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ADVIENTO ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

1.- El Adviento es un tiempo litúrgico “fuerte”. En él se nos ofrecen gracias especiales y abundantes de parte de Dios.
Ello implica que de parte nuestra hemos de vivirlo también con especial intensidad.

2.- Pero ¿qué es exactamente lo que celebramos o conmemoramos en este tiempo de gracia?, ¿cuáles el don propio de
este tiempo santo?

a) Recordamos la primera venida de Cristo para salvar al mundo. Ella nos recuerda que estamos necesitados de
salvación: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero” (1Tim 1,15). Este aspecto se
hace presente sobre todo desde el 17 de diciembre.

b) La venida continua de Cristo. Ciertamente Él está presente siempre. Decir que “viene” significa que se nos
manifiesta, que nos sale al encuentro “en cada hombre y en cada acontecimiento” (prefacio III de Adviento).

c) La última venida de Cristo al fin de los tiempos como Señor y como Juez. En ese momento solemne
tendremos que dar cuenta ante Él de toda nuestra vida. Vendrá a establecer su señorío total y definitivo y a
“juzgar a vivos y muertos”, como profesamos en el Credo. A Él nada se le oculta.

3.- El Adviento nos ayuda a intensificar la vivencia de estas realidades esenciales de nuestra fe, que deben prolongarse
durante el resto del año. Para ello se nos ofrece la gracia de intensificar también algunas actitudes que son propias de
este tiempo santo:

a) Fe viva para estar atentos y descubrir esas continuas venidas, de manera que no nos pasen inadvertidas y
podamos recibir a Cristo por la fe. Se trata de “vivir en la luz”.

b) Deseo ardiente de Cristo. La oración propia del adviento es “¡Ven, Señor Jesús!”, tan querida de los primeros
cristianos. Cristo es el objeto de nuestra fe, pero también de nuestra esperanza y de nuestro amor. Él lo es todo
para nosotros.

c) Vigilancia. También la liturgia de este tiempo nos insiste en que hemos de estar preparados, dispuestos, “con
las lámparas encendidas”, porque “a la hora que menos pensemos viene el Hijo del Hombre” (Mt 24,42-44; 25,13; 1Tes 5,1-
8).

d) Confianza. Cristo viene para salvar. Por tanto, no debe asustarnos nuestra miseria. Se trata precisamente de
poner en contacto con Cristo todo lo que en nosotros necesita ser salvado, para permitirle a Él desplegar su
salvación más profundamente en nuestras vidas.

4.- En este camino del Adviento están presentes especialmente para ayudarnos dos personajes o figuras típicas de
este tiempo:

a) María. Ella encarna la esperanza más pura de Israel, del Antiguo Testamento, de los “pobres” y los humildes.
Ella anhela la llegada de su Hijo, que es también su Salvador, y lo entrega al mundo.

b) Juan Bautista. Su actitud es desaparecer para que Cristo de manifieste, menguar para que Cristo crezca. Juan
no para de señalar hacia Jesús: “Es Él, el Salvador, no hay otro”.

María y Juan Bautista nos ayudan a vivir el Adviento con fuerte sentido misionero: con el deseo de que Cristo se
manifieste a los que aún no le conocen y quebrante las cadenas de los que son esclavos de vicios y pecados.

P. Julio Alonso Ampuero

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