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TAMARA DE LEMPICKA
ANÁLISIS Y COMENTARIO DE UNA OBRA
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permitía incrementar la producción y reducir costes para democratizar su producto. En
Europa, después de todo el sufrimiento que había impuesto la guerra, los supervivientes y
especialmente los más jóvenes se lanzaron a una desenfrenada búsqueda del tiempo
perdido. Hay en los años 20 un rotundo cambio de actitud que se refleja en todos los
aspectos de la vida. Fiestas extravagantes llenas de alcohol y muchos excesos, en las que
participaban los adictos a la vida bohemia y a los clubes de jazz, los escritores y los grandes
artistas de la época. Todos se encontraron en la llamada “edad de oro”: Dalí, Picasso,
Buñuel, Hemingway, los Fitzgerald… . Uno de los cambios más radicales de esta época fue
la liberación de la mujer, que adquirió un gran protagonismo en la vida laboral y en el ocio.
La guerra cambió el papel de la mujer en la sociedad. La necesidad de que las mujeres
ocuparan los puestos de trabajo de los hombres dio lugar a su emancipación. Surgió la
femme fatale, una mujer agresiva que veía al hombre como su igual. La mujer con su look
de pelo corto (“a lo garçon”), fumaba incesantemente (porque era algo atractivo y sexy), y
bebía alcohol. Se rompe así con el estereotipo de mujer “ángel del hogar” que debía
preservar sus valores y dignidad porque si no nadie le aceptaría en sociedad.
El art déco fue un movimiento de diseño que se popularizó entre 1920 y 1939, cuya
influencia se extendió en algunos países hasta la década de 1950. Se dio a conocer en la
Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas, en París en 1925 (el
término se acuñó en una retrospectiva celebrada en 1966 en París y es una apócope de la
palabra francesa décoratif). Influyó en artes tales como la arquitectura, el diseño de interior,
el diseño gráfico, el diseño industrial y la moda, así como en artes visuales como la pintura,
el grabado, la escultura y el cine. Aunque muchos movimientos del diseño tienen raíces o
intenciones políticas o filosóficas, el art déco era casi puramente decorativo, por lo que se
considera un estilo burgués, algo que tiene en común con el modernismo o art nouveau. A
pesar del eclecticismo de sus influencias formales y estilísticas, el Art Decó posee identidad
propia, no se trata de un historicismo ni de un anacronismo, es fiel a su época y deja
entrever la noción futurista de la Revolución industrial. Su significación gira en torno al
progreso, lo urbano, la maquinaria, etc. Elegante, funcional y moderno, el art déco fue un
avance frente al art nouveau en la generación de un nuevo repertorio de formas acordes
con la modernidad e innovación de su tiempo. Ambos movimientos se suceden en el tiempo
y tienen en común el ser eminentemente decorativos, lujosos, exclusivos y dirigidos a las
clases burguesas. Se diferencian principalmente en que mientras que en el modernismo
domina la línea curva y el arabesco, así como las formas orgánicas y naturales, en el art
decó es la línea recta y la geometría la protagonista. El Arte Decó fue un estilo opulento y su
exageración se atribuyó a una reacción contra la austeridad forzada producto de la Primera
Guerra Mundial. De manera simultánea a una creciente depresión económica y al fantasma
del acercamiento de la Segunda Guerra Mundial, había un deseo inmenso por el
escapismo. La gente gozó de los placeres de la vida y del Art Decó durante la era del Jazz.
Este movimiento es una amalgama de muchos estilos y movimientos diversos de principios
del siglo XX; se inspira en las primeras vanguardias: Constructivismo, Cubismo, y
Futurismo; también en el Art Nouveau, del que evoluciona y también del estilo racionalista
de la escuela de la Bauhaus. Los progresivos descubrimientos arqueológicos en el Antiguo
Egipto influyeron en el art deco, aportando líneas duras, solidez y monumentalidad. Utiliza
también motivos de las culturas prehispánicas azteca, maya o inca y motivos inspirados en
los objetos de los descubrimientos arqueológicos de Mesopotamia, de los vikingos o de los
pueblos africanos o indios. Como estilo de la edad de la máquina, utilizó las innovaciones
de su tiempo para sus formas: líneas aerodinámicas, iluminación eléctrica, la radio, los
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rascacielos. Se basa principalmente en la geometría imperante del cubo, la esfera y la línea
recta, además de los imprescindibles zigzags. Sensación de “monumentalidad”. Mucho uso
de la simetría, de los ornamentos y de los elementos decorativos. Trata de representar
algunas abstracciones que se muestran en la naturaleza: rayos luminosos radiantes, fluidos
acuáticos, nubes ondulantes, etc. Predomina el uso de tipografías de palo seco, empleadas
a tamaños grandes, como titulares, y en publicidad. Se usan mucho las mayúsculas. Los
materiales preferidos son aluminio, acero inoxidable, laca, madera, piel de tiburón y piel de
cebra.
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varios artistas de trompe-l’oeil en los márgenes del surrealismo.”Jarra y limones en una
silla”, 1942. El frenesí de viajes de Lempicka pudo haberse inspirado, al menos al principio,
por la necesidad de escapar de la agitación artística que estaba ocurriendo en su mente en
ese momento. Al negarse a dejar que la era la superara, sumió el corazón y el alma en la
abstracción. Comenzó con un estilo compuesto, para prestar a cada obra un tema a través
de algunos elementos figurativos; Luego, gradualmente, permitió que estos se fusionaran en
la abstracción de líneas entrelazadas. “El lector III”, 1956.
La composición del cuadro la resuelve con un primer plano cerrado de una mujer al volante
posando sobre la puerta izquierda de un deportivo, con mirada intensa, tez nacarada,
cabellos rubios, nariz griega y labios rojos. Utiliza un dibujo preciso y firme que delimita las
formas y planos geométricos que componen la obra. Los trazos recuerdan al Cubismo.
Predomina una paleta de colores donde el verde y gris metalizado dan paso a la parte
central de la escena: el rostro. En él destacan unos ojos empolvados, firmes, insinuantes, y
unos labios rojos retadores, también transmite fuerza la mano que sujeta con decisión el
volante. En la composición tienen un papel fundamental los contrastes de luces y sombras.
Esta obra hace un guiño al movimiento futurista, caracterizado por su fascinación por la
velocidad, la tecnología y la vida urbana.
Sus referentes estéticos son muy variados: oscilan entre la pintura italiana del
Renacimiento, las odaliscas del neoclásico francés Ingres y sobre todo el influjo del
Cubismo. Las líneas depuradas, facetadas y geométricas que dominan su obra también nos
remiten a Picasso, y no solo al cubista, sino también al más clásico de la “vuelta al orden”
de los años 20. Tamara de Lempicka, desarrolló sus habilidades pictóricas entre el arte de
vanguardia, como el Cubismo, el Futurismo, y el Art déco junto con la literaria "Generación
perdida".
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Entre sus profesores en París destacan André Derain y el neo cubista André Lhote
(1885-1962). Sin duda Lothe es el que más profundamente marcó
su obra pictórica y de él asimiló un cubismo “blando”. Según Alain Blondel, Lempicka
consiguió un proceso de síntesis sorprendente y único en sus
obras entre el arte renacentista y el neocubista.
Las figuras robustas y sensuales con sus expresiones sensuales recuerdan a las bañistas
desnudas de los predecesores artísticos de Lempicka, desde Ingres y Delacroix hasta
Matisse y Picasso.
La pintora creó un estilo único que influyó con gran potencia en los estilos venideros,
incluyendo el Pop Art y el Cómic.
Objeto de deseo entre coleccionistas y famosos como Madonna o Jack Nicholson, sus
obras tienen ecos de la fotografía y de la moda y fueron rompedoras en la representación
de la mujer.