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SIGLO XIV.

La indumentaria en el siglo XIV supuso un cambio de estilo pasando de los ropajes anchos,
largos y sin formas de tradición oriental, a los modelos más ajustados y cortos de inspiración
renacentista, marcando la diferencia del vestir entre el hombre y la mujer.
A principios del siglo se siguieron utilizando los modelos del XIII, pellotes, garnachas, briales
o sayas encordadas de fuerte influencia altomedieval. A finales del XIV la moda había
cambiado empujada y alentada por el incremento de la actividad urbana, que dio lugar a una
evolución y diferenciación de las clases sociales, que se manifestó también en el vestido.
La preocupación por el aspecto estético juega un papel importante en estos cambios
empujados por los nuevos ideales artísticos y los cambios en el arte de la guerra.
Esto dio lugar a nuevos modelos; jaquetas, hopalandas, jubones, y calzas de mayor longitud.
Eran ropajes más ligeros que marcaban la silueta y facilitaban el movimiento, subrayando
unas partes de la figura y obviando otras. La clara influencia gótico-tardía se observa en el
diseño de tocados, bocamangas y calzados puntiagudos.

Debido a que los materiales usados en la indumentaria, desde sus orígenes, fueron muy
perecederos apenas nos han llegado restos físicos para poder recrear con exactitud las
modas pretéritas, por lo que el escaso conocimiento de la moda de la época que nos ocupa
lo tenemos a través de las diversas manifestaciones artísticas; documentos gráficos, pintura,
escultura y las vestiduras provenientes de enterramientos casi siempre de las clases altas.

Estas fuentes nos informan, que el adorno y el vestido vienen estrechamente ligados al ser
humano, el primero como necesidad de protegerse, y el segundo como búsqueda de
diferenciación. Estas artes suponen, hasta la aparición de las revistas de moda, la fotografía
y el cine, el soporte documental iconográfico más importante para conocer los vestidos de
nuestros antepasados. En la indumentaria alto medieval predominaban los vestidos
holgados, de inspiración oriental, de corte sencillísimo que dejaban plena libertad de
movimiento. La moda en este siglo es uniforme e impersonal con apenas diferencia entre las
vestiduras femenina y masculina cuyo rasgo diferencial se encontraba en el largo de la falda.
En el traje románico, la supervivencia del mundo clásico y la influencia de oriente fueron dos
factores decisivos, presentando fundamentalmente dos versiones: el traje solemne de las
clases altas y el sencillo, anodino e impersonal del resto de la población.

Pasados los primeros cuarenta años, el traje masculino acusó transformaciones importantes
debidas en gran parte a la influencia de un nuevo atuendo militar. El empleo de placas
metálicas para proteger los miembros permitió sustituir la antigua y pesada cota de malla por
otra más pequeña; en consecuencia, se acortó el traje que sobre ella se vestía, situando el
cinturón de la espada por encima de las caderas para mayor comodidad. Este traje militar
pronto trascendió al civil, creando una nueva silueta masculina, con el talle bajo y la cintura
sin marcar. A finales de siglo, la moda aceleró su ritmo, creando un estilo de contrastes,
creando siluetas recortadas, subrayando exageradamente ciertas partes del cuerpo y
borrando otras.

La túnica se estrechó y acortó hasta adquirir un aspecto más ajustado, que evolucionaría
hacia la casaca. Sobre ella todavía se llevaba la antigua sobre túnica, pero adornada con un
cuello, que recibió el nombre de cota.
A partir del siglo XIV los artesanos comenzaron a fabricar telas más elaboradas que causaron
furor dentro de la rígida sociedad medieval. A las tradicionales fibras como la lana, el lino, y
los hilos de oro y plata se agregaron la seda, el terciopelo y la gasa. La moda comenzaba a
cambiar y la elegancia en el vestir despegaba. La pujanza económica dio lugar a un
desarrollo de la industria textil, apareciendo el terciopelo e incrementándose el uso de la
seda para tejidos labrados con oro y plata de gran complejidad, realizados, muchos de ellos,
en los telares de origen andalusí de la península: brocados, lampás y samitos, etc…. La
decoración seguía teniendo dos vías. Por un lado, encontramos los temas heráldicos, en el
que predominaban los blasones identificativos de familia, y por otro, una tipología de clara
inspiración persa sasanida, andalusí o musulmana de producción peninsular. Era una
ornamentación geométrica de zigzag, estrellas de diferentes puntas, flores lobuladas,
lacerías, hexágonos, medallones, franjas horizontales con leyendas en su interior con
caracteres cúficos, el hom o silaba sacrosanta; y otros más naturalistas con figuras de grifos,
águilas bicéfalas o palmetas enfrentados con el árbol de la vida en el centro.

Fuente:

https://www.catedralvitoria.com/pdfs/publicaciones/30_07_12pellote.pdf

SIGLO XV.

En la segunda mitad del siglo XIV surgió un traje de encima o sobre todo nuevo, la hopalanda.
Esta sofisticada prenda, de origen franco-borgoñón, estaba hecha de paño fino, sedería o
terciopelo, y se ajustaba a los hombros, desde donde caía suelta para ceñirse con un
cinturón. A mediados del siglo XV se puso de moda otro traje de encima, el balandrán: largo,
amplio y abierto por delante, estaba hecho con ricas telas y forrado de piel. Y a fines de la
centuria se llevó el sayo, traje masculino de debajo para vestir a cuerpo.

En el traje femenino, al igual que en el masculino, las innovaciones mostraron una nueva
silueta de la mujer, no exenta de polémica. Prendas interiores fueron las camisas o
alcandoras, las faldetas o faldillas y los corpiños. Al igual que los hombres, las mujeres
cubrían sus piernas con calzas, que llegaban hasta la cintura. Trajes de debajo siguieron
siendo las sayas y las gonelas (también semejantes a túnicas). En los vestidos triunfaron los
escotes redondos que dejaban al descubierto la garganta y parte de los hombros. En un
primer momento, los trajes se ciñeron mucho en la parte superior del pecho, dejando sin
ajustar la cintura y las caderas; y en el último tercio del siglo XIV la cintura también se ciñó de
manera destacada. Esta nueva figura de mujer, de torso ajustado y escotes acusados,
contrastaba radicalmente con lo que había sido la moda femenina medieval.

Se generalizaron los elementos decorativos en las prendas, con mangas perdidas o


embudadas, flecos, botones y pendientes, unas largas tiras de tela, de origen francés, que
colgaban del brazo hasta el borde de la falda. En el siglo XV se pusieron de moda las
gorgueras, aplicaciones de telas finas y transparentes que adornaban los escotes. El sobre
todo o traje de encima más utilizado por las mujeres fue el manto, aunque también usaron
algunos comunes a los hombres, como la lujosa hopalanda.

En el ámbito de los tejidos, el siglo XV se caracterizó por un gran desarrollo de las telas
labradas, con gran presencia de los terciopelos. Las telas se ornamentaban, con frecuencia,
con motivos vegetales de origen oriental difundidos desde Italia. Entre otros, triunfaron la
granada, la alcachofa, la piña, los árboles y los florones. En cuanto a los colores, el rojo y el
azul, antaño dominantes, dieron paso al negro, color de moda entre la aristocracia
occidental, aunque la gama de colores era amplia. Para la sociedad medieval el color tenía
un significado simbólico. El blanco evidenciaba fe y castidad; el azul, fidelidad; el verde,
esperanza; el rojo, amor y caridad; el negro, penitencia; y el amarillo, hostilidad.

Fuente:

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/revolucion-vestido-edad-media-
2_18460#google_vignette

SIGLO XVI

Llevaban las camisas como ropa interior y sobre esta el jubón que llegaba por la cintura y
calzas. Las calzas podían ser dobles o enteras, pero empiezan a ponerse de moda las calzas-
bragas y otras que se componían de medias y muslos. Y bajo estas los carpines, algo
parecido a los calcetines de ahora. Como es lógico la influencia en el vestir masculino
procedía de Alemania país de origen del rey. Más tarde casi desaparece el sayo y tienden las
piernas a quedar al aire. Se usará como sayo el coleto, sin mangas, con escote y hasta la
cintura.
La ropa blanca tenía gran importancia durante el siglo XVI, teniendo unos encajes de gran
valor bolillo y de aguja bordados, presentan modelos geométricos.
En cuanto a la ropa de cubrir o sobre todo se usan modelos a la francesa, abiertos por
delante, adornados con grandes mangas y cuellos. Van tocados con sombreros y gorras.
Para los pies se usan zapatos y zapatillas con talón cubierto.
En el reinado de Felipe II, siguen usándose jubón y calzas, con bordados y trencillas. Las
calzas ya no serán enteras sino con muslos y medias. Las medias se realizan con aguja para
que se adapten mejor al cuerpo. Se da mayor austeridad en el vestir, desapareciendo las
grandes braguetas y apareciendo las lechuguillas. Se usará como prenda de cubrir el
bohemio, con forma semicircular, hechos en terciopelo, con brocados y forro de piel vista.
Los gorros de copa aplastada y con plumas. Y los zapatos de punta y en terciopelo.

Fuente:
https://www.visitaubedaybaeza.com/miscelaneus/indumentaria-masculina-en-el-siglo-xvi

SIGLO XVII

En las ciudades las personas mostraban su pertenencia a una determinada clase social en
parte gracias a la riqueza de sus atuendos y al uso de las telas más ricas y exóticas. En
cambio, en el campo no hubo esta preocupación, y la indumentaria apenas cambió a lo largo
de los siglos.

El pudor obligaba, sobre todo, al uso de colores oscuros y a tapar casi todo el cuerpo. De ahí
que resultara casi imposible discernir tanto la figura femenina bajo faldas, barquillas,
enaguas, gorduras y mantos, como la masculina, bajo calzas, cuellos, pelucas, capas y
guantes.
Esta fue, desde luego, una de las épocas en que más se gastó en las ciudades en vestir.

el estilo de aparato intentó borrar las formas del cuerpo femenino (considerado siempre
responsable de la lujuria), cubriéndolo y unificándolo. Todos los cuerpos habrían de poseer
una misma silueta; pero sin olvidar el «efecto belleza» que estos debían producir. La mujer
noble, como icono de referencia social, sería extremadamente protegida en su cuerpo.

El traje de aparato solía consistir en una saya entera, siempre profusamente labrada, que se
vestía sobre el verdugado (una falda interior armada con unos aros llamados verdugos, que
según las épocas se hacían de mimbre o madera, y que se cosían sobre la tela y se forraban
de terciopelo o raso), que daría al traje un efecto rígido y acampanado según la moda. Vestir
verdugado era símbolo de nobleza, aunque usarlo requería de todo un aprendizaje.

Junto con el verdugado, corpiños forrados de cuero, cartón o con tablillas de madera,
contribuirían a la unificación y control de la figura de la mujer. Asimismo, debajo de este
podía llevarse faldellín, a modo de enagua de cintura, también labrada ricamente, que
pondría de moda enseñar los bajos, al subir y bajar de un coche, pensado modo de
exhibición de riqueza.

El conjunto se completa con un gran cuello de lechuguilla, que inmovilizaba y estiraba la


cabeza, una cinta o cintura, pieza de orfebrería que bordeaba la cintura por detrás y bajaba
en pico por delante, posiblemente botones hechos en oro y piedras preciosas, elaborado
peinado y tocado de gorra y plumas a juego. La falda se cierra con puntas de metal y cintas.

Fuente:
https://lclcarmen1bac.wordpress.com/proyectos/quijoteando/la-espana-de-don-quijote/la-
indumentaria-femenina-en-el-siglo-xvii/

SIGLO XVIII

En el siglo XVIII, la ambición de toda dama que se preciara era impresionar en la corte con su
vestido, un empeño en el que la competencia era muy dura. El esplendor y la etiqueta de
Versalles no permitían a las grandes damas utilizar el vestido más que una vez; en caso de
querer repetir debían introducir obligadamente alguna ligera modificación. El gusto por los
trajes femeninos espectaculares se tradujo en la vuelta a las faldas excepcionalmente
amplias, sostenidas con un armazón interior. El guardainfante, signo distintivo de la moda
española del siglo XVII, diseñado en un principio para ocultar los embarazos, renació en la
primera mitad del siglo XVIII en una modalidad francesa, el panier, que significa cesta, en
referencia a la forma de cesta invertida que tomaba la falda.

El panier podía alcanzar dimensiones considerables, hasta 5 metros de diámetro. Algo que
no dejaba de causar inconvenientes, como el que dos damas no pudiesen pasar a la vez por
una puerta o no pudieran sentarse juntas en un carruaje. A diferencia del guardainfante
español del siglo XVII, el panier francés desplazaba el volumen de la falda a las caderas, con
lo que resaltaba la silueta de la mujer.
A esto también contribuía el uso del corsé, que elevaba el busto, ajustaba el talle y
estrechaba la cintura. Iba atado con cintas a la espalda, por lo que una dama de la nobleza
precisaba de la ayuda de una sirvienta para vestirse. En cuanto a la ropa interior, las damas
solían llevar una larga camisola de tela ligera hasta las rodillas, así como enaguas, que iban
desde la cintura a los tobillos.

Fuente:

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/pasion-por-moda-era-maria-antonieta_7192
Clasicismo.
¿Qué es el clasicismo?

Es un movimiento artístico y cultural que tuvo su apogeo entre el 1750 y el 1820, influenciado
por los valores estéticos y filosóficos de la antigüedad romana y griega, de allí el origen de su
nombre que alude al arte clásico.

Tuvo lugar entre los movimientos barroco y romántico, durante la segunda mitad del siglo
XVIII en la que se produjo una serie de acontecimientos históricos como lo fueron, la
Revolución francesa de 1789 y el comienzo de una nueva era: la Edad Contemporánea.

¿Como surgió?

El movimiento clasicista surgió como una reacción a la complejidad y extravagancia del


Barroco, buscando la simplicidad y la claridad formal en todas las artes. Este nuevo estilo se
inspiró en la estética y el arte de la Antigua Grecia y Roma, valorando sus modelos y normas
clásicas y equilibradas.

El clasicismo, se basó en los valores de la Ilustración, que promovían el racionalismo y la


razón frente a la emoción y la fantasía. Este movimiento supuso un retorno a los principios de
la antigua Grecia y Roma, en busca de la objetividad, la proporción y la simetría.

¿Quién inicio el clasicismo?

Fue iniciado por un grupo de artistas, escritores y filósofos que llamaron a recuperar los
valores y estilos de la antigüedad clásica. Este grupo buscaba imitar la perfección de las
obras de arte de la Antigua Grecia y Roma.

Uno de los pensadores más influyentes en el desarrollo del clasicismo fue el filósofo francés
Voltaire. Voltaire defendía la razón, la libertad y la justicia, valores fundamentales del
movimiento clásico.

Otro de los grandes impulsores del clasicismo fue el escritor y poeta británico Alexander
Pope. Fue uno de los poetas de la época más cercanos a los ideales neoclásicos y su obra
"Ensayo sobre el hombre" es considerada una obra maestra del movimiento. Pope defendía
la razón y la moderación, y a menudo utilizaba la sátira para criticar la hipocresía y la
insensatez de la sociedad.

Por último, el arquitecto y diseñador italiano Andrea Palladio también fue un importante
precursor del clasicismo. Palladio se inspiraba en la arquitectura de la Antigua Roma y
Grecia para crear edificios armónicos y equilibrados. Sus obras reflejaban el ideal de belleza
y proporción clásico y sus diseños se convirtieron en un modelo para la arquitectura
neoclásica.
Características del clasicismo.

Propuso volver a los valores estéticos y filosóficos de la Antigüedad clásica: simplicidad,


unidad, sobriedad, racionalidad, armonía y mímesis (imitación de la realidad).

Tuvo importantes manifestaciones en las distintas artes: música, literatura, escultura,


pintura, arquitectura, etc.

Aspiró a un modelo de arte universal, idealista, armónico, claro y sobrio, en el que se


conservaran las proporciones, y el equilibrio.

El clasicismo fue contemporáneo al manierismo, y luego al barroco y al rococó, y permaneció


como tendencia dominante durante el siglo XIX.

Se caracterizaba por la defensa de la razón, la libertad, la justicia y la belleza clásica.

Estilo y temas del clasicismo.

El clasicismo fue un movimiento que representaba hechos históricos y mitológicos de


manera sobria, racional y sin exagerar, que se destacó por la perfección en las
representaciones. En la pintura y en la escultura suprimió toda idea imaginaria y el eje
principal fue resaltar la harmonía del cuerpo humano. La escritura se caracterizó por su
narración de hechos históricos y personajes importantes.

En las obras teatrales se recrearon los temas trágicos o heroicos de la antigüedad


grecolatina que se basaban en rituales sagrados y la relación con las deidades. Se han
destacado escritores de la tragedia, como Juan Racine o Pierre Corneille, y de la comedia,
como Moliere.

Vestimenta durante el periodo.

Vestido a la francesa por Madame Pompadour.

Se caracterizaba por una falda menos exagerada que vestidos de epoca, lo que permitía una
mayor movilidad. impuso la moda del uso de volantes y lazos, y gustaba de realzar el cuello
con un terciopelo adornado con una flor o una joya. Los trajes, tanto de damas como de
caballeros, solían adornarse con encajes, preferentemente de Chantilly o Bruselas, por ser
más dóciles y fáciles de trabajar. Las medias, de seda o algodón, se sujetaban con ligas de
encaje o seda bordada.

En torno a la década de 1760 se introdujeron una serie de vestidos femeninos algo menos
formales. Uno de ellos fue el vestido a la polonesa. Era de cuerpo ceñido y se caracterizaba
por la falda abullonada por detrás gracias a que podía fruncirse mediante un cordón. Más
corto que el vestido a la francesa, dejaba a la vista una enagua y los tobillos, lo que lo hacía
más práctico para caminar.

Otro vestido que se puso de moda en Francia fue el vestido a la inglesa. Este vestido incluía
elementos inspirados en la moda masculina, como la chaqueta corta, con amplias solapas y
manga larga, tomada del redingote, una prenda a medio camino entre la capa y el abrigo.
En cualquier ceremonia oficial las damas debían cubrirse manos y brazos con guantes, si
iban sin mangas. Sólo en verano se les permitía utilizar mitones, un tipo de guantes que
dejaba al descubierto la mitad de los dedos. Los caballeros, sin embargo, sólo empleaban
los guantes cuando salían de viaje. Pero si algún accesorio era importante para cualquier
dama era el abanico. Las costumbres licenciosas de Versalles se encubrían con el arte del
disimulo y el abanico permitió desarrollar un lenguaje gestual que servía para comunicarse a
la hora de la seducción. Por otra parte, hay que señalar que el abanico no era un accesorio
exclusivamente femenino. Los caballeros solían utilizar modelos más sobrios,
especialmente en las grandes ceremonias.

Manufactura textil.

Las llamadas manufacturas reales dieron lugar a una industria sedera en Lyon, mientras los
avances técnicos y los progresos en el ámbito de los tintes favorecieron la iniciativa privada y
la creación de numerosas fábricas de medias, sombreros y lencería. La manufactura textil de
Christophe-Philippe Oberkampf, en Jouy-en-Josas (Yvelines), contaba en 1774 con 900
obreros.

Entre los profesionales de la moda francesa del siglo XVIII hay que destacar a Marie-Jeanne
Bertin, conocida como Rose Bertin (1747-1813). Pionera de la alta costura francesa, abrió su
propia tienda de modas en París en 1777 y rápidamente se convirtió en la modista preferida
de la aristocracia. Su consagración definitiva la debió a la duquesa de Chartres, quien le
presentó a María Antonieta. La reina, entusiasmada con sus diseños, le abrió un taller propio
en Versalles donde Rose, nombrada ministra de la moda, creó novedosos modelos para la
reina, como el llamado Grand habit de cour.

Fuentes:

https://humanidades.com/clasicismo/#ixzz8Ut3b8XHd

https://concepto.de/clasicismo/#ixzz8Ut4Qq8Tq

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/pasion-por-moda-era-maria-
antonieta_7192#google_vignette

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