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EL DIARIO PEDAGÓGICO EN EL CONTEXTO FORMATIVO DE

LA ESCUELA NORMAL SUPERIOR

(Documento de apoyo pedagógico, apoyado en las posturas teóricas de Rafael Porlán y


José Martín (1998) Donald Schön (2000) Paulo Freire (1998) Isabel Carrillo (2001)
Olga Lucía Zuluaga (2001) Marta Lorena Salinas (1999) Clifford Geertz (2001) Peter
Woods (1993).

Elaborado por la docente GLADYS MANJARRÉS ODUBER


Docente de Práctica Pedagógica de la E.N.S.

Como instrumento de registro, el diario pedagógico se constituye en uno de los principales


ejercicios de escritura reflexiva y sistemática acerca de la práctica pedagógica, siendo esta
escritura según Salinas (1999) “el reflejo de lo que el docente lee, estudia, piensa, hace,
sabe, cambia, enseña y practica”, favoreciendo la toma de conciencia del docente sobre su
proceso de evolución y sobre sus modelos de referencia.

Así mismo, “el diario permite recoger y analizar los datos que obtenemos a partir de las
observaciones del día a día, de las entrevistas y conversaciones, de las actuaciones y las
relaciones con los demás, de las lecturas y preguntas que nos sugiere ese entorno con el que
nos relacionamos.” (Carrillo, 2001), por ello la escritura como acto creativo que es, debe ir
acompañada de descripciones detalladas y de análisis que permitirán ir comprendiendo las
complejidades de la vida en la que estamos inmersos.

Esta escritura posibilita de igual manera, la conservación, la difusión y la sistematización


del saber pedagógico generado en la Normal Superior. Es este espacio formativo, de
aprendizaje, de investigación al que podemos volver una y otra vez con la intención de
transformar esa realidad. Observa Carrillo, que el diario debe formar parte de la cultura y
de la labor profesional de los docentes en ejercicio y de los docentes en formación. Es en
este sentido agrega ella, que se convierte en instrumento para pensar lo que ocurre en el
aula, el proceso de enseñanza y aprendizaje que se desarrolla, las relaciones que se
establecen, el clima, los contenidos que se priorizan y aquello que se olvida, las
intencionalidades ocultas pero presentes. Es esta una de las formas que nos enseña cómo
aprender de nuestra propia práctica, pues “esta escritura es sin duda un proceso de
elaboración de conocimiento (Arnaus,1996).

Como lugar de un debate permanente, como ejercicio de escritura con sus exigencias de
rigor y sus dificultades inherentes, en tanto reflexión sobre las relaciones que cruzan los
espacios de la escuela, el diario pedagógico debe permitir al propio maestro evidenciar sus
vacíos de formación, reconocer aquellos aspectos que demandan una mayor indagación y
conocer las dinámica en la cual la investigación y los individuos se encuentran inmersos.
En los procesos de calidad que deben evidenciar las Normales Superiores, éstas se
enfrentan al reto de formar maestros artistas del lenguaje, muy buenos lectores de contextos
y en el de romper la tradición que venían trayendo estas instituciones formadoras de
maestros de no escribir, pues sabemos que la escritura no suele formar parte de nuestras
competencias profesionales; por ello, la ausencia de referentes para el análisis y
transformación de las prácticas no permiten reflexionar sobre ellas para cambiarlas,
quedando éstas sumidas en la repetición simple y acabada de fragmentos de ciencia.

Desde la anterior perspectiva, se vincula la investigación a la pedagogía, aprovechando los


diarios pedagógicos y, en general la narrativa experiencial que tienen los docentes en
formación en los contextos de los centros de práctica. El reconocimiento y sistematización
de las experiencias de práctica facilitan la creación de un campo dialógico donde el otro
tenga espacio de autonomía y el docente en formación se reconozca como sujeto de saber
pedagógico, de lo público, de la ciencia, la cultura y el deseo.

Así las cosas, el uso del diario pedagógico en la cotidianidad escolar puede hacer surgir
preguntas a las cuales el normalista busca acercarse a través de ejercicios investigativos y
que como lo refieren Porlán y Martín (1998), este ejercicio escritural debe emplearse
también como instrumento para detectar problemas en la enseñanza, en el aprendizaje y
para tomar decisiones en cuanto al cambio de concepciones pedagógicas y la
transformación de las prácticas, dando lugar a soluciones desde procesos de intervención.

CARACTERÍSTICAS Y JUSTIFICACIÓN

En el diario pedagógico se anotan los hechos observados de primera mano, como también
los datos obtenidos por personas que con su testimonio permiten que el docente abarque un
universo mayor de información, por ejemplo: los hechos ocurridos en las clases, en los
descansos u otros momentos significativos para la vida intelectual del docente como su
participación en Consejos, reuniones, asambleas, conferencias, talleres, seminarios,
observación de videos…etc, donde el educador pueda tener acceso a nuevas formas de
pensamiento, costumbres, modelos pedagógicos.

Se han señalado algunos aspectos que, según nuestro parecer, resaltan el potencial del
diario pedagógico como herramienta útil de trabajo, pero de todos ellos el más interesante
es el que permite ir relacionando los aspectos teóricos que están detrás de nuestro quehacer
con nuestra práctica.

Tiene por supuesto la marca de la subjetividad, lo cual se considera su mayor fuerza y su


posible debilidad, según Vásquez (2002) “precisamente esa tensión entre subjetividad y
objetividad, exige constantes ejercicios de triangulación”. En este sentido, agrega, es que
hay que entender la doble estructura de un diario: una parte para el registro como tal y otra,
distinta para tomar distancia, para hacer la autoreflexión o las inferencias.

Ahora bien, vayamos construyendo conocimiento alrededor del diario: ¿de qué manera el
diario pedagógico ayuda al docente a transformar sus prácticas para mejorarlas? Y tres
preguntas más: ¿cómo iniciarlo? ¿cómo convertirlo en el instrumento eje de un proceso de
reflexión colectiva? y, por último, ¿cómo hacer de él un cuaderno de trabajo, sistemático y
estructurado que resulte indispensable para la evaluación y el seguimiento compartido de la
práctica?

Recordemos siguiendo a Porlán, que el diario en un comienzo refleja acontecimientos,


situaciones, frases y comentarios de la vida del aula con el objetivo de ir construyendo una
visión más objetiva y compleja de nuestra realidad. Es recomendable que, en esta primera
fase, las anotaciones recojan tanto lo que nos resulta más significativo, como la diversidad
de situaciones personales y grupales. Y todo ello prestando atención no solo a lo
académico, sino también a lo que no es siempre tan evidente.

Es conveniente, en este momento, hacer un esfuerzo por separar la descripción de la


valoración, procurando que las interpretaciones que hacemos de los hechos no sustituyan al
hecho mismo. Puede ayudar la fórmula de describir con el máximo detalle, en una parte del
soporte que utilicemos como registro, los acontecimientos (las personas, lo que hicieron o
dijeron literalmente, el contexto, las reacciones, etc.), y en otra, separando con una barra,
utilizando otro color, etc., anotar nuestras propias valoraciones.

Desde el principio, el diario debe incluirse, si es posible, en una estrategia global de análisis
y reflexión en el seno de un equipo de compañeros. Comenzar las reuniones con la lectura y
la discursión de los diarios puede ser un buen punto de partida.

Progresivamente conviene ir sistematizando la discusión y centrándola en aquellos aspectos


de la realidad que nos resultan especialmente relevantes o problemáticos. Es necesario para
ello contar con alguna persona que nos oriente y ayude en este proceso. Lo importante es
superar el nivel del simple relato y entrar en el análisis de las causas y consecuencias,
discutiendo en equipo las ideas que tenemos sobre ello y delimitando bien los problemas.

Llega un momento en que nuestras ideas pueden ser limitadas. En ese caso es conveniente
proponer lecturas, analizar experiencias similares, invitar a algunas personas, compañeros,
etc., que aporten otras visiones de los problemas y amplíen nuestras perspectivas. El
registro sistemático de todo ello en nuestro diario es un material de gran valor y utilidad.

Pero la discusión no debe orientarse sólo a problematizar la práctica, sino también a buscar
nuevas soluciones bien fundamentadas, elaborando conjuntamente hipótesis de
intervención. El diario, en este sentido, no sólo debe recoger información empírica sobre
los acontecimientos de la clase, sino que debe también, al hilo del diseño, ir recogiendo las
nuevas incorporaciones teóricas que se van a aplicar.

En la fase de aplicación de lo programado, el diario deja de ser exclusivamente “un diario”.


Es importante decir previamente el tipo de información que deseamos recoger y los
instrumentos que se van a utilizar (entrevistas, cuestionarios, etc.). El diario debe ser el
cuaderno de trabajo que nos permite hacer un seguimiento global, estructurado y
sistemático de la nueva intervención.
Para finalizar algunos ejemplos que si bien no se constituyen en el único camino, nos
permiten tomar una decisión verdaderamente ajustada a lo que como docentes requerimos.

¿CÓMO HACERLO?

LOS COMIENZOS DEL DIARIO: DE LO GENERAL A LO CONCRETO: DE LA


DESCRIPCIÓN AL ANÁLISIS.

REFLEXIÓN Y PUNTOS DE
DESCRIPCIÓN INTERPRETACIÓN INTERVENCIÓN PARA LA
ACCIÓN

OTRO MODELO
(F. Vásquez)

A POSTERIORI IN SITU

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