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En este curso de Casado Velarde se nos presentan los principios esenciales de la semántica

como campo de estudio, los cuales iremos tratando a continuación en el siguiente resumen.
En primer lugar, como es esperable, hablamos de ideas algo más básicas; las nociones de
lenguaje, lengua y habla, así como sus características, son fundamentales: el lenguaje es el
concepto más universal y complicado de definir, pero en definitiva es una herramienta propia
del humano que le ayuda a adaptarse al mundo y a compartirlo con el resto; además, tiene
unas características primarias, como la semanticidad, la aliteridad y la creatividad, y otras
secundarias, como la historicidad o la materialidad. Por su parte, el término “lengua” se
refiere al idioma, a esa materialización que cada comunidad hace del lenguaje; en tercer
lugar, el concepto del “habla” nos remite a la realización concreta, individual y
contextualizada de un discurso. Teniendo esto en cuenta, podemos introducir la idea de que
estas tres realidades se pueden analizar a su vez desde tres puntos de vista: el del saber, el del
hacer y el del producto, lo cual resulta en los denominados “nueve momentos del habla”. A
nosotros nos conciernen aquellos “momentos del habla” que parten del saber, es decir, los
saberes elocucional, idiomático y expresivo. Respectivamente, diremos que el saber
elocucional es la capacidad inherente al hombre de comprender cómo funcionan las lenguas y
la propia lógica humana, es la capacidad universal de comunicación; cabe apuntar que dicha
comunicación se basa especialmente en los principios de confianza, cooperación y
congruencia-incongruencia, ya que ha de ser efectiva cumpliendo su cometido esencialmente
social. En cambio, el saber idiomático es el conocimiento como tal de las lenguas
particulares, y se rige por el principio de corrección-incorrección; por último, el saber
expresivo se relaciona con la capacidad de expresión de cada persona, y está regido por el
principio de propio-impropio, además de que plantea una cuestión muy interesante acerca de
la estabilidad o variabilidad de los significados que trataremos más adelante.

Continuamos ahora con algunas cuestiones que, aun siendo también básicas, son ya
puramente semánticas. Resulta indispensable delimitar desde este momento de qué se trata el
significado léxico y la forma en que se transmite, y por ello distinguimos entre las nociones
de designación, sentido y significado. Las tres indican tipos de contenido lingüístico, pero
mientras que la designación remite a la realidad material y extralingüística, el sentido es
materia de la pragmática por referirse al contenido de un discurso concreto, y, en cambio, el
significado abarca los rasgos semánticos que cada lengua recoge para referirse a alguna
realidad que puede ser designada. Continuando en la línea del significado, debemos
introducir el concepto de signo, entendido como herramienta que nos ayuda a transmitir el
significado desde la concepción de una persona hasta otra; si bien es cierto que hay varios
tipos de signo, nosotros ponemos especial atención en la palabra y en sus cualidades: es
voluntaria, tiene significación y tiene tres dimensiones (significante, significado y referente).

Así mismo, otras cuestiones importantes relativas al significado son sus precedentes, las
diferentes metodologías para estudiarlo y algunos problemas generales que presenta dicho
estudio. Para comenzar, diferenciamos dos planteamientos de la semántica léxica: la de
aquellos que distinguen entre el significado en sí y los conocimientos enciclopédicos o de la
realidad, y la de aquellos que toman ambas nociones por lo mismo; de hecho, de la segunda
postura se derivan escuelas como la semántica cognitiva o la de prototipos. De todas formas,
más relevante son las diferentes posibilidades que se nos brindan a la hora de estudiar el
significado: podemos asumir que el significado es un compuesto de semas que se pueden
identificar y desglosar; otra posibilidad es fijarnos en el componente central o general de un
significado y expandirlo mediante sus diferencias específicas, así como caracterizar
semánticamente los actantes del lexema y luego cambiar el contexto para comprobar si el
significado se mantiene. Otro posible método es el que emplea los primitivos semánticos, de
los que se dice que están lexicalizados en todas las lenguas por ser nociones básicas y
esenciales y que, por ende, podemos hallarlos en toda definición; por último, cabe mencionar
el recurso de la analogía por campos semánticos, la cual se tratará más adelante. Ya para
finalizar este punto, hacemos mención a los problemas generales presentes en el estudio
semántico, que esencialmente se remiten a: la gran cantidad de unidades existentes como
materia de estudio en comparación a otras disciplinas, la estrecha relación entre el significado
y el concepto (que es mayor que en la semántica gramatical) y, de especial interés, la ausencia
de un metalenguaje que nos permita dejar de emplear la materia de estudio como material de
comunicación.

Desplazamos ahora el foco hacia una escuela semántica en concreto, la estructuralista. Como
bien podríamos esperar, bajo esta concepción entendemos la semántica como una serie de
estructuras o niveles interrelacionados y que, además, se pueden conmutar a fin de
compararlos. Son muchas los planteamientos que llegados a este punto se nos ocurren, tales
como de qué tipo son dichas relaciones, cómo podemos agrupar las palabras, por qué vienen
motivadas las relaciones... Para iniciarnos en el método estructural, veamos algunas
cuestiones que hemos de tener en cuenta; por ejemplo, que nuestra materia de estudio se
centra en el léxico común, constituido por aquellas palabras cuya sistematización lingüística
supone una suerte de filtro que las separa un poco más de la realidad extralingüística, y no el
léxico técnico más cercano a su correlato material; en la misma línea, tampoco estudia
aquellos lexemas pertenecientes a expresiones hechas que pierden sus rasgos sémicos
convencionales . Asimismo, es esencial comprender que las lenguas históricas engloban todas
sus variantes (diatópicas, diastráticas, diacrónicas...), y precisamente por ello suponen un
objeto de estudio inabarcable que es necesario acotar; a dicha acotación la denominamos
“lengua funcional”, y es el tipo de lengua homogénea que nosotros ponemos en el centro de
nuestro trabajo. En definitiva, recurrimos al léxico sistematizado que conserva las
características convencionales de la lengua y que está acotado bajo ciertos parámetros.

Otra punto interesante son las relaciones y estructuras tanto de los semas como de los
lexemas. Según Coseriu, las oposiciones semánticas se clasifican en dos tipos: según se
relacionen con otro tipo de oposiciones, y hablamos de oposiciones bilaterales-multilaterales
y proporcionales-aisladas, o según se relacionen entre sí los términos de la oposición,
resultando en graduales, equipolentes o privativas. Por su parte, los l

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