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Filosofía Contemporánea - La filosofía y el espejo de la naturaleza - Richard Rorty

Cap. 7.

El texto se centra en la transición de la epistemología a la hermenéutica en la filosofía. La


epistemología se ha caracterizado por la búsqueda de fundamentos y la conmensuración en la
búsqueda del conocimiento. Sin embargo, la hermenéutica se presenta como una alternativa
que no busca fundamentos sólidos ni la conmensuración de todos los discursos. En su lugar, se
enfoca en la conversación y la comprensión de las relaciones entre diferentes discursos.

La epistemología busca un terreno común que permita el acuerdo racional entre diferentes
hablantes, mientras que la hermenéutica no presupone una matriz disciplinaria que una a los
hablantes, pero espera llegar a un acuerdo o, al menos, a un desacuerdo interesante y
fructífero durante la conversación. La epistemología ve la conversación como una investigación
implícita, mientras que la hermenéutica considera la investigación como una conversación
rutinaria. La idea de la hermenéutica es que la cultura no necesita la epistemología como una
disciplina central, y la filosofía puede desempeñar el papel de intermediario socrático entre
diferentes discursos, ayudando a los pensadores herméticos a abandonar sus prácticas aisladas
y a llegar a compromisos o trascender desacuerdos. El texto destaca que la hermenéutica se
aleja de la búsqueda de fundamentos y la conmensuración en la filosofía, enfocándose en la
conversación y la comprensión de las relaciones entre diferentes discursos, lo que la diferencia
de la epistemología centrada en la búsqueda de la racionalidad común a través de
fundamentos sólidos.

Problematiza la relación entre la epistemología y la hermenéutica y cómo esta relación se ha


abordado en la filosofía. Se señala que la epistemología busca establecer fundamentos sólidos
para el conocimiento, mientras que la hermenéutica adopta una perspectiva diferente. La
hermenéutica no busca suceder a la epistemología ni establecer un terreno común absoluto
para el conocimiento. En cambio, aboga por la conversación y la interpretación, sin necesidad
de fundamentos sólidos preestablecidos.

Se discute la idea de conmensurabilidad, que implica la capacidad de someter las afirmaciones


a reglas que permitan llegar a un acuerdo sobre su veracidad. La epistemología parte de la
suposición de que todas las contribuciones a un discurso son conmensurables, lo que implica
que existe un terreno común para evaluarlas. La hermenéutica, por otro lado, lucha contra
esta suposición y no busca una conmensuración absoluta, sino más bien la esperanza de llegar
a un acuerdo o un desacuerdo fructífero.

Alude a la idea de la ciencia "normal" y la ciencia "revolucionaria" según Thomas Kuhn. La


ciencia normal se refiere a la práctica de resolver problemas dentro de un consenso existente
sobre lo que constituye una explicación adecuada. La ciencia revolucionaria implica la
introducción de nuevos paradigmas y conjuntos de problemas. Se argumenta que la
hermenéutica se enfoca en el discurso anormal, tratando de dar sentido a lo que no está claro
antes de realizar una explicación epistemológica. También menciona que Kuhn desafió la
noción de conmensurabilidad entre diferentes paradigmas científicos, lo que generó debate en
la filosofía de la ciencia. Kuhn argumentó que no hay un algoritmo objetivo para elegir entre
teorías, lo que llevó a sus críticos a cuestionar si cada científico podría establecer su propio
paradigma y definir la objetividad y la racionalidad en función de él. En última instancia, el
autor concluye que la hermenéutica no necesita un nuevo paradigma epistemológico y que la
elección entre paradigmas se resuelve en términos de criterios externos, lo que hace que los
debates sobre paradigmas sean revolucionarios. La hermenéutica se centra en la
interpretación y la conversación en lugar de buscar fundamentos absolutos.

Profesor Federico Frontán


Estudiante Emilio Lemos
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Se discute la interpretación de los críticos, como Scheffler, de las ideas de Kuhn. Kuhn
argumenta que la evaluación de paradigmas científicos rivales es un proceso deliberativo que
involucra criterios comunes en un segundo nivel del discurso. Sin embargo, Kuhn sugiere que
es imposible compartir criterios de segundo orden, y cada paradigma es autojustificativo, lo
que lleva a debates sobre paradigmas sin objetividad. En contraposición, Kuhn no afirmó
explícitamente que las diferencias de paradigma se reflejan inevitablemente hacia arriba, pero
indicó que hacerlo dificulta la resolución de controversias sobre cambios de paradigma.

Se plantea que la principal diferencia entre Kuhn y sus críticos es si el proceso deliberativo
relacionado con cambios de paradigma en las ciencias difiere de otros procesos deliberativos
en campos como la política o la filosofía. Kuhn sostiene que no hay una diferencia fundamental
en la naturaleza de estos procesos.

Kuhn también discute los criterios de elección entre teorías, argumentando que funcionan
como valores y no como reglas. La diferencia clave entre Kuhn y sus críticos radica en si existe
un conjunto de valores científicos específicos que deben influir en la elección de teorías. El
fragmento plantea preguntas sobre si las consideraciones que Belarmino introdujo en su
oposición a la teoría copernicana eran "acientíficas" y si hay una manera de determinar la
relevancia de afirmaciones para otras áreas. La discusión se centra en si hay una línea divisoria
clara entre ciencia y otras áreas de la cultura y si existen normas objetivas y racionales para su
adopción. Se destaca la importancia de distinguir entre ciencia y no ciencia y se argumenta que
la distinción entre "normal" y "anormal" en la investigación científica es más relevante que la
distinción entre ciencia y no ciencia.

Finalmente, se aborda la confusión en torno a la noción de objetividad y se plantea que las


teorías epistemológicas y metafísicas a menudo intentan justificar la objetividad y la distinción
entre lo subjetivo y lo objetivo en campos como la moral, la física y la psicología. El fragmento
concluye que el uso de términos como "objetivo" depende del consenso entre los
investigadores. Por lo tanto, la discusión entre Kuhn y sus críticos sobre la objetividad en la
ciencia y otras disciplinas, cuestionando la distinción entre ciencia y no ciencia y planteando
preguntas sobre la naturaleza de los procesos deliberativos y la relevancia de las
consideraciones en la toma de decisiones científicas y morales.

El autor sostiene el debate entre Thomas Kuhn y sus críticos en el contexto de la distinción
"objetivo-subjetivo". Kuhn argumenta que el término "subjetivo" no debe ser interpretado
como "basado en un juicio" y que la objeción de que su concepción de la ciencia es subjetiva es
incorrecta. Él sustenta que las afirmaciones subjetivas son simplemente cuestiones de gusto y
no se refieren a juicios sobre la realidad objetiva. Sin embargo, sugiere que esta respuesta no
aborda completamente la preocupación de que no exista un terreno intermedio entre las
cuestiones de gusto y las cuestiones que pueden resolverse mediante un algoritmo
predefinido. Argumenta que la tradición filosófica ha vinculado la distinción entre "algoritmo
versus no algoritmo" con la distinción entre "razón versus pasión". Esta vinculación ha llevado
a la idea de que solo podemos ser racionales cuando nuestras creencias se corresponden con
la realidad objetiva. También menciona que la falta de una respuesta definitiva al "problema
de la inducción" es similar a la falta de respuesta a preguntas sobre cómo la ciencia puede
desarrollarse en base a valores y cómo la moral ha evolucionado en la sociedad.

Aboga por la necesidad de pensar en la ciencia de una manera que no se sorprenda de que sea
una "empresa basada en el valor" y cuestiona la idea arraigada de que los valores son internos
y los hechos son externos. Finalmente, el autor menciona la percepción errónea de que Kuhn

Profesor Federico Frontán


Estudiante Emilio Lemos
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tiende hacia el "idealismo" al reducir los métodos científicos a los de los políticos, sugiriendo
que esto se debe a la creencia de que solo lo que puede descubrir una máquina programada
con un algoritmo existe objetivamente, mientras que todo lo demás se considera una creación
humana.

Cap. 8.

Este capítulo comienza discutiendo la importancia de la epistemología en la filosofía y cómo


históricamente la filosofía se ha centrado en la búsqueda del conocimiento y la representación
de las esencias de las cosas. Luego, introduce la idea de "hermenéutica" como un enfoque
filosófico que busca comprender las ciencias humanas más allá de su autoconciencia
metodológica y su relación con nuestra experiencia del mundo. Destaca la obra "Truth and
Method" de Hans-Georg Gadamer como un referente importante en el desarrollo de la
hermenéutica, que no se centra en un método para obtener la verdad, sino en comprender
qué son realmente las ciencias humanas y cómo se conectan con nuestra experiencia del
mundo. Se argumenta que la hermenéutica se esfuerza por distanciar la filosofía de la
epistemología clásica y proporcionar una nueva descripción del hombre que va más allá de la
imagen clásica.

El texto también contrasta la hermenéutica con la búsqueda de la verdad objetiva y la


distinción entre hechos y valores. Se sugiere que la hermenéutica ve la objetividad como una
de las muchas formas de describirnos a nosotros mismos, y no como una búsqueda exclusiva
de la verdad. El autor señala que la educación comienza con la aculturación y la conformidad
con las normas del discurso normal antes de poder adoptar una perspectiva hermenéutica. Se
advierte sobre la importancia de no abandonar por completo la epistemología, ya que la
hermenéutica depende de una base de conocimiento.

Hace una distinción entre dos tipos de filósofos: los sistemáticos y los edificantes. Los filósofos
sistemáticos son constructivos y dan argumentos, mientras que los filósofos edificantes son
reactivos y presentan sátiras, parodias y aforismos. Los filósofos sistemáticos buscan
establecer la filosofía como una ciencia segura y duradera, mientras que los filósofos
edificantes quieren dejar espacio para la admiración y la novedad, evitando la
institucionalización de sus propios vocabularios. Se menciona que los filósofos edificantes a
menudo se ven acusados de no ser "filósofos" en el sentido tradicional, ya que no se centran
en la argumentación lógica y la búsqueda de la verdad objetiva. En lugar de eso, se centran en
mantener la conversación filosófica viva y abierta, evitando la idea de que existe una verdad
absoluta. También aborda la cuestión del relativismo, argumentando que la filosofía edificante
busca evitar que se cierre la conversación y se imponga una única verdad objetiva, ya que esto
limitaría la capacidad de las personas para explorar nuevas perspectivas y descripciones.

El autor sugiere que es una buena idea dejar de lado la distinción entre espíritu y naturaleza,
que a menudo se interpreta como una división entre seres humanos y otras cosas. También se
plantea la relación entre doctrinas "existencialistas", como las discutidas por Sartre, y el
conductismo y materialismo defendidos en capítulos anteriores. Critica la tendencia de
algunos filósofos recientes, bajo el auspicio de la fenomenología o la hermenéutica, a buscar
un nuevo punto de vista trascendental para comprender la reflexión y la elección de
vocabularios alternativos. Se argumenta en contra de la idea de desarrollar una "pragmática
universal" o una "hermenéutica trascendental".

En cambio, se sugiere que la filosofía no necesita un marco permanente de investigación y que


la búsqueda de un marco trascendental es sospechosa. Menciona que la filosofía no debe

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centrarse en encontrar respuestas definitivas o permanentes. En cambio, sugiere que la


filosofía debe ser vista como una actividad en constante evolución que se adapta a la evolución
de la cultura y el conocimiento. Se cuestiona que la filosofía debe dejar de lado la idea de una
"verdad objetiva" y reconocer que las creencias y explicaciones humanas son contextuales y
cambiantes. Las teorías filosóficas deben considerarse como una parte de la edificación, y no
deben intentar encontrar una explicación definitiva de la realidad.

El autor sostiene que el discurso anormal y el discurso normal no son incompatibles, y que la
diversidad de perspectivas y enfoques en la filosofía es valiosa. La filosofía no debe temer al
naturalismo ni al conocimiento científico, ya que estos no excluyen la posibilidad de discursos
anormales o edificantes. Concluye el capítulo haciendo una alusión al título de Michael
Oakeshott, "The Voice of Poetry in the Conversation of Mankind", para enfatizar que la
filosofía debe estudiarse en un tono conversacional. Argumenta que la filosofía no trata de
describir empíricamente el conocimiento, sino de situarlo en el espacio lógico de las razones y
justificaciones. El conocer no tiene una esencia, sino que se basa en normas vigentes y el
derecho a creer. Sostiene que la comprensión de la filosofía debe centrarse en la conversación
como el contexto último para entender el conocimiento. Esto implica cambiar el enfoque
desde la relación entre seres humanos y objetos de investigación hacia la relación entre
criterios alternativos de justificación y los cambios en esos criterios a lo largo de la historia
intelectual.

El autor explica que ha presentado un prólogo para una historia de la filosofía centrada en la
epistemología como un episodio dentro de la cultura europea. La filosofía, a lo largo del
tiempo, se ha entrelazado con diversas disciplinas no filosóficas que a veces han intentado
reemplazar la epistemología y la filosofía.

La idea es que la filosofía no puede reducirse a la secuencia de manuales clásicos desde


Descartes hasta Russell y Husserl, ya que abarca una conversación en evolución. La historia de
la filosofía se debe considerar como el resultado de accidentes históricos y giros en la
conversación, y no como un camino inevitable. La filosofía depende de contingencias, como
avances en la física y la política, y las líneas divisorias entre disciplinas pueden desdibujarse.

El autor cuestiona la idea de que la filosofía sea una profesión con un conocimiento
especializado sobre el conocimiento, y señala que los filósofos pueden ofrecer observaciones
valiosas sobre diversos temas debido a su familiaridad con la historia de las discusiones. El
autor también reflexiona sobre el futuro de la filosofía, sugiriendo que puede cambiar su
enfoque y que los problemas filosóficos no desaparecerán, pero evolucionarán en la
conversación.

En última instancia, el autor aboga por mantener la conversación de la filosofía como una
parte esencial de la cultura, independientemente de los cambios en su enfoque y métodos a lo
largo del tiempo.

Profesor Federico Frontán


Estudiante Emilio Lemos

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