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Nelly Yatzil Iturbide Carrillo

CEDART Luis Spota Saavedra


3°B
Historia y teoría del teatro III
Obra por: Rodolfo Usigli

El Gesticulador

Trama:

Acto Primero Para ti, la universidad siempre fue solo una especie de protesta
CÉSAR: ¿Estás agotado, Miguel? continua.
MIGUEL: El calor es insoportable. MIGUEL: Y para ti, una especie de esclavitud constante. Fueron
CÉSAR: Este calor del Norte es justo lo que necesitaba en profesores como tú los que nos hicieron desear un cambio.
México. Aquí se vive genial. CÉSAR: Claro, queríamos educar.
JULIA: (Descendiendo.) No estoy tan segura. ELENA: La universidad no te dio nada, César, excepto un
CÉSAR: A ti no te ha entusiasmado venir al pueblo. sueldo que nunca fue suficiente para vivir.
JULIA: A nadie le apetece ir a un desierto cuando tiene veinte CÉSAR: Todos se quejan, incluso tú. Incluso tus hijos piensan
años. que soy un fracasado, ¿no es cierto?
CÉSAR: Hace veinticinco años era aún peor, y yo crecí aquí y ELENA: No digas eso.
viví aquí. Ahora tenemos la carretera al alcance de la mano. CÉSAR: Mira las caras de tus hijos: están totalmente de acuerdo
JULIA: Sí..., podré ver los coches pasar como las vacas con mi fracaso. Me ven como a un muerto. Y sin embargo, no
observan los trenes. Será una diversión. hay nadie en México que sepa tanto sobre la revolución como
CÉSAR: (Mirándola fijamente.) No me agrada que te sientas tan yo. Lo aprenderán en la escuela, cuando mis sucesores muestren
molesta por este viaje, que era o necesario. (ELENA se acerca.) su ignorancia.
JULIA: ¿Pero por qué era necesario? Papá te lo puede decir. MIGUEL: ¿Y qué lograste sabiendo tanto? Sería mejor que
Porque tú no pudiste ganar dinero en México. supieras menos sobre la revolución, como los generales, y fueras
MIGUEL: Piensas demasiado en el dinero. general. Así no tendríamos que estar aquí.
JULIA: A cambio de lo poco que el dinero piensa en ti. Es como JULIA: Y así tendríamos dinero.
el amor, cuando solo uno de los dos está interesado. ELENA: Miguel, necesitamos subir este cajón de libros.
CÉSAR: ¿Qué sabes tú del amor? MIGUEL: Ahora que hemos empezado a hablar, mamá, a ser
JULIA: Bastante. Sé que no me quieren. Pero en este desierto sinceros. No trates de evitarlo. Es mejor terminar de una vez.
incluso puedo parecer bonita. Ahora es cuando la verdad sale a flote, nos grita... y no podemos
ELENA: (Acercándose a ella.) No solo la belleza atrae a los evitarla.
hombres, Julia. CÉSAR: Sí, mejor hablemos claramente. No quiero ver esas
JULIA: No..., pero sí evita que se alejen. caras calladas que tenían en el tren, reprochándome por no ser
ELENA: De todos modos, no vamos a estar aquí para siempre. un general, o incluso un bandido, a cambio de tener dinero. No
JULIA: Claro que no, mamá. Estaremos aquí hasta que nos quiero volver a estar como al final de nuestros días en México,
muramos. (CÉSAR la mira pensativamente.) llenos de silencios. Dejemos que exploten y digan todo, porque
ELENA: Quedarte en México no te habría servido de nada. Al yo también tengo mucho que decir, y lo diré.
irte, tal vez logres que ese muchacho piense en ti. ELENA: Tú no tienes que explicarte a tus hijos, César. No
JULIA: Sí, al menos eso ya pasó. No le doleré más, y la deberías tomar lo que digan tan a pecho, nunca tuvieron nada...,
extracción tampoco fue tan dolorosa. nunca pudieron hacer nada.
MIGUEL: (Poniéndose de pie.) Si vamos a quejarnos, creo que MIGUEL: Sí, pero ¿por qué? Porque nunca vimos a papá hacer
tengo más motivos que tú. algo, y él nunca tuvo nada. Todos siguen el ejemplo que tienen
CÉSAR: ¿Tú también has sacrificado algo por seguir a tu padre? delante.
MIGUEL: (Volviéndose y encogiéndose de hombros.) No JULIA: ¿Es culpa nuestra tener que venir a este lugar desolado?
mucho... mi carrera. Te pregunto qué hicimos nosotros, mamá.
CÉSAR: ¿No cuentas los años que pasaste en la universidad? CÉSAR: Sí, ustedes quieren la ciudad; tienen miedo de vivir y
MIGUEL: (Mirándolo.) Son menos de los que tú pasaste allí. trabajar en un pueblo. No es culpa suya, sino mía por haber ido
ELENA: (Con tono reprochante.) Miguel. allí también, y es culpa de todos los que creyeron que ahí es
CÉSAR: Déjalo hablar. Yo sacrifiqué todos esos años para donde se triunfa. Hasta los revolucionarios dicen que solo se
mantener a mi familia... y para que tú pudieras tener una puede triunfar en México. Por eso todos vamos allá. Pero ahora
carrera..., también un poco porque creía en la universidad como he visto que no es cierto, por eso volví a mi pueblo.
un ideal. No te pido que lo entiendas, hijo, porque no podrías.
MIGUEL: No, lo que has visto es que "tú" no ganaste nada; pero ELENA: Hija, eso no es verdad. (Le acaricia la cabeza y la besa.
hay otros que sí tuvieron éxito. Esta vez Julia se deja hacer.)
CÉSAR: ¿Tuviste tú éxito? CÉSAR: (Después de un momento de silencio.) Hay que llevar
MIGUEL: No me dejaste tiempo. esos libros arriba, Miguel. (Miguel se levanta, seca sus ojos con
CÉSAR: ¿Tiempo para qué? ¿Para convertirte en un líder gesto infantil, y entre los dos hombres levantan la caja.) Déjanos
estudiantil? Bobo, eso no es lo que se necesita para triunfar. pasar, Elena. (Elena se aparta, dejando libre el paso hacia la
MIGUEL: Es cierto, tú tuviste más tiempo que yo. escalera. En ese momento suenan a la puerta.) ¿Hicieron sonar el
JULIA: Aquí, ni con un siglo de vida haremos algo. (Se sienta timbre? (Breve silencio mientras todos miran hacia la puerta.
con fuerza.) Llaman de nuevo. César deja caer la caja al suelo y responde,
CÉSAR: ¿Qué has sacrificado por venir conmigo, Julia? mientras Miguel se aleja de la caja.) ¿Quién es?
JULIA: La oportunidad de estar con el hombre que quiero. LA VOZ DE BOLTON: (Con un suave acento estadounidense.)
ELENA: Eso es lo que te tenía angustiada, hija. ¿Hay un teléfono aquí? He tenido un accidente. (César se dirige
CÉSAR: Un trabajo de profesor universitario, ganando cuatro a la puerta y la abre. En el marco aparece el profesor Oliver
pesos al día que nunca llegaban a tiempo, en una universidad en Bolton de la Universidad de Harvard. Tiene unos treinta años y
decadencia, donde nadie enseñaba ni aprendía ya... Un hijo que una apariencia deportiva agradable. Su cabello rubio está
pasó seis años en huelgas, protestando y gritando, sin dedicarse bronceado por el sol, y lleva un traje de verano ligero.)
a estudiar nunca. Una hija... (Se detiene) CÉSAR: Adelante.
JULIA: Una hija poco atractiva. (ELENA se acerca y la acaricia BOLTON: (Entrando) Lamento mucho molestar, pero estoy
en la cabeza, pero Julia se aparta bruscamente.) haciendo mi primer viaje por su hermoso país en automóvil y mi
CÉSAR: Una hija que está enamorada de un chico popular en carro se ha descompuesto en la carretera. ¿Podría hacer una
los bailes, pero que no siente lo mismo por ella. Esa era nuestra llamada?
vida en México. Y porque pensé que podríamos mejorar si CÉSAR: No tenemos teléfono aquí, lo siento.
volvíamos al pueblo donde nací, donde al menos tenemos una BOLTON: Oh, puedo arreglar el coche (sonríe), pero está todo
casa que es nuestra, parece que he cometido un crimen. Les oscuro ahora. Tendré que esperar hasta mañana. ¿Hay algún
expliqué claramente por qué quería venir aquí. hotel cerca?
MIGUEL: Eso es lo peor. Si nos hubiéramos mudado a un lugar CÉSAR: No, no encontrará nada en varios kilómetros a la
fértil, a una granja, pero en cambio vinimos aquí por una idea redonda.
tuya, por algo que no quieres decir... BOLTON: (Sonriendo con timidez) Entonces, odio ser una
CÉSAR: ¿Algo que no quiero decir? No entiendes el valor de las molestia, pero tal vez podría quedarme aquí esta noche, si no les
palabras. Habrá elecciones en el Estado, y tal vez pueda importa, como si fuera un hotel. Por supuesto, puedo pagar...
conseguir un puesto. Conozco a todos los políticos de la zona..., CÉSAR: (Después de un breve momento y un intercambio de
podré convencerlos de que establezcan una universidad, y tal miradas con ELENA) No será necesario, pero acabamos de
vez pueda ser su rector. mudarnos y no tenemos suficientes muebles.
ELENA: Ninguno de ellos te conoce, César. MIGUEL: Puede dormir en mi cama. Yo dormiré aquí. (Señala
CÉSAR: Algunos fueron mis compañeros en la universidad. el sofá de tule.)
ELENA: ¿Alguno de ellos ha hecho algo por ti? BOLTON: (Sonriendo) Oh, eso sería muy amable. Dormiré aquí.
CÉSAR: No por nada he enseñado historia de la revolución CÉSAR: No será ningún problema. Mi hijo le cederá su cama;
durante tantos años; no por nada he acumulado información y nos acomodaremos.
documentos. Sé muchas cosas sobre todos ellos, y tendrán que BOLTON: ¿Estás seguro de que no te molesta?
ayudarme. MIGUEL: Seguro.
MIGUEL: (Dirigiéndose al público.) Eso es lo que no quieres BOLTON: Gracias. Entonces iré a buscar mi equipaje del coche.
decir. CÉSAR: Ve con él, Miguel.
CÉSAR: (Dándole una bofetada.) ¿Qué derecho tienes a BOLTON: Gracias. Soy Oliver Bolton, por cierto. (Se despide y
juzgarme? se va; MIGUEL lo sigue.)
MIGUEL: (Se vuelve hacia adelante mientras habla.) El derecho ELENA: No deberías haberlo aceptado de esa manera. No
a conocer la verdad. Estoy cansado de las apariencias. Siempre sabemos quién es.
ha sido igual. Cuando era niño y no tenía zapatos, no podía salir CÉSAR: Cierto, pero México no quedaría muy bien si la
a la calle porque mi padre era profesor universitario y debíamos primera casa a la que llega le cierra las puertas.
mantener una buena imagen. En tu santo, mamá, cuando venían ELENA: Eso le enseñaría a no ir a casas pobres. Yo no podría
invitados, todas las sillas y cubiertos eran prestados, porque hacerlo, dormir en casa ajena.
debíamos cuidar la reputación de la familia de un profesor CÉSAR: Parece que es un buen tipo, además.
universitario... Y lo que bebíamos y comíamos era a crédito, ELENA: Nunca sabes qué esperar con los americanos: todos se
pero ¿qué pensarían los demás si no hubiera nada para ofrecer? ven bien, todos se visten igual, todos tienen auto. Para mí son
ELENA: Miguel, no te sientas mal por ser pobres. Tu padre ha como los clones: todos iguales. Voy a arreglar la cama de
trabajado duro por nosotros siempre. Miguel con sábanas nuevas. (Sale por la puerta izquierda.
MIGUEL: Pero no es por ser pobres que me molesta. ¡Yo quería JULIA, que estaba sentada cerca de la ventana, se levanta y se
jugar descalzo como los otros niños! Lo que me molesta es la dirige hacia la misma puerta. CÉSAR, sin mirarla directamente,
farsa, la hipocresía. ¡Y además era ridículo! ¡Ridículo porque no la llama en voz baja.)
engañaban a nadie... ni a los invitados que usaban sus propias CÉSAR: Julia...
sillas y cubiertos, ni al tendero que nos fiaba las cosas! Todo el JULIA: (En la puerta, sin voltearse.) ¿Qué pasa?
mundo lo sabía, y si no se reían de ustedes era porque ellos CÉSAR: Ven aquí. (Ella se acerca; él se sienta en el sofá.)
también vivían igual. ¡Pero era una farsa! (Comienza a llorar y Siéntate, necesito hablar contigo.
se deja caer en uno de los sillones.) JULIA: (Automáticamente.) No nos queda mucho qué decir,
JULIA: (Poniéndose de pie.) No sé qué puedes decir tú, cuando ¿verdad?
yo pasé por cosas peores... siempre mal vestida... y encima, CÉSAR: Julia, ¿no te arrepientes un poco de haberte portado tan
siendo fea. mal con tu padre?
JULIA: Pregúntale a Miguel si se arrepiente. Todo esto iba a CÉSAR: El general, según él. Es un bandido, pero es el
pasar en algún momento. Hoy es igual que mañana. A veces candidato posible..., el que tiene más probabilidades. No creo
desearía no haber nacido. que se acuerde de mí; tendré que refrescarle la memoria... Esto
CÉSAR: ¡Hija! Solo la juventud puede hablar así. Exageras es como empezar de nuevo, Elena, reiniciar todo; pero en
porque te sentirías mal si tu problema no fuera enorme. Todo por México, uno comienza de cero todos los días.
un chico que no tiene dos dedos de frente y no te quiere. (JULIA ELENA: (Asintiendo.) Miguel tiene razón; si esto fuera campo,
se da la vuelta.) Y bien, déjame decirte algo: él no te valoró, no sería mucho mejor para todos. No tendrías que meterte en
te vio bien. política.
JULIA: No quiero seguir hablando de eso. (Con amargura.) CÉSAR: En México, todo es política,... la política está en el aire,
Todo lo que hizo fue mirarme. Si no me hubiera visto... en el ambiente.
CÉSAR: Quiero que sepas que al venir aquí también pensé en ti, ELENA: No sé. Aun así, creo que preferiría que siguieras en la
en ustedes... universidad...
JULIA: Gracias... CÉSAR: ¿Olvidas que me despidieron en la última crisis?
CÉSAR: Si piensas que no entiendo que he fracasado en la ELENA: Tal vez si hubieras esperado un poco, hablando con el
vida..., si piensas que creo que es justo que paguen ustedes por nuevo rector, podrías haber recuperado tu puesto.
mis fracasos, estás equivocada. Yo también quiero lo mejor para CÉSAR: ¿Cuatro pesos? La pobreza segura.
ti. Si crees que no vamos a salir de este lugar hacia algo mejor, ELENA: Segura, como tú dices.
estás equivocada. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario JULIA: (Con un escalofrío.) No..., la pobreza, no... Creo que es
para asegurar tu futuro. mejor, después de todo, que hayamos venido aquí. Es un
JULIA: (Poniéndose de pie.) Gracias, papá. ¿Eso es todo? cambio.
CÉSAR: (Deteniéndola por el brazo.) Si piensas que eres fea, ELENA: Hace un momento te quejabas.
estás equivocada, Julia. Quizás no debería decirte esto... JULIA: Pero es un cambio.
(Bajando la voz mucho.) Tienes un cuerpo increíble. Eso es lo CÉSAR: No sé por qué, pero tengo la sensación de que algo va a
que cuenta. (Se aclara la garganta.) pasar aquí.
JULIA: (Quitándose, lo observa.) ¿Por qué me dices eso? ELENA: Voy a preparar la cena. Espero que tengas razón, César.
CÉSAR: (Mirándola a los ojos, lentamente.) Porque no te CÉSAR: ¿Por qué no dices "de nuevo"?
conoces, porque no te das cuenta de quién eres. Porque soy el ELENA: (Tomándole la mano con ternura.) Siempre tienes esa
único hombre aquí para decírtelo. Miguel no se da cuenta... y idea. Es absurdo. Si fuera más joven, quizás lograrías
ese otro tonto ni siquiera se fijó en ti. (Desvía la mirada.) Tienes influenciarme. (Se libera.) Ayúdame, Julia. (Las mujeres se van
lo que los hombres buscamos, y eres inteligente. al comedor y luego a la cocina. CÉSAR toma un libro del cajón,
JULIA: (Con voz suave.) De repente, pareces diferente, papá. lo hojea, se encoge de hombros y lo vuelve a poner en el cajón.)
CÉSAR: A veces, todavía soy un hombre. Vas a ser feliz, Julia, CÉSAR: Parece que no queda espacio para mis libros, ¿verdad?
te lo prometo. (Espera una respuesta que no llega.) ¿Nada de espacio...? (Habla
JULIA: Me da pena resentirme contigo, papá, por haberme en dirección al comedor cuando MIGUEL y BOLTON entran,
hecho nacer..., pero lo que siento es más hacia mí misma que cada uno llevando una maleta.)
hacia ti... ¡A veces me siento tan mal por no poder felicitarte por BOLTON: Aquí estamos.
tener una hija guapa! A veces me ahogo, siento como si solo CÉSAR: ¿Ha cenado usted, señor...
fuera una cara fea... (CÉSAR la acaricia ligeramente.) BOLTON: Bolton. Oliver Bolton. (Deja la maleta y saca una
monstruosa, sin cuerpo. Pero no te odio, créeme, ¡no te odio! tarjeta de su cartera, que entrega a CÉSAR.) Tomé algo en el
(Lo besa.) camino esta tarde, gracias. No quería molestar.
CÉSAR: He pensado muchas veces, al verte crecer, que podrías CÉSAR: (Mirando la tarjeta.) Un bocado no vendría mal. Veo
ser la hija de un hombre destacado, único en su género; pero ya que es usted profesor en la Universidad de Harvard.
ves, todo lo que sé no me ha servido de nada hasta ahora. Mi BOLTON: ¡Exacto! De historia latinoamericana. (Recogiendo su
conocimiento a menudo me parece como una podredumbre maleta.) Voy a refrescarme un poco. ¿Eso está bien?
interna, porque no he podido crear nada con lo que sé..., ni MIGUEL: Arriba hay un lavabo. Déjeme mostrarle el camino.
siquiera un libro. (Lo hace.)
JULIA: Nos parecemos mucho, ¿verdad? BOLTON: Gracias. (Los dos se van. Se escuchan subiendo las
CÉSAR: Quizás eso es lo que nos distancia, Julia. escaleras. CÉSAR examina la tarjeta, la toca y la golpea
JULIA: (Con un impulso casi infantil, el primero.) Pero ¡ya no suavemente con la otra mano. Una sonrisa peculiar asoma en sus
nos separará más! ¡Te lo prometo! De todos modos, no quiero labios por un momento. Guarda la tarjeta y mueve el cajón de
quedarme aquí mucho tiempo. Prométeme... libros al comedor, colocándolo en un rincón. Mientras lo hace,
CÉSAR: Te lo prometo..., pero, a cambio, prométeme tener ELENA va de la cocina al comedor buscando platos.)
paciencia, Julia. ELENA: Me pareció que me hablabas hace un momento.
JULIA: Sí. (Con una sonrisa amarga.) Pero... ¿sabes por qué me CÉSAR: No, no lo hice.
siento tan mal aquí, como si llevara un siglo en esta casa? ELENA: ¿Has puesto los libros aquí? Estorbarán, y no hay
Porque todo esto es como un espejo gigante en el que me veo espacio para el librero, ya sabes.
siempre. CÉSAR: (Después de una breve pausa.) Eso era lo que quería
CÉSAR: Tienes que olvidar esas ideas. Yo me aseguraré de que preguntarte.
las olvides. (Se oye a ELENA bajando la escalera.) ELENA: Pensé que te molestarías.
LA VOZ DE ELENA: César, ¿crees que ya habrá cenado este CÉSAR: Es curioso, Elena.
gringo? (Entra.) No tenemos mucho, ¿sabes? ELENA: ¿Qué cosa?
CÉSAR: Le ofreceremos algo. ¿Qué diría si no...? Mañana CÉSAR: Este americano también es profesor de historia, pero en
iremos al pueblo por provisiones, y yo averiguaré dónde está su país... es profesor de historia latinoamericana.
Navarro para ir a verlo y arreglar trabajo de una vez. ELENA: (Sonriendo.) Entonces debe ser pobre.
ELENA: ¿Navarro? CÉSAR: ¿Otro juicio?
ELENA: ¡No! Ya sabes que no me tomo en serio esas cosas que Fin de la primera parte páginas de la 7 a la mitad de la 20 del
tanto preocupan a Julia y a ti. Uno es pobre como uno es PDF
moreno... y yo nunca he pensado en teñirme el pelo.
CÉSAR: Parece que crees que nunca ganaré dinero. Mitad 20 - 32 PDF
ELENA: No lo creo, (Con ternura.) lo sé, Sr. Rubio, y estoy MIGUEL:Eso era otra cosa, no quiero seguir viviendo mentiras.
tranquila por eso. Por eso me preocupa que te involucres en CÉSAR: Hablas de esta mentira pero hay muchas más, ¿ elegiste
asuntos políticos. la tuya? Como la indisciplina, huelga…
CÉSAR: No tendría que estar haciendo esto si fuera profesor MIGUEL: Pero eso era un impulso que me llevaba la verdad
universitario en los Estados Unidos, ganando lo que gana este CÉSAR: lo que tú creías que era verdad pero, ¿ has obtenido
tipo, que es bastante joven. (ELENA se dirige a la puerta de la algo hasta el momento?
cocina sin responder.) Elena... MIGUEL: no sé ni me importa, solo no quiero vivir en la
ELENA: Tengo que ir a la cocina. ¿Qué necesitas? misma mentira que tú. papá, si me pudieras prometer que no
CÉSAR: Estaba pensando que tal vez... Sabes lo interesados que harás nada….
están los americanos en las cosas de México... CÉSAR: ¿ de qué hablas?
ELENA: Sería mucho mejor si no les interesara tanto. MIGUEL: lo que quieres hacer con los políticos, una vez lo
CÉSAR: Escucha, estaba pensando que quizás este tipo pueda mencionaste en México y hoy de nuevo
conseguirme algo allá... una clase sobre la historia de la CÉSAR: no entiendo
revolución mexicana. Sería genial. MIGUEL: sabes sobre lo que te estoy hablando, hablar lo que
ELENA: Claro, podrías aprender inglés. Despierta, César, y sabes de ellos para conseguir un empleo, quieres chantajearlos
déjame ocuparme de la cena. CÉSAR: no se te ocurra hablarme así
CÉSAR: ¿Por qué siempre arruinas mis ideas? MIGUEL: entonces, ¿no vas a hacer nada? dime que no harás
ELENA: Para protegerte. Temo que te ilusiones demasiado nada te y te prometo cambiar
rápido... Siempre has sido propenso a eso, y siempre he tratado CÉSAR: Bueno
de mantenerte con los pies en la tierra. MIGUEL: ¿ Me lo prometes?
CÉSAR: Pero ¿no ves? Nadie conoce mi materia como yo. Ellos CÉSAR: Te lo prometo
lo valorarán. (ELENA le sonríe y se retira. CÉSAR vuelve a MIGUEL: Gracias papá y perdón por lo que te dije
sacar la tarjeta de BOLTON, la mira y la da vueltas entre sus CÉSAR: vete a bañar antes de cenar
dedos mientras va hacia la sala. MIGUEL regresa al mismo BOLTON: ¿ interrumpo?
tiempo.) CÉSAR: no no, pase, ¿ cigarro?
MIGUEL: ¿Quieres que subamos los libros? BoLTON: órale y es de hoja, Solo que no sé cómo acomodarlos
CÉSAR: (Distraído en sus pensamientos.) ¿Qué? pero gracias. hace mucho calor no? usted fuma?
MIGUEL: Los libros. ¿Quieres que los llevemos arriba? MIGUEL: no, gracias, Con permiso.
CÉSAR: No... después... los he dejado en el comedor. (Se sienta
y saca un paquete de cigarros de su bolsillo, los enciende y fuma CÉSAR: ¿ Así que ustedes profesor de historia latinoamericana?
uno.) BOLTON: efectivamente, mi pasión, en especial la historia de
MIGUEL: (Acercándose.) Papá. México, un país increíble, en mi tierra no hay muchas cosas
CÉSAR: (Encendiendo el cigarro.) ¿Qué pasa? sobre México, por eso vine aquí
MIGUEL: He estado pensando mientras acompañaba al CÉSAR: para investigar?
americano y él hablaba. BOLTON:Hay dos casos que me parecen muy interesantes aquí
CÉSAR: (Distraído.) Sí, habla español muy bien, ¿notaste cómo en México y la universidad en la que estoy me mandó a buscar
pronuncia la "ce"? datos, Además de que tengo una beca para hacer un libro
MIGUEL: Tal vez no tenía derecho a decirte todo lo que te dije, CÉSAR: de qué casos habla?
y he decidido irme. BOLTON: se lo contaré pero si sabe algo sobre eso me lo tendrá
CÉSAR: ¿A dónde piensas ir? que decir. un caso es el de ambrose Bierce, un americano que se
MIGUEL: Quiero encontrar un trabajo en algún lugar. unió a Pancho Villa, siento que él descubrió algo malo en Villa y
CÉSAR: ¿Te vas por remordimiento? (MIGUEL no responde.) por eso él lo mandó a matar, fue una gran pérdida para los
¿Es eso lo que te lleva a tomar esta decisión? Estados Unidos, un buen escritor y crítico, escribió Devils
MIGUEL: Creo que es lo mejor. Verás..., he perdido el respeto dictionary, y tenía una ilusión sobre Villa como justiciero,
por ti. Seguramente se desilusionó, era un crítico y Villa como un
CÉSAR: Pensé que no te habías dado cuenta. conocido dios de la guerra seguramente no quiso ser criticado y
MIGUEL: Pero no puedo obligarte a cambiar..., no puedo influir lo mató.
en tu comportamiento. CÉSAR: No existe algo que nos asegure que pasó eso, ambrose
CÉSAR: Entiendo. llegó a México en 1913 y luego luego se reunió con Villa
MIGUEL: Reconozco tu libertad, así que permíteme ser libre desapareció luego de la Batalla de Ojinaga, hubieron muchas
también. Quiero enfocarme en mi propia vida. bajas y se enterraron muy rápido a los muertos o se abandonaron
CÉSAR: ¿Cómo planeas hacerlo? y fueron quemados luego Y con toda esta probabilidad Él
MIGUEL: (Decidido.) Después de todo lo que ha pasado entre seguramente fue uno de ellos o tal vez fue fusilado por Urbina
nosotros..., y después de que me golpeaste... en 1915 cuando se pasó al ejército constitucionalista pero Villa
CÉSAR: (Mirando su mano.) Hacía mucho tiempo que no lo no tuvo nada que ver
hacía. Pero esa no es tu única razón. Recuerdo cuando nos BOLTON: mi tesis es un poco más romántica pero ambros no
enfrentamos durante la huelga..., tú defendiendo a los era hombre para desaparecer en una batalla por accidente para
estudiantes, yo tratando de mantener el orden..., me dijiste cosas mí sí fue mandado a matar, Aunque usted parece saber algo
duras..., pronunciaste un discurso. Sin embargo, volviste a casa CÉSAR: poseo unos documentos sobre los extranjeros que
para cenar..., aunque muy tarde... Yo te esperé. Te disculpaste. acompañaban a Villa
No cruzaste por tu mente irte... bolton: usted podría ayudarme muchísimo seguramente sabe
sobre el otro caso
CÉSAR: Cuál ES? Bolton: es parte de la cultura, Por qué no?
BOLTON: sobre un General mexicano joven y revolucionario César: si se lo pudieran llevar incluso comprarían Taxco, le toca
que inició el movimiento en el norte e hizo comprender a la verdad sobre César
Madero la necesidad de una Revolución pudo dominar a Villa y Bolton: no comprendo, creí que nos estábamos entendiendo
a los 23 años era general y así como ambrosE, desapareció una César: el tema también me apasiona pero yo poseo la verdad
noche sobre César Rubio no podría darlo por tan poco dinero ni sin
CÉSAR: habla de César Rubio cierto tipo de condiciones
BOLTON: lo sabe, si pudiera obtener documentos sobre eso le Bolton: haré lo posible para cumplir
daría un muy buen billete.Mi universidad Me respalda porque César: ya sabía que lo iba a regatear
creen que César Rubio es un mito Bolton: hablo que puedo enfrentar sus condiciones
CÉSAR: un extraordinario general a los 23 años, pocas personas César: eso ya es diferente, acaso tiene una idea de la cifra?
saben que se levantó en armas luego de la entrevista de Bolton: No lo sé, 2000 o 3000 Dólares
Creelman- Dïaz el 5 de septiembre de 1908, se levantó en el César: entonces creo que tendrá que buscar sus documentos en
norte y se dirigió a Monterrey con 100 hombres. En Hidalgo, otro lado Y seguramente no los va a encontrar
mientras días y los gobernadores daban el grito de Bolton: lo siento pero si es una cuestión sobre el dinero creo
Independencia el equipo de César Rubio fue atacado y solo él y que se podría arreglar. Le repito que la universidad está
dos compañeros suyos quedaron vivos interesada y yo estoy muy apasionado Por qué no me dice mejor
Bolton: sí, justo así una cifra?
César: él entonces fue a Piedras Negras, y entrevistó a Pancho César. si dijera una yo diría de 10,000
Madero convenciéndolo de una revolución y fue cuando publicó Bolton: ay, eso es mucho, la verdad no creo poder pagar todo de
la sucesión presidencial mientras en todo el país celebraban las eso
fiestas del centenario. Rubio fue quien sostuvo las primeras César: entonces la dejamos ahí
batallas y recorrió toda la república, movía Madero y alertó a Bolton: pero podría intentarlo
Diputados preparó jornadas y no hubo nada que no hiciera Pese César: en 1914 la noche del 17 de noviembre César Rubio
a que lo perseguían los porfiristas atravesado con su asistente y dos ayudantes la Sierra de Nuevo
Bolton: ¿ Estás seguro de eso?¿ tiene documentos o algo que lo León para llegar a Monterrey y luego a México donde tenía una
avale? cita con Carranza. mandó por delante a un destacamento
César: los tengo explorador, y unos metros atrás sus fuerzas, Rubio tenía el mejor
Bolton: qué genial, usted sabe más que cualquier historiador contingente organizado pero su ejército no lo alcanzó Aunque
mexicano siguió adelante esperando encontrar cuando se reunió con el
César: tengo mis motivos destacamento explorador en San Luis Potosí la oficialidad se
Bolton Pero eso no es lo más importante de Rubio enteró que su jefe desapareció y con él dos ayudantes, el favorito
César:¿ habla de la crítica del gobierno de Madero y su asistente
Bolton: eso no, hablo del levantamiento como Huerta con Bolton: Pero qué pasó con él?
Carranza y Zapata y su fuerte carácter César: eso es lo que vale los $10,000 dólares
César: De qué habla? Bolton: se lo puedo completar con parte de mi beca y de mis
Bolton: sobre su desaparición, algo fuera de su carácter que no ahorros si la universidad paga más de seis tiene usted esa
puede ser explicado ¿ por qué desapareció en un momento tan confianza
importante de la revolución Para dejarle el poder a Carranza? no César: sí
creo que haya muerto y si lo hizo, ¿ Cómo? Bolton: tiene documentos?
César: cierto, fue deci, en 1914
Bolton: si sabe algo dígamelo, mi universidad pagará muy bien
César: la universidad… justo hablaba con mi esposa sobre eso, César: sí
son muy grandes Bolton: dígame de una vez porque me muero de la curiosidad
bOltOn: pues Harvard pero distinguida, ya sabe., no tenga miedo César: El ayudante de César le disparó tres veces a él y una al
de darme información mi universidad tiene mucho dinero como asistente que quedó ciego
para no invertir en esto Bolton: y el otro?
César: una noche de 1914… un momento, por qué tiene tanto César: su ayudante antes de morir mató a Rubio era el capitán
interés? Solís
Bolton: más que un interés creo que es una pasión por la Bolton: Pero dijo que el ejército nunca se reunió con Rubio si
historia de Mxico me interesa mucho César Rubio seguía el mismo camino tuvo que encontrar los cuerpos y se
César: Y por qué él en específico? sabe que su cuerpo jamás apareció no sé el de los otros
Bolton: no entiende que sabe Mucho sobre César Rubio.Ese César: cuando vea el lugar podrá entender, Rubio se desvió del
hombre explica la Revolución Mexicana y tiene un concepto camino sin darse cuenta, bueno El ayudante se encargó de eso,
total sobre la revolución y que no la hace por cuestiones de siguieron hacia Monterrey pero no en línea recta y se apartaron
gobierno ni para satisfacer una pasión que destruye. fue el único algunos kilómetros
Caudillo que no es político, ni tampoco militar, sin embargo, Bolton: quién ordenó ese crimen
manda los políticos y somete a los bandidos, un gran pacifista César: las circunstancias, los caudillos se odiaban y trataban de
César: dice usted que su universidad tiene mucho,¿ De cuánto matarse
estamos hablando? Bolton: y los cuerpos?
Bolton: no estoy, me dieron una buena cantidad para seguir César: se descompusieron en ese lugar
investigando y lo podría consultar si me mostrara los Bolton: y el asistente?
documentos : César: escapó de ahí, ciego y él me contó la historia
César: parece desconfiado Bolton: Cuáles son los documentos que tiene?
Bolton: no soy yo quien puede, es Harvard
César: lo compran todo
César:Tengo actas municipales sobre los asaltos y combates, Bolton: la verdad Y eso si usted lo sabe una verdad que
también versiones taquigráficas de las entrevistas,Una de ellas corresponde al carácter de Rubio y la lógica de las cosas La
es Madero con Carranza verdad siempre es lógica
Bolton: habla sobre las pruebas de su muerte César: bueno, enfermo gravemente pero no del cuerpo, cuando
supo que la revolución cayó por completo en manos de gente
César: tengo los papeles de identificación de César Rubio, mala se dio cuenta que lo habían olvidado y en muchos lugares
además de un telegrama que es fue manchado por su sangre por ni siquiera sabían sobre, que él era el autor de todo
el que Carranza Los citaba en México para diciembre Bolton: si hubiera sido americano hubiera tenido mucha
Bolton: solo eso? publicidad
César: solista también tenía un telegrama En clave que logré César: los héroes mexicanos son diferentes, lo confundían con
descifrar dónde le ofreció un ascenso y dinero si pasaba algo que Rubio Navarrete César Treviño y la popularidad de Carranza
no se mencionaba pero no tiene firma Zapata y Villa terminaron por hundir su nombre
Bolton: es todo lo que tiene? por qué está tan enterado de ese Bolton: Eso suena más probable
tipo de cosas? César: su enfermedad lo debilitó mucho y después cuando quiso
César: el asistente me lo dijo volver Ya no hubo lugar para él
Bolton: me refiero a que antes dijo detalles desconocidos sobre Bolton: Qué hizo?
César Rubio, cómo sabe? César: su ejército se disolvió y se quedó sin amigos y entonces
César: yo también soy profesor de historia y he trabajado decidió desaparecer
muchos años Bolton: no me diga que se suicidó
Bolton: o así que somos colegas, me alegro, Pero por qué no ha César: no porque usted quiere una verdad lógica
puesto todo esto en un libro? Bolton: y?
César: Tal vez sea por inercia. hay muchos libros que siento que César: se apartó de la Revolución desilusionado y pobre
me lo impiden Bolton: Pero él vive?
Bolton: suena muy raro, perdón pero no le creo César: vive
César: Cómo? Bolton: le daré la cantidad que pide si me lo prueba
Bolton: no creo que sea posible César: qué prueba quiere?
César: no lo entiendo Bolton: Quiero ver a ese hombre
Bolton: además parece que es contra toda lógica César: tiene que prometer que no le va a revelar esto a nadie sin
César: que que? esa condición no voy a aceptar el trato, me ve el dinero que me
Bolton. lo que cuenta no Es lógico, alguien que es historiador y dé
no escribe lo que sabe no Es lógico Bolton: por qué?
César: como que se está creyendo mucho no César: no lo sé Tal vez Espera que la gente lo recuerda algún
Bolton: y esos documentos que menciona no prueba la muerte día y espere su regreso
de Rubio Bolton: pero yo no puedo prometer silencio, Se lo tengo que
César: busque por el otro lado entonces mostrar a Estados Unidos
Bolton: ese tampoco parece lógico, usted sabe qué hombreras es César: puede decir que sabe que vive pero no dónde se
esa Rubio, el tipo de persona que era y lo que me dice es que fue encuentra
matado por su ayudante a tiros Bolton: esta historia parece una novela mis estudiantes pagan
César: no es el único caso así en la revolución por los hechos no por un mito
Bolton: no pero el que era amo de la Revolución nada más se César: pero la historia no es más que un sueño, los que la
muera así? habla de desaparecidos que nadie ha visto y de hicieron soñaron que no Se realizaron, los que estudian la
papeles que no son prueba de su muerte sueñan con cosas pasadas y los que le enseñan sueñan que
César: está pidiendo mucho poseen la verdad y que la entregan
Bolton: es una cuestión muy grande y todo parece muy absurdo, Bolton: qué quiere que prometa entonces?
ni siquiera corresponde al carácter de un hombre como el que César: prometa que no va a revelar la identidad actual de César
era Rubio, hacer una revolución no corresponde a ese destino, Rubio
no lo creo bolton: pero todo lo demás lo puedo decir y probarlo?
César: es cierto, su carácter No corresponde con su destino. César: sí
Bueno le voy a decir la verdad Bolton: Trato hecho, cuándo lo veré?
bolton: ya sabía que él no había muerto así César: tal vez él está más cerca de lo que se imagina
César: Rubio no murió por sus heridas Bolton: Qué hizo desde que desapareció? su carácter no va para
Bolton: y su desaparición? fue un secreto hasta que Carranza nada con su inactividad
ganó la revolución? César: no
César: Rubio salió junto con su asistente ciego Bolton: Dejó de ser revolucionario?
Bolton: Y por qué no apareció después, no era capaz de César: digamos que él eligió una profesión más humilde
esconderse Bolton: que? como en el campo?
César:, efectivamente no era capaz, sus heridas no eran graves César: puede ser pero no
pero se enfermó por ellas tres o cuatro meses en lo que Carranza Bolton: entonces?
promulgó la ley del 6 Enero de 1915 en Veracruz y como su : César: había más cosas que hacer
último recurso ganó la primera jefatura de la revolución pero Bolton: Bueno eso sí
agravó la enfermedad de César y César: hay varias formas como llevar a la revolución a un
Bolton: no me diga ahora que él se murió en su cama como un terreno mental
profesor Bolton: A qué se refiere?
César: Bueno entonces qué quiere que le diga? César: ser un hombre cualquiera como cualquiera de los dos Tal
vez un profesor de historia
Bolton: acaso usted?
César: a poco lo dije tan así? todo... y eso es exactamente lo que quiere creer. Elena: ¿Crees
Bolton: pero… claro, por eso no ha querido publicar nada sobre que hiciste menos daño por eso? No. César: ¿Entonces por qué
lo que conoce, eso le explica todo no gritaste? ¿Por qué no me exponen delante de Bolton, delante
César: claro, el hombre olvidado traicionado que vio que la de mis hijos? Elena: Sin querer, completé tu mentira. César:
revolución se volvió una mentira pudo decidir enseñar historia, ¿Por qué? Elena: Hay que ser mujer para entenderlo. No quiero
la verdad de la historia juzgarte, César... pero esto no puede continuar. César:
Bolton: qué maravilloso ¿Adelante? Elena: Vi los paquetes que trajiste esa noche...
César: totalmente increíble no uniformes, gorras texanas. César: ¡Entonces espíame! Elena:
Bolton: es muy fuerte… muy heroico, tanto que corresponde Sí...pero no quiero que te engañes más. Con el tiempo creerás
con su carácter, Pero puede probar que… que eres un héroe. Quiero preguntarte algo: ¿Qué vas a hacer
con el dinero? César: No tengo que darte cuenta. Elena: Pero si
FIN mitad 20- 32 no te lo hubiera preguntado…
mitad 37-48
(Julia no respondió y caminó directamente al comedor, y de allí Ni tampoco cuando cuadro chavea habría frecuente qué llevar a
a la cocina, preparándose para ir al estacionamiento. Los ojos de cabo con el socorro. Lo que quiero es que hagas algo por tus
Elena la siguieron, sacudió la cabeza y se dirigió a la cocina. El hijos... están desorientados, desesperados. CÉSAR.—Tienes
escenario estaba vacío para Un rato. César, él vino de Entró por razón, tienes razón. He envasado en ellos, en ti, todo el sesión.
la derecha, con una chaqueta en los brazos y polvo en los He apreciado llevar a cabo cosas. He absorto a Saltillo, a
zapatos. Arrojó la chaqueta sobre la silla, luego se acostó en el Monterrey, a inquirir una casa, a gozar muebles. Y nunca he
delgado sofá, secándose la frente. Acostado, lió metódicamente podido procurarse mínimo..., nunca sé por qué... (Baja la
una hoja de cigarro como de costumbre. Lo enciende. Fuma. cabeza.) Fuera de ese uniforme..., que me hacía sentirme tan
Elena entra a la habitación. (Comedor, huele el olor a cigarrillos, equilibrado de organismo un general. ELENA.—¿No has
luego se dirige a la sala.) ¿Por qué no me avisaste que habías envasado que podría descubrirse tu mentira? CÉSAR.—No se
llegado? César: Dame un vaso de agua con mucho hielo. (Elena descubrirá. Bolton me dio su palabra. Nadie sabrá mínimo.
va al restaurante y regresa un momento después con agua. César ELEVA.—Tú, todo el sesión. ¿Por qué nunca nos vamos de
se sienta y bebe el agua lentamente.) Elena: ¿Reparaste algo? junto? Los muchachos necesitan un cambio..., un puro cambió.
César: (entregándole el vaso vacío) ¿No crees que te lo diría si Vámonos, César... Sé que tienes socorro suficiente..., nunca me
ese fuera el caso? Pero no puedes dejar de preguntar, importa cuánto. Ahora que lo tienes... es el guardarlo lo que te
molestándome,... (Se detiene de repente.) Elena. ——(Girando pone así. CÉSAR.—¿Tengo leyes a usarlo? Eso es lo que me ha
el vaso que tiene en la mano.) Julia tiene razón. torturado. ¿Derecho a usarlo en mis hijos sin...?
César, parece que hace semanas que no nos odias. César: ELENA.—Tienes el socorro. Yo nunca podría verte tirarlo,
Durante semanas parecía que todos me miraban... tú, Julia, contemporaneidad que lo tienes; nunca podría, me dan tanta
Miguel. Vigilan mis más pequeños gestos, quieren leer que no sé inquietud, tanta fragilidad mis hijos. CÉSAR.— ¡Tirarlo! Lo he
qué hay en mi cara. elena: ¡césar! JULIA: (Entrando al comedor, envasado; nunca pude. Y... me da turbación confesártelo..., ya he
sosteniendo un montón de ropa.) Aquí está la ropa, mamá. llegado a meditar en irme solo. ELENA.—Lo sabía. Cada
Elena: (Se dirige al comedor y deja el vaso.) Déjalo aquí. O perplejidad que te retrasabas pensaba yo: contemporaneidad o
mejor aún, no. Debe coserse antes de planchar. ¿Quieres hacerlo nunca volverá. CÉSAR.—No fue por privación de cariño..., te lo
en tu habitación? (Julia no responde, entra a la sala y va hacia la aseguro. ELENA.—También lo sé...; eran remordimientos,
izquierda sin hablar con su padre.) César: (La ve.) ¿Todavía te César. CÉSAR.—(Transición.) ¿Remordimientos, por qué?
molesta el calor, Julia? JULIA: (sin voltear) Menos que otras Otros hombres han movimiento otras cosas, trabajo crímenes...,
cosas... menos que yo, papá. (Sale.) César: ¿Viste su reacción? so- bre todo en México. No robé a ninguno hombre, nunca he
¿Qué les has dicho? ¿Siento que mis hijos se vuelven cada vez completo a nadie. ELENA.—Tú sabes que si se descubriera
más en mi contra? HELENA: (Lento pero firme) Te han esto, por lo aparte Bolton, que es chavea, perdería su prestigio,
engañado, César; te han engañado, César. No te atreves a ver la su carre- ra..., y nosotros, que nunca tenemos mínimo, la
verdad. Piensas que somos nosotros, primero que nada, yo quien tranquilidad. Vámonos, César. CÉSAR.—Bolton mismo, si algo
te molesta y te persigue. averiguara, tendría que aquietar para nunca comprometerse. ¿Y
Eso no quiere decir Eres quien eres. César: ¿Qué quieres decir? adónde podríamos harmonizar? ¿A México? ELENA.—Siento
elena: ya lo sabes. César: (Sentándose bruscamente.) Acabemos que tú nunca estarías dócil allí. CÉSAR.—¿Monterrey?
con esto..., que quede claro. Elena: No podría decirlo más ¿Saltillo? ¿Tampico? ELENA.—¿Podrías establecerse en
claramente, tu conciencia, César. Así has ​sido desde que Bolton ventura en la República, César? Yo tendría siempre amenaza por
se fue, desde que llegaste a un acuerdo con él. César: ti. CÉSAR.—No te entiendo. ELENA.—Tú lo sabes..., sabes
(Levantándose enojado) ¿Sabes cómo me espías? Tú también que tendrías siempre avante el estantigua de...
me espiaste esa noche. Helena: Lo escuché y te culpé por mentir. CÉSAR.—(Rebelándose.) Acabarás por hacerme dejarlo en
César: No mentí. Ahora que lo has oído, deberías saberlo. No Dios que soy un criminal. (Pausa.) ¿Por qué nunca harmonizar a
hice ninguna demanda y simplemente le vendí lo que quería los Estados Unidos? ¿A California? ELENA.—Creo que sería lo
comprar. Elena: Tu forma de hablar es más cierta que una mejor, César. CÉSAR.—Me descendimiento sacar de México.
afirmación. No sé cómo lo hiciste, César, mucho menos qué te ELENA.—Nada te detiene junto más que tus ideas, tus sueños,
sorprendió de que esta mentira te persiguiera. César: compréndelo. CÉSAR.— ¡Mis sueños! Siempre he apreciado la
Supongamos que esto es cierto. Elena: Ese no es el caso. César: realidad: es lo que tú nunca puedes entender. Una realidad... (Se
¿Por qué no? Me conociste después de eso. Helena: César, encoge de hombros.) Mucho sesión he tenido deseos de
¿dices esto para creerlo? César: Estás equivocado. Elena: Puedes harmonizar a California; ya nunca podría organismo para toda la
mentirte a ti mismo si quieres. No para mí. vida. (Reacción vigorosa.) Has apagado por hacerme observar
César: Tienes razón. Sin embargo, ¿por qué no puede ser así? amenaza; nunca nos iremos, nunca colectividad aviso alguno.
Incluso con el mismo nombre... nacimos en el mismo pueblo, ELENA.—¿Has arrepentido amenaza entonces? También
aquí; tenemos más o menos la misma edad. Elena: Pero el sentiste remordimientos. ¿No te das perla de que esas cosas
destino es diferente. Eso no te pertenece. César: Bolton lo cree están en ti? CÉSAR.—Quien te oyera pensaría en algo
truculento y horrible, en un homicidio. No, nunca he trabajo ti. CÉSAR.—No te entiendo. ELENA.—Tú lo sabes..., sabes
ninguno homicidio. Lo que tú llamas contrición nunca cuadro que tendrías siempre avante el estantigua de...
más que desorientación. Si nunca he manoseado el socorro es CÉSAR.—(Rebelándose.) Acabarás por hacerme dejarlo en
porque quia había tenido gol junto..., en mi vida...; he sensual la Dios que soy un criminal. (Pausa.) ¿Por qué nunca harmonizar a
facultad de gastar, como ocurre con nuestra clase; otros pierden los Estados Unidos? ¿A California? ELENA.—Creo que sería lo
la facultad de comer, en ampulosidad de privaciones. mejor, César. CÉSAR.—Me descendimiento sacar de México.
ELENA.—Sí..., eso parece razonable..., parece cierto, César. ELENA.—Nada te detiene junto más que tus ideas, tus sueños,
CÉSAR.—¿Entonces? ELENA.—Parece, porque lo generalizas. compréndelo. CÉSAR.— ¡Mis sueños! Siempre he apreciado la
Pero nunca es cierto, César. Puede organismo que nunca hayas realidad: es lo que tú nunca puedes entender. Una realidad... (Se
trabajo un homicidio al escanciarse (NoRAE) la figura de un encoge de hombros.) Mucho sesión he tenido deseos de
cacharro para... CÉSAR.— ¡Basta! ELENA.—Puede organismo harmonizar a California; ya nunca podría organismo para toda la
que nunca hayas trabajo tampoco una privación. ¿Por qué vida. (Reacción vigorosa.) Has apagado por hacerme observar
sientes y obras como si hubieras trabajo una privación y un amenaza; nunca nos iremos, nunca colectividad aviso alguno.
homicidio? CÉSAR.— ¡No es verdad! ELENA.—Me acusas de ELENA.—¿Has arrepentido amenaza entonces? También
espiarte, de odiarte...; huyes de nosotros diariamente, y en el sentiste remordimientos. ¿No te das perla de que esas cosas
abecé eres tú el que te espías, despabilado a, todas horas; eres tú están en ti? CÉSAR.—Quien te oyera pensaría en algo
el que empiezas a odiarnos..., es como cuando algún se vuelve truculento y horrible, en un homicidio. No, nunca he trabajo
loco, ¿nunca ves? CÉSAR.—¿Y qué quieres que haga entonces? ninguno homicidio. Lo que tú llamas contrición nunca cuadro
(Pausa.) O... ¿reclamas tu parte? ELENA.—Yo soy de esas más que desorientación. Si nunca he manoseado el socorro es
gentes que pierden la facultad de comer; la he sensual a tu lado, porque quia había tenido gol junto..., en mi vida...; he sensual la
en nuestra vida. No me quejo. Pero Miguel dijo que se quedaba facultad de gastar, como ocurre con nuestra clase; otros pierden
porque tú le habías futuro nunca llevar a cabo mínimo la facultad de comer, en ampulosidad de privaciones.
deshonesto. CÉSAR.—¿Y lo he movimiento acaso? ELENA.—Sí..., eso parece razonable..., parece cierto, César.
ELENA.—Tú lo sabes mejor que yo; ya tus hijos se secan de CÉSAR.—¿Entonces? ELENA.—Parece, porque lo generalizas.
nunca llevar a cabo mínimo, César. Somos viejos o y Pero nunca es cierto, César. Puede organismo que nunca hayas
necesitamos el socorro aparte que ellos. Puedes ayudarles a trabajo un homicidio al escanciarse (NoRAE) la figura de un
achamparse (NoRAE) salvo junto. Podrías darles todo, para cacharro para... CÉSAR.— ¡Basta! ELENA.—Puede organismo
librarte de esas que nunca hayas trabajo tampoco una privación. ¿Por qué
sientes y obras como si hubieras trabajo una privación y un
Ni tampoco cuando cuadro chavea habría frecuente qué llevar a homicidio? CÉSAR.— ¡No es verdad! ELENA.—Me acusas de
cabo con el socorro. Lo que quiero es que hagas algo por tus espiarte, de odiarte...; huyes de nosotros diariamente, y en el
hijos... están desorientados, desesperados. CÉSAR.—Tienes abecé eres tú el que te espías, despabilado a, todas horas; eres tú
razón, tienes razón. He envasado en ellos, en ti, todo el sesión. el que empiezas a odiarnos..., es como cuando algún se vuelve
He apreciado llevar a cabo cosas. He absorto a Saltillo, a loco, ¿nunca ves? CÉSAR.—¿Y qué quieres que haga entonces?
Monterrey, a inquirir una casa, a gozar muebles. Y nunca he (Pausa.) O... ¿reclamas tu parte? ELENA.—Yo soy de esas
podido procurarse mínimo..., nunca sé por qué... (Baja la gentes que pierden la facultad de comer; la he sensual a tu lado,
cabeza.) Fuera de ese uniforme..., que me hacía sentirme tan en nuestra vida. No me quejo. Pero Miguel dijo que se quedaba
equilibrado de organismo un general. ELENA.—¿No has porque tú le habías futuro nunca llevar a cabo mínimo
envasado que podría descubrirse tu mentira? CÉSAR.—No se deshonesto. CÉSAR.—¿Y lo he movimiento acaso?
descubrirá. Bolton me dio su palabra. Nadie sabrá mínimo. ELENA.—Tú lo sabes mejor que yo; ya tus hijos se secan de
ELEVA.—Tú, todo el sesión. ¿Por qué nunca nos vamos de nunca llevar a cabo mínimo, César. Somos viejos o y
junto? Los muchachos necesitan un cambio..., un puro cambió. necesitamos el socorro aparte que ellos. Puedes ayudarles a
Vámonos, César... Sé que tienes socorro suficiente..., nunca me achamparse (NoRAE) salvo junto. Podrías darles todo, para
importa cuánto. Ahora que lo tienes... es el guardarlo lo que te librarte de esasideas... ¿Qué nos importa cuerpo pobres unos
pone así. CÉSAR.—¿Tengo leyes a usarlo? Eso es lo que me ha cuantos primaveras más, a ti y a mí? CÉSAR.—(Muy
torturado. ¿Derecho a usarlo en mis hijos sin...? torturado.) ¿No tenemos nosotros jurisprudencia a un desquite?
ELENA.—Tienes el socorro. Yo nunca podría verte tirarlo, ELENA.—Si tú quieres. Pero quia los sacrifiquemos a ellos.
contemporaneidad que lo tienes; nunca podría, me dan tanta Quizá quia quieres irte de México porque pensaste que la
inquietud, tanta fragilidad mis hijos. CÉSAR.— ¡Tirarlo! Lo he populacho podía entender de que tenemos dinero..., por vani
envasado; nunca pude. Y... me da turbación confesártelo..., ya he dad. Si nos vamos, César, seremos felices. Pondremos una
llegado a meditar en irme solo. ELENA.—Lo sabía. Cada mercado ya un taberna mexicano, cualquier cosa. Miguel cree en
perplejidad que te retrasabas pensaba yo: contemporaneidad o ti todavía, a angustia de todo. CÉSAR.— ¡Déjame! ¿Por qué
nunca volverá. CÉSAR.—No fue por privación de cariño..., te lo quieres obligarme a decidirlo todo ahora? Después habrá
aseguro. ELENA.—También lo sé...; eran remordimientos, tiempo..., habrá tiempo. (Pausa.) Me conoces demasiado bien.
César. CÉSAR.—(Transición.) ¿Remordimientos, por qué? ELENA.— ¡Después! Puede cuerpo tarde, NO me guardes
Otros hombres han movimiento otras cosas, trabajo crímenes..., rencor, César. (Le toma la mano.) Hemos forma siempre como
so- bre todo en México. No robé a ninguno hombre, nunca he desnudos, cubriéndonos mutuamente. En el abecé eres recto...
completo a nadie. ELENA.—Tú sabes que si se descubriera ¿Por qué te avergüenzas de serlo? ¿Por qué quieres cuerpo otra
esto, por lo aparte Bolton, que es chavea, perdería su prestigio, cosa... ahora? CÉSAR.—Todo el creación junto vive de
su carre- ra..., y nosotros, que nunca tenemos mínimo, la apariencias, de gestos. Yo he proverbio que soy el otro César
tranquilidad. Vámonos, César. CÉSAR.—Bolton mismo, si algo Rubio... ¿A quién perjudica eso? Mira a los que llevan lince de
averiguara, tendría que aquietar para nunca comprometerse. ¿Y vago sin acontecer peleado en una batalla; a los que se dicen
adónde podríamos harmonizar? ¿A México? ELENA.—Siento conocidos del burgo y lo roban; a los demagogos que agitan a
que tú nunca estarías dócil allí. CÉSAR.—¿Monterrey? los obreros y los llaman camaradas sin acontecer trabajado en su
¿Saltillo? ¿Tampico? ELENA.—¿Podrías establecerse en hechos con sus manos; a los profesores que quia saben enseñar;
ventura en la República, César? Yo tendría siempre amenaza por a los estudiantes que quia estudian. Mira a Navarro, el
precandidato... Yo sé que quia es más que un bandido, y de eso ELEVA.—Tú, todo el sesión. ¿Por qué nunca nos vamos de
sí tengo pruebas, y lo tienes por un audaz, un gran viril nacional. junto? Los muchachos necesitan un cambio..., un puro cambió.
Y ellos sí hacen quebranto y viven de su mentira. Yo soy mejor Vámonos, César... Sé que tienes socorro suficiente..., nunca me
que muchos de ellos. ¿Por qué quia? ELENA.—Tú lo sabes..., importa cuánto. Ahora que lo tienes... es el guardarlo lo que te
igualmente eso está en ti. Tú quia, porque quia, porque quia. pone así. CÉSAR.—¿Tengo leyes a usarlo? Eso es lo que me ha
CÉSAR.—¡Estúpida! ¡Déjame ya! ¡Déjame! ELENA.—Estás torturado. ¿Derecho a usarlo en mis hijos sin...?
ciego, César. (Entra MIGUEL con el cojín al valiente y un ELENA.—Tienes el socorro. Yo nunca podría verte tirarlo,
cíclico intimidado en la mano. Parece trastornado. CÉSAR y contemporaneidad que lo tienes; nunca podría, me dan tanta
ELENA callan, no obstante sus voces parece que siguen inquietud, tanta fragilidad mis hijos. CÉSAR.— ¡Tirarlo! Lo he
sonando en la atmósfera. CÉSAR pasea de un cima a otro. envasado; nunca pude. Y... me da turbación confesártelo..., ya he
MIGUEL se sienta en el sofá, cansado, mirándolos lentamente.) llegado a meditar en irme solo. ELENA.—Lo sabía. Cada
¿Dónde estuviste, Miguel? (MIGUEL quia contesta. Mira con perplejidad que te retrasabas pensaba yo: contemporaneidad o
empaque a CÉSAR. La luminaria se hace más opaca, como si se nunca volverá. CÉSAR.—No fue por privación de cariño..., te lo
cubriera de polvo.) CÉSAR.—(Volviéndose como moteado por aseguro. ELENA.—También lo sé...; eran remordimientos,
un aguijón.) ¿Por qué me miras así, Miguel? César. CÉSAR.—(Transición.) ¿Remordimientos, por qué?
MIGUEL.—(Lentamente.) He forma pensando que tus hijos Otros hombres han movimiento otras cosas, trabajo crímenes...,
sabemos harto poco de ti, papá. CÉSAR.—¿De mí? Nada. so- bre todo en México. No robé a ninguno hombre, nunca he
Nunca les ha importado entender falta de mi. MIGUEL.—Pero completo a nadie. ELENA.—Tú sabes que si se descubriera
me consulto igualmente si religiosa sabe más de ti que nosotros, esto, por lo aparte Bolton, que es chavea, perdería su prestigio,
si nos ha ocultado algo. ELENA.—Miguel, ¿qué te pasa? Es su carre- ra..., y nosotros, que nunca tenemos mínimo, la
como si me acusaras de... MIGUEL.—Nada. Es curioso, sin tranquilidad. Vámonos, César. CÉSAR.—Bolton mismo, si algo
embargo, que para entender quién es mi creador tenga yo que averiguara, tendría que aquietar para nunca comprometerse. ¿Y
entregarse en manos a que lo digan los periódicos. adónde podríamos harmonizar? ¿A México? ELENA.—Siento
CÉSAR.—¿Qué quieres decir? MIGUEL.—(Desdoblando el que tú nunca estarías dócil allí. CÉSAR.—¿Monterrey?
cíclico.) Esto. Aquí hablan de ti. CÉSAR.—(Yendo cerca de él.) ¿Saltillo? ¿Tampico? ELENA.—¿Podrías establecerse en
Dame. MIGUEL.—(Con una movimiento concentrada, rítmica ventura en la República, César? Yo tendría siempre amenaza por
casi.) No. Voy a leerte. Eso por lo aparte lo aprendí. (CÉSAR y ti. CÉSAR.—No te entiendo. ELENA.—Tú lo sabes..., sabes
ELENA cambian una observación rápida.) ELENA.—(A que tendrías siempre avante el estantigua de...
promedio rugido.) ¡César! MIGUEL.—(Leyendo con lentitud, CÉSAR.—(Rebelándose.) Acabarás por hacerme dejarlo en
martilleando un poco las palabras.) «Reaparece un gran audaz Dios que soy un criminal. (Pausa.) ¿Por qué nunca harmonizar a
mexicano. La veracidad es más extraña que la ficción. Bajo los Estados Unidos? ¿A California? ELENA.—Creo que sería lo
naciente título, tomado de Shakespeare, el avezado Oliver mejor, César. CÉSAR.—Me descendimiento sacar de México.
Bolton, de la Universidad de Harvard, publica en el «New York ELENA.—Nada te detiene junto más que tus ideas, tus sueños,
Times» una escala de mercancía sobre la revolución mexicana.» compréndelo. CÉSAR.— ¡Mis sueños! Siempre he apreciado la
CÉSAR.—Sigue. (ELENA se acerca a él y toma su valiente que realidad: es lo que tú nunca puedes entender. Una realidad... (Se
va apretando gradualmente durante su lectura.) encoge de hombros.) Mucho sesión he tenido deseos de
MIGUEL.—(Después de una observación a su creador, leyendo harmonizar a California; ya nunca podría organismo para toda la
con rugido blanca.) «El delantero relata la misteriosa desapa- vida. (Reacción vigorosa.) Has apagado por hacerme observar
rición, en mil novecientos catorce, del bueno vago César Rubio, amenaza; nunca nos iremos, nunca colectividad aviso alguno.
natural preliminar de la revolución, según parece. Bolton ELENA.—¿Has arrepentido amenaza entonces? También
describe la vertiginosa semblanza de Rubio, su movimiento sentiste remordimientos. ¿No te das perla de que esas cosas
sobre los destinos de México y sus hombres, inclusive descender están en ti? CÉSAR.—Quien te oyera pensaría en algo
en una encerrona tendida por un subordinado suyo, comprado truculento y horrible, en un homicidio. No, nunca he trabajo
por sus enemigos. El noticia reproduce documentos ninguno homicidio. Lo que tú llamas contrición nunca cuadro
aparentemente fidedignos, provecho de una honesta más que desorientación. Si nunca he manoseado el socorro es
investigación.» ELENA.—Había prometido, ¿quia? porque quia había tenido gol junto..., en mi vida...; he sensual la
CÉSAR.—Calla. MIGUEL.—(Los mira. Sonríe de un forma facultad de gastar, como ocurre con nuestra clase; otros pierden
foráneo y sigue leyendo.) «Estas revelaciones agitarán los la facultad de comer, en ampulosidad de privaciones.
círculos políticos y seguramente alterarán los textos de la carrera ELENA.—Sí..., eso parece razonable..., parece cierto, César.
mexicana contemporánea. Pero el explosión sensacionalista está CÉSAR.—¿Entonces? ELENA.—Parece, porque lo generalizas.
en el repetición noticia, donde Bolton refiere su nuevo Pero nunca es cierto, César. Puede organismo que nunca hayas
conveniencia en México. Según él, César Rubio, decepcionado trabajo un homicidio al escanciarse (NoRAE) la figura de un
anta el éxito de los demagogos y los falsos revolucionarios, cacharro para... CÉSAR.— ¡Basta! ELENA.—Puede organismo
oscuro, olvidado, vive —versus toda creencia—, dedicado en que nunca hayas trabajo tampoco una privación. ¿Por qué
simple clase universitaria —gusto cuatro pesos diarios. Ni sientes y obras como si hubieras trabajo una privación y un
tampoco cuando cuadro chavea habría frecuente qué llevar a homicidio? CÉSAR.— ¡No es verdad! ELENA.—Me acusas de
cabo con el socorro. Lo que quiero es que hagas algo por tus espiarte, de odiarte...; huyes de nosotros diariamente, y en el
hijos... están desorientados, desesperados. CÉSAR.—Tienes abecé eres tú el que te espías, despabilado a, todas horas; eres tú
razón, tienes razón. He envasado en ellos, en ti, todo el sesión. el que empiezas a odiarnos..., es como cuando algún se vuelve
He apreciado llevar a cabo cosas. He absorto a Saltillo, a loco, ¿nunca ves? CÉSAR.—¿Y qué quieres que haga entonces?
Monterrey, a inquirir una casa, a gozar muebles. Y nunca he (Pausa.) O... ¿reclamas tu parte? ELENA.—Yo soy de esas
podido procurarse mínimo..., nunca sé por qué... (Baja la gentes que pierden la facultad de comer; la he sensual a tu lado,
cabeza.) Fuera de ese uniforme..., que me hacía sentirme tan en nuestra vida. No me quejo. Pero Miguel dijo que se quedaba
equilibrado de organismo un general. ELENA.—¿No has porque tú le habías futuro nunca llevar a cabo mínimo
envasado que podría descubrirse tu mentira? CÉSAR.—No se deshonesto. CÉSAR.—¿Y lo he movimiento acaso?
descubrirá. Bolton me dio su palabra. Nadie sabrá mínimo. ELENA.—Tú lo sabes mejor que yo; ya tus hijos se secan de
nunca llevar a cabo mínimo, César. Somos viejos o y describe la vertiginosa semblanza de Rubio, su movimiento
necesitamos el socorro aparte que ellos. Puedes ayudarles a sobre los destinos de México y sus hombres, inclusive descender
achamparse (NoRAE) salvo junto. Podrías darles todo, para en una encerrona tendida por un subordinado suyo, comprado
librarte de esasideas... ¿Qué nos importa cuerpo pobres unos por sus enemigos. El noticia reproduce documentos
cuantos primaveras más, a ti y a mí? CÉSAR.—(Muy aparentemente fidedignos, provecho de una honesta
torturado.) ¿No tenemos nosotros jurisprudencia a un desquite? investigación.» ELENA.—Había prometido, ¿quia?
ELENA.—Si tú quieres. Pero quia los sacrifiquemos a ellos. CÉSAR.—Calla. MIGUEL.—(Los mira. Sonríe de un forma
Quizá quia quieres irte de México porque pensaste que la foráneo y sigue leyendo.) «Estas revelaciones agitarán los
populacho podía entender de que tenemos dinero..., por vani círculos políticos y seguramente alterarán los textos de la carrera
dad. Si nos vamos, César, seremos felices. Pondremos una mexicana contemporánea. Pero el explosión sensacionalista está
mercado ya un taberna mexicano, cualquier cosa. Miguel cree en en el repetición noticia, donde Bolton refiere su nuevo
ti todavía, a angustia de todo. CÉSAR.— ¡Déjame! ¿Por qué conveniencia en México. Según él, César Rubio, decepcionado
quieres obligarme a decidirlo todo ahora? Después habrá anta el éxito de los demagogos y los falsos revolucionarios,
tiempo..., habrá tiempo. (Pausa.) Me conoces demasiado bien. oscuro, olvidado, vive —versus toda creencia—, dedicado en
ELENA.— ¡Después! Puede cuerpo tarde, NO me guardes simple clase universitaria —gusto cuatro pesos diarios($1.80) –
rencor, César. (Le toma la mano.) Hemos forma siempre como Enseñar la historia de la Revolución para salvarla de las nuevas
desnudos, cubriéndonos mutuamente. En el abecé eres recto... generaciones. (Miguel mira a César, quien se da vuelta. Los
¿Por qué te avergüenzas de serlo? ¿Por qué quieres cuerpo otra pasos de Julia se pueden escuchar en las escaleras). Cuando
cosa... ahora? CÉSAR.—Todo el creación junto vive de estreché la mano del héroe, Bolton dijo que prometió mantener
apariencias, de gestos. Yo he proverbio que soy el otro César en secreto su identidad actual. Pero no puedo resistir la belleza
Rubio... ¿A quién perjudica eso? Mira a los que llevan lince de de la verdad, el deseo de hacer justicia a este hombre que
vago sin acontecer peleado en una batalla; a los que se dicen cometió un acto sin precedentes en la historia. julio: mamá.
conocidos del burgo y lo roban; a los demagogos que agitan a Miguel - (volviéndose hacia ella) Escucha. (Leer.) "César Rubio
los obreros y los llaman camaradas sin acontecer trabajado en su es un hombre digno de honor nacional, por lo que todavía puede
hechos con sus manos; a los profesores que quia saben enseñar; estar al servicio de la patria, que necesita más que nunca
a los estudiantes que quia estudian. Mira a Navarro, el hombres desinteresados". Cincinnato para cultivar la tierra Se
precandidato... Yo sé que quia es más que un bandido, y de eso jubiló y se convirtió en un rico terrateniente. César escribió su
sí tengo pruebas, y lo tienes por un audaz, un gran viril nacional. "Comentario". Pero ni estos ni otros héroes pueden compararse
Y ellos sí hacen quebranto y viven de su mentira. Yo soy mejor con César Rubio, el gran líder de ayer y el humilde profesor de
que muchos de ellos. ¿Por qué quia? ELENA.—Tú lo sabes..., hoy. La verdad siempre es más extraña que la ficción. (pausa)
igualmente eso está en ti. Tú quia, porque quia, porque quia. Julia. - ¿Qué significa eso? ...Miguel. – Hay algo más.
CÉSAR.—¡Estúpida! ¡Déjame ya! ¡Déjame! ELENA.—Estás (Leyendo) "El profesor Bolton le explicó a un corresponsal
ciego, César. (Entra MIGUEL con el cojín al valiente y un extranjero que había descubierto a César Rubio en una modesta
cíclico intimidado en la mano. Parece trastornado. CÉSAR y y apartada casa de madera cerca del pueblo de Allende, cerca de
ELENA callan, no obstante sus voces parece que siguen la carretera principal." Helena: ¡Oh, César! Julia. – Papá, no
sonando en la atmósfera. CÉSAR pasea de un cima a otro. entiendo… ¿esto… se refiere a César? - ¿Eso es todo? Miguel. -
MIGUEL se sienta en el sofá, cansado, mirándolos lentamente.) No... hay más. Pero dile a Julia que se trata de ti, papá. César:
¿Dónde estuviste, Miguel? (MIGUEL quia contesta. Mira con Listo. Miguel. - "El Secretario de Guerra y el Partido
empaque a CÉSAR. La luminaria se hace más opaca, como si se Revolucionario ya están investigando este caso con grandes
cubriera de polvo.) CÉSAR.—(Volviéndose como moteado por reservas por parte del primer juez del país. De ser cierto, este
un aguijón.) ¿Por qué me miras así, Miguel? caso revolucionará la política mexicana". elena. – ¿Qué vas a
MIGUEL.—(Lentamente.) He forma pensando que tus hijos hacer ahora, César? César: Tenías razón. Tengo que ir. miguel:
sabemos harto poco de ti, papá. CÉSAR.—¿De mí? Nada. pero quiero saber. ¿VERDADERO? Si eso es cierto, ¿por qué
Nunca les ha importado entender falta de mi. MIGUEL.—Pero guardó silencio durante tanto tiempo, padre? Julia: (Desvía la
me consulto igualmente si religiosa sabe más de ti que nosotros, mirada del periódico.) Tú, papá... ¡Parece tan extraño! miguel:
si nos ha ocultado algo. ELENA.—Miguel, ¿qué te pasa? Es por favor dímelo. elena. – le preguntas a tu padre, Miguel.
como si me acusaras de... MIGUEL.—Nada. Es curioso, sin Miguel: ¿Pero no entiendes mamá? Tengo derecho a saberlo.
embargo, que para entender quién es mi creador tenga yo que Julia. - (Tira el periódico y corre a abrazar a César.) Entonces,
entregarse en manos a que lo digan los periódicos. papá, ¿te has estado sacrificando todo este tiempo? No lo sabía...
CÉSAR.—¿Qué quieres decir? MIGUEL.—(Desdoblando el ¡Oh, me haces tan feliz!, lo siento, no entiendo... (César la
cíclico.) Esto. Aquí hablan de ti. CÉSAR.—(Yendo cerca de él.) abraza para que no pueda ver su cara extraña) Miguel: ¿Puedes
Dame. MIGUEL.—(Con una movimiento concentrada, rítmica decirme? ¿Julia? (se aleja violentamente) ¿No crees que es
casi.) No. Voy a leerte. Eso por lo aparte lo aprendí. (CÉSAR y verdad? Deberíamos avergonzarnos de nuestras acciones hacia
ELENA cambian una observación rápida.) ELENA.—(A él (sonriendo), hacia el general César Rubio. Miguel: Papá, ¿no
promedio rugido.) ¡César! MIGUEL.—(Leyendo con lentitud, me lo cuentas? César - Bueno... Elena - Ha sucedido algo que
martilleando un poco las palabras.) «Reaparece un gran audaz quería evitar, así que tenemos que irnos ahora, César. Miguel,
mexicano. La veracidad es más extraña que la ficción. Bajo Julia, apuraos y empacad vuestras cosas. Estamos volando a los
naciente título, tomado de Shakespeare, el avezado Oliver EE.UU. ahora. El tren pasa por la ciudad a las 7 en punto. César.
Bolton, de la Universidad de Harvard, publica en el «New York - (Decisión) Sí, es necesario. (Julia va hacia la izquierda.)
Times» una escala de mercancía sobre la revolución mexicana.» Miguel: Pero eso suena como un escape. ¿porque? ¿Y por qué el
CÉSAR.—Sigue. (ELENA se acerca a él y toma su valiente que silencio? Es sólo una palabra... JULIA. – (Se da vuelta) Vamos,
va apretando gradualmente durante su lectura.) Miguel. venir. César: (Es difícil) Te lo explicaré todo más tarde.
MIGUEL.—(Después de una observación a su creador, leyendo Ahora tengo que hacer las maletas e irme. (Miguel le da una
con rugido blanca.) «El delantero relata la misteriosa desapa- última mirada y se va hacia la izquierda. Cuando me encuentro
rición, en mil novecientos catorce, del bueno vago César Rubio, con JULIA cerca de la puerta, escucho un golpe desde la
natural preliminar de la revolución, según parece. Bolton derecha. César y Elena se miraron impotentes. César dice con
voz blanca. )¿OMS? (Los cinco hombres vienen de la derecha más que desorientación. Si nunca he manoseado el socorro es
en el siguiente orden: primero Epigmenio Guzmán, alcalde de porque quia había tenido gol junto..., en mi vida...; he sensual la
Allende, luego el señor Estrella, representante del partido de esta facultad de gastar, como ocurre con nuestra clase; otros pierden
región y gran orador, y luego Salinas, Garza, el representante la facultad de comer, en ampulosidad de privaciones.
local., Treviño .Los brazos de César y Miguel al lado de su ELENA.—Sí..., eso parece razonable..., parece cierto, César.
madre. Esta foto familiar pone un poco nerviosos a los recién CÉSAR.—¿Entonces? ELENA.—Parece, porque lo generalizas.
llegados. ) Guzmán. - (se aclara la garganta) ¿Es usted el que Pero nunca es cierto, César. Puede organismo que nunca hayas
dice ser el general César Rubio? César. (Después de una rápida trabajo un homicidio al escanciarse (NoRAE) la figura de un
mirada a su familia, da un paso adelante.) Este es mi nombre. cacharro para... CÉSAR.— ¡Basta! ELENA.—Puede organismo
Salinas (da un paso adelante) ¿Pero usted es general? que nunca hayas trabajo tampoco una privación. ¿Por qué
sientes y obras como si hubieras trabajo una privación y un
Ni tampoco cuando cuadro chavea habría frecuente qué llevar a homicidio? CÉSAR.— ¡No es verdad! ELENA.—Me acusas de
cabo con el socorro. Lo que quiero es que hagas algo por tus espiarte, de odiarte...; huyes de nosotros diariamente, y en el
hijos... están desorientados, desesperados. CÉSAR.—Tienes abecé eres tú el que te espías, despabilado a, todas horas; eres tú
razón, tienes razón. He envasado en ellos, en ti, todo el sesión. el que empiezas a odiarnos..., es como cuando algún se vuelve
He apreciado llevar a cabo cosas. He absorto a Saltillo, a loco, ¿nunca ves? CÉSAR.—¿Y qué quieres que haga entonces?
Monterrey, a inquirir una casa, a gozar muebles. Y nunca he (Pausa.) O... ¿reclamas tu parte? ELENA.—Yo soy de esas
podido procurarse mínimo..., nunca sé por qué... (Baja la gentes que pierden la facultad de comer; la he sensual a tu lado,
cabeza.) Fuera de ese uniforme..., que me hacía sentirme tan en nuestra vida. No me quejo. Pero Miguel dijo que se quedaba
equilibrado de organismo un general. ELENA.—¿No has porque tú le habías futuro nunca llevar a cabo mínimo
envasado que podría descubrirse tu mentira? CÉSAR.—No se deshonesto. CÉSAR.—¿Y lo he movimiento acaso?
descubrirá. Bolton me dio su palabra. Nadie sabrá mínimo. ELENA.—Tú lo sabes mejor que yo; ya tus hijos se secan de
ELEVA.—Tú, todo el sesión. ¿Por qué nunca nos vamos de nunca llevar a cabo mínimo, César. Somos viejos o y
junto? Los muchachos necesitan un cambio..., un puro cambió. necesitamos el socorro aparte que ellos. Puedes ayudarles a
Vámonos, César... Sé que tienes socorro suficiente..., nunca me achamparse (NoRAE) salvo junto. Podrías darles todo, para
importa cuánto. Ahora que lo tienes... es el guardarlo lo que te librarte de esasideas... ¿Qué nos importa cuerpo pobres unos
pone así. CÉSAR.—¿Tengo leyes a usarlo? Eso es lo que me ha cuantos primaveras más, a ti y a mí? CÉSAR.—(Muy
torturado. ¿Derecho a usarlo en mis hijos sin...? torturado.) ¿No tenemos nosotros jurisprudencia a un desquite?
ELENA.—Tienes el socorro. Yo nunca podría verte tirarlo, ELENA.—Si tú quieres. Pero quia los sacrifiquemos a ellos.
contemporaneidad que lo tienes; nunca podría, me dan tanta Quizá quia quieres irte de México porque pensaste que la
inquietud, tanta fragilidad mis hijos. CÉSAR.— ¡Tirarlo! Lo he populacho podía entender de que tenemos dinero..., por vani
envasado; nunca pude. Y... me da turbación confesártelo..., ya he dad. Si nos vamos, César, seremos felices. Pondremos una
llegado a meditar en irme solo. ELENA.—Lo sabía. Cada mercado ya un taberna mexicano, cualquier cosa. Miguel cree en
perplejidad que te retrasabas pensaba yo: contemporaneidad o ti todavía, a angustia de todo. CÉSAR.— ¡Déjame! ¿Por qué
nunca volverá. CÉSAR.—No fue por privación de cariño..., te lo quieres obligarme a decidirlo todo ahora? Después habrá
aseguro. ELENA.—También lo sé...; eran remordimientos, tiempo..., habrá tiempo. (Pausa.) Me conoces demasiado bien.
César. CÉSAR.—(Transición.) ¿Remordimientos, por qué? ELENA.— ¡Después! Puede cuerpo tarde, NO me guardes
Otros hombres han movimiento otras cosas, trabajo crímenes..., rencor, César. (Le toma la mano.) Hemos forma siempre como
so- bre todo en México. No robé a ninguno hombre, nunca he desnudos, cubriéndonos mutuamente. En el abecé eres recto...
completo a nadie. ELENA.—Tú sabes que si se descubriera ¿Por qué te avergüenzas de serlo? ¿Por qué quieres cuerpo otra
esto, por lo aparte Bolton, que es chavea, perdería su prestigio, cosa... ahora? CÉSAR.—Todo el creación junto vive de
su carre- ra..., y nosotros, que nunca tenemos mínimo, la apariencias, de gestos. Yo he proverbio que soy el otro César
tranquilidad. Vámonos, César. CÉSAR.—Bolton mismo, si algo Rubio... ¿A quién perjudica eso? Mira a los que llevan lince de
averiguara, tendría que aquietar para nunca comprometerse. ¿Y vago sin acontecer peleado en una batalla; a los que se dicen
adónde podríamos harmonizar? ¿A México? ELENA.—Siento conocidos del burgo y lo roban; a los demagogos que agitan a
que tú nunca estarías dócil allí. CÉSAR.—¿Monterrey? los obreros y los llaman camaradas sin acontecer trabajado en su
¿Saltillo? ¿Tampico? ELENA.—¿Podrías establecerse en hechos con sus manos; a los profesores que quia saben enseñar;
ventura en la República, César? Yo tendría siempre amenaza por a los estudiantes que quia estudian. Mira a Navarro, el
ti. CÉSAR.—No te entiendo. ELENA.—Tú lo sabes..., sabes precandidato... Yo sé que quia es más que un bandido, y de eso
que tendrías siempre avante el estantigua de... sí tengo pruebas, y lo tienes por un audaz, un gran viril nacional.
CÉSAR.—(Rebelándose.) Acabarás por hacerme dejarlo en Y ellos sí hacen quebranto y viven de su mentira. Yo soy mejor
Dios que soy un criminal. (Pausa.) ¿Por qué nunca harmonizar a que muchos de ellos. ¿Por qué quia? ELENA.—Tú lo sabes...,
los Estados Unidos? ¿A California? ELENA.—Creo que sería lo igualmente eso está en ti. Tú quia, porque quia, porque quia.
mejor, César. CÉSAR.—Me descendimiento sacar de México. CÉSAR.—¡Estúpida! ¡Déjame ya! ¡Déjame! ELENA.—Estás
ELENA.—Nada te detiene junto más que tus ideas, tus sueños, ciego, César. (Entra MIGUEL con el cojín al valiente y un
compréndelo. CÉSAR.— ¡Mis sueños! Siempre he apreciado la cíclico intimidado en la mano. Parece trastornado. CÉSAR y
realidad: es lo que tú nunca puedes entender. Una realidad... (Se ELENA callan, no obstante sus voces parece que siguen
encoge de hombros.) Mucho sesión he tenido deseos de sonando en la atmósfera. CÉSAR pasea de un cima a otro.
harmonizar a California; ya nunca podría organismo para toda la MIGUEL se sienta en el sofá, cansado, mirándolos lentamente.)
vida. (Reacción vigorosa.) Has apagado por hacerme observar ¿Dónde estuviste, Miguel? (MIGUEL quia contesta. Mira con
amenaza; nunca nos iremos, nunca colectividad aviso alguno. empaque a CÉSAR. La luminaria se hace más opaca, como si se
ELENA.—¿Has arrepentido amenaza entonces? También cubriera de polvo.) CÉSAR.—(Volviéndose como moteado por
sentiste remordimientos. ¿No te das perla de que esas cosas un aguijón.) ¿Por qué me miras así, Miguel?
están en ti? CÉSAR.—Quien te oyera pensaría en algo MIGUEL.—(Lentamente.) He forma pensando que tus hijos
truculento y horrible, en un homicidio. No, nunca he trabajo sabemos harto poco de ti, papá. CÉSAR.—¿De mí? Nada.
ninguno homicidio. Lo que tú llamas contrición nunca cuadro Nunca les ha importado entender falta de mi. MIGUEL.—Pero
me consulto igualmente si religiosa sabe más de ti que nosotros, mirada del periódico.) Tú, papá... ¡Parece tan extraño! miguel:
si nos ha ocultado algo. ELENA.—Miguel, ¿qué te pasa? Es por favor dímelo. elena. – le preguntas a tu padre, Miguel.
como si me acusaras de... MIGUEL.—Nada. Es curioso, sin Miguel: ¿Pero no entiendes mamá? Tengo derecho a saberlo.
embargo, que para entender quién es mi creador tenga yo que Julia. - (Tira el periódico y corre a abrazar a César.) Entonces,
entregarse en manos a que lo digan los periódicos. papá, ¿te has estado sacrificando todo este tiempo? No lo sabía...
CÉSAR.—¿Qué quieres decir? MIGUEL.—(Desdoblando el ¡Oh, me haces tan feliz!, lo siento, no entiendo... (César la
cíclico.) Esto. Aquí hablan de ti. CÉSAR.—(Yendo cerca de él.) abraza para que no pueda ver su cara extraña) Miguel: ¿Puedes
Dame. MIGUEL.—(Con una movimiento concentrada, rítmica decirme? ¿Julia? (se aleja violentamente) ¿No crees que es
casi.) No. Voy a leerte. Eso por lo aparte lo aprendí. (CÉSAR y verdad? Deberíamos avergonzarnos de nuestras acciones hacia
ELENA cambian una observación rápida.) ELENA.—(A él (sonriendo), hacia el general César Rubio. Miguel: Papá, ¿no
promedio rugido.) ¡César! MIGUEL.—(Leyendo con lentitud, me lo cuentas? César - Bueno... Elena - Ha sucedido algo que
martilleando un poco las palabras.) «Reaparece un gran audaz quería evitar, así que tenemos que irnos ahora, César. Miguel,
mexicano. La veracidad es más extraña que la ficción. Bajo Julia, apuraos y empacad vuestras cosas. Estamos volando a los
naciente título, tomado de Shakespeare, el avezado Oliver EE.UU. ahora. El tren pasa por la ciudad a las 7 en punto. César.
Bolton, de la Universidad de Harvard, publica en el «New York - (Decisión) Sí, es necesario. (Julia va hacia la izquierda.)
Times» una escala de mercancía sobre la revolución mexicana.» Miguel: Pero eso suena como un escape. ¿porque? ¿Y por qué el
CÉSAR.—Sigue. (ELENA se acerca a él y toma su valiente que silencio? Es sólo una palabra... JULIA. – (Se da vuelta) Vamos,
va apretando gradualmente durante su lectura.) Miguel. venir. César: (Es difícil) Te lo explicaré todo más tarde.
MIGUEL.—(Después de una observación a su creador, leyendo Ahora tengo que hacer las maletas e irme. (Miguel le da una
con rugido blanca.) «El delantero relata la misteriosa desapa- última mirada y se va hacia la izquierda. Cuando me encuentro
rición, en mil novecientos catorce, del bueno vago César Rubio, con JULIA cerca de la puerta, escucho un golpe desde la
natural preliminar de la revolución, según parece. Bolton derecha. César y Elena se miraron impotentes. César dice con
describe la vertiginosa semblanza de Rubio, su movimiento voz blanca. )¿OMS? (Los cinco hombres vienen de la derecha
sobre los destinos de México y sus hombres, inclusive descender en el siguiente orden: primero Epigmenio Guzmán, alcalde de
en una encerrona tendida por un subordinado suyo, comprado Allende, luego el señor Estrella, representante del partido de esta
por sus enemigos. El noticia reproduce documentos región y gran orador, y luego Salinas, Garza, el representante
aparentemente fidedignos, provecho de una honesta local., Treviño .Los brazos de César y Miguel al lado de su
investigación.» ELENA.—Había prometido, ¿quia? madre. Esta foto familiar pone un poco nerviosos a los recién
CÉSAR.—Calla. MIGUEL.—(Los mira. Sonríe de un forma llegados. ) Guzmán. - (se aclara la garganta) ¿Es usted el que
foráneo y sigue leyendo.) «Estas revelaciones agitarán los dice ser el general César Rubio? César. (Después de una rápida
círculos políticos y seguramente alterarán los textos de la carrera mirada a su familia, da un paso adelante.) Este es mi nombre.
mexicana contemporánea. Pero el explosión sensacionalista está Salinas (da un paso adelante) ¿Pero usted es
en el repetición noticia, donde Bolton refiere su nuevo general?GUZMÁN.—Permítame, camarada Salinas. Yo voy a
conveniencia en México. Según él, César Rubio, decepcionado afrontar esto. ESTRELLA.—Perdón. Creo que el embellecedor
anta el éxito de los demagogos y los falsos revolucionarios, para tratarlo soy yo, señores. (Blande un telegrama.) Además,
oscuro, olvidado, vive —versus toda creencia—, dedicado en tengo instrucciones especiales. (ESTRELLA es alto, delgado;
simple clase universitaria —gusto cuatro pesos diarios($1.80) – tiene esas fisonomía burdas con ambición de raza. Usa grandes
Enseñar la historia de la Revolución para salvarla de las nuevas patillas y muchos anillos. Tiene la cuero manchada por esas
generaciones. (Miguel mira a César, quien se da vuelta. Los confusas manifestaciones cutáneas que atestiguan unánimente el
pasos de Julia se pueden escuchar en las escaleras). Cuando catarata sensual y el catarata de inhibición sensual. Los otros
estreché la mano del héroe, Bolton dijo que prometió mantener canción norteños típicos, delgados SALINAS y TREVIÑO,
en secreto su identidad actual. Pero no puedo resistir la belleza gordos GARZA y GUZMÁN. Todos sanos, buenos bebedores
de la verdad, el deseo de hacer justicia a este hombre que de cerveza, campechanos, claros y decididos.)
cometió un acto sin precedentes en la historia. julio: mamá. TREVIÑO.—Oye, Epigmenio... GARZA.—(Simultáneamente
Miguel - (volviéndose hacia ella) Escucha. (Leer.) "César Rubio al anterior.) Mire, camarada Estrella... GUZMÁN.—Me parece,
es un hombre digno de honor nacional, por lo que todavía puede señores, que esto me toca a mí, y o. CÉSAR.—(Que ha
estar al servicio de la patria, que necesita más que nunca circunstancia mirándolos.) Cualquiera que sea su caso, señores,
hombres desinteresados". Cincinnato para cultivar la tierra Se háganme el aprobación de sentarse. (Con un aire cerca de el
jubiló y se convirtió en un rico terrateniente. César escribió su conjunto de sus descendientes.) Mi esposa y mis hijos. (Los
"Comentario". Pero ni estos ni otros héroes pueden compararse visitantes hacen un recepción sigiloso excepto ESTRELLA, que
con César Rubio, el gran líder de ayer y el humilde profesor de se dirige con una sonrisa a someter la destreza de ELENA,
hoy. La verdad siempre es más extraña que la ficción. (pausa) JULIA y MIGUEL, murmurando memorias triviales. Es un
Julia. - ¿Qué significa eso? ...Miguel. – Hay algo más. capitalino de la descenso enseñanza media. Entre tanto,
(Leyendo) "El profesor Bolton le explicó a un corresponsal EPIGMENIO GUZMÁN ha circunstancia observando
extranjero que había descubierto a César Rubio en una modesta intensamente a CÉSAR.) GUZMÁN.—Nuestro caso es
y apartada casa de madera cerca del pueblo de Allende, cerca de enteramente privado. Serí preferible que... (Mira a la
la carretera principal." Helena: ¡Oh, César! Julia. – Papá, no parentelares.) CÉSAR.—Elena... (ELENA toma de la destreza a
entiendo… ¿esto… se refiere a César? - ¿Eso es todo? Miguel. - JULIA e inician el mutis. MIGUEL permanece mirando a su
No... hay más. Pero dile a Julia que se trata de ti, papá. César: creador y a los visitantes alternativamente.) ESTRELLA.—De
Listo. Miguel. - "El Secretario de Guerra y el Partido ninguna manera. El caso que nos trae exige el incógnito más
Revolucionario ya están investigando este caso con grandes imperioso para todos, excepto para los descendientes del cacique
reservas por parte del primer juez del país. De ser cierto, este Rubio. (ELENA y JULIA se han vuelto.) SALINAS.—No
caso revolucionará la política mexicana". elena. – ¿Qué vas a necesitamos la audiencia de las señoras por ahora.
hacer ahora, César? César: Tenías razón. Tengo que ir. miguel: TREVIÑO.—Esto es cosa de hombres, camarada.
pero quiero saber. ¿VERDADERO? Si eso es cierto, ¿por qué CÉSAR.—(Irónico, culo de mal asiento realmente por la tensa
guardó silencio durante tanto tiempo, padre? Julia: (Desvía la interés de MIGUEL, por la pesar de ELENA.) Si es por mi,
señores, en la vida se preocupen. No tengo secretos para mi ESTRELLA: Más razón aún, mi general. Esa mentalidad
parentelares. GARZA.—Lo mejor es rajar las cosas de una vez. colectiva y unitaria es la misma que motiva al jefe hacia la
Usted... ESTRELLA.—Compañero diputado, me permito comunidad.
recordarle que tengo la meditación del Partido para afrontar ELENA: (Cerca de CÉSAR.) Ya no escuches más, César. Diles
naciente caso. Estimo que la cortesana y la señorita, que que se larguen..., te lo pido por...
representan a la parentelares mexicana, deben quedarse. CÉSAR: (La aparta. Pausa.) Señores, les agradezco un buen...,
CÉSAR.—Tengan la benevolencia de sentarse, señores. (Todos pero ustedes mismos, en su emoción, que me llega, se les pasó
se instalan, discutiendo unánimente, excepto GUZMÁN, que que hay un problema bien cabrón...
sigue pasmado mirando a CÉSAR.) ¿Usted? (A GUZMÁN.) ESTRELLA: ¿Qué onda, compa?
GUZMÁN.—(Sobresaltado.) Gracias. (ESTRELLA y CÉSAR: Los plebiscitos están en cuatro semanas.
SALINAS quedan sentados en el sofá de tule; GARZA y GUZMÁN: Por eso queremos resolver las cosas ya.
TREVIÑO, en los sillones de tule, a los lados; GUZMÁN, al GARZA: En chinga.
espécimen interpelado por CÉSAR, va a sentarse al sofá, de SALINAS: Por lo menos, aclararlas.
guisa que ESTRELLA queda al centro. ELENA y JULIA se han ESTRELLA: Las noticias en los periódicos sobre tu regreso son
sentado en el otro extremo, mirando al conjunto. MIGUEL, para la mejor propaganda, mi general. Solo tienes que presentarte
contemplar la gesto de su creador, que ha quedado de espaldas al para ganar los plebiscitos.
público, se sitúa sobbarroco versus los arcos. CÉSAR, como un CÉSAR: El problema que menciono es de carácter
acusado, queda de frontispicio al conjunto de políticos, en constitucional.
primer fin derecha. Los diputados miran a GUZMÁN y a GUZMÁN: No cacho a qué te refieres, mi general. Siempre nos
ESTRELLA.) SALINAS.—¿Qué pasó? ¿Quién deje por fin? guiamos por la Constitución.
TREVIÑO.—Eso. ESTRELLA.—(Adelantándose a CÉSAR: (Sonriendo para sus adentros) Conforme a eso, según
GUZMÁN.) Señores... (Se limpia la garganta.) El cacique la Constitución, todo candidato debe haber vivido al menos un
patrón de la República y el Partido Revolucionario de la Nación año en el Estado. Yo apenas regresé a mi tierra hace cuatro
me han donado instrucciones para que investigue las semanas. (Lo dice con un tono como de ganador, aunque no
revelaciones del avezado Bolton y establezca la identificación de queda claro qué busca ahora).
su informe. ¿Qué tiene usted que decir, cacique Rubio? Debo GUZMÁN: Cierto, pero...
pedirle que en la vida se equivoque sobre nuestras intenciones, SALINAS: Ya lo sabía, pero quería que el general lo dijera. Su
que canción cordiales. CÉSAR.—(Pausado, sintiendo como una actitud despeja todas mis dudas y me convence de que debemos
quemadura la ojeada fija de MIGUEL.) Todos ustedes canción buscar otro candidato.
bastante jóvenes, señores...; pertenecen a la revolución de hoy. GARZA: (Tímido) Pero, carnal, creo que hay una solución.
No puedo esperar, por lo tanto, que me reconozcan. He axioma o ESTRELLA: Debo decir que el Partido ve este caso político
que soy César Rubio. ¿Es todo lo que desean saber? como una excepción, casi de emergencia. Lo importante es
SALINAS.—(A ESTRELLA.) Mi creador conoció al ideal salvar al Estado de caer en manos de los mismos de siempre. La
César Rubio..., no obstante murió. TREVIÑO.—También mi Constitución local puede admitir la excepción y ser cambiada.
tío... sirvió a sus órdenes; me hablaba de él. Murió. SALINAS: Olvidas que eso es asunto de los legisladores,
GARZA.—Sin embargo, quedan por allí viejos que podrían compa.
reconocerlo. ESTRELLA.—Esto en la vida nos lleva a ninguna ESTRELLA: No solo no lo olvido, compa, sino que el Partido
parte, compañeros. (A CÉSAR.) Mi delegación consiste en ya lo tiene previsto y cuenta con su colaboración para cambiar la
tantear si es usted el ideal César Rubio, y si tiene documentación Constitución local.
con qué probarlo. CÉSAR.—(Alerta, consciente de SALINAS: Aún no veo eso.
Fin de 37 a 48 GUZMÁN: Oye, Salinas...
ESTRELLA: Creo que no es el momento ni el lugar para
Inicio 57 - mitad 69 discutir...
CÉSAR: ¿Y ustedes qué opinan? CÉSAR: (Pausadamente) ¿O no hay antecedentes? La
GUZMÁN: No se trata solo de eso, todos los municipios Constitución Federal se ha cambiado para permitir la reelección
estamos en contra de ellos. En la última reunión de los alcaldes y ampliar los periodos por razones políticas. En lo que respecta a
acordamos pedir la renuncia del gobernador y nos oponemos a las Constituciones locales, es algo más común.
que Navarro gane. SALINAS: No en este Estado. Tú, que eres del Norte, lo sabes
SALINAS: La neta es que tanto el gobernador como Navarro bien.
están dejando fuera a la buena gente de la región. CÉSAR: (Sin alterarse) Cuando, por ejemplo, un candidato ha
GARZA: Son bien ambiciosos, se han chingado juntos el tenido un cargo importante en el gobierno federal, no ha
presupuesto. Deben lana a los empleados, a los maestros, a toda necesitado vivir un año entero en su Estado antes de las
la raza, pero se han comprado ranchos y casas. elecciones. Le han bastado unas cuantas visitas. Pero...
CÉSAR: En otras palabras, ni el gobernador actual ni el general ESTRELLA: Claro, mi general. Los gobiernos no pueden seguir
Navarro les dan chance de colaborar. leyes generales sin excepciones. Lo que el Partido ha hecho
GUZMÁN: ¿Pa' qué nos hacemos? Es la neta, mi general. Eres antes, lo hará ahora.
tan listo que no podemos negarlo... CÉSAR: Solo que no estoy en esa situación. No fue un puesto
ESTRELLA: El jefe ve en ti la onda de calmar el descontento, importante en el gobierno federal lo que me alejó de mi Estado,
de pacificar la región, de armonizar el gobierno del Estado. sino una modesta cátedra de historia de la Revolución.
GARZA: Pero los que somos de aquí también te vemos como el GUZMÁN: Eso me parece aún más chido.
compa de la lucha, el compa honrado que representa el espíritu ESTRELLA: Mi general, deja que el partido se encargue de
del Norte. ¿Dónde está el pedo si queremos chambear contigo? legalizar la situación. Ha resuelto problemas más complicados,
Tú no eres un rata ni un asesino. así que, si quieres, podemos salir esta misma noche para
CÉSAR: Nunca creí que la revolución fuera solo pa' Norte o pa' México.
Sur, sino para todo el país. CÉSAR: (Dirigiéndose a SALINAS) ¿La Legislatura local se
opone, verdad?
GARZA: Disculpe, mi general. Salinas no es la Legislatura. Ni CÉSAR: (Impaciente pero firme, definitivo) ¡Dilo ya, dilo!
que fuera Luis Catorce. (Elena se endereza apretando las manos. En el momento en que
CÉSAR: (A SALINAS) Responde tú. tal vez va a gritar la verdad, aparecen en la puerta derecha
SALINAS: Viendo a todos tan entusiasmados y confiados, no sé Treviño y Emeterio Rocha. Rocha es un viejo fuerte y sano, de
qué decir. Me opondré en la Cámara si hace falta. unos sesenta y cinco años. Todos voltean hacia ellos.)
ESTRELLA: Compa Salinas, ¿no estás en una situación TREVIÑO: ¿Quién es?
parecida a la del general? Involuntariamente, claro; pero SALINAS: Tú lo conoces, ¿no, viejo?
recuerdo tu elección... la arreglaste en México. ROCHA: (Deteniéndose y mirando alrededor) ¿Qué, qué dijiste?
SALINAS: (Vivamente) No es lo mismo. Estaba en una ¿Este? (Da un paso hacia César.)
comisión oficial. CÉSAR: (Adelantándose, después de un gesto como de
ESTRELLA: Justamente eso es lo que pasa ahora con nuestro jugársela) ¿Ya no te acuerdas de mí, Emeterio Rocha?
general. Lo llamó el presidente, lo que le da carácter de ROCHA: (Mirándolo despacio) Han pasado tantos años que...
comisionado. GUZMÁN: El general te conoce.
SALINAS: Bueno, pues, en todo caso me guiaré por la opinión SALINAS: Pero no se trata de eso.
de la mayoría. ROCHA: Creo que no has cambiado nada. Solo te creció el
ESTRELLA: Eres un buen revolucionario, compa. Las mayorías bigote. Eres el mismo.
valorarán tu actitud. (Le tiende la mano con la más falsa SALINAS: ¿Cómo se llama este hombre, viejo?
sencillez). CÉSAR: Anda, Emeterio, dilo.
ELENA: (Angustiada) Siempre he odiado la política, César. No ROCHA: (Esforzándose por recordar) Pues, chaval, es curioso.
me obligues a... a alejarme de ti. Pero eres el mismo..., pues sí.... el mismo César Rubio.
CÉSAR: Señores, mi situación, como ven, es bien complicada. ROCHA: (Simplemente, extendiéndole la mano) ¿Pero no
Ni mi esposa ni yo queremos... decían que te habían matado, César? (César le estrecha la mano,
ESTRELLA: General, el rollo entre la vida pública y privada de sonriendo.)
un hombre es eterno. Pero un hombre como tú no puede tener CÉSAR: ¿Estás seguro de reconocerme?
vida privada. Este es el costo de ser chingón, de ser un héroe... TREVIÑO: Ahí viene una bola de gente. (Empiezan a oírse
CÉSAR: ¿Crees que ya estoy muy ruco para gobernar, Elena? voces que se acercan gradualmente.)
Sabes lo que pienso, mis sueños..., que podría hacer algo por mi GUZMÁN: Está claro. Todo el pueblo ya se enteró. Ahora sí,
Estado, por mi país..., igual que cualquier otro mexicano... Salinas, ya no hay dudas.
GUZMÁN: ¡Ah, mucho más, general! MIGUEL: (Mirando a César) ¿Ya no hay dudas?
CÉSAR: Tal vez, en el fondo, siempre he deseado esta SALINAS: Ahora sí. Perdóneme, mi general. (César le da la
oportunidad. Si me la ofrecen de a gratis, ¿por qué no la mano en silencio. Las voces se hacen más claras. Dicen: ¡César
aceptaría? Soy un wey honrado. Puedo ser útil. He soñado tanto Rubio! ¡Queremos a César Rubio!)
tiempo con serlo. Si ellos creen... ESTRELLA: General, dime la palabra, di que aceptas.
ESTRELLA: General, tu chamba en la Revolución, tu jale, es ELENA: César...
desconocido para todos. Nadie duda de tu capacidad para CÉSAR: (Con simple dignidad) Si ustedes creen que puedo
gobernar, ¿verdad, raza? echarle la mano a algo, pues sí, acepto. Acepto agradecido.
GUZMÁN: Por supuesto. Nadie duda de que salvarás al Estado. (Julia lo besa. Elena lo mira con angustia y le aprieta la mano.)
GARZA: Estamos seguros. Contamos contigo para eso. GUZMÁN: (Corre hacia la puerta derecha y grita hacia afuera)
ESTRELLA: El Partido te va a echar la mano, ya que has estado ¡Viva César Rubio, raza! (Griterío afuera: ¡Viva! ¡Viva, compas!
un poco alejado, va a poner en tu gobierno a los compas Las mujeres corren a la ventana y ven afuera.)
adecuados. ¿O no, Salinas? JULIA: Mira, papá, ¡mira! (César se acerca.) Ese vato con
SALINAS: Claro, Estrella. bigote negro es el que vino a buscarte antes.
CÉSAR: Entiende lo que quiero, Elena. ¿Por qué no? Pero no ESTRELLA: (Mirando también) ¿Lo conoces, general?
haría nada sin ti. CÉSAR: (Después de una pausa) Es el tal general Navarro.
ESTRELLA: El presidente, que es un cuate de familia, va a ROCHA: Sirvió bajo tus órdenes en un tiempo. Creo que fue tu
valorar esta actitud noble de tu parte. Pero tú, doña, debes ayudante, ¿no? Pero el que nace para rata... (César no responde.
recordar la tradición de heroísmo y sacrificio de las mujeres Voces afuera: ¡César Rubio! ¡César Rubio! ¡César Rubio!)
mexicanas; inspirarte en los héroes de la Independencia y en ese GUZMÁN: (Entrando) General, aquí afuera te esperan, güey.
símbolo de la feminidad mexicana, la soldadera. Quieren verte.
ELENA: (Con un gesto casi brusco) Te ruego que no me metas ESTRELLA: (Asomándose y frotándose las manos)
en tus planes. CÉSAR: ¿Qué necesitan? (Miguel no contesta) Parece que tú no
MIGUEL: (Insistente) Hay algo que no dices, mamá. ¿Por qué? lo crees, ¿verdad?
¿Qué pasa? MIGUEL: ¿Y tú?
JULIA: Mamá, entiendo bien..., tienes miedo. Pero podemos ESTRELLA Y LA MULTITUD: ¡Viva César Rubio! ¡Viva
ayudar a papá..., tal vez yo también pueda. Debemos hacerlo. nuestro héroe!
MIGUEL: ¿Qué pasa, mamá? CÉSAR: (Con un gesto) Esa es mi respuesta. (Sale. Miguel va
JULIA: Déjala, no la molestes ahora con esas preguntas. hacia Elena y toma su mano, sin hablar. Afuera se oyen nuevos
Mamá... vivas.)
CÉSAR: (Mirándola directo y hablando pausado) Di lo que LA VOZ DEL FOTÓGRAFO: ¡Un momento, así, general!
tengas que decir. Puedes hacerlo. (Flash.) Ahora dándole la mano a Estrella. ¡Eso es! (Flash.)
ELENA: ¡César! Ahora con la familia. (Vivas.)CÉSAR: (Asomándose) Ven,
ELENA: Tengo miedo por ti, César. Elena; ven, Julia, ¡Miguel! (Elena se acerca, él la rodea con un
ESTRELLA: Señora, de la vida de mi general nos encargaremos brazo, la aprieta.) ¡Todo contigo! (Salen. Julia los sigue. Nuevos
todos, pero sobre todo de su destino glorioso. vivas adentro. Miguel queda solo, dando la espalda a la puerta y
ELENA: ¡César! a la ventana de la derecha, y baja pensativo al primer término
centro. Se voltea hacia la puerta desde ahí. El ruido es sé, por ejemplo, que el presidente del partido es un hombre
ensordecedor.) exigente. Pues, en media hora de plática, parecía que se había
LA VOZ DE CÉSAR: (Desde adentro) ¡Miguel, hijo! (Miguel encariñado con él. (GUZMÁN se ríe satisfecho.)
se dirige a la izquierda con una reacción de disgusto, mientras SALINAS: ¿Y Garza? ¿No debía estar aquí a las diez y media?
afuera continúan las voces y se oyen algunos cohetes o balazos, GUZMÁN: Garza está allá, terminando de arreglar todo lo
y cae el necesario. Ya lo veremos allá.
TELÓN SALINAS: ¿Y Treviño?
Acto tercero ESTRELLA: Está ayudando a Garza.
ESTRELLA: Un telegrama del presidente, güeyes. (Los otros SALINAS: Pero ya deberían estar aquí, ¿no?
voltean hacia él. Lee:) "Quiero que en los plebiscitos de hoy, el GUZMÁN: ¡Qué nervioso estás! ¡Como si fueras el candidato!
pueblo reconozca en usted al héroe de la Revolución. Punto. Si ESTRELLA: Así se ponen las amigas de la novia en las bodas.
no, su colaboración seguirá siendo valiosa. Punto. Avísenme del Se adelantan.
resultado del plebiscito. Punto. Saludos." (Deja el telegrama y SALINAS: Digan lo que quieran. Yo no estaré tranquilo hasta
actúa.) Este papelito es histórico, güeyes. ver al general en el palacio del gobierno. Por si acaso.
GUZMÁN: De todos modos ganaríamos, aunque el presidente CÉSAR: Buenos días, muchachos.
no quisiera. No se veía tanta raza movida desde Madero. El TODOS: Buenos días, general.
general se echó al bolsillo a todo el mundo. ESTRELLA: ¿Qué tal se siente, gobernador?
ESTRELLA: Es un wey fuera de serie. Sabe escuchar, callar, CÉSAR: ¿Por qué adelantar conclusiones, Estrella? No se pierde
decir lo justo y actuar con una chingonería como nunca he visto. nada con esperar.
Pero es mejor tener el apoyo del Centro. ¿O no, Salinas? GUZMÁN: No hay bronca, señor.
(Salinas asiente con la cabeza.) Al presidente lo conquistó con ESTRELLA: Mira este telegrama del presidente, general, para
cuatro palabras. Y aquí estamos. que te queden claras las cosas.
SALINAS: Nunca vi tanto entusiasmo en mi vida política. Los CÉSAR: (Después de leer el telegrama) No hay dudas, Estrella.
plebiscitos prácticamente ya están ganados, pero no me quedo No puede haberlas cuando uno sabe que las cosas simplemente
tranquilo. son o no son. (Deja el sombrero sobre el escritorio y aparta los
GUZMÁN: Otra vez. Ya le dicen diputado en todos lados, por si telegramas con una mano, sin prestarles mucha atención.) Lo
las dudas. chido de la carrera política... ¿No hay telegrama del profe
ESTRELLA: ¿Qué quieres decir? Bolton?
SALINAS: (Abandonando su posición y entrando) Quiero decir ESTRELLA: Manda sus felicitaciones, general, pero no puede
que andan circulando rumores muy feos. En cualquier caso, venir. Se compromete a estar en la toma de posesión.
Navarro no es wey de quedarse de brazos cruzados. Hay que CÉSAR: (Sencillo) Me hubiera gustado verlo aquí hoy. (Pasea
tener mucho cuidado, y sería bueno que el general se armara, de un lado a otro, lentamente.) Lo bueno de la carrera política es
por si las dudas. que te pone en contacto con la realidad, con la acción. La
GUZMÁN: ¿No te lo decía? Primero lo convencerías de política es una especie de filosofía de la vida que lo abarca todo.
renunciar antes de que agarre pistola, güey. No es como Pero lo que prefiero es vivir el presente sin escapatoria, ir al
nosotros. Además, yo tengo establecida una vigilancia muy ritmo del tiempo sin perder ni un segundo. (Se detiene, levanta
completa. No va a pasar nada. el cartel y lo mira. Luego busca dónde colgarlo mientras sigue
SALINAS: Ojalá. Estoy convencido de que el general es un gran hablando. GUZMÁN y SALINAS se adelantan, toman el cartel
hombre, el más chingón de todos, y nos debe llevar a donde y lo cuelgan en uno de los arcos. CÉSAR, mirándose en su
necesitamos ir. Es necesario que no pase nada, Epigmenio. imagen, sigue hablando.) Exploras las pasiones humanas sin
GUZMÁN: ¡No pasará nada, compadre! perder tiempo, conoces el precio de todo a simple vista y lo
ESTRELLA: (Poniéndose de pie) El compa Salinas tiene una pagas. La política te conecta con todo, desde los movimientos de
obsesión, como dicen los franceses, una "idea fija". (Los mira) las estrellas. Conoces la causa y el objeto de todo, pero sabes
Significa que no deja de pensar en lo mismo. Me gustaría que que no puedes revelarlo. Conoces el valor del hombre. Y así, el
explicara. Los plebiscitos empiezan a las once y media... (Checa gran político se convierte en el latido, el corazón de todo.
el reloj) Apenas tenemos tiempo de llegar. Explícate, compa. CESAR: La política es como el eje, mi general. Si se quiebra o
SALINAS: Ora, primero que nada, Navarro anda diciendo por se ensucia, la rueda, que es el pueblo, se desbarata; el político
ahí que el general no ganará mientras él esté vivo. (GUZMÁN separa lo que no funciona junto y une lo que no podría estar
suelta una carcajada.)... y luego... (Se detiene.) separado. Al principio, estar en el centro de este movimiento del
GUZMÁN: ¿Y qué, pues? Habla de una vez. pueblo te hace sentir vacío y sin vida, pero luego descubres tu
SALINAS: Pues ha soltado que tiene pruebas de que el general papel en ese movimiento, el ritmo de la rueda que no existiría
es un farsante, ¡imagínate! (Se limpia el sudor de la frente. sin el eje, sin ti. Y ahí encuentras la paz del poder, moverte y
GUZMÁN se ríe a carcajadas.) hacer que los demás se muevan al ritmo del tiempo. ¿Se parece
ESTRELLA: Me parece que tendré que hablar con el general este retrato a mí?
Navarro, en nombre del partido. GUZMÁN: Claro que sí. El otro día, viendo un cartel, uno de
GUZMÁN: Ese te la hizo, Salinas. los viejos del pueblo, que lo conoció a usted cuando empezaba
SALINAS: Solo hace falta que lo diga Navarro para que nadie le en la Revolución, me dijo: "César no cambia; está igual que
crea. De todas formas, hay que estar bien alertas. cuando luchaba en Hidalgo, hace treinta años."
ESTRELLA: ¿Quieren oír mi opinión bien clara, compas? ESTRELLA: El heroísmo es como una juventud que nunca
GUZMÁN: A ver. envejece, mi general.
ESTRELLA: Si Navarro conociera de cerca al general Rubio, le CÉSAR: Es verdad. Este retrato se parece más al César Rubio de
pasaría lo mismo que a todos los demás, igualito que a ti, los primeros días de la Revolución que a mí. Y, sin embargo, soy
Salinas. yo. (Sonríe.) Es curioso. ¿Quién lo pintó?
SALINAS: ¿Qué? CÉSAR: Un pueblo entiende muchas cosas. (Sonríe, piensa un
ESTRELLA: Se convertiría en rubista. (Los demás se ríen.) momento y parece que va a decir algo más sobre esto. Se
Hablo en serio. El general Rubio tiene un imán inexplicable. Yo
detiene, se pone las manos detrás de la espalda y da algunos NAVARRO.— ¡Quieto, León! (EPIGMENIO GUZMÁN y
pasos hacia adelante.) ¿Corrigió usted su discurso, Estrella? LEÓN
ESTRELLA: Está listo, mi general. retroceden hacia ángulos opuestos, mirándose con feroci-
SALINAS: Lo hizo un grabador del pueblo, un viejo conocido. dad de matones. A ESTRELLA.) Usted es el representante
CÉSAR: ¿En la forma que habíamos acordado, sobre mi del partido, ¿no? Dígale a Rubio que quiero hablarle a
resurrección? solas.
ESTRELLA: Sí, mi general. (Lee) "Solo los pueblos valientes ESTRELLA.—El señor general Rubio sabe que quiere us-
que han sufrido pueden esperar eventos así de..." ted hablarle a solas. Así será.
CÉSAR: (Interrumpiéndolo) Déjame ver. (ESTRELLA se lo NAVARRO.—(Mordiéndose los labios.) No puede negar
entrega.) ¿Hay gente afuera? que es maestro; lo sabe todo. ¿Entonces qué esperan us-
GUZMÁN: Unos veinte o treinta. tedes para salir?
CÉSAR: Diles a todos que me vean en el plebiscito, Salinas. SALINAS.—Si crees que vamos a dejar aquí solos con él
(SALINAS sale. Mientras tanto, CÉSAR lee y camina. Termina a tres matones con pistolas...
de leer y devuelve el discurso a ESTRELLA.) Bien hecho, NAVARRO.—(Amenazador.) Mira, Salinas... (Transición.
licenciado. (Mira su reloj de bolsillo.) Ríe.) Yo no vengo armado. (Abre ligeramente su saco para
ESTRELLA: Gracias, mi general. probarlo.)
SALINAS: (Regresando) Señor, creo que ya es hora de partir. GUZMÁN.—Pero estos sí.
CÉSAR: ¿Se fueron ya todos? NAVARRO.—Salas, dale tu pistola a León.
SALINAS: No, todos quieren acompañarlo hasta el pueblo. SALAS.—Pero, oye...
(CÉSAR sonríe.) Los carros ya están listos. NAVARRO.—(Con mando brutal.) Dale tu pistola a León.
CÉSAR: Pues vamos. Solo me despido de mi esposa antes. (Se (SALAS lo obedece a regañadientes.) León, espéranos en el
dirige hacia la puerta izquierda. En ese momento entra coche. Salas se reunirá contigo dentro de un momento y
TREVIÑO, sin aliento.) me esperarán juntos. (LEÓN sale después de mirar hacia los
CÉSAR: (Casi en la puerta, se voltea.) ¿Qué sucede? (Los otros y escupir.) Ahora, güeritos, lárguense ustedes tam-
demás se agrupan.) bién. (Los otros dudan.)
TREVIÑO: Mi general... ESTRELLA.—Son las órdenes del general, señores.
TREVIÑO: Mi general, Navarro viene para verlo a usted. GUZMÁN.—(A TREVIÑO.) Vente..., vamos a cuidarle las
CÉSAR: (Avanzando un paso.) ¿Navarro? manos al León de circo ese.
GUZMÁN: ¡Qué descaro! ¿Qué quiere este aquí? SALINAS.—El general dijo que lo esperara Navarro
Sexta parte «solo».
. ESTRELLA.—Yo voy a subir; bajaré con el general. No
ESTRELLA.—(Cerciorándose de que está bien protegido, hay cuidado.
mientras mira con inquietud hacia la puerta.) ¡Prudencia! NAVARRO.—Me gusta la conversación. Salas se queda
Hay que cumplir las órdenes del general, señores... (To- conmigo hasta que baje el maestrito. (GUZMÁN y TREVIÑO
dos están mirando a la puerta con una intensidad que, des- salen. SALINAS los imita moviendo la cabeza. Todavía en
pués de un momento, afloja. TREVIÑO es el primero que la puerta derecha se vuelve con desconfianza. ESTRELLA
se sienta, sin hablar.) sale por la izquierda. Se le oye subir la escalera. En voz
GUZMÁN.—(Enjugándose la frente y dirigiéndose hacia alta.) ¡Qué miedo tienen estos! Te aseguro que nos van
el sofá.) ¡Bah! Que lleguen cuando gusten. a espiar.
SALINAS.—(Torciendo un cigarro y abandonando su SALAS.—También yo no sé para qué quieres hablar con
guardia.) Qué pronto se cansan ustedes. Rubio.
ESTRELLA.—(Volviendo al escritorio.) En realidad, es NAVARRO.—Dicen que es muy buen conversador. (Ríe.)
mejor así. (En este momento, como si hubiera estado es- Dame un cigarro de papel, ¿tienes? (SALAS se acerca a dár-
perando esta nueva actitud, entra NAVARRO, flanqueado por selo.) Lumbre. (SALAS enciende un cerillo y se acerca más
sus dos pistoleros. Es el DESCONOCIDO del segundo acto.) para encender el cigarro. De este modo quedan los dos en
NAVARRO.—¿Qué hay, muchachos? (Sobresalto general. primer término centro, casi fuera del arco del proscenio.)
Todos se levantan y agrupan.) No se espanten, hombre. ¿Está todo arreglado?
(Cruza el centro.) ¿Dónde está el maestrito ese? (Riendo.) SALAS.—Todo, jefe (SALINAS asoma brevemente la ca-
No me esperaban, ¿eh? beza. NAVARRO lo ve, ríe; SALINAS desaparece.)
ESTRELLA.—(Un poco tembloroso, pero impecable.) El NAVARRO.—Ya sabes, entonces: si no hay arreglo, te vas
señor general Rubio está enterado de la visita de usted y volando en el carro chico y preparas el numerito.
le ruega que tenga la bondad de esperar. (Los hombres SALAS.—¿Cómo voy a saber?
de NAVARRO se burlan un poco de esta fórmula.) NAVARRO.—(Después de una pausa. ríe.) Yo no puedo
NAVARRO.—(Mordiéndose los labios.) ¡Ah, vaya! (Se salir a hacerte la seña; pero como las gentes de este van
vuelve hacia sus pistoleros.) Pues haremos antesala, mu- a estar pendientes, me arreglaré para que entre Salinas.
chachos. ¿Qué les parece? Cuando lo veas entrar, vuelas.
SALAS.—Como en la Presidencia, jefe. (Ríe.) SALAS.—Bueno.
LEÓN.—(Con un movimiento amenazador.) Lo que es NAVARRO.—Nada más que háganlo todo bien. Apenas su-
nosotros, no lo haremos esperar a él. ceda la cosa, deshagan a balazos al loco ese. Recuerda
GUZMÁN.—(Adelantando un paso hacia él.) ¿Con qué bien lo del crucifijo y los escapularios.
sentido lo dices? SALAS.—Eso ya está listo. Entonces, Salinas es la señal.
LEÓN. NAVARRO.—Sí; cuando entre. Si no entra, me esperas
—(Imitándolo.) Con el que tú quieras, Epigmenio. con León.
Con este. (Hace ademán de desenfundar.) SALAS.
ESTRELLA.— ¡ Señores! ¡Señores! —Bueno.
NAVARRO.—Vete ya. (Ríe.) No vayan a creer que esta-
mos conspirando. (SALAS sale por la derecha. NAVARRO di- se detiene, retrocede y desaparece sin ser visto, pero desde
rige una mirada circular a la pieza y una sonrisa burlona este momento asomará incidentalmente la cabeza varias
aparece en sus labios cuando mira el cartel. Se acerca a veces.) ¿De dónde eres general tú? César Rubio te hizo
él sonriendo, se detiene, alza la mano y da un papirotazo teniente porque sabías robar caballos; pero eso solo. El
al retrato. Se oyen pasos en la escalera. NAVARRO se vuelve viejo caudillo, ya sabes cuál, te hizo divisionario porque
y aguarda. Un momento después aparecen CÉSAR RUBIO y ayudaste a matar a todos los católicos que aprehendían.
ESTRELLA por la izquierda. Los dos antagonistas se encuen- No solo eso...; le conseguiste mujeres. Esa es tu hoja de
tran al centro, frente a frente. Se miden con burla silen- servicios.
ciosa. CÉSAR es el primero que habla.) NAVARRO.—(Pálido de rabia.) Te estás metiendo con
CÉSAR. cosas que...
—¿Qué hay, Navarro? CÉSAR.—¿No es cierto? Todas las noches te tomabas
NAVARRO.—¿Qué hay, César? una botella entera de coñac para poder matar personal-
CÉSAR.—Déjenos solos, licenciado. Nos vamos dentro de mente a los detenidos en la inspección. Y si nada más
unos minutos. (NAVARRO ríe entre dientes. ESTRELLA sale hubiera sido coñac...
después de verlos. Cuando quedan solos, habla CÉSAR.) ¿No NAVARRO.— ¡Ten cuidado!
te sientas? CÉSAR.—¿De qué? Puede que yo no sea el gran César
NAVARRO.—¿Por qué no? (Se dirige al sofá de tule. CÉ- Rubio. Pero ¿quién eres tú? ¿Quién es cada uno en Méxi-
SAR lo sigue. Se sientan.) co? Dondequiera encuentras impostores, impersonadores,
CÉSAR. simuladores; asesinos disfrazados de héroes, burgueses
—¿De qué se trata, pues? disfrazados de líderes, ladrones disfrazados de diputados,
NAVARRO. ministros disfrazados de sabios, caciques disfrazados de
—Perdóname; no me deja hablar la risa. demócratas, charlatanes disfrazados de licenciados, dema-
CÉSAR.—(Altivamente.) ¿Cómo? gogos disfrazados de hombres. ¿Quién les pide cuentas?
NAVARRO.—Te viene grande la figura de César Rubio, Todos son unos gesticuladores hipócritas.
hombre. No sé cómo has tenido el descaro.... el valor de NAVARRO.—Ninguno ha robado, como tú, la personali-
meterte en esta farsa. dad de otro.
CÉSAR.—¿Qué quieres decir? CÉSAR.—¿No? Todos usan ideas que no son suyas; to-
NAVARRO.—Te llamas César y te apellidas Rubio, pero dos son como las botellas que se usan en el teatro: con
eso es todo lo que tienes del general. No te acuerdas de etiqueta de coñac y rellenas de limonada; otros son rá-
que te conocí desde niño. banos y guayabas; un color por fuera y otro por dentro.
CÉSAR.—Hasta los viejos del pueblo me han recono- Es una cosa del país. Está en toda la historia, que tú no
cido. conoces. Pero tú, mírate tú. Has conocido de cerca a los
NAVARRO.—Claro. Se acuerdan de tu cara, y cuando tie- caudillos de todos los partidos porque los has servido a
nen que nombrarte no tienen más remedio que decir Cé- todos por la misma razón. Los más puros de entre ellos
sar Rubio. ¡Bah! Ahorremos palabras. A mí no me en- han necesitado siempre de tus manos para cometer sus
gañas. crímenes, de tu conciencia para recoger sus remordimien-
CÉSAR.—(Con desprecio.) ¿Es eso todo lo que tienes tos, como un basurero. En vez de aplastarte con el pie,
que decirme? te han dado honores y dinero porque conocías sus secre-
NAVARRO.—También quiero decirte que no seas tonto, tos y ejecutabas sus bajezas.
que te retires de esto. (CÉSAR no contesta.) Te puedes arre- NAVARRO.—(Con furia.) No se trata de mí, sino de ti,
pentir muy tarde. (Silencio de CÉSAR.) TÚ no conoces la un maestrillo mediocre, un fracasado que nada pudo ha-
política, César. Esto no es la Universidad de México. Aquí cer por sí mismo..., ni siquiera matar, y que solo puede
rompemos algo más que vidrios y quemamos algo más vivir tomando la figura de un muerto. Ese es un gesto
que cohetes. superior a todos. De ti, a quien voy a denunciar y a poner
CÉSAR.—¿Qué te propones? en ridículo aunque sea el último acto de mi vida. ¡Estás
NAVARRO.—Te voy a denunciar en los plebiscitos. Cuan- a tiempo de retroceder, César! Hazlo; déjame el campo
do vean que no eres más que un farsante, que estás co- libre; no me provoques.
piando los gestos de un muerto... CÉSAR.—¿Y quién eres tú para que yo te tema? No soy
CÉSAR.— ¡Imbécil! No puedes luchar contra una creen- César Rubio. (La cara angustiada de MIGUEL aparece un
cia general. Para todo el Norte soy César Rubio. Mira ese momento.) Pero sé que puedo serlo, hacer lo que él que-
retrato, por ejemplo: se parece a mí y se parece al otro; ría. Sé que puedo hacer bien a mi país impidiendo que lo
fíjate bien. ¿No recuerdas? gobiernen los ladrones y los asesinos como tú..., que ten-
NAVARRO.—Te denunciaré de todas maneras. go en un solo día más ideas de gobierno que tú en toda
CÉSAR.—¿Por qué no te atreves a mirar el retrato? tu vida. Tú y los tuyos están probados ya y no sirven...,
Anda y denúnciame. Anda y cuéntale al indio que la Vir- están podridos; no sirven para nada más que fomentar
gen de Guadalupe es una invención de la política espa- la vergüenza y la hipocresía de México. No creas que me
ñola. Verás qué te dice. Soy el único César Rubio porque das miedo. Empecé mintiendo, pero me he vuelto verda-
la gente lo quiere, lo cree así. dero sin saber cómo, y ahora soy cierto. Ahora conozco
NAVARRO.—Eres un impostor barato. Se te ha ocurrido mi destino: sé que debo completar el destino de César
lo más absurdo. Aquí podías presumir de sabio sin que na- Rubio.
die te topara el gallo, ¡y te pones a presumir de general! NAVARRO.—(Levantándose.) Allá tú; pero no te quejes
CÉSAR.—Igual que tú. luego, porque hoy todo el pueblo, todo el Estado, todo
NAVARRO.—¿Qué dices? el país, van a saber quién eres.
CÉSAR.—Digo: igual que tú. Eres tan poco general como CÉSAR.—(Levantándose.) Denúnciame, eso es. No po-
yo o como cualquiera. (MIGUEL entra apenas en este mo- drías escoger un camino más seguro para destruirte tú
mento sin que se le haya sentido bajar. Al oír las voces solo.
NAVARRO.—¿Qué quieres decir? No sabes lo que dices.
CÉSAR.—Te interesa, ¿eh? Dime una cosa: ¿cómo vas CÉSAR.
a probar que yo no soy el general César Rubio? (MIGUEL —(Levantándose con una terrible grandeza.) Tú
asoma y oculta la cabeza entre las manos.) dejaste ciego de un tiro al asistente Canales. ¿Lo re-
NAVARRO.—Ya lo verás. cuentes?
CÉSAR.—Me interesa demasiado para esperar. A mi vez, NAVARRO.— ¡Mentira!
debo advertirte de paso que nadie creerá palabra de lo que CÉSAR.
tú digas. Estás demasiado tarado, te odian demasiado. —Tú mataste al capitán Solís, a quien siempre
¿Cómo vas a probar que César Rubio murió en mil nove- envidiaste, porque César Rubio lo prefería.
cientos catorce? NAVARRO.— ¡Te digo que mientes!
NAVARRO. CÉSAR.—(Imponente.) ¡Tú mataste a César Rubio!
—De modo irrefutable. NAVARRO.
CÉSAR. —¡No!
—Es lo que yo creía. Puedes irte y probarlo; es CÉSAR.—Hubieras debido matar a Canales o cortarle
posible que acabes conmigo; pero acabarás contigo tam- la lengua. Está vivo y yo sé dónde está. Por este crimen
bién. te hicieron coronel.
NAVARRO. NAVARRO.— ¡Es una calumnia estúpida. Si tan seguro
—Explícate. estás de eso, ¿por qué no se lo contaste a tu gringo?
CÉSAR. CÉSAR.—Porque creía yo entonces que iba a necesitarte.
—¿Para qué? ¿No estás tan seguro de ti.... No te necesito. Ve y denúnciame. Yo daré las pruebas,
NAVARRO. todas las pruebas de que dices la verdad..., no puedo ha-
—Estoy tan seguro, que sé que te destrui- cer más por un antiguo amigo. (NAVARRO se deja caer aba-
. tido en un sillón. CÉSAR lo mira y continúa.) ¿Te creías
ré hoy. muy fuerte? ¿Qué dijiste? Dijiste: este maestrillo de es-
CÉSAR. cuela es un pobre diablo que quiere mordida. Le daré un
—¿Sí? (Toma aliento.) ¿Dices que vas a probar susto primero y un hueso después. Porque no lo niegues,
de modo irrefutable la muerte de César Rubio? me lo ha dicho quien lo sabe: venías a ofrecerme la uni-
NAVARRO. versidad regional. Yo siento no poder ofrecértela a ti,
—Sí. que no sabes ni escribir ni sumar. Ahora vamos a los ple-
CÉSAR. biscitos, pase lo que pase.
—(Sentándose.) Si supieras historia, sabrías que NAVARRO.—(Reaccionando.) Bueno; si tú me denuncias,
es difícil eso. te pierdes igualmente.
NAVARRO. CÉSAR.—Así no me importa. Pero tú callarás. Mi cri-
—Lo probaré. men es demasiado modesto junto al tuyo, y soy generoso.
CÉSAR. Te doy veinticuatro horas para que te vayas del país,
—Solo podrías hacerlo si hubieras sido testigo ¿entiendes? Tienes dinero suficiente: has robado bas-
presencial de ella. tante.
NAVARRO. NAVARRO.
—Lo fui. —No me iré. Prefiero...
CÉSAR. CÉSAR.—Si no lo haces, probaré que me asesinaste y
—¿Por qué no lo salvaste, entonces? probaré también que me salvé. Puedo hacerlo; no creas
NAVARRO. que no he pensado en esta entrevista, en esta contingen-
—No fue posible...; eran demasiados contra cia. Te he esperado todos los días desde hace una semana,
nosotros. y he tomado mis precauciones. (Mira su reloj.) Es hora
CÉSAR.—Ese fue el parte oficial que inventaron. Mientes. de ir a los plebiscitos.
NAVARRO. NAVARRO.—(Después de una pausa torturada.) Como
—En la balacera... quieras..., pero te advierto lealmente que yo también he
CÉSAR. tomado mis precauciones, y que es mejor que no vayas a
—NO HUBO BALACERA. los plebiscitos.
NAVARRO. CÉSAR.—¿Qué sabes tú lo que es la lealtad? La palabra
—¿Qué? debería estallarte en los labios y deshacerte.
CÉSAR. NAVARRO.—Puede costarte la vida.
—No hubo más que un asesino. Fue la primera CÉSAR.—Lo mismo que a ti. Es el precio de este juego.
vez en su carrera que se tomó una botella de coñac para NAVARRO.—Como quieras entonces. Pero estás a tiem-
que no le temblara el pulso. po..., hasta para la Universidad, mira. Podemos arreglar-
NAVARRO.—¡NO es verdad! ¡No es verdad! nos. Déjame pasar esta vez..., después gobernarás tú. En-
CÉSAR. tre los dos lo haremos todo.
—¿Por qué niegas antes de que yo lo diga? CÉSAR.—Imbécil. No me sorprendería que me asesina-
NAVARRO.—(Tembloroso.) No he negado. ras. Me sorprende que no lo hayas hecho ya.
CÉSAR. NAVARRO.—No soy tan tonto.
—Te tranquilizaste demasiado pronto cuando me CÉSAR.
viste, el día que vino todo el pueblo. Hace cuatro sema- —Vete.
nas. Pero cuando yo salía, parecía que ibas a desmayarte. NAVARRO.
Habías tenido dudas, remordimientos, miedo... —(Se dirige a la puerta. Se vuelve, de pronto.)
NAVARRO. Oye..., quiero que llames aquí a Salinas, anda buscando
—¿Yo? ¿Por qué había de...? Eres un imbécil. pleito.
CÉSAR.—¿Tienes miedo a pelear de frente? Es natural. ELENA.—¿Por qué habrías de arriesgar tu vida por una
(Va a la puerta. Llama.) ¡Salinas! (NAVARRO sonríe pa- mentira? No lo hagas, César; vayámonos de aquí, a vivir
ra si.) en paz.
SALINAS.—(Entrando.) Mande, general. CÉSAR.—Te dije: Todo contigo. ¿Lo recuerdas? Hablas
CÉSAR.—Estate aquí mientras pasa el general Navarro. de una mentira, ¿cuál?
Creo que tiene miedo. (Se oye dentro el ruido de un auto- ELENA.—¿No lo sabes?
móvil que parte.) CÉSAR.—Es que ya no hay mentira: fue necesario al
NAVARRO.—Tú solo te has sentenciado, «general» Rubio. principio, para que de ella saliera la verdad. Pero ya me
SALINAS.—(Echando mano a la pistola.) ¿Mi general? he vuelto verdadero, cierto, ¿entiendes? Ahora siento como
CÉSAR.—(Deteniendo su mano.) No desperdicies tus car- si fuera el otro..., haré todo lo que él hubiera podido
tuchos. Echale un poco de sal para que se deshaga. hacer, y más. Ganaré el plebiscito..., seré gobernador,
NAVARRO.—(Después de una última mirada.) Será como seré presidente tal vez...
tú lo has querido. (Mutis por la derecha. Un momento des- ELENA.—Pero no serás tú.
pués se oye el ruido de automóviles en marcha, que se CÉSAR.—Es decir, ¿que no crees en mí todavía? Preci-
alejan.) samente seré yo más que nunca. Solo los demás creerán
SALINAS.—Mi general, este lleva malas intenciones. Yo que soy otro. Siempre me pregunté antes por qué el des-
creo que habría que pararle los pies. Déme usted per- tino me había excluido de su juego, por qué nunca me
miso. utilizaba para nada: era como no existir. Ahora lo hace.
CÉSAR.—No, Salinas, déjalo. No puede hacer nada. (Va No puedo quejarme. Estoy viviendo como había soñado
al centro y ve a MIGUEL, que sale, pálido, del marco de la siempre. A veces tengo que verme en el espejo para creerlo.
puerta izquierda. Se oyen pasos en la escalera.) ¡Miguel! ELENA.—No es el destino, César, sino tú, tus ambicio-
¿Estabas aquí? nes. ¿Para qué quieres el poder?
MIGUEL.—(Con voz extraña.) No..., te traía tu sombre- CÉSAR.—Te sorprendería saberlo. No haré más daño
ro. (Se lo tiende.) que otro, y quizá haré algún bien. Es mi oportunidad y
CÉSAR.—¿Qué tienes tú? debo aprovecharla. Julia parecerá bonita..., ya ahora lo
MIGUEL.—Nada. (Al mismo tiempo que aparece ELENA parece, cuando me mira; será cortejada por todos los
en la puerta izquierda, GUZMÁN, TREVIÑO y ESTRELLA en- hombres. Miguel podrá hacer algo brillante, amplio, si
tran por la derecha.) quiere. Tú... (La abraza.) será como si te hubieras vuelto
CÉSAR.—Es hora de irnos, muchachos. a casar, con un hombre enteramente nuevo..., llevarás
ELENA.—César, quiero hablarte un momento. la vida que escojas. Tendrás, al fin, todo lo que quieras.
CÉSAR.—Tendrá que ser muy rápido, Elena. Por eso ELENA.—Yo no quiero nada. Te suplico que no vayas a
me despedí de ti antes. Vayan preparando los coches, mu- ese plebiscito.
chachos, los alcanzaré en un instante. (MIGUEL se dirige CÉSAR.—No podría dejar de ir más que muerto. Ahora
a la izquierda.) ¿Tú no vienes con nosotros, Miguel? todo está empezado y todo tiene que acabar. No puedo
MIGUEL.—(Se detiene, vacila visiblemente. Al fin, con hacer nada más que seguir, Elena; soy el eje de la rueda.
un esfuerzo.) No. (Todos lo miran. Comprende que debe Pero siento que el muerto no es César Rubio, sino yo, el
dar una explicación.) No me siento bien. (Rápido.) Si es- que era yo..., ¿entiendes? Todo aquel lastre, aquella iner-
toy mejor dentro de un rato, los alcanzaré allá. (Evita ha- cia, aquel fracaso que era yo. Díme que entiendes... y es-
blar directamente a su padre; no lo mira. Termina de ha- pérame. (La abraza, la besa, y se cala el sombrero.)
blar apenas cuando sale por la izquierda sin esperar más.) ELENA.—Por última vez, César. ¡No vayas!
CÉSAR.—Vamos, muchachos. Adelántense. CÉSAR.
GUZMÁN.—(Conforme salen.) Vamos a levantar una bue- —¿De qué tienes miedo?
na escolta. No me fío de Navarro. Se reía al subir a su ELENA.—No te lo diré: podría yo atraerte el mal asi.
coche. (Salen él, TREVIÑO y SALINAS, hablando entre ellos.) CÉSAR.
ESTRELLA.—(Se detiene en el umbral y regresa unos pa- —(Sonriendo.) Hasta dentro de un rato, Elena.
sos.) ¿Puedo preguntar cómo resultó la entrevista, mi ge- Cuando vuelva, serás la señora gobernadora. (La mira un
neral? momento y sale. Dentro, lo acoge un vocerío entusiasta.
CÉSAR.—Muy bien. Tranquilícese, licenciado. Ande. (ES- ELENA permanece en el sitio, mirando hacia la puerta. De
TRELLA sale.) pronto CÉSAR reaparece.) Es bueno que hables con Miguel.
ELENA.—¿Qué entrevista? ¿Entonces es verdad que Na- Es la única inquietud que me llevo: estuvo muy extraño
varro ha estado aquí? Eso es lo que quería preguntarte. hace un rato; me parece que sabe algo. Tranquilízalo, Ele-
CÉSAR.—Sí, aquí estuvo. na. (Hace un saludo final con la mano, y se va. ELENA sola
ELENA.—¿Qué quería? va hacia el cartel. Lo mira pensativamente un momento.
CÉSAR.—Ganar, naturalmente. Pero perdió. Se oye a MIGUEL en la escalera. ELENA se vuelve.)
ELENA.—César, no vayas a los plebiscitos. MIGUEL.Mamá, tengo que hablarte.
CÉSAR.—(Riendo.) Me recuerdas a la mujer de César..., ELENA.—Tengo una inquietud tan grande por tu padre,
del romano. (Se acerca a ella y le toma las manos.) ¿Tie- hijo. No viviré hasta que regrese.
nes miedo?
ELENA.—Sí..., es la verdad. Renuncia a todo esto. Cé-
sar. Navarro puede...
CÉSAR.—Navarro no puede nada ya. Aquí perdió los
dientes y las uñas.
203
ELENA. Inicio 7 parte (ultima)
—Puede matarte todavía. MIGUEL.—Si triunfa, cuando regrese yo empezaré a de- jar de
CÉSAR.—No es tan tonto. vivir.
ELENA.—¿Por qué dices eso? Elena.-No podría decirte cuánto me torturas, Miguel. Debe de
MIGUEL.—¿Por qué ha hecho esto papa? haber algo descompuesto en ti para darte estos pensamientos.
ELENA.— ¿Hecho qué? MIGUEL.—¿Por qué hizo esto?
MIGUEL.—Esta mentira..., esta impostura. ELENA.—¿No has dicho tú mismo que por sus ambi- ciones, no
ELENA.—¿Qué dices? MIGUEL.—Sé que no es César Rubio. has pensado ya que por las mías? ¿No has dicho que no creerás
¿Por qué tuvo que mentir? ELENA.—Podría decirte que no ha lo contrario de lo que crees ahora? No tengo nada que decirte,
mentido. porque no lo comprenderías. No te reconozco, eso es todo..., no
MIGUEL.—Podrías, en efecto. ¿Y qué? No me convence- rías puedo creer.
después de lo que he oído. ELENA.—¿Qué es lo que has oído, MIGUEL.—Mamá, ¿no comprendes tú tampoco, enton ces?
Miguel? ELENA.—Comprendo que te llevaba todavía en mí, que seguías
MIGUEL.—La verdad. Se la oí decir a Navarro. en mi vientre, y que de pronto te arrancas de él.
ELENA.— ¡Un enemigo de tu padre! ¿Cómo pudiste creerlo? MIGUEL.—¿No te das cuenta de que quiero la verdad para
MIGUEL.—También se lo oí decir a otro enemigo de mi vivir; de que tengo hambre y sed de verdad, de que no puedo
padre..., al peor de todos. A él mismo. respirar ya en esta atmósfera de mentira?
ELENA.—¿Cuándo? ELENA.—Estás enfermo.
MIGUEL.—Hace un momento, cuando discutía con Navarro. MIGUEL.—Es una enfermedad terrible, no creas que no lo sé.
Miente ahora tú también, si quieres. Tú puedes curarme..., tú puedes explicarme...
ELENA.— ¡Miguel! ELENA.—Siéntate, Miguel. ¿Qué podrías decirme que borre lo
Miguel: ¿Cómo juzgarte a ti y a papá después de todo esto? que oí a mi propio papa? ELENA.—Puedo decirte que tu padre
Elena: queee juzgarnos!! Y hace cuanto juzgan los hijos a sus no mintió.
padres? MIGUEL.—Si tú mientes, mamá, se habra acabado mk vida
MIGUEL.—nada mas ocupo saber pq hizo esto.. Mientras no lo ELENA.—Tu padre no mintió. El nunca dijo por ahi Yo soy el
sepa no estaré tranquilo. ELENA.—Cuando tú naciste, tu padre general César Rubio. A nadie..., ni si- quiera a Bolton. El lo
me dijo: Todo lo que yo no he podido ser, lo que no he podido creyó, y tu padre lo dejó creerlo; le vendió papeles auténticos
hacer, todo lo que a mí me ha fallado, mi hijo lo será y lo hará. para tener dinero con que llevamos a todos nosotros a una vida
MIGUEL.—Eso es el pasado. No vayas a decirme ahora que más feliz. MIGUEL.—Pero me había prometido.
mintió por mí, para que yo hiciera algo. ELENA.—¿No estuviste tú aquí la tarde que vinieron los
ELENA.—Es el presente, Miguel. Examínate y júzgate, a ver si políticos? ¿Le oíste decir una sola vez que él fuera el general
has correspondido a sus ilusiones. César Rubio? P
MIGUEL.—¿Ha respetado él las mías? Todavía al llegar a esta ues nooooo entonces ¿por qué lo acusas? ¿Por qué has dicho
casa le pedí que no fuera a hacer nada deshonesto, nada sucio. todas esas horribles
Tenía yo derecho a pedírselo, y él lo pro- metió. Miguel:¿Por qué aceptó entonces toda esa farsa, por qué no se
ELENA.—Nada sucio, nada deshonesto ha hecho. opuso a ella? No dijo: Yo soy el general César Rubio, pero
MIGUEL.—¿Te parece poco? Robar la personalidad de otro tampoco dijo que no lo fuera. ¡Y era tan fácil! Una palabra..., y
hombre, apoyarse en ella para satisfacer sus ambi- ciones ha ido más lejos aún..., ha llegado a engañarse, a creer que es un
personales. general, un héroe. Es ridículo. ¿Cómo pudo?... Si yo tuviera un
ELENA.—Todavía hace un momento se preocupaba por ti; hijo le daría la verdad como leche, como aire.
pensaba que a su triunfo tú podrías hacer lo que qui- sieras en la ELENA.—Si tuvieras un hijo, lo harías desgraciado. Ya te he
vida. ¿Es así cómo le pagas? dicho por qué aceptó tu padre. Hará bien en el gobierno, es su
MIGUEL.—Lo que no quiero es su triunfo..., no tiene de- recho oportunidad, la cosa que él había soñado siempre; podrá dar a
a triunfar con el nombre de otro. sus hijos lo que no tuvieron antes. ¿Qué harías tú en su lugar, si
ELENA.—Toda su vida ha deseado hacer algo grande... no solo tus hijos te creyeran un fra- casado, y se te presentara la ocasión
para él sino para mí, para ustedes. de hacer algo... grande?
MIGUEL.—¿Entonces por eso lo justificas? ¿Porque te dará MIGUEL.—Nada es más grande que la verdad. Mi padre
dinero y comodidades? ELENA.—No conoces a tu madre, gobernará en lugar de los bandidos..., él mismo lo dijo; pero
Miguel. Tu padre no perjudica a nadie. El otro hombre ha esos malandros por lo menos son ellos mismos, no el fantasma
muerto, y él puede hacer mucho bien en su nombre. Es honrado. de un muerto.
MIGUEL.— ¡No! No es honrado, y eso es lo que me las- tima ELENA.—No tomó su nombre siquiera... se llamaban igual,
en esto. En la miseria yo le hubiera ayudado..., lo hubiera hecho nacieron en el mismo pueblo... MIGUEL.—No..., no..., así no.
todo por él. Así..., no quiero volver a verlo en mi perro vida. Lo prefería yo cuando es- tuvo frente a mí en la Universidad.
ELENA.— Eso es odio. ELENA.—Eres tan joven, Miguel. Tus juicios, tus ideas, son
MIGUEL.—¿Qué esperabas que fuera? violentos y duros. Las lanzas como piedras y se des- hacen como
ELENA.—No puedes no querer a tu papá espuma. Antes, en la Universidad, acusabas a tu padre de ser un
MIGUEL.—He hecho todos los esfuerzos..., primero contra la estipido initil rn la vida.
mediocridad, contra la mentira mediocre de nues- tra vida. Toda MIIGUEL.—Era mejor aquello. Todo era mejor que esto. Ahora
mi infancia gastada en proteger una apa riencia de cosas que no lo veo.
existían. Luego, en la Universidad, mientras él defendía el JULIA.—¿Qué pasa?
cascarón, que era? Pura mentira… ELENA.—Nada.
ELENA.— ¡Miguel! ¿ta sete olvido que tú...? JULIA.—No mientas.
MIGUEL.—No. Pero ahora esto. Es demasiado ya. Con razón MIGUEL.—Has estado oyendo comouna rata, ¿verdad?
me sentía yo rarillo, incómodo, avergonzado, ca- da vez que oía Escondida en la escalera. JULIA.—Así oíste tú lo que no debías
los vivas, los aplausos, los discursos. Ha llegado a representar a oír: la conversa- ción entre papá y Navarro. Te vi desde arriba.
la perfección todas las mentiras que odio, y esto es lo que ha ¿Por qué no saliste entonces? ¿Por qué no te atreviste a decirle
hecho por mí, por su hijo. Nunca podré oír ya el nombre de esas cosas a papá, frente a frente?
César Rubio sin enrojecer de ELENA.— ¡Julia!
JULIA.—Para mí, como quiera que sea, papá será siem- pre un JULIA. Así era de niño, mamá. Y así era cómo Miguel se
hombre extraordinario..., un héroe. Si lo hubieras observado decidía a pelear, para demos- trarme que no era un cobarde.
estos días, dando órdenes, hablando al pueblo, sometiendo a los ELENA.—Has sido tan dura…
jefes, habría visto que nació para esto. Tuvo que esperar mucho JULIA.—Pero a nadie más le dejaría yo decirle eso.
tiempo, pero merecía tener esta ocasión de... ELENA.—No sé..., ¿Qué hora es?
MIGUEL.—Eres mujer. ¿Cómo no había de despertar tus peores JULIA.—Mediodía, mamá. Fíjate en el sol. Ahora ya pue- do
instintos el truco del héroe? Eso es lo que te tiene seducida. Si saber la hora por el sol. Tranquilízate, mamá, por favor. Dentro
no le observé a él, era porque te observa- ba a ti. Para quien no de poco es- tará aquí y seremos otros... Hasta Miguel.
supiera que eras su hija, pudiste pasar por una enamorada de él. ELENA.—No puedo. Hace un momento sentí el sol como un
Y, además, claro, su he- roísmo te dará lo que has deseado golpe en el pecho. JULIA.—Hazlo por él. No le gustaría verte
siempre: trajes, joyas, automóviles... ELENA.— ¡Miguel, te así.
prohíbo.... ELENA.—Miguel tiene razón. Nada bueno puede salir de una
JULIA.—Pero si lo que habla en ti es la inferioridad, la mentira. Y, sin embargo, yo no he podido detenerLO
envidia... JULIA.—No hay mentira, mamá. Todo el pasado fue un sueño,
MIGUEL.— ¡Yo no he mentido! y esto es real. No me importan los trajes ni las joyas, como cree
JULIA.—El era un buen profesor; tú, un mal estudian- te. Miguel, sino el aire en que viviremos. El aire del poder de mi
Ahora, en el fondo, querrías estar en su lugar, ser un héroe. Pero padre. Será como vivir en el piso más alto, de aquí, primero; de
te falta mucho. todo México, después. Tú no lo has oído hablar en los mítines,
MIGUEL.— ¡Estúpida! ¿No comprendes entonces lo que es la no sabes todo lo que puede dar de él, que fue tan pobre. Y todo
verdad? No podrías..., eres mujer; necesitas de la mentira para lo que puede tener.
vivir. Eres tan estúpida como si fueras bonita. ELENA.—Yo no quiero nada, hija mía, sino que él viva. Y
ELENA.— Calmate Miguel! tengo miedo.
JULIA.—No creas que me lastimas con eso. ¿Qué es mi fealdad JULIA.—Yo, no; es como la luz, para mí. Todos puedenVelo,
junto a tu cobardía? Porque tu afán de tocar la verdad no es más nadie podrá alcanzarlo. Y sería hermoso, mamá, poder hacer
que una cosa enfermiza, una pasión de cobarde. La verdad está todas las cosas, imaginarlas con libertad; no como antes, cuando
dentro, no fuera de uno. todos mis deseos, todos mis sueños, parecían estar atrapados
ELENA.— ¡Julia! dentro de mí. ELENA.—(Sentándose.) Quizá estás pensando en
MIGUEL.—Créelo así, si quieres. Yo seguiré buscando la tu amor, y por eso hablas así. ¿Esperas que ese chico te quiera
verdad viéndote tan segura de ti misma? Yo no lo aceptaría entonces:
JULIA.- mira el presidente. sería egoísmo. JULIA.—Ya no lo quiero, mamá. Lo supe desde
ELENA.- Miguel hace dos semanas. Lo que amaba de él era lo que no tenía ni a
Miguel.- mamá? mi alrededor ni en mí misma. Pero ahora lo tengo, y él ya no
ELENA.—¿Oíste toda la conversación con Navarro? importa. Tendré que buscar en otro hombre las otras cosas que
MIGUEL.—Casi toda. no tenga. Amar es complementarse.
ELENA.—Entonces debes decirme... ELENA.—Estoy preocupada, Julia. Durante todas estas
MIGUEL.—No recuerdo nada...; la verdad que oí me llenó los semanas, mientras César iba y venía por el Estado, pensaba en
oídos de tal modo, que no pude oír otra cosa ya. que el hombre a quien yo quise ha desaparecido, y que hay otro
ELENA.—¿Amenazó Navarro a tu padre? hombre, apenas formándose, a quien todavía no quiero. Si eligen
MIGUEL.—Supongo que sí. a César…
ELENA.—Recuerda..., es necesario que recuerdes. Nunca he JULIA.—Ya está elegido, mamá, ¿no lo ves? Un elegido.
estado tan inquieta por él. ¿Qué dijo? ¿En qué forma 1o ELENA.—Si eligen a César, será el gobernador. Estará rodeado
amenazó? de gente todo el tiempo que lo ayudará a vestirse y lo mantendrá
MIGUEL.—¿Qué importancia tiene? Mi padre no puede perder alejado de mí. Tendrá tanta ropa que ya no podrá sentir cariño
ahora. por ninguna prenda... y yo no tendré que remendar, ni mantener
ELENA.— ¡Miguel! Por favor, piensa; hazlo por mí. vivas sus camisas, ni quitar las manchas de su traje. De alguna
MIGUEL.— Ahora recuerdo. Al despedirse, Navarro dijo..., sí: manera, será como si me lo hubieran arrebatado. Y yo quiero
«Tú solo te has sentencia- do... Será como tú lo has querido.» que viva. (Se levanta abruptamente.) No deben elegirlo, Julia, es
3l3na. Miguel, tu padre está en peligro, y tú lo sabías y te has necesario.
quedado aquí a decir esas cosas de él... JULIA.—¿Estás loca? ¿No entiendes lo que esto significa para
MIGUEL.—¿No te das cuenta de cómo me sentía yo..., de cómo todos? ¿Nunca has deseado vivir en la luz? Será una vida nueva
me siento? para todos.
ELENA.— ¡Tu papa está en peligro! ELENA.—Hablas como él. JULIA.—Prepararé su ropa cada
MIGUEL.—el solito lo busco, no? ¿No mintió? mañana de tal manera que no pueda tocar su corbata ni sentir su
ELENA.—Debes ir pronto, Miguel. Debes cuidarlo. traje sobre su cuerpo sin tocarme, sin sentirme a mí misma.
JULIA. -- No se atreve, mamá, eso es todo. Iré yo. Consultará contigo sus cosas, sus planes, sus decisiones, y
ELENA. -- Yo de verdad que ya lo sentía, lo sentía. Navarro va cuando los realice, te estará viendo y tocando.
a tratar de matarlo. Tienes razón, mamá. Perdóname por todo. ELENA.—No me ha hecho caso ahora..., no ha querido
Iré..., trataré de cuidarlo; pero después... Seremos mi padre y yo, hacerme caso. ¿Por qué? ¿Por qué? No. Que lo derroten, aunque
frente a frente. lo denuncien..., que se burle de él y de su mentira toda la gente.
JULIA.—No pasará nada, mamá. ¡Tengo tanta confian- za en él Miguel tiene razón. Que lo injurien, que lo escupan...
ahora! ELENA.—No sé..., no sé. En el fondo, Miguel... JULIA.— ¡Por favor, no digas eso! ¿Por qué lo dices de esa
JULIA.—Miguel está loco, mamá..., busca la verdad con manera?
fanatismo, como si no existiera. No le hagas caso. ELENA.—Yo lo apoyaré en todo. Quiero que viva.
ELENA.—Está en un estado tal... Y tú también. Todas estas JULIA.—Quieres que muera.
cosas que se han dicho ustedes dos... ELENA.—Quiero que muera la sombra y que viva él; que
muera su muerte natural, propia. Que viva. (Pausa. En el silencio
del mediodía se escucha el claxon de un automóvil, bastante MIGUEL.— ¡Mamá!
cercano. ELENA se sobresalta.) ¡Un coche!Miguel... ELENA.—Ese es otro hombre. El nuestro...No abras, Julia.
JULIA.—¿Qué ha pasado? ESTRELLA.— El cuerpo del señor general Rubio será velado
GUZMÁN.—(Jadeando.) Señora... en el Palacio de gobierno. Vengo para llevarlos allí. Se le
ELENA.—¿Han... herido a César? (GUZMÁN baja la cabeza) rendirán honores locales de gobernador; además, considerando
No... Lo han matado, ¿verdad? que se trata de un divisionario y de un gran héroe, su cuerpo
GUZMÁN.—Encontré al muchacho en el camino, señora, recibirá honores presidenciales y reposará en la Rotonda de los
corriendo. Ya era tarde. Hombres Ilustres. Usted, señora, recibirá la pensión que le
ELENA.—(Conteniendo sus emociones.) ¿Cómo fue? corresponde. El gobierno revolucionario no olvidará a la familia
¿Navarro? de su héroe más grande.
GUZMÁN.—Para mí, fue él, señora. Pero allí mataron al que ELENA.—Gracias. No deseo nada de eso. Quiero el cuerpo de
disparó. Bastó un tiro. Apenas habíamos llegado, y el general mi esposo. Iré por él. Tú quédate.
iba a sentarse cuando... En el corazón. JULIA.—Mamá, iremos todos. Y se le rendirán honores. ¿No lo
JULIA.—Mamá… comprendes?
ELENA.—¿Dice usted que mataron al hombre que disparó? SALINAS.—No entiendo, señora...
GUZMÁN.—El pueblo lo destrozó, señora. (Se escucha ruido ESTRELLA.—César Rubio pertenece al pueblo, señora...
de automóviles afuera.) GUZMÁN.— Nos pertenece a nosotros para siempre.
ELENA.—(Lentamente, con voz firme.) Destrozado. (Se gira JULIA.—¿No comprendes, mamá? Él será mi orgullo.
hacia la pared, erguida. JULIA llora sin exageraciones, MIGUEL.—¿Usted? Debo aclarar algo primero contigo, luego
simplemente bajando la cabeza y dejando que sus lágrimas con todos.
fluyan. MIGUEL se sienta en un asiento. Se oyen voces. En el NAVARRO.—Qué sabe usted?
umbral de la puerta aparece NAVARRO.) MIGUEL.—Sé que usted mató a mi padre. Lo sé. ¡Oí su
GUZMÁN.—¡Tú! ¿Cómo te atreves...? conversación!
NAVARRO.—(Avanzando.) Señora, permítame presentarle mis NAVARRO. ¿En serio? Escuche lo que dice el pueblo que
más sinceras condolencias. Su esposo ha sido víctima de un presenció los eventos, joven. El asesino fue un católico; puedo
cobarde asesinato. (MIGUEL, pasando por detrás de ellos, cierra demostrarlo. Mis propios hombres intentaron capturarlo.
la puerta.) MIGUEL.—Y para asegurarse, lo mataron. Para eliminar todas
GUZMÁN.—Y un acto tan cobarde. Creo que tengo una idea de las pruebas. Usted mató a mi padre y al autor material, como
quién es el asesino. mató a César Rubio. ¡Lo oí todo!
MIGUEL.—(En primer plano a la derecha.) Yo también. NAVARRO.—Su dolor lo está... ¡No puede probar nada!
NAVARRO.—(Imperturbable.) El asesino de César Rubio, MIGUEL.—Ya no puedo remediarlo. Pero no permitiré esta
señora, fue un fanático católico. farsa: la ciudad César Rubio, la universidad, la pensión. ¡Usted
GUZMÁN.—¡Fuiste tú! sabe muy bien que mi padre no era César Rubio!
NAVARRO.—Fue un fanático, como puede probarse. En su NAVARRO.—¿Está loco? Su padre "era" César Rubio. ¿Cómo
cuerpo se encontraron un crucifijo y varios escapularios. va a luchar contra todo un pueblo convencido de ello? Ni
GUZMÁN.—No tiene sentido acusar a nadie. Sabemos de siquiera yo lo hice.
sobra... MIGUEL.—Usted mató. ¿Era más fácil?
ELENA.—(Fríamente.) Váyase, general Navarro. No sé cómo NAVARRO.—Su padre fue un héroe que merece ser recordado y
se atreve a presentarse aquí, después de… respetado en su memoria.
LA VOZ DE NAVARRO.— ¡Camaradas! He venido a MIGUEL.—No permitiré perpetuar semejante mentira. Diré la
expresarle a la viuda de César Rubio mi indignación por el vil verdad ahora mismo.
asesinato de su esposo. Aunque hay pruebas de que el asesino NAVARRO.—Cuando se calme, joven, entenderá cuál es su
fue un católico, hay quienes se atreven a acusarme. verdadero deber. Yo lo entiendo, siendo enemigo político de su
GUZMÁN va hacia la puerta y sale.) Estoy dispuesto a padre. Todo aquel que derrame su sangre por su país es un
defenderme ante los tribunales y a renunciar a mi candidatura héroe. Y México necesita de sus héroes para vivir. Su padre es
hasta que se pruebe mi inocencia... un mártir de la Revolución.
LA VOZ DE GUZMÁN.— ¡Mentira! ¡Mentira! ¡Fue él y todos MIGUEL.—¡Es usted repugnante! Y convierte a México en un
lo sabemos! vampiro..., pero eso no es lo que me importa..., es la verdad, y la
LA VOZ DE NAVARRO.—No responderé. César Rubio ha diré, la gritaré.
caído víctima de la reacción en defensa de los ideales MIGUEL. —Sí, sería usted capaz de eso. Aunque me cueste la
revolucionarios. Yo lo admiraba. Iba a ese plebiscito dispuesto a vida...
renunciar en su favor, porque él era el gobernante que NAVARRO. —Se reirán de usted. No podría usted quitarle al
necesitábamos. (Se escuchan murmullos de aprobación.) Pero si pueblo lo que es suyo. Si habla usted en la calle, lo
soy elegido, haré de la memoria de César Rubio, mártir de la tomarán por loco. Su padre era un gran héroe.
Revolución, víctima de las conspiraciones de los fanáticos y los MIGUEL. —Encontraré pruebas de que él no era un hé-
reaccionarios, la más venerada de todas. Siempre lo admiré roe y de que usted es un asesino.
como a un gran líder. La capital del Estado llevará su nombre, le NAVARRO. —Cuáles? Habrá que probar
construiremos una universidad, un monumento que recordará a una cosa u otra. Si dice usted ¿que soy un asesino, gente
las generaciones futuras... (Es interrumpido por un clamor de mal intencionada podría creerlo; pero como también piensa
aprobación.) Y la viuda y los hijos de César Rubio viven su vida usted decir que su padre era un farsante, nadie lo
como si su padre fuera el que gobierna. creerá ya. Es usted mi mejor defensor, y su padre era
ELENA.—Cierra, Miguel. Las puertas, las ventanas, cierra todo. grande, muchacho. Le debo mi elección.
MIGUEL.—No, mamá. Todos deben saberlo, sabrán... No LA VOZ DE NAVARRO. — ¡No, no, muchachos! ¡Viva César
podría vivir más como el hijo de un espectro. Rubio.
ELENA.—(Desconsolada.) Cierra, Julia. Todo ha terminado ya. MIGUEL. — ¡La verdad!
Anécdota:
César Rubio es un profesor de historia, sin embargo últimamente ha tenido grandes
problemas económicos lo cual lo hace regresar a su pueblo natal en el norte de Monterrey
junto con su familia; su esposa Elena, su hija Julia y su hijo Miguel. Sin embargo, y por
casualidad aparece Bolton, un gringo que está ahí para investigar la muerte del Gran
revolucionario César Rubio, es entonces que para obtener algo de dinero César Rubio se hace
pasar por El Revolucionario César Rubio Aprovechando que además de compartir nombre
comparten fecha de nacimiento y lugar originario. esto los lleva a que más tarde políticos se
enteren que César Rubio sigue vivo generando una gran conmoción en el pueblo pero
también alegría ya que rápidamente le ofrecen que sea gobernador de su estado. César
aprovecha toda esta confusión para para poder ser lo que siempre quiso que fue ser
reconocido, su esposa permanece muy leal a él aunque no esté tan de acuerdo, su hija Julia
solo está interesada en la parte económica así que ya permanece muy contenta ya que van a
tener dinero sin embargo su hijo Miguel es el único que ve la realidad de otra manera, ya que
a él no le parece que su padre realice estas acciones que le parecen totalmente corruptas.
César se deja llevar por este sentimiento de ser reconocido y de ser alguien que termina
asumiendo el papel de un revolucionario, pero como todo lo descubre y Navarro un militar le
dice que él no puede ser el verdadero César Rubio porque él mató a César Rubio pero como
César no sale de su papel, Navarro lo termina matando como al original César Rubio.

Tema:

Idea: Creo que la idea del dramaturgo es representar el drama constante que tenemos los
Mexicanos al querer aparentar a ser algo que no somosde sin detenernos a pensar en las
consecuencias.

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