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POPULISMO

Se define como populismo al conjunto de prácticas políticas, sociales y económicas que


ejerce el populista, un líder político que ostenta un cargo dentro del Estado, usualmente
la jefatura de Estado, o bien que pretende ostentarlo. Muchas veces se resume al
populismo a una ideología, pero esta no solo será una ideología, también es una praxis.

En este sentido, el populismo es una doctrina política que se construye necesariamente


alrededor de la figura de un líder político, el populista, cuyo discurso se caracteriza por
la construcción de una falsa dicotomía, una necesaria polarización social: el pueblo
versus el antipueblo.

Una vez el populista divide a la población de una nación en dos (pueblo y no pueblo),
este procede a convertirse en la voz de uno de los bandos, en este caso el pueblo, y a
culpar de cuanto mal exista o pueda existir en la nación al bando contario, el antipueblo.

Esta supuesta dignidad de héroe que recae sobre el populista, reforzada la mayoría de
las veces por un cargo político, la democracia y un carisma inigualable, le permite hacer
lo siguiente:

 Decretar qué es verdad y qué no lo es.


 Responsabilizar a sus detractores de cuanta desgracia ocurra en el país, incluso
de aquellas que han sido provocadas por él mismo.
 Por supuesto, acumular cada vez más y más poder político, pues él es la voz del
pueblo y, por tanto, es su deber y su derecho asegurarse de que el sector a quien
él representa esté seguro.

Por último, es preciso destacar el hecho de que el populismo, como doctrina política, no
se encuentra relacionada estrictamente a una única ideología política, aunque sí es cierto
que es más común observar prácticas populistas en sectores políticos con ideologías
afines a la izquierda (centro-izquierda, socialdemocracia, socialismo) o en gobiernos
plenamente autoritarios (fascismo). Pero no debe confundirse con alguna de ellas.
Significado de populismo

El término populismo encuentra su raíz etimológica en el ruso.


El significado etimológico más próximo a dicho término podría ser el lema ruso del cual
deriva: ir hacia el pueblo.

El odio a la libertad y la idolatría hacia el Estado

Cuando de populismo se trata, la línea que diferencia a los gobiernos de izquierda y de


derecha suele diluirse hasta el punto de que no se sabe a qué considerar populismo de
izquierda o populismo de derecha, ya que, en ambos casos, la existencia de un Estado
gigantesco altamente intervencionista, burocrático y severo en términos de presión fiscal
no se encuentra sujeta a discusión.

El Estado es la esperanza del pueblo, y como el populista usualmente ostenta la jefatura


de Estado, entonces él es la única y verdadera esperanza del pueblo ante el mal
inmisericorde que les aflige de manera incesante.

Así pues, el pueblo debe estar siempre dispuesto a ceder sus libertades individuales a
su héroe y salvador, el populista, siempre y cuando este necesite vulnerar dichas
libertades para defenderlos ante el embate incesante del antipueblo.

La existencia de este último grupo no debe ser cuestionada ni tildada de paranoica por
un integrante del pueblo, pues esto le convertiría de manera casi inmediata en un
enemigo a vencer, en un miembro del antipueblo.

El complejo de víctimas

La campaña de polarización social que emprende el populista y la mentalidad que este


pretende construir en los ciudadanos que escuchan sus discursos, siempre rebosantes
de carisma y energía, tiene un sentido fundamental: generar un complejo de víctimas en
la mente de cada integrante del pueblo.

De esta manera, ni el pueblo, que es quien ha escogido a su líder demagogo de turno,


ni el jefe de Estado populista son o pueden ser los responsables del mal que aqueja a
su país; eso es impensable, ellos son víctimas, por lo que la culpa debe ser de alguien
más: el antipueblo.
Antineoliberal (o anticomunista)

El populismo, como doctrina política, necesita del enfrentamiento continuo y sistemático


del pueblo y del antipueblo.

Ahora bien, ¿quién es el antipueblo? Lo cierto es que puede ser cualquiera,


aunque, cuando de populismo de izquierda se trata, el antipueblo predilecto es, sin
duda, el neoliberalismo.

El origen del término neoliberalismo se remonta a 1938, en el marco del Coloquio Walter
Lippmann, siendo su creador el economista y sociólogo alemán Alexander Rüstow.

El objetivo de la creación de este término era designar al conjunto de prácticas político-


económicas. El término neoliberalismo se utiliza actualmente para condenar cualquier
práctica que se asemeje en lo más mínimo a la economía de mercado.

Si bien, en términos generales, el discurso político de izquierda parece ser más


compatible con el populismo que el discurso político de derecha, ello no es del todo cierto.

En este sentido, la postura de víctima del pueblo, que es, además, la de su representante,
el populista, le permite estar exento de cualquier responsabilidad; incluso si el pueblo
atentase contra la ley, su acción estaría legitimada, en tanto es una sublevación ante la
tiranía opresora que ejerce el antipueblo.

A lo largo del siglo XX, el gobierno de los Estados Unidos de América emprendió
numerosas campañas bélicas (con todo lo que ello implica: gasto público exacerbado,
servicio militar obligatorio, crisis social, etc.) bajo el estandarte de la lucha contra el
comunismo, siendo esta última doctrina política su antipueblo por excelencia.

La pretensión democrática

El populismo encuentra su justificación más inmediata en la erosión del concepto formal


de democracia representativa.

En este sentido, el líder populista justificará reiteradamente sus acciones con la frase el
pueblo así lo quiere, por lo que, siendo ellos la voz del pueblo —porque el pueblo los ha
escogido de manera democrática—, sus acciones son, en realidad, la voluntad del
pueblo, y el pueblo siempre tiene la razón.
La obsesión igualitarista

El líder populista sabe que una de las formas más efectivas de despertar pasiones a
través de un discurso es convencer a un sector (el pueblo) de que una minoría oligárquica
es la responsable de su estado actual y que, al mismo, tiempo el bienestar económico
que goza tal oligarquía (el antipueblo) está relacionado directamente con la pobreza y
los males que aquejan al sector más desfavorecido.

Así pues, bajo el marco teórico de la doctrina populista no existe peor cosa que la
desigualdad social; por tal motivo, debe ser erradicada inmediatamente.

Sin embargo, lograr tal proeza nunca es tarea sencilla, ya que generar riqueza es mucho
más complejo que despilfarrarla, por lo que los líderes populistas, usualmente, preferirán
confiscar parte de la riqueza del sector más pudiente para redistribuirla hacia el sector
más desfavorecido; todo ello, bajo el estandarte de la justicia social.

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