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¿Quién quiere trabajar con él?

Matías un niño sobresaliente

Lic. Ma. Magdalena Chávez Gudiño

Matías es un niño como todos, juguetón, alegre, pero muy inquieto, sus maestros no
saben qué hacer, mejor dicho…. no saben qué enseñarle, el alumno exige cada día
más y en Matemáticas ni que decir, ¡es un genio!

Matías tiene 8 años, comenzó a deletrear el alfabeto cuando estaba en la “cuna”, eso
tal vez no tendría mucha importancia, pues los padres, al ser ambos profesionales y
con posgrados, le pudieron haber enseñado, sin embargo lo que sí los sorprendió es
que además ¡podía deletrear al revés!

Desde ese momento la madre comenzó a sentir un gran temor, su hijo era un niño
sobresaliente.

Por el contrario de lo que uno podría creer, que el tener un hijo con un coeficiente
intelectual por arriba de los 150 es la noticia más grande y feliz del mundo, que es
como sacarse la lotería, la realidad es que se convierte en una carga muy pesada
para todos, en especial para los padres, puesto que llega el momento en que, por
más que se buscan alternativas de aprendizaje, estas no logran satisfacer al niño, o
no lo hacen por mucho tiempo, convirtiéndose esto en una constante búsqueda de
nuevas respuestas y a la vez una presión por no querer estimular más de lo debido.

Para los padres puede ser frustrante el saberse superados por su hijo y no tener las
respuestas que éste demanda, a pesar de que son profesionales y maestros de
posgrado en una universidad prestigiosa y de alto nivel académico.

Al nacimiento, Matías estaba muy desarrollado, era un niño “enorme” (palabras de su


mamá), pero todo era “normal”; sin embargo, durante los primeros tres o cuatro
meses el niño no dormía durante el día, la abuela manifestaba que el niño tal vez
estaba enfermo, “eso no era normal”, lloraba mucho si lo acostaban, la madre debía
tenerlo recostado en su pecho con el fin de que el niño pudiera ver a su alrededor, es
decir sus ojos observaban todo lo que le rodeaba y por ello, el hecho de dormir la
“siesta” tal vez le restaba momentos de observación.

A los 10 meses se dieron cuenta que identificaba los colores, le pedían que señalara
tal color y lo hacía, a los 12 meses Matías contaba hasta el 15, a los 18 meses
comenzó con las letras y esa etapa fue muy cansada para los padres, pues cada vez
que salían el niño debía leer las placas delos carros, letra por letra, número por
número, eso era muy estimulante para él; pronto comenzó a leer de forma
convencional, a los dos años, además ya realizaba sumas y restas sencillas, por tal
motivo lo ingresaron a un colegio, en maternal uno, pero no lo aguantaron y lo
pasaron a maternal 2; Matías tenía ya 30 meses, dos años y medio, este grado fue
muy gratificador pues había libros de matemáticas, español y trazos, el alumno
terminó con todos ellos en sólo dos meses, por tal motivo se le pasó a 1° de kínder;
en este periodo comenzó con las seriaciones, en un inicio de dos en dos, tres en tres
y así sucesivamente, por lo que le fue fácil comprender las multiplicaciones, todo
esto a los 3 años.

Cuenta la madre que en esta etapa, estando en una librería, el dueño le regalo a
Matías unos calendarios con el fin de que se entretuviera, eran calendarios vencidos,
pero él los reviso y para sorpresa de la familia el niño comprendió la dinámica de
cómo se estructuran los calendarios, las fechas de las estaciones, los años bisiestos,
etc. Por primera vez habló, puesto que no lo hacía, leía pero no se comunicaba con
los demás, como si no tuviera nada que decir, le dijo a la mamá, literalmente “mamá,
el 21 de marzo es día de la primavera, ese día dejare el pañal” y así lo hizo, a partir de
ese día dejo el pañal y no hubo ningún incidente con el control de esfínter, en este
momento ya tenía 3.5 años.

Pasó a 2° grado de kínder, los padres vieron un retroceso en su comportamiento,


comenzó nuevamente a ser inquieto, a cuestionarle todo a su maestra, a molestar a
sus compañeros y su aislamiento se hizo más visible; en esta etapa se dieron cuenta
de que Matías sabía inglés, en casa nadie le había enseñado, leía, hablaba y escribía
en inglés.

Por estas fechas le inscribieron en un club de gimnasia por prescripción del pediatra,
pues su pierna izquierda estaba ligeramente rotada hacia dentro, la madre reconoce
que su hijo fue bastante torpe en comparación con otros niños de su edad, sin
embargo hacia todos los ejercicios, saltos, marometas, etc. Matías se divertía, pero
no duró mucho la distracción, puesto que le pesaba dejar sus libros por el ejercicio.

En 3° de kínder fue tal su aburrimiento en el salón que comenzó a llevar libros a la


escuela, desde

libros de matemáticas hasta sudokus, libros que terminaba completamente en la


jornada escolar, como anécdota la madre cuenta que en una ocasión se llevo un libro
de poco más de 250 páginas y lo termino de leer ese mismo día, pues a él le sobraba
tiempo; a esta edad comenzó a sacar porcentajes, la madre manifiesta que si el niño
hubiese estado ocupado en la escuela jamás le habría sobrado el tiempo como para
que comenzara a pensar en porcentajes, fracciones, etc.
En 1° de primaria se creyó que sería diferente, pues la psicóloga de la escuela llamó a
los padres y creyeron que por fin habían encontrado respuesta a su situación o por lo
menos una mejor orientación, pero no fue así. La psicóloga les dijo que el alumno era
intolerante, impaciente, que le contestaba a la maestra, no respetaba límites ni a sus
mayores, era rebelde, no sociable, hiperactivo y hasta con déficit de atención, esto
como resultado de la aplicación de varias baterías las cuales arrojaron resultados
“raros” (palabras de la psicóloga).

Por estas fechas nació Gonzalo, hermano de Matías, los padres tardaron en
concebirlo porque tenían miedo de que también fuera sobresaliente, ya habían
pasado por muchas cosas y el proceso había sido largo y angustiante. Gonzalo “es
normal”, dice la madre que sí está algo adelantado para su edad, pero tal vez es por la
interacción con Matías, quien lo quiere mucho y juega con él. Gonzalo sí duerme la
siesta.

Matías logró pasar a 2°, y la situación no mejoró; los padres se angustiaron al ver que
el colegio no cubría las expectativas de su hijo, los maestros no sabían qué enseñarle,
el niño los superaba y los interrogaba, se sentían expuestos y a la vez frustrados por
no saber cubrir las expectativas del niño. Por lo anterior, los padres optaron por
buscar respuestas, así llegaron a un proyecto en línea para alumnos sobresalientes
de la Universidad de Stanford, el cual consta de módulos por grado y materia.

Como Matías está muy interesado en Matemáticas, lo inscribieron en 4° de primaria,


a pesar de que en sus exámenes de ubicación obtuvo un puntaje muy alto como para
adelantar unos grados más, sin embargo la propia universidad no permitió que el niño
avanzara tanto.

En un principio, Matías requirió de supervisión de parte de la madre, “sólo el primer


día”, ríe la mamá al contarlo, pues el programa es en inglés y él lo sabe muy bien, no
necesitó apoyo, los padres lo hablan perfectamente y aún así hay cosas que
reconocen que les falta.

El programa de esta universidad consiste en que los contenidos del grado se ven en
diferentes niveles y comienza por el nivel más alto, es decir, el más complejo, y si el
alumno no lo resuelve en tiempo y forma, pasa al siguiente nivel, menos complejo, y
así sucesivamente hasta que el mismo alumno se ubica en su nivel.

Matías llegaba del colegio ansioso de comenzar sus clases en línea, los padres se
limitaron a supervisar y monitorear su aprendizaje, pues Matías bien podía pasar
todas las tardes frente a la computadora, por lo que sólo se lo permitían hacerlo tres
veces a la semana. Matías concluyó el 4° en sólo dos meses, 5° en otros dos meses y
6° en dos meses y medio, lo hizo en el nivel más alto (el programa marca un semestre
por grado).

Hoy día los padres están muy angustiados, pues Matías pide reiniciar sus clases en
dicho programa, pero el siguiente nivel es álgebra, esto ya es secundaria; enfrentan el
dilema de darle rienda suelta a su necesidad de aprender y dejarlo que llegue hasta
donde pueda llegar y por otro lado dosificarle los conocimientos, pues están muy
temerosos de no encontrar alternativas en el país, esto durante los primeros 8 años
de vida del niño. Su pregunta es ¿y cuando sea más grande encontraremos apoyo,
orientación, respuestas….?

La madre ha pensado seriamente en educar a su hijo en casa (en línea), con este tipo
de universidades del extranjero, sin embargo lo que la detiene es que en el país no le
validarían los estudios, a pesar de que la escuela no le da respuestas, los servicios
educativos no le dan respuestas y ante una posible solución no le dan legalidad.

Por otro lado, se debe mencionar que Matías tiene pocos amigos, durante el
descanso escolar juega poco, prefiere un libro interesante que un juego con otros
niños, y si lo hace pone tantas reglas al juego que termina por aburrir y confundir a los
demás; cuenta la madre que Matías es bueno para los chistes, pero que son tan
rebuscados que sólo un adulto los entiende y, en ocasiones, ella misma tiene que
pensar para entenderlos.

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