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CARTELERA BESH
SEDER DE SHABBAT
LA PERLA DE LA PARASHÁ BEHAR
EL CUADRAGÉSIMO DÍA DEL ÓMER Y LA ASCENSIÓN DEL MESÍAS
CARTELERA BESH
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SEFER VAYIKRÁ
LA PERLA DE LA PARASHÁ BEHAR (Lv 25:1-26:23)
LA LEY DE LA SHEMITÁ: BENDICIONES Y REPERCUSIONES
La preocupación humana por el sustento y la confianza en el Eterno
Rabbí Dr. Williams Pitter
Introducción
Y así ocurría todos los días, Isidoro preguntaba e Irving le contestaba con el mismo
tono de voz y cosas parecidas como acostumbraba. Un día, Isidoro explotó y le dijo:
“Mira Irving, durante estos seis años que nos conocemos siempre te pregunto por
ti, por tus negocios y por tu familia, y tú jamás me has preguntado por mí, ni por
mis negocios ni por mi familia, no has manifestado la mínima preocupación por
mí”. Irving respondió: “He sido muy egoísta. Por cierto, ¿dime como está tu familia
y tus hijos, como van tus negocios?” Entonces Isidoro, se acerca Irving y le pone
una mano en el hombro y le dice: “déjalo así”. Y se marchó enojado por la
indiferencia de su amigo.
Es más, antes que aparezca en nuestro corazón la inquietud por alguna necesidad o
prueba que tengamos que afrontar y no tengamos los medios para resolver, de
hecho, aun antes que aparezca tal evento que nos irá a preocupar o a angustiar, Él
ya se ha preocupado por nosotros de antemano y no sólo eso, también tiene la
solución. Por eso en la tradición judía tenemos el siguiente dicho: “antes que
aparezca la enfermedad, el Eterno ya tiene preparado el remedio”. Si creemos
que Él se ocupa por las cosas que nos preocupan, entonces debemos tener
confianza que todo lo que suceda será para bien. La parashá de esta semana, tiene
que ver con estos asuntos.
En la parashá Behar el Eterno le dice a los benei Israel: “Cuando entraren a la tierra
que Yo entrego a ustedes, reposará la tierra un shabbat delante del Eterno. Seis
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años sembrarás tu campo, seis años vendimiarás tu viñedo, y reunirás tu cosecha. Y
en el año séptimo será sabático, gran shabbat será para la tierra, shabbat delante
del Eterno. Tu campo no sembrarás y tu viñedo no vendimiarás. Lo crecido por sí
solo de la siega anterior no segarás ni las uvas vendimiarás. Gran año será para la
tierra. Será el shabbat de la tierra para ustedes, por alimento para ti, para tu siervo
y sierva, para tu asalariado y para los que peregrinan contigo, para tu bestia y para
el animal que está en tu tierra, será toda su cosecha para alimento” (Lv 25:1-7. Esta
es la llamada ley de la shemitá, el reposo de la tierra, después de seis años de ser
cultivada.
Esta ley de la shemitá, tal como la plantea la Torá, no es viable pues parece
plantear una inminente hambruna. La lógica natural indica que la cosecha del sexto
año no será suficiente para abastecer de alimentos a la comunidad durante dos
años, el séptimo y el octavo. La situación se complica si caemos en cuenta que en el
octavo año se vuelve a sembrar pero, la cosecha y consumo de los productos del
campo se comerán al fin de ese año.
Además, según lo dispone esta ley, el dueño de la tierra tendrá que compartir lo
que se coseche en ese año de reposo con otras personas que están más allá de su
entorno, como los peregrinos, por ejemplo (Lv 25:5-7). Desde un punto de vista
legal o halájico, la Torá provee una legislación por medio de la cual, durante el año
sabático de la tierra, el campo dedicado a la siembra pasa de ser una propiedad
privada a una propiedad social, a fin que todos los necesitados y aun animales
puedan tomar y comer libremente de lo que la tierra produzca en ese lapso de
tiempo.
Y a esto hay que añadir que la Torá había promulgado antes la ley que no se
coseche las esquinas de los sembradíos, ni que se recojan las espigas caídas en el
momento de la cosecha, dado que todo eso es para los pobres (Lv 23:22).
Uno puede suponer que la ley de la shemitá (y la de las esquinas) pudo haber
creado una enorme preocupación en la conciencia de los judíos propietarios de
campos para el cultivo o en las comunidades o kibbutzin (cooperativas) que esté
explotando la tierra, pues pone en peligro la alimentación y la estabilidad
financiera de una familia o de una comunidad entera. Esta podría ser la reacción
natural ante el desafío que la Torá plantea al hombre mediante esta ley del año
sabático.
Esa preocupación por el afán de que es lo que vamos a comer o a vestir debería ser
reemplazada por la confianza en el Eterno; como una vez nos amonestó el Mesías
(Mt 6:25-34). Solo una emuná, por lo menos del tamaño de una semilla de mostaza
(Mt 17:14-20), puede callar los reclamos y las quejas que la incertidumbre y el
miedo produce en los corazones humanos (Mt 8:23-27).
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Por tanto, ley de la shemitá (reposo) implica un acto de emuná, de confianza en la
Palabra del Eterno, que el propietario o la comunidad organizada tendrá que vivir
de lo que produjo la tierra el año sexto y lo que la tierra produzca por sí sola en ese
año sabático de la tierra.
El resto de las naciones no conocen esta ley de shemitá, que fue ordenada para los
judíos, pero al igual que los judíos que habitaron Israel antes de la destrucción del
Segundo Templo, las naciones y empresarios dedicados al cultivo de las tierra,
sienten una preocupación similar: crear las condiciones necesarias y suficientes
para la producción de alimentos del campo a fin de satisfacer las demandas de
alimentos para sus comunidades, ciudades, incluso para todo un país.
Y, en virtud de estos dos factores u objetivos, se ven obligados a trabajar todos los
años la tierra. Por otra parte, debido a que ya se está consciente del hecho
científico del agotamiento de la tierra por el ciclo continuo de siembra y cosecha,
en el mundo occidental y en otras partes del mundo se ha acudido a la rotación de
cultivos y al uso de fertilizantes de origen artificial para enriquecer los suelos. Y ya
se conoce que, los fertilizantes y el uso de pesticidas para proteger a los cultivos de
las plagas de inciden en la calidad de las frutas, hortalizas y demás se cereales que
cosechan para el consumo humano.
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modificación genética de cultivos con el fin de hacerlos más resistentes al clima, a
las plagas, o para que se multiplique la cosecha. Buenas intenciones, pero el precio
a pagar es muy alto en términos de nuestra salud.
Pero esta preocupación por la tierra y sus productos y aun por el hombre mismo ya
sea por la calidad de su alimentación y por su descanso, ya la tuvo el Eterno cuando
les dio a los judíos la ley del shemitá. Pues, Él mismo, antes que los judíos pusieran
en práctica esta ley, les dio respuesta a la pregunta que ellos harían al
preocuparse por la hambruna que podrían pasar si se dejara de sembrar en ese
séptimo año: “Pero si dijeren: ¿qué comeremos en el año séptimo? He aquí que no
sembraremos ni reuniremos nuestra cosecha” (Lv 25:20). Luego de exteriorizar
esta preocupación que cualquier judío pudiera tener ante la implementación de la
ley del reposo de la tierra, entonces les hace la siguiente promesa:
“Yo mandaré mi bendición para ustedes en el sexto año, para que produzca la
cosecha en cantidad para tres años. Sembrarán en el octavo año, en el que
comerán de la cosecha vieja (del sexto año) hasta el noveno año, hasta que llegue
su cosecha comerán de la vieja cosecha (del sexto año). La tierra no será vendida
definitivamente, porque mía es la tierra, pues peregrinos y residentes son ustedes
delante de Mí” (Lv 25:21-23).
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¡Fantástico! La bendición de la cosecha triplicada del sexto año alcanzaría para
alimentar a los judíos hasta el año noveno, mientras sembraban sin angustia
alguna el octavo y noveno año. La conclusión es clara: ¡la prosperidad viene del
cielo, aunque la veamos surgir de la tierra! Por lo que esta promesa divina, como
cualquier otra, está destinada a fortalecer la emuná.
Pero esta no es la única vez que el Eterno exterioriza una preocupación que
puede surgir en el corazón del judío antes que aparezca en la dura realidad de la
prueba; y como siempre, Él en Su bondad ya tiene lista la respuesta a nuestra
necesidad. Es legítimo que uno pueda preocuparse ante una prueba; sin embargo
tal preocupación no debería transformarse en miedo o angustia. Es pertinente
tener en cuenta esta diferencia de estados de ánimo.
Amados, tome en cuenta que el Eterno parece avalar que sea natural que en su
momento nos angustiemos por las necesidades que estemos experimentando por
una prueba en particular. Pero no debería ser así, lo que en verdad se muestra con
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la actitud de miedo y angustia, y hasta desesperación, es la pequeñez de nuestra
emuná, que ni siquiera alcanza el tamaño de una semilla de mostaza.
El Creador, por medio de Sus promesas y con otras lecciones que nos ha dado por
medio de la Torá y los profetas, nos anima a depositar nuestra confianza en Él; en
Su cuidado protector. Él no juzga como indignos a Sus hijos por el medio o por la
angustia que en algún momento se puede apoderar de ellos, pero si les exhorta,
(como a sus discípulos en medio de la tormenta) y les anima que vayan elevando el
nivel de confianza, la bitajón; como dice Pedro: “echad toda vuestra ansiedad
sobre él porque Él tiene cuidado de nosotros” (1 Pedro 5:17). Y así por medio de
las pruebas, al ver Su mano poderosa actuando, creceremos, hasta que lleguemos
al nivel de los tzadikim: experimentar paz y la alegría en medio de la prueba.
Pero quiero que tengan presente que tener confianza en Dios no significa que se
van a resolver todos y para siempre nuestros problemas, aún más, tampoco
significa que las necesidades que estamos enfrentando serán cubiertas, pues todo
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tiene su tiempo debajo del sol; Él está al control. Tener Bitajón, confianza en el
Eterno, simplemente significa que todo lo que nos está aconteciendo y aun el
desenlace que tenga, al final será todo para bien.
Podemos clamar por auxilio al cielo, pero si Él Eterno no parece actuar a nuestro
favor, o simplemente no lo hace y nos pone a padecer necesidad y aun que
nuestros enemigos triunfen sobre nosotros, sabremos igualmente que tenemos
que aprender la lección que hay detrás de esa prueba, y decir entonces: “Así lo ha
querido el Creador”, pero también auto-examinarnos: “Señor, ¿qué quieres de mí?
Por ello, ante las tribulaciones que nos toca enfrentar, Hashem ya tiene preparado
el remedio último y definitivo: La venida de nuestro Mesías, la más grande y más
maravillosa de todas las promesas, la cual esperamos que ocurra pronto y en
nuestros días, y digan: Amén!
Recuerdo muy bien una enseñanza del Rabino Eliezer Bograd, que una vez leí en
uno de sus boletines que enviaba desde Caracas.
El Rabino Bograd sugería que, omo creyentes en Yeshúa, debemos agregar el día
40 de la cuenta del Omer, como otra fiesta a celebrar, en recuerdo de la ascensión
de Yeshúa delante de sus discípulos, como quedó registrado en las Escrituras del
libro de los Hechos.
“… hasta el día en que fue recibido arriba, después de que por el Espíritu
Santo había dado instrucciones a los apóstoles que había escogido. A éstos
también, después de su padecimiento, se presentó vivo con muchas
pruebas convincentes, apareciéndoseles durante cuarenta días y
hablándoles de lo concerniente al reino de Dios” (Hechos 1:2-3)
Ese día 40, que este año ocurre al atardecer la noche del 26 de mayo, deberíamos
reunirnos para contar el omer y recordar la ascensión y el próximo retorno de
nuestro Mesías y Rey. Esa noche, intentaremos, sin prometer, hacer una
transmisión en vivo para hablar sobre este tema. Posiblemente sea un
conversatorio entre el Rabino Pitter y el Roé Pérez, si así lo quiere el Eterno.