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Definición de daño en sentido amplio

Según la academia que remite la definición del sustantivo al verbo respectivo, detrimento,
perjuicio, menoscabo, dolor, molestia. Maltrato de una cosa.

Si el daño es causado por el dueño de los bienes, el hecho tiene escasa o ninguna relevancia
jurídica. La adquiere cuando el daño es producido por la acción u omisión de una persona
en los bienes de otra. El causante del daño incurre en responsabilidad, que puede ser civil,
si se ha ocasionado por mero accidente, sin culpa punible ni dolo, o penal, si ha mediado
imprudencia o negligencia (culpa), o si ha estado en la intención del agente producirlo. La
responsabilidad civil por los daños puede surgir aun cuando el responsable no haya tenido
ninguna intervención directa ni indirecta, como sucede en los casos de responsabilidad
objetiva y en aquellos otros en que se responde por los hechos de terceras personas o de
animales. (Osorio Manuel. 1998. p. 270)

El daño previsto

De acuerdo al Art. 345 del Código Civil el resarcimiento sólo comprende el daño previsto o
que ha podido preverse, si el incumplimiento o retraso no se debe a dolo del deudor.

Según Giorgi (28), unánimemente se había considerado que el artículo 1150 del Código
Napoleén ordenaba que el deudor de buena fe sólo reparaba los daños y perjuicios previstos
o previsibles, entendiéndose por tales los previstos o previsibles en cuanto a su monto.

Agrega Giorgi que ni en Dumoulin ni en Pothier aparecen vestigios de la doctrina que se


refiere a los daños y perjuicios previstos o previsibles en cuanto a su naturaleza o causa.
Colín y Capitant (29) y Planiol y Ripert (30), por el contrario, plantean el problema como
una cuestión clásica: la de saber si el deudor debía haber previsto o podido prever
únicamente la naturaleza o causa del daño o también su cantidad, o sea la cifra a que
alcanza la indemnización al acreedor. Y añaden que si bien Justiniano y la nueva
orientación de la legislación francesa se refieren a la cuantía de los daños y perjuicios
previstos o que pudieron preverse, las antiguas sentencias se limitaban a exigir tan sólo la
previsión de la causa del daño y no la de su cantidad.

No parece, pues, tan original, como Giorgi la hace ver, la posición asumida por
Demolombe, seguido por Laurent y por Chironi, en el sentido de que las expresiones
"previstos" o "podido prever" se refieren a la causa del daño y no a la cantidad del daño.

El daño no previsto

Según la doctrina habría que analizar la imprevisibilidad desde un punto de vista subjetivo
o desde un punto de vista objetivo. El análisis desde un punto de vista subjetivo se mide el
grado diligencia negligencia tomando en cuenta las características personales del deudor, se
valora su comportamiento. Subjetivo. En cambio desde un punto de vista objetivo se toma
en cuenta criterios medios normales dentro de la comunidad desde un punto de vista, es
decir la diligencia media que las personas normales suelen adaptar en el tipo de asuntos que
se trata.

Cuando el deudor incumple su obligación por culpa es, sin lugar a dudas, negligente, pero
procede con buena fe; su descuido revela falta de diligencia, pero no inmoralidad. En el
dolo hay intención de incumplir la obligación, bien para causar un daño al deudor, bien
para obtener un provecho económico superior violando el contrato. En el dolo el deudor
procede con mala fe; el dolo no sólo revela falta de diligencia, sino también inmoralidad.

No podía, pues, tratarse de igual manera al deudor de buena fe y al deudor de mala fe. En el
primer caso no se debía atribuir responsabilidad sino por los daños previstos o que pudieron
preverse; no se debía ir más lejos. En el segundo caso la ley tenía que ser más severa; el
deudor debía responder aun de los daños y perjuicios imprevistos.

Cuando el deudor incurre en culpa seria injusto hacerlo responsable de lo que no podía
prever, precisamente por el menor grado de imputabilidad. La noción de imputabilidad no
puede ser descartada en esta materia. Ella es, precisamente, el elemento esencial sobre el
que se basa el resarcimiento, pues éste se excluye cuando el deudor no es imputable.

El daño directo

Art. 346.- (Daños inmediatos y directos). Aunque haya dolo del deudor, el resarcimiento no
debe comprender, en cuanto a la pérdida experimentada por el acreedor y la ganancia de
que ha sido privado, sino lo que sea consecuencia inmediata y directa del incumplimiento.

La valoración del daño directo (Morales Guillen Carlos. 1994. p. 491) Art. 346, para
determinar la medida del resarcimiento, supone, entonces, la pérdida efectiva que sufre el
acreedor o daño emergente, que es el elemento positivo del instituto y que está constituido
por la prestación que falta, es decir, que no se ha hecho, por una parte. Por la otra, el
elemento negativo o falta de ganancia o lucro cesante, toda vez que pueda ser configurable
como elemento de daño directo, esto es, como acrecimiento patrimonial que el acreedor
verosímilmente hubiera obtenido si el cumplimiento se hubiera producido (por ej.: reventa,
con provecho, de la casa que debía ser entregada y no lo fue), pero que no se obtuvo
justamente por razón del incumplimiento. Así, dice Messineo, el lucro cesante es un
componente del daño directo y resarcible. La responsabilidad del resarcimiento, desde los
romanos (Scaevola), distingue dos aspectos o manifestaciones, clásicamente conocidas: el
daño emergente o damno vitando que corresponde exactamente a la pérdida sufrida y el
lucrum captando que representa la ganancia dejada de percibir por efecto directo del daño.

El daño indirecto

El daño indirecto, por el contrario, es aquél que sale de la órbita de la relación de causa a
efecto entre incumplimiento y daño y, por lo tanto, no cuenta en la valoración del daño
resarcible. Los resultados son los mismos que en el régimen abrogado, cuyos arts. 742, 743
y 744 han sido repetidos en los arts. 344, 345 y 346.
La dificultad interpretativa habría sido evitada, si las disposiciones de los arts. 344 y 346
hubieran sido reunidas en sólo uno, equivalente, por ejemplo, al del art. 1223 del Cgo.
italiano, que ha servido de modelo al nuevo Código.

El Cgo. alemán (arts. 249 y 252), prescinde de los principios tradicionales y dejando de
lado las distinciones del sistema francés, entre daños previstos e imprevistos, directos e
indirectos, sanciona con carácter absoluto la regla de la reparación íntegra, por la cual el
acreedor puede exigir una indemnización que reemplace el beneficio y la utilidad que el
habría obtenido con el cumplimiento íntegro, efectivo y oportuno de la obligación,
incluyendo naturalmente el lucro cesante (Loewenwarter).

BIBLIOGRAFÍA

Morales Guillen, Carlos. (1998). Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales.


Editorial Heliastra. Argentina – Buenos Aires.

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