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Literatura Española I Unidad 1: Alteridad de la Edad Media

JAUSS Hans-Robert,“Alteridad
JAUSSHans-Robert, “Alteridadyy modernidad
modernidad de
de la
la literatura
literatura medieval”, en RICO Francisco (ed.),
Historia
Historia y crítica de la literatura española: Edad Media. Primer suplemento por Alan Deyermond,
y crítica de la literatura española: Edad Media.
Barcelona,
Barcelona,Crítica,
Crítica,1991, pp.26-35.11
1991,pp.26-35.

En 1977, H-R.Jauss proponía justificar el interés científico y didáctico por la literatura de la Edad
Media con tres razones distintas, que tienen su base hermenéutica en la teoría de la recepción:
- el placer estético
- su sorprendente alteridad
- el carácter ejemplar de los textos medievales (ver cuadro comparativo de géneros literarios del discurso
ejemplar en la Edad Media, pp.34-35)

PLACER ESTÉTICO
El placer estético es el primer vínculo hermenéutico necesario que parte de la experiencia de lectura
directa o prerreflexiva, que implícitamente supone una comprobación de legibilidad (o su ausencia).
Para ello se siguen varios pasos metodológicos que pretenden:
a) Reconstruir el horizonte de expectativas de los destinatarios originales. Es necesario, por
tanto, realizar una mediación histórica para recuperar la disposición y actitudes propias del hombre
medieval que son diferentes a las del hombre moderno.2

b) Confeccionar el propio horizonte de expectativas. Es decir, buscar el significado que tiene


para nosotros; plantear la cuestión del significado que persiste a la largo de la historia y así, su
recepción en diferentes épocas que permite percibir el proceso de formación y transformación del
canon estético.3

c) Fundir ambos horizontes: el de la experiencia estética pasada con el del presente. Esto se
alcanza a través de la diferenciación de horizontes en el proceso de comprensión activa del texto.
Cuando la fusión no se consigue, permanece un interés histórico por el texto.

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Resumen para uso interno de la cátedra realizado por la Prof. Alicia Ramadori.
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Robert Guitte observa algunos principios para una estética de la recepción de la literatura medieval en una
escala de modalidades de la experiencia estética según los géneros literarios y la disposición para cada uno. Así
el drama litúrgico requiere la participación litúrgica; el drama sacro, la necesidad de espectáculo/ edificación;
la leyenda, estupor/conmoción/edificación; la canción de gesta, admiración/compasión; la poesía simbólica,
desciframiento del sentido; la novela, gusto por lo indescifrado (oscuro); el fabliau, entretenimiento/ diversión;
la lírica cortesana, agrado por la variación formal.
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En este proceso del canon estético, la literatura medieval ha recibido distintas recepciones en los diversos
momentos históricos: sustitución por el canon estético del Renacimiento; supervivencia durante la Ilustración
como “subliteratura”; redescubrimiento como proceso normativo por la estética del Cristianismo, secularizada
en el Romanticismo; interpretación culta por el historicismo del siglo XIX; apropiación por las ideologías de la
literatura nacional; valoración como puente en la continuidad de la tradición latinoeuropea; reconocimiento de
su alteridad para justificar la modernidad de la literatura medieval (C.S.Lewis, E.Vinover, R.Guiette, A.Adler,
P.Zumthor).

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Literatura Española I Unidad 1: Alteridad de la Edad Media

Esta noción se fundamenta en el derecho estético a un conocimiento que proporciona placer y a un


placer que proporciona conocimiento. En este sentido, proporciona un argumento sólido para
demostrar la importancia de la literatura medieval.

ALTERIDAD DE LA EDAD MEDIA


Acabamos de señalar un primer rasgo de la alteridad de la Edad Media en las diferentes disposiciones
y actitudes del hombre medieval, que precisan de una mediación histórica para reconstruir el horizonte
de expectativas original.
El hombre medieval tiene una especial sensibilidad para lo simbólico, lo invisible y lo sobrenatural
que lo convierten en un “lector de símbolos”. Esta capacidad simbólica debe ser recuperada por el
lector actual para ser entendida en toda su dimensión.
Igualmente sucede con el placer por las digresiones doctas que se encuentran en los textos medievales,
porque explicaban cuanto ya sabían, además de satisfacer su necesidad de confirmar que cada cosa
estaba en su sitio en el modelo del mundo. A diferencia del lector moderno que busca la novedad de
la obra en la tradición.
Por otra parte, también percibimos en el hombre medieval una necesidad elemental de un mundo de
fantasía que aparece en la aventura y el encuentro amoroso; un mundo lleno de misterio, en el que
actúa la fortuna. Esta atracción puede explicar el éxito de algunos evergreens de la imaginación
medieval.
Jauss aborda la alteridad de la Edad Media destacando algunos de sus aspectos singulares que están
relacionados con la descripción recién hecha: oralidad, intertextualidad, cosmología y simbolismo.
El carácter oral de la tradición literaria es la particularidad más difícil para reconstruir y entender de
la recepción a oídas. Siguiendo a Paul Zumthor, reconoce que la invención de la imprenta fue decisiva
para delimitar la cultura medieval “como el tiempo que está antes”.
La intertextualidad resulta esencial en la composición y recepción de la literatura medieval. Surge del
placer que experimenta el hombre medieval de pasar de un texto al otro para percibir la variación,
siempre repetida y diferente, de un modelo fundamental. La valoración de esta condición de la
intertextualidad por sobre la índole individual de la obra literaria resulta determinante para la literatura
medieval. Para hacer comprensible este aspecto, Jauss traza un paralelo entre el lector moderno de las
novelas policiales y el oyente medieval de los cantares de gesta.
En correspondencia a esta naturaleza intertextual de la literatura medieval, se produce un importante
desarrollo de las artes retóricas durante toda la Edad Media. En la Retórica, el hombre medieval
encuentra un sistema de normas y modelos que rigen la composición y la lectura de las obras
discursivas. En este mismo sentido, la Biblia como texto sagrado del Cristianismo se erige en el
arquetipo absoluto para la literatura y la cultura medieval, al mismo tiempo que los métodos de
exégesis bíblica se proyectan en todos los ámbitos discursivos del Medioevo.
La cosmovisión cristiana será la que perdure durante los siglos medievales. Al respecto, C.S.Lewis
(1964) observaba que la definición del lugar del hombre en el universo estaba determinada por esta
doctrina teológica, que lo ubica en el centro. Diferente a la cosmología moderna del modelo del
mundo, que sitúa al hombre en el borde del espacio. En consecuencia, la cosmología medieval se

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caracteriza por ser teológica, centrípeta, jerárquica, valoradora de la perfección de los orígenes y
alegórica.
La alegoría es el método privilegiado para hacer comprensible al vasto público el sistema de símbolos
de la interpretación medieval del mundo. No sólo tiene una funcionalidad moral, por ejemplo, para
figurar vicios y virtudes, sino también sirve para representar el mundo interno de las pasiones, la
invisible gradación de instancias religiosas y el mundo feliz del amor consumado de la poesía
trovadoresca y el Roman de la Rose.
Mientras que para el hombre actual la alegoría significa falta de plasticidad, prolijas enumeraciones
en forma de catálogo y ausencia de tensión, en la Edad Media estos son aspectos de una poesía de lo
invisible que representa simbólicamente la realidad ideal. Asimismo, el hombre medieval no distingue
categóricamente entre ficción y realidad o entre realidad poética y realidad histórica. Recién en el
siglo XII se produce el inicio de la emancipación de la ficción por dos vías: la recepción de la matière
de Bretagne, que requiere un disfrute consciente de la ficción, el contraste entre lo fabuloso y lo
cotidiano; y la estética teológica de la escuela de Chartres, que asigna a la imaginación del poeta la
tarea de realizar la mencionada poesía de invisible que configure la representación simbólica de la
realidad ideal.
Esta ausencia de distinción entre realidad poética y realidad histórica trae como consecuencia otra
manifestación de la alteridad de la Edad Media: el proceso de medievalización se realiza en los hechos
y en los discursos del pasado, especialmente de la antigüedad. El hombre de la Edad Media adapta la
realidad histórica a las circunstancias y cosmovisión en las que vive, sin percibir que pertenece a un
género de vida distinto. Estamos ante un hábito mental que confunde y unifica la perspectiva histórica,
pero que compensa resignificando el pasado en función del presente para permitir su actualización y
mejor comprensión por parte del hombre medieval. Así, en el Libro de Alexandre, poema del mester
de clerecía del siglo XIII, Alejandro Magno se convierte, de emperador macedónico de la Antigüedad
clásica, en un caballero que recibe una educación clerical y se comporta como un rey medieval. Al
igual que Aristóteles quien deviene en un doctor medieval que enseña a su discípulo Alexandre las
artes liberales del Trivium y Quadrivium, propias del sistema escolar de la Edad Media.
Si bien el concepto de Antigüedad en la literatura medieval varió según el tiempo, el espacio y la
educación del compositor de los discursos, se buscaba en los autores clásicos algo más que la
perfección artística. Se pretendía alcanzar la ejemplaridad, el magisterio o lección aprovechable para
el hombre del Medievo, de acuerdo siempre con la doctrina cristiana. Por eso, la autoridad principal
serán las Sagradas Escrituras y sus comentaristas, seguidos de los filósofos antiguos. Las nociones de
“autor” y “autoridad” están asociadas a este carácter ejemplar que tiene una faceta didáctico-
moralizante de impronta cristiana, pero que la trasciende a otras esferas del conocimiento y la vida
social. Se transmiten además saberes científicos y eruditos, al mismo tiempo que se presentan
modelos que encarnan los valores de la comunidad en la que se componen y difunden los textos.
El didactismo o la ejemplaridad se convierten en otro aspecto importante de la alteridad de la Edad
Media, que se suma a la índole simbólica de su mentalidad. La importancia del arte radica en su
capacidad de representar con imágenes el dogma abstracto como modelo del mundo que regula todos
sus aspectos. La anonimia propia del autor medieval se justifica en parte, porque escribía
fundamentalmente para honrar y transmitir su materia que tenía un significado siempre inherente al
objeto de arte.

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CARÁCTER RELIGIOSO DE LA LITERATURA MEDIEVAL. SIMBOLISMO Y EXÉGESIS BÍBLICA

LÓPEZ
LÓPEZESTRADA
ESTRADAFrancisco,
Francisco,Introducción
Introducciónaala
laliteratura
literaturamedieval
medievalespañola,
española,4º
4ºedición
ediciónrenovada,
1
Cap. VIII, pp.208-232.
renovada, Cap. VIII, pp.208-232.1

Los eclesiásticos eran los mejor preparados para llegar a ser autores literarios; no es, pues, de extrañar
que las literaturas medievales de Europa presenten un acentuado sentido y rasgos religiosos en sus
obras. La literatura vernácula fue desde sus orígenes un medio más para que la Iglesia ejerciese su
función de predicación e ilustración de los fieles. Un impulso manifiesto de la literatura vernácula se
dio con ocasión del IV Concilio de Letrán en 1215, en que se recomendó una renovación de la
actividad de la Iglesia sobre el pueblo cristiano, que obtuvo también una notable repercusión literaria.
Si se tiene presente este adoctrinamiento constante que los hombres de la Iglesia realizaron con el
pueblo, podemos contar con que los principios fundamentales de la Iglesia y su liturgia formaron un
patrimonio espiritual que fue común en la Edad Media, y que en muchas diversas situaciones pudo
hallarse en el contenido de comunicación de la obra literaria y en las formas de su expresión.
Hay que considerar, por lo tanto, la condición del arte del Medioevo desde el punto de vista de su
trascendencia religiosa. Como señaló Leo Spitzer, el arte medieval es como una inmensa ilustración:
quiere exteriorizar y representar de manera perceptible lo que acontece en el alma del hombre. Y para
ello, el escritor, valiéndose del habla común, accesible a cualquier hombre, pretende exponer la
significación de esta espiritualidad religiosa. A fin de lograrlo, parte de la condición humana, pues
Dios mismo hizo la más notable de las manifestaciones cuando se hizo hombre para salvar a todos
los hombres. Juglares y trovadores, autores de fábulas, sermoneadores, escritores de todas clases,
iluminadores de textos, etc., todos se valen libremente del mundo conocido (naturaleza, historia, vida
cotidiana, etc.) para ilustrar con él la espiritualidad que ha de ser un ejercicio de salvación del alma.
El universo entero, obra de Dios mismo, en último término, es la materia con la que los artistas
expresan las manifestaciones de la vida interior y su conexión trascendente con el Creador. Y trabajan
esta “materia universal” con la fe paciente del artesano que es creyente. El arte así concebido fluía
con la doctrina de la Iglesia y la ilustraba. En muchas ocasiones, especialmente para el hombre de
mundo, el arte podía resultar un medio mejor para conocer los caminos de la salvación, que la misma
exposición doctrinal a secas.
La tradición escrita –la Biblia, sus comentarios y exégesis, los dogmas y la teología, y cuanto se
situaba a su servicio- se consideraba la expresión de la experiencia humana. Esta experiencia se
adquiría mediante la interpretación y reconocimiento de los signos. Entre ellos, la palabra es el medio
más adecuado para servir como símbolo a través del cual se percibe la realidad del mundo, visible e
invisible, presente, pasado y futuro, y su trascendencia divina. Esta interpretación enlaza con la
literatura simbólica de la antigüedad (Pitágoras, Platón y Plotino), y va estableciendo una red de
símbolos tipificados que acaba por encerrar una concepción del universo: desde lo más inmediato
(piedras, flores, animales, etc.) alcanza lo más lejano (planetas, signos del cielo, etc.), relacionando
el macrocosmos con el microcosmos mediante una interpretación metafísica de carácter esotérico. El
simbolismo, asegurado sobre todo en la literatura religiosa, obtuvo una vigorosa proyección en la
literatura profana, y se convirtió en una forma del pensamiento medieval.

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Resumen para uso interno de la cátedra realizado por la Prof. Alicia Ramadori.

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Literatura Española I Unidad 1: Alteridad de la Edad Media

Junto al simbolismo aparece la alegoría, en ocasiones con los límites confundidos y aun como
análogos. La alegoría se encuentra definida y con sus funciones declaradas en la Retórica de la
antigüedad; en los tratados medievales se halla mencionada de diversas maneras. En su origen fue
una figura retórica por la cual el orador daba una segunda significación a las palabras, diciendo algo
y dejando con ello entender un contenido mucho más complejo e importante. El uso de la alegoría
fue creciendo, favorecido por el pensamiento de raíz simbólica, que alternó con el razonamiento
dialéctico, y al que en ocasiones se prefería por su claridad de recepción. El procedimiento alegórico,
con toda la variedad de las analogías establecidas, valió tanto para los asuntos religiosos (sobre todo,
de carácter moralizador), como para expresar cualquier situación de la vida secular y profana que
requiriese una exposición de orden espiritual. La alegoría, a través de su uso reiterado, resultó
comprensible para un público amplio, y en conjunción con el símbolo, aseguró la estructura unitaria
del arte medieval. El esfuerzo por penetrar en la velada significación final constituye uno de los
objetivos de la expresión de la literatura en la Edad Media. Inteligencia e imaginación van parejas en
la construcción poética. El que pretende conocer la obra tiene que percibirla a un tiempo en su doble
plano: el accesible por la significación inmediata, y el de fondo, identificado por medio del primero.
La exégesis, establecida fundamentalmente en torno a los textos bíblicos para asegurar su recta
interpretación, se aplicó también a la literatura profana, en conjunción con el aparato de comentarios
y glosas, propio de la escolástica. La exégesis bíblica desarrolló una interpretación alegórica general
y continua, pues la Biblia era una suma literaria en la que se encontraban todos los estilos y géneros.
Una primera interpretación general, tipológica, relaciona el Antiguo con el Nuevo Testamento, de
manera que aquel es la prefiguración de este (Eva es anuncio de la Virgen María, y Adán, de Cristo,
etc.). El uso de la exégesis se encuentra fundamentado en la doble interpretación que lleva consigo la
alegoría y el símbolo; así, en cualquier texto se puede notar la significación directa y la figurada,
entendida como letra y espíritu. Esta interpretación se puede matizar en tres órdenes: sentido literal,
sentido moral y sentido alegórico, a los que se suma el sentido místico, para dar los cuatro niveles
exegéticos para la interpretación de la Biblia:
- literal o denotado por las palabras;
- alegórico, que connota otro significado oculto en el literal, yendo de lo individual a lo universal e
incluyendo la interpretación tipológica;
- moral o tropológico, que se refiere a un sentido ético superior;
- anagógico, que representa mediante la realidad visible, las celestes, sobrenaturales, de la otra vida.
Esta exégesis se aplicó también a las literaturas vernáculas, especialmente cuando los textos se
escribieron contando con la técnica de su uso, dentro de un propósito culto y que participaba de la
trascendencia de la palabra.

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