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EL VAPOR AMADEO Y EL GENOCIDIO SELK´NAM

Ana Cecilia Gerrard1 y Romina Casali2

“El poder configurativo de la historia depende


de la naturaleza selectiva de lo que se recuerda,
pero también de lo que se olvida”.
(Hernán J. Vidal, 1994)

A través del presente documento acompañamos como investigadoras sociales y


mediante una fundamentación histórico-antropológica el pedido de cambio de
nombre del barrio Vapor Amadeo y sus calles, impulsado por la Junta Vecinal
involucrada. Los miembros de dicha Junta solicitan al Concejo Deliberante de la
ciudad de Río Grande la modificación de la ordenanza municipal 3417/2015 que
oportunamente diera nombre al barrio y a sus arterias internas. Consideran que las
denominaciones escogidas para dicha urbanización no los representa porque hacen
referencia a una época oscura de este territorio y a ciertas familias propietarias que
tuvieron vinculación directa con el genocidio selk´nam.
Desde fines del siglo XIX, periodistas, científicos e incluso religiosos denunciaron
vejaciones, persecuciones, ajusticiamiento y muerte de los indígenas fueguinos y la
participación de las familias Braun, Menéndez y Behety en estos acontecimientos. Por
mucho tiempo, esta historia quiso silenciarse. El presente nos interpela y nos
encuentra frente a la reavivación de ciertas configuraciones de la “historia oficial”, que
tienen la capacidad de reproducirse en el tiempo, adquiriendo nuevos ribetes en el
marco de las disputas en torno al pasado y sus usos.
Dicha historia no solo reproduce un cierto relato sobre el pasado, sino que al mismo
tiempo, reproduce olvidos. A continuación, desarrollaremos el argumento para
acompañar el reclamo de la Junta Vecinal.

1Antropóloga. Becaria doctoral CADIC- CONICET/ ICSE- UNTDF.


2Historiadora. Investigadora Adjunta CONICET. Núcleo de Estudios Interdisciplinarios
sobre Poblaciones Humanas de Patagonia Austral (NEIPHPA) Facultad Ciencias Sociales, UNICEN.

[1]
-FUNDAMENTACIÓN-

El registro arqueológico (Massone, 1987:26) da cuenta de que el poblamiento


humano de la isla Grande de Tierra del Fuego se remonta a unos 10.000 años A.P
aproximadamente, por lo que las comunidades indígenas fueguinas se erigen como los
primeros habitantes y estarían en condiciones de alegar propiedad sobre las tierras. De
todos modos, la colonización y el avance capitalista signaron el devenir de la región y
su impronta resultó catastrófica e irreversible.
Al momento de la colonización del territorio fueguino hacia fines del siglo XIX,
los Selk´nam y los Haush ocupaban casi la totalidad de la Isla Grande, desde el
margen norte de la cordillera hasta el Estrecho de Magallanes. Los territorios
indígenas ubicados en la meseta, muy ricos en pasturas, fueron cedidos a los colonos
quienes, en mayor o menor medida, asumieron todas las facetas de su rol, entre las
cuales el exterminio indígena se contaba como esencial.
En el sector chileno las tierras fueron privatizadas entre 1883-1896 siendo José
Nogueira el más beneficiado, con un total de 1.359.000 hectáreas sobre las 1.542.000
hectáreas chilenas aptas para la cría del lanar (de un total de 2.800.000) (Señoret, 1896:
6). De modo que el 88% de las tierras chilenas aptas para la cría del ganado lanar fue
entregado a Nogueira.
Mauricio Braun era cuñado de Nogueira desde que éste desposara a su hermana Sara
Braun en 1887, pero también había sido su mano derecha desde que tenía quince años
(1881) y hasta que aquel falleciera (1893), momento en que en la práctica heredó sus
negocios. Comenzó entonces la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego (SETF), en
función de los requerimientos de la concesión –formación de una sociedad anónima,
introducción de ganado, pago de canon y mejoras- (Martinic, 1973: 14). En 1894
Mauricio Braun se casó con Josefina Menéndez, hija de don José y María Behety. Este
grupo comercial, especialmente vía José Menéndez obtuvo alrededor de 550.000
hectáreas (Martinic 1992; Martinic, 2001; Belza, 1975; Bandieri, 2005; Barbería, 1995) de
excelentes campos fueguinos en el sector argentino (los cuáles incluían la antigua
concesión Popper), lo que hizo de él [Menéndez] “el mayor propietario individual de
la parte argentina de Tierra del Fuego” (Martinic, 2001: 466). La Sociedad Explotadora de
Tierra del Fuego ocupó la totalidad del territorio selk’nam -tal como se aprecia en el
mapa que siguen- mediante la instalación de las estancias Sara, Primera Argentina
(luego José Menéndez), Segunda Argentina (luego María Behety) y Tercera Argentina
(Herminita en la Fig. 1). Ruby y Teresita también eran propiedad del grupo SETF.

[2]
Fig. 1. Catastro rural, 1917. Gentileza Leonardo Collado.

Esta endogamia financiera no hizo sino potenciar el desenvolvimiento de los


empresarios ganaderos mediante una dinámica regional que excedía la soberanía y la
injerencia jurídico-política de las agencias estatales. Con base latifundista, la ganadería
ovina se desarrolló con un carácter de enclave, reforzado por la comunicación directa
con el mercado internacional (hasta la apertura del canal de Panamá) y el atractivo
ingrediente de ser Punta Arenas puerto libre de aduanas. La capacidad productiva y la
solvencia empresarial se vieron potenciadas por el altísimo nivel de desarrollo
tecnológico e industrial, fruto de las inversiones inglesas y la concentración del capital.
Es decir que entre 1880 y 1910 se conjugaron factores que implicaron un agudo
impacto en las comunidades originarias, especialmente la selk’nam que ocupaba el
territorio que se destinaría a la producción ovina.
Cabe enfatizar el hecho de que las tierras no fueron compradas sino otorgadas en
concesión, con el único fundamento de tratarse de empresarios con conexiones con

[3]
parlamentarios y políticos (Martinic, 1973:13; Durán, 1945) que se manejaron
libremente sin el más mínimo respeto por las autoridades nacionales. Además,
Menéndez nunca cumplió con la normativa que lo obligaba a “poner tierras a
disposición de los indígenas para facilitar su integración (Marchante, 2014: 146). Es
decir que, en todo sentido, el inicio y el desarrollo de las actividades ganaderas y
comerciales de los Braun-Menéndez-Behety no necesariamente pueden calificarse de
legítimos.
Sobre esta ilegitimidad de los orígenes de estos supuestos “pioneros” en Tierra
del Fuego, se erigió además el genocidio selk’nam.
En 1948, la ONU estableció, mediante el artículo N° 2 de la Convención para la
Prevención y la Sanción del delito de Genocidio que se entiende por genocidio cualquiera
de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir,
total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.”

“En la medida en que estos actos de exterminio son cometidos de modo


sistemático y premeditado contra una población civil, constituyen un delito de lesa
humanidad. Es decir, un crimen que por su naturaleza horrenda agravia, lesiona y
ofende a la humanidad en su conjunto” (Roulet y Garrido, 2011). El genocidio
selk’nam tuvo efectos devastadores en este pueblo que ha visto modificada
sustancialmente su realidad y su existencia mediante un acto delictivo. Por otra parte,
el contexto de progreso y civilización -y sus particulares expresiones en los discursos del
sentido común cuya génesis podría hallarse en el darwinismo social - no pueden ni
deben erigirse como legitimación. Muestra de ello son las opiniones de intelectuales y
políticos manifestadas en oposición a las acciones efectuadas en detrimento de las
comunidades indígenas. Pero además que el “marco doctrinario y normativo muestra
a las claras que las prácticas empleadas” sobre las comunidades indígenas “eran
violatorias de lo que entonces se entendía como “leyes de la guerra” y “leyes de la
humanidad” y contrarias al “deber sagrado de civilización” que se atribuían a sí
mismas las potencias coloniales y sus retoños en los países independientes” (Roulet y
Garrido, 2011). De modo que es factible hablar de genocidio incluso acotando el
análisis a la normativa y las concepciones contemporáneas a los hechos que
principiaron el proceso genocida.
Se trató de una práctica genocida que tuvo intencionalidad, una finalidad y
responsables de ejecutarlo (Pérez, 2010), a la vez que es un medio “cuyo fin es cambiar
radicalmente una sociedad” (Bauman, 1989 en Pérez, 2011).
El genocidio no sólo se reduce a hechos específicos de violencia, cuya impronta
es desde ya más que relevante desde el punto de vista factual y simbólico, sino que es
parte constitutiva de la imposición de un sistema socio-económico y cultural
[4]
diametralmente opuesto al sustentado por los pueblos originarios de la región. En el
caso de los selk’nam, los dispositivos de poder más destacados fueron el destierro, las
matanzas perpetradas por los buscadores de oro y los administradores de las
estancias, las deportaciones a la misión salesiana San Rafael –sita en la isla chilena
Dawson-, los traslados a Punta Arenas que incluían el remate de niños, el traslado
forzoso desde la estepa hacia Ushuaia y el encierro –principalmente de mujeres- en la
misión La Candelaria –Río Grande, Argentina- donde no se les permitía hablar en la
lengua materna ni exhibir ningún signo diacrítico vinculado con su identidad
originaria.
Sumado a la violencia física, la conquista simbólica del territorio fueguino tuvo
efectos igualmente negativos sobre estos colectivos, que fueron invisibilizados y
subalternizados. La imposición de una lengua y hábitos occidentales contribuyeron a
su inclusión marginal en la estructura socioeconómica local, donde permanecieron
invisibles durante décadas; situación que se vio reforzada por los discursos
legitimados por la ciencia y las políticas públicas que naturalizaron estas asimetrías y
les proveyeron de un claro sustento ideológico.
La colonización en sí misma operó como dispositivo de poder en tanto
dislocador de las comunidades indígenas y su vida tradicional. En este sentido, el
genocidio no solo es medible desde acciones concretas con consecuencias directas y/o
inmediatas, sino también a partir de aquellas indirectas o intermedias, todas efectivas
en la desarticulación comunitaria.
Los Braun-Menéndez-Behety fueron los principales artífices de estos procesos. Se
apropiaron de los territorios selk’nam, los cercaron, los persiguieron y asesinaron, los
llevaron a las misiones salesianas para que fueran encerrados, los deportaron a Punta
Arenas donde fueron repartidos como mano de obra esclava. Todos estos mecanismos
directos, además de nefastos en sí, no hicieron sino generar una crisis demográfica de
gran magnitud, potenciada por las enfermedades.
El vapor Amadeo, propiedad de José Menéndez, fue una de las principales
herramientas para perpetrar el genocidio selk’nam y afirmar su poderío económico en
la región. Fue la embarcación principal entre Punta Arenas y el sector argentino de
Tierra del Fuego, por ejemplo como abastecedor de materias primas e insumos para la
fundación y desarrollo de la misión La Candelaria, lugar en el que -como vimos-
fueron llevados a la fuerza los indígenas por la acción directa e indirecta de
Menéndez. En la misión, los selk’nam no sólo vieron transformada su vida cotidiana,
sino que fundamentalmente fueron víctimas de la tuberculosis, contabilizándose un
total de circa 250 personas fallecidas (Casali, 2013). El vapor Amadeo fue el que
transportó las cientos de toneladas de harinas que ingerirían los indígenas, con
consecuencias catastróficas. Pero además, fue un mecanismo de acción directa
mediante el traslado de los selk’nam desde y hacia Dawson y desde y hacia Punta
Arenas, con el fin de deportarlos o encerrarlos. Como queda constancia en las Crónicas
de la Misión Salesiana y las Crónicas de las Hijas de María Auxiliadora:

09-1911 “ Llega el vapor Amadeo, en el que viene el Sr. Bertilla Bruno con Sor
Sabina Gajardo, esta última destinada a esta casa. Con ellos viene el coadjutor

[5]
Miniggio y todos los indios y las indias con varios muchachos de la misión San
Rafael en Dawson, porque el gobierno chileno vendió aquella misión y los pobres
indios tuvieron que salir. Por orden de Monseñor Fagnano se recibieron en esta
misión.Las mujeres llegadas son: Letizia Gama, Rachele Blanchard, Catalina de
Brasito, Candelaria Brasito, María Esperanza, Paola Silva, Petronilla Silva,
Dorotea Navarro, Giuseppa Ferri, Alessandra Peña, María Nicolini, Elisa Chiesa,
Letizia Esperanza, Emma Guajardo. Los hombres son: Lorenzo Brasito, Michele
Brasito, Eliseo Esperanza,Paolo Blanchard,Antonio Esperanza, Juanito
Esperanza, ed Antonito. Pietro Gama marito di Letizia”
28-3-1904 “(...) el Amadeo tiene mucha carga también por nosotros (...)”
21-5-1904 “(...) hai mucha carga. Antonio se fue a recibirla. Dicen que por cuatro
meses el Amadeo no vendría (...)”
28-11-1905“(...) Antonio estuvo al puerto recibiendo la carga traída por el Amadeo
(...)”
26-12-1906 “(...) y vuelve con mercadería llegada ayer con el Amadeo (...)”

El vapor Amadeo fue materia y símbolo de la imposición del sistema capitalista,


la colonización, el desplazamiento y genocidio de los selk’nam. Al mismo tiempo,
dificultó las posibilidades de progreso económico de los colonos menos capitalizados
que dependían “de los barquitos de Menéndez” (Bou y Repetto, 1995:32) para la
puesta en marcha de sus estancias. El vapor Amadeo no fue una empresa filantrópica
por parte de los empresarios ganaderos para aportar al progreso del territorio, sino
antes bien una forma de afirmar su dominio sobre la región. De hecho, el latifundio en
sí mismo fue una de las principales causales de la baja densidad poblacional de la isla
hasta avanzado el siglo XX, ya sea por el genocidio de los pueblos originarios, ya sea
por el estancamiento económico producto del monopolio de los mejores terrenos para
la actividad ovina, el transporte y las comunicaciones en manos de una pequeña élite
propietaria.
Siguiendo el orden de lo expuesto, consideramos que el pedido de los vecinos es
consistente con la reparación histórica adeudada al pueblo selk´nam, y se erige como
un camino para avanzar en lo pendiente, reconociendo sus derechos preexistentes y
haciendo a un lado las prácticas de reconocimiento público de los responsables del
genocidio. Es un asunto de suma importancia, ya que en la reproducción de los
olvidos se reproducen y justifican al mismo tiempo las desigualdades sociales.
Estas desigualdades determinan el monopolio de los discursos legítimos sobre el
pasado en manos de quienes detentan mayor capital social, económico y político; que
son al mismo tiempo quienes buscan el consenso mediante la imposición de sus
intereses como los intereses de toda la sociedad. A eso lo llamamos hegemonía, ese tipo
de dominación que se impone sin que lo notemos, lo que pareciera que es natural,
indiscutible, que no se puede cambiar.
Un claro ejemplo de una idea dominante que se volvió hegemónica es la
presunción de extinción de los selk´nam. Es bien sabida la importancia del

[6]
conocimiento del pasado, y no son pocos los escenarios donde el genocidio fueguino
es y ha sido objeto de análisis y denuncia. Sin embargo, muchas veces el
reconocimiento del genocidio fue acompañado por sucesivos decretos de “extinción”,
que pretendieron borrar de la historia a los selk´nam y ubicarlos en la prehistoria3;
discurso que vino acompañado del despojo del territorio, los niños, la lengua y la
memoria de la comunidad.
Lo que recordamos y lo que olvidamos, se expresa en nuestro paisaje urbano, en
la ciudad y sus signos; las calles, monumentos y espacios públicos condensan el
pasado de las poblaciones y crean una atmósfera de identidad compartida, es decir,
proveen de un pasado común significante indispensable para que sus habitantes se
imaginen como comunidad (Anderson, 1993)
Es por todo lo anterior que se hace apremiante la necesidad de hacer
participativa la instancia de denominación de espacios públicos, siendo este un
antecedente fundamental en ese sentido, para construir una sociedad más justa e
inclusiva.

-ANEXO DOCUMENTAL-

Los que siguen son tan sólo algunos de los fragmentos -de entre los tantos posibles-
útiles en la fundamentación de la participación de la Sociedad Explotadora de Tierra del
Fuego (SETF) y, por ende, del vapor Amadeo en el genocidio selk’nam. Los
correspondientes a fuentes secundarias fueron expresamente extraídos de la obra del
historiador chileno Mateo Martinic, quien no sólo se autodefinió como amigo personal
de su colega Armando Braun Menéndez, descendiente directo de los colonizadores en
cuestión, sino que además utilizó los archivos privados de la familia. A su vez, las citas
extraídas de fuentes primarias corresponden en su totalidad a los Diarios de la Misión
Salesiana Nuestra Señora de La Candelaria (Crónicas de las Hijas de María
Auxiliadora [CMA] y Crónicas de los Salesianos [CS]) y a documentos dirigidos al
Ministerio del Interior de la Nación Argentina. De este modo, queda descartado
cualquier tipo de desviación subjetiva o arbitrariedad en la selección de los datos.
Las fuentes historiográficas dejan testimonio de la responsabilidad de los Braun-
Menéndez-Behety en el genocidio selk’nam. Aquí transcribimos tan sólo algunos de
los fragmentos en los que aparece explícitamente la figura de Menéndez, pero los
escritos salesianos dejan en evidencia cómo la presencia de a SETF en la estepa
fueguina argentina convulsionó movilidad selk’nam. Es inconmensurable la cantidad
de citas en los diarios salesianos que dejan en claro la llegada constante de selk’nam a
la misión, ya sea de modo “voluntario” o traídos por la policía, coincidentemente con
la instalación de dichos ganaderos en la región.

3
Ver el detalle y el desarrollo en Vidal, 1993; Rodríguez, 2010 y Gerrard, 2015.

[7]
“Varios empleados de la hacienda de Menéndez mataron una escuadra de hombres indios
y las mujeres las condujeron a la Misión: bautizamos las muchachas, ya tenemos 39
muchachas en casa y los Salesianos tienen ya 42 muchachos.” (CMA, enero 1897).

“El mayordomo de los Menéndez trajo hoy a la Misión 30 indios entre esos se recogieron
en casa 10 niñas y 2 niños” (CS, enero 1897).

“El mayordomo de Menéndez pasó hoy 4 mujeres y 5 niñas” (CS, marzo, 1897).

“salió el Director (a la una p.m.), acompañado por D. Dalmasso y el indio Benito, para el
puesto Repetto con el fin de juntarse allá con las autoridades del Puerto y con Menéndez
e ir a buscar los indios del bosque cercano. Veremos el resultado, aunque las intenciones
(se comprende!) no sean las mismas en todos (…) A las 6 p.m. volvió el P. Director de su
Misión a los indios. No consiguieron nada, ni los vieron. Lo que ya se decía!... Se quedó
allá con Peduzzi Don Dalmasso, pero es de dudar más buen resultado (…) Volvió
también D. Dalmasso y vino a la Misión Peduzzi, sin resultado, como ya se preveía, de
acercarse a indios” (CS, abril 1904).

“Que persiguiendo a unos indios ladrones que se tenía conocimiento habían invadido
el establecimiento Primera Argentina del Señor José Menéndez en el Departamento de
Río Grande, se les alcanzó por la policía que mandaba mi persona el jefe de la misma,
quitándole trescientas ovejas que arreaban. Para restituir dicha hacienda hubo que
sostener combate con ellos del cual resultó un indio muerto y herido de flecha, de
gravedad., el jefe mencionado, el señor Mc Lennan mayordomo del Señor
Menéndez (…) en ese encuentro que tuvo lugar el día 17 de febrero ppdo. se pudieron
tomar prisioneros después de una resistencia tenaz cinco indios de pelea, cuatro
mujeres y dos criaturas, los que serán remitidos al Señor Juez letrado del Chubut por
el primer transporte con el sumario correspondiente” (AGN, carta al Ministerio del
Interior, 26-3-1897. exp. 1385)

La cualidad “pacífica de los onas” fue parte del relato de viajeros, exploradores,
científicos, autoridades y colonizadores.4 A su vez, la reacción indígena vía “robo” de
ganado ovino en sí misma no amerita la masacre, pero además es incluso relativizada
por el mismo Martinic:

4 Ver el detalle y el desarrollo en Casali, Romina. 2008.

[8]
Martinic deja en claro que las acciones violentas de los selk´nam sólo comenzaron
cuando la colonización ovejera no les dejó margen de maniobra y sobrevivencia. Más
aún, que fue recién con la llegada de la SETF que la violencia entre “blancos” e
“indios”, en sus palabras, dejó de ser “normal”:

La SETF se propuso desde los primeros momentos repeler a los indígenas y contrató
empleados con ese fin específico. También se proveyó del armamento necesario. Ya en
el primer “robo” de ganado ovino por parte de los selk’nam, accionaron en
consecuencia. En palabras de Braun, había que “extirpar a los indios y llevarlos todos
a Dawson”:

[9]
Así, “sucesivas partidas de indígenas fueron siendo capturadas y remitidas a la misión
salesiana”. Incluso Martinic se asombró de la crudeza de las palabras del
administrador de la SETF, Mc Lenan, más conocido como “el chancho colorado”:

A fines de julio de 1895, los empleados de la SETF capturaron 165 selk’nam y durante
un mes se los mantuvo encerrados como ganado en un galpón; esperando, como
convenido, la ocasión de deportarlos. A partir de este hecho se inició un Sumario por
vejámenes inferidos a indíjenas de Tierra del Fuego.5 Al respecto, dice Martinic:

5 Ver detalles de este Sumario y del destino de los capturados en Bascopé, 2011.

[10]
Es importarte remarcar que eran los contemporáneos quienes se hablaban en términos
de “cacerías de indios”. El mismo Martinic se ocupa de enfatizar la idea:

Hacia 1900, la cantidad de selk’nam en la estepa fueguina había mermado, como


consecuencia de las deportaciones y matanzas. Dice Martinic, “el secreto de aquellas
jornadas de horror duerme para siempre con los restos de víctimas y victimarios”.

Mr. Rigby, capataz de San Sebastián escribía de julio de 1900 a Mauricio Braun: “no
hemos enviado más expediciones a cazarlos”:

Puntualmente, respecto al rol del vapor Amadeo, el cuadro que sigue -elaborado por
Martinic a partir de la documentación del archivo de “don Mauricio Braun”, de los
libros de contabilidad de las estancias y de las informaciones tomadas de “El
Magallanes”- demuestra su partición en las deportaciones de selk’nam a Dawson:

[11]
Para finalizar, adjuntamos una foto de selk’nam prisioneros, cobijada en el álbum
de la señora María Menéndez Behety y uno de los párrafos más elocuentes
narrados por el historiador chileno respecto al genocidio selk’nam.

[12]
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[13]
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[15]

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