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TRENES IMPREVISTOS

de Duilio O. Lanzoni
1- La Discusión
Actor 1: ¿Qué habría sido de este pueblo si no hubiesen sacado el tren? ¿Te lo podés
imaginar?
Actor 2: No
Actor 1: ¿Cómo qué no? ¿Qué pasa? ¿Tan poca imaginación tenés? ¿No lo podés ver?
¿No podés ver la pujanza, el crecimiento, la cantidad de gente, el progreso?
Actor 2: Y… no, ¿qué querés que te diga? No veo nada de eso.
Actor 1: ¿Sos o te hacés? Debés ser la única persona en todo el pueblo que no extraña
al tren.
Actor 2: ¿Y cómo voy a extrañar lo que nunca tuve? Si hace más de 50 años que acá no
viene el tren.
Actor 1: ¿Y eso qué tiene que ver? Pero vos sabés lo que significa.
Actor 2: Sí, claro. Pero no como vos lo pensás. Vos tenés nostalgias de un pasado que
ni siquiera conociste. Hablás por boca de ganso, si me pertimitís la figura: tenés
recuerdos de ganso.
Actor 1: ¿Me estás tratando de ganso?
Actor 2: Te dije que era una figura. No seas literal.
Actor 1: ¿Y entonces?
Actor 2: El pueblo está acá a pesar de todo, a pesar de todo lo que joden con el tren
que no está. Como todas las cosas, el tiempo se las lleva. Y no se puede vivir de
recuerdos.
Actor 1: Pero no se trata de vivir de recuerdos. Lo que te dije es si te imaginás qué
sería de este lugar si el tren aún pasara…
Actor 2: Pero el tren no pasa. ¿Para qué querés imaginar algo que no sucede?
Actor 1: Porque todo el mundo imagina cosas distintas a las que son en realidad. Creo
que de eso se hace parte del vivir.
Actor 2: ¿Te imaginás lo que sería este pueblo si tuviese un aeropuerto internacional o
una lanzadera espacial?
Actor 1: ¿Me estás tomando el pelo?
Actor 2: Ah, ¿cuándo vos decís boludeces se trata de imaginar, pero si las digo yo, te
tomo el pelo?

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Actor 1: Pero yo imagino a partir de algo que sucedió, que estuvo, vos decís pavadas
solo para provocarme.
Actor 2: No te estoy provocando, aplico la misma lógica que vos. Me atengo a las cosas
que suceden. Y el tren que venía dos veces por semana, hace más de medio siglo que
no viene.
Actor 1: ¡Pero qué rompebolas! Solo me gustaría que te imaginaras lo que no fue.
Actor 2: Las cosas que no fueron son infinitas, imposible imaginarlas todas.
Actor 1: Una en específico te estoy pidiendo.
Actor 2: Además, ¿quién te dijo que el tren no viene?
Actor 1: SI me vas a cargar así, vamos a terminar mal. Te lo voy avisando.
Actor 2: No te cargo… ¿quién te dijo que el tren no viene?
Actor 1: Hola… ¿hay alguien ahí adentro? No tenemos ni estación, la demolieron, ¿te
acordás?
Actor 2: Que poca imaginación.
Actor 1: Ah, no. Esto termina mal, muy mal. Que pienses que el tren no hubiese
cambiado demasiado al pueblo, vaya y pase. Hay muchos que piensan como vos. Pero
que me tomes el pelo de esa manera…no te lo voy a pemitir.
Actor 2: No te enojes y escúchame. Dejate llevar un poco. Vení, acompañame. Jugá
conmigo. No todos lo saben, la mayoría porque no quiere y muchos porque no
pueden… Pero ciertas noches, en algunos días, en determinados meses de algunos
años…sucede…
(La iluminación abre a una estación de trenes. Los actores caminan hacia ella. Hay
movimiento y gente apurada, gente esperando, valijas. Todos visten ropas de épocas
distintas)
2- El diariero
(En el centro de la iluminación el diariero. A su alrededor la gente corre y le grita:
Alcahuete, alcahuete. Los ignora a duras penas. Vocea)
Diariero: A los diarios y revistas, diario, diario… Recién llegaditos de Buenos Aires,
noticias fresquitas, a los diarios, diarios: El Mundo, La Razón, La Prensa, El Gráfico,
Billiken, Tommy Futuro, Horizonte Cero… a los diarios, diarios… (Cambia)
A este pueblo lo parió un tren. Primero el tren, luego: el pueblo. El tren que nos parió
fue padre y madre. De a poco fueron floreciendo casitas y calles, árboles y perros,
chicos y viejitas, recuerdos y nostalgias. El tren nos parió de pasado. Un parto de casi
tres años. Desde un sueño. Porque hacían falta vías para llevar la cosecha. Pero más
falta hacían quienes sembraran. No es cuestión de huevos y gallinas. El tren nos habrá
parido pero porque primero hubo gente con el lomo partido en dos haciendo parir a la

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tierra. Pero si. Primero fue el tren, después el pueblo. Hasta que un tal Larkin dijo que
había que reducir costos y el padre-madre de acero y ruido ya no vino más. Cuando el
otro siglo, el que pasó, apenas dejaba atrás su primera mitad. El ruido se hizo
recuerdo, ausencia, vía desnuda y huérfana. Nostalgia de un pasado perdido y la
melancolía del futuro que nunca llegaría. Hasta la estación se llevaron. Había que
borrar cualquier vestigio. Pero el tren fue el miembro ausente de un pueblo parido a
sus vías.
¿Qué tienen los trenes que nos cautivan? ¿Su marcha rítmica, su imponencia, el
traqueteo de infancia, el polvo? ¿Son los trenes los que llevan en sus vagones los
recuerdos? ¿O allí se va la infancia?
¿Los trenes están siempre llegando o son partida, adiós, ausencia?
La mano en alto que saluda desde el andén. La vieja valija que nos toca la pierna. La
cara que se hace distancia tras una ventanilla. Y el traqueteo, y el irse.
Todos los trenes se van hacia el pasado. Aun los que llegan. Porque se irán al rato. Por
eso la nostalgia, la tristeza.
A este pueblo lo parió un tren. Allá lejos. Aquellos trenes convergentes que se llevaban
la riqueza hacia los barcos. Para eso los hicieron. Pero los trenes parieron pueblos y las
casas, las calles, los árboles, aun los esperan. Miembros ausentes que vuelven y
vuelven… Siempre desde el pasado. (Cambia)
A los diarios, diarios… diarios y revistas recién llegaditos… Sepa lo que pasa en el
mundo, conozca el afuera, a los diarios, a los diarios, a la globalización, al mundo… (Le
vuelven a gritar Alcahuete) ¿A quién le gritan alcahuete ustedes, a mi? ¿A mi? Ya van a
ver cuándo los agarre (Los corre, salen de escena)
3- Los novios (1)
(Ella, ensimismada, mira el paso del tren. Se balancea rítmicamente. Él se acerca
tímido, deslumbrado. Hay movimiento de gente y músicos tocando, trajín típico de la
llegada del tren)
El: A veces dudo de mis ojos. Si es posible que deformen lo que ven y lo conviertan en
una imagen ideal, soñada. (Ella lo mira y sonríe, entre agradecida y turbada en todo
momento) La he visto, señorita, cada vez que el tren pasaba durante meses. Yo
sentado en el vagón, anhelando el momento en que la ventanilla encuadrara su
imagen. La primera vez creí en el error de mis ojos. La segunda vez, descubrí que me
había equivocado, pero al revés. ¡Era usted más bella! Como no lo podría creer, viajé
sin ninguna necesidad, a ninguna parte, en cada tren que por aquí pasaba. Y siempre
estaba usted allí, radiante, esplendorosa. ¡Hasta he creído que usted me miraba, que
por haberme visto venía cada vez! Para encontrarnos en los ojos. Dígame si es
verdad… ¿venía usted por mi?
Ella: ¿Yo? No, no… mi papá trabaja en la estación, por eso vengo.

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El: No importa, no le dé crédito a mi desbocada fantasía de enamorado… Dígame,
¿cuál es su gracia?
Ella: Ay, ninguna… apenas si me sale el principio de Para Elisa en el piano.
El: (Se sorprende) Y encima tiene un delicado sentido del humor. ¿Cómo se llama
divina criatura? Espere, espere… no me diga… Usted debe tener nombre de flor…
Ella: ¿Cómo lo supo?
El: ¿Margarita, Azucena, Iris, Petunia… Rosa?
Ella (Feliz como si fuese un juego) Rosa, Rosa, me llamo Rosa…
El: (Haciendo aparecer una rosa) Una rosa para mi rosa.
Ella: ¡Es un mago! ¡Un mago! ¡Con razón me adivinó el nombre!
El: Usted, bella niña, exacerba mis dotes y transforma en magia el amor que siento por
usted.
Ella: ¿Sabe trucos con cartas?
El: Como le decía, hace mucho tiempo que la miro desde la ventanilla del tren. Hoy
tomé coraje y decidí bajarme y hablarle. No quiero ser atrevido, pero ¿puedo hacerle
una pregunta?
Ella: ¿Me va a hacer otro truco mágico?
El: Eh…no. Una pregunta solamente.
Ella: Bueno, si… Me pone ansiosa.
El: ¿Quiere ser mi novia? (Ella lo mira, sonriente y ansiosa, pero no contesta) ¿Me
entendió, Rosa?
Ella: ¿Qué?
El: Disculpe si sueno apresurado, pero es mucho el tiempo que llevo mirándola,
soñando con usted. Noches enteras en vela, reconstruyendo su rostro, imaginando su
voz, tratando de percibir su tacto. Idealizando sus gestos, sus sonrisas… Entonces
pensé, ¿a qué esperar? ¿Qué es el tiempo sino una trampa para demorar las ilusiones?
Por eso, aunque suene absurdo y desproporcionado, ¿quiere ser mi novia?
Ella: ¿Yo? ¿Su novia?
El: Perdóneme, Rosa, si me excedo. Pero no hay quien detenga a un corazón puesto a
galopar.
Ella: ¿Su novia?
El: Mis intenciones son serias. Total y absolutamente serias. Es más, quiero que sea mi
novia, para casarnos pronto. Lo antes posible.

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Ella: ¿Casarnos?
El: Pero no me crea un loco, bella Rosa. Hoy el trabajo que tengo es muy precario y mi
sueldo escaso. Así que lo he planificado todo al detalle. Cambiaré radicalmente el
modo en que me gano la vida y volveré a usted, pleno y pletórico, con la certeza de
poder suministrarle un sustento digno y una vida cómoda y descansada. Pero debe
usted concederme un tiempo. Los objetivos que me he propuesto no se concretan de
un día para el otro. La ansiedad será mi condena, pero vuestro amor me dará la
paciencia necesaria para llegar a buen puerto…
Ella: ¿Puerto?
El: ¿Y qué me dice?
Ella: ¿Qué le digo de qué?
El: No, si yo la entiendo. Mi locura no es tal que no alcance a percibir su graciosa
dignidad. Entiendo perfectamente… Todo lleva su tiempo, y yo la atosigo… Pero
compréndame, el tren está por salir y yo debo partir de inmediato a poner en marcha
el futuro, nuestro futuro. ¿Acepta, Rosa?
Ella: Eh… bueno…
El: (Jubiloso) Lo sabía, lo sabía. Soy el hombre más feliz de la tierra. (La toma en sus
brazos y la hace bailar por toda la escena al compás de la música que la banda hace
sonar.)
Ella: Oiga, don… ¿Y si quedo embarazada ahora que bailamos? ¿Se imagina lo que van
a decir en el pueblo? Me agarró así, de sopetón, y no tuve la culpa. Pero mi mamá me
manda de monja si llego a quedar embarazada… Además, ¿usted me dice que nos
vamos a casar en un puerto? ¿Por qué no me dijo que era marinero? Pero después me
dice que no tiene trabajo. ¿No era mago usted? Me confunde un poco. Y me dice que
lo espere… ¿Acá? ¿No lo puedo esperar en casa? Porque no sé si quiero esperarlo en la
estación. ¿Usted cuánto calcula que va a tardar? Y cuando vuelva, ¿voy a ser su novia o
su esposa?
El: (Confundido y arrepentido) Le he dado mi palabra, Rosa. ¿Qué sería del mundo si no
cumplimos nuestra palabra? Espéreme donde quiera, Rosa, pero yo volveré por usted.
Volveré, Rosa, volveré… (Se va, apesadumbrado. Mirándola incrédulo)
Ella: Lo espero en casa, entonces.
Madre (Ingresando) Rosa, vamos yendo que papá va a tardar un poco acomodando las
encomiendas. ¿Qué hacías?
Ella: Mamá: me puse de novio y me voy a casar.
4- El diariero
Diariero: Diario, diario… levantan más ramales de trenes. Demuelen estaciones,
eliminan vías. El país sin trenes…

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Nadie sabe por qué. Y a veces no importan los por qué sino lo que sucede. Y lo que
sucede en este pueblo, algunas noches, en ciertos meses, cuando la luna lo decide o
no, cuando algo lo determina o no, la estación vuelve a erigirse, las vías reaparecen y
trenes imprevistos comienzan a llegar de cualquier tiempo y de cualquier lugar. La
noche suele presagiarlo. Quizás sea la nostalgia o las ganas inmensas que siempre
tuvimos de tener a nuestro tren padre, el caso es que – cómo fantasma juguetón- el
tren vuelve. Vuelve del pasado, a veces del futuro y de cualquier parte. Han llegado
viajeros sin saber una palabra de castellano, viajeros que se van quedando. Una vez
vino un tren repleto de daneses. Habían salido de un pueblo a otro en su Dinamarca y
terminaron aquí. No es necesario encontrar una explicación, ni siquiera buscarla. Solo
hay que aceptar los hechos, aquellos que pueden. No todos creen que esto suceda.
Pero sucede. ¿O acaso ustedes no lo están viendo? ¿No es esto tan real como lo soy
yo? ¿Acaso alguien puede decir qué es lo real?
Solo aceptemos las cosas como son: esta es una de esas noches. Hoy tenemos trenes
imprevistos. Y con cada uno de ellos, otra historia…
Diario, diario… proponen extender las vías hasta la playa… a los diarios, diarios…
5- El catálogo
Guarda: Señoritas, acá está su pedido. Que lo disfruten.
Mujer 1: Gracias, buen hombre. Aquí tiene su comisión.
Guarda: Por favor, señorita, si a mi no me cuesta nada.
Mujer 1: Insisto, es por la molestia y la deferencia.
Guarda: Bueno, si insiste… pero no hace falta. ¡Muchas gracias!
Mujer 2: ¿A ver, a ver?
Mujer 1: (Abriendo el paquete que le entregó el Guarda) Mirá qué belleza este vestido.
Es idéntico, tal cual estaba en la foto del catálogo.
Mujer 2: ¡Qué maravilla! Vas a dejar el tendal en el próximo baile… ¿Quién, salvo
nosotras podemos disponer del último grito de la moda de Buenos Aires en este
pueblito, eh?
Mujer 1: Suspiros en los hombres y suspiros en las mujeres.
Mujer 2: Pero suspiros bien distintos… Mirá, mirá quien viene allá… Justo, ni que lo
hubiésemos programado… ¡La Chirusita!
Mujer 1: No le digas así, ¡mirá si te escucha!
Mujer 2: Que me escuche, ¿qué me importa? Si es lo que es, una chirusa… (Se acerca
Mujer 3, viene buscando a alguien) Hola… ¿cómo estás?
Mujer 3: Bien, bien, ¿y ustedes?

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Mujer 2: De maravillas, no podríamos estar mejor.
Mujer 3: Qué bien, me alegro (Intenta irse)
Mujer 1: Parece que estas apurada.
Mujer 3: Si, un poco porque…
Mujer 2: ¿Vos apurada? ¿Para llegar a dónde? Si todo está en el mismo lugar siempre…
¿no me digas que vas a tomar el tren?
Mujer 3: No, no…
Mujer 2: Ah, menos mal, porque con esa facha no estás ni para salir de tu casa.
Mujer 1: Mirta, no seas mala.
Mujer 2: ¿Por qué mala? La cosas como son, al pan pan, y al vino vino. Digo yo,
querida, ¿no has pensado en arreglarte un poquito, en ponerte, qué se yo, un
toquecito más presentable?
Mujer 1: ¡Mirta!
Mujer 3: No sé, qué se yo… Mirá, lo hablamos en otro momento, en serio que estoy
apurada.
Mujer 1: Ah, bueno… Apurada, apurada dice… ¿Sabés qué? Lo que hacés es mala
educación. Lo que te dice Mirta es tal cual. ¿Por qué siempre andás así, tan sin
arreglarte, sin maquillarte?
Mujer 3: No sé, no soy como ustedes.
Mujer 2: ¿Cómo nosotras, qué nos estás queriendo decir, de qué nos estás tratando?
Mujer 3: De nada, solo señalo que somos distintas. Ustedes siempre están producidas,
arregladas, yo no. Eso es todo. No es un juicio de valor, es un hecho. Punto.
Mujer 1: Punto nada. ¿Y vos por qué crees que estamos siempre así?, a ver, decí.
Mujer 3: No sé, chicas, supongo que les gusta, pero estoy…
Mujer 2: Pero mirala a esta… Le molestamos parece. No, querida. No es estrictamente
porque nos gusta, no, no. Es porque de esta manera, de esta elegante y agradable
manera nos disponemos a nuestro principal designio.
Mujer 1: Eso, ¿qué otra cosa si no es conseguir un buen partido, para poder casarnos,
formar una familia, tener una casa en el pueblo, otra en la playa?
Mujer 2: El sentido de la vida, propiamente. ¿Y cómo hacemos eso? Con originalidad e
inteligencia. Porque seguramente te has preguntado varias veces: ¿cómo hacen estas
dos mujeres para estar siempre a la moda, bellas y elegantes?
Mujer 3: La verdad es que…

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Mujer 1: Pasa que usamos la cabeza para algo más que llevar nuestros peinados
perfectos. Nosotras, querida, compramos en Buenos Aires, lo mejor, lo último, lo más
chic.
Mujer 2: El procedimiento es sencillo pero complicado a la vez. Un guarda nos trae los
catálogos de las principales casas de ropa de la capital. Nosotros debatimos y elegimos,
al siguiente tren buscamos a otro de los guardas y le damos el dinero y a la próxima
vez, el primer guarda nos trae nuestro pedido.
Mujer 1: Por ejemplo, para graficar: ¡este precioso vestido! Miralo, míralo, pero no lo
toques. Mira qué maravilla, qué corte, qué detalles. Imaginame a mi dentro de él y
luego imagínate a los solteros más codiciados mirándome.
Mujer 2: Y unos cuántos casados también.
Mujer 1: Esos no cuentan… creo.
Mujer 2: Y todo lo hacemos para cumplir el designio de toda mujer sana y normal… Y
aún así cuesta, cuesta mucho, porque como bien sabés, acá los hombres apropiados
para gente como nosotras, no abundan.
Mujer 1: Si sentís envidia, es lógico. Porque seguramente ahora estarás pensando: si
estas dos con toda su elegancia e inteligencia, y la habilidad para comprar que
demuestran dicen que es complicado para conseguir un novio potable, ¿qué haré yo?
Mujer 2: ¿Te quedaste sin palabras? No importa, miranos y aprendé, quién te dice que
con el tiempo…
Guarda: (Entrando, a Mujer 3) Señorita, la estaba buscando por todos lados, casi que
se va el tren y usted no aparecía.
Mujer 3: Si, yo lo estaba buscando también. Pero acá las chicas no me dejaban salir.
¿Me pudo traer lo que le pedí?
Guarda: Si, muchacha, si. Casi que me lo tengo que llevar de vuelta. Ya se lo traigo.
(Sale un momento. Mujer 3 ignora las miradas de asombro de las otras dos. Reingresa
el Guarda y trae a un hombre de la mano) Acá está. Es el novio que pidió por el
catálogo. Cuídelo bien, ¿eh?
Mujer 3: Muchas gracias. Acá tiene su dinero.
Guarda: Por favor, señorita, si a mi no me cuesta nada.
Mujer 3: Insisto, es por la molestia y la deferencia.
Guarda: Bueno, si insiste… pero no hace falta. ¡Muchas gracias!
Mujer 3: (Sale con el Novio, del brazo) Chau chicas, nos vemos por ahí. Cuando quieran
seguimos charlando.
6- Otra Discusión

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Actor 2: ¿Y entonces?
Actor 1: ¿Entonces qué?
Actor 2: ¿Qué me decís de lo que estás viendo? ¿Te das cuenta? El tren aun llega.
Actor 1: No, ¿qué me querés hacer creer? Esto no es cierto.
Actor 2: ¿Cómo que no es cierto? ¿No lo ves acaso?
Actor 1: Lo veo, lo veo, pero no es real.
Actor 2: “Qué cosa el surrealismo, que enseña a comprender que existe lo que no
existe y lo que existe se está por ver”.
Actor 1: Esto es una farsa, pura impostación.
Actor 2: No te confundas, tampoco estás mirando la televisión.
Actor 1: ¿Pero quién puede creer que, de pronto, porque si, por magia, aparece la
estación de nuevo y los trenes llegan de cualquier parte y de cualquier tiempo?
Actor 2: Cualquiera que venga al teatro y acepte su juego. De eso se trata, de simular
la verdad. Pero esa simulación es tan verdad como tu auto. Más verdad que un mundo
virtual, que amigos virtuales. El teatro es contante y sonante.
Actor 1: Hubiésemos empezado por ahí. Me trajiste al teatro sin avisar.
Actor 2: No te traje al teatro, ahí te equivocás.
Actor 1: Pero si acabás de decírmelo.
Actor 2: Pregunta importante: ¿vos considerás que existís?
Actor 1: Ah, vamos a tener un debate filosófico.
Actor 2: Es una pregunta importante, pero a la vez muy simple. Contestame.
Actor 1: Por supuesto que existo. Me ves, te veo, toco… y al responder pienso que
existo y lo afirmo. Pero mi existencia no le da entidad al resto de esta farsa.
Actor 2: Es que vos y yo somos también parte de la obra. Los que introducen el tema,
los personajes del prólogo… Si nosotros existimos, entonces, todo lo demás también.
Actor 1: ¿Un personaje? ¿Soy un personaje?
Actor 2: Tranquilo, que no te escribió Pirandello. Ahora callate y quedate quieto y mirá
lo que viene.
7- La Novia
Ella: Mamá, me puse de novio y me voy a casar.
Madre: Ay, hija, ¿pero qué decís? Si hace quince minutos que te dejé acá en el andén
mientras iba a hablar con papá.

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Ella: Mamá, siempre me dijiste que el tiempo es lo menos importante, que lo que
importa son las cosas que suceden.
Madre: Si, bueno, pero…
Ella: Y sucedió, mamá, sucedió. Me voy a casar.
Madre: A ver, contame.
Ella: Yo estaba acá, paradita, sin hacer nada. No provoqué, no miré, no sonreí, nada de
eso. Y de pronto baja un señor del tren y me dice que me ha visto no sé cuántas veces.
Eso me sorprendió un poco porque yo no vi que el mismo tren pasara tantas veces,
aunque tal vez me dijo que había pasado distintas veces y me vio siempre, o que
siempre que pasa me ve muchas veces…
Madre: No te disperses, contame.
Ella: Me habló en idioma pletórico, me hizo trucos de magia, en uno de los cuales
adivinó mi nombre por lo que me regaló una rosa. Porque yo me llamo Rosa.
Madre: Si, si, sé cómo te llamas. Seguí.
Ella: Ahora que lo pienso, menos mal que no le dije que me llamo Rosa Juana, porque
tal vez me hubiese hecho aparecer juanetes, ¿no? El caso es que me habló y me habló.
Yo me perdí un poco en lo que decía, porque era algo rebuscado. Pero creo que estaba
enamorado de mi. No sé si de antes o de ahora, pero enamorado y que se quería casar
conmigo. No ya, sino cuando consiguiera un trabajo mejor pago porque parece que él
es marinero y mago y no se gana bien con eso. Supongo que hace magia en los
puertos, regala cosas que representen al nombre, hace desaparecer barcos y viaja en
tren. Esto último no es mágico, pero tiene su encanto.
Madre: ¿Y cómo se llama el muchacho?
Ella: No sé, no me dijo. Tampoco es que le pregunté, estaba apurado porque se iba el
tren y tenía que ir a buscar trabajo, o quizás mirarme desde la ventanilla. ¿Saludaré
cada vez que pasa un tren por si va él, que ahora descubro que no sé cómo se llama?
¿Sabré su nombre antes de casarnos? ¿Y cuándo las chicas pregunten por mi novio,
está bien decirles que no sé su nombre?
Madre: Hija querida, qué inocente e imaginativa que sos. ¿Cómo te vas a casar,
querida?
Ella: Es que tal vez quedé embarazada, mamá. Porque de golpe y porrazo, el me agarró
así y se puso a bailar. Te pisé, perdón, era para ejemplificar, aunque él no me pisó, el
ejemplo era el baile, no el pisotón.
Madre: No, querida. No estás embarazada del señor, quédate tranquila.
Ella: ¿Vos estás segura? Bueno, sí. Vos sabés más porque sos mi mamá y has estado
embarazada antes y te das cuenta de esas cosas. ¿Le decimos a papá que me voy a
casar?

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Madre: Pero no, hija. No te vas a casar.
Ella: ¿Ah, no?
Madre: No, de ninguna manera. ¿Cómo te casarías con un marinero que es mago y
encima no tiene trabajo? ¿Qué futuro te espera? Los marineros tienen una novia en
cada puerto y los magos cortan mujeres en su trabajo. Las serruchan, aunque después
las vuelven a unir. Cosas de magos. Pero mirá si un día te usa a vos para sus trucos y te
hace desaparecer o te corta. ¿Te imaginás la angustia que tendríamos papá y yo?
Encima no tiene trabajo o sea que vive de la magia, o hace magia para vivir. De
ninguna manera te vamos a permitir que te cases con una persona así que ni nombre
tiene.
Ella: Bueno.
Madre: Vamos a buscar a papá.
Ella: Pero yo tenía ganas de casarme.
Madre: ¿Estás segura?
Ella: Y sí. Toda esta historia me dio unas ganas bárbaras.
Madre: Pero nada de forasteros, querida. Busquemos un muchacho del pueblo, uno
que esté en la estación y remediamos la situación.
Ella: Si vos decís. Debés saberlo porque sos mi mamá y te casaste antes.
Madre: Y a tu papá lo conocí así, acá en la estación… (Busca entre la gente, revisando a
los varones) Muchacho, ¿tenés novia o estás casado?
Muchacho: No, señora, no.
Madre: ¿Te querés casar con mi hija?
Muchacho: (Revisándola como si fuera un auto) Si, claro. ¿Cómo que no?
Madre: ¿Viste querida? Todo arreglado. Vengan, pueden darse la mano o agarrarse del
brazo. Vamos a contarle a papá así ponemos la fecha. No fue magia, hija.
Ella: ¿Cómo te llamás?
Muchacho: Roberto.
8- El Ovni
(En escena Roberto con las dos mujeres de la escena de los catálogos)
Mujer 1: Un ovni, un ovni.
Mujer 2: ¿Qué es un ovni?
Mujer 1: Un objeto volador no identificado.
Mujer 2: Está mal dicho, porque si le decimos ovni lo estamos identificando.

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Mujer 1: Nos invaden, van a secuestrar a todo el pueblo.
Mujer 2: Se dice abducir.
Mujer 1 Mirá si con este susto vas a andar siendo tan precisa con el lenguaje.
Roberto: Si es un ovni ya podemos ir despidiéndonos.
Mujer 2: ¿Por qué dice eso?
Roberto: Porque los ovnis son los que esparcen el olvido. Al que se lo llevan, es como
si no hubiese existido
Mujer 1: Los ovnis vienen a restablecer las vías férreas, desaparece la ruta y vuelven
las vías.
Mujer 2: Vienen a llevarse el agua del mar. La precisan en su planeta. ¡Nos vamos a
quedar sin playa encima!
Mujer 1: Nos vienen a colonizar.
Mujer 2: No tenemos espacio para otra colonización más. ¡Si nos vienen a colonizar,
circulando, no hay lugar!
Roberto: No, no, escuchen lo que les digo. ¿Por qué nadie sabe casi nada de ellos?
Porque se llevan con ellos la memoria, borran la existencia del que es secuestrado. Yo
creo que tuve un tío al que se llevaron. Y fíjense que digo creo porque casi no me
acuerdo de él. Está bien, yo era muy chiquito cuando desapareció. Era hermano de mi
madre y después de eso, ni ella se acordaba. Nunca tuve un hermano, me decía.
¿Cómo no, mamá?, le decía yo… El tío Abel, si yo me acuerdo. Ella me miraba como
espantada, por un segundo parecía que la memoria volvía y después se reía… ¡Qué
imaginación la tuya!, decía y se iba.
Mujer 1: O sea, que se olviden de uno es peor que morirse. No dejar ni el recuerdo de
una huella. No estuvimos nunca.
Mujer 2: ¡Qué malvados! ¿Por qué hacen eso?
Roberto: No es maldad, es su ser. Esparcir de olvidos las galaxias, restar recuerdos.
Mujer 1: ¿Y para qué?
Roberto: No es para qué, es por qué. Eso es porque la memoria no es infinita. Ocupa
un espacio. Demasiada memoria acumulada puede detener al tiempo y no sabríamos
si andamos por el presente o por el pasado… Si estamos en una vivencia o en un
recuerdo.
Mujer 2: ¿Y qué espacio podemos ocupar nosotros? Una nada… un soplo, un pestañeo.
¿Para qué llevarnos?
Mujer 1: Da miedo, pero me siento importante.
Mujer 2: Miren, la luz se va deteniendo. Avanza más despacio.

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Mujer 1: Neguemos todo. Total, estamos en tiempo de los post verdad.
Roberto: Mirémonos bien, si alguno es abducido el resto debe hacer fuerza para no
olvidar.
(Se miran a los ojos. El Guarda ingresa)
Guarda: Señoras, caballeros, anunciamos la llegada a nuestra estación del Tren de las
Nubes. Sean cuidadosos con sus pertenencias personales y recuerden que está
prohibido salivar en el andén.
9- El Diariero
Diariero: ¿Por qué extrañamos tanto a los trenes? Quizás, digo y arriesgo, conjeturo,
es porque no hay mayor presente que viajar en un tren. El tiempo es nuestro, arriba de
ellos. Somos parte del inasible presente. El punto de partida: el pasado. La estación de
llegada: el futuro. En el medio: el viaje. Por la ventanilla todo viaja rápido, como nos
pasan las cosas mientras vivimos. El afuera es una película acelerada. Apenas flashes
que no podemos retener. Es imposible retener todo el viaje en la memoria. Nos queda
lo más destacado, lo llamativo. Todo pasa y nosotros sentados en ese asiento
reversible. Todo parece quieto y se mueve hacia adelante, con el tiempo. Si es que el
tiempo se mueve hacia adelante.
Por eso, esta orfandad de trenes nos duele. Nos deja desnudos. Sobrevivimos, pero
aislados. Muy a pesar de que en este país los trenes no se trazaron para hacerlo crecer,
con sus vías como tela de araña, como rizoma que comunicara cada pedazo de su
extensión. Aquí los hicieron converger hacia el puerto, para extraer la riqueza allende
los mares. Pero, a pesar de eso, los trenes parieron pueblos. Como este. Como tantos.
Y su ausencia es pura nostalgia, porque en algún punto nos dejaron sin presente. Solo
pasado y la dificultad del futuro.
Diario, diario, a los diarios y revistas… Recién llegaditos de Buenos Aires, siempre de
Buenos Aires, todos a su forma y medida, diarios, diarios… Noticias de allá… Noticias
de allá.
10- Los Novios (2)
(Ella, parada en el andén, parece esperar a alguien. Ingresa El)
El: ¡Al fin, después de tanto tiempo! Tantas penurias, tantas vicisitudes, tantos cambios
de gobierno, tantos cambios de vías, trenes equivocados, ¡épocas equivocadas! Al fin,
tras tanto, he podido volver a cumplir mi palabra.
Ella: Perdón, estaba distraída, ¿me habla a mi?
El: Claro, ¿a quién si no?
Ella: Ay, es que como le dije, estaba distraída. ¿Me lo podría repetir?
El: El resumen de mis palabras es: ¡al fin he vuelto!

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Ella: Pero qué bien… me alegro mucho por usted. Volver, volver es todo un trabajo,
¿no? Pero uno siempre quiere volver, claro. Ni bien se va uno dice: vamos a volver.
El: ¿No se acuerda de mi?
Ella: Si, pero ¿cómo no? Claro que me acuerdo… está un poco cambiado, pero claro,
fuimos juntos a primer grado y…
El: No.
Ella: ¿No? Hubiese jurado… Ah, pero ya sé, no me diga nada. Nos conocimos en La
Palma el día que…
El: No.
Ella: Pero qué cabeza la mía… Disculpe… Usted era un viajante que siempre paraba en
el hotel…
El: Tampoco.
Ella: ¡Ya sé! Pero mas vale. Sos el primo Arnoldo, el que vive en Bahía Blanca. Lo que
pasa es que tantos años sin que nos visitaras…
El: No soy Arnoldo.
Ella: Bueno, entonces… Entonces… Entonces no tengo la menor idea. Discúlpeme. ¿No
se habrá confundido usted?
El: (Haciendo aparecer una rosa) Una rosa para mi Rosa. (Ella lo mira extrañada. No
parece comprender)
Ella: ¿Un mago? Qué lindo lo que hizo. Un mago. Ahora que lo dice, yo una vez, hace
un tiempo conocí un mago. No me acuerdo dónde. Si no me equivoco fue aquí mismo.
Un mago que era mago y marinero. Y hablaba en un idioma extraño, un idioma
pletórico. Mire cómo me acuerdo…Un mago que… (Recordando) Ah, pero si es usted
mismo. ¡Pero mire qué casualidad! ¿Y qué dice, cómo le va, qué anda haciendo por
acá? ¿Tiene parientes en el pueblo?
El: Pero Rosa, ¿no se acuerda de lo que le dije aquella vez?
Ella: No mucho, ¡hablaba difícil usted!
El: Le di una rosa, bailamos, le dije que éramos novios, que mi trabajo era impropio
para sostener una familia, y que volvería por usted para casarnos cuando pudiera
satisfacer cada una de sus necesidades.
Ella: ¿Mis necesidades? No lo recordaba tan atrevido.
El: Y aquí estoy, mi amada Rosa. He cumplido, no sin obstáculos, no sin desánimos, no
sin dudas, cada uno de mis objetivos. He labrado un presente sólido para asegurar un
futuro óptimo y pródigo.
Ella: ¡Cuántas esdrújulas!

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El: Aquí estoy, he vuelto. Vengo a que nos casemos, amada Rosa.
Ella: Ay, este muchacho, no le voy a decir que no me halaga, pero ¿sabe qué pasa?, ya
estoy casada yo…
El: ¿Cómo?
Ella: Tres hijos tengo ya. La mayorcita me empieza la secundaria.
El: ¿Se casó, no me esperó?
Ella: No es que no lo esperé. ¡Me olvidé! Una sola vez lo vi, ¿qué quiere que haga?
Pero me acuerdo que me entusiasmé cuando usted me dijo todas esas cosas, pero
después vino mi mamá y no me dejó. Le tenía cierto resquemor a usted, mi mamá.
Que debe andar por ahí. Si quiere la llamo para que vea que no le miento. Y ahí nomás
mi mamá me buscó un novio acá en el pueblo, y me casé. Después vinieron los hijos.
Usted me mira así y ya sé por qué. Por esa vez que bailamos. Quédese tranquilo. No
me quedé embarazada. Margarita, la mayor, nació como 3 años después. De casarme.
¿Usted me entiende, no? No fue desamor, fue olvido nomás.
El: Pero…
Ella: Y mire, justo ahí viene Roberto, mi marido. Venga, venga que se lo presento.
¡Roberto! Mirá te voy a presentar a alguien. Este es mi marido. Este es el muchacho
aquel con el que me iba a casar. El que era mago y marinero.
Roberto: Claro. Encantando. ¿Cómo le va? Rosita me contó de esa vez. Le voy a
confesar algo, yo andaba por el andén justo ese día que usted estuvo y ahí fue cuando
mi suegra me encontró para que nos casáramos. Así que en parte usted es como un
padrino para nosotros.
El: Pero, yo…
Ella: Tenés razón. No lo había pensado así.
Roberto: ¿Por qué no se viene a casa a comer algo? Así charlamos. Me cuenta cómo es
eso de ser mago y marinero. En el fondo le tengo un poco de envidia. Yo no he salido
mucho del pueblo.
El: No, le agradezco. Tengo que tomar el próximo tren. Otra vez será. Muchas gracias.
Roberto: Bueno, si anda por el pueblo, ya sabe dónde encontrarnos.
Ella: Adiós, muchacho. Hasta cualquier otra vez. Cualquier cosa que pase, yo le aviso. Si
enviudo, me separo o esas cosas. Quédese tranquilo que lo tengo al tanto.
El: Bueno… gracias. (Se van. El Guarda que ha escuchado todo se acerca a él)
Guarda: Disculpe. No pude evitar escuchar todo lo que pasó. No quisiera estar en sus
zapatos ahora mismo. ¿Quiere que tomemos algo, se siente bien?
El: Si, si, estoy bien.

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Guarda: ¿Seguro?
El: Solo vine a cumplir mi palabra. Si no cumplimos con lo que decimos, ¿qué nos
queda? En el fondo solo fue el destello de una noche, de una estación de tren. El amor
fugaz de una parada. Lo demás, simple construcción. Tiempo. Nada que no se pueda
solucionar.
Guarda: Como quiera. Mire que no tengo ningún problema en escucharlo.
El: ¿De qué tren bajé, se fijó?
Guarda: Claro, es mi trabajo. De uno de 1970.
El: ¿Y no sabe cuándo saldrá uno para 1954?
Guarda: Bueno, eso nunca se sabe en esta estación. Pero si confía en un viejo que lleva
décadas acá, quizás sea el próximo.
El: Entonces, ni bien llegue, parto hacia ahí.
Guarda: ¿Y a qué va a 1954? Si no le molesta que pregunte…
El: A empezar de nuevo. A empezar de nuevo.
11- El Bromista
Sastre: Señora, ¿tengo bien la corbata?
Señora 1: Ay, no, sastre querido. Usted que todo el tiempo mide y hace trajes
perfectos, tiene la corbata torcida.
Sastre: Me parecía.
Señora 1: Si me deja, se la acomodo.
Sastre: ¿Pero cómo no? (La señora intenta acomodar la corbata. Al hacerlo esta
comienza a estirarse. La señora se desespera hasta que se queda con la corbata en la
mano, en realidad, un montón de trapos. El sastre contiene la risa)
Señora 1: Ay, querido, ¡mire el desastre que hice!
Sastre: No se preocupe, señora. (La señora 1 huye avergonzada. Ingresa Señora 2)
Señora, disculpe, ¿le puedo pedir un favor?
Señora 2: Pero por supuesto, por supuesto. Dígame.
Sastre: Tengo las manos sucias. Ayudé a un chico recién a inflar la rueda de una
bicicleta y me quedaron las manos a la miseria. ¿No sacaría el pañuelito de mi bolsillo,
así me limpio?
Señora 2: Ya mismo, ya mismo. (La señora intenta sacar el pañuelo. Pero el pañuelo se
convierte en una tira interminable de tela. La señora se ve sorprendida, mientras el
sastre sigue conteniendo la risa) Pero… no cambia más usted, siempre igual. (Ingresa
señor 1)

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Sastre: ¡Benavidez!, ¿cómo le va, cómo anda?
Señor 1: Sastre, ¿qué dice? ¿Qué anda haciendo por acá por la estación? ¿No andará
haciendo de las suyas, no?
Sastre: ¿Pero qué dice, Benavidez? Vine a esperar a unos parientes que vienen de
visita de Tres Arroyos. ¿No me saluda? (Le extiende la mano)
Señor 1: Uy, disculpe. Qué descortés. (Extiende su mano, aprieta la del sastre que es
una mano falsa. Se queda con el brazo en la mano, mientras el sastre se hace el
manco)
Sastre: ¡Pero Benavidez querido! Usted sí que da la mano con firmeza. (Disimula su
risa)
Señor 1: (Tirando al piso el brazo falso) ¡Ya me lo tendría que haber imaginado, no
cambia más! (Ingresa señora 3. El sastre huele una flor)
Sastre: Señora mía, dígame usted si esto no es un milagro. Un clavel con perfume a
jazmín, algo nunca visto.
Señora 3: ¿Cómo dice?
Sastre: Me lo habían contado y no lo creía y mire usted. Ahí, al ladito de las vías crecen
estos claveles silvestres y ¡con perfume de jazmín! Increíble.
Señora 3: ¿En serio?
Sastre: ¿No me cree? Compruébelo usted misma. Huela, huela. (Cuando la señora se
acerca a oler la flor, el sastre hace salir un chorrito de agua que baña a Señora 3. Esta,
furiosa)
Señora 3: Ah, no. Ah, no. Eso sí que no. ¡Usted no sabe con quién se ha metido! ¡Acá
se terminaron sus bromas insoportables! Basta, se acabó…
Sastre: Bueno, discúlpeme. No se ponga así, no es para tanto, usted ya me conoce.
Todos me conocen…
Señora 3: Como presidenta de la liga de amas de casa de la clase media, en defensa de
la moral, la religión y las buenas costumbres, como secretaria de la Asociación de
madres en lucha contra la homosexualidad y las bromas fuera de lugar, voy a convocar
a una asamblea urgente de nuestros afiliados para imponer su inmediata expulsión del
pueblo. ¡He dicho!
Sastre: ¿No será mucho?
Señora 3: (Mientras convoca a los de la estación a una asamblea) ¿No fue usted acaso
el que me impidió la venta de los pastelitos de membrillo y batata- que tan ricos hago-,
cuando a mi cartel habitual de HAY PASTELITOS, que pongo frente a mi casa todos los
días, le agregó la palabra NO y quedó: NO HAY PASTELITOS.
Sastre: Y, si…

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Señor 1: A mi me hizo un saco, hermoso, perfecto, pero le cosió los bolsillos. ¡La rabia
que me dio cuando quise poner las manos adentro!
Señora 2: Una vez que fui a la sastrería me di un susto de muerte. ¡Un saco se movía
solo y me tocaba el hombro! Y era él que había inventado un mecanismo solo para dar
esos sustos.
Señor 2: Otra vez, que salí un poco tomado del bar, me encontré que la bicicleta tenía
el manubrio en el asiento y el asiento en el manubrio. Y como estaba así, un poco
alegre, igual quise andar. ¡El porrazo que me di!
Señor 3: A mi me puso un pegamento en la cerradura de mi casa.
Señora 4: Y a mi me ató entre si los cordones de mis zapatos, una vez que me quedé
dormida, esperando que terminara un trabajo en la sastrería.
Señora 5: Iba al banco a buscar la plata con una carretilla.
Señora 3: ¡Basta! No me hace falta más. En mi carácter de autoridad moral de este
pueblito, voy a proceder a expulsarlo ahora mismo. ¡Se terminó la parranda
desprejuiciada! ¡Usted confunde humor con mal gusto! ¡Libertad con libertinaje! (Lo
agarra de una oreja y se lo lleva fuera de escena. El sastre no deja de sonreír)
Señor 1: No era para tanto.
Señora 1: Después de un tiempo te reís de las cosas que hace.
Señor 2: Siempre da material para contar anécdotas.
Señora 2: En el fondo, una siempre está esperando sus bromas.
(Quedan en silencio. Expectantes. Se oye el pitido de un tren y el ruido alejándose. Se
entristecen. De pronto, caen papeles desde arriba y reingresa el sastre con espuma de
carnaval. Retorna la música. El sastre va arrojando espuma sobre el resto de los
actores)
Señora 1: ¡Sastre! ¿Cómo hizo?
Sastre: Todo calculado, señora, todo calculado. La dama me llevaba de la oreja, y me
dejé llevar. Cuando llegamos al vagón me hice como que me negaba. Ella comenzó a
tirar más fuerte y se puso arriba del tren para hacer fuerza, justo cuando estaba por
salir… Ahí liberé la oreja falsa… ¡Quedó desparramada la señora! Se fue ella en ese
tren.
Señor 1: ¿Y a dónde iba?
Sastre: A 1910. (Crece la algarabía, todos saludan al Sastre, siguen cayendo papeles y
la banda suena más fuerte. En el medio de la fiesta cruza la escena el actor 1)
Actor 1: ¿Es que nadie va ayudarme? ¡Soy un personaje! ¡Socorro! ¡Soy un personaje!
12- Diariero

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Diariero: A los diarios, diarios. Diarios y revistas. Últimas noticias. Últimas noticias.
Algunas veces, algunas noches de algunos meses, nadie sabe cuándo, el tren, nuestro
padre-madre, llega de nuevo desde el olvido. Ese miembro ausente que aun nos duele,
ese sonido silencioso, esa cadencia sincopada reaparece, mágico, a convocar la
nostalgia. Llegan trenes de cualquier época, de cualquier lugar. Llegan viajeros con
radios spika, y pasajeros con IPod. Llegan chicos jugando a las figuritas y chicas
saltando el elástico. Llega una señora leyendo la Radiolandia, y señoras con tablets.
Señoras de ruleros y señores de sombrero. Chicas de minifalda y batido. Muchachos de
pantalones Oxford. Y cómo llegan se van. Son imágenes de lo imposible. Cuentos que
nos contamos por las noches, en el silencio ferroviario que nos ha sido impuesto. Una
vez tuvimos un tren que nos parió. Y una vez no lo tuvimos más. Una vez tuvimos una
estación que hormigueaba de gente a cada llegada, a cada partida. El tren fue borrado.
Aquí se quedaron los trabajadores, aferrados a una tierra que los había adoptado.
Ferroviarios sin tren, construyeron su vida en este pueblo. Una vez tuvimos una
estación, ya no la tenemos más.
Pero a veces, por la magia, por la fantasía de los que se atreven a pensar en qué
hubiese pasado si lo pasado no hubiese sucedido, el tren vuelve.
La memoria se construye de pequeños olvidos. A veces elegimos olvidar lo que no
tenemos. Y nos permitimos correrle la frontera a lo posible. A veces, como esta noche
que les contamos.
A los diarios, diarios, últimas noticias. Se esperan más trenes imprevistos, no deje de
venir a la estación, no deje que le impidan los sueños. A los diarios, diarios…
(Oscurecimiento final)

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