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Facultad de Letras Lingüística del texto

Pontificia Universidad Católica de Chile

Apunte
La lingüística del texto: ámbito y objeto de estudio

Veremos en las clases que siguen que, durante mucho, tiempo las ciencias del lenguaje
se centraron casi exclusivamente en el ‘sistema abstracto de la lengua’ y(o) la ‘competencia
lingüística de un hablante-oyente ideal’. Esta mirada tuvo dos consecuencias importantes.
La primera ellas es que la unidad de análisis superior era siempre la oración – unidad
abstracta, más allá de la cual parecía que no había ninguna otra forma de organización
lingüística posible. La segunda consecuencia es la distinción categórica que se había
impuesto, de manera más bien forzada y artificial, entre dos planos: entre el potencial del
‘sistema’ y su actualización en usos particulares (el ‘habla’), o bien entre la capacidad
abstracta de un hablante-oyente ideal para construir ‘oraciones bien formadas’ en una
lengua y la puesta en operación de esa capacidad en instancias concretas (la ‘actuación’). En
estas distinciones categóricas lo que quedaba fuera del recorte epistemológico considerado
válido en lingüística (el habla y(o) la actuación) era sencillamente pasado por alto, por no
constituir un fenómeno digno de estudio sistemático. Durante los años 70, a la luz de
avances en varias áreas del conocimiento que eran relevantes para la lingüística, muchos
lingüistas comenzaron a preguntarse si no era, en realidad, necesario revisar esas
distinciones y ‘recortes’, y volver a centrar la atención en el lenguaje, tal y como se presenta
en el día a día en forma de textos. Veremos con Bernárdez (1987) que, según fuera la
orientación teórica y epistemológica de estos lingüistas –en realidad, bastante heterogénea
–, se propusieron distintos modelos y enfoques para lograr entender lo que vino a ser el
objeto de estudio de la lingüística del texto.

El texto como objeto y unidad básica


En este curso iremos comprendiendo progresiva y gradualmente qué es un texto. No
obstante, de momento estableceremos una definición operativa que nos será útil como
punto de partida:
Un texto es una instancia de uso de lenguaje constituida por una red de
relaciones lingüísticas que conforman un sentido global unitario.
Hay que tomar en cuenta que esta definición operativa ya restringe de manera
importante el fenómeno que es bastante más complejo de lo que puede parecer a primera
vista. En primer lugar, esta definición supone que el objeto de estudio de la lingüística del
texto es primordialmente de naturaleza verbal. No obstante, la investigación actual, que se
extiende mucho más allá de la Lingüística del Texto como tal, ya está poniendo este
supuesto en entredicho (piensen en los ejemplos que vimos en la cápsula). Si lo pensamos
bien, la mayoría de los textos que nos rodean, en el día a día, son en realidad de naturaleza
multimodal: construyen un sentido global unitario mediante la interacción de lo verbal, de
lo visual y de otras modalidades semióticas. La definición monomodal de texto con la que
operaremos a lo largo del curso no es, por lo tanto, la única posible.
En segundo lugar, veremos que la mayoría de los textos verbales estudiados por los
lingüistas textuales suponían configuraciones de dos oraciones o más, pero también ya
hemos visto en la cápsula que un texto puede variar muchísimo en su extensión. Un texto
puede estar constituido incluso por una sola palabra. Durante este curso trabajaremos con

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textos de cierta extensión (nunca más allá de una plana de Word), pero ya sabemos que un
texto puede ser muy escueto o muchísimo más extenso y complejo: piensen el Quijote o en
la saga de Harry Potter, e incluso en la Enciclopedia Británica, si han tenido la oportunidad
de apreciar este texto en su versión impresa; consideren también la Web y su vastísimo
entramado de (hiper)textos.
En tercer lugar, en línea con las inquietudes primordiales de los lingüistas textuales en
su momento, nuestra reflexión y la mayor parte del análisis que llevaremos a cabo se
focalizará en textos escritos y monologales. No obstante, tal como señala Álvarez (2004), los
textos pueden ser orales o escritos, y(o) monologales o dialogales (‘monocontrolados’ o
‘policontrolados’). Estas posibilidades y cruces inciden en la manera en la que un texto es
construido y nos permiten entender que todo texto tiene el mismo estatus como objeto de
estudio: no hay textos que, en principio, sean más o menos interesantes de estudiar.
Por último, un texto posee sentido, es decir, corresponde a una unidad
primordialmente significativa. No obstante, este sentido global y unitario no se desprende
simplemente de la suma del significado de sus partes (p. ej. de las oraciones y(o) palabras
que lo ‘componen’). El sentido de un texto depende, en último término, de la
interdependencia entre su organización interna y de su relación con el contexto de
situación.
Texto versus discurso
La relación entre el texto y el contexto que lo enmarca nos lleva a otro concepto
asociado: el concepto de ‘discurso’. En la bibliografía hay gran variación respecto de lo que
se entiende por texto y por discurso, al punto de que, como reconoce el mismo Álvarez
(2004), ambos términos muchas veces se consideran intercambiables. Nosotros haremos
una distinción entre ambos conceptos de un modo un poco distinto al que plantea Álvarez
(2004). Para ello, nos valdremos de una ecuación útil y operativa:
DISCURSO = TEXTO + CONTEXTO

Dados los términos en los que está planteado este curso, nos interesará
particularmente el concepto de texto. Esto implica centrar nuestra atención en su
organización interna, la base para comprender su naturaleza. Haremos mucho menos
énfasis en las relaciones que el lenguaje-texto establece con el contexto de situación y de
cultura que lo enmarcan, indispensables para entender a cabalidad su naturaleza y la
propiedad de poseer un ‘sentido global unitario’. Esto quiere decir que, en principio y de un
modo más bien provisional, no nos interesarán tanto las ‘condiciones de producción y de
recepción’ a las que un texto nos pueda remitir (Álvarez 2004, p. 12). Más adelante, en
Pragmática, tendrán la oportunidad de comprender mejor las relaciones entre el lenguaje y
estas condiciones (particularmente las asociadas al contexto de situación inmediato),
mientras que en Análisis del discurso podrán abordar relaciones más abstractas y
complejas que vinculan el lenguaje con el contexto de cultura y el contexto social
(específicamente, con las prácticas sociales de las que los textos forman parte).
No obstante lo anterior, es preciso tener presente que, como señala Álvarez (2004), “el
texto conserva en su superficie las huellas de la situación del discurso” (p.12). En otras
palabras, todo texto revela, en mayor o menor medida, los rasgos del contexto (de situación
y de cultura) en el que es producido, aun cuando no contemos con mucha información sobre
dicho contexto. Por ejemplo, en un texto cualquiera, podemos hacer ciertas predicciones
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más o menos acertadas sobre la situación en la que es producido, incluidos los hablantes-
escritores y oyentes-lectores involucrados, y la relación que estos establecen entre sí (p. ej.,
si están presentes o no, si alternan en la co-construcción del texto, etc.). En este curso,
veremos que estas condiciones permiten comprender por qué la manera en que los textos
son construidos es tan variada, lo que a su vez explica por qué no hay texto intrínsecamente
‘bueno’ o ‘malo’. En otras palabras, no estamos en condiciones de evaluar si un texto está
‘bien construido’ o ‘mal construido’ – y si es eficaz o no – hasta que podemos conectarlo con
el contexto de la situación en el que es producido. De hecho, los textos son en general
bastante adecuados a su contexto de situación. A lo largo del curso nos referiremos a estas
posibles conexiones para entender por qué distintas instancias de uso del lenguaje pueden
variar de manera considerable desde el punto de vista de su organización estrictamente
interna, es decir, del texto en sí mismo.
Ahora bien, de manera bastante útil, Álvarez (2004) señala que otra fuente de
confusión al determinar la distinción entre texto y discurso es lo que él conceptualiza como
la doble perspectiva del texto como ocurrencia y del texto como tipo (pp. 15-16). Esta
complementariedad también nos resultará útil, ya que nos permitirá, por una parte,
visualizar un texto en su aspecto empírico y observable, es decir, como el uso del lenguaje
en un ‘aquí y ahora’ – como instancia única e irrepetible que involucra a hablantes-
escritores particulares, en contextos particulares. Por otra parte, nos permitirá también
abordar el texto en tanto concepto general. Tener en cuenta la interrelación de estas dos
perspectivas sobre el mismo fenómeno nos permite analizar textos particulares a partir de
categorías que han ido surgiendo a partir de propiedades generales estudiadas en una gran
variedad de textos. Al mismo tiempo, podremos identificar propiedades o características
que son recurrentes en ciertas clases o tipos de textos. Si solo nos quedáramos con la
instancia particular e “irreductible”, no habría manera de describir y hablar de estas
regularidades (todo nos parecería único y, en cierta medida, arbitrario). Por otra parte, si
solo nos quedáramos con la idea general de lo que es un texto (o incluso un ‘tipo de texto’),
sin relacionarla con instancias particulares (por ejemplo, mediante el análisis), corremos el
peligro de distanciarnos demasiado del fenómeno de lenguaje que estamos estudiando, al
punto de que, al encontrarnos con un texto, no podemos decir nada muy relevante sobre él
(o, en cualquier caso, nada que no pueda decir cualquier usuario que no sea especialista).
En otras palabras, como especialistas, seríamos incapaces de vincular de manera
sistemática estas características y propiedades generales con los textos que producimos
nosotros mismos o los textos que producen otros hablantes-escritores. Esta es en cierta
medida la doble perspectiva que siempre necesitamos si queremos que la teoría y la
descripción se mantengan cerca – de manera que nos permita comprender los fenómenos
que nos interesan de manera reveladora… y útil (sobre todo en contextos de intervención).
Coincidimos entonces con Álvarez (2004) en que la dicotomía ‘concreto/abstracto’ no
solo resulta confusa para distinguir texto de discurso, sino también para distinguir el texto
de la oración (o de las unidades lingüísticas que conocen hasta ahora en general). En este
último punto, es preciso señalar que el texto es una unidad cuya naturaleza es diferente a la
oración (y diferente a cualquier unidad gramatical). Tiende a pensarse que es una unidad
‘mayor’ porque cuando hablamos de textos se nos vienen a la mente secuencias de dos o
más oraciones. Sin embargo, ya sabemos que esto no necesariamente es así. Por esta razón,
tendremos que discrepar de Álvarez (2004), quien tal vez por un propósito didáctico nos

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dice que “un texto es una unidad mayor que la oración, así como la oración es una unidad
mayor que la palabra” (p. 14). Esta analogía podría inducir a error, ya que la naturaleza de
las relaciones entre las unidades gramaticales es muy diferente a la de las relaciones que,
veremos, se dan al interior de un texto.
Las relaciones entre oración, sintagma, palabras y morfemas pueden plantearse como
una relación entre constituyentes. En el ámbito de la oración, estos constituyentes no solo
establecen relaciones de todo/parte (principio de composicionalidad), sino también están
involucrados en relaciones sintagmáticas bastante específicas, por ejemplo, las relaciones
de modificación, subordinación y coordinación. La relación de un texto con las oraciones o
los elementos lingüísticos que lo ‘componen’ en realidad no puede considerarse
simplemente una relación de todo/parte ni una relación que se equipare a las relaciones de
modificación y serialización (por subordinación o coordinación). Diremos, por el momento,
que los principios de organización de un texto – de su ‘arquitectura’ – son de distinta índole.
En realidad, nos tomará todo el semestre comprender en qué consisten estos principios de
organización específicos del texto. Además, solo nos centraremos en los más importantes y
los más estudiados, ya que el texto es una entidad semiótica increíblemente compleja.
¿Dónde comienza y dónde termina el texto?
Dado que los textos son entidades semióticas muy complejas y que presentan una
enorme heterogeneidad (incluso si adoptamos las restricciones que nos hemos planteado
hasta ahora), cabe preguntarnos cómo establecer sus fronteras. Intuitivamente tendemos a
creer que un texto es algo estático, con límites bien definidos – la importancia, acaso
desproporcionada, otorgada al texto escrito y monologal en nuestra cultura es
probablemente la fuente de esta idea bastante arraigada en el sentido común.
Efectivamente, los textos escritos (o la transcripción escrita de textos orales) nos induce a
pensar que un texto es algo acabado y estático: un producto (que podemos manipular y
analizar, e incluso ‘evaluar’). La realidad es que esta es solo una perspectiva muy sesgada
del fenómeno, que deja fuera el hecho de que todo texto es también un proceso, es decir, un
fenómeno que se despliega dinámicamente en el tiempo y cuyas fronteras son mucho más
fluidas de lo que podría parecer en un principio. Los textos dialógicos y orales revelan de
manera mucho más clara este aspecto procesual inherente al texto (como cualquier persona
que ha tenido que transcribir una conversación tiene oportunidad de comprobar
rápidamente). Sin embargo, incluso cuando estamos produciendo un texto escrito
altamente planificado – desde un correo electrónico hasta un ensayo literario o un trabajo
final de algún curso de lingüística –, no nos limitamos a ‘transferir’ un texto a la pantalla de
nuestro procesador de textos, ya que sabemos que, incluso en estos casos, el proceso de
escritura no es necesariamente lineal (avanzamos y retrocedemos a cada momento,
tomamos decisiones, revisamos, reorganizamos, recortamos o agregamos, etc.). Cuando
colocamos un punto final, hacemos parecer nuestro texto como un producto, pero es
innegable que llegar a ese producto, que será leído por otra(s) persona(s) como si fuera
algo acabado, requirió un proceso compuesto de varios momentos (incluso dispersos en el
tiempo y en el espacio) que no son tan fáciles de delimitar. En último término, tenemos que
tener siempre en cuenta que un texto es a la vez producto y proceso – dependiendo del
cristal con el que se mire… y de nuestra relación con él, es decir, como usuarios o como
analistas.

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Como analistas tomamos decisiones para poder delimitar los textos que estudiamos,
pero incluso en este caso no siempre es tan fácil llegar a esa delimitación. En general,
durante el curso trabajaremos con textos o con extractos de textos que convencionalmente
pueden considerarse ‘autocontenidos’ y que, por lo tanto, presentan indicios de ‘clausura’
más bien claros (Álvarez 2004, p. 21). Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en último
término, la cuestión sobre las fronteras de un texto es teóricamente irrelevante: ningún
texto tiene, en realidad, fronteras claras. Como analistas lo mejor que podemos hacer es
definir ciertos criterios que nos permitan delimitar los textos con los que estamos
trabajando. Durante este curso veremos que la organización interna del texto nos entrega
parámetros muy importantes, pero en Pragmática y en Análisis del discurso también verán
que diversas relaciones con el contexto también entregan parámetros relevantes para
establecer esta delimitación.

Referencias
Álvarez, G. (2004). Textos y discursos: introducción a la lingüística del texto (3ra ed.). Concepción:
Universidad de Concepción.
Bernárdez, E. (1987) Introducción. En Bernárdez, E. (ed.) (1987) Lingüística del texto (pp. 7-18).
Madrid: Arco Libros.

© Beatriz Quiroz, 2017, 2020, 2021


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