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LAZARILLO DE TORMES.

LÁZARO CUENTA SUS PRIMEROS AÑOS DE VIDA.

Lázaro de Tormes es hijo de Tomé González y de Antona Pérez. Nació en el río Tormes y de
ahí viene su apellido. Su padre fue molinero que trabajaba cerca del río y una noche,
mientras su madre estaba ahí, dió a luz a Lazarillo. Cuando tenía ocho años, su padre fue
acusado por robar y él no lo negó. En esa época se organizó un viaje en barco contra los
moros y su padre, desterrado por sus acciones, murió junto a su amo (criado leal).

Su madre decidió acercarse a los buenos para ser uno de ellos. Alquiló una casita en la
ciudad (dar de comer a unos estudiantes y lavar la ropa de unos mozos que cuidaban los
caballos del Comendador de la Magdalena). Un día conoció a un hombre negro, Zaide, que
cuidaba de los animales y, de vez en cuando, se quedó en su casa. Al principio no le
gustaba ya que era feo pero como siempre traía algo (pan, carne, leña…), le empezó a caer
bien. Más tarde llegó su hermanito negro. Le llamó a su padre un coco.
- ¡Cuántos hay en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!

El mayordomo del Comendador se enteró de la relación entre su madre y Zaide. Resulta


que su padrastro fingía la pérdida de materiales cuando en realidad lo vendía para poder
cuidar de su familia. Mediante amenazas incluso lograron a Lazarillo confirmar que él
también vendió unas herraduras. El padrastro fue azotado y la madre recibió 100 azotes.
Para evitar más peligros sirvió al mesón y entregó a su hijo a un ciego. Le pidió que le
cuidara y que es hijo de un buen hombre que murió en la batalla de Gelves en defensa de la
fe cristiana. El ciego le respondió que no le recibía por mozo, sino por hijo.

Primero estuvieron por Salamanca pero su amo quería irse de allí. Su madre se despidió y
le recordó valorarse por sí mismo.

Saliendo de Salamanca se encontraron con una piedra en forma de toro. El ciego le dijo que
se acercara para poder escuchar al animal. Al acercarse el ciego le dio la cabeza contra la
piedra.
- El ciego tiene que saber un punto más que el diablo.
Al reírse de la burla, Lazarillo pensó que perdió la inocencia. Era un niño dormido que tenía
que abrir los ojos, estar alerta y valorarse por sí mismo.

El ciego no le podía ofrecer ni plata ni oro, pero sí muchos consejos para sobrevivir.
- Cuánta virtud hay en los hombres que saben subir siendo bajos, y cuánto vicio en
los que se permiten bajar siendo altos.

El ciego sabía más de 100 oraciones, sacaba dinero de mil diferentes formas, conocía
oraciones para: mujeres que no parían, para las que estaban de parto y para las
malcasadas, con el fin de que sus maridos las quisiese bien. Sabía si las embarazadas
llevaban niño o niña. Sabía más que Galeno en medicina (dolor de muelas, desmayos,
males de matriz…).

Todo el mundo andaba detrás de él, especialmente las mujeres que se creían todo lo que
les decía. Ganaba él más en un mes que cien ciegos en un año.

A pesar de tener mucho dinero, nunca le daba de comer y Lazarillo pasaba mucha hambre.
Para lograrlo, le hacía trampas.

El ciego traía el pan y otras cosas en un saco y siempre sabía exactamente cuánto había en
el saco. Nadie le podía quitarle nada. Pero cuando se pensaba que estaba ocupado en
otros asuntos le descosía una parte del saco para obtener la comida que había dentro antes
de volver a coserlo.

Mientras iban a rezar, Lazarillo cogió las blancas y se las ponía en la boca. Entregó en su
puesto media blanca. El ciego se dió cuenta del engaño por el tacto de la moneda y porque
de normal le daban blancas y maravedís pero desde que está con Lazarillo solo recibe
media blancas.

Cuando comían tenía a su lado un jarrillo de vino. Lazarillo tragaba un poco y lo dejaba en
su lugar pero el ciego se dió cuenta que faltaba vino. Desde entonces lo mantuvo apretado
entre las manos. Lazarillo cogió una larga paja que había preparado y chupaba del vino.
Aún así se enteró, lo colocó entre sus piernas y lo tapaba con la mano. Hizo un agujero en
la base del jarro y lo tapó con una tortita de cera muy fina. A la hora de comer, fingía tener
frío y se metía entre las piernas del ciego para calentarse bajo la luz. Este calor derretía la
cera y salía el vino como una fuente. Ya no quedaba vino y el ciego no lo entendía. A pesar
de negar que lo hizo él, el ciego tocó al jarro y se dió cuenta de la burla (encontró la fuente)
pero disimuló como si no hubiera notado nada.

Al día siguiente, el ciego se enteró que fue Lazarillo el culpable de robarle vino y decidió
coger el jarro con ambas manos y se lo tiró a la boca. Lazarillo pensaba que le caía el cielo.
El jarro se rompió en pedazos y se le clavaron en la cara. También se quedó sin unos
dientes.

Desde aquel momento le quiso hacer mal al ciego. A pesar de sanarle con el vino, se
alegraba de castigarlo.
- Lo que te enfermó te sana y te da la salud.

Lazarillo pensó que el ciego se cansaría de él y le dejaría ir, pero fue Lazarillo el que quería
escaparse, especialmente después del jarro de vino. Quería perdonarle pero no podía ya
que le golpeaba sin razón y si alguno se enteraba le contaba el cuento del jarro.

Mientras el ciego le daba muchos consejos, Lazarillo le llevaba por los peores caminos
(piedras, barro). Aunque él también tenía que sufrir los caminos, se alegraba con romperse
un ojo con tal de romperle al ciego los dos.

Lazarillo describe el ciego a la Merced como un hombre ingenioso y con gran astucia.

Salieron de Salamanca y se fueron a Toledo, un lugar de gente rica pero no muy limosnera.
Donde lograban conseguir algo se quedaban y donde no se iban.

Cerca de Almorox le dieron como limosna un racimo de uvas. El ciego quería ser generoso
y dijo que quería compartir el racimo de uvas entre los dos. Picarán de uno en uno hasta
acabarlo. El ciego pronto empezó a comer de dos en dos pensando que Lazarillo haría lo
mismo pero al romper el trato, empezó a comerlos de tres en tres. El cigo sabía que le
había engañado comiendo las uvas de tres en tres porque cuando él se lo comía de dos en
dos no le había dicho nada.

En un mesón de la villa de Escalona, el ciego le dió una longaniza para que lo asase.
Después de comerse el ciego un trozo le mandó por vino en la taberna. Lazarillo entonces
decide aprovechar este momento. Cerca del fuego había un nabo y, mientras el ciego
sacaba de la bolsa el dinero, sacó la longaniza del asador y lo cambió por el nabo. Justo
después salió por el vino y se comió la longaniza. A la vuelta vió al ciego coger el nabo
entre rebanadas de pan y comérselo. No entendía cómo alguien le había engañado al tener
siempre el asador en la mano. A pesar de negar que fue él, el ciego se levantó, le cogió la
cabeza y le metió la nariz en la boca para oler su aliento. La punta de su nariz, al ser tan
larga, tocó la garganta. Con esto, la longaniza salió. El ciego le empezó a arañar la
garganta.

El ciego contaba todas sus desgracias a todos que se le acercaban. Lazarillo pensaba que
había cometido una cobardía y una debilidad. Debería de haberle mordido la nariz.

Los que estaban allí le curaron con el vino, le lavaron la cara y la garganta. El ciego luego le
dijo: gasta más vino para curarse en un año que lo que bebe el ciego en dos. Le debe más
al vino que a su padre porque su padre le dió una vida pero el vino le ha dado mil.

Luego contaba a la gente las veces que le había dañado y cómo le curaba con vino.

Habla a la Merced diciendo que a pesar de bromear con el ciego, siempre ha pagado el
precio con sus malas burlas y por eso decidió irse.

Al siguiente día salieron a pedir limosna. Había llovido mucho el día de antes y seguía
lloviendo. El ciego quería irse a la posada para pasar la noche y Lázaro dijo que para ello
tenían que pasar un arroyo. Le dijo que iba a mirar cómo cruzarlo sin mojarse. Le mintió
diciendo que había una parte estrecha que podían saltar. Le acercó a un pilar de piedra que
hay en la plaza. Lazarillo le puso enfrente del pilar, dió un salto y se puso detrás de la
columna diciendo que el ciego ya podía saltar. El ciego pegó un salto y se dio la cabeza
contra el poste. Luego cayó para atrás, medio muerto y con la cabeza rota. ¿Oliste la
longaniza y no el poste? Fue rodeado por muchas personas Lazarillo salió corriendo de ahí.

Anotaciones → El ciego lo mata de hambre pero le enseña a sobrevivir


LÁZARO ENTRA EN SERVICIO DE UN CLÉRIGO.

Una vez que Lázaro abandona al ciego, sigue su camino y llega a Maqueda. En ese lugar,
mientras pide limosna, conoce a un clérigo que le pregunta si conoce el oficio de ayudar en
misa. Lázaro está en condiciones de servir al clérigo gracias a las enseñanzas del ciego,
con quien experimentó muchas adversidades, pero de quién aprendió muchos oficios útiles.

Lázaro empieza el relato de sus peripecias con el clérigo aclarando que fue peor amo que el
ciego: “escapé del trueno y di en el relámpago”, afirma. El clérigo es aún más mezquino que
el ciego y Lázaro pasa más hambre que antes. En casa del clérigo no hay nada que comer,
excepto por los panes de un arcón viejo y una horca de cebollas. Ambos alimentos
permanecen bajo llave y Lázaro únicamente accede a una cebolla cada cuatro días,
mientras el clérigo se permite algunos banquetes que no comparte con el joven.

Lazarillo se moría de hambre porque el clérigo le daba poco de comer mientras que él se
gastaba mucho para comer carne para comer y cenar. Sólo le daba el caldo sobrante y un
poco de pan si era generoso.

Los sábados se solía comer cabeza de carnero y Lazarillo fue el encargado de comprarlo.
La cena incluía los ojos, lengua, cogote, sesos, etc. A él solo le tocaba los huesos roídos.

Como consecuencia del hambre que pasa, Lázaro se siente debilitado y lamenta que el
clérigo tenga intactos sus sentidos. Muchos de los engaños que podía hacer pasar con el
ciego no sirven con “tan aguda vista”. En misa, por ejemplo, el cura lleva la cuenta de las
ofrendas para que Lázaro no pueda llevarse ni una moneda.

El protagonista y narrador repara en la hipocresía del clérigo, que sostiene que los curas
deben ser medidos en la bebida y la comida, pero cuando asisten a velatorios, Lázaro ve
cómo su amo come hasta hartarse. El chico también aprovecha para compensar en esas
ocasiones el hambre que pasa en casa del clérigo. Confiesa en su relato que reza para que
mueran más personas y así poder comer bien en los velatorios. Según él, Dios se
compadece de él y responde a sus plegarias aumentando el número de muertos. Durante
los casi seis meses que estuvo al servicio de este clérigo sólo fallecieron veinte personas, y
a éstas creyó que los mató él de tanto suplicar.
A pesar de las malas condiciones en las que vive con el clérigo, Lázaro se queda porque
siente que está tan debilitado por el hambre que no es capaz de escapar y, por otro lado,
teme encontrarse con un peor amo, dado que esa ha sido su experiencia hasta el momento.
El ciego, aunque cruel, lo mantenía en mejores condiciones.
En una ocasión, llega a la puerta de la casa del clérigo un herrero (ángel para Lázaro)
solicitando trabajo. Lázaro le dice que ha perdido la llave del baúl de su amo y que tiene
miedo de los azotes que recibirá si el amo se entera. El herrero decide ayudarlo y le entrega
una llave que le permite abrir el arca. Como pago, Lázaro le entrega uno de los panes que
están ahí guardados. Pero en aquel momento no tocó nada del arcón, para que no se
notara la falta.

Durante dos días, Lázaro disfruta de los panes que saca del arca con su nueva llave pero,
al tercer día, el clérigo sospecha que hay menos panes de los que debería y empieza a
llevar la cuenta. Ese revés obliga a Lázaro a ideárselas para seguir comiendo. Resuelve
desmigajarlos de modo que parezca que los culpables son ratones. El baúl es viejo y está
agujereado, por lo que no es poco creíble que puedan entrar ratones y roer el pan. El amo
decide, entonces, tapar los huecos con madera y clavos.

Nuevamente, Lázaro se ve obligado a buscar una solución para acceder al pan: cada vez
que el amo cierra un agujero, Lázaro abre uno nuevo con su cuchillo. El clérigo también
busca una solución y decide que la única manera de librarse de los ratones es incluir
trampas dentro del arca. Para su sorpresa, encuentra las trampas vacías: sin queso y sin
ratón. Por ahora, Lázaro sale beneficiado por su engaño, porque acompaña con queso el
pan. Los vecinos a quienes consulta el clérigo concuerdan que no puede tratarse de un
ratón, sino de una culebra que puede tomar el queso dejando sin efecto la trampa.

Durante muchas noches el clérigo no duerme, sino que permanece despierto, intentando
ahuyentar la culebra. Su constante vigilancia no le permite a Lázaro robar del arca. Además,
teme que el amo encuentre la llave, porque las noches en las que vigila, revuelve las pajas
donde duerme Lázaro, buscando la culebra. Por eso, el joven decide guardar la llave en su
boca mientras duerme. Desgraciadamente, esa decisión es equivocada: la respiración
profunda de Lázaro dormido y la llave en su boca producen un silbido que el amo confunde
con la culebra. Cuando el clérigo se acerca al lugar desde el que se emite el sonido, da un
golpe feroz con un palo y golpea a Lázaro. Cuando logra ver más de cerca a Lázaro,
malherido, encuentra la llave que sale de su boca y descubre el engaño.
Durante tres días permanece Lázaro inconsciente, en cama. Cuando despierta, descubre la
gravedad de los golpes. Los vecinos y una curandera cuidan de él. Tan pronto Lázaro se
recupera, el clérigo lo echa de su casa.

Anotaciones → En este tratado crítica a la iglesia y es la primera vez que piensa que va a
morir de hambre (reza para que la gente muriera y así el comer).

Lo que sucedió a Lázaro con un escudero.

Tenía mucha hambre, y gracias a la ayuda de gente buena llegó a una ciudad de Toledo
donde, a los quince días, Dios le había curado la herida. Mientras estaba malo le daban
alguna limosna pero cuando estaba sano le llamaron vagabundo, que parase de mendigar y
que busque un amo para servir.

Iba de puerta en puerta sin lograr mucho pero un día encontró un escudero por la calle que
iba bien vestido y peinado. Le pregunto a Lazarillo si buscaba amo y al confirmar le acogió.
Estaba el joven contento ya que su apariencia era lo que él necesitaba.

Andaba detrás de él por la ciudad pensando que iba a comprar algo que se vendía pero
pasó de ello y se fue a la iglesia a oír misa. Continuaban de camino sin comprar comida y
Lazarillo pensaba que era un hombre que compraba para un par de días.

A la una llegaron a casa, la entrada era muy oscura con cuartos de tamaño y aspecto
razonable. Una vez dentro le preguntó con detalle de dónde era y cómo había llegado hasta
Toledo. Le contó sobre sus habilidades pero no le contó mucho más para no meter la pata.
Su amo estaba callado, eran casi las dos y parecía que no tenía intenciones de comer.

La casa estaba cerrada con llave y no se escuchaba nada. Faltaban mesa, banco y sillas.
Finalmente le preguntó si había comido. Al decirle a su amo que no, éste le dijo que ya
había almorzado y que hasta la cena no iba a comer más. Se lo tenía que apañar.

Lazarillo sabía que al huir del clérigo podía encontrarse con alguien peor y morir de hambre.
Lloraba pensando que esto sería un futuro próximo. Dicho esto, disimuló diciendo que no
suele tener mucha hambre pero si podía comer más que lo que hizo con sus otros amos lo
agradecería.

Se puso en un rincón de la entrada y sacó de debajo de la camisa unos pedazos de pan


que le habían quedado. El escudero, que vio esto, le pidió ver lo que comía. Entonces cogió
el pan más grande que había y lo comió con rapidez. No paraba de decir lo bueno que
estaba. Quería echarle una mano para acabar su trozo de pan entonces también se echó
prisa. Después entró a su cuarto y sacó un jarro para beber. Le ofreció después a Lazarillo,
pero le dijo que no bebía vino. De todas formas era agua y bebió un poquito.

Hablaron hasta la noche cuando le metió en un cuarto para que se fijase en cómo hacer la
cama para que lo haga luego él solo.

Iban a salir a la calle por la noche para coger comida pero el hombre no tenía para comer
en casa. De normal va por ahí pero hay muchos ladrones. Le dijo que así no sería más.
Lazarillo le dijo que no se preocupara ya que él está acostumbrado.

El hombre se acostó en la cama pero el joven durmió. Tenía hambre y los huesos le salían.
Intentó no moverse para evitar que su amo se despierte.

Por la mañana limpiaban y se preparaban. Colgó su espada en la ropa y dijo que no lo


intercambiaría por nada.
Salió el hombre a oír misa mientras mandó a Lazaro a controlar la casa, hacer la cama y ir a
por agua de río pero cerrar con llave.

Lazarillo estaba en la puerta pensando mil cosas como:


- ¿Quién va a pensar que este hombre elegante se pasó todo el día sin comer?

Realiza las tareas y se va al río. Allí en la huerta encontró a dos mujeres y su amo quien les
decía dulzuras. Ellas le querían pagar por un poco de comida, pero como tenia nada para
ofrecer puso malas excusas. Las mujeres se dieron cuenta de la verdad y lo dejaron por
pobre.

Lazarillo encontró el desayuno y volvió a casa. Quería barrer el suelo pero no encontraba
ningún objeto para hacerlo. Entonces decidió esperar a su amo para ver si traía algo de
comer.
Al ser las dos y no venía, salió de casa, cerró con llave y se fue a pedir comida. El pueblo
era muy amable y salió con pan guardado por el cuerpo, las mangas, la camisa, etc.
Volviendo a casa se cruzó con una mujer que le dio uña de vaca y tripas cocidas. Cuando
llegó a casa ya estaba su amo y le preguntó de dónde venía.

Le contó todo y le enseñó la comida que había conseguido. El señor le esperó para comer
pero como veía que no venía comió. No se enfadó ya que pidió la comida en vez de robarla.
Lo único que le pedía era que nadie sepa que vivía con él. Para proteger su honra.

Lazarillo se puso a comer pero no merendó. A la hora de cenar empezó a comer y su señor
no apartaba la mirada. Sentía lo que él sentía. Quería invitarles a comer pero como ya
había comida tenía miedo que no lo aceptara. Finalmente le dijo que no puede haber nadie
que le vea comer y que no le entren ganas de comer. Entonces le decidió invitar. Comieron,
bebieron y se fueron a dormir muy contentos.

Así pasaron varios días, el hombre salía por la calle mientras Lázaro cogía comida para los
dos. Antes escapa de amos que no le daban de comer y ha encontrado uno a quien le
mantiene (Lázaro a él). No sentía malvad sino lástima.

Cuando se encontraba a uno que se vestía igual le tenía lástima ya que puede que también
sufren igual. Prefería servirle a él que a los otros dos amos, aunque lo único que no le
gustaba era lo presumido que era.

Dicho esto la mala suerte le perseguía. Ese año la cosecha de trigo era muy escasa, el
Ayuntamiento dijo que los pobres debían abandonar la ciudad y los que no lo hacían serían
castigados con azotes. Nunca más se atrevió a mendigar.

Estuvieron unos días sin comer. Las mujeres que vivían al lado le daban cosas por pena. En
casa no comían pero Lázaro no sabía si, fuera, su amo comía o no. Sólo sabía que ese mes
quería dejar su propia casa al ser un lugar muy triste y oscuro.

Un día su amo recibió un real (34 maravedís) y entró a casa como si tuviera el tesoro de
Valencia. Se lo dió a Lázaro para que vaya a la plaza a comprar pan, y vino y carne.
Además, ha alquilado otra casa ya que desde que vivía en el otro no había comido carne,
vino ni había descansado.
Subía la calle pensando en cómo sacar el mejor provecho del real cuando se cruzó con un
muerto. Lo llevaban los clérigos y la mujer del muerto que caminaba detrás gritaba que le
llevaban a la casa oscura donde nunca comen ni beben. Era la casa de su amo. Corre a
casa, cierra la puerta y le pide ayuda para defender la entrada. Le contó que le traían un
muerto a casa. En vez de preocuparse, su amo se puso a reír.

Lázaro quería esperar que pasen pero su señor le empujó a la calle pidiendo que vaya a por
comida.

Un día su amo habló de su vida. Era de Castilla la Vieja y había dejado su tierra por no
quitarse el sombrero para saludar a un caballero vecino suyo.

Lazarillo pensaba que estaba equivocado en no quitarse el sombrero ya que tenía más
categoría que él. Esto era cierto, pero él siempre se quitaba el sombrero primero y el otro
debería anticiparse.

Su amo le reveló que era escudero. Si se encuentra con un conde por la calle y no se quita
el sombrero la siguiente vez que se crucen se mete en una casa o camina por otra calle
para no quitarse el sombrero. Un hidalgo como él no debe nada menos a Dios y al rey. Un
día humilló a un artesano porque cada vez que le saludaba le decía «Dios mantenga a
Vuestra Merced», hasta que le dijo que no era un cualquiera. Desde aquel momento el
hombre se quitaba el sombrero y le hablaba como debía.

A los hombres plebeyos se les dice eso. Por eso se fue a Toledo, no quiso aguantar más el
saludo de los de su pueblo. Nunca soportará a un hombre que le diga «Dios os mantenga».

Por eso se preocupa tan poco de mantenerte, pues no tolera que nadie le mantenga.

No era tan pobre ya que tenía en su pueblo unas casas que si estuvieran bien construidas
valdrían mucho dinero, y un palomar. Abandonó otras cosas por la honra y pensó que en
este pueblo encontraría buena ocupación, pero no sucedió como pensó. Se encontró con
personas de la iglesia pero eran muy tacaños. Algunos caballeros también le ofrecieron
trabajo pero servirles es una tormenta ya que te piden demasiadas cosas. Además, el pago
fue a largo plazo. Cuando entrabas a servicio con un señor de título también se pasaba mal.
A pesar de todo pensaba que él sería perfecto. Le haría mil buenos servicios porque sabía
mentir y nunca le diría nada que le disgustara. En su presencia sería muy diligente, reñiría
para parecer que le preocupaba de sus cosas… A los señores les gusta chismorreos y
secretos de vidas ajenas, no hombres virtuosos que aborrecen.

Entró un hombre y una vieja buscando alquiler y cama para dos meses (más dinero que en
un año). Hicieron las sumas y les dijo que iría a por cambio y por la tarde que vuelva.
Cuando volvieron, Lazarillo les comentó que aún no había vuelto. Incluso por la noche. Tuvo
miedo de quedarse solo en casa entonces se fue con las vecinas y durmió ahí.

Los dos volvieron el día siguiente y tocaron a la puerta de las vecinas. Encontraron a
Lazarillo y las llaves de casa pero nada más. Les comentó que puede que haya huido.

Fueron a buscar a un alguacil y a un escribano. Vuelven y entran en la casa para cobrar la


deuda pero la encuentran vacía, como siempre ha estado. No sabían donde estaban las
arcas, los tapices y los muebles. Decidieron culpar a Lazarillo diciendo que lo había sacado
todo por la noche y sabe dónde está. El alguacil le cogió del cuello y le dijo que si no lo
revelaba se iría a la cárcel. Llorando les dijo que iba a responder todas sus preguntas.

Le preguntó qué bienes tenía su amo (un solar de casas y un palomar en ruinas).

Las vecinas dijeron que era un niño inocente. Hace poco tiempo que está con él y no sabe
nada. El pequeño venía para comer pero dormía con él. Finalmente le dejaron libre.

El alguacil y el escribano querían que le paguen pero ambos dijeron que no les deben nada.
Entonces discutieron. Querían ir a un negocio más importante.

Así es como le dejó su tercer amo. Usa la ironía de que el mozo sea abandonado por el
amo, no al revés.

Anotaciones → aquí aprende que las apariencias engañan. Tuvo que dejar su tierra
cuando se negó a quitarse el sombrero (marca de respeto) ante un caballero. El motivo fue
que el otro siempre esperaba que el otro se sacara el bonete primero. Otra ocasión en la
que discutió con un oficial en Castilla la Vieja. El motivo fue que el oficial había utilizado una
expresión reservada para personas de menor rango cuando lo saludó.
Lázaro se emplea con un fraile de la Merced.

Su cuarto amo fue un fraile de la Merced el cuál era aficionado a andar mucho y por esto
Lázaro no duró mucho tiempo con él.

Anotaciones → recibe su primer par de zapatos.

Lo que pasó Lázaro con un buldero.

El quinto amo fue el más engañoso. En lugares donde se predicaba la bula, regalaba a los
clérigos algunas cosillas para tenerlos de su parte, favorecer el negocio y llamar a otros a
comprar la bula.

Cuando los clérigos le decían al buldero que conocían latín él lo hacía en castellano y
lengua elegante para no meter la pata. Pero si se enteraba de que estos clérigos eran de
los que pagaban más por cartas de recomendación que por conocimientos, hablaba dos
horas en latín o algo que lo parecía. Cuando no le tomaban las bulas por las buenas,
conseguía que lo hicieran por las malas.

En un pueblo de Toledo había predicado dos o tres días pero no le habían comprado ni una
bula ni tenían intención de comprarla. El buldero decidió reunir a todos por la mañana
siguiente para despedir la bula. Esa noche él y el alguacil se jugaron el postre, y por cosas
del juego empezaron los dos a reñir y a decirse malas palabras. Él llamó ladrón al alguacil y
éste lo acusó de falsario. Entonces el buldero cogió un lanzón y el alguacil una espada. Con
tanto ruido y voces el pueblo se interpuso para que no se mataran. Como la casa se había
llenado de gente y viendo que no podían enfrentarse con las armas, empezaron a decirse
palabras injuriosas. El alguacil gritó que sus bulas eran falsas. Al fin, el pueblo llevó al
alguacil a otra casa y pidieron al buldero que se vaya a dormir.

Al día siguiente el buldero se fue a la iglesia y tocó las campanas para empezar la misa y
despedir la bula. Murmuraron al pueblo sobre sus bulas falsas y, si antes tenían pocas
ganas de comprarlas, ahora tenían cero.
El buldero se subió al púlpito y comenzó su sermón pero entró por la puerta el alguacil, se
arrodilló, dijo una oración y se volvió a levantar. Después dijo que el buldero le engañó. Le
dijo que le ayudase en el negocio y que dividirían lo ganado. Ahora se arrepienta de lo que
hizo y declara que las bulas son falsas. A partir de ese momento no quería nada que ver
con él, y si algún día fue castigado por Dios el público será testigo para justificar que él ya
no trabaja con el buldero.

Algunos querían echarle de la iglesia pero el buldero lo impidió. Se acercó al alguacil, se


puso de rodillas y dijo una oración.

Puede que ahora algunos que querían la bula ya no lo cojan por creencia de las mentiras.
No le pedía a Dios una disculpa sino que haga ahora un milagro. Si era verdad lo que decía
el alguacil el pupito se tiene que hundir y estar enterrado vivo para siempre. Pero si es
verdad lo que decía él y lo decía el alguacil por órdenes del demonio, debería ser castigado
para que todos conozcan su malicia.

Al acabar el alguacil se desmayó y empezó a moverse muy agitado. Algunos tenían miedo
pero otros se acercaron para pegarle y darle patadas, pero esto no distraía al buldero ya
que seguía con las manos juntas y los ojos en el cielo. Finalmente algunos hombres lo
despertaron a voces y le suplicaron que ayudase al alguacil, porque se estaba muriendo.
Ellos tenían claro que el alguacil era el culpable y él todo bondadoso. Cómo Dios manda
perdonar las injurias y no devolver mal por mal, vamos a dejar que Él le perdone.

El buldero pidió que se pusieran todos de rodillas para que Dios le perdonase y le devuelva
la salud. El buldero se acercó con una cruz y agua bendita y rezó una oración. Como Dios
no quiere la muerte sino la vida y el arrepentimiento, le suplicaron que le devuelva la vida y
la salud para confesar sus pecados. Mandó traer la bula y la puso sobre la cabeza del
alguacil. Poco a poco el alguacil empezó a encontrarse mejor y cuando ya está bien del
todo pidió perdón y confesó que lo dijo por órdenes del demonio. El señor perdonó al
alguacil y entre ellos se restableció la antigua amistad. Entonces todo el pueblo tenía prisa
en obtener una bula.

Se divulgó la noticia de lo sucedido por los pueblos y recogían la bula a la posada en vez de
la iglesia. Se vendieron miles de bulas sin predicar ni un sermón.

Cuando ocurrió aquello de la iglesia Lazarillo también lo creyó. Más tarde se enteró que
todo fue planeado entre ambos con el objetivo de vender más bulas. Entonces decidió irse.
Más resumido → el buldero estaba aliado con un alguacil para conseguir que la gente
comprara bulas. Viendo que nadie las compraba decidieron inventarse una pelea una pelea
ficticia en la cual el buldero hace creer a la gente que el alguacil no se muere gracias a Dios
ya que el alguacil había comprado una bula. Después de ver lo que su amo era capaz de
hacer decidió alejarse de él.

Anotaciones → crítica a la iglesia y su doble moral.. Un buldero era una persona que
vendía bulas, dispensas papales, que eran documentos que podías comprar para que te se
perdonará pecar por ejemplo, en cuaresma no se podía comer carne y los nobles las
compraban para poder comer carne sin ser castigados. El buldero de Lazarillo vendía bulas
falsas.

LÁZARO SIRVE A UN CAPELLÁN.

Estuvo con otro amo que pintaba panderos pero lo dejó porque sufría mucho. Un día entró
en la catedral y un capellán le admitió a su servicio. Le dió un buen asno, cuatro cántaros y
un látigo, y comenzó a pregonar y vender agua por la ciudad. Este fue el primer escalón
para alcanzar buena vida. Al amo le daba treinta maravedís diarios, y lo que ganaba de más
y todo lo que recaudaba el sábado era para Lazarillo.

Después de cuatro años ahorró para vestir muy honradamente con ropa usada. Desde el
momento en que se vio en traje de hombre de bien dejó a su amo.

Anotaciones → el oficio de aguador consiste en recoger agua del río y repartirla por el
pueblo. Consigue ahorrar por primera vez y se compra ropa de segunda mano, esto es todo
un lujo para él.

DE CÓMO LÁZARO LLEGÓ A SER PREGONERO EN TOLEDO.

Se despidió del capellán y fue a trabajar para un alguacil (servir la justicia). Tardó poco
tiempo ya que era peligroso. Le atacaron con palos y piedras. Él salió corriendo pero
acabaron maltratando al amo. Lazarillo quería una ocupación estable para poder descansar
y ahorrar para la vejez. Gracias al favor de algunos amigos y señores, logró un oficio real
(no hay mejor cargo). Sigue con él a día de hoy, y al servicio de Dios y de Vuestra Merced.
Su cargo fue pregonero (divulgar, vocear) → pregonar los vinos que se venden, anunciar las
cosas perdidas y acompañar a los que buscan la justicia y declarar a voces sus delitos.

Realizaba tan bien su trabajo que casi todos los cargos pasaban a ser suyos. El pueblo
pensaba que no sacarían ningún beneficio de vender su vino u otra cosa si no fuera él quien
lo hiciera.

El señor arcipreste de San Salvador oyó hablar de su habilidad y le contrató para pregonar
sus vinos. Este arcipreste procuró casarme con una criada suya. Decidió aceptarlo porque
le llegaría bien y servicio. Estaba contento con su decisión de momento porque, aparte de
ser buena hija y criada diligente, el arcipreste le daba toda clase de favores y ayudas
(comida, calzas, alquilar una casa cerca del suyo, domingos comen en su casa…).

Las malas lenguas decían que su mujer se metía en la cama con su amo y le visitaba para
comer. Su amo le dijo:
- El que hace caso a chismorreos de malas lenguas nunca mejorará su fortuna. Ella
entra muy a tu honra y a la suya, y esto te lo aseguro. Por lo tanto, no mires a lo que
puedan decir, sino a lo que te toca; quiero decir, a lo que te beneficia.

Lazarillo le responde diciendo que algunos de sus amigos se lo han dicho y le han repetido
que abortó tres veces antes de casarse con él. Incluso dicen que estaba embarazada de
Vuestra Merced.

Su mujer empezó a soltar maldiciones y a llorar. Lazarillo prefería estar muerto que haber
dicho lo que le dijo. Pero Lazarillo y su amo la controlaron. Él confirmó que nunca iba a
hablar más del tema y que estaba conforme con la relación. Nadie les volvió a oír discutir
pero cuando se le acerca sobre el tema le decía que no era amigo por meterse con su
mujer. El que diga otra cosa deberá pelear a muerte con él.

Con esto nadie nunca le dijo nada y Lazarillo está en su punto más contento de su vida,
llena de buena fortuna.

Anotaciones → en la adultez se convierte en pregonero de vino y también reparte las


noticias por el pueblo.

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