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El maíz de la viejita
Un día, una viejita mientas barría, se encontró un grano de maíz. Lo levantó y lo puso sobre las piedras de los
cimientos de su casa. Pensó que llegado el tiempo, lo sembraría. Pero vino un ratón y se lo llevó. Cuando fue a
buscarlo no lo encontró, pero ella sabía que el ratón se lo había llevado y fue a acusarlo con el Señor Gato, a quien le
dijo así:

-Señor Gato, sólo vine a pedirte si por favor puedes ir a pescarme al ratón, porque el ratón se llevó mi maíz.

-Nada me ha hecho el ratón para que yo vaya a pescarlo –respondió el Señor Gato.
Al escuchar esto la viejita fue a buscar al Señor Perro. Cuando lo encontró le dijo así:

-Señor Perro, sólo vine a pedirte que por favor vayas a morder al Señor Gato, porque el Señor Gato no quiere ir a
pescarme al ratón, porque el ratón se llevó mi maíz.

-¿Y qué me habría hecho el Señor Gato para que yo lo vaya a morder? –respondió el Señor Perro.
Partió de allí la viejita y se fue a buscar al Señor Palo. Cuando lo vio le dijo así:

-Señor Palo, vine a preguntarle si puedes hacerme el favor de ir a pegarle al Señor Perro, porque el Señor Perro no
quiere ir a morder al Gato, porque el Señor Gato no quiere ir a pescarme al ratón, porque el ratón se llevó mi maíz.

-Ninguna falta ha cometido el Señor Perro para ir a pegarle –dijo el Señor Palo.

Al escuchar esta respuesta, la viejita se fue a buscar al Señor Fuego, a quien le dijo así:

-Señor Fuego, en verdad sólo he venido a preguntarte si por ventura puedes ir a quemar al Señor Palo, porque el
Señor Palo no quiere ir a pegarle al Señor Perro, porque el Señor Perro no quiere ir a morder al Señor Gato, porque
el Señor Gato no quiere ir a pescar al ratón, porque el ratón se llevó mi maíz.
-¡Ay mamacita! Nada me hace el Señor Palo para que yo vaya a quemarlo.
Se fue la viejita con el Señor Agua y le dijo así:

-Señor Agua, tan sólo he venido a preguntarte si puedes ir a apagar al Señor Fuego, porque el Señor Fuego no quiere
ir a quemar al Señor Palo, porque el Señor Palo no quiere ir a pegarle al Señor Perro, porque el Señor Perro no
quiere morder al Señor Gato, porque el Señor Gato no quiere ir a pescar al ratón, porque el ratón se llevó mi maíz.
-Pero nada me ha hecho el señor Fuego para que vaya yo a apagarlo. Al escuchar esto la viejita fue con la Señora
Vaca y le dijo:

-Señora Vaca puede ir a beberse toda el agua, porque el Señor Agua no quiso apagar al señor fuego, porque el
Señor Fuego no quiere ir a quemar al Señor Palo, porque el Señor Palo no quiere ir a pegarle al Señor Perro, porque
el Señor Perro no quiere morder al Señor Gato, porque el Señor Gato no quiere ir a pescar al ratón, porque el
ratón se llevó mi maíz.

Pero si el Señor agua no me ha hecho nada dijo la Señora Vaca. La viejita se fue a buscar al Carnicero
Y le dijo: -Señor Carnicero podría usted ir a matar a la Señora Vaca porque la Señora Vaca no quiere beberse al
Señor Agua, porque el Señor Agua no quiso apagar al señor fuego, porque el Señor Fuego no quiere ir a quemar al
Señor Palo, porque el Señor Palo no quiere ir a pegarle al Señor Perro, porque el Señor Perro no quiere morder al
Señor Gato, porque el Señor Gato no quiere ir a pescar al ratón, porque el ratón se llevó mi maíz.

-Claro que sí- dijo el Carnicero.

La Señora Vaca al escuchar al Señor Carnicero afilar sus cuchillos corrió a beberse al Señor Agua, el señor Agua al
saber que lo iban a beber corrió a apagar al señor Fuego, supo el señor Fuego que lo iban a apagar salió corriendo a
quemar al señor Palo, al darse cuenta el señor Palo que lo iban a quemar salió corriendo a pegarle al señor Perro, el
señor Perro al percatarse que le iban a pegar salió corriendo a morder al señor Gato, el señor Gato al saber que lo
iban a morder y corrió a pescar al ratón y cuando el ratón se dio cuenta de que lo iban a pescar se fue corriendo a
dejar el maíz de la viejita sobre las piedras de los cimientos de la casa..

Al poco tiempo un día que pase por allí vi que ya tenían espigas los elotes de la viejita.
Y colorín colorado este cuento se acabado, aquí se quebró una taza y cada quién para su casa.
Y el que se quede sentado se queda pegado y el que se quede parado se queda colgado.

Autor: Feliciano Sánchez Chan

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