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EL BLASÓN DE LAS ESPAÑAS

Cruz dorada de la Asturia


quinas de la Lusitania
la torre de ambas Castillas
y cadenas de Navarra
con el árbol de Guernica
de la antigua estirpe vasca.
Fiero León de los godos
rampante en campo de plata.
Cruz y barras de Aragón
y Senyera catalana
compartida por Andorra
y por Valencia la blanca
llegando hasta las Mallorcas
por “En Jaume” conquistadas.
El Santo Grial gallego
y la estela solar cántabra,
de Murcia siete coronas
de castillos rodeadas
como siete también son
las Islas Afortunadas.
De Extremadura columnas
que orillas del mundo enlazan
bajo broquel de la estirpe
leonesa y castellana.
Los pendones cuartelados
de Sevilla y de Granada
que son Córdoba y Jaén
Castillas del Sur se llaman.
De Ceuta bandera enhiesta
blanco y negro jironada
y sobre azul dos calderas:
Melilla la Adelantada
y el castillo con la llave
de Gibraltar recobrada.
Todas aquestas banderas
que blasonan Las Españas
hermanan un haz de pueblos
hijos de la misma raza.
LA IDEA DE ESPAÑA EN EL NACIONALSOCIALISMO

Introducción;
De entrada hay que dejar bien claro que somos “nacionalsocialistas” y
no “nacionalistas-sociales”; el Fascismo puede ser un “nacionalismo-
social”, el franquismo pudo ser un “nacionalismo-social”; la extrema
derecha, desde Piñar a Ynestrillas, puede ser (y es) un “nacionalismo-
social”. Pero nosotros no somos fascistas, ni franquistas ni
ultraderechistas. Compartimos con ellos algunos valores esenciales, no
vamos a negarlo (como suelen hacer ellos cuando se refieren a
nosotros), pero nosotros no somos “nacionalistas-sociales” sino
“nacionalsocialistas” haciendo notar el matiz que nos diferencia: en
nuestra definición, “nacional” es adjetivo y “socialista” es sustantivo.

Nuestro socialismo se caracteriza por tres cosas:


1. La preeminencia absoluta de los derechos e intereses de la
comunidad, sobre cualesquiera otros derechos o intereses
individuales o de clase.
2. La liquidación de la usura, la explotación, la especulación y
la servidumbre del interés del dinero.
3. La supresión de la sociedad de clases, basada en el poder
adquisitivo de los individuos y su sustitución por una
sociedad de rangos, basada en el valor del servicio y del
trabajo.

Nuestro socialismo es por todo ello, totalitario, laborista y jerárquico.

Totalitario porque concibe todo dentro de la comunidad, nada fuera de


la comunidad, nada contra la comunidad.

Laboralista porque su fundamento es el trabajo y su protagonista el


trabajador y nunca el dinero, la cuna o el privilegio.
Jerárquico porque no admite de ninguna manera la igualdad de los
hombres, sino su escalonamiento en función de su voluntad de trabajo y
de su eficacia al servicio de la comunidad.

Nuestra adjetivación “nacional” se define también por tres cosas:

1. La conciencia racial, por la cual la raza es el fundamento de toda


estructura política.
2. La identidad étnica, sobre la cual se construye la organización
administrativa del estado.
3. El patriotismo, por el cual se reconocen y se aman, como
patrimonio sagrado, los valores identitarios que caracterizan a
un pueblo.

Nuestro concepto nacional es por lo tanto racialista, identitario y


patriótico.
Racialista porque reconoce y estima la existencia y diversidad de las razas
humanas.
Identitario porque reconoce, respeta, estima y defiende la diversidad
étnica de los pueblos dentro de cada raza, con sus propias regiones de
arraigo, sus lenguas vernáculas, sus instituciones tradicionales y sus
banderas históricas.
Patriótica porque proclama como valor espiritual la herencia cultural y
material que ha recibido de sus ancestros y está dispuesto a morir para su
protección, defensa y continuidad.

El concepto “nación” en el Nacionalsocialismo

Muchas personas, todavía hoy, tienen del sustantivo “nación” y del


adjetivo “nacional” un concepto absolutamente erróneo, tanto desde el
punto de vista etimológico como del semántico y aun del histórico.
Confunden en uno solo los términos conceptuales “nación” y “estado”,
considerándolos como sinónimos, cuando esto no es así, pues
corresponden a contenidos y definiciones distintas.
Este error era prácticamente compartido por la casi totalidad de la
población europea de los años 30, incluido el ciudadano del Reich alemán
y los miembros dirigentes del partido, y continua arraigado hoy entre el
común de los mortales con la consiguiente confusión ideológica que
conduce muchas veces a violentas polémicas ciudadanas, incluso entre los
propios sedicentes nacionalsocialistas, con descalificaciones y hasta
acusaciones de traición.
El error de identificar ambos conceptos, nación y estado, viene
arrastrándose desde la Revolución Francesa y allí tuvo su origen.
Como todo el mundo sabe, en los siglos previos a la Revolución, no se
hablaba nunca de la supuesta “nación francesa” (como tampoco de nación
alemana ni de nación española). Aquellos grandes estados se llamaron en
todo momento “monarquías” o “imperios” y antes de la formación de
estas entidades políticas, el territorio comprendido por ellas estaba
distribuido entre distintos pueblos que entonces se llamaban “naciones”
con toda naturalidad y sin mayores problemas. Cuando un monarca o un
caudillo sometían bajo su poder, voluntaria o forzosamente, a un conjunto
previo de naciones, o estas por sí mismas decidían unirse en forma de
república o federación, no surgía por ello una nueva nación, sino un nuevo
estado, puesto que ninguna de las naciones constituyentes perdía nada de
su sustancia étnica ni de su pasado histórico y seguían siendo ellas
mismas, aunque fuera otro el régimen jurídico y político en el que se
enmarcaban. Y así las naciones de la antigua Galia se unieron
políticamente o fueron obligadas a ello y formaron lo que se llamó
“Monarquía francesa”, por descender de los reyes francos los monarcas
unificadores.

Nación viene del sustantivo latino “natio-nationis” y este del verbo


“nascor, natus sum” que significa nacer, provenir, proceder de, salir,
surgir... cuya raíz esta en la base de todas las palabras latinas que indican
un origen primordial, el manantial del que brota algo (la diosa Nación) y
esta en relación la sangre, la herencia y la estirpe.
La palabra “nación” tiene, pues, un contenido biológico y no político, un
sentido natural y no artificial; por lo tanto una nación no es ni puede
confundirse nunca con un estado, aunque pueda tener una relación causa
efecto con él. Pero la nación no es el estado y por lo tanto lo “nacional”
no debe referirse nunca a lo político, sino a lo étnico. Lo nacional es para
nosotros, nacionalsocialistas, todo lo referente a lo popular y comunitario,
a lo de alguna manera consanguíneo, a la fraternidad sentida entre gentes
que hablan la misma lengua, viven sobre una región o país claramente
delimitado, proceden de un origen histórico (y a veces también étnico)
común y se ven representados por unos determinados, indiscutidos y
exclusivos símbolos. En resumen, una nación puede existir sin estado
propio, pero un estado no es absolutamente nada si no representa a una o
varias naciones. La nación, es pues, antes que el estado y todo estado debe
su existencia y su fin a la nación o naciones que abarca.

La comunidad popular “nace”, es decir, que es por sí misma una nación, y


por lo tanto algo natural y ahistórico, aunque constituida como estado,
puede entrar en la historia. El estado “no nace, se hace”, es por lo tanto
algo superficial e histórico.

Pues bien, con la Revolución Francesa, cuyo contenido doctrinal ya venía


gestándose por la ilustración dieciochesca, ajena a todo lo que no fueran
estructuras de la diosa razón, la Monarquía Francesa, por obra y gracia del
espíritu revolucionario, se transformó en la República Francesa y ésta, por
arte de birlibirloque, en la nación francesa, cosa absolutamente falsa,
porque el hecho de cambiar el régimen o forma de estado, no implicaba ni
podía implicar nunca, la desaparición por decreto de las naciones que
habían formado la extinta monarquía. Había, sí, un nuevo “Estado
Francés” en forma de república, pero dentro de esta, aunque para los
intelectuales revolucionarios no fuera “de razón” y se esforzaban en
ignorarlo e incluso en destruirlo con matanzas, seguían existiendo el
conjunto de naciones que había formado la Francia de los Capetos,
algunas de ellas antiquísimas, como Bretaña, o el Languedoc, y otras tan
antiguas como el propio Reino Franco, por ejemplo Borgoña y Aquitania.

Y esta idea de hacer tabla rasa de las realidades plurinacionales de las


distintas monarquías europeas, que tanto molestaban a las mentes
cartesianas de los ilustrados, porque no encajaban con sus planteamientos
materialistas y economicistas, fue asimilada por todos o casi todos los
intelectuales de occidente, creando el ente ficticio del “estado-nación” que
ha llegado hasta nuestros días, afectando incluso a los movimientos
fascistas (o una parte de ellos) e incluso como ya dijimos, a aquellos que
dicen o creen ser nacionalsocialistas.
No otra cosa sucedió en España y citamos aquí un párrafo lleno de lucidez
del profesor Carlos Caballero Jurado:

“Una de las singularidades más chocantes de los que en España se han


considerado nacionalistas españoles (por ejemplo los franquistas) es la de
considerar que, con los Austrias, España alcanzó su apogeo, para, a
continuación, ignorar el modelo político en que se basó ese apogeo. Así
de manera insistente se hablaba en tiempos del franquismo de las glorias
de Carlos I de España(...) de Felipe II y aun de los restantes Austrias, pero
no se quiso entender que en esa época los monarcas Habsburgos
españoles respetaban escrupulosamente la existencia de peculiaridades
legales (y lingüísticas) que diferenciaban entre sí a sus reinos hispánicos.
Esos mismos nacionalistas españoles del modelo franquista, que
presentaban a los Borbones como una dinastía extranjera que trajo la
decadencia a España, ignoran que fueron esos Borbones los que acabaron
con esas peculiaridades estatutarias de los reinos hispánicos (algo que
heredó el franquismo) y mientras se les llenaba la boca con el “España
Una”, ignoraban que hasta las cortes de Cádiz (...) ni un solo documento
oficial de la corte de la monarquía católica habló jamás de España, sino
que siempre se empleó la fórmula de Las Españas...” (1).

El nacionalsocialismo vino a romper estos erróneos conceptos políticos y,


como en tantos ámbitos, a poner las cosas en su sitio. Hablamos aquí de la
vanguardia del pensamiento nacionalsocialista representado por el sector
más joven y europeísta (progresista dirían los liberales) de los ideólogos
SS, porque no podemos ocultar que el nacionalsocialismo histórico
arrastraba un lastre ideológico procedente del siglo XIX, que nunca supo
o pudo dejar del todo y que le acompañó hasta su final, siendo una de las
causas de los errores políticos y estratégicos que llevaron al régimen
hitleriano a consecuencias nefastas. Pero ya el propio Hitler, reestructuró
el nuevo estado desde el punto de vista político administrativo, sobre las
bases histórico-biológicas de los pueblos teutones, creando los GAUE,
que, en términos generales, respetaban y aun mejoraban los ámbitos de las
diversas comunidades étnicas alemanas. Exactamente lo mismo
proponemos, los nacionalsocialistas, para España y para toda Europa,
porque “la Europa de las etnias, la Europa real (la de las comunidades
históricas, populares y ancestrales, la Europa biológica y en cierto
sentido intemporal) cuya simiente pusieron europeos de cien banderas y
una sola enseña común en el frente del este, no es una posibilidad
política más: es la SOLUCIÓN, es la alternativa -la única alternativa-
contra la desaparición física del solar de nuestra Raza” (2).

Aplicación de los conceptos nacionalsocialistas a la idea de España

1) España no es una idea metafísica, especie de diosa etérea a la que hay


que servir y adorar derramando sangre y cantando himnos.
2) España es gente, hombres y mujeres, carne y sangre, tradiciones y
costumbres, paisajes, pueblos y lenguas, todos ellos variados, diversos
y polícromos. España es algo material que puede verse tocarse y
medirse.
3) España no es un problema ni un enigma histórico. Esto no es más que
un invento de literatos e historiadores obsesionados con sus
masturbaciones mentales.

Abordemos el asunto sin más dilaciones: España es una realidad


geográfica, antropológica e histórica. Y situando estas realidades en ese
mismo orden nos da como resultado el hecho político que será una
consecuencia de estas tres premisas y nunca al revés.
España como concepto geográfico es para nosotros, nacionalsocialistas, la
península del suroeste de Europa en toda su integridad y las islas
adyacentes.
España como concepto antropológico es para nosotros,
nacionalsocialistas, un rico y variado mosaico de pueblos, parecidos pero
no iguales, con sus lenguas nacionales, sus costumbres ancestrales y sus
propias banderas y símbolos tradicionales.
España como concepto histórico es para nosotros, nacionalsocialistas, un
proceso que comienza con una protohistoria celtíbero-romana, continúa
con la monarquía visigoda y llega hasta nuestros días.
La suma de tierras, hombres e historia forma la entidad política española.
Esto y sólo esto es España y no las alucinaciones mesiánicas de algunos
iluminados.
España como entidad política es para nosotros, nacionalsocialistas, un
pacto y un proyecto, que se mantienen, renuevan o cambian al compás de
los acontecimientos mundiales y de las necesidades e intereses colectivos.
Un pacto de fidelidad y apoyo mutuo en defensa de la seguridad, la
integridad y la libertad de todos y cada uno de los pueblos del territorio
común que compartimos.
Un pacto tácito de afecto y afinidad por la andadura secular que hemos
recorrido juntos.
Y un pacto de consanguinidad por las innumerables uniones entre
miembros de nuestras distintas comunidades.
También un proyecto: primero fue la Reconquista, después el imperio,
hoy la constitución de la Europa unida, soberana en lo político, diverso en
lo étnico y solidaria en lo social.

Si los pueblos de España no se constituyen como pacto y como proyecto,


no será España políticamente nada ni nada justificará la existencia del
estado, porque o se levanta sobre el dominio de alguno sobre los demás o
se disgrega y atomiza en particularismos locales, ambas cosas
inaceptables para nosotros, nacionalsocialistas, la primera por injusta y la
segunda por desastrosa.
Pacto y proyecto basado en la sangre y en el suelo, es decir, en la previa
aceptación del hecho primario de una entidad geográfica y de un conjunto
antropológico, ambos ricos en matices y rasgos diferenciales.

En resumen: España, o mejor, Las Españas, son para nosotros,


nacionalsocialistas, un conjunto de pueblos, nietos de celtas e íberos e
hijos de la Romanidad y el Germanismo, hermanos y por lo tanto
parecidos pero no iguales, y que juntos pero no revueltos, van naciendo y
desarrollándose a lo largo de la epopeya y de la Reconquista.
No existe lo español en estado puro; se tiene forzosamente que expresar lo
español a través de alguna de sus comunidades étnicas.
Nosotros, nacionalsocialistas, buscamos para Las Españas la verdadera
unidad: la unidad en la variedad, que es la unidad de la naturaleza.

Esta es la visión nacionalsocialista de España y Las Españas. Lo demás


será otra cosa, pero nunca doctrina nacionalsocialista. El que lo vea así,
con nosotros está. Los demás, que busquen su propio camino, pero que no
se llamen nacionalsocialistas.
ANEXO.

Don Fernando e Doña Isabel, por la gracia de Dios rey e reyna de Castilla,
de León, de Aragón, de Seçilia, de Granada, de Toledo, de Valençia, de
Galicia, de Mallorcas, de Sevylla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega,
de Murçia, de Iahén, de los Algarves, de Algezira, de Gibraltar e de las
Yslas de Canaria, condes de Barcelona e señores de Vizcaya e de Molina,
duques de Athenas a Neopatria, condes de Rosellón e Cerdanya,
marqueses de Oristán e de Goçiano.
(De una carta de los Reyes Católicos al alcalde mayor y justicias de
Talavera, fechada en Alcalá de Henares el 27 de Junio de 1503 y
conservada en el archivo municipal de Talavera).

Como esta carta, hay cientos, desde los primeros reyes de la Alta Edad
Media hasta el último de los Austrias, demostrando que España siempre
fue plural, sin perjuicio de algún tipo de unidad política, siempre
conveniente.

NOTAS.

(1) Carlos Caballero Jurado. “Pero ¿Qué es nacionalsocialismo?


HESPERIDES Nº 14. 1997

(2) Joaquín Bochaca. “La Europa de las Etnias”


CEDADE, 30 de Enero de 1980
Puntos para el ordenamiento político-administrativo de la Europa de
las Etnias.

1. La base de la teoría y praxis del nacionalsocialismo es la naturaleza,


por lo tanto, será también la naturaleza la base sobre la que debe de
edificarse el ordenamiento político-administrativo del estado.
2. La Raza es el primer elemento natural constitutivo de la
organización política, por lo cual la Raza es lo único intangible; todo
lo demás son factores históricos modificables.
3. La Etnia, es después de la Raza, el siguiente elemento natural
constitutivo del ordenamiento político, por lo tanto, el estado está al
servicio y es la consecuencia de la Etnia y nunca al revés.
4. Europa es, antes que un hecho cultural, una realidad natural tanto
geográfica como racial, por lo cual su constitución biológica,
orgánica y natural son las etnias y no los estados.
5. Los estados actuales de Europa, productos no de la naturaleza sino
de avatares históricos de variada índole, ni son inmutables, ni son
sagrados ni son indisolubles; cumplieron y cumplen una función al
servicio de los pueblos, pero no son fines en sí mismos, sino
solamente los medios necesarios (y ahora únicos) para construir
desde ellos el futuro imperio europeo.
6. Nos oponemos por tanto al separatismo que tienda a disgregar esos
estados, creando nuevas fronteras y soberanías que entorpecerían la
labor de unidad europea. Esto es inadmisible. Pero nos oponemos
con idéntica determinación al centralismo uniformista de esos
estados.
7. España es un estado compuesto por 17 comunidades étnico-
históricas: Asturias, León, Galicia y Portugal; Navarra, Vasconia,
Cantabria y Castilla; Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares;
Extremadura, Castilla la Nueva y Murcia; Andalucía (con Ceuta,
Melilla y Gibraltar) y las Islas Canarias. Unas más antiguas que
otras y con mayor o menor conciencia nacional; unas con lengua
diferenciada y otras con lengua compartida o simplemente bilingües,
pero todas con innegable personalidad histórica. Y de acuerdo con
los anteriores puntos, nosotros nacionalsocialistas, nos opondremos
tanto a un españolismo unitarista y nivelador, como a la mutilación
del territorio peninsular o isleño por un separatismo insolidario.
8. Dentro de algunas comunidades étnicas (que pueden llamarse
naciones sin ningún reparo) existen y se reconocen ciertas regiones
con personalidad más acusada por motivos geográficos, económicos
o históricos: así en el País Leonés, El Bierzo y la Tierra de Campos
(Campos Góticos); en Castilla, la Rioja y el Señorío de Molina; en
Baleares las islas de Ibiza y Formentera (Pitiusas) y en Cataluña, el
principado de Andorra y los condados del Rosellón y la Cerdaña. A
su vez, algunas comunidades étnicas, por su gran extensión
territorial o por ciertas características históricas o geográficas,
pueden subdividirse también en regiones: así Castilla la Nueva, en
Toledo y La Mancha; Vasconia en Vizcaya, Guipúzcoa, Álava,
Lapurdi y Zuberoa; y Vandalusía, en Bética y Penibética.(1)
9. El concepto de “comunidad étnica” o “nación histórica” es
igualmente aplicable a casi todos los estados europeos de mayor
importancia político-económica o extensión territorial, como son
además de España: Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y Rusia,
que todos ellos compuestos por varias comunidades étnicas, más o
menos afines, pero no iguales.
10. Consideramos necesario buscar y articular los mecanismos
pertinentes para consolidar la unidad de Europa, de manera que los
estados actuales ajusten su ordenamiento político administrativo sin
perjudicar la identidad de sus etnias o naciones constitutivas, y
potenciar estas, sin perjudicar al mismo tiempo la estructura del
estado.

Para ello sólo son necesarias tres cosas:

1.- Fomentar la conciencia en todos los europeos de pertenecer a una


misma unidad racial y cultural, que es Europa.
2.- Renunciar a los estatismos insolidarios y a los nacionalismos
excluyentes o separatistas.
3.- Aceptar la preeminencia del interés de la unidad de Europa sobre
cualquier otro interés político, económico, religioso o de nostalgias
históricas.
(nota 1) El ordenamiento político administrativo de Las Españas se basa y
siempre deberá basarse en la indiscutible personalidad étnica e histórica
de sus diecisiete naciones constitutivas. No obstante, los pueblos ibéricos
tendrán, en un futuro a medio o largo plazo, el inalienable derecho,
manifestado en plebiscito, de formar nuevas entidades político
administrativas dentro del estado (así por ejemplo, Euskal Herria, unión
de Vasconia y Navarra o los Países del “Mare Nostrum”, federación de
Cataluña, Valencia y Baleares). Pero en las circunstancias actuales, los
nacionalsocialistas nos oponemos a cualquier intento de desmembración
del Estado, en tanto no se logre la constitución de una Europa unida,
fuerte, libre y soberana. Sólo después de esto podrá el actual Estado
Español cambiar de forma o incluso desaparecer, convirtiéndose sus
comunidades en “provincias del Imperio”, si así conviniera a la mayor
grandeza de Europa y a la supervivencia y supremacía de nuestra raza.

LA BANDERA ROJIGUALDA Y LOS NACIONALSOCIALISTAS

Los nacionalsocialistas españoles nos preguntamos si realmente la


bandera actual del llamado Reino de España representa algo para
nosotros, y si debemos usarla entre nuestros distintivos.
Para responder a esta pregunta debemos ante todo ser honestos e
imparciales y prescindir de visceralismos ciegos e irracionales.

En este sentido nos hacemos las siguientes reflexiones:


a) ¿Quién y cuándo se introdujo esta bandera como enseña española? La
respuesta la da fríamente la historia: la Reina Isabel II, por Real Orden
de 1843, la impuso como emblema general para todos los institutos
armados, pero desde luego sin denominarla “bandera nacional”, sino
bandera real de la Monarquía, así que, como bandera oficial española,
la rojigualda tiene, pues, solamente una antigüedad de 157 años, (52
años más que la tan denostada por muchos bandera vasca, ikurriña).
Menos de 80 años antes, este mismo emblema había sido elegido “a dedo”
por Carlos III de Borbón, entre otros muchos modelos que le presentaron,
como pendón de la Marina de Guerra, por ser colores llamativos y de fácil
identificación en el mar, pero sin más intenciones ni significados
simbólicos que después se le han querido dar. Tampoco era, pues,
entonces una bandera nacional, sino la representativa, en el mar, de la
monarquía borbónica, rama española.
b) ¿Qué episodios históricos ha presidido esta bandera? Hagamos una
somera relación: las guerras dinásticas de la segunda mitad del siglo
XVIII; las guerras carlistas, fratricidio y sangría de los españoles de a
pie y disputas dinásticas también al fin y al cabo; la pérdida paulatina,
derrota tras derrota, del Imperio Colonial; los desastres africanos de
1893, 1909 y 1921, para defender los intereses de banqueros,
accionistas y financieros extranjeros en las minas del Rif; el
bochornoso espectáculo de la decadente monarquía hasta 1931 que se
dedicaba a saraos cortesanos, cacerías reales, corridas de toros y
representaciones de zarzuela mientras la clase obrera y el campesinado
flaqueaba de hambre y de miseria. Por ultimo, el régimen de Franco,
reaccionario, pequeño-burgués, ramplón, caciquil y clerical, además de
sefardí, pues no hay que olvidar que el dictador gallego, nada más
perder Alemania la guerra, se apresuró a quitar las “paganas”
Esvásticas que se alzaban sobre las tumbas de los caídos de la Legión
Cóndor, además de dar la nacionalidad española a los judíos sefardíes.
Para más señas, el celebre 20-N de nuestros pesares, los judíos de
España rezan en todas sus sinagogas por el ínclito protector Francisco
Franco, al que, como “listo de Schindler”, califican de “gentil justo”
por la acogida que les brindó, en secreto, durante la Segunda Guerra
Mundial. ¿Sabían esto los fachitas que tanto hablan del Caudillo y la
conspiración “Judeo-masónica”?
Así pues, en los 132 años que median entre la declaración real de la
rojigualda como bandera de la monarquía y la muerte de Franco, la citada
bandera no ha presidido, como hemos visto, más que desastres, derrotas,
decadencia y mediocridad, a excepción de tres hechos: la victoriosa
Guerra de África de 1860, el desembarco de Alhucemas y reconquista del
territorio marroquí en 1923, y la guerra contra el bolchevismo marxista,
primero en la península (1936-39) y casi inmediatamente después, en la
Unión Soviética con la División y la Legión Azul (1941-44). Pero a estos
últimos eventos hay que hacer la siguiente observación: los fundadores
del Fascismo español, Ramiro, Onésimo y el mismo José Antonio, no
pensaban ni mucho menos, restaurar la bandera monárquica en caso de
haber triunfado su malograda revolución. Nos dice el “camisa vieja”
Antonio Tovar que los “ falangistas neófitos de los primeros meses de la
Guerra Civil, imaginaban que las banderas rojas y negras, banderas
sindicalistas, iban a ser nacionales en vez de la rojigualda”. Más claro no
se puede decir sobre lo que pensaban los nacionalsindicalistas de las
J.O.N.S. sobre el asunto.
c) ¿Qué y a quien representa hoy esta bandera? En primer lugar, a la
monarquía liberal, socio del mayor sionista que ha pasado por la
historia española, proclamado por los propios judíos como Rey de
Sefarad. Y en segundo lugar, a los grupos residuales del franquismo,
vejestorios nostálgicos del nacional catolicismo y bandas de chulos
fachitas hijos de papá, herederos de otro prohombre del sionismo: el
notario Blas Piñar.

Una vez realizadas estas reflexiones, y para que no nos confundan con lo
que no somos y no embarullarnos nosotros mismos, no nos queda más
remedio que prescindir de la rojigualda definitivamente y sin nostalgias ni
argumentos improcedentes de ningún tipo. Tenemos que ser coherentes
con nuestro talante revolucionario y buscar para Las Españas otro nuevo y
significativo símbolo no ligado a nuestro más reciente pasado que no tiene
nada de glorioso, ni de racial, ni menos de nacionalsocialista, salvando a
los camisas negras y azules de los años 30 y a los divisionarios (algunos
de los cuales lucharon dentro de las SS). Hay que buscar otro emblema,
como ya hicieran los comunistas y como hizo Hitler en Alemania, que no
restauró la vieja bandera imperial, como muchos simples nacionalistas así
lo esperaban, sino que inspirándose en la más genuina tradición
germánica y ancestral, propuso e impuso un nuevo y revolucionario
modelo: sobre el rojo de socialismo, el blanco de la renovación nacional y
la sagrada Esvástica de todos los arios.
De la misma forma debemos nosotros hallar algo nuevo y al mismo
tiempo que enlace con nuestras autenticas raíces raciales. Pero esto es
solo un proyecto “político” que se sale de nuestros fines y posibilidades
actuales. En este momento solo debemos dejar como obsoletos y no
representativos de nuestro pensamiento ni de nuestra vivencia, los colores
rojigualdos. Nuestra condición de españoles ya viene dada por el escudo
heráldico de cada una de nuestras comunidades étnicas, que son los
símbolos históricamente auténticos, propios, raciales, genuinos y
antiquísimos de los españoles sin ninguna discusión. Ya hace mas de 25
años, CEDADE, obro de esta manera, restaurando y utilizando las viejas
banderas patrias de León, de Castilla, de Cataluña, de Cantabria, de
Asturias, de Galicia, de Aragón, de Navarra, etc, cuando nadie lo hacia y
cuando escandalizaba a algunos.
Como anexo y proyecto futuro, no vinculante para nosotros todavía,
incluimos el modelo de escudo y bandera que podría adoptarse para las
Españas, con su correspondiente interpretación.
Concluimos que, sin acritud pero sin nostalgia, la bandera rojigualda no
nos representa como nacionalsocialistas. Y como españoles, tampoco es
ya la nuestra. Pero sin perjuicio de todo lo anterior, rendiremos a esa
bandera el homenaje de respeto que merecen la sangre de nuestro pueblo
y el valor de nuestros ejércitos que, aunque dignos de mejor causa, han
servido a la patria y la raza bajo sus colores.

PROPUESTA DE NUEVOS SÍMBOLOS PARA NUESTRO


CONCEPTO DE LAS ESPAÑAS

El símbolo es la expresión de una idea, y en su mas alto significado, la


manifestación externa de una cosmovisión, Política y socialmente
representa, la filosofía que inspira un movimiento y desde el punto de
vista étnico e histórico, constituye un resumen donde se puede leer la
esencia y desarrollo de un estado y del pueblo o pueblos que lo forman. Si
España, Las Españas, han de recobrar un sentido político trascendente, si
España, Las Españas, han de resurgir, no será bajo los símbolos caducos
borbónicos-franquistas, expresión de una larga historia de decadencia y
mediocridad, de privilegios de cuna y clase y de patrioterismo pequeño-
burgués, sino bajo un nuevo símbolo, expresión de un pacto y un proyecto
de pueblos soberanos, colectivo de campesinos, obreros, intelectuales y
soldados. Proponemos un nuevo símbolo, pero antiguo y perenne a la vez,
como antiguos son los pueblos que representa y perenne es su espíritu.
Este es el símbolo que justifica un pacto y un proyecto. Un pacto: el
libremente asumido por los pueblos hispánicos, diversos, como diversas
son sus sangres y sus tierras, pero afines, como afín es la raza que
comparten. La estirpe solar de arios-hiperbóreos de la que todos
descienden, y afín el territorio que habitan, la península del suroeste de
Europa, en toda su integridad, y las islas y plazas de su expansión natural.
Y un proyecto: La Revolución Nacionalsocialista dentro del férreo
colectivo de todos los pueblos europeos.
Descripción de los nuevos símbolos

1.- Escudo heráldico (grandes armas). Cuartelado,1º de Castilla, 2º de


Galicia, 3º de León, 4º de Aragón, 5º partido de Navarra y Vizcaya y en
punta de ambos, el blasón del Señorío de Molina. Brochante sobre el todo,
las armas de Portugal, en punta del todo, en emblema del reino de
Granada.
2.- Escudo heráldico (pequeñas armas), Cuartelado. 1º de Castilla, 2º de
León, 3º de Aragón, 4º de Navarra. Brochante sobre la partición de
Castilla y León, un cáliz de oro, símbolo del reino de Galicia y Brochante
sobre el todo, las armas de Portugal. En abismo sobre las cadenas de
Navarra, el lauburu de los vascones. En punta del todo, armas de Granada.
3.- Gran estandarte o pendón de las Españas. Cuartelado, 1º de Castilla, 2º
de León,3º de Aragón, 4º de Navarra. Brochante sobre la partición de
Castilla y León, armas de Galicia, Brochante sobre el todo, armas de
Portugal. En abismo sobre Navarra, escuson cargado del árbol de
Guernica.
4.- Bandera de la republica ibérica. Terciada en faja, 1º de púrpura, que es
el del reino de León, 2º de oro y 3º de gules, que son de todos los demás
reinos ibéricos. Sobre la faja de oro y hacia el asta de la bandera, se pone
el escudo heráldico (grandes o pequeñas armas).

NOTAS:
-El león de gules o púrpura representa históricamente al reino Asturleonés
con la región de Extremadura.
-El castillo de oro representa históricamente a ambas Castillas (Castilla la
Vieja y Castilla La Nueva o Reino de Toledo).
-El castillo y el león tomados en conjunto representan a los reinos de
Andalucía (Córdoba, Jaén y Sevilla, es decir, las Castillas del Sur bética y
al Reino de Murcia).
-Los palos de gules sobre oro, representan el Reino de Aragón, el
Condado de Barcelona (o principado de Cataluña) y los reinos de Valencia
y Baleares.
-Las armas de Vizcaya representan también por reducción a los señoríos
de Guipúzcoa y A lava, que en la edad media también estaban
representados por las armas de Castilla.
-La granada simboliza el reino de Granada (Castillas del Sur penibética).
Conclusión
Vemos que, históricamente, España como estado no posee un símbolo
único que la identifique, sino solo el de la unión de los emblemas de sus
etnias. La malograda revolución consista habría conseguido en su día que
la bandera roja y negra con el yugo y las flechas hubieran sido el
emblema del nuevo estado nacionalsindicalista. Pero el franquismo se
apropio de sus símbolos y los prostituyo. Inspirados en aquellos símbolos
del fascismo español, podríamos quizá adoptar como complemento del
escudo heráldico de las Españas, el águila romano-visigoda, que sostiene
en su garra izquierda un haz de flechas, simbolizando la España medieval
de “Los cinco reinos” y con su garra derecha un yugo, simbolizando la
unión en uno de los dos estados en que hasta ahora Iberia ha estado
absurdamente dividida.

EL MAPA HISTORICO DE ESPAÑA

Bajo el reinado de Felipe II y por su matrimonio con Maria de Portugal


estuvo España, por primera vez desde la monarquía visigoda, unida
políticamente, aunque todos y cada uno de sus reinos, entonces también
llamados nacionales, disfrutaban íntegramente de sus fueros tradicionales,
de su propio Derecho Civil y Penal, de sus lenguas vernáculas, de sus
instituciones y costumbres ancestrales y de su comercio e industria,
incluso las coronas de Castilla y Aragón tenían distinta moneda, siendo
sin embargo comunes el monarca, la religión, el ejercito y la política
exterior, es decir, la cosa mas parecida a un estado federal moderno ¿y
este siglo fue el siglo de oro español?.
Felipe II y sus sucesores Felipe III y Felipe IV, se titularon, pues reyes de
las Españas, de las indias Orientales y Occidentales y de las islas y tierra
firme de la mar Oceanía, además de otros títulos patrimoniales fuera de
España: condes de Flandes y del Tirol, duques de Borgoña y Brabante y
reyes de Jerusalén.
Como monarcas de las Españas, estos citados soberanos se titularon así:
Reyes de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra, de Galicia, de
Valencia, de las Mallorcas(sic), de Murcia, de Toledo, de los Algarves, de
Sevilla, de Jaén, de Córdoba, de Granada, de Algeciras (sic), de las Islas
Canarias (sic), de Portugal, condes de Barcelona y señores de Vizcaya y
Molina.
El heredero de la corona ostentaba los títulos de Príncipe de Asturias, de
Viaña y Gerona.
Con esto se indica muy claramente la conciencia plural hispana en los
siglos XVI y XVII, que ya venia de siglos y que no se pierde, como
vemos hoy, porque alguien lo dicte por decreto.
Paso ahora a describir los territorios políticos que abarcan cada uno de
estos reinos, usando aquí la base de las posteriores provincias para mayor
claridad del lector, acostumbrado a esta ultima división. Las
delimitaciones entre los reinos (o naciones, porque, repetimos que así se
llamaban también la Edad Media y los siglos XVI y XVII por lo que no es
ningún invento moderno llamar nación a Cataluña o a Castilla) las
delimitaciones, digo, no se llamaban fronteras, reservada esta palabra solo
antes los musulmanes, sino “rayas”. Y estas “rayas” estaban
fundamentadas en la tradición histórica de la reconquista que contemplaba
tanto las distintas características institucionales, lingüísticas y étnicas ,
como la voluntad de los pueblos. La división de España en reinos o
naciones correspondía, pues, tanto a la historia como a la voluntad
popular en ensamblar armónicamente a todos sin problemas de
centralismo o separatismo, efecto este ultimo de los primeros. Dejados a
su albedrío, los primeros de España, diferentes entre si, conviven sin
embargo fraternalmente. Cuando se trata de nivelarlos a todos por la
fuerza, se producen entonces los levantamientos y separaciones, tal como
hizo Portugal frente a la torpe política centralista y tiránica del Conde
Duque de Olivares y tal como también estuvo de conseguir Cataluña.
Como nos demuestra la historia, la libertad une, la violencia separa.

Reino de Castilla.-
Comprendía las actuales provincias de Burgos y sur de Santander, Rioja,
Soria, Segovia, Ávila, Madrid, Guadalajara y la parte serrana de Cuenca,
mas los señoríos de Álava y Guipúzcoa, voluntariamente incorporados a
la Coruña. Hay que hacer notar que Álava estuvo unida a Castilla en la
persona de los condes soberanos, desde por lo menos el siglo X y por
voluntad expresa de los alavenses. (Fernán González y sus sucesores se
titulaban condes de Castilla y Álava y sus tropas estaban compuestas de
vascos y castellanos indistintamente, además de que los alaveses eran ya
bilingües entonces y sin problemas). Por otra parte también hay que
observar que las tierras de las actuales provincias de Madrid y
Guadalajara junto con la parte serrana de Cuenca que desde su
reconquista en el siglo XI eran totalmente castellanas por su raíz étnica,
sus repobladores y sus instituciones, fueron “regaladas” al arzobispado de
Toledo por la reina Isabel I, contra toda razón y tradición y contra la
voluntad de sus habitantes. Por tal razón, en mapas posteriores al siglo
XV, Madrid, Guadalajara y Cuenca figuran incluidas en el reino de Toledo
(luego llamado Castilla la Nueva). En el presente mapa, se incluyen estas
tierras, como es de razón, de tradición y de derecho en el reino de Castilla
al que pertenecen.

Reino de León.-
Comprendía las tierras de las actuales provincias de León, Zamora,
Salamanca, Valladolid y Palencia. Estas ultimas fueron incluidas con las
del resto de León y de Castilla en una entidad artificial llamada Capitanía
General de Castilla la Vieja, en el siglo XVIII, suprimiendo de un
plumazo al antiquísimo Reino de León. De ahí derivo luego la confusión
de considerar “castellanos” a los palentinos y vallisoletanos, que no lo
fueron nunca. Luego , a principios del siglo XX la burguesía agraria de
Valladolid se invento eso del “Norte de Castilla”, en el que los leones
aparecían como castellanos. Este embrollo dura hasta hoy. Pero desde el
siglo XIII hasta el XIX, Valladolid y Palencia pertenecían al Reino de
León y fue el idioma leones el que se hablo en estas tierras hasta por lo
menos el siglo XIV.

Reino de Aragón.-
Comprendía, con ligeras variantes respecto a la configuración actual en su
raya con Cataluña, las actuales provincias de Huesca, Zaragoza y Teruel.

Reino de Navarra.-
La actual Comunidad Foral de Navarra, haciendo notar que existe una
Alta Navarra(Benafarroa) que retuvieron los reyes franceses cuando
Fernando V de Aragón incorporo aquel reino a sus dominios por fuerza de
armas y que continua en poder del estado francés.

Reino de Galicia.-
Comprendía las actuales provincias de Coruña, Lugo, Orense y
Pontevedra, aunque en el siglo XII Galicia llegaba hasta la raya del
Duero, donde comenzaba el condado de Portugal, antes de sacudirse la
autoridad del Imperio Leones.

Reino de Valencia.-
Las actuales provincias de Castellón, Valencia y Alicante excepto las
comarcas de Utiel y Requena que eran de Castilla, por tradición, lengua e
instituciones.

Reino de las Mallorcas.-


Las islas de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera.

Reino de Murcia.-
Toda la actual provincia de Murcia y gran parte del sureste de Albacete,
incluida esta ciudad.

Reino de Toledo.-
Las actuales provincias de Toledo (que incluía Aranjuez) y Ciudad Real
mas la parte manchega de Cuenca y toda la región extremeña. Ya dijimos
que a finales del siglo XV se le añadieron arbitrariamente las tierras de
Madrid, Guadalajara y el resto de Cuenca y en el siglo XIX Madrid se
comió a Aranjuez que es toledano.

Reino de los Algarves.-


La región de este nombre al extremo sur de Portugal.

Reino de Jaén y Reino de Córdoba .-


Las actuales provincias del mismo nombre respectivamente con ligeras
variantes

Reino de Sevilla.-
Las actuales provincias de Sevilla, Málaga y Almería.
Reino de Granada .-
Las actuales provincias de Granada, Málaga y Almería
Es de notar que la palabra Andalucía, que comprende hoy a esos cuatro
reinos, se uso muy poco en la España cristiana medieval, incluso hasta el
siglo XVII, refiriéndose a ella solamente como identificación geográfica
muy general y utilizándose mucho mas el termino de “Reinos del
Andaluzia”(sic) o también Castilla Novísima. El uso (y abuso) de la
palabra Andalucía con todo el caudal de tópicos erróneos que arrastra
consigo, es de muy reciente utilización ( a partir del siglo XVIII). Hay que
señalar también el escaso “sentimiento andaluz” que se nota y que se
manifiesta en las tierras de Almería.

Reino de Algeciras.-
El campo de Gibraltar con su Peñón, la propia Algeciras y Tarifa.

Reino de las Islas de Canaria.-


Las siete islas atlánticas de Palma, Tenerife, Gomera, Hierro, Gran
Canaria, Fuerteventura y Lanzarote.

Reino de Portugal .-
El actual estado con las islas de Azores y Madeira.

Condado de Barcelona.-
La actual Cataluña, que recibía el titulo de condado de Barcelona por ser
este el mayor y principal de todos los condados catalanes y cabeza de los
mismos, para abreviar la larga lista de estos. También se denomina
Principado de Cataluña, en atención a que el príncipe heredero de las
Españas se titulaba Príncipe de Gerona. Es de notar que hoy el estado
francés ocupa los condados catalanes del Rosellon y la Cerdaña,
absolutamente catalanes por historia, tradición y lengua.

Señorío de Vizcaya.-
Comprendía la actual provincia del mismo nombre que conservaba sus
fueros y derecho constitudinario, además del vascuence como lengua
oficial.
Señorío de Molina.-
Uno de los mas viejos “estados” de la España medieval, comprendía el
este de la actual provincia de Guadalajara. Hoy tiene también reconocido
un estatuto jurídico peculiar dentro de la provincia y de la comunidad
autónoma.

Principado de Asturias.-
Comprendía la actual Asturias (sin la Liébana que era leonesa) mas la
franja costera de la provincia de Santander. Asturias se subdividía
entonces en dos partes y por eso se llama Asturias, en plural, y no Asturia
como seria lógico: La de Oviedo y la de Sant Anderio (Santander). El sur
de la actual provincia de Santander pertenecía a Castilla con el nombre de
Montaña de Burgos.
NOTA: Las ciudades de Ceuta y Melilla eran entonces, exclusivamente,
plazas fuertes militares.

Pagina anterior:
Ordenamiento político y administrativo de las Españas, unidas bajo el
cetro del rey Felipe II. De hecho, este ordenamiento existía ya desde el
siglo XIII y estuvo vigente hasta 1833, fecha en la que el ministro Javier
de Burgos aniquilo Las Españas suprimiendo los antiguos reinos y
desintegrándolos en provincias copiando el modelo centralista francés
(liberal y masónico) al servicio del absolutismo borbónico. La
estructuración de España en reinos o naciones cuenta, pues, con una
historia de mas de 600 años (lo mejor de nuestra historia) mientras que la
división en provincias tiene poco mas de siglo y medio de existencia(lo
peor de nuestra historia).

Pagina siguiente:
Ordenamiento político y administrativo de la nueva España de acuerdo
con la tradición histórica y según el concepto nacionalsocialista de “La
Europa de las Etnias” que no solo respeta la diversidad étnica de los
pueblos de España, sino que lleva a cabo una estructura mas racional y
eficaz sobre las bases reales, es decir biológicas, geográficas, económicas
y lingüísticas.
La Península Ibérica como “Las Españas”, tal y como estas se
constituyeron en el natural fluir de la historia y en el tácito y común
sentir de sus pueblos, con expresión de las cinco áreas lingüístico-
culturales en las que se encuadran las diecisiete comunidades nacionales
hispánicas.

1- Área occidental y atlántica (galaico y portugués)


2- Área central norte-sur (astur-leones / castellano-aragonés)
3- Área vasco-Navarra (los seis herrialdes euscaldunes)
4- Área mediterránea (Principal- Reyne-Illes)
5- Área atlántica (Islas Canarias)

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