Está en la página 1de 3

Ouch

Intriduccion
Todo en la Biblia tiene un sentido, una enseñanza. Y en esta ocasión, hubo un hombre que
necesitaba dar un mensaje a un rey, para dicho propósito le pide a otro hombre (su amigo, su
compañero) que le pegue, pero este no obedeció y fue reemplazado por uno que sí obedeció[1].
Sé que somos únicos, pero Dios no esperará toda la vida, Dios esta interesado en ti y quiere que
tu ganes.
Debemos estar muy agradecidos porque Dios nos permite, estar aquí, aprender, servirle y hacer
algo que tiene una recompensa altruista y eterna. Todo lo demás que hacemos aquí en la tierra lo
hacemos para la tierra, se queda aquí. Lo único que sube al cielo es lo que hacemos en la iglesia.
Dios reemplaza al que no le quiere servir; Él espera, ama e insiste, pero si tú no quieres
encontrará a alguien que escuche su voz. Aprovecha la oportunidad que te da con instrucciones
claras para una obediencia rápida.

El profeta de la historia tuvo una herida grave, pero siendo obediente a Dios se paró en el camino
para hablar con el rey. La herida del profeta fue la que provocó que el rey se detuviera a
escucharlo. La historia muestra que la lesión posicionó al profeta como un mensajero efectivo.
Evitamos ser heridos porque nadie quiere sufrir, no entendemos que todo tiene un propósito; las
heridas sirven. Hoy tenemos dos opciones: meternos en la herida y decir “Este dolor es más
grande que la voluntad de Dios” o podemos usar la herida para que Dios trabaje en ella y decir
“Aún con una herida yo tengo algo que contarles”. No hablemos desde el dolor, hablemos desde
la cicatrización.

Tengo unas manchitas en la cara causadas por el embarazo, no me gustan, pero las puedo cubrir
con maquillaje. Cuando llega el fin del día y estoy frente al espejo, de todas maneras esas
manchitas no me descalifican de ser quien soy. Entonces, las heridas no nos descalifican de ser
quienes somos. Es cuando estás en la posición en la que te reconoces con heridas para tener la
autoridad de contar el mensaje.
En la Biblia encontramos que 1 Juan 1:9 está escrita para los cristianos, hijos de Dios que
nacieron de nuevo[2]. La enseñanza de hoy es si pecaste no te quedes consumido por el dolor
porque Dios mismo te levanta. Si ya pediste perdón, sacúdete y prepárate para cumplir el
propósito que tiene para ti. Nos convertimos en una fuente de inspiración para alguien cuando
sanamos; tu dolor puede ser un testimonio poderoso porque Él lo usa para Su gloria. El vendaje
de las heridas tiene el mensaje: “Sobreviví, lo logré y le daré gloria a Dios”.

En la vida hay heridas; la vida misma hiere. No le hagas un monumento a tu dolor porque no
podrás cumplir el propósito de Dios si te victimizas. No se trata de negar el suceso doloroso, se
trata de permitir que Dios lo sane. Él quiere hacer algo nuevo en tu vida, debes permitirle que
actúe para avanzar. Cuando tomamos la Santa Cena recordamos y reclamamos el sacrificio de la
cruz de El Calvario. Jesús es nuestro mayor ejemplo, él fue herido y tomó tu lugar para que no lo
tengas que tomar; nadie puede condenarte porque Cristo te ha justificado.

En 1 Crónicas 2:16 encontramos a Sarvia (traducido a “Mis heridas”), una señora muy herida,
pero sus tres hijos sirvieron al objetivo de Dios[3]. Hoy también está la enseñanza de no pasar
nuestro dolor a la siguiente generación. No estamos aquí solo por nosotros, sino por nuestra
siguiente generación. Cuando tú te paras y dices “No importa lo que pasé, lo que viví, hasta aquí
llega el sufrimiento” rompes con la tendencia de repetir el mismo dolor por generaciones. Sé
como Sarvia y convierte tu dolor en un propósito, deja que Dios lo use. La pregunta es ¿qué van
a producir tus heridas? Evita que tus heridas generen amargura, rabia e ira porque todo encuentro
con Dios es sanación. Es un nuevo año, pero no cambiará si tú no cambias. Aprovecha la
oportunidad de no cargar con tus heridas, dale sentido al dolor y a la herida para cumplir el
cometido de Dios.

[1] 1 Reyes 20:35-38: Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero por
palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el otro no quiso herirle. Él le dijo: Por cuanto no has
obedecido a la palabra de Jehová, he aquí que cuando te apartes de mí, te herirá un león. Y
cuando se apartó de él, le encontró un león, y le mató. Luego se encontró con otro hombre, y le
dijo: Hiéreme ahora. Y el hombre le dio un golpe, y le hizo una herida. Y el profeta se fue, y se
puso delante del rey en el camino, y se disfrazó, poniéndose una venda sobre los ojos.

[2] 1 Juan 1:9: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad.
[3] 1 Crónicas 2:16: De los cuales Sarvia y Abigail fueron hermanas. Los hijos de Sarvia fueron
tres: Abisai, Joab y Asael.

Mira la prédica en video

También podría gustarte