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Una Campaña cuyo objetivo principal ha sido la valorización o puesta en valor de la Arquitec-
tura Popular de Las Merindades. Para ello se diseñó una Exposición sobre el tema que fue
llevada a 21 pueblos de la comarca durante el verano, con estancias de corta duración, y a
otros 2 durante el invierno, con estancias de larga duración, acompañada de charlas y de di-
versos materiales publicitarios y divulgativos. Y una vez que se han generado los recursos nece-
sarios, está claro que la Campaña puede volver a reeditarse en el futuro.
Lógicamente para poder preparar la Exposición hubo que desarrollar un intenso trabajo de
campo, durante la primavera, recorriendo el territorio, visitando todos y cada uno de sus pue-
blos, fotografiando sus casas, entrevistando a sus vecinos, y midiendo en detalle algunas de
ellas. El resultado más importante de todo este trabajo es un Inventario Fotográfico de cerca
de 5.000 fotografías, un auténtico “tesoro” que ofrece una foto fija de la Arquitectura Popu-
lar de Las Merindades en el año 2.003. Quizás hoy no seamos plenamente conscientes de
todo su valor pero cuando el tiempo pase (si el tiempo respeta la integridad de fotografías y
negativos), las generaciones futuras agradecerán poder estudiar el pozo de conocimiento que
encierra.
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PRESENTACIÓN
didad, pues la Exposición era el instrumento principal de una campaña para la valorización de
este patrimonio (que, no podemos olvidar, era el objetivo principal), y por tanto debía ser
divulgativa y por fuerza abordar el asunto de forma más superficial a como ha de hacerlo un
Estudio como el que ahora presentamos. Y aunque la estructura general de la Exposición y del
Estudio (los distintos aspectos tratados y el orden en que se abordan) es similar, hay una gran
diferencia a la hora de analizar las distintas variantes que presenta la Arquitectura Popular de
Las Merindades, en el tiempo y en el espacio: si en la Exposición se agrupaban por municipios
en el Estudio se hace por lo que hemos llamado “variaciones formales”, que no entienden de
divisiones administrativas. Y es en este aspecto donde creemos radica el mayor interés de este
trabajo, pues hemos intentando desentrañar la enorme heterogeneidad de manifestaciones que
la Arquitectura Popular toma en Las Merindades. Y para hacer más patente esa enorme rique-
za de expresiones se ha querido dar una especial relevancia a la información gráfica, incluyendo
unas 500 fotografías.
Unas propuestas que van dirigidas a aquellos organismos e instituciones, públicas y privadas,
con capacidad y voluntad para acometer ese empeño. Y que habrán de tener en cuenta que
cualquier política de conservación de este patrimonio se ha de desarrollar en tres direcciones:
− Creación de unas condiciones previas: sensibilización de la población y de los Ayuntamien-
tos, formación de trabajadores especializados en los oficios tradicionales de la construcción,
explotación de materiales tradicionales...
− Creación de un marco normativo, a través de ordenanzas edificatorias “sensibles” y de la
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PRESENTACIÓN
Al final del Estudio se incluyen un apartado de Anexos, en el que se recogen una serie de
documentos sobre experiencias en la conservación de la Arquitectura popular desarrolladas
actualmente en entornos próximos y lejanos.
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PRESENTACIÓN
ÍNDICE.
PRESENTACIÓN.
CAPÍTULO 1 - Introducción.
CAPÍTULO 2 - Aspectos constructivos.
CAPÍTULO 3 - La casa, elementos funcionales.
CAPÍTULO 4 - La casa, variaciones formales.
Apartado A: Formas de referencia: Torres y Casas solariegas.
Apartado B: Formas antiguas con entramado de madera al exterior.
Apartado C: Formas antiguas en piedra, casas notables.
Apartado D: Formas antiguas en piedra, casas modestas.
Apartado E: Formas con centro en el Valle de Mena.
Apartado F: Formas del Valle de Losa.
Apartado G: Formas con balcón corrido encastrado
de influencia cántabra.
Apartado H: Formas con balcón corrido encastrado.
Apartado I: Formas con balcón corrido exterior.
Apartado J: Formas sin balcón corrido.
Apartado K: Formas de influencia vasca.
Apartado L: Formas recientes.
CAPÍTULO 5 - Otras muestras de arquitectura popular.
CAPÍTULO 6 - Propuestas para la conservación.
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INTRODUCCIÓN
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Capítulo 1
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
En primer lugar conviene explicar con claridad el objeto de estudio: la Arquitectura Popular de
Las Merindades, es decir: ¿qué entendemos por Arquitectura Popular? y ¿a qué territorio
nos referimos cuando hablamos de Las Merindades?
Empezaremos respondiendo a la segunda cuestión pues su respuesta es más fácil que la prime-
ra. El territorio analizado en el Estudio desborda el de las siete Merindades históricas, y co-
rresponde a los municipios sobre los que actúa la Asociación Centro de Desarrollo Rural Me-
rindades, que son, ordenados de oeste a este y de norte a sur: Arija, Alfoz de Santa Gadea,
Valle de Valdebezana, Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotoscueva, Espinosa de los
Monteros, Merindad de Montija, Valle de Mena, Alfoz de Bricia, Valle de Zamanzas, Valle
de Manzanedo, Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, Junta de Traslaloma, Medina de
Pomar, Valle de Losa, Junta de Villalba de Losa, Berberana, Los Altos, Merindad de Valdi-
vielso, Merindad de Cuesta Urría, Trespaderne, Valle de Tobalina, Jurisdicción de San Za-
dornil, Oña, Cillaperlata, Frías y Partido de la Sierra en Tobalina.
¿Y qué entendemos por Arquitectura Popular? Una cuestión nada fácil de responder y
más en Las Merindades, donde es más patente la influencia ejercida sobre ella por la Ar-
quitectura “culta” o “de estilo”. Creemos que es el arquitecto Carlos Flores, uno de las
personas que más intensamente han abordado el estudio de este patrimonio en su magnífi-
cos libros sobre “Arquitectura Popular Española”, publicados en los años 70, el que mejor
ha concretado el término “arquitectura popular” y, de hecho, es difícil encontrar una re-
flexión sobre este concepto nueva o añadida que no haya sido citada por este autor. Car-
los Flores establece 24 rasgos característicos de la arquitectura popular que para nosotros
se pueden sintetizar en los siguientes:
− Es una expresión de la adaptación del hombre al medio. Enraizada en la tierra y en el
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
Sin embargo esta acepción de la arquitectura popular tan localista y ajena a la arquitectura
culta viene siendo matizada últimamente, desde que su estudio está siendo abordado no
sólo desde el análisis arquitectónico y etnográfico de los edificios y las gentes a las que
dieron servicio, sino también desde el análisis de las pocas fuentes documentales escritas
donde se puede rastrear el paso por la historia de estos edificios. Esto está permitiendo
una visión más compleja y rica de la Arquitectura Popular en la que ésta, sin perder su
carácter local por ser cristalización de tradiciones constructivas y culturales locales, es vista
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
como receptora de ideas o modelos procedentes de la arquitectura culta, y por tanto in-
mersa en corrientes que superan el ámbito local.
Esta visión se hace especialmente patente al abordar la Arquitectura Popular de Las Me-
rindades pues, como se intentará explicar en el Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIO-
NES FORMALES, en muchas de sus casas hay un intento de emular las casas señoriales o
solariegas de la nobleza con asiento en la zona, que en la mayoría de las ocasiones impor-
tan modelos o referentes foráneos. El fenómeno sería en esencia el siguiente: los grandes
nobles que construyen aquí sus casonas lo hacen a imagen de otras vistas en los centros de
la vida social y económica de su tiempo, ciudades como Burgos, Valladolid o Madrid; la
nobleza local con patrimonio y las clases pudientes locales, ya sean campesinos, arrieros o
industriales, son los primeros en imitar esos modelos importados y responsables de exten-
derlos por el territorio; y el resto de la población, más tarde y cuando alcanza una situación
económica suficiente, acaba también emulando a los anteriores. Un fenómeno universal y
atemporal, pues ocurre en todo lugar y ha ocurrido en todo tiempo.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
El relieve de Las Merindades presenta un conjunto de formas que han sido el resultado de los
plegamientos tectónicos producidos sobre una espesa cobertura sedimentaria de materiales de
desigual dureza (areniscas, margas, arcillas, calizas...) que se alternan rítmicamente. Un relieve
que se resuelve en una sucesión de áreas deprimidas y áreas elevadas. Y un relieve que ha sido
objeto de una intensa erosión por parte de los cursos de agua que lo atraviesan.
Existen variaciones en el régimen de precipitaciones, pues de norte a sur se produce una dismi
nución de las mismas, tanto en los índices anuales como mensuales, pudiendo distinguirse tres
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
zonas diferenciadas:
− La zona septentrional, que comprende desde el Embalse del Ebro hasta el Valle de Mena,
donde se producen las mayores precipitaciones, sobre todo en Mena. Es la zona más pa-
recida a la cercana vertiente cantábrica y, ecológicamente, “país de prados”.
− El Valle de Losa, con precipitaciones también abundantes aunque más moderadas que en
la zona anterior, sobre todo en los meses de verano. Ecológicamente supone la desapari-
ción del prado.
− El resto de Las Merindades, desde el cañón del Ebro hasta el Valle de Tobalina, es la que
menos precipitaciones registra. Se trata de un área ya plenamente mediterránea.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
El carácter montañés de este territorio se deja ver también en su vegetación, cuyas variaciones
vienen determinadas por la morfología y la climatología de la zona. El paisaje es de montaña y
presenta una cobertura vegetal cantábrica, en la que predomina el roble y el haya. Pero ade-
más, como el espacio de transición que es entre la España Atlántica y la España Mediterránea,
encontramos también ecosistemas mediterráneos como el encinar. Y en esa cobertura vegetal
predominan las masas arbóreas del monte alto, el monte bajo y el matorral. El monte alto re-
presenta una tercera parte de la cobertura vegetal y se aparece muy fragmentado en un gran
número de montes y masas aisladas dispersas, como reliquia de la presumible formación forestal
de gran extensión que antaño ocupó la zona. Pues cabe presumir que durante milenios la ma-
yor parte de este territorio estuvo ocupado por bosques, y que desde el momento de su ocu-
pación estable por el hombre fue objeto de múltiples roturaciones, que comenzaron a alcanzar
dimensiones preocupantes a partir del siglo XIII, en que se registran documentalmente numero-
sas quejas y pleitos por talas excesivas y despreocupadas. Nuevamente alcanzaron una gran
dimensión en el siglo XVI, fruto de la presión demográfica, y sobre todo en el siglo XIX, en
que este fenómeno alcanza cotas dramáticas, por la necesidad de poner en explotación nuevas
tierras y por la mayor demanda de carbón vegetal y madera.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
La mayoría de los núcleos de población que han llegado hasta nosotros ya debían existir en el
siglo XII. Se produce en aquellos siglos una continuada ocupación que convive también con el
abandono de otros muchos núcleos de población, en un proceso continuo de hacer y deshacer
que nos habla de la inestabilidad de un hábitat minúsculo, pero que se irá estabilizando en el
paso de la Alta Edad Media a la Baja Edad Media, hasta permitir la consolidación definitiva
del hábitat de este territorio. Es en los siglos XII y XIII en los que el territorio de Las Merin-
dades alcanzó el más alto nivel de población de todas las épocas.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
por el fuero que los ampara, que acogerá a los últimos repobladores llegados a estas tierras. Su
aparición se inicia en el siglo XII y culmina a principios del siglo XIII. Es obra de Alfonso VII y
Alfonso VIII, creadores de las pueblas de Medina de Pomar, Frías, Villasana de Mena, Mi-
jangos y Criales, aunque sólo cristalizarían las tres primeras. Surgen amparadas por el fuero que
los reyes otorgan a sus pobladores presentes y futuros, que les proporcionaba el disfrute de
franquicias, libertades, privilegios y, lo más importante, de mercado semanal. Y contarán con
una calidad espacial específica gracias a su carácter urbano y planeado. Sobre todas ellas des-
tacará Medina de Pomar. Estas nuevas pueblas reales constituyen un intento logrado de racio-
nalizar la vida económica y social de este sector de contacto con los puertos cantábricos y
vascos, entonces incorporados al ámbito castellano.
La estructura actual del poblamiento ya debía estar consolidada en los siglos XII y XIII. Un
poblamiento variado en el que coexisten tipos de hábitat concentrado con otros de hábitat
disperso. Se trata de un poblamiento denso, por el elevado número de entidades o núcleos
de población, más de 400, dispuestos en una tupida malla de núcleos cercanos entre sí. Des-
tacan por tener un hábitat mucho más denso y apretado el Valle de Mena y el pasillo diagonal
que comprende los ríos Nela y Ebro, desde Valdeporres hasta el Valle de Tobalina, con un
máximo en los llanos centrales. Y por tener una menor concentración de entidades de pobla-
ción destaca el borde septentrional, exceptuando el Valle de Mena.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
El espacio construido de los pueblos, el caserío, se dispone sin orden aparente. En general, en
Las Merindades el caserío se aglomera, las casas llegan a adosarse, surgiendo cuerpos de po-
blación con esbozos de calles. Sin embargo, en la zona norte eso no ocurre, pues las casas
junto a los anexos agrícolas y algo de espacio cercado alrededor forman como un alveque junto
al resto de casas dan lugar a una especie de panal. Los mejores ejemplos los encontramos en
algunos pueblos del Valle de Losa y de la depresión de Espinosa.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
A mediados del siglo XIX el Diccionario de Madoz nos presenta el territorio de Las Merin-
dades como un espacio en el que la ganadería tiene un papel económico preeminente, y es de
hecho su principal exportación al exterior. La preeminencia de la ganadería y su mayor estima-
ción social se constata tanto en la Alta y Baja Edad Media como en la Edad Contemporánea.
El territorio de Las Merindades cuenta con una riqueza de indudable valor, gracias a la ampli-
tud de montes y pastizales, asentada además sobre aquellas especias de más alta valoración
como la vacuna o la equina, además de un muy numeroso ganado porcino. Buena parte de esa
riqueza histórica pertenece a los grandes propietarios no campesinos, nobles o monasterios;
pero también los pequeños campesinos podrán beneficiarse de ella, gracias a las disponibilida-
des concejiles sobre pastos y montes de grana, y podrán asentar sobre ellas una economía di-
neraria que no es un complemento económico al producto de sus tierras, sino un capítulo
esencial en la subsistencia difícil de una actividad agrícola comida muchas veces por las deudas.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
ganadería disminuye en la explotación agraria, primando el ganado menor: lanar, cabrío y por-
cino.
El maíz fue la primera planta americana en llegar a la zona, a principios del siglo XVIII, exten-
diéndose rápidamente al resto de la población en el espacio de ese mismo siglo. Se trata de
un cultivo esencial en el siglo XVIII, en algunas zonas a la par que el trigo, que es empleado
para la valorización de tierras de inferior calidad. Asociado el maíz están las alubias, cuyo culti-
vo se realizará en los propios maizales, una planta que entra en la zona después del maíz, que
se generaliza rápidamente durante el siglo XVIII, y que triunfa sobre todo en el siglo XIX, al
convertirse en un producto comercial de gran interés en los mercados urbanos. La patata se
introdujo más tardíamente , a partir del siglo XIX, pero su éxito fue inmediato, pues en ape-
nas 15 años se había extendido por todo el territorio. Es el cultivo que más rápidamente se
aclimata y el que logra un valor económico y social más relevante para la economía agraria en
su conjunto y para cada economía familiar, asegurando su difícil subsistencia.
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
El desarrollo económico castellano desde la Edad Media tendrá uno de sus ejes principales en
las comunicaciones entre la Meseta del Duero y el centro del país, con la costa cantábrica, y
en particular con su sector oriental, básico para la exportación castellana y para el abastecimien-
to del país. Es en buena parte el eje de la lana y, en definitiva, el de todo comercio y relación
con el occidente y norte europeos.
El transporte de lana, granos y vinos se hizo en carretas y, sobre todo, en caballerías, hasta la
aparición de los nuevos caminos del siglo XIX. En carretas se transportó la lana, a pesar del
mal estado de los caminos, de las dificultades de los puertos y de los pasos difíciles. Y a lomo
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Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
de mulas y asnos debió realizarse lo esencial del abastecimiento de granos y vinos de Vizcaya y
tierras santanderinas orientales, e incluso del resto del País Vasco. A lomos de mulas salía tam-
bién el hierro de las Encartaciones hacia el interior, los pescados desde los puertos y los mil
productos procedentes del exterior.
Esta actividad transportista a larga distancia fue compaginada por una actividad mitad transpor-
te y mitad comercio, de corta distancia, cuyo fundamento será el abastecimiento de las villas
cantábricas de trigo e incluso de pan cocido, a partir de los mismos pueblos de este territorio.
Es lo que el siglo XVIII merece el calificativo de “traginar”. Los arrieros no eran simplemente
transportistas, cuyo único beneficio era el porte, sino también comerciantes dedicados a com-
prar y vender, siguiendo los caminos más favorables de acuerdo con los productos más benefi-
ciosos.
El arriero, el transportista con caballerías propias constituye toda una institución en el territorio
de Las Merindades que pervivirá hasta el siglo XX, existiendo zonas y pueblos especialmente
dedicados a esta actividad, que compaginan con una labranza subordinada: el Valle de Mena,
los pueblos de “la Montañuela” en la Merindad de Cuesta Urría y una parte de los de Sotos-
cueva y Montija, concentrándose sobre todo en torno a los pasos obligados y más dificulto-
sos.
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ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Capítulo 2
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Hoy en día la mayor parte de los edificios de la Arquitectura Popular de Las Merindades que
se conservan se nos presentan como una arquitectura en piedra formada por una estructura
portante de muros de piedra al exterior y de pies derechos y vigas de madera al interior, y por
forjados intermedios y estructura de cubierta en madera. En algunas zonas, como en La Bureba,
la piedra de los muros exteriores es sustituida por adobe o ladrillo. Y ocasionalmente, reparti-
dos por todo el territorio de Las Merindades, encontramos edificios en los que parte de las
fachadas exteriores están formadas por entramados de madera rellenos de materiales varios. En
ambos casos el número de ejemplos existentes es insignificante frente a los edificios de piedra.
Esa ligera diversidad en sistemas constructivos nos habla por un lado de cómo en el territo-
rio estudiado de Las Merindades (cuyos límites superan la realidad histórica y geográfica
de las siete Merindades históricas) entran realidades geográficas tan distintas como La Bu-
reba, y esas diferencias marcan también diferencias en la arquitectura popular. Y sobre to-
do, y este es el aspecto que queremos desarrollar en este apartado, de cómo la arquitectu-
ra popular evoluciona a lo largo del tiempo y experimenta cambios, en la organización inte-
rior de las casas, en su tamaño y en los sistemas constructivos de que se compone, aunque
sea de forma lenta. Porque cuando estamos frente a edificios en los que parte de su facha-
da principal, cuando no todas las fachadas, están resueltos con un entramado de madera,
estamos frente a auténticas reliquias del pasado de la Arquitectura Popular de Las Merin-
dades, un pasado en el que los edificios se construían en madera.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Podemos sospechar también que en aquel tiempo las cubiertas eran vegetales. De ello no
hay duda en la Alta Edad Media, pues así lo constata uno de los documentos de Val-
puesta. Y cabe presumir su presencia en la Baja Edad Media, incluso mucho más tarde, en
los siglos XVI y XVII, donde incluso servirían para cubrir las casas de “cal y canto”. Esta
última presunción descansa en el especial acento que se pone en algunos documentos de
aquellos siglos en resaltar de alguna casa que esté techada con teja cerámica. Por otra parte
está constatada documentalmente la presencia de cubiertas vegetales en las cabañas pasie-
gas en el siglo XVII.
Los núcleos urbanos fueron también de madera, al menos hasta el siglo XVI. Con seguri-
dad cabe presumirlo para Frías, en los años 1.482-1.486, fecha en la que se data la
prohibición de establecer los hogares en otra planta que no fuera la superior, pegada al
tejado, y la obligación de revocarlos con yeso, por temor a los incendios.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
un material que es considerado más noble y que es más valorado estéticamente, un proceso
que se iniciará a partir del siglo XI, evidenciando el poder económico de las iglesias, inclu-
so de las pequeñas. En una segunda etapa los edificios militares, castillos y torres, construi-
dos en madera hasta ese momento, pasan a ser construidos exclusivamente en piedra escua-
drada, en una muy buena labor de cantería, un proceso que culmina en los siglos XIV y
XV, en los que surge el impresionante conjunto de torres de Las Merindades, muchas de
las cuales aún sobreviven. En la edificación civil el proceso de sustitución debió ser mucho
más lento y complejo.
No parece haber existido una única razón para explicar la sustitución de la madera por la
piedra. Por un lado estaría el agotamiento de los montes, pues la fecha en la que se gene-
raliza el proceso, el siglo XVIII, viene a coincidir con el momento de máxima destrucción
de las masas arbóreas de la comarca, que seguro llevó aparejado mayores precios en la ma-
dera. Por otro lado el abaratamiento de los costes de la construcción en piedra, al generali-
zarse. O el temor a los incendios, de lo que tenemos constancia por la aparición de diver-
sas ordenanzas en ciudades del norte del país (San Sebastián es una de ellas), en que se
anima a la petrificación de las fachadas exteriores, a la reducción de cuerpos volados sobre
las calles, a la construcción de muros cortafuegos entre las viviendas. Y seguramente tam-
bién animó a la sustitución la construcción por parte de nobles e hidalgos de casas en pie-
dra desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, como símbolo de su superior condición social y
de sus privilegios.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
La especie de madera más utilizada es el roble, generalmente roble albar que da troncos de
mayor porte y rectitud, pues es sabido desde antiguo que el roble bien seco tiene un compor-
tamiento mecánico excelente y gran durabilidad ya que el duramen o corazón no se ve atacado
por la polilla (el haya que es muy abundante en la zona norte de Las Merindades no se em-
pleaba porque se apolillaba) Y también es posible encontrar vigas de olmo o chopo.
La fórmula tradicional para la tala señala que la madera se debe cortar en invierno y con poca
luna para evitar la presencia de savia que pudiera afectar a su curado y secado posteriores. En
la zona existe una tradición aún más precisa “la madera se ha de talar en la luna menguante de
enero”. Fórmulas que ya se conocen desde la antigüedad. En los tratados clásicos (Vitrubio o
Palladio) se dice que la madera habrá de cortarse en otoño e invierno, e indican la mejor ma-
nera de conseguir que la madera destile toda la savia que contiene: los árboles se deben dego-
llar en pié dándoles un corte perimetral hasta el corazón y dejarlos así destilando toda la savia;
y cuando la madera esté seca se han de derribar.
Primeramente se escogían los árboles con cuidado, mirando para ello la calidad del terreno y el
soleamiento. La tala de un tronco se realizaba por dos lados opuestos, determinando la sangría
mayor la dirección de la caída, elegida con antelación. Para el corte se utilizaba una sierra de
hoja larga y libre con una empuñadura en cada extremo paralela a la hoja de la sierra, llamada
tronzador. Para evitar que la compresión de la madera bloqueara la hoja se utilizaban unas
cuñas sobre la hendidura, que al final se empleaban para provocar la caída del árbol. El derri-
bo necesitaba de cierta práctica para calcular hacia donde debía caer el árbol, dándole los
tajos necesarios para que se desplomara despacio, sin rasgar las fibras del tronco.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Una vez limpio de ramas se procedía al traslado de los troncos para cuyo arrastre se hacía uso
de la rabona, la pértiga corta de un carro normal, sobre la que se disponía de un tronco trans-
versal llamado burro al que sujetaban la cadena que por medio de un hierro en forma de clavija
o herradura clavado en la base del tronco, arrastraba el árbol. El arrastre se hacía mediante
ganado y con unos palos se iba dirigiendo el tronco.
Los troncos se trasladaban al lugar donde se troceaba y labraba la madera. Para trocear los
maderos o ajustarlos a las dimensiones requeridas se hacía uso del tronzador, la herramienta
adecuada para cortes transversales. Si eran piezas de madera que iban a componer la estructura
de los edificios, vigas o cuartones, se escuadraban a hacha. Se colocaban en obra sin más aca-
bado, y raramente se utilizaba la azuela para rectificar la labra. Los encargados de la labra de
las piezas tenían gran destreza y utilizaban hachas diseñadas específicamente para este trabajo.
Los carpinteros sabían que era preferible colocar piezas escuadradas a hacha que serradas recti-
líneamente ya que en el primer caso se conserva la dirección de las fibras de la madera. En
muchos casos se conserva las sinuosidades de las piezas, preocupándose en rectificar solamente
la cara que va a soportar el peso. En otros casos se buscaban piezas de madera que tuvieran
de forma natural las formas deseadas, tal es el caso de los caballos que se utilizaban para suje-
tar las sopandas.
La obtención de tablas a partir de un rollo se hacía aserrando, una labor difícil y agotadora
realizada a veces por especialistas, los serrones. Eran cuadrillas de trabajadores, de Polaciones
o de La Pernía palentina, que se desplazaban por el norte de Palencia y Burgos y por toda
Cantabria para serrar troncos y obtener tablas para todo uso. La forma de serrar un tronco era
la siguientes: se colocaba el rollo sobre un caballete alto y se ataba a la cabria (viga superior
del caballete); uno de los aserradores se colocaba sobre el rollo y otro debajo asiendo
cada uno de las empuñaduras del serrón, se marcaba la línea de corte longitudinal mediante
una bota (hilo impregnado de ceniza). Las tablas aserradas tenían un grosor de unos 3
cms. Las tablas de ripia para la formación de la cubierta no eran aserradas. La ripia no
necesita ni mucho grosor, ni espesor constante ni gran calidad de la madera.... así que son
de peor calidad que las tablas de piso. Se obtenían abriendo longitudinalmente los troncos
y extrayendo horcinas de grandes dimensiones, bastante irregulares.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
EL ENTRAMADO DE MADERA.
Los entramados de madera se emplean tanto en fachadas exteriores como en muros interiores,
que funcionan a la vez como muros de cargas y como divisiones, constituyendo una estructura
tridimensional. Normalmente los entramados exteriores no arrancan directamente del suelo sino
que para evitar la humedad de éste se colocan sobre un zócalo de piedra que ocupa toda la
planta baja del edificio; y pueden ser totalmente independientes del zócalo o insertar en él
pies derechos de madera.
Los entramados se forman mediante pies derechos de madera de pequeña sección, tramones,
entre las implentas, vigas horizontales de madera que apoyan o sirven de apoyo a las viguetas
de los forjados. Unos y otros solían ser de madera de calidad, mayormente roble pues debían
resistir bien la intemperie.
Los paños entre los tramones se rellenaron a lo largo del tiempo con diversos materiales, desde
los más antiguos a los más modernos:
− De seto, un entrelazado de varas de avellano o de tablillas de cañizo, recubierto de morte-
ro de barro. Antiguamente se empleó de forma generalizada en los entramados interiores
para la formación de los tabiques y, en menor medida, en los entramados exteriores.
− De toba o piedra, que todavía podemos encontrarnos por la comarca.
− De adobe, el más común en la arquitectura popular de Las Merindades que ha llegado
hasta nosotros. Se usó para la formación de los tabiques, y también al exterior, incluso en
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
edificios construidos a finales del siglo XIX y principios del XX, con balcón corrido semi-
volado en la planta superior, formando parte de la pared de separación entre el balcón y el
interior de la casa.
− De ladrillo macizo, y más tarde hueco.
Para el revestimiento de los entramados interiores se utilizaba una técnica que en poco difería a
la que ya explicaba el tratadista romano Vitrubio en sus “Diez libros de arquitectura”, según la
traducción del presbítero José Ortiz y Sanz:
“... Si los enlucidos hubieran de hacerse sobre tabiques de entramado, necesariamente
se producirán en ellos hendiduras o grietas a lo largo de las maderas verticales y de los
travesaños, porque, cuando se los recubre de tierra, necesariamente absorben la hume-
dad, y luego, al secarse, se contraen y producen en ellos grietas. Para que esto no suce-
da se observará la regla siguiente: cuando todo el tabique se haya trillado, se aprestará
una fila de cañas largas que se sujetarán en toda su longitud a las maderas con clavos de
cabeza ancha: luego se extenderá una nueva capa de barro y se clavará una segunda fila
de cañas en sentido contrario a las anteriores; y encima se aplican el enlucido de arena y
estuco de mármol...”
Y para el revestimiento de los entramados de madera exterior, rellenos con seto o adobe, se
empleaba frecuentemente el mortero de barro, cal o yeso, para proteger la fábrica y la propia
madera, picando la madera con azuela para que agarrase el mortero. En los entramados rellenos
de ladrillo de tejar, o de piedra, no era frecuente efectuar dicho revestimiento.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
riores son enteramente de entramado, interior y exteriormente, formando por avance un sopor-
tal bajo toda la fachada principal; y cómo cuenta con diagonales de madera o “cruces de San
Andrés” para poder conferir a la estructura la rigidez necesaria y evitar así la excesiva deforma-
ción inherente a una estructura articulada como ésta.
En un primer estadio evolutivo la mayor parte de los entramados exteriores, todos menos la
fachada principal, son sustituidos por muros de piedra (Foto 2, 3 y 4). Esos muros de piedra
pueden ser portantes, y recibir parte del peso de forjados y estructura de cubierta o ser un
simple cierre en el que se inserta o adosan pies derechos que son los que realmente soportan el
peso de forjados y estructura de cubierta. En cualquiera de los dos casos el muro de piedra es
ahora el responsable de impedir la deformación del conjunto y por esa razón el entramado de
madera ya no necesita de diagonales. Y es frecuente que los avances en entramado de madera
exterior (Fotos 2 y 3) esté protegidos lateralmente mediante el avance de los muros laterales,
totalmente o sólo en el piso superior, en una solución muy habitual en la Edad Media, y que
eran conocidos como muros cortafuegos, pues esa era su función.
Un segundo estadio evolutivo estaría representado por las “casas de carpintería” (Foto 8),
nombre que se da en algunos pueblos de Las Merindades, a unas pocas casas que parecen
haber sido construidas como las actuales: primero se levantaba el armazón de madera y la cu-
bierta y luego se cerraba con muro de piedra, dejando los pilares exteriores de madera insertos
o adosados a estos muros. Algo que bien podría ser cierto en algunas de ellas, en las que los
cabrios de cubierta que llegan a los muros exteriores cargan siempre sobre pies derechos de
madera; pero hay otras en las que esto no sucede así y los cabrios apoyan directamente en el
muro exterior, si acaso, a través de una carrera corrida. Por lo que cabe sospechar que el pro-
ceso de levantamiento de estas casas era algo más elaborado y que se ejecutaba conforme a la
siguiente secuencia:
− Se levantaban los pies derechos y vigas de la planta superior, para recibir los cuartones del
primer forjado, y se cerraba la planta con los muros exteriores de piedra.
− Se levantaba el segundo nivel de pies derechos y forjado, y se volvía a elevar los muros
exteriores de piedra, hasta la altura necesaria para, finalmente, recibir los cabrios de cubier-
ta.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Pero también ha llegado hasta nosotros porque se ha venido empleando hasta el siglo XIX.
Así es posible encontrarlo en construcciones recientes del Valle de Tobalina y de Oña (Foto
6), seguramente debido a la disponibilidad en ellos de tierra con la que fabricar adobe, el
material más empleado en el relleno de los paños. Y también es frecuente encontrarlo en edifi-
caciones auxiliares como pajares exentos(Fotos 9 y 10).
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
La estructura portante de madera está formada por pies derechos o postes, asentados sobre
una basa de piedra, pollo. Sobre los postes apoyan las vigas madre, a través de zapatas, dis-
puestas en las direcciones que mejor se acomoden a la distribución interior; y sobre ellas apo-
yan las vigas o cuartones de los forjados intermedios. Y a éstas últimas se fijaban las tablas que
formaban el piso, tablas gruesas de unos 3 cms, que en muchas ocasiones eran también el te-
cho del piso inferior, cuando no se rellenaba el espacio entre vigas. Vigas y vigas madre pue-
den cargar en los muros, bien directamente o a través de cargaderos o carreras.
Las estructuras de la cubierta son algo más complejas. Cargan sobre los muros exteriores de
piedra o sobre vigas y pies derechos de madera. Y cuenta con una estructura primaria que varía
según se trate de una cubierta a dos, tres o cuatro aguas, y de una estructura secundaria de
cabrios, vigas de pequeña sección que se colocan inclinadas en el sentido de la pendiente y
que cargan sobre la estructura primaria y sobre los muros exteriores de piedra, a través de unas
vigas corridas de pequeña sección, llamadas estribos. Y sobre los cabrios se dispone tablas
irregulares de madera, latas o ripias, o restos del descortezado de los troncos de los árboles, el
teguillo, sobre la que se colocará luego la teja.
En cubiertas a dos aguas la estructura primaria está formada por sopandas, vigas paralelas al
caballete, que apoyan exteriormente en los muros medianeros de piedra e interiormente en pies
derechos, a través de zapatas. La sopanda que se coloca bajo el caballete, cuando no hay un
muro de piedra central, se llama cumbre. Las sopandas intermedias en ocasiones cargan sobre
vigas inclinadas ligeramente curvadas llamadas caballos, machos o chavarcones, cuando se han
querido evitar pilares interiores (Fotos 12 y 13).
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
En cubiertas a 3 ó 4 aguas, es necesario disponer bajo las limas, una viga inclinada recta, el
aguilón, que cuando llega a cargar inferiormente en el encuentro de dos muros de piedra suele
hacerlo sobre una pequeña viga diagonal, ligeramente curvada o no, el cuadral, que a su vez
sujeta a los estribos.
Y todas las cubiertas suelen contar con un alero para proteger las fachadas de la lluvia. Suelen
estar formados por tacos de madera horizontal de pequeña sección, canecillos, y sobre ellos
tabla. Lo normal es que contaran con un cierto trabajo de labra, más refinada cuanto más im-
portante era la casa, y que el empotramiento en el muro de piedra se resuelva con 2 carreras
inferiores y una contracarrera superior, que además sirve para recibir a los cabrios (Fotos 14 y
16). La que ya no es tan frecuente es la solución que se recoge en la Foto 17, en la que se
ve como los canecillos se reducen en número pero aumentan en sección y vuelo, convirtiéndose
en cabezuelas, que se forman a partir de las vigas maestras interiores, y sobre las que apoyan
cabrios forasteros.
Los tabiques se resolvían como los antiguos entramados de madera, con palos verticales, tra-
mones, rellenos de seto, piedra, adobe o ladrillo (Fotos 18 y 19).
La mayoría de los encuentros entre los distintos elementos de madera se producen mediante un
simple apoyo: ya sea el de una viga con un pie derecho, a través de una zapata, ya sea el de
las viguetas de un forjado sobre la viga, o ya sea el de los cabrios de cubierta sobre sopandas
y carreras. Únicamente hay necesidad de ensambles en el encuentro entre vigas inclinadas tipo
caballos y pies derechos, que se suele hacer normalmente a media caja y ocasionalmente a caja
y espiga (Fotos 11 a 15).
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Son dos los tipos de piedra de los que más uso se ha hecho en la zona: la arenisca y la caliza,
rocas de origen sedimentario que encontramos alternándose en capas superpuestas. La arenisca
es una roca detrítica constituida fundamentalmente por granos de cuarzo, trabados por medio
de una matriz también detrítica y/o por cementos de variada naturaleza. Y las calizas están
constituidas por precipitados de carbonatos y partículas carbonatadas y de otra naturaleza.
La arenisca es sin duda el tipo de piedra más empleado en las casas de Las Merindades. Se
presenta en diversas formas, con granos de distinto tamaño y color variable, en función de la
mayor o menor presencia de hierro, que al oxidarse en contacto con el aire da lugar a tonali-
dades rojizas, a veces muy fuertes (Foto 21). Y gracias a la escasa dureza que presenta al ser
extraída de la cantera, es de muy fácil labra. El acabado superficial que se le ha dado tradicio-
nalmente es el de un estriado diagonal de surcos paralelos (Fotos 28 a 31).
La arenisca permitía además obtener sillares de gran tamaño para la formación de huecos en los
muros para ventanas y puertas. Por esa razón es frecuente encontrar en aquellos pueblos que
disponían de arenisca y caliza, el hacer los paños ciegos de mampostería de caliza, con o sin
revoco exterior, formando los huecos y esquinas con sillares de arenisca. La arenisca sólo tenía
un inconveniente, se erosionaba con facilidad y era heladiza por su capacidad para absorber
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
agua. Es frecuente encontrar el arranque de los muros de arenisca muy desgastados por efecto
de las salpicaduras del agua de lluvia al caer de los aleros, y por efecto de las heladas, que va
disgregando la piedra. Por esa razón existía el dicho “las come la luna”, porque en las noches
de luna fuerte y cielos despejados, se dan las heladas más intensas. En algunos casos hemos
observado el empleo de piedra caliza, en grandes sillares, para el arranque de muros construi-
dos en arenisca.
En el conjunto de Las Merindades las construcciones hechas con arenisca son de buena factu-
ra, aunque podemos destacar alguna zona, en los pueblos de los términos de Alfoz de Bricia y
Alfoz de Santa Gadea, donde se empleaba una arenisca muy blanda al ser extraída, y que ha
dado lugar a excelentes fábricas de sillarejo o sillares. También encontramos buenas construc-
ciones de arenisca en el Valle de Manzanedo, en el Valle de Zamanzas y en el Valle de Val-
divielso.
La piedra caliza tiene menos presencia en este territorio y además era de más difícil labra que la
arenisca (Foto 22). Aunque hay zonas, como el Valle de Mena y el Valle de Losa, donde
casi es el único tipo de piedra empleada. Fuera de ellas la encontramos como único tipo de
piedra presente en las construcciones en pueblos de Montija, cercanos a La Peña, en pueblos
de Los Altos y en algunos pueblos del curso alto del Nela, entre Pedrosa de Valdeporres y
Villarcayo. Allí donde sólo se emplea piedra caliza para la construcción de casas está casi ge-
neralizado el uso de mampostería en los paños ciegos y de sillares en la formación de huecos y
esquinas.
También encontramos pueblos en que se emplea arenisca y caliza a la vez (Fotos 25 y 26).
En otras zonas encontramos un tipo de piedra, llamada calcarenita o caliza arenosa. Y otra
piedra caliza, mucho más porosa, toba o travertino, empleada en rellenos y en ocasiones
formando enteramente un muro (Fotos 23 y 24)
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
la roca y sobre las líneas de corte, se abrían rozas en forma de V. En ellas se introducían cuñas
de hierro y con una maza el cantero iba golpeando las cuñas, recorriéndolas todas, hasta que la
piedra, tras un golpe, sonara hueca. El bloque, listo para ser extraído, se desprendía de la roca
con palancas.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
La forma más común en Las Merindades de disponer la piedra en los muros o aparejo, es la
mampostería (Foto 27), a base de piedras irregulares de pequeño tamaño, mampuestos, cuya
labra consiste en un simple desbaste, y que exige una colocación cuidada buscando el acuer-
do entre unas piedras y otras y asegurando el asentamiento de las piezas a base de mortero de
barro o arcilla (en muy pocos casos a base de mortero de cal y arena), rellenando los huecos y
acuñando las piedras mediante ripios, piedras de forma irregular procedentes en su mayor parte
del desbaste de los mampuestos. Una vez levantado el muro era habitual que se rejuntara la
piedra con el mismo mortero con que se había recibido. En algunas zonas como el Valle de
Losa la piedra es muy menuda y con forma de lajas, lastras, dando lugar a un acabado singular.
También encontramos en la comarca muros construidos a base de sillarejos (Foto 28), piedras
bastante escuadradas, aunque sin llegar a ser sillares, de tamaño no muy grande para que pue-
da ser manejada por una sola persona.
Y finalmente encontramos también excelentes fábricas de sillería (Fotos 29, 30 y 31), a base
de sillares, piedras ortoédricas perfectamente escuadradas, de gran tamaño por lo que para su
colocación tenían que ser manejadas por varias personas o mediante poleas
Pero realmente la forma más abundante de aparejo que encontramos en Las Merindades es la
que se refleja en las Fotos 32, 33 y 34, es decir: mampostería ordinaria en los paños ciegos
con refuerzo en sillería de esquinas, huecos de ventanas y puertas y elementos singulares, como
muros cortavientos. Generalmente con el mismo tipo de piedra, aunque a veces cambia, en-
contrando sillares de arenisca en un muro de mampostería caliza o viceversa.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
En las labores de cantería se distinguía entre los mamposteros y los canteros librantes, oficios
que exigían de distintas herramientas y de distinta destreza, aunque en ocasiones eran realiza-
das por la misma persona.
Los dos tipos de piedra usada habitualmente en la zona, la arenisca y la caliza, dada su dife-
rente dureza, estaban especialmente indicadas para alguno de estos aparejos, y no para todos.
La arenisca puede aparecer con cualquiera de ellos, pero por la facilidad de su labra, era habi-
tual encontrarla en forma de sillarejos, incluso en construcciones secundarias como pajares, for-
mando los sillares de huecos y esquinas, o formando paños enteros de fachada en sillería. Sin
embargo, la caliza, por su mayor dureza, la encontramos formando los sillares de huecos y es-
quinales, rara vez formando paños enteros de sillería, y habitualmente formando los paños de
mampostería, por exigir menos esfuerzo.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Pero la construcción de un muro tenía aún más sutilezas porque, de otro modo ¿cómo se ex-
plica que los muros de mampostería pudieran mantenerse en pie de forma aceptable durante
tanto tiempo, estando como estaban compuestos de mampuestos irregulares recibidos con mor-
tero de barro? Y más aún cuando observamos como en algunos pueblos los mampuestos son
cantos rodados.
La construcción de una casa comenzaba con la apertura de las zanjas de cimentación de los
muros y la búsqueda y preparación del firme. Se iniciaba el levantamiento de los cimientos de
los muros exteriores y del muro medianero si lo había. Si la casa era en hilera el levantamiento
del mero medianero, medianil, correspondía por igual a los dos vecinos, resultando la propie-
dad mitad por mitad; y si no llegaban a un acuerdo el constructor se veía obligado a duplicar
el muro. Los muros eran ligeramente más anchos que los muros que recibían.
Para entender como estaban armados los muros hemos de fijarnos en alguno caído (Fotos 35
y 36) y nos daremos cuenta de cómo los muros, ya sean de mampostería, sillarejos o sillería,
están formados realmente por dos hojas trabadas y con un relleno central. La hoja exterior es la
más importante pues, además de ser visible y “dar la cara” al edificio, es la que ha de hacer
frente a las inclemencias del tiempo y adaptarse a las variaciones de humedad y temperatura.
La hoja interior es a la que se pone menos atención en su aspecto, pues o bien se deja vista
allí donde no importa: en la planta baja, dedicada a bodega o a guardar los animales, o bien
se revoca con mortero de barro, en las habitaciones vivideras. Las dos hojas se van subiendo a
la par, cuidando el perfecto asiento de las piedras, rellenando el núcleo central con piedras
más menudas y abundante mortero de barro y, lo más importante, trabándolas regularmente
cada cierta distancia, mediante piedras largas capaces de atravesar el espesor del muro, trabas,
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
De la manera que acabamos de describir se levantaban los muros, con espesores entre 60 y
70 cms de espesor, según el número de plantas que debían soportar. Con esas secciones los
muros eran perfectamente estables por sí mismos y capaces de hacer frente a las cargas vertica-
les de pisos y cubierta y a empujes horizontales. Y la estabilidad del conjunto quedaba total-
mente garantizada con la perfecta trabazón de unos y otros en las esquinas, razón por la que
encontramos aquí esquinales de sillería, entrelazados en toda la altura, que además servían para
dar resistencia frente al roce y los golpes en un punto particularmente expuesto. En las solucio-
nes más refinadas hemos encontrado esquinas biseladas (igual que se hacía habitualmente con
las esquinas de vigas y pies derechos) o, en un alarde de virtuosismo, redondeadas.
En casas muy modestas o en edificios auxiliares a la vivienda, como pajares y cuadras, la ejecu-
ción de los muros de mampostería está menos cuidada (Foto 35). Muchas veces carecen del
rejuntado exterior, la piedra es más menuda y está peor trabada. En estos casos es frecuente
encontrarnos frente a una “casa de carpintería”, en la que lo forjados y la cubierta cargan sobre
un armazón de madera, evitando así que se venga abajo un paño de cubierta si falla el muro
subyacente.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Vamos a fijarnos ahora en otra cuestión importante en la construcción de los muros: la ejecu-
ción de los huecos para ventanas y puertas.
Fijémonos primero en las ventanas, un elemento funcional de primer orden en una casa, pues a
través de ella se iluminan y ventilan las estancias y se controla visualmente el exterior. Y un ele-
mento que, en función de su tamaño, nos sirve para hacernos una idea de la antigüedad de la
casas. Salvo en casas notables, las ventanas que daban servicio a estancias vivideras (porque
las que daban servicio a bodegas y cuadras siempre fueron pequeñas o simples aspilleras) han
sido hasta el siglo XIX de pequeño tamaño, para reducir las pérdidas de calor en invierno y
por la imposibilidad de acristalarlas. Por esa razón estaban hechas enteramente en madera, cie-
gas, salvo por un pequeño ventanuco que se abría para ventilar y ver, y colocadas al medio
del muro (Foto 45). Porque el cristal, que no llega a la zona hasta el siglo XVIII, era un pro-
ducto manufacturado de precio prohibitivo, al alcance de muy pocos; sólo cuando se hace
asequible aparecen las ventanas acristaladas, en muchos casos como una segunda carpintería,
enrasada con la cara exterior del muro, conservando la primitiva como un postigo.
En cualquier caso las ventanas siempre se han resuelto al exterior con sillares de gran tamaño,
de unos 25 cms de espesor, llamados según su posición: dintel el superior, jambas los laterales
y solera el inferior. El dintel se suele resolver habitualmente con una sola pieza, doblada inte-
riormente con dos cargaderos de madera. Las jambas se forman con una o más piezas,
llamándose aguja a las verticales y tranqueros a los horizontales que, además, traban la pared.
Y la solera no suele doblarse interiormente, de tal forma que el hueco se rebaja interiormente
hasta el suelo. El intradós del hueco, que es recto al exterior, al interior se abre o abocina en
los laterales (y a veces en la parte superior) para mejor aprovechar la luz. (Fotos 42, 43 y
44).
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Es solución habitual que se superpongan los huecos de diferentes plantas, a eje, formando los
sillares un conjunto. (Foto 45).
En las casas solariegas o notables es frecuente encontrar el refajado clasicista de la Foto 46. Y
también “ventanas de asiento” o “con orejeras” y capialzados, al interior.
En ocasiones el hueco se forma con el propio marco de la ventana, colocada ésta “a haces
exteriores” (Foto 47).
Cuando la ventana toma mayor tamaño puede llegar a convertirse en “puertaventana”, con una
barandilla de forja (Foto 48). Suele tratarse de casas recientes, aunque no sea un elemento
nuevo pues ya lo encontramos en casas solariegas de épocas anteriores.
En ocasiones en casas señoriales o torres solariegas encontramos ventanas tan elaboradas como
las de las Fotos 49 y 50.
Las puertas tenían un mayor tamaño que las ventanas pues servían para la entrada de personas
y animales, y en ocasiones debía además permitir el paso de carros. Por esa razón ejecutar el
hueco suponía un mayor problema constructivo que el de las ventanas aunque constara de las
mismas piezas: dintel, jambas (con agujas y tranqueros) y solera.
El dintel es la pieza directamente condicionada por la anchura del hueco. Una de las opciones
empleadas tradicionalmente, aunque no la más habitual, era resolverla en madera, una opción
segura pues sólo había que procurar troncos de sección suficiente (Fotos 51 y 52).
Claro que la madera no tenía la perennidad de la piedra, y es con este material con el que se
resolvía la mayoría de las veces (Fotos 53, 54, 55 y 56). Si se hacía en arenisca, de más
fácil labra, se procuraba que tuviese un buen canto, porque este material aguanta difícilmente la
flexión y de hecho se pueden observar como muchos dinteles de arenisca están partidos; para
evitarlo es frecuente recurrir a un segundo dintel de descarga, con una ranura entre ambos (Fo-
to 54 y 55). El dintel de la Foto 56, con casi 3 metros de luz, es infrecuente. Y si se hacía
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
en caliza, aunque fuera más grande y pesado y su labra fuera mucho más trabajosa, era una
opción también segura.
En las casas de mayor valía fue también frecuente, entre los siglos XV y XVIII el resolver los
huecos de las puertas con entradas en arco: al principio arcos apuntados, góticos (Foto 57),
luego de medio punto, clasicistas (Fotos 58, 59 , 60 y 61), los más abundantes, y más
tardíamente arcos rebajados, neoclásicos (Foto 62). Exigían un trabajo de cantería muy elabo-
rado y unas ocasiones se insertaban en una fachada enteramente de sillería (Fotos 58 y 61),
mientras que otras lo hacía en una fachada de mampostería (Fotos 59 y 60), formando con-
junto con la sillería del hueco superior.
Posteriormente, entre los siglos XVII y XVIII encontramos dinteles adovelados (Fotos 63 y
64), en ocasiones de gran sofisticación. La solución de la Foto 65 es la solución universal de
las grandes casas que desde el siglo XVIII se empieza a construir en el Valle de Mena y que,
como veremos en el Capítulo 4, tanto éxito tuvieron, siendo imitadas en todos los tamaños,
masivamente en el Valle de Mena y ocasionalmente en el resto de Las Merindades.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Observamos cómo en la mayoría de las casas que fueron construidas desde finales del siglo
XIX los paños de mampostería están revocados, dejando al descubierto únicamente los sillares
de huecos y esquinas (Fotos 38, 39 y 40). Y constatamos cómo fueron concebidas así des-
de el principio cuando encontramos algún paño que accidentalmente se dejó sin revocar y ve-
mos cómo en los sillares se ha practicado un rebaje para que al aplicar el revoco enrase con su
cara exterior y cómo la piedra se ha dejado con las juntas descarnadas, para facilitar el agarre
de la pasta (Foto 39). Pero lo más interesante es comprobar cómo la mayoría de esos revocos
son morteros de cal y arena, argamasa, aplicados sobre muros de mampostería que no son de
“cal y canto”, pues la piedra ha sido recibida con mortero de barro. Unos revocos que, ade-
más de exigir un mínimo mantenimiento mediante su pintado con lechada de cal, han demos-
trado un comportamiento extraordinario, asegurando la integridad de las fábricas durante mu-
cho tiempo.
La anterior cuestión nos lleva a un asunto de gran interés, el uso de la cal en la Arquitectura
Popular de La Merindades. Un material que ya venía siendo utilizado en la zona en los edifi-
cios de mayor valor, “de cal y canto”: iglesias, torres y en alguna casa solariega, un símbolo
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
poco menos que de solidez eterna, pero que sólo estaba al alcance de unos pocos por su alto
precio, a causa del enorme esfuerzo que suponía su obtención y correcta preparación. Y que
comienza a usarse en la Arquitectura Popular de Las Merindades desde la segunda mitad del
siglo XIX, generalizándose desde principios del siglo XX, en un momento histórico que viene a
coincidir con la aparición de un número muy alto de casas nuevas, de tres plantas y excelente
factura. Señales todas ellas que nos hablan del momento de prosperidad que se debió vivir en
la zona en ese momento.
La carga del horno era el trabajo más duro y del que dependía en mayor medida el éxito de la
cocción. Por la boca inferior se introducía el calero e iba construyendo una falsa bóveda con
fragmentos de caliza de pequeño tamaño, dejando una abertura circular en el centro por la que
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
subía la llama; o se podía utilizar como cimbra la propia leña. Las piedras calizas debían estar
perfectamente acuñadas para soporta toda la carga. Sobre la base el calero iba colocando hile-
ras de piedra hasta donde le era posible. Los cantos mayores se disponían próximos al hueco y
los menores cercanos a las paredes del horno. La carga se continuaba desde la boca superior,
cerrando el horno unos 20 ó 30 cms por encima del nivel del suelo.
El primer fuego debía ser de combustión lenta para evitar que el horno se desmoronase. Y
cuando la piedra comenzaba a sudar, es decir, a desprender humedad uniéndose unos frag-
mentos con otros, debía activarse más la llama. La cochura se mantenía durante tres días de
manera ininterrumpida, limpiándose las cenizas cada cierto tiempo. La cocción desprendía un
humo denso y negro que se iba tornando blanco según avanzaba la calcinación. El calero reco-
nocía cuando había terminado la cocción por el color de la llama, que al principio era azulada
debido al gas carbónico desprendido y que al final se iba volviendo roja. Para cerciorarse el
calero introducía una piedra calcinada de la cubierta en agua y si ésta se transformaba fácilmen-
te en pasta, era indicativo de que la cocción había terminado. La hornada se dejaba reposar
dos o tres días para que se enfriara lentamente, cerrando las bocas del horno. Finalmente había
que tener la precaución durante el desmantelamiento del horno o deshornamiento, la manipula-
ción y almacenamiento de la cal viva que ésta no permaneciera mucho tiempo expuesta al aire,
para evitar su apagado involuntario, porque el óxido de calcio empezaría a absorber lentamen-
te la humedad del aire.
La cal viva obtenida era la que se vendía y se acarreaba a las obras, donde se procedía a su
apagado en agua en balsas. En función de la cantidad de agua aportada se obtenía distintos
resultados: hidrato en polvo, pasta de cal o lechada de cal. La pasta de cal, la empleada en la
fabricación de los morteros, se obtenía añadiendo en agua tres veces el peso de la cal viva.
Una vez apagada era esencial el reposo, cuanto mayor mejor resultaba en aglomerante. De
hecho los textos clásicos ya nos hablan de la bondad de la cal enfosada o ensilada: en la anti-
gua Roma, según cuenta Plinio, las normas edificatorias prescribían que sólo se empleara la cal
que hubiera reposado al menos tres años. Una norma que la tradición ha conservado, y por
eso la preparación de la cal apagada necesaria era de las primeras cuestiones que se acordaban
antes de iniciar una obra.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
En la comarca de Las Merindades fueron muy abundantes las caleras, prácticamente todos los
pueblos que disponían de piedra caliza adecuada contaban con una en la que además se pre-
paraba teja y ladrillo. Y que eran atendidas en la mayoría de los casos por asturianos, más con-
cretamente del entorno de Llanes. Al abordar la fabricación de teja y ladrillo tendremos
ocasión de analizar esta cuestión en detalle.
Para la preparación de los morteros de cal se siguen las enseñanzas que ya Vitrubio describía
en sus “Diez libros de Arquitectura”:
“... buena arena... ...que no tenga tierra alguna. Las especies de arena mineral son ne-
gra, blanca, roxa y carbúnculo. La mejor de todas éstas será la que rechinare estregada
con las manos, lo qual no hará la que tuviera parte de tierra, por carecer de la aspereza.
Será también buena, si puesta sobre un lienzo cándido, no dexare tierra ni señal de man-
cha. Si no hubiese cavas de arena se tomará de los ríos, o se cernerá del cascajo. Podrá
también usarse la de las playas del mar; pero esa tiene el inconveniente de secarse con
dificultad en la fábrica, y la pared de esta arena no puede cargarse presto... Tiene otro
inconveniente y es que las paredes de esta arena escupen el salobre, que hace caer cuan-
to revoque se les ponga”.
En muchas ocasiones el mortero no es de buena calidad (Foto 41), por no alcanzar en la cale-
ra la temperatura necesaria para una buena calcinación de la piedra caliza, o por emplear arcilla
o arcilla arenosa en lugar de arena, pues necesitaba de mucho agua para una mezcla uniforme y
daba lugar a una pasta compacta o mal mezclada, que impedía su endurecimiento o permitía el
lavado de la cal, soluble en agua. Se incumplía así la vieja máxima que dice “el mortero de cal
no debe llevar más agua que las gotas se sudor del peón que lo mezcla”,
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
EL ADOBE.
El adobe es un material que es usado en todo el territorio de Las Merindades, sobre todo
para el relleno de los entramados interiores que forman las divisiones. Juan de Villanueva expli-
có muy bien en su libro “Arte de Albañilería”, publicado en el año 1.776, el proceso de
fabricación del adobe:
“Con la tierra arcillosa bien remojada y batida se forman dentro de unos marcos o gradi-
llas, unos cuerpos regulares llamados adobes, que sirven para construir paredes y tabi-
ques a poca costa, ya sea uniéndolos con mezcla de cal y arena, o con barro solo, que
es lo más común. Para hacer estos adobes se debe buscar una tierra muy pegajosa y gro-
sera, y se debe amasar muy bien, mezclándola con un poco de estiércol o paja para que
tenga más unión. Después de bien amasada, se echa en unos marcos o gradillas de la
medida que se quiere dar a los adobes, y extendiéndolo dentro de ellos sobre un plano
espolvoreado hasta llenarlos, se enrasan y quita lo que sobre con un rasero. Hecho lo
cual, se levanta la gradilla, y queda formado de adobe, y para que se despeguen con
facilidad, se espolvorean con polvo o ceniza la gredilla antes de echar el barro”.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
EL LADRILLO Y LA TEJA.
En Las Merindades encontramos el ladrillo macizo de forma esporádica en casas antiguas relle-
nando un entramado de madera, visto o revocado. Seguramente con él se sustituyó al adobe o
al seto, que desempeñaban anteriormente esa función. Y tenemos que ir a La Bureba para
encontrar un uso habitual del ladrillo, bien como relleno de un entramado de madera poco
cuajado (Foto 70), o formando enteramente muros autoportantes.
En cuanto a la teja, este es hoy el material de cubrición utilizado universalmente en Las Merin-
dades, si exceptuamos las cabañas pasiegas, techadas con lajas de piedra. Aunque como ya
vimos en el primer apartado de este Capítulo, seguramente las casas se hayan cubierto anti-
guamente con otros materiales, vegetales, incluso las casas de “cal y canto”.
La teja es del tipo teja árabe, llamada comúnmente así por haber sido los moriscos quienes la
introdujeron en nuestro país , pero realmente es una teja romana pues derivada de las tejas
imbrice . Fabricadas manualmente, resuelven con un solo tipo de teja canales y cobijas, pues
no se ha detectado la presencia de tejas más grandes, ni siquiera para la formación de caballe-
tes o limas. Se colocaban sobre una cama de distintos materiales vegetales: paja, arbustos va-
rios, restos del descortezado de los troncos..., que servían para asentarla y para evitar su desli-
zamiento. Y en la mayoría de los casos sobre ellas se colocan piedras, en aleros y junto al ca-
ballete, para evitar su vuelo con el viento.
En Las Merindades, al igual que en toda la cornisa cantábrica, existieron muchas tejeras u hor-
nos para cocer teja y ladrillo, llamadas también caleras cuando además se cocía piedra caliza. Y
como ya se comentó en un apartado anterior, en muchos casos eran atendidas por gentes de
fuera, mayormente procedentes de Asturias, de la zona de Llanes.
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Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
Se tiene constancia del desplazamiento de cuadrillas de llaniscos por Asturias, Castilla y Viz-
caya desde el siglo XVII. Desde entonces el oficio de tejero itinerante se consolida hasta
mediados del siglo XX, adquiriendo tintes gremiales. Los tejeros de Llanes llegaron a inventar
un argot o lengua especial y secreta para comunicarse entre ellos llamada xiriga (jerga). Los
tejeros o tamargos llevaban una vida de trabajo y miseria, y eran contratados de forma oral por
el man o jefe, que los explotaba. Se comenzaba a trabajar desde los diez años y la edad y la
experiencia permitían ascender de categoría laboral dentro de la tejera. Abandonaban su
domicilio en cuadrillas de cuatro, cinco y seis personas para emplearse desde mayo a
septiembre. Decía la tradición que se iban de casa para que hubiera menos bocas que
alimentar. Su vida era muy penosa, durmiendo a teya vana, es decir, sin otro techo que un
tejado, comiendo poco y mal y trabajando en condiciones infrahumanas. El trabajo llenaba las
horas, y eran pocas las de descanso, pues se levantaban a las cinco de la mañana y se acosta-
ban entrada la noche.
Las tejeras se localizaban allí donde hubiera materia prima suficiente, piedra caliza y arcilla, y
combustible. El proceso de producción comenzaba por cortar el barro extraído en taludes,
pozos o túneles en fijas lajas, luego se llevaba hasta una pequeña era y allí se dejaba al sol
hasta el atardecer, en que caliente, se echaba al lagar para ser amasado. A continuación se
manipulaba con distintos instrumentos: el rasero, el cocín, el marco, el punzón... Las piezas
elaboradas por los tejeros, básicamente tejas y ladrillos, aunque en ocasiones también se ani-
maban a fabricar tiestos y lápidas mortuorias, eran colocadas en la era por los tendedores. Y
después de secar, iban al horno. Era una tarea muy dura en la que participaban distintos arte-
sanos: el cavador, el maserista, el tendedor, el pinche, el cocedor... En los hornos ya descritos
al hablar de las caleras se colocaba primero una capa de ladrillos y luego la teja dejando hue-
cos para el fuego; y si se cocía piedra caliza, ésta se colocaba abajo.
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Foto 7 - Frías
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Foto 11 - Santa Gadea, Alfoz de Santa Gadea Foto 12 - Cadagua, Valle de Mena
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Foto 16 - Villarcayo
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Foto 26 - San Pelayo, Merindad de Montija Foto 27- Lastras de las Eras, J. de Traslaloma
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Foto 42 - Barrio de Bricia, Alfoz de Bricia Foto 43 - Fresno de Losa, Valle de Losa
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LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
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Capítulo 3
Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
La casa de Las Merindades responde al tipo conocido como “casa-bloque”: compacta, unifa-
miliar, generalmente exenta, a la par es vivienda y unidad de producción, con vocación de
autosuficiencia, acoge dentro de sí múltiples funciones: vivienda, establo, pajar, granero, alma-
cén, bodega, taller, desván, horno de pan, palomar, colmenar...
Las dos casas que representamos a través de dibujos nos sirven para explicar bastante bien las
formas básicas de organización interior y los distintos elementos funcionales que podemos en-
contrar en el conjunto de casas de Las Merindades.
El primer elemento funcional al que queremos referirnos es el corral, el espacio exterior privativo
de la casa, descubierto pero cercado, que acaba convirtiéndose en el elemento principal pues-
to que allí se desarrolla buena parte de la vida de la familia campesina. Es el recinto en torno al
cual se organizan los distintos edificios de la casa:
− El edificio principal que alberga las estancias vivideras.
− Uno o varios edificios techados pero abiertos, conocidos como portalón, teja-vana o caba-
ña, cuya función es cobijar los carros, la leña, tejas... en general todo aquello que podía
dejarse al exterior pero que debía estar resguardado de la lluvia.
− Un horno de pan o panera, en un pequeño edificio cubierto y cerrado, una solución más
habitual que tener el horno dentro, por el peligro que representaba.
El corral aparece habitualmente cercado por altas tapias de piedra, que además de servir para
delimitar la propiedad, proporcionaban zonas al abrigo de los vientos con suficiente soleamien-
to, donde se pasaban las horas de asueto, entretenidos en la costura, la tertulia, la siesta o el
juego. La actividad cotidiana incluía el uncido de las bestias, el apaño de todo tipo de ape-
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
ros, el ordeño de las vacas, el echar de comer al ganado, herrarlo, sacarlo a abrevar, o sacar el
estiércol de las cuadras, la pocilga o el gallinero, la matanza del cerdo , preparar la leña para el
invierno... En definitiva el corral era el lugar donde se desarrollaba buena parte de la vida coti-
diana de los habitantes de la casa.
Vamos ahora a fijarnos en el edificio principal de la casa, donde se encuentran las distintas
estancias vivideras de la familia. En Las Merindades encontramos 2 esquemas organizativos
básicos, de los que son ejemplo las viviendas representadas. El primero, al que nos referiremos
como “casa con pajar a la espalda de la vivienda”, ocupa toda la zona noroeste, encontrándo-
lo en los pueblos de Arija, Alfoz de Santa Gadea, Alfoz de Bricia, Valle de Valdebezana,
Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotoscueva, Valle de Zamanzas, Valle de Manza-
nedo y Los Altos. Y el segundo, al que llamaremos “casa con desván sobre la vivienda”, ocu-
pa el resto del territorio.
Señalemos primero las similitudes entre los dos esquemas organizativos: uno y otro coinciden
en el uso que se da a la planta baja, destinada principalmente a guardar los animales, y en que
las estancias vivideras se llevan a los pisos superiores.
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
Los animales podrían perfectamente guardarse fuera del edificio principal, en una construcción
aparte, y de hecho esto se hacía habitualmente con ovejas y cabras, por las molestias que pro-
duce este tipo de ganado. Pero no se hacía por diversas razones: para simplificar la construc-
ción, para aprovechar el calor que produce el ganado mayor para calentar la vivienda (en mu-
chos pueblos aún recuerdan como se pasaban las veladas de invierno junto a los animales), y
porque no se quería ocupar la planta baja para vivienda, para evitar las humedades del suelo.
Esta ocupación sólo se producirá en el siglo XX cuando aumenten las necesidades espaciales
de las familias, y entonces será habitual construir una segunda cocina, en planta baja, la cono-
cida como económica, de chapas o bilbaína en la planta baja.
Y finalmente señalemos las diferencias entre ambos esquemas organizativos, que radican en el
modo en que se disponen las estancias vivideras en los pisos superiores y en el lugar que ocu-
pa el espacio dedicado a pajar, secadero o trastero.
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
lado en párrafos anteriores: con el muro en medio separando portal, escalera y bodega de la
cuadra, pero en la planta o plantas superiores la crujía delantera, la que da a la fachada princi-
pal (orientada a sureste o sur) es ocupada por las estancias vivideras, mientras que la crujía
posterior, la que da a la fachada trasera (orientada a norte o a oeste), es ocupada por un
pajar de enormes dimensiones, abierto hasta la cubierta y sin forjados intermedios, que protege
a la vivienda en invierno del frío, del viento y de la lluvia. Porque es en invierno cuando el
pajar está lleno de paja y de hierba, y la hierba está fermentando y despidiendo algo de calor.
Cuando la casa estaba aislada el hueco en la pared por el que se cargaba la paja o la hierba,
bocarón (Foto 24), se situaba a un lado, cubierto por el portalón; y cuando las casas estaban
adosadas el bocarón se abría en la fachada posterior.
En este esquema organizativo las distintas estancias vivideras abren sus ventanas a la fachada
principal, la más soleada, para mejor procurar algo de calor en los días de invierno. En la última
planta, a la que en las casas como la representada llaman el tercero, la más cercana a la cubier-
ta, se sitúa siempre la cocina, acompañada en ocasiones de la recocina. La razón de esta ubi-
cación es que llevados por el temor a los incendios se quería reducir el desarrollo de las chime-
neas, donde se originaba la mayoría cuando por no estar bien selladas se escapaba alguna chis-
pa. Incluso era frecuente encontrar la cocina en el bajo cubierta, en casas con sólo dos plantas,
una cocina que, una vez que se montaron las cocinas económicas en planta baja o en la planta
primera, se siguieron utilizando para ahumar los productos de la matanza. Por el temor a los
incendios se explica también la existencia del muro de piedra interior hasta la cubierta, para
separar la paja y la hierba de la cocina.
Normalmente las dos crujías tienen la misma anchura, pero también encontramos ejemplos, en
pueblos de Arija, del Alfoz de Santa Gadea y del Alfoz de Bricia, donde la crujía posterior
de la cuadra-pajar tiene hasta el doble de anchura que la crujía delantera de la vivienda, lo que
denota el gran número de cabezas de ganado que había que alojar y alimentar.
En el segundo esquema organizativo, “casa con desván sobre la vivienda”, representado por la
segunda vivienda, las distintas estancias vivideras ocupan toda la primera planta, abriéndose a
las fachadas exteriores, mientras que el espacio bajo-cubierta es empleado, según las zonas:
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
− Para guardar paja y hierba, recibiendo el nombre de pajar o camarote, como en el Valle de
Mena y en muchas casas de la Merindad de Montija.
− Para guardar la paja, como trastero o como secadero de fruta, maíz, pimientos, alubias...,
recibiendo el nombre de sobrado o camarote, y en el Valle de Tobalina y La Bureba, el
nombre de payo.
Ese espacio bajo cubierta es un espacio sin distribuir que cuenta con unos pequeños ventanu-
cos en las fachadas que permanecen cerrados en invierno, mejorando así el aislamiento de la
vivienda subyacente gracias a la cámara de aire así formada, y que se abren en los meses cáli-
dos para facilitar la ventilación de lo allí guardado, permitiendo también disipar el calor tomado
por la cubierta por efecto de la radiación solar.
En estas casas la cocina también se encuentra en la última planta, o en el bajo cubierta en casas
de dos plantas, por la misma razón que en el caso anterior: el temor a los incendios.
Tras ver los tipos de organización interior de las casas haremos ahora un repaso pormenorizado
a otros elementos funcionales de la casa.
La entrada a las casas con corral delantero (Fotos 5, 6 y 7) se abre en la cerca o en la pared
de cierre del portalón, cuenta con una puerta de dos hojas con tamaño suficiente para permitir
el paso de un carro y está protegida por un pequeño tejadillo. Al quedar la casa parcial o
totalmente oculta detrás de la tapia, la entrada asume el papel de representar la posición social
y económica de la familia, y por esa razón encontramos ejemplos muy elaborados, bien con un
enorme cargadero de piedra como dintel, o resuelta en arco de medio punto.
La entrada al edificio principal de la casa, servía para el paso de personas y de animales (Fotos
8, 9, 10, 11 y 12). Era normal que el espacio exterior de entrada estuviera empedrado, al
igual que el portal. En ocasiones la puerta contaba con una cancilla o sobrepuerta.
La cocina era sin duda el espacio más importante de la casa, pues el hogar era el único foco
de calor existente, aparte de la cuadra (Fotos 13, 14, 15 y 16). La labor de encender el
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
fuego era la primera que se realizaba al despuntar el día, era el rito mañanero del que solía
encargarse la mujer, y con él comenzaba la vida en la casa. En la cocina se preparaba el alimen-
to de la familia y de no pocos animales, haciendo uso de la trebede y del illar. La cocina de la
Foto 13 es el tipo de cocina más antiguo en la zona, es la cocina baja o cocina de humo, en
la que una enorme campana cubre totalmente la habitación, con el hogar en el centro sobre
una base de piedra o de arcilla, y alrededor de él los escaños o caponeras para sentarse. En
no pocas ocasiones la habitación carecía de toda abertura en los muros, a no ser la de la chi-
menea, y por esa razón reciben también el nombre en algunos sitios de cocina de claraboya,
pues el óculo de la chimenea era la única entrada de luz. De este tipo de cocinas apenas que-
dan. De las que sí que encontramos aún muchos ejemplos es de la cocina de la Foto 15, con
la campana adosada a una pared. Y como ya hemos contado, en el siglo XX muchas casas
habilitaron una cocina moderna, llamada económica, de chapas o bilbaína (Foto 16). No
podemos terminar sin referirnos a las piedras fregaderas (Foto 14), situadas normalmente bajo
una ventana de la que recibe la luz y formadas por una sola pieza labrada con un saliente a
modo de caño por el que se vertía el agua al exterior.
En Las Merindades el balcón toma un sinfín de expresiones distintas: puede comprender toda
la fachada principal o una pequeña parte en posición central, puede volar ligeramente o que-
dar totalmente encastrado en el cuerpo de la casa...
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
El tipo de balcón más abundante y conocido de Las Merindades es el de la Foto 17, que
encontramos habitualmente al noroeste, en la mayor parte de las casas de los términos de Ari-
ja, Alfoz de Santa Gadea, Alfoz de Bricia, Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotos-
cueva, Espinosa de los Monteros, Merindad de Montija, Valle de Zamanzas, Valle de Man-
zanedo y Los Altos, y esporádica en los términos cercanos: Medina de Pomar, Villarcayo de
M.C.V y Valle de Valdivielso. Es un balcón que recorre toda la fachada principal en la última
planta, ligeramente volado y encastrado en el cuerpo de la casa y, lo más distintivo, cerrado
lateralmente por muros de piedra, cortavientos o cortafuegos, que aparecen en esa planta, en
sillería sobre ménsulas labradas en “pecho de paloma”, y rematados superiormente por una
pequeña cornisa labrada que sirve de apoyo para la viga que forma el alero. La pared de sepa-
ración del balcón con el interior es un entramado de madera cuajado de adobe y revocado. Es
la solana cántabra aunque aquí siempre ha sido conocida como balcón.
Este tipo de balcón no ha existido siempre en Las Merindades, pues las casas más antiguas
en que lo encontramos han sido construidas entre finales del siglo XVIII y principios del
siglo XIX, y su incorporación generalizada se ha producido a partir de la segunda mitad del
siglo XIX. Y en la misma zona podemos encontrar también casas que son claramente más
antiguas y que no lo incorporan. Por lo que parece claro que es un elemento llegado desde
la vecina Cantabria, donde es un elemento prácticamente universal, presente en la mayor
parte de las casas construidas desde el siglo XVII. En aquella región la mayoría de los es-
pecialistas relacionan la aparición de la solana con la llegada del maíz, que se implantó con
gran éxito en toda la cornisa cantábrica y que sirvió para aumentar la productividad de las
tierras y asegurar la subsistencia de los campesinos. Y las casas tuvieron que adaptarse al
proceso productivo del maíz, que exigía deshojar a mano cada panocha y antes de desgra-
narla dejarla secar durante un mes en un lugar ventilado, para evitar que el grano fermentase
mientras se curaba; la necesidad de un amplio secadero parece justificar la aparición de la
solana en este tiempo. El mismo fenómeno está constatado para el vecino caserío vasco,
del que se sabe que tras una primera etapa en la que se extendían las mazorcas sobre el
suelo acabó incorporando galerías y cuerpos elevados adosados a la fachada frontal.
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Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
minos vecinos, encontramos casas con dos balcones superpuestos, como el de la Foto 18.
El balcón de la Foto 19, completamente volado y que algunos autores califican como “cas-
tellano”, es menos frecuente.
Un tipo de balcón que también es muy habitual en Las Merindades, y también en la zona
noroeste, es el de la Foto 20, con un muro de cierre lateral desde el suelo, en uno o dos
lados, solución habitual también en Cantabria, la Montaña palentina y la Montaña leonesa.
Y ya en el siglo XX se montaron las primeras galerías acristaladas (Foto 20), unas veces
cerrando antiguos balcones y otras completamente nuevas.
En las Fotos 29, 30 y 31, recogemos diversas formas de era, donde se trillaba el trigo o
el centeno. En toda la zona es habitual que las casas la tengan al pie. En la Foto 29 vemos
una solución muy ingeniosa, particularmente frecuente en Quintanilla-Valdebodres, en la
que la era es un plano artificial formado con la tierra excavada al acometer la casa contra
una ladera, de tal forma que resulta al nivel del pajar, en el bajo-cubierta. O bien se for-
man en las laderas, conteniendo las tierras excavadas con muros de mampostería sin morte-
ro, solución habitual en muchos pueblos de la zona noroeste.
En las Fotos 32, 33, 34 y 35 se representan otros elementos que habitualmente pode-
mos encontrar en las casas: colmenas de abejas o dujos (Foto 32), hornos de pan o pane-
ras (Fotos 33 y 34) o palomares (Foto 35). Y por último recogemos en las Fotos 36,
37 y 38, ejemplos de relojes de sol y escudos, de fina labra, que servía para denotar la
posición social de la familia.
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Foto 1 - Arija
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Foto 11 - Las Eras, Junta de Traslaloma Foto 12 - Las Eras, Junta de Traslaloma
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LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Capítulo 4
Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
En este Capítulo hemos pretendido ordenar las múltiples manifestaciones que la casa popular
ha tomado en Las Merindades, de entre las que han llegado hasta nuestros días, una tarea
nada fácil ante la enorme diversidad de formas encontrada.
Por esa razón nos ha parecido más conveniente establecer una ordenación por “formas”, que
podemos agrupar cronológicamente de la siguiente manera:
− Por un lado las Formas de referencia, torres y casas solariegas, que no puedan ser encua-
dradas exactamente dentro de lo que consideramos como arquitectura popular, pero que
han influido claramente en todos los edificios que se han construido posteriormente. En su
mayor parte son anteriores al siglo XVIII.
− Por otro, las Formas más antiguas, en su mayor parte construidas antes del siglo XIX (tie-
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
nen más de 200 años): casas con entramado exterior de madera, casas notables en piedra
y casas modestas en piedra.
− Por otro lado, las Formas que siguieron a las anteriores, construidas en su mayor parte du-
rante el siglo XIX y principios del XX (tienen entre 100 y 200 años): las Formas con
centro en el Valle de Mena, las Formas del Valle de Losa, las Formas con balcón corrido
encastrado de influencia cántabra, las Formas con balcón corrido encastrado, las Formas
con balcón corrido exterior, las Formas sin balcón corrido y las Formas de influencia vasca.
− Y finalmente las Formas recientes, construidas a finales del siglo XIX y durante el siglo XX
(algunas tienen poco más de 100 años, pero en general tienen menos de esa cantidad)
que, aunque guardan relación con las formas tradicionales locales, forman parte de corrien-
tes culturales más amplias e incorporan elementos externos.
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Apartado A
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En este apartado recogemos unos pocos ejemplos de las muchas torres y casas solariegas que
aún podemos encontrar en Las Merindades. Aunque no pueden ser consideradas como Ar-
quitectura Popular, son Formas de referencia pues su presencia ha influido en todos los edifi-
cios que se han construido con posterioridad. Porque eran símbolos del poder político, eco-
nómico y social que las gentes que las construyeron detentaron en la zona, y todos aquellos
labradores, comerciantes, arrieros... que alcanzaban una cierta posición económica querían
emularlos al construir sus casas, propagando así unos modelos y unas formas que luego serán
imitadas por el resto de la población.
Las primeras torres que se erigieron en Las Merindades y en regiones vecinas tenían un carácter
militar. Tras la invasión árabe muchas gentes de la meseta huyeron y se refugiaron en las monta-
ñas de la cornisa cantábrica, desde las que organizaron la resistencia. La necesidad de estar
prevenidos ante un posible ataque enemigo propició la aparición de atalayas o torres de vigi-
lancia, mayoritariamente en madera, en lugares estratégicos. Será la primera generación de torres
en la zona, de la que no nos quedan ejemplos.
Con el desplazamiento de las fronteras hacia el sur quedaron grandes superficies de terreno que
era necesario repoblar, labor que los reyes de aquel tiempo encomendaron a nobles y comuni-
dades religiosas, donándoles tierras y delegando en ellos el poder real. En ese momento surge
una segunda generación de torres, que es la que ha llegado hasta nosotros, localizadas ahora
junto a los vados de los ríos, en los caminos utilizados para el comercio, cerca de las tierras de
labor, que además de desempeñar las funciones de vigilancia y defensa, son un distintivo de
autoridad y poder económico, del control que los nobles quieren ejercer sobre el territorio.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Y en los tiempos de las llamadas guerras de bandos, entre nobles, que se produjeron durante
la Edad Media en toda la Europa feudal y también en Las Merindades, y que no fueron sino
disputas por el control del territorio, las torres pasaron a desempeñar además el papel simbóli-
co de origen del linaje, del apellido de la familia.
Las torres construidas en aquel tiempo por todo el Norte peninsular tenían similares caracterís-
ticas, que fueron bien descritas por Elías Ortiz de la Torre en su libro “Arquitectura civil”,
publicado en Santander en el 1.927:
“Todas corresponden al mismo tipo, estabilizado durante más de doscientos años: planta
cuadrada, fuertes muros de mampostería bien labrada, con esquinas de sillería; arco de
ingreso bajo, estrechas saeteras que flanquean la entrada, pequeños huecos de luces,
fuertemente gemelos, con ligero mainel, coronación almenada. Constan de tres plantas y
la proporción entre la base y la altura es tal que les da un carácter pesado, sólido, adus-
to, al cual contribuye también la ausencia de todo elemento decorativo y la parquedad
con que han sido provistas de huecos”.
A partir del siglo XVI finalizan las guerras de bandos y las torres, símbolo de señorío y de
“rancio abolengo”, van perdiendo poco a poco su carácter defensivo y austero. En los muros
se abren más huecos, las fachadas comienzan a incorporar elementos decorativos, o son objeto
de profundas transformaciones y pasan a formar parte de un complejo señorial más amplio. Así
han llegado hasta nuestros días.
La influencia que van a ejercer las torres en todos los edificios que se construyan con posterio-
ridad va a ser muy grande. Por un lado porque van a marcar la pauta del proceso de “petrifi-
cación” que se producirá en la Arquitectura Popular de Las Merindades, al animar a la cons-
trucción por parte de nobles e hidalgos de casas en piedra, un proceso que se produce
desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. Y por otro lado porque la enorme fuerza simbólica
de su forma cúbica va a influir poderosamente.
Las casas solariegas constituyen otra generación de edificios que la nobleza local construye
a partir del siglo XVI, una vez que el territorio se ha pacificado y ya no necesitan de las
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
torres para su defensa. Edificios que les permiten llevar una vida mucho más cómoda y refi-
nada que la que se podía llevar en aquéllas. Los que han llegado hasta nosotros fueron
construidos durante los siglos XVI, XVII y XVIII, y reproducen modelos vistos en las ciu-
dades donde se concentraba el poder político en aquel tiempo: Madrid, Valladolid o
Burgos. Porque es realmente en esas ciudades donde esa nobleza tiene su residencia, inten-
tando beneficiarse de la cercanía a la corte, el centro de todo poder. Y las casas construi-
das en Las Merindades y en otros territorios son moradas temporales que sirven para
afirmar su autoridad y control sobre el territorio.
Y los ejemplos que recogemos, casas solariegas construidas durante el siglo XVIII, edificios
exentos con dos alturas y desván, con cubierta a cuatro aguas y con fachada principal clasi-
cista de tres huecos por planta, con simetría al centro, constituyen un modelo que será muy
imitado en todas Las Merindades, como tendremos ocasión de comprobar en los próximos
apartados. Hasta el punto de que en zonas como el Valle de Mena se convertirá en la
vivienda prototípica, casi modelo único, conocida por sus vecinos como “casa menesa”.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Foto 13 - Villarcayo
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Apartado B
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En este Apartado recogemos unos cuantos ejemplos de casas con entramado de madera exte-
rior, con dos plantas, las formas más antiguas de Arquitectura Popular que encontramos hoy en
Las Merindades, en su mayor parte construidas antes del siglo XIX, es decir: tienen más de
200 años. Hoy son los únicos supervivientes de un sistema constructivo que antaño pobló
este territorio, antes de que se produjera el proceso de “petrificación” que ya hemos descrito
en el Capítulo 2. Un proceso que en la arquitectura civil debió iniciarse a partir del siglo XVI,
cuando la nobleza local comienza a erigir casas en piedra y que se generalizó durante el siglo
XVIII.
El ejemplo más antiguo que recogemos es el de la casa de Valpuesta (Foto 25), que pode-
mos datar en el siglo XV gracias a la existencia de un entrada en arco ojival. Pero del resto
resulta imposible obtener una fecha precisa de construcción pues no disponemos de más ele-
mentos para su datación. El tamaño de las ventanas, parámetro que utilizamos normalmente
para la datación, no sirve en este caso pues todos ellos presentan hoy ventanas más grandes de
las que seguramente tuvieron en el pasado, una ampliación que resultaba muy sencilla en un
sistema tan flexible como el entramado de madera. Lo único que podemos afirmar con seguri-
dad es que son anteriores al siglo XIX, que tienen más de 200 años.
Las casas de las Fotos 16, 17 y 18, están claramente emparentadas con una tipología muy
extendida en la Montaña Palentina y en el Alto Campoo cántabro, en la que es frecuente la
presencia de un soportal o socarreña bajo un cuerpo cerrado de entramado de madera cuajado
con ladrillo macizo.
Las casas de las Fotos 21, 22 y 23, casas de Villasana de Mena, nos muestran formas habi-
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
tuales que tomaba este sistema constructivo en las villas de repoblación, donde las casas se
adosaban formando calles, en un plan ordenado, y era común el avance de los cuerpos supe-
riores para ganar superficie útil. En ese momento aparecen los muros cortafuegos cerrando
lateralmente esos avances, para evitar la propagación de los incendios. Esa forma era común en
todo el territorio, como podemos comprobar por la presencia esporádica de algunos edificios
(Fotos 20, 26, 27 y 28). En ese muro cortafuegos está el origen del muro cortavientos o
medianil que luego encontraremos profusamente en la arquitectura popular cántabra y en la
arquitectura popular de Las Merindades influida por aquella, en los edificios que comienzan a
construirse a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en toda la parte Noroeste, y que
incorporan un balcón corrido en la planta superior.
Sin embargo, el entramado de madera siguió siendo el sistema constructivo habitual en otras
zonas de Las Merindades, por la menor disponibilidad de piedra (Fotos 29, 30 y 32), o
en pueblos con un plano urbano ordenado y un parcelario estrecho, como en el caso de
Frías (Foto 31).
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Foto 30 - Cillaperlata
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Apartado C
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Recogemos aquí las formas más antiguas y notables de las casas en piedra de Las Merindades,
casas de dos alturas, construidas con anterioridad al siglo XIX. Fueron fruto del proceso de
petrificación de la arquitectura de entramado de madera que, como ya hemos comentado re-
petidas veces, se produce en la arquitectura civil desde el siglo XVI, cuando los nobles e
hidalgos locales comienzan a construir sus casas solariegas en piedra; y que se generaliza en el
siglo XVIII. Las casas de las Fotos 33, 34 y 35, muestran alguno de esos ejemplos precurso-
res.
Las casas solariegas marcarán la pauta que luego seguirán otras casas, de gentes que sin poseer
la condición de noble o hidalgo, tenían un patrimonio importante, en tierras o ganadería, o
habían alcanzado una posición desahogada gracias a otras actividades, como el comercio, la
arriería... y que quieren manifestar su riqueza a través de las casas. Por esa razón es frecuente
en ellas el empleo de una excelente sillería, a veces en la totalidad de las fachadas como en la
zona de Arija, Santa Gadea y Bricia (debido a la excelencia y facilidad de labra de sus arenis-
cas); pero lo normal es el empleo de sillería solo en la resolución de huecos y esquinales, prin-
cipalmente en la entrada, ejecutada en arco de medio punto en la mayoría de los casos. Es
también frecuente el tratamiento de las ventanas con refajados clasicistas.
En algunas casas, las de mayor tamaño, se nota la influencia de casas solariegas como las reco-
gidas en el Apartado A, por la disposición simétrica de huecos en la fachada principal (Fotos
40 y 41). Pero en la mayoría no existe esa preocupación y los huecos se disponen aleatoria-
mente en fachada, al servicio de la distribución interior.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Este tipo de casas las encontramos por todo el territorio de Las Merindades. Sin embargo
llama la atención su mayor número en la zona Noroeste, sobre todo en los pueblos de Los
Altos (Villaescusa del Butrón y Pesadas de Burgos sobre todo) y de la Merindad de Valdi-
vielso, al igual que sucede en pueblos cercanos del Cañón del Ebro y del Valle de Sedano:
Pesquera de Ebro, Turzo, Cortiguera, Sedano...
De entre todas las que recogemos llama la atención alguna de ellas. Como la de Almendres
(Foto 54), en la Merindad de Cuesta Urría, con una forma cúbica muy poderosa, que nos
recuerda a una torre y que bien pudiera haber sido una en el pasado. O el caserío de Tamayo
(Fotos 60 y 61), en Oña, hoy prácticamente abandonado, y que impresiona por el tamaño
y calidad constructiva que tuvieron sus casas, al parecer construidas por prósperos arrieros.
Para este conjunto de casas seguimos sin disponer de elementos que nos permitan su datación,
aunque ahora si puede orientarnos el tamaño de las ventanas. Solo podemos asegurar que, en
general, tienen entre 200 y 300 años, es decir: fueron construidas durante el siglo XVIII,
aunque alguna de ellas bien pudiera pertenecer al siglo XVII y tener más de 300 años. Y que
convivieron con las casas de entramado de madera, en un panorama mucho muy heterogéneo
aún que el actual.
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Foto 46 - Ahedo de Butrón, Los Altos Foto 47 - Pesadas de Burgos, Los Altos
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Foto 49 - Villaescusa del Butrón, Los Altos Foto 50 - Villaescusa del Butrón, Los Altos
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Foto 55 - Quintana Martín Galíndez, Valle de Tobalina Foto 56 - Herrán, Valle de Tobalina
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Apartado D
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En este Apartado recogemos las formas más antiguas y modestas de las casas en piedra de Las
Merindades, seguramente construidas antes del siglo XIX, con una edad que puede estar entre
los 200 y los 300 años.
Las encontramos por todo el territorio, pero con mayor profusión en la zona Noroeste, donde
coexistirán con las casas que se construyen en la zona a partir del siglo XIX y que incorporan el
balcón corrido entre cortavientos de influencia cántabra. Son casas que en la zona Noroeste
cuenta con corral delantero pero lo van perdiendo hacia el Sureste. Son edificios de dos altu-
ras que interiormente se organizan conforme a los dos esquemas organizativos descritos en el
Capítulo 3: “casa con pajar a la espalda de la vivienda” o “casa con desván sobre la vivien-
da”. De Noroeste a Sureste, el primero es sustituido por el segundo. Nótese como todos
ellos carecen de todo tipo de balcón, cuya inexistencia parece denotar la innecesariedad de un
secadero.
En las Fotos 62, 63 y 64 recogemos ejemplos de cabañas pasiegas que, como ya hemos
descrito en el Capítulo 1, encontramos en el territorio pasiego de pastoreo intensivo, situado
entre Cantabria y Burgos. En Burgos se presenta desde el Valle de Valdeporres hasta la Me-
rindad de Montija, pero adquiere mayor densidad en los cuatro ríos pasiegos. Se trata de
edificaciones aisladas, con dos alturas: piso alto y bajo, con escalera exterior, forma rectangu-
lar, tejado a dos aguas y caballete perpendicular a fachada. Edificaciones pastoriles que apare-
cen siempre en medio o al margen de un prado, de aprovechamiento intensivo, por medio de
un sistema de desplazamientos desde el fondo de los valles hasta las brenas de altitud, con
cabañas sólo ocupadas en verano.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
En las Fotos 65, 66, 67, 68, 69 y 70 recogemos ejemplos de un importante grupo de
casas que podemos encontrar en los pueblos de Arija, Alfoz de Santa Gadea y Alfoz de
Bricia, que destacan por su excelente factura gracias a la facilidad de labra de la arenisca que
allí se extrae.
También en los pueblos del Valle de Zamanzas y del Valle de Manzanedo, encontramos una
importante colección de ejemplos (Fotos 71 a 78).
Los encontramos en lugares altos, como en el Páramo de Masa (Foto 80 y 81) o en los ce-
rrados valles de los Montes Obarenes (Fotos 87 a 91), donde el intenso frío y viento expli-
ca el pequeño tamaño de los huecos.
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Foto 63 - Va lle del río de Lunada Foto 64 - Valle del río Trueba, Espinosa de los Monteros
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Foto 65 - Arija
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Foto 87 - Cillaperlata
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Apartado E
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En la segunda mitad del siglo XVIII se construyen en el Valle de Mena una serie de casas
señoriales de gran porte, conforme a un mismo modelo: casas en piedra, exentas, de planta
cuadrada, con dos alturas más desván, con cubierta a cuatro aguas de grandes aleros y con una
disposición en fachada de tres huecos por planta, con simetría al centro respecto a una puerta
de gran tamaño y con dintel adovelado. Se trata de un modelo clasicista conforme al cual se
construyen en Las Merindades otras casas señoriales, algunas de las cuales se recogen en el
Apartado A, y que seguramente traslada a esta zona modelos más elaborados de casas seño-
riales o palacios castellanos presentes en las ciudades de Burgos, Valladolid o Madrid.
Ese modelo de casa señorial acabó popularizándose en el Valle de Mena, por razones que se
nos escapan, y fue construido desde finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX (la
mayoría de las casas tienen entre 100 y 200 años de antigüedad), en distintos tamaños y
grados de elaboración, por toda la sociedad del Valle. Hoy es raro el pueblo donde no las
encontremos y donde no sea la tipología predominante. Tal éxito en su implantación tuvo que
ver quizás con el amplio desarrollo que tuvo en el valle el cultivo del maíz, que necesitaba de
espacios amplios y ventilados donde secar. Porque en el tiempo en que fueron construidas esas
casas el desván no tenía el uso que luego ha tenido en el siglo XX, cuando la ganadería pasa a
constituir la base económica del valle. A partir de ese momento es el espacio donde se guarda
la paja y la hierba, llamado sobrado o camarote. Solo así se entiende una ubicación tan incó-
moda del pajar en la casa, que obligaba a subir la paja por la escalera en grandes fardos en-
vueltos en sábanas conocidas como sagalinos.
Son casas que pueden aparecer dentro de una finca o junto a otras. Están construidas en pie-
dra caliza, de sillería en huecos, esquinales e impostas, y de mampostería en el resto de los
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
paños. Desde finales del siglo XIX buena parte de los lienzos de mampostería son revocados
parcial o totalmente con mortero de cal y arena. Y en la mayoría de ellas es frecuente la incor-
poración de un balcón exterior corto en la segunda planta, centrado sobre la puerta.
El grupo más grande de casas que recogemos (Fotos 92 a 104) responden a lo hasta aquí
descrito. Podemos apreciar cómo el modelo puede servir tanto para una casa señorial (Foto
94) como para una casa más modesta (Foto 104).
El modelo presenta también variaciones, en las que la planta cuadrada se estrecha primando
dos fachadas de las cuatro, en casas aisladas (Fotos 105, 106, 111, 112 y 114) y en
casas adosadas por uno o dos lados (Fotos 107, 108, 109 y 113). Otras, como las de
las Fotos 115 y 116 son esporádicas.
El éxito de este modelo es tal que, además de generalizarse en el Valle de Mena, se extiende
por todo el territorio de Las Merindades, a partir del siglo XIX. Pero como encontramos mu-
chos más ejemplares en las comarcas vecinas al Valle de Mena, hay que pensar que el foco
irradiante desde el que se extiende es este valle. Lo encontramos con frecuencia en la Merin-
dad de Montija (Fotos 117 a 120), donde a veces incorpora un balcón corrido en la última
planta, en el Valle de Losa (Fotos 122 a 127. Y esporádicamente en Espinosa de los
Monteros (Foto 121), en el Valle de Valdebezana (Foto 128), en la Merindad de Cuesta
Urría (Fotos 129 y 131), en el Valle de Tobalina (Fotos 131 y 133), en la Jurisdicción
de San Zadornil (Foto 132) e, incluso, en La Bureba, al otro lado de los Montes Obarenes
(Foto 134).
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Foto 107- Sopeñano, Valle de Mena Foto 108 - Covides, Valle de Mena
Foto 109 - Medianas, Valle de Mena Foto 110 - Concejero, Valle de Mena
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Apartado F
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En el Valle de Losa, comarca geográfica que supera ampliamente los límites del término muni-
cipal de tal nombre englobando además los pueblos de la Junta de Traslaloma, Villalba de
Losa, Berberana y algunos pueblos de Medina de Pomar, encontramos un conjunto de casas
construidas en piedra y con una formalización homogénea, que tienen como elemento mas ca-
racterístico el balcón losino o solana, un balcón corto, totalmente encastrado y situado en la
parte superior de la casa.
Llama poderosamente la atención que en la zona en cuestión no encontremos otras formas que
ésta o la “casa menesa”, llegada a estos pueblos a partir del siglo XIX. Y que no encontremos
casas de entramado exterior de madera y apenas casas con balcón corrido encastrado de in-
fluencia cántabra (sólo encontramos algún ejemplo en los pueblos más orientales del Valle de
Losa, como en Colina y Castrobarto). Al no encontrar las formas antiguas que sí hemos en-
contrado en otras zonas de Las Merindades cabe sospechar que estamos ante una forma con
varios siglos de presencia en el lugar, y que algunas de las casas que hoy se conservan puedan
tener más de 200 años, aunque no podemos precisarlo con seguridad.
En la mayor parte de los casos, cuentan con un corral delantero o están dentro de una finca
cercada, con un edificio principal donde se alojan las estancias vivideras y otras construcciones
menores, cabañas. Son casas de dos plantas más desván, respondiendo al esquema organizati-
vo que hemos calificado como “casa con desván sobre la vivienda”, llamado en la zona sobra-
do o camarote, utilizado como trastero o secadero de fruta o grano (en trojes). Y están cons-
truidas con sillería en los huecos y con mampostería muy menuda de piedra caliza, a veces de
lastras, en el resto de los paños. En los ejemplos más antiguos la mampostería está sin revocar.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Y encontramos también un grupo abundante de casas que presentan una forma más singular si
cabe: con una cubierta a dos aguas pero en la que el caballete es perpendicular a la fachada
principal, con una disposición simétrica de los huecos en fachada, tres por planta, con simetría
a un eje central ocupado por la puerta en planta baja y la solana en planta superior. Y con un
chaflán en la cubierta para proteger la solana, llamado morisca en el vecino País Vasco (Fotos
136 a 140). Una forma que esporádicamente encontramos en la Jurisdicción de San Zador-
nil (Foto 146) o en el Valle alavés de Valdegobia.
Esa disposición clasicista de huecos que recuerda a la de las “casas menesas”, y que segura-
mente haya sido influido también por las casas señoriales, es habitual en otras muchas ca-
sas(Fotos 141 a 145).
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Apartado G
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Nos encontramos ante el grupo de casas más abundante en ejemplos de Las Merindades y el
mejor conservado, claramente influidas por la arquitectura popular cántabra. Las podemos en-
contrar por todo el Noroeste de la comarca, en los pueblos de los términos de Arija, Alfoz
de Santa Gadera, Alfoz de Bricia, Valle de Valdebezana, Merindad de Valdeporres, Merin-
dad de Sotoscueva, Espinosa de los Monteros, Merindad de Montija, Valle de Zamanzas,
Valle de Manzanedo y Los Altos, y esporádicamente en pueblos de la Junta de Traslaloma,
Medina de Pomar, Villarcayo de M.C.V y Merindad de Valdivielso.
Se trata de casas con corral delantero, con edificio principal de 2 ó 3 plantas, del esquema
organizativo que hemos calificado como “casa con pajar a la espalda”, construidas en piedra,
de sillería en huecos y esquinales, y de mampostería en el resto de los muros. Y cuyo principal
elemento característico es un balcón corrido en la planta superior de la fachada, ligeramente
volado, y cerrado lateralmente por muro de piedra
Seguramente en las primeras formas con las que apareció este tipo de casas en la zona, en
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
casas de dos alturas, los muros laterales arrancaban directamente del suelo y el balcón era
completamente exterior, como los ejemplos de las Fotos 147 a 153. Pero en un determi-
nado momento ese muro lateral adquiere la forma que finalmente se generaliza, representa-
do en la Foto 154, ligeramente volado sobre el plano subyacente, con ménsula en “pecho
de paloma” y rematado por una pequeña cornisa que sirve de apoyo a la viga que sujeta el
alero. Estamos ante una reedición del antiguo muro cortafuegos que ya vimos protegiendo
los pequeños avances de las casas de entramado de madera, aunque aquí ya no tendrá esa
función, simplemente es un cortavientos, y así se le llamará también en la zona, además de
medianil.
Al principio ese avance en ménsula del muro lateral se hace sobre un tramo inferior también
avanzado y el balcón continua siendo exterior (Fotos 155, 156 y 157). Y posteriormen-
te se reduce el vuelo del balcón, que se encastra en la fachada mediante la sustitución del
muro de piedra inferior por un entramado de madera cuajado de adobe. Al reducir el vue-
lo el muro cortavientos pasa a sobresalir solo de la fachada principal (Fotos 158 a 163).
Pero sin duda alguna el grupo de ejemplos más numeroso (Fotos 165 a 194) lo constitu-
ye una variante que se construye por toda la zona Noroeste de Las Merindades, en los
pueblos de los términos municipales relacionados en el primer párrafo, durante la segunda
mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX (tienen menos de 150 años).
Siguen siendo casas con corral delantero y del esquema organizativo que hemos calificado
“casas con pajar a la espalda”; pero ahora el edificio principal que aloja las estancias vivi-
deras aumenta notablemente su tamaño con la adición de una tercera planta, el tercero, a
donde se traslada el balcón corrido entre cortavientos, y la cocina de humo; y además pre-
senta una ordenación clasicista de los huecos, con 3 huecos por planta (ligeramente más
grandes las ventanas) con simetría al centro. Una influencia, otra vez de las casas solariegas.
Una forma que alcanza gran éxito pues se generaliza su construcción por todos estos pue-
blos. En pueblos como San Miguel de Cornezuelo la práctica totalidad de las casas que
hoy se mantienen en pie fueron construidas en aquella fecha (la mayoría presentan a la vista
la fecha de construcción), adoptando esa forma.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Este tipo de casas puede aparecer exenta, con cubierta a dos o cuatro aguas, o adosadas
formando largas hileras, con cubierta a dos aguas. La mayoría cuenta con portalón o teja-
vana en el corral, y las exentas lo presentan a un lado cubriendo el bocarón, para proteger
de la lluvia la carga del pajar (Fotos 168 y 169). Están construidas en piedra, mayormen-
te arenisca, con sillería en huecos, esquinales y muros cortavientos, y mampostería en el
resto de los muros, que a finales del siglo XIX y principios del XX se empieza a revocar
totalmente con mortero de cal y arena. Y en los pueblos de Arija, Alfoz de Santa Gadea
y Alfoz de Bricia, son muchas las casas construidas en sillería, una vez más gracias a la exce-
lencia de su arenisca, de fácil labra al ser extraída de la cantera.
La Foto 167 es un caso singular, pues además de presentar una entrada en arco y ventanas
de tamaño pequeño, el balcón corrido es completamente exterior, no está encastrado, y
toda la fachada es de excelente sillería de arenisca, incluso el nivel inferior. Si nos fijamos
bien podremos comprobar como el piso del balcón está sujeto por lo que parecen cabe-
zuelas del alero de un tejado, lo que podría significar que la casa fue transformada en un
momento dado con la adición de una tercera planta, un fenómeno que debió ser bastante
frecuente.
En los pueblos de Arija, Alfoz de Santa Gadea y Alfoz de Bricia, la crujía trasera de cua-
dra-pajar toma más desarrollo que la crujía delantera de vivienda (Foto 169), expresando
claramente la relevancia de la ganadería en la economía familiar.
En esta forma de tres plantas encontramos ligeras modificaciones, cuando por la estrechez
de la fachada sólo se abren dos huecos por planta (Fotos 195, 196 y 197), o cuando
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Finalmente la última variante de las “Formas con balcón corrido encastrado de influencia
cántabra” es la de casa de tres plantas y dos balcones superpuestos, en las plantas segunda
y tercera, que encontramos con mucha frecuencia en algunos pueblos de la Merindad de
Sotoscueva. Tal desarrollo de balcón quizás haya obedecido a la necesidad de una superfi-
cie mayor de secadero, o al afán por dar mayor comodidad a las estancias vivideras (Fotos
200 a 210). Los últimos ejemplos, los reflejados en las Fotos 206 a 210, son ya re-
cientes, de finales del siglo XIX o principios del siglo XX.
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Foto 159 - Vallejo, V de Manzanedo Foto 160 - Cueva de Manzanedo, Valle de Manzanedo
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Foto 175 - Crespos, V de Manzanedo Foto 176 - Población de Arreba, Valle de Manzanedo
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Foto 177- Ailanes, Valle de Zamanzas Foto 178 - Tubilleja, Los Altos
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Foto 195 - Ahedo de Butrón, Los Altos Foto 196 - Ahedo de Butrón, Los Altos
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Apartado I
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Este es el grupo menos numeroso en ejemplos. Se trata de casas de dos plantas, con balcón
corto protegiendo la entrada, y que es calificado por algunos autores como “modelo castellano
o burgalés”. Construidas en piedra, con sillería en los huecos y mampostería ordinaria sin revo-
car en el resto de los muros. Interiormente suelen pertenecer al esquema organizativo “casa con
desván sobre la vivienda”.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 230 - Ahedo de Butrón, Los Altos Foto 231 - Cidad, Merindad de Valdeporres
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Apartado J
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Este grupo de formas es muy numeroso en ejemplos. Se trata de casas relativamente recientes,
en piedra, construidas en su mayor parte a partir de la segunda mitad del siglo XIX (lo denota
el mayor tamaño de las ventanas y el hecho de que muchas de ellas tengan tres plantas o dos
plantas y un desván alto). Es decir: tienen menos de 150 años de antigüedad.
Son casas construidas en piedra, mayormente arenisca, con empleo de sillería en huecos y es-
quinales y de mampostería bastante regular en el resto de los muros, habitualmente vista, sin
revocar. Carecen de corral delantero, pues se adosan a otras formando un caserío de cierta
densidad, pertenecen en su mayor parte al esquema organizativo “casa con desván sobre la
vivienda” y, como rasgo más característico, no tienen balcón corrido, ni siquiera un balcón
corto encastrado del tipo de la solana losina, aunque si pueden contar con un balcón corto
exterior, pero el papel de este es más simbólico que funcional. Y muchas de ellas presenta una
disposición de tres huecos por planta, con simetría al centro, una vez más influencia de las ca-
sas solariegas clasicistas.
Finalmente en los núcleos de carácter más urbano encontramos edificios más evolucionados,
con más alturas o con abundancia de ventanas balconeras (Fotos 275 a 279).
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 236 - Tubilleja, Los Altos Foto 237 - Ahedo de Butrón, Los Altos
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 239 - Ahedo de Butrón, Los Altos Foto 240 - Quintana de Valdivielso
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 250 - Hedeso, Valle de Tobalina Foto 251- Montejo de San Miguel, V Tobalina
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 253 - San Martín del Don, V Tobalina Foto 254 - San Martín del Don, V Tobalina
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 256 - Cuezva, Valle de Tobalina Foto 257 - Garoña, Valle de Tobalina
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 258 - Renedo, Valle de Tobalina Foto 259 - San Millán de Zadornil
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Foto 264 - Cubilla, P de la Sierra en Tobalina Foto 265 - Cubilla, P de la Sierra en Tobalina
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Apartado K
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Realmente en Las Merindades son pocos los ejemplos que presentan influencia del caserío
vasco. Se trata de casas construidas a partir del siglo XIX, luego tienen menos de 200 años
de antigüedad. Son de piedra caliza, con empleo de sillería en huecos y esquinales y
mampostería revocada en el resto de los muros; cuentan con corral delantero en la mayoría de
los casos y pertenecen al esquema organizativo “casa con desván sobre la vivienda”. Y
presentan la cubierta a dos aguas, con el caballete perpendicular a la fachada principal.
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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Apartado L
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FORMAS RECIENTES
Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
Las casas registradas en las Fotos 284 a 287 se refieren a un tipo de edificio que encontra-
mos junto al Embalse del Ebro, que presentan la particularidad de una cubierta a dos aguas
con el caballete perpendicular a la fachada principal. Por lo demás, suelen carecer de corral
delantero, se corresponden con el esquema organizativo común en la zona de “casa con pajar a
la espalda”, cuentan con tres plantas y presentan una ordenación clasicista de huecos en facha-
da principal, a razón de tres por planta, con simetría al centro. Y están construidas en piedra
arenisca, en su mayor parte con sillería en huecos y esquinales, y mampostería revocada con
mortero de cal en el resto de los muros.
La mayoría de ellas presentan una ejecución excelente, bien enteramente en buena sillería o
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
relegando ésta a huecos y esquinales y ejecutando el resto de los muros en mampostería, siste-
máticamente revocada con mortero de cal y arena. Tienen tres o más plantas, planta cuadrada,
cubierta a cuatro aguas, y presentan una forma cúbica muy marcada, seguramente debida a la
voluntad de asemejarse a las torres que pueblan el territorio.
En el Valle de Mena encontramos un grupo algo apartado de esa vía, en los pueblos de Ara-
duenga y Artieta (Fotos 304 y 305), donde ya aparecen en formas mucho más elaboradas,
seguro que de la mano del proyecto de un arquitecto, pues hay que llamar la atención de la
composición formal que se hace de un cuerpo alto que recuerda a una torre, con otro cuerpo
más bajo que recuerda a una casa menesa.
Y esporádicamente las encontramos también en otros territorios. En este punto debemos seña-
lar la concentración de casas de este tipo que se produce en un pueblo del Valle de Tobalina,
Montejo de San Miguel, que debió ser un lugar de veraneo de familias acomodadas.
Las casas registradas en las Fotos 311 a 317 tienen ya un carácter netamente urbano pues en
ellas han desaparecido las dependencias agrícolas. Incluso algunas de ellas son edificios de
viviendas
Y finalmente las casas de las Fotos 318 y 319 son absolutamente originales en la zona.
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Foto 297 - Espinosa de los Monteros Foto 298 - Noceco, Merindad de Montija
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Foto 308 - Montejo de San Miguel Foto 309 - Nofuentes, M de Cuesta Urría
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Foto 316 - Espinosa de los Monteros Foto 317 - Soncillo, Valle de Valdebezana
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Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIONES FORMALES
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OTRAS MUESTRAS DE ARQUITECTURA POPULAR
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Capítulo 5
Capítulo 5 - OTRAS MUESTRAS DE ARQUITECTURA POPULAR
Hemos de hablar en primer lugar de la “arquitectura del común”, formada por todos aquellos
elementos civiles de propiedad colectiva al servicio de la comunidad: fuentes, abrevaderos,
lavaderos, fraguas, hornos, boleras...
Casi todos los pueblos de Las Merindades disponen de fuente, bien cubriendo el lugar donde
manaba el agua, con una pequeña bóveda de cañón o con lajas, en piedra, o bien conducién-
dola hasta el pueblo y preparando un depósito donde se acumulaba y del que salía a través
de un caño. En esta última solución, la más frecuente y elaborada, la fuente está constituida
por uno o dos caños insertos en un elemento vertical, tipo monolito, o en una pared y gene-
ralmente cuenta con una pila alargada que sirve de abrevadero (Fotos 2, 3, 4, 5, 8 y 9). Y
es también habitual que el conjunto se complete con un lavadero, descubierto o cubierto por
un techado abierto parcialmente y cerrado por muro de piedra (Fotos 6, 7 y 10). En ocasio-
nes el abrevadero se presenta sólo (Foto 11).
El juego de bolos, de gran tradición en Las Merindades, cuenta un espacio apropiado para su
celebración. Normalmente es un simple recinto descubierto, unas veces acotado por árboles y
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otras cerrado por pequeños muretes de contención. Pero encontramos también ejemplos de
boleras cubiertas por un techado cerrado parcialmente con muro de piedra, en Entrambosríos,
San Pelayo, Fresno de Losa... (Foto 12). En el suelo de la bolera se encastraban tres tablo-
nes de madera, cureñas, sobre los que se colocan los nueve bolos, tres en cada cureña; y el
bolo pequeño, el mico, se sitúa fuera de ellas.
Los molinos eran construcciones muy frecuentes en la zona (Foto 14). La mayoría eran muy
sencillos, formados por un solo espacio donde se ubicaba la maquinaria, de uso comunal, por
turnos. Aprovechaban cursos de agua de pequeño caudal que en muchos casos sólo permitía
la molienda en invierno y parte de la primavera y del otoño, mientras que en la época de estío
se molía tras represar el agua. Tomaban agua de un río en el que, para generar el salto necesa-
rio, se había creado una presa o azud, y mediante una derivación o caz se conducía el agua
hacia las aspas de la turbina o rodetes, a las que estaban acopladas las piedras. Lo normal es
que contaran con una sola piedra, asentada sobre un basamento de fábrica y cubierta por una
carcasa móvil de madera, unida al eje del rodete que gira con el agua. Contaban además con
una tolva superior que se movía al compás de la piedra, dejando caer más o menos cantidad
de grano a moler. Y la salida del grano molido se hacía a un cajón delantero de madera.
Cuando el molino disponía de dos piedras una era para la molienda fina, de harina para hacer
pan, y otra gruesa, para hacer pienso.
También había molinos más grandes, que incorporaban la vivienda del molinero, pudiendo ser
de propiedad pública (con un contrato de arriendo con el concejo propietario) o privada.
El potro o herradero puede aparecer exento o cubierto por un pequeño techado (Foto 15).
Pero todos cuentan con los mismos elementos, en madera: un yugo para sujetar la cabeza del
animal, travesaños horizontales para amarrar las correas que abrazan el cuerpo, cuatro pies de-
rechos armando el conjunto y pequeños troncos verticales sobre el suelo para apoyar las pezu-
ñas del animal.
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Pasamos a hablar ahora de algunas muestras de arquitectura religiosa que perfectamente pueden
ser consideradas arquitectura popular por presentar formas y tratamientos autóctonos.
Encontramos un sinfín de pequeñas iglesias rurales, que responden siempre al esquema clásico
de espacio de culto con orientación Este-Oeste y la cabecera al Este, y que pueden incorpo-
rar diversos elementos: sacristía, baptisterio y un campanario que muchas veces se reduce a una
simple espadaña. Las soluciones más tradicionales presentan un pórtico de protección del acce-
so, un soportal añadido sobre pies derechos de madera, que en muchas ocasiones servía ade-
más como lugar para la celebración de los Concejos.
Las ermitas presentan formas más sencillas aún, limitándose a una simple nave, a veces antece-
dida por un pórtico (Fotos 21 y 22). Encontramos también ermitas rupestres, de entre las
cuales la más espectacular es, sin, duda, la de San Bernabé, en Cueva, instalada en el comple-
jo kárstico Ojo Guareña.
Hay también abundantes cruceros en piedra (Fotos 17 y 18), que suelen reproducir elemen-
tos estilísticos como columnas o pilastras facetadas sobre los que apoyan la cruz, reproducción
de elementos clasicistas que son adaptados por el maestro local.
Los cementerios se limitan a un pequeño recinto cerrado por altas tapias, con una única entra-
da de grandes dimensiones (Fotos 19 y 20).
Por último referirnos a las escuelas (Foto 23) o a las cocheras (Fotos 24 y 25).
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PROPUESTAS PARA LA CONSERVACIÓN
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Capítulo 6
Capítulo 6 - PROPUESTAS PARA LA CONSERVACIÓN
La Arquitectura Popular de Las Merindades se ha visto afectada en las últimas décadas por un
conjunto de fenómenos sociológicos que intentaremos explicar a continuación.
Siempre se da esa asociación: los pueblos que mejor conservan su arquitectura popular son los
que más rápidamente sufrieron el abandono.
Por otra parte la población que permaneció en la zona, viviendo de la agricultura o de otras
actividades económicas, han cambiado profundamente su modo de vida y con ello el tipo de
vivienda que necesitan. Por esa razón la casa tradicional, que hasta ese momento había dado
servicio a un modo de vida basado en la agricultura y en la ganadería, tenía que adaptarse a
esos cambios, y a unas mayores exigencias de habitabilidad, propias de una sociedad moderna.
Y ha ocurrido que muchas casas tradicionales han sido objeto de profundas reformas: se han
sacado los animales de las casas y se ha ocupado la planta baja, se han ampliado las habitacio-
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nes, se han agrandado o aumentado el número de ventanas, se han modernizado las instalacio-
nes, se han remozado fachadas y cubiertas... Reformas poco afortunadas que han desvirtuado
completamente la esencia de la casa y sus elementos básicos. A la pregunta de si se podía
haber hecho de otra forma, hay que responder que sí pues, de entrada, pocas comarcas ofre-
cen como Las Merindades un conjunto tan grande y homogéneo de casas en piedra de gran
calidad constructiva, casas de buen tamaño y alturas libres razonables; lo que falló fue sobre
todo la falta de aprecio hacia ese patrimonio, la falta de información acerca de lo que se podía
hacer con él de forma respetuosa y, seguramente, la falta de recursos.
Nuevamente, siempre se da esa asociación: los pueblos que más población han mantenido son
los que más han transformado su arquitectura popular.
Los emigrantes han seguido volviendo a los pueblos, para mantener sus raíces, y se han conver-
tido en un agente transformador de primer orden al invertir parte de sus ahorros en el manteni-
miento de sus viejas casas, con mayor o menor fortuna. La inmensa mayoría lo ha hecho sin
mucho acierto pero unos pocos, que cada vez son más, lo han hecho con cuidado, mante-
niendo los elementos básicos de la casa, la madera, la piedra, la cubierta e insertando los nue-
vos servicios e instalaciones con cuidado, conscientes del valor del patrimonio que tienen entre
sus manos. Aunque también ha habido muchos que han preferido hacerse una casa nueva de
pequeño tamaño.
Pero a pesar de la intensa labor transformadora sobre casas y pueblos de los emigrantes hay
que valorar positivamente su papel, pues gracias a ellos se han mantenido en pie muchas casas,
y gracias a su interés por volver a la tierra, es posible que lo sigan haciendo sus descendientes.
En los últimos años se está produciendo además un fenómeno de gran interés: la llegada a estas
tierras de gentes de fuera, sin raíces aquí, que compran una casa, la arreglan y vienen a pasar a
ella unas semanas en verano, y fines de semana el resto del año. Un fenómeno que a menor
escala se produce desde los años 70 con la llegada de los que se llamamos ahora “neorrura-
les”, que venían a instalarse aquí buscando una nueva forma de vida alejada de la ciudad. Pero
que ahora está adquiriendo una escala considerable, hasta el punto de generar un importante
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Aunque es un fenómeno de alcance limitado. Por un lado por el territorio al que está afectan-
do, pues la demanda se está concentrando sobre todo en el entorno de Medina de Pomar y
de Villarcayo, y en las zonas más cercanas o mejor comunicadas con Bilbao: el Valle de Me-
na, el Valle de Losa y, en menor medida Espinosa de los Monteros, Merindad de Montija,
Merindad de Sotoscueva y Merindad de Valdeporres. Pues es desde el Gran Bilbao de
donde está saliendo la mayor parte de los compradores. Y por otro lado por el tipo de casa
que buscan: una casa de tamaño pequeño o mediano, que no necesite de mucha obra y que
no exija mucho mantenimiento. Con lo que se quedan fuera las casas de mayor valor, las más
grandes y mejor construidas.
Esperemos que con el tiempo el alcance de este fenómeno se extienda a otras zonas y a las
mejores casas.
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El panorama que hoy presenta la Arquitectura Popular de Las Merindades es muy heterogé-
neo, está lleno de luces y sombras.
Por un lado nos encontramos con una parte importante del territorio en el que la arquitectura
popular ha sido muy transformada, a veces de forma irreversible.
También han sido objeto de una fuerte transformación, aunque no tan intensa, los pueblos
situados al sureste de la anterior, en la Merindad de Cuesta Urría, Trespaderne y Valle de
Tobalina, sobre todo los más cercanos a las vías principales de comunicación. La transforma-
ción ha sido mucho menos intensa en pueblos retirados de esas vías, y aún es posible encontrar
algunos que presentan un conjunto de arquitectura popular interesantes: Mijangos, Almendres,
Cebolleros y Extramiana en la Merindad de Cuesta Urría; y Hedeso, Renedo, Herrán, Mon-
tejo de San Miguel y Santa María de Garoña en el Valle de Tobalina.
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En el otro extremo nos encontramos una serie de zonas en las que buena parte de sus pueblos
presentan aún conjuntos homogéneos y bien conservados de Arquitectura Popular:
− El Valle de Zamanzas y al Valle de Manzanedo, en los que la mayoría de los pueblos
conservan un abundante número de casas de excelente factura, construidas en arenisca, ca-
sas de dos o tres plantas que responden en su mayor parte a lo que hemos llamado en el
Capítulo 4: “Formas con balcón corrido encastrado de influencia cántabra”. Y pueblos
insertos en un paisaje privilegiado, lo que les hace especialmente atractivos. En el Valle de
Zamanzas: Gallejones, Báscones de Zamanzas, Ailanes y Barriolacuesta. Y en el Valle de
Manzanedo: Crespos, Población de Arreba, Arreba, San Miguel de Cornezuelo, Con-
sortes, Vallejo, Peñalba de Manzanedo, Cueva de Manzanedo y Cidad de Ebro.
− La Merindad de Sotoscueva, por los mismos motivos: por el buen estado de conservación
de buena parte de sus casas y por la extraordinaria calidad de su paisaje. Pueblos como La
Parte de Sotoscueva, Entrambosríos, Villabáscones, Quisicedo, Quintanilla del Rebollar,
Cornejo, Ahedo de Linares y Quintanilla-Valdebodres.
− El Valle de Mena, donde coinciden diversas circunstancias: por un lado presenta el con-
junto más homogéneo de Arquitectura Popular de Las Merindades, con un modelo bien
definido y casi único, el de la “casa menesa”; y por otro, el estado de conservación de la
mayoría de estas casas es bueno, gracias a su excelente calidad constructiva y espacial. El
inconveniente que presentan es que, por su gran tamaño, exigen intervenciones costosas.
− Los Altos, con Tudanca, Tubilleja, Ahedo de Butrón, Porquera de Butrón, Villaescusa de
Butrón y Escobados de Abajo.
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− Jurisdicción de San Zadornil: Arroyo de San Zadornil y San Millán de San Zadornil.
− Partido de la Sierra de Tobalina: Valderrama y Cubilla.
− Oña: Villanueva de los Montes, Tamayo, Cornudilla y la Molina de la Portilla de Busto.
Y debemos referirnos a Espinosa de los Monteros, por el imponente conjunto de torres y casas
solariegas que en ella encontramos y, lo más interesante a los efectos de este trabajo, por el
conjunto de cabañas y prados cercados que constituye el territorio pasiego. La conservación
de este paisaje es tarea difícil, pero merece la pena estudiar la cuestión con detenimiento y
analizar entre otras cosas las propuestas y planes de catalogación que se están haciendo al otro
lado de la montaña, en Cantabria.
Por último hemos de referirnos a la situación que presenta la arquitectura popular del Valle de
Losa. A pesar de albergar uno de los conjuntos de formas más originales, buena parte de ella
se conserva a duras penas, debido a la poca calidad de muchas de sus mamposterías y al
abandono de que ha sido objeto. Además, los pueblos que han mantenido población, están
muy transformados. Hoy día solo presentan conjuntos de arquitectura popular homogéneos y
medianamente bien conservados: Las Eras, Villaventín, Villabasil, Barriga y Fresno de Losa.
Además de describir por zonas la situación general en que encontramos la arquitectura popular
de Las Merindades hemos de referirnos también al importante número de casas tradicionales
que han sido rehabilitadas de forma sensible, intentando respetar su “alma” y sus elementos
físicos básicos: muros de piedra, estructura de madera, cubiertas de teja... Los encontramos
diseminados por todo el territorio (menos en las zonas centrales) y son el mejor modo de ani-
mar a la conservación, con el ejemplo y la influencia que ejercen sobre el resto de las casas. La
mayoría son casas que han sido rehabilitadas para seguir manteniendo el uso de vivienda. Y
unas pocas, las más interesantes, han sido rehabilitadas para alojamientos de turismo rural.
Y esas rehabilitaciones nos hablan de la existencia en la zona de una mano de obra capaz de
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Otra cuestión que hemos de analizar es las posibilidades reales de conservación que tienen las
casas tradicionales en Las Merindades. Para que la conservación sea posible el edificio ha de
tener una cierta calidad constructiva y espacial, y la flexibilidad suficiente para admitir un uso
que ya tienen, el de vivienda, pero con mayores exigencias de habitabilidad: aislamiento higro-
térmico, calefacción, espacios más amplios e iluminados; o para admitir nuevos usos, como
alojamiento turístico. Y buena parte de las casas tradicionales de esta comarca reúnen la mayor
parte de esas condiciones: presentan buenas condiciones constructivas con excelentes fábricas
de piedra y estructuras de madera bien conservadas, alturas libres razonables, posibilidad de
hacer frente a diversos programas funcionales, se puede mejorar su aislamiento higrotérmico...
Lo que ya resulta algo más difícil es la cuestión de la iluminación natural de las estancias, pues
exige el agrandamiento de los huecos o la apertura de nuevos huecos, y si esto no se hace con
pericia los resultados pueden ser catastróficos, al afectar profundamente a la composición de las
fachadas. Y otra cuestión que e está manifestando como importante, es el gran tamaño que
suelen presentar buena parte de estas casas, que lógicamente encarece la intervención, hacien-
do más difícil su reutilización.
En cuanto a la consideración social que este patrimonio tiene entre la población de Las Me-
rindades, hemos podido comprobar al mover la Exposición de Arquitectura Popular de Las
Merindades que la gente que acudía a conocerla era consciente de sus muchos valores: cultu-
ral, ambiental, afectivo, artesanal... Pero también que era mucha la gente que permanecía
completamente ajena a la cuestión. Luego el camino que queda por andar en este sentido es
aún largo.
El mejor modo para valorar la consideración social de este patrimonio, es ver de qué manera se
trata en la Normativa Urbanística pues en ella se convierte en ley el interés de una comunidad
por la ordenación de sus pueblos y por la conservación de su patrimonio arquitectónico. Aun-
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que ocurre también que hay términos municipales donde se conjuga una escasa actividad edifi-
catoria y un escaso interés por regularla, no existiendo otra figura de planeamiento urbanístico
que las Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal de Ámbito Provincial de Burgos;
pero sus determinaciones son muy vagas y por supuesto, no hay catálogo de edificios a prote-
ger. Entre los términos que carecen de figura de planeamiento urbanística propia se encuentran
algunos de los que hemos señalado como de mayor interés por el gran número de pueblos que
presentan conjuntos de arquitectura popular de interés: el Valle de Zamanzas, el Valle de
Manzanedo y Los Altos.
En los términos que cuentan con figura de planeamiento, lo habitual es la existencia de deter-
minaciones estéticas muy vagas, acerca de materiales de cubierta y fachada y acerca de colores,
pero con ausencia de toda catalogación. Se echan en falta determinaciones más precisas y una
catalogación de edificios a proteger en algunos términos de los que hemos señalado el interés
de su arquitectura popular, como el Valle de Mena. Aunque hay excepciones interesantes:
− La Merindad de Sotoscueva, que cuenta desde el año 1.995 con unas Normas Subsidia-
rias, cuya intención declarada es conservar la estructura tradicional y el patrimonio inmobilia-
rio de los pueblos. Una voluntad que se plasma en diversas ordenanzas, más o menos de-
terministas, según se trate de un pueblo con “casco protegido” o un pueblo con “casco
consolidado”; para los primeros se establecen determinaciones bastante precisas acerca de
los materiales que se pueden y no se pueden emplear en fachadas, cubiertas y carpinterías,
mientras que para los segundos las determinaciones son más flexibles. Y también en un Ca-
tálogo de edificios a proteger que incluye, además de elementos de arquitectura popular
menor, a las casas tradicionales más interesantes.
− La Merindad de Montija cuenta también, desde el año 1.996, con unas Normas Subsi-
diarias en las que se establece un Catálogo de edificios protegidos, que incluye los mejores
ejemplos de arquitectura popular de sus pueblos.
− El Alfoz de Santa Gadea está a punto de aprobar unas Normas Subsidiarias en las que se
plantean distintas figuras de protección para buena parte de sus edificios.
− Las villas de Espinosa de los Monteros, Medina de Pomar, Frías y Oña cuentan con un
Plan Especial de Casco Histórico, que establece normas precisas para la conservación de
los edificios de mayor interés, y entre ellos se incluyen elementos de arquitectura popular.
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A la vista de todo lo visto hasta el momento creemos que la para la conservación de la Arqui-
tectura Popular de Las Merindades es necesario:
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