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ANEJOS

AESPA
Luis Caballero Zoreda ANEJOS
Pedro Mateos Cruz
DE
LXIII César García de Castro Valdés
2012 (eds.) AESPA LXIII

ASTURIAS ENTRE VISIGODOS Y MOZÁRABES


ASTURIAS ENTRE VISIGODOS
Y MOZÁRABES

ISBN 978 - 84 - 00 - 09471 - 3

ARCHIVO ESPAÑOL
DE
ARQVEOLOGÍA
CSIC INSTITUTO DE HISTORIA
2 Asturias entre visigodos y mozárabes Anejos de AEspA LXIII
Anejos de AEspA LXIII INTRODUCCIÓN 3
ANEJOS DE ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA
LXIII

ASTURIAS ENTRE VISIGODOS Y MOZÁRABES


(Visigodos y Omeyas, VI – Madrid, 2010)
4 Asturias entre visigodos y mozárabes Anejos de AEspA LXIII

ANEJOS DE AESPA

Director: Francisco Pina Polo, Universidad de Zaragoza, España.

Secretario: Carlos Jesús Morán Sánchez, Instituto de Arqueología, CSIC-Junta de Extremadura-CCMM, Mé-
rida, España.

Comité Editorial: José Beltrán Fortes, Universidad de Sevilla, España; Manuel Bendala, Universidad Autóno-
ma de Madrid, España; Rui Manuel Sobral Centeno, Universidade de Porto, Portugal; Adolfo J. Do-
mínguez Monedero, Universidad Autónoma, Madrid, España; Sonia Gutiérrez Lloret, Universidad de
Alicante, España; Pedro Mateos, Instituto de Arqueología, CSIC-Junta de Extremadura-CCMM,
Mérida, España; Manuel Molinos, Universidad de Jaén, España; Ángel Morillo, Universidad Complu-
tense, Madrid, España; Ricardo Olmos Romera, Escuela Española de Historia y Arqueología, CSIC,
Roma, Italia; Almudena Orejas, Instituto de Historia, CSIC, Madrid, España; Isabel Rodà de Llanza,
ICAC-Universidad Autónoma de Barcelona, España; Inés Sastre Prats, Instituto de Historia, CSIC,
Madrid, España; Ángel Ventura Villanueva, Universidad de Córdoba, España.

Consejo Asesor: Juan Manuel Abascal, Universidad de Alicante; Michel Amandry, Bibliothèque Nationale de
France, París; Xavier Aquilué, Museu d’Arqueologia de Catalunya, Empúries; Javier Arce, Universi-
té Lille; Pietro Brogiolo, Università degli Studi di Padova; Francisco Burillo, Facultad de Humanida-
des y Ciencias Sociales de Teruel, Universidad de Zaragoza; Luis Caballero, Instituto de Historia,
CCHS, CSIC; Monique Clavel-Leveque, Université Franche-Comté, Besançon; Teresa Chapa, Uni-
versidad Complutense de Madrid; Filippo Coarelli, Università degli Studi di Perugia; Carlos Fabião,
Universidade de Lisboa; Carmen Fernández Ochoa, Universidad Autónoma de Madrid; María Paz
García-Bellido, Instituto de Historia, CCHS, CSIC; Carmen García Merino, Universidad de Vallado-
lid; Pierre Gros, Université Aix-Marseille; Simon Keay, University of Southampton; Pilar León, Uni-
versidad de Sevilla; Pierre Moret, Université Toulouse; Domingo Plácido, Universidad Complutense
de Madrid; Sebastián Ramallo, Universidad de Murcia; Thomas Schattner, Instituto Arqueológico
Alemán, Madrid; Armin Stylow, Emérito de la Kommission für Alte Geschichte und Epigraphik, DAI
München; Giuliano Volpe, Università degli Studi di Foggia.
Anejos de AEspA LXIII INTRODUCCIÓN 5

LUIS CABALLERO ZOREDA


PEDRO MATEOS CRUZ
CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDÉS
(eds.)

ASTURIAS ENTRE VISIGODOS


Y MOZÁRABES
(Visigodos y Omeyas, VI – Madrid, 2010)

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Instituto de Historia
Centro de Ciencias Humanas y Sociales

Instituto de Arqueología de Mérida


(Junta de Extremadura, Consorcio de Mérida, CSIC)

MADRID, 2012
6Reservados
Asturias
todos entre visigodospor
los derechos y mozárabes
la legislación en materia de Propiedad Inte- Anejos de AEspA LXIII
lectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta,
puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya
sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin
permiso previo por escrito de la editorial.

Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva
responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace res-
ponsable del interés científico de sus publicaciones.

Imagen de cubierta: Fragmento de placa de cancel de Santianes de Pravia.


Asturias.
Imagen de contracubierta: ventana de San Salvador de Valdediós (Asturias),
muro oeste del pórtico (foto de M.ª de los Ángeles Utrero Agudo).

Han participado en la financiación de este Congreso y de su publicación el


Gobierno del Principado de Asturias, el Ministerio de Cultura e Innovación
(Subprograma de Acciones Complementarias. Ref. HAR2010-09180-E); el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Ayudas para la organización de
congresos nacionales e internacionales en España. Ref. CNG002449); el Centro de
Ciencias Humanas y Sociales y el Instituto de Historia (Ref: 09AC09. Financiación
de Actividades Científicas); y el Grupo de Investigación «Arqueología de la
Arquitectura» (Línea de Investigación «Historia Social del Poder», Instituto de
Historia, CCHS, CSIC).

El congreso al que pertenecen estas actas forma parte del proyecto de investigación
I+D «Análisis Arqueológico de la Arquitectura Altomedieval en Asturias:
prospección, estratigrafía y cronotipología». (Ref. HUM2007-61417/HIST), que
financia parte de la publicación.

Catálogo general de publicaciones oficiales:


http://publicacionesoficiales.boe.es/

© CSIC
© de los textos, los autores

NIPO: 723-12-090-6
e-NIPO: 723-12-091-1
ISBN: 978-84-00-09471-3
e-ISBN: 978-84-00-09472-0
Depósito Legal: M. 20877-2012
Impreso en España, Printed in Spain
En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF,
cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

Imprenta TARAVILLA S. L. Mesón de Paños, 6. 28013 MADRID


SUMARIO

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................... 9
In memóriam. Roberto Coroneo (Cagliari, 1958-2011) ........................................... 11

La epigrafía medieval asturiana. Los epígrafes de la iglesia de San Juan de Santia-


nes de Pravia
Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo ........................................................ 13

Para una historia social de la arquitectura monumental altomedieval asturiana


Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier ............................. 27

Las fuentes escritas en la investigación del prerrománico


Francisco Javier Fernández Conde ..................................................................... 55

Observaciones arqueológicas sobre producción arquitectónica y decorativa de las


iglesias de S. Miguel de Lillo y Santianes de Pravia
Luis Caballero Zoreda .......................................................................................... 89

A finales del siglo IX e inicios del X. Entre asturianos y mozárabes


María de los Ángeles Utrero Agudo .................................................................... 125

La plástica asturiana y su relación con la creación visigoda y la andalusí


María Cruz Villalón .............................................................................................. 147

¿Un modelo de altar asturiano? Del arquetipo de Quinzanas a la obra excepcional


del Naranco
Isaac Sastre de Diego ........................................................................................... 179

Asturias y Bizancio: arte e ideología


Roberto Coroneo ................................................................................................... 209

Visigodos, asturianos y carolingios


César García de Castro Valdés ............................................................................ 229

Saint-Denis y St. Gallen: aspectos de la arquitectura religiosa en el reino caro-


lingio
Matthias Untermann ............................................................................................. 287

Alaba wa-l Qilâ¿: la frontera oriental en las fuentes escritas de los siglos VIII y IX
Juan José Larrea y Ernesto Pastor ..................................................................... 307

El espacio circumpirenaico occidental durante los siglos VI al X d.C. según el


registro arqueológico: algunos interrogantes
Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino ..................................... 331
8 Asturias entre visigodos y mozárabes Anejos de AEspA LXIII

Geometría, metrología y proporción en la arquitectura altomedieval de la meseta


del Duero
Lorenzo Arias Páramo .......................................................................................... 353

Aproximación a una síntesis de la arquitectura en los territorios cristianos que


conformarán Cataluña (siglos VI al IX)
Eduard Carbonell Esteller .................................................................................... 391

Galicia, la crisis del siglo VIII y la transición al mundo medieval. Nuevas


propuestas para viejos problemas
José Suárez Otero .................................................................................................. 415

O Norte de Portugal entre os séculos VIII e X: balanço e pèrspectivas de inves-


tigação
Luís Fontes ............................................................................................................. 443

Asturias entre visigodos y mozárabes. Observaciones finales


Chris Wickham ....................................................................................................... 475
INTRODUCCIÓN

Creemos suficientemente conocidas las intencio- Auxerre), Chris Wickham (Universidad de Oxford)
nes de las reuniones «Visigodos y Omeyas»: facili- y Roger Collins (emérito de la Universidad de Edim-
tar la renovación de la investigación del paso entre burgo). Los dos primeros tenían un compromiso pre-
la romanidad tardía y la alta Edad Media en la Pe- vio con el magno Congreso que por las mismas fe-
nínsula Ibérica y provocar diálogo y discusión sobre chas se celebró sobre Cluny. Chris Wickham aceptó
el tiempo de cambio alrededor de la fecha del 711, muy gustoso redactar unas conclusiones, como se ha
de la que por cierto se cumplió el cuarto centenario hecho en las demás reuniones, conociendo los tex-
el año pasado. Ambas intenciones se pretendía con- tos definitivos. Roger Collins aceptó en principio su
seguir a través de reuniones interdisciplinares, con participación pero no pudo acudir finalmente por
distintas miradas y diversos enfoques sobre aquel problemas personales.
momento, intentando entrecruzar la visión a uno y Lamentamos no poder publicar una de las po-
otro lado de la frontera cronológica, procurando en nencias que participó en la reunión pero que por
lo posible que no se disgregaran a cada uno de sus diversas razones no llegó en tiempo y forma a este
lados. volumen, la del Dr. Eduardo Manzano Moreno
En esta última reunión, la sexta, el tema se ha (CCHS, CSIC, Madrid). (En este momento, las con-
centrado en una región, Asturias, coincidiendo con ferencias aceptadas por sus autores están colgadas en
el centenario de los sucesos de cuya explicación Internet en la dirección: http://www.youtube.com/
parten las reuniones. Podemos considerar de alguna user/CCHSCSIC#p/c/3902EE671C565B88).
manera ésta una celebración de aquel momento. Agradecemos la presencia de todos los ponentes
La reunión presenta dos diferencias señaladas con y asistentes a la reunión. También agradecemos la
respecto a las anteriores, una que se celebra en Ma- ayuda que nos prestaron en la realización de las jor-
drid, disfrutando del nuevo Centro de Ciencias Hu- nadas al Dr. Julio Escalona Monge (Instituto de His-
manas y Sociales, y otra que no trata un tema gene- toria, CCHS, CSIC), y a los compañeros Dr. Fran-
ral. Las anteriores se celebraron sobre el tema del cisco Moreno Martín (Universidad Complutense de
nombre (un debate entre la antigüedad tardía y la alta Madrid), quien actuó de secretario, Dra. M.ª Ánge-
edad media), cerámicas, escultura, arquitectura y les Utrero Agudo (CCHS, CSIC, Madrid) y José Ig-
arqueología territorial o espacial, pero siempre abar- nacio Murillo Fragero. Agradecemos también a las
cando en lo posible el ámbito de la Península Ibéri- instituciones y personas que con su apoyo, financia-
ca. Esta vez se dedica a una región concreta como ción y trabajo han hecho posible la realización de esta
es Asturias. Pero se ha procurado no perder el carácter Reunión, financiada por el Ministerio de Cultura e
de temática ibérica y mantener las relaciones con Innovación, la Consejería de Cultura y Deportes del
otras regiones peninsulares. No se pretendía presen- Gobierno del Principado de Asturias, el Consejo
tar cerrada una reunión exclusiva y especializado Superior de Investigaciones Científicas, el Centro de
sobre Asturias y, en este sentido, no se escapa a na- Ciencias Humanas y Sociales y su Instituto de His-
die la ausencia de especialistas que podrían haber toria.
estado presentes, pero la actividad tenía un límite que
no podíamos rebasar. LUIS CABALLERO ZOREDA
Entre los ponentes se había previsto la presencia PEDRO MATEOS CRUZ
de Christian Sapin (Centre d’études médiévales de CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDÉS
IN MEMÓRIAM
ROBERTO CORONEO (CAGLIARI, 1958-2011)

Pasado algo más de un año de la celebración de teca Francescana Sarda). Entre su abundante produc-
la reunión tuvimos noticia del fallecimiento de Ro- ción científica destacan monografías como Architet-
berto Coroneo al que dedicamos un emocionado re- tura romanica dalla metà del mille al primo ‘300
cuerdo. El profesor Coroneo participó en la reunión, (1993), Scultura mediobizantina in Sardegna (2000),
a la que asistió acompañado de sus alumnos univer- Sardegna preromanica e romanica (2004), Chiese
sitarios que visitaron con nosotros los monumentos romaniche della Corsica: architettura e scultura
de Oviedo. (2006) y Arte in Sardegna dal IV all’XI secolo (2011).
Le conocimos con motivo de su participación en Expresión de sus facetas investigadora, educati-
la cuarta reunión de Visigodos y Omeyas, sobre es- va y divulgativa fueron los proyectos de valorización
cultura. Entonces, visitando algunos monumentos de la historia del Arte medieval, con las nuevas tec-
altomedievales, tuvimos la ocasión de tratarlo por nologías de la comunicación, en los que colaboró
primera vez junto a su maestra Renata Serra, que le ayudando a idear y desarrollar. Así, el portal inter-
había dirigido su tesi di laurea sobre la escultura net Sardegna Cultura, dedicado a la cultura sarda, en
altomedieval de Sant’Antioco. el que se catalogaron la mayoría de las obras de arte
Investigador, profesor, catedrático y preside, deca- y monumentos de la isla (www.sardegnacultura.it
no, de la Facultad de Filosofía y Letras en la Univer- Junta de Cerdeña, coordinador general de contenidos);
sidad de Cagliari. Historiador del arte medieval espe- el Laboratorio Risorse Digitali de la Universidad de
cializado en arquitectura altomedieval de Cerdeña; Cagliari (coordinador) donde se recoge la documen-
arquitectura románica de Cerdeña, Córcega y Tosca- tación fotográfica del departamento de Scienze Ar-
na; y escultura bizantina de Cerdaña y Campania. cheologiche e Storico-artistiche; y el Itinerari e Rete
Últimamente ampliaba sus estudios a Constantino- del Romanico in Corsica, Sardegna e Toscana (coor-
pla y Asturias. Su objetivo fue el de contextualizar en dinador científico) que aglutina los itinerarios del
el Mediterráneo la producción histórico-artística de románico del alto Tirreno.
Cerdeña. Fue considerado un magnífico profesor y confe-
Inició sus publicaciones colaborando con Renata renciante, que transmitía su entusiasmo y la emoción
Serra en los volúmenes de Sardegna Romanica (Zo- de los temas que trataba a sus alumnos en sus cla-
diaque 1989) y Pittura e Scultura dall’età romanica ses y al público en general en sus charlas. Con su
alla fine del ‘500 (Ilisso 1990). Su primera publica- reconocida capacidad de divulgador consiguió difun-
ción la realizó en 1988 con un estudio sobre escultura dir en su tierra sarda temas hasta entonces reserva-
altomedieval y románica en Oristano (Revista Biblio- dos a los especialistas.
LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA.
LOS EPÍGRAFES DE LA IGLESIA DE SAN JUAN
DE SANTIANES DE PRAVIA
POR

HELENA GIMENO PASCUAL


Centro CIL II. Universidad de Alcalá de Henares

JAVIER DEL HOYO


Universidad Autónoma de Madrid*

RESUMEN inscripciones medievales de Asturias constituye una


excepción, siendo casi la única2 provincia de la ac-
Los autores hacen una breve introducción a la epigrafía
medieval de Asturias, para centrarse en las tres inscripciones tual España que presenta un corpus sistematizado y
conservadas de Santianes de Pravia, especialmente en la la- estudiado.3 Parece, por otra parte, lógico que sea la
beríntica del rey Silo, analizando detenidamente los proble- región donde mayor número de epígrafes se haya
mas textuales y de tradición que ésta presenta.
producido en época altomedieval, tratándose de la
primera monarquía peninsular tras el 711, y habien-
ABSTRACT do construido desde esa fecha numerosos edificios
Authors make a brief introduction to medieval epigraphy civiles y religiosos, cuya epigrafía debía servir para
in Asturias and they focus their attention on the three inscrip- recordar y dar a conocer a generaciones venideras
tions preserved at Santianes de Pravia, mainly the labyrinthic unas señas de identidad propias, frente a una cultu-
one belonging to the king Silo, by analyzing accurately the
textual problems and its tradition. ra árabe predominante en gran parte de la penínsu-
la. Asturias y León concentran en su territorio gran
PALABRAS CLAVE: Epigrafía medieval, Asturias.
materia, similar al ubicado en Alcalá de Henares; una revista
KEY WORDS: Medieval epigraphy, Asturias. que publique todas las novedades, semejante a Hispania Epi-
graphica para Hispania o a L’Année Épigraphique para el
mundo romano; y trabajos monográficos que vayan sacando a
la luz las inscripciones inéditas que aún se conservan en lu-
1. INTRODUCCIÓN A LA EPIGRAFÍA ASTU- gares perdidos de nuestra geografía y hagan ediciones críticas
RIANA MEDIEVAL. EL HÁBITO EPIGRÁFI- fiables. Un ejemplo en este sentido que deberíamos imitar es
CO EN LA MONARQUÍA DE ASTURIAS el Archivo de R. Favreau vinculado a la Universidad de Poi-
tiers, que falta aún en nuestro país.
2
Por iniciativa del Departamento de Paleografía y Diplo-
Si bien la epigrafía medieval de Hispania está aún mática de la Universidad de León se han iniciado las labores
por estudiar de forma sistemática y —sorprendente- de recopilación de la epigrafía medieval de Castilla y León
con vistas a un Corpus Inscriptionum Hispaniae Medieva-
mente— no se ha hecho de ella un objeto de inves- lium, cuyos fascículos serán publicados por la editorial Bre-
tigación similar al de época clásica,1 el conjunto de pols. Hasta el momento sólo ha salido a la luz el Corpus de
la provincia de Zamora, a cargo de M. Gutiérrez Álvarez
(León – Turnhout 1997), si bien hay varias provincias más en
* helena.gimeno@uah.es, javier.delhoyo@uam.es. Esta preparación.
3
contribución se ha realizado en el marco de los proyectos Aparte de la obra de Diego Santos (1994), pionera como
coordinados HAR2009-12932-C02-01 y 02 concedidos por el corpus de epigrafía medieval en la península, ha habido una
Ministerio de Ciencia e Innovación (2009). renovación de los estudios epigráficos asturianos gracias a los
1
En efecto, falta un proyecto común de investigación se- importantes trabajos de C. García de Castro Valdés, que con-
mejante al de la epigrafía latina clásica (CIL II); un centro de sidera los epígrafes en sus contextos (cf. García de Castro
investigación que unifique y centralice los estudios sobre la 1995 y 2008).
14 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

número de las inscripciones medievales de Hispania templo (Diego Santos 1994: 227). En el dintel de las
dadas a conocer. puertas que dan paso a las sacristías se pide para el
La epigrafía que presenta Asturias es muy rica y ladrón que sea quemado con todos los impíos en el
variada en su temática, debiendo destacar una menor infierno (cremetur cum omnibu[s impiis aeternis ig-
proporción de epitafios4 respecto a la época clásica, nibus in inferno]) (ib. 228). Resultan también inte-
en la que éste es el tipo de inscripción que predomina resantes las imprecaciones en que se alude a Judas
(casi el 85% del corpus). De este modo, nos encon- como compañero de castigo de los ladrones de dá-
tramos inscripciones honorarias y monumentales, divas (id. 228, 236).
testimonio de las donaciones hechas por los reyes. Capítulo aparte lo constituyen los carmina epigra-
Deben nombrarse también las que aluden a la cons- phica, ya que en este punto la epigrafía medieval
trucción de iglesias, cenobios y monasterios, reali- asturiana resulta especialmente prolija.5 El único rit-
zada gracias a la iniciativa y liberalidad no sólo de mo que se desarrolla es el dactílico, bien en tiradas
la monarquía, sino de la nobleza, así como los epí- de hexámetros, bien en dísticos, bien en hexámetros
grafes que indican la consagración de esas iglesias. combinados caprichosamente con pentámetros sin
Otra de las características es que casi toda esta epi- formar necesariamente dísticos. Más de cincuenta
grafía se encuentra aún in situ, no en museos o co- inscripciones en verso se conservan procedentes de
lecciones particulares, por estar empotrada en los Asturias. Algunas de ellas como la consagración del
propios edificios. Conventín de Valdediós, fechada por la era hispáni-
Encontramos repartidas por toda el área de la ca el 16 de septiembre del año 893, son de gran be-
provincia (Diego Santos 1994: mapa en 272-273) lleza estilística.
aras, pilas bautismales, cajas relicarios, cruces pro- En cuanto a la cronología, vemos que el arco va
cesionales, inscripciones a la cruz, verjas de coro, desde el año 737, en que se fecha la inscripción de
peticiones, dedicaciones... Mención aparte la cons- Santa Cruz de Cangas (Diego Santos 1994: 253),
tituyen las inscripciones grabadas sobre campanas, epígrafe que presenta algunos problemas cronológi-
de las que Asturias cuenta con un estudio propiamente cos como veremos más adelante, hasta finales del
dicho (ib. 260, 1 al 13). siglo XV, donde comienzan a combinarse los textos
En la propia Oviedo encontramos gran número de en latín con otros en lengua romance. No deja de ser
epígrafes empotrados en la catedral, en sus distintas significativo que haya un notable aumento del hábi-
dependencias, en la Cámara Santa, el claustro, la sala to epigráfico en los siglos X y XI, momento clave en
capitular... También en los monasterios de la capital la historia de la monarquía asturleonesa, en que se
(Santa Marina, San Vicente, San Pelayo, Monasterio sienten llamados a asentar con firmes pilares las bases
de la Vega). Ya en la provincia podemos ver concen- de su propia historia, para lo que la epigrafía ayudará
trados algunos núcleos epigráficos en la iglesia de San notablemente.
Martín de Salas, en Teverga, el Conventín y monas- Tras esta vista panorámica, vamos a centrarnos
terio de Valdediós, en la iglesia prerrománica de Santo ahora en un núcleo concreto.
Adriano de Tuñón, etc.
Especialmente interesantes resultan las impreca-
ciones, una continuación natural en pleno cristianismo 2. LA EPIGRAFÍA DE SANTIANES DE PRAVIA
medieval de las tabellae defixionum paganas. Así
tenemos en Valdediós, sobre el dintel de entrada a la El conjunto epigráfico de la iglesia asturiana de
nave principal del Conventín, la petición de la muerte San Juan en Santianes de Pravia,6 está formado sólo
para el ladrón que robe los dones que allí se deposi- por tres tituli. Uno de ellos indica que el rey Silo7
tan (vibens eum sorbeat terra), y la mendicidad y la (774 - 783) hizo algo que en el texto no consta ex-
lepra para los descendientes (mendicitas et lebra
5
prosapia teneat sua) de quienes quieran profanar el Nada menos que 56 inscripciones en verso están recogi-
das. Algunos trabajos monográficos al respecto, como M.
Pérez González, «Inscripciones en verso del s. XII en el Rei-
4
Contamos con 141 epitafios respecto a un corpus de 289 no Asturleonés» en (M. Pérez; José M.ª Marcos y E. Rodrí-
inscripciones en total (Diego Santos 1994), algo menos del guez, eds.) Pervivencia de la tradición clásica. Homenaje al
50%. En otras zonas de la península son, sin embargo, mayo- profesor Millán Bravo. Valladolid, 1999, pp. 91-113.
6
ría las inscripciones funerarias en época medieval, como por Situada sobre el río Nalón, a 50 km al noroeste de Ovie-
ejemplo en la provincia de Huesca (véase A. Durán Gudiol, do, y a solo 15 km del mar. Debemos acceder hoy a ella por
«Las inscripciones medievales de la provincia de Huesca», en la AS-16 desde Cornellana.
7
Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón VIII, 1967, Hemos conservado la fonética Silo siguiendo la tradición,
pp. 45-153), donde el mayor número se lo lleva el obituario a pesar de que el nombre correcto en castellano sería Silón,
de Roda de Isábena. por tratarse de un tema en nasal.
Anejos de AEspA LXIII LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA 15

plícitamente, pues falta el objeto del verbo facere, por 2.1. EPÍGRAFE DEL REY SILO (fig. 1)
lo que se ha supuesto, lógicamente, que se refería a
la propia iglesia.8 Los otros dos textos, que no pre- Se trata de una placa de caliza grisácea que «es-
sentan tantos problemas de interpretación, están vin- taba sobre el arco por donde entran del cuerpo de la
culados a la fundación y consagración de la iglesia. iglesia para el crucero» (Carvallo 1613/1695: 149).
Ahora bien, el reciente análisis arqueológico de Parece que la piedra fue destruida en el siglo XVII, al
la arquitectura de la iglesia (Caballero 2010) ha dado hacerse reformas en la iglesia. Cuenta C. Miguel Vigil
como resultado que la construcción de la misma es (1887, I, 474; lám. Ua I10) que, según informaciones
del siglo X. Nos enfrentamos, pues, a un nuevo caso de un amigo que lo había visto, Modesto Lafuente
de contradicción9 entre los datos cronológicos que había recogido en 1852 un pequeño trozo que corres-
proporciona la epigrafía y la realidad de los datos pondía justamente a la parte central de la inscripción,
arquitectónicos —resultado de la revisión con nue- a las letras S I, y que sus letras medían 2 cm. Este
vos métodos arqueológicos— de algunos monumen- fragmento está hoy desaparecido.
tos altomedievales que obliga a revisar la cronología De la placa sólo se conserva hoy un pequeño frag-
tradicional atribuida a esos edificios. Así, el epigra- mento de (18,5) × (16,5) × 12 cm, hallado en 1975 en
fista se ve obligado a un análisis nuevo extremada- las obras de J. Menéndez-Pidal «al remover los escom-
mente preciso del epígrafe, de su relación con el lu- bros del presbiterio» (Fernández Conde y Santos del
gar al que estaba destinado y de su transmisión. Valle 1987: 324), que pudo ser recortado para su reuti-

Fig. 1. Fragmento conservado del epígrafe del rey Silo. Santianes de Pravia (Foto: J. del Hoyo).

8
En el coloquio que siguió a la exposición de esta ponen- Caballero, coord.) La iglesia de San Pedro de la Nave (Zamo-
cia, F. Arce propuso que fuera el propio laberinto de la ins- ra), Zamora 2004, pp. 239-274; J. Carbonell y H. Gimeno,
cripción el que hubiera hecho el rey Silo. «A vueltas con la placa de Nativola (CIL II2/5, 652). Nuevos
9
Similar a los de San Juan de Baños (véase J. del Hoyo, elementos para la reflexión», Sylloge Epigraphica Barcino-
«A propósito de la inscripción dedicatoria de San Juan de Ba- nensis, VIII, 2010, pp. 73-96.
10
ños» en (C. Fernández y J. Gómez Pallarès, eds.) Temptanda La ilustración de C. Miguel Vigil es reproducida por F.
viast. Nuevos estudios sobre la poesía epigráfica latina. Diego Santos (1994, p. 172, fig. 15), y aprovecha para seña-
SPUAB. Bellaterra 2006, ed. CD); o San Pedro de la Nave lar en ella el fragmento que hoy sí se conserva.
(H. Gimeno, «La epigrafía en San Pedro de la Nave» en (L.
16 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

lización como losa (Caballero 2010: 11), y se encuen- produce también otro efecto: se perciben tres espa-
tra hoy conservado en el Centro de Interpretación cios graduales —como si fueran círculos o rombos
cercano a la propia iglesia de Santianes de Pravia,11 concéntricos— cada uno con una de las palabras de
donde la vimos y fotografiamos en enero de 2011.12 la frase: en el centro el nombre personal, SILO, en
Corresponde a la parte central derecha, a las colum- el siguiente la dignidad, PRINCEPS, y en los ángu-
nas 15-19 y a las filas 5-9. Presenta letras capitales, los el verbo, FECIT. Es un palíndromo - caligrama,
de 2 cm, lo que permite reconstruir la placa original, una figura que añade al contenido semántico un
que sería de unos 45 × 53 × 1213 cm. El campo epigrá- mensaje visual a través de la figura geométrica.15
fico está dividido en una retícula de 285 cuadrados de El esquema que se sigue en la figura de Silo es
3 x 3 cm, donde cada uno alberga una de las letras. exactamente el mismo que el que se encuentra en el
centro de un mosaico laberíntico de la basílica nor-
[------] teafricana de San Reparato en El Asnam (Argelia),
[---]C E P S F cuya figura es un cuadrado de 13 columnas y 13 fi-
[---]N C E P S las, que genera visualmente —a partir de una S cen-
[---]I N C E P tral— una cruz central formada por la palabra SANC-
[---]R I N C E TA, y otras dos figuras: un rombo con la palabra
[---]I N C E P SANCTA y cuatro triángulos en los ángulos con la
[---]C E P[S] palabra ECCLESIA.16
[------] Estos artificios caligráficos parecen haber cobrado
gran auge en los scriptoria medievales de la Penín-
Vaseo 1552, 121-122; Morales 1574, c. 24; ID. 1765,
109; Tirso de Avilés 7; Yepes 1609 III, 256; Carva- sula a partir del siglo X, pues este tipo de figuras se
llo 1613/1695, 149; Risco XXXVII, 117; Masdeu IX, encuentra en códices de dicha centuria, como se ha
puesto ya de relieve.17 Uno de los más conocidos,
44; Jovellanos, Diario 4.º (16-VII-1792); Caveda
1879, 95; Quadrado 43; Miguel Vigil 474, lám. Ua porque posee varias de ellas, es el códice de Vigila,
I; Hübner, IHC 45; Casariego 1983, 239-240; Fernán- compuesto —según Díaz y Díaz18— entre los años
974 y 976, y conservado actualmente en la bibliote-
dez Conde y Santos del Valle 1987, 238; Diego Santos
1994, n.º 175; García de Castro 1995, 81-83, n.º 35,
15
foto 34; Caballero 2010, 12, fig. 18. Estas figuras y artificios son bien conocidas desde la
Antigüedad clásica, entre ellas los llamados ‘cuadrados má-
gicos’, de los que el más célebre en la epigrafía latina fue el
El texto se ha concebido como una figura geomé- de SATOR / AREPO / TENET / OPERA / ROTAS, del que
trica plana, una auténtica sopa de letras rectangular hay testimonios ya desde el s. I y del que se conservan más
de veinte ejemplos en todo el Imperio repartidos por distintos
con 15 filas y 19 columnas, donde las letras se dis- museos. Este presenta una combinación de cinco palabras de
ponen simétricamente a partir de una letra central, una cinco letras cada una, que permiten hacer la misma lectura en
S (inicial del nombre del rey), de arriba abajo y de todas las direcciones (de entre la ingente bibliografía existen-
te al respecto sobre él puede consultarse a forma de síntesis
izquierda a derecha, a excepción de 5 letras, la S el trabajo de Margherita Guarducci, «Il misterioso ‘Quadrato
central y las cuatro T que se sitúan en los ángulos. Magico’, l’interpretazione di Jérome Carcopino e documenti
La lectura comienza en la S del centro, y del orden nuovi», Rivista di Archeologia Classica XVII, 1965, pp. 219-
270; y el más reciente de R. Camilleri, Il quadrato magico,
y dirección que sigamos dentro de la piedra pueden Milán 1999).
obtenerse hasta 45.760 formas distintas de leer la También en la literatura latina se hicieron célebres los car-
secuencia Silo princeps fecit al aplicar la fórmula del mina figurata, cuya composición aparece ya en los bucólicos
griegos. En latín los introdujo Porfirio Optaciano, quien a
número combinatorio.14 Los distintos caminos mue- comienzos del siglo IV envió un panegírico en verso al em-
ren siempre en los cuatro ángulos utilizando cualquie- perador Constantino en 26 capítulos, Panegyricus dictus
ra de los recorridos. Pero, además, la figura resultante Constantino Aug., cuyos versos están dispuestos de tal mane-
ra que forman diferentes figuras, como un altar, un órgano
hidráulico, etc. Autores posteriores como Venancio Fortuna-
11
Una reproducción de la placa con todas sus letras se en- to y, especialmente en el renacimiento carolingio, Alcuino o
cuentra en la iglesia, en el lugar donde se cree que estuvo la Rabano Mauro, entre otros, hicieron este tipo de composicio-
original, otra en el Centro de Interpretación cercano a la igle- nes cuya figura más corriente era la de la cruz.
16
sia, y otra al pie de la estatua del rey Silo, en la Plaza del J.-P. Caillet, «Le dossier de la basilique chrétienne de
Ayuntamiento de Santianes de Pravia. Chlef (anciennement El Asnam, ou Orléansville)», Karthago
12
Queremos agradecer todas las facilidades dadas para el 21, 1987, pp. 151-154, lám 16.
17
estudio y fotografía de las tres piezas. S. Noack-Haley en Hispania Antiqua. Christliche
13
J. Menéndez-Pidal calcula unas medidas exactas de Denkmäler des frühen Mittelalters vom 8. bis ins 11. Jahr-
42,15 x 52,96 cm. hundert. Mainz, 1999, p. 84.
14 18
Agradecemos a Irene Ovejero la ayuda proporcionada en Libros y librerías en la Rioja altomedieval, Logroño,
este cálculo. 1979, p. 64.
Anejos de AEspA LXIII LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA 17

ca de El Escorial.19 Ahora bien, el hecho de que la Parece evidente que cuando A. de Morales reali-
inscripción que nos ocupa se relacione con una obra za la descripción del códice de Albelda en la biblio-
realizada por el monarca astur Silo, que reinó entre teca de El Escorial22 no conoce el texto de la inscrip-
los años 774 y 783, supone aceptar que éste es el ción, pues la considera funeraria (in Silonis regis
palíndromo más antiguo, en territorio peninsular, epitaphio Oveti conspiciuntur), ni la ha visto aún
grabado en piedra y el único atestiguado dos siglos personalmente. Sin embargo, cuando realiza su via-
antes de que aparezcan estos poemas figurados en los je a Asturias y Galicia un año después (1572) ase-
códices, hecho que no deja de sorprender en una gura que la inscripción se encuentra en Santianes de
época en la que el hábito epigráfico en el norte es Pravia. Esta contradicción sólo podría explicarse si
todavía limitado. Habrá que esperar hasta mediados antes de su viaje hubiera manejado los datos de la
del siglo IX para que se produzca una reinstauración edición del Chronicon rerum memorabilium Hispa-
del hábito epigráfico áulico en dicha área. niae de J. Vaseo, impreso en Salamanca en 1552, y
en donde, efectivamente, se publica por primera vez
el laberinto del rey Silo.23 J. Vaseo edita, además, otra
2.1.1. La tradición historiográfica y su transmi- inscripción que, de haber existido, sí habría sido un
sión hasta fines del siglo XVII epitafio, pues se encontraba «in mausoleo» y en la
que las letras H. S. E. S. S. S. T. L. se interpretaban
a) Epitafio de Silo en Oviedo. Traslado desde como h(ic) s(itus) e(st) S(ilo) s(it) s(ibi) t(erra) l(evis).
Santianes a San Pelayo de Oviedo De esta inscripción se hace eco también el P. Carba-
llo,24 según el cual el Maestro Custodio, un historiador
Si fuera cierta la siguiente noticia de C. Miguel asturiano del siglo XIV, autor de una Crónica citada
Vigil: «se hace mérito del letrero en el códice de con frecuencia por él,25 decía que los restos de Silo
Vigila del año 976 existente en la biblioteca de El y Adosinda fueron trasladados desde Santianes al
Escorial,20 y el índice de lo que contiene copiado de Monasterio de San Pelayo de Oviedo y se conserva-
Morales, se inserta en el tomo II de las Memorias de ban en una cámara a la espalda de la capilla mayor,
la Real Academia de la Historia, fol. 559» (1887. I: cubiertos los del Rey con una losa en que se leían las
474), sería ésta la más antigua alusión al texto. letras H. S. E. S. S. T. T. L., abreviatura de h(ic) s(itus)
Pero es precisamente en el índice de A. de Mo- e(st) S(ilus) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis).
rales donde el cronista trae a colación el «epitafio» F. de Selgas estaba convencido de que esta últi-
(sic) de Silo —¡situándolo en Oviedo!— a propósi- ma inscripción no había existido nunca ya que sien-
to de otros palíndromos que en dicho códice se en-
cuentran: folii prima pagina carmen habuit, quod in margine trocaicum
esse monstratur. In eo Vigila Scriptor Dei auxilium deposcit.
Sequuntur versus trochaici, quibus Vigila Dei auxilium Sequens pagina cum duobus foliis sequentibus habuit im-
implorat. Duo sequentia folia implexam habent, et in sese plexam, et in sese revolutam scribendi formam, qualis in epi-
revolutam, scribendi formam, qualis in Silonis regis epi- taphio Silonis Regis est. Petit scriptor idem auxilium, eodem
taphio Oveti conspiciuntur. Idem legas, si in anteriora carmen. El texto completo del índice de A. de Morales se
pergas, si retrorsum cedas, si inferiores, si superiores lit- encuentra en el vol. segundo de las Memorias de la RAH
teras sequaris, si latera, si angulos ex transverso circums- (1796, p. 559) y además en F. Antonio González, Colección
picias. Fuit illis Vigilae temporibus hoc tantum ingenii de Cánones de la Iglesia española, con notas e ilustraciones
acumen eximium et plurimi habitum, et usurpatum.21 de J. Tejada Ramiro, tomo I, Madrid 1849, p. XX.
22
Hoc itaque anno, qui nunc est, Dominicae nativitatis
millesimo quingentesimo septuagesimo primo, mensis Maii
19
Véase al respecto M. C. Díaz y Díaz, op. cit., 72-74; J. die vigesimo quarto, anni expleti sunt quingenti nonaginta
Romera del Castillo, «Poesía figurativa medieval: Vigila, quinque, postquam codex fuit finitus. Cf. Antonio González,
monje hispano-latino del siglo X, precursor de la poesía con- op. cit., p. XIX.
23
creto-visual», 1616. Anuario de la Sociedad española de lite- F. 122; en la edición de Colonia de 1577 está en el f.
ratura general comparada, IV, 1980, pp. 138-155. 489.
20 24
Signatura Ms. D.I.2. Antigüedades y cosas memorables del Principado de
21
Ambrosii Morales opuscula historica quorum exemplaria Asturias por el P. Luis Alfonso de Carvallo Madrid, 1695,
in R. D. Laurentii Bibliotheca vulgo del Escorial custodiun- p. 156 y apud F. de Selgas, «La primitiva basílica de Santia-
tur...: tomus III, collectore anotatoreque fray F. Valerio Ci- nes de Pravia (Oviedo) y su panteón regio», Boletín de la So-
fontano, Matriti 1973. En la p. 69 están los Excerpta insignia ciedad Española de Excursiones, Madrid 1902, p. 6 n. 3.
25
ex codice conciliorum scurialensis bibliothecae, qui Vigila- Según C. Cid Priego («Las joyas prerrománicas de la Cá-
nus, seu Albeldensis appellatur: deque ejusdem codicis digni- mara Santa de la Catedral de Oviedo en la cultura medieval»
tate judicium: necnon et ex alio ejusdem bibliothecae conci- Liño. Revista Anual de Historia del Arte, 10, 1991, pp. 7-46),
liorum Codice pervetusto, qui Aemilianensis dicitur. Según este «enigmático maestro» parece haber sido un monje bene-
estos extractos del P. Cifuentes la descripción del códice la dictino que vivió en Oviedo en el siglo XIV (p. 13). No es cita-
realizó Morales el año 1571 (ibid. p. 75-76) y respecto a la do antes de Carvallo, y vuelve a aparecer en los Timbres his-
inscripción de Silo dice lo siguiente (ibid. p. 72): Secundi tóricos de la ciudad de Oviedo, obra anónima de 1753.
18 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

do una fórmula sepulcral romana, «su pagana forma sos y con la humildad que se mandaban enterrar entonces
los Reyes, y como el lugar no es muy grande, no hay añadir
habría sido proscrita por el cristianismo», como efec- mas pompa, ni decencia».
tivamente lo fue, ya que la fórmula desaparece de la
epigrafía latina de la península en el siglo V. Para este La tradición de que Silo construyó una iglesia
autor, «el cronista Vaseo hizo suyo el error de Cus- dedicada a San Juan, en Pravia, no consta explícita-
todio, y de él lo tomaron Mariana, Carballo y la mente hasta el obispo Pelayo (muerto en Oviedo en
mayor parte de nuestros historiadores». Evidentemen- 1153). Así, por ejemplo, la General Estoria27 sola-
te corresponde a la parte final de un epígrafe roma- mente indica que Silo, hermano del rey Aurelio, por
no que pudo existir, y en cuya interpretación se in- haberse casado con Adosinda, la hija del rey Alfon-
terpoló el nombre del rey. so el Católico, y hermana de Fruela, fue proclama-
Así pues, con anterioridad a Vaseo, salvo para la do rey en Pravia, pero no encontramos ninguna alu-
inscripción sepulcral que el misterioso —y solamente sión a la construcción de la iglesia ni al sepulcro.
mencionado por Carballo— Maestro Custodio repor- Otras ni siquiera lo asocian a dicha localidad; así
ta, no hay noticias de estos epígrafes y está claro que ocurre con la Compendiosa Estoria de Sánchez de
esta tradición más antigua situaba ambas inscripcio- Arévalo (Roma 1470), en cuyo capítulo VII de la
nes en Oviedo. Desconocemos si Vaseo estuvo en tercera parte, sólo relaciona con Pravia al sucesor de
Oviedo y, por tanto, si es fuente directa o no. Así, esta Silo, Mauregato. La cita más temprana sobre la edi-
primera tradición situaría las dos inscripciones de Silo ficación y sepultura de Silo en Pravia es del obispo
en Oviedo y sólo Custodio las situaría en la iglesia Pelayo en su relato sobre el traslado de las reliquias
de San Pelayo. de Eulalia desde Mérida por el rey Silo a la iglesia
de San Juan Bautista, de los santos apóstoles Pedro
y Pablo, y de San Andrés de Pravia que, según él,
b) Silo en Santianes, sepultado y constructor había hecho edificar el propio Silo, texto que publi-
ca Risco en la España Sagrada28 como apéndice.
La segunda tradición, que sitúa la inscripción de
Silo en Santianes de Pravia, la tenemos documenta-
da a partir de Ambrosio de Morales. Según este au- c) Silo, constructor en Oviedo
tor, Silo estaba allí enterrado porque «lo dicen todos
nuestros historiadores de autoridad», pero él no men- Jan Vaseo, el primero que edita la imagen del
ciona quiénes. Cuando el cronista publica su viaje26 laberinto de Silo, en un principio afirma que Silo lo
a Asturias realizado en 1572, en el párrafo relativo que construyó fue la iglesia de San Juan de Oviedo:
a Pravia, corrige a Vaseo: mortuo Silone, atque Oveti ad divi Ioannis Evange-
listae, quam ecclesiam ipse aedificaverat, sepulto [...]
«Pravia. Puerto de mar en la boca del río Nalón, seis
leguas de Oviedo al Poniente: allí esta enterrado el rey don (p. 484). No sabemos las fuentes de esta noticia, y
Silo en la iglesia del lugar que él fundó en honra y con si son las mismas o no que sobre la duración del
advocación de San Juan Bautista. Que él edificase la igle- reinado de Silo aparecían en el códice Alcobacense
sia, dícelo la piedra que dexo en ella con tal manera de
Escritura, que poniendo la primera letra como por centro —hoy desaparecido—, y en la copia del Chronicon
en el medio, discurre la escritura a todas partes y esta es per antiquum cuya transcripción le proporcionó Re-
la mas antigua escritura o cifra que se halla desta forma sende.29 Sin embargo, vuelve a mencionar a Maure-
en España, y de allí parece se tomó para usarse después
tanto como en los libros antiguos la vemos, y hay hartos gato como el rey que está enterrado en Pravia y sor-
de ellos en el real Monasterio de San Lorenzo, con otras prende que poco después sitúe el sepulcro de Silo en
variedades y enredos que después sobre esto inventaron y San Salvador de Oviedo tras referir los años del rei-
lo que la piedra contiene es esto: SILO PRINCEPS FE-
CIT. Vaseo la imprimió de la forma que ella está, aunque nado de Mauregato:
se engañó en decir que la piedra y el rey estaban en Oviedo,
estando como están allí en Pravia. Que esté allí enterra- regnavit (i.e. Mauregato) annis quinque, mensibus sex,
do, dícenlo todos nuestros historiadores de autoridad y quibus exactis, apud Praviam urbem rex pravus sepultus
cierto que parece que labró para eso la iglesia. A Vaseo est. Tudensis in numero annorum iam mihi suffragatur. Ait
le engañaron en decirle que esta piedra estaba en Oviedo,
27
y que el rey Silo estaba allí enterrado [en nota al margen: Primera Crónica General de España, ed. R. Menéndez
«también se engañó en esto la Cronica General»]. Tam- Pidal, Madrid 1906, tomo I p. 342.
28
bién está enterrado en Pravia el mal rey Mauregato, y asi ES XXXVII (1789), apéndice XV, folio, p. 352. Historia
el arzobispo don Rodrigo y don Lucas dicen del que, se- de la translación del arca santa y de las reliquias que en ella
pultus est pravus in Pravia. Estos dos sepulcros están li- se conservan, concretamente este pasaje en la p. 354-355. R.
Alonso Álvarez, «Patria uallata asperitate moncium. Pelayo
de Oviedo, el archa de las reliquias y la creación de una to-
26
Ed. E. Flórez, p. 110. pografía regia», Locus amoenus 9, 2007-2008, pp. 17-29.
Anejos de AEspA LXIII LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA 19

enim ipsum regnum invasisse aera octingentésima vigesi- tradición que coincide con el contenido del documen-
ma prima, sicut codex Alcobacensis et Chronicon per
antiquum, cuius mihi copiam fecit Resendius. Quod ideo to fundacional de dicho monasterio del año 819 que
adiunxi, nequis arbitretur, me temere a Toletano et aliis hoy se acepta como un falso o como una copia in-
dissentire. Sed Silonem ad D. Salvatoris sepultum esse, non terpolada del siglo XII.35 El episodio es narrado, por
ad D. Ioannis, ex monumenti inscriptione patet, quod paulo
post referimus. Tirso de Avilés, en los siguientes términos:
«La ciudad de Oviedo fue poblada, después de la des-
Añade a continuación que Alfonso II había man- trucción a España, por el rey don Fruela [...] en la era de
dado construir la iglesia de San Salvador30 en la ciu- seiscientos noventa y uno, según dice la Crónica General
dad de Oviedo y que había mandado llevar allí las de España recopilada por Florián de Ocampo y el arzo-
bispo D. Rodrigo, aunque los religiosos de San Vicente de
reliquias que se habían trasladado desde Toledo y Oviedo quieren decir que fue poblada en tiempo del rey
otras partes de Hispania a la diócesis ovetense, y del don Silo, y que en el lugar donde fue poblada, nunca an-
arca de las reliquias que desde Jerusalén había lle- tes hubo población y fundan esto ser así de esta manera.
El monasterio de San Vicente, mártir de la orden de San
gado a Hispalis, de allí había sido conducida a To- Benito, está arrimado a la capilla mayor de S. Salvador,
ledo y finalmente a Asturias.31 Después de referirse en medio de la ciudad y dice una escritura antigua que yo
a la cruz de los Ángeles32 dice: vi de la fundación de este monasterio, que se juntaron los
que aquí nombra por sólo sus nombres propios a hacer
Ita ferme qui de rebus Hispaniae scripserunt. Sed Si- aquel monasterio, era ochocientos diez y ocho, regnante
lonem esse templi illius auctorem constat ex monumento, Silone Principe; uno de ellos se llamaba Velasco in locum
quod est Oveti in ingressu basilicae Sancti Salvatoris. Ubi Sealidium a nomine habitatum. De aquí se infiere: esto digo
legitur ducenties septuagies Silo princeps fecit. por lo que el arzobispo D. Rodrigo y la Crónica General
de España dicen que fue poblada la ciudad de Oviedo en
A esta frase sigue la primera imagen que se pu- tiempo del rey don Fruela, de las cuales opiniones, a mi
parecer se ha de tener la de las crónicas, por ser más au-
blica de la inscripción, donde se ve el texto enmar- ténticas».
cado por una doble línea pero le falta la cuadrícula
y, detrás de esta, la ya referida inscripción sepulcral Efectivamente, folios después Tirso de Avilés,
del rey Silo que, según él, estaba «in mausoleo». partidario de la versión de las crónicas, indica que
En relación con esta otra tradición que ubica la el rey Silo está enterrado en la iglesia de San Juan,
inscripción en San Salvador de Oviedo, podría estar en Santianes de Pravia,
la noticia de Tirso de Avilés, quien al referirse en el
«según consta en un libro muy antiguo que está en la
capítulo 2.º de su obra33 a la fundación de esta ciu- Yglesia de Oviedo que se intitula Ytacio, y de la Crónica
dad, dice que San Vicente, monasterio arrimado a la General de España,36 y como consta también en una pie-
capilla de San Salvador,34 se fundó en época de Silo, dra de mármol muy antigua que esta en lo alto de dicha
iglesia que tiene escrita muchas veces la letra siguiente Silo
29
princeps fecit y asi están erradas las crónicas que dicen
Es el Chronicon Lusitanum editado en el volumen XIV que esta sepultado en la iglesia de San Juan de Oviedo».37
de la España Sagrada.
30
p. 487, eodem fere tempore Rex Alfonsum ecclesiam S. Risco en la España Sagrada38 repite que:
Salvatoris ovetensis civitatis extrue(n)dam curavit, et in eam
transtulit reliquias, qua Toleto et ex reliqua Hispania in As-
turias delata fuerant. Sobre las reliquias de San Salvador, «el rey don Silo residió en Pravia haciendo a este pueblo
véase la obra de E. López Fernández, Las reliquias de San corte suya desde que empezó a reinar como se testifica en
Salvador de Oviedo, Oviedo, 2004. el cronicón de Albelda: iste dum regnum accepit in Pra-
31
Ibid., et in eam [scil. civitatis Ovetensis] transtulit reli- via solium firmavit. Fundó en este pueblo el monasterio39
quias quae Toleto et ex reliqua Hispania in Asturias delatae e iglesia de San Juan Evangelista, como consta no sólo del
fuerant. Simul et arcam reliquiarum, qua ex Hierosolymis obispo don Pelayo sino de una lápida que se puso en la
tempore Mahometis Hispalim navi advecta, inde Toletum de- misma iglesia para memoria del fundador la qual con te-
lata, demum post annos sexaginta quinque, in Asturias aspor-
35
tata fuerat. Según Fernández Conde (véase su aportación a este mis-
32
Ibid. in eadem crucem auream gemmis preciosis distinc- mo congreso), todos los diplomas del Archivo del M. de San
tam reposuit, quam angeli duo, peregrino habitu artífices se Vicente en el monasterio de San Pelayo de Oviedo son origi-
esse testati, miro opere fabre fecerant, ni mirum deo opt. max. nales, a excepción del supuesto pacto monástico fundacional
sanctitatem optimi Regis tam insigni miraculo illustrante. (781), una copia del XII con todas las características de falsi-
33
Antigüedades eclesiásticas y seculares de Asturias [Ma- ficación.
36
nuscrito] fol. 10, copia de 1845 del manuscrito del siglo XVI Ib. fol. 16 r.
37
conservada en el Real Instituto de Estudios Asturianos. Co- Ib. fol. 16 v.
38
lección: RIDEA. Ubicación: Bib. Fausto Vigil. Signatura: Vi- ES 37, 1789, cap. 14, pp. 117-118.
39
gil 8. Nº de registro: 473. Risco acusa de falsa la afirmación de M. Pellicer de
34
De hecho una parte del corral del monasterio sería dona- Ossau (Annales de la monarquía de España. Madrid, 1861
da en el siglo XIV, por el abad, a San Salvador para la capilla pp. 404-405) de que la iglesia de San Juan de Pravia no fue
funeraria de uno de sus obispos. Sobre el primitivo templo de monasterio, sino sólo iglesia y que su fundación no consta de
San Salvador véase F. J. Borge Cordovilla, «El primitivo San otro monumento que de la inscripción de Silo. Pellicer con-
Salvador de Oviedo: ensayo de hipótesis para su reconstruc- sideraba que la invención del monasterio era debida al obis-
ción», Caesaraugusta 78, 2007, pp. 711-728. po Pelayo.
20 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

ner 285 letras sólo dice Silo princeps fecit. Está la inscrip- rey Silo había sido enterrado en la iglesia de San Juan
ción en figura cúbica y se puede leer según Morales de mas
de 300 maneras». Bautista y que ésta había sido la primera advocación
de la iglesia de San Pelayo de Oviedo. Morales a
Después de dar el texto de la inscripción, asegu- partir de su viaje no admite discusión: Silo está en-
ra Risco que, según el obispo Don Sebastián,40 Silo terrado en Pravia, pues esta iglesia de San Pelayo fue
fue enterrado en San Juan de Pravia y que esto tam- edificada posteriormente por «El Casto».42 Pero como
bién consta en una escritura del Archivo de Oviedo afirma F. de Selgas:
del año 905 del corpus pelagiano, una donación otor-
«las referencias que este historiador hace a los enterramien-
gada dicho año por el rey Alfonso el Magno en la que tos Reales son tan vagas y poco exactas que hace sospechar
dice: In territorio Praviae Monasterium Sancti Iohan- que no ha estado en Santianes y que habla de oidas: Los
nis Evangelistae, ubi iacet Silus Rex et uxor ejus sepulcros de Silo y Mauregato están lisos, con la humildad
que se mandaban enterrar entonces los Reyes. Agora es la
Adosinda Regina. iglesia parroquial del lugar, muestran allí su sepulcro (Mau-
regato) por defuera de la entrada con la de su predecesor
(Silo). El P. Yepes, en su crónica de San Benito, dice que
2.1.2. Recapitulando toda esta información ve- los sepulcros se ven a los pies de la iglesia y fuera de la
iglesia de Santianes según se acostumbraba entonces, y eran
mos que: lisos y sin adornos. Estos historiadores debieron hacerse eco
de antiguas referencias conservadas por tradición, pero de
a) Las fuentes que relacionan la obra edificadora ningún modo vieron lo que cuentan, porque sabemos termi-
nantemente por el P. Carballo, gran conocedor de las anti-
y el enterramiento de Silo en Pravia nos llevan siem- güedades asturianas, que describe esta basílica con algún
pre a la misma época, esto es, la del obispo Pelayo: detenimiento, que no había en su tiempo restos de los se-
la Crónica de Alfonso III o del obispo don Sebastián, pulcros, y a eso se debe su creencia de que las reliquias de
los reyes fueron trasladadas a Oviedo, haciendo suyo el
el antiguo libro de Ytacio, o la escritura del año 905 error del maestro Custodio».
relatando la traslación del arca de las reliquias. Nin-
guna cita las inscripciones. Efectivamente, A. de Morales no menciona la
b) De las fuentes comprendidas entre el obispo ubicación de la placa de Silo en la iglesia y tampo-
Pelayo (s. XI) y la obra de J. Vaseo (1552) sólo co- co menciona ninguna otra inscripción en San Juan de
nocemos una que cite inscripciones, pero sólo la Santianes. A partir del pleito de 1638 diversas circuns-
supuestamente funeraria, no la laberíntica. Es el tancias acabaron removiendo y destruyendo el epí-
Maestro Custodio, desconocido autor del siglo XIV que grafe, del que un pequeño fragmento reapareció en
aparece citado y utilizado por Carvallo. Según éste la restauración de J. Menéndez Pidal del año 1975,
hubo un traslado de los enterramientos de Silo y momento en que se realizó la copia a la que ya he-
Adosinda desde Santianes a San Pelayo de Oviedo. mos aludido y que está hoy a la vista en la plaza del
Es el primero que vincula inscripciones y edificio. Ayuntamiento, bajo la estatua del rey Silo.
c) Hasta 1572 se considera que la inscripción la-
beríntica está en Oviedo.
Sin embargo, cuando en 1572 A. de Morales vi- 2.1.3. La validez de la inscripción de Silo como
sita el Monasterio de San Pelayo en Oviedo y las testimonio irrefutable de la construcción
monjas le enseñan las supuestas tumbas de Silo y de la iglesia de Santianes
Adosinda, A. de Morales lo rechaza. Así, en la Cró-
nica General41 aduce que es una confusión basada Parece indiscutible que en algún momento del siglo
únicamente en que en las Crónicas se decía que el XVI la inscripción estaba en la iglesia de Santianes y,
seguramente, colocada en el iconostasio que separa-
40
Afirma Z. García Villada que en las versiones primitivas ba el crucero de las naves (cf. Caballero 2010: 12).
de la crónica faltan las alusiones a las sepulturas de los reyes
Égica, Witiza, Pelayo y su mujer Gaudiosa, Fáfila y su mujer Sin embargo, salvo el hecho de que el texto men-
Froleva, Alfonso I y su mujer Ermesinda, Fruela y su mujer ciona el nombre del rey, no hay ningún elemento que
Munia, Aurelio, Silo y su mujer Adosinda, Mauregato y el permita atribuir una cronología segura a esa inscrip-
nombre de la mujer de Ramiro I (cf. Crónica de Alfonso III,
Z. García Villada (ed.) Madrid 1918, p. 16, 25, 27). Sugiere ción cuyos paralelos hispanos más cercanos se en-
también que dichas alusiones, junto con algunas frases, pue- cuentran en códices de los siglos IX y X. La inscrip-
dan haber sido una interpolación del obispo Pelayo (ibid. p. ción es excepcional, como señala García de Castro
33). Según el autor, A. de Morales manejó la versión de un
códice del siglo XIII que ya contenía las interpolaciones y (1995: 82-83), y lo es no sólo por ser una inscripción
que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid laberíntica, sino por el propio texto, pues en una
(ms. 1513) cf. ib. p. 133 ss. Sobre estas interpolaciones véa-
se también R. Alonso Álvarez 2008, p. 26.
41 42
Vol. 10, ed. 1792, p. 127. Alfonso III el Casto, que reinó entre 866 y 910.
Anejos de AEspA LXIII LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA 21

donación regia normalmente esperaríamos otro tex- «En realidad, al obispo le interesaba, más que reivin-
dicar la beatitud de un monarca u otro, asociar la memo-
to menos críptico, al menos una invocación, qué es ria de los reyes al territorio asturiano, con lo cual anuda-
lo que el rey fecit y, desde luego, la fecha. Por otro ba varios elementos imprescindibles para sus fines. En su
lado, nadie tiene en cuenta que la inscripción fune- topografía simbólica, se establece un punto central, la
Cámara Santa de Oviedo, la ciudad sucesora de Toledo y
raria del rey Silo, transmitida por Vaseo y Carvallo, Jerusalén, ligada a un antepasado fundador, Alfonso II, el
es una invención más a sumar a las ya abundantes nuevo Salomón. Este punto de referencia central se rodea
invenciones de documentación de la sede ovetense, de una red funeraria dispersa, creada, o revalorizada al
menos, por Pelayo. Una vez diseñada esta trama que re-
donde, por otra parte, la tradición documental, ver- cuerda el glorioso pasado asturiano, era preciso actuali-
dadera o falsa, abunda en la narración de traslados zarla para que siguiera activa. Este objetivo se consigue
de cuerpos, arcas, etc. ¿Por qué no pudo también introduciendo una idea presente a lo largo de toda su obra:
la seguridad proporcionada por las características del te-
producirse el traslado de esta pieza, portátil por ta- rritorio».45
maño y peso, de Oviedo a Santianes? Si esto se hu-
biera producido, habría que preguntarse cuándo y por La placa tendría que haber sufrido un traslado
qué. desde Oviedo, donde la sitúa Vaseo, la fuente más
Otra cuestión es la verdadera cronología de la antigua, a Santianes en el siglo XVI, donde está a fi-
pieza que, desde luego, y por coherencia interna, nales del XVI, pero en ese caso nos preguntamos con
encajaría mejor a partir de finales del siglo IX, cuando qué objetivo.
están a pleno rendimiento los scriptoria que produ-
cen los códices en los que, casualmente, sí se encuen-
tran paralelos. A ello hay que sumar, como dice 2.2. INSCRIPCIÓN FUNDACIONAL46 (fig. 2)
García de Castro, que «nos falta el nexo hacia esta
continuidad con la miniatura de fines del IX - siglo Placa de caliza gris que ha perdido su parte iz-
X, por lo que tampoco cabe hablar de causa respec- quierda. Mide (51) × (63) × 14 cm. Está desbasta-
to a ella» (1995: 83). Tampoco hay que perder de vista da por todos sus lados, fruto probablemente de una
que en la pieza no hay nada que impida pensar que reutilización. Tiene un campo epigráfico de 46 ×
esta inscripción se hubiera hecho más tarde, por ejem- (56,5), donde se han remarcado las líneas de pautado
plo, en relación con las necesidades de la consolida- que, a su vez, están separadas entre sí por surcos de
ción señorial del obispo de Oviedo43 y su «creador», medio junco, por lo que las líneas quedan resalta-
el obispo D. Pelayo, pues con esta inscripción la das.47 El texto de las líneas 1 y 2 ha sido parcialmen-
iglesia de Santianes de Pravia, con todas sus perte- te destrozado a golpes de martillo. Las letras son de
nencias, habría sido ab origine de realengo. De he- unos 6 cm. Escrita en scriptio continua, la última
cho, hasta D. Pelayo no se mencionan los lugares de letra se ha llevado hasta el margen derecho for-
inhumación de los reyes asturianos anteriores a Al- zando el último espacio interliteral. Ello ha provo-
fonso II y será en los añadidos interpolados en las cado algunas interpretaciones erróneas como pensar
Crónicas Asturianas dónde se remedien estas omi- que en l. 2 la D final es abreviatura de D(omine)
siones, como observa R. Alonso Álvarez:44 (Arbeiter), o de D(eu)S (Diego Santos). La inscrip-
ción no presenta ninguna abreviatura y la de un
«Pelayo en Abamia, Favila en Santa Cruz de Cangas,
Alfonso I en Santa María de Cangas, Fruela en Oviedo, nomen sacrum hubiera sido remarcada de otra for-
Aurelio en San Martín de Langreo, Silo en San Juan de ma, D(o)m(i)n(e) por ejemplo. Se conserva en el
Pravia, al igual que su sucesor Mauregato, componen un Centro de Interpretación cercano a la iglesia de San-
mapa funerario no necesariamente falso, pero, en todo caso,
obviado hasta este momento». tianes de Pravia, donde la vimos y fotografiamos (21-
I-2011).
Páginas después la reflexión de la autora sobre los Desde el punto de vista paleográfico en línea 1
intereses del obispo refleja un ambiente más que hay una M con los dos trazos interiores curvos, M
propicio, en ese momento, para la ubicación —tan- completamente distinta a las demás (fig. 3), pero pre-
to si es fabricada ad hoc como si es traslado— de la sente en los manuscritos. En l. 4 parece observarse
placa al lugar que necesita una prueba tangible e irre- un nexo CT en dicata, como pensó García de Cas-
futable, una inscripción, que asocie a Silo a la igle-
sia de Santianes de Pravia: 45
Ib., p. 27.
46
IHC 85; García de Castro 1995:107-108, nº 51 fot. 62;
43
J. Fernández Conde, «El papel de la monarquía en la lám. 2.
47
consolidación señorial del obispo de Oviedo», Studia histori- Es probable que las líneas de guía estuvieran pintadas de
ca. Historia medieval, 25, 2007, pp. 67-87. rojo, tal como se ven hoy en la inscripción de la entrada de la
44
R. Alonso Álvarez, art. cit. p. 26. iglesia de Santiago de Peñalba.
22 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

tro. Quizá el lapicida quiso corregir una T mal puesta leerla «por verse mal y estar pintada de negro».49
en principio en lugar de una C. Hasta el siglo XVIII, en que Jovellanos50 y Antonio
Juan de Banzes y Valdés la leyeron, nadie transcri-
[- - -]COMPA[- - -] XRI ECLESIA bió su texto, aunque parece que ninguno de los dos
[- - -]OLVS GRATIAM ADDAD anteriores la encontró en el mismo lugar donde la vio
3 [- - -]EI IVGIS A CRISTO Carvallo. Según Jovellanos, de las inscripciones que
[- - -]R NOS DI ¬C¬ATA DOMVS hubo en Santianes «sólo se conservaba una piedra,
[- - -]+TAMVS FAMVLI DEI que nadie podía leer, en la capilla del Santo Cristo.
6 [- - -]+VT NOS ADTOLLAT SION Entré en las paredes que dividen la nave principal de
las del lado, y aún estos se hallan renovados. Pasé a
Carvallo 1613/1695, 149; Jovellanos, Diario 4.º (16 julio
1792) I, 290; Banzes y Valdés 1806 (1911): 267-268; Miguel la capilla, y en la pared del Evangelio hallé una pie-
Vigil 1885, 475, lám. Ua I; Selgas 1902, 13; Hübner, IHC 85; dra de media vara de ancho por una tercia de alto,
app. 264 (= suppl. 508); Bances 1895, 309, n.º 2; Fernández que dice así… Conócese por el contexto y forma de
Conde y Santos del Valle 1987, 339-340; Diego Santos 1994,
n.º 176; García de Castro 1995, 107-108, n.º 51, lám. 62; la piedra, que es solo la mitad de una inscripción,
Arbeiter 1999, 103, taf. 8b; Caballero 2010, 13, fig. 19. cuyo contexto apenas se puede deducir».
Banzes y Valdés (1911: 268) parece haberla vis-
1 CVNTA... RIS... LESIA MIGUEL VIGIL, SELGAS; to en el mismo lugar que Jovellanos y la identifica
COMLA/M[—]XPI ECLESIA GARCÍA DE CASTRO; con la que Carvallo decía que estaba encima del arco
COMPARAT DIEGO SANTOS. 2 VLVS GRAT FAMA de la capilla mayor detrás de un crucifijo:
DEI AD MIGUEL VIGIL; ADDA: D(eu)S DIEGO SAN-
TOS; ADDA D[OMINE] ARBEITER. 3 +E IVGIS Sel- «el citado Autor dice no se podía leer bien; yo presumo,
que no la leyó ni bien ni mal; porque no la copia según
gas, que representa la cruz como un trazo curvo de acostumbra, y porque en ella no se registra palabra que
D, O, Q. 4; DITATA omnes; DICTATA GARCÍA DE aluda á historia, fundación, ni Rey Don Silos. Es verdad
CASTRO. que no está entera, que están gastadas las letras, y aun por
las orillas cubierta en parte con el revoco y repellado de
cal; pero lo que pude percibir en Diciembre de 1796, en
No es fácil la interpretación del texto a partir del compañía de dos hijos míos y de D. Juan del Peso, cura
fragmento conservado. Diego Santos hizo un inten- que era entonces, fué, que contenía algunos versos devo-
tos en mal latín. Tal vez tras del Crucifijo sobre el arco
to de reconstrucción de la parte izquierda, pero me- tenía el propio oficio de excitar la devoción; y por eso los
ramente conjetural (1994: 172). En l. 1 esperaríamos trasladaron juntos; pues á contener otra cosa no se libra-
algún verbo relativo a fundar o conmemorar. Así lo ría de la ruina general».
debió entender Hübner al sugerir condita. Falta en la
C. Miguel Vigil (1877: 475) dice haberla visto en
inscripción el nombre del fundador o fundadores
la pared de la nave lateral del flanco de la epístola a
de la iglesia, que habría que restituir en la parte
metro y medio de altura, cerca de la pila bautismal,
izquierda, y la fecha de la consagración por el obis-
donde la identifica también Diego Santos.
po, acto del que no hay ninguna noticia en Santia-
En cuanto a la datación, mientras que Miguel Vi-
nes de Pravia. Se ha utilizado domus para iglesia, la
gil, que la vio en 1873, la consideró del siglo X, Hüb-
misma palabra que en Mérida para un edificio dedi-
ner51 la adscribió a los siglos X / XI y, siguiendo la
cado a Eulalia (ICERV 348), y que en la inscripción
lectura de Miguel Vigil, sospechó que contenía hexá-
dedicada a San Juan en la propia iglesia de Santia-
metros, aunque el texto conservado no encaja en un
nes (ins. n.º 3). Un intento de traducción es imposi-
esquema dactílico correcto. Tanto la paleografía como
ble a partir de lo conservado, aunque hemos de pen-
la ordinatio y el mismo texto, invitan a pensar en los
sar en la dedicación de una iglesia (dicata domus),
siglos X / XI, más que en el siglo VIII. El único epígrafe
que se hace por varios evergetas (famuli Dei) para
del siglo VIII comparable sería la inscripción de Fáfi-
poder llegar a Sión,48 entendida aquí como la Jeru-
la de la ermita de la Santa Cruz de Cangas de Onís.
salén celeste. En l. 2 addad por addat, «añada la
Este texto, destruido junto con la ermita en 1936, pero
gracia» a algo que se nos escapa, que debe ser la obra
misma construida.
49
Sobre esta inscripción no hay noticias anteriores Esta noticia llama la atención puesto que no queda ni un
solo vestigio de pintura en la piedra, salvo que Carvallo se
a Carvallo, que la vio «sobre el arco por donde se refiera con esa expresión al hollín propio de los cirios, que
entra a la capilla mayor» (1695: 149), aunque no pudo habían ennegrecido la pared.
50
Apud Selgas 1902: 56, quien dice que estas informacio-
nes estaban en un papel que él poseía de puño y letra de Jo-
48
El término, de gran tradición bíblica y patrística, no se vellanos.
51
usa nunca en la epigrafía cristiana hispánica. IHC p. 85, n.º 264. Suppl., p. 125, nº 508.
Anejos de AEspA LXIII LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA 23

Fig. 2. Inscripción fundacional. Santianes de Pravia (Foto: J. del Hoyo).

Fig. 3. Inscripción fundacional (detalle de las líneas 1-2). Santianes de Pravia (Foto: J. del Hoyo).
24 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

del que conocemos tanto un vaciado y un dibujo an- inicios del XVII querían ocultar intencionadamente el
tiguos como una copia moderna, es igual o más pro- texto parece claro: pintada de negro y a esa altura,
blemático52 que los de Santianes, no sólo por el con- desde luego, además de pasar desapercibida, sería
tenido sino por las características intrínsecas del difícil distinguir lo que decía el texto. Por si fuera
epígrafe. En cuanto a la fórmula final de la datación poco, tenía un crucifijo que la tapaba (García de
(diei revoluti temporis anni CCC s(a)eculi (a)etate Castro 1995: 108). En todo caso el resultado fue el
porrecta per hordinem sexta currente era septingen- deseado: Carvallo no la pudo leer.
tesima sept(u)agesima quintaque), tiene dos paralelos No sería muy descabellado pensar que detrás de
muy próximos en documentos del siglo XI, un perga- la damnatio estuviese una contradicción entre lo que
mino del Archivo de León53 y el epitafio de la infan- constaba en la lápida, el verdadero texto fundacio-
ta Teresa, en el monasterio de San Pelayo de Oviedo, nal de la iglesia, y la otra inscripción que decía Silo
hoy perdido.54 Como bien dice S. García Larragueta, princeps fecit. Las dudas de Bances sobre la atribu-
«los cronistas suelen utilizar las eras mundanas ya que ción de esta inscripción a Silo y a su esposa Adosinda
sus relatos empiezan con la Creación del mundo. En no son en vano pues no es posible, en el estado en
cambio, no es frecuente, encontrar en la documenta- que se ha transmitido, aventurar restituciones ni en
ción el empleo de eras mundiales».55 un sentido ni en otro. A pesar de que algunos auto-
La pérdida del lado izquierdo de esta inscripción, res como García de Castro (1995: 108) consideren
probablemente fundacional, de Santianes y la dam- que «no hay razón para dudar de su fecha: reinando
natio de las dos primeras líneas impiden que este Silo», tampoco hay razón para dudar de que la fecha
texto pueda utilizarse para extraer indicaciones res- hubiera sido otra.
pecto a los fundadores y a su posible cronología. No
sabemos cuándo se realizó el picado de las dos pri-
meras líneas. Pero llama mucho la atención que si 2.3. INSCRIPCIÓN HONORÍFICA (fig. 4)
estaba en el arco de entrada a la capilla mayor —don-
de dice Carvallo haberla visto— ni Ambrosio de Mo- Conjunto de cinco fragmentos, de los que se con-
rales ni Tirso de Avilés la vieran. Es posible que en servan sólo cuatro, de un bloque arquitectónico de
ese momento todavía estuviera completa, no sabemos caliza grisácea, de los que dos encajan. Fueron ha-
si repicada ya o no. Que ya a fines del siglo XVI o llados en unas obras de restauración, previas a las
excavaciones realizadas en 197556, y constituyen la
52
IHC 149. Se conserva un calco que se hizo de ella y una parte superior de los tres arcos de herradura de una
foto (Diego Santos 1994: n.º 253). Tampoco Hübner se atre-
vió en un principio a asegurar que la inscripción fuera del ventana, correspondiente a la cabecera oriental de la
737. No comenta nada al respecto en el Suppl. (IHC 348), iglesia.
salvo que también existe un intento de versificar sin conse-
guirlo. Quien se replantea la originalidad o autenticidad de
parte del texto es F. J. Fernández Conde (cf. Arbeiter, 1999: Fragm. A: (21) × (42,5) × 14. Fragm. B: (24) (30)
75). Resume los argumentos y discute la problemática A. x (16). Fragm. C: (26) × (30) × 15. Campo epigráfi-
Besga Marroquín (Origenes Hispano-Godos del Reino de co: 13 cm de altura. Las letras miden 4-3 cm. Tirso
Asturias, Oviedo 2000, p. 247, nota 782), aunque defiende la
autenticidad de la inscripción (ib. p. 253) al afirmar que «mí- de Avilés la vio «sobre una claraboya antigua» (1517:
rese por donde se mire, la inscripción de Favila sólo refleja 210) de la iglesia y utiliza esta inscripción como
visigotismo. De hecho, pese a su cronología, J. Vives la inclu- argumento para desmentir que Silo construyera la
yó en su obra (ICERV 315). Y aquí no cabe ningún tipo de
elucubración sobre la autenticidad de la noticia. Se trata del iglesia de San Vicente de Oviedo. En época moder-
primer testimonio objetivo del Reino de Asturias, y además, na, como el resto de las inscripciones de la iglesia,
muy antiguo, pues data del año de la muerte de Pelayo, es de- sufrió un traslado. Hoy se conserva en el Centro de
cir, remonta a los mismos orígenes del reino. Y confirma de
manera irrefutable que lo andado hasta ahora en este estudio Interpretación cercano a la iglesia, donde la vimos y
ha sido por buen camino». fotografiamos (21-I-2011).
53
Facta scriptura idus aprilis Z XVII s. aetate seculi po-
rrecta per ordine VI era L post millesima, sunt anni Adam
usque anno VI IL CC XII. Manuscrito fechado, pues, en + IN HONORE : IOANNIS : APOSTOLI : ET EVAN-
Oviedo el 13 abril de 1012 (Pergamino del Monasterio de GELISTAE HAEC DOMVS S(AN)CTA CONSISTIT
Santa M.ª de Otero de las Dueñas, Archivo de León, Colec-
ción Torbado, en J. M. Fernández del Pozo, Alfonso V, rey de Tirso de Avilés 1517, 210; Miguel Vigil 475; Selgas 1902,
León, León 1984 nº 10). 30-31; Fernández Conde y Santos del Valle 1987, 339; Diego
54
Obiit sub die septimo Kal. Magii feria cuarta hora me- Santos 1994, n.º 177; García de Castro 1995, 108-109, n.º 52;
diae noctis era MLXXVII post peracta aetate saeculi porrec- Caballero 2010, 13, fig. 20-22.
ta per ordinem sexta (Diego Santos 1994, nº 109).
55
S. García Legarreta, La datación histórica. Pamplona
56
1998, p. 279. Fernández Conde 1987: 338-339.
Anejos de AEspA LXIII LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL ASTURIANA 25

Fig. 4. Fragmentos de la inscripción honoraria. Santianes de Pravia (Foto: J. del Hoyo).

«En honor de Juan, apóstol y evangelista, se eri- BANCES, J. 1895: «Pravia», en Bellmunt, O. y Canellas,
gió esta santa casa». F. (dir.), Asturias, Gijón, vol. I, pp. 305-328.
BANZES Y VALDÉS, A. J. de (1806 / 1911): «Noticias
Las letras subrayadas fueron vistas por Tirso de históricas del Concejo de Pravia, escritas por...
Avilés. Después de este autor nadie se interesó por Año de 1806» (I), Boletín de la Real Academia
esta inscripción, hasta los siglos XIX y XX en los que de la Historia, LVIII, pp. 237-284.
Miguel Vigil y Selgas la buscaron en vano. Tanto esta CABALLERO ZOREDA, L. 2010: «San Juan Evangelista
inscripción como la anterior, por sus características de Santianes de Pravia. Una supuesta iglesia del
formales intrínsecas y extrínsecas, pueden adscribirse rey Silo, construida y decorada hacia el año 900»,
al mismo arco cronológico, y a una misma moda en L. Caballero, y Rodríguez Trobajo (eds.) Las
epigráfica. Tanto la letra, capital con algunas uncia- iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueolo-
les, como el tipo de ordinatio, así lo aconsejan. Por gía de la arquitectura. Anejos de AEspA LIV.
otra parte los textos que contienen, la advocación de Madrid, pp. 11-90.
la iglesia y la de su fundación, son los textos habi- CARVALLO, L. A. de. 1613 (ed. en 1695): Antigüeda-
tuales que se encuentran, junto con la consagración des y cosas memorables del Principado de Astu-
de altares o la deposición de reliquias, en las igle- rias, tercera ed., Gijón (1988). Prólogo de I. To-
sias desde época visigoda. rrente Fernández.
En conclusión, en la epigrafía de la iglesia de CASARIEGO, J. E. 1983: Historias asturianas de hace
Santianes de Pravia hay dos textos que no constitu- más de mil años. Oviedo.
yen ninguna excepcionalidad en el conjunto de la CAVEDA Y NAVA, J. 1879: Examen crítico de la restau-
epigrafía medieval, y por sus características paleográ- ración de la monarquía visigoda en el siglo VIII
ficas, son más coherentes con los textos que se ins- (t. IX de la Memoria de la RAH). Madrid.
criben a partir de fines del siglo IX que con los del CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum). Berlín 1852
VIII. Sin embargo, es completamente ajeno a lo ha- ss.
bitual y constituye un unicum tanto por el conteni- DIEGO SANTOS, F. 1994: Inscripciones medievales de
do como por la forma de composición el laberinto del Asturias, Oviedo.
rey Silo que, desde luego, tuvo como objetivo ser el FERNÁNDEZ CONDE, F. J. y SANTOS DEL VALLE, M. C.
testimonio de la construcción por parte del monar- 1987: «La corte asturiana de Pravia. Influencias
ca, del lugar del edificio o del edificio mismo (¿un visigodas en los testimonios arqueológicos», Bo-
panteón real?), en el que la placa estaría encastrada. letín del Instituto de Estudios Asturianos 122, pp.
315-344, esp. pp. 338-340.
GARCÍA DE CASTRO, C. 1995: Arqueología Cristiana
BIBLIOGRAFÍA de la Alta Edad Media en Asturias, Oviedo.
— (2008): «Textos y contextos de la epigrafía mo-
ARBEITER, A. y NOACK-HALEY, S. 1999: Hispania numental en la Asturias altomedieval». A ‘V Se-
Antiqua. Christliche Denkmäler des frühen Mit- minari Internacional de cultura escrita «Josepa
telalters vom 8. bis ins 11. Jahrhundert, Mainz am Arnall Juan»’. Girona: La Universitat [consulta:
Rhein. 30 marzo 2009].
26 Helena Gimeno Pascual y Javier del Hoyo Anejos de AEspA LXIII

HÜBNER, E. 1871: Inscriptiones Hispaniae Christia- RISCO, M. España Sagrada, vol. XXXVII (1789);
nae. Berlín. XXXVIII (1793); XXXIX (1795).
ICERV (véase Vives). SELGAS, F. de. 1902: La primitiva basílica de Santia-
IHC (véase Hübner). nes de Pravia (Oviedo) y su panteón regio, Ma-
JOVELLANOS, G. M. de. 1953-1956: Diarios. Oviedo. drid (publicado también en Boletín de la Socie-
MIGUEL VIGIL, C. 1877: Asturias monumental, epigrá- dad Española de Excursiones, 107, pp. 28-34; 108,
fica y diplomática, 2 t. Oviedo. pp. 5-14; y 109, pp. 52-57).
MORALES, A. de. 1574: Crónica General de España. TIRSO DE AVILÉS. 1517: Armas y linajes de Asturias y
Alcalá de Henares 1574; [Madrid 1791]. Antigüedades del Principado, Oviedo 1999, con
— 1765: Viaje de Ambrosio de Morales a los rei- presentación y anexos de José M. Gómez-Tabanera.
nos de León y Galicia y Principado de Asturias VASEO, J. 1552: Chronicon rerum memorabilium
en 1572, Madrid (ed. E. Flórez); reed. Oviedo Hispaniarum. Salamanca.
1977. VIVES GATELL, J. 19692: Inscripciones cristianas de
NOACK-HALEY, S. (véase Arbeiter y Noack-Haley). la España romana y visigoda. Barcelona.
QUADRADO, J. M.ª 1855: Recuerdos y bellezas de YEPES Y DE TORRES, M. A. 1609-1621: Crónica Ge-
España. Asturias y León. Madrid, [ed. Gijón neral de la Orden de San Benito, VII vol. (ed. de
1977]. J. Pérez de Urbel, Madrid 1959-1960).
PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA
MONUMENTAL ALTOMEDIEVAL ASTURIANA
POR

JUAN ANTONIO QUIRÓS CASTILLO


Universidad del País Vasco

MARGARITA FERNÁNDEZ MIER


Universidad de León*

RESUMEN Medieval Architecture within the frame of an integral analy-


sis of landscape.
El objetivo de este trabajo es el de realizar una propuesta
de análisis social de la arquitectura monumental altomedieval PALABRAS CLAVES: Arquitectura, arqueología de la pro-
asturiana articulada en torno a tres ejes temáticos principales: ducción, paisajes, arqueología de las arquitecturas.
el estudio de los promotores de las construcciones; el análi-
sis de las formas de construir y de la organización del artesa- KEY WORDS: architecture, archaeology of production, lands-
nado desde la óptica de la arqueología de la producción; el capes, buildings archaeology.
estudio de las funciones y los significados de estas construc-
ciones en relación con la organización social del territorio. Tras
realizar una valoración no exhaustiva de estos criterios a par-
tir del empleo de la documentación material, la epigrafía y los
textos, se pone el acento sobre temáticas como el papel de las 1. INTRODUCCIÓN
aristocracias y las élites aldeanas en la construcción de estos
edificios, las dimensiones de las construcciones, la identifica- No cabe duda que uno de los principales temas
ción de los materiales constructivos utilizados, las técnicas
constructivas, el aparato decorativo y la inserción de estos de la historiografía altomedieval en la Península Ibé-
edificios en la estructura del poblamiento altomedieval, subra- rica ha girado en torno a los orígenes de reino de
yando en particular la importancia de las iglesias realizadas Asturias, tanto por su importancia como núcleo po-
en los espacios aldeanos. Se concluye sugiriendo la necesidad
de ubicar el estudio arqueológico de la arquitectura altome-
lítico generador del posterior proceso que la histo-
dieval en el marco de un análisis integral de los paisajes. riografía ha consolidado con la categoría de «Recon-
quista», como por la importante existencia de un
ABSTRACT
corpus cronístico (Gil Fernández, Moralejo, Ruiz de
la Peña 1985), que a pesar de su fuerte carácter ideo-
The aim of this work is to make a proposal on social anal- logizado permitió acercarse a los procesos políticos
ysis of Asturian Early Medieval monumental architecture. It
is organized according to three main axis: buildings’ patrons
que tienen lugar entre los siglos VIII y X en el norte
study, building’s way analysis and workshop’s organization de la península.
from an archaeology of production perspective, functional Evidentemente no vamos a entrar en la extensa
analysis and the meaning of those constructions in relation to
the social organization of the territory. After a non exhaustive
bibliografía que se ha ocupado del tema, ni siquiera
valuing of those criteria basing on material evidences, epi- a delinear las principales líneas interpretativas sobre
graphy and texts, the attention is drawn to some issues, such los orígenes del reino, a pesar de tratarse de un rico
as the role of aristocracy and elites from villages in the building debate que hoy en día se ha convertido en un tema
of those constructions, the dimensions of the latter, the iden-
tification of building materials, the building techniques, the referente de la historiografía altomedieval (Fernán-
sculpture group and the insertion of these buildings within the dez Conde et alii 2010), ya que serán objeto de dis-
Early Medieval settlement system, highlighting mainly the cusión en el marco de otros trabajos incluidos en este
relevance of the churches sited in villages. Conclusions remark
the necessity of integrating the archaeological analysis of Early volumen.
Lo que pretendemos con esta pequeña introduc-
* quiros.castillo@ehu.es margarita.mier@unileon.es ción, es resaltar hasta qué punto la existencia de unas
28 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

fuentes en las que se narran exclusivamente hechos relevantes y articulados de toda la Península Ibéri-
de carácter político, unido a la conservación y alta ca. Los importantes trabajos realizados hace ya unos
visibilidad social de un arte monumental atribuible 15 años por F. Diego Santos (1994) y por C. García
a tal período —los monumentos que generalmente se de Castro (1995) han permitido sistematizar un ca-
encuadran dentro del denominado «prerrománico tálogo de gran relevancia que comprende, entre otras
asturiano» y que las mismas crónicas atribuyen a tal informaciones, numerosas inscripciones fundacionales
o cual monarca—, pueden ser mucho más explota- o de consagración y otras de carácter funerario, que
dos para avanzar en el acercamiento de la historia so- iluminan aspectos de gran relevancia sobre el papel
cial de lo que se ha hecho en la actualidad, puesto de estas iglesias.
que la presencia de los monarcas asturianos y el in-
terés por comprender las bases jurídico-políticas del 2. La documentación escrita: El dossier de
reino eclipsaba la posibilidad, y también por qué no textos escritos conservados sustancialmente en los
decirlo, el interés por acercarse a la sociedad y a los archivos del monasterio de San Vicente o en las ca-
procesos económicos que permitieron tanto la exis- tedrales de Oviedo y León es más bien escueto. Ca-
tencia de un poder político con mayor o menor ca- recemos de documentos originales del siglo VIII, y su
pacidad de control efectivo sobre el territorio, como número es más bien reducido para el siglo IX y X.
la construcción de un buen número de iglesias. En- Además, un número significativo de documentos se
tre éstas encontramos no sólo diferencias desde el custodia en el archivo de la Catedral de Oviedo
punto de vista estilístico y constructivo, sino también en el denominado Liber Testamentorum, importante
de capacidad económica de quien las financia, de los registro realizado en las primeras décadas del siglo
grupos sociales con quienes se relacionan y de la XII que recoge un significativo volumen de donacio-
función que desempeñan en el territorio. nes realizadas a la iglesia de San Salvador,1 pero que
El objetivo del presente trabajo por tanto es el de presenta importantes problemas de tipo crítico. Por
formular una propuesta de estudio social de la arqui- otro lado está el corpus cronístico, las denominadas
tectura religiosa altomedieval asturiana a la luz de los Crónicas Asturianas —la Crónica Albeldense, la
principales registros informativos disponibles. Antes Crónica Profética y la Crónica de Alfonso III en sus
de continuar es preciso acotar y delimitar con clari- dos versiones (A Sebastiam y Rotense)—. Redacta-
dad los límites de esta propuesta. Cuando nos das hacia el 880 bajo el reinado de Alfonso III, apor-
referimos a la arquitectura monumental altomedieval tan la visión desde el poder del proceso de consoli-
asturiana hacemos referencia a un conjunto de edi- dación de la monarquía, así como el empleo que se
ficios conocidos tanto a partir de elementos arquitec- ha hecho de la arquitectura como instrumento de
tónicos conservados en fábricas más recientes, como propaganda y legitimación del nuevo orden. Los es-
mediante el conjunto de arquitecturas que se suelen tudios realizados sobre las mismas son muy amplios
englobar dentro de la heterogénea categoría de «pre- debido a la importancia que tienen para la reconstruc-
rrománico asturiano». Y aunque generalmente estos ción del devenir político del Reino, así como también
últimos edificios se engloban sustancialmente en el son diversas las interpretaciones que se hacen sobre
período comprendido entre la creación del reino as- su contenido (Gil Moralejo et alii 1985). Sin querer
tur a inicios del siglo VIII y el traslado de la corte a entrar en su análisis, tarea que ya ha sido realizada
León a inicios del siglo X, la cronología que utiliza- por otros, sí creemos que es importante tener en con-
remos aquí hará referencia sustancialmente a los si- sideración tanto las menciones a los edificios «pre-
glos IX y x. Asimismo nuestra atención se centrará en
1
el sector central del actual Principado de Asturias. Es El Liber Testamentorum ha sido transcrito dos veces
(Sanz Fuentes 1995; Valdés Gallego 2000) y se han realizado
el lugar donde se concentran las evidencias arqueo- importantes estudios críticos que han evidenciado que buena
lógicas más significativas, especialmente en torno a parte de los textos atribuidos a los siglos IX-X han sido pro-
los sectores de Oviedo, Villaviciosa y los valles in- fundamente interpolados y modificados (Fernández Conde
1971), aunque con seguridad cuentan en la mayor parte de los
teriores articulados en torno al valle del río Nalón y casos con una base documental original. Es común, en cual-
sus afluentes. quier caso, que estos textos se utilicen por parte de los estu-
Por lo que se refiere al segundo aspecto, los re- diosos de la Alta Edad Media, subrayando que levantan mu-
chas sospechas, pero sin poder delimitar fácilmente qué
gistros informativos, en esta ocasión utilizaremos tres elementos han podido ser introducidos en el siglo XII y qué
registros principalmente. partes de los textos han de atribuirse a los siglos anteriores.
El trabajo realizado por el profesor Fernández Conde en este
mismo volumen aporta interesantes vías para poder ahondar
1. La epigrafía: La epigrafía astur de este pe- en la procedencia cronológica de la información contenida en
ríodo es, indudablemente, uno de los conjuntos más los documentos del Liber.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 29

rrománicos» que contienen las mismas, como las escasa documentación medieval, podríamos decir que
ausencias a otros, así como las intencionalidades que testimonial, para los siglos IX y X (Ruiz de la Peña
pueden esconderse tras el intento de convertir a al- 1989).
gunos de los monarcas en «grandes constructores». A partir de estas reflexiones iniciales, lo que re-
sulta más complejo es intentar definir qué entende-
3. La documentación material. Contamos con mos en esta ocasión por análisis social de la arqui-
una larga trayectoria de estudios sobre la arquitec- tectura. Obviamente partimos de numerosos trabajos
tura altomedieval asturiana, que ha sido objeto de que han abordado recientemente, desde distintas
sólidas recensiones historiográficas que nos eximen perspectivas, la dimensión social de la arquitectura
de recordar los principales trabajos. Desde los plan- altomedieval asturiana. Sin ánimo de ser exhaustivos,
teamientos iniciales de carácter anticuario hasta las C. García de Castro planteó en el año 1997 unas
aproximaciones de carácter tipológico y estilístico, importantes reflexiones sobre el mecenazgo y la fun-
ha sido posible construir un importante corpus de ción de la arquitectura altomedieval, aunque ya en su
estudios sobre estas arquitecturas. En los últimos dos tesis publicada en el año 1995 identificó Arbazal
decenios se ha producido un salto cualitativo muy como iglesia de una comunidad campesina (García
notable. Aunque desde perspectivas muy diferentes, de Castro 1995, 392-394). Poco después Fernández
los trabajos de César García de Castro (1995) y de Conde y Pedregal Montes (1998) analizaron la igle-
Lorenzo Arias (2008) han sistematizado de forma sia de Santuadrianu de Tuñón en relación con la for-
rigurosa el registro arquitectónico, proponiendo nue- mación del poblamiento rural altomedieval. Siguiendo
vas vías de interpretación. Una segunda línea de tra- esta línea, pocos años después se realizó un trabajo
bajo ha sido la realización en los últimos años de un similar en torno al monasterio de San Salvador de
número relevante de intervenciones arqueológicas, Priesca a partir del testamento de Ordoño II a la ca-
generalmente de carácter preventivo en relación con tedral de Oviedo (García Álvarez et alii 2001). Más
la rehabilitación de varios monumentos de estos pe- recientemente M. Calleja (2000, 39-64), estudiando
ríodos, que han permitido obtener importantes infor- la formación de las parroquias asturianas, ha explo-
maciones sobre las arquitecturas, pero también ana- rado el papel de los distintos promotores de la arqui-
lizar cementerios y otras evidencias arqueológicas tectura «prerrománica» o aspectos como la relación
asociadas.2 Por último, los trabajos recientemente entre iglesias y los asentamientos campesinos. Igual-
iniciados por L. Caballero mediante la lectura estra- mente J. A. Gutiérrez ha subrayado en varios textos
tigráfica detallada de paramentos supone en nuestra la importancia que tendría realizar trabajos de esta
opinión, otro importante salto cualitativo (Caballe- naturaleza (2007, 32), y más recientemente, Alejan-
ro et alii 2008, 2010). dro García e Iván Muñiz han abordado en su sínte-
Un problema que plantean estos distintos regis- sis sobre la Arqueología Medieval asturiana varios
tros informativos es que son difíciles de manejar de aspectos relativos a los promotores y a las caracte-
forma conjunta. Con frecuencia los textos iluminan rísticas técnicas de estas construcciones (García,
territorios para los que carecemos de registros ma- Muñiz 2010, 283-302).
teriales, los epígrafes suelen aparecen en iglesias muy ¿Qué criterios de análisis deberían de utilizarse
transformadas o de las que carecemos de paramen- para realizar una lectura social de la arquitectura
tos en vista coetáneos, y es extremadamente raro que religiosa altomedieval desde una perspectiva arqueo-
en un solo lugar podamos contar con registros dife- lógica? En primer lugar, podríamos comenzar con-
rentes relativos a un mismo edificio. Por lo tanto, es siderando que estamos frente a una realidad construc-
necesario comprender procesos a partir de cada una tiva muy heterogénea, que engloba edificios de
de estas fuentes, más que tratar de cruzar informa- promoción real, pequeñas construcciones aldeanas
ciones sobre casos concretos, que de hecho resulta e intuimos que otros relacionados con la aristocra-
muy complejo (Collins 1989). En este punto es im- cia del reino. Por lo tanto, un primer nivel de análi-
portante resaltar la asimetría de la cuantía documental sis podría ser el identificar los sujetos históricos del
en Asturias entre la zona centro-occidental y el área proceso arquitectónico, con el fin de «dar sentido»
oriental, contando ésta última, solar de ubicación de al fenómeno de las fundaciones eclesiásticas.
buen número de iglesias prerrománicas, con muy En segundo lugar, otra estrategia de análisis que
se ha aplicado con éxito en otros contextos ha sido
2
Los resultados de estas intervenciones, regularmente pu- el análisis social de los procesos productivos a par-
blicados de forma sucinta en la serie Excavaciones Arqueoló-
gicas en Asturias, han sido recientemente reelaborados y sin- tir del estudio de los materiales y las técnicas cons-
tetizados en García, Muñiz 2010. tructivas empleadas, temática que ya tratamos de
30 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

forma preliminar en su día (Fernández Mier, Quirós quier caso, las prácticas recientes de la Arqueología
Castillo 1999). de las sociedades medievales, de la Arqueología de la
En tercer lugar, y en relación con el planteamiento Arquitectura, o el estudio histórico de las comunida-
anterior, los recursos movilizados y las soluciones des campesinas han incidido sustancialmente en es-
técnicas y arquitectónicas empleadas estarán estre- tos tres vectores de análisis, proporcionando resulta-
chamente vinculados con la funcionalidad de las fá- dos de gran calado. Así por ejemplo las posiciones
bricas y con el destino de las construcciones. Por lo neosistémicas que se rastrean en la reciente Arqueo-
tanto el análisis de las iglesias en relación con el logía de la Arquitectura italiana en oposición con la
poblamiento, las prácticas funerarias y la estructura atomización postmodernista, apuestan por una recom-
territorial es otra vía de análisis social de estas cons- posición en términos de historia social de la arquitec-
trucciones. tura religiosa altomedieval (Brogiolo 2008).
Es indudable que estos caminos no agotan, ni Exploraremos a continuación estos tres caminos,
mucho menos, todas las vías de análisis social de un con el fin de evaluar los registros disponibles y su-
fenómeno tan complejo y poliédrico como ha sido la gerir propuestas para futuros proyectos y estudios
construcción en una decena de generaciones de una territoriales. Lejos de lograr respuestas, nuestra in-
densa red de iglesias en el solar de la monarquía as- tención no va más allá de plantear nuevos interrogan-
turiana. Y de hecho, trabajos recientes como los de A. tes y evaluar los registros que tenemos para poder
Chavarria (2009) proponen otros recorridos. En cual- responderlos.

Fig. 1. Propuesta de análisis social de la arquitectura religiosa altomedieval asturiana.


Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 31

2. ¿QUIÉN CONSTRUYE LAS IGLESIAS? parece haberse consolidado hasta la época de Ramiro
I y su victoria sobre Nepociano.4
a. LA MONARQUÍA ASTUR Es dentro de esta nueva interpretación de la evo-
lución política en la que hemos de volver a los do-
La historiografía de la arquitectura del período cumentos y valorar en su justa medida la promoción
altomedieval asturiano ha estado vinculada sustancial- de las iglesias del «prerrománico» por parte de la
mente a los logros y el avance del Asturorum Reg- monarquía, así como la atribución cronológica de los
num, hasta el punto de que el «prerrománico asturia- edificios realizada en buena medida apoyándose ex-
no» ha sido considerado como la máxima expresión clusivamente en criterios estilísticos.
de la materialidad del reino (p.e. García de Castro Uno de los primeros autores que ha cuestionado
1998, 16) y un potente instrumento de legitimación esta atribución mecánica ha sido el profesor Collins
del aparato real (p.e. Calleja 2005, 218). (1989), centrando su atención en aquellos edificios
La mención de varias de estas construcciones en mencionados en las crónicas del ciclo astur. Poste-
un documento tan relevante como son las crónicas del riormente C. García de Castro (1995, 537; 1997, 153),
ciclo de Alfonso III, el carácter propagandístico des- a partir de la lectura analítica de los registros textuales
empeñado por los edificios de carácter monumen- utilizados para fechar e identificar los edificios rea-
tal y la ordenación por parte de los procesos cons- lizados por la monarquía, pudo atribuir únicamente
tructivos de los edificios en función de los reinados diez edificios a la acción real que se ubicarían entre
por parte de los estudiosos ha hecho que, de forma los reinados de Favila y Alfonso III y de ellos, sola-
explícita o implícita, se asumiese que esta arquitec- mente tres de los que conservan restos significativos
tura era fruto de la acción directa de la monarquía.3 en alzado pueden ser datados a partir de las cróni-
Esta identificación viene marcada por una concepción cas.5 Asimismo tenemos noticias de otras iglesias edi-
política del reino deudora de una interpretación literal ficadas o reconstruidas por la acción real y su entorno
de las crónicas, especialmente las dos versiones de de las que no se conserva traza o solamente se con-
la Crónica de Alfonso III, que nos intentan transmi- servan algunos elementos arquitectónicos, como el
tir la idea de un poder político fuerte y centralizado, caso de Santa María, San Pedro y San Pablo de Trubia
que surge de un pequeño núcleo de resistencia que reedificada por Alfonso II (ACO 8, 863), la iglesia
acaudillará Pelayo y que entró en un proceso de ex- de Santa Eulalia de Ujo donada en el año 803 (ACL
pansión y consolidación interna que solo tropezó con 2), las iglesias donadas por el hijo de Alfonso III
algunas resistencias por parte de gallegos y vascones. Gonzalo en el año 896 (ACO 15), la iglesia de San
Esta interpretación en la actualidad está lejos de ser Martín de Salas, restaurada a mediados del siglo X
aceptada unánimemente. La trabajos más recientes por Alfonso confessus, hijo de Fruela II, tal y como
cada vez inciden más en presentar la evolución po- recuerdan una serie de epígrafes (Diego Santos 1994,
lítica del reino como un proceso más complejo mar- 162-168, n. 158, 162, 165, 167) y la Iglesia de San-
cado por la emergencia de diferentes poderes de ca- ta Eulalia de Abamia, donde la Crónica de Alfonso
rácter local que intentan imponer su hegemonía III asegura que fue enterrado Pelayo. Junto a esto
política sobre el resto, a lo cual responderían los mencionar la lacónica referencia que las dos versio-
cambios en la ubicación de la sede de poder políti- nes de la Crónica de Alfonso III hacen a la construc-
co (Cangas, Pravia y Oviedo) o la política de alian- ción de muchas iglesias por parte de Alfonso I, que
zas matrimoniales con otros centros de poder en el parece apuntar a un rico panorama edilicio en ese
área de influencia o de dominio del reino, como es período.
el caso del matrimonio de Fruela con Munia de Álava.
Una lectura pormenorizada de las crónicas no nos 4
En este sentido es abundante la bibliografía reciente:
trasmite la idea de una monarquía en proceso de ex- Menéndez Bueyes 2001; Torrente 1997; Suárez 2002; Este-
pansión, sino la existencia de diversos grupos aris- pa 2002; Escalona 2004; Fernández Conde et alii 2009.
5
San Tirso y Santuyanu de Oviedo (Alfonso II) y Santa
tocráticos que compiten por la hegemonía política María de Naranco (Ramiro I) son las que con claridad se
desde diversos centros de poder que pueden acabar mencionan en las Crónicas. Además hay noticias de Santa
convirtiéndose en las sedes de la monarquía. Este Cruz de Cangas de Onís (Favila), la confusa referencia al
Naranco en época de Ramiro I que podría aludir a las dos
proceso de unificación política no fue sencillo y no construcciones que se conservan en la actualidad y la referen-
cia a San Salvador y Santa María (Alfonso II) que aparece en
todas las crónicas. Santuadrianu de Tuñón y San Salvador de
3
En este sentido se interpreta el «prerrománico asturiano» Valdediós pueden ser atribuidas a Alfonso III a partir de otras
en los trabajos de Schlunck (1977), Fontaine (1973), Beren- fuentes, así como Santianes de Pravía a la época de Silo.
ger (1981), Manzanares (1981). (García de Castro, Ríos González 1997, 41).
32 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

Otras iglesias del grupo del «prerrománico astu- persona la rama familiar de Pelayo con la de Pedro
riano» carecen, en rigor, de soportes documentales u Duque de Cantabria;8 Alfonso II se presenta como el
otros indicadores que permitiesen identificar con gran constructor de edificios y representa la supera-
precisión los promotores de las obras. De hecho, la ción de las dificultades y enfrentamientos (aunque no
atribución cronológica de muchos edificios «prerro- de forma definitiva) que se tejen en torno al poder
mánicos» (en particular L.lena, Bendones, Nora, en Pravia, enfrentamientos y tensiones que no serán
Gobiendes, Bedriñana, Cámara Santa, Torre Vieja de superados hasta el reinado de Ramiro I, otro de los
San Miguel o Foncalada) ha sido realizada basándose grandes artífices de la edilicia asturiana. Significa-
sustancialmente en criterios tipológico-formales, tivo es el hecho, ya señalado reiteradas veces por
derivando en ocasiones en una identificación con el diferentes autores, de las escasas noticias sobre los
entorno regio. El análisis crítico de elementos arqui- reinados de Silo, Mauregato y Bermudo I en las cró-
tectónicos igualmente atribuidos a la presencia regia nicas, siendo interesante enfatizar la ausencia de
ha contribuido, ulteriormente, a relativizar esta fun- menciones a la construcción de la Iglesia de Santia-
ción (García de Castro 1997, 153). Por lo tanto no nes de Pravia por parte de Silo. Si la iglesia respon-
resulta sencillo establecer si estas edificaciones han de al período de reinado de Silo ¿por qué no es men-
sido realizadas por promoción real o por otros gru- cionado también este rey como un gran promotor de
pos aristocráticos próximos a la monarquía. iglesias?
Quizá una cuestión a tener presente es la distin- Con esto queremos subrayar la gran intenciona-
ta presencia que estos edificios tienen en las Cróni- lidad que se esconde tras las crónicas, el hecho de
cas, observándose menciones menos abundantes y que no se pueda crear un único discurso a partir de
más lacónicas en la Crónica Albeldense que en la ellas y la dificultad que entraña generar una evolu-
Rotense y A Sebastian. La Crónica Albeldense, con- ción cronológica, estilística y de atribución construc-
siderada la más antigua de todas, tan solo atribuye tiva a partir de las mismas.
construcciones a Alfonso II (San Salvador, Santa
María y San Tirso), a Ramiro I6 y a Alfonso III.7 Por
su lado, las dos versiones de la Crónica de Alfonso b. LA ARISTOCRACIA
III mencionan los mismos reyes e iglesias, pero atri-
buyendo también la Iglesia de Santuyanu a Alfonso Frente a esta débil consistencia de la atribución
II y ampliando la nómina de reyes constructores: a de la mayor parte de las iglesias a los monarcas as-
Pelayo, la Crónica A Sebastian lo retrata como res- turianos, en cambio, los textos de los siglos IX y X
taurador de iglesias; a Favila se le atribuye la igle- mencionan un número relevante de iglesias fundadas
sia de la Santa Cruz en la Rotense y Alfonso I es por aristócratas y potentes en varios sectores del te-
retratado en ambas versiones como constructor de rritorio asturiano. De las 92 iglesias que conocemos
Iglesias. Todo esto parece indicar que existe una en el territorio astur de los siglos VIII y X a través de
patente intencionalidad por parte de los cronistas de la documentación y los restos materiales (Fernández
reafirmar la idea de una serie de reyes como gran- Conde 2007, 58) la mayor parte de ellas han sido
des constructores de iglesias, idea presente en la fundadas por parte de la aristocracia territorial. En
Crónica Albeldense pero que se reafirma en las dos muchas ocasiones los textos son demasiado lacóni-
versiones de la Crónica de Alfonso III. cos como para comprender la estructura de la aris-
El objetivo del autor o autores de las crónicas es tocracia en este período, y solamente a partir del si-
el afianzamiento de las teorías políticas de Alfonso glo X, tras el alejamiento de la sede regia, contamos
III, al servicio de las cuales se gesta un discurso en con más evidencias para analizar su ámbito de in-
el que algunos monarcas desempeñan un papel pri- fluencia (Fernández Conde 1979, 138-179; García de
mordial y en el que son utilizados diversos elemen- Castro, Ríos 1995, 132-136; Calleja 2005, 204-205).
tos entre los que se encuentra su papel como gran- En todo caso, en la actualidad no conservamos edi-
des constructores y su relación con la Iglesia: Pelayo ficios de los siglos VIII-X que puedan ser atribuidos
y Favila representan el origen de la dinastía, Alfon- con total seguridad a grupos aristocráticos.
so I tiene especial relevancia ya que se unen en su Una de las primeras noticias conservadas hace
referencia a la fundación por parte del noble Lemi-
6
«In locum Ligno eclesiam et palatia arte fornicea mire nio del monasterio de San Tirso de Candamo hacia
construxit» (Gil Fernández et alii, 1985, 175).
7
«Ab hoc principe omnia templa Domini restaurantur et
8
ciuitas in Ouetao cum regias aulas hedificantur» (Gil Fernán- La importancia de Alfonso I en el discurso político de
dez et alii, 1985, 177-178, Alfonso III ha sido bien analizada por Escalona 2004.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 33

el 800 (ACO pp. 122-123), progenitor de una de las patrimonio que varía de unos centros a otros, y que
familias más potentes de la Alta Edad Media astu- la aristocracia utiliza para salvaguardar la concentra-
riana (Fernández Conde, Páramo 2006). Son nobles ción de la riqueza familiar, pero también como me-
que cuentan con bienes en varias villas o aldeas, como dio de engrandecerla. El anteriormente mencionado
es el caso del diácono Francio, que erige en Trion- monasterio de Bárzana puede ejemplificar bien esta
go (Cangas de Onís) una basílica dedicada a San trayectoria (Fernández Conde 2006).
Vicente en el año 834 (DEPA 41). No obstante, son A diferencia de otros territorios hispanos como
raras las menciones de fundaciones realizadas por Cataluña, las comunidades campesinas no aparecen
aristocracias que operan a una escala subregional. de forma explícita en la documentación asturiana de
Son más frecuentes, en cambio, las referencias a los siglos IX-X fundando iglesias. Sí aparecen cam-
personajes que fundan durante el siglo IX iglesias que pesinos de distinta entidad, y se puede comprobar la
aparecen vinculadas a la monarquía y tienen bienes existencia de una importante jerarquización interna
en zonas más amplias, como el obispo de Braga Gla- dentro de las aldeas asturianas al menos desde fina-
dila o el obispo ovetense Adaulfo.9 les del siglo IX y todo el siglo X, incluyendo en este
Desde inicios del siglo X empiezan a aparecer en grupo a algunos presbíteros que a tenor de sus acti-
los textos aristócratas como poseedores de iglesias o vidades de compra venta podríamos considerar como
como fundadores de las mismas. En estos momentos una categoría superior de propietarios (García Gar-
emergen algunos aristócratas que se autodenominan cía 1986, 35).11
condes, ilustrando buena parte de ellos procesos de Parece tratarse de personajes que residen dentro
concreción de centros de poder en todo el occidente de las aldeas (p.e. ASV 7, ACO 25) y que mediante
asturiano. Uno de ellos es Gunddemaro Pinioliz, que la adquisición de numerosos bienes alcanzan una
en el año 991 adquiere la iglesia de Taule (ACO 33). posición preeminente, como es el caso de Vicente en
También es el caso de Cromacio Melliniz y su mu- la aldea de Membro en Gozón (ASV 8, 9, 10, 12, 13,
jer, procedentes de Galicia y que en el año 975 do- a. 937-949) que realiza diversas compras en la mis-
nan a la Catedral de Oviedo el monasterio de San ma localidad, pagando a los vendedores en diversas
Jorfe de Villagrufe en Allande (ACO 29). Otros per- especies. Similar posición tiene Ledantino, con pro-
sonajes igualmente eminentes aparecen con el títu- piedades en el valle del Cubia (ACO 25). Una de las
lo de Domno, como es el caso de Aurelio, que había estrategias a las que recurren para consolidar su po-
fundado la iglesia de Santa María de Limanes cerca sición dentro de la comunidad aldeana será la fun-
de Oviedo (SV 24, a. 990). El Monasterio de Bárzana dación de pequeñas ecclesiae o monasteria (Fernán-
en Tineo lo fundan el conde Froila Velaz y su mujer dez Conde 1971, 68-69). Un buen ejemplo lo tenemos
en el primer cuarto del siglo X (COR 536), antepa- en el presbítero Eulalio, fundador y edificador en el
sados de los fundadores del Monasterio de Corias en año 937 de la iglesia de Santa María de Ervol, a la
el cual se integrará posteriormente.10 que dotó con el villar en el que se asienta, un moli-
El rol desempeñado por estas iglesias ha sido no y otra villa (COR, 524).
largamente tratado por la historiografía (Fernández A través de estas fundaciones logran relacionar-
Conde 2008) destacando su papel como centros de se con las élites del reino, como es el caso del pres-
poder y articulación territorial que son dotados de un bítero Juan, responsable de la fundación de la igle-
sia de San Zaornín en el concejo de Villaviciosa, y
9
El obispo de Braga Glalia, en el año 863, donó varias a cuya consagración acudió el obispo ovetense Die-
iglesias y bienes en Trubia y su entorno a la iglesia de Santa go en el año 968 (IMA 235, 968). En los valles in-
María de Trubia (ACO 8), que había logrado aunar un patri- teriores asturianos, como en el caso del río Aller, la
monio significativo en proximidad de Oviedo. (Fernández
Conde, Fernández Fernández 2009). Igualmente a inicios del presencia de fundaciones realizadas por parte de pres-
siglo IX el primer obispo ovetense, Adaulfo (812-826), edifi- bíteros ha sido muy relevante. Los casos de la igle-
có la iglesia de San Juan de Nieva, e incluso fue enterrado en sia de San Vicente de Serrapio, construida por Me-
ella (SV 11, 948). Ya en el siglo X el obispo de Oviedo Diego
donaba la iglesia de San Feliz de Hevia al monasterio de San lito en julio del año 894 por encargo del presbítero
Pelayo (ACO 27, 967). Gagio (IMA 198), o la de San Juan de Llamas, fun-
10
La rica documentación coriense alude a varios monaste- dada por el presbítero Juan en el año 940 (IMA 197)
rios en el occidente de Asturias, que paulatinamente son in-
corporados al patrimonio de este monasterio; sin embargo es son los más significativos. Otro caso relevante es el
difícil establecer la cronología de su fundación así como la del presbítero Artemio, que después de heredar la
autoría de la misma, aunque es posible que algunos de ellos,
al igual que ocurre con Bárzana, se retrotraigan al siglo X.
11
Para la referencias a la documentación coriense utilizamos la Un proceso semejante se ha podido observar en el sector
transcripción y numeración de Floriano Cumbreño 1950. castellano (Quirós Castillo, Santos Salazar 2010).
34 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

iglesia de Santa María de Limanes en el entorno de Se trata de pequeños propietarios que generalmen-
Oviedo, la reparó con sus propias manos (quod ma- te tienen bienes en una sola localidad, aunque pue-
nibus propriis restauraui) y construyó varios edifi- den tenerlos en más, siendo propiedades de carácter
cios próximos para la explotación agrícola, hasta que muy fragmentado y disperso, a diferencia de los gran-
en el 990 la entregó a otro presbítero, Modesto (ASV des propietarios que cuentan con villas en su totali-
24).12 dad. Incluso es interesante ver la diferencia existen-
No obstante, antes del siglo XII muchas aldeas te entre los bienes que tienen estos pequeños
carecían de iglesias, y solamente a partir de la afir- propietarios campesinos de carácter fragmentado y
mación de la red parroquial (Calleja 2000) se gene- los bienes que ostentan algunos presbíteros como el
raliza su construcción. Pero al menos en algunas de ejemplo de Eulalio antes mencionado, que es posee-
las aldeas conocidas en este momento los líderes dor de villas completas e incluso de la mitad de un
aldeanos promovieron la construcción de templos de molino.
carácter privado. Este es un fenómeno que se docu- Todos estos datos, mucho más elocuentes para el
menta en amplios sectores del norte peninsular (Fer- siglo X que para el siglo IX, nos hacen vislumbrar una
nández Conde 2008, 222-276; Davies 2007, 204). sociedad compleja y jerarquizada, con protagonistas
Junto con estos presbíteros que tienen una preemi- que operan a diferentes escalas y que nos lleva a
nencia económica, en aldeas como Ujo (L.lena), concluir que el proceso de construcción de las igle-
Tallecias, actual Moreda de Aller o Aspra (Oviedo), sias altomedievales en Asturias fue un fenómeno
la documentación del siglo X nos muestra la existen- complejo en el que estuvieron insertos varios tipos
cia de complejas estructuras sociales dentro de la de sujetos sociales, de tal manera que estas funda-
aldea, en la que emergen grupos dominantes identi- ciones desempeñaron funciones muy diferentes: tram-
ficados en los diplomas con apelativos diferenciadores polín para las élites locales, lugar de enterramiento
(Dom o Domna).13 para el obispo Adaulfo, instrumentos de dominio
territorial para las aristocracias, o instrumentos de
12
Otros ejemplos significativos son la reconstrucción de la legitimación de la propia monarquía. Esta polifuncio-
iglesia de Arguelles por parte del presbítero Domingo en el nalidad de la iglesia altomedieval determina una plu-
año 951 (IMA 219, 951), el caso del presbítero Seovano, que ralidad de significados que difícilmente pueden ser
posee la iglesia de San Martín en Noanca en 895 (ACL 10),
Eusebio y su hermano el presbítero Zonio que fundaron el decodificados si se analizan solamente las construc-
monasterio de San Esteban de Álava en Salas antes del 889 ciones. De forma previa a la «normalización» que
(ACO 12). Igualmente el presbítero Gevoldo construyó el supuso la creación de la red parroquial, las iglesias
monasterio de San Pedro de Soto, que luego pasó a manos de
San Vicente ya en el siglo XI. Recientemente se ha identifica- responden a una realidad muy poliédrica y comple-
do en una de las ventanas de Santiago de Sariego el nombre ja que precisa de una aproximación sistémica que
Presbitero Romanus que podría identificarse como el promo- permita entender la iglesia en su contexto social.
tor o, incluso, como el escultor de la pieza (García de Castro
2007, 93).
13
En el caso de Ujo el rey Ordoño I tenía propiedades den-
tro de la aldea desde el siglo IX, que incluían la iglesia de San 3. ¿CÓMO SE CONSTRUYEN LAS IGLESIAS?
Esteban (ACL 2). A lo largo del siglo X emergen élites o gru-
pos preeminentes que actúan a una escala estrictamente local. ARQUEOLOGÍA DE LA PRODUCCIÓN
Un primer grupo está liderado por Taurelo y su mujer Princi-
pia, que adquieren numerosos bienes pagando solamente con Uno de los principales retos que plantea el aná-
productos agrícolas, por lo que deberían ser productores di-
rectos (ACL 324, 473, 474). En cambio, los descendientes de lisis social de la arquitectura es el de determinar los
Bonmenti, que aparecen en los textos como Dom Pader y sujetos sociales del proceso constructivo. Tal y como
Domna Tia (ACL 473, 474) debían contar con una posición acabamos de ver, el análisis de los textos y los epí-
más elevada.
También en Tallecias observamos la existencia de dos fa- grafes nos muestra una realidad muy compleja du-
milias preeminentes. Por un lado conocemos el grupo fami- rante los siglos IX y X, de tal manera que los edifi-
liar liderado por Munio Núñez (138, 204) y su mujer Paterna cios monumentales no son, tal y como planteó en su
(desde 213 Domna Paterna), que van adquiriendo progresiva-
mente varios bienes de entidad limitada (un pomar en 138,
una heredad en 204, unos pomares en 213, una heredad en su hijo Tegino mantuvo presos a los vaqueros de domna Pa-
378). En 379 Domna Paterna, cuenta con dos vaqueros (Ioha- terna. Es posible, por lo tanto que existiesen conflictos entre
nes y Abdella, nombre muy árabe), por lo que tiene que con- ambas familias por la posesión de pastos de altura.
tar sin duda con rebaños amplios. También en la villa de Aspra (Oviedo) una serie de docu-
El otro grupo hace referencia a un cierto Braulio, que en mentos (ASV 3, 16, 19, 20, 21) muestran la estructura inter-
138 vende al ya mencionado Munio Muñez un pomar, en 213 na de una comunidad aldeana, en la que destaca la presencia
vende a domna Paterna otro pomar en el lugar PLANO, y en de un tal domno Lallino, que reside en la propia aldea y que
378 dona con su mujer Farella a domna Paterna la tercera probablemente no ejerce su preeminencia fuera de ella (ASV
parte de la heredad que tiene en la villa de Tallecias, porque 20). El lugar ha sido estudiado en Torrente 1995-96.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 35

día I. Hodder, un mero reflejo pasivo de la sociedad sido o no formalizado a partir de los presupuestos
(Hodder 1988, 21), sino elementos activos y dinámi- metodológicos de la denominada Arqueología de la
cos que permiten construir y transformar la realidad. Arquitectura.15 Y aunque hasta el momento solamen-
Ahora bien, el mayor reto que plantea asumir esta te se han editado las lecturas estratigráficas de al-
línea interpretativa es identificar en términos mate- gunos edificios, en los análisis realizados en esta
riales la acción de los sujetos sociales, puesto que ocasión se han tenido en cuenta este tipo de condi-
como se ha subrayado anteriormente, los registros cionantes.16
informativos disponibles no se superponen y rara- El marco operativo definido en esta ocasión se ha
mente podemos diferenciar iglesias de aristocracias articulado en el estudio de tres indicadores principa-
del siglo IX, de las de élites aldeanas del siglo X y les. Se han analizado solamente cuatro grupos de
no tenemos certidumbres incluso en torno a algunas variables principales que han mostrado ser significa-
de las construcciones atribuidas a los talleres cor- tivas (o se han logrado decodificar) en términos de
tesanos. Resulta evidente que cualquier aproxima- comprensión social de los procesos constructivos,
ción a este tipo de problemas desde planteamientos sin agotar ni mucho menos las distintas vías de aná-
estilísticos o formales no será suficiente. La varia- lisis de estas arquitecturas. El estudio de las técni-
bilidad de las soluciones arquitectónicas y la com- cas constructivas es una vía para «reconstruir» los ci-
plejidad de la estructura social hacen inviable este clos productivos, y en ocasiones se ha podido
camino. observar que los estudios de aparejos son más sig-
Hace ya dos decenios que la Arqueología de la nificativos que otras variables (Caballero, Utrero
Arquitectura explora el análisis de los procesos pro- 2005, 171). No obstante, tal y como nos muestra el
ductivos arquitectónicos como una vía fructífera para caso de las iglesias altomedievales de Álava, el ca-
analizar socialmente las construcciones. La integra- rácter explicativo de cada variable técnica depende
ción de los análisis formales y tecnológicos ha per- en gran medida del grado de desarrollo de las inves-
mitido articular un marco teórico de análisis basado tigaciones realizadas en cada territorio (Sánchez
en el estudio de la capacidad de control de los ciclos Zufiarre 2007).17
productivos por parte de los grupos sociales hegemó- Para realizar este análisis contamos con unos die-
nicos, estableciendo o diferenciando diferentes «cul- ciocho edificios conservados en alzado que se pue-
turas constructivas» que operan de forma contempo- den atribuir en su mayor parte a los siglos VIII y X,
ránea traduciendo la estructura social interna una veintena de lugares en los que se conservan piezas
(Brogiolo 1996). El marco teórico proporcionado por o elementos arquitectónicos, y al menos otros cua-
la denomina Arqueología de la Producción a la hora tro yacimientos en los que se han hallado arquitec-
de decodificar los procesos de construcción a partir turas monumentales. La mayor parte de los edificios
del análisis de las arquitecturas, identificando los en los que se han identificado los promotores se
gestos técnicos que han hecho posible su realización pueden asociar a la monarquía y su entorno, con las
(cadena técnico operativa de L. Gourhan o ciclo de salvedades ya señaladas. En Arbazal, «templo aldea-
producción de T. Mannoni y M. Vidale), ha permiti- no, al servicio de una comunidad campesina altome-
do realizar un importante salto cualitativo a la hora
de comprender el significado del empleo de técnicas
15
constructivas de calidad a la hora de estudiar en tér- Creemos que la metodología estratigráfica consensuada
en el ámbito de la Arqueología de la Arquitectura es el pro-
minos sociales las arquitecturas (Mannoni, Gianni- cedimiento más adecuado y las recientes lecturas realizadas
chedda 2004; Brogiolo 2009, Bianchi 1996).14 por L. Caballero suponen un salto cualitativo fundamental
En esta ocasión se pretende explorar la potencia- (Caballero et alii 2008, 2010); inquietudes por comprender
las distintas fases arquitectónicas se pueden hallar en otros
lidad de esta línea de trabajo a la hora de analizar la investigadores que se han dedicado previamente al análisis
dimensión social de estas arquitecturas. No estará del «arte prerrománico».
16
de más subrayar que, cualquier análisis arquitectó- No obstante hay que señalar que en la exhaustiva y de-
tallada tesis doctoral de C. García de Castro se han realizado
nico de tipo tecnológico o formal, precisa previamen- importantes observaciones sobre los procesos constructivos
te de un estudio estratigráfico de sus fábricas, haya de los principales edificios encuadrados dentro del «prerro-
mánico asturiano» que son de gran utilidad (García de Castro
1995).
14 17
En dos trabajos previos realizados sobre arquitecturas En esta ocasión se ha intentado realizado un análisis ti-
medievales asturianas se introdujeron estas temáticas a la pológico de variables técnicas similares a las aplicadas por
hora de comprender procesos como la organización del arte- L. Sánchez en Álava y en otras iglesias altomedievales penin-
sanado en el «período prerrománico» o la conformación de la sulares (Sánchez 2007, 2009), pero los resultados aplicados a
red parroquial en el «período feudal» (Fernández Mier, Qui- la arquitectura asturiana no son concluyentes en términos so-
rós 1999; Fernández Mier 2003). ciales.
36 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

Fig. 2. Ciclo productivo de la arquitectura.

dieval» (García de Castro 2008, 84) podemos pensar


en la propia comunidad campesina o en élites aldea-
nas como promotores de estas construcciones. Pero
en la mayor parte de los casos no hay elementos que
permitan establecer el contexto social y funcional en
el que se construyeron estos edificios. Con todo, re-
sulta posible diferenciar, en función de las técnicas Fig. 3. Cálculo de volúmenes construidos
constructivas empleadas, diferentes grupos o «culturas en varias iglesias prerrománicas.
constructivas».
Teniendo en cuenta estas premisas, tomaremos en Resulta mucho más difícil e inexacto realizar, en
consideración cuatro conjuntos de variables: las di- función de estos volúmenes, una estimación tempo-
mensiones de las fábricas, los sistemas de abasteci- ral de la realización de estas fábricas. Algunos au-
miento de materiales, los paramentos y el aparato tores han valorado, en función de análisis etnoarqueo-
decorativo. lógicos y del conocimiento de las prácticas de
artesanos tradicionales, los tiempos necesarios para
construir paramentos en técnicas complejas,18 tallar
1. LAS DIMENSIONES DE LAS FÁBRICAS sillares, o construir paños con materiales regulares.
Tal y como analizaremos a continuación, estas cua-
Un primer criterio que hemos tomado en consi- tro iglesias son muy diferentes entre sí en lo que se
deración ha sido el de valorar las inversiones reali- refiere a los sistemas de abastecimiento, las tecno-
zadas en la construcción de estos edificios, el cálculo logías y los procesos constructivos empleados, por lo
del volumen construido expresado en metros cúbicos. que difícilmente pueden ser comparables.
A partir de las planimetrías de algunos edificios ele- En cualquier caso, y por tener alguna estimación,
gidos como muestra se puede observar que las dife- J.-C. Bessac estudiando el recinto de Nîmes ha estima-
rencias son muy significativas entre las distintas do que, empleando materiales locales que se extraen
construcciones. En los cuatro casos tomados en con- de forma regular siguiendo la estratificación natural
sideración (Arbazal, Nora, Valdedios y Santuyanu) se (petit appareil) es posible llegar a producir unos 2 m3
observa una diferencia relevante entre la iglesia cam- diarios siguiendo las reglas del arte y teniendo a dis-
pesina de Arbazal respecto a otros monumentos posición el material (Bessac 1988, 32-33).19 En una
como Nora o Valdediós. Igualmente se distancia de
forma significativa Santuyanu del resto, ya que es 18
Utilizamos este concepto tal y como lo ha definido Man-
con diferencia, el edificio más grande de los conser- noni 1997.
19
El autor calcula igualmente los tiempos empleados en
vados en la actualidad atribuible al período altome- los procesos de extracción y las diferencias que supone el
dieval. empleo del moyen apparail y el gran apparail.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 37

palabra, es preciso conocer el tipo de material cons- Como veremos, esta ambigüedad plantea algunas
tructivo empleado, su procedencia y los distintos pro- incertidumbres sobre las formas de abastecimiento de
cesos de extracción, transporte y elaboración para materiales constructivos.
poder determinar con un cierto rigor la entidad de los 2. Analizando la naturaleza de los materiales
recursos invertidos. empleados así como los frentes de algunos aflora-
A partir de estos cálculos se puede establecer una mientos, se han preferido materiales bien estratifica-
estimación —por defecto para el caso de Santuyanu, dos de forma natural, como en el caso de la caliza
Valdediós y Nora donde por ejemplo se emplean si- de Pedramuelle (Esbert, Marcos 1983) respecto a los
llares en esquineras, contrafuertes y otros sectores del materiales masivos, ya que se pueden fracturar y re-
edificio— que puede ser significativa solamente para gularizar con mayor facilidad (Cagnana 2000, 17 ss).
el proceso de colocación de las piezas en obra. Desconocemos, en cambio, las formas de extracción
El cálculo de jornadas de trabajo permite eviden- de materiales empleados en la cuenca de Oviedo
ciar aún más las diferencias existentes entre una igle- como son las calizas jurásicas o la piedra de Aspra.
sia de una comunidad campesina y las iglesias pro- 3. Tendencialmente la arquitectura monumental
movidas por la monarquía (Santuyanu y Valdedios), altomedieval asturiana, como la mayor parte de las
mientras que no se puede establecer la responsabili- construcciones preindustriales, emplea los materiales
dad en el caso de Nora. más próximos, ya que el transporte terrestre constituye
En todo caso, estos cálculos han de considerarse el capítulo que más incide en el coste de la construc-
simples estimaciones y estamos trabajando para lograr ción de cualquier edificio (Mannoni 1994, 130; Cag-
contar con indicadores más precisos y útiles para acer- nana 2000, 54-57). No obstante, era común recurrir a
carnos al conocimiento de los procesos productivos. materiales más lejanos en el caso de que fuese preciso
realizar piezas que requiriesen un alto grado de trabajo
(p.e. escultura decorativa, dinteles y pies derechos de
2. EL ABASTECIMIENTO DE LOS MATERIALES aperturas, etc.), lo que precisaba de un sistema de
extracción y de transporte articulado y en ocasiones
Este es quizás uno de los indicadores que puede complejo. En el caso de los edificios asturianos, donde
tener un mayor valor explicativo a la hora de carac- la posibilidad de recurrir al transporte fluvial era prác-
terizar las construcciones altomedievales asturianas. ticamente imposible, este factor influye ulteriormente
Los estudios realizados en el marco de los procesos en el proceso constructivo.
de rehabilitación monumental han contemplado la 4. En este aspecto encontramos importantes di-
identificación de los materiales constructivos utiliza- ferencias entre las diversas construcciones. Las igle-
dos en la arquitectura histórica asturiana, aunque sias de las comunidades campesinas, como Arbazal,
quizás estos trabajos aún no han sido empleados recurren solamente a los materiales locales situados
concretamente para el estudio de los procesos pro- en proximidad de las propias construcciones.
ductivos en la Alta Edad Media. Y aunque muchos En cambio, en torno a núcleos productivos articu-
estudios petrográficos aún no han sido publicados, se lados como es el caso de Oviedo contamos con indi-
dispone de trabajos sobre algunos edificios (Fonca- cadores suficientes como para pensar que se ha creado
lada, Naranco, Lliñu, L.lena, Santuyanu, Nora) o un sistema organizado y especializado de materiales
sobre el empleo de algunos materiales concretos (ca- líticos al menos a partir de finales del siglo VIII. Los
liza de Pedramuelle). principales edificios realizados en Oviedo y su entorno
En particular hay que señalar por su importancia más inmediato (Santuyanu, Naranco, Lliñu, San Tir-
los estudios realizados en los últimos decenios por so, Cámara Santa, Torre vieja de San Miguel) han sido
el equipo dirigido por R. M. Esbert, de la Universi- construidos con cuatro materiales principales:
dad de Oviedo. A partir de estos trabajos se puede a. La caliza cretácica conocida como caliza de
proponer una serie de observaciones sobre las formas Pedramuelle es probablemente el material más em-
de abastecimiento de los materiales constructivos pleado en los edificios ovetenses en su variedad de
empleados en estas construcciones. grano fino (Alonso et alii 1998). Su disponibilidad
1. Para la realización de estos edificios se ha re- en estratos naturales horizontales ha permitido la
currido sustancialmente a material nuevo extraído de extracción de piezas regulares que caracterizan el
canteras. El estudio petrológico nos permite definir «sillarejo» (bozze) de los paramentos de la mayor
los afloramientos de los que proceden los materiales, parte de las iglesias ovetenses de este período. Se
pero no contamos con evidencias arqueológicas ni conocen canteras de época histórica en el sector de
documentales de los lugares precisos de extracción. Pedramuelle, al SO de Oviedo (Esbert, Marcos 1983).
38 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

Fig. 4. Canteras de Santa Marina de Pedramuelle.

b. La caliza dolomítica de grano fino conocida edificios para la realización de la escultura decora-
como «piedra de Laspra» (Esbert, Ordaz 1985), de tiva o de elementos estructurales como columnas,
la que se conocen canteras en época histórica en el arcos o las aperturas (Santuyanu, Naranco, Lliñu). No
sector SO de Oviedo, en la zona del Cristo de las se conoce la ubicación de las canteras de estos ma-
Cadenas (Oviedo). Utilizada de forma complemen- teriales, pero aflora en varios sectores de la costa
taria con la anterior en la realización de los edificios asturiana, y su empleo es común en edificios de Gi-
del Naranco o de Santuyanu, por su alto grado de jón y Villaviciosa (Mateos et alii 2004). Es signifi-
«laborabilidad» ha sido también empleada en piezas cativo que edificios realizados íntegramente en silla-
ornamentales. res, como es la Foncalada, se hayan realizado
c. Es mucho más contenido en términos cuan- exclusivamente con estos materiales importados so-
titativos el uso de otros materiales destinados a fun- bre el sustrato masivo local poco adecuado para la
ciones más especializadas. Concretamente destaca el labra.
empleo de una caliza jurásica procedente de la de- d. Por último hay que señalar el empleo siste-
nominada formación de Lastres, empleada en varios mático de la toba en la realización de las bóvedas de
estos edificios. Aunque por sus características forma-
tivas no es fácil determinar la procedencia concreta
de estos materiales, los constructores conocían con
precisión las características de estas piedras y la for-
ma de obtenerlas.
A través de esta breve presentación podemos con-
cluir que desde los últimos años del siglo VIII se ha-
bía creado entorno a Oviedo un sistema de extracción
y circulación de materiales constructivos dotado de
cierto nivel de complejidad para dar respuesta a una
demanda sostenida y especializada de arquitecturas
monumentales. Tanto la caliza de Pedramuelle como
la «piedra de Laspra» se pueden extraer en proximi-
dad de Oviedo. Resulta en cambio más llamativo la
importación de los materiales jurásicos de la costa.
Es cierto que en términos cuantitativos su volumen
es siempre relativamente contenido, y Foncalada es
el único edificio realizado casi integralmente con este
material. No obstante, el empleo de este tipo de
material, especialmente en casos como Santa María
Fig. 5. Caliza jurásica empleada en Santuyanu. del Naranco, implica un alto grado de organización
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 39

y la existencia de «culturas constructivas» de largo cuenca del Duero como de Galicia o el Norte de
recorrido que persisten en el área ovetense al menos Portugal (García de Castro 2008, 13-13).
durante un siglo largo. Estas «culturas constructivas», En cualquier caso hay que señalar que la mayor
algunas de corto recorrido como el taller que opera parte de los expolios aparecen en aquellas construc-
en Santa María del Naranco, cuentan con un impor- ciones en las que tenemos la certeza de la promoción
tante conocimiento del medio y su potencialidad, y real.
están radicadas localmente. No deja de ser significa- 7. Para concluir este apartado deberemos hacer
tivo que los dos nombres de constructores que cono- mención igualmente a la producción de materiales
cemos a través de la epigrafía sean los de Melito constructivos. En un trabajo previo analizamos el
(IMA 198) en Serrapio, y Fruela de San Miguel de empleo de los materiales cerámicos, y concretamente
Lliñu (IMA 79). Especialmente el segundo es un los ladrillos, en la arquitectura altomedieval asturiana
nombre claramente local, indicio de la existencia de (Fernández Mier, Quirós 1999, 378-380). Pudimos
talleres locales. verificar entonces que, salvo casos muy concretos, los
5. En los casos en los que contamos con otros módulos de los ladrillos empleados en estas construc-
estudios sistemáticos publicados, como son los de ciones eran romanos aunque se habrían realizado en
Tuñón (Adan et alii 1991) o de L.lena (Arias et alii la Alta Edad Media. De hecho, contamos con eviden-
2005, 77-82), se recurre a materiales locales, sin el cias suficientes como para pensar que la producción
empleo de importaciones. de ladrillos nunca cesó en Hispania en la Alta Edad
No obstante, en ambas iglesias se ha podido cons- Media (Quirós Castillo 2005).
tatar como las celosías de Tuñón (Adan et alii 1991, Entonces sugeríamos que se habrían realizado
383) y una de las ventanas de L.lena (Arias et alii hornos en cada edificio para satisfacer la (escasa)
2005, 82) han sido realizadas con materiales líticos demanda de ladrillos empleados en las roscas de los
procedentes de la cuenca ovetense. Esta procedencia, arcos, y de tejas empleadas para la techumbre.21 A la
que podría sugerirse para otras ventanas y elemen- luz de los procesos productivos observados en el tra-
tos arquitectónicos presentes en otros edificios astu- tamiento de la piedra, con talleres centralizados en
rianos de la cuenca central asturiana o del ámbito de torno a la ciudad de Oviedo, quizás se podría suge-
Villaviciosa, constituyen un importante indicador de rir que hubiese hornos igualmente centralizados que
la existencia de talleres centralizados que pivotan en producirían a demanda para las distintas arquitectu-
torno a la sede regia y que abastecen tanto edificios ras en construcción.
promovidos por la monarquía, como es el caso de Por último hay que señalar que prácticamente no
Tuñón, como otras arquitecturas probablemente atri- se han realizado hasta el momento estudios sobre
buibles a otros grupos sociales, como se analizará más morteros (salvo excepciones como Rojo et alii 2004),
adelante. o que los que se han realizado aún no se han publi-
6. Otro fenómeno que ha merecido la atención cado y analizado desde la perspectiva de la arqueo-
de los estudiosos es el recurso a materiales de expolio, logía de la producción. Este será, indudablemente,
especialmente tambores de columna o capiteles que uno de los retos que se deberán abordar en un próxi-
se encuentran en varios edificios como son los casos mo futuro.
de San Tirso, Santuyanu en Oviedo, Santianes, L.lena, Para concluir este apartado podemos señalar que
Tuñón o Valdediós o los capiteles hallados reciente- si bien los sistemas de abastecimiento de materiales
mente en Avilés (García de Castro 2007, 111-114).20 no constituyen un indicador simple de analizar para
Su uso nunca ha sido cuantitativamente significati- realizar un análisis social de la arquitectura, introdu-
vo, aunque sí en términos cualitativos (Arias Pára- cen variables de gran interés. Resulta indudable la
mo 2009). No obstante, tal y como se ha señalado re- existencia de diferencias muy significativas entre las
cientemente, los talleres astures han priorizado las arquitecturas realizadas en el marco de las comuni-
esculturas originales sobre los expolios (García de dades campesinas respecto a las producciones pro-
Castro 2007, 114). movidas por la monarquía y otros grupos sociales. La
Varios autores han atribuido el uso de estos ma- comparación entre las iglesia de Arbazal y de Valde-
teriales reutilizados al saqueo de edificios de época diós, distantes entre sí menos de un kilómetro en lí-
clásica, y quizás visigoda (en San Tirso), tanto de la
21
A la luz de los recientes trabajos realizados en Santa
20
http://www.elcomerciodigital.com/aviles/20080429/avi- María del Naranco se puede pensar que se utilizó una cubier-
les/capiteles-hallados-casona-alas-20080429.html consultado ta de tégulas e imbrices, similar a la utilizada en época roma-
el 1 enero 2011. na (Carrocera et alii 2009, 333).
40 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

nea recta, es realmente enorme. En el entorno de estudio de las técnicas de construcción debe por lo
Oviedo, donde existe desde finales del siglo VIII un tanto plantearse, como objetivo primario, reconocer
complejo sistema productivo capaz de abastecer de los procesos constructivos empleados en la ejecución
materiales especializados e importados a distintos de las fábricas: técnicas de albañil, técnicas de can-
tipos de talleres, resulta indudable que será más di- tero y técnicas de albañil que imitan a los canteros.
fícil deslindar técnicamente las arquitecturas promo- En segundo lugar, y en función de los contextos so-
vidas por la monarquía o por las aristocracias. Es en ciales, el estudio de las técnicas constructivas tiene
cambio en los valles interiores y en los espacios más como objeto comprender en términos sociales y eco-
lejanos donde resulta mucho más impactante la «anor- nómicos las condiciones en las que se han realizado
malidad» de arquitecturas como Valdediós, Bedriñana las fábricas, puesto que el tipo de paramento emplea-
o incluso Tuñón frente a las numerosas iglesias ru- do en la realización de las arquitecturas refleja es-
rales que, como Arbazal, poblaban los valles de Vi- tructuras socioeconómicas complejas, directamente
llaviciosa en la Alta Edad Media. relacionadas con las formas de estructuración y or-
ganización del artesanado.22
A la hora de analizar el ciclo de producción de
3. LAS TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS la piedra, una vez considerado el abastecimiento de
los materiales, deberemos tener en cuenta qué pro-
Como ya hemos mencionado, los trabajos en ar- cesos de transformación de la piedra se han empleado,
queología de la arquitectura de los últimos años con- y cómo se aparejan en la obra los distintos materia-
sideran que el mero análisis estético de los paramen- les. Ambas fases están intrínsecamente relacionadas,
tos presenta limitaciones para comprender la y suele ser frecuente en la Alta Edad Media que se
organización del artesanado en el pasado, e incluso ejecute en el mismo lugar por parte de los mismos
para fechar los distintos edificios, lo que ha dado artesanos.
lugar a una nueva orientación en el estudio de los En un trabajo previo hemos subrayado como en
aparejos priorizando la comprensión tecnológica de la Alta Edad Media se produce una simplificación de
los procesos productivos. las culturas constructivas y una reducción de los ci-
Más allá de la regularidad de una obra en sille- clos de producción más complejos. Más concretamen-
ría, considerada estéticamente superior que una obra te, en el caso de la arquitectura asturiana carecemos
irregular de mampostería, el análisis de las «reglas de construcciones realizadas integralmente en sille-
del arte» han permitido diferenciar la existencia de ría y con técnicas de cantería (Fernández Mier, Quirós
varias formas de construir. Pedro Zengoitia en su 1999).23
célebre obra sobre el Arte de Albañilería (1827) re- Generalizando, podríamos decir que el grupo de
coge el siguiente paso: iglesias integradas dentro del denominado «prerro-
mánico asturiano» han sido realizadas con aparejos
Las construcciones de piedra son de dos modos en tendencialmente regulares de «mampuestos» o «si-
cuanto a su forma; una tosca e irregular conforme sale de
la cantera, y otra labrada y regular: la irregular se llama llarejos», con refuerzos estructurales de sillares alar-
mampostería, y pertenece al albañil; y la regular cantería, gados en las esquinas, los contrafuertes y otros puntos
ramo y arte diverso, que necesita tratado diferente por el concretos de la edificación.
estudio que pide el modo de cortarla, labrarla y ponerla
en obra (Zengotita Vengoa 1827, 11)
22
Il tipo di muratura impiegato depende in primo luogo,
Esta diferencia sustancial ha dado pie al recono- per ogni singolo periodo, dall’ambiente socio-economico che
cimiento de dos formas de organizar los procesos lo produce in quanto esso determina dell scelte: esecuzioni in
autarchia o mediante maestri più o meno specializzati, impie-
constructivos que los arqueólogos de la arquitectura go di materiali raccogliticci locali o di materiali lavorati di
han definido con los términos de «obra de cantería» cava, prosduzione di calce o uso di terra argillosa, ecc. Ma
y «obra de albañilería». T. Mannoni, uno de los au- dopo di ciò il tipo di tessitura del muro depende in parte da-
lle capacità esecutive dei costruttori, siano esse in adegua-
tores que más ha trabajado en esta línea, ha propuesto mento ad una tradizione, o a schemi importati, o persino ori-
de forma contundente que «la importancia de esta ginali, ed in parte dei caratteri tecnici dei materiali scelti
distinción entre albañilería y cantería reside en la (Mannoni 1994, 15).
23
La única referencia con la que contamos de arquitectu-
responsabilidad en las fábricas: cuando el paramen- ras realizadas en sillería es la iglesia de Santa Cruz en Can-
to era construido con sillares tallados por el cante- gas de Onís atribuida a Favila. L. A. de Carballo a finales del
ro, éste no era un ayudante en la obra o un provee- siglo XVII escribía que «toda es de sillería» (de Carballo
1695, 124). No podemos saber, no obstante, si la fábrica de
dor de productos semielaborados, sino el propio sillería correspondía a la construcción del siglo VIII o a algu-
constructor del edificio» (Mannoni 1997, 15). El na transformación posterior.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 41

Fig. 6. Iglesia de Santa María de Arbazal.

Como hemos señalado y generalizando, en el caso ningún caso guías de escuadra, salvo algunos casos
de los edificios ovetenses el material predominante dudosos.
es la caliza de Pedramuelle en los siglos VIII y IX, que Se pueden realizar observaciones similares en el
presenta líneas de fractura regulares siguiendo la caso de Santa María del Naranco o San Miguel de
estratigrafía natural que permite obtener «sillarejos» Lliñu, donde son más frecuentes los esquinales rea-
regulares en altura sin realizar una talla específica por lizados en piedra de Laspra y, en casos más puntua-
parte del cantero. Es suficiente adaptar las piezas les, de caliza jurásica. Tampoco en este caso se re-
eliminando los sobrantes y seleccionando las alturas conocen guías de escuadra.
para formar las hiladas horizontales. En síntesis, este conjunto de edificios ha sido
En las esquinas, contrafuertes, modillones, etc. se realizado con «técnicas de albañil» mediante una cui-
recurre a sillares que no son perfectamente regula- dada selección de los materiales y un determinado
res, sino que han sido tallados a partir de bloques de grado de preparación previa de los mismos, especial-
dimensiones similares tal y como se extraen de la mente en las esquineras, contrafuertes y los elementos
cantera siguiendo la estratigrafía natural.24 En el caso estructurales principales (arcos, bóvedas, etc.).
de Santuyanu, por ejemplo, se observa una diferen- Tal y como señalamos en su día, solamente el pór-
cia notable en el tratamiento de los sillares dispues- tico meridional de San Salvador de Valdediós, fechado
tos a soga y tizón en las esquineras, respecto a los por varios autores hacia el 883 (García de Castro
bloques mucho más irregulares que se emplean en los 1995), y Foncalada (fechada bajo el reinado de Alfon-
contrafuertes externos, todos ellos realizados en ca- so III) marcan la introducción de las «técnicas de
liza de Pedramuelle sustancialmente. cantero» en la arquitectura monumental asturiana.
La alteración de las superficies de la roca no Resulta en cambio de gran interés comparar es-
permite reconocer con facilidad las marcas de ta- tas fábricas con las coetáneas iglesias de las comu-
llado dejadas por los instrumentos, en las que parece nidades aldeanas. Como ya se ha señalado a la hora
reconocerse un instrumento de corte plano, quizás de analizar los sistemas de abastecimiento, estas
una azuela, y otro apuntado. De lo que no parece construcciones han sido realizadas únicamente con
haber duda es que no hemos podido reconocer en material estrictamente local, sin que exista un pro-
ceso de selección análogo al que hemos visto con
anterioridad. En iglesias como la de Arbazal o la de
24
L. Arias ha sugerido, en cambio, que los sillares se prefa- Riomiera los esquinales no están diferenciados, los
bricarían en cantera a partir de un sistema unitario de medi-
das, tallándose en bloques y a escuadra en el caso de al menos materiales apenas han sido elaborados tras su extrac-
siete edificios «prerrománicos» (Arias 2008, 335-347). ción, y se disponen formando aparejos irregulares, que
42 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

Fig. 7. Planta y posible alzado de la Iglesia de Riomiera, según O. Requejo.

Mannoni ha denominado «complejos» en función de todas ellas —salvo Bendones, Priesca y L.lena— se
las reglas del arte empleadas.25 pueden atribuir con una cierta seguriad a la acción
directa de la monarquía.

4. RECURSOS DECORATIVOS

Los dos principales recursos decorativos que se


han empleado en la construcción de las iglesias al-
tomedievales asturianas han sido la escultura arqui-
tectónica y la pintura mural. Para ambos registros
contamos con dos trabajos de referencia realizados
por C. García de Castro (2007) para la escultura, y
por L. Arias (1999) para la pintura, lo que nos exi-
mirá en esta ocasión de realizar un tratamiento ex-
haustivo.
Nos limitaremos en este caso a hacer algunas
consideraciones puntuales. Por lo que se refiere a la
cuestión de la pintura mural, se ha podido observar
que la mayor parte de los edificios en los que con-
tamos con los criterios adecuados, la presencia de
revocos exteriores era generalizada, dejando a la vista
únicamente las esquinas (Arias 1999, 41). Es igual-
mente probable que todas las arquitecturas estuvie-
sen revestidas internamente. De las diez iglesias en
las que se conservan decoraciones en pintura mural,
25
Esistono infine tecniche murarie nelle quali il muratore
non si preoccupoa affatto dell’aspetto formal eche possa ave-
re la superficie esterna, ma piuttosto di una Maggiore omoge- Fig. 8. Ventanas monolíticas altomedievales
neità in senso tridimensionale (Mannoni 1997, 20). en Asturias.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 43

Fig. 9. Mapa con la distribución de las ventanas monolíticas en Asturias.

Es mucho más explícito García de Castro a la Como no podía ser de otra manera, el análisis de
hora de estudiar la escultura decorativa del área los procesos productivos no puede ofrecer modelos
central de Asturias del período del reino de Astu- ideales de construcciones socialmente diferenciadas,
rias. En su análisis, exhaustivo y sistemático, no duda porque las soluciones son muy variadas, los factores
en utilizar categorías como arquitectura «culta» que influyen en la realización de las distintas arqui-
y «popular» a la hora de caracterizar distintos talle- tecturas son muchos y hay que combinar varios mo-
res escultóricos, en particular en el análisis de los delos explicativos. Así por ejemplo, la compleja es-
vanos decorados (García de Castro 2007, 93). De tructura productiva que pivota en torno a Oviedo
hecho, este autor, analizando las piezas monolíti- desde los últimos decenios del siglo VIII influye de
cas que denomina «ventanas concebidas como pie- forma decisiva sobre las arquitecturas realizadas en
zas aisladas del paramento» sugiere que puedan este ámbito. Construcciones probablemente vincula-
atribuirse a copias populares de prototipos de arqui- das a líderes de comunidades campesinas, como po-
tecturas como Valdediós. Este tipo de piezas mono- dría ser quizás el caso de Bendones,26 cuentan con
líticas nunca aparecen en arquitecturas regias y al soluciones arquitectónicas complejas que encontra-
menos en un caso (Santiago de Sariego) puede rela- mos en sectores más alejados de Oviedo únicamen-
cionarse con una más que probable fundación reali- te en arquitecturas regias (p.e. decoración mural y
zada por un presbítero, Romanus (García de Castro escultórica, empleo de materiales cerámicos, volumen
2007, 93). Queda por valorar si, como parece posi- construido).
ble, algunas de estas piezas han sido realizadas por No obstante hay algunos indicadores, como po-
talleres centralizados atribuidos al ámbito ovetense, drían ser los vanos monolíticos, que parecen tener un
o si en cambio son piezas realizadas por talleres lo- determinado significado en contextos concretos, tal
cales. y como se ha sugerido con anterioridad.
En función de todos los indicadores posibles, se Con todo, es posible que nuevas intervenciones
puede sugerir que este tipo de vanos podría ser un arqueológicas preventivas permitan identificar otras
indicador válido para identificar las iglesias realiza- construcciones y ampliar los indicadores disponibles,
das por élites aldeanas en el seno de las aldeas astu- o que nuevos estudios sobre otras variables (instru-
rianas. Esta línea interpretativa podría igualmente mentos de talla, elementos compositivos, etc.) per-
extenderse a otros territorios como el País Vasco, mitan matizar y revisar las, necesariamente parcia-
donde se han hecho estudios sistemáticos sobre este les, conclusiones aquí aportadas.
tipo de ventanales (García Camino 2002) y hemos
estudiado algunos conjuntos arquitectónicos. 26
Esta interpretación es cuestionada explícitamente por C.
García de Castro, que sugiere una interpretación monástica
* * * (García de Castro 1995, 392).
44 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

4. ¿PARA QUÉ Y PARA QUIÉN SON ESTAS financiación de estas construcciones, tanto por par-
IGLESIAS? FUNCIONALIDAD te de la monarquía como de la aristocracia o las éli-
Y TERRITORIO tes campesinas.
Por lo que respecta al primer punto, el carácter
La interpretación más generalizada sobre la fun- monástico de estas construcciones, García de Castro
ción de las iglesias prerrománicas, ya que se consi- considera que teniendo en cuenta las reiteradas re-
deraban ligadas al mecenazgo regio, es que se trata ferencias documentales a monasteria en los documen-
de una arquitectura aúlica, sede de ceremonias rela- tos escritos se puede considerar que las plantas del
cionadas con la institución monástica. Esta interpre- «prerrománico» se corresponderían con edificios de
tación ya cuestionada por García de Castro (1995), carácter monástico, que presentarían la misma dis-
unida a las reflexiones previas sobre la estratifica- posición que las iglesias del siglo X situadas al sur
ción social de la sociedad de los siglos IX y X y la de la cordillera, lo que explicaría el equipamiento de-
pluralidad de situaciones que encontramos en rela- corativo que estaría muy alejado del de construcciones
ción con dichas iglesias, ha de llevarnos a plantear- ligadas a las comunidades rurales (García de Castro
nos no sólo quien las construye, sino qué finalidad 1995: 537). Sin embargo, esta interpretación contras-
tienen y qué papel desempeñan en el territorio. ta con la problemática que las fuentes escritas de los
La primera acertada distinción en este sentido la siglos IX y X reflejan sobre el significado que debe-
estableció García de Castro, diferenciando entre obras mos atribuir a estos monasteria. Desde el trabajo de
de mecenazgo real y obras cortesanas, sede de cere- I. Loring (1987) sobre las iglesias propias en Can-
monias relacionadas con la institución monárquica. tabria, se ha venido haciendo hincapié en la indistin-
La función aúlica de buena parte de los edificios ya ción por parte de los documentos del uso del térmi-
ha sido suficientemente analizada por diversos auto- no monasterio e iglesia para nombrar una misma
res, por ello aquí huiremos de profundizar en dicho realidad, utilizándose ambos términos para el mismo
aspecto para centrar nuestro interés en tres cuestio- edificio indistintamente.
nes principalmente: La realidad de estas iglesias para los siglos IX y
— En primer lugar en el carácter monástico de X parece incidir más en la idea ya anteriormente
algunos edificios, ya que buena parte de las mencio- mencionada de las iglesias propias, presentes en todo
nadas hasta el momento son nombradas indistinta- el Norte Peninsular (Fernández Conde 2008, 222-276)
mente como iglesias o como monasterios en la do- que nacen en algunos casos en el seno de familias con
cumentación. amplias propiedades con la intención de preservar la
— En segundo término interrogarse sobre el pa- unidad del patrimonio, y en otros ligadas a presbí-
pel que algunas de estas construcciones, especialmen- teros con cierta capacidad económica, a la vez que
te las ubicadas en áreas rurales (caso de Tuñón, Nora, se convierten en centro de recepción de donaciones
Priesca, Gobiendes, Bedriñana) pueden desempeñar, y en las que estaría ausente un ordenamiento disci-
no sólo como elementos de prestigio social de la plinar nítido relacionado con reglas monásticas tra-
monarquía o de la aristocracia, sino como centros de dicionales que se irán adoptando paulatinamente a lo
poder, convirtiéndose en focos de articulación terri- largo del siglo X (Fernández Conde 2005).28
torial de un determinado espacio geográfico.27 La reiterada referencia a monasteria en los diplo-
— Finalmente es necesario acercarse a esas co- mas altomedievales (las crónicas en ningún momento
munidades rurales que atisbamos a partir de los do- se refieren a los edificios «prerrománicos» como
cumentos escritos, tan desconocidas hasta el momento monasteria, siempre utilizan el termino basílica o
en Asturias y a la relación que tienen con las igle- ecclesia) puede ser sugerente para identificar los
sias, especialmente aquéllas que por su factura po- edificios más nobles del «prerrománico» con monas-
demos considerar relacionadas con las comunidades terios y considerar que sus plantas definirían el mo-
rurales o pequeñas élites dentro de las mismas: Ar- delo, mientras que las iglesia realizadas con técnicas
bazal, Riomiera, Serrapio, Plecín, Arroxu, Tina… No constructivas menos monumentales estarían relacio-
cabe duda que una mejor comprensión de las estruc- nadas con oratorios relacionados con las comunida-
turas de poblamiento nos permitiría profundizar en
la estructura económica que permite la capacidad de 28
De los 49 títulos monásticos del siglo X, solo 5 llegaron
a tener comunidad de monjes. Santa Eugenia de Morena en
L.lena, San Miguel de Bárcena, Tineu, Santa María de Carta-
27
En este sentido el estudio realizado por Fernández Con- vio, San Salvador de Tol y San Juan y San Pelayo en Ovie-
de y Pedregal Montes sobre Santuadrianu de Tuñón resulta do). El resto son monasterios dúplices o familiares (Fernán-
ejemplar y altamente sugerente. dez Conde 1977, 171-173).
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 45

Fig. 10. Localización geográfica de iglesias prerrománicas posiblemente relacionadas


con comunidades rurales o pequeñas élites.

des aldeana. Pero como ya hemos tratado anterior- el estudio de este territorio induce a los autores a con-
mente, los sujetos que están detrás de la erección de siderar, a partir de la existencia de algunas inscripcio-
estas iglesias presentan una amplia heterogeneidad y nes perdidas, que su origen estaría relacionado con un
el empleo de distintas técnicas constructivas y la presbítero como otras tantas iglesias que ya hemos
diversidad que presentan las iglesias podría respon- mencionado (García Álvarez et alii, 296).
der a esta complejidad social y no a la dicotomía entre Otro ejemplo significativo puede ser el monaste-
construcciones de comunidades rurales y construc- rio de Bárzana (Tinéu), fundado por la familia de los
ciones monásticas. Velaz en el siglo X y dotado de un amplio territo-
Al margen de la consideración que podemos dar rio que incluye 7 villae completas, 4 partes de villae
a estas entidades que Fernández Conde ha denomi- y 12 brañas. Un carácter más modesto en cuanto a
nado fundaciones prebenedictinas, otro elemento propiedades lo presentan otras iglesias, como la fun-
relevante a la hora de su análisis es que no se trata dada a inicios del siglo X por Eulalio, probablemen-
de edificios aislados, sino que tienen un importante te un presbítero, en Yerbu, que posteriormente pasa-
dominio territorial aparejado que varía en función del rá a formar parte de las propiedades de Bárzana y a
promotor del mismo. En este sentido el caso mejor la que estaría ligada una villa (Fernández Conde
analizado ha sido el de Santuadrianu de Tuñón, en 2006).
cuya dotación Alfonso III le entrega un amplio terri- Los ejemplos mencionados presentan una carac-
torio bien definido que se corresponde, a grandes terística común a pesar de la diversidad de los pro-
rasgos, con el actual municipio de Santuadrianu, unos pietarios y la extensión del dominio: éste presenta una
23 km2 de superficie en el bajo valle del Trubia, donde compactación territorial, muy bien definida en algu-
se incluyen toda una serie de villas, de las que des- nos casos, que posteriormente se irá ampliando con
conocemos la morfología que presentarían en el si- la incorporación de nuevas propiedades a partir de
glo IX (Fernández Conde, Pedregal Montes, 1998). distintas donaciones que favorecen la formación de
Amplia extensión tendría también el dominio per- los dominios señoriales.
teneciente a San Salvador de Priesca a partir de la La pregunta que debemos hacernos es el papel que
información proporcionada por un documento pelagia- desempeñan estas grandes propiedades desde el punto
no del año 921 (la confirmación de donaciones y pri- de vista de la articulación territorial, teniendo ade-
vilegios de Ordoño II a la Iglesia de Oviedo, que ha más presente que necesariamente ha de ser distinta
de ser utilizado con todas las reservas) en el que se en función de su promotor y su dimensión. Ya hemos
menciona San Salvador de Priesca indistintamente reiterado que en muchos casos la primera función es
como iglesia y como monasterio, delimitando también proteger el patrimonio familiar de la disgregación y
un territorio con precisión e incluyendo en el mismo por otro convertirlo en un centro de receptor de ren-
toda una serie de villas. La información aportada por tas, pero también hemos de tomar en consideración
46 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

el papel desempeñado desde el punto de vista de la geneidad de las formas de explotación previas al si-
articulación territorial y política del espacio a diversas glo VIII sobre las que ya hemos tratado en otras pu-
escalas. blicaciones (Fernández Mier 2009), atendiendo a las
Una fundación como la de Tuñón por parte de reocupaciones de los asentamiento de altura, las ocu-
Alfonso III probablemente hemos de comprenderla paciones en cuevas y a las escasas informaciones que
dentro del proceso de consolidación de las estructu- nos hablan de otro tipo de hábitat a partir de las ne-
ras territoriales dentro del reino, y no al margen de crópolis como puede ser el caso de Veranes (Fernán-
los problemas políticos que sufre este rey al final de dez Ochoa, Gil Sendino, Orejas 2004), Pravia (Fer-
su reinado que parecen responder a la existencia de nández Conde, Alonso, Argüello 1992; Serrapio
una aristocracia con una fuerte implantación. Con (Requejo, 1995;), Riomiera (Requejo, Arca, Árias,
Alfonso III se lleva a cabo ese nuevo ideario neogo- Cabo 2007), Abamia (Ríos, 2009) y Bedriñana (Gar-
ticista tan bien reflejado en las crónicas, que supo- cía Fernández 2009).
ne el afianzamiento de la monarquía y la reordena- En todos estos casos se trata de necrópolis ante-
ción de amplios territorios, tanto los situados al sur riores a la construcción de los edificios «prerromá-
de la Cordillera tras el proceso de conquistas, como nicos» que nos indican no sólo la existencia de una
los viejos territorios, consolidando centros de poder comunidad, sino también la reutilización de un es-
en el entorno de la capital que sirvan de apoyo a esta pacio de enterramiento con carácter cultual. También
nueva idea política y de ordenación territorial, domi- resulta relevante el hecho de que estas iglesias que
nios señoriales en este caso en manos de una iglesia tienen un carácter menos monumental (excepto San-
que se convierte en uno de los principales elemen- tianes de Pravia) se asienten sobre necrópolis ante-
tos de afianzamiento de la monarquía. Como señala riores, mientras que las intervenciones arqueológicas
Calleja (2000, 45) es probable que no podamos in- en otros edificios de carácter más monumental como
terpretar las construcciones eclesiásticas de patroci- L.lena (García de Castro 1995, 376), Tuñón (Adán,
nio regio con un intento sistemático de ordenación Cabo, 1992), Priesca (Adán Álvarez, 1999), Nora
territorial de carácter eclesiástico, pero eso no implica (Faedo, Adán, 1995) o Valdediós (Requejo et alii,
que la creación de estos centros de percepción de 1992; Fernández Conde, et alii 1992) sólo han apor-
rentas no desempeñase un papel de articulación te- tado, en algunos casos, información sobre necrópo-
rritorial en determinadas áreas de cara al afianzamien- lis contemporáneas a estos edificios, aunque también
to del control sobre el territorio es cierto que la existencia de trabajos de acondicio-
Y si bien en el caso de Tuñón se trata de una fun- namiento previo del terreno para su construcción pudo
dación ligada a la monarquía, en otros casos pode- haber destruido cualquier tipo de estructura previa.
mos estar ante construcciones relacionadas con un Por otro lado hemos de insistir en el hecho de que
poder aristocrático de carácter local, como se ha pro- las intervenciones arqueológicas tienen un carácter
puesto para el caso de L.lena (García de Castro 1995, muy puntual, y en ningún caso contamos con exca-
387) o de Pravia (Suárez Suárez 2001), que se afianza vaciones en extensión que nos aporten un cualitati-
sobre un territorio estableciendo sistemas de control vo y cuantitativo cúmulo de información para poder
de la población y la producción, y que controlaría un llegar a algún tipo de interpretación.
amplio territorio lo que le permitiría desempeñar un Es cierto que contamos con algunos indicios como
papel relevante dentro del entramado político del para pensar que el siglo VIII ha sido un momento cen-
momento y de las luchas de poder que nos eviden- tral en la consolidación de una estructura de aldeas
cian las fuentes en determinados períodos del deve- rurales en Asturias, al igual que se observa en otros
nir de la monarquía. sectores del norte peninsular.
Ahondando en los diversos niveles de articulación Uno de estos ejemplos es el de la necrópolis del
del territorio es necesario analizar la relación exis- Chao Samartín (Grandas), que reocupa un antiguo
tente entre estas iglesias y la red de aldeas, que en asentamiento castreño y cuya cronología se estable-
el caso de Asturias, prácticamente sólo conocemos ce entre los siglos VIII-IX (Villa Valdés et alii 2008).
a partir de la documentación escrita. Esta documen- También en el caso de Veranes tuvo lugar hacia
tación de los siglos IX y X trasmite la idea de un el siglo VIII una densificación de la ocupación domés-
territorio con una densa red de asentamientos que tica y funeraria en el solar de la vieja villa romana,
en su mayor parte perdura hasta el día de hoy. que quizás podría ponerse en relación con la conso-
Los datos arqueológicos sobre las estructuras de lidación de la aldea de Riera que aparece en las fuen-
hábitat del período anterior son aún muy endebles y tes escritas hacia el año 1000 (Fernández Ochoa, Gil
las interpretaciones han girado en torno a la hetero- Sendino 2009).
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 47

Es posible que los restos localizados en Corao en como aldea,30 aunque desde el punto de vista de la
una intervención de urgencia en la que se localizan explotación probablemente nos encontremos ante la
estructuras con una edilicia muy sencilla asociada a misma realidad, la aldea, pero en distintos niveles de
huellas arqueológicas de un horizonte agrario se concentración de la propiedad. Como vimos con an-
pueda identificar con los restos de construcciones terioridad, buen número de las iglesias altomedievales
pertenecientes a una comunidad aldeana fechables se fundan en relación con estas grandes propiedades
en este mismo período (Requejo, Gutiérrez 2009). relacionadas con los monarcas y su familia más cer-
Finalmente, las intervenciones arqueológicas que cana así como con otras familias pertenecientes a la
actualmente se están desarrollando en dos aldeas, aristocracia, por ello nos interesa profundizar ahora
Villanueva de Santuadrianu y Vigaña, están aportando en el concepto de «villa» como aldea y en la rela-
dataciones radiocarbónicas que apuntan al siglo VIII ción que éstas tienen con las iglesias.
como el momento de inicio de la puesta en explota- Quizá el mejor ejemplo documental para compren-
ción de determinadas áreas de cultivo en las aldeas. der la morfología que presenta una aldea en el siglo
Pero en realidad, la arqueología aún está lejos de X nos lo ofrece la «villa» de Aspra, cercana a Ovie-
poder aportar información cualitativa que nos permita do, que ya fue objeto de investigación hace años
comprender la morfología de las estructuras de há- (Torrente Fernández 1985-86). Los documentos re-
bitat en los siglos anteriores al IX y resulta evidente, lativos a la misma datados en el siglo X (SV 4,
a tenor de la información existente para otras zonas 16,19,20,21) nos trasmiten la idea de una aldea en la
de Europa y España (Quirós Castillo 2009), que es que tienen propiedades un buen número de propie-
necesario avanzar en esta línea de investigación que tarios, con una ordenación interna que habla de ca-
permita ilustrar los complejos procesos que durante minos, de una iglesia, de un horno, de un molino, de
este período tienen relación con la formación de las
aldeas más allá de los trabajos que se han hecho hasta do bien los límites de la misma. En el mismo documento se
el momento que delinean posibles relaciones de la red dona la «villa» de Grandas, en este caso sin iglesia, pero tam-
bién con unos límites preciso del territorio (ACO 21). En el
aldeana con antiguas formas de ocupación del terri- año 975 Cromacio Melliniz, su hermana y su mujer dan a la
torio. Si bien estos trabajos fueron un importante iglesia de Oviedo la villa Berulfe en Allande, que había sido
punto de partida, hoy en día resultan a todas luces del conde Don Berulfo y en la que ellos habían fundado un
monasterio (ACO 29). Parece tratarse en todos los casos de
insuficientes para poder abordar en toda su comple- grandes propiedades en manos de una misma familia, pero
jidad la existencia de estructuras de hábitat de carácter este hecho no significa que debamos interpretarlas en el sen-
estable con una ordenación del espacio productivo, tido de unidad de explotación asimilada al régimen señorial
clásico, ya que las investigaciones de los últimos tiempos han
el papel desempeñado por las comunidades rurales ido alejándose de esta interpretación para acercarse cada vez
y las élites en este proceso, los lazos que se estable- más a la concepción del término «villa» como aldea. El he-
cen entre estos grupos sociales, así como las conexio- cho de que dichas «villas» aparezcan en manos de un solo
propietario puede deberse a un proceso paulatino de concen-
nes que estas élites locales tienen con las estructu- tración de la propiedad en manos de un solo propietario que
ras políticas, bien sea el estado visigodo o el reino consigue poner bajo su poder distintas comunidades aldeanas
de Asturias. (Torrente 1995-96, 77).
30
Algunos documentos nos permiten observar a lo largo
Frente a esta parquedad de los datos arqueológi- del siglo la existencia de grupos o élites dentro de las aldeas
cos sobre las comunidades aldeanas, las fuentes do- que no son fáciles de caracterizar; un ejemplo es la aldea de
cumentales de los siglos IX y X sí permiten, en algu- Ujo, que podemos conocer a través de la documentación leo-
nesa: Taurelo y su mujer Principia están comprando pumares
nos casos, una aproximación a la morfología que in Prato (CL 324), una tierra (CL 473) así como un yermo,
presentan las formas de poblamiento. Estos documen- pumares en Campello (CL 474) pagando solamente productos
tos de los siglos IX y X en todo el norte peninsular agrícolas, por lo que podrían ser productores.
Es posible que fuese una situación similar a la de los des-
insisten en la continuas referencias al término «vi- cendientes de Bonmenti, entre cuyos hijos aparecen Dom
lla» para designar realidades que parecen muy dis- Pater y Domna Tia (CL 473 y 474) en 980. Este título podría
tintas y que generalmente se han polarizado entre la ser un indicador de un status social más elevado. Por otro
lado, se relacionan con los anteriores Taurelo y Principia.
interpretación de la «villa» como gran propiedad li- Otra familia emergente parece ser la de Munio Nuñez y Pa-
gada a un gran propietario29 y la «villa» entendida terna que compran propiedades en Tallecias junto al ría Aller
y se relacionan con un Braulio que también parece tener im-
portantes propiedades (CL 138, 204, 213, 378). Se trata de
29
Las referencia a «villas» en manos de grandes propieta- miembros de la comunidad que destacan por una cierta capa-
rios que son bien delimitas geográficamente abundan en la cidad económica que nos ilumina sobre las diferencias exis-
documentación especialmente la procedente de la Catedral de tentes dentro de una aldea, pero que en ningún caso aparecen
Oviedo: en el 921 Ordoño II da a la iglesia de Oviedo la vi- vinculados a las iglesias y por lo tanto no llegan a tener el
lla de Naon en Siero, determinada por sus términos antiguos mismo status económico que los presbíteros que aparecen
con las iglesia de San Cipriano y San Vicente y establecien- fundándolas.
48 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

la puerta de un propietario llamado Lalino al que se efectivo sobre las comunidades campesinas y sobre
le aplica el epíteto de «don» que además tiene un sus sistemas de producción. Y uno de los factores que
casar, tierras, pomares, éxitos, montes, fuentes, árbo- permiten observar la acción de estas élites sobre las
les fructuosos e infructuosos… todos los elementos comunidades es a través de la fundación de las igle-
que inciden en la idea de una aldea que presenta un sias propias, que se convertirán en centros de recep-
poblamiento concentrado, incluso es posible que con ción de rentas y en uno de los instrumentos que per-
algún tipo de cierre que permita individualizar el es- mita la reorientación de los sistemas de explotación
pacio de hábitat del de cultivo. Esta misma fisono- tal y como las muestran los documentos del siglo X:
mía parecen presentar otras «villas» mencionadas en con una precisa delimitación territorial y con la fi-
la documentación del siglo X como Pando y Nembro31 jación de las distintas áreas de explotación. No obs-
(Torrente Fernández 1985-86, 81). tante, hay que ser prudentes puesto que la arqueolo-
Pero si volvemos al documento del 887 que tam- gía de las aldeas en particular, y el estudio
bién se ocupa del territorio de Aspra, la imagen que arqueológico del poblamiento rural en general, no
nos trasmite es algo distinta: Serenianus vende una cuenta aún con intervenciones extensivas en el caso
heredad que le viene de sus abuelos, que radica en del territorio astur.
las «villas» en que ellos habitaban, situadas en el Este proceso incluso es posible identificarlo en el
monte Aspra, en los «villares» de Truébano y Andorga territorio si analizamos la distribución de los restos
(SV 2). El documento del siglo IX, aunque muy la- del «prerrománico» en la actual Asturias. Uno de
cónico, parece estar indicando bien la existencia de estos ejemplos es el valle de Valdedios. En un espa-
un poblamiento disperso estructurado en distintos cio muy reducido se concentra, con la excepción del
núcleos, los villares, que posteriormente conforma- caso de Oviedo, la mayor cantidad de evidencias
rán una única villa denominada Aspra o bien una arquitectónicas altomedievales en Asturias (García de
aldea ya conformada y estructurada en varios villa- Castro 2008, 140). Santa María de Arbazal, San Sal-
res dotados de una cierta identidad. vador de Valdediós, San Bartolomé de Puelles, San
En cualquier caso, hay suficientes indicios como Zaornín de Puelles, San Andrés de Bedriñana y San
para pensar que los paisajes aldeanos altomedieva- Martín del Mar, a las que habría que sumar la ocu-
les han sido muy transformados en el curso de la pación de altura de la Peña Castiello en Cazanes
plena y la baja edad media. Muchos topónimos que (Chao et alii 1989) configuran una estructura terri-
aparecen en los documentos de los siglos IX y X per- torial densamente ocupada. Solamente la iglesia de
tenecen a despoblados, y resulta interesante señalar San Salvador de Valdediós puede atribuirse a la pro-
que son frecuentes las iglesias altomedievales situa- moción real, mientras que el resto de las iglesias
das en una situación marginal (Riomiera, Serrapio). podría quizás identificarse con iglesia de aldeas, en
¿Cuál es el significado que adquieren entonces las ocasiones promovidas por presbíteros como Juan en
iglesias en este contexto? Evidentemente son muy el caso de San Zaornín de Puelles, que nos hablan de
escasos los datos para poder avanzar, pero sí que nos ese proceso de reordenación y reorientación de la
permiten formular algunas hipótesis de trabajo. La producción en los distintos niveles de la escala.
realidad del poblamiento de los siglos tardoantiguos Finalmente una sugerente vía de investigación en
es la de una diversidad de formas de poblamiento aún relación con la articulación del territorio y las igle-
poco caracterizadas entre las que existirían aldeas. sias «prerrománicas» es intentar comprender en qué
Podríamos sugerir, a la luz de las intervenciones ar- medida se puede tratar de materializar sobre un mapa
queológicas más recientes realizadas en Asturias leí- la territorialidad de estos poderes locales e identifi-
das desde una óptica territorial más amplia (Quirós carlos con las menciones a diferentes territorios en
Castillo 2010), que en torno al 700 ca. se habría las fuentes escritas. Se trata de un tema que ha sido
generalizado un sistema estable de aldeas, que po- objeto de trabajos recientes muy sugerentes para di-
demos relacionar con el afianzamiento sobre el terri- versas áreas de Asturias (Fernández Mier 2000, 2010;
torio de poderes de carácter local que adquieren Gutiérrez González, Muñiz López 2004; Muñiz Ló-
mayor protagonismo en el momento en que desapa- pez 2006), aunque hasta el momento carecemos de
rece la estructura política del reino visigodo y que soportes arqueológicos previos a los siglos VIII y IX,32
estos poderes son capaces de ejercer un poder más mientras que para el siglo X la mayor parte de la in-
formación sobre los territorios lo proporciona la
31
Para estas «villas» resulta muy ilustrativa la referencia a
un cierre que parece delimitar el lugar de habitación: «per
32
suos terminos, per ubi ipsa uilla est conclusa; est clusum de Entre los pocos trabajos recientes hay que señalar Gutié-
giro in giro cum suis edificiis et limitibus» (SV 13,18). rrez González 2010.
Anejos de AEspA LXIII PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL... 49

documentación pelagiana. En todo caso, es otra vía ambiciosos para que estos edificios dejen de estar
de investigación fundamental para comprender las «descontextualizados» en términos sociales.
iglesias altomedievales en todas sus dimensiones Por lo que se refiere a la arqueología de los monu-
sociales. mentos, es urgente la realización de un proyecto que
realice un análisis exhaustivo de las técnicas y los
materiales constructivos de las construcciones monu-
5. CONCLUSIONES: DE LOS MONUMENTOS mentales altomedievales. Las intervenciones rehabi-
A LOS PAISAJES litadoras, como las realizadas recientemente en igle-
sias como Santuadrianu de Tuñón (Marqués
Para concluir este trabajo querríamos apuntar, en Rodriguez 2009) o San Salvador de Priesca, impedi-
función de los problemas discutidos previamente, rán durante muchas generaciones llevar a cabo un es-
líneas estratégicas de estudio que deberían de guiar, tudio de este tipo.34 Este tipo de trabajos han de ser
desde nuestra perspectiva, la investigación sobre esta realizados por equipos interdisciplinares que permi-
arquitectura. Aunque aparentemente estas sugerencias tan, a través de procesos de muestreos sistemáticos,
formen parte de investigaciones de carácter erudito reconstruir los ciclos de producción que están en la
o de intereses de pocos especialistas, su transcenden- base de la realización de estos edificios, complemen-
cia a la hora de «dar sentido» y de explicar las for- tando los importantes trabajos realizados hasta el
mas y las funciones de estos edificios desde una momento.
perspectiva social más amplia, hacen que desde nues- La entidad monumental de los edificios lo requie-
tro punto de vista estas actuaciones deban de ser re. Pero también la historia de Asturias precisa de este
impulsadas a través de planes estratégicos como el tipo de proyectos.
Plan del Prerrománico. Por otro lado, una perspecti-
va de este tipo permitiría generar programas de so-
cialización patrimonial en los que el monumento no AGRADECIMIENTOS Y CRÉDITOS
fuese el punto de llegada, sino solamente el punto de
partida. Trabajo realizado en el marco de los proyectos de
En primer lugar, y tras el importante desarrollo que investigación «La formación de los paisajes medie-
ha tenido en los últimos años el estudio de los mo- vales en el Norte Peninsular y en Europa: Agricul-
numentos, para resolver los problemas históricos y tura y ganadería los siglos V al XII» (HUM2009-
arqueológicos aquí planteados, se hace necesario ir 07079) y «En el final del Imperio. Las actitudes de
más allá de los mismos monumentos. la aristocracia romana occidental» (HUM2007-61826/
Desde nuestra perspectiva resulta absolutamente HIST) y de la actividad del Grupo de Investigación
prioritario emprender, al menos en un edificio, una en Patrimonio Histórico de la Universidad del País
excavación amplia en extensión que permita situar el Vasco (IT315-10) financiado por el Gobierno Vasco.
edificio en su paisaje y en relación con todas las va- Agradecemos a Jean-Claude Bessac sus informacio-
riables sociales que han sido analizadas en esta oca- nes sobre los procesos productivos en piedra; a Oti-
sión. Como hemos sostenido en otras sedes, ésta es lia Requejo las informaciones relativas a sus inter-
una de las principales carencias que tiene el estudio venciones arqueológicas en Collanzo y Serrapio
de la arquitectura altomedieval en España; en los (Aller), a Luis Caballero Zoreda los datos proporcio-
pocos casos en los se ha logrado realizar proyectos de nados sobre las iglesias altomedievales asturianas que
esta naturaleza (p.e. Aistra, Melque) ha sido posible ha estudiado en los últimos años. Javier Fernández
comprender el significado de las iglesias en un marco Conde ha leído el manuscrito y ha aportado impor-
mucho más amplio. Las limitadas intervenciones rea- tantes observaciones que han mejorado notablemente
lizadas en torno a los edificios altomedievales astu- el texto. Los mapas que acompañan este texto han
rianos muestran, en la práctica totalidad de los casos, sido realizados por J. Fernández Fernández. Duran-
la enorme potencialidad que tienen estos yacimien- te el proceso de redacción de este trabajo se produ-
tos.33 Pero la totalidad de estos trabajos han sido rea- jo el fallecimiento de la profesora Rosa María Esbert,
lizados en función de las tareas restauradoras. Es catedrática de Petrología y Geoquímica de la Univer-
preciso, desde nuestro punto de vista, ser mucho más sidad de Oviedo, a la cual queremos recordar con

33 34
Entre otros casos se pueden señalar los trabajos realiza- Por fortuna, para el caso de Tuñón se ha realizado un
dos por C. García de Castro en el entorno de Santa María del exhaustivo análisis arqueológico de los paramentos (Caballe-
Naranco (García de Castro 2008, 34). ro et alii 2010).
50 Juan Antonio Quirós Castillo y Margarita Fernández Mier Anejos de AEspA LXIII

especial gratitud, tanto por sus investigaciones rela- SCHATTNER; F. VALDÉS FERNÁNDEZ, Spolien im
cionadas con el arte prerrománico como por el inte- Umkreis der Macht /Spolia en el entorno del po-
rés y la ayuda prestada en la elaboración de esta der, Band 12 der Reihe Iberia Archaeologica,
pequeña investigación en los temas relacionados Mainz, pp. 119-228.
con los materiales constructivos. A ella y a F. Javier ARIAS PÁRAMO, L. (coord.), 2007: Enciclopedia del
Alonso Rodríguez les agradecemos la información Prerrománico en Asturias, Aguilar de Campoo.
proporcionada y su interés y colaboración. ARIAS PÁRAMO, L.; ORDAZ GARGALLO, J.; RUIZ, G. V.;
ÁLVAREZ MARTÍNEZ, S.; SANZ PASCUAL, R.; ESBERT
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Geología 24, pp. 165-175. toda clase de fábricas que se puedan ofrecer:
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Asturias en la Edad Media, Llanes. Madrid.
LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN
DEL PRERROMÁNICO
POR

FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ CONDE


Universidad de Oviedo*

RESUMEN logical and historical works when researchers have to refer to


Liber’s information. These criteria, together with the list of pre-
En este trabajo se pretende elaborar un elenco exhaustivo Romanesque churches in the «appendix», represent the fun-
de todas las iglesias de Asturias de la época del Prerrománi- damental contribution of this study.
co (700-950). Se utilizan todos los registros de fuentes exis-
tentes: las arqueológicas, las epigráficas, la cronísticas y las PALABRAS CLAVE: Iglesias prerrománicas. Fuentes histó-
diplomáticas. Para tratar de acercarnos al posible ritmo cons- rico-arqueológicas. Libro de los Testamentos. Falsificacio-
tructivo de las mismas, se ordenan por períodos de 50 años: nes diplomáticas.
una clasificación arbitraria y sin pretensiones de exactitud,
como es lógico, que solo intenta conseguir una panorámica KEY WORDS: Pre-Romanesque churches. Historical and ar-
diacrónica aproximativa. Se dividen convenientemente las chaeological sources. Liber Testamentorum. Fake diplomas.
diferentes fuentes utilizadas y se enfatiza, sobre todo, en las
informaciones del Liber Testamentorum de la catedral de
Oviedo (Uviéu), un códice muy conocido y famoso por sus
numerosas falsificaciones del obispo D. Pelayo (1101-1130). 1. INTRODUCCIÓN
Por ello, de la mayor parte de las iglesias prerrománicas edi-
ficadas en este período, sólo se tiene noticia por este manus-
crito. En la segunda parte del trabajo se trata de enunciar una Todos recordamos el famoso axioma de L. Fev-
serie de criterios para leer esos documentos falsos y tratar de bre, en un discurso muy conocido sobre la defensa
conseguir cronologías más cercanas a la realidad histórica, y de la Historia: «la historia se hace con documentos,
evitar, de ese modo, las dataciones genéricas que suelen en-
contrarse en muchos trabajos arqueológicos e históricos, cuan-
pero con todos los documentos». Hoy diríamos, y
do sus autores tienen que citar el Liber. El enunciado de di- estaríamos todos de acuerdo, aunque en esta reunión
chos criterios y los listados de los apéndices representan la predominen los arqueólogos, que las reconstruccio-
aportación fundamental del presente estudio.
nes históricas se hacen con todas las fuentes dispo-
nibles. Creo que a estas alturas no merece la pena
ABSTRACT embarcarse en discusiones inútiles sobre la prelación
In this paper, we attempt to develop an exhaustive list of
de registros diferentes, provenientes de fuentes de
all the churches in Asturias during the pre-Romanesque peri- diversa naturaleza. Lógicamente, cada uno valora de
od (700-950). We have used a wide variety of sources, including manera preferente aquellas fuentes con las que está
evidences from archaeology, epigraphy, chronicles and diplo-
mas. In order to intend an approach to the building «rhythm»
más familiarizado, y en ocasiones, sin pretenderlo
of these sources, these are sequenced within 50-year periods. quizás intencionalmente, suele considerar el corres-
This classification is to some extent arbitrary and does not pondiente registro como fundamental para su discurso
pretend being exact, but obtaining an approximate diachron-
ic panoramic. The different used sources are conveniently clas-
histórico general, pero sin excluir o situar en un plano
sified; focusing this paper on the information provided by the secundario los otros.
Liber Testamentorum, preserved at the Cathedral of Oviedo Quiero hacer esta especie de declaración de prin-
(Uviéu). This one is a well-known codex, famous for being cipios en el pórtico de mi trabajo por tener que va-
the subject of bishop Pelayos’ (1101-1130) falsification. It is
therefore that most of the churches built in that period are only lorar, sobre todo, las fuentes escritas —mejor diplo-
known by means of this manuscript. In the second part of this máticas— ya que trataré sólo de pasada las narrativas,
paper, we propose a set of criteria to read those fake documents las epigráficas y las cronísticas ¿Quién no sabe leer,
and to obtain dates closer to historical reality, avoiding thus
general chronologies, usually to be found in many archaeo- valorar e interpretar la enorme carga ideológica, en
clave visigótica, de la literatura cronística asturiana?
* jfconde1@telefonica.net Y sobre las fuentes epigráficas disponemos ya de
56 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

trabajos definitivos que todos conocemos perfecta- la realidad del mismo y su data concreta? ¿tenemos
mente. Aquí, acudiremos a este tipo de fuentes cuando que conformarnos con dataciones relativas o genéri-
tratemos de presentar una panorámica general, y con cas, diciendo sencillamente que tal iglesia era ante-
ciertas garantías de seguridad, de las informaciones rior al año 1100, por ejemplo? Opinamos que se
relativas a iglesias edificadas en la época del llama- puede llagar a precisiones más ajustadas cronológi-
do Prerrománico asturiano, que podríamos situar de camente, y que esos textos falsos contienen descrip-
forma convencional entre el año 700 y 950 aproxi- ciones territoriales de mucho interés para la historia
madamente. del poblamiento altomedieval, aunque provengan de
Y en principio quisiera subrayar dos dificultades diplomas no ingenuos, como tendremos ocasión de
importantes de la documentación diplomática del mostrar en esta exposición.
ámbito astur: la abundancia de documentos falsos y, También quisiéramos advertir que el problema de
al mismo tiempo, la escasez de piezas disponibles a las falsificaciones no es solo pelagiano. Muchas de
la hora de establecer conclusiones fiables sobre los los acervos de copias que pasan por auténticas en
objetivos planteados. Los documentos falsos trasmi- otros archivos no asturianos y que dependen de be-
ten, sin lugar a dudas, una información muy valio- cerros monásticos o episcopales de diócesis foráneas,
sa, siempre que seamos capaces de saber con certe- también están plagados de falsos. Solo falta que sean
za el alcance de la falsificación en cuestión y el sometidos a un examen riguroso como los del Liber.
contexto histórico en el que fue elaborada. Sólo desde La documentación del antiguo Reino de León, por
esos supuestos se puede obtener referencias utiliza- ejemplo, publicada los últimos años —Colección de
bles. Pero los análisis de crítica diplomática resultan Fuentes y Estudios de Historia Leonesa— con sus
siempre muy arduos y las conclusiones deducidas de introducciones a muchos de los diplomas no ori-
los mismos se mueven muchas veces en segmentos ginales, tiene en cuenta ya los criterios de crítica
temporales relativamente amplios que recuerdan, de textual, a la hora de valorar la autenticidad de los
alguna manera, los obtenidos en las analíticas de los mismos.
materiales arqueológicos. En este trabajo analizaremos toda la documenta-
Por otra parte, quienes están avezados a la lectu- ción arqueológica, epigráfica y diplomática del pe-
ra de los diplomas de la época astur, hacen y hace- ríodo astur o prerrománico, circunscrito cronológica-
mos responsable de estos problemas al obispo D. mente más arriba. Nos ocuparemos, en primer lugar,
Pelayo (1101-1130), autor de ese magnífico códice de las fuentes arqueológicas y epigráficas. Y a con-
escrito en visigoda cursiva arcaizante —el Liber Tes- tinuación, de las informaciones provenientes de la
tamentorum—, donde copió o mandó copiar una documentación diplomática no pelagiana, comenzan-
buena parte de la documentación existente, incremen- do por el «corpus» documental del monasterio de San
tándola con piezas creadas en su «Scriptorium» (c. Vicente de Oviedo, casi todo original2 y del corres-
1120): un conjunto documental al servicio de los pondiente al Archivo capitular de la Catedral de
objetivos del prelado como responsable de la dióce- Oviedo con piezas completamente ajenas a las ma-
sis y señor feudal de un dominio en fase de consoli- nipulaciones del obispo D. Pelayo, que en realidad
dación: ambas realidades amenazadas por los reajus- son muy pocas y algunas de dudoso valor por tratarse
tes del mapa eclesiástico peninsular y los intereses de copias tardías en su mayoría.3 También tendremos
de otros señores laicos muy poderosos de su época.1 en cuenta la documentación del gran monasterio de
¿Cómo podemos utilizar la información sobre un San Juan de Courias, en concreto, las informaciones
edificio determinado, documentado en un falso pe-
2
lagiano, de cualquier fecha que fuere, para conocer Arch. del M. de San Vicente en el monasterio de San
Pelayo de Oviedo. Todos los diplomas son originales a excep-
ción del supuesto pacto monástico fundacional (781), una
1
El Libro de los Testamentos ha sido publicado, práctica- copia del XII con todas las características de falsificación.
mente en su totalidad, hace tiempo, por García Larragueta: S. Public. P. Floriano Llorente, Colección diplomática del mo-
García Larragueta, Colección de documentos de la Catedral nasterio de San Pelayo de Oviedo (años 781-1201), I , Ovie-
de Oviedo, Oviedo, 1962 (GL). Y más recientemente: Mª. J. do, 1966.
3
Sanz Fuentes, Liber Testamentorum Ecclesiae Ouetensis, Sólo tres originales y los restantes son copias más o me-
Barcelona, 1994, pp.451-684 (con índices). En este trabajo se nos tardías y varias falsas: S. García Larragueta Colección de
publica un texto breve (f. 7v., p.472), con los límites de las documentos de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1962 (GL)
Asturias; y el «Colmellum» copiado en dos lugares distintos Como ejemplo de piezas diplomáticas en copias tardías, atri-
del LT, se edita formando dos documentos diferentes (nn. 11, buídas a Alfonso III: A. C. Floriano Cumbreño, Diplomática
pp. 479 y 14, pp. 492-493). Cfr. además otra edición más española del período astur (718-910), 2 vols., Oviedo, 1951,
moderna, realizada con criterios filológicos: J. A. Valdés Ga- II, n. 153, pp. 219-222; n. 187, pp. 350-355; n. 192, pp. 362-
llego, El Liber Testamentorum Ovetensis. Estudio filológico y 369 y S. García Larragueta, O.c.,n.16, pp.57-59; n.18, pp. 69-
edición, Oviedo, 2000. 73; n. 19, pp. 73-79.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 57

de su Libro Registro, conformado por un monje del nas sobre la edilicia prerrománica asturiana. El obispo
cenobio a comienzos del siglo XIII, casi todas corres- D. Pelayo, quizás la figura más relevante de toda la
pondientes al último tracto histórico que analizamos Edad Media asturiana, compuso o mandó componer
aquí, pero en cualquier caso muy expresivas.4 Tam- varias piezas de menor fuste que el Liber Testamen-
bién tenemos en cuenta las fuentes diplomáticas leo- torum, que conforman el llamado Corpus Pelagianum,
nesas, en particular las provenientes de su Archivo obra aún inédita, conservada manuscrita en la Biblio-
capitular, ya que las de otros archivos monásticos teca Nacional.6 En las numerosas interpolaciones que
—Sahagún, Otero de las Dueñas...—, con piezas muy sabe introducir con maestría en los textos auténticos
antiguas, nada tiene que ver con los siglos del Pre- de las crónicas asturianas y leonesas, el culto y as-
rrománico asturiano.5 La documentación pelagiana se turianista historiador manifiesta estar dotado de una
analiza en último lugar y con cierto detenimiento, especial sensibilidad para lo referente a las construc-
para tratar de elaborar una serie de criterios que per- ciones de muchos de los reyes asturianos y leoneses,
mitan conseguir informaciones más o menos fidedig- dejando constancia de ellas en los textos de su taller.7
Lógicamente, todas las referencias relativas a dichas
4
La documentación completa que se conserva es más tar-
construcciones en Asturias hasta el 950, extraídas de
día. El Libro Registro de Corias cuenta con dos buenas edi- esta fuente, deberán someterse a los mismos controles
ciones: A. C. Floriano Cumbreño, El Libro Registro de Co- o filtros que utilicemos para las diplomáticas copia-
rias (Estudio y texto), 2 vols., I (Texto), Oviedo, 1950; A. das en el Liber Testamentorum: un manuscrito bien
García Leal, El Registro de Corias, Oviedo, 2000. Las refe-
rencias que tenemos sobre las diferentes iglesias o monaste- publicado y muy estudiado ya desde diversos puntos
rios, anteriores al 950, recogidas en este apartado, tienen que de vista.8
ver casi exclusivamente con los orígenes de los mismos, que Los trabajos diplomáticos del conocido obispo
nos permiten situar su fundación en este arco temporal que
hemos determinado para el prerrománica. La documentación Pelayo no sólo quedaron plasmados en el magnífico
diplomática couriense propiamente dicha comienza más tarde manuscrito ovetense, el LT, sino que influyeron tam-
(A. García Leal, Colección Diplomática del Monasterio de bién en otros documentos conservados en copias tar-
San Juan de Corias, Oviedo, 1998). Las noticias sobre Santa
María de Obona, sin embargo, no se refieren a la primera días que llevan la misma impronta de su Scriptorium,
época del cenobio, envuelta en leyendas y muy oscura. La como tendremos ocasión de precisar. Los resultados
documentación sobre Obona, publicada ya, es toda ella, la del estudio crítico del famoso códice son espectacu-
auténtica por lo menos, posterior: Mª. J. Sanz Fuentes, «
Documentación medieval del Monasterio de Santa María de
Obona», Asturiensia Medievalia, 8, 1995-1996, 291-339. Las
6
noticias que ofrece el autor del Registro, a comienzos, del BN. Madrid. Ms. 1358 (s. XII) y Ms. 1513 (s. XII-XIII). Re-
XIII, no resultan siempre precisas. En algunas ocasiones sólo ferencias: F. J. Fernández Conde, El Libro de los Testa-
permiten aproximaciones cronológicas a partir de genealo- mentos de la Catedral de Oviedo, Roma, 1971, pp. 67 y ss.,
gías que aparecen en el texto, relacionada con las familias de (LT) Más en concreto: VV.AA., Orígenes. Arte y cultura en
los fundadores. El ejemplo de la secuencia fundacional del Asturias. Siglos VII-XV, Oviedo, 2003, pp. 527 y ss. (R. Rodrí-
monasterio de San Tirso de Candamo puede constituir una guez Álvarez). E. Fernández Vallina, Liber Testamentorum...,
buena muestra: pp. 335 y ss.
7
«Leminio construxit monasterium Sancti Tirsi de Nilone, F. J. Fernández Conde, LT., p. 60. La publicación del tex-
in uilla que uocatur Lugulie, et habuit duos filos: Creces et to pelagiano de las Crónicas Asturianas: Jan Prelog, Die
Ausano. De Ausano natus est Gomesindo. De Creces natus Chronik Alfons´III. Untersuchung und kritsche Edition der
est Mauricinus presbiter. De Gomesindo nati sunt Ouecus vier Redaktionen, Frankfurt and Maim.Bern.Cirencester/
episcopus, et soror eius Tosinda. De Tosinda nati sunt Vermu- U.K., 1980, pp. 69-108. El Sampiro pelagiano: J. Pérez de
tus episcopus et Gegina. Ista Gegina hereditauit nepotem Urbel, Sampiro. Su crónica y la monarquía leonesa en el si-
suum comitem Piniolum Xemeniz (el fundador de San Juan glo X, Madrid, 1952.
8
de Courias) de illa sua medietate quam habebat in ipso mo- La mayoría de estas piezas citadas son falsificaciones del
nasterio Sancti Tirsi super ripam Nilonis... Sub era Mª.LXª»: Scriptorium de D. Pelayo. Incluimos dos que no son propia-
Ibid., f. 64r.B, n. 412, p. 122. mente diplomáticas: el F. Introductorio, de índole cronística o
A partir de esta serie de trasmisiones hereditarias situamos narrativa y la leyenda de las piedras fundacionales de la anti-
la fundación de San Tirso en torno al año 800 aproximada- gua iglesia de San Salvador de Oviedo (f. 1r.A): una copia
mente, Seguimos aquí la trascripción de Floriano Cumbreño, epigráfica. También responde a estructuras de índole narrati-
utilizada ya en otros trabajos anteriores nuestros, y a la que va el documento relacionado con el contendido del Arca San-
estamos más avezados. ta de San Salvador y la traslación de dichas reliquias de Je-
5
Las referencias documentales de León, relacionadas con rusalén a Uviéu (f. 1v-3r.). Por otra parte, un elenco de
los edificios prerrománicos asturianos anteriores al 950, sólo posesiones y derechos de la iglesia de Uviéu, un «Colme-
se encuentran en el Archivo de la Catedral: E. Sáez, Colección llum», sin datación (f. 11v.-12r y 18r.A) debería llevar fecha
documental del Archivo de la catedral de León (775-1230), I. más tardía, posterior incluso a la mitad del siglo X. Seguimos
(775-952), León, 1987 (Colección de Fuentes y Estudios de utilizando la trascripción de García Larragueta, mencionada
Historia Leonesa, n. 41). Se trata, de documentos originales más arriba, porque, en general, es correcta y sirve perfecta-
casi en su totalidad. Los nn. 20 y 42.son copias y el primero mente a nuestro propósito y también porque estamos más fa-
de éstos un falso pelagiano. Adviértase que algunos de ellos miliarizados con ella y la hemos utilizado habitualmente en
contienen informaciones sobre el territorio o los lugares don- nuestros trabajos anteriores, especialmente en el estudio crí-
de se levantó alguna iglesia antigua, pero no sobre éstas. tico sobre el Liber.
58 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

lares: del total de sus 87 documentos, 25 son falsifi- genuina y fiable, no pelagiana, pero las de este elenco
caciones, 28 interpolaciones formales, 14 interpola- nos parecen muy expresivas a la hora de aproximar-
ciones formales y de contenido, 6 los consideramos nos a la evolución del ritmo del proceso constructi-
dudosos y sólo 14 plenamente auténticos.9 Por ello, vo de iglesias en la Asturias altomedieval, porque
las noticias sobre cualquier inmueble que figure en muchas de las noticias, en especial la epigráficas,
estos falsos o interpolados deben tomarse con cierta tienen que ver directamente con la data de construc-
cautela y lo mismo su cronología. Desde luego, con- ción o dedicación de las mismas y no son meras re-
siderarlas como buenas, como hace algún autor ferencias aproximativas.12 Con todo, la evolución de
moderno, sin ninguna consideración crítica, es com- esa secuencia se corresponde porcentualmente con la
pletamente aventurado.10 Con todo, se puede dar al- general, como se podrá comprobar una vez que in-
gún paso más para tratar de conseguir aproximacio- corporemos las informaciones de los otros registros.
nes más rigurosas y precisas de índole cronológica. Resulta muy elocuente que sólo tengamos noticias de
Lo hicimos en un trabajo sobre la historia de la dió- dos iglesias antes del 750,13 prueba inequívoca de una
cesis de Oviedo, cuando tratábamos de exponer los cristianización lenta y tardía de la sociedad astur, un
procesos de cristianización en la región desde la tarda dato que se compadece muy mal con la impronta
romanidad hasta la primera Edad Media inclusive, en restauracionista que se encuentra tan claramente for-
definitiva, durante la época del Prerrománico. Allí mulada en las Crónicas («entonces, por fin, se reúnen
ofrecíamos un listado de iglesias organizado crono- los grupos de fieles, se pueblan las tierras, se restauran
lógicamente y las datábamos combinando las noticias las iglesias, y todos en común dan gracias a Dios»).14
del Liber con otros datos arqueológicos, si los hubie- Desde de mediados del siglo VIII comienza a acele-
re, epigráficos e incluso diplomáticas y cronísticas, rarse notablemente el proceso que tiene su «tempus»
tomados de fuentes no espúreas.11 fuerte durante el reinado de Alfonso II (791-842), para
adquirir un ritmo mucho más intenso con Alfonso III
(† 910) y a lo largo del siglo X, cuando el cristianis-
2. LA DOCUMENTACIÓN NO PELAGIANA mo es ya una realidad sólidamente asentada en la
región. En este caso, la literatura cronista estaba más
DOCUMENTACIÓN ARQUEOLÓGICO-EPIGRÁFICA
(Apénd. I: AE) 12
Para la documentación epigráfica contamos con excelen-
tes publicaciones: F. Diego Santos, Inscripciones medievales
Cuadro cronológico: de Asturias, Oviedo, 1993; C. García de Castro y Valdés, Ar-
queología cristiana de la alta Edad media en Asturias, Ovie-
do, 1995 (AC).
700-750 2 13
Las referencias a posibles fábricas cristianas, quizás de
750-800 10 proporciones muy modestas, anteriores al siglo VIII son las
siguientes: La inscripción de Santa María de Argüelles, data-
800-850 9 da en el siglo VI (a.583), de lectura muy problemática (AC,
850-900 10 pp. 80-81). El cancel de Santa Cristina de Lena, posible res-
900-950 28 to de un cenobio visigodo en las cercanías, mampuesto y
reutilizado en este edificio (AC, n. 82, pp. 152-155: donde se
---------- 41 data la inscripción dedicatoria de las placas de cancel en la
(Mapa 1-5) segunda mitad del siglo VII; y las placas de cancel, reutiliza-
das y pertenecientes a un templo monástico, de la misma
época). Una pieza decorativa de la antigua iglesia de San Ni-
Las proporciones se alterarán notablemente cuan- colás de Avilés (C. García de Castro y Valdés, Arte prerromá-
do se incorporen en el cuadro otras referencias pro- nico en Asturias, Oviedo, 2004, p. 130). Ventana de una igle-
venientes de documentación diplomática asturiana, sia antigua en Piarnu, Castrillón (F. J. Fernández Conde,
«Ventana altomedieval. Piyarno», Orígenes. Arte y cultura en
Asturias. Siglos VII-XV, Oviedo, 1993, p.49). Una pila de már-
9
F. J. Fernández Conde, LT, p. 369 («Conclusiones»). mol, de tradición romana, en Santa María de la Corte de
10
Es lo que hace, por ejemplo, Monge Calleja en un traba- Oviedo. Finalmente, la inscripción de la pizarra de Carrio
jo relativamente reciente: F. Monge Calleja, A la búsqueda (Villayón), como posible testimonio de un lugar religioso o
del Prerrománico perdido, 2 vols., Oviedo, 1999. incluso de un modesto núcleo monástico (M. C. Díaz y Díaz,
11
Oviedo y León (Historia de las diócesis españolas, Ma- Asturias en el siglo VIII. La cultura literaria, Oviedo, 2001,
drid (B. A. C, n...): en prensa; se publicará el 2012. Adviér- pp. 139-148. Algunas observacionres muy pertinentes al res-
tase, sin embargo, que aquellos listados publicados entonces pecto: I. Torrente Fernández: «Problemática en torno a los
eran más escuetos y breves que los que ofreceremos en este primeros establecimientos monásticos en Asturias», Sulcum
trabajo, ya que prescindíamos en absoluto de todas las noti- sevit, I, Oviedo, 2004, pp.309-332.
14
cias provenientes de documentos no auténticos. Cfr. también: A Sebastián, L.c., pp. 131 (texto latino) y 207 (traduc-
F. J. Fernández Conde, «Lugares de culto en Asturias duran- ción castellana). Utilizamos habitualmente la edición crítica
te la época de transición», Asturiensia Medievalia, 7, 1993- publicada en Oviedo: J. Gil Fernández-J. L. Moralejo-J. I.
1994,31-55. Ruíz de la Peña, Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 59

cerca de lo históricamente correcto, cuando afirma- zaba a perfilar sus dominios feudales. Semejante
ba que Alfonso I († 757) «había hecho muchas ba- recurso fue habitual, según es bien sabido, en muchas
sílicas».15 También puede ser indicativo que toda esta otras instituciones y dominios de aquella época, as-
serie de iglesias o textos funerarios relacionados con turianos y foráneos.18
ellas no se encuentren más que cinco con el título de
«monasterio». La presencia de monjes de tradición
visigoda presentes en los «Pirenneos montes», o DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO CAPITULAR DE OVIEDO,
montañas cantábricas, fue un hecho constatado ya de NO PELAGIANA (Apénd. III: ACO)
forma fehaciente por los historiadores, incluso antes
de la invasión musulmana, y parece que pueden ras- 800-850 2
trearse algunos testimonios de presencias monásticas 850-900 7
también en Asturias por la misma época, aunque son 900-950 1
poco claros.16 De todos modos, cuando tracemos más ---------- 10
adelante el cuadro completo de todas las iglesias, se (Mapa 6)
podrá comprobar que el número de iglesias/monas-
terio, sobre todo de origen familiar, fue muy impor- En realidad, el conjunto de documentos no pela-
tante desde las primeas etapas de la Monarquía As- gianos conservados en el Archivo Capitular, anteriores
turiana. Y no se puede tratar de explicar correctamente al 950, es muy pobre: cinco en total De ahí que las
la protohistoria del poblamiento asturiano medieval noticias sobre fábricas eclesiásticas resulte casi in-
sin tener en cuenta este hecho, en especial desde los significante.19 Y lo sería más aún, si descartáramos
siglos IX y X. El origen de muchos pueblos asturia- el diploma fundacional del monasterio de Santo
nos fue también monástico, como el de las mismas Adriano y Natalia del 891 por considerarlo falso,
realidades sociales de otras latitudes del norte penin- como suele hacerse habitualmente. En nuestro estu-
sular.17 dio histórico-diplomático sobre el mismo, realizado
hace unos años, creemos haber podido identificar la
parte básica auténtica de un original perdido y las
DOCUMENTACIÓN DE SAN VICENTE DE OVIEDO iglesias incluidas en el presente listado pertenecen
(Apénd. II: SV) precisamente a ese apartado genuino.20 En principio,
el documento referente a la iglesia de Santa María,
900-950 2 San Pedro y San Pablo de Trubia (863), que se con-
---------- 2 serva en una copia tardía, también presentaba serias
dudas por su profusión y las aparentes reiteraciones.
La información de este núcleo documental es muy Después de un trabajo reciente sobre el mismo, nos
escasa, a pesar de contar con 40 piezas datadas an- parece que sus contenidos fundamentales, en concreto
tes del 950, pero tiene el valor de proceder de docu- los relacionados con las iglesias, son perfectamente
mentos originales: lo son la mayor parte de sus di- asumibles.21 Adviértase además que el número de
plomas. El primero de ellos, copia tardía, del siglo iglesias con título monástico que figuran en este
XII, que podría considerarse como la carta fundacio- apartado, resulta ya porcentualmente alto, casi el
nal del cenobio, lleva la data del 781, pero en la ac- cincuenta por ciento.
tualidad comienza a ser considerado por algunos his-
toriadores, entre los que nos contamos, como
18
falsificación en su integridad: una mitificación de los M. Bergueiro Fernández, Orígenes del monasterio de
San Pelayo, trabajo presentado en el Departamento de Histo-
orígenes monásticos, vinculándolos a los supuestos ria de la a Universidad de Oviedo el año 2005, bjo la direc-
comienzos de la ciudad de Oviedo, cuando la comu- ción de F. J. Fernández Conde, para obtener la suficiencia
nidad benedictina, en plena Edad Media ya, comen- investigadora. Permanece inédito.
19
En la obra de García Larragueta utilizada habitualmente
en este trabajo (Colección de documentos...) se mencionan
15
Rotense y A Sebastián, pp. 132-133 y 208-209. La idea más, sin contar los del «Scriptorium» del obispo Pelayo, con-
de restauración que aparece de forma explícita en la versión cretamente dos de Alfonso III (n.16, a.896; n.18, a.906 y
castellana del Sebastián, es la traducción del texto latino de la n.19, a.908. No pertenecen al Liber Testamentorum ni al Cor-
misma versión («construxit vel instaurabit»). pus Pelagianum, pero se conservan en copias más tardías y
16
I. Torrente Fernández, «Problemática en torno a los pri- sus contaminaciones con los diplomas pelagianos parecen
meros establecimientos monásticos...», L.c. claras.
17 20
F. J. Fernández Conde, La religiosidad en España. Alta F. J. Fernández Conde-M.ª A. Pedregal Montes, «Santo
Edad Media (siglos VII-X), Oviedo, 2008 (2.ª ed.), pp. 157 Adriano de Tuñón. Historia de un territorio en los siglos de
y ss. transición», Asturiensia Medievalia, 1995-1996, 79-110.
60 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

DOCUMENTACIÓN DE SAN JUAN DE COURIAS. del alto Narcea, en cuyo ámbito se extendía de un
LIBRO REGISTRO (S. XIII) (Apénd. IV: C) modo o de otro la autoridad dominical de los abades
courienses, con un poderío señorial tan imponente
800-850 1 casi como el de los propios titulares de la mitra de
900-950 13 San Salvador de Oviedo. Podría decirse que la for-
---------- 14 mación de la red poblacional de las Asturias occiden-
(Mapa 7) tales presenta una clara impronta monástica, al me-
nos en el aspecto de lo señorial y jurídico.24
Las dataciones tardías de este apartado documen-
tal, si exceptuamos el monasterio de San Tirso de
Candamu (c. 800), resultan perfectamente coheren- DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO CAPITULAR DE LEÓN
tes con la primera historia del gran cenobio de las As- (Apénd. V: L)
turias suroccidentales. La carta fundacional del mis-
mo fue extendida el 1044. Y las informaciones que 850-900 4
ofrece su Libro Registro no va más atrás del siglo X, 900-950 1
salvo en contadas ocasiones. Los condes Piñolo Xe- ---------- 5
meni y Enderquina fueron capaces de reunir un im- (Mapa 8)
ponente conjunto patrimonial inmobiliario heredado
o adquirido personalmente para integrarlo en dicha Las informaciones de la documentación leonesa
carta a su monasterio construido a la vera del Nar- completan la panorámica general del mapa sobre igle-
cea, cerca de Cangas. Y el monje que hizo los regestos sias/monasterio asturianas de la zona centromeridional
de toda la documentación conservada a principios del asturiana, en especial los valles fluviales del Aller y
XIII extracta infinidad de noticias y de fechas que lle- de Lena, vinculados o influidos socialmente por la
gan hasta la última parte de la época que estamos sede episcopal de Santa María de León por su cercanía
analizando y por ello tienen un gran interés, sobre y por las comunicaciones con la meseta a través de
todo, cuando esas noticias se pueden confirmar con la cordillera de Pajares. La presencia de cenobios en
datos arqueológicos o epigráficos como ocurre a casi la mitad de las referencias vuelve a ser signifi-
veces.22 cativa, poniéndose en evidencia una vez más la in-
La característica más destacada de este apartado fluencia de estas realidades religiosas, pero también
tiene que ver precisamente con la floración de mo- socio-económicas, en la organización poblacional de
nasterios que forman de la gran constelación de aquellas comarcas durante el alto Medioevo.25
bienes fundiarios de Courias: más del 75 por ciento Antes de analizar la documentación pelagiana y
de iglesias con títulos monásticos. Algunos como sus problemas específicos, el conjunto de documen-
Obona y Bárcena23 fueron muy importantes, y otros, tación disponible, perteneciente a diferentes registros,
la mayoría seguramente, de dimensiones más modes- nos ofrece el siguiente panorama de edificios ecle-
tas y de escasa significación en cuanto a vida monás- siásticos y el correspondiente mapa de dispersión
tica se refiere, pero todos tuvieron mucho que ver con territorial:
la consolidación poblacional del vastísimo hinterland
PANORÁMICA GENERAL DE LA DOCUMENTACIÓN
21
F. J. Fernández Conde-J. Fernández Fernández, «Aba- NO PELAGIANA (Apénd. VI)
des, obispos y poder social», Territorio, sociedad y poder, 4,
2009, 65-94.
22
Para la historia de este cenobio es fundamental el traba- 700-750 2
jo de E. García Garcia, San Juan Bautista de Corias. Histo- 750-800 10
ria de un señorío monástico asturiano (siglos X-XV), Oviedo,
1980. 800-850 12
23
F. J. Fernández Conde, «Problemas de crítica textual en 850-900 21
la documentación de San Miguel de Bárzana (Tinéu)», Stu- 900-950 45
dium Ovetense, 32, 2004, 57-64 (Homenaje a Raúl Arias del
Valle); del mismo autor:»El monasterio de San Miguel de ---------- 90
Bárzana (Asturias). Historia y formación del patrimonio», La
24
Península Ibérica en la Edad Media. Treinta años después I. Torrente Fernández, «Monasterios medievales de Ti-
(Estudios dedicados a José-Luis Martín), Salamanca, 2006, neo», Hombrs y tierras de Tineo, ed. J. Girón, Oviedo, 2202,
117-135; F J. Fernández Conde-Mª. J. Suárez Álvarez, «El pp 85-108.
25
mpnasterio de Bárcena. Patrimonio y poder», Territorio, So- I. Torrente Fernández, «El monacato en el territorio de
ciedad y Poder , 2, 2007, 203-220; Studia Historica, 2, 2007, L.lena: sociedad y poder», Territorio Sociedad y Poder, 1,
203-220. 2006, 221-238.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 61

No conviene olvidar que los resultados de este fue muy riguroso con las fechas a la hora de descri-
cuadro son sólo aproximativos. Varios de los datos bir y organizar los inmuebles y las rentas del gran
del mismo dependen de epígrafes funerarios incom- cenobio del Narcea, y de los que dependían del mis-
pletos y que no siempre connotan la existencia de una mo en plena Edad Media. En el siglo XI cambiará
iglesia cercana, aunque parece legítimo suponer que notablemente el panorama monástico. Santa María de
existiera: el coemeterium y la templum se encuen- Oscos y Courias, dos de las grandes fundaciones
tran, por lo general, muy relacionados. Por otra par- monásticas situadas también en dicha zona, tratarán
te, también debe tenerse en cuenta que el presente de integrar en sus dominios, de diversas maneras, las
listado debería ser incrementado, de momento no fundaciones más antiguas. Y en las comarcas del
sabemos en qué medida, con las informaciones de la centro y de la costa aparecerán nuevos dominios feu-
documentación pelagiana. Más adelante esperamos dales de naturaleza monacal, que cubrirán preferen-
ofrecer algunas pistas sobre ello. Por lo demás, con- temente estas espacios sociales más abiertos y diná-
cuerda, en líneas generales, con lo que apuntábamos micos. El mapa se completará con San Vicente y San
ya al comentar el cuadro dependiente de la fuente AE, Pelayo de Oviedo, de supuesta raigambre altomedie-
mucho más amplio que el de los otros registros. val como se indica en nuestros listados. Las casas del
La evolución del proceso que se refleja aquí, con Císter y de Cluny serán ya otro capítulo de la histo-
las limitaciones indicadas, puede resultar muy expre- ria del monacato asturiano.
sivo en lo relativo a la implantación progresiva del Por lo demás, contemplando toda el mapa ecle-
Cristianismo asturiano en la alta Edad Media o, si siástica resultante, se puede comprobar fácilmente que
se quiere, en la época del Prerrománico. Desde la la distribución de las iglesias resulta bastante homo-
consolidación definitiva de la monarquía astur, asen- génea. Se notan los vacíos de los extremos oriental
tada en Oviedo con Alfonso II (791), el ritmo de la y occidental, pero no estamos seguros de que real-
edilicia eclesiástica se intensifica para adquirir su mente fuera así. Quizás se trate solamente de un pro-
tracto temporal más intenso a lo largo del siglo X, blema de fuentes.
según apuntábamos anteriormente: un fenómeno com-
pletamente previsible por lo lógico. En estas déca-
das finales, la implantación del Cristianismo asturiano 3. LA DOCUMENTACIÓN PELAGIANA
tenía que ser ya una realidad contrastada y claramente
manifestada en la construcción de iglesias, algunas LAS IGLESIAS DEL CORPUS PELAGIANUM
de ellas que podemos conocer todavía, magníficas. (Apénd. VII/1: CP)
Debemos suponer que las rurales, levantadas por las
comunidades aldeanas en lugares apartados e inclu- 700-750 1+1 (*)
so alejados de los centros neurálgicos, tendrían pro- 750-800 2+3 (*)
porciones mucho más modestas y pobres. Conocer- 850-900 9+6 (*)
las igualmente, serviría para comprender mejor la ---------- 12+10 (*)26
realidad completa de ese arte denominado prerromá-
nico. La allerana de San Juan de Riomiera, recien- A decir verdad, las aportaciones concretas del
temente descubierta, o la fábrica primera de Santa obispo Pelayo en esta parte de su obra no son abun-
María de Tina en Rivadedeva, más tardía, constitu- dantes ni originales. Una parte de las iglesias repe-
yen un interesante ejemplo de ello. tidas en otras fuentes tienen que ver con los lugares
El número de títulos monásticos, 18 o 19 aproxi- de enterramiento de los monarcas astures. Según el
madamente, parece ya importante. Pero este dato mencionado texto, las reivindicaciones de Abamia y
no debe llevarnos a conclusiones precipitadas o erró- San Martín del Rey Aurelio como supuestos lugares
neas. En realidad, casi todos, 14 concretamente que de inhumación de Pelayo y Aurelio respectivamen-
significan el quince por ciento de todo el conjunto te, cuentan con esta fuente como primera referen-
de edificios religiosos, están datados en el siglo X y cia: una tradición consolidada seguramente en tiem-
tienen mucho que ver con el proceso poblacional de pos del obispo astur.
las Asturias suroccidentales, la «terra Tinegio», el Por lo demás, el hábil prelado no quiso dejar nada
viejo solar de los Pésicos. El patrimonio de los más al azar a la hora de hacer la selección de las iglesias
importantes: San Miguel de Bárcena y Santa María
de Obona, que dependen de la nobleza local, no sa- 26
Por excepción, hemos registrado aquí las iglesias que
bemos exactamente cuando se completó del todo. El aparecen por primera vez con las que ya figuran en otros do-
benedictino responsable del Registro de Corias no cumentos (*), que son prácticamente la mitad.
62 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

y de los supuestos beneficiarios eclesiásticos que geográficamente de cada falso. En realidad, si la in-
deberían asistir a los concilios de la metrópoli astu- formación de los Testamenta de los soberanos astures,
riana, el otro documento del que depende esta rela- juntamente con la facilitada por el Corpus fuera más
ción.27 Todas ellas están situadas en las cercanías de o menos creíble, el mapa de iglesias asturianas esta-
Oviedo, donde, según él, deberían recalar los obis- ría prácticamente completo a mediados del siglo X:
pos de los diferentes lugares de España para asistir una centuria, en la que el incremento de inmuebles
a los concilios ovetenses ideados por el propio D. eclesiásticos se habría multiplicado por varios ente-
Pelayo. Nos ha llamado la atención en ese listado que ros en relación con las anteriores: 95 a 367. Pero si
a los obispos de Britonia y Ourense se les asigne la la falsedad de esos diplomas reales no estuviera ya
misma iglesia: San Pedro de Nora. Y que al Braca- suficientemente probada, semejantes conjuntos de
rense, con el título de arzobispo, junto con dos de sus iglesias y monasterios, a los que habría que añadir las
sufragáneos, los obispos de Dumio y Tuy, la de Santa villae y otros inmuebles de la parte dispositiva de las
María de Lugo. Quizás funcione como criterio la donaciones a favor del titular de la mitra de San Sal-
cercanía de las tres sedes episcopales portuguesas. vador de Oviedo, constituirían un argumento evidente
Los de Salamanca y Coria usufructuarían conjunta- de que estas acciones documentales son otras tantas
mente la parroquia de San Julián, (que est in subur- falsificaciones. La estructura y los contenidos de las
bio Oveti), los de Zaragoza y Calahorra, la de Santa donaciones auténticas de los mismos reyes astures que
María de Solís y los de Tarazona y Huesca, Santa se conservan en otros archivos independientes del
María y San Miguel en el Naranco. Es evidente que Ovetense, los de León por ejemplo, son completamen-
el hábil prelado ovetense Pelayo mezcla en su falsi- te diferentes y de dimensiones llamativamente más re-
ficación el mapa religioso del siglo XII y el del X, sin ducidas.
preocuparse demasiado de los anacronismos. Con todo, una lectura minuciosa y comparativa de
todos ellos parece poner de relieve que no fueron
copiados de un tirón y elaborados de forma mecá-
LA DOCUMENTACIÓN DEL LIBER TESTAMENTORUM nica. Quienes lo hicieron conocían muy bien la
(Apénd. VII/2: LT) geografía asturiana en general y la eclesiástica en par-
ticular. Y en muchas de las dilatadísimas disposicio-
800-850 7 nes diplomáticas contaban, seguramente, con otros
850-900 49 documentos>fuente, incluso no regios, de los que
900-950 312 dependían parcialmente los Testamenta de los dife-
---------- 368 rentes soberanos Esto explicaría, tal vez, las reitera-
ciones antes mencionadas. Si todos los documentos
El numero de iglesias que aparecen en el famoso fueran creados «ex nihilo» y de acuerdo con un plan
manuscrito, 368, representan el 78 por ciento aproxi- preconcebido y bien diseñado, los responsables del
madamente de todas la que incluyen los restantes con- LT no tendrían porque haber incurrido en semejan-
juntos documentales no pelagianos,28 sin contar que tes incorrecciones. Por eso parece posible establecer
muchas de éstas figuran más de una vez en los «lis- una criteriología básica y establecer la correspondien-
tados» del LT: Su autor, además, no tuvo el cuidado te cronología relativa, para poder elaborar una especie
de evitar numerosas repeticiones en los documentados de estratigrafía diplomática, que nos permita saber si
reales pergeñados por él o por el copista/ copistas del determinada iglesia es antigua, incluso altomedieval
Liber. Los falsos de Fruela II (912) y Ordoño II (921), y prerrománica, sin que tengamos que estar obliga-
por ejemplo, presentan varias reiteraciones llamativas: dos a citarla de forma vaga y aproximativa como
las del primero relativas a iglesias de la parte occiden- anterior al siglo XII.
tal de la región y el otro con iglesias del centro, más En principio, parece claro que una iglesia o un
o menos cercanas a Oviedo29. Tampoco resulta difícil monasterio, mencionados en cualquiera de los falsos
descubrir los objetivo preferenciales y diferenciados reales del Liber Testamentorum, que cuenta con el
respaldo documental de otra mención anterior o co-
27
etánea, perteneciente a registros no sospechosos,
BN, Ms. 1513, f.117, public., H. Flórez, ES, XIV,
pp. 401-402. estaba ya funcionando antes de que se compusiera LT.
28
No contamos en esos conjuntos, como es lógico, las 22 La data de la otra fuente sería básica a la hora de
del Corpus Pelagianum. aproximarnos a una cronología segura, y la inclusión
29
En nuestro estudio crítico sobre el Liber, al analizar la
serie de contenidos de cada uno de los diplomas falsos, seña- en nuestro códice podría servir, en algunos casos, para
lamos dichas reiteraciones. obtener una mayor información sobre la misma.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 63

En segundo lugar, nos parecen importantes las su mayor complejidad, podría depender de algún texto
relaciones estructurales villa>ecclesia. Si la «villa» previo, disponible para el copista a la hora de incluir
es la denominación habitual de los diferentes pueblos el documento en el LT:
medievales en la primera Edad Media, podría pen-
«In latere etiam montis Naurantii uillam que dicitur
sarse, con cierta lógica, que cuando aparece en un Linio et aliam que dicitur Suego et aliam uillam in cas-
documento una «villa» sola, sin iglesia, puede con- tro; ecclesias etiam sancti Michaelis et Sancte Marie subtus
siderarse como una denominación más antigua o Naurantium, Sancti Andree et Sancte Eulalie de Menia et
seneram...»33
anterior a una villa cum ecclesia y, por supuesto, a
una ecclesia cum villa y a una ecclesia donde ha des- Las dos conocidas iglesias prerrománicas se en-
aparecido ya la referencia toponímica de la villa ori- cuentran estrechamente vinculadas a una «villa» de
ginaria que se utiliza, sin más, para denominar un raigambre antigua, tal vez de tradición romana, y por
pueblo determinado. En la documentación asturiana ello su datación resulta más o menos coherente con
tenemos un ejemplo espléndido y clarificador al la del diploma pelagiano. Algunos otros ejemplos
mismo tiempo. Se trata de la carta fundacional de San como los relativos a las «uillae» de Candás en Go-
Andrés de Tuñón, del 891, extendida por Alfonso III zón o Naone en Siero, resultan así mismo significa-
y su mujer la reina Jimena.30 El documento comple- tivos:
to nos ha llegado en varias versiones tardías, del XI
y posteriores, calificadas habitualmente de falsifica- «In territorio Gauzone prope litus maris uillam que
dicitur Candas cum ecclesiis Sancti Felicis et Sancte.
ciones. En un estudio nuestro creemos haber podido Eulalie».34
definir la existencia de un núcleo documental autén-
tico, a partir del cual, y en circunstancias determi- «In territorio Ouetensi et Siero... uillam... Naonem per
suos terminos antiquos, cum ecclesias Sancti Cipriani et
nadas, fueron pergeñándose diversas amplificaciones. Sancti Uincenti».35
Pues bien, en ese núcleo original, las villae llevan el
topónimo, «villa» + topónimo + «cum ecclesia» (uilla Esta persistencia de las referencias a la «uillae»
in Penna Alua cum ecclesia Sancte Cruce), y en la relacionada con la emergencia de la «ecclesiae» re-
copia del XII, significativamente de impronta pelagia- presenta aproximadamente el 19 por ciento del total
na, figura ya la «ecclesia» + topónimo (in Penna alua del conjunto de las construcciones eclesiásticas.36 En
ecclesia Sancte Cruce), sin ninguna mención de la las «ecclesiae + uilla», las más escasas —9 por ciento
villa original: el patronímico de la iglesia se ha con- más o menos— y en la mayoría de los casos iglesias
vertido en la forma habitual de denominar al pueblo.31 monásticas, sigue manteniéndose todavía la referencia
En los textos pelagianos predominan de forma de raigambre antigua:
abrumadora las «ecclesiae» + topónimo sobre las «In Salto iusta riuulum Traile ecclesiam Sancte Ma-
«uillae cum ecclesia»; incluso las ecclesiae cum ui- rie et uilla in Flacana (Laviana, Gozón).37
lla. son escasas. Es evidente que no pueden deducir-
«In Uandugio ecclesiam Sancte Marie cum sua uilla
se conclusiones definitivas, pero sí alguna pista para et familia multa».38
tratar de aproximarnos a una cronología relativa, su-
poniendo que la segunda forma de denominación «In territorio Prauie monasterii Sancti Iohannis Euan-
gelista, ubi iacet Silus rex et uxor eius Adosinda regina cum
(«villa cum ecclesia») es más antigua que la prime- medietate tocius regalis mandationis, villas, sernas, terras,...
ra y que su datación podría aproximarse a la del fal- simul cum ecclesiam Sancte Marie super flumem Nilonis
so real en el que han sido incluidas por el autor del cum multas sernas magnas et cum uillas, uilla Agones...».39
LT y por lo tanto a la época del Prerrománico. Adu-
33
cimos solo algunos de los numerosos ejemplos que LT, f. 9r.A, GL, n. 6, p. 22.
34
«Testamentum» de Fruela II (912), LT, f. 32r.A, GL., n.
podrían presentare de los diferentes «testamenta»: 20, p. 80.
35
«Testamentum» de Ordoño II (921), LT, f. 30r.A, GL, n.
«In uilla quae dicitur Pando ecclesia Sancti Cipriani... 21, p. 86.
Uillam que dicitur Zuuennes cum ecclesia Sancte Marie»32 36
«Testamentum» de Ordoño I (857), LT, f. 9r.v, GL, n. 6,
p. 22.
En este sentido, los comienzos de la parte dispo- 37
Ibíd., f. 9r.B, GL, n. 6, p. 23.
38
sitiva del «testamentum» de Ordoño I (a.857), por «Testamentum» de Fruela III (912), LT, f. 34v..A, GL,
20, p. 84.
39
Ibid., f. 21v.A, GL, n. 17, p. 65. Y en el mismo docu-
30
GL, n. 13, pp. 48-53. mento: «In Tinegio secus flumen Arganza monasterium Sanc-
31
F. J. Fernández Conde-M.ª A. Pedregal Montes, «Santo te Marie cum uilla sua integra cum suis adiacenciis et uillis
Adriano de Tuñón...», L.c. p. 96. cum deganeis quas habet in Galletia iuxta flumen Minei cum
32
«Testamentum» de Ordoño II (921), LT, f. 27r.B., GL, ecclesiis que sunt in Barreto ad portum abbati Frexineto»: f.
22, p. 89. 21v.B, GL, n. 17, p. 65.
64 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

«Inter Nauia et Oue secus flumen Purzia monasterium Sancti Michaelis, cum pumario magno circum uallato, cum
fundatum nomine Sancte Columbe per suor terminos di- senra capiente CCC modios semente cuius terminus est a
rectos, per Arroia mala, per uiam qui exiit per monte parte occidentis per terminum fluminis Araniarii, a parte
Bodigo pro ad illa penna de Abanninas et exiit ad Leirio uero meridiei et orientis per terminum Constanti et Sue-
et inde uenit ad intra occisa in Monte Auto et inde per go et per terminum Ianuale et Auienco usque ad exitum
Paratella et per Monte Uerroso et in directum pro ad Teulei montis Narancii ab integro, cum braneas prenominatas
per uiam que discurrit de Penna Auta et de Armale pro ad Porciles, Gamoneto, Cugullos, Obrias».43
Foçatinas et pro illo quoto de Nozeta usque Capanna
Marzani. Infra hos terminos ab omni integritate cum fa- Y esto ocurre casi siempre con las iglesias/monas-
milia multa et uillis multis intus et foris et foros
pernominatis...(cuatro líneas en blanco)».40
terio, donde se especifican en la mayoría de los casos
los límites y los dominios, en ocasiones muy dilata-
«In territorio eiusdem ciuitatis (Lucus en Llanera) dos, entre los que se incluyen frecuentemente dega-
monasterium Sancti Cucufatis per terminos suos anti-
quos».41
neas o decaneas que muchas veces son iglesias:44
«In territorio Uallio terras et senras et monasterium
Pero los dilatados elencos de «ecclesiae» solas o Sancte Marie de termino de uilla Eneati et usque in Boanga
con topónimo no creemos que tengan más valor que et usque ad flumen Qualia seu busta Uindiliese et de Cu-
el de un simple listado de nombres incluidos mecá- rrione et Ernes cum suis aiacenciis et uineam que ibi est
plantata».45
nicamente por el responsable del LT, que en ocasio-
nes contienen repeticiones de otros documentos pe- «In territorio Corneliana unam [ecclesiam] que dici-
lagianos de la misma época. Y por ello, su significado tur Sancti Martín cum omnibus bonis et adiacentiis suis
per suos locos et terminos antiquos, a parte orientis per
cronológico es mínimo. En nuestro cuadro del Liber flumen Narceiam, a parte aquilonis et occasu per uiam que
pueden comprobarse todas esas reiteraciones, que en uenit de Uarzena et intrat in strata publica que uenit de
ocasiones llegan a ser conjuntos enteros como ocu- Luerzes et uadit.ad Salas et pertransiit flumen Nonagiam
ad meridie usque ad parietes de Corneliana et ab illo loco
rre, por ejemplo, con muchas iglesias del «testamen- ipsum flumen de Annonagia ex utraque parte integram
tum» de Ordoño II (921), repetidas en las donacio- quousque intrat in Narceia...Infra hos terminos non intrat
nes de otros soberanos. alius heres; foris autem terminos concedo suam ueritatem
in montibus et in omnibus locis...».46
En esos listados de iglesias, llamativamente ex-
tensos y reiterativos, conviene subrayar también otros «Monasterium Sancti Iacobi apostoli de Gaudentes per
criterios que podría resultar clarificadores a la hora suos terminos ab omni integritate, ex una parte ultra Lo-
ronio, per Sancta Eulalia et per Cocello et per Fornezo et
de aproximar cronologías. La mayoría no llevan más per Campulio et per castellum Oualia; et infra hos termi-
que el nombre patronímico y el topónimo, pero en nos tres uillas Gaudentes et duas Kauetas et molino inte-
numerosas ocasiones el escribano quiso determinar gro et foris terminos cum suis deganeis, unam que dici-
tur Luces et alia que dicitur Loruso et suas branias
su situación incluyendo los límites de un número pernominatas unam que dicitur Bobu aliam Uouas, ambas
importante de ellas. A veces los describe de forma medietate in eas».47
genérica (per termis suis antiquis), una expresión que 43
«Testamentum» de Alfonso III (905), f. 19r.B, GL, n. 17,
puede resultar puramente formularia. Pero en otras, p. 61.
44
y no son pocas, va muchos más allá y es capaz de Nosotros, en más de una ocasión, considerábamos que el
citar una serie de elementos de diferente naturaleza título de monasterium de muchas iglesias del LT no connota-
ba automáticamente una situación eclesiástica específica y
que sirven para precisar la situación geográfica y los característica de la vida cenobítica propiamente dicha y tra-
límites de los dominios de las correspondientes en- tábamos de explicar así la proliferación de monasterios en la
tidades eclesiásticas, que en bastantes casos resultan región asturiana de la primera Edad Media (F. J. Fernández
Conde, Las iglesia de Asturias en la alta Edad Media, Ovie-
sencillamente espectaculares. do, 1972, p. 105 y ss.; en concreto, p. 131). Contabilizamos
hasta 33 iglesias-monasterio, un 9 o 10 por ciento del total de
«In Riosa ecclesia Sancte Marie seu bustos pernomi- las iglesias del listado del LT, que no nos parece una cifra
natos tam de tempore uerani quem de tempore iberni us- excesiva. Ahora estamos menos seguros o no nos atrevemos a
que foris portum».42 establecer como norma general el significado meramente for-
mal de dicho título, desconsiderando por completo la realidad
«Tradimus insuper sub Naranco monte ecclesiam Sanc- monástica de una ecclesia/monasterium incluída en este ma-
ti Uincentii (de Villaperi) cum exitus per totum Narancum nuscrito. D. Pelayo o sus escribas, muchas veces, cuando lo
cum pumario magno integro circum uallato undique empto otorgaban a una iglesia concreta, estaban distinguiéndola cla-
quingenti solidis argenti purissimi. Et ex alia parte ipsius ramente de las otras que no lo tenían. Habrá que discernir en
montis uillam Linio cum palaciis, balneis et ecclesiam cada caso, y podría considerarse como un criterio más de su
respectiva valoración cronológica.
40 45
«Testamentum» de Alfonso III (905), LT, f. 21v.B, GL., «Testamentum» de Ordoño I (857), LT, f. 9v.A, GL, n. 6,
17, pp. 65-66. p. 23.
41 46
«Testamentum» de Ordoño II (921) , LT, f. 27r.B, GL, «Testamentum Gundisalvi archidiaconi» (896), LT, f.
22, p. 89. 23v.A-B, GL, n. 15, p. 56.
42 47
«Testamentum» de Ordoño I (857), f. 9v.A, GL, n. 6, «Testamentum» de Ordoño II (921), LT, f. 29r.A, GL, n.
p. 23. 22, p. 92.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 65

«Monasterium Sancti Clementis de Notimas (Lomes, con vacíos de varias líneas), lo cual supone que ha-
Allande) per suos terminos designatos per Regera de Pra-
tela, per media brania Marin et per posatorio de Karzeto bía empezado su tarea de memoria y sin documen-
et per sesto de Ualle minor et transiit per riuulo de Arganza tos previos como punto de partida y que no pudo
et in directum ad laco Salzeto et ad Quadrillas et per ka- completarla al faltarle esa fuente. En tales ocasiones
rrera que uenit ad illa ponte de Aliande et per riuulum de
Presnes ad sursum et per sestum qui exiit ad fonte de Karut la sospecha de incorrección cronológica es más que
et per caput de ualle Falgarias et ad caput de ualle Salze- legítima:
to et per limite de Pereta et per regaria de Ponton et figet
ubi prius diximus et cum suis deganeis pernominatis in- «Secus flumen Trubiam, territorium de Bianga, monas-
fra suos terminos et foris, id est, ecclesiam Sancte Marie terium Sancte Marie et Sancti Stephani cum omnibus bo-
de Otero et ecclesiam Sancti Iacobi de Linares et eccle- nis suis (tres líneas en blanco)».50
siam Sancti Cypriani de Uillauaseli et ecclesiam Sancti
Martín de Uetuleto et ecclesiam Sancti Cypriani de Argan- Curiosamente, en los falsos atribuidos a Ordoño
zua et ecclesiam Sancti Iacobi de Cellorella ab omni in-
tegritate».48 I por D. Pelayo sólo se encuentra este pequeño es-
pacio en blanco. En los «testamenta», otorgados su-
Algunas descripciones de límites son de tal pre- puestamente por otros soberanos astures o astur-leo-
cisión y meticulosidad que resultaría imposible tras- neses, los espacios en blanco son numerosos y mucho
ladarlas a los folios del Liber sin un documento> más largos. En el de Alfonso III (905), por ejemplo,
fuente, del que dependiera el responsable o escriba- algunos tienen hasta 20 líneas vacías de referencias51.
no del Scriptorium Pelagianum. Todo hace pensar que No sabemos si esta singularidad de la larga donación
lo tendría delante, cuando escribía en el LT, lo cual de Ordoño I pudiera tener algún significado en or-
supone también, según nuestro criterio, otra garan- den a la fiabilidad de la información trasmitida por
tía más de la antigüedad de dichas iglesias o monas- el correspondiente diploma.52 Con todo, sobre el valor
terios, al margen de que esto pudiera confirmarse de global del mismo respecto a la autenticidad seguimos
otra manera más precisa. Los citados aquí son solo manteniendedo nuestra tesis de falsedad.53
algunos de los múltiples ejemplos que podríamos En cualquier caso, el responsable o responsables
mostrar. de esta larga serie de instrumentos reales, de la época
También constituye otra referencia atendible a la de la Monarquía Asturiana, copiados en el LT, tenían
hora de precisar cronologías de iglesias o monaste- un buen conocimiento de la geografía regional y es-
rios, el hecho de que no se les incluya en las dona- pecialmente de la eclesiástica. Las referencias a uni-
ciones o «testamenta» en su integridad, sino sólo dades espaciales que en ocasiones se correspondían
parcialmente: con las administrativas son muy abundantes y las
menciones de iglesias y monasterios se contextuali-
«Secus maris medietatem in ecclesia Sancti Petri ( San zan territorialmente de forma habitual.
Pedro de Villaverde, Maliaio) et in suis hereditatibus».49
El autor tenía perfectamente definidos los límites
Si esta información fuera una pura invención del de Asturias y de las comarcas fronteras de la mese-
autor del LT, sin ningún apoyo documental, no se ve ta. Las largas series de iglesias asturianas se interrum-
por qué no los incorpora en su totalidad en las co- pen con la expresión latina, «foris montes» en casi
rrespondientes disposiciones del diploma. A decir todos los documentos falsos.54 Los dominios del falso
verdad, estos casos son muy raros en la documenta-
50
ción pelagiana, a diferencia de lo que ocurre en otras «Testamentum» de Ordoño I (857), LT, f. 9r.B, GL, n,6,
p. 23.
colecciones documentales que no ofrecen ninguna 51
«Testamentum» de Alfonso III (905), LT, f. 19v.A-19r.B,
duda sobre la autenticidad de sus contenidos. GL, n. 17, p. 62.
52
Conviene advertir, sin embargo, que el responsa- Adviértase que el otro Testamentum» de Ordoño I, datado
supuestamente el mismo año 857, también con el texto del fal-
ble del Liber en infinidad de ocasiones comienza a so fuero de los hombres de San Salvador y donaciones de bie-
copiar esas delimitaciones y descripciones domini- nes fundiarios, situados exclusivamente en las comarcas cán-
cales pero las interrumpe y las deja en blanco (incluso tabras (LT, f. 12v.-15r., GL., n.7, pp. 27-34), tampoco tiene
espacios en blanco, correspondientes a límites o relaciones de
elementos patrimoniales vinculados a iglesias o monasterios.
48
«Testamentum de Fruela II (912), LT, f. 33v.A-B, GL, n. No dudamos de la falsedad de ambos diplomas, pero es posi-
20, p. 82. En este documento se mencionan muchos monas- ble que Pelayo y sus colaboradores pudieran tener a disposi-
terios, situados en la zona centro meridional de Asturias, des- ción otras fuentes escritas para la confección de los mismos.
53
cribiendo sus límites y dominios de forma parecida. Parece F. J. Fernández Conde, El Libro de ls Testamentos...,
que el copista del mismo tuvo delante un documento que le pp. 144-151.
54
sirvió de plantilla para incluir en su refacción la amplia serie «Foris autem montes flumen qui dicitur Orbigo...»: Tes-
de cenobios. tamentum» de Ordoño I (857), LT, f. 9v.A-B, GL, n. 6, p. 23.
49
«Testamentum» de Ordoño II (921), LT, f. 28r.B-29v.A, También se encuentra en la breve disposición del «Testamen-
GL, n. 22, p. 91. tum Gundisalui archidiaconi»: LT, f. 23v.B, GL, n. 15, p. 57.
66 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

de los obispos Seuerino y Ariulfo (Testamentum Sanc- En otros lugares del Corpus Pelagianum Asturias
te Marie de Ermo), del 817, solo mencionan bienes limitaba por el Oriente con el río Deva, como se ha
de Cantabria, particularmente de Santillana del Mar, dicho muchas veces.63
las Asturias de Santa Juliana.55 El segundo falso de El término «territorium» aparece repetidamente en
Ordoño, copiado inmediatamente antes, fue reservado todos los documentos pelagianos examinados. En
también para incluir bienes situados en la misma muchas ocasiones, la mayoría, se trata de un espa-
comarca y en algunas circunscripciones vecinas (da- cio o comarca reducida, vertebrada en torno a una
mus etiam suprefate sedi pro nostris animabus de his iglesia o monasterio.64 En otras es ya un núcleo po-
que regaliter possedimus in Asturiis Sancte Iulia- blacional de cierta importancia, un ciudad o «villa»
ne...).56 Pero esa expresión formal con sus correspon- que con el tiempo será la capital de los futuros mu-
dientes contenidos dominicales no aparece en los dos nicipios o pueblas asturianas.65 También se mencio-
diplomas de Ordoño II (821).57 na, así mismo, para referirlo a una demarcación ad-
La región asturiana en su conjunto, donde se si- ministrativa, a lo que parece bien conformada ya, con
túan la mayor parte de los bienes supuestamente una entidad central preurbana que posteriormente
donados por los soberanos asturleoneses a San Sal- será, a su vez, el centro o la capital de las diferentes
vador de Oviedo, se denomina con la expresión «in circunscripciones territoriales asturianas. Los territo-
Asturiis», en vez del tan socorrido y polisémico «te- rios de Oviedo, Oviedo-Siero, Gijón, Lagneo (Lan-
rritorio asturiense» de otros documentos no pelagia- greo), Pravia, Tineo, Valledor, Maliaio (Villaviciosa),
nos. A decir verdad, llama la atención que dicha Letvas (Ribesella), Colunga o Caso, Prámaro (Gráu),
expresión aparezca pocas veces y en muy pocos do- son la mayoría de los mencionados por los artífices
cumentos. Así, en el «Testamentum Gundisalui», el del Liber.66 Por eso, la descripción de los dominios
«territorio» de Corneliana se dice situado «in Astu-
riis» (896),58 y lo mismo el de Uandugio (Banduxu) Santa María Magdalena, que funcionó mucho tiempo como
en el de Fruela II (912).59 Las tierras situadas entre filial de Porrúa, Llanes), Santa María de Meldes y Santa
María de Lera (Posada). Sobre la protohistoria de Llanes: F.
el río Barayo y el Navia se especifica expresamente J. Fernández Conde, «La primera historia de Llanes. Aproxi-
que están en Asturias (Ramiro II, 923),60 un diploma mación y problemas pendientes», Llanes. Viejas historias,
en el que se precisa que varios lugares de los inter- nuevos patrimonios, coord., M.ª C. Morales Saro, Llanes,
2004, pp. 11-65; en especial, pp. 43 y ss.
fluvios occidentales entre el Navia y el Oue (Eo) 63
F. J. Fernández Conde, «Singularidá d’Asturies na Edá
conformaban la región por su parte occidental, cuyo Media», Lletres Asturianes, 100, 2009, 127-140. Figura tam-
límite último era precisamente el Eo.61 De los lími- bién Aguilar en la confirmación de los privilegios de Juan
[VIII], otra de las famosas falsificaciones de impronta pela-
tes orientales no se dice nada expresamente, pero se giana, no recogidos en el LT: GL, 10, p. 43. Con otros terri-
menciona el territorio de Aquilare (Aguilar, Llanes).62 torios importantes de la época, se utiliza para delimitar la
diócesis ovetense: «a flumine magno Oue cum tota Tinegia,
Asturias, Maliaio, Aquilare...». Aparece vinculado a Luna en
55
LT, f. 15v.-17r., GL, n. 5, pp. 17-21; el estudio del mis- León («In foris monte»), en otra falsificación relacionada con
mo: F. J. Fernández Conde, EL Libro de los Testamentos..., San Pedro de Tuñón (891), GL, 13 y 14, pp. 51 y 54. Y en
pp. 136-144. otro documento más tardío (976), se encuentra el castillo de
56
«Testamentum» de Ordoño I (857), LT, f. 12v.-15r., GL, Aguilar, cerca de Cartavio, en el occidente asturiano: LT, f.
n. 7, pp. 27-34; la expresión citada, p.29. Adviértase, sin 43v.B, GL, n. 30, p. 116, y lo mismo en otra pieza pelagiana
embargo, que no se incluyen iglesias bienes fundiarios, incor- posterior (1056): f. 66v. , GL, n. 58, p. 183.
64
porados ya al «Testamentum» de los dos obispos menciona- «In territorio Flauianensi (Laviana), ecclesiam Sancti
dos, aunque existan algunos parecidos formales, anotados ya Emeterii cum sernis et bustis...»: «Testamentum» de Ordoño
por nosotros el trabajo sobre el Liber: F. J. Fernández Conde, I: LT, f. 9v.A, GL, n. 6, p. 23. «In territorio Boinas ecclesiam
Ibid., pp. 152-153 y 141-142. Sancte Marie cum suis adiacentiis»: «Testamentum Gundisa-
57
Entendemos que no se incluyan bienes situados en la lui archidiaconi» (896), LT, f. 23v.B, GL, 15, p. 56.
65
Cantabria actual en el «Testamentum de Naon et Granda et «Ciuitatem Gegionem cum ecclesiis...»: «Testamentum»
Sancti Martín de Syero», por su brevedad y especificidad (f. de Alfonso III, LT, f. 20r.B, GL, 17, p. 63. «Similiter secus
30r.-31r., GL, n. 21, pp.86-88); pero no así en el anterior, del littus maris uillam Luarcam cum ecclesiiis Sancti Iacobi
mismo soberano y en idéntica fecha, muy extenso y minucio- apostoli et Sancte Eulalie, Sanctorum Iusti et Pastoris ab
so: f. 26v.-29v., GL, n. 22, pp. 88-94. omni integritate»: Ibid., f. 33v.A, GL, n. 20, p. 81.
58 66
LT, f. 23v.A, GL., n. 15, p. 56. «In Tinegio in territorio Pesgos...»: Testamentum Gundi-
59
LT, f. 34v.A, GL, n. 20, p. 84. Parece que el escribano salui», LT, f. 23v.B, GL, p. 56 (sólo en una ocasión figura el
estaba contraponiendo un breve elenco de iglesias, ubicadas «territorio Tinegio»; más freuente es que se mencionen las
en Banduxu (Proaza), Gráu, Teberga y el valle del río Aller partes del mismo como Sierra, Pesgos...). «In territorio autem
con las tierras de Ibias, articuladas en torno al monasterio de Gigione...uillam que dicitur Ciares et ecclesiam Sancte Marie
Santa María de Zeques (Cecos). in Lebes; in Uare...»: «Testamentum» de Ordoño I (857): LT,
60
LT, f. 40v.B, GL, n. 22, p. 96. f. 9r.B, GL, n. 6, p. 22. «In territorio Prauie monasterii Sanc-
61
LT, f. 40v.B-41r.A, GL, n. 23, pp. 96-97. ti Iohannis...»: «Testamentum» de Alfonso III (905), LT, f.
62
Ibíd., f. 40v.A, GL, n. 23, p. 96. Se sitúan en Aguilar las 20v.A, GL, n. 17, p. 63. «In territorio Maliaio monasteries
iglesias de Ardisana (Llanes), San Juan de Parres (la actual (sic) Sancti Iohannis cum sua uilla...»: Ibid.,
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 67

entregados por los soberanos a la iglesia de San Sal- minados centros religiosos. Los ríos en especial fue-
vador en varias de estas estructuras territoriales y ron un instrumento muy socorrido por el copista.
socio-administrativas se realiza con tanta precisión Esta recurso se encuentra especialmente en el «Tes-
y lujo de detalles, que en dichos casos podríamos tamentum» de Alfonso III (905) y el de Ramiro II
pensar igualmente y con toda la razón que el copis- (923).68 La serie final de pequeños territorios vincu-
ta del LT tenía que estar haciendo aquella relación lados a ríos o interfluvios, incluidos en el texto de
a partir de otro documento preexistente, y por ello Ramiro II, presentan tal coherencia estructural e in-
más antiguo que la copia pelagiana. Parece imposi- cluso lingüística que parecen depender de alguna
ble que lo copiara de memoria. El «territorio» de fuente previa, y lo mismo podría decirse de la lar-
Alliande (Allande) constituye un buen ejemplo de guísima donación de Alfonso III, en la parte dispo-
ello: sitiva relacionada con los ríos, aunque con algún des-
orden y pequeños párrafos que toda la apariencia de
«In territorio Alliande ecclesiam Sancti Iuliani de Praia
ab omni integritate. Similiter monasterium Sancti Andree interpolaciones en otro texto básico que se estaba
cum deganeis suis pernominatis Zereseta et ecclesiam copiando.69
Sancti Petri de Uallebona et Fontetecta ecclesiam Sancti Estos desórdenes o alteraciones textuales llama-
Romani de Collinas ab omni integritate. Similiter monas-
terium Sancti Clementii de Notimas per suos terminos tivas son relativamente frecuentes a muchos estos
designatos per Regera de Pratela, per media brania Ma- falsos reales de manuscrito ovetense. En ocasiones,
rin et per posatorio de Karzeto et per sesto de Ualle mi- a partir de una lectura minuciosa de los correspon-
nor et transiit per riulo de Arganza et in directum ad laco
Salzeto et ad Quadrillas et per karrera que uenit ad illa pon-
dientes textos, se podría intuir la existencia de do-
te de Aliande (sic) et per riulum de Presnes ad sursum et cumentos previos diferentes que habrían servido de
per sestum qui exiit ad ad fonte de Karut et per caput de base para la composición del Liber. En la mencionada
ualle Felgarias et ad caput de ualle Salzeto et per limite
de Pereta et per regaria de Ponton et figit ubi prius dixi-
donación o «testamentum» de Ramiro II por ejem-
mus et cum suis deganeis pernominatis...».67 plo, el copista incluye de seguido la mayoría de las
iglesias del futuro arciprestazgo de Amieva. Después
Este tipo de descripciones sería, por lo tanto, un pasa a las de Cangas>Parres>Cangas, para hacer una
criterio más a la hora de precisar las cronologías larga digresión sobre el «monasterium» de Santa
pelagianas de las iglesias. Eulalia de Triungo (Triongo) que rompe formalmente
En general, llaman la atención así mismo, las re- el estilo del discurso general del texto,70 con una
ferencias a accidentes geográficos, para situar deter- noticia destacable que relaciona esta parte de la dis-
posición documental con una supuesta donación de
f. 20v.B, GL, n. 17, p. 64. « In territorio Oueti ecclesiam Sancho I de Navarra a la iglesia de San Salvador de
Sancti Thomae...»: Testamentum de Ordoño II (921), LT, Oviedo:
f.32v., GL, 20, p.80. «In territorio Tinegio ecclesiam Sancte
Eulalie...», Ibid., f.32v., GL, 20, p.80. «In territorio Esue ecc-
68
clesiam Sancti Fructuosi...», Ibid., f.33v.A, GL, n.20, p.81. LT, f. 21r.B-v.B (Alfonso III): «Super flumen Alier...
«In territorio Miraio (Tinéu), monasteria Sancti Facundi et Super flumen Lene… Inter Ornam et Lenam… Super flumen
Sancti Felicis...»: Ibíd., f. 33v.A, GL., n. 20, p. 81. «Simili- Ferros… Sub portu Tilobrica secus flumen Orna... Secus flu-
ter in territorio Hor (Allande) monasteria...»: Ibid. «In terri- men Narceia... In Tinegio secus flumen Arganza... Inter.
torio Ouetensi et Siero... uillam... pernominatam...»: «Testa- Nauia et Oue secus flumen Purzia...», GL, n. 17, pp. 64-66.
mentum» de Ordoño II (921): LT, f.30r., GL., 21, p.86. «In LT, f. 40v.B-41r.A (Ramiro II): Inter Uaraium et Nauiam…
territorio Pramaro...»: «Testamentum» de Ordoño II, f.27v.A, Secus Nauiam… Inter Nauia et riulo Medo… Inter flumina
GL, n. 22, p. 90. «In territorio Letuas ...»: Ibíd., f. 28v.B, GL, Purziam et Ouem… Secus flumen Ermezana… Iusta flumen
n. 22, p. 92. «In territorio Colunga...»: Ibíd., f. 28v.B-29r.A, Thoragam…, GL, n. 23, pp. 96-97.
69
GL., n. 22, p. 92. «In terriorio Kangas, ecclesiam Sancti Pe- Parece fuera de lugar: «In ualle de Kiros ecclesiam
tri de Coione...»: «Testamentum» de Ramiro II (926), LT, f. Sancti Vincencii de Limbria cum suis adicenciis». Quizás al
40r.B, GL, n. 23, p. 95. autor le viniera a la mente este párrafo, al copiar inmediata-
La primera aproximación a los «territoria» de Asturias en mente antes: «Sub portu Tilobrica secus flumen Orna uillam
la Edad Media: A. C. Floriano Cumbreño, Estudios de Histo- integram que dicitur Uarzana cum suis adiacenciis», asocian-
ria d Asturias. El territorio y la monarquía en la alta Edad do Tilobrica (supuestamente Teberga) y Uarzena con una lo-
Media asturiana, Oviedo, 1962, pp. 17 y ss. M. Fernández calidad de Quirós, sin percatarse que el puerto de Tilobrica
Mier, «La territorialidad y el poblamiento en la tierra de Ti- está en Telledo, Pajares. Tampoco parece que se encuentre en
néu en la época medieval,», Hombres y tierras en Tineo, su sitio: «Secus flumen Narceia sub Salto inferiore unam
pp. 51-84. I. Muñiz López, «La formación de los territorios magnam uineam in medio plano», para pasar, sin solución de
medievales en el oriente de Asturias», Territorio, Sociedad y continuidad a varias posesiones en «Salzeto» (Salcéu-Gráu) y
Poder, 1, 2006, 79-128. en otras partes. A continuación continuará: «In Tinegio secus
67
«Testamentum» de Fruela II (912): LT, f. 23v.A-B, GL, flumen Arganza...».
70
20, p. 82. El territorio de Kangas (Cangues d´Onís), mencio- «In Biauanno ecclesiam Sancte Marie similiter, eccle-
nado más arriba, también puede convertirse en un espléndido siam Sancti Iohannis similiter, ecclesiam Sancti Petri de
ejemplo de esa complejidad descritiva que parece postular Uode similiter, monasterium Sancte Eulalie... ab integro»: f.
una fuente documental previa. 40r.B, GL, pp. 95-96.
68 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

«... monasterium Sancte Eulalie de Triungo secus flumen mativa de los cada uno de los documentos y de sus
Seliam, quod fuit amite Xemene regine et consanguinei mei
Sancii regis Pampilonensis et dederunt illud Ouetensi ec- respectivas partes.
clesie, quod datum ego confirmo per terminos suos...».71 En cualquier caso, a la hora de calibrar con cier-
to grado de fiabilidad la cronología concreta de cada
Podría pensarse que esta especie de inciso del iglesia o monasterio, incluídos en dichos instrumentos
«Testamentum» de Ramiro II con el monasterio de diplomáticos, se impone una lectura más compleja de
Triongo y sus límites, por cierto, muy precisos y la que suele hacerse habitualmente. La estructura
minuciosos, dependería también de otro documento narrativa de cada texto, sus hiatos o interrupciones,
antiguo, en este caso coetáneo al del soberano astur- sus desórdenes lógicos, el mismo análisis del latín
leonés.72 En realidad, esas supuestas alteraciones tex- realizado con cierta finura, pueden constituir también
tuales apuntadas no acaban ahí. Después de exten- otros tantos recursos ineludibles para deducir conclu-
derse por el «territorio» de Aguilar, incluye un párrafo siones más fiables, sin refugiarnos en cierta pereza
largo relacionado con las tierras de Coianka (Coyan- metodológica, derivada de la simple valoración ge-
za, Valencia de don Juan, León), bajo el epígrafe neral de cada uno de los «Testamenta», como suele
«item foris montes»: el capítulo que no suele faltar hacerse en infinidad de ocasiones. Es evidente que
en los falsos pelagianos, copiado siempre al final de muchos de los párrafos de los «testamenta» de los
las largas disposiciones. Aquí probablemente se en- soberanos astures, en especial los relacionados con
cuentra también situado fuera de sitio.73 dominios y límites de iglesias o monasterios, presen-
tan una morfología y unos rasgos sintácticos latinos,
que se apartan completamente de los habituales de
4. CONCLUSIONES A LA LECTURA la oficina pelagiana.74
DEL LIBER TESTAMENTORUM

Después de una lectura muy minuciosa de los 5. ACOTACIONES SOBRE LA PRESENCIA


«Testamenta» de este manuscrito polémico, mante- DE «MOZÁRABES» EN ASTURIAS
niendo las conclusiones sobre la no autenticidad de
los mismos desde el punto de vista formal e histó- Hace poco tiempo analizábamos la realidad y el
rico-diplomático, creemos haber introducido algunos significado de las minorías étnico-sociales en el Reino
criterios novedosos que nos permitirán seguramen- de León. Excluíamos a los francos y nos centramos
te acercarnos a esta documentación sin despreciar, en los grupos de judíos y en los llamados «mozára-
sin más, la información histórica sobre sus datos y bes», la población de origen árabe-beréber o arabi-
en especial sobre la cronología de la infinidad de zada, utilizando la documentación escrita y de ma-
iglesias y monasterios contenidos en los correspon- nera especial la onomástica. Cerrábamos aquella
dientes folios. Los cinco primeros formulados po- encuesta en el reinado de Alfonso VI (1109), y leía-
drían considerarse como esenciales para una hermeú- mos con mucha detención amplísimo repertorio de
tica más rigurosa y con pretensiones de cierta cartularios disponibles.75 Ciñéndonos concretamen-
exactitud. Si estamos en lo cierto, el valor de los te a los famosos «mozárabes», negábamos la tesis
diplomas pelagianos para la Arqueología y la Histo- tradicional sobre su presencia masiva en el noroeste
ria del Arte del Prerrrománico aumentaría conside- peninsular durante los siglos IX-X. Y explicábamos el
rablemente. profundo fenómeno de arabización de la onomásti-
Respecto a la estructura de cada uno de los diplo- ca desde otros supuestos más funcionales y más ló-
mas, en especial la relacionada con la disposición o gicos, según nuestro criterio. También tratábamos de
configuración territorial y administrativa de la región
en la alta Edad Media, con infinidad de referencias 74
Un estudio muy minucioso del latín el manuscrito ‘pela-
a loci, territoria, ciuitates y villae, así como a los giano, ya citado más arriba: J. A. Valdés Gallego, El Liber
entornos dominicales o feudales de dichas institucio- Testamentorum Ovetensis. Estudio filológico y edición, Ovie-
do, 200. Con todo, el autor no afronta los análisis de esos
nes eclesiásticas, solo hicimos unas cuantas conside- textos relacionados con dominios y límites, que a nuestro jui-
raciones, como otros tantos ejemplos que pueden cio son decisivos para tratar de descubrir posibles fuentes
servir para proseguir esa lectura más crítica y aproxi- documentales anteriores.
75
F. J. Fernández Conde, «Poblaciones foráneas: mozára-
be, musulmana y judía en el Reino de León», Monarquía y
71
f. 40r.B-41v.A, GL, n. 23, pp. 95-96. Sociedad en el Reino de León. De Alfonso III a Alfonso VII,
72
F. J. Fernández Conde, El Libro de los Testamentos..., 2 vols., León, 2007, II, pp. 763-891. Un resumen breve con
pp. 186-187. idénticas conclusiones: «Mozárabes en el reino de León: si-
73
LT, f. 40v.A-v.B, GL, p. 96. glos VIII-XI», Studia Historica, 27, 2009, pp. 53-69.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 69

analizar dicha problemática desde la perspectiva re- de la supuesta minoría. En la actualidad, disponemos
gional, pero dejábamos fuera del análisis la región ya de listados muy completos sobre onomástica as-
asturiana, o, si se quiere, el solar del viejo reino de turiana de la época del prerrománico y estamos tam-
Asturias. No lo hacíamos caprichosamente, sino por- bién en condiciones de afirmar que las conclusiones
que en la lectura apresurada de la documentación no de aquel trabajo, con algunas matizaciones, son tam-
encontrábamos apenas esa onomástica característica bién aplicables a la región asturiana.

APÉNDICES SOBRE LAS SERIES DE IGLESIAS/MONASTERIOS

DOCUMENTACIÓN ARQUEOLÓGICA-EPIGRAFICA (AE)

700-75076

Santa María de Cuadonga (Covadonga)77


Santa Cruz de Cangues d’Onís (737-739)

750-800

San Juan Evangelista de Pravia (Santianes) (774-783)78


79
Santa María Magdalena de Llera ”

76
Las iglesias que no llevan ninguna referencia indicativa monte Auseuua se contulit in antro qui uocatur coua Sancta
a base de letras mayúsculas, dependen de registros arqueoló- Maria (Ad Sebastiam, l.c., pp.125 y 203(trad.).
78
gicos o epigráficos (AE). La abreviatura ACO = Documenta- Las últimas conclusiones sobre la datación de esta basí-
ción del Archivo Capitular de Oviedo, no pelagiana. SV = lica altomedieval asturiana, a partir del análisis riguroso de
Documentación del Archivo del monasterio de San Vicente los restos arqueológicos existentes: L. Caballero Zoreda-E.
de Oviedo. L=Documentación del Archivo de la Catedral de Rodríguez Trobajo, Las iglesias asturianas de Pravia y Tu-
León. C=Libro Registro de Courias. LT= Liber Testamento- ñón. Arqueología de la Arquitectura (Anejos de ESPA LIV),
rum y CP=Corpus Pelagianum. Madrid, 2010: «San Juan Evangelista de Santianes de Pravia.
77
Las referencias documentales sobre esta iglesia-monas- La obra del rey Silo. Una supuesta iglesia construida y deco-
terio son tardías y no merecen ninguna credibilidad: A. C., rada hacia el año 900»; en concreto, pp. 50 y ss.
79
Floriano Llorente, Diplomática española del pe período as- Sobre esta posible «villa» romana con ocupación alto-
tur, (718-910), I, Oviedo, 1949, nn. 3 y 3, pp.34-40. Situamos medieval: F. J. Fernández Conde, «Lugares de culto en Astu-
aquí esta referencia haciendo caso de la información de las rias durante la época de transición», Asturiensia Medievalia,
Crónicas Asturianas que en principio no parece que deba re- 7, 1993-1994, 40-41.
chazarse: «Quumque Pelagius ingressum eorum cognouit, in
70 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

San Salvador de Uviéu (757-768)80


San Vicente de Uviéu(M)81 781 (¿)
San Juan Bautista>San Pelayo Uviéu82 altomedieval
San Pedro de Veranes ”
Santa María de Lucus (Llugo de Llanera) ”
San Tirso de Candamu (M) c.80083
Santa María de Quinzanas (Pravia) c.80084
San Martín de Celio (L’Aspra, Castrillón) c.800

800-850

Santa María d’Uviéu Alfonso II; post. 800


San Tirso d’Uviéu ”
San Julián y Santa Basilisa d’Uviéu ”85

80
Perfectamente documentado en ACO, GL, n.2.(a.812), genes del monasterio de San Pelayo (Oviedo): aristocracia,
pp. 4-11. poder y monacato», Territorio, Sociedad y Poder, 2, 2007,
81
Documentado en SV., n. I, pp.29-31. M=Monasterium. 181- 202.
83
82
F. J. Fernández Conde, «Orígenes del monasterio de San Perfectamente documentado en C, nn. 412-414.
84
Pelayo de Oviedo», Semana de historia del monacato cán- Sobre estas dos iglesias altomedievales: F. J. Fernández
tabro-astur-leonés, Oviedo, 1082, pp.107 y s.; del mismo: Conde-.L. Arias Páramo, «El cancel prerrománico de San Tir-
«Orígenes e historia inicial (del monasterio de San Pelayo)», so de Candamo», Territorio, Sociedad y Poder, 1, 2006, 239-
El Real Monasterio de San Pelayo, Oviedo, 1994, pp. 37 y 262.
85
ss.; y F. J. Fernández Conde-I. Torrente Fernández, «Los orí- Documentado en ACO, GL, n. 2, pp. 4-9.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 71

San Andrés de Bárzana (Tinéu) 822


San Julián de Graméu (Cabranes) 846
Santa María del Narancu Ramiro I (842-850)
San Miguel de Lliño-Lillo ”
Santa Cristina de L.lena-Lena s. IX
Santa María de Bendones alta Edad Media

850-900

Santa Eulalia de Seloriu (Villaviciosa) c.862


Santa María de Cartavio (Cuaña) 862
Santu Adrianu y Natalia de Tuñón (865-910)86
San Juan de Castiellu (Villaviciosa) 866
Santa Eulalia de Uxo (Mieres) 860-87287
La Pola de L.lena (iglesia parroquial o l. de Robléu) 885-88688
San Salvador de Valdediós 893
San Vicente de Serrapiu (Ayer) 89489
Villanueva de Ayer (l. entre Moreda y Bo) 895
Santa María de Sebrayu (Villaviciosa) c.900

900-950

Santa Leocadia (Alfonso III) 865-910


San Miguel (Cámara Santa) ”
San Juan d´Uviéu ”
San Pedro de Nora ”

86 88
La carta fundacional con un núcleo diplomático auténtico La doble fecha se corresponde con las dos dataciones
es del 891: F. J. Fernández Conde-M.ª A. Pedregal Montes, ofrecidas por Diego Santos (F. Diego Santos, Inscripciones
«Santo Adriano de Tuñón...», Lc., pp. 79-110. La última valo- medievales de Asturias, Oviedo, 1993, n. 195, p. 186, a. 885),
ración cronológica: L. Caballero Zoreda-E. Rodríguez Troba- y C. García de Castro (AC), p. 168, a. 886).
89
jo, Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de Requejo Pagés, después de unos trabajos arqueológicos
la Arquitectura, (Anejos de AESPA LIV), Madrid, 2010. Para realizados en la iglesia parroquial de Serrapiu, habla de «una
Tuñón: L.Caballero Zoreda-R. Martín Talaverano, «Santo iglesia o capilla anterior a (la) iglesia del siglo X: O. Requejo
Adriano de Tuñón y su entramado de madera», pp. 91 y ss. Pasgés, «II fase de restauración en la iglesia de San Vicente
87
En un diploma leonés del 860, original, se menciona la de Serrapio, Aller (1991-1992): Resultados arqueológicos»,
iglesia de Santa Eulalia en la villa de Ussio (Ujo): L., n. 2, Excavaciones Arqueológicas..., 3, Oviedo, 1995, pp. 293-
pp. 5-7. 296.
72 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

Santiago de Gobiendes ”
San Juan de Riomiera (Ayer) ”90
Santa María de Arbazal (Pueyes, Villaviciosa) ”91
San Miguel de Villardebeyo ”
San Martín de Soto (Ayer) (M) (860) 92
San Martín de Güerces (Xixón) c.900
San Miguel de Bárzana (M) 90593
Santa Eulalia de Morcín 906-926
[San Salvador de] Gauzone (Raíces) 908
San Salvador de Priesca (M) 921
San Juán de Prendonés (El Franco) 923
Santa Eulalia de Villauril (Piñeira>Navia) 925
Santa Ana de Maza (Piloña) 927
San Juan de La Duz (Colunga) 928
San Juan de L.lamas (Ayer) 940
San Miguel de Conforcos (Ayer) c.940
Santiago de Sariegu c.950
San Martín de Argüelles ant. 95194
San Martín de Salas (M) ”
San Salvador de Deva (Xixón) siglo X
Santullano de Adralés (Cangas del Narcea) ” 95
San Salvador/San Pedro de Plecín (Peñamellera Alta) ”96
Santa María de Tina (Colombres, Ribedeva) ”97

90 95
O. Requejo Pagés-C. Arca Miguélez-L. Arias Páramo-L. No existe una documentación arqueológica o epigráfica
Cabo Pérez, «Descubrimiento de la antigua iglesia de San sobre la misma. La situamos aquí por los trabajos de estrati-
Juan de Riomiera (Col.lanzo, Aller)», Excavaciones Arqueo- grafía muraria, efectuados hace algún tiempo por L. Caballe-
lógicas..., 5, 2007, pp. 347-354. Se encuentra en la parroquia ro Zoreda y su equipo. Pero los resultados de la investigación
de San Juan de Col.lanzo. han sido negativos en lo referente a la cronología prerromá-
91
García de Castro establece su cronología en una secuen- nica. Figura en el Parroquial del siglo XIV de D. Gutierre
cia temporal amplia: siglos VIII-X: AC.,p.392-394. como perteneciente al arciprestazgo de Rengos: F. J. Fernán-
92
En el documento original del Archivo Capitular de León, dez Conde, La Iglesia de Asturias en la baja Edad Media.
datado en el 860 y citado más arriba, se menciona el monas- Estructuras económico-administrativas, Oviedo, 1987, p.183.
96
terio de San Martín «juxta amne Aliere». G. Adán Álvarez, «Actuación arqueológica y síntesis
93
Documentado en C, f., 75v.B-76r.A, n. 478, p. 148. histórica», Excavaciones arqueológicas..., 3, pp. 308-317.
94 97
Existe una referencia eventual a un lugar de culto en esta F. J. Fernández Conde, «Santa Marías de Tina Mayor (As-
localidad, datada en fecha muy temprana (a. 583), pero no es- turias). Primer balance de unas excavaciones arqueológicas»,
tamos nada seguros de la lectura ofrecida. Homenaje a Carlos Cid Priego, Oviedo, 1989, pp. 177 y ss.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 73

II

DOCUMENTACIÓN DEL MONASTERIO DE SAN VICENTE DE OVIEDO (SV)

750-800

San Vicente d´Uviéu (M) 781 (¿) (*: AE)98

900-950

Santa María de Vervegio (Berbeo, Siero) (¿) 91699


S. Juan Bautista y Santa Columba de Nieva(I>M) (Avilés) 948100

III

DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO CAPITULAR DE OVIEDO, NO PELAGIANA (ACO)

800-850

Santa María de Liuerdone (Libardón, Colunga) (M) 803


San Salvador d’Uviéu 812 (*:AE)
San Julián y Santa Basilisa d’Uviéu 812 (*:AE)
San Cristóbal, Adriano y Natalia de Perlunis (Perlín. Trubia) ant. 850

98
(*)=incluido ya en un listado anterior. 314). Pero si debe coincidir con la del falso pelagiano, atri-
99
En principio, creíamos que se trataba de la iglesia de San buído a Ordoño II del 921: «Sancti Iacobi de Ueruegio» (GL.,
Juan de Berbío en Piloña, a la vera de Infiesto. Pero no se n. 22, p., 89). En los documentos no pelagianos aparece asi-
trata de ella (A. Martínez Vega, Piloña (Asturias, concejo a mismo dicha villa, situada en la comarca del Nora: (GL,41, p.
concejo, n. 9), Oviedo, 2007, passim y en especial pp. 68- 138, a. 1012 y 50, p. 167, a. 1045).
100
70). Tampoco tiene que ver con la villa de «Ueruegio» o la El hecho de que esta iglesia>monasterio fuera el lugar
iglesia de «San Vicente», en la dotación fundacional de San- de enterramiento del primer obispo de Oviedo Adulfo (Addul-
to Adriano y Natalia de Tuñón (891) por Alfonso III (GL., n. fo), parece indicar que la datación del primer lugar de culto
23, p. 51), que figura, asimismo, en la supuesta donación de tuvo que ser anterior, del siglo IX seguramente: SV, n. XII,
este cenobio a San Salvador de Uviéu en 1100 (GL, 117, p. pp. 45-46.
74 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

850-900

Santa María, San Pedro y San Pablo.Trubia(M) 863


San Esteban de Elaba (Alava. Salas) (M) 869
Santu Adrianu y Natalia de Tuñón (M) 891 (*:AE)
Santa Cruz de Penna Alva (Peñoba, Santu Adrianu) 891
San Andrés de Siones (Uviéu) ”
San Martín de Siones ”
Santa Leocadia de Lavares (Llavares) ”
San Román de Villanueva (San Romanu) ”

900-950

Santa Eulalia de Triunico (Triongu, Cangues d´Onís) 942

IV

DOCUMENTACIÓN DE SAN JUAN DE COURIAS. LIBRO REGISTRO (XIII)(C)

800-850

San Tirso (M) (S. Tisu, Candamu) c.800 (*:AE)

900-950

San Miguel de Uarzena (Bárzana, Tinéu)(M) c.900 (*:AE)


Santa María de Eruol (Yerbu, Tinéu) 937
Santa María de Lennes (L.lumés, Cangas) 944
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 75

San Tirso de Cangas (S. Cristuébalu, Cangas) 900-950


San Cristóbal (S. Cristuébalu,Cangas) ”
Santa María de Heremo (Monesteriu d´Ermu, Cangas)(M) c.950.
San Andrés de Salantes (Serantes.Tapia) (M) ”
San Salvador Vergamne (Bergame, Cangas) (M) ”
San Salvador de Cibugio (Cibuyu. Cangas) (M) ”
Santa María de Miudes (El Franco) (M) ”
Santa María de Villa Cipriani (Vil.lacibrán.Cangas)(M) ”
San Juan de Elarna (Villa de Cibuyu) ”
Santa María de Obona (M) siglo X101
San Miguel de Canero (M) ”

DOCUMENTACIÓN DEL ARCHIVO CAPITULAR DE LEÓN (L)

850-900

Santa Eulalia de Ussio (Uxo,Mieres) 860 (*:AE)


San Martín de Soto de Ayer (M) 860
Santa María (cerca del río Ayer, Cuna) 860
Santa María y Santa Marina (Tañes, Caso) (quasi M) 895
San Martín de Noanca (Caliao, Caso) ”

101
L. Fernández Martínez, «Escrituras del monasterio de tación medieval del monasterio de Santa María de Obona en
Santas María de Obona», Bol. Inst. Est. Asturianos, 275-343 el Archivo Histórico Diocesano de Oviedo», Asturiensia Me-
(BN. Madrid, Ms. 712, n.35 (s. XVI y AHN., Monaste- dievalia, 8, 1995-1996, 291-339 (documentos posteriores al
rios, Obona, Becerro (s. XVII). M. Sanz Fuentes, «Documen- 950).
76 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

900-950

San Martín de Paliares (Payares, L.lena) 917

VI

PANORÁMICA GENERAL DE LA DOCUMENTACIÓN NO PELAGIANA

700-750

Santa María de Cuadonga


Santa Cruz de Cangues d’Onís 737-739

750-800

San Juan Evangelista de Pravia (Santianes) 774-783


Santa María Magdalena de Llera ”
San Salvador d’Uviéu 757-768
San Vicente d’Uviéu (M) 781 (¿)
San Juan Bautista>San Pelayo d’Uviéu altomedieval
San Pedro de Veranes ”
Santa María de Lucus (Llugo de Llanera) ”
San Tirso de Candamu (M) c.800
Santa María de Quinzanas (Pravia) ”
San Martín de Celio (L’Aspra, Castrillón) ”

800-850

Santa María d’Uviéu post. 800


San Tirso d’Uviéu ”
San Julián y Santa Basilisa d´Uviéu ”
Santa María de Liuerdone (M) 803
San Andrés de Bárzana 822
San Julián de Graméu 846
Santa María del Narancu 842-850
San Miguel de Lliño ”
San Cristóbal, Adriano y Natalia de Perlín ant. 850
Santa Cristina de L.lena s. IX
Santa María de Bendones (alta Edad Media)

850-900

Santa María (c. del río Ayer (Cuna) 860


San Martín de Soto de Ayer (M) ”
Santa Eulalia de Seloriu 862
Santa María de Cartavio 862
Santa María, San Pedro y San Pablo de Trubia 863
San Juan de Castiellu (Villaviciosa) 866
San Esteban de Elaba (M) 869
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 77

Santa Eulalia de Ussio (Uxo) 872 (860)


La Pola de L.lena (Iglesia parroquial o l. de Robleu 885-886
Santa Cruz de Penna Alva 891
San Andrés de Siones ”
San Martín de Siones ”
Santa Leocadia de Lavares ”
San Román de Villanueva ”
San Salvador de Valdediós 893
San Vicente de Serrapiu 894
San Martín de Noanca 895
Villanueva de Ayer 895
Santa María y Santa Marina de Tañes (quasi M) 895
Santa María de Sebrayu c.900

900-950

Santa Leocadia 865-910


San Miguel (Cámara Santa) ”
San Juan d´Uviéu ”
San Pedro de Nora ”
San Adriano y Natalia de Tuñón (M) (891)
Santiago de Gobiendes ”
San Juan de Riomiera ”
Santa María de Arbazal ”
San Miguel de Villardeveyo ”
San Martín de Soto (Ayer) (M) (860)
Santa María de Güerces c.900
San Miguel de Uárzena (M) 905
Santa Eulalia de Morcín 906-927
San Salvador de Raíces (Gauzone) 908
Santa María de Berbeo (Siero) 916
San Martín de Pajares 917
San Salvador de Priesca (M) 921
San Juan de Prendonés 923
Santa Eulalia de Villauril 925
Santa Ana de Maza 927
San Juan de La Duz 928
Santa María de Ervol 937
San Juan de L.lamas 940
San Miguel de Conforcos c.940
Santa Eulalia de Triunico (Triongu) 942
Santa María de L.lumés 944
San Juan y Santa Columba de Nieva (I/M) 948
Santiago de Sariegu c.950
Santa María de Heremo (M) ”
San Andrés de Salantes (M) ”
San Salvador de Vergamne (M) ”
San Salvador de Cibugio (M) ”
Santa María de Miudes (M) ”
Santa María de Villa Cipriani (M) ”
San Juan de Elarna (M) ”
San Tirso de Cangas (M) 900-950
78 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

San Cristóbal (S. Cristuébalu) ”


Santa María de Argüelles ant.951
San Martín de Salas (M) ”
San Salvador de Deva siglo X
Santullano de Adralés ”

VII

DOCUMENTACIÓN PELAGIANA102

VII/1

NOTICIAS DEL CORPUS PELAGIANUM (CP)

700-750

Santa Eulalia de Abamia (Sep. Pelayo>Gaudiosa) 737103


Santa Cruz de Cangues d´Onis (Sep.Favila>Froiluua) 739 (*:AE)

750-800

Santa María de Cangues d´Onís (Sep. Alfonso I) (M) 757


San Salvador d´Uviéu (Sep.Fruela I) 768 (*: AE)
San Martín «in valle Lagneio» (Samartín del Rei Aurelio)(Sep. Aurelio) 774
San Juan Evangelista de Pravia (Sep. Silo-Adosinda) (M) 783 (*: AE)104
San Miguel Arcángel (Uviéu) 791-842 (*: AE)

850-900
(altomedievales)

Santa María de Cultrocis (Contrueces, Xixón) 865-910105


106
San Miguel de Uelio (Beyo, Ayer) ”
107
San Julián de Box (Uviéu) ”
Santa Eulalia subtus castrum Tutelae (Tudela, Uviéu) ”
Santa María de Tiniana (Tiñana, Siero) ”
Santa María de Nobelleto (Llimanes, Uviéu) ”
San Pedro de Nora (Uviéu) (*: AE)
Santa María de Lugo (Lucus, Llugu, Llanera) (*: AE)
San Juan de Neva (Nieva, Avilés) (*: SV)
Santa Cruz de Androga (Anduerga, Llanera) ”
102 104
Hemos revisado con atención todas las identificaciones Según la interpolación pelagiana, Mauregato también se
toponímicas de nuestro estudio sobre el Liber Testamento- sepultó en San Juan Evangelista de Pravia. De Bermudo I, sin
rum. Pudimos corregir algunos errores e identificar varias de embargo, no dice nada.
105
las lagunas que teníamos entonces. Y no estamos seguros ple- De la tradición interpolada por Pelayo del Sampiro pe-
namemente de todas las identificaciones propuestas. Siempre lagiano: J. Pérez de Urbel, Sampiro..., n. 2, p. 279.
106
que fue posible, utilizamo la toponomía asturiana, ateniéndo- Ibid., p. 279.
107
nos a los trabajos de la Academia de la Llingua: Nomes de Esta y las once iglesias siguiente son mencionadas en el
conceyos, parroquies, pueblos y llugares del Principáu Corpus Pelagianum en el contexto de la celebración del II
d´Asturies, Uviéu, 2000. Concilio de Oviedo, un falso más del célebre obispo oveten-
103
El Sebastián interpolado, public., L.c.,p. 84. En este se. Según este autor, Alfonso III y su esposa Jimena habrían
texto se recogen también los lugares de sepultura (Sep.) de la asignado iglesias a los diferentes obispos que llegaran a
mayoría de los reyes de la Monarquía Asturiana. Oviedo para celebrar el Concilio: Ms. 1513, f. 117, public.,
H. Florez ES, XIV, pp. 401-402.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 79

San Julián de los Prados (in suburbio Oveti) (*AE)


Santa María de Solis (Solís, Corvera) ”
Santa María del Naranco (*:AE)
San Miguel del Naranco (Lliño) (*:AE)
San Pedro de Camarmenia (Cabrales) (antiquissimis codicibus)108.

VII/2

ELENCO DE IGLESIAS/MONASTERIOS DEL LIBER TESTAMENTORUM (LT)

750-800

Santa María de Lugo (Llugo, Llanera) (*:AE, CP)109


San Salvador d´Uviéu (Fruela I) 757-768 .812110 (*:AE,
ACO,CP)
San Julián de los Prados (Uviéu) 791-842 (*:AE, ACO)111
Santa Leocadia (Uviéu) ” (*:AE)112
113
S. Tirso d’Uviéu ”
114
San Miguel (Cámara Santa, Uviéu) ” (*:AE)
Santa María d’Uviéu ” (*:AE)115

850-900

San Miguel subtus Naurantii (Lliño) 857 (*:AE, CP)116


Santa María ” (Santa María del Naranco) (*:AE, CP)
San Andrés de Menia (c. de Ferroñes, Llanera)
Santa Eulalia de Menia (Llanera)
San Pedro de Ferreros (La Ribera)
San Martín de Perera (La Ribera)
Santa Águeda (cerca de Ferreros)
San Saturnino (Soto, La Ribera)
Santa Cecilia (¿)
Santa Eulalia (La Felguera, Llangréu)
San Cosme y San Damián (Tuilla)
San Martín de Arbolies (Argüelles, Siero) (*:AE)
San Julián de ”
San Vicente de Builia (Güiles, Candamu)
Santa Eulalia (de Llameiru, Candamu o Tudela, Uviéu)
Santiago de Rouoredo (Agüeria, Uviéu))
San Juan (subter castrum Tutele) (Santianes de Tudela, Uviéu)

108
Las noticias cronísticas de Pelayo, sus propias invencio- Apénd.II, pp. 378-379 y 106-109. La segunda cronología se
nes, fueron encontradas, según él, «in antiquissimis codicibus corresponde con la versión pelagiana del LT. También se en-
quos invenimus in ecclesia Sancti Petri de Camarmenia. Et cuentran noticias en el legendario relato de la traslación del
sicut audivimus a maioriubus et predeccesoribus nostris ita Arca de las Reliquias, LT., f.r.-3r.
111
scripsimus»: Ms. 1513, f. 114v.-116lr. Hemos interpretado De la narración de la Traslación de las Reliquias del
esta noticia supuestamente «archivística» como un recurso Arca Santa.
112
literario más del autor para tratar de fortalecer sus invencio- Ibid.
113
nes y creaciones literarias. Ibid.
109 114
Folio introductorio del LT, lleno de incoherencias cro- Ibid.
115
nológicas y de fantasías: F. J. Fernández Conde, El Libro de Ibid.
116
los Testamentos...,LT, Apénd., I, pp. 377-378 y 103-106. Tam- La serie de iglesias que se reseñan a continuación, se
bién el Corpus Pelagianum, Ms. 1513, f.7r.v. incluyen en el «Testamentum» de Ordoño I: LT., f. 8v.-11v.,
110
Lapidas fundacionales y estudio crítico: Ibid.., GL, n. 6, pp. 21-27.
80 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

Santa María de Meslela (Uviéu, Las Regueras)


Santa María de Tagiola (Uviéu. Las Regueras)
Santa María de Lebes (Xixón, quizás cerca de Ciares)
San Tirso de Uare (Varé, Samartín d´Anes, Siero)
Santa María de Uare ”
Santa Maria in Laudatorio (Lleorio, Xixón)
San Pedro de Ueranes (Veranes, Cenero, Xixón) (*:AE)
Santa María de Riera (Cenero, Xixón)
Santa Eulalia de Cetnero (Cenero, Xuxón)
San Vicente de Solis (Corvera)
Santa María de Solis (Corvera)
San Vicente de Aramubes (Trasona, Corvera)
Santa María de Logrenzana (Llogrezana, Carreño) (M)
San Félix de Montelongo (Ferroñes, Llanera)
Santa María de Salto (Sotu, Las Regueras)
Santa María de Buanga (Trubia, Uviéu) (M) (*:ACO)
San Esteban de Buanga
San Emeterio de Flauiana (Santu Medero, Bimenes)117
Santa María de Ouellaio (Obinnana>Oviñana, Sobrescobiu)
San Juan de Lama (L.lamas.Ayer) (*:AE)
San Miguel de Conforquos (Conforcos, Ay er) (*:AE)
Santa María de Riosa (Riosa)
Santa María de Villa Eneati (Bayu, Gráu)
San Juan de Meres (Mieres)
Santa María de Turone (Turón, Mieres)
San Martín de Turone (Turón)
San Andrés (*:AE)118
San Justo y Pastor en Porio (c. de Urbiés, Turón)
San Martín de Peodo (Podes?, Gozón)
San Clemente de Maliaio (Quintueles, Villaviciosa)
Santa María de Lames (Uinionem, Viñón, Cabranes)
Santa Eulalia de Onis (M)
Santa María de Subpenna (Tañes. Caso) (*:L)
San Salvador (Sobrecastiellu. Caso)
San Juan (El Campu, Caso)
San Martín de Corneliana (Salas) 896 (*:AE)119
Santa María de Boinas (Boinás, Miranda)
San Pedro de Uigana (Vigaña, Miranda)
Santa María de Morale (L.lumés, Cangas de Narcea) (M)
San Cristóbal de Roboreto (Meriás, Tinéu) (M)

900-950

San Vicente sub Neranco (Villapéri, Uviéu) 905120


San Miguel de Linio (Lliño) (*:AE, CP, LT)
117 120
En el «Parroquial» de D. Gutierre «Santo Medero de Esta iglesia y la serie siguiente figuran en el «Testamen-
Vimenes pertenecía al arciprestazgo de Laviana (F. J. Fernán- tum» de Alfonso III (905), la falsificación más larga y la más
dez Conde, La iglesia de Asturias en la baja Edad Media..., característica, sin duda, del Liber Testamentorum, LT., f.19r.-
p. 138). 23r. Puede resultar significativo el hecho de que varias de
118
En el «Parroquial» de D. Gutierre figuran las parroquias ellas cercanas a Oviedo, se encuentren también en la curiosa
de San Martino y Santa María de Penule: O.c., p. 133. elaboración pelagiana de los «beneficios» asignados a los
119
Esta iglesia y las cuatro siguientes, se incluyen el «Tes- prelados que asistieran al Concilio de Oviedo.
tamentum» de Gonzalo, hijo de Alfonso III: LT., f.23v.-24v.,
GL., n.15, pp.71-73.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 81

Santa María de Uendones (Bendones, Uviéu) (*:AE)


San Julián in suburbio Oueti (M) (*:AE,CP)
Santa María de Tiniana (Tiñana, Siero)
Santa Eulalia de Tuxiua (Cualloto, Uviéu-Siero)
Santa María de Lugu (Llanera) (*:AE)
Santa Cruz de Andorga (Anduerga, Llanera)
San Pedro de Nora (Uviéu) (*:AE)
San Salvador de Gauzone (Raíces, Castrillón (*:AE)
Santa María sub ipso Castro (Raíces, Castrillón)121
San Miguel de Quilonio (Quiloñu,Castrillón) (M)
San Saturnino (l. de Villa, Corvera,?)
San Juan Bautista de Abilies (San Xuan de Nieva, Avilés) (*SV, CP)
San Martín de Celio (Laspra, Castrillón) (*:AE)
Santa María de Mare intra maris (Santa M. del Mar, Castrillón))
San Vicente de Lotares (Llodares. Castrillón)
San Pedro de Spilongas (Navarro, Avilés)122
San Esteban de Montelongo (Molleda, Corvera) (*: LT, San Félix)
San Julián de Illias (Illas)
San Juan de Tauaza (Tabaza. Carreño)
San Juan de Preuera en.Obonio (Pervera, Carreño).
San Justo y Pastor de Cardeto (l. de Carrió, Carreño)
Santa María de Arem (Aramar. Lluanco, Gozón)
Santa María de Entromerio (Antromero, Bocines, Gozón)
San Saturnino de Karoceda (San Zabornín, El Pieloro, Carreño o en Cardo,Gozón)
San Martín de Carlu (Cardo, Gozón)
San Clemente de Kanales (Cardo)
San Uicente de Carello (Cariello, Vioño, Gozón)
San Tirso (¿)
San Acisclo circa Condres (Condres, Gozón)
San Andrés circa Castello (l. de Llogrezana, Carreño)
San Juan de Edrados (L´Hedrau, Siero)123
San Pedro de Roues (Rovés,Trasona, Corvera).
San Esteban de Bionio (Vioño, Gozón)
San Ienesi de Cotones (l. de Tamón, Carreño)
San Juan de Lauquazar (Carreño?)
Santa María de Sagortis (Carreño?)
San Julián foris muros (Roces (¿), Xixón)
Santo Tomás de Uadones (Vaones, Granda, Xixón)
Santa María de Coltrozes (Contrueces, Xixón)
San Félix (Porceyo, Xixón)
San Esteban de Bisorris (San Esteban de Mar, Xixón)
San Vicente de Araules (Carbaínos, Cenero, Xixón)
Santa Cruz de Domedonia (Xove, Xixón)
Santa Eulalia in Nataleo (Natahoyo, Xixón)
San Roman de Naueces (Naveces, Castrillón)
San Feliz de Baias (Bayas, Castrillón)
121 122
Se incluye otra iglesia dedicada a Santa María, cerca de Garralda García supone que se trata de San Pedro de la
San Xuán (ecclesia Sancti Iohannis Babtiste). También esta- Peral: Ibid., p.52. Parace también razonable.
123
ba situada junto a la «villa» de Abilies (Avilés). Debe tratar- X.LL. García Arias, Toponimia asturiana. El porqué de
se de la misma por un error del copista o autor de LT. Garral- los nombres de nuestros pueblos, Oviedo, 2004-2005, p. 341.
da García reconoce que estas dos iglesias (San Juan y Santa Se trata de una localidad sin identificar con exactitud.
María han desaparecido y propone otra localización (A. Ga-
rralda García, Avilés, su fe y sus obras, Avilés, 1997, 2.ª ed.,
p. 50).
82 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

San Juan Evangelista de Prauia (Santianes) (M) (*:AE, CP)


Santa María super flumine Nilonis (Santa María Malena de La Llera,
Santianes o Riberas, Sotu’l Barcu)
Santiago (Escuréu, Pravia)
Santa Marina (Bances, Santianes?)
Santa María de Uelandres (Belandres, Báscones, Gráu)
San Andrés de Campo (Pravia)
San Justo y Pastor de Labio (L.laviu, Salas)
Santiago (Viescas, Salas)
San Juan de Munias (Muñás, Valdés)
San Pedro (Carcéu, Luarca)
San Esteban (¿)
Santa María de Kataueto (Cadavéu, Luarca)
San Juan de Maliaio (Amandi, Villaviciosa) (M)
San Martín intus mare (Samartín del Mar, Villaviciosa)
San Martín de Merana (Mera, Santa Mera, Seloriu, Villaviciosa)
San Martín de Solorio (Seloriu, Villaviciosa) (M)
Santa Eulalia de Quohicio (Cazanes, Villaviciosa) (M)
San Andrés in litore maris (Bedriñana, Villavicosa).
San Esteba de Iegules (Quimarán, Carreño)
San Pedro de Pinieras (l. cerca de Santiago de Albandi)
Santa Eulalia de Areo (El Valle, Carreño)
Santiago de Ambas (Ambres, Carreño)
San Martín de Seanas (Xanes, El Valle, Carreño)
Santa María de Pendres (Prendes, Carreño)
Santiago de Tiorone (Ambás?; Carreño)
Santiago de Coreies (Cores, Carreño124
Santa Maria (in Fano a Liberdone) (Fano, Uviéu)
San Juan de Asperici (l´Alperi, San Cloyo, Uviéu)
San Esteban de Leoria (Lloriana, Oviedo)
Santa María de Pinierolas (Peñerúes, Morcín)
San Julián de Monte albo (Montovo) (*:ACO)
San Martín de Siones (Uviéu) (*:ACO)
San Julián de Nozeto super Alier (La Nozalera?, Bo. Ayer)
Santa María de Turone (Turón, Mieres) (*LT)
San Vicente (Columbiel.lo, L.lena)
Santa María de Salzeta (Cuérigo, Ayer)
Santa María de Uendonios (Bendueños, L.lena)
Santa María de Campomanes (Campumanes, L.lena)
San Claudio de Erias (Irías, L.lena) (M)
San Martín (Samartino, Vil.layana, L.Lena)
Santa María de Castello (Castiel.lo, L.lena)
San Andrés de Gruero (La Cruz ¿, Casorvía, L.Lena)
San Salvador de Gruero («?)
San Félix de Uanao (San Felíz, Pola de L.lena)
Santa Eugenia de Moreta (Morea, Santovenia de Tiós, Campumanes,
L.lena) (M)
Santa María de Parana (L.lena) (M)
Santa María de Uarzena (Santa María de Teyeo, L.lena)
San Vicente de Limbria (Nimbra, Quirós)
Santa María de Arganza (Tinéu) (M)

124
X. LL. García Arias, Toponimia asturiana..., p. 460.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 83

San Martín de Pesgos (Bisuyu, Cangas de Narcea) (M)


Santa Columba (Santa Colomba, Balmonte, Castropol) (M)
Santo Tomás de Cellaguti (Llatores, Uviéu) 912125
San Félix de Candas (Carreño)
Santa Eulalia de Candas ”
Santa María de Intromerio (Antromero, Bocines, Gozón)
Santa Eulalia de Tinegio (La Preda, Tinéu)
Santa María de Magnores (Máñores>Máñules, San Pedro de Tinéu)
San Julián de Ponte (Santuyanu, Tinéu)
Santa María de [la] Barca (Tinéu)
San Pedro de Arenies (Areñas, San Juan de Santianes, Tinéu)
San Salvador de Tabulato (Tabláu, Tinéu)
Santa María de Francos (Tinéu)
Santa María de Monale (Muñalén, Tinéu)
San Esteban de Superato (Sobráu, Tinéu) (M)
Santa Eulalia de Mingor (Miñu, Tinéu)
Santa María de Nera (Nieres, Tinéu)
San Salvador de Oruaga (Brañal.longa?, Tinéu)
Santa María de Vaorres (Bourres, Tinéu)
San Esteban de Bustello (Bustiel.lu, Tinéu)
San Félix de Salas (Villamar, Salas)
San Fructuoso (San Frichosu, Tinéu)
San Juan de Navelgas ”
Santa María de Semble (¿)
Santa María de Anleio126
Santa María de Tabulato (Tabláu, Tinéu)
San Pedro de Bustello (Bustiel.lu, Tinéu)
San Cristóbal de Uillakain (Villacín, l. de Mirayu (El Pozón), Tinéu)
San Martín de Semproniana (Semproñana, Tinéu)
Santiago de Luarca (Santiáu o Santiago d´Arriba, Valdés)
Santa Eulalia de Luarca Valdés)
San Justo y Pastor de Luarca (Valdés)
San Juan de Sangonieto (Sanguñeu, Tinéu)
San Félix de Miraio (Mirayu., El Pozón, Tinéi) (M)
San Facundo de Mirallo (San Fabundo, Tinéu) (M)
Santa Eulalia de Subripa (Surriba, Tinéu)
San Martín de Hor (Valledor, Samartín, Allande) (M)
San Salvador ” ” (M)
San Julián de Prata (Prada, l. de Villagrufe o Vil.lagrufe, Allande)
San Andrés de Allande (Pola) (M)
San Pedro de Uallebona (Valbona, La Puela, Allande)
San Román de Collinas (l. de Sanguñéu, Tinéu)
San Clemente de Notimas (L.lomes, Allande) (M)
Santa María de Otero (l´Outeiru, L.lomes)
Santiago de Linares (L.linares, Allande)
San Cipriano de Uillauaselli (Vil.labaser, Allande)
San Martín de Uetuleto (Samartín de Beduléu, Zalón, Allande)
San Cipriano de Arganzua (l. de L.linares, Allande)
Santiago de Cellorella (Villar de Sapos, Allande127)

125 126
El siguiente elenco de iglesias y monasterios se encuen- Por el contexto documental no creemos que pueda iden-
tra en el «Testamentum» de Fruela II: f. 32v.-35v., GL.,n. 20, tificarse con Santa María de Anlleo (Navia).
127
pp. 80-85. Sabemos que es una localidad perteneciente a esta pa-
rroquia, pero no hemos podido localizarla todavía.
84 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

Santa María de Teuongo (Tebongu, Cangas de Narcea) (M)


Santa Cecilia de Uillare (l. en Villar de Sapos ¿, Allande)
Santa Eulalia de Coires (Santaolaya de Cueiras, Cangas de Narcea)
San Julián de Adrales (Adralés, Cangas de Narcea) (*:AE)
Santa María de Parendones (La Riela Parandones, Cangas de
Narcea) (M)
Santa María de Castanieto (Castanéu, Cangas de Narcea)
San Esteban super Ciuuio (Cibuyu, Cangas)
Santa María de Rengos (Pousada de Rengos, Cangas de Narcea)
Santiago de Deganea (Degaña)128
San Juan de Raniezes (Rañeces, Porl.léi, Cangas de Narcea)
San Cristóbal de Rouoreto (Entreviñas, Cangas de Narcea (*:LT)
Santa María de Lemnes (L.lumés, Cangas de Narcea) (M) (*:C)
Santa María de Morale (La Moral, L.lumés, Cangas) (*:LT)
San Félix [de Piniera] (Piñera, l. de San Acisclo, Cangas)
San Acisclo de Piniera (Piñera, Cangas de Narcea).
San Pedro de Uimneta (Bimeda, Cangas de Narcea) (M)
San Juán de illo Ponte (San Xuan del Monte, Bimeda, Cangas
de Narcea)
San Vicente de Nauego (Naviegu, Cangas de Narcea) (M)
San Justo y Pastor de Murias (Murias, Bimeda)
San Pedro de Aruas (San Pedru d’Arbas, Cangas de Narcea)
San Julián de Aruas (San Xulianu d’Arbas, Cangas de Narcea) (*:LT)
San Juan de Aruas (Santuyanu d’Arbas, Cangas de Narcea)
San Román de Aruas (San Romanu d’Árbas, Cangas de Narcea)
Santiago de Ciueya (Cibea, Cangas de Narcea) (M)
Santa María (Brañas, L.leitariegos, Cangas de Narcea)
San Cosme y San Damián ( Vil.larmental, Cangas de Narcea)
Santa María de Carvalio (Carbachu, Cangas de Narcea)
Santa María de Uillaflazi (¿ Cangas de Narce)
San Pedro de Serra (Culiema, Cangas de Narcea) (M)
Santa Eulalia de Portella (Portiel.la, Tebongu, Cangas de Narcea)
San Martín de Porle (Porl.léi, Cangas de Narcea)
Santa María de Maganes (Maganes, Cangas de Narcea)
San Esteban de Rovoreto (Robléu, Teinás o Tebongu, Cangas de Narcea)
Santiago de Serra (Santiagu Sierra, Cangas de Narcea)
San Julián de Onnone (Ounón, Cangas de Narcea)
San Martín de Serra (Samartín de Sierra, Cangas de Narcéa)
Santa María de Gerzelle (Xarcel.léi, Cangas de Narcea)
San Martin de Cannale (¿)
Santa María de Zeques (Cecos, Ibías) (M)
Santa María de Uandugio (Banduxu, Proaza)
San Cosme y San Damián de Raniezes (Rañeces. Gráu)
Santa María de Carregia (Carrea, Teberga).
San Félix [de Teberga]
Santa María de Kaies (Cayés, Llanera) 921129
San Esteban de Cunieçes (Cuyences, Uviéu)
San Félix de Lugones (Llugones, Siero)
Santa Eulalia de Peio (Ferroñes, Llanera)130

128 129
No creemos que «deganea» deba entenderse en sentido La serie siguiente al primer falso Ordoño II: f.26v.-29v.,
genérico, como parece suponer García Larragueta. La pa- GL., n. 22, pp. 88-94.
130
rroquia de Degaña tiene desde siempre a Santiago como pa- La única iglesia parroquial que tiene la advocación de
trono. Santa Eulalia es Ferroñes.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 85

San Cipriano de Naone (Naón, Viella, Siero)


Santos Cosme y Damián de Uoues (Bobes, Siero)
Santiago de Ueruegio (Berbeo, Siero) (*:SV, S..María)
San Bartolomé de Fozana (Tiñana, Siero)
San Cipriano de Pando (Uviéu)
San Pedro de Naues (Uviéu)
San Esteban de Lugigo (El Lloxu, San Esteban de las Cruces, Uviéu)
San Pedro de Lugigo ”
Santa Marina de Zuuenes (Santa Marina de Piedramuelle, Uviéu)131
San Esteban de Loira (Lloriana, Uviéu) (*:LT)
Santa María de Pintoria (Uviéu)
Santa Eulalia (Perlín,Trubia, Uviéu)
Santa María de Lugo (Llugo, Llanera) (*:AE, CP,LT)
San Cucufate (San Cucao, Llanera) (M)
Santa Eulalia de Samna (Sama, Gráu)
San Miguel de Vascones (Báscones, Gráu)
San Román (de Candamu?)
San Miguel de Uellio (Beyo, Villardebeyo, Llanera)
Santa Eugenia ”
San Pedro de Uillare (Villar, Villardebeyo)
Santa María de Fermanes (Santufirme, Llugo, Llanera)
San Juan de Edratos ( L´Hedráu, Siero) (*:LT)
San Miguel (La Barreda, Siero?)
San Baudilio (Cenero, Xixón)132
San Martín de Ondes (Samartín d´Ondes, Miranda)
San Miguel de Pennella in ualle de Orno (Valdornón, Xixón)133
San Juan de Tauaza (Tabaza, Tamón, Carreño) (*:LT)
San Martín cum illa petrera (Guruyés, Gráu)
San Vicente secus flumen Cuuia (Castañéu, Gráu)
San Martín de Pereta (Pereda, Gráu) (*:LT)
San Pelayo de Serna Ranulfi (San Pelayu, Peñaflor, Gráu)134
Santa María de Rutiles (Rodiles, Gráu)
San Miguel del Cuuia (Cubia, Santianes de Molenes, Gráu)
Santiago de Infesta (Infiesta, La Mata, Gráu)
San Juan de Lama in Monis (Llamas, Santianes de Molenes, Gráu)
San Martín de Buzenes (Bocines, Gozón)
Santa María de Condres (Gozón)135
Santa María de Canzenes (Cancienes, Corvera)
San Pedro de Nubleto (Nubleo, Cancienes)
San Vicente Robes (Rovés, Trasona, Corvera) (*:LT, San Pedro)
Santa María de Ambetes (Ambiedes, El Valle o Santiao, Gozón)
Santiago [de Ambetes] (Ambiedes ” ) (M).
San Jorge de Araue (Eres, Gozón)
San Martín de Cordes iuxta Potes (Cardo, junto a Podes, Gozón) (*:LT)

131 133
Este topónimo ha desaparecido. Fue el nombre altome- En Nomes..., p. 251, al recoger la toponimia relaciona-
dieval de la «villa» de Santa Marina (M.ª A. Pedregal Mon- da con Valdornón, no se incluye ninguna localidad que tenga
tes, El territorio de Santa Marina de Piedramuelle, trabajo este nombre.
134
presentado para obtener la suficiencia investigadora en la Existe un «San Pelayu Sierra» en Guruyés (Gráu) (No-
Facultad de Geografía Historia de Uviéu, con la dirección de mes..., p. 91), pero no creemos que se trate aquí de esta loca-
F. J. Fernández Conde, inédito). lidad.
132 135
En el texto del LT esta iglesia esta vinculada a la villa de Incluimos esta iglesia y la siguiente en este elenco a
Bateato (Batiao, Cenero, Xixón), aunque la sitúa en el valle partir de una lectura propia del LT. En GL, p. 90, hay un pe-
de Siero: «In ualle Serio. Ecclesias Sancti Ioannis in Edratos, queño error de lectura o de impresión. La lectura correcta de
Sancti Michaelis et Sancti Bauduli et uillam Bateato». M.ª J. Sanz Fuentes, O.c., p. 506.
86 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

San Juan de Neua (Nieva, Avilés)136 (*:SV,CP)


San Salvador de Petris Albis (Viodo, Gozón).
San Esteban de Molleta (Molleda, Corvera) (*:LT)
San Juan de Uarenzo (El Barriéu, Villa, Corvera)
Santa Marina de Ualles (El Valle, Carreño)137
San Martín de Lanes (Samartín d’Anes, Siero)
San Juan de Cellies (Ceyes, Siero)
San Pedro de Panneta (Pañeda, Samartín d’Anes, Siero)
San Martín Anara (Anes, Siero)
San Pedro de Borolles (Les Boronaes, Granda, Siero)
Santa Marina de Mercato (Los Cuquiellos, Siero)138
San Martín de Siero (Samartino de Vega de Poja, Siero)139
San Juan de Monneo (Muñó, Siero)
San Pedro de Collata (La Collá, Siero)
Santa Eulalia de Ranone (Valdornón, Xixón)140
San Juan de Lama (Llamasanti?, Sariego)
San Andres de Moruis (Morvís, Rozaes, Villaviciosa)
Santa Eulalia de Porenno (Poreñu, Celada, Villaviciosa)
Santiago de Peione (Pión, Villaviciosa)
San Martín de Miraualles (Miravalles, Villaviciosa).
Santa María de Saregomortuo (Sariegu Muertu, Villaviciosa) (M)
Santa María de Grasses (Grases, Villaviciosa)
San Juan de Kamoca (Camoca, Villaviciosa)
San Pedro secus maris (Villaverde, Villaviciosa)
Santo Tomás de Ambos Coros (Coru, Villaviciosa)
San Salvador de Presca (Priesca, Villaviciosa) (M) (*AE)
Santa Eulalia en Priesca
San Juan de Petrozos (El Pedrosu, San Xustu, Villaviciosa)
San Pedro de Pernus (Pernús, Colunga)
Santa María de Fridera (Friera La Riera, Colunga)
San Andrés de Cornea (¿)
San Cosme y Damían de Tornone (Tornón, Villaviciosa)
Santa Eulalia de Carda (Carda, Villaviciosa)
San Juan de Petrozos (El Pedrosu, San Xustu, Villaviciosa)141
San Andrés ”
San Vicente (Colunga)
Santiago de Gaudentes (Goviendes, Colunga) (M) (*:AE)
Santa Eulalia (¿)
Santa María de Tona, que vocatur Insula (La Isla, Colunga)
San Cipriano de Naone (Naón, Viella, Siero) 921142(*:LT)
San Vicente de Naone
San Pelayo de Naone
San Martín de Siero (Samartino de Vega de Poja, Siero) (*LT)
Santo Tomás (Feleches, Siero)
San Pelayo (Santa Marina de Los Cuquiellos)
Santa Eugenia (Santoxenia, Los Pandos, Villaviciosa)143
136
En la parroquia de Santa Leocadia de Llaviana existe el
139
topónimo Nieva (San Xuan de Nieva). s. También existe un Estaba relacionada con la «uilla Careses». En efecto,
pequeño río con la misma denominación: Nomes...,pp. 8-84. Careses es una localidad de Samartino.
137 140
No estamos seguros de esta identificación. En Go- X.Ll. García Arias, O.c., p. 510. Nosotros habíamos
zón existen más localidades con el mismo nombre. Por lo propuesto Vixil (Siero): Libro de los Testamentos..., p. 182.
141
demás, la iglesia parroquial de El Valle estaba dedicada a Repetido un poco más arriba (LT, f. 28v.A).
142
Santa Eulalia. Esta iglesia y las que siguen se corresponden con el se-
138
Los Cuquiellos es la única parroquia que tine este patro- gundo falso de Ordoño II: f. 30r.-31r., GL, n. 21, pp. 86-88.
143
nímico en Siero. Cfr. X.Ll., O.c., pp. 802-803.
Anejos de AEspA LXIII LAS FUENTES ESCRITAS EN LA INVESTIGACIÓN DEL PRERROMÁNICO 87

Santa Eulalia de Tugiua (Cualloto, Uviéu) 926(*:LT)144


Santa María de Nouelleto (Llimanes, Uviéu) (*:CP)
San Julián de Bos (Box, Uvieu) (*:CP)
Santa María de Branias (Brañes, Uviéu)
San Pedro de Nora (Uviéu) (*:AE, LT)
Santa María de Monteplano (Llano, El Llaniello, Lliño, Uviéu)145
Santa Eulalia de Coe (Cuetu?, Valduno, Les Regueres)146
San Julián de Biate (Viau, Santuyanu, Les Regueres)
San Martín de Ruderizi (Biedes, Las Regueras)
San Martín de Borinis (Borines, Piloña)
Santa María de Enaio (Anayo, Piloña)
San Román de Argandenes (Argandenes, San Román, Piloña)
Santa María de Ouana (Óbana, L´Arteosa, Piloña)
San Pedro de Uenonzo (San Pedro de Belonciu, Piloña)147
Santa María de Subuarga (Sebarga, Amieva)
Santa María de Kazo (Cazu, Ponga)
San Martín de Argolibio (Argolibiu, Samartín, Amieva)
San Justo y Pastor de Signa (Siña, Sebarga, Amieva)
Santa María de Mian (Mián, Amieva)
San Pedro de Coione (Con, Cangues d’Onis)
Santa Eulalia de Uedammio (Velamio, Abamia, Cangues d’Onís) (*:CP)
Santa Eugenia (Igena, Abamia, Cangues d’Onís)148
Santa María de Biauanno (Viavañu, Parres)
San Juan de Inantea (Santianes de Parres, Parres)149
Santa Cecilia de Botes (Bodes, Collía, Parres)
San Pedro de Uode (Bode, Parres)
Santa Eulalia de Triungo (Triongu, Cangues d’Onís) (*:ACO)
San Martín de Margolles (Cangas de Onís)
Santa Eulalia de Arzizana (Ardisana, Aguilar, Llanes)
San Juan de Parres (Llanes)
Santa María de Meldes (Llanes)150
Santa María de Lera (La Llera, Posada, Llanes)
San Pedro de Andias (Andés, Navia)
San Miguel (Anlleo, Navia)
San Esteban (San Esteba, Cuaña).
San Cosme y San Damián (entre los ríos Navia y Porcía, Tapia)
San Martín de Moias (Mouguías, Cuaña)
San Julián de Monacos Malos (cerca de A Roda (Serantes, Tapia) (M)
Santa María de Monte (El Monte, Tapia)
San Martín de Salaues (Campos y Salave, Tapia)
Santa Eulalia (ermita cerca de Miudes, El Franco)
Santa María de Taule (Tol, Castropol)
San Juan, Santa María y San Andrés (Serantes, Tapia) (*:C) (S. Andrés)
144 149
La serie siguiente pertenece a los contenidos del «Tes- Existe además en Parres un Santianes de Tornín
tamentum» de Ramiro II: f.40r.-41v., GL, n. 23, pp. 94-98. (L’Águeria Deu) y Santianes de Terrón (Cuadroveña). García
145
No descartamos que se trate de Santa María del Naran- Larragueta se equivoca en la lectura: «Sancti Iohannis de in
co o incluso de una localidad de Santa María de Brañes. antea» (O.c., p. 95).
146 150
No estamos seguros de esta identificación. La patrona X. Ll. García Arias, O.c.,p. 549: la menciona e indica su
de Valduno era efectivamente Santa Eulalia. significativa etimologia (muladíes), pero no la localiza. De-
147
Con restos arqueológicos altomedievales, C. M. Vigil, bería estar en las cercanias de Posada. En nuestro estudio
Asturias monumental, epigráfica y diplomática, Oviedo, sobre el Libro de los Testamentos (O.c., p. 190), tampoco
1887,p.469 (ed. facsímil, Oviedo 1987). conseguimos identificarla.
148
No aparece en Nomes..., p. 49, pero si en Madoz (P.
Madoz, Diccionario geográfico-Estadístico-Histórico. Astu-
rias, 1985, p. 21).
88 F. J. Fernández Conde Anejos de AEspA LXIII

San Juan Bautista de Moldes in ora maris (Moldes, Castropol) (M)


Santa Cecilia de Seuares (Siares, Castropol).
Santiago [del Monte] (Santiagu’l Monte, Castrillón?)151
Santa María de Mare (Santa María, Castrillón)
Santiago de Infesta (Infiesta, La Mata, Gráu) (*:LT)
San Juan de Moennes ( Santianes de Molenes, Gráu) (*:LT)
Santa Eulalia de Unio (Valdunu, Las Regueras)
San Martín de Lotone (Llodón, Miranda)
San Juan (¿)
San Juan de Seuatas (Sebades, Llogrezana, Carreño) 152
San Cipriano [de Piarnu]?, Castrillón)
San Adriano de Navezes (San Adrianu, Castrillón)
Santiago de Azes (Aces, Candamo)
SanAndrés de Pravia (*LT, Campo)
San Saturnino (de Caurias?), Pravia?)153
San Mameti (San Mamés, Pravia?)154
San Miguel de Cannet (Caunéo, Arango, Pravia)
San Esteban de Iclán (sic) (Inclán, Pravia)
San Juan de Uelundres (Belandres, Báscones, Gráu)
San Cosme y Damián en Arzelio (Vigaña Arcéu, Salcéu, Gráu)155
Santa Eulalia de Celmonio (Cermoñu, Salas)

151
Las cuatro iglesias siguientes se encuentran en el «Col- me (y San Damián): F. J. Fernández Conde, La Iglesia de
mellum» sin fecha: f.11v.-12r: 17v.18r, GL., n.139, pp.360- Asturias..., p. 158.
154
362. En el «Parroquial» de D. Gutierre se incluye una iglesia
152
La última serie de iglesias se puede encontrar en otro en el arciprestazgo de Pravia dedicada a San Mamés (F. J.
«Colmellum» similar: f. 113r.-v.. GL., 216, pp509-510. Fernández Conde, La Iglesia de Asturias..., p.156).
153 155
Por el texto del LT, no estamos seguros de que la igle- Adviértase que nada tiene que ver con Vigaña Arcéu de
sia de San Saturnino sea de de Courias, Pravia. Y, por otra Miranda, cuyo patrono es San Pedro.
parte, el patrono de Courias en la Edad Media era San Cos-
OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE
PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA Y DECORATIVA
DE LAS IGLESIAS DE SAN MIGUEL DE LILLO
Y SANTIANES DE PRAVIA
POR

LUIS CABALLERO ZOREDA


Instituto de Historia. CCHS. CSIC*

RESUMEN otros 2010) que ya están publicados y el de Valde-


Se aprovechan los resultados de la lectura estratigráfica de
diós que aún está en realización.1 También estoy en
los edificios alto medievales de San Miguel de Lillo y San- deuda con el trabajo de César García de Castro
tianes de Pravia (Asturias) para contextualizar su escultura (1995), que prepara el terreno y al que en muchas
decorativa. Así se distinguen grupos pertenecientes a proyec- ocasiones tendré que citar para refrendar lo que él ya
tos arquitectónicos y talleres escultóricos distintos, que se re-
lacionan entre sí y con producciones propias de otros lugares, observó. Sintetizo primero lo que me interesa de lo
especialmente asturianas y portuguesas, y que se propone que ya publicado para intentar profundizar en segundo
abarcan desde mediados del s. IX al s. X. lugar en conclusiones ya atisbadas.
Antes quiero recordar un importante trabajo de
SUMMARY Roger Collins de 1989 en que proponía una reformu-
Stratigraphical analysis’ results of the early medieval 1
Estudios efectuados dentro de dos proyectos de investiga-
churches of San Miguel de Lillo and Santianes de Pravia (As- ción. Lillo en el de Arqueología de la Arquitectura Alto me-
turias) are used to contextualise decorative sculpture. Groups dieval en Extremadura, Asturias y Portugal, Plan Nacional de
belonging to different building projects and sculptural work- I+D+I (2002-2003), BHA 2003-02086 (2004-2006), CSIC;
shops are those distinguished and related to each other and to Tuñón, Pravia y Valdediós en Análisis arqueológico de la ar-
productions coming from other areas, mainly in Asturias and quitectura altomedieval en Asturias, Plan Nacional de Inves-
Portugal, thought to date to from middle 9th to 10th century. tigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica
2004-2007, I+D, HUM2007-61417, ambos dirigidos por mí
PALABRAS CLAVE: Cronología decorativa alto medieval. como investigador principal. Para los trabajos se obtuvo per-
Grupos decorativos. Talla. Tribuna. Ajimeces. Silo. José miso de la Consejería de Cultura, Comunicación Social y
Menéndez-Pidal. Oviedo. Braga. Lena. Valdediós. Turismo del Gobierno del Principado de Asturias, que ade-
más ayudó en la financiación de los trabajos. Agradezco la
KEY WORDS: Early Medieval chronology of decorations. ayuda del Dr. Lorenzo Arias Páramo, participante como in-
Sculptural groups. Stone cutting. Tribune. Aljimeces. Silo. vestigador en el equipo de ambos proyectos, y del Dr. César
José Menéndez-Pidal. Oviedo. Braga. Lena. Valdediós. García de Castro Valdés, del mismo modo en el segundo. Al
primero se deben las planimetrías utilizadas en el estudio de
Lillo y Valdediós. Por parte del segundo han sido fundamen-
tales la dedicación y empeño puesto y sus atinadas observa-
Este trabajo es un ensayo basado en trabajos an- ciones en el desarrollo de ambos trabajos. Como digo, mi tra-
teriores a los que, vistos los resultados, apenas su- bajo depende expresamente de estas monografías previas y
pera, aunque sintetiza y concreta. Utilizo los estudios por lo tanto del trabajo efectuado por el equipo que las reali-
zó y que por ello figuran aquí de pleno derecho: Dra. M.ª de
monográficos de cuatro edificios: los de Lillo (Ca- los Ángeles Utrero Agudo, José Ignacio Murillo Fragero,
ballero y otros 2008), Pravia y Tuñón (Caballero y Fernando Arce Sainz, Dr. Francisco José Moreno Martín,
Carlos Tejerizo García (todos ellos CSIC), Eduardo Rodrí-
guez Trobajo (dendrocronólogo, INIA) y Rafael Martín Tala-
* luis.caballero@cchs.csic.es verano (arquitecto, planimetría Pravia).
90 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

lación de la datación de la arquitectura asturiana.


Collins indica de entrada cómo este grupo es, de los
de la arquitectura tardo antigua y alto medieval espa-
ñola, el que se considera de cronología más fiable,
justamente por haberse basado su datación en una
metodología que combina los datos cronológicos
aportados por las Crónicas y la comparación de las
iglesias así datadas con las demás que no lo están. De
esta manera, decía Collins, se hizo de la arquitectu-
ra asturiana un campo de investigación aparentemente
más seguro que los de los periodos precedente (visi-
godo) y consecuente (mozárabe). Sin embargo, llega
a una conclusión demoledora sobre la cronología así
conseguida de esta arquitectura. Los edificios de
Santullano, Cámara Santa y Lillo debían trasladarse
a época de Alfonso III y se debían revisar las tres fases
(Alfonso II, Ramiro I y Alfonso III) en que se consen-
súa la organización del arte asturiano. Nuestro autor
finaliza señalando cómo se contraponen su hipercrí-
tica y los cimientos problemáticos utilizados por la
metodología tradicional; problemáticos por dos debi-
lidades de esta metodología, ajustar la evidencia
material a la literaria y aceptar la aparente línea ge-
neral ofrecida por las Crónicas ignorando sus contra-
dicciones en los detalles específicos.
Fig. 1. Vista exterior de la iglesia de San Miguel de Lillo.

SAN MIGUEL DE LILLO


cambio obligó a colocar nuevos soportes provocan-
RESULTADOS DE LA LECTURA do incorrecciones en la obra ejecutada, de modo que
los esfuerzos recaen sobre apoyos desviados (como
Como se sabe, el edificio originario sólo conser- también observó García de Castro 1995a: 409) y las
va el tramo de los pies ocupado por una tribuna o coro plantas de los arcos toman direcciones oblicuas y
alto y el siguiente tramo de tres naves. En esta eta- adoptan formas trapezoidales.
pa I, originaria, ocurrió un cambio de proyecto para El edificio así conseguido, a nuestro parecer, se
incluir la tribuna en el edificio. Cuando estaban pre- debió arruinar en un momento no demasiado alejado
paradas todas las piezas singulares para el proyecto al de su construcción (antes de mediados del s. XI,
primitivo (A) del edificio, hubo necesidad de encar- Caballero y otros 2010: 27-28), quedando práctica-
gar otras que realizó un nuevo taller para acomodar mente en el estado en que hoy se conserva. La obra de
la tribuna al edificio ya iniciado (proyecto B), em- la tribuna pudo reforzar la estructura de los pies de la
pleando para ello materiales y formas distintas y reuti- iglesia permitiendo su supervivencia a la ruina del
lizando o readaptando materiales ya preparados para resto del edificio. Entonces (fase IIA) se le debió aña-
el proyecto anterior (Caballero y otros 2008: 24; dir una cabecera, hoy perdida, y se hicieron cambios
García de Castro, 1995: 417-418, observa y adelan- para adecuar la ruina a su utilización litúrgica; en el
ta esta interpretación del cambio de proyecto2). Este espacio del porche, para utilizarlo como aula, y en el
primer tramo de las naves, como coro litúrgico.
2
«Se produce la impresión de que todo el cuerpo intermedio Posteriormente la cabecera restaurada se sustitu-
—es decir, las habitaciones laterales de la tribuna— es una yó por otra, la actual, un ábside de planta rectangu-
modificación de un proyecto inicial no llevado a cabo. No obs-
tante no hay duda de la originariedad de la tribuna y adyacen- lar y el cierre de las naves laterales (fase IIB). La
tes... La construcción del antecuerpo occidental [la tribuna] cronología de esta fase no está totalmente consensua-
contiene irregularidades suficientes como para permitir la da por el equipo que realizó la lectura, pues los aná-
formulación de la hipótesis del cambio inmediato de proyecto,
efectuado en plena construcción del edificio. A este cambio lisis de carbono 14 datan madera aparecida en la
corresponde la erección del arco triunfal de la tribuna». bóveda de la cabecera rectangular en la segunda mitad
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 91

del s. XI (propuesta 1030-1100 cal AD, 93,6%, Rodrí- su mala conservación se pueden observar en ella
guez Trobajo en Caballero y otros 2010: 181-182, bastantes enjarjes, de sus escalones y de su cuerpo
coincidente con la de García de Castro), mientras que de fábrica con el muro de carga y con el muro peri-
los arqueólogos suponemos que esa capilla debe re- metral de la fachada oeste, indicando que todo el
trotraerse a finales de la Edad Media o inicios de la tramo de escalera enjarja con ambos muros y, por lo
Moderna (Caballero y otros 2008: 29-30). Después, tanto que en este punto debemos considerar coetáneos
el edificio (fase IIC) sufrió otras reformas, se le ado- los muros entre sí. De decidir a partir de estas dos
san habitaciones y, en el interior, se coloca un refuer- observaciones consideramos predominante la de que
zo estructural (Llano 1917b: 25), un piso adelantado todos los muros son coetáneos.
a la altura del coro alto y posiblemente un cielo raso. Con respecto al aparejo, tanto el de los paramen-
La etapa III recoge distintas restauraciones contem- tos externos de los muros perimetrales como el de los
poráneas, iniciadas por Andrés Coello en 1850 des- paramentos proximales de los muros de carga son si-
montando el campanario y las habitaciones adosadas. milares. El muro de carga sur de la tribuna está apre-
ciablemente mejor aparejado que el norte. En ninguno
de los dos muros de carga se observan mechinales que
LA REFORMA DEL PROYECTO INICIAL DEL EDIFICIO son corrientes sin embargo en los muros perimetrales.
PARA INCLUIR LA TRIBUNA Estas diferencias no las considero significativas. Su
similitud indica que muros de carga y perimetrales se
No existe un argumento estratigráfico que aclare construyeron por albañiles de similar formación y que
con rotundidad si los muros de carga de la tribuna3 poseían una misma experiencia técnica. Tampoco se
son coetáneos o son posteriores a los muros perime- observan cortes o superficies de discontinuidad en los
trales de la iglesia. Para proponer que el coro alto se paramentos externos de los muros perimetrales. Por
incluyó en el edificio cuando éste se encontraba en estas razones y las anteriores hemos incluido en una
construcción nos basamos en argumentos de carác- misma etapa I toda la obra del edificio originario con-
ter estructural y tipológico, esto es en un «análisis servada, incluida la tribuna.
configuracional» como lo denominó Mannoni (1984). Sólo la relación de numerosas piezas singulares,
La existencia de enfoscados en el interior del arquitectónicas y decorativas, entre sí y con los mu-
edificio impide la visión general de la cara interior ros en que se encuentran permite plantear la existencia
de los muros perimetrales y de parte de los paramen- de un cambio de proyecto en el edificio. Estas piezas
tos de los muros de carga de la tribuna y dificulta una presentan dos grupos. El primero grupo corresponde
correcta observación de las relaciones entre ellos. con el que llamamos proyecto A de la iglesia origina-
Sólo hay dos puntos donde se puede hacer esta ob- ria y se compone de piezas cuya función primordial
servación. Las caras proximales de los muros de carga corresponde a la zona del edificio donde no existe
(interiores del pórtico de la iglesia) se limpiaron de tribuna, de modo que, cuando aparecen en la zona de
sus enfoscados durante alguna obra de restauración esta, presentan indicios evidentes de haber sido utili-
del s. XIX (Caballero y otros 2008: 33-34). Ello per- zadas con una función distinta o incluso contradictoria
mite una relativa observación de sus relaciones con con la que cumplen en el resto de la iglesia. Las pie-
los tramos del muro de fachada Oeste, sólo en sen- zas del proyecto B se utilizan sólo en la zona de la
dos estrechos filetes situados entre los rincones que tribuna y son distintas, de material y forma que se
forman entre sí y las placas decoradas de las jambas diferencian de las usadas en el resto de la iglesia con-
de su puerta de entrada. En el rincón sur la observa- servada. Repaso algunas de las diferencias más rele-
ción se dificulta por la persistencia de restos de vantes de estos dos grupos, empezando por las perte-
mortero. En el norte, más limpio, la observación in- necientes al proyecto A utilizadas por el B.
dica que una mayoría de los mampuestos del muro
de carga se adosa al muro perimetral. En ambos rin-
cones las hiladas de la mampostería no coinciden en Etapa 1. Las piezas del proyecto A. Arenisca
altura, indicando que no unen entre sí, sino que se
adosan. El segundo punto de observación es el tra- Generalmente las piezas correspondientes al pro-
mo N-S de la escalera sur de acceso a la tribuna. Dada yecto A son de arenisca, mientras que las que corres-
ponden al proyecto B son de caliza blanca.4
3
Llamo así a los dos muros longitudinales que forman el
actual pórtico de entrada a la iglesia y sobre los que descar-
4
gan las bóvedas y el piso superior y en los que se apoyan las García de Castro, 1995: 335, propone que el uso de la
cajas de escalera. caliza blanca «indica labra in situ y no importación».
92 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

Fig. 2. San Miguel de Lillo. Planta de las basas situadas en los extremos de los muros de carga.

Basas.—Las cuatro basas de las semi-columnas sión de la tribuna (proyecto B) que podrían adosar-
situadas en los extremos de los muros de carga de la se a los muros de fachada de la iglesia. No tenemos
tribuna (fig. 2) no están preparadas para ese lugar; ningún indicio de las dos basas exentas.5 La basa
son reutilización de piezas previstas para otras ubi- entrega diferente, basa 1 de 60 cm de frente en vez
caciones, de modo que ocultan zonas suyas decora- de los 80 normales, debía corresponder a una función
das, dejan a la vista otras sin decorar y necesitan concreta:6 quizás ocupaba el rincón SO de la iglesia
pequeñas piezas añadidas, lisas, para cubrir espacios mientras que una de las tres piezas de 80 cm pudo
vacíos. Las cuatro son entregas, preparadas para ado- utilizarse en la esquina NO, ocultando parte de su
sarse a los muros perimetrales, aunque donde ahora decoración. A partir de estas observaciones y en el
están utilizadas no cumplen esa función ni tienen las contexto en que nos encontramos podemos suponer
dimensiones apropiadas para dejar empotrada la zona que los semi-fustes de las columnas de carga de la
prevista para ello. De ellas, tres son similares (basas tribuna también pudieron ser reutilizados en su situa-
2 a 4, las dos del lado sur y la in antis del lado nor- ción actual, quizás partiendo los dos fustes exentos.
te), con el frente decorado con tres arcos y los late- Observemos finalmente que las seis basas de esta
rales (cuando no han sido cortados por una interven- zona no tienen moldura de toro sogueado, de modo
ción posterior) con un solo arco decorado. La basa que el fuste asienta directamente sobre la basa pro-
1, que se adosa lateralmente al muro de carga norte piamente dicha, lo que debía ser norma general de
(la norte del lado norte) también está reutilizada, pero las basas entregas preparadas para los muros perime-
es de una forma diferente que indica que estaba pre- trales.
parada para una función concreta, distinta de la de
las anteriores. Como las otras tres basas, ésta presenta 5
Las dos basas exentas que suponemos sobrantes podrían
en su frente tres arcos y en cada lateral sólo un arco haberse utilizado para las columnas in antis, en su lugar
terminado, pero la dimensión de su frente, en el que aproximado, ligeramente corridas al Este, y sólo dos de las
entregas para las columnas distales. De este modo, los latera-
se distribuyen los tres arcos, es más estrecha, de 60 les proximales de las basas centrales (visibles al entrar a la
cm en vez de los 80 de las demás. Para utilizarla en iglesia y hoy cortados por la intervención posterior) hubieran
su situación actual fue necesario complementarla por aparentado una decoración completa mostrando cada una dos
arquillos decorativos. Pudo haber influido en la decisión
el lado oeste con una pieza adosada (pieza 1), que adoptada el empleo de semi-fustes y por ello la utilización de
oculta la decoración de su lado derecho. El semi-fuste basas entregas.
6
que aguanta, al ser su basa más estrecha de lo nor- En la reconstrucción de 2008 (Caballero y otros: 17-18
fig.3) proponíamos que las piezas entregas del testero sobre-
mal, se colocó ligeramente corrido hacia el Oeste, saldrían 60 cm, más que sus compañeras de los muros latera-
fuera del espacio reservado para su asiento que deja les, decorando sus lados con tres arcos distribuidos como en
un espacio vacío hacia el este, y de modo que mon- esta pieza única. Así, los fustes adosados al testero serían de
tres cuartos en vez semi-fustes y los de esquina superarían la
ta sobre la decoración de la basa (Caballero y otros difícil sección de cuarto de cilindro, acercándose a un semi-
2008: láms. 38 a 41). fuste. Pero la solución ahora propuesta es concorde con las
Si imaginamos una planta correspondiente a la piezas conservadas.
Según García de Castro, tres basas entregas del Museo
iglesia antes de incluir la tribuna (fig. 3 abajo) ob- de Oviedo, aunque estaban preparadas, no se terminaron de
servamos que, tras la obra de reforma, se dejaron de labrar, 1995: 306-307, D.12, 13 y 18, respectivamente Escor-
utilizar dos basas exentas y cuatro basas entregas. A tell 1996: lám. 54, 55 y 49. Sería necesario efectuar un análi-
sis de los recortes de estas y otras basas por si pudieran dar
este conjunto de piezas desechadas deben correspon- información a nuestro interés, por ejemplo García de Castro
der las cuatro basas entregas utilizadas en la inclu- 1995: 306, D.17, Escortell 1996: 50.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 93

Fig. 3. San Miguel de Lillo. Planta actual (s. L. Arias) y planta del propuesto proyecto primitivo.

Impostas.—Las impostas de arenisca utilizadas en — Los arcos altos y ciegos de las embocaduras
la tribuna ofrecen algunos indicios por los que pue- de las ante-escaleras apoyan sus arranques sobre los
den considerarse también de adaptación: muros perimetrales en impostas decoradas con cin-
94 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

Fig. 4. San Miguel de Lillo. A. Interior del crucero con la tribuna y el tramo de entrada. B. Lado norte, detalle del capitel
y el friso decorativo.

tas encuadradas por sogueados. Estas impostas son completo su superficie como apoyo del arco super-
parecidas a las impostas-capiteles entregas de las puesto, que está ligeramente oblicuo por el ligero
semi-columnas adosadas a los muros perimetrales de desfase de las semi-columnas (Caballero y otros 2008:
la iglesia, pero se diferencian en su colocación, trans- pl. 7, 8 y 10. García de Castro 1995: 318, «notable
versal a la de la iglesia lo que las obliga a empotrar irregularidad constructiva»).
su decoración y a dejar vista su zona entrega, y en — En el arco oriental de la tribuna, las colum-
su forma, por llevar sogueados sencillos en vez de nas tienen a modo de capitel una imposta decorada
dobles (Caballero y otros 2008, comparar planos 7 con cintas y dobles sogueados, muy despropor-
y 10, lám. 44). cionadas con respecto a sus fustes. Son similares y
— Las cuatro impostas-capiteles de las semi-co- cumplen la misma función que las de las semi--
lumnas situadas en las embocaduras de las ante-es- columnas adosadas a los muros perimetrales de la
caleras son de un tipo que sólo se conoce en la zona iglesia, aunque las de la tribuna son de 0,60 cm de
de la tribuna, estriadas, como los fustes de las pilas- ancho y las de las naves laterales de 0,80 cm. Esto
tras exteriores, pero en horizontal (tres estrías). Es- de por sí no asegura que estén adaptadas, aunque
tán a medio tallar, como si en un uso previo (reutili- sean de arenisca y los fustes y dovelas del arco, de
zadas) se hubiera dejado en reserva la zona adosada caliza.
o por adosar a otro elemento que ocuparía una estre- — Las impostas de bóveda suelen estar descolo-
cha faja perpendicular a la dirección de las estrías cadas en la zona de la tribuna, de modo que dos piezas
(impostas norte) o como si no se hubieran termina- vecinas pueden llevar el sogueado en diferente sen-
do de tallar (impostas sur. García de Castro 1995: 318, tido o medir distinta altura, mientras que en los es-
«sin completar», f.352). Además, las distales están casos ejemplos pertenecientes a la zona de la igle-
descentradas de sus semi-fustes para aprovechar por sia siempre se observa una colocación regular.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 95

Umbrales de las cámaras de la tribuna.—Se pue- por su base, indicio que podría ser de reutilización
de considerar que son adaptados ya que son más pero que parece corresponde mejor a un problema de
estrechos que sus jambas las cuales sobresalen por acoplamiento durante la obra. 7 Se pueden explicar
la cara interior quedando colgadas. como:
— producidas para el proyecto A, con una fun-
ción desconocida, y readaptadas por el proyecto B;
Etapa 1. ¿Proyecto A o B? Excepción por el tipo de — producidas para el proyecto B, por un taller
material, arenisca o caliza del proyecto A que trabaja con arenisca pero con pa-
trones del B, que es la propuesta que defiendo; o
Capiteles.—Los capiteles son de caliza, igual que — producidas por un taller del proyecto B que
las jambas de la puerta, aunque, según mi ordenación, trabaja con arenisca aunque sea un material que no
pertenecen al proyecto A de la iglesia (fig. 7A. Gar- se reconoce como el suyo.
cía de Castro 1995: 283, 2.1.7. A1/4). Su carácter
representativo determinaría el uso de un material más
noble, aunque la técnica de talla corresponde a la de Etapa 1. Las piezas del proyecto B. Caliza
las piezas de arenisca.
En cualquier caso se puede documentar la adap- Ventanas e impostas de las ante-escaleras.—La
tación en la obra de la tribuna de capiteles proceden- inclusión de la tribuna obligó a transformar la forma
tes del proyecto de la iglesia. Los de las columnas de las ventanas del tramo de ante-escaleras, acodando
adosadas in antis a los muros de carga del coro alto su sección, anulando su marco moldurado interior y
tienen sus campos lisos y ligeramente convexos por utilizando como dintel la imposta de la bovedilla del
haber sido retallados para borrar su decoración, de tramo. La molduración de estas impostas es también
la que aún queda visible parte en el capitel norte, en de morfología nueva. Creemos que la renuncia al
su borde del mismo lado norte (fig. 4B; Caballero y marco de las ventanas y a la decoración sogueada de
otros 2008: lám. 37 y 39). Debía ser imprescindible las impostas es argumento favorable a la reforma del
que desapareciera la información que aportaban en proyecto (Caballero y otros 2008: lám. 34, 35 y 45;
su decoración para adaptarlos en este lugar. El resto pl. 7, 10, 13 y 15).
decorativo que se conserva en el capitel norte pare-
ce vegetal, diferenciándose de la decoración de cír- Arcos.—Los arcos abiertos en esta zona emplean
culos de la pareja que se mantiene en su sitio en la piedra caliza para sus dovelas o para sus arcos tras-
cabecera actual de la iglesia. La disposición de la dosados, siempre como fajas, molduras planas y li-
decoración de su cálatos tampoco era exactamente geramente resaltadas. Así consideramos: la moldura
igual a la de esta pareja. lisa trasdosada de la puerta principal; el hueco de
puerta abierto encima de la principal, a la altura de
Los arcos monolíticos de la tribuna.—Estos arcos, la tribuna, coetánea con la obra originaria del edifi-
que dan paso a las cajas de escalera y a las habita- cio, cuyas jambas y arco están también formadas por
ciones de la tribuna, también parecen una excepción piezas de piedra caliza;8 el arco de la embocadura
a la norma de que las piezas preparadas para el pro-
7
yecto B son siempre de caliza (fig. 10A y B). Son de Se puede pensar que estos arcos son reutilizados dado
que la decoración de algunos de ellos (círculos de sus seudo-
arenisca, aunque no se puede comprobar que se reuti- roleos) está cortada coincidiendo con sus asientos. Mi opi-
licen procedentes de una función anterior, y aunque nión es que los cortes de los asientos corresponden a ajustes
sus patrones decorativos pertenecen a las piezas del de obra de las piezas decoradas en taller, no a reutilizaciones.
Pieza SO, ambos extremos enteros; pieza SE, ligeramente
grupo B. La técnica de talla redondeada correspon- cortado el extremo E y entero el O; pieza NO (fig. 10) corta-
de a la de las piezas de arenisca, pero su temática dos los dos extremos. La pieza NE es la que parece demostrar
vegetal no aparece en el resto de piezas del grupo A, mi propuesta; sus dos extremos están enteros y con la deco-
ración rematada; en concreto el extremo O presenta un semi-
correspondiendo, sin embargo al repertorio del gru- círculo que remata con sus sogueados, sin estar cortada la
po B, en caliza, con seudo-roleos, remolinos y rose- decoración por el plano del asiento. Esta pieza, con respecto
tas (García de Castro, 1995: 318, las agrupa por iden- a su decoración, estaba sobredimensionada de modo que no
hizo falta cortarla y permite observar cómo se entregó a la
tidad de la temática decorativa con la placa de cancel obra por el taller decorativo. Arias, 2008b, supone que estos
11.B.7, del grifo, y su barrotera 11.A.1). Estos arcos, arcos proceden de las ventanas distales de las fachadas de
por tanto, debilitan aparentemente nuestra propues- Santa María del Naranco.
8
Una explicación para su uso es que fuera el acceso a la
ta de agrupar las piezas por el material que emplean. planta alta de un pórtico sobresaliente hoy desaparecido. Ca-
La decoración de algunos de ellos parecen cortados ballero y otros 2008: 20, 24.
96 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

oriental del coro alto, decorado con rombos y trifo-


lios o flores de lis, remolinos y rosetas (fig. 9D); el
arco de la ventana que se abre en la parte alta del
testero oeste de la nave central (así como la impos-
ta de este testero que no continúa la imposta sogueada
de los muros laterales); la ventana interior de la cá-
mara ciega occidental; y los arcos de entrada a las
escaleras de la tribuna situados al fondo de los tra-
mos de ante-escalera.

Escultura decorativa.—Ya hemos hecho referen-


cia a algunos elementos decorados:
— Los capiteles de los muros de carga de la tri-
Fig. 5. San Miguel de Lillo. Basa norte de la actual entrada
buna (de caliza, reutilizados y borrados), los arcos al ábside con la reforma para incluir un cancel.
monolíticos del coro superior (de arenisca, por sus
motivos y su posible retalle) y el arco decorado de
la embocadura oriental de la tribuna (de caliza y por — Dichas piezas servían a canceles que segregan
sus motivos). espacios litúrgicos de una función similar a los de
— Las placas de caliza decoradas en los lados época alto medieval, anterior a la reforma de la li-
distales de los frentes de los muros de carga, presen- turgia romana. Crean tres espacios, uno en la nave
tan frisos verticales de roleos (fig. 4B). Las del lado sur central, cabecera o santuario, y dos laterales auxilia-
parecen reutilizadas, de modo que el capitel in antis res, coros o sacristías. Los canceles dejaron huellas
y el arco se superponen y ocultan la decoración, de sus placas o columnas adosadas en los fustes de
quizás a medio terminar. Al contrario, la decoración de las columnas del arco de triunfo y en las placas proxi-
las placas del lado norte, que parece de inferior cali- males lisas en los frentes de los muros de carga de
dad, remata en el borde del capitel y el arco, tallada in la tribuna (1,5/1,6 m sobre el nivel del suelo actual;
situ o teniendo en cuenta el lugar donde se iba a colocar Caballero y otros 2008: 27 y 31, pl. 5, 6 y 16).10
la pieza, también a medio terminar en su remate.9 — La cabecera de restauración, anterior a la ac-
— Se puede aventurar que las placas proximales tual, podría estar formada por los ábsides semi-cir-
de los frentes de estas antas, también en caliza y li- culares citados por Amador de los Ríos, dibujados por
sas y que no ocupan por completo el espacio reser- Bartolomé Hermida, y a los que se refiere posterior-
vado a ellas, estuvieran previstas para ser decoradas mente Juan de Dios de la Rada (Arias 2005: 12, 30).
(fig. 4A; observación similar en García de Castro — El desmonte y traslado de la puerta origina-
1995: 339). ria de la iglesia, interior, situada en la embocadura
oriental del pórtico formado por los muros de carga
de la tribuna. Durante la etapa 1, la puerta en la fa-
Etapa 2A. Ruina y restauración chada de la iglesia no tenía cierre para dejar siem-
pre accesible el pórtico que se cerraba en la puerta
La ruina y restauración del edificio consideramos interior. Ahora se traslada el cierre a la puerta exte-
que ocurrió con cierta inmediatez a su construcción rior para ganar un mínimo espacio de aula para el uso
en la fase siguiente 2A. Nos basamos para defenderlo de los fieles (15 m2).
en los siguientes argumentos: Aunque defiendo que el edificio originario se ter-
— La colocación de piezas, asturianas, que cor- minó por completo y que su ruina ocurrió en un se-
tan otras originarias. Cuatro basas (una de ellas per-
10
dida) reutilizadas, con toros sogueados, de tipología García de Castro, 1995: 418, 7/8, supone que los cajea-
dos de los capiteles y de las basas de las cuatro columnas
asimilable a las de la iglesia, aunque no iguales, que centrales, y por tanto las basas incluidas, servían al atiranta-
cortan y se adosan a o se incluyen en las cuatro ba- do o a la colocación de una plataforma de madera pertene-
sas centrales (fig. 5). cientes a una intervención de fecha desconocida, rechazando
la hipótesis de un uso cultual. Nuestra opinión, como deci-
mos, es que las basas originarias se recortaron para añadir
9
Una observación distinta en García de Castro, 1995: 339, otras nuevas que sirvieran a la reforma cultual provocada por
fot. 262, «ambas pilastras han sido recortadas al ser empotra- la ruina del edificio. Esta explicación facilita comprender la
dos los capiteles» por lo que considera que se adecuó la de- reutilización de material de la iglesia y no niega que, amorti-
coración a las condiciones impuestas por la instalación. zados los canceles, se aprovecharan las basas en la interven-
Nuestra observación desde el suelo. ción posterior.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 97

tes de restauración, de la continuación hacia el E de


estructuras de arcos (correspondientes a las arquerías
centrales; si, en cambio en el interior) o de bóvedas,
o de los faldones de los tejados (lo advierte García
de Castro 1995: 41212). Por lo tanto, a pesar de la
conclusión que adopto, queda margen para la duda:
la construcción del edificio pudo interrumpirse como
lo hace hoy, con los cimientos replanteados que se
han descubierto en excavación y los muros a cierta
altura pero sin rematar la obra, pese a la dificultad
que supone aceptarlo; o se arruinó y fue restaurado
de inmediato en el estado actual, momento posterior
al que pertenecerían las pinturas; o ruina y reforma
pertenecen a un momento indeterminado posterior.

LOS ELEMENTOS DECORATIVOS Y SU RELACIÓN


CON LOS PROYECTOS ORIGINARIOS Y LA RESTAURACIÓN

Llegados a este punto me vuelvo a preguntar si


es posible relacionar la rica y abundante decoración
considerada de Lillo con los momentos constructivos
de la iglesia, esto es, con los dos proyectos origina-
rios y con la obra de reforma. García de Castro or-
ganiza la escultura de Lillo en dos o tres grupos
Fig. 6. San Miguel de Lillo. Cierre del lado oriental, antes (García de Castro 2007: 98-100) y por mi parte he
y durante la limpieza de 2010. propuesto otra organización en la memoria de Tuñón
(Caballero y otros 2010: 109-112). Ahora pretendo
gundo momento, he de advertir que esta solución no ajustar y concretar lo dicho. Quisiera efectuar un
es segura. El cierre oriental del edificio tal como hoy análisis tipológico mejor que uno de carácter estilís-
se conserva presenta problemas de difícil solución tico y que no se confunda con él. Como pide García
(fig. 6). Un paramento medieval o moderno cierra el de Castro (2006: 100, n. 23), los análisis estilísticos
espacio que corresponde al que hemos llamado cru- se deben convertir en tipológicos teniendo «en cuenta
cero y que podría prolongarse hacia el E como una el principio de asociación contextual»; dicho de otro
nave central muy esbelta.11 Llaman la atención dos modo, ajustándose al principio estratigráfico de la
impostas, decoradas con cestería, inmediatamente tipología que afirma que a cada estrato le corresponde
bajo la imposta de la bóveda y en la esquina provo- un conjunto de materiales identitario o tipo («fósi-
cada por este muro de cierre, pero cuyas verticales les»), diferenciado de los tipos que presenten los ma-
no corresponden (claramente desplazadas a E) con el teriales «incluidos» o reutilizados.
eje de las columnas antes exentas y que forman la En nuestro caso parto de las relaciones contextua-
entrada del actual ábside. Las naves laterales se cie- les seguras. Existen en el edificio dos grupos contex-
rran con muros que parecen originarios por su tipo tualizados de piezas, que se adscriben cada uno a un
de aparejo (con mechinales), los enjarjes de las es- proyecto, empleados con diferente colocación y fun-
quinas y el enfoscado y la decoración pintada de sus ción y distinto material, temática, dibujo y técnica
paramentos interiores; pero que presentan bastantes empleados, como ya hemos visto.
materiales constructivos y decorativos reutilizados de A ellos unimos dos placas de cancel. La llamada
la propia iglesia, además de fragmentos de ladrillo. «placa del grifo», descontextualizada, considerada
No se descubren en ellos huellas previsibles de cor- 12
«Las propuestas» de reconstrucción del edificio «presen-
tan... una dificultad:... no muestran el enjarje de los respec-
11
A esta comprensión corresponde la reconstrucción pro- tivos cañones en el muro E. de cierre de los tramos N. y S.
puesta por Arias 2008a. El cierre oriental pudimos observar- conservados, que hay que considerar originarios desde el
lo desde los andamios puestos en 2011 para la restauración arco diafragma hasta el remate. Si bien pudieron —y hay
exterior de la iglesia, sin que fuera posible obtener otra con- huellas de ello— haber sido retocados, su alzado esencial es
clusión. originario, pues está garantizado por la pintura del interior».
98 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

A B

C D
Fig. 7. Taller de Lillo. Grupo 1. A y B. Capitel y basa de la columna norte de la actual entrada al ábside; C. Detalle de la
jamba de la puerta principal (según García de Castro 1995: fig. 399). D. Placa (según Escortell 1996: núm. 129).

procedente de Lillo, puede relacionarse con el edi- ción del anverso (del grifo) era de arte visigodo y a
ficio originario y su restauración si se acepta que su la de Schlunk (1980: 140, fig. 5/9; antes Schlunk y
delantera perteneció al proyecto de la tribuna y su Hauschild 1978: 100, probable visigodo reutilizado)
trasera, con la segunda placa, a una reutilización para que matiza esta opinión pero que se siente forzado
su restauración en la fase 2A (fig. 8A y 11ª. García a afirmar que la producción de piezas similares se
de Castro 1995: 229-231, 11.B.1/2; Escortell 1996: mantuvo sin alterar sus caracteres en época visigo-
n.º 16-19). Mi opinión se opone a la propuesta de da y asturiana. Esto es imposible por principio tipo-
Jorge Aragoneses (1957: 259-268) de que la decora- lógico y productivo, al margen de no estar demostrada
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 99

producción de época visigoda en Oviedo como argu- ras convexas o estriadas y con decoración cordada o
menta García de Castro (1995: 230). Como intenta- sogueda; impostas con decoración de cestería o bi-
ré demostrar más adelante, se debe asegurar que pie- lleteada; marcos sogueados, escenas figuradas y
zas de este grupo procedentes de Asturias y de medallones con rosetas. Su técnica es de trazos linea-
Portugal son iguales y por tanto pertenecen a un les, miniaturista, y de talla redondeada. Las jambas
mismo momento asturiano por la variedad y núme- de la puerta principal coinciden tipológicamente con
ro de piezas existentes talladas en caliza local. Tam- sus características técnicas, también en caliza local
bién he propuesto que su manera de trazar los roleos, (Id.: 329, jambas, fot.396-40115). Al menos las tres
a partir de círculos y rectas tangentes, que denomi- celosías en su sitio, rectangulares rematadas en se-
no seudo-roleos, proceden de un tema utilizado en el micírculo, y dos fragmentos en el Museo de Ovie-
mundo omeya que aparece en la Península en los do, con rejería geométrica, columnillas y sogueados
estucos de Villajoyosa (Alicante. Caballero 2000: (García de Castro 1995: 265-266, celosías 3.7.3-5y9,
219-223) y evoluciona después en la decoración de fot.206. Escortell 1996: n.º 198y246). Sólo se con-
San Pedro de La Nave (Zamora).13 Aceptando que la serva un fragmento de placa de cancel, de procedencia
placa del grifo procede de Lillo y se relaciona téc- dudosa de Lillo, cuya temática es similar a la de los
nica y temáticamente con el arco de la embocadura capiteles (García de Castro 1995: 231, canceles
de la tribuna (como acepta Schlunk) y temáticamente 11.B.3, fot. 142. Escortell 1996: n.º 129).16
con los arcos monolíticos de la tribuna, propongo que Este grupo se corresponde con el primero de
la cara del anverso pertenece a la obra de inclusión García de Castro (2007: 98-100), excepción hecha de
de la tribuna y la del reverso a su restauración tras las molduras sogueadas y las impostas billeteadas que
su ruina. La trasera es de igual técnica y tema que considera de su segundo grupo.
el cancel procedente de la iglesia de Tuñón datado
con verosimilitud en 891, fecha que dataría a su vez Grupo 2 (figs. 8 y 9). Inclusión de la tribuna, pro-
el momento de la restauración de la iglesia de Lillo.14 yecto B, cercano a la fecha propuesta de 844/850,
Esta propuesta permite agrupar las piezas en cinco inmediato al grupo 1. Representación de animales.
grupos. Frisos de seudo-roleos con remolinos y rosetas. Ta-
lla a bisel y planos. Prioritariamente trabajado en
caliza. Le pertenece el anverso de la placa de can-
Piezas contextualizadas cel del grifo (fig. 8A). Su taller sería el responsable
de incluir la tribuna en el edificio y, por lo tanto, de
Grupo 1 (fig. 7). Corresponde a la producción del la reutilización de piezas del grupo 1, y de la deco-
proyecto A del edificio, que se supone encuadrada en ración del arco de su embocadura, con rombos, lises
844/850. Pertenecen estratigráficamente al proyecto o trifolios, remolinos y rosetas (similar a la placa del
de la iglesia, diferenciándose de su utilización en el grifo, fig. 9D) y de las placas de las antas de los
proyecto de la tribuna donde presentan indicios de muros de carga de la tribuna (García de Castro 1995:
inclusión o adaptación. Trabaja prioritariamente en 229-230, canceles 11.B.1; 319, arquitectónicos inte-
piedra arenisca. Capiteles de las columnas exentas, riores, C, fot. 350; 339-340, 3.2.2.1, fot. 416. Escortell
aunque de caliza (García de Castro 1995: 283, capi- 1996: n.º 16). También la placa de caliza del león,
teles 2.1.7.A.1y2, fot. 261), y las basas de los após- que suponemos de cancel, retallada como la del gri-
toles (Id.: 304-306, basas D, fot. 323-334); moldu- fo quizás para reutilizarla, y que se supone que pro-
cede de Lillo (fig. 8B. Gómez Moreno, 1919: 371,
13
Cruz Villalón recoge dos piezas con círculos entrelaza- fig.203, la considera de sentido musulmán y técnica
dos, 1985: 73, n.º 108, barrotera de cancel, «círculos concén-
tricos», procedente del teatro de Mérida, y 145, n.º 393, ci- como el pórtico de Valdediós; García de Castro 1995:
macio, «trenza», colección Monsalud, Mérida sin p.334-335, 6.1.4; Escortell 1996: 130). De Lillo con
procedencia; la primera señalada por García de Castro, 1995: dudas es una dovela de caliza decorada con círculos
230, n.230b, como modelo de los seudo-roleos. Ambas pue-
den pertenecer a la serie pero no como cabeza de serie, sino aislados (fig. 8D. Escortell 1996: n.º 92). De ser cierta
como evolución, y, si no se acepta una posible fecha posterior esta propuesta, este taller que trabajó para el «pro-
al 711, pertenecientes a una rama paralela diferente. Caballe- yecto» de la tribuna también lo hizo en el santuario,
ro y otros 2010: 111, n.16.
14
García de Castro 1995: 229-230. Data la delantera del reformando o colocando nuevos canceles. Al mismo
grifo a finales del s. VIII o principios del IX, de un taller que
15
mantenía la técnica del s. VII. Para la trasera acepta la crono- Arias, 2010, supone que proceden, reutilizadas, de Santa
logía de Alfoso III (Jorge Aragoneses) o s. X (Schlunk), aun- María del Naranco.
16
que cree posible datarla «como continuidad de un motivo que La placa de cancel la incluí por equivocación en el gru-
figuró ya en San Miguel de Lillo, unos cincuenta años antes». po segundo, Caballero y otros 2010: 111.
100 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

A B

C D

Fig. 8. Taller de Lillo. Grupo 2. A. Anverso de la placa del grifo (según Luis 1961: lám. 3); B. Placa del león (según Escortell
1996: núm. 130); C. Detalle de las placas de las antas de los muros de carga de la tribuna (según García de Castro 1995: fig.
416); D. Dovela (según Escortell 1996: núm. 92).

taller se deben adscribir tres o cuatro fragmentos de cía de Castro 1995: 226, canceles 9.1/3, fot. 129 y
barrotera de cancel, conservados en el Museo Provin- 151. Escortell 1996: n.º 29 y 225).
cial de Oviedo, uno sin procedencia segura, otro «de A mi parecer estas piezas son homogéneas con los
Naranco» y dos y otros perdidos de la catedral de dinteles con arcos dobles de ventanas (ajimeces), las
Oviedo (fig. 9E/G). Consideradas hasta ahora las de «conchas de vieira» y los frisos, decorados con seu-
la catedral como de Alfonso II (de su palacio), cree- do-roleos con rosetas y remolinos, imbricaciones con
mos que se deben considerar contemporáneas de la lises, dientes de sierra y perlas, reutilizados en la igle-
obra de Lillo. Una de las placas perdidas de la cate- sia románica de S. Torcato de Guimarães (Portugal,
dral de Oviedo presentaba el mismo motivo que el también en el Museo Alberto Sampaio, Guimarães),
arco de la embocadura de la tribuna de Lillo (Jorge y con los frisos de S. Frutuoso de Montelios (Braga)
Aragoneses 1957: 263 n. 15, 266 n. 22, fig. 4/6. Gar- (imbricaciones con lises, ovas y perlas y sogueados),
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 101

D E F G

Fig. 9. Taller de Lillo. Grupo 2. A. «Ajimez» de S. Torcato de Guimarães (Braga, Portugal. Según Real 1998: fig. 4); B. Friso
de S. Frutuoso de Montelios (Braga, Portugal. Según Schlunk y Hauschild 1978: taf. 112b); C. Frisos de Guimarães y Monte-
lios (según Gómez Moreno 1964: lám. XII); D. Friso del arco de la tribuna de Lillo (según Noak y Arbeiter 1994: taf. 17a); E-
G. Barroteras de cancel (respectivamente, sin procedencia, catedral de Oviedo y Naranco, según Escortell 1996: fig. 225 y 29 y
García de Castro 1995: fig. 129).
102 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

separados entre sí unos 30 km (fig. 9A/C. Gómez- suada en época de Ramiro I, el anverso del grifo
Moreno 1964: lám XII, el friso superior probablemen- pertenecería a una reforma litúrgica de mediados del
te de Guimarães, los otros dos de Montelios; Schlunk s. X y la trasera a la restauración del s. XI o comien-
y Hauschild 1978: 210, abb. 122 y Schlunk 1980: 140, zos del siglo siguiente, datada por carbono 14 y en
fig. 5 de Guimarães, añade otras de Sta. María de concordancia con la restauración de 1108 de la iglesia
Arosa; Ferreira de Almeida 1986: fig. en pp. 70 y 108- de Tuñón (crítica a la postura de Real en García de
110; Real 2007: fig. 88, 93-97).17 Aunque se pueden Castro 2007: 100, n. 23; Caballero y otros 2010: 107).
diferenciar variantes y reutilizaciones en las piezas de
Guimarães (Real cit.: 164), la semejanza con las pie- Grupo combinado 1/2 (fig. 10). Este grupo presenta
zas ovetenses es demasiado estrecha como para pro- piezas en los muros de la tribuna con la talla del pri-
poner talleres y fechas muy diferentes (Id. fig. 96a, 97c mero y motivos del primero y el segundo. Trabaja para
y 98).18 La fecha otorgada a Lillo enmarca la crono- el proyecto B, cercano a 844/850. Propongo que se
logía de estos conjuntos sincrónicos, al margen de la «utilizó» el taller del grupo 1 para ayudar en la refor-
que se pretenda dar a los edificios en que en encuen- ma de la tribuna, bajo la «dirección» del taller del gru-
tran: Montelios considerado visigodo y demasiado res- po 2. Ya me he referido a los arcos monolíticos (con
taurado en época contemporánea; Oviedo, del palacio seudo-roleos como la placa del grifo) y los medallo-
de Alfonso II; y Guimarães, románico. nes (con rosetas como los capiteles) de la tribuna (Gar-
Es conocida mi opinión sobre este grupo y espe- cía de Castro 1995: 318-319, 2.5, fot. 347-349, dife-
cialmente sobre el cancel del grifo cuya decoración rencia del mismo modo por sus motivos; incluidos
considero derivada de temas omeyas (Caballero 1994- en mi segundo grupo, Caballero y otros 2010: 111).
95: 344-345) y donde ya propongo la unidad del grupo También se pueden incluir en este grupo una barrotera
con Oviedo y Braga. Cruz Villalón (2009: 28-29) in- y un fragmento de placa de cancel (con seudo-roleos)
cluye el cancel del grifo en el grupo de «influencias que incluí en mi segundo grupo, pero que ahora
islámicas» que previamente se había considerado de creo que es preferible separarlos en este combinado
influencia bizantina, suponiendo que tanto la figura- (fig. 10CyD. Caballero y otros 2010: 111-112). Efec-
ción del anverso como la del reverso tendrían una tivamente, se podía pensar que esta barrotera, por su
misma vía cordobesa, aunque las dos no fueran de tema, servía a la placa originaria del grifo, pero cono-
igual cronología (Id.: fig. 82 para la trasera). El reverso cemos las barroteras que pertenecen al grupo del gri-
lo incluimos en el grupo 3 recogido más abajo. fo y ahora un fragmento de placa que pertenece a esta
Real considera las afinidades entre el cancel del otra variante (Llano: fig. 27 y 29, dibuja otras dos pie-
grifo y el grupo de Braga «verdadeiramente surpre- zas asimilables; García de Castro ya las relaciona,
endentes» y relaciona su figura con las miniaturas 1995: 228 y 231, 11.A.1 y 11.B.7, fot. 145; Escortell
mozárabes (1995: 68). Pero la postura que defiende 1996: n.º 23 y 241).19 Todas son piezas trabajadas en
es completamente diferente a las anteriores y opuesta arenisca. La celosía circular situada en el testero Oeste
a la que defiendo. Para Real, estas obras serían más de la cámara falsa puede hipotéticamente pertenecer
modernas, de un taller portugués del segundo cuar- a este grupo por su material calizo y situación (Gar-
to o mediados del s. X, casi un siglo después de la cía de Castro 1995: 263-264, celosías 3.7.1 fot. 202).
fecha de Lillo, y expandido a tierras asturianas (2007: García de Castro (2007: 99-100) une en su segun-
157, 169-170, a partir de 926, relaciones de los condes do grupo los que yo separo como grupos segundo y
Hermegildus Gundisalvi y su esposa Mumadona primero/segundo. Estoy de acuerdo con él en que
Didaci con Ramiro II). De nuevo no se repara en la ambos respiran «otro ambiente distinto», pero se
relación del anverso del cancel con el arco de la diferencian por el material empleado (que incluye la
embocadura de la tribuna. De aceptar esta propues- que él considera caliza local de Oviedo), la técnica
ta sería necesario retrasar la cronología de Lillo. Para y el dibujo. También diferencia como un tercer gru-
ello supone la existencia de varias fases de obra en po los frisos de roleos en los frentes de los muros
la iglesia, de modo que, sin discutir su fecha consen- formeros de la tribuna, que prefiero incluir en el grupo
segundo por razones de material y relación construc-
17
Para el repertorio de Guimarães ver el texto de L. Fon- tiva, aunque efectivamente corresponden a otro dibujo
tes en este mismo volumen, infra: 458-459, figs. 22 y 23.
18
García de Castro, 2007: 100, protesta que los argumen- y pueden pertenecer a otra mano.
tos de Oviedo no son transferibles al grupo portugués para
19
los que se deben aplicar «argumentos históricos o historio- Debemos advertir que García de Castro pone en relación
gráficos locales». A mi parecer, la utilización de esos argu- estas piezas, por su delgadez (2, 2,5 cm), con los tableros de
mentos puede ser peligroso si las piezas no se contextualizan cancel que incluyo a continuación como variantes del grupo
estratigráfica y tipológicamente. 3, 1995: 231, 11.B.5a7.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 103

D B

Fig. 10. Taller de Lillo. Grupo combinado 1/2. A. Arco monolítico de la tribuna; B. Tondo entre los arcos de la tribuna; C.
Barrotera de cancel (según Escortell 1996: fig. 23). D. Fragmento de placa de cancel (según Escortell 1996: fig. 241).
104 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

Piezas sin contexto conocido tada tradicionalmente. Pero debo admitir la debilidad
de mi argumento porque nada impide que la trasera
Grupo 3 (fig. 11). Correspondería a la restaura- del «cancel del grifo» perteneciera a otra reforma
ción del edificio, fase 2A, cercana al año 891. Sin desconocida e independiente de la iglesia o, simple-
relaciones estratigráficas. Su pieza base es la trase- mente, porque cuento con una sola variable para ar-
ra del «cancel del grifo», que reutiliza para decorar g u m e n t a r.
con un árbol de la Vida (fig. 11A). Le corresponde Jorge Aragoneses señala la diferencia de estas
además otra placa de cancel, decorada por ambas piezas con lo «auténticamente ramiriense» por lo que
caras (fig. 11B y C. Jorge Aragoneses 1957. García opina que, de pertenecer a la iglesia de Lillo, «se
de Castro 1995: 229-231, canceles 11.B.1-2, rever- integraron en un cancel postramiriense», como no-
so. Escortell 1996: n.º 17-19). Sus características, son sotros creemos (1957: 268).
además de este motivo, su talla redondeada y de tra- García de Castro considera que, por tamaño, las
zado lineal en grandes trazos (parecida a la del gru- barroteras de las figuras humanas (altura de la carri-
po primero, aunque no miniaturista). Trabaja en ca- lera, 68 cm) pudieron hacer grupo con las placas de
liza y arenisca. Debe datarse, a mi parecer, a finales los árboles de la Vida (64 cm). Y que este grupo, con
del siglo IX o inicios del X por su relación con la placa la reutilización de la placa del grifo, debe pertene-
de cancel aparecida en la iglesia de San Adriano de cer al momento de construcción de la iglesia (1995:
Tuñón (año 891. Fig. 11F. García de Castro 1995: 235, 230). Estoy de acuerdo con lo primero, pero opino
canceles 16, fot. 150). Pueden considerarse pertene- que todo el grupo tiene una fecha posterior a la de
cientes a una variante otros dos fragmentos decora- construcción de la iglesia, obligado por la reutiliza-
dos sólo en el anverso (fig. 11D y E. Id.: 231, 11.B.5- ción de la placa del grifo.
6, fot. 143-144. Escortell 1996: n.º 239-240).20 Real propone adelantar estas piezas a fines del s.
Incluyo en este grupo también las barroteras con XI o comienzos del s. XII. Su argumentación es la si-
figuras humanas con cayado (fig. 11G/I).21 Se carac- guiente. La restauración de la cabecera de la iglesia
terizan por la figuración y su talla plana. Molduras de Lillo, después de su ruina, se data en el s. XI o
lisas (sin sogueados). Incluyen también roleos. Uti- comienzos del s. XII por C14 de las maderas encon-
lizan piedra caliza y arenisca. Cinco fragmentos de tradas en su cubierta. Esta fecha coincide aproxima-
barroteras decoradas en anverso y reverso. Aunque las damente con la restauración de la iglesia de Tuñón
incluí en un principio en mi segundo grupo, ahora datada por inscripción en 1108, cuando pudo colo-
relaciono los roleos utilizados en la parte alta de las carse allí un nuevo cancel.22 La doble coincidencia
placas de este grupo y los roleos en la trasera de al- abre la posibilidad de relacionar estas piezas con una
guna barrotera por técnica y dibujo similares. Tam- fase posterior en la historia de ambos edificios. El
bién debe pertenecer al mismo grupo la barrotera de anverso de la «placa del grifo» pertenecería a una
suelo o lecho de cancel del guerrero por su técnica intervención efectuada en Lillo en el s. X, mientras
y detalles de las cabezas (García de Castro 1995: 228- que el reverso y la otra placa de cancel con árboles
229, canceles 11.A.2-5 y 9, fot.140; con roleos en el de la Vida pertenecerían a la restauración de finales
reverso, 11.A.2-4); la barrotera de suelo (Id. 1995: del s. XI o inicios del XII, utilizando en Lillo las huellas
231, 11.C.1) y quizás la San Vicente de Oviedo (Id. de canceles existentes en su zona restaurada. Los
233, 14), que incluí como pertenecientes a mi gru- motivos de árboles de la Vida se pueden comparar con
po 2 (Caballero y otros 2010: 111-112. Escortell los de los capiteles de la capilla mayor de Cedofei-
1996: n.º 24-27, 30, 31-34, 227). ta pertenecientes seguramente a la iglesia consagra-
Hasta aquí a mi parecer no hay graves contradic- da en 1087 (Real 2007: 170, fig. 72-73). A mi pare-
ciones entre datos arqueológicos y la datación acep- cer este argumento no tiene en cuenta la relación
tipológica entre las piezas utilizadas en la tribuna de
20
Lillo y la placa del grifo, que interdatan en época de
Ver lo dicho en la nota anterior. El reverso de la «placa
del grifo» (11.B.1) tiene una banda inferior sin decorar que se Ramiro I el conjunto formado por iglesia, tribuna y
repite en la trasera de la segunda placa (11.B.2), mientras que placa del grifo y las piezas tipológicamente simila-
su delantera ocupa por completo la altura de su campo. Las
dos placas decoradas sólo por una cara presentan también
22
esta banda inferior sin decorar. He supuesto que este detalle En el suelo actual de Tuñón no se conservan huellas de
pudo corresponder al relieve del espacio que acotaban, cuyo canceles, a no ser que estuvieran adelantados. Aunque noso-
suelo debía estar elevado en su interior. tros consideramos originarios los restos antiguos conserva-
21
Estas barroteras se ponen en relación con los capiteles dos, pueden pertenecer a la restauración del s. XI por sus re-
de Santa María del Naranco, a pesar de la diferencia de tama- laciones con los altares. Caballero y otros 2010: 108-109,
ño y de la ausencia de sogueados. n. 12.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 105

A B C

D E F

G H I

Fig. 11. Taller de Lillo. Grupo 3. A-C. Trasera de la placa de cancel del grifo y anverso y reverso de otra placa de cancel (Según
Luis 1961: lám. 3 y 4). D-E. Placas de cancel (según Escortell 1996: fig. 239-240); F. Placa de cancel de Tuñón (según Manza-
nares 1964: lám. VI, foto 17). G-I. Barroteras de cancel (según Escortell 1996: fig. 25, 26 y 227 y Luis 1961: fig. 6 e y f).
106 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

A B

Fig. 12. Lillo. Celosías. A-B (según Escortell 1996: fig. 245 y 243).

res portuguesas. Con respecto a los paralelos con los — Dos placas en piedra arenisca, caladas y de-
capiteles de Cedofeita, Cabeça Santa y Sousa, creo coradas por ambas caras, formadas por dos arcos con
que deben considerarse lejanos derivados de nuestro un rosetón en el campo intermedio, roleos y dos pá-
grupo segundo y las producciones mozárabes, pero jaros. A ellas se añaden tres marcos rectos, decora-
no coetáneos. Hacia el año 1100 ya estaba en desu- dos con roleos naturalistas con pájaros y sogueados,
so tanto la utilización de canceles en las iglesias como que son de celosías por las huellas dejadas en dos de
la decoración de este tipo de árboles de la Vida. ellos por sus barrotes perdidos, de dibujo geométri-
Nuestras piezas son más cercanas a la serie de Saa- co. García de Castro ya las relaciona entre sí y con
masas que el propio Real data en el s. X. San Xés de Francelos y estudia sus dudosas proce-
dencias. La primera placa, de ¿Santa María del Rey
Grupo de celosías (figs. 12 y 13). Piezas que, to- Casto de Oviedo?, que Arbeiter y Noak suponen de
das o algunas, se supone que proceden de Lillo. Frag- ¿Lillo?; la segunda, de ¿San Zaornín? en Villavicio-
mentos que creemos de celosías, que no se ordenan sa (fig. 13A/E. García de Castro 1995: celosías, 262-
con los grupos anteriores.23 Se diferencian tres 263, 3.4 y 268, 3.12; canceles, 229, 11.A.6-8, fot.
subgrupos. 136-139. Escortell 1996: n.º 98/99, 100/101 y 126;
— Placas rectangulares, caladas, con figuras de y 234/235 y 236/237. Arbeiter y Noak 1999. Incluí
animales planas y con incisiones (dos con cuadrúpe- los marcos en mi grupo 1 de los que deben separar-
dos de piedra caliza y una con pájaro de piedra are- se, Caballero y otros 2010: 11124).
nisca) y marcos rectos con trenzas de dos o tres cin- — Posible celosía de dos arcos tangentes con un
tas (fig. 12. García de Castro 1995: 266, celosías, tondo, los tres círculos con estrías dobles, con sen-
3.7.6-8. fot. 204,205, las considera hipotéticamente dos pájaros a los lados del tondo (fig. 13F. García de
celosías de cancel alto o iconostasio. Escortell 1996: Castro 1995: 340, estela 2.2, fot. 406. Escortell 1996:
n.º 243-245). n.º 238).
De todas estas celosías, sean de ventana o de ico-
23
Aparte otras piezas. La ménsula con cabeza de mujer, nostasio como argumenta García de Castro para al-
probablemente del grupo 1, con estría e incisiones, García de
Castro 1995: 276, ménsula 1.4; Escortell 1996: nº 223/224.
24
La celosía circular con cinco huecos circulares en cruz, de Gómez Moreno, 1919: 157, fig. 66, pone en relación uno
piedra arenisca, cuya técnica recuerda la dovela que hemos de estos fragmentos con los capiteles y placas de cancel de S.
incluido en el grupo 2, García de Castro 1996: 264, celosías Miguel de Escalada con «espirales de follaje con aves entre
3.7.2; Escortell 1996: nº 102 y 29. medias», aunque se diferencian por sus dibujos y técnicas.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 107

C D

E F
Fig. 13. Celosías. A. ¿Santa María del Rey Casto de Oviedo? (según Escortell 1996: fig. 98-99); B. ¿San Zadornín? Villaviciosa
(según Escortell 100-101); C-D. Lillo (según Escortell 1996: fig. 126, 234 y 235); E. Lillo (según Escortell 1996: 236-237);
F. Lillo (según Escortell 1996: fig. 238).
108 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

guna pieza, al menos el segundo subgrupo también Intervenciones.—El edificio ha sufrido a lo largo
puede pertenecer al proyecto A de la iglesia, aunque de su historia tres fuertes intervenciones que han
sus caracteres de dibujo y técnica sean diferentes al hecho que lo conservado hoy del edificio originario
grupo principal de basas y capiteles. Dos pilastrillas sea mínimo (fig. 14):26
sin procedencia del Museo de Oviedo, si procedie- — Segundo tercio del s. XVII. Primera obra de re-
ran de Lillo, podrían servir de enlace entre el grupo forma, conocida a través del pleito con el Rey a que
1 y este por el uso de sogueados, cintas, puntos y dio lugar (a partir de 1637, Cadiñanos 2006). Se
trenzas (García de Castro 1995: 342, sin función 5.3- sustituye el ábside primitivo semicircular por el ac-
4. Escortell 1996: n.º 125,127). tual rectangular, desmontando su altar exento; se
reforma el crucero, desmontando los elementos litúr-
gicos (canceles e iconostasio) que entorpecían su
SANTIANES DE PRAVIA acceso y ensanchándolo por sus testeros; se amplía
la entrada de la iglesia, desmontando el pórtico y pro-
Santianes aparece citada en la redacción pelagiana longando las naves laterales; se reforman las arque-
de la crónica de Alfonso III como la iglesia donde rías y sus muros superpuestos, reutilizando los pila-
Silo (774-783), su fundador, habría depositado las res primitivos; y se eleva el suelo de toda la iglesia
reliquias de Santa Eulalia de Mérida y habrían reci- y por lo tanto de los cimientos de las arquerías y los
bido sepultura él, su esposa Adosinda y el rey Mau- umbrales de las puertas.
regato. Es conocida de antiguo, aunque fue dada a — Siglo XIX. Varias obras afectaron al retablo
conocer en 1902 por Selgas, cuyo detallado análisis moderno dando lugar al descubrimiento de las pie-
marcó profundamente su interpretación planimétrica zas de altar y canceles originarios; en el crucero se
y fijó su encuadre histórico y cronológico. desmonta y rehace al menos su cuerpo central; en la
zona de los pies se construye un altillo o «torre» y
Inscripciones25.—Como sabemos, se conocen, la espadaña; y al sur se adosa la casa parroquial.
también de antiguo, tres inscripciones que se consi- — Años 1975-1980. El arquitecto José Menén-
deran sincrónicas con la iglesia. dez-Pidal (1980) efectúa una dura y lamentable in-
— Una laberíntica (García de Castro 1995: 81- tervención. Se basa en la planta que descubre y en
83, n.º 35, fot. 34) atribuye al príncipe Silo la factu- su falsa suposición de que perviven las partes altas
ra de algo no explicitado que se considera tradicio- de los muros originarios: «aprovechando las viejas
nalmente que es la iglesia. Estuvo situada «sobre lo cimentaciones y los testimonios de sus alturas res-
alto de un arco que entra al medio de la dicha Igle- pectivas que permanecieron a pesar de las obras an-
sia» (Tirso de Avilés 1517: 210) o «sobre el arco por teriores» (Caballero y otros 2010: 43, inscripción con-
donde entran del cuerpo de la Iglesia para el cruce- memorativa en el pórtico). Es un prototipo de
ro» (Carvallo 1613: 149) esto es, el arco principal de intervención «purista» que pretende re-construir una
los que separaban el aula del crucero. La noticia do- iglesia alto medieval asturiana en el s. XX. La igle-
cumental y esta inscripción han decidido la datación sia resultante no es ni originaria, ni moderna, ni de-
de la iglesia como perteneciente a Silo. cimonónica, sino un pastiche contemporáneo (Utre-
— Otra votiva (García de Castro 1995: 107-108, ro 2006: 132 y 467). Excava todo el edificio, rebaja
n.º 51, fot. 62) se acepta que informaba según el P. los suelos de época moderna hasta llegar por lo me-
Carvallo sobre «su fundación y dotación», aunque él nos al nivel originario y coloca otros nuevos; descubre
advierte que ya era ilegible por «averse dado de ne- la planta del edificio originario en el ábside, teste-
gro». Estaba situada «sobre el arco por donde se entra ros del crucero, testero de las naves y pórtico y ci-
a la capilla mayor», o sea, el arco de triunfo del mientos modernos de las arquerías. Desmonta para
ábside. Su rotura y borrado intencionado debió ocu- rehacer: la habitación delantera norte parcialmente y
rrir con las obras del s. XVII, aunque pudo suceder la habitación delantera sur por completo, adosándo-
antes. le la espadaña; en el crucero, los muros testeros, todo
— La tercera inscripción (García de Castro 1995: el frente oriental incluyendo el arco de triunfo y las
108-109, n.º 52 y 256) dedica la iglesia a S. Juan bóvedas laterales; en el aula, las puertas, todo el frente
apóstol y evangelista y está inscrita en el alfiz de una occidental una vez demolida la prolongación de la
ventana monolítica de tres vanos.
26
Los planos de estado actual y restauración de Menéndez-
25
Su estudio detallado lo efectúan Helena Gimeno y Javier Pidal ofrecen claros indicios de estas restauraciones, prolon-
del Hoyo en este mismo volumen. Remitimos a sus argumen- gación de la iglesia reestructurando el pórtico; ampliación del
tos y conclusiones. crucero y transformación de la cabecera.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 109

Fig. 14. Santianes de Pravia. Planta según José Menéndez-Pidal, 1980, Esquemas I y III, con la planta originaria y su
comparación con la actual antes de su restauración.

nave norte; el pórtico, la fachada, su altillo y espa- darse por buena, confirmada por los restos origina-
daña y construye la inventada tribuna. rios que se pueden comprobar en la actualidad de los
muros y de los restos o huellas del suelo de opus
signinum que queda en ellos (comparar los planos del
ARQUITECTURA arquitecto con los indicios de los muros originarios,
Caballero y otros 2010: 40, fig. 9 y lám. 2). Por otra
A partir de esta martirizada historia sería lógico parte no hay ningún indicio estratigráfico que se
concluir que es tan poco lo que resta de la iglesia pueda adscribir a otro edificio anterior. Con estos
originaria que no podamos imaginarnos con seguri- datos, no es aceptable la suposición de otro edificio
dad cómo era. Tres son los problemas principales: los previo o de una restauración «asturiana» posterior. La
posibles ábsides laterales o habitaciones delanteras, habitación trasera meridional pertenece a una adosa-
el crucero y las arquerías de las naves. miento aunque sea inmediato. Mientras que no de-
La planta perimetral del edificio descubierta por bemos dudar de la planta perimetral, lo demás no
Menéndez-Pidal (fig. 14. 1980: esquema I27) debe presenta la misma seguridad.

la excepción de los ábsides laterales o habitaciones delante-


27
Su esquema I es el plano definitivo de sus observaciones ras, los pilares del crucero y las arquerías cuya veracidad no
que podemos aceptar como el más cercano a la realidad, con se puede comprobar.
110 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

C
Fig. 15. Santianes de Pravia. Vista general del exterior, lado norte, e interior de las naves y del crucero.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 111

El ábside era semicircular, peraltado y cubierto características no tenemos más indicios, pues ni si-
con bóveda de toba (según Menéndez-Pidal 1980: quiera están avaladas las esquinas perimetrales oc-
287) y cerrado con canceles hasta la transformación cidentales del crucero por restos de los muros o de
del s. XVII: «que se quiten las dos piedras labradas que los suelos. Sólo las fuentes escritas nos citan su exis-
están arrimadas a los pilares del arco de la capilla tencia y las de los arcos que separaban las naves del
mayor... que se alargue la capilla mayor... açiendo que crucero: «... cruzero y tres naves, todo de arcos…»
las paredes colaterales salgan derechas... la qual (ca- (Carvallo 1613 (1695): 150); «Que se quiten los tres
pilla) no a de quedar en forma de media naranja, arcos pequeños questán en medio de ella y se aga uno
como aora está, sino lisa y cuadrada…» (Cadiñanos grande en el medio lugar […] y se quiten los már-
2006: 82-84, pleito de 1638). Es una rareza en la ar- moles del medio de la iglesia que son tres arcos que
quitectura asturiana, como se ha repetido. Menéndez- están… frente del altar mayor» (Cadiñanos 2006: 82-
Pidal buscó bajo sus cimientos otro ábside anterior sin 84, pleito de 1638) y las citas ya recogidas de Tirso
encontrarlo (1980: 293) por lo que, aún a falta de una de Avilés y Carvallo al ubicar la inscripción de Silo.
prospección que lo certifique y que asegure su forma Estos «tres arcos pequeños» y los «mármoles» debían
y su coetaneidad con el resto de la planta, se debe pertenecer a un iconostasio que separaba el aula del
aceptar lo que él documenta. El intento de paraleli- crucero.29 Se debe aceptar la existencia del crucero
zarlo con ábsides de edificios paleocristianos o del y del iconostasio, aunque no se pueda asegurar si la
aula tardorromana de la cercana Veranes no deja de planta del crucero era más o menos apaisado o cua-
ser un ejercicio inútil mientras se trate como un ele- drado, ni si la de sus pilares era como la presenta
mento aislado. Mejor sería considerarlo un primer Menéndez-Pidal. Se desconoce su tipo de cubierta,
intento alto medieval por cubrir un espacio circular, que, por su tamaño, sería de armadura. Se puede
avalado por la técnica de la bóveda de toba asturia- suponer que el tramo central del crucero se elevaba
na y riojana. Por Carvallo (1613: 150) sabemos ade- sobre los tramos laterales. Jovellanos sitúa la inscrip-
más que «su capilla mayor» tenía «dos colaterales». ción de Silo, que recordamos se encontraba sobre el
La asimilación del término «capilla» anima a consi- arco que separaba la nave del crucero, «en la torre
derar las tres ábsides, pero las laterales no podían bajo la ventana»; torre que García de Castro supone
serlo originariamente porque no estaban abiertos los un cimborrio (1995: 82 n.181bis) con «ventanas»,
muros de paso al crucero (Menéndez-Pidal 1980: 286 avalado por el recuerdo que Selgas tiene del «anti-
y 287). Con la estratigrafía conocida en la habitación guo crucero» (Caballero y otros 2010: 54). Crucero
delantera norte no es aceptable la existencia ni de tripartito, cimborrio, cubierta de madera e iconosta-
«capilla» o ábside lateral, pues no había acceso desde sio de tres arcos y mármol se asimilan al grupo mo-
el crucero, ni habitación o sacristía lateral abierta al zárabe de iglesias de crucero tripartito cubierto con
ábside, pues sus muros posteriores se adosan al del madera de Utrero (2006: 127-130), Bobastro, Lourosa
ábside (Caballero y otros 2010: 28, etapa II, fase 2). y Escalada y Nazaré. Santullano se diferencia por su
De haber existido originarias de una u otra forma, crucero corrido y el iconostasio abierto en un muro,
desconocemos sus restos. De la capilla o habitación como Nazaré. Lourosa y Escalada parecen los referen-
sur sólo conocemos su trazado musealizado por el tes más cercanos que unen los dos elementos (fig. 16).
arquitecto y un suelo de cal con cantos rodados, a la La planta del cuerpo de la iglesia, sin el ábside,
misma altura que el originario de la nave sur de la es cuadrada siguiendo un esquema típico de la arqui-
iglesia pero de distinta factura. tectura asturiana (iglesias de Nora, Tuñón, Valdediós
Según Menéndez-Pidal, el crucero primitivo era y Priesca, Arias 2008a) al que se puede añadir la
más corto que el actual y sus pilares exentos tendrían planta de San Juan de Baños (Caballero y Feijoo
una planta asimétrica, alargados con un muro/pilas- 1998). El estudio de la modulación de esta planta
tra en sus lados proximales y en el arranque de las
arquerías, quizás similar al supuesto del arco de triun- que, al contrario, corrió los testeros del crucero y su frente,
con el arco de triunfo, para acomodarse a la planta originaria
fo y al seguro arranque oeste de las arquerías (fig. 14. de la iglesia, montando los nuevos muros sobre los cimientos
Menéndez-Pidal 1980: esquemas I y III).28 De estas que se conservaran de la iglesia originaria.
29
Los tres arcos no pueden corresponder uno a cada nave
por su situación central enfrentada al altar, su pequeño tama-
28
El plano propuesto por Selgas también alarga los arran- ño y su material marmóreo. El arco de la inscripción de Silo
ques del arco de triunfo y los pilares del crucero en sus lados al que se refieren Tirso de Avilés y Carvallo debe considerar-
proximales y en los orientales; Menéndez-Pidal ¿vio o supu- se el central de los tres arcos pequeños, ya que el párroco en
so estos cimientos?, ¿es independiente de la observación de el s. XVII ordena sustituirlos por uno grande. Por todo ello
Selgas o depende de ella? Recordemos que conservó el fren- supongo un iconostasio similar al existente en San Miguel de
te occidental del crucero tal como se fijó en el siglo XIX y Escalada.
112 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

Fig. 16. Plantas de las iglesias de Santullano, Oviedo (812-842; s. Arias 1993); Bobastro, Málaga (898-917, s. Puertas 2000);
Mazote, Valladolid (circa 900, según Gómez-Moreno 1919); Lourosa, coimbra, Portugal (¿912?, s. Vilaça 1931); Escalada, León
(¿913?, s. Gómez-Moreno 1919); Nazaré, Portugal (s. Schlunk y Hauschild 1978); y Santianes de Pravia (s. Menéndez-Pidal
1980). Sacadas de Utrero 2006.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 113

podría ser un dato más para confirmar o desmentir repertorio se relaciona con conjuntos asturianos, como
su originalidad.30 El aula tenía tres naves separadas los capiteles del pórtico de Valdediós (893), Deva
por arquerías sobre pilares que arrancan en el Oeste (991-1006), Bendones (791-842) y Salas (951). Algu-
de machones. Las arquerías actuales pertenecen al s. nos de sus motivos también lo hacen con los tipos
XVII. Las originarias posiblemente serían de tres ar- omeyas de Jirbat al Mafyar, como los roleos geome-
cos, dado que se han conservado restos pertenecien- trizados con puntas de diamante que sustituyen a las
tes a tres pilares. Machones occidentales tienen San- perlas o botones, los «corazones» que derivan de las
tullano y Lourosa y pilares enterizos, Gobiendes y «alas de mariposa» y las «hojas inclusas» y de relleno
Valdediós, los de este último achaflanados como los y su técnica de doble junquillo. Motivos que tienen
de Pravia (García de Castro 1995: 357). Con excep- sus grupos intermedios en Chelas y Lisboa y en Saa-
ción de Santullano, todo en el s. X. Las piscinas bau- masas (Lugo). Los roleos geometrizados no siguen el
tismales similares a la de Pravia, de planta cuadra- motivo que hemos denominado «seudo-roleo» en los
da y situada al fondo de la nave sur, presentan grupos de Montelios y Lillo, pero son paralelos a él
problemas formales, datándose en un amplio marco y todavía es posible observar relaciones con el gru-
cronológico que incluye el s. X: Castro de Buradón po más primitivo de El Trampal. Las «hojas inclusas»
(Álava), Vallejo de Santillán (Burgos), La Nave (Za- y de relleno aparecen también en grupos mozárabes
mora) y la de planta circular de Lourosa. La más como Escalada y Hornija (900-930). Del mismo
segura es la de Revenga (Burgos), de planta circular modo, los círculos y motivos geométricos en su rela-
y excavada en la roca (Caballero y otros 2010: 36- ción (aspas y rellenos de ángulos y dobles imbrica-
37). No existe ningún indicio que asegure la existen- ciones) pueden considerarse previos al grupo del can-
cia de una tribuna que se trata de un invento del ar- cel de Lena.
quitecto impulsado por la idea previa de Selgas. Para las piezas de Pravia se han barajado crono-
logías entre los siglos VII y XI: visigodas o epígonos
o copias visigodas (Schlunk 1947 y 1980; Jorge 1957:
ESCULTURA DECORATIVA 226, n. 21); de época de Silo (Arbeiter y Noak-Ha-
ley 1999: 107-110, con modelos visigodos; García de
Del conjunto escultórico de Pravia (fig. 17)31 se Castro 1995: 234-235, con modelos bizantinos; Ca-
debe afirmar su carácter unitario y coetáneo, por su ballero 1994-95, con modelos omeyas); precedentes
técnica y dibujo, sin que sea posible dividirlo en gru- mozárabes o mozárabes mismas (Schlunk 1947 y
pos distintos que correspondan a obras y fechas dis- 1980); y del s. X u XI (Real 2007: 169). Frente a es-
tintas. Sus variaciones representan manos o tracistas tas dataciones, que de por sí explican las contradic-
de un mismo taller. Los «corazones» actúan de fósil ciones que arrastran la fecha epigráfica y documen-
director, igual que el trazado geométrico de sus ro- tal de Pravia, las relaciones de estilo de las propias
leos, «motivos inclusos» y círculos y los dobles o piezas y el modelo explicativo dominante, ahora
triples junquillos de sus marcos y de las ramas de los considero que se debe trasladar su cronología a cer-
roleos. A pesar de una primera impresión, debida al ca del año 900, en consonancia con los datos que
peso del modelo explicativo imperante, no tiene re- ofrece su arquitectura y con la propuesta de Real,
lación con los repertorios visigodos cordobés, eme- aunque sin llegar al siglo XI.
ritense o toledano. El grueso de los motivos son, en
este sentido, nuevos: círculos secantes y tangentes,32
roleos geometrizados, zarcillos enrollados, motivos APARENTES CONTRADICCIONES DEL CONJUNTO UNITARIO.
geométricos, «hojas inclusas» y motivos de relleno EL ALTAR Y LOS DINTELES DE VENTANAS
entre los círculos, «corazones» y hojas digitadas. Este
Dos elementos de Pravia se pueden considerar
30
indicios que contradicen la existencia única de un
La diagonal del cuadrado se aproxima a la longitud del
cuerpo y el ábside o del cuerpo y el pórtico. edificio y su decoración en el siglo X. Se trata del ara
31
Resumo la argumentación más detallada seguida en Ca- del altar y de los dinteles arcuados de ventanas.
ballero y otros 2010: 58-60. El altar de Pravia (fig. 17A. Caballero y otros
32
Piezas decoradas con círculos con orlas decoradas con
puntos de Córdoba y Mérida, como un dintel de Mérida, Cruz 2010: 45-47 y 57) fue documentado por Carvallo en
1985: lám. s/n, las placas de Sta. Eulalia y de El Trampal, 1613 (p. 150) y descubierto y descrito primero con
Caballero y Sáez1999: lám. 111, son a mi parecer ya altome- las obras del s. XVII, en el año 1638, y luego con las
dievales y precedentes de estas. Igual pasa con otros motivos
en relación con las «hojas inclusas» y presentes en las piezas del s. XIX en el año 1894 (Selgas 1902: 18, 24-25;
citadas, Hoppe 2004: 363-365. García de Castro 1995: 212). Su ara puede que reuti-
114 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

A B

C D

E F

Fig. 17. Santianes de Pravia. A. Altar. B. Placas de cancel (s. Selgas 1902); C a E. Fragmentos de placas de cancel;
F. Fragmento de larguero de cancel.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 115

A B
Fig. 18. Santianes de Pravia. A y B. Ventanas restauradas por José Menéndez-Pidal.

lice una pilastra constructiva en la que se ha tallado nos con la inscripción dedicatoria inscrita en su al-
el loculus, atendiendo a su exceso de altura de un fiz. Falta un estudio detallado de sus formas, que
metro y medio lo que obliga a que esté enterrada 80 varian en los tres tipos. Los dinteles se completaban
cm, y a la ausencia de remate a la altura del suelo. en los de uno y dos arcos con bloques lisos para las
Aunque la pilastra está achaflanada como las de las jambas y columnas con sus capitelillos. Este tipo de
arquerías de la iglesia, se diferencia de ellas en que piezas está abundantemente representado en el Nor-
no presenta sus remates apiramidados, tratándose, por te de Portugal (Barroca 1990), Galicia (Rivas 1971)
lo tanto, de una pieza única en el conjunto conoci- y Asturias (García de Castro 1995: 247-260 y 271).34
do de Pravia. Plantea la duda de si se trata de una En la excavación de la basílica tardo antigua de El
pieza preparada ex profeso para ara de altar o, me- Tolmo de Minateda (Albacete, Gutiérrez Lloret y
jor, de una pilastra constructiva reutilizada para el Sarabia 2007: 324-327) ha aparecido un lote forma-
altar quizás al reformar la iglesia en un momento do por al menos ocho placas de ventanas monolíti-
posterior33. La tipología excepcional del altar en el cas de un vano y dos de dos vanos. Otra pieza, que
panorama asturiano, como explica Isaac Sastre se separa lógicamente del grupo de las ventanas por
(2009), hizo que se considerara visigoda, aunque su curva muy abierta, suponiéndola «del alzado de
actualmente se reconocen piezas similares de ara y un baldaquino», reutiliza una pieza decorada datada
tablero datadas entre los siglos IX a inicios del XI (Gar- a finales de s. VI o inicios del s. VII. Se fechan por es-
cía de Castro 1995: 212-213 y 207). tratigrafía a fines del s. VI o comienzos del s. VII o
En Pravia se documentan un número indetermi- como muy tarde en una reforma que «no podría ser
nado de dinteles recortados en uno, dos y tres vanos posterior a finales del siglo VII o, como mucho, prin-
arcuados (denominados «ajimeces» los de dos vanos; cipios del VIII», siendo imposible datarlas «a partir de
fig. 18). Placas de un vano hay dos recolocadas en la segunda mitad del siglo IX». Las de un vano son
su sitio, que rematan sus arcos en nacela; al menos similares a las de Pravia,35 mientras que las de dos
hay restos de cuatro de dos vanos; y una de tres va- 34
El grupo tardío de Vizcaya se aleja de nuestros modelos,
García Camino y otros 1987.
33 35
¿Pudo pertenecer al iconostasio documentado? No lo pa- Placas entre 60 y 80 cm de ancho, diámetros entre 40 y
rece, pues el iconostasio se desmonta cuando se «descubre» 60 cm. Pravia, ventana in situ norte, de un vano, placa de
por primera vez el altar. 44x47, diámetro 21 cm.
116 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

vanos son muy cerradas, variante que en el Norte de lo considero imposible por las variables tipológicas
la Península se considera de cronología más avanzada. de los tres tipos de ventanas, sus elementos susten-
Ambos tipos presentan indicio de remate del arco en tantes y epigráficos; por la excepción que supone el
nacela. El conjunto, por ahora, está aislado y aleja- que no exista ningún otro indicio anterior a la igle-
do de la zona NO peninsular, pero provoca aparen- sia; porque se rompería la unidad de los conjuntos
temente una contradicción. Dado que su cronología arquitectónico y escultórico de Pravia; y por contrariar
«visigoda» está asegurada por estratigrafía, se rela- el panorama del s. VII en el norte de la Península. Qui-
ciona formalmente con una pieza supuestamente vi- zás se pueda proponer alguna solución que afecte a
sigoda de Mérida (Sarabia 2003: 93 n. 3236). Aunque El Tolmo que a mí no se me ocurre.
las variantes tipológicas de los dinteles arcuados de
ventanas son muy ricas y abundantes, existe una
aparente similitud entre las placas lisas del Tolmo y
de Pravia que podría extenderse a otras de Portugal, RECAPITULACIÓN
Galicia y Asturias. Desde un punto de vista tipoló-
gico es difícil aceptar esta similitud formal para pie- 1. Contexto. Estrato y tipo frente a estilo
zas alejadas geográficamente y distanciadas entre sí
tres siglos como las de estos dos grupos. El objetivo de este trabajo ha sido extremar el
Para explicar este hecho habría que acudir a otros análisis arqueológico de dos edificios asturianos, Lillo
razonamientos, como a la existencia de variables que y Pravia, con fuertes problemas de interpretación por
no se han tenido en cuenta hasta ahora. Las piezas la ruina del primero y las duras intervenciones sufri-
del Tolmo están descontextualizadas constructivamen- das por el segundo, pretendiendo conseguir nuevos
te y habría que considerar sus diferencias tecnológico- resultados. A intento, he incluido en el análisis los
constructivas y las formales de sus elementos susten- elementos decorativos que a priori se suelen conside-
tantes como jambas y columnillas. Puede que estemos rar «no arqueológicos» y propios de la Historia del
ante una concurrencia formal sin significado crono- Arte. Para ello he procurado no entrar en considera-
lógico de coetaneidad. Un fenómeno de «fragmen- ciones estilísticas, reservándome a las estratigráficas
tos incluidos» en la iglesia de Pravia, «visigodos», y tipológicas, esto es, a las arqueológicas. La escul-
tura forma parte de pleno derecho del grupo de fósi-
36
En Bóveda (Lugo) se trata de una puerta, no de una ven- les que forman la identidad del estrato. Mi pretensión
tana (Sarabia 2003: 93, n. 34). La supuesta relación del gru- ha sido contextualizar utilizando como instrumento
po del Tolmo con la ventana de Mérida obligaría a recordar la
de Niebla (Cádiz; Cruz 1985: 263, n.º 213), ambas incluyen básico la estratigrafía y la tipología y sólo de un modo
en su monolito jambas y columnas; y las de Córdoba una bí- auxiliar y colateral el estilo. De esta manera pongo a
fora y otra sencilla (Sánchez Velasco 2006: 45-46, n.º 31 y prueba la aplicación del método arqueológico al es-
33), todas decoradas. La diversidad tipológica de estos dinte-
les monolíticos de ventanas obliga a tener en cuenta otras va- tudio del edificio histórico en casos problemáticos.37
riantes supuestamente «visigodas», por ejemplo y sin preten-
der ser exhaustivos: dinteles monolíticos, de un vano, Uniformidad tipológica.—El análisis estratigráfi-
decorados, con alfiz y derrames con veneras de Badajoz y
Vera Cruz de Marmelar (Schlunk y Hauschild 1978: abb. 124 co/tipológico se apoya a su vez en el principio de que
y tafel 114); sillares (no son placas), unos decorados y otros cada familia de fósiles contextualizados viene deter-
lisos, de S. Pedro de La Nave (Zamora); dinteles bíforos, li- minada por una misma serie de variables técnicas y
sos, de S. Fructuoso de Montelios y placas decoradas bíforas
de Guimarães (Braga, Portugal, las segundas citadas supra en formales que corresponden a ambientes o nichos
relación con la decoración del cancel del grifo de Lillo); el
37
dintel (o placa) bíforo con alfiz de San Ginés de Toledo (Gó- «Principio de la identidad tipológica y de los fragmentos
mez Moreno 1919: 12-13, fig.3); y el «hombro» monolítico o incluidos». El conjunto de grupos de fósiles que forman tipos
jarja lisa para arcos adovelados (no dinteles), bíforos, de Pla e identifican un estrato equivalen a un «cluster» de Azkarate
de Nadal (Valencia, Juan y Pastor 1989: fig. 10b) similar a (2002: 67-69). Considero el tipo formado a partir de los ele-
piezas mozárabes, por ejemplo de S. Miguel de Escalada mentos que se agrupan por su contextualización estratigráfi-
(León). A mi parecer, primero es dudosa la relación directa ca; de modo que a cada estrato le corresponde uno o varios,
de la mayoría de estas piezas (por ejemplo de las decoradas) característicos, al margen de su concreción cronológico/cul-
con los grupos del Tolmo y Pravia; segundo se puede dudar tural. En el estilo, los elementos, al margen de su situación
por diversas razones de la cronología «visigoda» de todas contextual, se ajustan a un marco cronológico/cultural que
ellas. Ello no impide que se proponga su comparación tipoló- actúa como modelo externo y previo a ellos. A pesar de lo
gica, válida (igual que la estilística) siempre que se respete su que pueda parecer, y aparte de reconocer la importancia que
contextualización. Espero que por reiterar esta comparación y tiene la Historia del Arte como precedente de los estudios
la contradicción que arrastra no se me acuse de nuevo de «ti- arqueológicos, afirmo el valor actual de los estudios estilísti-
pologicista o estilístico» como se insinúa en Gutiérrez Lloret cos, pese a su mala fama, siempre que se sometan a unas
2000: 113 y se repite en Gutiérrez Lloret y Sarabia 2007: normas de crítica científica. Caballero 2009. Caballero y
327. Arce 2006: 233-235.
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 117

productivos de cronología cerrada y sincrónica. Cada nicos promovidos por el nuevo taller decorativo que
nicho productivo y su tipo o tipos se deben diferen- se relacionan a la vez con la estructura y la decora-
ciar del horizonte técnico en que se incluyen y que ción, como la generalización del uso de la caliza
tiene un valor cronológico más amplio, secuencial, marmórea38 y cuestiones estructurales, como la for-
diacrónico y evolutivo. ma de los arcos. Aunque los tres talleres son inde-
pendientes entre sí, el segundo taller decorativo se in-
volucra en el cambio de proyecto y en la dirección
2. Arquitectura y decoración de Pravia de obra. Es posible por tanto que ocurriera lo mis-
mo durante el primer proyecto con el primer taller
La iglesia de Pravia, como sabemos, se data tra- decorativo. Los talleres decorativos no sólo trabajan
dicionalmente a finales del s. VIII por la inscripción a pie de obra, sino en estrecha relación con el pro-
de Silo. Al margen de las contradicciones en el aná- yecto de obra.
lisis de Schlunk, el descubrimiento del ábside semi- Tras el cambio de proyecto, se mantienen los ta-
circular con las excavaciones del arquitecto Menén- llistas del primer taller aunque modifican su reper-
dez-Pidal facilitaron que otros estudiosos propusieran torio por el del nuevo tracista, bajo cuya dirección
dos etapas en el edificio, la segunda de restauración deben trabajar. Y a la vez se reutilizan o adaptan, por
en el s. X con el añadido del ábside. Pero a esta ex- obligación y economía, piezas singulares del taller
plicación se opone el resultado de la lectura arqueo- antiguo, realizadas previamente a la corrección del
lógica. No tenemos indicios de la existencia de dos proyecto, ya que no conseguimos ninguna observa-
edificios originarios ni tampoco de la de dos grupos ción sobre la interrupción de la obra o sobre su re-
decorativos; esto es, de un primer edificio que corres- troceso y el consecuente desmonte de una parte ya
ponda a época de Silo y de una restauración efectuada ejecutada. Talleres constructivos y decorativos traba-
en el s. X. Además, la observación de una arquitec- jan o aprenden a trabajar sincrónica y coordinada-
tura y una decoración únicas permiten asegurar su co- mente. Esta observación indica un modo de trabajo
etaneidad. La fecha de las características unitarias que característico: talleres cuya escasa capacidad y for-
conocemos, aunque sea de modo tan fragmentario, del mación la suplen haciéndose permeables, acostum-
tipo arquitectónico y de la decoración se debe ade- brándose al intercambio de técnicos y repertorios y
lantar algo más de un siglo, hacia el año 900. Antes a la reutilización y adaptación de su propio material
que considerarle un precedente de la segunda mitad y de otro material coetáneo.39
del s. VIII, alejado de estos tipos, conviene mejor asi- Llama la atención el elevado número de piezas
milarle a la producción más tardía asturiana y a la leo- decorativas pertenecientes a la iglesia de Lillo y su
nesa mozárabe. alta variación tipológica, que es difícil considerar que
pertenecieran a un mismo conjunto y obligan a pen-
sar en ampliaciones, adiciones o reformas; sin des-
3. Arquitectura y decoración de Lillo echar posibles ruinas parciales y sus restauraciones
o la adscripción, en época contemporánea, a la igle-
Se confirma en Lillo una corrección mientras se sia de Lillo de piezas que en realidad procedan de
ejecutaba el proyecto originario (fase 1, proyecto A), edificios vecinos. Todo ello acentúa lo difícil y pe-
para introducir la tribuna (proyecto B). Definir con ligroso que es traspasar los datos de la iglesia, y en
exactitud el indicio material es esencial por las im- concreto de la pieza del grifo, al resto de la decora-
plicaciones que tiene para la correcta comprensión ción de Lillo ya que impiden cerrar un modelo com-
de lo ocurrido. Al incluirse la tribuna se diferencian pleto.40 Por ello hemos procurado un diferente trato
en la obra tres talleres que trabajan en coordinación, a las piezas contextualizadas y descontextualizadas.
uno constructor (albañilería) y dos decorativos. La
dirección de la obra cambió, aunque no se sustituyó 38
Canteras de L’Aspra y Piedramuelle en las cercanías de
por completo la organización constructora. El nue- Oviedo, según García de Castro 2007: 100, para las piezas de
vo proyecto impuso la estructura de la tribuna, las Lillo.
39
piezas arquitectónicas y el «ambiente» artístico de un El caso no es único. De alguna manera se equipara al
modo de trabajo constatado en San Pedro de La Nave donde
taller distinto, de modo que la nueva organización se el taller reutiliza materiales de su propia producción para co-
relaciona con el trabajo decorativo, pero no se observa rregir su propio proyecto. Caballero y Arce 2006: 242-250.
40
ningún cambio en el modo de trabajo del taller de De nuevo García de Castro se adelanta y señala esta di-
versidad en referencia a los capiteles y basas: 1995: 302 y
albañilería. Sin embargo, aunque la tradición cons- 308: «una diversidad a primera vista incompatible con un
tructiva básica se mantenga, aparecen cambios téc- proyecto unitario».
118 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

No me dejo de preguntar, sin embargo, si es un cluye en ella, además de las producciones de Lillo y
defecto de observación de nuestro registro el que obli- Pravia, las de Lena, Escalada, Hornija, Bendones y
ga a aceptar en Lillo la ausencia de indicios de accio- Salas.
nes negativas reparadas con la misma técnica por el — Taller de Lillo/Oviedo/Braga. De igual data-
mismo taller de albañilería. Pero incluso en este caso ción, probablemente cercano a 850. Formado por el
sería excesivo aceptar la ruina o el complicado des- Grupo 2 de Lillo, frisos de Montelios, piezas reuti-
monte de un primer proyecto completamente termina- lizadas unas y descontextualizadas otras de Gui-
do. Y otra segunda pregunta, si, de un modo pareci- marães y piezas descontextualizadas de Oviedo. La
do, un defecto de observación impide aceptar que la discusión sobre su identidad formal obliga a consi-
zona perdida del edificio (en la práctica, todo el edi- derarlas del mismo taller y coetáneas. No pueden per-
ficio) se sometía a una misma norma de utilización o tenecer unas a producciones del s. VII y otras a pie-
readaptación de materiales pertenecientes a dos (o zas de Alfonso II o de Ramiro I (supuesto palacio de
más) talleres o modos de hacer distintos. Considero Oviedo y Lillo). Su repertorio decorativo las relaciona
ambas preguntas retóricas mientras no se descubra con otros hispánicos como ya hemos señalado, como
alguno de los indicios que ahora se echan de menos. Villajoyosa y el pórtico de Valdediós.
— Taller de Pravia. Fechado cerca del año 900.
Formado por el grupo de Pravia. Por su talla y reper-
4. Decoración. Maneras de talla, talleres torio se puede relacionar con el de Oviedo/Braga,
y repertorios aunque son evidentes sus diferencias. Se puede ad-
mitir que el desarrollo del grupo de Oviedo/Braga
Las piezas que hemos tratado y que proceden de vaya paralelo al de Pravia, aquel más antiguo (ini-
tres edificios las podemos agrupar en dos horizontes cios de la segunda mitad del s. IX) y este más mo-
o grupos tecnológicos que se diferencian por dos derno (segunda mitad del s. IX o alrededor del año
maneras de talla distintas, que a su vez agrupan va- 900). El grupo de Lena (también considerado visigodo
rios talleres. por estar reutilizado en una iglesia asturiana y por su
relación formal con el grupo de Pravia, García de
• Manera de talla 1. Relacionada normalmente Castro 1995: 154-155) sería posterior, de pleno siglo
con piedras de grano, areniscas, aunque utiliza tam- X, dependiente del de Pravia; igual que los de Esca-
bién la caliza. La utilización de este tipo de material lada y Hornija, aunque estos sin dependencia direc-
quizás influyó en su técnica formada por trazos re- ta con los citados. La fecha más antigua atribuida a
dondeados, sin biseles. Aparece en otros grupos como Bendones (791-842) y la más moderna de Salas (951)
en el edificio del Naranco. En otras ocasiones, como deben considerarse las extremas del grupo de Pravia,
ocurre en el grupo 1/2 de Lillo, acepta el repertorio de no tener que corregirse acercándose a las domi-
de otros talleres. Lo mismo ocurre en los capiteles nantes en el resto del grupo (893-1006).
del pórtico de Valdediós, donde mantiene su talla pero Las características que he individualizado sobre
el repertorio se relaciona con el del taller de Ovie- la distribución del trabajo en los talleres decorativos
do/Braga. y constructivos considerados no se deben generali-
— Primer taller de Lillo. Fechado a inicios de la zar como propias de toda la producción asturiana ni
segunda mitad del s. IX si se acepta la datación de de la de los siglos IX y X, a pesar de que algunas pre-
Ramiro I para la iglesia. Formado por los Grupos 1 senten aparentes patrones repetitivos. Sólo el análi-
y 1/2 de Lillo. En relación con las piezas decorati- sis de más edificios, en pie o de excavación, y la di-
vas del edificio del Naranco. Más miniaturista. ferenciación de otras características permitirá en el
— Taller de Lillo/Tuñón. Grupo 3 de Lillo. Des- futuro conseguir marcos generales. Como es lógico
contextualizado y sólo con la relación de reutiliza- hemos de achacar a la conformación de la sociedad
ción con la placa del cancel del grifo del taller de y del estado monárquico asturiano a lo largo del s.
Oviedo/Braga. Datado cerca de 891 por su supuesta IX y sobre todo a partir de inicios del s. X la consoli-
relación con Tuñón. dación de estos talleres y las condiciones para su
paralela apertura a modelos foráneos. De estos yo
• Manera de talla 2. Se relaciona con el material distingo los de procedencia omeya, pero a ellos pro-
de caliza o mármol. Su talla a bisel y algunos moti- bablemente se unen otros de distinta procedencia. La
vos de su repertorio con los que hacen que se encua- reacción contra la datación o la asimilación visigo-
dre con la escultura considerada tradicionalmente da de esta decoración, «vaciando» el siglo VIII, de-
visigoda. Tanto por su talla como por su repertorio in- bilita que uno de los componentes de estos talleres
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 119

sea su derivación de los del s. VII. Sin embargo, se


mantienen algunos «paralelos» aparentes (Caballero
y otros 2010: 58-59; Caballero 1994-95: 340-342;
además «palmetas bizantinas» en el taller de Lillo/
Tuñón). La diferencia y el paréntesis temporal obli-
ga a plantear la hipótesis de que estas relaciones se
comprendan como otro influjo externo más, del que
podemos dudar su procedencia visigoda y conside-
rarlo también influjo foráneo, omeya, de tierras me-
ridionales, andalusíes.
A
5. Planta y estructura de la iglesia de Lillo
antes y después de la inclusión de la tribuna

Si abstraemos la actual tribuna del edificio de Lillo


resulta una sencilla planta basilical de tres naves.
¿Somos capaces de comprender sólo a partir de ella
cómo era la iglesia del primer proyecto? Al incluir-
se la tribuna, ¿se transformó la iglesia en una estruc-
tura compleja como la que hoy se pretende a partir de
los restos conservados (Arias 2008a: fig. 134-136;
nuestra fig. 19B) o debemos pensar en una basílica a
la que únicamente se añadió una especie de «torre»
para el espacio del coro alto en su zona occidental?
(algo similar a la primera solución de Aurelio de Lla- B
no 1917: fig. 44; nuestra fig. 19A). La reconstrucción
Fig. 19. Restituciones de Lillo. A. Según Aurelio de Llano
que se hace hoy del edificio viene determinada por la 1917: fig. 44; B. Según Arias 2008a: fig. 136.
suposición de que iglesia y tribuna son coetáneas y,
por lo tanto, se replica el espacio de la tribuna con-
servado para imaginar el resto de la iglesia despare- alzado de cada proyecto era distinta y, por lo tanto,
cida. Pero, sabiendo que pertenecen a proyectos dis- si la estructura superviviente de Lillo no correspon-
tintos, o decimos que el alzado del primer proyecto de al primer proyecto basilical sino sólo a la refor-
respondía a una sencilla basílica de tres naves above- ma necesaria para poder incluir la tribuna. Esta pre-
dadas en la que se incluyó una estructura distinta para gunta se relaciona con la duda sobre la relación de
tribuna o nos vemos obligados a asegurar que desco- los muros de testero del actual remate oriental de la
nocemos cómo se relacionaba la planta del primer iglesia con la parte perdida de la iglesia, a la que ya
proyecto con su alzado final y si este era complejo. hicimos referencia y que también observó García de
Lo más lógico es afirmar esto: es una suposición que Castro (arriba nota 12). También se complica la
la estructura en alzado del edificio se transformara pregunta sobre la función de iglesia y tribuna al
imitando a la incluida de la nueva tribuna. Es posible ampliarse a la función de la iglesia basilical del pri-
que la estructura del resto del edificio, hoy perdida, mer proyecto y a la causa de su repentino cambio.
se acomodara a una estructura basilical sencilla, La tribuna incluida de Lillo pudo ser la primera
mantenida sin necesidad de transformarse en la for- que conocemos de los edificios eclesiásticos hispa-
ma que ahora imaginamos. Desde luego es posible nos. La única excepción aparente es la de Es Cap des
que los cambios efectuados en los pies de la iglesia Port (Menorca, Palol 1982: 272-273; Godoy 1995:
se reflejaran en otros aspectos del edificio, pero esto 172-174), en cuya iglesia tardoantigua se incluyó
lo desconocemos. Si la proporción vertical del edificio también en «un momento cronológico tardío en el
no permitía incluir la tribuna en su zona de pies no conjunto del edificio»; y si aceptamos que las de
parece que, al contrario, fuera la tribuna una de las Quintanilla de las Viñas (Burgos), basada en la es-
causas del alzado del resto de la iglesia. tructura tripartita de su remate occidental (Schlunk
En resumen, segregar la planta del cuerpo de la y Hauschild 1978: 95, problemático; Caballero y Arce
tribuna plantea preguntar si también la estructura en 1997: 264), y de S. Gião de Nazaré (Portugal; Ca-
120 Luis Caballero Zoreda Anejos de AEspA LXIII

ballero y otros 2003: 77), no se deben considerar explicación a las fuentes, preguntando por la unidad
tardoantiguas sino altomedievales, como es mi pare- de su epigrafía; por la autoría y el significado de la
cer. De ser aí, éstas se acercarían y relacionarían me- inscripción de Silo y su posible presencia y finalidad
jor con los casos asturianos. ¿espuria? en la iglesia del X; y por la manipulación
La planta de la iglesia basilical, considerada así, de la votiva, la propia de su fundación.
obliga también a plantear si pertenece a una revolu- Los tres elementos definitorios de la iglesia de
cionaria tipología constructiva de la época de Ordo- Pravia se han datado por la inscripción de Silo sin
ño I o si en realidad se acerca o se asimila a los edi- pararse a considerar la posible contradicción que
ficios abovedados de Alfonso III, como Valdediós. presentaban con respecto a ella. La planta del edifi-
cio, su decoración y la propia inscripción laberínti-
ca (si aceptamos su relación con los palíndromos de
6. Los problemas de datación de los edificios los Códices medievales42) encajan mejor con la pro-
y la contextualización de su epigrafía ducción de hacia 900 de la monarquía asturiana. No
hay por qué pretender adelantar su cronología.
Si la iglesia de Lillo no estuviera en relación con Ambos no parecen hechos aislados.
el edificio de Santa María del Naranco quizás no se La opinión generalizada considera la inscripción
dudaría en adscribirla a la época de Ramiro I, tal consagratoria de los obispos de Valdediós coetánea
como indican algunas crónicas. Son las relaciones de con la iglesia donde se encuentra.43 Así Fernández
las fuentes documentales con el Naranco, sus contra- Conde (1994: 213-248), plantea un traslado desde
dicciones y, sobre todo, las de la inscripción de su la iglesia a su «capilla» sureste externa. García de
altar las que revierten sobre la iglesia de Lillo llevan- Castro (1995: 122-125, 129-130, 428-429, 433), aun-
do incluso la argumentación al extremo de proponer que dubitativo, considera que existen dos momentos
el intercambio y la transformación de una por otra.41 diferentes:44 primero la construcción de la iglesia y
En Pravia la información de las fuentes y de la su consagración; y segundo, tiempo después, la pin-
inscripción de Silo margina las características de su tura de iglesia y pórtico, la ocultación de las inscrip-
cultura material y arrastra la datación de la iglesia. ciones de la iglesia y posible damnatio de una de ellas
Cuando aflora la contradicción entre epigrafía y fuen- y la construcción del pórtico y de la habitación de
tes (de Silo, en el último cuarto del s. VIII) y forma la inscripción, «verosímilmente» por Alfonso III. Si
arquitectónica y decoración (únicas, sincrónicas y da- no es lógico utilizar como único argumento para dis-
tadas en el siglo X) se intenta una solución favora- tanciar esta importante inscripción de la iglesia que
ble a las fuentes que aboca a una solución ad hoc de la conserva la ausencia de referencias a su «comiten-
dos momentos. Si diferenciamos los problemas, la da- te», su dedicación y, en su caso, al obispo de Ovie-
tación de la iglesia y su decoración se adelanta a la do,45 pues son ausencias llamativas sea cual sea la
de su contexto, a caballo entre fines del s. IX e ini- iglesia a la que perteneciera; tampoco es lógico uti-
cios del X. Pero esta solución plantea encontrar una lizar como único argumento a favor de que su ubi-
cación primaria fuera Valdediós su mera situación en
41
Jorge Aragoneses 1953. García de Castro resume las ella. Aunque parezcan semejantes, son evidentes las
fuentes y hace la exposición crítica de las propuestas, 1995:
115-116, 118-119, 474. Liño citada como construida por Ra- diferencias entre la «capilla de los obispos» y el
miro I en las redacciones Albeldense (con palacios) y Silen-
42
se de la Crónica de Alfonso III. No se cita en la Rotense. Dirigimos de nuevo al trabajo de Gimeno y del Hoyo en
Aparece donada en el Testamentum de Ordoño I (857) y en el este volumen.
43
de Alfonso III y Jimena (905, con palacios). En la donación Durante la redacción de este texto, acababa de realizar-
de Alfonso III y Jimena (908) se cita la villa con palacios, se el trabajo de campo en la iglesia de Valdediós. Posterior-
pero no la iglesia. Las contradicciones de las fuentes docu- mente se decidió que su memoria y estudio final lo efectuase
mentales sobre el Naranco las expone Camps Cazorla 1948. la Dra. M.a Á. Utrero. Lo que se dice aquí deberá corregirse
El problema lo provoca la noticia de la transformación del de acuerdo con su juicio definitivo. Ver su texto publicado en
palacio en iglesia de la redacción Silense de la Crónica de este volumen.
44
Alfonso III, unido a la «extraordinaria rareza» de la informa- El mismo autor (Id.: 427 y 432) sospecha que en Valde-
ción aportada por la inscripción sobre la construcción del al- diós se pudo incluir el coro alto igual que en Valdediós, lo
tar por los reyes, sin consagración, y a su vez relacionada con que supondría otro momento. Aunque nosotros, con la iglesia
la renovación de la morada «consumida por su mucha anti- en estudio, consideramos que iglesia y coro son coetáneos
güedad». Solucionar esta «renovación de la vetusta morada» por el remate de las pilastras de las arquerías y la inexisten-
obliga a suponer que en realidad se trata de la construcción cia de indicios de adosamiento y cortes.
45
ex novo del palacio sobre la amortización de otro anterior Seis de los siete obispos consagrantes pertenecen a la
desconocido. De lo contrario habría que aceptar, como se diócesis de Braga, excepto el de Zaragoza (Fernández Conde
desprende de la exposición de Collins 1989: 17, que el actual 1994: 219), lo que puede ser un indicio de la procedencia de
palacio/iglesia de Santa María y la iglesia de Santa María de la inscripción. ¿Se puede suponer que el obispo de Zaragoza
Ramiro I no fueran el mismo edificio. se retirara en 893 a la zona de Braga en vez de a la de Oviedo?
Anejos de AEspA LXIII OBSERVACIONES ARQUEOLÓGICAS SOBRE PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA... 121

pórtico: distinta dirección de las bóvedas y mayor ARIAS PÁRAMO, L. 2005: «Reconstrucción de la iglesia
tamaño de la bóveda y el arco de ingreso de la «ca- de San Miguel de Liño», Liño: Revista Anual de
pilla», lo que supone un cambio notable en las con- Historia del Arte, 11, 9-47.
diciones técnicas de la obra, indicando otro tercer — 2008a: Geometría y proporción en la Arquitectura
tiempo, aparentemente aún prerrománico, en la cons- Prerrománica Asturiana, «Anejos de AEspA»,
trucción de la iglesia. Además, la inscripción se en- XLIX, Madrid.
cuentra segregada de la iglesia, colocada en un lu- — 2008b: «Procedencia original de los arcos de la
gar diferenciado por más que privilegiado. La tribuna de San Miguel de Liño: reutilización de
inscripción no aporta ninguna evidencia que la rela- materiales de Santa María del Naranco», Territo-
cione directamente con el edificio. Pudo haber sido rio, sociedad y poder, 3, 29-55.
trasladada allí en un momento posterior, procedente — 2010: «Procedencia original de las jambas de San
de otro edificio y colocada, dada su importancia, en Miguel de Liño. Reutilización de decoración es-
un espacio realizado en un tiempo relativamente ale- cultórica de Santa María del Naranco», Territo-
jado del de construcción de la iglesia y su pórtico; rio, sociedad y poder, 5, 5-22.
en un espacio dedicado a propósito para conservar lo AZKARATE, A. 2002: «Intereses cognoscitivos y praxis
que puede considerarse como una reliquia o una «an- social en Arqueología de la Arquitectura», Arqueo-
tigüedad». Si fuera como proponemos, la fecha de 893 logía de la Arquitectura, 1, 55-71.
de la inscripción no serviría para datar la iglesia que BARROCA, M. Jorge, 1990: «Contribuição para o Es-
podría ser tanto anterior como posterior a ella. tudo dos Testemunhos Pré-Românicos de Entre-
Otro edificio citado en relación con la decoración Douro-e-Minho. 1. Ajimezes, Gelosias e Modil-
de Pravia y cuya arquitectura se relaciona con el gru- hões de Rolos», en IX Centenário da Dedicação
po del Naranco es la iglesia de Lena (García de Cas- da Sé de Braga, Braga, vol. I, 101-145.
tro 1995; 154-155). Las placas que decoran su iconos- CABALLERO ZOREDA, L. 1994-95: «Un canal de trans-
tasio o cancel están reutilizadas y por ello y por su misión de lo clásico en la alta Edad Media españo-
carácter estilístico se suponen visigodas, arrastrando la. Arquitectura y escultura de influjo omeya en la
la comprensión del grupo decorativo en que se inclu- Península Ibérica entre mediados del s. VIII e inicios
yen, Pravia, Bendones, Avilés y Priesca, como produc- del X», Al-Qantara, 15, 321-348 y 16, 107-124.
ciones visigóticas o estrechamente relacionadas. Se ob- — y ARCE, F. 1997: «San Pedro de la Nave. Arqueo-
via de nuevo el análisis de las piezas decoradas que se logía y Arquitectura», Archivo Español de Arqueo-
acepta que son reutilizadas y que ellas, con el cancel logía, 70 221-274.
alto a que pertenecen, se añadieron con posterioridad — y FEIJOO MARTÍNEZ, S. 1998: «La iglesia altome-
a la iglesia. Por lo tanto su cronología puede ser incluso dieval de San Juan Bautista en Baños de Cerrato
posterior a la controvertida de la iglesia, lo que termina (Palencia)», Archivo Español de Arqueología, 71
por no ser contradictorio con su estilo decorativo. 181-242.
Estos casos recuerdan el de la inscripción de Re- — y SÁEZ LARA, F. 1999: La iglesia mozárabe de
cesvinto, de 661, de la iglesia de S. Juan de Baños. En Santa Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres).
ella se basó la datación de la iglesia de la que a su vez Arqueología y arquitectura, Memorias de Arqueo-
depende buena parte de la decoración considerada logía Extremeña, 2, 399 págs., 139 figs., 152
visigoda. Pero el análisis contextual de la decoración láms. y 35 pls., Junta de Extremadura, Mérida.
y las características de la inscripción han permitido — 2000: «La arquitectura denominada de época vi-
separar ambos elementos y abandonar el automatismo sigoda, ¿es realmente tardorromana o prerromá-
de la datación (Caballero y Feijoo 1998). Según del nica?», en CABALLERO y MATEOS, Visigodos y Ome-
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A FINALES DEL SIGLO IX E INICIOS DEL X.
ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES
POR

MARÍA DE LOS ÁNGELES UTRERO AGUDO


Instituto de Historia. CCHS. CSIC*

RESUMEN Arquitectura «asturiana» y «mozárabe»1 son pre-


Las propuestas cronológicas e interpretativas así como la
sentados por la historiografía como dos grupos inde-
tipología arquitectónica relacionan las iglesias de San Salva- pendientes entre sí, únicamente tangentes en un mo-
dor de Valdediós (Asturias), San Miguel de Escalada (León) mento final del primero e inicial del segundo, siendo
y São Pedro de Lourosa (Coimbra), datadas en un momento las postrimerías del siglo IX y comienzos del X y la
comprendido entre finales del siglo IX e inicios del siglo X. Los
resultados de los análisis arqueológicos realizados en cada una ciudad de León sus puntos de confluencia. Es en este
de ellas constituyen la base de este trabajo, el cual pretende espacio temporal de media centuria donde se mueven
afrontar el estudio de su construcción introduciendo reflexio- las cronologías, principalmente provenientes de la do-
nes sobre la utilización y reutilización de los materiales cons-
tructivos y decorativos, las técnicas y recursos constructivos, cumentación epigráfica y paleográfica, de un conjunto
el patronazgo y la circulación de los modelos arquitectónicos. de edificios que por sus diferencias formales se cla-
sifican como asturianos y mozárabes. De este modo,
ABSTRACT se presenta una arquitectura asturiana abovedada de
plantas articuladas y arcos de medio punto (Valdediós
Chronological and interpretative proposals together with 893), pero también unas primeras basílicas (Tuñón ca.
the architectural typology link the churches of Salvador de
Valdediós (Asturias), San Miguel de Escalada (León) and São 891;2 Gobiendes segunda mitad del IX-inicios del X;3
Pedro de Lourosa (Coimbra), dated to the end of the 9th cen- Priesca ca. 9214) con cabeceras abovedadas y amplias
tury and beginnings of the 10th. The results of the archaeolo- aulas con cubiertas de madera. Esta vaga descripción
gical analysis of these churches constitute the core of this work,
which intends to face the study of their building process by vale también para caracterizar a sus coetáneas «mo-
introducing reflections on using and reusing building and sculp- zárabes», entre las que encontramos tanto estructuras
tural materials, building techniques and resources, patronage cruciformes completamente abovedadas (Peñalba pre.
and architectural models transfer.
937, Palaz del Rey 931-51) como basilicales (Escalada
PALABRAS CLAVE: Asturiano, mozárabe, San Salvador de ca. 913, Mazote pre. 916, Lourosa ca. 912, Bobastro).5
Valdediós, San Miguel de Escalada, São Pedro de Louro- Este conjunto se distingue sin embargo por el uso del
sa, análisis arqueológico, reutilización, técnica construc-
tiva, patronazgo, modelo arquitectónico, taller. arco de herradura y de bóvedas gallonadas, elemen-
tos ausentes en el anterior.
KEY WORDS: Asturian, Mozarabic, San Salvador de Valde-
diós, San Miguel de Escalada, São Pedro de Lourosa, ar-
1
chaeological analysis, reusing, building technique, patro- Haciendo uso del término de Gómez Moreno (1919).
2
nage, architectural model, workshop. Última propuesta cronológica en Caballero y Rodríguez
(2010), fecha de la obra original discutida principalmente en
p. 118-119.
3
Según la opinión más aceptada. Diferentes propuestas en
* mariaangeles.utrero@cchs.csic.es. Investigadora contra- Utrero (2006a, 458).
4
tada del programa Ramón y Cajal. Este trabajo se inscribe Fecha propuesta a partir de una inscripción desaparecida,
dentro del proyecto titulado «Análisis Arqueológico de la Ar- cuya correcta datación no carece sin embargo de distintas in-
quitectura Altomedieval en Asturias: prospección, estratigra- terpretaciones. Recopiladas en García Álvarez y otros (2001,
fía y cronotipología. HUM2007-61417/HIST», financiado por 304).
5
el Ministerio de Ciencia e Innovación y dirigido por el inves- Sobre la cronología del grupo mozárabe, ver Utrero
tigador L. Caballero Zoreda (IH, CCHS-CSIC). (2006a).
126 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Plantas de las iglesias de Valdediós (Arias Páramo 1999), Escalada y Lourosa (Noack-Haley 1993).

Esta comparación simplificada permite establecer ción (Fig. 1). Las tres cuentan con una cronología
el marco en el que nos moveremos con la intención aparentemente segura y cercana gracias a la conser-
de preguntarnos, y tal vez responder, ¿cómo se en- vación y noticia de distintas piezas epigráficas, las
tiende la convivencia de distintos modelos arquitec- cuales situarían la construcción de Valdediós en el año
tónicos y escultóricos coetáneos? Para llegar a una 893, de Lourosa en el 912 y de Escalada en el 913,
posible respuesta, intentaremos contestar primero respectivamente. Sin embargo, de modo paralelo al
otras previas, basándonos principalmente en ejemplos ejemplo de la iglesia de Santianes de Pravia y la
que conocemos detalladamente, con la intención de correspondiente inscripción del príncipe Silo (Ca-
salir de este modo de las generalidades. San Miguel ballero y Rodríguez 2010),7 estas piezas poseen su
de Escalada (León), São Pedro de Lourosa (Coimbra) propia problemática e historia, por lo que debe replan-
y San Salvador de Valdediós (Asturias), edificios a tearse su potencialidad como indicadores cronológi-
priori coetáneos y en los que hemos realizado distin- cos. Aunque edificios y epígrafes se han entendido
tos análisis arqueológicos,6 constituirán el núcleo de siempre como partes de una misma realidad construc-
este trabajo y de sus conclusiones o, tal vez mejor tiva, este hecho no puede afirmarse con rotundidad
dicho, reflexiones finales. a la luz de la incierta contextualización de las pie-
zas mencionadas.
La basílica de San Salvador de Valdediós cuenta
1. EPIGRAFÍA, HISTORIOGRAFÍA Y con una inscripción, ejecutada en mármol y conser-
CRONOLOGÍA. SÍNTOMAS COMUNES vada en la habitación sureste (conocida como «Ca-
pilla de los Obispos»), que menciona la consagración
¿Por qué estos edificios? Estas tres iglesias pade- de un templo por siete obispos en el año 893 (Era
cen unos síntomas comunes que las ponen en rela- 931).8 Esta fecha entraría por lo tanto dentro del
6
Análisis arqueológico de la iglesia de San Miguel de Es-
7
calada financiado por el Servicio de Restauración de la Junta Textos de Caballero y Gimeno y Del Hoyo en este mismo
de Castilla y León (dir.: L. Caballero; trabajo de campo: F. foro.
8
Arce, L. Caballero, C. Cauce, I. Licitra, F. J. Moreno, J. I. Traducción de la inscripción según Diego Santos (1993,
Murillo y M.ª Á. Utrero). Análisis arqueológico de la iglesia 204-205, inscripción nº 226): «Tu generosa piedad, Cristo
de São Pedro de Lourosa financiado por el Instituto de Patri- Dios, resplandece en todas partes y tu generosa piedad salva
monio de Cultura Español, Ministerio de Cultura (dir.: M.ª Á. muchas veces a los malvados. Esto afirman los hombres, las
Utrero; trabajo de campo: F. Arce, P. Fernandes, F. J. More- gentes aplauden por doquiera que des vida a lo apagado, esto
no, J. I. Murillo, M. Ramalho, M. L. Real, P. Santos, I. Sas- afirman los hombres. Ponte a favor del pobre, perdona al bue-
tre y M.ª Á. Utrero). Análisis arqueológico de la iglesia de no, haciendo caso omiso a sus méritos; con la clemencia que
San Salvador de Valdediós financiado por el Ministerio de es tu fuerte, ponte a favor del pobre, es cierto que en mi inte-
Ciencia e Innovación (dir.: L. Caballero, proyecto op.cit; tra- rior entran en lucha las miserables flaquezas de mi mente, me
bajo de campo: F. Arce, L. Caballero, C. Cauce, F. J. More- hiere ciertamente mi punzante culpabilidad. Resplandezca
no, J. I. Murillo, V. Pica y M.ª Á. Utrero). ahora clemente tu gracia fructífera, que levante al decaído, y
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 127

paréntesis del reinado de Alfonso III (866-910), fi- obispo Genadio en el año 913 (Era 951).13 El hecho
gura no nombrada sin embargo en el texto, en el que de que la pieza esté perdida, la convierte también en
únicamente se cita a los siete obispos responsables un elemento descontextualizado. Según Risco (1786,
de la consagración del conjunto, estando ausente sig- 411), la lápida se encontraba «fuera de la iglesia de
nificativamente el de Oviedo.9 Su advocación a San San Miguel colocada sobre una puerta». Ignoramos
Salvador tampoco se menciona aquí, sino en la ins- cuál es la puerta a la que se refiere, si pertenecía a
cripción tallada en el dintel de la puerta occidental.10 la propia iglesia o a alguna de las estancias monás-
Fernández Conde 1994, 215) considera su traslado ticas, bien coetáneas, bien posteriores, que lo ro-
desde el interior de la iglesia a su ubicación actual,11 dean.14 De hecho, el conjunto nos muestra hoy diver-
sin embargo cuesta creer que la pieza fuese movida sas piezas y epígrafes reutilizados en sus muros, como
sin motivo alguno a un lugar seudo-exterior y de la placa de cancel, proveniente del hueco central del
anómala disposición (ocupando y ajustándose al iconostasio del edificio y reutilizada como tímpano
hueco entre los dos contrafuertes meridionales de la en el vano de acceso a la construcción meridional de
cabecera), siendo más lógico pensar que procedía de origen románico (como ya anotó Gómez Moreno
otro lugar y que fue colocada aquí en el momento de 1919, 159); o como las inscripciones colocadas a lo
construcción de la capilla sureste en la que se encuen- largo del muro sur de la basílica. En conclusión, son
tra. Esta capilla, adosada tanto a los muros de la los criterios tipológicos y estilísticos los que funda-
habitación meridional como de la cabecera, fue al- mentan en realidad una datación del siglo X para la
zada en un segundo sino tercer momento, cuya cro- basílica de Escalada.
nología y, por lo tanto, de la colocación de la inscrip- Finalmente, la historia de São Pedro de Lourosa
ción, queda por ahora en duda. De este modo, la se inicia tradicionalmente en el epígrafe descontex-
datación de la iglesia en época de Alfonso III se basa tualizado con data 912 (Era 950),15 hoy situado en el
en la presencia de la placa con una cruz tallada en tímpano del arco occidental de entrada construido en
la fachada occidental, situada sobre la ventana que las restauraciones de los años 30 del pasado siglo.
ilumina la tribuna y la nave central, cuyo tipo (Cruz Según distintos autores (Correia 1912, 12; Gómez
de la Victoria) correspondería al identificado gene-
ralmente con este monarca (Álvarez 2006, 14). guel y erigido en pequeño edificio, tras de caer en ruinas,
permaneció largo tiempo derrotado, hasta que el abad Alfon-
En la basílica de San Miguel de Escalada, una so, viniendo con sus compañeros de Córdoba su patria, levan-
inscripción, hoy perdida, pero copiada por Risco a tó la arruinada casa en tiempo del poderoso y serenísimo
finales del siglo XVIII, recoge la realización de un príncipe Alfonso. Creciendo el número de monjes, erigióse de
nuevo este hermoso templo con admirable obra, ampliado por
templo y de su posterior ampliación por el mismo todas sus partes desde sus cimientos. Fueron concluidas estas
abad Alfonso.12 Esta segunda obra la consagraría el obras en doce meses, no por imposición autoritaria ni opri-
miendo al pueblo, sino por la vigilancia insistente del abad
Alfonso y de los frades, cuando ya empuñaba el cetro del
que ella resplandezca ya. Asístame tu piedad alentadora, que reino García con la reina Mumadona, en la era 951, y fue
nos asista la piedad, dándonos a todos la salvación bajo tu consagrado este templo por el obispo Jenadio a doce de ca-
manto celestial. lendas de diciembre». El abad Alfonso es también identifica-
Fue consagrado este templo por sietes obispos: Rudesindo do por Arbeiter y Noack (1999, 262, Abb. 176) en un frag-
Dumiense, Naustis Conibrigense, Sisnando Iriense, Ranulfo mento decorativo descontextualizado procedente de la iglesia,
Asturicense, Argimiro Lamecense, Recaredo Lucense, Eléca- en el que reza «ADEFONSUS».
13
nes Cesaraugustanense. En la era de DCCCXXXI, el día de- Sobre la historia de la pieza, ver Anedda 2004, Martínez
cimosexto de las Kldas. de octubre (16 de septiembre del 893 Tejera 2004 y Bango 2008, con distintas opiniones.
14
d.C.)». Según Martínez Tejera (2004, 617), Menéndez Valdés
9
Hecho que contrasta llamativamente con la propia Cróni- ofrece una lectura de la inscripción en 1634 y señala que «un
ca de Alfonso III, donde únicamente se menciona, por el con- rótulo que está en una piedra de mármol de jaspe que cubre
trario, a un obispo, al traidor Oppas (Linehan 2001, 134). y el arco y la puerta de una panera que lleva Trianos en la
10
Según Diego Santos (1993, 205, inscripción nº 227): segunda puerta como si entre en dicho claustro que es de la
«Salvador, éste sea santo templo bajo la advocación de tu fundación del dicho monasterio con todo su adyacente iglesia
nombre, que también sean de tu agrado todos estos dones que y capillas…». Esto confirmaría que la pieza no se hallaba en
aquí te ofrecemos, pero quienquiera que intente quebrantar una puerta de la iglesia, sino de alguna estancia adyacente.
temerariamente mis votos, que sea privado de la luz, Cristo, Según el mismo autor (Martínez Tejera 2004, 618), estaría en
y que la tierra lo trague a él en vida y que la mendicidad y la el tímpano de la puerta de acceso a la torre, ocupado por el
lepra hagan presa en su descendencia». cancel en época posterior a la descripción de Menéndez Val-
11
Rico Camps (2009, 28) considera que proviene de la fa- dés. El análisis arqueológico confirma que la reutilización del
chada occidental. El análisis arqueológico de la basílica no cancel forma parte de la obra románica, por lo que no pudo
documenta ni en el interior ni en la fachada oeste ningún hue- ser recolocado allí ulteriormente ni haber provocado el des-
co o posible unidad estratigráfica que pueda corresponder a la plazamiento de la inscripción a otro lugar.
15
posición original de un epígrafe de este tamaño y forma. La primera lectura (Correia 1912, 10) la data en Era 910,
12
Traducción según Gómez Moreno (1919, 141-142): año 872. Sobre la correcta lectura de la inscripción, ver Ba-
«Este local, de antiguo dedicado en honor del arcángel Mi- rroca (2000, 31-33).
128 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

Moreno 1919, 103; Pessanha 1927, 51 y Barroca accesos propios en su lado occidental y cerrado por
2000, 31), cuando se iniciaron dichas labores, la ins- un cancel alto, afirmaría su carácter monástico, se-
cripción se hallaba en la pared oeste de la nave. Unos gún los criterios establecidos por Moreno Martín
la sitúan como dintel de la ventana geminada que (2009) en su estudio sobre este tipo de ámbitos. En
iluminaría esta fachada, otros bajo ella, a la altura del Escalada, las estructuras halladas en el lado exterior
suelo del coro barroco de madera adosado posterior- norte parecen pertenecer al conjunto monástico (San
mente. A diferencia de los ejemplos anteriores, la Román y Campomanes 2007, 14-22). Su orientación,
inscripción de Lourosa carece de cualquier texto así como su técnica constructiva se acoplan perfec-
adicional que permita aclarar si nos hallamos ante una tamente a la primera basílica, como veremos, y do-
fecha de fundación, consagración, reparación o cual- tan de significado a la puerta norte original que co-
quier otra posible actividad edilicia.16 municaría el área del transepto con estas estancias
Por lo tanto, contamos con una inscripción per- anexas. La verdadera extensión del conjunto monás-
dida (y por ello descontextualizada) en Escalada, con tico se desconoce.
otra descontextualizada en Lourosa y con una terce- Valdediós, como casi todas las iglesias asturianas,
ra reubicada en Valdediós. Estas circunstancias ad- se ha vinculado a la esfera regia. Interpretada como
quieren además otra dimensión cuando al analizar los parte de un conjunto palatino (Gómez Moreno 1919,
conjuntos a los que estas piezas pertenecen se obtie- 77) o monástico (García de Castro 1995, 430-431;
nen secuencias que identifican sucesivas etapas cons- revisión del debate en Álvarez 2006), tribuna oeste
tructivas en cada uno de ellos, lo que obliga a pre- y pórtico sur han sido los principales argumentos
guntarnos a cuál de ellas pertenece la inscripción en materiales de la primera interpretación, siendo este
cuestión. último exclusivo de Valdediós. No encontramos, por
Pero las analogías entre estas tres iglesias no aca- el momento, en ninguna otra iglesia asturiana un
ban en la epigrafía. Lourosa y Escalada han sido espacio porticado anexo atribuible a época prerromá-
captadas por una historiografía (Gómez Moreno 1919; nica. Respecto a su posible carácter monástico, a
Pérez de Urbel 1942, 188 y Schlunk 1974, 128, en- diferencia de los ejemplos previos, aunque el primer
tre otros) que se ha encargado de subrayar el papel tramo oriental estuvo delimitado por un juego de
jugado por el clero como grupo constructor de los canceles, a juzgar por las huellas de corte presentes
monasterios altomedievales a finales del siglo IX y en los correspondientes soportes de las arquerías, no
comienzos del siguiente. En el caso de Lourosa, cuenta con puertas de comunicación con el exterior.
Noack-Haley (1993, 214) cita concretamente la pre- La puerta de la nave sur comunica el pórtico direc-
sencia de constructores cordobeses en la zona (mo- tamente con la tribuna. Mientras tanto, la puerta norte,
nasterio de Lorvão, a unos 32 km en línea recta), quie- situada en el tercer tramo y ahora tapiada, podría
nes habrían importado con ellos elementos andalusíes, relacionarse con los restos de una estructura docu-
principalmente de carácter decorativo. Esta idea es mentada en las excavaciones del lado exterior nor-
equivalente a la defendida para Escalada, en la que te, en principio coetáneos a la basílica (Requejo y
la mención a los monjes y al abad Alfonso venidos otros 1992, 185 y 187), y de varios pavimentos (Fer-
de Córdoba en la propia inscripción es el argumen- nández Conde y Alonso 1992, 198). Carecemos sin
to fundamental para defender tal autoría, como, por embargo de suficientes argumentos para vincular e
otro lado, ocurre en otros conjuntos castellanos de la interpretar estos vestigios con mayor certeza hasta que
décima centuria, tema sobre el que volveremos más no se proceda a una excavación de la zona en área.
adelante.17 Esos canceles no sólo «controlan» el acceso al pri-
La pertenencia de ambos edificios a monasterios mer tramo, dentro del cual se delimita igualmente un
parece estar fuera de duda para la investigación. En coro (canceles en el ábside central y entre la nave
la iglesia de Lourosa, la completa destrucción del central y las laterales), sino también a las cámaras
yacimiento impide añadir datos materiales, aunque laterales (cerradas con puertas), abiertas aquí en
su disposición planimétrica, con un transepto con ambos lados del aula.18
16
Merece la pena recordar la cita de Gómez Moreno
18
(1919, 104) sobre la pieza: «Si ella faltase, el fechar esta igle- La septentrional considerada thesaurum por Bango
sia suscitaría controversias, pues quizá se buscasen argumen- (1997, 113, de acuerdo a la inscripción tallada en el dintel de
tos para creerla goda;…». su puerta), siendo la meridional el posible sacrarium según
17
Gómez Moreno suma los ejemplos de S. Martín de Cas- García Álvarez (y otros 2001, 306), quienes observan idénti-
tañeda (ca. 916) y el abad Juan (1919, 141 y 167-169) y del ca disposición en San Salvador de Priesca (Villaviciosa). Este
monasterio de Sahagún (ca. 904) y el abad Adefonso (1919, formato, fuera de su interpretación, se repite en otras tantas
107 y 202). También Bango (2008, 22). iglesias (San Julián de los Prados, Oviedo, por ejemplo).
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 129

A diferencia de Escalada, no contamos con monjes


documentados, pero en Valdediós se han identifica-
do «elementos de indudable estirpe andaluza, y mo-
zárabes por consiguiente» (Gómez Moreno 1919, 78).
Tanto en la basílica original como en las adiciones
posteriores hallamos elementos decorativos, cuyos
arcos de herradura, alfices, merlones escalonados y
motivos vegetales delatan una forma de hacer ajena
a lo denominado «asturiano». Su génesis debe bus-
carse por ello en otro entorno. Autores como Gómez
Moreno (1919, 78), Kingsley (1980, 158) o Noack-
Haley (1990, 37, capiteles) defienden la presencia de
escultores de origen andalusí para su elaboración.

2. ¿CÓMO SE CONSTRUYERON ESTAS


IGLESIAS? SECUENCIA Y CONSTRUCCIÓN

Una vez establecidos los puntos comunes y diver-


gentes de estos tres edificios, intentaremos recons-
truir su proceso de construcción. Los datos que se
desprenden de su análisis son suficientemente signi-
ficativos como para afirmar la presencia de distintos
equipos especializados y experimentados en su eje-
cución, que introducen sin embargo nítidos cambios
Fig. 2. Detalle de la fábrica de Valdediós I, esquina noreste
constructivos. Antes de entrar en su explicación, de la cabecera y zócalo.
debemos advertir que, teniendo en cuenta lo arriba
expuesto respecto al establecimiento de las datacio-
nes de estos edificios, no hablaremos de cronologías cimacios, así como las impostas de las bóvedas de
absolutas, sino de etapas constructivas con el ánimo toba. Basas y cimacios son en realidad la misma pie-
de establecer relaciones tecnológicas no sujetas a za, pero colocada de manera inversa. Todas estas
corsés cronológicos. Nos centraremos en la explica- piezas, como los sillarejos de las esquinas, carecen
ción de las etapas que consideramos prerrománicas de ángulos rectos, siguiendo sus incisiones decora-
(I-II), obviando las restantes, fuera ahora de nuestro tivas una dirección oblicua y quedando inacabadas
interés. aquellas superficies menos expuestas, como sucede
La obra primitiva de la iglesia de San Salvador de en las basas de los pilares occidentales. Los fustes
Valdediós (Valdediós I) comprende la cabecera, el monolíticos muestran aún los marcos de talla en sus
aula, la tribuna occidental y las cámaras laterales. aristas, empleados como guías por lo canteros19 (Fig.
Todos estos espacios se hallan unidos por un zócalo 3). Los fustes y las basas de los soportes de las em-
perimetral continuo que, a primera vista, ya eviden- bocaduras son reutilizados y acoplados con capite-
cia que estamos antes un proyecto unitario, con una les de nueva factura en el central y también de aporte
planta modulada que contempla la ubicación exacta en los laterales. Por el contrario, la pareja de capi-
de los elementos arquitectónicos singulares que sir- teles del arco del ábside central, la del arco del ves-
ven a la estructura (Fig. 2). Nos encontramos ante una tíbulo occidental exterior, las dos ventanas del ábsi-
basílica elevada de forma homogénea y continua de central, la de la fachada occidental y las ocho que
desde sus cimientos. iluminan la nave central son piezas nuevas, pudien-
Para acometer esta obra, se cuenta con un grupo do haber sido talladas fuera del lugar de obra.20
de albañiles que construyen los muros de mampos-
tería reforzados con esquinas y contrafuertes de si- 19
Solamente la pareja de pilares orientales posee fustes
llarejo de arenisca. Los canteros proveen a los obre- compuestos de dos piezas, no monolíticos, aunque tienen
ros de estos elementos semielaborados. Ellos son también los marcos perimetrales. Aquí los biseles serían ta-
llados una vez emplazadas las piezas.
también los responsables de tallar los pilares interio- 20
Aunque creemos en su factura altomedieval, dejamos
res, los cuales incluyen basas, fustes monolíticos y fuera de nuestra exposición los merlones escalonados situa-
130 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

andamio para facilitar así el ajuste de las caras de las


sucesivas piezas (Caballero y Utrero 2005, 180).
En los tramos de mampostería, la documentación
de los huecos de obra es más difícil de distinguir
debido a las distintas superficies de enfoscados y
enlucidos históricos que los ocultan, como también
ocurre al interior, pero su uso debió ser igualmente
necesario. Sus bóvedas de toba23 no se refuerzan con
fajones, a diferencia de las del pórtico. Las de las
naves menores, en realidad dobles, contrarrestan a la
central, y se ayudan, como las de las capillas latera-
les, de contrafuertes.
La construcción se dota además de una serie de
elementos de refuerzo destinados a servir a los abo-
vedamientos reforzando los muros de soporte. Se
emplean unas vigas de hierro situadas longitudinal-
mente bajo las impostas que separan bóvedas y mu-
ros del espacio tripartito de entrada, descargando así
los arcos que se abren bajo ellos. Según Fernández
Menéndez (1919, 86), estas vigas también estaban en
los ábsides,24 cuyos muros están hoy ocultos bajos
superficies posteriores. Parecen disponerse en pare-
ja, siendo visibles en ambos lados del mismo muro.
Estos elementos de refuerzo no son ajenos a la tar-
Fig. 3. Detalle del lado sur del pilar oriental de la arquería
doantigüedad y al altomedievo occidental (Wilcox
norte y de la columna de embocadura del ábside central de 1981), peninsular (Utrero 2006b) y, más concretamen-
Valdediós I. te, asturiano (Foncalada, Alfonso III, grapas para unir
sillares, Ríos 1999, 265; entramados de madera do-
cumentados en Santo Adriano de Tuñón, Caballero
Para el alzado de los muros, se hace uso de an- y Rodríguez 2010, 113-117), aunque debemos subra-
damios, cuyos mechinales podemos observar princi- yar que la singularidad de Valdediós reside en el
palmente en los paramentos de sillarejo del hastial empleo del hierro, característica para la cual carece-
oriental marcando los bancos de obra, equivalentes mos de paralelos.
a cuatro hiladas de sillarejo. Este hecho puede expli- Esta obra original se cubría al exterior con un
car la coincidencia del número de hiladas de las es- enfoscado de tono claro que ocultaba todos los lien-
quinas de un mismo paramento constatadas por Arias zos de mampostería, dejando vistos solamente el tes-
Páramo (2008, 341).21 Las hiladas ondulan o carecen tero oriental, las esquinas, los contrafuertes y las
de horizontalidad debido a la oblicuidad de las ca- ventanas, es decir, aquellos puntos de la obra ejecu-
ras de los sillarejos, lo que llega a provocar la pre- tados en sillarejo. De este modo, se ocultan los re-
sencia de algunos codos para acoplarlos.22 Estos si- cursos constructivos citados y se impermeabiliza la
llarejos se trazan con regla, pero no con escuadra, fábrica de mampostería, pero también se le otorga un
como delata la ausencia de ángulos rectos, y su aca- aspecto dignificado u homogenizado, haciéndola al
bado final se debe hacer a pie de obra o sobre el mismo tiempo visible.25

dos sobre la lima del tejado de la nave central, pues su reco-


23
locación a lo largo del tiempo debido a las sucesivas reformas Material extraído posiblemente en el cercano valle de
de las cubiertas nos impide confirmar su pertenencia a una u Arbazal (Requejo y otros 1992, 179), donde se alza en el
otra etapa. mismo material la pequeña iglesia de Santa María.
21 24
Arias Páramo (2008, 342) nota también la corresponden- Schlunk (1947, 379) observa su presencia claramente en
cia de la medida de cantería con la empleada a nivel arquitec- el vestíbulo de entrada y sugiere que estarían en todas las
tónico, concluyendo la plena unidad y organización del traba- bóvedas de la basílica.
25
jo del taller constructivo que diseñó el proyecto y edificó la Como afirman Fernández y Galván (2008) para arquitec-
iglesia. turas similares. Estos mismos autores (2008, 57) hablan de
22
Tanto Kingsley (1980, 157) como Azkarate (1995, 208) acabados polícromos en los exteriores de San Julián de los
afirman la reutilización de los sillarejos de la fachada, pero Prados (Oviedo) y Santiago de Peñalba (León). Aquí no con-
no vemos indicios de ello. tamos con datos que revelen una posible policromía.
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 131

Nada que ver tiene esta obra con la del pórtico


(Valdediós II), añadido en un segundo momento y
donde la sillería, de arenisca tanto la decorativa como
la constructiva, es la protagonista (Fig. 4). El empleo
de sillares implica un cambio significativo en la re-
lación albañil-cantero, figura esta última que ahora
pasa a ser el auténtico artífice o constructor del muro.
El cantero talla las piezas y las ajusta progresivamen-
te. El uso de la escuadra para trazar los sillares per-
mite obtener unas piezas regulares en forma y altu-
ra que ya no requieren para su colocación de los
ajustes (codos, sinuosidades) de la primera obra. La
labor del albañil se concentra en colocar el material
tallado por el cantero y en realizar la bóveda de la-
drillo y sus arcos fajones.
No solo el empleo de sillería y de una bóveda de
ladrillo reforzada con arcos fajones distingue esta
segunda obra de la primera, sino también la introduc-
ción exclusiva de elementos decorativos tallados ex
novo, desapareciendo los componentes reutilizados
de la etapa previa. Capiteles, semi-fustes, basas y ce-
losías26 son piezas estandarizadas y molduradas, di-
señadas específicamente para el proyecto de construc-
ción del pórtico. Estos caracteres permiten afirmar
que no se requiere la presencia en la obra de escul- Fig. 4. Detalle de la fábrica de Valdediós II, muro oeste del
tores, cuya labor puede desarrollarse en un taller o, pórtico.
mejor dicho, fuera de la obra, siempre y cuando co-
nociesen las dimensiones exactas de las piezas a rea-
lizar. con sillarejo de refuerzo en sus esquinas y jambas.
Una vez que se construye el pórtico, se pinta tanto Aquí, tanto la mampostería como el sillarejo tienen
su interior como, posiblemente, el de la basílica, una procedencia heterogénea (pudinga, calizas, tobas)
donde las pinturas cubren las inscripciones de los y son elaborados de una manera más tosca, llegan-
dinteles de las ventanas de la cabecera (como ya do las esquinas a adoptar grandes tamaños por ha-
menciona García de Castro 1995, 428). No tenemos ber sido apenas desvastadas (Fig. 5). Las hiladas de
relación directa entre la pintura del interior basilical mampostería se siguen con dificultad y las superfi-
y del pórtico, pero estilísticamente parecen respon- cies se pierden bajo las numerosas restauraciones,
der al mismo momento. Solo entonces parece que Val- enfoscados y «cementados» de los muros. Como en
dediós se da por terminado, lo que abriga la posibi- Valdediós, los muros se protegieron con un enfosca-
lidad de que entre la construcción de la basílica do, aquí de composición terrosa, y respetuoso con las
primitiva y la del pórtico meridional no transcurra esquinas.
mucho tiempo, pudiendo en realidad tratarse de dos Los canteros trabajan en el interior del edificio,
obras inmediatas. Otra cuestión es la denominada tallando los arcos de las arquerías de división de las
«Capilla de los Obispos», carente de pintura y con naves y del transepto, del denominado iconostasio,
sus propios elementos distintivos (eje perpendicular, de las embocaduras de los ábsides y de las dovelas
bóveda de ladrillo, algunos de estos tal vez reutili- de las bóvedas de la cabecera, de las cuales sólo
zados, sin arcos fajones) que parecen reflejar un tercer podemos ver la central. Todos estos elementos se
momento. elaboran, a diferencia de los exteriores, en una pie-
Una secuencia y tecnología similar constatamos dra caliza muy fina tallada con notable precisión y
en Escalada. La primera basílica (Escalada I) com- ajustándose con finas juntas apenas perceptibles. Los
prende aula y cabecera y se erige en mampostería arcos presentan una superficie pulida que recuerda la
calidad del estuco empleado en sus frisos, fruto de
26
De las cuatro originales, la oeste in situ y otra deposita- haber sido cuidadosamente acabados, a diferencia de
da en el Museo de Oviedo (Escortell 1996, Fig. 97). los muros, cuyas caras muestran las huellas de las
132 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

piezas contiguas de sus motivos decorativos certifi-


ca su talla in situ.
La relación de todos estos elementos permite or-
denar el proceso constructivo. La caja perimetral del
aula, la cabecera y las arquerías se alzarían de modo
coetáneo. Los pilares orientales actúan como distri-
buidores, siendo unitarios en sus cuatro lados y ha-
biendo sido tallados in situ para dotarles de su ho-
mogénea planta cruciforme. Los arcos que dividen el
transepto, continuadores de las arquerías del aula, se
montan sobre el pilar unitario con la cabecera en su
lado este y sobre el cruciforme citado en el oeste. En
un tercer momento se alzan el iconostasis y los ar-
cos transversales que unen arquerías y muros peri-
metrales. Los arranques de ambos son de nuevo los
propios pilares cruciformes, adosándose el desarro-
llo de sus respectivos arcos a las arquerías (Fig. 6).
Como en Valdediós, la basílica primitiva combi-
na piezas reutilizadas de origen romano (basas, fus-
tes y parte de los capiteles y cimacios del aula, sin
apenas reelaboración) con otras talladas ex profeso
para la obra (Fig. 7). El formato de algunas piezas
exige un acabado final en obra, como ocurre con las
seudocolumnas de la embocadura del ábside central,
los citados pilares cruciformes y las secciones gallo-
Fig. 5. Detalle de la fábrica de Escalada I en la fachada
oeste. nadas de las bóvedas, al menos de la central, la úni-
ca visible y, seguramente, la única original.
La basílica presenta también dos vigas de made-
herramientas (¿cincel de filo cóncavo?)27 (Fig. 6). Sus ra en los hastiales oeste y este, en los tramos corres-
impostas no son piezas singulares, sino talladas in situ pondientes a la nave central, así como sobre el ico-
aprovechando la parte alta de las jambas y el salmer nostasio de la misma nave.30 Las primeras aportaban
del arco. flexibilidad a los muros en su zona central. La segun-
La decoración del edificio la realizan dos grupos: da no parece responder a un fin tectónico, pues no
uno formado por escultores, quienes tallan los capi- contribuye a una mayor trabazón de las arquerías31
teles, las placas de canceles, las mesas de altar, par- ni tiene el cometido de descargar a los arcos del ico-
te de los frisos (bóveda central) y los modillones28 que nostasis de un peso superior, por lo que ignoramos
sujetan las cubiertas; y otro por estucadores, quienes su verdadera finalidad.
realizan los frisos del aula y del iconostasis.29 Úni- En duda ponemos por ahora el alzado de la nave
camente los frisos curvos, conservados en el ábside central. Su fábrica en ladrillo es una diferencia im-
central, son ejecutados en piedra. La continuidad en portante respecto al resto de la obra, carente de este
material. El hecho de que esté aislado estratigráfica-
27
mente, pues sus las esquinas de sus muros longitu-
Diferencia en el tratamiento de las superficies que tam-
bién se aprecia en San Millán de Suso (La Rioja; Caballero y dinales han sido cortadas por las restauraciones de
Utrero 2005, 180-181). sillería del siglo XIX (las mismas que reutilizan los
28
Al realizar las obras de restauración de Escalada a fina-
les del siglo XIX, el arquitecto J. Bautista de Lázaro halló tres
30
modillones de madera decorados con los mismos motivos que Los discos de plomo entre basas, fustes y capiteles de las
los pétreos conservados. De los tres, sólo se conserva uno en arquerías interiores y del pórtico fueron insertados por Me-
el Museo de León. Arbeiter y Noack (1999, 266) consideran néndez Pidal cuando restaura el edificio. Erróneamente con-
que los modillones de piedra se situarían en las esquinas y los siderados originales por Utrero (2006b, 3434).
31
de madera a lo largo de los muros longitudinales de las naves, Una segunda viga cruzaba la nave central situándose jus-
pero la descontextualización de estas piezas impide aseverar to delante del iconostasis. Presente en las fotografías de Gó-
tal hipótesis. mez Moreno (1919, Lámina XLI), fue desmontada en las res-
29
Schlunk (1974, 129) da una longitud aproximada total de tauraciones de la segunda mitad del siglo XX y sellados los
los frisos de 25 m y apunta que cuatro son de piedra y el que correspondientes huecos en los muros de las arquerías, sien-
está sobre el iconostasis es de estuco. do estos hoy el único indicio de su existencia.
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 133

Fig. 6. Detalle de cara norte de la arquería septentrional de Escalada I y su encuentro con el arco transversal y el iconostasis.

Fig. 7. Cara sur del pilar cruciforme meridional de Escalada I, donde se observa el capitel nuevo
en la arquería, la imposta romana reutilizada en el arco transversal y la imposta tallada apro-
vechando jamba y salmer del arco longitudinal del transepto.

modillones de rollo), y estén ocultos al interior por tes de lobo y su aparente unidad con el artesonado
el enfoscado, dificulta notablemente su ordenación. (no posterior al siglo XIV, según Gómez Moreno 1919,
En principio, la factura en ladrillo, los frisos de dien- 152), junto a su carácter de único en el altomedievo
134 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

y cimacios, de nueva factura y distinto tipo que los


interiores (talla a bisel con trepanaciones puntuales,
ábaco articulado, collarino de doble sogueado),33 así
como la ventana geminada del muro occidental. Es-
tas piezas son de taller y exigen, como la sillería
de sus paramentos, el funcionamiento de una can-
tera. Entre ambas obras, cabecera y pórtico, existe
una pequeña diferencia en su aparejo, siendo las hi-
ladas de la primera más altas y sus sillares más
cuadrados (tendentes a tizones), frente a las hila-
das bajas y los sillares alargados del muro oeste del
pórtico. Teniendo en cuenta esta diferencia tipológi-
ca y el hecho de que no haya una relación directa en-
tre ellas, consideramos más oportuno su diferencia-
ción.34
En la iglesia portuguesa de Lourosa, el análisis
debía retar a unas restauraciones contemporáneas, las
cuales se traducen literalmente en una gran laguna
estratigráfica que impide la relación directa de gran
parte de los elementos que componen el edificio. Los
alzados del transepto, cabecera y aula no tienen más
de ocho décadas de antigüedad y ni la cabecera ni el
nártex conservan elemento alguno previo al siglo XX
(Fig. 9).
De la iglesia primitiva (Lourosa I) únicamente
Fig. 8. Detalle de la fábrica de Escalada II, muro oeste del
pórtico. conservamos los pilares cruciformes del aula, los
arcos de herradura que separan el transepto de las
naves y los pilares orientales y occidentales de las
hispano (constituye tipo en sí mismo), nos hace pen- arquerías. Esta obra se caracteriza por ejecutarse en
sar que se trata de una reforma tardomedieval. una fábrica de única hoja que reutiliza sillería de
En una etapa o etapas posteriores, pues no pode- granito, posiblemente romana, trabada con argama-
mos relacionarlas directamente, se reforma la cabe- sa y abundantes cuñas (Fig. 10). Los restos parecen
cera de la basílica y se añade el pórtico (Escalada revelar una basílica con aula de tres naves y transepto,
II). Como en Valdediós, estas obras se ajustan a un quedando la morfología de la cabecera tripartita en
nuevo lenguaje. Ambas se alzan exclusivamente en el campo de la hipótesis.35
sillería y se decoran con piezas nuevas (frisos talla- Ante lo exiguo de estos restos, no podemos con-
dos in situ en la cabecera; capiteles, cimacios y ven- firmar si hubo una ruina o un cambio de otro carác-
tana en el pórtico). La obra de la cabecera32 quedó ter, pero lo que sí se aprecia es la realización de una
inacabada, como delata el hecho de que únicamente segunda obra (Lourosa II) en una técnica completa-
se llegasen a forrar el ábside sur y el central y que mente diferente a la previa. Ahora la fábrica emplea
los frisos dentados tallados en piedra del mayor que- sillería nueva para construir muros de dos hojas
dasen inacabados, del mismo modo que lo están los mediante el uso de andamios convenientemente co-
modillones, con las trazas para su talla antes de ser
colocados, pero sin ella. En el pórtico, a pesar de lo 33
Consideramos originales los capiteles que sustentan los
reducido de su muro occidental, se emplea un anda- siete arcos occidentales del pórtico, dado que los restantes
pertenecen a otro momento de refacción del pórtico, cuya
mio cuyas agujas aprovechan las alturas de las hila- parte oriental se adosa a la denominada capilla románica,
das para su alzado (Fig. 8). Aunque basas y colum- siendo, por lo tanto, no anterior al siglo XII. Estos capiteles
nas vuelven a ser reutilizadas, no lo son los capiteles están reutilizados, lo que explica su heterogeneidad y diferen-
cia frente al primer grupo, como ha señalado Domingo (2009,
capitel 8 y tipos B y C), quien los considera sin embargo pro-
32
Atribuida al siglo XII por Gómez Moreno (1919, 149), ductos de un mismo taller, casi coetáneos a los del interior de
pues, en su opinión, se unificaba con la torre meridional de la basílica.
34
esa misma época. Arbeiter y Noack (1999, 267) lo ponen en Dodds (1990, 145-146, n. 4) incluye ambas obras como
duda, así como que también pertenezca a una reforma inme- parte de la misma renovación del edificio.
35
diata del edificio. Distintas propuestas recogidas en Utrero (2009).
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 135

Fig. 9. Planta de la iglesia de Lourosa previa a su restauración (DGEMN 1949).


Comparar con la planta actual, Fig. 1.

locados, como evidencian los mechinales en los án- pre situadas en los lados menos visibles de las na-
gulos inferiores de los sillares de la misma hilada. La ves laterales (Fig. 11).
horizontalidad y la ausencia de ajustes definen la Frente a los ejemplos anteriores, Lourosa, o lo que
nueva obra. Los arcos, de marcada herradura, se aca- nos resta de ella, carece ahora de escultura decorati-
ban de tallar una vez que se han colocado sus dove- va y arquitectónica. Piezas dispersas, documentadas
las: se realiza un marco-guía para tallar posteriormen- en los años 30 y ahora en gran parte perdidas, mues-
te la parte central de la cara, como muestran las tran un conjunto heterogéneo formado por elementos
superficies inacabadas de algunos de los arcos, siem- de procedencia romana (cornisas y aras) y otros de
136 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 10. Detalle de la fábrica de Lourosa I, cara norte del Fig. 11. Detalle de la cara sur de la talla de los arcos de la
pilar de la arquería meridional. arquería meridional de Lourosa II.

factura altomedieval, entre los que destacan fragmen- Construcciones, constructores y patronos. Como
tos de ventanas con arcos de herradura, algunas con ya hemos mencionado, la relevancia de la Crónica
dobles marcos, así como un friso de gran volumen de Alfonso III y el carácter monumental de los con-
(conservado) con los mismos motivos de arcos de juntos asturianos conservados han sido las bases fun-
herradura ciegos. Como en el caso de la inscripción, damentales para convertir a la monarquía asturiana
su descontextualización forma parte de nuestro des- en el gran promotor de esta arquitectura (Linehan
conocimiento. Los únicos elementos in situ (basas, 2001, 134, rechaza a los obispos; y Ruiz de la Peña
fustes y capiteles) son reutilizados de origen romano.36 2002, 186-187). Esta postura ha establecido una
estrecha relación construcción-cronología-monarca,
criticada ya por Collins (1989) o García de Castro
3. ¿QUÉ SIGNIFICAN ESTAS SECUENCIAS? (1995), entre otros, dada la notable intencionalidad
de las fuentes correspondientes.
Estos resultados plantean, en nuestra opinión, Este panorama comienza a cambiar gracias a los
varios aspectos en torno a la construcción de los recientes trabajos llevados a cabo en el territorio
conjuntos eclesiásticos a finales del siglo IX e inicios asturiano. El número creciente de edificios y restos
del X. Nos centraremos en aquellos que, a nuestro documentados amplia y, al mismo tiempo, rompe los
modo de ver, pueden plantear reflexiones que afec- límites del grupo «monumental» de arquitectura,
tan no sólo a los tres edificios aquí tratados, sino al diversificando su tradicional tipología. Edificios ha-
conjunto de arquitectura eclesiástica datable en el llados en excavación como San Vicente de Serrapio
periodo indicado. (Aller, inscripción 884, Requejo 1995) y San Juan de
Riomera (Santibañez de la Fuente, Collanzo, ss. IX-
36
Catalogados y estudiados por Fernandes (2008). X, Arias Páramo 2007, 633-640) o en trabajos de
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 137

restauración como San Andrés de Bedriñana (Villa- diós nos demuestra que no es únicamente la técnica
viciosa, finales del s. IX, Ruiz Fernández 200737) de mampostería el síntoma de un mayor o menor
acompañan a la conocida iglesia de Santa María de prestigio o «ruralismo» de estos edificios, sino la
Arbazal (Villaviciosa, a tan solo 900 m en línea recta ausencia y presencia conjunta de otros elementos y
de Valdediós) tanto en su forma (nave única rectan- caracteres arquitectónicos. Dimensiones, decoraciones
gular y ábside cuadrado) como en su vaga cronolo- (tanto esculpidas, estucadas como pintadas) y recursos
gía (amplio abanico ss. VIII-X). Estos conjuntos se constructivos adicionales deben tomarse en cuenta.
distancian tanto del carácter monumental al que nos La elección de cubiertas abovedadas supone además
tiene acostumbrado el conjunto de arquitectura astu- una innovación y un riesgo que modifica totalmente
riana como del patrocinio regio, como demuestra su la concepción del edificio, cuyos elementos construc-
ausencia en las fuentes y, por ello, su incertidumbre tivos deben reordenarse a la vez que dar paso a otros
cronológica. nuevos para servir a las bóvedas (Utrero 2006a).45
Estas iglesias amplían un paisaje edilicio hasta Valdediós es claro ejemplo de todo ello. Si es regia
ahora limitado,38 cuyo patronazgo responde a distintas o aristocrática, se escapa de los límites de conoci-
situaciones. Según García Álvarez (y otros 2001, miento de la arqueología, pero su realización sólo
293), parece constatarse la fundación de iglesias pro- puede entenderse gracias a un patrón capaz de finan-
pias por parte de laicos en sus propiedades (documen- ciar una construcción compleja estructural y tecno-
tación), de presbíteros (inscripción de San Vicente de lógicamente así como ricamente decorada.
Serrapio, 89439 y de San Juan de Llamas, 94040) y de El análisis de Escalada también nos lleva a revi-
monarcas (inscripciones de San Martín de Salas, sar el planteamiento que adjudica a los monjes su
Adefonsus confessus, 951;41 Santa Eulalia del Valle, autoría. Como afirma Mínguez (2007, 61), «ni doce
951;42 Santa Eulalia de Baones, 99343), estas últimas monjes son capaces de construir un monasterio y,
ya dentro de la segunda mitad del siglo X.44 Valde- mucho menos, un monasterio se construye en doce
meses». Es más, parece también cuestionable tanto
37
Inscripción con fecha 1023 situada en San Salvador de el origen cordobés como el contenido relativo a la
Fuentes atribuida a esta iglesia (Arias Páramo 2007). duración de las obras y al papel de los monjes, tra-
38
Fernández Conde (2007, 58) documenta a partir de fuen- tándose de documentos de escasa fiabilidad al respec-
tes arqueológicas, epigráficas y documentales casi un cente-
nar de iglesias que pueden datarse entre los siglos VIII y X, de to que parecen repetir fórmulas literarias.46
las cuales conservamos apenas una veintena en alzado. Como ya hemos adelantado, el estudio demues-
39
Según Diego Santos (1993, 188), inscripción n.º 198: tra cómo tiene lugar una organización de las cuadri-
«Hizo la iglesia el presbítero Gagio. Fue hecha a mediados
del mes de julio, en la era de DCCCCXXXII (894 d.C.). La llas que trabajan coetáneamente en el edificio, des-
hizo Melito». empeñando cada una de ellas funciones específicas:
40
Según Diego Santos (1993, 187), inscripción n.º 197: una, compuesta por albañiles, realiza los muros pe-
«Hizo la iglesia el presbítero Juan, en la era de DCCCCLXX-
VIII (940 d.C.)». También en García de Castro (1995) y Arias rimetrales de mampostería y sillarejo; otra de canteros
Páramo (2007, vol. II, 475). construye los interiores de sillería; y una tercera
41
Según Arias Páramo (1998, 11 y 16-21), es un presbíte-
ro de estirpe regia (Adefonso Froilaz, hijo de Fruela II; id.
Diego Santos 1993, 162-168, inscripciones nº 158-169), a tro Señor Jesucristo, en la era DCCCCLXXXVIIII (951
quien también atribuye la construcción de Santa Eulalia del d.C.), restauró el sacerdote Domingo esta iglesia. Vosotros,
Valle (Carreño) en el 951, mismo año en el que reedifica San sacerdotes, así como todo el pueblo rogad por mí».
45
Martín de Salas. Según Gómez Moreno (1919, 88-89), es un Por los mismos motivos, es un elemento de prestigio, a
monje. la par que su mantenimiento es más económico que el de una
42
Según Diego Santos (1993, 196), inscripción n.º 214: cubierta de madera.
46
«En honor de San Pedro y San Pablo apóstoles. En el altar Mínguez (2007, 61-62) cita en la misma línea los ejem-
están guardadas las reliquias de San Tirso, Santa Ágata, San- plos del abad Alfonso y San Miguel de Escalada (ca. 912) y
ta Pelaya, Santa Marina virgen, en el templo que edificó Al- del abad Iohannes y San Martín de Castañeda (ca. 916). Ro-
fonso, hijo del príncipe Fruela, en la era de DCCCCLXXX- dríguez Suárez (2008), por el contrario, acepta su conexión
VIIII (951 d.C.)». También recogida por Arias Páramo (2007, con las inscripciones de San Pedro de Montes (ca. 919) y la
vol. II, 617). citada de San Martín de Castañeda (ca. 921), entendiéndolas
43
Arias Páramo (2007, vol. II, 469; según Diego Santos dentro de un mismo fenómeno de repoblación de patronazgo
1993, 198, inscripción n.º 216): «En el nombre del señor fue regio y siendo las tres fruto de un mismo formulario. Todas
consagrado este templo … por don Gudesteo, obispo, por ellas tienen en común un carácter propagandístico que preten-
mandato del príncipe Bermudo, hijo de Ordoño, en las nonas de ensalzar la antigüedad del lugar, la humildad de la obra
de febrero (5 de febrero), de la era de mil treinta y uno (993 previa y su relación con la monarquía, como ha puesto de ma-
d.C.). Aquí están guardadas las siguientes reliquias: de la nifiesto Miguel Hernández (2010, 36-37), quien acepta (Id.
cruz del Señor…». 27) que la inscripción de Castañeda es una copia de la de Es-
44
A ellas se pueden sumar la mención a la restauración del calada, como ya había afirmado Gómez Moreno (1919, 169).
templo de Siero (Argüelles) por un sacerdote. Según Diego Este ejemplo reduce el tiempo de construcción del monasterio
Santos (1993, 200, inscripción n.º 219): «En nombre de nues- de Castañeda a cinco meses y no menciona al obispo.
138 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

decora el edificio. Esta última, como hemos señala- tallan la piedra, pero también cómo determinadas
do, se compone de escultores y estucadores. Conta- piezas son extraídas de otras construcciones y reela-
mos por lo tanto con distintos oficios que se organi- boradas por los mismos.
zan de acuerdo al producto construido y decorativo Al hilo del fenómeno de reutilización, es curio-
requerido.47 Teniendo en cuenta estos datos, es más so constatar, por ejemplo, que en ninguno de los tres
sensato pensar que los citados monjes, bajo la orden edificios haya fustes de columnas nuevos, siendo
del abad, fueran en realidad los encargados de poner todos ellos de acarreo.51 Parece que no hay canteros
en marcha la obra, organizar la construcción, buscar con conocimiento, o instrumental necesario, para
arquitectos, constructores y decoradores e, incluso, elaborar este tipo de piezas. Allí donde se ven for-
financiación, pero no que fueran sus artífices. zados a realizarlos, tanto en la embocadura central
En el caso de Lourosa, pocos datos podemos apor- de Escalada como de Lourosa (aquí reubicados en la
tar al respecto en este punto. Las referencias halla- restauración del siglo XX), el resultado es un fuste
das por Aillet (2004, 37-40) sobre la llegada de cons- tosco, en realidad falso, al tratarse en ambos casos
tructores a la zona se remiten a finales del siglo X,48 de sillares parcialmente tallados que insinúan fuste
por lo tanto, con bastante posterioridad a la única e y jamba en una misma pieza.52 Estas evidencias pa-
incierta fecha del año 912 que se ha barajado para recen demostrar que los elementos reutilizados sin-
la iglesia primitiva. gulares suplen las carencias de los talleres que tra-
bajan en el edificio, pero también que ayudan a
Construcción y reutilización. Las primeras eta- administrar esfuerzos. En la propia Escalada, mien-
pas de estos conjuntos se caracterizan por alzarse en tras el arco transversal meridional (Fig. 7) se asien-
sillarejo y emplear material de dos procedencias, ta sobre una imposta que reutiliza una pieza romana
nuevo y reutilizado, tanto en sus muros como en sus fragmentada en dos, el parejo septentrional lo hace
elementos singulares.49 Su combinación hace nece- sobre una imposta tallada para tal efecto. Esto pare-
saria la presencia de canteros en cualquiera de los ce demostrar que la presencia de talleres puede tal
casos, tanto para reelaborar el material antiguo como vez implicar la reducción el empleo de materiales
para tallar el nuevo. El retalle de la inscripción ro- reutilizados, pero no significa su desaparición, sino
mana reempleada como cimacio en la arquería nor- su adecuado empleo.53
te de Escalada o de sus fustes así como los de Lo- Es por tanto, no la simple reutilización, sino la
urosa y Valdediós, por ejemplo, requieren su reelaboración del material junto a la realización de
actuación. Todos estos aspectos nos conducen a pen- otro ex novo, el cual precisa del funcionamiento de
sar que el fenómeno de la reutilización no debe in- canteras y, por supuesto, del trabajo de los canteros,
terpretarse como reflejo de un contexto económico lo que en realidad evidencia la puesta en marcha de
y productivo precario, sino como evidencia de una recursos edilicios extraordinarios.
economía o dosificación de esfuerzos,50 que no de
medios. Estos ejemplos demuestran cómo hay can- Construcción, técnica y recursos. La planifica-
teras abiertas y, por lo tanto, canteros que extraen y ción de estas construcciones así como su ejecución
demandan la presencia de un director de obra que
47
En contra de la opinión de Mínguez (2007, 51): «artesa- asegure los recursos materiales (aprovisionamiento y
nos rurales con escasos medios financieros, con conocimien- transporte) y humanos (constructores, canteros, es-
tos elementales de las técnicas constructivas y con un instru-
mental rudimentario. No utilizan otras técnicas de
51
construcción que las que aquellos han venido empleando he- Afirmación que creo puede extenderse a todos los ejem-
redadas de la tradición romano-visigoda». plos asturianos y considerados mozárabes.
48 52
Recoge la llegada a Lorvão, bajo auspicio del abad Pri- Gómez Moreno (1919, 146) describe las de Escalada
mus (966-985), de un maestro de obra llamado Zacarías, como jambas con fustes incorporados y las compara con las
constructor de puentes y molinos. de «Melque y Asturias».
49 53
En todos ellos parece haber un yacimiento romano cer- Tampoco debemos olvidar que las segundas etapas pue-
cano del que procederían parte de los materiales reutilizados: den estar reutilizando material antiguo y que la esmerada la-
ciudad de Bobadela-Lourosa, villa de Boides-Valdediós, ciu- bor de talla del cantero, que ya sí elabora sillería y utiliza la
dad de Lancia-Escalada. En el primer caso, Fernandes (2008, escuadra, siendo por lo tanto más diestro que los anteriores,
259-260) acepta la analogía de las piezas reutilizadas de Lo- haya borrado cualquier huella de la reutilización del material
urosa con las conservadas en Bobadela, pero considera sin (Caballero y Utrero 2005, 175). Tanto en Escalada como en
embargo que no proceden de allí y que manifiestan la exis- Valdediós (aquí ya anotado por García de Castro 2007, 113)
tencia de un centro religioso romano en la propia Lourosa, los capiteles reutilizados se relegan a las embocaduras de los
hipótesis por probar. ábsides laterales, empleando los nuevos en el central. Pero a
50
Opinión contraria a la de identificar la reutilización parte de este hecho, no somos capaces de concluir un patrón
como supervivencia de una arquitectura que se recrea en sí de reutilización de las piezas de acuerdo a significado simbó-
misma (Martínez Tejera 2003, 51). lico de su uso.
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 139

cultores…) necesarios para la puesta en marcha del Sólo la coincidencia de canteras entre obras diferentes
proyecto constructivo. El producto final es claro re- reflejaría una explotación continuada.55
flejo de este proceso. Aunque la presencia de construcciones lleve a
En Escalada y en Valdediós, las diferencias entre exigir la explotación de canteras, en realidad debemos
sus dos etapas no son únicamente formales. También pensar que éstas están más bien orientadas a las ne-
lo son la organización de las cuadrillas mencionadas cesidades de los canteros que de los constructores de
y de la producción de sus elementos. Los protago- los edificios. Son los canteros los que elaboran la
nistas son los mismos (albañiles, canteros, decorado- piedra tanto en cantera como en obra, por lo que es
res), pero su organización es diferente. En la prime- su presencia, no la de los edificios, el principal indicio
ra obra (basílicas), escultura y construcción están de la existencia de una industria de la cantería.
estrechamente unidas, trabajando al tiempo albañi-
les, canteros y escultores, quienes tallan nuevas piezas Construcción y cronología. De este modo, vol-
decorativas y retallan las reutilizadas. En la segun- vemos al planteamiento de la cronología, la pregun-
da (pórticos), un nuevo grupo de canteros que, ya sí, ta que más nos gusta plantear y la que más nos cuesta
emplean la escuadra para tallar sillares, alzan el muro contestar. No queremos irnos a buscar paralelos, pues
y cuentan con piezas facturadas exclusivamente en para ello necesitaríamos conocer las iglesias de esta
taller para su decoración (capiteles y cimacios en época de una manera más detallada, ni queremos que-
Escalada; celosías, capiteles y semi-fustes en Valde- darnos con las inscripciones, de las cuales ya hemos
diós). evidenciado sus problemas, por lo que optaremos por
¿Qué reflejan estos cambios? ¿Un mero cambio proponer ahora una secuencia interrelacionada entre
de mano de obra, de patrocinio o de recursos? ¿O los conjuntos en cuestión. Advertimos que se echa-
todos ellos? Estas segundas etapas suponen un cambio rán en falta dataciones absolutas y propuestas de pa-
tanto del taller decorativo como del constructor, pero ralelos.
también la disponibilidad de un material nuevo traí- La primera iglesia de Valdediós entra genéricamen-
do de cantera y una escultura decorativa elaborada te dentro del siglo IX asturiano, presentando las carac-
ex profeso para la obra. También tiene lugar una in- terísticas propias del momento: estructura basilical,
novación tecnológica, el uso de la escuadra para la abovedamientos paralelos y perpendiculares, tribuna,
talla de los sillares, lo que permite facturar un ma- contrafuertes. Su escasa nueva escultura forma tam-
yor número de piezas por un mayor número de can- bién parte de este ámbito. El pórtico, por su parte,
teros, ya que las alturas de las hiladas son los úni- muestra unos capiteles que parecen una variante evo-
cos datos requeridos para su talla. Todo ello se traduce lucionada de los capiteles de la puerta occidental de
por tanto en un aumento de recursos que permiten la etapa anterior, pero ejecutados por otros artesanos.
atraer nuevos medios. Por ejemplo. Para obtener pie- Su sillería confirma que estamos en otro momento
zas uniformes dentro de un mismo programa deco- productivo. Aunque gran parte de los investigadores
rativo, como las del pórtico de Valdediós, se deben optan por el mismo siglo IX como momento de cons-
seguir reglas geométricas precisas que rijan las rela- trucción del pórtico,56 creemos más adecuado consi-
ciones de proporción entre las partes, como ha de- derar el siglo X,57 de acuerdo a las recientes propuestas
mostrado Arias Páramo (2008) para el caso asturia- que defienden la aparición de la sillería en la Penín-
no por extensión. Respecto a las canteras, los análisis sula (Quirós 2001). Creemos que su terminación,
de las procedencias de los materiales constructivos como la de la iglesia, se entendía una vez pintado su
del conjunto asturiano confirman su proximidad,54 interior, por lo que no debió transcurrir mucho tiem-
como sería habitual en el altomedievo. La selección po entre ambas, teniendo en cuenta la similitud ano-
del material no sólo refleja una organización de la tada entre los capiteles de ambas y que posiblemen-
construcción que considera su composición de acuer- te la misma pintura cubre a las dos obras (basílica y
do a su emplazamiento y función, sino además la pórtico).
variedad de las fuentes de aprovisionamiento en uso 55
De lo contrario, se explotarían vetas superficiales de
para una misma construcción (Utrero 2006a, 177). fácil extracción (Sánchez Zufiaurre 2007, 294). En este senti-
do, el estudio de la propiedad de las canteras podría permitir
explicar, junto al factor geográfico, el origen de los materiales.
54 56
Algunas referencias de síntesis recogidas en Utrero Propuestas sintetizadas en Utrero (2006, 476).
57
(2006a, 177) para distintos ejemplos asturianos. Análisis Únicamente Kingsley (1980, 155) opta por una fecha de
efectuados recientemente en construcciones como la Foncala- inicios del X (ca. 910). En su opinión, la sillería pertenece a
da (Oviedo; Mateos y otros 2004) y Santa María del Naran- un nuevo taller de cantería y la decoración de influencia islá-
co (Oviedo; González Fernández y otros 2010) confirman el mica revela la importancia de los mozárabes como introduc-
mismo fenómeno de cercanía. tores de la sillería en el Norte peninsular.
140 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

El pórtico de Valdediós nos lleva necesariamen- pero tampoco queremos desestimar el siglo XI como
te al de Escalada. Aunque su sillería y su nueva es- probable candidato. La ausencia de marcas de can-
cultura los hermanan, estamos ante dos espacios dis- tero, propias de las obras de finales del siglo XI en
tintos. El asturiano, es cerrado y masivo; el de adelante, así como la propia sillería y los menciona-
Escalada, abierto y ligero. Tampoco nos faltan aquí dos arcos tienen cabida en esta centuria. Al respec-
las propuestas que apuntan a una primera mitad del to, el estudio del contexto histórico, labor aún por
siglo X avanzada (ca. 940, para Gómez Moreno 1919, hacer, puede ofrecer seguro luz a este problema de
142; Schlunk 1974, 131; Dodds 1990, 88, entre otros), datación.
refrendada por un cuerpo de capiteles de factura ca-
lifal. Su sillería se distingue ligeramente de la de la
cabecera, cuya modulación parece corresponder a 4. ¿CÓMO CIRCULAN LOS MODELOS
obras como las de San Millán de Suso (La Rioja; ARQUITECTÓNICOS?
Etapa II, según Caballero 2004).
Retrocediendo, la primera iglesia de Escalada es En un reciente trabajo (Utrero 2011) nos hemos
una obra nueva, alejada de los recursos que muestra ocupado de la cuestión de la transmisión del cono-
la renovación de la cabecera y la ampliación del pór- cimiento y de los modelos arquitectónicos. Partien-
tico. Ni las excavaciones en los años 80 (Larrén 1986) do del trabajo clásico de Grabar (1975), hemos pre-
ni el análisis de sus alzados testimonian la existencia tendido valorar las tres posibles maneras o medios de
de una iglesia previa restaurada.58 La nueva iglesia transporte que él reconoce para la circulación de
amortiza los vestigios tardorromanos previos, de dis- modelos arquitectónicos en época medieval. El mo-
tinta orientación y reflejo posiblemente de espacios vimiento de constructores y/o arquitectos, quienes
habitacionales, e impone un nuevo modelo de edifi- llevan consigo su conocimiento, experiencia e ideas;
cio, ajeno aparentemente a tradiciones locales.59 Su los mecenas o patrocinadores que eligen modelos
técnica es similar a la de las habitaciones exhumadas concretos que introducen de forma innovadora en su
en su flanco norte (San Román y Campomanes 2007), «entorno» arquitectónico; y, por último, el uso y cir-
las cuales tampoco sustituyen instalaciones previas. culación de documentos gráficos y literarios, lo que
En Lourosa, nuestros indicios, como los vestigios incluye planos o tratados de arquitectura, por ejem-
materiales, son aún más escasos. A diferencia de plo. Lejos de ser excluyentes, estos medios pueden
Gonçalves (1980), quien había apuntado la pertenen- actuar de manera conjunta y determinar la implan-
cia de los muros altos sobre los arcos remontados a tación o incluso el rechazo de los modelos arquitec-
época románica de acuerdo con la inscripción del año tónicos.
1188 (Era 1126) tallada en la imposta oeste de la ¿Qué podemos aportar al respecto para el ámbi-
arquería norte, creemos que arcos y muros altos son to en el que nos movemos dentro de este trabajo?
unitarios. Su tipología constructiva (sillería regular Sobre los constructores y arquitectos, poco podemos
ex novo) y decorativa (lacrimal)60 puede responder al decir. Desmitificada la figura de Tioda,62 los escasos
siglo XII, lo que forzaría a aceptar la construcción de documentos que preservamos son insuficientes y plan-
arcos de herradura en un momento muy avanzado,61 tean sus dudas ante lo exiguo de la expresión. De este
modo, la inscripción fundacional de la mencionada
58
iglesia de Serrapio nos habla de un tal Melito como
En contra de la opinión de Bango (2008) y Martínez
Tejera (2005). En la misma línea, Miguel Hernández (2010, hacedor. Es la única que conocemos, sin que poda-
27) considera que estas excavaciones confirman que «lo na- mos obtener mayores conclusiones.
rrado en la inscripción era cierto; que el monasterio altome- Respecto al poder de los mecenas como introduc-
dieval se asentó sobre una necrópolis y un edificio hispanovi-
sigodo que estaba arruinado a principios del siglo X». tores de modelos, retornamos de nuevo a la monar-
59
Schlunk (1965, 929) la considera una amalgama de in- quía asturiana, aunque ejemplos como el anterior
fluencias árabes y tradiciones locales, las cuales son culpa- evidencian el patronazgo del clero y, debemos pen-
bles en realidad de la heterogeneidad del grupo mozárabe (Id.
1965, 931).
60 62
Como apuntan, por ejemplo, Gómez Moreno (en Ilus- Tioda, considerado arquitecto por Schlunk (1939, 199-
tração Moderna 1931, 417) o Gonçalves (1980, 47). 200), condición negada por Collins (1989), aparece como el
61
Gonçalves (1980, 47) hace referencia a los arcos ultrapa- penúltimo firmante de la tercera versión, producida en el si-
sados de las fortificaciones de Coimbra, datados, según él, en glo XIII y posiblemente la más interpolada, del Testamentum
la segunda mitad del siglo XII. A este respecto, se evidencia la Adefonsi (Alfonso II) como Tioda edificator predicte ecclesie
necesidad de profundizar en el análisis y presencia de los ar- Sancti Salvatoris. Solo el nombre, pero variado (Theoda) está
cos de herradura en territorio portugués y peninsular con el en la primera y única versión fiable, siendo posiblemente el
objeto de obtener una cadena cronotipológica que permita noble que apoya al rey citado en la Crónica de Albelda. Jimé-
ordenar este tipo singular. nez (1996, 17) también lo considera un simple testigo.
Anejos de AEspA LXIII A FINALES DEL S. IX E INICIOS DEL X. ENTRE ASTURIANOS Y MOZÁRABES 141

sar también, de la aristocracia. De hecho, el completo y con similares características, ya no solamente pla-
anonimato de los artesanos (arquitectos, constructo- nimétricas, sino tecnológicas (muros de sillarejo con
res, decoradores…) destaca frente a la presencia del esquinas reforzadas, arquería tallada cuidadosamente
comitente (Pagella 2009, 469), lo que no hace más en caliza, frisos bajo las bóvedas de gallones). Esto
que subrayar la posible relevancia de los mecenas tampoco quiere decir que la presencia de talleres
constructores en la transmisión e implantación de «móviles» signifique necesariamente circulación de
modelos artísticos al desempeñar el papel de «selec- modelos, los cuales serán al fin y al cabo elegidos
cionadores». En el fondo queda la definición del por los patrocinadores de la obra. Para el caso de la
propio término de mecenas para esta época, bien escultura, no sería insensato pensar en la existencia
como figura financiera o, por el contrario, clave para de cartones que, a modo de catálogos con diversos
atraer y obtener la financiación necesaria. modelos, pudiesen justificar la presencia de motivos
En este sentido, no queremos dejar de subrayar iguales en distintos sitios. En la habilidad del arte-
que el monarca Alfonso III está ausente en la lápida sano estará el que el resultado sea una copia exac-
de consagración de Valdediós, tal vez porque es una ta o una mala imitación. Para el caso de la arquitec-
consagración y no una fundación, tal vez porque al tura, los estudios fundamentales de Arias Páramo
edificio al que se refiere no es una fundación real. La (2008) sobre la modulación de las construcciones al-
misma ausencia se nota en la pieza desaparecida de tomedievales deberían abrir el camino hacia el plan-
Escalada, donde el abad Alfonso asume el protago- teamiento del uso y circulación de planos para su
nismo. La nómina de comitentes aumenta si inclui- ejecución.
mos las ofrendas de elementos muebles como los Aquí queda seguramente la pregunta más intere-
canceles de Santa Cristina de Lena (Pola de Siero) sante por responder: ¿Qué debemos entender enton-
o el altar de Santa María del Naranco (Oviedo),63 ces por talleres?, pregunta por la cual hemos evita-
piezas ya fuera de los límites de nuestro estudio, pero do en la medida de lo posible el uso del mismo
a considerar a la hora de otorgar autoría a las cons- término. ¿Unas organizaciones temporales creadas
trucciones, las cuales, como prueban estos ejemplos, para realizar un trabajo específico, o por el contra-
debieron contar con más de una inscripción, algunas rio, un conjunto de artesanos que trabajan siempre
de ellas refiriéndose a la pieza en sí. La sencillez de juntos? Del mismo modo, ¿un taller equivale a un
la pieza de Lourosa, en la que únicamente reza una único oficio o a un conjunto de ellos, trabajando to-
fecha, debe considerarse en el mismo sentido: es dos para una misma obra? Aunque la obtención de
curioso que ni monjes, ni abades ni reyes pretendie- datos arqueológicos ha permitido avanzar significa-
ran ocupar un lugar en ella, por lo que tal vez la fun- tivamente en este sentido,64 aún es pronto para res-
ción de este epígrafe fue otra (¿funerario?). ponder a esta pregunta, por lo que es difícil compren-
Estos mecenas no imponen únicamente el mode- der a qué nos referimos cuando hablamos de talleres
lo, sino que además pueden accionar el movimien- regios, por ejemplo, principalmente al referirnos al
to de los artesanos, entre los que debemos incluir al mundo asturiano. El establecimiento de un modelo
gremio de la construcción. Su circulación es común de este tipo puede llevar a acotar injustamente un
a todo el Mediterráneo (Ettinghausen 1955) y apa- aspecto fundamental por investigar: el verdadero
rece documentado para el periodo islámico, aunque papel de la monarquía asturiana en la labor de cons-
sea de manera esporádica, para el caso peninsular trucción de los siglos IX y X.
bajo el auspicio de personas notables (Glick 1992,
19-21), como pudieron ser los propios reyes, aristó-
cratas y abades. De hecho, nuestro discurso demues- 5. ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
tra que no es suficiente con que la población emigre
al Norte para que se produzca una transmisión de De acuerdo a los resultados obtenidos y aquí ex-
modelos, sino que deben hacerlo los artesanos. Solo puestos, podemos decir que los siglos IX-X no son en
esta circulación permite explicar la similitud entre absoluto siglos restauradores, sino constructores, con
Escalada y Bobastro (Málaga, finales del siglo IX – proyectos que no persiguen recuperar o continuar
inicios del X), distantes entre sí casi 1000 km, o entre otros previos, sino implantar nuevos modelos. Intro-
Escalada y San Cebrián de Mazote (Valladolid, ca. ducen cierto grado de dificultad, como la construc-
916), mucho más cercana (a 120 km en línea recta) ción de abovedamientos exclusivos o combinados con
otras estructuras de cubierta que requieren un ade-
63
Estas y otras piezas asturianas e hispánicas analizadas y
64
clasificadas por Favreau (1992). Una primera propuesta en Caballero y Utrero (2011).
142 M.a Ángeles Utrero Agudo Anejos de AEspA LXIII

cuado contrarresto, y de innovación, como es el uso calada: un acercamiento prudente», Antigüedad y


de la escuadra para obtener una sillería de calidad que Cristianismo XXI, 375-385.
relegará al sillarejo previo trazado con regla. Sus ARBEITER, A. y NOACK-HALEY, S. 1999: Christliche
referentes no son los modelos paleocristianos, por Denkmäler des frühen Mittelalters vom 8. bis ins
mucho que las plantas nos quieran engañar, como se 11. Jahrhundert, Mainz am Rhein.
pretende defender para las arquitecturas basilicales, ARIAS PÁRAMO, L. 1998: El prerrománico de San
sino contemporáneos, con elementos que se distin- Martín de Salas, Salas.
guen nítidamente de las formas tardoantiguas. Pila- — 2007: Enciclopedia del Prerrománico en Asturias.
res cruciformes, contrafuertes, bóvedas de gallones Asturias, Aguilar de Campoo, vol. I.
y arcos diafragmas, entre otros, están presentes en los — 2008: Geometría y proporción en la Arquitectu-
ejemplos aquí expuestos y no en los previos, por lo ra Prerrománica Asturiana, «Anejos de AEspA
que su aparición y uso debe buscarse de otro modo XLIX», Madrid.
y en otro entorno. AZKARATE, A. 1995: «Aportaciones al debate sobre la
Aunque el tiempo transcurrido entre los proyec- arquitectura prerrománica peninsular: la iglesia de
tos I y II de estas iglesias pueda llegar a ser insigni- San Román de Tobillas (Álava)», Archivo Espa-
ficante en términos histórico-temporales, las solucio- ñol de Arqueología 68, 189-214.
nes constructivas adoptadas y la tecnología empleada BANGO TORVISO, I. 1997: «La vieja liturgia hispana y
son completamente distintas. Este hecho parece re- la interpretación funcional del templo prerromá-
flejar unos contextos productivos muy dinámicos, los nico», VII Semana de Estudios Medievales (Ná-
cuales llegan a romper las calificaciones asturianas jera 1996), Logroño, 61-120.
y mozárabes con las que comenzamos nuestro trabajo. — 2008: «Los expolios del paisaje monumental y la
De nuevo Valdediós es muestra de ello, con elementos arquitectura hispana de los siglos VII al XI. Re-
clasificados tradicionalmente en ambos horizontes flexiones sobre el proceso constructivo de San
(construcción asturiana, decoraciones mozárabes), Miguel de Escalada», De Arte 7, 7-50.
pero conviviendo en una misma construcción. BARROCA, M. 2000: Epigrafia medieval portuguesa
Por último, los tres ejemplos analizados forman (862-1422), 4 vols., Lisboa.
parte casi seguramente de conjuntos monásticos, lo CABALLERO, L. 2004: «La iglesia de San Millán de La
que debe de hacer reflexionar sobre el papel de es- Cogolla de Suso. Lectura de paramentos 2002»,
tos a la hora de difundir innovaciones constructivas VIII Jornadas de Arte y Patrimonio Regional,
o de mantener tradiciones previas. Los monasterios, «Actas IER», Logroño (2002), 13-93.
entendidos como instituciones con recursos y/o ac- — y UTRERO, M.ª Á. 2005: «Una aproximación a las
ceso a ellos por su habitual relación con las esferas técnicas constructivas de la Alta Edad Media en
de poder, parecen haber desempeñado un papel fun- la Península Ibérica. Entre visigodos y omeyas»,
damental en el tema aquí tratado,65 por lo que su Arqueología de la Arquitectura 4, 169-192.
análisis como agentes activos en la transmisión de — y RODRÍGUEZ TROBAJO, E. 2010: Las iglesias as-
modelos se evidencia como fundamental para avan- turianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la ar-
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LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN
CON LA CREACIÓN VISIGODA Y LA ANDALUSÍ
POR

MARÍA CRUZ VILLALÓN


Universidad de Extremadura*

RESUMEN ticas en el tiempo que media entre la Antigüedad


El arte asturiano, representado a través de una serie de
Tardía y el Alto Medievo en la península ibérica,
arquitecturas conservadas, constituye un capítulo bien identi- aspecto que supone una consideración de trabajos
ficado en el arte de la Alta Edad Media, pero, sin embargo, la fundamentales, desde las obras iniciales de Helmut
definición de su arquitectura en cuanto a sus raíces y forma- Schlunk, hasta las más recientes investigaciones que
ción, resulta imprecisa todavía. El análisis de la escultura y de
la pintura de estos edificios, sin embargo, a través del lenguaje han abierto otras perspectivas de interpretación.
ornamental, abre un campo mayor de relaciones que permite En lo que respecta al arte asturiano, las investi-
discernir algunas vías por las que pudieron transcurrir princi- gaciones de la escuela alemana, iniciadas y capita-
pios de aquellas formaciones asturianas. El sustrato antiguo y
su permanencia hasta el tiempo visigodo, naturalmente tuvieron lizadas por Schlunk, y proseguidas por Sabine
que estar en la constitución global del reino de Asturias y de Noack y Achim Arbeiter, cuyos trabajos sobre el
su cultura, como parecen indicar las fuentes escritas. Pero, en tema quedaron recopilados en su monumental obra
la plástica, la huella islámica, con una presencia notable, se re-
vela como factor de gran importancia. sobre el arte asturiano y mozárabe,1 y la cataloga-
ción de escultura hecha por César García de Castro
Valdés,2 han sido instrumentos básicos para la incur-
ABSTRACT
sión que hago en este campo. La revisión crítica de
Asturias art, well preserved thanks to a series of architec- conceptos establecidos y por mucho tiempo vigen-
tural remains, constitute a well identified chapter within the tes en la historiografía del arte altomedieval hispá-
Early Medieval Art. However, the definition of its architecture,
regarding its roots and formation, is still imprecise. The analysis nico, fue emprendida en diversas investigaciones por
of the sculpture and painting of these buildings, by means of Luis Caballero y proyectada en las periódicas con-
the ornamental language, opens a new field of relationships vocatorias del debate «Visigodos y Omeyas», que
though, which allows identifying some ways walked by the
principles of those Asturian formations. The ancient substrate tratan de clarificar la oscuridad de un campo com-
and its preservation until Visigothic period had to be in the plejo y apenas documentado, donde la arqueología,
global constitution of the kingdom of Asturias and its culture, con nuevos descubrimientos, va prestando progresi-
as mentioned as well in the written sources. But, the Islamic
trace is constant within the plastic, being thus a main factor. vamente sus puntos de apoyo también. En lo que se
refiere al arte asturiano, Luis Caballero centró ya la
PALABRAS CLAVE: Escultura y pintura del Alto Medievo, problemática en un artículo sobre la búsqueda de
arte visigodo, arte asturiano y arte islámico.
definición de lo que estaba establecido como visi-
KEY WORDS: Sculpture and painting in the Early Medieval
period, Visigothic Art, Asturian Art and Islamic Art.
1
Arbeiter, A.; Noack-Haley, S., Christliche Denkmäler des
frühen Mittelalters, Hispania Antiqua, Mainz, 1999.
2
García de Castro Valdés, C., Arqueología cristiana de la
El tema que se me ha propuesto tratar en esta Alta Edad Media en Asturias, Oviedo, 1995. Retomada pos-
reunión científica se enmarca dentro de la búsqueda teriormente en «La escultura arquitectónica en el área central
del reino de Asturias: tipos, tradiciones y tendencias», en L.
de definición de las diversas manifestaciones artís- Caballero Zoreda, P. Mateos Cruz (eds.), Escultura decorati-
va tardorromana y altomedieval en la Península Ibérica, Ane-
*
mcv@unex.es jos de AEspA, XLI, Madrid, 2007, pp. 85-132.
148 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

godo pero que tenía convergencias con la creación UNA ETAPA DE TRANSICIÓN:
asturiana,3 lo cual aproximaba un campo a otro y SANTIANES DE PRAVIA, LO VISIGODO
ponía en tela de juicio la clasificación visigoda. Por Y EL ARTE ANDALUSÍ
otra parte, la búsqueda sobre el origen de formas y
motivos de la plástica y la arquitectura que median Las piezas dispersas de Santianes de Pravia, si es
entre los siglos VIII y IX, le condujo a considerar la que todas pertenecen a la etapa de la fundación del
creación omeya, que pudo introducirse en la penín- edificio, hablan de una arquitectura ornamentada,
sula a partir de la entronización de aquella dinastía donde la tradición de labrar los elementos arquitec-
en el territorio andalusí, como raíz de una nueva tónicos y litúrgicos de la iglesia se mantuvo en con-
expresión que, en parte, había sido tratada dentro del tinuidad desde la etapa visigoda. Y en este sentido,
espacio visigodo.4 Todas estas bases han sido pun- la primera definición de estos restos, muy particular-
to de partida en mi trabajo. He tratado, desde el mente los que se conocían antes de las intervencio-
conocimiento de la escultura visigoda y en la línea nes de Menéndez Pidal,7 se han tratado comúnmente
de revisión propuesta por Luis Caballero, de hacer como piezas visigodas.
un análisis de elementos representativos de la plás- En cuanto a los fragmentos de la placa de cancel
tica asturiana, donde no he omitido, por su represen- que significativamente ha sido elegida como emble-
tatividad, alguna alusión al campo de la pintura, que ma de esta reunión (Fig. 1), una primera impresión
también cuenta con referencias bibliográficas funda- sobre el estilo de sus elementos desdice la versión
mentales.5 Este análisis ha considerado la posible de su pertenencia al conjunto visigodo. No conoce-
relación de lo asturiano con lo visigodo y, colateral- mos en el repertorio visigodo un enmarque de mol-
mente, con algunas manifestaciones de las tierras duras sucesivas como las que aquí aparecen labradas,
hacia las que se extendió el reino asturiano, pero además con refinamiento que se aleja de los más
sobre todo, se ha centrado en las manifestaciones a característicos diseños de sogueado u ornamentales
las que progresivamente me ha llevado el trabajo: la que se utilizaron para las molduras en la creación vi-
aportación islámica.6 sigoda. Y tampoco se vuelve a repetir entre los re-
La complejidad de esta búsqueda ha hecho que lieves de la etapa asturiana. Sin embargo, las mol-
limite a síntesis los detalles descriptivos o refe-
rencias de datos y, de la misma manera, la constan-
te cita de las previas consideraciones que sobre
cada pieza o pintura se han hecho en la bibliogra-
fía fundamental que antes he reseñado, de la que so-
lamente he referido algún aspecto esencial que in-
cidiera de manera directa en nuestra trayectoria.

3
Caballero Zoreda, L., «Visigodo o asturiano? Nuevos ha-
llazgos en Mérida y otros datos para un nuevo marco de re-
ferencia de la arquitectura y la escultura altomedieval en el
norte y el oeste de la península ibérica», XXXIX Corso
di Cultura sull’Arte Ravennate e Bizantina, Ravenna, 1992,
pp. 139-190.
4
Caballero Zoreda, L., «Un canal de transmisión en la Alta
Edad Media española. Arquitectura y escultura de influjo
omeya en la Península Ibérica entre mediados del siglo VIII e
inicios del siglo IX», Al-Qantara, XV, 2, 1994 y XVI, 1,
1995, pp. 321-348 y 107-124, y «La arquitectura denomina-
da de época visigoda ¿es realmente tardorromana o prerromá-
nica?, en L Caballero y P., Mateos, Visigodos y Omeyas. Un Fig. 1. Santianes de Pravia, Asturias.
debate entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media,
Anejos de AespA, XXIII, Madrid, 2000, pp. 207-247.
5 7
Schlunk, H.; Berenguer, M., La pintura asturiana de los Menéndez Pidal, J., «La basílica de Santianes de Pravia»,
siglos IX y X, Oviedo (1957), 1991. Arias Páramo, L., la pin- Actas del Simposio para el estudio de los códices del «Co-
tura mural en el Reino de Asturias en los siglos IX y X, Ovie- mentario del Apocalipsis» de Beato de Liébana, T. I y II,
do, 1999. Madrid, 1980, p. 28, nota 8, figs. 9, 10, 11 y 18. En el trans-
6
Un artículo inicial sobre el tema: Cabañero Subiza, B., curso de esta publicación, estas piezas han sido estudiadas
«Elementos para el estudio de la influencia islámica en el en: Caballero Zoreda, L.; Rodríguez Trobajo, E., Las iglesias
arte del reino de Asturias en los siglos IX y X» en Aragón en asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectu-
la Edad Media, Zaragoza, 1997. ra, Anejos de AEspA, LIV, Madrid, 2010, pp. 57-60.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 149

duras de Santianes se pueden comparar con las que Barcelona,14 asociada a la influencia islámica, en una
se encuentran en algún tablero de Madinat al-Zahra jamba de Madinat al-Zahra,15 o en dos de las cono-
o en varios fragmentos de placa que aparecieron en cidas placas de la iglesia de San Miguel de Escala-
la alcazaba de Málaga, sin una cronología cierta da (913),16 de reminiscencias andalusíes. También
dentro del arte islámico.8 conserva la placa de Santianes que analizamos, par-
En cuanto a la tipología de los tallos que ocupan te de un moldura adornada con un doble cordón que
el enmarque de la placa, con delineación semejante se inscribe en un círculo, para el cual, la relación más
en su línea esencial a los que se ven en la otra pla- antigua con cronología segura que localizamos en la
ca procedente también de esta iglesia que después co- península ibérica, se encuentra entre las coronas del
mentaremos, sus referentes se pueden encontrar Tesoro de Guarrazar, pudiéndose asociar su forma-
en el taller de Mérida9 y en la iglesia de Santa Lu- ción, que difiere de la más común labor del soguea-
cía del Trampal, cuya cronología avanzada, como do visigodo, a diseños del repertorio sasánida.17
iglesia mozárabe, ya fue propuesta por Luis Caballe- Algo similar podríamos comentar sobre dos frag-
ro.10 Él mismo llamó la atención sobre el pequeño mentos decorados que salieron en las obras finales
tallo con terminación en rombo que sobresale en el realizadas en la iglesia asturiana de Santianes.18 La
follaje de las sucesivas palmetas de Santianes, y este decoración labrada a bisel de círculos secantes o cir-
detalle nos lleva a otra pieza de decoración singular, cunscribiendo hexagramas que comprenden estas dos
que puede relacionarse igualmente con la tipolo- piezas, no desdice de las labores de la plástica que
gía de esta formación vegetal. Me refiero a uno conocemos como de época visigoda. Pero el detalle
de los tableros encontrados en la localidad de la en una de ellas de corazones que se disponen en las
Guardia (Jaén) probablemente postvisigoda,11 donde enjutas entre los círculos, de nuevo nos conduce a
el tallo que recorre igualmente el marco de la pieza, motivos característicos de la plástica de origen sasá-
aun con una concepción más natural, entra dentro del nida.19 Algo parecido, en cuanto a la composición en
mismo concepto. En este caso, la flor que nace en- círculos acompañados de pequeños corazones, se
tre las hojas, adquiere una forma que luego relacio- encuentra también en un tablero de cancel catalán que
naremos con otras piezas asturianas posteriores. se cree procedente del antiguo conjunto episcopal de
Por otra parte, estas formas vegetales, además de Barcelona y que ha quedado incluido entre las ma-
la composición de tallos hendidos tangentes formando nifestaciones de época visigoda,20 donde, por otra
husos que se llenan con palmetas, de la que apenas parte, no se encuentran similitudes, además de dife-
se ve el remate superior en la parte central de la placa, rir en concepto técnico.
se pueden relacionar con la creación islámica como Otras dos piezas de cancel de Santianes, que se
se ve ya en la mezquita de Damasco12 o en composi- conservan en El Pito de Cudillero (Fig. 2), aunque
ciones de Jirbat al-Mafyar,13 y más tarde en España, aparentemente parecen de estilo diferente a las que
en una imposta procedente de la primitiva catedral de acabamos de analizar, se mueven dentro de los mis-
mos parámetros. El tallo con racimos que aparece en
8
Gómez-Moreno, M., «El arte árabe español hasta los al- las franjas laterales que simulan en cada pieza una
mohades», Ars Hispaniae, III, Madrid, 1951, figs. 204 y 302.
No da referencia ninguna sobre estas piezas. barrotera del cancel, parece concordar con las mani-
9
Cruz Villalón, M, Mérida visigoda. La A escultura arqui- festaciones de la etapa visigoda, lo que veremos más
tectónica y litúrgica, Badajoz, 1985, n.º 357. adelante. Pero el esquema compositivo de los círcu-
10
Caballero Zoreda, L.; Sáez Lara, F., La iglesia mozára-
be de Santa Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres). Arqueo- los secantes que llenan la mayor parte de la superfi-
logía y arquitectura, Mérida, 1999.
11
Palol, P. de, «Hallazgos hispanovisigodos en la provincia
14
de Jaén», Ampurias, XXVII-XXVIII, 1955-956, pp. 286 ss., Gudiol Ricart, J.; Gaya Nuño, J.A., «Arquitectura y es-
Lam I. Esta pieza de la Guardia, por la tipología de la cruz cultura románicas», Ars Hispaniae, V, Madrid, 1948, fig. 2.
15
que ostenta, así como el tipo de tallo, en la línea de los me- Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulman hasta la caí-
dallones del Naranco, o el broche de cinturón que apareció en da del califato de Córdoba», en J.M. Jover Zamora (dir.) His-
el lugar, nos ha llevado a pensar que se trata desde luego de toria de España Menéndez Pidal, V, La España musulmana,
una pieza más tardía que la etapa visigoda. Vid. Cruz Villa- Madrid, 1990, fig. 534,
16
lón, M., «Quintanilla de las Viñas y el arte cordobés», Norba Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., op. cit, lams. 80 a, y
Arte, XXII-XXIII, 2004, pp. 339 ss. 81 c.
12 17
Stern, H., «Mosaïques du Dôme du Rocher et de la Mos- Kröger, J., Sasanidischer Stuckdekor, Mainz, 1982, p.
quée de Damas. A propos d’un livre de Mme. Maragarite 63, fig. 82 n y o.
18
Gautier von Berchen», Cahiers Archeologiques, XXII, figs. Menéndez Pidal, J., op. cit. figs. 15 y 16.
19
27 y 28. Kröger, J., op. cit., fig. 54.
13 20
Hamilton, R.W., Khirbat al Mafjar. An Arabian Mansion Guardia Pons, M.,»L’escultura monumental i decorati-
in the Jordan Valley, Oxford, 1959, p. 225, fig. 176 b. y Lam va», Del Romà al Romànic, Enciclopedia catalana, Barcelo-
XXVI, 1. na, 1999, p. 210.
150 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

tomedieval itálica,24 u otras del área bizantina del


siglo XI.25 Y del mismo modo, se puede ver en el arte
hispanomusulmán, en una de las celosías de la puerta
de San Esteban de la mezquita de Córdoba, inclui-
da en la reforma que de la misma se hizo en tiempo
de Muhammad I, pero sin localización cierta de cro-
nología y con diseño más complejo al disponer un
nudo intermedio entre el corte de los círculos,26 al
igual que se ve en las piezas itálicas y bizantinas
referidas.
En conjunto, las piezas de Santianes de Pravia que
hemos analizado, aparentemente distintas, resultan
coincidente lo que se refiere tanto a aspectos técni-
cos, al combinar la labra de biseles agudos y de
relieve redondeado, como en la definición de los prin-
cipios de los motivos y composiciones que compren-
den: un recuerdo del repertorio visigodo, la relación
con otros elementos andalusíes, a través de ejemplos
en general más tardíos, y la referencia a motivos
orientales del tronco sasánida y de la creación ome-
ya oriental. Todo lo cual, a fecha de finales del si-
glo VIII en la que se enmarca la iglesia (774-783), nos
introduce dentro de una formación plástica que des-
de luego no se identifica ya con lo más característi-
co de lo visigodo.
Un recorrido más detenido por las relaciones que
estas piezas pueden tener con las que siempre se han
considerado visigodas y con otras enmarcadas en el
conjunto visigodo, pero que parecen discordar en él
Figs. 2 y 3. Santianes de Pravia, en el Pito de Cudillero. al presentar al igual que Santianes referencias de tipo
Friso de Mérida, Berlín.
orientalizante, nos da juego para considerar esta franja
intermedia que se desgaja de los modelos mas genui-
cie de cada placa, no tiene una identificación tan nos de la etapa visigoda y que no está muy distante
cierta en el pasado inmediato, pues no conocemos de lo que se configuró en Pravia, que por otra parte,
muestra del mismo en el conjunto de la escultura tampoco, en sentido estricto, se puede definir como
visigoda.21 Tal diseño apenas cuenta con alguna asturiano. En este momento embrionario, el peque-
manifestación en el conjunto de la musivaria roma- ño reino de Asturias, sin una entidad formada aún,
na.22 Uno de estos ejemplos se encuentra precisamente necesariamente tuvo que ser tibutario de manos que
en Santiago de Compostela, en la orla del mosaico con experiencia, como muestran estas labras, recibie-
que, a través de las excavaciones practicadas en 1878, ran el encargo de esculpir aquellas piezas.
se halló en el subsuelo de la catedral, pavimentando Si hubiera que comparar la llamativa técnica de
el lugar que se identificó con el mausoleo del san- biseles que se utilizó en el conjunto de los círculos
to.23 También se puede encontrar en alguna pieza al- secantes de los canceles de El Pito de Cudillero, la
referencia más inmediata sería el relieve de Mérida
21
que se encuentra en Berlín (Fig. 3), compuesto con
La pieza ha sido considerada por varios autores como
visigoda, o copia asturiana de motivos visigodos, relacionán- una serie de círculos que inscriben composiciones de
dola con alguna de las piezas de Segóbriga con las que no
24
guarda relación. Cfr. García de Castro Valdés, C., pp. 233- Tagliaferri, A., Corpus della scultura altomedievale, X,
234. La diocesi de Aquileia e Grado, Spoleto, 1981, pp. 70 y 71,
22
Balmelle, C. et alii, Le décor géométrique de la mosaï- Lam. III, 6. Panazza, G.; Tagliaferri, A. (1966), Corpus..., III,
que romaine, I, Repertoire graphique et descriptif des compo- La diocesi di Brescia, Spoleto, 1966.
25
sitions linéaires et isotropes, París, 2002, pp. 90. 91 y 130. Grabar, A., Sculptures Byzantines du Moyen Age, II, Pa-
23
Acuña Castroviejo, F., Mosaicos romanos de Hispania rís, 1978, láms, IX y XXXVII.
26
Citerior, II, Conventus Lucensis, Studia Archaeologica, 24, Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulmán..., op. cit.,
Valladolid, 1973, pp. 39, 40, fig. 13. pp. 406-407.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 151

tipo radial de origen oriental y motivos igualmente ma caliciforme en la base, comparable con la trifo-
orientalizantes.27 Estos tuvieron su expansión en la lia que tratamos y que se repite en algunos de los
península y se reflejaron igualmente en el arte astur relieves de Guarrazar, San Pedro de la Mata o Tole-
como se comprueba en los capiteles o discos deco- do.34 Además, la iglesia de San Juan de Baños posee
rados de San Miguel de Lillo, lo que han observado la conocida inscripción de dedicación por parte del
ya varios autores.28 rey Recesvinto en el año 661, que, aunque parece con-
Si recurrimos a la comparación de diseños, el aná- tradecir muchas de las definiciones de esta iglesia,
lisis del tallo que adorna los laterales de estas piezas apoyó igualmente su adscripción al tiempo final del
recogidas en Cudillero y las relaciones colaterales a reino visigodo.
las que nos llevan sus motivos, nos introducen dentro Sin embargo, las decoraciones de este grupo
de un tema amplio. En Mérida se encuentran tallos con manifiestan una estética diferente a la del tronco clá-
racimos de borde marcado como se encuentran aquí sico, tanto en los fantaseados motivos que se despe-
en Santianes, aunque no coincidan plenamente ni en gan a de las formas reales de la vegetación, como en
el diseño angular que aquí adquiere el tallo, ni en la la técnica más habitualmente empleada de biseles
manera de disponer los motivos. Estos tuvieron una marcados, que recuerdan a las labores de las orna-
amplia expansión hacia el arte toledano, San Pedro de mentaciones en estuco o los trabajos en madera o
la Nave, y sur y norte de Portugal, en un grupo de metal por sus aristas cortantes. Además, la trifolia
piezas que se puede considerar tardío y posiblemen- caliciforme que tratamos, siendo motivo del repertorio
te postvisigodo, a partir de alguna pieza concreta como clásico, encuentra definiciones similares en las crea-
la del monasterio de Valeránica.29 Por otra parte, el ciones sasánidas y paleoislámicas,35 como seguramen-
detalle de las trifolias caliciformes que acompañan a te la exótica «palmeta bizantina» de las coronas de
los racimos en las piezas de Cudillero, nos dirige Guarrazar que hemos relacionado con ella.
igualmente a un grupo de esculturas discutidas den- Otro caso discutido en su cronología dentro de la
tro del conjunto visigodo: San Juan de Baños, San plástica hispánica, en el que se vuelve ver la trifolia
Pedro de la Mata, Guarrazar y algunas piezas de la caliciforme, es el disco que apareció en la residen-
ciudad de Toledo.30 Además, estas trifolias se encuen- cia señorial valenciana de Pla de Nadal, con un ana-
tra también incorporada al repertorio andalusí, en uno grama para el que se ha propuesto la transcripción
de los modillones de la mezquita de Tudela,31 en las de Tebdemir, que seguramente alude al nombre del
piezas antes citadas de la alcazaba de Málaga, y en la posesor de aquella lujosa mansión rural.36 Otras de-
versión del arte califal, en Madinat al-Zahra, lo que,
en otro estudio, nos hizo plantear que algunos de los 34
Balmaseda Muncharaz, op. cit., pp. 297-298.
ejemplos supuestos visigodos pudieran considerarse 35
Kröger, J., op. cit., 1982, pp. 33-34, 136-7, 158-9, figs.
más tardíos.32 33, 34b, 75, 92, 93 y 121.
36
El disco se adorna con una orla recorrida por un tallo
El conjunto de piezas visigodas de este grupo comparable en detalles con los del grupo toledano y ha sido
fueron ya relacionadas por Schlunk como exponen- situado por los distintos estudiosos del yacimiento en el tiem-
tes de la plástica visigoda del siglo VII.33 Este «gru- po del siglo VII: Rivera i Lacomba, A.V., y Rosselló Mesqui-
da, M., «Escultura decorativa de época tardoantigua en Va-
po toledano», tendría como apoyo de su cronología lencia y su entorno», en L. Caballero, P. Mateos Cruz (eds.),
«la palmeta bizantina» que aparece en los eslabones Escultura decorativa tardorromana y altomedieval en la Pe-
de las coronas de Suintila y de Recesvinto, de for- nínsula ibérica, Anejos de AEspA, XLI, Madrid, 2007, pp.
345 ss. Sin embargo, Luis Caballero defendió la posibilidad
de que este conjunto señorial perteneciese ya a una primera
27
Cruz Villalón, M., Mérida visigoda, op. cit., pp. 379, manifestación del tiempo emiral, por el carácter de su arqui-
380, figs. 156-158. tectura así como de su escultura: Caballero, L., «Un canal de
28
Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., op. cit, pp. 146-149. transmisión..., I, op cit., pp. 337, 338, y «La arquitectura de-
29
Cruz Villalón, op. cit., pp. 372-373. nominada de época visigoda..., op. cit., p. 217. Sonia Gutié-
30
Balmaseda Muncharaz, L.J., «Algunos problemas de la rrez Lloret, en una razonada exposición crítica sobre las po-
escultura visigoda toledana», en L. Caballero Zoreda, P. Ma- siciones de este dilema, concluyó que la villa debió situarse
teos Cruz (eds.), Escultura decorativa tardorromana y alto- en la segunda mitad del siglo VII, siendo destruida en el siglo
medieval en la Península Ibérica, Anejos de AEspA, XLI, VIII por un incendio, en fecha desconocida, como mantienen
Madrid, 2007, pp. 282 ss. también los arqueólogos que han seguido la investigación del
31
Gómez-Moreno, «El arte árabe español hasta los almo- yacimiento: Gutiérrez Lloret, S., «Algunas consideraciones
hades», Ars Hispaniae, III, 1951, fig 72. sobre la cultura material de las épocas visigoda y emiral en
32
Cruz Villalón, M., «El taller de escultura de Mérida. el territorio de Tudmir», en L. Caballero, P, Mateos, Visigo-
Contradicciones de la escultura visigoda», en L. Caballero y dos y Omeyas. Un debate..., op. cit., pp. 102-105. La cuestión
P. Mateos (eds.), Visigodos y Omeya , op. cit., pp. 271-272. es que no sabemos en qué momento del siglo VIII pudo des-
33
Schlunk, H., «Beitrage ur Kunstgeschichtlichen Stellung truirse y hasta cuándo se pudo actuar en aquel edificio, si su
Toledos im 7. Jarhundert», Madrider Mitteilungen, 11, 1970, fecha inicial fue como parece indicar su contexto arqueológi-
pp. 175 ss., láms. 54-56. co la segunda mitad del siglo VII.
152 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

coraciones de los frisos y capiteles de esta misma


residencia, parecen sobrepasar igualmente el tiempo
de la creación visigoda.37
La diversidad de criterios en cuanto a la clasifi-
cación de manifestaciones de la plástica visigoda en
los ejemplos que hemos expuesto, relacionados con
los principios de la creación de Santianes, entra dentro
de la revisión que se viene realizando sobre el blo-
que visigodo, difícil de resolver. Tal vez, en este nudo,
la búsqueda de otras relaciones no hispánicas, a tra-
vés de relieves que tienen referencias documentales
que puedan guiar su establecimiento en el tiempo,
pueda contribuir a esclarecer algo. En este caso, la
rica colección escultórica de la abadía itálica de Farfa
resulta de gran interés.
De nuevo en relación con el motivo de la trifolia
caliciforme de Santianes de Pravia, nos interesa con-
siderar la formación que esta adquiere en una placa
que apareció en San Juan de Baños, no integrada en
el edificio, en la que se sitúa coronando un tallo
abrazado por dos palmas sinuosas38 (Fig 4). Este tema
se repite en Toledo,39 conecta con otros diseños pre-
sentes en la plástica visigoda de Mérida, algo más
simplificados,40 y además tiene una clara correspon-

37
Las formaciones vegetales que recogen algunos fragmen-
tos de frisos y capiteles de Pla de Nadal, a base de palmetas
cuya hoja inferior enlaza con la de la palmeta siguiente for-
mando un nexo curvo, aunque tengan origen en la decoración
clásica, como se ve en el adorno de molduras, encuentran su
similitud formal en la plástica islámica. El paralelo más cer-
cano a las piezas de Pla de Nadal en España está en el broche
de cinturón que apareció en la localidad cántabra de Santa
María de Hito, que, dentro de la estética islámica, ha sido en-
cuadrado como obra de producción mozárabe: Gimeno Gar-
cía-Lomas, E., «Hallazgo de un broche mozárabe trabajado en
hueso», Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, 44,
1978, antes de que el arte califal plasmara este mismo esque-
ma en una basa de pilastra de Madinat al-Zahra: Torres Bal-
bás, L., Arte hispanomusulmán..., op.cit., fig 516. Se puede
decir así que en la península ibérica lo vemos por primera vez
en Pla de Nadal y que los paralelos establecidos sobrepasan el
siglo VII. Un esquema semejante presenta un friso de la puer-
ta de la abadía de Lorsch (agradezco a Luis Caballero su indi-
cación), que nos llevaría al último cuarto del siglo VIII. En él
se representan además trifolias que son semejantes a las que
analizamos en la iglesia de San Miguel de Lillo o la puerta de
San Esteban de la mezquita de Córdoba, lo que amplía en este
relieve la convergencia con lo hispánico.
38
Esta placa presenta además una original composición a
partir de estas palmas, configuradas como árboles tendidos en Figs. 4 y 5. San Juan de Baños. Abadía de Farfa.
vertical, para la que hemos encontrado comparación entre las
pinturas de la cabecera central de San Salvador de Valdediós,
lo que induce a considerar a esta pieza posterior a la etapa dencia con el ornamento de alguno de los capiteles
visigoda. Vid. Palol, P.de, La basílica de San Juan de Baños, de citada abadía de Farfa (Fig. 5). A partir de estas
Palencia, 1988, pp. 59-63 y Schlunk. H.; Berenguer, M., La
pintura mural asturiana, op. cit., p. 61. referencias, y desviándonos del motivo de la trifolia,
39
Barroso Cabrera, R.; Morín de Pablos, J., Regia Sedes nos interesa analizar el elemento colateral de las mis-
Toletana. El Toledo visigodo a través de su escultura monu- mas, las palmas, porque su desarrollo en el tiempo,
mental, Toledo, 2007, p. 230, lám. 37, 2.
40
Cruz Villalón, M., Mérida visigoda, op. cit. , pp. 387-88, nos abre un campo de interés en las relaciones entre
figs. 30 y 98. lo visigodo, lo andalusí y lo asturiano.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 153

trar aquí un punto de partida. Una versión andalusí


del mismo más profusa y con talla cortante de bise-
les, pero con diseño curvilíneo mas aproximado en
forma a las versiones Baños, Toledo y la abadía de
Farfa, se encuentra en alguna de las dovelas del arco
de la puerta e San Esteban que se atribuye a la mo-
dificación que se hizo en tiempos del emir Muhamad
I (855-856)42 (Fig. 7).
Estas palmas en forma de ala, dispuestas horizon-
talmente, generarían además formas arborescentes
que, desde las más simplificadas palmetas hasta los
árboles en los que se suceden las mismas, se pueden
localizar tanto en el arte andalusí como en la plásti-
ca asturiana y simultáneamente, en otras formacio-
nes vegetales de los capiteles de la abadía de Farfa.
El diseño de este tema parece localizarse en estado
inicial en una plaquita de plata que pertenece al con-
junto de elementos del tesoro de Torredonjimeno.43
El fragmento que queda sin embargo es tan peque-
ño, que mal se enjuicia el motivo.
Estos diseños con su característica ondulación, pa-
rece que arrancan de la creación omeya oriental (Fig.
6). Y con esta sinuosidad se detecta ya en Córdoba,
en la forma arborescente que queda entre las gasta-
das decoraciones que adornaban la puerta de San
Esteban pertenecientes a su primera etapa (784-786)
(Fig. 8), o en el frente de algunos capiteles emirales
posteriores, del tiempo de Abd al-Rahman II.44 Más
rígida, se repite en los modillones de la mezquita de
Tudela, tal vez levantada por el caudillo Muza II en
856, donde además se recoge de nuevo la trifolia
caliciforme que hemos relacionado en este grupo,45
casi simultáneamente, en la modificación citada de
la puerta de San Esteban (Fig. 10), y después, en las
ménsulas del pórtico de San Salvador de Valdediós,
en el armazón de oro de la caja de las Ágatas que
fuera ofrecida por Fruela II y su esposa Nunilo en el
año 910, o en el arte califal, en una plaquita de bronce
que apareció en Madinat al-Zahra.46 La formación que
adquiere como árbol con palmetas horizontales que
se insertan sucesivamente y de modo espaciado en
torno a un tallo central en la parte alta de la puerta
Figs. 6 y 7. Jirbat al-Mafyar. Puerta de San Esteban, de San Esteban (Fig. 10), es desde luego compara-
Córdoba.
ble con las estilizaciones arbóreas que aparecen en

En el estudio que hace de este tema Betti a par- 42


Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulmán..., op. cit.,
tir de los capiteles de Farfa, lo hace derivar de la fig. 213.
43
plástica tardoantigua, comparándolo con el capitel que Balmaseda Muncharaz, L.J., op. cit., p. 297.
44
Gómez-Moreno, M., «El arte árabe español hasta los al-
representa el relieve de Gabia la Grande (Granada),41 mohades», Ars Hispaniae, III, Madrid, 1951, fig. 61 y Torres
y, efectivamente, el esquema general puede encon- Balbás, L., «Arte hispanomusulmán..., op. cit, p. 393, fig.
190.
45
Gómez-Moreno, M., «El arte árabe español, op. cit., p.
41
Betti, F., «Sculture altomedievali dell’abazia di Farfa», 59 ss., figs. 72-74.
46
Arte Medievale, II serie, n. 1, 1992, pp. 19-20. Torres Balbás, L., op. cit., fig . 611.
154 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Fig. 8. Puerta de San Esteban, Córdoba.

la placa asturiana de San Tirso de Candamo47 (Fig.


9) y con la plaquita de bronce de Madinat al-Zahra
citada.
Se puede decir, por tanto, que el árbol de palmas
o reducidamente la palma arborescente, en las for-
mas que hemos visto, fue tema que tomó cuerpo en
el arte andalusí desde sus inicios y que tuvo su re-
percusión en el arte asturiano coetáneo de las distintas
etapas que hemos recorrido en esta larga secuencia.
Otras formaciones florales de los capiteles de
Farfa han sido comparadas por Betti con las de una
pilastra itálica del monasterio de Santa María de
Aurona, fundado entre el 740 y 744, y otra del
Museo Cívico de Como. Ambas acogen una extra-
ña versión de flores o frutos de tres lóbulos perfo-
rados, de probable formación islámica,48 que para-
lelamente se recogen en piezas hispánicas como la
placa-nicho de Salamanca,49 a la que podríamos
añadir la placa de Pozoantiguo en Zamora, y algún
fragmento de Toledo que, a su vez, conectan con
otros motivos del citado grupo toledano y de San Figs. 9 y 10. San Tirso de Candamo, Asturias.
Puerta de San Esteban, Córdoba.
Juan de Baños, siendo significativo en este conjunto
de relaciones el conocido nicho de la iglesia de
Santo Tomé en Toledo.50 Algunas formaciones que
las hojas toman en este grupo, las comparamos en la catedral de Astorga, de adscripción califal, lo
otro artículo con las del cáliz de Santo Toribio de que manifiesta claramente su uso en el repertorio is-
lámico.51
47
García de Castro Valdés, C., «La escultura arquitectóni- La abadía de Farfa llegó a ser uno de los más sig-
ca en el área central del reino de Asturias», en L. Caballero, nificativos monasterios del Alto Medievo itálico por
P. Mateos Cruz (eds.), Escultura decorativa tardorromana y su vinculación primero con la nobleza y los reyes
altomedieval en la Península ibérica, op. cit., fig. 45.
48
Hamilton, R.W., op. cit., p. 275, fig. 230. longobardos, y después con la corte carolingia, que
49
Betti, F., op. cit., pp. 23-25, figs. 83, 85 y 86.
50 51
Barroso Cabrera, R.; Morín de Pablos, J., op. cit.,p. 79, Cruz Villalón, M., «Contradicciones..., op. cit., pp. 271-
figs. 6-8 y pp. 110-111. 272.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 155

tuvo control sobre ella al estar en posición ventajo- ante el ecléctico y mezclado panorama de una crea-
sa, en la proximidad de Roma y lindando con el te- ción propia de un momento de crisis, cambio y an-
rritorio pontificio. De todos ellos recibió protección dadura de los pasos iniciales de algo nuevo. Además,
y favores entre los siglos VIII y IX, lo que favoreció este heterogéneo conjunto establecería bases para ma-
el desarrollo de su arquitectura en este tiempo. Sus nifestaciones más definidas en contextos más esta-
singulares y bien ejecutados capiteles, que han lle- bles y sólidos, tanto en el reino asturiano como en
gado dislocados en la mudanza que tuvieron a lo largo el territorio andalusí en el siglo IX. Es la fase que
del tiempo, se han clasificado en distintos momen- media entre el final de la etapa visigoda, la irrupción
tos de la historia de la abadía. Pero los que hemos de la población musulmana en la península ibérica
relacionado en nuestro análisis, fueron clasificados y el embrionario surgimiento del reino asturiano, cuya
en el siglo VIII. En principio se ubicaron entre los años escasez de documentación nos sume en un momen-
60 y 80, en relación con la construcción del claus- to de confusión a la hora de definir las creaciones
tro mayor del convento, en cuya obra «concurrirían propias de cada una de estas parcelas culturales y de
artífices de distinta procedencia cultural», aunque en sus mutuas relaciones.
un estudio posterior de manera más imprecisa, se ha- Los ejemplos que hemos analizado pertenecen a
yan situado en los años centrales del siglo VIII.52 un momento de transición, de confluencia de diver-
En fin, la excursión que hemos realizado partiendo sos principios culturales y de arranque de algo nue-
del motivo de la trifolia de a placa de Santianes de vo que se localiza en Asturias por primera vez en San-
Pravia, derivado hacia el tema de las palmas y otros tianes, que sólo parece asumir las tendencias
motivos colaterales, ha dado pie a relacionar una serie presentes en su momento. La definición de las pla-
de manifestaciones visigodas o supuestamente visi- cas de Santianes manifiestan una raíz oriental, que
godas, asturianas y simultáneamente islámicas, tan- pudo introducirse ya en la península ibérica al final
to andalusíes como del oriente omeya y sus antece- de la creación visigoda, como manifiestan la palmeta
dentes sasánidas y bizantinos, todo lo cual nos pone y el diseño con doble moldura de las coronas de Gua-
rrazar o la palma de la plaquita de plata del tesoro
52
Betti, op. cit., pp. 35-37, y Corpus della scultura altome- de Torredonjimeno. El tallo con racimos de Santia-
dievales, XVII, La diocesi di Sabina, Spoleto, 2005, pp. 65 nes, se aproxima a una tipología que está entre lo vi-
ss. Otras relaciones de interés entre los capiteles de Farfa y
la plástica considerada visigoda establecidas por Betti (vid. sigodo y de repoblación. El follaje de los tallos de
Betti, 1995, op. cit.), nos llevan a la placa de Elvas con rose- otra de las placas de Santianes, se encontraba igual-
ta central de hexagramas , cuyos adornos vegetales (compa- mente en el sur andalusí, como manifiesta la escul-
rables con Farfa, fig, 24), pueden ser relacionados con con
una placa igualmente geométrica de Tarragona, seguramente tura de Alcuéscar, y entre la creación visigoda, si la
más tardía que la etapa visigoda como propuso M.L. Real, y pieza de Mérida que relacionamos con ella pertene-
que a su vez estilísticamente concuerda con otra placa de la ció a esta etapa, y la mozárabe andalusí, presente en
catedral antigua de Barcelona ,Vid. «Portugal: cultura visigo-
da e cultura moçárabe, Visigodos y Omeyas. Un debate entre la pieza de la Guardia, más próxima a lo asturiano
la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media, Anejos de EspA, de Ramiro I. Los motivos de los frisos del «grupo to-
XXIII, Madrid, 2000, pp. 56-57, fig. 7 a y b). Ambas en- ledano», aun con semejanzas con la palmeta de las
cuentran concordancia de motivos en el repertorio sasánida.
Comparar en Kröger, op. cit, figs. 73, 121 y Lam . 78, 1, para coronas de Guarrazar, no tuvieron necesariamente por
la placa de Barcelona. La de Tarragona reúne molduras que qué ser coetáneos, pues ya hemos visto la perdura-
ya hemos relacionado con lo sasánida al estudiar una de las ción de alguno de estos motivos en el repertorio is-
placas de Santianes de Pravia y la estilización de las trifolias
del pentágono interno o las que forman las rosetas, es seme- lámico. Otros motivos que con ellos se relacionan a
jante a otras sasánidas: Kröger, Lams. 19,5, 36,6 y 84,4. partir de las piezas aludidas de Aurona y Como, pue-
Podemos conectar igualmente algunos capiteles de la abadía den dar a partir de aquella una fecha inicial de me-
itálica con otros del grupo «portucalense»: Betti, fig. 42 y fig
11 y M.L. Real, figs. 72-75. El último capitel citado de Far- diados del siglo VIII, lo que no impide su reiteración
fa, más tardío (830-842), puede referirse también a los de la en momentos posteriores. A mediados de este siglo
entrada al ábside de San Pedro de la Nave. Algunos diseños o tal vez en las décadas finales como se propuso ini-
de Farfa, así como la técnica utilizada en la generalidad de
los capiteles, encuentran gran similitud entre las creaciones cialmente, los capiteles de la Abadía de Farfa nos
de estuco sasánidas, Betti, figs. 84, 18, 30 y 31 y Kröger, están dando una relación bastante directa con los
láms. 80-82). Y alguna peculiaridad entre ellos es referible al relieves de la iglesia de San Juan de Baños y otros
arte cordobés del tiempo de Abd al-Rahman II , Betti, figs. 51
y 52 y Torres Balbás, «Arte hispanomusulmán..., op. cit., toledanos relacionados, lo cual tampoco tendría que
fig 191). Todo hace pensar en una fuente común de inspira- afectar a la fecha de construcción de la iglesia, por-
ción o en una formación común de los artesanos que actuaran que los canceles pudieron ser posteriores o anterio-
en España y en Italia, y en una cronología más avanzada para
las piezas clasificadas en el tiempo visigodo que hemos rela- res. Y estos mismos motivos enlazan con las prime-
cionado. ras manifestaciones omeyas en la península, en la
156 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

primera puerta de San Esteban de Córdoba (784-786), visigoda.55 Los recientes descubrimientos de arqui-
que supone un punto de partida para el arte cor- tecturas significativas y semejantes a las asturianas
dobés en fechas aproximadas a la construcción de en la ciudad, ubicadas en el tiempo emiral, antes de
Santianes de Pravia (774-783), donde muy posible- su arrasamiento por Muhammad I (868), podrían
mente concurrieran manos no hispánicas por las no- confirmar esta hipótesis.56 Por otra parte, la iglesia
vedades que presenta. El empuje que supone la em- de Santa Lucía del Trampal ha quedado inscrita tam-
presa de la primera mezquita de Córdoba, en tiempos bién en este mismo contexto.57
de Abd al-Rahman I, hace pensar igualmente en la Los ejemplos que hemos propuesto contribuyen
proyección constructiva hacia la necesaria arquitec- a ir recomponiendo la oscura fase de la creación ar-
tura representativa del emir y de su corte desde su lle- quitectónica y artística de al-Andalus del tiempo
gada a Hispania a mediados del siglo VIII, pero nada emiral, y por comparación, las posibles conexiones
conocemos de su realidad material, como nos es casi con el norte peninsular.
desconocido el arte hispanomusulmán del siglo IX más En un campo tan indocumentado y confuso, más
allá de la construcción religiosa y más monumental allá de las aproximaciones generales que hemos he-
de las mezquitas. cho, solo es posible esperar nuevos descubrimientos
En lo que se refiere a la plástica, en nuestro aná- que, como los de Mérida, ayuden a ir clarificando el
lisis, las referencias a lo sasánida y a lo paleoislámi- puzzle de esta etapa de transición.
co han sido constantes. Jean Marie Hoppe ya puso de
relieve la presencia de principios sasánidas en el arte
asturiano y en determinadas representaciones consi- AL ANDALUS Y ASTURIAS EN EL SIGLO IX
deradas visigodas, seguramente más tardías, donde
fueron explicados como referencias bizantinas, inci- EL TIEMPO DE RAMIRO I (842-850)
diendo Hoppe en la idea propuesta por Luis Caballero
de que la transmisión de estas formas a la península El breve reinado de Ramiro I dejó uno de los más
se pudo realizar a través del arte omeya. Y ciertamente, preciosos legados del arte altomedieval de Occiden-
estas bases parecen tener una presencia importante en te, y sin duda uno de los más atractivos por el exo-
el arte asturiano desde el inicio de su gestación.53 tismo que irradia, pero también uno de los más mis-
En toda la sucesión que hemos considerado, des- teriosos por la dificultad que entraña la identificación
de el tiempo de Recesvinto, en el que pudieron intro- de los principios de su arquitectura y de su llamati-
ducirse ya tendencias orientales, como propuso S. Ga- va escultura, en particular en Santa María del Naran-
ren,54 hasta finales del siglo VIII, creo que nos co, que analizaremos. La diversidad de criterios acer-
encontramos en un tiempo incierto en el que se esta- ca del origen de tan singular edificio, ha apuntado en
ban fraguando bases de un repertorio que, como he- las direcciones más diversas, desde las raíces hispá-
mos visto en algunos ejemplos, pasaría al siglo IX, nicas a partir de la arquitectura cristiana del mauso-
tanto en el arte andalusí como en el arte asturiano, leo de La Alberca o la relación con el discutido tem-
manteniéndose algo aún en el arte califal. En aquella plete itálico del Clitumno, hasta las conexiones con
etapa, Córdoba se encontraba en un momento de la arquitectura europea coetánea o la más lejana ar-
arranque de algo nuevo al igual que el reino astur, y quitectura armenia.58
las bases de la creación en la península, además del El orientalismo de su decoración, sin embargo, ha
propio taller de Córdoba, parecen provenir de la tra- sido señalado por todos los estudiosos. Pero la con-
dición de focos urbanos que no interrumpirían su pro-
ducción como Toledo, Mérida y Beja, tal vez Tarra- 55
Cruz Villalón, M., «La escultura cristiana y altomedieval
gona también, además de incorporar un fuerte en Extremadura», en P. Mateos y L. Caballero, Repertorio de
orientalismo, presente en los restos que consideramos arquitectura cristiana en Extremadura, Anejos de AEspA,
de esta fase. XXI, 2003, pp. 259 ss.
56
Alba, M., «Diacronía de la vivienda señorial de Emerita
En Mérida, en concreto, ya planteamos que la (Lusitania, Hispania): desde las domus alto imperiales y tar-
creación escultórica podría ir más allá de la etapa doantoguas a las residencias palaciales omeyas (siglos I-IX),
Archeologia e società tra Tardoantico e Alto Medievo, en
Documenti di Archeologia, 44, 2007, pp. 163 ss.
53 57
Hoppe, J.M., «Le corpus de la sculpture visigothique, Caballero Zoreda, L.; Sáez Lara, F., La iglesia mozára-
Libre parcours et essai d’interpretation», en L. Caballero, P. be de Santa Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres). Arque-
Mateos (Eds.), Visigodos Omeyas, op. cit., pp. 307 ss. logía y arquitectura, Memorias de Arqueología Extremeña, 2,
54
Garen, S., «Transformations and Creativity in Visgothic- Mérida, 1999, pp. 324-328.
58
Period Iberia», La tradición en la Antigüedad Tardía, en An- García de Castro Valdés. C., Arqueología cristiana, op.
tigüedad y Cristianismo, XIV, 1997, pp. 511-524. cit., pp. 485-487.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 157

ornamental de los elementos arquitectónicos, que


incluso recogen baquetones torsos, o la concepción
geométrica de los capiteles, recuerdan inevitablemen-
te a la sala del Naranco. La iglesia de los santos
Sergio y Teodoro, en principio independiente, pasó
pronto a integrarse en el conjunto del palacio real de
la ciudadela de Ani, de manera que tendría el carác-
ter de capilla palatina,59 lo que anotamos como una
coincidencia más en cuanto a su significación con la
arquitectura del Naranco. La única referencia tempo-
ral que existe en esta iglesia es una inscripción que
se encontró en uno de sus muros, con fecha de 622.
Por otra parte, los medallones adornados que apa-
recen en los edificios de Ramiro I, también tuvieron
su uso en la arquitectura armenia,60 como ya señaló
Shlunk, siendo particularmente próximo a la confi-
guración de los de Santa María del Naranco (Fig. 14),
el que procede también de la población armenia de
Ani (Fig. 15), aunque, como veremos, esta forma tuvo
una amplia difusión y la mayoría de sus manifesta-
ciones son de cronología más avanzada que el siglo
IX. Cómo pueden conectarse estas manifestaciones y
la arquitectura asturiana del Naranco, es camino largo
de recorrer.
En lo que respecta a la arquitectura de Santa Ma-
ría del Naranco, como hemos comentado, últimas in-
vestigaciones han puesto al descubierto en el solar de
la ciudad de Mérida un importante número de edifi-
cios residenciales, cuyas estructuras de sólidos muros
y contrafuertes, que pueden indicar el uso del above-
damiento, resultan comparables con el sistema que se
utilizó en el edificio asturiano.61 Esta relación, indu-
Figs. 11 y 12. Santa María del Naranco, Oviedo.
Santos Sergio y Teodoro, Ani.
ciría a pensar que la estructura del Naranco pudo con-
tar con los antecedentes más cercanos de la construc-
ción andalusí. Los edificios de Mérida, por otra parte,
creción sobre este difuso concepto, orientado a veces difieren de los ejemplos armenios, que no utilizaron
de modo vago hacia direcciones distantes: lo armenio, contrafuertes, pero, en su analogía con Santa María del
lo bizantino, lo sirio..., tampoco ha resuelto la iden- Naranco, cabe pensar en alguna raíz común.
tidad de esta particular arquitectura en la que la escul- Si consideramos el elemento de los medallones
tura desarrolló un papel fundamental. Este decorati- decorados, las opiniones que se han vertido sobre los
vismo, que distingue a los singulares edificios de que se encuentran en el Naranco han sido muy dis-
Ramiro I, es ya un punto de partida, dentro de una pares.62 Hay que señalar que estos medallones tuvie-
concepción estética, efectivamente, de rango oriental. ron una gran expansión bajo formas y decorados di-
Los principios de la arquitectura del Naranco (Fig. ferentes, desde el arte bizantino, en Santa Sofía de
11) se podrían rastrear en la arquitectura armenia, Constantinopla,63 el arte paleoislámico, tanto en Jir-
donde con probabilidad estuvieron sus ancestros.
Como ejemplo, la pequeña iglesia de los Santos Ser- 59
Cuneo, P., Architettura armena, dal quarto al decianno-
gio y Teodoro de Ani (Fig. 12), de nave única y abo- vesimo secolo, T. I y II, Roma, 1988, p. 653.
60
Cuneo, P., op. cit., T. II, pp. 794-795.
vedada, con arcos fajones que descansan sobre mén- 61
Alba, M., op. cit., pp. 186 ss.
sulas, produce desde luego un efecto muy similar en 62
García de Castro Valdés, C., Arqueologia..., op. cit.,
cuanto a estructura y composición. La articulación de pp. 321-322.
63
En los discos entre arcos que relacionaremos después
los paramentos internos con arquerías ciegas y la con San Julián de los Prados: Grabar, A., Sculptures byzanti-
organización de las bóvedas, además de la visión nes deConstantinople (IV-X siècle), París, 1963, lám. LXV.
158 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Figs. 13, 14 y 15. Jirbat al-Mafyar. Santa María del Naranco. Ani, hacia el año 1000.

bat al-Mafyar, donde se reconoce ya la formalidad de fo, bajo especies reales interpretadas: felinos, gallos
este elemento consolidada en el remate de una cú- o cisnes, o fantaseadas como la quimera. Estos ani-
pula del diwan del palacio (Fig. 13),64 o en la cono- males se disponen unos en la clásica composición
cida fachada de Mshatta, en forma lobulada, hasta los afrontada, y otros posición heráldica, pasante, o en
siglos XI y XII, extendiéndose tanto en oriente como reposo, todo dentro de parámetros orientales. Y gran
en occidente. Se reconocen así estos medallones en parte de los mismos se encuentran acompañados por
las iglesias armenias, las mediobizantinas griegas, una esquematización de elementos florales, al modo
donde Mistra65 o la pequeña Metropolis de Atenas,66 oriental igualmente,68 o una abstracción de volutas,
son algunos ejemplos; en la mezquita fatimí de Al- arquitos o delineaciones, que ocupan el espacio su-
Aqmar o la de Al-Hakim, en la abadía itálica de perior y el inferior del tondo,69 que bien pudieron ser
Pomposa...,67 y en Asturias, donde, como se ha co- reducciones de los elementos florales o tal vez deri-
mentado, antecede a todos en fechas. vación de inscripciones, como se ve en el sello del
Los motivos de los numerosos medallones del califa omeya Abd al-Malek (685-705), que ya com-
Naranco remiten en su totalidad al género zoomor- paró Grabar con los medallones asturianos.70
En ambos casos, la división espacial mediante una
64
Hamilton, R. W., op. cit., lám XVI, 2. : ver: Ettinghau- línea horizontal es la misma y se puede ver refleja-
sen, R.; Grabar, O., Arte y arquitectura del Islam (650-1250), da mucho después en alguno de los espléndidos
Madrid, 1996, fig. 35.
65
Reproducido en García de Castro Valdés, C., «La escul- marfiles del califato andalusí, en los que algunos
tura arquitectónica en el área central del reino de Astu- magnates aparecen sentados sobre una línea diviso-
rias...», op. cit., fig. 41,
66
Grabar, A., Sculptures byzantines du Moyen Âge, París,
68
1976, Lam. LXVI. Lo sitúa en el s. XI, p. 98. Ejemplos con vegetación reducida en dos platos
67
Russo, E., «L’Atrio di Pomposa», La civilità Comacchie- postsasánidas del Museo de Leningrado: en Pijoán, J., Arte
se e Pomposiana. Dalle origini prehistoriche al tardo medio- del Asia Occidental, Summa Artis, II, figs. 736 y 737.
69
evo. Atti del Convegno Nazionale di Studi Storici, Bolonia, Recopilación minuciosa en García de Castro, op. cit.,
1986, pp. 487-495. Ver también Franz, H.G., «Das Medaillon pp. 319-321.
70
als arhitektonisches Schmuckmotiv in der italienischen Ro- Grabar, A., La iconoclastia bizantina, Madrid, 1998,
manik», Forschungen und Fortscritte., 31, 1957, pp. 118 ss. pp. 84-85.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 159

ria y pequeños animales o estilizaciones vegetales paleoislámico,76 cabe la posibilidad de que este edi-
semejantes a las de aquel primitivo sello omeya. Esta ficio reflejase la creación islámica que coetáneamente
organización del espacio y sus elementos entran, pues, pudo estar desarrollándose en torno a la corte de
dentro de una convención que parece reiterativa en Córdoba o proyectándose a otros lugares como po-
imágenes del poder en la representación omeya y que drían probar los edificios emirales aludidos de Mé-
se mantuvo en un tiempo prolongado en la penínsu- rida. Desde luego, la dimensión que adquiere aquí la
la ibérica. El sello de Abd al-Malek estaba rodeado escultura, con 32 medallones encastrados en todo el
también de una orla de motivos vegetales, pero los edificio, más la labra de capiteles, fustes, basas, fri-
que se desarrollan en el Naranco responden a una sos, bandas etc., y su coherente aplicación a la arqui-
modalidad que parece evolucionada en alguno de sus tectura, hacen pensar que esta exótica importación no
follajes respecto a las orlas de una de las placas de se tratase de un unicum creado en exclusividad, sino
Santianes de Pravia, ya analizada.71 que partiese de experiencias previas. En lo que se
En uno de los medallones del Naranco, el motivo refiere a la forma de las piezas, cilindros que se in-
representado se reduce a líneas de composición simé- troducen en el muro, de los que solamente sobresa-
trica (Fig. 14), en cuyo arabesco se podría evocar la le la superficie del medallón, tiene referencias pre-
escritura islámica o la más rigurosa línea de la abs- vias en la arquitectura palacial paleoislámica, como
tracción animal practicada tanto por el arte nórdico observó Schlunk.77
como el islámico, que llegaron a tener una estrecha La relación establecida entre los medallones del
convergencia.72 Otro detalle a anotar es el bucle que Naranco y el sello del califa omeya Abd al-Malek,
forman las colas de los leones levantadas sobre el induce a pensar que aquellos recogieran la tradición
dorso y a veces enrollándose en el cuerpo y entre las de objetos de la soberanía, en cuya esfera y en otra
patas. Estas particularidades se repiten en represen- categoría inferior, por analogía formal, habría que
taciones itálicas de claras referencias orientalizantes73 incluir el sello de la residencia señorial de Pla de
y las vemos igualmente en el león de una placa per- Nadal (Valencia) y posiblemente el disco de Sabante,
forada que procede de San Miguel de Lillo, de esti- en tierra lusa, estudiado por M.L. Real.78 De modo
lo muy diferente, pero que pudo formar parte de los ecléctico, las bandas verticales de las que parecen
canceles de la iglesia, sin cronología concreta.74 estar suspendidos los discos, se cubrieron con cru-
El significado de la escultura del Naranco, pare- ces y con otros motivos humanos no descifrados, su-
jo al de la utilidad y sentido de este extraordinario perponiendo la temática cristiana a la impronta de
edificio, ha atraído también a múltiples estudiosos, estos tondos emblemáticos, de transmisión sin duda
que han emitido dispares interpretaciones,75 para las islámica.
que lamentablemente no hay una confirmación, a falta Si los medallones del Naranco tuvieron un carácter
de referencias documentadas. Pero, en este paso, es conmemorativo en relación a determinado aconteci-
fundamental tener en cuenta la raíz cultural de la que miento o simplemente fueron una adopción de los
procede toda esta representación. De acuerdo con las modos del Islam sin otra intencionalidad que el tras-
relaciones que hemos expuesto, y en consonancia con paso de las lujosas realizaciones que en el momento,
otros investigadores que pusieron los medallones del bajo Abd al-Rahman II, pudieron estar en Córdoba,
Naranco en relación con el arte sasánida y finalmente es algo que no podemos saber. J. Zozaya ha señala-
do para el tiempo califal la admiración de la realeza
71
Vid. Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., op.cit., fig. 54 y o de la nobleza cristianas, así como de la Iglesia,
lám. 39, b y d, y fig. 1 de nuestro texto. hacia las creaciones islámicas y el valor de la apro-
72
Kühnel, E., «Oriente y Occidente en el arte medieval», piación de objetos, bien a través del comercio o a
Archivo Español de Arte, 50, 1942, p. 94, y fotos sin nume-
ración. través de la rapiña resultante de enfrentamientos entre
73
En los capiteles de Santo Tomás de Génova, así como musulmanes y cristianos,79 particularmente de aque-
en dos lastras de la catedral genovesa, aunque todas estas llas lujosas manufacturas que tenían un significado
piezas sean algo posteriores: Dufour Bozzo, C., Corpus de-
lla scultura altomedievale, IV, La Diocesi di Genova, Spole-
76
to 1966, pp. 35 ss, figs. 46-48, y pp. 98-100, figs. 97 y 98. García de Castro, loc. cit.
77
Propone para los capiteles una fecha anterior al 1000 y para Schlunk, H., «La decoración de los monumentos rami-
las lastras da paralelos de los siglos X y XI. Los detalles de renses», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 5, 1948,
las cabezas de los leones de Santo Tomás, frontales, desme- pp. 70-71.
78
lenados y con bigotes, emparentan con los que aparecen en Real, M.L., «O disco de Sabante e a influencia da arte
la conocida placa de San Félix de Chelas de Lisboa, igual- asturiana na area galaico-portuguesa», Carlos Ferreira de
mente orientalizantes. Almeida.In Memoriam,, Porto, 1999, pp. 261 ss.
74 79
García de Castro Valdés, C., op. cit., p. 266, fig. 204. Zozaya, J., «El objeto de arte como expresión del poder
75
García de Castro Valdés, C., op. cit.,pp. 321-322. califal», El Islam y Cataluña, Barcelona, 1998, pp. 113-119.
160 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

como creación áulica, con inscripciones o motivos ba en la Mérida visigoda,84 pero se relaciona también
determinados, entre los que se encontraban los teji- con el repertorio paleoislámico,85 y casi contempo-
dos, de los que se ha supuesto que pudieran derivar ráneamente a la creación de Lillo, este mismo dise-
los exóticos motivos del Naranco. Mucho tiempo ño de trifolias se seleccionó para decorar el alfiz de
después, en el Real Monasterio de las Huelgas de la puerta de San Esteban de la mezquita de Córdoba
Burgos, las yeserías mudéjares del claustro de San que fue reformada por el emir Muhammad I en el año
Fernando, muestran que la tradición de estos meda- 855.86 Del mismo modo, este motivo alcanzó auto-
llones con animales fantásticos, asociados al reperto- nomía en el arte andalusí, como se ve en un esenciero
rio icónico de la realeza, proseguían en el ámbito cordobés de época califal en el que se suceden en una
hispánico. Y, como se podría interpretar para el pala- línea este tipo de flores sin ningún otro elemento.87
cio del Naranco, estas refinadas yeserías, para las que Y los círculos inscritos en los cuadrados, diseña-
Torres Balbás propuso la intervención de manos an- dos con hélices y rosetas geométricas que se ven en
dalusíes en su ejecución,80 fueron una asimilación en Lillo, pervivieron en la plástica mozárabe, donde fue-
Castilla de la iconografía islámica, como expresión ron recogidos en los modillones de San Millán de la
igualmente del poder en el contexto cristiano.81 Es Cogolla y de San Miguel de Celanova.88
posible así que el edificio del Naranco, que parece un En la rosca de los arcos laterales de la tribuna y
pabellón de representación de la monarquía astur, se en los frisos de la misma,89 se suceden círculos en los
moviera igualmente dentro de estos parámetros, acep- que se inscriben alternativamente hélices y rosetas de
tando analogías de algún edificio o repertorio icóni- numerosos pétalos en vacío, y entre ellos, en una si-
co que no podemos identificar hoy, pero orientalizante mulación de un tallo, nacen en sentido inverso y con
y factiblemete transmitido a través del canal más una marcada incurvación, hojas de diversas formas y
cercano que fue el de al-Andalus. pequeñas flores formadas por botones. Este detalle
Si proseguimos en la coetánea iglesia del San nos lleva de nuevo a los capiteles de la abadía itáli-
Miguel de Lillo, aun con resultados muy diferentes ca de Farfa, donde se repite con formas similares y
a los del aula del Naranco, el empleo de la escultu- con el diseño que aparece en uno de los frentes de un
ra dentro de la misma resulta igualmente considera- tablero de cancel procedente de Santa María de Ben-
ble, y dentro de una concepción estética también dones, no distante tampoco en su concepción ge-
orientalizante, reflejada en la aplicación no habitual neral de los capiteles itálicos.90 Este modo de tallo
de la labra a elementos como las basas o los arcos, alargado con pequeñas flores en sus extremos, es
además de la disposición más común de frisos. comparable también con el círculo de Mérida, en una
Respecto a la composición que recorre la super- pilastrilla, única igualmente en su género, que se re-
ficie de la rosca del arco de la tribuna que se abre a cogía en la colección Monsalud de Almendralejo,
la nave central, el esquema de la sucesión de cua- junto con otras piezas, cuya decoración, sin relación
drados dispuestos en diagonal, es similar a la de con otras de su contexto, consideramos tardías y se
algún estuco sasánida.82 Para el motivo de la trifolia aproximan a la plástica astur, entre ellas, un cimacio
que llena los ángulos externos a los cuadrados, se recoge el mismo tipo de roseta que se ve en Lillo.91
ha señalado su similitud con San Fructuoso de Mon- Y rosetas semejantes se repiten en alguna pieza de
telios, puesta en duda su cronología visigoda.83 El 84
Cruz Villalón, M., Mérida visigoda..., op. cit., pp. 390-
motivo debió de venir de antaño, como se comprue- 392.
85
Hamilton, R.W., op. cit., lam. XXVI, 3.
80 86
Torres Balbás, L., «Arte Mudéjar», en Ars Hispaniae, IV, Torres Balbás, L., «La puerta de San Esteban en la mez-
Madrid, 1949, pp. 370-371. quita de Córdoba», Obra dispersa, I, Al-Andalus, Crónica de
81
Ruiz Souza, J.C., «Al-Andalus y la cultura visual. Santa la España Musulmana, pp. 81-282.
87
María la Real de las Huelgas de Burgos y Santa Clara de Tor- VV.AA., El esplendor de los Omeyas cordobeses, Grana-
desillas: dos hitos en la asimilación de al-Andalus en la reinte- da 2001, p. 220.
88
riorización de la corona de Castilla y León», El legado de Al- Schlunk, H., «Die Auseinandersetzung der christlichen
Andalus. El arte andalusí en los reinos de León y Castilla und der islamischen Halbinsen bis zum Jahre 1000,
durante la Edad Media, Valladolid, 2007, pp. 205 ss., y 221- L’Occidente e l’islam nel’Alto Medioevo, T. II, Settimana de
226. Spoleto, Spoleto 1965, pp. 926-927 figs. 34-36.
82 89
Arbeiter, A.; Noack, S., Cristliche Denkmäler..., op.cit, García de Castro Valdés, C., Arqueología cristiana..., op.
p. 147, fig. 87. Kröger, J., op. cit., Lam 3, fig. 1, estuco de cit., figs. 347,348 y 350.
90
Ctesifonte. García de Castro Valdés, C., op. cit., figs. 125 y 126.
83
Caballero, L., «Un canal de transmisión...», I, op. cit., Betti, F., «sculture altomedievali..., op. cit., figs. 37 y 58.
91
pp. 342 ss. y Real, M.L., «A escultura decorativa em Portu- Cruz Villalón, M., Mérida visigoda, op. cit., n.º 384 y las
gal: o grupo «Portucalense», en L. Caballero, P. Mateos, Es- piezas 386, con racimos y palmetas y hoja central de hojas
cultura decorativa tardorromana y altomedieval...», op. cit., redondeadas, y 393: cimacio con sucesión de círculos con
pp. 155 ss. La introduce dentro del tiempo altomedieval de rosetas comparables con los que aparecen en las roscas de los
los condes de Portucale y Conimbriga. arcos de San Miguel de Lillo.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 161

Sines,92 en Portugal, y más hacia el centro en To- que más tarde mostrarían los marfiles califales con
mar,93 integrada en el grupo «portucalense», situadas técnica más elaborada.98
estas últimas entre el siglo IX y X. La misma combi- Dentro de esta misma tendencia se integran la
natoria de círculos con rosetas y hélices se repite en placa de Valdetorres, cerca de Mérida,99 y la placa
alguna pieza astur de la catedral de Oviedo y del astur de Lugo de Llanera.100 En esta última, el cuer-
Museo Arqueológico,94 más reducidas a esquema y po de los felinos, reducido a líneas rectas en parte de
con pequeños zarcillos. Estos diseños parecen corres- su contorno, sugiere el paso de un modelo realizado
ponderse con diseños más elaborados del mundo is- en tejido, donde, dependiendo del tipo de labor, a ve-
lámico, como aparecen más tarde en las labras cali- ces las representaciones adquirían trazos geometri-
fales de Madinat al-Zahra.95 Y ya ha sido señalada la zantes como los que aquí se ven. Este efecto se apre-
relación de este tipo de ornamento con el grupo luso cia, por ejemplo, en un fragmento de tejido de San
de Arosa y Gimarães, donde se reproduce esta última Isidoro de León, que nos da la versión islámica de
modalidad con bastante exactitud, lo que llevaría a este esquema iconográfico de los animales afronta-
considerar estas últimas en tiempo coetáneo a Lillo, dos en torno a un árbol,101 tan antiguo como la tra-
donde se clasifican últimamente,96 y no en el contexto dición mesopotámica de la que deriva. En cualquie-
visigodo. Todo lo expuesto nos pone en la idea de ra de estos ejemplares, como en otra placa califal de
que desde luego, en este momento, estos esquemas de Madinat al-Zahra, con animales afrontados también,102
Lillo, que parecen relacionados con las manifestacio- el esquema arbóreo, de concepción minimalista, re-
nes que pueden remitir a la creación andalusí en la sulta coincidente.
zona oeste de la península, tuvieron una importante El citado tejido de San Isidoro de León, aunque
difusión por el área cristiana del norte peninsular. se manufacturase en España en el siglo XI, no fue sino
Este mismo tipo de decoración nos conduce tam- una imitación de un modelo realizado sobre base
bién a la conocida pieza del grifo que sirvió como sasánida en el siglo X, procedente de Bagdad, y la
cancel en la misma iglesia de Lillo. Igualmente dis- placa de Valdetorres fue comparada con una labra en
cutida entre lo visigodo y lo asturiano, la exactitud madera fatimí, lo cual, además de las similitudes que
de su cenefa superior con el grupo ornamental que hemos comprobado para otras representaciones zo-
acabamos de comentar, la hacen coetánea de la ar- omorfas cristianas con los marfiles califales, nos
quitectura de la iglesia. Este grifo concebido de modo devuelven la versión de una iconografía animal que
naturalista en comparación con las más habituales debió tener cierta extensión en el repertorio del
estilizaciones del mismo en la creación altomedieval, arte islámico y, por transmisión, en las manifesta-
concuerda con una tendencia que estuvo presente en ciones cristianas coetáneas.103 El reverso de la placa
la península ibérica en el momento y que quedó re-
98
flejada tanto en manifestaciones islámicas como cris- Cruz Villalón, M., «El paso de la Antigüedad a la Edad
Media. La incierta identidad del arte visigodo», en M.C. La-
tianas. La placa con animales de Saamasas97 o las carra, Arte de épocas inciertas. De la Edad Media a la Edad
representaciones animales de San Pedro de la Nave Contemporánea, Zaragoza, 2009, pp. 28-29, figs. 74-80.
parecen en su iconografía sencillas versiones de lo Igualmente, el cuadrúpedo que adorna una de las impostas de
San Pedro de la Nave, en una composición incompleta, segu-
ramente simétrica en torno al arbusto que queda, se puede
92
Torres, C. et alii, «A escultura decorativa de Portugal. O comparar con los leones que aparecen bajo los personajes
grupo de Beja», Escultura decorativa tardorromana y alto- entronizados de la arqueta de Leyre.
99
medieval, op. cit., figs. 15 y 19. Cruz Villalón, M., «El taller de escultura de Mérida...
93
Real, M.L., «Escultura decorativa em Portugal..., op. op. cit, p. 267.
100
cit., p. 167, fig. 109. García de Castro, op. cit., p. 224, fig. 123. Las palme-
94
García de Castro Valdés, Arqueología cristiana..., op.cit., ras que aparecen sobre el dorso de los animales, la ha com-
figs. 129 y 151. parado con una pieza de Mérida y el pie de altar de Quinta-
95
Castejón, R., «Piezas califales en Londres», Al-Mulk, nilla de las Viñas entre otras. Este último, posiblemente sea
Anuario de Estudios Arabistas, 4, 1964-1965, fig. 1. más tardío que el tiempo visigodo como hemos planteado
96
Schlunk, H., «Enwicklungsläufe der Skulptur auf der para la iglesia: Cruz Villalón, M., «Quintanilla de las Viñas
Iberischen Halbinsel vom 8. bis 11. Jarhundert,», Kolloquium en el contexto del arte altomedieval. Una revisión de su es-
über frühmittelalterliche Skulptur, 1972, p. 126, lám. 53. cultura», Antigüedad y Cristianismo, T. XXI, Sacralidad y
Real, M.L., «A escultura decorativa em Portugal...», op. cit., Arqueología, pp. 101-135.
101
pp. 162 ss. Ettinghausen, R.; Grabar, A., Arte y arquitectura del
97
Estado de la cuestión de esta placa, estimada de crono- Islam, op. cit., pp. 267, 268, fig. 259.
102
logía postvisigoda: García de Castro, C., «Escultura arquitec- Martínez Núñez, M.A., «Epígrafes a nombre de Al-
tónica en el área central de Asturias», Escultura decorativa Hakam en Madinat al-Zahra», Cuadernos de Madinat al-Za-
tardorromana y altomedieval, op. cit, p. 119, nota 59. Ver hra, 4, 1999, p. 40.
103
también: Cruz Villalón, M., «El taller de escultura de Mérida. Cruz Villalón, M., «Contradicciones de la escultura vi-
Contradicciones de la escultura visigoda», en Visigodos y sigoda de Mérida...Visigodos y Omeyas....y «El paso de la an-
Omeyas, op. cit, p. 278. tigüedad a la Edad Media..., op. cit., figs. 78-80.
162 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

del grifo de San Miguel de Lillo nos conduce igual- de motivos.110 En San Miguel de Lillo, se puede de-
mente a las expresiones de al-Andalus. El esque- cir así que su punto de referencia se encuentra igual-
ma con el que se ha tratado en este caso el concepto mente en la arquitectura islámica.
del árbol, emparenta con la abstracción que recoge Paralelamente a la creación asturiana, este tipo de
una plaquita de metal que procede de Madinat al composición se registra en los frisos de la fachada de
Zahra.104 la mezquita de las Tres Puertas de Kairuán (866),111
Esta última presenta además un tipo de hoja para y los discos con simples motivos centralizados, pro-
la cual ha sido señalado su antecedente sasánida, y liferan en el espacio ante el mihrab de la Gran Mez-
resulta comparable con la que se dispuso en un so- quita de la misma ciudad, bajo la cúpula,112 o se dis-
porte de cancel también de San Miguel de Lillo que ponen en la fachada de la mezquita de Sidi Ali
se expone en el Museo Arqueológico de Oviedo.105 al-Ammar de Susa (s. X), también en Túnez.113 Esta
Otro elemento a analizar dentro de San Miguel de misma tradición se extendió en este tiempo por el
Lillo es el de los discos que se disponen entre los ámbito luso y galaico, como testimonian, aparte del
arcos ya comentados de la tribuna. Su ornamentación, disco de Sabante, que hemos conectado con los me-
con una composición radial que aparece más desma- dallones del Naranco, los más reducidos de Ferme-
ñada también en algún capitel de la iglesia, ha sido do y de San Pedro de Balsemão,114 cuyo exacto pa-
ya objeto de comparaciones con algunas piezas del ralelo en el repertorio oriental puede ser un testimonio
sur peninsular.106 Este tipo de composiciones radia- claro de la procedencia de estos elementos decora-
les que reúnen motivos ajenos a la tradición clásica tivos.115 También se registran en la arquitectura mo-
y cuyas raíces se pueden rastrear entre el repertorio zárabe, como se ve en la iglesia de San Cebrián Ma-
tardoantiguo, particularmente en Siria,107 y en la tra- zote, donde se ejecutaron en estuco.116 A este mismo
dición sasánida y paleoislámica,108 desde luego supo- género pertenecen las rosetas de gallones labradas en
ne una conexión con el repertorio oriental. Lo que no piezas circulares de Toledo, en principio considera-
queda resuelto de manera cierta es el momento en el das visigodas, y que relacionaremos con las formas
que deban encuadrarse, pues inicialmente, en las de los ventanales asturianos más adelante.
tradicionales clasificaciones de la escultura hispáni- La tradición de estos elementos debió extender-
ca, quedaron establecidas en la más tardía crea- se aún más, particularmente en la península itálica.
ción visigoda, con posibilidad de que fueran poste- Se recogen en la iglesia de Santa Práxedes en
riores.109 Ya hemos comparado en este trabajo, por sus Roma,117 realizados también en estuco, lo cual reve-
semejanzas en cuanto a técnica y detalles, los can- la efectivamente una concordancia de creaciones afi-
celes de Santianes de Pravia que hoy están en el Pito nes en cuanto a técnicas y resultados, cuyo origen
de Cudillero con una pieza emeritense que se rela- común cabría considerar. También hacia el Adriáti-
ciona con la serie de ornamentos que tratamos. Tam- co Norte, se identifican estas formas en Rávena, en
bién en la escultura de Santa Lucía de Alcuéscar, el Museo Arqueológico, y en la torre de la Abadía de
considerada mozárabe, se encuentra este mismo tipo Pomposa (1074).118 El románico italiano tuvo una
difusión importante de este elemento de los discos
104
Vid. nota 43. Cruz Villalón, M., «El paso de la antigüe- en fachadas,119 siendo las iglesias siculonormandas las
dad, op. cit , figs. 81-82. No dejamos de señalar a relación
que M.L. Real estableció entre esta forma arbórea y la deco- que muestran una profusión más llamativa. Pero, al
ración que llena los capiteles de Cedofeita y otros del grupo
110
portucalense, entre los ss. IX y X. Estos insólitos capiteles, Caballero, L.; Sáez Lara, F., La iglesia mozárabe de
que destacan de todo el conjunto por su concepción y refina- Santa Lucía del Trampal, op. cit., p. 173, figs. 66, 34.
111
miento, guardan una analogía de forma y decoración con Pavón Maldonado, B., España y Túnez, op. cit., pp. 90-
capiteles de la citada abadía itálica de Farfa, que fueron situa- 92.
112
dos en los siglos VIII y IX: Real, M.L., «A escultura decorati- Marçais, G., Coupoles et plafonds de la grande mos-
va em Portugal..., op. cit., pp. 152-153, y Betti, F., «Sculture quée de Kairouan, París, 1925, lám. VI.
113
altomedievali..., op. cit. figs. 11,29, 42, 37. Pavón Maldonado, op. cit., p. 257.
105 114
Hoppe, J.M., «Le corpus de la sculpture wisigothique..., Real, M.L., «A escultura decorativa em Portugal... op.
op. cit., pp. 312-313. cit., figs. 28, 31y 78. Kröger, J., Sasanidischer Stuckdekor,
106
Arbeiter, A.; Noack, S., op. cit., pp. 147-148. Mainz, 1982, p. 231, fig. 136 a.
107 115
Butler, H.C., Early Churches in Syria. Fourth to Seven- Kröger, J., op. cit., p. 231, fig. 136,a.
116
th Centuries, Princeton, 1929, pp. 230-235. Gómez-Moreno, M., «Arte mozárabe», Ars Hispaniae,
108
Hamilton, op. cit., fig 126. III, Madrid, 1951, fig. 141.
109 117
Enmarcaríamos en este conjunto toda una serie de pie- Krautheimer, R. y otros, (1967 y 1970) , Corpus Basili-
zas que para la colección de Mérida fueron agrupadas como carum Christianarum Romae, III, Ciudad del Vaticano,1967,
«grupo B»: Cruz Villalón, M., Mérida visigoda, op. cit., para figs. 221ª a, 221b.
118
las que incluso establecimos paralelos más avanzados en el Salmi, M., L’Abazia di Pomposa, Roma, 1936, p. 52 y
tiempo que el siglo VII, incluyendo relieves mozárabes o crea- 60, figs. 86, 97 y 98.
119
ciones islámicas de la península. Franz, G., «Das Medaillon..., op. cit.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 163

Figs. 16 y 17. Friso de San Pedro de la Nave, Zamora. Santa Cristina de Lena, Asturias.

igual que los grandes medallones adornados, con los el tiempo del reino asturiano oscila entre los distin-
que emparentan, estos discos menores se encuentran tos autores, sin una razón de peso. La inscripción que
también en Armenia, algunos de ellos convertidos en contiene en la parte superior o el desencaje que
ventanas con un pequeño óculo, cuya solidez recuerda muestra la pieza en la estructura original del edifi-
a la ventana asturiana que tal vez perteneciera a San cio, son motivos que se esgrimen para considerarla
Miguel de Lillo.120 anterior a la fecha de la iglesia.121
Todos estos ejemplos son expresiones distintas En el cancel de Lena, la sucesión de cruces y ro-
sobre un mismo concepto en momentos y lugares setas de pétalos agudos en dos de sus compartimen-
diferentes, pero la afinidad que los discos hispánicos tos, se corresponde efectivamente con parte de los fri-
tienen con los de Túnez, hacen pensar en su proce- sos de carácter geométrico de la iglesia de San Pedro
dencia islámica. de la Nave, como han advertido otros investigadores
Dentro del conjunto de piezas que aparecen en el ya (Fig. 16). Pero nada asegura que estos últimos
contexto de las iglesias de Ramiro I, se encuentra fueran un antecedente. En todo caso, podría ser una
también el controvertido cancel de Santa Cristina de prueba para avanzar la fecha de San Pedro de la Nave,
Lena (Fig. 17). Su indefinición entre lo visigodo o puesta en duda igualmente desde las primeras inves-
tigaciones que hiciera Gómez-Moreno sobre la mis-
120
Escortell Ponsoda, M., Catálogo de las salas del arte ma. Sus planteamientos parecen corresponderse con
prerrománico del Museo Arqueológico de Oviedo, Oviedo, ejemplares más tardíos que los de la etapa visigoda,
1978, p. 28, lám. XCVIII. Cuneo, P., L’Architettura armena, lo que nos lleva a decantarnos por esta posición.122
op. cit, T. II, pp. 794-795. Solo alguno de estos discos perte-
necen a los siglos IX y X. La mayoría son mucho más tardíos,
121
pero dentro de esta tradición. Para la ventana asturiana, tam- García de Castro Valdés, C., Arqueología cristiana...,
bién hay antecedentes en la arquitectura tardoantigua de Si- op. cit., p. 223, Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., Christliche
ria: De Vogüé, M., Syrie Centrale Architetture civile et reli- Denkmäler..., op. cit., pp. 170-171, lám. 44 a.
122
gieuse, du I au VII siècle, París, 1865-1877, p. 55, lám. 14, y Cruz Villalón, M., «El paso de la Antigüedad a la Edad
Creswell, K.A.C., Early Muslim Archtecture, Oxford, 1969, Media, op. cit., pp. 17 ss., y «En torno a las iglesias cruci-
p. 115 fig. 55. formes de época visigoda», op. cit.
164 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Una primera apreciación estética sobre las placas sidera del momento de la fundación de la iglesia en
de Lena dirige nuestra percepción hacia una sensi- el siglo IX, y el de San Francisco de Avilés, por re-
bilidad diferente a la del gusto clásico que, aún de- lación con la placa de Lena y su inscripción, del si-
generado, siguió teniendo vigencia hasta el final de glo VII.128 Pero la decoración vegetal que lleva en el
la antigüedad, donde se pueden introducir las crea- reverso el fragmento de Bendones, concuerda en sus
ciones de la etapa visigoda. Si el motivo de los ro- detalles con San Miguel de Lillo, aunque también
leos con racimos proliferó en toda la creación clási- guarda relación con algunos diseños de la abadía de
ca, que identificamos aún en piezas de la etapa Farfa de mediados o segunda mitad del s. VIII.129
visigoda, la interpretación de la naturaleza que trans- Sobre los capiteles del tiempo de Ramiro I, ha
miten las placas de Lena dista mucho de la tradición habido estudios diversos.130 Entre ellos, nos interesan
mediterránea. La naturaleza se interpreta aquí con una particularmente los que adquieren una configuración
óptica de ampliación, lo que unido a una perfecta y geométrica, lejos de la herencia del orden corintio al
marcada delineación que reduce las diferencias de lo que pertenecen otros. Los capiteles de aproximación
natural y repite de manera casi exacta cada elemen- troncopiramidal de San Miguel de Lillo han sido
to, nos introduce dentro de una visión casi oníri- comparados desde los trabajos de Schlunk, tanto con
ca. Esta tendencia expresiva es perceptible también la creación paleobizantina como la del bizantino
dentro de algunas creaciones del repertorio sasáni- medio,131 donde se puede encontrar una relación más
da,123 e igualmente se halla presente en determina- cercana. Pero la reducción del volumen a facetas
das manifestaciones de la escultura mozárabe.124 La triangulares como se presenta en los capiteles de
desnaturalización de las hojas de Lena, casi en for- Santa María del Naranco (Fig. 18) o Santa Cristina de
ma de cepillo, solo encuentra una posible compara- Lena resulta diferente. Tal segmentación se identifi-
ción en un relieve oriental, procedente de Arabia, que ca con algún capitel norteafricano de Monastir (Fig.
se expone en el Museo Arqueológico de Estambul, 19),132 de nuevo en el ámbito tunecino, y una concep-
sin cronología concreta.125 La apretada composición ción semejante sólo la hemos encontrado de nuevo en
que estas formas adquieren dentro de tallos de cerra- el suelo itálico, con resultado extraordinariamente
das y alargadas sinuosidades en un friso de San Fran- rudo, en la cripta de San Eusebio de Pavía.133 En la
cisco de Avilés, o en un fragmento de Santa María península ibérica, sólo existe una posible comparación
de Bendones, de nuevo encontrarían una correspon- de estas formas con las basas del cuadrado central de
dencia, aunque en este caso lejana, en el repertorio San Pedro de la Nave (Fig. 20), lo que de nuevo da
sasánida.126 Y esta misma ascendencia puede atribuir- motivo para considerar que aquella iglesia excede el
se a las formas acorazonadas del soporte central de tiempo visigodo.
cancel que quedan entre las cruces dispuestas en dia- En cuanto al cordón que tan característicamente
gonal. va enmarcando los capiteles asturianos del Naranco
El efecto de los roleos de Lena, en lo que se re- o de Lena, podría encontrar una referencia en el ca-
fiere al modo en el que están concebidos los moti- pitel de Salónica relacionado con los capiteles de
vos, es comparable en el sur con los que aparecen en Lillo por Schlunk. Pero la tosquedad con la que se
una pieza que se encuentra encastrada en una de las
torres de la alcazaba de Badajoz,127 previa al desa- 128
García de Castro, op. cit., pp. 222, 225, 329, figs. 121
rrollo del recinto almohade. y 124-26.
129
García de Castro Valdés, C., Arqueología cristiana...op.
Todo lo que hemos expuesto aparta al cancel de cit., figs. 125-126 y Betti, F., «Sculture altomedie-
Santa Cristina de Lena de la creación visigoda. Si fue vali dell’Abadia di Farfa», op. cit., figs, 24, 31, 48, 58 y 59.
trasladado a la iglesia, cabria la posibilidad también Estos capiteles comprenden diseños vegetales semejantes
o elementos florales comparables con los de las placas de
de que fuera realizado con anterioridad, pero en el Bendones.
tiempo asturiano. De las piezas que se relacionan con 130
García de Castro, C., Arqueología cristiana..., op. cit.,
él, el fragmento de Santa María de Bendones se con- pp. 278 ss., y «Escultura arquitectónica...», op. cit., pp. 85-
92.
131
Schlunk, H., «El arte asturiano en torno al 800», Actas
123
García de Castro Valdés, C., p. 222, figs. 121, 124, Krö- del simposio para el estudio de los códices..., op. cit., pp.
ger, op. cit., lám. 22, 1 y 2, lám. 64,1 y lám. 83,3. 157-158, figs. 48 y 49. García de Castro Valdés, C., «Escul-
124
En las mesas de altar de San Miguel de Escalada: Ar- tura arquitectónica..., pp. 89-90.
132
beiter, A.; Noack-Halley, S., op. cit., lám. 70, a, b, c. Marçais, G., Manuel d’art musulman, T. I, París, 1926,
125
Glück, H. y Díez, E., Arte del Islam, Barcelona, 1932, fig. 31. Ya señalado por Schlunk, H., «La decoración de los
fig. 157. monumentos ramirenses», Boletín del Instituto de Estudios
126
Kröger, op. cit., lám. 38, 1 y 2 . Asturianos, (Oviedo). Año 2, n. 5, 1948, pp. 83-84.
127 133
Palol, P., Arte hispánico de la época visigoda, Barcelo- En Arte del primo Milenio, Atti del II Convegno per lo
na, 1968, fig. 1. studio dell’Alto Medoioevo (1950), Turín, 1953, lám. XCIV.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 165

bases que estuvieron en su formación. Estudiadas ya


en diversas investigaciones, seleccionamos solamente
algunas de las formas que dan juego en nuestro aná-
lisis.
La celosía de la cabecera norte de San Julián de
los Prados,137 nos da la versión de las primeras ven-
tanas caladas de la creación asturiana. Schlunk la
relacionó con otras itálicas, griegas o de Jerusalén.138
Algunos de los modelos de las ventanas asturianas
se pueden identificar además con otros altomedievales
que se encuentran dispersos en las orillas mediterrá-
neas, tanto islámicas como cristianas. Varios estudios
lo han puesto de manifiesto ya.139
En concreto, la celosía que tratamos de San Julián
de los Prados presenta un diseño simple, una cruz de
brazos ensanchados entre los que se ha calado la placa
produciendo cuatro huecos de aproximación cordifor-
me, además de llevar caladas también cada una de las
extremidades cóncavas de la cruz. La referencia más
inmediata a esta formación puede localizarse en To-
ledo, en una placa que se ha clasificado junto con
Figs. 18, 19, 20 y 21. Santa María del Naranco, Oviedo.
Monastir. San Pedro de la Nave. Sedrata (Argelia). todos los restos escultóricos de la ciudad dentro del
común concepto de «arte visigodo»,140 pero donde hay
diferencias evidentes que aconsejan matizar este blo-
concibió este diseño en el arte asturiano puede iden- que único. Esta última presenta, sin embargo, más
tificarse en alguna creación islamica, como podría afinidades con una de las celosías del iconostasis de
testimoniar la cajita relicario esférico de la Seo de Santa Cristina de Lena.141 Y este tema de la cruz ins-
Urgell, de procedencia andalusí (hacia el s. X),134 y crita se repite de nuevo en otras ventanas asturianas
encuentra alguna relación con un burdo capitel itá- en combinación con otras composiciones.
lico de la región de Arezzo, situado entre el siglo VIII El material en el que se realizó la ventana de San
y IX, sometido igualmente en su volumen a una con- Julián fue el estuco, que también se utilizó en otras
cepción geométrica.135 ventanas europeas, señalando Schlunk que el domi-
Por otra parte, el achaflanamiento de las aristas nio que manifestaba la técnica del vaciado en San Ju-
del capitel cubriéndose con hojas como se muestra lián de los Prados debió provenir de fuera. Pero más
en los capiteles de San Salvador de Valdediós, par- que pensar en Italia o Grecia hacia donde le dirigían
ticularmente en los capiteles menores de las venta- sus aproximaciones, se podría pensar que esta técnica,
nas, remite de nuevo al norte de África, a la villa de ampliamente utilizada en la creación islámica, se
Sedrata, en Argelia (s. IX)136 (Fig. 21). encontraba extendida por las tierras de al-Andalus.
En la creación andalusí y para el tiempo en que
nos movemos, las conocidas celosías que cierran las
CELOSÍAS DE VENTANAS ventanas de la puerta de San Esteban en la mezqui-
ta de Córdoba, nos llevan en sus diseños a modelos
Las celosías de ventanas son otro capítulo de gran
interés en el estudio de la plástica asturiana, dada su 137
García de Castro, Arqueología cristiana, op. cit., fig.
diversidad tipológica y ornamental, y las posibilidades 207. Restaurada. Dibujada en estado original por Gómez
Moreno en 1918: Schlunk, H., «Arte asturiano en torno al
de relación que nos ofrecen a la hora de definir las 800», op. cit., fig. 31.
138
Schlunk, H., op. cit., pp. 150-151.
139
Cfr. Franz, H.G., «Transennae als Fensterverschluss.
134
VV.AA., Cataluña y el Islam, Barcelona, 1998. Ihre Entwiclung von der frühcrhristlichen bis zur islamischen
135
Fatucci, A., Corpus della scultura altomedivale, IX, La Zeit», Istanbuler Mitteilungen, 8, 1958, pp. 72-73. García de
Diocesi di Arezzo, Spoleto, 1977, N.os 162-163, láms. CVIII- Castro Valdés, Arqueología..., op. cit., pp. 260 ss.
140
CXII. Barroso Cabrera, R.; Morín de Pablos, J., Regia Sedes,
136
Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., Hispania Antiqua, op. op. cit., n.º 435.
141
cit., fig. 58 b. Coma y Marçais, G., Manuel d’art musulman, García de Castro Valdés, C., Arqueología cristiana...,
op. cit., p. 85, fig. 47. op. cit., p. 261, fig. 192.
166 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Figs. 22, 23 y 24. San Miguel de Lillo, Oviedo. Córdoba, mezquita. Jirbat al-Mafyar.

de derivación tardoantigua, y constituyen práctica- to de alguno de los medallones en forma de roseta


mente los únicos ejemplos de este género conocidos. de Jirbat al Mafyar143 (Fig. 23), donde de manera in-
En este contexto, nos interesa considerar una sin- cipiente vemos el establecimiento de un perfil lobu-
gular pieza, que ha sido tratada como visigoda, pero lado que no está en consonancia con el conjunto de
que no encuentra un referente claro para situarla de la escultura peninsular del bloque visigodo, del que
manera concreta en un momento o en otro, y que de igualmente parece despegarse la pieza de Córdoba por
manera lejana puede remitir a alguna definición de su refinada ejecución. Podría compararse el soguea-
las ventanas asturianas. Se trata del considerado can- do del círculo derecho con el de las placas de El Pito
cel visigodo calado y reaprovechado para ventana que de Cudillero y el friso de Mérida que hemos relacio-
se recoge en la mezquita de Córdoba142 (Fig. 23). El nado con él (Figs. 2 y 3). Las trifolias sin tallo que
hecho de que exista otra pieza pareja, que se exhibe cubren los ángulos externos a los círculos, por otra
igualmente en el interior de la mezquita, elaborada parte, pertenecen al mismo género que las que se
desde el principio para encajar, hace sospechar que utilizaron en el dintel reformado de la puerta de San
la primera fuese reaprovechada efectivamente en el Esteban en la misma mezquita de Córdoba, de me-
tiempo islámico, lo que parece deducirse además del diados del siglo IX, que ya han sido relacionadas con
análisis de sus motivos. El centro de la mitad izquier- alguna de las decoraciones de San Miguel de Lillo.
da lo ocupa un círculo sogueado del que parten los Y los estrechos huecos que se abrieron en el eje de
radios de un rosetón lobulado. Cuatro de los radios, la placa, se aproximan a los de algunas ventanas con
al estar más marcados, forman una cruz. En la mi- arquitos de escasísima luz de la producción asturia-
tad derecha, otro círculo comprende otra roseta de na,144 aunque éstas parecen posteriores a la labra de
segmentos cordiformes, cuyos radios parecen formar la pieza al recortar sus motivos. Todo, en conjunto,
un crismón lineal de extremos curvos. El concepto nos induce a pensar que esta placa cordobesa está,
de estos diseños es comparable con el planteamien-
143
Hamilton, R.W., Khirbat al Mafjar, op. cit. p.135,
142
Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulmán..., op. cit., fig. 86.
144
fig. 215. García de Castro, Arqueología cristiana op. cit., fig. 186.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 167

efectivamente, dentro de otro contexto que el visigo- que podría justificar, después del recorrido que he-
do, y que su concepto, aun de manera lejana, puede mos hecho, la adscripción islámica de este tipo de
estar en consonancia con lo que de modo simplifi- ventana. Por otra parte, la ruda concepción de las
cado se planteó en la celosía de San Julián de los celosías de Lillo, con sus sogueados, tampoco está
Prados y posteriormente en las celosías circulares de tan lejos de los círculos avenerados que se recogen
San Miguel de Lillo. en algunos relieves de la ciudad de Toledo,152 desde
Otra celosía que cabe reseñar en el territorio an- donde tal vez se transmitió esta forma hasta las tie-
dalusí es la que apareció en la ciudad de Mérida, que rras del norte. Situados estos últimos en la etapa vi-
también desdice de las más conocidas formas de sigoda, por las relaciones que establecemos a conti-
herencia clásica de la plástica visigoda.145 De nuevo nuación, pudieron ser posteriores.
el repertorio de Jirbat al Mafyar podría dar una Estos círculos avenerados parecen ser una simpli-
aproximación a este diseño singular, siendo comunes ficación de formas de medallones más complejos como
en ambos casos la delineación concéntrica de líneas se pueden ver en Jirbat al-Mafyar (Fig. 24), pero, por
onduladas, así como los pequeños ojos circulares.146 su reducida dimensión y amplia difusión por la arqui-
El nivel emiral de Mérida cuenta actualmente con re- tectura, están más relacionados con los pequeños dis-
ferencias a importantes construcciones a las que ya cos con diversos ornamentos que ya hemos tratado. Los
hemos hecho mención y aunque, en realidad, ningún de forma gallonada que recogemos aquí, se vuelven a
resto escultórico apareció junto a ellas, cabe pensar encontrar en la Gran Mezquita de Kairuán, en la pro-
que, al menos, elementos funcionales como las ce- fusa decoración del espacio cupulado ente el mihrab,153
losías de ventanas, pudieran haberse integrado en las en el patio de la mezquita de Ibn Tulún (876-879) o en
mismas. la mezquita de al-Azhar (972), ambas en el Cairo. Más
Las ventanas de perfiles lobulados definidas cla- tarde, la reiteración de este elemento igualmente en las
ramente, se instalan ya en San Miguel de Lillo (Fig. arquería y el mihrab de la Aljafería de Zaragoza, y, pa-
22). Antecedentes de estas formas existieron en la ralelamente, la presencia del mismo en Córdoba como
Antigüedad Tardía, como muestra un rosetón africano manifiesta la pieza de cerámica vidriada que de allí
de Djémila.147 Pero la creación tunecina dio muestras procede y se guarda en el Museo de la Cerámica de
de la implantación de la forma lobulada en el reino Barcelona, del s. XI o comienzos del s. XII,154 atestiguan
aglabí, en óculos como el de la Gran Mezquita de la pervivencia de este elemento en la arquitectura del
Kairuán, bajo la cúpula del mihrab, cuya celosía es período de las taifas.
igualmente lobulada, aunque con decoración vege- De nuevo en San Miguel de Lillo, el diseño de otra
tal.148 El diseño de círculos lobulados debió estar ex- de sus celosías, a base de círculos entrelazados de
tendido en el norte de África en el siglo IX, pues se distinto tamaño,155 tiene sus antecedentes en uno de
observa también entre los motivos de las yeserías del los paneles de las pinturas de San Julián de los Pra-
palacio de Sedrata (Argelia),149 y probablemente en dos, que, como veremos, tiene correspondencia en el
el arte andalusí, como podrían atestiguar las placas arte omeya oriental.
caladas de Córdoba que acabamos de tratar. La pos-
terior derivación que esta forma tomó en una celo-
sía de la Aljafería de Zaragoza,150 antes de que se EL TIEMPO DE ALFONSO III Y EL FINAL
instalara en las construcciones del románico,151 creo DEL ARTE ASTURIANO

145
Cruz Villalón, M., Mérida visigoda..., op. cit., n.º 423. En este momento final siempre fue identificada la
146
Hamilton, op. cit., p. 141, fig. 92. introducción de principios andalusíes en la plástica
147
Noack-Halley, S., «Tradición e innovación en la decora-
ción plástica de los edificios asturianos», Actas del III asturiana, a partir de Gómez-Moreno que, en su obra
CAME, Oviedo, 1992, p. 177, fig. 2c. sobre el arte mozárabe, incluyó determinadas mani-
148
Pavón Maldonado, B., op. cit., p. 131, y Marçais, G.,
Manuel d’art musulman, op. cit., p. 73, fig 37.
149
Torres Balbás, L., «Precedentes de la decoración mural za con las celosías de Lillo: Decker, El arte románico en Ita-
hispanomusulmana», Al -Andalus, XX, 2, 1955, fig. 8. lia, Barcelona, 1964, figs. 92, 94 y 99.
150 152
Gómez Moreno, M., «Arte árabe español...», op. cit., Barroso Cabrera, R.; Morín de Pablos, J., Regia Sedes
fig. 298. Toletana, op. cit.,nºs 218 y 219. Otros discos más distantes
151
El rosetón de Santo Domingo de Soria cuyos radios son en forma, n.os 13 y 14.
153
columnitas, prefiguradas ya en los rosetones de Jirbat al-Ma- Marçais, G., Coupoles et plafonds..., op. cit., op. cit.,
fyar, es ejemplo significativo. Y los de algunas iglesias itáli- lám. IV.
154
cas, como los de San Felice in Narco, Castel San Felice y VV.AA., Las Andalucías de Damasco a Córdoba, (catá-
otros como la de las iglesias de Lugnano in Teverina (Terni), logo de exposición), 2001, n.º 159, p. 147.
155
o la del duomo de San Rufino, manifiestan una gran semejan- Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., op. cit., pp. 149-151.
168 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

festaciones asturianas dentro de esta categoría, jus- en ocho, se aprecia ya evolucionada en una de las
tificando este impacto en relación a la expansión dovelas de la capilla de Villaviciosa de Mezquita de
hacia el sur del reino asturiano y al movimiento hu- Córdoba,161 o anteriormente, en una ménsula de la
mano que conllevaría el proceso de la repoblación. gran mezquita de Kairuán.162 Y en última instancia,
La población andalusí, venida al norte, actuaría como el origen de este motivo, sobre bases clásicas, remite
agente de transmisión, en hipótesis del historiador al repertorio de Jirbat al Mafyar.163 En cuanto a téc-
granadino.156 Efectivamente, en este momento se en- nica de ejecución, la turgencia de los tallos de San
cuentran formas y representaciones cuya ascenden- Martín de Salas, que difiere de las más simplifica-
cia islámica es más fácilmente reconocible. Pero tam- das tallas de la escultura altomedieval en general, así
poco se ha aludido a sus modelos de manera muy como la formalidad de las palmetas, aproximan este
directa. Tratamos así de aproximarnos a los mismos. relieve a alguna de las placas labradas del mihrab de
En San Salvador de Valdediós (893), aparte de las la gran mezquita de Kairuán, atribuido a Ibrahim I
pinturas de este momento que incluimos en el siguien- (856-863).
te apartado, la celosía que tiene motivos florales parte Otro de los alfices de San Martín de Salas vuel-
de composiciones vegetales en simetría que estuvie- ve a la composición en zigzag que inscribe en sus
ron ya presentes en el arte paleoislámico, anuncian- espacios trifolias del tipo analizado en San Miguel
do Gómez-Moreno su origen en el repertorio anda- de Lillo, para la que hemos señalado anteriormente
lusí, interpretado aquí de modo simplificado.157 también su carácter islamizante. Y finalmente, un
La más original composición de la celosía de la tercer alfiz recoge una composición de palmas arbo-
fachada principal de San Andrés de Bedriñana, igual- rescentes en sucesión, cuya versión se puede compa-
mente parece una reducción, casi a pura geometría, rar con otros relieves dispuestos en unas jambas de
de modelos más complejos, cuyo inicio se puede Madinat al-Zahra.164
intuir en obras refinadas de los talleres musulmanes. Con otra formalidad, las palmas arborescentes de
Varias tallas en madera de creación fatimí, que par- los capiteles del pórtico de San Salvador de Valde-
ten de la inspiración vegetal, esquematizada en finas diós, derivan de las formaciones que estuvieron pre-
y sinuosas líneas dispuestas en simetría, muestran un sentes en el arte cordobés desde sus inicios, en la
ritmo de composición comparable.158 puerta de San Esteban, comentadas ya en el campo
En cuanto a los alfices con orlas ornamentales de de relaciones establecidas a partir de las piezas de
las ventanas de San Martín de Salas (reconstruida en Santianes de Pravia, y pervivieron en el repertorio an-
951), la decoración de uno de ellos con palmetas dalusí transmitiéndose al arte cristiano, como pueden
envueltas en tallos de diseño cordiforme que adquie- indicar las que se repiten en la caja de las Ágatas
ren un esquema cerrado en ocho, es semejante al di- (donada en 910), repujadas en la chapa de oro que
seño de la placa que contiene una gran cruz, proce- envuelve a las piedras. Hay con todo en alguno de
dente de la misma iglesia. Una de las placas de los arbustos de Valdediós,165 que en general se carac-
Santianes de Pravia y otras de San Miguel de Esca- terizan por su flexible diseño, un punto de rígida
lada que referimos en su estudio, manifiestan un geometría en la base de los mismos que podría com-
esquema compositivo relacionable. Este tipo de pal- pararse con aquellos entrelazos de carácter nórdico
metas dentro de husos cordiformes se localiza igual- que convivieron o se fusionaron con las estilizacio-
mente en los capiteles del pórtico de San Salvador nes del repertorio oriental, como puede verse por
de Valdediós, o en el que se encuentra en Deva que ejemplo en las orlas o las letras capitales de los li-
emparenta con ellos,159 y se puede ver simultánea- bros miniados del momento. El Beato del Archivo
mente en las creaciones de las artes industriales is-
lámicas andalusíes,160 mientras que la composición Madrid (1949), 1991, pp. 129-132, fig. 171; o el brasero
hexagonal de azófar con profusa ornamentación que recoge el
156
Gómez-Moreno, M., Iglesias mozárabes..., op. cit., pp. Museo Arqueológico de Córdoba, de época califal: Torres
71-91. Balbás, L., «Arte hispanomusulmán...», op. cit., p. 761, fig.
157
García de Castro, Arqueología cristiana, op. cit., p. 26, 616.
161
fig. 213. Marçais, G., Manuel d’art musulman, op. cit., . 271, fig.
158
Ettinghausen, R.; Grabar, O., Arte y arquitectura del 151 E.
162
Islam, 650-1250, Madrid, 1996, fig. 171. Marçais, G., op. cit., p. 65, fig. 32.
159 163
García de Castro Valdés, C., Arqueología cristiana, op. Hamilton, op. cit., lám. XXVI, 1.
164
cit., fig. 249. Arbeiter, A.; Noack, S., op. cit., lám. 64a. Gómez-Mo-
160
Como, por ejemplo, en el pebetero con forma de ave reno, M., «Arte árabe español...», op. cit., fig. 204.
165
que se encuentra en la colección R.A. Hariri de El Cairo, de Noack-Halley, S., Mozarabischer Baudekor 1: Die Ka-
procedencia desconocida, factiblemente de los siglos IX y X, pitelle, en Madrider Beitrage, T. 19, Mainz, 1991, pp. 168-
reproducido en Pijoán, J., Arte islámico, Summa Artis, XII, 169, lám 45, f y 47 a.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 169

Histórico Nacional de Madrid, que fue completado clásica. Pero esta raíz se prolongó manteniendo su
en el año 970, presenta algún ejemplo significativo.166 vigencia hasta ejemplos tardíos como demuestran los
mosaicos de la basílica la Natividad de Belén (entre
680 y 787). Además esta tendencia estuvo presente
LA PINTURA no solo en el ámbito cristiano, pues sus principios
icónicos y simbólicos pasaron también a la esfera
En cuanto a la pintura, los edificios asturianos islámica, donde los mosaicos del patio de la mezquita
constituyen un excepcional documento del arte alto- de Damasco atestiguan la adopción de los mismos.
medieval de occidente, para el que ya, desde los es- En este sentido, Grabar consideró, incluso, que la
tudios que hiciera Schlunk,167 se señalaran programas representación de los concilios que aparecen en la
de raíz clásica y tardoantigua, además de advertirse basílica de Belén, reducida a esquemáticas arquitec-
algún motivo procedente del repertorio islámico. Los turas que acogen inscripciones relativas a contenidos
principios sobre los que cristalizaron estas pinturas, fundamentales de las diversas resoluciones concilia-
pues, están enunciados. Pero sobre ellos, se pueden res, en el más estricto aniconismo, estuvo condicio-
añadir algunas observaciones más que hacemos a nada también por la presencia islámica en aquel san-
continuación. tuario, que estuvo compartido por cristianos y
San Julián de los Prados, como conjunto pictóri- musulmanes.170 Y en esta misma línea, H. Stern, que
co que ha podido ser reconstruido en totalidad a partir estudió a fondo los mosaicos de Belén, observó la
de los restos que quedaban, constituye un tesoro tanto relación de determinados ornamentos del conjunto
para el estudio formal, a través de los numerosos con otros del arte omeya de oriente, en concreto con
motivos de su repertorio, como en el plano icónico, los mosaicos de la Cúpula de la Roca.171 Por lo tan-
por la vinculación regia que tiene esta iglesia, de gran to, la dimensión de la herencia clásica en los inicios
porte. Desde la investigación fundamental que hizo del medievo, nos abre un panorama amplio y com-
Schlunk ha quedado sentado que estas pinturas pro- plejo entre oriente y occidente, y entre el cristianis-
ceden de la antigüedad, enraizadas en la tradición mo y el islam, sobre el que incidiremos.
romana, y que pudieron responder a la renovación En San Julián de los Prados, ciertos ornamentos
propuesta en la ideología del reinado de Alfonso II. y esquemas decorativos que cubren otras superfi-
Esta vuelta a la antigüedad, en función del res- cies de la iglesia, se encuentran también en el re-
tablecimiento del Ordo Gotorum, reflejado en las pertorio romano. Tal es el caso de las composiciones
fuentes escritas del tiempo de Alfonso III, se ha de octógonos entrelazados y con cuadrados inter-
entendido como una vuelta al pasado visigodo, donde, medios, que se ven en las pilastras labradas de la
hipotéticamente, se han tratado de entroncar algunos cabecera central de San Julián o en las bóvedas de
principios de estas representaciones.168 Pero, igual- las cabeceras laterales, y que se repiten en otras igle-
mente, se ha estimado que este concepto, de carác- sias asturianas posteriores. Como se ha advertido ya,
ter ideológico, no tuvo necesariamente por qué tener esta composición se encuentra muy semejante entre
una correspondencia en la creación artística.169 las pinturas tardoantiguas de Santa Eulalia de Bóveda
En estas pinturas, el desarrollo del programa fun- (Lugo), o retrocediendo en el tiempo, se localiza
damental, expresado de modo abstracto, se resuelve igualmente en el repertorio previo de la pintura y de
a través de una sucesión de arquitecturas simbólicas, la musivaria romana.172 El diseño, efectivamente,
que, como se ha estudiado, proceden de la tradición existió en la etapa visigoda, como muestra un relie-
ve que procede de Segóbriga.173 Igualmente, se reco-
166
Guilmain, J., «Northern Influences in the Initials and ge, con alguna variación, en los estucos de la villa
Ornaments of the Beatus Manuscripts», Actas del Simposio
para el estudio de los códices del «Comentario del Apoca- de Villajoyosa (Alicante), cuya cronología se deba-
lipsis» de Beato de Liébana, T. I y II, Madrid, 1980, p. 69, te hoy entre la creación tardorromana o de influen-
fig. 3.
167
Schlunk, H., «Las pinturas de Santullano. Avance al es-
170
tudio de la pintura mural asturiana de los siglos IX y X», Ar- Grabar, A., La iconoclastia bizantina, Madrid, 1998,
chivo Español de Arqueología, XXV, 1952, y Schlunk, H., pp. 59-62.
171
Berenguer, M., op. cit.. Stern, H., «Les representations des conciles dans
168
Bango Torviso, I. G., «L’Ordo Gotorum et sa survivan- l’église de la Nativité à Bethléen», Byzantion, XI, 1936,
ce dans l’Espagne du Haut Moyen Age», Revue de l’Art, Pa- pp. 122 ss.
172
rís, 1985, pp. 20-90. Abad Casal, L., Pintura romana en España, Sevilla,
169
Nieto Alcaide, V., «La imagen de la arquitectura as- 1982, T. I., pp. 324 ss, T. II.
173
turuana de los siglos VIII y IX en las crónicas de Alfonso III», Svchlunk, H., Hispania Antiqua. Die Denkmäler
Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, t. 2, der frühchristlichen und westgotischen Zeit, Mainz, 1978,
1989, pp. 17-19. lám. 47.
170 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

cia paleoislámica en la península ibérica,174 e, incluso, su autoridad como cabeza del estado y de la iglesia.176
la representación de Toledo en los códices Albeldense El uso extensivo que se hizo de la cruz en el reino
y Emilianense, con este mismo diseño, se supone una asturiano, y la conocida inscripción que comporta la
traslación tardía de lo visigodo. En este caso, encon- cruz de los Ángeles, dedicada por Alfonso II, que se
tramos una composición que podría probar efectiva- convertiría en lema de los reyes asturianos,177 hacen
mente, una continuidad de lo antiguo hasta lo astu- ver igualmente la proyección cristiana del monarca
riano y posterior. frente al enemigo, se interpreta que en el orden es-
Pero, salvo esta común composición que pudo piritual.
tener un uso extensivo, la supuesta derivación de la En este contexto, hay que recordar también cómo
más compleja escenografía de San Julián de los Pra- en el reino de Alfonso II, el adopcionismo, que par-
dos de la pintura de los palacios de los reyes visigodos tió de la sede de Toledo, en aquel momento bajo el
no cuenta con ningún apoyo, pues nada conocemos dominio islámico, movió a la jerarquía astur a una
de ella. Igualmente, en el contexto carolingio, más lucha de carácter político y religioso en oposición a
próximo temporalmente, tampoco se ha advertido la sede mozárabe toledana, enfrentamiento que se
algún punto de conexión claro, salvo la alusión al- enmarca en el proyecto de consolidación de la mo-
guna representación arquitectónica individualizada, narquía asturiana y de su iglesia bajo el signo de la
lejana a la pintura asturiana, que recoge la ilustración ortodoxia cristiana. El conflicto, trascendió además
miniada y sirve como testimonio de la pervivencia de más allá de las fronteras hispanas, donde se exten-
este género hasta el momento. dió la herejía, implicándose en el mismo el Papado,
El tronco de este conjunto no ofrece dudas. La Carlomagno y la corte carolingia. En este amplio
cuestión está en saber, en el tiempo que media contexto, la condena de la herejía debió ser un he-
desde la antigüedad hasta la fecha del siglo IX, cómo cho de resonancia en la corte astur, para el que cabe
se transmitieron estos diseños y formas clásicas, pensar que fuera conmemorado a través de alguna
de dónde pudieron proceder y qué sentido pudieron imagen que expresara el triunfo, como se interpreta
tener. en la iglesia de Santa Sofía.
Dentro de las relaciones que se han argumentado En este sentido, recordamos que Schlunk propu-
para los distintos temas de las pinturas de Santullano, so un significado similar para los grandes crismones
es de interés la comparación que Schlunk estableció visigodos, que interpretó como posibles manifesta-
entre la cruz recogida en un edículo con cortinas, que ciones del triunfo católico frente al arrianismo.178
se encuentra en el interior de Santa Sofía de Constan- Desde este punto de vista, el concepto iconográfico
tinopla sobre la puerta de entrada al espacio basilical, de las cruces de San Julián de los Prados, recogidas
la puerta imperial, y las que aparecen en Santullano.175 en un edículo expresado como un arco, es concordan-
La iconografía de la cruz en edículo, que se repite por te con el de los crismones visigodos dentro de los
cuatro veces en el eje de la iglesia asturiana, prime- nichos avenerados, que a veces aparecen solo bajo
ro sobre la puerta de entrada, como en Santa Sofía, y arcos, de modo equivalente.179 Pero los crismones des-
después, sobre el arco de paso al crucero, concebido aparecieron en el repertorio asturiano, siendo la cruz
como arco triunfal, en sus dos frentes, y sobre el arco el signo único de alusión a Cristo. Estas cruces as-
de la cabecera central, debió tener un especial signi- turianas, frecuentemente acompañada de las letras
ficado en aquel ambiente. apocalípticas, alfa y omega, como vemos en San
De nuevo en Santa Sofía, se advierte que ésta no Julián de los Prados, debieron ser, igual que los cris-
fue la única cruz de la iglesia imperial, pues en el mones visigodos, expresión de la eternidad y divini-
nártex interno, en tiempos de Justiniano, los lunetos dad de Cristo.
bajo el arranque de la bóveda, acogieron también una Dentro del hipotético campo de significación que
serie de cruces gemadas. Además, otras cruces se planteamos, los pequeños edificios que acompañan
repetían en los relieves que recorren esta misma zona
alta del nártex. Esta llamativa reiteración de la cruz 176
Cimok, F, Saint Sophia, Estambul, 2005, pp. 61-62.
en Santa Sofía se interpreta en relación al esfuerzo 177
Schlunk, H., Las cruces de Oviedo. El culto de la Vera
que Justiniano mostró en la reconciliación de las Cruz en el reino asturiano, Oviedo, 1985, p. 36. Inscripción:
HOC SIGNO TUETUR PIUS. HOC SIGNO VINCITUR
iglesias monofisita y ortodoxa y el fortalecimiento de INIMICUS.
178
Schlunk, H.; Hauschild, Th., Hispania Antiqua, op. cit.,
174
Abad Casal, L., op. cit., pp. 33 y 34. Caballero Zoreda, pp. 68-69. Cruz Villalón, M., Mérida visigoda, op. cit., pp.
L., «La arquitectura denominada de época visigoda», op. cit., 292-293.
179
pp. 221-225, fig. 3. Cruz Villalón, op.cit., pp. 205 ss. Crismones bajo arcos:
175
Schlunk, A.; Berenguer, M., pp. 6467, fig. 66. n.º 406.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 171

a las cruces o se enmarcan bajo las escenografías a la crisis iconoclasta.183 No en vano, como hemos
arquitectónicas en Santullano, tal vez no fueran más señalado, la herejía implicó a los dominios de Car-
que la tópica representación de las iglesias o de ciu- lomagno. Son conocidas además las relaciones diplo-
dades, a través de edificios significativos, en las que máticas que Alfonso II mantuvo con el Imperio Ca-
se celebraran concilios históricos, en algunos de los rolingio. El tipo de cruz gemada que aparece en San
cuales se condenaron herejías, como interpretó ini- Julián de los Prados converge conceptualmente con
cialmente Schlunk.180 La herejía adopcionista fue la que se plasmó en la Natividad de Belén, pero su
condenada por la iglesia franca en varios sínodos, modelo se aproxima más a la que se conserva pinta-
entre ellos, Ratisbona (792), Frankfort (794) y Roma da en la Basílica de San Salvador de Spoleto, del s.
(799-800). VIII,184 si bien su principio estuvo en la Tarda Anti-
André Grabar al estudiar los mosaicos de la Na- güedad.185
tividad de Belén, indicó su proximidad a las pintu- Es en este campo de relaciones donde podría
ras de San Julián de los Prados, tanto en su icono- moverse la interpretación de las pinturas de San Ju-
grafía como en la disposición excepcional en el lián de los Prados, iglesia palacial, que pudo efecti-
paramento de las naves, y asimiló hipotéticamente el vamente exaltar en su programa la figura de la rea-
conjunto asturiano a la representación de los conci- leza asturiana, al modo de los emperadores bizantinos,
lios. La iconografía conciliar, con otros modos, an- en aquella profesión de fe, en la que, triunfalmente,
tes que en Belén, se conoce por alusiones literarias «se evocaba a los concilios como batallas victorio-
que refieren su inclusión tanto en el ámbito palacial sas contra las herejías», y donde el emperador asu-
como en el de la iglesia, partiendo del interés de los mía máximas atribuciones.186 El contexto de la mo-
emperadores de Constantinopla, del Papado y de narquía asturiana frente al dominio musulmán, y la
los obispos de distintas sedes.181 Pero en Belén y en necesidad de afirmar el reino y la iglesia dentro de
San Julián de los Prados, de manera convergente, la ortodoxia cristiana en tiempos de Alfonso II, pa-
toda la representación se reduce a la cruz, como rece el apropiado para integrar esta serie de arquitec-
único símbolo cristiano, acompañada de la consabida turas y cruces de San Julián de los Prados dentro de
serie de fórmulas arquitectónicas. Y, a su juicio, esta la iconografía de los concilios, con la que, concep-
reducción icónica, como hemos comentado, podría tualmente, tiene claras concordancias.
justificarse en Belén por la presencia musulmana, as- Algunas otras referencias de San Julián de los
pecto que relacionó con la iglesia de Asturias, en su Prados, nos llevan de nuevo a la capital de Bizancio.
proximidad con el islam.182 Por otra parte, el propó- Otra convergencia de interés son los discos que se
sito de las representaciones conciliares, en general, disponen en las arquerías de la nave central, de ma-
se orientaría a una profesión de la fe cristiana, cen- nera similar en las dos iglesias, ambos en entonación
trada fundamentalmente en los cánones que concer- roja, si bien en Santa Sofía se realizaron en piedra.
nían a la esencia de la segunda persona de la Trini- También hay cierta analogía en el esquema de la com-
dad y todos los problemas cristológicos, en lo que posición pictórica de la bóveda de la capilla central
Grabar denominó como una «iconografía de la orto- de San Julián de los Prados, luego imitada en Lillo,
doxia». Valdediós y Priesca, a base de cuadrados con semi-
Más adelante, Jerrilynn Dodds ha vuelto sobre el círculos, combinados con círculos con mosaicos que
tema, encauzando también la significación de las se ven en las bóvedas del vestíbulo que fue añadido
pinturas de Santullano hacia la expresión del triun- a la entrada sur de Santa Sofía en el siglo IX187 (Figs.
fo de la ortodoxia cristiana frente a la herejía del 25 y 26). Esta puerta tuvo su significación dentro de
adopcionismo. Pero el matiz que la autora da al ani-
conismo que domina en el conjunto, se orienta más 183
Dodds, J., «Las pinturas de San Julián de los Prados.
hacia la posición que la iglesia carolingia adoptó Arte, diplomacia y herejía», Goya, 191, 1986, pp. 260-262.
184
frente a la representación de las imágenes en relación Guardia, M., «Galicia y las artes pictóricas en el arte
astur-leonés del siglo X», Rudesindus. La cultura europea del
siglo X, Santiago de Compostela, 2007, p. 199.
180 185
Schlunk, H., «Las pinturas de Santullano...», op. cit, pp. Schlunk, H.; Berenguer, M., op. cit., p. 66.
186
30-31 y 36. Grabar, A., op. cit., p. 69.
181 187
Grabar, A., op cit., pp. 57 ss. Varias imágenes de los Probablemente durante el gobierno del emperador Teó-
concilios se dispusieron en el palacio y en el edificio del filo (829-842), aunque los mosaicos sean algo posteriores, de
Million en Constantinopla, en tiempo factiblemente de los tempos de León VI (899-912). También las formas que cu-
siglos VII y VIII y borradas después por la acción iconoclasta, bren los arcos de la bóveda del nártex de Santa Sofía, de
en el nártex de San Pedro, en Roma (712), y en San Pedro de tiempos de Justiniano, reunieron cuadrados en combinación
Nápoles (766-767). con círculos, en este caso gallonados, igual que en la pintura
182
Grabar, A., op. cit., p. 65. asturiana.
172 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

El conjunto de las referencias que hemos expuesto,


parece abundar en las relaciones ya establecidas por
otros autores con la tradición clásica y la bizantina,
tanto en tiempo tardoantiguo como altomedieval, sin
embargo, la pintura de San Julián de los Prados tam-
poco está exenta de conexiones con la creación is-
lámica.
El panel que se dispone a los pies de la iglesia
sobre la puerta de entrada, comprende una composi-
ción de círculos secantes que, con distintos diámetros,
forman una intrincada trama, más propia de las com-
plejas composiciones islámicas que del repertorio
clásico. Su diseño ha sido comparado con relieves
clasificados como visigodos de Cabeza del Griego,189
pero más exactamente se distingue entre las diversas
composiciones de lo mosaicos del palacio omeya de
Jirbat al-Mafyar190 (Figs. 27 28). Además, una celo-
sía de la mezquita de Damasco, con diseño de círcu-
los, aunque con igual tamaño, ofrece una gran proxi-
midad con las celosías asturianas.191 También en Jirbat
al Mafyar, aparece la composición de los octógonos
entrelazados de las bóvedas de las capillas laterales de
Santullano y de otras iglesias asturianas que ya hemos
tratado.192 Más tarde, y en tiempo aproximado a las
manifestaciones de San Julián de los Prados, la pla-
ca labrada de Adra (Almería), factiblemente del siglo
IX,193 indica que esta composición se encontraba tam-
bién en el territorio islámico de la península ibérica.
La propia creación andalusí, presente reiteradamen-
Fig. 25 y 26. San Julián de los Prados, Oviedo. te en el análisis que hemos hecho de la escultura, pre-
Santa Sofía de Constantinopla.
senta puntos de relación igualmente con la pintura
asturiana. Los capiteles representados pictóricamen-
te en pilastras o columnas de las cabeceras de Santu-
los pasos del complejo ritual bizantino, pues era el llano, ofrecen una versión semejante a otros capiteles
lugar en el que el emperador se despojaba de su co- procedentes de Málaga o de Córdoba, cuyas hojas o
rona antes de entrar en la iglesia.188 caulículos están igualmente surcadas por delineacio-
En el campo de relaciones que establecemos con nes paralelas y toman una incurvación similar.194
Constantinopla, cabe reseñar que la península ibéri- La técnica de las pinturas de San Julián de los
ca, a través de al-Andalus, no debía encontrarse en Prados ha sido analizada y su procedimiento está
aquel momento totalmente apartada de la esfera de descrito detalladamente.195 El dibujo de los motivos
Bizancio. El emperador Teófilo dirigió una embaja-
da a la corte omeya de Córdoba en el año 839, que 189
Schlunk, H.; Berenguer, M., op. cit., p. 40.
fue correspondida en el 840 por los enviados de Abd 190
Hamilton, R.W., op. cit., lám. LXXIX., 5.
al-Rahman II a Constantinopla. Aparte de los obje- 191
Cabañero Subiza, B., op. cit., pp. 182-183, figs 1 y 2.
192
tivos políticos que movían estas embajadas, las re- Hamilton, op. cit., lám. LXXX, 14.
193
Zozaya, J., «Los influjos visigodos en al-Andalus», II,
laciones diplomáticas irían acompañadas de la tradi- XXXIV Corso di Cultura sull’Arte Ravennate e Bizantina, Ra-
cional entrega de regalos y del intercambio cultural venna, 1987, pp. 410-411, lám. III, a.
194
que siempre implicaba este tipo de contactos, con el Schlunk, H.; Berenguer, M., op. cit., láms. 21, 3 y 24,1.
Comparar con Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulmán...».
consiguiente conocimiento y traslación de modelos en Historia de España, op. cit., fig. 507, y el de Córdoba,
artísticos entre distintos países. dado por visigodo en Camps Cazorla, E., El arte hispanovi-
sigodo, op. cit., fig. 233.
195
Schlunk, H.; Berenguer, M., La pintura mural.., op. cit.,
188
Cimok, F., op. cit., pp. 62, 65, 67 y 70-73. Schlunk, H.; pp. 168 ss. Arias Páramo, L., La pintura asturiana..., op. cit,
Berenguer, M., op. cit., as. 18,1, 19,2. p. 46 ss.
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 173

Figs. 27 y 28. San Julián de los Prados, Oviedo.


Jirbat al-Mafyar.

que se iban a representar o de las partes componen-


tes de los mismos para separar las masas de color, así
como la cuadrícula general en la que con exactitud se
encajaba la composición, se trazaban previamente
sobre la capa del enlucido mediante líneas incisas a
punta seca y utilizando la regla y el compás. En rea-
lidad, esta técnica se puede ver igualmente en algún Figs. 29 y 30. San Salvador de Priesca (Asturias).
fragmento de las pinturas de Madinat Ilbira que se Medina Elvira (Granada).
recoge en el Museo Arqueológico de Granada196 (Fig.
30). Su efecto es muy semejante al que, sobre expe-
riencias previas en la pintura asturiana, se ve en San En otros fragmentos de Madinat Ilbira (Fig. 32),
Salvador de Priesca (Fig. 29), aunque aquí las líneas se aprecia que el repertorio de sencillas formas
se trazaran a pincel. Las pinturas de la ciudad de Il- geométricas estuvo también presente en el arte cor-
bira, arruinada en el siglo XI, no están localizadas en dobés, con trazas combinadas de círculos y cuadra-
un momento concreto, pero no deja de ser de interés dos semejantes a los que se ven en San Salvador de
la coincidencia que anotamos con lo astur, si bien este Valdediós (Fig. 31). En concreto, los cuadrados co-
procedimiento no fue una innovación en el momen- inciden de nuevo con el arte asturiano al estar divi-
to, pues estuvo ya en práctica en la pintura romana. didos en cuatro triángulos (Fig. 35), dos de ellos
coloreados, creando el efecto de punta de diamante,
196
Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulman..., op. cit., base que se repite entre los motivos de San Julián de
pp.713-714, figs. 549 y 550. los Prados (Fig. 33), San Salvador de Valdediós o San
174 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Figs. 31 y 32. San Salvador de Valdediós, Asturias.


Madinat Ilbira (Granada).

Adriano del Tuñón.197 Este pequeño detalle formaba


parte también del repertorio ornamental de las pin-
turas del palacio omeya de Jirbat al-Mafyar198 (Fig.
34) o de Madinat Ilbira (Fig. 35). Tampoco están tan
distantes los esquemas de las fajas pintadas con rom-
bos o zig-zags que se han conservado en Madinat al-
Zahra y las que aparecen adornando algunos de los Figs. 33, 34 y 35. San Julián de los Prados, Oviedo.
arcos de San Salvador de Valdediós.199 Jirbat al-Mafyar. Madinat Ilbira (Granada).
Las pinturas andalusíes de de Madinat Ilbira se
sitúan sin certeza entre los siglos IX y X y las de
Madinat al-Zahra, en el siglo X, pero, por las relacio- También Jirbat al-Mafyar supone un punto a te-
nes que estamos estableciendo con las de la arqui- ner en cuenta a la hora de considerar la conexión de
tectura asturiana y las conexiones que la plástica pinturas tan tardías como las asturianas con las téc-
escultórica ha puesto de manifiesto en nuestro estu- nicas de representación de la pintura romana. Ya
dio, podría pensarse que esta misma tendencia de fueron relacionados en los estudios de Schlunk los
simples composiciones geométricas existiera en al- pasos sucesivos en la plasmación de arquitecturas ilu-
Andalus desde el siglo IX. Por otra parte, las pintu- sionistas hasta llegar al conjunto de San Julián de los
ras y el fragmento aludido de Jirbat al-Mafyar indi- Prados, desde sus formas originales, recogidas en las
can que el motivo de las puntas de diamante vendría pinturas pompeyanas, hasta las más estereotipadas y
de tiempo aún más lejano. lejanas de la realidad, propias de la representación
tardoantigua, en la que el arte bizantino cultivó esta
197
Arias Páramo, L., pp. 44-45, 153 y 175. tendencia, dejando su herencia en el arte omeya de
198
Hamilton, Khirbat al Mafjar..., op. cit., lám. LXXVI, oriente, en los aludidos mosaicos de la mezquita de
12.
199
Comparar: Arias Páramo, op. cit.., pp. 148 y 149, y To- Damasco o los de la Natividad de Belén. Pero en esta
rres Balbás, op. cit., figs. 546, 547 y 548. cadena, hay que hacer mención también a la pintura
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 175

arquitecturas de iglesias y ciudades representadas en


San Julián de los Prados, se han localizado en mo-
saicos de Palestina y de Jordania,202 aparte de las con-
sideraciones hechas por Grabar sobre los mosaicos
de Belén en relación con Oviedo que ya han queda-
do expuestas.
En San Miguel de Lillo, las representaciones
humanas dan muestra, a mediados del siglo IX, de la
tendencia figurativa del arte asturiano, que también
se extendió por la escultura del aula de Santa María
del Naranco. Pero tal vez, consecuencia de la esca-
sa presencia que tuvo esta expresión en las artes plás-
ticas del momento, fue la torpeza con la que se re-
solvieron estas insólitas imágenes. Por esta misma
Fig. 36. Jirbat al-Mafyar. razón, es probable que las pinturas figuradas de
Lillo partieran de modelos foráneos, cuyo rastro por
otra parte, no es fácil de seguir.
que adornó el palacio omeya de Jirbat al Mafyar, en El personaje entronizado que se sitúa en el muro
cuyos fragmentos se detecta que los recursos de la sur de la nave meridional de de Lillo (Fig. 37), así
representación espacial y del uso del color, de las como la figura que toca el laúd, constituyen repre-
sombras y de los matices que se utilizaron en la pin- sentaciones por identificar tanto iconográfica como
tura pompeyana, se seguían cultivando en el siglo VIII formalmente, aunque hayan sido comparadas ya con
con bastante proximidad (Fig. 36).200 una imagen grabada del siglo VII, o con alguna de las
Otro aspecto a considerar es el de la técnica al imágenes de la miniatura mozárabe.203 Desde luego,
fresco que reúnen las pinturas asturianas. Un artícu- nos hallamos ante una desmañada versión que pudo
lo reciente acerca de la pintura hispano-musulmana, tener efectivamente orígenes en las figuras de los
plantea que la tradición de la pintura al fresco no se manuscritos miniados, con resultados propios de un
perdió en la península ibérica después de la prácti- trabajo poco diestro en el arte de la representación
ca que los artistas romanos hicieron de ella. El esla- humana. Y de la misma manera, los elementos vege-
bón más antiguo en esta cadena, que continuó pos- tales que le acompañan, reducidos a esquema, resultan
teriormente a lo largo del medievo, se localiza en las difíciles de identificar. No obstante, en un plato
pinturas de Asturias y en las que acabamos de citar postsasánida, encontramos alguna referencia de in-
de al-Andalus, lo que hace suponer que no hubo una terés (Fig. 38). En él aparece un gobernante entro-
ruptura.201 Pero el vacío que media entre Roma y el nizado y acompañado de sirvientes y músicos, uno
arte asturiano en la península ibérica, plantea proble- de los cuales toca precisamente un laúd, y la estili-
mas que quedan por resolver a falta de documentos. zación arbórea que enmarca la escena como toda
En general, por lo que hemos visto desde el punto de referencia a la naturaleza, se define de manera similar
vista iconográfico, la existencia de la pintura mural a la reducida especie que se seleccionó en el muro
con patrones clásicos en el tiempo visigodo la des- de Lillo. Una concreción tan particular y compara-
conocemos y no se puede enjuiciar. Posteriormente, ble en ambos casos, podría darnos de nuevo otra
en el tiempo que nos ocupa, además de posibles re- conexión con modelos orientalizantes.
ferencias carolingias o bizantinas, su desarrollo pudo El rostro del laudista de Lillo, lo mismo que el
potenciarse con la presencia islámica en la penínsu- del personaje entronizado, se disponen frontalmen-
la a partir del siglo VIII, visto el cultivo que tuvo en te. Pero el trazo de sus rasgos, resueltos con una
el arte omeya oriental, que factiblemente introduje- delineación continua para la ceja derecha y la nariz,
ra sus propias aportaciones en Al-Andalus, y por ex- mientras que la ceja izquierda está independiente,
tensión pudo llegar como hemos visto en varias ma-
nifestaciones hasta el reino astur. Baste decir que la
202
mayoría de ejemplos relacionados con las pequeñas Schlunk, H.; Berenguer, M., op. cit., pp. 22 ss. y 84-94
. Una serie más amplia de representaciones en López Monte-
agudo, G., «Modelos clásicos para las pinturas de San Isido-
200
Hamilton, op.cit., pp. 306 ss. ro de León», La visión del arte clásico en el arte español,
201
Rallo Gruss, C., «La pintura mural hispano-musulmana Madrid, 1993, pp. 9, 23.
203
¿Tradición o innovación?», Al-Qantara, XXIV, 1, 2003, pp. Arbeiter, A.; Noack-Halley, S., Hispania Antiqua, op.
109 ss. Especialmente, 118 ss. cit, ,pp. 172-175.
176 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Figs. 37 y 38. San Miguel de Lillo, Oviedo. Figs. 39 y 40. San Salvador de Valdediós, Asturias.
Plato postsasánida. Fuente de Nishapur, Irán.

indica que la imagen deriva de una representación de Es posible que, de nuevo, por las relaciones que
tres cuartos, tal como vemos en un dibujo grabado hemos establecido, el modelo de estas figuras de Lillo
que ha quedado en Madinat al-Zahra, que es un tes- procediera de alguna ilustración andalusí, simplifi-
timonio excepcional de la representación humana en cada burdamente por parte de quien no dominase la
la pintura hispanomusulmana de la etapa que trata- técnica de la representación.
mos.204 Aunque esta es posterior a San Miguel de Si proseguimos con las pinturas de San Salva-
Lillo y tiene una expresión tan esquemática, puede dor de Valdediós, además de las relaciones que he-
dar referencia a un modo de representación humana mos establecido antes con la pintura andalusí,
en el ámbito andalusí que presenta coincidencias con es llamativa también la formación vegetal que
esta interesante muestra de la pintura asturiana. El ojo, cubre el abovedamiento de la antecámara sur de la
de forma redondeada y con el iris marcado o la re- tribuna (Fig. 40). Estos tallos de amplias sinuosi-
dondez del rostro, también resultan comparables en dades y de recorrido aparentemente libre, así como
ambos casos. la formalidad de sus palmetas, están en la esfera
de las creaciones ornamentales abasíes que en el
204
Torres Balbás, L., «Arte hispanomusulman...», op. cit, momento se estaban produciendo en territorio
fig. 567. oriental, como puede mostrar el ejemplo de una
Anejos de AEspA LXIII LA PLÁSTICA ASTURIANA Y SU RELACIÓN CON LA CREACIÓN VISIGODA... 177

fuente cerámica procedente de Nishapur (s. IX) (Fig. bargo, gran parte de los motivos analizados presen-
40).205 ta frecuentemente conexiones con la cultura de orien-
Por lo demás, algunas referencias en otras iglesias te. Esta constante relación nos lleva a considerar, que,
asturianas como las almenas escalonadas que más precisamente, la península ibérica fue el foco funda-
tardíamente aparecen en el fondo de la capilla mayor mental de recepción de las tendencias orientales en
de San Adriano del Tuñón (891), remiten de nuevo a occidente a partir de la invasión islámica. Pero el
la representación andalusí, como tantas veces se ha desconocimiento que tenemos del conjunto de las
indicado. Esta alineación de almenas reproduce una manifestaciones artísticas en al-Andalus en el período
crestería de carácter ornamental o simbólico, tal como crítico que tratamos, entre los siglos VIII y IX, ha di-
se ve en el brasero cordobés de azófar del Museo ficultado su rastreo. Sin embargo el análisis nos ha
Arqueológico de Córdoba,206 donde, igualmente, la llevado hasta la matriz del mismo: el arte paleoislá-
superficie de cada uno de los merlones se llena con mico con sus raíces bizantinas y en mayor grado
palmetas de diversa formación y el perfil de la almena sasánidas para el siglo VIII, y a otras manifestaciones
se resuelve con angulaciones picudas. Esta conven- que posteriormente tuvieron otras cortes musulma-
cional versión de la arquitectura real es posible con- nas desde Bagdad hasta el reino aglabí de Túnez.
templarla también en el arco islámico que cobija la El siglo VIII manifiesta una etapa de transición
escena de la Anunciación en una de las ilustraciones entre el final del reino visigodo, la irrupción de la
del Tratado de San Ildefonso sobre la virginidad de nueva aportación de la cultura del islam y el naci-
María, que fue escrito en Toledo en 1067, pero que miento del reino astur, en un momento confuso en el
da muestras de arraigo en tradiciones anteriores que que parece que hay una permanencia de formas, algo
se han puesto en conexión con la Biblia Hispalense,207 modificadas, y se advierte un cambio hacia tenden-
producida en Al-Andalus. En el Tratado de San Ilde- cias no clásicas, orientales, que pudieron introducirse
fonso, se registra además un detalle coincidente con ya en el momento final de la creación visigoda. Más
las almenas de las pinturas de San Adriano del Tuñón, justificada parece la idea de que esta introducción
como es la bola que se dispone sobre la cúspide de estuviera motivada por un impulso evidente como fue
los merlones, aunque la delineación de estos sea no- la entrada de la población oriental en la península
tablemente diferente. La forma exacta de las almenas ibérica a partir del año 711 y, más concretamente, la
de Tuñón, remite de nuevo a la creación sasánida.208 llegada de Abd al-Rahman I a mediados del siglo VIII,
Y en fin, las almenas escalonadas tomaron campo con gentes que ya habían vivido estas experiencias
repetidas veces en la iconografía arquitectónica cris- de manera directa en el otro extremo el Mediterrá-
tiana, cuando se trató de representar la ciudad y sus neo, como propuso Luis Caballero. La primera mez-
murallas, tal como se puede ver a través de la minia- quita de Córdoba, ejecutada bajo su gobierno, inno-
tura mozárabe en las imágenes de la Jerusalén Celeste vadora desde el punto de vista arquitectónico, no
o de la ciudad de Babilonia,209 que adoptaron igual- manifiesta grandes novedades plásticas, salvo en la
mente este elemento de la iconografía islámica. puerta de San Esteban que se desmarca ya claramente
de la tradición que en España se pudiera haber man-
tenido hasta la etapa visigoda. Pero mal podemos en-
CONCLUSIÓN juiciarla en su estado, y tampoco identificamos la
labor que en este momento se hiciera en relación con
El análisis que hemos realizado de las formas del otras construcciones del emir o de su esfera, que ne-
arte asturiano a través de la escultura y de la pintu- cesariamente tuvieron que existir y que aglutinarían
ra, nos ha llevado a considerar las raíces que en el la labor artística.
confluyen. Las referencias a la Antigüedad clásica y En la primera mitad del siglo IX, la cultura, bajo
a algunas de sus manifestaciones tardoantiguas, son Abd al-Rahman II (822-852), tuvo un impulso cono-
claras, particularmente en las pinturas de San Julián cido, que trajo consigo la venida de gentes del am-
de los Prados, del mismo modo que las jambas de plio territorio islámico hasta Bagdad, e introdujeron
entrada a la iglesia de San Miguel de Lillo. Sin em- modos de aquella procedencia. El arte de Alfonso II
205
(791-842), refleja ya algunas transmisiones, pero el
Papadopoulo, A., El Islam y el arte musulmán, Barcelo-
na, 1977, fig. 85. orientalismo de las arquitecturas y ornamentación de
206
Torres Balbás, «Arte hispanomusulmán...», op. cit., fig. Ramiro I (842-850), manifiesta importantes conver-
616. gencias con la creación islámica, que identificamos
207
Williams, J., op. cit., pp. 111 y 112.
208
Kröger, J., op. cit., p. 226, fig 135. fuera de la península ibérica, a falta de documentos
209
Williams, J., op. cit., figs. 20 y 33. hispánicos.
178 María Cruz Villalón Anejos de AEspA LXIII

Finalmente, en la fase última del arte asturiano, mente, los constructores de la alcazaba de Mérida
bajo Alfonso III (866-910), ha sido siempre recono- fueron igualmente gentes del islam, cuyos nombres
cida la introducción de formas procedentes de al- quedaron registrados en las inscripciones de la forta-
Andalus, justificada tradicionalmente por el movi- leza. Por otra parte, si Córdoba fue el núcleo capital,
miento humano generado por la repoblación del también habría que pensar en la actividad creadora de
territorio conquistado por la realeza asturiana y la in- otros focos urbanos de mayor o menor entidad, entre
troducción de mozárabes en el norte peninsular. Si este los que habría que destacar Toledo.
pudo ser el motivo de la transmisión de principios Además, estas ciudades regidas por una economía
artísticos, habría que cuestionarse cómo llegaron an- de comercio, movieron unas necesidades, aparte de
teriormente los referentes que hemos deducido que las propiamente constructivas, que llevarían a satis-
tienen esta procedencia igualmente en el reino astur. facer diversos gustos de su población, desde los más
El movimiento de gentes de al-Andalus hasta el refinados a los más populares en todo tipo de arte-
norte pudo producirse en cualquier momento y por sanías, entre ellas, los apreciados tejidos, algunas de
circunstancias muy diferentes, antes del tiempo de las cuales procederían también del comercio exterior.
Alfonso III. Pero creo que el fenómeno habría que Todo este sustrato, acogedor de productos y de for-
entenderlo en el sistema de patronazgo y producción mas orientalizantes, base de las propias creaciones de
en el que se movió Asturias. Este pequeño reino, de al-Andalus, debió ser un importante campo de desa-
escasa proyección externa y de pequeños núcleos, rrollo de técnicas, formas y motivos. Pero su ausen-
donde la construcción significativa dependía prácti- cia, en el gran desconocimiento que tenemos de toda
camente del patrocinio real, en encargos esporádicos, esta riqueza, dificulta igualmente la interpretación de
salvo lo que fuera el proceso constructivo más am- lo que vemos limitadamente reflejado en la plástica
plio de Alfonso II, es improbable que mantuviera cristiana.
talleres propios en lo que a las artes plásticas se re- En este contrastado ambiente, cabe pensar en la
fiere, y que crearan asimismo una tradición propia. intervención de manos andalusíes en la plástica as-
La legendaria versión recogida en la Crónica Silen- tur y en la transmisión de modelos y técnicas como
se sobre la cruz de los Ángeles como obra creada por parece deducirse del análisis que hemos realizado.
ángeles que en forma de peregrinos llegaron a la corte Este procedimiento, aceptado normalmente para la
y realizaron la cruz por encargo del monarca, tal vez etapa de Alfonso III, se pudo producir igualmente con
encierre la realidad de la asistencia de manos forá- anterioridad, fundamentado exclusivamente en el
neas especializadas que pudieran ejecutar el trabajo, contrato de artesanos especializados que supieran
como ha sido señalado para esta magnífica obra de realizar el trabajo, independientemente de su extrac-
orfebrería, lo cual, igualmente, cabría pensar para ción cultural o ideológica. El caso, aunque en tiem-
otros campos de la creación. po posterior, está atestiguado, de modo inverso, en
Paralelamente Córdoba, con un alto nivel urbano, la ampliación de la mezquita de Córdoba de al-Hakam
tendría un amplio desarrollo de la arquitectura, que II, donde se han recogido marcas de escultores islá-
de manera tan parcial y sesgada enjuiciamos a través micos y cristianos mozárabes que trabajaron allí
de la superestructura monumental religiosa y de la conjuntamente, además de los mosaístas venidos de
corte que nos llega. Allí se formarían trabajadores de Bizancio que embellecieron el área del mihrab.210
todas las ramas de la misma, desde los alarifes, has- Otro aspecto a considerar en este contexto, sería
ta los estucadores, pintores, escultores de relieves, igualmente el de la importación de piezas escultóri-
artesanos del metal y la madera...etc., que, en un tra- cas de otros talleres de la península, lo cual requeri-
bajo en continuidad, llegarían a crear talleres especia- ría de un análisis de materiales, particularmente, de
lizados. Sobre noticias de la construcción y su fun- las más refinadas piezas labradas en mármol.
cionamiento, podríamos aludir a la referencia que
tenemos ya a finales del siglo IX acerca de la funda- 210
Ocaña, M., «Arquitectos y mano de obra en la construc-
ción de la ciudad de Badajoz: el emir Muhamad, envió ción de la mezquita de Occidente», Cuadernos de la Alham-
a Ibn Marwan a constructores desde Córdoba que le bra, 22, 1986. Los vaciados hechos por Félix Hernández Gi-
ménez y Manuel Ocaña Jiménez se exponen en el interior de
permitiesen erigir las primeras trazas urbanas y edi- la mezquita. Pertenecen a columnas y capiteles de la amplia-
ficios de lo que sería el núcleo de Bataliús. Previa- ción de al-Hakam II y de Almanzor.
¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO?
DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS A LA OBRA
EXCEPCIONAL DEL NARANCO
POR

ISAAC SASTRE DE DIEGO


EEHAR-CSIC – FECYT-Un. Oxford*

RESUMEN DE LA EXCLUSIVIDAD DE UN TIPO


La tradición historiográfica ve en el altar de mesa maci- A LA CONVIVENCIA DE MODELOS
za el prototipo de altar asturiano, y en el ejemplar de Santa
María del Naranco su máximo exponente. Sin embargo, un El modelo de altar habitualmente atribuido a las
análisis arqueológico, epigráfico y documental de los restos iglesias asturianas prerrománicas ha quedado fijado
conservados demuestra el predominio en la zona septentrio-
nal de la Península Ibérica de una tipología de altar diferen- como uno de los diferenciadores más fiables de la
te: aquel que tiene como ara una pilastrilla, a veces un fuste, arquitectura de este tiempo. Dos son las premisas
que ejerce a la vez de único soporte del tablero. Y otorga al principales que sintetizan su valor como indicador
altar del Naranco un carácter excepcional que obliga a rein-
terpretar el significado del edificio que lo albergó; para ello
arqueológico: su pertenencia exclusiva a la arquitec-
este trabajo expone nuevas vías de investigación. tura de la monarquía asturiana, distinguiéndolo así de
los tipos de las etapas tardorromanas y visigodas; y
ABSTRACT
su proximidad formal al altar románico, anticipándolo
y anunciándolo en la Península Ibérica.
According to the historiographical tradition, the prototype Desde muy temprano, el altar asturiano ha sido
of Pre-romanesque altar in Asturias is a big massif table, be-
ing the altar of Santa María del Naranco (Oviedo) the best
protagonista de la investigación española. Pero, contra
example. However, new archaeological and epigraphical anal- lo que podría suponerse, esa forma de altar de blo-
ysis shows a different result for the North of the Iberian Pe- que macizo, o de mesa maciza como sería más con-
ninsula: the altar whose ara is a pillar, working this as the only
support for the board, is the most common type. The excep-
veniente llamarlo, y que fue establecida por Palol
tional value of the altar of Naranco should be studied under como el modelo canónico asturiano en la tipología
new parameters. de altares más usada por la investigación española,
PALABRAS CLAVE: Aras. Tableros. Altares del País Vasco.
no ha sido siempre vista como su ejemplar caracte-
Altares de Galicia. Multiplicación de altares. Santa Ma- rístico. Lampérez y Romea, en su Historia de la ar-
ría del Naranco quitectura cristiana española de principios de siglo
KEY WORDS: Aras. Slab. Altars from Basque Country. Al-
(1908; 1930), aunque no incluía el altar como uno de
tars from Galicia. Altars’ multiplication. Santa María del los elementos simples —tipos de puertas, ventanas o
Naranco. pavimentos— con los que analizaba las diversas ar-
quitecturas prerrománicas, sí lo menciona al tratar la
* isaacsastre@hotmail.com Este trabajo se enmarca dentro arquitectura asturiana. Citaba, como el primero de
del proyecto I+D Nacional dirigido por L. Caballero: «Aná- todos, el documentado por Selgas en Santianes de
lisis Arqueológico de la Arquitectura Altomedieval en Astu-
rias: prospección, estratigrafía y cronotipología» (HUM2007- Pravia (fig. 1), pues habría sido el «el ejemplar más
61417/HIST. MICINN). Se preparó para su exposición el antiguo en su clase de España» (1930: 334), lo que
pasado septiembre durante un contrato en la Escuela Españo- explica la ausencia de alusiones en su capítulo an-
la de Historia y Arqueología en Roma-CSIC. La redacción
final para su publicación se ha llevado a cabo como contrata- terior dedicado a lo visigodo. Por su parte, Iñiguez
do posdoctoral de la FECYT en la Universidad de Oxford. Almech (1955) acudía a las representaciones minia-
180 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Altar de Santianes de Pravia. Foto: I. Sastre de Diego.

das de los Beatos para demostrar la pervivencia al- más allá de la posible excepcionalidad de Pravia. En
tomedieval del tipo de tenante o soporte único, que los últimos años, las aras vizcaínas, los ejemplares
por entonces ya se definía como propiamente visigo- hallados en iglesias asturianas sin soportes auxilia-
do. En el esquema tradicional, esta tipología iba aso- res —con cada vez más restos documentados— y las
ciada a la arquitectura de época visigoda, impo- representaciones miniadas de altares de esa misma
niéndose su presencia a lo largo de toda la séptima clase en los Beatos son las tres principales pruebas
centuria como sustituta del altar de varios soportes. que permiten a autores como García Camino (2002)
Otros autores como Escortell (1978) siguen la y el propio García de Castro documentar para la zona
línea historiográfica liderada por la tipología de Pa- septentrional de la Península Ibérica la pervivencia
lol (1967), y han puesto el acento en la aparición del en la alta Edad Media de la forma de altar con ara
altar de bloque o mesa maciza como una novedad que ejerce de soporte único.2 En nuestra investigación
tipológica, introducida de la mano de Alfonso II, que (Sastre de Diego, 2009) confirmamos la convivencia
centra el discurso histórico en torno al altar asturia- de los dos modelos de altar, y el predominio del al-
no y que sirve para caracterizar los altares posterio- tar con ara de pilastrilla, siguiendo la tradición ro-
res al siglo VII. Siguiendo con esta otra tradición, mana, sobre el de mesa maciza. Forma además par-
Arbeiter señalaba para Asturias que, pese a la conti- te de un grupo geográfico más amplio que se extiende
nuidad de la liturgia hispana en el periodo altome- por toda el área septentrional. Analizamos a conti-
dieval, se percibía un cambio en la forma de los al- nuación ambas tipologías.
tares, antes con soportes más esbeltos y a partir de
Alfonso II con podios macizos, a la vez que hacían
acto de presencia los nichos o tabernáculos en los TIPO 1: ALTAR CON ARA QUE EJERCE
ábsides, hasta entonces desconocidos (1992: 168, nota DE SOPORTE ÚNICO (GRUPO CANTÁBRICO
40).1 Si bien es cierto que García de Castro (1995) O SEPTENTRIONAL)
también otorga al altar sobre bloque o podio el pa-
pel de forma protagonista de la arquitectura asturia- Como su definición indica, son altares sostenidos
na prerrománica, señala como otra característica por un único soporte, la propia ara, que es el elemento
importante la pervivencia del altar de soporte único
2
La síntesis más reciente para el País Vasco, que incluye
los postulados de los otros autores, en García Camino, 2002,
1
Siendo Pravia una excepción. pp. 185-187.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 181

principal y característico de estos altares.3 Esta ara


esquematiza al máximo las formas de tradición ro-
mana (Sastre de Diego, 2009, tipo A 2c). Consiste en
un bloque prismático sencillamente desbastado a cin-
cel, que mantiene las líneas y dimensiones fundamen-
tales de las aras romanas, pero en el que ha desapa-
recido su organización formal en basa, cuerpo y
remate. Hay una ausencia decorativa total o una gran
esquematización de la misma, reducida a motivos
geométricos muy básicos.
En Asturias, esta clase de altar se constata en la
Cámara Santa de Oviedo, Valdecuna, Deva, Bendo-
nes, Bullaso, Quinzanas,4 Lillo, aunque de adscrip-
ción problemática, e incluso Pravia, más próximo a
esta tipología que a la de bloque. Pero no es un gru-
po exclusivamente asturiano. Se extiende por toda la
cornisa cantábrica y los territorios septentrionales,
con ejemplares documentados en Navarra (Ascoz), el
País Vasco (Amatsa,5 Finaga, Buradón, Miota, Otze-
rimendi, Alzusta, además del tablero de Tobillas,
gracias al cual podemos saber cómo era el ara de
altar de la primera fase de la iglesia, en la primera
mitad del siglo IX), Cantabria (Herranz y la rupes-
tre de Socueva), Galicia (aunque con sus particula-
ridades, como veremos más adelante), norte de Cas-
tilla y León (Tábara en Zamora, Mijangos en Bur-
gos, la segunda ara de Wamba en Valladolid, pero
con una decoración más elaborada) y norte de Por-
tugal (Lourosa). Fig. 2. Ara de La Herrán (Cantabria).
Otro indicador de este grupo es la sustitución del
mármol, casi omnipresente en los grupos de altares que no cambia es la altura media, que sigue rondan-
cronológicamente anteriores, por la piedra local, do el metro o lo sobrepasa ligeramente. Se mantie-
normalmente algún tipo de caliza, menos en Galicia ne la colocación del loculus en el centro de la cara
donde la materia prima dominante es el granito. Lo superior, así como, en líneas generales, sus pequeñas
dimensiones y su composición de caja y rebaje su-
3
perior o escalón, si bien ya no hay la estandarización
Utilizamos el término ara según la definición ya plantea-
da por Caballero y Sáez (1999) y que defendimos en nuestra formal que encontrábamos en los loculi de las aras
tesis doctoral (Sastre de Diego, 2009), en contra del tradicio- tardoantiguas decoradas con cruces patadas del gru-
nal empleo de la palabra tenante para este elemento del altar po de Beja-Mérida-Toledo. En cuanto a la anchura
y del ara para el tablero. En nuestra opinión, el ara es la par-
te sagrada que contiene las reliquias, y estas en los altares y profundidad del bloque, observamos dos variantes:
tardoantiguos y altomedievales hispanos se colocan mayorita- a) Aras de secciones cuadradas más pequeñas,
riamente en el loculus practicado en la cara superior del lla- próximas a los 0,20-0,30 m, como las aras de Deva,
mado tenante, nombre que alude únicamente a su función
sustentante, y no a la principal: el lugar sagrado. No será has- Quinzanas, Bullaso, las tres de Lourosa,6 Tábara,
ta la Edad Media cuando el tablero, formalmente distinto al Wamba, Mijangos, Socueva, Buradón, Otzerimendi
prerrománico tras la consolidación del altar de gran mesa y Miota.
maciza, disponga del sepulcro y pueda, entonces sí, llamarse
ara.
4
Agradezco la noticia de J. Fernández Conde, quien me 6
Además de las aras romanas reelaboradas con cruces ‘as-
informó sobre la aparición de un ara de este tipo en Tina, turianas’ talladas en sus frentes (Almeida Fernandes, 2002), y
cerca de Quinzanas. La pieza permanece inédita. Aunque se que en la actualidad resultan inaccesibles, al menos otras dos
encuentre muy alejada geográficamente, debemos mencionar aras más, una de ellas con las aristas achaflanadas, fueron do-
la aparición en Sotiel (Huelva) (Sánchez Velasco, 2010) de un cumentadas durante la lectura de paramentos del edificio, eje-
ara formalmente muy similar a la de Quinzanas. Es muy cutada dentro del proyecto dirigido por M.ª A. Utrero
complicada su agrupación e interpretación histórica. (CCHS-CSIC): «Análisis arqueológico de la iglesia de São
5
Si bien se aleja de la forma prismática al tener las aristas Pedro de Lourosa (Oliveira do Hospital, Coimbra), Portugal»
redondeadas. (SGIPCE/ACF/cmm (Arqueología Exterior 2009).
182 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 3. Planta de Santa María de Bendones (Oviedo), según Manzanares (recogido por Bonet Correa, 1967).

b) Otras aras se pueden agrupar en torno a sec- sin necesidad de extraerlos y trabajarlos previamen-
ciones que doblan las anteriores. El resto más co- te, con unas dimensiones y formas básicas que se aco-
nocido de este otro grupo es Pravia —0,43 × 0,41 modaban bien a su próxima función de ara de altar,
m—, no exenta de problemas por ser una reutilización adaptándolos para ese fin con la talla del loculus y
de una pilastra, y los dos más excepcionales por su el acabado de sus caras. En algunas de estas aras las
composición decorativa son los de San Pedro de Ro- aristas se recortan en chaflán, algo que ya sucedía en
cas (Galicia) —0,43 × 0,41 m— y de Luco (Álava) algunas aras decoradas con cruces patadas más tar-
—0,43 × 0,31 m—, pero poseen una sección mayor las días. Así aparece por ejemplo en Deva, Quinzanas,
aras de Ascoz, Amatsa y Alzusta —0,50 m—7. Socueva y en una de las aras de Lourosa. En Deva,
Una sección rectangular muy alargada, con una cerca de Gijón, los chaflanes han sido tallados con
relación 2 a 1 es la de Finaga —0,40 × 0,20—, y pa- forma de fuste sogueado, uno de los pocos motivos
recida la proporción de la de La Herrán —0,42 × decorativos presentes en el grupo.
0,28— aunque se va estrechando hasta llegar a 0,29 Algunos de los restos conservados nos permiten
× 0,25 (fig. 2). Estos datos apoyan la idea de que se saber cómo era la forma completa de estos altares:
produjo una utilización mayoritaria de materiales que compuestos por tableros rectangulares sin soportes
se encontraban disponibles en el entorno inmediato, auxiliares, solo sostenidos por la propia ara, que se
hincaba directamente en el suelo del santuario o se
7
Dimensión a partir del dibujo publicado por García Ca- encastraba en una basa embutida a su vez en el pa-
mino, 2002. vimento. Así lo apoyan los pocos datos de contexto
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 183

que tenemos: La base del altar de la Cámara Santa


de Oviedo; el de Bendones, tanto por la huella del
ara que describió Manzanares (1957) como por el
agujero para encastre que posee el tablero; Socueva,
que mantiene in situ el ara y el tablero de tipo enca-
je; Finaga, que conserva la impronta en el ábside y
el ara, aunque ésta en contexto secundario; las de
Mijangos y Buradón, halladas in situ pero con una
secuencia cronológica más problemática; y el table-
ro de Tobillas, del mismo tipo que Socueva y Ben-
dones y a partir del cual sabemos que tuvo un altar
de esta clase en su primera etapa.
Del altar originario de la Cámara Santa sólo te-
nemos la noticia de su descubrimiento durante las
obras de restauración del edificio acometidas tras los
bombardeos de la Guerra Civil. Las descripciones que
del resto hallado hacen Fernández Cuesta (1957) y
Fernández Buelta y Hevia (1949) no permiten con-
cretar su forma más allá de la tipología de altar a la
que pertenecía: era una base, «medio empotrada en
el suelo», de una pilastrilla: «tan pequeña que solo
podía servir para el pie de un ara» (Fernández Bue-
lta y Hevia, 1949: 71-72). Más datos tenemos del de
Bendones (fig. 3), aunque no exento de problemas
interpretativos. La base del altar —0,40 × 0,35— se Fig. 4. Ara del ábside sur de Mijangos (Burgos).
encontró in situ en el ábside central, ‘agarrada’ a la Foto: I. Sastre de Diego.
superficie gracias al mortero hidráulico que servía de
pavimento. La forma circular descrita por Manzanares
(1957: 11-12) «piedra plana redondeada» nos hace meter un ara de fuste (fig. 4). Otra opción es que el
dudar de si el ara fue una pilastrilla o un fuste, tipo- ara fuera un fuste que a su vez tuviera un reborde
logía que, aunque constatada en menor cantidad que cuadrangular en su cara superior para unir al table-
la de prisma, también fue usada en el prerrománico ro. Esta es la solución que presenta el ara cilíndrica
peninsular (San Juan de la Peña en Huesca, de nue- de Santa María de Melque (Toledo), que creemos
vo con basa, y el altar del ábside lateral sur de Mi- pertenece a la reforma litúrgica —fase 2— que se
jangos, muy irregular, que tiende más a una sección realiza en el interior de la iglesia durante la segun-
circular y que también se coloca inserto en basa). El da mitad del siglo IX y que puede relacionarse con
otro resto que conservamos en Bendones, el tablero, las roturas circulares practicadas en los pavimentos
posee un encaje en su reverso para un ara prismáti- de las estancias que flanquean el anteábside (Caba-
ca, con unas dimensiones más pequeñas —0,26 × llero, 2006).
0,26 × 0,05 m—; una diferencia formal y de medi- La variante o subtipo de altares con basamento —
das entre ambos restos que tiene dos posibles solu- Bendones, Cámara Santa, Mijangos— suele ofrecer
ciones: o pertenecen a altares distintos, y entonces indicadores cronológicos, pues la basa o basamento
hubo al menos dos altares de esta tipología en la queda inserto bajo la superficie, siendo colocados
primitiva iglesia de Bendones (recordemos que se antes de echar el mortero hidráulico —tipo de suelo
propone una triple cabecera a partir de los cimien- habitual en los santuarios— que los termina de fijar.
tos excavados), o la forma de la basa era circular De esta manera, queda estratigráficamente unificado
externamente pero prismática al interior y la medi- el altar con el pavimento, y el pavimento con la cons-
da facilitada por Manzanares es la externa, por lo que trucción de los muros o con una reforma del interior.
el espacio real para embutir el ara se aproximaría La misma solución, para nosotros coincidente en el
bastante más al que tiene el tablero. Sería lo mismo, tiempo con las asturianas, la vemos en la iglesia de
pero al contrario, que sucede con el ara del ábside Santa Marta de Astorga (León), con un basamento de
sur de Mijangos, cuya basa es de forma rectangular granito cuadrangular —0,50 × 0,50 m—; el edificio
al exterior pero con un agujero circular dentro para es datado por sus excavadores dentro un arco temporal
184 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 5. Planta de San Martín de Finaga (García Camino, 2002).

amplio comprendido entre el siglo VII y el X, momento


de su abandono que fecha la cerámica aparecida en Fig. 6. Hallazgo del altar de Valdecuna. Foto: S. Cerra Suá-
el correspondiente estrato (Sevillano, Vidal, 2001: 26 rez, San Cosme y San Damián Mártires de Cuna, 1992.
y 41). También se pueden incluir en este subtipo los
dos restos de Conímbriga (Portugal), dos basamentos ara de Finaga puede ubicarse con seguridad en su con-
rectangulares —0,50 × 0,37 m y 0,46 × 0,39 m— de texto topográfico originario gracias a que se halló la
problemática interpretación espacial y funcional dada huella para su colocación en el subsuelo de la ermi-
la parcialidad de lo conservado y lo particular de la ta de San Martín (fig. 5); su posición, muy próxima
planta del edificio. Fue datado por sus excavadores en a la pared de fondo del ábside, a 0,30 m de distan-
el siglo VI (Maciel, Campos, 1994: 82; Maciel, 1995: cia, recuerda a la de la basa del altar de Bendones,
121), sin datos seguros a nuestro juicio. que, según indica Manzanares (1957: 11-12), estaba
Junto a Asturias, el País Vasco, sobre todo Vizcaya «algo más cerca del testero que del arco triunfal», y
y Álava, es la región más numerosa en restos de aras a los altares de los ábsides norte y sur de Mijangos,
del grupo cantábrico o septentrional. La sencillez y mucho más cerca del fondo —a 0,39 y a 0,49 m res-
esquematismo de sus formas, el empleo de piedra pectivamente— que del umbral de entrada —c. 1,50
local y la ausencia de decoración —menos en Luco— m de distancia—. En nuestra opinión, el desplaza-
son características compartidas con las aras asturia- miento del altar hacia el fondo del santuario apoya
nas. Las aras vizcaínas fueron analizadas por García una datación prerrománica; empieza a distinguirse de
Camino (2002: 185-186) y datadas en época altome- la posición que ocupa el altar en las iglesias tardo-
dieval, contemporáneas a las necrópolis de los siglos rromanas y tardoantiguas, centrados o incluso lige-
IX y XI descubiertas junto a o en las iglesias de don- ramente adelantados hacia el umbral del santuario.
de proceden. Sin duda, el de las necrópolis, con da- La tendencia a retrasar el altar es muy paulatina, y
taciones de algunos enterramientos establecidas por es difícil precisar su grado de relación con el adosa-
C14, es el argumento principal para validar la fecha miento del altar al muro de fondo que predomina en
altomedieval propuesta. Del grupo vizcaíno, sólo el muchas iglesias medievales.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 185

restauración y/o excavación de iglesias medievales y


modernas.
Dentro de la variante de aras de sección grande,
habíamos destacado dos aras por su particularidad
decorativa: las de Luco (fig. 7) y San Pedro de Ro-
cas (fig. 8). Estas aras comparten casi todas las va-
riables del grupo de altares que hemos definido como
septentrional o cantábrico: empleo de materia prima
local y forma prismática que esquematiza al máxi-
mo la composición de las aras de tradición romana,
desapareciendo la división en basa, cuerpo y rema-
te. Se distinguen sin embargo en un aspecto estilís-
tico muy llamativo: la decoración de sus frentes como
arcos de herradura, una composición que en toda la
Península Ibérica solo se ha documentado en estos
dos casos. Por otra parte, algunas características téc-
nicas y compositivas de la decoración de los frentes
de Luco y Rocas son comunes a las aras y soportes
altomedievales del Duero pertenecientes a otra tipo-
logía de altar: la de ara central y soportes laterales,
representado por los altares de Santa María de Quin-
tanilla de las Viñas (Burgos) y de San Pedro de la
Nave (Zamora). Comparte con ellos la presencia del
marco alistelado de los frentes, una novedad respecto
al grupo principal de altares tardoantiguos con aras
decoradas con cruces patadas (Sastre de Diego, 2008).
En el caso del ara de Luco, la forma del arco en
herradura y la propia datación de la primera fase
edilicia de la iglesia (Sánchez Zufiaurre, 2007: 174),
nos permiten incluirla en el grupo septentrional al-
Fig. 7. Ara de Luco, Álava (Sánchez Zufiaurre, 2007).
tomedieval, si bien como ejemplar particular y tar-
dío, de entre finales del siglo X y mediados del si-
glo XI. Por todo lo dicho, proponemos la misma
Para las demás aras vizcaínas tenemos un indicio agrupación y una cronología similar para el ara ga-
a favor de su pertenencia originaria a esos lugares. llega de San Pedro de Rocas, cuyo grafito —+R-u-
Es una noticia recogida por García Camino (2002: e— inscrito en uno de sus frentes ha sido datado tanto
185): «según referencias orales de los vecinos que en el siglo VI (Rodríguez Colmenero, 1997) como en
participaron en los trabajos de restauración, fueron el siglo X. En apoyo de esta última fecha está el tipo
detectados también en las zonas orientales de las de arco representado, doble de herradura inscrito en
ermitas, enterrados bajo los actuales». De ser cierta alfiz y sogueado en las columnas (de fuerte tradición
esta información oral, estaríamos ante un porcenta- asturiana), y el documento de Alfonso III (recogido
je absoluto —seis de los seis casos documentados por en un privilegio de Alfonso V) por el que sabemos
García Camino en Vizcaya— de pervivencia de la que se restaura, a cargo del obispo Gemondo, el ce-
antigua ara embutida en la moderna. Es algo, por otra nobio abandonado.
parte, también frecuente en otras regiones peninsu-
lares septentrionales, especialmente en Galicia, Ca-
taluña y la propia Asturias, como en las iglesias de LOS TABLEROS DEL TIPO 1
Quinzanas y de San Cosme y San Damián de Valde-
cuna (fig. 6), donde, al igual que lo narrado en las Al ara del tipo 1 se ajustan los pequeños table-
ermitas vascas, al retirar el altar moderno macizo ros de altar conservados en Asturias (Valdecuna
apareció la primitiva ara prismática soportando el —0,56 × 0,43 × 0,14 m—; Lillo —0,69 × 0,37 ×
tablero. Esta experiencia previa deja abierta la puerta 0,11 m—; Museo Arqueológico de Oviedo —0,79 ×
a nuevos descubrimientos en futuras actuaciones de 0,69 × 0,16 m—; Bendones —1,12 × 0,70 × 0,12/
186 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 8. Ara de San Pedro de Rocas, Orense.

0,10 m— algo más largo; el perdido y dudoso de altar de Pravia, con un tablero de perfil escalonado
Prendonés —0,60 × 0,40 × 0,09 m—); en Cantabria decreciente —1,52 × 1 × 0,37 m— para un ara con
(Socueva —0,54 × 0,49 × 0,23 m); y en el País Vas- una sección de 0,43 × 0,41 m. Confirma esta idea el
co (Gerékiz —0,52 × 0,42 × 0,12 m—; Tobillas tablero de Bendones, ya citado por su hueco para
—c. 0,85 de lado × c. 0,18 m de grosor8). Al igual acoger un ara de pilastrilla, y que tiene una longitud
que las aras, para los tableros se emplean materiales de 1,12 m. No obstante, debemos tener en cuenta que
locales. Tienen forma rectangular y en ellos ha des- no conocemos la posición primaria de los elementos
aparecido el borde moldurado a la manera romana, de altar de Pravia9.
sustituido por un sencillo reborde que marca el con- Antes del románico, muy pocas veces llega has-
torno. Otra característica que los distingue de los ta nosotros el tablero de altar colocado in situ. Uno
tableros tardoantiguos es el aumento del grosor, por de ellos es el del altar de San Juan de Socueva, rec-
encima de los 0,10 m, cuando en la Antigüedad Tar- tangular, de pequeñas dimensiones e idéntico mate-
día apenas alcanzaban los 0,06-0,08 m. Estos table- rial que el del ara. Su cara superior es totalmente lisa,
ros no podrían pertenecer a un altar de bloque o sin ninguna decoración ni presencia de borde o marco
mesa maciza (que hemos denominado tipo 2), su señalado. El canto se diferencia en dos tramos, el
menor perímetro se lo impide. Incluso si fuera un primero o superior recto, vertical, y el segundo o
tablero de longitud mayor, podría funcionar perfec-
9
tamente en un ara de tipo pilastra. Ese es el caso del Se da noticia del altar en el siglo XVII, cuando fue trasla-
dado desde la capilla mayor a una capilla lateral, para poste-
riormente reutilizarse en el nuevo altar barroco. Recogido en
8
Dimensiones tomadas a partir del dibujo de Azkarate F. Selgas, La primitiva basílica de Santianes de Pravia (Ovie-
(1995). do) y su panteón regio, Madrid, 1902.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 187

Fig. 9. Tablero de Tóbilas (Álava). Foto: L. Caballero,

inferior inclinado de perfil cónico invertido, que va Podría haber una variante dentro de los pequeños
buscando el ara. Es una organización decreciente en tableros de altar asturiano-cantábricos. Son tableros
sus líneas básicas similar a la del tablero de Santia- casi cuadrados, decorados en el plano central con una
nes de Pravia, el de Tobillas y a otros más del grupo cruz. Uno de los candidatos, procedente de San
de tableros que hemos denominado asturianos, y que Martín de Salas (0,35 × 0,32 × 0,06 m), tiene un
tienen una correspondencia iconográfica con algunas marco de doble trenzado que enmarcaba una cruz y
representaciones de altares de los libros miniados una inscripción parcialmente perdidas. Su interpre-
coetáneos, como los Beatos. La sección escalonada tación como tablero de altar (García de Castro, 1995:
del tablero aparece en el fol. 105v del Beato de Si- 137) no es segura, pues se basa en la organización
los conservado en el British Museum de Londres. compositiva de la pieza y sus medidas similares a los
Uno de los ejemplares cronológicamente más anteriores tableros citados. La presencia de una cruz
importante es el tablero de la iglesia de San Román griega de tipo asturiano en placas con estas dimen-
de Tobillas (Álava) (fig. 9), reutilizado en el centro siones es habitual entre los elementos arquitectóni-
del enlosado del presbiterio atribuido a la reforma de cos de la arquitectura asturiana, y suelen ser placas
Vigila, y por tanto anterior al año 939 (Azkarate, conmemorativas y ornamentales que se empotraban
1995). Sus características son compartidas con otros en el exterior de las iglesias. La posibilidad de que
restos de este grupo de tableros: su forma rectangu- el resto de San Martín de Salas no fuera tal placa,
lar pero tendente al cuadrado, la simplicidad del di- como sí sucede con otras dos piezas del mismo lu-
seño y ausencia de molduración, el canto de sección gar, sino un tablero de altar repercute directamente
troncopiramidal, y la existencia de un hueco cuadrado en la interpretación de varias piezas similares. Bajo
en el plano inferior para encajar el ara. Además, como esta perspectiva, las medidas y la iconografía funcio-
ya hemos señalado, el hueco nos permite saber que narían como discriminantes para arrastrar otros ma-
el ara de Tobillas era prismática, probablemente del teriales de los que se ignora su contexto originario,
mismo material local que el tablero. La primera fase como ocurre con Salas, que se encontraba empotra-
de Tobillas ha sido individualizada estratigráficamente da en un muro moderno de la iglesia. Es lo que su-
por Azkarate, y corresponde a la edificación de la cede también con la placa de Santa Marina de Otur
iglesia por parte del abad Avito —a. 822—, acción (fig. 10), que estaba colocada en el frontispicio de un
que fue recogida documentalmente. altar moderno. La presencia de una cruz como deco-
188 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

rística, y la existencia de algún tipo de decoración


tallada en la parte central del plano frontal, especial-
mente la llamada cruz asturiana, de la que penden el
alfa y omega. Sin embargo, los posibles agujeros de
desagüe plantean un problema: a veces se encuentran
horadados en zonas algo al interior de la superficie,
lo que dificultaría la existencia de aras y/o soportes
únicos, columnitas o pilastrillas centrales, pues el
orificio quedaría tapado por el soporte impidiendo el
desarrollo de la función propuesta de limpieza tras
el servicio eucarístico. Cabe recordar que incluso se
duda entre los tableros de época paleocristiana que
poseen estos orificios o canales de desagüe de la
función higiénica que sí desempeñaban en las primi-
tivas mensae de banquetes, quedando ahora como
algo puramente decorativo (Duval, 2005: 11-12). En
nuestra opinión, mientras que los primeros tableros
analizados, lisos con suave borde que enmarca, no
presentan ningún impedimento para su interpretación
como tableros de altar (siempre de ara ejerciendo de
soporte único), por el contrario el grupo de tableros
decorados con cruces en su plano central, más peque-
ños (en torno a los 0,35-0,40 m de longitud máxima)
no poseen discriminantes definitivos que pueda ase-
gurar convincentemente el que fueran tableros de
altar. Unos ejemplares arrastran a los otros, pero tie-
nen las mismas características que las placas conme-
morativas, votivas y fundacionales que se colocaban
en las iglesias asturianas, empotradas en las paredes.
Fig. 10. Tablero de San Martín de Salas.
Foto: I. Sastre de Diego.
Incluso el tablero de Otur con su posible inscripción
de consagración tiene sus paralelos en otros sopor-
tes que no son altares.
ración, de una inscripción de consagración y el con-
texto en el que se encontraba, son indicios que per-
miten sugerir a García de Castro (1995: 188-190) su LA INTERVENCIÓN ASTURIANA EN GALICIA:
función originaria como tablero de altar. Del mismo VARIANTES DE UNA MISMA TIPOLOGÍA
tipo sería el tablero perdido de San Miguel de Qui-
loño, que, según las noticias de principios del siglo Según recoge el conocido documento de 982, la
XX, también estaba decorado con cruz griega sobre iglesia Santa Comba de Bande fue levantada, tras
astil y además poseía una inscripción: «ADEFON- un largo abandono de al menos dos siglos, en el año
SUS XPI SERVUS» (García de Castro, 1995: 145). 872 por orden del rey Alfonso III. El uso de mármol
Otra pieza del estilo, en nuestra opinión igualmente para el altar de la iglesia de Bande (fig. 11) es uno
dudosa, es la de San Miguel de Teverga, también de los discriminantes que, en nuestra opinión, apo-
decorada con cruz de alfa y omega. García de Cas- yan su edificación en el siglo IX. Este se suma a
tro la interpreta como un tablero de altar que en un la lectura estratigráfica de los muros, que confirma
segundo momento sirvió de placa fundacional. la unidad constructiva de todo el edificio, y al uso
Si aceptamos como válidos todos los discriminan- post quem de la datación por termoluminiscencia de
tes enumerados, las piezas asturianas conformarían los ladrillos de la bóveda a partir del siglo VIII, así
un unicum, con diferencias formales respecto al resto como otros argumentos tipológicos (Caballero at alii,
de la Península: su tendencia mayoritaria hacia la 2003: 73). En Bande, el concepto de expolio se re-
dimensión cuadrada en vez de rectangular, la ausencia fuerza con el empleo de dos capiteles romanos, tam-
de marco moldurado de tradición romana, la presencia bién de mármol, para sostener el arco triunfal del
en algunos de posibles desagües de la acción euca- santuario.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 189

Fig. 12. Tablero del altar de San Payo (López Ferreiro).

Santiago de Compostela. En el monasterio de San


Payo se conservaba un altar que lleva su nombre,
compuesto por un semifuste (en origen un fuste com-
pleto)10 y un tablero de mármol que no es sino una
placa romana (fig. 12).
Este altar habría sido retirado de la basílica com-
postelana a causa de la gran renovación constructi-
va impulsada por Gelmírez a inicios del siglo XII con
la edificación de la nueva catedral románica. Gue-
Fig. 11. Ara de Santa Comba de Bande. Foto: L. Caballero. rra (1982: 288-291) sin embargo propone que que-
dase embutido en el nuevo altar hasta el siglo XIII,
época en la que se accedió a donarlo a los monjes
Las iglesias rurales analizadas en el territorio
de San Payo para preservar su recuerdo. El Códice
cantábrico-vasco y el norte del Duero utilizan mate-
Calixtino (a. 1135) menciona que retirando el frontal
riales del entorno, habitualmente calizas, de fácil
del altar románico se veía debajo el pequeño altar
extracción y/o aprovisionamiento. En Galicia suce-
antiguo (recogido en Guerra, 1982: 202). Por ésta y
de lo mismo en la gran mayoría de aras conservadas,
otras noticias parece que el nuevo altar no se macizó,
aunque aquí es el granito la materia prima fundamen-
quedando hueco el espacio entre la columna del pri-
tal, produciéndose una importante reutilización de
mitivo y la caja del nuevo. Guerra explica el man-
aras y cipos romanos. Siguiendo esa línea, en Ban-
tenimiento del altar hasta el siglo XII por ser consi-
de se debería haber utilizado también el granito,
derado desde el siglo IX el altar que habían erigido
material con el que se ha construido la totalidad del
los discípulos de Santiago (1982: 88 y 286; 1985:
edificio a excepción de la cubierta, otra particulari-
54). La inscripción11 que se grabó en el frente liso
dad en este caso por el uso de ladrillo. Y sin embar-
go se decidió emplear mármol para los elementos más
10
valiosos por su significación litúrgica: el altar y las Ya hemos aludido (Mijangos, San Juan de la Peña, Mel-
que) a esta otra forma de altar con ara cilíndrica o de fuste
columnas y capiteles que flanquean la entrada al como soporte único, y que es coetánea a la de ara prismáti-
santuario. También en la construcción de los muros ca, presente, aunque con menos ejemplares documentados,
se utilizaron sillares romanos. Por tanto, el expolio por toda la mitad norte de la Península. No la tratamos en
este trabajo con la profundidad que requiere al no estar do-
es una de las características propias que da persona- cumentada en Asturias (salvo el dudoso caso ya analizado
lidad a la obra de Bande respecto de otras iglesias de Bendones). Sobre esta tipología véase Sastre de Diego,
rurales del territorio. 2009.
11
Cum Sancto / Jacobo / fuit hec adla/ta columna araque
Otro lugar donde el expolio de mármol adquie- scri/pta simul que super est /posita cuius discipuli sacr/arunt
re relevancia y personalidad propia es la basílica de credimus ambas ac / ex his aram constitue/re suam.
190 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

que quedó una vez seccionado el fuste fue datada ...L…II».14 Con estos restos, Delgado Gómez (1979:
como contemporánea al momento de su sustitución 1149) planteó la existencia de un mausoleo tardorro-
por el altar románico (Fita y Fernández Guerra, 1880: mano del siglo IV que dejó paso a la construcción de
63; Guerra, 1982). Todas esas vicisitudes históricas una iglesia a inicios del siglo IX. Sería conveniente
son las que permiten relacionar el altar de San Payo un análisis más profundo de este templo que pueda
con el acta de consagración de la basílica de Alfonso determinar su origen y etapas constructivas.
III (a. 899), primer dato fiable para situar su uso,
pues la hipótesis de que ya funcionara en el mauso-
leo romano convertido en un primer oratorio preas- CRONOLOGÍA DEL TIPO 1 DE ALTAR
turiano redescubierto por Alfonso II, como propone ASTURIANO (GRUPO CANTÁBRICO
Guerra (1982: 292; 210-211), no tiene fundamento O SEPTENTRIONAL)
arqueológico. Otra posibilidad es que se colocara tras
la razia de Almanzor o que hubiese sobrevivido a En los párrafos anteriores se han ido desgranan-
ella. Además del altar de San Payo, López-Ferreiro do algunos de los elementos que permiten encuadrar
interpretó otros restos como los de un primitivo al- cronológicamente estos altares en la alta Edad Media,
tar que sería el primero de todos, anterior por tanto de un modo amplio, entre la segunda mitad del siglo
al de San Payo: es otro fuste liso y un tablero ruda- VIII y el siglo X. Entre los datos ya citados están la
mente desbastado, ambos de mármol blanco, que pertenencia del tablero de Tobillas a la primera eta-
fueron encontrados entre los escombros del recinto pa constructiva del edificio —a. 822— (Azkarate,
interior. Las dudas sobre la función de estas piezas 1995), el análisis edilicio y documental de la iglesia
ya fueron expresadas por Guerra (1982), para quien de Luco, que determina su construcción a finales del
el fuste es una columnilla románica, y del tablero siglo X o inicios del XI (Sánchez Zufiaurre, 2007), la
poco se puede concluir por sí solo. relación de su ara con la de Rocas, esta con datos que
El uso del mármol en Santiago de Compostela y apoyan su adscripción a tiempos de Alfonso III, y las
en Bande se entiende mejor si recordamos su vincu- dataciones por C14 de los enterramientos asociados a
lación a las elites políticas del momento: la monar- las aras vizcaínas, estando en servicio hasta los siglos
quía asturiana. Es posible que en este marco del uso X-XI, momento en el que empezarían a sustituirse por
de materiales expoliados con un sentido ideológico los nuevos altares románicos (García Camino, 2002).
para reforzar una situación estratégica concreta se Por desgracia, la datación del ara de Finaga, la úni-
puedan incluir también los restos conservados en la ca de las vizcaínas que podemos asociar con certeza
iglesia de Santa María de Temes (Carballedo, Lugo), a un resto in situ es, en nuestra opinión, problemáti-
publicados por Delgado Gómez (1979) a raíz del ca a causa de la compleja secuencia cronológica del
estudio de una tapa de sarcófago paleocristiano allí yacimiento. García Camino coloca en el siglo VI la
descubierta.12 Entre los elementos reubicados en la cristianización del edificio romano previo mediante
iglesia del siglo XVIII hay cuatro capiteles corintios la adición del ábside, con reformas en los siglos IX-
y pilastras de mármol blanco azulado, además de XI y un abandono en el siglo XI. Es una arquitectura
sillares y cimacios de granito con motivos tallados muy sencilla, lo que permite la continuidad de este
en su superficie.13 Se conserva empotrado en el muro tipo de construcciones durante los siglos siguientes.15
norte de la nave la inscripción consagratoria de la Por ello resulta complicado asegurar una datación
iglesia altomedieval, que se data entre la segunda tardoantigua para la iglesia únicamente por su tipo-
mitad del siglo VIII y mediados del siglo IX: «+ SA- logía, más aun cuando de Finaga sólo se conservan los
CRATIO TEMPLI II KL / DCBS IN ERA DCCC / cimientos. Al carecer de alzados y restos aislados, no
podemos saber por ejemplo si sus ventanas, discrimi-
12
Que Delgado Gómez data en época constantiniana y nante utilizado frecuentemente en la arquitectura al-
cuyo material procede de las canteras de mármol del Pentéli- tomedieval, eran de tradición asturiana, anteriores o
co. Véase J. Delgado Gómez, «Tapa de sarcófago paleocris-
tiano en Santa María de Temes, Carballedo, Lugo (España)»,
14
Rivista di Archeologia Cristiana 52, 1976, pp. 303-324. Por Delgado Gómez (1979: 1146-1147) recoge las distintas
su parte, los capiteles y pilastras serían de cipollino griego de lecturas: 764 según N. Rielo, 814 o 824 para N. Ares Váz-
Caristio, a partir del análisis de una de las pilastras (Delgado quez. Deja la cuestión abierta por la parcialidad de la parte
Gómez, 1979: 1145). conservada relativa a la data y lo encuadra genéricamente
13
En uno, muy erosionado, se aprecia una paloma; otro hacia el año 800. En el presbiterio se conserva el fragmento
más estrecho, a tenor de su decoración de espigas podría ser de otra inscripción: «FIDES SPES CARITAS».
15
parte de una imposta o friso. Por último, se conserva también También subrayado por García Camino, 2002, p. 200,
un cimacio con decoración de sogueado, composición muy señalando la semejanza entre Finaga, que atribuye al siglo
recurrida en la arquitectura asturiana prerrománica. VI-VII y Abrisketa, fechada en época románica.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 191

románicas. Pero sí conservamos su ara de altar, que


puede contemplarse como elemento arquitectónico
del edificio, y éste, al menos formal y técnicamente,
pertenece al grupo de aras vizcaínas de los siglos IX-
XI. También poseemos otro dato arqueológico proce-
dente de la excavación: el agujero del altar. Su loca-
lización, tan cercana al muro testero y no en el centro,
es un factor favorable a una cronología prerrománi-
ca. Por otra parte, la única datación segura que tene-
mos del ábside de San Martín de Finaga es la de su
amortización alrededor del siglo XI. Bajo la solera
superior que también se data en este momento y que
colmataba el agujero del altar, se encontraba el estrato
perteneciente al suelo originario. Es plausible, por
tanto, proponer una fecha altomedieval para el altar
de Finaga, entre los siglos IX y X, anterior a la colma-
tación del agujero de altar con cerámica del siglo XI
(García Camino, 2002: 65).
Edificaciones religiosas de tipología similar a la
de Finaga existen en la zona septentrional de la Pe-
nínsula con una datación altomedieval o prerromá-
nica. En el País Vasco destaca la ermita de San Ju-
lián y Basilisa (Aistra, Zalduendo), que conserva un
estrecho vano de herradura en la cabecera.16 En las
regiones de Navarra y de Aragón se encuentran igle-
sias cuya planta obedece a la misma tipología de
sencilla aula rectangular de nave única y ábside igual-
mente recto destacado en planta. Así son alguna de
las estudiadas por Jusué en el territorio navarro, que
data entre los siglos X y XI, o la de El Corral del Calvo
(Luesia, Zaragoza), fechada en torno al año 1020 por
el C14 practicado en material extraído del núcleo de
los muros del ábside (Galtier y Paz, 1988: 39; Utre-
ro, 2006: 449). Finalmente, la tesis de Sánchez Zu-
fiaurre (2007) define constructivamente un conjun-
to de iglesias alavesas prerrománicas, entre las que
se halla, además de Aistra, San Martín de Luco, que
Fig. 13. Ara de Quinzanas. Foto: L. Caballero.
integra en su grupo 5 de iglesias de planta rectangular
con cabecera recta o destacada (2007: 279).
Más problemática resulta la fecha de la construc- Respecto a los restos propiamente asturianos, la
ción de Buradón, también en Álava. De origen tar- cronología fiable más antigua que manejamos es la
doantiguo —siglo V— para sus excavadores (Pascual, obtenida a partir del C14 que se practicó al relicario
García, 2001: 133), se propone la construcción de un de madera y el paño de seda e hilo de oro que en-
segundo edificio a mediados del siglo X. El único dato volvía la reliquia del altar de Quinzanas (fig. 13). La
seguro es el de su amortización en los siglos XI-XII. cajita aún estaba in situ en el loculus del ara. El C14
Hasta esa época se mantuvo en pie el ara, prismáti- da una fecha entre los años 750-825 (Sastre de Die-
ca, colocada en el centro del pequeño santuario. go, 2009; Fernández Conde, e.p.). La iglesia de Quin-
zanas es citada por primera vez en un documento del
16
Latxaga (1976) la dio como visigoda formando parte de año 790, data que coincide con la calibración del C14.
un conjunto de iglesias alavesas que sitúa en esta etapa aun- El altar de Pravia (fig. 1), tradicionalmente datado
que de forma ambigua. Azkarate (1988: 120) es claro al res- también en la segunda mitad del siglo VIII y consi-
pecto: «todas son posteriores, como el propio Latxaga reco-
noce, empeñado, sin embargo, en llamar arte visigodo a lo derado el más antiguo entre los asturianos, está su-
estrictamente prerrománico». jeto a nuevos interrogantes. La iglesia ha sido rees-
192 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

tudiada recientemente.17 Las nuevas lecturas de su turiana, alavesa y vizcaína, ya señaladas por García
técnica edilicia y de su epigrafía18 retrasan su crono- Camino (2002) y Sánchez Zufiaurre (2007), y que han
logía al siglo X, aunque se mantienen las incertidum- ayudado en la datación de las fases edilicias altome-
bres en otros elementos, como el estilo de su escul- dievales de iglesias como Aistra —siglo X—, Nues-
tura.19 En lo que respecta al altar, la duda cronológica tra Señora de Samoano —siglos X-XI— y las dos fa-
principal surge de la reutilización como ara de una ses de Tobillas (siglos IX/X) (Sánchez Zufiaurre, 2007:
más que probable pilastra constructiva de tradición 116-117, 203-219).
también asturiana. La altura total de la pieza, más de Podemos manejar otro indicador cronológico.
1,50 m, obliga a pensar que para que funcionara como Como ya subrayó Iñiguez Almech, este grupo pue-
ara de altar debió quedar semienterrada en práctica- de relacionarse con las representaciones miniadas de
mente su mitad (en la actualidad se eleva 0,74 m), altares que aparecen en los libros Beatos hispánicos
pues además el tablero también es de gran grosor altomedievales y del primer románico, pues los so-
—0,37 m—. Así pues, si se está reutilizando un ele- portes, para nosotros aras, muestran las mismas ca-
mento constructivo de filiación asturiana, su uso como racterísticas que los restos materiales anteriores.
altar debe de ser posterior, y no anterior de primera Suelen ser prismas sin decoración en los frentes, más
época como siempre se ha pensado; recordemos que allá de alguna línea vertical, recta (como los del Beato
Lampérez y Romea (1908) lo veía como el más an- de Facundo) u ondulada (como los del Beato de
tiguo de su tipo, y que habitualmente se le ha em- Gerona, fol. 89v., que podrían interpretarse como
parentado con una influencia o tradición visigótica, tallos del vid), o contorneando el bloque a modo de
o incluso como propiamente visigoda (Nieto Alcai- marco. Además, en algunos casos, también se repre-
de, 1989; Quevedo-Chigas, 1995: 289). Desde lue- sentan achaflanados; así se observa en el fol. 162 v.,
go el otro componente del altar, el tablero, no guar- fol. 176 v. y en fol. 173 r. del Beato de Facundo.
da ninguna relación con los altares de época visigoda En estos términos, al contrastar los datos con la
conocidos, y sí con los perfiles de pirámide inverti- evolución tradicional del altar hispano, cabe reformu-
da que aparecen en otros tableros altomedievales larse el sentido de estos altares: ¿asistimos en la zona
(Socueva, Tobillas, si bien estos no escalonados) y Norte a una recuperación del altar de soporte único
en las representaciones miniadas de algunos Beatos, durante los siglos IX al XI antes de su definitiva des-
como el de Silos, del siglo X. aparición con la imposición de los modos románicos,
o por el contrario es una continuidad, con sus varian-
tes formales, de una tipología ya configurada en la
EL SIGNIFICADO HISTÓRICO tardorromanidad y que nunca dejó de emplearse? El
DE LA CRONOLOGÍA DEL TIPO 1 problema principal para resolver esta cuestión es la
ausencia o el desconocimiento hasta la fecha de un
Los restos conservados se sitúan en un marco altar asturiano de época visigoda, así como de una
temporal altomedieval, que fijamos entre el último vía que conecte las producciones aquí tratadas con
tercio del siglo VIII para el ejemplar más antiguo otras regiones más meridionales de la Península. En
(Quinzanas) y la primera mitad del siglo XI para el otros foros hemos defendido la pertenencia de las aras
más moderno (Luco). Así pues, a tenor de los casos de mármol decoradas con cruces patadas, producción
tratados y en contra de la opinión tradicional, es la concentrada en el suroeste peninsular, a altares con
forma de altar con ara ejerciendo de soporte único varios soportes (stipites en sus esquinas) y no a un
la que parece imponerse como más frecuente en los altar de tipo tenante único, como se suele represen-
altares del reino asturiano en particular, y de las re- tar. Es cierto que en los siglos VI-VIII el altar con ara
giones septentrionales en general. La homogeneidad ejerciendo de soporte único debió convivir con este
presente en los altares de estas regiones se suma a otro altar de ara central y cuatro stipites. Algunas im-
las semejanzas e influencias formales existentes en prontas certifican su existencia, como por ejemplo en
otros elementos arquitectónicos, como en el tipo de San Pedro de la Mata (Toledo) o en El Gatillo I y en
vanos utilizados en la arquitectura prerrománica as- Ibahernando (Cáceres), datada esta última en el si-
glo VII por el epígrafe consagratorio hallado en las
17
Véase la contribución de L. Caballero en este mismo vo- proximidades. Pero, en los casos que conocemos, las
lumen. aras decoradas con cruces patadas no se pueden aso-
18
Véase el trabajo de H. Gimeno y J. del Hoyo en este ciar directamente a ninguna de las improntas conser-
mismo volumen.
19
Para las distintas posturas véanse los textos de Mª. Cruz vadas de altares con aras que ejercieron de único so-
Villalón y de L. Caballero en este mismo volumen. porte, sean prismáticas o de fuste. El fragmento de
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 193

ara de La Mata es muy parcial, apareció en posición argumento a favor del altar con ara ejerciendo de
secundaria y su iconografía invita a pensar que se trata soporte único, sin patas auxiliares. No obstante, este
de una variante evolucionada de las aras decoradas; tipo de altar fue conocido y usado en el Noroeste
además no puede asociarse a ninguna de las dos peninsular al menos durante la Edad Media: lo con-
huellas de aras conservadas en el pavimento al ser firma su presencia en algunas iglesias románicas,
estas circulares. Por el contrario, donde sí se conserva como por ejemplo en Asturias en Santa María de
in situ el ara de este tipo de altar (ejerciendo como Obona y en Santa María de Valdediós (1218-1225),
único soporte), este no pertenece al grupo de las con altares de ara ejerciendo de soporte central, con
decoradas con cruces patadas; su forma es similar o forma de pilar achaflanado en las aristas, y cuatro
igual a las del grupo septentrional, como en Mijan- columnillas en las esquinas,20 o en Galicia el altar de
gos (Burgos), labradas en arenisca local con ausen- San Pedro de Antealtares, de finales del siglo XI (Sas-
cia de iconografía. tre de Diego, 2009).
Por tanto, de ser un ‘revival’, una vuelta consciente
a un modelo antiguo, no es en la antigua capital del
reino visigodo, Toledo, ni en la rica Mérida, uno de TIPO 2 DE ALTAR ASTURIANO:
los principales centros productores de las aras de ALTAR DE BLOQUE O MESA MACIZA
cruces patadas, donde el mundo asturiano fija su aten-
ción. No se imita su iconografía, ni se sistematiza el La forma de altar de bloque o mesa maciza fabri-
uso del mármol para su ejecución, como allí sucedía. cada de obra, más habitual, o mediante un bloque
Lo único que se recuperaría sería la forma tradicio- monolítico de grandes dimensiones, se ha vinculado
nal del ara romana, sus líneas maestras, sin más pre- a la arquitectura románica como el altar paradigmá-
tensiones. Así, por todo lo expuesto, debe negarse una tico de sus iglesias. Ejemplos donde el altar lo cons-
filiación o pervivencia respecto del modelo emeriten- tituye un macizo ancho, con un volumen netamente
se-toledano, siendo el cantábrico un grupo concreto, superior a la antigua ara de tradición romana, empie-
autónomo y paradigmático de esta área. Evidentemen- zan a ser frecuentes a lo largo de toda la geografía
te, el origen tipológico no arranca en el siglo IX. El peninsular desde el siglo XI. Antes de esta centuria,
uso del altar con ara de tradición romana es una de en la Asturias prerrománica algunos investigadores,
las formas más antiguas de altar cristiano, como ya como Aragoneses, vieron los precedentes hispanos de
ha quedado expuesto, pero no existe ningún tipo de esta forma, explicando su aparición aquí por influ-
conexión, directa o remota, con los restos hallados jos externos venidos del mundo carolingio ante la
en las regiones más meridionales, entre por ejemplo falta de ejemplos anteriores hispanos que pudieran
el altar de la primera fase de El Gatillo, en Cáceres, explicar su presencia.21
de inicios del siglo VI y con un incipiente loculus, y Sin embargo, la realidad material es menos expre-
este grupo cantábrico. siva de lo que cabría esperar. Lo que ha llegado son
Por otra parte, es una forma que llega hasta las huellas o roturas que definen en el pavimento el con-
importantes renovaciones románicas. Es muy proba- torno perimetral de estos macizos y las restauracio-
ble que con el tiempo la dispersión de este altar se nes en alzado promovidas por Menéndez-Pidal a
extienda geográficamente. En la iglesia de Sao Joao mediados del siglo XX (fig. 14). El primer resto ‘po-
Baptista de Covas (Portugal), tras el Concilio Vati- sitivo’ de este tipo conservado con absoluta seguri-
cano II se reformó el altar, apareciendo un relicario dad es el altar de Santa María del Naranco, sin duda
dentro de una oquedad abierta en un pilar que sus- el más famoso y citado de todos los asturianos co-
tentaba el tablero del altar. En la caja se conservaba nocidos. En nuestra opinión, el carácter excepcional
un pergamino relativo a los nombres de las reliquias del altar del Naranco (fig. 15), distinto a cualquier
en escritura del siglo XI (Barroca y Real, 1992: 154- otro en muchos aspectos, al igual que el edificio que
155). En este momento tardío se certifica la continui-
dad no sólo de la forma del ara, sino de la disposi- 20
Fernández González, 1985-86, pp. 57-58; Álvarez Mar-
ción del loculus en la parte superior de ella. tínez, 1999, pp. 267-268. La autora considera que se trata de
Nos queda la duda de si algunas de las aras de tipo una estructura bastante generalizada en época románica. En
nuestra opinión, habría que revisarlas, catalogarlas, ver su
pilastrilla asturianas formaban parte de un altar de ara dispersión y analizar el tipo de técnica empleada y su ads-
central y soporte múltiple. No hay constancia arqueo- cripción temporal, como en el caso del ara del altar de Santa
lógica de esta forma de altar en las iglesias prerro- María de Valdedios, que presenta un acabado a gradina.
21
Hipótesis criticada por otros autores, como García de
mánicas, siendo por otro lado las pequeñas medidas Castro. Véase Aragoneses, 1953, pp. 8-10; García de Castro,
que hemos visto en los tableros de esta época un 1995, p. 216.
194 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 14. Priesca. Huella de altar y reconstrucción contemporánea. Foto: I. Sastre de Diego.

Fig. 15. Santa María del Naranco con la reconstrucción del altar en el mirador. Foto: I. Sastre de Diego.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 195

Fig. 16. Altar de la cripta de Santa Leocadia, Oviedo. Foto: I. Sastre de Diego.

lo albergaba, lo invalida para considerarlo el mode- extendiéndose su uso por el norte peninsular y sir-
lo que define el tipo de altar empleado en las igle- viendo de precedente para los grandes altares de obra,
sias asturianas prerrománicas. Al contrario, se trata que se irían imponiendo paulatinamente durante la
de un unicum que debe ser estudiado bajo esa pre- Edad Media sobre el resto de clases de altar. El pro-
misa. La falta de discriminantes que favorezcan una blema es que esta explicación evolutiva tiene una
explicación endógena, regional o nacional, nos obliga contradicción de tipo cronológico: algunos de los
a mirar fuera de la Península en busca de contextos altares de mesa maciza restaurados por Menéndez-
históricos y materiales similares. El mundo carolin- Pidal pertenecen a iglesias anteriores en el tiempo a
gio y el longobardo, con edificios y altares igual de la erección del altar del Naranco por parte de Rami-
particulares que el asturiano, por ejemplo el llama- ro. Es el caso de San Julián de los Prados, del tiem-
do Tempietto sobre el Clitunno cerca de Spoleto, po de Alfonso II, con una difícil solución: o las hue-
poseen características comparables a las que se ma- llas que aprecia Selgas y restaura Menéndez-Pidal son
nifiestan en la creación del Naranco. Observado den- de una etapa posterior, algo que implica cuestionar
tro de este contexto internacional, es posible que el todo el trabajo del arquitecto, o los altares de San-
altar de Santa María del Naranco no sea tanto el al- tullano serían un curioso precedente del de Santa
tar eucarístico de una iglesia palatina, y sí un altar María del Naranco pero de dimensiones mayores y
votivo de los reyes asturianos, un objeto relicario al muy próximas a los bloques medievales. El períme-
igual que los ofrecidos por la monarquía carolingia tro de altar del ábside central de Santullano que queda
y la longobarda, con unas intenciones personales e como resultado de la excavación y restauración con-
ideológicas muy claras. Sobre este asunto volveremos temporánea —de 1972— tiene una longitud de 1,60
más adelante. m, muy superior de la del bloque del Naranco y muy
La forma del altar del Naranco pudo empezar a cercana a los bloques propiamente románicos, prác-
imitarse en algunas otras iglesias asturianas, como en ticamente idéntica. Esto ya fue advertido por Man-
la cripta de Santa Leocadia (fig. 16), también direc- zanares, quien opinaba que los altares originarios eran
tamente ligada a la monarquía asturiana, y en otras de ara que funcionaba como soporte único (nuestro
iglesias si aceptamos como buenas las restauraciones tipo 1), contrario por tanto a la acción de Menéndez-
de Menéndez-Pidal (para los altares de San Adriano Pidal.
de Tuñón, San Pedro de Nora, San Salvador de Pries- Fuera del territorio asturiano, existen pocos ejem-
ca, San Salvador de Valdediós y los de Santullano) plos de esta clase de altar que sean anteriores a las
196 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

manifestaciones románicas. La huella de altar del La diferencia fundamental con los tableros del tipo
ábside de Mosteiros (Portugal) mide circa 1 x 1 m, 1 es su mayor tamaño, pero incluso esta variable a
dimensiones y forma que avalan su inclusión en este veces no es válida para distinguirlos, como expusi-
grupo. La dificultad interpretativa radica, al igual que mos al hablar de algunos tableros de altares con ara
en las asturianas, en que esta huella, si es rotura, no de pilastrilla (por ejemplo Pravia y Bendones). En lo
es fiable para marcar el perímetro exacto de la mesa, demás comparten características: empleo de materia-
pues se trata de una acción destructiva que siempre les locales, el antes comentado aumento del grosor,
agranda las dimensiones respecto del volumen ori- la simplificación del marco, etc. No obstante, la eli-
ginario. Solo tenemos certeza si se conserva el rebor- minación de la molduración de tradición clásica que
de, sobresaliendo en el contorno a modo de rebaba enmarcaba el plano litúrgico no implica la ausencia
del mortero, como sucede en Idanha-a-Velha —0,75 de alguna decoración. Es lo que pasa con el tablero
× 0,65 m—, aunque aquí, por lo extraño de la plan- de Santa María del Naranco —1,05 × 0,80 × 0,19/
ta del edificio, no sabemos la función que tuvo, si de 0,15 m— (fig. 17), que posee una rica decoración
mesa o como altar. Las medidas de la impronta de vegetal como marco del plano superior, aspecto que
la iglesia catalana de Sant Quirze de Pedret -1,40 x reincide en su carácter excepcional. Fuera de Astu-
0,90 m- también corresponden a un altar de esta ti- rias, destacan las decoraciones de los tres tableros de
pología. Todavía en Cataluña, el altar de Santa Mar- Escalada (León), con una banda que, al igual que en
garida de Ampurias debió conformarse con un blo- El Naranco, recorre y enmarca la superficie superior
que macizo; ambos casos catalanes podrían mediante composiciones geométricas y vegetales de
entenderse por una penetración anterior de las corrien- roleos (fig. 18). Pero los tableros de Escalada, que
tes litúrgicas y artísticas extrapeninsulares. También no se conservaron en su posición primaria, no pare-
puede incluirse otra huella de altar del área pirenai- cen corresponderse a altares de mesa maciza a tenor
ca aragonesa, descubierta en la excavación de la igle- de los hallazgos arqueológicos.22 En el sur de Fran-
sia de San Pedro el Viejo de Jaca, explicándose por cia existen tableros decorados con motivos vegeta-
la misma causa que las catalanas. Por su parte, el les —pámpanos de vid— o zoomorfos —corderos—
hallado en la capilla de San Juan Bautista de la ca- que han sido interpretados como alusiones a la eu-
tedral de Santiago de Compostela, del que se conserva caristía (Metger, 1993: 34). Algunos de estos moti-
la parte inferior de la fábrica, alcanzaba los 2,20 m vos, especialmente el gusto por los florales, pudie-
de largo por 1,15 m de profundidad, son medidas que ron ser el precedente de las composiciones que
lo acercan al mobiliario litúrgico románico. Grandes aparecen en los tableros de altar de los siglos X y XI
bloques similares se encuentran en la arquitectura labrados en los talleres pirenaicos (Deschamps, 1925:
rupestre. El de la Cueva de los Siete Altares (Sego- 137-168; Jalabert, 1965: 41- 48).23 Los tipos pirenai-
via) tiene unas dimensiones de 1 × 1,72 × 0,32 m. cos llegaron al noreste peninsular. Se conserva uno
El de Nuestra Señora de la Cabeza (Málaga) tiene de en la catedral de Gerona, datado en la segunda mi-
largo 2,20 m, mientras que la altura no llegaba al tad del siglo X (Jalabert, 1965: 41). Cabe recordar no
metro. obstante, que los marcos con motivos vegetales ya se
encuentran en tableros hispanos presuntamente an-
teriores, como en el Almonaster la Real, donde se
LOS TABLEROS DE ALTAR desarrolla una rica decoración de motivos, incluidos
DE MESA MACIZA O TIPO 2 ángeles, junto a cornucopias y roleos tanto en el
marco del plano superior como en el canto. También
Los tableros de época altomedieval presentan una composición vegetal decoraba el tablero de Sal-
mayor grosor, en muchas ocasiones más del doble del pensa, aunque al encontrarse perdido no sabemos que
habitual de época tardoantigua. Es una característi- grosor tenía, por lo que solo se puede especular so-
ca, ya anunciada en el análisis del tipo 1, que puede bre su pertenencia a alguno de los dos grupos (la
ser considerada un discriminante importante a la hora inscripción de Pimenio lo llevaría al primero). Sí pudo
de desarrollar la evolución cronológica de los table- pertenecer al grupo altomedieval el tablero de Loulé
ros prerrománicos. No obstante, en esta discrimina-
ción habría que ponderar el factor de la pervivencia 22
Excavaciones efectuadas y publicadas por H. Larrén
y de la reutilización de un elemento sagrado que, si (1986; 1990). Un análisis de la evolución de los altares en
sigue siendo útil, puede perpetuarse en el tiempo Sastre de Diego, 2005.
23
Establecen una conexión con la iconografía siria anterior
formando parte de los altares posteriores, como su- al siglo VII, que también influiría al arte mozárabe y musul-
cede en el área catalana. mán de España.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 197

Figs. 17-18. Tablero del altar de Santa María del Naranco (Canella y Secade); tablero de
San Miguel de Escalada. Foto: I. Sastre de Diego.
198 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 19. Tablero de altar de Priesca. Foto: I. Sastre de Diego.

(Portugal), decorado con ancho marco protagoniza- Miguel de Lillo, propuesta desechada en la actuali-
do por un friso de roleos. La ausencia de diferencia dad por la mayoría de investigadores al ser los dos
de cota entre marco y campo litúrgico le acerca a este edificios coetáneos, como demostraría la Crónica Si-
grupo, pero no el material en el que está elaborado, lense, y en uso por lo menos hasta el siglo XIX, como
mármol. indican los libros de visitas. Aún concordando en el
Los tableros de San Adriano de Tuñón —1,64 × edificio, no hay acuerdo en la localización exacta de
0,95 × 0,12 m; 1,07 × 0,73 × 0,10; 1,12 × 0,75 × este altar: las propuestas van desde situarlo en el mi-
0,10 m—, San Salvador de Priesca —1,38 × 0,83 × rador que funcionaría como oratorio palatino, en el
0,18 m— (fig. 19), cripta de Santa Leocadia de Ovie- primer tramo oriental de la nave central del piso su-
do —1,39 × 0,84 × 0,14 m— y el de Santianes de perior, propuesto por Aragoneses, también en la tri-
Pravia, aunque este para un ara de pilastrilla, tienen buna sur del piso superior, o hasta en el piso inferior,
labrado el canto escalonado mediante molduras, rectas como Camps Cazorla (1948: 110-2), Palol y Hirmer
en Pravia y oblicuas en los de Tuñón, Priesca y Santa (1967: 28) o Gómez-Moreno (1947: 72), que lo si-
Leocadia. Sus planos superiores son los más senci- túan en una capilla privada que se encontraría en la
llos de los asturianos conocidos, sobre todo el de cripta central, siendo en un momento posterior tras-
Priesca, arenisca, y el de Cartavio —1,37 m—, pi- ladado a la planta alta. Pero la cuestión principal que
zarra, sin molduras ni rebordes que acoten el campo todavía sigue abierta es la de su interpretación fun-
litúrgico. cional, lo que arrastra al edificio que lo alberga. Para
García de Castro (1995: 118-120 y 484-485) aunque
la función originaria eclesiástica podría ser desechada
EL ALTAR DE SANTA MARÍA DEL NARANCO: por la «absoluta disparidad morfológica con los edi-
UNA EXCEPCIÓN NO ES PARADIGMA DE UN ficios eclesiásticos coetáneos», la presencia del al-
MODELO tar, que sitúa donde propuso Aragoneses, y las con-
notaciones religiosas presentes en la iconografía del
El altar del Naranco ha generado una profusa li- edificio resultan argumentos favorables para plantear
teratura científica por muchas cuestiones, empezan- una función religiosa desde el principio, siendo esta
do por el de su emplazamiento primitivo. Algunos zona central del piso alto una capilla privada real que
autores, recogidos por García de Castro (1995: 118- ya en las fuentes textuales contemporáneas a Alfon-
119), lo dan como procedente de la iglesia de San so III pasa a denominarse como ecclesia de Santa
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 199

María. Este carácter privado explicaría la ausencia en una especie de mausoleo que se situaría en el piso
la inscripción del obispo consagrante, la no mención alto, presumiblemente en el espacio central, jerarqui-
de las reliquias y su deposición, así como la inusual zado sobre los demás por la presencia en él de la
«asociación del nombre del rey y su esposa en la mesa decoración más importante y por estar abierto al este
(...) todo ello, inadmisible en templos públicos, pudo y al oeste con sendos miradores24, lo normal es que
ser tolerado en la capilla privada de Ramiro I». Des- hubiera quedado alguna mención en la rica documen-
taca por tanto el importante valor simbólico que de- tación altomedieval asturiana, y no es así. Desecha-
bió tener este edificio, muy lejos de cualquier fun- da esta sugerencia por falta de datos, resulta más
ción cotidiana y que justifica lo costoso de su probable su significado como oratorio o capilla real,
construcción. Para el investigador asturiano, otros dos idea defendida también por García de Castro. De ahí
indicadores que apoyarían esta función eucarística la explicación a la originalidad de su planta, aunque
serían la presencia de un posible canalillo de desagüe sigue sin explicarse convincentemente la cuestión de
y de una cruz esculpida en la franja decorativa (1995: su carácter diáfano. Hay que recordar que, más que
112 y 117; 2003: 137). Pero el tablero tiene una par- en ninguna época, en la Antigüedad Tardía y en la
ticularidad epigráfica que, a nuestro juicio, repercu- alta Edad Media la disposición espacial de las igle-
te directamente en su sentido simbólico y funcional: sias hispanas está orientada a enfatizar, a jerarquizar
la ausencia en la inscripción de los ritos fundamen- el punto central de su función, concentrada en el al-
tales en los que participa un altar: la consecratio y tar eucarístico, dispuesto y remarcado en uno de los
la depositio. Esto no le pasó desapercibido a García polos del eje axial del edificio, pero siempre al final,
de Castro (1995: 116-117), resultándole de una «ex- encerrado en medio del ábside y poco o nada visi-
traordinaria rareza (...) inexcusable, pues el altar de ble para los fieles laicos, fueran de la condición que
bloque contenía el ara de las reliquias bajo la mesa fueran. La organización espacial de Santa María del
(…)». Naranco no tiene nada que ver con estas caracterís-
Es evidente que no es una inscripción usual para ticas, lo que redunda en su no concepción como igle-
un altar. Se está reflejando un acto religioso directa sia, pese a la cita de una iglesia de Santa María en
y únicamente relacionado con la realeza, pero sin el Silense. Aquí no hay esa idea de remarcar espa-
intermediación de ningún estamento eclesiástico, lo cialmente ninguna de las dos fachadas, en especial
que le confiere un carácter muy particular, diverso al la oriental, ni de esconder y privilegiar algún espa-
resto de tableros y aras de altares epigrafiados que cio sobre los demás. Tampoco se conservan restos de
conocemos y, por tanto, con un sentido también dis- colocación de canceles en el interior, ni en el suelo,
tinto ¿Pudo ser éste conmemorativo, votivo o conme- muy transformado, ni en las paredes ni en las colum-
morativo-funerario? La presencia del canalillo no es nas o pilares. Es más bien un espacio diáfano, abierto,
determinante para otorgarle una función eucarística. que no trata de esconder, sino de mostrar algo del
No todos los tableros de altar eucarísticos tienen interior hacia fuera. Pero ¿mostrar el qué? Una vez
canalillo, más bien estos son una minoría, incluso rechazado su origen como edificio palacial no reli-
muchos de los que tienen son de carácter funerario- gioso —algunos autores llegaron incluso a proponer
martiriales, como los coptos sigmáticos. Por otro lado, que se trataba de una especie de ‘belvedere’, un
la cruz es ante todo un símbolo cristiano, si se quie- mirador en sí mismo o que antecedía a las dependen-
re muchas veces litúrgico, pero no necesariamente o cias palaciegas (Bonet Correa, 1967: 132)—; para su
solamente eucarístico; es un hecho normal su presen- interpretación exacta debemos profundizar en el con-
cia en epígrafes funerarios por su sentido de muerte tenido de la inscripción y en el conocimiento de esta
y resurrección. Si aparecieran cuatro cruces en las tipología de edificios y su uso durante la Europa al-
esquinas de un tablero de altar, sí es lógico relacio- tomedieval.
narlo con la ceremonia de consagración de las igle- El análisis comparativo con las placas fundacio-
sias; pero si sólo hay grabada una y en el centro de nales de iglesias asturianas podría abrir una nueva vía
uno de los lados entonces puede pertenecer a otros explicativa al sentido del epígrafe del Naranco. En
ámbitos del cristianismo. Con esto no quiero asegu- estas lápidas, si bien no es lo usual, no siempre apa-
rar que se trata de un altar funerario o martirial, lo rece el obispo consagrante. A veces es la figura del
que implicaría la sugerente idea de que el edificio presbítero quien se menciona, como Pelayo, el res-
fuera una capilla funeraria de la realeza, algo arqueo-
24
lógicamente indemostrable, pero sí que no son ele- En este sentido, cabe recordar como García de Castro
destaca la falta de polaridad en el piso alto, al ser las facha-
mentos sólidos que argumenten el sentido eucarísti- das iguales, rasgo que enfatizaría la jerarquía del espacio cen-
co del altar. Si el edificio fuera una capilla funeraria, tral sobre los miradores.
200 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

taurador de Santianes de Oviedo, Juan, edificador de gún tipo de celebración litúrgica, sea consecratio sea
San Juan de Llamas en 940, o Gagius, quien también dedicatio, que no aparece mencionada en ningún
hizo una basílica, San Vicente de Serrapio, en 944. momento.26 En el caso de San Miguel de Escalada
Pero más interesante todavía es la inscripción funda- (León) también se utiliza locus para designar el viejo
cional de San Pedro de Teverga —mediados del si- lugar donde se levantará el templum consagrado por
glo XI—, donde se hace saber a aquellos que se en- el obispo Genadio; aquí se manifiesta con claridad
cuentren contemplando el templo que fue la viuda y el significado con el que se emplea en estas inscrip-
sierva de Dios Eldoncia quien lo fundó de su propio ciones altomedievales tanto locus como, con toda
patrimonio personal, tras la muerte de su esposo para probabilidad, habitaculum: antiguos lugares o sitios
memoria de éste y remedio del alma de ella.25 Aquí donde hubo alguna construcción, posiblemente reli-
no aparece el nombre de ningún obispo ni sacerdote giosa, de la que poco queda en pie. Pero mientras en
porque no se trata de conmemorar ni la consagración Escalada el epígrafe narra un proceso de reconver-
ni ningún acto litúrgico del edificio, de lo que se trata sión, si se quiere de recuperación, del antiguo lugar
es de preservar la memoria de una mujer, a buen en una nueva iglesia que es consagrada en presencia
seguro noble, que tras la muerte de su esposo sabe del obispo, en El Naranco no se produce esa trans-
que se avecina también su momento y expresa su formación, o por lo menos no es descrita. De la misma
costoso deseo de querer ser recordada para su salva- manera, la ausencia de ritos litúrgicos en la inscrip-
ción como una persona cristiana y devota. Es muy ción del Naranco tampoco debe ser anecdótica y re-
probable que ambos fueran enterrados en algún lu- vela parte del carácter del edificio que albergaba el
gar preferente del recinto fundacional. Se puede de- altar levantado por Ramiro I y su esposa. Reciente-
cir que el monumento es un medio, actúa como con- mente García de Castro (2003: 165-166) ha contex-
tenedor de la inscripción, situada fuera en algún punto tualizado detalladamente las circunstancias ideológi-
estratégico del templo para que su lectura esté al cas (teológico-política) en la que se enmarcan los
alcance de todos los que acudan a él. Indirectamen- edificios del Naranco y la ofrenda del altar levanta-
te se le está dando al edificio una segunda función da por Ramiro I. Según sus conclusiones, el «mar-
de memoria sin ser directamente un mausoleo. Por cado acento penitencial» del monarca asturiano se
otro lado, sean obispos, presbíteros o religiosos lai- inscribe en un momento en que el poder político
cos piadosos, siempre se hace mención al edificio con empieza a estar «sometido al dictado de las instan-
una terminología religiosa-eclesiástica (ya sea como cias eclesiásticas», al igual que sucedería por esos
basílica, templo o Casa de Dios). En el caso del mismos años en los demás reinos europeos, y parti-
Naranco, lo único que nos indica que podemos es- cularmente en el suyo, muy condicionado por la for-
tar ante un edificio de carácter religioso es el térmi- ma violenta en que llegó al poder y se mantuvo en
no haram alusivo al propio objeto del altar. Se renueva él. Todo esto explicaría «los caracteres excepciona-
un habitaculum, un edificio que no se adjetiviza con les de la inscripción», interpretándose la erección del
ninguna característica religiosa (santo, del Señor…) altar como signo de «expiación y reconciliación». De
como suele suceder cuando explícitamente no se ser cierta esta interpretación ideológica, redundaría
nombra a una iglesia como templo o basílica. Cier- a nuestro juicio a favor de un carácter no eucarísti-
tamente, existen otros epígrafes fundacionales don- co para el altar del Naranco.27 Sería incompatible esa
de no se emplea ningún término estrictamente reli- supeditación a la Iglesia con la ausencia en el altar
gioso para referirse a la iglesia, como por ejemplo de referencias al obispo o al acto de consecratio y
aula, que aparece en el epígrafe de dedicación de de depositio de reliquias. ¿Qué mejor manifestación
Santa María Princesa de todas las Vírgenes (Mérida), material que un altar para evidenciar ese sometimien-
de la primera mitad del siglo VII, o en el de Santa Cruz to? La legislación canónica es contundente en rela-
de Cangas de Onís (Asturias), datado en el siglo VIII, ción a los altares eucarísticos, que sólo pueden ser
pero el resto de la fórmula con el nombre de la de- consagrados por un obispo. Si, efectivamente, este
dicación y la deposición de reliquias es la habitual.
El epígrafe de San Martín de Castañeda (Zamora), del 26
Martínez Tejera denomina esta inscripción monumenta
año 921, se refiere al edificio erigido como locus, pero aedificationis, ya que sólo hace referencia al levantamiento
de un edificio sin dejar constancia de «la consagración, de la
se trata más bien de una inscripción que recuerda puesta en marcha litúrgica del edificio», ver «Dedicaciones,
únicamente la labor constructiva sobre un antiguo consagraciones y Monumenta consecrationes (ss. VI-XII)…»,
edificio o lugar dedicado a San Martín y no de al- 1996, p. 90.
27
Parte de este análisis está tomado de mi tesis doctoral,
en prensa: El altar en la arquitectura cristiana hispánica…,
25
Recogido en García de Castro, 1995, pp. 99-100. 2009.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 201

Fig. 20. Cruz pintada en el ábside de San Salvador de Spoleto. Foto: I. Sastre de Diego.

fuera el contexto político, ideológico y religioso en En el antes señalado edificio del Clitunno, jun-
el que se levanta el altar del Naranco, su función to a Spoleto (fig. 20), lo primero que llama la aten-
nunca pudo ser eucarística; sería impensable que la ción es la evidente imitación de la arquitectura ro-
jerarquía eclesiástica hubiera permitido a un monarca, mana. No por casualidad se le denomina ‘tempietto’,
que busca redimirse, ‘apropiarse’ del mayor de los y de hecho, uno de sus primeros estudiosos, G. B.
elementos sagrados de la Iglesia. Concordaría más de Rossi (1871), pensó que se trataba de un templo
con una función de altar privado de oración, para su romano reutilizado como iglesia no más tarde del
familia y sus sucesores, dentro de los ambientes pa- siglo V. Tras el análisis edilicio de Emmerick en
laciales construidos por él en el Monte Naranco, a 1971, que puede considerarse precursor de la Ar-
la vez que futuro recuerdo y memoria de su piedad queología de la Arquitectura, sabemos que el pro-
y la de su esposa, con una manera de manifestarlo yecto constructivo es unitario, aunque no hay con-
que empieza a ser usual en la alta Edad Media y se senso en cuanto a su datación, de finales del siglo
mantendrán en las siguientes centurias, haciéndose VII para unos, o avanzado el siglo VIII para otros.
extensible a la nobleza más alta. Creo que estamos Como en el Naranco, la fachada sigue un esquema
en condiciones de abrir y seguir una senda en la que clásico de frente columnado elevado sobre alto po-
el carácter votivo, devoto que plasman materialmente dio, solución arquitectónica que permite aprovechar
las monarquías y aristocracias europeas, en un con- la fachada como mirador del rico paisaje natural
texto histórico y cultural común, nos pueden ayudar existente alrededor. Esto obliga en ambos casos a
a desentrañar este misterio. ubicar los accesos en los laterales, con sendas es-
202 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

Fig. 21. Fachada del tempietto del Clitunno, Spoleto. Foto I. Sastre.

caleras. Todavía hay más puntos comunes entre los culturales e ideológicos comunes28. El culto a los
dos templos: la existencia del piso bajo, abierto gra- ángeles —el templeto del Clitunno está dedicado a
cias a la altura del podio; y, sobre todo, la morfo- los ángeles, mejor dicho al Deus angelorum— y la
logía del altar principal, de tipo mesa maciza. Por presencia de la cruz latina con pedrería y las letras
otra parte, el santuario del Clitunno lo presidía, colgantes del A y el W, como la que decoraba San
abierto en la pared del fondo y sobre el altar, una Salvador de Spoleto (fig. 21), son de nuevo elemen-
edícola que recuerda a los antiguos lararios paganos, tos compartidos. Pero ¿qué tipo de edificio era el
pero que también es asociable a los tabernáculos de ‘tempietto’? De Rossi (18701: 144) tenía claro que
las iglesias asturianas. La arquitectura asturiana y la
spoletina tienen otras coincidencias que solo una 28
Investigación que esperamos iniciar, junto con el Dr. J.
investigación profunda podrá elevar o no a la cate- Domingo (Università di Roma la Sapienza), en los próximos
goría de influencias o de pertenencia a ámbitos meses.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 203

era un sacrarium, término que daba nombre a la es- lógicamente, de tres altares. El problema surge al
tación, Sacraria, registrada junto al Clitunno por el intentar entender que estos tres altares de los que
itinerario de Hierosolymitanum o burdigalense (si- disponían las iglesias asturianas ejercieron todos
glo IV), y que se disponía entre Spoleto y Trevi. Sería como altares eucarísticos, lo que se supone si fueron
una cristianización de un antiguo lugar de culto pa- consagrados como altares siguiendo el rito estable-
gano. Pero la cronología del ‘tempietto’ es posterior cido y guardando en ellos las reliquias, y saber cómo
al itinerario, por lo que sólo existe relación entre el se conjuga esa realidad material y documental con la
topónimo y el edificio si se mantiene la tradición del tradición litúrgica hispana que concibe cada templo
lugar cuando éste se construye. con un solo santuario, y, por ende, con un solo altar,
un único lugar donde poder celebrar la sinaxis. Es-
tamos ante una de las cuestiones más complejas por
LA MULTIPLICACIÓN DE ALTARES lo que respecta a la arquitectura cristiana hispana
prerrománica, ampliamente debatida entre los inves-
Los altares de las iglesias asturianas prerrománi- tigadores y que todavía no ha sido resuelta. El tema
cas estaban destinados a una liturgia que mantenía requiere de un profundo análisis que recoja todos los
la tradición hispana pero en la que aparecen algunas materiales disponibles para empezar a establecer
novedades, la más importante de todas es la consta- conclusiones seguras (creemos que en la actualidad
tación de más de un altar en un esquema de triple hay suficientes datos textuales y arqueológicos para
santuario para la cabecera, por primera vez seguro ello). Aquí solo haremos una reflexión que expondrá
dentro de la arquitectura cristiana hispánica. posibles vías de investigación.29
La colocación del altar exento en el interior del Las fuentes escritas son el principal argumento de
santuario y la separación espacial y visual del san- los que defienden el origen y desarrollo en la Astu-
tuario respecto del aula continúa vigente. La mane- rias prerrománica del triple altar eucarístico. La pri-
ra de cerrar el espacio del altar fue la misma que en mera cuestión se centra en el comienzo, si esta mul-
las iglesias de época visigoda: con canceles. En As- tiplicidad eucarística está ya presente en las primeras
turias se constata en Bendones (marcas en las basas construcciones asturianas, y si fuera así por qué ahora.
del acceso al ábside central y al lateral sur, y frag- Estos textos nos dicen, por ejemplo, que ya en una
mentos de las placas), cripta de Santa Leocadia (hue- época tan temprana como la de Fruela I, este man-
llas de separación entre aula y santuario), en Tuñón dó construir una iglesia dedicada a San Salvador con
(dos fragmentos de canceles), en Santullano (ranu- doce altares para los doce apóstoles (Cid Priego,
ras para los canceles en las basas del arco triunfal del 1995: 44). Pero, si se analiza el objeto de la dedica-
ábside central), en Priesca (huellas para el encastre ción, no es tan seguro que se trate de un ejemplo de
de los canceles en las basas de los arcos de acceso a multiplicidad de altares eucarísticos para este primer
los tres ábsides), en Valdediós (huecos para el encastre momento de la monarquía asturiana. Puede ser un
de barroteras en el umbral del ábside central y las acto regio que trata de recordar y emular al primer
cajas para canceles de cierre entre el primer tramo emperador cristiano, el gran Constantino en su fun-
del aula y el resto de la misma), en Lena (cancel alto dación del apostoleion, en el que existían doce alta-
o iconostasio), en Gobiendes (cajas para canceles en res para los doce apóstoles, un edificio con el que se
las columnas de arco de acceso al santuario); y tam- manifestaba la nueva y directa relación entre el po-
bién en territorios cercanos: en León en Escalada der celestial y el poder terrenal, encargado de extender
(iconostasio), en Galicia en Santa Comba de Bande y velar por la nueva fe. Un siglo antes de la funda-
(en el umbral de separación del anteábside y el cru- ción de San Salvador de Oviedo, el abad inglés Al-
cero, así como agujeros para cortinajes en el arco dhelmo de Malmesbury (640-709) escribía un poe-
acceso al santuario), y en Portugal en San Pedro de ma a cada uno de los doce altares,30 dedicados a los
Lourosa. doce apóstoles, que se habían erigido en la basílica
Pero, mientras en los edificios tardoantiguos son de su ciudad. Tampoco sería la única iglesia auspi-
frecuentes las dudas sobre la función de las estancias ciada por la monarquía asturiana que se refleja en las
laterales al ábside, cuando las hay (por ejemplo en edificaciones constantinopolitanas. Por ejemplo, las
las basílicas baleáricas, y en Bovalar, Santa Marga-
rida de Martorell y Parc Central en la Tarraconense), 29
Es un asunto discutido con más profundidad en nuestra
ahora aumentan los datos que apoyan la configura- tesis (Sastre de Diego, 2009), actualmente en prensa, y de la
que tomamos las líneas de trabajo allí propuestas.
ción de un triple dispositivo litúrgico en la cabece- 30
Aris Beatae Mariae et Duodecim Apostolis dicatis, in
ra, con la presencia confirmada, documental y arqueo- PL, 89, coll. 88-314.
204 Isaac Sastre de Diego Anejos de AEspA LXIII

obras y fundaciones dedicadas a los ángeles, espe- graciones de algunas iglesias catalanas de esta mis-
cialmente a san Miguel, recuerdan a empresas como ma época, se cita la presencia de varios obispos en
la del Michaeleion atribuido a Constantino. El uso y dicho acto, pero mientras en las catalanas se refleja
desarrollo de la advocación al arcángel Miguel es una su papel de «co-celebrantes» cada uno en un altar,
novedad asturiana respecto a la Hispania tardoanti- en los epígrafes asturianos solamente se enumera su
gua. Su culto no es detectable anteriormente, como presencia.34 Todavía en pleno siglo X encontramos
puso de manifiesto Stylow (2005) al analizar los es- epígrafes que permiten suponer la continuidad de un
casos casos —apenas cuatro— que habían sido pro- único altar eucarístico en algunas iglesias asturianas,
puestos para los siglos VI y VII. La difusión del culto como el de la reconstrucción de San Martín de Sa-
a los ángeles vuelve a tener su paragón en las cons- las —año 951—, que menciona la colocación de
trucciones longobardas spoletinas. Recordemos que varias reliquias en un mismo altar, hecho frecuente
el frontón de la fachada del aludido tempietto del Cli- y suficientemente constatado ya en época visigoda.
tunno estaba presidido por un epígrafe dedicado a los Esta iglesia ya existía en el siglo IX pero se encon-
arcángeles. traba hacía tiempo destruida. Si la liturgia romana
Igual de cuestionable es la información del perio- hubiera estado consolidada en la décima centuria nada
do final asturiano. En el siglo X aumentan los docu- hubiera impedido reconstruir el nuevo edificio eri-
mentos de las regiones septentrionales y norocciden- giendo varios altares eucarísticos sin tener que incluir
tales que mencionan fundaciones, donaciones y todas las reliquias que poseía la parroquia en un solo
consagraciones de iglesias con más de un altar, nor- altar. También al año 951 corresponde el epígrafe que
malmente en número de tres.31 Si es correcta la lec- conmemora la edificación de la iglesia de Santa
tura que Fita y Fernández-Guerra hacen del documen- Eulalia del Valle (Carreño), una fundación regia en
to de fundación y donación del monasterio de la que vuelve a erigirse un único altar que guarda
Sobrado (A Coruña), año 952, por parte del conde varias reliquias.35
Hermenegildo y su esposa Paterna, en él se estable- Es muy posible que el texto antes citado del
ce la dotación para el culto de sus altares —et pro monasterio de Sobrado haga referencia a la institu-
luminaribus altariorum iam dicti martirum illuminan- ción de las luminarias. Estas son acciones que po-
dum...—.32 Lo que parecen expresar estos textos y lo dían desempeñar familias privadas de la alta noble-
que podría interpretarse por la presencia de iglesias za directamente vinculadas a la fundación del lugar
de cabeceras de triple ábside con sus respectivos al- donde se instituyen. Estos altares nombrados para
tares cada uno —como San Julián de los Prados—, Sobrado no tendrían por qué desempeñar función
choca con un obstáculo cronológico que afecta de
lleno al tipo de funcionalidad litúrgica que éstos des- 34
A. Martínez Tejera plantea que su presencia pudiera in-
empeñaron. La introducción en la región asturiana del dicar que estuviéramos ante una invitación del obispo rector
de la diócesis a la que pertenece el edificio para celebrar la
orden romano, a través de las fundaciones benedic- consagración del mismo; ver: «Dedicaciones, consagraciones
tinas, no se produce hasta el siglo XI.33 Si esto es así, y Monumenta consecrationes (ss. VI-XII)…», 1996, p. 89. Lla-
entonces ¿qué función tuvieron los altares de los mativo es el caso de la inscripción consagratoria conservada
en San Salvador de Valdediós, en la que el número de obispos
ábsides laterales en las iglesias asturianas prerromá- presentes, siete, supera al de los altares existentes, tres. Ade-
nicas? A diferencia de lo que sucede en las consa- más, en la placa de consagración no se alude a ningún altar,
graciones de las iglesias catalanas en época altome- solamente a la consecratio de un templum. Tras la reciente
lectura de paramentos, se ha concluido la posterioridad de la
dieval, en Asturias los textos nombrados para inscripción respecto del edificio. Al respecto véase la contri-
documentar la multiplicidad de altares, al menos los bución de L. Caballero en este mismo volumen.
manejados por nosotros, nunca mencionan la celebra- «In (h)oc altare sunt reliqui(a)e recon / dit(a)e Sci. Salva-
toris Sce. Mari(a)e / Sci Martín ep(iscop)i Sci. Iohannis
ción de misa en todos los altares y por el contrario B(a)b(tista)e / Sci Andr(ea)e Sci T(h)irsi Sci. Felices / Sci.
sí remarcan el papel principal del altar mayor sobre Romani Sce. Eolali(a)e Sci. Pelagi. Restauratu (m) est
los demás. Es cierto que, al igual que en las consa- te(m)plu(m) …»; recogido en Arias, op. cit., p. 214, que ade-
más propone el patrocinio real de su fundación; ver también
en C. García de Castro: Arqueología Cristiana…, 1995, p.
31
Una recopilación reciente y completa para la región as- 133, y en L. Arias: Prerrománico de San Martín de Salas,
turiana de los epígrafes fundacionales y de consagración en 1998.
35
García de Castro, 1995, pp. 80-107 y 176-192. «Ob honorem Sci Petri / et Pauli ap(ostolorum) sunt in/
32
Cartulario de Sobrado, lib. I, fol. 3; recogido en Fita y altare reliqui(a)e recon/ dit(a)e Sci. T(h)irsi Sce. Aggate / Sc.
Fernández-Guerrra, 1880, p. 104. Pellagie (s)ce. Marin(a)e / vir(ginis) hec (sic) templo quod
33
Ya reseñado por Arbeiter, 1992, p. 163; Recientemente (a) edif(ci)…», recogido en Arias, op. cit., p. 219, ver tam-
tratado por L. Arias: «Aproximación a la realidad mate- bién A. Pérez Alonso: «Inscripción del siglo X en la iglesia de
rial del monacato asturiano en la Alta Edad Media», 2006, Santa Eulalia del Valle de Carreño», BIDEA 98, Oviedo,
pp. 205-227. 1979, pp. 681-694.
Anejos de AEspA LXIII ¿UN MODELO DE ALTAR ASTURIANO? DEL ARQUETIPO DE QUINZANAS... 205

eucarística, o al menos, del documento nada nuevo Medieval, Oviedo 27 marzo – 1 abril 1989, II Co-
se desprende que no existiera ya en época tardoan- municaciones, Universidad de Oviedo, pp. 161-
tigua. Parece que su función sigue estando más cer- 173.
ca de la devoción y la honra funeraria y a las reli- ARIAS PÁRAMO, L., 1998: Prerrománico de San Martín
quias de los mártires que allí se encontraba que a la de Salas.
celebración de la misa. Su comparación con las que AZKARATE, A., 1988: Arqueología cristiana de la
se instituyeron en fundaciones europeas altomedie- Antigüedad Tardía en Álava, Guipuzcoa y Vizca-
vales, como San Zeno de Campione (Italia) nos da ya, Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz.
además otra clave: su estrecha vinculación con el AZKARATE, A., 1995: «Aportaciones al debate sobre
ámbito de lo funerario, convirtiéndose en otro acto la arquitectura prerrománica peninsular: la igle-
más de piedad para estos nobles. No hay que olvi- sia de San Román de Tobillas (Álava), AEspA 68,
dar que el documento de Sobrado es un testamen- pp. 189-214.
tum.36 BARANDIARÁN, J. M., 1971: «Excavaciones en la igle-
Independientemente de su función, lo que los tex- sia de San Andrés de Astigarribia (Motrico, Gui-
tos y la arqueología demuestran a partir de la alta púzcoa)», NAH XV, pp. 191-217.
Edad Media en la Península Ibérica es el aumento de BARROCA, M., REAL, M. L., 1992: «As caixas-relicá-
altares con reliquias unido a la promoción del culto rio de Sao Torquato, Guimaráes (Séc. X-XIII)»,
a determinados santos. Es un desarrollo que forma Arqueología Medieval, pp. 135-169.
parte de una política directa por parte de los nuevos BONET CORREA, A., 1967: Spanish Pre-romanesque
grupos de poder, interesados en extender y consoli- Art. The Arts and Architecture of the Churches of
dar su control en nuevos territorios, o en fijar los Asturias. New York Graphic Society Ltd,
antiguos. Algo parecido sucede en otras partes de la Greenwich, Connecticut – Ediciones Polígrafa,
cristiandad europea. Para la Toscana de fines del si- Barcelona.
glo VII e inicios del VIII, Brogiolo y Chavarría (2005: BROGIOLO, G. P., CHAVARRÍA, A., 2005: Aristocrazie e
148) ven en las fundaciones de iglesias y monaste- campagne nell’Occidente da Costantino a Carlo
rios y en la «moltiplicazione degli altari destinati al Magno. Metodi e temi dell’archeologia medievale
culto delle reliquie» una intención de nobles y obis- / 1.
pos por definir un territorio a través de la promoción CABALLERO, L., 2006: «El conjunto monástico de
de una identidad local que queda sujeta mediante la Santa María de Melque (Toledo). Siglos VII-X (Cri-
protección de los santos locales venerados en esas terios seguidos para identificar monasterios his-
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ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA
POR

ROBERTO CORONEO
Università degli Studi di Cagliari, Italia

RESUMEN en las crónicas, el restablecimiento del ordo de To-


ledo se produce tam in ecclesia quam in palatio.
Este texto centra su atención sobre las relaciones entre
Asturias y Bizancio. Trata de verificar la continuidad de la Oviedo recoge la herencia visigoda y se convierte en
tradición de época visigoda y si los motivos procedentes de la urbs regia por excelencia: «omnemque Gotorum
Constantinopla penetraron en Asturias. La conclusión es que ordinem sicuti Toleto fuerat, tam in eclesia quam
la relación entre Asturias y Bizancio fue mediata, no directa.
Sin embargo, se debe subrayar que el prestigio de Bizancio palatio in Ouetao cuncta statuit», como leemos en
no dejó de ejercer su fascinación sobre el reino de Asturias, la Crónica de Albelda (Chron. Alb. XV, 9).1
especialmente desde el punto de vista de la estructura ideoló- A la vez, Oviedo es la «ciudad santa».2 Se crea
gica representativa del poder.
una jerarquía eclesiastica capaz de oponerse con efi-
cacia a la Iglesia de Toledo, sobre todo en relación
ABSTRACT a la herejía adopcionista, y se construye un sistema
This paper draws its attention on the relationship between antimusulmán en clave simbólica y religiosa, capaz
Asturias and Byzantium. It intends to test the continuity of de justificar el inicio de la guerra santa de la Recon-
Visigothic tradition and its motives of Constantinople origin quista incluso a través de la inventio de las reliquias
in Asturias. The conclusions remark that the relationship
between Asturias and Byzantium was not direct, but indirect. de Santiago y el impulso a la veneración del Santia-
It must be highlighted though that the prestige of Byzantium go matamoros.3 De forma paralela se identificaron
kept on influencing on the Asturian Kingdom, mainly from the símbolos poderosos, como la cruz, sobre los que se
point of view of the ideological structure of the power repre-
sentation. podía basar la identidad asturiana.
Bajo la dinastía asturiana, los nombres de Pela-
PALABRAS CLAVE: Asturias, Bizancio, imágenes del poder. gio, Aurelio, Silo y Ordonius son de raíz hispano-
KEY WORDS: Asturias, Byzantium, imagines of power. romana, mientras que los de Fafila, Froila, Adefon-
sus, Ranimirus revelan un origen germánico. La
tradición historiográfica afirma que el núcleo del
poder estaba compuesto por aristócratas de origen
Con el establecimiento de la corte real en Ovie-
visigodo, exiliados de Toledo, y por esto sensibles a
do, el reino de Asturias supera un primer momento
la restauración de la corte toledana.4 Sin embargo, al
de formación e inicia una nueva fase de su historia.
no existir ningún antecedente significativo en que
La personalidad, las relaciones diplomáticas y la ta-
poder basar esta restauración, cada elemento tuvo que
lla política de Alfonso II el Casto, que reinó desde
conseguirse fuera de los estrechos confines regiona-
791 hasta 842, marcan un cambio decisivo en su pro-
les. Muchos de estos elementos se importaron en el
ceso de auto-legitimación.
marco de la consolidación del reino,5 que, a su vez,
Durante el siglo IX, la construcción de la identi-
consolidaron la legitimidad real y la construcción
dad histórica, estatal, eclesiástica y cultural del rei-
histórica de la identidad asturiana.6
no de Asturias precisa elementos de distintos tipos,
dada la necesidad que tiene de continuar en Asturias 1
Gil Fernández, J. y Moralejo L. J. (eds.) 1985.
la monarquía visigoda y de establecer su centro ope- 2
Carrero Santamaría, E. 2007.
3
rativo en Oviedo, que se convierte así en el nuevo foco Steppe, J.K. 1985.
4
Lacarra, J.M. 1964.
de la cristiandad ibérica. A Oviedo se transfieren las 5
Ciotta, G. 1992.
funciones que antes estaban en Toledo. Como se dice 6
Vázquez de Parga, L. 1980.
210 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Oviedo, Catedral de San Salvador, sarcófago de Ithacius


(Álvarez Martínez, M.S. 2004).

Así, el reino de Asturias contempla una dialécti- de Ithacius (Fig. 1), que se encuentra en el Panteón
ca entre la continuidad de la tradición visigoda y los de los Reyes de Asturias de la Catedral de San Sal-
factores de innovación que incluyen la importación vador en Oviedo. El sarcófago ha sido analizado por
de elementos procedentes del exterior del reino. Entre María Soledad Álvarez Martínez, en el catálogo de
los lugares de origen está la esfera cristiana de Al- la exposición Testigos en Ávila, quien ha confirma-
Andalus, como sucede en el caso de las reliquias de do la datación entre los siglos V y IX.13 Se le con-
santos mártires de Toledo, que se trasladaron a la sidera de producción hispana, aunque no local, y
Cámara Santa de Oviedo.7 comparte con otros documentos ibéricos de la An-
La convergencia con las ideas del Imperio Caro- tigüedad Tardía una doble problemática, la que
lingio fomenta aportaciones occidentales y del papado deriva de la relación con una tradición técnica e ico-
romano, como ocurre con el modelo de iglesia de nográfica común al sustrato mediterráneo romano-im-
transepto longitudinal continuo, adoptado en San perial, y por lo tanto también a Bizancio, y la que
Julián de Los Prados.8 También son posibles relacio- afecta a la entidad de la presencia bizantina en la
nes con el Oriente islámico, como las cuestiones que Bética del siglo VI.
se plantean en torno a los modelos escultóricos de Fragmentos, más o menos extensos, de pinturas
procedencia omeya.9 Igualmente problemáticas son murales se conservan en la mayoría de las iglesias as-
las aportaciones desde el Oriente bizantino.10 turianas de los siglos IX y X.14 La Crónica de Albel-
A partir de estas premisas se intentará revisar da informa sobre las pinturas murales que existieron
algunos episodios de la producción artística asturia- en los palacios reales de Oviedo, «simulque [Adefon-
na para los que la historiografía ha sugerido mode- sus I] cum regiis palatiis picturis diuersis decorauit»
los y referentes de origen bizantino. Se procurará (Chron. Alb. XV, 9).15 Estas pinturas no tienen ante-
tener en cuenta su coherencia y los posibles canales cedentes significativos en el mundo hispáno-visigo-
de transmisión, comprobando el grado de reelabora- do. Si existieron, nada ha sobrevivido de las posibles
ción de los motivos originales. decoraciones murales de la catedral de Toledo ni de
Aún se sabe poco acerca de los orígenes del cris- las iglesias de otros centros importantes de época
tianismo en Asturias.11 A partir del año 254 Asturi- visigoda. En las iglesias de los siglos VII y VIII, la
ca Augusta (Astorga) fue ciudad episcopal. El úni- decoración se limita a la escultura arquitectónica, en
co documento escultórico de la Antiguedad Tardia piedra o estuco, pero no hay ningún testigo de pin-
incluido en la obra de Giuseppe Bovini sobre los sar- tura mural. Por lo tanto, puede tratarse de una inno-
cófagos paleocristianos de España12 es el sarcófago vación perteneciente al ámbito cronológico asturia-
no, en este caso de influjo exterior. Su aparición en
7
Rivera Recio, J.F. 1964; Rivera Recio, J.F. 1966; Fernán- la época de Alfonso II es un fenómeno que no tiene
dez Alonso, J. 1966.
8
Arias Páramo, L. 1992; Ciotta, G. 1999. fácil explicación a partir del cuadro comparativo
9
Caballero Zoreda, L. 1994, 1995.
10 13
Barroso Cabrera, R. y Morín de Pablos, J. 2000. Álvarez Martínez, M.S. 2004.
11 14
Fernández Ardanaz, S. 1992. Arias Páramo, L. 1999.
12 15
Bovini, G. 1954, pp. 164-167. Gil Fernández, J. y Moralejo L. J. eds. 1985.
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 211

Fig. 2. Oviedo, San Julián de los Prados, pintura mural Fig. 3. Nueva York, Metropolitan Museum, pintura mu-
(Arias, L. 1999). ral de la villa de Boscoreale (Arias Páramo, L. 1999).

europeo y mediterráneo, en que las pinturas de San Las pinturas de San Julián de los Prados también
Julián de Los Prados siguen siendo un únicum. son muy problemáticas por su significado histórico-
La afinidad de estas pinturas con las de origen religioso, dada la elección de un programa desarro-
romano es evidente no solamente desde el punto de llado en clave anicónica, con escenas arquitectóni-
vista técnico, sino también por los distintos motivos cas y centrado en la cruz.18 La búsqueda de sus causas
iconográficos. En particular, el conjunto de represen- ha dado lugar a varias hipótesis, que aluden a la
taciones arquitectónicas parece atribuible a prototi- Jerusalén celestial, al Paraíso o a la visión apoca-
pos romanos del llamado cuarto estilo pompeyano.16 líptica, como un reflejo de la iconoclastia bizantina.
El ejemplo más cercano a las pinturas de San Julián Sabine Noack-Haley19 sugiere que la iglesia fue cons-
de los Prados (Fig. 2) se puede individualizar en los truida como iglesia conciliar, sustituyendo a la tole-
frescos de la villa de Boscoreale (Fig. 3), hoy en el dana de los Apóstoles. Si esta clave interpretativa se
Metropolitan Museum de Nueva York. La organiza- revela correcta también serviría para aclarar por un
ción de las paredes también parece depender de la lado el significado de las representaciones arquitec-
tradición romana y de prototipos similares a las de- tónicas como referencia a los concilios y por el otro
coraciones con crustae en mármol y frescos de la el de la cruz como referencia a la ideología de la
basílica de Junio Basso, conocida a partir de un di- restauración del ordo gothorum y del triunfo del cris-
bujo de Giuliano da Sangallo (Biblioteca Vaticana, tianismo asturiano. Ambos elementos recuerdan ele-
Barb. lat. 4424, f. 33v),17 sobre todo las cortinas ocu- mentos de los lugares santos de Palestina: las repre-
pando totalmente la escena arquitectónica de algu- sentaciones arquitectónicas de los concilios en los
nos cuadros. La identificación de los modelos que mosaicos de la Iglesia de la Natividad en Belén, que
permitieron la mediación resulta más compleja. Se presentan muchos problemas de datación, y el edí-
han indicado los mosaicos del Baptisterio Ortodoxo culo con cruz en la basílica de la Anástasis en Jeru-
en Rávena, de la época del obispo Neone (451-475); salén.20
los de la rotunda de Galerio, que se transformó en En las pinturas murales de San Julián de Los Pra-
la iglesia de San Jorge en Tesalónica (siglo VI), has- dos (Fig. 5) la decoración se desarrolla a partir de los
ta llegar a los de la mezquita omeya de Damasco (Fig. arcos entre los que se insertan los discos. Se trata de
4), del siglo VIII.
18
Marín Valdés, F.A. y Gil López, J.M. 1989.
16 19
Eristov, H. 1994. Noack-Haley, S. 1995.
17 20
Krautheimer, R. 1981, p. 50, fig. 33. Iacobini, A. 1998.
212 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 4. Damasco, mezquita omeya, mosaico (foto R. Coroneo, 2010).

Fig. 5. Oviedo, San Julián de los Prados, dibujo de las pinturas murales
(Arias, L. 1999).

una solución decorativa de origen tardorromano, que sustancial, porque en este edificio los discos no se
tiene similitudes en la parecida composición de Santa insertan de manera autónoma entre los arcos, sino que
Sofía de Constantinopla (Fig. 6), en cuyas paredes parecen colgar del techo mediante fajas anchas, tam-
diafragma de las arcadas norte y sur la decoración bién talladas y figuradas.
escultórica se extiende alrededor de los discos de Justo esta conformación sugirió la idea de que se
pórfido colocados en la misma posición. Un esque- quería reproducir la imagen de objetos reales si no
ma compositivo similar se encuentra también en Santa funcionales, colocados como decoración representa-
María de Naranco (Fig. 7). Pero hay una diferencia tiva y simbólica en los salones de la monarquía vi-
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 213

Fig. 6. Estambul, Santa Sofia, interior (foto R. Coroneo, 2010).

Fig. 7. Oviedo, Santa María de Naranco, interior (foto R. Coroneo, 2010).

sigoda. Se trataría, según Puig i Cadafalch,21 de los revisión exhaustiva, que aún no puede considerarse
discos colgados en las paredes de madera de las ca- completa. El examen de la producción plástica del
sas y sobre todo de los salones de representación. Una taller de Mérida,22 el más importante de España en
especie de petrificación del ambiente significativo del este período, ha puesto de relieve tanto las dificul-
poder soberano, en este caso del rey y de la corte de tades de datación de piezas individuales, como la
Toledo, y implantada ahora por el rey y la corte de imposibilidad de una única referencia a una matriz
Oviedo, según el sentido simbólico e ideológico de cristiana dejando al margen la islámica, dada la iden-
la restauratio de la monarquía visigoda. tidad de los prototipos, que son identificables en
Sin embargo, no sólo la arquitectura sino también Oriente.23 Sobre todo, el repertorio ornamental parece
la escultura arquitectónica de la Península Ibérica de indicar la continuidad de modelos no sólo en Astu-
los siglos VI y VII, llamada tradicionalmente «visigo- rias,24 sino también en Andalucía, donde se introdu-
da», ha sido objeto recientemente de un proceso de
22
Cruz Villalón, M. 2000.
23
Hoppe, J.-M. 1991.
21 24
Puig i Cadafalch, J. 1961, pp. 111-112. García de Castro Valdés, C. 2007.
214 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

Asturias en Oviedo, la primera con un grifo (Fig. 8)27


y la otra con un árbol de la vida (Fig. 9). Tradicio-
nalmente consideradas de época visigoda, se inclu-
yen (en particular, por las espirales que incluyen
rosetas) en el grupo de fragmentos arquitectónicos
recuperados en la iglesia y que deben considerarse
tallados en época de Ramiro I, si no más tarde. Su-
giere una datación aún más tardía la identificación
de la placa de San Miguel con el árbol de la vida con
otra placa que se encuentra en la iglesia de Santo
Adriano de Tuñón (Fig. 10), tradicionalmente con-
siderada de época de Alfonso III,28 pero con mucha
probabilidad producto de una secuencia más compli-
cada según las fases de construcción de esta iglesia.29
Tanto el grifo30 como el árbol de la vida31 son moti-
vos iconográficos de tradición iraní antigua, transmi-
tida por el arte sasánida al mundo del Mediterráneo
a partir de los siglos V-VI y de modo más intenso en
edad posticonoclasta. Hoppe no llega a conclusiones
generales, sino simplemente adopta una «actitud pru-
dente» que, sin embargo, cambia el enfoque si se
acepta que los prototipos sasánidas se han hecho,
igual que los antiguos y los de Constantinopla, como
signo de distinción noble en contextos muy destaca-
dos. Los resultados de Hoppe, obviamente, muestran
una dirección diferente, pero no necesariamente con-
tradictoria con la última (en orden cronológico) ten-
Fig. 8. Oviedo, Museo Arqueológico de Asturias, placa con dencia historiográfica, que reconoce en el arte his-
grifo (Caballero Zoreda, L. y Martín Talaverano, R. 2010). pánico de los siglos VII-X una contribución sustancial
de los modelos técnicos orientales, con propuesta de
identificación de la derivación en ocasiones omeya
cen motivos de derivación omeya.25 Surgen como base o bizantina.32
para una evaluación más objetiva del arte «mozára- Algo parecido se puede aplicar a las esquinas
be», cuya definición también ésta en crisis.26 redondeadas de Santa María de Melque, presentes en
En un artículo de «libre interpretación» de la es- los baños de Khirbat al-Mafjar de Palestina, del si-
cultura «visigoda», Jean-Marie Hoppe ha puesto en glo VIII, pero también en la torre de Umm al-Rasas
tela de juicio la clasificación de los fenómenos de de Jordania, de finales del siglo VI,33 sin que en este
«bizantinismo». Según Hoppe, la comparación entre sentido represente un problema la cronología exac-
la realidad histórica del imperio, su arte, y las re- ta de la iglesia ibérica. De acuerdo con Achim Ar-
flexiones sobre la Península Ibérica estaría contami- beiter, «la irradiación del orientalismo en España no
nada por ideas preconcebidas que no se correspon- se produce sólo en las fases avanzadas, a partir del
den con los principios del método comparativo. Una Oriente islamizado, sino también en época visigoda,
utilización correcta de este último señalaría mejor la directamente».34
raíz sasánida de los motivos orientales del arte his- También este es el caso del motivo formado por
pánico tanto de época visigoda como asturiana y leo- la intersección de círculos que determinan la interac-
nesa. La mediación se asignaría al «canal de trans-
misión omeya» activo tanto en la decoración de los 27
Escortell Ponsoda, M. 1996, pp. 15-16, fig. 16-17.
28
edificios profanos como en la de los edificios de culto. Manzanares Rodriguez, J. 1964, p. 32, fig. 17.
29
Caballero Zoreda, L. y Martín Talaverano, R. 2010.
El problema se refiere a las dos placas de San 30
D’Agostino, M.R. 1994, pp. 155-157.
Miguel de Liño, hoy en el Museo Arqueológico de 31
Iacobini, A. 1994.
32
Anedda, D. 2003.
33
Piccirillo, M. 1989, pp. 301-303; Omayyadi, 2000, pp.
25
Caballero Zoreda, L. 1992. 94-95 (Thome, L.).
26 34
Thiery, A. 1988. Arbeiter, A. 2000, p. 263.
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 215

Fig. 9. Oviedo, Museo Arqueológico de Asturias, placa con Fig. 10. Santo Adriano de Tuñón, placa con árbol de la vida,
árbol de la vida (Caballero Zoreda, L. y Martín Talaverano, desaparecida (Caballero Zoreda, L. y Martín Talaverano, R.
R. 2010). 2010).

ción de un cuadripétalo en forma de cruz, ampliamen- triforio y la gran sala en la planta superior. La deco-
te atestiguado en el mosaico romano tardío y distri- ración es similar a la del palacio de Qasr al-Kharrâ-
buido en el bizantino, como ocurre en el friso de San na en Jordania, fechado 24 de noviembre de 710,37
Juan de Baños, clasicista y tradicional según Palol.35 también a la del martyrium de San Simeón Estilita
Por el contrario, Luis Caballero (que fecha la igle- en Qal’at Sim’an en Siria, construido entre los años
sia en un período posterior a la invasión islámica de 480 y 490, o a la de la iglesia de Qalb Lauza, antes
la Península Ibérica) afirma la mediación omeya, de de 500,38 o a la de Bakirka.
acuerdo con las decoraciones de estuco del palacio Para la decoración interior de los discos de San-
de Khirbat al-Mafjar, a su vez procedente de moti- ta María del Naranco (Fig. 11) se ha propuesto la
vos sasánidas como los del Palacio de Nizamabad. réplica de genéricos modelos orientales, procedentes
Encontramos el mismo tema en los estucos ornamen- del repertorio decorativo de los tejidos fabricados en
tales de San Vital en Rávena, realizado entre 537/538 Constantinopla o Irán. A pesar de la simple analogía
y 547/548.36 del motivo zoomorfo dentro de un círculo, las figu-
En Asturias, incertidumbres similares plantea la ras de animales dentro de los discos de Naranco se
doble línea en relieve de extremos curvos, que en el caracterizan por detalles iconográficos muy diferentes
«palacio» del Naranco acompaña el trasdós de los de los supuestos prototipos orientales.39 Se advierten
arcos, divide en tres franjas horizontales las facha- entrelazos peculiares que pueden sugerir la imitación
das, extiende verticalmente las columnas y decora el
37
Omayyadi, 2000, pp. 118-120 (al-Asad, M.).
38
Krautheimer, R. 1986, fig. 62 (Qal’at Sim’an), fig. 66
35
Palol 1988, p. 53. (Qalb Lauza).
36 39
Pasquini, L. 2002, pp. 40-50, fig. 61-62. Coroneo, R. 2003.
216 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 11. Oviedo, Santa María de Naranco, disco (foto R. Coroneo, 2010).

Fig. 12. San Petersburgo, Museo Hermitage, ornamento de oro (Galanina, L.K. 1977).

de modelos gráficos, similares a los utilizados en la torio de los pueblos migratorios. En particular, se trata
escultura y la miniatura irlandesas, o en los marfiles de un aplique de oro escita (Fig. 12) de los siglos VII-
de producción islámica. Observamos también algu- VI antes de Cristo, hallado en el túmulo de Kostroms-
nas descomposiciones libres de cada uno de los de- kaja en Siberia en 1897 y conservado en el Museo
talles anatómicos, que no concuerdan con la preci- Hermitage de San Petersburgo.40 El aderezo se apli-
sión geométrica y la rigidez de los eventuales có en el centro de un escudo y representa a un cier-
prototipos textiles de Constantinopla o Irán. vo. Los cuernos, descontextualizados de la anatomía
A partir de tales objeciones a la tesis «orientalis- del animal, tal vez no serían entendidos como tales
ta», se ha supuesto que los modelos de las figuras de
los animales de los discos fuesen ornamentos precio- 40
Galanina, L.K. 1977, p. 15, fig. 3; Hermitage, 1994, p.
sos de tradición germánica, continuadores del reper- 90, fig. 48 (Galanina, L.K.).
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 217

Fig. 13. Cividale del Friuli, Museo Nacional, ornamento de Fig. 14. Estambul, Museo Arqueológico, sello de plomo
oro (Brozzi, M. 1990). (Grabar, O. 1989).

por el escultor sino como un motivo ornamental. La Liño, reproduciendo un díptico consular de marfil de
hipótesis es aceptable pero no parece sostenerse, la Antigüedad Tardía.
porque de hecho el animal es un león, como lo ates- El detalle de los cuernos de nuevo llamó la aten-
tigua su cuerpo delgado y la cola que termina en hoja ción de André Grabar,44 quien en su informe arqueo-
lanceolada, tal como aparece en la producción tex- lógico sobre la iconoclastía bizantina detectó la si-
til oriental de los siglos IX-X. militud compositiva entre el disco de Naranco y un
También se ha propuesto que los discos deriven sello de plomo (Fig. 14) del califa Abd al-Malik, de
de bracteas, de acuerdo con la calificación «germá- finales del siglo VII, conservado en el Museo Arqueo-
nica» del monumento. Puede tomarse como ejemplo lógico de Estambul. Son sorprendentes las similitu-
el disco de oro de la iglesia de San Juan Bautista (Fig. des entre las franjas anulares en pámpanos y también
13), hoy en el Museo Nacional de Cividale del Friuli, entre las figuras de animales, enfrentadas en el se-
de la primera mitad del siglo VII.41 Hay que señalar llo omeya y en algunos discos de Naranco. En par-
las dos molduras circulares, que en los discos del ticular, fascina la posibilidad de que los supuestos
Naranco pudieron haberse reinterpretado como un cuernos del ciervo sean en realidad una reproducción
cordoncillo en forma de espiga. Schlunk42 rechazó la ornamental de la inscripción islámica que está en la
hipótesis por dos razones: en primer lugar por la parte superior del clípeo del sello. De ser así, tene-
ausencia de bracteas en la península Ibérica (pero este mos que admitir que el sello —que representa un
es un argumento genérico ex silentio), y en segundo unicum45— o modelos omeyas parecidos hallan con-
lugar por la dificultad de aceptar la traducción de un tribuido a la génesis de la iconografía del «palacio»
objeto de pequeñas dimensiones a la escultura mo- del Naranco. De tal manera éste perdería (precisamen-
numental de piedra. Este argumento se aplica, por te en uno de los elementos considerados más desta-
supuesto, también al sello omeya, pero en una revi- cados de este tema) su caracterización antimusulmana
sión reciente de la cuestión, Hoppe43 ha señalado y «visigoda» de pabellón real, que recuerda los de la
acertadamente que, en el mismo arte ramirense, re- monarquía toledana.
sulta sorprendente una transposición similar, pero Sin embargo creo que el más relevante y uno de
inversa, de lo más pequeño a la escala mayor en las los antecedentes formalmente más cercano a los dis-
jambas de la entrada de la iglesia de San Miguel de cos de Santa María de Naranco se encuentra precisa-
mente en tierra hispana. Se trata del disco (Fig. 15)
41
Brozzi, M. 1990.
42 44
Schlunk, H. 1947, pp. 355-360. Grabar, A. 1984, pp. 84-85, fig. 60-61.
43 45
Hoppe, J.-M. 2000, pp. 334-339. Grabar, O. 1989, pp. 111, fig. 52.
218 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

hallado en la villa de Pla de Nadal (Valencia), del siglo flanquean la entrada de San Miguel de Liño.53 Su
VII, que lleva un monograma rodeado por ramas fito- interés reside en la ambientación de las escenas, que
morfas.46 Por lo tanto este elemento, en mi opinión, recuerda el Hipódromo de Constantinopla, uno de los
pierde sus connotaciones de origen oriental y entra en ejes más relevantes de la vida urbana, incluida la
la matriz de los motivos de continuidad local. política. Las dos jambas son casi idénticas en cuan-
El motivo de los discos también jugaba un papel to a motivos iconográficos y compositivos, pero pre-
importante en la iglesia de San Miguel de Liño.47 La sentan ligeras diferencias en la realización técnica.
destrucción del edificio impide leer en su totalidad El marco de la jamba norte (Fig. 20) revela una
la disposición exacta tanto de los motivos ornamen- mayor maestría en la definición escultórica de los
tales como de los que expresaban su programa ico- detalles. Los temas (en forma de «piñas») de los in-
nográfico. En los capiteles48 y entre los arcos se en- gletes son más compactos y la roseta central en la
cuentran discos tallados en piedra que presentan una parte superior tiene pétalos separados, mientras que
decoracion floral en forma de cruz (Fig. 16). Deco- en la otra jamba se unen en parejas. La escena de los
raciones similares se encuentran en la Península Ibé- tres personajes de la jamba sur (Fig. 21) es más in-
rica, adonde pudieron llegar por el canal de transmi- definida; en ella se pierde la relación orgánica entre
sión omeya, dadas las similitudes con las muestras las partes, que, al contrario, se encuentra bien deli-
de Jordania, que también pueden reflejar en realidad neada en la misma escena de la jamba norte. En la
los modelos bizantinos del siglo VI o posteriores. escena con juegos de la jamba norte (Fig. 22), la
El cuadripétalo adornado con flores, que puede composición es mucho más equilibrada, mientras que
leerse como una cruz, se observa en una placa simi- en la otra el excesivo espacio concedido al guardián
lar de la iglesia de Saamasas, en Galicia, que Schlunk obliga a comprimir acróbata y león en una represen-
atribuye al siglo VI,49 pero también en una pieza (no tación vertical excesiva y muy poco natural (Fig. 23).
es una losa estrictamente hablando, probablemente No son temas que pueden justificar la hipótesis de
un friso o quizás un dintel) del Museo Arqueológi- una mano diferente. Parece más bien que el escultor
co Provincial de Córdoba (Fig. 17), igualmente atri- que adapta sus modelos en piedra, trabaja con más
buida a época visigoda.50 El motivo pudo haber te- calma y precisión en la primera jamba y con más prisa
nido su origen en la decoración de los palacios en la segunda, tal vez introduciendo deliberadamente
omeyas del siglo VIII, como los frisos del Museo esas ligeras variaciones, que luego compensaría con
Nacional de Damasco, procedentes de Qasr al-Hayr un supuesto acabado polícromo.
al-Garbi, del Museo del Patrimonio Jordano en Irbid, El primer y más evidente carácter excepcional de
procedentes de al-Qastal (Fig. 18),51 y de Khirbat al- las dos esculturas se refiere al modelo del que deri-
Mafjar, que probablemente derivan de estucos sasá- van: un díptico de marfil tardoantiguo, identificado
nidas similares a los del palacio de Ctesifonte. Cabe por Schlunk54 con el del consul Areobindus (Fig. 24),
la posibilidad de retrasar la datación de los relieves realizado en el año 506 y del que se conocen varios
de Saamasas y Córdoba, pero hemos de tener en ejemplares. El escultor de San Miguel de Liño ha
cuenta que pueden depender de prototipos sasánidas extrapolado de la representación unitaria del dípti-
también válidos para los motivos omeyas,52 posible- co dos escenas independientes, aisladas mediante
mente adquiridos por mediación del arte de Constan- marcos. De las imágenes ha elegido la del cónsul
tinopla, como podría indicar un fragmento de már- sentado en un asiento con patas leoninas, rodeado de
mol reutilizado en el segundo patio del Topkapý funcionarios mientras asiste a los juegos del circo, y
Sarayý, Estambul (Fig. 19). ha optado por colocar en el centro la escena de los
En el ámbito de las posibles relaciones entre As- juegos.
turias y Bizancio tienen un extraordinario interés los Frente a la dependencia exclusiva del díptico de
personajes antropomorfos tallados en las jambas que Areobindus, Sabine Noack-Haley55 prefiere la refe-
rencia al de Anastasio (Fig. 25), también con varias
46
Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999, p. 163, fig. 102 copias y realizado en el año 517. Jean Marie Hoppe
(Noack-Haley, S.). acepta ambos modelos, prefiriendo sin embargo el
47
Caballero Zoreda, L., Utrero Agudo, M. de los A., Arce, díptico de Anastasio, el único que tiene tanto el
F. y Fragero, J.I. 2008.
48
Fontaine, J. 1978, fig. 120. malabarista como el guardián de los leones: «qui seul
49
Schlunk, H. 1947, pp. 325-416, fig. 256.
50 53
Schlunk, H. 1947, fig. 269; Palol, P. de y Ripoll, G. Coroneo, R. 2006.
54
1988, fig. 151. Schlunk, H. 1947, p. 367.
51 55
Omayyadi, 2000, p. 163 (Kehrberg, I.). Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999, pp. 145-146
52
Hoppe, J.-M. 2000, pp. 310-318. (Noack-Haley, S.).
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 219

Fig. 15. Valencia, Museo de Prehistoria de la Diputación, Fig. 16. Oviedo, San Miguel de Liño, capitel
disco de Pla de Nadal (Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. (Fontaine, J. 1978).
1999).

Fig. 17. Córdoba, Museo Arqueológico Provincial, friso (Palol, P. de y Fig. 18. Irbid, Museo del Patrimonio Jordano,
Ripoll, G. 1988). friso de al-Qastal (Omayyadi, 2000).

Fig. 19. Estambul, Topkapý Sarayý, friso (foto R. Coroneo, 2009).


220 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 20. Oviedo, San Miguel de Liño, jamba norte Fig. 21. Oviedo, San Miguel de Liño, jamba sur
(Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999). (Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999).

Fig. 22. Oviedo, San Miguel de Liño, jamba norte Fig. 23. Oviedo, San Miguel de Liño, jamba sur
(Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999). (Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999).

rassemble sur la même image à la fois le perchiste rivación de uno o más modelos no es tan lineal y
et le dompteur».56 En realidad, el discurso de la de- merece un estudio más exhaustivo.
Del díptico de Areobindus, de 506, además de la
56
Hoppe, J.-M. 2000, p. 329. cubierta en San Petersburgo, se conservan otras dos
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 221

sée des Beaux-Arts;57 y solamente el Landesmuseum


de Zurich tiene ambas hojas. Del díptico de Anasta-
sio, de 517, además de la cubierta de Berlín, se co-
nocen otros en Londres (parte, junto con el de Ber-
lín, de uno incompleto, junto al fragmento de Berlín),
en Verona, en San Petersburgo (procedente de Limo-
ges); y ambas hojas se encuentran en el Cabinet des
Médailles de la Biblioteca Nacional de París.58 La
figura del cónsul en el trono, tal como la vemos en
las jambas, parece depender más de la del díptico de
Areobindus que de la del díptico de Anastasio. La
escena de los juegos del circo, por el contrario, pa-
rece depender más de la hoja del díptico de Berlín
de Anastasio, que de la de Areobindus. Ninguna de
las hojas muestra el detalle del guardián de la fiera
que, fuera de su control, se lanza contra el acróbata
que se empina sobre la pértiga, como se ve en el
díptico de Anastasio hoy en Berlín. En éste, sin em-
bargo, el domador es el guardián de los osos en el
Hipódromo de Constantinopla, y la fiera es un oso
y no un león. Dos son las hipótesis posibles: o el
escultor asturiano disponía de muestras de los dos
dípticos de Areobindus y Anastasio para reproducir
sus formas, o utilizaba una copia iconográficamente
intermedia entre los dos.
En cualquier caso, el escultor de las jambas de San
Miguel de Liño ha operado según los mismos crite-
rios de la «copia selectiva», que Richard Krauthei-
mer señaló en el análisis de las réplicas de los gran-
des prototipos de la arquitectura tardoantigua. El
modelo «nunca fue reproducido en su totalidad, sino
se elegían solamente algunos de sus elementos cons-
titutivos... los elementos tomados del modelo se re-
construyen en relaciones totalmente diferentes a las
originales: el contexto primitivo se rompe y cada
elemento se organiza de una nueva manera».59
Se ha argumentado que la presencia de objetos de
arte suntuario en Oviedo se inscribe en la costumbre
de atesorar antigüedades con que se dotaban las cortes
europeas entre los siglos séptimo y décimo. Ningu-
no de estos marfiles se conserva en Oviedo. El díp-
tico del cónsul Apión, guardado en el tesoro de la
catedral, llegó desde Roma en el año 1300 como
regalo del canónigo Gaufredo.60
Sin embargo, existe la posibilidad de que el escul-
tor de San Miguel de Liño haya extrapolado sus mo-
delos no directamente de uno o más marfiles de la
Antiguedad tardía, sino de las copias de éstos ejecu-
Fig. 24. San Petersburgo, Museo Hermitage, díptico de tadas en contexto carolingio. La misma tendencia a
Areobindus (Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999).
57
Byzance, 1992, pp. 49-51 (Gaborit-Chopin, D.).
58
Byzance, 1992, pp. 54-56 (Gaborit-Chopin, D.).
hojas en París, en el Musée National du Moyen Age 59
Krautheimer, R. 1993, p. 115.
y de Thermes de Cluny, y en Besançon, en el Mu- 60
González Santos, J. 1998, pp. 94-95.
222 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 25. París, Biblioteca Nacional, díptico de Anastasio (Byzance, 1992).

negar la continuidad del marco, utilizando el mismo para la representación de las basas con Tetramorfo
motivo de roseta, caracteriza la cubierta en marfil de en el interior de la iglesia.63 La técnica del relieve
los evangelios con el Cristo triunfante (Fig. 26), ahora plantea dudas sobre si el trabajo es del mismo escul-
en la Bodleian Library de Oxford, tallada en un taller tor. También sus modelos pueden haber sido objetos
de la corte de Aquisgrán alrededor del año 800.61 Se suntuarios de comienzos del siglo IX, pero no del tipo
conoce una reproducción bastante fiel de época caro- que normalmente se invoca, como la parte posterior
lingia de un díptico de la Antigüedad tardía, el del del relicario de Enger, en los Staatliche Museen de
cónsul Magnus (518), tallado en el siglo IX y repartido Berlín,64 sino marfiles carolingios similares a los de
entre el Cabinet des Médailles de la Biblioteque Na- los cuatro evangelistas bajo nichos con arcos y co-
tionale de París y el Ermitage de San Petersburgo.62 lumnas, cada uno con su figura apocalíptica, conser-
Al margen y, como corolario de lo que se ha su- vados en el Cabinet des Médailles de la Biblioteca
gerido con respecto a la mediación carolingia para Nacional de París y en Colonia, Schnütgenmuseum
las jambas de San Miguel de Liño, planteamos otra (díptico de Harrach).65
pregunta, esta vez con respecto a los posibles modelos
63
Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999, p. 153 (Noack-Ha-
ley, S.).
61 64
R. K., 1999. Lasko, P. 1994, p. 6, fig. 11.
62 65
Byzance, 1992, p. 56-58 (Gaborit-Chopin, D.). Fillitz, H. 1999, p. 614, fig. 4, p. 617, fig. 7.
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 223

Fig. 26. Oxford, Bodleian Library, Cristo triunfante (R.K., 1999).

En su artículo de revisión crítica de la temática de reproducir un díptico de la Antigüedad tardía como


y de los problemas de la escultura «visigoda», obje- modelo. Hoppe afirma que el cambio más importante
to (con la arquitectura) de un debate todavía en cur- consiste en la eliminación de todas las anécdotas y
so, Jean Marie Hoppe66 incluye un análisis de las los elementos narrativos que pudieran existir en el
jambas de San Miguel de Liño, donde enfatiza las modelo. Los elementos descriptivos que sitúan al
motivaciones ideológicas que están tras la elección cónsul en el Hipódromo están totalmente ausentes.
La dinámica de referencia y el rechazo del modelo
66
Hoppe, J.-M. 2000, pp. 328-334. revelan, según Hoppe, que la imagen se ha conver-
224 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

tido en un signo del poder temporal y de la autori- sin embargo, toma la forma general de una cruz griega
dad que, en el contexto de San Miguel de Liño, sólo patada y de extremo recto. Alfonso III encargó con
pueden referirse al rey. esta forma la Cruz de la Victoria, símbolo del Prin-
En este sentido las jambas de San Miguel de Liño cipado de Asturias, construida en 908 en un taller de
tienen un valor paradigmático. Si la referencia se su residencia en el castillo de Gauzón.
encuentra en Constantinopla y en el imperio, también El núcleo compositivo de las pinturas murales con
la encontramos en el primer emperador cristiano, escenas arquitectónicas de la iglesia de San Julián de
Constantinus. Las circunstancias históricas remiten los Prados es el símbolo de la cruz, que encontramos
a la tradición local de la Reconquista, que vio cris- también pintada en el presbiterio de la iglesia de San
talizar la ideología noble asturiana a través de una Salvador de Valdediós. Varios manuscritos traslada-
serie de lugares y objetos que marcan la estrecha dos de Oviedo al Escorial, Madrid, en el siglo XVI,
asociación entre la cruz y la victoria, en un contex- muestran lo que se considera el ex-libris de la Biblio-
to de celebración y apotropaico a la vez. teca Real de Asturias: la cruz apocalíptica, flanqueada
El monumento más antiguo de la arquitectura por las palabras Pax, Lux, Lex, Rex, con el monogra-
asturiana del que tenemos memoria concreta, es la ma Adefonsi Principis librum. A este grupo pertenece
iglesia de Santa Cruz en Cangas de Onís,67 recons- la «Biblia de Cava» (o «de Danila», por el miniatu-
truida en el año 737 por orden del rey Fafila, hijo de rista), copiada en Oviedo a finales del siglo VIII y
Pelayo y su esposa Froiliuba, en el lugar de la pri- principios del IX, que llegó a Campania en fecha in-
mera capital del reino de Asturias. La inscripción de determinada y se conserva actualmente en la Abadía
la nueva dedicación, hoy desaparecida pero conser- de la Santísima Trinidad en Cava dei Tirreni (ms. 1).72
vada hasta mediados del siglo XX, preserva la memoria Una cruz, con la misma forma apocalíptica pero
del antiguo origen de la iglesia y muestra la dedica- más ricamente decorada, con el nombre de Alfonso
ción de la iglesia a la Santa Cruz en términos de III en la inscripción, se encuentra dentro de un mar-
«Aula sub crucis tropheo sacrata». co vegetal en una placa de la iglesia de San Martín
De especial importancia son las cruces de oro de Salas, ahora en el Castillo de Valdesalas, fecha-
producidas en el reino asturiano. 68 La Cruz de los da en 951.73 En el palacio-fortaleza de Alfonso III se
Ángeles, en cuya inscripción se leen el nombre de produjeron dos placas (Fig. 27), hoy en el Museo
Alfonso II y el año 808,69 es una cruz que estaba Arqueológico de Asturias, con cruz e inscripciones
destinada a ser colocada en el altar. Su posición ori- idénticas y similares: «Signum salutis pone domine
ginal no iba a ser diferente a la que tenía la cruz en in ianuis istis ut non permitas introire angelum per-
el altar de Saint-Denis, decorado con el antependium cutientem»,74 «Señor, coloca el signo de la salvación
de Carlos el Calvo y, al igual que éste, perdida cuando en estas puertas, para no permitir la entrada del Án-
la abadía fue saqueada en 1789. Sólo queda un frag- gel Exterminador». En la fuente de la Foncalada, en
mento en París, en el Cabinet des Médailles. Además el lugar suburbano donde se levantaba el palacio
de las descripciones, una pintura sobre tabla del fortificado de Alfonso III, a poca distancia de las
Maestro de San Egidio, que se atribuye al siglo XVI murallas de la ciudad de Oviedo, se encuentra una
y se conserva en la National Gallery de Londres70 nos cruz, de forma similar, con la Cruz de la Victoria, el
muestra exactamente cuáles eran su ubicación, for- alfa y la omega colgando de los brazos y la inscrip-
ma y decoración. En 874, Alfonso III encargó una ción «(Hoc sign)o tuetur pius hoc signo vi(ncitur
cruz de oro para la Catedral de Santiago de Compos- inimicus»,75 «Bajo este signo el piadoso es protegi-
tela,71 basada en la de los Ángeles, con algunas di- do, bajo este signo el enemigo es derrotado». El sig-
ferencias. La cruz se perdió en 1906, pero a través nificado parece ser el mismo de la invocación NIKA
de sus descripciones y dibujos podemos considerar- que acompaña la cruz en las losas colocadas en di-
la esencialmente más parecida, técnicamente, a la ferentes momentos a lo largo de las murallas de Teo-
Cruz de la Victoria que a la de los Ángeles. De ésta, dosio en Constantinopla (Fig. 28), a partir de su cons-
trucción en el siglo V.
67
Arias, L. 1999, pp. 31-42.
68 71
Arbeiter, A. y Arias Páramo, L. 2006; García de Castro Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999, p. 134 (Arbeiter,
Valdés, C. 2006. A.).
69 72
Susceptum placide maneat hoc in honore D(e)i. Offer(e)t Rotili, M. 1978, pp. 21-32.
73
Adefonsus humilis servus XPI quisquis auferre presumserit García de Castro Valdés, C. 1995, pp. 95-96; García de
mihi nisi libens ubi voluntas dederit mea fulmine divino inte- Castro Valdés, C. 1996, pp. 145-150; Arbeiter, A. y Noack-
reat ipse. Hoc opus perfectum est in era DCCCLVI. Hoc sig- Haley, S. 1999, pp. 212-213, tav. 64b (Arbeiter, A.).
74
no tuetur pius. Hoc signo vincitur inimicus. García de Castro Valdés, C. 1995, pp. 88-89
70 75
Elbern, V.H. 1999, p. 695. García de Castro Valdés, C. 1995, pp. 90-92.
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS Y BIZANCIO: ARTE E IDEOLOGÍA 225

Fig. 27. Oviedo, Museo Arqueológico de Asturias, placa con inscripción


(Fontaine, J. 1978).

Fig. 28. Estambul, murallas de Teodosio, placa con inscripción


(foto R. Coroneo, 2009).
226 Roberto Coroneo Anejos de AEspA LXIII

La conclusión no puede ser nada más que provi- España tardoantigua y altomedieval», Visigodos y
sional, pero parece que Oviedo y la monarquía as- Omeyas: un debate entre la antigüedad tardía y
turiana se refirieron a Constantinopla y al imperio, la alta edad media. Anejos de Archivo Español de
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VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS
POR

CÉSAR GARCÍA DE CASTRO VALDÉS


Consejería de Cultura y Turismo. Principado de Asturias*

RESUMEN
I. RECORRIDO HISTORIOGRÁFICO
El Reino de Asturias y sus producciones materiales han
sido sometidos desde los primeros tiempos de su análisis his-
toriográfico a la comparación con dos entidades políticas ve- A nadie se le escapa que el título de esta contri-
cinas, el reino visigodo de Toledo, antecedente en el tiempo, bución evoca la exposición bresciana Bizantini, Croa-
y el Imperio carolingio, su poderoso y coetáneo vecino. En
el fondo de la cuestión radica la pregunta por la esencia úl- ti, Carolingi, del año 2001 en el Museo de Santa
tima y la idea de continuidad de la historia de España, tarea Giulia.1 No solamente por su mera construcción for-
trascendental para toda la historiografía nacional española mal, agrupando yuxtapuestos tres sujetos históricos,
desde principios del XIX, o la contemplación desde la más in-
fluyente historiografía europea en el mismo período, que se sino por la similitud de su enfoque. En efecto, aspi-
expresaba en alemán. Pese a que el recorrido historiográfico ra a evaluar la consistencia de una añeja asociación
que se ofrece puede dar la impresión de una repetición infi- histórica, lo visigodo, lo asturiano y lo carolingio, en
nita de posturas, el establecimiento de campos concretos de
estudio y la perspectiva analítica conducen a replantear a fun- la configuración del Reino de Asturias, tradicional-
damentis el problema, estableciendo bases para su reconside- mente considerado como región marginal en la Eu-
ración. ropa regida desde Aquisgrán.2
No cabe dudar de que la cuestión lleve suscitan-
ABSTRACT do interés entre los investigadores desde los mismos
orígenes de la historiografía científica sobre el Rei-
The Asturian Kingdom and its material productions have
been submitted, since its earliest historiographical analysis, no de Asturias. Todos los historiadores han manifes-
to the comparison both with two neighbouring political en- tado, explícita o tácitamente, su posición frente al
tities: the Visigothic Kingdom of Toledo, understood as a fore- dilema de los orígenes del Reino y la clasificación
runner, and the Carolingan Empire, its powerful and contem-
porary neighbour. At the ground of the subject lies the de sus características institucionales, sus rasgos so-
question about the definite being and the idea of continuity cioeconómicos, sus producciones artísticas, y sus
in Spanish History, a transcendent task for the whole national manifestaciones simbólicas. El tema está inextrica-
Spanish historiographical scholarship since the beginnings of
the 19th century, or the looking out from the most influent blemente entretejido con el de la definición del ser
European historiographical scholarship in the same period, this histórico de España, en un recurrente replanteamiento
one written in German. Although the critical review of the his- de su existencia que acompaña prácticamente la con-
toriographical settings could give the impression of an end-
less repetition, the establishment of concrete study fields and ciencia nacional desde el mismo momento de su
the analytical point of view drive to a ground-based new look nacimiento en 1808. A lo largo del XIX, todos los
on the problems, setting up the foundations for its revisiting historiadores fueron impelidos a pronunciarse sobre
study.
la definición de lo asturiano en el marco de lo espa-
PALABRAS CLAVE: Reino de Asturias, visigodos, imperio ñol. La construcción del Estado liberal unitario post
carolingio, historiografía, arquitectura, escultura decorativa. fernandino, en contexto de guerra civil latente o pa-
KEY WORDS: Kingdom of Asturias, Visigoths, Carolingian tente, fue acompañada de la afirmación historiográ-
Empire, historiography, architecture, architectural sculp-
ture. 1
Carlo Bertelli, ed., Milán, Electa, 2001.
2
Por razones de espacio me limitaré a examinar la arqui-
tectura y la escultura decorativa, sin poder profundizar en el
estudio de la pintura mural ni la orfebrería, ni aún menos en
las cuestiones del urbanismo primitivo de Oviedo, ligadas a
*
cesar.garciadecastrovaldes@asturias.org la configuración del grupo episcopal.
230 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

fica del más firme precedente de dicho Estado, el por Caveda y Nava, para quien la arquitectura astu-
Reino de Toledo, en esencia la secuencia de monar- riana, definida por vez primera por su maestro Jove-
cas visigodos asistidos por la serie de concilios na- llanos, en modo alguno es creación original, sino
cionales, en lo que se consideró sin mayor escrúpu- herencia recibida de sus padres, como no podía ser de
lo como antecedente inmediato del parlamentarismo otra manera en la monarquía restaurada (Caveda,
liberal o suprema manifestación de la organización 1848: 82-85, 96-97, 108-110).3 Todo ello a pesar de
tradicional de la monarquía absoluta legítima, asis- que el mismo Caveda dudaba profundamente de la
tida por la Iglesia en sus designios providenciales. La posibilidad de identificar en su época verdadera y
brusca terminación de la serie a consecuencia de la completa arquitectura del tiempo de los godos (1848:
batalla de Guadalete, la implantación durante ocho 64). Sin embargo correspondió a Amador de los Ríos,
siglos de una formación histórica no occidental, árabe en su polémica contra Ferdinand de Lasteyrie a pro-
de expresión lingüística y musulmana de creencia, en pósito de la orfebrería descubierta en Guarrazar,
buena parte del solar hispano, y la sobrevenida sen- establecer científicamente el marco teórico: a su lle-
sación de orfandad experimentada por la conciencia gada, los godos heredan la situación artística tradicio-
histórica de España hicieron inevitable la búsqueda nal de la Antigüedad; los hispanolatinos imponen a
de la sutura de tan acuciante ruptura. Resultó impres- los godos sus prácticas artísticas, como su lengua, su
cindible hallar la continuidad inmediata, establecer literatura y su fe; las artes del diseño siguen la doble
el hilo que ininterrumpidamente habría de conducir influencia latino-bizantina manifestada en la arquitec-
desde el esplendoroso Toledo del siglo VII al no me- tura, pintura y escultura; la influencia arquitectónica
nos esplendoroso Imperio del XVI, argumento de pro- y de la orfebrería «se transmite a la monarquía astu-
yección retrospectiva y de anticipación futura, según riana y aun a la leonesa y castellana» (1861: 42).4 Los
las ideologías subyacentes, de todos los relatos his- historiadores posteriores, del último tercio del XIX y
tóricos españoles con pretensión de totalidad. El primeros años del XX —Vicente Lampérez y Romea,
enganche se encontró en Asturias, adecuadamente Juan Facundo Riaño Montero, Fortunato de Selgas y
fundamentado por la propia aspiración neovisigóti- Albuerne, Juan Agapito y Revilla, José Ramón Mé-
ca que transmite la primera historiografía asturiana, lida— no hicieron sino completar y refinar este marco
ya desde fines del IX, transmitida sin solución de teórico,5 estimulados por la necesidad de defender la
continuidad a través de toda la Edad Media. El rei- arquitectura visigoda conservada en España de su
no de los godos prosiguió en Asturias, pasó a León, negación a cargo de historiadores franceses, como
creó conciencia de Imperio medieval, integró el ex- Albert Marignan y Camille Enlart, en un conflicto de
pansionismo de Castilla, absorbió los cuerpos polí- nacionalismos que aún es perceptible en los debates
ticos surgidos en el Pirineo y se desbordó por Euro- actuales sobre el arte hispánico anterior al siglo XII.6
pa y Ultramar en cuanto cerró en 1492 la herida del
711. Esta es la visión compartida por todos los his- 3
Parece haber disipado el propio Caveda las dudas que al
toriadores del XIX, reaccionarios o liberales, y este es respecto le provocaba la cuestión de la originalidad de esta
el paradigma del que todavía hoy tiene que liberar- arquitectura, al menos tal y como las expresaba en su Memo-
ria histórica de los templos construidos en Asturias desde la
se buena parte de la estructura académica española. restauración de la Monarquía gótica hasta el siglo XII, fecha-
Paralelamente, y a cargo en parte de los mismos da unos años antes, donde dudada también de la existencia de
investigadores —José Caveda y Nava como arqueti- una arquitectura propiamente gótica, es decir, obra de los
godos (Ed. Morales Saro, 1982: 91).
po, desde su Ensayo sobre la arquitectura en Espa- 4
Un avance de esta idea se debe ya a fines del XVIII a An-
ña de 1848 al Examen crítico sobre la Restauración tonio Ponz, en carta a Jovellanos fechada en septiembre-oc-
de la monarquía visigoda en el siglo VIII de 1879, Juan tubre de 1782: «Bien sé que esta arquitectura no es árabe ni
tudesca, sino romana, alterada en sus miembros y significa-
de Dios de La Rada y Delgado, José María Quadra- ción. A muchas gentes he dicho que la iglesia de Naranco es
do, Francisco Tubino— los monumentos fechados en una reliquia del modo como se edificó en el tiempo gótico,
el tiempo del Reino de Asturias fueron considerados pues así como aquellos conquistadores no introdujeron nue-
vos caracteres para escribir, tampoco trajeron nuevas reglas
como testimonio evidente de la arquitectura nacional de edificar, tomaban en esta parte lo que hallaban, y según
hispánica. El arte latino-bizantino, según concepto sus costumbres e inteligencia lo desfiguraban más o menos»
elaborado por José Amador de los Ríos (El arte la- (ed. Caso González, 1985: II, 95).
5
Compartido por lo demás por los autores de las dos gran-
tino-bizantino en España y las Coronas visigodas de des Historias de España coetáneas, Antonio Ballesteros Be-
Guarrazar, 1861) es el correlato material del desarro- retta y Rafael Altamira y Crevea, y otros de los más impor-
llo del espíritu nacional, desde la baja latinidad a la tantes historiadores especialistas en el período, como
Eduardo Saavedra.
irrupción de lo francés en los albores del siglo XII. Los 6
A nadie se le oculta que aún hoy día el marco de la dis-
fundamentos habían sido palmariamente expuestos cusión sobre el románico del siglo XI en los reinos occidenta-
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 231

Sin embargo, la historiografía local asturiana no dejó de entender de Ganivet,9 se entremezclan con el con-
de discutir a lo largo de todo el XIX una cuestión pa- flicto interno hispánico entre el amenazante naciona-
ralela a ésta: la de la originalidad o no de la arquitec- lismo burgués catalán y el derrotismo pesimista cas-
tura denominada «asturiana» por Jovellanos, alternán- tellano. Como trasfondo, la exaltación del casticismo
dose las afirmaciones y negaciones de esta tesis católico a cargo de Francisco Javier Simonet, en su
jovellanista según la mayor o menor carga regiona- monumento de erudición publicado póstumamente a
lista de los autores concernidos (Evaristo Escalera,7 cargo de Gómez Moreno en 1897 (Historia de los
Inocencio Redondo, Félix de Aramburu). mozárabes en España). No de otro modo pueden
La situación descrita es el trasfondo académico entenderse, por ejemplo, la oposición entre Gómez
contra el que debe proyectarse la actividad intelectual Moreno y Puig i Cadafalch,10 la actitud de Castro
de la denominada Generación del 98. Entre sus miem- frente a Bosch Gimpera,11 el militante liberalismo
bros es inexcusable adscribir a algunos de los más castellano de Sánchez Albornoz, o la metafísica pseu-
influyentes historiadores medievalistas españoles del dohistórica que adorna la mitología cidiana de Me-
siglo XX: Manuel Gómez Moreno y Ramón Menén- néndez Pidal. De tanta ideología enquistada en envol-
dez Pidal, así como a sus discípulos y epígonos, Clau- torio científico no se libró más que la tesonera obra
dio Sánchez Albornoz y Américo Castro.8 La retóri- de Ramón d’Abadal i de Vinyals, quien, piedra a pie-
ca burguesa decimonónica sobre el ser hispánico se dra, desmontó el vano edificio del romanticismo na-
dobla en estos escritores de componentes existencia- cionalista catalán, en una concienzuda obra historio-
les, en una inasumible transposición al sujeto nacional gráfica extraacadémica que es, sin duda, el mayor
de vivencias estéticas y complejos psicológicos, de logro del medievalismo español del siglo XX.
índole y alcance exclusivamente biográficos. La ago- Cabe preguntarse por el papel de lo asturiano en
nía egocéntrica unamuniana, la melancolía azoriniana, tanto escrito polémico. En una primera aproximación,
la fogosidad de Maeztu, el dolor de Machado, el ansia es preciso deslindar los autores con conocimiento de
causa de los que carecieron de él. A la cabeza de los
les se atiene a discutir fechas e influencias a partir de los primeros, Gómez Moreno, sin duda. En su avance de
postulados de Georges Gaillard, en los años 30, a su vez es- 1913 (De arqueología mozárabe) y en su opus maius
timulado por Arthur K. Porter. de 1919 (Iglesias mozárabes. Arte español de los
7
En este autor (1865: 18-19) el carácter inicial del reino
de Asturias implica la negación de lo visigodo: «La Monar- siglos IX al XI) se ocupó tangencialmente de la arqui-
quía que fundaron los asturianos en aquel apartado rincón no tectura asturiana, marginal dentro de su objeto de
fue una restauración, como algunos escritores han tratado de estudio, consistente precisamente en lo propiamen-
demostrar (…) El poder, verdaderamente gótico, había muer-
to en las orillas del Guadalete (…) Jamás podremos estar de te no asturiano del arte hispánico entre los siglos IX
acuerdo con aquellos historiadores que consideran a Pelayo y XI. Granadino de nacimiento, como su maestro
como el tercer Rey de los cristianos, y sucediendo en el po- Simonet y su coetáneo Ganivet, e intensamente an-
der a los citados Teodomiro y Atanagildo. Pelayo, por el con-
trario, es el único fundador de la independencia de España, y daluz de sentimiento, tanto el paisaje como la arqui-
ni su nombre, ni ninguna de las circunstancias que rodearon tectura asturianos le fueron siempre extraños, aunque
su existencia, presentan reminiscencias góticas. Si posterior-
mente los reyes de Asturias reanudaron las sencillas, pero
grandes tradiciones de sus orígenes con las de la Monarquía conservar la apariencia del poder, dejando el poder efectivo
de Toledo, jamás pudo prevalecer esta idea, ni verificarse la en manos más hábiles. De suerte que el principal papel que
restauración que intentaron, por cuyas causas la organización en este punto desempeñaron los visigodos fue no desempeñar
del nuevo poder, no se hizo ni pudo hacerse, bajo las bases ninguno» (1940: 14-15). España invadida y dominada por los
góticas. Los elementos de la monarquía asturiana fueron, en bárbaros, da un paso atrás hacia la organización falsa y arti-
efecto, completamente originales, no tomaron prestado nada ficiosa; con los árabes recobra con fuerza el terreno perdido
de las dominaciones que las habían precedido». y adquiere el individualismo más enérgico, el sentimental,
8
Sobre las necedades de Castro, además de los reproches que en nuestros místicos encuentra su más pura forma de ex-
de Sánchez Albornoz (España, un enigma histórico), es nece- presión (...) Así pues, los que con desprecio y encono siste-
sario tener siempre en cuenta Asensio, 1976. mático descartan de nuestra evolución espiritual la influencia
9
Quizás sea casualidad, pero es patente que entre los es- arábiga, cometen un crimen psicológico y se incapacitan para
critores andaluces se aprecia una tendencia historiográfica a comprender el carácter español» (ibidem, 149).
10
localizar en lo andaluz y su componente semítico el rasgo Es patente el desencuentro en los comentarios de Gómez
esencial de la hispanidad, en tanto se minimiza entre ellos el Moreno a las opiniones de Puig en El arte románico español.
aporte visigodo. Podría establecerse así una genealogía inte- Esquema de un libro. Madrid, 1934.
11
lectual desde Simonet a Ganivet, de éste a Gómez Moreno y En especial a propósito de la lengua vehicular en la Uni-
por fin a Américo Castro. Al respecto, véanse si no estos pá- versidad Central de Barcelona tras el régimen autonómico
rrafos del Idearium español de Ganivet: «La acción de los universitario obtenido en 1934.
12
bárbaros fue material, de disolución política; después de des- La mejor visión de su sentimiento identitario se transpa-
truir lo que acaso no fue necesario destruir, quedaron sumer- renta en su experimento literario La Novela de España, publi-
gidos en las sociedades que con la fuerza pretendían gober- cada en 1926, por otro lado admirable de información y de
nar, presos en sus propias redes (...) Se resignaron a absorbente lectura (reed. Júcar, Madrid-Gijón, 1974).
232 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

estimulasen su admiración.12 Consideró de este modo 96-97), ajenos al domino de asturianos y revelando
la arquitectura del Reino de Asturias un fenómeno no «un espíritu nuevo, una emancipación democrática
hispano, europeo, como lo catalán coetáneo. Así, los que sintetiza las ideas de aquel pueblo tal vez, codi-
monumentos alfonsíes pertenecen a un arte que «no ficadas más tarde en sus leyes municipales, tan pu-
es godo ni andaluz, sino acaso francés, con algo de jantes y libres» (ibidem: 98).
oriental y elementos progresivos, aunque embriona- Paralelamente a las reflexiones de Gómez More-
rios, marcando inferioridad su sistema de arquitec- no y los literatos del 98, hacían irrupción en la his-
tura frente a lo godo» (1913: 92). Los denominados toriografía artística sobre Asturias altomedieval los
ramirenses son explicados mediante el supuesto de representantes de diversas escuelas europeas. Su
«un agente, con poderosa fantasía y excepcionales punto de vista se alinea, por lo general, dentro de los
dotes de constructor, que sobre la arquitectura astu- paradigmas difusionistas en vigor, alterados en oca-
riana ya consolidada, y haciendo decoración con te- siones por los programas ideológicos nacionalistas
mas heterogéneos, produjo organismos artísticos de exacerbados en los años en torno a la Gran Guerra
originalidad suma, que son modelos de lógica, de europea (García de Castro, 1995: 42-44). En gene-
ritmo, de progreso, y aun exquisitos, dentro del bar- ral su conocimiento no es de primera mano, pues
barismo propio de su siglo» (1919: 73). Su admira- pocos de ellos estuvieron en Asturias, pero son los
ción es aún más manifiesta en este párrafo que les primeros en contextualizar los monumentos prerro-
dedica en La Novela de España: «Los edificios de San mánicos, amparados en una erudición comparativa
Miguel de Liño y Santa María de Naranco, edifica- inasequible a los investigadores locales. Pueden or-
dos bajo Ramiro I (842-850), constituyen una revo- denarse sus aportaciones en función de las propues-
lución en las arquitecturas cristianas occidentales, tas de clasificación en las que insertan la arquitec-
sobre precedentes del país mismo, pero enriquecidos tura altomedieval asturiana. Distinguiremos así, por
con un arte que tiene mucho de oriental y algo de un lado, los partidarios de la tesis orientalista: Mar-
itálico. Su ejemplo pudo bastar, además para decidir cel Dieulafoy, Josef Strzygowski, Georgiana Goddard
el sesgo constructivo de la arquitectura románica King, Walter Muir Whitehill; por otro los germanistas,
compostelana, en el último tercio del XI, que tuvo su presididos por Albrecht Haupt; por último, los par-
expansión en Francia y preparó lo ogival sucesivo» tidarios del continuismo tardoantiguo: Alfred Demia-
(1974: 439). ni, A. S. Frischauer, y, sobre todo, Helmut Schlunk.
No obstante, apreció en el arte asturiano una Los primeros, imbuidos del axioma ex Oriente lux
uniformidad que «acusa desde luego algo anormal (Charles Bayet, 1879) apuntaban a Persia, Armenia
para España, donde la polimorfía es ley, atestiguan- o Siria, respectivamente como la fuente de la que
do una fijeza y persistencia de criterio que explica- emanaba la arquitectura asturiana, advirtiendo su
ría lo fecundo de la acción asturiana, o sea goda, en huella tanto en rasgos técnico-constructivos, como en
el proceso de la Reconquista» (ibidem). En todo caso, los decorativos o funcionales. Los segundos asimi-
mantuvo hasta el fin su apreciación de la europeidad laron la arquitectura asturiana al canon y máximo
asturiana, así como su aristocratismo, frente a la tra- logro de la arquitectura de los germanos, pues esta-
dición artística popular hispánica, enraizada en lo ba promovida y ejecutada por visigodos huidos a los
mozárabe.13 Ya en 1906 había anotado la alienación montes asturianos tras la invasión africana.14 Las ideas
de lo asturiano frente a lo nacional hispánico a pro- mantuvieron vigencia en autores de las décadas cen-
pósito de la ausencia, salvo esporádicas apariciones, trales del siglo XX, como José Pijoan —en su volu-
del arco de herradura en Asturias (1906: 807). Y la men Arte prerrománico de la serie Summa Artis—
explicación al fenómeno vino dada en 1913: el rei- o Luis Menéndez Pidal, sin que se sepa muy bien si
no asturiano es obra de los nobles godos huidos de esta derivación procede de lo visigodo, lo carolingio,
Guadalete, que impusieron a espada un dominio se-
ñorial en la franja cantábrica, y lo expandieron sin 14
Es preciso entender las afirmaciones de Haupt (19353:
distinguir entre cristianos y musulmanes. Nada de lo 192, 213-215) en sentido estrictamente biológico: son germa-
popular nacional pudo entonces arraigar en Asturias, nos «racialmente puros» los visigodos huidos a Asturias y
mientras que los inmigrantes mozárabes andaluces y creadores allí de la arquitectura del siglo IX. De hecho su li-
bro es un alegato a favor de la necesidad de conservar la uni-
toledanos lo injertaban en el valle de Duero (1913: dad y pureza racial de los germanos, separados por el trans-
curso de los siglos: «Für uns Deutsche, wie für die ganze
13
Ideas que aprovechó el Marqués de Lozoya para enhe- germanische Welt, besteht somit eine gewaltige Aufgabe in
brar un discurso imperial fascista en los actos conmemorati- der Erhaltung alles dessen, was unsere Stammes und Rasseei-
vos del MC aniversario de la consagración del altar de Naran- gentümlichkeiten hervorbrachte und ausbildete, und in der
co (1948: 176-178). fortwährenden Erneuerung dieses Erbleibes» (19353: 19).
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 233

lo escandinavo o de las tres fuentes a la vez. Por nes puedan contribuir a extraer de ella los elemen-
último, advirtieron los terceros el esencial carácter tos valiosos que aún conserva.
tardoantiguo de los edificios del reino asturiano: la Sus primeros trabajos de ámbito hispánico, tras la
impresión que de su examen se deriva es más la de tesis doctoral (1929) sobre la decoración arquitectó-
un «noch» (todavía) que la de un «schon» (ya), por nica visigoda, se centraron en la arquitectura asturia-
decirlo en términos de Demiani (1911: 152),15 o de na, en especial sobre el significado de Santa María
«eher eine Analyse der Vergangenheit als die Synthese de Naranco, a la luz de las interpretaciones que en
in der Richtung einer neuen Entwicklungssequenz» la época se sostenían sobre la Torhalle de San Na-
(Frischauer, 1930: 97). En todo caso, se trata de zario de Lorsch (Schlunk, 1936). Contraponía así los
aproximaciones ensayísticas o de simples referencias resultados de las excavaciones de Friedrich Behn en
de segunda mano, por lo que no se puede atribuir gran Lorsch con los trabajos de restauración de Luis
valor heurístico a estos trabajos, de interés exclusi- Menéndez Pidal en Naranco, lo que permitía por vez
vamente historiográfico. primera comparar en los dos monumentos estructu-
La figura de Helmut Schlunk merece sin duda ras arquitectónicas desembarazadas de añadidos y
alguna tratamiento especial. Dominó la historiogra- reformas enmascaradoras de su plan originario. Ha-
fía sobre el arte asturiano en las décadas centrales del ciéndose eco de las tesis precedentes, rechaza ya
siglo XX, sin discusión alguna, y solamente fueron Schlunk en este su primer trabajo toda relación con
puestas en cuestión sus tesis desde la década de 1980. las Königshallen germánicas, inclinándose por la
Su papel en la transición conceptual hacia la visión interpretación como belvedere, deducida de la abun-
sostenida en la actualidad fue decisivo, al eliminar dancia de vanos exteriores y la imposibilidad de con-
toda referencia etnicista germánica en su considera- tar con un trono. La Cámara Santa de la catedral
ción de las producciones artísticas tardoantiguas his- ovetense es vista como el precedente tipológico del
pánicas, dejando a salvo la toréutica, y al reducir edificio de Naranco, y es caracterizada como la única
progresivamente el papel de lo carolingio en la or- capilla carolingia de doble alzado dedicada a San
febrería asturiana a la técnica de la Cruz de la Vic- Miguel conservada en su integridad. El paralelo es-
toria. Schlunk desgermanizó el estudio del arte de la tructural y la advocación de San Miguel refuerzan
Alta Edad Media española, algo de lo que no llega- para Schlunk la identidad funcional de la Cámara
ron a enterarse algunos epígonos del etnicismo ger- Santa y la Torhalle de Lorsch: capillas carolingias
mánico.16 Es mérito especial el esfuerzo por contri- dedicadas al arcángel.
buir al esclarecimiento de las peculiaridades artísticas La misma adscripción carolingia le resulta palpable
hispánicas en la Alta Edad Media, desde los oríge- en Santullano, aludiendo a los paralelos renanos de su
nes de la iconografía, a las técnicas arquitectónicas arquitectura, una vez que la restauración de Fortunato
y al origen de las influencias advertidas. De su for- de Selgas la hubo despojado de las postizas bóvedas
mación como bizantinista brota su referencia perma- de yeso, por lo que concluye que la raíz de Santa
nente a lo paleobizantino, manteniendo sin embargo María de Naranco se encuentra en la tradición
precaución en la derivación directa, siguiendo las carolingia local, importada por los benedictinos fun-
intuiciones de Gómez Moreno. No dejó de prestar dadores de Oviedo. Ahora bien, junto a esta tradi-
atención a lo norteafricano y manifestó con claridad ción se suman los componentes palaciegos, orienta-
cautela ante la presencia de lo carolingio en lo astu- les: bóvedas con fajones y arcadas ciegas en la arti-
riano. Lo esencial se configura, a su juicio, compar- culación de los muros. Todo remite a paralelos persas,
tiendo el paradigma generacional, en el siglo VII, en línea con lo sostenido por Gómez Moreno, y bizan-
cuando brilla España en solitario frente a la genera- tinos, a los que llega a través de la herencia común
lizada oscuridad europea. patente en los palacios venecianos del siglo XIII, como
No obstante lo dicho, a lo largo de los más de Il Fondacco dei Turchi. En esta mixtura reside el ca-
cuarenta años de estudios de lo asturiano, la obra de rácter precursor del románico de este edificio, al que
Schlunk ofrece una evolución que es preciso recono- reconoce por otro lado escaso significado en la evo-
cer y analizar, en la medida en que tales operacio- lución posterior de la arquitectura española.
Cuatro años después, ofrecía Schlunk (1940a) un
breve panorama en perspectiva continuista de la ar-
15
En este sentido, Demiani milita en las filas de Caveda, quitectura de los reyes visigodos y sus sucesores
quien en toda su producción escrita defendió el carácter de- asturianos, a partir de edificios fechados sin duda
cadente, y por tanto heredero y continuista, de la arquitectu-
ra asturiana. aparente, desde San Juan de Baños (Recesvinto 661)
16
En especial, Azcárate Ristori, 1982, 1988. y San Pedro de La Mata (Wamba, 672-681) a los
234 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

templos asturianos de Santianes de Pravia (Silo, 774- naves, el pórtico occidental, la cabecera recta y la
783), Santullano (Alfonso II, 792-842), la Cámara posición del altar. Al examinar la Cámara Santa in-
Santa (Alfonso II, 792-842), San Tirso de Oviedo troduce los paralelos paleocristianos con los martyria
(Alfonso II, 792-842), Santa María de Naranco (Ra- de Marusinac, Pécs y La Alberca, que se harán clá-
miro I, 842-850), San Miguel de Lino (Ramiro I, 842- sicos en la historiografía posterior. Admitiendo la
850), San Salvador de Valdediós (Alfonso III, 893) coherencia técnica con Santullano y San Tirso, expre-
y Santo Adriano de Tuñón (Alfonso III, 891). A esta sa por primera vez dudas sobre la derivación carolin-
serie añadió por comparación u otras referencias gia de éstas (1947: 335). Efectivamente, insiste en los
documentales otros edificios (Santa Comba de Ban- rasgos técnicos romanos que manifiesta Santullano
de, ca. 672; San Fructuoso de Montélios, 656-665; (revestimientos murales, pavimento de hormigón,
Santa Cristina de Lena, 842-850; San Salvador de arcos y bóvedas de ladrillo, pilares, escultura reuti-
Priesca, 921) asignándolos a cuatro fases, A, B, C y lizada...) así como en la diferencia planimétrica con
D. La fase A comprende el período 650-680, la B, los templos considerados visigodos, en especial el
post 711, se extiende entre fines del VIII y principios gran transepto. Por otro lado, la cabecera tripartita
del IX, la C abarca el reinado de Ramiro I, y la D la inserta en macizo único rectangular le parece el re-
segunda mitad del IX y los inicios del X. Advirtien- sultado de adaptar una innovación transpirenaica,
do la ruptura técnica entre la fase A, visigoda y B, posterior al 750 grosso modo, a la tradición hispánica
asturiana, señala como factor de continuidad la adap- del santuario rectangular. A consecuencia de todo ello
tación de los tipos carolingios de la fase B a la dis- se plantea la cuestión medular que desde su formu-
posición litúrgica de la fase A, caracterizada por las lación acompaña la investigación sobre la arquitec-
dependencias laterales y el pórtico occidental. La fase tura altomedieval asturiana: o bien se trata de una re-
C marca el apogeo del desarrollo arquitectónico, con acción antiquizante coetánea a la carolingia —la
la introducción del completo abovedamiento y el sis- «renovatio» que por las mismas fechas definió Krau-
tema mural románico, caracterizando a San Miguel theimer en memorable artículo (1942)—, o bien de la
de Lino como típico producto del influjo carolingio, perduración de un arte provincial del NO hispánico,
al disponer de un Westwerk abreviado en el anticuerpo diferente del visigodo extendido por la Hispania cen-
occidental. Por último, la fase D es calificada de tral, o, en tercera posibilidad, de un arte neovisigo-
«gewisse Verbauerung der Formen» (1940a: 638), una do (1947: 342). Su conclusión es ecléctica: no hay
indudable degradación constructiva de las formas. Se simple continuación del arte romano-provincial del
expresa Schlunk, tras esta ordenación, contra toda NO, ni continuación del arte visigodo. Hay contac-
percepción de trazas visigodas en la arquitectura tos con lo ultrapirenaico, pero todo ello es elabora-
asturiana: ésta solamente comparte con la primera la do con completa libertad; no se puede hablar de «re-
disposición de las dependencias laterales y el pórti- nacimiento» sino a lo sumo de una «evocación» del
co occidental. El tipo arquitectónico debió de crear- pasado: «este arte no es provincial ni neovisigodo o
se en la Hispania central en la primera mitad del VII carolingio» (1947: 344). El estudio de los tres mo-
y fue adaptado en Asturias en la fase B cuando hi- numentos conocidos como ramirenses le dio lugar
cieron su aparición el triple ábside y el transepto. En ampliar los puntos de referencia para el debatido pro-
todo caso, queda claro a ojos de Schlunk que ni la blema de los orígenes y las influencias, siempre den-
arquitectura ravenática del siglo VI es expresión del tro de un paradigma difusionista simple. Naranco es
patrimonio formal ostrogodo, ni la hispánica del VII combinación de un modelo nacional —el tipo de la
lo es del visigodo (1940a: 640). En trabajo coetáneo Cámara Santa— con aportes de la tradición del mau-
(1940b) retoma el mismo asunto, incidiendo en las soleo paleocristiano occidental y la tradición del pa-
diferencias sustanciales entre lo visigodo —el siglo lacio tardorromano de cuerpo central y miradores
VII— y lo asturiano —post 711, a la vez que insistía laterales, mientras que la decoración escultórica pa-
en la raíz carolingia de esto último. rece derivar de repertorios orientales, sasánidas u
Sin embargo, en la primera gran síntesis elaborada omeyas, incluso irlandeses. Lillo, en cambio, aunque
por Schlunk para la serie Ars Hispaniae (1947) ya se a su juicio comparte muchos rasgos con Naranco,
formulan matices decisivos a esta contextualización revela influjos orientales (Tur Abdin) para la estruc-
del arte asturiano. Se aprecia la ruptura en técnica tura del alzado, y carolingios, para el antecuerpo
constructiva, planta y soportes con la tradición visi- occidental (Petersberg bei Fulda), a la vez que Saint-
goda en Santianes —conocida a través de la errónea Germigny-des-Près ofrece paralelos para la escul-
restitución planimétrica de Selgas— admitiendo pese tura y la combinación de tramos abovedados a diver-
a ello rasgos de continuidad, como la proporción de sas alturas. Las celosías caladas remiten a piezas del
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 235

Mediterráneo oriental, en tanto que para el óculo de des espaciales que singularizan el edificio: el transep-
la fachada occidental aporta paralelos continentales. to continuo inscrito en planta y los pórticos y depen-
En cualquier caso, la ruptura con lo precedente astu- dencias laterales. Respecto a la primera de estas uni-
riano no puede ser mayor y se atribuye a un maestro dades, el transepto, la cronología le obliga a rechazar
formado y conocedor de los recursos de la arquitec- el paralelo carolingio —los templos con transepto
tura oriental que supo combinarlas con la tradición continuo o tripartito y triple ábside, Hersfeld, capi-
local. Para el estudio de la arquitectura de la segun- lla palatina Alte Kapelle de Ratisbona y Heiligenberg
da mitad del IX y primeros decenios del X, que bei Heidelberg— pues son todos posteriores a San-
clasifica en cortesana y popular, sigue Schlunk la di- tullano (1948: 431). Por consiguiente, pasa examinar
rectriz de Gómez Moreno. Y en una primera aproxi- la posibilidad hispánica, apoyándose en los transeptos
mación a la pintura mural, sobre todo en Santullano, tripartitos con triple cabecera comunes en la arquitec-
se inclina por considerarlas producto de la tradición tura del siglo X, con serie iniciada en Lourosa (910),
romana local, con la evolución propia acaecida a lo templo al que define como esencialmente asturiano
largo de la Antigüedad tardía (1947: 405). Al mismo (1948: 434). El prototipo necesario debió de crearse
tiempo publicaba dos monografías, sobre la decora- en Asturias ya en el siglo VIII y el transepto continuo
ción ramirense (1948) y sobre la arquitectura de Al- de Santullano no sería sino solución local al problema
fonso II (1949; 19712), a las que remitió en lo suce- de tener que cubrir con bóveda de luz limitada las
sivo para los detalles. En la primera de ellas, anotaba capillas de la cabecera, cuya colocación a eje con las
la total ruptura de la decoración alfonsina con la vi- naves central y laterales hubiera supuesto una luz de
sigoda castellana del VII (1948: 59), destaca la abso- bóveda mayor que la permitida por la capacidad téc-
luta ausencia de los característicos frisos visigodos en nica. De ahí que se hubiese recurrido a insertar un
los edificios denominados ramirenses, la diferente transepto continuo, de mayor altura que la nave cen-
técnica de talla, y la inspiración de la escultura de- tral, de modo que los ejes de las capillas no tuviesen
corativa en la eboraria y orfebrería así como en los ni continuidad planimétrica ni relación estructural con
tejidos orientales. En este sentido, rechaza significa- los de las respectivas naves (1948: 436). En cuanto
tivamente la raíz escandinava (brakteaten) de los dis- a las dependencias laterales del último tramo orien-
cos de Naranco, frente a Haupt y Puig i Cadafalch, tal de las naves o del transepto, y la disposición li-
anotando los paralelos paleo-omeyas palestinos y túrgica interna del edificio,17 la tradición visigoda
tardoantiguos armenios en contexto arquitectónico, y tardía, tal y como se documenta en los templos de la
sasánidas para la iconografía de gallos, cisnes, grifos segunda mitad del VII, aporta los más notables para-
y palmeras (1948: 69-83). Si ello se suma la presencia lelos y explica suficientemente su presencia (1948:
de capiteles imposta bizantinos, deduce Schlunk la 439, 443-444). Del mismo modo, expresan continui-
llegada forzosa a Oviedo de un maestro formado en dad con la arquitectura visigoda las proporciones
un lugar impreciso de Oriente, que se habría hecho entre longitud y anchura de las iglesias asturianas,
cargo del taller inaugurado por Alfonso II, incorpo- divergiendo radicalmente de los templos paleocristia-
rando elementos de la más antigua tradición regional, nos italianos y sus imitadores carolingios (1948: 444).
como los sogueados en las impostas (1948: 89-90). Fue a través de la arquitectura visigoda como llega-
La segunda monografía, dedicada a Santullano y la ron a Asturias los elementos orientales que se advier-
arquitectura de Alfonso II, desmonta los errores de la ten en ella. Estas semejanzas no hicieron olvidar a
investigación precedente, en esencial los derivados de Schlunk las evidentes diferencias apreciables entre
la descripción de Haupt asumida por Strzygowski y ambas arquitecturas, en especial la técnica construc-
su escuela, así como lo sostenido por Puig i Cadafal- tiva y la presencia de pintura mural. El dilema sobre
ch, igualmente erróneo. La demolición de la hipótesis el origen de las misma, entre la tradición local man-
del primero de estos autores, para el cual Naranco y tenida ininterrumpidamente desde tiempos romanos,
Santullano eran ejemplos claros de la traducción a la o la importación desde el ámbito carolingio se resuel-
piedra de la originaria arquitectura lígnea de los ger- ve, provisionalmente, a sus ojos, a favor de la primera
manos (1948: 416-417) es el segundo objetivo de la
publicación, conseguido el cual acomete el estudio de 17
Este aspecto fue objeto de una investigación específica,
la hipótesis visigodo-carolingia, es decir, la explica- desarrollando las observaciones anotadas en el trabajo sobre
ción de la arquitectura asturiana como fusión de la Santullano, en su aún fundamental artículo de 1971 a propó-
tradición nacional con rasgos clasicistas adquiridos sito de São Gião de Nazaré. En el aspecto que nos interesa,
reitera su oposición a la tendencia a rastrear el origen del tipo
a través de la importación desde el Imperio franco. arquitectónico del templo asturiano en el ámbito carolingio,
Eje de su argumentación es el estudio de las unida- p. 523 (versión española), y p. 232 (versión alemana).
236 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

opción, pudiendo explicarse las semejanzas entre lo Schlunk advirtió el componente mediobizantino
asturiano y lo carolingio por los prototipos comunes en la Alta Edad Media hispánica (1976-80: 157), pero
occidentales, de los siglos VI y VII, desgraciadamen- no supo explicarlo, e intuyó el papel de lo islámico
te perdidos (1948: 451). en las producciones escultóricas peninsulares altome-
En 1957 dio a la luz su estudio sobre la pintura dievales (1974: 129), pero no alcanzó a establecer un
mural prerrománica asturiana, con ilustraciones de canal adecuado de transmisión, aunque ya se plan-
Magín Berenguer. Los capítulos introductorios a cada teó el dilema del influjo directo omeya sobre los
monumento incorporan una descripción arquitectóni- mozárabe hispánico, al apercibirse de la falta abso-
ca más detallada que la ofrecida en publicaciones luta de elementos culturales omeyas en lo andalusí
precedentes. Los puntos de vista sobre Santullano se inicial (1965) y de la falta de un gran monumento
van decantando hacia la tradición de la Antigüedad andalusí coetáneo de los templos denominados mo-
Tardía y visigoda (1957: 8-9), mientras que para las zárabes del primer tercio del X (1974: 130). Por el
celosías de estuco los modelos corresponden al rena- contrario, remite a los monumentos del VII como fuen-
cimiento paleocristiano romano del primer cuarto del te para éstos del X, en especial La Nave y Quintani-
IX. Ya no hay referencia alguna a la arquitectura ca- lla, por su riqueza decorativa en frisos interiores y
rolingia. Por el contrario, el rastreo de paralelos y el exteriores, manteniendo el escepticismo sobre el ori-
estudio de la composición de los grandes frescos ar- gen de los capiteles bizantinizantes de León y Tie-
quitectónicos de Santullano aseguran que el prototi- rra de Campos (1974: 131). De lo que no le cabe ya
po radica en la órbita bizantina de los siglos VI y VII, duda es de la ausencia de relación con lo carolingio,
mientras que para los restantes motivos decorativos incluso para Santullano (1974: 136), mientras anun-
la raíz es hispánica, tardoantigua y visigoda. Pregun- ciaba un estudio en profundidad de las repercusiones
tándose en consecuencia por el modo según el cual de la iconoclastia en el reino de Asturias, en todos
ambos repertorios se fundieron en un único progra- sus aspectos, que no llegó a publicar.
ma, la única solución que le parece lógica es que el Los últimos trabajos de alcance general insistie-
maestro de Santullano trajo la composición y los ron tanto en los elementos regios orientales de las
motivos en su totalidad copiándolos de un edificio iglesias por él consideradas palatinas, Santullano y
visigodo toledano (1957: 95-105). En Lillo se habrían Lillo (1977), y se inclinan cada vez más por resaltar
unido dos tradiciones: la clasicista de Santullano con los componentes bizantinos de la cultura oficial as-
la iconográfica humana visigoda (1957: 115-117). turiana del IX (1976-80: passim), a la vez que aumen-
Tuñón y Valdediós incorporan motivos andalusíes y tan las cautelas: escepticismo sobre el origen del tipo
asisten a un proceso de estilización geométrica de los de la Cámara Santa (1976-80: 148), orientalismo de
repertorios decorativos heredados, como las cráteras la tribuna del transepto en Santullano (ibidem: 150-
con guirnaldas, a la vez que es evocada por vez pri- 151), antecedentes clásicos de los palacios pintados
mera la intermediación andalusí para la importación en el mismo templo y limitaciones a su interpreta-
de motivos y composiciones orientales que carecen de ción (153-154). Es significativo que los paralelos
antecedente local o visigodo, certificando nuevamente carolingios solamente se mantengan para la orfebrería
la ausencia de todo contacto con la pintura carolin- y los motivos de las basas de San Miguel de Lillo.
gia coetánea (1957: 148-149). Finalmente, la conti- En conclusión, la evolución intelectual de Schlunk
nuidad empobrecida respecto a Santullano que ofrece se inicia con la alineación en la corriente carolingia,
la pintura conservada en Priesca le permite concluir, pronto abandonada a favor de la apreciación cada vez
en línea con Gómez Moreno, que se trata de una re- mayor del peso de la tradición local del NO hispá-
acción local contra la innovación mozárabe importada nico y los elementos de continuidad con lo precedente
por Alfonso III (1957: 160). En conclusión, el clasi- visigodo, así como del paralelo reconocimiento de los
cismo patente del siglo IX asturiano es un fenómeno elementos orientales-bizantinos. Su herencia es pa-
paralelo pero independiente de los clasicismos coetá- tente en Achim Arbeiter y Sabine Noack-Haley, y está
neos franco e italiano y se dobla de componentes presente en el debate inaugurado por Visigodos y
bizantinos, como igualmente acaece entre los carolin- Omeyas, aunque no suelen citarse sus publicaciones
gios (1957: 162), pudiendo haberse producido ya este alemanas, sin duda por desconocimiento lingüístico
maridaje en la Hispania de la segunda mitad del VII. de los autores involucrados.
Ahora bien, la innovación arquitectónica que repre- La misma metodología analítica desarrollada por
sentan los edificios de Ramiro I no encuentra corres- Schlunk empleó Torres Balbás en su contribución a
pondencia en la pintura, «una grandiosa y última fase la versión española del volumen sobre arte de la Edad
de la pintura mural antigua» (1957: 167). Media de Max Hauttmann (1934). Los edificios as-
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 237

turianos contienen elementos arquitectónicos roma- de las raíces visigodas y, en general, «bárbaras», de
nos bajoimperiales, heredados bien de la tradición lo asturiano (Gaillard, 1967; Hubert, 1967) y en el
local o a través de la importación carolingia (arcos aporte de relaciones con lo carolingio y lo románi-
de descarga en ladrillo, pilares moldurados, bóveda co, por otro (Crozet, 1967; Héliot, 1967). En concreto,
de medio cañón, amplios ventanales con celosías), Crozet reseñaba los paralelos formales en planta y
elementos visigodos (vestíbulo saliente, capilla cua- alzado de Saint-Genéroux-en-Poitou con Santullano
drangular, ventanas gemelas, plantas cruciformes, y Bendones, guardándose prudentemente de sugerir
abovedamiento sistemático) y elementos innovado- toda relación directa, y limitándose a enunciar la
res propios (triple cabecera, transepto de Santullano, simple convergencia por coincidencia de necesidades.
estribos, arquería ciegas de la capilla mayor), remi- Por su parte, Héliot resaltaba el carácter pionero de
tiendo a la tesis de Gómez Moreno para explicar el las bóvedas sobre muros armados de Naranco, Lena
fugaz momento ramirense, y aludiendo a la introduc- y Valdediós como antecedentes técnicos, prolonga-
ción de los consabidos elementos mozárabes bajo dos por Sant Pere de Roda y San Pedro de Siresa, de
Alfonso III (1934: 162-164). En la escultura, por el templos románicos de nave única sobre fajones y
contrario, no aprecia herencia visigoda, por considerar muros armados, como la prioral de Layrac, Notre-
que el sustrato territorial es hispanorromano, y no Dame-de-Nantilly en Saumur y Saint-Étienne de
visigodo, de muy débil implantación en Asturias (ibi- Agen. Paralelamente, De Luis (1967) publicaba al-
dem: 165-166). Paralelamente, Puig i Cadafalch re- gunos trabajos relacionando la arquitectura asturia-
pasaba a su modo los mismos elementos, concluyen- na con la anglosajona, ámbito éste de comparación
do, en los años 30, que los antecedentes de lo inédito hasta la fecha y de escaso seguimiento pos-
asturiano se hallaban en la Francia merovingia y en terior.
la Hispania visigoda (1937: 450-454), tesis que sos- La investigación posterior a Schlunk ha confron-
tuvo con mayor desarrollo en su obra póstuma L’art tado de un modo u otro sus puntos de vista con su
wisigothique et ses survivances (1961). Y por su parte, herencia. Dejando a un lado los meros repetidores o
Palol reflexionaba sobre la distancia entre lo visigodo exegetas de las tesis del alemán, desde los años 80
y lo asturiano en términos de ruptura: «creo que se han sucedido diversos ensayos de alcance gene-
podemos afirmar que el arte visigodo desde el siglo ral sobre el arte asturiano, así como dos líneas de
VIII murió ahogado sin posibilidades de renovación, investigación continuadas, a lo largo de las dos últi-
y que el arte áulico que se ensaya en el reino astur- mas décadas, que de un modo u otro han tenido que
leonés, de raíz enteramente distinta, significa otro pronunciarse sobre ellas. Por no referirnos sino a los
espíritu diferente del visigodo tradicional» (1956: trabajos de intención investigadora, hemos de con-
126). Y ello aplicado tanto a la arquitectura como a siderar aquí las aportaciones de Fontaine, Azcárate
la escultura decorativa. Ristori, Bango Torviso, Dodds, Arbeiter y Noack-
La atención local a los monumentos prerrománi- Haley, y Arias Páramo.
cos asturianos se concentró en estas décadas de pos- El primero, reputado especialista en patrística,
guerra y franquismo en torno a dos efemérides. En redactó en los años iniciales de la década de 1970 dos
1942, el congreso organizado con motivo del XI cen- volúmenes para la serie Zodiaque, de amplia difusión
tenario de la muerte de Alfonso II el Casto, incluyó internacional, comprensivos del arte prerrománico
entre sus participantes a Helmut Schlunk, cuya po- hispánico. El último capítulo del primer tomo se
nencia sobre la iglesia de Santullano ya hemos rese- dedica al Reino de Asturias. El tenor de su relato
ñado, y dos trabajos clásicos de Marcellin Defour- histórico, ajustado al estado de la cuestión en las
neaux (1949) y Augustin Fliche (1949) sobre las fechas de redacción, insiste en el neovisigotismo de
relaciones entre carolingios y asturianos. Ambos con- raíz isidoriana de Alfonso II y de Alfonso III: «la
tribuyeron decisivamente a derribar el mito de la fermeté de la tradition wisigothique renovée nous y
dependencia feudal de Alfonso II respecto de Carlo- prépare à mieux poser le difficile problème des ori-
magno, tan caro a la historiografía francesa. En 1961 gines de l’art asturien, et de sa saveur originale»
la conmemoración del XII centenario de la fundación (1973: 259). De hecho, inicia su exposición con un
del monasterio de San Vicente de Oviedo, conside- repaso a las piezas supuestas de fecha visigoda em-
rado embrión de la ciudad, provocó la convocatoria plazadas en templos asturianos (los manidos cance-
de un nuevo simposio, en el que participaron los les de Pravia y Lena). Tras mostrar reserva frente a
destacados estudiosos franceses René Crozet, Pierre las teorías previas germanista, oriental, y carolingia,
Héliot, Jean Hubert y Georges Gaillard. Sus breves insiste en el valor de la tradición hispánica, confron-
contribuciones insistieron en el rechazo, por un lado tando la planta de Santullano con la de San Pedro de
238 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

la Nave, y aludiendo a la raíz común provincial ro- de las de Aquisgrán, Lorsch o Goslar (1988:22), sede
mana de los rasgos compartidos con la arquitectura de la ceremonia de la salida real a la guerra (id.: 24-
carolingia. En especial insiste, en línea con Schlunk, 25). Lillo, por su parte, aporta un cuerpo occidental
en la pertenencia de Asturias a Gallaecia (1973: 267- de tipo carolingio (id.: 25), que se repite en Lena y
268). Todo, al final, se resuelve en la «synthèse ori- Valdediós, «donde adquiere el significado de un ver-
ginale entre sa fidélité vivante aux traditions hispa- dadero palacio, con tres dependencias y amplia sala
no-romaines et wisigothiques et des incitations venues central» (id.: 27). Como rasgos secundarios de influjo
du dehors, particulièrement sensibles dans la déco- carolingio aparecen el altar de bloque y la arquería
ration et des arts mineurs» (id.: 268). En la conside- mural ciega de Santullano (id.: 25).
ración de los edificios considerados ramirenses, la Simultáneamente y en la misma publicación,
atención del autor se centra en advertir los signos de Bango Torviso (1988a) sometía a examen el mismo
continuidad con lo precedente (id.: 316), aun sin negar asunto de las relaciones del arte asturiano con el
las innovaciones tan patentes. Los últimos ejemplos carolingio. Su conclusión es radicalmente opuesta. El
de arquitectura asturiana, ligados a Alfonso III sig- arte asturiano es una manifestación más del neovi-
nifican el ya habitual retroceso respecto a «l’école sigotismo hispánico de los siglos IX y X (1988a: 40)
du Naranco» (id.: 326): «cette vitalité ultime de y los argumentos que relacionan algunos de sus ras-
l’architecture asturienne se manifeste ainsi sans in- gos con los correspondientes carolingios carecen de
novations de génie, mais dans la fidélité sans archaïs- fundamento. En este sentido, pasa revista uno a uno
me à une formule déjà séculaire» (id. 333). En el de- a los más reiterados de éstos. Nada carolingio reve-
talle de las descripciones, la prosa de Fontaine sigue lan las noticias y restos conocidos de las construc-
al pie de la letra los resultados de Schlunk: las mis- ciones palatinas asturianas (los restos arqueológicos
mas referencias comparativas, los mismos adjetivos exhumados al costado sur de la catedral de Oviedo,
clasificatorios. Enfrentado al problema del bizanti- Naranco), si se toman como término de comparación
nismo de la pintura mural, se plantea la usual alter- las aulas de Aquisgrán e Ingelheim. Tampoco reve-
nativa de la transmisión: ¿el siglo VII o el siglo IX? lan mayor cercanía a lo carolingio las iglesias pala-
Y no existe respuesta, sino exclusivamente la cons- tinas asturianas (Santullano, Cámara Santa, Lillo y
tatación de que no se trata solamente de la «géogra- Valdediós), si el referente carolingio está integrado
phie culturelle de l’art asturien (...) mais aussi de la por Santa Sofía de Benevento y Santa María de
signification de l’ordre gothique dans l’idéologie Aquisgrán. Por su parte, los macizos occidentales de
d’Alphonse II, et dans l’esthétique «engagée» des Lillo y Valdediós no conforman un Westwerk, ni el
monuments qu’il fit construire» (id.: 341). En cual- Westwerk remite a uso imperial. En último lugar, la
quier caso, concluye que la mezcla de influencias que disposición transversal de la nave única de Santa
culminan en Valdediós, no abre camino al futuro en María de Bendones tampoco responde unívocamen-
el siglo X, sino más bien al contrario: es la marea te a los templos alpinos altomedievales de nave úni-
mozárabe, impuesta en León, la que cierra «le grand ca y triple cabecera, sino que puede explicarse por
siècle asturien» (id.: 346). paralelos hispánicos de plantas de única nave y tri-
Azcárate Ristori redactó un trabajo breve sobre los ple cabecera, como San Esteban de Viguera, Santas
aspectos de la influencia germánica en el prerromá- Centola y Elena de Siero y San Frutos de Duratón.
nico asturiano (1982; 1988). Bajo el adjetivo germá- Concluye su análisis exponiendo una interpretación
nico queda claro, a ojos del autor, el sentido concreto alternativa a los paralelos asturo-carolingios: éstos no
de su aplicación: «la influencia germánica tiene una se habrían debido a influjo franco sobre las asturia-
importancia esencial, pues la herencia goda constituye nos, sino a la presencia de visigodos en la corte ca-
uno de los fundamentos esenciales de la cultura his- rolingia (1988a: 82-88).
pánica. A este factor germánico, que se vitaliza por El trabajo citado es continuación de otro prece-
la influencia carolingia, hemos de dedicar nuestra dente (1985) en el que enunciaba la definición del arte
atención» (1988: 15). El arte asturiano es síntesis de altomedieval hispánico en términos de prolongación
herencia visigoda e influencia carolingia. Así, en del ordo gothorum. El capítulo referente a Santulla-
Santullano, son visigodos los porches salientes, la no fue publicado en versión española simultáneamen-
cámara del tesoro y las impostas sogueadas; es caro- te con el artículo anterior (1988b; 1985: 11-17).
lingia la «planta de crucero continuo», el uso de los Sostiene en él que los rasgos volumétricos de su ar-
pilares y la articulación espacial, sirviendo de término quitectura responden a patrones hispanovisigodos
de comparación Steinbach y Seligenstadt (1988: 20). (1988b: 209). La excepcionalidad de su transepto, que
Naranco es ejemplo de aula regia germánica, al modo no participa de los rasgos característicos de los tran-
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 239

septos carolingios, se debe a su función, como espacio en la tradición antigua» y la construcción de los sig-
monástico al que se abre la tribuna regia desde la que nos materiales de una monarquía neotoledana (ibidem,
Alfonso II asistía al culto, en calidad de miembro del 236-243). Todos los rasgos asturianos poseen ante-
clero por efectos de su forzada tonsura. Esta circuns- cedente hispanogodo, desde las plantas de los edifi-
tancia explica el aniconismo figurativo de las pintu- cios (ibidem, 253; 255) hasta las técnicas pictóricas
ras murales, expresión de una estética monástica his- (282) o la orfebrería (296).
pánica (1988b: 219-226). A la vez, el autor enunciaba Por las mismas fechas, Jerrilynn Dodds publicaba
la raíz visigoda de muchas manifestaciones cultura- un breve artículo sobre las pinturas de Santullano
les carolingias, a través de los muchos hispanos que (1986) y su tesis doctoral sobre la arquitectura alto-
alcanzaron cargos relevantes en las cortes de Carlo- medieval de la Península Ibérica (1989). Ambos tra-
magno y Ludovico Pío, incluyendo la reforma mo- bajos interpretan los edificios de Asturias en términos
nástica de Benito de Aniano (1985: 10). En trabajos de reflejo carolingio. La planta y el volumen de San-
posteriores ha ido reafirmando su tesis continuista. tullano son consciente transposición de los consabi-
Así, en 1992, elaboraba una visión general del rei- dos modelos carolingios, ya enunciados por Schlunk
nado de Alfonso en función de la voluntad de asimi- (Seligenstadt, capilla palatina de Ratisbona, Heiligen-
larse a los logros de Leovigildo (1992a),18 a la vez berg bei Heidelberg). El contenido apocalíptico de sus
que esbozaba un panorama general de los enterra- pinturas de es expresión de la voluntad de Alfonso II
mientos privilegiados en la Edad Media hispánica de asimilar el programa iconológico de la capilla pa-
(1992b), en el que la continuidad de los panteones latina de Aquisgrán, mientras que su carácter anicó-
occidentales inaugurados por los ejemplos visigodos nico es plasmación de los cánones condenatorios a la
a través de los asturianos es vector coherente durante vez del adopcionismo toledano y la iconodulia bizan-
toda la Alta y Plena Edad Media. Además de en di- tina, tal y como fueron formulados en los concilios de
versas síntesis de divulgación (1989), el mismo dis- Ratisbona (792) y Frankfurt (794). A mediados de la
curso continuista y la insistencia en el mantenimiento década, en 1985, el cuadernillo de Yarza, aun dedican-
de la tradición hispanogoda, o hispánica a secas a lo do atención a los problemas terminológicos, no aporta
largo del arte de los siglos VI al XI, tanto en la parte nada relevante al asunto que nos ocupa.
andalusí como en los núcleos de resistencia, la mo- En la década de los 90 se asistió a un retorno al
zarabía y los espacios de repoblación cristiana, in- continuismo hispánico. Son responsables de ello tra-
forma el volumen renovado de la serie Summa Artis, bajos surgidos en el entorno de la sede madrileña del
de su autoría (2001)19. Concretamente, en Asturias, Instituto Arqueológico Alemán, por discípulos de
el papel esencial es atribuido a Alfonso II, y su en- Schlunk, continuadores de su labor. Así, Arbeiter
torno, autores de un programa neogoticista, a modo (1992), tras exponer el estado de la cuestión, desmon-
de correlato material de la elaboración de un progra- taba buena parte de los argumentos a favor de los
ma ideológico de legitimación y guerra santa (2001: influjos carolingios, a la vez que insistía en la vir-
230-236). En ello se apoyaban en lo que denomina tualidad de la arquitectura urbana asturiana para co-
las «raíces tardoantiguas del arte asturiano» (ibidem, nocer su antecesora y precursora visigoda, argumen-
236), que ejemplifica con la presencia de un supuesto tando la invalidez metodológica de la comparación
Gijón romano, virtual cantera de los spolia asturia- entre iglesias rurales tardovisigodas con templos ur-
nos de la Alta Edad Media,20 un Oviedo «enraizado banos asturianos. Por otro lado, rechazaba caracte-
rizar el aparejo de sillería como único y típico his-
18
Al respecto véase García de Castro Valdés, 2003: 161. panovisigodo, haciendo ver que se trata en realidad
19
Llama la atención en él que no se discuta en absoluto el de un fenómeno tardío y limitado, acreditándose la
cuestionamiento del visigotismo que por las fechas ya había
sido formulado, cuestión que le reportó, entre otras causas, existencia de edificios regios visigodos en mampos-
una certera y ciertamente desabrida crítica de Arbeiter tería revocada con sillares en esquinas, como Recó-
(2004), a la que respondió en el mismo tono el propio Bango, polis, en plena continuidad con los modos de hacer
incidiendo en inadmisibles aspectos ad hominem (2004). La
lectura del texto del volumen recensionado confirma plena- de la Hispania paleocristiana (id.: 164). En conclu-
mente los reparos de Arbeiter, y muchos otros que pudieran sión, los templos urbanos toledanos hubieron de con-
hacérsele: los errores, la ligereza y el descuido en las descrip- sistir en edificios basilicales con empleo de arcos y
ciones, conceptos, datos y aseveraciones resultan impropios
de una obra que se pretende resultado de más de 30 años de bóvedas semicirculares de ladrillo, construidos en
estudios propios sobre la materia. mampostería revocada y pintada. Es éste el modelo
20
El asunto había sido enunciado en su contribución al en el que se hubo de basar Alfonso II para su pro-
catálogo de la exposición Astures. Pueblos y culturas en las
fronteras del Imperio romano (Gijón, 1995). Cf. Bango Tor- grama edilicio, dirigido por la consciente voluntada
viso, 1995: 175. Contra, García de Castro Valdés, 2007: 113. de reinstaurar el ordo gothorum (id.: 164-165).
240 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

Noack-Haley (1992) reconocía el destacado pa- dense. Surge entonces la cuestión del bizantinismo,
pel que la copia de modelos visigodos había jugado de coetánea inspiración o de transmisión a través de
en el nacimiento de la escultura decorativa asturia- Toledo (id.: 14). Especialmente, reflejan el retorno
na,21 a la vez que desarrollaba las intuiciones de a Toledo la arquitectura y la pintura de Santullano,
Schlunk a favor de la inspiración tardoantigua me- postulándose hipotéticamente que el transepto ove-
diterránea de la escultura decorativa asturiana, tras tense habría acogido, como réplica de la iglesia con-
haber dedicado unos años antes una investigación ciliar toledana, los clérigos exiliados en Asturias (id.:
monográfica a los expolios visigodos reutilizados en 15). El referente bizantino marca también la interpre-
la arquería ciega de la capilla mayor de Santullano, tación del antecuerpo occidental de Lillo en térmi-
en línea con lo ya apreciado por Gómez Moreno nos de tribuna regia integrada en el edificio eclesiás-
(1986). El volumen colectivo coordinado por estos tico (id.: 16), mientras que su escultura decorativa
investigadores dedicado a los edificios regios astu- deriva tanto de lo oriental como de lo visigodo. Los
rianos —Lillo, Naranco, Lena y Valdediós— (Noack- postreros edificios asturianos son interpretados de
Haley y Arbeiter, 1994: 191-211), en el que se pu- acuerdo con las tradicionales tesis de retroceso res-
blicó la planimetría elaborada por el Instituto a lo pecto a los de Ramiro I y manifestación del influjo
largo de la década de 1960, insistía en la continui- mozárabe (id.: 19-20). En lo que se refiere a los edi-
dad, reafirmándose ambos en el volumen aparecido ficios galaicoportugueses, se asimilan cronológica-
en 1999 de la serie Hispania Antiqua, dedicado a los mente sin más al último tercio del IX o ya al X, ad-
monumentos cristianos de la Alta Edad Media (Ar- virtiéndose en ellos rasgos mozárabes junto con otros
beiter y Noack-Haley, 1999). De hecho, en el primero omeyas, al lado de la tradición constructiva local, sin
de estos volúmenes, la función regia de las tribunas que falten préstamos asturianos o incluso perviven-
occidentales de Lillo, Lena y Valdediós se explica por cias de la protohistoria castreña (id.: 25-26).
referencia a similares instalaciones y ceremonias Rasgos aún más continuistas muestran los traba-
bizantinas (1994: 202-203), rechazándose el parale- jos de Alexander Pierre Bronisch (1999),22 para quien
lo aquisgranense y cualquier vínculo con los West- las iglesias «palatinas» asturianas son imagen de las
werke (id.: 204). Por otro lado, se señala el mante- perdidas visigodas. El análisis arranca de la denomi-
nimiento de los sistemas de soportes entregos en nada ecclesia pretoriensis de los Santos Apóstoles
muro, típicos de la arquitectura hispanorromana e Pedro y Pablo en el suburbio toledano, vinculada
inexistentes en la visigoda (id.: 208). Ello no impi- hipotéticamente al palacio real. A continuación ca-
de postular la intermediación visigoda, en la segun- lifica a Santa Cruz de Cangas de Onís como «zugleich
da mitad del VII, para la transmisión de los siguien- Hofkirche und Hauptkirche des asturischen Reiches»
tes rasgos bizantinos: triples vanos, empleo de pilares (1999: 257), lo que ni el más desaforado optimismo
en las naves, arcos peraltados, arcos tallados en din- podría reconocer. Continúa con la interpretación de
teles (id.: 209-210). Reconocen, pese a ello, la pre- Santianes de Pravia, como iglesia palatina, para lo
sencia de otros rasgos bizantinos carentes de antece- cual tiene que suponer una transformación de un
dente visigodo: cubiertas con tres bóvedas de cañón edificio previo, al que vincula la piscina bautismal,
paralelas en Valdediós, articulación mural de Naranco, incompatible a su entender con el carácter palatino
dinteles esculpidos de Lillo, arcos de descarga en la- del templo de Silo (1999: 260), en argumentación
drillo, fachada tripartita de Naranco, rosetón de Li- ad hoc. El capítulo dedicado a los templos de Alfon-
llo, capiteles-imposta de Lillo, capiteles facetados de
Naranco y Lena (id.: 210-211). El capítulo de sínte- 22
Toda la argumentación de Bronisch, tanto en este traba-
sis del ya mencionado volumen de Hispania Antiqua jo como en su tesis doctoral Reconquista und Heiliger Krieg.
Die Deutung des Krieges im christlichen Spanien von den
(Arbeiter y Noack-Haley, 1999: 9-20) se inicia cons- Westgoten bis ins frühe 12. Jahrhundert (Münster, Aschen-
tatando la ruptura artística en Hispania tras el 711, dorff, 1998; versión española Granada-Oviedo-Valencia,
a causa de la invasión. El arranque de la arquitectu- EUG-EDIUNO-PUV, 2006) reposa sobre una confianza inge-
nua y absoluta en el valor testimonial de las fuentes escritas,
ra asturiana, en Santianes de Pravia, ofrece elemen- diplomáticas y cronísticas, insostenible metodológicamente,
tos tanto de continuidad como de ruptura. A Alfon- y en una indiscriminada utilización sin crítica historiográfica
so II, por el contrario, se adscribe una inequívoca de datos de acarreo de procedencia diversa no sometidos a
contraste, sin jerarquizar por fiabilidad o verosimilitud, fallos
voluntad continuista, según el testimonio de la Albel- que lastran irremisiblemente muchas de sus conclusiones.
Ejemplo de lo dicho, la aceptación de las hipótesis de Selgas
21
Entre los ejemplos de copia aduce la dependencia de las sobre San Salvador de Oviedo, con el disparate de afirmar la
pilastras de San Miguel de Lillo respecto al sarcófago de construcción de la catedral gótica de Oviedo, «auf Veranlas-
Ithacio de la catedral de Oviedo (id: 174). Al respecto, vid. sung des Bischofs Gelmírez und mit Erlaubnis des Primas
contra García de Castro Valdés, 1999 II: 12-13. Gutierre von Toledo» (1999: 278-79).
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 241

so II se inicia con el debate sobre la fundación de San- tadas.26 El complejo palatino del Naranco «stand ganz
tullano, para la que defiende una fecha anterior a 812, in der Tradition der asturische Paläste von Cangas de
pues en su opinión habría sido este templo el lugar Onís, Pravia und Santullano» (id.: 282), afirmación
donde Alfonso II habría recibido el bautismo (1999: incomprensible, lo mismo que la inmediata referen-
264),23 y por ello, a la labor del Casto se habría de- cia a la vía romana adyacente a Lillo. En todo caso,
bido exclusivamente la reparación de los daños oca- el complejo del monte Naranco se explica como ne-
sionados por las incursiones andalusíes de 794 y 795, cesaria actuación edilicia de un Ramiro I deseoso de
pudiendo en consecuencia considerarse Santullano librarse de la onerosa sombra de su antecesor Alfonso
como antecedente de San Salvador (id.: 267).24 Las II (id.: 285). Finalmente, la obra de Alfonso III es
pinturas murales de Santullano serían, pues el pro- reflejo de su «vehemente Neovisigotismus» (id.: 287).
ducto de esta restauración, acaecida antes del 808, En León, por el contrario, se habría perdido, por ra-
fecha que justifica por la discrepancia iconográfica zones geográficas y estratégicas, la tradición de los
entre la cruz representada en Santullano y la de Los palacios regios suburbanos asturianos (id.: 288).
Ángeles (id.: 269), en otro ejemplo de argumentación Paralelamente, García de Castro incidía en la raíz
ad hoc. Surge entonces la cuestión del aniconismo de paleocristiana y tardoantigua de la arquitectura astu-
la pintura mural de este templo, para Bronisch no riana (1995: 467-470; 535-537), a la que es preciso
resultado de una —imposible— continuación de la entender desde esta perspectiva y no desde la de
tradición del concilio de Elvira, sino producto de la anticipación del futuro románico, a la vez que recha-
inseguridad provocada por la discrepancia doctrinal zaba por inconsistentes los paralelos carolingios re-
entre la recuperación de la iconodulia en el concilio feridos a los antecuerpos occidentales de Lillo y
de Nicea II (787) y la reacción franca del Concilio Valdediós, al transepto de Santullano y al tipo ori-
de Frankfurt (794) expresada en el Opus Caroli contra ginario de Naranco (id.: 419, 432, 462, 486). Todo
Synodum (id.: 271). El programa pictórico de Alfonso ello, sin dejar de advertir las diferencias radicales con
II manifestaría así una consciente ostentación de la arquitectura conservada del siglo VII (id.: 535) e
ortodoxia, a la vez que expresaba su autoafirmación insistiendo sobre la importancia del patrimonio tar-
frente a carolingios y bizantinos. Por el contrario, la doantiguo de la Gallaecia, como raíz última del rei-
disposición urbanística del Oviedo de Alfonso II res- no asturiano (id.: 539). En el contexto de redacción
pondería al modelo toledano de época visigoda (id.: del trabajo es explicable: 1990-1992, cuando el tra-
277).25 En suma, Santullano habría sido la nueva bajo de revisión arqueológica de lo visigodo no se
basílica pretoriensis del Neotoledo alfonsino (id.: había iniciado apenas, mientras que soplaban fuertes
278). El capítulo dedicado a Lillo y Naranco incide vientos procarolingios. En trabajos posteriores ha
en la misma indiscriminada utilización de informa- desarrollado el análisis de las estructuras occidenta-
ciones contradictorias e insuficientemente documen- les asturianas, reafirmándose en la improcedencia de
los paralelos carolingios (1997; 2006: 109-120). La
23
Derivación fallida de una errónea traducción del texto reexcavación parcial de las estructuras arqueológicas
latino del Testamentum de Alfonso II, fechado el 16 de no- del Sur de la catedral (1999) ha permitido confirmar
viembre de 812 (Oviedo, ACO, Cuadernillo I,1; García Larra-
gueta, 1962: 6), donde el lugar del bautismo de Alfonso II es las críticas expresadas en 1995 sobre las reconstruc-
interpretado por Bronisch como el templo de los Santos Ju- ciones vigentes del antiguo urbanismo ovetense, a la
lián y Basilisa —el actual Santullano, a su entender— cuan- vez que ofrecían una contextualización del grupo
do la frase vincula la advocación a ambos santos con un altar
dentro del templo de San Salvador y los doce apóstoles al que episcopal ovetense bajo la categoría de la catedral
se dirige la donación que recoge dicho testamentum. Igual- doble (Piva, 1990). Por último en 2004 revisó la es-
mente improbable es la identificación con San Julián de To- cultura decorativa, atendiendo a los paralelos medio-
ledo del altar Sancti Iuliani de la basílica de Santa María
(1999: 264 nota 63), que basa en Uría Ríu (1967: 292 y nota bizantinos que ofrece el corpus asturiano y calibrando
64), pues se desconoce tanto el momento de inicio del culto el papel de los expolios visigodos en la configuración
al obispo toledano, fallecido en 690, como cualquier otro tes- de dicha escultura.
timonio de su culto en Asturias a mediados del siglo VIII.
24
Bronisch desconoce la publicación de mi Arqueología Continuismo hispanovisigótico se respira también
Cristiana en la Alta Edad Media en Asturias, en 1995. No a lo largo del manual de Arias Páramo (1993), a pro-
tiene en cuenta ni discute por ello cuanto escribimos allí con- pósito de la arquitectura de Santullano (id.: 54), mien-
tra la tribuna del transepto de Santullano (462-465). Ignora
igualmente la redatación del Testamentum de Alfonso II efec-
26
tuada por Rodríguez Díaz (1995-1996). Entre otras, desconoce las dataciones radiocarbónicas
25
Las reflexiones de Bronisch sobre el Oviedo primitivo se extraídas de las bóvedas de Lillo, publicadas en 1994 y 1995
apoyan en la insostenible reconstrucción de Fernández Buel- (García de Castro, 1994; 1995: 413). Las interpretaciones de
ta y Hevia Granda (19842). Vid al respecto García de Castro los documentos de 908 y 945 son ad hoc (Bronisch, 1999:
1995: 503-507, y 1999: 21-73. 282).
242 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

tras que para el aniconismo de las pinturas remite al Península, poniendo en duda atribuciones cronológi-
contexto de los Libri Carolini (id.: 76), lo que no le cas anteriores al 711 y trasladándolas al siglo IX,
impide abundar en la raíz toledana del prototipo del invirtiendo el sentido de los influjos hasta la fecha
programa (id.: 94). La publicación de su obra sobre comúnmente admitidos: de lo visigodo emeritense y
geometría y proporción en la arquitectura prerromá- toledano hacia el norte prerrománico, a lo postvisi-
nica asturiana (2008) no incide en esta problemáti- godo de influjo asturiano hacia el sur. La revisión con-
ca, al centrarse en las materias que indica el título. secuente de todo el registro arqueológico altomedieval
Por último, a título de mera curiosidad cabe re- fuerza, por todo ello, a ocuparse en este contexto de
señar la aportación de Schöller (1996), quien invierte este conjunto edilicio, el más completo y coherente
el sentido habitual de los flujos culturales en la his- de todo lo conservado de la Europa coetánea. Ésta
toriografía de lengua alemana. En efecto, tras advertir es la razón de esta Reunión y a reconsiderar el asunto
algunas coincidencias de las medidas longitudinales se dedican las páginas subsiguientes.
de Santullano con las que se desprenden de las fo-
sas de cimentación del templo de Inden-Kornelimüns-
ter a partir de la publicación de Hugot (1968), deduce II. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
que el templo renano fue construido teniendo en
cuenta las dimensiones planimétricas del ovetense, lo Tras lo expuesto, cabría aparentemente deducir
que le sirve para afirmar una fecha ante quem para como lícita conclusión que el tema está lo suficien-
Santullano: 815 o como máximo 816, fecha de ini- temente trillado como para que no merezca la pena
cio de la construcción de Inden a cargo de Benito de volver a ocuparse de él. Las posturas teóricas se re-
Aniano (id.: 17 y nota 73). Precisamente, la hipóte- piten generación tras generación de estudiosos, inci-
sis se apoya en la mera suposición de que Benito de diendo sobre los mismos datos y términos de refe-
Aniano hubiese mantenido contactos con el entorno rencia en un ejercicio de circularidad que no parece
de Alfonso II, y ciertamente a propósito de Santulla- progresar en espiral ascendente. Sin embargo, la rea-
no, perfecto modelo de iglesia regia monástica —se- lidad no puede ser más distinta. Precisamente por
gún interpretación de Bango Torviso—, adecuada a aparecer de esta guisa, es más necesario que nunca
las necesidades de retiro del promotor de Inden, Lu- el replanteamiento radical de la cuestión, reformulan-
dovico Pío (id.: 27). Todo ello, reconociendo que nada do las premisas teóricas de partida. No se trata ex-
hay planimétricamente en Santullano que la asimile clusivamente de revisar los datos empíricos, ni siquie-
a Inden, pero aún así, sosteniendo que la transferen- ra tampoco de actualizar el expediente informativo.
cia de plano de Oviedo a Inden es ejemplo de lo que Se trata de definir los términos de comparación, los
en la práctica arquitectónica medieval se entendía por sujetos históricos que se ponen en relación y sobre
construir «ad formam». Por descabellada que pueda todo, de establecer previamente el ámbito en el que
parecer esta tesis, merece cita por sintomática de que se establecen las relaciones y el alcance y los com-
el conocimiento de la bibliografía hispánica en Eu- ponentes de las mismas. En suma, se trata de escla-
ropa va poco a poco restituyendo valor de originali- recer de qué se va a hablar y desde qué supuestos
dad, y por tanto de foco inspirador, a los espacios teóricos, antes de entrar en materia empírica.28
lingüísticamente periféricos de Europa, como es el Por visigodos entenderemos aquí, metafóricamen-
caso de España y Portugal. te, los autores de los restos materiales arquitectóni-
Desde mediados de la década de 1990 y a lo lar- cos, escultóricos, figurativos o meramente decorati-
go de la siguiente, el debate inaugurado por Caba- vos, cuya fecha quede comprendida grosso modo en
llero y Real, replanteando la existencia de arquitec- 28
Al margen, pero no de escasa importancia, queda la
tura de cronología visigoda en alzado en la Península cuestión de la identificación de spolia visigodos en la arqui-
Ibérica y señalando el cauce andalusí-omeya para la tectura asturiana, tema discutido paralelamente al de los in-
transmisión del orientalismo en la Alta Edad Media flujos y pervivencias de lo tardoantiguo en lo asturiano. Des-
de la inmediata posguerra civil, ha quedado definido un grupo
hispánica, ha incidido solamente de modo tangencial escultórico visigodo reempleado en los edificios asturianos:
sobre el corpus asturiano.27 Así, en 1993, Caballero cancel de Santa Cristina de Lena, canceles de Santianes de
iniciaba el replanteamiento del paradigma visigotis- Pravia custodiados en la iglesia de El Pito (Cudillero), cancel
de San Francisco de Avilés, capiteles de la arquería ciega de
ta en la arqueología de la mitad occidental de la la capilla central de Santullano, cancel con representación de
grifo procedente de San Miguel de Lillo (Museo Arqueológi-
27
Es de interés comprobar en los trabajos de la primera co de Asturias), barroteras de cancel procedentes de la cate-
reunión emeritense sobre Visigodos y Omeyas (1999), la es- dral de Oviedo (Museo de la Iglesia de Oviedo), grupo recu-
casez y marginalidad de las referencias a lo altomedieval as- rrente una y otra vez en los trabajos de los defensores de una
turiano. u otra tendencia historiográfica.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 243

los siglos VI y VII, entre Vouillée (507) y Guadalete tablecerán contextos de comparación completos,
(711), en el espacio de la Península Ibérica. Esta nunca se establecerán relaciones entre simples ele-
opción es tan discutible como cualquier otra. Deja sin mentos aislados de su matriz histórica o material, ni
resolver, en principio, el problema de la génesis de se agruparán arbitrariamente rasgos aislados con el
la arquitectura cristiana en la península, de la que se fin de crear pseudosujetos de estudio, al modo de los
han datado ejemplos acabados en el siglo V, que sin Kulturkreisen, donde es la ilusión del investigador la
duda pervivían funcionalmente en el VI, llegando al- que crea la supuesta entidad histórica a la que dedi-
gunos hasta el VIII. Igualmente deja sin cerrar el de- ca sus desvelos, hasta dotarla de vida propia, como
batido período de los años del siglo VIII que median si de una hipóstasis se tratase.29 Mantendremos en
entre el fin de reino toledano y la aparición contras- todo momento la separación de los tres planos del
tada de los primeros elementos arqueológicos de los estudio, el de la forma, el de la función y el del sig-
nuevos entes políticos surgidos tanto en el espacio nificado, como estableció Deichmann en un aún fun-
andalusí como en el resto del territorio. Goza de la damental trabajo sobre la génesis de la basílica cris-
ventaja de referirse a acontecimientos de orden po- tiana (1982: 35-46), a los que se debe añadir el de
lítico, como los que definen los otros dos términos las técnicas.
de la comparación, por lo que, por lo menos, adquiere Constituyendo como constituye la arquitectura el
una cierta coherencia formal, que no de contenido, grueso del registro material heredado del Reino de
lo cual habrá que justificar, si se diera el caso. Da- Asturias, reviste lógica comenzar el acercamiento al
mos por supuesto, igualmente que la actividad cons- tema por ella. En la actual región de Asturias se han
tructiva del reino suevo hasta su incorporación en el conservado 15 edificios altomedievales en su integri-
reino toledano, participa de las características que se dad, con escasas alteraciones, todas ellas bien fecha-
atribuyan a lo visigodo, sin mayor particularidad. das y marginales, sin que impidan la reconstrucción
Por asturianos, igualmente metafóricamente, en- del proyecto originario: Santullano de Oviedo, la
tendemos los autores de los mismos elementos, cuya Cámara Santa de la catedral de San Salvador de
fecha quede comprendida grosso modo entre el se- Oviedo, la Torre Vieja de San Salvador de Oviedo,
gundo cuarto del siglo VIII y el segundo cuarto del Foncalada de Oviedo, Santa María de Naranco, San
siglo X, entre Covadonga (722) y San Esteban de Miguel de Lillo, Santa Cristina de Lena, San Pedro
Gormaz (917), en el ámbito del Reino de Asturias (del de Nora, Santa María de Bendones, Santo Adriano
Cantábrico al Duero y al Mondego y del Atlántico a de Tuñón, San Salvador de Valdediós, Santiago de
la Sierra de la Demanda). Gobiendes, San Salvador de Priesca, Santa María de
Por último, por carolingios entenderemos los Arbazal y San Andrés de Bedriñana. Además se po-
autores de los mismos elementos, cuya fecha queda seen suficientes seguridades arqueológicas sobre la
comprendida grosso modo entre mediados del siglo planta de otros dos: Santa María de Oviedo, templo
VIII —la subida al poder de Pipino III— y fines del copartícipe de la catedral doble ovetense, y Santia-
siglo IX —las muertes de Carlos el Gordo y Arnulfo nes de Pravia. En total, pues, 17 edificios, 14 ecle-
de Carintia—, en el ámbito del imperio franco (Ga- siásticos y 3 civiles, fechados entre 774/783 (Santia-
lia, Germania, Lombardía y sus marcas orientales). nes de Pravia) y 921 (San Salvador de Priesca). Ahora
Queda excluida de estas definiciones toda connota- bien, el territorio del Reino de Asturias no coincidió
ción étnica. nunca con el de la actual región de Asturias. Inicial-
El ámbito de las relaciones entre los tres sujetos mente surgido tras 722 al abrigo de los Picos de
queda delimitado por la propia situación temporal Europa, entre los ríos Sella y Nansa, ya el primer
relativa de los mismos. Entre visigodos y asturianos titular del poder, Pelayo (722-737), parece haber dis-
solamente pueden establecerse relaciones de sucesión,
transmisión o desaparición cultural, en un único sen- 29
Esta práctica está tan enraizada en la producción arqueo-
tido, pues los primeros anteceden a los segundos. Por lógica, a menudo con plena inconsciencia por parte de los in-
vestigadores, que es absolutamente normal leer frases en las
el contrario, entre asturianos y carolingios la situa- cuales las culturas arqueológicas –simple traducción inglesa
ción temporal es de coetaneidad, por lo que las re- a cargo de V. G. Childe de los Kulturkreisen de Graebner-
laciones a establecer pueden ser a priori biyectivas actúan como sujetos históricos. Se habla así, por ejemplo, de
«Cogotas», «Soto de Medinilla», «Campos de Urnas», de «El
y de cualquier sentido. Argar», de «Solutrense» o «Magdaleniense» en términos de
Queda por delimitar el alcance y componentes de entes sociales actuantes con vida propia, cuando en realidad
las relaciones. Como principio metodológico hemos no son sino arbitrarias y/o aleatorias asociaciones de objetos
o prácticas deducibles del registro arqueológico, sólo en el
de expresar el rechazo a toda perspectiva analítica mejor de los casos provistos de contextos arqueológicos co-
atomística, al modo de la Quellenforschung. Se es- herentes.
244 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

puesto de propiedades en las inmediaciones de Ovie- siglo X en la vertiente norte del valle del Duero (San
do, y desde luego, con Fruela I (757-768) la funda- Miguel de Escalada, San Cebrián de Mazote, Santa
ción de un núcleo estable en Oviedo, su matrimonio María de Wamba, San Román de Hornija, San Pedro
con una vascona y las menciones cronísticas a la de Eslonza, Santa María de Hérmedes de Cerrato,
actividad bélica en la parte marítima de Galicia per- Sahagún), asimismo con destacadas extensiones ex-
miten afirmar que el dominio de la incipiente monar- teriores hacia el Norte (Santa María de Lebeña y San
quía comprendía la casi totalidad de la cornisa can- Román de Moroso, Cantabria) y el Oeste (capilla de
tábrica, al Norte de la Cordillera. A su sucesor Silo San Miguel en San Salvador de Celanova, Orense;
(774-783) se le atribuyen nuevas acciones militares Santo Tomás de Las Ollas y Santiago de Peñalba,
en el interior de la actual provincia de Lugo, accio- ambas en El Bierzo, León). La primitiva Castilla del
nes que continúa Alfonso II (791-842). El primer y Valderredible y Burgos (San Martín de Elines, San-
efímero salto a la meseta leonesa tuvo lugar bajo tas Centola y Elena de Siero, Valmayor de Cuesta
Ramiro I (844-850), pero la primera línea de fronte- Urria, San Pelayo de Arlanza y demás templos del
ra estable ultrapuertos no se consolidó hasta el rei- grupo (Caballero, 2000a), San Juan de Barbadillo del
nado de su hijo Ordoño I (850-866), a quien las cró- Mercado, conformó un grupo aparte, bajo el epígra-
nicas redactadas bajo su hijo Alfonso III asignan la fe de «arte condal» (Huidobro). Por último, la Rioja
toma de las plazas fuertes de Tuy, Astorga, León y (San Millán de la Cogolla, Santa Coloma, Santa
Amaya, lo que presupone el control de Galicia y el María de Peñalba, San Esteban de Viguera, las ermitas
Bierzo completos (Cuencas del Miño y del Sil) y el de San Pedro y San Andrés de Torrecilla en Came-
piedemonte meridional de la Cordillera, en la línea ros) ha oscilado como tema de estudio entre las pro-
de va de León a Amaya, siguiendo grosso modo la ducciones de la mozarabía y la pertenencia al reino
vía romana Asturica-Burdigala. El gran avance terri- de Navarra. Han quedado fuera de esta clasificación
torial fue obra precisamente de Alfonso III (866-910), los numerosos edificios rupestres catalogados a lo
que se benefició ampliamente de la primera fitna largo de los valles del Ebro y del Pisuerga (Monreal
emiral. Al final de su reinado la frontera se situó en Jimeno, 1989; Azkárate Garai-Olaun, 1988), genéri-
el Mondego, el Duero y el Arlanzón, con las plazas camente adscritos a la «repoblación», y difícilmen-
fuertes de Coimbra, Viseu, Toro, Simancas y Burgos. te clasificables para una historiografía metodológi-
Los sucesores de Alfonso, sus tres hijos García (910- camente guiada por criterios estilísticos.
914), Ordoño II (914-924) y Fruela II (924-925), La mitad occidental del reino, correspondiente a
mantuvieron la línea y alcanzaron la cabecera del la actual Galicia y norte de Portugal hasta el Mon-
Duero hasta San Esteban de Gormaz, definiendo una dego, carece hasta la fecha de una ordenación com-
estabilidad de límites más o menos inalterada hasta parable de sus elementos altomedievales. Al margen
la llegada de Almanzor al mando efectivo del cali- de la indefinición cronológica que provoca la propia
fato a fines del X. técnica constructiva de sillería granítica irregular y
Este rápido repaso a la expansión territorial del engatillada, en muchos casos reutilizada una y otra
Reino de Asturias exige aclarar si todas las manifes- vez en el mismo inmueble —de aspecto intemporal
taciones artísticas conservadas en él pueden o no ser y con casi total ausencia de rasgos decorativos de
incluidas bajo el calificativo de asturianos, en el estilo—, y de la falta tradicional de investigación so-
sentido establecido en los párrafos anteriores. Una bre este período histórico en este ámbito geográfico,30
ojeada superficial a la arquitectura conservada pone los estudios al uso (Núñez Rodríguez, 1978) suelen
de manifiesto su patente heterogeneidad técnica y distinguir una fase «germánica» —sueva y visigoda—
formal. Ahora bien, la promoción regia actúa por igual a la que sigue una fase asturiana, habiéndose indivi-
en todos los territorios, los templos conservados dualizado en Portugal una facies/fase condal «portu-
mantienen regularidades planimétricas, volumétricas calense», en torno al Bajo Duero, fechada en el si-
y funcionales, algunos elementos de escultura deco- glo X, en la que se entrevén rasgos asturianos y
rativa se difunden por todo el reino, al igual que cier- mozárabes (Real, 1984, 1995, 1999, 2000, 2007). Más
tos motivos ornamentales. Respecto a la mitad orien-
30
tal del territorio, la historiografía ha distinguido El habitual esquema temporal de los estudios arqueoló-
gicos pasa del estudio del registro galaicorromano hasta el
tradicionalmente el «arte asturiano», restringido a la siglo V al románico del final del XI. Las etapas «germánica»
actual región de Asturias, con alguna extensión ex- y altomedieval apenas han encontrado materia prima para tra-
terior (San Xés de Francelos, Ribadavia, Orense; zar un cuadro descriptivo, y mucho menos evolutivo, del re-
gistro arqueológico. Los más recientes intentos acusan esta
basílica de Santiago de Compostela II, erigida por falla, al apoyarse en endebles y discutibles indicios cronoló-
Alfonso III), del «arte mozárabe», característico del gicos. Vid. al respecto, López Quiroga, 2004.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 245

al Sur, se identifican sociedades mozárabes indepen- yecto y ejecución alejados del área nuclear, por lo que
dientes tanto del poder asturleonés como del anda- deben ser excluidos del análisis.
lusí, en torno a Coimbra y Viseu, a las que se ads- Admitiendo la circunscripción de la materia a la
criben los pertinentes testimonios arqueológicos de arquitectura asturiana sensu stricto, los grupos a es-
la época, sobre todo São Pedro de Lourosa (Real, tablecer son los siguientes:
1995; Ferreira de Almeida, 2000). No obstante, la
presencia de rasgos estilísticos que se suponen de 1. ARQUITECTURA RELIGIOSA
procedencia asturiana o andalusí —el alfiz, las ven- 1.1. Arquitectura cultual eucarística
tanas con arcos de herradura, los modillones de ro- 1.1.1. Templos basilicales con cabecera
llos simples o compuestos— han situado algunos de única: Santianes de Pravia.
estos edificios en la órbita de lo siglos IX y X: Santa 1.1.2. Templos basilicales con cabecera
María de Mixós, San Martiño de Pazós, Santa Eufe- triple: Santullano de Oviedo, San-
mia de Ambía, San Salvador de Soutomerille, mien- ta María de Oviedo, San Pedro de
tras que pervive la indefinición sobre otros restos Nora, Santo Adriano de Tuñón, San
menos específicos, como San Xoán de Panxón.31 En Miguel de Lillo, San Salvador de
el caso de los edificios portugueses, parece haber Valdediós, Santiago de Gobiendes,
logrado consenso la evidente pertenencia al siglo X San Salvador de Priesca.
de São Frutuoso de Montélios, mausoleo monumental 1.1.3. Templos de nave única y cabecera
solamente posible tras la revitalización del culto a única: Santa Cristina de Lena, San-
principios del X (Real, 1995: 65-66) y los restos de ta María de Arbazal, San Andrés de
São Torcato de Guimarães. Bedriñana.
Habida cuenta de lo expuesto, es preciso antes de 1.1.4. Templos de nave única y cabecera
iniciar el análisis comparativo, establecer los crite- triple: Santa María de Bendones.
rios de definición de los términos a comparar. Es claro
que no es posible recurrir a criterios sociales o polí- 1.2. Arquitectura funeraria y conmemorativa
ticos, como los basados en la promoción edilicia, pues 1.2.1. Mausoleos de planta rectangular:
tanto la aristocracia como la corte actúan indistinta- Cámara Santa de la catedral de
mente por todo el territorio, sin que por ello se haya Oviedo.
producido uniformidad técnica, formal o estilística
alguna. La indefinición cronológica de buena parte 2. ARQUITECTURA RESIDENCIAL
de los elementos galaico-portugueses y castellanos
2.1. Arquitectura militar: Torre Vieja de San Sal-
impide su asignación precisa a un contexto históri-
vador de Oviedo.
co concreto, por lo que no pueden ser tenidos en
cuenta en el estado actual de conocimientos. Por otro 2.2. Arquitectura palacial: Santa María de Na-
lado, la arquitectura religiosa basilical asturiana en ranco, Palacio de Alfonso III en Oviedo.
sentido estricto, es decir, la situada en el área cen-
tral de la actual Asturias, ofrece una homogeneidad 3. ARQUITECTURA DE SERVICIOS

planimétrica, volumétrica, técnica y formal que le 3.1. Arquitectura hidráulica: Foncalada.


confiere una inmejorable capacidad de comparación
con otros conjuntos de igual coherencia. En lo refe- Pasando a definir los términos de la comparación,
rente a la arquitectura del Valle del Duero y exten- la delimitación de la arqueología visigoda requiere
siones, vinculada estrechamente en su promoción a tomar partido ante el debate abierto desde hace poco
la corte de Alfonso III y sus hijos, muestra una no- más de 15 años. En esencia, se trata de declarar cuá-
table homogeneidad de la decoración escultórica les son los elementos que componen el registro que
aplicada a una considerable heterogeneidad arquitec- actualmente se considera fechado en los siglos VI
tónica, que disminuye su virtualidad comparativa. Por y VII en la Península Ibérica, y de los que exista
último, la arquitectura y decoración escultórica de la término de comparación en Asturias. Sin poder en
banda oriental del reino —Castilla y, en su caso, La este lugar más que remitir a las síntesis más recien-
Rioja— responde manifiestamente a promoción, pro- tes sobre el tema, con la bibliografía allí incorpora-
da (Godoy Fernández, 1995; Mateos y Caballero
31
(eds.), 2003; Utrero Agudo, 2006; Caballero, Mateos
La misma circunstancia obra en Santa María de Ventas
Blancas, La Rioja, conservada en similar proporción de sus y Utrero (eds.), 2009), podemos presentar los siguien-
fábricas. tes grupos:
246 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

1. ARQUITECTURA RELIGIOSA Resalta a la vista que no incluimos en el reper-


1.3. Arquitectura cultual eucarística. torio visigodo los templos más discutidos de la tra-
dición historiográfica: San Juan de Baños (Caballe-
1.3.1. Templos basilicales biabsidados:
ro y Feijoo, 1998), San Pedro de La Nave (Caballero
Casa Herrera, El Germo, San Pedro
y Arce, 1997; Caballero et al., 2004), y Santa María
de Alcántara o Vega del Mar, Torre
de Melque (Caballero, 1980; Caballero y Fernández,
de Palma, Mértola.
1999). Los análisis arqueológicos de sus fábricas, los
1.3.2. Templos basilicales con cabecera
resultados arqueométricos y los debates interminables
única: Segóbriga/Cabeza de Griego,
sobre la tipología e iconografía de su escultura de-
Portera, El Tolmo de Minateda, Es
corativa fuerzan a mantenerlos al margen de la dis-
Cap des Port II, Recópolis II, Ba-
cusión. En especial, Baños presenta la contradicción
sílica de la arena del anfiteatro de
de su inscripción visigoda in situ, fechada en el rei-
Tarragona, basílica del Parque Cen-
nado de Recesvinto, integrada en la fase I del tem-
tral de Tarragona.
plo, con el grupo decorativo III, igualmente in situ
1.3.3. Templos basilicales con cabecera
y de la misma fase I, que induce tipológica y esti-
triple: Santa Eulalia de Mérida,
lísticamente a cronología avanzada, de repoblación.
Alconétar, Son Peretó, Son Bou,
En cualquier caso, no se mantiene fácilmente la hi-
Son Fadrinet, Gerena, Mijangos,
pótesis que asigna la factura de la inscripción a un
Santa María de Terrassa fase epis-
fundador altomedieval que pretendería permanecer en
copal I, Sant Pere de Terrassa fase
el anonimato elevando un monumento a la memoria
episcopal I, Villa Fortunatus en
de gloria de Recesvinto, personaje dos siglos ante-
Fraga II, El Cuarto de Enmedio
rior como mínimo al supuesto promotor altomedie-
(Dehesa de Pelayos), El Bovalar,
val de repoblación. Ni hay paralelos para una tal con-
Santa Margarida del Priorat de Sant
ducta ni se entienden las razones de la misma,
Genís de Rocafort, basílica de la
hablando en términos de mentalidad señorial altome-
necrópolis del Francolí en Tarrago-
dieval.
na, Monte da Cegonha III.
Por su parte, San Pedro de La Nave ofrece la di-
1.3.4. Templos de nave única y cabecera
ficultad insalvable de las fechas radiocarbónicas, cla-
única: San Pedro de Mérida, El
ramente visigodas (Alonso Mathias y Rodríguez Tro-
Gatillo de Arriba I, Ibahernando, Es
bajo, en Caballero, ed. 2004: 234), que se oponen
Cap des Port I, templo de la Neápo-
tenazmente al desplazamiento de su datación al final
lis de Ampurias, Santa Magdalena
del siglo IX. Además, presenta la particulari-
de Ampurias II, templo del claus-
dad de un único santuario eucarístico, con una com-
tro de Sant Cugat del Vallés II.
plejidad espacial inaudita en templos de cabecera úni-
1.3.5. Templos de planta cruciforme:
ca altomedievales, lo que la emparenta más bien con
Recópolis I, San Pedro de La Mata,
la norma anterior a mediados del VIII, o prin-
Valdecebadar, Montinho das Laran-
cipios del IX, cuando se distribuyen uniformemente
jeiras, São Martinho de Dume I.
por Europa las triples cabeceras. Sus paramentos, con
anchas cenefas decorativas en el interior de la ca-
1.4. Arquitectura funeraria y conmemorativa.
becera y el transepto, se ha emparentado tradicio-
1.4.1. Mausoleos de planta central: La nalmente con los frisos exteriores de Quintanilla de
Cocosa. las Viñas, a la que convincentemente se asigna fecha
1.4.2. Mausoleos de planta rectangular: altomedieval (Caballero Zoreda, 2001: 221). No ha
Santa Eulalia de Mérida. tenido continuidad en la arquitectura conservada
1.4.3. Mausoleos de planta cruciforme: la de la Península Ibérica esta característica, que sí
denominada Cárcel de San Vicen- tiene un paralelo coetáneo muy bien fechado: la igle-
te de Valencia. sia mediobizantina de la Dormición, también co-
nocida como Panagía, en Skripu-Orcómenos, Beocia
2. ARQUITECTURA RESIDENCIAL (Grecia), fechada entre 873 y 874 y promovida por el
2.1. Arquitectura militar: El Castell de Les Mu- protoespatario Leontios, que posee muy simila-
ralles-Puig Rom, Sant Julià de Ramis. res frisos exteriores en la cabecera y en la que no
2.2. Arquitectura palacial: Recópolis, La Vega es difícil apreciar una cierta familiaridad planimé-
Baja toledana, El Tolmo de Minateda. trica y volumétrica (Cutler y Spieser, 1996: 69, 88-
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 247

90).32 La misma cronología ofrecen los edificios ar- sición similar ocupa Santa María de Naranco, y quizás
menios decorados con frisos exteriores, como la igle- haya que atribuir un contexto semejante a la Dormi-
sia de la Santa Cruz de Al/t’amar, construida entre 915 ción de Skripu-Orchómenos, San Pedro de La Nave
y 921 (Thierry y Donabédian, 1987: 475-477, lám. y Santa María de Quintanilla de las Viñas. La simi-
42), dándose la circunstancia de que la arquitectura litud del programa decorativo, en el plano del concep-
armenia precedente carece de ellos (Khatchatrian, to de friso esculpido corrido hace reflexionar sobre la
1971). Por el contrario, el hábito de incluir frisos o posibilidad de inducir un contexto común de promo-
placas esculpidas en los paramentos exteriores parece ción y por ello un trasfondo histórico común para es-
surgir en el periodo mediobizantino, tras el definiti- tas obras.
vo fin de la iconoclastia, como sugieren los ejemplos Por último, Santa María de Melque sufre igual-
de los Santos Apóstoles de Sewan, del 874 (Thierry mente la ambigüedad de unas fechas arqueométricas
y Donabédian, 1987: 573-574, lám. 69). Parecidas comprendidas entre fines del VII y fines del VIII, con
constataciones se extraen de un examen rápido de la una escultura decorativa que se admite de influjo
arquitectura georgiana (Beridse, Neubauer, Beyer, omeya, situación que recomienda su exclusión por la
1980; Mepisaschwili, Schrade y Zinzadse, 1986)): pa- inseguridad que aporta sobre la identidad de sus pro-
ramentos lisos en la arquitectura tardoantigua, apari- motores, en el sentido que abordamos en este estu-
ción excepcional de los primeros frisos exteriores a dio.33 Tampoco considero que pueda intervenir en el
fines del VI o principios del VII —ábside de la Santa debate São Gião de Nazaré, pues los argumentos es-
Cruz de Mzcheta (Dshwari), obra promovida por el grimidos tanto a favor de su cronología visigoda como
príncipe Stepanos I (Beridse et al., 1980: 26-28; Me- altomedieval —asturiana o de repoblación— no son
pisaschwili, et al., 1986: 116-118, 135 y lám. 191), concluyentes en ninguno de los dos sentidos, aunque
ábside de la Catedral de Martwili, obra derivada de la organización espacial interna mueve a situarla en
la anterior (Beridse et al., 1980: 27-28 y lám. 49; Me- contexto mozárabe, con significativos paralelos astu-
pisaschwili, et al., 1986: 119-120)—, sin continuidad rianos, reconocidos y postulados desde el momento
ulterior; de la arquitectura tardoantigua siria, donde mismo de su divulgación científica (Schlunk, 1971),
pese a su exuberante decoración desplegada en torno si bien interpretados en términos de precedencia y no
a los vanos no existen los frisos corridos (Peña, 1995); de coetaneidad. Estoy de acuerdo con Utrero (2006:
de la primera arquitectura cristiana balcánica, de 598) en excluir del repertorio altomedieval São Pedro
paramentos lisos (Hoddinot, 1963; Mijatev, 1974; de Balsemão, edificio completamente rehecho en el
Tschilingirov, 1978; Ćur¤ić, 2010); y en general de la siglo XVII verosímilmente, con elementos antiguos
arquitectura mediobizantina griega, donde la decora- reaprovechados y recolocados. Otros edificios, cono-
ción relivaria paramental es característica de los si- cidos muy fragmentaria o defectuosamente, como Es
glos medios, pudiendo elevarse a paradigma máximo Fornàs de Torelló, Illeta del Rei, Sa Carrotxa, Santa
la Mikrí Mitrópolis (Panagía Gorgoépikoos) atenien- María del Camí, Alcalá de los Gazules, el edificio
se, del siglo XI (Alpago y Dimitrokalli, s.f.: 124) y bajo San Juan de los Caballeros de Segovia, Las Ta-
verdadero museo de piezas escultóricas reutilizadas. mujas, Santa María de Trespaderne, los restos del
El contexto general para este diseño de paramentos grupo catedral de Barcelona,34 San Miguel de los
apunta a las décadas finales del IX e iniciales del X, Fresnos, Algezares, Santa María de Falperra, Idanha-
prolongándose después, con otrs esquemas formales a-Velha, Vera Cruz de Marmelar, La Alcudia de El-
en los templos de la misma centuria y la siguiente en che, Las Tapias de Albelda o Ventas Blancas no han
el ámbito oriental. Ahora bien, es posible afinar más sido tenidos por regla general en cuenta, pues no
este contexto. Efectivamente, como asegura Thierry aportan sino confusión e indefinición al debate.
(1987: 173), la Santa Cruz de Al/t’amar es una obra Por el contrario, considero altomedievales sin duda
excepcional de la arquitectura armenia y de ningún los templos de Santa María de Quintanilla de las
modo puede estimarse obra ejemplar o prototípica de
las misma. Se debe a la voluntad de su promotor, el 33
Aunque el ámbito que cubren las fechas habla a favor de
príncipe Gagik de Vaspurakan, y carece de consecuen- una adscripción a una comunidad ya mozárabe, es decir, de
cias o descendencia. Lo mismo ha sido afirmado a cristianos bajo dominio andalusí, fuere cual fuere la naturale-
za y alcance de éste.
propósito de la Santa Cruz de Mzcheta (Beridse et al., 34
En especial la reconstrucción del denominado templo
1980: 26; Mepisaschwili et al., 1986: 118). Una po- cruciforme (Bonnet y Beltrán, 2001: 83-84), muy dudosa en
planta, por lo inverosímil de las proporciones individuales y
32
La primera mención comparativa al respecto se debe a respectivas entre sí de las diferentes dependencias internas, y
Puig y Cadafalch (1934), que cita el paralelo referido al es- aún más en el alzado sobre columnas y arcos diafragmas,
calonamiento en altura de cúpula, transepto y nave. como ha hecho notar Utrero (2006: 539)
248 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

Viñas, bien inserto en el grupo de templos altome- condiciona en absoluto la tipología arquitectónica del
dievales castellano-riojanos con capillas abovedadas templo ni determina la selección de sus formas ni ele-
con bóvedas vaídas de toba (Caballero, 2001), São mentos;
Frutuoso de Montélios, que debe su construcción al — Sobre la aplicación de conceptos funcionales
renacer del culto del obispo a fines del IX o princi- y formales: una misma función puede desarrollarse
pios del X (Real, 1995: 65-66; Ferreira de Almeida, a través de formas muy diferentes, y una única for-
2001: 26), y Santa Comba de Bande, cuya fábrica ma puede acoger funciones variadas.
remite sin duda a obras semejantes gallegas, como — Sobre el sentido de las formas arquitectónicas:
Santa Eufemia de Ambía o San Xés de Francelos, no se puede derivar un sentido unívoco del empleo
fechadas en el IX sin mayor dificultad, aunque las de una forma concreta, ni tampoco un determinado
fechas de termoluminiscencia de los ladrillos de las significado prescribe la elección de la forma que
cubiertas se alineen armoniosamente a mediados del reviste su materialización. No existe, por tanto, ni es
siglo VII (Caballero, Arce y Utrero, 2004: 313), lo que posible, una «iconología de la arquitectura». El pla-
fuerza igualmente a extraerlos de la comparación. no del significado de un templo cristiano es compar-
A continuación es preciso examinar los modos o tido por cientos de configuraciones arquitectónicas
técnicas constructivas, es decir la cuestión de la trans- posibles. Inversamente, una misma forma o configu-
misión de la organización de talleres y capacidades ración arquitectónica, o cada uno de sus elementos,
profesionales en la capacidad proyectiva, la talla de la puede asociarse a contextos de significado o simbó-
piedra, la escultura y la albañilería desde Toledo a licos radicalmente diferentes e independientes.
Oviedo, por hablar esquemáticamente. Intentaremos No es posible cerrar el asunto sin una referencia
seguidamente de establecer el corpus heredado de los a los problemas que despierta la utilización del léxico
motivos decorativos visigodos y su emplazamiento en litúrgico por los investigadores, que a menudo mez-
la edilicia conservada, para calibrar el volumen de la cla indiscriminadamente términos procedentes de
herencia y de la innovación en Asturias. Por último, contextos temporales y espaciales muy diferentes, sin
esbozaremos la síntesis de forma, función y significa- ni siquiera plantearse las cuestiones de su variabili-
do que permita decidir en un sentido u otro el papel dad semántica a lo largo de tiempos y contextos de
jugado por lo visigodo en la génesis y desarrollo de uso muy alejados entre sí, y de la procedencia de los
lo asturiano: la cuestión del número, tipo y lugar de textos en los que aparecen esos mismos términos (li-
los altares, la compartimentación interior de los tem- túrgicas, canónicas, pastorales, literarias, etc.).35
plos, los accesos diferenciados y las circulaciones, la
iluminación, la visibilidad de las ceremonias, etc. 35
Al respecto no comparto las críticas de Bango Torviso
Como premisas de partida consideraremos los siguien- (1996: 62-63 y nota 6) al prurito metodológico de Godoy
tes enunciados: Fernández (1995: 27-28, 30, 39), aunque sean pertinentes al
respecto las apostillas de Arbeiter (2003: 179). El análisis
— Sobre el contexto de uso de las fuentes litúr- requiere hilar muy fino en un tipo de fuente que por natura-
gicas: no es posible deducir de fuentes reguladoras leza está sometido a continuas variaciones dentro de una
de ceremonias catedralicias explicaciones aplicables esencial permanencia, por lo que no son de aplicación al es-
tudio sentencias generales sobre la virtualidad heurística de
a edificios no episcopales; el desarrollo de ceremo- los textos litúrgicos hispánicos conservados en manuscritos
nias complejas requiere en principio la disposición confeccionados post 711 para interpretar restos arqueológi-
de espacios complejos. Es claro que una ceremonia cos datados grosso modo ante 711, sino solamente el apro-
vechamiento de cada una de las rúbricas y sentencias, para
puede adaptarse y de hecho se adapta al marco es- cada caso en concreto, tras un análisis contextual y léxico,
pacial disponible en el momento de su ejecución. Pero que permita fecharlas o atribuirlas a contextos de uso espe-
no es menos cierto que la redacción inicial del ordo cíficos. Por no citar sino el más evidente de los ejemplos,
las menciones al papel de los diáconos en la administración
refleja un escenario real y completo en su totalidad del bautismo de adultos (Liber Ordinum Episcopal, Ed Jani-
existente ante los ojos del redactor, por lo que es ni, 1990, Ordo Babtizandi, n.º 445, p. 191) es un claro ana-
necesario admitir que el ordo fue redactado tendiendo cronismo en los siglos X y XI, y se refiere a fechas muy an-
teriores a las de copia del códice en el que figuran, signo del
ante la vista un edificio concreto como escenario de conservadurismo y de las inercias que salpican la transmi-
su puesta en escena, dotado de todos los elementos sión de las fuentes litúrgicas. Cf. Arbeiter, ibidem. Ahora
que aparecen preterintencionalmente en las rúbricas bien, la sola presencia de este ordo en el momento de la co-
pia del códice, cuando hacía siglos que se hallaba estableci-
que indican su desarrollo a los actores. do el bautismo infantil en pila con el subsiguiente desuso de
— Sobre la supuesta relación de dependencia en- las piscinas, puede ser indicio de una administración excep-
tre arquitectura y liturgia: las mismas ceremonias li- cional y ceremonial del rito de adultos, en absoluto desecha-
ble máxime en el contexto de mezcla religiosa en las tierras
túrgicas tuvieron como escenario edificios arquitec- de frontera con Al Ándalus. Recoge la misma observación
tónicamente diferentes, por lo que la liturgia no González Salinero (2009, 13).
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 249

En cuanto al segundo término de la comparación, casos de edificios religiosos de una única nave y
lo carolingio, la necesidad de establecer los caracteres santuario, bien rectangular, bien absidado, construi-
de la definición es aún más imperiosa, dada la inmen- dos en mampostería, y cubiertos con madera, así
sidad del espacio geográfico afectado y la extensión como los muy numerosos casos de arquitectura de
temporal que abarca el fenómeno. Los grupos a es- madera cuyas huellas han ido identificándose en las
tablecer son numerosos y variados y todo criterio de múltiples excavaciones arqueológicas del último
ordenación resultará necesariamente discutible. En medio siglo (Ahrens, 2001).
principio y por mera adaptación a la realidad mate- Un territorio clave para la dilucidación de estos
rial asturiana conservada, no procede tomar en con- aspectos es la Cataluña sometida al Imperio carolin-
sideración edificios fechados con anterioridad a San- gio. Los condados integrantes de la Cataluña Vieja,
tianes de Pravia, con lo que hemos de dejar de lado al Norte del Llobregat, formaron parte del Imperio
prácticamente toda la arquitectura fechada en los tres desde los años iniciales del siglo IX y a lo largo del
primeros cuartos del siglo VIII. Procede estudiar, por todo el X. Aunque apenas se cuenta con restos arqui-
tanto, la arquitectura del último cuarto del VIII y todo tectónicos fechables en el IX, han llegado a nuestros
el siglo IX, situando el final convencionalmente en el días numerosos templos documentados en el X. La
reinado de Arnulfo de Carintia († 899), para la Francia comparación de su arquitectura con la coetánea franca
Oriental, y de Carlos el Gordo (+888) para la Fran- es instructiva para ponderar hasta qué medida la inte-
cia Occidental. El ámbito geográfico es de tal mag- gración en una estructura política determina o no la
nitud —en torno al millón de kilómetros cuadrados— asimilación en otros campos de la realidad social. Las
que resulta ilusoria toda pretensión siquiera progra- síntesis efectuadas hasta la fecha (Junyent, 1983;
mática de examen de conjunto. Es preciso, por ello, Pagès, 1983) permiten afirmar que la arquitectura
decidir qué se ha de elegir como término de compa- catalana del X no es carolingia, al menos en el sen-
ración. La cuestión es incluso anterior y previa: ¿es tido que denota la arquitectura del área nuclear del
posible comparar alguna dimensión de lo asturiano Imperio. Del mismo modo, es preciso corregir la tan
con lo carolingio? Cabe señalar que en principio, se afirmada observancia de la liturgia romana en Cata-
han de seleccionar entes de escala semejante: no es luña desde el mismo momento de la conquista caro-
ni admisible metodológicamente ni útil heurística- lingia, habida cuenta sobre todo de la existencia de
mente comparar planimetrías de los modestos edifi- libros hispánicos en los inventarios dotacionales de
cios asturianos con las enormes basílicas catedrali- los numerosos templos cuyas actas de dotación y/o
cias o monásticas de los grandes centros imperiales. consagración en los siglos IX y X han llegado de una
La actividad puede resultar más fértil si se traslada manera u otra a nuestros días.36 Se adivinan así unos
la comparación al ámbito de las técnicas, tanto del usos mixtos, con sacramentarios francos para las
empleo, manejo y puesta en fábrica de los materia- fórmulas de la misa y libros hispánicos para las lec-
les de construcción, como de las capacidades de pro- turas y otras ceremonias. De hecho y abundando en
yección y trazado, y la selección de los elementos de la idea, la preocupación carolingia por la unidad li-
construcción y las formas arquitectónicas resultantes túrgica en las tierras del Imperio hace referencia sobre
de los mismos; o al de los repertorios decorativos; o todo a la unificación de los formularios eucarísticos,
al de las iconografías conservadas o transmitidas por de tal manera que todos los celebrantes del Imperio
las fuentes documentales. También resulta instructi- pronunciaran las mismas palabras consecratorias,
va la evaluación de las actitudes ante el propio he- repitiendo con la mayor perfección lingüística posi-
cho artístico: ante la imagen, ante el spolium, ante ble el formulario fijo del canon romano,37 como con-
el pasado como fuente de inspiración o copia, ante tribución esencial a la eficacia de la acción sacramen-
el valor y lugar de lo decorativo, etc. Profundizando tal (Angenendt, 1998: 384-386). Para el resto de los
en este sentido, cabe preguntarse por la comunidad ritos, sacramentos o sacramentales, las costumbres
o divergencia en la selección de las fuentes de ins- locales o regionales no fueron cuestionadas, al me-
piración, por los cauces de acercamiento a esas fuen- nos a corto plazo, ni hubo efectiva capacidad políti-
tes, por la estructura de las combinaciones de elemen- ca para ejecutar la sustitución total de los misales
tos dispares en su origen, etc. En cualquier caso, los previos.
ejemplos seleccionados pertenecen siempre a la ar-
quitectura de escuela, de promoción aristocrática,
36
única susceptible de contener rasgos materiales o Cf. Baraut, 1986.
37
Sin poder atender la abundante bibliografía generada por
formales susceptibles de generar difusión o recepción. la reforma litúrgica emprendida por Carlomagno, vid: Vogel,
Dejamos conscientemente a un lado los innumerables 1965; Chelini, 1997: 286-288.
250 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

Es dato que debe poner en guardia frente a las podríamos decir, que confían en el carácter inocen-
unívocas asociaciones o correlaciones lineales entre te de la fuente histórica. Otros autores, más críticos,
los diversos campos y dimensiones de la vida social. advirtieron en el Albeldense la aplicación retroacti-
Abunda en esta idea la contemplación de la arquitec- va a Alfonso II del ideal legitimador neogótico que
tura catalana del siglo X conservada en alzado, que los mozárabes inmigrados bajo Alfonso III habrían
carece de todo vínculo con la coetánea arquitectura transmitido a éste como vector ideológico de su rei-
del área franca, a la que perteneció políticamente. Ni nado (Barbero y Vigil, 1978: 262-278). El neogoti-
los aparejos, ni las plantas, ni los alzados encuentran cismo habría sido real, pero en tiempos de Alfonso
paralelo en la arquitetura francesa coetánea. Por el III y como fórmula ideológica de legitimación de un
contrario, en los casos mejor conservados de los tem- poder político ajeno en sus orígenes a toda relación
plos menores rurales, la articulación espacial interior con el reino toledano.38
reproduce la de los templos hispánicos coetáneos, con La cuestión se enreda historiográficamente con las
la separación entre sanctuarium, chorus y extra cho- elucubraciones sobre la idea del Imperio hispánico
rum: Sant Romà les Arenes (Junyent, 1983: 84), Sant medieval, tan queridas a la erudición alemana y sus
Martí de les Baussitges (id.: 88), Sant Joan de Bell- seguidores españoles (Hüffer, Schramm, Rassow,
caire (id.: 89), Sant Julià de Boada (id.: 92), Santa Menéndez Pidal, García Gallo, Sánchez Candeira,
María del Marquet o Matadars (id.: 126), Sant Este- García de Valdeavellano). El nudo neogótico se re-
ve de Palau de Santa Eulàlia (id.: 139), Sant Climent velaba esencial a ojos de estos estudiosos, deseosos
de Peralta (id.: 170), Sant Martí de Fonolla (id.: 180). de advertir huellas imperiales por cualquier rincón de
Del mismo modo, el empleo de formas en herradura la historia española. La continuidad sin solución del
es habitual, tanto en las plantas de los santuarios reino asturleonés respecto al reino de Toledo, unifi-
—donde coexiste con el cuadrado, el rectángulo y el cador de la Península, independiente y de gran altu-
trapecio— como en los arcos triunfales o fajones. ra cultural, por comparación con los reinos francos,
lombardos y anglosajones, garantizaba la estabilidad
troncal de España como nación, articulada en torno
III. APROXIMACIÓN AL TEMA al eje de la monarquía conciliar toledana. El marca-
do progoticismo isidoriano, patente en su obra his-
El punto de partida de la tradición visigotista toriográfica (Messmer, 1960: 87-137, esp. 107 y ss.),
apoya en la interpretación histórico-teológica que la redundaba en el refuerzo de la tesis: la Hispania isi-
historiografía astur de tiempos de Alfonso III elaboró doriana tenía que pervivir en el reino astur, como
sobre el papel del asturorum regnum en la historia vehículo de transmisión de la vertebración nacional
de la salvación. La piedra angular es la enigmática y el manifiesto destino imperial.
frase del denominado Albeldense, o Epítome ovetense No es de extrañar que Oviedo haya sido visto
sobre la labor de Alfonso II (XV,9): omnemque go- como Neotoledo (Bango Torviso, Arbeiter, Barroso
torum ordinem, sicuti Toleto fuerat, tam in ecclesia y Morín). Serlo es postulado esencial de esta cons-
quam palatio in Ovetao cuncta statuit (Gil et al., trucción ideológica. Es más, como Sánchez Albornoz,
1985: 174). La sentencia ha sido interpretada de que, según sus propias palabras, «triangulaba» des-
múltiples formas, atendiendo tanto a los intereses y de el siglo VII al siglo X para encontrar las institucio-
perspectivas historiográficas de cada investigador, nes asturianas del IX, los autores citados se apoyan
como al sentido atribuido a la palabra clave, ordinem. en lo asturiano conservado en alzado para proyectarlo
Desborda el fin de esta ponencia recoger toda esta tra- sobre lo toledano desconocido, y a modo de rebote,
dición exegética. No podemos sino citar el punto de
vista institucionalista de Sánchez Albornoz (1972-75, 38
En todo caso, cuanto antecede en modo alguno puede
II: 623-639), para quien el autor habría querido in- interpretarse como alineamiento a favor de las tesis defendi-
dicar tanto el restablecimiento de un sucedáneo sim- das por ambos autores en relación con el tránsito de la Anti-
güedad a la Edad Media en el norte peninsular. Constituyen
plificado del Palatium regis visigodo, como aparato un ejemplo acabado de falsificación historiográfica, ayuno de
cortesano y protoestatal, como la convocatoria de un todo fundamento real y producto de una inaceptable mezcla
concilio en 821 y el establecimiento de una sede de antropología trasnochada (Lewis Morgan y Johannes Ba-
chofen), ideología (Friedrich Engels), errores (la teoría del
episcopal en Oviedo. En clave histórico-artística ha limes fronterizo frente a los «pueblos del Norte», la datación
interpretado Bango Torviso (1985) la frase como la de la inscripción votiva del Pico Dobra en Ongayo, las su-
afirmación de la renovación toledana en Oviedo, en puestas necrópolis de limitanei en el valle del Duero, espejis-
mo demolido por Ángel Fuentes en 1989) e ignorancia (por el
el ámbito de la arquitectura y de la liturgia. Estas dos desconocimiento existente en el momento de su formulación
traducciones resumen las tendencias ingenuistas, de la arqueología de los siglos V al X en el norte peninsular).
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 251

de lo adivinado en Toledo por la proyección astur de esta dependencia se dedicó buen número de pági-
surge la razón histórica de lo asturiano, en ejemplar nas, que atribuyeron unos u otros rasgos de los edi-
ejercicio de circularidad.39 ficios asturianos a la «influencia» de los prototipos
Igualmente ideológica resulta la aplicación del ultrapirenaicos, rasgos deducidos de segunda o tercera
modelo carolingio. El germen de la idea está en la mano y ayunos de toda verificación empírica o de
historiografía política alemana del denominado Geis- mera verosimilitud histórica, pues la conclusión no
teswissenschaftlicher Positivismus (Andresen, 2006: procedía del análisis, sino que derivaba de una intui-
78-93), dominante en el medio académico alemán a ción, ocurrencia o rememoración aleatoria, a partir del
lo largo de la segunda mitad del XIX y primera mitad aislamiento de un rasgo cultural cualquiera y el ras-
del XX. La caída del Imperio romano provocada por treo de su paralelo en el repertorio tópico carolingio.
las migraciones de los pueblos (germánicos, se entien- Ante la situación expuesta, no cabe sino exponer
de) fue sucedida por la Völkerwanderungszeit, carac- sintéticamente los problemas existentes, cada uno de
terizada por el nacimiento y consolidación de reinos los cuales constituye por sí mismo una línea de in-
«germánicos» dirigidos por las estirpes surgidas del vestigación.
macrotronco teutón, a lo largo de los siglos V al VIII,
según el programa desarrollado por la voluminosa
obra de Felix Dahn, Die Könige der Germanen. Toda 1. EL CAMPO DEL PROYECTO ARQUITECTÓNICO
Europa occidental es heredera de esta división, a cuyo
estudio y justificación se dedicaron con fruición y Si dejamos a un lado los edificios civiles y la
esfuerzo ejemplares generaciones de historiadores excepcional ermita de Santa Cristina de Lena, los
austríacos y alemanes. La nueva unificación fue obra templos asturianos conservados de los siglos IX y X
del Imperio franco a través de la familia carolingia, ofrecen una disposición planimétrica de una consi-
que abre la puerta de la Edad Media en la periodiza- derable regularidad y repetición. Se trata de edificios
ción habitual en la historiografía de lengua alemana. basilicales, que constan de triple cabecera cuadran-
Así como los reinos de la Europa post romana fueron gular inscrita en testero rectangular recto con triple
germánicos, del mismo modo los cuerpos políticos altar, un cuerpo de triple nave de tres o cuatro tra-
surgidos después y frente a la nueva invasión árabe mos sobre pilares —columnas en San Miguel de
eran igualmente germánicos, estuviesen o no integra- Lillo—, una o dos dependencias cuadrangulares abier-
dos físicamente en el Imperio. tas normalmente al primer tramo de la nave —al se-
En cuanto a la Península Ibérica no sometida al gundo en el caso de San Pedro de Nora—, y un re-
Islam, la cuestión resultaba especialmente sencilla: el mate occidental de diversa configuración, que incluye
sector pirenaico, Marca Hispánica; el sector cantábri- pórticos abiertos, como en Santullano, o antecuerpos
co, principado dependiente del Imperio, mera hijue- tripartitos de doble o triple alzado, como en Valde-
la del mismo. La prueba, una frase de la Vita Karoli diós, Lillo, Gobiendes y Priesca. Sobre la capilla
(XVI) de Eginardo, en la que se aseveraba que Alfon- central aparece una cámara supraabsidal, sin acceso
so II de Asturias no consentía sino en ser llamardo interior, que en el caso de San Salvador de Valdediós
proprium del mismo Carlomagno. El carácter de mero se completa con otras dos sobre las capillas latera-
panegírico de tal Vita no ha dejado de ser señalado les, completamente ciegas en este caso. En general
(Fliche, 19712: 122; Defourneaux, 19712: 93-94), y su la cubierta está abovedada con cañones en las capi-
función como retrato idealizado del monarca cuyo llas de la cabecera, en tanto que el aula y dependen-
reconocimiento buscaban todos los poderes coetáneos cias perimetrales se cubren con carpinterías de ma-
desde Irlanda a Persia ha quedado bien establecida dera, a dos aguas en la nave central y a una aguada
(McKitterick, 2008: 8), pero tal realidad no empece en las laterales. Excepción a esta disposición son los
a la fortuna historiográfica del aserto. La consecuen- templos de San Miguel de Lillo y San Salvador de
cia es lógica: si el reino es mera dependencia del Valdediós, abovedados por completo. Militan en este
imperio, su arquitectura no será sino simple arte ca- tipo basilical asturiano Santo Adriano de Tuñón, San
rolingio en provincias. Y a buscar la prueba material Salvador de Priesca, Santiago de Gobiendes, San
39
Pedro de Nora, Santullano, con gran transepto indi-
En los círculos académicos dominados por los herederos
intelectuales de Sánchez Albornoz se mantiene un continuis- viso, y con mucha probabilidad el desaparecido tem-
mo a ultranza, indefendible a todas luces. Paradigmas del plo de Santa María del Rey Casto, al norte de la ca-
caso son la obra de Besga Marroquín, Orígenes hispanogodos tedral de San Salvador de Oviedo. Santa María de
del reino de Asturias (Oviedo, 2000) o la síntesis de Ruiz de
la Peña Solar, La Monarquía asturiana (718-910) (León, Bendones ofrece analogías técnicas pero difiere del
1995). grupo en la ausencia del aula, sustituida por una
252 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

amplia nave transversal a la que se abren las capillas La organización y segregación internas de los
del testero y a la que se añade un antecuerpo occi- edificios de culto eucarístico ofrecen claros testimo-
dental tripartito de una sola planta. nios de la distribución tripartita jerarquizada del in-
En cuanto a los accesos y circulaciones, los edi- terior de los templos, de tal forma que son las hue-
ficios asturianos, desde Santianes de Pravia, inclu- llas de los canceles asturianos el más firme apoyo
yen normalmente una puerta en el hastial occiden- para la reconstrucción de la segregación litúrgica del
tal, precedida o no de pórtico abierto, y dos puertas espacio en la Iglesia hispana. En efecto, las tres ca-
en los muros laterales del aula, abiertas al segundo pillas de la cabecera están cerradas por canceles bajos,
o tercer tramo de la nave, extracanceles. Así ocurre al igual que el tramo más oriental de las tres naves
con Santullano,40 San Pedro de Nora, San Salvador del aula cuando existen, y es a éste espacio segregado
de Valdediós, San Salvador de Priesca41 y Santiago al que se abren las dependencias laterales cuando
de Gobiendes. Es tentador atribuir estos accesos la- aparecen. El ejemplo paradigmático es San Salvador
terales a una segregación del público en función del de Valdediós, al que sigue San Salvador de Priesca.
sexo, que se mantendría de este modo separado en Es ya tópico recurrir al canon XVIII del IV Conci-
el culto. Las referencias a esta segregación en las ce- lio Toledano (633) para explicar esta disposición, de
remonias bautismales asignan el norte a los varones este a oeste: altare, chorus, extra chorum. Santulla-
y el sur a las mujeres. Otros templos, como Santa no magnifica la segregación introduciendo un gran
María de Bendones y Santa Cristina de Lena, de transepto corrido separado por arco de triunfo de mo-
nave única, disponen de una única puerta a occiden- numentales proporciones. Santa Cristina de Lena ofre-
te, circunstancia que comparten con Santo Adriano ce un escenográfico ejemplo de esta disposición, al
de Tuñón, pese a que el aula es tripartita en este combinar el cancel bajo con un arco triunfal sobre
caso. Desconocemos si San Miguel de Lillo tuvo podio elevado y un santuario sobresaliente al Este,
otras puertas además de la occidental, y puede dar- aún más elevado, con altar invisible desde el aula.
se por seguro que Santa María del Rey Casto no tuvo Una organización similar ya se advierte en edificios
acceso desde occidente, al menos desde la colocación visigodos (Godoy, 1995; Bango, 1997; Arbeiter, 2003;
del panteón, en tanto que sí lo tuvo al Sur, por donde Caballero y Sáez, 2009), lo que indica que en este
se efectuaba la comunicación con la inmediata ba- aspecto la continuidad de usos se mantuvo, al igual
sílica de San Salvador. Por último, conviene reseñar que los templos mozárabes y de repoblación, como
que la Cámara Santa tiene dos puertas al norte y al Santa Lucía de El Trampal (Caballero y Sáez, 1999),
sur, simétricas y extracanceles, en la cripta inferior Santiago de Peñalba (Gómez Moreno, 1919) o San
de Santa Leocadia, y difícilmente pudo tener otra a Miguel de Escalada (Gómez Moreno, 1919), por no
occidente, en tanto que la capilla superior de San citar sino los casos más conocidos. Igual organiza-
Miguel solamente dispone de puerta en el hastial ción interna se aprecia en la arquitectura copta, con
oeste. Están por analizar monográficamente las hue- el mismo léxico, pues el transepto ante la triple ca-
llas arqueológicas halladas en los sectores occiden- becera se denomina khurus (Gabra, 2002: 48). El
tales de algunos templos visigodos, que vienen in- estudio de templos visigodos del siglo VI, anteriores
terpretándose como asiento de tribunas o contracoros a dicho IV Concilio Toledano, ha permitido, sin
(Gerena, San Pedro de Mérida, El Bovalar) (Godoy, embargo, describir aulas con solea o pasillos cerra-
1995: 66-85) y entendiéndose por ello como antece- dos a lo largo de la nave central, como en las basíli-
dente de los antecuerpos occidentales asturianos. Es cas de doble ábside de Casa Herrera (Caballero y
claro, a la luz de la situación de los accesos occiden- Ulbert, 1976: plano IV), Torre de Palma II (Ulbert,
tales en los templos asturianos, que en Asturias se ha 1978: 101-102; Maloney, 1995: 454-455) y posible-
perdido el contracoro visigodo, fuese cual fuese el mente en El Germo (Ulbert, 1978: 114). El mismo
sentido y la morfología que éste elemento hubiese Ulbert ha señalado dos paralelos norteafricanos a este
adquirido. Funcionalmente por ello, ningún vínculo corredor longitudinal que une los dos polos del tem-
hemos de establecer entre tales estructuras occiden- plo: Tebessa y Junca III, con la importante salvedad
tales tardoantiguas y los antecuerpos asturianos. de que los ejemplos hispánicos ejecutan la delimita-
ción espacial con obra de fábrica, que falta en los
40
El templo incluye dos puertas a sendos pórticos del tran- africanos, concluyendo que nos hallamos ante una
septo, la meridional de considerable mayor tamaño que las solución específicamente hispánica, de la que excluye
restantes, y otra puerta más en el muro norte del aula. la ascendencia africana o bizantina (Ulbert, 1978:
41
En este caso la apertura de la puerta septentrional supu-
so la eliminación de un estribo, tal y como las excavaciones 134-135). La desaparición de estos pasillos en los
de Adán et al. en 1999 pusieron de manifiesto. templos del siglo VII podría ser indicio de que la
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 253

constitución icnográfica tripartita del templo hispá- inexistentes en la arquitectura tardoantigua, y aisla-
nico en sus aspectos funcionales deriva de la siste- dos en otras fábricas posteriores se han conservado
mática aplicación del canon toledano del 633, actuan- tenantes de altar que permiten suponer, como en San-
do este rasgo entonces como inequívoco terminus post tianes de Pravia, el empleo del altar de soporte úni-
quem.42 co (García de Castro, 1995: 215-216; 2008a: 146-
De estos rasgos la novedad más importante res- 147). No se ha conservado un solo caso de altar sobre
pecto a los templos visigodos es la cabecera triple con soporte múltiple, de los que existen abundantes tes-
tres altares eucarísticos, inexistente en la arquitectura timonios en el período precedente (Sastre, 2009).
anterior al siglo VIII. En este caso, la arquitectura Tampoco existen entre los edificios tardoantiguos
asturiana continúa la tradición hispánica del altar cámaras supraabsidales, ni antecuerpos occidentales
situado en el interior del santuario o capilla, constante como los desarrollados en triple planta y doble alzado.
hispánica que particulariza los templos hispánicos Parece claro igualmente que la disposición tan regular
frente a los romanos, africanos, griegos o ilirios pa- de la o las sacristías o dependencias auxiliares del
leocristianos, con altar situado en el tercio de la nave culto en los templos asturianos y coetáneos de otros
inmediato al ábside, que contiene la sede del clero ámbitos geográficos, vinculadas al espacio intracan-
en el synthronon o banco semicircular que circunda celes, ha sustituido a la variabilidad visigoda de las
su perímetro interior.43 Esta situación debe hacer re- mismas dependencias, cuando aparecen. Lo mismo
flexionar a los defensores de la tesis del origen afri- se puede predicar de los accesos, normalizados en
cano del cristianismo hispánico, junto con las obje- Asturias —al oeste, al norte y al sur— y muy varia-
ciones que en su momento puso al tema Sotomayor dos en los anteriores templos.
(1978). Por el contrario, es norma en los templos Por el contrario, en Asturias han desaparecido los
sirios paleocristianos la colocación del altar en el baptisterios individualizados arquitectónicamente,
centro del ábside o adosado a su muro oriental (Peña, bien en habitaciones diferenciadas, bien como edi-
1995: 81 y nota 25). ficios exentos, comunes en los templos de época vi-
Tipológicamente, en los templos conservados en sigoda: la reducida piscina de Santianes, situada en
alzado en Asturias se documentan altares de bloque, la esquina SO del aula no tuvo descendencia en la
con mesas colocadas sobre macizos de mampostería, arquitectura de los siglos IX y X. El bautismo infan-
til se desarrolla en pilas de piedra, de las no conser-
42
No obstante tampoco es inequívoca la explicación que vamos ninguna in situ,44 pero de las que hemos con-
ofrecemos: el concepto de chorus es funcional y no arquitec- servado algunos ejemplos (García de Castro 1995:
tónico. No determina morfología sino disposición. Es perfec-
tamente posible comprender el espacio de la solea y los dos 238-246), incorporados en templos de fábricas pos-
ábsides como integrantes del chorus, al que no pueden acce- teriores.
der en modo alguno los laicos, a los que se distribuiría la Igualmente ha desaparecido en Asturias el uso
comunión desde la propia solea ante los canceles o muros
comulgatorios que aíslan la nave central del aula de las late- funerario del interior de los templos: los enterramien-
rales. tos altomedievales se sitúan en su totalidad en el en-
43
Ejemplos romanos entre los siglos IV y V: San Juan de torno inmediato del edificio. En el interior solamente
Letrán (Brandenburg, 2005: 262); San Pedro Vaticano (Arbei-
ter, 1988: 181-184); San Pablo Extramuros (Brandenburg, se disponen tumbas privilegiadas, como en el panteón
2005: 285); San Clemente (Brandenburg, 2005: 295); Santa episcopal que configura desde el mismo proyecto
Maria Maggiore (Brandenburg, 2005: 304); Santa Agnese originario la Cripta de Santa Leocadia de la Cámara
f.l.m. (Brandenburg, 2005: 321). Ejemplos africanos: Gran
Basílica de Hipona y Basílica de las cinco naves de Hipona Santa de la catedral de Oviedo, o en el edículo bajo
(Marec, 1958: 28-29, 194) y todos los ejemplos de basílicas tribuna que acogió cuerpos reales asturleoneses a los
de doble ábside recogidas por Duval, 1973. Ejemplos griegos: pies de Santa María del Rey Casto (García de Cas-
San Demetrio de Tesalónica II (Hoddinott, 1963: 127, 131),
Hagia Maria Acheiropoietos de Tesalónica (Hoddinott, 1963: tro, 1995: 398-404), tratándose en esta ocasión de una
156), Basílica de Tumba, Tesalónica (Hoddinott, 1963: 159), reforma del edificio preexistente. En este sentido, la
Basílica del obispo Philippos de Stobi (Hoddinott, 1963: 162; Cámara Santa y su panteón coetáneo anejo por el
Ćur¤ić, 2010: 113), Basílica A de Filipos (Hoddinott, 1963:
170; Ćur¤ić, 2010: 116), Basílica de San Leónidas, Lechaion, Norte (García de Castro y Ríos, 2004) ofrece una
Corinto (Ćur¤ić, 2010: 127), Basílica cruciforme de Thasos solución al problema de los mausoleos episcopales
(Hoddinott, 1963: 180), Basílica B de Filipos (Hoddinott, ad sanctos a fines del siglo IX, que invaden el espa-
1963: 189; Ćur¤ić, 2010: 207), Basílica B de Nikópolis
(Ćur¤ić, 2010: 131), Basílica A de Nea Anchialos (Ćur¤ić, cio catedralicio sin insertarse aún en el interior de los
2010: 132), Basílica Katopoliane, Paros (Ćur¤ić, 2010: 236).
44
Ejemplos ilirios: Basílicas del complejo martirial de San El ejemplo de Priesca, que en 1995: 435 consideré vero-
Anastasio de Marusinac, Salona (Hoddinott, 1963: 42; símilmente in situ, ha sido excavado con posterioridad, docu-
Ćur¤ić, 2010: 128), Basílica doble de Aliki (Ćur¤ić, 2010: mentándose la reforma del pavimento en la restauración de
162), Hissar (Ćur¤ić, 2010: 136). Luis Menéndez-Pidal. García Álvarez et al., 2000: 305.
254 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

templos principales, perfectamente coherente con los cuada advocación al santo turonense impulsada por
que se sabe de otras latitudes por las mismas fechas, el homónimo obispo de Braga— en perfecta coheren-
como Renania (Gierlich, 1990). cia cronológica con la misión de San Millán en tie-
Es posible concluir de este rápido vistazo, que los rras del alto y medio Ebro y la actuación pastoral de
templos asturianos responden a raíz distinta de lo Martín Bracarense. Hay otro testimonio funerario
conocido en tiempos del Reino toledano. Se aprecia aislado del 643 en la placa reutilizada como celosía
en Asturias una fijeza programática que solamente se en el arco triunfal de Santa Cristina de Lena (Gar-
explica por la existencia de una dirección única, si- cía de Castro, 1995: 57). Del siglo VIII, la fundación
tuación radicalmente diferente de la vigente en tiem- de Favila en Cangas de Onís, del 737, y nada más
pos visigodos, donde la heterogeneidad de la promo- hasta el siglo IX. Ahora bien, la epigrafía funera-
ción edilicia es la norma. El hecho ha de ponerse en ria del Alto Ebro (Martín Gutiérrez, 2000) manifies-
relación con la política general del reino asturiano, ta inequívocos caracteres paganos en el siglo VIII
en el que la cristianización —eclesialización— terri- —ausencia de signos y formulario cristianos, onomás-
torial es correlato de la sujeción política, frente a la tica de tradición prelatina—, que desaparecen en la
situación vigente en tiempos visigodos, donde la ini- centuria siguiente, coincidiendo con la expansión
ciativa de fundación templaria es tanto privada como uniforme de las fundaciones eclesiásticas y su corres-
institucional o pública, lo que explica la variedad de pondiente arquitectura. Todo conduce a postular una
modelos, soluciones y necesidades. La arquitectura explicación común a estos fenómenos, que estriba en
asturiana es signo patente de programa político y la acción de un poder político ya estable tras los dis-
dirección unificada, y atestigua sobre la capacidad de turbios de la octava centuria. El paralelo de la actua-
dominar y manejar las conductas, al disciplinar la ción carolingia en Sajonia se hace inevitable: con-
práctica funeraria, con plena aplicación de los cáno- quista violenta a fines del VIII, expansión de la
nes del Concilio I de Braga, y al imponer un tipo cristianización territorial en el IX (Lobbedey, 1999).
arquitectónico normalizado. En este sentido, cabe Ahora bien, ello no implica postular que la arqui-
apuntar la hipótesis siguiente, referida a la cristiani- tectura asturiana carezca de raíces tardoantiguas. Su
zación del territorio nuclear del Reino astur. La uni- estética interior, iluminación, estructura basilical, aca-
formidad tipológica, la disciplina en el uso, la mar- bados exteriores, son trasunto de los templos basili-
cada dirección que se aprecia en la implantación cales paleocristianos, como en su momento defendi-
topográfica de buena parte de los edificios —en ve- mos frente a quienes veían en ellos una anticipación
gas fluviales o valles carentes de toda defensa (San- del románico (García de Castro, 1995). En este sen-
tianes de Pravia, Tuñón, Nora, Bedriñana, Santulla- tido, las basílicas asturianas ofrecen una espacialidad
no, Gobiendes, Valdediós, los mismos edificios del interior en general diáfana, muy superior a la que se
monte Naranco, y la mayor parte de los templos que percibe en templos precedentes o inmediatamente
poseen restos arquitectónicos prerrománicos en fábri- posteriores, donde es patente la voluntad de ocultación
cas posteriores45)—, todo apunta a una eflorescencia y de segregación interna: así ocurre en Nazaré, Las
súbita de la cristianización geográfica, en ambiente Ollas, las dos basílicas de Bobastro (Martínez Enamo-
de tranquilidad garantizada por un poder político que rado, 2004), El Trampal —este caso en grado máxi-
ha sometido el cuerpo social al control suficiente mo—, siempre y cuando no valoremos elementos de
como para establecer la ausencia de violencia. Es ocultación no arquitectónicos, como velos o cortinajes.
tema que merece una investigación sosegada, que
confirme o refute la intuición que se esboza en es- En relación con la arquitectura carolingia, exami-
tas líneas. Los primeros signos cristianos en territo- naremos específicamente, por su trascendencia his-
rio asturiano remontan a fines del VI —inscripción toriográfica y la confusión derivada conceptual y
fundacional de San Martín de Argüelles, del 583 planimétrica, el problema del antecuerpo occidental
(García de Castro Valdés, 1995: 80-81), con la ade- asturiano, y, por extensión, hispánico, y los antecuer-
pos de la Europa carolingia y post carolingia.

45
Ventanas: San Román de Sariego, Santiago de Sariego,
San Cipriano de Pillarno, San Pedro de Ese de Calleras, San a. Las estructuras occidentales en la arquitectura
Lorenzo de Cortina, San Nicolás de Bañugues, San Miguel carolingia (siglo IX)
de Bárzana del Monasterio, San Martín de Salas; celosías:
San Miguel de Villardebeyo, Santa Eulalia de Morcín, San La primera tesis explicativa apunta en la dirección
Martín de Argüelles; epigrafía: Santa Eulalia de Ujo, San
Juan de Duz, San Julián de Graméu, San Juan de Llamas, de los Westwerke o Westbauten carolingios, en una
Santa Eulalia de Selorio, Santa Eulalia del Valle. línea de interpretación arquitectónica entroncada con
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 255

la historiografía germanófona, que insiste en consi- no es segura la existencia de tribunas laterales al


derar derivados de tales edificaciones carolingias Norte y al Sur abiertas mediante arquerías sobre la
todas las estructuras occidentales posteriores de la sala central, tal y como la reconstrucción tradicional
arquitectura religiosa europea. El problema de defi- ha venido sosteniendo (Schönfeld, 1999: 79-80).
nición funcional y formal del Westwerk, cuerpo oc- Halberstadt Ic (859) ofrece un antecuerpo organiza-
cidental o église-porche, ha de replantearse en su do en torno a una tumba preexistente, incorporada con
totalidad tras las críticas a que ha sido sometida con- la ampliación al interior del templo catedralicio y
ceptualmente por Schönfeld (1999: 110-113). Por determinante de la organización interna del espacio
razones de divergencia formal, no consideraremos en occidental de éste. No se puede apreciar una orga-
este estudio comparativo otras soluciones arquitec- nización paralela a la de la planta inferior de Corvey
tónicas de la bipolaridad litúrgica, como los contraá- (Schönfeld, 1999: 82-83)
bsides o los transeptos occidentados. Ambos mode- El subtipo representado por Reims se considera
los constituyen sendas tradiciones tipológicas la fuente de los primeros tipos otonianos (Lobbedey,
derivadas en última instancia de la voluntad de re- 2002: 70-71) —o reducidos, según la terminología
novación paleocristiana more romano46 expresada por tradicional (Schönfeld, 1999: 87-110)—, como las
la primera generación carolingia, y con amplia des- catedrales de Werden (943), Minden III (952), Pader-
cendencia en la arquitectura otoniana y románica, born IId (derribado en 1000) y Halberstadt II (965).
especialmente en los países al Este del Rin. En cual- Debido a la actividad constructiva de los obispos
quier caso, es preciso tener en cuenta que nunca se Ebbo (816-835) e Hincmar (845-882), y rematado sin
trata de estructuras arquitectónicas independientes del duda antes de 862, fecha de la consagración de la ca-
cuerpo basilical en el que se insertan, y que su cons- tedral, el macizo occidental de Reims, constaba de
trucción fue paralela o coincidente con la reforma y una planta inferior cubierta por bóvedas sobre apo-
ampliación del polo oriental de la misma basílica yos, dispuestos en retícula de 3 × 3, y comunicado
como los casos de Corvey y Halberstadt demuestran al Este con la nave mediante muro pantalla con ar-
(Schönfeld, 1999: 82). querías, habiéndole sido añadido en los siglos X-XI
Por otro lado, del catálogo de Westwerke del una fachada-porche con dos torres laterales (Balcon
siglo IX conocidos bien en su alzado, bien en su planta y Berry, 2002: 124-126). Sin embargo, Werden se re-
inferior a partir de excavaciones o análisis arqueo- vela como una construcción compleja, derivada más
lógicos de su arquitectura —abadía de Corvey-an-der- bien de Corvey, aun cuando con notables diferencias
Weser (Schönfeld, 1999: 77-81, 151-156), abadía de en la organización de las dependencias laterales y
Centula-Saint Riquier (Bernard, 2002: 94-100), ca- como Corvey construido con posterioridad a la nave
tedral de Reims I (Balcon y Berry, 2002: 108-126), basilical (Schönfeld, 1999: 87-90). Por el contrario,
abadía de Saint-Denis de París II y III (Jacobsen y en Minden III el antecuerpo fue planificado y cons-
Wyss, 2002: 78-79 y 85-86), catedral de Halberstadt truido a la vez que el cuerpo basilical y presenta como
Ic (Schönfeld, 1999: 81-84, 165-170)— se puede característica peculiar la presencia de un gran por-
establecer que estaban concebidos siguiendo esque- tal abierto flanqueado por poderosas torres occiden-
mas de planta mayoritariamente cuadrada, articula- tales, que se abren a un espacio interior sostenido por
dos en tres pisos, apreciándose no obstante varian- dos filas de pilares, circunstancia que comparte con
tes tipológicas notables entre los diversos subtipos, Paderborn IId, donde el antecuerpo se añade a una
referidas entre otros caracteres al mantenimiento o basílica preexistente. Similar aspecto presenta la
no de la axialidad y transitabilidad en sentido O-E solución de Halberstadt II (Schönfeld, 1999: 92), con
desde la entrada a la cabecera. un cuerpo occidental alineado igualmente con la
Así, el representado por Corvey (873-885) dispone basílica. Se da la circunstancia de que son estos ejem-
de un piso inferior, que consta de una dependencia plos otonianos los únicos que mantienen la planta baja
central articulada mediante una retícula de columnas con pilares en el espacio central, al modo de Corvey,
o pilares, rodeada de pasillos al norte, sur y este, en mientras que no se conoce ningún otro antecuerpo del
tanto que al oeste se distribuyen las cajas de escale- siglo IX que los haya poseído (Schönfeld, 1999: 90-
ras y el pórtico de ingreso, todo ello abovedado; el 91). Tipos cronológicamente posteriores, como la
piso superior o central repite la composición de la serie sajona de Freckenhorst, Neuenheerse, Paderborn
inferior, prescindiendo de las columnas, mientras que III, Gernrode, definen soluciones diferentes, en algún
caso incorporando contraábsides, caracterizadas por
46
El concepto fue desarrollado por el artículo clásico de las torres circulares angulares y la reducción espa-
Krautheimer, 1942: 1-38. cial del sector central, mientras que la pareja Sankt
256 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

Pantaleon de Colonia II y Sankt Patrokli de Soest, acceso, a ambos lados de este cuerpo rectangular. El
vinculados por su común promotor Bruno de Colo- más conocido es el de la capilla palatina de Aquis-
nia, constituyen una solución independiente, con grán, obra de Carlomagno y datado en la penúltima
poderosos anejos laterales sobresalientes del cuerpo década del VIII (Kreusch, 1965; Hugot, 1965; Hugot,
basilical y la desaparición del piso superior del sec- 1984). Por otro lado, las excavaciones llevadas a cabo
tor central. en el espacio occidental de Saint-Germain de Auxe-
Destaca, frente a la tradicional reconstrucción de rre han permitido exhumar una compleja secuencia
Effmann (1912), la nueva interpretación arqueológica de modificaciones del antecuerpo carolingio, del si-
del macizo de Saint-Riquier-Centula, consistente en glo IX, inicialmente constituido por un espacio cerrado
la articulación de una torre de doble muro octogo- de tres naves de tres tramos, de 17 × 15 m, situado
nal interior y de dieciséis lados al exterior, al modo en el interior del atrio merovingio, y con un piso
de la planta de Aquisgrán, cuya sala central de la superior sobre forjado de madera. Se sabe que albergó
planta inferior posee la cubierta abovedada típica un altar dedicado a San Juan Bautista y que estaba
sobre retícula de pilares y acompañada de cuatro abierto a occidente. En el siglo X fue ampliado lige-
augmenta a los cuatro puntos cardinales, actuando el ramente hacia el Oeste, hasta alcanzar 17 × 17 m. A
oriental como tránsito a la nave y el occidental como principios del XI fue transformado en una estructura
pórtico de ingreso desde el exterior. En ella se alber- reticulada de cuatro naves de cuatro tramos, totalmen-
gaba la capsa maior con el relicario cristológico. Ni te abovedada, que a su vez, a fines del mismo siglo,
en la planta inferior ni en el primer piso, donde se fue reformada, eliminándose los pilares centrales y
situaba el altar del Salvador, existía deambulatorio convirtiéndose las naves laterales en meras tribunas
entre los dos anillos de la torre, sino solamente en (Sapin, 2002: 398-402).
el tercer piso, donde se ubicaba la tribuna con el coro En modo alguno es segura la presencia de alta-
infantil (Bernard, 2002: 95-100).47 res en todos estos sectores occidentales. De hecho son
Por su parte, las excavaciones llevadas a cabo en excepcionales los atestiguados arqueológica o docu-
la abadía de Cruas han documentado un antecuerpo mentalmente. Por ello, cae por su base la interpre-
occidental tripartito, con dos fases carolingias, en el tación litúrgica que a partir de su formulación por
que la sala central mantiene funciones probablemente Carol Heitz ha hecho fortuna en la investigación
martiriales, en tanto la sala meridional alberga la europea. En síntesis, tal interpretación, fundada sin
escalera hacia la tribuna central, separado de la nave crítica en las reconstrucciones de Wilhelm Effmann
mediante un espacio bien delimitado por gruesos y Alois Fuchs, identifica al Westwerk con un santua-
muros, que bien pudieron soportar tribunas laterales, rio, paralelo en su funcionamiento al situado en el
abiertas sobre este mismo espacio central a oriente Ostwerk, o cabecera del templo, y dotado de uno o
del macizo occidental (Tardieu, 2002: 217-222).48 Se más altares, superpuestos en algún caso, con acción
discute la fecha del macizo occidental de la abadía litúrgica independiente y no simultánea a la que se
de Saint-Pierre de Jumièges, construcción cuadrada desarrolla en el Ostwerk. Por ello, el elemento defi-
con tribunas y amplio arco hacia la nave, de 8’60 × nitivo del que hay que partir para hablar funcional-
8’60 m, que para algunos autores pertenece a fina- mente de Westwerk es la existencia indubitable de
les del X en tanto otros la sitúan en el primer tercio altar, tanto en la planta baja como en la tribuna, y de
del IX (Le Maho: 2002: 283-284). cultos específicamente desarrollados en este escena-
Existen, no obstante, ejemplos fechables igual- rio. De ningún modo el Westwerk es una tribuna ele-
mente en el siglo IX de estructuras occidentales más vada destinada a la asistencia al culto49 celebrado en
sencillas, compuestas por simples vestíbulos con tri-
buna superior y dos torrecillas para las escaleras de 49
Esta idea, recurrente en muchas de las miles de páginas
dedicadas al asunto por la historiografía, procede de una ya
47
Sobre estas torres de planta central en la abadía de Cen- centenaria y errónea interpretación del Westwerk de la capilla
tula, que la documentación medieval denomina buticum, fue palatina de Aquisgrán, según la cual el rasgo definitorio de
pionera la investigación de Möbius, 1985: 27-45. Una estruc- este espacio es el trono supuestamente erigido por Carlomag-
tura similar propone Le Maho (2002: 281-282) para Saint- no para asistir al culto, en el piso superior del Westwerk, fren-
Étienne de Rouen a principios del IX: torre occidental circu- te al altar oriental y elevado respecto a los súbditos, a los que
lar y antecuerpo compuesto por pórtico y tribuna accesible se suponía asentados en el interior de la planta baja del octó-
mediante dos torrecillas circulares, al modo del reducido gono. Esta reconstrucción funcional rigió la recolocación de
Westwerk de Aquisgrán. las rejas de bronce en el lugar (1815), tras la recuperación de
48
Esta reconstrucción permite proponer una interpretación las mismas una vez derrotado definitivamente el Imperio na-
funcional del templo carolingio consistente en dos santuarios, poleónico que las había expoliado en 1806. Se modificó así la
de peregrinación martirial al Oeste y monástico restringido al disposición original de estas rejas, que impedían el acceso al
Este. trono desde la escalera, intercambiando las rejas oriental
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 257

el polo oriental del templo; al contrario, las celebra- en las catedrales de Rouen y Winchester, 25 × 7’50
ciones en ambos polos litúrgicos son incompatibles m; 22 × 10 m en Nivelles; 21 × 11 m en Frecken-
y excluyentes entre sí: o bien se celebra en el polo horst; 20 × 12 m en Oberkaufungen; macizo algo
oriental, o bien en el occidental, pero nunca simul- menor en Sankt Pantaleon de Colonia, 17’2 × 12 m),
táneamente, aun cuando ambos polos puedan estar dato que es por sí mismo indicativo de diferencias y
integrados en liturgias estacionales dentro del mis- posibilidades de uso de ambas construcciones. Asi-
mo edificio.50 Dado que son pocos los altares docu- mismo, los antecuerpos clásicos, en la medida en que
mentados, es difícil sostener tal destino unívoco para sus alzados puedan ser reconstruidos, poseen una or-
estos antecuerpos occidentales, tan divergentes for- ganización del alzado en tres alturas superpuestas, con
mal y funcionalmente entre sí. cuerpos laterales para albergar las escaleras, lo que
Carecemos de toda noticia sobre la presencia de les confiere un característico aspecto turriforme al
altares en estos espacios occidentales asturianos, por exterior, que en modo alguno se puede postular en
lo que toda asociación con las disposiciones arqui- Asturias.
tectónicas ultrapirenaicas no pasa de especulación
escasamente fundada. En este sentido, conviene te-
b. Las estructuras occidentales tardoantiguas y
ner en cuenta las diferencias de escala arquitectóni-
altomedievales hispánicas
ca entre los antecuerpos asturianos, que miden aproxi-
madamente51 10 × 4 m (Lillo), 5’60 x 4’80 m (Lena), La segunda corriente interpretativa ha insistido en
8 × 4 m (Valdediós), y los Westwerke conocidos, que la tradición hispánica, supuestamente funeraria, de los
alcanzan por término medio 21 × 20 m en los tipos espacios occidentales de la Alta y Plena Edad Me-
del IX (ej.: Corvey), o los superan (ej.: Saint Riquier, dia, sobre todo a partir del trabajo de Bango Torvi-
25 × 25 m; Reims, 24’50 × 14 m) y 22 × 12 m en so (1992b).
los tipos otonianos (ej: Gernrode; medidas similares A este respecto, ninguna de las estructuras occi-
dentales altomedievales asturianas se articula como
—con puerta— y occidental —sin puerta—, de acuerdo con espacio abierto, de tres naves interiores, al modo de
la teoría directriz, de tal manera que se creó acceso directo los antecuerpos de San Isidoro de León y San Pedro
desde la escalera del Westwerk al trono. Ello no dejó de pro-
vocar protestas por parte de los entendidos contemporáneos, de Teberga. Las que pueden vincularse a los proyec-
conscientes de la falsificación histórica que se llevaba a cabo tos originarios —San Miguel de Lillo,52 quizás San
(Carl Peter Bock, en informe conservado en el Aachener Do- Salvador de Valdediós— disponen de un piso infe-
marchiv). No obstante, se impuso la teoría del trono imperial,
que se expandió como criterio de explicación de todas las tri- rior de acceso y de un piso superior diversamente or-
bunas occidentales altomedievales de la arquitectura europea. ganizado y de función desconocida. Nada sabemos
La demolición intelectual de esta falsificación se debió a la sobre la morfología del panteón occidental de San-
iniciativa de Leo Hugot, Dombaumeister de Aquisgrán, en
1976. El año anterior había dipuesto efectuar dataciones ta María de Oviedo, salvo las descripciones de Mo-
dendrocronológicas a partir de tres muestras de la pieza de rales y Carvallo y los escasos datos procedentes de
enlace de madera —a modo de cola de milano—, existente en las noticias de Aurelio de Llano,53 según los cuales
la unión de dos placas marmóreas del zócalo del trono, pre-
servadas de las manipulaciones posteriores. Las tres muestras este espacio configuraría una reforma posterior al
obtenidas para las dataciones, que fueron realizadas por Ernst proyecto inicial y en cualquier caso sin división tri-
Hollstein, arrojaron una fecha uniforme para el corte del ro- partita interior.
ble en el año 935, lo que determinó sin duda alguna que la
fecha de colocación del trono en el espacio superior del West-
werk es la del 936, año de la coronación de Otón I, confir- Al margen de los antecuerpos occidentales, que
mando así el relato cronístico de tal ceremonia redactado por constituyen el elemento tradicionalmente esgrimido
Widukind de Corvey (Res gestae saxonicae, II, 1). El mismo
relato no deja lugar a dudas sobre la distribución de los asis- para vincular Asturias con el Imperio franco, se pue-
tentes al culto: clero y emperador en el espacio central infe- den repasar brevemente otros tipos arquitectónicos
rior, bajo la cúpula y ante el altar de Santa María. Los laicos creados en el solar carolingio, que constituyen ras-
en ambos pisos del deambulatorio. Vid. Hugot, 1976: 41-42.
Debo la obtención de copia de este trabajo a la amabilidad de gos significativos de su praxis constructiva y pro-
Roland Wentzel. La información ya fue difundida en obras yectual. En primer lugar, las basílicas denominadas
generales que tratan de la catedral de Aquisgrán. Cf. Unter- Zellenquerbauten, o del tipo Inden-Steinbach (Hugot,
mann, 1993: 94 y 109; Binding, 1996: 79; Schönfeld de Re-
yes, 1999: 59.
50 52
Como síntesis de estos problemas, Schmidt, 1956: 347- En 1995: 431-432 expuse las dudas que despierta la or-
438; Heitz, 1963; Möbius, 1968; Jacobsen, 1999: 623-642; ganización interior del macizo occidental de Lillo, y la posi-
sobre todo, Schönfeld, 1999; Sapin (ed), 2002; Dierkens, bilidad de que tal ordenación sea el resultado de una modifi-
2002. Para el tema en relación con las estructuras asturianas, cación de la estructura inicial. Comparten la tesis Caballero
García de Castro, 1997: 159-170. et al. 2008: 16-22.
51 53
Dimensiones exteriores. Sobre todo ello, García de Castro Valdés, 1995: 395-398.
258 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

1968; Ludwig, Müller, Widdra-Spiess, 1997). Se trata perio,54 tanto las suizas del siglo VIII, como San Lu-
de edificios de tres naves de tres tramos, con cabe- cio de Chur (Sennhauser, en VK II: 51-52), San
cera de tres ábsides, el central de mayor dimensión, Martín de Disentis I (Sennhauser, en VK I: 61; Senn-
precedidos de tramo cuadrangular, y un pseudotran- hauser, en VK II: 95), como las construidas en todo
septo tripartito, compuesto en realidad por un tramo el ámbito del Imperio a partir sobre todo del segun-
de crucero y dos dependencias laterales cerradas, con do cuarto del IX. Los ejemplos clásicos, Saint-Médard
puertas al mismo transepto. Han sido puestas en re- de Soissons (Heitz, 1987: 178-190), Saint-Germain
lación con la reforma monástica emprendida por de Auxerre (Sapin, 1986: 41-60), Saint-Pierre de
Benito de Aniano bajo la iniciativa de Ludovico Flavigny (Sapin, 1986: 81-112), el plano de Sankt
Pío, a partir de los sínodos de Aquisgrán de 816 Gallen (Jacobsen, 1992: 107-120), basílica de
y 817 (Jacobsen, 1983; Jacobsen, 1992: 261-320), Steinbach (Ludwig, Müller, Widdra-Spiess, 1996: 48-
aun cuando recientemente se han alzado voces con- 50, 108-129), basílica de Seligenstadt (Oswald, en VK
trarias, al considerar que los templos vinculados a la I: 310), abadía de Fulda (Jacobsen, en VK II: 133),
reforma de Aniano en el SE francés, tal y como la colegiata de Meschede (Jacobsen, en VK II: 276),
arqueología los ha desvelado, responden a concep- catedral de Werden (Oswald, en VK I: 370; Schae-
tos planimétricos muy diferentes (Untermann, 2006: fer, en VK II: 453-454), catedrales de Paderborn II
95, 134, y Abb. 83). En cualquier caso, fuere cual y III, abadía de Sankt Stephan de Corvey, Sankt
fuere su origen y sentido, estos edificios nada com- Emmeram de Regensburg (Lobbedey, 1999: 499-511),
parten con la arquitectura asturiana, como ha reco- abadía de Schlüchtern (Oswald, en VK I: 306), ca-
nocido el propio Schöller, en el artículo ya reseña- tedral de Constanza (Jacobsen, en VK II: 231), San
do páginas atrás. Pedro de Petersberg bei Fulda (Oswald, en VK I: 257-
Probablemente por razones de falta de capacidad 258; Jacobsen, en VK II: 329), colegiata de Vreden
promotora, en toda la Hispania altomedieval no se (Oswald, en VK I: 364; Jacobsen, en VK II: 442-443),
edificaron edificios de dimensiones similares a las Santa Prassede, Santa Cecilia, San Marco, San Ste-
grandes abadías o catedrales carolingias, equiparables fano Maggiore, San Martino ai Monti o I Quattri
a las basílicas constantinianas de Roma, como Ful- Coronati en Roma (Baldracco, 1941), se encuentran
da II (819; 104 m) y Colonia II (857-870; 96 m), o mayormente en grandes edificios, de dimensiones
menores, como Saint-Denis (768-775; 64 m), Pader- superiores a las de los modestos templos asturianos.
born IIb (ca. 830; 72 m), Hildesheim II (852-872; 66 En todo caso, no se ha dado un solo ejemplo de cripta
m), Halberstadt Ic (859; 75 m) (Lobbedey, 1999: anular, al modo romano, o de pasillo, al modo fran-
passim; Jacobsen, 1999: passim), aunque igualmen- co, en toda la arquitectura altomedieval hispánica.
te alejadas de las modestas medidas asturianas. Efec- Tampoco existe un edificio de planta circular con
tivamente, las dimensiones atestiguadas arqueológi- cripta y alzado, de destino funerario, como San Mi-
camente para templos episcopales o monásticos en guel de Fulda I (Oswald, en VK I: 87-89). Las dos
el ámbito del imperio franco desde finales del siglo estructuras martiriales conservadas hasta el momento,
VIII y a lo largo del siglo IX alcanzan con normalidad la basílica de Santiago de Compostela —consagra-
los 50-60 m de longitud, triplicando o duplicando la da en 899— (Guerra Campos, 1982) y Santa Eula-
longitud normal (20 m) y máxima (29 m) alcanzada lia de Mérida —de los siglos V-VI— (Mateos, 1999:
por las fundaciones coetáneas asturianas. 115-151) no pueden servir de término de compara-
No obstante todo lo anterior, cabe reseñar que el ción, pues, en el caso de Mérida, responde a un con-
tamaño deducible de la basílica ovetense de San cepto radicalmente diferente, al envolver un edificio
Salvador (40 × 20 m) no desdice del de varios tem- preexistente, y, en el caso de Santiago, al existir con-
plos catedrales carolingios coetáneos, como las se- siderables dudas sobre la articulación constructiva
des de Basilea II (802-823), Frankfurt (822-852), o entre el edículo apostólico y la cabecera de la basí-
Paderborn II (consagrada en 799), lo que puede ha- lica que lo rodea.55 La falta de consenso historiográ-
cerse extensivo a otras sedes hispánicas anteriores, fico a la hora de interpretar la documentación plani-
como Segóbriga o el santuario de Santa Eulalia de
54
Mérida, y posteriores, como la basílica de Santiago Para facilitar la cita, aludiremos en cada caso de la si-
guiente manera: VK I: Oswald, Schaefer y Sennhauser, Vo-
de Compostela (consagrada en 899) (García de Cas- rromanische Kirchenbauten, 1969-1971 (19912); VK II:
tro, 1999: I: 35). Jacobsen, Schaefer y Sennhauser, Vorromanische Kirchen-
Del mismo modo, Asturias ha permanecido com- bauten. Nachtragsband, 1991, precedidos del autor de la fi-
cha y seguidos del número de página.
pletamente al margen del desarrollo que adquirie- 55
Al respecto, vid. la aportación de Suárez Otero en estas
ron las criptas vinculadas al culto martirial en el Im- mismas actas.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 259

métrica conservada sobre la basílica de Segóbriga, del sen, 1992: 327), con una detallada ordenación de
siglo VI (Palol, 1991: 316-317), en especial sobre el altares y advocaciones, que sin embargo no ha teni-
alzado del espacio ante altare y la propia cabecera, do correlato en la real fábrica del templo monástico
impide introducirla en el elenco de elementos a com- erigido por el abad Gozbert entre 830-835, conoci-
parar. En cualquier caso, fuere cual fuere su morfo- do a través de excavación (Jacobsen, 1992: 179-185).
logía y estuviéramos o no ante un caso de cripta Es mucho menor, no obstante, el número de altares
subtus altare, se trata por el momento de un unicum cuya ubicación ha podido ser documentada arqueo-
en la arqueología paleocristiana peninsular, inútil para lógicamente. En efecto, de los cientos de templos
la inserción en un ejercicio de comparación que pre- incluidos en el repertorio Vorromanische Kirchenbau-
cisa de series para alcanzar significado. ten, comprensivo de la arquitectura altomedieval (si-
Igualmente está ausente por completo en la arqui- glo V-1024) en el Benelux, Alemania, Suiza, Austria,
tectura asturiana —e hispánica altomedieval en ge- Eslovenia, Polonia, Chequia, Hungría y Eslovaquia,
neral— la reintroducción del gran transepto corrido son minoría aquellos cuyas excavaciones han ofre-
more romano (Heitz, 1976; Jacobsen, 1999a: 631), cido datos sobre la ubicación del altar. Pese a ello,
en ocasiones occidentado, que define una serie de se dispone de unos sesenta casos entre los edificios
grandes basílicas proyectadas ad formam de las ba- fechados en los siglos VIII y IX para los que existe
sílicas constantinianas romanas. Son clásicos ya en información fiable al respecto. El altar se dispone
el registro historiográfico los ejemplos de Fulda II exento en el interior del santuario en la mayoría de
(819), Paderborn II (836) y Reichenau-Mittelzell II ellos, sobre todos en los templos de única nave y
(816). No se conoce tampoco en toda la arquitectu- cabecera, sea ésta rectangular, trapecial o absidial.
ra altomedieval hispánica un edificio de planta cen- Responden a este planteamiento San Sebastián de
tral, del tipo Santa María de Aachen, con todos sus Ascona (Sennhauser, VK II: 31), la cripta exterior de
derivados en el ámbito del Imperio (Untermann, la catedral de Basilea (Sennhauser, VK I: 33), capi-
1999), fuere cual fuere la última fuente de inspira- lla de Bleienbach II (Sennhauser, VK II: 56), Santa
ción de la catedral aquisgranense, ni del tipo más María de Bronnweiler II (Jacobsen, VK II: 69), San
modesto de Santa Sofía de Benevento. Galo de Brenz IIa (Oswald, VK I: 401), San Lucio
Entre los elementos formales que caracterizan de Chur II (Sennhauser, VK I: 51), Santa Régula de
buena parte de la arquitectura culta carolingia están Chur (Sennhauser, VK II: 78-79), San Pedro y San
los ábsides semicirculares, ausentes por completo de Pablo de Confignon (Sennhauser, VK II: 81), San
la arquitectura asturiana, que solamente conoce ca- Bartolomé de Courendlin (Sennhauser, VK II: 84-85),
pillas rectangulares. Es una circunstancia que singu- Santos Lubencio y Juliana de Dietkirchen (Jacobsen,
lariza Asturias respecto a los grupos altomedievales VK II: 90), San Jorge de Elgg (Sennhauser, VK II:
hispánicos, pues en el siglo X sí conocen cierto flo- 113), San Pedro de Ems ((Sennhauser, VK II: 114-
recimiento los ábsides semicirculares ultrapasados en 115), San Dionisio de Enger I (Jacobsen, VK II: 115),
herradura interior aunque rectangulares al exterior, San Justo de Flums (Sennhauser, VK I: 77) y San
tanto en templos de Galica —Celanova—, del Bier- Martín de Rohrbach (Sennhauser, VK II: 349)
zo —Peñalba—, como del valle del Duero —Mazo- —donde también se ha documentado un altar adosado
te, Escalada— y del Pirineo, donde aparecen tanto al muro testero de la nave en la esquina SE56—, Santa
ábsides inscritos en cuadrado como ábsides de herra- María de Fraukirch, sobre tumba (Schaefer, VK I: 80),
dura al exterior —Pedret, Clariana, Santa Margari- San Martín de Gruibingen I (Jacobsen, VK II: 150),
da d’Empúries II, Freixe, Sorba, El Terrer, Vilarobau rotunda de Höfe bei Dreihausen (Jacobsen, VK II:
(Junyent, 1983: passim)—. 187), Santa María de Igels-Degen (Sennhauser, VK
El emplazamiento y número de los altares en los II: 192), San Pedro y San Pablo de Maursmünster
templos monásticos y catedrales carolingios es ma- (Jacobsen, VK II: 267), Santa María de Meikirch
teria mejor conocida por los testimonios documen- (Sennhauser, VK II: 269-270), San Kilian de Mell-
tales que por los arqueológicos. En efecto, se cono- richstadt (Jacobsen, VK II: 271-271), colegiata de
cen centenas de relaciones descriptivas de las Santa Walburga de Meschede (Oswald, VK I: 207;
advocaciones y número de altares en los grandes tem- Jacobsen, VK II: 276-277), San Pedro de Mistail
plos del Imperio, enmarcadas en relatos de culto a (Sennhauser, VK I: 221), San Juan de Montlingen
santos titulares, reliquias, gesta episcoporum o do-
56
taciones regias (Nussbaum, 1965; Oswald, 1969; Similar disposición, pero completa esta vez, se ha docu-
mentado en Ober-Roden, con altar en el interior del santuario
Bandmann, 1964). Se dispone además del excepcional y dos altares en las respectivas esquinas NE y SE de la nave
plano de Sankt Gallen, fechado en el año 830 (Jacob- única: Untermann, 2006: 150.
260 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

(Senhauser, VK I: 225), San Jorge de Morbio Infe- Gertrudis de Nivelles, cuyo primer edificio dispuso
riore (Sennhauser, VK II: 289), San Galo de Mors- de un altar ante el muro testero de la nave única
chach (Sennhauser, VK II: 289-290), San Juan de (Schaefer, VK I: 236-237), San Pablo de Nivelles
Müstair (Sennhauser, VK I: 228), San Próculo de (Oswald, VK I: 239), ambos del siglo VII, Santa María
Naturns (Oswald, VK I: 230), la denominada Abding- de Tuggen, de fines del VII (Sennhauser, VK I: 352),
hofkirche de Paderborn I, fechada ante 777 (Oswald, San Juan de Montlingen, con altar adosado al teste-
VK I: 250), la parroquial evangélica de Ramosch I ro de la nave única (Sennhauser, VK I: 225), San
(Sennhauser, VK I: 269), Santa María de Reichenau- Pedro y San Pablo de Oberwil (Sennhauser, VK I:
Mittelzell I (Oswald, VK I: 278), parroquial de Saint- 244), o San Martín de Wimmis I (Sennhauser, VK I:
Pierre-Chevigny I (Sennhauser, VK II: 367-368), 376).
Santa María de Silvaplana (Sennhauser, VK II: 385), Un tipo mucho menos extendido coloca el altar
Santo Tomás de Soest (Oswald, VK I: 314), San ante el santuario: Santa María de Frauenberg (Oswald,
Mauricio de Suhr (Sennhauser, VK I: 327), San Lu- VK I: 80), Santa María de Reichenau-Mittlezell II,
cio y Florino de Walenstadt (Sennhauser, VK II: 446- con altar ante los dos ábsides de herradura que re-
447), y San Otmar en la isla Werd, sobre tumba (Sen- matra la cabecera (Oswald, VK I: 280), o San Tibur-
nhauser, VK I: 368). cio de Molzbichl, con altar bajo el arco triunfal del
Un segundo tipo integra los edificios cuyo altar se ábside (Jacobsen, VK II: 286-287).
sitúa también en el interior del santuario, pero adosado En el caso excepcional de la capilla palatina de
al muro testero. Se citan la capilla de Berslingen (Sen- Aquisgrán, los altares principales documentados en
nhauser, VK II: 53), Santa Cristiana de Bettingen IIa el período fundacional (con seguridad construida ya
(Sennhauser, VK II: 53-54), San Hilario de Biog- en 788: Untermann, 1999: 158) se situaron en los dos
gio II (Sennhauser, VK II: 55), San Martín de Bovigny tramos orientales de los dos pisos del deambulatorio,
II (Mertens-Jacobsen, VK II: 64), Santa Walburga dedicándose el superior al Salvador y el inferior a
de Hausen (Oswald, VK I: 409-410), San Martín de Santa María (Untermann, 1989: 93). No podemos
Sonvicco (Sennhauser, VK II: 395), San Matías de valorar los muy numerosos casos de altares situados
Steinhausen (Sennhauser, VK II: 400), San Pedro en las capillas de las criptas orientales u occidenta-
de Straubing (Jacobsen, VK II: 403-404), y San Este- les, donde la norma es la colocación en el interior de
ban de Wittingen (Oswald, VK I: 377-378). Variante las mismas, o la rotonda exterior de la catedral de
de este tipo es la colocación altares en nichos abier- Hildesheim, con altar situado al SO adosado al muro
tos ex profeso en el muro testero, como en San Benito (Schaefer-Oswald, VK I: 116-117), ni tampoco los
de Mals (Oswald, VK I: 198). En el caso de la basí- altares de los macizos occidentales, inexistentes en
lica de Steinbach, obra promovida por Eginardo ca. la arquitectura asturiana. Específicamente carolingios
826, no se ha podido dilucidar la ubicación exacta de son los altares dedicados a la Santa Cruz, dispues-
los tres altares de la cabecera, uno en cada capilla, que tos in medio ecclesiae, es decir en la mitad oriental
pudieron estar tanto adosados al muro testero como de la nave central de los grandes templos monásti-
exentos. En todo caso, se colocaron como macizos de cos o catedrales, como Centula-Saint Riquier, Fulda,
mampostería sobre el pavimento, ya que no han que- Colonia, o Siegburg (Oswald, 1969: 313-319). Se
dado huellas de encastre en el mismo (Ludwid, Mü- atestiguan especialmente en fuentes literarias, aun-
ller, Widdra-Spiess, 1997: 48, 63). que arqueológicamente puede señalarse algún ejemplo
La colocación del altar en el interior del santua- más, además del propio Fulda (Jacobsen, VK II: plano
rio es constante a partir del siglo VII en tierras some- post p. 137), como la catedral de Hildesheim II
tidas al dominio franco-merovingio. Así lo indican (Schaefer-Oswald, VK I: 117-118). Su emplazamiento
casos como los de San Esteban de Belfaux I, datado central está simbólicamente determinado: la Pasión
ya en el VI, y mantenido en el lugar a lo largo de las en la Cruz es el episodio central en la vida de Cris-
sucesivas reconstrucciones de época carolingia y oto- to (Bandmann, 1964: 397-401). Atestigua igualmente
niana (Sennhauser, VK II: 47), San Juan de Burg bei su existencia el plano de Sankt Gallen, en cuyo tem-
Stein-am-Rhein, igualmente del siglo VI y manteni- plo principal se proyecta una multiplicidad de alta-
do en sucesivos edificios (Sennhauser, VK II: 75), San res —seis en las tres capillas y ábside del santuario
Esteban de Donatyre, de los siglos VI-VII (Sennhau- oriental, ocho junto a los respectivos pilares de las
ser, VK II: 96), San Andrés de Gögging (Jacobsen, arquerías divisorias de las naves, uno dedicado a la
VK II: 150), San Castor de Karden, construido a partir Santa Cruz in medio ecclesiae, y otro en el contraá-
del VI (Jacobsen, VK II: 199), San Martín de Laufen, bside occidental—. Merece la pena observar que este
de los siglos VI-VII (Sennhauser, VK II: 241), Santa proyecto, fechado en 830, combina altares adosados
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 261

a muro o paramento con altares exentos, mas siem- con carácter cementerial previsto desde el proyecto.
pre en el interior de santuarios o recintos delimita- Sí se atestiguan tumbas privilegiadas en el interior,
dos por canceles, como ocurre con los altares de las sobre todo en criptas, como la fundación de Eginhard
arquerías divisorias o con el de la Santa Cruz (Jacob- e Irma en Steinbach im Odenwald (822-827) (Lud-
sen, 1992: 16, fig.1). Tipológicamente, los altares ca- wig, Müller, Widdra-Spiess, 1996: 24), o en simples
rolingios consisten en mesas colocadas sobre bloques templos de única sala como Esslingen (ca. 770) (Un-
macizos de mampostería. termann, 2006: 97) o Murrhardt, donde se constru-
Para la Galia merovingia, la información es mu- yó un anexo cementerial al este del santuario (Ibidem:
cho menor. Los tres volúmenes destinados a compen- 152), a lo que se puede añadir la función como pan-
diar Les premiers monuments chrétiens de la Fran- teón regio que asumen a posteriori algunos espacios
ce (Duval, ed., 1995, 1996, 1998), apenas disponen de grandes basílicas, como el ábside occidental de
de información sobre la ubicación del altar en una do- Saint-Denis de París en el caso de Pipino III, modi-
cena de casos. En su mayor parte, tratándose de tem- ficado nada más subir al trono su hijo Carlomagno
plos de los siglos VI y VII, sitúan el altar en el inte- precisamente para incluir la tumba de su padre en el
rior del ábside: Maursmünster/Marmoutier II (Kern, interior del templo (Untermann, 2006: 108; Beumann,
en Duval, 1998: 33), iglesia de Champs des Vis, 1965: 29), pues los enterramientos conocidos de
Evans (Bonvalot, en Duval, 1998: 129), Chassey-les- miembros de la dinastía carolingia se situaron extra
Montbozon (Odouze, en Duval, 1998: 137), Pierre ecclesiam: Pipino, hijo de Carlomagno, en pórtico al
Sentin, Orleáns (Petit, en Duval, 1996: 120), Cimiez oeste de San Zenón de Verona; Fastrada, esposa de
(Février, en Duval, 1995: 105-108), Saint-Hermen- Carlomagno, en la anteiglesia de San Albano de
taire de Draguignan (Codou, en Duval, 1995: 153), Maguncia; Angilberto, yerno de Carlomagno, en el
Viviers II (Bruno Dupraz, en Duval, 1995: 221), pórtico ante el macizo occidental de Centula-Saint
Saint-Jean-Baptiste de Favergues II (Colardelle, en Riquier; Ludovico Pío, con tumba prevista —aunque
Duval, 1995: 300), Saint-Martin en Saint Julián-en- no utilizada57— en el espacio central del antecuerpo
Genevois (Colardelle, en Duval, 1995: 303) y los dos occidental del templo de su fundación de Inden-Kor-
templos corsos de la canónica de Lucciana y de Va- nelimünster (Hugot, 1968: 109; 1984: 22). Para el
lle di Rostino (Duval, en Duval, 1995: 345, 364). propio Carlomagno se previó quizás una tumba en la
Solamente Saint-Clément de Macôn presenta el al- planta baja del macizo occidental, situada en la ver-
tar ante el ábside (Sapin, en Duval, 1998: 73). Pare- tical del altar originariamente dispuesto en el piso
ce poder establecerse con claridad la norma, casi de superior de este antecuerpo, que en 1305 fue consa-
universal cumplimiento a partir del siglo VI en los grado en honor de San Nicasio, en todo caso inicial-
templos cristianos de la parte occidental del extinto mente situada también extra ecclesiam (Ibid.: 22-23;
Imperio romano, de establecer el altar en el interior Beumann, 1965: 29-38). La construcción de mauso-
del santuario. Esta bien asentada norma se expande leos familiares, bien exentos o anexos a edificios
por las tierras de Germania con su incorporación al eclesiásticos preexistentes, tan extendida en tiempos
reino de los francos desde principios del siglo VIII. tardoantiguos, parece haber finalizado bruscamente
En cuanto a la articulación interna del espacio, y con el advenimiento de los carolingios, consecuen-
dejando a un lado los grandes templos abaciales o temente con la imposición de la disciplina institucio-
catedralicios, en los templos carolingios del arco nal en este ámbito de la vida social, como en tantos
alpino ha podido establecerse cierta relación entre dos otros.
grupos tipológicos: edificios con escaso desarrollo
del ábside o santuario —fuere cual fuere su morfo-
logía—, a los que corresponde una colocación del 2. EL CAMPO DE LAS TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS
cancel bien avanzada hacia el oeste en la nave, y edi-
ficios con desarrollo espacial amplio del santuario, En la preparación del terreno y las cimentaciones,
en los que el cancel se sitúa inmediatamente en la las excavaciones arqueológicas realizadas en edifi-
vertical del arco triunfal (Sennhauser, en Sennhau-
57
ser, ed., 2003: I: 22). No se da sin embargo la arti- Ludovico Pío fue enterrado en San Arnulfo Extramuros
de Metz —templo fundado por el epónimo de la dinastía y más
culación tripartita del espacio interno del templo al adelante canonizado Arnulfo de Metz— por decisión de su
modo hispánico. hermanastro Drogo, lugar donde habían sido enterrados dos
Al igual que en los casos asturianos, los templos hermanos de Carlomagno, dos de sus propias hermanas falle-
cidas con anterioridad y su madre Hildegarda. Se ignora la co-
carolingios carecen de función funeraria, presente en locación originaria de su sarcófago en el templo. Schmoll,
templos tardoantiguos de la misma área geográfica, 1974: 75-78.
262 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

cios altomedievales asturianos han documentado di- terraza (García de Castro, 1995: 474).61 San Miguel
ferentes soluciones constructivas en lo referente a la de Lillo, por el contrario, dispone de una muy defi-
cimentación. El urbanismo ovetense —torre prece- ciente cimentación, formada al Norte por una única
dente a la Cámara Santa de la catedral de Oviedo hilada de pequeños bloques apenas sobresaliente del
(García de Castro, 1995: 350), restos de edificios del plomo del paramento, con un solo bloque de apoyo
costado meridional de la catedral (García de Castro para los estribos sin fosa previa de cimentación, sino
1995: 503-507; García de Castro, 1999: I, 37-38), con colocación de cada bloque en su correspondiente
muros del estanque monumental de la Foncalada caja (García de Castro, 1995: 407; García de Castro,
(Ríos González, 1999: 265), solar del antiguo hos- 1995b: 148-153; Ulreich, en Noack-Haley y Arbei-
pital y templo de San Juan en la calle Schulz de ter, 1994: 63 y Abb. 36), y al Sur por una banqueta
Oviedo—58 viene caracterizado por el cajeado del de una única hilada con dos bloques para los contra-
sustrato rocoso y la colocación en la caja, de profun- fuertes, (Hauschild, 1992: 175; Ulreich, en Noack-
didad inferior a 10 cm, de una línea de grandes blo- Haley y Arbeiter, 1994: 67 y Abb. 41, 69-70 y Abb.
ques paralelepípedos, a modo de zarpas corridas, 47). Merece la pena destacar que en ambas fachadas
sobre los cuales se dispone directamente el arranque las zapatas de los contrafuertes no enjarjan con sus
del muro, sea cual sea su aparejo. Esta técnica se correspondientes paramentos. Nada, pues, en común
aplicó a todos los edificios que constituyen la fase con los procedimientos seguidos en Lena y el veci-
estratigráficamente inicial de la ocupación de la ciu- no Naranco. En San Pedro de Nora las excavaciones
dad. Su presencia ha sido recientemente (2009-2010) realizadas (Martínez Faedo y Adán, 1995: 288) han
verificada en la reexcavación del palacio episcopal, documentado una cimentación de escasa potencia,
a cargo del arqueólogo Sergio Ríos González, a consistente en escasas hiladas de mampuestos con o
quien agradezco el dato. Los templos cuyos cimien- sin pestaña sobresaliente del plomo y con bloques
tos han sido sondeados no responden a este plantea- calizos exclusivamente empleados en el sector occi-
miento, empezando por la propia Cámara Santa, dental. En Santo Adriano de Tuñón el cimiento con-
carente de zarpas (García de Castro, 1995: 353). siste en un gran bloque de unos 50 cm de espesor
Santa Cristina de Lena reposa sobre zócalo perime- asentado en fosa excavada en el sustrato (Adán, Cabo
tral, sobresaliente 40 cm del paramento del alzado y Jordá, 1991: 388; García de Castro, 1995: 420).
(García de Castro, 1995: 376),59 solución comparti- Sobre San Salvador de Priesca la información publi-
da por Santa María de Naranco. La excavación de las cada (Adán Álvarez, 1999: 271-272) permite intuir
zanjas para el drenaje perimetral instalado en 1985, una zapata de escasa potencia sobre fosa cajeada en
efectuada por Olávarri Goicoechea,60 documentó una el sustrato. En Santa María de Bendones los infor-
considerable obra de aterrazamiento del terreno pre- mes de identificación de las ruinas (Manzanares,
via a la colocación de los cimientos, cuya ejecución 1954: 4) y de restauración y reconstrucción (Menén-
se diferenciaba notablemente en profundidad en las dez Pidal, 1974) coinciden en describir una cimen-
fachadas norte y sur, pues la primera asienta el muro tación casi inexistente por innecesaria al apoyar el
directamente sobre el sustrato geológico, en tanto edificio sobre substrato calizo. En efecto las fotogra-
que la segunda busca el mismo firme excavando los fías publicadas ilustran muy superficiales muros en
rellenos de la terraza, y disponiendo el muro en ta- las dependencias laterales (Menéndez Pidal, 1974:
lud para contrarrestar la pendiente. A la vez, se re- fot. 6 y 7). San Andrés de Bedriñana cuenta con una
fuerza al sur mediante un muro de contención de la casi inexistente cimentación en su fábrica prerromá-
nica, según las excavaciones de 2003 y 2005 han
58
Excavaciones inéditas dirigidas por quien suscribe en los podido documentar.62 Santa María de Arbazal, por
años 2000-2001. El informe se encuentra depositado en el
archivo de la Consejería de Cultura y Turismo del Gobierno último, dispone de una muy débil zapata asentada
del Principado de Asturias: García de Castro Valdés, C.: In- sobre roca aflorante casi en la superficie (Ríos Gon-
forme sobre las excavaciones arqueológicas realizadas en el zález, 1999b: 273-274). No conocemos hasta la fe-
solar nº 3 de la calle Schulz (antiguo colegio San Isidoro) y
en la misma calle Schulz de la ciudad de Oviedo (febrero cha datos sobre las cimentaciones de Santullano y
2000-abril 2001). San Salvador de Valdediós, al no constar sondeos
59
Un sondeo efectuado por Gabinete Arqueológico en arqueológicos en ninguno de los dos inmuebles.
1988 (Archivo de la Consejería de Cultura y Turismo, expte.
1954/88), permitió apreciar que el zócalo apoyaba en una
61
zanja rellena con arcillas, cantos y tégulas. Frente a lo afirmado, sin duda por confusión con Lillo,
60
Informe inédito: Olávarri Goicoechea, E. Informe preli- por Utrero, 2006: 54.
62
minar sobre las excavaciones arqueológicas en Santa María García Fernández 2009. Las observaciones sobre la ci-
del Naranco, año 1985, pp. 23-24. Archivo de la Consejería mentación fueron hechas en el transcurso de las visitas de
de Cultura y Turismo, obra.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 263

Del panorama descrito se puede deducir que se bre zapatas de una o dos hiladas de grandes lajas de
aprecian tres soluciones técnicas al problema de la pizarra, sobre las que se alzaron directamente los
cimentación: la fábrica ovetense, de grandes bloques muros de sillería (Caballero Zoreda, en Caballero
sobre cajas en el sustrato rocoso; las mínimas zapa- Zoreda (coord.), 2004: 84), Santa María de Melque
tas de escasa potencia, presentes en la mayor parte posee notables zapatas de cimentación (Caballero
de los edificios conservados; y la elevación sobre Zoreda, 1980: 283-288), la basílica de Recópolis
podio o zócalo, como Naranco y Lena. No se utili- asienta sobre hormigón en el ábside y zócalo en el
za en ningún caso la cimentación de hormigón en- resto (Utrero, 2006: 523), la basílica del Anfiteatro
cofrado o en zanja, al modo romano, que aún se de Tarragona posee buenas zapatas, de entorno a un
emplea en la basílica de Gerena, de principios del metro de profundidad, de sillería reaprovechada
siglo V (Fernández Gómez, De la Sierra y Lasso de (TED’A; 1994: 172), el ábside de la basílica episcopal
la Vega, 1987; Utrero, 2006: 444) Discutir sobre las deValencia posee una cimentación de dos metros de
tradiciones técnicas en las que se insertan cada uno ancho64 y dos de profundidad (Soriano Sánchez, 1995:
de los tipos, puede no conducir a conclusión alguna, 136), y su excavador describe la iglesia sueva de
pues la cimentación está fuertemente condicionada Dume como dotada de poderosas paredes «bem ali-
por el tipo de sustrato local63 y responde en nume- cerçadas na arena granítica através de silhares almo-
rosas ocasiones a la manera de hacer del taller al que hadados» (Fontes, 1995: 419), solución que se man-
se le encomienda la construcción, siendo evidente, a tuvo en la reconstrucción total del edificio a fines del
partir de ejemplos como San Miguel de Lillo, que la IX (id.: 422).
inexistencia en la práctica de cimentación puede El examen somero de algunos ejemplos carolin-
coexistir con proyectos constructivos de gran auda- gios de promoción culta aporta los siguientes térmi-
cia. No obstante, la mayor parte de los edificios vi- nos de comparación. En primer lugar, la escala muy
sigodos excavados arqueológicamente ofrecen cimen- superior de los edificios abaciales o catedralicios, así
taciones débiles, como Los Algezares, Vega del Mar como de los palacios excavados arqueológicamente,
(Posac Mon y Puertas Tricas, 1989), Casa Herrera hace que toda comparación sea superflua. Por ejem-
(Caballero y Ulbert, 1975; Ulbert, 1978), El Germo plo, los muros del aula de representación de Aquis-
(Ulbert, 1978), El Gatillo de Arriba (Caballero Zo- grán miden 2’40 m de anchura (Hugot, 1965), sec-
reda y Sáez Lara, 2009), Son Fadrinet (Ulbert y Or- ción impensable en cualquier construcción asturiana
fila, 2002), Son Peretó (Palol et al, 1967), Son Bou, o hispánica altomedieval. Por otro lado, empresas
Mijangos (Lecanda Esteban, 2000: 187), el comple- constructivas de tan gran ambición como la cúpula
jo de Terrassa (García i Llinares, Moro y Tuset, 2009: —de 14’43 m de diámetro y 30’60 m de altura
45), y pueden suponerse escasos igualmente en San (Kreusch, 1965)— de la capilla palatina de Aquisgrán,
Pedro de Mérida (Marcos Pous, 1962), en Mosteiros devenida catedral, exigen una cimentación jamás pro-
(Alfenim y Lima, 1995) y en Montinho das Laran- yectada en la arquitectura hispánica coetánea.65 Lo
jeiras (Maciel, 1996: 94-95). En lugares donde el mismo puede afirmarse de los cimientos exigidos para
sustrato rocoso aflora se ha procedido a trazar las levantar los antecuerpos occidentales, que dispusie-
cajas fundacionales como negativos que guían el tra- ron de dos o tres bóvedas superpuestas. En el caso
zado de los muro, como en El Tolmo de Minateda de las grandes basílicas, como la catedral de Colo-
(Gutiérrez Lloret y Cánovas Guillén, 2009: 106-108), nia II, la profundidad de los cimientos alcanza 3’70
al modo del tipo que hemos definido como «oveten- m (Oswald, en Oswald, Schaefer y Sennhauser, 19912:
se». No se ajustan a estos procedimientos los edifi- 142). Otros templos de menor tamaño gozan de con-
cios levantados sobre ruinas de construcciones pre- siderable cimentación: muros de 1’90-2’00 m de
cedentes, como la basílica de Santa Eulalia de Mérida, anchura y 1’30 m de profundidad en la catedral de
con cimientos de diferentes facturas según los con- Werden I y II, que aumentan a 2’50 m de sección en
dicionantes previos, aunque en general de escasa
potencia, en torno a las dos hiladas de sillares (Ma- 64
Ribera y Rosselló, 2000: 173, corrigen la dimensión: «un
teos Cruz, 1999: 73-86). Lo mismo puede decirse de enorme cimiento de 3 m de ancho, de forma circular, de as-
los casos de El Bobalar, la basílica de la necrópolis pecto muy sólido, construido con grandes sillares, reaprove-
chados de edificios romanos, trabados con mortero de cal, y
del Francolí en Tarragona y Villa Fortunatus en Fraga, rematado por grandes contrafuertes exteriores».
todos sobre tramas construidas preexistentes. Por el 65
A modo de simple ejemplo: la capilla de San Donato de
contrario, San Pedro de La Nave fue levantado so- Brujas, fechada en la primera mitad del X, que reproduce a
escala menor la capilla palatina de Aquisgrán, posee unos ci-
mientos de 6’50 m de profundidad (Oswald, en Oswald,
63
Como bien deduce Utrero, 2006: 54. Schaefer y Sennhauser, 19912: 46).
264 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

el caso del muro divisorio entre aula y macizo occi- con hiladas regulares, reforzado igualmente con si-
dental66 (Schaefer, en Jacobsen, Schaefer y Sennhau- llares esquinales; la sillería. Se aparta, por el momento
ser, 1991: 453), dos metros de anchura de cimientos de modo único, el pequeño edificio de Santa María
en la basílica edificada por el abad Gozbert en Sankt de Arbazal, construido en mampostería simple sin
Gallen (830) (Sennhauser, en Jacobsen, Schaefer y sillería esquinal de refuerzo. Un repaso a los edifi-
Sennhauser, 1991: 362). La basílica de Steinbach, de cios conservados en alzado arroja los siguientes re-
menores dimensiones, posee unos cimientos de 79- sultados.
88 cm de grosor, sobre los que levantan muros de 60-
1. Mampostería simple reforzada. Santa Cristi-
68 cm. La profundidad de los mismos no es unifor-
na de Lena, San Salvador de Valdediós, San
me, apreciándose diferencias de 35-40 cm según el
Pedro de Nora, Santo Adriano de Tuñón, Santa
esfuerzo portante de cada muro. La técnica emplea-
María de Bendones, San Salvador de Priesca.
da consiste en un primer estrato de piedras vertido
2. Mampostería de lajas reforzada. Santianes de
directamente a la fosa, sobre el que dispone un muro
Pravia, San Miguel de Lillo, San Andrés de
de mampuestos embebidos en mortero, colocado irre-
Bedriñana.
gularmente, con huecos entre las piezas y respecto
3. Pequeño aparejo reforzado. Santullano, Cáma-
a la pared de la fosa, sobre el que se alza el muro
ra Santa de la catedral de Oviedo, Santa Ma-
visible, no siempre centrado a eje del cimiento, lo que
ría de Naranco (fachadas Norte y Sur), San
indica que el edificio sufrió un nuevo replanteo una
Tirso, edificios del grupo episcopal ovetense.
vez colocados los cimientos y rellenadas las fosas.
4. Sillería. Santa María de Naranco (fachadas
La arqueología ha permitido confirmar que todos los
Este y Oeste, tramo superior), Foncalada, pór-
cimientos van enlazados y que la construcción del
tico meridional de San Salvador de Valdediós,
edificio abarcó dos fases seguidas. En la primera fue
fachadas Este y Oeste de Valdediós (tramo
alzado el edificio desde los cimentos hasta el rema-
superior), restos del palacio de Alfonso III
te de las bóvedas de la cripta. Una vez cerradas és-
(antiguo hospital de San Juan de Oviedo).
tas, se procedió a rellenar con la arcilla sobrante de
las fosas de cimentación todos los huecos compren- La mampostería simple reforzada por sillares
didos en el interior del perímetro definido por los encadenados en las esquinas y estribos, es el proce-
muros, hasta la cota de las claves, tras lo cual se dimiento más empleado. Se trata no obstante de una
continuó con el resto de los alzados (Ludwig, Mü- mampostería cuidada, con cierta preocupación por la
ller, Widdra-Spiess, 1997: 53). Por su parte, la tipo- homogeneidad en el tamaño de los mampuestos y la
lógicamente emparentada basílica de Inden-Korneli- ordenación de su colocación, de asiento horizontal,
münster dispone de cimentaciones de diferente bien careados al exterior para recibir el enfoscado y
sección, oscilantes entre los 60-70 cm del muro oc- enlucido finales.
cidental hasta los 90-95 de la nave central (Hugot, La mampostería de lajas tabulares de caliza, igual-
1968: 107), con una profundidad de 85 cm en el san- mente reforzada, compone un aparejo cuidado pre-
tuario central (id.: 30). ocupado por la horizontalidad de las hiladas. La dis-
Por razones de sustrato geológico, no se ha em- posición de las lajas procede de su extracción a partir
pleado nunca en Asturias la cimentación con entra- de masas estratificadas horizontales, de fácil fragmen-
mados de madera propia de los suelos pantanosos e tación siguiendo el plano de estratificación. Lajas
inestables del NO europeo, donde son habituales similares se utilizan en el aparejo de pequeños blo-
desde tiempos prehistóricos, habiendose atestiguado ques paralelepípedos como elementos de nivelación
en la propia catedral de Aquisgrán (Kreusch, 1965). de las hiladas.
Este tercer procedimiento parece característico del
El alzado de los muros se puede resumir en la hacer altomedieval ovetense. Se trata de un aparejo
arquitectura asturiana como utilización de alguno de cuidado de hiladas horizontales compuestas por blo-
estos cuatro procedimientos: la mampostería simple ques tabulares regulares paralelepípedos, tallados
reforzada con sillares esquinales; la mampostería de según plano de estratificación, de cantos suavizados,
lajas reforzada con sillares esquinales; el pequeño con juntas regulares de muy buen mortero calizo. Al
aparejo de bloques paralelepípedos y lajas tabulares igual que los anteriores estuvo destinado a ser revo-
cado y enfoscado, como se puede apreciar en los aún
66
En este muro cimentó, doblándolo por ambos lados, el extensos paños enfoscados que conserva Santullano
macizo occidental del edificio consagrado en 943, que hoy se
conserva en alzado, alcanzando en total 4 m de anchura: en sus fachadas Norte y Este. Todos estos aparejos
Schaefer, en Jacobsen, Schaefer y Sennhauser, 1991: 453. componen muros de dos hojas y relleno interior de
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 265

mampostería y mortero. Dada la inexistencia de pa- Priesca, Nora, Lillo y Gobiendes) permite concluir,
santes, la coherencia se asegura por la elevada cali- frente a Arias, que no existió norma alguna metro-
dad de los morteros de juntas y rellenos así como por lógica en su talla. En efecto, la simple enumeración
la ordenada disposición y uniformidad de las hiladas. y cómputo de los valores reales de la altura de cada
Por último, la sillería es de excepcional aparición sillar demuestra que el empleo de la teórica unidad
como aparejo paramental. Los dos únicos ejemplos de de medida es casi irrelevante. Por ejemplo, en San-
edificios enteros son la Foncalada, íntegramente en si- tullano, de los 46 sillares de la esquina SE del tran-
llería de módulo muy alargado sobre bloques cicló- septo (id.: 336) solamente 5 responden a la medida
peos calizos de cimentación —alguno de ellos supera de 0’23 cm, la más cercana a los 0’2241 cm del do-
las 12 Tm de peso— encajados en el sustrato margoso drans. Efectivamente, los sillares oscilan entre 0’17
previamente cajeado; y el pórtico meridional de Val- y 0’29 cm de altura, lo que indica que la utilización
dediós, con un módulo completamente distinto, com- —hipotética— del dodrans como patrón de medida
poniendo muro de dos hojas sin relleno. En el pala- para el replanteo del sillar fue seguida solamente en
cio de Alfonso III se construye con muro de sillares un poco más del 10% de los casos. Los mismos re-
de doble hoja y relleno interior, con morteros calizos sultados se obtienen si se analizan los restantes ejem-
de excelente calidad. Por último, es de reseñar la plos, del propio Santullano y de los demás templos
coexistencia en el mismo edificio de mampostería concernidos.
descuidada y paños de sillería de pequeño formato en Por otro lado, metodológicamente, parece razona-
las partes superiores de las fachadas oriental y occi- ble objetar que el establecimiento del módulo de un
dental —correspondientes respectivamente a las cá- sillar ha de tener en cuenta las tres dimensiones del
maras supraabsidales y a la tribuna— de Valdediós, mismo, pues el cantero concibe el proyecto de la pie-
así como la de mampotería de lajas en los dos tercios za estereotómicamente, y la misma pieza puede asen-
inferiores y sillería en el tercio superior de las facha- tarse de modo distinto según las necesidades de la hi-
das oriental y occidental de Naranco, preludiando la lada a la que vaya destinada. No cabe pensar que
misma solución que en el templo villaviciosino. Al existió un dibujo piedra a piedra de la cadena de si-
menos en Valdediós y Naranco, la sillería estuvo re- llería a la que hubiera de ajustarse la labra de los si-
vocada, en Santullano parcialmente, y en su totalidad llares. De hecho, su colocación viene determinada por
en los edificios del grupo espicopal ovetense. Desco- la galga de las hiladas adyacentes de pequeños blo-
nocemos el acabado externo de la Foncalda, cuya ques, a cuyo remate se destina una u otra pieza en
fábrica es por completo un únicum en Asturias, por función del hueco existente. Es de mayor utilidad
el módulo extremadamente alargado de los sillares y establecer umbrales máximos y mínimos del tama-
su colocación a soga sin un solo tizón. ño de las piezas, que aportan información sobre la tra-
La presencia de la sillería en los estribos y en los dición de talla y las posibilidades técnicas de obra
esquinales es constante en la edilicia asturiana. Sal- del equipo que ejecuta el proyecto. En este sentido,
vo en Santianes de Pravia donde son patentes las los sillares de Nora y Santullano se asemejan nota-
piezas reutilizadas de edificios romanos —sillares con blemente en su formato, son menores por norma los
huellas de grapas en cola de milano en la base de la de Lillo y Naranco, y mayores los de Valdediós, Go-
esquina noroccidental del aula—, en los demás edi- biendes y sobre todo Priesca. Cabe pensar que en los
ficios los sillares proceden en su totalidad de talla ex tres conjuntos han participado talleres insertos en
profeso. Las dimensiones fluctúan en cada edificio. tradiciones diferentes de cantería.
Arias Páramo (2008: 335-347) ha ofrecido un deta- Los edificios de cronología visigoda indudable
llado cuadro de medidas de todos los esquinales, base ofrecen un empleo muy mayoritario de la mampos-
para un estudio estadístico de la metrología empleada tería sencilla, reforzada o no con sillares esquinales.
en su replanteo teórico.67 Sin embargo, el examen de Simple mampostería es la fábrica de Vega del Mar,
cada una de las cadenas esquinales de los siete edi- Son Fadrinet, El Germo, Son Bou, Son Peretó, Es Cap
ficios estudiados (Santullano, Naranco, Valdediós, des Port, aula de San Pedro de Mérida, Mértola,
Mijangos, y nave de Ibahernando; mampostería re-
67
El procedimiento de Arias consiste en sumar la altura de forzada con sillares se emplea en Torre de Palma,
los sillares integrantes de cada cadena esquinal, y hallar su
media aritmética. Obtenida ésta, se compara su valor con al- Casa Herrera, Valdecebadar, El Tolmo de Minateda,
guno de los valores conocidos de las unidades del sistrema el mausoleo denominado Cárcel de San Vicente en
metrológico romano (deunx, dodrans, septunx…), obtenido el complejo episcopal valenciano, el aula de El Ga-
igualmente por aproximación estadística, y se infiere que el
valor más cercano a la media aritmética es el patrón de me- tillo de Arriba, Alconétar, aula de Recópolis, Santa
dida empleado por el cantero. Magdalena de Ampurias II; sillería plena se documen-
266 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

ta en la basílica catedral de Valencia, ábside y tran- de Egara-Terrassa, la basílica del Monte da Cegon-
septo de Recópolis, cabecera de Santa Eulalia de ha, y el aula de Idanha-a-Velha. Es seguro el uso de
Mérida, santuario de San Pedro de Mérida, cabece- pilares en las basílicas baleares de Santa María del
ra de Portera, y la cabecera de Ibahernando. Camí y Son Bou. No resulta posible discernir el tipo
En cuanto a los aparejos empleados en la arqui- de soporte empleado en San Pedro de Alcántara-Vega
tectura carolingia, en su mayor parte los edificios del Mar.
conservados en alzado ofrecen paramentos de peque- La arquitectura carolingia emplea mayoritariamen-
ños bloques paralelepípedos cuidadosamente asenta- te el pilar: octógono central de la Catedral de Aquis-
dos en hiladas regulares: Saint-Pierre-les-Églises, grán, Aula Regia de Ingelheim (Grewe, 1999), cole-
capilla de San Saturnino de la abadía de Fontenelle- giata de Vreden, basílica monasterial de Corvey,
Saint-Wandrille, catedral de Aquisgrán, Westwerk de colegiata de Meschede (Lobbedey, 1999), Saint-Ger-
Corvey, criptas de Saint-Pierre-de-Flavigny, cripta de migny-des-Près, cripta de Saint-Andoche en Autun,
Saint-Andoche de Autun, basílica de Steinbach. En cripta de Saint-Germain en Auxerre, cripta de Saint-
este último caso se advierten dos tipos de fábrica: al Pierre-de-Flavigny (Sapin, 1986), catedral biabsida-
exterior, los aparejos destinados a permanecer vistos da de Alet (Guigon, 1998: I, 119), basílica de Steinba-
son muy regulares en las hiladas, entre 13 y 15 cm ch, basílica de Seligenstadt, ambas promovidas por
de galga, con juntas de 3 cm, reforzados en la esqui- Einhard,69 catedral de Colonia70 (Bau VIIb, Weyres,
nas con cadenas de sillería, que engatillan con las 1965: 410; Oswald, en Oswald, Schaefer y Sennhau-
hiladas adyacentes de pequeños paralelepípedos; por ser, 19912: 141-142), basílica de Seligenstadt (Kies-
el contrario, en las partes superiores se adoptan sim- sow, 19982), basílica tipo Zellenquerbau de Inden-
ples mampuestos destinados a ser revocados, como Kornelimünster (Hugot, 1968), colegiata de Meschede
ocurre en su totalidad en el interior (Ludwig, Müller, (Jacobsen, en Jacobsen, Schaefer y Sennhauser, 1991:
Widdra-Spiess, 1997: 41-44, 53). No faltan aparejos 276), Sankt Emmeram de Ratisbona (Oswald, en
ciclópeos, como la cripta de Saint Médard-de-Sois- Oswald, Schaefer y Sennhauser, 19912: 274), colegia-
sons. Las excavaciones arqueológicas confirman la ta de Vreden (Oswald, en Oswald, Schaefer y Senn-
mayoritaria utilización de la mampostería, con refuer- hauser, 19912: 365).
zos de sillares en esquinas.68 En cuanto a los estribos o contrafuertes, no pa-
recen haber existido en los edificios visigodos, sal-
Los elementos de apoyo de las arquerías diviso- vo la residencia de El Pla de Nadal (Juan y Pastor,
rias de las naves de las aulas basilicales consisten en 1989; Juan y Lerma, 2000). Por el contrario, son
una aplastante mayoría de pilares, bien de fábrica de habituales en la arquitectura residencial emiral eme-
pequeños bloques o sillares (Santullano, Tuñón, Pries- ritense —edificio A de Morerías, edificio del templo
ca, Nora, probablemente Santa María del Rey Cas- de Diana—, fechada desde fines del VIII y en la pri-
to, junto a San Salvador de Oviedo), bien monolíti- mera mitad del IX (Mateos y Alba, 2000: 158-161,
cos (Santianes de Pravia, Valdediós, Gobiendes), y 163-164; Alba, 2004: 61).71 Se ha citado un curioso
una excepcional utilización de la columna formada paralelo coetáneo a lo asturiano en Provenza, Saint-
por grandes tambores, solamente en San Miguel de Guilhem-le-Désert (Untermann, 2006: 95).
Lillo. Todos los edificios poseen contrafuertes exte-
riores de sillería, enjarjados en los paramentos. Por No hay muchas posibilidades de estudiar compa-
el contrario, la mayor parte de los edificios conside- rativamente los vanos de los edificios visigodos, dado
rados visigodos emplean sistemáticamente las colum-
69
nas: así, las basílicas de doble ábside de Casa Herrera, En ambos casos la fábrica del pilar es de ladrillo:
Oswald, en Oswald, Schaefer y Sennhauser, 19912: 309, 321.
El Germo, Torre de Palma y Mértola; Son Fadrinet, La fecha de la fundación a cargo de Einhard ha sido confir-
Son Peretó, San Juan de Baños —con las dudas que mada para Seligenstadt dendrocronológicamente: Jacobsen,
despierta su fecha—, Segóbriga, Alconétar, El Tol- en Jacobsen, Schaefer y Sennhauser, 1991: 382. La elección
del ladrillo en ambos templos no es casual, pues constituyen
mo de Minateda, El Bovalar, la basílica del Anfitea- excepción en la arquitectura carolingia del IX. Cf. Ludwig,
tro de Tarragona, la basílica de la necrópolis del Fran- Müller, Widdra-Spiess, 1997: 56-57. Se aprecia también una
colí en Tarragona, la basílica del Parque Central de mejora considerable en la técnica de cocción de los ladrillos,
de Steinbach a Seligenstadt.
Tarragona, San Pedro de Mérida, la basílica catedral 70
Los pilares miden 0’93 x 1’50 m de sección, dimensio-
nes a comparar con los asturianos: en Santullano, el mayor
68
Al respecto, la abundantísima información recogida en templo conservado, miden 0’64 x 0’64 m sobre basas cuadra-
los dos volúmenes de Vorromanische Kirchenbauten (Oswald, das de 0’77 m de lado.
Schaefer y Sennhauser, 19912, y Jacobsen, Schaefer y Senn- 71
El paralelo formal con la arquitectura asturiana no ha
hauser, 1991. escapado a los dos estudiosos de esta arquitectura.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 267

que la mayor parte de ellos se conocen solamente por la bóveda de la capilla central de la cabecera, formada
la excavación arqueológica de las plantas. Por ello, por tres arcos de ladrillo que encierran plementos de
resulta aventurado rastrear los precedentes de los toba (Manzanares, 1954: 10). Foncalada constituye
vanos asturianos. Manteniendo la norma de que la un edículo completamente abovedado en sillería ca-
solución de cubierta determina —y está determina- liza. No hay datos sobre la composición material de
da a su vez por— la capacidad portante del muro y, las bóvedas de Nora, Gobiendes y Priesca. No se
por ello, solamente puede contarse con vanos amplios emplea en ningún caso la bóveda de arista —salvo
en edificios no abovedados, como los basilicales as- el esbozo de aristas que supone el encuentro de la bó-
turianos, cabe suponer que la mayor parte de las ba- veda de cañón de la cripta de Naranco con los lune-
sílicas visigodas cubiertas con madera adoptarían un tos que cubren los dos vanos de entrada a la misma
claristorio tradicional paleocristiano, con vanos rec- desde el Norte y el Sur—, ni las bóvedas cupuladas
tangulares situados sobre las claves de las arquerías de gallones o vaídas, ni cúpulas sobre pechinas o
divisorias de las naves. No obstante, los hallazgos de trompas. Se emplean fajones de articulación interna
dinteles de ventanas labrados en bloques monolíticos en las dos bóvedas superpuestas de Naranco y en la
de doble arco de herradura en la basílica de El Tol- capilla oriental, cámara occidental sobre el pórtico
mo de Minateda (Sarabia Bautista, 2003: 94-95), muy y dependencia septentrional de Lena (García de Cas-
similares a los asturianos (García de Castro, 1995: tro, 1995: 380; 479; Carrocera, Díaz y Sierra, 2009:
247-260), han introducido un factor de cierta segu- 334), no en la dependencia central de la tribuna oc-
ridad cronológica en la ubicación de piezas descon- cidental de Valdediós, como erróneamente se ha afir-
textualizadas, como las ventanas de Mérida (Schlunk, mado (Noack-Haley y Arbeiter, 1994: 174; Utrero,
1947: 260, fig. 276) o San Román de Toledo, osci- 2006: 142). Últimamente han sido documentados
lantes en la historiografía tradicional entre fechas sistemas de zunchos de madera a media altura y en
tardoantiguas o altomedievales. Es posible por ello la coronación de algunos templos asturianos, como
contar con edificios cubiertos con madera dotados de Tuñón (Caballero y Rodríguez, 2010: 91-154). Per-
vanos estrechos, al modo de la serie de San Salva- manece hasta la fecha como un únicum técnico el
dor de Valdediós, abovedado, o de San Andrés de empleo de vigas de hierro sobre las impostas de la
Bedriñana, cubierto con carpintería de madera. En bóveda de la dependencia central del pórtico occiden-
este sentido, no extrañaría a los hábitos constructi- tal de Valdediós.73 La cúpula de la catedral de Aquis-
vos del siglo VII el sistema de vanos de San Juan de grán posee anclajes de anillos de madera y vigas de
Baños, compuesto por estrechas ventanas abocinadas hierro en el tambor. Su función consiste en recoger
al interior, dotadas de celosías. los esfuerzos laterales y reconducirlos hacia la ver-
tical, de forma que el peso actúe como en una estruc-
Las soluciones de cubierta aplicadas en la arqui- tura monolítica, sin tensiones laterales, ya que no
tectura asturiana comprenden edificios basilicales apoya en sistema alguno de contrafuertes y no está
cubiertos con carpintería en el aula y dependencias descargada por las bóvedas del deambulatorio. La
laterales y bóvedas en las capillas de la cabecera estática es similar a la de San Vitale de Rávena, donde
(Santullano, Priesca, Gobiendes, Tuñón, Nora, San- el deambulatorio estuvo originalmente cubierto con
ta María del Rey Casto), edificios de nave única madera y careció por ello de toda capacidad de des-
cubiertos con la misma combinación (Bedriñana, carga (Kreusch, 1965: 470-471). Por su parte, la cripta
Bendones, Arbazal) y edificios completamente abo- de Steinbach posee una bóveda construida alternan-
vedados (Naranco, Lillo, Lena, Valdediós y Cámara do hiladas de dos bloques de toba calcárea con otras
Santa de San Salvador de Oviedo). Las bóvedas dos de ladrillos dispuestos al canto, de 29 cm de lado,
empleadas son de cañón en su totalidad, construidas lo que determina la sección (Ludwig, Müller, Widdra-
con elementos de toba calcárea, como en Naranco Spiess, 1997: 55).
(Carrocera, Díaz-Nosty y Sierra, 2009: 335), Lillo La mayor parte de los edificios visigodos cono-
(García de Castro, 1994), Lena y Valdediós,72 o en cidos arqueológicamente dispusieron de cubiertas de
ladrillo, como en Santullano (Selgas, 1916: 51) y la carpintería de madera en las aulas, y pudieron con-
Cámara Santa (Fernández Buelta y Hevia, 1984: 104). tar con bóvedas en los ábsides y santuarios. No hay
En Bendones se ha descrito una solución mixta para hasta el momento edificios de tipología basilical de
73
Es errónea la afirmación de Utrero (2006: 135) atribu-
72
Información extraída del seguimiento arqueológico de la yendo a Schlunk (1947: 379) la existencia de estas vigas tam-
restauración del templo a lo largo de 2010, a cargo de Sergio bién en la nave central: este autor solamente indica que se
Ríos González. aprecian en «el porche de entrada».
268 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

esta cronología completamente abovedados, como los En cuanto a los pavimentos, todos de opus signi-
que aparecen en Asturias a mediados del IX. Las num, de los que se conservan considerables testimo-
basílicas carolingias estuvieron cubiertas con carpin- nios en buena parte de los edificios, la herencia tar-
tería de madera, reservando las bóvedas para ábsides doantigua es patente. Existen suficientes ejemplos de
—de horno— y criptas —de cañón—. Es de desta- pavimentos en el mismo material en la Hispania tar-
car que en Steinbach la carpintería de madera estu- doantigua, por ejemplo en el complejo episcopal de
vo oculta mediante la colocación de un cielorraso Egara-Terrassa (García, Moro y Tuset, 2009), Santa
estucado plano, posteriormente revocado y pintado, Cristina d’Aro, la cella memoriae de Ampurias, Santa
lo que es coherente con la colocación de un friso de Reparada a Cinclaus (Aicart, Nolla y Palahí, 2008),
modillones en la coronación de los muros de la nave el Castell de Sant Julià de Ramis (Burch et al., 2006),
central (Ludwig, Müller, Widdra-Spiess, 1997: 44). el Pla de Nadal (Juan y Pastor, 1989; Juan y Lerma,
Los edificios centrales como la catedral de Aquisgrán 2000), el mausoleo denominado cárcel de San Vicente
y sus derivados estuvieron cubiertos con cúpulas, de de Valencia (Soriano, 2000), la Plaza del Rey de
ocho paños de mampostería de toba calcárea en el Barcelona (Bonnet y Beltrán de Heredia, 2000), Son
caso aquisgranense (Kreusch, 1965: 470). Fadrinet (Ulbert y Orfila, 2002), Casa Herrera (Ca-
ballero y Ulbert, 1976), como para insitir en el asunto.
Los acabados exteriores e interiores de los edifi- Los acabados originales carolingios, bien conser-
cios asturianos son uniformes: paramentos enfosca- vados, bien reconocidos a través del registro ar-
dos y pintados. Los testimonios sobre ello son pa- queológico, se componen mayoritariamente de para-
tentes en los interiores que conservan notables super- mentos interiores revocados y pintados: palacio de
ficies pintadas (Santullano, Lillo, Priesca, Valdediós, Saint Denis (Wyss, 1999: 139), Aula Regia del pa-
y Tuñón) o revocadas (Nora, Naranco), y en los ex- lacio de Ingelheim (Grewe, 1999: 145),74 cripta de
teriores, en aquellos ejemplos que han conservado San Maximino en Tréveris, cripta de Sankt Esmme-
testigos muy considerables de los revocos (Santullano, ran de Ratisbona, Torhalle de Lorsch, basílica de
Valdediós, Priesca, Tuñón). En lo demás edificios es Steinbach, basílica de Seligenstadt, basílica de Inden-
de suponer una apariencia similar, con aparejos des- Kornelimünster (Hugot, 1968: 108), cripta de San Mi-
tinados a la ocultación, como indican los testigos de guel de Fulda, cripta de Santa Lioba en San Pedro
enfoscados presentes en Lena o la Cámara Santa. Sólo de Petersberg (Kiessow, 19982), San Proculus de Na-
se conoce un solo caso de aparejo visto, en la Fon- turns, Aula Palatina de Paderborn, capilla de San Sil-
calada, donde la presencia de inscripciones en la vestre de Goldbach, o los grandes ciclos pictóricos
fachada anterior garantiza que hubieron de estar vis- suizos de Müstair y Mals (Preissler, 1999; Exner,
tas, aunque pudieron disponer de pintura de color que 1988; Goll, Exner y Hirsch, 2007), Westwerk de
facilitara su lectura, como las inscripciones de los Corvey, la cripta de Saint-Germain de Auxerre (Heitz,
dinteles interiores de las ventanas de la cabecera triple 1987; Sapin, 1986), o Saint-Pierre-les-Églises (Hei-
de Valdediós. Contrasta esta solución con los apare- tz, 1987: 201-202). Excepcionalmente parece haberse
jos de sillería decorada con frisos en relieve, como recurrido al mosaico, como en la cúpula de Aquis-
se manifiesta Quintanilla de las Viñas o el interior de grán (Untermann, 1999: 157), y en la cúpula del
San Pedro de la Nave, destinados sin duda a la os- ábside central de Germigny-des-Près (Bloch, 1965).
tentación. En los edificios conocidos exclusivamen- Los pavimentos consisten en opus sectile, como
te a traves de excavaciones arqueológicas es necesario en Ingelheim (Grewe, 1999: 145), hormigón, baldo-
suponer revocos murales, interiores y exteriores. La sas cerámicas y enlosados de piedra —mármol y tra-
arquitectura asturiana es en este aspecto heredera de quita—, como en la catedral de Colonia VIIb (We-
la precedente tardoantigua. No existe ningún ejem- yres, 1965: 399; Oswald, en Oswald, Schaefer y
plo asturiano de paramento mural con intención de- Sennhauser, 19912: 142), o en el templo de San Juan
corativa en la combinación de formas, colores y asien- de Müstair (Sennhauser, en Oswald, Schaefer y Sen-
to de los mampuestos o sillares, como sí existen en nhauser, 19912: 228), hormigón, como en Corvey (Ja-
algún ejemplo de la arquitectura carolingia, como en cobsen, en Jacobsen, Schaefer y Sennhauser, 1991:
las criptas de Jouarre, la parroquial de Cravant o la 82-83), catedral de Hildesheim (Schaefer y Oswald,
Torhalle de Lorsch. Steinbach nuevamente ofrece una
solución mixta, de aparejo de piedra rojiza vista re- 74
Aunque el mismo Grewe hace notar que ningún frag-
junteada en rojo combinada con revoco blanco en la mento pictórico recuperado permite corroborar la descripción
que de su programa figurativo hizo Ermoldus Nigellus en su
parte superior de los muros exteriores (Ludwig, poema dedicado a Ludovico Pío en 826. Vid. el texto en
Müller, Widdra-Spiess, 1997: 42). Schlosser, 1892: 364-365.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 269

en Oswald, Schaefer y Sennhauser, 19912: 118; Ja- Lillo y éstos edificios. Naranco no pudo ser inspira-
cobsen, en Jacobsen, Schafer y Sennhauser, 1991: do por la Cámara Santa, como pretendió Schlunk
183), Steinbach (Ludwig, Müller, Widdra-Spiess, (1947: 349-353), entre otras razones porque es más
1997: 62), Inden-Kornelimünster (Hugot, 1968: 108), que probable que la Cámara Santa sea posterior al
morteros como en los edificios claustrales de San Juan belvedere en unos treinta años (García de Castro,
de Müstair (Sennhauser, en Jacobsen, Schaefer y 1995: 371-372). Mas, aun cuando no tuviéramos en
Sennhauser, 1991: 296), una combinación de mortero cuenta esta tesis, es una necesidad lógica admitir que
de arcilla, tableros y enlosado pétreo como en la co- un edificio como el de Santa María de Naranco no
legiata de Vreden (Oswald, en Oswald, Schaefer y es el resultado de la integración local de diversos
Sennhauser, 19912: 365). Nuevamente hay mosaicos elementos de heterogénea procedencia,76 sino el pro-
excepcionales, como en el pavimento del ábside de ducto de la importación de un sistema constructivo
la colegiata de Saint-Quentin (Vieillard-Troiëkouroff, completo y formado hasta en sus más mínimos de-
1965: 365), o la catedral de Aquisgrán (Kreusch, talles, desde la proporción que rige su trazado pla-
1965: 488-489), donde convivieron con losas marmó- nimétrico hasta el acabado de los paramentos. Es una
reas (Oswald, en Oswald, Schaefer y Sennhauser, manera de construir la que se importa en su totali-
19912: 16). dad y la que se aplica a una necesidad funcional que
sí pudo estar dictada por el promotor local.
La ubicación de la decoración difiere en ambos
3. EL CAMPO DE LA ESCULTURA ARQUITECTÓNICA75 modelos. En el modelo austero se concentra en tor-
no al santuario, donde se ubican los capiteles, las
Los componentes de la decoración relivaria en la placas decorativas, y las arquerías perimetrales
arquitectura asturiana pueden sistematizarse en dos —cuando aparecen—. En el modelo enriquecido, la
modelos que podríamos denominar edificios «auste- decoración se distribuye uniformemente por el inte-
ros» y edificios «enriquecidos». Los primeros care- rior y asoma al exterior con la profusión de celosías,
cen de elementos escultóricos ornamentales, reducién- acanaladuras e incluso medallones. Es éste segundo
dose su equipamiento a impostas y basas de modelo el que presenta afinidades con los paralelos
molduración sencilla en el interior y a modillones de orientales aducidos a propósito de la decoración ex-
rollo en el exterior. Como máximo presentan arque- terior de La Nave y Quintanilla, no en el sentido
rías perimetrales en el interior de la capilla central formal, de inspiración directa de motivos y distribu-
de la cabecera o parejas de capiteles en los arcos ciones de los mismos, sino en el conceptual, de con-
triunfales. Responden a este modelo Santullano, Nora, cebir el muro como soporte decorativo.
Priesca, Gobiendes, Tuñón, Valdediós, Bendones, El papel de los spolia en la decoración asturiana
Bedriñana y la Cámara Santa. Los segundos incor- ofrece ocasión para reflexionar sobre el valor simbó-
poran un completísimo aparato decorativo en relie- lico del pasado. La primera aparición de spolia se
ve —discos, placas esculpidas, bandas acanaladas, encuentra en el vano del testero de San Tirso de
series de capiteles, roscas de los arcos, basas— que Oviedo. En él, dos capiteles de pilastra tardorroma-
articula los muros interiores y adorna los exteriores nos se sitúan en ambas jambas de la ventana trífora,
con acanaladuras en los estribos. Se limita el mode- mientras que dos copias asturianas de ellos, labradas
lo a los tres edificios abovedados por completo y ex profeso, coronan las columnas centrales. Parece
fechados a mediados del IX, Naranco, Lena y Lillo, realzarse aquí la producción local frente al modelo,
a los que se suma el pórtico meridional de Valdediós, relegado a los márgenes. En Santullano, ligeramen-
que forma la fase II del edificio. Pese a su coetanei- te posterior, la arquería perimetral de la capilla cen-
dad y relativa vecindad topográfica, Lillo y Naran- tral emplea ocho capiteles de acarreo (Noack-Haley,
co pertenecen a proyectos diferentes y han sido equi- 1986; García de Castro, 2007: 111-113) sobre fustes
pados por talleres distintos. Lena es derivado claro y basas igualmente reaprovechados, complementados
de Naranco, con el que comparte, aun cuando en por dos pilastras recortadas que se sitúan en las res-
escala reducida y simplificada, muchos de los rasgos pectivas faces orientales de las jambas del arco triun-
del proyecto y la plasmación material del mismo. fal. De piezas expoliadas se componen igualmente las
Resulta evidente que no se puede sostener la idea de columnillas de la ventana trífora de la cámara supra-
continuidad entre la arquitectura anterior a Naranco- absidal. No dispone este templo de plástica propia,

75 76
Remito a los capítulos correspondientes de García de Conclusión obvia de la metodología analítica del tipo
Castro, 1995: 275-326 y García de Castro, 2007. Quellenforschung.
270 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

si se exceptúan las impostas y los modillones exte- gia de fines del VIII y primer tercio de IX. El corpus
riores, como acontece con Nora y Bendones. Por su de Ruth Meyer (1997, I Text; II Tafeln) permite aso-
parte, la Foncalada carece de todo elemento decora- marse a la producción de capiteles conservada en el
tivo, salvo la cruz inscrita en el piñón de la fachada ámbito alemán, del que extraemos los siguientes
anterior, y la simetría conscientemente buscada que ejemplos como clara manifestación de esta voluntad
ofrece la disposición de las inscripciones de la mis- clasicizante:77 Santa María de Aquisgrán, capiteles A2
ma fachada. A mediados del IX acontece una verda- y A3 de la arcada superior de la tribuna, (I, 9-11, 12-
dera revolución: Naranco ofrece una escultura con- 14; II, 589, 591); Santa María de Aquisgrán, capitel
cebida expresamente para el edificio, labrada por un de pilastra A6B en el exterior del piso superior, co-
único taller en el mismo material, sin una sola pie- pia del capitel romano de los siglos II-III A6A (I, 25-
za reaprovechada. Lena se inscribe en su línea con 27; II, 597); Santa María de Aquisgrán, capiteles A7
todas sus piezas originales en la fase I, utilizando el de la balaustrada en bronce de la tribuna (I, 30-32;
acarreo solamente en la fase II correspondiente al arco II, 598); San Esteban de Corvey, capiteles Cor 1 de
triunfal y cancel. Lillo, por el contrario, muestra una la cripta del antecuerpo occidental (I, 45-49; II, 611);
escultura igualmente original, pero de múltiples Drübeck, capiteles de la arquería septentrional de la
manos (García de Castro, 1995; 2007) y reutilizan- nave (I, 57; II, 614); colegiata de Essen, capitel de
do elementos del primer proyecto en el segundo (Ca- la columna exenta en el santuario (I, 69-73; II, 621);
ballero et al, 2008: 24-26), sin que haya reempleo de San Miguel de Fulda, capiteles corintios Fu 1, 2, 3
piezas ajenas a la obra. La promoción arquitectóni- y 4 (I, 90-96; II, 628, 630, 631); San Miguel de Ful-
ca asturiana no olvidó a partir de este momento do- da, capiteles jónicos Fu, 5 y 6 (I, 97-102; II, 633,
tarse de talleres escultóricos propios. Gobiendes, 634); San Miguel de Fulda, producciones jonicizan-
Valdediós, Bedriñana y Priesca privilegiaron la co- tes Fu 7ª y /B (I, 103-108; II, 636); Saalkirche de
locación de la escultura autóctona de capiteles, re- Ingelheim, impostas con volutas del crucero Ing 2 y
curriendo excepcionalmente al reempleo, como en los 3 (I, 163-166; II, 664, 666); Torhalle de San Naza-
capiteles de arcos triunfales de las capillas laterales rio de Lorsch, capiteles de la fachada occidental Lo1,
de Valdediós. Tuñón, sin embargo, sólo posee dos Lo2 (I, 214-219; II, 695-696); Torhalle de San Na-
piezas escultóricas, con todos los elementos reapro- zario de Lorsch, piezas jonicizantes al modo de Fulda
vechados, en el arco triunfal central, al igual que la Lo7 y 8, capiteles del sarcófago de Luis el Germá-
Cámara Santa, cuya capilla superior cuenta con cuatro nico (I, 230-233; II, 704-705), con paralelos en un
columnas tardoantiguas, sendos pares en el arco triun- capitel reutilizado como basa en la catedral de Es-
fal y en la ventana del testero. Se puede observar, sen (II, 706, Abb 3 o el capitel M del castillo de
pues, que la plástica propia gozó de mayor conside- Quedlinburg (II, 706, Abb. 4); San Juan Bautista de
ración que la ajena entre los promotores asturianos, Rasdorf, capiteles de acanto clásico de la arqueiría
y, por ello, puede afirmarse que no le es de aplica- meridional Ra 1, 3, 5 y 6 (I, 324-325, 331-332, 335-
ción la norma habitual de la arquitectura altomedie- 339; II, 758, 762, 763); Unterregenbach, capitel jo-
val del prestigio inducido a través del reempleo de nicizante del Würtembergisches Landesmuseum Unt
piezas aureoladas por su pertenencia a un pasado 1 (I, 462-465; II, 830); Sankt Gallen, capitel corin-
glorioso (García de Castro, 2007: 113-114). Ello no tizante atribuido a la fundación del abad Gozbert (I,
impidió introducir estos mismos elementos corona- 472; II; 833). Nada semejante se aprecia en la pro-
dos por piezas propias, como acontece en los fustes ducción asturiana, ni en la leonesa, caracterizada,
y basas del arco del pórtico occidental y las capillas como ya se ha reconocido repetidamente, por el
de la cabecera de Valdediós. Por el contrario, el pór- empleo de acantos espinosos de ascendencia paleobi-
tico meridional es obra en su totalidad original, con zantina (Schlunk, Noack-Haley, Domínguez Perela),
una escultura integrada en el proyecto, al modo con- sin que se pueda aportar ningún ejemplo de tipo com-
cebido y ejecutado en Naranco. puesto. La misma voluntad de imitación de los tipos
Es cuestión que apenas ha sido tratada por la in-
vestigación la relación de la escultura arquitectóni- 77
No me referiré aquí a la escultura spoletina de San Sal-
ca asturiana con el denominado «renacimiento caro- vatore y el tempietto de Clitunno, dadas las ostensibles diver-
gencias entre las propuestas de datación que se vienen esgri-
lingio», entendiendo por tal la vivificación consciente miendo por los estudiosos. En último término cf. Jäggi, C,
del estilo y la iconografía de la edad constantiniana 1998: 253-254, que se pronuncia por una fecha entre fines del
(Krautheimer, 1942; Panofsky, 19834: 88-97): su vin- VI y principios del VIII, lo que excluye a este templo y al tem-
pietto del renacimiento carolingio, como había sido sosteni-
culación o no con el renacimiento de los tipos y es- do, entre otros, por Deichmann (1943). No obstante, Unter-
tilos clásicos que se aprecia en la escultura carolin- mann (2006: 88) ha vuelto a defender la fecha del siglo VIII.
Anejos de AEspA LXIII VISIGODOS, ASTURIANOS Y CAROLINGIOS 271

clásicos ha sido reconocida para las producciones ni de lo murciano ni en general el SE hispánico (Ra-
emirales andalusíes (Cressier, 1990: 90-96; Domín- mallo, Vizcaíno y García, 2007; Gutiérrez y Sarabia,
guez Perela, 1990: 111). El hecho de su ausencia en 2007) puede rastearse en Asturias, ni en lo iconográ-
Asturias juega nuevamente en contra del papel im- fico ni en lo estilístico. No se conoce en Asturias un
pulsor de lo omeya en la plástica asturiana y es ar- solo caso de pilar decorado escultóricamente, como
gumento a favor de la intuición de que los promoto- los que caracterizan la escultura lusitana tardoanti-
res y artistas asturianos mantuvieron una alta gua —Mérida, Badajoz, Beja— o el ejemplo toledano
conciencia del valor estético y simbólico de sus pro- de San Salvador. No hay fustes decorados en toda su
pias creaciones. superficie, como en Algezares. No existen los can-
En general, puede afirmarse que desde que se celes decorados con motivos derivados de la musi-
inicia en Asturias una producción de capiteles con- varia tardorromana —círculos secantes, rosetas hexa-
tinuada, a partir de los primeros años del IX, se adopta pétalas, trifolias, trenzas, series de semicírculos
una morfología derivada del capitel-imposta bizan- imbricados o superpuestos—, ni cruces caladas con
tino, a la que se adaptan tanto los ejemplares corin- láurea. Se pueden admitir citas esporádicas, como el
tios como los facetados. No existe ningún ejemplo de medallón ya célebre del Pla de Nadal en relación con
capitel troncocónico invertido, ni aparecen casos de los de Naranco, la tipología de basas con plinto ele-
capiteles achatados de gran desarrollo de la superfi- vado decorado de Algezares en relación con los dos
cie del ábaco, con grandes acantos envolviendo el ejemplos conservados provenientes del Monte Naran-
cesto, ni se adoptan los tipos compuestos. Los tipos co -uno en el edificio de Santa María y otro en el
corintios que aparecen en Asturias coetáneos a los de Museo Arqueológico de Asturias-, la organización
imitación mediobizantina no muestran rasgos que los tripartita del tablero de cancel de Valencia (Ribera y
emparenten con la plástica visigoda precedente, tal Rosselló, 2007: 352) que se reproduce en la placa del
y como se manifiesta en San Juan de Baños (Palol, grifo de Lillo, o las retículas caladas del tipo I de los
1988: 43-52): han desaparecido los caulículos, los canceles de Algezares (Ramallo, Vizcaíno y García,
nervios destacados y los bordes dentados de las ho- 2007: 377-378) del que se conocen casos en la cate-
jas y el ábaco de perfil quebrado. Idéntica seguridad dral de Oviedo y Priesca. Por el contrario, en Astu-
se obtiene del examen de los ejemplares reutilizados rias afloran los tableros y barroteras figurativos,
en la mezquita cordobesa (Ewert y Wisshak, 1981; inexistentes en la Hispania tarodantigua, en una sin
Cressier, 1984-8), de los descubiertos por todas par- duda no casual coincidencia con la plástica escultó-
tes en Toledo (Barroso y Morín, 2007: 552-665), de rica litúrgica del período mediobizantino, donde abun-
los fragmentos de Segóbriga o de Valencia. Nada dan los motivos de grifos, pavos reales, o leones en
tampoco de los capiteles corintizantes emeritenses los tableros de cancel, de las penínsulas itálica, bal-
parece haber inspirado a los escultores asturianos, cánica y anatólica.
según se deduce de la contemplación del corpus de En lo relativo a la escultura litúrgica continental,
Cruz Villalón (1985: 245-249). En cuanto a las ho- Asturias está fuera del ámbito de difusión de los
jas, no hay acantos espinosos, lo que contrasta fuer- motivos de sogas, trenzas y entrelazos que caracte-
temente con el abundante uso de esta forma en la riza la producción continental e insular en los siglos
escultura leonesa del primer tercio del X. Sin embargo, VIII y IX, desde Irlanda y Gran Bretaña (Cramp, 1984;
en las producciones simplificadas de hojas lisas Bailey y Cramp, 1988; Lang, 1991; Twiddle, Biddle
emeritenses (Cruz Villalón, 1985: 250-252) o en los y Kjølbye-Biddle, 1995; Everson y Stocker, 1999;
reutilizados de la mezquita cordobesa (Ewert y Wis- Fisher, 2001; Fraser (ed.), 2008; Redknap y Lewis,
shak, 1981: Taf. 58-59) sí se reconocen paralelos 2007; Edwards, 2007; Harbison, 1992; Harbison,
lejanos a los tipos de la arquería perimetral del san- 1998; Henderson y Henderson, 2004) a Croacia
tuario central de Lillo, aunque la gran difusión de (Supi¤ić, ed., 1999; Marasović, 2008), y que flore-
estos tipos, como indica la misma Cruz Villalón, di- ce igualmente tanto en la Lombardía de los siglos VIII
ficulta el establecimiento firme de corrientes de in- y IX (Bertelli y Briogiolo, eds., 2000) como en am-
fluencia. bientes mediobizantinos de Cerdeña y Campania (Co-
En general, los grupos regionales que van defi- roneo, 2000; Coroneo, ed. 2004; Serna, 2004), Gre-
niéndose en este campo de la escultura tardoantigua cia y Asia Menor, sobre todo en los siglos X y XI
hispánica tampoco ofrecen referencias sólidas en (Grabar, 1976; Stavrou-Mavroeidi, 1999).
términos de influjos o transmisiones de escuela. Nada Parece, pues, claro, que la atención a los mode-
de lo tarraconense y barcelonés (Guardia y Lorès, los orientales deriva en Asturias no de las realizacio-
2007), ni de lo valenciano (Ribera y Rosselló, 2007), nes tardoantiguas, tal y como ocurrió en el SE his-
272 César García de Castro Valdés Anejos de AEspA LXIII

pánico de los siglos VI y VII, según documentan los Barcelona-Universidade Nova de Lisboa, pp. 463-
más recientes estudiosos del asunto (Ramallo, Viz- 469.
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mediterránea oriental. No desdicen de este ambien- Madrid, CSIC-Instituto Arqueológico de Mérida,
te los entrelazos simples o dobles que ornan los ába- pp. 241-276.
cos de los capiteles corintios asturianos, que encuen- ALPAGO NOVELLO, Antriano y DIMITRIOKALLI, Georgios,
tran exactos paralelos en pilastrillas de Cerdeña s.f.: H Buzantinhv tevcnh sthn Ellavda, Ate-
(Pistuddi, 2004: 74). En cualquier caso, se trata de nas, Arcitectonikhv Polei~.
creaciones inspiradas con mayor o menor similitud AMADOR DE LOS RÍOS, José, 1861: El arte latino-bi-
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SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA
ARQUITECTURA RELIGIOSA EN EL REINO CAROLINGIO
POR

MATTHIAS UNTERMANN
Ruprccht-Karls-Universität Heidelberg*

RESUMEN rios por parte de la aristocracia franca, su arquitec-


tura era modesta.
La arquitectura monumental de las grandes abadías del
reino franco dio comienzo en el año 760 y responde a formas Durante el reinado de Pipino, padre de Carlomag-
tradicionales y diferentes funciones. En este momento tuvo gran no, surgió una arquitectura de mayor rango (Stiege-
importancia la discusión en torno a la correcta organización mann y Wemhoff, 1999; Untermann, 2006). El Ma-
del convento como capítulo de clérigos o monasterio de be-
nedictinos o en torno a ambas relacionadas con el tertius gra- yordomo Pipino III se había dejado coronar en el año
dus. Los modelos de Roma y el occidente del reino franco no 751 por el papa Zacarías. Pipino concedió a su clé-
marcaron únicamente la arquitectura de época de Carlomag- rigo Fulrad el título de Abad de Saint-Denis en 750.
no, sino también y especialmente la importante de época de
Ludovico Pío. Saint-Denis, un monasterio situado a las puertas de
la capital París, era desde el 639 el lugar preferido
para los enterramientos de los reyes francos (Wyss,
SUMMARY
2004). Posteriormente, Fulrad sería nombrado archi-
Monumental architecture of the big abbeys in the Frank- presbiter Franciae. En el año 754, Pipino y sus hi-
ish kingdom starts in 760. This one keeps on determined by jos fueron ungidos solemnemente por el papa Este-
those traditional churches whit different functions. It was then
highly important the discussion regarding the proper organi- ban en Saint-Denis. A través de esta alianza con la
sation of the convent like cleric chapter or Benedictine mon- iglesia romana, Pipino desbancó definitivamente a la
astery or both together related to tertius gradus. Models from vieja dinastía merovingia.
Rome and the western Frankish kingdom determined not only
the architecture of Charlemagne, but also mainly that from El convento de Saint-Denis se caracterizaba, como
Luois the Pious. otros grandes monasterios francos de la alta Edad
Media, por la convivencia entre clérigos y monjes
PALABRAS CLAVE: Renacimiento carolingio, monacato,
basílica, cripta, edificio centralizado. (Semmler, 1980; Semmler, 1989). Clérigos que ce-
lebraban la misa, que asistían a peregrinos y monjes,
KEY WORDS: Carolingian Renaissance, monasticism, basi- que vivían una vida ascética en estricta clausura y que
lica, crypt, centralised building.
se encargaban de la liturgia de las horas. Carlomag-
no y sus consejeros intentaron ordenar minuciosamen-
El final del dominio romano supuso en el reino te y sistematizar diversos sectores del estado. Esto
franco, al contrario que en la Península Ibérica, un afectó también a los monasterios que debían gober-
cese de la arquitectura monumental (Oswald, Senn- narse o bien por la regla benedictina, que hacía hin-
hauser y Schäfer, 1966; Jacobsen, Oswald y Sennhau- capié en la vida comunal monástica, o bien adoptar
ser, 1991; Duval, 1995–1998, Untermann, 2006; Ris- el carácter de colegiatas, concentrándose en el boa-
tow, 2007). Aunque el bautizo de Clodoveo y su to litúrgico y en la asistencia a los peregrinos que
acercamiento al cristianismo católico romano redun- visitaban las tumbas de los santos.
daron en nuevas fundaciones de iglesias y monaste- En el monasterio de Saint-Denis, el rey Pipino y
el abad Fulrad iniciaron la construcción de una iglesia
* m.untermann@zegk.uni-heidelberg.de. Traducción de monumental, siguiendo el ejemplo de las grandes
Silvina Martin. basílicas de Roma (Jacobsen, 1989). El nuevo edifi-
288 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Planta de la iglesia de la abadía de Saint-Denis.

cio fue probablemente la primera basílica de tres na- ponde con el plano excavado de la iglesia. La nave
ves con columnas del reino franco, sirviendo de ejem- central de Saint-Denis contaba respectivamente con
plo para numerosas iglesias monásticas construidas nueve arcadas y un total de 16 grandes columnas. Así
alrededor del año 800. Esta iglesia se conoce gracias pues son difíciles de explicar los 45 arcos y las 50
a las excavaciones arqueológicas efectuadas bajo la grandes columnas, enumerados en la descripción. El
iglesia gótica (fig. 1). Como en San Pedro de Roma, elevado número de columnas indica la existencia de
había una nave transversal unitaria, un gran ábside arquerías ciegas adosadas a las paredes y ventanas,
y una cripta anular, que permitía a los fieles visitar como en las iglesias del siglo VI, por ejemplo en la
la tumba del santo. Las arcadas estaban sostenidas por basilica Apostolorum en Vienne a orillas del Ródano
columnas. Arquitectónicamente llaman la atención los (St-Pierre-hors-les-murs). No se han identificados
pedestales de estas columnas; una especie de zóca- fragmentos de los 200 capiteles, lo que hace suponer
los cúbicos decorados con relieves. Las columnas no que se tratase de representaciones pictóricas de los
tenían base y se encajaban en un hueco de estos zó- mismos.
calos. En el reino franco, desde el siglo VI tardío hasta
Pipino fue enterrado en el año 768 delante de la mediados del VIII, fueron muy raras las construccio-
puerta occidental. Su hijo, Carlomagno, dispuso la nes de iglesias de tres naves y, de haberlas, tuvieron
construcción de un anejo, un coro occidental (Jacob- que ser de pequeña dimensión. Sin embargo las gran-
sen, 2002), erigido aceleradamente con el fin de al- des basílicas romanas tardías y las paleocristianas se-
bergar entre diez y quince monjes que cantasen con- guían en uso, pero su imitación suponía, igual que
tinuamente los Salmos. Normalmente estas laus la de las basílicas de Roma e Italia, conseguir una
perennis, les correspondían únicamente a los santos. escala inalcanzable
Existe una descripción redactada en el año 799 de En el reino lombardo, como es sabido, se adoptó
la iglesia de la abadía de Saint Denis (Zettler, 1996). la antigua tradición constructiva de forma mucho más
Según ésta, la iglesia tenía 245 pies de largo, unos intensa. La gran basílica de tres naves de Spoleto,
80 metros, siendo la profundidad de sus cimientos de construida antes de la conquista del reino por los
13 pies. La altura de la nave era de 75 pies, casi 25 francos en el 774 (Jäggi, 1998), contaba no solamente
m, y la altura del campanario de 138 pies. La igle- con un destacado arquitrabe de orden dórico, prác-
sia tenía 101 ventanas, 45 grandes arcos, 50 colum- ticamente desconocido en la Edad Media, sino tam-
nas grandes y 35 pequeñas, además de cinco colum- bién con unos relieves de formas clásicas de gran
nas de mármol. Los «pórticos» contaban con 103 calidad.
columnas. Dos puertas estaban decoradas con oro y Típico de los monasterios francos eran las igle-
plata, tres con marfil y dos solamente con plata. Las sias pequeñas, de las que cada monasterio tenía va-
1250 lámparas que iluminaban el interior debían re- rias de ellas. Itta, la viuda del mayordomo Pipino I,
llenarse con aceite tres veces al año. fundó en Nivelles un monasterio en el 640/42 (Mer-
Esta enumeración de datos, redactada en el estilo tens, 1962; Donnay-Rocmans, 1999) que contaba con
laudatorio propio de la antigüedad tardía, no corres- tres iglesias: Santa María, para el convento de las
Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 289

monjas; San Pablo para el clero y el pueblo y final-


mente San Pedro, la iglesia funeraria destinada a
albergar las tumbas de la fundadora y de las monjas.
También en Saint-Denis formaban parte del mo-
nasterio diferentes iglesias de una sola nave: la iglesia
sepulcral, con la tumba de San Dionisio; la iglesia
de San Pablo, para el clero; dos iglesias sepulcrales,
San Bartolomeo y San Pedro, para diferentes grupos
de nobles; y probablemente otra iglesia para el con-
vento. Una dilatada fortificación circundaba la inmen-
sa ciudad monacal. A ella pertenecían un palacio real,
un hospital y numerosas casas de artesanos. A par-
tir del año 767, Saint-Denis pasó de ser la iglesia
sepulcral de un santo a convertirse en la monumen-
tal iglesia principal del gran monasterio, pero este
sistema no llegó a funcionar (Semmler, 1989).
El abad alamán Waldo, nombrado por Carlomagno
en el 806, intentó que en el convento de Saint-De-
nis se acatase la regla benedictina. Según las fuen-
tes, primero amenazó con utilizar la violencia, pero
finalmente recurrió a la elocuencia y el ejemplo. Su
sucesor, el abad Hilduin, archicancellarius de Ludo-
vico Pío, se inclinó por el tertius gradus, una forma
de vida entre la canónica y la monacal, entre la co-
legiata y el monasterio. De hecho esto significaba que,
según el sínodo de Aquisgrán del 817, el monaste-
rio se decantaba por convertirse en colegiata. Fig. 2. Monasterio de Centula.
Por este motivo, un tercio de los monjes del con-
vento abandonaron Saint-Denis y se trasladaron a un
monasterio cercano para poder vivir en ascetismo nard 2009). También aquí había varias iglesias: San
monacal. Después de fuertes polémicas, entre los años Benito y Santa María, esta última estudiada arqueo-
829 y 832, el convento en conjunto se decidió por la lógicamente. Se trataba de un edificio de planta cen-
vida monástica siguiendo la regla de San Benito. tralizada en forma de dodecágono. En las torres de
Finalmente, para la liturgia de las horas celebrada ante entrada de la muralla que rodeaba la ciudad-monas-
la tumba del santo se construyó en el año 832 una terio se encontraban las capillas de los arcángeles. El
cripta exterior, al este del ábside, donde una parte del convento estaba constituido, como en Saint-Denis, por
convento prestaba sus servicios litúrgicos, mientras monjes y sacerdotes. 300 monjes celebraban la litur-
que otra parte del convento hacía otro tanto en la gia de las horas alternando en los tres coros de la
tumba de Pipino. El convento, cuyo tamaño estaba iglesia, situados al este, en el centro y al oeste. Los
limitado a 150 monjes, se siguió dividiendo en diver- sacerdotes tenían que celebrar diariamente 30 misas
sos grupos, que realizaban sus servicios en diferen- en 30 altares, de las cuales 4 eran para Carlomagno
tes zonas de la iglesia. La planeada reforma no lle- y 4 para el papa Adriano.
gó a efectuarse. Diariamente, pero sobre todo en las solemnidades,
El documento litúrgico más importante del reino todos los monjes del convento se desplazaban en
franco es la Orden de uno de los integrantes de la procesión por la iglesia, haciendo estación por dife-
corte de Carlomagno, el abad Angilberto, para su rentes altares e imágenes piadosas (fig. 3). Resulta
monasterio en Centula inaugurado en el 799 (Hallin- notable que en el crucero entre la nave y el transep-
ger, 1963, 283–303; cf. Lot, 1894). El aspecto de este to no se instalasen ni altares ni el coro, sino que se
edificio sólo se conoce por las copias barrocas de un trataba de un espacio octogonal debajo de la torre,
dibujo de plena Edad Media (Heitz, 1963, pl. 1, fig. decorado sólo por fuera con grandes imágenes de la
2). Se trata de una gran iglesia con doble ábside, con Pasión (Möbius, 1985).
el altar y la tumba de San Richario en el lado este y La abadía más importante al este del territorio
con el altar del Salvador al oeste (Parsons, 1977; Ber- franco era Fulda, fundada en el 744 (Hamberger et
290 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

con dos partes, una iglesia en el lado oeste con la


tumba del santo y una basílica al este. También en
Fulda, como en Saint-Denis, se siguió el ejemplo de
San Pedro en Roma. Esta construcción, de grandes
dimensiones y situada en el escasamente poblado
reino oriental, llamaba mucho más la atención. El
abad de Fulda tenía la pretensión de ocupar en la corte
real el segundo rango después del abad de Saint-
Denis.
El transepto oeste se denomina en las fuentes
expresamente como domus transversalis. En la iglesia
había criptas en el lado este y en el oeste y torres
solamente junto al ábside oriental. Cuando el templo
se consagró en el 819 contaba con 14 altares (Becht-
Jördens, 2010). Los planos publicados son problemá-
ticos, ya que las excavaciones efectuadas en la cate-
dral barroca se realizaron de forma poco profesional
y se tomaron medidas incorrectas (Krause, 2002). De
las columnas se conservan grandes capiteles del or-
den compuesto y jónico (Meyer, 1997). Se desconoce
el aspecto de los edificios del claustro. También en
Fulda los monjes del convento formaban grupos di-
ferentes por lo que, sobre todo durante la construc-
ción de la gran iglesia, hubo intensas polémicas,
según nos informan las fuentes escritas (Supplex li-
bellus: Semmler, 1996).

* * *

A menudo el tamaño de las iglesias no era pro-


porcional a la importancia histórica o política del
monasterio. Si bien la monumentalidad de las nue-
vas construcciones suele corresponder a las preten-
siones políticas, no siempre ocurre así. Las iglesias
de la abadía Reichenau, en el lago Constanza, son un
claro ejemplo de ello (fig. 4). Fundada en el 724 en
una isla, sus primeras iglesias fueron simples edifi-
cios de una sola nave (Zettler 1988). Tiene una gran
importancia para la historia de la arquitectura com-
probar que existían edificios de madera, así como un
claustro con el consabido esquema rectangular. Sus
postes de madera han sido datados dendrocronológi-
camente hacia el año 727, exactamente en el momen-
to de la fundación. Sin embargo, el abad Heito, que
actuaba como consejero y diplomático en la corte de
Fig. 3. Iglesia principal del monasterio de Centula.
Carlomagno y que viajó a Bizancio en el 811, hizo
construir una nueva iglesia a partir del 806, que se
al., 2009). Ya en el año 781 el convento contaba con consagró el 816. El transepto, con tres espacios di-
364 miembros, pero alrededor del 825 superaron los ferenciados, todavía conserva la construcción prerro-
600. Algunos de ellos vivían en monasterios exter- mánica hasta la altura del techo. Aquí se encuentra
nos, llamados cellae. En el 791, el abad Baugulfo el primer ejemplo conservado de un crucero de planta
encomendó al monje Ratgar la construcción de una cuadrada y con cuatro arcos de la misma altura (fig.
nueva iglesia del monasterio. Esta contaba también 5). Esta forma difiere ostensiblemente de las iglesias
Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 291

Fig. 4. Iglesia de la abadía de Reichenau construida por el abad Heito en 806.

de Saint-Denis o de Fulda, que con sus transeptos uno de los monumentos más significativos del mo-
unitarios seguían el modelo romano. nacato carolingio: el llamado plano de St. Gallen
Heito se sirvió posiblemente de modelos bizan- (Duft, 1962; Horn/Born 1979; Ochsenbein y Schmuc-
tinos (Meier, 1990). El crucero no empalma hacia el ki, 2002; fig. 6). Varios monjes eruditos de Reiche-
este directamente con el ábside, sino con un gran nau diseñaron el plano de un monasterio con deta-
santuario que tiene dos ábsides paralelos. Estos no lladas inscripciones para Gozbert, el abad del cercano
albergaban el altar principal de la Virgen María, sino monasterio de St. Gallen (Zettler 1990). Estos fue-
los altares de Pedro y Pablo, como ya existían en la ron el abad emérito Erlebald, el bibliotecario Regin-
iglesia anterior; los dos ostensiblemente del mismo bert y el monje Tatto, quien en el 817 había asistido
rango. Al norte y al sur del santuario se encontraban al sínodo de Aquisgrán y de allí había traído una
la sacristía y la biblioteca. La nave era una sencilla transcripción de la regla de San Benito. Para efectuar-
basílica con pilares sin decoración alguna. Los tra- lo se cosieron cinco hojas de pergamino, resultando
bajos de cantería en el monasterio de Reichenau, una superficie para el dibujo de 77 cm x 112 cm. Apa-
situada en una isla de grava, se limitan a los cance- recen simbolizados muros, puertas, muebles, hornos
les. La iglesia estaba decorada con frescos de los y otras instalaciones. La representación de los dife-
cuales se conservan sólo escasos fragmentos. Alre- rentes elementos sigue una tradición romana, cono-
dedor del año 885 se construyó una iglesia para al- cida a través de planos en mármol (Heisel, 1993).
bergar reliquias importantes, situada hacia el oeste y La iglesia es una basílica de tres naves, con co-
con transepto unitario y dos torres. lumnas, transepto, santuario y ábsides al este y al
Numerosas iglesias secundarias y varias colegia- oeste. La parte este de la iglesia se asemeja a Rei-
tas se construyeron después del año 800 en la mis- chenau. También aquí se encuentra el altar principal
ma isla y en los alrededores, en tierra firme (Zettler, en el santuario, no en el ábside, y los altares secun-
2005). De los servicios litúrgicos se encargaban, como darios están situados en los brazos del transepto,
en Saint-Denis, grupos de clérigos pertenecientes al delante de los lisos muros orientales. A los lados del
monasterio. santuario debían estar las habitaciones para las ves-
En Reichenau se confeccionó alrededor del 830 tiduras litúrgicas, el scriptorium y la biblioteca.
292 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

Fig. 5. Nave de la iglesia de Reichenau a la altura del transepto.

En St. Gallen, la tumba del santo se hallaba bajo nas, sino los altares de los arcángeles, del mismo
el altar mayor, por ese motivo se dibujó allí una cripta modo que en Cluny tres siglos después. Los laicos
de galería, angular y con bóveda de cañón. En los podían acceder a la iglesia por el oeste, a través del
ábsides se encontraban otros altares secundarios; en atrio anular. En el interior no había mucho espacio
el ábside este, el altar de San Pablo y en el oeste, el disponible para los laicos, pues casi toda la iglesia
de San Pedro. El coro de los monjes se ubicaba en estaba destinada a la liturgia del convento, como ya
el crucero, no como posteriormente se acostumbró hemos visto en Centula.
hacer, con bancos colocados a lo largo, sino con varias Al sur de la iglesia se dibuja el interior del con-
filas de bancos alineados uno tras otro. Las naves vento. Este consta de un claustro con numerosos ar-
estaban divididas por numerosos canceles. En la nave cos: en el ala este está el dormitorio con 77 camas;
central se encontraban en fila un ambón, un altar de en el ala sur se ve el refectorio, con los bancos y las
la cruz, un altar de San Juan y, algo inusual en un mesas dibujadas; y en el ala oeste se encuentra la
monasterio, una pila bautismal. En las naves latera- bodega con los barriles. Mediante inscripciones se
les había un gran número de altares secundarios. señala que las tres alas cuentan con dos pisos: en la
Las torres redondas a los pies de la iglesia, con planta baja del ala este se encontraría una gran sala
sus escaleras de caracol, no albergaban las campa- calefactada, que servía para múltiples funciones, entre
Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 293

Fig. 6. Plano de St. Gallen.

otras para celebrar el capítulo y para trabajar. Esta El plano del monasterio de St. Gallen es único en
sala contaba con un sistema de calefacción tipo hi- su género. No se trata, como creían algunos investi-
pocausto que se reconoce por su horno exterior y su gadores, de una copia de otro plano. El plano fue
chimenea separada. Las plantas altas de las alas sur dibujado en Reichenau y rotulado de acuerdo con la
y oeste estarían ocupadas por almacenes. En las es- liturgia de St. Gallen. Según mi opinión, su función
quinas del complejo se encuentran el baño y las le- se explica en el mencionado debate sobre la correc-
trinas, así como la cocina. Este ordenado esquema de ta forma de la vida monástica, que fue particularmente
un monasterio no era usual en ninguno de los monas- intenso en los años 825/830.
terios construidos por aquel entonces en Europa. Antes hemos visto que el intento de los conseje-
El plano refleja por una parte la arquitectura de ros de Carlomagno y Ludovico Pío de separar mo-
Reichenau y por otra expresa el concepto del orden, nasterio de colegiata, uno para los monjes y otra para
una idea típica de los ilustradores de libros. En esta el clero, no se correspondía con la realidad de los
ocasión no podemos ocuparnos de los otros nu- grandes monasterios francos (Semmler 1980, 1989,
merosos edificios destinados al abad, a los hués- 1996). Allí vivían juntos numerosos clérigos y monjes
pedes distinguidos y a los peregrinos, a los enfermos en un gran convento, o en ciertos monasterios divi-
y al médico y los novicios; ni de los edificios de- didos en grupos. Esta situación se conocía en el de-
dicados a la explotación, los jardines y los establos. bate como tertius gradus, el tercer estamento. El
Resulta de interés que el monasterio contaba con plano de St. Gallen muestra eso exactamente, un gran
instalaciones propias para la producción de armas: monasterio del tertius gradus para clérigos y mon-
el abad de un monasterio real debía acompañar a jes (Semmler, 2002): la iglesia tiene una tumba de
su rey en las campañas militares, así como también santo y 17 altares, como si fuera una típica iglesia
proporcionar numerosos soldados que las pudieran de un gran convento de clérigos. En realidad ni en
portar. Reichenau, ni en St. Gallen había entonces tantos
294 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

Fig. 7. Nueva iglesia del monasterio de St. Gallen.

altares. La clausura, meticulosamente representada, dus; a favor de la estructura tradicional de los gran-
muestra que esa comunidad de clérigos estaba per- des monasterios francos y en contra de los esfuerzos
fectamente integrada en una comunidad de monjes, de la corte real por hacer reformas.
que vivían según las severas reglas benedictinas. Así El dibujo no fue utilizado como plano construc-
pues, el plano es un alegato a favor del tertius gra- tivo. La nueva iglesia del monasterio de St. Gallen,

Fig. 8. Restitución de la iglesia monástica de Steinbach.


Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 295

construida a partir del año 830, no se parecía a la del


plano (Sennhauser, 2002), no tenía ni transepto, ni
ábsides, aunque al menos contaba con una cripta de
galería angular que conducía a la tumba del santo. El
plano muestra una marcada separación entre la zona
de los laicos y la iglesia de los monjes (fig. 7). La
iglesia occidental de San Otmar, con una segunda
cripta, se construyó, como en Reichenau, algunas dé-
cadas más tarde y se consagró en el 867.
Los edificios que aún se conservan y las detalla-
das fuentes escritas nos ofrecen una imagen del in-
tento fallido de fundar un monasterio con la tumba
de un santo (Schefers, 1992). Eginhardo, canciller de
Carlomagno, recibió, tras la muerte de éste en el 814,
un extenso terreno en el Odenwald. Allí erigió una
iglesia monástica en Steinbach, entre los años 822 y
827 (figs. 8 y 9). Esta iglesia, pensada como sepul-
cro para él y su esposa, se conserva todavía en gran
parte (Ludwig, Müller y Widdra-Spiess 1996) y ha
sido bien documentada y datada dendrocronológica-
mente en el momento de su fundación. Se trata de una
basílica con pilares (cuyas arcadas están hoy tapia- Fig. 9. Plantas de las iglesias de Steinbach y Mulinheim.
das), con dos brazos transversales y tres ábsides. Un
iconostasio dividía la nave central. Es digna de men-
ción la cripta, a la que se podía acceder por las na- apareciéndosele en sueños a Eginhardo. Por esa ra-
ves laterales, y que se compone por varias galerías zón los hizo trasladar a Mulinheim cerca de Fráncfort
dispuestas en forma de cruz. En la cabecera había tres (hoy Seligenstadt), donde él ya había fundado una
altares y a ambos lados de los pies de la galería prin- colegiata.
cipal se encontraban dos nichos para albergar los sar- Pero las reliquias tampoco se instalaron en esta
cófagos de los dos fundadores, que se encontrarían colegiata, sino de forma provisional en una «basíli-
bajo el altar de la cruz situado encima, en la planta ca nueva». Un relato contemporáneo narra que el re-
superior de la iglesia. licario se encontraba en el altar mayor y que los lai-
La iglesia es mucho más pequeña que las iglesias cos podían acercarse hasta él. Eginhardo contaba con
de monasterios de las que hemos tratado hasta aho- un oratorio privado en una tribuna alta a los pies
ra (Jacobsen, 1992). Sin embargo, su forma y tama- de la iglesia, donde se encontraba otro relicario
ño corresponden casi exactamente con la iglesia que albergaba su colección de reliquias de santos.
monástica en Inda. Ludovico Pío fundó allí en el año Para ubicar a los santos Pedro y Marcelino hizo mo-
814 un monasterio modelo para el abad Benito de dificar la cabecera de la colegiata, construyendo
Aniane, un reformador carismático de la nobleza una nueva cripta anular que imitaba el modelo roma-
visigoda, procedente de Septimania. El monasterio de no y permitía a los peregrinos acercarse a las reli-
Inda se encontraba muy cerca de Aquisgrán, donde quias conservadas cerca del altar mayor (Platz, 2006;
se llevarían a cabo en el 817 y el 819 dos grandes fig. 9).
concilios para la reforma del monacato. Esta forma Lo importante era que en Mulinheim, al contra-
de construcción era decididamente benedictina, mar- rio que en Steinbach, los santos de Roma se encon-
cadamente diferente a la de las viejas iglesias de las traban en el marco arquitectónico apropiado, es de-
grandes abadías (Hugot, 1968). cir, equiparable al de las grandes iglesias con reliquias
En el año 827, Eginhardo logró adquirir en Roma de Roma. La cripta cruciforme de Steinbach y su
las reliquias de los santos Pedro y Marcelino que planificación de modo anormal como sepulcro del
trasladó al reino franco, en un viaje descripto deta- fundador, para su enterramiento como si fuese un
lladamente, y que hizo colocar en un relicario del altar santo, eran razones que los clérigos del lugar consi-
mayor de la iglesia de Steinbach, que ya estaba ter- deraban inaceptables para convertirla en el santuario
minada pero todavía no consagrada. Según la tradi- de peregrinación de las importantes reliquias traídas
ción, los dos santos romanos no aceptaron este lugar, de la misma Roma.
296 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

El florecimiento de la arquitectura bajo el empe- gio. Los monjes, que desde hacía unos años vivían en
rador Ludovico Pío y sus sucesores no ha sido sufi- un lugar cercano, menos apropiado, llegaron de Cor-
cientemente destacado. Existen dos grandes iglesias bie, en el norte de Francia. Por este motivo se llama-
monásticas típicas de esa época y que han sido bien ba al monasterio Nova Corbeia. La primera iglesia
investigadas. abacial ya tenía tres naves y una cripta de galería rec-
La iglesia abacial sobre la tumba de San Germán, tangular bajo el presbiterio, como en el casi contem-
en la ciudad obispal de Auxerre, se reconstruyó en- poráneo plano de St. Gallen. En la cabecera se encon-
tre los años 841 y 859 (Sapin, 2000). La iglesia gó- traba una cripta exterior de dos plantas, parecida a la
tica conservó la cripta con sus múltiples naves. Bajo de Saint-Denis.
el santuario se encontraba la pequeña cripta de tres La planta alta tenía un complejo techo de made-
naves, con columnas, spoliae romanas que soportan ra que, siguiendo la tradición antigua, estaba reves-
arquitrabes y bóvedas de cañón. En su ábside se en- tido con mortero sobre una rejilla y pintada. Otro
cuentra el sarcófago del santo que los laicos podían techo plano de madera cubría la planta baja. Los
rodear a través de un estrecho corredor. Nos encon- motivos romanos de su pintura se pueden reconstruir
tramos ante la típica cripta anular romana moderni- a partir de los hallazgos arqueológicos. Se han en-
zada, unida a una cripta central, como será típico en contrado grandes azulejos poligonales de vidrio, que
Francia en los siglos X y XI. Además abren a esta crip- posiblemente pertenezcan al revestimiento de las
ta varias capillas con altares, ricamente decoradas con paredes en opus sectile. La arquitectura antigua no
escultura arquitectónica y pinturas murales. La ca- se conocía aquí a partir de ruinas antiguas, sino que
pilla que se situaba en el extremo era presumible- acompañó a la conquista de Carlomagno y fue intro-
mente una rotonda. Se trata de una cripta exterior, ducida por los monjes venidos del oeste. Corvey se
llamada así desde la Edad Media, originalmente de encuentra a 200 km de los límites del antiguo imperio
dos pisos, que era más rica, litúrgica y arquitectó- romano.
nicamente hablando, que la ya mencionada de Saint- Alrededor del año 860 se reconstruyó la cabece-
Denis. Una cripta exterior como ésta, con ventanas ra, esta vez con un transepto, tres ábsides, una crip-
abiertas al santuario, se conserva también en la rui- ta externa y una capilla cruciforme en el extremo.
na de la iglesia abacial de Flavigny, cerca de Auxe- De gran importancia es el antecuerpo, westwerk,
rre (Sapin, 1986). En Auxerre había además un gran conservado casi en su totalidad, que originariamen-
cuerpo occidental, consagrado en el 865. En su planta te contaba con tres torres y que se construyó en el
baja se encontraba un espacio de tres naves y en la antiguo atrio, entre los años 873 y 885 (Lobbedey,
planta alta un altar consagrado a San Juan. 2002; Claussen y Skriver, 2007). El exterior no re-
El antecuerpo del monasterio de Corvey está bien fleja la estructura de su complejo espacio interior. Un
conservado (Lobbedey, 2009; fig. 10). La abadía se cuerpo central saliente (risalit) indica la entrada oeste.
fundó en el año 822, cuando el territorio sajón ni si- La planta baja se abre con un pórtico de tres arcos.
quiera estaba totalmente integrado en el reino carolin- Una placa con letras clásicas de bronce dorado dice:

Fig. 10. Iglesia de la abadía de Corvey, con el alzado de su antecuerpo o westwerk.


Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 297

Fig. 11. Planta alta del antecuerpo de la iglesia de Corvey.

«Civitatem istam tu circumda Domine et angeli tui se encontraban grandes figuras de estuco, casi de ta-
custodiant muros eius». No está claro si aquí civitas maño natural. Todavía se conservan las sinopias en
se refiere sólo a la iglesia o al monasterio en su to- color rojo y los correspondientes fragmentos de estu-
talidad. Capillas situadas en lo alto, con altares con- co. Los pilares estaban pintados de color rojo y los
sagrados a los ángeles como protectores de la ciudad arcos llevaban una decoración polícroma. Las colum-
celestial, existían ya en las torres occidentales del nillas pintadas de las tribunas conservan ricos capiteles
plano de St Gallen y también en las puertas del y nos muestran el tipo de decoración que habían pla-
monasterio de Centula. neado los constructores. Las estatuas, las columnas de
A través del pórtico se llegaba a una sala de tres la sala de la planta baja y la inscripción de la facha-
naves con columnas que tienen capiteles con moti- da son elementos de un gran valor, tanto estético como
vos romanos. Sólo uno de los capiteles está parcial- representativo. Este antecuerpo muestra la elevada
mente terminado, los otros quedaron abocetados. Al calidad de la arquitectura y la decoración edilicia que
parecer, los capiteles fueron transportados a Corvey alcanzó la época carolingia pocos años antes de la
por barco, donde debían terminarse. Es evidente que caída del imperio, ocasionada por las luchas suceso-
en Corvey, lejos de toda ciudad, no se contaba con rias y por los ataques de los normandos.
los talleres apropiados (fig. 11). Quedan todavía tres edificios excepcionales que
A los lados de esta sala se encontraban unas habi- no pueden faltar en una visión conjunta de la arqui-
taciones, quizás capillas. Dos escaleras conducían a tectura franca de esta época: la Torhalle de Lorsch,
un coro occidental en la planta alta que contaba con la Capilla Palatina de Aquisgrán y la capilla de Ger-
un altar dedicado a San Juan. En tres de los lados del migny.
coro se abrían espacios contiguos coronados por tri- El monasterio de Lorsch se fundó en el año 764
bunas. en la húmeda llanura del Rin, no lejos de Worms. En
Su rica decoración se conoce a través de numero- 767 ya se había construido sobre una duna de arena
sos restos (Claussen y Skriver, 2007). Entre las arcadas rodeada de pantanos. Frecuentemente los planos
298 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

Fig. 12. Vista exterior de la Torhalle del monasterio de Lorsch.

publicados de la primera y la segunda construcción tónicos del medioevo: los pilares con columnas ado-
datan de excavaciones de antes de la segunda gue- sadas y la base ática rodeándolos. La planta alta está
rra mundial. Las nuevas investigaciones ponen de revestida con piezas de piedra poligonales, de forma
manifiesto los problemas que presentan esos planos similar a la de los azulejos de vidrio de Corvey. Pero
(Ericsson y Sanke, 2004; Platz, 2005). Los únicos no se trata aquí de la incrustación de delgadas placas,
vestigios que pertenecen con certeza a la iglesia ca- sino de un opus reticulatum. Las fachadas se encuen-
rolingia son escasos restos de muros que, dado que tran articuladas por pilastras acanaladas con capiteles
se encuentran sobre una fuerte nivelación, es poco jónicos, que sostienen una secuencia de frontones
probable que pertenezcan a los primeros momentos triangulares. Este motivo es frecuente en los sarcófa-
del monasterio. No obstante, el parapeto de piedra que gos de la Antigüedad tardía. La articulación de la Tor-
rodea la duna data de época carolingia. halle no obedece a principios arquitectónicos, sino que
A la entrada del monasterio de Lorsch se encuentra se puede comparar a un trabajo de orfebrería, como el
la famosa Torhalle, una construcción de función des- arco de Eginhardo, conocido por un dibujo barroco.
conocida, que sobrevivió como capilla (Jacobsen, Las paredes de la sala alta estaban pintadas (Hang-
1985; Ludwig, 2006). Este edifico presenta dos ricas leiter, Schopf y Jägers, 1998; fig. 13). Todavía se pue-
fachadas entre dos escaleras laterales (fig. 12). La den reconocer las columnas sustentadas por un ante-
planta baja está abierta por ambos lados con tres ar- pecho polícromo y sobre cuyos capiteles jónicos
cos a modo de un arco de triunfo. Esta es la primera descansa un ancho arquitrabe. Al principio no había al-
vez que aparecen dos importantes motivos arquitec- tar y el techo pertenece al siglo XIV. Las formas de los
Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 299

Fig. 13. Interior de la Torhalle de Lorsch.

capiteles y algunos restos de inscripciones indican que No se puede demostrar que la Torhalle de Lorsch
el edificio se construyó alrededor de los años 830/40. estuviera pensada como un tribunal real, ya que no se
¿Qué función tenía este espacio? A mi parecer la documentan estancias reales en Lorsch. Por cierto, en
pintura de las paredes, que no muestra figuras, nos cada gran monasterio el tribunal correspondía al se-
lo indica. Lo que está representado es una pérgola ñor territorial con la presidencia del abad. En Lorsch,
abierta. La planta alta, iconográficamente, estaba el tribunal podría haberse celebrado en verano en la
igual de abierta que la planta baja. Este tipo de pér- planta baja y en la estación fría arriba, en un espacio
golas servían en la Edad Media como tribunales. igualmente «abierto» e incluso accesible a través de
Cuenta ya la Biblia (1 Reyes 7:7) que el rey Salo- sus dos escaleras.
món se hizo construir una pérgola en el atrio de su
palacio para ejercer allí justicia (Silva, 1999). * * *
300 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

Fig. 14. Conjunto de Aquisgrán.


Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 301

Fig. 15. Interior de la iglesia de Aquisgrán.

El reino franco no tenia una capital principal. El Esta ciudad sería pronto designada capital de su im-
rey iba de palatium en palatium, de curtis en curtis, perio, la llamada sedes regni. Fueron razones deci-
para gobernar y para consumir en el lugar, junto con sivas para la elección del lugar, su ubicación favo-
su corte, los ingresos de los bienes imperiales (Kö- rable, la rica agricultura, así como los buenos cotos
nigspfalzen, 1963–2007; Zotz, 2000 sqq.). Sólo en de caza; pero, sobre todo, las termas romanas, toda-
unos pocos lugares se observa la intención de cons- vía en uso, cuyo poder curativo buscaba Carlomag-
truir edificios destinados para estancias más prolon- no que, aquejado por la gota, las visitaba precisamen-
gadas, es decir, residencias. Carlomagno construyó te en invierno. En Aquisgrán poco antes del año 800,
con gran despliegue de medios su palacio en Aquis- es decir antes de su coronación como emperador,
grán (Binding 1997/98; Untermann 1999; fig. 14). Carlomagno construyó una iglesia muy rica e inusual,
302 Matthias Untermann Anejos de AEspA LXIII

Fig. 16. Iglesia de Germigny.

octogonal, de advocación mariana. La nueva datación Al final de mi discurso en este simposio debo
dendrocronológica de los cimientos es controvertida referirme a la pequeña iglesia de Germigny, consa-
(Schmid et al., 2009; Binding 2010). En el centro de grada en el año 806 (Vieillard-Troïekouroff, 1978).
su espacio central, circundado por pesadas arcadas, Era la capilla del palacio privado de un noble. La
estaba el coro de los clérigos (fig. 15). Altas arcadas, construyó Theodulfo, que fue obispo de Orléans y uno
enrejadas con columnas y barandillas de bronce en- de los estrechos consejeros de Carlomagno. El peque-
riquecían su arquitectura. ño edificio central en forma de cruz se levanta sobre
Las columnas y los capiteles son en parte spoliae, cuatro pilares. Había un ábside en cada lado y tres
en parte copias carolingias. La cúpula de ocho lados en el lado este (fig. 16). Las paredes sobre los arcos
estaba ornamentada con un mosaico. La tribuna es- de herradura estaban abiertas por pequeñas arcadas.
taba reservada para los laicos y en ella se encontra- En el ábside se conserva un importante mosaico
ban el altar de la cruz y la pila bautismal. El famo- que muestra a dos ángeles a ambos lados del Arca de
so trono se instaló allí posteriormente, en el año 936, la Alianza (Freeman y Meyvaert, 2001). Se trata de
para la coronación del rey Otto y desde entonces sólo una demostración de iconoclastia, del que Theodul-
sería utilizado para las coronaciones reales (Hugot, fo era practicante y entonces discutida acaloradamen-
1977; Schütte 2000). te, no sólo en Bizancio, sino también en la corte fran-
De las cinco grandes puertas de bronce que se ca. Debajo se encuentran arcadas ciegas con preciosos
fundieron en Aquisgrán para esta iglesia, se conser- trabajos de estuco (Poilpré, 1998; Sapin, 2004). La
van todavía cuatro (Mende 1994). Ya que no se co- arquitectura de esta iglesia es extraña en el reino fran-
noce ningún trabajo comparable a este y de su épo- co: me gustaría definirla como mozárabe. Theodul-
ca en el norte del reino franco, se supone que fo era una teólogo noble, emigrado de Zaragoza. Sus
proceden de los talleres de algún lugar lejano. Pre- mejores paralelos arquitectónicos se encuentran en
sumiblemente, Carlomagno trajo artesanos del área iglesias hispánicas, como la poco posterior iglesia de
mediterránea, de Lombardía y de regiones árabes, Lebeña. Evidentemente, la iglesia de Germigny fue
quienes dominaban la técnica para esculpir capiteles construida por talleres francos, lo que explica la ex-
inspirados en motivos romanos, para fundir el bron- traña mezcla de formas hispánicas y francas (Unter-
ce y para la fabricación de mosaicos. mann, 2006: 82).
* * * * * *
Anejos de AEspA LXIII SAINT-DENIS Y ST. GALLEN: ASPECTOS DE LA ARQUITECTURA RELIGIOSA... 303

No poseemos una imagen coherente de la arqui- HANGLEITER, H. M.; SCHOPF, St. y JÄGERS, E., 1998:
tectura sacra franca. Nuestros conocimientos son frag- «Untersuchung historischer Oberflächen und Far-
mentarios y aislados. Sin embargo, las importantes bigkeiten in der Lorscher Torhalle», en EXNER,
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la investigación sigue siendo muy activa y, por ello, UNESCO Hefte des Deutschen Nationalkomitees,
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ALABA WA-L-QIL¿: LA FRONTERA ORIENTAL
EN LAS FUENTES ESCRITAS DE LOS SIGLOS VIII Y IX
POR

JUAN JOSÉ LARREA y ERNESTO PASTOR


Universidad del País Vasco*

RESUMEN ed into the politics of the border regions than responding to


decisions taken by the monarchy. Moreover, it strengthens local
Desde lógicas políticas diferentes, las fuentes cronísticas political formations, pumping into the interior richness often
árabes y latinas trazan desde Córdoba y desde Oviedo una serie associated with displays of status and feeding the process of
de fases de dominación, pacto y enfrentamiento en el Alto Ebro internal hierarchisation.
que generan un ámbito de frontera percibido como un dípti-
co: Álava y Castilla, Alaba wa-l-Qilâ¿. Si la coherencia entre PALABRAS CLAVE: Álava, Castilla, al-Andalus, crónicas ára-
ambas tradiciones cronísticas es mayor de lo que se suele bes, crónicas asturianas, fuentes diplomáticas, frontera, so-
presuponer, su estudio conjunto con las fuentes diplomáticas ciedad altomedieval, guerra.
–cuya pertinencia y validez se reivindican en este artículo–
aporta además elementos capaces de identificar conexiones de KEY WORDS: Álava, Castile, al-Andalus, Arab chronicles,
la evolución política con un paisaje social compuesto por re- Asturian chronicles, diplomatic sources, charters, frontier,
des de familias con diversos grados de jerarquización y orga- early medieval society, warfare.
nizadas en torno a iglesias: la guerra, no limitada a la defen-
sa contra las aceifas, sino multiforme y más integrada a menudo
en la dinámica política de la periferia andalusí que en deci-
siones de la monarquía, da consistencia a las formaciones Nuestra intención con las páginas que siguen es
políticas, bombea al interior riquezas vinculadas a la exhibi- abordar globalmente la consistencia de las fuentes
ción del rango y alimenta la jerarquización interna. escritas relativas a los territorios orientales del rei-
no astur, las tierras de Alaba wa-l-Qilâ¿, entre la con-
ABSTRACT quista islámica y el reinado de Alfonso III (866-910).
Castilla y Álava han sido objeto de una abundante e
Though parting from different political perspectives, the
Arab and Latin chronicles emanating from Córdoba and Oviedo importante producción historiográfica, sobre todo la
outline a series of phases of domination, treaty and conflict primera.1 Pero estimamos que el proceso de construc-
in the Upper Ebro region that coincide in creating a frontier ción del discurso histórico se ha venido asentando
zone perceived in binomial terms: Alaba wa-l-Qilâ¿; Álava and
Castile. The two chronistic traditions are thus more mutually sobre una doble ruptura: la que disocia el estudio de
coherent than it has generally been supposed, and their study los textos árabes de los latinos y la que hace del re-
alongside the diplomatic sources —whose relevance and va- gistro diplomático un ámbito de investigación alejado
lidity is reaffirmed in this paper— allows us to identify con-
nections between political evolution and a society composed que depende del registro cronístico. Uno de los efec-
by family networks with varying degrees of hierarchisation tos de esto es, por ejemplo, la desconexión casi to-
organised around churches. In this context, warfare is not lim- tal que se observa entre las investigaciones sobre la
ited to defensive measures against Islamic incursions, but rather
adopts a variety of forms, and is often more closely integrat- sociedad y las que se han interesado por la guerra y
la historia política. No pretendemos naturalmente
rehacer el edificio en un artículo, pero sí queremos
* juanjose.larrea@ehu.es ernesto.pastor@ehu.es G.I. Alta
y Plena Edad Media (Gobierno Vasco – DEUI: IT536-10). proponer algunos elementos de coherencia. Vamos a
Este trabajo se inscribe en los proyectos: «Organización fis- hacerlo en una aproximación en dos tiempos. En
cal y ocupación del territorio durante la alta edad media» primer lugar, trazaremos un esquema de la evolución
(MICINN HAR2009-07874) y «De los cartularios al territo-
rio, la iglesia y la sociedad: edición digital y estudio crítico
1
del Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla» (MICINN Dos recientes propuestas, desde ópticas muy distintas,
HAR2010-16368). García González (2001) y Martínez Díez (2005).
308 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

bélica y política que muestra a nuestro entender un de no subordinar las informaciones árabes a las la-
grado de coherencia de las informaciones árabes y las tinas y viceversa basta para hacer emerger por sí solas
latinas superior al que suele pensarse. En segundo simetrías que tienden a quedar ocultas.
lugar, examinaremos las fuentes diplomáticas e in-
tentaremos identificar engranajes entre el plano de la
guerra y las formaciones políticas, de un lado, y el 1.1. LOS TIEMPOS DE LA CONQUISTA: LA INVISIBILIDAD
de las sociedades en el ámbito local, del otro; si se DEALABA WA-L-QIL¿
quiere, entre las informaciones producidas en el en-
torno del poder político y las generadas por las prác- Ningún relato árabe, ni temprano ni tardío, men-
ticas sociales en el medio rural. ciona Alaba o al-Qilâ’ al narrar las acciones milita-
res que siguieron a la conquista. Esta ausencia con-
trasta con el interés que las fuentes árabes mostraron
1. DOS SIGLOS DE FRONTERA Y DE GUERRA por otros territorios. Así los autores más tempranos
—Ibn Qutayba [#9] e Ibn Áabîb [#10]5— aluden a
Como se sabe, los textos cronísticos más tempra- ªillîqiya, al-B.sk.ns, Ifranºa,6 del mismo modo que
nos conservados proceden del entorno de la corte de prestan, al igual que otros, una atención especial a
Alfonso III y debieron ser elaborados durante la dé- Banbalûna.7 Ignoramos los motivos que pueden ex-
cada de los ochenta del siglo noveno.2 Por su parte, plicar esta ausencia, aunque sugerimos dos posibles
las fuentes árabes, con excepción de unas escuetas explicaciones: o bien dichos territorios no fueron
referencias al tiempo de la conquista contenidas en objeto de atención por parte de los conquistadores o
algunos textos de Ibn Qutayba e Ibn ¿Abd-al Áakam, de los compiladores de los relatos, o bien en los
corresponden a obras elaboradas por autores tardíos, momentos de la conquista dichos espacios no esta-
algunos del siglo X y, en su mayoría, del siglo XI o ban aún formalizados y, por lo tanto, resultaban «in-
posteriores.3 Salvo en contadas ocasiones, éstos no visibles» para los nuevos dominadores, pudiendo ser
indicaron con detalle cuál fue el origen de la tradición percibidos como parte de los que se designaron como
—con su correspondiente cadena de transmisión— de ªillîqiya o al-B.šk.ns. Además, nuestro desconoci-
la que se sirvieron para elaborar sus relatos.4 A efectos miento de la situación en la que se encontraban ciui-
prácticos, valoraremos estos problemas a medida que
traigamos a colación autores y pasajes.
5
Las grandes áreas de la frontera del Alto Ebro se Los números, precedidos del símbolo #, que siguen al
nombre de un autor, que escribió en árabe, o de una obra,
estabilizaron relativamente en la segunda mitad del realizada en árabe, se corresponden con los de los epígrafes
siglo VIII, con la consolidación del emirato indepen- del trabajo de Lorenzo (en prensa). De este trabajo tomamos
diente de Córdoba y el período de no confrontación las traducciones que aparecen en nuestro texto.
6
«Dijo: contaban que Mûsà salió de Àulayàula con tropas
con el Islam de los sucesores de Fruela. Antes, du- (ºumû¡) atacando y conquistando todas las ciudades, hasta so-
rante y después de esto, los textos muestran una fron- metérsele al-Andalus. Llegó allí y se dirigió a ªillîqiya, don-
tera amplia, dinámica, permeable, incluso magmáti- de pidieron el pacto (ùulá) y pactó con ellos. Atacó al-B.šk.ns
y entró en su país (bilâd), hasta que llegó la gente como el
ca, en la que se juega a varias bandas. Ordenaremos ganado. A continuación se alejó hasta Ifranºa, yendo a parar
en cuatro grandes fases la actividad militar, el domi- a Saraqusàa, que conquistó. Luego sometió el resto del país
nio de territorios y gentes, y el juego de alianzas y (bilâd) hasta al-Andalus. Dijo: causó allí tanto daño que ni se
sabe». [Ibn Qutayba #9].
conflictos en el que participaron los distintos prota- 7
Esta inusitada preocupación por Banbalûna se refleja, a
gonistas con intereses en los espacios de Alaba wa- nuestro entender, en la existencia de diferentes tradiciones en
l-Qila’. El ejercicio es clásico, pero la mera decisión relación con lo que debió acontecer en los años que siguieron
a la conquista. En primer lugar, el que unos textos sitúen a
Rodrigo en Pamplona —los más tardíos: al-Maqqarî [#7 y
2
Gil (1985) y Bonnaz (1987). La numeración de las refe- #8] y dos anónimos: Fatá [#5] (al-B.sk.ns); Ajbar [#6]
rencias que utilizamos corresponden a la edición de Gil. Véa- (Banbalûna)— y otros no —los más tempranos: Ibn Qutayba
se también la discusión mantenida entre Bronisch (1998 [#9]; Ibn ¿Abd al Áakam [#4] e Ibn Áabîb [#10]—. En se-
[2005]: 175-216) y Henriet (2002), en relación con los pro- gundo lugar, el que unos autores señalen que Mûsa atacó
blemas y limitaciones de este registro, así como Escalona Pamplona. Así lo hicieron los más tempranos, que repiten la
(2004). noticia, aunque no se refieren a Pamplona sino que indican
3
Lorenzo (en prensa). Donde puede verse una descripción que Mûsa «atacó a los basâkisa, penetrando profundamente
y comentario del perfil de los cronistas árabes o de las obras en su país» (Ibn Qutayba [#9] e Ibn Áabîb [#10]). Otros, sin
de carácter anónimo. Agradecemos al autor el haber puesto a embargo, indicaron que fue Rodrigo quien lo hizo. Fueron
nuestra disposición el texto de dicho trabajo, sin el cual esta autores tardíos: al-Maqqarî [#7 y #8] y anónimos: Ajbar [#6]
primera parte de nuestro artículo no habría sido posible. y Fatá [#5]). Y en tercer lugar, el que se indique, en unos ca-
4
Algunas consideraciones sobre los problemas de estos sos, que Pamplona pactó (al-Faraèî [#12 y #13]) y en otros
registros en Lorenzo y Pastor (2011). que no fue conquistada (Ibn ¿Iäârî #14).
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 309

tates como Uelegia Alauense o Auca8 —sede episco- jan luz sobre las preocupaciones de los autores. A
pal, al igual que Pamplona, en época visigoda— di- diferencia de Rot., en cuya lista de ciudades toma-
ficulta aún más, si cabe, la resolución de este inte- das por Alfonso I ninguna es relacionable con Ála-
rrogante. va, Seb. introduce una Uelegia Alabense que no con-
tradice de plano el pasaje anterior sobre la Álava
poseída por sus habitantes, pero sí da automáticamen-
1.2. LOS AÑOS CENTRALES DEL SIGLO VIII: te un derecho de conquista sobre el territorio a los
LA COMPETENCIA POR EL TERRITORIO reyes astures.11 Esto salva relativamente la contradic-
ción flagrante de Rot.
Es muy interesante constatar que la aparición de En cuanto a Munia, Rot. le reconoce implícita-
Álava y Castilla en el registro escrito se produce de mente una cierta honorabilidad y rango, en la medi-
manera casi simétrica en las fuentes latinas y en las da en que apunta con toda naturalidad que Fruela la
árabes, y en unas y otras está directamente vincula- desposó y que tuvo de ella al futuro Alfonso II.12 Seb.,
da a despliegues de fuerza en este sector del Valle del por el contrario, le adjudica un claro status servil,
Ebro, menos de medio siglo después de la conquis- cuando menos temporal y derivado de la campaña
ta. Tanto la asturiana como la emiral son acciones militar, añadiendo que después hizo de ella su espo-
vigorosas, decididas y plenas de significado político. sa legítima.13 Podría pensarse que a los redactores de
En las crónicas de Alfonso III, ambos territorios las crónicas se les planteaba el problema de un even-
aparecen en el celebérrimo pasaje que traza la geo- tual origen ilegítimo de Alfonso II y que lo resolvie-
grafía del reino moldeada por las campañas de Al- ron adjudicando a la unión entre Fruela y Munia el
fonso I y Fruela. Vardulia «que ahora se llama Cas- carácter de matrimonio.14 Sin embargo, si tal hubie-
tilla» forma parte de los territorios incorporados al ra sido el problema, no se entienden muy bien los
reino y no se presenta inmersa en ningún conflicto. comentarios de Seb. cuando bastaba con la solución
La integración de Álava en cambio, que en principio dada por Rot. Es más, también sería difícil de explicar
aparece poseída por los suyos como Vizcaya, Ordu- por qué, si tal mácula planeaba sobre Alfonso II,
ña, Alaón, Pamplona y Deyo, resulta embarazosa de ambas versiones señalaran el mismo rasgo en el com-
explicar para quienes componen las crónicas más de petidor Mauregato15, al que consideraron como usur-
un siglo después. Es muy posible que éstas se redac- pador.
taran en un ambiente hostil hacia Álava, fuera en A la altura de la segunda mitad del siglo IX, de-
tiempos de Ordoño I,9 fuera en los de Alfonso III.10 bió existir algún problema en torno a los orígenes de
Pero el problema no es tanto de deformación como los vínculos familiares de la monarquía con Álava;
de incoherencias en el relato: si Álava no ha forma- algo que se sabía pero no se decía. Si se observa que
do antes parte del reino ¿cómo puede rebelarse? Alfonso II se dirigió a Álava buscando el auxilio de
Después es sometida militarmente por Fruela y lue- los parientes de su madre Munia, cuando se hizo con
go éste acaba teniendo al futuro Alfonso II de Mu- el poder Mauregato,16 se constata que el cronista re-
nia, una alavesa capturada. Como en otras partes de conocía implícitamente a la familia materna del fu-
las crónicas, las diferencias entre la versión rotense turo rey una cierta posición en el territorio, ya que la
y la de «a Sebastián» (en adelante Rot. y Seb.) arro- protección fue eficaz ante eventuales presiones. Y re-

8 11
Un reciente trabajo sobre el obispado de Auca se limita a Recuérdese además que sólo Seb. 13 afirma que todas las
suponer que: «…la desintegración del estado godo, la inva- ciudades tomadas estuvieran en manos de los musulmanes.
12
sión árabe y las posteriores campañas de Alfonso I por la Rot. 16: Uascones reuelantes superauit huxoremque sibi
zona, no acarrearon, al menos no de manera inmediata, la Muninam nomine exinde adduxit, unde et filium Adefonsum
desaparición de la sede aucense» (Gómez Tarazaga 2009: genuit.
13
88). Seb. 16: Uascones rebellantes superabit atque edomuit.
9
Es la hipótesis de J. Gil (1985: 74-75), que sitúa bajo Munniam quandam adulescentulam ex Uasconum preda sibi
Ordoño I la doble redacción de Rot. y Seb. hasta el epígrafe seruari precipiens postea eam in regali coniugio copulabit,
25. ex qua filium Adefonsum suscepit.
10 14
En el primer supuesto, el texto se habría realizado poco Crónicas posteriores que se refieren a estos aconteci-
después de la revuelta contra el monarca (C. Alfonso III, 25) mientos, retocan o reinterpretan la noticia de las crónicas as-
y si hubo, como parece, implicación de alaveses en la usurpa- turianas. Así, la Historia Silense sustituye el término uasco-
ción de Nepociano (c. 843), el redactor la habría conocido de nes por nauarros. La Crónica Najerense omite uascones
primera mano C. Alfonso III, 23. También en Albeldense, rebellantes y el origen de Munia. Jiménez de Rada y Lucas
XV, 10. En el segundo supuesto, como señaló G. Martínez de Tuy hacen a Munia de estirpe real (regali progenie/regali
Díez (1970: 43 y 49), resulta evidente que las relaciones de stemate). Cfr. Lorenzo y Pastor (2011: 56).
15
Alfonso III con las gentes de Alaba no fueron precisamente C.Alfonso III, 19.
16
cordiales. C.Alfonso III, 19 y 20.
310 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

sulta que en la identificación transmitida por Ibn alavesa prima de Fruela.20 El problema era que la su-
Áayyân de los caídos cristianos en 816 en Wâdî misión impuesta a Álava planteaba mayores proble-
Aruwn, hay indicios que permiten sostener que la mas de legitimidad que la conquista de plazas a los
Munia que Fruela llevó a Oviedo, después de la su- infieles.21
misión de Álava, y que parece causar tanto embara- Parece claro que este despliegue de la monarquía
zo en los cronistas asturianos, era biznieta del duque asturiana por sus territorios orientales en las décadas
Pedro de Cantabria, sobrina nieta del rey Alfonso I, centrales del siglo VIII, se vio favorecido por la co-
sobrina del rey Bermudo I e hija de la prima carnal yuntura crítica que golpeó al califato de Damasco por
de su marido.17 Es decir, que los vínculos entre gru- aquellas fechas, hasta el punto de hacerlo desapare-
pos dirigentes de Álava y los de Asturias eran signi- cer. Y es muy interesante observar cómo, superada
ficativos y anteriores a la campaña de Fruela. Nos esta coyuntura, la nueva construcción política, el
parece así probable que, tras la conquista del regnum emirato de Córdoba, tiene una respuesta fulminante
gothorum, los grupos dirigentes de Álava optaran, en en el territorio de frontera de Álava, casi inmediata-
un primer momento, por aliarse con el naciente rei- mente después de la acción militar de Fruela I. En
no astur, quizá prolongando vínculos de época preis- este contexto se situaría la campaña de sometimien-
lámica con los duques de Cantabria,18 que se habían to de Álava que culminó en la imposición de la ºizya,
hecho con el trono tras Fávila. Por algún motivo que realizada en h. 150/767-768. Es la primera vez que
desconocemos —quizá siguiendo el ejemplo de Pam- el nombre del territorio aparece de modo inequívo-
plona (Larrea 2008) y buscando una posición de en- co en un texto árabe:22
tendimiento con al-Andalus—, aquellos se alejaron
En ese (año) atacó Badr la Frontera (al-Ïagr) y avanzó
de la órbita asturiana. Este escenario de ruptura ex- hacia Alaba, haciéndole la guerra, sometiéndola e impo-
plicaría la reacción de Fruela (757-768) sometiendo niéndole la ºizya. Ordenó que se examinara a los hombres
a los «uascones rebellantes».19 En otros términos, la de esa zona (nâhiya) y se investigara su conducta, llaman-
do a aquéllos de los cuales se le había hecho saber que
monarquía asturiana recurrió a la fuerza —exhibida tenían malas intenciones y eran sospechosos en la Fron-
o ejercida, no lo sabemos— para integrar estos terri- tera.23
torios en su dominio político, y completó esta estra-
tegia con el reforzamiento de los antiguos lazos fa- 21
No por sabido conviene olvidar que la construcción del
miliares, a través del matrimonio con Munia, una reino que en Rot. aparecía ligada a resortes de poder local o
regional, se legitimó de modo completamente distinto en Seb.,
donde se narra que fue un consejo de nobles godos refugiados
17
Ibn Áayyân [#58] (h. 200/815-816): «…Sufrieron mu- quienes eligieron al rey Pelayo, procedimiento heredado di-
chas bajas, entre ellos, Garsiyya ibn Lubb, hijo de la herma- rectamente del régimen toledano. Igualmente, Seb. prefirió
na de B.rmûd, tío materno de Iäfûns,…». Cfr. Martínez Díez fantasear con una dudosa huída de la elite del reino visigodo a
(1974: 29; 2005: 102-103). En esta «campaña de verano» las montañas asturianas, antes que reconocer la existencia de
contra el ùâáib de Banbalûna, se indica que éste «había pedi- otras aristocracias, también depositarias de la legitimidad de
do ayuda contra los musulmanes de al-Andalus». Por su par- Toledo, fuera de Asturias (Gil 1985: 62-70). Obsérvese que la
te Ibn ¿Iäârî [#59] señala que el ejército del emir se dirigió doble negación de la legitimidad a grupos de poder local y a
contra «los politeistas», cuyo «tirano» «reunió tropas contra cualquier aristocracia extra-asturiana afectaba inevitablemen-
él y atrajo a la cristiandad de cada sitio». Este último autor te a la imagen que Seb. podía ofrecer de Álava.
22
identificó el lugar del enfrentamiento con Wâdî Aruwn Hay que señalar que, durante el gobierno de ¿Uqba, Ibn al-
(Arun), lo que no hizo Ibn Áayyân. Aïîr [#21] mencionaba una campaña realizada sobre Alb.ta.
18
En la geografía de las campañas de Alfonso y Fruela es Por su parte, en Ajbar [#15] se aludía a Ulya. La historiografía
sobradamente conocida la concentración de pequeños territo- ha planteado, en nuestra opinión sin argumentos sólidos, que
rios en los límites actuales de Burgos, Rioja y Álava. Se ha tanto Ulya como Alb.ta se deben identificar con Álava.
23
apuntado, creemos que razonablemente, que ese elenco, ela- Ibn ¿Iäarî [#27]. Probablemente utilice la misma tradi-
borado con un cierto detalle, estaría reflejando el interés y el ción Ibn al-Aïîr [#26], al indicar, que, en h.149/766-7, Abd al-
conocimiento de quienes, al fin y al cabo, las gobernaban a la Rahman envió a su mawlà Bard «a atacar el país del enemigo
llegada de los árabes, pues es muy probable que estos encla- (bilâd al-¿adûw). Fue allí y cogió su ºizya», sin referirse ex-
ves habrían formado parte del ducado de Cantabria. Véase el presamente a Alaba. Por otro lado, resulta de sumo de interés
estado de esta cuestión en Peterson (2009: 76-79). observar que la estrategia de atacar, someter, pactar e imponer
19
En relación a Álava, las crónicas heredan elementos re- la yizya aparece también en relación con Banbalûna y el país
tóricos de la tradición visigótica. Es muy interesante notar de al-Baskuns, trece años más tarde. Una misma tradición,
que cuando se trata de hacer una descripción neutra o de ha- con variantes, puede estar detrás de las anécdotas de h. 164/
blar de la tierra de la familia materna de Alfonso II, es Álava 780-781, recogidas por Ibn al-Aïîr [#28] e Ibn Jaldûn [#29]. Y
(C. Alfonso III, 14, 19), pero cuando se trata de enfrentamien- con más detalle por Ajbar [#30], donde se indica que, tras
tos con el rey, entonces se transforma en prouincia Uasconie marchar y someter Banbalûna y Q.l.n.bîra, atacar al-Baskuns
y en Uascones (C. Alfonso III, 16, 23, 25). y después el país de al-S.rtanis, el emir se estableció «donde
20
Nos preguntamos si no suponía también algún problema Ibn Balaskût cuyo hijo tomó como rehén, pactando la paz con
el grado cercano de parentesco entre Fruela y Munia, que co- él a cambio del pago de la ºizya». Muchas similitudes con
locaba al matrimonio en un terreno delicado: cf. Liber Iudi- esta última noticia muestra la anécdota de Fatá [#31], aunque
cum III, 5, 1. no coincide en la fecha —ahora h. 165/781-782—.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 311

Desde los primeros tratadistas musulmanes, la forma clara, Alaba aparece en los textos árabes, ésta
ºizya se concibió «como el símbolo de la dominación, va a representar en la geografía mental de los cro-
del control político de un terrritorio, que recaía sim- nistas aquello que se situaba entre ªillîqiya y
bólica y físicamente sobre los cuellos de los some- Banbalûna.28
tidos y protegidos, en forma de sellos y marcas». En Parece que desde entonces, y durante un tiempo,
el horizonte de Ibn al-Aïîr e Ibn ¿Iäârî, por lo tanto, el dominio político de la monarquía astur en la zona
recurrir al uso de dicho término era la manera más se había diluido. Las crónicas asturianas muestran una
contundente de expresar que quienes estaban obliga- estrategia de paz con Córdoba, durante los reinados
dos a su pago, lo estaban en tanto en cuanto recono- de Aurelio (768-774) y Silo (774-783)29 que, quizás,
cían expresamente la soberanía de los conquistado- se pudo prolongar durante los años de Mauregato
res, es decir «que habitaban y trabajaban en el (783-789) y de Bermudo I (789-791). Es muy inte-
territorio de la Umma o Comunidad Islámica» (Lo- resante destacar que después de Fruela I, y durante
renzo y Pastor: 2011: 64). Cuestión distinta es cono- todo un siglo, no hay noticias en las crónicas latinas
cer cómo, a la altura de la segunda mitad del siglo de la presencia de un rey de Oviedo en las tierras
VIII, se hizo efectiva esa dominación, si ésta fue es- orientales de Álava y Castilla, hasta Ordoño I (850-
table o si no pasó de ser una ficción o un proyecto 866).30 Los reyes de Oviedo combatieron sistemáti-
de corto recorrido.24 De lo que no hay duda es que camente en el centro y el oeste del reino, nunca en
para ambos autores las gentes de Alaba, a partir de el sector oriental. Cosa del mayor interés para enten-
ese momento formaban parte del espacio político de der tanto el afianzamiento del armazón político en
al-Andalus como äimmís, como protegidos, con lo Álava y Castilla como lo decisivo de su imbricación
que ello suponía ¿Hasta cuándo? Lo ignoramos. en el juego de una región que desbordaba los lími-
Hasta ese momento, las noticias de actuaciones tes del reino. Además este marco caracterizado por
militares efectuadas por diferentes gobernadores se- los vaivenes en la adscripción política de territorios
ñalaban que éstas se dirigían hacia bilâd al-baskuns, y gentes plantea otra cuestión, cuya resolución se nos
ªillîqiya, Arbuna y Banbalûna. Así ocurrió en el go- antoja complicada. Estos movimientos ¿fueron resul-
bierno de ¿Abd al-Malik Ibn Qaàan25 (732-734), de tado sólo de la coacción militar, como sugieren los
¿Uqba26 (734-741) y de Yûsuf Ibn ¿Abd al-Raámân27 textos latinos y árabes? o, por el contrario, ¿estuvo
(746-756). A partir de ese momento en el que, de en juego la capacidad de maniobra y negociación de
la que disponían las aristocracias locales o regiona-
24
les? o ¿fueron producto de la combinación de ambas
No habría que descartar que esta coyuntura en la que las
gentes de Alaba estaban sometidas al dominio político anda- estrategias?
lusí como äimmís, bien pudo ser la causa de la acción violen- El repliegue del poder político de la monarquía
ta de Fruela I contra los uascones reuellantes. astur, que acabamos de sugerir, puede tener también
25
Todos los autores son tardíos: Ibn al-Aïîr [#16]; Ibn Jal-
dun [#17]; Al-Maqqarî [#17 y #18] y parece que utilizan una su reflejo en las informaciones que proporcionan los
misma tradición, pues coinciden en señalar que los ataques textos árabes. Entre h.150/767-768 y h. 175/791-792
fueron contra bilâd al-baskuns y también el carácter injusto sólo dejaron constancia, presumiblemente, de una
[#17] y opresor e injusto [#18 y #19] del wali.
26
Los autores que refieren actuaciones de este gobernador campaña de ¿Abd al-Raámân I contra bilâd al-
son también tardíos: Ibn al-Aïîr [#21] e Ibn ¿Iäârî [#20]; o Baåkuns, al que, según Ajbar, sometió al pago de
anónimos: Ajbar [#15] y Fatá [#22]. Debieron utilizar una ºizya.31 A partir de esta última fecha, que coincide
misma tradición, pues se produce una coincidencia en el pa-
pel que se otorga al ºihâd —excepto #21—. No obstante, se con el inicio del gobierno de Alfonso II, una nueva
observan claras diferencias en la cronología (Ajbar [#15]), así coyuntura hizo acto de presencia.
como en los enclaves-topónimos que fueron objeto de con-
quista por dicho gobernador. Todos coinciden en que ¿Uqba
conquistó ªillîqiya, pero a partir de aquí las variantes son la
28
norma. Ibn al-Aïîr recoge: «Alb.ta las otras dos»; Ibn ¿Iäârî: Lorenzo Pastor (2011: 62-3).
29
madûna Arbûna y Banbalûna; Ajbar: Arbûna, Ulya y C.Alfonso III, 17 y 18. Refiriéndose sólo a Silo: Albel-
Banbalûna y Fatá: N.b.lûna. dense, XV, 6.
27 30
Se conserva una anécdota de h.137/754-755 en la que se C.Alfonso III, 25. Con anterioridad a esa fecha hay una
narra una «sublevación» de la gente de ªillîqiya, a la que se mención a Uarduliensem prouintiam [Rot. 23] y Bardulien-
unió la gente de al-Busk.uns en Banbalûna. Las tropas envia- sem prouinciam [Seb. 23] para designar la región en la que se
das por el gobernador fueron derrotadas. Parece que los dos encontraba Ramiro para tomar esposa. Téngase en cuenta que
textos que la recogen siguen la misma tradición: el goberna- el término Uardulia había sido utilizado por ambas versiones
dor envió a las tropas: (a) en condiciones poco adecuadas, (b) para referirse a Castilla : Bardulies que nunc uocitatur/appe-
lo que tampoco le preocupaba. Sin embargo, en Ajbar [#24] latur Castella [Rot. y Seb. 14]. Para el gobierno de Alfonso
la descripción es mucho más extensa que en Ibn al-Abbar III (866-910): Albeldense, XV, 13, donde aparecen menciona-
[#23]. Este, sin embargo, no utiliza el término sublevación y dos por vez primera los condes de Castilla y Álava.
31
explica que el ejército fue derrotado por los rûm. La noticia se fecha en h. 164/780-781.Cfr. nota 24.
312 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

1.3. ALABA WA-L-QILA’ EN LA DINÁMICA implicaba en la concepción jurídica de las relaciones


DE LA MARCA SUPERIOR: DE FINALES DEL políticas del Islam un estatuto muy diferente al que
SIGLO VIII AL APOGEO DE LOS BANÛ QASÎ representaba la ºizya y la consideración de äimmís.
El uso de esta expresión para designar los territorios
Con Alfonso II llega al trono de Oviedo la fac- de Alaba wa-l-Qilâ¿ pone en evidencia que para en-
ción vinculada a los grupos dirigentes de Álava. tonces habían dejado de ser concebidos como parte
Muerto Mauregato y humillado Bermudo I, dicho de al-Andalus. Sin embargo, conviene ser cautos en
grupo va a tener la oportunidad de disfrutar de la torno a esta reactivación de la actividad guerrera y a
cercanía de un monarca a quien, además, habían pro- la presumible modificación del estatuto de estos te-
tegido en su país. La entronización definitiva de Al- rritorios como dâr al-áarb, puesto que sólo nos es
fonso II coincide exactamente con el inicio de una transmitida por fuentes árabes tardías y no de manera
serie de aceifas musulmanas. Las cuatro campañas sistemática. Nos preguntamos si el hecho de estar
casi consecutivas del ejército emiral se lanzan sobre próximos a quien tenía la corona de Oviedo no dio
unos territorios que reciben por primera vez, en h. lugar a un cambio de actitud de los grupos dirigen-
175/791-792, el nombre doble de Alaba wa-l-Qilâ¿ 32 tes de la zona con respecto a Córdoba, y si no fue éste
y, además, son calificados por algunos autores como uno de los motivos que explicarían, en expresión de
dâr al-áarb (país de la guerra).33 Cabe plantear que Sánchez Albornoz (1974: 445-468), los «zarpazos del
detrás de estas campañas estuviera la voluntad de los sensual Abd al-Rahman» contra el casto Alfonso.
grupos dirigentes de Alaba wa-l-Qilâ¿ por zafarse del Destaca otra vez la autonomía con que actúan
dominio político que había representado la imposi- estos grupos dirigentes frente a dos circunstancias,
ción de la ºizya, sabiendo que podrían contar con el por lo demás, bien distintas. Entre 806 y 816 se pro-
apoyo del nuevo monarca. dujo un cambio profundo, aunque a la postre efíme-
En cualquier caso, la denominación de dâr al-áarb ro, en la región. Pamplona pasó a la dominación
carolingia y muy probablemente se creó un conda-
32
Ibn al-Aïîr [#32], Ibn Jaldûn [#34], Al-Maqqarî [#33]. do con la presencia de Ludovico Pío en 812. En 816,
Posiblemente la noticia que Ibn ¿Iäârî [#35] sitúa en h. 176/ una nueva revuelta en Gascuña y el ataque del ejér-
792-793 sea la misma que la que relatan estos tres autores. cito emiral ahogaron el intento de consolidar el do-
33
Son autores tardíos quienes relatan los ataques de Hiåâm
I contra Alaba y al-Qilâ¿ —que también se dirigen contra al- minio franco y devolvieron Banbalûna a la órbita de
Faranº— en h. 175/791-792, h. 176/792-793, h. 178/794-795 Córdoba (Martín Duque 1999: 95-97; Larrea 2009:
y h. 179/795-796. 287-288; Lorenzo y Pastor (2011: 60-1). La defensa
Los ataques de h. 175/791-792) –guiados por Abû
¿Uïmân– parecen seguir una misma tradición en Ibn al-Aïîr corrió a cargo del presumiblemente único conde ca-
[#32], Ibn Jaldûn [#34] y al-Maqqarî [#33]. Se debe señalar rolingio que llegó a tener Pamplona, un tal Velasco
que, por ejemplo, al-Maqqarî no utiliza a Ibn Áayyân, ni en —B.l.å.k al-v.l.åqî— que pidió ayuda a los asturia-
esta anécdota ni en las restantes. Ibn ¿Iäârî [#35] sitúa un ata-
que de Abû ¿Uïmân en h. 176/792-792, quizás describiendo nos, aliados del emperador. La ayuda llegó, pero todo
los mismos acontecimientos. En los cuatro casos el contrario parece indicar que se trataba de contingentes del
es calificado de enemigo, que es vencido. Ibn Jaldûn y al- oriente del reino. El único personaje del ámbito as-
Maqqarî se refieren a Alaba y al-Qilâ¿ como dâr al-áarb
(país de la guerra). La campaña de h. 176/792-793, ordenada turiano que se menciona entre los caídos en Wâdî
por Hiåâm, es dirigida por ¿Abd al-Malik ibn ¿Abd al-Waáîd. Aruwn es un tal Garsiyya ibn Lubb, alavés hermano
Tenemos la sensación de que existe una tradición similar uti- de Munia y por tanto tío de Alfonso II.34
lizada por los tres autores que narran la anécdota: Ibn al-Aïîr
[#36], Ibn Jaldûn [#38], al-Maqqarî [#37] y el Äirk [#39]. Si La otra circunstancia a la que aludíamos, mucho
bien Ibn Jaldûn proporciona un relato más detallado. Los en- más duradera y cargada de consecuencias, fue la
frentamientos de h. 178/794-795, ordenados por el emir, y di- entrada en escena de los Banû Qasî, cuya inserción
rigidos por Abd al-Karim se recogen en Ibn al-Aïîr [#40], al-
Nuwayrî [#41] y al-Maqqarî [#42]. Los dos primeros de en la dinámica política del emirato se tradujo en pe-
factura muy similar, el tercero con más detalle —se indica riódicas rebeliones frente al poder de Córdoba en la
que el hermano de ¿Abd al-Karîm, ¿Abd al-Malik, se dirigió a frontera (Lorenzo 2010). Esta actitud se observa con
ªillîqiya y que su rey (malik) pidió ayuda al rey de al-bas-
kuns—. Una versión parecida a esta se recoge en el Äirk nitidez desde comienzos del siglo IX. Ibn Áayyân
[#43], aunque aquí no aparece Alaba y al-Qilâ¿. Por su parte, [#49] relataba que, en h. 186/801-802, «Los Banû
Ibn al-Aïîr [#45] sitúa en h. 179/795-796 un acontecimiento Qasî persistieron en el conflicto y recurrieron al
prácticamente idéntico que al-Maqqarî y el Äirk ubican en h.
178/794-795. El Muqtabas II-1 de Ibn Áayyân [#48], que es politeísmo (širk), instigando a la gente (ahl) de
la principal fuente de información de los acontecimientos que B.nb.lûna, de Al.ba, de al-Qilâ¿, de Amâna, a los ve-
tuvieron lugar entre 796 y 847, nos relata todavía otra cam- cinos š.r.àâniyûn y a los demás». La reacción del emir
paña del emir, en h. 185/801-802, dirigida contra el país de
Al.ba y al-Qilâ¿, campaña que concluyó con la derrota de las
34
tropas del emir en Ar.g.n.sûn. Cfr. nota 18.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 313

ante la desobediencia de los Qasî y el apoyo recibi- y haciendo botín», actuación que el emir agradeció.36
do por los politeístas no se hizo esperar. El mismo Unos años más tarde, en h. 228/842-843, según Ibn
Ibn Áayyân [#52] señalaba que, ante lo sucedido en Áayyân [#79], el mismo Mûsà solicitaba el apoyo de
h. 186/801-802, en h. 187/802-803 el ejército del emir los ºillîqies y de la gente de Alaba y al-Qilâ¿ frente
entró en el país de Al.ba y al-Qilâ¿. al emir.37
En los años sucesivos, y al menos hasta media- La rebelión de Mûsà Ibn Mûsà, a partir de h.
dos del siglo IX, los ataques a Alaba y al-Qilâ¿, es- 226/840-841, volvió a poner al descubierto los des-
pacios que se designan ya como dâr al-áarb en la plu- equilibrios y alianzas entre Córdoba, los Qasî y los
ma de Ibn Áayyân, no aparecen vinculados al ámbito politeístas de Banbalûna, Alaba y al-Qilâ¿, ªillîqi-
general del reino astur, sino a la dinámica generada ya y los sartaníes. Por encima de soberanías, el arco
en la Frontera Superior en torno a los Banû Qasî.35 de territorios cristianos que se extiendía desde Ala-
Lo interesante, de nuevo, es observar la versatilidad ba y al-Qilâ¿ hasta el Pirineo central, y aún hasta
de las alianzas, su carácter puntual y episódico, cuya Gascuña, se agrupó repetidamente en torno a Pam-
explicación habría que buscarla en la existencia de plona, eslabón de enganche con los Banû Qasî, y
un reajuste constante de las relaciones de fuerza en- participó en los enfrentamientos por el control de la
tre los implicados y en una modificación, muy coyun- Frontera Superior, sin duda atraídos por el botín y las
tural, de los intereses que se ponían en juego. Este recompensas. No son Asturias, Pamplona y el reino
escenario queda perfectamente reflejado en dos su- de Francia Occidental, sino gentes de ámbitos diver-
cesos que no se distancian más de cuatro años. En sos que jugaron con notable autonomía a la hora de
h. 224/838-839 Ibn Áayyân [#69] se refería a una se- formalizar alianzas cuya única perspectiva, y cuya
rie de acciones del emir contra Alaba y al-Qilâ¿. La única condición de duración, fue la guerra (Larrea
fecha se corresponde con la entrada relativa a la des- 2009).
trucción de Sotoscueva por los cordobeses en los Ana- En este contexto de construcción y ruptura de
les Castellanos (Martín 2009), lo que da medida de relaciones, al juego político se le unió el del paren-
la profundidad y la intensidad de los ataques. Pero tesco, tal y como se puede observar en Ibn Áazm
describía, del mismo modo, cómo Mûsà ibn Mûsà, [#87]. En cualquier caso, las estrategias se repetían
con la ayuda del gobernador de la Frontera, había pe- de manera muy similar en las diversas coyunturas de
netrado en el país de al-Qilâ¿, «debido a un descui- acuerdo o conflicto. Mûsà requería el apoyo de la
do que percibió en el enemigo», «matando enemigos gente de estos territorios en sus fases de desobedien-
35
cia y rebelión hacia el emir. El emir, por su parte, em-
Hay noticia, no obstante, de algunas campañas contra
Alaba wa-l Qilâ¿ que no parecen guardar relación directa con prendía campañas militares contra Banbalûna y Alaba
el apoyo de las gentes de estos territorios a los Banû Qasî. y al-Qilâ¿, como castigo por el apoyo que habían dado
Así, en h. 208/823-824, según Ibn Áayyân [#60], tuvo lugar
una incursión del emir en Alaba y al-Qilâ¿. Esta «primera
36
campaña militar de verano del emir al principio de su gobier- Almuqtabis II-1. Traducción de Ali Makki y Corriente
no», habría sido una manifestación del poder del emir en es- (2001: 292-293). Téngase en cuenta que es la primera vez
tos territorios, que este cronista califica como dâr al-áarb. La que aparece balad al-Qilâ¿ de manera independiente.
37
actuación del ejército emiral consistió en someter, arrasar y «Mûsà ibn Mûsà y su auxiliar Garsiya ibn Wannaquh,
obtener botín. También se hacen eco de estos acontecimientos que mandaba en (amîr) al-B.šk.ns, hicieron frente a las avan-
Ibn al-Aïîr [#62] —quien se refiere a Alaya y al-Qilâ¿—, Ibn zadillas de su caballería. Se dice que, en realidad, quien es-
¿Iäârî [#61], al-Nuwayrî [#63] y al-Maqqarî [#64], quienes, a tuvo con Mûsà fue Furtûn ibn Wannaquh, que era su herma-
diferencia de Ibn Áayyân, no utilizan la expresión dâr al- no materno. Trataron de reunir un ejército de los
áarb sino dar al-Sirk. Además hay dos detalles que merecen banbalûniyyûn, saràâníes, ºillîqíes y gente (ahl) de Alaba, al-
ser comentados. Por un lado, el que Ibn al-Aïîr señalase que Qilâ¿ y los demás, que se les unieron en grandes grupos. Se
el emir y Abd al-Karim «marcharon a Alaya y al-Qilâ¿ [en al- encontraron a finales de åawwâl de ese año, y se produjo un
Nuwayrî Al.ba y al-Qilâ], saqueando el país de Alaya [Al.ba], duro combate entre ellos y los musulmanes que duró todo el
que incendiaron». Por otro, el que Ibn al-Aïîr apunte que mu- día, hasta que Dios les concedió la victoria, infligiendo una
chos castillos fueron conquistados, pero que en otros se al- cruenta derrota a sus enemigos» [# 79]. En este mismo año
canzaron pactos «para recibir bienes a cambio y la libera- Ibn ¿Iäârî [#80] situaba una campaña en dar al-áarb, pero sin
ción de los cautivos musulmanes». Lo llamativo es que en la especificar que se accedía al país de Alaba y al-Qilâ¿. La no-
pluma de al-Maqqarî este pasaje se transforma en «alcanzó ticia se recoge también en Ibn al-Aïîr [#81] y al-Nuwayrî
pactos en algunos (castillos) sobre el pago de la ºizya y la li- [#83]. Como lo había hecho Ibn Áayyân, Ibn al-Aïîr, Ibn Jal-
beración de cautivos musulmanes». Ibn Áayyân [#65] es el dûn y al-Maqqarî relataban también un suceso en el que un
único autor que se refiere a una actuación en Alaba (sic) en h. tal L.driq [L.z.riq rey –malik- de los yalaqiya, según Ibn Jal-
210/825-826. Junto con la primera mención del tiempo de dûn] atacó Medinaceli, siendo detenido por Furtun ibn Mûsà.
Badr —supra— esta es la única ocasión en que Alaba apare- En su retirada, según Ibn al-Aïîr y al-Maqqarî, el tal L.driq
ce sin estar acompañada de al-Qilâ¿. Por último, en h. 223/ fue a un castillo construido por la gente de Alaba «en la fron-
837-838 tuvo lugar otra acción en Alaba y al-Qilâ¿, relatada tera para perturbar a los musulmanes» [#74]. Ibn Áayyân
por Ibn Áayyân [#66], Ibn al-Aïîr [#67] [Ulya y al-Qilâ¿] y también narró este suceso, aunque no dijo nada sobre el cas-
al-Nuwayrî [#68] quien sólo se refiere a Al.ba. tillo de la gente de Alaba.
314 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

al que había salido de la obediencia.38 Sin embargo, Baskuns, en h. 240/854-855,40 quizás pudo ser el
el trato que Córdoba dispensó a estos rebeldes fue motivo que empujó al emir a realizar una campaña
bien distinto. A Mûsà se le instaba a volver a la obe- hacia Alaba y al-Qilâ¿ —tierra del enemigo— al año
diencia y, cuando lo hacía, el emir le reconocía su siguiente41. Para llevarla a cabo reclamó la presen-
buena disposición y le concedía el cargo de wâlî — cia de Mûsà ibn Mûsà quien, de nuevo, se tuvo que
el gobierno de alguna ciudad o de la frontera—. En enfrentar a sus antiguos aliados. La impresión que
cambio a sus «colaboradores politeistas» se les cas- obtenemos de los textos árabes es que, a partir de este
tigaba con acciones de saqueo, devastación, destruc- momento, desaparecieron los Banû Qasî en relación
ción y captura de botín, aunque no se excluía la ne- con las campañas emirales hacia Alaba y al-Qilâ¿.
gociación y el pacto.39.
La ayuda que recibieron los rebeldes de Tulaytu-
la por parte de los reyes (malik) de ªillîqiya y de 1.4. LA VUELTA DEL REY EN LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO IX: EXPANSIÓN ASTURIANA Y FITNA
38
La desobediencia de Mûsà en h. 226/840-841 [Ibn Jal-
dûn, #75] y la traición al emir que, según Ibn Áayyân [#77]
se produjo en h. 227/841-842, así como el apoyo que Mûsà
A partir de 850, de nuevo se hizo efectiva en las
recibió del amîr de Banbalûna desencandenó la reacción del regiones orientales la presencia física y política del
emir quien mandó realizar una serie de incursiones (durante rey, en el contexto de la expansión del reino y de la
tres años consecutivos) contra Banbalûna «para vengarse de crisis del emirato. Eso sí, podemos observar que en
lo que le habían hecho a Áâriï… siendo la primera de sus
incursiones contra ella», suceso que Ibn Áayyân [#77] situa- momentos claves los dirigentes de Álava y de Casti-
ba en h. 227/841-842. En h. 228/842-843 Ibn Áayyân [#79] lla se alinearon en facciones distintas. En la crisis que
mencionaba «el segundo ataque contra Banbalûna» al que siguió a la muerte de Alfonso II, la facción en la que
hizo frente una coalición compuesta por Mûsà y su auxiliar
Garsiya quienes «trataron de reunir un ejército de los participaron los alaveses volvía a perder el trono, tras
banbalûniyyûn, saràâníes, ºillîqíes y gente (ahl) de Alaba, ser derrotado militarmente Nepociano (Besga 2003).
al-Qilâ¿». Cfr. nota anterior. Cabría esperar una tercera in- En cambio, el vencedor, Ramiro I, se encontraba en
cursión sobre Banbalûna. Sin embargo, Ibn Áayyân [#83]
señala que en h. 229/843-844 tuvo lugar «la tercera campa- Vardulia-Castilla acordando su matrimonio cuando se
ña contra Mûsà ibn Mûsà». Versiones más reducidas con va- precipitó el enfrentamiento.42 Su hijo, Ordoño I, quien
riantes en Ibn ¿Iäârî [#84] y al-Maqqarî [#85]. Ténganse en inició un despliegue territorial sin precedentes, tuvo
cuenta que en ningún caso Ibn Áayyân menciona la existen-
cia de una tradición más antigua de donde ha tomado estas que hacer frente a una rebelión de la prouincia de
noticias. Esta «aparente» identificación entre Banbalûna y Uasconia, donde los uascones rebellantes, quizás,
Mûsà vuelve a aparecer en Ibn Áayyân [#86] al relatar que, fueron apoyados por tropas musulmanas.43 Por contra,
en h. 230/844-845, el hijo del emir «realizó una campaña
contra Banbalûna. Salió con el visir… para dirigir los asun- debió tener una buena relación con Castilla, pues,
tos y se acabó acordando el amán con Mûsà ibn Mûsà». La como ponen de relieve las fuentes árabes, su presen-
última noticia de una incursión del emir contra estos territo- cia en este territorio aparecía inequívocamente asocia-
rios, en h. 235/849-850, sólo la recogen Ibn al-Aïîr [#88] y
al-Nuwayrî [#89]. No es la primera vez que, sobre todo con da con la actividad del conde Rodrigo.44 Tras su muer-
estos dos autores, es difícil hacerse una idea de si Al.ya y te, y debido a la nueva crisis que generó el «apóstata»
Alaba y al-Qilâ¿ hacen referencia a lo mismo. Para el con- Fruela, Alfonso III tuvo que refugiarse en Castilla.
texto y desenlace de esta primera sublevación de Mûsà ver
Lorenzo (2010: 169-177). Obsérvese la simetría con lo ocurrido medio siglo
39
Es interesante observar la diferente consideración –al largo atrás con Alfonso II y Álava. Una vez que el
menos en su descripción formal– que dos autores del siglo XI nuevo rey accedió al trono en 866, apoyado por el
presentaron en relación con unos acontecimientos que situa-
ban en h. 228/842-843 y cuyo resultado final fue el estable- conde Rodrigo —que «destruyó» Asturias ese año se-
cimiento de un acuerdo con el emir. Ibn Áayyân [#79] relata gún los Anales Castellanos (Martín 2009)—, y como
que, después de haber sido derrotada la coalición dirigida por había sucedido en tiempos de su padre, lo vemos so-
Mûsà —el amîr de al-B.sk.ns es calificado como auxiliar de
Mûsà— frente al emir, «un grupo de notables de Banbalûna
40
se dirigió al emir solicitando el aman». Sin embargo, el hori- En Ibn al-Aïîr [#90], Ibn Jaldûn [#91] y al-Maqqarî
zonte que sugiere el relato de al-¿Udrî [#76] tiene unas con- [#92].
41
notaciones más precisas: después de la campaña contra En Ibn Áayyân [#93]. También, con algunas variantes,
Banbalûna, el emir pactó el aman con Mûsà y Yanaquh ibn Ibn al-Aïîr [#95], Ibn ¿Iäârî [#94], al-Nuwayrî [#96], Ibn Jal-
Waniquh —hermano por parte de madre de Mûsà—: «con- dûn [#97] y al-Maqqarî [#98]. Sólo Ibn Áayyân utiliza el ca-
certó el amán (con el emir) donde se le reconocía su país a lificativo de «tierra del enemigo».
42
cambio de pagar 700 dinares anuales en concepto de ºizya, C.Alfonso III, 23 y Albeldense, XV, 10.
43
que haría llegar a los gobernadores de la frontera». Cfr. Lo- In exordio regni sui prouincia Uasconie ei reuellauit.
renzo y Pastor (2011: 66). El alcance de un amân establecido Ubi ille cum exercito inruptionem fecit, statim ex alia parte
por el emir con un musulmán y con un politeísta parece que hostes Sarrazenorum aduersus eum superuenit, sed Deo fa-
debió ser bien diferente. Cabría preguntarse también si, en la bente Caldeos in fugam uertit et Uascones proprio iure rece-
práctica, todo amán establecido con un politeísta llevaba im- pit. (Rot. 25).
44
plícito el sometimiento a la ºizya. Ibn ¿Iäârî [#114]. Cfr. infra.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 315

metiendo a Álava y a su conde.45 En otras palabras, el operaciones contra Alaba y al-Qilâ¿ realizadas, casi
primer conde castellano aparecía colaborando con el de manera consecutiva, durante los últimos años de
rey, mientras que el conde alavés era apresado. De la vida de Ordoño. La primera tuvo lugar en h. 249/
hecho, es en estas décadas cuando en la arquitectura 863-864. Según Ibn Áayyân [#109], el emir lanzó una
política del reino el condado de Castilla empieza a campaña de verano en balad Alaba y al-Qilâ¿ –de la
aparecer en las fuentes con más peso que el de Ála- tierra de la guerra–, «enfrentándose a su àâgiya Ur-
va, siendo así que hasta ahora era éste el que ocupa- dun Ibn Adfuns»,49 lo que estaría poniendo de relie-
ba el primer plano.46 Para los años 80, la situación se ve, al menos para nuestro autor, que el rey de Ovie-
había estabilizado y volvemos a encontrar el díptico do, ejercía en esos momentos el poder en dichos
Álava y Castilla, personalizado en sus condes, pero territorios de modo efectivo.50 La segunda se produ-
esta vez a las órdenes de Alfonso III y combatiendo jo en h. 251/865-866. Según Ibn Áayyân [#113] fue
en el Ebro a los Banû Qasî.47 la campaña de Alaba y al-Qilâ¿ y la batalla de
A partir de Ordoño I, las campañas contra Alaba M.r.k.wîz, en la que fue derrotado «el tirano Urdun»,
y al-Qilâ¿ debieron estar motivadas por la dinámica amîr de ªalâliqa. Ibn ¿Iäârî [#114] nos ofrece una
expansionista de la monarquía de Oviedo que, en versión más extensa de los acontecimientos. Entre los
ocasiones, estableció alianzas con Pamplona «para detalles que no recogía Ibn Áayyân, resulta de inte-
salir al país del Islam».48 Tenemos constancia de tres rés la alusión a que «no quedó uno solo de sus cas-
tillos a R.driq, ùâáib de al-Qilâ¿, Rudmir, ùâáib de
45
Albeldense, XV, 12. Crónica de Sampiro. Ed. Pérez de Tuqa, ni a Gundisalbo ùâáib de Buryiyya, ni a Gu-
Urbel (1952: 276-277). Sampiro se refiere a un momento in- mis, ùâáib de M.sanqa, sin que reinara en él la de-
determinado del reinado de Alfonso III en que éste domina vastación». Si la campaña se designa como «de Alaba
una revuelta y hace prisionero al conde Eylo (Gilonem en la
redacción silense, lo que lleva razonablemente a Martínez y al-Qilâ¿» ¿Qué es Alaba? ¿Quién es su ùâáib? Ha-
Díez (1974: 49) a pensar en una mala lectura de Vigilanem). bría que reparar, además, en otro aspecto. Para Ibn
El tratamiento de este pasaje ha estado a menudo marcado ¿Iäârî el ejército emiral, en M.r.k.wiz, se enfrentó a
por la idea de una sociedad vasca altomedieval de rasgos so-
ciales arcaizantes. La cuestión está en el videbatur. Según la R.driq «con sus tropas y su ejército». A este R.driq
redacción silense (la pelagiana es igual salvo en el nombre le atribuía dicho autor «La salina, una de las obras
del conde): … Alauam obtentam proprio imperio subiugauit. más importantes (de R.driq)». Pero también apunta-
Gilonem uero, qui comes illorum uidebatur, ferro vinctum
Ouetum secum atraxit. Se trataría del «reconocimiento implí- ba que «durante años R.driq se había ocupado de
cito de una jefatura local alavesa, cuya traducción más próxi- hacerlo (al-M.r.k.wiz) más abrupto, obligando a tra-
ma —aunque, por la expresión, insegura— la encuentra Sam- bajar en él a la gente de su reino». Al margen del
piro en el término comes» que se encuadra en la «aparente
transición desde las formas de caudillaje casi tribal a las más interés que supone esta mención a la imposición de
evolucionadas de jefatura sobre un territorio progresivamen- prestaciones en trabajo, vinculadas a la actividad
te delimitado» (García de Cortázar 1982: 94-95). Análisis que militar, no deja de sorprender que Ibn Áayyân atri-
de un modo u otro se ha venido repitiendo. Sin embargo, en
nuestra opinión el uso de uideor no implica ninguna percep- buya estas obras de fortificación al «tirano Uräûn, que
ción especial de la sociedad alavesa. Repárese en que en la era el que mandaba (amîr) a los ºalâliqa, que lo ha-
narración del llamado episodio de Tebular, en el que Ordoño bía hecho abrupto, escarpando la ladera del monte y
II descarga su ira contra los magnates castellanos tras el de-
sastre de Valdejunquera (920), la expresión de Sampiro es cerrando el paso de su camino». Quizás detrás de de
exactamente la misma: Equidem rex Ordonius, ut erat proui- esta contradicción aparente lo que subyace es una vin-
dus et perfectus, direxit Burgis pro comitibus, qui tunc ea- culación política entre Uräûn y R.driq.51 La tercera
mdem terram regere videbantur. Hii sunt: Nunnius Fredenan-
di, Abolmondar Albus, et suus filius Didacus, et Fredenandus
Ansuri filius, venerunt ad iuntam regis in riuo qui dicitur ma tradición —32 días— o Ibn Idari copió e interpretó a Ibn
Carrion, loco dicto Tebulare; et (…) vinctos et cathenatos ad Áayyân. También, aunque con variantes en las cifras, en Ibn
sedem regiam legionensem secum adduxit (red. Silense, 19). al-Aïîr [#105], al-Nuwayrî [#106] y al-Maqqarî [#107], aun-
46
El contraste entre la relación de cada territorio con el que aquí con fecha h. 247/861-862.
49
nuevo rey es particularmente nítido en la Albeldense (XV, Si este Uräûn es Ordoño I —rey de Asturias entre 850 y
12): … gloriosus puer [Alfonso III] ex Castella reuertitur et 866— Ibn Áayyân lo consideró hijo de Alfonso y no de Ra-
in patris solio regnans feliciter conletatur, qui hab initio reg- miro I. Esta relación (¿equivocada?) se repite en otras noti-
ni super inimicos faborem uictoriarum habet semper. Uasco- cias de este autor y de otros autores posteriores.
50
num feritatem bis cum exercitu suo contriuit atque humiliauit. En Ibn ¿Iäârî [#107] la campaña fue a los castillos de
47
Albeldense, XV, 13. Alaba y al-Qilâ¿ y se indica que Uräûn ibn Adfûns envió a su
48
En h. 246/860-861, según Ibn Áayyân [#103], los alia- hermano. Se alude también a los 19 condes heridos. Por su
dos fueron Garsiyya, ùâáib de Banbalûna y Urdun ibn parte, Ibn al-Aïîr señalaba que el ejército emiral fue enviado
Adfuns. La respuesta del emir no se hizo esperar, realizó una a madina de Alaya y al-Qilâ¿. Lo mismo sucede en al-
campaña para invadir el país de Banbalûna. Un relato muy Nuwayrî [#109],aunque aquí con la variante Al.ba.
51
similar en Ibn ¿Iäârî [#104], pero es interesante señalar la También relatan esta campaña, sin los detalles mencio-
modificación de los calificativos: Urdun no es considerado nados, Ibn al-Aïîr [#115], al-Nuwayrî [#116], Ibn Jaldûn
àâgiya sino ùâáib. Ambos autores debieron emplear una mis- [#117] y al-Maqqarî [#118].
316 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

se desarrolló en h. 252/866-867 en un contexto, a y de Castilla, Diego Rodríguez, a los Banu Qasi, a


decir de Ibn ¿Iäârî [#119], bastante propicio para los las órdenes del rey, y el relato de Al-¿Udrî58 [#148]
intereses del emir, pues «las gentes de esta parte sobre el ataque a Tarazona de una tropa de cristia-
estaban debilitadas y muy desanimadas. Imposibili- nos de Galicia, Álava, Castilla y Pamplona, dirigida
tados para concentrar individuos y reunir tropas, por Alfonso III, ilustran perfectamente lo que acaba-
puesto que el año precedente habían sufrido muchos mos de señalar. La llegada de Castilla al Duero en
saqueos y matanzas terribles».52 912 y la conquista leonesa y navarra de la Rioja Alta
La sublevación de los Banû Qasî —o con más pro- son hitos de una nueva etapa que escapa a este tra-
piedad, de los Banû Mûsà— (c. 871) marcó otro pun- bajo.
to de inflexión en el juego de alianzas y conflictos
en las tierras orientales del reino.53 A partir de ese mo-
mento se van a desencadenar una serie de fenóme- 2. TIERRAS, GENTES E IGLESIAS
nos que acabaron dibujando una coyuntura radical-
mente nueva. Por un lado, observamos que Alaba y Cuando se pasa de Ibn Áayyân y la Crónica Al-
al-Qilâ¿ desaparecen de las crónicas árabes durante beldense a los documentos conservados en cartula-
varios años54 y éstas parecen centrar su atención en rios castellanos y riojanos, la primera impresión es
las campañas emirales contra Pamplona.55 En segundo la de saltar de un mundo a otro radicalmente distin-
lugar, se constata la ruptura de los equilibrios inter- to. Sin embargo, el conjunto del registro escrito pre-
nos de la Marca Superior y la organización de accio- senta una coherencia muy superior a la que hemos
nes militares al margen de la autoridad emiral, em- tendido a atribuirle. En este sentido, limitar nuestra
prendidas por Muáammad ibn Lup, contra Alaba y observación de las fuentes diplomáticas al siglo IX no
al-Qilâ¿ 56 y contra Banbalûna.57 Por último, a partir responde a una mera división arbitraria condiciona-
de la última década del siglo IX, se había generado da por la historia política. El corpus de este período
un contexto favorable para la expansión definitiva de presenta una serie de características externas e inter-
los «politeístas» de ªillîqiya, balad Alaba y al-Qilâ¿ nas que justifican su estudio como un todo con ló-
y balad Banbalûna. Desde uno y otro lado, los pa- gica propia.
sajes finales de la crónica de Albelda sobre el hos-
tigamiento en 882 del conde de Álava, Vela Jiménez,
2.1. LA CONSISTENCIA DE LA DIPLOMÁTICA ALAVESA

52 Y CASTELLANA DEL PERÍODO ASTUR


Ibn al-Aïîr [#120], que no recoge dicha observación, in-
dicaba que la campaña se dirigió a Alaya y al-Qilâ¿ y a la ciu-
dad de Mâna. No llegan a cuarenta los documentos del perío-
53
Lorenzo (2010: 226-271). do astur que conservamos para los territorios caste-
54
En h. 268/881-882, Ibn ¿Iäârî [#142] menciona una cam-
paña emiral contra Zaragoza que avanzó después hacia Alaba llano y alavés, desde el pacto monástico de S. Mi-
y al-Qilâ¿, «conquistando muchos castillos y desalojando mu- guel de Pedroso de 759, conservado en San Millán,59
chos castillos». Una noticia muy similar es recogida por Ibn hasta los más antiguos textos copiados en el Bece-
Jaldûn [#144] quien señalaba que había entrado en el país de
la guerra. Por su parte, al-Nuwayrî [#143] mantiene la misma rro de Cardeña, datados de entre 899 y 909.60 En
estructura de la noticia, pero, de forma un tanto contradicto- realidad, estos últimos son más el anuncio de tiem-
ria, ya que indica que el ejército se dirigió a la «ciudad de pos nuevos, cuando se produce el despliegue caste-
Al.ba y al-Qilâ¿ y conquistó en ambas varios castillos». El
que ni al-¿Udrî ni Ibn Áayyân se hagan eco de esta campaña llano hasta el Duero y la puesta en pie de entidades
llama la atención. También cabría plantear que la campaña se políticas y monásticas de dimensiones muy superiores
hubiera efectuado contra Banbalûna. a las que aquí nos ocupan. El grueso de la documen-
55
Las noticias se refieren a h. 259/872-873: Ibn Áayyân
[#131], Ibn ¿Iäârî [#132] e Ibn al-Aïîr [#133], este con una tación consiste en un grupo de pequeños dossiers
estructura similar, aunque con variantes. Y también h. 260/
58
873-874: Ibn Áayyân [#134] e Ibn ¿Iäârî [#135]. Al-¿Udrî «Cuando llegó la noticia del asesinato de Muáammad
[#127], al describir los rasgos biográficos de Muáammad ibn ibn Lubb, Aäfunš reunió a los cristianos (naùrâniyya) de
Lubb, indicaba que se sublevó en h. 258/871-872 entrando en ªillîqiya, Alaba, al-Qilâ¿ y Banbalûna y salió hacia Wâdî
Zaragoza, por lo que el emir atacó la ciudad en h. 260/873- Burºa», atacando a los habitantes de À.r.sûna». Es posible
874 y continuó después hasta Banbalûna. que la noticia de Ibn Jaldûn [#130], datada en h. 258/871-
56
Ibn ¿Iäârî [#146] sitúa el ataque en h. 273/886-887. 872, se refiera a este suceso. En el mismo sentido se puede
57
Quizás en h. 273/886-887 o h. 274/888-889 siguiendo a interpretar otra noticia de al-¿Udrî [#151] que se contiene en
al-¿Udrî [#127]. Pero también, de nuevo, contra Alaba: «con- la biografía de ¿Abd Allâh ibn Muáammad. De nuevo la gen-
tinuó haciendo el ºihâd contra el tirano, atacando sus valles te de Banbalûna —con Sanºu— volvía a hostigar los distri-
en los dos países de Alaba y Banbalûna sin causar daño algu- tos de los Qasî.
59
no a sus vecinos musulmanes», como puede desprenderse de SMC 1.
60
Ibn Áayyân [#126]. Martínez Díez 1998: docs. 1-4.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 317

generados en torno a iglesias de la Castilla del Ebro únicamente se refiere a ellos para ilustrar la ocupa-
—y aun del Cantábrico en Mena— y del occidente ción de tierras vinculada a instituciones monásticas,
alavés, tales como Santa María de Valpuesta, San en ningún caso en lo relativo a las estructuras sociales.
Emeterio y San Celedonio de Taranco, San Felices Tampoco tienen espacio alguno en la síntesis de J.M.
de Oca o San Martín de Losa. Naturalmente, con la Mínguez, más allá de la problemática de la Repobla-
excepción de Valpuesta, estos textos han llegado a no- ción (1994: 113). Incluso un trabajo de investigación
sotros a través de los archivos, y casi siempre de los exhaustiva sobre la zona, como es el de I. Martín Viso,
cartularios, de grandes abadías como San Millán u les concede un papel reducido. El apartado relativo
Oña, que incorporan antiguas iglesias entre los siglos a las comunidades altomedievales del alto Ebro uti-
X y XII, y con ellas, los documentos que custodiaban liza documentación del siglo X y principios del XI,
en sus thesauri. El mapa queda así salpicado de pe- salvo en lo referente a la acción organizadora de los
queñas áreas iluminadas por las fuentes escritas. monasterios (Martín Viso 2000: 180-186). Por su
En general, estos textos han venido utilizándose parte, J.J. García González, autor de numerosos tra-
como parte de estudios que contemplan arcos crono- bajos sobre la más temprana historia de la Castilla
lógicos más amplios. Tal cosa los ha condenado du- del Ebro, no utiliza este corpus en coherencia con su
rante mucho tiempo a no tener otra función que la consideración de absoluta falsedad del mismo, como
de servir de preámbulo más o menos nebuloso a pro- veremos mas adelante.61
cesos mejor conocidos en épocas posteriores, o la de Creemos sin embargo que merece la pena tomar
proporcionar la primera mención de algo o de alguien. en consideración esta documentación por sí misma,
En la historiografía tradicional, se trataba de la apa- sin constreñirla a la función de anuncio o epílogo de
rición de un conde, de un nombre —como el mismo realidades distintas de la que la ha generado. De
de Castilla— o de la llegada de los primeros repo- hecho, algunos de los rasgos que le han valido poco
bladores del norte. La renovación impulsada por J.A. aprecio, cuando no sospechas, como son la limitación
García de Cortázar en torno a la organización social geográfica y las irregularidades diplomáticas, son en
del espacio desplegó toda una batería de interroga- nuestra opinión informaciones del mayor interés.
ciones para esta documentación, con los brillantes La discontinuidad territorial, instintivamente aso-
resultados que se conocen. Pero la hipótesis global ciada con la escasez si se compara con el corpus
proponía un proceso de aculturación ocurrido entre diplomático del siglo X, tiene naturalmente que ver
los siglos VIII y XI, cuya verificación exigía seguir en con el azar de la conservación y, seguramente en
la documentación la evolución de una serie de indi- mucha mayor medida, con decisiones tomadas en los
cios en muy diversos planos —«desde el cereal al scriptoria en el momento de la composición de los
credo religioso en su versión romana, pasando por grandes cartularios (Peterson 2009). Pero corresponde
fórmulas políticas superadoras del caudillaje tribal y también a las dimensiones de los modestos ámbitos
fórmulas artísticas en su expresión románica» (Gar- supralocales en que funcionan las redes sociales te-
cía de Cortázar y Díez Herrera 1982: 22)— y a lo jidas en torno a iglesias. Si comparamos las áreas de
largo de todo el período. La importante producción influencia que refleja la documentación castellana y
inscrita en esta línea ha desarrollado después otros alavesa con la de un territorio mucho más rico en
enfoques, como el de las formas de encuadramiento fuentes, como es la Liébana, no encontramos reali-
y renta feudales debido en particular a E. Peña (1995). dades territoriales diferentes. Las lebaniegas, por
Es más, en una formulación de García de Cortázar documentadas, son más abundantes y más variadas,
(1999: 31) más reciente que la citada en este párra- pero en lo que se refiere a las áreas de influencia
fo, se hace eco de la idea de una relación entre el supralocal de determinadas iglesias, la segmentación
incremento de las fuentes escritas y el proceso de y el bajo nivel de jerarquización es la norma.62 El
señorialización. Pero siempre se privilegia el análi- testamento de Avito de Tobillas traza una red de re-
sis diacrónico de determinados fenómenos, lo que laciones territorialmente coherente, pero ésta apenas
tiende a valorar las fuentes del siglo IX en función de va más allá de la cabecera de su valle (Larrea 2007:
su aportación al conocimiento de procesos cuya ló- 328). Aún más limitado territorialmente es Taranco.63
gica les es a menudo ajena. Al contrario, las dependencias de Fiéstoles se extien-
Desde perspectivas no opuestas pero sí distintas, den por ambas vertientes de la cordillera cantábrica,
estos textos tampoco han atraído excesivamente el
61
interés de autores de primera línea en las últimas Por ejemplo, García González 2001.
62
Pontieri 1967; Loring 1987; Montenegro 1993; Álvarez
décadas. En su ejercicio de síntesis sobre la primera Llopis 1999; Larrea (en prensa).
historia de León y Castilla, C. Estepa (1985: 64) 63
SMC 2, 3, 4, 5, 17, 18.
318 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

como veremos luego. En la Liébana, San Salvador de Hace más de un siglo que K. Rübel (1904: 39-46)
Villeña, Aquas Calidas y San Pedro y San Pablo de denunció, con cierta vehemencia, la ficción de los
Nazaoba se asemejan respectivamente a los monas- relatos de fundación de la mayoría de las grandes
terios que acabamos de mencionar, desde el punto de abadías francas, de Saint Wandrille a Reichenau y de
vista de su área de influencia en el siglo IX. No es Fulda a Bañolas, a partir de la lectura atenta de las
el número de fuentes el que condiciona la disconti- narraciones mismas. Denuncia que más recientemente
nuidad espacial de nuestro conocimiento, sino los ha contribuido a difundir Ch. Wickham (1994: 156-
rasgos mismos de los grupos organizados en torno a 157). Los presuntos desiertos están en efecto llenos
las iglesias. de vecinos y sembrados de topónimos. Incluso en
En cuanto a su tenor formal, estos conjuntos do- ocasiones hay que instar a los titulares de derechos
cumentales —y a veces estos documentos individual- de la supuesta selva impenetrada a que renuncien a
mente— combinan dos registros: la narración y el los mismos. Ahora bien, de ahí a que se trate de fal-
formulario de tradición hispano-visigoda. Este segun- sificaciones posteriores en varios siglos, hay un sal-
do sirve en general de soporte a la memoria de la to en el vacío que a nadie se le ocurre dar, entre otras
circulación y de la jerarquización de bienes, perso- cosas porque muchos de los textos son indudablemen-
nas y derechos en torno a las iglesias. El manejo poco te carolingios, empezando por la célebre Vita Stur-
sofisticado de los patrones, que se evidencia por ejem- mi. Nadie propondría el carácter de invención tardía
plo en un uso rudimentario de las fórmulas, se co- de la Vita Emiliani so pretexto de que se dan por
rresponde bien con un medio cultural alejado de es- ciertos los milagros. Armar un texto sobre un topos
cuelas monásticas o catedralicias (Larrea 2007: 324). es práctica más antigua que la Edad Media y nunca
Lo que sin embargo no excluye preocupaciones for- es per se prueba de falsificación.
males por parte de los amanuenses. Un recentísimo En realidad, la hipótesis de la superchería del si-
estudio de Peterson (en prensa) compara las formas glo XII crea más problemas que los que resuelve.
de los antropónimos en la epigrafía y en la diplomá- Habría que explicar cómo en los scriptoria del XII
tica, y desvela la querencia de los autores de los textos aciertan a describir prácticas de apropiación que re-
por normalizar los nombres de persona, aun siendo sultan coherentes con las de otros fondos de archi-
estos ajenos a la onomástica latina o germánica, frente vos —lo que ya es francamente difícil— y con usos
a la mayor cercanía de los lapicidas a la forma oral. extendidos por todo Occidente altomedieval tres o
La narración es el registro que recoge el origen cuatro siglos antes, salvo que se piense, por ejemplo,
de los derechos sobre iglesias y espacios. Recoge la que también las disposiciones de Carlomagno sobre
memoria de prácticas y gestos públicos, y se refiere las aprisiones son falsas, y por tanto también aque-
sistemáticamente a mecanismos, como escalios, pre- llas idénticas —y por cierto a veces conservadas en
suras y sernas, que corresponden a una lógica comu- original65— que se refieren a su equivalente alemán,
nitaria. Es un interfaz entre la oralidad de las comu- el Bifang, y los cientos de textos (Bethge 1928) que
nidades campesinas y la memoria escrita vehiculada se refieren a éste, y a las capturae, y a los propri-
por el clero. Como en todo Occidente, estos relatos sii… De hecho, los paralelos que ha propuesto el
conjugan en ocasiones las prácticas sociales de apro- proprio G. Martínez Díez infirman sus tesis. Recuerda
piación del territorio con el topos del eremos, sin duda este autor que San Millán no es el único taller de forja
uno de los más productivos de la Alta Edad Media de falsificaciones y evoca casos como Leire, Jaca,
europea (Larrea y Viader 2005). Paradójicamente, esta Albelda o Arlanza. Cierto, en Leire se fabrican unos
forma de construir un discurso de los orígenes que cuantos falsos cuando se inicia el período de pleitos
emparenta las iglesias castellanas y alavesas con sus y crisis del monasterio, pero recrean solemnes dona-
homólogas del resto de Occidente —salvadas las dis- ciones de antiguos reyes y obispos.66 Ninguno se
tancias materiales y culturales—, ha sido empleado asemeja ni remotamente a los que Martínez Díez
por G. Martínez Díez (1997) como prueba de la fal- sostiene se componen en San Millán en la misma
sedad generalizada de este tipo de texto y de su su- época. Lo mismo ocurre con respecto a Albelda,67
puesta forja por monjes del siglo XII. Tesis que J.J.
García González acepta en su conjunto.64 Castilla y Álava en el siglo IX está formado en lo esencial por
textos generados por las prácticas sociales de la región en el
siglo IX.
64 65
García González 2004: 39-43. Ignoramos si formamos MGH, Dip. Kar. I, n.º 213, 218.
66
parte de los empiristas a que se refiere García González, pero Martín Duque 1983: XXIX; Fortún 1993: 47-50.
67
en cualquier caso, ni, diletantes y posibilistas, miramos para Ubieto 1960. Véase el n.º 2, único documento considera-
otro lado, ni tratamos de compaginar la ilusión con el rigor. do evidentemente falso por A. Ubieto y cualquier otro de los
Sostenemos que el conjunto documental conservado para documentos que pudieran despertar sospechas.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 319

Arlanza (Serrano 1925) o Jaca (Sangorrín 1920), o Area Patriniani, es justamente donde no las hay. Si
en San Juan de la Peña.68 algo no se desprende de la práctica de la presura,
Dicho lo cual, sólo el examen detallado de los como hace mucho tiempo mostró J.A. García de
documentos permite valorarlos. En otro lugar (Larrea Cortázar (1969: 103), es la inexistencia previa de
2007) estudiamos las dos versiones del testamento de derecho habientes. Con el prestigio de una familia de
Avito de Tobillas, y sostuvimos la validez de una parte constructores de iglesias, y en virtud de un consen-
sustancial de sus informaciones. Veamos ahora, sea so con la comunidad de Taranco cuyos detalles des-
someramente, el caso paradigmático de Taranco. conocemos, Vitulo y Ervigio dicen haber erigido igle-
Sostiene G. Martínez Díez que este y otros peque- sias y otros edificios, y cultivan, en presuras y sernas.
ños monasterios se incorporaron a San Millán sin los Es decir, en espacios no vinculados a una familia del
títulos que justificaran sus heredades. Esto daría lu- lugar, sino a todas en conjunto. Por lo demás, que el
gar a la tentación de recrear tales títulos, cosa que término del monasterio sea demasiado grande, es cosa
se habría hecho en el siglo XII, probablemente entre que habría que explicar.
1130 y 1150. Los falsarios habrían compuesto un Cuesta entender semejante relato a mediados del
esquema tópico según el cual un abad con dos com- siglo XII, pudiendo a esas alturas acudir a cualquier
pañeros repobladores construyen la iglesia y la do- rey o conde legendario en caso de necesidad. De
tan con su patrimonio. En el caso de Taranco, la hecho, si al mismo tiempo los supuestos falsarios
amplitud de éste sería indicio suplementario de in- forjan como sostiene Martínez Díez la donación de
verosimilitud. Como además había que documentar un conde Fernando Ermenegíldez, que daría Taran-
otros bienes, se habrían añadido otras seis supuestas co a San Millán en 1007,69 ¿por qué no incluyen aquí
donaciones, en las que los donantes aparecen luego la descripción del término para el que creían nece-
como donatarios, a lo largo de un siglo. sitar títulos? O mejor, ¿por qué la descripción de
No creemos que esta explicación se sostenga. Que bienes que aparece en este documento no se parece
estas iglesias no aportaran documentos a San Millán nada a la de Vitulo y Ervigio? Más difícil aún se hace
es algo que no debiera darse por probado sólo con entender la forja de las otras pequeñas donaciones,
afirmarlo. Máxime cuando en otro caso más antiguo, supuestamente hechas en el mismo contexto: ¿para
el de San Miguel de Pedroso, el mismo autor no duda qué iban a necesitar un documento específico para un
en dar por bueno el pacto monástico de 759, con el simple manzanal en el mismo Taranco,70 si bastaba
argumento de que ningún beneficio patrimonial se con incluirlo en el primer y más amplio acta de Vi-
desprende del mismo. Dejando de lado que reducir tulo y Ervigio? Más bien hay motivos para pensar que
la función de la memoria escrita de cada iglesia a la los monjes de San Millán procedieron a seleccionar,
gestión patrimonial parece excesivo ¿acaso las igle- en decisiones sucesivas, los documentos que guarda-
sias se deshacían sistemáticamente de los pergami- ban la memoria de Taranco. De acuerdo con el estu-
nos que recordaban el origen de elementos patrimo- dio codicológico del desaparecido Becerro Gótico
niales, pero conservaban como oro en paño los que hecho por D. Peterson71 (2011) —a través de las trans-
no sustentaban ninguna propiedad?, ¿sólo uno de to- cripciones de la llamada colección Minguella—, la
dos estos monasterios fue capaz de transmitir un donación de Vitulo y Ervigio se copió en la primera
pequeño archivo? La lógica interna de la propuesta fase de composición del cartulario, antes de 1115,
parece frágil. mientras que los otros seis documentos, más modestos
En cuanto al abad y los compañeros repoblado- de forma y contenido, se añadieron en folios inter-
res que protagonizarían un relato legendario amañado calados posteriormente. Puede observarse cómo se
en el XII, en el caso de Taranco, ni siquiera hay tal. trata de donaciones corporis et animae de presbíte-
Vitulo y Ervigio no dicen jamás haber llegado los ros con patrimonios diversos —a veces iglesias, a
primeros allí donde hacen presuras. Muy al contra- veces dehesas y manzanos—, con y sin socios, que
rio, en el único sitio donde afirman haber encontra- van estableciendo una especie de genealogía de los
do una civitas —sea esto lo que sea— desolada, en primeros abades de Taranco. Eugenio y sus socios se
dan a Vitulo en 807, Armentario se dona a Ervigio,
68
Eneco a Armentario, Sisnando a Eneco, Apre a Sis-
Lo más parecido en San Juan de la Peña es el relato del
descubrimiento de la iglesia abandonada de Cercito (Ubieto
1962: n.º 9), que de todos modos está protagonizado por un
69
conde Galindo. Como en Leire, los diplomas falsos se adju- SMC 131.
70
dican a reyes y obispos. Véase el clásico estudio de J.M. Ra- SMC 4.
71
mos Loscertales (1929), sobre la «vida» de los textos pina- Agradecemos a D. Peterson sus observaciones en torno a
tenses. los cartularios emilianenses y la edición de A. Ubieto.
320 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

nando en 912, y Pedro también a Sisnando en fecha posterior. Esto indicaría que quien copió estos últi-
indeterminada.72 mos confundió una ‘h’ visigótica con un ‘b’, lo que,
Hay otros detalles que apuntan igualmente a un una vez más, contradice la falsificación del XII.
fondo de fiabilidad de esta serie documental. En el En suma, el examen del dossier de Taranco, como
texto de Vitulo y Ervigio, uno de los límites de la antes el de Tobillas, nos lleva a sostener, en relación
presura de San Esteban de Burceña es termino de a estos textos, y en términos generales, que sus im-
Comasio cognomento Gomazi. Gomazi es con abso- perfecciones diplomáticas, su combinación de narra-
luta seguridad la pronunciación vasca de Comasio.73 ciones y formularios y su vida en el proceso de trans-
Ya anotamos más arriba la consciencia de dos regis- misión, corresponden al medio social del que
tros onomásticos, culto y oral, que refleja la compa- emanaron, a su condición fronteriza entre la oralidad
ración de la epigrafía y la diplomática. Quien escri- de las prácticas sociales y la memoria escrita, y a su
bió el texto no hablaba de un nombre de persona que devenir paralelo a los ciclos de vida de las iglesias
en algún momento había quedado fijado al suelo en locales, hasta su fijación definitiva en los cartularios.
un microtopónimo, sino de una persona a la que se Falta mucho por hacer en materia de estudios críticos,
le llamaba por la forma vasca en la vida cotidiana. pero en nuestra opinión, rechazarlos en bloque no es
Luego, en caso de ser una invención del XII, o bien un ejercicio de rigor, sino más bien lo contrario.
los falsarios habrían introducido no sólo el nombre
de un vecino de su tiempo, sino también el detalle
de su doble forma latina y vasca, en un supuesto 2.2. DIVERSOS PATRONES DE SOCIEDAD LOCAL
documento de 800, o bien se habrían inventado uno
y otro, con impecable saber lingüístico. No nos pa- En una primera lectura, estos conjuntos documen-
recen alternativas convincentes por enrevesadas y por tales dibujan horizontes locales o comarcales con
ser difícil verles la eficacia en la falsificación. La grados de articulación y jerarquización sociales
hipótesis más económica es la que sitúa a este Go- diversos, pero en cualquier caso espacialmente limi-
mazi por el tiempo de Vitulo y Ervigio. En cambio, tados.
en cuanto a la onomástica, Martínez Díaz señala como En el valle de Mena, en torno a Taranco, el arran-
prueba de falsedad a un Handaliscus o Bandaliscus que está en una familia de constructores de iglesias
que figura como testigo en tres documentos de la de la que Vitulo y Ervigio son al menos la segunda
serie, entre 800 y 912. Teniendo en cuenta que sólo generación. Su radio de acción es pequeño, no más
hay dos o tres testigos por acta en los cinco documen- de tres horas a pie de Taranco a Area Patriniani y
tos más simples, sería sorprendente que un falsario Villasorda, a lo largo del pasillo que forman Mena
que elabora todos en bloque no cayera en la cuenta, y Montija —Castilla en el texto de 800—. Los tex-
máxime siendo Handaliscus un nombre raro. Más tos muestran un paisaje humanizado, con espacios
bien creemos que hubo errores o manipulaciones en compactos de cereal dividido en hazas según una
las copias, en un apartado, el de los testigos, que es práctica muy común en el área cantábrica; con espa-
el de menor valor a tres o cuatro siglos de distancia. cios de monte abiertos y cerrados; con áreas de cul-
No es un fenómeno excepcional. Además, se obser- tivo intensivo en las zonas de hábitat. En este entra-
va que la forma es Handaliscus en el texto que se mado, San Emeterio y San Celedonio se integra a
copió primero en el Becerro Gótico, y Bandaliscus/ través de dos prácticas indisociables del consenso co-
Bandalisco en los que se copiaron en un momento munitario, a saber presuras y sernas. El éxito de la
iglesia parece estar en la conjugación de este consen-
72
SMC 3, 4, 5, 17, 18. Como ha observado Martínez Díaz so con la corrección de la liturgia que traduce la
en el artículo que nos ocupa, el número 18 de SMC funde dos
documentos sin que veamos motivo para ello. En el Becerro posesión de libros y ornamentos de prestigio, así
Galicano (180v), la traditio de Pedro está individualizada como con la actividad desplegada por los hermanos.
exactamente igual que las anteriores, con una inicial roja. Por Las donaciones posteriores, obra de presbíteros, re-
otro lado, la regularidad de las fechas de SMC 4, 5, 17 y 18,
separadas entre sí sistemáticamente por 28 años, despierta fuerzan la imagen de una arquitectura social poco je-
con razón las sospechas de Martínez Díez. Pero sólo la últi- rarquizada y de una cierta dispersión del control de
ma, 912, referida a la donación de Apre, está en el cartulario. las iglesias hasta su incorporación a Taranco.
Las otras son conjeturas de A. Ubieto cuyo razonamiento no
se explica en la edición. Lo que sí está en el Becerro Galica- El contraste es muy marcado si seguimos este
no, y probablemente estuvo en el Gótico, es el orden de los corredor una docena de kilómetros hasta la parte de
documentos que forma la cadena que hemos señalado. Espinosa de los Monteros y Sotoscueva. Aquí, la
73
Los tres cambios fonéticos (k- > g- ; -s- > -z- ; -iu > i)
son característicos de los préstamos antiguos en lengua vas- donación del conde Gundesindo datada en 816 dibuja
ca, observación que agradecemos a J. Lakarra. el apéndice meridional de un extenso patrimonio
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 321

centrado sobre todo al norte de los montes y articu- un término propio, ni faltan donaciones de simples
lado en torno al monasterio de San Vicente y San parcelas.
Cristóbal de Fístoles, en el municipio actual de Santa En la cabecera de Valdegobía, volvemos a un es-
María de Cayón. El lenguaje del documento es ra- cenario que recuerda a Taranco, pero con diferencias
dicalmente distinto del de la dotación de Taranco. de grado. Aquí parece que es la iglesia la que actúa
Frente a sernas y presuras, aquí el patrimonio se es- de catalizadora sobre las comunidades de la zona para
tructura en villas con sus iglesias, lo que se corres- tejer una red cientelar y de amistades que se articu-
ponde bien con el carácter aristocrático que deja la, también a través de la iglesia, con otros ámbitos
entrever la fundación central (Floriano 1949: n.º 23, exteriores (Larrea 2007). El abad Avito usa como
25, 29). Al frente del monasterio dúplice de Fístoles, Vitulo y Ervigio de la presura, pero a juzgar por la
no aparece una abadesa al lado del abad, sino una disposición del habitat en la zona y la descripción
mujer consagrada, sobrina del obispo Kintila,74 que misma de su llegada, parece instalarse en una zona del
también cede su patrimonio familiar. Se trata muy fondo del valle sometida al control común de varias
probablemente de la figura relativamente corriente de aldeas de media ladera. Lo mismo que, aguas abajo,
la mujer de una familia aristocrática que se ocupa de hace Juan en Valpuesta. Avito instala una comunidad
preservar la memoria familiar en torno a su iglesia de monjes, hace construir un edificio de prestigio,
principal. exhibe una liturgia brillante en un escenario ostentoso.
También cerca de la divisoria de aguas, pero más Desde ahí, va incorporando entera o parcialmente
al oeste, en las faldas alavesas del Gorbea, encontra- iglesias de las comunidades del entorno, y a través de
mos en 871 a un conocido grupo familiar de cierto ellas se inserta en cada terrazgo aldeano. El vocabu-
rango (SMC 10). Como en Fístoles, un monasterio, lario, naturalmente, vuelve a ser el de Taranco.
el de de San Vicente de Acosta, hace de cabecera del Último ejemplo, el conjunto documental ligado a
patrimonio organizado en torno a iglesias. En este la acción del abad Paulo en Losa, Pontacre y Don-
caso, la primera donación es colectiva. La protago- disle tiene, como todos por otro lado, sus dificulta-
nizan un señor Arroncio, su hijo y su sobrino, un des particulares. Una misma datación y lista de tes-
obispo de nombre Bívere y su madre doña Octavia, tigos se ha reproducido, con errores distintos de copia,
Pedro abad de Acosta y un presbítero, y les secun- en los tres documentos.75 En la primera, la fecha de
dan otros familiares sin nombrar. El objeto son dos 4 de julio de 773 no es admisible junto a la mención
iglesias con su término y sus bienes raíces en Esta- del conde Rodrigo en la cláusula regnante. Que la
villo, a casi treinta kilómetros en línea recta de Acos- solución sea suponer una ‘C’ más como propone
ta, muy cerca ya del Ebro. Estas dos iglesias consti- Ubieto, no es imposible. Da la impresión también de
tuyeron el primer anclaje de este grupo, que recuerda que en las copias se han aligerado de manera desigual
la venida de sus abuelos desde León. Se han mante- los textos: la narración de San Martín de Pontacre se
nido aparentemente como propiedad indivisa, y son arma sobre una fórmula notarial bien reconocible,
la primera dependencia de Acosta cuando se estruc- mientras que el de San Martín de Losa prácticamente
tura jerárquicamente el patrimonio de la familia. A la ha eliminado. El lenguaje de esta última narración,
ésta primera anexión a Acosta le siguen otras, tanto la más desarrollada, es el de Tobillas. El abad y su
en su entorno como en el de Estavillo. El texto com- gente aportan una liturgia enriquecida y ortodoxa:
pleto es complicado, porque está compuesto de va- veintiseis libros, casullas de seda, cálices de plata…
rios documentos que se refundieron más tarde con Edifican la iglesia, toman presuras en zonas de uso
motivo de pleitos con el obispado de Álava. Se ob- colectivo —presimus presuras in fontibus, in monti-
servan semejanzas con el grupo de Fístoles, tanto en bus— y extienden su presencia en otros lugares, en
la imagen de sus componentes —un obispo, un abad, un radio cercano, menor que media jornada a pie, a
una mujer en primera línea familiar, un personaje través de la incorporación de iglesias, que registran
dirigente— como en un patrimonio extendido en con la ficción de la presura. La atracción subsiguiente
un radio relativamente grande. Pero es como si fue- de gentes de la zona está atestiguada con la donación
ra un grado menor: no hay título condal, ni, a di- de sí mismo y de su heredad, conservada el Becerro
ferencia de Kintila, el obispo Bívere se identifica Galicano, de un laico con posesiones en las cercanías,
en ninguna otra fuente astur. En la base fundiaria, ni las cuales consisten en heredades y derechos de uso
hay villas, ni todas las iglesias aparecen dotadas de en los espacios colectivos (SMC 14).

74 75
Sobre este personaje, Martín Viso 1999: 171-172; Ayala SMC 11, 12, 13. Ver sobre este conjunto Larrea 2007:
2008: 138; Fernández Conde 2008: 353. 326-327.
322 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

Resumimos. Por un lado, la documentación tra- los marcos locales en los condados y en el reino. En
za cuadros diversos en función de la arquitectura particular, queremos destacar aun más el papel, cree-
social en que se inserta cada iglesia. Por otro, y esto mos decisivo, de la guerra.
nos parece particularmente interesante, el lenguaje de Los vaivenes de la historia política muestran una
los textos muestra una correlación con esa arquitec- integración de los dirigentes de la zona que va más
tura. Aquellas iglesias que dependen de su inserción allá de la aceptación progresiva, más o menos nego-
en el horizonte local arrojan mucha más luz sobre las ciada, de la soberanía ovetense. Como examinamos
formas de apropiación del territorio y el paisaje agra- en detalle más arriba, los vínculos de familias ala-
rio, que las que conocemos por enumeraciones de vesas con el linaje de Alfonso I y Fruela son ante-
patrimonios aristocráticos. No en vano, su éxito de- riores a la primera acción militar de las tropas de
pende de su capacidad de jugar con las reglas que las Oviedo en Álava. Es decir que desde la generación
nociones de presura, serna o divisa representan. Lo siguiente a la conquista árabe, dirigentes de este te-
que no significa que no sean, como Tobillas, creacio- rritorio han tenido a Asturias en el horizonte de su
nes de gentes de un cierto rango. Como casi siem- acción política, sin que esto excluya opciones de
pre en la Alta Edad Media, las reglas de juego son integración en al-Andalus en determinados momen-
sencillas, las realidades que resultan son de una ri- tos. Lo que vemos después son pulsaciones de cer-
queza extraordinaria. canía y de distancia en función del juego político.
Álava pasa de tener a Alfonso II en el trono a ver a
su primer conde conocido apresado por Alfonso III.
2.3. DEL CÍRCULO LOCAL AL REINO Y A LA GUERRA Lo que por otro lado muestra la dinámica de forta-
lecimiento de la monarquía, si se compara esta últi-
Hemos visto que estos conglomerados de iglesias, ma situación con el refugio seguro que Álava ofre-
gentes y tierras son parte constitutiva del entramado cía frente a un Mauregato incapaz de intervenir contra
social en el marco local y comarcal, y que se enrai- Alfonso. En Castilla, el alineamiento decidido con el
zan en la organización del espacio que gestionan las otro bando, posiblemente desde Ramiro I, trae con-
comunidades rurales. Debemos preguntarnos ahora sigo, en este mismo periodo de expansión del reino,
cómo se engarzan en los condados y en el reino. El una posición de privilegio para Rodrigo y luego para
problema se ha planteado en toda Castilla, y casi con Diego de Castilla, al lado de Ordoño I y Alfonso III.
mayor viveza en la mitad meridional que carece de Es curioso el que se haya solido afirmar que los do-
fuentes escritas prácticamente hasta el tiempo de cumentos tempranos de Castilla y Álava no men-
Fernán González.76 Para los territorios que aquí nos cionan a los soberanos astures, salvo en casos de
ocupan, las respuestas se han enfocado desde dos manipulación. En realidad es todo lo contrario: sal-
perspectivas no contrapuestas. J.A. García de Cortázar vo en el grupo de documentos del abad Pablo cuyo
y otros autores han seguido la formalización de ám- escatocolo problemático mencionamos más arriba y
bitos políticos en la ordenación del espacio, como en alguna noticia muy rudimentaria, como la serie que
manifestación del proceso de aculturación y señoria- sigue a la narración fundacional de Taranco, todos los
lización que sitúan en el eje de las transformaciones. documentos citan religiosamente al rey de Oviedo.
Por su parte, I. Martín Viso (2000: 232-233; 2002), Cosa poco sorprendente a la luz de los hechos polí-
que es quien más ha reflexionado en los últimos años ticos.
sobre esta cuestión, parte de las estrategias y nece- En este mismo sentido, el documento más anti-
sidades de los grupos aristocráticos regionales en guo, el pacto de San Miguel de Pedroso (SMC 1)
ámbitos como el militar, el eclesiástico y el judicial muestra un ambiente local perfectamente coherente
para comprender su vinculación progresiva al reino. con la coyuntura de mediados del siglo VIII, en un mo-
Este autor destaca el alto grado de autonomía de estos mento en que las aristocracias locales o regionales
grupos y la dirección militar como atributo fundamen- y las autoridades episcopales actúan bajo el vigoro-
tal de su superioridad, si bien piensa sobre todo en so despliegue de fuerza del reino de Asturias. El di-
las tareas defensivas. Nosotros creemos que la lec- ploma contiene un pacto monástico femenino median-
tura conjunta de las fuentes cronísticas y las diplo- te el cual se funda una comunidad, constituida por
máticas permite añadir nuevos matices y precisar veintiocho monjas, en la cuenca del río Tirón. Este
mecanismos concretos que cimentan la inserción de hecho sugiere la presencia de gentes de cierto rango
cuya memoria familiar solía quedar confiada a este
76
Álvarez Borge 1996; Pastor Díaz de Garayo 1996 y tipo de instituciones. Que esta observación es vero-
1997; Escalona 2001 y 2002. símil lo demuestra la presencia de un obispo y el re-
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 323

conocimiento de la autoridad de Fruela I. La presencia des locales. Un ejemplo es la presencia de obispos.


del rey no resulta extraña, pues era nieto del duque En nuestra opinión, lo significativo desde este pun-
de Cantabria, Pedro, y, además, como hemos visto, to de vista no es tanto que se observe su radio de
había afirmado su control militar sobre la zona. El acción reducido y sus vínculos con las familias di-
obispo Valentín podría ser de Oca o de Calahorra. La rigentes, como el hecho mismo de que hagan falta.
continuidad de sedes episcopales después de la con- Por mucho que las iglesias sean indisociables de fa-
quista es un fenómeno difícilmente discutible. Ade- milias, grupos de familias y comunidades, se entiende
más, pocas figuras hay más ambivalentes en las dé- que hay funciones que sólo pueden ser cumplidas por
cadas que siguen a la implantación del dominio una autoridad independiente y superior —aunque esto
islámico en al-Andalus que las de los obispos, a de hecho sea una ficción— a las iglesias mismas. La
menudo personajes clave en la articulación entre la presencia de un obispo en Álava con implantación
población cristiana y los nuevos dueños del país efectiva en dos extremos del territorio, según vimos
(Acién 1997). Nada sabemos del destino de la sede en Acosta; la instalación de un obispado en Valpuesta
de Oca.77 De Calahorra, las crónicas árabes nos in- cuyo titular actúa también en otras zonas y consagra
dican que «fue conquistada», en el contexto de una iglesias que le son ajenas (Díaz Herrera 1994: 167-
expedición de ‘Abd al-Raámân I contra los francos, 168); la consagración de iglesias nuevas y la de igle-
en el año h.164/780-781 y que, de nuevo, el ejército sias antiguas pero mantenidas hasta entonces al mar-
se detuvo a tomar y destruir Qalahûrra, antes de aso- gen de autoridad superior (Peña 1993)… son indicios
lar el territorio enemigo, en una campaña realizada consistentes, en una documentación cuantitativamente
en h.180/796-797.78 En este horizonte, la Vita Pru- reducida, de la efectividad de esta forma de autori-
dentii recuerda que el vaivén no es sólo militar. Uno dad concebida como pública. De hecho, funciona en
de los actos memorables de Prudencio —pocos y estado a menudo latente como mecanismo de engarce.
grises por otro lado— tuvo que ver con la labor de Es muy posible que el obispo Kintila de Fístoles
predicación que desarrolló en Calahorra. Su objeti- participe en reuniones en Oviedo;80 los prelados de
vo, como ha señalado N. Igartua (2003: 117-121), fue Valpuesta y Álava se vincularán a los condados na-
convencer a gentes recientemente convertidas al Is- cientes de Lantarón y Álava (Martín Viso 1999: 174
lam para que volvieran a la fe de sus mayores. Lo que sq.).
no deja de evocar un pasaje de Ajbar.79 Por último, La justicia funciona también en estos dos planos.
la onomástica de una buena parte de las firmantes del Los testimonios de pleitos más tempranos de que
pacto, analizada por Peterson (2009: 310-315), co- disponemos corresponden a la segunda década del
incide con los primeros estratos dejados por la inmi- siglo X, es decir inmediatamente después de la fecha
gración vasca, probablemente alavesa, en la toponi- que cierra nuestro estudio. Creemos sin embargo que
mia de la zona. No creemos que haya que volver a sus rasgos son lo suficientemente nítidos para mos-
pensar en términos de grandes desplazamientos de trar usos bien enraizados en el país. En 919, un pleito
población y evacuaciones masivas. Pero nada impi- enfrenta a Santa María del Puerto (Santoña) con Santa
de suponer la existencia de movimientos de cierta María de Valpuesta, en torno a los bienes legados por
importancia a escala regional, como los que por otro un presbítero cuya traditio se interpola parcialmen-
lado parecen recordar los Anales Castellanos Primeros te al final de las conditiones sacramentorum.81 Los
con el célebre pasaje de la salida de los foramonta- juramentos se hacen por orden «del juez Vela y de
nos para Castilla en 814 (Martín 2009). otros muchos jueces, a saber el abad Valerio y el abad
En general, a lo largo del siglo IX, los ámbitos en Maurello y el abad Assur». Vela es casi con toda
los que se visualiza la inclusión en el reino también seguridad el abad de Tobillas (Larrea 2007: 330-331),
combinan de modo flexible la noción general de una pero la ceremonia tiene lugar en la iglesia de Espe-
autoridad pública con usos adaptados a las realida- jo, en el mismo territorio del Omecillo al que perte-
nece Valdegobía. Es decir, se trata de un juicio pú-
77
Cfr. supra. bico, con un tribunal colectivo formado por personajes
78
El comentario y análisis de estas noticias en Lorenzo relevantes del territorio, y que sigue formas de la
(2010: 158-161), quien señala que la primera mención es más tradición hispano-visigoda. Comparémoslo ahora con
que dudosa.
79
[h. 133/750751 «En el año 33 fueron vencidos y arroja- otro acta de conditiones sacramentorum referido a un
dos (los árabes) de Galicia, volviéndose á hacer cristianos juicio semejante y tenido más al norte, en San Mi-
todos aquellos que estaban dudosos en su religión, y dejando
de pagar los tributos» (Lafuente Alcántara 1867: 61). El tri-
80
buto que dejan de pagar se designa en el texto árabe como Supra n. 75.
81
jarâº. Agradecemos a Jesús Lorenzo la observación. Pérez Soler, 1970: n..º 10.
324 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

llán de Gabinea, en 911.82 El procedimiento y las a todo un arco de gentes que va de Castilla y Álava
fórmulas son similares.83 Pero allí donde en Espejo a Gascuña y a Aragón. Nada hace suponer aquí que
sólo se habla del mandato de los jueces, en Gabinea el rey de Oviedo haya tomado parte en la decisión. Y
es el conde Gonzalo Téllez de Lantarón quien orde- no se ve otra motivación que la que siempre ha mo-
na el procedimiento. Es decir, ni la práctica de una vido a los bárbaros de las fronteras: la posibilidad de
justicia pública necesita de autoridad superior al botín y soldadas. La alianza dura lo que dura la suerte
ámbito local para funcionar, ni la intervención con- en el combate, poca por cierto en 843. En 882 el rey
dal —o real— trae cambios en el modo de dirimir los ha vuelto y el emirato se derrumba. Vela Jiménez con-
conflictos. Se entiende que tal competencia va apa- de de Álava y Diego Rodríguez conde de Castilla
rejada con el reconocimiento de un poder superior y acosan y persiguen a Muáammad Ibn Lubb. Dispo-
de algún modo, en el procedimiento existen engra- nen pues de tropas capaces de llevar a cabo expedi-
najes para articularlo cuando tal poder se hace efec- ciones de cierta duración en el valle del Ebro y de
tivo. mantener la vigilancia de las fronteras desde fortale-
Desde el punto de vista del análisis sociopolíti- zas como Cellórigo y Pancorbo.
co, la guerra ha recibido un tratamiento en general En los tres casos, es muy característica la auto-
muy somero. Se ha señalado su influencia en la cris- nomía de hecho en la práctica de la guerra. En dos
talización de una autoridad política que deriva de las de ellas, hay pocas dudas de la búsqueda de botín.
necesidades de defensa frente a las numerosas acei- De hecho, cualquier combate puede producirlo, pues
fas que agreden Álava y Castilla desde el Ebro mu- es uso corriente entre los jefes acudir al combate
sulmán. Tal razonamiento es plausible, pero sólo haciendo ostentación de tesoros de todo tipo. Recor-
atiende a una faceta de la cuestión. Como hemos visto demos que es en el campamento de Muza donde se
más arriba, la actividad guerrera que envuelve en este encuentran los regalos que le había mandado Carlos
período a alaveses y castellanos presenta formas y el Calvo.84 En las fronteras del estado islámico, siem-
dinámicas muy diversas. Por limitarnos a retomar tres pre hay oportunidades para hacerse con riquezas, sea
momentos del siglo IX, pensemos en Wâdî Aruwn en en forma de rapiña y rescates, sea en forma de pago
816, en la campaña de Pamplona de 843 y en las de servicios (Larrea 2009). Hay también una contra-
correrías por el Ebro de Diego y Vela, condes de partida: son las aceifas musulmanas, que se cobran
Castilla y Álava, en 882. en botín y seguramente en buena medida en escla-
La primera es una dura batalla defensiva en la que vos. Es parte del juego.
alaveses y maºûs —posiblemente normandos insta- La participación en la guerra se modula, como en
lados en la costa vasca— aportan los guerreros que todo Occidente, en función de la realidad socioeco-
materializan el apoyo de Alfonso II al conde carolin- nómica. Más allá del principio de que todo hombre
gio de Pamplona. Las relaciones amistosas de Oviedo libre es susceptible de participar en el ejército, la
y Aquisgrán vienen facilitadas por la sintonía de los organización militar de este período conjuga capaci-
dirigentes de la frontera oriental con Alfonso II, exac- dad socioeconómica, costumbre y rango de convoca-
tamente lo contrario de lo que sucede al otro lado del toria. Es preciosa la noticia que transmite Ibn Iäârî,
Pirineo, donde la rebelión gascona contribuye a aho- en el sentido de que Rodrigo, ùâáib de al-Qilâ¿, ha-
gar el incipiente condado pamplonés y pone en evi- bía hecho trabajar a la gente de su reino en una
dencia lo poco que éste podía esperar del emperador. de sus fortificaciones. El mismo autor asocia con el
La segunda responde a la dinámica política propia del control de castillos a los aùáâb de al-Qilâ¿, Tuqa,
emirato. Córdoba permite el enfrentamiento entre Buryiyya y M.sanqa en la campaña de 865/66.85 No
facciones hasta un determinado límite, a partir del parece aventurado suponer que acarrean madera y pie-
cual el emir interviene, con el ejército si hace falta, dras quienes no tienen el equipo y la disponibilidad
y zanja la cuestión. En 843, el emir toma partido por suficientes para combatir montados en expediciones
su visir Áâriï ibn Bazî¿ frente a los Banû Qasî, que que pueden prolongarse durante semanas, o para ocu-
como siempre se ha hecho en los confines de las for- parse de las patrullas de frontera que luego aparece-
maciones estatales, buscan carne de cañón entre los rán como anubda y que se llaman wactas en el Piri-
bárbaros de la frontera. El banderín de enganche lo neo oriental.
portan los Íñigos de Pamplona, que atraen al combate Las obligaciones de defensa, sean como presta-
ciones en trabajo, sean aprovisionando a la hueste,
82
Pérez Soler, 1970: n.º 8.
83 84
Gil (1972) señala paralelos con FW 39, que aquí se uti- C. Alfonso III, 26; Lázaro 2007.
85
liza, en Santa María del Puerto (Santoña), Oviedo y Sobrado. Ver nota 52.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 325

o sea en alertas generales que convocan a todos los construcción de iglesias se recuerda sistemáticamente
hombres disponibles para defensa de territorio o para —baselica extirpe manibus nostris construximus; fa-
batidas contra bandoleros, rara vez son productivas. bricavimus ipsa ecclesia;88 hedificabimus atrio;89
En cambio, las expediciones de medio y largo alcance construximus et sacravimus;90 constituimus eccle-
tienen al menos dos efectos. Por un lado, la convi- sias91— y se distingue bien de la adquisición de otras
vencia estrecha de representantes de todos los gru- anteriores: prisi ecclesia;92 inueni ibi eglesias anti-
pos dirigentes del condado durante semanas de ca- quas.93 El carácter de prestigio de algunas de ellas no
balgadas y combates, no sólo escenifica la dirección deja dudas. El caso de Tobillas es el más claro, y
del país, sino que contribuye a vertebrarlo con una todavía lo es más su reforma en 939, guardada en la
eficacia que no ha de despreciarse en formaciones memoria del edificio por un epígrafe solemne que
políticas con bajo nivel de formalización. Lo verte- celebra al patrono de la obra (Azkarate 1995: 201 y
bra además en dos sentidos, hacia el conde y hacia 208; Azkarate y García Camino 1996: 128). Pensa-
determinados líderes que aglutinan clientelas militares mos también en la familia de edificios de que forma
tras ellos. Esto está perfectamente atestiguado en parte, con San Vicente del Valle o Santa Coloma
Pamplona —hasta el punto de que llega a haber ren- (Caballero, Arce y Utrero 2003). Igualmente signi-
diciones por separado86—, pero también en Wâdî ficativo es la inscripción de las Santas Céntola y Elena
Aruwn por ejemplo las fuentes árabes ponen en evi- de Siero, en Valdelateja (Utrero 2006: 515). Indepen-
dencia que hay guerreros cuyo prestigio es conoci- dientemente de su cronología —seguramente de fi-
do también por el enemigo.87 Por otro lado, este ejer- nales del IX, aunque se venía pensando en un siglo
cicio militar sí produce botín y rescates, en forma muy antes—, el epígrafe de Fredenandus et Gutina es muy
a menudo de metales preciosos y tejidos de lujo pro- probablemente una forma de memoria pública de
venientes de al-Andalus. La posesión, exhibición y quienes probablemente son sus fundadores.
distribución de estos bienes es una parte esencial de El otro se refiere a los tesoros en forma de códi-
las estrategias de distinción en las sociedades alto- ces y objetos y vestimenta litúrgicos a los que se
medievales. presta una atención minuciosa (cf. Bango 1979):
¿Dónde queda esto en las fuentes diplomáticas?
XXVI libros, V casullas de sirgo, duos calices argentos,
El no disponer de inventarios de fortunas, de testa- duas cruces de allatone, duos incensarios, V iugos de bo-
mentos, dificulta notablemente percibir su eco. En ves, LX baccas, L equas, XX cavallos, XII mulos, duos
cambio, el que la plata andalusí no circule con la asinos, VII vasos argenteos, II cornias, V genapes de sir-
go, V plumazos de sirgo, VIII tapetes antemano, I ferrio,
tierra, nos parece perfectamente explicable. Por en- II campanas, CL oves, L agnos, L arietes usque a modico
cima de perspectivas diversas, si hay un punto de gallina94.
acuerdo entre todos quienes nos hemos interesado en
los últimos años por las sociedades rurales altome- Naturalmente, la mención de objetos de plata,
dievales de esta región, es el vigor de las formas de relativamente corriente, no puede leerse sin más como
apropiación y gestión del territorio de carácter comu- fruto del botín. Pero pocas dudas hay de que éste está
nitario (Larrea 2008). En este tipo de organización, presente en las iglesias cuando sabemos por ejemplo
el acceso a la tierra, a los baldíos, al monte, a los que un maureteno forma parte del patrimonio de
movimientos de reproducción de los terrazgos… pasa Santos Justo y Pastor, en Pesquera de Ebro, a prin-
por la participación en la comunidad. El mercado de cipios del siglo X (Moreta 1971: 95; Martínez Díez
la tierra es muy limitado, si puede hablarse de tal. La 1998: n.º 10). Desde luego, es muy probable que las
plata no sirve para crear grandes propiedades (Larrea, casullas y demás prendas de seda de la dotación de
en prensa). San Martín de Losa que acabamos de reproducir;
Preguntémonos entonces en dónde puede la osten- como las seis casullas de seda que recibe San Feli-
tación de bienes de lujo tener un efecto sobre la so- ces de Oca del conde Diego (SMC 7), sean de ori-
ciedad local. Si volvemos a los textos, la respuesta gen andalusí.
nos manda una vez más a las iglesias. Cosa perfec- De este modo, las iglesias actúan de interfaz entre
tamente coherente si recordamos su papel central en la arquitectura política y militar de los condados y
la articulación de estos conglomerados de familias. 88
SMC 2.
En efecto, los textos reflejan la exhibición material 89
SMC 12.
en dos aspectos. Uno son los edificios mismos: la 90
SMC 15.
91
Del Álamo 1950: n.º 2.
92
Del Álamo 1950: n.º 1.
86 93
Ver nota 39. Pérez Soler, 1970: n.º 1.
87 94
Ver nota 18 y 35. SMC 12.
326 Juan José Larrea y Ernesto Pastor Anejos de AEspA LXIII

las sociedades locales. Traducen al lenguaje simbó- este período. Corresponden a grupos de ámbito lo-
lico local una parte de los bienes obtenidos a través cal y comarcal articulados en torno a iglesias, cuyos
de la guerra. Crean una espacio de exhibición y com- grados de jerarquización y cuyos instrumentos de
petencia. Magnifican el escenario y la liturgia aso- poder son diversos. Tal diversidad hace que los tex-
ciados a determinadas familias, exhiben indirectamen- tos recojan todo un abanico de mecanismos de rela-
te el estatus de éstas y realzan su superioridad en la ción y de apropiación del territorio, desde formas
vida y en la muerte. rígidamente comunitarias hasta implantaciones aris-
tocráticas.
Entre este ámbito local y el de las formaciones
3. CONCLUSIÓN políticas, la actividad guerrera en las expediciones de
medio y largo alcance, sea en forma de agresión al
Filtradas por el estudio crítico de sus textos y de territorio andalusí, sea como auxiliares de alguno de
su transmisión, y ordenado todo el corpus disponi- los bandos enfrentados en la Marca Superior, hace
ble, las fuentes cronísticas árabes dejan de aparecer visualizar el cuerpo dirigente del territorio, retroali-
como el registro pulverizado de una sucesión caóti- menta la jerarquización interna y bombea a tierra
ca de agresiones, para mostrar la cristalización y cristiana riquezas y lujo asociadas al mantenimien-
evolución de un territorio de frontera cuya dinámi- to de un cierto status en las sociedades locales. Una
ca se corresponde notablemente con el devenir que vez más, las iglesias aparecen como espacio privile-
trazan las crónicas latinas. Invisibles en el momen- giado en que se representa el juego social, con la
to de la conquista y en la generación siguiente, Ála- exhibición ante la comunidad de los objetos precio-
va y Castilla adquieren derecho de ciudadanía en las sos vinculados a determinadas familias. Objetos car-
fuentes en un espacio de tiempo muy corto y mar- gados de un significado muy superior al de la mera
cado por la tensión a que son sometidas desde los dos riqueza, en la medida en que traducen la posición de
lados, en maniobras que combinan la fuerza y la cada cual en la arquitectura político-militar de con-
negociación: Álava pasa en pocos años de Asturias dados y reino.
a al-Andalus. Su vuelta decidida a la órbita asturia- Dada la naturaleza de este simposio, acabaremos
na es segura con la entronización de uno de los su- con dos reflexiones que podrían tener interés en lo
yos en Oviedo: Alaba wa-l-Qilâ¿ son ahora dâr al- tocante a la circulación de técnicas y modelos cons-
áarb, la tierra de la guerra. Lo que no se traduce en tructivos. La primera se refiere a la imposición de la
términos históricos por una condición de víctima y ºizya y la transformación de los dominados no con-
resistente, sino por la participación de sus dirigen- vertidos, en äimmís. Esta habría sido una fórmula es-
tes en las múltiples formas que toma la guerra en la pecialmente activa a lo largo del siglo VIII, aunque
periferia del Estado islámico. En fin, las primeras también estuvo presente en el siglo IX. En este hori-
figuras condales aparecen con la afirmación de la zonte habría que entender las escasas y escuetas
monarquía, la vuelta física del rey a la zona y el paso menciones a Alaba y al-Qilâ¿. Las formas que adoptó
a primer plano de una Castilla que parece haber apos- el pago de este tributo las desconocemos. Sin embar-
tado mejor que Álava en las disputas por el control go, lo que sabemos de otros territorios del mundo
del trono ovetense. islámico, especialmente de Egipto, pone de relieve
Sometidas tradicionalmente más a la sospecha que que, entre otras cosas, los «protegidos» estuvieron
a la crítica, y últimamente al rechazo radical, la fuen- obligados a hacer efectivo el pago de este tributo
tes escritas generadas en el interior del territorio rara mediante la realización de prestaciones en trabajo de
vez han sido consideradas, al menos a título de hi- tipo muy diverso. A comienzos del siglo VIII, algu-
pótesis, como un corpus cuya lógica conviene bus- nas de estas obligaciones supusieron una moviliza-
carse en las sociedades de las que dicen emanar y ción de mano de obra especializada para la construc-
cuya transmisión ha de estudiarse en la dinámica de ción de palacios o de mezquitas, tanto en Egipto como
la constitución de los grandes archivos monásticos. fuera de Egipto. Esto significa que la instauración de
Y en una perspectiva comparada con otras regiones mecanismos de dominación fiscal por parte del es-
y otros archivos. A falta de numerosos estudios es- tado islámico pudo favorecer la transferencia de ideas
pecíficos, creemos aportar argumentos suficientes y de modelos constructivos y decorativos de raíz
para sostener que en lo esencial las fuentes diplomá- oriental.95 Desde otro ángulo, la segunda reflexión
ticas castellanas y alavesas del período astur respon-
den efectivamente al paisaje socioeconómico y a las 95
De estos movimientos y de sus repercusiones, en el
prácticas sociales y culturales de las sociedades de próximo oriente, ya se había percatado Bell 1928.
Anejos de AEspA LXIII ALABA WA-L QILA’: LA FRONTERA ORIENTAL EN LAS FUENTES ESCRITAS... 327

tiene que ver con los rasgos de los grupos organiza- BONNAZ, Y., 1987: Chroniques asturiennes: (fin IXe
dos en torno a iglesias, que muestran un ámbito li- siècle). Avec édition critique, traduction et com-
mitado, pero en absoluto aislado, en un marco polí- mentaire, Paris.
tico de notable autonomía. Nos preguntamos —pero BRONISCH, A., 2006: Reconquista y guerra santa. La
no lo sabemos— si este ambiente no favorece la cir- concepción de la guerra en la España cristiana
culación de constructores y modelos en el espacio desde los visigodos hasta comienzos del siglo XII,
regional que representa el grupo de San Román de Granada.
Tobillas I y San Vicente del Valle, segmentado pero CABALLERO, L., ARCE, F. y UTRERO, M. Á., 2003: «San-
animado por el beneficio social que se obtiene de la ta María de los Arcos de Tricio (La Rioja), San-
inversión en las iglesias, frente a una etapa posterior, ta Coloma (La Rioja) y La Asunción de San Vi-
marcada por estructuras políticas más extensas y cente del Valle (Burgos). Tres miembros de una
organizadas, en las que determinados modelos ten- familia arquitectónica», Arqueología de la Arqui-
derán más bien a irradiar desde un centro —sea Ovie- tectura 2, pp. 81-85.
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EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL
DURANTE LOS SIGLOS VI AL X D.C. SEGÚN
EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO: ALGUNOS
INTERROGANTES
POR

AGUSTÍN AZKARATE GARAI-OLAUN


Universidad del País Vasco / Euskal Herrikoo Unibersitatea

IÑAKI GARCÍA CAMINO


Museo Arqueológico de Bizkaia*

RESUMEN would become the most evident archaeological reflection of


this new situation.
De la desestructuración del imperio romano habría surgi- This paper raises several questions regarding this increas-
do en la mayor parte del País Vasco actual un nuevo paisaje ingly prevalent interpretation in recent historiography. The
totalmente distinto, caracterizado por la transformación estruc- purpose, however, is not to provide an alternative proposal, but
tural de la organización social, una decreciente complejidad to draw attention to an archaeological record that requires a more
económica, la devaluación de las capacidades de las élites contrasted construction and a more finely tuned modulation in
dirigentes y, sobre todo, la transferencia al campesinado de la its decoding and transformation into historical discourse.
iniciativa en la gestión y la explotación del territorio. Esta
situación revertió rápidamente a partir del siglo VIII, con la PALABRAS CLAVE: Construcción del registro arqueológi-
formación de élites dominantes, territorialmente fuertes y co. Interrogantes. Antigüedad Tardía. Alta Edad Media. País
consolidadas, responsables de la configuración de una densa Vasco.
red de aldeas, en las que la fundación de iglesias constituiría
el reflejo arqueológico más evidente de la nueva situación. KEY WORDS: Construction of the archaeological record.
Este artículo plantea diversas interrogantes sobre esta in- Questions. Late Antiquity. Early Middle Ages. Basque
terpretación, cada vez más dominante en la historiografía re- Country.
ciente. Su objetivo, sin embargo, no es tanto ofrecer una pro-
puesta alternativa, cuanto llamar la atención sobre un registro
arqueológico que demanda un mayor contraste en su construc- 1. INTRODUCCIÓN (AAG, IGC)
ción y una modulación más afinada en su decodificación y
transformación en discurso histórico.
Durante estos últimos años, la arqueología alto-
medieval del norte peninsular ha conocido una pro-
ABSTRACT funda renovación, sustentada básicamente en la orien-
From the destructured Roman Empire emerged a new and tación metodológica que explicitó, quizá mejor que
completely different scenario in the Basque Country, charac- nadie, R. Francovich al reivindicar la construcción de
terised by a structural transformation of social organisation, un relato que se articulase fundamentalmente sobre
a decreasingly complex economy and the devaluation of the
leading elites’ capacity. More importantly, the peasantry be- el registro arqueológico. Para el País Vasco ha sido
gan to take the initiative in working the land and territorial J. A. Quirós1 el impulsor principal de este proceso de
management. The situation was quickly reverted in the 8th
century, when powerful ruling classes became firmly rooted 1
in the territory. They were responsible for the forming of a En los últimos años ha ido publicando distintos trabajos
dense network of villages, in which the founding of churches enfocados sectorialmente que resaltan el papel que jugaron
las aldeas y los elementos que las conforman: zonas de hábi-
tat, de producción, iglesias, cementerios, etc. (Quirós 2006,
*
fgpazgaa@vc.ehu.es inaki.garcia@bizkaia.net 2009ª, 2009b, 2010).
332 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

renovación, sobre la base de un modelo interpretati- rácter territorial, inexistentes en el periodo anterior,
vo nacido de las aportaciones teóricas de autores que impusieron sistemas de explotación y ocupación
diversos entre los que destaca, sobre todos, C. Wic- del territorio jerarquizados, siendo los castillos
kham (2005, 2008). Los puntos básicos de dicho (como el de Ocio) los asentamientos fortificados
modelo (para nuestro ámbito geográfico sensu lato) (como Berbeia-Barrio, San Zadornil, los castros de
serían los siguientes: Lastra o Treviño) y, sobre todo, la creación de una
— Hacia finales del siglo V d.C. se habría pro- densa red de aldeas donde las nuevas aristocracias
ducido la desestructuración del mundo romano y con altomedievales instauraron sus iglesias, el reflejo ar-
ello la ruptura de los elementos de articulación te- queológico más evidente de la nueva situación. Po-
rritorial basados en la civitas. Iruña-Veleia habría dría decirse en síntesis que, frente el alto grado de
desaparecido como centro de influencia, aunque es desestructuración de los siglos VI y VII, el siglo VIII
probable que continuara como aldea; Pamplona, por representa un momento clave en la formación de éli-
el contrario, mantuvo su carácter urbano al ser resi- tes dominantes, territorialmente fuertes y consoli-
dencia de importantes poderes políticos y eclesiás- dadas, y decisivas en la configuración de la red al-
ticos de la época vinculados a los poderes centrales deana.
representados en el reino visigodo primero, en los La hipótesis es sugerente y debe reconocérsele un
conquistadores musulmanes después y en los reyes indiscutible valor seminal en cuanto reactivadora de
carolingios, más tarde. También las villae, explota- un debate que, durante mucho tiempo, venía siendo
ciones agropecuarias pertenecientes a un poseedor, excesivamente deudor de planteamientos de natura-
se habrían abandonado, lo que estaría reflejando cam- leza histórico-cultural.
bios en los mecanismos de enriquecimiento de los En este breve trabajo, sin embargo, vamos a de-
propietarios que buscaron nuevas formas de promo- fender que los siglos VI y VII d.C., lejos de caracteri-
ción social y económica. zarse por una fractura de la jerarquía poblacional o
— Entre los siglos VI y VII d.C., al desarticular- por la devaluación de las capacidades de las élites
se el sistema de organización territorial basado en dirigentes, se distinguirán por su dinamismo y por la
la civitas, se habrían creado en el extremo meridional presencia activa de élites de carácter local. Y defen-
del País Vasco nuevos centros de poder constitui- deremos también que el siglo VIII d.C. estará, asimis-
dos por castra e iglesias, reflejo de la existencia de mo, muy lejos de representar un momento clave en
aristocracias implantadas a nivel regional que impul- la formación de élites dominantes (más bien al con-
saron la formación de aldeas concentradas y esta- trario). Como se ve, nuestra propuesta es opuesta a
bles. Por el contrario, al norte del valle del Ebro, la primera y, sin embargo, ambas recurren teóricamen-
la forma dominante de ocupación del territorio en- te al mismo registro arqueológico.
tre los siglos VI y VII d.C. sería la de granjas o asen- Está claro, por tanto, que estamos lejos de manejar
tamientos agropecuarios semidispersos, de pequeñas fuentes fácilmente objetivables. Hubo un tiempo no
dimensiones, con mayor o menor permanencia en el muy lejano en el que se acostumbraba a recordar que,
terreno y reconocidos por algunos fondos de caba- frente a los documentos escritos caracterizados por
ña que expresan la debilidad de poderes estables su intencionalidad, los datos arqueológicos —por lo
asentados en el territorio. En fin, de la desestructu- que tenían de involuntarios— ofrecían un poten-
ración del imperio habría surgido en la mayor par- cial hermeneútico de mayor calidad y rango. Y hay
te del País Vasco actual un nuevo paisaje totalmen- quien todavía está convencido de ello. Nosotros
te distinto del anterior y caracterizado por los en cambio, sin negar la validez de aquella afortu-
siguientes rasgos: fractura de la jerarquía poblacio- nada distinción entre testimonianze y resti (Delo-
nal; transformación estructural de la organización gu, 1994: 100), preferimos ser más prudentes y ex-
social; decreciente complejidad económica caracte- tremar todo tipo de precauciones puesto que, como
rizada por la desaparición de las cerámicas de cali- sabemos, los datos arqueológicos no preexisten sino
dad; pérdida de legitimidad estatal; devaluación de que se construyen. Como recordábamos en otro lu-
las capacidades de las élites dirigentes y, sobre todo, gar (Azkarate 2003) el registro arqueológico no es
la transferencia al campesinado de la iniciativa en moneda de fácil transacción y debe evitarse «pren-
la gestión y la explotación del territorio (Quirós dre pour argent comptant tout ce qui est décrit dans
2010a). le rapport ou la publication de fouilles» (Dierkens
— A partir del VIII d.C. se habría producido el 1998: 251).
debilitamiento de los poderes subregionales del sur Esta es una cuestión especialmente relevante.
y la emergencia de nuevos poderes de marcado ca- «Los arqueólogos queremos que nuestros escritos
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 333

sean como los de las ciencias físico-naturales, segu- 2. LOS SIGLOS VI Y VII D.C.
ros y directos, y por tanto mejores cuanto menos in-
seguridades y dudas se manifiesten en ellos» (Fer- 2.1. TESTIMONIOS EPIGRÁFICOS
nández Martínez 2006: 73). Estas palabras están
apuntando a la línea de flotación de una conducta En el actual Condado de Treviño contamos con
cada vez más generalizada y no exenta de riesgos un importante repertorio de testimonios epigráficos
muy serios. Son varias las circunstancias que coadyu- incisos en las paredes de distintas estancias rupestres
van a la extensión de dicho comportamiento: el pre- y, sobre todas, en la iglesia de Las Gobas 6. En su
dominio del discurso antipositivista; el sentimiento día defendimos que nos encontrábamos ante unas
de culpa por un pasado de comportamientos ancila- inscripciones escritas básicamente en cursiva de época
res, empiristas y arqueográficos; el poco tiempo dis- visigótica, nacida de la nueva escritura común roma-
ponible generalmente para seguir con rigurosidad los na, con mayúsculas intercaladas y que se apreciaba
complejos protocolos que requiere la construcción de en ellas la actividad de distintas manos en un abani-
un registro arqueológico público, eficaz y operativo; co temporal fechable entre fines del siglo VI e inicios
la seguridad que ofrecen los comunidades científicas del siglo VIII d.C. (Azkarate 1988; Azkarate, García
organizadas en torno a modelos interpretativos com- Camino 1996).
partidos y, en consecuencia, la confianza que gene- Recientemente se ha puesto en duda esta crono-
ren para dotar de sentido a un registro en sí mismo logía y hemos querido recabar la opinión de I. Ve-
mudo. Estas circunstancias, y otras que podrían aña- lazquez, como especialista en escritura de época vi-
dirse, configuran el «contexto» que puede estar ali- sigoda, que nos remitió un informe todavía inédito2
mentando una arqueología en la que predomine lo cuyo contenido resumimos sucintamente en los pá-
«fungible» sobre lo «inventariable» (Ibidem: 38), al rrafos siguientes.
modo de lo que ocurre —según se ha recogido— «en Los testimonios epigráficos de Las Gobas perte-
el caso de las ciencias naturales —biodiversidad o re- necen a la «nueva escritura romana común», con
paralelos indudables —haciendo la salvedad del tipo
cursos naturales— (donde) se puede observar cómo,
de soporte—, con las escrituras documentales de las
poco a poco, van desapareciendo los trabajos dedi-
tablillas Albertini y los papiros de Ravenna. Su si-
cados al estudio taxonómico de los grupos biológi-
militud es también estrechísima con las pizarras de
cos, las imprescindibles monografías taxonómicas y
época visigoda, cuya cronología está asegurada a
los tratados florísticos o faunísticos, porque los in-
través de aquellas perfectamente fechadas (en espe-
vestigadores buscan aportaciones más breves en cam-
cial las correspondientes a la época de Recaredo) y
pos con mayor rentabilidad curricular» (Castroviejo
de aquellas cuyos rasgos apuntan a una cronología
y García 2000).
más antigua, remontándose en algún caso seguramen-
Sería bueno en este sentido que, entre otras co- te hasta finales del V o comienzos del VI como ocu-
sas, recordáramos «la obligación de publicar la in- rre con las procedentes de Braga.
tegridad de los restos excavados» (Fernández Mar- La grafía guarda también estrechos paralelos
tínez 2006: 72) y no una selección de lo que el con tres grupos de inscripciones más próximas en
responsable de la investigación considera más espe- cuanto al soporte, dos de ellos todavía inéditos y fe-
cífico, o un breve report de carácter casi protocola- chados en los siglos VI y VII: los Grafitos de la de-
rio recogido por las ediciones institucionales de los nominada Cueva de la Camareta (pantano de las
respectivos gobiernos autonómicos (hábitos estos Camarillas, Agramón, Albacete), los Grafitos del Tol-
últimos que nos incumben a todos). Estamos segu- mo de Minateda y los Grafitos de la basílica de For-
ros de que todos coincidiremos en la necesidad de que nells (Menorca).
los arqueólogos ofrezcamos la oportunidad de cote- Al igual que nosotros, I.Velázquez aprecia tam-
jar y contrastar los datos sobre los que descansan bién una evolución cronológica en los grafitos de la
nuestros argumentos. iglesia de Las Gobas-6. Unicamente a modo de ejem-
Esta breve aportación quiere sumarse al debate, plo recogeremos algunos fragmentos con rasgos ads-
planteando algunos interrogantes sobre un registro cribibles al siglo VI, como 6 G/8 y G G/9, en este
arqueológico que demanda un discurso mucho más último caso con formas en las que el «primitivismo
modulado. Para ello nos fijaremos únicamente en
2
aquellos datos cuya interpretación no compartimos I. Velázquez, Notas sobre los grafitos de Las Gobas, (In-
édito). Recibido el 10 de marzo de 2010. Este texto sirvió de
o en aquellos otros que no están recibiendo la impor- base para una publicación actualmente en prensa (Velázquez
tancia que en opinión nuestra merecen. e.p.).
334 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Graffiti de la iglesia Las Gobas-6 (Laño, Condado de Treviño).

resultaría absoluto»; otros a caballo entre las centu- (Ward-Perkins, 2007). El fenómeno es tan inusual
rias sexta y séptima, como 6 G/13 y 6 G/15 y algún que no parece lógico que puedan excluirse del regis-
otro finalmente, como 6 G/14, con una T de ojo ce- tro arqueológico unos testimonios que reflejan al me-
rrado muy redondeada que pudiera ser de una época nos dos cosas extraordinarias: la primera de ellas,
posterior al conjunto, ya dentro de la octava centu- que en la iglesia de Las Gobas 6 hubo gente durante
ria (Fig. 1). los siglos VI y VII d.C.3 capaz de improvisar con sol-
Todos estos textos ofrecen ciertas características tura mensajes ejecutados por manos habituadas a la
comunes con los escasísimos manuscritos que se escritura; y la segunda —no menos relevante—, que
conservan de época propiamente visigoda, por lo que lo hicieron en la seguridad de que había también
quienes escribieron los grafitos de Las Gobas y de gente capaz de leerlos (Qui fecit vivat qui legerit
los otros lugares citados —y este es un dato que no gaudeat).
puede olvidarse— tuvieron una formación libraria y Estamos, por tanto, ante testimonios ubicados en
libresca en su aprendizaje de la escritura. ambientes culturalmente sofisticados para la época,
Como se ha apuntado recientemente, si hay algo que nada tienen que ver con las cavernas naturales4
con un significado especialmente relevante para sim-
3
bolizar la presencia de ámbitos de poder en los si- También, obviamente, en fechas más tardías como queda
reflejado en alguna incisión parietal de la octava centuria.
glos que siguieron a la desaparición del Imperio, es 4
Tal y como se ha sugerido recientemente. Hace ya años,
precisamente el conocimiento y uso de la escritura uno de nosotros (Azkarate 1988) defendió tanto la diversidad
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 335

sino con verdaderos espacios arquitectónicos que, mamiñe en Bizkaia, demostrando que Aldaieta no
como la iglesia de Las Gobas 6, son cronológicamente constituye un hecho aislado.
adscribibles a los siglos VI-VII d.C.; ante testimonios Todos ellos son cronológicamente adscribibles a
ubicados junto a la embocadura de un ábside —próxi- una horquilla que se extiende de mediados del siglo
mos a credencias y en las inmediaciones del propio VI hasta mediados probablemente del siglo VIII d.C.
altar—, rodeados de advocaciones, invocaciones, sím- Su rasgo más evidente es «l’inhumation habillée» o
bolos de naturaleza litúrgica y escatológica; ante el «enterramiento vestido», es decir, la costumbre de
testimonios, en definitiva, que apuntan más bien a su depositar el cadáver acompañado tanto de su vesti-
interpretación como verdaderos loca sacra, puntos de menta y ajuares personales como de los depósitos
referencia en la ordenación del territorio y ámbitos funerarios que los vivos depositaban en las tumbas
de poder, tal y como están confirmando las excava- de los fallecidos. Hasta aquí nada hay que no sea
ciones arqueológicas en curso en las inmediaciones común a otros contextos peninsulares.
de la iglesia de Las Gobas 6. Su rasgo más sorprendente, sin embargo, deriva
de la constatación de que los hábitos funerarios que
se han documentado en estas necrópolis ofrecen
2.2. TESTIMONIOS FUNERARIOS mayoritariamente unos atributos formales extraños a
los territorios peninsulares y más propios, en cam-
2.2.1. Ajuares y depósitos bio, de los usos funerarios continentales, constituyen-
do la inusual abundancia de armamento (un 41 % de
Existe un elenco de testimonios arqueológicos de los enterramientos) su especificidad más relevante.
carácter funerario que de forma creciente se ha ido Esta es una realidad arqueológica incuestionable (Fig.
incorporando al registro con el que venimos traba- 2). Y queremos insistir en este punto, porque han sido
jando, desde que en 1987 se descubrió la necrópolis varios los intentos por minimizarla.
de Aldaieta ubicada en el término de Nanclares de El primero de ellos se produjo en los 90 (Arda-
Gamboa (Álava), no lejos de Vitoria. El descubrimien- naz et al. 1992) argumentando que la presencia de
to de esta necrópolis fue, en su momento, un dato armamento era algo habitual también en el resto de
importante; pero posteriormente lo fue mucho más los cementerios peninsulares del periodo. A pesar del
la aparición casi encadenada de nuevas necrópolis de empeño, sin embargo, no se pudo ir más allá de lo
cronología y características similares —Buzaga que se conocía desde siempre: las dos espadas de
(Elorz, Navarra), Fínaga (Basauri, Bizkaia), San Pe- Castiltierra, la espada y las dos lanzas de Daganzo
layo (Alegría-Dulantzi)— y la reinterpretación a la y una punta de lanza y cuatro dardos de Duratón.5
luz de los nuevos datos de otros testimonios cono- Esto —y poco más que los autores mencionados pa-
cidos de antiguo como los de la necrópolis de Obie- saron por alto— es lo que había entonces y hay ahora,
tagaña en Pamplona, Guereñu, Los Goros o Salva- tal y como cabe deducir de la reciente publicación
tierrabide (en Álava) y los de Etxauri o Muru Astrain en tres tomos sobre la investigación arqueológica de
en Navarra. Mucho más recientemente se han lleva- época visigoda en la Comunidad de Madrid (Contre-
do a cabo excavaciones tan importantes como la de ras Martínez, 2007).
la Casa del Condestable en Pamplona o la de Santi- El segundo intento es más reciente y en él se vuelve
a insistir en la idea de que existen conjuntos funerarios
cronológica como la funcional del más del centenar de cavi- similares y se concluye afirmando que «en otros con-
dades catalogadas, advirtiendo que tan inexacto era identifi- textos peninsulares, concentraciones de enterramien-
carlas exclusivamente con eremitorios, como con hábitats de tos como los de Aldaieta pertenecen a aldeas campe-
carácter civil. Ya entonces se insistía en que debían evitarse
«las generalizaciones abusivas referidas a la cronología de las sinas» (Quirós et al. 2009: 489). Para probarlo se ci-
cavidades artificiales». Pese a estas advertencias, hoy en día tan tres cuevas y dos necrópolis astur-cántabras, así
la situación es más confusa y no porque nuevas investigacio- como algunos cementerios peninsulares que presentan
nes hayan planteado nuevas preguntas sobre estos conjuntos,
sino porque la aplicación de nuevos modelos interpretativos, un número considerable de sepulturas con ajuar.
en los que no encajan bien, los ha relegado a un lugar secun- Entre las supuestas evidencias del área cantábri-
dario o, peor aún, los ha querido subsumir en el fenómeno de ca se registran instrumentos relacionados con usos
ocupación que de las cuevas naturales se produjo en el País
Vasco a fines del siglo IV y comienzos del V d.C. Se ha dicho, cotidianos y, sobre todo, con la actividad textil, cuyo
en efecto, que no parece que la diferencia entre cuevas natu- depósito junto a los cadáveres no tiene un carácter
rales y artificiales «tenga un significado funcional, social o
cronológico» (Quirós y Alonso 2007: 1136), afirmación ésta
5
que sorprende por cuanto mezcla fenómenos radicalmente Cfr. una opinión crítica a este respecto en Azkarate
diferentes. 2004a.
336 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

Fig. 2. Puntas de lanza de Aldaieta (Nanclares de Gamboa, Álava). a) Ent. B62, 425 mm; b) Ent.
B89, 445mm; c) Ent. B62, 473 mm; d) Ent. B91, 455 mm; e) Ent. B97, 442 mm.
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 337

Fig. 3. Cerámicas, vasos de vidrio y cuenco de bronce de Aldaieta


(Nanclares de Gamboa, Álava).

estrictamente ritual, sino que responden a circunstan- Cuando calificamos estos yacimientos de «norpi-
cias puntuales que se relacionan con enterramientos renaicos de influencia francoaquitana o continental»
esporádicos y excepcionales provocadas por una si- lo hacemos así por la misma razón por la que, por
tuación catastrófica, con un probable episodio de ejemplo, C. Wickham califica de «anglosajones» los
peste que obligó a enterrar de forma precipitada a los yacimientos de Spong Hill, West Stow, Mucking,
fallecidos con sus pertenencias contaminadas en el Bishopstone, Barrow Hills y otros, pese a estar fre-
interior de la cueva de la Pena (Gutierrez, Hierro cuentemente situados sobre emplazamientos roma-
2010). Y los registro arqueológicos del yacimiento nos: «simplemente porque todos sus paralelismos
asturiano de San Llorente de Rodiles, cuya preten- materiales se encuentran en la Europa continental»
dida similitud con los de la necrópolis de Aldaieta (Wickham 2008). En nuestro caso ocurre exactamen-
se ha defendido muy recientemente (Quirós 2011b) te lo mismo. No hay repuntes etnicistas en esta de-
no tienen que ver con nuestros materiales, tal y como cisión. Tampoco negamos que fueran campesinos
puede deducirse de un análisis pormenorizado. (algunos, quizá la mayoría, seguramente lo fueron).
En los cementerios meseteños se han recuperado Pero el tema nos parece más complejo y nos obli-
ajuares en un elevado número de sepulturas, pero sig- ga por tanto a hilar más fino, modulando mucho más
nificativamente entre ellos no aparece armamento. Se la decodificación que se hace del registro arqueoló-
ha aducido que en Gózquez de Arriba las tumbas con gico.
ajuar representan el 34 %, en Cacera de las Ranas el La necrópolis de Aldaieta, a pesar de encontrar-
43,8 %, en Arroyo Culebro, La Indiana, Carpio del se parcialmente afectada por las aguas del pantano,
Tajo, Deza o Espiro-Veladiez, en torno al 30 %. (Con- ofreció un centenar largo de enterramientos de tipo-
treras Martínez 2007; López Quiroga 2010). Pero no logía similar: tumbas en fosa simple en las que el
son los porcentajes —los aspectos cuantitativos— los cadáver, depositado en un ataúd de madera, iba acom-
que hacen similares o diferentes a nuestras necrópo- pañado de un ajuar y un depósito funerario de nota-
lis del resto de las peninsulares, sino la naturaleza de ble calidad en algunos casos. Un 87 % de inhuma-
sus ajuares —los aspectos cualitativos—. Y en este ciones posee algún tipo de ajuar y el 13 % carece de
punto, el alto porcentaje de armamento de las inhuma- ajuar alguno (Fig. 3).6
ciones de nuestras necrópolis que las diferencia radi-
calmente de las demás peninsulares, no puede pasar- 6
Aunque en todas se haya recuperado la clavazón pertene-
se por alto. ciente a los ataúdes lígneos.
338 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

lanza, un hacha, un scramasax o espada corta de un


solo filo, dos cuchillos, una guarnición de cinturón
de bronce, diversos apliques, un collar con cuarenta
y siete cuentas de ámbar y un canino de oso, un
espléndido cuenco de bronce y un vaso de vidrio
(Fig. 5). A su derecha se encuentra B63, perteneciente
también a un varón de edad madura, con una esplén-
dida hacha, un cuchillo, una cuenta y un anillo de
bronce con entalle romano. A la izquierda de B62,
se depositó B61, que corresponde a otro varón de
edad avanzada, que fue depositado con un cuchillo,
una cuenta de ámbar y dos cuentas calizas.
Por encima de este primer nivel de tres enterra-
mientos y estrictamente superpuestos a ellos, se efec-
tuaron otras cuatro inhumaciones. En posición cen-
tral, parcialmente sobre B62, se encuentra B57, de
sexo indeterminado, con un cuchillo, un hebijón de
base escutiforme, una cuenta de ámbar y restos de la
armadura metálica de un cubo de madera. Este en-
terramiento posee dos peculiaridades: por una parte,
su posición invertida respecto a las inhumaciones más
inmediatas y, por otra, el hecho de que entre sus
extremidades inferiores se depositara el cadáver de
un infante de nueve años aproximadamente (B 58).
A la izquierda de B57, se inhumó un varón joven,
B59, acompañado de una única cuenta de ámbar. Y
a su derecha nuevamente un varón joven, B56, con
dos cuchillos, una hebilla de bronce, una treintena de
Fig. 4. Vaso de vidrio procedente de la necrópolis de Finaga
(Bizkaia). cuentas y diversas láminas de sílex. Lo más llamati-
vo de este enterramiento, bastante bien conservado
en su esqueleto postcraneal, es la ausencia de su
En la necrópolis se evidencian dos sectores cla- cabeza.
ramente individualizables: el sudoriental y el noro- A la izquierda de B59 —y algo desplazado de las
ccidental. El primero de ellos se caracteriza por la inhumaciones descritas— se encuentra B60, varón
disposición de las inhumaciones en grupos organiza- acompañado de una «francisca». Y, finalmente, con
dos en dos o tres niveles superpuestos de enterramien- una orientación totalmente distinta, y como si cerrara
tos, conformando conjuntos funerarios nítidamente el grupo a la altura de las cabezas de los inhumados,
individualizados. En el segundo, en cambio, se pre- se encuentra oro enterramiento, B55, perteneciente
fiere organizar las sepulturas unas al lado de las otras, a un varón joven, acompañado de una gran punta de
en pequeñas hileras, sin superposiciones de enterra- lanza, un cuchillo y un anillo de bronce.
mientos. Ante estos datos cabe preguntarse si existen ra-
En esta ocasión vamos a fijarnos en uno de los zones para calificar estas necrópolis como cemente-
grupos del sector sudoriental B55-B63.7 Consta de un rios pertenecientes a las granjas8 que habitaron los
total de nueve enterramientos que ocupan un área de campesinos de los siglos VI y VII, porque —para que
ocho metros cuadrados y en la que el cadáver se dicha rotundidad estuviera justificada— debería ex-
depositó siempre dentro de un ataúd de madera del plicarse previamente qué hacen en cementerios aldea-
que se conserva abundantísima clavazón de hierro. nos grupos de enterramientos dotados de abundantes
Todos ellos se organizaron en torno a una primera ajuares, depósitos funerarios y armamento; de cuen-
tumba fundacional, B62, perteneciente a un varón cos de bronce, excepcionales incluso en las necrópolis
adulto que fue inhumado con dos grandes puntas de
8
Puesto que éstas parecen ser, según se quiere, la forma
7
Otro ejemplo, aún más significativo probablemente, pue- mayoritaria de ocupación del territorio durante los siglos VI y
de verse en Azkarate (2011) VII d.C.
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 339

Fig. 5. Ajuares y depósitos funerarios del enterramiento B62 de de Aldaieta (Nanclares de Gamboa, Álava).
340 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

europeos mejor dotadas (Martin 1976). Habría que producción en serie (Ward Perkins 2007). Quiere esto
explicar también qué hacen más de 40 puntas lanzas, decir que, en los siglos VI y VII, disminuyeron los
algunas de ellas de gran tamaño (Fig. 2), 25 hachas productos de serie de bajo coste y que lo que en época
de combate pertenecientes en su gran mayoría a las romana era normal y podía estar al alcance incluso de
formas B y C que Hübener detecta no en la Meseta las clases populares, en los primeros siglos altome-
o en las excavaciones de Madrid sino en Neustria, dievales se convertirá en algo propio de las élites (Fig.
Austrasia y otras regiones del Regnum Francorum 5). Es preciso tener en cuenta este contexto a la hora
(Fig. 7); o qué hacen individuos enterrados con ani- de decodificar el significado de aquellos materiales
llos de oro macizo —como se ha comprobado recien- del registro arqueológico que pertenecieron a las cla-
temente en un nuevo testimonio del territorio alavés ses subalternas y a los sectores dominantes.
(Loza, Niso 2011)—, con cingulae desplegados a lo
largo de su cuerpo, etc. Finalmente, habría que ex-
plicar también cómo es que en esta panoplia de cen- 2.2.2. Estelas
tenares de ajuares y depósitos funerarios, sólo apa-
rezca un único objeto verdaderamente campesino, la Hace ya tres lustros publicamos un conjunto de
hoz de la tumba A-11. Y, sobre todo, habría que ex- estelas de los siglos VII y VIII de indudable interés
plicar por qué cementerios con este despliegue de (Azkarate, García Camino 1996). Se caracterizan, en
ajuares y depósitos funerarios, coexisten en tiempo general, por ser bloques de morfología prismática o
y espacio con otros, como San Miguele de Molini- discoidal, de proporciones esbeltas, ejecución esme-
lla) en los que los inhumados carecen absolutamen- rada, con una decoración peculiar (Fig. 6, a-b). Al-
te de todo (Gil y Saénz de Urturi 2001). gunos de estos motivos —los dientes de sierra o las
Estamos en una época en la que, como se ha apun- espigas— son frecuentísimos y conocidos desde an-
tado recientemente, se perdieron las capacidades tec- tiguo. Otros, como la cruz procesional, tampoco son
nológicas y comerciales para la estandarización y la ajenos al repertorio iconográfico altomedieval. Pero

Fig. 6. Estelas vizcaínas. Siglos VI -VIII :


a-b Santa María de Arrigorriaga. Siglos IX-XI: c-d. Ermita de Andra Mari de Muntxa-
raz (Abadiño); e-f. Ermita N.ª S.ª de Erdoitza (Izurtza).
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 341

el conjunto de los temas y sobre todo su articulación 2.3. INDUSTRIA METALÚRGICA


los aproxima más al contexto continental que al pe-
ninsular. En este sentido una de las semejanzas más En la misma dirección apuntan algunos datos que
significativas con modelos norpirenaicos lo constitu- hemos recordado recientemente. Mencionaremos, en
yan los segmentos de círculo adosados a los rebor- primer lugar, las excavaciones arqueológicas lleva-
des incisos de las estelas, que tienen paralelos en das a cabo en el despoblado alavés de Bagoeta (Azka-
varias cubiertas de sarcófago procedentes de las ne- rate et alii, 2011) en las que se ha podido documen-
crópolis tardoantiguas de Villers-Agron-Aiguisy (Ais- tar la existencia de un sitio que, ya en el siglo VII d.C.,
ne) o Chellers (Oise) o en los broches de cinturón funcionaba como establecimiento ferrón capaz de
aquitano del siglo VII. Pero tampoco podemos obviar abarcar el proceso productivo completo, desde la
la semejanza entre las peanas triangulares, las cade- reducción del mineral hasta la forja final de los ob-
nas de ángulos o las orlas dentadas de las estelas jetos de consumo. Sin duda, un dato relevante para
vizcaínas con las de otras necrópolis continentales. este debate.
En algunos casos las semejanzas llegan a ser realmen- Hacía tiempo que veníamos reflexionando sobre
te llamativas, como se observa, por ejemplo, al com- la abundancia de los objetos metálicos en las necró-
parar las estelas de Abrisketa y de Arrigorriaga con polis estudiadas, con centenares de objetos de hierro
las de los cementerios de Andrésy y Abligués (Azka- (también de aleación de bronce con estaño, menos de
rate y García Camino 1996: 332-333). plata y apenas de oro) y especialmente sobre los miles
Su cronología no sólo se basa en criterios forma- de clavos utilizados en los ataúdes de los enterramien-
les, sino también arqueológicos. Las de Finaga, si- tos, en un uso casi indiscriminado y verdaderamen-
milares a las de Arrigorriaga, fueron reutilizadas como te sorprendente de clavazones.
material constructivo en la ermita que se levantó en Igualmente habíamos llamado la atención sobre
el siglo XVI sobre la necrópolis tardoantigua donde la fabricación de armas en establecimientos ferrones
se detectaron dos enterramientos en posición privi- locales (Azkarate 2005/2006). Son cuatro los tipos
legiada con ajuares similares a los que ejemplifica, de hacha recuperadas en las necrópolis que venimos
mejor que ningún otro lugar, la necrópolis de Aldaieta estudiando (Fig. 7): el Tipo 1 es fácilmente recono-
(García Camino 2002). cible por sus líneas tanto dorsal como ventral ape-
Ya para entonces (Azkarate, García Camino 1996) nas marcadas, filo poco desarrollado y talón corto y
planteábamos que otras estelas reutilizadas como ancho. Responde a las «Beile» de K. Böhner o a la
dinteles en las iglesias de Santimamiñe e Iurreta forma B de W. Hübener. El Tipo 2 es similar al an-
podrían adscribirse también a esta cronología, aun- terior en sus líneas dorsal y ventral y su filo con
que entonces carecíamos de datos para asegurarlo. escaso desarrollo, pero se diferencia de él por una
Nuestras sospechas, sin embargo, se han visto con- característica prolongación de talón para la defensa
firmadas tras las excavaciones llevadas a cabo en del mango. Constituye, por tanto, una variante de la
Santimamiñe, donde se han exhumado nuevos ente- forma anterior. El Tipo 3 se caracterizan por su ta-
rramientos con ajuares y depósitos funerarios simi- lón prolongado, el mayor desarrollo de su filo y,
lares, una vez más, a los que venimos comentando sobre todo, por la gran curvatura de una línea ven-
(Unzueta, Cardoso, Valle 2008). tral que puede o no estar quebrada por una escota-
No hay nada similar —ni de lejos— en el norte dura marcando el ojo para el orificio para el mango.
peninsular para estos siglos. Sus comitentes eran per- Responde a la forma C de Hübener. El Tipo 4 cons-
sonajes con recursos suficientes como para sufragar tituye una forma sin paralelos, hasta el momento, en
el trabajo de unos artesanos que dominaban las téc- el occidente europeo y es por tanto específica del
nicas de corte y talla de la piedra y que participaban territorio alavés (Aldaieta, San Pelayo, Los Goros).
sin duda de un «ambiente técnico» propio de maes- Se distinguen fácilmente por sus líneas dorsal y
tros especializados. Estamos ante comitentes capa- ventral, sumamente curvadas por efecto de enorme
ces, asimismo, de asumir el costo del transporte de desarrollo que alcanza el filo, sin parangón en las
estos espléndidos hitos pétreos desde las canteras de necrópolis europeas. La línea ventral puede o no
procedencia hasta las necrópolis en las que se exhi- ofrecer escotadura. Es una evolución local de la for-
bieron como marcadores de sus enterramientos. Se ma C de Hübener que ha desarrollado el filo hasta
trata, en definitiva, de materiales arqueológicos que extremos inusuales9 (Fig. 8).
reflejan una sociedad evidentemente estratificada y
con una estructural artesanal menos simplificada de 9
Para la cronología de todas ellas, cfr. Azkarate, 2005/
lo que se pretende (Quirós 2011b, 47). 2006.
342 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

Fig. 7. Tipos de «franciscas» presentes en las necrópolis tardoantiguas del País Vasco.

Dicho todo lo cual, sólo queda añadir que el es- dieron en el tiempo al menos en un siglo y que si algo
tablecimiento ferrón de Bagoeta está a muy pocos caracteriza a los ajuares procedentes de los contex-
kilómetros de la necrópolis de Aldaieta, que ambos tos funerarios exhumados en Aldaieta es la abundan-
—asentamiento metalúrgico y cementerio— coinci- tísima e inusual presencia de objetos de hierro.
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 343

Fig. 8. Tipo de «francisca» de producción local. a) Aldaieta B25; b) Aldaieta B62;


c) Aldaieta B92; d) Aldaieta B63.

3. LOS SIGLOS VIII A X D.C. (IGC) trucción de la red de aldeas. Esta hipótesis, que vin-
cula los castillos con centros de poder de las aristo-
3.1. LOS CASTILLOS cracias locales, se ha planteado también para el País
Vasco, aduciendo que la torre de Ocio era una residen-
Algunos autores (Martín Viso 2002; Quirós 2007) cia señorial del siglo X d.C. y que los Castros de Lastra
han relacionado algunos castillos de este periodo con o el cerro del castillo de Treviño —respondiendo al
la reactivación de las elites locales tras la ruptura de modelo predeterminado— fueron en realidad aldeas
las estructuras de poder territoriales del periodo tar- fortificadas o centros administrativos de rango supe-
doantiguo. Tales lugares acabarían convertidos en re- rior promovidas por las nuevas aristocracias locales.10
ferentes jerarquizadores de un territorio al que podían
llegar a dar nombre, estableciéndose una relación muy 10
Este panorama contrastaría, según esta hipótesis, con el
estrecha entre la formación de estos poderes y la cons- del periodo anterior en el que sólo se habrían documentado
344 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

Con la información arqueológica que disponemos una y otra ocupación habían transcurrido más de 800
en la actualidad, sin embargo, nos parece prematuro años, puesto que —pese a lo que se haya escrito en
y arriesgado llegar a tales conclusiones. sentido contrario (Martín Viso 2000)— el castro no
Las últimas dataciones ofrecidas por la investiga- sobrevivió ni en época romana ni en periodo tardoan-
ción arqueológica del castillo de Ocio (Zambrana) han tiguo.
determinado que la torre que constituye el origen del Igualmente prematura nos parece la identificación
complejo fortificado que se conserva en la actuali- del castillo de Treviño con una fortaleza o con una
dad fue construida en realidad en el siglo XII, proba- aldea fortificada altomedieval, puesto que, si bien el
blemente por iniciativa real en un momento en que cerro se presenta amurallado, la cerca de piedra se
la monarquía navarra trató de fortalecerse en territorio construyó en los siglos XI o XII, amortizando un campo
alavés. En el siglo XIII fue objeto de los intereses de de silos cuya apertura destruyó a su vez las prime-
la casa de Haro, señores de Bizkaia, para volver a ser ras construcciones y hogares registrados en la cima
de realengo en tiempos de Sancho IV. En la segun- del cerro (Quirós 2008). En consecuencia, a juzgar
da mitad del siglo XIV pasó a convertirse en la resi- por la estratigrafía del yacimiento que publica el
dencia señorial de una de las más importantes fami- propio J. A. Quirós, no parece que fuera la reactiva-
lias de la zona, los Sarmientos (Plata, Solaun 2008). ción de las élites locales del siglo VIII o IX la que
Respecto a los Castros de Lastra no hay tampo- promovió la fortaleza, sino otros factores posterio-
co ningún indicio arqueológico que permita pensar res en el tiempo y nacidos probablemente en el seno
que llegara a ser una aldea medieval fortificada. de una aldea ya existente.
Cuando el lugar se reocupó en el siglo IX d.C. tras En fin, los datos disponibles apuntan a que los
casi un milenio de abandono, la vieja muralla esta- castillos que conocemos a través del registro arqueo-
ba ya obsoleta y el nuevo asentamiento se instaló lógico se construyeron en los siglos XI o XII cuando
sobre una superficie mucho más reducida en exten- la red de aldeas estaba ya trazada, por lo que no es-
sión que la del recinto protohistórico: 3.000 metros tamos en condiciones de determinar el papel que
cuadrados frente a las 10 hectáreas del castro. La desempeñaron, pudiendo ser tanto el reflejo arqueo-
arqueóloga responsable de las excavaciones es rotun- lógico de los poderes locales, como de iniciativas
da a este respecto: cuando se formó la aldea altome- impulsadas desde los poderes centrales cristianos o
dieval, la muralla «no se hallaba en uso, sirviendo musulmanes para asegurar fronteras (San Esteban de
posiblemente sus elementos constructivos como can- Deio en Monjardin, La Atalaya en Peralta, Artajo-
tera para la construcción de las nuevas estructuras» na…), organizar un territorio nombrando tenentes
(Sáez de Urturi 2011: 224). E igual de explícita es (Lantarón y Buradón) o controlar áreas productivas,
cuando descarta la vinculación entre el castro proto- según se planteó para algunos castillos guipuzcoanos
histórico y la aldea medieval, más aún cuando entre en función de su ubicación topográfica alejada de los
núcleos de población y dominando amplias áreas de
en el ámbito objeto de estudio los castillos de Buradón (Ala- montaña y pasto (Mendikute, Auza, Beloaga…).
va) y San Esteban de Deyo (Navarra) lo que vendría a refren-
dar la ausencia de poderes consolidados en estos territorios
para los siglos VI y VII d.C. Una vez más hemos de ser críti-
cos con estas inferencias del registro arqueológico, efectua- 3.2. LAS TRANSFORMACIONES DE LOS CEMENTERIOS
das a nuestro juicio de forma precipitada. De estos dos casti-
llos, el primero —con serios problemas de acceso— no ha
sido todavía objeto de estudio arqueológico alguno. Pese a A partir del siglo VIII d.C. y hasta la undécima
ello se ha considerado que formaba parte de un sistema es- centuria, los rituales funerarios van a cambiar sustan-
tructurado de poder que reflejaría la presencia de élites regio- cialmente respecto a los que hemos visto para fechas
nales radicadas a nivel territorial. Su pretendida cronología
no tiene otra base que la iglesia que se levantó al pie de la precedentes, caracterizándose en adelante por la va-
gran peña y a la que se le ha supuesto un origen tardoantiguo. riedad de prácticas funerarias (presencia de carbones,
Del segundo castillo, por el contrario, disponemos de dos da- fuegos rituales, abundancia de profilácticos…) y por
taciones absolutas efectuadas sobre maderas halladas en un
estrato resultado del incendio y destrucción de las estructuras la variedad también de modalidades sepulcrales den-
originales del castillo. Las dos dataciones, sin embargo, son tro de un mismo cementerio. Esta diversificación de
contradictorias. Una vez calibradas, la primera dio 430-610 las costumbres (lejos de la relativa uniformidad de
cal AD (al 95,4%) y la otra 770- 900 (al 83,8%). M. Ramos,
responsable de los trabajos de excavación en el castillo, con- los dos siglos anteriores) nos hace pensar que a par-
sidera que la segunda debe relacionarse con la fortaleza ori- tir del siglo VIII los modelos funerarios comenzaron
ginal a juzgar por los rasgos tipológicos de ésta, en tanto que a estar más ligados a las costumbres familiares o a
la primera «no guarda relación aparente con la cronología
aportada por el resto de los documentos disponibles» (Ramos las especificidades de las propias comunidades, lo
2011: 128). que, en términos «macro», induce asimismo a supo-
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 345

ner el debilitamiento de los ámbitos capaces de im- clientelares que facilitaran nuevas formas de domi-
poner comportamientos más uniformes. nio y/o sirvieran de enlace entre las élites locales y
La constatación arqueológica de «localismos» los poderes supralocales, de lo que son testimonios
puede estar apuntando en esta dirección. A este res- las numerosas donaciones a monasterios e institucio-
pecto es muy ilustrativo observar, por ejemplo, cómo nes religiosas de ámbito territorial que salpican la
los habitantes que ocupaban las distintas vertientes documentación (Larrea, 2007). La presencia de las
del monte Oiz, en Bizkaia, compartieron durante los iglesias, por tanto, es un buen indicador del proceso
siglos VIII al XI d.C. una variedad funeraria (grandes de jerarquización social en el seno de las aldeas y de
cubiertas sepulcrales de piedra con un orificio a la la creación de redes de poder territorial.
altura de la cabeza del fallecido sobre las que se rea- Hay que decir, sin embargo, que en el País Vas-
lizaban fuegos rituales), no constatada en ninguna otra co no conocemos iglesias fundadas en el siglo VIII y
zona; o cómo los pequeños cementerios de ambas las de época posterior, mejor conocidas por excava-
vertientes de la Peña de Orduña —en los valles de ciones, son por lo general sencillas construcciones de
Ayala y Valdegobía— compartían también estelas de piedra, de planta rectangular, con cabecera diferen-
tipologías coincidentes (García Camino 2004). ciada o no, volúmenes reducidos y distribución simple
Apuntando también hacia el debilitamiento de los del espacio, que, en conjunto, son testimonio de un
ámbitos de poder, nos parece igualmente significa- ciclo constructivo notablemente simplificado. Es por
tiva la involución tecnológica que se observa en los ello por lo que cabe pensar que buena parte de las
marcadores de los enterramientos de los siglos VIII al iniciativas constructoras correspondieron a las mis-
XI (Fig. 6,c-f): las nuevas estelas, pequeñas y toscas mas comunidades aldeanas carentes de excedentes
en su mayoría, nada tienen que ver con los grandes productivos de importancia susceptibles de ser inver-
hitos tabulares y discoidales que veíamos en los si- tidos en obras de mayor porte, pero que vieron en la
glos precedentes. En adelante serán pequeñas este- iglesia un referente no sólo espiritual, sino también
las anepígrafas en unos casos y epígrafas en otros, económico y de cohesión del patrimonio comunita-
estas últimas ejecutadas generalmente sobre lajas de rio (García Camino, 2004).11 De hecho, habría que
arenisca apenas desbastadas, con trazo poco profundo recordar que no es infrecuente en el contexto euro-
y ductus descuidado. Sus promotores debieron ser peo altomedieval la construcción de iglesias al mar-
personajes de relevancia muy local, según reflejan gen de cualquier autoridad civil o eclesiástica que,
nombres como Iaunti, Anderani, Anterazoni o la pre- tras experimentar en los siglos XI o XII notables cam-
sencia de títulos eclesiásticos como presbiter, habas bios por efecto de la feudalización, pasaron a formar
(abbas) o frater. parte de la red parroquial.
Sólo a partir del siglo XII se observará en los ce- Pero tampoco hay que generalizar. En algunas
menterios la irrupción de poderes eclesiásticos o ocasiones, los propietarios de ciertas iglesias promo-
señoriales de carácter supralocal tratando de controlar, vieron obras de mayor complejidad, con mano de obra
desde las iglesias, los usos funerarios, tal y como se cualificada capaz de levantar edificios con materia-
manifiesta en la reducción del número de cemente- les extraídos en canteras distantes, afrontar solucio-
rios, en la compactación de los mismos, en su vin- nes constructivas técnicamente complejas, como
culación a un templo parroquial y en la transforma- bóvedas sobre pechinas, o reproducir formas arqui-
ción de los rituales funerarios, en adelante mucho más tectónicas que recordaran las grandes construcciones
homogéneos (García Camino 2002). ligadas al poder. Obras que sólo pudieron sufragar
personajes con rentas importantes. Es el caso de una
de las iglesias más antiguas y mejor estudiada del País
3.3. LAS IGLESIAS Vasco, la de San Román de Tobillas, fundada en 822
por el abad Avito, propietario de tierras de labor,
Acabamos de ver que en los cementerios de los cabezas de ganados, eras de sal, iglesias, molinos y
siglos VIII al XI es difícil registrar la preeminencia bienes raíces dispersos por un amplio territorio que
social de los grupos dominantes, salvo la de deter- comparte o disfruta con las comunidades locales,
minados individuos generalmente eclesiásticos. Se ha convirtiéndose en puente entre las familias dirigen-
argumento, con acierto, que la diferenciación de las
élites debió de expresarse de modos distintos y que 11
Cfr., a este respecto, el caso de Villambrosa (Álava) en
fue especialmente el control de las iglesias el prin- el que los vecinos de la aldea construyeron una iglesia y crea-
ron una serna, esto es un espacio roturado junto a ella, que
cipal mecanismo utilizado por la aristocracia para permitía su dotación y que en principio pertenecía a toda la
penetrar en las comunidades aldeanas creando redes comunidad (Larrea, 2011).
346 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

tes de ese territorio y los grupos rurales (Larrea abandonados, tal y como han demostrado las exca-
2007b). De esta primera fase se conserva el ábside, vaciones llevadas a cabo en las necrópolis vizcaínas
construido con sillería de arenisca reutilizada de obras (I. García Camino, 2002).
anteriores, en el que se abre un vano original asae-
tado con remate superior curvo y fuerte derrame in-
terno, y las huellas de una cubierta en bóveda sobre 3.4. EL HÁBITAT RURAL
pechinas (Azkarate 2005).
Otros templos, más modestos, construidos con Las excavaciones realizadas en Gasteiz, Zornoz-
mampostería recogida o extraída de las canteras por tegi, Zaballa, Aistra, Bagoeta (Álava) o Gorliz (Biz-
capas naturales y con vanos rematados en herradura, kaia) están aportando importantes novedades sobre
como San Pedro de Urbiona de Basabe, Nuestra Se- la formación de la red de aldeas y la morfología de
ñora de Samano o los castros de Lastra en Alava han éstas. Existe unanimidad en considerar que el hábi-
sido atribuidos a señores locales para el caso alavés tat rural estaba conformado por unidades domésticas
(L. Sánchez, 2007) . Este grupo de poderes locales complejas, formadas por construcciones de madera
debió de ser también el promotor de las 17 iglesias de distinta funcionalidad (viviendas, corrales, alma-
vizcaínas datadas en el siglo X y caracterizadas por cenes, talleres) y separadas de otras unidades por
poseer pequeños vanos tallados en bloques monolíti- áreas de cultivo y/o campos de silos (Quirós 2006,
cos de arenisca con dos o tres estrechas luces, imitan- 2009, 2010; Azkarate y Solaun 2009; Campos et al.
do los vanos de la arquitectura prerrománica impul- 2009). También se admite de forma general que, a
sada por los monarcas astures (I. García Camino, partir del siglo VIII, la red aldeana se impuso como
2002). Así lo atestiguan dos epígrafes fundacionales, forma hegemónica de ocupación y explotación del
procedentes de las iglesias de Memaia o Lamikiz que espacio. De hecho los datos que tenemos a fecha de
nos informan que un presbítero de nombre Casiano y hoy no permiten llevar su origen más allá de esa
un abad llamado Sancius construyeron las citadas centuria, independientemente de que fueran forma-
iglesias (A. Azkarate, I. García Camino, 1996). ciones de nueva planta (Gasteiz), levantadas sobre
De esta diversidad de situaciones en momentos presuntas granjas o construidas sobre las ruinas de
anteriores al siglo XI se desprenden tres cuestiones: viejos asentamientos de la edad del Hierro o de época
en primer lugar, que los promotores de la construc- romana.12
ción de iglesias fueron heterogéneos, comunidades
12
campesinas, señores locales, obispos, entidades mo- Recientemente J. A. Quirós (2011) ha descrito seis pro-
cesos diferenciados en la formación de las aldeas altomedie-
násticas o incluso la propia corona; en segundo, que vales. Así considera que algunas se formaron sobre asenta-
las iglesias fueron un instrumento utilizado por los mientos romanos: unos de gran entidad (Arce-Deobriga o
poderes territoriales para introducirse en el seno de Arcaya); otros de pequeña (Zornoztegi, Aistra, Zarautz o los
más dudosos de Gasteiz, Mesterika, ) y unos terceros mal
las comunidades rurales; y finalmente, que pese al caracterizados (Bermeo, Lekeitio, Getaria, Laguardia, Salinas
número elevado de templos que la arqueología regis- de Leniz…). En otros casos el hábitat aldeano se construyó
tra, la red parroquial no estaba aún conformada. Y es sobre granjas altomedievales de los siglos VI y VII que en el
VIII se convirtieron en aldeas (Zaballa). Y finalmente se habla
que no se debe confundir el fenómeno de construc- conjuntamente de nuevas fundaciones (Gorliz o Mutilluri) y
ción de iglesias dentro de la aldea y el de la conso- de ocupaciones de lugares que estuvieron en uso en la proto-
lidación de la red parroquial. Puede ser que un nú- historia (castros de Lastra o Berbeia). Esta clasificación, ope-
rativa como instrumento de trabajo, poco aporta al conoci-
mero significativo de aldeas no dispusiera de centro miento de la formación de las aldeas ya que los datos con la
de culto hasta el siglo XII y que su implantación, por que ha sido elaborada son ambiguos y no proceden, salvo
imposición señorial, implicara cambios significativos excepciones, de excavaciones arqueológicas fiables. Y, ade-
más, de poco sirve decir que los restos de una aldea altomdie-
a nivel de la distribución de los espacios habitados val se encuentran estratigráficamente sobre un asentamiento
y cultivados, como se ha constatado en Zornostegi, romano o de la Edad del Hierro, si entre ambas ocupaciones
Zaballa (Quirós 2009a) o Gasteiz (Azkarate, Solaun han pasado más de 300 o 400 años. Incluso están pendientes
de confirmar los casos en los que se ha supuesto que existe
2009). continuidad entre las aldeas altomedievales y las ocupaciones
Pero también hay que aceptar que otras aldeas ya precedentes. Así, los materiales romanos hallados en Aistra,
disponían para esa época de iglesias con sus cemen- Gasteiz o Mendraka son residuales, y el nivel tardoantiguo de
Zarautz es problemático, dado que corresponde a las huellas
terios asociados. Sólo al ser enmarcadas en las estruc- de una construcción doméstica «de identificación siempre
turas supralocales que diseñaron los obispos y mo- resbaladiza» (Ibañez y Sarasola 2010: 28) y a un relleno for-
narcas en el siglo XII mediante la promoción de una mado por arenas, limos y arcillas con dos cuchillos de filia-
ción germánica junto a abundantes restos de cerámica roma-
de ellas al rango de parroquia, las no favorecidas na, carbones y material de construcción resultado de la
quedaron convertidas en ermitas y sus cementerios destrucción progresiva del asentamiento romano.
Anejos de AEspA LXIII EL ESPACIO CIRCUMPIRENAICO OCCIDENTAL... 347

No obstante, las discrepancias surgen a la hora de mente, la emergencia de una nueva realidad social y
definir las razones que llevó a la población a orga- política protagonizada por nuevas élites territoriales
nizarse en aldeas, lo que ha sido objeto de debate entre finales del siglo VII y el VIII, también se ha in-
desde las últimas décadas del siglo XX, con propuestas ferido en función del tamaño de las aldeas, diferen-
enriquecedoras y sugerentes como las relacionadas ciando cinco categorías: aldeas pequeñas con exten-
con la desintegración de las comunidades gentilicias, sión inferior a las 15 Ha; medianas con superficies
con la implantación feudal, con el crecimiento agrí- comprendidas entre 15 y 40 Ha; grandes o mayores
cola, con el trabajo de los campesinos, con la forma- de 40 Ha; dotadas de recintos o fortificadas, y cas-
ción de poderes territoriales o con la emergencia de tillos o yacimientos de altura que no siempre cuen-
líderes aldeanos. Todas ellas han suscitado nuevas ta con sectores residenciales (Quirós 2011).13
investigaciones, especialmente de base arqueológica, Desde este planteamiento se ha considerado que en
que han sobrepasado los planteamientos e hipótesis la Llanada alavesa y tal vez en Bizkaia o Gipuzkoa la
iniciales. jerarquización social y territorial fue menos profun-
En los últimos años, sin embargo, se está impo- da que en los valles alaveses occidentales, donde se
niendo como hegemónico un único modelo interpre- observa la concentración de aldeas fortificadas, la
tativo (Quirós 2010, 2011) que considera que las al- emergencia del condado de Lantarón o la fundación
deas se formaron en un periodo relativamente corto de del obispado de Valpuesta y de iglesias como San
tiempo, entre finales del siglo VII y el VIII, por lo que Román de Tobillas, entre otras. Y es probable que sea
no serían el resultado de un proceso largo y espontá- así. De hecho, estos últimos datos, que proceden del
neo protagonizado por campesinos, sino de otro pro- registro escrito, son incuestionable, pero su cronología
movido por la acción de poderes territoriales emergen- corresponde al siglo IX supuestamente cuando la red
tes con la suficiente capacidad de actuar sobre la de aldeas estaba ya consolidada (y así lo muestran los
población campesina y modificar los paisajes. conocidos documentos de Tobillas y Valpuesta ya que
El registro arqueológico, sin embargo, no justifi- tanto el abad Avito como el obispo Juan se instalaron
ca tal aseveración, puesto que apenas muestra signos en la comarca con el acuerdo de las comunidades ru-
de jerarquización en las primeras fases de evolución rales (Larrea 2007b). Por su parte, la presencia de
de estas aldeas, salvo probablemente en el caso de aldeas fortificadas es sólo una presunción basada en
Gasteiz. Pero, incluso aquí, las evidencias de jerar- la prospección de superficie ya que la información
quización social se hacen especialmente inequívocas estratigráfica disponible no permite hablar de esta
y numerosas a partir de mediados del siglo IX (Azka- categoría de poblamiento con anterioridad al siglo XI.14
rate y Solaun 2009), como refleja la compactación
y reorganización de la unidad doméstica y la cons-
13
trucción de una longhouse hacia el 850; pero sobre Esta clasificación de las aldeas en función de sus dimen-
siones se ha efectuado a partir de la prospección del terreno
todo los aterrazamientos que se efectuaron 100 años recurriendo al empleo de nuevas técnicas de teledetección,
más tarde para mejorar la superficie habitable y cons- como el LIDAR (Laser Imaging Detection and Ranging). La
truir nuevos edificios con zócalos de piedra, o el clasificación es interesante a la hora de reconocer los yaci-
mientos, protegerlos y plantear futuras líneas de trabajo e in-
desplazamiento de los campos de cultivo de las proxi- vestigación, pero nos parece prematuro inferir conclusiones
midades de las viviendas a las tierras llanas del en- históricas de los resultados de esta prospección, ya que como
torno, lo que implica la existencia de una autoridad es sabido la mayor parte de las aldeas (al menos las excava-
das) modificaron los límites de las áreas habitadas y cultiva-
suficientemente relevante capaz de gestionar todos das, sus estructuras y su morfología a lo largo del tiempo en
estos procesos. que estuvieron operativas. Recuérdense los casos ya citados
Tampoco en las aldeas excavadas de Aistra, Zaba- de Bagoeta, Zornoztegi o Gasteiz en los que la ocupación del
espacio y las dimensiones de la aldea del siglo VIII poco tie-
lla, Zornoztegi (Quirós 2006, 2009a), Bagoeta (Azka- nen que ver con las de época posterior. En Zaballa, por ejem-
rate et al. 2011) o Gorliz (Campos et al. 2009) se ob- plo, la implantación de un monasterio en el siglo XI supuso el
servan síntomas de jerarquización social hasta los traslado de la población campesina y la ampliación del área
doméstica y de la superficie cultivada. Por tanto, la prospec-
siglos X u XI cuando en las mismas se construyeron las ción superficial nos está proporcionando una foto fija y cro-
iglesias, que provocaron una reorganización social del nológicamente difusa de la aldea, cuya lectura puede llevar a
espacio de tal magnitud que supuso la movilización numerosos errores.
14
Los únicos datos fiables sobre aldeas fortificadas son tar-
de la población aldeana, concentrándola en su entorno díos, del siglo XI, y de momento se reducen a Gasteiz, ya que
o desplazándola a otros lugares, según los casos. como se ha señalado ni en los castros de Lastra, ni en otros
Además de la presencia de poderes consolidados reocupados entre los siglos VIII y X (como Castillo de Hena-
yo, Portilla o Carasta) se ha podido establecer relación algu-
y fuertes en el interior de las primitivas aldeas, que na entre la muralla y la aldea medieval (Saenz de Urturi
como hemos visto no está confirmada arqueológica- 2011).
348 Agustín Azkarate Garai-Olaun e Iñaki García Camino Anejos de AEspA LXIII

4. CONCLUSIONES (AAG, IGC) muerte y que alcanzaron su status buscando su lugar


en un espacio transicional, lleno de oportunidades.
Creemos que el registro arqueológico de los si- De dónde pudiera proceder la autoridad de estas
glos VI y VII d.C. en los actuales territorios de Bizkaia, élites supone un problema de mayor complejidad que,
Alava y Navarra, lejos de reflejar una sociedad es- pese a lo que se ha escrito, estamos lejos de poder
casamente jerarquizada en la que el campesinado solucionar con los datos disponibles. Es muy razo-
desempeñaba un papel relevante, ofrece testimonios nable sospechar que la participación en actividades
suficientes para imaginarla fuertemente estratificada militares (son muchos los testimonios escritos que
(o al menos marcadamente desigual), con poderes tenemos sobre esta participación) pudo haber cons-
cuyo origen y ascenso social debe interpretarse te- tituido un factor decisivo en la gestación y consoli-
niendo en cuenta los marcos conceptuales que veni- dación gradual de estos poderes.
mos proponiendo desde antiguo (García Camino Todo ello contrasta con la menor presencia en el
2002, Azkarate 2004b), en los que hemos abundado registro arqueológico de indicadores de poderes te-
recientemente (Azkarate 2011) y que tienen que ver rritoriales entre los siglos VIII al X d.C.; periodo en
con la circunstancia fronteriza de los espacios circum- el que no se registran importaciones de piezas de pres-
pirenaico occidentales. Espacios de frontera que, pese tigio (síntoma de poder y dominación); en el que las
a ser frecuentemente descritos con connotaciones necrópolis se simplifican, en el que la mayor parte
negativas de carácter antagónico e identitario, cons- de las iglesias son construcciones muy modestas y en
tituyen, en realidad, áreas con gran densidad de in- el que, aunque se documentan aldeas, no se consta-
teracciones y donde se operan los cambios más ra- tan evidencias de jerarquización entre asentamientos.
dicales y profundos. No encontramos, por lo tanto, argumentos sufi-
Obviamente no nos estamos refiriendo a la «fron- cientes para certificar —al menos con la rotundidad
tera» en su acepción más tradicional de limes, bor- con la que se hace— el nacimiento en el siglo VIII de
der, boundary o borderland; ni siquiera en la acep- determinados poderes territoriales con la suficiente
ción ligada al avance de determinados valores sobre capacidad de actuar sobre la población campesina,
espacios geográficos carentes todavía de ellos y ante potenciar formas estables y concentradas de asenta-
el que sólo cabrían dos alternativas, la de la acultu- miento, organizar la producción y modificar los pai-
ración o la de la resistencia. Por el contrario, prefe- sajes, dando lugar a la construcción de la red aldea-
rimos las propuestas nacidas en el seno de los estu- na que se propone.
dios etnohistóricos y post-coloniales que la conciben Y ante esta situación —y puesto que los datos ar-
como un territorio imaginado, inestable y permeable queológicos no preexisten sino que se construyen—
de circulación; como espacio de negociación, alian- nos preguntamos si no se corre el riesgo de terminar
za, intercambio; como lugar entre culturas (in-bet- configurando un registro arqueológico ajustado a las
ween); como «márgenes» cuya condición emble- expectativas generadas por un modelo histórico po-
mática será la «emergencia de nuevos grupos e tente y ambicioso, aunque insuficientemente testado
identidades» (Azkarate, 2011). Un espacio de fron- en nuestro ámbito geográfico y acabar reproducien-
tera relacionado no tanto con un «ámbito lábil» (Laz- do, de este modo, una versión actualizada de la atá-
zari, Santos, 2005: 29) cuanto con su «condición li- vica vocación ancilar de la arqueología.
minal», entendida ésta como aquella que vive «en el
umbral», en un estado de transición y de «reclasifi-
caciones periódicas de la realidad» (Turner, 1988: BIBLIOGRAFÍA
134).
Frente al panorama que algunos describen (invi- ARDANAZ, F.; RASCÓN, S. y SÁNCHEZ, A. L., 1997:
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pesina de granjas y aldeas), el registro arqueológico Ateneo de Madrid. Madrid, pp. 409-452.
muestra una realidad mucho más compleja, dinámi- AZKARATE GARAI-OLAUN, A., 1988: Arqueología cris-
ca, contradictoria y socialmente estratificada, con tiana de la Antigüedad Tardía en Álava, Guipúz-
unas élites que acceden a circuitos comerciales de coa y Vizcaya, Vitoria.
largo alcance, que generan una demanda capaz de AZKARATE GARAI-OLAUN, A., 1995: «Aportaciones al
mantener canteros especializados y establecimientos debate sobre la arquitectura prerrománica penin-
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GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN
EN LA ARQUITECTURA ALTOMEDIEVAL
DE LA MESETA DEL DUERO
POR

LORENZO ARIAS PÁRAMO


Universidad de Oviedo*

RESUMEN El estudio de los sistemas metrológicos y de pro-


El análisis del amplio elenco de edificios aquí estudiados porción de sus edificios concuerdan: en Hispania, y
nos confirma una planificación modular-estructural extrema- desde el siglo VII, se constituye un tipo de arquitec-
damente minuciosa y rigurosa, en la que el equilibrio tectó- tura religiosa y civil claramente identificado y cuyas
nica-modulación es conscientemente regulado mediante el
dimensionado metrológico edificatorio y el preciso control de
características de carácter metrológico y modular
los materiales constructivos. Por ello el abovedamiento en permanecerán todavía durante el siglo X. Sus rasgos
cañón de los ábsides y las naves se realizará acordes con el más evidentes atañen a los caracteres distributivos del
sistema metrológico y el esquema modular aplicado. Valores
superiores a 1 decempeda en el ancho de la nave central se
espacio modular: una manera de configurar su volu-
corresponden con iglesias que no están abovedadas y el pilar metría basada en el principio regulador del cubo, de
de sus arcuaciones tiene un fuste de mampostería. Solamente distribuir su superficie mediante un control de la
las iglesias que tienen un valor igual o menor a 1 decempeda
en su ancho de la nave central estarán abovedadas y tendrán
forma cuyo principio es la conmensurabilidad de sus
un pilar, o columna, con fuste de piedra monolítica, mientras dimensiones, de regular su dimensionado acorde con
que el intercolumnio de la arquería tendrá el valor de 1/2 de- patrones metrológicos basados en el pes drusianus de
cempeda.
0’33 metros, de recurrir al estudio de la planificación
arquitectónica basándose en la aplicación de princi-
ABSTRACT pios euclidianos de geometría.
The analysis of the wide number of buildings studied here
La permanencia de estos principios inmutables
confirms that there is a modular-structural planning, extremely como método de proyección, diseño y planteamien-
meticulous and rigorous, whose balance tectonic-modulation to constructivo, a lo largo de cuatro siglos indica que
is consciously regulated thanks to the metrological building se trata de un hecho cultural que va a permanecer
size and the precise control of the building materials. It is
therefore that barrel vaulting in the apses and naves will be independientemente de que varíen sustratos cultura-
built according both to the metrological system and the mo- les de tipo religioso y que por lo mismo afectarán a
dular scheme applied. Those churches with main naves wider cambios de uso en el espacio litúrgico. Hechos cul-
than 1 decempeda are not vaulted and their pillars are com-
posed by shafts built in rough stone masonry. Only those chur- turales que corresponden al devenir de los procesos
ches with main naves narrower or equal to 1 decempeda are históricos de la evolución social y de la organización
vaulted and their pillars, or columns, are built in a monolithic política, así como a una clara idea de lo que es abor-
stone, being the arch span ½ decempeda.lumna, con fuste de
piedra monolítica, mientras que el intercolumnio de la arquería dar una estructura arquitectónica. Ninguno de estos
tendrá el valor de 1/2 Decempeda. principios hubiera alcanzado una nitidez tal sin el
PALABRAS CLAVE: Pes drusianus, módulo, proporción. trabajo arquitectónico que los ordena. Es más, pue-
KEY WORDS: Pes drusianus, module, proportion. de cambiar la forma de construir, los materiales de
construcción, pero permanecerán los cuatro principios
del enunciado, a saber: Principio modular del cubo;
principio de la conmensurabilidad de las dimensio-
* paramo@uniovi.es nes; la justa proporción, symmetria; patrón metroló-
354 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

gico del pes drusianus, medidas predeterminadas; el espacio arquitectónico y modula sus dimensiones:
aplicación de la geometría euclidiana. pero nunca sobrepasará principios de proporción y
Este orden es, en primer grado, el de un saber metrología en los que su aplicación práctica induz-
constructivo: La figura geométrica no es un trazado ca como resultado una relación que no tenga inteli-
expuesto al azar, superpuesto en la superficie de las gibilidad modular. En San Miguel de Escalada, en un
construcciones altomedievales. Existe porque hay, en ejemplo aleatorio pero modélico, es la relación en-
primer lugar, una partición selectiva: pórtico, naves, tre las dos unidades aparentemente desiguales del
ábsides y, desde un punto de vista (menos genérico) modelo de proporción la que será aplicada, interca-
más profundo: columnas, vanos, paramentos y uni- lando una superficie de espacio del coro (15 × 45
dades de espacio. Con estos miembros dispersos del pies) y otra de la cabecera tripartita (15 × 45 pies) a
edificio, la figura construida constituye un orden un cuadrado de 45 pies de lado, que forma el espa-
interno: despierta relaciones y concilia y articula cio de las tres naves. El arquitecto ha llevado a cabo
órdenes fragmentarios. Pero el orden, la taxis, es una verdadera explotación de la forma: la solidari-
eminentemente el de la geometría de una figura que dad del conjunto se cohesiona en la unidad de retí-
se inscribe en la superficie (el plano) donde se inserta culas modulares cuyo factor de coherencia es la uni-
la «forma arquitectónica» y que controla y regula las
relaciones de proporción geométricas y metrológicas.
Este argumento nos lleva a una constante funda- metria y proportio, la cual es más difícil de captar, toda vez
que ambos términos siguen teniendo cierta vigencia, indepen-
mental: el valor del «tipo». Hay que percibir los dientemente de que tengan en la actualidad una significación
«objetos arquitectónicos» por clases, y poniendo en distinta de la original. En la acepción que propone Vitruvio
relación unas con otras, designando el motivo cen- de ellos, el concepto de symmetria sería, con respecto al de
proportio, equivalente a la definición de una norma y su in-
tral de cada una, que se encuentra más allá de las mediata aplicación. Ya hemos definido la symmetria como
formas accidentales que reviste cada objeto. Y es que «ex ipsius operis membris conveniens consensus ex partibus-
la arquitectura debe ser pensada por tipos; de tal que separatis ad universae figurae speciem ratae partis res-
ponsus» . Ciertamente responde a lo que podríamos definir
forma que, a partir de un determinado número de como el principio estético, vale decir: la mutua relación entre
esquemas espaciales modularmente seleccionados y los miembros y la consonancia entre las partes y el todo. Por
que van a condicionar durante cuatro siglos la arqui- otra parte el término proportio es definido como «ratae par-
tis membrorum in omni opere totiusque commodulatio» . Es
tectura altomedieval hispana, se coordine arquitectó- decir, el procedimiento técnico por medio del cual estas rela-
nicamente la posibilidad misma de organizar formas. ciones de armonía son puestas en práctica; el arquitecto adop-
Sabemos que no es posible pensar en proyectar sin ta, así, un módulo [rata pars] procediendo a multiplicarlo ob-
teniendo las dimensiones efectivas y métricas de la
ellos; no habrá trabajo de invención sino una reela- construcción. En realidad la proportio no determina directa-
boración continua de los mismos esquemas. Digamos mente la belleza, sino que «garantiza» su ejecución práctica.
que el arquitecto medieval llega hasta el final teóri- De ahí que Vitruvio la defina como aquello por lo que sym-
metria efficitur, señalando que la proportio debe encontrarse
co del tipo (dentro de su horizonte histórico) y, acorde acorde con la symmetria; «universaeque proportionis ad sym-
con los principios de symmetría vitruvianos,1 controla metriam comparatio».
A juicio de Kalkmann el término proportio concierne úni-
camente a la construcción con la ayuda de un módulo, la rata
1
La symmetría , del griego summetriv a , «justa propor- pars, siendo la symmetria un factor adicional: las partes inte-
ción», compuesto de sun «con» y mevtron «medida», era grantes deben ser bellas y deben acordarse convenientemente
concebida como una belleza objetiva, la cual se encontraba las unas a las otras. El concepto de proporción admite una
en las formas arquitectónicas que modelaban un edificio, y clasificación más amplia en función de la utilización que los
no en la actitud que pudiera adoptar un potencial observa- arquitectos o artistas hayan hecho de la misma. Así, tenemos
dor. El término griego de symmetría era traducido según Vi- las llamadas relaciones estáticas (basadas en números enteros
truvio y Plinio por commensus y según Boecio por conmen- o fracciones simples, del tipo del Triángulo Pitagórico 3-4-5,
suratio. Sugiere la idea de un módulo, o bien de un es decir números conmensurables) o relaciones dinámicas
denominador común de un determinado número de cantida- (basadas en números irracionales del tipo f, √3, √2,...)
des, las cuales forman un sistema. Se ha traducido en varia- Plinio en su Historia Natural, XXXIV, 65, expone las difi-
das ocasiones por «sistema de proporciones» así como por cultades para realizar una traducción correcta al latín del tér-
«proporción». Consistía, en realidad, en una rigurosa «pro- mino griego summetriva :”Non habet Latinum nomen sym-
porción matemática», la cual era calculada a partir de un metria...». Vitruvio, por su parte, utiliza junto al término
«módulo», coincidente en determinados casos con la unidad symmetría (De Archîtectura libri decem, 1,2,4, y passim) el
de medida empleada en la construcción. Así, a partir de la sinónimo commensus (De Archîtectura libri decem, 1,3,2, y
magnitud del diámetro de la columna o lado del fuste del pasimm). Sobre el uso del término symmetría, así como de
pilar, o bien el lado de la basa, u otro elemento arquitectóni- los términos commensus y commensuratio en Vitruvio, Plinio
co, podían calcularse las dimensiones de un edificio, al igual y Boecio consultar: Victor Mortet: «Recherches critiques sur
que basándose en el tamaño de un rostro, de un pie o de un Vitruvio et son oeuvre», Revue archéologique, XLI (1902),
dedo, los artistas de la Antigüedad habían establecido las N.S. III (1904), IV (1904), VIII (1906) y XI (1908) pp.101-
medidas del ideal humano. 133. Boecio, por su parte, recurre al uso del término commen-
A su vez es importante establecer la diferencia entre sym- suratio (Música, I, 31 y pasimm).
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 355

dad metrológica del pie de 0’33 m y el patrón mo- por la relación 4/3 (modulación pitagórica 3-4-5). Hay
dular de 15 pies de lado (1’5 Decempeda), repetido en ello figuras de combinación, o, dicho de otra
un número finito, pero potencialmente infinito, de manera, una gramática de la forma. He aquí la cla-
veces ya que el rectángulo que lo acoge está regido ve modular del pensamiento vitruviano.

Cuadro n.º 1. Valores de las unidades de medida de las iglesias altomedievales*

* Los valores métricos identificados con un asterisco están tomados de Luis Caballero Zoreda, y F. Sáez Lara, la iglesia
mozárabe de Santa Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres), Arqueología y Arquitectura. Memorias de Arqueología Extremeña,
Mérida.1999.
356 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Perspectiva de S. Miguel de Escalada con el esquema reticular.

Fig. 2. Perspectiva de San Cebrián de Mazote con su esquema reticular.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 357

Así, el producto teórico de nuestra arquitectura su planta. Planta que encierra un valor esencialmente
altomedieval está altamente enriquecido; está gene- sociológico y constituye la propia esencia del progra-
rado por un soporte normativo que no solamente «sec- ma constructivo y su traducción gráfica.
ciona la unidad inicial del cubo» si no que lo mul- ¿Cuáles son las reglas que permiten que un dise-
tiplica en una dirección que garantiza una obra ño arquitectónico pueda generar un «todo» homo-
«completa y total» «conmensurable» (Vitruvio ver- géneamente armónico? ¿Un entramado normativo?
sus Aristóteles) y regida por el principio de la «ve- Observaremos los métodos mediante los cuales se han
nustas» (Vitruvio versus Isidoro de Sevilla). Podemos hecho efectivas en edificios que se nos convertirán
observar de forma expresiva cómo queda regulado el como modelos, o como una forma de arquetipos, por
espacio arquitectónico de San Miguel de Escalada su unidad y coherencia metrológica y proporcional;
(Fig. 1) o San Cebrián de Mazote (Fig. 2) o San Juan son, por así decirlo, inicialmente figuras geométri-
de Baños (Fig. 3) con el rigor de esta aplicación: En cas (arquitecturas en potencia) con un control de la
Escalada a la retícula modular de 7’5 pies de lado (en forma de una calidad emergente por la coherencia del
progresión aritmética creciente hasta alcanzar el an- proyecto arquitectónico. Son proyectos modelo y en
cho y el largo total del rectángulo de 75 × 45pies [75/ cuyos planos se reflejan explícitamente el armónico
45=1’666] que configura el dimensionado exterior de trazado de su soporte normativo.
Escalada) que organiza la distribución formal hori- En el conjunto de las planimetrías aquí estudia-
zontal del espacio de las naves, vale decir la matriz das observamos un hilo conductor que actúa equili-
cuadrada, los cinco intercolumnios, así como la ar- bradamente en la organización interna de la obra
quería del iconostasio, el espacio de coro y la cabe- arquitectónica.
cera tripartita quedan inscritos en la planta y se le co- Podemos observar cómo a partir de la altura del
rresponden en la proyección vertical con una retícula pilar como módulo director se establecen relaciones
modular de 10 pies, proyección real de la trama ho- cuyo análisis nos permite obtener criterios de iden-
rizontal. Queda conformada una retícula en la que va tidad y proporcionalidad entre sus partes. Se puede
a tener un papel predominante el valor de la altura identificar, de esta forma, las progresivas fases pro-
de la columna: 10 pies, ya que es el módulo direc- yectuales del edificio, las cuales tienen su singula-
tor que organiza el valor del intercolumnio y gene- ridad en el tipo de operaciones gráficas dirigidas a
ra en altura el soporte normativo de una retícula cú- materializar todo el proceso de diseño proyectual. Si
bica, la forma tripartita determinante en toda la el pilar actúa como módulo director, el módulo real
arquitectura altomedieval peninsular. Tripartición que de ejecución práctica del proyecto, lo representa un
organiza en una secuencia jerárquica todas y cada una valor metrológico equivalente al lado del cuadrado
de las partes subordinadas de cada espacio arquitec- que forma la basa del pilar. Y es que en una obra
tónico. Así, la columna se divide y se «analiza» y el arquitectónica el módulo representa una entidad nu-
ritmo intercolumnar, la armonía reticular y el siste- mérica o geométrica, la cual es tomada como unidad
ma metrológico se convierten en recursos por medio según múltiplos enteros o fracciones simples de él.
de los cuales la forma corpórea del edificio es con- En este contexto el módulo es el elemento base de
trolada rigurosamente, generando el máximo nivel de la arquitectura: no determina el aspecto de un edifi-
coherencia interna de la arquitectura. cio pero proporciona un bastidor dimensional para su
Así pues, los soportes normativos pueden com- proyectación.
binarse con formas más complejas generadas por in- Queremos ofrecer así, no ya el sistema conclusi-
tersecciones geométricas. Y evidentemente pueden ac- vo de la investigación sobre el edificio en su conjunto
tuar como contornos que inscriban los miembros complementario «planta-alzado», sino la «crónica
arquitectónicos. A su vez los trazados de los ejes pue- operativa del proceso geométrico-proporcional segui-
den actuar a semejanza de los contornos para contro- do». Queremos, así, aportar a la minuciosa descrip-
lar la taxis en cuanto a la posición de los miembros. ción que se realiza, nuevas sugerencias sobre el
Hay que ser consciente de que un edificio debe método (sistemático) de investigación proporcional
ser considerado como una «colección» de sólidos en empleado en el diseño proyectual original.
los que es preciso medir y calcular sus relaciones pro- La proporción introducida, tan rigurosamente
porcionales. Además, en la Arquitectura Hispana, las matemática, tiene, paralelamente una función estéti-
masas observadas exteriormente ofrecen una visión ca, pero a ésta dinámica de configuración de formas
clara de la distribución interior de sus partes y sus geométricas hay que añadir que el grado de proporción
correspondientes relaciones en las tres dimensiones, viene impuesto al edificio a priori ciertamente, pero,
todo lo cual permite concluir con una deducción de a su vez, tiene su origen en éste y nace de la acepta-
358 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

ción de la triada vitruviana de la arquitectura: dispo- y separados» (como escribirá Alberti siglos más tar-
sitio, constructio, venustas (es decir, la conveniencia, de), y los elementos arquitectónicos distantes entre sí,
la firmeza y la belleza). El sistema de modulación tendrán una unidad y correspondencia íntimamente
introducido resulta altamente eficaz, sugiriendo solu- recíproca.
ciones óptimas e instaurando una novedosa ductilidad. El proporcionamiento, es evidente, resultará así
Las proporciones se desarrollan numérica y geométri- rigurosamente matemático, cumpliendo además una
camente, y evidentemente siguiendo una norma cons- primordial función estética. En el estado actual de la
tante y rigurosa: las reglas derivan, así, del cálculo y investigación proporcional de la arquitectura altome-
las mediciones extraídas del módulo inicial: el palmi- dieval, se obtiene una perfecta unidad y comprensión
pes de 0,37 m, el pie de 0’33 m, o el codo de 0’50 m. armónica y modular de las diversas fases preceden-
Y ello es así, en función de que el proporcionamien- tes que se han introducido, cumpliéndose finalmen-
to está estrechamente vinculado, por un lado a la co- te el concepto de la ordinatio vitruviana, propuesto
rrecta articulación tectónica del edificio, y por otro a por el tratadista latino, y con el cual se quiere indi-
factores estéticos, los cuales suelen ser reconocidos car la proporcionalidad del edificio y de sus partes
como los predominantes. Todo esto da lugar a una en base al módulo unitario ya conocido (palmipes,
casuística perfectamente codificable, basada en una cubitus, pes, … o medida del ancho del pilar) como
experiencia necesariamente larga del «arte de cons- presupuesto de la symmetria.
truir». Al final, la suma de las partes será recompuesta Es, con estos presupuestos, con los que se consi-
en una unidad de forma que se nos ofrezca la obra gue la necesaria precisión geométrica, cualidad pri-
arquitectónica como un sólo cuerpo, entero y perfec- maria en todo trazado proporcional de la obra arqui-
tamente articulado, en lugar de «fragmentos extraños tectónica.

Fig. 3. Retícula de San Juan de Baños.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 359

Cuadro n.º 2. Tabla de valores métricos teóricos En la realización del cálculo de la unidad de
del sistema de medidas basado en el pes drusianus* medida hemos partido del supuesto teórico de que
cada uno de los edificios altomedievales estudiados
estaría construido de acuerdo con una unidad de
medida única. No obstante es evidente que en el pro-
ceso constructivo se emplearían una o varias medi-
das múltiplos de la medida base. De esta forma po-
demos considerar que existirían varias medidas
aplicadas por el taller según se midiesen magnitudes
amplias o magnitudes con un valor más pequeño. En
cantería, además, el uso de unidades más pequeñas
de la tabla de medidas es evidente, se recurre al sep-
tunx igual a 0,19646 m y a la mitad del deunx, igual
a 0,1552 m. Se aplicaría así la unidad de medida del
pes Drusianus equivalente a 0,333 m y el cubitus con
un valor de 0,5 m. Pero existiría, en realidad, una
medida de uso la cual tendría una aplicación exten-
siva en el replanteo de la planta y en la construcción
del alzado. Esa medida puede variar en un conjunto
de edificios pero se corresponde habitualmente con
* Los valores de las medidas se ofrecen en metros. el passus, el cubitus, el gradus cuyo valor es de 0,83
m, equivalente a 2 palmipedes, siendo múltiplo del
deunx y del pes, otras de las medidas usadas por los
Cuadro n.o 3. Valores en pes de la arquitectura talleres altomedievales.
altomedieval hispana Pero ya sea el gradus o el cubitus como cualquier
otra medida que tenga un uso tanto constructivo como
regulador del trazado modular del edificio, será la
medida que introduce un orden [tavxi~] y que se aco-
ge a un canon de proporción, symmetria [snmmetriva],
en la configuración armónica de la arquitectura del
edificio altomedieval, ya desde la primera fase pro-
yectual.
Estas constantes o invariantes de proporción tanto
métricas como modulares, junto a otras propiedades
complementarias objeto de estudio, tienen un ines-
timable interés en cuanto análisis descriptivo y com-
parativo que permiten fijar los elementos de base
presentes en la Arquitectura Altomedieval, los cua-
les explican las reglas de formación de sus proyec-
tos arquitectónicos.
El empleo de específicos cánones de proporción
testimonia no sólo el gusto por las formas estéticas
sino el conocimiento de tradiciones constructivas pre-
LA DECEMPEDA Y EL CONTROL cedentes. De hecho, el recurso a fijar la altura de la
METROLÓGICO DE LA CONSTRUCCIÓN columna que soporta la arquería de las naves y la dis-
ALTOMEDIEVAL tancia entre ellas, según el principio del Triángulo de
Pitágoras, pertenece a una tradición presente ya en los
El establecimiento de un patrón metrológico, que sistemas de composición y proporción de la arquitec-
ofrezca identidad a cada uno de los edificios y al tura de la Antigüedad. La «proportio» vitruviana, por
mismo tiempo que lo integre en el patrón metroló- tanto, no determina de forma directa la belleza sino
gico común a la tipología arquitectónica del conjunto que simplemente garantiza su realización práctica.
de la Arquitectura Altomedieval Hispana, represen- La unidad de medida aplicada en cada edificio es
ta un factor básico en nuestro estudio. deducida del cómputo y procesamiento de un conjun-
360 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

to de dimensiones fundamentales de cada una de las quien utiliza el término pertica como sustituto de la
edificaciones. De la muestra de medidas obtenida se decempeda y empleando el término como «medida
ha calculado la media aritmética y la correspondiente de agrimensor». A su vez, Isidoro de Sevilla utiliza
desviación estándar de la totalidad de sus valores. El igualmente el término pertica como el equivalente
resultado ha sido verificado con posterioridad por a la decempeda en los siguientes términos:
medio de la prueba del «chi-cuadrado». Se ha obte- «Digitus est pars minima agrestium mensurarum Inde
nido de esta forma el valor medio de la unidad de uncia habens digitos tres. Palmus autem quattuor digitos
medida de cada edificio. Esta unidad de medida es habet, pes sedecim, passus pedes quinque, pertica passus
duos, id est pedes decem Pertica autem a portando dicta,
coincidente con el pes Drusianus,2 cuyo valor ideal quasi portica. Omnes enim praecedentes mensurae in cor-
es de 0,333 m. pore sunt, ut palmus, pes, passus, et reliqua; sola pertica
Respecto al uso del patrón metrológico altome- portatur. Est enim decem pedum ad instar calami in Eze-
chielo templum mensurantis».
dieval, el pes Drusianus, es relevante —por lo que
ello supone de perfeccionamiento en la organización Por lo que concierne al proceso de planificación
del trabajo, y gradual incremento de experiencia arquitectónico, y más especialmente la forma de
constructiva en la práctica arquitectónica de los ta- actuar del patrón metrológico, el estudio del conjunto
lleres altomedievales hispanos— el hecho de que, en de la Arquitectura Altomedieval Hispana permite
la totalidad de los edificios que integran la Arquitec- evaluar que el proyecto arquitectónico es ejecutado
tura Altomedieval, es posible medir la longitud y el sobre la base del conocimiento previo exacto que las
ancho total de su dimensionado exterior, al igual que medidas más fundamentales del edificio van a tener:
su altura, en valores exactos de la unidad de medida longitud, ancho, alturas, magnitud de las naves, di-
llamada decempeda, la cual tiene una equivalencia de mensión del pilar, espacio de los ábsides, etc. Todas
10 pedes. Así, obtenemos unidades exactas de decem- ellas son conocidas y deducidas de la trama modu-
peda en cada uno de sus edificios: Santullano [8 lar y se van a regir por unidades métricas conmen-
decempedae de longitud y 5 decempedae de ancho]; surables y múltiplos exactos de la unidad de medi-
San Miguel de Liño [6 por 3]; Santa María de Na- da base o fundamental.
ranco [6 por 3]; San Salvador de Valdediós [5 por Este perfeccionamiento técnico-constructivo es
2,5]; San Pedro de la Nave [5 por 3]; Santa María de fundamental en el proceso arquitectónico de las cons-
Melque [6 por 6]; etc. trucciones altomedievales. Podemos decir que el ar-
La decempeda representa una de las magnitudes quitecto (mechanicus) se ve abocado de forma inevi-
más típicas del sistema romano de medidas, tenien- table a su práctica. El control metrológico que regi-
do una equivalencia de 2 passus, 4 gradus, 6 cubiti, rá el diseño proyectual arquitectónico se ejerce ini-
8 palmipedes, 10 pedes, 20 semisses,... La decempeda cialmente sobre el conocimiento previo de las mag-
es un término ya empleado por Cicerón, Horacio, nitudes exteriores que va a tener el edificio. Estas
Plinio y Sexto Aurelio Propercio (siglo I a. de J.C.) magnitudes estarán íntimamente vinculadas a un
proceso de configuración geométrico-proporcional,
2
tanto de la magnitud de la planta, como de la altu-
Consultar a este respecto: «Distinguishing between the
‘Pes Monetalis’ and the ‘Pres Drusianus:’ Some Problems»; ra deducida y su repercusión en la volumetría: apli-
Martin Millett en Britannia.Vol. 13, (1982), pp. 315-320. cación del cuadrado, doble cuadrado, triángulo de Pi-
Asimismo: Chouquer G., Favory F., 1992, Les arpenteurs tágoras, etc.
romains : théorie et pratique, Paris, éd. Errance, 183 p. (Coll.
Archéologie aujourd’hui). Duncan-Jones R. P., 1980, « Leng- A su vez existe un salto cualitativo a nivel metro-
th-Unit in Roman Town Planning: the Pes Monetalis and the lógico de una alta repercusión arquitectónica; la co-
Pes Drusianus», Britannia, 11, pp. 127-133. Bridger C. J., ordinación metrológica revela una cuidadosa prepa-
1984, «The ‘Pes Monetalis’ and the ‘Pes Drusianus’ in Xan-
ten», Britannia, 15, pp. 85-98. Feugère M., 1995, «Une me- ración de este dimensionado total constructivo.
sure d’un demi-pied romain à Chalon-sur-Saône (Saône-et- ¿Cómo se generan estas magnitudes? ¿Cómo se de-
Loire)», R.A.E., t. 46, fasc. 1, pp. 151-153. Hultsch F., 1882, cide el valor que tendrá su longitud total?: Las mag-
Griechische und römische Metrologie, Berlin, réed. Graz
1991. Schubert F., Schubert M., 1993, « Metrological Resear- nitudes totales (Longitud exterior total, ancho total,
ch into the foot measurement found in the celtic oppidum of altura, longitud naves, etc.) de las edificaciones de
Manching», Complutum, 4, pp. 227-236. Daniel Barthèlemy la Arquitectura Altomedieval Hispana tienen una
et Stéphane Dubois, «Métrologie antique: une tige métallique
graduée découverte à Mâcon (Saône-et-Loire)», Revue ar- medida exacta en Decempedas, tal y como podemos
chéologique de l’Est, Tome 56, 2007. Igualmente para una observar en el cuadro adjunto. De esta forma la elec-
mayor profundización sobre la bibliografía específica de ción de las magnitudes reguladoras del proyecto,
Metrología: Lorenzo Arias Páramo: Geometría y Proporción
en la Arquitectura Prerrománica Asturiana, Anejos de Archi- quedarán vinculadas a los patrones metrológicos del
vo Español de Arqueología. Madrid, 2009. sistema de medidas romano empleado en la construc-
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 361

ción. Una medida como es el ACTUS nos proporciona procedimiento sería suficiente para esta etapa: zan-
un esclarecedor ejemplo. Así tendríamos: ja de cimentación y disposición de los sillares en las
esquinas; la longitud de sus cuatro tramos quedará
1 ACTUS =120 pedes = 40 metros
1
/2 ACTUS = 60 pedes = CADENA DE AGRIMENSOR fijada al terreno por las cuerdas y con una medida
= 6 DECEMPEDAE = 20 metros exacta en decempedae que corresponderá con una
2
/3 ACTUS = 80 PEDES = 8 DECEMPEDAE, magnitud patrón del sistema metrológico, a saber: el
Unidad de medida del PLETRO = 100pedes = 10 DECEM- Actus, ½ actus, el pletro, etc. Al tener un valor exacto
PEDAE = 20 PASSUS y existir cuerdas o cadenas de agrimensor prepara-
1
/2 PLETRO = 50 pedes = 5 DECEMPEDAE = 16,60 me- das con esa magnitud y sujetas a un control periódi-
tros
1
/4 PLETRO = 25 pedes = 2, 5 DECEMPEDAE. co en la dilatación de su medida, la exactitud en la
traslación al terreno aumenta mientras que obviamen-
El recurso a estas magnitudes permite dimensio- te disminuye la posibilidad de verse afectadas por la
nar de forma exacta la totalidad de las construc- deformación de las cuerdas necesarias para trazarlas.
ciones altomedievales. Un amplio elenco de estos Una vez finalizada la fijación de los limites ex-
edificios miden ½ ACTUS = CADENA DE AGRI- tremos se obtendrían, utilizando longitudes menores
MENSOR = 60 pedes, ¼ actus= 30 pedes, etc. En el de cuerda, la retícula modular midiendo hacia el in-
cuadro adjunto se reflejan los valores extraídos del terior, desde el borde de la cuerda perimetral y ob-
ACTUS y del PLETRO3 en algunos de los edificios teniendo en el interior de la cuadricula los puntos
más significativos de la Arquitectura de la Alta Edad originales de replanteo de los precisos lugares de
Media hispana. Obsérvese como las medidas son asiento de los pilares. Progresivamente se irían es-
múltiplos exactos ––mitad, cuarta parte...— de la me- tableciendo las divisiones de muros y subparticiones
dida más alta del sistema de medidas romano. precisas del interior del rectángulo. Invariablemen-
Como podemos deducir, existe una calculada te estas subdivisiones en cuadriculas serán múltiplos
determinación por parte de los talleres constructivos exactos de la medida total, o parcial, de los espacios
altomedievales a introducir unidades estándar de que vayan realizándose, siguiendo las directrices del
medida calibradas a partir del sistema de medidas proyecto original.
romano. No existe, obviamente, ninguna aleatoriedad
en la decisión de dimensionar un edificio. Se recu-
rre, pues, al uso de una medida exterior total (a se- METROLOGÍA Y CONTROL DE LA ESTRUCTU-
mejanza de las interiores obtenidas por subdivisión RA ARQUITECTÓNICA
geométrico-proporcional) en función de las magni-
tudes prefijadas en la normalización del sistema Los arquitectos y constructores medievales care-
metrológico romano. cían de los conocimientos precisos para resolver
Este método, evidentemente, permite un avance complejos métodos matemáticos. Ello les impedía
considerable en la organización del trabajo del Ta- realizar los precisos cálculos para controlar científi-
ller; tanto en la prefabricación de materiales de cons- camente la resistencia y los empujes de las estruc-
trucción, en el diseño del proyecto arquitectónico, turas arquitectónicas. No obstante sí eran capaces de
coordinación de la mano de obra, trabajo de cante- hacer extrapolaciones de extrema fiabilidad. Estaban
ría, diseño de estructuras, etc. en posesión de unos conocimientos suficientes de la
El replanteo de los planos constructivos sobre el geometría y podían realizar cálculos limitados y una
terreno para construir los cimientos se haría utilizando estimación intuitiva de los pesos y contrarrestos de
un instrumento fundamental de uso habitual por agri- las estructuras arquitectónicas. Alcanzarían a valorar
mensores romanos; la Groma, la cual con la guía de empíricamente las reglas fundamentales de todo pro-
sus cuatro hiladas de plomo permitiría el trazado de ceso estructural, a saber: que las cargas gravitatorias
las perpendiculares y la disposición correcta de las aumentan con el cubo y las secciones con el cuadrado
cuerdas enceradas y tensadas entre puntos exactamen- de la escala lineal de la construcción.
te establecidos, que serían inicialmente los cuatro Los constructores medievales fueron conscientes
vértices extremos de las esquinas del edificio. Este pues, de que la cantidad de material de construcción
es directamente proporcional a su peso. Ello supo-
3
Respecto a la importancia de estos dos valores: actus y nía que los esfuerzos provocados por cargas gravi-
plethron ver: Plinio, Historia Natural, XVIII, 9. Un estudio tatorias inherentes a una determinada forma y mate-
sobre el valor, uso e historia del Actus y del Plethron, consul-
tar igualmente: Enrico Nissen: Metrología Greca e Romana rial, es decir, la tracción, el efecto de compresión, la
(Vol. 3), Milan, 2ª Ed.1892 (Reed.1977). flexión, y un largo etcétera, se harían más críticos
362 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Figs. 4. Coordinación metrológica. Magnitudes y valor proporcional


de los edificios estudiados.

—y de forma exponencial— al hacerse más grande. tra en un permanente equilibrio; soporta las cargas
Estas circunstancias tendrían una gran repercusión en mediante un complejo tramado de líneas de esfuer-
los métodos constructivos y más exactamente en el zo. Una estructura compuesta por el mínimo núme-
control de la forma constructiva, tanto a nivel geomé- ro de elementos necesarios para resistir esas tensio-
trico como en el necesario cálculo metrológico de las nes se dice que está estáticamente determinada: es
estructuras arquitectónicas; magnitudes de las naves, perfectamente eficaz en condiciones estáticas (en
de los pilares, de las columnas, altura de las naves, reposo), pero si alguno de los elementos fallase, la
espesor de los muros, etc. estabilidad de toda la estructura rompería su equili-
Los constructores medievales también tendrían un brio, y se vendría abajo. Sus edificios por lo tanto
conocimiento ciertamente limitado del principio de tenían que resistir cargas dinámicas y el fracaso par-
la redundancia estructural, hiperestatismo o indeter- cial de los propios materiales con el transcurso del
minación estática. Es decir, que un edificio se encuen- tiempo, y el propio proceso constructivo, toda vez que
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 363

Figs. 5. Coordinación metrológica. Magnitudes y valor proporcional


de los edificios estudiados.

un edificio en proceso de construcción no es estable regulado mediante el acorde dimensionado metroló-


en la misma manera en que lo será cuando este ter- gico edificatorio y el preciso control de los materia-
minado. La indeterminación estática es pues, una les constructivos. De esta forma los diversos espacios
necesidad para toda la arquitectura. Por ello los edi- arquitectónicos: naves, pórticos, aulas, habitaciones,
ficios serían construidos proporcionándoles grandes ábsides, tramos del crucero serían objeto obviamen-
márgenes de seguridad estructural, con varias vías te de una determinada construcción con materiales
para descargar las acciones de las cargas.4 apropiados acordes a la función estructural que van a
Como observaremos seguidamente estas aprecia- soportar. Por ello los pórticos y otros espacios se cu-
ciones de rango tectónico que estamos estudiando se brirían en madera/bóveda si así se proyectaran, pero
encuentran interconectadas con los procesos de di- siempre acordes con el sistema metrológico y el es-
seño arquitectónico y su regulación por los trazados quema modular aplicado. En esta misma línea los
de proporción. ábsides, habitaciones laterales, etc. serán objeto de
abovedamiento o no, una vez estudiada la compatibi-
lidad de los materiales a emplear, la resistencia que
CONTROL MODULAR Y ABOVEDAMIENTO ofrecerán los paramentos y las arquerías, a la presión
de las bóvedas y los espesores de muros y pilares. La
Del estudio de los edificios conservados en la introducción, pues, de diversos elementos constructi-
actualidad se puede deducir que los arquitectos me- vos y la definición de zanjas de cimentación del edi-
dievales poseían un profundo conocimiento de las ficio tendrán un rango de identidad con las necesida-
artes de la Geometría euclidiana (geometría fabro- des programadas del proyecto metrológico y modular.
rum), así como una amplia experiencia en su apli- En el gráfico que acompañamos podemos estudiar con
cación a los problemas prácticos de replanteo cons- claridad y nitidez esta perfecta conjunción construc-
tructivo y de proporción y modulación de las prácticas tiva-proporcional que constatamos en la arquitectura
arquitectónicas. altomedieval peninsular.
El análisis del amplio elenco de edificios aquí es- En las figuras 4 y 5 están representadas las mag-
tudiados nos confirma este hecho, descubriéndonos nitudes y el valor proporcional de cada uno de los
una planificación modular-estructural extremadamente edificios que estudiamos en este trabajo. Quedan
minuciosa y rigurosa, en la que el siempre sensible recogidas las magnitudes proporcionales de las tres
equilibrio tectónica-modulación es conscientemente naves de cada edificio, pudiendo observarse perfec-
tamente que según varíe el valor de la magnitud to-
4
A este respecto cf. Taylor Builders. A Study in Architec- tal del ancho de la iglesia, la relación entre la nave
tural Process.Cambridge University Press, 2003. pp. 60 y ss. central y las laterales varía de forma proporcional.
364 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 6. Planta de San Salvador de Valdediós con la retícula de palmipes.

Pero existen unos valores específicos como son los las cargas de la bóveda. De acuerdo con esta norma
que corresponden a las iglesias de San Salvador de de coherencia tectónico-metrológica San Pedro de la
Valdediós y San Miguel de Liño en los que la mag- Nave, con su medida de 1 decempeda, debemos de-
nitud del ancho de la nave central tiene el valor de ducir que estaría abovedada al igual que Santa Lu-
1 decempeda coincidiendo con el abovedamiento en cía del Trampal al tener un ancho de nave central
cañón de sus naves. Todo el conjunto arquitectóni- menor a 1 decempeda. Consideramos que estas dos
co sigue una adaptación metrológica al sistema mo- iglesias estarían preparadas para abovedarse.5 Pero
dular en su dimensionado. En el esquema gráfico tenemos otra iglesia que merece una necesaria refe-
podemos apreciar una circunstancia especialmente
singular: valores superiores a 1 decempeda en el an- 5
Coincide esta apreciación con las tesis de Luis Caballero
cho de la nave central se corresponden con iglesias Zoreda, quien considera que estas dos Iglesias estarían origi-
nariamente con bóvedas de cañón. Consultar a este respecto la
que no están abovedadas y en las cuales al mismo bibliografía siguiente: Luis Caballero Zoreda: «Una conjetura
tiempo el pilar de sus arcuaciones tiene un fuste de sobre la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave (Zamora)».
mampostería. Solamente, pues, en aquellas iglesias en: I Congreso de Historia de Zamora, Zamora, 1989. Zamo-
ra, 1990, pp, 317-355. Necesario, asimismo: Luis Caballero
que tienen un valor igual o menor a 1 decempeda en Zoreda y Fernando Arce: «La iglesia de San Pedro de la Nave
su ancho de la nave central estarán abovedadas y (Zamora). Arqueología y Arquitectura». Archivo Español de
tendrán un pilar, o columna, con fuste de piedra Arqueología, 70, 1997, pp. 221-274. Igualmente: Luis Caba-
llero Zoreda, y F. Sáez Lara, La iglesia mozárabe de Santa
monolítica, con una función tectónica clara de intro- Lucía del Trampal, Alcuéscar (Cáceres), Arqueología y Arqui-
ducir garantías de solidez en la arcuación para resistir tectura. Memorias de Arqueología Extremeña, Mérida.1999.
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 365

Fig. 7. Sección longitudinal de San Salvador de Valdediós. Retícula modular.

rencia. Nos referimos a la iglesia de Bobastro (917). arcos de herradura es monolítica al estar tallada en
Esta iglesia nos confirma en buena medida el prin- la roca, lo cual introduce un principio de solidez en
cipio del consenso tectónico-modular-metrológico que el caso de que la bóveda de cañón fuese construida.
estamos estudiando dentro de la planificación cons- Observamos, pues, como el hecho de que haya sido
tructiva. tallada de forma excepcional en la propia roca no ha
La iglesia semirrupestre de Bobastro, indepen- impedido que se aplicaran los pertinentes principios
dientemente de que hubiera sido ultimada en origen de regulación metrológica y proporcional que veni-
en toda su estructura arquitectónica o no, ha sido mos estudiando.
construida ateniéndose al principio de metrología Pero se produce otro hecho singular íntimamen-
fundado en la aplicación de las medidas predetermi- te relacionado con la función del ancho de la nave
nadas por el patrón metrológico basado en el pes central como «módulo» regulador del abovedamiento
drusianus. Su longitud total tiene 60 pes y su ancho de las iglesias o no. Nos estamos refiriendo al valor
30 pes. El ancho de la nave central es de 3’10 me- que adquiere la magnitud del intercolumnio de la
tros equivalente a 1 decempeda y la dimensión de sus arquería de la iglesia. Como podemos observar en el
intercolumnios de ½ decempeda. Este hecho indu- gráfico adjunto la dimension del intercolumnio ad-
ce de forma racional a pensar que la iglesia estaría quirirá progresiva y proporcionalmente una disminu-
abovedada en el supuesto teórico de que hubiera sido ción en su magnitud a medida que el valor del an-
terminada. Obviamente la arcuación con pilares y cho de la nave central disminuya y se acerque por ello
366 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 8. Perspectiva de San Salvador de Valdediós con la retícula modular.

al punto en que soportará tectónicamente el above-


damientos de sus naves central y laterales. El valor
en que este intercolumnio adquirirá el ajuste perfecto
de rigor estructural coincide con la magnitud de ½
decempeda ó 1 passus.
Este es un hecho fundamental en toda la construc-
ción altomedieval hispana y queda reflejado en la
cuadrícula proporcional de la planta y alzado que
estamos estudiando, constituyendo uno de los más
relevantes ejemplos del meticuloso orden introduci-
do para equilibrar proporción y solidez constructiva.
De esta forma para que una iglesia altomedieval his-
pana pueda ser abovedada será realizada por los cons-
tructores bajo la planificación modular en la que la
resultante final tendrá dos vectores constantes. Un
ancho de la nave de 1 decempeda y un intercolum-
nio de 1/2 decempeda es decir, 1 passus. Aparte del
hecho de que el pilar o columna será monolítico. Así,
tenemos tres iglesias de planta basilical en las que
se cumple perfectamente este hecho; San Miguel de
Liño (842), San Salvador de Valdediós (893) y San
Pedro de la Nave (post 711) si consideramos la ve-
rosímil propuesta de su original abovedamiento (Ca-
ballero y Arce; 1997).
Fig. 9. Planta de Bobastro. * * *
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 367

En la Arquitectura Altomedieval Hispana se con- esta forma un bastidor dimensional, «una parrilla
firma el concepto derivado de Aristóteles, y transmi- conceptual para trabajar dentro de ella, más que una
tido a la Edad Media, según el cual la función esen- específica dimensión o una malla rígida» (Kepes,
cial del arquitecto la constituye la materialización de 1966). El módulo actúa de esta forma como instru-
una idea, es decir, una tipología rigurosamente cons- mento compositivo en el cual la magnitud del diáme-
truida y organizada de un modo tan preciso que pueda tro o la altura de la columna o pilar van a ser elegi-
ser convertida en norma objetiva mediante la cual se dos como patrón metrológico de medida, mientras que
regirá toda la estructura arquitectónica posterior. En otras magnitudes como el intercolumnio, ancho del
palabras de Alberti siglos más tarde, la obra que se pilar, basa, etc. permanecen como dimensiones que
va a comenzar es «concebida con el ingenio, distin- son múltiplos enteros o fracciones simples de esta
guida con el juicio, ordenada con la cordura y hecha unidad de medida o módulo, el cual se convierte así
perfecta con el arte». De esta forma todo el proyec- en denominador común de todas las magnitudes. Y
to se convierte en esencia en la sedimentación, pri- es que en Vitruvio, el módulo está concebido como
mero de carácter gráfico y después plástico del mo- un principio métrico.
delo primario de la idea. En esencia el conjunto de El concepto de módulo por el que nos regimos
los procedimientos de ejecución geométrico-propor- entiende a este como el elemento de relación propor-
cional y propiedades aquí estudiadas, serán transmi- cional que permite la conexión de un elemento ais-
tidos gradualmente durante los siglos medievales a lado con el conjunto. Se obtiene así un equilibrio de
toda la Arquitectura altomedieval posterior. las formas en las que es posible la repetición o su-
cesión basada en una ley racional o geométrica a la
vez que permite la repetición rítmica de las formas
CONCEPTO Y VALOR DEL MÓDULO arquitectónicas, del ritmo intercolumnar de la arque-
EN LA ARQUITECTURA HISPANA ría, de la distribución de los miembros arquitectóni-
cos de acuerdo al programa arquitectónico, etc.
En la Arquitectura Altomedieval, y dentro de su
complejidad constructiva, prevalece el empleo de lo
que podríamos denominar los métodos de la geome- ANÁLISIS GEOMÉTRICO PROPORCIONAL
tría fabrorum, es decir, la geometría del compás (cir- DE LAS IGLESIAS
cinus), de la escuadra (norma) y de la regla (regula),
de las figuras geométricas como elementos básicos de SAN MIGUEL DE ESCALADA
composición. Este instrumento de control de las for-
mas constructivas combina los métodos de mensura- Dimensiones: Longitud total exterior 24’8 m = 75
ción dirigidos por un sistema métrico de medidas con pes. Ancho exterior total 14’86 m = 45 pes Longi-
fórmulas constructivas geométricas. Una combinación tud interior transepto 11’59 m. Ancho de la nave
de carácter métrico y modular, un método, en suma, central 4’80 m. Ancho de las naves laterales 3’3 m,
que será plenamente vigente y utilizado de forma or- Altura columna de la arcuación 3’3 m. Altura de la
todoxa en la coordinación de la ejecución de las edi- nave central hasta la imposta 10’12 m.
ficaciones altomedievales hispanas actuando como un Unidad de medida: pes drusianus de 0’3283 m.
fuerte elemento centralizador y de homogeneidad. Intervenciones:7 Restaurada inicialmente por
Dentro del conjunto de la Arquitectura altomedie- Demetrio De los Ríos en el año 1888 y por Juan
val hispana, el concepto de módulo adquiere una sig- Bautista Lázaro en 1903. Luis Menéndez Pidal inter-
nificación extremadamente relevante. El módulo vendría cuarenta años después para consolidar la ci-
(modulus) constituye en realidad una entidad nu-
mérica o geométrica con una función no solamente Fleury, P.: Dictionnaire des vocabulaires techniques du «De
estética, que introduce un elemento de armonía y pro- Architectura» de Vitruve, Paris 1995. pp. 63 y 91. Asimismo
una valoración del término módulo en Vitruvio, De Archîtec-
porción en la composición de un conjunto arquitec- tura 1, 2, 4 / 4, 3, 3. Una ampliación sobre su acepción y apli-
tónico, decorativo o escultórico. Como hemos visto cación en Vitruve: De L’Architecture, Livre I. Texte établi et
hasta ahora, el módulo mantiene la función de actuar traduit par Philippe Fleury, Paris, 1990. pp. 107, n.º 6. Asimis-
mo: Vitruve: De L’Architecture, Livre III. Texte établi, traduit
como parámetro en la implantación de un orden en et commenté par Pierre Gros, Paris, 1990. pp. 110, n.º 3.
el proyecto arquitectónico y constructivo6. Supone de 7
Una detallada documentación sobre las intervenciones de
restauración e intervenciones arqueológicas en los edificios
aqui recogidos en la obra de M.ª de los Ángeles Utrero Agu-
6
Para el término Módulo y otros presentes en el tratado De do, Iglesias tardoantiguas y altomedievales en la Península
Archîtectura de Vitruvio, consultar la obra: Callebat, L. y Ibérica. CSIC, Madrid, 2006.
368 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 10. Retícula de la planta de San Miguel de Escalada.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 369

Fig. 11. Retícula de la planta de San Miguel de Escalada.


370 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 12. Proporción de la planta de San Miguel de Escalada.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 371

Fig. 13. Retícula modular de la sección longitudinal de San Miguel de Escalada.


372 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 14. Proporción de la sección transversal de San Miguel de Escalada.

mentación y la estabilidad de los paramentos. En 1980 total de la iglesia 75 m y su ancho 45 m es de 120


interviene Luis Rodríguez Cueto y entre 1983 y 1987 pes, es decir 1 Actus.
se inician las excavaciones arqueológicas dirigidas por
Luis Caballero y Hortensia Larrén.
Descripción: Basílica de tres naves separadas por SANTA MARÍA DE QUINTANILLA DE LAS VIÑAS
sendas arquerías de cinco arcos sobre columnas reuti-
lizadas. Acoplamiento de un transepto o crucero con Dimensiones: Longitud total original 22,7 m.
incorporación de una arquería con función de iconos- Longitud exterior del transepto 12 m. Longitud in-
tasio. Cabecera con tres ábsides abovedados de plan- terior 10,2 m. Medida exterior del ábside 5’30 m.
ta ultrasemicircular con remate exterior recto. Pórti- Medida interior del ábside 3,35. Longitud del Tran-
co meridional con arcuación de doce tramos con septo 3,8 m. Ancho nave central 5’30 m.
columnas. Unidad de medida: pes drusianus de 0’33 m.
Discusión: Dentro de la composición en planta el Intervenciones: Íñiguez realizará en el año 1955
cuadrado de 15 m de lado = 45 pes, que configura una excavación arqueológica del edificio y en 1959
la medida del ancho total exterior, representa la su- emprende trabajos de consolidación de la cimenta-
perficie en la cual se inscriben las tres naves de la ción original. Nueva intervención en la iglesia a cargo
iglesia. Su límite oriental lo constituye la arquería del de F. de Abajo Ontañón en el año 1971 y en 1978 por
iconostasio. El siguiente avance geométrico-metro- A. Iglesias González.
lógico nos lo ofrece el rectángulo A.B.C.D. obteni- Descripción: En la actualidad la iglesia conserva
do mediante el anexo del rectángulo que configura solamente su sector oriental: Un ábside cuadrado exen-
el espacio correspondiente al crucero o transepto; el to y un transepto. La estructura de cimentación conser-
nuevo rectángulo responde a un triangulo pitagórico vada permite establecer con cierta precisión el períme-
o triangulo perfecto 3-4-5, con un valor de 4/3 = tro original del edificio, a saber: planta de tres naves
1’333, al cual si proyectamos su hipotenusa sobre el con pórtico tripartito y una controvertida disposición
cateto menor, es decir el ancho de la iglesia, A.D. de arcuaciones con acceso a habitaciones abovedadas
obtendremos la longitud total exterior de la iglesia, en la superficie de ubicación tradicional de las naves
es decir 75 pies con un valor de 75/45 = 5/3 = 1’6666. laterales. Del transepto arrancarían sendas habitacio-
Es preciso tener presente que la suma de la longitud nes, conservándose los arranques y su cimentación.
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 373

Fig. 15. Proporción de la planta de Quintanilla de las Viñas.

Discusión sobre la reconstitución: La composi- SAN JUAN DE BAÑOS


ción modular en planta está dirigida por dos cuadra-
dos de 20 pies de lado que configuran la longitud del Dimensiones: Longitud total exterior 20 m (60
cuerpo central incluido el pórtico. Siendo el ancho de pes = ½ actus) Ancho exterior total 11’6 m. Longi-
la nave central igual a 16 pes. El ancho exterior de la tud interior 11,2 m, Medida exterior del ábside 5’30
iglesia tiene un dimensionado de 36 pes (12 metros) m. Ancho de la nave central 4’5 m. Ancho de las
constatables en el crucero conservado. Obtenemos naves laterales 3’1 / 2’08 m. Altura de columna de
una composición reticular de 16 pies de lado (5’30 m) la arcuación 2’67 m. Altura total de la nave central
que integran los dos espacios de habitaciones situa- 7’7 m. Altura total naves laterales 4’5 m. Espesor mu-
dos al norte y al sur del transepto. El dimensionado ros 0’86 m.
exterior así obtenido nos ofrece una medida total de Unidad de medida: pes drusianus de 0’323 m.
la iglesia de 36+12+12 = 60 pes = ½ actus. Magni- Intervenciones En el siglo XIV se introduce la
tud que constituye una medida de referencia metro- reforma de la cabecera con la construcción de los
lógica en el conjunto arquitectónico altomedieval que ábsides late-rales. Tres siglos mas tarde son demo-
estamos estudiando. El dimensionado del ábside lidas las capillas originales. En el año 1897 es des-
oriental mantiene una medida interior de 10 pes (3’3 cubierta la iglesia para el mundo científico por Ma-
m = 1 decempeda = 1 pertica de Isidoro de Sevilla). nuel Anibal siendo declarada Monumento Nacional.
Al exterior del ábside la medida igualmente de 16 pes Durante los años 1956, 1964 y 1983 es sometida a
= 5’30 m. No podemos estudiar con garantías la ar- un conjunto de excavaciones arqueológicas dirigidas
cuación previsible de la nave central. Conservamos el por Pere de Palol. El proceso de restauración se ini-
arranque de un pilar en el lienzo exterior occidental cia en 1968 por el arquitecto A. Arenillas. En 1997
del transepto. Propuestas realizadas por Achim Arbei- se realiza la lectura arqueológica de paramentos bajo
ter y Luis Caballero Zoreda ofrecen soluciones ini- la dirección de Luis Caballero.
cialmente aceptables para el espacio abovedado de las Descripción: Basílica de tres naves separadas por
naves laterales. No obstante respecto a la nave cen- sendas arquerías de cuatro arcos sobre cuatro colum-
tral creemos que en ningún caso podría ir aboveda- nas reutilizadas. Cabecera con tres ábsides rectangu-
da; su ancho de 16 pes = 5’30 m representa una me- lares exentos independientes en origen. Fuertemen-
dida excesivamente larga para sostener una bóveda. te alterada su estructura general.
374 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 16. San Juan de Baños. Reconstrucción.

Fig. 17. Retícula modular de la planta de San Juan de Baños.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 375

Fig. 18. Retícula modular de la planta de San Juan de Baños.

Fig. 19. Retícula modular de la sección longitudinal de San Juan de Baños.

Discusión: Dentro de la composición en planta, delimita la magnitud de los cuatro intercolumnios así
el cuadrado que configura la longitud de las tres como el ancho de la nave central en su magnitud
naves y el ancho exterior de la iglesia tiene un di- original de 12 pes = 4 m. El siguiente avance geomé-
mensionado de 36 pes de lado. Su posterior división trico-metrológico nos lo ofrece la proyección de la
en 16 cuadriculas de 9 pes nos ofrece una composi- composición reticular de la planta en alzado, la ma-
ción reticular en la que quedan perfectamente deli- lla nos define la altura de la columna y la altura de
mitadas las columnas de la arcuación de la nave la nave central en una virtuosa relación proporcional
central. Una subdivisión en cuadrados de 6 pies nos entre los espacios arquitectónicos.
376 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 20. Retícula modular de la sección transversal de San Juan de Baños.

SAN PEDRO DE LA NAVE positiva proporcional. Así encontramos subparticio-


nes que acogen en su interior el ancho y longitud de
Dimensiones: Longitud total 20’82 m (60 pes = la nave central, la longitud de la nave transversal y
½ actus). Ancho total 17’7 m (50 pes = 1/2 plethro). los límites modulares del espacio central con el cim-
Ancho nave central 3’22 m. Ancho nave lateral 2’24 borrio de 9 × 9 palmipes. El hallazgo arqueológico
m. Longitud del Crucero 8,91 m. Ancho del anteab- por parte de Luis Caballero del cimiento del pórtico
side 3’08 m. Ancho exterior ábside 4’4 m. Ancho occidental y la segura trabazón muraria del mismo
interior ábside oriental 3,3 m (1 decempeda). con los lienzos de la actual iglesia confirma el ajus-
Unidad de medida: palmipes de 0’385 m. te metrológico que se observa en la modulación de
Intervenciones. En 1930 la iglesia es trasladada la planta. La superposición de tres reticulas de 9
desde su emplazamiento original, anegado por las palmipes en la superficie del pórtico refleja una per-
aguas de un embalse a su nuevo lugar en el pueblo fecta exactitud y coherencia compositiva con la
de Campillo. La anastilosis del traslado piedra a pie- modulación de la totalidad de la planta. De esta for-
dra fueron realizadas por el arquitecto Alejandro ma obtendríamos 52 palmipes de longitud total (exen-
Ferrant y la dirección de Manuel Gómez Moreno y to el ábside oriental), equivalente a 20’02 m tenien-
Emilio Camps Cazorla. En 1997 se interviene arqueo- do el palmipes el valor de 0’385 m. El dimensionado
lógicamente en la cimentación original de su empla- exterior así obtenido nos ofrece una medida total de
zamiento por Luis Caballero Zoreda. la iglesia de 52 palmipes = 20’02 m = 60 pes = 6
Descripción: Iglesia con una planta rectangular decempeda = ½ actus. Valor métrico que constituye,
de tres naves separadas por arquerías de tres arcos como hemos comprobado precedentemente, una
sobre pilares de sillería. Crucero con habitaciones magnitud de referencia metrológica en la arquitectura
anexas en sus sectores meridional y septentrional. altomedieval que estamos estudiando.
Zona de presbiterio con sacristias anexas y ábside Lo que podemos constatar igualmente con la in-
oriental con cierre recto. Cámara suprabsidal con vano tegración del pórtico occidental es que la planta ad-
de comunicación interior. Las excavaciones llevadas quiere la sugerente forma geométrica de un doble
a efecto por Luis Caballero y Sanz en 1997 ya men- cuadrado de 60 pes drusianus por 30 pes, valor del
cionadas, han encontrado la cimentación del pórtico ancho de la planta, exentas las habitaciones meridio-
occidental. nal y septentrional. Esta referencia geométrica del
Discusión: La composición modular en planta está doble cuadrado adquiere un alto valor dentro del
dirigida por una retícula modular que se superpone proyecto constructivo. Realmente nos confirma la
a la superficie de la iglesia. El que podremos consi- importancia que adquiere en el diseño proyectual la
derar módulo director es un cuadrado de 9 palmipes íntima relación entre geometría y metrología a la hora
(= 3,42 m). Y el cual mantiene la regularidad com- de planificar una obra arquitectónica.
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 377

Fig. 21. Retícula modular en palmipes de la planta de San Pedro de La Nave.

Respecto al ábside oriental (Sanctuarium altaris) Pedro de la Nave estaría abovedado en su proyecto
su dimensionado mantiene una medida interior, ya y materialización original. Las propuestas realizadas
clásica por su valor simbólico, de 10 pies (3’3m = 1 por Achim Arbeiter, Luis Caballero Zoreda, Fernando
decempeda = 1 pértica de Isidoro de Sevilla) (Arias, Arce, Ángeles Utrero ofrecen soluciones plenamen-
2006). te aceptables para el espacio abovedado de las naves
Podemos estudiar con garantías la arcuación de central y laterales.
la nave central y su función tectónica original. Con- El siguiente paso geométrico-metrológico nos lo
servamos tres arcos en cada una de las dos arcuacio- ofrece la proyección de la composición reticular de
nes y como ya habiamos estudiado, sus valores mé- la planta en alzado, la malla así obtenida nos define
tricos de ancho del intercolumnio = 1’47 m = ½ la altura de los pilares y la altura de la nave central,
Decempeda, la altura del pilar de 2’80 m, el ancho así como el nivel de las líneas de imposta en una
de la nave central = 3’22 = + 1 decempeda y el an- virtuosa relación proporcional entre los espacios ar-
cho de las naves laterales de 2’24 m, nos permite con- quitectónicos. Observamos en la Seccion Longitudinal
firmar que el conjunto del espacio occidental de San la subdivisión tripartita de la nave occidental, origi-
378 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 22. Retícula modular en pies de la planta de San Pedro de La Nave.

Fig. 23. Retícula modular de la planta de San Pedro de La Nave.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 379

Fig. 24. Retícula modular de la sección longitudinal de San Pedro de La Nave.

Fig. 25. Retícula modular de la sección transversal de San Pedro de La Nave.

nalmente abovedada (12 palmipes de altura y 12 su longitud y su altura hasta la línea de imposta igual-
palmipes de longitud), que cumple las normas geomé- mente por el cuadrado de la retícula de 12 palmipes.
trico-metrológicas, es decir que la longitud de la nave En la Seccion Transversal se aprecian los valores
siempre es igual o mayor que la altura (Arias, 2006) de modulación tan virtuosamente introducidos por la
y constatada en toda la arquitectura asturiana. Que- regularidad metrológica y compositíva. Definición de
dan igualmente definidas el ancho y las alturas del las mensuras de arranque de los arcos centrales del
cimborrio por el cuadrado de 12 palmipes, y el an- cimborrio, altura de las habitaciones, o la delimita-
teábside abovedado queda definido métricamente en ción de los espacios del crucero.
380
Lorenzo Arias Páramo

Fig. 26. Retícula modular de la planta de San Cebrián de Mazote.


Anejos de AEspA LXIII
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 381

Fig. 27. Retícula modular de la sección longitudinal de San Cebrián de Mazote.


382 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

SAN CEBRIÁN DE MAZOTE ma la importancia que adquiere en el diseño proyec-


tual así como la perfecta relación entre geometría y
Dimensiones: Longitud total exterior original metrología a la hora de planificar la obra arquitec-
29’87 m = 90 pes = 3/4 actus. Ancho exterior total tónica. Las restauraciones tan fuertes introducidas
15 m = 45 pes. La iglesia configura un doble cuadra- impiden valorar muchas mediciones y extraer conclu-
do. Longitud interior nave central 10,82 m. Medida siones objetivas del edificio.
exterior del ábside 5’30 m. Ancho de la nave central
5 m. Ancho de las naves laterales 3’3 m. Longitud
del transepto 13 m. SANTA COMBA DE BANDE
Unidad de medida: pes drusianus de 0’33 m.
Intervenciones: Iglesia fuertemente restaurada a Dimensiones: Longitud total exterior 18 m. An-
lo largo de cerca de 50 años y con elementos origi- cho total exterior 11,8 m (36 pes). Longitud interior
nales ya desaparecidos. Al este se abre una cabece- del ábside 2’46 m. Ancho interior 2,17 m. Ancho
ra recta triabsidial descrita ya por Gómez Moreno y interior brazos y crucero 2,7 m. (8 pes). Longitud
Agapito. En los años 40 F. Íñiguez Almech recons- interior brazos norte y sur, este y oeste 3,7 m. (11
truye la bóveda de ocho husos de ladrillo sobre ar- pes). Altura de la bóveda central 6,8 m (20 pes).
cos formeros y ménsulas del crucero cuadrado. Sus- Altura de las bóvedas de los brazos 4,70 m (14 pes).
tituye la cúpula tabicada de pechinas del XVIII y Muros 0,85 m.
reconstruye el muro occidental. Originalmente la Unidad de medida: pes drusianus de 0’33 m.
iglesia tendría cubierta de madera. La bóveda del Intervenciones: Entre los años 1932 y 1934 es
brazo sur del transepto es moderna. La bóveda del sometida a restauración por el arquitecto Alejandro
ábside central y la del contraábside serían totalmente Ferrant. Labor que continuará Luis Menéndez Pidal
restauradas. en 1942 y F. Pons Sorolla en 1950. Vázquez Párelo
Descripción: Basílica de tres naves separadas por en 1923 realiza una intervencion arqueológica y
sendas arquerías de cuatro arcos sobre cuatro colum- Manuel Gómez Moreno en los años 1943 y 1944
nas reutilizadas. Transepto rematado con cimborrio. realiza un estudio arquitectónico de la iglesia. Lec-
Cabecera con tres ábsides siendo el central ultrase- tura de paramentos dirigida por Luis Caballero en el
micircular al interior y recto los tres al exterior. año 2001 y en la cual documenta que las habitacio-
Contraabside a los pies de planta semicircular y recto nes anexas en los ángulos de la cruz serían ejecuta-
al exterior. das con posterioridad a la iglesia original. La planta
Discusión: La composición modular en planta está primitiva responde a una cruz exenta.
configurada por una retícula modular de 5 pes de lado, Descripción: Planta cruciforme con ábside rectan-
1’65 m, La secuencia del cuadrado, en número de 25, gular exento. Pórtico oeste y sacristía en el lienzo
permite distribuir proporcionalmente el dimensionado nororiental. Espacios abovedados en cañón con ma-
de las tres naves y delimitar la magnitud de los cin- terial de ladrillo. Bóveda de crucería en el cimborrio.
co intercolumnios. El ancho exterior de la iglesia tiene Discusión: El sistema de composición modular de
un dimensionado de 45 pes de lado (15 m). El cru- la planta cruciforme de Bande está dirigido por una
cero y la cabecera tripartita quedan enmarcados por retícula modular que se superpone a la superficie de
la disposición geométrica de seis cuadrados de 15 pes la iglesia. El que podremos considerar módulo direc-
de lado que interseccionan las divisiones espaciales tor es el cuadrado central de 8 pes = 2’7 m. Este
de los ábsides y del transepto. El siguiente avance cuadrado permite anexar los cuatro brazos de la cruz
geométrico-metrológico nos lo ofrece la proyección griega de la iglesia configurando un dimensionado
de la composición reticular de la planta en alzado, proporcional de 36 pes (12 m) de longitud este-oes-
la malla nos define la altura de la columna y la altu- te y 36 pes de longitud norte-sur. La proyección de
ra de la nave central en una virtuosa relación propor- su trazado regula tanto la longitud del espacio inte-
cional entre los espacios arquitectónicos. rior como el límite exterior, al definir el espesor del
Lo que podemos constatar es que la planta adquie- muro o el eje del diámetro del círculo interior del
re la forma geométrica de un doble cuadrado de 90 ábside. Así obtenemos una medida exterior de cada
pes drusianus ¾ actus (30 m) de longitud por 45 pes uno de los cuatro brazos de 13’5 pes (4’5 m). A des-
(15 m) valor del ancho de la planta. Esta figura tacar la aplicación del sistema del triangulo pitagó-
geométrica del doble cuadrado adquiere un alto va- rico, o triángulo perfecto 3-4-5 en la construcción
lor dentro del proyecto constructivo. Como hemos modular de los brazos de las naves. Es una planta
tenido ocasión de estudiar en otros edificios confir- cruciforme construida a escala proporcional más pe-
Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 383

Fig. 28. Modulación de la planta de Santa Comba de Bande.

queña que la también iglesia cruciforme de Santa y capillas anexas. De forma excepcional los muros
María de Melque. están ejecutados por sillería de granito con núcleo de
mortero. Las bóvedas son todas de sillería de grani-
to, de medio cañón peraltado en los brazos y de horno
SANTA MARÍA DE MELQUE sobre planta de herradura en el ábside. En el cruce-
ro, una cúpula váida falsa se alza sobre medias co-
Dimensiones: Longitud total exterior 24’8 m (75 lumnas.
pes) (incluido pórtico 30’5 m = 90 pes) Ancho total Discusión: La composición modular en planta está
exterior 20’6 m (60 pes). Diametro interior del áb- dirigida por una retícula modular que se superpone
side 5 m (15 pes) Ancho interior 4’6 m.(14 pes) a la superficie de la iglesia. El que podremos consi-
Ancho interior brazos y crucero 4’6 m (14 pes). Al- derar módulo director es el cuadrado central de 13’5
tura de la bóveda central 11 m (33 pes). Altura de pies = 9 cubitus = 4’5 m. Este cuadrado permite
las bóvedas de los brazos 7,70 m (23 pes). Muros 1’5- anexar los cuatro brazos de la cruz griega de la iglesia
2 m. configurando un dimensionado proporcional de 75 pes
Unidad de medida: pes drusianus de 0’33 m. (25 m) de longitud este-oeste y 60 pies = 6 decem-
Intervenciones: Las primeras intervenciones de peda = ½ actus (19’70 m) de longitud norte-sur. A
restauración se inician en 1959 a cargo de J. M. destacar la aplicación del sistema del triángulo pita-
González Valcárcel quien restauraría el conjunto de górico, o triángulo perfecto 3-4-5 en la construcción
bóvedas. Diez años más tarde en 1969 José Menén- modular de los brazos de las naves.8 La proyección
dez-Pidal Álvarez haría una intervención puntual para de su trazado regula tanto la longitud del espacio
restaurar la estructura del edificio. Entre los años 1970 interior como el límite exterior, al definir el espesor
y 1973 Luis Caballero Zoreda dirigirá sendas cam- del muro o el eje del diámetro del círculo interior del
pañas de excavaciones. J. I. Latorre y Leandro Cá- ábside. Así obtenemos una medida exterior de cada
mara efectuaran en 1980 trabajos de restauracion. uno de los cuatro brazos de 22’5 pes (7’64 m). El
Nuevas intervenciones de carácter arqueológico son proceso regulador del trazado refleja pues, una per-
reiniciadas en la década de los 90 bajo la dirección
de Luis Caballero Zoreda. 8
Una aplicación ya realizada por Luis Caballero Zoreda.
Descripción: Iglesia de planta cruciforme con Consultar su trabajo «Una aproximación a las técnicas cons-
tructivas de la alta Edad Media en la Península Ibérica. Entre
ábside a oriente en forma ultrasemicircular al inte- visigodos y omeyas» en: Arqueología de la Arquitectura, 4-
rior y recto al exterior. Conserva un pórtico occidental 2005, pp. 169-192.
384 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Fig. 29. Retícula en pies de la planta de Santa María de Melque.

Fig. 30. Modulación de la planta de Santa María de Melque.


Anejos de AEspA LXIII GEOMETRÍA, METROLOGÍA Y PROPORCIÓN EN LA ARQUITECTURA... 385

Fig. 31. Comparación entre las plantas de Santa María de Melque y Santa Comba de Bande.

fecta exactitud metrológica y una coherencia compo- ma coincidencia llama poderosamente la atención y
sitiva en la modulación de la totalidad de la planta. sorprende que dos iglesias encajen tan perfectamente
A occidente se le anexa el pórtico de 6 m de lado. una en otra en un ajuste tan preciso, tan coherente
Pero adquiere una relevancia muy alta dentro de en su individualidad constructiva pero igualmente tan
los sistemas compositivos y metrológicos aplicados sometido a las reglas del azar que algo nos está in-
a la regulación de los trazados de las iglesias alto- vocando que tanta coincidencia puede que no esté tan
medievales hispánicas un hecho de coincidencia sujeta a la azarosa vida de los números. Y en efec-
metrologica que se produce entre esta iglesia cruci- to, en realidad lo que puede haber ocurrido es que
forme de Santa María de Melque y la iglesia de Santa Melque ha recurrido a una medida exterior que su-
Comba de Bande. pone el aumento proporcional de aprox. 1 decempe-
Como podemos observar si establecemos una da en su magnitud. Es decir, la diferencia existente
comparación metrológica entre las dos plantas. La entre la magnitud exterior de los brazos de Melque
iglesia de Santa Comba mantiene la medición exte- de 22’5 pes y la magnitud exterior de los brazos de
rior de sus cuatro brazos con una medida uniforme Bande de 13’5 pes. Junto a esta precisión se une el
de 13’5 pes (4’5 m) que es exactamente la medida mantenimiento de la misma unidad de medida el pes
interior que tienen los cuatro brazos de la Iglesia de drusianus de 0’33 metros.
Melque: 13’5 pes = 4’5 m. Efectivamente este hecho
confirma el perfecto ajuste metrológico que se obser-
va en la modulación de la planta de ambos edificios, CONCLUSIÓN
lógicamente la aplicación de un proceso de planifi-
cación modular como es el del Triángulo Perfecto 3- La circunstancia de este acoplamiento tan perfecto
4-5 es un recurso de gestión proporcional muy utili- entre dos iglesias Bande-Melque, tan distintas en sus
zado en otras iglesias altomedievales: Sta. Cristina técnicas constructivas, su aparejo y su decoración,
de Lena, Naranco, Cámara Santa, Santo Adriano de plantea varios interrogantes sobre la configuración de
Tuñón y recomendado a su vez por Vitruvio en la los talleres constructivos y su itinerancia o permanen-
construcción de los atrios tal y como lo expone en cia regional o geográfica, asociada además a la va-
su obra De Architectura (Arias, 2006). Pero la extre- riedad cronologíca de los edificios estudiados aqui.
386 Lorenzo Arias Páramo Anejos de AEspA LXIII

Este problema, que ahora queda planteado y abier- Sciences de l’Homme. Supplément au n.º 51 du
to, ha sido objeto de un atractivo estudio por parte Courrier du CNRS, Paris.
de Luis Caballero Zoreda y Ángeles Utrero.9 Por otro ALMAGRO-GORBEA, M. y JIMÉNEZ, J. L., 1982: Metro-
lado este hecho de extrema identidad metrológica a logía, modulación, trazado y reconstrucción del
nivel edificatorio, y no solamente proporcional, hay templo. El Santuario de Juno en Gabii. Excava-
que ponerlo en relación con el uso y aplicación de ciones 1956-1969. Monografías de la Escuela Es-
un único, o por lo menos mayoritario, sistema de pañola de Historia y Arqueología. Roma.
medidas basado en el pes drusianus como unidad de ALMAGRO-GORBEA, M., 1982 (1984): «Der Junotem-
medida y la aplicación al proceso arquitectónico del pel in Gabii und Vitruv», en: Vitruv-Kolloquium,
uso de medidas estándar de agrimensura y que ya Darmstadt. pp. 163-183.
hemos estudiado: 30 pes, 50 pes, ½ actus, 1 actus, ARIAS PÁRAMO, L. y OLÁVARRI G., E., 1987: «La pro-
etc. Parece percibirse la concreción, quizás solo apa- porción áurea en el Arte Asturiano: Santa María
rentemente, de un modelo de recursos metrologi- de Naranco». Revista de Arqueología, n.º 73. Ma-
cos, de planificación arquitectónica, realizado por drid, mayo, pp. 44-57.
talleres expertos, quizás foráneos y asentados en una ARIAS PÁRAMO, L., 1988: «San Miguel de Liño. Arte
región, formando grupos o talleres cuya diversifica- Prerrománico Asturiano» (Estudio sobre la propor-
ción posterior se fue adaptando a las formas construc- ción de las pilastras de San Miguel de Liño). Re-
tivas de grupos regionales, talleres locales, pero que vista de Arqueología, n.º 87, julio, pp. 29-35.
permanecería, digamos así, intacto el proceso de pla- ARIAS PÁRAMO, L., 1992: «Avance al estudio sobre la
nificación modular. Claro está que queda por estu- Geometría y Proporción en la Arquitectura Pre-
diar el sistema de cubiertas, de abovedamientos, el rrománica Asturiana». III Congreso de Arqueolo-
cual se entrecruza perfectamente con el sistema gía Medieval Española. Oviedo, 27 Marzo-1 de
metrológico hasta formar una particular «identidad Abril de 1989. Oviedo. Tomo II, pp. 27-37.
constructiva», toda vez que el factor metrológico tiene ARIAS PÁRAMO, L., 1990: «Trazados geométricos pre-
la capacidad de regular la estabilidad tectónica de un vios a la labra en el prerrománico asturiano: las
edificio, al proporcionar un modelo de construcción celosías de la Iglesia de Santa Cristina de Lena»,
(tectónicamente hablando) el cual quedaría asegurado Archivo Español de Arqueología, Tomo 63, n.º
en su transmisión entre talleres o grupos constructi- 161-162. Madrid, pp. 227-247.
vos al estar este regido por normas métricas que per- ARIAS PÁRAMO, L., 1991: «Trazados previos en la
manecerán en su núcleo fundamental inalterables pintura mural de la Iglesia de San Julián de
durante largos siglos. los Prados». Fundación Museo Evaristo Valle,
Gijón.
ARIAS PÁRAMO, L., 1992: «Recursos geométricos de
CRÉDITOS dibujo, composición y proporción en la pintura
mural de la iglesia prerrománica de San Julián de
En la realización del presente estudio metrológi- los Prados (Oviedo)». Archivo Español de Arqueo-
co, y como complemento al estudio de campo, he- logía, Vol. 65, Madrid. pp. 181-222.
mos tenido como referentes las planimetrías realiza- ARIAS PÁRAMO, L., 1993: «Geometría y proporción en
das por el Instituto Arqueológico Alemán de las la Arquitectura Prerrománica Asturiana. El Pala-
iglesias de San Juan de Baños y de San Miguel de cio de Santa María de Naranco.» Madrider Mit-
Escalada. Asimismo hemos hecho uso igualmente de teilungen, 34. pp. 282-307.
las planimetrías de San Pedro de la Nave y de Santa ARIAS PÁRAMO, L., 1995: «Metrología, modulación y
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APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA
ARQUITECTURA EN LOS TERRITORIOS CRISTIANOS
QUE CONFORMARÁN CATALUÑA (SIGLOS VI AL IX)
POR

EDUARD CARBONELL ESTELLER


Universidad de Girona*

RESUMEN archaeological publications; villae, religious architecture out


of the cities, by ending with Egara complex, whose recove-
El artículo comienza con una breve introducción, históri- ring project has recently finished. Problematic of the architec-
ca y desde el arte, de los territorios que conformarán Catalu- ture dated to 9th century is intended to be introduced, highlig-
ña, en época visigoda. A continuación se plantean los efectos hting the change to be occurred at the following century, from
de la conquista islámica en estos territorios, para pasar a cen- 950 onwards.
trarnos en lo que se conoce como Cataluña a principios del
siglo XII, es decir, aquellos territorios del norte que pronto se PALABRAS CLAVE: Alta Edad Media. Arte visigodo. Con-
independizarán del poder islámico, y entrarán en la órbita quista del Islam. Historiografía. Arqueología medieval. Ar-
carolingia en el siglo IX. Se plantean, siguiendo las diversas quitectura medieval. Urbanismo. Edificios religiosos. Edi-
opciones de la historiografía, las características ideológicas de ficios civiles. Las Villae. Siglo VII. Barcino. Egara. Tarraco.
este siglo IX en estos territorios. A continuación se estudia la Gerunda. Emporiae. Rhode.
evolución de la arquitectura en estos territorios desde el siglo
VI al IX: las ciudades y su urbanismo (Tarraco, Barcino, Gerun- KEY WORDS: Earl Medieval Age. Visigothic Art. Islam con-
da, Emporiae, Rhode) con sus edificios religiosos y civiles más quest. Historiography. Medieval Archaeology. Medieval ar-
importantes, basándonos en los trabajos publicados desde la chitecture. Urbanism. Religious buildings. Civil buildings.
arqueología; las Villae; la arquitectura religiosa fuera de las Villae. 7th century. Barcino. Egara. Tarraco. Gerunda. Em-
ciudades, terminando con el conjunto de Egara cuyo plan di- poriae. Rhode.
rector ha finalizado recientemente. Se quiere apuntar la pro-
blemática de la arquitectura de este siglo IX, anunciando el gran
cambio que se producirá en el siglo siguiente a partir de 950.
Haremos una breve introducción histórica para
situar el objeto de nuestro trabajo sobre la arquitec-
ABSTRACT tura de este período, atendiendo a aquellos datos más
This paper starts with a brief historical and art historical directamente implicados en el desarrollo de esta co-
introduction focused on the territories which will form Cata- municación.
luña in the Visigothic period. The effects of the Islamic con-
quest on this territory are later proposed and, after that, the
early 12th century Cataluña. That is, those northern territories
which will soon become independent from the Islamic power, LA ETAPA VISIGODA
but which will belong to the Carolingian orbit in the 9th cen-
tury. After different historiographical options, ideological cha- El período godo en Cataluña abarca aproximada-
racteristics in the 9th century in these territories are explai- mente desde el 475, cuando Eurico conquista la Ta-
ned. The evolution of the architecture in this area from the 6th
to the 9th centuries is also analysed: cities and urbanism (Ta- rraconense, hasta el 715 con la conquista islámica.
rraco, Barcino, Gerunda, Emporiae, Rhode), with their most Estos territorios que formarán lo que después cono-
relevant civil and religious buildings, taking into account the cemos como Cataluña, están ligados al sur de Fran-
* eduard.carbonell@udg.edu. Agradezco al Dr. Josep Ma- cia, a Septimania, en este período visigodo.1 Pero
ria Nolla y a su equipo de la Universidad de Girona, a la Dra.
1
Julia Beltrán de Heredia del Museo de Historia de la Ciudad Zimmermann, M., «Conscience gothique et affirmation
de Barcelona, y a Domènec Ferran director del conjunto de nationale dans la genèse de la Catalogne (IXe - XIe siècles)»,
las iglesias de Egara, la documentación facilitada y sus expli- en J. Fontaine; Ch. Pellistrandi (ed.), L’Europe héritière de
caciones en los conjuntos. l’Espagne wisigothique, Colloque international du C.N.R.S.
392 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Basílica del anfiteatro. Tarraco.

durante los siglos V y VI, en estos territorios conti- Pero en la Tarraconense, como en todo el Impe-
núa la romanidad, y quedan al margen de los gran- rio romano, las estructuras sociales habían sufrido una
des acontecimientos políticos y militares del reino transformación desde mediados del siglo III, rurali-
visigodo.2 Las estructuras sociales romanas continua- zándose, cerrándose las ciudades sobre sus murallas,
rán bajo los visigodos. Roma ha terminado en el as- la villa sufre la crisis económica y a veces se trans-
pecto político, pero la sociedad romana continua, con forma en castellum.4 Los Obispados, constituidos so-
una evolución de sus estructuras urbanas y rurales, bre antiguas divisiones territoriales prerromanas, se
que sobrevivirán durante todo el reinado de los vi- mantienen. Perduran los Obispados de Urgellum
sigodos y en parte del de los musulmanes mismos. (527), Emporiae (516), Ausona (515), Gerunda (516),
Y no tendrá un cambio importante hasta la reconquis- Egara (450), Barcino (347), Ilerda (516), Tarraco
ta y la repoblación con la Marca franca. Cataluña (258), Dertosa (516).5 La Iglesia sustituye a la socie-
queda al margen de los grandes escenarios políticos dad civil en los temas de cultura por razones de pres-
y militares del reino visigodo.3 tigio y por exigencias propias de su gestión: la prác-
tica de la liturgia, la lectura de las Sagradas
tenu à la Fondation Signer-Polignac (Paris, 14-16 Mai 1990),
Madrid, 1992, pp. 51-67. Escrituras, la evangelización, etc. Se inicia un fenó-
2
Palol, P. de, Del romà al romànic. Història, art i cultura meno que será característico de los primeros siglos
de la Tarraconense mediterrània entre els segles IV i X, Bar- medievales: el monopolio de la cultura por la Igle-
celona, 1999, p. 36: Sirva de ejemplo que entre los años 468
y 472, después de la desaparición del Imperio de Occidente sia, que impone en la producción literaria un predo-
con Rómulo Augusto, todavía la ciudad de Tarragona dedica minio de la temática religiosa. El renacimiento de las
honores al emperador Antemio.
3
Palol, P. de, Del romà al romànic, p. 42, Así por ejemplo,
4
en De fisco Barcinonensi, de 592, un comes patrimonio, Es- Salrach, Josep M., Història de Catalunya, volum II. El
cipion, de origen romano, elige a los numerari encargados del procés de Feudalització (segles III-XII), Barcelona, 1987. En
cobro de tributos, bajo el consentimiento de los obispos de el «Prólogo» de Pierre Vilar, p. 10.
5
Tarragona, de Egara, de Girona y de Empúries. Salrach, Josep M., op. cit., p. 68.
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 393

letras romanas que se encuentra en la Hispania goda, fines del siglo V pierden su componente cultural. En
será obra de clérigos. Las escuelas están en las ca- escultura se mantienen los talleres peninsulares de
tedrales y en los monasterios; las bibliotecas son sarcófagos (Écija y Alcaudete, por ejemplo). La re-
catedralicias y monásticas.6 lación con el Norte de África que encontramos en el
El arte visigodo es un arte de síntesis con profun- arte paleocristiano de la península ibérica en el si-
das raíces en el arte tardo romano hispánico que se glo IV y V, se mantiene en época visigoda y muchos
desarrollará a partir del reinado de Leovigildo (568- de los grandes dignatarios eclesiásticos de la Tarra-
586) y de Recaredo (586-601).7 Pere de Palol defi- conense y la Bética, por ejemplo Pablo, obispo de
ne el arte visigodo como romanidad. La aportación Mérida en 530-560, proceden de estos territorios de
del mundo visigodo, uno de los pueblos germánicos la ribera sur del Mediterráneo.11 Roma había or-
más romanizados, se manifiesta principalmente en la denado la producción artística; ahora, sin su influen-
decoración que se transmite a través del arte del cia, el arte adquiere características localistas y una
objeto.8 En el arte y la literatura, en la Hispania del personalidad diferenciada en cada reino germánico.
siglo VI se encuentra muy poco visigotismo, ya que Así en los siglos VI y sobre todo en el VII, en tiem-
todo lo que hay es romanismo o renacimiento roma- pos del reino de Toledo, el arte visigodo adquiere im-
nista.9 portancia.
Ello hace que, en estos primeros tiempos deba-
mos hablar de arte hispánico de época visigoda.
Continúa la tradición romana en arquitectura. Se EL ISLAM Y CATALUÑA
potencian ciudades; así, la basílica de Barcelona, fue
embellecida a fines del siglo VI, en tiempos de los La invasión musulmana llega a los Pirineos entre
obispos Ugno y Nebridio. Se amplia Egara; se am- 711 y 715. Es detenida en Poitiers en 732. A través
plia el aula de Sant Cugat del Vallés; se construye la de luchas y pactos el Islam domina los territorios, a
basílica de Fructuoso en la arena del anfiteatro de los que da el nombre de Afrany. Es un proceso de
Tarragona también en el siglo VI. Según el Oracio- cambios parciales en la sociedad, y de resistencias
nal de Verona, procedente de Tarragona, en el siglo y continuidades, de pactos, de rupturas, y de alian-
VII en esta ciudad hay cuatro iglesias: la catedral lla- zas. Y dominará una parte, de lo que después se lla-
mada Sancta Ihierusalem, San Fructuoso, San Pedro mó Catalunya a principios del siglo XII, solo duran-
y una cuarta iglesia que quizás corresponda a San Hi- te 100 años: el Norte del río Llobregat, la cuenca del
pólito, pero todavía sin localizar.10 río Cardener, el Segre medio, la Cuenca de Tremp.
Las villae rústicas, lujosas, centros de la vida Pero ello dura poco tiempo: así, Girona se da a los
económica, y de cultura del Bajo Imperio, son con- francos en 785; Barcelona, plaza fuerte musulmana,
tinuadas como explotación agrícola en época hispa- es tomada en 801 por los francos, por Luís hijo de
no goda pero la villa como tal desaparece, y ya a Carlomagno. Se constituirá la Marca hispánica, como
territorio de frontera, no en sentido político adminis-
6
Salrach, Josep M., op. cit., p. 113. Cita al obispo Justo de trativo al principio.12
Urgell que escribe sobre exégesis bíblica; Joan de Biclarum,
obispo de Girona, que cultivó la historiografía y la literatura Los territorios del sur los poseerá el Islam durante
monàstica; el obispo Nebridio de Egara-Barcelona que escri- 400 años. Serán musulmanes desde el punto de vis-
bió sobre teología; el obispo Quirze de Barcelona, poeta; el ta político, cultural y económico. Con dos capitales:
obispo Pere de Lleida, que cultivó la prosa litúrgica; entre
otros. Tortosa y Lleida. Estas fueron conquistadas ya en
7
Palol, P. de, «Esencia del arte hispánico de época visigo- el siglo XII; Tortosa y Fraga en 1148 por Ramon Be-
da: romanismo y germanismo», en I goti in Occidente, Setti- renguer IV, y Lleida el 1149. Tarragona había sido
mana Spoleto, III, 1956, pp. 65-126.
8
Palol, P. de, El arte hispánico de época visigoda, Barce- repoblada a partir de 1118. La historiografía dice que
lona, 1968. Y ya con una visión global y como continuidad, no hay bloque musulmán y bloque cristiano. Sino que
en la arquitectura asturiana de los siglos IX y X, citemos a nos hallamos en una situación de alianzas, rupturas,
Bango, I., «El neovisigotismo artístico de los siglos IX i X: la
restauración de ciudades y templos», Revista de Ideas Estéti- intrigas. Durante mucho tiempo los cristianos prefie-
cas, 37, 1979, pp. 319-338; Bango, I., «L’Ordo Gotorum» et ren más la imposición de tributos que la reconquis-
sa survivance dans l’Espagne du Haut Moyen Âge», Revue de ta de tierras, la afluencia de oro que la extensión en
l’Art, 70, 1985, pp. 9-20.
9
También coincide Salrach, Josep M., op. cit., p. 112 ss.
10 11
Godoy, C., «Topografía cristina de Tarraco segons Palol, P. de, Arqueología cristiana de la España romana
l’Oracional de Verona», en Del Romà al Romànic, 1999, p. (siglos IV-VI), Madrid-Valladolid, 1967.
12
81 y ss. Salrach, J.M., op. cit., p. 114; cita además la basílica En Pierre Vilar, Prólogo a Josep M. Salrach, Història de
de la villa Fortunatus de Fraga, la cella memoriae de Empú- Catalunya, vol. II. «El procés de Feudalització (segles III-
ries, y el templo de Roses. XII )», Barcelona, 1987, p. 9.
394 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

el espacio.13 Esta zona de frontera será un espacio sin za, entre otras. Fortificaciones también en las zonas
límites claros, con dependencias económicas, tribu- cercanas al río Llobregat, como Piera, Gelida, Mas-
tos, sobre territorios. Con líneas de frontera que se quefa, Mediona, Calafell, etc. Y asentamientos en la
mueven, con fortificaciones a ambos lados. zona del Bajo Ebro y del Montsià: Benifalet, Xerta,
Ciudades importantes como Girona o Barcelona, Tivenys, Vinallop, L’Aldea, Amposta, Sant Carles de
capitularon y no fueron destruidas. En otros casos, la Ràpita, Ulldecona, Alcanar, entre otros.17
Tarragona, Mataró, Empúries lo fueron en parte. La En general, la historiografía ha escrito sobre la
conquista islámica generó la desaparición de los formación de Cataluña de los siglos VIII y IX casi al
obispados de Egara, Empúries i Vic, y de la metró- margen de la presencia islámica en estos territorios.
polis de Tarragona. A principios del siglo VIII el Cris- Prescinde de las dinámicas de la sociedad islámica
tianismo tenia fuerza en las ciudades, pero menos en en estos territorios, para entenderlo como algo con-
el campo; fue en los siglos VIII, IX y X cuando se cris- trapuesto, cuando la realidad nos lleva a una concep-
tianizó los Pirineos y pre-pirineos.14 El Islam permitió ción distinta. La instalación política del Islam en estas
la práctica del cristianismo en los territorios ocupa- tierras a principios del siglo VIII es consecuencia del
dos, pero en los del sur el cristianismo pierde influen- pacto o la alianza ‘ahd, y se traduce en un estatuto
cia frente al Islam y tiende a desaparecer. jurídico que los musulmanes imponen a cristianos y
Los musulmanes no fundan ciudades, solo barrios judíos. Ello da una sociedad dinámica en estos te-
en las ciudades ya existentes, como en Lleida o en rritorios que tendrá su importancia; lejos del aspec-
Tortosa, o bien establecen campamentos cerca de to residual que le confiere la historiografía habitual
ellas, como en Balaguer, el Pla d’Almatà, o fortifi- en el proceso de formación de Cataluña.18 Esta idea
caciones como la Suda en Lleida o Tortosa. Las fuen- la recogeremos después.
tes árabes hablan de Barcelona, Girona, Tarragona,
Lleida, como grandes ciudades; también citan otras
ciudades menores como Balaguer, Tortosa, Flix, Ciu- LA CATALUÑA CRISTIANA DEL SIGLO IX
rana, Empúries, Corbins, Fraga, Egara, entre otras.15
La arqueología ha puesto a la luz estructuras islámicas A diferencia de Asturias, consolidada ya en el
en Lleida capital, en la iglesia de Sant Martí, con una siglo IX en torno a una monarquía que se expande en
necrópolis del siglo XII; en Balaguer, en el Castell For- el siglo X por León y Castilla, los territorios que cons-
mós, en el Pla d’Almatà, en la plaza de Sant Salva- tituirán Cataluña, después de la invasión islámica,
dor; también en Tortosa, en la Suda, en la plaza de entran en el marco del Imperio Carolingio a fines del
la catedral, y en otros lugares de la ciudad. siglo VIII. Así la ciudad de Girona es liberada del do-
La documentación islámica nos habla también de minio islámico el 785 y Barcelona el 801. Estos te-
mezquitas, que no se conservan pues los cristianos rritorios constituirán lo que se conoce como Marca
construyeron encima sus templos; ejemplos de Ba- Hispánica, formando parte del mundo carolingio. En
laguer, Lleida, etc.16 Las fuentes hablan de fortifica- este contexto, comienza un proceso de afirmación
ciones, husun, en la zona de Lleida: Artesa, Rubió, de estos territorios, al consolidarse las estructuras
Almenar, Algerri, Castelló de Frafanya, La Ràpita, feudales a través de los condados, y las eclesiásticas;
Ponts, Montmagastre, Àger, Balaguer, Montsó, Ta- a la vez que entran en un proceso de alejamiento del
marit, Albelda, Alcolea, Corbins, Fraga, Mequinen- poder franco, que culminará con la ruptura definiti-
va, del conde Borrell de Barcelona con el monarca
13
En Pierre Vilar, Prólogo a Josep M. Salrach, Història de franco Luis V en 987, después de la razzia de Al
Catalunya, vol. II. «El procés de Feudalització (segles III- Manssur sobre Barcelona el 985.19
XII )», Barcelona, 1987, p. 11. Salrach, Josep M., op. cit., p.
117 y ss. Parte de la historiografía busca en la reafirmación
14
Salrach, Josep M., op.cit., p. 120. En la Cataluña Vieja, de estos territorios en estos momentos, el reencuen-
en los territorios cristianos, es la iglesia quien vertebra la
sociedad y la cultura de estos siglos.
15 17
Balañà, Pere, Els musulmans a Catalunya (713-1153), Artículo de Helena Kirchner, en Barceló, Miquel, Mu-
Assaig de síntesi orientativa, Sabadell, 1993, p. 56, cita a sulmans i Catalunya, Barcelona, 1999, p 116.
18
Leopoldo Torres Balbás, Ciudades hispano-musulmanas de Epalza, Mikel de, «Descabdellament polític i militar dels
nueva fundación, 1962, cuando hace una referencia breve a la musulmans a terres catalanes (segles VIII-XI)», en Symposium
ciudad de Lleida, a la parte de la ciudad que construyeron los internacional sobre els orígens de Catalunya (segles VIII-XI),
invasores, ya que según las fuentes árabes dicen que «era Barcelona, 1991, p. 52 y ss.
19
muy antigua». Los musulmanes, a diferencia de lo que suce- Carbonell, Eduard, «Asturias y la Marca Hispánica», en
dió en otros lugares de Al-Andalus, no fundaron ninguna ciu- El Mediterráneo y el Arte. De Mahoma a Carlomagno (ed. de
dad en estas tierras. Eduard Carbonell y Roberto Casanelli), Barcelona, 2001, p.
16
Balañà, P., op. cit., p. 205. 192 ss.
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 395

Fig. 2. Conjunto episcopal de Barcino. Situación topográfica en la ciudad


(imagen facilitada por J. Beltrán de Heredia).

tro con la cultura visigoda. Es el caso de Zimmermann monasterios catalanes de esta época; caso de la bi-
que plantea la unidad del pueblo visigodo en estos blioteca del monasterio de Ripoll.21
territorios con el sur de Francia en el contexto visi- Otros historiadores sin embargo plantean otro
gótico de lo que se conocía como Septimania, y como enfoque. Epalza expone una idea que me parece
una unidad política y religiosa como antecedente.20 importante, que se opone a la idea de continuidad del
Esta premisa se hará presente en este proceso de reino visigodo que puede darse en Asturias. Dice que
autoafirmación, en el derecho y en la cultura. Así, por
ejemplo, la cultura isidoriana está presente en los 21
Mundó, Manuel, Códices isidorianos de Ripoll, Isidoria-
na, León, 1961, en el estudio constata la presencia de cultura
20
Zimmermann, M., op. cit., p. 67. visigótica, en esta época, en el monasterio de Ripoll.
396 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Fig. 3. Conjunto episcopal de Barcino, s. V. (Imagen facilitada por J. Beltrán de Heredia).

Fig. 4. Conjunto episcopal de Barcino, s. VI -VII . (Imagen facilitada por J. Beltrán de Heredia).

Fig. 5. Conjunto episcopal de Barcino, s. VIII (imagen facilitada por J. Beltrán de Heredia).
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 397

solo son los obispados los que quieren recuperar las Ello les llevará a Europa. Pero la Marca hispáni-
antiguas sedes, mientras que la nobleza no quiere ca será un territorio alejado de la corte, y con un
volver a lo anterior, al reino de Toledo.22 En cierto fuerte pasado visigodo, con una rica herencia tardo
modo Salrach coincide: las familias dirigentes cata- romana, que indefectiblemente le conducirá a una
lanas se distinguían por su fidelidad a Carlomagno, independencia del poder franco. Es fundamental. La
y por haber olvidado, desde el punto de vista políti- nobleza está consolidando un país, un territorio; i para
co, su pasado godo. La conquista carolingia había hacerlo busca caminos internacionales, y adquiere
conferido un destino original al nordeste peninsular.23 prestigio. Construye su país. Para Zimmermann, el
El marco de relación con lo carolingio aportará proyecto catalán no es el de una reconquista frente
a estos territorios dos factores fundamentales: la or- al Islam, sino que es la conquista de un espacio de
denación de la iglesia y la expansión de la orden be- soberanía. Como dice J. Dodds, la nobleza deja para
nedictina; y la consolidación de la estructura feudal.24 la iglesia la unificación de Europa. Catalunya comen-
La reordenación de la iglesia en estos territorios será zará a jugar un papel cultural importante en el pano-
uno de los factores determinantes para su incorpo- rama europeo del siglo X.27
ración a Europa. Primero por la dependencia religio- Y esta independencia la conseguirán estos terri-
sa de la diócesis franca de Narbona, y después por torios bien entrado el siglo X, manteniendo un papel
la reorganización e independencia de las propias dió- internacional a través de sus contactos con el mismo
cesis en el territorio. Esta reordenación irá acompa- Imperio Carolingio, con el sur de Francia, con el al-
ñada de dos elementos decisivos: el cambio litúrgi- Andalus, con los otros reinos hispánicos, con Roma
co y la expansión de la orden benedictina.25 El y con la Lombardia y el norte de Italia. Hacia 950
primero de ellos, la implantación de la liturgia roma- dos tipos de embajadas catalanas demuestran esta
na, va acompañada de otro elemento unificador de voluntad de independencia: el conde Borrell establece
estos territorios con la Europa que emana del Impe- un acuerdo con el califa Abd al-Rahman III de Cór-
rio: la letra carolina, que se adoptará tanto en los doba; y la nobleza y los altos dignatarios eclesiásti-
textos religiosos como en los documentos civiles. La cos, pertenecientes a esta misma nobleza, viajan a
liturgia condicionará la arquitectura, y es muy pronto Francia e Italia, y consiguen relaciones propias con
que la liturgia romana entra en los territorios de la Roma. Se obtienen las bulas que substituirán a los
Marca; y esto la diferenciará de los otros territorios preceptos carolingios y así la independencia de sus
hispánicos, del reino de Castilla-León, donde se diócesis. Pero ya estamos en el siglo X.
implantará en la segunda mitad del siglo XI y por vo- Veremos ahora la evolución de la arquitectura en
luntad real. La dependencia de la diócesis de Narbo- estos territorios y en estos siglos (VI al IX).
na donde la liturgia romana se implanta el 815, la Para ello partimos de un texto fundamental de
participación de obispos catalanes en sínodos fran- síntesis dirigido por el Dr. Pere de Palol,28 comple-
cos desde el 860 y la aparición de textos litúrgicos
romanos en territorio catalán a partir de 870, nos da de Cuxa, 2, 1971; Gros, M.S., «La litúrgia catalana als segles
una idea de este elemento fundamental de la parti- X i XI: una panoràmica general», L’Avenç, 1988, n.º 121,
pp.34-38; Freedman, P., «L’influence wisigothique sur
cipación de estos territorios en el mundo europeo de l’église catalane», en Fontaine, J.; Pellistrandi, Ch., L’Europe
Carlomagno.26 héritière de l’Espagne…, Madrid, 1992, pp. 69-79; Carbone-
ll, E., «Asturias y la Marca Hispánica», en El Mediterráneo
y el Arte. De Mahoma a Carlomagno (ed. de Eduard Carbo-
22
Epalza, Mikel de, op. cit., p. 52 y ss. nell y Roberto Casanelli), Barcelona, 2001, p. 192 ss.
23
Salrach, Josep M., op. cit., p. 147 y ss. Esta imposición de la liturgia romana no se hará de golpe.
24
Los textos más significativos que podemos citar son: R. E. Junyent nos explica que el hecho de cerrar el santuario en
d’Abadal, Dels visigots als catalans, 2 vol., Barcelona, 1969- el momento central de la celebración, como se hacía en la
1970 ; J. M. Salrach, El procés de formació nacional de Ca- antigua liturgia hispana, se siguió prácticamente hasta fines
talunya, segles VIII-IX, 2 vol., Barcelona, 1978 ; P. Bonnassie, del siglo IX, según la documentación. Ello aparece en la do-
Catalunya mil anys enrera (segles X-XI), 2 vol., Barcelona, nación del obispo Gotmar, cuando la consagración en 888 de
1979-1981 ; J. M. Salrach, «El procés de feudalització (se- la primera iglesia de Ripoll donde se utilizan elementos de
gles III-XII)», en P. Vilar (dir.), Història de Catalunya, Barce- separación (Junyent, E., L’arquitectura religiosa a Catalunya
lona, 1987, II. abans del romànic, Barcelona, 1983, p. 217).
25 27
Carbonell Esteller, Eduard, «L’art de l’an 1000 en Cata- Dodds, J. D., «Entre Roma i el romànic: el mite
logne», Les Cahiers de Saint-Michel de Cuxa, XXXII, 2001, d’Occident», en Catalunya a l’època carolingia. Art i cultu-
p. 65 ss. ra abans del romànic (segles IX i X), Barcelona,1999, p. 147.
26 28
Mundó, Manuel, El Commicus palimsest Paris Lat. En la obra ya citada (nota 2), Del romà al romànic. His-
2269, amb notes sobre litúrgia i manuscrits visigòtics a Sep- tòria, art i cultura de la Tarraconense mediterrània entre els
timània i Catalunya, Scripta et Documenta, Montserrat, segles IV i X, Barcelona, 1999, dirigida por Pere de Palol, y
1956 ; Mundó, M., «Les changements liturgiques en Septima- realizada por especialistas en cada materia y en cada yaci-
nie et en Catalogne pendant la periode pre-romane», Cahiers miento arqueológico y artístico. Deberemos referirnos a la
398 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

tando con los estudios monográficos en cada caso, capital de condado, como es el caso de Besalú, Vic
priorizando los más recientes. Atenderemos bási- o Manresa.29
camente los territorios que pronto entran a formar La continuidad del hecho urbano será una reali-
parte de la Marca Hispánica. Ello nos lleva a dejar, dad a partir del siglo VI y tendrá un exponente ma-
por desconocimiento propio pero también en parte terial claro, la monumentalización de la arquitectu-
por la historiografía en general, la arquitectura islá- ra religiosa que marcará la ciudad visigoda. Así
mica que puede conservarse en estos territorios, ciudades como Barcelona y Girona introducen cam-
básicamente arquitectura defensiva, fortificaciones y bios en su urbanismo al construir y ampliar los con-
torres. La ausencia en otros ámbitos de la arquitec- juntos episcopales, como veremos. El dominio islá-
tura de restos islámicos, por destrucción o substitu- mico es breve en estas ciudades, pues poco antes de
ción, nos impide establecer una continuidad y deter- finalizar el siglo VIII, los condados de Girona, de la
minar la influencia del mundo islámico en la Cerdaña y de Urgell pasan a depender del estado
arquitectura. Viendo, además, que la arquitectura franco. Como hemos visto, Girona se da a los fran-
conservada en estos territorios es en su mayor parte cos en 785 y en 801 Luis el Piadoso, rey de Aquita-
religiosa. En todo caso, el estudio de la escultura nia e hijo de Carlomagno, conquista la ciudad de
arquitectónica puede con seguridad conducir al es- Barcelona después de pactar con sus habitantes.
tablecimiento de conexiones que en la arquitectura Fuera de la Marca, las ciudades importantes, Tor-
no encontramos. tosa y Lleida, siguen musulmanas hasta el siglo XII.
Tarragona estaba en decadencia.
La capital romana de la provincia, Tarraco,30 a
URBANISMO. EDIFICIOS EN LAS CIUDADES partir de la segunda mitad del siglo II sufre la trans-
formación de la ciudad alto-imperial. La crisis eco-
Las ciudades, a partir del siglo VI, son las ciuda- nómica y social del siglo III, la reforma de las pro-
des de origen romano. Algunas de las antiguas ciu- vincias de Diocleciano con la reducción de la
dades, a pesar de mostrar su continuidad como mer- provincia Tarraconense, la progresiva pérdida de
cados, y a pesar de los indicios arqueológicos que importancia del Imperio romano, la difusión del cris-
muestran la cristianización de su población y por tianismo, llevan a la decadencia de la ciudad de Ta-
tanto la existencia de de un mínimo complejo arqui- rraco. Se produce un proceso de decadencia, así se
tectónico religioso, no entrarían en la categoría de abandonan los tres acueductos que alimentaban de
centros urbanos. Desde esta perspectiva, se podría agua la ciudad, por lo que proliferan las cisternas;
hablar de una mayor ruralización del territorio, pues se suprime el forum municipal; se abandonan los
estamos en una sociedad básicamente rural. Las ciu- barrios periféricos de la ciudad, y algunos son subs-
dades serán el lugar central de un territorio, el lla- tituidos por grandes áreas funerarias. Se mantiene,
mado pagus o condado, y serán el centro de las ac- sin embargo, la zona portuaria. Esta decadencia se
tividades fiscales, y recaudadoras de los impuestos acentúa a partir del segundo cuarto del siglo V, cuan-
que se cobraban en las villae. Tienen las funciones do se abandonan el anfiteatro y el circo. El circo
judiciales, políticas, pues en ellas vivía el conde o el se ocupó por nuevos espacios de hábitat. La activi-
vizconde, y militares. Las ciudades, centros de acti- dad urbana, constructiva, se prolonga hasta princi-
vidad económica, eran sedes de los mercados, que pios del siglo VII, utilizando materiales procedentes
propiciaban la aparición de los burgos fuera de las de los edificios oficiales de la capital provincial ro-
murallas. Esto lo conocemos en las ciudades de Bar- mana y ocupando los espacios y edificios públicos
celona y Girona. Las ciudades que son sede episco- de la ciudad.
pal, donde residía el obispo, mantienen su importan- En la ciudad de época visigoda, constituía el área
cia. Más tarde, con la invasión islámica, la principal de residencia la zona más alta, con los nue-
desaparición de sedes episcopales que no fueron res- vos edificios religiosos cristianos, fechados a fines del
tauradas en época carolingia, como las de Egara, siglo V o principios del VI, y con el praetorium del
Empúries y de la metrópolis de Tarragona, propiciaron gobernador provincial primero y del duque visigodo
la decadencia de estas ciudades. La ciudad de Tarra- después. El área residencial intramuros de época alto-
gona entró en una fuerte decadencia. Poco se cono-
ce de ciudades más pequeñas, aunque alguna fuese 29
Ver los trabajos de J. Gurt (p. 75) y de J. Bolós (p. 383)
en la obra citada en la nota 28.
30
Tarraco. Los trabajos de R. Mar, C. Salom, M.D. del
bibliografía específica que aparece en cada apartado de esta Amo, y C. Godoy (pp. 73 ss. y 173 ss.), en la nota 28. Con
obra, y completarla con los estudios más recientes. amplia bibliografía.
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 399

imperial, se convierte en una extensa área rústica o de los edificios públicos, convirtiéndose en habitats,
agro-urbana hasta llegar al barrio del puerto. La do- o cristianizando los templos romanos; se transforman
cumentación nos da datos sobre construcciones re- los viales con nuevas construcciones de habitat; se
ligiosas: una inscripción funeraria del obispo Sergio abandona la red de saneamiento (Fig. 2 y 3-5). Es en
de mediados del siglo VI, cita la construcción de un este siglo cuando el centro de la ciudad se desplaza
nuevo monasterio; ya hemos citado el Oracional de de la zona del forum romano al lado nordeste de la
Verona, Liber Orationum de Festivitatibus, de prin- ciudad, junto a la muralla romana y junto a una de las
cipios del siglo VIII que habla de cuatro iglesias en puertas de entrada a la ciudad, la puerta septentrio-
la ciudad: Santa Jerusalén o catedral, San Fructuoso nal decumana. Así en la ciudad, potente en la segunda
y San Pedro, y una cuarta sin determinar. La iglesia mitad del siglo VI, los espacios de representación de
de San Fructuoso se ha identificado con la de la arena Barcino lo ocupaban las sedes del comes civitatis y
del anfiteatro del siglo VI. La catedral visigótica puede del obispo, el poder civil y el poder religioso (Figs.
situarse, según la arqueología, en el extremo supe- 2 y 3-5). El conjunto estaba situado en el mismo es-
rior del antiguo recinto de culto de época imperial; pacio urbano que continuará hasta el siglo IX bajo el
sería construida a finales del siglo VI o principios del dominio carolingio. La sede episcopal, fundada en el
VII. Así pues el conjunto episcopal debe situarse en siglo IV, tiene mucha importancia en el siglo VI; se
la zona posterior del ábside de la actual catedral. celebran dos concilios, en 540 y en 599. En la trans-
Explicaremos a continuación brevemente la arqui- formación del grupo episcopal destaca la labor del
tectura religiosa de la ciudad. La basílica de la ne- obispo arriano Ugno, reconvertido en el Concilio de
crópolis del río Francolí, al oeste de la ciudad, fue Toledo de 589, documentado desde 580 hasta 599,
iniciada a mediados del siglo V, y dedicada a Fruc- uno de los impulsores del programa constructivo del
tuoso, Augurio y Eulogio. Posee una planta rectan- grupo episcopal de Barcelona que transforma todo el
gular de tres naves separadas por hileras de siete sector nordeste de la ciudad. Así es en la segunda
columnas; la cabecera en el este podía presentar dos mitad del siglo VI cuando se restauró el baptisterio,
tipos: un ábside semicircular a la manera constanti- vinculado a la basílica del siglo IV, y al aula episcopal
niana y romana; un ábside semicircular con una sa- del siglo V; se construyó una nueva iglesia de planta
cristía situada al sureste. En el cuerpo situado en el de cruz con su necrópolis; un nuevo palacio episco-
sureste se sitúa el baptisterio. Posiblemente tuviera pal que sustituyó al edificio anterior del siglo V. Tam-
un nartex en los pies. La basílica parece, aún sin bién en el conjunto episcopal, se han hallado los res-
certeza, que se abandonó a fines del siglo VI o a ini- tos de termas que se pueden fechar en el siglo VI; no
cios del VII, y sus naves fueron utilizadas como ne- se conoce si son de uso exclusivo para los eclesiás-
crópolis. El culto a los santos mártires debió pasar ticos o son termas públicas. Fuera del recinto amura-
a la iglesia del anfiteatro. llado, se construyen diversas necrópolis.
La basílica del anfiteatro (Fig. 1) tiene tres naves Es en este espacio nordeste de la ciudad donde
con un ábside en forma de herradura. Fue fechada por se construye también en el siglo VI un edificio de ca-
P. de Palol, y también por H. Schlunk y T. Hauschild, rácter áulico, la residencia del poder civil visigodo
a partir del ábside en forma de herradura, entre los en la ciudad, del comes civitatis. El palacio visigo-
siglos VI y VII; recientemente después de las excava- do se remodelará en época carolingia y el palacio del
ciones del TED’A, se propone una fecha del primer siglo XI será una ampliación del antiguo edificio; en
cuarto del siglo VI. En una importante villa situada el siglo XIV, el Palau Reial Major de Barcelona, re-
con un recinto termal, en los suburbios de la ciudad, sidencia de los monarcas, es otra nueva ampliación
en lo que se conoce hoy como el Parque Central, del de la primitiva construcción visigoda del siglo VI.
siglo IV, se construyó a mediados del siglo siguiente También el palacio episcopal, construido en el siglo
una basílica de tres naves y transepto, con atrio, y V, continuó su función hasta el siglo XII, hasta que se
cabecera rectangular. A esta cabecera se añadieron construyó el nuevo palacio en el año 1144, en otro
posteriormente dos capillas o sacristías. lugar de la ciudad.
En Barcino,31 a partir del siglo V, asistimos a una En la arquitectura del siglo VI, destaca la iglesia de
transformación de la ciudad: cambian las funciones carácter martirial de la Plaza del Rey, construida en

31
En nota 28, p. 179 ss. Y de manera especial en Bonnet, 155 ss.; Beltran de Heredia, J., De Barcino a Barcinona. Les
Ch., Beltran de Heredia, J., «Arqueología y arquitectura de restes arqueològiques de la Plaça del Rei de Barcelona, Bar-
los siglos VI y VII en Barcelona. El grupo episcopal», Acta celona, 2001; Beltran de Heredia, J., «Barcino, de Colonia
Antiqua Complutensia, 5, en Actas del 4 y 5 encuentro inter- Augustea a sede regia en época visigoda», en Arqueología,
nacional Hispania en la antigüedad tardía, Madrid, 2000, p. Patrimonio y desarrollo urbano, Girona, 2010, p. 31 ss.
400 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

relación con el palacio episcopal y el edificio áulico. Se tienen pocos datos de las construcciones del
Tiene planta cruciforme y fue construida en la segunda resto de la ciudad: la cristianización de las termas
mitad del siglo; en el centro del crucero se sitúa el públicas de Sant Miquel; noticias de la iglesia de Sant
altar. Se conserva el pie que es un fuste de columna Just i Pastor; los capiteles e impostas de los siglos
bajo el cual se halla el loculus. El crucero está cerrado VI y VII de Sant Pau del Camp, que nos hacen pensar
y separado del resto por canceles, dando lugar a un en una antigua construcción de esta época. Otros
espacio reservado a los eclesiásticos. El área funera- indicios nos hacen presuponer edificios de culto don-
ria de la necrópolis adyacente dispone de un pórtico. de ahora se hallan iglesias góticas como Santa Ma-
El Palacio Episcopal es obra del siglo VI, y se ria del Pi. Se reforman las grandes domus comparti-
construyó sobre una antigua domus del siglo II, que mentando los espacios y convirtiéndose en casa de
se convirtió en residencia del obispo desde el siglo vecinos. Otras zonas de la ciudad aparecen como
V. Posee una planta con un cuerpo central y dos alas desestructuradas.33 Es difícil saber como afecto a este
simétricas con fachadas con torres articuladas a la conjunto la ocupación islámica del siglo VIII. El pa-
manera de una fortificación. El palacio presenta in- lacio del Comes Civitatis se convirtió en el palacio
fluencia de la arquitectura militar bizantina frecuente del Valí, y el aula y el baptisterio se convirtieron en
en el norte de África y relaciones con los edificios espacios reservados a los musulmanes.
palaciales de Mérida del siglo IX. El edificio áulico, En el siglo IX, a partir de la ocupación carolingia,
el palacio del comes civitatis (desaparecido), bajo el se producirá otro gran cambio en la arquitectura de
actual palacio condal, fue desmontado en los años 50 este espacio de la ciudad. Ello se da por la actuación
del siglo pasado en un proceso de excavación. Era un del obispo Frodoí en el último cuarto del siglo. Pero
edificio de dos pisos que se organizaba en tres alas no se conoce el alcance de su actuación en la cate-
rectangulares y un patio central, en forma de U, al dral en torno a 877, ya bajo la advocación de la Santa
que se abrían las fachadas principales del edificio; Cruz y Santa Eulalia; quizás solo restaurara la anti-
daba hacia la muralla y comunicaba con el pasaje de gua basílica, que enlazaría posteriormente con la
circulación que conducía a la escalera del camino de catedral románica. Será en esta época cuando el bap-
ronda. Era la residencia del conde de la ciudad de tisterio pierde su función y se convierte en área de
época visigoda, el comes civitatis.32 enterramientos; también la iglesia cruciforme queda
absorbida en parte por el primer palacio condal de
32
Bonnet, Ch.; Beltrán de Heredia, J., «Arqueología y ar- Guifré el Pelós, documentado a partir de 924, y una
quitectura de los siglos VI y VII en Barcelona. El grupo epis- nueva zona de habitats documentados también en el
copal», en Actas del 4 y 5 encuentro internacional Hispania
en la antigüedad tardía, Madrid, 2000. Definen las caracte- siglo X.
rísticas de esta arquitectura: En la ciudad de Ilerda,34 los escasos restos arqueo-
1. Reutilización de materiales arquitectónicos como mate- lógicos encontrados no van más allá del siglo V. No
rial constructivo.
2. Muros de mampostería y sillarejo con un enfoscado ex- se conocen elementos arqueológicos posteriores con
terior que oculta la obra de fábrica. Esta se ejecuta con un anterioridad a la conquista árabe del 713, pero sí
doble paramento: hiladas horizontales de piedra tallada que existe documentación de la presencia de obispos de
configuran las dos caras del muro y un núcleo interior forma-
do por un conglomerado de ripios y mortero de cal. Los ele- la diócesis en diversos concilios en época visigóti-
mentos reaprovechados se calzan con fragmentos cerámicos, ca. La misma ciudad de Ilerda fue sede de un conci-
normalmente fragmentos de tegulae o ánfora africana. Da lio el año 546.
como resultado una arquitectura sólida de gruesos muros y
potentes cimentaciones. En Gerunda,35 a fines del s. III y a principios del
3. Las jambas y los umbrales se construyen con sillería, y IV se construye un nuevo recinto de murallas que dis-
en las esquinas de los edificios se disponen grandes bloques ponía de cuatro puertas con torres. Se transforma el
de piedra.
4. En los paramentos se utiliza la técnica del opus afri- sector nord-este de la muralla, en la parte del forum.
canum. En el emplazamiento de la actual iglesia de San Fe-
5. Emplea zapatas de cimentación para los soportes verti-
cales de carga (pilares o pilastras adosadas).
33
6. Posiblemente el sistema de cubrición sea de bóvedas de Recientemente Julia Bertrán de Heredia ha publicado
cañón. «La cristianización del suburbium de Barcino», en Monogra-
7. El pavimento es de opus signinum. A veces de opus sec- fías de Arqueología Cordobesa, nº 18, 2010, pp. 363-396.
34
tile. A veces pavimento de cal. Ilerda. Los trabajos de A. Pérez (p. 95 ss. y 173 ss.), en
De manera específica ver también Bertrán de Heredia, J., volumen nota 28. Con amplia bibliografía.
35
«Arquitectura y sistemas de construcción en Barcino durante Del forum a la plaça de la Catedral. Evolució histori-
la antigüedad tardía. Materiales, técnicas y morteros: un fó- courbanística del sector septentrional de la ciutat de Girona,
sil director en el yacimiento de la Plaza del Rey», en Quader- J. M. Nolla, L. Palia, J. Sagrera, M. Sureda, E. Canal; G.
ns d’Arqueologia i Història de la ciutat de Barcelona, Quar- García, M. J. Lloveras, J. Canal, Girona, 2009. Con toda la
his, época II, año, 2009, n.º 5, pp. 143-169. bibliografía.
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 401

Fig. 6. Gerunda. La ciudad en la antigüedad tardía y en época carolingia (a partir de Del Romà al Romànic, 1999, p. 96.
J. M. Nolla y J. Sagrera).

liu se supone la existencia de un martyrium del si- ta María, concatedral junto con Sant Feliu desde el
glo IV, que fue posible centro de peregrinación des- 830 aproximadamente. Se construyen nuevas depen-
de fines del siglo VI. Este templo extra muros fue, con- dencias ligadas al servicio del nuevo templo. En este
juntamente con la iglesia de Santa Maria desde el templo de Santa Maria se construirá la catedral ro-
segundo tercio del siglo IX, la concatedral, hasta que mánica iniciada en 1015 y consagrada en 1038. Pero
se comienza la catedral románica, consagrada en hay más transformaciones en otras zonas de la ciu-
1038. En los siglos VI y VII, el forum comienza a per- dad. Se construye el castillo de Gironella en el pun-
der su función, pues el poder episcopal está extramu- to más alto de la ciudad, en la parte oriental, que
ros, en el entorno de la basílica martirial y catedral representará el poder condal a partir del s. IX. Al otro
de Sant Feliu. En el forum se construye un palacio, lado de la ciudad, en el camino que unía la Vía Au-
que modifica el espacio porticado frente a la basíli- gusta con el portal Rufí, se levantaba una iglesia del
ca. Es la sede del comes civitatis, el poder urbano de siglo IX dedicada a San Martín de Tours y en torno
la ciudad, y se construye en torno al 500. Estaba pre- a ella un barrio. La documentación nos habla, en la
cedido de un gran atrio. A sus lados se construyen segunda mitad del siglo X, de un palacio condal que
dos pequeños templos, las capillas de Santa Maria de el conde Borrell II vende al obispo Gotmar II, y que
les Puelles y de Sant Genís. En el otro extremo del constituirá el núcleo del palacio episcopal. La rela-
foro, el antiguo templo basilical, ya sin uso después ción de Girona con Carlomagno es estrecha (Fig. 6).
que Teodosio cerrara los espacios de culto pagano, Sobre el río Ter, cerca de la ciudad de Gerunda,
quizás se instalara la mezquita bajo la dominación se halla el Castellum de Sant Julià de Ramis. Cons-
islámica entre 714-717 y 785. Pero la arqueología no truido a mediados del siglo IV, este castellum mili-
proporciona datos sobre la ocupación musulmana de tar protegía la Vía Augusta. Fue modificado en épo-
la ciudad. ca visigoda, construyendo una capilla dentro del
Será a partir del 785 cuando la ciudad se libra a recinto, en el siglo VII. Fue ocupado por los árabes a
Carlomagno, el momento en que se documenta un principios del siglo VIII y abandonado, pero el tem-
cambio en la estructura urbana, sobre todo infra plo siguió funcionando como parroquia. Fue refor-
muros. Entre fines del siglo VIII y mediados del IX la mada a fines del siglo X.36
muralla se refuerza, se amplia el sector nordeste
construyendo un nuevo barrio intramuros, unos 5.000 36
Burch, J., y otros, Excavacions arqueològiques a la
m2, un 10% de la superficie total de la ciudad. Es muntanya de Sant Julià de Ramis. El castellum, Girona,
2006. Aicart, F.; Nolla, J. M.; Palaí, Ll., L’Eslésia Vella de
en este momento cuando en el antiguo templo roma- Santa Cristina d’Aro. Del monument tardoantic a l’església
no, transformándolo, se construye la iglesia de San- medieval, Girona, 2008, p. 179 ss.
402 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Fig. 7. Conjunto de Emporiae (Del Romà al Romànic, 1999, p. 98. J. M. Nolla y J. Sagrera).

Son prácticamente inexistentes las noticias de la En la época que nos ocupa, la ciudad de Empo-
ciudad de Ausa,37 en los siglos III y IV. Está documen- riae,38 tiene una estructura urbana que es un conjunto
tada la sede episcopal en los siglos V y VI, pues sus de elementos yuxtapuestos (Fig. 7): el puerto, entre
obispos participan en los concilios provinciales de la antigua isla de Sant Martí y la Neápolis; el área
Tarragona y nacionales de Toledo. Con la invasión fortificada de Sant Martí. El obispado de Emporiae
islámica del siglo VIII se destruye la sede episcopal está documentado a partir del 516, y sus obispos
y gran parte de la ciudad. Será en el siglo IX cuando asisten a los concilios de Barcelona, Tarragona y
en el marco de la repoblación se reconstruye la nueva Toledo durante los siglos VI y VII. Pero el conjunto
sede episcopal, edificada en 888, y en torno a ella la episcopal con la basílica, el baptisterio, el episcopium
ciudad, a los pies del montículo donde se hallaba el y otras dependencias, situado según la historiografía
templo romano. Tenemos pues dos puntos neurálgi- en el núcleo de Sant Martí, no se ha hallado. En cam-
cos en esta época: en la parte superior donde se ha- bio es posible, de acuerdo con prospecciones reali-
llaba el templo romano, se halla el castillo condal de zadas y con la fotografía aérea, que se sitúen en tor-
los Montcada; y en la parte baja, la catedral y sus no a la iglesia de Santa Margarida. Esta es una iglesia
edificios anexos. Estos dos núcleos continuarán en del siglo X, realizada sobre construcciones anterio-
activo hasta el siglo XV. No se conservan restos del res, un edificio bautismal que puede fecharse entre
siglo IX, y la catedral será substituida por la catedral los siglos V y VI, y que sobrepasa los límites de la igle-
románica. sia actual; pero hará falta la excavación total del lu-
La ciudad de Iluro, presenta una progresiva de- gar. La cella memoriae (Figs. 8 y 9) de la Neápolis
cadencia desde fines del siglo III, y no se conoce de Empúries fue construida hacia el 400 en el anti-
su evolución a partir del siglo VI. Será a partir del guo caldarium de las antiguas termas públicas en el
siglo XI cuando aparece nueva documentación sobre centro de una necrópolis. Fue convertida en iglesia
la ciudad. funeraria, formada en un primer momento por un aula
38
Aquilué, X., Nolla, J. M., Empúries a l’antiguitat tarda-
37
Ollich, I., «La ciutat a l’època carolingia», en Catalun- na, Monografies emporitanes,15 (pendiente de publicación).
ya a l’época carolingia. Art i cultura abans del romànic (se- Aicart, F.; Nolla, J.M.; Palaí, Ll., L’Eslésia Vella de Santa
gles IX i X), Barcelona, 1999. p. 89 ss.; Molas, M. D.; Ollich, Cristina d’Aro. Del monument tardoantic a l’església medie-
I., p. 92 ss. en volumen nota 28. val, Girona, 2008, p. 113 ss.
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 403

Fig. 8. Cella memoriae. Neàpolis de Emporiae. (Foto X. Aquilue).

Fig. 9. Planta con las fases de la cella memoriae. Neàpolis de Emporiae (planta según J. M. Nolla y J. Sagrera),

rectangular al que se añadía un ábside semicircular, tercio del s. IV. Está formado de un recinto cuadran-
parcialmente inscrito con una pequeña dependencia gular rodeado por un muro perimetral en el que se
auxiliar en el lado norte de la cabecera. Puede fechar- situaban tres estancias ordenadas simétricamente se-
se ya en el siglo V. Posteriormente se amplía el con- paradas por dos pasadizos; en la estancia central se
junto: se alarga la nave hacia el oeste, se añade una construyen estructuras triangulares en los ángulos, de
capilla funeraria de planta trapezoidal dispuesta per- manera que se obtiene un octógono que hace supo-
pendicularmente al eje del edificio hacia el norte. La ner que cubría una cúpula semiesférica. Frente a este
cubierta del edificio fue a doble vertiente. conjunto hay una estancia de mayores dimensiones,
El conjunto de Santa Magdalena cerca de Empú- que debió servir como capilla asociada al culto fune-
ries (Figs. 10 y 11), tiene su origen en un monumento rario, es decir el lugar donde se celebraban los ritua-
funerario fechado entre la segunda mitad y el último les. Posiblemente estamos ante un monumento fune-
404 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Figs. 10 y 11. Santa Magdalena. Empúries. Vista general y el mausoleo previo a la iglesia
(MAC-Empúries).

rario de un personaje importante (no es un baptiste- sureste de Santa Magdalena es centro de una necró-
rio como se había considerado). Ya en el s. VI, quizá polis que se mantiene hasta muy avanzada la Edad
en la segunda mitad, se realiza una reforma en la parte Media. Su origen es un establecimiento rural de
norte y nororiental, y el antiguo oratorio se convirtió época bajo-republicana convertido en lugar de ente-
en una iglesia funeraria de planta rectangular. Poste- rramiento sobre el que se construye una iglesia posi-
riormente quizá en el s. VIII o muy a principios del s. blemente a mediados del s. XI. El cementerio se uti-
IX se efectúan nuevas reformas dotando al templo de liza desde la antigüedad tardía hasta el s. XIII y XIV.
una planta de cruz latina con ábside rectangular, y un La invasión islámica y la conquista carolingia
nuevo ámbito de enterramiento. En un cuarto momen- influyen en esta estructura urbana dispersa. Se supri-
to, se construye delante del presbiterio, un campanario me el obispado, que es absorbido por Girona. El
similar al de la iglesia de Santa Helena de Sant Pere núcleo central del poder condal, el palacio, se insta-
de Rodes; estaríamos ya en el primer cuarto del s. X la, dentro de las murallas de Sant Martí. Parece que
(Fig. 12). Parece que el edificio fue incendiado en es en este momento que se construye el templo de-
935. La iglesia de San Vicente o de Les Corts, al dicado a Sant Martí que aparece en la documentación
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 405

Fig. 12. Dibujos de las diversas fases evolutivas de Sata Magdalena. Conjunto formado por la iglesia y una necrópolis
generada a su alrededor (MAC Empúries).

a partir del 843; el templo fue reconstruido por el carolingia del sector oriental de la Marca. Un texto
conde Gausbert, según consta en una lápida fecha- árabe del 935, de Ibn Hayyan, explica una expedi-
da en el 926. El puerto continúa su actividad y ad- ción de castigo del califato contra la piratería que
quiere importancia; la historiografía cree que se con- ejercían los condes de Empúries; en él se cita el
vierte en el puerto principal de la marina de guerra puerto, las atarazanas, la muralla de origen romano
406 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Fig. 13. Poblado de Puig Rom. Rhode (Del Romà al Romànic, 1999, p. 158. ECSA-J. Todó).

que protegía la isla de Sant Martí, y la densidad de


una población dispersa cerca del puerto y de la cor-
te condal. En el s. XI la capital del condado de Em-
púries se traslada a Castelló d’Empúries.
En Roses, Rhode,39 dentro de la ciudadela se con-
servan diversos restos de poblamiento de época vi-
sigótica, del s. V al VII, donde se conservan los res-
tos de la iglesia y de la necrópolis paleocristianas.
Dentro de las ruinas de la iglesia románica de Santa
Maria, en el interior de la ciudadela, se construyó en
torno al año 400 una cella memoriae con un aula rec-
tangular y un ábside semicircular, donde se hallaban
dos tumbas. Pudo servir de pequeña iglesia funera-
ria de la necrópolis existente. Una reforma posterior
modificó la cabecera, substituyendo el ábside semi-
circular por otro rectangular. Al margen de este nú-
Fig. 14. Conjunto de Bovalar. Vista general (Del Romà al
cleo, las excavaciones han puesto de manifiesto un Romànic, 1999, p. 119. ECSA-J. Todó).
mínimo de estructura urbana, con trazado de calles
y establecimientos para la salazón del pescado. Las
excavaciones han ido más allá del recinto de la ciu- halla el poblado de Puig Rom que se convertirá en
dadela. En conjunto, nos da un primer momento a el núcleo más importante de la población a pesar de
partir del siglo IV, una expansión en el siglo VI, y un que el puerto continúa funcionando a lo largo de todo
abandono definitivo en el VII. Cerca de la ciudad se el siglo VII. En la época carolingia posiblemente se
vuelve a ocupar las antiguas zonas de época paleo-
39
Puig, Anna M., «El jaciment de Rhode a la fi de cristiana, donde se levantará el monasterio benedic-
l’antiguitat tardana. Els contextos del segle VII d.C. a la ciu- tino de Santa Maria de Roses, constituyendo un im-
tadella de Roses (Alt Empordà)», Pyrenae, 29, 1998, pp. 171- portante núcleo de población en la alta Edad Media.
192. Aicart, F.; Nolla, J. M.; Palaí, Ll., L’Eslésia Vella de
Santa Cristina d’Aro. Del monument tardoantic a l’església En época visigoda, fundamentalmente en el siglo
medieval, Girona, 2008, pp. 93 ss. VII, surgen unidades de habitat disperso, nuevos po-
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 407

Fig. 15. Conjunto de Bovalar. Piscina bautismal y baldaquino (Del Romà al Romànic, 1999, p. 190.
Servei d’Audiovisuals de l’Institut d’Estudis Ilerdencs-J. I. Rodríguez).

blados dedicados a la explotación agrícola. Se cono- halla el ámbito bautismal con piscina cubierta por un
cen el ya citado de Puig Rom (Roses), el Bovalar (Se- baldaquino, sostenido por seis columnas con sus ca-
rós) y Vilaclara (Castellfollit del Boix).40 El poblado
fortificado hispano-visigótico de Puig Rom está situa-
do cerca de la ciudad de Roses (Fig. 13). Las exca-
vaciones han puesto a la luz ricos materiales arqueo-
lógicos del siglo VII. Finaliza a principios del siglo VIII.
El poblado de Vilaclara en Castellfollit del Boix, es
un asentamiento rural de la antigüedad tardía con ac-
tividad importante en época visigoda, con materiales
arqueológicos fechables en el siglo VII. Está activo
hasta los siglos XI y XIII. El Bovalar, en Serós (comar-
ca del Segrià) (Figs. 14 y 15), es un poblado visigo-
do importante en el siglo VI y VII. Construido junto a
un núcleo de época romana, al lado de una basílica
paleocristiana de la segunda mitad del siglo V y de una
necrópolis. El templo es de planta basilical de tres
naves y cabecera tripartita rectangular, en la que las
cámaras laterales son funerarias; separa la cabecera
de las naves, el coro o presbiterio separado por can-
celes. En los pies del templo, adosado a las naves, se
Fig. 16. Villa Fortunatus. Fraga. Vista general (Del Romà al
40
Navarro, R., pp. 103 ss. en volumen nota 28. Romànic, 1999, p. 147. F. Tuset).
408 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

piteles de tipo corintio con decoración de talla de y VI, sobre el peristilo. La Villa Fortunatus en la cuen-
arista que recuerda la talla a bisel visigótica, cimacios ca del río Cinca, cerca de Fraga (Fig. 16), era una rica
decorados con escultura y arcos. Estilísticamente esta y magnífica villa decorada con mosaicos, pintura pa-
escultura debe situarse entre modelos del Bajo Impe- rietal y elementos escultóricos. A inicios del siglo V,
rio y la escultura visigótica de los siglos VI y VII. Los la zona del triclinio se transforma en basílica cristia-
fragmentos de canceles pueden conectarse con las na; es un templo de tres naves con la cabecera so-
formas escultóricas de Bizancio o Rávena del s. VI y bre el peristilo; puede fecharse en torno a 420-430.
VII . La Necrópolis se extiende por el exterior y el En la parte sur se añade una cámara rectangular con
interior del templo. Este conjunto puede fecharse en funciones de baptisterio. Se reconocen dos fases en
la segunda mitad del siglo V, y está activo junto al la cabecera de la iglesia: de tripartita se pasa a aña-
poblado hasta principios del siglo VIII. Estudiado por dir en el central, bajo la cripta, un ábside rectangu-
P. de Palol, de las excavaciones procede un rico ajuar lar en el exterior y semicircular en el interior. Esto
litúrgico de época visigoda.41 podría darse ya en el siglo VI avanzado. La villa se
abandona en la primera mitad del siglo V, pero la
basílica continua funcionando. La Villa de Els Ama-
LAS VILLAE42 tllers, en el municipio de Tossa de Mar, en la comarca
de la Selva, tiene su origen en el siglo -I, pero en su
Entre los siglos V y VI transformación del habitat mayoría responde al siglo II y III. Perdura hasta el siglo
de las antiguas villas romanas. Se transforma el es- VII, con construcciones rectangulares simples sobre
pacio; las termas por ejemplo, son ocupadas por ele- las viejas estructuras que pierden su función hacia el
mentos de producción agrícola, el patio y el peristi- 450. Las excavaciones pusieron a la luz mosaicos de
lo se transforman, hay cambio de función en las zonas hacia el 400, y cerámicas del siglo VII. La Villa de
ocupadas por mosaicos, etc. Es el fin de un modelo. Vilauba, cerca de Banyoles, tiene actividad desde fi-
Citaremos algunas de estas villas que tienen conti- nes del siglo V a mediados del siglo VII ya como es-
nuidad en la época que nos ocupa, a partir del siglo tablecimiento agrícola solamente, lejos del concep-
VI, pero ya lejos del concepto de villa del Bajo Im- to de villa. La Villa de Els Munts, en el término
perio. La Villa de Torre Llauder, en el núcleo urba- municipal de Altafulla, cerca de la antigua Tarraco,
no de la ciudad de Mataró, Iluro, forma parte de un tiene su origen en el siglo I, y sufrió un incendio en
edificio residencial, agroindustrial, del siglo -I. La la segunda mitad del siglo III. Fue recuperada para
construcción de la villa es de fines del siglo II y prin- usos agrícolas a partir del siglo IV, abandonado su an-
cipios III; y reformada en el IV. Es posible su conti- tigua función residencial principal. Continuidad en
nuidad en época visigoda, pues los últimos materia- los siglos VI y VII.
les arqueológicos son del siglo VI, aunque podía haber
estado activa en los siglos VII u VIII. La Villa del Ai-
guacuit, está cerca de Egara (Terrassa). Desde el si- ARQUITECTURA RELIGIOSA FUERA
glo I con continuidad hasta los siglos X y XI, es un DE LAS CIUDADES
ejemplo de transformación; con un momento de cam-
bio importante en el siglo VI, cuando se realizan es- A continuación citaremos algunas iglesias que
tructuras subterráneas para almacenamiento, y en el ejemplifican esta continuidad que estamos viendo en
siglo VII. La Villa de El Romeral, cerca de Albesa, la arquitectura desde la tardo antigüedad hasta el siglo
en la comarca de la Noguera, es de origen alto im- IX y X. Es el caso de la iglesia de Sant Joan de Bell-
perial, de los siglos I y II. Pero la fase constructiva caire, en la comarca del Baix Empordà (Fig. 17). Pri-
más importante se da en el siglo IV; y contiene es- mero podemos hablar de una cella memoriae dedi-
tructuras arquitectónicas más tardías, de los siglos V cada a un personaje importante de fines del siglo V
o inicios del VI; posteriormente, entre los siglos VII
41
Contiene mobiliario litúrgico de los siglos VI y VII, y al- y VIII se añade a esta aula un ábside rectangular, con-
gunas piezas de procedencia egipcia, copta, o italiana. Desta- virtiéndose en iglesia, a la que se añadirá posterior-
ca un incensiario y un vaso eucarístico. Palol, P. de, El Bova- mente un crucero. Ya en época prerrománica, en el
lar (Serós, Segrià). Conjunt d’època paleocristiana i
visigòtica, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1989. Palol, siglo IX, aparece una iglesia de tres naves, la nave
P. de, p. 145 ss. en volumen nota 28. central cubierta con vuelta de cañón y dos laterales
42
Navarro, R., p. 109 ss. en volumen Nota 28. Especialis- de cuarto de bóveda; incluyendo el transepto dentro
tas redactan los trabajos monográficos: J. Roig, la villa de el
Aiguacuit (p. 139 ss), F. Tarrats la villa de Els Munts (p. de las naves. Se construye una absidiola de planta se-
132). micircular en el lado norte del ábside rectangular. En
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 409

Fig. 17. Sant Joan de Bellcaire. Planta (J. M. Nolla y J. Sagrera).

Fig. 18. Santa Cristina d‘Aro. Planta (J. M. Nolla y J. Sagrera).


410 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Fig. 19. Sant Cugat del Vallés (Del Romà al Romànic, 1999, p. 184. ECSA-F. Bedmar).

Fig. 20. Conjunto de las iglesias de Egara (Terrasa), después de la restauración.


(Foto facilitada por D. Ferran).

el s. XI se construye el nuevo ábside semicircular que poco después del aula del edificio, conservando la ca-
engloba los anteriores. becera, constituirá la primera iglesia. En época prerro-
La iglesia de Santa Cristina d’Aro, en la misma mánica, en el siglo IX, se construye una nueva cabecera
comarca (Fig. 18), tiene su origen en el emplazamiento rectangular, y se unifican los espacios del aula.43
de una villa bajo imperial, con un mausoleo o cella me- 43
Aicart, F.; Nolla, J. M.; Palaí, Ll., L’Eslésia Vella de
moriae precedida de una cámara de acceso. Tiene una Santa Cristina d’Aro. Del monument tardoantic a l’església
cronología del siglo IV o inicios del V. La ampliación medieval, Girona, 2008.
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 411

Fig. 21. Sant Miquel de Egara. Vista general (Foto facilitada por D. Ferran).

En el actual monasterio románico y gótico de Sant tado a partir del año 450 hasta el siglo VIII. Así, su
Cugat del Vallés, en la comarca del Vallés Occiden- origen como sede episcopal data del año 450, momen-
tal (Fig. 19), que en época romana bajo imperial cons- to en que el obispo de Barcelona, Nundinario, divi-
tituía un recinto fortificado inacabado, se construyó de su diócesis, crea el obispado de Egara y nombra
a mediados del siglo V un aula rectangular, un mau- a Ireneo obispo de la nueva diócesis. Otra fecha sig-
soleo familiar posiblemente. A este conjunto se aña- nificativa es el año 614, marcada por la celebración
dió en una segunda fase un ábside de planta poligo- del concilio de Egara, presidido por el obispo de
nal en el exterior y de herradura en el interior, que Tarragona, Eusebio. El último obispo del que se co-
puede fecharse en el siglo VI, convirtiéndose en tem- noce el nombre es Juan, que situamos entre los años
plo cristiano. El conjunto se halla visible en el claus- 683 y 693. El conjunto episcopal está formado por un
tro románico del monasterio. patio central, de carácter cementerial, al que se abren
Caso especial para la historiografía lo constituye la catedral de Santa Maria, el edificio funerario de
el conjunto de Egara. Las iglesias de Egara forman Sant Miquel y la iglesia parroquial de Sant Pere (Figs.
un conjunto que tiene una trayectoria de continuidad 20, 21 y 22). La historiografía define dos líneas de
en la historia, desde el siglo IV, con antecedentes más cronología: época visigoda y época prerrománica. La
antiguos, hasta principios del siglo XII; los tres edifi- arqueología, realizada de manera sistemática a partir
cios religiosos, Santa Maria, Sant Miquel y Sant Pere, de la ejecución del Plan Director (iniciado en 1995),
muestran una evolución compleja de la arquitectura y la reciente musealización, finalizada en 2009, de-
y del arte que enlaza el mundo antiguo con la Alta fine: Un primer momento preepiscopal con una cro-
Edad Media.44 El obispado de Egara, está documen-
publicado por el Institut Català d’Arqueologia Clàssica, Ta-
44
Garcia, G.; Moro, A.; Tuset, F., La seu episcopal rragona, 2009. Ferran, D., Ecclesiae Egarenses. Les esglé-
d’Ègara. Arqueologia d’un conjunt cristià del segle IV al IX, sies de Sant Pere de Terrassa, Barcelona, 2009.
412 Eduard Carbonell Esteller Anejos de AEspA LXIII

Fig. 22. El conjunto de las iglesias de Egara en el siglo VI. Planta.


(Museu de Terrassa-M. G. Garcia Llinares).

nología entre mediados del siglo IV y el año 385, con planta central y cruz griega con cúpula central, y la
una basílica de una sola nave, Santa Maria. En una se- iglesia de Sant Pere de tres naves, con la cabecera
gunda etapa se construye sobre ella la nave de una se- formada por el transepto y la cella trichora, el ábsi-
gunda iglesia, de la que se conserva el pavimento de de trilobulado. El ábside central de la iglesia de Santa
mosaico (hoy en el exterior, frente al templo actual) Maria se transformará poco después con una cabecera,
y un primer baptisterio al este del templo, que la ar- rectangular en el exterior y de arco de herradura en
queología sitúa entre el año 385 y el 420/430. A partir el interior. El conjunto será reformado a partir del
del año 450 se construye la primera catedral, de una siglo XI.
sola nave, y un baptisterio con piscina de planta oc- En el siglo IX, ya hemos visto algunos casos de
togonal, situado al oeste de la iglesia. En el siglo VI la evolución de la arquitectura descrita hasta ahora.
el templo se amplía y se construye la iglesia de tres La documentación también nos habla en este siglo de
naves, manteniendo el mismo baptisterio anterior, a una arquitectura que está formada por iglesias muy
los pies de la nave central. Es el momento en que se sencillas, de una sola nave cubierta a dos aguas, con
construye el edificio martirial de Sant Miquel, de cabecera de planta rectangular o trapezoidal, y en
Anejos de AEspA LXIII APROXIMACIÓN A UNA SÍNTESIS DE LA ARQUITECTURA... 413

algún caso semicircular; a veces la nave aparece será reemplazada a partir del 953 por una nueva cons-
cubierta con bóveda y separada, con un arco triun- trucción, y consagrada en el 974 por el abad Garí. Era
fal de herradura, de la cabecera. Es un modelo fre- una basílica de tres naves con transepto muy marca-
cuente en Europa, con antecedentes en los siglos VI do y cabecera cuadrada con absidiolas que se abren en
y VII. Es una arquitectura rural de pequeñas iglesias el transepto; grandes arcos de herradura separan la
de tapia y piedras, que se construyen a menudo so- nave central de las laterales, arcos de herradura que
bre antecedentes tardo romanos o paleocristianos, enlazan con la tradición visigoda. La obra será con-
caso de Palol Sabaldòria o Sant Cristòfol de Cabrils. tinuada por el abad Oliva en 1009.
En ellas no podemos hablar de influencias, sino de Pero tendremos que llegar al s. X para llegar a la
una tradición arquitectónica. gran arquitectura prerrománica catalana: Cuixà, Ri-
Sin embargo, también la documentación nos habla poll, Sant Pere de Rodes, Sant Quirze de Colera, que
de la construcción de edificios con cierta importancia, enlazará con uno de los primeros románicos de ca-
aunque con técnicas y materiales pobres, que luego rácter distinto al importado románico lombardo. Pero
serían reconstruidos o rehechos en el siglo siguiente esta es otra historia.45
y en época románica, con el gran empuje que recibe
el país a partir de 950. En la Seu d’Urgell, la catedral 45
Junyent, E., L’arquitectura religiosa en la Catalunya
construida en 839 y rehecha en época románica, la carolíngia (Discurso de recepción en la Reial Academia de
Bones Lletres de Barcelona), Barcelona, 1963; Barral, X.,
documentación nos habla de la estructura episcopal L’art pre-romànic a Catalunya, Barcelona, 1981; Junyent, E.,
frecuente en la época con tres iglesias dedicadas res- L’arquitectura religiosa a Catalunya abans del romànic, Bar-
pectivamente a San Pedro, Santa María y San Miguel. celona, 1983; en los dos textos se recoge la bibliografía es-
pecializada. Carbonell, E., «Algunes reflexions sobre
La misma dedicación tenían las tres iglesias que cons- l’arquitectura a Catalunya a l’entorn de l’any mil», en Simpo-
tituían en el siglo X el conjunto de la catedral de Vic, si Internacional d’Arquitectura a Catalunya, segles IX, X i
consagrada en origen el 888. De la catedral de Barce- primera meitat de l’XI, (Girona, marzo 1988), Girona, 1994,
p. 121 y ss. Palol, P. de; Lorés, I., «L’arquitectura abans del
lona, se conoce una reforma de la antigua sede en Romànic», en Del Romà al Romànic. La Tarraconense medi-
época del obispo Frodoí (861-890), que enlazaría con terrània dels segles IV al X, Barcelona, 1999. Varios trabajos
la catedral románica del siglo XI. Otro ejemplo es la en el Catálogo de la exposición: Catalunya a l’época caro-
lingia. Art i cultura abans del romànic (segles IX i X), Barce-
iglesia de Cuixà del año 854, construida según docu- lona, 1999. Queremos destacar también los trabajos de Joan
mentación de barro y piedras (ex luto et lapidibus), que Badia y Xavier Sitjes en territorios concretos.
GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII
Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL.
NUEVAS PROPUESTAS PARA VIEJOS PROBLEMAS
POR

JOSÉ SUÁREZ OTERO


S.A. de Xestión do Plan Xacobeo (Xunta de Galicia)*

RESUMEN Abordamos en estas páginas una de las más com-


El texto trata un acercamiento a la formación del mundo
plejas etapas de la historia gallega, fundamental para
medieval gallego, con el siglo VIII como punto de inflexión, a entender la identidad diferencial de Galicia, pero
través de tres lugares comunes de la investigación gallega: las sometida a las sombras que tanto la arqueología y más
necrópolis, las laudas de doble estola y el yacimiento arqueo- si cabe la historiografía para los siglos que, no sin
lógico bajo la catedral de Santiago. La dificultad que plantean
unas necrópolis de configuración simple y datación impreci- razón, se denominaron la Dark Age de la historia
sa y en la que conviven continuidad y discontinuidad; la riqueza europea. No pretendemos solucionar tan difícil situa-
iconográfica de las cubiertas de sarcófago, poco tenida en ción, sino intentar arrojar algo de luz sobre algunas
cuenta en su contenido estilístico y simbólico; y un santuario
cuyos orígenes están marcados por el mito, lo ideológico y una cuestiones fundamentales para entenderla, al tiempo
arqueología rica en contenidos, pero técnica y metodológica- que una revisión de postulados heredados y que, a
mente pobre, delinean una compleja convivencia entre la con- pesar sus posibles limitaciones o de los postulados
tinuidad y el cambio, tanto en lo material como en lo superes-
tructural, para los orígenes de la Galicia medieval. rupturistas del conocimiento arqueológico reciente,
marcan nuestro punto de partida. Y lo haremos recu-
SUMMARY
perando trabajos realizados durante más de quince
años de vinculación a uno de los yacimientos funda-
This paper intends to be an approximation towards the mentales, y así ha sido considerado por la historio-
formation of the medieval Galician world, taking the 8th cen- grafía y la arqueología peninsular, para entender esta
tury as inflection point and exploring three common places of
the Galician research: necropolis, gravestones with double stole etapa: la catedral de Santiago de Compostela; trabajos
and the archaeological site under the cathedral of Santiago. que, perdidos en catálogos de exposiciones o revis-
These three aspects draw a complex coexistence between con- tas locales, han pasado por lo general inadvertidos,
tinuity and change, both material and super structural, for the
origins of medieval Galicia. Firstly, the difficulty of unders- cuando no han sido simplemente obviados o silen-
tanding necropolis simply configured, imprecisely dated and ciados, en el ámbito de la investigación arqueológi-
where continuity and discontinuity coexist with each other. ca. Trabajos, en fin, que tratan algunos de los temas
Secondly, the iconographic richness of the sarcophagi’s lids,
with a stylistic and symbolic content hardly taken into account. claves en la formación de la Galicia medieval, como
And thirdly, a sanctuary whose origins are determined by the son la muy manida cuestión de las necrópolis, las
myth, the ideology and an archaeology full of contents but ubicuas cubiertas de sarcófago con el tema de la
technical and methodological poor.
«doble estola» y el enigma de los orígenes del san-
PALABRAS CLAVE: Necrópolis, tumbas, sarcófagos, laudas tuario de Santiago. Por todo eso consideramos útil,
de «doble estola», Locus Sanctus Iacobi, Santiago de Com- aunque en alguno de los temas se hayan producido
postela, Tardoantigüedad, Alta Edad Media, iconografía.
aportaciones posteriores, el retomar aquí las reflexio-
KEY WORDS: necropolis, graves, sarcophagi, gravestones with nes y resultados de esos trabajos, realizada a la som-
double stole, Locus Sanctus Iacobi, Santiago de Compos- bra del Santuario compostelano, con su registro ar-
tela, Late Antiquity, Early Medieval period, iconography.
queológico ora modelo, ora referente (Suárez Otero,
* jsuarezotero@gmail.com J., 1998), y en reivindicación de una arqueología
416 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

epistémica y metodologicamente independizada de las contextual, cabe distinguir por un lado las necrópo-
otras disciplinas del conocimiento histórico como lis asentadas sobre núcleos poblacionales más anti-
fórmula para entender el periodo al que esta obra se guos, y por otro aquellas que no tienen anteceden-
enfrenta. tes inmediatos, que pueden ser necrópolis de
sarcófagos abiertos directamente en la roca forman-
do conjuntos unitarios y aparentemente aislados o,
I. UNA CONTINUIDAD APARENTE: más comúnmente, necrópolis con tumbas hechas de
NECRÓPOLIS Y TUMBAS lajas de canto o mampostería y asociadas a una iglesia
de origen altomedieval, como la recientemente exca-
A. PREMISAS PREVIAS vada en Manín (Lobios, Ourense) (Eguileta, X. M.ª;
Serrulla, F.; Xusto, M. 1992).
Las necrópolis y los sarcófagos constituyen uno Si establecemos la lectura en base a criterios es-
de los temas más debatidos en la arqueología medie- tructurales y formales, encontramos una mayor diver-
val gallega (Chamoso Lamas, M. 1965 y 1971; Mon- sificación tipológica, que nos permite un mejor co-
teagudo, L., 1967; Núñez, M. 1977a). Fray Martín nocimiento de la complejidad del problema que
Sarmiento llamó la atención sobre unos y otros, in- tratamos. Dentro de esta tipificación, un primer grupo
cidiendo básicamente en la decoración de los de de necrópolis presenta habitualmente varios tipos de
Tomeza, Lérez y Tambo, fechándolos a partir de la tumbas, siempre con enterramientos de inhumación,
tampa sepulcral de Ermegonda, con fecha en la era tumbas en las que aparecen reutilizados materiales
652 (año 614) e interpretando la decoración que lle- de época romana (ladrillos y tégulas) formando par-
vaba. Desde entonces los sarcófagos y las laudas son te de las paredes laterales, fondo y cubierta; otras con
uno de los ejes de controversia frecuente, aunque en piedras de canto, mejor o peor colocadas, o configu-
nuestra opinión se entremezclan elementos y asun- rando muretes, con planta variada: trapezoidal, fusi-
tos diversos. Con todo, es indudablemente la cues- forme (los llamados por algunos autores como de
tión sobre la que se tienen más referencias, aunque «arco de paréntesis»), rectangulares o antropoides; y,
de muy desigual calidad, pues se considera igual un fundamentalmente, sarcófagos exentos, tanto de forma
sarcófago, con o sin lauda, que las laudas y tampas, paralelepípeda o de bañera (esto es, con las esquinas
o incluso que los sarcófagos abiertos en la roca. Cir- redondeadas), con el interior antropomorfo o no y con
cunstancia que nos sitúa ante un abigarrado y con- tampa, la lauda, lisa o decorada. Moraime, Tins,
fuso elenco de formas y estructuras de muy difícil Compostela, Ouvigo, Castrelo de Val, son buenos
encuadre cronológico e interpretación histórica, y ejemplos de esta forma de presentación que eviden-
fosilizado en fórmulas interpretativas de trazo grue- cia una cierta complejidad cronológica y un amplio
so y disposición rígida, en muchas ocasiones atrapa- desarrollo temporal no siempre bien definido. Un
das en criterios preestablecidos, como el de la supues- segundo grupo estaría conformado por las necrópo-
ta existencia de necrópolis suevas o germánicas. lis en las que abundan o predominan los sarcófagos
Complica la situación el que estemos, por lo gene- con tampa. En algunos casos se superponen a restos
ral, ante núcleos cementeriales de larga duración. En anteriores (Iria o Santiago), pero con frecuencia es-
unos casos su origen se sitúa en tiempo bajorroma- tán en los atrios actuales de iglesias de fábrica romá-
no y su final queda indefinido, pudiendo afectar o no nica (Lourizán, San Tirso de Oseiros, Suevos, etc.),
a la etapa «germánica»; en otros su origen es bajo- mientras que en otros se vinculan a una ermita de
rromano, pero su pervivencia parece alcanzar épocas difícil precisión cronológica (San Salvador de Rozas).
muy posteriores, ora medievales, ora modernas, sin El tercer grupo dentro de los cementerios altome-
que se establezca con seguridad si se trata de la con- dievales nos remite a los sarcófagos abiertos direc-
tinuidad de un espacio sacralizado o de una recurren- tamente en la roca, grupo en el que sólo incluimos
cia en la ubicación de espacios funerarios; finalmente aquellos que responden a un programa claro de en-
otras necrópolis parecen tener un carácter eminente- terramiento y no a las fosas abiertas en la roca base
mente medieval, pero existen dudas en cuanto a que por la escasa potencia del terreno. Dentro de este
sus orígenes puedan afectar o no a la etapa que es- grupo aparecen con nitidez varios subgrupos, de los
tamos tratando. que la razón de su existencia y diferenciación pue-
Para avanzar en clarificar un marco tan confuso, de servir para una aproximación a la reestructuración
entendemos que cabe distinguir realidades distintas poblacional de los siglos IX-XI, aunque son necesa-
y también criterios distintos a la hora de valorar di- rios nuevos estudios que completen los inventarios
chas realidades. Así, y atendiendo a una definición parciales existentes. Muchos de estos conjuntos de-
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 417

Fig. 1. Necrópolis altomedieval del Locus Sanctus Iacobi. Nivel superior.


(Foto M. Chamoso Lamas).

jaron su impronta en la toponimia, por lo que resul- cio después de la construcción de las iglesias romá-
taría de interés una encuesta sistemática en la bús- nicas; lectura que parece coincidir con la realizada
queda de su localización. Finalmente, un cuarto grupo para este tipo de necrópolis en otras áreas peninsu-
corresponde a los sarcófagos abiertos en la roca que lares. Sin embargo, para avanzar en el conocimien-
aparecen aislados o configurando pequeños grupos de to de estas necrópolis, se necesita un análisis más
cuatro o cinco, con o sin tampa, y que se abren en detallado, en base a las tipologías específicas de las
rocas muy destacadas en el paisaje. Pueden pertenecer formas planas de las cabeceras, que ha de enmarcarse
a comunidades eremíticas o ser restos de pequeñas en un proceso de nuevas excavaciones y estudios sis-
comunidades de repoblación que no tuvieron conti- temáticos por todo el ámbito gallego.
nuidad en el momento de la reorganización territo- Las tumbas de lajas aparecen también en varios
rial y social que está en el origen de las parroquias. momentos, como se puede comprobar en la Catedral
Se fechan en algún caso entre los siglos VIII y IX, pero compostelana donde, según J. Guerra Campos (1982:
algunos de los que aparecen aislados pudieran ser 446 y 473-482) y a partir de los trabajos de M. Cha-
anteriores. moso (1956 a y b, y 1957), aparecen tanto en las
necrópolis medievales como en las llamadas «hispa-
no-suevas», pues para ambos autores existirían dos
B. CRONOLOGÍA Y DEFINICIÓN DE LAS FORMAS necrópolis medievales diferenciadas. Una de los si-
DE ENTERRAMIENTO glos IX al XI, con superposición de tumbas y en los
niveles superiores del registro arqueológico documen-
Las cronologías, tanto en sí mismas como en re- tado, en la que se incluyen los tipos de murete o
lación a las tipologías, son aún cuestiones abiertas que fusiformes, pero también el tipo de lajas verticales
conviene analizar caso por caso. Respecto de la va- y forma rectangular e, incluso, una excavada en la
loración cronológica de los tipos de enterramientos roca de tiempos de Alfonso II. Al lado de estas apa-
parece posible, con todo, señalar algunos datos para recen, además, laudas con inscripción normalmente
los sarcófagos abiertos en la roca, con dudas para los en varias líneas dispuestas longitudinalmente, fecha-
que aparecen aislados que pudieran resultar más an- bles entre el 847 (lauda de Teodomiro) y el 1072 (lau-
tiguos y mucho más para aquellos que aparecen en da de Menindus). La segunda necrópolis, inmediata-
necrópolis complejas con inhumaciones de otros ti- mente debajo de la anterior y atribuida a una supuesta
pos y evidencias de uso en la tardoantigüedad. Los etapa hispano-sueva o germánica (siglos V a VII), siem-
grupos parecen iniciarse en el siglo IX, en algún caso pre según dichos autores, se caracterizaría por los
vinculables a grupos de repoblación, como cabe de- sarcófagos exentos, casi siempre con interior de forma
ducir de algunos con tampa epigráfica, para alcan- antropoide y cubiertos por lauda monolítica con de-
zar el siglo XI y, finalmente, quedar fuera de servi- coración de «doble estola». Una lectura simplista y
418 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig.2. Sarcófago de Arnaldo (s. IX) necrópolis del Locus Sanctus Iacobi
(Catedral de Santiago; Foto M. Chamoso Lamas).

cargada de apriorismos, pero que condicionó la vi- de los sarcófagos, una larga vida, como indican aque-
sión de las necrópolis compostelanas durante años. llas que presentan epígrafe y se datan en el siglo X
Los sarcófagos exentos, por su parte, presentan (Rivas Fernández, X. C. 1985 /86). Por otra parte
también problemas por falta de tipologías y estudios debemos insistir en la rica y variada decoración que
de detalle. Por un lado encontramos sarcófagos en un muestran los sarcófagos y laudas, incluso aquellas
primer momento en línea de continuidad con el mun- vinculadas a alguna de las necrópolis encuadrables en
do tardorromano —presente en piezas como el sar- las denominadas «suevo-germánicas», como la de
cófago de Temes o el liso de la catedral de Tuy, etc.— Tins, con temas geométricos, cruces etc.; o también
que tendría su continuación en piezas como el sar- orantes menos estilizados que aquellos que según
cófago de Avito, del Museo Arqueológico Provincial Chamoso Lamas (1965 y 1971) están en el origen de
de Orense. Aparece así una cierta continuidad y los la propia estola, como el de una tampa de Ouvigo
sarcófagos se asocian a las llamadas «laudas de es- (Rodríguez Colmenero, M. 1985; Suárez Otero, J.
tola» junto con las que conforman lo que se llama 1990), que tiene asimismo paralelos en una pieza de
habitualmente «necrópolis suévicas», con una crono- Pazó de cronología semejante (Rivas Fernández, X.
logía que abarcaría los siglos VI-VII (Schlunk H. 1981). C. 1976). Otro grupo de laudas presenta como tema
Pero más allá de esta compleja época, los sarcófagos decorativo una cruz equilátera y patada, como una
exentos continuaron en uso, quizás con una valora- cruz asturiana, inclusive en algún caso con un astil a
ción sociológica distinta, pues de las excavaciones manera de las cruces procesionales: Santiago, Augas
parece deducirse que en la etapa tempranomedieval Santas, Coto de Astrés, o la curiosa por su inscripción
eran enterrados y sólo quedaba visible la tampa o de San Pedro de Viñal (Punxín, Ourense). En la ma-
lauda, para posteriormente recibir decoración en la yoría de las ocasiones este tema se añade al de la
caja, como se aprecia en el llamado sepulcro de San «estola», en otra expresión de la prolongada perviven-
Wintila (Punxín, Ourense) (Barriocanal, Y. 1990), cia de éste último, y presenta una cronología entre los
cuya inscripción nos lleva a finales del siglo IX, en siglos IX-X (Rivas Fernández, X. C. 1981) y el XII,
los sarcófagos de San Salvador das Rozas o en las fecha de una pieza para inhumación infantil hallada
cajas lamentablemente perdidas de Mandrás (Ouren- en Allariz (Pérez Outeiriño, B.; Fariña, F. 1981).
se), con una roseta hexapétala en el testero y una
rueda dextrógira en un lateral.
Las laudas no se ciñen al tipo de «doble estola», C. OTROS ASPECTOS
aunque éste resulta el más llamativo y haya servido
para caracterizar una época. A pesar de contar con un Finalmente, destacamos la rareza de las estelas
apartado propio en estas páginas (vid. infra), conviene funerarias, por su abundancia en otras áreas del norte
adelantar que este tema tuvo, al igual que en el caso peninsular, y que en Galicia se reducen a las discoi-
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 419

presentación del difunto de las estelas romanas du-


rante los siglos III-IV, acaba derivando en la propia
configuración antropomorfa de la estela en un mo-
mento más difícil de precisar pero que cabe centrar
en el s. V. A este proceso parece unirse la epigrafía
cristiana y más aún la sustitución de la misma por una
decoración de carácter geométrico.
En cuanto al ritual estamos ante una universali-
zación de la inhumación, y por regla general, no
aparecen ofrendas ni ajuares, salvo raras excepcio-
nes como la olla cerámica asociada a la cabecera de
una tumba de ímbrices de la Plaza da Magdalena de
Ourense; mención aparte merece la presencia de al-
gunas monedas, hecho aún por estudiar que puede
deberse a varias causas, desde deposiciones fortuitas
a otras de carácter ritual. La falta de ofrendas sorpren-
de, no obstante, dado que estamos ante necrópolis de
larga vida y que comienzan muchas de ellas en mo-
mentos cuando menos próximos a la tardoantigüedad,
expresando la relativamente temprana universaliza-
ción del rito cristiano (siglo V) y la falta en Galicia
de ajuares también en la época hispano-germánica,
a pesar de la presencia sueva y de la etapa arriana aso-
ciada a la misma. Por último, señalar que resulta fre-
cuente encontrar reutilizaciones continuas de los
enterramientos, tanto en sarcófagos como en tumbas
de lajas o abiertas en la roca, y generalmente con un
desplazamiento de las cenizas a los pies de la tum-
Fig. 3. Necrópolis de Manín Lovios, Ourense) ba, recordándonos los espacios funerarios familiares
(Foto M. Xusto).
de la Galicia tradicional. También se puede destacar
la existencia de tumbas infantiles, a veces en sarcó-
deas de Castillós (Arias Vilas, F. 1992), con cruces fagos de buena labra que, en etapas ya avanzadas,
gravadas, otra en la necrópolis de Manín (Xusto, M. pueden ubicarse en el ábside del templo.
1990) y una última también discoidea de Mougás
(Pontevedra). Circunstancia que dificulta la ya de por
sí compleja datación de este tipo estela. Las discoi- II. MÁS ALLÁ DE LA MUERTE:
deas podemos asimilarlas a la expansión de este tipo LA DECORACIÓN DE «DOBLE ESTOLA».
en la Meseta Norte y entenderlas como posteriores ESTÉTICA E IDEOLOGÍA EN EL
al ámbito germánico. Sería el caso de Mougás y RITUAL FUNERARIO
Manín, mientras que las de Castillós ofrecen una
morfología un tanto diferenciada y un posible con- El problema de las laudas funerarias decoradas
texto más antiguo, por lo que podrían resultar ante- con el tema que se ha dado en definir como «doble
riores o, al menos, tempranas dentro de esa serie. estola», es sin duda uno de los más complejos y apa-
A esas hemos de sumar las estelas de tradición sionantes que tiene planteado la arqueología ga-
romana figuradas, como la de San Pedro de Rebor- llega. El carácter de fenómeno exclusivo del NO
dáns (Chamoso Lamas, M. y Filgueira, F. 1976), o hispánico, una probable inclusión en momentos his-
antropomorfas, como la de As Coroas de Reigosa tóricos fundamentales en la definición del país galle-
(Lugo, Arias Vilas, F., 1981). El caso de Rebordáns go, y las posibles interpretaciones iconológicas en el
que, por sus características y contexto, bien podría marco del proceso de construcción del cristianismo
pertenecer a un momento por definir entre los siglos hispánico, son razones más que sobradas para un
IV y VI, nos remite al proceso de antropomorfización incuestionable interés.
de las estelas funerarias en la tardoantiguedad galaica No obstante, y a pesares de que han sido objeto
que partiendo de una intensificación de la típica re- de estudio desde antiguo (Cf. esp. Chamoso Lamas,
420 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig. 4. Sarcófago de Modesta (Foto Museo de Pontevedra).

M. 1965 y 1972; Núñez, M. 1977 b; Schlunk, H. tan la decoración definida como «de doble estola».
1981; Fariña, F. y Suárez, J. 1989), seguimos sin tener Laudas características, sino exclusivas, del noroeste
una idea clara sobre su contextualización histórica y hispánico, para las que apenas existen informaciones
significado. Más aún, nos faltan los argumentos pre- seguras en cuanto a su adscripción cronológica. Si-
cisos para la solución de esas cuestiones básicas. tuación que ha llevado a la existencia de posturas
Circunstancia que ha motivado que este fenómeno enfrentadas en la investigación.
histórico, al tiempo que manifestación artística, se La lauda de Modesta ha destacado especialmen-
moviese siempre en la ambigüedad de los grandes te por ofrecer dos elementos que pueden ayudar a la
trazos interpretativos y, como consecuencia, sopor- posible localización temporal de este tipo de piezas,
tara soluciones distintas y, a veces, contrapuestas o al menos de parte de ellas. En primer lugar la ins-
(Ferreira de Almeida C. A. 1979). Ante esta situación cripción, cuyas características tanto formales como
es nuestro propósito avanzar en el estudio concreto de contenido han llevado a varios autores a propo-
y detallado de alguno de los conjuntos de laudas ner fechas en torno al siglo VI, algo anterior a otra
conocidos, asumiendo el reto de replantear las con- de las pocas laudas de este tipo con inscripción: la
diciones de su aparición en dos yacimientos claves, de Ermegonda, cuyo epígrafe la sitúa en el año 614.
y así lo ha entendido reiteradamente la investigación En segundo lugar hemos de tomar en cuenta la pre-
al respecto (p. e. Núñez, M. op. cit.), para intentar sencia de símbolos grabados en la superficie de la pie-
aportar alguna luz sobre la cuestión. za, algunos identificables: cruz, esvástica, y otros de
significado desconocido: círculos. Algo más abundan-
te que las inscripciones, la presencia de símbolos
A. EL PUNTO DE PARTIDA: UN ABIGARRADO MUNDO asociados a las laudas de «doble estola» es un tema,
ICONOGRÁFICO Y SIMBÓLICO sin embargo, apenas tenido en cuenta. Ejemplos bien
conocidos, alguno de los cuales trataremos de manera
Dentro del complejo y diverso marco de las lau- específica, como Seira, Santa Mariña de Augas San-
das «de doble estola», el primer ejemplo a tratar es tas, Ouvigo y otros, nos hablan de la importancia de
el de la lauda de Modesta. Estamos ante una pieza esta variante y de su posible significado. Símbolos
ampliamente conocida y tratada en la bibliografía que, por su forma y asociaciones, remiten al mundo
sobre los hábitos funerarios y manifestaciones artís- galaico-romano tardío, más que al propiamente me-
ticas de la Galicia tardoantigua y altomedieval. La dieval, pues muchos de ellos ya aparecen en estelas
relativa antigüedad de su hallazgo y la presencia en funerarias y aras votivas fechables en el siglo IV;
ella de inscripción, unido al hecho de formar parte mientras otros a posibles símbolos de un cristianis-
de las colecciones de un Museo que fue también un mo primitivo que en su inestabilidad dogmática tam-
centro de investigación clave para Galicia durante bién impulsaba la variedad formal en el ritual y sus
buena parte del siglo XX, ha hecho que la lápida de expresiones materiales.
Modesta sea un referente inevitable, especialmente Un ejemplo muy diferente es el de la lauda de San
a la hora de tratar las laudas sepulcrales que presen- Pedro de Seira (Padrón, Coruña). Considerada como
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 421

Fig. 5. Tampa sepulcral de S. Pedro de Seira (Padrón, Coruña. Foto V. Caramés).

lápida sepulcral con decoración de doble estola, por centrado en el s. IV (Schattner, Th., Suárez, J. y Koch,
el motivo central que articula la decoración de la cara M., 2006). En definitiva, la lauda de Seira parece
superior de la pieza, presenta características que la inscribirse en un complejo mundo en el que van a
particularizan notablemente dentro de ese tipo de redefinirse las formas galaicorromanas debido a la
laudas (Chamoso Lamas, M. 1965; Monteagudo, L. implantación de nuevas creencias como el cristianis-
1965). En primer lugar, el importante grosor que le mo, así como nuevos hábitos funerarios, litúrgicos
otorga una configuración prismática y que contras- etc., en un cambiante marco cultural: desaparición del
ta, sin embargo, con la escasa longitud y anchura - Imperio romano, presencia germánica, un posible
tanto que la pieza se sostiene en posición vertical sin
dificultad. En segundo lugar, la presencia de una
inscripción ilegible que a diferencia de los otros ca-
sos conocidos de asociación entre doble estola e ins-
cripción, como el de Modesta (Pontevedra) o la de
S. Pedro de Viñal (Ourense), parece formar parte de
la decoración pues se presenta claramente integrada
en ella, tanto formal como técnicamente. En tercer
lugar, y de manera destacada, por la proyección de
la decoración-inscripción hacia los laterales de la
pieza, donde encontramos una abigarrada y compleja
acumulación de signos de carácter simbólico y lec-
tura actualmente imposible.
La presencia de símbolos más o menos identifi-
cables también se reconoce en alguna otra lauda, pero
muy distintos aparentemente a los de Seira. Otra
posible vía de comprensión para los de Seira apunta
ya a mundos distintos al de las laudas e incluso al
funerario en general. Nos referimos a la estela-pilar
de Santa María de Tarañes (Ponga, Asturias), qui-
zás un ara con una decoración a base de una pseu-
doescritura, sino escritura críptica, pero con motivos
que recuerdan a estelas funerarias tardorromanas
galaicas (Maya González; J. y Álvarez Arza, L. R.,
2001), como la de Troitosende (A Estrada, Ponteve-
dra; Vázquez Varela, J. M., 1980); mientras que en
lo formal remite a piezas del santuario galaico-roma-
no tardío de O Facho, donde también encontramos
algún paralelo para los extraños símbolos de Seira:
ara anepígrafe con una simbología técnica y formal-
mente similar a la que aparece en los laterales de Seira
(Suárez Otero, J., 2004c), que con otras similares
Fig. 6. Ara votiva del santuario de O Facho
conforma un grupo piezas tardío y posiblemente vin- (O Hio, Cangas, Pontevedra) (Foto
culado a un proceso de cristianización de un santuario Instituto Arqueológico Alemán).
422 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

revival prerromano, etc. Un marco que arrancaría del


siglo V, para desarrollarse en los siglos inmediatamen-
te posteriores.
Muy próxima geográficamente a la anterior, pero
abriendo nuevas perspectivas a la interpretación ico-
nográfica, está la lauda sepulcral de Cruces (Padrón,
A Coruña). Lápida sepulcral con decoración de do-
ble estola y atributos antropomorfos (Chamoso La-
mas, M. 1971). De factura irregular, fue hallada en
la iglesia parroquial de Cruces, no muy lejos de Iria
Flavia, y presenta algunas particularidades que la
hacen significativa. Una de ellas es su grosor en re-
lación a un tamaño reducido, que hace pensar en el
enterramiento de un adolescente, un hecho que, por
otra parte, ya ha sido constatado en este tipo de lá-
pidas. Más interesante resultan los rasgos que dan
carácter antropomorfo a la representación, pues in-
cide en la inestabilidad iconográfica que los temas
decorativos, «doble estola» y antropomorfo, presen- Fig. 7. Fragmento de lauda sepulcral de Ouvigo (Blancos,
Ourense, Foto Museo Arqueológico Provincial de Ourense).
tan a lo largo de su existencia: en muchas ocasiones
el motivo descrito anteriormente y llamado de ma-
nera puramente descriptiva «de doble estola» apare- fragmento de una lauda sepulcral, con tendencia a
ce con rasgos que lo convierten en una figura humana, doble vertiente y probable configuración subrectan-
como una representación esquemática de cabeza, pies gular, que destaca por su rico repertorio iconográfi-
y manos en el remate de las líneas que van hacia los co en bajorrelieve. Lo conservado corresponde al
extremos de la lauda. En este caso se continuó la línea extremo superior y presenta una decoración a base
central hacia los bordes de la lápida, pero sin una de una estrecha banda recta, dispuesta longitudinal-
clara indicación de cabeza en ninguno de ellos, algo mente y con remate ensanchado, cruzada por otro de
que ocurre en otras piezas y no parece ser más que similar realización y configuración en forma de «U».
un desarrollo de las posibilidades del motivo enten- Este motivo principal, interpretable como represen-
dido como decoración. Donde se ve de manera más tación antropomorfa de carácter muy simple, está
expresiva esa antropomorfización es en la figuración acompañado por otras figuraciones de más difícil
de unas grandes manos en el centro de la composi- definición, situadas a ambos lados de la anterior. Cabe
ción, en una disposición que recuerda a la propia de pensar en antropomorfos de semejante caracterización
un cadáver enterrado en posición extendida y decú- pero de mucho menor tamaño, quizás formando es-
bito supino. La impresión que se obtiene es que la cenas, y posibles motivos de índole simbólica. Al
simplificación extrema del antropomorfo que podría parecer se encontraba reaprovechada como parte de
estar en el motivo de la doble estola deriva en una la cubierta de una tumba de losas verticales integra-
incapacidad de entenderla como tal por parte del da en la necrópolis de Ouvigo, camposanto que cons-
espectador. Para corregir ese distanciamiento, o sim- tituye une de los principales componentes de ese
plemente reinterpretar esa abstracción quizá por con- complejo lugar arqueológico, nucleado estructural-
taminación de las laudas con decoración antropomorfa mente por un edificio que se supone cultual y con-
clara, se colocan las manos tal y como las tendría el ceptuado culturalmente por una rica y variada ergo-
cadáver al que debería hacer alusión la representa- logía, que va, desde lo «tardorromano» hasta lo
ción: el alma del difunto en actitud de orante, un tema «bajomedieval». La falta de una estratigrafía que
típicamente paleocristiano, como aparece reflejado en posibilite una lectura evolutiva de ese amplio mar-
laudas realizadas en mosaico, que en estas laudas co histórico-cultural, junto con el desplazamiento de
tendría una versión sumamente abstracta. su lugar original, dificultan la adscripción cultural y
Más allá de la doble estola, las inscripciones o las la datación precisa de la pieza que comentamos. No
representaciones simbólicas, están unas laudas que obstante, las características de la necrópolis apuntan
parecen incorporar conjuntos figurativos, sino verda- a los siglos IX a XI, lo que vendría refrendado por la
deras escenas. La más conocida es la Lauda de Ouvi- única inscripción a ella asociada: «lauda de Begica»,
go (Blancos, Ourense). Se trata en realidad de un de comienzos del siglo X (907). También el hecho de
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 423

que la mayor parte de la cerámica de Ouvigo corres- estamos ante un sitio clave para la comprensión de
ponda a momentos posteriores al s. XI habla de un problemas tan relevantes como el proceso de roma-
abandono de la necrópolis a fines de dicha centuria nización, el tránsito entre la tardorromanidad y el
o en fechas próximas. mundo medieval, o la formación del fenómeno jaco-
La lectura temporal propuesta para el contexto beo. Una de las partes más importantes de este ya-
lleva a pensar que la lauda de Ouvigo tenga una cro- cimiento es el espacio que actualmente ocupa el ce-
nología del siglo IX, quizás del VIII, en corresponden- menterio de Adina, cuya riqueza fue puesta de
cia con los inicios de la necrópolis, como parece in- manifiesto por una serie de intervenciones a cargo de
dicar su reaprovechamiento dentro de la misma. Esta Manuel Chamoso, con unos resultados que definen
última consideración obliga, sin embargo, a plantear un amplio horizonte altomedieval con importante
otra posibilidad, la cual supondría la pertenencia de presencia de sarcófagos monolíticos y, generalmen-
esta lauda a expresiones funerarias más antiguas, bien te asociadas a ellos, cubiertas con decoración «de
a una necrópolis anterior, bien, en el caso de no existir doble estola».
solución de continuidad, a un origen más remoto de Si bien el registro arqueológico de la antigua Iria
la mencionada. En fechas, y partiendo de las esca- Flavia no parece aportar ningún referente definitivo
sas informaciones del registro arqueológico, nos si- para la cronología de las «laudas de estola», más allá
tuaríamos entre finales del siglo IV el principios del de constatar su posición controvertida en los distin-
siguiente y el siglo VIII. Si esta cronología antigua es tos horizontes funerarios medievales, sí ofrece, en
la correcta, y más si existiera solución de continui- cambio, un amplio repertorio de este tipo de cubier-
dad entre ambos conjuntos funerarios, hay que inter- tas, cuyas variaciones deben ser objeto de análisis
pretar la fragmentación y el reaprovechamiento de la detenido. La importancia de dicho análisis se cons-
pieza como expresión de una posible ruptura en lo tata en la posibilidad de proponer una lectura crono-
conceptual a lo largo del margen temporal, del siglo lógica y cultural para una parte representativa de esa
V al IX, que las anteriores consideraciones dejaron para iconografía. El paradigma lo encontramos en la se-
la datación de la presente pieza. La lauda de Ouvi- rie de laudas de configuración más cuidada, al tiempo
go presenta dos características a tener en cuenta de que homogénea, que parecen definir un posible ta-
cara a su comprensión dentro de la evolución del ller, característico de este centro clave para la Gali-
motivo de la «doble estola». Una es su esquematis- cia altomedieval, pero homologable a algunos hallaz-
mo, que podría llevar a un momento avanzado de la gos de áreas inmediatas, especialmente Compostela.
mencionada evolución estilística. La otra es la pre- Se trata de tampas de buena ejecución: regularidad
sencia de un repertorio icónico enriquecido con los en la configuración y la decoración; con una tenden-
temas y los símbolos añadidos a la «orante», lo que cia a repetir un mismo esquema: forma trapezoidal
inscribiría la pieza en un subgrupo de laudas con regular con tendencia a la configuración en doble
dicha complejidad figurativa. El hecho de contar sólo bisel o, en su defecto, al ensanchamiento central. La
con otra lauda, aparecida en Santa Mariña de Aguas decoración presenta el motivo de doble estola reali-
Santas, para la configuración de esa variación taxo- zado con bandas estrechas rectangulares bien ejecu-
nómica, no impide proponer cualquier valoración tadas y dispuestas siguiendo la configuración de la
cronológica de la misma. Quizás la presencia de sím- tapa: en las aristas de una configuración a dos aguas;
bolos que van a ser comunes en tampas de los siglos o en semejante disposición sobre una superficie con-
IX y X hable de la posición tardía de un grupo que cabe vexa de lados menores rebajados: banda única, lis-
denominar «Ouvigo- Santa Mariña de Aguas Santas». tel el doble listel en el centro, que se divide en dos
para alcanzar los ángulos del trapecio.
La variación se encuentra en los aditamentos a esa
B. LA «DOBLE ESTOLA» ENTRE LA CONTINUIDAD decoración, a la que hay que añadir la característica
Y EL CAMBIO: IRIA COMO PARADIGMA de rematar esas bandas o filetes en pequeños círcu-
los, que pasan a completar en los extremos tanto
El yacimiento arqueológico de Iria Flavia (Padrón, inferior como superior de la tampa ese motivo deco-
A Coruña) no precisa a estas alturas de la investiga- rativo. Así, en unas ocasiones la figura conseguida se
ción arqueológica en Galicia de una detallada presen- complementa con una prolongación de la banda cen-
tación, ni mucho menos de la reivindicación de su tral en el lado mayor del trapecio con terminación en
importancia para el conocimiento de la historia de un círculo semejante a los anteriores, pero de mayores
Galicia. La documentación, por un lado, y los trabajos dimensiones; mientras que otros casos ese comple-
arqueológicos ya realizados, por otro, demuestran que mento es sustituido por una cruz grabada de lados
424 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig. 8. Excavaciones en el cementerio de Adina (Iria, Padrón, A Coruña).

iguales, que se acompaña de otra semejante en el representación sucinta de manos y pies en una figu-
extremo opuesto de la lauda y, en ocasiones de al- ra humana, carecen de sentido en unos listeles deco-
gún motivo difícil de identificar. No cabe duda que rativos que, como ocurre en casos semejantes tanto
los círculos de los extremos adquieren sentido cuando de la propia Iria como de Compostela, deberían ter-
están acompañados de la prolongación de la banda minar como tales en los ángulos.
central con remate también circular, dado que no es La interpretación posible de esta situación nos
difícil interpretar iconográficamente la figuración lleva a que, dentro de una misma tradición, el formu-
resultante como una esquematización de la figura lismo en la realización de sarcófagos sufra un cam-
humana: estaríamos ante una esquematización del bio en la concepción del hecho funerario que suponga
conocido tema de «la orante», tal y como ya fue in- la desaparición de la representación humana como
terpretado por los distintos autores que trataron este motivo central. Esto conllevaría a que se elimine lo
tema. Pero esos círculos carecen de sentido al supri- esencial iconográficamente en dicha representación:
mir lo que correspondería a la cabeza de esa figura la cabeza; pero no unas expresiones de pies y manos
humana, más si atendemos a que el motivo nuevo, la tan sucintas que puedan devenir en un mero aditamen-
cruz, está logrado mediante una técnica distinta: la to decorativo, y que como tales resultan ajenas al
incisión. En consecuencia, frente a un bajorrelieve en cambio. Esto implica la posterioridad del tema de la
forma de figura humana muy esquematizada, encon- cruz al tema de la orante, pues los muñones que
tramos un motivo semejante que sólo parece fragmen- significan pies y manos en un caso, carecen de sig-
tar la tampa en espacios distintos, al tiempo que aquél nificado e incluso correlación técnica —relieve vs.
que ocupaba el elemento clave en la expresión de la grabado— en el otro; su persistencia ha de enmar-
figura humana, pasa a acoger un símbolo propio del carse en la perduración del tema de la estola como
hecho funerario cristiano, pero ajeno a esa otra ico- rasgo de tradición de taller, aunque ya desprovista de
nografía. Asistimos a una ruptura iconológica sobre aparentes implicaciones iconológicas. El problema
un esquema iconográfico básico: el motivo en forma surge ante la cuestión de la cronología de este cam-
de «doble estola». Si los círculos angulares eran una bio, ahora que ya sabemos que el registro arqueoló-
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 425

ner una cierta anterioridad para las laudas de Iria.


Otros ejemplos de este tipo son el sarcófago de San
Wintila o el de Begica, ambos en la actual provincia
de Ourense. En consecuencia, las laudas de Iria con
presencia del tema de la cruz corresponderían a un
lapsus de tiempo que situaríamos de mediados del
siglo IX, inclusión de la cruz, a mediados del siglo X:
cambios en la iconografía de este tipo de laudas que
abandonan definitivamente el carácter antropomorfo
y recuperan la inclusión de la epigrafía. Esto signi-
fica que el tema de la figura humana esquemática, o
si se quiere de «la orante», es necesariamente ante-
rior a la primera de esas dos fechas, pero también que
pervive hasta la misma. En conclusión, los datos y la
reflexión expuestos prueban dos hechos, la antigüe-
dad de un tema al que siempre se le atribuyó una rai-
gambre paleocristiana, pero también su perduración
hasta momentos de plena Alta Edad Media.

Fig. 9. Necrópolis de Iria.


Tampa con «de doble estola» (Detalle). III. UNA CUESTIÓN CLAVE:
EL LOCUS SANCTUS IACOBI

gico resulta ineficaz a la hora de afrontar esta pro- A lo largo de los últimos años hemos venido ha-
blemática. ciendo una relectura de los restos arqueológicos que
Existen dos factores, también de carácter icono- hablan de los primeros tiempos de Compostela. Una
gráfico, que pueden arrojar luz a esta cuestión. El tarea que se presentaba como necesaria para inten-
primero es el de la posibilidad de identificar esa cruz tar entender qué fue y qué significó el «Locus Sanctus
con la cruz asturiana de lados iguales que aparece, Iacobi», origen de la actual Santiago de Composte-
también en la cabeza de la tampa, en una lauda para la, pues los resultados de las excavaciones efectua-
la que tenemos una fecha, como es la del obispo de das en la basílica compostelana permanecían en buena
Iria, Teodomiro, encontrada en la basílica composte- medida desconocidos o, simplemente, habían sido
lana. Si esta fecha es correcta, situaría la aparición de dados ya por interpretados, confundiendo realidad
este motivo en contexto funerario ya a mediados del arqueológica objetiva con interpretación histórica. El
siglo IX. La continuidad de este motivo a través de una resultado, una información parcial tanto en los con-
expresión más modesta en las laudas epigráficas com- tenidos, como en las interpretaciones, que apenas fue
postelanas de esa centuria y la siguiente, avalaría la tenida en cuenta más allá del ámbito estricto de los
datación propuesta y un posible paralelismo con las estudios jacobeos (Suárez Otero, J., 1998 y 2007). La
laudas irienses con cruz, entendidas también como consecuencia, la marcada separación entre investiga-
una derivación de la de Teodomiro. Así el año 847 ción arqueológica e investigación jacobea y en la que
podría funcionar como fecha post quem para las lau- predomina una apropiación de la información arqueo-
das con cruz y ante quem para aquellas con represen- lógica por parte de la historia e historiad del arte, a
tación esquemática de la orante. Otro hecho funda- pesar de la ya importante participación de arqueólo-
mental es la existencia de laudas de gran semejanza gos especializados en los temas y épocas implicadas,
a las de Iria en su factura e iconografía, pero que V.gr. Th. Hauschild (1992), A. Arbeiter (1997) o A.
añaden la presencia de epigrafía. El ejemplo más claro Arbeiter, y S. Noack- Haley (1999)1.
y próximo a Iria es la lauda de Argivito (Agolada,
1
Pontevedra; Rivas Fernández, X. C., 1985 /86). La Esos trabajos fueron realizados en el contexto de la direc-
ción de la última gran intervención arqueológica realizada en
inscripción presente en esta pieza nos sitúa en los la Catedral de Santiago: excavaciones en el patio del Claus-
inicios del siglo X, pero tanto la epigrafía como la tro (1991-1992), y de diez años como arqueólogo y conserva-
presencia de elementos iconográficos nuevos que dor en la catedral. Unos trabajos que fueron posibles gracias
al apoyo de D. Alejandro Barral Iglesias, canónigo responsa-
parecen tener éxito en dicha centuria, como el motivo ble del Patrimonio y el Museo catedralicios, el Cabildo de la
de los semicírculos en la cabecera, nos hacen propo- catedral y la Fundación Pedro Barrié de la Maza.
426 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

A. LOS PRECEDENTES mera etapa de estructuras. A los restos, al menos en


parte, del mausoleo, sólo tenemos segura la atribu-
Uno de los apartados más controvertidos en cuanto ción de un pozo en la actual plaza de A Quintana, en
al origen de Santiago fue, sin duda, las posibles cuyos estratos más profundos aparecieron fragmen-
manifestaciones de época galaicorromana. Necesarios tos in situ de producciones antiguas de terra sigillata
para justificar la presencia de un mausoleo funera- hispanica y cerámicas comunes. Otra posible atribu-
rio de ese momento, fueron sobrevalorados por la ción son algunas de las estructuras halladas bajo el
mayor parte de los investigadores jacobeos y casi brazo sur del crucero de la catedral, aunque en o al-
obviados por la arqueología oficial. La realidad es que gunos de los sillares reaprovechados en construccio-
esos restos sí existen, pero tienen una entidad y sig- nes altomedievales o en los cimientos de la posterior
nificación algo distinta de las que se vienen propo- catedral románica (Suárez Otero, J., 1997).
niendo. Así, los restos romanos constatados, que se Finalmente, este poblado parece haber sido aban-
materializan fundamentalmente en elementos de la donado y, en un proceso muy común en Galicia, el
cultura material más que en otros de tipo estructu- lugar pasa a tener un uso exclusivamente funerario.
ral que sufrieron la larga y compleja ocupación hu- Se trataría ahora de una necrópolis que, aun ocupando
mana del lugar, certifican la existencia de un pobla- un espacio similar a la que le precede, expresa una
do fundado en la segunda mitad del siglo I d.C. Un modificación sustancial en el hábitat, al tiempo que
poblado de pequeñas dimensiones, pero cierta rele- recoge ya los cambios que se habían producido tan-
vancia, si atendemos a la dispersión y características to en el ritual funerario como en las creencias reli-
de los restos conservados, y que fue creado muy giosas. Las tumbas, ahora de inhumación extendida
posiblemente en relación a los cambios que a fines y rito aparentemente cristiano se expanden a partir
del siglo I se producen en la Gallaecia y que lleva- del siglo V por buena parte de la ladera en la que se
rán a su definitiva romanización. La significación asentaba el antiguo poblado. Desconocemos con
concreta de este pequeño enclave resulta difícil de exactitud cuando habría sido abandonado el lugar
definir de momento, aunque ya parece clara su vin- definitivamente, para transformarse en aquel bosque
culación a la red de comunicación viaria estableci- donde a principios del siglo IX arrancará el culto a
da por el Imperio. Una mansio viaria llamada Asse- Santiago, pero esto presupone que ese abandono afec-
conia ubicada en la vía XIX que iba de Braga a Astorga taría especialmente al siglo VIII.
pasando por Lugo podría ser una identificación pro-
bable (López Alsina, F. 1986). Pero no debemos ol-
vidar otras alternativas más difíciles de contrastar, B. EL PUNTO DE PARTIDA
como el ser un punto de enlace de vías secundarias
en la articulación del territorio de la Gallacia noro- Los estudios realizados hasta ahora hicieron hin-
occidental, o funciones religiosas y/o de otro tipo en capié sobre todo en las circunstancias que, según la
el proceso de asimilación de dicho territorio a la información escrita conservada, rodearon al descu-
nueva realidad política e cultural. brimiento del Mausoleo Apostólico. Destaca la idea
La relevancia del papel jugado por ese pequeño de lugar apartado y abandonado, hasta el punto de
enclave viene señalada principalmente por haber sido haber sido escogido por un anacoreta, en una de esas
ocupado por gente que manifiesta una total asimila- típicas manifestaciones del monaquismo gallego del
ción a la cultura romana. Consumen los productos momento; o la imagen de un bosque donde emergie-
propios de esa cultura, pareciendo incluso rechazar ron los restos de un antiguo mausoleo funerario, al
los relacionados con las tradiciones locales: predo- que se rescató del olvido, pero también de la ruina
minio de las cerámicas de lujo y comunes romanas y el ocultamiento. Lo que ya no expresa esa docu-
frente a la alfarería de tradición indígena; implantan mentación es, sin embargo, cuáles son las condicio-
cultos del panteón romano: ara a Júpiter; y se entie- nes concretas de ese espacio en el que se iba a edi-
rran al estilo romano, con el mausoleo apostólico y ficar el culto jacobeo. Así, las imágenes expresadas
la lápida funeraria de San Paio de Antealtares como parecen estar matizadas por los restos arqueológicos,
mejores expresiones de la caracterización que esta- que indican que el mausoleo no estaba aislado sino
mos proponiendo, pero no las únicas. La perduración que formaba parte no solo de un antiguo cementerio
de este enclave parece atestiguada hasta el siglo V d.C. abandonado, sino también de un conjunto de restos
A alguna estela funeraria de carácter tardío, hemos de construcciones del enclave romano que allí había
de sumar monedas y cerámicas fechables en los si- existido. Aislamiento al que relativiza también la
glos III-IV. Más difícil resulta la atribución a esta pri- existencia, según las fuentes escritas, en las inmedia-
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 427

ciones de una pequeña iglesia, la de S. Fiz de Solo- ahora sede episcopal, y con una clara finalidad reli-
vios, a la que cabe vincular una población rural dis- giosa, aunque más cultual que funeraria. Un renaci-
persa por los alrededores y heredera de aquella que miento sobre premisas ideológicas y también arqui-
se enterrara al lado del viejo mausoleo romano. Asis- tectónicas todavía afines al mundo tardoantiguo, pero
timos, en definitiva, a una evolución del hábitat en- ya inmersa en el nuevo ámbito histórico medieval. El
tre los siglos V y IX que nos llevará del primitivo po- germen no será la reconstrucción o nueva creación
blado al abrigo de una vía de comunicación de un poblado, ni el recomenzar de una necrópolis,
importante, y en conexión con el exterior a través de sino el establecimiento de una entidad cultual alre-
Iria Flavia y la desembocadura del Ulla, a unas pe- dedor de la tumba atribuida al Apóstol Santiago el
queñas comunidades rurales dispersas por los valles Mayor. Un santuario monástico martirial, tal y como
interiores de lo que será territorio de Amahía (López lo definen algunas de las más importantes fuentes
Alsina, F. 1988; Suárez Otero, J. y Caamaño, J. M., escritas y testimonian los problemáticos restos ar-
2003; Suárez Otero, J., 2003b). queológicos (Moralejo Álvarez, S., 1985; Suárez
La primera condición será la construcción de una Otero, J., 1999 y 2003b). La creación de una peque-
nueva realidad en torno a la ahora interpretada como ña congregación monástica encargada del cuidado y
«Tumba Apostólica» y su ubicación sobre las ruinas el culto del Mausoleo Apostólico que implica la exis-
de una realidad anterior. Hecho, este último, que tencia de un monasterio, con su iglesia y dependen-
implica la existencia de una serie de estructuras y cias, una iglesia específicamente dedicada al culto
restos materiales que van a participar en la definición apostólico, y un baptisterio. Un conjunto que estará
y construcción de los nuevos edificios: reaprovecha- articulado estructural y conceptualmente alrededor del
miento de estructuras y materiales constructivos; antiguo «mausoleo» que funcionará así como «me-
además de ofrecer unos terrenos ya acondicionados moria». A este conjunto básico van progresivamen-
para acoger necesidades tanto habitacionales como te añadiéndose construcciones que complementarán
funerarias: el abandono deterioró, pero no pudo des- las necesidades de un centro de estas características
truir siglos de intervención humana en la conforma- en un momento de máxima inseguridad, dado que la
ción del espacio. También en lo ideológico esas rui- frontera con el Al-Andalus todavía estaba próxima y,
nas reforzarían el papel y la importancia del edículo por otra parte, comenzaban a producirse las prime-
funerario descubierto, en tanto que expresión de la ras llegadas de los vikingos a las costas gallegas. Así,
riqueza del primitivo poblado. Mosaicos, restos ar- el hospital para pobres y peregrinos y el sistema
quitectónicos de materiales nobles y de cuidada fac- defensivo. Pero, también las primeras consecuencias
tura, etc., incidirían en la propia valoración que se de su existencia: el traslado de la curia episcopal de
haría de ese monumento funerario. Una segunda Iria y la aparición de los primeros pobladores al abri-
condición se deriva de los contenidos de las fuentes go del funcionamiento de un santuario, el Locus
cuando éstas recuerdan que, ante el descubrimiento Sancti Iacobi, que fue desde su inicio foco de pere-
del obispo Teodomiro, el rey Alfonso II decide fun- grinación.
dar y dotar un monasterio para atender al culto a la Una vez clarificadas las bases conceptuales sobre
Tumba del Apóstol. Una condición que no fue muy las que se construye el Locus tenemos que atender
tenida en cuenta por los investigadores que trataron a la conformación, al menos en lo que conocemos,
los orígenes del culto jacobeo, más atentos al papel de los elementos que lo configuraban. El primero
del obispo de Iria, importante desde el propio des- a tratar debe ser el propio mausoleo apostólico, por
cubrimiento y que crecerá hasta convertirse en pro- constituir el núcleo vertebrador de todo lo demás.
tagonista único, pero que no debe hacernos olvidar Una cuestión compleja a la que se dieron distintas so-
el contexto monasterial en el que surge el santuario luciones y que si aceptamos, basándonos en algunos
jacobeo. de los restos conservados, que el mausoleo se cons-
truye en la primera mitad del siglo II, tenemos que
asumir que su perduración hasta el siglo IX fue com-
C. LA CONSTRUCCIÓN DE UN SANTUARIO pleja y sufrió cuando menos una intervención a fi-
nes del siglo IV o comienzos del V y el abandono del
Después de años de abandono y olvido, el descu- siglo VIII, pero no podemos descartar otras inciden-
brimiento en torno al 830 del mausoleo y su atribu- cias a lo largo de tan amplio periodo de tiempo. El
ción apostólica, van a resucitar aquel viejo enclave problema se agrava si tenemos en cuenta que los
in cofinibus Amahia, que había tenido una importan- restos que hoy se conservan fueron redescubiertos por
cia relativa en la Antigüedad. De nuevo unido a Iria, A. López Ferreiro a fines del siglo XIX, y se trata
428 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig. 10. Excavaciones de A. López Ferreiro en la Cripta del Apóstol Santiago (1898):
Alzados (Archivo de la Catedral de Santiago).

justamente de restos, pues con la construcción del Los restos expresan el acondicionamiento de un
presbiterio de la catedral románica por el obispo espacio rectangular en un terreno en declive para
Gelmirez, en el 1105, se destruye una buena parte de acoger una arquitectura definida por un edificio
un mausoleo ya modificado por su reconstrucción cuadrado de dos niveles, aunque algunos autores le
parcial y readaptación a las basílicas prerrománicas. atribuyen hasta tres (Guerra Campos, J., 1982). Con-
Y tampoco podemos olvidar la intervención en el servamos los cimientos y la parte baja de esa arqui-
baldaquino gelmiriano por parte del obispo Fonseca tectura, en la que predomina la sillería a soga y ti-
II, a fines del siglo XV, y su sustitución por el actual zón en granito de buena calidad, aunque la fabrica
barroco. En fin, todo un largo y denso proceso de no es estrictamente homogénea: el lado occidental,
alteraciones de diverso tipo que hace difícil la recons- que soportaba de manera más acusada el desnivel del
trucción del edificio original (Suárez Otero, J., terreno, presenta una fábrica más tosca, mientras que
2004b). los otros tres resultan más homogéneos entre si, dando
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 429

Fig. 11. Reconstrucción virtual de la parte inferior del Mausoleo de Santiago (Suá-
rez Otero, J. 2011; Image © UCLA Board of Regents, Compostela 1211 Project).

a entender una apertura hacia oriente del edificio turas y estructura compleja, siempre teniendo como
original. Edificio que estaba dividido de este a oes- referencia mausoleos funerarios de otras áreas del
te en dos mitades separadas por un muro de mam- Imperio, V.gr. el conocido mausoleo de Fabara, Za-
postería. La oriental estaba rellena de tierra y sopor- ragoza (Millán González-Pardo, I., 1985, con todas
taba un suelo ocupado por un mosaico de motivos las hipótesis reconstructivas anteriores).
vegetales: es aquí donde los investigadores sitúan el Complejo resulta, también, el engarce de esa es-
sarcófago atribuido al Apóstol. La occidental tenía el tructura con los templos que atenderán el culto al
suelo algo más bajo y cubierto de losas cerámicas, apóstol, tanto el «martirial», como el monasterial,
y contenía dos nichos rectangulares de ladrillo, ado- motivo de múltiples acercamientos y constante polé-
sados a las paredes norte y sur de ese espacio, res- mica (Chamoso Lamas, M., 1967; Guerra Campos, J,
pectivamente. Bajo esos nichos se detectó la presencia 1982; Freire Camaniel, J., 2001; López Alsina, F.
de un nivel de suelo previo que indica más de un 1988; Suárez Otero, J., 2003ª), que en algún caso ha
momento en el uso de esta arquitectura, indicio de llegado a la negación de la existencia de uno de esas
la alteración en un momento por determinar no sólo dos iglesias (Bango Torviso, I., 2007). La clave po-
de la arquitectura, sino incluso de los contenidos de dría estar en los muros circundantes del mausoleo, que
la misma. Más problemática es la reconstrucción de supuestamente rodeaban tres de sus lados y, según
la parte superior de ese edificio, pues los únicos da-
tos de que disponemos son los textuales y estos re- 2
Las reconstrucciones virtuales de la Tumba y los edificios
sultan por lo general poco explícitos o confusos. Cabe altomedievales han sido realizadas en el Experiential Tecnolo-
gies Center (ETC) de La University of California, Los Angeles
pensar en un único nivel de factura simple y por (UCLA), dentro del proyecto «Real Time 3-D virtual reality
definir, aunque los autores que sostienen un origen model of the Romanesque stage of the cathedral of Santia-
romano y carácter sincrónico para los restos conser- go de Compostela». http://www.etc.ucla.edu/researh/projects/
compostela.htm (Dagenais, Jh.; López Alsina, F.; Suárez Ote-
vados, proponen un edificio tipo templo clásico o ro, J. and Williams, Jh. (2011); Suárez Otero, J. (2011); Dage-
similar sobre podium, o incluso le atribuyen dos al- nais, Jh.; Suárez, J.; Williams, Jh.; Zaharovits, I. (e.p.).
430 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig. 12. Reconstrucción del mausoleo y los muros circundantes en el contexto del presbiterio románico (Suárez Otero, J.
(2011), Image © UCLA Board of Regents, Compostela 1211 Project).

todos los autores, resultan contemporáneos al edifi- atender el culto a los restos del Apóstol fue manda-
cio central, sea este de época romana o altomedieval2. do construir por Alfonso II y se trataba de una igle-
En realidad solo existieron dos muros laterales con sia pequeña, de planta basilical y fábrica pobre, en
fábrica granítica a soga y tizón, que se disponen pa- la que tan sólo parecía destacar el dintel de la entrada
ralelos y a escasa distancia de los lados norte y sur del occidental —mencionado por los textos— y de la que
mausoleo. La falta de evidencias de muros de cierre apenas quedan restos: el umbral de ese acceso y el
al sur y norte del edificio central, induce a pensar que arranque de los muros colindantes; como tampoco
esos muros laterales sirvieron para incluir al antiguo quedan restos claros del baptisterio ubicado en sus
mausoleo en otra arquitectura de mayores dimensio- inmediaciones, salvo que reciban esa atribución en
nes y que se proyectaría al este y oeste del viejo edi- su totalidad o en parte los que hoy se vinculan a la
ficio, allí donde se dispondrían la iglesia monasterial etapa de Alfonso III. Conocemos mejor el edificio de
y la iglesia martirial, respectivamente; una integración esa etapa, que le sustituye y que, ante la necesidad
que estaría reforzada por el empedrado del pasillo que de salvar el desnivel existente en el terreno que cir-
se formó entre los mencionados muros. Otro hecho a cunda al mausoleo, se asentará sobre sus escombros.
destacar es la apertura al Este de ese edificio, pues Nos referimos a la iglesia mandada construir por
estaría en contradicción con su integración en la igle- Alfonso III y que se consagra en el año 899, según
sia martirial que se va a construir hacia el lado con- la documentación conservada (Díaz Bustamante, J.
trario, el occidental, mientras que sería más fácil su M. y López Pereira, E. 1990).
integración en la monasterial a la que se atribuye una Esa segunda iglesia consistía en un edificio de
localización oriental. planta basilical con una fábrica de mampostería con-
El primer templo dedicado de forma exclusiva a certada de esquisto, salvo en las esquinas donde se
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 431

Fig. 13. Excavaciones en la Catedral de Santiago de Compostela: restos de la basílica de Alfonso III
(Foto M. Chamoso Lamas).

utilizó la sillería de granito. Una arquitectura que sado en lo que afecta al presbiterio, situado encima de
acogía en su interior tres naves y una cabecera en la Tumba y a ca. 1 m sobre el nivel del aula de la igle-
forma de ábside rectangular en el que se situaba la sia, al que hemos de sumar la existencia de una tribuna
tumba apostólica. En el lado opuesto y configuran- abovedada de la que habla la documentación escrita,
do el frente occidental del edificio, donde iría la pero sin que conozcamos ubicación y características
entrada principal de la iglesia, nos encontramos con exactas. Este edificio presentaba en consecuencia un
un atrio porticado —nartex— de forma cuadrangu- alzado complejo, estructurado en distintos planos que
lar y definido por un gran arco en el frente y dos en servirían, sin embargo, para marcar la diferencia de
cada uno de sus lados. La planta se completaba con funciones de las distintas partes de la iglesia, en un
un habitáculo cuadrado abierto en el lado norte de la momento en el que la propia liturgia lo requeriría.
iglesia con funciones de baptisterio. Alzado que se definía cara el exterior por grandes
No debemos olvidar que la planta que acabamos muros de mampostería concertada de esquisto, refor-
de describir se asentaba en un terreno de ladera y que zada en las esquinas por sillares de granito, y con
por lo tanto tenía que salvar una importante pendiente. vanos de los que conservamos los arranques de los
A pesar del acondicionamiento del mismo mediante accesos al interior de la basílica: dos en el lado sur,
un proceso de aterrazamiento previo, las dimensiones otro en el norte, y el principal y de mayor tamaño en
del nuevo edificio hicieron necesaria la absorción de el oeste; así como también la parte superior de algu-
parte de la pendiente en la conformación del mismo. nas ventanas, que presentan remate en arco de herra-
Así cada una de sus partes estaba en un plano diferen- dura, en algún caso remarcado por un alfiz. Alzado,
ciado, por lo que el tránsito entre ellas necesitaba de en fin, que se remataba en una estructura de cierre no
dos o tres peldaños para salvar el desnivel; además, el abovedada sino con una estructura simple de madera
propio piso da basílica, hecho de cal, arena y cuarzo para sostener un tejado a dos aguas.
triturado, estaba ligeramente inclinado. Ese escalona- La Basílica de Alfonso III será el edificio que
miento del edificio tendría que ser especialmente acu- destruirá Almanzor en el 997 y que permanecerá en
432 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig. 14. Excavaciones en la catedral de Santiago de Compostela: baptisterio prerrománico (Foto M. Chamoso Lamas).

uso hasta su definitiva sustitución por la catedral ro- mármol, son de buena calidad, y ambos parecen si-
mánica en 1114. Además, es el edificio que refleja el tuar a la pieza en el contexto de los talleres emeriten-
creciente interés de la monarquía en el Locus y, al que ses de época hispanovisigótica (ca. s. VI). Se trata, en
el obispo de Iria hace convertirá en el precedente de definitiva, de partes estructurales y/o decorativas de
la actual catedral. Uno de los hechos más significa- una rica arquitectura que evidencia una formación
tivos de la segunda basílica compostelana es la orna- tardoantigua, al tiempo que una proyección en lo his-
mentación con importantes restos de edificios anti- pano-visigótico, existente en un importante núcleo
guos trasladados por mandato de Alfonso III del área poblacional ubicado en el área de influjo emeritense.
emeritense (Sánchez Albornoz, C., 1985), y que en No sería tampoco descartable que aquellos viejos
estos momentos podemos vincular al enclave roma- edificios, a los que se refiere las versiones largas del
no existente en el lugar de la actual Coria (Cáceres) Acta de Consagración, fuesen en realidad un edificio
(López Pereira, J. E., 1993). Se trata de las columnas religioso y en su traslado existiesen connotaciones
marmóreas mencionadas en las versiones largas del ideológicas más allá de lo cultual, como podría ser la
Acta de Consagración y de las que conservamos a respuesta a los spolia que Abderraman II había uti-
penas pequeños fragmentos hallados por M. Chamoso lizado en la mezquita de Córdoba y algunos de los
en las excavaciones del subsuelo de la Basílica com- cuales parecen provenir también de Mérida o su área
postelana. Restos a los que hay que sumar la presen- de influencia (Peña Jurado, A., 2010).
cia también de fragmentos de placas decorativas, En consecuencia, la basílica compostelana sería
como los restos de una placa que presentaba una un reflejo, pero también un instrumento en el con-
decoración vegetal, aunque con tendencia a la geome- flicto entre los dos poderes peninsulares por la he-
trización, a base de hojas de acanto separadas por rencia hispanorromana. Una interpretación en la que
filetes en torno a una roseta inscrita en un círculo, y también redundaría el carácter arcaizante y diferen-
hacia el borde un motivo tipo venera o similar. Tan- te a lo asturiano de la basílica compostelana. Dife-
to la técnica, talla a bisel, como la materia prima, rencia que no se debería tanto a los problemas ge-
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 433

Fig. 15. Fragmento de capitel y restos de placa decorativa: iglesia de Alfonso III
(Foto Gerardo Gil).

Fig. 16. Locus Santus Iacobi: reconstrucción de las iglesias prerrománicas a partir de la planimetría de las excavaciones de
M. Chamoso Lamas (Dagenais, Jh.; López Alsina, F.; Suárez Otero, J. and Williams, Jh. (2011), Image © UCLA Board of
Regents, Compostela 1211 Project).
434 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

Fig. 17. Locus Santus Iacobi: reconstrucción virtual: iglesia de Alfonso III, Mausoleo e iglesia monasterial de Antealtares, a la
izquierda iglesia románica de Santa María de la Corticela (Dagenais, Jh.; López Alsina, F.; Suárez Otero, J. and Williams,
Jh. (2011), Image © UCLA Board of Regents, Compostela 1211 Project).

nerados por la necesidad de integrar el Mausoleo o San Paio de Antealtares). Una iglesia ligada también
aspectos más contingentes, para revelarse como pro- de una manera directa en lo constructivo al Mauso-
ducto de un programa consciente de recuperación y leo Apostólico, pero con una más fácil integración con
reivindicación del pasado a través de su reutilización él mismo, por disponerse en un espacio de desnivel
en el santuario apostólico, si no en la propia confi- menos acusado y conectar con el lado abierto del
guración del mismo. Reivindicación del pasado, pero viejo edificio, no tuvo la misma suerte que esta última
también transformación del mismo en una solución y hoy apenas contamos con referencias documenta-
de marcada peculiaridad, dicotomía y singularidad les o arqueológicas que nos permitan conocerlo. El
que acompañara al templo compostelano a lo largo desplazamiento paulatino de los monjes por parte del
de toda su historia, y que a fines del siglo IX origina obispo de Iria, de lo que nos habla particularmente el
una arquitectura que más que remedar la asturiana documento de 1076 conocido como Concordia de
coincide o prefigura aquella que viene siendo deno- Antealtares y la posterior eliminación física de sus
minada como mozárabe. Una propuesta aún hipoté- edificios por la construcción da gran catedral romá-
tica pero a la que no sería ajeno los arcos de herra- nica (López Alsina, F. 1988 y 1995), reducen nues-
dura de los vanos o la posibilidad de que esa solución tras consideraciones a apenas algún aspecto claro:
se utilizase también en las arcadas del acceso prin- integración de todas las arquitecturas en un únicum
cipal a la iglesia. y buena calidad de fábrica de la iglesia monasterial,
A pesar de la relevancia de a basílica de Alfonso con unos restos, presentes en las cimentaciones de la
III, no debemos olvidar que antes existía otro edifi- cabecera de la basílica románica, similares a los co-
cio cuando menos de la misma importancia: el mo- rrespondientes a la basílica de Alfonso III, pero que
nasterio de San Pedro de Antealtares (posteriormente cabe atribuir a la iglesia inicial, de tiempos de Alfonso
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 435

II, pues no tenemos noticias de cambios en la iglesia


monasterial desde su origen hasta su definitiva des-
trucción a fines del s. XI. Una hipotética reconstruc-
ción de forma y tamaño podría hacerse a partir de la
actual capilla del Salvador en el extremo de la cabe-
cera románica, por su disposición y por contener una
de las dedicaciones atribuidas a la antigua iglesia
monasterial, obteniéndose una planta basílical, con el
mausoleo a los pies, lo que cerraría el lado occiden-
tal y obligaría a disponer el acceso principal por un
lateral del aula, quedando la incógnita de cómo se
resolvería la cabecera. En consecuencia, la iglesia más
importante en el momento que se constituye el san-
tuario, ubicada en el lugar más lógico en relación al
antiguo mausoleo, a la que la iglesia martirial, o me-
jor, episcopal intentará imitar e incluso superar, con
la intención, posteriormente lograda, de sustituirla en
el control del culto al Apóstol.
Alrededor de esas arquitecturas surge desde la
misma fundación del santuario un cementerio que
acogerá a los monjes, a la población del entorno in-
mediato, particularmente de los pequeños núcleos que
se forman al abrigo del santuario y que serán el ger-
men de la futura ciudad de Compostela, y también
Fig. 18. Necrópolis altomedieval nivel intermedio. Grupo
de sarcófagos reutilizados en época altomedieval (Foto a los primeros peregrinos. Necrópolis que persistirá
M. Chamoso). hasta la construcción de la catedral románica, que por

Fig. 19. Vista del recinto fortificado del Locus Sanctus Iacobi (muralla en gris y foso en azul) en relación a la catedral
románica y el entramado urbano actual.
436 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

sus grandes dimensiones invadirá su espacio despla- D. EL LOCUS: LA INTERPRETACIÓN DE UN HECHO


zándola para el que ocupa la actual plaza de A Quin- EXCEPCIONAL
tana. Dado que nos hemos referido a él abundante-
mente en los anteriores apartados, nos limitaremos El primer problema que plantea el descubrimiento
ahora a señalar sus características más destacadas. de la tumba y su conversión en lugar de culto es el
Así, el tipo de enterramiento es de inhumación ex- del modelo que sirve de referente para la solución a
tendida y sin ajuar, típico del ritual cristiano, sobre adoptar. Hasta ahora la investigación dirigió su vis-
unas tumbas muy sencillas y de escasa variedad for- ta hacia aquellos centros cuya relación con el Locus
mal. Predominan las tumbas hechas con lajas hinca- Sancti Iacobi parecía evidente. En primer lugar apa-
das o muretes de piedra cubiertas por lajas del mis- rece Roma, como creadora de una imagen referente
mo material, a su lado algunas más elaboradas con para la cristiandad occidental y sede, además, de las
muros de ladrillos reaprovechados, o las excavadas tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, motivadoras
en la roca existente bajo el terreno en el que se asienta también de un flujo peregrinatorio, que en este caso
la necrópolis. Mención aparte son los grandes sarcó- se constata ya en la tardoantigüedad. Fueron funda-
fagos de granito, restos de un viejo cementerio aho- mentalmente los autores eclesiásticos, como López
ra reaprovechados en nuevos enterramientos que ca- Ferreiro (1898) o Guerra Campos (1982), quienes más
recen del significado que tenían originalmente. Una decididamente apostaron por este modelo, que debe
función que ahora estará expresada en los enterra- considerarse para los aspectos de definición del culto
mientos de cubiertas pétreas con inscripciones, aun- y atendiendo a las primitivas basílicas martiriales de
que mayoritariamente cubran sencillas tumbas de S. Pedro y S. Juan de Letrán, sin que debamos olvi-
lajas o excavadas en el subsuelo rocoso, pero situa- dar tampoco S. Pablo Extramuros y S. Sebastián, pero
das inmediatas a los muros de la iglesia martirial; en resulta difícil de utilizar para la formación del pri-
este grupo destaca, por su calidad, la lauda del obispo mitivo núcleo compostelano, muy alejado material y
Teodomiro, asociada posiblemente a un mausoleo funcionalmente de la gran ciudad tardoantigua. Las
funerario adosado a la pared sur de la iglesia de Al- coincidencias giran en torno a las premisas tardoan-
fonso III. tiguas, a las que ya nos hemos referido, del culto
Toda esta compleja realidad, mausoleo, iglesia, martirial y la formación de lugares de peregrinación,
baptisterio, monasterio, cementerio, al que, paulati- en torno a un martiryum o memoria de especial re-
namente, se irán añadiendo hospital, la primitiva igle- levancia. En realidad la influencia de Roma, en es-
sia monasterial de San Martín de la Peña (hoy igle- pecial de la basílica y tumba de S. Pedro, será más
sia de Sta. María de la Corticela) y dependencias evidente en tiempos posteriores cuando se pueda
episcopales, va a tener que ser protegido y para ello construir un gran templo, la catedral románica, que
se construye una gran cerca defensiva, de la que los ofrecerá unas dimensiones y posibilidades más cer-
primeros pasos se dan a fines del siglo IX para con- canas al paradigma romano.
solidarse definitivamente a mediados del siguiente. Otros autores apuntaron hacia Oviedo (Nuñez
Será una muralla de ca. 2 m de grosor, hecha en mam- Rodríguez, M. 1977a). Un caso que resulta más cer-
postería concertada de esquisto, con torres dispues- cano, pues se trata también de un pequeño núcleo
tas en las entradas, y que era completada con un gran surgido ex novo a la sombra del poder real asturia-
foso excavado en la roca de 3 m de profundidad por no, e incluso con la intervención en parte de los
8 m de anchura que la circundaba a ca. 5 m de dis- mismos monarcas: Alfonso II y Alfonso III. Apoya
tancia y que tenía que salvar una disposición en la- esta posible comparación el hecho de que los restos
dera. Una obra compleja en su construcción, máxi- conservados de la primitiva sede ovetense correspon-
me si tenemos en cuenta que debía estar colmatado dan fundamentalmente a sus edificios religiosos y en
con agua, como señala alguna fuente escrita y como menor medida a los civiles, centrándose estos en las
parecen confirmar los restos arqueológicos. El resul- construcciones palaciales, íntimamente ligadas, por
tado final es un rico conjunto de edificios, escondi- otra parte, a los anteriores. Una situación que nos
dos en el interior de un recinto fortificado de forma remite a las limitaciones que tiene la arqueología para
oval y dispuesto sobre una ladera de fuerte inclina- recuperar e identificar los restos de esta etapa oscu-
ción, que va perdurar sin grandes cambios hasta ra, en la que, además, la diferenciación funcional y
mediados del siglo XI y que, hasta ahora a penas te- conceptual, tanto entre edificios como entre centros,
nida en cuenta tanto en la historiografía como en la resulta bastante ambigua: lo civil, lo eclesiástico, lo
arqueología, definió la imagen del Locus Sanctus urbano, lo rural, lo habitacional o lo monástico se
Iacobi. entremezclan en unos restos que suelen ser escasos
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 437

y confusos. Redunda en esa posible analogía que a los santos o mártires en el siglo IV, además del culto
distintos autores hayan interpretado al primitivo Locus previo a los lugares santos, surgen unos enclaves que
Sanctus Iacobi como los inicios conscientes de una conjugan esa faceta cultual con otra también carac-
ciudad episcopal, e incluso que se haya querido ver terística de los primeros tiempos del cristianismo
en sus edificios la presencia de los elementos típicos como es la ascética o monacal. No será extraño, pues,
de un centro de ese tipo, especialmente la existen- que sea en oriente donde encontremos el esque-
cia de una catedral doble conformada por el templo ma clásico de los precedentes del Locus Sanctus
de Santiago y el de Santa María de la Corticela. Una Iacobi, aunque reflejados allí en grandes complejos
interpretación que olvida o minimiza la presencia del monásticos-martiriales, también de peregrinación,
monasterio de Antealtares y de su papel con respec- como el santuario de San Simeón «el Estilita» en
to al culto a la tumba del Apóstol, además de tergi- Siria, San Menas en Egipto, Santa Catalina del Monte
versar el significado de la iglesia monasterial de Santa Sinaí o el santuario de Tebessa en el norte de Áfri-
María de la Corticela. ca. Otros ejemplos más próximos a Santiago en lo
Las claves de esa supuesta identidad entre San- geográfico y también en las dimensiones, y que sir-
tiago y Oviedo están principalmente en el carácter van también de puente con el oriente tardoantiguo
casi exclusivamente episcopal de las fuentes escritas están aún por descubrir en la Hispania visigótica. El
conservadas, en las que directa e indirectamente se Locus expresaría un proceso de readaptación de con-
tiende a magnificar el papel del obispo en la cons- ceptos y fórmulas paleocristianas a la nueva realidad
trucción del Locus como preámbulo necesario del medieval, que tiene paralelos, en ejemplos coetáneos
dominio que ejercerá la Mitra en el culto a la Tum- del noroeste de la Galia carolingia y, especialmen-
ba, una vez devaluada la posición de los monjes de te, en la Inglaterra anglosajona, donde, además, en-
Antealtares. Pero también del dominio sobre el bur- contramos conjuntos eclesiásticos formalmente idén-
go medieval, que así resulta fundado como tal por el ticos, como Jarrow o Wells: iglesia monástica e iglesia
propio obispo de Iria, avalando una relación que sus martirial dispuestas alineadas en torno a un antiguo
sucesores, los arzobispos compostelanos, tendrán que Mausoleo que, al mismo tiempo sirve de nexo de
reivindicar constantemente frente a intereses contra- unión arquitectónica entre ambas. Una solución, los
rios. Otra razón argüida es la especial relación de conjuntos de edificios religiosos sobre un eje longi-
Santiago con la monarquía asturiana, hecho innega- tudinal, que también tiene precedentes en el mundo
ble por la participación en la propia fundación del oriental tardo antiguo: la catedral y la iglesia de San
Locus y particularmente por la intervención de Al- Teodoro en Gerasa (Suárez Otero, J. e.p.).
fonso III. Sin embargo, debemos tener en cuenta que
el papel principal en la construcción del Locus lo va
a tener el obispo de Iria, quien a partir del siglo X se E. DE SANTUARIO A CIUDAD
va haciendo con las riendas del santuario: el ya men-
cionado palacio episcopal, creación del monasterio La permanencia de ese núcleo esencial que defi-
de S. Martín de la Peña, hospital para pobres; pos- ne el «locus Sancti Iacobi» como un santuario mo-
teriormente, murallas... Tampoco debemos olvidar nástico martirial no va a impedir, sin embargo, que
que el hecho fundacional parece inscribirse más en alrededor del mismo vayan produciéndose hechos y
el programa de creación de centros monásticos por fenómenos históricos que acabarán con la total trans-
parte de Alfonso II dentro del proceso de expansión formación de ese enclave de carácter estrictamente
hacia el sur, que en la creación de nuevos centros religioso. Cuando en el siglo XII las fuentes documen-
urbanos, y menos en un intento de reproducir la sede tales pasen a referirse a esa realidad no ya como lo-
real recientemente creada por él mismo. Santiago no cus sanctus sino como civitas, están expresando la
parece ser una reproducción de Oviedo si no un en- conceptualización de una nueva realidad que no ha
clave complementario, y por lo tanto necesariamen- surgido súbitamente, sino que es la consecuencia de
te diferente, en la construcción e implantación del un largo proceso de cambios que llevaron a conver-
poder del monarca asturiano. tir el ya viejo enclave monástico-martirial en un
Nuestra propuesta interpretativa se basa en la iden- ámbito urbano. Unos cambios que van a tener refle-
tificación del Locus Sanctus Iacobi como un complejo jo en los restos arqueológicos, algo comprensible si
presidido por los restos de un santo o mártir y con- atendemos a lo que dichos restos expresan: más de
figurado por iglesia y dependencias monasteriales y tres siglos de historia, desde el descubrimiento del
la iglesia martirial, lo que no es desconocido para el Mausoleo hasta la construcción de la catedral ro-
mundo tardoantigo. A partir del desarrollo del culto mánica. Sin embargo, esos cambios fueron mal in-
438 José Suárez Otero Anejos de AEspA LXIII

menos de cien años desde el descubrimiento del


Edículo Apostólico.
Unos hechos, en definitiva, que se convierten en
procesos a lo largo del siglo X, a pesar de momen-
tos de crisis, tanto por razones internas como exter-
nas, que dificultaron la evolución de los mismos, pero
que, por otra parte, redundaron muchas veces en el
incremento del poder de quien tenía más interés en
su consolidación, el obispo —recordemos las incur-
siones vikingas o el ataque de Almanzor y la presen-
cia al frente de la mitra de personajes como San Ro-
sendo y, especialmente, San Pedro de Mezonzo—.
Prueba de que los cambios seguían adelante será la
aparición de una serie de núcleos todavía de carác-
ter rural —vicus— que se adaptan a las irregularida-
des del terreno y se van a unir al de San Fiz de So-
lovio en las inmediaciones del santuario: San Miguel
dos Agros, San Benito do Campo, el Vilar (origen de
la posterior calle del mismo nombre) etc. (López Al-
sina, F. 1988). Además, en este siglo asistimos a la
incorporación de un elemento que será fundamental
en la transformación del «locus», como será el des-
pegue de una peregrinación que ahora alcanzará di-
mensiones europeas. La presencia de peregrinos fran-
cos, en la que se incluyen personajes de la relevancia
del obispo Gotescalco de Le Puy, al tiempo que las
primeras menciones a alemanes y, posiblemente, tam-
bién de otras partes de Europa occidental, aparecen
Fig. 20. Torre en la entrada occidental del Locus Sanctus
Iacobi. Detalle con las modificaciones del obispo Cresconio reflejadas en la arqueología a través de monedas,
(s. XI) (Foto M. Chamoso). sobre todo del suroeste del reino el franco, que es-
tos peregrinos dejaban como limosna en la tumba
apostólica: deniers pougeoises, deniers toulosans,
terpretados u obviados hasta ahora, debido funda- deniers poitevins etc. Monedas que señalan el desa-
mentalmente a la necesidad de sustentar presencias rrollo de una nueva fuente de riqueza para el santua-
anteriores al mundo medieval para demostrar la ro- rio, a añadir a las abundantes donaciones que en es-
manizad del mausoleo, pero también al escaso desa- pecial los monarcas venían haciendo. Riqueza, en fin,
rrollo de la arqueología medieval gallega. Destacan que estaba vinculada el surgimiento de una nueva
la evolución producida en la necrópolis, pero también economía en la que la moneda desempeñaba un pa-
las transformaciones que se detectan en el contexto pel clave, en tanto que expresión de la prestación de
de la arquitectura civil, sea en los restos del posible los servicios requeridos por la afluencia de los pe-
palacio episcopal, sea en el sistema defensivo. Los regrinos y el desarrollo de los intercambios comer-
primeros hechos que introducen en el santuario ele- ciales (Suárez Otero, J., 2003b, 2009).
mentos que llevarán a su transformación, aparecerán El resultado será que en el siglo XI el primitivo
temprano y vinculados al interés del obispo de Iria santuario, aún conservando en buena medida su pri-
en el desarrollo, pero también en el control, de un mitiva estructura y sentido, mostraba una imagen que
enclave que contó desde sus inicios con el apoyo ya era sustancialmente distinta a la original. Una
decidido de la monarquía y una creciente influencia población asentada en sus alrededores y en constante
religiosa en su entorno. El traslado de la curia de Iria crecimiento, y también con unas mejores condicio-
al Locus, la magnificación de la iglesia martirial y nes de vida, como evidencian los restos arqueoló-
su transformación de facto en iglesia episcopal, y el gicos —aumento de la calidad en la vida cotidiana,
impulso a la repoblación del lugar, son esos hechos, crecimiento del cementerio— dará origen a la deter-
y el obispado de Sisnando de Liébana el momento minación del obispo Cresconio de construir un nue-
en el que parecen comenzar, cuando habían pasado vo sistema defensivo que ya no tendrá como fin la
Anejos de AEspA LXIII GALICIA, LA CRISIS DEL SIGLO VIII Y LA TRANSICIÓN AL MUNDO MEDIEVAL 439

protección de un santuario, sino de un burgo, a pe- del Congrès Internacional celbrat a Barcelona,
sar de que este último aún no estaba definido con un Cervera i Lleida, els dies 16, 17 i 18 de 2003,
sentido estrictamente urbano (López Alsina, F. 1988; Montserrat.
Suárez Otero, J. 2003b). Los cambios no afectaron BARRIOCANAL, Y., 1990: «Sartego de San Wintila», in
solo al entorno del núcleo primitivo, sino que este VV.AA., Galicia no Tempo, Santiago, pp. 135-
mismo va a sufrir modificaciones importantes. Des- 136.
de finales del siglo IX con la intervención de Alfon- CHAMOSO LAMAS, M., 1956a: «Noticias de las exca-
so III y la construcción de la muralla a mediados de vaciones arqueológicas en la Catedral de Santia-
la siguiente centuria parece no haber ocurrido nada go», Compostellanum I, 2, pp. 5-48.
significativo. Pero la arqueología habla del crecimien- CHAMOSO LAMAS, M., 1956b: «Noticias de las exca-
to constante de la necrópolis, de la creación y cam- vaciones arqueológicas en la Catedral de Santia-
bios del palacio episcopal e incluso de remodelacio- go», Compostellanum I, 4, pp. 275-328.
nes en el sistema defensivo. Circunstancias que a CHAMOSO LAMAS, M., 1957: «Noticias de las excava-
mediados del siglo XI llevarán, por ejemplo, a una ciones arqueológicas en la Catedral de Santiago»,
redefinición importante en el área occidental del Compostellanum II, 4, pp. 225-330.
Locus, con la ampliación del espacio delante de la CHAMOSO LAMAS, M., 1965: «Sobre las necrópolis
basílica de Santiago y la construcción en su frente de paleocristianas últimamente descubiertas en Ga-
una entrada monumental flanqueada por torres, a la licia y Portugal», Anuario de Estudios Medieva-
que, quizá y dado la inutilización progresiva del viejo les 2, pp. 433-449.
sistema defensivo, pudiese considerarse como una CHAMOSO LAMAS, M., 1967: «Una obra de Alfonso III
entrada simbólica de un gran santuario frente a lo que el Magno: la basílica del Apóstol Santiago», en
está surgiendo en su entorno (Suárez Otero, J. 2004a). Symposium sobre cultura asturiana de la Alta
El paso definitivo se dará a fines de esa centuria con Edad Media. Oviedo 1964, Oviedo, pp. 27-35.
la construcción de la nueva iglesia de Santiago, la CHAMOSO LAMAS, M., 1971: «Nuevas noticias sobre
catedral románica, que se asentará sobre el antiguo necrópolis paleocristianas y germánicas en Gali-
santuario monástico-martirial, sustituyéndolo y con- cia», Compostellanum XVI, pp. 201-212.
firmando su definitiva transformación en núcleo ar- CHAMOSO LAMAS, M. y FILGUEIRA, F., 1976: «Excava-
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O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X:
BALANÇO E PÈRSPECTIVAS DE INVESTIGAÇÃO
POR

LUÍS FONTES
Unidade de Arqueologia da Universidade do Minho*

RESUMO use as reference a selection of studies in the fields of archae-


ology and history. We will underline the documentary value
Com esta comunicação pretendemos ensaiar uma síntese of the two most important Braga’s documents to study this pe-
prospectiva sobre o conhecimento histórico do período com- riod: the Liber Fidei Sanctae Bracarensis Ecclesiae and the
preendido entre os séculos VIII e X no Norte de Portugal. Cen- census Inter Lima et Ave (Census of Bishop D. Pedro).
traremos a nossa atenção na região bracarense, a melhor do- In the second part, we will present some recent contri-
cumentada, tanto do ponto de vista das fontes escritas como butions of archaeology which have help to increase the
das fontes arqueológicas. knowledge of this period and to renew the related historical
Numa primeira parte, procuraremos identificar as proble- issues. We will highlight the results provided by the archaeo-
máticas históricas dominantes e sumariar as principais inter- logical works developed in the last 20 years in the region of
pretações produzidas. Teremos por referência uma selecção de Braga, particularly in the monastery of St. Martin of Tibães,
estudos nas áreas da arqueologia e da história. Sublinharemos the old church of St. Torcato, the mausoleum/chapel of St.
a riqueza informativa dos dois documentos bracarenses mais Fructuoso de Montélios, the church of St. Martin of Dume,
importantes para o estudo deste período: o Liber Fidei Sanc- the old church of St. Mamede de Vila Verde, Castro-Cantelães
tae Bracarensis Ecclesiae e o censual Inter Lima et Ave (Cen- castle and the city of Braga. We will focus our attention on
sual do Bispo D. Pedro). architecture and building technologies, types of ceramic and
Numa segunda parte, apresentaremos alguns contributos conformation of the landscape, questioning thus the associat-
recentes da arqueologia para o aumento do conhecimento deste ed chronologies.
período e para a renovação das problemáticas históricas as- In the third part, we will explain our perspective on fu-
sociadas. Daremos destaque aos resultados proporcionados ture development of research on Early Medieval age of northern
pelos trabalhos arqueológicos que desenvolvemos nos últimos Portugal, proposing lines of archaeological research in the areas
20 anos na região de Braga, designadamente no mosteiro de of religious architecture, fortification, settlement structure,
São Martinho de Tibães, na igreja velha de São Torcato, no landscape, urbanism and ceramic production.
mausoléu/capela de São Frutuoso de Montélios, na igreja de
São Martinho de Dume, na igreja velha de São Mamede de PALAVRAS-CHAVE: Historiografia; Arqueologia; Povoamen-
Vila Verde, no castro-castelo de Cantelães e na própria cida- to; Arquitectura; Cidade de Braga.
de de Braga. Centraremos a atenção em questões de arquitec-
tura e de tecnologias construtivas e de conformação da pai- KEY WORDS: historiography; archaeology; settlement; archi-
sagem, problematizando as cronologias associadas. tecture; city of Braga.
Na terceira parte enunciaremos a nossa perspectiva de
desenvolvimento futuro das investigações sobre a alta idade
média do Norte de Portugal, propondo linhas de investigação 1. O NORTE DE PORTUGAL ENTRE CRISTÃOS
arqueológica nas áreas da arquitectura religiosa, castelologia, E MUÇULMANOS: CONCEPÇÕES
estrutura de povoamento, paisagem, urbanismo e produções
cerâmicas. E PERSPECTIVAS HISTÓRICAS

ABSTRACT O estudo da Alta Idade Média do Norte do actu-


al território português, que sempre se percepcionou
This paper intends to test a prospective synthesis of his-
torical knowledge for the period comprised between the 8th como um espaço de fronteira entre os cristãos astu-
and 10th centuries in northern Portugal. We will focus in the rianos e os muçulmanos do sul peninsular, assentou,
region of Braga, the best one recorded both in terms of writ- praticamente durante toda a primeira metade do sé-
ten sources and archaeological sources.
In the first part, we’ll identify the dominant historical is- culo XX, num modelo historiográfico forjado sob os
sues and summarise the main interpretations produced. We will conceitos de «ermamento estratégico» e «reconquis-
ta», veiculados tanto pela historiografia espanhola
*
lfontes@uaum.uminho.pt como portuguesa (Costa 1997, 57-58).
444 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 1. Cartografia das paróquias no século XI . Segundo Costa 1959 [1997].

Contudo, já nas primeiras décadas do século pas- à edição crítica assinada pelos dois primeiros medie-
sado, tal modelo começou a ser questionado, contra- valistas (David 1947; Costa 1959 [1997] e [2000],
pondo-se a continuidade de povoamento entre os 1965, 1978 e 1990). Independentemente da exis-
séculos VII e XI: primeiro com o estudo de Alberto tência de outros conjuntos documentais, como os
Sampaio (1979 [1903]) sobre As Vilas do Norte de compilados nos Portugaliae Monumenta Historica,
Portugal, ainda hoje um estudo incontornável para os documentos do cartulário bracarense, únicos no
quem quiser investigar a evolução da paisagem agrária género na Europa ocidental antes do século XIII,
do entre Douro e Minho entre a Antiguidade Tardia oferecem um potencial de estudo de reconhecido
e a Idade Média, e depois por José Augusto Ferreira valor, não só para a história religiosa da diocese de
(1928), com o seu exaustivo trabalho sobre a histó- Braga, mas também para a história da economia, da
ria dos bispos e arcebispos bracarenses. administração territorial, do povoamento e das pai-
Mas é a partir dos estudos seminais de Pierre sagens que se desenvolveram nos dois últimos séculos
David (1947) e de Avelino de Jesus da Costa (1959 do primeiro milénio (Costa 1959 [1997], XII-XIV).
[1997]), centrados sobre o noroeste peninsular e a Assim, é hoje generalizadamente aceite que o
antiga diocese de Braga, respectivamente, que tais território entre o rio Minho e Douro terá mantido
modelos foram sendo sistemática e fundadamente parte significativa das suas populações, até ao terceiro
rejeitados e vieram a ser definitivamente ultrapassa- quartel do século IX num quadro social e político de
dos pelos estudos mais abrangentes de José Matto- ausência de poderes estatais actuantes, e a partir do
so (1988 e 1992). último terço do século IX já enquadrados de modo sis-
Importa assinalar que o Liber Fidei Sanctae Bra- temático nas estruturas de poder galaico-asturiano,
carensis Ecclesiae e o censual Inter Lima et Ave (vul- leonês e portucalense, identificando-se muitos dos
garmente designado por «Censual do Bispo D. Pe- protagonistas das suas elites laicas e religiosas (Mat-
dro»), se fixaram então como principais fontes toso 1988 e 1992; Real 2007).
documentais para o estudo da história altomedieval Neste novo quadro de conhecimento histórico, as
da região correspondente ao Norte de Portugal, graças perspectivas de estudo deslocaram-se para a interpre-
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 445

Figs. 2-4. Cartografia dos mosteiros entre os séculos IX e XII. (Marques 1988); e povoamento no séc. X e no séc. XI
(Amaral 2007).
446 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 5. Cartografia de arquitectura pré-românica entre os Fig. 6. Cartografia de locais fortificados entre os rios Minho
rios Minho e Douro. Segundo Almeida C.A.F. 1978a. e Douro (séc. IX-1220). Segundo Almeida C.A.F. 1978b.

tação de continuidades ou rupturas entre a Antigui- os seus estudos pioneiros sobre a viação, castelolo-
dade Tardia e o mundo medieval. Embora a genera- gia e arquitecturas medievais do Entre Douro-e-Mi-
lidade dos autores reconheça que os séculos VIII a X nho (1968, 1978a, 1978b e 2001). Nesta última ma-
constituíram um período de trânsito, de transforma- téria defendeu, apesar da sublinhada escassez de
ção, uns valorizam esse período como um prelúdio da dados, que «(…) As construções religiosas da épo-
história de formação de Portugal (Serrão e Marques ca da Reconquista (…) mostram-nos uma arquitec-
1995 e 1996), ao passo que outros preferem conside- tura de multiplicados e pequenos espaços, de uma le-
rá-lo como uma fase da evolução histórica do reino gibilidade interna muito limitada, isto é, com uma
asturiano e leonês, procurando-se compreender os ordenação bastante estanque. E a silhueta exterior
diversos ritmos e tendências de evolução da sociedade destes edifícios assim o reflecte. Esta é marcada por
alto medieval (Amaral 1999 e 2007; Marques 2006). diferentes volumes, notoriamente, escalonados até ao
Por outro lado, embora alguns historiadores reco- centro ou até à torre-cruzeira, quando esta existe (…).
nhecessem na arqueologia uma área de estudo cujo Os bons edifícios da Reconquista, na área portuguesa,
desenvolvimento poderia contribuir para um melhor estão entre a arte cordovesa, emiral e califal, e a ar-
conhecimento da Alta Idade Média, a verdade é que quitectura asturiana, e ao lado das tão moçárabes re-
os estudos arqueológicos só se vieram a concretizar alizações leonesas. Elas mostram características pró-
a partir da década de 80 do século XX, acompanhan- prias, expressando esse tempo e essa cultura (…)»
do, aliás, a tardia afirmação da Arqueologia Medie- (Almeida C.A.F. 2001, 34).
val no quadro do ensino e da investigação arqueoló- Mário Jorge Barroca aprofundou as linhas de in-
gica portuguesa (Fontes 2002). vestigação abertas por Ferreira de Almeida, creditan-
Os primeiros contributos significativos, ainda que do-se-lhe os primeiros inventários arqueológicos
limitados por um certo empirismo metodológico, analíticos das necrópoles, de elementos arquitectó-
devem-se a Carlos Alberto Ferreira de Almeida, com nicos avulso e da epigrafia altomedievais do entre
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 447

Fig. 7. Cartografia de necrópoles altomedievais. Segundo Fig. 8. Cartografia de elementos de arquitectura datáveis
Barroca 1987 (in Mattoso 1992). entre finais do séc. IX e meados do século XI. Segundo Ba-
rroca 1990.

Douro-e-Minho (Barroca 1987, 1990 e 2000, respec- Mas é com Manuel Luís Real que, de modo sis-
tivamente), os quais lhe permitiram reafirmar os sé- temático, o conhecimento deste período histórico
culos IX-XI como um período socialmente dinâmico, se amplia e renova, graças aos seus persistentes
caracterizando-se a «arte portuguesa pré-nacional» estudos de história da arte e de arqueologia altome-
(sic) por revelar «(…) uma estética original, na mai- dievais, oferecendo-nos nos últimos anos as mais in-
oria dos casos afastada dos cânones asturianos ou mo- formadas, estimulantes e historicamente contextua-
çárabes puros, mas não deixando de ser influencia- lizadas sínteses sobre a evolução da arquitectura no
da por estes e pelos que se ia fazendo na área galega. actual território português entre os séculos VI e XI
São sobretudo notórias as referências asturianas e (Real 2000, 2007a e 2007b). Sustentado por uma
compostelanas, filtradas e assimiladas num gosto abordagem metodologicamente actualizada, em que
próprio (…)» (Barroca 1990, 141). releva a manipulação de dados primários recolhidos
Nas décadas finais da última centúria, iniciaram- nas múltiplas escavações arqueológicas que, direc-
se também estudos de produções cerâmicas proveni- ta ou indirectamente, acompanhou, a par da recol-
entes de contextos arqueológicos com estratigrafia ha de paralelos no actual território português, no sul
bem estabelecida, proporcionada pelas escavações no peninsular e na bacia mediterrânica, Manuel Real
casco urbano da cidade de Braga e no sítio de Dume. cruza dados de natureza diversa (arqueológicos,
Alexandra Gaspar, a arqueóloga que melhor estudou documentais, toponímicos, estilísticos), que lhe per-
esta matéria, registou para este período a predomi- mitem propor uma interpretação coerente das carac-
nância das produções locais e uma significativa re- terísticas essenciais da arte e da cultura dos séculos
dução de fabricos importados, que não se imitam, a IX-XI. Porque elucidativo, permita-se-nos transcrever
par de uma menor variedade de formas, com predo- aqui o resumo do seu contributo apresentado no
mínio das formas fechadas, acentuando-se nas cro- terceiro simpósio internacional «Visigodos y Ome-
nologias mais recentes as cozeduras em ambiente yas»: «As esculturas do período suevo-visigodo
redutor (Gaspar 2003, 474). evidenciam uma natural continuidade em relação ao
448 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 9. Influências galaico-asturianas na escultura decorativa «portucalense». Segundo Real 2007a.

período romano. No entanto, demonstram também Portanto, não só se deve abandonar a ideia feita
tendências para a dissolução dos modelos nos quais que após 711 se deixou de construir edifícios, como
se inspiram. Com a Reconquista emergem novas se deve reconhecer a existência de renovação ar-
formas artísticas, onde sobressaem as influências quitectónica, com manifestação de influências di-
galaico-asturianas, mais do que leonesas. A arte versas, que se entrecruzam, inclusivamente oriundas
erudita do «grupo portucalense» irá caracterizar-se do mediterrâneo oriental. Essa renovação está expres-
por um progressivo retorno ao classicismo, matizado sa nas diversas tendências regionais que se detec-
pela introdução de formas de origem moçárabe. tam nos elementos arquitectónicos atribuídos a este
Neste processo, vão ter um papel preponderante as período, distinguindo-se uma arquitectura «moçá-
cortes condais de Viseu e Coimbra. A importação, rabe» com origem em centros urbanos meridionais,
para o Entre Douro e Minho, de peças de escultu- como Mérida, Málaga, Lisboa ou Coimbra, uma ar-
ra em calcário, ter-se-á seguido à nomeação de quitectura asturiana desenvolvida a partir da capi-
Hermenegildo Gonçalves e Mumadona para o gover- tal das Astúrias, Oviedo, e uma arquitectura con-
no do condado de Portucale. A íntima relação que dal galaico-portucalense, que emerge em torno
estes mantinham com a corte de Ramiro II, de Leon, dos principais núcleos de povoamento do Noroes-
explicará ainda algumas afinidades entre o «grupo te, isolando-se no entre Douro-e-Minho o foco de
portucalense» e certas manifestações artísticas, dis- Braga, num eixo que se estende de Guimarães a
persas pela Galiza, Astúrias e, eventualmente, o Ponte de Lima(Real 2000, 71; Fontes e Pereira 2009,
baixo Leon.» (Real 2007, 133). 29).
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 449

Fig. 10. Influências moçarabes na escultura decorativa «portucalense». Segundo Real 2007a.

2. A REGIÃO BRACARENSE ENTRE que, depois da edificação da igreja sueva e da recon-


OS SÉCULOS VIII E X: CONTRIBUTOS versão da villa em mosteiro, no século VI, este se man-
RECENTES DA ARQUEOLOGIA teve continuamente ocupado até finais do século IX.
Por outro lado, a documentação esclarece que, em
Exceptuando a Igreja Velha de São Torcato, os 866, o bispo dumiense Sabarico se transferiu para
monumentos ou sítios arqueológicos que apresenta- Mondonhedo, na Galiza, devendo datar dessa época
mos abaixo foram já objecto de publicação, mais ou a extinção do mosteiro. Em 911, Ordonho II da Ga-
menos detalhada, que se referencia na bibliografia liza mandou delimitar novamente o termo de Dume e
final. Limitar-nos-emos, por isso, a abordar apenas confirmou a anterior doação ao bispo de Mondonhe-
os aspectos que interessam ao tema deste trabalho.
do, feita em 877 por Afonso III das Astúrias (Liber
Fidei, Doc17, in Costa 1965). Terá sido no quadro
2.1. IGREJA DE SÃO MARTINHO DE DUME (BRAGA) desta manutenção do interesse por Dume por parte da
corte asturiana, que se terá reedificado a primitiva
Relativamente a Dume, os dados obtidos nas esca- basílica sueva de Dume, erguendo-se então uma nova
vações arqueológicas efectuadas permitem afirmar igreja, eventualmente já com funções paroquiais.
450 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 11. Localização dos sítios/monumentos estudados.

Fig. 12. Restituição dos limites do termo de Dume, em 911.


Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 451

Fig. 13. Levantamento das ruínas da igreja de Dume. Segundo Fontes 2006.

É portanto no contexto histórico do século X que zona do cruzeiro/transepto, e um alargamento ainda


situamos cronologicamente a reedificação da igreja maior na largura da nave, que passou para 11,5 me-
de Dume, a ela se reportando os vestígios melhor tros. Do ponto de vista construtivo, porém, a manu-
conservados e mais amplos colocados a descoberto tenção do traçado geral da planta foi o único elemento
pelas escavações arqueológicas (Fontes 1991-92, 2006 anterior que permaneceu. Com efeito, as soluções téc-
e 2009b; Fontes e Gaspar 1997). nicas e a organização interior do espaço revelam-se
Feita a fundamentis, a reedificação do templo foi absolutamente distintas.
também uma ampliação. As novas paredes, solida- A nova construção foi feita com paredes mais
mente alicerçadas na arena granítica, ergueram-se estreitas, medindo 0,80 metros de espessura, em al-
contra a face externa das paredes do edifício primi- venaria granítica de blocos de pequena e média di-
tivo, determinando assim a manutenção da planta an- mensão, dispostos em fiadas horizontais mais ou
terior com cabeceira trilobada e uma só nave, natu- menos uniformes. Nos alicerces incorporaram-se al-
ralmente agora de maiores dimensões —cerca de 35 guns cilhares almofadados de grandes dimensões,
metros de comprimento por 23 metros de largura na colocados espaçadamente e ligeiramente salientes em
452 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 14. Pormenores de vestígios arqueológicos de São Martinho de Dume associados à ocupação dos séculos IX -XI.

relação ao prumo da parede. A abside meridional foi baixamento/encaixe no pavimento, rebocado com es-
reforçada exteriormente com quatro muretes/contra- tuque granuloso, desenhando uma forma rectangular
fortes, dispostos radialmente a partir do seu topo. com aproximadamente 1,20 × 0,80 metros de lado e
Interiormente, a organização do espaço conheceu 0,10 metros de profundidade, que estruturaria uma
também alterações significativas. Os restos do primi- espécie de cipo ou caixa.
tivo templo foram completamente cobertos por espes- Com o arco triunfal alargado, a passagem da ab-
so pavimento argamassado, tipo opus signinum, anu- side à quadra central fez-se através de três degraus,
lando-se todas as teorias de arcaturas anteriores de que se conserva boa parte do degrau superior,
(apesar das reservas suscitadas por Caballero Zore- desenhados pelo próprio pavimento argamassado. O
da e Manuel Real, os dados estratigráficos não dei- amplo espaço definido pelo cruzeiro e absides late-
xam margem para dúvidas). Na abside oriental, que rais, formando um verdadeiro transepto, apresenta
se conservou sobrelevada em relação ao resto do edi- uma pavimentação uniforme, praticamente sem dife-
fício, identificaram-se restos de assentamento de al- rença de nível.
tares de diferentes tipologias: ao fundo, junto ao topo A passagem à nave conheceu também uma alte-
da abside, elevavam-se quatro colunas graníticas, su- ração profunda. Eliminada a tripla arcatura anterior,
portando o que poderia ser uma espécie de baldaqui- ficou uma abertura mais ampla que esbateu, sem
no; ao centro da abside, encontrou-se parte de um re- anular completamente, a separação entre a nave e o
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 453

Fig. 15. Túmulo dito de São Martinho de Dume.

cruzeiro/transepto. Este «alargar» do espaço acessí- los com restos de mosaico, reaproveitados (é possível
vel aos fiéis foi reforçado, na nave, com o aumento que pertencessem a tampas sepulcrais paleocristãs).
da largura desta e a extensão do pavimento a toda a No exterior, contra a fachada ocidental da igre-
sua superfície. ja, colocaram-se a descoberto vestígios da necrópo-
Duas portas laterais, abertas nas paredes ociden- le altomedieval, composta por diversas sepulturas, que
tais das absides junto aos arranques da nave, estabe- apresentam como característica comum serem todas
leciam a ligação ao exterior. Haveria ainda uma por- de inumação, em caixa pétrea bem estruturada, de
ta principal, aberta na fachada ocidental da nave. As formato rectangular e orientadas Este-Oeste. Umas
duas entradas laterais, bem identificadas pelos cunhais são de tijolo, outras em alvenaria e outras ainda em
e soleiras que se conservam, abriam um vão de 1,20 lajes monolíticas, apresentando leitos de terra ou de
metros, que se transpunha através de um degrau. Na tegulae e coberturas compósitas de lajes graníticas-
porta meridional o degrau era formado por três tijo- Fazendo cabeceira comum de três sepulturas, reuti-
454 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

lizou-se uma tampa de sepultura com mosaico, da- o inventário dos bens do mosteiro de Guimarães, de
tável dos séculos V-VI. 1059, onde se inclui um «(...) Monasterio Sancti
Para a época, nesta região, o modelo planimétri- Torquati per se etiam et cum suas villas (...) quomodo
co de cruz latina constituirá uma excepção, no qua- in testamento de rex domno Ranimiro (…)» (Costa
dro dos modelos que então se difundem e em que 1959 [1997], 149-150).
dominam as igrejas de nave e abside rectangulares- O edifício que hoje subsiste expressa bem, nos
Compreende-se, aqui, por ser uma solução local cla- seus distintos espaços e nos seus variados estilos
ramente herdada do modelo anterior. O que poderia arquitectónicos, as vicissitudes históricas porque
parecer uma inovação não passará, portanto, de uma passou. Isso mesmo testemunham a nave oitocentis-
permanência que, se considerarmos também a reuti- ta, a capela-mor românica ou a capela anexa dita «do
lização sistemática de materiais construtivos anteri- santo», já mais de influência gótica, tal como as ru-
ores, se deverá relacionar mais com a escassez de ínas subsistentes da ala nascente do claustro tardo-
meios do que com a vontade consciente de perpetu- medieval. A estes espaços e expressões arquitectóni-
ar um modelo arquitectónico «clássico». cas principais haverá que acrescentar os vestígios da
Nos princípios do século XII, culminando um pro- decoração arquitectónica pré-românica integrados nas
cesso de reivindicação por parte da mitra bracaren- paredes do edifício, como sejam os fragmentos de
se, Dume viria a ser restituída à diocese de Braga, frisos e de ajimezes de calcário e que fariam parte
já como paróquia, momento que se associa igualmen- do primitivo templo de São Torcato.
te à implementação do culto do santo dumiense. Os dados fornecidos pelas escavações arqueoló-
É neste contexto que se compreende melhor a gicas aí realizadas em 1987, na sequência das obras
produção do túmulo dito de São Martinho, uma das de restauro que possibilitaram também o achado de
mais notáveis peças da escultura pré-românica por- um importante conjunto de 8 caixas-relicário, con-
tuguesa. Embora alguns autores considerem que as firmam a evolução arquitectónica acima sumariamen-
duas peças que compõem o túmulo possam ter per- te traçada.
tencido a monumentos diferentes, propondo para a A intervenção arqueológica abrangeu o interior da
tampa uma data de finais do século VI e para a arca igreja e parte do adro envolvente, tendo sido possí-
tumular uma cronologia mais recente, embora ainda vel realizar diversas sondagens, na sequência das
de época visigótica, outros sugerem cronologias em quais se colocou a descoberto parte dos alicerces do
torno dos séculos IX e X. Com o estudo de Helmut que seria a abside da primitiva igreja altomedieval e
Schlunk (1968), que demonstrou a filiação estilísti- parte da necrópole associada à ocupação do mostei-
ca dos temas esculpidos nas representações dos be- ro durante toda a Idade Média, vestígios que actual-
atos do norte peninsular, passou a aceitar-se uma mente se conservam sob os pavimentos da capela-mor
datação de meados do século XI a inícios do século e da sacristia. Procedeu-se ainda ao levantamento in-
XII, admitindo-se que as duas peças formariam ori- tegral dos alçados da parede norte da capela-mor. Para
ginalmente um conjunto unitário, coerente em termos este trabalho consideraremos apenas os dados rela-
da simbologia das figurações esculpidas, pois asso- tivos à edificação altomedieval.
cia a oração do Final dos Tempos, na arca tumular, Embora escassos, os vestígios da abside, corres-
à representação simbólica do Advento do Senhor, na pondentes a um pequeno troço da parede oriental,
tampa. Esta interpretação é reforçada pela circuns- cunhal meridional e arranque da parede sul, desenham
tância de as peças serem de calcário de Ançã, refor- uma planta rectangular. Os restos conservados reve-
çando a ideia da permanência da influência moçára- lam uma construção em alvenaria ciclópica, de blo-
be dos ateliês da região de Coimbra. cos graníticos toscamente afeiçoados, assentes num
lastro de cascalho que preenche uma vala pouco pro-
funda rasgada directamente na arena de alteração
2.2. IGREJA VELHA DE SÃO TORCATO (GUIMARÃES) granítica. O carácter grosseiro do aparelho, a par da
utilização de terra e cascalho irregular no miolo e nas
A designada igreja Velha de São Torcato, situa- juntas, sugere que estaremos perante os restos do
da num pequeno outeiro sobranceiro ao núcleo po- alicerce da edificação, admitindo-se que a elevação
pulacional homónimo, foi a igreja do antigo mosteiro das paredes se faria com aparelho de melhor quali-
de São Torcato. A sua origem recua-se aos meados dade.
do século X, ao tempo do rei Ramiro II. De facto, é Exteriormente, encostados ao alicerce, identifica-
a este monarca que se atribui explicitamente a insti- ram-se restos de sepulturas coevas, conservando-se
tuição do património monástico, conforme documenta de uma delas a cabeceira, formada por uma laje gra-
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 455

Fig. 16. Levantamento dos vestígios arqueológicos da Igreja Velha de São Torcato.
456 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 17. Levantamento dos alçados da cabeceira da primitiva


igreja de São Torcato.

nítica fincada verticalmente e parte do leito, composto


por fragmentos de telha tipo imbrici. Dispondo-se em
plano ligeiramente inclinado, mais elevado a ocidente,
o leito incorpora, marcando o lugar da cabeça, um Fig. 18. Pormenor de sepultura no exterior da cabeceira da
tijolo quadrangular. primitiva igreja de São Torcato.

Fig. 19. Levantamento do alçado exterior da parede nascente da capela-mor da igreja Velha de São Torcato.
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 457

Fig. 20. Levantamento do alçado interior da parede nascente da capela-mor


da igreja Velha de São Torcato.

Fig. 21. Interpretação das fases construtivas do alçado interior da parede nascente
da capela-mor da igreja Velha de São Torcato.
458 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 22. Pormenores da escultura decorativa da primitiva igreja de São Torcato.

Este conjunto de dados corresponde, no local, à Correlacionados com estes vestígios estarão os
mais antiga ocupação estruturada aí identificada, elementos de decoração arquitectónica em calcário
estratigraficamente comprovada, que se interpreta (frisos e ajimezes), incorporados na reconstrução ro-
como correspondente à igreja do primitivo cenóbio mânica da igreja. Com efeito, a evidência da sua reu-
de São Torcato, que as fontes documentam ter sido tilização na segunda fase construtiva de São Torcato,
fundado na segunda metade do século X. Para além a par da aceitação da cronologia que se vem propon-
da cronologia relativa de base estratigráfica, a tipo- do para estas produções escultóricas, precisamente o
logia formal dos materiais exumados também é século X (Real 2007a), sustenta a proposta de terem
concordante com esta cronologia e com a sequência feito parte do edifício original, sugerindo que a igre-
cronológica estabelecida para o conjunto de caixas- ja ostentaria uma decoração abundante, denunciando
relicário (Barroca e Real 1992). uma clara intenção de valorização estética.
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 459

Trata-se de dois ajimezes, parcialmente mutilados


e cerca de três dezenas de fragmentos de friso, pro-
fusamente decorados na face. Embora a gramática
decorativa sejam comum nuns e noutros, com domi-
nância dos semi-círculos, palmetas, rosetas, encordo-
ados, círculos e cruzes, a técnica escultória revela-
se distinta. Nos frisos, o desenho é geometricamente
rigoroso, traçado a compasso e o talhe biselado é
perfeito, de uma regularidade absoluta. Nos ajime-
zes, o desenho é geometricamente irregular e o ta-
lhe é imperfeito, embora também feito a bisel. Esta-
remos, portanto, perante duas oficinas. Considerando
que a pedra calcária é igual, originária da região de
Coimbra, admitimos que os frisos tenham sido talha-
dos nas experientes oficinas do centro do país e que
os ajimezes tenham sido esculpidos por um artífice
menos experiente, eventualmente a trabalhar na cons-
trução de São Torcato. O facto de existir um friso
onde parece que foi tentada a feitura de um ajimez
reforça esta interpretação (cfr. Real 2007a, 164).

2.3. CAPELA DE SÃO FRUTUOSO DE MONTÉLIOS


(BRAGA)

Não ultrapassando os 13 metros em cada eixo,


construído em sólido aparelho de cantaria granítica,
o monumento de São Frutuoso de Montélios apresenta
uma planta em cruz de braços quadrados iguais, o do
lado poente recto e com cobertura em abóbada de
canhão e os restantes três abrigando absides em arco
de ferradura e cobertura compósita. Ao centro eleva-
se uma torre-lanterna, rematada por cúpula semi-es-
férica em tijolo.
Exteriormente, o classicismo das formas é anima-
do, nas absides, por frisos e filetes em calcário, com
decoração esculpida representando cordas, contas de
rosário e bandas de palmetas inscritas em semi-cír-
culos; no corpo central elevado, para além dos frisos
e filetes, sobressai o entablamento da cornija, deco-
rado com uma arcatura cega de tipo lombardo, em que
alternam dois arcos em ferradura com um arco em
mitra.
O arcosólio e o respectivo sarcófago patentes na
fachada setentrional da abside nascente são recons-
tituições propostas pelo arquitecto Moura Coutinho,
no quadro do restauro efectuado pela ex Direcção
Geral dos Edifícios e Monumentos Nacionais, nas
décadas de 30 e 40 do século passado.
Interiormente apresenta soluções arquitectónicas
elaboradas, desde os arcos centrais das absides com
Fig. 23. Quadro das gramáticas decorativas dos frisos da tímpanos tripartidos em arcos em ferradura, assentes
primitiva igreja de São Torcato. em pares de colunas e de impostas, de granito, cal-
460 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

laser scanning 3D terrestres» (FCT- PTDC AUR


66476-2006), julgamos que poderão vir a clarificar-
se algumas questões importantes para a compreensão
da evolução arquitectónica do monumento e, conse-
quentemente, para a fixação das suas cronologias.

Fig. 24. São Frutuoso. Modelo obtido por LaserScan 3D, com
orto-imagem (projecto FCT- PTDC AUR 66476-2006).

Fig. 26. São Frutuoso. Pormenor da arquitectura interior.

Fig. 25. São Frutuoso. Modelo obtido por LaserScan 3D, com Fig. 27. São Frutuoso. Processo de restituição fotogramétri-
nuvens de pontos (projecto FCT- PTDC AUR 66476-2006). ca de alçados (projecto FCT- PTDC AUR 66476-2006).

cário e mármore, todos com decoração em folhas de Os primeiros dados proporcionados pelo estudo
acanto, tipo coríntio tardio, até à profusão de sapa- em curso parecem apontar para a existência de três
tas de colunas no interior das absides, reveladoras da fases principais. Uma primeira fase correspondente
estruturação de um tecto de grande complexidade a escassos vestígios de uma edificação original (pa-
formal, cujo arranque era marcado por um friso de ramentos e abóbada de canhão na abside poente, pi-
calcário decorado com palmetas em semi-círculos. lares centrais da quadra central e metade inferior dos
Considerado como o mais importante e comple- paramentos da torre-lanterna, com encosto de abóbada
xo exemplar de arquitectura cristã pré-românica exis- nas paredes formeiras interiores). Uma fase intermé-
tente em território português, o monumento de São dia definida por um significativo grupo de vestígios
Frutuoso já foi objecto de inúmeros estudos, conti- correspondentes a uma reconstrução antiga (elevação
nuando os investigadores a dividir-se, na interpreta- geral do edifício, perceptível na fiada logo abaixo dos
ção do modelo arquitectónico dominante, entre «vi- frisos de calcário na abside oeste e sensivelmente a
sigotistas» e «moçarabistas». partir do meio dos paramentos da torre-lanterna, in-
Com os estudos que temos vindo a realizar, desig- cluindo a sua cobertura em cúpula semi-esférica so-
nadamente no âmbito do projecto «Contributos para bre pendentes, decoração arquitectónica em calcário
o Projecto de Conservação do Património: Metodolo- e arcarias complexas associáveis a coberturas igual-
gia documental baseada na fotogrametria digital e mente complexas das absides N, E. e S, conservan-
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 461

Fig. 28. São Frutuoso. Leitura estratigráfica de alçado (projecto FCT- PTDC AUR 66476-2006).

Fig. 29. São Frutuoso. Proposta de leitura das fases construtivas.


462 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

do-se vestígios de arranque das suas abóbadas). A ter-


ceira fase corresponde aos elementos da reconstru-
ção / restauro efectuado no segundo quartel do século
XX (quase totalidade das paredes das absides N, E. e
S. e coberturas telhadas).
Embora os estudos ainda decorram, esperando-se
que possam vir a incluir escavações arqueológicas,
e salvaguardando a escassez e provisoriedade dos
dados, propomos a seguinte primeira hipótese inter-
pretativa: os vestígios da primeira fase são os mais
antigos e corresponderão ao mausoléu mandado edi-
ficar por São Frutuoso cerca do ano 660, admitindo-
se que reproduza um modelo inspirado no mauso-
léu ravenate de Gala Placidia – planimetria em cruz
de braços iguais, com tectos das absides quadran- Fig. 30. Vista geral do mosteiro de São Martinho de Tibães.
gulares em abóbada de canhão e torre-lanterna com
tecto em abóbada semi-esférica; os vestígios asso-
ciados à segunda fase corresponderão a uma recons- mânica, com recurso a materiais reaproveitados, in-
trução altomedieval que se pode historicamente con- clusivamente de tipologia romana, o que denuncia
textualizar no século X, que terá transformado o uma solução arquitectónica modesta, que remete para
primitivo mausoléu num oratório de complexa e ori- um processo construtivo pouco elaborado.
ginal expressão arquitectónica, cruzando influênci- Neste sentido, optamos por interpretar os referidos
as clássicas, asturianas e moçárabes. O monumento escassos vestígios de elementos arquitectónicos, como
restaurado corresponderá, portanto, na sua expressão indicadores da existência de um projecto inicial de
arquitectónica actual, à reconstrução altomedieval. relativa modéstia, datável do último terço do século
XI , que nunca se concretizou e que terá evoluído ou
sido substituído, pelo menos no que se refere ao tem-
2.4. MOSTEIRO DE SÃO MARTINHO DE TIBÃES (BRAGA) plo, para um projecto de padrões românicos.
Para esta interpretação contribui, não apenas o
O primeiro documento que refere explicitamente carácter de reutilização dos materiais referidos, como
a existência de um mosteiro em Tibães, data de 1077 ainda o facto de se ter identificado para Tibães um
(Costa 1965,158-159: doc.136), referindo com clareza projecto construtivo de tipologia românica, que se terá
«onde agora se fundou o mosteiro de Tibães (...ubi iniciado na transição do século XI para o século XII,
modo fundata est monasterio...). A sua fundação é isto é, pouco mais de um quarto de século após a data
atribuída ao patrocínio da família do nobre Paio Gu- que admitimos para a fundação do mosteiro, confir-
terres da Silva, que era vicarius regis de Afonso VI de
Leão, mentor de uma espécie de monaquismo ofici-
al. A expressão fundação é clara, diferenciando-se bem
de reconstrução ou reedificação. Os dados arqueoló-
gicos proporcionados pelas escavações corroboram
a cronologia do último quartel do século XI, porque
não se encontraram, em toda a ampla zona escava-
da, quaisquer vestígios de ocupação anterior (Fontes
2005).
Para além de alguns capitéis de tipo coríntio,
dados como provenientes de Tibães e actualmente no
Museu Pio XII, em Braga, os trabalhos arqueológi-
cos permitiram identificar alguns blocos de granito
com cavidade para utilização de forfex, reaproveita-
dos nos alicerces da edificação românica. São estes
dados, escassos e fora do seu contexto original, que
Fig. 31. Pormenor de alicerce da edificação românica do
permitem considerar a possibilidade de em Tibães se mosteiro de São Martinho de Tibães, com elementos reuti-
ter projectado um primeiro templo de traça pré-ro- lizados.
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 463

Fig. 32. Restituição da planta da edificação românica do mosteiro de São Martinho de Tibães.

mando-se também, por esta via, o carácter provisó- rísticos da decoração românica, como capitéis, frisos,
rio das primeiras edificações. aduelas e impostas, tudo correspondente à edificação
A este projecto românico, que deverá ser contem- monástica que serviu a comunidade entre finais do
porâneo da concessão do couto, feita em 1110, as- século XI e meados do século XVI.
sociam-se os restos de alicerces de paredes da igre- Em Tibães, o projecto arquitectónico românico
ja e das casas anexas, vestígios da necrópole medieval apresenta características que o aproximam da genera-
e inúmeros cilhares com siglas de canteiro e elemen- lidade dos pequenos mosteiros da região bracarense,
tos arquitectónicos esculpidos com motivos caracte- apropriados ou fundados nos séculos XI e XII por pa-
464 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

manência de características estilísticas de sabor pré-


românico, como nas aduelas decoradas com rosetas
ou como as que se manifestam na feição «arcaizan-
te», «proto-românica» ou de «ascendência pré-româ-
nica» de um capitel cúbico, formalmente semelhan-
te a capitéis da Sé de Braga e de São Pedro de Rates
(Real 1992, 461).

2.5. CIDADE DE BRAGA

A «restauração» da cidade de Braga em 873, ho-


mologada por Afonso III das Astúrias, enquadra-se
no processo da reorganização do território da região
bracarense, empreendida pelos reis asturianos e leo-
neses nos séculos IX e X.
É possível que a esta «restauração» da cidade, no
contexto da sua integração na órbita dos reinos as-
turiano e leonês, corresponda uma eventual recons-
Fig. 33. Modelo 3D com proposta de restituição da edificação trução do seu perímetro defensivo, com redução sig-
românica do mosteiro de São Martinho de Tibães.
nificativa da área urbana, que passa para cerca de 16
Ha. De facto, a reinterpretação de alguns dados ar-
tronos poderosos, ao tempo dos governos dos condes queológicos, ainda que escassos, sugere que a cida-
portucalenses, nos quais o espaço claustral não parece de altomedieval foi cercada a sul por uma nova mu-
ter sido totalmente enquadrado por alas porticadas. ralha, que se ligaria a noroeste e a sudeste ao troço
Do ponto de vista do modelo arquitectónico da setentrional da antiga cerca romana, que continuou
igreja, interessa registar a sobreposição de influên- a integrar a defesa da cidade (Lemos, Leite e Fon-
cias distintas, manifestas na opção de uma só nave, tes 2001).
elevada, característica que poderá reflectir a perdu- Limitada a sul pelo eixo OSO-ENE, corresponden-
ração de tradições locais, de eventual influência as- te aos antigos decumani principais da cidade roma-
turiana, e na junção da abside semicircular, de filia- na, no troço entre o antigo foro (actual Largo Paulo
ção clunicense e denunciadora de um estilo Orósio) e a saída nordeste pela Jeira ou Via XVIII
claramente românico. (actual Largo Francisco Sanches), este novo amura-
Quanto à planta geral do mosteiro, para além da lhamento determinou a fixação de novas saídas da
sua organização em «U» aberto para Sul, sem alas cidade para sul: pelo Campo de Santiago, no alinha-
porticadas, releva o enquadramento da fachada oci- mento da catedral e por São Marcos / Granjinhos,
dental por duas espécies de cubelos nos ângulos, prolongando a antiga ligação a Guimarães / Mérida.
desenhando uma solução aparentada à da provável
sede palatina dos condes portucalenses que Manuel
Real restituiu no convento de Santa Marinha da Costa,
em Guimarães, datando-a do século X (Real 2000, 31).
Acresce que, se admitirmos, ainda com Manuel
Real (1990, 449 e sgs.), que o estilo românico se di-
funde claramente já no decurso do último terço do
século XI, embora incorporando soluções construtivas
de épocas anteriores, pode até colocar-se a hipótese
de ter existido apenas um projecto original de orien-
tação «proto-românica», que se afirmou plenamente
românico em curso de obra, constituindo o reaprovei-
tamento de materiais arquitectónicos antigos a expres-
são da conservação dessas formas antigas de construir.
Influências anteriores que se manifestam igual-
mente na decoração arquitectónica, que revela a per- Fig. 34. Evolução do sistema defensivo da cidade de Braga.
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 465

Fig. 35. Planta de troço de muralha altomedieval de Braga, na zona da Escola Velha da Sé
(segundo GACMB).

A norte ter-se-ão mantido as antigas portas da mu- No subsolo da catedral, as escavações arqueoló-
ralha romana, servindo as saídas para Limia e para gicas permitiram registar partes significativas de
o interior pelos vales dos rios Cávado e Homem, a paredes de alvenaria e/ou de cantaria graníticas, as-
poente e nascente da catedral, respectivamente (Mar- sociadas a uma sequência ocupacional relativamen-
tins et al. 2010). te longa, em que se destaca um grande edifício que,
Com nova cerca ou não, considera-se que é nes- em data posterior ao século IV, conheceu diversas re-
te período altomedieval que se consolidam as profun- modelações, a mais significativa das quais aponta para
das transformações do tecido urbano bracarense ini- a definição de um amplo edifício rectangular, orien-
ciadas no decurso dos séculos IV e V, com o tado Este-Oeste, pavimentado com uma sólida arga-
progressivo abandono de algumas áreas da antiga massa, tipo opus signinum, associado a paredes di-
cidade romana, desactivação dos principais edifíci- visórias interiores, pilares e uma soleira de porta,
os públicos romanos e com a construção da primei- rasgada na fachada Sul. A expressão planimétrica des-
ra basílica paleocristã no local da actual Sé Catedral. te conjunto de vestígios parece configurar um edifí-
De facto, a localização da basílica terá determinado cio organizado em três naves, aceitando-se a sua in-
a deslocação progressiva do centro cívico, económico tegração num modelo basilical de tradição cristã
e político para o quadrante nordeste da cidade (Fontes (Fontes, Lemos e Cruz 1997-98).
2009a; Fontes et al. 2010b). Admite-se que este edifício, cujo esboço de planta
revela fortes semelhanças com a desaparecida igre-
ja de Santa Maria de Oviedo (Arias Paramo 1993),
corresponda à igreja de Santa Maria de Braga, onde
em 873 se deverá ter reunido a cúria régia para «res-
taurar» a cidade, pois conheceu uma ocupação que
se poderá prolongar até aos séculos X-XI, sendo en-
tão demolido para dar lugar ao projecto românico da
nova catedral de Braga, obra promovida pelo bispo
D. Pedro e que rompeu definitivamente com as pla-
nimetria e estruturação de espaços das construções
anteriores.

2.6. CASTELO DE CANTELÃES (VIEIRA DO MINHO)

Como evidenciaram os materiais arqueológicos


recolhidos nas sondagens de 2005, como sejam cerâ-
Fig. 36. Restituição planimétrica da primitiva Sé de Braga. micas comuns micáceas (‘castrejas’ ou indígenas),
466 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 37. Levantamento do Castelo de Cantelães.


Fig. 38. Pormenor de alçado exterior da muralha do Castelo
de Cantelães.
cerâmicas domésticas e de construção de tipologia
romana, um fragmento de ara romana anepígrafa, ce-
râmica doméstica de época suevo-visigótica e ainda
cerâmicas domésticas de fabricos medievais, o povo-
ado conhecido por Castro ou Castelo de Cantelães
conheceu uma ocupação recorrente desde os últimos
séculos a.C. até aos séculos XII-XIII (Fontes e Roriz
2010).
Trata-se, portanto, de um povoado fortificado
proto-histórico ou ‘castro’ que, pela sua dimensão e
implantação estratégica ao centro do vale inicial do
rio Ave, terá sido um lugar central do povoamento
pré-romano, adentro do território dos Callaeci Bra-
cari. Permaneceu ocupado durante o domínio roma-
no e suevo-visigótico e, conforme evidenciaram os
trabalhos arqueológicos, terá participado da organi-
Fig. 39. Pormenor de entalhes na rocha para alicerce da
zação asturo-leonesa do território condal portucalen- muralha do Castelo de Cantelães.
se, nos séculos IX e X, período em que se edificou uma
nova fortificação, um castelo de tipologia altomedi-
eval, cuja desactivação parece ter acontecido no de- rochosas, colocou a descoberto o traçado integral da
curso do século XIII. cerca medieval, tornando possível o seu levantamento
A esta fortificação medieval corresponderia a sede rigoroso à escala 1:50.
do Territorio Velariae (ou Terra de Vieira), protegendo A fortificação desenha uma forma trapezoidal ir-
nas suas proximidades o mosteiro de São João de regular, com um perímetro total de 203 metros, com-
Vieira, celebrizado por aí ter falecido Santa Senho- posto por troços mais ou menos rectilíneos adapta-
rinha, a 22 de Abril do ano 982. dos à plataforma superior do monte e aos batólitos
Mas no Numeramento mandado fazer por D. João graníticos que a coroam, delimitando uma área de
III em 1527, regista-se que o Concelho e Terra de 2.250 m2. Com o eixo maior orientado no sentido NE-
Vieira, governado por Ayres Coelho, «(...) nom tem SO, o trapézio é mais largo a NE e mais estreito a
vyla nem castello (...)», o que significa que já então SO, marcando-se os respectivos cantos com inflexões
estaria abandonado. Assim permaneceu até à actua- que desenham uma espécie de cubelos.
lidade, nunca tendo suscitado o interesse dos histo- Na solução planimétrica adoptada destaca-se a
riadores ou dos arqueólogos. instalação de dois ‘cubelos’ no lado menor do trapé-
A limpeza preliminar das massas arbustivas exis- zio, a SW, sobrepujando o início do corredor formado
tentes na plataforma superior, feita de modo mais pelos dois maiores batólitos que coroam a platafor-
cuidado junto aos vestígios perceptíveis de parede de ma, flanqueando o que consideramos ser a entrada
muralha e dos rasgos para o seu alicerce nas massas principal da fortificação.
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 467

Nos lados NE e SE conservam-se troços signifi-


cativos da parede correspondente à muralha, com 2
metros de largura, em cantaria granítica montada em
aparelho pseudo-isódomo, com miolo de calhaus,
cascalhos, terra e saibro. Em distâncias variáveis, os
alinhamentos horizontais das fiadas ajustam-se com
blocos de menores dimensões ou com ‘cotovelos’
talhados nos cilhares maiores.
Sobre os batólitos, o traçado da muralha é defini-
do por um rasgo pouco profundo mas com largura
aproximada de 0,40 metros ou por cavidades escalo-
nadas, tipo degraus, um e outras correspondentes ao
assentamento da fiada inferior externa da muralha ou
ao encaixe dos cilhares nos lados dos batólitos.
Dispersos pelo interior do recinto murado, identi-
ficam-se restos de paredes de alvenaria granítica de Fig. 40. Perspectiva geral da igreja Velha de São Mamede
de Vila Verde.
aparelho irregular, com uma espessura média de 0,65
m e alinhamentos ortogonais, que corresponderão a
habitações e, na banda poente, a uma provável cisterna.
Não se identificaram quaisquer vestígios que pudes-
sem sugerir a existência de uma torre de menagem.
Da fortificação medieval não se conhecem quais-
quer referências nas principais compilações documen-
tais, designadamente nas Inquirições de 1220 e de
1258. Esta aparentemente estranha omissão poderá,
contudo, correlacionar-se com os episódios bélicos
que opuseram senhores locais, no quadro do conflito
mais vasto da guerra civil que perturbou o reino de
Portugal no primeiro quartel do século XIII, estando
bem documentados para esta região alguns episódios
relacionados com o castelo de Lanhoso, que foi várias
vezes assaltado, saqueado e queimado. No caso do
castelo de Vieira, poderemos valorizar os dados arque-
ológicos, que parecem apontar para um abandono da
fortificação medieval em correlação com acções bé-
licas, como sugerem os níveis de carvões na base
exterior da muralha e o achado de pontas de flechas
e de virotes.

2.7. IGREJA VELHA DE SÃO MAMEDE


DE VILA VERDE (FELGUEIRAS)

A Igreja Velha de São Mamede de Vila Verde,


Felgueiras, é uma pequena construção de linhas aus-
teras, praticamente sem decoração arquitectónica.
Apesar da cronologia tardia que se propôs, finais do Fig. 41. Fachada Oeste da igreja Velha de São Mamede de
século XIII, o estudo de arqueologia da arquitectura Vila Verde.
a que foi sujeita em 2004 revelou-a, em nossa opi-
nião, como profundamente devedora de padrões cons- Trata-se de uma edificação unitária, em cantaria
trutivos pré-românicos (Fontes e Catalão 2008; Fon- de blocos graníticos de forma geral paralelepipédi-
tes, Machado e Catalão 2010), pelo que a incluímos ca, esquadrados sem especial cuidado e montados em
neste trabalho. fiadas horizontais regulares, elevando, com ressaltos,
468 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

Fig. 42. Leitura estratigráfica dos alçados da igreja Velha de São Mamede de Vila Verde.

paredes de dupla face ou paramento, com miolo pre- gitudinalmente (de peito), alternando a distâncias
enchido por cascalho, calhaus e argamassa saibrosa. irregulares, com um bloco colocado transversalmente
O aparelho, pseudo-isódomo, apresenta juntas hori- (de testa), que geralmente atravessa toda a parede
zontais quase secas e juntas verticais irregulares, tam- ficando, por vezes, saliente da face desta.
bém secas. Observam-se algumas alterações de ali- A generalidade dos blocos foi rachada e toscamen-
nhamentos de fiadas, geralmente acertados com te afeiçoada a picão, percebendo-se um desbaste es-
recurso a fiadas e/ou blocos de menor altura e que pecialmente orientado para as faces horizontais de
poderão corresponder a fases de obra. assentamento, deixando-se as faces exteriores ligei-
Os blocos graníticos dispõe-se quase sempre lon- ramente convexas, sem qualquer outro tratamento.
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 469

Contudo, muitos outros apresentam uma esquadria com arco semi-circular ou ainda os sarcófagos, bem
mais perfeita e um tratamento mais cuidado da face, como o contexto histórico associável, em que rele-
reconhecendo-se nas superfícies mais regulares de va a instalação em Vila Verde, no decurso do século
algumas das faces, designadamente em todas as que XIII , de Mendo de Sousa e família, permitem-nos
compõe as guarnições dos vãos, um acabamento a classificar o edifício como um projecto românico
cinzel. Em alguns observam-se os rasgos correspon- tardio de expressão rural, em que parecem cruzar-se
dentes à utilização de cunhas de madeira para o corte. influências simultaneamente conservadoras e pro-
Em nenhuma parte do edifício se identificaram quais- gressistas, cuja edificação terá decorrido nos finais
quer siglas ou marcas de canteiro. do século XIII.
Nos vãos originais distinguem-se os das frestas, Para o tema que aqui nos interessa, releva a so-
todos em arco de volta perfeita e abertura em capi- lução construtiva de elevação trapezoidal dos volu-
alço (alargam do exterior para o interior), e os vãos mes, a lembrar as torres dos castelos condais de
das portas, o da fachada ocidental em arco de volta Lanhoso e de Trancoso, de inspiração moçárabe (Bar-
perfeita, inscrito na espessura da parede, com tímpano roca 1990-91), a ausência de decoração arquitectó-
fechado sobre lintel apoiado nas ombreiras e o da nica e a organização «fechada» dos espaços interio-
porta meridional, em arco ligeiramente apontado, res, especialmente acentuada pela elevação da
também inscrito na espessura da parede, com tímpano capela-mor, acessível por uma arco cruzeiro de re-
fechado sobre lintel apoiado em mísulas salientes das duzidas dimensões, a sugerir influências das soluções
ombreiras. construtivas asturianas.
O coroamento das paredes é rematado por uma
cornija de secção ligeiramente côncava, apoiada em
modilhões lisos, com simples decoração moldurada 3. AO MODO DE CONCLUSÃO OU PARA
ou com raros motivos tipo pinha ou rolos. Esta cor- UM PROGRAMA DE INVESTIGAÇÃO
nija recebia uma cobertura original em duas águas, ARQUEOLÓGICA DA ALTA IDADE MÉDIA
tanto na nave como na capela-mor, como denuncia DO NORTE DE PORTUGAL
a empena triangular, que na fachada ocidental é re-
matada por um pequeno campanário em arco de volta As fontes documentais e arqueológicas, a par da
perfeita com cobertura triangular capeada toponímia e da hagiotoponímia, revelam, para o en-
No seu conjunto, o edifício desenvolve-se no sen- tre Douro-e-Minho e no período compreendido en-
tido Oeste – Este, compondo uma igreja de nave rec- tre os séculos VIII e XI, a existência de um povoamento
tangular e capela-mor quadrada, esta mais pequena diversificado.
e bastante mais baixa, com um balcão interior peri- Apesar da desarticulação político-administrativa
metral, tipo banco e ainda com a particularidade de que acompanhou o estabelecimento do domínio árabe
se implantar a uma cota significativamente mais ele- no sul peninsular e suas frequentes incursões seten-
vada que a da nave, determinando dois níveis de trionais, a par das vicissitudes do processo de expan-
pavimento distintos, vencidos por três degraus no vão são asturiano e leonês e da reconhecida retracção
do arco triunfal. populacional dos séculos VII e VIII, a ampla região da
Salientes na fachada Sul da nave conservam-se a diocese de Braga, então correspondente ao Norte do
quase totalidade das mísulas e do rufo pétreo da co- actual território português, sempre esteve povoada
bertura do alpendre, que deste lado abrigaria os fi- (Costa 1959 [1997]; Real 2000; Fontes 2009a; Fon-
éis e a área sepulcral. Ladeando a porta axial, no ex- tes e Pereira 2009).
terior, conservam-se dois sarcófagos em granito, Por outro lado, os processos da expansão asturi-
violados, com caixa antropomórfica e tampa mono- ana e leonesa nos séculos IX e X (vulgarmente apeli-
lítica configurando cobertura a «duas águas». dada de «reconquista») e da definição do Condado
Não conhecemos qualquer documento relativo à Portucalense, no decurso dos séculos X-XI, conhece-
fundação da igreja velha de São Mamede de Vila ram ritmos e intensidades diferentes, determinados
Verde. A proposta de uma cronologia para a edifica- por contextos militares e socioeconómicos específi-
ção original do templo foi, assim, baseada no con- cos. Assim, o noroeste do território só se reorgani-
texto histórico local e nas características técnico- za, de forma sistemática e sustentada, a partir da se-
construtivas e estilísticas da edificação. gunda metade do século IX, com Afonso III das
A forma geral da planta e a sua volumetria, a par Astúrias.
dos elementos arquitectónicos e decorativos particu- Os vestígios arqueológicos deste período que che-
lares como são os modilhões, as frestas e as portas garam até nós, apesar de escassos, apontam no mes-
470 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

mo sentido do processo histórico acima delineado, Ultrapassadas as concepções e perspectivas his-


reportando-se a esmagadora maioria a edificações toriográficas que dominaram a investigação até às
religiosas. Neste sentido, pode afirmar-se que conti- últimas décadas do século passado, verifica-se, ac-
nuou a ser a Igreja a principal impulsionadora da tualmente, um interesse renovado pelo estudo do
actividade construtiva, repetindo o quadro identificado período compreendido entre a desarticulação do po-
no período Suevo-visigótico (Fontes 2009a). der hispano-visigodo, nos inícios do século VIII e a
A existência de programas arquitectónicos vincu- emergência dos reinos cristãos do Norte peninsular,
lados a projectos de poder, que se traduzem na pro- no decurso dos séculos IX-X.
dução de uma arquitectura estereotipada, parece cor- Importa, por isso, questionar os rumos possíveis
responder, na Alta Idade Média do norte do actual da investigação futura, na perspectiva de que a Ar-
território português, à expressão de poderes eféme- queologia poderá dar um contributo significativo para
ros. Pretender interpretar os testemunhos conhecidos a renovação das perspectivas de estudo e para o au-
como expressão de um tempo/época, pode conduzir mento do conhecimento histórico do período altome-
a equívocos interpretativos. A arquitectura «não-eru- dieval.
dita» (nova, de reconstrução, de adaptação ou de sim- Para o efeito, consideramos os seguintes aprioris-
ples manutenção), parece traduzir melhor o fluir do mos:
tempo e as vivências da sociedade, do que uma su- a) Os seres humanos desenvolvem relações di-
posta arquitectura de modelos padronizados que, nâmicas entre si e com a natureza, conservando-se,
verdadeiramente, é raro encontrar. de modo mais ou menos visível, testemunhos mate-
Não se trata de bom senso interpretativo nem de riais da sua actuação (materialidades em que se in-
conciliação de perspectivas diferentes, em busca do cluem também os vestígios arqueológicos). Signifi-
meio-termo, mas antes da convicção, sustentada pela ca isto que se reconhece a cultura material como
documentação histórica e pelos vestígios arqueoló- mediador do conhecimento das sociedades humanas,
gicos, de que os séculos IX e X são tempos de expres- sendo que a cultura material e as metodologias do seu
sões diversas, de avanços e recuos, de isolamento e registo e interpretação constituem o objecto de estudo
de abertura, de retracção e de expansão: nas arqui- específico da Arqueologia e a sua principal caracte-
tecturas como nas sociedades, nos territórios como rística diferenciadora em relação às outras ciências
nas paisagens. sociais e humanas;
Apesar de traços fugazes, os documentos e os b) A actuação dos seres humanos é consciente
restos materiais conhecidos para esta época sugerem- (intencional, racional, emotiva) e coerente, compor-
nos, ou melhor, parecem entender-se melhor num tando, portanto, um qualquer nível de organização.
quadro conceptual de complexidade e de diversidade. Implica que qualquer materialidade resultante das
Defendemos a existência de influências externas, actuações humanas se relaciona, de um modo ou
de inércia endógena e de autonomia criativa, que outro, com um qualquer sistema de representação das
cumulativamente se traduzem numa espécie de arqui- sociedades e que estas, actuando sobre o espaço,
tectura de fusão, fortemente marcada pela tradição construíram paisagens.
local e que, nos finais do século XI e durante todo o c) A actuação dos seres humanos manifesta-se
século XII, vai encontrar expressão plena na arquitec- a diferentes escalas e com diversos níveis de articu-
tura românica portuguesa. lação. Determina a adopção de uma leitura multi-es-
Com Manuel Luís Real (2000, 71), se bem inter- cala, capaz de apreender a diversidade das expressões
pretamos as suas ideias, deve reconhecer-se nessa materiais e sociais das actuações humanas (da habi-
época a existência de renovação arquitectónica, com tação ao simples fragmento de cerâmica, dos espa-
manifestação de influências diversas, que se entrecru- ços económicos aos espaços simbólicos).
zam nas tendências regionais que se detectam nos d) Através da descrição interpretada dos vestí-
elementos arquitectónicos atribuídos a este período, gios materiais das actuações humanas, pode-se ten-
distinguindo-se uma arquitectura «moçárabe» com tar a reconstrução dos modelos de organização social
origem em centros urbanos meridionais, uma arqui- que orientaram essas actuações. Exige a definição dos
tectura asturiana desenvolvida a partir de Oviedo, e conceitos que conduzem à identificação de padrões
uma arquitectura galaico-asturiana, condal, que emer- comuns e que dão sentido às propostas de interpre-
ge em torno dos principais núcleos de povoamento tação.
do Noroeste, isolando-se no entre Douro-e-Minho o É necessário, em seguida, definir objectivos. Inte-
foco de Braga, num eixo que se estende de Guima- ressa-nos, especialmente, avançar na formulação das
rães a Ponte de Lima. seguintes questões: qual o quadro socioeconómico de
Anejos de AEspA LXIII O NORTE DE PORTUGAL ENTRE OS SÉCULOS VIII E X 471

sobrevivência das populações? Que sistemas organi- sistemas de sinais actuais e passados, com o fim úl-
zativos se desenvolveram? Que formas de habitar se timo de chegar às imagens das paisagens desapare-
produziram? Que estruturas de povoamento se dese- cidas.
nharam? Que paisagens se construíram nos séculos
VIII-X?
Para obter respostas julgamos necessário, para BIBLIOGRAFIA
começar e como condição fundamental de desenvol-
vimento das investigações, que os arqueólogos adop- ALMEIDA, C. A. B.; MILHAZES, M. C.; ANTUNES, J. M.
tem uma perspectiva multidisciplinar de análise e que, V., 2007: Catálogo Museu Arqueológico de Bar-
consequentemente, dominem os procedimentos me- celos. Barcelos.
todológicos e as ferramentas analíticas adequadas, ALMEIDA, C. A. F., 1968: Vias Medievais de Entre
tanto nas mais tradicionais áreas de estruturas, estra- Douro e Minho, Dissertação de Licenciatura em
tigrafias, artefactos e ecofactos, como nas mais re- História (policopiada), Faculdade de Letras da
centes e complexas áreas da arqueologia da paisagem Universidade do Porto, Porto.
e da arquitectura. — 1978a: Arquitectura Românica de Entre-Douro-
Para a investigação das estruturas de povoamen- e-Minho. Faculdade de Letras da Universidade do
to e paisagens, para além de servir objectivos elemen- Porto, dissertação de doutoramento, 2 vols., (po-
tares de gestão do património arqueológico, conside- licopiada), Porto.
ramos prioritário realizar inventários arqueológicos — 1978b: Castelologia Medieval de Entre Douro e
e promover a edição crítica de fontes documentais, Minho, Prova Complementar da Tese de Douto-
que poderão e deverão traduzir-se na elaboração de ramento (policopiada), Faculdade de Letras da
cartografia histórico-arqueológica de média escala Universidade do Porto, Porto.
(1:10000 e/ou 1:25000), cruzando dados documen- — 2001: História da Arte em Portugal. O Români-
tais, toponímia e prospecções arqueológicas sistemáti- co, Editorial Presença, Lisboa.
cas. ALMEIDA, F., 1962: «Arte Visigótica em Portugal», O
Em arquitectura, civil, militar e religiosa, impor- Arqueólogo Português, Nova Série, IV, Lisboa.
ta analisar os edifícios enquanto expressões de pro- AMARAL, L., 1999: «Organização eclesiástica de en-
cessos construtivos, para cuja compreensão é impor- tre-Douro-e-Minho: o caso da diocese de Braga
tante considerar, para além das plantas parciais e (sécs. IX-XII)». In Del Cantábrico al Duero: tre-
gerais das edificações, os aspectos técnicos da cons- ce estúdios sobre organización social del espacio
trução, tais como: tipo de materiais utilizados e sua en los siglos VIII a XIII. Universidad de Cantabria/
proveniência, talhe da pedra, aparelho das paredes. Parlamento de Cantabria, Santander, pp. 313-349.
Uma análise deste tipo poderá e deverá contrastar-se — 2007: «Formação e desenvolvimento do domínio
com os respectivos contextos históricos (sociais, eco- da diocese de Braga no período da Reconquista
nómicos, ideológicos, etc.)... Nesta perspectiva, cada (século IX-1137)». Universidade do Porto, Porto.
edifício é único. Só depois de estudos monográficos Dissertação de doutoramento.
será possível identificar padrões comuns, revela- ARIAS PÁRAMO, L., 1993: Prerrománico asturiano. El
dores de tendências com expressão regional. Os arte de la Monarquía Asturiana. Gijón: Edicio-
procedimentos metodológicos desenvolvidos em ar- nes Trea.
queologia da arquitectura devem adoptar-se genera- BARROCA, M., 1987: Necrópoles e Sepulturas Medie-
lizadamente, o que exige, entre outras coisas, levan- vais de Entre-Douro-e-Minho (séculos V a XV),
tamentos topográficos rigorosos e detalhados de todas Faculdade de Letras da Universidade do Porto
as construções ou dos seus vestígios. É igualmente (policopiado), Porto.
necessário, e urgente, proceder a estudos etnoarque- — 1990: «Contribuição para o Estudo dos Testemun-
ológicos dos ateliês tradicionais de cantaria ainda hos Pré-Românicos de Entre-Douro-e-Minho. 1.
existentes no Norte de Portugal. Ajimezes, Gelosias e Modilhões de Rolos», in
Finalizamos citando Navia Osorio (2000, 63), Actas IX Centenário da Dedicação da Sé de Braga
«entender e interpretar um território historicamente (Congresso Internacional), vol. I, Faculdade Teo-
configurado, equivale a decifrar a linguagem pela qual logia, Cabido de Braga, Braga, pp.101-145.
esse território se expressa e se torna racionalmente — 1990-91: «Do Castelo da Reconquista ao Caste-
perceptível e, portanto, implica a descoberta do sis- lo Românico (séc. IX a XII)», Portugalia, Nova Sé-
tema de sinais específicos de cada organização ter- rie, XI-XII, Faculdade de Letras da Universida-
ritorial». É esta a tarefa da arqueologia: estudar os de do Porto, Porto, pp. 89-134.
472 Luís Fontes Anejos de AEspA LXIII

— 2000: Epigrafia Medieval Portuguesa (862-1422), 1989-90 e 1991-92», Cadernos de Arqueologia,


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ASTURIAS ENTRE VISIGODOS Y MOZÁRABES.
OBSERVACIONES FINALES
POR

CHRIS WICKHAM*

Este congreso, y el libro que ha dado como resul- Este debate alcanza ya dos décadas, y aun no se
tado, se sitúan en un período de cambio considerable1. ha resuelto: algunas de las nuevas dataciones de
No existen interpretaciones consensuadas sobre la Caballero han convencido más de lo que lo han he-
arquitectura de las iglesias asturianas. O, al menos, cho otras. Personalmente, aunque he seguido el de-
si existen algunas dominantes (herederas de uno u bate desde el exterior durante más de diez años, aún
otro modo de Helmut Schlunk), están sujetas a cons- no he alcanzado una firme conclusión por mí mismo
tante desacuerdo, a veces sobre la más débil de sus sobre todos sus elementos. En general, encuentro la
bases: tanto en lo concerniente a las influencias artís- meticulosidad del programa del CSIC altamente
ticas y a los programas ideológicos de los edificios impresionante, y su fundamento esencial en la arqueo-
conservados, como a sus dataciones o, por lo menos, logía (por ejemplo, en Santa María de Melque) muy
a la datación de alguno de sus elementos. (En este tranquilizador. Estos son motivos fundados para es-
volumen queda muy claro en el excelente estudio tar preparados a aceptar nuevas dataciones que a
historiográfico de César García de Castro, así como menudo tienen importantes implicaciones: si iglesias
en la variedad de interpretaciones alternativas y da- como San Pedro de la Nave o Quintanilla de las Vi-
taciones que Luis Caballero discute para tres iglesias). ñas pertenecen al siglo IX, y no al VII, esto afecta ra-
Todo ello se vuelve más complicado debido a que dicalmente al tipo de estructura social que se puede
la serie de congresos de Visigodos y Omeyas se aso- postular para la Meseta Norte en el periodo posterior
cia al importante programa de Luis Caballero y sus al año 711, dado que se suele ver como un período
colaboradores que analiza las iglesias de toda la de patrones socio-políticos muy poco jerarquizados,
España alto medieval (empleando una definición mientras que la construcción de las iglesias citadas
europea más amplia de alto medieval, esto es, de los requeriría una notable concentración de recursos. Pero
siglos VI al X), preocupado por el análisis preciso de aun no me queda claro hasta qué punto el programa,
los registros de cada elemento arquitectónico y, como en su conjunto, se debe mantener o caer: si, por ejem-
resultado de ello, frecuentemente con un reajuste plo, uno puede aceptar la nueva datación para Quin-
severo de las dataciones. Sólo recientemente, este tanilla y rechazar la de San Pedro de La Nave, como
programa se ha extendido desde el norte de la Me- García de Castro hace aquí. Ello ha de depender de
seta a Asturias, aunque no podía dejar de hacerlo, ya la medida en que estemos tratando con regiones ho-
que las dataciones de la escuela de Caballero para mogéneas (Zamora y Castilla oriental no están próxi-
muchas de las iglesias «visigóticas» de la Meseta las mas la una a la otra): también, de la medida en que
colocan claramente en el mismo período de tiempo relacionemos entre sí los argumentos para cambios
que el grupo principal de edificios asturianos, es decir, parejos en la datación. Por otra parte, en el presente
en el siglo IX (a lo largo del siglo IX e incluyendo el volumen, el cambio de datación de Caballero para
inicio del X). El desafío de la escuela de Caballero Santianes de Pravia, del año c.780 al c. 900, y su
a la historia arquitectónica española es evidente, dado aceptación de la fecha estándar de hacia 840 para la
que ha puesto en cuestión la cronología básica de toda iglesia originaria de San Miguel de Lillo, no depen-
la arquitectura alto medieval y, con ello, todos los den de las nuevas dataciones para la Meseta (los
supuestos sobre el origen y las direcciones de las paralelos más cercanos que Caballero cita están en
«influencias» (un punto sobre el que volveré). la zona de Braga-Guimarães, lo que tiene notables
implicaciones para la unidad de los talleres de élite
* chris.wickham@history.ox.ac.uk
1
Expreso mi agradecimiento a Luis Caballero por la críti- del reino de Asturias hacia el 840, pero no está rela-
ca de este texto. cionado con sus argumentos para la Meseta). La
476 Chris Wickham Anejos de AEspA LXIII

nueva datación de Pravia también está aquí apoyada Esto es evidente en el estudio que aquí presentan
por un análisis detallado de la evidencia epigráfica Agustín Azkarate e Iñaki García Camino sobre la
de la iglesia (en especial por la inscripción en gran arqueología vasca; en varias contribuciones recien-
parte perdida del rey Silo) efectuado por Helena tes de Quirós y sus colaboradores; así como en el
Gimeno y Javier del Hoyo. Esto implica que la con- congreso de Vitoria de 2010.3 En su artículo de este
tribución del proyecto del CSIC a los análisis de las volumen, Quirós y Fernández Mier hacen un llama-
iglesias asturianas se puede aceptar por separado, lo miento explícito para que ésta sea la dirección de la
que me convence completamente. Pero esto también futura investigación en Asturias, y yo no puedo más
significa que la búsqueda de paralelos e influencias, que estar de acuerdo con ellos. En realidad, ¿es Álava
cuando se basan en dataciones de edificios aun su- el modelo del desarrollo de las aldeas alto medieva-
jetas a debate, debe proceder con precaución y sus les asentadas en el norte de España, según el cual el
resultados se deben considerar como provisionales. siglo VIII se posicionó firmemente como aquel en el
Pero lo que sigue también tiene que ver con la que cristalizaron las aldeas como asentamientos con-
datación de las iglesias; de hecho, una de las conclu- centrados, aunque las jerarquías (manifestadas entre
siones más importante que he sacado de la lectura de otras cosas por la fundación de iglesias) no se desa-
los artículos de este congreso es hasta qué punto todo rrollaron en ellas hasta un siglo después? En gene-
en el estudio de Asturias es aún provisional. Lo con- ral, el País Vasco estuvo, probablemente, entre las
sidero un cumplido al compromiso y rigor de los regiones menos jerarquizadas del norte de España en
autores; ellos participan en un momento de cambio de nuestro período, y esperaríamos que los signos de
paradigmas del que son conscientes. La atmósfera de desigualdad social emergieran antes en otras zonas
discusión (implícita) es positiva y nos lleva por nuevas (sobre todo en la Asturias central con los monarcas
direcciones: deja una impresión mucho mejor que la en Oviedo). Pero, ¿fue esta dirección general de des-
de las agrias batallas evidenciadas en los debates entre plazamiento, con las aldeas como característica del
las interpretaciones tradicionales y las menos tradi- siglo VIII más que del VII, lo normal en otros lugares?
cionales del reino astur del importante congreso de Quirós y Fernánder Mier argumentan que de hecho
Asturias publicado en 2002.2 Aquí, el núcleo del cam- fue así en la provincia/región de Asturias y, para creer-
bio de paradigma es la cultura material de Asturias lo, presentan modelos basados en las fuentes docu-
(tanto de la provincia/comunidad autónoma moderna, mentales. Como historiador de documentos no pue-
como, en algunas contribuciones importantes, de todo do disentir de los principios metodológicos que aquí
el reino asturiano). A pesar de que algunos autores de han empleado, aunque debo advertir que no existen
este libro discuten los documentos escritos (Juan documentos anteriores al año 800, por lo que uno de
Antonio Quirós y Margarita Fernández Mier; Javier los elementos de la ecuación está inevitablemente
Fernández Conde), los presentan como contribucio- ausente. Aquí es donde se hace esencial la excava-
nes basadas en general sobre la arqueología y la ar- ción, para averiguar cómo era realmente el contexto
quitectura eclesiástica; en este libro no hay análisis de los asentamientos de las aldeas que rodeaban las
sobre la narrativa de las crónicas asturianas. Por lo muchas iglesias de las que tenemos noticia (ya sea
tanto, es la cultura material (de los siglos VIII y IX, el de las que tenemos noticias por documentos, o de las
período del «Reino de Asturias») la que ha sido el que aún permanecen en pie). Cuando lo hayamos
foco de todas las conclusiones que se ofrecen aquí; hecho, entonces podremos comprobar realmente, a
y, repito, cualquiera de dichas conclusiones debe verse partir de los documentos y de la arquitectura, la hi-
como altamente provisional, o como advertencia re- pótesis de Quirós y Fernández Mier sobre los tipos
ferida a la dirección que puedan tomar futuros traba- de iglesias que confirman un patrocinio aristocráti-
jos. Ahora me quiero concentrar en tres temas: el co y otro aldeano (hipótesis que como propuesta
primero podría llamarse el desafío de Álava; el segun- provisional es por completo convincente). Sin duda,
do, la cuestión de las «influencias» estilísticas y téc- este será un paso adelante sustancial en la compren-
nicas; el tercero, la cuestión de los gastos. sión de la estructura social asturiana. De hecho, para
El primer punto se expone de forma sencilla: el mí este es el ineludible siguiente paso, el que nos
trabajo que se ha realizado recientemente en la pro- liberará del «ejercicio de circularidad que no parece
vincia de Álava muestra, con más claridad que nin-
gún otro, lo mucho que se puede obtener de una cam- 3
V.g. J. A. Quirós Castillo et al., «Arqueología de la alta
paña sistemática de excavaciones de asentamientos. edad media en el Cantábrico oriental», Actas congreso «Me-
dio siglo de Arqueología en el Cantábrico oriental y su entor-
no» (Vitoria, 2008), pp. 1-52; Vasconia en la alta edad media,
2
La época de la monarquía asturiana (Oviedo, 2002). 450-1000 (Vitoria, 2011).
Anejos de AEspA LXIII ASTURIAS ENTRE VISIGODOS Y MOZÁRABES. OBSERVACIONES FINALES 477

progresar en espiral ascendente», de acuerdo con la puesto, soy consciente de que se pudo dar el caso
sutil frase de García de Castro. (como así fue) de una «influencia» bizantina en el
Mi segundo punto, una reacción al amplio espectro estado visigótico y en sus manifestaciones culturales,
de artículos presentados, atañe a las «influencias» en en el siglo VII, lo cual es más comprensible puesto que
el arte y la arquitectura asturianos: ya sean indíge- estos fueron los dos principales poderes cristianos del
na, romana, visigótica, bizantina, carolingia, sasánida, Mediterráneo, y porque algunas partes del imperio
armenia o islámica. De hecho, es uno de los ámbi- bizantino (Ceuta, las islas Baleares, pero también la
tos principales de la «circularidad» de la investiga- rica e importante isla de Sicilia) no se encontraban
ción. Algunas de estas propuestas (desde luego, no muy alejadas de España. Me queda menos claro cómo
todas planteadas en estos artículos) son simplemen- se articuló exactamente esta influencia en la práctica,
te inverosímiles: no puedo concebir ningún canal ya que de hecho hubo un contacto sustancial entre
plausible e independiente de comunicación que haya ellos. Pero el reino de Asturias tuvo una relación muy
traído motivos armenios hasta Asturias, por citar tan distinta con Bizancio: hay que decir que no existe
sólo un ejemplo. En general, cualquier hipótesis so- ningún contacto documentado entre ambos. En con-
bre influencias que no conlleve una propuesta de traposición, sí existieron relaciones cercanas y orgá-
cómo se trasladó realmente dicha influencia, será nicas con el que fue tras el año 800 el poder más rico
poco convincente para los observadores externos (en- y arquitectónicamente más activo del Mediterráneo
tre los que ciertamente me incluyo). Bajo este pris- occidental, es decir, con el emirato de Córdoba.
ma, incluso la influencia «carolingia» en San Julián Sabemos que los productos andalusíes circulaban
de los Prados es altamente improbable, dado que las de forma generalizada por Asturias, al menos a par-
iglesias carolingias más importantes no se estaban tir de que los documentos de venta comienzan a ser
construyendo antes del mismo período (es decir, antes numerosos (lo que se admite que no ocurre hasta
del reinado de Alfonso II; actualmente no encuentro pasado el año 900), dado que con frecuencia los
razones para dudar de dicha datación), y que sus objetos de factura árabe se muestran como elemen-
programas pictóricos al fresco son bastante distintos. tos que fijan los precios. Córdoba y otras grandes
Pero también se debe remarcar que la influencia de ciudades meridionales, a pesar de ser el enemigo,
Toledo se puede suponer bastante débil, al menos en poseían un inmenso prestigio como motor económi-
lo que respecta a los detalles arquitectónicos y de- co de la Península. (Esta actividad realmente no co-
corativos (en contraposición a la imagen genérica de menzó hasta transcurrido el año c.800; pero como
un centro regio cuajado de edificios), ya que no es nuestras evidencias materiales asturianas pertenecen
probable que los patronos o los constructores del siglo casi en su totalidad al siglo IX, esta fecha no repre-
IX viajaran a menudo a la antigua capital para reci- senta un problema, aunque de hecho podría implicar
bir lecciones de diseño. que no debamos esperar influencia islámica en nada
Lo cual no quiere decir que los patrones de la élite construido antes, aunque tal cosa se encontrara). Ellas
asturiana no fueran sofisticados. Los edificios que controlaron no necesariamente los programas ideo-
tenemos nos lo muestran de otra manera. Pero exis- lógicos, pero desde luego sí el gusto. ¿Significa esto
ten ciertas cosas que no podemos esperar que hubie- que los asturianos viajaban a Córdoba, antes que a
ran conocido. Una es la diferencia entre los motivos Toledo, para recibir lecciones de diseño? También lo
y los estilos romanos y visigóticos (e incluso «indí- dudo mucho, pero, al menos, es altamente probable
genas»); todos ellos, simplemente, formarían parte de que sólo unos pocos habilidosos artesanos de la cons-
una paleta tradicional de experiencias y préstamos trucción hubieran vivido únicamente del patrocinio
locales, incluyendo motivos cargados de poder y eli- de los reyes y aristócratas de Oviedo, y que la ma-
tismo. (Nótese, en cualquier caso, que la reutilización yoría de ellos pudieron haber ido allí donde el dine-
de spolia fue particularmente baja en Asturias, inclu- ro les llevaba, lo que significaría introducirse en áreas
yendo muchos edificios reales como Santa María del bajo gobierno musulmán antes que en otras bajo
Naranco —García de Castro—. Esto habría sido im- gobierno cristiano. Allí es donde habrían recogido las
posible, por ejemplo, en la Italia del mismo período, últimas tendencias de diseño, que pudieron llevar de
y constituye un indicador no sólo de la ausencia rela- vuelta al norte. Me parece la vía más probable por
tiva de materiales expoliados de buena calidad en la la que la influencia estilística viajó (compárese la
que fue siempre una región pobre, sino también de una problemática claramente planteada por María de los
actitud más independiente de la carga del pasado an- Ángeles Utrero al final de su artículo y que continúa
tiguo en el norte de España). Otra es la diferencia entre con sus conclusiones, que son válidas aun antes que
la influencia bizantina, sasánida e islámica. Por su- sus propios ejemplos empíricos). Pero esto también
478 Chris Wickham Anejos de AEspA LXIII

implica que cualquier «influencia» en la arquitectu- tan importante como Galicia como base temprana de
ra andalusí (muchas de las cuales eran orientales, de facciones aristocráticas. Pero presumiblemente tam-
hecho tanto omeyas como abasíes, y algunas tradi- bién lo fue Asturias, con una concentración en su zona
ciones artísticas orientales tuvieron raíces bizantinas central, donde, después de todo, los reyes habían
y sasánidas), una vez que llegara a Asturias, sería elegido tener su propia base. De forma semejante, la
percibida, y no de forma errónea, como derivada sim- aristocracia fundadora de iglesias descrita por Qui-
plemente de al-Andalus. rós y Fernández Mier igualmente dependía de simi-
Cuando escribo esto soy consciente de estar se- lares, aunque menores, acumulaciones de riqueza.
ñalando puntos muy obvios y, además, de forma muy Curiosamente, todavía no tenemos un estudio con una
poco sutil, que resultarán excesivamente familiares gama completa de evidencias para tales acumulacio-
a muchos de mis lectores. Pero, aunque simples, son nes a lo largo de todo el reino, desde el Miño al Ebro.
puntos que en ocasiones parecen olvidar algunos de Esta evidencia se basaría esencialmente en los docu-
los participantes en dichos debates, por lo que aún mentos y se necesitaría precisar con los materiales
se deben considerar válidos. Se puede comentar que más ricos provenientes del siglo X, de modo que per-
dichos puntos respaldan los argumentos generalmente mitiría percibir qué clase de concentraciones de ri-
asociados a Luis Caballero (también a María Cruz queza se dio durante el periodo astur tanto en Astu-
Villalón), con quién, a este respecto, me alegra es- rias como en la serie de regiones que continúan a lo
tar de acuerdo sin vacilación alguna. Ilustran, de largo de la costa cantábrica (y bajan por la costa at-
forma sencilla, que, en esta parte del Mediterráneo, lántica hasta Braga: Luis Fontes). Entonces, esto se
el prestigio de Córdoba y demás ciudades meridio- podría confrontar con las evidencias mejor conoci-
nales llegó a tal punto que sus manifestaciones cul- das de la Meseta Norte bajo los reyes de León. Y,
turales comenzaron a formar parte de un nuevo len- después, dicho estudio también se confrontaría con
guaje común o koiné en el diseño arquitectónico, tal las evidencias constructivas, que por ahora son ricas
como haría pronto la alfarería vidriada «islámica» en y extensas, y con las evidencias arqueológicas, que
la producción cerámica (no sólo en España). También están tan sólo en su inicio pero pronto serán mucho
socavan la distinción entre «asturiano» y «mozára- mayores. Y, si lo tuviéramos, además podríamos de-
be», lo que me parece un útil paso adelante en nuestro cir algo sobre la economía política de Asturias, lo que
entendimiento de la transición del siglo IX al X, aun- serviría, entre otras cosas, como un apuntalamiento
que dicho siglo escape de nuestro propósito. práctico para las cuestiones ideológicas y religiosas,
El último punto que deseo remarcar es igualmente normalmente más asociadas con las construcciones
simple, pero aun así debe ser confrontado de forma de iglesias, que es el tema central de este libro.
sistemática: el hecho de que un relativamente pequeño Esencialmente la cuestión es ésta: ya podemos
reino como Asturias, fundado en espacios que ape- alejarnos de la oposición entre el triunfalismo cató-
nas tienen buenas tierras agrícolas, y con un sistema lico de la mayor parte del siglo XX, que valoró el pe-
social que en general no se considera muy jerarqui- ríodo asturiano como la matriz de toda la «Reconquis-
zado (lo que implica que sus recursos pudieron no ta», y la teoría gentilicia de Abilio Barbero y Marcelo
haber sido monopolizados sustancialmente por una Vigil, quienes, en una respuesta justificable, hicieron
élite real y aristocrática), consiguiera producir sin hincapié en cuan no-romanos, «primitivos» si se
embargo un conjunto de edificios sorprendentemen- desea, eran los asturianos y lo mucho que rompieron
te bien construidos y ricamente amueblados, en su con su pasado visigótico. Ninguna deja mucho espa-
principal centro político durante el siglo IX. Esto cio para el estudio de la riqueza material que de he-
muestra la ambición de la realeza, lo cual es como cho hubo en el reino, la primera porque no era rele-
se ha analizado normalmente, pero el coste de estos vante para el objeto de estudio, y la segunda porque
edificios tuvo que ser considerable. Concluyo que ello la propia teoría dificulta reconocer que pudiera existir
implica que los recursos de la monarquía (es decir, la concentración de riqueza. Una renovada atención
la tierra) tuvieron que ser igualmente considerables, a la innegable evidencia de las iglesias asturianas
desde el año 800 hasta el último año, mucho más de puede alentar incluso a aquellos para quienes la His-
lo que creen algunos historiadores. ¿Dónde estaba esa toria de la Iglesia no es un tema crucial para profun-
tierra? Probablemente en todas partes, desde Galicia dizar en el entendimiento del Reino de Asturias como
a Álava: los reyes del siglo IX pueden muy bien ha- una estructura socio-económica. Doy mi apoyo a
berse visto embarcados en políticas territoriales, del cualquiera que se dirija en esta dirección. Y este li-
tipo Marc Bloch, con los aristócratas de Galicia, y bro proporciona un conjunto de propuestas que ayu-
sabemos que Álava (aunque menos jerarquizada) fue dará a aquellos que deseen ir aun más allá.
ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA
(AEspA)

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Arqueología, con atención a sus fuentes materiales, literarias, epigráficas o numismáticas. Tiene como campo de
interés las culturas del ámbito mediterráneo y europeo desde la Protohistoria a la Alta Edad Media, flexiblemente
abierto a realidades culturales próximas y tiempos fronterizos. Se divide en dos secciones: Artículos, dentro de los
que tendrán cabida tanto reflexiones de carácter general sobre temas concretos como contribuciones más breves sobre
novedades en la investigación arqueológica; y Recensiones. Además, edita la serie Anejos de Archivo Español de
Arqueología, que publica de forma monográfica libros concernientes a las materias mencionadas. Los trabajos serán
originales e inéditos y no estarán aprobados para su edición en otra publicación o revista.

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empleados en el título, pues ambos se publican siempre conjuntamente.
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se utilizarán negritas.
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guarismos romanos y árabes, e incluso sin numeración.
5. Cuando se empleen citas textuales en el texto o en notas a pie de página se entrecomillarán, evitando la letra cursiva.
Dicha letra se acepta para topónimos o nombres en latín. En estos casos, se preferirán las grafías con «v» en lugar de
«u», tanto para mayúsculas como para minúsculas (conventus mejor que conuentus).
6. Por lo que se refiere al sistema de cita, deberá emplearse el sistema «americano» de citas en el texto, con nombre de
autor en minúscula y no se pondrá coma entre autor y año (apellido o apellidos del autor año: páginas). Si los autores
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seguido por la locución et alii.

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nombres vendrán separados por comas, introduciendo la conjunción «y» entre los dos últimos. En el caso de que un
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Si en el mismo año coinciden dos o más obras de un mismo autor o autores, serán distinguidas con letras minúsculas
(a, b, c...). En el caso de las monografías se indicará el lugar de edición tal y como aparece citado en la edición
original (p. e. London, en lugar de Londres), separado del título de la obra por una coma. En el caso de artículos o
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Los nombres de revistas se incluirán sin abreviar. Las referencia a las consultas realizadas en línea (Internet), deberán
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aclaraciones o referencias generales.

Ejemplos de citas en la bibliografía final:


Monografías:
Arce, J. 1982: El último siglo de la España romana: 284 409, Madrid.

Artículos en revistas:
García y Bellido, A. 1976: «El ejército romano en Hispania», Archivo Español de Arqueología 49, 59-101.
Contribuciones a congresos y obras conjuntas:
Noguera Celdrán, J. M. 2000: «Una aproximación a los programas decorativos de las villae béticas. El conjunto
escultórico de El Ruedo (Almedinilla, Córdoba)», P. León y T. Nogales (coords.), Actas III Reunión sobre Escultura
Romana en Hispania, Madrid, 111-147

Trabajos dentro de una serie monográfica:


Alföldy, G. 1973: Flamines Provinciae Hispaniae Citerioris, Anejos Archivo Español de Arqueología VI, Madrid.

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reproducción parcial o total. Es necesario su permiso para efectuar cualquier reproducción.
ANEJOS DE «ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA»
ISSN 09561-3663
I F. LÓPEZ CUEVILLAS: Las joyas castreñas. Madrid, 1951, 124 págs., 66 figs.—ISBN 84-00-01391-3 (agotado).
II A. BALIL: Las murallas romanas de Barcelona. Madrid, 1961, 140 págs., 75 figs.— ISBN 84-00-01489-8 (agotado).
III A. GARCÍA Y BELLIDO y J. MENÉNDEZ PIDAL: El distylo sepulcral romano de Iulipa (Zalamea). Madrid, 1963, 88 págs.,
42 figs.—ISBN 84-00-01392-1.
IV A. GARCÍA Y BELLIDO: Excavaciones y exploraciones arqueológicas en Cantabria. Madrid, 1970, 72 págs., 88 figs.—
ISBN 84-00-01950-4.
V A. GARCÍA Y BELLIDO: Los hallazgos cerámicos del área del templo romano de Córdoba. Madrid, 1970, 84 págs., 92
figs.—ISBN 84-00-01947-4.
VI G. ALFÖLDY: Flamines Provinciae Hispaniae Citerioris. Madrid, 1973, 114 págs., más 2 encartes.—ISBN 84-00-03876-
2.
VII Homenaje a D. Pío Beltrán Villagrasa. Madrid, 1974, 160 págs., 32 figs.—ISBN 84-7078-377-7 (agotado).
VIII J. ARCE: Estudios sobre el Emperador FL. CL. Juliano (Fuentes Literarias. Epigrafía. Numismática). Madrid, 1984,
258 págs.—ISBN 84-00-05667-1.
IX Estudios sobre la Tabula Siarensis (eds. J. GONZÁLEZ y J. ARCE). Madrid, 1988, 332 págs.—ISBN 84-00-06876-9.
X G. LÓPEZ MONTEAGUDO: Esculturas zoomorfas celtas de la Península Ibérica. Madrid, 1989, 203 págs., 6 mapas y 88
láminas.—ISBN 84-00-06994-3.
XI R. JÁRREGA DOMÍNGUEZ: Cerámicas finas tardorromanas africanas y del Mediterráneo oriental en España. Estado
de la cuestión. Madrid, 1991.—ISBN 84-00-07152-2.
XII Teseo y la copa de Aison (coord. R. OLMOS ROMERA), Actas del Coloquio celebrado en Madrid en octubre de 1990.
Madrid, 1992, 226 págs.—ISBN 84-00-07254-5.
XIII A. GARCÍA Y BELLIDO (edit.): Álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de Antonio Vives Escudero (M. P.
GARCÍA-BELLIDO, texto). Madrid, 1993, 300 págs., 190 láminas.—ISBN 84-00-07364-9.
XIV M. P. GARCÍA-BELLIDO y R. M. SOBRAL CENTENO (eds.): La moneda hispánica. Ciudad y territorio. Actas del I Encuentro
Peninsular de Numismática Antigua. Madrid, 1995, XVI + 428 págs., 210 ilustr.—ISBN 84-00-07538-2.
XV A. OREJAS SACO DEL VALLE: Estructura social y territorio. El impacto romano en la cuenca Noroccidental del Duero.
Madrid, 1996, 255 págs., 75 figs., 11 láms.—ISBN 84-00-07606-0.
XVI A. NÜNNERICH-ASMUS: El arco cuadrifronte de Cáparra (Cáceres). Madrid, 1997 (en coedición con el Instituto
Arqueológico Alemán de Madrid), 116 págs., 73 figs.—ISBN 84-00-07625-7.
XVII A. CEPAS PALANCA: Crisis y continuidad en la Hispania del s. III. Madrid, 1997, 328 págs.—ISBN 84-00-07703-2.
XVIII G. MORA: Historias de mármol. La arqueología clásica española en el siglo XVIII. Madrid, 1998 (en coedición con
Ed. Polifemo), 176 págs., 16 figs.—ISBN 84-00-07762-8.
XIX P. MATEOS CRUZ: La basílica de Santa Eulalia de Mérida: Arqueología y Urbanismo. Madrid, 1999 (en coedición con
el Consorcio Monumental de la Ciudad de Mérida), 253 págs., 75 figs., 22 láms. y 1 plano.—ISBN 84-00-07807-1.
XX R. M. S. CENTENO, M.a P. GARCÍA-BELLIDO y G. MORA (eds.): Rutas, ciudades y moneda en Hispania. Actas del II
EPNA (Oporto, 1998). Madrid, 1999 (en coedición con la Universidade do Porto), 476 págs., figs.—ISBN 84-00-
07838-1.
XXI J. C. SAQUETE: Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana. Madrid, 2000 (en coedición
con la Fundación de Estudios Romanos), 165 págs.—ISBN 84-00-07986-8.
XXII M.a P. GARCÍA-BELLIDO y L. CALLEGARIN (coords.): Los cartagineses y la monetización del Mediterráneo occidental.
Madrid, 2000 (en coedición con la Casa de Velázquez). 192 pp. y figs. ISBN: 84-00-07888-8.
XXIII L. CABALLERO ZOREDA y P. MATEOS CRUZ (coords.): Visigodos y Omeyas. Un debate entre la Antigüedad tardía y la
alta Edad Media. Madrid, 2000 (en coedición con el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida). 480 pp. y
figs. ISBN: 84-00-07915-9.
XXIV M.a MARINÉ ISIDRO: Fíbulas romanas en Hispania: la Meseta. Madrid, 2001. 508 págs. + 37 figs. + 187 láms.—ISBN
84-00-07941-8.
XXV I. SASTRE PRATS: Onomástica y relaciones políticas en la epigrafía del Conventus Asturum durante el Alto Imperio.
Madrid, 2002.- ISBN84-00-08030-0.
XXVI C. FERNÁNDEZ, M. ZARZALEJOS, C. BURKHALTER, P. HEVIA y G. ESTEBAN: Arqueominería del sector central de Sierra
Morena. Introducción al estudio del Área Sisaponense. Madrid, 2002. 125 págs. + figs. en texto y fuera de texto.-
ISBN 84-00-08109-9.
XXVII P. PAVÓN TORREJÓN: La cárcel y el encarcelamiento en la antigua Roma. Madrid, 2003. 299 págs. + 18 figs. En texto,
apéndices e índices. -ISBN: 84-00-08186-2.
XXVIII L. CABALLERO, P. MATEOS y M. RETUERCE (eds.): Cerámicas Tardorromanas y Altomedievales en la Península Ibérica.
Instituto de Historia e Instituto de Arqueología de Mérida. Madrid, 2003. 553 págs. + 277 figs.- ISBN 84-00-08202-8.
XXIX P. MATEOS, L. CABALLERO (eds.): Repertorio de arquitectura cristiana: época tardoantigua y altomedieval. Mérida,
2003. 348 págs. + figs en texto. ISBN 84-00-08179-X.
XXX T. TORTOSA ROCAMORA (coord.): El yacimiento de la Alcudia: pasado y presente de un enclave ibérico. Instituto de
Historia. Madrid, 2004., 264 págs. + figs. en texto.- ISBN 84-00-08265-6.
XXXI V. MAYORAL HERRERA: Paisajes agrarios y cambio social en Andalucía Oriental entre los períodos ibérico y romano.
Instituto de Arqueología de Mérida, 2004, 340 págs. + figs. en texto.- ISBN 84-00-08289-3.
XXXII A. PEREA, I. MONTERO Y O. GARCÍA-VUELTA (eds.): Tecnología del oro antiguo: Europa y América. Ancient Gold Technology:
America and Europe. Instituto de Historia. Madrid, 2004. 440 págs. + figs. en texto.- ISBN: 84-00-08293-1.
XXXIII F. CHAVES Y F. J. GARCÍA (eds.): Moneta Qua Scripta. La Moneda como Soporte de Escritura. Instituto de Historia.
Sevilla, 2004. 431 págs. + figs., láms. y mapas en texto.- ISBN: 84-00-08296-6.
XXXIV M. BENDALA, C. FERNÁNDEZ OCHOA, R. DURÁN CABELLO Y Á. MORILLO (EDS.): La arqueología clásica peninsular ante
el tercer milenio. En el centenario de A. García y Bellido (1903-1972). Instituto de Historia. Madrid, 2005. 217 págs.
+ figs. En texto. ISBN 84-00-08386-5.
XXXV S. CELESTINO PÉREZ Y J. JIMÉNEZ ÁVILA (edits.): El Periodo Orientalizante. Actas del III Simposio Internacional de
Mérida: Protohistoria del Mediterráneo Occidental. Mérida 2005, dos volúmenes, 1440 págs. + figs., láms., gráficos
y mapas en texto. ISBN 84-00-08345-8.
ANEJOS DE «ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA»
(Continuación)
XXXVI M.ª RUIZ DEL ÁRBOL MORO: La Arqueología de los espacios cultivados. Terrazas y explotación agraria romana en
un área de montaña: la Sierra de Francia. Instituto de Historia. Madrid, 2005. 123 págs. + 30 figs. en texto. ISBN
84-00-08413-6.
XXXVII V. GARCÍA-ENTERO: Los balnea domésticos -ámbito rural y urbano- en la Hispania romana. Instituto de Historia. Madrid,
2005. 931 págs. + 236 figs. en texto. ISBN 84-00-08431-4.
XXXVIII T. TORTOSA ROCAMORA: Los estilos y grupos pictóricos de la cerámica ibérica figurada de la Contestania. Instituto
de Arqueología de Mérida. Mérida. 2006. 280 págs. ISBN 84-00-08435-1.
XXXIX A. CHAVARRÍA, J. ARCE Y G. P. BROGIOLO (eds.): Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental. Instituto de
Historia. Madrid. 2006. 273 págs. + figs. en texto. ISBN 84-00-08466-7.
XL M.ª ÁNGELES UTRERO AGUDO: Iglesias tardoantiguas y altomedievales en la Península Ibérica. Análisis arqueológico
y sistemas de abovedamiento. Instituto de Historia. Madrid 2006. 646 págs. + figs. en texto + 290 láms. ISBN 978-
84-00-8510-0.
XLI L. CABALLERO y P. MATEOS (eds.): Escultura decorativa tardo romana y alto medieval en la Península Ibérica. Actas
de la Reunión Científica «Visigodos y Omeyas» III, 2004. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida 2007. 422
págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08543-8.
XLII P. MATEOS CRUZ: El «Foro Provincial» de Augusta Emerita: un conjunto monumental de culto imperial. Instituto de
Arqueología de Mérida. Mérida. 2006. 439 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08525-4.
XLIII A. JIMÉNEZ DÍEZ: Imagines Hibridae. Instituto de Historia. Madrid 2008. 410 págs. +150 figs. en texto ISBN 978-
84-00-08617- 6.
XLIV F. PRADOS MARTÍNEZ: Arquitectura púnica, Instituto de Historia. Madrid 2008. 332 págs. +328 figs. en texto ISBN
978-84-00-08619-0.
XLV P. M ATEOS, S. C ELESTINO, A. PIZZO Y T. TORTOSA (eds.): Santuarios, oppida y ciudades: arquitectura sacra en el
origen y desarrollo urbano del Mediterráneo occidental. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2009. 464
págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08827-3
XLVI J. JIMÉNEZ ÁVILA (ed.): Sidereum Ana I. El río Guadiana en época post-orientalizante. Instituto de Arqueología
de Mérida. Mérida. 2008. 480 págs. + 230 figs. en texto. ISBN 978-84-00-08646-6
XLVII M.P. GARCÍA BELLIDO, A. MOSTALAC Y A. JIMÉNEZ (eds.): Del imperivm de Pompeyo a la auctoritas de Augusto.
Homenaje A Michael Grant. Instituto de Historia. Madrid. 2008. 318 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-
08740-1
XLVIII Espacios, usos y formas de la epigrafía hispana en épocas antigua y tardoantigua. Homenaje al doctor Armin U.
Stylow. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2009. 408 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08798-2
XLIX L. ARIAS PÁRAMO: Geometría y proporción en la Arquitectura Prerrománica Asturiana. Instituto de Historia. Madrid.
2008. 400 págs. + 234 figs. + 57 fotos + 26 cuadros. ISBN 978-84-00-08728-9
L S. CAMPOREALE, H. DESSALES y A. PIZZO (eds.): Arqueología de la construcción I. Los procesos constructivos en el
mundo romano: Italia y provincias occidentales. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2008. 360 págs. +
figs. en texto. ISBN 978-84-00-08789-0
LI L. CABALLERO, P. MATEOS y M.A. UTRERO (eds.): El siglo VII frente al siglo VII. Arquitectura. Instituto de Arqueología
de Mérida - Instituto de Historia. Madrid. 2009. 348 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08805-7
LII A. GORGUES: Économie et société dans le nord-est du domaine ibérique (IIIe – Ier s. av. J.-C.). Instituto de Historia.
Madrid. 2010. 504 págs. + 143 figs. en texto. ISBN 978-84-00-08936-8
LIII R. AYERBE, T. BARRIENTOS y F. P ALMA (eds.): El foro de Avgvsta Emerita. Génesis y evolución de sus recintos
monumentales VII. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2009. 868 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-
08934-4
LIV L. CABALLERO: Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura. Instituto de Historia.
Madrid. 2010. 232 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-09128-6
LV T. TORTOSA ROCAMORA, S. CELESTINO PÉREZ (eds.) y R. CAZORLA MARTÍN (coord.): Debate en torno a la religiosidad
protohistórica. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2010. 309 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-
09177-4
LVI A. PIZZO: Las técnicas constructivas de la arquitectura pública de Augusta Emerita. Instituto de Arqueología de
Mérida. Mérida. 2010. 614 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-09181-1
LVII A. PIZZO, S. CAMPOREALE, H. DESSALES (eds.): Arqueología de la construcción II. Los procesos constructivos en el
mundo romano: Italia y provincias orientales. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2010. 646 págs. + figs.
en texto. ISBN 978-84-00-09279-5
LVIII M. P. GARCÍA -BELLIDO, L. CALLEGARIN , A. JIMÉNEZ DÍEZ (eds.): Barter, money and coinage in the Ancient
Mediterranean (10th-1st centuries BC). Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de Historia. Madrid.
2011. 396 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-09326-6
LIX V. MAYORAL HERRERA, S. CELESTINO PÉREZ (eds.), Tecnologías de información geográfica y análisis arqueológico
del territorio. Actas del V Simposio Internacional de Arqueología de Mérida. Instituto de Arqueología – Mérida.
CSIC. Junta de Extremadura. Consorcio de Mérida. Mérida 2011. 836 págs. + figs. en texto (ed. electrónica). ISBN
978-84-00-09407-2
LX J.A. REMOLÀ VALLVERDÚ, J. ACERO P ÉREZ (eds.), La gestión de los residuos urbanos en Hispania. Xavier Dupré
Raventós (1956-2006). In memoriam. Instituto de Arqueología – Mérida. CSIC. Junta de Extremadura. Consorcio de
Mérida. Mérida 2011. 418 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-09345-7
LXI L. CABALLERO, P. MATEOS y T. CORDERO (eds.): Visigodos y omeyas. El territorio. Instituto de Arqueología de Mérida.
2012. 340 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-09457-7
LXII J. JIMÉNEZ ÁVILA (ed.): Sidereum Ana II. El río Guadiana en el Bronce Final. Instituto de Arqueología de Mérida.
Mérida. 2012. 572 págs. + 365 figs. y tablas en el texto. ISBN 978-84-00-09434-8
LXIII L. CABALLERO, P. MATEOS CRUZ y C. GARCÍA DE CASTRO VALDÉS (eds.): Asturias entre visigodos y mozárabes. Instituto
de Historia. Madrid. 2012. 488 págs. + figs. en el texto. ISBN 978-84-00-09471-3
LXIV S.CAMPOREALE, H. DESSALES y A. PIZZO (eds.): Arqueología de la construcción III. Los procesos constructivos en el
mundo romano: la economía de las obras. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida (en prensa).
HISPANIA ANTIQVA EPIGRAPHICA
(HispAntEpigr.)

Fascículos 1-3 (1950-1952), 4-5 (1953-1954), 6-7 (1955-1956), 8-11 (1957-1960) y 12-16 (1961-1965).

ITALICA

Cuadernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma (18 vols.).


Monografías de la Escuela (22 vols.).

CORPVS VASORVM HISPANORVM

J. CABRÉ AGUILÓ: Cerámica de Azaila. Madrid, 1944.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. XI + 101 págs. con 83
figs. + 63 láms., 32 × 26 cm. (agotado).
I. BALLESTER, D. FLETCHER, E. PLA, F. JORDÁ y J. ALCACER. Prólogo de L. PERICOT: Cerámica del Cerro de San Miguel, Liria.
Madrid, 1954.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. y Dipu-tación Provincial de Valencia.—XXXV + 148 págs.,
704 figs., LXXV láms., 32 × 26 cm.—ISBN 84-00-01394-8 (agotado).

ANEJOS DE GLADIUS
CSIC y Ediciones Polifemo

M.ª Paz García-Bellido: Las legiones hispánicas en Germania. Moneda y ejército. Instituto de Historia. 2004. 354 págs. + 120
figs. ISBN 84-00-08230-3.
M.ª Paz García-Bellido (coord.): Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C.-192d.C.). El abastecimiento de moneda. Instituto
Histórico Hoffmeyer. Instituto de Historia. Ediciones Polifemo. 2006. 2 vols. + CD Rom. ISBN (10) 84-00-08440-3; (13)
978-84-00-08440-0.

TABVLA IMPERII ROMANI (TIR)


Unión Académica Internacional

Editada por el C.S.I.C., Instituto Geográfico Nacional y Ministerio de Cultura

Hoja K-29: Porto. CONIMBRIGA, BRACCARA, LVCVS, ASTVRICA, edits. A. BALIL ILLANA, G. PEREIRA MENAUT y F. J. SÁNCHEZ-
PALENCIA. Madrid, 1991. ISBN 84-7819-034-1.
Hoja K-30: Madrid. CAESARAVGVSTA, CLVNIA, edits. G. FATÁS CABEZA, L. CABALLERO ZOREDA, C. GARCÍA MERINO y A.
CEPAS. Madrid, 1993. ISBN 84-7819-047-3.
Hoja J-29: Lisboa. EMERITA, SCALLABIS, PAX IVLIA, GADES, edits. J. DE ALARCÃO, J. M. ÁLVAREZ, A. CEPAS, R. CORZO.
Madrid, 1995. ISBN 84-7819-065-1.
Hoja K-J31: Pyrénées Orientales-Baleares. TARRACO, BALEARES, edits. A. CEPAS PALANCA, J. GUITART I DURÁN. G. FATÁS
CABEZA. Madrid, 1997. ISBN 84-7819-080-5.
Fall K-J31: Pyrénées Orientales-Baleares (edición en catalán). ISBN 89-7819-081-3.

VARIA
A. GARCÍA Y BELLIDO: Esculturas romanas de España y Portugal. Madrid, 1949, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
2 volúmenes de 28 × 20 cm.: I, Texto, XXVII + 494 págs.—II, Láminas, 352 láms. (agotado).

C. PEMÁN: El pasaje tartéssico de Avieno. Madrid, 1941, 115 págs., 26 × 18 cm. (agotado).
A. SCHULTEN: Geografía y Etnografía de la Península Ibérica.
Vol. I. Madrid, 1959. Instituto Español de Arqueología (C.S.I.C.), 412 págs., 22 × 16 cm.—Contenido: Las fuentes antiguas.
Bibliografía moderna y mapas. Orografía de la meseta y tierras bajas. Las costas (agotado).

Vol. II. Madrid, 1963, 546 págs., 22 × 16 cm.—Contenido: Hidrografía. Mares limítrofes. El estrecho de Gibraltar. El clima.
Minerología. Metales. Plantas. Animales (agotado).

M. PONSICH: Implantation rurale antique sur le Bas-Guadalquivir (II) (Publications de la Casa de Velázquez, série «Archéologie»:
fasc. III).—Publié avec le concours de l’Instituto Español de Arqueología (C.S.I.C.) et du Conseil Oléicole International.—
París, 1979 (27,5 × 21,5 cm.), 247 págs. con 85 figs. + LXXXI láms.—ISBN 84-600-1300-6.

HOMENAJE A A. GARCÍA Y BELLIDO


Vol. I Madrid, 1976. Revista de la Universidad Complutense de Madrid, XXV, 101.
Vol. II Madrid, 1976. Revista de la Universidad Complutense de Madrid, XXV, 104.
Vol. III Madrid, 1977. Revista de la Universidad Complutense de Madrid, XXVI, 109.
Vol. IV Madrid, 1979. Revista de la Universidad Complutense de Madrid, XXVIII, 118.

VV.AA.: Producción y Comercio del Aceite en la Antigüedad. Primer Congreso Internacional.—Universidad Complutense.—
Madrid, 1980 (24 × 17 cm.), 322 págs.—ISBN 84-7491-025-0.

VV.AA.: La Religión Romana en Hispania. Simposio organizado por el Instituto de Arqueología «Rodrigo Caro» del C.S.I.C.
(17-19 diciembre 1979).—Subdirección General de Arqueología del Ministerio de Cultura.—Madrid, 1981 (28,5 × 21 cm.),
446 págs.—ISBN 84-7483-238-1.

VV.AA.: Homenaje a Sáenz de Buruaga.—Diputación Provincial de Badajoz: Institución Cultural «Pedro de Valencia».—Madrid,
1982 (28 × 19,5 cm.), 438 págs.—ISBN 84-500-7836-9.

VV.AA.: Producción y Comercio del Aceite en la Antigüedad. Segundo Congreso Internacional.—Universidad Complutense.—
Madrid, 1983 (24 × 17 cm.), 616 págs.—ISBN 84-7491-107-9.

VV.AA.: Actas del Congreso Internacional de Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos
XVIII -XX ), 13-16 de diciembre de 1988, C.S.I.C., Ministerio de Cultura, 1991.—ISBN 84-7483-758-8.

VV.AA.: Ciudad y comunidad cívica en Hispania (siglos II y III d.C.). Cité et communauté civique en Hispania. Actes du Colloque
organisé par la Casa de Velázquez et par le Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 25-27 janvier 1990.
Collection de la Casa de Velázquez, 38. Serie Rencontres. Madrid, 1992, 220 pp.—ISBN 84-86839-46-7.

BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGICA
ISSN 0519-9603

I A. BLANCO FREIJEIRO: Arte griego. Madrid, 1982, 396 págs., 238 figs., 19 × 13 cm. (8.a edición, corregida y aumentada).—
ISBN 84-00-04227-1. Cf. en Textos Universitarios.
II A. GARCÍA Y BELLIDO: Colonia Aelia Augusta Italica. Madrid, 1960, 168 págs., 64 figuras en el texto y 48 láms., y un
plano, 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01393-X (agotado).
III A. BALIL: Pintura helenística y romana. Madrid, 1962, 334 págs:, 104 figs. y 2 lám. 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-00573-
2 (agotado).
IV A. BALIL: Colonia Julia Augusta Paterna Faventia Barcino. Madrid, 1964, 180 págs., 69 figs. y un plano, 19 × 13
cm.—ISBN 84-00-01454-5. 2.a ed. 84-00-01431-6 (agotado).
V A. GARCÍA Y BELLIDO: Urbanística de las grandes ciudades del mundo antiguo. Madrid, 1985, XXVIII + 384 págs.,
194 figs. en el texto, XXII láms. y 2 cartas, 19 × 13 cm. (2.a ed. acrecida, agotada).—ISBN 84-00-05908-5.
VI A. M. DE GUADÁN: Numismática ibérica e iberorromana. Madrid, 1969, XX + 288 págs., 24 figs. y varios mapas en el
texto y 56 láms., 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01981-4 (agotado).
VII M. VIGIL: El vidrio en el mundo antiguo. Madrid, 1969, XII + 182 págs., 160 figs., 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01982-
2. 2.a ed. 84-00-01432-4 (agotado).
TEXTOS UNIVERSITARIOS
1. A. GARCÍA Y BELLIDO: Arte romano.—C.S.I.C. (8.a ed.).—Madrid, 1990 (28 × 20 cm.), XX + 836 págs. con 1.409 figs.—
ISBN 84-00-070777-1.
2. A. BLANCO FREIJEIRO: Arte griego.—C.S.I.C. (8.a ed.).—Madrid, 1990 (21 × 15 cm.), IX + 396 págs. con 238 figs.—
ISBN 84-00-07055-0.
35. M.P. GARCÍA-BELLIDO y C. BLÁZQUEZ: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. I: Introducción. Madrid, 2001,
234 pp. y figs. ISBN: 84-00-08016-5.
36. M.P. GARCÍA-BELLIDO y C. BLÁZQUEZ: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. II: Catálogo de cecas y pueblos.
Madrid, 2001, 404 pp. y figs. ISBN: 84-00-08017-3.
45. A. GARCÍA Y BELLIDO: Urbanística de las grandes ciudades del mundo antiguo, est. prelim. de Manuel Bendala Galán,
Madrid, 2009 (3.a ed., renovada), 412 págs. y figs., 25 x 18 cm. ISBN: 978-84-00-08878-1.

CORPVS DE MOSAICOS DE ESPAÑA


I A. BLANCO FREIJEIRO: Mosaicos romanos de Mérida.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1978
(28 × 21 cm.), 66 págs. con 12 figs. + 108 láms.—ISBN 84-00-04303-0 (agotado).
II A. BLANCO FREIJEIRO: Mosaicos romanos de Itálica (I).—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1978
(28 × 21 cm.), 66 págs. con 11 figs. + 77 láms.—ISBN 84-00-04361-8.
III J. M. BLÁZQUEZ M ARTÍNEZ: Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga.—Instituto Español de Arqueología del
C.S.I.C.—Madrid, 1981 (28 × 21 cm.), 236 págs. con 32 figs. + 95 láms.—ISBN 84-00-04937-3.
IV J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de Sevilla, Granada, Cádiz y Murcia.—Instituto Español de Arqueología
del C.S.I.C.—Madrid, 1982 (28 × 21 cm.), 106 págs. con 25 figs. + 47 láms.—ISBN 84-00-05243-9.
V J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de la Real Academia de la Historia, Ciudad Real, Toledo, Madrid y
Cuenca.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1982 (28 × 21 cm.), 108 págs. con 42 figs. + 50
láms.—ISBN 84-00-05232-40.
VI J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ y T. ORTEGO: Mosaicos romanos de Soria.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—
Madrid, 1983 (28 × 21 cm.), 150 págs., con 22 figs. + 38 láms.—ISBN 84-00-05448-2.
VII J. M. BLÁZQUEZ y M. A. MEZQUÍRIZ (con la colaboración de M. L. NEIRA y M. NIETO): Mosaicos romanos de Navarra.—
Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. Madrid, 1985 (28 × 21 cm.), 198 págs. con 31 figs. + 62 láms.—ISBN
84-00-06114-4.
VIII J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, M. L. NEIRA y M. P. SAN NICOLÁS: Mosaicos romanos de Lérida y Albacete.
Madrid, 1989. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm.), 60 págs., 19 figs. y 44
láms.—ISBN 84-00-06983-8.
IX J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, M. L. NEIRA y M. P. SAN NICOLÁS: Mosaicos romanos del Museo Arqueológico
Nacional. Madrid, 1989. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm.), 70 págs., 18
figs. y 48 láms.—ISBN 84-00-06991-9.
X J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, T. MAÑANES y C. FERNÁNDEZ OCHOA: Mosaicos romanos de León y Asturias.
Madrid, 1993. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 116 págs., 19 figs. y 35láms.—
ISBN 84-00-05219-6.
XI M. L. NEIRA y T. MAÑANES: Mosaicos romanos de Valladolid. Madrid, 1998. Departamento de Historia Antigua y
Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 128 págs., 10 figs. y 40 láms.—ISBN 84-00-07716-4.
XII G. LÓPEZ MONTEAGUDO, R. NAVARRO SÁEZ y P. DE PALOL S ALELLAS: Mosaicos romanos de Burgos. Madrid, 1998.
Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 170 págs., 26 figs. y 168 láms.—ISBN
84-00-07721-0.
ARCHIVO ESPAÑOL
DE
ARQVEOLOGÍA

Distribución y venta: Departamento de Publicaciones del CSIC


C/ Vitruvio, 8
28006-Madrid
Tel.: +34 915 612 833, +34 915 681 619/620/640
Fax: +34 915 629 634
E-mail: publ@csic.es
www.publicaciones.csic.es
ANEJOS
AESPA
Luis Caballero Zoreda ANEJOS
Pedro Mateos Cruz
DE
LXIII César García de Castro Valdés
2012 (eds.) AESPA LXIII

ASTURIAS ENTRE VISIGODOS Y MOZÁRABES


ASTURIAS ENTRE VISIGODOS
Y MOZÁRABES

ISBN 978 - 84 - 00 - 09471 - 3

ARCHIVO ESPAÑOL
DE
ARQVEOLOGÍA
CSIC INSTITUTO DE HISTORIA

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