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Temática: Educación pública en tiempos de pandemia.

Introducción
La búsqueda de una educación pública de calidad ha sido larga e inconsistente, con muchos
obstáculos por superar, pero desde octubre del año pasado, para nuestra educación nacional
todo ha ido de mal en peor, hasta llegar al punto en el que nos encontramos; clases online.
Como alumnos y profesores nunca nos habíamos enfrentado a un entorno virtual como este,
con todas las limitaciones que conlleva, y es por esto que el funcionamiento de este comenzó
siendo experimental y discriminatorio, cosa que no ha cambiado al ser incorrectamente visto
como una medida provisoria, pero que ya debe ser considerada una realidad perduradera e
importante. Por tanto, es necesario conocer la situación de nuestra educación actual, para
nunca perder el foco más importante; encontrar una educación de calidad para todos.

Desarrollo
Desde que inició la cuarentena, el Mineduc trabajó en adaptarse al nuevo sistema. Dentro del
plan de estudios 2020, se lanzó la priorización curricular, que plantearía las bases de
aprendizaje para las escuelas. Considerando los cambios en las jornadas y las diferentes
realidades de cada familia, no podemos decir con exactitud si los requerimientos ajustados al
2020 son suficientes o insuficientes, y que tanto nos afectarán en los próximos años a nivel
estudiantil, pero desde aquí nacen los posibles problemas de adaptación, pues “Es probable
que esta pandemia cause la interrupción más grave en las oportunidades de aprender a nivel
mundial en un siglo, ampliando las disparidades ya significativas en la oportunidad
educativa dentro y entre las naciones” (Reimers, superior del GEII 2020), que serán
inevitables por la pérdida de clases presenciales. Además, dentro de las orientaciones
pedagógicas también propuestas por el Mineduc, se plantea: “Es requisito una sola
calificación final para aprobar una asignatura al final del año.”, haciendo énfasis en la
diferencia entre la calificación y la evaluación —que tienen como principal disparidad el que
en la evaluación se valoren los diferentes procesos de aprendizaje y en la calificación solo el
resultado—. Pero en las clases online reales, ¿su modelo funciona?

Debemos partir señalando que la educación no se puede permitir un descanso, y que tampoco
podemos comparar una cuarentena con vacaciones, como hace unos meses trató de hacer el
Mineduc, al decretar vacaciones de invierno en abril. Esta decisión fue altamente criticada y
considerada “una medida que pedagógicamente es muy perjudicial” según Mario Aguilar,
presidente del Colegio de Profesores (CPC), refiriéndose a los resultados de una encuesta
realizada al respecto, demostrando que 94,02% de los encuestados estaban en desacuerdo con
la medida, destacando lo dañina y contrasentido que era, argumentando que “da una
equívoca señal de que ahora entramos en vacaciones”. Destaco las intenciones del CPC de
seguir trabajando en las clases online, pues se sabe que la pérdida de la educación “provoca
no sólo la suspensión del tiempo de aprendizaje, sino también una pérdida de conocimiento y
habilidades adquiridas” (OCDE y Reimers, 2020), sumado a que “esta pandemia podría
generar la disrupción más grande en las oportunidades educacionales para esta
generación” (OCDE), por lo que pensar en suspensión de clases por un año sería
contraproducente y negativo para los estudiantes, pero de la misma manera, reanudarlas de
manera virtual implicaría desechar uno de los objetivos de la educación pública; conseguir
igualdad entre los alumnos.
Así es como uno de los principales problemas de las clases online es esta discriminación
hacia los sectores con menos recursos, que no cuentan con las herramientas necesarias para
acceder correctamente a los recursos educativos. Al ver esta situación, se buscaron maneras
de llegar a ellos, creando proyectos como TV Educa o Aprendo en línea, además incluir un
sistema de acercamiento para familias (principalmente de zonas rurales) que no tengan acceso
a internet. En estos casos, la solución que se encontró fue mandar guías, pero… ¿Es esto
correcto? No podemos confirmarlo.

Cada familia tiene una situación diferente, pero también cada niño tiene diferentes maneras
de aprender, haciendo que estas guías los limiten antes de apoyarlos. Lo que se necesita más
que nunca son diferentes metodologías, pues no podemos enseñar de la misma forma a todos,
y el ejemplo más notorio de esto es la educación diferenciada.

Desde el momento en que esta educación empezó a hacerse presente gracias a la creación del
Programa de Integración Escolar (PIE), estos estudiantes han tenido que abrirse paso de
diferentes maneras dentro de este sistema no directamente pensado para ellos, pero al que aun
así debieron incluirse, superando barreras antes imposibles de atravesar. Pero el COVID-19
trajo consigo muchas, en las que “Los estudiantes con discapacidad se han visto
desproporcionadamente afectados debido a la aparición de nuevas barreras para el
aprendizaje y la participación, especialmente por el uso de plataformas virtuales y la
interrupción de clases o servicios de apoyo.” (Carola Rubia, Directora Ejecutiva de la
Fundación Descubreme). A pesar de los esfuerzos del ministerio y diferentes organizaciones,
las clases online siguen siendo algo nuevo y complejo para todos estos alumnos. Casos como
el autismo no son bien manejados en la educación pública, generándose así situaciones de
pánico por los docentes no especializados al no saber qué hacer y estrés y angustia de parte
del estudiante al no entender la situación, y en las clases online todo se vuelve aún más
difícil. Las herramientas no son bien comprendidas y no llaman la atención del niño, el plan
de priorización curricular tampoco les favorece al ser sus principales focos de aprendizaje
otros, lo que termina obligando a las familias a volverse aún más partícipes en la búsqueda de
maneras de avanzar, pero con la continua necesidad de un especialista que generalmente, no
existe o se encuentra solo a través de una pantalla. Y en el contexto actual, es complejo darle
un trato diferente a cada mente, pero existen herramientas que nos pueden ayudar, podemos
implementar audiolibros, guías con fragmentos de libros interesantes, material práctico,
pendrives con recursos varios, maneras que pueden beneficiar a los estudiantes con mayores
necesidades o con menos recursos, trabajando de manera offline, pero para poder aplicarlas,
debimos saber usarlas desde el principio.

Este nuevo sistema, al carecer de un espacio cerrado donde el profesor pueda supervisar a
cada estudiante, necesita conseguir atraer la atención del alumno sin poder obligarlo a
hacerlo. Estamos restringidos a una pantalla que solo puede ofrecernos información
cognitiva, cosa que, como estudiantes, no nos da una “razón” para participar ni prestar
atención, al tener a nuestra disposición otros estímulos más interesantes. Para evitar estas
situaciones, existen herramientas en línea muy atractivas para los alumnos, pero aquí es
cuando radica la inexperiencia del docente y alumnado con estos instrumentos tecnológicos.

“...no por entregar un notebook a estudiantes de séptimo año básico, los aprendizajes llegan
automáticamente por contacto con el recurso” dicen Marcelo Palominos y Victor Martinez,
académicos de la UCSH. En su entrada, exponen las debilidades de Chile en el proceso de
educación en línea, dando énfasis en la poca importancia que se da en las escuelas al uso
correcto de la tecnología en los niños, lo que, a largo plazo, terminará perjudicandolos al
requerir de estos conocimientos en un futuro, como en nuestra actualidad, pues —en los
mejores casos— no es que exista una falta de recursos, sino que un desconocimiento acerca
de su uso.

Los jóvenes pueden saber mucho de redes sociales, pero se sabe que pocos tienen este mismo
nivel de conocimiento sobre el uso correcto de Word, Google, Excel o incluso de las
herramientas básicas de un computador. Y esto no solo sucede con los estudiantes, sino que
también con los profesores, quienes tuvieron que transformar una clase presencial en una
online con la poca experiencia que muchos tenían en el medio, al nunca ser instruidos en el
tema antes. “el no saber enseñar con tecnologías digitales, se podría transformar en una
nueva forma de exclusión.” sostienen. Sabemos que los profesores aprendieron a enseñar en
un aula, no en una pantalla. Por esto, algunos (Especialmente los mayores) quedaron atrás,
tratando de seguir con el modelo de clases presenciales que ya quedó obsoleto. La tarea de
enseñarnos a todos cómo usar lo que tenemos debería partir por el gobierno, para luego pasar
a los profesores y a los estudiantes para así mejorar nuestra propia educación.

Pero para los estudiantes que no poseen estas herramientas, ni aunque se buscarán métodos
apartes, nunca igualarían a las clases online y mucho menos a las presenciales, pues se intenta
generar esa educación de calidad que debería “estructurar situaciones de enseñanza y
aprendizaje lo suficientemente variadas y flexibles, que permitan al máximo número de
estudiantes acceder, en el mayor grado posible, al currículo y al conjunto de capacidades
que constituyen los objetivos de aprendizaje, esenciales e imprescindibles de la escolaridad”
(Mineduc, 2020) siendo que es casi imposible de conseguir en este momento, y aunque
proyectos como Aprendo en línea también se basen en guías, eso no elimina que no se logra
conseguir un aprendizaje funcional.

Todo parece indicar una necesidad de vuelta a clases presenciales, pero ¿sería esto correcto?
según el CPC, no. Volver implicaría una serie de emociones negativas en alumnos y
docentes, “los sentimientos más recurrentes serían inseguridad, miedo y rabia” demuestra
otra encuesta realizada por el CPC, que señala que un 97,7% de los encuestados no están de
acuerdo con esta vuelta a clases, que se está volviendo una realidad para las regiones de La
Araucanía, Los Ríos y Aysén. Junto con el inicio del desconfinamiento gradual en estos
sectores, el Mineduc decide eliminar la necesidad de pedir permiso al Seremi de salud para
abrir los 1.663 colegios ubicados en las zonas, con la norma de que se sigan los protocolos
sanitarios y que el Seremi de educación supervise su cumplimiento, una medida que a
palabras del CPC, es absurda y forzada, señalando que “entrega falsamente una supuesta
señal de un estado de normalidad”, y que como instituciones educacionales públicas “nos
encontramos lejos de tener las condiciones sanitarias y de infraestructura apropiadas para
ello, considerando que la pandemia no ha sido controlada”. Hay que considerar que
tampoco sería una opción seguir en clases virtuales por siempre, pero volver a clases
precipitadamente, aunque sea a través de un sistema gradual y voluntario, no es la alternativa
más idónea al aún existir muchos riesgos para alumnos y docentes.

Conclusión
La educación en Chile ha mejorado a lo largo de los años, pero sigue teniendo imperfecciones
que afectan a todos sus integrantes. Reafirmo mi postura de una necesidad de cambio en el
sistema, pero reconociendo los esfuerzos de cada parte, pues debemos considerar que nos
encontramos en una situación extraordinaria que no habíamos previsto en años pasados. Pero
existe un lado positivo, pues esta puede ser la oportunidad que tanto ha esperado la educación
para mejorar, pero también lo más importante; cambiar. Hay puntos que considerar, como
que necesitamos que la diversidad no sea un tema aparte, debemos normalizarlo y dejar de
recurrir a métodos aparte, si no que volverlos parte de nuestra realidad. Una verdadera
educación de calidad debe enseñar a todos sin importar género, edad, discapacidad, orígenes,
etc. Ésta, en todos los sentidos, se convierte en uno de nuestros pilares como personas y la
necesitaremos durante toda nuestra vida, por lo que debemos conservarla y adaptarla, para de
esta manera, mejorarla.

Bibliografía
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