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Revolucionaria
b (17891848)
Javier Paniagua
ANAYA
&
9 7 88420 734422
Colección: Biblioteca Básica
Serie: Historia
1 La Revolución francesa:
el nacimiento de una nueva era 6
2 El Congreso de Viena:
intento de restauración
del viejo orden 28
4 El ciclo revolucionario:
1820-1830 54
5 El ciclo revolucionario:
1848, «año de las revoluciones
democráticas» 80
G losario 92
Indice alfabético 94
Bibliografía 96
El mundo de las ideas: del liberalismo
al socialismo
El liberalismo no es una doctrina muy elaborada, carac
terizada por una filosofía concreta. Supone más bien una
mentalidad general, fruto de la confluencia de distintas
corrientes de pensamiento, que destacan la capacidad
de respuesta individual por encima de los principios in
mutables establecidos por la tradición o las costumbres.
Es el fruto de un largo proceso, iniciado en las civiliza
ciones grecorromanas, que fue creciendo y extendién
dose a lo largo de la Edad Media y la Moderna, con la
conquista de fórmulas racionales para entender el mun
do y rechazando argumentos de autoridad no co m
probados.
Los descubrimientos científicos producidos a partir del
siglo XVI, la filosofía empirista y las ideas políticas de la
Ilustración constituyen elementos fundamentales para
comprender la formación del liberalismo, desarrollados
a partir de la independencia de los Estados Unidos y de
la Revolución Francesa.
La ideología liberal corre pareja con el ascenso de la
burguesía en Europa, que se consolida con la Revolu
ción Industrial, y con ella creará su concepción del mun
do y la defensa de sus intereses, concretados en la sal
vaguardia de los derechos individuales. Libertad, por
tanto, para fabricar, comerciar y ampliar los mercados.
Libertad para elegir el gobierno apropiado a los intere
ses de cada uno y votar las leyes deseadas. Libertad para
El escritor y filó
sofo Jean-Jacques pensar y expresarse sin censura. El Estado será siem
Rousseau (según un pre el valedor de la libertad, y su objetivo consistirá en
retrato de Quintín velar por los derechos de las personas, sin intervenir en
La Tour). Producto las relaciones económicas o sociales.
de la cultura enci
Pero en el liberalismo encontramos diversos matices
clopedista ilustrada
acerca de cóm o ha de ser entendida y practicada dicha
d e l s ig lo X V III,
Rousseau acabaría libertad. De ahí que se hable de liberalismo económ ico,
por ser reconocido político, moral, religioso, etc., y, dentro de ellos, dis
com o p en sad or tintas posturas, desde las más radicales a las más m o
esencial por los re deradas, configuran un panorama ideológico variado,
v o lu c io n a rio s del
pero que tiene com o punto de partida la D e c la r a c ió n
XIX. En la página
d e D e r e c h o s d e l H o m b r e y la potestad de todos los se
opuesta, la Virtud
visita la tumba del res humanos a ser iguales ante la ley e intervenir en al
filósofo francés. gún grado en las cuestiones de gobierno.
Fue en la Inglaterra del siglo XIX. el país más desa
rrollado industrialmente en la época, donde estas ideas
El liberalism o adquirieron su mayor consistencia teórica. Son una bue
na muestra economistas com o Adam Smith. Malthus o
Ricardo, y pensadores de la talla de Bentham y Stuart
Mili. Todos ellos, junto a los franceses Benjamín Cons-
tant y Alexis Tocqueville, establecieron los principios
fundamentales del liberalismo político y económ ico
moderno.
Tras la derrota de Napoleón, las fuerzas que intenta
ron la vuelta al Antiguo Régimen reaccionaron contra
todo lo que les recordara la Revolución, considerada co
mo fuente de todos los males acaecidos, al querer tras
tocar el sentido tradicional de las sociedades. Pensaban
En la Inglaterra del que había sido un castigo de la Providencia ante unas
primer tercio del si
doctrinas y una experiencia que alteraban el orden na
glo xix, el miedo a
tural. El francés Joseph Maistre, teórico del tradiciona
la Revolución caló
profundamente en lismo de aquella época, escribía:
tre su clase dirigen
te, que veía de esta «El hombre puede plantar un pepino, hacer crecer un árbol,
fo rm a tan p e c u perfeccionarlo mediante injertos y podarlo de cien modos dis
liar el avance de tintos. pero jamás ha podido imaginar que pueda crear un ár
las ideas liberales y bol. ¿Cómo ha podido entonces imaginarse que tuviera p o
democráticas. der para crear una Constitución?»
36
Sin embargo, para los liberales — denominación que
se utilizaba al principio en tono despectivo— , sólo a tra
vés del descubrimiento progresivo de la verdad con el
El liberalism o
concurso de la razón puede el hombre alcanzar una so
ciedad más justa. En este sentido, el parlamentarismo
liberal representa la confianza en el diálogo y en la con
frontación organizada de opiniones. Los Congresos o
las Asambleas de diputados discuten distintos aspectos
de la realidad hasta lograr el acuerdo o consenso, se
gún la relación de fuerzas políticas existentes. Esto lleva
a un rechazo de los dogmas impuestos por cualquier
Iglesia o por la tradición y a un reconocimiento del rela
tivismo de todas las verdades. Por tanto, el poder ha
brá de estar limitado, siendo lo más adecuado dividirlo
y establecer la separación entre ejecutivo — gobierno— ,
legislativo — Parlamento— y judicial — los tribunales de
justicia— , tal com o ya señalara Montesquieu.
La ideología liberal adquiere carácter revolucionario
durante la primera mitad del siglo XIX. a medida que
se convierte en la bandera reivindicativa frente a las
fuerzas del Antiguo Régimen. Por tanto, en aquellos
años fue un movimiento subversivo (1815-1848), pro
tagonizado por burgueses, profesionales liberales (abo
gados. médicos, funcionarios), comerciantes y también
por muchos obreros. Juntos lucharon en las barricadas
La pujanza indus
trial de Inglaterra
d a b a a este país
una condición de
«la b o r a t o r io de
pruebas» del proce
so re volu c io n ario
de la época indus
trial. La formación
de partidos y sindi
catos obreros en
contró en Inglaterra
su m ejo r terreno
para fructificar, al
abrigo de las nue
vas factorías y ciu
dades industriales. 37
para derrotar a los reaccionarios, que querían mante
ner el viejo orden social y económ ico, ajenos al empuje
El liberalism o de las nuevas fuerzas productivas que estaba generan
do la creciente industrialización y las transformaciones
en la agricultura.
Sin embargo, para aquellos liberales era fundamen
tal no compartir el poder que arrebataban a los monar
cas absolutos; en muchos casos limitaron la capacidad
de voto o de elección únicamente a los dotados de un
cierto nivel económ ico o una alta formación intelectual.
Entendían que tan sólo en ellos podía recaer la sobera
nía popular, pues eran quienes hacían progresar la na
ción. El resto de la población habría de limitarse, según
ellos, a trabajar y disfrutar de la riqueza que habían crea
do los hombres de empresa o los propietarios agrícolas.
Este punto encerraba una contradicción: si se predi
caba la libertad para todos, resultaban injustificables las
trabas y exclusiones que sufría una inmensa mayoría de
los ciudadanos. Así, conforme avance el siglo XIX, ten
dencias más radicales exigirán el sufragio universal. S o
cialistas y anarquistas ponían en evidencia las con
tradicciones del liberalismo; la falsa libertad por ellos
proclamada, falsa porque sólo podían disfrutarla los p o
seedores de algún medio de producción, mientras los
obreros se veían en la obligación de vender su fuerza de
trabajo sin otras contrapartidas. Aun así, a principios del
El crecimiento eco siglo XIX. el pensamiento liberal constituyó una ideolo
nómico que el libe
gía revolucionaria frente a la legitimación de lo tradicio
ralismo propugna
ba derivó en una di
nal propugnada por la Restauración.
visión social entre
los poseedores de
los medios econó
micos, por un lado,
V, por otro, la fuer
za del trabajo, com
puesta por el prole
tariado industrial,
agrupado en los su
burbios de las gran
des c iu d a d e s . El
conflicto entre cla
ses sociales enfren
tadas era tan inmi
nente com o inevita
ble.
El ro m a n tic is m o
N o resulta fácil definir o delimitar cronológicamente el El
romanticismo, que desde principios del siglo XIX se con r o m a n tic is m o
virtió en la principal expresión literaria, artística y estéti
ca de la nueva sociedad industrial naciente en Europa.
El neoclasicismo (la «vuelta a lo clásico») del siglo an
terior concebía el arte com o la combinación de ciertos
elementos: armonía, unidad y carencia de individuali
zación (los autores grecorromanos eran los modelos imi
tados) y la estética estaba basada en reglas establecidas.
Así. las obras teatrales se regían por la unidad del espa
cio (que no cambiaba en el transcurso de las mismas)
la unidad del tiempo (sólo estaba permitida una dura
ción máxima de veinticuatro horas en el desarrollo de
la acción) y la unidad de la trama, tal com o señaló Aris
tóteles. Igualmente, no podía mezclarse lo trágico con
lo cómico, ni representarse la violencia en escena.
El romanticismo tiene sus antecedentes en la segun
da mitad del siglo XVIII. principalmente en escritores
alemanes que reaccionan contra el racionalismo de los
ilustrados. Un autor. Klinger, escribió en 1777 una tra
gedia, S tu r m u n d D r a n g ( T e m p e s ta d y e m p u je ) , que
40
la sociedad, contra el clasicismo, la Iglesia establecida,
la Revolución Francesa y Napoleón, la aristocracia, el
absolutismo y contra los comportamientos de la burgue rom anticism o
sía. Al mismo tiempo crean sus propios héroes, unos
inspirados en el m edievo — el Corsario, Guillermo Tell,
Don Juan — , mientras otros siguen un m odelo que pa
sa por ser el prototipo de vida romántica, con personajes Lord G eorge G or-
inmersos en la amargura, la melancolía, el desengaño, don Byron (1788-
dispuestos a sacrificarse por un ideal — el poeta inglés 1824) encarna al
Byron murió de peste en Missolonghi, donde había ido héroe rom ántico,
identificado con sus
para luchar por la independencia de G recia— , por un
personajes litera
amor no correspondido — Kleist. que se suicidó después rios. Perseguido por
de matar a su amante, o Larra, que se quitó la vida a el escándalo de una
los veintiocho años— . Otros padecieron la desespera vid a sentim ental
ción, las privaciones y fallecieron también jóvenes, co a g i t a d a , en u n a
época de costum
mo Novalis. Shelley, Keats, Leopardi. Schubert, Cho-
bres muy rígidas,
pin y el pintor Delacroix.
abandonó Inglate
A pesar de lo difícil de encontrar una definición g e rra en 1816. Resi
neral del movimiento romántico pueden destacarse al dió en G inebra y
gunos rasgos característicos, tales com o la libertad de Venecia y murió,
imaginación no sujeta a ninguna norma, ni constreñida víctima de la peste,
en M is s o lo n g h i ,
a resaltar determinados principios morales. Se valora la
donde se encontra
creación artística por sí misma y se buscan nuevos es ba para defender la
cenarios en donde la experiencia humana se desenvuel in dependen cia de
va; de ahí que los lugares lejanos — la India, o Egipto— Grecia.
adquieran un gran atractivo. Delacroix buscó inspiración
El en Argelia, y Teófilo Gautier popularizó una imagen exó
rom anticism o tica de España con sus gitanos, bandoleros y majas. De
igual manera, les resultaba sugerente la Edad Media y
se divulgaron el R o m a n c e r o español, la C h a n s o n d e R o -
la n d , el S ig fr id o de los Nibelungos y las M il y u n a n o
c h e s , entre otros. El escocés Walter Scott escribió mul
titud de novelas de ambiente medieval.
Otra característica fue el valor que se atribuía a la na
turaleza, que no tenía ya el sentido de materia científi
ca, regida por leyes inmutables descubiertas por el aná
lisis de la razón y comprobadas por la experimentación,
es decir, desprovista de significado moral. Para el ro
mántico constituye una fuente de inspiración y conoci
miento en la que el poeta, el novelista, el escultor o el
músico se reconocen e intervienen, desde una perspec
M adam e de Staél, tiva subjetiva, en la visión de los paisajes. Junto a ello,
c u y o a u té n t ic o una tendencia a buscar nuevos símbolos que reflejen
nombre era G erm a los sentimientos, las pasiones, al m odo del F a u s to de
na Necker, hija del Goethe, que pacta con el diablo para adquirir la eterna
m inistro de Luis
juventud, o la condición humana, com o en L o s mise
XVI, fue la primera
teorizadora del m o rables de Víctor Hugo.
vimiento romántico En resumidas cuentas, en Europa este movimiento,
fra n c é s , con su que va de 1770 a 1850, representó la expresión de una
obra «D e la literatu nueva sensibilidad artística en un mundo cambiante,
ra», en la que cues
donde los modelos políticos habían sido alterados por
tiona la teoría clási
la Revolución Francesa y los económicos, por la indus
ca de la belleza a b
soluta y propone la trialización. El impacto de todo ello condicionó la obra
relatividad de la de muchos artistas, quienes, fieles testigos de su tiem
misma según paí po, supieron recoger las contradicciones de una época
ses o lugares. Pero que parecía no poder ser entendida únicamente por m e
fue V ícto r H u g o dio de la razón y la ciencia. Se mostró a la vez reaccio
(1802-1885) el es
nario y revolucionario, burgués y antiburgués, en per
c rito r ro m á n tic o
m ás im p o rta n te , fecta sincronía con la situación vivida por los hombres
cuya obra teatral y mujeres de aquellos años en que la cultura adquiría
«H ernani» supuso, cada vez más difusión entre las clases medias.
el día del estreno en El romanticismo acentuó el individualismo en contra
1830, la b a t a lla posición a los que defendían el arte com o expresión de
frontal contra los
las ideas comunes, y no de los sentimientos persona
presupuestos de la
dramaturgia greco- les. El ser humano había com enzado su nuevo destino
rom ana. Sobre es de soledad entre la multitud, en un m edio inestable,
tas líneas, Víctor cambiante, donde se impone el anonimato, en unas ciu
42 Hugo. dades cada vez más populosas.
El nacionalismo
La conciencia En los albores de la Edad Media el sentimiento común
nacional más importante era el de ser cristiano, en unas condi
ciones bajo las cuales la mayoría de las gentes vivían y
El liberalismo apor morían en el mismo lugar donde habían nacido. Con
tó un sentimiento el transcurso del tiempo fue formándose una concien
nacionalista a pue cia vaga, primero, y definida, después, de pertenecer
b lo s so m etido s a
a una comunidad más amplia que el espacio donde es
poderes ajenos a su
propio espíritu na
taba el hogar permanente, vinculado por lazos de leal
cional. Italia y A le tad o servidumbre a un señor feudal o a un rey.
mania constituían, El despertar de las naciones fue un proceso que ad
en la primera mitad quirió su mayor fuerza en el siglo XIX y continuó vigen
del s ig lo X IX , un te en el XX. La Revolución Francesa sustituyó, como sa
m osaico de peque
bemos, al rey com o fuente de soberanía por la Nación;
ños estados, que se
levantaron contra
los Estados Generales pasaron a denominarse Asam
sus opresores, en blea Nacional, y los soldados franceses clamaron en
pro de la unidad de Valmy: «¡V iva la Nación!». Ella se convirtió a partir de
sus terrotorios na entonces en el elemento aglutinador de los pueblos que,
cion ales respecti por su propia voluntad, han decidido vivir juntos.
vos. Aquí, plebisci
Sin embargo, esta concepción supone el expreso con
to en la Universidad
de N ápoles a favor
sentimiento por parte de los individuos de un territorio
de la unidad italia determinado. En esto difieren la mayoría de los pensa
na, en 1830. dores alemanes, para quienes la nación es algo vivo,
44
con fuerza interior, generadora de un espíritu popular
(«Volgeist») que la convierte en algo superior a los hom La conciencia
bres. Los ciudadanos no pueden alterar algo no creado nacional
por ellos, sino que, transmitido de generación en gene
ración, representa el sustento de unas costumbres, una
lengua, un folclore, una cultura en suma, que no cam
bia por la iniciativa momentánea de unas personas.
Estas dos visiones de la nacionalidad pugnarán entre
sí a lo largo del siglo XIX Un autor francés, Ernest R e Italia mantuvo una
nán, en una conferencia pronunciada en 1882 sobre el difícil lucha por su
identidad nacional;
tema «¿Q ué es la Nación?», mantenía — en defensa de
tanto en el norte co
la soberanía francesa sobre Alsacia y Loren a— el prin mo en el sur se pro
cipio de la voluntad de los habitantes de un territorio dujeron revueltas
para permanecer juntos. Mientras, los alemanes alega nacionalistas con
ban argumentos históricos, étnicos y lingüísticos para tra a u s t r í a c o s y
anexionarse dichas regiones y, siguiendo al filósofo Her- borbones, así como
contra el poder p a
der, afirmaban que «el alma era la madre de toda cul
pal en los Estados
tura en la tierra». Pontificios del cen
Esta conciencia de diferenciación fue también una tro de la península
fuerza ideológica que movilizó a muchos pueblos duran- Italiana.
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te el siglo XIX. Napoleón despertó con sus conquistas
La conciencia dicho sentimiento, y precisamente el nombre de «bata
nacional lla de las naciones», dado a la coalición contra el em pe
rador en Leipzig en 1813, tiene un carácter simbólico.
A partir de entonces, ideas com o «las fronteras na
cionales» o «la soberanía nacional» adquieren mayor
fuerza, y habrían de concretarse en el concepto de Es
tado, unido principalmente por un idioma común que
condiciona una manera determinada de pensar. El poeta
alemán Arndt solía decir que la patria se extiende «tan
lejos com o resuena la lengua alemana».
A partir del primer tercio del siglo XIX el término «n a
cionalidad» adquirió plena vigencia. La Academia Fran
cesa lo adoptó en 1835, y el movimiento Joven Euro
pa, prom ocionado por Mazzini — luchador en pro de la
unificación italiana— proclamaba en el mismo año que
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El socialismo
El siglo XIX es también el período de articulación del m o
E1 socialism o
vimiento y la ideología socialistas. El término em pezó
a divulgarse en la década de los años treinta en Inglate
rra y Francia. Parece que se em pleó por primera vez
en el periódico francés L e G lo b e , dirigido en 1832 por
Pierre Leroux, y desde cuyas páginas se defendían las
ideas de Saint-Simon. Sin embargo, su significado en
aquellos años era diverso y en él se incluían todo tipo
de proyectos, profecías o protestas sobre las condicio
nes sociales y económicas de la época.
Tras las guerras napoleónicas, un gran número de sol
dados británicos se encontraron con dificultades para en
contrar trabajo. Muchas empresas metalúrgicas y texti
les cerraron, al no tener ya un mercado asegurado por
las necesidades bélicas, y dejaron en paro a numerosos
trabajadores, que deambulaban por campos y ciudades
buscando algún em pleo ocasional o dedicándose a la
caza furtiva. Adem ás, el Parlamento había dispuesto la
protección del trigo inglés, favoreciendo a los grandes
terratenientes e impidiendo la importación de grano, con
el consiguiente encarecimiento del pan, base de la ali
mentación de las clases obreras.
El malestar social provocó que muchos obreros reco
rrieran por la noche, y sin dejar rastro, determinadas zo
nas de Inglaterra, destruyendo las máquinas de las na
cientes fábricas, a las que consideraban responsables de
sus males. Eran los lu d d ita s , llamados así por su diri
gente, un tal Ludd. Hubo otros estallidos violentos, co-