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La mayoría de los tratados modernos contienen cláusulas en las que se indica su duración
o la fecha de su terminación, o el derecho a denunciarlo o retirarse de él; en tales casos la
terminación es una consecuencia de sus propias disposiciones; sin embargo, existen
tratados que no contemplan un supuesto de terminación, denuncia o retiro.
— Las disposiciones del tratado o por consentimiento de las partes (artículo 54).
— Por la reducción del número de partes en un tratado multilateral a un número
inferior al necesario para su entrada en vigor (artículo 55).
— Por denuncia o retiro (artículo 56).
— Por la celebración de un tratado posterior (artículo 59).
— Como consecuencia de su violación (artículo 60).
— Por la imposibilidad subsiguiente de su cumplimiento (artículo 61).
— Por el cambio fundamental en las circunstancias (artículo 62).
— Por la ruptura de relaciones diplomáticas (artículo 63).
— Por la aparición de una nueva norma imperativa de derecho internacional general o
ius cogens (artículo 64).
Ciertamente, cada uno de estos supuestos tiene requisitos muy específicos para que
puedan ser invocados por el Estado parte interesado en concluir su participación en el
convenio; y más aun tomando en consideración que en este apartado de la Convención de
Viena, los supuestos relativos a la terminación, en su mayoría, fueron redactados en
forma negativa; es decir, no se admite la conclusión, salvo que el tratado en cuestión
prevenga el supuesto de que se trate o que se cubran los requisitos establecidos como
candados, a efecto de que las partes no tengan un exceso de facilidades en la conclusión
de sus compromisos internacionales.
Los tratados generalmente establecen una regla relacionada con la conclusión del
instrumento, así que esto no genera problema alguno, puesto que la terminación llegará de
acuerdo con las disposiciones del tratado, es decir, lo que las propias partes en el
instrumento desearon establecer.
Los tratados suelen contener cláusulas diversas al respecto; algunos de ellos señalan
los periodos de uno a doce años, pero también se encuentran periodos de veinte, cincuenta
y hasta noventa y nueve años. En la práctica actual es más común que los tratados fijen
periodos de duración inicial más cortos; por ejemplo, cinco o diez años, pero que prevean
al mismo tiempo su continuación en vigor una vez expirado ese periodo, sin perjuicio del
derecho a denunciarlos o a retirarse de ellos.
2. Reducción del número de partes en un tratado multilateral a un número inferior al necesario para su
entrada en vigor
En este supuesto se prevé que el tratado no termine por la reducción del número de
Estados parte que fueron necesarios para la entrada en vigor del mismo, salvo que el
propio tratado disponga otra cosa.
Así, queda condicionado a que el propio instrumento prevea dicha situación. Por
ejemplo, el apartado 2 del artículo VIII de la Convención sobre los Derechos Políticos de
la Mujer establece:
Este artículo, redactado en forma negativa, prevé que el tratado que no contenga
disposiciones sobre retiro o denuncia no podrá ser objeto de denuncia o retiro de los
Estados parte, salvo que haya sido intención de las partes admitir la posibilidad de
denuncia o retiro, o que este derecho pueda inferirse de la naturaleza del tratado.
El problema que se presenta en los supuestos que tratamos es saber qué posibilidad
tiene un Estado de denunciar o retirarse de un tratado cuando éste ya no responde a sus
intereses o necesidades y si todos los tratados en los que no se establece una disposición
específica al respecto permiten que un Estado parte, libremente pueda retirarse o
denunciarlo.
En el caso de los tratados de paz o de los tratados fronterizos, difícilmente habrá una
disposición de retiro o de denuncia; porlo general, este tipo de tratados son a perpetuidad,
aunque no es extraño que este tipo de instrumentos puedan ser modificadospor acuerdos
ulteriores entre las partes.
4. Terminación de un tratado como consecuencia de la celebración de un tratado posterior
El precepto en cuestión determina que un tratado concluye cuando todas las partes en
él celebran ulteriormente un tratado sobre la misma materia y se desprende de este último
la intención de las partes de que la materia se rija por éste, o bien las disposiciones del
tratado posterior son incompatibles con las del tratado anterior, de tal manera que no
pueden ser aplicados simultáneamente.
Rige el principio de que la norma posterior deroga a la anterior, siempre y cuando las
partes en los dos tratados sean las mismas. “Incluso cuando las partes en los dos tratados
no son las mismas, la situación es igual, si todas las partes en el primer tratado lo son
también en el segundo”. El problema surge cuando no todas las partes del tratado anterior
forman parte del tratado posterior; en ese caso, cabe pensar que el tratado anterior sigue
rigiendo para aquellos que no son Estados parte del tratado ulterior.
En el caso de una violación grave de un tratado bilateral por una de las partes, facultará
a la otra parte para alegar la violación como causa para dar por terminado el tratado o
para suspender su aplicación total o parcialmente.
Se entiende por una violación grave un rechazo del tratado no admitido por la
Convención, o la violación de una disposición esencial para la consecución del objeto o el
fin del tratado.
Por supuesto que, de acuerdo con el apartado 5 del mismo precepto, esta regla no es
aplicable a las disposiciones relativas a la protección de la persona humana contenidas en
tratados de carácter humanitario, en particular a las disposiciones que prohíben toda forma
de represalias con respecto a las personas protegidas por tales tratados.
La práctica de los Estados ofrece pocos ejemplos de terminación de un tratado por esa
causa. Sin embargo, la hipótesis prevista en el artículo es la de la sumersión de una isla, la
desecación de un río o la destrucción de un dique o de una instalación hidroeléctrica,
indispensables para la ejecución del tratado.
9. Aparición de una nueva norma imperativa de derecho internacional general (ius cogens)
A final de cuentas, la regla general es que si los Estados van a declarar la terminación o
la nulidad de un tratado, deberá hacerse por mutuo consentimiento.
Éstas son reglas igualmente aplicables para los supuestos de denuncia o retiro de un
tratado multilateral.
12. El Orden Público Internacional
Aquel sujeto del derecho internacional que vaya en contra de un principio del derecho
internacional estaría violando el Estado de derecho por no ajustarse a él. Esto es muy claro
en el caso de las normas de jus cogens,329 que algunos identifican con el orden público,
ya que cualquier acto en contrario está viciado de nulidad absoluta, conforme a la
Convención de Viena 1969 sobre Derecho de los Tratados.
Aunque el concepto de orden público es más amplio, ya que va más allá del de jus
cogens, este orden público internacional, que constituiría una especie de segundo piso
normativo, está formado por las normas de derecho penal, derechos humanos, derecho
humanitario y los principios de derecho internacional. Dentro de las normas de derechos
humanos se encuentran las normas del derecho internacional del medio ambiente. Así, es
posible hablar de un orden público internacional que tenga como eje fundamental a los
derechos humanos, y con el acompañamiento de los principios de derecho internacional
que están contenidos en la Carta de San Francisco, en sus artículos 1o. y 2o. Este
concepto de OPI es importante, como punto de referencia para la creación de un EDI.
Los PDI son normas jurídicas fundamentales expresadas en forma categórica, que no
son inmutables, y dada su generalidad están sujetas a su concreción en la práctica. Algunos
los consideran como “formulaciones universales, de carácter normativo concreto, surgidas
de la práctica internacional…”.
A estos principios se pueden agregar otros más, algunos que provienen de áreas
especiales del derecho internacional, como el derecho internacional del medio ambiente.
Por supuesto, detrás del contenido de los principios de derecho internacional hay una
historia y un contenido político.
La Corte debe enfatizar, sin embargo, que los tratados modernos sobre derechos
humanos, en general, y, en particular, La Convención Americana, no son tratados
multilaterales de tipo tradicional, concluidos en función de un intercambio
recíproco de derechos, para el beneficio mutuo de los Estados contratantes. Su objeto
y fin son la protección de los derechos fundamentales de los seres humanos,
independientemente de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente
a los otros Estados contratantes. Al aprobar estos tratados sobre derechos humanos,
los Estados se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien común,
asumen varias obligaciones, no en relación con otros Estados, sino hacia los
individuos bajo su jurisdicción. El carácter especial de estos tratados ha sido
reconocido, entre otros, por la Comisión Europea de Derechos Humanos…
En el caso concreto de las normas del derecho humanitario internacional, son de carácter
erga omnes, ya que los Estados tienen una doble obligación: por un lado, están obligados a
respetar y hacer respetar sus normas. “Una obligación (la de respetar) se asume en el
marco del ordenamiento interno de cada Estado y la otra (la de hacer respetar), frente
a todos los Estados y a la comunidad internacional”. Además, son irrenunciables por
las personas a quienes protege, ya que ellas “no podrán en ningún caso, renunciar parcial
ni totalmente a los derechos que les confiere”.
Así, las normas del derecho humanitario internacional, lasde los derechos humanos,
las del medio ambiente y las del derecho internacional penal (que cuentan con una serie
de normas de carácter sustantivo) y con los principios de derecho internacional, crean un
orden público internacional, una especie de segundo piso que complementa al derecho
interno, y que va en contra de la impunidad. El reconocimiento de este OPI obliga a los
Estados a adecuarse a él y a proteger mejor a sus ciudadanos, y de esa manera es posible
lograr una inserción en las relaciones internacionales en forma más armónica con el
derecho internacional.