo en ómnibus" y sobre lo difícil que era mantener
amigos y actividades debido a sus constantes idas y venidas. Es un extraño en ambas

199
comunidades. ¿Cuántos niños pueden mantener dos grupos de amigos yendo y
viniendo? Racer estaba preocupado por no poder lanzar en el campeonato si su
entrenador no estaba seguro de su concurrencia. Obviamente, los entrenadores
quieren un equipo ganador y jugadores con los que puedan contar. Lo mismo sucede
con los directores de juegos de la escuela y los capitanes de los Boy Scouts. Racer
está preocupado y con razón por perder importantes acontecimientos debido a su
asistencia inconstante. También me contó que extrañaba a su mamá cuando estaba
en la casa de su papá, y a él cuando estaba en la casa de ella. Escucho esta triste
queja de casi todos los niños que tienen una custodia compartida. Al mismo tiempo,
muchos niños se ajustan razonablemente bien a sus nuevas circunstancias y se
sienten unidos a ambos padres. Su autoestima es buena y su ansiedad no está fuera
de control.
Pero, ¿Racer está tratando de decirnos algo que no oímos? No parece muy feliz con
la custodia compartida y las transiciones que debe realizar. No describió una infancia
feliz y protegida. Tiene serias quejas. Pero da una muy buena imagen de niño
competente, que comprende el elevado precio de mantener a ambos padres después
del divorcio. Hace lo posible. Racer es la representación de muchos niños con una
custodia compartida que quieren un hogar, pero van y vienen entre dos.
Cuando este estudio comenzó en 1971, la custodia compartida era poco conocida.
Aunque algunos padres decidían compartir el tiempo de sus hijos, la ley otorgaba
custodia individual. El padre que tenía la custodia, que en aquellos días casi siempre
era la madre, a menos que estuviera física o mentalmente incapacitada, tenía la
responsabilidad legal de los niños. Vivían con ella todo el tiempo. Ella los criaba,
decidía la escolaridad y los cuidados físicos, incluyendo las emergencias. El padre
tenía derechos de visitas. Se establecía un programa en el que los niños pasaban un
tiempo con su padre que podía incluir las noches, los fines de semana, vacaciones
compartidas, y vacaciones de verano. La mayoría de los niños de nuestro estudio
comenzaron con este tipo de acuerdo. Ocho niños fueron criados con la custodia de un
solo progenitor. En todo el resto, las madres fueron las principales custodias y los
padres los visitaban. Aunque los niños que fueron criados por madres y los que fueron
criados por padres tuvieron experiencias diferentes al crecer, he visto pocas
diferencias en los ajustes psicológicos entre los niños de ambos grupos. Esto también
sucedió en un grupo de niños más numeroso criados por el padre o la madre que
hemos visto en nuestro centro.
Este modelo de custodia, que comenzó en 1980, cambió radicalmente. En ese año
la legislación de California agregó la custodia compartida a una serie de acuerdos de
custodia realizados después del divorcio. Los jueces y abogados consideraron que
esta nueva opción era preferible a otras configuraciones, aunque las leyes no decían
eso. Muchos estados siguieron el ejemplo y permitieron o prescribieron la custodia
compartida. La cantidad de familias divorciadas con arreglos de custodia compartida
aumentó en California del 5 a casi el 20% 2. A fines de los ochenta la legislatura de
California aclaró oficialmente el alcance de la custodia diciendo que los padres podían
elegir libremente entre los diferentes acuerdos. En la actualidad, cerca del 20% de las
familias aún eligen esta opción. En otros lugares del país, la incidencia de la custodia
física compartida varía. Los estados grandes, como Massachussets, tienen sólo un 5%
de niños con doble residencia. En todos lados se debaten los pros y los contras de esta
forma de compartir a los niños, en especial en los grupos de madres y padres
recientemente organizados.
Antes de continuar, aclaremos algunos términos y definiciones legales. Custodia
legal compartida significa que los padres comparten la responsabilidad legal de las
decisiones más importantes sobre sus hijos. Esto incluye decisiones sobre instrucción
religiosa, educación, temas médicos y, a veces, lugar de residencia. En algunos
arreglos de custodia compartida, las áreas que requieren un acuerdo por parte de los
padres se especifican claramente. Otros arreglos contienen un acuerdo más general
para compartir la custodia legal, y dejan las áreas específicas para que las decidan los
padres. A menos que existan circunstancias especiales, la mayoría de los padres
divorciados de varios estados comparte la custodia legal de sus hijos después del
divorcio. En muchas Cortes se les asigna este tipo de custodia a todos los padres que
se divorcian a menos que ellos la objeten. Se argumenta que aunque los arreglos
legales no cambiarán la vida cotidiana de un niño, el significado simbólico que tienen
es que los padres pueden ser inducidos a incrementar el sustento del niño y a que
vean más a menudo a sus hijos. Existe una diferencia de opinión sobre la relación
entre la cuota de alimentos y la custodia compartida. Los temas son difíciles de aclarar
ya que las familias más pudientes eligen la custodia compartida. Pero las

201
investigaciones muestran que ni la cuota de alimentos ni las relaciones padre-hijo
cambian notablemente por las órdenes de custodia. La cuota de alimentos varía
mucho de acuerdo con la capacidad de pago y los métodos de coacción3.
La custodia física compartida y la doble residencia es una forma de custodia más
nueva. Por lo general, cuando la gente habla de custodia compartida se refiere a la
custodia física compartida, y yo voy a seguir esta costumbre. La custodia física
compartida se refiere a que ambos padres tengan un tiempo sustancial y significativo
con sus hijos. El modo más común en que las familias ponen en práctica esta forma de
custodia es cuando cada padre mantiene una casa y sus hijos dividen el tiempo e ntre
las dos casas, según acuerdos preestablecidos. El principio central es que ambos
padres continúan siendo inñuencias principales en las vidas de sus hijos. Comparten
las decisiones más importantes sobre la crianza de los niños y también las pequeñas
responsabilidades cotidianas. Visto desde la perspectiva del niño, tener una custodia
compartida significa tener dos hogares, viajar regularmente de uno al otro y pasar un
tiempo sustancial en cada uno. Aunque se han intentado otras formas de custodia
compartida, el modelo más común hasta ahora es que cada padre mantenga una
residencia por separado y los niños vayan y vengan. Una forma alternativa de custodia
compartida, llamada "nido", en la cual el niño se queda en el hogar y los padres van y
vienen, es demasiado costosa para la mayoría de los adultos. Después de un
entusiasmo inicial por parte de los padres esta opción fue desechada.
Cada pareja divorciada diseña su propio plan de custodia compartida ayudada por
sus respectivos abogados o un mediador. No existen requerimientos legales sobre la
cantidad de tiempo que el niño debe pasar con cada padre. Pero en California la cuota
de alimentos se calcula por la cantidad de tiempo que el niño pasa en cada casa. Esta
relación entre el dinero y el tiempo introduce otro tema en las negociaciones por la
custodia, que si bien no está relacionado con los intereses del niño es muy importante
para los padres y sus consejeros. Un abogado se mostrará muy remiso si esta
diferencia económica no se discute con su cliente. Dicho de otro modo, cuanto más
tiempo pase el niño con uno, menos habrá que pagar de cuota de alimentos.
Sin embargo, en la mayoría de los estados la cuota de alimentos no está ligada al
tiempo del niño, sino que se calcula de acuerdo con el ingreso de cada p adre y cuánto
cuesta criar a un hijo. Los factores para el cálculo incluyen los requerimientos de
trabajo de cada padre, la distancia entre las dos residencias, los horarios de escuela
del niño, las actividades extraescolares, posibilidades de niñera, otros temas
monetarios y consideraciones individuales. En el complejo mundo actual en el que
ambos padres trabajan y los niños tienen actividades después de la escuela, los
programas de tiempo compartido pueden resultar muy complicados. Las variaciones
en los patrones de tiempos compartidos son interminables. Pero una vez establecidos,
los arreglos no son tan flexibles como parecían a primera vista, ya que están basados
en las ocupaciones y trabajos de los padres y no en los intereses y necesidades del
niño. A menudo los bebés y los pequeños de 2 y 3 años van y vienen entre los hogares
con más frecuencia que sus hermanos mayores.

¿Funciona la custodia compartida?

a todos los lugares adonde voy, padres preocupados, profesionales de la salud y


maestros me formulan la misma pregunta: ¿la custodia compartida es para los niños?
¿Es mejor que los niños vayan y vengan entre las casas de los dos padres o que
tengan una sola con un solo padre? ¿Y el niño de un año? ¿Y el de tres? ¿Qué
acuerdos de la custodia producen niños mejor adaptados? ¿Qué debo hacer cuando
mi hijo llora porque no quiere ir o mi adolescente se niega a obedecer? La gente quiere
respuestas que le aseguren que la custodia compartida es provechosa o que le
brinden la base para cambiar nuestra política social en favor de la custodia única. Los
padres saben que ésta es una forma nueva no probada para criar a los hijos.
Nuestros tribunales quieren pautas rígidas. Como hemos visto, la mayoría de los
jueces no distinguen las necesidades de los niños en las distintas edades. Por fortuna,
algunos jueces iluminados lo hacen. Pero en los cálculos de la mayoría de los
tribunales un niño de cinco años no se debería tratar de manera diferente a uno de
diez. La naturaleza de la relación del niño con uno u otro padre es irrelevante. El
concepto de que los niños tienen diferentes temperamentos, y maduran con un ritmo
distinto es difícil de incorporar en la política judicial. La pauta central es que ambos
padres tienen los mismos derechos legales con respecto al tiempo del niño.
Entonces, ¿qué contribuye a que los acuerdos de la custodia tengan éxito? En

203
pocas palabras, depende del niño, de los padres, y de cómo los padres se tratan entre
ellos y cómo tratan a sus hijos. Lo importante es si los arreglos reflejan
adecuadamente las necesidades y deseos del infante. Es una tarea compleja. Lo que
funciona en una edad puede resultar perjudicial para el mismo niño en otra etapa de su
desarrollo. Un único talle no puede quedar bien a todos los niños o todas las familias.
Los acuerdos de custodia compartida que implican que el hijo vaya y venga con
intervalos frecuentes son muy perjudiciales para los niños de una familia muy
conflictiva. Los niños a los que se les ordena atravesar un campo de batalla entre
padres peleadores muestran serios síntomas que afectan su salud física y mental. Los
resultados de las investigaciones sobre la gravedad de los problemas de estas
criaturas y la rapidez con que se deterioran sus adaptaciones son muy importantes 4. a
menudo, los tribunales ordenan una custodia compartida precisamente a estas
familias peleadoras porque los jueces están desconcertados por la amargura de uno o
ambos padres. Sin embargo, el mismo arreglo podría ser muy benéfico para un niño de
la misma edad, en circunstancias similares y con padres que se lleven bien. La
conclusión de nuestros estudios muestra que la forma legal de custodia no es lo que
importa en el bienestar del niño 5. Tampoco existe ningún estudio que muestre que la
cantidad de tiempo que se pasa con un padre es relevante para la adaptación
psicológica. La polémica encendida que generan estas discusiones no tiene base en
nuestros estudios ni en el trabajo de otros. La comparación de los niños con custodia
física compartida con aquellos que se criaron en hogares con custodia exclusiva de un
padre muestra que la cantidad de tiempo que un niño pasa con cada padre no está
relacionada con la forma en que ese niño hace frente a la vida familiar, escolar o
cualquier otra medida de adaptación social o psicológica 6.
Los padres que gastan miles de dólares en honorarios legales para luchar por una
custodia compartida o exclusiva para sus hijos, simplemente pierden su tiempo y su
dinero. Ningún modelo de custodia ni axioma en relación con el tiempo compartido
determina cómo les irá a los niños después del divorcio de sus padres. La custodia
compartida puede funcionar muy bien o muy mal para el niño. Lo mismo sucede con
las custodias exclusivas con visitas. Lo que importa es la salud mental de los padres, la
calidad de las relaciones padre-hijo, el grado de enojo y de cooperación entre los
padres, más la edad, el temperamento y la flexibilidad del niño. Lo que también importa
es el grado en el cual los padres pueden y están dispuestos a tener las mismas rutinas
con los niños en cada casa. Un niño no se puede ir a acostar a las ocho en un hogar y
a las diez en el otro, ver televisión sin límites en uno y tener severas restricciones en el
otro, o dormir con un padre en una casa y solo en la otra sin serias consecuencias. La
custodia compartida depende de que los padres le den prioridad a la capacidad de
cambio del niño y a la necesidad de rutinas uniformes. Con los niños mayores también
depende de pedirles su opinión y tomarla en serio.
los bebés y la custodia compartida
La custodia compartida supone que los bebés son capaces de apegarse a dos
protectores primarios y aprenderán a hacerlo una y otra vez, a veces cada dos o tres
días. Esta transición frecuente y la continua interrupción del contacto pueden ser
posibles para muchos bebés, pero aún desconocemos el impacto psicológico de estos
arreglos. Los niños necesitan una paternidad sensible y constante para poder
prosperar durante los primeros años críticos. Cuando el bebé no ve a su proveedor
primario durante varios días sufre mucho porque supone que ha desaparecido y fue
abandonado7. Pero nuestro conocimiento sobre cuánta ausencia puede tolerar el bebé
sin un sufrimiento severo aún es insuficiente como para programar desapariciones
regulares de un padre en la vida de un niño. Los tribunales han ordenado la separación
de infantes de su progenitor primario durante varias semanas.
Durante el primer año de vida, el bebé necesita acceso al proveedor primario —la
madre o el padre— tantas veces como sea posible, en especial en los momentos de
tensión, durante la noche cuando se despierta con dolor de panza o porque tiene
hambre o por las muchos aspectos del medio ambiente a las que el bebé se debe
adaptar. El rol del proveedor primario es brindar una base sólida de seguridad en
forma consistente y predecible a las necesidades del bebé. Durante el segundo año, el
niño con una base sólida de seguridad está preparado para salir a explorar el mundo.
Está bien que explore el tobogán de la plaza porque sabe que un regazo seguro lo
estará esperando abajo. El interés por el mundo, la capacidad para aprender del niño y
su desarrollo cognitivo, emocional y social dependen de su sensación de que tiene una
base sólida.
Muy pocos estudios han tenido en cuenta a los bebés y a los pequeños de 2 o 3
años que visitan la casa del otro padre durante la noche. Una investigación muy

205
importante de nuestro centro, llevado a cabo por la doctora Judith Soloman, muestra
que estos pequeños son muy sensibles a la relación entre sus padres divorciados 8. Si
los padres están disgustados o no son capaces de cooperar o comunicarse bien entre
ellos, los niños muestran una vinculación desorganizada con ambos, y no confían ni en
mamá ni en papá como figuras protectoras. Se sienten inseguros en todas partes. Si
los padres son capaces de cooperar, hablar sobre los cuidados del niño e intercambiar
al bebé pacíficamente, éste puede prosperar. Pero aunque algunos padres tratan de
que los niños se sientan cómodos en los dos hogares, enfrentemos una dura verdad.
Cuando un matrimonio fracasa en el último trimestre del embarazo o unos meses
después del nacimiento del niño, el hombre y la mujer se sienten heridos y
disgustados.
Cuando un juez ordena visitas nocturnas en estas situaciones, dudo de que muchos
padres sean capaces de cooperar con los detalles de alimentación o sueño o qué
hacer cuando se produce un cólico. Son personas muy angustiadas, a veces
perturbadas.
Cuando me consultan sobre qué hacer con respecto a la custodia de los bebés,
aconsejo crear un medio ambiente posterior al divorcio que sea lo más parecido
posible a la vida en un buen hogar intacto. El bebé tiene que tener la posibilidad de
establecer sus primeras relaciones dentro de un medio estable, de tener una rutina y
cuidados predecibles. Si los padres pueden resolver esto, seguramente pueden
considerar que el niño pase las noches en dos casas y observar sus respuestas. A
menudo los padres necesitan ayuda para superar el temor de que el bebé no estará
seguro al cuidado del otro padre. Los bebés varían mucho en su capacidad de
adaptación a los cambios. Cuando los niños crecen, los padres pueden incrementar el
tiempo que pasa en cada hogar. Al niño que se siente felizmente vinculado con uno de
los padres le resultará más fácil vincularse con el otro y con otros proveedores. En
muchas familias posdivorciadas es extremadamente difícil colocar los intereses del
niño primero. Requiere que los padres se aparten de sus sentimientos desapacibles,
competitivos, y tengan una mirada objetiva y compasiva de lo que será la vida para su
hijo. No todos los padres pueden hacer esto, pero seguramente el trabajo de los
tribunales es dar prioridad al niño desvalido sobre las demandas de los padres.
Cómo manejan los niños mayores la custodia compartida

¿Qué sucede con los niños en edad escolar? ¿Todos los niños pueden manejar el
hecho de vivir en dos hogares? ¿Todos pueden tener dos grupos de amigos y
comprometerse en actividades que no perturben los planes de sus padres? Es obvio
que existen diferencias entre los niños y su capacidad de enfrentar con flexibilidad los
cambios de la vida diaria. El trabajo principal de un niño en edad escolar es aprender
en la escuela y desarrollarse socialmente. Por esta razón, se deben considerar
cuidadosamente la personalidad y el temperamento del niño al realizar los planes de
custodia. La gente nace con distintos niveles de reacción, una diferencia básica en la
"instalación" neurológica que permanece con nosotros durante toda la vida. Algunos
niños se adaptan fácilmente al cambio y la transición, en realidad algunos los buscan y
los superan. a otros les cuesta más aceptar el cambio. Les tensiona el sistema
neurológico y tardan más en acostumbrarse. Trasladando estas diferencias básicas al
campo escolar y social del pequeño, se desprende que los niños a los que les cue sta
más la transición necesitan más protección para que ésta no interfiera en el
aprendizaje y en hacer amigos. Algunos niños pueden pasar un fin de semana con un
padre, que el lunes, a la mañana los deja en la escuela sin que nada suceda. Otros,
con temperamentos más sensibles, no son capaces de hacer nada de esto a menos
que tengan un día o una noche para readaptarse. Sin un día de transición para
readaptarse, retroceden en la escuela o pierden un partido.
Como vimos en la historia de Racer, los niños en edad escolar también se
comprometen en actividades después de la escuela, como deportes, música o
gimnasia, por nombrar algunas. Las amistades, la habilidad y el talento se forjan a
través de la participación en estas actividades. Como los niños intentan distintas
actividades y los planes cambian, los conflictos con los acuerdos de la custodia son
inevitables. Las invitaciones a las fiestas de cumpleaños de los amigos, los partidos y
las salidas con otras familias no se adaptan exactamente a los programas de tiempo
compartido establecidos. En general, cuanto más alejados viven los padres más difícil
resulta llevar al niño a todas sus actividades y eventos. Racer parece ser un niño
tenaz, que tiene plena conciencia de que está perdiendo algunos entrenamientos y

207
oportunidades, pero una vez que está allí se empeña y disfruta de la experiencia. Otros
niños no tan equilibrados se preocuparán por llegar tarde, perder un entrenamiento,
decepcionar a la profesora de baile o al entrenador, o ser el único en el grupo q ue no
vaya a una fiesta. Se pasan horas angustiados por los conflictos del programa, y esto
también es perjudicial para su desarrollo. Su enojo por ser llevados de un lugar a otro
es duradero.
Como en las familias intactas, los padres que solicitan una custodia compartida
tienen que tener en cuenta la tensión que están soportando sus hijos. Se deben
realizar controles constantes con el niño, con los padres y con los maestros. Los
padres deben estar preparados para readaptar sus programas a medida que el niño
progresa en áreas críticas de aprendizaje y desarrollo social. Los arreglos meditados o
las órdenes de la Corte deberían prever el surgimiento de modificaciones basadas en
los cambios predecibles en el niño. Los padres de familias intactas escuchan con
atención a sus hijos para coordinar sus programas con las respuestas del niño.
Seguramente el hijo del divorcio merece el mismo cuidado amoroso. Lo necesita más
aún.
No se puede generalizar acerca de la custodia en los adolescentes. Ellos maduran a
ritmos diferentes y siguen senderos idiosincrásicos. Un principio es evidente: en las
familias intactas los adolescentes han incrementado su poder de planificar sus
programas. Los mismos privilegios deberían ponerse en práctica con los jóvenes de
las familias divorciadas. Hay algo que queda absolutamente claro: los padres deberán
conferenciar con más frecuencia y ayudarse uno a otro durante estos años para que
los jovepcitOS no los enfrenten o vayan de casa en casa para eludir
responsabilidades.
Para concluir, debo decir que la custodia compartida como una presunción legal
para todos los niños es una política equivocada. Aunque nuestro sistema legal tiene el
mandato de proteger los intereses de los niños, a menudo les dificulta la vida. El
énfasis para encontrar políticas que se adapten a todos los niños es irreal y perjudicial
para su · individualidad y sus situaciones familiares. Debemos desarrollar
procedimientos que permitan a los niños discutir sus necesidades y deseos antes de
que se hagan los acuerdos de las visitas, y también debemos realizar las previsiones
para controlar estos arreglos a través del tiempo. Cada arreglo se debe ajustar a las
circunstancias individuales.

Repetir el pasado

Una semana después de hablar con Racer, me reuní con Paula para discutir lo que
había averiguado. El niño estaba obviamente frustrado. Me preguntaba si su madre,
que había sido tan infeliz como hija del divorcio, no podía dar los pasos necesarios
para protegerlo. Le consulté a Paula si no podía considerar la preocupación de Racer
acerca de que sus intereses no eran satisfechos por ninguno de sus padres. Su rostro
se convulsionó.
—Yo hice todos los arreglos necesarios. Si Brad regresara quizá podríamos hablar.
Pero yo siempre soy la que tengo que explicarle las cosas a Racer, la que hace los
sacrificios. Racer tendrá que vivir con quien es Brad y con quien soy yo... y tendrá que
sacar el mayor provecho.
Me preocupó su disgustada respuesta, que empañaba su auténtica preocupación
por su hijo. Pero ya había visto'esto antes. Decidí volver a intentarlo.
—Paula, ¿aprendiste algo de tu experiencia como hija del divorcio que le pudiera
facilitar las cosas a Racer? Está pasando por un momento difícil y se esfuerza por no
demostrarlo.
Se quedó de mal humor por un momento, pero luego se apaciguó.
—Quizá durante la temporada de béisbol, que no dura para siempre, Brad y yo
podamos realizar otros arreglos para que la custodia sea mejor para Racer. Quizá
debería llamar a mi suegra.
Los hijos del divorcio que se divorcian no son mejores para proteger a sus hijos.
Tenía la esperanza de que utilizarían sus propias experiencias para tratar a sus hijos
con mayor comprensión cuando sus matrimonios fracasaran. Pero me sentí
amargamente decepcionada. Aunque todos los integrantes de nuestro estudio se
quejaron porque sus padres no les explicaron nada sobre el divorcio, y fracasaron en
aliviarles la adaptación a las nuevas circunstancias, cometieron los mismos errores
con sus hijos. No respondieron las preguntas de éstos ni comprendieron sus
problemas. Al igual que sus padres, se vieron abrumados por las demandas de su

209
nueva vida —encontrar un lugar para vivir, vivir con menos dinero y planificar el
futuro—. Antes de ver a Racer supe que Paula no había aprendido mucho de su propia
infancia, aunque recordaba lo disgustada que estaba con su madre, y lo preocupada
que estaba porque sus padres pudieran desaparecer. Al igual que muchos padres,
Paula pensó que Racer era un niño maleable que comprendería lo que estaba
sucediendo. Pero ella no advirtió que el niño podía estar sintiéndose tan solo y
abandonado como ella se sintió cuando era chica, o que podía estar desarrollando la
misma clase de enojo que moldeó su vida durante muchos años.
En mi trabajo con padres divorciados me encontré muchas veces con actitudes
como la de Paula. Es común que se preocupen por sus hijos, y que sientan que la otra
parte no está haciendo bien su trabajo. Saben que la vida después del divorcio no es
fácil, y realmente quieren consejos sobre cómo hacer que las cosas sean mejores y
más sencillas. Pero no existen soluciones fáciles. Las alternativas que pueden
significar algo importante en la vida del niño siempre implican sacrificio y cambio por
parte de uno o ambos padres. Éstos deben ser flexibles ante las preocupaciones del
niño. Los cambios son necesarios en el momento preciso en que los padres están
agobiados por la separación y el establecimiento de una nueva vida. ¿Quién quiere
cooperar en un momento como éste? ¿Quién quiere hacer más sacrificios? En un
mundo ideal lo que es bueno para los padres debería ser bueno para los hijos. Los
padres felices y exitosos deberían producir hijos felices y exitosos. Éste es un axioma
de nuestra cultura, pero se quiebra ante la complejidad de las familias reales. Algunos
padres muy felices y competentes tienen hijos que se sienten excluidos de su órbita,
en las afueras del cariño profundo. Y cuando las familias se separan, las necesidades
de cada miembro difieren. Lo que es bueno para los padres divorciados quizá no
satisfaga las necesidades de los hijos. Es en este punto en el que muchos padres
trazan una línea y endurecen sus corazones. A menudo pierden el contacto con sus
hijos y esperan que sean pequeños adultos.
—Él también se tiene que sacrificar —me dijo la madre recién separada de un niño
de cinco años, cuando su terapeuta le aconsejó que no se mudara con su novio de
inmediato.
—Me disculpé con ella por haberla criado en una familia divorciada —me comentó
seriamente un padre de una niña de tres años—. Ahora todos tenemos que seguir con
nuestras vidas. Ella también tiene que hacerlo.
Aunque Paula sabía de antemano lo que era crecer en una casa con un solo padre y
podía apreciar los sentimientos de su hijo, estaba restringida como su made y millones
de padres divorciados, por las realidades económicas de la vida.
—Trato de pasar tiempo con Racer. No es fácil. Y estoy agotada. Una vez que me
reciba no habrá trabajos de medio tiempo con los que pueda vivir. Así que estoy
buscando un trabajo de tiempo completo. Racer se va a sentir solo y disgus tado como
yo. Pero, ¿qué puedo hacer?
Al final de la entrevista, Paula se puso reflexiva.
—Cubrí muchos temas. Cuando veo todo lo que necesitan los niños me doy cuenta
de todo lo que no tuve. Estuve perdida durante tanto tiempo, y podría haberme
quedado en la autodestrucción. Debe de haber habido algo que me hizo continuar, y
quizá sea algo que me dieron mis padres. Creo que me querían aunque no me lo
demostraban. Siempre pensé que eran egoístas. Pero ahora las cosas son más
positivas y eso es lo que importa. Ahora tengo una familia mejor que la que tenía
cuando era una niña. Creo que siempre queda algo de lo que a uno le sucede. Estoy
contenta de lo que hice. Sé que uno debe decir que el día de su boda fue el mejor de su
vida, pero para mí, ése sera el día que me reciba. Porque podré decirme a mí misma:
lo hice. Nunca pensé que podría.
A los treinta y tres años, por fin Paula está completando dolorosamente su
adolescencia y convirtiéndose en una verdadera adulta. Su travesía aún no ha
terminado y quién sabe lo que le espera por delante. En sus treinta años, Paula lo está
intentando y trata de comprender algunas de las pérdidas que sufrió durante su
crecimiento. Dejando atrás el enojo y las desilusiones, está forjando relaciones con
ambos padres, en las cuales sus defectos ni se niegan ni se intensifican. Busca
caminos para mantenerse en contacto con ellos. Ama a su hijo y quiere que comparta
la familia que recuperó. Después de pasar dieciocho años dependiendo del alcohol,
lentamente está construyendo una imagen de sí misma basada en el orgullo por lo que
superó y logró en lugar de la vergüenza, la sumisión y la invalidez del dolor. Paula
también está aprendiendo a ser madre. Ella sabe cómo no quiere criar a su hijo, pero
saber qué no se debe hacer no es lo mismo que saber cómo hacerlo mejor. Aún tiene
mucho que aprender sobre cómo ser independiente y cómo crear y disfrutar una

211
relación satisfactoria y cariñosa. La dejé a ella y a su hijo en una encrucijada.
CUARTA PARTE

EL NIÑO VULNERABLE.

CAPÍTULO DIECISIETE
El niño vulnerable
Los próximos capítulos tratan acerca de un grupo de niños que no fueron estudiados en
el contexto del divorcio. Son niños vulnerables que sufren de una amplia gama de
discapacidades o problemas, incluyendo defectos de nacimiento, problemas de
aprendizaje, diabetes, cáncer y otras enfermedades. Después de hablar con médicos,
maestros, clínicos y otras personas que tratan a estos niños, descubrí que la angustia
marital y el divorcio son elevados en familias con este tipo de hijos. El trabajo de criar a un
niño que necesita atención las veinticuatro horas, citas frecuentes con los médicos o
clases especiales en la escuela es desalentador. Algunos padres logran superar la
presión, pero muchos no pueden hacerlo, y se culpan mutuamente o culpan al matrimonio
por la tensión que enfrentan cada día.
La historia de Billy es la de un niño que nació con una enfermedad cardíaca congénita, y
que tuvo una madre sobreprotectora durante los primeros años de su vida. Pero después
de que sus padres se divorciaron, el mundo de Billy colapso y nunca se pudo adaptar a los
cambios que le exigieron. Al igual que Karen, Larry y Paula, el divorcio moldeó su
personalidad, pero a diferencia de los otros, creció cada vez más aislado e infeliz. Lo que le
sucedió a Billy es otro ejemplo de cómo la experiencia del divorcio en la infancia puede
conducir a vicias cambiadas y diferentes resultados en la adultez.
Me encontré con Billy para su entrevista de los veinticinco años en la panadería y
cafetería de Berkeley, donde trabaja, un establecimiento grande, con pisos de madera,
muchas plantas y luces en los techos muy altos. El aroma de los bollos de canela
acompañaba a Billy cuando él salió de la cocina con un delantal blan co, el cabello largo
negro atado prolijamente con una red. Billy me había invitado a desayunar a las nueve, que
es cuando termina su turno, y puede comenzar con lo que para el resto de nosotros sería el
descanso del almuerzo. Estaba muy agitado.
—Tenemos un pedido especial que está saliendo del horno y tardaré un poco —se

213
disculpó—. Sue se encargará de ti. —Una camarera me llevó hasta una mesa y me sirvió
café.
—Billy es tan responsable —me comentó Sue tímidamente—. Supervisa cada pedido, y
es el único en que confían para los casos delicados.
Reflexioné sobre sus palabras "los casos delicados". Conocí a Billy cuando tenía nueve
años y, había sido un "caso delicado". De huesos pequeños, pálido, y como si quisiera
hacerse invisible, se sentó acurrucado dentro de su enorme chaqueta de los Gigantes de
San Francisco. Recuerdo la mirada triste y huraña en su rostro y la resistencia a responder
la mayoría de mis preguntas. Su madre se quejó de que estaba celoso y era rudo con sus
amigos desde el divorcio. Su padre me dijo que Billy era un consentido.
Billy había nacido con una enfermedad cardíaca congénita que se había solucionado
sólo en parte con cirugía cuando tenía seis meses, y estuvo entre médicos durante toda su
vida, necesitaba cuidados y protección extra. Pequeño, delgado y débil, su dieta y sus
actividades debían ser controladas constantemente. Fue hospitalizado varias veces, y
perdió una cantidad considerable de días de escuela. Durante sus primeros años de vida,
la madre de Billy fue su enfermera, consejera y mejor amiga. Lo llevó a interminables citas
médicas, consultas con nutricionistas, y supervisó sus comidas y rutinas diarias. Durante
los prolongados días en que no podía concurrir a la escuela y debía descansar, la madre
de Billy lo ayudaba en las tareas escolares, jugaba con él e inventaba diversiones. Sus
cuidados y atenciones dieron sus frutos. El trabajo académico y la autoestima de Billy
aumentaron progresivamente. Poco tiempo después de que sus padres se divorciaron,
Billy era el mejor de su clase de cuarto grado y era un gran escritor. A los demás niños les
agradaba.
Luego el mundo de Billy se derrumbó.
—Estoy cansada de ser madre de tiempo completo —me comentó su mamá durante
nuestra primera entrevista, cinco meses después de la separación. Jove n y atractiva, la
madre de Billy comenzó a salir un minuto después de que su esposo empacó sus cosas, y
durante semanas pasó todo su tiempo con Tom, el hombre con quien más tarde se
casaría. —Billy adora a Tom —exclamó. En realidad, Billy y su mamá pasaron la mayor
parte de aquel primer verano visitando a Tom en Petaluma, donde éste tiene un negocio de
artículos deportivos, lejos de los amigos de Billy y sus actividades regulares de verano.
—Billy sólo se sienta y se mece. Me enloquece. Cuanto más demanda m i atención, más
odioso se pone. Dediqué mi vida a este niño —afirmó con seriedad, y se inclinó hacia mí—.
¡Tiene que comprender que necesito una vida propia!
La madre de Billy era una mujer gregaria y una exitosa música aficionada. Su padre, de
origen australiano, construyó un conocido restaurante francés y pasó el resto de su tiempo
comprometido con su verdadera pasión: los deportes de raqueta. Los padres tenían una
activa vida social, pero mantenían rutinas predecibles en casa para Billy. Cuando salían
por las noches, a Billy lo cuidaba una enfermera jubilada a quien él conocía de toda su
vida.
Una de las únicas veces en que Billy salió de su cascarón durante nuestra primera
entrevista fue cuando le pregunté si le resultaba difícil perder tantos días de es cuela. Me
miró fijo y luego desvió la mirada hacia sus manitos huesudas, que tenía entrelazadas
sobre el regazo. Con voz muy suave murmuró:
—Mamá me ayudaba. Hacíamos muchas cosas juntos.
—¿Qué clase de cosas?
Billy se acurrucó en su chaqueta. Permaneció tanto tiempo en silencio que pensé que no
me iba a contestar. Luego respondió suavemente:
—Teníamos entretenimientos que jugábamos sólo en aquellos días. Usábamos mi
alfabeto y era muy divertido aprender de ese modo. Jugábamos al dominó de
multiplicación y yo sabía todas las tablas hasta la del doce antes de que terminara tercer
grado. Leíamos la National Geographic para niños e inventábamos historias. Y teníamos
grandes mapas de mundos imaginarios que completábamos y coloreábamos. —Su voz se
debilitó y parecía muy triste.
—¡Eso suena maravilloso! —le comenté, alegre por haber encontrado un tema que le
provocaba algún interés. Billy me miró casi enojado y volvió a retorcer las manos.
—Sí, pero ella ya no lo hace más.
Conocí al padre de Billy una semana después en su coqueta oficina cerca de North
Beach, en San Francisco. Toda la pared de atrás de su escritorio estaba cubierta de
trofeos y medallas de sus victorias deportivas. Constantemente interrumpido por llamadas
telefónicas y secretarias, el padre de Billy tenía un increíble estado atlético y una sonrisa
encantadora. Señaló con un movimiento de su mano el caos de su oficina y se disculpó.
—Ha sido así desde que abrimos nuestro primer restaurante. —Durante una de las
llamadas telefónicas me incliné hacia delante para ver más de cerca las fotografías con
marcos de plata que tenía sobre su escritorio. Me sorprendí al ver fotografías de equipos
deportivos y una especialmente grande en la que el papá de Billy abrazaba a una mujer
joven, ambos con equipos de tenis blancos, frente a un campo lleno de espectadores, al
parecer después de haber ganado un partido de dobles. —Aquí está Billy —me señaló al
ver mi interés. Me indicó una pequeña fotografía oscura sobre la pared, oculta por el rincón
de su escritorio. —Billy es un niño muy afortunado. Tendrá dos Navidades, dos

215
cumpleaños, y probablemente dos padres.
Como en muchos matrimonios infelices, la madre de Billy se volcó cada vez más hacia
su hijo como fuente principal de admiración y amor incondicional. Ésta es una de las
razones importantes por las que los hijos son felices en un matrimonio que es infeliz para
sus padres. El hecho de que Billy fuera físicamente vulnerable, la necesitara y dependiera
de ella, hizo que fuera más fácil y natural que su madre se viera a bsorbida por sus
cuidados mientras duró el matrimonio. El padre de Billy se preocupó cada vez más por su
vida fuera de la familia, y obtuvo mayor gratificación de los negocios exitosos y los triunfos
en los torneos de squash. A decir verdad, se sentía desilusionado de tener un hijo
físicamente imperfecto, de aspecto pequeño y flacucho, y que no podía practicar deportes.
El matrimonio terminó con una inquietante falta de sentimientos. La madre de Billy
comenzó a resentirse con su esposo por su preocupación por los torneos y los negocios.
Después de que él comenzó con una aventura amorosa y no se molestó en ocultarla, ella
le pidió que se fuera. Compartieron un abogado y las negociaciones fueron simples.
Ambos sintieron que era un divorcio justo y compatible. Billy se guardó la reacción como
muchos de los niños que tratan de complacer a uno o ambos padres.
—Ahora voy a poder tener un perro —le dijo a su madre cuando recibió la noticia de la
partida de su padre. Su padre era alérgico a los perros.
Mucha gente se separa con la misma frialdad que esta pareja. El matrimonio fracasa por
muchas razones, pero la pareja no se siente herida o lastimada por el divorcio. Ambos
creen que sus necesidades han cambiado o que están aburridos o que están cambiando
por una vida más atractiva. Ésta no es la visión más común del divorcio, ya que los
abogados y los profesionales de la salud mental ven gente que está perturbada. No
obstante, sucede con frecuencia. El problema en la familia de Billy es que nadie enfrentó el
hecho de que las necesidades especiales del muchacho no habían cambiado. Como
hemos visto en todas las historias de este libro, cuando los padres se divorcian y se
preocupan por la reorganización de sus propias vidas, los niños están menos protegidos.
Commented [JM4]: Problemas de los n
Existe una menor tolerancia para la tensión, la debilidad o la protesta. Los divorciados.
comportamientos y sentimientos que se consideraban parte de la vulnerabilidad de un niño
ahora se consideran llamadas de atención deliberadas. Ambos padres se mudaron. Sus
propias necesidades y las del niño cambiaron. El problema de Billy es que no tuvo la
capacidad interna de adaptarse a la situación del posdivorcio. Siguió siendo un niño
vulnerable y necesitado en un mundo que ya no podía darle lo que precisaba para tener
éxito.
Existen muchos niños como Billy que nacen con necesidades especiales, incluyendo
una cirugía temprana, medicación cada seis horas y control regular de los signos vitales.
Cuidar un bebé es difícil, pero aquellos que nacen con desventajas representan un desafío
para las madres con o sin experiencia. Entre ellos hay niños con problemas cardíacos,
asma, fibrosis cística, síndrome de Down, epilepsia, y una larga lista de otras
enfermedades familiares. Además, muchos más bebés y pequeños que habrían muerto de
extrañas condiciones genéticas, incluyendo enfermedades metabólicas difíciles de
diagnosticar, se salvan con los modernos tratamientos médicos actuales. Muchos vivirán,
pero sufrirán de severas desventajas mentales o físicas que mejorarán muy poco con el
transcurso del tiempo. Otros niños son un desafío para sus padres a causa de trastornos
en el desarrollo, tales como problemas de atención, deterioro específico del lenguaje,
dislexia o trastornos de conducta. Finalmente, hay muchos padres que adoptan niños que
llegan con severos problemas emocionales debido a la falta de cuidados tempranos o
cuyas madres han abusado del alcohol o las drogas. Estos niños tienen severos problemas
emocionales, incluyendo la incapacidad de establecer vínculos íntimos con padres y
hermanos. Muchos de ellos literalmente lloran y se quejan doce horas por día, y rara vez
brindan esa sonrisa de bebé que tanto ayuda a los padres. Todos estos niños necesitan
mucho estímulo extra para sobrevivir y crecer.
Los trabajadores sociales, educadores especiales y profesionales médicos que trabajan
con niños vulnerables informan que las tensiones maritales y los divorcios son mucho más
frecuentes en este tipo de familias 1. No es sorprendente que la tremenda necesidad de
cuidados, más la preocupación por un niño vulnerable genere en la pareja una fatiga física
especial y un agotamiento emocional. Es comprensible que sentimientos como la culpa y el
enojo se instalen en la vida íntima de la pareja, cargas que llevan un alto potencial de
separación en la familia. Aunque cualquier miembro de una familia puede ayudar en el
cuidado de un niño vulnerable, la mayor carga generalmente recae sobre la madre, lo cual
puede instalar serios resentimientos. Si bien otros miembros pueden comprender
intelectualmente que la madre o esposa está ocupada con tareas específicas, muchos no
pueden evitar el resentimiento por su excesiva preocupación por el niño necesitado. La
vida se tensiona cada vez más para todos. El padre trabaja más para obtener dinero extra
para los cuidados del niño. Los hermanos deciden no pedir ayuda a la mamá que está muy
ocupada. Todos se aferran a sentimientos de pérdida, desilusión, resentimiento o culpa
porque este niño no es y no será como otros niños. Estos sentimientos surgen no sólo en el
nacimiento sino que se repiten mientras el niño crece y no tiene las dote? de otros
pequeños.
Conocí muchas personas que no pudieron manejar estas tensiones y se divorciaron

217
debido a la fragilidad del niño. Por ejemplo, una pareja joven llevó su hijo autista a todos los
centros médicos del país con la esperanza de encontrar una cura. Finalmente, decidieron
internarlo en una institución, y varios meses después se divorciaron. Ella explicó: "Cada
vez que nos mirábamos veíamos a Jason y nos sentíamos tan culpables que no pud imos
soportarlo".
Debbie, una de las mujeres de nuestro grupo de comparación, nació con un extraño
problema muscular que requería masajes y terapia física diarios. Sus padres y hermanos
se turnaban para realizarle el tratamiento durante todo su crecimiento. Aprendió a caminar
a los cinco años utilizando muletas, a hablar con claridad después de años de terapia, y
concurrió a escuelas públicas acompañada de un ayudante personal. Eligió asistir a una
pequeña facultad en el oeste, que fue la misma a la concurrió su padre. Sus padres
investigaron minuciosamente el programa para discapacitados y el acceso a la facultad, y
la madre de Debbie se quedó en el campus durante los tres primeros meses de clase para
ayudarla con los arreglos de la vivienda y los servicios de asistencia especial. Fueron
comprensivos con su lento paso por la facultad, salpicado con varios regresos a casa para
recibir tratamiento adicional. En la sala de Debbie había una gran fotografía de ella
sonriendo con la toga y el sombrero, rodeada por su familia. Actualmente se desempeña
como escritora técnica.
Cuando entrevisté a Debbie a los treinta y ocho años estaba viviendo en un apartamento
especialmente equipado, en la parte de abajo de la casa de sus padres. Alegre, guapa y
realista, me comentó que las personas menos afortunadas que padecían su problema
estaban en sillas de ruedas y vivían en instituciones residenciales de tiempo completo.
—Casi todos mis recuerdos de cuando era una niña son de mí rodeada por mi familia.
Siempre estaba con ellos y me cuidaban cuando estaba enferma. Trataban de ayudarme
con cualquier cosa que necesitara. Sé que estarán conmigo no importa lo que suceda.
Debbie comentó que a veces le gustaría ser más autosuficiente, salir más con sus
amigos, e incluso casarse y tener hijos.
—Creo que en este momento mis padres están demasiado involucrados en mi vida. Los
veo mucho. Me agrada tenerlos cerca, pero creo que están excesivamente cerca, y se
preocupan por mí, y quieren saber demasiado. Es difícil creer que tengo una vida
independiente de la de ellos —comentó con un dejo de rebelión en la voz.
Además de su trabajo, Debbie pasa la mayor parte de su tiempo con sus amigos de la
red. Tuvo dos relaciones románticas, una en la universidad y otra más recientemente. Me
contó sobre la pretendida "indiferencia" de su padre cuando la pasaba a buscar un amigo.
-Sé que son sobreprotectores porque están acostumbrados a cuidarme, pero ¡tengo
treinta y ocho años!
Cuando le pregunté a Debbie cómo la hubiera afectado que sus padres se divorcia ran
cuando ella era más chica, me respondió:
—Creo que casi todo hubiera sido diferente. —Pensó que habría vivido con su madre y
su hermana y habría visto menos a sus hermanos y a su padre. Sabedora de lo mucho que
se apoyaron mutuamente sus padres para cuidarla, concluyó: —Creo que mamá se habría
agotado por cuidarme, y entonces no sé qué hubiera pasado con ella o conmigo. —Aunque
Debbie veía el matrimonio de sus padres con cristales demasiado rosados cuando era más
joven, sentía que fue y era una unión exitosa. —Uno debe tomar lo malo y lo bueno para
sacar lo mejor que le brinda la vida y forjar su propia felicidad —me dijo.
Como era consciente de que su condición era una carga para su familia, me comentó:
—Me preocupa que por haber tenido que cuidarme, mis padres no hayan hecho otras
cosas, en especial ahora que papá se jubiló. Juega al golf, y sé que les gustaría viajar más.
Siempre dejan a alguien cuando se van. Pero mamá se preocupa por mí, y no quiere estar
lejos por mucho tiempo. Siempre me dicen que soy un gran regalo, no una carga. Y la
mayoría de las veces les creo. —Los dos hermanos mayores de Debbie, a quienes
también entrevisté, me comentaron que la incapacidad de Debbie había fortalecido el
matrimonio de dos personas que de otro modo parecían tener una relación distante y
Commented [JM5]: El mal trae el bien
formal.
Estos cuidados especiales no tienen que detenerse por el divorcio. En una familia
divorciada, el niño vivió con el padre después de que la madre dejó el matrimonio. Pero la
madre hacía las compras y cocinaba, e iba a la casa varias horas al día para estar con su
hijo. Otra familia con posibilidades económicas contrató a un ama de llaves para que
llevara y trajera al niño que vivía en dos hogares. Este arreglo duró varios años. Cuando
entrevisté al niño —que tenía distrofia muscular— a los catorce años era equilibrado,
encantador y estaba bien adaptado. Sus padres separados habían hecho un magnífico
trabajo.

Cómo proteger al niño vulnerable después del divorcio

Lo que los padres deben saber es que todos los niños vulnerables tienen problemas
excepcionales con los cambios rápidos o radicales. Los logros que los padres trabajan
tanto para conseguir (el bebé finalmente aprende a sentarse, el pequeño se sienta en el
inodoro, el niño es capaz de viajar en ómnibus a la escuela) se pueden desvanecer con el

219
divorcio. Los niños vulnerables tienen regresiones muy rápidas y la recuperación es muy
lenta.
Así las familias con un niño vulnerable que están pensando en divorciarse deberían
planificar cuidadosamente este período de transición. Las rutinas del niño deben cambiar
en forma gradual. Si uno de los padres fue el proveedor primario, y el otro tendrá al niño en
una residencia separada, el proveedor debería pasar tres tardes por semana en el nuevo
hogar. El objetivo es sobreponer lo nuevo con lo viejo, para que el niño se acostumbre
lentamente a lo nuevo. Las necesidades médicas del niño tienen prioridad, pero se deben
realizar todos los esfuerzos necesarios para mantener las intervenciones familiares, los
tratamientos, ejercicios y demás, de manera que el niño se sienta cómodo con las rutinas.
Si se brindan menos cuidados, como en el caso de Billy, porque la madre tiene nuevos
intereses y una vida diferente, los padres deben saber que el niño tomará esto como un
rechazo. Le romperá el corazón. Al igual que Billy puede reaccionar con enojo, depresión y
rebeldía, y no hay razón para pensar que su dolor se aliviará. La pérdida es enorme y
puede ser el acontecimiento que defina sus años de crecimiento. Esto se debe a que todo
niño enfermo o discapacitado lleva una doble carga. Primero, tiene que lidiar con su
discapacidad en un mundo despiadado. Segundo, y más difícil, debe hacer frente a la
desilusión de sus padres, ya que él sabe que esperaban un bebé saludable. No debe
desilusionarlos más aún. Como el niño vulnerable ve el esfuerzo de sus padres por
contener su dolor, es probable que se sienta ansioso, avergonzado o deprimido. Es posible
que esté muy alerta a la disposición de sus padres, y a sentirse más responsable que un
niño saludable de cualquier problema familiar. El niño vulnerable necesita una doble dosis
de elogio y aliento por cada paso que da hacia una independencia real. Precisa que le
aseguren que hay mucho que puede hacer por él mismo y por sus propios cuidados.
Necesita elogios sólo por el valor de intentarlo.
Cuando uno de los padres de un niño vulnerable se vuelve a casar, él o ella debe
proceder en forma gradual. La madre de Billy por ejemplo, podría haber dedicado un
tiempo exclusivamente a su hijo durante los primeros meses, y eso lo habría ayudado a
realizar la transición. Cuando planea volver a casarse, el padre o la madre debe resolver
los complejos sentimientos de amor y resentimiento entre el proveedor de cuidados y el
niño. Al igual que el destete significa abandonar gradualmente la dependencia
madre-bebé, el niño vulnerable y su madre necesitan respetar su relación y tener tiempo
para adaptarse a las nuevas condiciones. Los niños que están enfermos y carecen de fibra
no pueden competir en el mundo de los deportes, lo cual en nuestra sociedad es una forma
de vinculación importante entre padres e hijos. Un padre sensible ayudará a su hijo a
compensar esta pérdida, buscando otros modos de vinculación y de que obtenga logros
para que se sienta orgulloso. En una familia intacta buena, los padres se turnan para cuidar
a sus hijos, cuando uno está agotado el otro se hace cargo. Esta clase de tareas
compartidas son más necesarias aún en los hogares con un niño vulnerable, donde el
agotamiento físico y emocional son temas constantes de la vida diaria.
La gente no debería utilizar el divorcio para resolver la tremenda tensión que les provoca
tratar de incluir en el mundo a un niño con discapacidad, y el abrumador costo emocional y
financiero de criar este tipo de hijos. Ésta es una tarea muy seria. La mayoría de la gente
supone que el divorcio es provocado por conflictos maritales. Pero ahora sabemos que las
tensiones que se producen por otros motivos pueden influir en el matrimonio y
desencadenar la decisión impulsiva del divorcio. Los niños vulnerables generan intensas
pasiones y gran sufrimiento. El impulso de huir es muy potente.

Felicidad que desaparece

Cuando vi a Billy dieciocho meses después del divorcio, era un niño muy triste y
problemático. Me dijo que ya no le gustaba la escuela. Se negó a hablar de Tom, su nuevo
padrastro. Quería ver a su padre biológico más a menudo, pero admitió que las visitas no
habían sido buenas. Era obvio que su padre continuaba negando la discapacidad de su
hijo o no le importaba.
—La novia de papá es corredora, y me invitaron a correr con ellos —me comentó con
tristeza—. Lo intenté una vez y tuve que detenerme a mitad de camino. No podía respirar.
Me saludaron con la mano y continuaron corriendo. Finalmente esperé en el automóvil
durante una hora. Luego papá me llevó a casa.
Billy también tenía problemas con el nuevo matrimonio de su madre.
—Fue un mal momento para Billy —comentó su madre sacudiendo la cabeza—.
Adoraba a su maestra de quinto grado, y ella tuvo que retirarse a mitad del a ño escolar por
una operación de emergencia. Así que tuvo que cambiar de maestra. Eso sucedió una
semana antes de nuestro casamiento. La ida de la maestra realmente lo impactó y durante
la boda permaneció retraído. Todos se divirtieron mucho. Estábamos enoj ados con Billy.
Actuó como un aguafiestas.
La versión de Billy sobre la boda fue algo diferente.
—La boda fue aburrida. Había mucha gente que no conocía, bebían mucho y actuaban
como estúpidos. Querían que yo hablara como lo hizo Dave. (Dave era el hijo de quince

221
años de Tom, de un matrimonio anterior). Pero yo me encontraba demasiado cansado. La
noche anterior estuve descompuesto y no pude dormir. Pero mamá estaba demasiado
ocupada con Tom como para venir a verme como generalmente lo hace.
En una mezcla de preocupación con irritación, la madre de Billy me contó sobre el
malhumor y el aislamiento de su hijo.
—Billy tiene diez años para once. Es muy grande para entretenerse con los juegos que
hacíamos juntos. De cualquier modo ya no tengo tiempo para eso. Tom y yo creemos que
Billy necesita ser más independiente.
Era obvio que Billy no estaba de acuerdo con estas afirmaciones sobre el estado de las
cosas.
—Ella cambió desde que él vino —dijo Billy con tristeza refiriéndose a su madre y a
Tom—. Actúa como una tonta y se ríe mucho, y hasta se le sienta en la falda —comentó
disgustado—. Cuando le hablo siempre responde: "Espera un segundo, querido", porque
está hablando por teléfono otra vez con él. Llama de su trabajo más que cualquiera que
conozco. Mi papá nunca llamaba desde su empleo. Él hace su trabajo, no coquetea por
teléfono.
La historia de Billy nos muestra otra forma en la que las relaciones • cambiadas entre el
padre y el hijo puede formar la personalidad en los años posteriores al divorcio. Al igual que
Paula, Billy perdió la atención devota de su madre inmediatamente después del divorcio.
Pero la madre de Paula desapareció porque tuvo que salir a trabajar para mantener a la
familia. La madre de Billy no regresó a trabajar. La devoción por su hijo reflej aba en parte la
insatisfacción con su matrimonio. Cuando pasó a una relación más feliz, esperaba que su
hijo cambiara con ella, invocando la teoría de la felicidad en la que tanta gente cree, y que
cuestionó con anterioridad. Pero Billy no tenía la capacidad para cambiar. Atrapado entre
su incapacidad para esperar que su madre protectora regresara o no, comenzó a sentir
que no era querido o deseado. Al igual que Paula, estaba enojado, pero en lugar de
embestir contra el mundo, volcó sus frustraciones hacia adentro. Se apartó hacia una
pasividad hosca. Y como veremos en las próximas entrevistas, esta pasividad domina su
vida adulta, incluyendo sus intentos de intimar con mujeres jóvenes.
CAPÍTULO DIECIOCHO
La nueva familia

Billy tenía casi quince años cuando viajé hasta Petaluma para el seguimiento de los
cinco años. Él, su mamá y su padrastro, Tom, ahora vivían en una casa victoriana en una
antigua zona de la ciudad, con Dave, el hijo de Tom. Billy también tenía un medio hermano,
Mark, de dos años. Cuando llegué, bajaba del automóvil de un amigo. Aún era pequeño
para su edad, pero tenía un aspecto delgado en lugar de huesudo. Su madre me contó en
la llamada telefónica que realicé para arreglar esta ronda de entrevistas que la salud de
Billy era todavía precaria. Cualquier ejercicio físico le daba palpitaciones y ahogos. Llevaba
la medicación para el corazón con él a todas partes. En la escuela secundaria tenía hora
de estudio cuando los otros estudiantes tenían educación física, y permiso especial para
descansar en la enfermería cuando se sentía fatigado. Su madre estaba preocupada
porque los pocos amigos que tenía eran solitarios y buscapleitos en lugar de niños
comunes y corrientes. No obstante, Billy estaba mejor de lo que yo esperaba. Su actitud
hosca fue reemplazada por la torpeza y la sonrisa tentativa de un adolescente. Sentado en
la gran cocina soleada, y antes de que llegaran los otros miembros de la familia, habló por
primera vez del divorcio y del nuevo matrimonio de su madre.
— Todos los divorcios son malos para los hijos —me dijo—. Los hace realizar cosas
que normalmente no harían.
— ¿Cómo qué, Billy?
Entonces Billy me contó avergonzado cómo se había buscado problemas en el año y
medio que llevaban viviendo en Petaluma.
— Robé en algunos negocios. Me atraparon fumando marihuana. Tuve malas actitudes
hacia mis maestros. Pelee mucho con mi madre —me miró como si quisiera decirme:
"¿Quieres oír más? Te contaré más".
En lugar de eso le pregunté:
— ¿Cómo se relaciona eso con el divorcio de tus padres?

223
— Yo estaba realmente disgustado —respondió Billy rápidamente—. Recuerdo que
siempre pensaba: "Si no se ocupan de mí, yo les voy a amargar la vida a todos".
- ¿Aún estás disgustado?
Billy se encogió de hombros.
— A veces. A veces estoy triste. Ojalá mis padres lo hubieran intentado con mayor
intensidad, quizá lo hubieran podido resolver. —¿Crees que aún se pueden volver a
unir?
Billy se sorprendió con mi pregunta. Esperó un poco antes de responder.
— Sí —contestó con solemnidad—. Siempre pienso en eso.
Esta respuesta no me sorprendió. Después del divorcio, muchos jóvenes tienen
fantasías que perduran hasta la adultez de que sus padres se reconciliarán.
— ¿Cómo se llevan tú y Dave? —le pregunté recordando su incompatibilidad con su
hermanastro.
— Bien, aunque es mejor desde que se fue a la universidad. No está mucho por aquí.
Peleamos mucho sobre lo que es justo, quién tiene que hacer las cosas y quién
debería hacer las tareas de la casa. Tom se enloquece, y mamá nunca se pone de
mi lado. Sólo desaparece.
— ¿Qué piensas sobre Tom?
Billy suspiró y se hundió en la silla.
— Está bien, pero es demasiado estricto. Es duro conmigo y no me da tiempo para
explicar.
Billy me dio como ejemplo un par de incidentes en los cuales se retrasó en hacer las
tareas de la casa o subestimó cuánto tiempo tardaría en regar el jardín.
— Es como si nunca estuviera complacido, sin importar lo mucho que me esfuerce
—se quejó Billy—. Es difícil hablar con él. Tom siempre hace tratos. Si quiero salir
con mis amigos es: "No puedes ir hasta que no limpies el garaje". Y luego estoy
demasiado cansado y tengo que descansar. Así que no veo a mis amigos.
— ¿Qué dice tu madre sobre cosas como éstas? —Me preguntaba si Billy se sentía
apoyado por su madre de algún modo.
— ¡Ése es el problema! —exclamó—. Ella siempre lo apoya a él. Nunca se pone de mi
lado. Si le digo que no creo que él esté siendo justo, ella me dice que lo hablará con Tom.
Luego regresa y trata de explicarme por qué Tom hizo lo que hizo o dijo lo que dijo. O
vienen ambos y tratan de explicarme por qué estoy equivocado. Es como si los dos
estuvieran contra mí. Estoy harto de todo eso.
Me fui de la entrevista con una sensación de déjci vu. Al parecer las relaciones en la
familia de Billy habían progresado muy poco en los cinco años que pasaron desde nuestra
última entrevista. A Billy aún le costaba adaptarse a las nuevas circunstancias familiares,
y tenía la esperanza de que su padrastro desapareciera. Al igual que antes, consideraba
el divorcio de sus padres como una tragedia que se podría haber evitado si hubieran sido
más maduros o hubieran estado dispuestos a solucionar sus dificultades. Estaba
impresionada por la conciencia de Billy de que el robo y el consumo de drogas eran una
forma de vengarse por la infelicidad que sentía que sus padres le habían impuesto. (La
mayoría de los adolescentes que se convierten en delincuentes después del divorcio no
relacionan el enojo con sus padres y su forma de reaccionar. Desafortunadamente
muchos padres tampoco hacen esta relación. Si lo hicieran, saldrían a buscar a sus hijos
que se sienten solos y deprimidos como Billy).
Pero lo que más me sorprendía era la actitud de Billy para con su padrastro, Tom.
Según la opinión general —excepto la de Billy—, Tom, que había sido voluntario de las
Fuerza de Paz y maestro, realizó todos los esfuerzos posibles para ser un padre
disponible y solícito. Después de casi cinco años, Billy respetaba a Tom, pero estaba
resentido y no tenía una relación estrecha con él.
La madre de Billy me contó que se sentía más feliz. Tenía una participación activa en la
escuela de su hijo menor, tocaba el violoncelo en eventos de la comunidad y en hogares
para convalecientes, y participaba con Tom en varias organizaciones de caridad. La
lealtad de Billy hacia su padre biológico parecía más intensa que nunca, aunque los
vínculos en la vida real se debilitaban. El padre cada vez estaba más comprometido con
su trabajo, y al parecer tenía poco tiempo para cualquiera que no perteneciera al círculo
de los deportes y los restaurantes. Más tarde me comentó que Dave, el hermanastro de
Billy, era un "buen chico" y que esperaba que Billy se pareciera a él.

EL PADRASTRO

Los últimos informes nacionales indican que el 25 % de todos los niños pasarán parte
de su infancia en una familia que no es enteramente suya 1. El 40 % de los matrimonios en
la década del 90 tiene una o dos personas que ya estuvo casada 2. Por lo tanto, estamos
ante nuevos roles para millones de niños y millones de adultos. Para los adultos, esta
situación significa saber qué se necesita para ser un padrastro o una madrastra exitosos.

225
Para los niños, representa enfrentar la llegada de un extraño/a que se instala en el seno
de la familia. Ninguno de los dos trabajos es fácil. Ambos tienen la posibilidad de malos
entendidos y sufrimientos, como también de amor infalible y contención emocional.
En general, la relación padrastro-hijo se concibe como un canal en el que sólo se
encuentran el niño y el padre adoptivo. Pero está compuesto por lo menos de cuatro
voces, a veces más, cada una de las cuales tiene un papel importante para lograr la
armonía o la disonancia que sobreviene. Las cuatro voces son el nuevo esposo, el niño, la
madre y el padre biológico. El resto está compuesto por una orquesta de cámara
integrada por madrastras, hermanastros y medio hermanos, pero ahora hablaremos sólo
de los integrantes principales.
Todos aceptamos la idea de que cada persona tiene sólo una madre biológica en el
mundo, y que las madrastras, aunque sean muy queridas, no ocupan ese lugar
fundamental. Pero los padres son diferentes. Al parecer aceptamos la idea de que un niño
tenga dos padres de la misma categoría: un papá biológico y un padrastro que comparten
el mismo lugar en la mente del niño. Algunas personas piensan que los padrastros hasta
pueden reemplazar a los padres, como si el rol del padre fuera más confuso o más
permeable que el rol de madre. Pero en la vida real no es así. Si un niño mantiene una
relación estrecha con el padre biológico, no existe un rol preparado para el padrastro ni
tradiciones a las que remontarse, ni libreto que seguir. ¿Quién es el padrastro respecto del
padre? ¿Un tío cercano? ¿Un amigo? ¿El hombre que vive con mamá? ¿Mi padre?
¿Quién asume la responsabilidad por la vida del niño? ¿Quién establece las reglas?
Suponiendo que los padres y los padrastros disienten, como siempre sucede, ¿qué
valores prevalecen? ¿Quién ayuda con las tareas escolares y habla con los maestros?
¿Todos los adultos de la familia concurren a las reuniones entre padres y maestros? No
hay prácticamente ningún aspecto de la vida del niño que pertenezca a un dominio
exclusivo, porque no existen reglas legales o de algún otro tipo que establezcan qué papel
cumple el padrastro cuando el padre aún tiene injerencia. Si la madre y el padrastro se
divorcian, o la madre muere, el padrastro no tiene una relación formal con el niño ni
siquiera el derecho a visitarlo, aunque lo haya criado desde bebé. Por lo tanto hay mucho
espacio para el conflicto, las equivocaciones y la competencia. Pero al mismo tiempo
también hay mucho espacio para la cooperación y las soluciones creativas.
La mayoría de los hombres que se encuentran con este papel no comprenden lo difícil
que es construir una nueva relación padre-hijo. Éste es uno de los mucho roles en la
familia divorciada que no tiene ensayo. La gente que se casa por segunda vez supone que
un padrastro interesado se calzará con suavidad los zapatos de un padre ausente. El
hombre nuevo llega a la escena con grandes expectativas y energía. Pero de acuerdo con
mi experiencia, la transición no se realiza rápida o fácilmente, en especial si el padre
biológico aún está presente en la vida del niño. Hay circunstancias en las que el padrastro
reemplaza al padre y es reconocido como tal, por ejemplo cuando el niño es muy pequeño
y tiene poco contacto con el padre biológico. A los padrastros les resulta más fácil
relacionarse con un niño pequeño que compartir los intereses de uno mayor. Es divertido
arrojar a un bebé al aire, tenerlo en la falda, leerle cuentos, o acostarlo. Y los niños
pequeños responden con mayor facilidad porque no tienen lealtades conflictivas que les
impidan crear nuevas relaciones. Pero encontrar un terreno común con un niño mayor
requiere más tiempo porque depende de la construcción de una auténtica amistad, de
ganar la cooperación del niño, y de dejar en claro que el padrastro no intenta desplazar el
cariño del padre biológico.
Tiempo, paciencia y persistencia son los componentes clave para convertirse en un
padrastro exitoso y para formar una familia feliz. Las buenas intenciones son importantes,
pero es sólo el comienzo. Construir un vínculo estrecho con un niño requiere tanlo tiempo
como construir una relación estrecha con un adulto. Requiere un esfuerzo sostenido y
cariño verdadero que pueda superar la resistencia y ansiedad del niño para confiar en un
nuevo adulto, que temen que pueda desaparecer en cualquier momento. La paternidad
adoptiva en el corazón del niño no es algo que se da, es algo que se gana.
El padrastro de Billy quería ser un padre para Billy y realizó varios intentos durante el
primer año de matrimonio. Entonces, ¿por qué fracasó? No estaba compitiendo
directamente con el padre de Billy y no esperaba que el niño eligiera entre los dos. Pienso
que una de las razones es que no necesitaba a Billy en su vida. Ya tenía un hijo, y muy
pronto él y la madre de Billy tuvieron un bebé. Por lo tanto tuvo muy poco incentivo para
iniciar una relación con un niño difícil y disgustado. Después de algunos intentos,
abandonó el esfuerzo de tratar de construir una relación. Para empeorar las cosas, su hijo
era apuesto y atlético, todo lo que Billy no era. A Billy le habría encantado ser como su
hermanastro y le rompía el corazón cuando todos los miembros de la familia, incluyendo
su padre, hablaban maravillas de este rival. Nadie parecía admirar a Billy.
Como resultado, Billy perdió la oportunidad de una buena relación con un hombre
decente que trató de ser amistoso con él. El padrastro era "el hombre que se casó con mi
mamá, el esposo de mi mamá, pero nada para mí". Para muchos niños y padrastros, ésta
es una oportunidad tristemente perdida. Sin embargo, puede representar el mejor

227
compromiso que la familia puede alcanzar. Es una solución muy común. Esta clase de
relación fue el resultado en la mitad de los segundos matrimonios del estudio. Muchos
padrastros tienen poco interés en los hijos de su esposa, y hubieran preferido que ella
fuera libre. Otros resienten tener que vivir o cuidar los hijos de otro hombre. Es algo que se
da por sentado que un hombre que se quiere casar con una mujer también quiera recibir a
sus hijos. Y en realidad, algunas mujeres que reconocen este problema envían a sus hijos
a vivir con el padre cuando se vuelven a casar, les haya indicado éste, o no, que quie re o
puede aceptarlos.

EL HIJO

Desde el punto de vista del niño, un padrastro (o amante que vive con su madre) no es
bienvenido de inmediato. Después de todo, es un misterioso enmascarado que irrumpe en
escena en el segundo acto para asumir una posición dominante. Pero el primer acto de la
obra, que era la vida del niño antes de que llegara el extraño, tenía una compañía de
actores completa, incluyendo una madre, un padre e hijos con roles bien definidos. ¿Por
qué está el extraño aquí? ¿Es una buena o una mala noticia para mis hermanos y para
mí? ¿Tomará el lugar de mi papá en la cabecera de la mesa y en la cama de mi mamá?
¿Tratará de usurpar el lugar de mi papá conmigo? ¿Alejará a mi madre de mí? A la
mayoría de los niños no les gusta que les cambien la obra. No quieren nuevos
protagonistas. Les agrada la simplicidad del primer acto. Las fuerzas que se arremolinan a
su alrededor hacen que los niños se sientan fragmentados, no enteros. Ésta es la razón
principal por la que los niños se aferran a la esperanza de que sus padres se reconciliarán.
La mamá y el papá juntos representan la sensación interna de integridad que el niño
pierde con el divorcio. Pero la llegada del padrastro es una prueba contundente de que el
divorcio ha llegado para quedarse. Son malas noticias para muchos niños que en el fondo
de su corazón esperan que papá entre por la puerta y vuelva a ocupar su lugar en la
cabecera de la mesa.
Además de todo esto, existe un conflicto de intereses latente entre la pareja recién
casada y los niños. La pareja quiere privacidad, lo cual significa la oportunidad de estar sin
los niños. Quieren y necesitan tiempo para el sexo, la compañía y los juegos adultos. Los
niños que temen perder lo que tienen naturalmente demandan más tiempo de sus
madres. Tienen infinidad de recursos para involucrarse en problemas, enfermarse,
provocar emergencias o simplemente hacer travesuras. (Muchos niños que fueron
desplazados por el padrastro de las camas de sus madres se sienten indignados). Estas
tensiones inevitables se suman al drama de la llegada del padrastro. No se dice nada al
respecto. Sin embargo, los padres deberían buscar un equilibrio para repartir el tiempo
entre la nueva pareja y los niños. Deben establecer con claridad los límites. Muchas
familias que se han vuelto a casar obtienen buenos resultados al reunirse con regularidad
para tratar diversos asuntos. Se permite hablar a cada uno de los integrantes y luego se
establecen las reglas de las casas y los futuros planes familiares. Para los niños es muy
importante sentir que se los trata con justicia, y no que están controlando a su familia. Ésta
no es una tarea fácil para los padres, en especial donde hay jóvenes que a menudo tienen
mucho que opinar en la familia divorciada.
Existen importantes diferencias de género, en especial al principio, que deberían ser
cuidadosamente consideradas por los adultos 3. A los muchachos quizá les agrade la
presencia de un hombre en la casa una vez que se sientan tranquilos de que no
desorganizará o regirá sus vidas. Alivia la ansiedad con respecto a ser el único hombre de
la familia. Muchos niños en edad escolar se quejan después del divorcio: "No hay nadie
como yo por aquí desde que mi papá se fue". Las niñas a menudo disfrutan de una
posición privilegiada con respecto a sus madres antes del segundo matrimonio, y les
molesta la intrusión del padrastro, pues temen poder perder el acceso que tenían a sus
madres. La madre debería pensar en forma realista sobre cada una de las relaciones con
sus hijos y considerar cómo se sentirán éstos con la llegada del padrastro. Si dedica un
tiempo especial a solas con cada uno podrá prevenir dificultades posteriores. Para Billy y
su madre hubiera sido muy positivo si ella le hubiera dedicado algunas horas semanales
exclusivas.
Desde el punto de vista del niño, el padrastro genera resentimiento si entra en el hogar
con botas de siete leguas, diciéndole a la madre que ha sido demasiado indulgente y que
sus hijos necesitan la mano firme de un hombre. Hacerse cargo de la disciplina sin haber
ganado el respeto y la confianza del niño es un grave error. (Mi experiencia es que lo
mejor para el niño y el padrastro es dejar la disciplina para la madre sobre todo en los
primeros años del nuevo matrimonio). Los adolescentes se sienten especialmente
ofendidos y disgustados por esta clase de insensibilidad, y se desaniman mucho cuando
sus madres no se ponen de su lado. Su conclusión es que sus madres y sus padrastros se
han confabulado contra ellos. Pueden permanecer disgustados durante muchos años,
hasta su vida adulta.

229
Billy rechazó a su padrastro desde un principio y no respondió a los intentos de una
auténtica amistad. ¿Por qué? Porque Tom nunca dejó de ser el intruso, el enemigo que
había tomado el lugar de Billy en el centro de atención y el cariño de su madre. Billy quería
que su madre volviera a asumir su rol de proveedora. Quería a.su padrastro fuera de su
vida, y punto. Aunque el disgusto con su padrastro se disipó con los años, nunca
intimaron, y como adultos no tuvieron casi ninguna relación. Billy nunca se identificó con
los valores de su padrastro. Nunca compartió su compañía ni sus intereses. Nunca le dio
una oportunidad a la relación. El muchacho estaba demasiado apenado como para
reconocer las virtudes que su padrastro tenía como padre, aunque su padre biológico no
se acercó como para ponerse a su altura. Billy tenía un plan con su propio padre que no le
dio la oportunidad de hacer otra cosa más que rechazar a su padrastro.
La relación adolescente-padrastro es muy difícil de sobrellevar. Después de todo, el
adolescente está muy ocupado tratando de liberarse de la autoridad de los padres. Las
reglas son el campo de batalla natural del esfuerzo del adolescente para lograr la
independencia. Pocos padrastros comprenden que sus hijastros no están disgustados
con ellos, sino que se encuentran en una etapa de su desarrollo que se caracteriza por el
enojo hacia los adultos como figuras de autoridad. Por eso cuando el nuevo hombre
aparece en la vida del niño como una tonelada de ladrillos, sólo puede esperar de él más
rebeldía. Este comportamiento puede desatar un ciclo interminable de rebelión y castigo,
que en un caso de este estudio condujo a un adolescente de dieciséis años a robar y
romper el automóvil nuevo de su padrastro. Como represalia, éste lo envió a un
reformatorio juvenil. En otro caso, un padrastro sumamente entrometido comenzó a
escuchar las conversaciones de su hijastra con sus amigos con la excusa de que podía
involucrarse con malas compañías. Aunque estas batallas también ocurren en las familias
intactas, los padrastros y los adolescentes se encuentran en un riesgo especial porque su
vínculo es muy frágil.
Los padrastros y las adolescentes mantienen la distancia por otra razón. Resulta
menos probable que un padre biológico que le cambia los pañales sucios a su hija piense
en ella sexualmente a los catorce años que un hombre que llega años más tarde y la ve en
ropa interior por la casa. Los padrastros y las adolescentes no construyen la misma clase
de protecciones contra las fantasías eróticas que desarrollan los padres biológicos y las
hijas en forma natural. Por lo tanto, mantienen la distancia consciente o
inconscientemente.
LA MADRE

Muchas madres se mantienen al margen, esperando que sus nuevos esposos y sus
hijos se entiendan, y luego se sienten frustradas cuando esto fracasa. Es un error. Dudo
de que estas mujeres comprendan la importancia de su rol para alentar la cooperación
entre ellos. Creo que la madre de Billy nunca conversó sobre las vulnerabilidades de su
hijo con su nuevo esposo, ya que éste le prestó muy poca atención cuando le demandaba
a Billy el cumplimiento de las tareas asignadas. Tampoco hay evidencias de que tratara de
comprender la resistencia de Billy a mantener una relación con Tom. Si ella hubiera
realizado el esfuerzo de construir un puente entre ellos, el resultado hubiera sido distinto.
En muchas familias intactas, la madre sirve de intermediario entre el padre y el hijo,
interpretando las necesidades de uno y de otro. Miles de mujeres les dicen a sus esposos
cansados: "Sería muy importante para el niño que le dedicaras un tiempo el fin de
semana". O les dicen a sus hijos ocupados: "Tu padre quiere pasar un poco de tiempo
contigo. ¿Cuándo puedes hacerlo?". Este rol maternal es más importante aún en los
segundos matrimonios. Si la madre no asume un papel independiente, el niño la ve como
aliada del padrastro y contra él. También depende de la madre incluir al niño en la órbita
de la pareja feliz para compensar sus observaciones de la relación marital fracasada.
Pocas mujeres reconocen esto como una oportunidad incomparable para influir en las
futuras actitudes de los niños hacia el matrimonio.

EL PADRE BIOLÓGICO

El cuarto miembro del cuarteto es el padre biológico, que junto con su ex esposa puede
favorecer o destruir la relación del niño con el padrastro. Algunos padres ausentes,
aunque no bloquean directamente el vínculo del niño con otro hombre, lo impiden
manteniendo viva la esperanza del niño de una relación mejor. Estos niños tienen una
mala relación con sus padrastros, un hecho que a muchos adultos les resulta difícil de
comprender. Después de todo, un niño que es infeliz en una relación debería aceptar
alegremente a otra persona que llenara esa brecha. Pero esto sería así si el niño perdiera
las esperanzas de un amor renovado por parte del padre o lo rechazara, como vimos en la
historia de Larry. Billy, sin importar cuántas desilusiones soportó, nunca perdió las

231
esperanzas de que algún día su padre lo quisiera y lo valorara. Para muchos niños, el
desinterés del padre alimenta el deseo apasionado de un vínculo. Una relación estrecha
con un padrastro sería una traición al padre.
Esté lejos o cerca, la actitud del padre biológico hacia el padrastro es de suma
importancia. Él se encuentra simbólicamente en la entrada de la relación. Si el padre
biológico resiente al padrastro o compite con él por el cariño del niño, es casi imposible
que el niño quiera al nuevo hombre. Pero si el padre fomenta la nueva relación, ayuda a
despejar el camino para que el padrastro y el niño puedan avanzar.
Como contraste, los niños y adolescentes que rechazaron a sus padres biológicos,
porque los consideraban fracasados o inmorales, se volcaron hacia sus padrastros como
una persona a la que podían admirar o emular. Muchos hablaron de ellos con cariño y
orgullo. "Realmente lo quiero, es un gran hombre". Otros dijeron: "Mi padrastro me salvó la
vida". Un jovencito me explicó: "No respeto a mi padre. Es irresponsable y egoísta. Pero
mi padrastro es la clase de persona que quiero ser. Tengo suerte de tenerlo". Una
jovencita, que fue rescatada de la vida de delincuencia que llevaba con una pandilla de
motociclistas por la confianza de su padrastro, me contó con orgullo: "Él me dijo que yo
era inteligente y demasiado buena para andar todo el tiempo con esos perdedores. Me
habló de que debía ir a la universidad y que él pagaría mis estudios. Es el padre que
siempre quise". Vi muchas de estas transformaciones cuando un adolescente le da la
espalda al padre biológico inmoral y busca la ayuda de su padrastro. Una jovencita me
comentó: "Mi padrastro es más mi padre que mi verdadero padre. Él fue quien se encargó
de mi madre, mis hermanas y de mí. Se ganó su lugar en mi corazón".
Varios de los adultos jóvenes manifestaron que les agradaban los padrastros que
asumían roles protectores en sus vidas y en la de sus madres. "Siempre estaba allí
cuando lo necesitaba —confesó una exitosa mujer de negocios de treinta y cuatro años
sobre su padrastro—. Cuando íbamos a casa de papá era como una gran fiesta. Nos
compraba regalos y nos dejaba hacer cosas que mamá y mi padrastro no nos dejaban
hacer. Adorábamos a papá. Pero siempre me alegraba cuando regresábamos a casa con
mamá y mi padrastro. Él no era tan emocionante, pero necesitábamos algo sólido
después de cazar arco iris con papá todo el fin de semana". Obviamente, un segundo
matrimonio estable y feliz tiene enormes ventajas económicas, sociales y psicológicas
para la pareja y para los niños.
Los niños que crecen en segundos matrimonios buenos y se sienten queridos y
protegidos son realmente afortunados, aunque no son la mayoría. Los estudios
nacionales no muestran diferencias significativas entre los problemas'psicológicos y de
aprendizaje de los niños criados en familias con un solo padre y familias con un segundo
matrimonio4. Al parecer, las ventajas de un segundo matrimonio, incluyendo los mayores
recursos económicos, están contrarrestadas por el elevado índice de conflictos y
dificultades emocionales que se ven en tantas familias que se vuelven a casar. Ninguno
puede lograr la armonía en el nuevo cuarteto formado.

¿Quién asume la responsabilidad?

Cuando llamé a la madre de Billy para concertar nuestra entrevista de seguimiento a los
diez años, me dijo que Billy se había mudado. "Le puedo dar su dirección y su número de
teléfono, pero Judy no lo vemos desde hace más de un año. A los dieciséis años se fue a
vivir con su padre. Bueno, eso fue un desastre. Billy terminó viviendo solo en la casa
nueva de Fred, en Palo Alto, y tratando de terminar la secundaria. Le rogué que viniera a
vivir con nosotros para ese último año, pero no ayudó el hecho de que el bebé estaba en el
cuarto de Billy. Después de seis meses, Billy se mudó a un apartamento que queda sobre
el restaurante donde trabaja. Desde entonces vive allí. Honestamente creo que nos ha
rechazado".
Los informes nacionales muestran que los niños que viven con un segundo matrimonio
se van de casa antes que los de familias intactas 5. Muchos se sienten no queridos, no
deseados y excluidos de la nueva órbita familiar. Algunos están muy enojados con sus
madres y sus padrastros. Un jovencito dijo: "Yo era un impedimento, la sobra del
matrimonio muerto". Los más disgustados eran los adolescentes que se sentían
amargados por lo que consideraban una dura disciplina impuesta injustamente por sus
madres y sus padrastros. Francamente me sorprendió que este enojo permaneciera vivo
varios años después entre un grupo de estos jóvenes. Un hombre de treinta años que se
fue de la casa cuando tenía dieciséis me comentó: "Me arrestaron conduciendo ebrio al
día siguiente de la muerte de mi mejor amigo. Fue mi primer arresto. Mi mamá y mi
padrastro fueron a la Corte como vigilantes y le dijeron al juez que aplicara todo el rigor de
la ley. Por eso me mudé". Luego agregó con frialdad: "No la voy a perdonar mientras viva".
Un mes más tarde me reuní con Billy.
—Siempre me quise ir. Siempre —aseguró Billy con vehemencia mientras
caminábamos lentamente por un sendero hacia un banco abajo de un árbol con sombra.

233
Ya tenía veinte años, estaba delgado, tostado y tenía un bigote pequeño, igual al que
siempre había usado su padre. Desde la terminación de la escuela secundaria, Billy había
trabajado como camarero y luego como ayudante del gerente en el restaurante que ahora
era su hogar. Su madre me comentó que había comenzado en la Universidad de Sonoma,
pero que había abandonado después de un trimestre. Cuando le preguntó a Billy' qué
había sucedido, me respondió:
—¿Qué te dijo, que no pude hacerlo, verdad? ¿Qué sabe ella? Sólo estuve allí un
trimestre. Cuando me inscribí, mamá me dijo que pagaría la mitad del año y papá la otra
mitad. Así que me fui a registrar para el segundo semestre, pero no pude porque papá no
había enviado el cheque. Después tuve que irme del dormitorio universitario porque no
estaba pago. Llamé a papá y me dijo que tenía algunos problemas económicos
temporarios y que mamá pagaría y luego él le devolvería el dinero. Mamá dijo que pagaría
la cuota, pero no el hospedaje. Entonces conseguí un trabajo para pagarlo, pero trabajaba
de noche y cursaba de día y me cansaba demasiado. Tenía miedo por mi corazón, y
estaba desilusionado porque me costaba mantener mis calificaciones. Pensé: "Si a ellos
no les importa que vaya a la universidad, a mí tampoco". Regresé aquí y estoy trabajando
desde entonces.
Había visto al padre de Billy justo una semana antes y fue tan cortés y encantador como
siempre. Pensaba que Billy estaba haciendo lo correcto.
—La razón por la que Billy está bien es que nunca le indiqué que hiciera nada. No le
impuse mis ideas ni mi estilo de vida. Creo que no tiene problemas.
—¿Alguna vez usted y su ex esposa conversaron sobre ayudar a Billy si quería ir a la
universidad? —le pregunté, y el padre de Billy se puso serio.
—Había una idea de dividir los gastos. Lo estuve pensando y no creo que sea una
buena idea. Si Billy elige ir a la universidad, lo valorará más si encuentra la forma de
hacerlo por él mismo. —El padre de Billy me miró a los ojos. —Y lo hace mejor cuando su
madre y yo no lo mimamos demasiado.
Me sentía triste aunque no sorprendida por lo que le había sucedido a Billy cuando
intentó concurrir a la universidad. Al igual que muchos de los jóvenes de nuestro estudio,
los padres de Billy habían concurrido a la universidad y sus familias les habían brindado
una educación superior. Estoy segura de que, si hubieran permanecido juntos, hubieran
enviado a Billy a la universidad sin cuestionamientos. Era sorprendente su
despreocupación por el futuro de Billy. Estaba segura de que un hombre como él
necesitaba un conocimiento especializado para ingresar en el mercado del trabajo, ya que
sus problemas de salud lo excluían de muchos empleos. Pero cuando hablé con la madre
de Billy parecía apenada de que su hijo no hubiera continuado en la universidad. El padre
de Billy me dijo que no le importaba si lo hacía o no. Ninguno de los padres parecía
esperar que Billy llegara, por lo menos al nivel educacional u ocupacional que ellos tenían.
En realidad, ninguno de los dos poseía muchas expectativas con respecto a Billy.
Cuando alcanzan a los dieciocho años, muchos jóvenes adultos de familias divorciadas
se sienten como ciudadanos de segunda. Ése es el momento en que llega el último
cheque para alimentos y cuando comprenden cuántas desventajas tienen en
comparación con sus amigos de familias intactas. En California y en la gran mayoría de
los estados, un padre no tiene obligación de ayudar al niño después de los dieciocho años
o cuando termina la escuela secundaria. La continuación de la educación del niño, la
matrícula, libros, elementos y gastos de vivienda dependen de él. Muchos jóvenes
consideran este corte a los dieciocho años como el peor golpe del divorcio de sus padres.
Me dijeron con amargura: "Pagué por el divorcio de mis padres".
Entre los niños de clase media, la educación universitaria es un rito esperado. Los
norteamericanos creen que la universidad es un paso necesario para lograr el éxito en
nuestra sociedad tecnológicamente avanzada y competitiva. Muchos padres de familias
intactas realizan enormes sacrificios para enviar a sus hijos a la universidad. Como
hombres y mujeres de mundo que se beneficiaron con su formación profesional y sus
contactos, saben que sin una educación universitaria los jóvenes están en inferioridad de
condiciones por el resto de sus vidas. Por eso ahorran dinero para los años venideros. En
su momento, esperan que sus hijos se esfuercen mucho como estudiantes, y consigan
trabajos de medio tiempo. Pero no esperan que sus hijos hagan todo solos.
La experiencia de Billy con la educación superior es típica de lo que les sucede a
muchos jóvenes de este estudio, cuyos padres tenían una educación universitaria. En su
caso, la ayuda se cortó a mitad del primer año. Para otros, el corte llega después o se
realiza desde un principio. Estos hijos trabajaron duro para lograr el ingreso en una
universidad pública con notas altas, y a menudo encontraron trabajos de medio tiempo
para ayudar a pagar la matrícula. Sus padres prometieron cubrir todos o parte de los
gastos, pero luego no cumplieron sus promesas, sin advertencia. De pronto, los cheques
dejan de llegar. Desilusionados y disgustados optan por una solución que se adapte a sus
experiencias previas: abandonan y enfrentan años de trabajo duro al que consideran
como otro legado del divorcio de sus padres. Mientras tanto, éstos no brindan una
explicación o disculpa por la falta de ayuda.

235
A veces, los números cuentan una historia muy dramática. La gente de nuestros grupos
de divorcio y de comparación creció en las mismas calles, concurrió a las mismas
escuelas públicas, y la mayoría de sus padres tuvo los mismos ingresos. Me sorprendí
cuando comparé la ayuda financiera de cada uno para la universidad. Un poco menos del
30% de los jóvenes de familias divorciadas recibe ayuda total o parcial para asistir a la
universidad comparado con el 90% de jóvenes de familias intactas 0. Ésta es una gran
diferencia que habla de cómo los hijos del divorcio llevan una vida por completo diferente
de sus pares de familias intactas que viven en la puerta de al lado. Su ingreso en la
adultez comienza dolorosa y precipitadamente, en forma muy diferente que el de sus
mejores amigos. El resultado es que millones de jóvenes, que podrían haber recibido
ayuda financiera y estímulo de sus familias, escuchan después del divorcio: "¿Quieres
una educación universitaria? Págatela".
El compromiso económico de los jóvenes de familias divorciadas que llegan a los
dieciocho y se deben mantener y pagar su educación universitaria no se discute
públicamente o dentro de la comunidad profesional. Entre las organizaciones de hombres
y mujeres que promueven cambios en las leyes del divorcio, el tema de la ayuda
financiera para la universidad no tiene prioridad. Los grupos de mujeres se concentran en
la cuota de alimentos para los niños. Los grupos de hombres luchan por la custodia
compartida. No encontré estadísticas nacionales sobre el apoyo financiero para la
universidad ni grupos que se esforzaran por llevar a cabo reformas en ese sentido. Pero
entre los hijos del divorcio esto está en el tope de la lista. Los legisladores que dan
conferencias en universidades de todo el país escuchan a los estudiantes que se quejan
de la forma en que sus padres divorciados los abandonan. He recibido llamadas
telefónicas de universidades exclusivas para mujeres que me piden datos sobre las
familias de los alumnos. Las hijas solicitaron la inscripción y están académicamente
preparadas, pero sus padres no pagan y no califican para obtener ayuda financiera. La
mayoría de las universidades realiza los cálculos basándose en el ingreso de ambos
padres, pero si uno de ellos, generalmente el que tiene más dinero, no está dispuesto a
contribuir, se le niegan las becas a los jóvenes. Aunque si el padre muere, el mismo joven
puede ser elegido para una beca.

Impedimentos de las relaciones padre-hijo


Puedo pensar en varias razones para el triste estado de cosas en lo que respecta a la
universidad para los hijos del divorcio. Primero está el hecho de que en la gran mayoría de
los acuerdos del divorcio, la universidad no se discute y rara vez está contemplada. Como
la hoja de una guillotina, la ley establece que la manutención del niño termina a los
dieciocho años. Excepto en una pequeña cantidad de estados (Massachussets, Hawai,
Washington, Oregon y Nueva Jersey) un juez no puede ordenar que la cuota continúe
aunque la persona pueda demostrar a la Corte que los padres tienen los recursos
financieros para enviarla a la universidad, que la educación superior es un valor central en
la familia, y que el estudiante es serio y diligente. En otros estados como Nueva Jersey,
Nueva York y Nueva Hampshire, la cuota de alimentos se puede ordenar hasta los
veintiún años si la familia comparte los criterios mencionados, y se puede demostrar que
si los padres hubieran permanecido casados, el hijo casi con seguridad hubiera tenido
derecho a una educación universitaria. Pennsylvania tenía una ley similar, pero fue
desafiada con éxito sobre bases constitucionales por un padre adinerado que argumentó
que él planeaba pagar la educación universitaria de su hija, pero que se oponía a que le
ordenaran hacerlo porque los padres de familias intactas no tenían esa obligación. La
Corte apoyó su alegato.
Además de las órdenes de la Corte, una gran cantidad de manutenciones se basan en
la cooperación voluntaria y rara vez se hacen cumplir. Después de muchos años de ver a
mujeres y niños empobrecidos, la gente comprendió que un sistema de manutención para
el niño no funcionaría sin serias medidas de cumplimiento. Por suerte las actitudes de la
comunidad han cambiado. La legislación reciente posil,mta qUe ej estado pueda perseguir
con mayor vigor y eficiencia a Ii,s padres que no cumplen, aunque muchas mujeres y niños
aún se encuentran en graves problemas financieros después del divorcio. Sin embargo, el
pago de la educación universitaria sigue siendo voluntario desde hace años7.
Los abogados de familia me han comentado que evitan la negociación de la ayuda para
la educación universitaria en el momento del divorcio porque es probable que sea
rechazada. Ellos afirman que introducir este tema en medio de acuerdos tan difíciles y
delicados es como arrojar combustible al fuego. Puede exaltar a las partes, y provocar una
reducción de la cuota de alimentos cuando el niño es pequeño. En un concepto
equivocado, la promesa de una ayuda para la educación universitaria del hijo se considera
un beneficio para la madre, por la cual tendrá que ceder algo a cambio. Los abogados les
dicen a sus clientes que si el padre valora la educación, tienen medios económicos y visita
con regularidad al niño, asumirá la responsabilidad de pagar la universidad, como si no se

237
hubiera producido el divorcio.
La triste verdad es que muchos padres no piensan así con respecto a sus
responsabilidades voluntarias después del divorcio. En la familia intacta, incluso en
familias intactas con problemas, un padre exitoso está ansioso porque el hijo siga sus
pasos. Ambos progenitores se sienten orgullosos cuando su hijo o su hija concurren a la
misma universidad a la que ellos concurrieron, y algunos se sienten complacidos cuando
sus hijos se incorporan a las mismas fraternidades o clubes de mujeres o viven en los
mismos dormitorios. Otros padres esperan concurrir a eventos de los alumnos para
disfrutar con sus hijos y recordar con nostalgia su juventud. Cuando se reviven estas
relaciones, ambas generaciones se sienten parte de una cadena histórica. Pero en las
familias divorciadas, la línea de sucesión entre el padre y el hijo se encuentra debilitada.
La relación se interrumpe con la separación matrimonial, el enojo entre la pareja y los
muchos años de separación parcial, y la posible presencia de un nuevo cónyuge y nuevos
hijos. El padre que vive en la casa es psicológicamente muy diferente del padre que vive
lejos. El niño que uno ve a diario provoca sentimientos de amor y lealtad distintos de los
que genera el niño que uno ve con intervalos programados, sin importar lo frecuente que
éstos sean. A pesar de su relación sanguínea, algunos padres divorciados no ven a sus
hijos como sus herederos morales o sociales. Reconocen su responsabilidad legal de
ayudar al cuidado de los niños, pero esta obligación termina a los dieciocho años. Aunque
muchos padres permanecen en contacto con sus hijos y los visitan con regularidad, no
contribuyen con su educación universitaria.
_

239
¿Qué sucede con estos padres? Para encontrar respuestas podemos observar nuestro
estudio. Al contrario de lo que muchos creen, la aspereza pasada o presente entre los
padres es irrelevante en la disponibilidad del padre para ayudar a pagar la educación
universitaria. Me sorprendió descubrir que los padres que insistían en las visitas
ordenadas por la Corte y mantenían a sus hijos en un programa rígido a pesar de las
protestas de los jóvenes, contribuían poco o nada con los gastos universitarios. Cuando
les pregunté a estos padres por este tema, ninguno mencionó que hubiera tenido reveses
financieros temporarios. Algunos comentaron que sentían que tenían más obligaciones
con su nueva familia. Otros sintieron una mayor obligación de enviar a sus hijastros a la
universidad que a sus hijos biológicos. Ninguno negó el valor de la educación universitaria.
La mayoría comentó que había pagado la escolaridad durante muchos años, cumpliendo
con las órdenes de la Corte y que habían terminado con sus obligaciones legales. "Hice
todo lo que se requería", fue el comentario recurrente.
Debo confesar que cuando hablé con estos padres me sorprendió el hecho de que
ninguno fuera consciente o expresara su preocupación por las privaciones que habían
tenido que soportar sus hijos a causa del divorcio, al no recibir ayuda para una educación
superior y las serias consecuencias que eso tendría para su futuro bienestar económico.
La mayor parte de las madres estaba preocupada por el futuro de sus hijos y trató de
contribuir con dinero para la universidad. Pero sólo unas pocas tenían ingresos suficientes
como para ayudar realmente, en especial cuando tenían más de un hijo. Otras hipotecaron
una o dos veces sus casas para pagar las matrículas.
En ninguna de estas familias los padres se reunieron en la mesa de la cocina para
discutir la universidad o los planes futuros de sus hijos cuando éstos estaban en la escuela
secundaria. Esas conversaciones (qué carrera quieres seguir, a qué universidad quieres
ir, qué quieres estudiar) eran comunes en las familias del grupo de comparación. Incluso
entre las familias intactas con problemas, a los jóvenes se les daba dinero para la
universidad. También vi esta clase de compromiso en familias con muy modestos
ingresos. Un padre que conducía un taxi para ganarse la vida, se sentó con su hijo de
dieciséis años y le dijo: "Mike, vas a ir a la universidad y yo te voy a ayudar". El muchacho
se emocionó muchísimo. Pero a muchos hijos del divorcio sus padres, incluso los
adinerados, no les dijeron que tendrían dinero para ayudarlos a concurrir a la universidad.
Y los hijos tuvieron miedo de pedir.
Recuerdo una conferencia sobre este tema que di a los estudiantes de abogacía de
Berkeley. Cuando terminé, una mujer joven, de unos veinticinco años se me acercó y me
dijo:
—Profesora, usted me acaba de dar la clase más importante de mi vida.
—¿Por qué?
—Nunca pensé que tenía el derecho a pedirle a mi papá la ayuda para mis estudios.
No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Una estudiante de las más prestigiosas
facultades de derecho del país se sentía tan alejada de su padre al que no le podía pedir
ayuda? La historia tiene una secuela. Más tarde me contó que ese mismo día llamó a su
padre y discutieron sus necesidades. Él se mantuvo en su tesitura de que sus obligaciones
legales habían terminado, pero finalmente accedió a darle la ayuda financiera que ella
necesitaba.
Una de las tendencias interesantes de la cultura norteamericana de los últimos diez
años ha sido el crecimiento del movimiento de los hombres que reclaman el
reconocimiento de su importancia como padres y protectores de sus familias. Sin
embargo, en ninguna de las muchas publicaciones de los grupos de padres se los insta a
pagar la universidad de sus hijos. En lugar de ello se los apremia a pasar más tiempo con
sus hijos pequeños. Las necesidades de los niños mayores no son reconocidas. Al mismo
tiempo, el costo de una educación universitaria aumentó considerablemente. A los jóvenes
les resulta mucho más difícil abrirse camino en la universidad. Pronto será imposible. Un
estudio reciente muestra que cada vez menos hijos del divorcio se inscriben en las
universidades más importantes del país 8. En este momento y en un futuro cercano, los
hijos de familias divorciadas terminarán con un nivel de educación inferior al de sus pares
que provienen de familias intactas. Éste es un ejemplo dramático del lamento de los hijos
cuando se refieren a que ellos son los que pagan el divorcio de sus padres.

CAPÍTULO DIECINUEVE
Recoger las piezas una por una
Mientras me preparaba para la entrevista de seguimiento de los veinticinco años con
Billy, me preguntaba si la vida habría sido más benévola con él. Pensé en la existencia
solitaria que había llevado después de que su madre se volvió a casar y cuando se mudó a
vivir con su padre a los dieciséis años. ¿Las heridas de no sentirse querido aún estarían
abiertas? ¿Habría encontrado relaciones que lo animaran? Estas preguntas rondaban en
mi cabeza cuando nos sentamos en la panadería, pero nada me hubiera podido preparar
para el sufrimiento que había experimentado desde nuestro último encuentro.

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Dos años antes, el periódico local informó que el padre de Billy había muerto cuando el
pequeño avión que iba piloteando se estrelló. Le escribí a Billy una carta de condolencias y
me llamó de inmediato para agradecer mi interés. Lloró con amargura durante la llamada,
y entre sollozos me dijo que sabía que no había podido contar con su padre ni de n iño ni de
adulto. "Pero nunca perdí las esperanzas de que algún día se interesaría por mí aunque no
fuera el hijo que quería. Ahora ya no hay nada que esperar. Perdí el padre que tenía y el
padre que nunca tuve. Mi madre se negó a venir al funeral conmigo. Casi no conocía a
nadie allí y nadie me conocía".
Tengo en mi mente la imagen triste de un joven destrozado, sentado solo en la parte
trasera de una iglesia oscura, alejándose rápidamente después del funeral, el hijo único y
no reconocido del hombre muerto. La ansiedad y la tristeza que subyacen en el vínculo del
hijo con el padre ausente no dejan de conmoverme. Cuando varios de los padres del
estudio sobre el divorcio murieron en forma inesperada de ataques cardíacos, el
sufrimiento de los niños huérfanos era incontenible. Lloraban con amargura y se
abrazaban a sus hermanos, llorando por un hombre con el que habían tenido poco
contacto a través de los años. Cuando los escuchaba hablar y veía sus lágrimas, tuve la
sensación de que lloraban, no por el padre que conocían, sino por el padre que nunca
tuvieron, el padre que hubieran querido tener cuando eran niños.
Billy se acercó a la mesa, y colocó una bandeja con pasteles recién horneados entre
nosotros. De acuerdo con mis registros ahora tenía treinta y cinco años, y aún tenía un
aspecto debilucho aunque su rostro se veía más viejo. Cuando extendió la mano y sonrió
para saludarme observé líneas de preocupación marcadas entre sus cejas y a ambos
lados de la boca.
—He pasado por un infierno —me anunció mientras se sentaba—. Creo que por fin
estoy saliendo, pero no estoy seguro. Creo que quizás haya problemas más adelante.
—¿A qué problemas te refieres?
—Mi novia, Kristi, tiene un hijo que se va a mudar a vivir con nosotros. Nos vamos a
casar cuando salga mi divorcio y el de Kristi termine.
—¿Te preocupa ser padrastro?
—Por supuesto que sí, me siento asustado e infeliz. Espero que mi actitud cambie.
Nunca me vi con niños. Nunca me gustaron los bebés ni los niños pequeños.
—¿Hubieras preferido no tener hijos?
—Estoy preocupado por el dinero. Pero es más que el dinero. Ser padre no es muy
atractivo. Mira mi experiencia. Hasta el momento en que murió tenía la esperanza de un
cambio dramático en mi padre, esperaba que se convirtiera en el tipo que no se
avergonzaba de mí porque yo no podía correr y batear una pelota; que me diría: "Ve por
ella. Haz lo que puedas. Yo te respaldo". Cuando era un niño tenía una imagen de él como
la de un hombre poderoso que ganaría las Olimpíadas y construiría imperios comerciales.
Esperaba que me visitara como cuando uno espera la lluvia. Después de que murió
comencé a pensar mucho en él, y comprendí que nunca me alentó para que hiciera nada
solo. No cumplió con su promesa de pagarme la universidad. Cuando estuve realmente
enfermo y deprimido y traté de suicidarme, él me dijo que mis problemas estaban en mi
cabeza. Así que podríamos decir que ser padre no es algo que yo tome con naturalidad.
¿Cómo se le puede dar a alguien algo que nunca se tuvo o se vio?
—¿Así que piensas que no puedes ser un buen padrastro para el hijo de Kristi?
—Quizá pienses que soy egoísta, pero temo que el niño se interponga entre Kristi y yo,
y no estoy seguro de poder tolerarlo. Mi corazón no está en gran forma. Tuve algunos años
muy difíciles. Ella también. Por eso necesito que esté junto a mí. No puedo arreglármelas
solo.
—¿Y crees que tendrás menos a Kristi una vez que su hijo se mude a vivir con ustedes?

243
—Sí, quizás estoy equivocado. Espero estarlo. Pero toda mi vida tuve que dividir lo que tenía en
partes muy ordenadas. Después de que mis padres se divorciaron, siempre tuve lo que sobraba. No
quiero que eso me suceda en mi matrimonio.
No existen dudas de que un niño realiza sus primeras peticiones a la madre, y a menos que el
padre pueda participar de las satisfacción de dichas peticiones, se presentarán serias dificultades
más adelante. Como Billy reconoce, él no está en condiciones de hacerlo. Sus propias necesidades
son demasiado grandes y apremiantes. Cada vez encontraba más confirmaciones a su profecía.
Como deseaba saber si tenía más preocupaciones, le pregunté:
—¿Tu relación con Kristi es estable?
—¿Una relación estable? Nunca tuve una relación estable con una mujer. Aun cuando creo que
es estable, me estalla en las manos.
—Billy —suspiré y me acomodé en la silla—, no tuviste mucha suerte con las mujeres en tu vida.
¿Podrías ponerme al tanto desde el principio?
—No es una historia feliz ni corta. Pero aquí va. La verdad es que cuando otros muchachos de la
escuela salían, se divertían o iban a fiestas, yo no. Sé que me vas a preguntar por qué, así que
déjame que te lo cuente breve y dulcemente. Yo no creía que fuera a encontrar una mujer a la que le
gustara. Nunca soñé con el amor. Pensaba que alguien que salía conmigo era porque era tan
perdedora como yo. Como si estuviera desesperada. Me imaginaba que yo no pertenecía a la raza
humana, era como una especie de muía que debía tirar de la carga sin hablar. Y si encontraba a
alguien terminaría traicionándome, así qué ¿para qué intentarlo?
Me impresionaba esta terrible imagen de sí mismo, y su soledad.
—¿Cómo pasaste aquellos días cuando tenías veinte años?
—Es muy doloroso recordar. Trabajaba como un perro. La mayor parte del tiempo estaba
agotado. Llegaba a casa y me quedaba dormido. Seguramente bebía más de lo conveniente.
Aprendí a no cenar porque me disgustaba y me sentía muy solo cuando tenía que comer. Así que
desayunaba y almorzaba en el trabajo, y no cenaba. Me tenía que levantar a las cuatro, de manera
que tenía una buena excusa para acostarme muy temprano.

Pasividad

Aunque Billy tenía dificultades físicas especiales, su historia es muy común. Muchos jóvenes de
familias divorciadas entran en la adultez sintiéndose solos y no queridos1. No están enojados como
Larry o Paula, o son incapaces de separarse como Karen, sino que se sienten deprimidos y
rechazados. Billy era un claro ejemplo de este grupo.
—¿Tenías miedo de que te traicionaran? ¿Alguna vez alguien te engañó?
—Cuando tenía veintitrés años conocí a una mujer que me pidió si se podía quedar conmigo. No
era fea así que le dije que sí. Vivimos juntos durante cuatro meses, y comenzaba a agradarme. Un
día llegué a casa en forma inesperada de un viaje de negocios. Ella me había dicho que saldría con
unas amigas, pero cuando llegué la vi en la parte trasera de la motocicleta de un muchacho.
—¿Qué hiciste?
—¿Hacer? Nada. Ni siquiera lo mencioné. Tres semanas después me mudé sin decir una
palabra. Dejé todas mis pertenencias. Tardé dos años en escribirle, pero no envié la carta.
—Billy, ¿por qué no lo mencionaste? —estaba sorprendida por su renuencia a enfrentarla o a
preguntarle.
Parecía avergonzado, así que decidí dejarlo pasar. Pero de pronto y con un poco de vehemencia
me respondió:
—Si lo hubiera mencionado, ¿qué habría cambiado? Ella me hubiera dicho: "¡Vete! Ahora estoy
con él". Probablemente me preguntarás por qué soy tan cauteloso. Es muy simple. Nombra algo
que yo pudiera haber cambiado. Dime si alguien alguna vez me preguntó. ¿Yo quería que ellos se
divorciaran? ¿Me gustaba que mi padrastro me diera órdenes sobre todas mis tareas? ¿Mi papá me
quería cerca de él? ¿Mi madre me consultó algo antes de formar una nueva familia? ¿Me
preguntaron si quería dinero para la universidad como todos los otros muchachos? ¿Quién inquirió
algo alguna vez? ¿Quién me escuchó? ¿Quién me ayudó a crecer? La vida es como es. ¿Conoces
esa expresión? Lo que será, será. Te voy a contar algo más. Digamos que me vienes a ver o me
realizas un cuestionario por teléfono. "¿Cómo estás, Billy?". Yo juraría que estaba bien. Te hubiera
dicho que la vida era hermosa, con un buen trabajo, una-bella muchacha, el divorcio de mis padres
no era problema. Hubiera ocultado mis sentimientos, como toda mi vida, con sonrisas y mentiras,
aunque me sintiera como muerto. Pero sabrías que te estaba engañando porque me conoces muy
bien. Lo que trato de decirte es que no te estoy engañando.
Le agradecí a Billy su sinceridad, pero estaba sorprendida por su estallido. Durante años traté de
comprender la impotencia que sienten estos hombres en las relaciones con las mujeres. ¿Por qué
era tan extraño que lucharan por alguien a quien querían? Un hombre que sospechaba que su
esposa le era infiel escuchó sus conversaciones telefónicas durante semanas y descubrió que sus
sospechas eran justificadas. En lugar de enfrentarla, pidió el divorcio. El hecho de que fuera la
madre de su hijo de dos años no lo hizo dudar ni un momento.
—¿Por qué no hablaste con ella? —le pregunté. —¿Para qué?
Esta clase de pasividad no era tan aparente en otros aspectos de la vida de estos hombres. Eran
razonablemente competitivos, aunque no agresivos en sus lugares de trabajo. Sin embargo, en
casa, cuando el comportamiento de sus parejas coincidía con lo que temían, era como si se
paralizaran y se entregaran. La pesadilla convertida en realidad.
He visto esta clase de pasividad en hombres y mujeres que crecen en familias divorciadas,
245
aunque al parecer afecta más a los hombres. En mis escritos anteriores sobre las respuestas de los
niños en el momento de la separación, describí lo impotentes que se sienten los niños. Como hemos
visto, no protestan porque nadie los toma en serio ni escucha sus quejas. Aprenden a mantener la
cabeza baja, a no tener grandes expectativas y a esconder sus sentimientos.
La pasividad de jóvenes como Billy tiene sentido si uno piensa en ella como una forma encubierta
de furia. De otro modo, ¿cómo se explica su reacción ante incidentes que pueden o no tener
importancia? ¿Ir en motocicleta con un muchacho realmente es una manifestación de infidelidad
como para que un hombre se vaya de la casa? Quizás ella se lastimó un tobillo. Quizás el hombre
era un viejo amigo. Quizás el encuentro con sus amigas se canceló. De todas las posibilidades, Billy
eligió la infidelidad. Sus sospechas eran tan convincentes que no tuvo la valentía de preguntarle a la
mujer. Su enojo fue tan rápido que perdió la capacidad de considerar otras alternativas con
racionalidad. Si se sospecha infidelidad, entonces debe ser verdad. Esta sospecha es lo peor, y
actuar sin pensar y sin demora, es la receta más peligrosa para una relación estable.

Nada dura

Billy suspiró resignado y se encogió de hombros.


—Para continuar con la historia de mi vida, estuve casado durante cinco años. Nos conocimos
cuando yo tenía veintisiete y ella veinticinco. Yo administraba una de las plantas, y ella era mesera
del restaurante de la panadería. También concurría a la universidad por las mañanas para recibirme
de administrador. No era un buen curso, pero era lo que podía pagar. En aquella época me
asustaban tanto las mujeres, y decidí hacer algo para no sentirme tan solo. Ella era muy agradable,
sonreía todo el tiempo. No era muy hermosa, pero yo tampoco. Pronto nos dimos cuenta de que
teníamos mucho en común. Sus padres se divorciaron cuando tenía ocho años y tuvo una infancia
desdichada, muchas mudanzas, preocupaciones por el dinero, y dificultades para hacer amigos por
tantas mudanzas. Fue una niña solitaria como yo. Llegamos a la conclusión de que fue la época
más infeliz de nuestras vidas. Ambos aprendimos cómo poner una cara feliz para el mundo y
sentirnos diferente por dentro. Así que decidimos que sería mejor estar juntos, para estar menos
solos.
—¿Eras optimista en ese momento?
Parecía desdichado.
—No sé si yo la amé o ella me amó. ¿Quién me iba a amar? ¿Qué sabía de encontrar una
esposa? En aquel momento pensé que probablemente no duraría.
—¿Por qué pensaste que no duraría?
—Porque nada dura en mi vida —me respondió inflexible, y luego hizo una mueca—. ¿No viste
esta nubecita negra que me sigue a todos lados? —Hizo un gesto con la mano como si fuera una
nube imaginaria sobre su cabeza. —Es como el clima. Si está despejado sólo espera un minuto. Así
es como vivo.
—¿Qué buscabas en una esposa?
—¿Cómo?
—Me refiero a qué clase de persona crees que te haría feliz.
—Nunca pensé mucho en eso, pero creo que una mujer decente, que no me engañe, y que haga
que un lugar parezca un hogar, eso estaría bien.

Cuando un hijo del divorcio SE casa con una hija del divorcio

Los niños del divorcio tienen dificultades para manejar los conflictos matrimoniales. Se sienten
aterrados por discusiones que los podrían colocar en el mismo camino de sus padres. Cuando un
hijo del divorcio se casa con una hija del divorcio, estos problemas y ansiedades se duplican2. A
menudo, los hijos del divorcio se atraen debido a sus historias comunes. En la escuela secundaria
son almas afines que pueden compartir sus quejas sobre el pasado, sobre la custodia o los
acuerdos de visitas y cómo sufrían los problemas de sus padres. Durante la adolescencia se
reunían en grupos para brindarse mutuamente el consuelo y el apoyo que no tenían en el hogar. Se
cuidaban unos a otros con dinero, comprensión y un lugar para expresarse. He visto muchas
familias, algunas en barrios elegantes, en las que los jóvenes se fueron de casa o fueron
rechazados, o el padre también se fue. Cuando estos niños maduran, se reúnen por sus
preocupaciones comunes sobre el futuro, la preocupación y el resentimiento por los padres y su
intensa soledad. Necesitan desesperadamente contar su historia, pero los compañeros que no han
vivido el divorcio no los comprenden. Por eso buscan a alguien que pueda escucharlos y
comprenderlos.
Es natural que Billy y Debbie se hayan encontrado. Desafortunadamente, su unión estuvo en
peligro desde el comienzo. Cada uno lleva una carga pesada de desconfianza y temor al
matrimonio. Tienen una gran necesidad de compasión y consuelo, y la esperanza de que la otra
persona pueda brindárselos en gran medida. Pero si ambas personas necesitan tanto, ¿quién
proveerá lo que desean? Los dos tienen heridas del pasado que deben cicatrizar. Quieren y
necesitan que la pareja sea paciente, cariñosa y clemente. Ambos son vulnerables, se los hiere
fácilmente y temen que no se los escuche ni se los quiera. Y, como hemos visto, reaccionan de
inmediato de la peor manera ante el comportamiento del otro.
Pero no quiero dar la impresión de que estos matrimonios no pueden funcionar o están
condenados a terminar en divorcio. En nuestra sociedad, con una cantidad cada vez mayor de hijos
247
del divorcio, estos matrimonios se van a multiplicar de manera inevitable. Algunos de los
matrimonios buenos que he visto están formados por hijos de familias divorciadas. Muchas de estas
uniones funcionan porque los esposos son conscientes de las dificultades que enfrentan y deciden
ayudarse a crecer y cambiar mutuamente. Comprenden la historia del otro, y sus temores al
conflicto y al fracaso del matrimonio. Éstos son reparadores y brindan a la pareja la esperanza de
que pueden encontrar amor y constancia en un mundo lleno de problemas. La capacidad de esperar
y confiar de Karen se restableció al casarse con un hombre que quiere compensarla por las
privaciones de su infancia. Larry aprende a perdonarse a sí mismo por su comportamiento anterior
al casarse con una mujer que, según sus palabras, "trajo amor y risas a su vida". Su unión lo rescata
de la amargura y el disgusto. Las mujeres promiscuas que conocen y se casan con hombres que les
dicen: "Detente, estoy aquí para quedarme" son rescatadas de continuar con la infidelidad. Todos
estos matrimonios requieren una enorme paciencia, una comprensión mutua acerca de lo fácil que
se desalientan los hijos del divorcio, y de lo importante que es permanecer a pesar del impulso de
escapar. En mis investigaciones sobre matrimonios buenos, me convencí de que un buen
matrimonio más que cualquier otra relación adulta tiene un potencial reparador y la capacidad de
modificar una o dos vidas trágicas3.
Desafortunadamente, ése no era el caso de Billy y Debbie. —Creí que el matrimonio con Debbie
estaba bien —continuó Billy—. Trajo muebles, colocó cortinas y arregló el lugar. Yo estaba ganando
bien así que compramos una casa para que se sintiera mejor. Pero ella continuaba repitiendo que
quería más que lo que estábamos ganando. De vez en cuando necesitaba que saliéramos de
inmediato cuando yo regresaba de mi empleo. Yo trabajaba mucho en la planta, porque tenía la
responsabilidad de que nada se quemara. Cuando llegaba a casa no tenía deseos de nada. Mi
corazón no estaba bien, pero no tenía tiempo de ir al médico. Ella continuaba llorando, pero yo
estaba demasiado cansado y me negaba a escuchar. Para resumir, un día volví a casa y estaba
vacía. Ella se había mudado, se llevó el televisor, el sofá, el lavarropas, la secadora, su ropa, todo lo
de la casa. Por suerte me dejó mi perro. No me voy a olvidar mientras viva. Era de noche. Salí y
entré cuatro o cinco veces de la casa. No lo podía creer. Sollozaba como un bebé. ¿Cómo pudo
hacerlo? Casi me enloquezco. En serio, Judy, loco, demente. No podía comer. Iba a trabajar, pero
no hacía nada. No dormía. No podía entrar en la casa vacía. Me quedé en el vestíbulo durante ocho
meses, con sol o con lluvia. La depresión se instaló como una nube con forma de ancla. Estaba tan
triste que me dije a mí mismo: "Esto es todo. Nadie te quiso nunca... ni tu esposa, ni tu padre, ni tu
madre". Traté de matarme cuatro o cinco veces con monóxido de carbono. Dormía abrazado a mi
perro hasta el amanecer.
He visto muchos matrimonios que se separan con esta clase de reacción severa que describió
Billy. (A menudo, esta clase de trauma terrible es la que enciende una lucha por la custodia que
nunca termina). Como aún están heridos por la inesperada y recordada pérdida de su familia intacta
durante la infancia, malogran sin que nadie les advierta la relación más importante de su adultez.
Esto confirma su visión de que están condenados, de que todo lo que necesitan muere. El
sufrimiento es exactamente como lo describió Billy. No pueden soportarlo. Regresar a casa y
encontrarla vacía con una nota en la puerta es una humillación terrible. La reacción (furia o
depresión) puede durar años. La gente culpa a la pareja, al amante real o imaginario, a la familia de
la pareja, al mundo. El trauma de la separación puede dominar sus vidas y conducirlos a una lucha
salvaje por los niños o las propiedades.
Pero, ¿por qué Billy no se dio cuenta de lo que estaba por suceder? Para que una mujer vacíe
una casa se requiere una planificación cuidadosa, y una enorme furia que se acumule durante
mucho tiempo y explote en un acto de venganza. Sin embargo, Billy fue tomado por sorpresa.
Su aspecto era el de una persona muy desdichada. Le toqué el brazo y le dije:
—Billy, lo que te sucedió fue terrible. Lo que hizo ella fue horrible. Gracias a Dios que no te
mataste. ¿Qué la hizo enojar? ¿Comprendes eso?
—Si te refieres a si la golpeé, nunca le puse una mano encima. —Quizá se sintió atrapada.
—Nunca pensé en eso.
¿Crees que se sentía frustrada porque no tenía más nada que
esperar que su esposo agotado regresara a casa para dormir?
Tampoco pensé nunca en eso. Ella se quejaba, pero estoy
acostumbrado a las quejas de las mujeres.
Los hombres de este estudio que se divorciaron tuvieron experiencias parecidas a la de Billy
aunque no con un impacto tan salvaje. En todos los casos, excepto en uno, la mujer se fue
disgustada y el nombre se sorprendió. A estos jóvenes les gustaban sus esposas y querían que el
matrimonio continuara. Más tarde trataron de explicar lo que sucedió con trivialidades: "Ella era muy
joven", "Quería a otro", pero básicamente no tenían idea de por qué sus esposas los habían dejado.
Billy fue uno de los pocos que reconoció con más honestidad: "No la escuché". Ninguno de estos
hombres fue violento en sus matrimonios, y la infidelidad no fue un tema importante, aunque
sucedió en algunas ocasiones. Sabían que sus esposas tenían quejas, pero no hicieron nada para
resolver sus problemas. Un hombre me contó que se dio cuenta de que su esposa se había ido una
semana después porque estaba trabajando en algo de computación muy importante. Cuando
advirtió que lo había dejado, cayó en una depresión aguda. La mayoría se recupera lentamente.
Varios no mantienen ningún contacto con otras mujeres durante años. Un hombre cuya esposa se
fue cuando tenía veinticuatro años no salía con mujeres diez años después. Decidió permanecer
solo en lugar de tener otra oportunidad. "Una vez es suficiente", afirmó.
¿Por qué estos jóvenes no escucharon las quejas de sus esposas? Los hombres son inteligentes
y competentes en sus trabajos. Son gente decente. Pero son ciegos y sordos ante sus esposas y se
sorprenden cuando ellas se van.
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Creo que no las escuchan porque en gran medida no se escuchan a sí mismos. Muchas veces
me han dicho que sus propios sentimientos son silenciados en situaciones que evocan sentimientos
intensos. Hace mucho tiempo, en la infancia, aprendieron que los sentimientos son dolorosos, y que
es mejor esconderlos y no responder a los propios y a los de los demás. Pero la gente que no puede
reconocer sus sentimientos también tiene problemas para reconocer los de los demás. Tienen
dificultades para estimar la cantidad de los sentimientos necesidades, y deseos de una mujer; y la
importancia de sus quejas4. Es como si todo se experimentara en el mismo tono monocorde. Estos
hombres no son capaces de leer las expresiones faciales o el lenguaje corporal de una mujer o de
distinguir un disgusto menor de un dolor serio. En sus mentes no tienen modelos de una buena
relación entre un hombre y una mujer, y las sutilezas de la interacción es un lenguaje extraño para
ellos. Billy y los otros jóvenes de este grupo comprenden los pedidos concretos. Cuando Debbie
quería una casa, él le compró una pequeña casa. Si le hubiera pedido zapatos o un vestido, él se los
hubiera comprado alegremente. Pero ella quería que su esposo le hablara por las tardes. Estaba
sola y quería compañía. Estaba aburrida y quería salir a bailar. Para Billy estos pedidos eran
desconcertantes. No fue capaz de observar la angustia y el disgusto que impulsaban estos
requerimientos. Al igual que otros, ignoró todas las señales de la tormenta que se acercaba. La
mujer cada vez estaba más disgustada y se fue. Los hombres estaban destrozados.

Vulnerabilidad y elasticidad

Cuando terminamos la entrevista, comprendí lo mucho que había sufrido Billy, y lo duro que había
sido para él crecer casi sin ninguna ayuda de su familia después del divorcio. También me
sorprendió su valentía y perseverancia. A pesar de su escasa salud física, falta de educación y
continua tristeza, mantuvo un trabajo responsable, bien pago, que requiere habilidad, atención a los
detalles y decisiones rápidas. Asumió la responsabilidad para recuperarse de una seria depresión.
Y pudo vivir una vida de extraordinaria soledad y tristeza sin sucumbir al alcoholismo y al abuso de
drogas. Sobrevivió cada día pensando que sería el último. Cuando lo vi por última vez, había
comenzado un nuevo contacto con una mujer agradable, que tenía sus propios problemas, pero
estaba dispuesta a luchar por la relación. Por fin, tenían una oportunidad para esforzarse. También
comprendí que con la ayuda de su humor irónico y su valentía, Billy había podido aferrarse a su
integridad y su honestidad. En general era amigable y generoso, pero había sido infeliz la mayor
parte de su vida.
¿Qué le sucedió a Billy y cómo podría haber tenido una vida diferente? Este niño sufrió mucho
porque su vulnerabilidad se vio acompañada por un medio hostil, que no lo contuvo después del
divorcio. Durante los años previos a éste, cuando su madre cuidaba de él, era el primero de su
clase, tenía amigos y era un niño feliz a pesar de sus dificultades físicas. Su padre nunca le brindó
mucho apoyo personal, pero se hacía cargo de las necesidades médicas de Billy, juegos, libros y
maestros especiales que eran parte de su vida diaria. Pero después del divorcio y del segundo
matrimonio de su madre, Billy perdió todo lo que lo mantenía a flote. Debido a sus nuevas
prioridades, la madre pasó de ser su principal protectora a ser la principal crítica de su hijo. Él estaba
herido, sorprendido y enojado. Como niño vulnerable que necesitaba la ayuda de su madre, no tenía
a quién recurrir. Si ella hubiera continuado apoyándolo en sus necesidades, la vida de Billy hubiera
sido más feliz y exitosa.
Otros je/enes de este estudio mostraron una mayor elasticidad en un medio Smilar. Larry
recuperó sus recursos para convertirse en su propio padn- (como él afirmó), establecer sus propios
objetivos en su matrimonio su paternidad y la elección de una carrera. Larry tuvo ylguna ayuca en >os
ideales y la valentía de su madre, pero no la suficiente cemo para aliviarle el camino. Si hubiera sido
tan vulnerable como Billy, ludo que lo hubiera logrado. Karen también confió en ella misma y en -,us
fuerzas para superar las dificultades en su infancia. Ella 'uvo un poío de apoyo de su abuela, que la
quería y la ayudó a pagar la universidad, y luego obtuvo mucha cooperación de su esposo, quien la
ayudó a alejarse de su demandante familia. Pero si Karen hubiera sido una riña vulnerable, ella
también habría tenido una vida diferente, p-.rque fue criada por padres que perdieron la capacidad
de -jroteger a sus hijos.
Estos templos revelan la importancia que existe entre el 'emperamerto de un niño, su
vulnerabilidad, fuerza y maleabilidad, y lo que el medio familiar puede brindarle. Los niños con
distintos niveles de rialeabilidad necesitan diferentes clases de apoyo por parte de sus padres
después de la separación. Los niños con un alto grado de ':ompetitivicad podrán adaptarse con muy
poca ayuda. Aquellos más .ensilóles y con un temperamento más volátil necesitan una mayor
contención oor parte de los padres, de la escuela y en su vida social. Los niños vulnerables
necesitan más ayuda porque les cuesta más el cambio.
En los tltimos años, los conceptos psicológicos de adaptación y /ulnerabilicjd5 se han convertido
en muy populares para explicar por qué alguno-, niños triunfan y otros no después del divorcio6.
Estos conceptos son importantes porque, como hemos visto en todo este libro, los hi os del divorcio
soportan la responsabilidad sin precedentes de criarse solos. Importa si pueden tener amigos o
temen a los extraños. Importa si son atrevidos o tímidos, ágiles o tontos, rápidos o lentos para
aprender. Los héroes de la literatura para niños, desde Oliver Twist hasta Harry Potter, son
considerados héroes porque, rodeados por adultos tontos o crueles, enfrentan con éxito la
adversidad. Pero a los niños reales les cuesta mucho más, y a algunos más que a ctros.
La mayería de los padres comprende que cada niño, sin importar su intrepidez, tiene que confiar
en la familia para que lo ayude. Cada niño neces.ta una clase distinta de ayuda de su familia.
Algunos pueden acejtar la custodia compartida con aplomo. Otros aceptan el regreso de su madre
251
al trabajo con un poco de ansiedad. Y otros se apartan. Ur niño se puede ocupar de él mismo
después de la escuela, con libros, arte o llamando a un amigo. Otros se sienten aislados y
angustiados Algunas criaturas tienen abuelos atentos y cariñosos, amigos de la familia o vecinos a
los que les agradará pasar un tiempo con ellos porque son encantadores. Otros se sienten solos y
deprimidos porque no son tan agradables o extrovertidos.
Aunque no podemos agitar una varita mágica para que todas las familias sean sensibles y
protectoras después del divorcio, sí podemos promover una cultura que ayude a hacer entender
cómo y por qué los hijos son vulnerables después del divorcio. No hay dudas de que a Paula todo le
habría resultado más fácil si no hubiera perdido su hogar estable y a su madre por un trabajo de
tiempo completo. Billy se hubiera beneficiado enormemente con una transición cuidadosa entre su
vida antes y después del divorcio. Por cada pequeño PUEDO existen mil NO PUEDO. Muchos niños
necesitan cuidados especiales para aceptar los terribles cambios que acarrea el divorcio. Tenemos
la obligación de ayudar a los padres para que los brinden. Como también hemos visto, muchos
adultos tampoco pueden hacerlo solos.

QUINTA PARTE

MI MEJOR CASO.

Lisa

CAPÍTULO VEINTE
¿No es suficiente esforzarse?
Durante muchos años, cuando dictaba conferencias en todo el mundo sobre el divorcio y los
niños, comenzaba mis charlas con extractos de mis entrevistas con Lisa. Ella era una niña que de
inmediato encantaba a la gente ya que hablaba de sus padres con inmenso amor y compasión. De
adolescente, le iba muy bien, y a menudo me refería a ella como "mi mejor caso". Al público le
agradaba escucharme hablar de ella porque mitigaba sus temores sobre los efectos del divorcio en
los niños. Si Lisa lo había logrado, los demás también podían hacerlo. Pero cuando Lisa entró en la
adultez, empecé a ver cambios en ella que indicaban que algo no andaba bien. Al igual que los otros
niños que describí, Lisa asumió un rol en su familia y lo cumplió muy bien desde el día en que sus
padres se divorciaron. Era la niña modelo que nunca abandonaba el barco. Y aunque veía las
pasiones, celos y odios que existían bajo la superficie de su familia después del divorcio, ella y todos
los demás fingían que todo estaba tranquilo. En su corazón, Lisa estaba ansiosa por proteger a sus
padres de los sentimientos de infelicidad y culpa por la separación. Pero su resolución virtuosa no la
ayudó cuando se enfrentó cara a cara con las relaciones adultas. La historia de Lisa nos muestra
que, hagamos lo que hagamos para proteger a nuestros hijos después del divorcio, siempre
aparecen residuos en el terreno del amor adulto y la intimidad sexual.
A través de los años mucha gente me preguntó: "¿Y si no peleamos después del divorcio? ¿Si
nos llevamos bien y anteponemos los intereses de los niños a los nuestros? Seguramente
podremos proteger a nuestros hijos del daño del divorcio, ¿verdad?".
Analicemos la evidencia. Es verdad que las peleas de los padres, ya sea en los tribunales o en el
dormitorio, son perjudiciales para los niños. Como hemos visto en todo el libro, esto brinda un
modelo atemorizante del comportamiento adulto, y corroe seriamente la calidad de cualquier
relación padre-hijo. Los padres que se comprometen en una lucha feroz pierden de vista las
necesidades del niño. Ellos confunden fácilmente su propia furia y angustia con lo que creen que el
niño desea. Como resultado, el niño se siente no querido e inseguro.
Pero existen millones de padres que desde el primer día del divorcio están decididos a no hacer
sufrir a sus hijos. Tienen la madurez y el autocontrol para decir: "Ya no podemos estar más casados,
pero aún podemos poner a nuestros hijos primero. Buscaremos los medios para demostrarles que
aún los queremos, y que haremos todo lo que podamos para protegerlos". Amén. Las familias
divorciadas que cumplen con este credo pueden proteger y, de hecho lo hacen, a sus hijos de
muchos de los enemigos que ya hemos mencionado.
Sin embargo, aquí debemos enfrentar una desagradable verdad. Como muestra la historia de
Lisa, los padres que cooperan entre sí no están necesariamente en contacto con los sentimientos y
necesidades de su hijo. Los esfuerzos por entenderse amigablemente no acercan a los padres en
forma automática de manera que puedan comprender las preocupaciones y angustias del niño. Es
mejor ayudar a los niños que declarar un cese del fuego. La panacea que impera en este país (no
pelear) no protege a los niños para que no sufran la misma clase de dificultades en la adultez que
vimos en aquellos que se criaron en familias menos cooperativas, como muchos abogados, jueces
y profesionales de la salud mental desearían. Lisa representa a una gran cantidad de niños de la
cultura norteamericana' del divorcio. Su experiencia es instructiva para todos nosotros.

EL CONFLICTO Y EL SUFRIMIENTO EN MEDIO DE LA COOPERACIÓN

Conocí a Lisa cuando estaba en preescolar: una encantadora niñita de cuatro años con
pantalones rojos y moños amarillos en el cabello. Sus padres eran profesionales exitosos: su madre
era abogada en la oficina del Consejo Nacional de Defensa, en Los Ángeles, y su padre era
periodista, y más tarde trabajó en relaciones públicas para varias corporaciones de Silicon Valley,
253
en Menlo Park.
Le pregunte a Lisa qué estaba sucediendo en su familia. Ella me explicó con seriedad y en una
forma muy adulta:
—A mi papi no le gusta mi mami así que está viviendo en la ciudad, y a mami le gusta papi y
quiere que regrese.
—Esos son muchos cambios —le respondí con la misma seriedad—. ¿Qué crees que va a
suceder?
Lisa sacudió la cabeza en silencio y se negó a responder. Pero sus juegos revelaban todo lo que
no podía expresar con palabras. Tenía dos actos. Cada uno de ellos retrataba su mundo interior. En
e primer acto colocaba los muñecos del padre, la madre y los hijos ei la sala de estar de la casa de
muñecas, sentados mirando televisión Luego todos estaban en una misma cama abrazándose
come cachorros en una canasta. Luego todos estaban en la bañera. Final mente, todos estaban en
el techo empinado, sosteniéndose unos ; otros para no caer. En el segundo acto, el tigre, el
cocodrilo, la jiraf; y el oso se enloquecían y se atacaban unos a otros. Todos gruñían 3 se mordían.
Finalmente, arrastrada por sus sentimientos, Lisa mordic a la jirafa y golpeó al tigre con sus
diminutos puños. El mensaje en claro. Lisa quería desesperadamente que su familia permanecien
unida, pero sabía que se estaba separando. Debajo de sus modale: contenidos de señorita, había
un feroz enojo que amenazaba cor explotar.
Mis registros muestran que ésta fue una de las únicas (o la única" ocasiones en que Lisa se
permitió expresar la furia que le producía h separación de su familia. Ella ocultó sus sentimientos
cuidadosamente durante años. La mayor parte del tiempo era una niña de buena conducta, bien
vestida, tranquila en la casa y en la escuela. Su maestra de preescolar me comentó que le hubiera
gustado que Lisa hubiere hecho alguna travesura. Un año después, la maestra del Jardín de
Infantes respondió a una pregunta con una nota en la que manifestaba su preocupación por la falta
de fantasía y creatividad en los juegos de Lisa. "Ella está siempre a la defensiva, mirando a su
alrededor" informó la maestra.
En casa, el enojo de Lisa, que no aparecía ni con los padres ni en la escuela, se manifestaba en
forma de temores: a la oscuridad, a las pesadillas, al fuego, a dormir sola. Lisa estaba asustada
cuando su mamá salía de la ciudad, aunque se pudiera quedar en la casa de su padre. No le
agradaba decirles a su padre y a su madrastra lo asustada que se sentía a la noche.
—-Tengo miedo de decirle a papá que estoy asustada. Me gustaría que dejaran la luz del baño
encendida como lo hace mamá, pero tengo demasiado miedo como para pedírselos —me contó en
nuestro segundo encuentro.
Gradualmente, sus temores fueron más intensos y comenzó a hacer crujir los dientes durante la
noche. No obstante, la madre de Lisa, que estaba tratando de poner en orden su vida, se fue a
visitar a su hermana a Santa Fe durante varias semanas, poco después de la separación.
Necesitaba "espacio para pensar". Ninguno de los padres era consciente del dolor y el sufrimiento
de Lisa por el divorcio. Ella parecía tan tranquila, con mucho dominio de sí misma. Seguramente
pensaban que sus temores desaparecerían con el tiempo. En realidad, duraron varios años, y
empeoraron cuando su madre aceptó un trabajo con mayores compromisos. En ese momento, Lisa
comenzó a preocuparse a diario por la posible muerte de su madre.
En muchos divorcios, uno de los integrantes del matrimonio no advierte la llegada de la
separación, y tiene pocos indicios de que la otra persona no está satisfecha. La persona
abandonada puede estar profundamente enamorada del integrante que se quiere separar. Cuando
esto sucede, la sensación de traición y la furia pueden durar muchos años, o para siempre.
La madre de Lisa se sorprendió cuando su esposo le pidió el divorcio. Ella sabía que tenía
algunas quejas menores sobre el matrimonio, pero el divorcio nunca pasó por su mente. El hecho de
que él se volviera a casar al día siguiente del divorcio completó el golpe. Se sentía herida,
sorprendida y humillada. Era y es una mujer muy atractiva que no tenía problemas para salir con
hombres, pero las citas ocasionales la deprimían. A pesar de muchos esfuerzos no encontró una
pareja adecuada. Como me comentó Lisa: "Es una mujer fuerte e independiente, pero cuando
pienso en ella siento mucha culpa, mucha lástima y preocupación".
El padre no era feliz cuando estaba casado con la madre de Lisa. Se quejaba de que ella era
exigente, irritable y descuidada. Él quería amor y ternura, y rápidamente encontró a otra mujer con
una educación y edad parecidas a las de su esposa. Este segundo matrimonio con Machiko, una
japonesa-norteamericana ejecutiva del Bank of America, fue muy feliz, duradero y bueno para
ambos. Lisa comentó: "No quiero que se sienta culpable por haber dejado a mi madre. Ha sido un
buen padre y un excelente esposo de mi madrastra".
Pero este segundo matrimonio feliz no significa que todo salió bien desde el principio. En esta
familia, como las otras que conocimos, las relaciones entre padres e hijos cambiaron después del
divorcio. El padre de Lisa siempre pasaba mucho tiempo con ella, leyéndole cuentos, saliendo a
pasear los fines de semana, preparándole el desayuno. Pero al igual que en las otras familias,
cuando la madrastra se quejó por la cantidad de tiempo que pasaba con la niña, él se puso de su
lado. La madre de Lisa no pudo ayudarla. Ella misma necesitaba amor y consuelo. Y no tenía casi
nada para brindarle a su hija. Estaba muy ensimismada tratando de controlar sus sentimientos, de
fortalecer su posición en la agencia gubernamental en la que trabajaba y de reconstruir su vida
social.
El mensaje de los padres de Lisa en ese momento fue que Mantuviera su distancia e hiciera lo
que pudiera. Los padres, que realmente la querían, no le brindaron la oportunidad de llorar por ellos.
En esta saga todos los adultos trataron de proteger al niño no Peleando abiertamente. Pero las
pasiones que generaba el divorcio, en especial los celos entre ambas mujeres, no disminuyeron.
Aunque todos cooperaron por el bienestar de Lisa, el contacto de la madre, el padre y la madrastra
255
provocó una gran cantidad de desavenencias, dolor y envidia. La madre de Lisa sabía cuándo y
dónde iban de vacaciones el padre y la madrastra, cuándo organizaban una fiesta para los amigos
que antes habían sido amigos de ella, qué regalos recibía la madrastra de su primer esposo.
La madre de Lisa continuó sintiendo que el segundo matrimonio feliz de su esposo estaba basado
en su propia infelicidad. Este triángulo dominó la vida de Lisa mientras creció. Aunque la madre de
Lisa no comentaba nada porque era una mujer muy orgullosa, se sentía herida por lo que
consideraba la traición de su esposo. Lisa sintió mucho la soledad y ansiedad de su madre.

La madrastra

La historia de Lisa ejemplifica muchos de los dilemas que pueden surgir entre los hijos y las
madrastras. Cuando el padre de Lisa conoció a Machiko, quedó encantado con su sentido del
humor, su amabilidad y sus modales. Lo hizo sentir maravilloso, sensual, vivo y deseado. En otro
caso de cómo un adulto cree inconscientemente en la teoría de la felicidad familiar, el padre de Lisa
nunca se cuestionó si su hija compartiría sus impresiones. Con las mejores intenciones del mundo,
esperaba que Lisa sintiera cariño inmediato por Machiko y que después de un corto período la
aceptara como su madrastra.
En realidad, a la niña y a la mujer les costó iniciar una relación. Machiko reclamaba su derecho a
ser novia, a estar antes que nadie mientras ella y su esposo construían su vida juntos. Al mismo
tiempo, Lisa estaba en crisis. Su familia se había evaporado. Su madre estaba deprimida. Su
querido padre se había ido a vivir con una extraña que acaparaba toda su atención. Más aún, esta
nueva rival en el amor de su padre estaba usurpando el lugar de su madre. Éste es el argumento de
los cuentos de hadas y el argumento de la vida moderna de Estados Unidos, con una diferencia: en
los cuentos de hadas, la niñita es llevada al interior del bosque peligroso y es salvada por un leñador
compasivo. En los Estados Unidos de hoy, todos permanecen juntos en dos casas y la vida está
llena de conflictos. En las primeras etapas, la rivalidad no está relacionada en lo buena o mala que
sea la madrastra, o en lo obediente o traviesa que sea la niña. El conflicto radica en la naturaleza
misma del drama. Hay un rey exaltado (el hombre), una princesa (la niña), una gran sombra oscura
(la ex esposa) y una usurpadora (la madrastra) que quiere la oportunidad de disfrutar su matrimonio.
Estos dramas funcionan en forma diferente en las distintas familias. En el caso de Lisa, la madrastra
expulsó a la niña y le prohibió sentarse en el regazo de su padre. Este fue un error que Machiko
comprendió muy pronto, pero que Lisa nunca olvidó ni perdonó. No obstante, con el tiempo, la
madrastra y la hijastra llegaron a conocerse, a agradarse y eventualmente a quererse y respetarse
mucho.
Otros argumentos no tienen finales felices. La madrastra dice: "Quiero al hombre, no al niño". Si
la madrastra no se toma su tiempo para cultivar una relación separada con el hijo, el antagonismo
persiste. Estas rivalidades empeoran cuando los niños entran en la adolescencia y se sienten más
enojados con el divorcio o mantienen planes secretos para volver a reunir a sus padres biológicos.
No es extraño que la madrastra afirme: "No puedo controlar a este niño. Me odia. Tienes que elegir".
La decisión del padre puede inclinarse hacia cualquiera de los lados. Muchos segundos
matrimonios se separan por los celos entre un padre adoptivo y un hijastro.
El compromiso de un padre con su hijo está muy influenciado por lo que su segunda o tercera
esposa dice y hace. Funciona más a o menos así: el padre ingresa en un segundo matrimonio con el
profundo deseo de hacerlo funcionar. Lo último que quiere es un segundo divorcio, y por lo tanto
está más dispuesto a satisfacer los deseos de la nueva esposa. En la mayoría de los casos que vi,
cuando se produce alguna dificultad, el padre se inclina en favor de su pareja en lugar de su propio
hijo. En este sentido, las madrastras tienen el poder de los cuentos de hadas, y pueden utilizarlo
para bien o para mal. La batalla es la lucha por el hombre. Se puede mantener oculta y realizar con
buenos modales, como en la familia de Lisa, o puede terminar en una tragedia. También es una
batalla por dinero, y puede ser muy amarga, y allí los niños terminan siendo los mayores
perdedores.
El cuento de hadas continúa con la rivalidad entre la madrastra y el fantasma o la presencia real
de la primera esposa (cuya influencia también puede ser benévola o maligna). ¿Quién controla la
situación, la madre verdadera o la madrastra? Al programar situaciones, ¿la conveniencia de quién
es la que se tiene en cuenta? ¿Qué importancia tiene la escuela privada o el campamento de
verano? ¿Pagamos la ortodoncia del niño o nuestras vacaciones en París? ¿El salario de la
madrastra se debe usar para el mantenimiento de los niños de una matrimonio anterior? ¿Se debe
utilizar para satisfacer necesidades especiales, aunque no esenciales, que mejoran la vida de un
niño, como un profesor de piano o excursiones de la escuela para ir a esquiar? ¿Se debe utilizar
para enviar al joven a la universidad? ¿La visita del niño es una invasión que cruza los límites de la
familia de la madrastra o es un placer? Estos interrogantes y elecciones no resultan nada fáciles,
pero las actitudes de ambas mujeres influirán y a veces determinarán el desarrollo de la historia.
Finalmente, el argumento se complica si la madrastra lleva a la casa hijos del matrimonio anterior.
En esta situación se forman triángulos interminables, cuando los hermanastros se convierten en
amigos o rivales, o en amantes como sucede algunas veces con los adolescentes. Todos los niños
observan a los padres para ver a quién tratan mejor o menos favorablemente, qué le dan a cada uno
en Navidad, o quién hereda el medallón de la abuela o los binoculares del abuelo. Aunque en
algunas familias el agregado de hermanastros produce mayores roces, otros niños se benefician
mucho al tener la protección de hermanastros mayores cariñosos. Nuevamente, el cuento de hadas
puede tener un final feliz o trágico, y depende de cómo desempeñen sus roles los personajes.
Lisa fue afortunada porque su madrastra era una mujer decente y amable, que construyó un
257
matrimonio amoroso y duradero con su padre. También fue una suerte que Lisa fuera muy pequeña
en el momento del divorcio. Para el adulto es más fácil jugar con un niño pequeño que a su vez
espera que los adultos asuman roles de autoridad. Los adolescentes en cambio tienen intereses
separados y no les agrada que les digan qué tienen que hacer. Es un error pensar que los niños
pequeños tienen sentimientos pequeños. Los niños pequeños tienen sentimientos poderosos y, a
pesar de sus habilidades limitadas, pueden destruir un segundo matrimonio con tanta efectividad
como un adolescente en pie de guerra. Los niños de todas las edades tienen sentimientos confusos
con respecto a sus padrastros. Como observé al hablar con estos últimos, la madrastra también
tiene que comprender que lleva mucho tiempo cultivar la amistad y el cariño de un niño, tanto como
cultivar la amistad y el cariño de un adulto.

DOS MUNDOS

Al observar a Lisa y a otros que crecieron dentro de la protección de un segundo matrimonio,


debo admitir mi sorpresa al ver que un buen segundo matrimonio de uno o ambos padres no fue tan
determinante como yo esperaba para mejorar el temor del niño de que sus propias relaciones de
adulto fracasaran. (A menudo uno de los padres encuentra un segundo matrimonio duradero y feliz
y no ambos padres). Aunque Lisa quería a su padre y a su madrastra, nunca deseó un matrimonio
así para ella misma. Sabía que eran felices, pero cuando hablaba de ellos su tono siempre era
suave. Nunca realizó observaciones en la forma divertida o crítica en que los adultos de las familias
intactas hablan de sus padres.
Por razones que sólo podemos suponer, los niños criados en familias con segundos matrimonios
tienen una mayor distancia psicológica entre ellos y sus padres en comparación con sus pares
criados en una familia intacta. A Lisa le resultaba más fácil pasar el tiempo con su padre y su
madrastra por separado, que sentirse verdaderamente en casa cuando ellos estaban juntos,
aunque los quería y los admiraba. Nunca los pudo visualizar como una pareja. Quizá la lealtad a la
madre —excluida de este cuadro idílico— sea la clave de estos sentimientos.
Como adolescente, Lisa asumió la responsabilidad y el rol de mantener sus dos mundos
separados. Trató de ajustarse a las reglas de cada hogar y de decir lo menos posible, pero como era
una niña muy observadora le costó guardarse todo para ella misma. No obstante, como me
contaron sus padres, era un modelo de discreción. Cuando cumplió catorce años me explicó:
"Tengo dos vidas diferentes. Todos están más felices de esta manera. Tienen distintas
expectativas. Mamá me deja hacer más lo que quiero. Tiene pocas reglas. Me comprende más.
Papá espera mucho más de mí, en especial en lo que respecta al trabajo escolar. Él y mi madrastra
se preocupan por los modales en la mesa y las cenas formales. Mis padres aún no se llevan bien. Mi
padre y mi madrastra realmente odian a mi madre. Se lo dirían si no fuera por mí. Yo los mantengo
separados. Mi mamá está muy sola. Le agradaría tener relación con mi padre y mi madrastra, pero
no hay nada allí para ella. No quiero que averigüe lo que realmente piensan. Así que siempre,
siempre, me cuido de lo que digo. Y hasta ahora vamos bien".
Este fue el primer indicio que tuve acerca de que la regla de "no pelear" tenía sus limitaciones. En
cuanto a su comportamiento, los padres de Lisa habían tenido el divorcio más civilizado de todas las
parejas de este estudio. Si los padres obtuvieran calificaciones por la forma en que manejan el
divorcio y los años posteriores al mismo, esta gente habría obtenido un diez. No existieron peleas
abiertas durante el matrimonio y casi ninguna después de que terminara. Como hija única, Lisa
continuó viendo a ambos padres de una manera justa y equitativa para todos. A veces, su padre y
su madrastra la cuidaban en casa de su madre, que continuó siendo su residencia principal. Ambos
padres estaban dedicados a su hija. El dinero era adecuado en ambos hogares, e incluía la ayuda
escolar y los viajes de vacaciones. Aunque la madre y la madrastra experimentaron las tensiones
que ya describí, nunca se produjo ningún conflicto abierto. Ninguna de las dos mujeres esperaba
que Lisa se pusiera de su lado, y ambas se cuidaban de no criticar a algún miembro de la familia.
Pero hay cosas que los adultos no les pueden ocultar a los niños. Las tensiones continuas entre
ex parejas y padrastros se trasmiten directamente a los niños mediante innumerables señales no
verbales. Un movimiento de los ojos, un encogerse de hombros, un tono rispido son suficientes para
decirle a cualquier niño la verdad: estos adultos se llevan bien por mi bienestar, pero están
fingiendo. Lisa creció sabiendo que existía este disgusto constante y que su madre sufría. Las
buenas intenciones siempre se pueden socavar mediante la fragilidad de la naturaleza humana y
sus pasiones.
Excepto por su continua preocupación por su madre y algún amigo ocasional de su madre "que la
volvía loca", Lisa disfrutó de la adolescencia. A diferencia de los niños que viven en un estricto
régimen de visitas ordenado por la Corte, Lisa tuvo muchas posibilidades de elegir qué podía hacer
y cuándo. Su padre la llamaba todas las semanas para arreglar qué harían de acuerdo con las
preferencias de la niña, lo cual incluía no verlo si otras actividades le gustaban más. Lisa tenía
muchas amigas en la escuela y se enorgullecía de su habilidad para hacer amigos. Creció
lentamente. En realidad, parecía no querer involucrarse con chicos. A diferencia de muchos de su
generación, no tenía apuro en tener relaciones sexuales. El único muchacho del que se enamoró a
la distancia "no le correspondía". La escuela era divertida para Lisa, tenía buenas calificaciones, y le
iba bien en los deportes y la danza. Evitó las drogas y el alcohol. "No me interesan", comentó.
Le pedí a Lisa, como lo hice con todos los otros jóvenes, que me dijera, desde su experiencia, qué
consejo les daría a los padres y los niños de otras familias divorciadas. Lisa pensó durante varios
minutos. Luego me respondió con una vehemencia que me sorprendió:
—Los niños no deberían odiar a sus padres por el divorcio. Tendrían que darles una oportunidad.
259
—Se detuvo durante un momento como si hubiera revelado un secreto. Luego agregó más
gentilmente: —En cuanto a los padres, no deberían enojarse con sus hijos. Deberían tratar de
comprender que para los niños es tan difícil como para ellos.
Me sorprendió el uso de la palabra "odiar" y el tema recurrente del enojo. Era obvio que esta dulce
y tímida quinceañera había luchado contra un intenso resentimiento hacia sus' padres. Su consejo a
los padres también implicaba que su propio sufrimiento no había sido apreciado. En lugar de eso, lo
había ocultado por temor a la desaprobación de sus padres.
Recuerdo el final de este entrevista, cuando Lisa manifestó alegremente sus planes para el
futuro.
—El matrimonio es algo bueno si uno ama a alguien, pero si uno quiere el divorcio también
debería tenerlo. Me agrada pensar en que no me sucederá, pero uno nunca sabe. —El último
comentario de Lisa fue muy esperanzado: —Quiero ir a la universidad, conseguir un trabajo,
casarme y tener hijos. También quiero hacer algo en matemática, quizás ingeniería en computación
o ciencias. —Me emocionó escucharla tan entusiasmada y segura de sí misma.
Cuando me reuní con la madre, el padre y la madrastra de Lisa los felicité a todos. Al parecer Lisa
iba creciendo feliz. Mis apuntes estaban llenos de palabras de aliento. Esta jovencita, que había
experimentado el divorcio en las mejores circunstancias, mostraba el cariño y el apoyo financiero
que recibió. Lisa era una de las pocas jóvenes de este estudio que mantuvo una buena relación con
ambos padres y su madrastra. Su madre y su padre no le hicieron demandas irracionales con
respecto al tiempo o la contención emocional. Se sintió amada y respetada por ambos. Al mismo
tiempo, pudo lograr un equilibrio que le permitió continuar con sus intereses y con sus amigos. Le
fue bien en la escuela y en las actividades extracurriculares. Era una de las pocas que estaba
disfrutando de su adolescencia.
Sé que comparada con sus pares, Lisa era una quinceañera que parecía estar demorada en su
desarrollo, en especial en sus relaciones con los muchachos. No sabía cómo se comportaría
cuando su agenda de adolescente estuviera completa. ¿Sería independiente o un poco rebelde?
Me intranquilizaba un poco el desmedido vínculo de unión con su madre, y me preguntaba si dejar el
hogar se convertiría en un problema para ella. Y me preocupaba pensar si asumiría la
responsabilidad del delicado equilibrio entre sus padres. Pero en todo momento mostró reservas de
fuerzas y buen juicio, lo cual me dejó muy optimista.

LOS SENTIMIENTOS SON DOLOROSOS

Lisa y yo nos volvimos a reunir cuando ella tenía veinte años: era una joven bella, tímida y
atractiva, que estaba terminando el segundo año de una pequeña facultad de Oregon. Tenía el
cabello largo recogido en una cola de caballo sujeta con un palito chino, jeans gastados, suéter
largo con cuello bote. A Lisa aún le gustaba estudiar, tenía buenas calificaciones y tenía un gran
círculo de amigas. Pero ahora tenía nuevos cuestionamientos sobre ella misma. Su mayor problema
era que se sentía "aturdida" cuando mantenía relaciones sexuales.
—¿Tuviste muchos novios? -le pregunté.
—No tantos —me respondió—. Tenemos dormitorios compartidos, así que muchos chicos
terminan acostándose con sus compañeras. No soy tan atrevida como algunas de mis amigas, pero
es difícil mantenerse virgen por aquí. Así que el sexo es fácil, pero acostarme con alguien que me
importa me cuesta más. Es mucho más fácil estar con alguien con quien no estoy involucrada. Si me
importa, cuando todo termina me queda una sensación de tristeza. Cuando el sexo es sólo un juego
y no tiene nada que ver con el amor, no tengo problemas y me siento bien. A veces siento como si
me hubieran llevado a una isla desierta. —Pensó durante un momento y continuó expresando sus
sentimientos. —El amor combinado con el sexo es una idea extraña para mí. —Volvió a hacer una
pausa. —A veces me siento "aturdida". —Cuéntame sobre ese "aturdimiento".
—Lo que debes saber sobre mí es que soy capaz de cortar mis sentimientos en forma
instantánea cuando éstos me lastiman. Mis sentimientos están allí, pero es difícil llegar a ellos. Si
ahora me dijeras que mi novio murió, no tendría sentimientos hasta mañana.
—¿Esto te protege?
—Algo que uno aprende muy rápido siendo un hijo del divorcio es que los sentimientos son
dolorosos. Es mucho más fácil si puedes aprender a manejarlos. No es simple, pero de otro modo
uno se preocupa mucho por su familia. Sólo porque mis padres no peleaban no quiere decir que no
supiera la verdad sobre los sentimientos del uno por el otro. Mi padre y mi madrastra odiaban a mi
madre y querían que desapareciera. Mi mamá estaba celosa de mi madrastra, y sentía que la
felicidad de ellos estaba construida sobre las ruinas de su vida. Estos sentimientos me
acompañaron durante toda mi vida. Todos fingíamos que no estaban allí, pero sabíamos que no era
así. El divorcio era como un esqueleto que simulábamos no ver.
Lisa, que tenía cuatro años, y ninguna protección para la tormenta, aprendió a no mostrar sus
sentimientos y a esperar menos de sus padres. Se convirtió en la niñita seria, cortés y alerta que
describieron sus maestros. Su espontaneidad se apagó como una llama extinguida. Y surgieron las
pesadillas. Los sentimientos que Lisa no podía expresar durante el día aparecían en forma de terror
por las noches, como malos sueños que duraban años.
Volví a pensar en la forma en que el divorcio modela al niño según lo que suceda en la familia
divorciada. Paula y Larry estaban enojados. Karen cuidó a todos menos a ella misma. Billy se volvió
pasivo. Lisa, sin embargo, se siente aturdida. Me acomodé en el asiento y pensé en la Lisa que
conocí hace muchos años, la niña encantadora con moños en el cabello, que se sintió aterrorizada
al ver que su hogar se derrumbaba. Trató con todas sus fuerzas de ocultar su enojo. A los dieciséis
261
estaba enclaustrada con las tareas escolares y rodeada de actividades saludables y de amigas. Su
principal problema era mantener el delicado equilibro entre sus dos hogares. Y ahora veía a una
joven que enfrentaba serios problemas para lograr intimidad y mantener relaciones sexuales
satisfactorias.
Entonces comprendí una de las dinámicas ocultas de la familia de Lisa. Al tratar de suprimir su
enojo en el momento de la separación, los padres de Lisa cometieron el error de transmitirle a su
hija que ella tampoco debía expresar sus sentimientos. Es muy fácil confundir la agenda de los
padres con la del niño. Los padres deben tratar de controlar su disgusto, pero no es aconsejable ni
beneficioso impedir que el niño exprese el suyo. Los niños naturalmente se reprimen en el momento
de la separación, y no expresan todo su enojo y temor por lo que está sucediendo. No quieren
cargar a sus padres que ya tienen muchos problemas, y empujarlos más hacia el precipicio. Pero los
padres deben consolar a los niños, no silenciarlos. Si los padres deciden divorciarse, tienen que
tener la valentía de aceptar el enojo y la tristeza de sus hijos, y no negarlo o encubrirlo.
¿Cómo puede ser tan invisible el sufrimiento de un hijo en una familia, donde ambos padres están
tratando de aliviar la situación del niño? Sabemos que la ex pareja está preocupada con la inmensa
tarea de reorganizar sus vidas y sus relaciones. Pero al mismo tiempo, ambos padres esperan que
sus hijos acepten los inmensos cambios en sus vidas sin protestar y sin serias angustias. A decir
verdad (y es una verdad que la gente no quiere escuchar), los padres quieren que sus hijos se
conformen y no les ocasionen problemas. Muchos no están seguros de si han tomado la decisión
correcta, y no quieren que sus hijos los hagan sentir peor aún.
El problema de la falta de sentimientos entre los hijos del divorcio es serio y está más difundido de
lo que creía. Un científico de treinta y dos años lo expresó claramente en una carta: "Tardé quince
años en reconocer que sentí algo durante el divorcio de mis padres. En realidad, tardé una buena
parte de mi vida en permitirme sentir algo, en especial disgusto, dolor, temor y placer sexual". Un
arquitecto de casi cuarenta años comentó: "No invertí tiempo en relaciones. Me mantuve apartado
de los compromisos emocionales. Cuando la gente me conocía me consideraba abierto. Sólo la
gente que me conoce sabe esto acerca de mí. Aún soy el niño de escuela que era cuando ellos se
separaron. No me muestro tal como soy y me siento demasiado vulnerable como para sentir.
Aprendí que es mejor no sentir. Los sentimientos pueden lastimar. Es mejor no tenerlos".
La anestesia emocional que mencionan los hijos del divorcio que se criaron en familias que no
peleaban señala una conclusión problemática: la regla de "no pelear" no protege a los niños de
sentirse ansiosos y preocupados cuando crecen y van en busca del amor y la intimidad. En este
sentido, no se diferencian de los niños criados en familias problemáticas. Por lo tanto, nos
equivocamos al decirles a los padres que si no pelean protegerán a sus hijos contra los efectos del
divorcio que surgen en la adultez. La red de seguridad que una buena paternidad compartida
después del divorcio brinda a los niños es irrelevante en la adultez. La sensación de que no se
puede alcanzar una relación amorosa, confiable y duradera es un residuo del divorcio que no está
relacionado con el conflicto de la separación. El impacto del divorcio de los padres repercute y
aumenta en la adultez aunque los padres se hayan comportado en una forma civilizada.

CAPÍTULO VEINTIUNO
Los hijos del divorcio

En nuestro encuentro de seguimiento a los veinticinco años, Lisa se veía sorprendente: con gafas
con marco oscuro, el cabello castaño rizado cortado muy corto y un traje elegante, parecía una
joven empresaria muy equilibrada. Después de los primeros años de universidad hizo un máster en
la Universidad de Georgetown y ahora trabajaba en la gerencia intermedia de una empresa muy
importante, de Columbus, Ohio. A los treinta y un años, Lisa tenía su propia casa, un automóvil
nuevo y ascendía lentamente en la escala social. La empresa la había enviado al oeste en un viaje
de negocios, y reservó un tiempo para nuestra entrevista. Me habló sin rodeos, al igual que su
madre, que era abogada. Recién comenzábamos a conversar y Lisa se puso muy seria.
—Debo admitir que mi mayor preocupación en este momento es mi madre.
—¿Por qué? ¿Tiene problemas de salud?
—Oh, no, nada de eso —respondió Lisa—. Sé que esto parece extraño, pero quisiera que se
casara. Se va a jubilar dentro de cinco años, ¿y después qué va a hacer? Está triste y muy sola.
Creo que soy la única persona que se da cuenta, ya que es muy atractiva y muy capaz; y nadie
piensa en estas cosas. Para cuidarla tendría que vivir en Los Ángeles, pero quiero vivir en
Columbus, donde tengo un muy buen trabajo —el tono de Lisa pasó de la tristeza a la angustia-—·.
Tengo que protegerla. No tiene a nadie más en el mundo para que se ocupe de ella. Desde que
tenía cuatro años y mi padre pidió el divorcio sentí que mi trabajo era hacerla feliz.

Trampas de madres e hijas

Madres e hijas pueden quedar atrapadas en las relaciones que tenían en el momento de la
separación. Esto lo vemos más a menudo cuando la madre no puede absorber el golpe del divorcio
y rehacer su vida en una dirección diferente. Las hijas que se identifican por completo con el dolor
de las madres no pueden despegar emocionalmente para establecer una vida separada, aunque
vivan a miles de kilómetros.
Los problemas comienzan cuando la niña adolescente, que durante años puede haber sido el

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apoyo fiel de la madre, comienza a alejarse de su órbita. Necesita empezar a desplegar sus propias
alas, a sentirse orgullosa de su femineidad, a ser fuerte e independiente. Para todos los niños, los
años de la adolescencia implican separación y alejamiento. El dilema de la hija se agudiza cuando
se aproxima a la adultez. Su problema es éste: ¿Cómo puedo dejar a mi madre, que sólo me tiene a
mí? ¿Quién la va a cuidar? ¿Quién la va a consolar? El Antiguo Testamento cuenta la historia de
Ruth, una joven que pierde a su esposo y dedica su vida a su suegra. La madre, Naomi, estaba
desconsolada. Ruth resume la relación de ambas mujeres cuando dice: "Adonde vayas, yo iré...".
Esta antigua historia se puede aplicar fácilmente al amor y la compasión que las hijas del divorcio
sienten por sus madres que sufren y están solas. Están atadas por los hilos dorados del amor y la
compasión. La negociación de la separación es una tarea heroica para la hija cuando la madre está
sola. Lisa solloza cuando piensa en la promesa matrimonial de su madre y se pregunta qué va a
hacer. Otra joven me comentó que cuando cierra los ojos ve la figura de su madre "por lo triste y
reprimida que es, y llora y llora, y siente que no va a poder dejar de llorar". Otra me dijo: "No sé
dónde termina ella y dónde comienzo yo. Ahora me siento más separada, pero siento lástima por
ella y me preocupa". Otra me comentó: "Mi madre es una persona encadenada. Tiene las
herramientas adecuadas, pero no puede realizar el cambio desde el divorcio. Va por la vida
encadenada". La mayoría dice que no quiere ser como sus madres porque eso sería cortejar el
desastre. Consideran a sus madres como mujeres que no fueron capaces de mantener el amor de
sus padres o ganar el amor de otro hombre. Y están aterradas de crecer y ser como ellas. La madre
evoca una extraordinaria mezcla de amor, compasión y rechazo.
Además, la niña se siente profundamente preocupada por triunfar allí donde su madre fracasó.
Camine por donde camine, el hielo es muy delgado. Si sigue los pasos de su madre teme terminar
sola y desdichada. Si deja a su madre para seguir su carrera, repite el rechazo del padre y deja a su
madre sola y afligida. Si se queda junto a su madre, desiste de una vida independiente, una carrera
y del hombre que quiere. Si es feliz en una relación con el hombre que desea, comete la última
traición: toma lo que su madre no tuvo ni tendrá. En una u otra forma es el drama principal de
muchas hijas devotas y sensibles que crecen junto a una madre desdichada y solitaria que fue
abandonada por su esposo, o que quiso el divorcio, pero no pudo llenar el vacío que quedó. Por
ejemplo, Denise vivó desde los veinte hasta los treinta años con un hombre que la criticaba y
humillaba. "Le creía cuando me decía que yo era una mala persona". Cuando la vi a los treinta años
lo había dejado y estaba saliendo con un hombre bueno y atractivo. "Estuve a los tumbos, pero
finalmente encontré mi camino. Me preocupaba lo que le sucedió a mi madre cuando yo tenía diez
años. Creo que ahora me liberé de ella. Mi mente y la de ella ya no están entrampadas. Ahora me
siento separada, aunque aún me siento culpable". Denise se casó con su novio después de tres
años, cuando tenía treinta y siete. Nadie de su familia, incluyendo a su madre, fue invitado a la
ceremonia, que se llevó a cabo en el Zion National Park, de Utah. Pero otras como ella
permanecieron solteras.
FANTASMAS DEL PASADO

Le pregunté a Lisa si aún se sentía como anestesiada cuando mantenía relaciones sexuales.
—Eso cambió —me confesó—. Pero desde la última vez que nos vimos me enredé con algunos
verdaderos perdedores.
—¿A qué te refieres con perdedores? —Se parecía a Karen, quien vivía con un hombre al que no
amaba simplemente porque sabía que no la abandonaría.
—Hubo varios hombres en mi vida en los últimos diez años. Mi relación más duradera fue con
Jim. Nos conocimos en el último año de la universidad y vivimos juntos durante cinco años. Traté de
separarme de él, pero cada vez que lo hacía regresaba al día siguiente.
—¿Qué era lo que no funcionaba?
—Él era un muchacho al que le gustaban las fiestas, a mí no. Bebía mucho. Yo casi no bebo.
Practicaba deportes que a mí no me interesan. Éramos realmente opuestos. Me costaba pedirle lo
que yo quería, como que me demostrara su cariño, me diera un obsequio para Navidad o fuera
amable, pero él no hacía ninguna de esas cosas. Era un muchacho bastante egocéntrico.
"Qué relación tan extraña. ¿Qué la atrajo de él?", pensé.
—No podía alejarme —continuó Lisa—. Cada vez que trataba de irme, de decirle que se había
terminado, me acobardaba. Quería romper, pero no podía.
—¿Por qué no? —le pregunté tan gentilmente como pude.
La respuesta fue casi un murmullo.
—Cada vez que me decidía a irme, me aterrorizaba. Pensaba en mi padre dejando a mi madre. Y
me decía a mí misma: "No le puedo hacer esto a otro ser humano".
—¿Qué tiene que ver la experiencia de tu madre y tu padre contigo y con Jim?
—¡Todo! *
Tardé un momento en entender lo que me estaba diciendo. En apariencia, la unión de Lisa con un
hombre que no satisfacía sus necesidades se parecía a la primera relación de Karen. Pero luego
comprendí que la razón que la había llevado a la trampa era diferente. Karen no podía irse porque
había instalado su rol de protectora en su vida amorosa. Tenía que quedarse con su novio para
cuidar de él. Pero al novio de Lisa no había que cuidarlo. Lisa no podía irse porque no quería hacerle
lo que le habían hecho a su madre. No podía tolerar tener que repetir el dolor que siempre consideró
como la raíz de la angustia de su madre. Lisa me confesó que se sentía una mala persona al tener
que decirle a un hombre que la relación había terminado. Era una experiencia muy similar a la de su
madre con su padre, y la identificación de Lisa con su madre bloqueaba su capacidad de rechazar a
265
un amante inadecuado. Como resultado, permaneció con él durante cinco importantes e infelices
años de su vida.
Pero fue más profundo aún, el padre de Lisa también se interpuso en su camino.
—¿A qué te refieres con que no podías hacerle a tu madre lo que le hizo tu padre? —Me
preguntaba si Lisa sabía algo sobre el divorcio de sus padres que yo ignoraba.
—Yo quiero a mi papá —respondió Lisa—, pero no hablamos abiertamente. Ambos evitamos el
conflicto. Nos comunicamos mucho a través de nuestro interés compartido por la música, en
especial la música de cámara. Él toca en un cuarteto con sus amigos y me envía las críticas del San
Francisco Chronícle. Nos enviamos e-mails cada dos o tres días, la mayor parte sobre música. Es
un vínculo entre nosotros. Sé que me quiere mucho y está orgulloso de mí. Quiere protegerme. Y yo
lo quiero proteger a él. Así que nos cuidamos uno al otro, pero realmente no hablamos nunca.
—¿De qué tienes que protegerlo?
Su respuesta me sorprendió.
■—No quiero que se sienta culpable por haber abandonado su primer matrimonio.
—¿Y esto te pone a la defensiva cuando tratas con él? —Sí. Siempre.
—¿Qué te gustaría decirle si pudieras ser completamente honesta con él?
Esta pregunta desató un torrente en Lisa. Las lágrimas rodaban por sus mejillas cuando me
respondió:
—Siempre existió un oscuro secreto en nuestra lamilia. Aunque todos tratan de evitarlo, cada vez
es mayor. ¿Mi papá tenía una aventura amorosa cuando aún estaba casado con mi madre?
¿Sucedió algo que yo debería saber? Sé que mis padres se conocieron en la universidad y se
enamoraron. Ambos son honestos y muy trabajadores. Entonces, ¿poiqué un buen hombre como
mi padre rompió los votos matrimoniales y abandonó a su esposa? Supongo que es una tontería,
pero prefiero
pensar en mi padre como una buena persona. Pero, ¿lo es? Lisa se
secó las lágrimas. —No es suficiente que me quiera. Necesito respetarlo. Mi relación con él no
está separada de la relación con mi madre sólo porque se divorciaron cuando yo tenía cuatro años.
¿Por qué no dice que hace mucho tiempo lastimó mucho a mi madre y que lo lamenta? Sé que mi
madre se sintió herida aunque no lo diga. Sé que lo amaba y es probable que aún lo ame. ¿Por qué
se fue? —Lisa estaba sollozando.
En algún momento de su crecimiento, probablemente en la adolescencia, Lisa sintió que su padre
había violentado un código moral fundamental al dejar a su esposa y su hija para casarse con otra
mujer. Como quería mucho a su padre, nunca discutió sus conclusiones con él. Sin duda habría
sufrido mucho si su querida hija lo hubiera acusado de infidelidad. Por supuesto, Lisa, una niña
sensible y cariñosa, comprendía esto. Como resultado, se convirtió en un temido secreto, un
fantasma que se interponía entre ellos, y que Lisa se cuidaba de no mencionar. Al igual que muchas
jóvenes de familias divorciadas, Lisa está preocupada por la moralidad de la conducta de sus
padres. Me sorprendí la primera vez que un adolescente entró en mi oficina y me exigió que le dijera
si su madre era una buena persona. Pero luego aprendí que ésta es una preocupación común entre
los hijos del divorcio. Los hermanos pasan años especulando sobre la probabilidad de ser producto
de aventuras durante o después del matrimonio. De adultos, los hijos del divorcio se ven
influenciados por sus juicios morales acerca de quién fue agraviado por la separación matrimonial.
El divorcio sin culpables es una figura legal. No tiene la intención de deslindar responsabilidades
morales. Los hijos no suscriben la idea de que no hay que culpar a nadie por el divorcio, aunque se
protegen demasiado y a sus padres como para admitirlo. Cuando son pequeños se culpan a sí
mismos y, cuando se atreven, culpan a uno o a ambos padres. Pero cuando son adolescentes, la
búsqueda de valores morales, la sospecha de infidelidad, u otros maltratos, pueden ser un serio
obstáculo en el desarrollo de una relación honesta o íntima con el padre del que piensan que se
comportó de manera inmoral. Miles de padres e hijos que no discuten su pasado se mantienen
emocionalmente distantes durante generaciones.
Estos temas morales también se mantienen vivos por lo que le sucede a cada padre durante los
años posteriores al divorcio. La discrepancia entre la soledad de la madre y la felicidad del padre le
partía el corazón a Lisa. Y así, a pesar de que en esta familia no hubo peleas manifiestas, Lisa se
colocó durante años en el medio. Irónicamente, esto es lo que ambos padres trataban de evitar al
"no pelear". Los caminos del corazón de un niño son impredecibles y no se pueden orquestar desde
afuera. Los niños realizan juicios morales sobre sus padres. Quieren y necesitan padres virtuosos.
Están dispuestos a perdonar si se les pide, pero si esto no sucede, sienten que el silencio es
ensordecedor.
Lisa me contó que después de haber dejado a Jim tuvo muchos novios, pero ninguna relación
que durara más de un año o dos.
—Mira mi vida —me pidió acaloradamente—. Tengo una estupenda carrera y mucho dinero.
Siempre tuve buenas amigas. Me llevo bien con mis padres. Pero por alguna razón que no
comprendo mis relaciones con los hombres no son buenas. Estoy muy decepcionada. No tengo
nada en contra del matrimonio, pero no es para mí.
Aunque el mensaje de Lisa era perturbador, su franqueza era conmovedora. Me sentí sobre
terreno seguro como para preguntarle:
—¿Crees que no disfrutarías del matrimonio?
—No, no es eso —los jóvenes siempre me corrigen cuando no interpreto de inmediato sus
palabras—. Me gustaría casarme, pero creo que eso nunca va a suceder. —Negó vigorosamente
con la cabeza. —Cuando terminé mis estudios y mis amigas comenzaron a casarse, pensé: "Oh,
Dios mío, nunca voy a tener algo así". Durante algunos años sentí envidia. Y ahora ya no me
importa.
267
—¿Estás saliendo con alguien?
—Podríamos decir que sí. Hace algunos meses que John se mudó a mi casa. Hace seis meses
que salimos y decidimos que ya no queríamos seguir durmiendo en casas separadas. Es un buen
hombre, Judy Me gusta mucho. El mes que viene cumplirá cuarenta y dos años. Decidimos vivir
juntos, pero no nos vamos a casar. Él ya pasó por dos divorcios, y tuvo suficiente. No planeamos
tener hijos, a menos que consideres a nuestros perros como hijos sustitutos. —Se rió ante ese
comentario. —Y para adelantarme a tu próxima pregunta sí, decidí quedarme soltera por el resto de
mi vida. John me trata bien, pero para ser completamente honesta contigo, no estoy enamorada de
él. Con él no me siento sola. —Lisa desvió la mirada al sentirse incómoda por su confesión. —A
veces pienso que sería maravilloso amar a una persona ciento por ciento, con toda mi alma y todo
mi corazón. Pero eso nunca me va a suceder. Vivir con John es mucho más fácil y placentero que
otras alternativas que conozco. Amar a un hombre y saber que voy a llorar se convirtió en mi mantra.
El Día de San Valentín me regaló un anillo de diamantes en un momento de debilidad, pero tuve el
buen criterio de devolvérselo. "Gracias, pero no; gracias" , le dije. "Lo mejor para ambos es no
avanzar por ese camino. Pero es un buen ritual, te puedes declarar una vez por año. Es una
proposición sin riesgos."
—¿Qué quiere decir eso? —Estaba impresionada con su comentario.
—Simple. Si no te casas, no te sientes traicionado. No te divorcias.
Estás seguro de una gran cantidad de cosas. Ésa es la realidad. Tengo más de treinta años y
nunca me enamoré de alguien cuando sentí que era la persona correcta y que iba a pasar el resto
de mi vida con él. La gente dice que uno se da cuenta cuando está enamorado. Yo nunca lo supe y
creo que nunca lo sabré. Siempre supe que no tendría una relación romántica que funcionara. Estoy
segura de que no soy la primera que te dice esto.

UNA GENERACIÓN QUE PERMANECE SOLTERA

Lisa tenía razón. Tenía mucha compañía. El cuarenta por ciento de los hombres y mujeres de
este estudio sobre el divorcio nunca se casó, una cifra que excede el promedio nacional de adultos
de esa edad criados en familias intactas1. Este grupo de solteros es una mezcla, que incluye gente
como Lisa, que está conviviendo, aquellos que tienen amantes en serie y aquellos que llevan vidas
solitarias. El aumento de adultos solteros en todo el país es una tendencia que no muestra señales
de disminución y probablemente es la consecuencia de nuestra cultura del divorcio2. Los hijos del
divorcio conocen el argumento cuando se trata de casamiento. También los adultos de matrimonios
intactos. ¿Por qué correr ese riesgo?
Una mujer joven comentó en forma despectiva: "Gastas una fortuna en la boda y cuando estás en
bancarrota te divorcias". Pero la mayoría de los que eligen no casarse dicen que se sienten
atemorizados por lo que saben de su propia historia y por la cantidad de matrimonios separados que
conocieron. Ellos, al igual que Lisa, anhelan un compromiso amoroso, pero se sintieron
desilusionados o heridos en las relaciones. Aunque nos les agrada vivir solos o en un concubinato
que no lleva a ninguna parte, afirman que con renuencia aunque con firmeza cambian sus
expectativas.
Unas pocas mujeres que permanecieron solteras afirmaron que esperaban casarse y tener hijos
algún día. Varias vivían con hombres y tenían estos planes en mente. Pero la mayoría se había
decidido en contra del matrimonio y la maternidad. Adujeron muchas razones, pero la mayoría se
reducía a la desconfianza en los hombres. Se sentían más seguras sin un matrimonio legal que las
atara. Algunas comentaron las ventajas de la libertad de por vida. Manifestaron que la convivencia
era más segura que el matrimonio porque el escape era más fácil si tenían que irse o el hombre las
abandonaba.
Pensé que todo lo que había dicho Lisa era lógico, pero no era muy convincente.
No podía dejar de pensar en lo triste que me sentiría si Lisa fuera mi hija y hubiera decidido
renunciar a cualquier hombre que pudiera amar. Después de cincuenta y tres años de matrimonio
feliz, sé cuánto se estaría perdiendo, l'or supuesto que los hombres y las mujeres pueden tener
vidas interesantes y felices sin casarse, pero la decisión de Lisa no provenía de un desinterés en
mantener una relación íntima sino en el temor de que la confianza y el amor estuvieran fuera de su
alcance.
Comparados con Lisa, los jóvenes que se criaron dentro de la protección de los matrimonios
intactos tienen expectativas muy diferentes sobre el futuro. Bettina, la mejor amiga de Lisa, creció a
una cuadra de distancia, en un hogar con padres que se encontraban entre los más felices de
nuestro estudio. Ésa era gente que se sentía feliz con sus vidas y no vacilaban en demostrar afecto
mutuo y cariño por sus dos hijos. No se entrometían para que los amigos de sus hijos se sintieran
cómodos. A Lisa le encantaba estar con esta familia, y la acompañó a varias excursiones de
campamento en Las Sierras. Las dos niñas fueron inseparables desde el primer grado hasta la
terminación de la escuela secundaria. Lisa fue dama de honor en la boda de Bettina. En realidad,
Lisa nos dio el nombre de Bettina para que la incluyéramos en nuestro grupo de comparación.
Lo que más recuerdo de mi entrevista con Bettina fue su afirmación: "Siempre pensé en mí como
una buena persona, y nunca dudé de que encontraría un buen hombre a quien amar y que amara".
Cuando habló de su casa se refirió a ella como "sólida como una roca".
El hecho de ser criados por padres que están felizmente casados no vacuna a los niños contra el
divorcio u otros problemas serios. La vida no es tan simple. En un libro anterior, The Good Marriage
(El buen matrimonio), entrevisté a varios jóvenes que fueron criados por padres que eran muy
felices en matrimonios románticos. Estos padres eran tan devotos uno del otro que sus hijos, al ver
269
el romanticismo, se sentía excluidos de la órbita de sus padres. Cuando estos jóvenes crecieron,
rechazaron a sus padres como modelos y optaron por una conducta más reservada con sus
parejas.
En otras familias muy unidas, los hijos se crían tan pegados a sus padres que la separación en la
adolescencia o primera juventud es todo un tema. Me sentí aliviada cuando Bettina me contó que
había decidido concurrir a Cornell en lugar de ir a la Universidad de Stanford, a la que había
concurrido su padre. Cuando llegaron los formularios de aceptación, ella exclamó: "¡Cornell, allá
voy!". Su padre le replicó con una velada irritación: "Nadie desprecia Stanford".
—Entonces aquí va la primera —respondió Bettina con acidez.
Bettina se casó con un graduado de Cornell y se estableció en las afueras de Nueva York, lejos
de sus padres. Aún los visita un par de veces al año, y ahora que su padre se jubiló, y viajan más,
ellos pasan a visitarla cuando están cerca del este.
—Ellos son buenos modelos para mí y para mi esposo. Realmente saben cómo enfrentar cada
etapa de la vida. Espero que nosotros podamos hacerlo tan bien.
Recuerdo que después de haber hablado con Bettina me sentí conmovida por el hecho de que
ambas jóvenes habían comenzado casi desde el mismo lugar; tenían padres descollantes,
pertenecían a una clase media sólida, y tenían recuerdos felices de cuando eran muy pequeñas.
Pero después de que los padres de Lisa se divorciaron, sus caminos se separaron en una forma que
nadie hubiera imaginado.
—Tengo muchas cosas en común con mis amigos de familias divorciadas —comentó Lisa—. Nos
definimos como hijos del divorcio.
Ya había escuchado esto antes y le pedí a Lisa que me explicara a qué se refería.
—Es una especie de identidad permanente, como ser adoptado o algo así. Se podría decir que el
divorcio de nuestros padres fue el acontecimiento formativo de nuestras vidas. Esto explica por qué
me siento como me siento. El divorcio es una parte permanente de mí, y en algunas cosas nunca
me voy a poder librar de él. Pero son buenas y malas noticias. La parte mala es que, en lo que se
refiere a los hombres, parece que siempre estoy comenzando de nuevo. Ahora mismo me pregunto
qué estoy haciendo al vivir con un hombre doce años mayor que yo, que tiene dos divorcios. Es
bueno, pero nunca me voy a enamorar de él. Y él no me ama. Eso me preocupa. Considerémoslo de
este modo: crecí sin preparación para las relaciones adultas, en especial, para comportarme como
una mujer con un hombre. Nadie me enseñó qué debía esperar ni qué debía pedir. Mi madre nunca
me enseñó sobre los hombres. Ella misma no sabía mucho. Ni siquiera me enseñó a sermonearlos.
Y mi padre no pudo mantener los votos del matrimonio. Así que a mí me costó aprender de su
matrimonio, aunque fue un gran padre y un excelente segundo esposo. No tengo idea de cómo
estar con un hombre. No tengo idea de qué esperar. Cuando mis novios no fueron cariñosos o
amables y me sentí desilusionada, me culpé por ser codiciosa y egoísta. Me dije a mí misma que
estaba equivocada por querer más de lo que me daban, que se suponía que debía estar contenta.
Kent me dijo que estaba tratando de controlarlo, cuando le pedí que me llamara por teléfono si iba a
llegar tarde a casa. Fui tan tonta que le creí. Era demasiado inocente.
"Pero veamos la parte buena. Me convertí en fuerte e independiente. Puedo manejar bien los
cambios. Cuando las cosas se descontrolan, yo permanezco tranquila. Soy muy diplomática.
Realmente tenía que serlo con mis padres. Soy una buena mediadora en los negocios y puedo
trabajar con gente difícil. Soy una gran negociadora. Tengo la experiencia de toda una vida
manteniendo la paz en mi familia. También aprendí a temprana edad a pensar por mí misma y a
confiar en mí misma. Esto quizá te sorprenda porque sé que comparada con muchos otros tuve una
vida protegida. Pero me considero una sobreviviente.
Todo lo que Lisa dijo era verdad sobre su propia vida y su generación. Otros hablaron con orgullo
y triunfalismo de sus logros y la fuerza que habían adquirido al hacer las cosas por sí mismos.
"Como mis padres eran tan diferentes aprendí a navegar por el mundo a mi manera —comentó
Jerry un corredor de bolsa de treinta y un años—. Aprendí a usar mi cabeza y mi corazón. No me
preocupa lo que vendrá". Como aprenden a una corta edad que los valores de sus padres pueden
diferir mucho, los hijos del divorcio aprenden a pensar por ellos mismos. Su pensamiento
independiente también comprende aprender a no tomar partido en cualquier discusión de sus
padres. Las críticas y los reproches persisten durante años entre sus padres divorciados, pero ni los
niños ni los adolescentes ni los adultos de este estudio intervinieron en las acusaciones. Todo lo
contrario. Formaron sus propias opiniones sobre la base de sus percepciones. Esto también fue una
fuente de su orgullo. Debido a las continuas acusaciones de infidelidad y egoísmo en sus familias,
comprendieron que tenían que desarrollar su propia moralidad. Cualesquiera que hayan sido las
historias de sus familias, valoraban la honestidad, la igualdad, la fidelidad y la amabilidad en las
relaciones. Si no podían encontrar sus propias normas (y muchos no lo hicieron), no tenían valores
muy distintos de los de sus pares de familias intactas. Sólo sabían mucho menos de vivir en
conformidad con ellas.
Esta generación no se dedicó a la autocompasión. Como habían aprendido a confiar en sus
propios juicios, eran pragmáticos, y mostraban entereza y valor ante las idas y venidas de la vida. La
mayoría se aferró a la capacidad de esperar y con eso a su capacidad para cambiar. Como comentó
Evan: "El divorcio fue duro, pero pudimos avanzar y sacar provecho de él. En mi familia hay una
gran mezcla, con los tres matrimonios de mi padre y los dos de mi madre, y todos sus hijos. Mi
generación fue la encargada de sacar las conclusiones después del divorcio de nuestros padres".
Le pregunté a Lisa acerca de la firmeza de su decisión de no casarse. ¿Estaba realmente segura
a los treinta y un años de que nunca se enamoraría ni encontraría a un hombre que la quisiera?
—Mira, no sé mucho acerca del amor entre un hombre y una mujer, pero sé mucho sobre el amor
y la fidelidad. Tuve la bendición de tener dos padres y una madrastra que hicieron lo mejor por mí.
271
La verdad es que sé mucho sobre el amor, y sí, quisiera eso más que nada en el mundo. A pesar de
todo lo que digo, eso es lo que preferiría. —Sonrió con picardía mientras se iba. —Si mi suerte
cambia, serás la primera en saberlo.

CAPÍTULO VEINTIDOS
Conclusiones

"Lo que les hagan a los niños, eso harán ellos a la sociedad".
Karl A. Menninger

Cuando ya estaba por terminar este libro, un importante juez de familia, de un estado importante
que no voy a mencionar, me invitó a ir a verlo. Estaba ansiosa por visitarlo ya que quería discutir
algunas ideas que tenía para educar a los padres con el auspicio de la Corte, y que iban más allá del
simple consejo de "no pelear". Después de hablar durante una hora o más, el juez se inclinó hacia
atrás en su silla, y me dijo que le gustaría escuchar mi opinión sobre algo importante. Él había
concurrido a varias charlas científicas en las que los investigadores afirmaban que los niños están
moldeados por los genes más que por el ambiente familiar. Los estudios de mellizos idénticos
criados en forma separada muestran que, en la adultez, les gustan las mismas comidas y los
mismos estilos de ropa, pertenecen a los mismos partidos políticos e incluso les ponen los mismos
nombres a sus perros. El juez estaba perplejo.
—¿Cree que el divorcio podría estar en los genes? —me preguntó con toda seriedad—. Y si es
así, ¿importa Jo que decida la Corte cuando los padres se divorcian?
Estaba desconcertada. Una figura clave en la vida de miles de niños me preguntaba si lo que él y
sus colegas decían y hacían en el juzgado importaba o no, Parecía aliviado por el concepto de que
quizá sus acciones fueran insignificantes.
Le comenté que personalmente dudaba de la existencia de un "gen del divorcio". Si una cualidad
genética había surgido en la evolución, sería algo muy reciente. Pero, agregué:
—Lo que la Corte hace importa muchísimo. Ustedes tienen el poder de proteger a los niños para
que no los hieran o aumenten su sufrimiento.
Ahora le tocaba el turno de desconcertarse a él.
—¿Cree que aumentamos el sufrimiento de los niños?
—Sí, Su Señoría. Con todo respeto, debo decir que la Corte, junto con todo el resto de la
sociedad, ha aumentado el sufrimiento de los niños.
—¿Cómo?
Pasamos media hora más hablando sobre cómo los tribunales, los padres, abogados,
trabajadores de la salud mental —en realidad la mayoría de los adultos— se niegan a prestar
atención a los niños durante y después del divorcio. Él me escuchó respetuosamente, pero lamento
decir que me fui del juzgado en un estado de conmoción que pronto se convirtió en tristeza. ¿Cómo
podemos estar tan perdidos y confundidos que un juez tan importante acepte el concepto de un
"gen del divorcio" para explicar nuestra situación? Si él está confundido sobre su rol, ¿cómo
estaremos nosotros? ¿Cuál es el impacto del divorcio en nuestra sociedad y en nuestros niños para
que sea tan difícil de comprender y aceptar?
Después de haber pasado los últimos treinta años de mi vida viajando de aquí para allá, hablando
con grupos de profesionales, abogados y especialistas en salud mental, y trabajando con miles de
padres e hijos de familias divorciadas, queda claro que hemos creado una nueva clase de sociedad
nunca antes vista en la cultura humana. Silenciosa e inconscientemente creamos una cultura del
divorcio. Resulta difícil comprender lo que significa cuando decimos que los primeros matrimonios
tienen un 43 % de posibilidades de separarse, y que los segundos matrimonios tienen el 60 % de
posibilidades de terminar en divorcio. ¿Cuáles son las consecuencias para todos nosotros cuando
el 25 % de las personas entre los dieciocho y los cuarenta y cuatro años tiene padres divorciados?
¿Qué significa para una sociedad que la gente se pregunte en voz alta si la familia está por
desaparecer? ¿Qué podemos hacer cuando sabemos que las parejas casadas con hijos
representan el 26 % de los hogares en 1990, y que los arreglos de convivencia actuales son una
casa de gente sin casarse y sin hijos?1 Estas cifras son aterradoras. Pero como todos los cambios
sociales masivos, lo que está sucediendo nos está afectando de un modo que aún no hemos
comprendido.
Para gente como yo que trabaja todo el tiempo con familias divorciadas, estas cifras abstractas
tienen rostros reales. Cuando pienso en la gente que conozco tan bien, incluyendo los "hijos" que
ustedes conocieron en este libro, puedo relacionarlos con los millones de niños y adultos que sufren
de soledad, y todos los adolescentes que dicen: "No quiero una vida parecida a la de ninguno de mis
padres". Comprendo a los innumerables jóvenes que no tienen esperanzas de encontrar una
relación duradera y quienes, sacudiendo la cabeza, aseguran: "Si no te casas, no te puedes
divorciar". Más tarde, o cuando creen que no estoy escuchando, agregan suavemente: "Pero no
quiero envejecer solo". Me preocupa especialmente cómo nuestra cultura del divorcio cambió la
niñez. Todos los años se agrega un millón de niños a nuestra marcha del fracaso marital. Como lo
explican ellos con tanta elocuencia, perdieron el juego alegre y despreocupado de la infancia, y
también los brazos y el regazo consolador de un padre cariñoso que está siempre apurado porque
la vida después del divorcio es muy difícil de manejar. Debemos tomar muy en serio las quejas de
los niños como Karen, que declara: "El día en que mis padres se divorciaron fue el día en que
273
terminó mi infancia".
Hace muchos años, el psicoanalista Erik Erikson nos enseñó que la infancia y la sociedad están
vitalmente conectadas. Pero aún no hemos aceptado los cambios introducidos por nuestra cultura
del divorcio. La infancia es diferente. La adolescencia es diferente. La adultez es diferente. Sin
darnos cuenta, hemos creado una nueva generación de jóvenes que se cuidan a sí mismos, junto
con toda una generación de padres sobrecargados, que no tienen tiempo de disfrutar de los
placeres de la paternidad. Ha sucedido tanto y tan rápido que no podemos retenerlo todo en nuestra
mente. Es simplemente abrumador.
Pero no debemos olvidar un importante aspecto de todos estos cambios. Debido a nuestra
cultura del divorcio, los adultos de hoy en día tienen una mayor sensación de libertad. La
importancia del sexo y el juego en la vida adulta es aceptada ampliamente. Ya no estamos
atrapados en nuestros errores anteriores ni obligados a permanecer en relaciones inlelices para
toda la vida. El cambio, en las mujeres (su propia identidad y su rol más libre en la sociedad) es
parte de nuestra cultura del divorcio. En realidad, dos tercios de las demandas de divorcio son
iniciadas por mujeres, a pesar del elevado precio que pagan con las cargas económicas y de
responsabilidad parental posteriores. La gente quiere y espera mucho más del matrimonio que las
generaciones anteriores. Aunque el índice de divorcios de segundos y terceros matrimonios es muy
elevado, muchos segundos matrimonios son más felices que el primero. Tanto los adultos como los
niños pueden escapar de la violencia, el abuso y la aflicción para crear una vida mejor. Claramente,
no hay vuelta atrás.
La verdad es que hemos creado una nueva clase de sociedad que ofrece mayor libertad y más
oportunidades para muchos adultos, pero este cambio trae aparejado un elevado costo oculto.
Muchas personas, tanto adultos como niños, no tienen una mejor salida. Hemos creado nuevas
clases de familias, en las cuales las relaciones son frágiles y poco dignas de confianza. Los niños
actuales reciben mucha menos contención, protección y cuidados parentales que lo que recibían
hace unas décadas. Los matrimonios de larga data se separan a un promedio sorprendente. Y
muchos de las generaciones mayores que comenzaron con la revolución del divorcio se encuentran
alejados de sus hijos adultos. ¿Éste es el precio que debemos pagar por un cambio necesario? ¿No
podemos hacerlo mejor?
Me gustaría decir que estamos en una encrucijada, pero temo que no puedo ser muy optimista.
Sólo podemos elegir un nuevo camino si nos ponemos de acuerdo en dónde estamos y dónde
queremos estar en el futuro. La perspectiva está en una nebulosa. Por cada persona que quiere
hacer sonar una alarma, hay otra que dice que no se preocupen. Para todos los que se preocupan
por las privaciones económicas y emocionales heredadas por los niños del divorcio están aquellos
que afirman que esos niños "ya estaban en problemas" y que el divorcio es irrelevante. La gente
quiere sentirse bien con sus elecciones. Sin duda, muchos lo están. En realidad, después de la
mayoría de los divorcios, un miembro de la primera pareja se siente mucho mejor, mientras que el
otro o los otros no se sienten bien o se sienten peor. Sin embargo, durante las reuniones sociales se
siguen escuchando los mismos mitos: el divorcio es una crisis temporaria. Tantos hijos han
experimentado el divorcio de sus padres que los niños de hoy en día no se preocupan mucho. Es
más fácil. Casi lo están esperando. Si yo me siento mejor, mis hijos también. Y cosas por el estilo.
Como siempre, los niños no tienen voz ni son escuchados.
Estamos de acuerdo en que el divorcio tiene efectos a largo plazo. Sabemos que la familia tiene
problemas. Aceptamos que los niños criados en familias divorciadas o vueltas a casar tienen una
peor adaptación que los adultos criados en familias intactas.
Las historias de vida de esta primera generación que crece en una cultura del divorcio nos
señalan verdades que no podemos ignorar. El mensaje es claro, punzante y contrario a lo que
muchos quieren creer. Me han enseñado lo siguiente:
Desde el punto de vista de los niños, y teniendo en cuenta lo que les sucede a sus padres, el
divorcio es una experiencia acumulativa. Su impacto se incrementa con el tiempo y llega a un
crescendo en la adultez. El divorcio se experimenta de distintos modos en cada etapa del desarrollo.
En la adultez afecta la personalidad, la capacidad para confiar, las expectativas sobre las relaciones
y la aptitud para enfrentar los cambios.
El primer trastorno se produce en la separación. Los niños están asustados y disgustados,
temerosos de ser abandonados por ambos padres, y se sienten responsables del divorcio. A la
mayoría los sorprende y muy pocos se sienten aliviados. Cuando son adultos, recuerdan con
tristeza y disgusto el poco apoyo que recibieron de sus padres cuando sucedió. Recuerdan cómo
tuvieron que adaptarse de la noche a la mañana a una cantidad de cambios que los confundían.
Incluso los niños que presenciaron violencia en sus hogares no relacionaron esa violencia con la
decisión de divorciarse. Los niños concluyeron silenciosamente que las relaciones familiares son
frágiles, y que la unión entre un hombre y una mujer se puede romper de manera caprichosa y sin
aviso. Continuaron preocupándose y sintiendo que las relaciones padre-hijo tampoco son confiables
y se pueden romper en cualquier momento. Estas experiencias tempranas marcaron sus
expectativas posteriores.
Cuando la familia posdivorcio tomó forma, el mundo reflejó lo que más temían. El hogar era un
lugar solitario. La casa estuvo desarreglada durante años. Muchos niños tuvieron que mudarse, y
dejaron atrás sus escuelas, amigos íntimos y otras pertenencias. Lo que más vividamente
recuerdan cuando son adultos es la pérdida de la familia intacta y la seguridad que ella les brindaba,
la dificultad de tener dos padres en dos hogares diferentes, y cómo las idas y venidas les reducían el
tiempo para jugar y estar con sus amigos. Los padres estaban ocupados con trabajo, preocupados
por reconstruir sus vidas sociales. Madres y padres tenían mucho menos tiempo para dedicar a sus
hijos y respondían menos a las necesidades e intereses de los niños. Los niños pequeños sentían
275
que habían perdido a ambos padres, y que no eran capaces de cuidarse a sí mismos. Los hijos
aprendieron pronto que la familia divorciada tiene paredes porosas que incluyen nuevos amantes,
concubinos y padrastros. Ninguna de estas relaciones resultó fácil para nadie. Los cuidados
brindados por la madre se vieron reducidos por la pesada carga de no tener ayuda del padre y luego
por las exigencias de un nuevo matrimonio y otros hijos.
Las relaciones con los padres estuvieron muy influenciadas por las amantes o madrastras de los
segundos y terceros matrimonios. Algunas segundas esposas se interesaron por los hijos de su
marido, mientras que otras no querían que fueran parte de la familia. Algunos padres fueron
capaces de mantener su amor e interés por sus hijos, pero pocos tenían tiempo para dos o a veces
tres familias. En algunas familias, los padres estabilizaron gradualmente sus vidas en un segundo
matrimonio, o en una paternidad no compartida, pero emocional-mente gratificante. Pero estas
personas nunca fueron mayoría en ninguna de mis investigaciones.
Mientras tanto, los niños que pudieron obtener contención en la escuela, los equipos deportivos,
padres, padrastros, hermanastros, maestros, o sus fuerzas interiores, intereses y talentos tuvieron
un mejor desempeño que aquellos que no pudieron contar con esos recursos. Por necesidad,
muchos de los llamados niños maleables perdieron su infancia al hacerse cargo de ellos mismos, de
sus padres con problemas y de sus hermanos. Los niños que necesitaban más que una paternidad
mínima porque eran muy pequeños o porque tenían vulnerabilidades y problemas especiales se
vieron abrumados por la tristeza y el enojo con sus padres. Años más tarde, cuando tuvieron sus
propios hijos, la mayoría de los miembros de este estudio afirmó con vehemencia: "No quiero que un
hijo mío experimente la infancia que yo tuve".
Como nos dijeron los niños, la adolescencia comienza antes en las familias divorciadas y,
comparada con la de los jóvenes criados en familias intactas, es probable que incluya experiencias
sexuales tempranas para las niñas y mayor consumo de drogas y alcohol para muchachas y
muchachos. La adolescencia es más prolongada en las familias divorciadas, y se extiende hasta los
primeros años de la adultez. Durante todos estos años, los hijos del divorcio se preocupan por no
seguir los pasos de sus padres, y luchan con la sensación de que ellos también fracasarán en sus
relaciones.
Pero los hijos del divorcio sufren todavía más en la adultez. El impacto del divorcio los golpea más
cuando van en busca del amor, la intimidad sexual y el compromiso. La falta de imágenes internas
de un hombre y una mujer en una relación estable y los recuerdos del fracaso de sus padres para
mantener el matrimonio perjudican esa búsqueda y los llevan a la desilusión y la desesperanza.
Afirman: "Nadie me enseñó". Se quejan con amargura de que no están preparados para las
relaciones adultas, que nunca vieron "un hombre y una mujer felices bajo el mismo techo", y que no
tienen buenos modelos sobre los cuales construir sus esperanzas. Y realmente les cuesta saber
qué tipo de persona están buscando.
Muchos terminan con parejas inadecuadas o con muchos problemas en relaciones que estaban
condenadas desde un principio.
El contraste entre ellos y los niños de familias intactas buenas, cuando ambos van en busca del
amor y el compromiso, es sorprendente. (Como expliqué en este libro, los niños que crecen en
familias intactas muy infelices o violentas enfrentan una infancia afligida y trágicos desafíos en la
adultez. Pero como sus padres no están interesados en el divorcio, éste no se convierte en parte de
su legado). Los adultos en los veinte años que provienen de familias intactas razonablemente
buenas o moderadamente infelices comprenden las demandas y sacrificios que requiere una
relación comprometida. Recuerdan cómo sus padres se esforzaron por superar sus diferencias y
cómo ellos colaboraron en una crisis. Desarrollaron una idea general de la clase de persona con la
que querían casarse. Y lo más importante: no esperaban fracasar. Los dos grupos también difirieron
después del matrimonio. Aquellos que provenían de familias intactas consideraron el ejemplo del
matrimonio de sus padres como algo muy valioso cuando tuvieron los inevitables problemas
maritales. Pero los adultos de familias divorciadas sufrieron grandes desventajas cuando tuvieron
que enfrentar las tensiones normales de un matrimonio. La ansiedad con respecto a las relaciones
estaba marcada a fuego en sus personalidades y permaneció allí aun en matrimonios muy felices.
Temores acerca de desastres y pérdidas repentinas surgían cuando estaban contentos. Y el temor
al abandono, la traición y el rechazo aparecía cuando estaban en desacuerdo con alguien a quien
amaban. Después de todo, el matrimonio es una pendiente resbalosa, y sus padres habían caído
por ella. Todos tuvieron problemas para enfrentar diferencias o conflictos moderados en sus
relaciones más cercanas. La primera respuesta fue el pánico, seguido por la huida. Tuvieron mucho
que reparar y mucho que aprender en poco tiempo.
Aquellos que tuvieron dos padres que reconstruyeron felizmente sus vidas después del divorcio e
incluyeron a los hijos en sus órbitas tuvieron mayores facilidades cuando fueron adultos. Aquellos
que contaron con un solo padre también se beneficiaron con la atención y los cuidados de ese
padre. Pero lá respuesta más frecuente en la adultez es permanecer enojado con los progenitores,
con más frecuencia con el padre, a quien los niños recriminan por haber sido egoísta e infiel.
Otros sienten una profunda compasión y lástima por los padres y madres que fracasaron y no
pudieron reconstruir sus vidas después del divorcio. Los vínculos entre madres e hijas fueron
profundos, pero tuvieron un costo muy elevado. A algunas jóvenes les costó mucho separarse de
sus madres para vivir sus propias vidas. Con algunas notables excepciones, los padres de las
familias divorciadas tuvieron vínculos menos estrechos con sus hijos adultos, en especial con sus
hijos varones. Esto contrasta con los padres e hijos de familias intactas, que tienden a unirse a
medida que transcurre el tiempo.
Afortunadamente, para muchos hijos del divorcio, sus temores a la pérdida y la traición se pueden
vencer al llegar a los treinta años. Pero se requiere un gran esfuerzo, valentía y perseverancia.
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Aquellos que tienen éxito superan las dificultades del modo más difícil: aprendiendo de sus propias
relaciones fracasadas y rechazando los modelos con los que se criaron para crear lo que quieren de
una relación amorosa. Los afortunados que encontraron una pareja amorosa son capaces de
interrumpir su curso autodestructivo en una aventura amorosa o un matrimonio duraderos.
En otros dominios de la vida adulta (como por ejemplo el financiero o el de la seguridad), algunos
hijos pudieron superar las dificultades gracias a la ayuda inesperada de padres que habían
desaparecido hacía bastante tiempo. Otros se benefician de la constancia de sus padres o sus
abuelos. Muchos hombres y mujeres criados en familias divorciadas pudieron establecer carreras
exitosas. El desempeño en sus lugares de trabajo no se ve afectado por el divorcio. Pero aunque
tengan éxito en el mundo siempre retienen serios residuos: temor a las pérdidas, temor al cambio y
temor a que se produzca algún desastre, en especial cuando las cosas van bien. Siguen sintiéndose
aterrados ante las diferencias mundanas, y los inevitables conflictos que se presentan en toda
relación íntima.
Me siento reconfortada por el difícil éxito obtenido por estos adultos. Pero al mismo tiempo, no
puedo olvidar a aquellos que fracasaron en el intento de rectificar sus vidas. Me preocupa pensar en
la gran cantidad que se divorcia o permanece en matrimonios deshechos. Muchos de los que están
divorciados y tienen hijos no los están protegiendo como sería de esperar. Continúan repitiendo los
mismos errores que cometieron sus padres, eternos problemas que plagaron sus vidas. También
me preocupan aquellos que tienen entre treinta y cinco y cuarenta años y que ni se casaron ni
conviven con alguien y llevan vidas solitarias. Tienen temor de comprometerse en una relación
porque piensan que está destinada a fracasar. Después de un divorcio o una separación, tienen
temor a intentarlo otra vez. Y estoy sorprendida por el enojo que perdura hacia los padres y los
comentarios de muchos de estos jóvenes adultos acerca de que no tienen intenciones de ayudar a
sus madres ni a sus padres o padrastros cuando éstos sean mayores. Quizá luego cambien de idea.
Pero si no es así, vamos a enfrentar otra consecuencia inesperada de nuestra cultura del divorcio.
¿Quién se hará cargo de una generación de ancianos alejada de sus hijos?

LO QUE PODEMOS HACER Y LO QUE NO PODEMOS

Nuestros esfuerzos por mejorar la cultura del divorcio fueron esporádicos y los recursos
empleados en la tarea, lastimosamente pequeños. La Justicia brindó su mayor atención al 10-15 %
de las familias que continúa luchando amargamente. Al verse atrapada entre tener que mantener
los derechos de los padres y proteger los intereses de los niños, se inclinó en forma notoria hacia los
padres. Estos padres hablan supuestamente en nombre del niño como aquellos que luchan en
sangrientas guerras santas en nombre de la religión. Y así, como le expliqué al juez con quien
comencé este capítulo, nuestro sistema legal contribuye involuntariamente al sufrimiento de los
niños. Al mismo tiempo, la mayoría de los padres recibe muy poca instrucción. Algunos tribunales
ofrecen charlas educativas a las familias en el momento de la separación, pero el énfasis se pone en
tratar de evitar futuros pleitos. Estos cursos se evalúan de acuerdo a cómo reducen los pleitos
subsiguientes, y no en cómo mejoran la paternidad. Los planes para educar a maestros, personal
escolar, pediatras y otros profesionales sobre cómo ayudar a los hijos del divorcio son muy escasos.
Pocos programas de psiquiatría, psicología, asistencia social o abogacía de las universidades
incluyen cursos sobre cómo comprender o ayudar a los niños y a los padres después de la
separación, el divorcio y un segundo matrimonio. Esta falta de formación persiste a pesar del hecho
de que una cantidad desproporcionada de niños y adolescenies de hogares divorciados se admiten
como pacientes en tratamientos psicológicos en clínicas e instituciones de familia. En muchas obras
sociales, casi las tres cuartas partes de los niños que están en tratamiento pertenecen a familias
divorciadas. Algunos distritos escolares organizaron grupos para niños cuyos padres se están
divorciando. Y algunas comunidades establecieron grupos para ayudar a que los padres que se
están divorciando hablen de los problemas de sus hijos. Pocos centros como el nuestro han
desarrollado programas para ayudar a que las familias enfrenten los conflictos y la violencia familiar.
Pero estos esfuerzos no están generalizados. Como sociedad, no hemos establecido servicios para
ayudar a que la gente alivie las tensiones del divorcio. Continuamos con la creencia de que el
divorcio es una crisis transitoria, y que tan pronto como los adultos vuelvan a estabilizar sus vidas,
los niños se recuperarán por completo. ¿Cuándo se comprenderá la verdad?
Supongamos por un momento que tenemos el consenso de la sociedad. Supongamos que
estamos de acuerdo en que queremos mantener las ventajas del divorcio, pero que necesitamos
proteger a nuestros niños y ayudar a los padres a disminuir los efectos del divorcio a largo plazo en
las futuras generaciones. Imaginemos que podemos utilizar los enormes recursos que tenemos
para respaldar los conocimientos que ya tenemos. Supongamos que empleamos tanto tiempo,
energía y recursos para proteger a los niños como los que empleamos para proteger el medio
ambiente. ¿Quo deberíamos intentar?
Yo comenzaría con un esfuerzo por fortalecer el matrimonio. Es obvio que para restablecer la
confianza en el matrimonio no podemos pedir un regreso al matrimonio tal como era antes. Pf»ra
mejorar el matrimonio debemos comprender la naturaleza de las relaciones hombre-mujer
contemporáneas. Debemos apreciar las dificultades de las parejas modernas que deben equilibrar
trabajo y familia, separación y unión, conflicto y cooperación. No es una casualidad (fue el 80 % de
los divorcios se produzca en los primeros nueve años de matrimonio. Estas nuevas familias
deberían ser nuestro objetivo.
¿Qué amenazas al matrimonio podríamos cambial"? En primer lugar existe un serio desequilibrio
entre las exigencias Uborales y las necesidades de la vida familiar. El mundo de la empreM no tiene
279
en cuenta el impacto de su política sobre padres e hijos. Algunas compañías reconocen que los
padres necesitan tiempo para estar con sus hijos, pero no comprenden que el lugar de trabajo
ejerce una gran influencia en la calidad y estabilidad del matrimonio. Los programas de trabajo
intensos y la inseguridad laboral corroen la vida matrimonial. Las familias con niños pequeños
posponen las charlas íntimas, el sexo y las amistades. Estos son los vínculos que fortalecen un
matrimonio. Cuando el jefe llama, vamos a la oficina. Cuando el bebé llora, levantamos al niño. Pero
cuando la pareja está en crisis, esperamos que se arregle sola. La mayoría de los países de
Europea Occidental tienen licencias familiares pagas. ¿Y nosotros? ¿Por qué continuamos
ofreciendo licencias sin goce de sueldo? Una solución adicional podría ser otorgar beneficios
impositivos y de seguro social a aquellos padres que quieran quedarse en casa a cuidar a los niños.
Esto solo podría aliviar la carga de muchos matrimonios. Nuestras sugerencias para reducir las
tensiones de las familias jóvenes incluyen mayores oportunidades de trabajo de medio tiempo,
seguridad de que las personas que toman licencia familiar no perderán sus puestos de trabajo,
ventajas impositivas para las familias y muchas otras ideas que han estado en el tapete durante
años. La política pública no puede crear buenos matrimonios. Pero puede amortiguar algunas de las
tensiones que enfrenta la gente, en especial en los primeros años cuando las parejas necesitan
tiempo para establecer su intimidad, una vida sexual satisfactoria y una amistad que los mantendrá
unidos durante los desafíos inevitables que los esperan más adelante. Si realmente estamos
interesados en mejorar el matrimonio para que la gente tenga tiempo para sí misma y para sus hijos,
debemos realinear nuestras prioridades, alejándolas del mundo laboral y acercándolas a la vida
familiar.
También deberíamos tratar de ayudar a las legiones de jóvenes adultos que se quejan con
amargura de no estar preparados para el matrimonio. Como se criaron en hogares con problemas o
divorciados, no tienen idea de cómo elegir una pareja o qué hacer para construir una relación.
Consideran el divorcio de sus padres como un terrible fracaso, y piensan que están destinados a
seguir los mismos pasos. Muchos adultos permanecen en matrimonios infelices para evitar el
divorcio. No sabemos si podemos ayudarlos con métodos educativos porque no lo hemos intentado.
Nuestra experiencia es demasiado limitada, y nuestros modelos experimentales no existen. Pero
cuando tanta gente joven nunca ha visto un buen matrimonio, tenemos la obligación moral de tratar
de intervenir de manera preventiva. La mayoría de los programas que brindan consejos
matrimoniales apuntan a parejas comprometidas que pertenecen a iglesias y sinagogas. Es un buen
comienzo que debería extenderse. Pero muchos ofrecen muy poco y llegan demasiado tarde para
promover cambios en los valores o conocimientos individuales. El momento emocional que precede
a una boda tampoco es el mejor para reflexionar sobre cómo elegir una pareja para toda la vida o
qué se necesita para que un matrimonio funcione. Los cursos académicos sobre el matrimonio
abordan la familia desde un punto de vista distante y no desde la perspectiva de los hijos del divorcio
que sienten que "nadie me enseñó".
En mi opinión, el mejor momento para comenzar a ayudar a estos jóvenes es a mediados de la
adolescencia, cuando las actitudes hacia ellos mismos y las relaciones con el sexo opuesto
comienzan a solidificarse. La adolescencia es el momento en que las preocupaciones por el sexo, el
amor, la traición, y la moralidad ocupan el centro de la escena. La educación con respecto a esas
relaciones debe comenzar en ese momento, ya que si lo hacemos correctamente, obtendremos
toda la atención de los adolescentes. Se podría dar en todos los centros de salud que establecimos
en muchas escuelas del país. Las iglesias, sinagogas y obras sociales pueden brindar otros lugares
para lanzar estos programas. En una sociedad con un buen funcionamiento, los adolescentes
deberían tener la oportunidad de hablar y reflexionar sobre la amplia gama de relaciones, temas y
conflictos que los preocupan. Pensemos en esta simple pregunta: ¿Cómo eliges a un amigo? Un
grupo de adolescentes que pensara en este problema podría recapacitar sobre cómo elegir un
amante o una pareja, y sobre cómo no elegir a alguien. Temas específicos como las diferencias
entre varones y mujeres, subgrupos culturales y cómo resuelve la gente las tensiones deberían
basarse en los intereses de los adolescentes y en su disposición para discutir temas reales.
Las universidades también podrían ofrecer cursos avanzados sobre una serie de temas,
incluyendo muchos problemas que los jóvenes de hoy en día enfrentan solos.
Estamos en el umbral para aprender qué podemos y qué no podemos hacer por estos jóvenes.
Uno ¿e pregunta: ¿La intervención educativa puede reemplazar el aprendizaje que se produce a
través de los años en forma natural dentro de la familia? ¿Cómo podemos crear grupos de maestros
que estén calificados para dictar cursos significativos sobre relaciones? Al decir esto me refiero a
cursos que se ajusten a la vida real, la honestidad y el respeto de los estudiantes. Me preocupa la
tendencia de los adultos a dar sermones o conferencias. En una sociedad en la que la familia se
convirtió en un asunto político, me preocupan los ataques de la derecha y la izquierda, y la gente
que atacaría esas intervenciones del mismo modo que se atacaron los libros de Harry Potter. Lo que
más me preocupa es pensar en un grupo de electores que apoyara una idea que presenta tantos
problemas. Pero también estoy convencida de que no hacer nada y dejar a los jóvenes solos en sus
luchas, es más peligroso aún. No debemos darnos por vencidos en nuestros esfuerzos.
Para los hijos
Excepto aquellos que se criaron en familias divorciadas, poca gente comprende la forma en que
el divorcio moldea no sólo la vida de un niño sino también al niño. Como vimos en muchos hogares,
la paternidad se corroe de manera casi inevitable en el momento de la separación y no se regenera
por años, o a veces nunca. Los cambios en la paternidad y en la estructura familiar delegan mayores
responsabilidades en el niño que debe cuidarse solo. Éste se convierte en una persona diferente al
adaptarse a las nuevas necesidades y deseos de sus padres y padrastros. Todos los niños que
describí en este libro asumieron nuevos roles en respuesta a los cambios ocurridos durante los años
281
posteriores al divorcio. Muchos advirtieron la angustia de sus padres y trataron de rescatarlos. Otros
permanecieron enojados con sus padres por la poca atención que les brindaban y los juzgaron con
dureza. Otros ansiaban la familia que habían perdido y trataron de revertir la decisión del divorcio. Y
otros asumieron la responsabilidad de mantener la paz y transitaron con sumo cuidado toda su
infancia. Estos niños tomaron varios caminos, pero todos cambiaron en forma significativa a raíz del
divorcio. Y como el carácter y la conciencia de los niños todavía estaba en formación durante los
años posteriores al divorcio, los nuevos roles que asumieron en la familia tuvieron profundos efectos
en la clase de personas en las cuales se convirtieron y en las relaciones que establecieron cuando
alcanzaron la adultez.
Espero que, si usted es un hijo adulto del divorcio, haya obtenido una mayor comprensión de
quién es hoy y cómo llegó hasta aquí. Espero que comprenda que tiene millones de pares que
comparten sus preocupaciones con respecto a las relaciones, y que comprenden la seriedad de sus
dificultades. Sus temores y sentimientos se forjaron en el crisol del divorcio de sus padres y se
reforzaron durante los años siguientes. Estas emociones, que a menudo están ocultas en el
inconsciente, tienen el poder de afectar su matrimonio, su paternidad, la calidad de toda su vida.
Una tarea importante para su generación es lograr mejores relaciones. ¿Pero cómo hacerlo?
Seguramente aún se pregunta por qué sus padres tomaron la decisión de divorciarse. Para algunas
personas resulta beneficioso sentarse tranquilamente a hablar con sus padres. Quizá no les gusten
o no crean en las respuestas que le den, pero el ejercicio puede brindar perspectivas nuevas y muy
útiles. No todos pueden hacer esto ni deben hacerlo, ya que podrían provocar un sufrimiento
innecesario. Pero para muchos vale la pena tratar de levantar la cortina de silencio que entorpeció la
relación padres-hijo durante años.
Mi siguiente consejo es que demore el matrimonio o el compromiso hasta que haya aprendido
más acerca de usted mismo, y de lo que quiere en una pareja. Una buena relación no se puede
crear si uno espera fracasar. Se puede aprender sobre la gente observándola y observándose a uno
mismo en relación con ella. Observe a su alrededor y trate de ver relaciones que funcionan. Podría
aprender algo. Debería tener en cuenta una terapia individual o grupal como un puente para
comprenderse a sí mismo. Necesita aprender a resolver los conflictos sin aterrorizarse. Al hacerlo
adquirirá la confianza de que puede influir en sus relaciones en lugar de esperar pasivamente lo que
pueda surgir. Antes de resignarse a los desengaños, trate de descubrir qué apectos de su vida
perdió. Al final, cada persona encuentra su camino. El objetivo debe ser cerrar la puerta al divorcio
de sus padres, separar el ahora del pasado. Al dejar de querer lo que no tuvo podrá sentirse libre.

Para los padres

Al hablar con adultos jóvenes que fueron criados en familias intactas infelices me quedó claro que
sus padres podrían haber tomado cualquier camino: permanecer juntos u obtener el divorcio. Esta
generación más grande de padres tuvo quejas legítimas sobre sus esposos/as como para pensar en
el divorcio. Pero sus matrimonios no fueron tan explosivos o caóticos o inseguros para que el
esposo y la esposa sintieran que vivir juntos era intolerable.
¿Qué podemos aprender de ellos? ¿Su ejemplo es útil para la gente de hoy en día que comparte
problemas similares? Si esta descripción se ajusta a ustedes creo que deberían pensar en
permanecer juntos por el bienestar de sus hijos. Las parejas de este estudio que permanecieron
infelizmente casadas enfrentaron todos los problemas que viven los matrimonios modernos:
infidelidad, depresión, aburrimiento sexual, soledad, rechazo. Muy pocos problemas
desaparecieron con el tiempo, pero eso no es lo que más importa a estos adultos. Como el cariño y
la preocupación por sus hijos son muy importantes, la paternidad es su prioridad. Una mujer me
explicó: "En este matrimonio existen dos relaciones. Él me admira como una madre maravillosa.
Como esposa lo aburro de todos los modos posibles. Pero nuestros hijos son maravillosos y eso es
lo que importa". Si una pareja puede mantener su paternidad amorosa compartida sin sentirse
martirizada, ésa es una elección que se debe considerar seriamente. Mucha gente la realiza. El
concepto de que el conflicto abierto es siempre la marca registrada de los matrimonios infelices no
es verdad. Depende de que los padres sean capaces, con generosidad y sin rencor, de realizar el
sacrificio que se requiere para mantener los beneficios del matrimonio para sus hijos.
Tengo otro consejo para aquellos padres que deciden divorciarse. No actúen impulsivamente.
Una visita a un abogado les brindará importante información acerca de las finanzas, derechos
legales y otros aspectos de la ley, y de las prácticas de los tribunales de familia y de los mediadores.
Esta información es vital, pero es sólo una pequeña parte de lo que necesitarán. Piensen de manera
realista en lo que será su vida después del divorcio. Si necesitan volver a la escuela háganlo antes
de divorciarse. Consideren los pros y los contras cuidadosamente. Tengan en cuenta que
necesitarán pasar mucho más tiempo con sus hijos, deberán darles mayor contención y aliento
después del divorcio, y que su presencia podría ser más necesaria durante la adolescencia. Esto
significa que no tendrán tiempo para buscar nuevos amantes como habían soñado o empezar un
nuevo matrimonio de inmediato, en especial si su nueva pareja tiene hijos. Sus hijos pueden ser
más exigentes, estar más enojados o ser más difíciles de manejar que antes. No importa los
acuerdos sobre la custodia que haya realizado, siempre estará solo para tomar decisiones, asumir
responsabilidades y para guiar a su hijo. Así que prepárese para tiempos de soledad y turbulencias.
Sí, se puede hacer. Por lo menos uno de los padres, usted o su esposo/a deben estar dispuestos a
dar prioridad a sus hijos. El tiempo que pueda invertir en consolar a sus hijos, en estar disponible
para ellos durante las tardes, es la inversión más importante que puede realizar para su futura
relación con ellos. Trate de no delegar las tareas de paternidad en su hijo mayor o más competente.
283
Si lo hace, asegúrese de que sea un trabajo temporario. Como dije en capítulos anteriores, debe
mantener la estructura y las rutinas de la casa en la infancia y también en la adolescencia. Y lo que
surgió claramente de este trabajo es que sus hijos continuarán necesitando su ayuda al entrar en la
juventud y mientras la transiten.
Si un niño muy pequeño disfrutó al tener a uno de los padres en casa medio tiempo o tiempo
completo, debería pensar en mantener estos arreglos por lo menos durante un año después de la
separación. Los niños pequeños que pierden a ambos padres porque papá se mudó y mamá volvió
a trabajar sufren terriblemente. Estos niños buscan en forma patética a sus padres perdidos por
todas partes. Los jóvenes de nuestro estudio, que tenían tan poca capacidad para comprender los
cambios en sus vidas o para cuidar de sí mismos, continuaron siendo vulnerables durante todo su
crecimiento y en la adultez tuvieron más problemas que los niños que eran mayores en el momento
de la separación. Al igual que se puede posponer la venta de la casa en los acuerdos de divorcio,
recomiendo a los padres que demoren el reingreso de la madre al mundo laboral hasta que los niños
más pequeños hayan tenido tiempo para adaptarse. Esta inversión en nuestros pequeños es algo
que celebraremos en el futuro. Ellos son los más vulnerables. Sus sentimientos de dolor, disgusto y
abandono perduran hasta la adultez. Necesitan protección especial.
También quiero subrayar otro hallazgo de este estudio que tiene que ver con la ayuda para una
educación superior. Los niños que hubieran recibido ayuda financiera para ir a la universidad no
deben sentir a los dieciocho años que están pagando por el divorcio de sus padres, renunciando a
sus carreras. Ésta es una injusticia intolerable. Los niños nunca perdonarán a los padres por esta
traición; y tampoco deberían hacerlo. Si los padres no pueden pagar la universidad, los hijos lo
entenderán, y no lo tomarán a mal. Pero si el padre tiene los medios para pagar la universidad, pero
argumenta que no tiene "obligación" de hacerlo, entonces el joven tiene derecho a estar furioso
tanto con el padre como con la sociedad que sancionó su pesada pérdida con las leyes del divorcio.
Cuando un padre mezquino da prioridad a su nueva familia (esposa nueva, niños nuevos, vida
nueva), el hijo del divorcio resulta doblemente herido.
Los profesores de varias facultades de derecho sugirieron que el dinero para la universidad junto
con otros fondos para los niños se establecieran en el momento de la separación, antes de la
división de bienes comunitarios2. En las familias que posean los medios para hacerlo, los fondos
fiduciarios deberían asegurar que los niños tengan la educación que merecen. Aunque pocos
estados tienen una legislación que permite a la Corte ordenar ayuda económica para los estudios
universitarios bajo ciertas circunstancias, la mayoría de los estados no tiene leyes que extiendan
esta ayuda más allá de los dieciocho años. Seguramente todos los niños merecen la misma
protección legal y la contención económica y emocional que son fundamentales para su futuro. Los
niños que deberían beneficiarse con dichas legislaciones no tienen voz ni voto ni poder para influir
en su futuro. Pero el resto de nosotros puede y debería hablar por ellos.
Para la sociedad

Si queremos mejorar nuestra cultura del divorcio podemos comenzar con mejores servicios para
las familias que se están separando. No debemos concentrarnos en los derechos de los padres sino
en lo que se debe hacer para proteger a cada niño en cada casa. Estos servicios se podrían ofrecer
con el auspicio de la Corte, clínicas, o de manera independiente mediante una nueva oficina.
Básicamente ésta sería un lugar donde los padres divorciados podrían ir para realizar planes a largo
plazo para sus hijos, no sólo para este año o el que viene sino para muchos años por venir. Se
puede ayudar a los padres para que prevean los cambios que les esperan y para que aprendan la
forma de proteger a sus hijos. Esta nueva oficina representaría una expansión significativa de la
mediación y de los servicios educativos para padres que ya existen en varios estados. Brindaría
educación, asesoramiento y mediación para las familias divorciadas y vueltas a casar. El personal
debería tener un profundo conocimiento de padres e hijos, capacidad de mediación, y para brindar
contención psicológica. A las parejas divorciadas se les requeriría la participación en un curso
comprensivo sobre los diversos aspectos de la cooperación. Aprenderían, en grupos pequeños y en
conferencias, acerca de los problemas particulares relacionados con las visitas y la custodia
familiar, las mudanzas y las cargas que soporta un niño que tiene que viajar grandes distancias
entre dos hogares. El personal enseñaría a los padres cómo ayudar a los niños en las transiciones
difíciles de ambas partes, y cómo asegurarse de que las idas y venidas no perjudiquen el juego ni
las actividades del niño. Los padres discutirían cómo planificar las visitas con sus hijos en las
distintas edades. El objetivo sería ayudar a los padres para que se preparen para los desafíos de la
crianza de sus hijos en las familias divorciadas y en las que se vuelven a casar, reconociendo que
todo va a ser diferente. Y en este nuevo sistema los niños tendrían voz y voto sobre lo que les está
sucediendo.
Los padres y los hijos de las familias con muchos conflictos necesitarán otro tipo de servicios
suministrados por personal especializado3. Los arreglos actuales en la mayoría de los tribunales
son insuficientes para estas atormentadas familias. Como hemos visto, requieren una excesiva
cantidad de tiempo y atención de la Corte. Los niños de estas familias no pueden ser protegidos sin
programas especializados. A menudo requieren ayuda durante varios años. Todos estos servicios
exigen una formación o personal que no está disponible en las universidades, aunque sí existe el
conocimiento para diseñar cursos apropiados.
Estos nuevos centros podrían establecer grupos de juego especiales para niños pequeños donde
tuvieran un contacto placentero con sus pares que los ayudara a compensar su sensación de
aislamiento. Según mi experiencia, no sirve de mucha ayuda decirle al niño que necesita "expresar
285
sus sentimientos" o que no es la causa del divorcio de sus padres. Pero si comprende los cambios
que se están produciendo en su vida, podrá calmar la ansiedad, podrá pensar en la forma de
enfrentar dichos cambios. En estas circunstancias, un líder del juego puede resultar de gran ayuda
al impartir la información lenta y calmadamente. Una intervención que se prolongue durante varias
semanas no evitará que los niños tengan dificultades en la familia divorciada (y tampoco afectará
sus ansiedades cuando lleguen a la adultez), pero les brindará una mayor estructura para
comprender su situación, y aliviará su soledad y su sufrimiento. Los maestros que trabajan en estos
momentos con los niños deberían tener una formación especial para detectar problemas de
agresión incontrolada, dificultades de expresión, o depresión e informar a la familia para que busque
ayuda especializada antes de que los problemas se conviertan en crónicos.
Los grupos de adolescentes no son fáciles de formar en el momento de la separación, aunque
serían de gran ayuda. Sin embargo, una vez que se han formado brindan un excelente vehículo
para aclarar el tema divorcio, expresar el disgusto con los padres y tratar temas de moralidad, y
discutir los temores de los adolescentes con respecto al fracaso de sus futuras relaciones. Los
grupos también son una buena forma de disminuir o eliminar las dramatizaciones o el
comportamiento sexual temprano que es abundante en esta edad. Los líderes de grupo que ganan
el respeto y la confianza de los jóvenes tienen la oportunidad de ayudarlos a comprender el impacto
de ver a sus padres con nuevos amantes o su ansiedad por convertirse en el confidente de uno de
los padres.

Para la Justicia

La Justicia, en virtud de su papel central en el proceso del divorcio, ha liderado el establecimiento


de nuestra política y prioridades nacionales. Muchos jueces son personas sensibles que tienen gran
comprensión y simpatía por los niños. Pero con el debido respeto, la rígida estructura de la Corte
podría no ser el foro adecuado para tomar decisiones sobre padres e hijos en el momento del
divorcio. Los jueces no tienen una formación especial que los ayuden a tratar con las familias en
crisis. Ellos están abocados a salvaguardar los intereses de los niños sin conocer las necesidades
de cada uno de ellos en las diferentes etapas del desarrollo. Muy pocos tienen noción del impacto
del divorcio en los niños y en qué cosas pueden ayudar o impedir sus adecuaciones. Los tribunales
están muy presionados por la falla de tiempo y de personal. Esta frustración del sistema actual es
ampliamente compartida entre los jueces.
Las averiguaciones de este estudio de veinticinco años desafían el supuesto principal de la
política de la Corte: es decir, que si los padres se abstienen de tener conflictos, y los temas sobre la
custodia, los contactos y la ayuda económica se establecen en forma expeditiva, los progenitores
reasumirán sus roles paternos, y el niño reasumirá su progreso en el desarrollo en forma normal.
Pero es un error manifiesto esperar que al silenciar el conflicto entre los padres divorciados se
reinstalará el curso de la paternidad que se observa en las familias intactas. En realidad, es un error
creer que los acuerdos que se realizan en el momento de la separación moldearán efectivamente el
futuro del niño. Lo que influencia al niño son las circunstancias de la vida a largo plazo en los años
posteriores al divorcio. Cuando las parejas salen del tribunal, las esperan profundos cambios en las
relaciones padre-hijo. La paternidad en la familia divorciada es mucho menos estable que en la
intacta que está funcionando como tal. Los acuerdos sobre las visitas o la custodia que funcionan
inmediatamente después del divorcio cuando ambos padres están solos, a menudo se desploman
cuando una nueva esposa o esposo tiene prioridades que no incluyen tiempo ni sacrificios en
beneficio de los niños del matrimonio anterior. Todo cambia cuando el segundo matrimonio fracasa
o cuando las circunstancias individuales de cada padre zigzaguean, o cuando el niño crece y tiene
necesidades diferentes además de una mente con decisiones propias. Sólo un pequeño puñado de
niños de este estudio tuvo relaciones con ambos padres durante los años posteriores al divorcio. El
curso de las relaciones padre-hijo es mucho menos predecible de lo que suponen los padres y las
Cortes.
Para ayudar a los padres y los hijos de las familias divorciadas, nuestras Cortes y los
profesionales de la salud mental relacionados con el sistema legal necesitan una visión más realista
de la familia divorciada. Los educadores para padres deberían dedicarse a las necesidades de los
niños a largo plazo y ayudar a los padres a prevenir los cambios y tensiones que les esperan y poder
cumplir con esos desafíos. Los cursos de educación para padres deberían preparar a las madres y
a los padres para el largo camino que deben recorrer. Ellos compartirán la paternidad durante
muchos años, y enfrentarán los desafíos de una custodia única o compartida, el régimen de visitas
y' miles de crisis emocionales y financieras que surgen de manera inevitable hasta que el niño se
convierte en adulto.
Los tribunales pueden aliviar las vidas de los niños de muchas maneras. Después de examinar
docenas de pautas para regímenes de visitas ordenados por el tribunal y de concurrir a muchas
sesiones, estoy sorprendida por el silencio que rodea al niño. Los abogados hablan de lo que
quieren los padres, pero nadie habla por el niño. Como vimos en varias historias de este libro, sus
deseos, preferencias, cómo se sienten sobre los planes prefijados y cómo quieren pasar su tiempo
cuando están separados de ambos padres son consideraciones que no surgen casi nunca. En
nuestro sistema actual, el niño es tratado como un muñeco de trapo que se queda sentado donde lo
dejan. Los hijos del divorcio que conozco se sorprenderían al saber que a las Cortes nunca les
importaron sus intereses. A pesar de nuestro convencimiento de que los niños son fundamentales
en los procedimientos del divorcio, permanecen silenciados. No se realizan previsiones sobre
cambios en el régimen de visitas para cuando el niño madura y quiere realizar sus propios planes
287
para los fines de semana y las vacaciones. Los niños en edad escolar de las familias intactas pasan
la mayor parte del tiempo con amigos y compañeros de juegos, en la escuela o la plaza, y no en
compañía de sus padres. Los adolescentes de familias intactas son alentados para que participen
en la planificación de sus propias actividades. Pero los niños de las familias divorciadas cuyas
actividades son establecidas por rígidas órdenes de la Corte o de mediadores se quejan porque se
sienten ciudadanos de segunda clase. Comparados con sus pares de hogares intactos, tienen
menos derechos, privilegios y oportunidades para las relaciones y actividades sociales que podrían
enriquecer sus vidas. Cuando son capaces de hablar con honestidad, expresan su disgusto para
con la Corte, el padre o los padres que insisten en mantener órdenes que el niño siente que no
satisfacen sus necesidades. Quieren tener voz y voto y se sienten agraviados al ser excluidos del
proceso de planificación. Quieren respeto para elegir sus propios amigos e intereses. Estos jóvenes
tienen razón en todas sus demandas. Las relaciones con los pares no sólo son importantes para un
niño, sino que son fundamentales para su desarrollo como buen ciudadano y miembro de un grupo.
Los regímenes de visitas para los niños deberían ser flexibles y estar sujetos a revisión y cambio a
medida que el niño madura.
Los niños expuestos a la violencia son especialmente vulnerables, pero no son protegidos por las
Cortes. Las órdenes judiciales y los acuerdos de mediación con respecto a las visitas generalmente
ignoran la violencia de un padre hacia el otro. Muchos jueces creen que si un hombre violento
golpea a su esposa pero no a sus hijos, esta brutalidad no es un tema que la Corte deba tener en
cuenta en las órdenes que se refieren a los niños. Desde el silencio, ellos reciben el mensaje de que
la violencia es aceptada por la sociedad. De este modo, el divorcio puede rescatar al padre que es
víctima de la violencia, pero no rescata al niño que la presenció. Muchos estudios muestran que los
niños que han presenciado hechos de violencia sufren efectos severos y duraderos en su habilidad
para mantener relaciones, desarrollar una conciencia y controlar sus propios impulsos agresivos. El
fracaso de los tribunales para dedicarse a este tema tiene graves consecuencias ya que la violencia
doméstica ocurre a puertas cerradas y aparece en el momento de la separación. Por lo tanto los
jueces tienen una oportunidad única para intervenir en beneficio del niño brindando consejos y
educación a padres e hijos antes de que se redacten las órdenes de los regímenes de visitas o de
custodia. Esto no significa que se impedirá al padre violento que vea a sus hijos. Pero sí significa
que padres e hijos recibirán ayuda antes de establecer los regímenes de visitas.
Los tribunales son culpables de otra consecuencia imprevista que deriva de las políticas rígidas.
Los niños atrapados en regímenes de visita inflexibles hasta los dieciocho años crecen rechazando
al padre eme insistió en esa planificación. Cuando se convierten en adultos jóvenes se niegan a
mantener contactos con el padre que los sometió a ese régimen estricto. Los padres y los abogados
se olvidan de que los jóvenes llevan las de ganar. De modo que si el propósito de los regímenes
ordenados por la Corte es permitir que el padre y el hijo se conozcan mejor y disfruten de una
relación amistosa o cariñosa, la estrategia se vuelve contraproducente. El resentimiento de los hijos
se agudiza en la adolescencia. La lección es clara. Los padres no pueden fiarse de la Corte para
que haga cumplir sus derechos con un niño en la forma en que lo hace con una propiedad.
Desafortunadamente, el sistema actual alienta a los padres a que piensen exactamente de este
modo. Más rápido de lo esperado, el niño crecerá y expresará su resentimiento por la tiranía de la
Corte y de sus progenitores. El padre que quiere amor y respeto de su hijo no puede delegar en el
poder de un tribunal la creación de una relación. Las órdenes de la Corte pueden crear la
oportunidad de una relación, pero la responsabilidad de cultivar una amistad cariñosa con el niño
comienza allí. Sería útil para muchos padres que los tribunales y los abogados les transmitieran esto
directamente.
En capítulos anteriores me explayé sobre el tema de la custodia compartida así que no lo repetiré,
excepto para hacer notar que la custodia compartida es beneficiosa para algunos niños y perjudicial
para otros. Puede ayudar a algunos niños en determinada edad y perjudicarlos cuando son
mayores. A pesar de los deseos de la Corte de una política que se pueda aplicar a todos, un talle
nunca le quedará bien a todos o a la mayoría de los niños. Quizás habría que enseñarles a los
jueces a desconfiar de las políticas para niños de aplicación masiva.
Finalmente, los jueces, abogados, mediadores y profesionales de la salud mental que trabajan en
las Cortes deberían pensar en buscar los medios para realizar un seguimiento de sus acciones. Por
ejemplo, cuando se requiere que los niños pequeños viajen en avión sin acompañante para cumplir
con el régimen de visitas, el niño y los padres deberían regresar a la Corte un año después para
evaluar el impacto de los viajes en los sentimientos y la adaptación general del niño. A diferencia de
la medicina y la psicología, la Justicia no tiene procesos de revisión ya establecidos a su
disposición. Las órdenes de la Corte y los acuerdos de mediación permanecen ocultos porque sus
resultados no se sacan a la luz y se examinan con regularidad. Las disposiciones de la ley de
familia, y sus consecuencias a largo plazo para los niños, tienen una complejidad que requieren una
evaluación que va más allá de los cuestionamienlos o el cumplimiento estricto de la ley. Resultaría
muy beneficioso pai;i ^os padres, las Cortes y toda la sociedad que las políticas y las prácticas
relacionadas tuvieran un proceso de revisión regular. Esto conduciría a cambios importantes que
mejorarían la calidad de vida de los niños.
Estas sugerencias son algunas de las cosas que deberíamos hacer para reducir el sufrimiento de
los niños y los adultos en nuestra cultura del divorcio. Estoy segura de que las mentes privilegiadas
sugerirán muchas más a medida que conozcamos mejor las consecuencias a largo plazo del
divorcio en las familias norteamericanas. En realidad, es probable que muchas de esas ideas
provengan de aquellos que vivieron de manera directa la experiencia de haber crecido en familias
divorciadas, la generación de adultos jóvenes que conocimos en este libro. En este momento tienen
una edad en la que están ingresando a posiciones de responsabilidad en la política, las leyes, el
289
entretenimiento, la ciencia, la medicina, la educación y otras profesiones. Ellos son nuestro futuro, y
gracias a Dios, tienen dudas, pero no son completamente pesimistas. Todo lo contrario. Han
demostrado una sorprendente capacidad para el cambio, para dejar de lado sus temores y para
aprender a confiar en la gente que quieren.
Y así llegamos a preguntas críticas. ¿Qué valores tiene esta generación en lo que se refiere al
matrimonio y al divorcio? ¿Dejaron de lado el matrimonio para optar por la convivencia? ¿El
matrimonio está destinado a desaparecer? El voto de esta generación es claro. A pesar de su
experiencia directa de ver el fracaso de los matrimonios, desean relaciones duraderas y fieles ya
sea en el matrimonio o la convivencia. Ningún adulto soltero de este estudio acepta la idea de que el
matrimonio va a desaparecer. Ellos quieren estabilidad y una vida diferente para sus hijos. Aceptan
el divorcio como una opción, pero creen que éste en una familia con hijos debe ser un último
recurso. Aquellos que están felizmente casados se sienten bendecidos. Nunca esperaron tener una
familia feliz propia, y están agradecidos por su buena suerte. Como hijos del divorcio, están
ansiosos por volver a escribir la historia, no por repetirla. Quieren hacer las cosas mejor que sus
padres.
A través de los años, muchos de los niños de este estudio se mantuvieron en contacto conmigo.
Me invitaron a sus bodas y fui a varias de ellas. Otros me enviaron fotografías de su casamiento
contándome todos los detalles. En una de ellas soltaron una bandada de palomas después de
realizar los votos matrimoniales. Una novia con su corona se casó en la cima de una montaña
acompañada del sonido de una flauta de pastor de ovejas. Algunos no invitaron a sus padres. Otros
invitaron a lodos, incluyendo a las esposas y esposos anteriores y actuales de sus padres. Para
todos los jóvenes, una boda aún simboliza un compromiso de por vida. Pero entre los hijos del
divorcio, el casamiento representa un triunfo sobre el temor. Creo que para aquellos a cuyas bodas
concurrí mi presencia pudo haber representado un cierre con su pasado y una afirmación de que
pudieron lograrlo a pesar de todo. Yo soy la jefa de la tribu que estuvo presente en las batallas más
importantes de su" vidas, y que guarda sus historias, incluyendo sus sueños, esperanzas y temores.
Termino este libro con un brindis emocionado por la boda de un joven llamado Michael, quien
cumplió treinta y dos años. Al igual que muchos otros de este estudio, tardó años en superar su
intenso temor al compromiso. "Cada vez que me decidía a hacerlo, me superaba un profundo
sentimiento de tristeza, igual al que sentía cuando era niño", comentó Michael. Por fin pudo dominar
su temor y casarse con Elizabeth, la mujer con quien vivía y a quien amaba desde hacía cinco años.
Estas palabras fueron pronunciadas por su mejor amigo, que también es un hijo del divorcio:
Muchos de los que están aquí pensarán que es extraño que uno de nosotros se case. Es extraño
porque somos una generación de pesimistas cuando se trata del matrimonio. Llegamos a la mayoría
de edad en una época en que el divorcio se convirtió en una alternativa aceptable. Pero el efecto
sobre nosotros es de precaución, escepticismo. ¿Quién necesita casarse? Es una institución
pasada de moda. ¿Por qué soportar esa carga? Pero mientras manifestábamos nuestro pesimismo,
en nuestros corazones albergábamos la esperanza de redescubrir y experimentar la magia
profunda y romántica que escuchamos que existió en otro tiempo: ver el matrimonio con ojos
inocentes. Pero no comprendimos que no se trataba de inocencia. Es algo real, no se trata de
diluirnos en falsas expectativas. Lo maravilloso de haber crecido en la era del divorcio es que
aprendimos mucho. Fue muy doloroso, pero aprendimos. Así que buscamos señales. Cuando uno
de nuestros amigos nos dice que se va a casar, buscamos señales sobre sus posibilidades. Bueno,
yo vi una señal esta mañana. Cuando la novia salió por la puerta quedé sin aliento. Sentí un nudo en
la garganta y me incliné sobre el automóvil para que se detuviera. Estaba sorprendido. Era tan bella.
Pero no era sólo belleza física. Cuando Elizabeth caminó detrás de Michael, él se volvió y le tomó la
mano. Sentí esa corriente eléctrica que indica que todo está bien, eso que sólo sucede cuando todo
está bien. Y me detuve a pensar en el conocimiento adquirido por nuestra generación pesimista. Y
contuve una lágrima. Estamos bien, Michael y Elizabeth. Díganse la verdad y siempre y sean
felices.

Apéndice Muestra de investigación


Muestra de divorciados

Muestra original y datos demográficos


Este estudio comenzó en 1971 con 131 niños y adolescentes de 60 familias, cuyos padres
acababan de separarse y habían pedido el divorcio en el condado de Marín, California. Estas
familias fueron seleccionadas entre un grupo mucho más grande de personas que nos fueron
recomendadas por sus abogados de familia ya que estaban dispuestos a participar, y utilizando el
criterio de que todos los niños debían tener un desarrollo normal, sin problemas emocionales o de
desarrollo. Todos los niños, 59 de las madres, 47 de los padres fueron estudiados intensivamente
durante seis semanas cerca la separación marital, el cual fue definido como el momento en el que
los padres se separan físicamente y siguen separados permanentemente. Los padres y los niños
fueron contactados nuevamente y reexaminados dieciocho meses después de la separación, a los
cinco años y a los diez años. Un subgrupo de padres e hijos fueron contactados y entrevistados a
los quince años, aunque éste no fue un seguimiento formal. En el seguimiento de los veinticinco
años, los niños —ahora adultos— fueron localizados y estudiados en forma intensiva.
El grupo de 131 niños estaba compuesto por 52% de niñas y 48% de varones. El 53% tenía 8 años o
menos, y el 47% tenía entre 9 y 18 años cuando fueron estudiados por primera vez. Cada familia tenía
un promedio de 2,2 niños. El 88% de las familias era de raza blanca; el 3% era
africana-norteamericana, el 9% interraciales, con un cónyuge asiático y otro blanco. El promedio de
edad de las madres era de 34,1 años; el promedio de edad de los padres era de 36,9. Para el 90% de
los hombres y el 93% de las mujeres éste era el primer matrimonio. En el momento de la decisión de
separarse habían estado casados durante un promedio de 11,1 años; y los matrimonios habían tenido

291
una duración de entre 4 y 23 años. Para comienzos de los setenta era un grupo relativamente bien educado. El 25% de los
padres tenía un título universitario en medicina, abogacía o administración de empresas (y casi la mitad había hecho los
primeros cuatro años de universidad). Un tercio de las madres había terminado la universidad; el 5% tenía un posgrado. El
18% de los hombres y el 24% de las mujeres habían terminado su educación formal con un título de la escuela secundaria.
(El 10% de los hombres y un tercio de las mujeres habían completado un año o más de cursos universitarios). Antes del
divorcio la mayoría de las familias tenía un nivel socioeconómico de clase media, según el índice de posición social de
Hollingshead. El 43% pertenecía a los dos niveles superiores, 29% al nivel medio, y 28% a los dos niveles inferiores.

Muestra del seguimiento a los dieciocho meses


Cincuenta y seis de las sesenta familias participaron en el seguimiento a los dieciocho meses. Dos familias se habían
reconciliado, una no pudo ser localizada, y una se negó a participar. Se obtuvieron datos completos de 108 niños, 41 padres
y 53 madres. El 55% de los hijos participantes eran niñas y el 43% eran niños.

Muestra y datos demográficos del siguimiento a los cinco años


A los cinco años, se volvieron a contactar 58 de las 60 familias, y los miembros de 56 de ellas participaron en el proceso
de entrevistas. Estas familias estaban formadas por 96 niños, 54 madres y 41 padres. El 60% de las mujeres y los hijos había
sufrido una merma en sus ingresos y nivel de vida, estando su situación socioeconómica uno o dos niveles más abajo que
en el momento del divorcio.

Muestra y datos demográficos del siguimiento a los diez años


Se localizaron 54 (90%) de las 60 familias originales y se entrevistó a miembros de 52 (87%) de dichas familias. Se
obtuvieron datos completos de 113 niños, de los cuales el 56% eran mujeres y 44% varones, 47 madres y 36 padres. En el
seguimiento de los diez años el tiempo promedio de separación era de 10,9 años. El 50% de los padres pertenecía a los dos
niveles socioeconómicos más elevados, y el 17% a las dos categorías más bajas. Las madres habían recuperado algunas
ventajas económicas, y el 40% se encontraba en las dos categorías socioeconómicas más elevadas, pero el 30% aún
pertenecía a los dos niveles inferiores. Un cuarto de las mujeres estaba experimentando serias dificultades financieras en
comparación con el 18% de los hombres.
Muestra y datos demográficos del siguimiento a los veinticinco años
Veinticinco años más tarde fueron localizadas 48 (80%) familias de las 60 originales. En dos familias, los padres no
estuvieron dispuestos a brindar información sobre el paradero de los niños. En otra familia el niño adulto se había alejado
y su madre no podía localizarlo. Participaron 45 familias (75% del grupo original). En este seguimiento sólo fueron
estudiados formalmente los niños, hoy adultos, aunque hablamos con muchos de los padres para el proceso de
localización de sus hijos. Fueron entrevistados 93 (71%) de los 131 originales, de los cuales 38 (41%) eran varones y 55 (59%)
mujeres. La edad promedio era de 33 años; y las edades oscilaban entre los 28 y los 43 años. En las 45 familias habían
muerto dos madres y cuatro padres, y un padre había desaparecido. Veinticinco años después del divorcio, un tercio de los
padres terminó en el nivel socioeconómico superior comparado con sólo el 5% de sus primeras esposas. Casi la mitad de
los padres (48%) y un poco más de la mitad de las madres (53%) terminaron en una buena situación económica. Un tercio
de las madres estaba en un nivel socioeconómico que era sólo adecuado comparado con el 20% de los padres. El 10% de las
madres y 5% de los padres vivían entre condiciones inadecuadas y el límite de las condiciones pobreza.

Muestra de comparación
Nuestro principal objetivo al incluir un grupo de comparación fue confrontar la naturaleza y calidad de su experiencia
de crecimiento y sus relaciones adultas con las del grupo de divorciados. Aunque suministramos comparaciones
numéricas entre los dos grupos, el propósito no es cotejarlos estadísticamente, sino ilustrar las diferencias entre los cursos
de sus vidas. Cuarenta y cuatro adultos de 27 familias formaban el grupo de comparación. Veintiocho (64%) eran mujeres,
y dieciséis (36%) eran hombres. Sus edades estaban comprendidas entre los 28 y los 43 años, y el promedio era de 34,9.
Cuarenta y dos participantes del grupo de comparación eran caucásicos, dos eran africano-norteamericanos.
Utilizamos el término "grupo de comparación" en lugar de "grupo de control" porque lo consideramos más adecuado
para describir su estructura y su función en este estudio. Un grupo de control formal se compara con el grupo de estudio
en cada fuente de variación posible, excepto la que está en cuestionamiento. Como no esperábamos encontrar gente que se
pudiera comparar con nuestro grupo divorciado en todos los aspectos, excepto en que sus padres no se hubieran
divorciado, decidimos controlar las áreas que consideramos más relevantes: edad, nivel socioeconómico de los padres,
crecimiento en los mismos barrios y asistencia a las mismas escuelas primarias y secundarias. Nuestro objetivo era
entrevistar a gente que hubiera crecido junto a nuestros niños del divorcio, pero cuyos padres hubieran permanecido
casados. Los anuncios en los periódicos locales, en Internet y en las escuelas comunitarias atrajeron sólo algunos
participantes apropiados. Los métodos más personalizados funcionaron mucho mejor y nos brindaron la mayor parte de
los participantes. Varias de las personas de nuestro grupo de divorciados presentaron amigos y conocidos. El método que
atrajo la mayor cantidad de participantes fue recurrir a las redes de alumnos de escuelas secundarias, localizando a los
organizadores de las reuniones de alumnos a las que concurrían nuestros hijos del divorcio y durante los años relevantes.
Estos ex alumnos-organizadores no sólo tenían listas de sus compañeros de clases sino que se habían mantenido en
contacto con muchos de ellos a través de los años, y podían guiarnos a aquellos cuyos padres aún estaban casados.
Los participantes brindaron información sobre el nivel educativo de sus padres, el cual comparamos con el de los
padres del grupo de divorcio.

Nivel educativo de los padres


No fue posible obtener una estimación adecuada del nivel socioeconómico de los padres hace veinticinco años para
compararlo con el nivel de los divorciados de aquel momento.
Pudimos estimar el nivel socioeconómico del grupo de padres de comparación y el grupo de padres divorciados por lo
que nos informaron sus hijos. Las estadísticas son las siguientes:
Nivel socioeconómico actual

Padres del grupo de Padres Madres


comparación divorciados divorciadas
Muy cómodo 30% 33% 5%
Más que adecuado 44% 47% 53%
Adecuado 15% 20% 32%
Menos que adecuado 11% 0 5%
Nivel de pobreza 0 0 5%

M ETODOLOGÍA

Esta investigación comenzó como un estudio de generación de hipótesis, en el cual el objetivo era explorar y rastrear las
percepciones y experiencias de los miembros de la familia, en especial las de los hijos, después del divorcio. Principalmente
es un estudio cualitativo, que utiliza el método de entrevista estructurada en la cual cada participante se observa en forma
individual e intensiva en una interacción con un clínico preparado que guía la entrevista para cubrir un conjunto de
preguntas predeterminadas. A los participantes se los alienta, dentro de la privacidad y la seguridad de la entrevista, a que
expliquen con detalles sus sentimientos, percepciones, comportamientos, decisiones, opiniones, esperanzas y ansiedades
sobre aspectos específicos de sus vidas. Este método de recolección de datos da como resultado un informe detallado de la
historia del participante y de las impresiones profesionales del clínico sobre la entrevista. La forma en que los datos fueron
tratados (el desarrollo de categorías codificadas, la creación de variables, la elección de las técnicas de análisis de datos)
proviene del objetivo principal de mantener y reflejar la riqueza y complejidad de la experiencia de cada persona mientras
negociaba los años posteriores al divorcio.

Evaluaciones iniciales
Cada padre fue entrevistado durante media hora, a veces mucho más, una vez a la semana, durante seis semanas. Los
niños tuvieron tres o cuatro sesiones de cincuenta minutos. Las familias no fueron excluidas si un miembro se negaba a
participar. Generalmente, el mismo clínico vio a todos los miembros de la familia, aunque esta práctica varió de acuerdo
con la disponibilidad y la programación. La cifra promedio de entrevistas por familia fue de quince entrevistas. También
se obtuvieron informes independientes sobre el funcionamiento de cada niño a partir de entrevistas con el personal
escolar, generalmente los maestros y a veces los directores. Aquí se presentan los contenidos de las entrevistas en un
cuadro que destaca los temas de éstas en cada período.
Los clínicos prepararon extensos resúmenes de las entrevistas y éstos se trascribieron. Cada trascripción fue codificada
de acuerdo con una serie de escalas y categorías'. La confiabilidad de la codificación se estableció utilizando el método de
consenso. Se discutió y se resolvió cada discrepancia. Después de llegar a un consenso se utilizó el mismo código para
293
codificar la trascripción.

Evaluaciones a los dieciocho meses, cinco años y diez años


El método de determinación fue el mismo para todos los períodos de seguimiento. El mismo perfil de entrevista
semiestructurada, con algunas partes modificadas y agregadas, para indagar sobre aspectos demográficos, historias de
vida y aspectos psicológicos relevantes de cada período. Los contenidos de la entrevista que estaban relacionados con la
historia premarital y marital, y también con las circunstancias del divorcio, no se repitieron.
Cuando se dio la posibilidad, el clínico que ya había visto al participante en seguimientos anteriores realizó la
entrevista. En el seguimiento de los diez años, cuatro de los seis entrevistadores originales aún formaban parte del estudio.
Al igual que antes, las entrevistas se resumieron, trascribieron y codificaron. La codificación siguió las categorías
utilizadas en períodos anteriores y nuevas categorías que reflejaban las preguntas agregadas. Como se agregó mucha más
información que la que sé^suprimió, la cantidad de ítem codificados aumentó en cada período. En el seguimiento de los
diez años se codificó un total de 710 ítem para cada niño y 398 para los padres. Los ítem codificados que requirieron un
dictamen clínico se discutieron en forma extensa. Se incluyeron los criterios operativos que determinaron el puntaje de la
clasificación. El nivel de precisión se computó utilizando la estadística tau b de Kendall para los ítem de nivel ordinal, y la
estadística kappa para codificar los ítem de tipo nominal. El 62% de los códigos ordinales y el 54% de los códigos
nominales tuvieron niveles de concordancia aceptables (p < ■05). Los códigos con discrepancias se revisaron y se definieron
más puntos de anclaje operativos. Cuando no se alcanzó una confiabilidad aceptable esos códigos fueron eliminados del
análisis formal2.

Evaluación a los veinticinco años


El mismo método de entrevista estructurada se utilizó a los veinticinco años tanto para el grupo de divorciados como
para el grupo de comparación, el cual se agregó en este período. Además se añadió un cuestionario estructurado que
cubría preguntas sobre rutinas demográficas y apreciaciones sobre áreas clave. El 80% de los participantes divorciados y
el 100% del grupo de comparación completó el cuestionario. La entrevista estructurada se modificó para incluir los
cambios de vida y circunstancias relevantes del grupo divorciado. Se desarrolló una entrevista paralela para el grupo de
comparación. Se utilizaron las mismas preguntas cuando se consideró apropiado. Se desarrolló un conjunto de nuevas
preguntas relevantes para la condición de los padres que siempre permanecieron casados y para capturar la experiencia
de haber crecido en una familia de este tipo. Con excepción de la autora principal, esta ronda de entrevistas fue realizada
por un nuevo grupo de clínicos especialmente preparados.
La trascripción, codificación y obtención de precisiones se llevaron a cabo utilizando los mismos métodos y
procedimientos informados para el seguimiento a los diez años. La información brindada en forma espontánea se incluyó
en la codificación como otra fuente de información, además de lo que los participantes manifestaron cara a cara y las
impresiones profesionales del clínico. Como en este período sólo se entrevistaron hijos, la cantidad de ítem codificados fue
menor: 308 para cada participante del grupo de divorciados y 293 para los del grupo de comparación.

Resumen de áreas de contenidos en las entrevistas estructuradas3

R ESPECTO DE LOS PADRES : 6

Historia premarital (o,C) Historia marital (o,C) Circunstancias del divorcio (o) Estado civil (1,2,3,4)
Empleo (o,1,2,3,4,C) Escolaridad/formación (o,l,2,3,C) Circunstancias económicas (o,1,2,3,4,C) Situación
de vida (o,1,2,3,4,C) Relaciones sociales (o,l,2,3,C) Apoyo/necesidades (o,l,2,3,C) Paternidad (o,1,2,3,4,C)
Estado de salud (o,1,2,3,4,C) Funcionamiento psicológico (o,l,2,3,4,C) Historia de tratamientos (o, 1,2,3)
Actitud hacia el divorcio (o,1,2,3) Relación coparental (o,l,2,3,C) Relación interparental (o,1,2,3,4,C)
Relación con los abuelos (3,4,C)
RESPECTO DE LOS HIJOS (HIJOS ADULTOS)

Situación de vida (o, 1,2,3,4,C)


Visitas y custodia (o, 1,2,3)
Recuerdos del divorcio de los padres (3,4)
Recuerdos de la infancia (4,C)
Patrón de contacto con el padre (o,1,2,3,4,C)
Patrón de contacto con la madre (o, 1,2,3,4,C)

295
Actitudes hacia el contacto paterno (o,l,2,3,4, C)
Escolaridad/formación (o, 1,2,3,4 ,C)
Empleo (3,4, C)
Situación económica (3,4 ,C)
Logros adolescentes (3,4, C)
Historia principios/mitad de adolescencia (3,4, C)
Historia final de adolescencia (3,4, C)
Logros adultos (4 ,C)
Apoyos (o,l,2,3,4 ,C)
Relaciones con los pares (o,1,2,3,4, C)
Relaciones sexuales/amorosas (1,2,3,4, C)
Historia/estado civil (3,4, C)
Historia/hijos (3,4, C)
Historia/circunstancias del divorcio (3,4 ,C) Funcionamiento psicológico (o, 1,2,3,4, C)
Psicoterapia e historia de salud (o,1,2,3,4, C) Relación con el padre (o,l,2,3,4 ,C) Relación con la
madre (o,1,2,3,4, C) Relación con los hermanos (o,1,2,3,4, C) Relación con cónyuge (3,4, C)

* Período indicado: o = contacto original; 1 = seguimiento a los dieciocho meses; 2 = seguimiento a los 5 años; 3 = seguimiento a los diez años; 4 =
seguimiento a los 25 años; C = entrevista grupo de comparación.
h Preguntas a los padres que participaron en entrevistas. Preguntas a los hijos cuando los padres no participaron.

R ESPECTO DE LOS HIJOS ( HIJOS ADULTOS )

Relación con los hijos (3,4, C )


Relación con los hijastros (4, C )
Relación de los niños con los abuelos (4, C )
Manejo de conflictos (4, C )
Percepciones del matrimonio de los padres ( C )
Paternidad (4, C )
Actitud/segundo matrimonio de la madre (o,1,2,3,4) Actitud/segundo matrimonio del padre
(o,1,2,3,4) Actitud/divorcio de los padres (o, 1,2,3,4) Actitud/matrimonio y divorcio (o,1,2,3,4, C )
Expectativas para el futuro (o,l,2,3,4 C )

A NÁLISIS DE DATOS

Antes del seguimiento a los diez años, los datos se analizaron a mano utilizando técnicas de correlación. A los diez
años todos los datos, incluyendo los datos de períodos anteriores se colocaron en la computadora. Los análisis
longitudinales y cruzados de los seguimientos a los diez años y a los veinticinco años siguieron los mismos
procedimientos. Los datos del grupo de comparación se redujeron y describieron de una manera comparativa. En el
seguimiento a los veinticinco años se realizaron análisis adicionales comparando los dos grupos.
Los datos se redujeron mediante la obtención de frecuencias de todos los ítem codificados. Los ítem cuyas frecuencias
discriminaban las categorías fueron eliminados si no eran clínicamente significativos. Entre los ítem que quedaron se
realizaron medidas de relación apropiadas; aquellos ítem relacionados con un nivel superior al 80% fueron combinados o
desdoblados. Los ítem que quedaron suministraron la base de datos.
El criterio utilizado en el análisis de datos cruzado a los 10 y los 25 años fue la estadística ji cuadrada, la cual se adapta
mejor a la naturaleza categórica de los datos. Las principales variables independientes fueron sexo, grupo, historia de
segundas nupcias de los padres, relación con cada uno de los padres, calidad del matrimonio de los padres (para el grupo
de comparación).
La agrupación por edades fue cambiando durante el transcurso del estudio, la elección del grupo de edad en cada
punto estuvo determinada por la relevancia del desarrollo y las consideraciones estadísticas. A los 25 años utilizamos tres
grupos de edades basados en la edad en el momento de separación de los padres: edad 2-6 (n = 29), edad 7-10 (n = 41), y
edad 11-15 (n = 23).
La relación con cada padre fue un código que tuvo en consideración la información espontánea y el cuestionario, la
actitud e información del participante hacia el padre durante la entrevista, la impresión del entrevistador y el juicio clínico
del codificador.
Sobre la base de cómo describió el grupo de comparación el matrimonio de sus padres, los categorizamos en uno de
tres grupos: matrimonios "A" (n = 12), en el cual los hijos pensaban que era perfecto o casi perfecto, matrimonios "B" (n =
23), en el cual el hijo advertía los conflictos matrimoniales, pero consideraba una paternidad "bastante buena", y
matrimonios "C" (n = 9), donde la relación entre los padres perjudicaba seriamente la paternidad.
Las medidas dependientes se organizaron en dimensiones que reflejaran el funcionamiento psicológico, social y
económico, las actitudes hacia las relaciones, el divorcio y el futuro; y las opiniones clínicas de los impactos residuales a
largo plazo de haber crecido en una familia intacta o una familia divorciada.
Los resultados se computaron utilizando una medida global y luego tres medidas específicas más. La medida global,
EgoCope, fue la medida total de los resultados considerando el funcionamiento interno individual, la integración
psicológica, estabilidad afectiva y la fortaleza de la estructura defensiva, y el nivel de funcionamiento dentro del entorno.
También consideramos las dimensiones de funcionamiento en forma separada utilizando tres medidas que reflejaran la
capacidad emocional, la calidad de las relaciones sociales y la competencia y satisfacción ocupacional.
Los análisis longitudinales se organizaron utilizando dos métodos. Los cambios de la familia divorciada a través del
tiempo se capturaron mediante la creación de variables de perfiles3 que reflejaran patrones a través de los años en áreas
determinadas: cambios psicológicos en los padres, calidad de vida, variación socioeconómica, grado de conflicto y
disgusto entre los padres, cooperación paterna en el régimen de visitas, actitud hacia la ex cónyuge como familiar y grado
de responsabilidad hacia los hijos. Estas variables de perfiles son un intento de combinar la información individual con las
variables del nivel familiar que representen en forma más adecuada la experiencia del ambiente posdivorcio para el niño.
El curso de la estabilidad y cambio individual se rastreó construyendo variables de caminos que reflejaran los patrones
de variación a través del tiempo4. Las claves de dimensión del éxito, la relación con los padres, el contacto con los padres y
el grado de resolución del divorcio se transformaron en variables y luego se compararon con el éxito en cada período. De
este modo fueron determinados ambos patrones longitudinales y se evaluó la predicción de un período con respecto al
siguiente.

Notas

Introducción
1. J. Guidubaldi, H. K. Cleminshaw, J. D. Perry, y C. S. McLoughlin,
"The Impact of Parental Divorce on Children: Report of the Nationalwide NASP Study", School Psychology Review 12
(1983): 300-23; N. Zill y C. Schoenborn, Developmental Learning and Emotional Problems: Health oj Our Nation's Children,
United States, 1988. Advance Data, Vital and Health Statistics of the National Center for Health Statistics (Washington
D.C.: National Center for Health Statistics, n" 190, 16 de noviembre de 1990; S. McLanahan, Growing Up with a Single
Parent: What Hurts, What Helps (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1994).
2. A. J. Cherlin, P. L. Chase-Lansdale, y C. McRae, "Effects of Parental Divorce on Mental Health Throughout the Life
Course", American Sociological Review, 63 (abril de 1988): 239-49; J. S. Wallerstein y J. B. Kelly, Surviving the Breakup: How
Children and Parents Cope with Divorce (New York: Basic Books, 1980); N. Zill, D. R. Morrison, y M. J. Coiro, "Long-Term
Effects of Parental Divorce on Parent-Child Relationships, Adjustment and Achivement in Young Adulthood", Journal of
Family Psychology 7, n° 1 (1993): 91-103.
3. National Center of Healh Statistics, Births, Marriages and Deaths for 1996. Monthly Vital Statistics Report, vol. 45, n° 12
(Hyattsville, Md.: National Center for Health Statistics, 1997).
4. De acuerdo con las cifras estimadas del National Survey of Families and Households de 1995 y el Statistical Abstract of
the U. S. Bureau of the Census de 1997.
5. General Social Survey, 1996 (Muestra Nacional).
6. Wallerstein y Kelly, Surviving the Breakup; J. S. Wallerstein y S. Blakeslee, Second Chances: Men, Women, and Children a
297
Decade after Divorce (Boston: Houghton Mifflin, 1989).
7. El Centro Judith Wallerstein para la Familia en Transición fue creado en el condado de Marin en 1980 en respuesta a las
averiguaciones informadas en Surviving the Breakup, y a las crecientes preocupaciones de la comunidad. La donación
inicial de la Fundación San Francisco fue de 3,5 millones durante un período de cinco años. Reconocido nacional e
internacionalmente por sus investigaciones y programas de formación para profesionales de la salud mental,
educadores, pediatras, ministros y abogados, el centro ha servido como modelo para la investigación, intervención y
política social destinado a los cambios de la familia americana.

Capítulo 1
1. J. Johnston, "High-Conflict Divorce", The Future of Children 4 (1994): 165-82.

Capítulo 2
1. Para una revisión que incluya referencias, ver J. S. Wallerstein, "Children of Divorce," en All Our Families: New Policies for
a New Century. A Report of the Berkeley Family Forum, ed. M. A. Mason, A. Skolnick, y S. D. Sugarman (New York: Oxford
University Press, 1998).
2. Arundhati Roy, The God of Small Things (New York: Random House,
1997), p. 1.
3. J. R. Harris, The Nurture Assumption (New York: The Free Press, 1998)

Capítulo 3
1. F F Furstenberg y J. A. Seltzer, "Divorce and Child Development," en Sociological Studies of child Development, vol. 1, ed. P.
A. Adler y P. Adler (Greenwich, Conn.: JAI Press Inc., 1986), págs. 127-160; P R. Amato y A. Booth: "Consequences of
Parental Divorce and Marital Unhappines for Adult Well-Being", Social Forces 69 (1991): 905-14.
2. D. M. Capaldi y G. R. Patterson, "Relation of Parental Transition to Boys' Adjustment Problems: I. A Linear Hypothesis.
II. Mothers at Risk for Transitions and Unskilled Parenting". Developmental Psychology 27 (1991) 489-504. De acuerdo con el
Centro Nacional de Estadísticas de Salud de EE.UU., la mitad de los que estaban casados en 1991 se estaba por casar por
segunda vez. En una de cada siete bodas una o ambas personas se estaba casando por tercera vez.
3. Esta pregunta se discute en "The Marriages and Divorces of the Children of Divorce," de N. G. Glenn y K. Kramer,
Journal of Marriage and the Family 49 (1987): 811-25.
Las cifras de las Encuestas Sociales (Seguimientos Nacionales) sobre personas entre 23 y 43 años muestran un elevado
promedio de divorcios entre la gente de familias divorciadas comparadas con las lamilias no divorciadas. Las cifras del
promedio de matrimonios, edad en el momento del matrimonio y promedio de divorcios para nuestros hijos adultos
del divorcio comparados con sus pares del grupo de comparación y las cifras nacionales disponibles son las siguientes:
Capítulo 5
1. Las cifras de matrimonios exitosos que se llevaron a cabo después de los 25 años de hombres y mujeres de nuestro grupo
de hijos adultos del divorcio y nuestro grupo de comparación, junto con las cifras nacionales disponibles son las
siguientes:

Hijos adultos del divorcio

38% tiene hijos


32% de los hombres tiene hijos 42% de las mujeres tiene hijos De aquellos que tienen hijos
el 17% tuvo hijos
extramatrimoniales

2. Las cifras de aquellos que tuvieron hijos en nuestro grupo de hijos adultos del divorcio y del grupo de comparación son
las siguientes:

Hijos adultos de familias intactas

61% tiene hijos


75% de los hombres tiene hijos 54% de las mujeres tiene hijos Ninguno tuvo hijos extramatrimoniales
El promedio de la cantidad de hijos por adulto en nuestro grupo de hijos del divorcio, y nuestro grupo de comparación,
comparado con las cifras nacionales es:
3. Las tasas de divorcio con o sin hijos para los hijos adultos del divorcio y para el grupo de comparación, junto con las
cifras nacionales son:
4. Ver este capítulo, nota 2, para cifras exactas.
Capítulo 6
1. Ver Glenn y Kramer, "The Marriages and Divorces of the Children of Divorce".

Capítulo 7
1. O. W. Barnett, C. L. Miller-Penn, y R. D. Penin, Family Violence Across the Lifespan (Thousand Oaks, Calif: Sage, 1997); The

299
Impact of Domestic Violence on Children. Un informe al presidente de American Bar Association, agosto de 1994. Preparado
por el American Bar Association Center on Children and the Law, un programa de la Young Lawyer's Division.
2. "Increased Prevalence of Electrophysiological Abnormalities in Children with Psychological, Physical and Sexual
Abuse", fournal of Neuropsychiatry and Clinical Neuroscience 5 , n° 4 (1993): 401-8; E Schiffer, M. H. Teicher, y A. C.
Papanicolaou, "Evoked Potential Evidence for Right Brain Activity during the Recall of Traumatic Memories", Journal of
Neuropsychiatry and Clinical Neuroscience 7 , n° 2 (1995): 169-75

Capítulo 8
1. M. A. Strauss, R. J. Gelles, y S. K. Steinmetz, Behind Closed Doors: Violence in the American Family (Garden City, N. Y:
Anchor Press/Doubleday, 1980).
2. L. Pagani, et al., "Verbal and Physical Abuse toward Mothers: The Role of Family Configuration, Environment and
Coping Strategies", American Journal of Psychiatry, en prensa.
3. M. A. Strauss, "Children as Witnesses to Marital Violence: A Risk Factor for Lifelong Problems among a Nationally
Representative Sample of American Men and Women" (escrito presentado en el Ross Roundtable on Children and
Violence, Washington, D. C, 1991).
4. Existe una preocupación de jueces y profesionales de la salud mental sobre estos temas y algunos programas seminales.
Un informe reciente recomienda que se brinde un defensor para cada víctima que busca una orden de protección. Para un
resumen de estos temas y programas ver: Family Violence: Emerging Programs for Battered Mothers and Their Children. Un
informe del Family Violence Department del National Council of Juvenile and Family Court Judges, Reno, Nevada, 1998.
5. Para una descripción más detallada de la dinámica de estas alianzas ver Second Chances, de Wallerstein y Blakeslee.

Capítulo 10
1. Dos excelentes reseñas de esta literatura aparecen en The Role of the Father in Child Development, tercera edición, de M. E.
Lamb (New fork: Wiley, 1997), y en Fatherneed: Why Father Care Is as Essential as Mother Care for Your Child (New
York: The Free Press, 2000), de K. Pruett.
2. C. Leland y M. Lozoff, "College Influences in the Role Development of Female Undergraduates" (escrito preparado para
el Institute for the Study of Human Problems, Stanford University, 1969).
3. J. S. Wallerstein y S. Blakeslee, The Good Marriages: How and Why Love Lasts (New York: Houghton Mifflin, 1995).
4. Ver de B. S. Shone y L. E. Pezzin, "Parental Marital Disruption and Intergenerational Transfers: An Analysis of Lone
Elderly Parents and Their Children", Demography 26, n° 3 (agosto de 1999): 287-97, para una ilustración de la disminución
de los cuidados de los ancianos divorciados y padres casados en segundas nupcias.
5. Este hallazgo de nuestro seguimiento de los veinticinco años recibió aportes de la literatura existente. Un estudio
nacional de 1990 descubrió que la tendencia a convertirse en víctima de la violencia física es más frecuente que la
probabilidad de convertirse en agresor tanto en los hombres como en las mujeres que provienen de familias violentas. Ver
C. Cappell y R. B. Heiner, "The Intergenerational Transmission of Family Aggression", Journal of Family Violence 5 (1990):
135-52. Una revisión crítica concluye que existe una aceptación generalizada sobre la transmisión intergeneracional de la
violencia, pero señala que se concentró en el tema acerca de si los niños de familias violentas se convierten en violentos, y
no en el resultado más probable y mucho más complejo del daño o la distorsión en la capacidad de formar y mantener
relaciones íntimas éticas y satisfactorias. Ver J. Johnston, "The Intergenerational Legacy of Family Violence: A Critical
Review and Reformulation", en Violence and Hate in the Family, eds, J. Johnston (Champaign III.: ERIC Clearinghouse on
Elementary and Early Childhood Education, University of Illinois, en Urbana, 1992).
Capítulo 300

Nuestras cifras y las cifras nacionales sobre aquellos que permanecieron solteros son las siguientes:

Hijos adultos del divorcio Hijos adultos de familias intactas


Nuestra Cifras Nuestra Cifras
muestra nacionales' muestra nacionales
40% nunca 24% nunca 29% nunca 16% nunca
se casó se casó1' se casó se casó
42% de los 29% de los 6% de los 19% de los
hombres hombres hombres hombres
nunca se casó nunca se casó nunca se casó nunca se casó
38% de las 18% de las 28% de las 13% de las
mujeres mujeres mujeres mujeres
nunca se casó nunca se casó nunca se casó nunca se casó
Capítulo 12
1. Comunicación personal de Norval Glenn, noviembre de 1999.
2. J. Teachman y K. Paasch, "Financial Impact of Divorce on Children
and Their Families", The Future of Children 4 (1994): 63-83.
3. J. Seltzer, "Legal Custody Arrangements and Children's Economic Welfare", American Journal of Sociology 94 (1991):
895-929.
4. A. Gopnik, A. Meltzoff, y P. Kuhl, The Scientist in the Crib: Minds, Brains, and How Children Learn (New York: William
Morrow, 1999).
5. Las mediciones que utilizamos son las mismas que usamos en puntos de seguimientos anteriores. Es una medida de
funcionamiento que tiene en cuenta la organización interna y la estabilidad y la competencia para las tareas de la vida.
Ver J. L. Lewis y J. S. Wallerstein, "Methodological Issues in Longitudinal Research on Divorced Families", en Advances
in Family Intervention, Assesment and Theory, vol. 4, ed. J. P. Vincent (Greenwich, Conn.: JAI Press, 1987) para detalles de
estas mediciones.
En el seguimiento de los veinticinco encontramos que el 30% de los participantes de nuestro estudio tenía un
funcionamiento deteriorado y por debajo del promedio. El 34% estaba en Ta tasa promedio, y al 36% le iba muy bien en
todas las áreas de las tareas de su vida.
Sabíamos por nuestros intensos contactos con ellos que una medición sobre el total no nos indicaba toda la historia
sobre cómo les iba a nuestros hijos adultos del divorcio en sus vidas. Siempre nos conmovían sus luchas en el campo de
las relaciones y el relativo éxito y competencia en otros aspectos, especialmente en el trabajo. Tuvimos otra medición
que descompuso las diferentes dimensiones de funcionamiento y las consignó en forma separada. El 67% se encontraba
sobre el promedio en sus competencias laborales. Sólo el 40% se encontraba sobre el promedio en su funcionamiento en
las relaciones sociales, con un 60% debajo del promedio. Los hombres y las mujeres eran similares en estos patrones, al
igual que la gente de los grupos de edades diferentes. Las pocas diferencias notables fueron que todos los hombres
tenían un bajo desempeño y pertenecían a los niveles inferiores de funcionamiento, y más mujeres pertenecían a los
niveles superiores de funcionamiento. La gente que era más joven cuando sus padres se divorciaron parecía menos
competente veinticinco años después. Esto era más notorio en las niñas que eran preescolares, y en los niños que tenían
edad escolar cuando sus padres se divorciaron.

Capítulo 13
1. Este estudio está incluido en Evaluation of the Chíld Access Demonstration Projects. Informe al Congreso preparado por el
Center for Policy Research and Policy Studies, Inc. propuesto a la Federal Office of Child Support Enforcement, U. S.
Department of Health and Human Services, Washington, D. C, julio de 1996.
2. No existen estudios formales sobre niños que vuelan solos en avión. En un artículo del New York Times aparecido el 15
de noviembre de 1998, se estimó que un niño viajaba solo en 22.000 vuelos diarios. Las aerolíneas aceptan a los niños como
pasajeros solitarios cuando no tienen menos de cinco años.

301
La mayoría de las Cortes de los Estados Unidos de América no contabiliza las órdenes que emitieron para los niños. No
existen informes nacionales o estatales que nos puedan decir cuántos niños se encuentran en una custodia única o
compartida. No tenemos idea de cuántos niños viajan solos en avión para visitar a sus padres, o qué edad tenían cuando
comenzaron las visitas a larga distancia. No tuvimos en cuenta a cuántos niños se les ordena pasar quince días en el
hogar de su padre. Algunos estados no guardan informes sobre estos temas, mientras que otros guardan algunos
informes, pero no pautas uniformes. No tenemos forma de controlar la condición de los niños que establecen las
órdenes de la Corte. Los temas de la custodia se discuten en las legislaturas, cuando los grupos electorales organizados
que representan a padres y madres comienzan a debatir. Estos temas también se discuten en las conferencias de
profesionales en las que participan abogados, mediadores y profesionales de la salud mental, todos sin la ayuda de
conocer el alcance del problema.

Capítulo 14
2. McLanahan: Growing Up with a
Single Parent.
3. Ver capítulo 3, nota 3
1. Nuestras cifras sobre la edad en que
se consumieron drogas y alcohol por
primera vez tanto para el grupo de hijos
adultos del divorcio como para el
grupo de comparación,
comparadas con las estadísticas
nacionales son las siguientes:

Capítulo 302
1. Las cifras sobre consumo intenso de alcohol/drogas entre el final de la adolescencia y los veinte años comparadas con la
franja de edad comprendida entre los veinte y los cuarenta años en los hombres y mujeres de nuestro seguimiento de
hijos adultos del divorcio son las siguientes:

Capitulo 16
1. R. Emory y P. Dillon, "Divorce Mediation and Resolution of Child-
Custody Disputes: Long-Term Effects", American journal of
Orthopsychiatry 66 (1996): 131-40.
2. E. Maccoby y R. Mnookin, Dividing the Child: Social and Legal
Dilemmas of Custody (Cambridge, Mass.; Harvard University Press,
1992).
3. Ver C. Albiston, E. Maccoby y R. Mnookin, "Does Joint Legal Custody Matter?", Stanford Law and Policy Review 2 (1990):
167-79.
4. J.Johnston, M. Kline, yj. Tschann, "Ongoing Postdivorce Conflict in
Families Contesting Custody: Effects on Children of Joint Cusotdy and Frequent Access", American Journal of
Orthopsychiatry 59 (1989): 176-92
5. M. Kline, J. Tschann, J. Johnston, y J. Wallerstein, "Children's Adjustment in Joint and Sole Physical Custody
Families", Developmental Psychology 25 (1989): 430-38.
6. J. Johnston, "Research Update: Children's Adjustment in Sole Custody Compared to Joint Custody Families and
Principles for Custody Decision Making", Family Conciliation Courts Review 33 (1995): 415-25; P. R. Amato, "Children's
Adjustment to Divorce: Theories, Hypotheses and Empirical Support", Journal of Marriage and the Family 55 (1992): 23-38
7. C. M. Heinke y I. Wesstheimer, Brief Separations (New York: International University Press, 1965).
8. J. Soloman y C. George: "The Development of Attachment in Separated and Divorced Families: Effects of Overnight
Visitation, Parent and Couple Variables", Attachment and Human Development 1, n° 1 (abril de 1999): 2-33.

Capítulo 17
1. Al parecer no hay comparaciones formales de índices de divorcio en familias con niños excepcionales. Sin embargo, la
opinión profesional apoya la impresión clínica de que el divorcio es mayor. Ver B. Tew, H. Payne, y K. Lawerence:
"Must a Family with a Handicapped Child Be a Handicapped Family?", Developmental Medicine and Child Neurology 16
(1974): 95; y C. Telford yj. Sawrey, The Exceptional Individual, 4a. edición (Englewood Cliffs, N. J.: Prentice Hall, 1981). El
professor Marci Hansen es un experto en educación especial de la Universidad estatal de San Francisco, y utiliza el
concepto de múltiples "tensionantes" para explicar por qué las familias con miembros con necesidades excepcionales
podrían correr más riesgo de divorcio.

Capítulo 18
1. E. M. Hetherington y K. M. Jodl, "Stepfamilies as Settings for Child Development", en Stepfamilies: Who Benefits? Who does
not?, ed. A. Booh y J. Dunn (Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates, 1994).
2. Glenn, Courtship and Marital Choice.
3. Para una revision y discusión ver E. M. Hetherington et al., "Coping with Marital Transitions: A Family Systems
Perspective", Monographs of the Society for Research in Child Development 57, n" 227 (1992).
4. Zill y Schoenborn, Developmental, Learning and Emotional Problems.
5. Hetherington et al, "Coping with Marital Transitions".
6. El nivel de educación superior logrado y la ayuda financiera para una educación superior en nuestro grupo de hijos
adultos del divorcio comparado con nuestro grupo de comparación es el siguiente:
7. N. M. Astone y S. S. McClanahan, "Family Structure, Parental Practices and High School Completion", American
Sociological Review 56 (1991): 309-20; M. A. Powell y D. L. Parcel, "Effects of Family Structure on the Earnings
Attainment Process: Differences by Gender", Journal of Marriage and the Family 59, n° 2 (1997): 419-33.
8. D. Lillard y J. Gerner, "Getting to the Ivy League: How Family Composition Affects College Choice" (escrito presentado
en el Annual Meetings of the Population Association of America, New Orleans, 1996).

Capítulo 19
1. Ver capítulo 11, nota 1. También ver R. Simons et al., "Explaining the Higher Incidence of Adjustment Problems of
Children of Divorce", Journal of Marriage and the Family, en prensa.
2. En P. Amato, "Explaining the Intergenerational Transmission of Divorce", Journal of Marriage and the Family 58 (1996):
628-40; el Dr. Amato destaca el elevado índice de divorcio cuando se casan dos niños del divorcio y discute la naturaleza de
sus dificultades en términos de "falta de habilidades sociales".
3. Esta clase de matrimonio curado se discute con detalles como un "matrimonio rescatado" en The Good Marriage, de
Wallerstein y Blakeslee.
4. Barbara Dafoe Whitehead también utiliza el término "sin indicios" para describir la dificultad que tienen los niños del
divorcio para comprender las relaciones íntimas. Ver B. D. Whitehead: The Divorce Culture (New York: Alfred A. Knopf,
1997).
303
5. Los conceptos de tensión, riesgo y adaptación fueron desarrollados entre 1970 y 1980 para explicar la amplia gama de
diferencias individuales sobre cómo reaccionan los niños ante las experiencias traumáticas del ambiente. Para consultar
más sobre esta literatura ver N. Garmezy y M. Rutter, Stress, Coping and Development in Children (New York: McGraw Hill,
1983).
6. Estos conceptos fueron aplicados a cómo enfrentan los niños el divorcio y los nuevos matrimonios. Las formas en que
las autoras utilizan estos conceptos en esta área se pueden ver en E. M. Hetherington, ed.: Coping with Divorce, Single
Parenting, and Remarriage: A Risk and Resiliency Perspective (Mahwah, N. J.: Lawrence Erlbaun Associates, 1999).

Capítulo 21
1. De acuerdo con las tabulaciones de las Encuestas Sociales Generales de 1990-96 (Seguimientos Nacionales): personas
entre 28 y 43 años, 80,6% de varones y 87,4% de mujeres de familias intactas se casan. Ver capítulo 3, nota 3, para tasas de
matrimonio de nuestro grupo de comparación y para nuestro grupo de niños adultos del divorcio.
2. Pamela J. Smock: "Cohabitation in the United States: An Appraisal of Research, Themes, Findings and Implications",
Annual Review of Sociology 26 (2000).

1. De acuerdo con las cifras publicadas en T. Smith, The Emerging Twenty-First-Century American Family (National Opinion
Research Center, Universidad de Chicago, 24 de noviembre de 1999).
2. Para discutir sobre la política de "los niños primero" ver M. A. Glendon, Abortion and Divorce in Western Law (Cambridge,
Mass.: Harvard University Press, 1987), y M. A. Mason, The Custody Wars (New York: Basic Books, 1999).
3. El desarrollo de algunos de estos servicios se describe en J. Johnston y V. Roseby, In the Name of the Child (New York: The
Free Press 1997).

Apéndice
1. Para detalles ver Wallerstein y Kelly, Surviving the Breakup.
2. Para una revisión más detallada de este proceso ver J. S. Wallerstein, S. B. Corbin y J. L. Lewis, "Children of Divorce: A
Ten Year Study", en Impact of Divorce, Single Parenting, and Stepparenting on Children, ed. E. M. Hetherington y J. D. Arasteh
(Hillsdale, N. J.: Lawrence' Erlbaum, 1998).
3. Para una discusión de la metodología del "perfil" ver Lewis y Wallerstein: "Methodological Issues in Longitudinal
Research on Divorced Families".
4. Este método de análisis de datos longitudinal se puede encontrar en S. B. Corbin, "Factors Affecting Long-Term
Similarities and Diferences Among Siblings Following Parental Divorce" (Ph.D. diss., Pacific Graduate School of
Psychology, California, 1988).
El

INESPERADO LE< ! \
del

DIVORCIO
¿Qué es mejor para los niños, criarse con s us |> .i <ln |I I M

de llevarse mal o crecer con padres separados? ,< < ......................................... ■■

su propia vida los hijos de divorciados? ¿Repiten |>. ...............................................

¿Inventan nuevos modelo-.

Judith Wallerstein, una de las mayores cxpcii.i • I• I tratamiento de niños de padres divorciados, ofrecí i n único sobre las

verdaderas consecuencias del divoni de los hijos.

La autora elige siete niños que sintetizan 1 i generalizadas en estos casos, y realiza un seguimiento d u

vividos a través de sus adolescencias, sus relai .........................................................

y fracasos matrimoniales, y sobre la paternidad de s u s | ■ > . . , . de un patrón interno de cómo es una relación exitosa In

divorcio deben crear nuevos códigos de comportamn n .......................................

ofrece muchos modelos y pocas pautas.

Utilizando un grupo comparativo de hijos de p.uln pero no se separaron, Wallerstein muestra cómo los hijo ven la vida en

forma diferente a sus pares criados en 11 < >) n

De este modo, ella arroja luz sobre el inteno^.mh i| M enfrentan: permanecer infelizmente casados o divon M I H

El inesperado legado del divorcio es un libro di li aquellos hijos adultos del divorcio, sus parejas, padn d que están pensando en

hacerlo, jueces, abogados, y |>i■ >l< loi mental. Una obra que modificará todo el pensamiento < m i y su impacto a largo plazo sobre la

sociedad.

INESPERADO
LEGADO
del

305
DIVORCIO

JUDITH S. WALLERSTEIN JULIA M.

LEWIS SANDRA BLAKESLEE

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