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Dios sigue siendo Dios

Aunque las cosas no salgan como las estamos esperando, debemos


entender que Dios sigue siendo Dios y que el no ha cambiado, es el
mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8).
Hay muchos cristianos que han partido de esta tierra esperando un
milagro que nunca llegó.

Es por ello, que muchos se preguntan si el mismo Dios que sanaba en el


Antiguo y Nuevo Testamento sigue haciendo milagros hoy.
La verdad es que Dios no puede cambiar, pues dice su palabra que no
hay sombra de variación en Él (Santiago 1:17) es por ello que Él sigue
teniendo el poder para sanar, proveer, restaurar, cambiar, transformar…
En fin, todo lo que podamos necesitar está en sus manos y sólo Él
decide cuando entregárnoslo.

Los grandes milagros que observamos en la Palabra, fueron


provenientes de personas con una fe impresionante.
Como lo es caso de la mujer del flujo de sangre, quien hizo todo su
esfuerzo y metiéndose entre la multitud logró tocar el manto del
Maestro, porque ella creía de antemano que tan solo un toque la podía
sanar.
Así como ella, muchos personajes bíblicos tuvieron una fe enorme y por
ello recibieron su milagro.

Esto nos lleva a preguntarnos, ¿Será que nosotros somos como aquellos
hombres y mujeres que nos muestra la Biblia? Personajes llenos de
coraje, de ímpetu y poder de lo alto, con una fe aguerrida, capaz de
arrebatar sus bendiciones.
Es necesario que nosotros como hijos de Dios aprendamos de estos
grandes hombres y mujeres de fe, que vayamos a la presencia del
Señor en busca de nuestros milagros y que podamos entender que
suceda lo que suceda Dios sigue siendo Dios y si en su soberanía no nos
ha entregado alguna cosa, es porque Él sabe que es lo mejor para
nuestras vidas.

Así que aunque no entendamos el por qué de las situaciones, debemos


ser agradecidos porque Dios tiene el control de todas las cosas.

«Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice


Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis», Jeremías 29:11.

Ahora pensemos en la relación vertical que tenemos con Dios.


¿Alguna vez Dios contestó esa oración por la que tanto orabas, sentiste
muy de cerca su presencia, notaste su gran providencia, lo viste hacer
milagros y otras tantas cosas; y exclamaste con gran gozo en el
corazón: Dios es bueno! Él es grandioso, increíble, poderoso, fiel,
amoroso…?
Quiero que reflexionemos. Cuando pasamos por problemas, cuando
pareciera que Dios no contesta, cuando no ves la solución, cuando hay
lágrimas y dolor en el corazón, cuando sientes que tu Dios ya no está
tan cerca, cuando ya no ves con tanta claridad…

¿Tu corazón sigue creyendo que Dios es bueno, fiel, poderoso, grandioso
y milagroso?

Hay algo en lo que siempre puedo confiar y que me da paz, sin importar
lo que esté viviendo.
Y es que Estando en el monte o en el desierto, con seguridad puedo
decir: ¡DIOS SIGUE SIENDO DIOS!

“En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera.
Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle
después de él.” Eclesiastés 7:14

Hay una verdad. Nosotros cambiamos constantemente: nuestra manera


de pensar, hablar y actuar cambia; nuestra perspectiva, nuestras
prioridades, nuestros intereses y sueños cambian; la relación que
mantenemos con los demás y hasta nuestra relación con Dios cambia.

Pero hay otra verdad. Dios jamás cambia. “Si somos infieles, él sigue
siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo.” 2 Timoteo 2:13
(NVI).

La razón por la que Dios sigue inmutable ante nuestra inestabilidad es


porque Él no puede ir en contra de su naturaleza.
Él sigue siendo Dios. Él sigue siendo bueno, amoroso, fiel,
misericordioso, comprensivo, detallista.

Él sigue siendo tu creador, tu salvador, tu ayudador, tu papá, tu amigo,


tu paz, tu refugio, tu consuelo, tu roca, tu fuente de vida, amor y gozo;
cuando estas en la cima y cuando estas en el valle, Dios sigue siendo
Dios.

Por eso es necesario que lo adoremos por lo que él es y no por simples


emociones basadas en lo que estamos viviendo.
Él es mucho más grande que eso.
Que nuestro buen Dios nos ayude a tener esta verdad presente,
siempre!

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