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A mis tres iglesias.

A Veti, compañera de camino

A Andrea Teresa, Carlo Josías, Rebeca del Pilar

y Pablo Josué, las flechas que Dios puso en mi mochila


A ti Dios por el don que me has regalado,

A todos los hermanos y compañeros en esta peregrinación

hacia la Casa del Padre,


Introducción
1. Ponte moderno
2. Pienso luego existo
3. El reino de las mentiras
4. El fin justifica los medios
5. Un progreso permanente
6. Un paraíso sin Dios
7. Se me cayó el rabo
8. Libertad o libertinaje
9. Las hormonas me traen de cabeza
10. Ciencia y Fe
11. La carne es neutral
12. Una Nueva Era
13. Más allá de las cosas
14. No hay problema con los extraterrestres
15. Sin peso, quiero todo Light
16. Juega vivo
17. Una gran explosión
18. El principio antrópico
19. ¿Quién se preocupa de mí?
20. El fin de la historia
21. Yo soy único, no hay copias
22. ¿Por qué sufro?
23. ¿Hay esencia humana o sólo existencia humana?
24. Las estrellas guían mi destino
25. La muerte
26. ¿Existe el infierno?
27. ¿Postmodernidad o qué?
Cuando me decidí a escribir este ensayo, ya había intentado
escribir un libro un par de veces. La primera fue cuando entré a
estudiar filosofía en la Universidad de Panamá. Tenía un año de haber
salido del Seminario (estuve un año y medio en la formación para ser
sacerdote), pero me di cuenta de que no bastaba un querer emotivo
para arrojar tinta sobre el papel.
Al salir del Seminario, no sabía qué hacer con mi vida. Me
aterraba la idea de ir a la universidad y perder la fe. Había estado en
una escuela de bellas artes y durante las clases de Historia del Arte
redescubrí mi pasión por la Historia. Fui a la universidad para
encontrar una de mis vocaciones: ser un buscador de la verdad.
Resulta que los carreras estaban casadas: Filosofía-Historia o
Geografía-Historia. Me decidí por la primera, pues ya tenía algo de
ideas filosóficas, por los estudios en el Seminario.
Mi gran terror era perder la fe. La Facultad de Filosofía tenía
fama de atea por estar plagada de profesores librepensadores y
marxistas. ¿Qué me esperaba? Recuerdo la primera clase de Lógica.
El profesor entró y dijo: “No hay verdades absolutas; todo es relativo”.
Me dije: “Bueno, empezó la lucha”. El miércoles siguiente, en la
clase de Metafísica, “el cuco” (así llaman los niños al monstruo, al
ogro) entró al salón y al ver la cantidad de estudiantes dijo: “Son como
treinta; después del primer parcial quedarán unos diez”. Ese día me
dije ¿qué hago yo aquí? Mejor me hubiese quedado en el Seminario.
Al final del semestre, sólo terminamos diez.
No pocas veces algún compañero comentó: “No entiendo cómo
estudias filosofía y vas a la Iglesia”. “No se puede ser filósofo y creer
en Dios”. Esa era mi meta: ser un buen filósofo, pero sobre todo ser
un hombre de Dios.
Años después, cuando llegué a un colegio católico a impartir
filosofía, una jovencita me miraba admirada. Un día me soltó un
comentario a quemarropa: “Usted me confunde. El profesor anterior
nos dijo que Dios no existía y usted dice que sí”. Ese día descubrí lo
hermoso que es ser filósofo, sobre todo si se cree en Dios.
Me decidí escribir estas líneas en un momento muy difícil de mi
vida. Dios me ha permitido algunos golpes. Quisiera llegar a los
jóvenes inquietos que buscan la verdad; pero también a los no tan
inquietos que se dejan arrastrar, a fin de removerles la conciencia,
para que despierten, se interroguen, se examinen. Y sobre todo para
que encuentren, como el escriba de La Biblia, cosas nuevas y cosas
viejas (Mateo 13, 52) que los ayuden a encaminar sus vidas por la
senda del bien, de la justicia, de la verdad.

En cuanto al título, creía estar siendo súper original. Me decía:


Descartes es reconocido como el primer filósofo de la Modernidad y su
obra cumbre es El Discurso del Método. En ella, su frase más célebre
es “pienso luego existo” con la que abrió la puerta al idealismo,
poniendo la conciencia por encima de la realidad. Pero igualmente
influyó mucho en el encumbramiento de las ciencias como paradigma
del conocimiento humano. Es decir, fue uno de los primeros en poner
a la razón como la señora y reina. Con ella se podían resolver todos
los problemas de la humanidad.

Luego de trescientos años el paradigma se cayó y la gente


empezó a perder la confianza en la razón, en la ciencia y hasta en el
mismo hombre. Y se llegó a lo que algunos han denominado caída de
los paradigmas o modelos, el período de la deconstrucción, crisis de
valores, crisis de instituciones. No hay asidero. Y algunos se
aprovechan de las crisis para pescar en río revuelto y sacar muchos
beneficios.

A partir de 1960 el mundo inició una revolución sensitiva: lo


importante para los jóvenes es sentir y no pensar. Lo importante es el
momento presente, no la vida por delante. A muchos les interesa que
el joven no piense, no se cuestione, no se interrogue. Así es fácil de
manipular y de hacerlo consumir lo que sea, al precio que sea, con las
consecuencias que sean.

Estas páginas tienen algo de filosofía, algo de historia, algo de


religión, pero sobre todo amor y el deseo de compartir mis
experiencias de líder de jóvenes durante unos veinte años. Las
reflexiones no tienen un orden temático; se pueden leer en orden o se
pueden leer salteadas en caso de uso educativo. No son textos
exhaustivos; sólo quieren ser un aporte, una palabra amiga; una
palabra amorosa.

Fue exactamente hace veinte años cuando decidí empezar mi


camino con Jesucristo. Tenía entonces unos catorce años, y estaba
en el medio de mi crisis existencial de adolescencia. Luchaba por
darme a conocer, por ser aceptado, por ser famoso, y alguien llegó a
mi vida; alguien que cambió mi vida, mis esquemas, mis proyectos; y
me invitó a vivir la aventura más hermosa que se puede vivir: la
aventura de la fe. El dijo en una ocasión: Ven y sígueme. Y en eso
estamos. Te invito síguelo.
¡Ponte moderno! Era una de las frases que usábamos de
adolescentes para decir que alguno de la banda, de la pandilla, del
clan estaba atrasado( hoy dicen no estás en nada, eres un “loser”,
perdedor). Moderno es sinónimo de estar al día; en el vocabulario de
los jóvenes dicen “estar en algo”, “estar in”. En el lenguaje de la
Iglesia, se dice “aggiornamento” (ponerse al día)

Lo Moderno empezó a ser tal, allá por el siglo XVI, a raíz de tres
grandes revoluciones: La Geográfica, de seguro Cristóbal Colón
estaba por allí; la Religiosa que inició Martín Lutero y luego fue
aprovechada por otros que no tenían su buena fe, ni sus deseos de
cambio; y la Cultural en la que estuvieron implicadas las Tortugas
Ninjas: Miguel Ángel, Leonardo, Donatello y Rafael. ¡Quien hizo estos
dibujos animados sabía de historia!

En ese momento ocurrieron grandes transformaciones en el


mundo, tanto así que algunos vivían en el Viejo mundo y otros vivían
en el Nuevo Mundo, terminología que usaban los europeos para
referirse a su continente y a América que era algo nuevo para ellos.

A los modernos del siglo XVI, les encantaba sentirse distintos de


los de la época anterior: La Edad Media. Nombre por cierto ingrato e
injusto, para una época de diez centurias que, si bien fue
extremadamente religiosa, nos legó cosas importantes como La
Universidad, Robin Hood, Juana de Arco, los Estados Nacionales, las
hermosas catedrales Góticas (no la ciudad de Batman) una España
multicultural y otras cosas más.

Los modernos se sentían en una nueva era, querían derrumbar


los tabúes de la religión: ¡viva el Hombre! Esto último era herencia del
Humanismo que puso más atención en las cosas de la tierra, que en
las del cielo. Dante, Petrarca y Bocaccio (no sé si te gusta la
literatura), son famosos en esas labores. Otros humanistas
cooperaron en esa tarea de volver al hombre.

Ocurrieron enormes transformaciones que fueron acompañadas


por un avance impresionante en el conocimiento y las ciencias. Entre
los siglos IV y XV d.C., los criterios de verdad para el conocimiento
eran Platón, Aristóteles y otros tíos griegos. Tanto que al citar a
Aristóteles, se podía cerrar con “Palabra de Aristóteles” (es una
broma). Ellos eran unas eminencias, aún cuando habían vivido en los
siglos V y IV antes de Cristo. Todavía estaban de moda en el siglo XV
d.C.

Todavía hoy se les utiliza, no me dejaran mentir los alumnos de


secundaria. Sin embargo hacia el siglo XV, empezó a utilizarse un
nuevo método de conocimiento. El repetitivo silogismo de Aristóteles
empezó a fastidiarles a los universitarios:

Todo hombre es mortal.


Tú eres hombre.
Luego, Tú eres mortal.

Los modernos decidieron buscar una nueva vía, y cosas de la


vida, hallaron algo que el mismo Aristóteles había dicho: todo
conocimiento viene por la experiencia. Bueno el cuento es un poco
más largo, pero a algunos universitarios del siglo XVI les gustó la idea
de experimentar por sí mismos (pareciera que estamos en la misma
época aún) y empezó la búsqueda de un nuevo método de
conocimiento.

Hoy, lo moderno está pasado de moda. Hemos empezado una


nueva era, y los hombres y mujeres del nuevo milenio se llaman a sí
mismos postmodernos (vaya nombre). Más allá de la Modernidad y
de sus valores que iremos estudiando poco a poco.

Moderno, pues, era sinónimo de rechazó a lo medieval, lo


excesivamente religioso: ser moderno era ser revolucionario, incluso
rebelde. A veces me pongo a pensar en tantos jóvenes colegiales o
universitarios, que salen a las calles a protestar, cierran calles, tiran
basura, piedras, palos y otras cosas más, pero cuando agarran unos
dólares se les va lo revolucionario. Ser revolucionario es algo que no
va con la edad; puedes hallar viejos revolucionarios (pregúntale a tus
papás por Gandhi, Martín Luther King, Juan XXIII). Ser revolucionario
es tener fuego en el corazón; no para quemar carros o propiedad
ajena, sino para cambiar las estructuras injustas con nuestra propia
vida, con nuestro ejemplo.

Generalmente, todos los jóvenes son idealistas; sueñan con un


mundo mejor; no se conforman con que les digan “siempre se ha
hecho así”. ¿Te consideras moderno?, ¿te consideras revolucionario?

Quisiera terminar este apartado con la letra de un canto muy


especial; debe haberlo escrito un revolucionario; alguien con alma de
joven, de aquellos que piensan que todo puede cambiar para mejor:

Yo tengo fe que todo cambiará


que triunfará por siempre el amor.
Yo tengo fe que siempre brillará
la luz de la esperanza
no se apagará jamás.

Yo tengo fe, yo creo en el amor,


yo tengo fe,
también mucha ilusión,
porque yo sé, será una realidad
el mundo de justicia
que ya empieza a despertar.

Yo tengo fe
porque yo creo en Dios,
yo tengo fe, será todo mejor:
se callarán el odio y el dolor,
la gente nuevamente
hablará de su ilusión.

Yo tengo fe, los hombre cantarán


una canción de amor universal,
yo tengo fe, será una realidad
el mundo de justicia
que ya empieza a despertar
En esa búsqueda de un nuevo método de conocimiento,
apareció un matemático francés con nariz de romano llamado René
Descartes. Nuestro amigo había estudiado en un colegio francés de la
Compañía de Jesús, fundada a mediados del siglo XVI y uno de los
baluartes de la Contrarreforma Católica para responder al avance de
la Reforma Protestante.

A Descartes, el silogismo aristotélico y la educación escolástica


le parecían inútiles, y se dio a la tarea de buscar un nuevo método que
le permitiera hallar conocimientos indudables e incambiables. (creo
que sólo Dios es así)

En sus pesquisas cognoscitivas, Descartes se propuso dudar de


todo lo que existía, no aceptar como cierto nada que no fuese claro y
distinto para su pensamiento; este proceso lo denominó duda
metódica. El siguiente paso era buscar una primera verdad que fuese,
inamovible, una especia de base o fundamento del cual no se pudiera
tener la más mínima sospecha de engaño. Esa primera verdad fue su
propio ser, su inteligencia, su conciencia: “Pienso, luego existo”. He
ahí mi primera verdad pensó Descartes. ¿Tú que opinas?

Cuando le pregunto a mis estudiantes que piensan de lo que


afirmó Descartes, algunos dicen “es verdad profesor, es mejor pensar
antes de actuar” (sabia respuesta verdad). Incluso en mis años más
mozos me parecía algo muy lógico. Sin embargo, con esa
aseveración nuestro amigo, el matemático, inauguró una senda
insospechada que los filósofos llaman idealismo, que pone más
énfasis en la mente y en la conciencia que en la realidad. Y la realidad
es anterior a la conciencia, aunque esta última se hale los pelos de la
cabeza y quiera desconocer a la realidad su primer lugar. Algo así
como decir que la realidad es la Señorita Universo y la conciencia es
la Primera Finalista. ¿Qué crees tú?
Los idealistas, Descartes y otros más, prefieren no salir de su
mente, pues en cierta forma es más complicado ir a la realidad y
reconocer que no podemos manejarla a nuestro antojo. Como diría
otro tío, contemporáneo de Descartes, llamado Francis Bacon (este
señor tocino era bastante empírico, pues privilegiaba la experiencia
por encima de la razón en lo que se refiere al conocimiento): “a la
naturaleza se le vence obedeciéndola”. Es decir mirando la realidad
y no tanto la conciencia. Con la crisis ecológica que tiene el planeta
pareciera que este amigo inglés fuese de Greenpeace.

Entre idealismo (los del bando de la conciencia) y realismo (los


del bando de la experiencia), la segunda opción es más coherente,
pues parte de la realidad para conocerla; en cambio el idealista se
crea los objetos en su mente o considera verdadero sólo lo que su
mente puede concebir clara y distintamente, diría Descartes.

Descartes, no actuó de mala fe. Dicen que muchas veces las


cosas no son mal dichas, sino mal interpretadas. No obstante, tiene el
mérito de haberle dado a la conciencia, y al sujeto –a la persona- un
puesto protagónico en el desarrollo de la vida cotidiana, tanto que se
le considera precursor de la Sicología y otras ciencias afines.

Estos tíos empiristas y racionalistas se tomaron su tarea muy en


serio. Aún hoy estas discusiones sobre los métodos de conocimiento
y la verdad siguen en el tintero. La pregunta es ¿existe eso que
llamamos verdad o es puro cuento? ¿Quieres convertirte en un
apasionado buscador de la verdad o te quieres conformar con lo que
te propone la Tele, la radio o el cine? Tú decides.

Un poeta español del siglo XX llamado Antonio Machado decía


que no hay camino, se hace camino al andar. Sí hay un camino: ser
un buscador perenne de la verdad. Sobre todo la Verdad con
mayúscula, que no es algo sólo cognoscitivo, sino existencial, ético y
trascendente.
San Agustín, joven apasionado por la búsqueda de la verdad,
inquieto como tú, y que algunos llaman el primer moderno (aun
cuando vivió en el siglo V d.C.) sintió que la verdad era tanto
inmanente (estaba dentro de él como afirma el idealismo) como
trascendente (estaba más allá de él: realismo). Luego de encontrar a
Dios, para él la verdad verdadera, dijo

"Tarde te amé, Dios mío, hermosura tan antigua y tan


nueva, tarde te amé. Tú estabas dentro de mi alma, y yo
distraído fuera, y allí mismo te buscaba; y perdiendo la
hermosura de mi alma, me dejaba llevar de estas hermosas
criaturas exteriores que Tú has creado. De donde infiero,
que Tú estabas conmigo, y yo no estaba contigo; y me
alejaban y tenían muy apartado de Ti aquellas mismas
cosas que no tendrían ser, si no estuvieran en Ti. Pero Tú
me llamaste y diste tales voces a mi alma, que cedió a tus
voces mi sordera. Brilló tanto tu luz, fue tan grande tu
resplandor, que ahuyentó mi ceguera. Hiciste que llegase
hasta mí tu fragancia, y tomando aliento respiré con ella, y
suspiro y anhelo ya por Ti. Me diste a gustar tu dulzura, y ha
excitado en mi alma un hambre y sed muy viva. En fin,
Señor, me tocaste y me encendí en deseos de abrazarte."
(Conf. 10, 27, 38).
Veíamos en el apartado anterior que la verdad ha sido una
pasión inmemorial del hombre. Es curioso que Eva, en la primera
mentira de la historia, dijera “«La serpiente me engañó y he comido.»
O sea que el problema de decir la verdad o buscarla es algo más viejo
que Matusalén, diría mi papá.

Como te decía, para los modernos, el problema de la verdad,


giraba en torno a los métodos para hallarla, no tanto sobre la esencia
de la verdad.

De eso se había preocupado nuestro viejo amigo Aristóteles y un


admirador suyo, que lo estudió casi 800 años después de muerto el
Estagirita, llamado Tomás de Aquino. Para algunos una de las
inteligencias más notables que ha caminado por este mundo desde
que el Homo se hizo sapiens.

Según Aristóteles, la verdad es la concordancia entre lo que hay


en mi mente y la realidad; también dijo que verdad era decir que es
cierto lo que es verdadero y falso lo que es mentira. Parece un
trabalenguas pero tiene mucho de verdad. Cuando tu mente esta en
concordancia con la realidad, estás en la verdad; por el contrario, si te
evades y renuncias a tener los pies sobre la tierra ( ojo cuidado con los
astronautas) y rechazas vivir en la realidad, estás en la mentira.

En la otra esquina, la mentira es decir que lo verdadero es falso


y que lo falso es verdadero. Cuántas mentiras se dicen por intereses
económicos, por placer, por diversas excusas. Hay que estar atentos
sino vamos a acabar recibiendo “borriguero por iguana” o “gatoski por
liebreski” como diría mi amigo Gorbachev.
Lo fregado de esto es cuando la mentira se institucionaliza, y los
seres humanos no analizamos lo que se nos presenta; todo lo
tragamos sin eructar, diría mi papá. Un gran predicador de la Palabra
de Dios decía: “ellos tienen las mentiras y las predican como si fueran
verdades; nosotros tenemos la verdad y las predicamos como si fuera
mentira.”

Hoy ocurre como en tiempo de los sofistas (unos tíos del siglo V
antes de Cristo) para quienes lo importante no era la verdad, pues era
inalcanzable, sino convencer a la gente de que lo que ellos decían era
la verdad. Algo así como lo que hacen muchos políticos, mentalistas,
brujos: la demagogia.

Algunos publicistas, especialistas en marketing, comunicadores


sociales, cineastas, constructores de sueños nos venden la idea de
que necesitamos esto o aquello. Nos presentan la última maravilla del
mundo y todos quedamos creyendo. ¿Qué podemos hacer para no
caer en las redes de tanto engañador? Incluso los medios de
Comunicación social: la radio, la tele, los periódicos a veces nos
engañan. Hoy el sentido crítico es más importante que nunca. Pero
¿quién nos forma en un sano criterio? Como dirían en el Chapulín
Colorado: “¿Y ahora quién podrá defendernos?”

La verdad es una señora con la que todos han bailado. Hay


quienes dicen que ella se hace la importante y es inalcanzable, como
los escépticos. Otros, los dogmáticos dicen que ella es la
encontradiza y se le halla sin problemas. Otro bando se ha
preocupado por afirmar que no hay verdades absolutas; algo así como
"todo es según el color del cristal con que se mira". Estos amigos
relativistas afirman que algo puede ser verdadero para un grupo, una
cultura, pero no forzosamente para todos. ¡Cuán sumidos en el
relativismo estamos todos nosotros¡ Algunos han defendido que la
verdad depende de la utilidad, o sea, algo es verdadero si da
resultados eficientes y no pocas veces materiales.

Una corriente que ha tomado mucha fuerza hoy es aquella que


manifiesta que la verdad es un consenso; el consenso de la mayoría.
Eso es un ideal, pero no es la verdad: la mayoría podrían equivocarse
(piensa en lo que hicieron con Cristo). A los políticos les fascina este
campo; se la pasan consensuando, y no pocas veces aprueban leyes
que son inmorales.

La verdad es la verdad, la aceptes o no. Tú y yo estamos


llamados a ser buscadores de la verdad ( a lo mejor Indiana Jones se
nos une). No podemos claudicar; descansar sí, pero no abandonar la
lucha. Y cuando la encuentres, diría San Agustín, no llegaste a la
meta; al contrario tienes que profundizar en ella, y sobre todo
enseñarla a otros. Sobre la verdad, parodiando a Juan Pablo II, pesa
una hipoteca social, tienes que compartirla y ser un servidor de ella.
(Un diácono de la verdad)

Algún filósofo ha dicho que “el absoluto mata la búsqueda”. Un


romántico llamado Lessing afirmaba que entre la verdad y el placer de
la búsqueda él prefería el último. Sin duda que pone el énfasis en el
sujeto que busca y no en la verdad como tal, y la tarea se convierte en
orgullo y presunción. Santa Teresa decía “humildad es andar en
verdad”. ¿De qué presumes? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Si
hasta la razón y la inteligencia son un don de Dios; de que le sirve al
hombre ganar el conocimiento si pierde su alma, podríamos decir.
San Jerónimo, ese gran intelectual del siglo IV a.C. quien tradujo la
Biblia del hebreo y griego al latín, decía que la ciencia, en ocasiones,
puede llevar a la soberbia.

Hay una verdad única y a ella se llega desde diversas


perspectivas, pero esa verdad está en la realidad, nosotros no la
inventamos, sólo la conocemos. Ya decía San Agustín “nosotros
conocemos las cosas porque son, pero ellas son porque Tú las
conoces.” Hay una verdad indivisible en el universo y nos acercamos
a ellas desde variadas ópticas. Dios la puso en el universo al crearlo,
y las cosas son verdaderas en la medida en que cumplen con el plan
que Dios les ha encomendado.

¿Y la verdad de las cosas creadas por el hombre? Claro que sí.


Esa verdad depende del hombre, pero el hombre no crea de la nada,
sólo transforma lo que ha recibido en administración.

¿Estás decidido a ser un buscador, defensor y propagador de la


verdad? Hoy más que nunca, ella cuenta contigo, pues en el clima
tolerante en que vivimos, una simple opinión pasa como verdad; o lo
que es peor la mentira se presenta como verdad. Como diría Jesús:
“lobos con piel de oveja”.

Quisiera sugerirte un hermoso texto atribuido a Salomón, de


quien se dice que era extremadamente sabio:

“Oh Dios de mis padres y Señor de misericordia, que hiciste


todas las cosas por medio de tu palabra, y con tu sabiduría
formaste al hombre, para que fuese señor de las criaturas
que tú hiciste, a fin de que gobernase la redondez de la
tierra con equidad y justicia, y ejerciese el juicio con rectitud
de corazón; dame aquella sabiduría que asiste a tu trono, y
no quieras excluirme del número de tus hijos”
(Sabiduría 9,1-4)
¿Qué es un medio? La mitad de uno. No, por supuesto que no.
Se entiende por medio un proceso, una técnica, un método, un camino
que se toma para llegar a un fin, a un objetivo determinado. Los fines
y los medios son tan antiguos, como el universo. Dios hizo el universo
para comunicar su amor, es decir, la creación es un medio que
manifiesta el amor providente de Dios. Y al hombre y a la mujer los
hizo a su imagen y semejanza.

Sin embargo el hombre no es un medio, es un fin en sí mismo.


No podemos utilizar a alguien como medio para nuestros fines:
tenemos que respetar la dignidad única e irrepetible de cada persona.

Nuestro amigo Santo Tomás de Aquino, siguiendo al gran


Aristóteles, clarificó la teoría de los medios y los fines. Todo tiene una
finalidad; el universo fue hecho con una finalidad. Todo está ordenado,
incluso aquello que parece desorden. Terremotos, maremotos,
huracanes se convierten en medios para que se desarrolle la historia
universal que Dios respeta.

Sin embargo el problema se da cuando perdemos el equilibrio


entre fines y medios. Un renacentista llamado Nicolás de Maquiavelo,
(hasta el nombre da miedo) en una conocidísima obra suya llamada El
Príncipe, inauguró la tendencia a no preocuparnos por los medios con
tal de alcanzar nuestro fin.

Maquiavelo le aconsejaba al destinatario de su libro que mintiera


si era necesario, que rompiera sus promesas y compromisos si se veía
obligado a ello para lograr sus objetivos: mantenerse en el poder.
Los intérpretes se debaten analizando las intenciones de la
máxima de Maquiavelo. Lo que sí es cierto es que muchos la han
interpretado a su antojo, y han hecho de ella su norma de vida: ¡No
importa lo que tengas que hacer para lograr tus metas: hazlo! Esto ha
propiciado regímenes totalitarios y guerras desde Napoleón, pasando
por Hitler y terminando con Osama Bin Laden. Se han cometido
genocidios y muchos crímenes por vivir esta moral maquiavélica.

Todo eso a nivel macro. ¿Pero qué pasa cuando nosotros


actuamos así? ¿Cuándo no pensamos en las personas, sino en los
intereses? ¿Cuándo nuestro bolsillo y comodidades pesan más que
los pobres y necesitados que no tienen nada? Somos muchos los que
por lograr nuestras metas pisoteamos la dignidad de los otros. No
puede ser así entre ustedes, dijo Jesús.

Hay mucha gente haciendo riquezas y fortunas sin reparar en el


daño que están haciendo a niños y jóvenes. La televisión, el cine, la
música y tantos otros medios son objetivamente buenos, pero se
utilizan para propagar mentiras.

Últimamente, hasta la computadora se convierte en un medio


para hacer mal. La Internet, esa avenida de información y
conocimiento, se utiliza no sólo para difundir ciencia y saber, sino para
mostrar pornografía y otros males.

Cuentan que Alfredo Nóbel, uno de los creadores de la dinamita,


lloraba de tristeza al saber lo que se había hecho con su invento. El
concibió la dinamita para hacer explosiones que permitieran construir
túneles, canales, puentes, etc. Pero pronto a alguien se le ocurrió
usarla para fines bélicos y empezó la matanza. Por eso Nóbel destinó
parte de su fortuna a instituir unos premios que estimularan a los
científicos a utilizar la ciencia y la educación para el bien de la
humanidad y no para su destrucción.
Otro tanto le pasó al físico atómico alemán Otto Hahn, inventor
de la fisión del átomo de uranio, quien se hallaba recluido en un
campo de concentración inglés, junto con otros eminentes hombres de
ciencia, cuando le llegó la noticia de que Nagasaki acababa de ser
arrasada por una bomba atómica. Su reacción, nada más saberlo, fue
de profundísima culpabilidad. Sus investigaciones sobre la fisión del
uranio habían sido instrumentos de muerte y destrucción.

Hoy vemos todo el desastre ecológico que padece el planeta. Si


volviéramos a leer el primer y segundo capítulos de El Génesis, nos
daríamos cuenta de que somos administradores de los bienes que
Dios creó para nuestro bien y los respetaríamos. No podemos
continuar utilizando medios negativos para obtener supuestos fines
positivos que a la larga se nos convierten en daños irreparables.

No pocas veces nos enfrascamos en defender la bondad de


fines, que provienen de medios dudosos. Es el problema del blanqueo
de dinero o de donaciones recibidas de medio ilícitos. Se escucha de
campañas políticas pagadas con dineros del narcotráfico. Cuentan de
algunos capos de la droga que hacían mucho bien con el dinero de
sus actividades ilícitas. No nos toca juzgarlos, eso lo hará Dios. Pero
sin duda ninguna que no podemos aferrarnos a la tesis de que un fin
cualquiera, no importa que sea bueno o malo, justifica los medios que
utilicemos. ¿Tú que piensas?

Me viene a la mente un recuerdo de cuando era un adolescente


de 17 años. Terminábamos el décimo primer nivel de educación (V
año de Secundaria). Para celebrar el magno acontecimiento, hicimos
un paseo a una finca. Mis compañeros tuvieron la “brillante” idea de
comprar unas “pastillas mágicas” para poner en las bebidas de
nuestras compañeras y después fiesta. Yo me di cuenta del asunto
antes de salir para el viaje, y me mostré en total desacuerdo (¡Ay que
santurrón!) No se puede utilizar medios o métodos ilícitos para lograr
fines buenos. Cada cosa en su sitio. ¿Qué ejemplo podrías citar en
donde medios y fines no son los mejores? Hay mucho para compartir.

No se puede manipular a la gente a nuestro antojo. Incluso a la


gente que trabaja para ti. Otra anécdota. Yo soy muy curioso y a
veces hasta entrometido. Me encanta preguntarle a mis estudiantes
qué negocios tienen sus papás o de qué trabajan. En un grupo de
universitarios, había un joven muy extrovertido y le solté la pregunta:
¿qué hacen tus papás? Él bajó la cabeza y varios de sus compañeros
se echaron a reír, incluso él mismo lo hizo. No se atrevía a decirme.
Todos sabían, menos yo. Al final me dijo, “Prof. mi papá tiene un Push
( No sé como se dirá en tu tierra, pero es el lugar donde se llega en
carro y se paga por una habitación para tener relaciones sexuales con
alguien que va contigo en el carro. Acá en Panamá eso destruye
matrimonios, invita al adulterio, a la infidelidad y tantas otras lacras
sociales).

“Eso es un negocio como otros profesor”, dijo uno. “Total, la


gente lo va a hacer igual” ripostó otro. ¿Tú qué dices? ¿Es un medio
lícito?

Ni tú, ni yo tenemos derecho a juzgar. Al final, Dios nos pedirá


cuentas de que hicimos con los medios que él nos dio. Sería
interesante leer la parábola de los talentos y sacar conclusiones.
¿Podrá el ser humano alcanzar un avance permanente en el
campo del conocimiento y de las ciencias? ¿ Algún día se llegarán a
solucionar todos los problemas de alimentación y salud? Los hombres
modernos, y en especial los del Siglo de las Luces o Ilustración creían
que sí. Ellos eran los herederos del racionalismo y empirismo del siglo
XVI y XVII de nuestra era. El avance del conocimiento se tornaba
indetenible y con ello el ideal del progreso sería impostergable.

Los Ilustrados consideraban a la razón como una especie de


deidad que podía llegar a resolver todos los problemas de la
humanidad, si se le utilizaba bien. Otro ideal de los modernos era que
el estado nacional y el gobierno podrían alcanzar un avance
incontenible y por ende los problemas sociales tendrían término.

El siglo XVIII dio a luz diversos pensadores que propusieron


teorías políticas y sociológicas para organizar el estado. Un inglés
llamado Thomas Hobbes decía que el hombre era malo por naturaleza
y por ende era necesario un gobierno fuerte que pusiera orden en la
casa. El amigo Juan Jacobo Rousseau pensaba diametralmente
opuesto al inglés, pues sostenía que el hombre nace bueno y que la
sociedad lo corrompe. ¿Qué debate no? ¿Qué dirías tú?

La política fue una de las pasiones de los modernos e ilustrados,


y un vehículo para garantizar el progreso de la sociedad.
Cuando los regímenes monárquicos, nacidos al amparo
del feudalismo medieval y baluartes en la consolidación de los estados
nacionales, empezaron a hacer agua, las circunstancias se mostraron
favorables para experimentar las nuevas teorías políticas.

Los títulos de nobleza -condes, marqueses, duques, príncipes,


etc.- hacían del estado un aparato extremadamente corrupto y
costosísimo. Las cortes y los nobles eran una carga de gastos que
escandalizarían a las IFIS o al Banco Mundial; un monumento a los
lujos de la monarquía y de la nobleza, es el Palacio de Versalles en
Francia, que tal vez visitaste en tu viaje de quince años o viste en la
película El hombre de la máscara de hierro.

A mediados del siglo XVIII, el creciente descontento social hizo


que los ilustrados empezaran a cuestionar el sistema monárquico
absolutista, y las críticas fueron tantas que hasta revoluciones hubo en
Europa y América a la luz de gritos como “Libertad, Igualdad y
Fraternidad”.

Caía el Ancient Regime y se proponía la democracia liberal como


la solución a todos los problemas de la humanidad. Sin embargo las
democracias llegaron y la corrupción no se acabó. Parece que el
problema no son las estructuras, sino el corazón del hombre. ¿Qué
opinas?

Ese ideal de progreso y avance de la sociedad que planteaba la


Ilustración perduró hasta entrado el siglo XX, o sea casi 200 años. Sin
embargo luego de las dos grandes guerras( I Guerra Mundial 1914-
1919; II Guerra Mundial 1939-1945), y de tantos otros males del siglo
pasado comenzó a apoderarse de la humanidad una especie de
decepción sobre los ideales de la modernidad.

Algunos dicen que la democracia es el mal menor, pues frente a


los totalitarismo de cualquier índole, el gobierno del pueblo es el mejor.
Bueno habría que preguntarse si los pueblos tienen acceso a la
democracia; si en verdad se benefician de la ciencia y la tecnología,
herederas de la ilustración; o si por el contrario, la democracia se ha
convertido en partidocracia o en tecnocracia. La política es hermosa y
ella no tiene la culpa de lo que hagan los políticos. Ya los griegos lo
habían dicho: “el gobierno de la polis” debe velar por el bien común.
¿Eres de los que rechaza participar en política, pues te parece
cochina?

En una ocasión, un apreciado profesor de historia antigua nos


decía que la única manera de arreglar las cosas era meterse en la
política, pues la pobre está así porque los buenos no quieren
ensuciarse ,y los malos se han aprovechado de esto para hacer de las
suyas. ¿Qué dices tú?

La ciencia y la técnica han luchado por salvar a la humanidad, y


de verdad que han logrado mucho, pero sigue habiendo hambre.
Alguien decía que tres cuartos de la población mundial padece
hambre. ¿Qué será lo que ocurre? ¿Qué paso con el progreso
permanente?
El capitalismo fue uno de los regalos de la modernidad. Antes
de él habían desfilado por la pasarela el esclavismo, el feudalismo y el
mercantilismo. Con los viajes de descubrimiento y la institución de la
banca (sabes que el nombre de banco vino porque los que prestaban
dinero, en la Edad Media, se ponían sobre un banco), el capitalismo
hizo su irrupción.

Hacia el siglo XVIII, la tierra seguía teniendo un valor envidiable,


pregúntale a un tal Francisco Quesnay, uno de los padres de la
economía; pero el capital, o sea el dinero, cada día atraía más a la
gente. Nada ha cambiado verdad.

El poderoso caballero don dinero y la propiedad privada


alcanzaron, durante la revolución industrial de principios del siglo XIX,
un avance sin precedentes. La vida se volvió urbana; la gente dejaba
sus campos, para ir a vivir a las ciudades, que habían nacido en la
Edad Media cuando los artesanos se iban de los feudos para
dedicarse a las artes liberales.

Así aparecieron los burgos o ciudades. No sé si hamburguesa


viene de ahí, lo cierto es que las ciudades de hoy están llenas de
restaurantes de comidas rápidas y de gente llena de stress.

Durante la revolución industrial, la vida de las ciudades se


complicó. Mientras más crecían las urbes, aumentaban los problemas
sociales: suministro de agua, comida, vivienda, prostitución,
desigualdades. Te recomiendo ver o leer Oliver Twist o Los Miserables
y te ayudarán a clarificar ese momento histórico.

El capitalismo, como ves, trajo sus males. Ya Rousseau había


dicho que la propiedad privada era la causante de los males de la
sociedad, pues la avaricia por poseer más, hacía que los hombres se
trataran como lobos (su amigo Hobbes había dicho “el hombre es lobo
para el hombre”). ¿Cómo lo ves?

No obstante, quien puso el grito al cielo fue un tío llamado Carlos


Marx. No propiamente el grito iba para el cielo, ya que nuestro amigo
era ateo. Siguiendo a su maestro Feuerbach (quien había dicho que
Dios es una proyección del hombre, algo así como que Dios es todo lo
que el hombre anhela ser), Marx predicaba que Dios y la Religión,
eran opio del pueblo.

¿Cómo? ¿una droga? Pues sí. Marx afirmaba que la religión


era el mecanismo que los poderosos se habían inventado para
someter a los pobres, y alienarlos; adormecerles la conciencia con la
idea de que si aquí sufrían, en el cielo serían recompensados. ¿Es
eso la religión?
El discurso de Marx en contra el capitalismo y sus males, y su
lema “proletarios del mundo unámonos”, alcanzó auge algunos años
después de su muerte. Inspiró la violenta Revolución Rusia de 1917.
Los revolucionarios arrasaron con todo lo que oliera a estructuras
antiguas, entre ellas el Zar y su familia. El líder de la revolución era
un camarada de nombre Lenin y por eso el sistema que nacía fue
bautizado como Marxismo-Leninismo.

Uno de los pilares del modelo a imponer era la estatización de


todos los bienes, es decir, no más propiedad privada. Igualmente se
eliminó la religión como algo público; se cerraron iglesias y se martirizó
a muchos sacerdotes y religiosos. El Marxismo prometía una
sociedad sin clases, en la que todos tuvieran los medios para tener
una vida decorosa; no habría desigualdades... un Paraíso sin Dios.

Las ideas marxistas buscaban un humanismo sin trascendencia,


pues para esta ideología lo único que existe es este mundo. El
discurso de solidaridad y de igualdad era válido e idealista. Pronto el
Marxismo empezó a irradiarse por el mundo. Se dio una revolución en
China, liderizada por Mao Tse Tung (¿cómo anda tu mandarín o tu
cantonés?).

América Latina, tierra sufrida, que cambió el Colonialismo


español por los caudillos y terratenientes criollos, y más tarde por las
oligarquías tradicionales, era terreno abonado para el discurso
marxista. Uno de los primeros en inscribirse fue Fidel Castro, quien
llevó a Cuba hacía el régimen comunista.

Más tarde aparecieron todos los movimientos de guerrilla que,


inspirados en la lucha de clases, buscaban de una manera violenta la
redención para los pobres y desposeídos. Esta lucha es válida, lo que
no es válido son los métodos violentos.

Por ahí estaban los Sandinistas en Nicaragua; los del Farabundo


Martí en Salvador; los M-19 y FARC, en Colombia; los Tupacamarus y
Senderistas en Perú; últimamente los Zapatistas en México (espero
que no se me quede ninguno por fuera y se vayan a molestar). Sus
luchas eran genuinas, pero sus métodos no. Menos cuando en
algunos casos suprimían toda libertad de religión, pues se confesaban
ateos.

Cómo cambian los tiempos. Se me salían las lágrimas cuando


Juan Pablo II visitaba Cuba en 1998 . ¿Quién iba a imaginarlo? Pero
así es. Jesús dijo: “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán”. Diría mi primo: ¿Cómo te quedó el ojo? De la caída del
comunismo hablaremos más tarde. No te lo pierdas.
¡ Qué rica la sopa de porotos o arvejas con rabo de puerco ! O el
guacho con rabito (diminutivo y todo). Pero no es de ese rabo del que
vengo a hablar, sino de la cola del mono. Espera, no hay que ir para
el zoológico a ver ningún mico o chango, creo que así se dice en
México. Ni tiene que ver con Maguila Gorila o Donkikong . Vamos a
hablar de la evolución del hombre. Ponte tu cinturón que vamos a
viajar a la velocidad de la luz en el hiperespacio, diría Han Solo (el de
la Guerra de las Galaxias) a su amigo mono Chewbaca.

A mediados del siglo XIX, los estudios de antropología,


paleontología y otras hierbas aromáticas alcanzaron grandes avances.
Un científico llamado Carlos Darwin, naturalista y biólogo, se embarcó
en una nave llamada Beagle en un periplo de cinco años por
Sudamérica. Los resultados de su viaje dieron como fruto su obra
llamada El origen de las especies, en la que su tesis principal era la
evolución de todo el mundo animal y vegetal. Es decir que las plantas
y animales que hoy vemos, no fueron así siempre, sino que son el
resultado de una evolución de millones de años, mediante lo que
Darwin llamó selección natural. Según esta última, los organismos
luchan unos contra otros por la sobrevivencia; subsisten aquellos más
capaces o los que tengan mejores habilidades para mantenerse.
Incluso el hombre

En ese apartado, empezaron los debates, pues en ambientes


religiosos la teoría creacionista era la única aceptada. Aún cuando
algunos importantes pensadores habían planteado algo al respecto.
San Agustín hablaba de una creación dinámica a través de lo que él
llamó las semillas germinales, puestas por Dios en una especie de
materia prima que con el tiempo iba produciendo todo lo creado.
Santo Tomás de Aquino hablaba de un mundo in statu via (en camino
de perfección). A pesar de ello, en la Iglesia la idea de evolución
parecía una herejía, quizás por el temor al ateísmo o agnosticismo de
la Ilustración y del Liberalismo.
Las ideas de Darwin, quien nunca renegó de Dios, fueron
utilizadas por muchos, los marxistas entre ellos, para arremeter contra
la religión. Darwin era muy creyente. El mismo decía que le
maravillaba la naturaleza de lo creado y que si le recordaban como
funcionaba el ojo humano y las hojas de los árboles (el mecanismo de
fotosíntesis) seguro no moriría ateo. Sin embargo, algunos críticos de
la religión tomaron la teoría evolucionista como baluarte contra el
Creacionismo Bíblico. Incluso se burlaban de La Biblia. No pocos en
la propia Iglesia empezaron a dudar y a pensar que en verdad
veníamos del mono.

Bueno déjame aclarar cómo es eso del origen del hombre.


Resulta que la evolución es un proceso de miles de años y que el
antecesor del hombre, el que más se le parecía anatómica y
fisiológicamente hablando, es el mono. Para la época se empezaron a
realizar innumerables investigaciones arqueológicas, antropológicas,
etnológicas para ver el proceso evolutivo. La cadena es más o menos
así: Australopitecus, Homo Erectus (el que se puso en dos patas, digo
pies), Homo Habilis (el que aprendió a usar sus manos), Homo
Neandertalensis, Homo Cromagnon y Homo Sapiens (aquí estamos
nosotros).

Ahora bien, hay una disyuntiva ¿cuál fue el último mono?


¿Cuándo empezamos a ser hombres? ¿Qué nos diferencian de ellos?
Ahí es donde la evolución clama por un Director de Orquesta. Un
célebre premio Nóbel de medicina llamado John Eccles afirma que la
evolución de los homínidos sigue un plan divino.
El culmen del asunto es que hasta la Iglesia ya lo acepta.
Esa vieja sabia que es madre y maestra a veces se demora en llegar a
las conclusiones de la ciencia, pero de los amores de la fe y la ciencia
vamos a conversar un poquito más adelante. Ahora nos basta saber
que la Iglesia misma ha aceptado la evolución del mundo vegetal y
animal. Te sorprenderá saber que las leyes de la herencia fueron
descubiertas por un religioso llamado Gregorio Mendel en el patio de
su convento.

A mediados del siglo XX, un Papa llamado Pío XII afirmaba que
no había problema entre creacionismo y evolucionismo; idea que ha
confirmado recientemente Juan Pablo II: Dios ha creado el universo y
al hombre mediante un proceso evolutivo. Y si bien todo lo biológico
puede provenir de una evolución, el alma humana viene directamente
de Dios, pues ella es espiritual y la materia no puede haber dado un
salto de esa índole por sí sola. Ni los genes son inteligentes.

La conciencia, la responsabilidad moral, el lenguaje simbólico, la


idea de trascendencia, el hambre de inmortalidad, la capacidad de
amar y perdonar no son atributos ni de los animales y menos de los
vegetales. ¿Quién los puso en el alma humana? Ese es el eslabón
perdido del que hablan algunos evolucionistas y materialistas que no
quieren ver la mano creadora y directora de Dios en el universo.
Hasta Darwin la vio, y creyó. ¿Crees tú?
Los encuentros cercanos del tercer tipo con esta dama siempre
provocan chispas. Es una señora muy reclamada, muy defendida y a
veces ultrajada para hacer lo que nos da la gana. Dicen algunos que
fue la carta más preciosa que se jugó Dios cuando nos hizo.

En el jardín de El Edén, el Creador le dio a Adán y Eva la libertad


de comer o no del árbol. Bueno seguro me vas a reclamar que eso es
una narración mitológica y demás; lo cierto es que somos libres para
elegir el bien o el mal. Un profesor me decía que el problema de elegir
entre algo bueno y malo no es complicado, el asunto es cuando
ambas opciones son buenas. Ahí sí que la cosa se pone seria.

La libertad existe desde que el hombre es hombre y la mujer es


mujer. El ser libre es inherente al ser humano; si no podemos ser
libres, entonces nos vamos deshumanizando. El problema es un poco
complejo sobre todo cuando se piensa en lo que vamos a hacer con
nuestra libertad. Creo que era Víctor Frankl, un prestigioso psicólogo
alemán, quien decía que somos libres de (complejos, temores, vicios,
ansiedades, traumas, heridas del pasado y quién sabe cuánto más) y
somos libres para ( servir, amar, comprometernos con el pobre,
realizar todo el bien que podamos a los demás, en fin...). O sea que la
libertad es un bien objetivo, que puede tener resultados dependiendo
del uso que le demos.

Recuerdo una estudiante de universidad que me contaba lo


siguiente. “Profesor yo estuve los últimos cuatro años de mi vida
peleando con mi mamá porque no me dejaba ser libre. Yo trabajaba y
mi mamá quería ponerme hora de llegada a casa. Ya estaba en la
universidad y quería meterse en mis asuntos. Decidí independizarme.
Me fui a vivir a un departamento. ¡Ay Prof.! Cuánto extraño tener a
alguien que me reciba a las tres de la mañana y me diga: “llegaste
tarde.” ¡Cosa más grande la vida chico! Diría Trespatines.

La libertad fue proclamada por los revolucionarios franceses de


1789; igualmente por los colonos en Estados Unidos; y otro tanto por
Bolívar, San Martín y Toissant de L´overture en América. Sin embargo
el clima máximo de libertad, en cuanto al sujeto se entiende, empezó a
darse a mediados del siglo XIX cuando el liberalismo y el
librepensamiento cuestionaban la moral tradicional y las enseñanzas
de la religión, en especial de la católica.

Un filósofo al que hay que prestarle mucha atención en lo


referente a la libertad es Federico Nietzsche. Este tío criticaba
profundamente al cristianismo y lo culpaba de haber plagado el mundo
de una moral de esclavos, con sus enseñanzas de sumisión, negación
de uno mismo, poner la otra mejilla, humildad y otras cosas más.

Nietzsche propugnaba una moral del superhombre; aquél que


impone su criterio, aquél que es fuerte y deja salir sus deseos. Una
teoría que predicaba Nietzsche era que la vida debía ser dionisíaca y
no apolínea, tomando la contraposición de dos divinidades de la
mitología griega: Apolo era el dios de la mesura, el orden, el equilibrio,
la sobriedad; Dionisio (para los romanos Baco, de ahí viene Bacanal)
era la deidad del vino, las fiestas, las pasiones sin freno. Nietzsche
defendía la vida dionisíaca y acusaba al cristianismo de ser apolíneo.

En una ocasión un estudiante me tiró una pregunta a


quemarropa: ¿Prof. entonces todo está malo para la Iglesia? ¿No se
puede tener sexo, beber, fumar? Mi reacción fue decirle “no hijo; no
todo es malo. Hay cosas buenas, pero en su momento y con orden”.
¿Qué dices tú?
Este tema de la libertad se puso muy en boga en el mundo de la
posguerra, es decir, luego de la II Guerra Mundial(1939-1945). Uno de
sus máximos exponente fue el filósofo francés Jean Paul Sartre. Este
amigo afirmaba que el hombre es sólo su libertad, no hay nada que lo
ate o lo encasille. El hombre es un proyecto siempre por hacer y sólo
posee la libertad como compañera. Sartre decía que si había Dios, no
podía haber libertad, pues el primero es enemigo de la última. ¿Qué
opinas tú?

La libertad es hermosa y difícil. Es un reto de todos los días. Por


ella han luchado grandes hombres, desde Moisés hasta Nelson
Mandela.
En una ocasión visitaba un centro de rehabilitación de
adolescentes (entre los 12 y 17 años de edad). Había ahí presos por
robo, asesinato, violación, tráfico de drogas... En un momento de la
plática les dije: “Saben tal vez ustedes están privados de la libertad
física, pero muchos jóvenes fuera de aquí están privados de la libertad
de conciencia; la sociedad de consumo y del placer nos hace
comprar, ver, consumir muchas cosas que no necesitamos o que nos
hacen daño.”

¿Quién es verdaderamente libre? ¿El que hace lo que le da la


gana? No será un esclavo de sus ganas.

En otra ocasión, daba una clase de ética en la universidad y


saqué a colación el tema de salir desnudo o desnuda en una revista.
Alguien dijo “Prof. si una persona tiene un bonito cuerpo, que lo luzca;
es libre de hacer con él lo que quiera”. San Pablo apóstol ese gran
evangelizador decía “todo me es lícito pero no todo me conviene”(I
Corintios 6, 12). Ahí te va esa, ¿qué tienes que decir? Lucha por ser
libre.
El descubrimiento de esas invisibles compañeras revolucionó la
vida de los jóvenes de mediados del siglo XX hasta nuestros días.
Muchos y muchas dicen que no pueden resistir la presión que hacen
sus hormonas sobre sus cuerpos. Algo así como la fuerza del destino,
qué resulta más infalible que en las tragedias griegas.

Las hormonas existen, eso ni dudarlo; pero de ahí a justificar


todos el descontrol sexual en el que estamos por culpa de las
susodichas señoritas es buscar una excusa barata. En una revista
religiosa, leí que muchos psicólogos, pedagogos y orientadores
juveniles excusan la conducta desenfrenada de la juventud actual por
la presencia de sus hormonas. Sin embargo el articulista decía, que si
bien tenemos hormonas ellas pueden ser controladas o encausadas
por la neuronas.

Te explico un poco más. El hombre tiene en su configuración


dos sistemas que rigen y coordinan todas sus actividades conscientes
e inconscientes. Las primeras son controladas por el Sistema
Nervioso; y las segundas por el Sistema Endocrino. En el primero
juegan un papel fundamental las neuronas; y en el segundo, la voz
cantante la llevan las hormonas. El problema se suscita cuando
damos mayor importancia al inconsciente que a la conciencia.

¿Pero a quién le debemos esto? Estos estudios no tienen


mucho tiempo; tal vez unos cien años, cuando nacía la sicología con
Sigmund Freud. Este tío hizo fascinantes estudios sobre la conducta
del ser humano y por ello se le considera el padre de la joven ciencia.

Freud afirmaba que en el ser humano hay como tres áreas: la


conciencia, la subconciencia y la inconciencia. En esta última se
almacenan complejos, traumas, iras, dependencias que de no salir a
flote pueden hacernos daño, pues reprimirlas es provocar males
posteriores.

Hasta ahí todo bien, incluso el método de la regresión que Freud


practicó con sus pacientes está muy bien. El problema está en que el
médico austriaco puso al hombre como maniatado por su inconsciente
y sus instintos, que son los aspectos menos racionales de su
conducta. Tanto así que planteó que la vida humana está como
determinada por la fuerza de lo sexual que él denominó libido.

En el ser humano todo está condicionado por la fuerza sexual,


que de no ser encausada puede dar como resultado traumas y
complejos y sobre todo neurosis. La concepción antropológica del
austriaco nos deja siendo unos animalitos sin libertad para controlar
nuestras pasiones: somos esclavos de ellas.

Su pensamiento ha influido mucho en el mundo de la posguerra


(luego de la II Guerra Mundial), pues ha empujado a muchos a una
sexualidad sin orden, sin compromiso. Todo el boom del uso de
anticonceptivos; el amor libre que reclamaban los hippies; no
queremos hijos, sino sólo sexo; queremos placer pero no
responsabilidad; viva el "peace and love"(paz y amor, no más guerras
nucleares, sólo amor, pero sin responsabilidad). "Don´t worry, be
happy" (no te preocupes y sé feliz).

El libertinaje sexual, la pornografía en todos sus aspectos, con


la excusa de que si no me desahogo me traumatizó, son varias de las
consecuencias de las prédicas freudianas. Igualmente su sistema
criticaba la religión, pues los tabúes y rígidas normas de moral iban en
contra del libre encauzamiento de la sexualidad.

Algunos sicólogos posteriores a Freud, han dicho todo lo


contrario. Carl Jung, un discípulo de aquél, dijo: el psicoanalista
tendría pocos enfermos si la gente viviera de acuerdo con los
Mandamientos, es decir, con una vida ordenada y disciplinada. Y
Víctor Frankl asegura que la religión “resulta también psicohigiénica;
es más, tiene eficacia en sentido psicoterapéutico, por cuanto recoge y
ofrece asilo al hombre y le da una seguridad sin par”.
Otra mentira que se ha propagado en torno a la libido es que uno
no puede vivir sin sexo. Claro que sí se puede. Un engaño peligroso
es confundir sexualidad con genitalidad. Todos tenemos sexualidad;
hasta los curas y las monjas; ninguno renuncia a ella. La sexualidad
es una parte importantísima de tu vida y se ejerce de manera integral,
recibiendo y dando amor. La genitalidad no es una necesidad vital: se
puede vivir sin tener relaciones sexuales, pues se pueden sublimar.

¿Cómo es eso te preguntarás? No es magia, no es castrarse,


sino encausar toda esa energía sexual hacia otros fines. ¡Imposible
dirás! No. Requiere disciplina, pero se puede. Muchos lo han hecho.
Claro con el ambiente erotizante y hedonista, en el que los secuaces
de Freud nos han dejado, parece una utopía ser dueños de nuestras
pasiones.

Aquí cabría conversar de las relaciones prematrimoniales. Te


cuento una anécdota para que veas hasta dónde llega la mentira. En
una clase de ética, platicábamos sobre el tema. Una jovencita dijo
“Prof. las relaciones prematrimoniales son necesarias para saber si se
es compatible, ya que después se dan cuenta de que no son y vienen
los divorcios”. Me quedé en silencio y le pregunté ¿de dónde sacaste
eso? De una revista científica, dijo la muchacha. Yo le dije: “hija, la
sexualidad o la compatibilidad se siente al tomarse de la mano; sientes
un no sé qué en el estómago”. Y luego le pregunté, “¿o sea que tú
tienes que tener relaciones con tus 15 compañeros de grupo para
saber con cuál eres compatible?” Ahí su rostro cambió ¿Y el tuyo?

El psicoanálisis, método freudiano, es la confesión sin la gracia.


Tú vas y cuentas al psicólogo lo que sientes: tus temores, angustias,
tristezas. Sin embargo no te da la fuerza espiritual para luchar y
mejorar tu situación; y menos te pone en contacto con Dios. La
sicología es buena; te puede ayudar a sanar tu vida interior, pero
requiere de sicólogos que reconozcan que hay espacios y situaciones
que sólo Dios puede sanar. ¿Qué piensas?

Quisiera terminar este apartado con la letra de una canción que


compuse siguiendo una famosísima frase de San Agustín:

Una jovencita le preguntó a su papá


Que me es permitido
¿hasta dónde puedo llegar?
Ni corto ni perezoso,
respondió el papá
gracias, hija mía, por permitirme hablar.

Ama y haz lo que quieras


pero no llames amor cualquier pasión

Los tiempos de ahora


no son como los de ayer,
el amor es libre, sólo busca el placer.

No quiere compromiso, mira,


eso no puede ser.
El amor es Dios, no hay amor sin él.

Un signo claro del amor de verdad,


es que es paciente, sabe esperar
el momento apto para cosechar.
La fruta aún verde produce malestar.

El amor sincero no busca aparentar,


se entrega por siempre,
aún en la enfermedad.
Siempre está dispuesto para servir y dar.
Nada egoísta
trasciende hasta la eternidad.
Muchas veces la religión y el conocimiento, no han sido buenos
compañeros de camino. En ciertos ambientes, se considera ser
religioso como sinónimo de dogmático, incluso ignorante o como
estando en un nivel intelectual inferior. Recuerdo un incidente en el
tiempo de mis estudios de filosofía.

Estábamos en las escaleras de entrada a la gran biblioteca de la


universidad. Yo había llevado mi guitarra para cantar algo. Teníamos
un compañero de estudios que era comunista, miembro del Partido
del Pueblo. Al oírme cantar una canción sobre Dios, me dijo: “¿Cómo
puedes cantar cosas de Dios, si tú eres filósofo?” Para mi amigo,
como para muchos otros, ser filósofo era sinónimo de ser ateo.

Otra anécdota. Hace unos años reemplacé a un colega


profesor de filosofía, quien había pedido licencia por enfermedad. Yo
acostumbro hablar de Dios en las clases e incluso llevar mi cruz en el
pecho. Un día una jovencita, que me ponía atención como nadie lo
hacía, me soltó un comentario que me dejó frió: “Usted me confunde”.
“El otro profesor nos decía que Dios no existía, y usted dice que sí”.
Ese día comprendí cuanto bien o mal podemos hacer los docentes en
el alma de un joven.

Entonces, ¿se puede creer en Dios y a la vez hacer ciencia?


Pues claro chato, diría Cantinflas (o su clásico “no estoy a favor, ni en
contra, sino todo lo contrario”). Fe y Razón, como dice Juan Pablo II,
son las dos alas con las que el espíritu humano se eleva en busca de
la verdad, que es una e indivisible. Lo único que están en planos
distintos: la razón es un conocimiento de orden natural; la fe es
sobrenatural. No tienen porque contradecirse, al contrario deben
complementarse.

Esto lo entendió muy bien un monje muy sabio del siglo XIII; tal
vez uno de los hombres más sabios de la historia de la humanidad:
Santo Tomás de Aquino. Él sabía que la razón no es enemiga de la fe;
es más el conocimiento natural prepara, sirve de introducción a los
temas más elevados. Tomás decía que la gracia presupone la
naturaleza. Y a diferencia de San Agustín, quien prefería la
iluminación como vía cognoscitiva, Tomás defendía el conocimiento
vía experiencia y vía razón. Dejemos que Juan Pablo II, hombre de
Dios, hombre de ciencia nos diga algo de esta relación de fe y razón
en Santo Tomás:

La fe, por tanto, no teme la razón, sino que la busca y confía


en ella. Como la gracia supone la naturaleza y la
perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón. Esta
última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de
los límites que derivan de la desobediencia del pecado y
encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento
del misterio de Dios Uno y Trino. Aun señalando con fuerza
el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha
olvidado el valor de su carácter racional, sino que ha sabido
profundizar y precisar este sentido. En efecto, la fe es de
algún modo «ejercicio del pensamiento»; la razón del
hombre no queda anulada ni se envilece dando su
asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se
alcanzan mediante una opción libre y consciente. (Fides et
Ratio, 43)

¡Qué hermoso! La fe no anula nuestra razón, sino que la eleva.


Cuántos hombres y mujeres han visto su intelecto elevado a cimas
insospechadas al haber dejado que el Espíritu de Dios se apropiara de
su ciencia. Grandes hombres de ciencia han reconocido la obra de
Dios sin renunciar a hacer ciencia: Pascal, Mendel, Pasteur (se dice
que rezaba el rosario todos los días), Marie y Pedro Curie, Darwin,
Einstein, Heisenberg, Scrodinger , Luc Montagner y otros más.

¿Y la Inquisición qué? No se puede tapar el sol con la mano.


Claro que ha habido momentos en que la religión se ha quedado
rezagada y por temor ha perseguido a la ciencia (seguro estás
pensando en Galileo, en Servet y quién sabe cuántos inocentes más).
Eso no es culpa de Dios, sino de los hombres que a veces no somos
tolerantes. El problema es que a veces la ciencia se siente autónoma
y no mira la ley de Dios. Ahí está el asunto de la clonación y de la
manipulación genética empezando a crear debates morales. La
ciencia no es un fin en sí misma; es un medio y, cómo tal, tiene que
hacerse tomando en cuenta la dignidad de cada ser humano. ¿Tú que
dices?

Quisiera terminar este apartado con las frases de unos famosos


científicos que nos pueden ayudar a contemplar, ir más allá de lo
aparente:

"la religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la


religión estaría coja también"

Albert Einstein

"Para el científico que ha vivido en la creencia en el ilimitado


poder de la razón, la historia de la ciencia concluye como
una pesadilla. Ha escalado la montaña de la ignorancia, y
está a punto de conquistar el pico más alto. Y cuando está
trepando el último peñasco, salen a darle la bienvenida un
montón de teólogos que habían estado sentados allí arriba
durante bastantes siglos."

Robert Jastrow, director del "Goddard Institute of Space


Studies", de la NASA.
“Yo soy vegetariana, así que nada de carne”, me decía una
estudiante de sicología. Este comentario no tiene nada de malo.
Incluso es positivo si de salud se trata. Hoy, con tantos adelantos y
estudios sobre el contenido de los alimentos, muchos prefieren no
comer carne, o sólo comer carne blanca (pobres de los pollos y los
peces). Sin embargo el problema no es sólo de apariencia física, sino
de metafísica. Un momento, no te rasques la cabeza, sigue leyendo y
vas a entender.

La metafísica es la rama de la filosofía que tiene que ver con el


ser; digamos que ella se preocupa de estudiar qué son las cosas: su
ser más profundo; la esencia. Otros temas de la metafísica son la
causalidad, la finalidad, pero sin entrar en los detalles particulares que
es tarea de las ciencias naturales o físicas. No tiene nada que ver con
energía, Feng Shui, cartas astrales, pirámides, ni cosas por el estilo.
Es algo serio y científico. Lastimosamente hoy pululan los llamados
profesores de metafísica, psíquicos, y otras hierbas más, engañando a
la gente. Pero volvamos a lo de la carne.

¿Qué quiero decir cuando afirmo que la carne es neutral? Resulta


que desde que el hombre es hombre, han surgido diversas
explicaciones sobre qué es el mal y de dónde proviene.

Los primeros filósofos griegos se habían preguntado por los


constitutivos básicos de la realidad. Uno de estos pioneros del siglo VI
a.C., llamado Parménides, dio un salto muy serio. Afirmaba que el
constitutivo básico de la realidad es el “ser”, uno, único, inmutable; y
que el “no ser” es aparente, contingente y pasajero. La materia por
ser cambiante se ubica en el rango del “no ser”. Así que para algunos
griegos, la materia fue catalogada como no ser, como algo accesorio,
mudable, que incluso explicaría el problema del mal.

Uno de los primeros en ver en la materia, y específicamente en


la carne, la raíz del mal fue el sabio Platón. Este tío decía que todo lo
sensible es aparente y engañoso. Además decía que lo verdadero
eran las ideas y el mundo de la ideas (Topos Uranus) que quedaba por
allá, lejos de este mundo carnal, aparente, contingente. Platón decía
que las ideas y nuestras almas preexistían en el Topos. Sin embargo
un día nuestra alma cayó a este mundo y quedó encarcelada en el
cuerpo, y empieza entonces su lucha ascética por salir de su claustro
a fin de volver a la contemplación de las ideas y del sumo bien (qué
también es una idea). Para este tío, las ideas eran la verdad y la
realidad era aparente.

Desde entonces, muchas filosofías han concebido que la carne y


el cuerpo son pecaminosos, lastres. Incluso que todo lo que tiene que
ver con lo sexual es impuro. En el primer siglo de era cristiana,
cuando el cristianismo buscaba expandirse, diversas corrientes de
pensamiento como el gnosticismo (la salvación proviene de un
conocimiento elevado, al que sólo tienen acceso ciertos iniciados) y el
neoplatonismo (vuelta a Platón) predicaban que lo corpóreo era
negativo y pecaminoso.

El asunto se pone espeluznante cuando escuchamos que esas


ideas han resucitado. Hace unos años, unos seminaristas me
contaban la siguiente anécdota. En sus visitas pastorales, les tocó
visitar a una doctora que vivía sola. Ella les contó a mis estudiantes
que era totalmente vegetariana: nada de carne. Además les dijo que
vivía sola, porque su marido no quiso compartir con ella su ideal de
castidad absoluta y de abstención de sexo, pues esto es malo para el
alma. ¿Cómo te quedó el ojo? Sí amigos, ella había hecho que su
esposo se fuera de la casa, pues no quería tener relaciones con él
porque sólo importa el alma, no el cuerpo.

Algunas corrientes como la Nueva Era empiezan a predicar este


mismo discurso en contra del cuerpo y de la materia. Hoy tenemos
que decir a todo el que podamos, que el hermano cuerpo- como lo
llamaba San Francisco de Asís- es un don de Dios. La materia no es
mala. Dios la hizo bien. Todo lo ha hecho bien. La materia es
contingente, es verdad; se gasta, se enferma, pierde su belleza física,
pero no es pecaminosa: es la libertad del ser humano la que decide
qué hacer con la materia.

Por lo tanto, ningún alimento es impuro. Ya lo dijo Jesús a sus


paisanos: no es lo que entra en el hombre lo que lo hace malo, sino lo
que sale de él. Ahora no vas a comer cualquier cosa. Debemos tener
un cuidado con lo que comemos y bebemos. Mi papá se reiría y diría:
antes no había tanto problema de colesterol, ácido úrico y otras cosas
más. Pero hoy la ciencia nos dice que nuestra alimentación debe ser
balanceada. Incluso el sexo es un don de Dios. No hay pecado en
ello, claro siempre en el orden con el que Dios nos lo dio.

Quisiera sugerirte el Cántico de las Criaturas de San Francisco en


el cual da gracias por todo lo creado:

Altísimo, omnipotente, buen Señor,


tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda
bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno
de hacer de ti mención.

Loado seas, mi Señor,


con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

Loado seas, mi Señor,


por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas
y preciosas y bellas.

Loado seas, mi Señor,


por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno
y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor,
por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde
y preciosa y casta.

Loado seas, mi Señor,


por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

Loado seas, mi Señor,


por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos
con coloridas flores y hierba.

Loado seas, mi Señor,


por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos
que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.

Loado seas, mi Señor,


por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente
puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu
santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,


y dadle gracias y servidle con gran humildad.
Algunos dicen que con los atentados del 11 de septiembre de
2001 empezó la Nueva Era. Ha terminado lo que llamábamos Época
Contemporánea y ha empezado algo nuevo. Para algunos la Era de
Acuario. Seguro te estarás preguntando de qué habla. Me explico un
poco.

Hace más de un siglo, algunos intérpretes de la historia (algunos


se hacen llamar iniciados o iluminados) empezaron a decir que cerca
del año 2000 se iba a producir el inicio de una nueva era. Ellos hacían
cálculos astronómicos y afirmaban que la historia del cosmos, o por lo
menos de nuestro sistema solar, había pasado por la Era de Tauro,
época de todos los imperios que tuvieron en la imagen del toro un
símbolo sagrado como en la Cultura Minoica de la Grecia Antigua.
Igualmente ya había pasado la Era de Piscis [(los cristianos primitivos
se identificaban con un pez, pues en griego clásico "ICTUS"
significaba pez y a la vez son las iniciales de Jesucristo Hijo de Dios
Salvador. I Iesous (Jesús); C Christos (Cristo); T Theos (Dios); U Uios
(Hijo); S Soter (Salvador)].

Los profetas de la Nueva Era afirman que estamos entrando en


la Era de Acuario, una era de paz, tolerancia, amor y prosperidad
cómo antes no los hubo. Algunos hasta lo justifican diciendo que el
Cristianismo no ha traído al mundo la paz que había prometido, y que
debe darse paso a una nueva religión universal, que esté más allá de
denominaciones particulares.

Esta nueva religión universal tiene algunos puntos básicos:

 Para los New Agers (o sea los adeptos a este movimiento) Dios
no es persona, como lo concibe el Cristianismo: para ellos Dios
es una Energía; la energía del cosmos, que no se crea, ni se
destruye, sólo se transforma.
 Defienden el Panteísmo: todo es Dios; incluso, tú eres Dios.

 La nueva era es Holística, ve todo como un gran sistema: el


cosmos es un gran sistema en el que todos estamos imbuidos; al
morir volvemos a la energía del cosmos.

 La Nueva Era busca paz en la meditación trascendental. Hay


hasta música New Age, con sonidos de la naturaleza, animales,
cascadas, vientos (la aromaterapia está entre sus prácticas).

 Propone una espiritualidad individual, lejos de la Iglesia,


buscando el encuentro del ser humano con su yo interior y no
con el Dios personal del que nos habla la Biblia.

 Busca en el Oriente recursos espirituales (Feng Shui,


reencarnación, ley del karma, y otras prácticas más).

 Uno de sus baluartes es la lucha por la ecología, ya que la


naturaleza es un todo que se funde en el Macrocosmos.

Me dirás y eso ¿qué tiene de malo? Por lo menos buscan la paz


interior. Estoy de acuerdo contigo. Pero este movimiento tiene
algunas confusiones que deben ser desenmascaradas. Dios y el
Universo son distintos. Dios no es el universo, ni la suma de todo lo
creado. Dios está en el universo, porque lo creó y lo sostiene con su
providencia, pero él es mucho más que el universo. Dice un hermoso
texto bíblico que “ni el universo lo puede contener”. Dios no es una
energía; es más que energía. Ni el hombre es sólo energía. La
energía existe y es poderosísima; sin embargo ella no es inteligente.
Ella no sabe que es más fuerte que nosotros. De tal manera que si
bien el hombre es pequeño ante el universo, es más inteligente que él
y por ende puede dominarlo con su razón y su voluntad; claro,
respetándolo. Ya decía Francis Bacon: “ a la naturaleza se le vence,
obedeciéndola”.

Para los que creemos en Cristo, él es la novedad de Dios. No


tenemos que buscar respuesta en otros saberes. Respetamos las
demás religiones, porque creemos que en ellas hay semillas de la
verdad; pero sabemos que Jesucristo es el Único Salvador del
mundo Ayer, Hoy y Siempre, y que Él es camino, verdad y vida. En el
ambiente de tolerancia que vivimos todo es aceptado. Se dice que
todas las religiones son buenas si nos llevan a Dios. Es cierto, pero
hoy hay que volver a gritar Jesús es el Señor. ¿Tú qué opinas?

En una ocasión una estudiante me decía, profesor todas esas


prácticas pueden ser buenas si nos llevan a Dios. Otra me decía y “si
el Cristianismo, no es la verdad ¿Por qué tendría que ser el
cristianismo la religión verdadera?” Aquí la cosa se pone difícil,
porque hay que optar.

Término con un texto bíblico que narra un momento culminante


en la predicación de Jesús, cuando sus discípulos tuvieron que elegir
a quién querían seguir. La vida es así. Llega un momento en el que
hay que optar:

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este


lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús
en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les
dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del
hombre subir adonde estaba antes?... «El espíritu es el que
da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros
algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el
principio quiénes eran los que no creían y quién era el que
lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie
puede venir a mí si no se lo concede el Padre.»
Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron
atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los
Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le
respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir?
Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y
sabemos que tú eres el Santo de Dios.» (Juan 6, 60-69 )
Es probable que este apartado debiera haber aparecido antes,
pero hemos escrito esto un poco a la libre, siguiendo los impulsos del
corazón y no de la razón, como diría Pascal, un gran hombre de
ciencia y de Dios del siglo XVII. ¿A qué me refiero cuando digo más
allá de las cosas? Simple y sencillamente al hecho de que una cosa
es lo que vemos, o sea la apariencia de las cosas y otra es la realidad
más profunda.

Desde la antigüedad, los griegos –parece que estos tíos estaban


en todo verdad- empezaron a cuestionarse sobre los constitutivos
básicos de la realidad, es decir, los componentes fundamentales y
primeros de todo lo que existe, y las respuestas variaban.

Entre esos primeros sabios, se encuentra Tales de Mileto,


considerado el padre de la Filosofía, y quien sostenía que lo
fundamental de todo lo existente era el agua (parece que no estaba
tan lejos de lo real, pues el cuerpo humano es mayoritariamente
agua).

Otros dijeron que el aire, el fuego, la tierra. Parménides, a quien


ya hemos mencionado, dijo que lo esencial era el ser. A esta pléyade
de filósofos del siglo VI a.C., sus paisanos los llamaron físicos, pues
estudiaban la naturaleza (en griego se dice Phycis).

Sin embargo, será dos centurias después cuando el asunto halle


aclaración, nada más y nada menos que con Aristóteles. El gran
maestro llamó a los estudios de la realidad tangible, Física. A las
cuestiones más profundas, como el problema del ser, la esencia,
naturaleza del acto y potencia (eres persona en acto y santo en
potencia) y las causas las ubicó en lo que él llamó Filosofía Primera.
Dos siglos más tarde, es decir en el siglo I a.C., un discípulo de
Aristóteles, con deseos de arreglar la extensa biblioteca del maestro,
llamó a estos estudios más profundos (que se ubicaban en la segunda
parte de un gran manual, cuya primera parte era llamada Física)
Metafísica. O sea que en cuanto al libro y en cuanto al contenido los
nombres estaban a pelo: primero lo visible, la Física; y segundo lo
mas profundo, la Metafísica,

¿En qué anda la metafísica hoy? Lastimosamente hoy, esta


hermosa disciplina de la filosofía anda emparentada con ideas
esotéricas, poder mental, poder de la pirámides, aromaterapia,
cuarzoterapia, cristaloterapia, y muchas cosas más. Cuando le digo a
mis estudiantes o a la gente, que soy profesor de metafísica en el
Seminario –donde están los pichones de curas-, me ponen esta cara:
¿y tú estudias eso? Pues claro, les digo, cuando los filósofos hemos
abandonado a la señora metafísica, los charlatanes se han apropiado
de ella para prostituirla.

Desde el siglo XVIII, empezó la crisis de la metafísica, sobre todo


con nuestro amigo Emmanuel Kant(1724-1804), para quien esta rama
de la filosofía no se equiparaba con las demás ciencias, pues no se
pueden comprobar sus aseveraciones. Le siguió Augusto
Comte(1798-1857), quien con su doctrina positivista sólo consideraba
conocimiento lo que proviniese de los sentidos.

Los filósofos contemporáneos fueron perdiendo el interés por la


metafísica, tanto así que algunos dijeron que los problemas
metafísicos eran seudos problemas: cosas triviales. La filosofía dejó
de lado la discusión sobre el ser y se ha metido a dilucidar problemas
sobre el lenguaje: y con ello se ha precipitado a la muerte. Para estos
tíos, entre los que están los neopositivistas del Círculo de Viena, la
filosofía sólo sirve para dilucidar errores del lenguaje.

Pero como dice José Ramón Velasco, autor de un buen libro de


filosofía titulado Verdades sin dueño, los grandes nunca mueren. Ella
ha empezado a resucitar. Claro al lado de los engaños de algunos
embusteros. Es probable que la metafísica no tenga la importancia
que tenía hace unos doscientos años.
Hoy nos preocupan más los microchips, los DVD, los Cdrom, los
lenguajes de la red, navegar en la red y quién sabe cuántas cosas
más. Pero la pregunta sigue en pie: ¿Y esas cosas qué son? ¿Cuál es
su naturaleza? ¿Cuál es su esencia? ¿Qué las causó? ¿Cuál es su
finalidad? Kant, a quien hemos criticado (por cierto él llamó a su
filosofía, Crítica) conmovió las bases de la metafísica. No obstante
dijo una gran verdad: una cosa es la apariencia (la llamó fenómeno) y
otra es la realidad profunda (que nos queda desconocida y él llamó
noúmeno).

Así es, nosotros vemos lo superficial, lo que los sentidos nos


permiten captar, pero hay una realidad que está más allá de las cosas,
y sólo se capta con la razón;
otras veces con el arte diría Schopenhauer; otras veces con la
religión, con lo místico, según Ludwig Wittgenstein. Lo esencial se ve
con el corazón, afirmaba Saint Exupery. ¿Tú que dices? ¿Qué hay
más allá de las células, del ADN, de las partículas subatómicas y
demás?
En una ocasión alguien me hacía un comentario que yo
consideré jocoso. Me decía mi amigo que había estado en una feria
cultural al aire libre en uno de los parques de nuestra ciudad (que
puede ser la tuya). En el medio del show, se le acercó una joven y le
dijo: “Yo soy una extraterrestre. Tomamos apariencia humana para
estar entre ustedes”. Mi amigo se le río en su cara y no le puso más
cuidado. Hoy en día, hay un afán por descubrir vida extraterrestre,
incluso antes de que apareciese la película ET. de Steven Spielberg.
Lo curioso es que estos amigos han tenido encuentros cercanos del
tercer tipo (el nombre de otra película sobre este asunto) con mucha
gente, pero no se dan a conocer abiertamente.

Hace unos años leía en el periódico que un científico de la NASA


(tiene que ver con los viajes espaciales en Estados Unidos)
denunciaba que todas esas noticias de encuentros cercanos, de ovnis,
de contactos, etc. eran lo que los romanos llamaban “pan y circo”: una
manera de entretener a la gente para que no se preocupara por los
problemas verdaderos (hambre, guerra, carrera armamentista y quién
sabe cuántas cosas más). No sé si es verdad.

Lo cierto es que no hay problema si hay extraterrestres. Un


sacerdote muy sabio y santo nos decía: Si hay marcianos –así se
decía en su tiempo- pues hay que ir a evangelizarlos; también son
hijos de Dios.
La clásica respuesta de quienes defienden la existencia de ET.
es: ¿Por qué tendríamos nosotros que ser la única especie con vida
inteligente en un universo tan vasto? Es verdad, pero aún no han
demostrado que haya vida inteligente más allá de nuestro hermoso
planeta tierra. Lo cierto es que en eso están. Han invertido miles de
millones de dólares en radiotelescopios a fin de captar mensajes de
vida inteligente. Lo triste es que se gaste tanto dinero en eso, cuando
hay mucha gente que hoy no tiene que comer . ¿Qué crees tú?

Otro de los argumentos que citan es la arquitectura de algunas


ciudades y edificaciones maravillosas: las Cabezas de la Isla de
Pascua, Las Pirámides de Egipto y América, las Líneas de Nazca y
otras maravillas más. ¿Quién las hizo? El hombre y la mujer de la
época, muchos de ellos esclavos y otros más. Últimamente la
arqueología ha ayudado a descubrir cómo era la vida de los ingenieros
de Egipto. Y seguro se descubrirá más.

No soy un gran experto en Ufología (en inglés OVNI, se dice


UFO Unidentified Flying Object) así llaman la ciencia que estudia todo
lo referente a Extraterrestres, pero sí sé decirte que antes de
preocuparnos por el espacio, deberíamos ayudar al que tenemos al
lado nuestros. Ya lo decía el apóstol san Juan: "Como van a amar a
Dios a quien no ven, si no aman a su hermano a quien ven".

Definitivamente que las películas de extraterrestres son


emocionantes. Yo lloré con ET. y con la zaga de La Guerra de Las
Galaxias. Pero en realidad eso es ciencia ficción. Algunos ya planean
comprar sus boletos de nave espacial para cuando sea necesario
abandonar el planeta por falta de agua. Para salir de nuestra galaxia
hace falta toda una vida, cuando lleguemos allá, habremos muerto,

Ya te dije que no soy un especialista en temas de Ufología u


Ovnilogía –como también la llaman- y quisiera citar a un astrónomo
argentino que parece ser muy serio y que encontré en un periplo en la
red y no en el espacio sideral:
Para tratar de tener una idea de las distancias
astronómicas, supongamos que viajamos en un tren
expreso. A la velocidad constante de 70 Km., podríamos dar
la vuelta al mundo (si existiera tal vía férrea) en unos 24
días. Llegar hasta la Luna demoraría sólo unos ocho meses
de viaje, pero alcanzar Venus, nuestro vecino planetario
más cercano, demandaría más de 160 años. El viaje hacia
la estrella más cercana duraría unos 66 millones de años,
muchísimo más de lo que ha existido la especie humana
sobre la Tierra.
Evidentemente, hay que pensar en un medio de transporte
más rápido. A la velocidad de un avión a reacción, llegar a la
estrella más cercana demoraría unos 5 millones de años,
por lo que tampoco sirve. Incluso si pudiéramos viajar a
400000 Km. (velocidad diez veces más grande que la que
necesita un cohete para escapar de la atracción de la Tierra)
dejaríamos atrás a la Luna en menos de una hora y
podríamos llegar a Marte en sólo diez días. Apenas nos
llevaría dos años el viaje hasta la órbita de Plutón, a 6800
millones de kilómetros del Sol, pero desde ahí hasta nuestra
vecina estelar más cercana nos quedarían más de 12000
años de viaje. El Universo es muchísimo más grande de lo
que podemos imaginar, y está hecho fundamentalmente de
espacio vacío...
Obviamente, que en una economía de mercado una
clientela de creyentes tan amplia no puede pasar
desapercibida. Cualquier escrito sobre platos voladores,
triángulo de las Bermudas o astrología vende mucho más
que un texto sobre ciencias escrito para el público en
general. Esto no tiene nada de sorprendente, ya que quien
escribe un libro de divulgación se topa con algunos
problemas: debe vencer la dificultad de hacer entendible un
tema complicado a un público de lo más heterogéneo
posible, debe lograr que su obra resulte interesante y
amena y probablemente le resulte difícil difundir su obra, ya
que a los poderosos (aunque ya no usen la hoguera) les
caen mal los tipos que ``avivan a la gilada''. Para escribir un
libro sobre platos voladores no se necesita ninguna
preparación previa y sólo se requiere que el relato sea
suficientemente fantástico como para cautivar la
imaginación del lector. Y no se corre el riesgo de hacer
enojar a nadie.
( Pablo G. Ostrov
En Busca de los Extraterrestres )
El asunto se torna más serio cuando se lee La Biblia buscando
en ella extraterrestres. Algunos dicen que los gigantes de El Génesis
pudieron haber sido marcianos; otros que el carro de fuego descrito
por el profeta Ezequiel seguro era un plato volador. No sé tú, pero yo
creo que es mejor dedicarnos a trabajar duro, cada uno en su campo.
Ya decía San Pablo el que no trabaja que no coma. Bueno si la
investigación científica lo amerita, eso es un trabajo honrado. ¿Qué
opinas tú?

En estos días, el jesuita encargado del Observatorio


Astronómico del Vaticano ha dicho que “el universo es tan
grande que sería una locura pensar que nosotros somos
una excepción.” Y añadió que al Papa le gusta la
astronomía y que no teme el debate con la ciencia. ¿Qué
dices tú? Nos montamos en el Halcón Milenario (así se
llama una de las naves de la Guerra de las Galaxias) y viaje
a las estrellas. Claro que hay vida más allá: la vida eterna.
Comencemos por el comienzo, diría Cantinflas. Lo light en
inglés quiere decir liviano, sin peso, sin consistencia. Lo light, es un
adjetivo que denota superficialidad, sin mucho peso. En el caso de la
vida light, es el término acuñado por el español Enrique Rojas en su
libro El hombre light aparecido en 1993. Dejemos que el mismo
escritor nos diga qué es lo light:

...en su sentido originario y referido a cierto tipo de


productos alimenticios: la coca-cola sin cafeína, la cerveza
sin alcohol, la mantequilla sin grasa, el azúcar sin glucosa...
y el hombre sin sustancia, ligero, casi vacío, hueco por
dentro, con mucha fachada y escaso fondo... Esta palabra
se puso de moda en Estados Unidos hacia los años ochenta
de la mano de los joggings y los gimnasios. Pronto llegó a
Europa y se extendió por todo el mundo... Lo light lleva
implícito un verdadero mensaje: todo ligero, suave, a su
gusto, descafeinado, liviano, etéreo, débil, reducido,
amortiguado en su contenido. Así es ese nuevo tipo humano
de la sociedad rica de Occidente. El colesterol es el nuevo
signo de los tiempos. En una sociedad que ha perdido el
rumbo, todo está rebajado y el hombre se ofrece como un
saldo final de serie.

El asunto es que la sociedad se ha vuelto light y lo demuestran


sus características:

hedonismo: sólo nos preocupa el placer;

consumismo: es más importante tener que ser;


permisivismo: todo es aceptado en nombre de la tolerancia;

relativismo: no hay verdades absolutas, todo es según el cristal


con que se mira-;

superficialidad: no hay deseo de profundizar en nada, ni en las


relaciones;

indiferencia: no se asumen compromisos serios.

¡Qué tristeza que todos nos estemos volviendo light ! Hasta la


cultura se vuelve light. Todo es aparentar, no importa a qué precio.
¿Qué dices tú? El amor se hace light. Mirar la televisión se vuelve
light. Perdemos a la larga la capacidad de emocionarnos o de
sensibilizarnos. Tenemos acceso a todo gracias a la fría televisión o
por la realidad virtual. Te excitas por televisión o por Internet, y te vas
volviendo un egoísta que no sabes compartir con los demás.

En el caso de la TV., me alarmó mucho lo de la Guerra del Golfo


(1991), pues fue la primera guerra donde los periodistas estaban en el
sitio de desembarco antes que iniciaran las acciones bélicas.
Nosotros por televisión veíamos los bombardeos como si fuese una
película. Quizás por eso ha impactado tanto en la opinión mundial el
atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, porque la realidad
superó la ficción.
¿Qué hacer para no volvernos unos superficiales –lights? Este
libro se puede estar convirtiendo en un folleto light. Tienes que
atreverte a profundizar en todo: en la amistad, en el amor, en la
lectura, en tu relación con los demás y con Dios. Tienes que tener
tiempo para el silencio, tiempo para entrar dentro de ti, diría San
Agustín. El remedio es volver a ser dueños de nuestra voluntad.
Tenemos que volver a ser dueños de nuestras pasiones. No podemos
ser esclavos de quienes tienen interés en que consumamos hasta
gastar lo poco o mucho que tenemos; no podemos ser esclavos del
placer sin amor .

Nuestro ya conocido amigo, Platón, decía que el hombre era una


mezcla de razón, memoria y voluntad. Hoy nuestra voluntad es una
marioneta. No somos disciplinados en nuestras tareas; no
profundizamos. Nuestras conversaciones son fútiles. ¿De qué hablas
con tus amigos? De música, de autos, de fiestas, de licores, de viajes,
de modas, del último chisme de Hollywood...

Un amigo decía de algunas niñas lindas: “Son bonitas pero no


saben conversar” No es nada machista, pues los hombres a veces
somos peores. Te cuento unos chistes light: ¿Saben por qué Dios
creó al hombre antes que a la mujer?...porque primero hizo el borrador
y después lo pasó en limpio ¿En qué se parecen los hombres a un
cajero automático? ...en que si no dan dinero no sirven para nada ¿En
qué se parece el hombre a los teléfonos públicos?...en que hay uno en
cada esquina, pero ninguno funciona.

Ojalá te decidas a cambiar esta cultura light. Hoy es un buen


momento para empezar a ser profundo. Compra un periódico que
tenga buenos artículos de opinión. Decídete a apagar la TV. y
dedícale un tiempo a la oración, a la buena lectura. Date un rato de
silencio, sin Discman, sin Walkman y eleva tu corazón hacia Dios, a
quien por más que queramos, no podremos hacerlo light.
Conste que hasta la religión se ha vuelto light. Hay un afán por
tener encuentros con lo espiritual, con el yo interior; pero no con el
Dios personal, que ama, que corrige, que exige de nosotros; el Dios
que se le apareció en una zarza a Moisés y le comunicó una misión un
tanto difícil. ¿Te parece?
Acá en Panamá entendemos “jugar vivo” como el arte de obtener
muchos beneficios con poco esfuerzo o salir beneficiado en algo sin
haber gastado mucho.

Habría varios ejemplos de cómo jugar vivo: No hacer la cola (la


fila) en algún servicio y colocarse delante de muchos que hacían fila;
no pagar a la entrada de la discoteca; tomar de gratis (haciendo el
gorrero o catcher -receptor- sin pagar nunca la ronda) Cada uno
podría poner sus casos particulares.

En nuestra pequeña nación, el “vivo” (la persona que juega vivo)


siempre sale ganando; al contrario, el “congo” (la persona que siempre
se deja timar ) sale perdiendo. Sería interesante escribir algo sobre la
sociología del “Vivo y el Congo”.

Esta costumbre parece ser muy antigua. Por lo menos en la


Época colonial, en la que estuvimos bajo la dominación española, era
común aquello de que la ley se acata, pero no se cumple: Los criollos
–hijos de españoles nacidos en América, en gran parte dedicados al
comercio, quienes no podían ocupar cargos elevados en el gobierno
colonial- se ingeniaban para jugar vivo, evadir impuestos,
contrabandear; los mismos españoles lo hacían. Los indígenas y
negros buscaban la manera de paliar en algo las situaciones injustas a
las que eran sometidos. Y esto fue creando la costumbre de jugar
vivo.

¿Qué sería para ti jugar vivo? Aquí hay algunas situaciones; tal
vez podrías añadir algunas más:
· Entrar a un almacén con ropa muy ancha y medirte algo
nuevo y llevártelo por dentro de tu propia ropa.
· Llegó la hora de hacer un trabajo en grupo y a ti no te gusta;
no vas a ninguna reunión, no haces nada, pero te ponen en la
lista de entrega.

· Desde tu trabajo hacer llamadas a larga distancia o a celular


con fines personales, y ocultas que fuiste tú.

· No presentarte a clases o al trabajo y luego buscar un


certificado médico, para que no te descuenten.

· Tomar la señal de la televisión por cable y no pagar por ella.

· Comprar objetos robados, para tener cosas de las que no


podrías presumir a su precio real.

· Dejar que tus amigos estudien y tú les pides que te digan en


los exámenes.

· Comprar en Zonas Libres de impuestos a fin de evadirlos.

Claro hay casos en que un fin social puede ameritar


excepciones. Como te decía, puede haber muchos más casos. Te
cuento uno mío. Cuando me iba a casar, yo quería invitar a mucha
gente a mi boda. Cerca de trescientas personas. Quería que el
brindis fuese con champaña; la señora que hacía el banquete, me dijo:
“Cuando la sidra está muy fría, pasa por champaña”. “No, dije yo,
debemos brindar con champaña”.

Resulta que una botella de sidra costaba tres dólares y una de


champaña doce dólares (claro me refiero a una de media calidad, hay
algunas botellas que pueden costar hasta treinta o cincuenta dólares,
y las más finas hasta cien dólares). Bueno tomé la decisión de brindar
con Champaña, y le dije a mi hermana que hablara con su amigo que
podía sacar cosas de la Zona Libre. Compré unas 36 botellas a un
precio de seis dólares. En realidad debían costar doce. O sea que me
ahorré unos doscientos dólares.
Unas semanas después me comencé a sentir mal y fui a
consultar con mi director espiritual-confesor, si mi conducta era
incorrecta. Buscaba razones en mi mente que calmaran mi
conciencia: “todo el mundo lo hace”. “Total los políticos roban más
que tú”, me decía. “Seguro esos impuestos que evadiste, otro se los
roba”.

En fin, le conté al sacerdote y me dijo. “Sí, eso es pecado”. Y


me puso de penitencia que diera a alguna obra social el diez por
ciento de lo que me había ahorrado. Mi conciencia estuvo en paz.
¿Qué dirías tú?
¿De dónde venimos? ¿Cuál es el origen del universo? ¿Cuándo
empezó a existir este mundo? ¿Si Dios creó todo, quién creó a Dios?
No es raro que te hayas hecho esas preguntas. Mucha otra gente ya
lo ha hecho, desde tiempos inmemoriales.

Los griegos empezaron con las respuestas míticas del


matrimonio de Zeus con una tal Tetis. Captura la narración que hizo
un poeta mítico llamado Hesíodo:

En un principio solo existió el caos.


En el vacío exterior apareció Erebus (Erebo),
el ignoto lugar donde Muerte y Noche habitan.
Todo allí era hueco, silencio, infinito, oscuro. Entonces nació el
amor (Eros),hijo de Erebus y Noche, con él llegó el comienzo del
orden.

Las respuestas mitológicas satisfacen hasta cierto punto, pero


llega un día en que no te comes el cuento (seguro te paso con Santa
Claus o con los dientes y el ratón). En la Biblia también hay
respuestas míticas cuya finalidad no es decirnos cómo se hizo el
universo, sino llevarnos a creer que venimos de Dios. La Biblia no
puede darte respuestas científicas, pues no es un libro de ciencias,
pero sí te da respuestas religiosas, pues es un libro de fe. Esas
respuestas satisfacían técnicamente a los hombres y mujeres de esa
época.
Luego de la irrupción de la modernidad (siglo XVI), y de la
emancipación de las ciencias de la filosofía y la teología, empezaron a
ser cuestionadas las respuestas que sobre el origen del cosmos daba
La Biblia. Algunos lo hacían de buena fe; otros, para rebatir la
autoridad e la Iglesia. En fin se hacía imperante la búsqueda de
explicaciones más racionales sobre el origen del universo.

Con la teoría de la evolución, la brecha entre fe y ciencia se fue


haciendo más grande, ya lo hemos dicho antes. Los hombres de
ciencia quieren explicar el origen del universo. Los metafísicos aclarar
por qué existe algo, en lugar de la nada. Y se han remontado hasta
los orígenes del universo. Por cierto sólo hay un universo (la misma
palabra quiere decir todo lo que existe; dentro de él hay millones de
galaxias y billones de estrellas, pero sólo hay un universo).

Una de las explicaciones más coherentes parece ser la del Big


Bang o Gran Explosión, propuesta por algunos científicos en el siglo
XX, entre ellos Edwin Hubble. Estos hombres de ciencia afirman que
el universo existente tuvo un inicio, a partir de la gran explosión de una
densa concentración de materia, que pudo ocurrir hace
aproximadamente 15 000 millones de años. Lo más impactante es
que hay restos de esa primitiva hecatombe.

Con aquello de que la ciencia es el único conocimiento válido, y


de que el método científico es la vía “non plus ultra” (anhelo de los
positivistas y neopositivistas), algunos científicos se dieron a la tarea
de encontrar vestigios de esa explosión.

¿Cuál fue la sorpresa ? Resulta que un par de científicos


encontraron una especie de onda de radio, así como la emisora que
escuchas con tus amigos, pero no con música, sino con una especie
de ruido cósmico, con una basura interestelar, como una interferencia,
pero de ondas de radio. Sabes, descubrieron que “la radiación de
fondo”, -así la llamaron- es el eco de aquella primigenia explosión y
que se extiende en todo el universo al que el hombre tiene acceso. Te
explico más. Tu habrás visto la explosión de un cohete; acá en
Panamá, le llamamos bombitas, fuegos artificiales, fuegos
pirotécnicos, etc. Bueno cuando hay una explosión, hay una liberación
de energía, de ruido, acompañada a veces, de mucha destrucción (los
terroristas son especialistas en esto). Pues bien la onda expansiva, el
ruido del Big Bang se puede sentir en todo el universo.

Hoy día siguen estudiándose los orígenes del universo; algunos


apoyan la teoría del Big Bang, otros la han descartado. Últimamente
una sonda enviada por la NASA en 1989, a la que denominaron COBE
(Cosmic Background Explorer, el Explorador del Fondo Cósmico)
encontró la radiación y ciertos otros detalles que apoyan la idea de
que hubo, en el principio, una gran explosión. Antes de ella no
sabemos nada, pues no hay datos. Pero lo interesante es preguntarse
¿De dónde salió el material que explotó? ¿Cómo se inició la
explosión? ¿Requiere esa explosión de una causa primera?

Terminaría con el hermoso pasaje de El Génesis. El escritor


bíblico no tenía telescopios, ni sondas, ni satélites, pero tenía un
corazón abierto al asombro e intuyó que antes de la Creación no había
nada, sólo Dios:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era


caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un
viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios:
«Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y
apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz
«día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y
amaneció: día primero.(Génesis 1, 1-5)

Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo


que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios
y que también el género humano ha llegado así a la
existencia
(2 Macabeos 2, 22-23 .28)
Con esto de los extraterrestres y el estudio del Cosmos, se
plantea el asunto de la vida en otros planetas o galaxias. Incluso hoy
se habla de empezar a buscar sitios donde continuar viviendo, pues el
agua va a acabarse, o los poderosos la controlarán.

Pero no es de guerra de lo que quiero hablarte, sino de orden.


En el tema anterior, terminábamos sugiriendo la necesidad de una
causa del universo. Esta es una de las vías de demostración de la
existencia de Dios que usa Santo Tomás de Aquino, quien afirma que
para llegar a Dios se puede partir del cosmos; ya San Pablo lo había
dicho en una de sus cartas: “Porque lo invisible de Dios, desde la
creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras:
su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables...”
(Romanos 1, 20)

Santo Tomás de Aquino enumera cinco vías cosmológicas, es


decir, que parten de la naturaleza y nos pueden llevar a reconocer la
existencia de Dios o que pueden convertirse, en “invitaciones
razonadas a la fe” en palabras del cardenal Walter Kasper. Estas vías
parten del mundo real y captan en él la necesidad de una causa
primera; reclaman la presencia de un motor que mueva sin ser
movido; sugieren la primacía de un ser necesario frente a todo lo
demás que es contingente. Te pongo un ejemplo. En tu casa debe
haber algún aparato eléctrico (Tv., radio, vhs, dvd, juego de vídeo, etc.)
¿Gracias a qué funcionan ellos? A la electricidad me dirás. Bien y esa
energía de dónde proviene. De una planta. ¿Y la planta cómo la
produce? Por la caída del agua en una presa, que transforma la
energía mecánica en eléctrica gracias a un dínamo. ¿Y el agua de
dónde proviene? De la lluvia ¿Y la lluvia? Del proceso de evaporación
que depende del sol ¿Y el sol? Del universo ¿Y el universo? Pues yo
no sé.

Santo Tomás nos diría que llamamos “no sé” a nuestra


obstinación de no reconocer a Dios. Después de estudiar la cadena de
causas tiene que haber una causa primera que sea sostén de todo el
sistema, que sea necesaria y no pueda no existir.

Un teólogo muy respetado lo explica con un ejemplo que me da


mucha gracia. Supongamos que tú eres alpinista y te aprestas a
organizar una expedición a una cima jamás conquistada. Llamas a la
televisión y a todo el que pueda destacar tu hazaña. Cuando llegas a
la cima, descubres una placa de plomo en el suelo del monte. Los
periodistas te preguntan “¿Qué tienes que decir?” Eso apareció ahí
por azar. ¡Sí cómo no! Alguna causa anterior a ti la puso. No hay de
otra.

Igualmente vemos que hay un orden. Si tú llegas en la tarde a tu


cuarto y descubres que todo está ordenado (tú habías dejado el cuarto
peor que un nido de gallina), se te ocurriría decir que fue una
casualidad que estuviera todo muy bien dispuesto. Alguien ha
ordenado este hermoso universo, alguien lo ha causado. Y más aún,
los estudios de algunos científicos afirman que pareciese que el
cosmos hubiera sido preparado para que en nuestro hermoso planeta
apareciese vida humana: agua, distancia exacta al sol, animales,
vegetales. Da la impresión de que el universo fue hecho para
nosotros: eso es el principio antrópico.

Algunos buscan agua en otros mundos, pero no la han


encontrado. El problema no es que la encuentren, lo hermoso es
poder maravillarse de la obra de Dios y por eso darle gloria. Termino
citando dos salmos que te pueden llevar a elevar tu corazón hacia el
Creador:

Al ver tu cielo, hechura de tus dedos,


la luna y las estrellas, que fijaste tú,
¿qué es el hombre
para que de él te acuerdes,
el hijo de Adán para que de él te cuides?
Apenas inferior a un dios le hiciste,
coronándole de gloria y de esplendor;
le hiciste señor de las obras de tus manos,
todo fue puesto por ti bajo sus pies:
(Salmo 8, 4-7)

Los cielos cuentan la gloria de Dios,


la obra de sus manos
anuncia el firmamento;
el día al día comunica el mensaje,
y la noche a la noche trasmite la noticia.
No es un mensaje, no hay palabras,
ni su voz se puede oír;
mas por toda la tierra
se adivinan los rasgos,
y sus giros hasta el confín del mundo.
(Salmo 19, 2-5)
Después de tanto discurso científico, cosmológico y teológico
como que este título no encajase. No sé, la providencia lo puso por
aquí y vamos a dejar correr algo de tinta sobre esto.

“¿Quién se preocupa de mí?” Fue la frase que me dijo Raúl, un


estudiante de noveno grado cuándo lo cuestioné sobre su vagancia.
Fue un lunes si mal no recuerdo; creo que era la última hora de clases.
Ya estábamos en el cuarto bimestre. Se había pasado todo el año
molestando. Ya había repetido dos veces noveno grado: iba a
tomarse su tercer out. Yo me considero paciente, pero ese día ya no
soporté y en tono algo enojado le dije: “¿Raúl hasta cuándo vas a
seguir con esa alelazón? (en realidad dije algo que en Panamá es
ofensivo, pero entre amigos se dice con cierta frecuencia).

Los ojos de todo el salón estaban sobre Raúl. Una jovencita me


dijo: “¡Ay profesor, le dijo alelao¡ Lo va a traumatizar”. Respire
profundo y le pedí disculpas. Pero le dije: “Todo el año te la has
pasado molestando; no pones atención; ya te has quedado dos veces
en noveno; no te preocupa nada; no te preocupa que tus padres estén
gastando dinero en ti” Con cara de pocos amigos me dijo: “Profesor,
¿quién se preocupa de mí? ¿Usted se preocupa de mí? Cuando llega
el fin de semana usted se va a lo suyo. ¿Usted se acuerda de mí?
¿Quién se preocupa de mí?"

Terminó la hora. Me puse a pensar: “Raúl es un joven de buena


familia. Casa en la playa, moto, auto, moto acuática... Sus papás le
han dado todo... ¿Será que no le han dado amor? Se han preocupado
de darle todo lo material, pero no le han dado amor”. A lo mejor es tu
caso. Haz un momento de silencio. Si quieres cierra los ojos. (un
minuto al menos y luego puedes seguir leyendo)

Generalmente a nuestros padres no se les prepara para ser padres.


Muchas veces asumen que lo saben todo, o creen que dándote
cosas materiales vas a asumir que te quieren. Otro es el caso de
aquellos que no han conocido a alguno de sus padres. O por el
contrario, hay quien tiene a sus padres, pero ellos no pueden darte
todo lo que tú necesitas. Cada caso es un mundo.

Desde estas páginas quiero pedirte que perdones a tus papás.


Ellos tal vez no tienen la culpa. Quizás nadie les enseñó a amar. Lo
que sí es cierto es que no estás condenado al fracaso. Tú puedes
cambiar tu futuro. Tienes en tu mano la opción de ser feliz. De amar y
ser amado. Y sobre todo tienes la opción de perdonarlos por no
haberte amado.

Profundizo un poco más en lo anterior. Mi papá se casó con mi


mamá ya de cuarenta años. Eso lo hacía estar un poco mayor para
ser cariñoso con nosotros. Sobre todo conmigo que soy el hijo varón.
He visto fotos de mi niñez, y sé que me cargaba, pero en fotos. Desde
los cinco años en adelante no tengo recuerdos de gestos cariñosos de
parte de mi papá.

Otra anécdota. Cuando estábamos en noveno grado teníamos


un compañero de nombre Gustavo. Cada vez que íbamos a estudiar a
su casa, nos sorprendía el gesto de su papá, quien al llegar siempre lo
saludaba con un beso. Nosotros hasta nos sentíamos incómodos:
“Gustavo, ya tienes 15 años”; “ya estás grande para eso”.

A los 28 años, cuando estudié antropología filosófica, entendí


porque el gesto del papá de Gustavo era tan importante para mostrarle
cariño, darle seguridad, elevarle la autoestima, afirmarle su
masculinidad, etc. Hace unos años vi a Gustavo. Ya ingeniero, con
una esposa muy guapa. Me parecía que era feliz. ¿Cuánto lo habrá
ayudado el beso diario de su papá? Me dijo: “todavía lo hace”.
Vuelvo al cuento de mi papá. Mi viejo nunca me dio un beso. A
él nunca su papá se lo dio. Mi abuelo abandonó la casa, cuando mi
papá tenía cuatro años. Se crió con mi abuela, que guardó muchos
resentimientos. Los educó muy duro. Mi papá se hizo en la calle.
Eran muy pobres; él tuvo que salir a vender periódicos para ayudar en
la casa; limpiaba zapatos; repartía portaviandas con la comida que la
abuela hacía. Temprano se hizo a la mar. Y no pocas veces la mar te
endurece el corazón. El no había tenido cariño de sus padres. Eso es
duro.

Hoy entiendo por qué nunca me dio un beso. Hoy entiendo por
qué tan temprano yo buscaba amor fuera de casa. A los 10 años
quería tener novia. Y así me pasé muchos años: ansiando cariño y
amor. Gracias a Dios en mi adolescencia el sexo todavía no era un
“dios”. La pornografía no estaba tan publicitada. Hoy los jóvenes
utilizan todo eso para llenar el vacío que hay en sus corazones. Pero
papá no lo sabía. No fue su culpa. Y un día Dios me hizo verlo.

Ya de 28 años estábamos en un retiro espiritual. Mi papá había


ido conmigo gracias a Dios. Yo había empezado a frecuentar la
parroquia a los quince. A veces se burlaba de mí y me decía que iba a
quedar loco de tanto leer La Biblia. Años después se unió al coro y se
convirtió en mecenas de nuestro equipo de sonido y cómplice de todas
mis tareas de evangelización. Gracias a Dios que me hizo perseverar
y convertirme en testigo de su amor para mi viejo. Se puede. Sin
mucha palabrería. Las palabras conmueven, los ejemplos arrastran.

Durante una de las charlas del retiro que mencioné, el sacerdote


que predicaba contó que su papá nunca le había dicho a él te quiero.
Un caso parecidísimo al mío. Su papá un hombre duro, rudo. Un día
en una peregrinación por el Lago de Galilea en Palestina, él había ido
con su familia, y sintió en su corazón el deber de decirle a su padre
que lo amaba (el viejo no lo podía hacer, no sabía cómo hacerlo). Se
acercó y le dio un abrazo. El viejo entre lágrimas dijo: “yo también.”
Me acerqué, entonces, a mi viejo y pasó exactamente lo mismo. Hoy
cuando llegues a casa, si todavía tienes a tus viejos contigo, dales un
abrazo y diles te amo papá, te amo mamá.
Dicen que los consejos no pedidos no son escuchados, pero a
esta altura habrás notado que me fascina dar recetas. Ahí va. El odio,
el rencor o el resentimiento contra tus padres ausentes no le hace mal
a ellos: te hace mal a ti. ¡Ojo! y cualquier resentimiento hacia otro te
está comiendo por dentro, aunque por orgullo no quieras reconocerlo.
El Padrenuestro dice: "perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Esa es la clave. Dónde
quiera que esté esa persona que te hizo daño, te abandonó, o se burló
de ti, mándale desde tu corazón un “te perdono” y vas a experimentar
una paz única. Haz la prueba.
Termino con una canción de Martín Valverde:

Sé que es difícil perdonar cuando no sabes amar


el rencor es algo tan amargo adentro
no te deja sonreír ya no quiere vivir
porque no dejas eso atrás y empieza amar.
Alguien que te amó
su propia vida la entregó
para que fueras libre
de ese cautiverio
el perdonó a los demás
sin importar si hicieron mal
porque en lugar de odiar
no decides hoy amar.

Sólo tienes que amar


perdonar es una decisión
que deja, en libertad tu corazón
y limpie toda herida
la amargura en Ti no reinará.

Solo Dios puede juzgar


tú no puedes condenar
y mucho menos murmurar
si tú quieres que el Señor te perdone
debes primero perdonar.
Así tituló el filósofo estadounidense Francis Fukuyama, un
ensayo suyo aparecido en el verano de 1989, a raíz del colapso de los
regímenes comunistas, cuyo hecho más simbólico fue la caída del
muro de Berlín. Explico un poco más.

A mediados del siglo XIX, apareció la ideología Marxista -


Comunista, como una oposición al Capitalismo-Liberalismo. Ya he
hablado un poco de eso en el apartado “Un paraíso sin Dios”. El
Comunismo planteaba la estatización de los bienes, a fin de que no
hubiera propiedad privada; así todos los hombres y mujeres gozarían
de los mismos derechos: Igualdad para todos.
El experimento se llevó a cabo en Rusia, luego de la cruenta
Revolución Bolchevique de 1917. De allí, luego de la Segunda Guerra
Mundial, se extendió a los países de Europa Oriental. Al final de la
gran Guerra, se inició lo que los historiadores llaman la Guerra Fría.
Ojo no es una Guerra de hielo o del Capitán Frío que combatía contra
Batman. Se le llamó así, porque fue una guerra de espionaje,
servicios secretos, construcción de misiles nucleares, que nunca
fueron lanzados gracias a Dios. Un sistema quería demostrarle al otro
que era el mejor.

Los capitalistas, con Estados Unidos a la cabeza, luchaban


contra los comunistas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(U.R.S.S.). Se peleaban por el control del mundo, por tener influencia
en el resto del planeta, pero desde el punto de vista ideológico: dos
modelos, dos paradigmas. James Bond era el héroe de la Guerra Fría
de los capitalistas.
Sin embargo, luego de ocho décadas el sistema comunista
colapsó. Y su primer gran signo fue la caída del Muro de Berlín,
aunque ya había habido signos de fisuras de los regímenes de
izquierda como también se les llamaba. Desde 1980 se habían dado
revueltas y protestas en Polonia, causadas por el sindicato
“Solidarnosk” (Solidaridad).

No obstante, la debacle se dio en 1989 cuando el muro, que se


había construido para dividir Berlín bajo influencia occidental (
capitalista) del oriental ( comunista), empezó a romperse. Algunos
dicen que un hombre clave en la caída del comunismo fue Juan Pablo
II, el primer Papa eslavo, quien había experimentado en carne propia
el totalitarismo comunista en su natal Polonia.

Bueno, el asunto es que el comunismo cayó, cuando se hizo


insoportable que el estado siguiera manejando la economía. Los
marxistas habían soñado con un estado benefactor, con una sociedad
de solidaridad sin Dios; pero no tomaron en cuenta que sin Dios no
hay razones para respetar la dignidad del otro, sin Dios no hay
modelos para evitar la corrupción. Los países comunistas se llenaron
de una Nomenclatura (privilegios para los camaradas del partido) y el
sueño a la larga se desvaneció.

De inmediato, los profetas del capitalismo concluyeron que el


liberalismo, la empresa privada y la economía de mercado son el
mejor sistema. Y empieza la carrera por la Globalización: el reino del
Neoliberalismo. Se hizo imperioso tumbar todas las barreras
arancelarias y de protección a la producción nacional para formar un
gran mercado mundial; el nuevo paradigma es la privatización de
todas las empresas estatales, ya que el estado ha demostrado ser un
fracaso en administrar riquezas y en producirlas ha resultado nulo:
¡Viva el Capitalismo¡ Algo así, era lo que planteaba Fukuyama en su
ensayo.,

¿Es el capitalismo la solución al problema de la pobreza


mundial? En su Encíclica Centesimus Annus, el Papa Juan Pablo II,
quien creció en la Polonia comunista, afirma que con la caída de los
regímenes comunistas, se podría pensar que el capitalismo es la
solución a todos los problemas de la humanidad. Su análisis va más
allá de la defensa de un sistema u otro. El Papa nos dice que la
propiedad privada es una necesidad del hombre; pero añade que
sobre todo bien pesa una “hipoteca social”: es decir, los que tenemos
riquezas, tenemos que saber administrarlas pensando en el bien
común y no sólo en nuestros intereses privados.

Por ello la Globalización, la Economía de Mercado, las


Privatizaciones deben ser hechas pensando en el ser humano, el
centro de la Creación: la economía se hizo para el hombre y no el
hombre para la economía. En un Sínodo (reunión) de Obispos de
América, Juan Pablo II invitaba a los obispos a “globalizar la
solidaridad”. Si todo está globalizándose, entonces globalicemos –
mundialicemos- la solidaridad.

¿Qué es la solidaridad? Pues pensar en el otro, en el que


menos tiene. Resulta que Dios mismo se ha hecho solidario con
nosotros: "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo,
el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os
enriquecierais con su pobreza.” (2 Corintios 8,9.)

Todo lo que tenemos es don de Dios: los bienes materiales, la


inteligencia, el talento, las aptitudes, todo es regalo: ¿Qué tienes que
no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo
hubieras recibido? (1 Corintios 4, 7). Y más aún Dios nos va a pedir
cuenta de lo que hemos recibido: "a quien se le dio mucho, se le
reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más”.
(Lucas 12, 48)

Un padre de la Iglesia llamado San Juan Crisóstomo (en griego


Boca de Oro, sus sermones eran joyas de espiritualidad y de oratoria)
decía: "¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No lo abandones si se
encuentra desnudo. No le rindas honores aquí, en el templo, para
después descuidarlo ahí afuera, donde sufre a causa del frío y la
desnudez" ("In Matthaeum hom". 50, 3).

Quisiera terminar con una hermosa cita del mismo “Piquito de


oro” invitándonos a la generosidad:

El no dar parte de lo que se tiene es ya como una rapiña.


Las Escrituras dicen ser rapiña, avaricia y defraudación, no
sólo arrebatar lo ajeno, sino también no dar parte de lo suyo
a los otros... Esto dice para demostrar a los ricos que lo que
tienen pertenece al pobre, aún cuando lo hayan adquirido
por herencia paterna o les venga el dinero de donde quiera
que sea., Las cosas o riquezas, de donde quiera las
recojamos, pertenecen al Señor, y si las distribuimos entre
los necesitados lograremos gran abundancia (PG 48, 984).
Quiero hablarte de la clonación y de lo que te hace irrepetible.
La clonación es el procedimiento mediante el cual se pretende copiar
un ser vivo a partir de células adultas, prescindiendo de uno de los
progenitores.

Te explico. Para que tú nacieras se unieron el óvulo de tu mamá


y el espermatozoide de tu papá. La clonación prescindirá de uno de
los gametos o células reproductoras, a fin de que el nuevo organismo
sea genéticamente idéntico a su progenitor. Eso requiere de unos
procesos de descargas eléctricas a fin de que los 23 cromosomas
(que brinda cada gameto-progenitor) se reproduzcan asexualmente y
lleguen a ser 46 que tiene un ser humano.

Ya se está haciendo con animales y plantas. Algunos la


defienden; otros, la critican. Los defensores de la clonación hablan de
poder reproducir animales ya extintos (mamut por ejemplo); también
se habla de preservar especies en peligro de extinción. En el caso de
los seres humanos, se dice que se podría recuperar personas que han
fallecido y no deberían haber muerto (niños, adolescentes en
accidentes).

Por otro lado se podrían obtener órganos para trasplantes. El


asunto es que nunca el individuo clonado sería igual al anterior, pues
la persona es única e irrepetible, su carácter no sólo lo determina el
ADN, sino el ambiente que lo rodea. Eso podría decepcionar a los
padres y a sus amistades.
En el caso de obtener órganos o células madres para reemplazar
tejidos enfermos, tendríamos que preguntarnos a qué costo. Ahí
entramos en el debate sobre cuándo empieza un embrión a ser
persona humana. Para la Iglesia Católica en el preciso instante de la
fecundación. Hay científicos que dicen lo contrario. No sé tú. La
clonación podía ser utilizada por dictadores para construir ejércitos
poderosos.

Parece que los animales clonados no salen tan sanos nada.


Dolly, la ovejita, sufre de artritis. Unos ratones sufren de obesidad
excesiva. Dios nos agarre a todos confesados.

Es momento también para discutir lo de la fecundación in vitro y


la manipulación genética. ¿Quién tiene el derecho a decidir qué
cualidades genéticas son superiores a otras? ¿No estaríamos
discriminando racialmente? Dios nos ha hecho a todos así como
somos. La Iglesia se opone a la fecundación in vitro de seres
humanos porque eso implica la muerte de muchos embriones, que ya
son seres humanos. Para poder implantar un embrión en el útero de
una mujer se requiere que se fecunden muchos óvulos, de los cuales
muchos se congelan y al tiempo son desechados. ¿Quién decide
quien debe vivir y quien no? Nuestra época ha alcanzado grandes
avances científicos, pero también comete crímenes que claman al
cielo.

Otro asunto que toca por aquí es lo del genoma humano.


Científicos de todo el mundo están trabajando en un mapa que
muestre todo el material genético del ser humano. El asunto es
interesante, pues se podrá saber los genes que afectan o causan
enfermedades, y curar antes de que se vea la luz de este mundo.

Lo controversial puede ser el uso que se le dé. Se podría


discriminar. Por ejemplo, las compañías de seguro podrían utilizar el
genoma para no asegurar a personas que su constitución genética
muestre propensión a determinadas enfermedades. Te examinarían
antes de emplearte en un trabajo o de ofrecerte una beca. ¡Quién
sabe!

El Universo del microcosmos es inmenso. No se puede tocar lo


referente a la clonación, manipulación genética, fecundación in Vitro
sólo pensando en los fines. Ya lo hemos dicho antes: el fin no justifica
los medios. El ser humano es especial, tiene una dignidad única que
le viene de haber sido hecho a imagen y semejanza de Dios.

Por la misma razón la Iglesia se opone al aborto. El embrión, el


feto o el niño es un ser humano, con derechos. No solamente
importan los derechos de la madre, sino también los del niño
indefenso. Te cuento algo que ya es muy conocido. Una señora va al
médico embarazada por quinta vez:

...El marido sufre de sífilis y ella de tuberculosis...Su primer


hijo le nació ciego......El segundo murió...El tercero nació
sordo... ...El cuarto es tuberculoso... Sí, que
aborte?...Firmaron la sentencia de muerte de Ludwig van
Beethoven!

La Madre Teresa de Calcuta les decía a los padres que iban a


abortar que no lo hicieran, que les dieran los niños a ella. Gracias a
Dios empiezan a haber opciones para todas las jóvenes que piensan
en el aborto.

El ceder a los bebés en adopción se presenta como una


alternativa hermosa para romper un círculo de odio en el mundo.
Sobre todo cuando la misma sociedad nos invita al sexo y luego nos
abandona a nuestra suerte.
Termino con una oración de la Madre Teresa:

La vida es una oportunidad, aprovéchala.


La vida es belleza. admírala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózalo.
La vida es un misterio, desvélalo.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es un combate, acéptalo.
La vida es una tragedia, domínala.
La vida es una aventura, arrástrala.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es la vida, defiéndela.
El sufrimiento es uno de los misterios de la vida humana, pues
en nuestra naturaleza está como inscrito un código o un microchip que
dice: “Quiero ser feliz”. El dolor y el sufrimiento se nos hacen
contrarios a nuestro proyecto de vida . Y es verdad. La Biblia nos dice
que en El Paraíso el hombre no sufría, lo tenía todo (no había que
hacer cartas de Navidad para recibir regalos). ¿De dónde viene el
mal, el dolor, el sufrimiento?

La explicación a este misterio la han dado miles de hombres:


doctos, cultos, sin educación, ricos y pobres... Es un misterio. Las
antiguas filosofías tuvieron que acercarse al misterio del dolor y del
mal. Una respuesta fue la del dualismo, que veía en el mundo dos
divinidades, dos fuerza: una del bien y otra del mal, que en constante
pugna explicaban el contraste y la presencia del situaciones adversas
al querer del ser humano. Ahí podríamos ubicar el Zoroastrismo, el
Taoísmo, el Maniqueísmo, y otros cultos más.

La respuesta de los epicúreos es muy curiosa. Ellos creían que


el mal se podía eliminar si se combatía la superstición y se invertían
muchos fondos a la ciencia y la investigación. Esta idea también fue
defendida por los filósofos de la Ilustración (siglo XVIII al XIX), quienes
creían que la razón y la ciencia harían progresar la humanidad hasta
eliminar los males y el sufrimiento. Pero el mal sigue ahí.

Hay males naturales, como catástrofes, fenómenos climáticos o


sísmicos, pero hay otros que causa el propio hombre. San Agustín (no
sé si ya lo mencioné, pero vivió en el siglo IV d.C.) fue uno de los
primeros en dar una explicación en clave cristiana ( antes había sido
maniqueo, pero se desilusionó de Mani).

Agustín dice que el mal físico es permitido por Dios en vista a


bienes mayores futuros, y por ende hay que mirarlo con ojos de fe,
pues a la larga las recompensas serán mayores. El mal moral, el
pecado, ése sí que es mal de verdad, y si no nos arrepentimos antes
de morir, no podremos hacerlo después. Es decir, tiene remedio:
acercarnos a la misericordia de Dios y obtener de él ayuda oportuna.
Si no lo hacemos, iremos a la muerte segunda: el infierno (algunos
dicen que no existe, pero esto es tema para otro ensayo).

El mal y el sufrimiento son el “agridulce de la vida” diría el padre


Carlos. Nos acompañan. El hombre ha introducido mucho de ese mal
por su egoísmo, pues la avaricia hace que no haya una justa
distribución de las riquezas, de las tierras, de la educación. Una
manera de corregirlo es, como he dicho antes, la solidaridad.

El mal y el dolor nos golpean y hasta provoca reclamarle a Dios


como hizo el justo Job. Este personaje encarna al justo que sufre sin
tener culpa. Los hebreos creían que el sufrimiento y el dolor era el
pago por el pecado de los padres o de los antepasados. Job viene a
decirnos que no es así. Hay ocasiones en que a los malos les va de
maravilla y los buenos no levantan cabeza. ¡Qué misterio! Jesús es el
punto culminante de esto: El bueno condenado en lugar de los malos
(tú y yo deberíamos haber estado en esa Cruz). Ahí se esclarece el
misterio de dolor: Dios mismo ha querido asumir nuestro dolor para
darle un valor redentor.

El dolor aceptado con amor, puede convertirse en méritos para


esta vida y para la otra. ¿Cómo? Es una gracia. Mira más allá.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los judíos sufrieron el


Holocausto. Cerca de seis millones de ellos murieron en manos de los
nazis y sus secuaces: cámaras de gas, incineradores, trabajos
forzados, campos de concentración. Un día uno de ellos veía el
espectáculo del ahorcamiento de un niño. En el clímax de lo
incomprensible dijo en su interior: ¿Dios dónde estás? Al rato sintió en
su interior algo que le decía: “Ahí estoy colgado”. Casi como decir: “Yo
también sufro con el dolor de la humanidad”.

Cristo Jesús viene a mostrarnos el verdadero rostro de Dios: no


hay sufrimiento del hombre que Dios no sienta. Él está de nuestra
parte, y aunque a veces pareciera impotente, como pensaban los
epicúreos, Él tendrá la última palabra. Ya lo demostró al resucitar a su
Hijo cuando todo parecía acabar en derrota, muerte, dolor.

Dicen que los poetas y los místicos son quienes mejor expresan
esas cosas que son inefables, inexpresables. Hace unos años
compuse una canción que trataba de explicar el misterio del dolor.
Léela con el corazón:

Compañero inesperado
llegas sin invitación
me provoca rechazarte
¡oh misterio del dolor!

Vas tocando a nuestras puertas


no ves raza, ni color,
pobres, ricos, todos sufren
tú no haces distinción.

En la Cruz, Tú lo asumiste
su sentido se cambió,
no es castigo que nos mandas
puede hacerse redención.

Te entrego mi sufrimiento, Señor,


lo uno a tu Pasión,
quiero sentir la fuerza
de tu Resurrección
Esta discusión es de corte metafísico. En un apartado anterior
hemos platicado sobre la ciencia que estudia lo no tangible, así que
por cualquier duda te remito a ese capítulo.

Desde tiempos inmemoriales los seres humanos se han


preguntado ¿qué nos hace ser humanos? ¿qué nos diferencia de las
demás especies que circundan el globo? Ya los griegos con Sócrates,
Platón y Aristóteles consideraban que el alma espiritual era lo distintivo
del hombre. Los animales tienen un “alma animal” el hombre un “alma
humana”. Con el cristianismo, muy interesado en el problema del
alma y la vida eterna, se asumió que el alma era lo básico, tanto así
que algunos despreciaron el cuerpo.

El gran doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, fue quien


precisó que nuestra alma tiene facultades: razón, voluntad,
sentimientos, memoria. Estas facultades brotan del ser espiritual del
hombre, son parte de su naturaleza. Cada especie tiene una esencia,
una naturaleza. En el caso del hombre su esencia es su humanidad,
que está compuesta de alma y cuerpo.

Algunos pensadores anteriores, entre ellos San Agustín, no


valoraban el cuerpo, sino más bien el alma, sobre todo porque el
Nuevo Testamento, había nacido en el contexto griego y neoplatónico
que tendía a despreciar lo corpóreo.
Pues bien el hombre tiene una naturaleza, es decir, como un
código genético propio. Hoy sabemos que está compuesto
proteicamente de Adenina, Citosina, Timina y Guanina que hace que
seamos Homo sapiens y no otra especie. ¿Quién estableció ese
código, ese Hardware, esa naturaleza? Yo creo que Dios y ¿tú qué
dices?

La Biblia defiende lo anterior diciendo que Dios hizo el hombre a


su “imagen y semejanza”. Un teólogo explica esto diciendo que “a su
imagen” significa que Dios nos dio una naturaleza espiritual
semejante a la suya, con una voluntad libre. No sólo somos instinto
como los animales. Nuestra voluntad tiende al bien; sin embargo,
podemos, por libre albedrío, cambiar nuestros fines y desestimar los
bienes verdaderos por otros pasajeros y hasta preferir el mal. “A su
semejanza” significa la parte que nos toca hacer a nosotros:
asemejarnos a Dios y amar como ama
Él, buscarle, adorarle, servirle.

Sin embargo esto de la naturaleza humana no está muy claro


para todos. Los filósofos existencialistas, sobre todo Jean Paul Sartre,
cuestionan que haya una esencia humana. Sobre todo por su
ideología atea, Sartre cuestionaba que el hombre tuviera una esencia
determinada por Dios de antemano. Para él, el hombre es una
proyecto inacabado, una quimera, una realización de cada día: el
hombre es sólo libertad y existencia. No hay un programa definido: el
hombre decide sus fines, sus proyectos y eso le angustia, pues se
descubre solo con su libertad y nada más.

El existencialismo no cree en normas morales para todos. Se


plantea una ética de situación y relativista. No hay una ley natural
como planteaba Santo Tomás de Aquino: “haz el bien y evita el mal”.
No hay finalidades humanas. El hombre es libre de hacer lo que crea
correcto, pues no hay obligación ante un supuesto Creador: el hombre
está sólo con su libertad y eso le causa una angustia profunda, pues
tiene que decidir su vida sin poder acudir a ningún poder superior que
lo ayude a sortear este valle de lágrimas.
Yo creo que en el fondo volvemos al pecado original: el hombre
no quiere reconocerse criatura y darle a Dios la gloria que se merece.
Vuelve a nuestros oídos la tentación inicial “seréis como Dios”.
Termino con una cita de San Pablo a los Romanos que puede
invitarnos a reconocer que somos criaturas en manos de Dios:

...porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como


a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus
razonamientos y su insensato corazón se entenebreció:
jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la
gloria del Dios incorruptible por una representación en forma
de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de
reptiles.
Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón
hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus
cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del
Creador, que es bendito por los siglos. Amén. (Romanos 1,
21-25)
¿Existe el destino? ¿Unos nacen con estrellas y otros
estrellados? El destino existe sólo en la mitología griega y en aquellos
que quieren afirmar que todo está determinado.

No sé si habrás leído alguna de las Tragedias griegas. En ellas,


el destino era inexorable, no se podía huir, si quieres pregúntale a
Ulises o a Edipo Rey. Al hombre sólo le quedaba esperar con
paciencia lo que el destino le impusiera como decían algunos estoicos.
Amoldarte a tu karma y aceptar tu casta diría el Hinduismo

Con la aparición del cristianismo, la vida se hace historia, tú


haces tu destino: no hay determinismo. Dios quiere que todos
lleguemos a cumplir su plan de amor: que seamos felices, que
tengamos vida en abundancia, pero no nos obliga a nada. Cada uno
decide su proyecto de vida.
Puede parecerte complicado, pues a veces confundimos la
voluntad de Dios con una especie de fatalismo. Dios quiere nuestro
bien y nos ha dado todas las herramientas que necesitamos para
alcanzar nuestros fines. Pero no nos impone nada. Por supuesto que
al ser criaturas le debemos adoración. Pero no hay obligación, hay
reconocimiento de la criatura hacia su Creador.
Hoy mucha gente cree en el destino. Piensan que las estrellas
ya tienen el futuro escrito. Sí es cierto que las estrellas, planetas,
galaxias y demás cuerpos celestes tiene efectos físicos sobre nuestro
planeta: las mareas, la gravedad, por ejemplo; pero no pueden influir
en nuestra libertad. Ellos son seres irracionales, tú y yo somos
racionales: criaturas en libertad. Cuánto negocio con el Horóscopo,
cartas, amuletos y quién sabe qué más.

Si se pudiera hablar de destino es sólo para decir que lo


hacemos nosotros: nuestro destino lo hacemos cada día y es nuestra
historia personal. Claro hay circunstancias que pueden influir en
nuestra vida: el lugar en el que nacimos, los padres que tuvimos,
nuestra condición socioeconómica, pero nada de eso puede
esgrimirse como destino, sino como la voluntad amorosa y libre de
Dios que “dispone todas las cosas para bien de aquellos a quienes
ama”. (Romanos 8, 28)

Qué consuelo da saber que Dios es un padre bueno que quiere


el bien de sus hijos. No es un ser caprichoso, como los dioses griegos
que se ensañaban contra los mortales por celos o envidias:

¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un


pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un
huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo
malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto
más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo
pidan! (Lucas 11, 11-13)

Ahora me preguntarás y te preguntarás: ¿Por qué en el Padrenuestro


rezamos “hágase tu voluntad”. ¿Por qué tenemos que hacer la
voluntad de Dios para ser felices? ¿No dijiste que no hay plan escrito
de antemano?

Tienes razón. Explico un poco más. La voluntad de Dios es que


todos los hombres se salven, pero no nos impone su querer. Hay un
refrán que dice “el hombre propone y Dios dispone”. Alguien decía
que eso es al revés: Dios nos propone su plan, que ha ido realizando
al meterse en nuestra propia historia, y nos invita a asumirlo como
nuestro propio proyecto: Tú decides. O eres criatura o eres Creador.
¡Sabes, lejos de Dios podemos ser felices para esta vida, pero no para
la eterna!
Todo lo que ocurre está en manos de Dios, pero no depende de
Dios. Las causas libres como tú y como yo tenemos eficacia causal;
no estamos en un mero teatro donde somos marionetas en las manos
de Dios como pensaban los ocasionalistas, sobre todo Malebranche.
Para este filósofo Dios es la única causa verdadera de todo. De ser
así no habría responsabilidad moral y podríamos lavarnos las manos
como Adán: “la mujer que me diste me dio de comer”. O como la
propia Eva: “la serpiente me dio de comer y accedí”.

Ni las estrellas, ni nada que no sea tu libre voluntad decide tu


destino. Hoy es un buen día para construir la historia de la mano de
Dios. Ya lo dijo Jesús una vez: sin mí no pueden hacer nada. (Juan
15, 5)
La muerte es, junto con su hermano el sufrimiento, una de esas
situaciones límites a la que tarde o temprano tendremos que
enfrentarnos diría el filósofo existencialista Karl Jaspers. Nadie se
escapa de ella. Y no para atemorizarte, sino por amor quiero hablarte
de ella.

Mi primera experiencia con la muerte fue a los siete años: la


muerte de mi abuela Eugenia. La quería mucho, había vivido con ella.
Me regañaba, pero la quería mucho. Recuerdo el velorio (no se cómo
se llame en tu tierra). Una acontecimiento muy serio; todo el mundo
vestido de oscuro. ¡Qué impactante! Me llevaron a ver a la abuela.
Estaba vestida de rosado y con una paz de cementerio. Nada le
despertaba.

Al final de la misa, acompañamos el cortejo fúnebre hasta el


cementerio. Hasta hace unos sesenta años las ciudades en
Latinoamérica eran muy pequeñas. Los cementerios quedaban cerca
de las mismas, y uno podía darse el lujo de ir a pie de la Iglesia al
camposanto. Hoy las cosas se ha complicado y sólo en los pueblos
del interior se guarda esa tradición. Fue la primera vez que vi llorar a
mi papá.

Años después, cuando tenía trece años, en la barriada murió una


joven de dieciséis años; era hermana de un amigo. Fue en golpe muy
duro para todos nosotros. Recuerdo el funeral. Ahí empecé a
escuchar tradiciones como aquella de no llegar a la casa después de
un funeral. ¡Cuánto daño pueden hacer las supersticiones!

Como al año de mi llegada a la parroquia, el cura empezó a


confiar en mí. Tenía diecisiete años, me hicieron monaguillo o
sacristán. Me tocó acompañar muchos funerales. Luego vino mi
dedicación a la música, así que como organista me han tocado
muchos funerales. Los que más me han impactado han sido los de
niños o jóvenes. Dicen que ése es el dolor más grande que hay: una
madre enterrando a su vástagos. Lo lógico es lo contrario, así que por
naturaleza el dolor es más intenso. ¿Qué le dice uno a los padres de
un joven muerto en un accidente? Sólo la fe consuela en esos
momentos.

Recuerdo el funeral de Chily. Una jovencita que se había


confirmado en la parroquia en mayo de 1999. Muy bonita, muy
graciosa, muy llena de vida, con ansias de amar y ser amada. Un
joven haciendo regatas la atropelló. Fue una sensación extraña
cuando me dijeron. Hacía dos semanas que habíamos cruzado
miradas, yo iba en mi bus y ella caminando. Siempre con su mirada
coqueta y su hermosa sonrisa. Ahí nos despedimos. Cuando la
recuerdo oro por ella. A veces cuando paso cerca del puente donde la
atropellaron, pido por ella. El sacerdote consolaba a los padres y a la
asamblea diciendo: “Ya Iraida había cumplido su misión, Dios la llamó
en el momento justo.”

La muerte es un enigma. ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué hay


después de ella? Ni el ateísmo ha podido borrar del corazón esas
grandes preguntas. Epicuro de Samos, filósofo griego decía: “yo no
me preocupo de la muerte, pues cuando yo estoy, ella no está; y
cuando ella llega, ya yo no estoy.”

Los existencialistas decían que la vida es una nada entre dos


nadas: luego de la muerte, según ellos, no hay nada. Pero vivían con
una angustia y una nausea asfixiante, si dudan pregúntenle a Sartre.

Cerca de los 24 años, cuando estudiaba filosofía e historia, tenía


una guapa compañera de estudios de ascendencia italiana. Su
abuela era del Opus Dei (un apostolado de la Iglesia Católica). Su
papá era médico, creo que ginecólogo. Él era ateo, se codeaba con
los filósofos panameños ateos y librepensadores de la década de los
setenta y ochenta. Él doctor falleció a finales de 1991 en la plenitud
de sus facultades. Su hija, había sido educada en un ambiente ateo;
padres profesionales, sin Dios. El funeral fue presidido por un Diácono
casado, médico y amigo del difunto, quien dijo: “Mi amigo se convirtió
en los últimos momentos de su vida”.
Días después, mi amiga y yo estudiábamos en la amplia
Biblioteca Simón Bolívar de la Universidad de Panamá. Al rato vi que
unas lagrimas corrían por sus ojos y le dije: ¿qué pasa? “El Diácono
dijo que mi papá se había convertido, pero yo sé que él no era esa
clase de persona, el habría mantenido su posición”. “¿Dónde estará
mi papá?” Hice silencio y le dije: “Dios es misericordioso y no
sabemos qué haya pasado con tu papá en los momentos finales.
Confía en Dios.”

Hoy te digo lo mismo a ti. Vive cada día como si fuese el último.
Siempre preparados, pero confía en la misericordia de Dios. Los
jesuitas dicen: Haz todo como si dependiera de ti, pero confía que todo
depende de Dios.

Cuentan que un día San Juan Bosco le preguntó a uno de sus


niños, llamado Domingo Savio, que haría si le dijeran que iba a morir
en unas tres horas. El niño respondió: “seguiría jugando”. Estaba en
paz consigo mismo, con los demás y con Dios. Ese mismo niño decía
“morir antes que pecar”. Hoy Santo Domingo Savio, está en los
altares y sólo vivió quince años. Vivía cada día como si fuera el último
el último.

Para los cristianos la muerte no es el fin. Es el principio de algo


nuevo. La puerta de la vida eterna donde no habrá llanto, ni dolor. Es
un camino que todos tenemos que recorrer. Además es una maestra
de vida, pues nos enseña que debemos estar preparados. Debemos
ser conscientes de que no vamos a llevarnos nada hacia allá, y que
ricos y pobres acabamos igual. Puede que te lleven rosas hermosas y
a otros nada, pero igual vamos al mismo sitio. Aquí y ahora, podemos
vivir de tal manera que, luego de la muerte, el juicio de Dios nos sea
benévolo. Al final de la vida se nos va a examinar en el amor decía
San Juan de la Cruz.

Termino con este pasaje de la Biblia que nos habla del juicio
después de la muerte:

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria


acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en
su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas
las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el
pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas
a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el Rey a los de su derecha: 'Venid, benditos


de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre,
y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era
forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.

Entonces los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te


vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te
dimos de beber?¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos;
o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en
la cárcel, y fuimos a verte?

Y el Rey les dirá: 'En verdad os digo que cuanto hicisteis a


unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis.

Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de


mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus
ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer;
tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me
acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y
en la cárcel, y no me visitasteis.

Entonces dirán también éstos: 'Señor, ¿cuándo te vimos


hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o
en la cárcel, y no te asistimos?
Y él entonces les responderá: 'En verdad os digo que
cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños,
también conmigo dejasteis de hacerlo. E irán éstos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna.» (Mateo 25,
31-46)
Este ensayo pareciera muy jocoso y juvenil cómo para escribir
sobre un tema tan tétrico, pero pecaría de omisión sino lo hago.

Sí existe el infierno. No es un lugar que está allá debajo de la


tierra. Es un estado, es una condición a la que llegamos por nuestra
propia voluntad. Dios nos ama y lo que más desea es que estemos
con Él, pero se jugó la carta de la libertad. Te explico.

Nadie quiere ser amado por obligación. Te imaginas que tu


novio o novia, tu esposo o esposa te digan que están contigo por
obligación. Las criaturas racionales tenemos libertad y podemos elegir
a quien amar. Dios nos ha creado en amor y por amor y espera que le
retribuyamos con amor, pero en libertad. Por eso tú puedes rechazar
el amor de Dios y decidir vivir lejos de él, como hicieron los ángeles
malos que se convirtieron en demonios. Aclaremos un poco.

La tradición y La Biblia nos dicen que “por envidia del diablo entró
la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen.”
(Sabiduría 2, 24) Está claro en el libro de El Génesis, que en el
pecado de nuestros primeros padres había alguien que los invitó a
hacer el mal y que sigue siendo "padre de la mentira" y su existencia
no se puede negar:

"el mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia,


un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible
realidad. Misteriosa y pavorosa (...). Es el enemigo número
uno, es el tentador por excelencia. Sabemos, pues (por la
Biblia), que este ser oscuro y perturbador existe de verdad,
y que con astucia alevosa sigue obrando; es el enemigo
oculto que siembra errores y desventuras en la historia
humana"... Y los que se niegan a reconocer su existencia se
alejan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia» (Pablo
VI, 15 de noviembre de 1972, Audiencia)

Ahora bien, el infierno es un estado al que vamos libremente


porque no queremos reconocer a Dios como Señor y Creador. El
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al Paraíso, pero no
puede violentar nuestro libre albedrío.

Los demonios eligieron libremente ese estado y quieren que


muchos de nosotros nos condenemos, como ellos, a vivir lejos de
Dios, fuera del amor eterno de Dios; es decir, no dándole la gloria que
se merece.

El demonio nos hace creer que Dios es nuestro enemigo y que


nos quiere quitar lo bueno. Te recomendaría que vieras la película El
Abogado del Diablo. Es un poco fuerte pero subraya que la decisión
de ir al infierno depende de nosotros.

Otro de los novísimos, así llama la Iglesia a estas realidades


últimas, es el purgatorio (un día alguien dijo pulgatorio, pues ahí le
sacaban a uno las pulgas). Este estado es un intermedio entre el
paraíso y el infierno. Y si bien en él no se sufre las penas del infierno,
se está privado de la gloria de Dios. Al purgatorio vamos a purificarnos
(purgarnos) de todos nuestros pecados, pues nadie impuro puede
acercarse a la suma santidad de Dios. Así que ahí es la lavandería
donde vamos antes de ir al cielo. Jesús, en el evangelio, dice que hay
pecados que no se perdonan ni en esta vida, ni en la otra; es decir que
hay otro estado donde podemos limpiarnos. Ojo, pero ya no depende
de nosotros, sino de que oren por nosotros. Tú y yo sólo tenemos esta
vida. El día de la muerte es el último momento para arrepentirnos o
hacer obras buenas que compensen lo malo que hayamos podido
hacer. Después de muerte no se puede hacer nada: sólo esperar.
Estos últimos comentarios me dan la oportunidad de hablar sobre
la reencarnación. Esta creencia proviene de oriente, específicamente
del Hinduismo, del Brahmanismo e incluso del Budismo. Fue también
defendida por Platón. La reencarnación es contraria al cristianismo,
pues éste afirma que “está escrito que los hombres mueran una sola
vez y luego el juicio”(Hebreos 9, 27). La reencarnación afirma que un
alma debe reencarnarse las veces que sea necesario a fin de
purificarse mediante la ascesis y la renuncia, para poder abandonar el
círculo de samsara, o mundo de los deseos sensuales u otras
pasiones. Esta creencia hace depender la salvación de la propia
persona, de un camino de autoliberación que es demasiado pesado.
El cristianismo cree que la muerte y resurrección de Jesús nos han
salvado de la muerte eterna; nosotros lo aceptamos o no, y luchamos
por responder con amor a ese gesto de amor gratuito de Dios.

No quisiera terminar este apartado de manera tétrica, pues como


he dicho antes, la muerte no es el fin. El cristianismo es una religión
de esperanza. Te narro la siguiente anécdota que contaba el
predicador Salvador Gómez.

Cuenta él, que en un barrio de algún país de Latinoamérica


vivían dos familias: una religiosa y la otra atea (comunista). Resulta
que en ambas había niños. El niño de la familia atea dejó de ir por
unos días a la escuela, y la maestra le contó a los compañeritos que
su amiguito estaba enfermo y que si alguno podía, lo fuese a visitar. El
niño de la familia católica le contó a sus papás y ellos decidieron
llevarlo a visitar a su compañero de clase.

Cuando llegaron a la casa, los papás de ambos niños se


quedaron en la sala y el niño católico se fue a la habitación del niño
ateo. Éste le dijo al visitante que estaba muy triste, porque sabía que
iba a morir, pues tenía una enfermedad incurable. El niño católico le
dijo no estés triste, pues si mueres vas a ir al cielo, y allá no hay
sufrimiento y dolor. "El cielo" ¿qué es eso? Dijo el niño ateo. "Es la
casa de Dios; allí no hay tristeza y se la pasa muy bien". Acotó el niño
católico. El niño ateo le pidió que le siguiera hablando de esa hermosa
realidad.
Luego de un rato los padres de ambos niños subieron a la
habitación, y cuando el papá del niño ateo entró al cuarto, el pequeño
le dijo: “Tú tienes la culpa de que yo haya estado tan triste durante
tanto tiempo. Tú nunca me hablaste del cielo”.

La eternidad existe. Hoy debemos hablarle a la gente de ella.


Es el premio de Dios. Claro sin dejar de preocuparnos por nuestras
tareas cotidianas. Mira más allá de tus pequeñeces. Mira hacia el
cielo. Mira hacia Dios.

Cuentan que en un vuelo de rutina, los instrumentos de aviación


fallaban. El piloto le dijo a las aeromozas que preguntaran si había
algún ingeniero electrónico o electromecánico entre los pasajeros. A la
cabina se presentó un hombre que decía ser astrónomo. El piloto en
tono de burla dijo: “y eso de que me sirve”. El hombre insistió: “creo
que puedo ayudar”. El astrónomo dijo: “usted sabe de ciencia y
mecánica; yo sé del cielo”. El piloto le dijo: “Y cómo me podrá guiar”.
El cielo tiene unas coordenadas, yo las conozco. El hombre guió al
piloto del avión hacia la ciudad más cercana. El sabía del cielo, el
piloto sólo de volar aviones. ¿Qué sabes tú de las coordenadas para
llegar al cielo?
Tal vez este no debía ser el tema final de este ensayo, pero fue
lo que me salió de la pluma y además es el subtítulo del libro.
Después de hablar del cielo, podríamos preguntarnos tal como hizo el
joven rico: “¿Maestro qué he de hacer para ganar la vida eterna?”.

“Hacer” es una cuestión ética. ¿Qué tengo que hacer para ser
feliz?. ¿Qué es lo mejor? Desde tiempos inmemoriales la humanidad
ha buscado diversos caminos éticos casi todos asumen que el hombre
busca la felicidad, lo que puede variar son los caminos.

Sócrates decía que la felicidad era el autodominio. Platón decía


que la contemplación del bien luego de salir de este mundo. Los
epicúreos y todo el utilitarismo, que campea en nuestros días, afirma
que hay que aumentar el placer y quitar el dolor. Para los estoicos la
vía es aceptar el destino como nos llega. Para Santo Tomás es
buscar el bien de acuerdo a los fines propios de la naturaleza humana
inscritos en nuestro interior por Dios. Según Kant la clave es tratar a
los demás como fin en sí mismo y no como medios. Para el marxismo
es luchar por erradicar las clases sociales y buscar la igualdad para
todos. En el caso del liberalismo y neoliberalismo es obtener una
calidad de vida óptima. Últimamente para las éticas de la
comunicación la llave es la búsqueda de un consenso... Ojo a veces
la mayoría no tiene la razón...
Los postmodernos creen que sentir es lo más importante. Por
eso vemos un montón de deportes extremos que nos llevan a
experimentar nuevas sensaciones, pues ya estamos aburridos de
todo.

Me contaba un amigo que en una discoteca de la ciudad algo lo


maravilló. En un momento de la noche, en las pantallas de video
empezaron a proyectar imágenes de la película Twister (Huracán o
Tornado), La proyección iba acompañada de efectos especiales. En
ciertos puntos del salón había jóvenes con unos tanques de aire de
100 libras y dejaban escapar sobre el público una fortísima ráfaga de
viento. ¡Qué sensación tan especial! me dijo. Y luego una tanda de
música Trance.

Empiezo a entender los deportes extremos. Nuestros jóvenes


han experimentado de todo, muchas veces antes de tiempo. Se
entiende que tengan que inventar situaciones extremas que los
saquen del hastío y vacío en que estamos. Se tiran de un puente o de
una grúa telescópica, y quien sabe cuántas cosas más.

¿Cuál es el camino para ser feliz? Como filósofo cristiano sería


incongruente que no te dijera que busques a Dios. Ya lo habrás
notado durante todo el libro. Sin Dios no puede haber respeto por la
dignidad del otro. Ya lo ha dicho alguien que la muerte de Dios, de la
que se ufanaron algunos filósofos del siglo XIX y XX, se ha convertido
en la muerte del hombre.

Somos criaturas en manos del Creador; El te ha dado todo, ha


puesto todo bajo tus pies, pero sin El no podemos hacer el bien; no
podemos edificar una sociedad humana que camine hacia la
eternidad. Ponte en camino hoy.

Querido joven te escribo a ti que eres la esperanza. Tal vez los


mayores no hemos sido los mejores testigos de Cristo en el mundo,
pero no puedes quedarte en el pasado. Hoy es posible cambiar las
cosas, la situación que te rodea. Es muy probable que no puedas
cambiar el universo, pero si tú cambias todo habrá cambiado. Se
puede. Se puede. Te lo repito se puede. No te rindas. No dejes que
apaguen tus sueños.
Termino con una cita de San Juan en su primera carta:

Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han


perdonado los pecados por su nombre. Os escribo a
vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el
principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis
vencido al Maligno. Os he escrito a vosotros, hijos míos,
porque conocéis al Padre, Os he escrito, padres, porque
conocéis al que es desde el principio. Os he escrito,
jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios
permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno. ( I
Juan 2, 12-14)
« He encontrado muchos que querían engañar, pero
ninguno que quisiera dejarse engañar ».

San Agustín
Confesiones, X, 23, 33: CCL 27, 173

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