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ACTO TERCERO

Comienza la escena oscura. Se encienden las luces y aparece el periódico (una mesa con una silla
para el periodista y otra para el cliente)
TOMÁS (entra como un torbellino en el periódico)
-¡Publícalo!

CELIA
-Buenos días Tomás, pasa, anda siéntate, ¿qué ha pasado?

TOMÁS
-La señora alcaldesa ha declarado la guerra (se sienta) y, por lo tanto, tendremos
guerra. ¡Y esto no es más que el principio! ¿Sabes lo que ha intentado…?(apoya las
manos en la mesa y se echa hacia adelante) ¡Un chantaje!… Ha tenido la cara de
decirme que, sin su permiso, no estoy autorizado a decir lo que pienso. Jamás he visto
desfachatez igual. (se echa hacia atrás en la silla)

CELIA
-¿Y te lo dijo así?

TOMÁS
-¡En mi misma cara! (se levanta y anda) ¡es una traidora! ¡Y tratarán de conservar el
poder ella y sus colegas de partido, aunque para ello tengan que envenenar a toda la
ciudad! ¿Qué opinas del artículo, Celia?

CELIA (sale de detrás de la mesa)


-Una obra maestra. De un plumazo has logrado probar sin lugar a dudas que clase de
personas nos gobiernan. Lo tendremos preparado para el diario de la mañana.

TOMÁS (se gira y le habla mirándole a los ojos)


-Que salga perfecto, ¿eh?. Como si fuesen billetes de banco. (Al público)Ya estoy
deseando verlo impreso. Tras tantas mentiras por fin voy a ver la verdad pura y
desnuda. (coge sus cosas) Me voy Celia, solo he venido a comunicártelo, lo dicho, hasta
pronto.(Tomás sale de la imprenta).

CELIA
-Hasta pronto Tomás, todo saldrá perfecto. (Vuelve a su sitio y se pone a trabajar con
el informe, aparece en la imprenta la alcaldesa, al verla se levanta).
-¡Adelante señora alcaldesa!

ISABEL
-Gracias (mirando por todas partes). Que limpio está esto. Siempre supuse que un
lugar de trabajo como éste había de estar sucio, pero no, está limpio.

CELIA
-¿En qué puedo servirle, señora alcaldesa? Siéntese.

ISABEL
-Hoy me ha pasado algo muy desagradable, Celia.

CELIA (se sienta)


-¿Es posible?

ISABEL (se sienta)


-Parece que mi hermano ha escrito una especie de… informe sobre el balneario.

CELIA
-¿Si?

ISABEL (mirando fijamente a Celia)


-Ya le habrá hablado de ello ¿no?

CELIA
-Pues...si, creo recordar que algo me dijo.

ISABEL (señala un documento que Celia tiene en la mano)


-¿No es ese?

CELIA
-¿Esto? No lo sé, ni lo he visto siquiera… Acaban de entregármelo para que le eche un
vistazo.

ISABEL
-A ver...(Le quita el documento de las manos), pero si parece... ¡Vaya, si es el informe
de mi querido hermano. ¿Va usted a publicar esto?

CELIA
-No puedo rechazar un artículo firmado. (se levanta y mira al público, se siente
incómoda) De cuanto en él se diga, el responsable es el autor. Mi lema es la libertad de
expresión ante todo.

ISABEL
-De acuerdo, no se preocupe. De lo primero que se entera una alcaldesa es de que a los
ciudadanos menos ricos se les puede convencer con facilidad para que hagan un
sacrificio en pro del bien público. (se cruza de piernas con aire desinteresado)

CELIA
-¿Por qué dice eso? (se gira)
ISABEL
-Porque quiero que sepa que mientras que yo sea la alcaldesa todas las reformas que
haya que hacer en esos baños, se sufragarán con el dinero de los contribuyentes.
(sigue con ese aire desinteresado)

CELIA
-¿De los contribuyentes? ¿Quiere usted decir que lo pagarán los ciudadanos? (apoya
las manos en la mesa enfrentándose a ella)

ISABEL (tranquila)
-Exacto

CELIA
-Pero el balneario es una empresa particular…

ISABEL
-La empresa construyó el balneario con dinero de su propiedad, pero si la población
quiere reformarlo, es lógico que los gastos corran de su cuenta. La empresa no está en
condiciones de desembolsar más dinero. (la mira con intensidad)

CELIA
-Pero eso es imposible. (se va hacia el público)La población no aceptará otro impuesto.
¿Es eso un hecho ya o se trata de su opinión solamente?

ISABEL
-Parece ser que es un hecho ya. Pero hay otro más, en la reforma del balneario se
tardarán dos años, dos años en los que sus modestos comerciantes no tendrán ingreso
ninguno pero si un nuevo impuesto que pagar.

CELIA
-¿Es posible tal barbaridad? (se tira en su asiento abatido)

ISABEL
-En efecto Celia, y siento decirle que los grandes propietarios y las distintas
administraciones no pondrán un duro en su periódico por ir en contra de sus intereses
y todo por causa de este sueño (estrujando el manuscrito entre sus manos), de esta
alucinación de que vivimos en un foco infectado.

CELIA
-Pero eso tiene una base científica.

ISABEL
-(Arrojando el manuscrito sobre la mesa) Esto está basado en un deseo de mi hermano
de luchar incesantemente contra la autoridad, no tiene nada que ver con la ciencia, ¡y
ya me encargaré yo de que las gentes lo entiendan así exactamente!

CELIA
-Francamente, nunca pensé que pudiera tener tales consecuencias. Yo no quiero
perjudicar a la ciudad de ninguna manera… Nunca me imaginé que tuviésemos que pagar
un nuevo impuesto. Quizá lleve razón y su hermano sea un desequilibrado.

ISABEL
-Pues debiera habérselo imaginado antes de defenderlo, a no ser que quiera que la
banca, las compañías eléctricas, la casa de apuestas, dejen de poner publicidad en su
periódico (saca del bolsillo un texto suyo).

CELIA
-Señora alcaldesa, siento haber sido tan inocente y haber creído tal patraña, pero
viniendo de su hermano, hombre de ciencia… usted me entiende.

ISABEL (se acerca a la silla de Celia)


-Tranquila mujer, conozco a mi hermano y se que es muy hábil en el arte de engañar.
Aquí tengo una breve exposición de los hechos reales. En ella se demuestra que con un
poco de cuidado, nadie habrá de salir perjudicado por la cuestión de las aguas.

CELIA
-¿Me permite que lo lea?

ISABEL
-Por supuesto, (se va a sentarse) y quiero que lo estudie y vea si está de acuerdo.(se
sienta) Naturalmente, a su tiempo, tendremos que hacer unos cambios estructurales
de menor cuantía, y esos los pagaremos nosotros.

(Celia mira a lo lejos, como por la ventana del periódico)

CELIA
-¿Espera usted al doctor?

ISABEL
-No, ¿por qué?

CELIA
-Creo que viene hacia aquí.

ISABEL
-Preferiría no encontrármelo ¿cómo puedo…? (Se levanta)
CELIA
-Venga por aquí, dese prisa. (esconde a Isabel dentro del establecimiento y Celia
vuelve y se sienta en su sitio)

ISABEL
-Procure que se vaya pronto.

TOMÁS
-¡Hola! ¿Están las pruebas ya?

CELIA
-No, tardarán un rato todavía.

TOMÁS
-¿No te importa que espere aquí?

CELIA
-No sé si vale la pena doctor, van a tardar bastante. (se levanta incómodo)

TOMÁS
-¡Es que estoy impaciente, no veo el momento en que esté impreso!

CELIA
-¡Tenemos tanto trabajo, que…!

TOMÁS
-No quiero entretenerte, así es como se ha de estar, ocupada, ¡Logremos que la ciudad
resplandezca como una joya! (se da cuenta del bolso, lo reconoce y mira a Celia) ¿qué
es esto? (mira luego hacia la mesa, ve el abrigo y lo coge con el bolso) ¿qué demonios
hace esto aquí?

CELIA
-Vamos, Tomás, tranquilízate y…

TOMÁS
-¿Dónde está mi hermana? ¿qué ha venido a hacer aquí? ¿a disuadirte? Pues no se
escapará ¿dónde se ha metido? (chillando a la nada) ¡Muy bien, no le bastaba con
presionarme a mi sino que ahora viene a presionar a la prensa! (va andando por el
establecimiento buscando)

ISABEL (sale de su escondite, Celia se mantiene en medio)


-Por favor, no chilles, no armes un espectáculo, dame mi bolso y mi abrigo.

TOMÁS
-Sólo quería que supieras que en una democracia el bastón de mando, puede pasar de
una mano a otra. El pueblo no ha hablado aún y cuento con él, porque estoy en posesión
de la verdad. (enfrentados)

CELIA
-Bueno… yo no soy persona de ciencia, no puedo juzgar si tu artículo dice realmente la
verdad.

TOMÁS
-Entonces, publícalo con mi firma, ¡yo lo defenderé!

CELIA
-No lo publicaré. No quiero sacrificar el periódico. Cuando este asunto salga a la luz, el
público no aceptará la reforma en el balneario si eso supone una subida de impuestos,
como bien dice la señora alcaldesa, las cosas se harán poquito a poco sin necesidad de
prisas…

TOMÁS
-¡Acabáramos! ¡Ya entiendo!

CELIA
-No quiero causar la ruina del periódico ni de la ciudad. Tomás, piensa en tu familia…

TOMÁS
-Increíble

CELIA
-No conseguirás que te lo publique ningún periódico ni revista de la ciudad.

TOMÁS
-Pues entonces usaré las redes sociales y si hace falta cogeré un tambor e iré calle
por calle pregonando que las aguas están contaminadas y que el veneno es sumamente
perjudicial y no podemos esperar ni un segundo para tomar medidas.

ISABEL
-Desde luego estás loco. (cogiendo sus cosas y saliendo por la puerta)

TOMÁS
-¿Loco? ¡Ay hermana, todavía no me has visto alzar la voz! Si a esto llamas locura,
deseo mantenerme de por vida en este estado de demencia.

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