Recorrido Histórico

[AFO028HBM] Teorías de Género y Feminismo
[MOD0248QZ] Género y Feminismo

[UDI1510N1] Recorrido histórico
Introducción
La lucha feminista por la igualdad entre mujeres y hombres no siempre se ha desarrollado como lo
hace actualmente. Ya desde el s. XIX surgieron figuras femeninas que reclamaban los mismos
derechos que los hombres y fueron conscientes de las desigualdades existentes, tanto a nivel social,
laboral, económico y a nivel relacional/personal.
Conocer la historia del feminismo permite comprender cuáles son los principales logros que se han
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conseguido y cuál es el recorrido que queda por delante. Por ello, a lo largo de esta Unidad
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Didáctica se indican los principales hitos y figuras representativas del feminismo.
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Resultados de aprendizaje
Identificar los hitos más destacables del s. XIX y XX.
Resaltar las figuras más relevantes del feminismo.
Establecer las características principales de las olas del feminismo hasta la actualidad.
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Mapa Conceptual
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1. Orígenes del feminismo. Las olas
Las declaraciones públicas que realizan una descripción de las mujeres como grupo social diferente
y desigual son anteriores al siglo XVIII. Ya en 1405 Christine de Pizan escribió una obra que se
alzaría como emblemática en los años venideros: La cité des dames.
Según de Pizan, las mujeres expresan sus agravios en el marco de una concepción estamental de la
sociedad que no se pone en cuestión y considera castigo de la voluntad divina. Esgrime contra los
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prejuicios de "los sabios" su saber. Aparece así el concepto de “le bon sens – la capacidad autónoma
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de juzgar", que será el aliado de la causa de las mujeres y del que tanto partido sacarán Poullain de
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la Barre o Mary Wollstonecraft en los siglos venideros.
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De todas formas, el discurso de Christine de Pizan se inscribe dentro de una lógica estamental. Ella,
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por su parte, se considera una excepción y, por este motivo, no exhorta a todas las mujeres a que
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sean como ella, no reivindicando un acceso genérico de las mujeres a los saberes que se reservan a
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los hombres. Hizo falta que se generase una plataforma conceptual de abstracciones
universalizadoras como "ciudadanía", "sujeto de derechos", "sujeto moral autónomo", etc., para
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poder reclamar que tales abstracciones se aplicasen también a las mujeres.

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En la historia del feminismo, es posible identificar varias etapas u olas que han marcado un antes y
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un después en este.
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Primera ola del feminismo

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En la historia general del feminismo se puede ver la evolución del pensamiento de la igualdad. Esta
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evolución se ha sistematizado en "olas" (una sistematización, por otro lado, no exenta de polémica,
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pues también tiene sus detractores y detractoras). La llamada "primera ola del feminismo" abarca el
período de tiempo de 1790 a 1960.
Sus textos fundamentales son:
La Vindicación de los derechos de la mujer (1792) de Mary Wollstonecraft.
La demanda de la mitad de la raza humana, las mujeres (1825) de William Thompson y Anna
Wheeler.
The subjection of Women (1869) de John Stuart Mill.
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Durante este extenso periodo, se configura la base del pensamiento de la igualdad. Estos textos
marcan el curso de las reivindicaciones a favor del cambio, como el aumento de las oportunidades
educativas, los derechos dentro del matrimonio o como trabajadoras, culminando con la concesión
del derecho a voto.
Durante esta primera ola, las mujeres afroamericanas definieron su relación con el movimiento de
mujeres no solo con la formación de sus propios clubes de mujeres y sus propias asociaciones
sufragistas, sino también con su propia crítica del patriarcado y del racismo.
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Aunque muchas ideas defendidas por mujeres afroamericanas, como Frances Harper, Meggie Lena
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Walker o Ida B. Wells, eran parecidas a las de las feministas blancas, tenían un sentido menos
individualista de la condición de la persona. Su concepto de la autonomía y de la igualdad femenina
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se entrelazaba con la lucha colectiva de la comunidad afroamericana.
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El fin de la etapa activa de la primera ola se identifica con la concesión del derecho a voto en 1920
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en Estados Unidos. Sin esa causa común que las cohesionara, el pensamiento feminista se fragmentó
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en múltiples corrientes filosóficas y políticas, algo que debilitó la opinión de las mujeres en la
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sociedad occidental. A esto se añadía el período prebélico y la Segunda Guerra Mundial.

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Cuando esta acabó, las mujeres sufrieron un regreso a la vida doméstica y al rol femenino
tradicional, cuyas limitaciones actuaron como precursoras del movimiento de liberación de las
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mujeres de la década siguiente. Sin embargo, en 1949 ocurrió un hecho decisivo en la historia y
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evolución del feminismo y fundamental para el resurgimiento de este: la publicación en París de El

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segundo sexo, de Simone de Beauvoir.

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Segunda ola del feminismo

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La Segunda Ola del feminismo tiene lugar en la segunda mitad del XIX y el XX, hasta la Segunda
Guerra Mundial. Nuria Varela destaca en que la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX
supuso una gran prueba de la estrategia, capacidad y paciencia que habían conseguido las
feministas con el sufragio como primera victoria.
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Pese a las características y situaciones particulares que se dieron lugar en cada uno de estos
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periodos, a continuación se indican los principales hechos y preocupaciones que se abarcaron en
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esta Segunda Ola, especialmente aquellos que estuvieron directamente relacionados con las
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mujeres.
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Tercera ola del feminismo

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Con la Tercera Ola del feminismo se va a reivindicar un cambio de valores, donde la lucha feminista
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va a lograr que la justicia se encargue de legislar aspectos considerados hasta entonces como
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privados.
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Esta Tercera Ola coincide con las revoluciones de los años 60 y se extiende hasta los 80, aunque hay
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quienes la sitúan en la actualidad. El objetivo es modificar la visión y el papel de las mujeres como
estereotipo sexual que se utiliza en los medios de comunicación, el arte y la publicidad. Por
supuesto, se reivindica la necesidad de abolición del patriarcado, ya que es la estructura social la
que viene provocando desigualdades y continúa con el establecimiento de jerarquías que
proporcionan mayores privilegios a los hombres. De los años ’80 en adelante se le da mayor
importancia al multiculturalismo, diversidades femeninas…
Contar con un concepto claro de lo que es el posmodernismo es una tarea muy difícil, por no decir
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imposible, pues la apertura, las posibilidades de explicación y la contradicción están en la base de
sus planteamientos.
No obstante, es posible señalar algunas de las bases fundamentales del pensamiento posmoderno:
Afirma que la tradición modernista no está en su mejor momento y cuestiona los métodos
usados para establecer lo que es verdadero o falso, la realidad o el mito.
Se trata de hacer una crítica social, sin que se aborden temas de la filosofía, para abrir un
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debate crítico libre y sin ninguna perspectiva teórica universal, con una tonalidad pragmática.
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En este sentido, tratan de esquivar la noción de "diferencia", tratando de ir más allá del
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racionalismo, hablando de múltiples identidades y diferencias. Además, cuestionan la diferencia, por
referirse al proceso de dominación.
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La Condición posmoderna de Jean-François Lyotard, traducido al inglés en 1984, parecía sentar las
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bases de esta evolución de la historia de las ideas. Lyotard partía de la hipótesis de que la
metanarrativa o crítica de la Ilustración (la creencia surgida en el siglo XVIII en la capacidad de la

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razón para liberar a los seres humanos de la servidumbre frente a las fuerzas internas y externas de
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la irracionalidad) estaba agotada y la historia ya no podía considerarse como un avance continuo
tendente a una situación final de justicia e igualdad absolutas.

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Consideraba, por tanto, que el compromiso de los pensadores políticos posteriores a la Ilustración,
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con el uso instrumental de la ciencia y la tecnología en la causa de la justicia social y con la

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búsqueda del conocimiento objetivo como fundamento del progreso social, ya no era viable ni
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deseable. El razonamiento de Lyotard implicaba que el recurso a las estructuras transhistóricas

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como medio de explicar la opresión política simplemente volvería a representar dichas formas de
opresión a la inversa. Por ejemplo, legítimamente solo pueden existir comunidades políticas
fundadas sobre la solidaridad de la experiencia compartida en formas locales, provisionales y
atenuadas. Además, el compromiso feminista con la diferencia tiene que entrañar la deconstrucción
de la propia diferencia feminista como el siguiente paso lógico de su evolución.
Parecería imposible que una única constelación de identidad representara o hablara en nombre de
cualquier otra.
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En realidad, el propio concepto de democracia representativa podría considerarse ahora como la
usurpación de la voz, la posición o la subjetividad (descentrada) de otro. La publicación de la obra de
Lyotard coincidió con una evolución en el marco del propio feminismo hacia el concepto de "política
de la identidad", un ataque a las opiniones esencialistas y un reexamen del concepto de diferencia.
El feminismo posmoderno ha sido caracterizado por su radicalidad y heterogeneidad. Para las
feministas posmodernas, el feminismo cometió los mismos errores de la ciencia masculina, puesto
que solo representaban a parte de las mujeres, especialmente a occidentales, blancas, cristianas,
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burguesas y heterosexuales.
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Por ello, algunas feministas posmodernas afirman que es necesario abandonar la categoría
"mujer", ya que el intento de definir la categoría termina recreando conceptos misóginos; la
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categoría mujer es una ficción, una representación represiva de la autoridad metafísica, que llega a
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personificar todo lo excluido por el concepto de racionalidad de la Ilustración y los esfuerzos
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feministas deben ir conducidos hacia su deconstrucción.
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Sin embargo, si el feminismo posmoderno rechaza lo universal, también rechazaría la categoría

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"género", por lo que muchas autoras desconfían o niegan directamente la posible alianza entre
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posmodernismo y feminismo. Algunos autores establecen como conclusión que la posmodernidad no

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es una alianza beneficiosa para el feminismo, ya que no se trata de un pensamiento crítico.

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La posmodernidad se autoconstituye a sí misma declarando la muerte de la modernidad y de la

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razón, de tal forma que todos los conceptos que sugieran universalidad son rechazados; al negar la
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idea de totalidad social, niegan la posibilidad de hacer una teoría social totalizadora y, por tanto,
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niegan las categorías de clase, raza o género, así como la noción de patriarcado. El problema
para muchas autoras y autores radica en la falta de propuestas reales y aplicables del
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posmodernismo.
El debate está sobre la mesa. Como no podía ser menos, en un movimiento como el posmoderno hay
distintas voces dentro del mismo. Para algunas comentaristas, como la crítica literaria Linda
Hutcheon, la fragmentación, la desorganización y los efectos desestabilizadores del arte y el
pensamiento posmodernos, tal y como lo practican autores y autoras como Angela Carter, Margaret
Atwood y Salman Rushdie, constituyen la única forma viable de crítica en el marco de una cultura
capitalista tardía que ha anulado la posibilidad de la crítica kantiana, puramente trascendente.
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Para otros, como el crítico marxista Fredric Jameson, el posmodernismo no es más que otro
recordatorio deprimente de la complicidad de todas las formas de arte y conocimiento con el impulso
devorador del capitalismo en su etapa final y más imperialista: la plena subsunción de una cultura
mercantilizada en la economía. El arte posmoderno, al igual que el pensamiento posmoderno, es
simplemente un reflejo de las zonas superficiales y sin alma de un mundo atomizado, anémico (sin
propósito) y fragmentado.
Nancy Fraser, una de las más importantes feministas de la actualidad, afirma que las diferencias de
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género no deben ser caracterizadas como el punto central del debate.
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Esta misma autora señala tres puntos principales sobre el camino que debe seguir el movimiento
feminista:
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No hay que olvidar el debate igualdad/diferencia y la atención exclusiva a las diferencias de
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género, aunque el interés se haya desplazado a las diferencias entre mujeres.
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No hay que volver a las interpretaciones esencialistas que abordan la diferencia y la identidad,
aunque tampoco siguiendo políticas únicamente deconstructivistas. Hay que desarrollar una
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alternativa que permita vincular una política cultural de igualdad y de diferencia en

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colaboración con una política social de justicia y equidad.
No hay que volver al punto de vista de que solo existe un tipo de ser humano. La visión
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multicultural de una multiplicidad de formas culturales representa un avance que no hay que
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olvidar.
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2. Poullain de La Barre
Las primeras vindicaciones feministas se articularon al cartesianismo, históricamente hablando,
haciendo referencia al ámbito de la universalización del sujeto. Descartes (1596 – 1650) proclamó
que “le bon sens” era extensivo a hombres y mujeres como integrantes de la especie humana. El
saber tradicional quedaba deslegitimado, pues no podía convalidarse con los estándares de la nueva
regla de evidencia que él estableció como criterio inapelable y plasmó en su primera verdad, que se
presentaba como una idea clara y distinta al ser racional «pienso, luego existo».
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Sin embargo, fue su discípulo, el antes mencionado François Poullain de la Barre, quien explotó y
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radicalizó el mensaje cartesiano de la universalización de “le bon sens” y su virtual inclusión en él de
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las mujeres. Él pragmatizó el "pienso, luego existo", es decir, desplazó la exigencia de la aplicación
de la regla de evidencia al ámbito de las costumbres, desde el ámbito de las ciencias teóricas. Afirmó
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que la mente no tiene sexo, de forma que, a nivel biológico, tanto mujeres como hombres poseen
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cerebro igual, órganos sensoriales y la misma conformación biológica. Con lo cual, plantea por qué
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no desempeñan las mismas funciones sociales, si a nivel biológico son iguales. Así, lo que en
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Descartes se consideró un proyecto de reforma de la mente, finalmente se convirtió en un programa
de reforma social con su discípulo, quien se movió en los círculos preciosistas, fenómeno muy
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importante en la Francia del momento.

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Las llamadas preciosas, por su integración en el preciosismo (movimiento social y cultural que
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precedió al clasicismo francés en la primera mitad del siglo XVII), contribuyeron al refinamiento de
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la vida social, a la implantación de un nuevo estilo de vida y a la penetración de profesionales
intelectuales en círculos aristocráticos culturales.

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Poullain de la Barre fue consciente de la función que cumplieron las mujeres de los salones del siglo
XVII como promotoras de las nuevas formas de saber y las prácticas emergentes que respondían a la
decadencia de la aristocracia. La idea de mérito, lema fundamental del preciosismo, cumple una
función muy diferente a la que aparece en la obra de Christine de Pizan, pues ahora no es
meramente ético, sino virtualmente político. Es el mérito el que legitima y habilita a las mujeres
para que lleven a cabo las mismas tareas que los hombres.
Para Poullain, el dato más constante que unifica la historia humana es la ley del más fuerte: la
fuerza, siempre al lado de los hombres, ha prevalecido históricamente sobre la razón. Las únicas
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diferencias existentes entre los individuos se refieren a la fuerza. De esta manera, se considera que
la igualdad entre los sexos es total. La desigualdad se inicia, según él, con la extensión de la familia:
la introducción de nuevos integrantes en la familia primitiva es lo que provoca que las mujeres se
vuelvan dependientes. Es por tanto este el origen de la división funcional y sexual del trabajo. Esto
es interiorizado socialmente, llegándose así al fin del estado natural. Esta argumentación le permite
deslegitimizar la existencia social de la desigualdad entre los sexos, a falta de tener un origen
natural y carecer de base racional.
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3. Olympe de Gouges
La crisis de legitimación del Antiguo Régimen que culminó en la Revolución Francesa arrastró
consigo una crisis de legitimación patriarcal. En el principio de esta crisis se encuentra el que las
mujeres tienen la capacidad autónoma de juzgar, el “bon sens” que señaló Poullain de la Barre.
Las mujeres, al formar parte de una sociedad que emitía un discurso ideológico en el que la
igualdad, la libertad y la fraternidad eran protagonistas, no se resignaron a vivir en la pasividad.
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Sin embargo, la intención de la sociedad, con su estructura patriarcal, era excluirlas. Pero las
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consignas excluyentes no consiguieron frenar el movimiento que estaba surgiendo de lucha por la
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igualdad de las mujeres. Por este motivo, proliferaron los textos que protestaban enérgicamente
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contra esta situación, como el de Mademoiselle Jodin (Proyecto de legislación para las mujeres
dirigido a la Asamblea Nacional).
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Una de las figuras más destacadas de la época es la de Marie Gouze, más conocida como Olympe de
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Gouges, que se dedicó a realizar una amplia gama de escritos, artículos y manifiestos promoviendo
ideas sociales y criticando el sistema político del momento.

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Algunas de sus obras más conocidas y con gran contenido social fueron:
Reflexiones sobre los negros, en 1788.
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El mercado de los negros, en 1790.
En 1791, escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en respuesta a la
conocida Declaración de los Derechos de los Hombres y del Ciudadano, realizada por la Asamblea
Nacional Constituyente francesa en 1789, y que abogaba por los derechos personales y universales
de la población.
Sin embargo, Olympe de Gouges no opinaba igual, ya que indicada que solo reconocía los derechos
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de los hombres, provocando que las mujeres quedasen en una situación de inferioridad, y justificaba
sus ideas en la observación de la situación precaria de las mujeres de su entorno.
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La propia Marie procedía de un hogar humilde. A los 17 años fue obligada a casarse con un señor
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adinerado, 10 años mayor que ella, con la excusa de ofrecerle hogar y amparo económico. Tuvo un
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hijo con Louis-Yves Aubry, su marido, y al cumplir este el año, Louis-Yves falleció. Al heredar, se
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mudó a Paris con su hijo para darle la educación que ella no pudo tener, así como para conseguir
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una oportunidad de ser autosuficiente por ella misma.

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Para poder hacerlo, y así desvincularse de ser la esposa de nadie, cambió su nombre por Olympe de
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Gouges, con la intención de comenzar una nueva vida.

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Las mujeres reclamaron, ante todo, presencia y participación en lo público, considerándose este
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el nuevo espacio social emergente en la sociedad ilustrada; lugar que se habían ganado al participar
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activamente en acontecimientos como, por ejemplo, la toma de la Bastilla, las Jornadas de Octubre o
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la marcha sobre Versalles para llevar a los Reyes a París.

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Ellas volvieron contra los hombres los argumentos que ellos habían esgrimido contra el Antiguo
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Régimen y pidieron ser representadas por mujeres, así como participar activamente en los pactos.
Algunas de las ideas revolucionarias que Olympe promovió fueron:
Lucha por la igualdad de las mujeres.
Derecho al voto.
Derecho a la educación y al trabajo público.
Igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico.
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Promoción del divorcio.
Pero el resultado fue desolador. Por sus ideas revolucionarias, Olympe fue encarcelada en la
Bastilla, fue perseguida por participar con los girondinos y, finalmente, fue condenada a la
guillotina.
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4. Nicolas Condorcet
Nicolás de Condorcet nace en 1743 en Francia, en el seno de una familia aristócrata, en la cual dos
de los valores principales eran la libertad y la igualdad.
Fue contemporáneo de Rousseau, Diderot y Voltaire, formando parte de los conocidos
“Enciclopedistas”, que fueron un grupo de autores que intentaron abarcar el conocimiento de la
época en una sola obra, la Enciclopedie. Abordaban conocimientos de todo tipo, desde matemáticas,
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ciencias de la naturaleza, lengua, etc.
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Los Enciclopedistas no solo recopilaron información, sino que además cuestionaban los
preconceptos de la época, sobre todo con los relacionados en la dualidad de poder mandar –
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obedecer, aristocracia y plebe. Dentro de esta corriente, apostaban por la libertad y la igualdad,
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principios básicos para poder organizar la sociedad. En este ambiente, se incluía la igualdad de las
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mujeres, a pesar de que, en la época, se considerase que estas debían estar al servicio de los
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hombres.
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Condorcet conoció a una mujer con la que posteriormente se casaría, Sophie de Grouchy, que unió
fuerzas con Olympe de Gouges y escribieron varios escritos sobre los derechos de las mujeres,
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aunque ninguno de estos tuviera grandes repercusiones.

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Posteriormente, Condorcet se metió en política y defendió desde su posición los valores de igualdad
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y libertad. Tras la toma de La Bastilla, este fue electo en la Asamblea Constituyente, y formó parte
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de los Girondinos. Debido a la situación de conflicto de la época, tuvo que escapar y refugiarse para
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evitar ser sentenciado por sus ideas.

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Un hecho destacable fue la petición de divorcio de Condorcet, que se llevó a cabo para proteger a su
mujer.
Durante este tiempo, escribió El Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu
humano, su obra más influyente. En él, defiende la libertad de cultos, aunque critica la religión tal
cual se practicaba en la época, también habla de la historia como una forma de destruir la
superstición y de promover la racionalidad y libertad de las personas.
Otras obras destacables son:
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Sobre la admisión de las mujeres al derecho ciudadano, escrito en 1790, cuyo fin es resaltar la
necesidad de que las mujeres queden incluidas en los intereses generales del Gobierno, ya que
suponen la mitad de la población.
Memorias sobre Instrucción Pública, escrita en 1791 para su hija, en la cual exalta la necesidad
de que la educación pública debe ser igualitaria para mujeres y hombres, de forma que estas
no queden excluidas de los planes de estudios.
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Los Jacobinos encontraron finalmente a Condorcet en 1793, que murió dos días después de entrar en
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la cárcel. Hay quienes indican que fue un suicidio y quienes afirman que fue envenenado.
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5. Mary Wollstonecraft
En Inglaterra, Mary Wollstonecraft reflejaba en la Vindicación de los derechos de la mujer el daño
psicológico y económico que supone para las mujeres su obligada dependencia de los hombres y su
exclusión de la esfera pública, y esto a través de un lenguaje muy especial.
Las palabras de Mary Wollstonecraft reflejan claramente las reivindicaciones de las mujeres en la
época ilustrada. Desde su estado de opresión, usaron el lenguaje ilustrado para describirse a sí
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mismas, llegando a designarse como "Tercer Estado dentro del Tercer Estado". Acusaron a los
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hombres de un "comportamiento aristocrático" en sus hogares, impugnando así la tradicional
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legitimidad de sus privilegios que se mantienen en el espacio doméstico.
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Mary Wollstonecraft nació en una familia de clase media, con un padre agresivo y alcohólico y una
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madre subordinada y maltratada físicamente. Con apenas dieciocho años tuvo que trabajar de dama
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de compañía, hasta que consiguió trabajar como maestra de señoritas e institutriz de una familia
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aristocrática. Después, entró en contacto con el círculo de radicales, con un grupo de intelectuales
ingleses con los que estableció un próspero intercambio intelectual. Animada por uno de ellos,
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Thomas Paine, redactó en seis semanas de 1792 la Vindicación de los derechos de la mujer que se
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convirtió en el texto fundacional del feminismo. Todo un ejemplo de autonomía de pensamiento e
independencia.
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Si lo único relevante era el mérito, ellas tenían los mismos méritos; si las diferencias en virtud del
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nacimiento y la cuna debían ser abolidas, las diferencias de sexo -azar biológico- también.
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Intelectual ilustrada, Wollstonecraft puso a la Ilustración contra las cuerdas, pues reivindicó para las
mujeres aquellos derechos naturales que los pensadores contractualistas consideraban como
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exclusivos de los hombres. Sacó de lo privado a lo público aquellas situaciones, tanto íntimas como
personales, de las mujeres que las situaban en un lugar subordinado y descubrió el género como una
construcción normativa muy forzosa para las mujeres, lo que supone una fuente inagotable de
desigualdad; esta desigualdad, como había señalado Rousseau, era social, histórica, artificial y ajena
a la naturaleza.
Subrayó con contundencia que la sociedad animaba a las mujeres a ser frívolas y taimadas, e invitó a
que las leyes civiles debían proteger a las mujeres, proclamó con firmeza la necesidad de que las
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mujeres fuesen libres para desarrollar un trabajo bien remunerado y respetable, para no tener que
vivir en una situación de dependencia económica de sus maridos.
A lo largo de todo el libro, se encarga de atacar a los discursos de la excelencia e inferioridad
relacionados con hombres y mujeres, respectivamente, de manera que los prejuicios se arraigan en
la conciencia provocando el origen de la tiranía contra las mujeres.
La razón es un atributo que diferencia a los seres humanos de los animales, creando una situación
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de superioridad, pero entre mujeres y hombres no existen atributos justificables que puedan
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permitir la desigualdad y la opresión de las mujeres recibida por parte de la sociedad, la tradición y
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la religión.
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También aborda la educación como parte del planteamiento teórico. De esta manera, la pedagogía
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femenina de la época se basa en la perspectiva patriarcal y misógina, siendo esto peligroso al ser un
instrumento relevante para el progreso individual y colectivo. De esta manera, el Antiguo Régimen
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es un arma de opresión de mujeres.
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El discurso de Wollstonecraft aparece pleno de todas estas significaciones. Así:

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Ofrece una razón repartida por igual entre todos los seres humanos, con lo cual no existe
relación de superioridad entre mujeres y hombres.

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A nivel político, la igualdad provoca razón moral, con lo cual es necesaria en la sociedad.
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6. John Stuart Mill y Harret Taylor
John Stuart Mill, para la elaboración de su obra, se vio influenciado por el pensamiento feminista de
su esposa, la filósofa Harriet Taylor Mill. En concreto, Mill utilizó argumentos de la teoría feminista
de la época y los combinó con filosofía política y moral. Desde el principio, señala que el objetivo de
la obra es resaltar que el principio que regula las relaciones entre los sexos lo considera muy injusto
y un obstáculo para el progreso de la humanidad.
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Para Mill, las instituciones patriarcales deben quedar en el pasado, no tienen hueco en la
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modernidad, ya que el feudalismo ha sido abolido. Por tanto, la diferencia marcada de hombres y
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mujeres ya no se relaciona solo con su nacimiento ni sus diferencias sexuales. Esto es, no existe
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fundamento para que las mujeres no puedan elegir al igual que los hombres, y sean las instituciones
quienes lo hagan por ellas, como puede ser el matrimonio sumiso con el esposo.
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Esta idea también iba en contra del otro gran principio en que se basan las instituciones modernas:
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la justicia. Si Libertad e Igualdad se habían convertido en los dos pilares fundamentales de estas
instituciones modernas, ¿cómo se podía mantener a las mujeres en una posición de inferioridad y
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subordinación a los hombres?

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Según Mill, mientras la relación entre hombres y mujeres no dejara de basarse en la injusticia, el
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resto de las relaciones sociales seguirán siendo injustas. Al igual que Poullain de la Barre, Mill
también señala que la desigualdad de los sexos es la culpable de la situación de opresión de las
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mujeres.
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Así, consigue aislar el problema principal del prejuicio patriarcal: el consentimiento que hacen las
mujeres de la situación de desigualdad. Para Mill, esta es la situación lógica de todas las
dominaciones, y pone el ejemplo del mismo Aristóteles, quien consideraba que los hombres nacían o
esclavos o libres y que la esclavitud era natural.
Pero como señala Mill, las mujeres ya se habían organizado para solicitar sus derechos,
demostrando que no asumían la supuesta naturalidad de su posición y que eran los hombres los que
se los negaban.
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Desmonta esta objeción apoyándose en dos argumentos:
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Considera una ley política general en la que los sujetos que han estado oprimidos nunca se han
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opuesto a ello, sino a cómo se ha llevado de forma despótica. Por tanto, las mujeres se quejan
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de los maridos pero no tratan de modificar esa relación de poder que lo hace posible.
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No obstante, señala la dificultad de la rebelión femenina. La peculiaridad consiste en que los
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hombres no quieren solo sus servicios o su obediencia, quieren también sus sentimientos y,
para lograrlo, las han educado esclavizando su espíritu.

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Este último aspecto es fundamental. Según Mill, desde la niñez las mujeres eran educadas en la
creencia de que son opuestas a los hombres; y no solo opuestas, también inferiores. El
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comportamiento que deben realizar en sus vidas tiene que ser sumiso, sin iniciativa, coartado.
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Por tanto, al llevar procesos educativos completamente distintos, al realizar funcionen socialmente
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distintas (el espacio del hombre es lo público y el de la mujer lo privado), las diferencias llegan a ser
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asumidas como algo totalmente natural, cuando es solo un producto de las convenciones.
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A partir de esta afirmación, el objetivo de Mill es desmontar todos los prejuicios en torno a "la
naturaleza femenina", algo absolutamente básico para acabar con la desigualdad de los sexos, por
medio de la presentación de argumentos contra los dos tipos de discurso distintos que ofrece la
teoría patriarcal.
En este sentido, los discursos patriarcales son:
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El discurso de la inferioridad
La debilidad, maldad o precariedad de cualidades y habilidades femeninas supone la

necesidad de que los hombres se hagan cargo de ellas.
El discurso de la excelencia
Las mujeres albergan grandes y excelsas cualidades específicamente femeninas, como la

virtud, la intuición intelectual, la abnegación y la agudeza de ingenio, cualidades que las
hacen más valiosas que los hombres. Pero esto no influye de forma positiva en el lugar de las
mujeres, sino que las convierten en patrimonio o reserva natural de la humanidad en
conjunto y de sus esposos en particular, por tanto, deben permanecer enclaustradas en la
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esfera de lo privado para que esa excelencia no sea corrompida.
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Para desarticular este discurso, Mill utiliza tres argumentos fundamentales:
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El argumento del agnosticismo
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En el estado de avance en que se encontraba el conocimiento humano, nada podía saberse
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sobre la auténtica naturaleza de las mujeres. Es la educación que reciben la que determina la
forma de ser de las mujeres, sus comportamientos, ya que estos no son innatos, no se tienen
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"por naturaleza". Para colmo, si la educación no fuera suficiente, todo un aparato

institucional se encarga de confinar a las mujeres en el ámbito de lo privado. Por tanto, son
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las condiciones externas o no internas o naturales las que determinan el papel de las mujeres
en la sociedad.
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El argumento empírico
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Acude a la experiencia para ofrecer ejemplos de mujeres que han desempeñado un brillante
papel en trabajos reservados "naturalmente" a los hombres.
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El argumento de la universalización del concepto de naturaleza humana

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Todo lo que es verdadero para los hombres también lo es para las mujeres, puesto que son
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miembros igual de la sociedad, y deben disfrutar de la misma libertad e igualdad que los
hombres. Por tanto, igualdad y libertad son dos condiciones indispensables para lograr la
felicidad humana, y en consecuencia, la felicidad de las mujeres.
En esta defensa que hace John Stuart Mill de los derechos de las mujeres, resalta la capacidad que
tiene de empatizar con ellas. Desde su masculinidad, reconoce la opresión injusta que estaban
sufriendo las mujeres y anima a los hombres a que comparen su situación con las de ellas,
invitándolos a situarse también en esa situación.
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En junio de 1866, Mill presentó en el parlamento británico una solicitud a favor del sufragio
femenino con 1499 firmas reunidas por las Damas de Langham Place. El movimiento de las Damas
de Langham Place estaba compuesto por mujeres de clase media alta que reivindican igualdad en la
educación, mantenimiento de la propiedad de las mujeres y derecho al trabajo.
Las más importantes serán las denominadas suffragettes con Emmeline Pankhurst y sus hijas,
destacando la figura de Sylvia Pankhurst, luchadora antifascista que se opuso a la I Guerra Mundial
y luchó en Etiopía contra la ocupación italiana.
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Estas mujeres usaban métodos radicales, se negaban a pagar impuestos (no vote, no taxes),
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promovieron las primeras manifestaciones de mujeres, difundieron propaganda, etc. Además,
constituyeron el Comité para el Sufragio Femenino en Londres, haciendo que la obtención del
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derecho a voto se convirtiese en la principal preocupación de la lucha feminista.
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En el texto, se pide que aquellas mujeres que sean solteras o viudas y posean propiedades y por las
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cuales pagan impuestos, tuvieran también derecho al voto. De esta manera, si no pueden votar
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tampoco deberían tener el derecho de pagar los impuestos. Esto puso contra las cuerdas al
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Parlamento.
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La petición se toma como una broma, Mill tiene que soportar todo tipo de burlas por parte de los
parlamentarios. Un año después, volvió a la carga; la cámara, que esperaba burlarse de nuevo de él,
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acabó concediendo respeto y atención a Mill, aunque no hubo un debate serio sobre la enmienda. En
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1869, publicaba The Subjection of Women. Había dado un paso decisivo en la lucha por reconocer
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los derechos de las mujeres, un paso que seguirían miles de mujeres y que ya no tendría vuelta
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atrás.
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7. Declaración de Seneca Falls en 1848
En Estados Unidos, el marco filosófico del movimiento de mujeres tomó cuerpo con la Declaración
de Sentimientos de Seneca Falls en 1848. Este manifiesto expuso, imitando el estilo de la
Declaración de Independencia de Estados Unidos, las quejas contra los privilegios masculinos y las
propuestas de reforma.
Se consideró la primera convención sobre los derechos de las mujeres, que se celebró en Seneca
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Falls, en Nueva York, y que dio como resultado una “declaración de sentimientos” en las cuales se
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indican y exaltan las restricciones que tenían las mujeres en la época y a lo largo de la historia.
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Algunas de ellas fueron:
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No tener derecho a voto. .u
No poder participar en reuniones políticas.
No poder ocupar cargos públicos.

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No poder presentarse a las elecciones políticas.

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No poder afiliarse a las organizaciones políticas.

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No poder tener propiedades.

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No poder dedicarse profesionalmente al comercio.

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No poder abrir una cuenta corriente.

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Estas declaraciones fueron posibles gracias a las diferentes revoluciones sociales imparables que
tuvieron lugar entre los años 1830 a 1848, siendo la más representativa el cuadro revolucionario de
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Delacroix “La libertad guiando al pueblo”, que muestra una mujer con los pechos fuera que camina
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entre cadáveres.
Otros eventos previos fueron:
Exigencias sociales de libertad, sufragio y derecho a la propiedad.
Congreso antiesclavista femenino de 1837, a manos de las hermanas Grimké.
Publicación de Cartas sobre la igualdad de los sexos y la situación de la mujer, en 1838, de
Sarah Grimké.
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Contrastación de las Declaraciones de derechos de las colonias y nuevos estados a manos de
Elisabeth Cady y Lucretia Mott.
Las defensoras de los derechos de las mujeres apelaban a la creencia en la libertad natural y la
igualdad de todos los seres humanos y en la capacidad humana universal para el pensamiento crítico
y racional. También se inspiraban en el individualismo protestante, especialmente en su fe en la
soberanía de cada alma, cuya primera responsabilidad no es con el Estado o las convenciones
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sociales, sino con Dios y la Verdad).
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Sin embargo, en esta ideología no quedó clara la relación entre la identidad sexual y la humana. Un
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grupo inicialmente más pequeño, influido por el pensamiento romántico y el cristianismo evangélico,
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insistió en que había que incidir en las diferencias con los hombres, destacando la superioridad
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moral de las mujeres sobre los hombres. Todo esto intensificó y enriqueció el debate en el final del
siglo XIX, pues condujo a posiciones contradictorias y cambiantes, seña de identidad del movimiento
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de mujeres a lo largo de la historia.
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La declaración constaba de dos decisiones, 11 de ellas fueron aprobadas por unanimidad y la última
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solo por una pequeña mayoría.

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8. Sufragistas inglesas
Mientras, en Inglaterra, el papel de las mujeres también había sido objeto de una revisión,
especialmente desde el derrocamiento de la monarquía en 1640 (aunque se volvió a una postura
reaccionaria con la restauración de la misma veinte años después). Mary Astell se encargó con sus
obras de teatro de poner voz a algunas verdades desagradables y poco comentadas sobre la opresión
de las mujeres. También destacó Mary Collier, una lavandera que escribió The Woman´s Labour en
1739, por la ira que sintió ante los chistes antifeministas estereotipados del poeta Stephen Duck.
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También el grupo de mujeres conocidas como Bluestockings, damas de la clase media y de la
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aristocracia que, durante las décadas de 1760 y 1770, intentaron crear un foro de conversación
comparable a los clubes y cafeterías de los hombres.
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Una fecha clave en la historia de la humanidad también lo fue en la historia de las mujeres: la
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Revolución Francesa. El acontecimiento histórico acaecido en Francia inspiró el primer
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razonamiento político pleno en favor de los derechos y el desarrollo individual de las mujeres.
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Durante el último cuarto del siglo XIX, la situación occidental de las mujeres no experimentó
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cambios importantes. Además, cuando apareció en 1871 El origen del hombre de Charles Darwin,
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aquellos que defendían la división natural entre las capacidades de hombres y mujeres hallaron un
fundamento científico y biologista para sus teorías.

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De la teoría de Darwin, muy del gusto burgués, surgía un hombre inteligente y dominante frente a
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una mujer maternal, poco competitiva y ambiciosa. De esta manera, se reforzaba el pensamiento que
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nace en la Ilustración de que los hombres dominan la esfera pública mientras que sus mujeres se
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encargan de lo privado, es decir, del hogar. Por tanto, las mujeres seguían sin ser consideradas
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individuos, pues se las privaba del acceso al poder. Todo esto legitimado, a su vez, por la noción de
lo natural y la teoría de Darwin.
Esta actitud se daba tanto en hombres liberales como en proletarios, y también en el mundo sindical,
donde las mujeres eran consideradas una amenaza para lograr mejoras de clase, competidoras peor
remuneradas.
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Ante esta situación, las sufragistas tuvieron que combatir la política de distanciamiento que existía
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de la vida pública, además de luchar con la imagen tradicional y naturalista de las mujeres, que eran
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asociadas al ámbito doméstico y familiar. .u
En la lucha que inició el movimiento sufragista es posible diferenciar tres períodos, indicados a
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continuación.
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De 1848 a 1871, cristalizan las asociaciones que fueron el germen del movimiento sufragista en dos
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países fundamentalmente: Estados Unidos y Gran Bretaña. En esta última, además de las
aportaciones de Mill, es posible destacar las aportaciones realizadas por diferentes mujeres que
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lucharon por sus derechos, tales como el movimiento anti-sufragio, fundado por Mary Humphrey
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Ward en 1908, o Emily Davison, entre otras.

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La aparición de El origen del hombre de Charles Darwin en 1871 hizo un flaco favor a las
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reivindicaciones feministas. Cuando en 1884 se amplió el derecho al voto a los hombres de las clases
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medias – bajas y estratos más desfavorables del mundo laboral, muchos miembros liberales del
Parlamento consideraron que, si se añadía el voto para las mujeres, la ley original podría verse
afectada a nivel de proyecto.
Las continuas derrotas provocaron dolor en las feministas inglesas, hasta el punto de unir todas las
asociaciones que existían en la época y formaron en 1897 la Unión Nacional de Sociedades pro
Sufragio de la Mujer, dispuestas a una política más vigorosa.
A principios del siglo XX, las tácticas y métodos del feminismo sufragista inglés nada tenían que ver
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con la moderación de tiempos anteriores, gracias a la presencia de la Unión Social y Política de las
Mujeres, que lideraba Emmeline Pankhurst. Las acciones reivindicativas se sucedieron: desfiles
masivos, muestras ininterrumpidas de desobediencia civil, ataques directos a la propiedad, etc.
Estas prácticas se intensificaron a partir de 1909, cuando el Primer Ministro Asquith decide no
recibirlas en comisión. La respuesta de las sufragistas las llevó a la cárcel, pero allí continuaron sus
protestas, negándose a comer, lo que provocó la reacción violenta por parte de los funcionarios
públicos, quienes las obligaron a comer por la fuerza. La violencia siguió al disolverse en 1913 la
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Unión Social y Política de las Mujeres y al ser encarcelada Emmeline Pankhurst y condenada a
realizar trabajos forzosos.
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En 1906, fue creada la Liga por la Libertad de la Mujer, la cual nace con el propósito de
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desobedecer las normas civiles mediante métodos de protesta pacíficos. Es una militancia que se
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niega a pagar los impuestos. .u
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9. Vinculación con las luchas por los derechos civiles y la

abolición de la esclavitud en EE.UU.
Tras la Declaración de Sentimientos de Séneca Falls en 1848 y durante la Guerra Civil (1861 –
1865), las feministas estadounidenses apoyaron de modo activo la Unión.
Sin embargo, en 1866, el Partido Republicano presenta la Catorce Enmienda a la Constitución y, a
pesar de identificarse con este partido, se incluye en la enmienda la negativa explícita de que las
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mujeres puedan votar, permitiendo en su lugar el voto a los hombres liberados como esclavos. En
este momento, las sufragistas no obtuvieron apoyos ni del movimiento antiesclavista ni de los
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republicanos.
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A raíz de esta situación, y viendo la necesidad de luchar en solitario por sus propios intereses, nació
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en 1868 la Asociación Nacional pro sufragio de la mujer (NWSA). Para conseguir sus
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reivindicaciones se centraron en la petición de voto, aunque no rechazaban la lucha de cualquier
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problema que tuviera relación con las mujeres, como la defensa de la mujer obrera.
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Susan Anthony se marcó como objetivo prioritario que las mujeres cambiasen la mentalidad y
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pusieran fin a los abusos en la explotación económica. Ella estaba convencida de que, por medio del
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voto, se podría controlar esta situación. Sin embargo, los planteamientos de estas mujeres
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resultaron excesivos para otras, por anticlericales, individualistas e interclasistas. Lucy Stone lideró
un año después una escisión que dio origen a la Asociación Americana pro sufragio de la mujer
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(AWSA).
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Susan Anthony es una de las fundadoras de la NWSA. Durante su etapa de formación, inició el
activismo político que permitió que en 1848 se uniera y militara el movimiento pro-Temperancia,
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tomando conciencia de las implicaciones que significaba “ser mujer”. De hecho, creó la Sociedad
Femenina pro-Temperancia en Nueva York.
Entre 1871 y 1900, en Estados Unidos, las dificultades que encontraron tanto la NWSA como la
AWSA facilitaron que se unieran en 1890 como la Asociación Nacional Norteamericana pro Sufragio
de la Mujer.
Para finales del siglo XIX, las mujeres se encontraban bastante preparadas, tras un largo y sin
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apenas éxito aprendizaje político, para una radicalización de sus posiciones.
Esta radicalización, que se inició con el nuevo siglo, fue liderada en Estados Unidos por Alice Paul y
Harriet Stanton. En 1913, Paul fundó la Unión del Congreso para el Sufragio Femenino, que tenía
como objetivo conseguir el sufragio a nivel federal, no solo por Estados. Incluso llegó a fundar un
partido, el Partido Nacional de la Mujer, que se opuso al presidente demócrata Woodrow Wilson en
1916: no entendían cómo Estados Unidos estaba luchando en Europa por la democracia mientras en
su propio país se negaba el derecho democrático de sufragio.
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Esta postura, considerada radical, benefició al sector más moderado de las sufragistas, representado
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por Carrie Chapman, que consiguió aumentar el número de afiliadas y que desplegó una ingente
actividad con el objetivo de incrementar el número de Estados en los que fuese reconocida la
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capacidad de voto a las mujeres.
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Gracias a estas campañas, en 1917 fue elegida Jeanette Rankin en Montana como la primera
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congresista de los Estados Unidos. En 1918, Wilson demuestra públicamente su apoyo al sufragio
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femenino y, un día después, se aprueba la 19º Enmienda en la Cámara de Representantes por la

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mayoría exacta de dos tercios. Por tanto, se habla de agosto de 1920, como la fecha en que el voto
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femenino se convertía en una realidad en Estados Unidos.

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10. El impacto de la Segunda Guerra Mundial
Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, el movimiento sufragista cesó sus actividades,
ofreciendo la colaboración con la causa bélica. El voto llegó a las británicas precisamente durante
los meses finales del conflicto. El sustituto de Asquith, Lloyd George, encargó a la Cámara de los
Comunes un estudio para la reforma electoral, que consiguió el voto para las mujeres de más de 30
años. Sin embargo, no fue hasta 1928 cuando las mujeres vieron equiparadas su situación a la de los
hombres.
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La situación que vivió Europa tras el fin de la Guerra propició el reconocimiento del derecho a voto
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de las mujeres: Holanda y la URSS lo hicieron en 1917; Austria, Polonia, Checoslovaquia y Suecia en
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1918; España en 1931; Rumanía en 1935, etc. Tras la Segunda Guerra Mundial, el voto femenino se
convierte en una realidad en la mayoría de los países, gracias a la caída de los grandes imperios
coloniales.
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Este evento histórico marcó un antes y un después en el desarrollo del feminismo. Concretamente,
se habla de la Segunda Guerra Mundial como la cuna del empoderamiento femenino, ya que las
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mujeres comenzaron a tomar protagonismo y a hacer apariciones en sectores típicamente

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masculinos, como el deporte, la industria o la política.

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No solo por el impacto que hubo después de la guerra, sino que durante la misma las mujeres
tuvieron un gran protagonismo. Debido a que los hombres debieron de reclutarse como soldados, las
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mujeres tuvieron que ocupar los puestos de trabajo en las fábricas de armamento, en los barcos y
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tanques, en la enfermería y en múltiples oficios más, para poder hacer frente al conflicto bélico.
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Las empresas y el Gobierno, mediante la publicidad, incitaban a las mujeres a trabajar a favor del
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Ejército. De hecho, el famoso cartel de Rosie, la remachadora, con la frase “We can do it” proviene
de esta época.
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Se comprobó que las mujeres tenían voz y voto. Las mujeres comenzaron a formar parte del cuerpo
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sanitario de enfermería del Ejército de EE.UU., así como de otros países, también formaron parte de
la plantilla de las industrias, adoptaron puestos de relevancia para el Gobierno, como
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francotiradoras o espías, aviadoras, mecánicas o radiotelegrafistas, entre otros.
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No obstante, fueron pocas mujeres las que pudieron expresar su testimonio de aquella época, ya que
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la mayoría murieron durante el conflicto bélico y otras fueron ejecutadas por los diferentes bandos.
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El final de la guerra provocó que las mujeres, a pesar de su utilidad y valía, volvieron a las tareas
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domésticas tradicionales, aunque en los años 60 se tomó mayor conciencia de la igualdad de género
y aparecen grupos feministas a nivel internacional. Comenzaron a aparecer escritos feministas en

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las que se resalta el papel fundamental de las mujeres en la sociedad.

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Dos de los libros que marcaron la historia fueron La mística de la feminidad, de Betty Friedan, y El
segundo sexo, de Simone de Beauvoir.

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11. La mística de la feminidad de Betty Friedan
Betty Friedan, nacida en 1921 en Estados Unidos y graduada en psicología social con un expediente
magnífico, experiencia de liderazgo y premio literario universitario por sus editoriales en el
periódico, fue despedida de su trabajo tras quedar embarazada ya que no estaban dispuestos a
concederle el permiso de maternidad.
Al igual que a las mujeres de la época, a Betty Friedan se la culpó de que la echaran del trabajo, en
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ese entonces las mujeres eran las responsables de todos los problemas existentes. Fue así como
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Friedan comenzó su carrera por libre y lo que conllevó al surgimiento de La mística de la feminidad,
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obra que cambiaría la vida de miles de mujeres de todo el mundo.
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Este libro, escrito en 1963, ofrece un trabajo de investigación que permite describir la situación de
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las mujeres de la época. Se centra en que las mujeres poseen una imagen de “esencia femenina”
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como algo moralista y que persigue a las mujeres por el hecho de serlo. La desigualdad provoca
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malestar en las mujeres, las relega al ámbito doméstico y las lleva a enfermar. Habla de un
“malestar sin nombre” que provoca el sufrimiento de las mujeres.

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Resalta a lo largo de 14 capítulos la necesidad de que las mujeres se eduquen y puedan formarse
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para poder alcanzar puestos de trabajo relevantes, incrementar su autorrealización y tener una
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identidad propia como mujeres, más allá del ámbito doméstico y familiar.
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Con La mística de la feminidad se resaltó gran parte de las situaciones y contextos en los que las
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mujeres se encontraban anuladas y sumergidas, sin reconocimiento de su labor ni relevancia social.

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Resalta la situación de malestar que ello genera en las mujeres.

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Señala la importancia de:
Gran cantidad de enfermedades y problemas de las mujeres provienen de la situación de
anulación que tienen estas en la sociedad.
La feminidad aparece en el hogar, cuando el rol único de las mujeres se asocia a conseguir
buenos maridos y tener un hogar limpio y bien gestionado. Remarca el concepto de la “buena
esposa, madre y ama de casa”.
Destaca la unidireccionalidad de la educación de las niñas de la época, es decir, el matrimonio
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y el cumplimiento de los deseos de los maridos.
Resalta el papel de mujeres que desecharon esa vida e iniciaron una trayectoria profesional
propia, destacando que existe otra vía alternativa.
La degradación de las mujeres también se observa a nivel teórico, con teorías como la de Freud
y la “envidia” del pene masculino.
Critica también al sistema educativo por promover la desigualdad, ya que se orienta la
educación al matrimonio, a pesar de que haya mujeres que destaquen en sus cualificaciones.
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Resalta también la publicidad de la época y su orientación sexista.
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Finalmente, destaca que las mujeres no poseen identidad propia pero que la necesitan para
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crecer.
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La solución que ofrece Friedan para que el malestar “sin nombre” desaparezca es que se promueva
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el potencial humano pleno y se obtenga la igualdad. .u
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12. El segundo sexo de Simone de Beauvoir
En su famoso ensayo El segundo sexo, Simone de Beauvoir marcó un hito en la historia de la teoría
feminista. Realizó el estudio más completo sobre las condiciones de las mujeres, lo que permitió
retomar el feminismo tras la Segunda Guerra Mundial.
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El segundo sexo se trata de un estudio totalizador que expone las condiciones de las mujeres en las
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sociedades occidentales, convirtiéndose en un referente para las luchas que después se iniciasen.
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La motivación de Beauvoir no es política, sino que nace de su entorno más inmediato. Según cuenta
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en su autobiografía, los testimonios de las mujeres que habían superado los cuarenta hicieron que se
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diera cuenta de las dificultades que la mayoría de las mujeres encontraban en su vida.
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Pero también hay un detonante autobiográfico. Explica que la feminidad nunca había sido una
categoría para ella; sin embargo, tras pensarlo con detenimiento, llegó a la certeza de que este
mundo era un mundo masculino y que su infancia había sido alimentada con los mitos que se
promovían desde la masculinidad.
Así que pasó de una pregunta individual a una general: “¿qué significa el hecho de ser mujer?” Y
esta pregunta la lleva a plantearse las condiciones de posibilidad de la existencia vivida como mujer
y el modo en que las mujeres se sienten al vivir en esas condiciones impuestas por la sociedad.
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Las respuestas a estas preguntas planteadas las aborda Beauvoir en El segundo sexo. En este
ensayo analiza la condición de las mujeres desde la perspectiva de la filosofía existencialista, cuyo
máximo representante en ese momento es Sartre, pero que ella había asimilado desde temprano a
través de Kierkegaard o Heidegger.
Un punto fundamental dentro del pensamiento de Simone de Beauvoir es la tematización de lo
otro. Desde los primeros análisis que hace de los mitos sobre las mujeres, nota que aparece como la
otra, que tal alteridad no es una categoría recíproca a la que el hombre podría optar, no se presenta
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como relativa a esta.
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Lévi-Strauss, en Las estructuras elementales del parentesco, establece que en cuanto aparece la
cultura, comienza a utilizarse la categoría de la alteridad; de modo que tal categoría aparece de
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forma innata y a priori de la especie humana.
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Beauvoir se pregunta cómo es posible que no haya un sentido recíproco entre mujeres y hombres,
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tal como sucede en los grupos que estudian los antropólogos. Si los nativos de un país nombran a los
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de otro país en sus visitas como “los otros”, y viceversa, ¿por qué no ocurre lo mismo entre los
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sexos?
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Encuentra similitudes entre esta circunstancia y las relaciones entre amo/esclavo descritas por
Hegel en la dialéctica de la autoconciencia. Estos representan las dos posiciones ante la vida:
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quien lucha por los ideales y quien prefiere vivir aunque sea en la esclavitud.
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Beauvoir establece que las relaciones patriarcales implican que las mujeres se reconocen en el
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hombre como esclavas, y de lo contrario se les atribuye “poca feminidad”, con lo cual, las mujeres
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siempre son una identidad en relación con el hombre, que es quien realmente domina. Por tanto, no
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hay igualdad ni reciprocidad en el reconocimiento.
Desde que salió a la luz, la obra de Beauvoir se consideró un libro polémico, había gente que lo
apoyaba y otra que no. Para muchas mujeres, supuso una liberación y una toma de conciencia para
tomar el rumbo de sus vidas, convirtiéndose en punto de partida de los movimientos feministas
que se produjeron a mediados de siglo.
Considerándose la época en que fue escrito, el feminismo no contaba con los recursos ni el apoyo
ideológico actual, los movimientos estaban divididos y no había mucha unión feminista. No obstante,
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la publicación de esta obra permitió aunar ideologías y objetivos de lucha y provocar una liberación
de las mujeres como movimiento organizado.
Sin embargo, con el paso de los años, sí se produjo una transición de Beauvoir de la teoría a una
posición más comprometida social y políticamente con la causa feminista. Cuando en 1970 se formó
en Francia el MLF (Mouvement de Libération des Femmes), Beauvoir se convirtió en militante
feminista, algo que no había hecho hasta el momento, por la radicalización del movimiento frente a
la actitud anterior a las revueltas del 68.
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En un primer momento, la prensa lo denomina Movimiento de Liberación de la Mujer en referencia
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al Women’s Lib estadounidense. Posteriormente, diferentes grupos de la lucha de las mujeres se
reconocen bajo este nombre y lo convierten en un movimiento pluralista que se denomina el
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Movimiento de Liberación de las Mujeres.
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Además, cambia su visión de la relación entre feminismo y socialismo. Ella había creído que el
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advenimiento del socialismo acabaría con los problemas ligados a la desigualdad de las mujeres y
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que el feminismo enfrentaba. El tiempo transcurrido y el conocimiento de la situación de las mujeres

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en los países “socialistas” hicieron que pensara lo contrario.

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13. Feminismo liberal
El feminismo liberal se acota en las décadas 1960 y 1970 principalmente, especialmente en las
regiones de EE.UU. y Europa, donde se reivindicaba la necesidad de la incorporación de las mujeres
a la vida pública y la necesidad de establecer una igualdad legal.
Las mujeres consiguieron dar visibilidad a sus experiencias de sexismo y buscaban nuevas formas de
reivindicación. Además de un movimiento político, el feminismo liberal se considera un movimiento
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teórico y epistemológico, puesto que ofrece la oportunidad a diferentes autoras de ofrecer teorías
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propias que intentaban explicar el origen de la opresión sobre las mujeres.
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Algunos de los fundamentos del feminismo liberal fueron:
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La opresión femenina no tiene un origen biológico.
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Se destaca el hecho de que existen menos oportunidades para las mujeres de acceder a
espacios públicos como sanidad, educación o trabajo.

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Búsqueda de reformas legales para obtener igualdad de derechos.

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Esta corriente buscaba luchar por la igualdad de oportunidades y la dignidad de las mujeres.
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Algunas representantes del feminismo liberal son:

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Mary Wollstonecraft.
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Betty Friedan.
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Gloria Steinem.
Rebecca Walker.
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No obstante, algunas de las limitaciones que tuvo esta corriente fueron:
No se cuestiona la relación entre desigualdad y estructura social.
Las mujeres son consideradas como un grupo homogéneo, todas deben ir a una misma
finalidad.
Se centra en la problemática de un tipo de mujeres, como son blancas, amas de casa y de clase
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media, occidentales y sin analizar diferencias por raza o clase, entre otras.
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14. Feminismo marxista
El feminismo marxista se centra en las ideas de Karl Marx, el filósofo que veía la historia como un
proceso de lucha de clases, queriendo liberarse de la explotación que ofrece la sociedad capitalista y
la opresión de clases superiores. Por tanto, la historia se centra en la lucha, en divisiones sociales y
en conflictos.
Las feministas de esta corriente, que nace en 1880 y alcanza hasta 1954 aproximadamente, se
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centraron en que las mujeres debían luchar por su lugar en la sociedad, pues eran doblemente
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explotadas: como obreras y como mujeres.
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De esta forma, nacía el feminismo marxista, que pretendía:
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Luchar por el derecho al voto femenino. .u
Eliminar la diferencia de clases.
Abolir ideologías nacionalistas.

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Emancipar a las mujeres tanto laboral como salarialmente.

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Algunas representantes del feminismo marxista son:

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Rosa Luxemburg.
Silvia Federici.
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Gerda Lerner.
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Elvira Carrillo Puerto.

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Frida Kalho.
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La idea principal es que el capitalismo provoca la desigualdad entre mujeres y hombres, por lo que
la abolición del capitalismo permitirá minimizar y eliminar la opresión que ofrece la burguesía sobre
las mujeres, obligándolas a vivir bajo las condiciones masculinas del Estado.
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15. Feminismo y anarquismo
El feminismo anarquista hace referencia a la libertad de las mujeres, libres de la opresión del Estado
y de los gobiernos.
En este sentido, el feminismo anarquista resaltaba ciertos valores, tales como:
La agresividad, autoritarismo y dominación son valores tradicionalmente asociados a la
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masculinidad y la jerarquía de las civilizaciones, pero no se asocian a las mujeres.
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A estas se les ofrecen otras cualidades, como compasión, calor humano y sensibilidad,
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devaluando su significado.
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Promocionaron la feminización de la sociedad, con relación a la creación de una sociedad
basada en la cooperación y apoyo mutuo, olvidando los valores masculinos tradicionales.
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Esta feminización de la sociedad no es posible con la democracia liberal, ya que son valores
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patriarcales y autoritarios que no permiten un cambio de estructura.
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Algunas representantes del feminismo anarquista son:

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Emma Goldman.
Charlotte Wilson.
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Cathy Levine.
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Peggy Kornegger.
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16. Feminismo racial
El feminismo racial, también conocido como feminismo afroamericano o movimiento negro, surge en
la década de 1960 en EE.UU., cuando el feminismo comienza a desgranarse y se destacan varias
corrientes dentro de la lucha por la igualdad. Durante la siguiente década, los años 70, el feminismo
negro tuvo un mayor peso y protagonismo, dando lugar a diferentes voces femeninas que rompieron
el silencio de las mujeres negras.
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En los años 80 los “black studies” permitieron preguntarse qué significaba ser una mujer negra y
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cómo esto afectaba a los discursos dominantes. Trataron de establecer que las mujeres negras
du
sufren mayor discriminación y desigualdad, por cuestiones de género y por cuestiones raciales.
.e
Aunque hubo mujeres que ya señalaron la doble discriminación hacia las mujeres negras, no fue
hasta esta época que tomó protagonismo y se desarrollaron movimientos activistas.
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De esta manera, se resalta socialmente el papel de las mujeres negras, siendo la gran mayoría:
ea
La base central de la familia.

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Gestora de familias monoparentales.

l
Responsables de la desorganización familiar.

en
Esclavas al servicio de los hombres.

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El feminismo negro trajo consigo diferentes ideas:

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Deconstrucción y reconstrucción de las categorías de mujeres negras.

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Legitimación de la familia negra.

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Empleo del lenguaje para crear unidad. Surgen los términos hermano y hermana (brother y
sister) para representar la unión y conexión solidaria entre la gente negra.
Reconstrucción del término madre como locus de resistencia.
Lucha contra la opresión, el racismo y el etnocentrismo.
Algunas representantes del feminismo racial son:
Sojourner Truth.
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Angela Davis.
Audre Lorde.
Bell Hooks.
Patricia Hills Collins.
El feminismo racial está ligado a las consecuencias de la esclavitud y la opresión mantenida contra
las personas negras, y más aún hacia las mujeres.
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17. Lo personal es político
“Lo personal es político” es uno de los slogans del feminismo de la década de 1970, con el cual se
pretende indicar que todo lo que rodea a la vida de las mujeres, tanto aspectos sociales (trabajo,
educación) como personales (forma de alimentarse, sexualidad), está dominado por las políticas y
controlado por el Gobierno y el patriarcado, con lo cual es necesario promover la lucha por la
transformación social para conseguir la libertad de las mujeres y, con ello, la igualdad. Se trata
también de mostrar que esas desigualdades no son naturales sino construidas, y por tanto pasibles
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de ser transformadas por acciones políticas.
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Así, el feminismo radical se separa de la izquierda tradicional, dando lugar a New Left, que afirma
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que el poder no solo reside en el Estado o en la que se considera la clase dominante.
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Algunas representantes son: .u
Kate Millet.
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Shulamith Firestone.
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Germaine Greer.
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Anne Koedt
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En los años 60 – 70 del s. XX, el patriarcado cambia de concepto y se conoce como una estructura de
relaciones de poder, debido al auge militante de la época. De esta forma, el feminismo radical
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considera que el patriarcado es el sistema que sostiene y reproduce la desigualdad de las mujeres.
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El feminismo radical surge así para reivindicar:

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El patriarcado es una forma de dominación universal.
La categoría género se utiliza para desnaturalizar la opresión. Permite diferenciar aspectos
socio-culturales.
La heterosexualidad es obligatoria.
La sexualidad es una construcción política reprimida por el patriarcado.
La violencia patriarcal abarca más allá de la sexualidad. La violencia y violación se consideran
hechos patriarcales de control.
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Se denuncia la discriminación y exclusión sexistas adoptando la perspectiva de género, siendo
considerado una revolución necesaria.
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18. Sexualidad y política
En 1970 Kate Millett publicó Política sexual, cuya primera parte se destina a la afirmación de la
autora de que el sexo reviste un cariz político que no se tiene en cuenta a menudo. La segunda parte
consiste en aclarar la transformación de las relaciones sexuales tradicionales. Por último, la tercera
parte se centra en las consideraciones literarias por medio del análisis de la obra de autores como D.
H. Lawrence, Henry Miller, Norman Mailer o Jean Genet.
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La conciencia y el activismo feministas se basan no solo en el género, sino también en la clase, la
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raza, la nacionalidad, la edad y la orientación sexual.
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El feminismo radical surgió de la Nueva Izquierda estudiantil, produciéndose posteriormente una
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escisión entre las mujeres que deseaban sintetizar el socialismo y el feminismo y las que rechazaban
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toda ideología izquierdista como expresión del pensamiento y los valores "masculinos".
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Esta última tendencia era más fuerte en Estados Unidos, donde las radicales insistieron en que la
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causa principal de la opresión de las mujeres era el patriarcado y no el capitalismo.

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Sexual Politics de Kate Millet y La dialéctica del sexo de Shulamith Firestone, ambas publicadas
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inicialmente en 1970, fueron dos primeras obras importantes que ofrecían un marco para las teorías
feministas del patriarcado y una crítica de todos los aspectos de la cultura y las instituciones
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"masculinas".
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Al contrario que las liberales o las socialistas, las radicales pusieron su énfasis en las diferencias de
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género e insistían en que los valores y la experiencia de las mujeres podían constituir la base para la
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creación de instituciones y formas de conocimiento totalmente nuevas.

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El proceso para lograrlo era la concienciación, término acuñado por Kathue Sarachild. Adoptando la
premisa de que lo personal es político, las mujeres reunidas en pequeños grupos de debate llegaron
a la conclusión de que sus problemas no eran únicos y que no se debían a su incapacidad individual,
sino a un orden social susceptible de transformación.
Las radicales también incorporaron la "democracia participativa" de la Nueva Izquierda,
sustituyendo las estructuras jerárquicas formales por el liderazgo rotativo o compartido.
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Recuerda
En la historia general del feminismo se puede ver la evolución del pensamiento de la igualdad.
Esta evolución se ha sistematizado en "olas" (una sistematización, por otro lado, no exenta de
polémica, pues también tiene sus detractores y detractoras).
Poullain de la Barre fue consciente de la función que cumplieron las mujeres de los salones del
siglo XVII como promotoras de las nuevas formas de saber y las prácticas emergentes que
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respondían a la decadencia de la aristocracia.
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Los Enciclopedistas no solo recopilaron información, sino que además cuestionaban los
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preconceptos de la época, sobre todo con los relacionados en la dualidad de poder mandar –
obedecer, aristocracia y plebe. Dentro de esta corriente, apostaban por la libertad y la
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igualdad, principios básicos para poder organizar la sociedad.
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Las palabras de Mary Wollstonecraft reflejan claramente las reivindicaciones de las mujeres en
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la época ilustrada. Desde su estado de opresión, usaron el lenguaje ilustrado para describirse a
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sí mismas, llegando a designarse como "Tercer Estado dentro del Tercer Estado".
En Estados Unidos, el marco filosófico del movimiento de mujeres tomó cuerpo con la
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Declaración de Sentimientos de Seneca Falls en 1848.

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en
Concretamente, se habla de la Segunda Guerra Mundial como la cuna del empoderamiento
femenino, ya que las mujeres comenzaron a tomar protagonismo y a hacer apariciones en

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sectores típicamente masculinos, como el deporte, la industria o la política.

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[AFO028HBM] Teorías de Género y Feminismo

[MOD0248QZ] Género y Feminismo

laboral, económico y a nivel relacional/personal.

Identificar los hitos más destacables del s. XIX y XX.

Resaltar las figuras más relevantes del feminismo.

1. Orígenes del feminismo. Las olas

alzaría como emblemática en los años venideros: La cité des dames.

poder reclamar que tales abstracciones se aplicasen también a las mujeres.

Primera ola del feminismo

período de tiempo de 1790 a 1960.

Sus textos fundamentales son:

La Vindicación de los derechos de la mujer (1792) de Mary Wollstonecraft.

The subjection of Women (1869) de John Stuart Mill.

del derecho a voto.

individualista de la condición de la persona. Su concepto de la autonomía y de la igualdad femenina

sociedad occidental. A esto se añadía el período prebélico y la Segunda Guerra Mundial.

evolución del feminismo y fundamental para el resurgimiento de este: la publicación en París de El

segundo sexo, de Simone de Beauvoir.

Segunda ola del feminismo

feministas con el sufragio como primera victoria.

Tercera ola del feminismo

supuesto, se reivindica la necesidad de abolición del patriarcado, ya que es la estructura social la

que viene provocando desigualdades y continúa con el establecimiento de jerarquías que

importancia al multiculturalismo, diversidades femeninas…

imposible, pues la apertura, las posibilidades de explicación y la contradicción están en la base de

usados para establecer lo que es verdadero o falso, la realidad o el mito.

referirse al proceso de dominación.

metanarrativa o crítica de la Ilustración (la creencia surgida en el siglo XVIII en la capacidad de la

la irracionalidad) estaba agotada y la historia ya no podía considerarse como un avance continuo

tendente a una situación final de justicia e igualdad absolutas.

con el uso instrumental de la ciencia y la tecnología en la causa de la justicia social y con la

deseable. El razonamiento de Lyotard implicaba que el recurso a las estructuras transhistóricas

fundadas sobre la solidaridad de la experiencia compartida en formas locales, provisionales y

de la propia diferencia feminista como el siguiente paso lógico de su evolución.

En realidad, el propio concepto de democracia representativa podría considerarse ahora como la

usurpación de la voz, la posición o la subjetividad (descentrada) de otro. La publicación de la obra de

de la identidad", un ataque a las opiniones esencialistas y un reexamen del concepto de diferencia.

El feminismo posmoderno ha sido caracterizado por su radicalidad y heterogeneidad. Para las

"mujer", ya que el intento de definir la categoría termina recreando conceptos misóginos; la

Sin embargo, si el feminismo posmoderno rechaza lo universal, también rechazaría la categoría

posmodernismo y feminismo. Algunos autores establecen como conclusión que la posmodernidad no

es una alianza beneficiosa para el feminismo, ya que no se trata de un pensamiento crítico.

La posmodernidad se autoconstituye a sí misma declarando la muerte de la modernidad y de la

Hutcheon, la fragmentación, la desorganización y los efectos desestabilizadores del arte y el

capitalista tardía que ha anulado la posibilidad de la crítica kantiana, puramente trascendente.

mercantilizada en la economía. El arte posmoderno, al igual que el pensamiento posmoderno, es

alternativa que permita vincular una política cultural de igualdad y de diferencia en

colaboración con una política social de justicia y equidad.

Las primeras vindicaciones feministas se articularon al cartesianismo, históricamente hablando,

Descartes se consideró un proyecto de reforma de la mente, finalmente se convirtió en un programa

importante en la Francia del momento.

la vida social, a la implantación de un nuevo estilo de vida y a la penetración de profesionales

intelectuales en círculos aristocráticos culturales.

natural y carecer de base racional.

igualdad, la libertad y la fraternidad eran protagonistas, no se resignaron a vivir en la pasividad.

dirigido a la Asamblea Nacional).

ideas sociales y criticando el sistema político del momento.

Reflexiones sobre los negros, en 1788.

El mercado de los negros, en 1790.

En 1791, escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en respuesta a la

sus ideas en la observación de la situación precaria de las mujeres de su entorno.

una oportunidad de ser autosuficiente por ella misma.

Gouges, con la intención de comenzar una nueva vida.