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Una vez el populista divide a la población de una nación en dos (pueblo y no pueblo),
este procede a convertirse en la voz de uno de los bandos, en este caso el pueblo, y a
culpar de cuanto mal exista o pueda existir en la nación al bando contario, el antipueblo.
Esta supuesta dignidad de héroe que recae sobre el populista, reforzada la mayoría de
las veces por un cargo político, la democracia y un carisma inigualable, le permite hacer
lo siguiente:
Por último, es preciso destacar el hecho de que el populismo, como doctrina política, no
se encuentra relacionada estrictamente a una única ideología política, aunque sí es cierto
que es más común observar prácticas populistas en sectores políticos con ideologías
afines a la izquierda (centro-izquierda, socialdemocracia, socialismo) o en gobiernos
plenamente autoritarios (fascismo). Pero no debe confundirse con alguna de ellas.
Significado de populismo
Así pues, el pueblo debe estar siempre dispuesto a ceder sus libertades individuales a
su héroe y salvador, el populista, siempre y cuando este necesite vulnerar dichas
libertades para defenderlos ante el embate incesante del antipueblo.
La existencia de este último grupo no debe ser cuestionada ni tildada de paranoica por
un integrante del pueblo, pues esto le convertiría de manera casi inmediata en un
enemigo a vencer, en un miembro del antipueblo.
El complejo de víctimas
El origen del término neoliberalismo se remonta a 1938, en el marco del Coloquio Walter
Lippmann, siendo su creador el economista y sociólogo alemán Alexander Rüstow.
En este sentido, la postura de víctima del pueblo, que es, además, la de su representante,
el populista, le permite estar exento de cualquier responsabilidad; incluso si el pueblo
atentase contra la ley, su acción estaría legitimada, en tanto es una sublevación ante la
tiranía opresora que ejerce el antipueblo.
A lo largo del siglo XX, el gobierno de los Estados Unidos de América emprendió
numerosas campañas bélicas (con todo lo que ello implica: gasto público exacerbado,
servicio militar obligatorio, crisis social, etc.) bajo el estandarte de la lucha contra el
comunismo, siendo esta última doctrina política su antipueblo por excelencia.
La pretensión democrática
En este sentido, el líder populista justificará reiteradamente sus acciones con la frase el
pueblo así lo quiere, por lo que, siendo ellos la voz del pueblo —porque el pueblo los ha
escogido de manera democrática—, sus acciones son, en realidad, la voluntad del
pueblo, y el pueblo siempre tiene la razón.
La obsesión igualitarista
El líder populista sabe que una de las formas más efectivas de despertar pasiones a
través de un discurso es convencer a un sector (el pueblo) de que una minoría oligárquica
es la responsable de su estado actual y que, al mismo, tiempo el bienestar económico
que goza tal oligarquía (el antipueblo) está relacionado directamente con la pobreza y
los males que aquejan al sector más desfavorecido.
Así pues, bajo el marco teórico de la doctrina populista no existe peor cosa que la
desigualdad social; por tal motivo, debe ser erradicada inmediatamente.
Sin embargo, lograr tal proeza nunca es tarea sencilla, ya que generar riqueza es mucho
más complejo que despilfarrarla, por lo que los líderes populistas, usualmente, preferirán
confiscar parte de la riqueza del sector más pudiente para redistribuirla hacia el sector
más desfavorecido; todo ello, bajo el estandarte de la justicia social.