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“Las civilizaciones no controlan a los Estados, los Estados controlan a las civilizaciones y ven
la hermandad, la fe y la familia cuando les interesa hacerlo” (Ajami,1993). La desintegración de
la URSS en 1991 marcó el fin de una guerra bipolar entre la ideología comunista y la capitalista,
resultando esta última victoriosa. Así, el mundo se vería forzado a establecer una estructura
unipolar, liderada por la única potencia mundial vigente: Estados Unidos. En consecuencia,
varios politólogos e investigadores como Francis Fukuyama y Samuel Huntington establecerían
ciertas predicciones que se verían reflejados en el estatus actual del mundo; sin embargo, dentro
de estas, se concentrarían fuertes desacuerdos, ya que, por un lado, la teoría de Fukuyama
aseguraba que Estados Unidos tras haber ganado la guerra fría, se situaría como el único modelo
exitoso y funcional, terminando de esta manera, las confrontaciones ideológicas y dando paso,
al inicio de una disputa entre países por intereses económicos. Por otro lado, la teoría de
Huntington establece que el futuro estaría definido por civilizaciones que entrarían en disputa a
raíz de bases religiosas y culturales. Estas teorías se definirían a partir de los acontecimientos
del 11 de septiembre de 2001, dado que, la teoría sobre el Choque de civilizaciones hace
referencia al enfrentamiento entre la civilización occidental y la civilización islámica, dejando
de lado, la teoría sobre una confrontación económica de Fukuyama.
Huntington en su libro “Choque de Civilizaciones” asegura que, tras el fin de la guerra fría, la
confrontación bipolar terminaría y se daría paso a una guerra multipolar, es entonces, cuando el
mundo se centraría en una guerra cultural y religiosa. Así, los países estarían en la necesidad de
agruparse en civilizaciones, los cuales, representan una identidad cultural similar, es decir, “una
realidad cultural y no política, pero que a través de entidades u organismos políticos se
organizan” (Huntington, 1996), esto con el fin, de preservar ciertas similitudes en términos de
lenguaje, cultura y religión.
Anteriormente, Palestina e Israel convivían sin problemas en un mismo territorio, no fue hasta
la aparición del movimiento sionista, lo que generó un enfrentamiento entre ambas culturas,
debido a que este movimiento proponía “la creación de un Estado sólo para judíos en el corazón
del mundo árabe e islámico” (Brieger, 2010). Así, la creación del Estado de Israel, el 14 de
mayo de 1948, fortalecería la percepción del judaísmo y el cristianismo en oriente, el cual,
representa en cierta medida, una “supuesta complicidad contra la civilización árabe-
musulmana” (Domingo, 2005).
En adición, la expresión “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo” (Brieger, 2010) tomaría
relevancia en la actualidad, ya que se puede vincular con la situación de judíos y palestinos en
oriente. Esta expresión refleja que cuando los habitantes de un mismo país consideran que su
comunidad es incapaz de desarrollarse en cualquier tipo de ambiente surge el desprecio mutuo
entre aquellos que son diferentes, hasta el punto de ignorarlos o privarlos de todo tipo de
derecho. Según Frantz Fanón, revolucionario, filósofo y escritor caribeño, el pueblo judío que
“no tiene una tierra, será el encargado de desarrollar esa región que no tenía un pueblo
organizado o constituido”. Así, esta acción llevada a cabo por el pueblo judío chocaría
inevitablemente con los palestinos, debido a que, estos tenían un ideal anticolonialista, y ya que
Israel seria apoyado por países occidentales, haría que, los palestinos, bajo un sentimiento de
enojo y frustración, llevaran a cabo un levantamiento de armas en contra de la ocupación
extranjera.
Los atentados terroristas realizados a las torres gemelas, el 11 de septiembre de 2001, y los
ocurridos en París, en enero y noviembre de 2015, han reflejado el choque cultural y religioso
que predecía la teoría de Samuel Huntington, esto a través de grupos terroristas que suscitan el
miedo y la división entre países de oriente y occidente.
A finales del siglo XX e inicios del siglo XXI la presencia de Estados Unidos en oriente tomaría
una imagen oscura y negativa, esto a partir del reconocimiento de Estados Unidos a Israel, la
ocupación militar en la península arábiga y la agresión hacia Irak, estas acciones militares y
diplomáticas traerían serias consecuencias en el futuro para la civilización occidental.
La fuerte presencia de Estados Unidos en oriente generó la aparición de varios grupos terroristas
como: el grupo Yihadista, el Estado islámico y el grupo Al Qaeda, los cuales, tienen como
objetivo principal “implantar un orden social y político libre de influencias occidentales y
paganas, regido por la ley islámica y establecido por el profeta Mahoma” (Cortes, 2015). En
consecuencia, se llevan a cabo varios actos terroristas en el mundo que año tras año incrementa
rápidamente. El Instituto de Economía y Paz (2015) expone que los atentados terroristas se
multiplicaron por cinco entre el 2001 y el 2013, pasando de “3.361 víctimas mortales
registradas en 2001 a 17.958 en 2013”. Así, se puede afirmar que estos grupos terroristas
comenzaron a incrementar su influencia en el mundo, debido a que el alcance de sus acciones,
regidas por su religión, comenzó a inspirar un nuevo tipo de oposición hacia países de
occidente, esto se dio como consecuencia, de los cambios por los que estaban pasando algunos
países árabes.
Por esta razón, los atentados terroristas y el fuerte sentimiento de la religión musulmana
ocasionarían una división entre occidente y oriente, esto a partir, del miedo infringido entre los
países del mundo occidental. Sin embargo, estos acontecimientos, aunque marcan de cierta
manera una división, no alcanza a comparase con las repercusiones económicas que el mundo
enfrentó, ya que, los atentados terroristas del 11 de septiembre ocasionaron una recesión por la
crisis en la seguridad estadounidense, situando al mundo, en una crisis económica momentánea.
II. El verdadero motivo de la guerra: la economía mundial
La guerra comercial entre China y Estados Unidos comenzó con las acusaciones
estadounidenses hacia el país asiático, en el cual, se fundamenta que China, a través de Huawei,
llevaba a cabo prácticas desleales de comercio y robo de propiedad intelectual. Esto ocasionó
que el presidente Donald Trump tomara medidas drásticas. Una de estas fue el aumento
arancelario de los productos que se importaban de China a Estados Unidos. Este aumento
provoco “la inquietud de los inversores y el desplome de los mercados internacionales” (BBC,
2019). De esta manera, se evidencia que la economía internacional puede entrar en crisis, a
partir, del enfrentamiento entre dos países que llevan las riendas de producción.
El enfrentamiento comercial entre estos dos países, productores y desarrollados hacen que, el
mundo sufra los estragos económicos de esta guerra. Pues "los consumidores globales son
quieres sufrirán realmente esta guerra de titanes"(BBC, 2019). Por esto, se afirma que la teoría
de Huntington no tiene mayor relevancia en la actualidad, ya que, una guerra religiosa no posee
un impacto en los intereses económicos y políticos de cada país, mientras que la confrontación
de países por motivos económicos, llevan a que la guerra se de en un marco global.
Según Pablo Pardo, corresponsal y periodista estadounidense:
“Un mundo globalizado, emplea todos los recursos disponibles para lograr ciertos intereses
económicos y políticos: desde el recurso a fanáticos de una religión extendida en gran parte del
planeta, hasta la explotación de un profundo sentimiento de humillación de toda una cultura”
(2019)
Por ende, el objetivo estadounidense se concentra en la economía, debido a que esta, es la única
que define el poder y la influencia en el mundo, y cuando, otro país representa una amenaza a
este poder habrá un choque entre estos.
La constante confrontación entre Estados Unidos y China, por asuntos económicos, ha suscitado
el enfrentamiento ideológico entre ambos países.
Después del fin de la guerra fría, se esperaría que las confrontaciones ideológicas se detuvieran;
sin embargo, Niall Ferguson, historiador y ensayista británico, asegura, que la guerra fría ha
regresado con la victoria de las elecciones de Donald Trump en 2016, pero que la lucha entre
potencias se concentraría ya no entre Rusia y Estados Unidos, sino que el nuevo enemigo del
gigante occidental se desplazaría del este de Europa, hacia el este de Asia, debido al desarrollo
tecnológico e industrial de China y a su postura socialista.
Estas declaraciones por parte de Donald Trump y de Mike Pence hacia China, harían que la
chispa estadounidense se encendiera en modo hostil. Seguidores del partido republicano
mostrarían una alta aceptación de los testimonios y las críticas de sus líderes hacia el gigante
asiático; sin embargo, estas declaraciones influenciarían no solo su partido, sino también,
diferentes partidos opositores, como lo es, el partido demócrata. De este modo, “la senadora
Elizabeth Warren, candidata presidencial demócrata, que comenzó a manifiesta una postura más
severa respecto a Pekín.” (Ferguson, 2020)
Conclusión
En conclusión, la teoría de Samuel Huntington, aunque acierta en diferentes situaciones actuales
internacionales, como la confrontación entre algunos países islámicos contra occidente y la
aparición de grupos terroristas, deja de lado, el fator económico, el cual, es el que define el
accionar de los individuos, pertenezcan o no a una religión. Por ello, las confrontaciones
actuales entre China y Estados Unidos han reflejado el poderío de la economía, la cual afecta de
manera directa el estatus de cada Estado y de cada persona. En consecuencia, la lucha
económica es una guerra indirecta constante por mantener la imagen de superpotencia, y, por
ende, de super productora.
Referencias