Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala D(CNCiv)(SalaD)
Fecha: 21/04/2005 Partes: Heinrich, Ana María Erna E. c. Ediciones Altaya S.A. Publicado en: La Ley Online
Buenos Aires, abril 21 de 2005.
¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada? A la cuestión planteada el Dr. Eduardo M. Martínez Alvarez, dijo: I ANTECEDENTES DE HECHO La sentencia de primera instancia, obrante a fs. 538/544 hizo parcialmente lugar a la demanda de daños y perjuicios interpuesta por Ana María Erna Erica Heinrich de Sanguinetti contra Ediciones Altaya S.A., fundada en la presunta violación de los derechos de autor y paternidad de diversas fotografías que atribuye a su autoría. En consecuencia, condenó a la demandada al pago de una suma de dinero con más los intereses y las costes del proceso. Contra el referido pronunciamiento se alzó la actora, quien expresó agravios a fs. 558/62, los que merecieron réplica de la contraria a fs. 571/576. La apelante cuestiona, en primer término, el justiprecio que se efectuara en la anterior instancia por la violación a los derechos morales que sobre su obra tiene el autor, por estimar que el mismo no guardaría relación con las constancias de autos y las condiciones económicas de las partes, remitiéndose a lo argumentado — al respecto— tanto en el libelo de inicio cuanto al alegar sobre el bien probado. Luego, es materia de queja del rechazo del reclamo intentado por daño patrimonial. Argumenta, al respecto, que la norma en que se funda el Sentenciante de la anterior instancia para el rechazo del reclamo en cuestión (vgr. el art. 34 de la ley 11.723) estaría modificada por la ley 24870, la que incluiría en su normativa protectoria también a los fotógrafos. A más de ello, también señala que la protección de los derechos patrimoniales de los fotógrafos sobre material de su autoría quedan protegidos por el Tratado de la OMPI sobre Derechos de Autor, el cual remite — a su vez— a la Convención de Berna, todo lo cual también derivaría en la derogación parcial del Régimen de la ley 11.723. A más de ello, también cita la Declaración Universal de Derechos Humanos, la que según lo normado por el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta Magna tendría jerarquía constitucional y entre cuyas previsiones consagraría como derecho humano al derecho de autor, invalidando — en consecuencia— la prescripción el art. 34 de la ley 11.723. En igual sentido, también argumenta que se trataría de obras que nunca han sido publicadas. También se agravia respecto del rechazo en la anterior instancia del reclamo que intentara por daño moral, toda vez que sostiene la ausencia de identidad entre éste y la lesión a los derechos morales del autor, concluyendo que se trataría de dos partidas autónomas del daño, motivo por el cual sostiene su reparabilidad por separado de aquella lesión. Asimismo, también cuestiona omisión del juez de la anterior instancia de decidir en lo atinente a su pedido de publicación en los medios masivos de comunicación de su paternidad sobre las fotografías en cuestión, solicitando — en consecuencia— se ordene la reclamada publicidad. Por último, es materia de agravios lo resuelto en torno al inicio del cómputo de los intereses sobre el capital de condena, en el entendimiento de que los mismos deberían correr desde el hecho que motiva las presentes actuaciones y no desde la fecha de interposición de la sentencia, tal se resolviera en la anterior instancia. II FUNDAMENTOS DE DERECHO 2.1. En primer término, cabe resaltar que nuestro más Alto Tribunal ha decidido que los jueces no están obligados a analizar todas y cada una de las argumentaciones de las partes, sino tan sólo aquéllas que sean conducentes y posean relevancia para decidir el caso (CSJN, Fallos: 258:304; 262:222; 265:301; 272— 225, etc.). En su mérito, no habré de seguir a los recurrentes en todas y cada una de sus argumentaciones sino tan solo en aquellas que sean conducentes para decidir este conflicto. Asimismo, en sentido análogo, tampoco es obligación del juzgador ponderar todas las pruebas agregadas, sino aquellas que estime apropiadas para resolver el caso (CSJN, Fallos: 274:113; 280:3201; 144:611), por lo tanto me inclinaré por las que produzcan mayor convicción, en concordancia con los demás elementos de mérito de la causa. En otras palabras, se considerarán los hechos que Aragoneses Alonso llama "jurídicamente relevantes" (su ob., Proceso y Derecho Procesal", Aguilar, Madrid, 1960, pág. 971, párrafo 1527), o "singularmente trascendentes" como los denomina Calamandrei (su trab., "La génesis lógica de la sentencia civil", en "Estudios sobre el proceso civil", págs. 369 y ss.). 2.2. Ello sentado y antes de entrar en el análisis de los agravios vertidos en la especie, cabe poner de resalto que no integra el thema decidendum de esta instancia, lo resuelto en torno a la atribución de responsabilidad, la que fuera imputada en la instancia de grado a la demandada derivada de la utilización indebida de obras fotográficas de autoría de la actora, encontrándose consentido tal aspecto del decisorio en crisis. 2.3. Así las cosas y en lo que a los agravios vertidos por la apelante se refiere debe tenerse en cuenta, como lo he sostenido en reiterados pronunciamientos, paralelamente con el criterio que sustenta nuestra Corte Suprema, que una adecuada reflexión sobre la vasta fórmula utilizada en el art. 1068 del Código Civil — en concordancia con el art. 1079— permite concluir que es la violación del deber de no dañar a otro lo que genera la obligación de reparar el daño causado y que tal noción comprende todo perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria que afecta en forma cierta a otro, a su patrimonio, a su persona, a sus derechos o facultades. Es decir, el concepto jurídico de daño, salvo restricciones queridas por el legislador, abarca la protección de todo interés no reprobado por la ley (cfr. causa 45733, Navarrete, M. R. y Diaz, E. c/ Estado Nacional, en E.D. 157— 581 y nota a fallo de Bustamante Alsina). Por lo demás, para que el daño sea resarcible ha de ser cierto porque, de lo contrario, tendría lugar un enriquecimiento sin causa, a expensas del responsable y debe ser propio o personal del accionante. A iguales efectos, también debe estar en cierta relación causal jurídicamente relevante con el hecho generador, cuestión que concierne a la causalidad (cfr. Alterini, A.A.: "Requisitos del daño resarcible", en "Temas de responsabilidad civil", Ed. Ciudad Argentina, F.D.C.S., 1995, p. 116/9). Pese a que nuestro derecho sustantivo no lo define expresamente, al daño debe conceptuárselo en sentido amplio como la lesión a intereses amparados por el ordenamiento, cuyo trascendido se evidencia en la minoración de valores económicos (daño patrimonial) o en alteraciones desfavorables en el espíritu (daño moral) — cf. Bueres, Alberto J. "El daño injusto y la licitud e ilicitud de la conducta", en "Derecho de daños", Homenaje al Profesor Jorge Mosset Iturraspe, Ediciones La Rocca, 1989. De la misma manera, para que nazca el deber de reparar el daño causado a otro, debe quedar suficientemente acreditado sus elementos comunes: antijuridicidad, daño, relación de causalidad entre el daño y el hecho, y los factores de atribución legal de responsabilidad. 2.4. En el caso de autos, tratándose de derechos de autor derivados de distintas producciones fotográficas corresponde puntualizar — por razones de índole metodológica— algunas cuestiones. Veamos. La obra fotográfica es — según el glosario de derecho de autor y derechos conexos de la OMPI— una imagen de objetos de la realidad, producida sobre una superficie sensible a la luz o a otra radiación (cfr. voz 185), siendo indispensable distinguir entre el arte de una fotografía u obra fotográfica y el trabajo material de fotografía. En tal sentido las fotografías pueden ser protegidas en la ley de propiedad intelectual siempre que su composición, selección o modo de captación del sujeto, objeto o escena, muestre originalidad; no cuando sean rutinarias copias fieles de la realidad. Al respecto, la ley de propiedad intelectual (Adla, 1920— 1940, 443) no define qué debe entenderse por obra o producción científica, literaria o artística, ni establece los requisitos que deben reunir para que sea considerada tal y merecer la protección legal. Sin embargo, el art. 1° tiene un contenido suficientemente genérico, no taxativo, que permite incluir toda creación del intelecto, que sea original y novedoso y dentro del amplio espectro que comprende la citada norma se encuentran las fotografías, que — además— reciben amparo expreso mediante diversas convenciones internacionales ratificadas por nuestro país que constituyen ley para la Nación (cfr. CNCiv., Sala F; en autos "Pepe, Daniel c/ Editorial Atlántida S.A." del 14 de octubre de 1991; LL 1992— B— 475). Ello en consonancia con las distintas soluciones adoptadas en derecho comparado, siendo la obra fotográfica aceptada universalmente como obra específica por las legislaciones sobre derecho de autor (vid Lipszyc, Delia y Villalba, Carlos; Derecho de los autores de obras fotográficas. Daño y reparación; ED 121— 645). En su mérito, no cabe sino concluir en que el autor de una obra fotográfica, en tanto reúna las condiciones antes detalladas, se encuentra amparado por toda la normativa que regula los derechos del autor. Y ello es así por cuanto "el derecho de los autores existe y se le reconoce unánimemente, porque es un derecho impuesto por las más altas razones de justicia y equidad; con razón se ha dicho que el derecho del autor sobre sus obras era la más legítima de todas las propiedades, porque la obra es el fruto por excelencia del trabajo del hombre" (vid Salvat y Argañaraz Citados por Laquis, Manuel Antonio, "Derechos Reales", t. II, Bs. As., Ed. Depalma, 1979, p. 158). Los derechos del autor de una obra constituyen una forma del derecho de propiedad; derecho que recae — a diferencia del derecho real de dominio tradicionalmente regulado en nuestros Códigos— sobre un bien inmaterial o incorporal. El objeto de estos derechos es una creación intelectual y no una cosa. La propiedad intelectual es un complejo que aparece como el resultado de una expresión creativa, a la que se adiciona como elemento esencial una protección pública del Estado que le otorga el carácter de propiedad. Esa protección pública se centra principalmente en las dos ramas de atribuciones que confiere la propiedad intelectual; el reconocimiento de la autoría y el aprovechamiento económico. Es decir que el derecho que el ordenamiento jurídico reconoce al autor sobre su creación intelectual comprende esencialmente dos ámbitos en los cuales se le otorgan facultades exclusivas, oponibles erga omnes: facultades de carácter patrimonial, que otorgan al titular el derecho exclusivo de obtener un provecho pecuniario mediante la explotación de la obra y que constituyen el denominado derecho patrimonial del autor y facultades de carácter personal, que confieren la tutela de la personalidad del autor en relación con la obra, permitiendo al autor crear la obra y hacerla respetar, defender su integridad en la forma y en el fondo, constituyendo el denominado derecho moral del autor (ibíd Caivano, Roque J., Mitelman, Carlos O. y Zuccherino, Daniel R., su obra La protección legal del derecho moral del autor en la creación intelectual; en JA 1995— II— 373). En tal sentido, el Tribunal Cimero ha dicho que el derecho de los autores al disfrute patrimonial exclusivo de su creación intelectual es distinto del derecho a que se les reconozca la paternidad espiritual de la obra que, por su intrínseca naturaleza moral, es inseparable de la personalidad de los creadores, de modo que, si bien éstos pueden ceder sus derechos económicos, no pierden la legitimación para reivindicar la paternidad de la misma y oponerse a cualquier modificación en su perjuicio (Fallos 293— 362), postura ésta que mantuvo años después al expresar que es necesaria una precisión previa sobre la naturaleza jurídica de los derechos intelectuales siendo comprensiva de aspectos materiales o patrimoniales que confieren al autor la facultad de obtener los beneficios económicos de su obra y de otros, de carácter extrapatrimonial, que configuran los llamados derechos morales de autor originados en la necesidad de proteger la personalidad creativa. Ese propósito protector otorga la prerrogativa de defender la paternidad de la obra, el derecho de publicarla o mantenerla inédita y a su integridad evitando que se la altere o deforme y que esas peculiaridades no afectan la condición unitaria del derecho intelectual, de manera que los derechos patrimoniales y morales del autor deben entenderse como categorías interdependientes (cfr. CSJN in re "Casiraghi, Félix y otros c/ Prov. de la Rioja"; ED 138— 322). 2.5. Sentado lo expuesto, y encontrándose acreditado en autos — tal como lo señalara en el acápite 2.2.— el uso indebido que de la obra de la accionante realizara la demandada, cabe ahora abocarse al análisis de los agravios vertidos por la apelante, correspondiendo — en primer lugar— la decisión de la queja vertida por el rechazo en la anterior instancia del reclamo intentado por daño patrimonial. Al respecto, y tal como señalara precedentemente aquellos que se encuentran protegidos por la normativa referida a derechos de autor gozan de derechos de índole patrimonial, mas ellos no son absolutos, sino que como todo derecho de raigambre constitucional se encuentra limitado por las leyes que reglamentan su ejercicio, siendo característica común de estos derechos patrimoniales su limitada duración, refiriéndose a esta clase de derechos la Constitución Nacional al disponer que todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento por el término que la ley le acuerde (art. 17) y, en consecuencia, la ley 11723 determina la extensión temporal de esos derechos (vid. Caivano, Mitelman y Zuccherino, op. cit.). En efecto. La limitación al derecho patrimonial de autor más importante es, sin duda, el carácter temporal de la duración de los derechos de autor. Esta restricción temporal tiene sus fundamentos en la esfera económico— patrimonial del derecho de autor, ya que los derechos morales tienen una existencia ilimitada. Los plazos de protección del derecho patrimonial tienen por finalidad fomentar el acceso a las obras protegidas por el derecho de autor, toda vez que cumplidos esos plazos, la obra ingresa en el dominio público, refiriéndose el dominio público del derecho común a la propiedad de bienes materiales afectados al uso directo de la comunidad y susceptibles de apropiación privada, mientras que el dominio público del derecho de autor tiene connotaciones diferentes. Así, transcurrido el plazo de duración del derecho patrimonial, las obras no pasan al dominio del Estado, entendiéndose por dominio público la posibilidad de que sean usadas — reproducidas, comunicadas al público (representadas, ejecutadas, exhibidas, radiodifundidas, etc.)— por cualquier persona, sin que ninguna pueda adquirir derechos exclusivos sobre ella; sí, en cambio, sobre los aportes creativos que se le adicionen. En lo que a obras fotográficas se refiere, la ley 11.723 efectúa una distinción que marca diferencia entre las obras fotográficas y otras obras protegidas, al fijar un plazo menor de duración del derecho de autor que establece en veinte años a contar desde la fecha de la primera publicación (art. 34 de la ley 11.723), mas esta reducción del plazo no es privativa de la legislación nacional, sino que en las convenciones internacionales también se acepta la posibilidad de la reducción del plazo general recogiendo el mencionado criterio (cfr. Lipszyc y Villalba, ob. cit.). En tal sentido el Convenio de Berna, Acta de Bruselas de 1948, aprobada por nuestro país en 1967 por ley 17.251, dispone que el plazo de duración de la protección sobre las obras cinematográficas, fotográficas y las obtenidas por procedimientos análogos y las obras de arte aplicadas, es diferido a lo establecido por la ley del país donde la protección es reclamada, sin que esta duración exceda de la fijada en el país de origen de las obras (cfr. Lipszyk y Villalba, ob. cit.) y si bien este plazo fue extendido por el Acta de París del año 1971 — la cual no fue ratificada expresamente por nuestro país— manteniendo la remisión a las legislaciones nacionales, pero estableciendo un piso de protección de veinticinco años de la realización de la obra, lo cierto es que tal prórroga del plazo de protección pierde virtualidad a la luz del Tratado de la OMPI de 1996 sobre Derecho de Autor, del cual la Argentina es signataria, el cual determina — con respecto a las obras fotográficas— que las partes contratantes no aplicarán las disposiciones del art. 7°, párr. 4 del Convenio de Berna (Acta de París de 1971). Y tan clara ha sido la voluntad del legislador de no extender el plazo de protección de las obras fotográficas que en dos sucesivas reformas al art. 34 de la ley 11.723 (vgr. leyes 24.249 y 25.006) exclusivamente amplió los plazos de protección para las obras cinematográficas, excluyendo aquéllas. Así las cosas, no puedo sino compartir las conclusiones a las que a este respecto arribara el Sr. Juez de grado. En efecto. En primer término, cabe echar por tierra el argumento de la apelante en el sentido de que las fotografías en cuestión son obras inéditas, toda vez que es la propia accionante quien en el libelo inicial señala que "... las obras utilizadas por la accionada como láminas de sus Compact Disc fueron exhibidas en numerosas muestras fotográficas organizadas en el país y en el extranjero..." (Sic) (ver fs. 22 vta.), con lo cual contradiciendo la postura asumida en el escrito en despacho reconoce que no se trata de un material inédito, sino que reiteradas veces ha tomado estado público, tanto así que como ella misma relata esta serie de fotografías han prestigiado su labor profesional (ver fs. cit.). Por lo demás también es dable destacar en este sentido que son los propios testigos propuestos por la actora quienes señalan que las fotografías de la actora han sido tapa de distintas revistas de espectáculo (cfr. fs. 239 y fs. 243). Ello sentado, cabe ahora analizar si las fotografías en cuestión se encuentran comprendidas dentro del plazo de protección de los derechos patrimoniales del autor que fija el art. 34 de la ley 11.723, no pudiendo inclinarme sino por la negativa. Como acertadamente señala el Sr. Juzgador de la anterior instancia si bien no existen datos precisos acerca de la fecha de publicación de las fotografías en cuestión, dadas las personalidades retratadas (Aníbal Troilo, Juan D'Arienzo y Pedro Maffía), sus aspectos al momento de ser fotografiados, y que la accionante realizó su labor relacionada a los artistas de moda entre la década del '40 y la década del '60 (cfr. testimonios de fs. 238/240 y fs. 241/244 y el propio curriculum glosado por la actora como documento n° 6) es dable presumir que al momento del uso indebido — que motiva el presente— del referido material fotográfico por parte de la demandada (con posterioridad al 23 de agosto de 2000, según relata la actora a fs. 19) las fotografías en cuestión integraban el dominio público. Por todo lo expuesto y lo normado en el inc. 5° del art. 163 de la ley ritual, cabe concluir que ningún derecho de índole patrimonial de la actora sufrió menoscabo en la especie. Por ello, propicio la confirmación de este aspecto del decisorio de grado, rechazando en consecuencia la queja intentada al respecto. 2.6. Distinta, en cambio, es la solución que propiciaré respecto del agravio que cuestiona el justiprecio que en la anterior instancia se efectuara por la violación a los derechos morales que sobre su obra tiene el autor. En efecto. Como enseña Satanowsky "el hecho de crear una obra, hace nacer entre ésta y el autor un vínculo personal muy fuerte, que no puede ser quebrado por ninguna convención. Algunos lo consideran como esencia misma del derecho de autor. Otros, como uno de los elementos de ese derecho. El autor ha puesto en su obra una parte de su personalidad y tendrá, por lo tanto, el derecho a defenderla aunque pase enseguida a manos extrañas... En otros términos, el derecho moral tiene por objeto defender la personalidad del autor de las posibles lesiones a su capacidad o calidad creadora. Se funda en el principio de que la personalidad humana es intangible, y trata de evitar que se perjudique en lo esencial los intereses personales o artísticos del autor" (vid. aut. cit. Derecho Intelectual, vol. I, Bs. As. Ed. TEA, 1954, pág. 166). Señalando sus caracteres, Lipszyc (cfr. su op. Derecho de autor y derechos conexos Ediciones Unesco— Cerlalc— Zavalía, 1993, pág. 65) destaca que el derecho moral del autor es esencial, extrapatrimonial, inherente a la calidad de autor y absoluto. Por lo tanto debemos concluir en que es imprescriptíble y permanente y aunque la obra pase al dominio público — tal el caso sub examine— esta clase de derechos no se ven afectados, porque están fuera del comercio y conforme lo dispuesto en el art. 3952 del Código de Vélez sólo pueden prescribirse las cosas cuyo dominio puede ser objeto de adquisición. En tal sentido, el codificador refiere — en la nota a dicho artículo— que el Código francés declara que no puede prescribirse el dominio de las cosas que no están en el comercio (vid. Caivano, Mitelman y Zuccherino, op. cit.). Ahora bien, lo que en doctrina se ha dado en llamar derecho moral del autor encierra facultades concretas, las que — a no dudarlo— no han sido observadas en la especie. Así el autor goza del derecho a que se respete su nombre o seudónimo, es decir, a que se le reconozca la paternidad intelectual sobre ella. Al respecto, el art. 52 de la ley 11.723 consagra, en su letra, al denominado derecho al reconocimiento de la paternidad de la obra al disponer que "aunque el autor enajenare la propiedad de su obra está en condiciones de exigir la mención de su nombre o seudónimo como autor" (cfr. CNCiv.; Sala A; ED 121— 644). También, y a la par de este derecho, el autor también está en condiciones de exigir el respeto y el mantenimiento de la integridad de la obra, significando esto que toda difusión de aquélla debe ser efectuada sin modificaciones, en la forma que el autor la creó, aún si el autor se ha desprendido de sus derechos patrimoniales o como acontece en la especie ha expirado el término de la protección legal, pudiendo — sin embargo— exigir que el tercero a quien se le han cedido aquéllos o cualquier otro, la publique respetando exactamente el diagrama original. La obra resulta, conforme a los propósitos del autor canalizados a través del proceso creativo o esfuerzo intelectual, un todo, en el cual sus componentes (colores en obras pictóricas, materiales en obras escultóricas, expresiones o giros idiomáticos y signos de puntuación en obras literarias, alteraciones o silencios en obras musicales, etc.) están organizados de una manera específica, lo que implica la unidad de composición detallada. De este modo, la reproducción de la obra en forma imperfecta o parcial, supone una afectación cualitativa y cuantitativa que rompe la unidad gestada por el autor (vid Nuñez, Javier; Alcances y justificación del derecho moral del autor; JA 2001— I— 957). Por ello se sostiene que las especiales características del derecho moral de autor denotan que la relación creador— creación existente entre el autor y su obra jamás desaparece, o lo que es lo mismo la obra jamás sale del todo del ámbito de la personalidad del autor (vid aut. y op. cit.). Así las cosas, habiendo quedado debidamente acreditado en la anterior instancia la autoría de las fotografías, tópico éste que no integra el thema decidendum de este Tribunal y que del material probatorio arrimado por las partes no surge que en las láminas de portada de los Compact Disc que motivan las presentes se halla hecho constar la referida autoría (tal como lo reconoce la propia accionada a fs. 536 vta.) cabe concluir que la accionada ha violentado el derecho de paternidad que a la accionante le correspondía sobre su obra. Pero a más de ello de la pericial fotográfica ordenada en autos y producida a fs. 168/200 (la que ha sido consentida por las partes y será valorada de conformidad con el art. 477 del rito) se desprende claramente que en las reproducciones que la accionada utilizara de la obra de la Sra. Heinrich se alteró el sentido de la misma, variando el carácter y composición dada por su autora, violando de tal manera el derecho moral que el artista tiene a la integridad de su obra. Así las cosas, ninguna duda puede caber que la accionante a raíz de las ilegítimas conductas de la accionada reseñadas en el párrafo anterior ha sufrido un detrimento en los derechos morales que le correspondían sobre su obra y si bien es cierto que el daño moral no puede ser medido en sí mismo por un procedimiento material (contar, pesar, etc.), sí es factible hacerlo por una vía no menos real, aunque inmaterial: con la balanza de la mente y el metro del espíritu. Así, cuando se dice que el daño moral no requiere acreditación, en general se está aludiendo a la imposibilidad de prueba directa, pero las presunciones que emergen de determinadas situaciones constituyen también un medio probatorio, sólo que indirecto (cfr. Matilde Zavala de González en "Resarcimiento de daños, T. 2b, pág. 593 y ss.). Puntualizado ello y a partir del carácter resarcitorio que le asiste al daño moral, pues desempeña la función de satisfacer un perjuicio que no es mensurable con exactitud (cfr. Bustamante Alsina, Jorge, "Teoría Gral. de la Responsabilidad Civil", Bs. As., 1989, pág. 179 y ss; Cazeaux Pedro N. y Trigo Represas, F.A., "Derecho de Obligaciones", La Plata, 1969, T. I., pág. 251 y ss.) y en vista de la gravedad objetiva del perjuicio, considerando que la conducta antijurídica desplegada por la accionada afectó espiritualmente a la Sra. Heinrich, no sólo por la omisión de su paternidad, sino — sobre todo— por la mutilación que de su obra debió soportar, estimo que la suma fijada por este nocimiento en la anterior instancia ($ 18.000) deviene insuficiente a la luz de las circunstancias particulares del caso, por lo que propongo, en orden a lo normado por el art. 165 del rito, elevar la suma en cuestión a la de 29.500. 2.7. Respecto de la indemnización que la actora reclama en concepto de daño moral de manera autónoma a la que se le fijara por violación a los derechos morales que le corresponden sobre su obra, propiciaré que se confirme en este aspecto la decisión adoptada en el fallo en recurso. En efecto, coincido con el Sr. Juez a— quo en que reconocer una suma autónoma por este nocimiento importaría tanto como admitir la duplicación de la indemnización de idéntico daño. Como me explayara en el anterior acápite reconocer la existencia de una violación a los derechos extrapatrimoniales o morales que sobre su obra tiene el autor, es lo mismo que reconocer que ha sufrido un perjuicio no de índole económica, sino espiritual que encuadra dentro de la categoría de daño moral, toda vez que a fin de justipreciar las consecuencias disvaliosas que la ilegítima conducta de la demandada provocó en la actora, debe valorarse el impacto negativo que tal actitud logró en la faz espiritual de la apelante. Como acertadamente señala Nuñez la lesión a los derechos morales del autor es entendido jurisprudencialmente como de naturaleza moral (ibid op. cit.; en tal sentido cfr. CNCiv, Sala I in re "Angel c/ Tarifario S.R.L. y otros s/ ds. y ps. del 15/6/1999, ED 13/12/99, pág. 4; íd. Sala H in re "Grecco c/ Pozzi y otro s/ ds. y ps. del 10/9/2002). Por ello, al haberse ya fijado la reparación de este nocimiento que la accionante reclama por partida separada es que propicio la confirmación del decisorio de grado, rechazando — en consecuencia— el pretendido reclamo autónomo en concepto de daño moral. 2.8. Con respecto a la solicitud de la apelante en el sentido de que se ordene dar a conocer en los medios masivos de comunicación su paternidad sobre las fotografías en cuestión, anticipo que propiciaré su favorable acogida. En efecto. El art. 52 de la ley 11.723 consagra, en su letra, al denominado derecho al reconocimiento de la paternidad de la obra al disponer que "aunque el autor enajenare la propiedad de su obra, conserva sobre ella el derecho de exigir la mención de su nombre o seudónimo como autor" (cfr. CNCiv., Sala A en autos "Lazaridis, Hugo A. c/ Ed. Perfil S.A." del 1/10/1985). En igual sentido la Convención de Berna, que es derecho vigente desde su aprobación por ley 17.251, consagra similar principio (art. 6 bis — 1— ) al establecer que el autor, conserva aún después de la cesión, el derecho de reivindicar la paternidad de la obra, en un orden de ideas coherente con la inherencia personal que — como señalara en anteriores acápites— presenta este derecho moral (cfr. CNCiv., Sala G; JA 1995— II— 373). En tal orden de ideas, se debe tener presente que el derecho del que goza el autor de una obra a que se respete su nombre o seudónimo, es decir, a que se le reconozca la paternidad intelectual sobre ella tiene un aspecto positivo, consistente en exigir que la obra aparezca públicamente bajo su nombre, y un aspecto negativo, conforme el cual puede prohibir a otro que usurpe su paternidad (ibid. Caivano, Mitelman y Zuccherino, op. cit.). Por lo demás, no puede soslayarse el hecho de que la omisión del nombre del autor importa un agravio a su derecho de ser siempre vinculado a la obra, que en el lenguaje común se identifica como derecho al cartel. Tanto para los autores, cuanto para los artistas o intérpretes en general la publicación de su nombre con sus características peculiares; lugar, tamaño de las letras, etc., presenta gran interés, toda vez que de ello dependerá en gran medida, no sólo la posibilidad de lograr nuevas contrataciones y la explotación económica de su repertorio autoral, sino también su desarrollo profesional (cfr. Lipszyk y Villalba, ob. cit.). Por ello y haciendo lugar a la queja de la apelante, propongo al Acuerdo ordenar la publicación — a cargo de Ediciones Altaya S.A.— de una solicitada en la cual reconozca que las fotografías que motivaron el presente son de autoría de la accionante, en un medio gráfico de amplia circulación nacional que será determinado por el Sr. Juez de grado en la etapa de ejecución de sentencia. 2.9. En torno al agravio de la actora respecto al punto de partida de los intereses sobre el capital de condena, adelanto que también propiciaré su favorable acogida. En efecto, los réditos deberán correr desde la ocurrencia de cada perjuicio objeto de reparación conforme la doctrina plenaria del fuero sentada en autos "Gómez, Esteban c/ Empresa Nacional de Transportes del 16/12/1958 (LL 93— 667), siendo en la especie tal oportunidad la primera publicación indebida que del referido material fotográfico realizara la demandada con posterioridad al día 23 de agosto de 2000, fecha en la cual las partes suscribieron un acuerdo por el cual la perdidosa reconoció su transgresión. III RESULTADO DE LA REVISION Por estas consideraciones voto por la afirmativa y propongo al Acuerdo: 1) tener por decisión lo expresado en los considerandos precedentes; 2) modificar la sentencia apelada en torno al justiprecio que se realizara en concepto de violación a los derechos morales de la autora, partida que prosperará por la suma de $ 29.500; 3) modificarla también en lo atinente al pedido de publicación del derecho de paternidad de la autora sobre su obra, ordenando la publicación — a cargo de Ediciones Altaya S.A.— de una solicitada en la cual reconozca que las fotografías que motivaron el presente son de autoría de la accionante, en un medio gráfico de amplia circulación nacional que será determinado por el Sr. Juez de grado en la etapa de ejecución de sentencia.; 4) hacer lo propio respecto al punto de partida de los intereses sobre el capital de condena, los que se devengarán desde la oportunidad señalada en el acápite 2.9.: 5) confirmar el resto de la sentencia apelada en todo lo que fuera motivo de agravio. Costas de la Alzada a la demandada vencida, en virtud del principio objetivo de la derrota en juicio (art. 68 del rito) y de que aquéllas en el proceso de daños integran la indemnización. Así lo voto. Los Sres. Jueces de Cámara Dres. Mercante y Ubiedo, por análogas razones a las aducidas por el Sr. Juez de Cámara Dr. Martínez Alvarez, votaron en el mismo sentido a la cuestión propuesta. Por lo que resulta de la votación de que instruye el Acuerdo que antecede, se tiene por decisión lo expresado en los considerandos precedentes y se modifica la sentencia apelada en torno al justiprecio que se realizara en concepto de violación a los derechos morales de la autora, partida que prospera por la suma de PESOS VEINTINUEVE MIL QUINIENTOS ($ 29.500). Se la modifica también en lo atinente al pedido de publicación del derecho de paternidad de la autora sobre su obra, ordenando la publicación — a cargo de Ediciones Altaya S.A.— de una solicitada en la cual reconozca que las fotografías que motivaron el presente son de autoría de la accionante, en un medio gráfico de amplia circulación nacional que será determinado por el Sr. Juez de grado en la etapa de ejecución de sentencia. Se hace lo propio respecto al punto de partida de los intereses sobre el capital de condena, los que se devengan desde la oportunidad señalada en el acápite 2.9.— Se confirma el resto de la sentencia apelada en todo lo que fuera motivo de agravio. Costas de la Alzada a la demandada vencida, en virtud del principio objetivo de la derrota en juicio (art. 68 del rito) y de que aquellas en el proceso de daños integran la indemnización. Regulados que sean los honorarios en la Primera Instancia, se fijarán los correspondientes a la Alzada.— Notifíquese y devuélvase. — Eduardo M. Martínez Alvarez. — Domingo A. Mercante. — Carmen N. Ubiedo.