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I.

LOS CRISTIANOS EXPERIMENTAN GOZO Y ALEGRIA A PESAR DE


QUE SON AFLIGIDOS EN DIVERSAS PRUEBAS:

Vers. 6. La palabra que RV traduce como alegría aquí puede ser traducida como
“regocijarse grandemente”; una versión la traduce como “saltar de gozo”.
Esta palabra hace referencia a ese tipo de alegría que no podemos ocultar porque se
manifiesta incluso a través de nuestras expresiones y gestos. Y ¿qué es lo que
produce esa clase de gozo en la vida del cristiano? Todo lo que Pedro ha venido
diciendo a partir del vers. 3 (comp. vers. 3-5).
El don de la salvación que Dios nos ha concedido en Cristo, tanto en su experiencia
presente como en la esperanza de su consumación futura, debe ser un motivo de
gran alegría para aquellos que lo poseen. Dios ha tenido misericordia de nosotros y
nos ha hecho renacer para una esperanza viva.
Mientras el mundo se desmorona a nuestro alrededor, nosotros podemos mirar
hacia el futuro con confianza porque sabemos con toda certeza que el Señor nos
tiene reservada una herencia que es incorruptible, incontaminada e inmarcesible.
Esa herencia no está sujeta al proceso inevitable de corrupción que acompaña todas
las cosas de este mundo, no ha sido manchada con la contaminación del pecado y
es una herencia que no se marchita, sino que conservará su esplendor y su brillo
por los siglos de los siglos
Y es por la veracidad ciertísima de esa promesa que nosotros hoy podemos y
debemos alegrarnos con gran alegría, “aunque ahora por un poco de tiempo,
si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”.
He ahí la paradoja del gozo cristiano. Concomitantemente con nuestro gozo,
tendremos que experimentar aflicciones diversas en nuestro peregrinaje al cielo.
Eso no es opcional para el creyente; es parte integral de la vida cristiana.
Cuando Pedro dice aquí “si es necesario” no está implicando la posibilidad de
que alguien pueda evitar esa experiencia, porque tal vez para él no sea necesario.
No.
La forma gramatical que Pedro usa en el original asume la realidad de la condición;
podríamos traducir esa frase: “si es necesario, como de hecho lo es” o “ya que es
necesario”.
Como decía hace un momento, el sufrimiento no es opcional para el cristiano.
Mientras estemos aquí tendremos que atravesar por diversas pruebas, pruebas de
varias tipos, de diferentes colores.
Y no es tanto el número de pruebas lo que ese adjetivo enfatiza, sino los diversos
tipos de pruebas que vienen a nuestras vidas y los diversos aspectos que contiene
cada una de ellas.
Cada prueba que viene a la vida del cristiano lo afecta de diferentes maneras. Un
hijo se enferma y eso trae dolor y tristeza a la vida de los padres, pero al mismo
tiempo trae inquietud porque tal vez no hay dinero suficiente para costear el
tratamiento, y al mismo tiempo esos padres están luchando con la tentación de
pensar que Dios se ha olvidado de ellos porque su hijo no sana.
La misma prueba ha traído diversas situaciones aflictivas a la vida de esa familia.
Pero aún así, Pedro nos dice que el cristiano puede experimentar gozo en medio de
la aflicción. Y eso, por varias razones.
En primer lugar, por la brevedad del sufrimiento. Nuestro dolor tiene un límite. Por
un lado, Dios no nos dejará ser tentados más allá de lo que podemos resistir, dice
Pablo en 1Cor. 10:13 .
Pero por el otro lado, el sufrimiento presente es tan breve como la vida presente.
Comparado con la eternidad nuestra vida en este mundo es como un soplo, dice
Santiago, como la neblina “que se aparece por un poco de tiempo, y luego
se desvanece” (Sant. 4:14 ).
Es a la luz de esa realidad que Pablo describe los sufrimientos del cristiano en 2Cor.
4:17 como una “leve tribulación momentánea”. Seremos afligidos, pero es
por un poco de tiempo. Pronto cruzaremos el río y llegaremos a aquel lugar en el
que Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos; “y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor”.
Los cristianos podemos experimentar gozo y alegría en medio del sufrimiento,
porque sabemos que nuestro dolor tiene un límite y “que las aflicciones del
tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en
nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8 ”18). Al final del camino nos espera
la gloria.
Pero hay algo más que permite a los cristianos experimentar gozo y alegría en
medio de la aflicción y el sufrimiento, y es el hecho de saber que esas pruebas son
permitidas y controladas por el Dios soberano con un propósito bueno (vers. 7).
La palabra que RV traduce como “prueba” da la idea de algo que ha sido examinado
y aprobado; de ahí que puede ser traducido también como “genuino”, “verdadero”.
La fe verdadera es una fe perseverante; es una fe que permanece aferrada a su
Señor sin importar las circunstancias adversas que tenga que enfrentar. En la
parábola del sembrador Cristo habla de algunos que “reciben la palabra con
gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el
tiempo de la prueba se apartan” (Lc. 8:13 ).

Pero la fe verdadera no es así. Esa es la gran lección de He. 11 : la fe genuina


persevera en medio de la prueba, en medio del conflicto, cuando las cosas no
parecen tener ningún sentido. Y esa fe verdadera, dice Pedro, es “mucho más
preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego”.
A nadie le gustaría ir a una joyería y que le vendan una pieza que es supuestamente
de oro, para descubrir después que es de hojalata. El oro debe ser probado con
fuego, no sólo para examinar su genuinidad, sino también para librarlo de
impurezas.
Pero ¡cuánto más debería ser probada la fe que es muchísimo más valiosa que el
oro! Así como el oro es refinado y purificado por fuego, así también nuestra fe debe
ser refinada y purificada por el fuego de la prueba. En otras ocasiones hemos
mencionado lo que hacían los orfebres con el oro en los días de Pedro (explicar).
Los cristianos no somos masoquistas, no disfrutamos el dolor y el sufrimiento. Pero
sí podemos gozarnos en medios de las aflicciones, porque sabemos que son un
instrumento en las manos de Dios para moldear nuestro carácter y hacernos cada
vez más semejantes a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (comp. 2Cor. 4:16-18
; Sant. 1:2-3 ).
¿Qué es lo que anhelamos? Que en el día final, cuando nuestro Señor Jesucristo
regrese en gloria, nosotros estemos en el grupo de aquellos que le escucharán
decir: “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco fuiste fiel, sobre mucho te
pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mt. 25:21 ).
Esa es la idea en el vers. 7. Nosotros queremos estar en el grupo de aquellos que
ocupará una posición de honor al lado de nuestro bendito Señor y Salvador cuando
El se manifieste en gloria.
Para tener esa certeza tendremos que atravesar necesariamente por diversas
aflicciones, para que la genuinidad de nuestra fe sea probada, y en ese proceso de
prueba sea purificada.
He ahí, entonces, el primer aspecto paradójico del gozo cristiano; los hijos de Dios
experimentan gozo y alegría a pesar de que son afligidos en diversas pruebas.
Pero ahora Pedro menciona otro aspecto tan o más paradójico que el anterior, y es
que el gozo de los cristianos emana de la relación de amor y confianza que tienen
con Alguien que ellos no ven.
II. EL GOZO DE LOS CRISTIANOS EMANA DE LA RELACION DE
AMOR Y CONFIANZA CON ALGUIEN QUE ELLOS NO VEN:
Vers. 8-9. Noten como Pedro describe a los cristianos aquí: como aquellos que
aman a Cristo y se gozan en El, a pesar de nunca le han visto. Y es interesante notar
como Pedro se excluye a sí mismo, porque él sí había tenido la experiencia de
conocer físicamente a Cristo durante Su ministerio terrenal.
Pero la mayoría de estos creyentes no habían tenido ese privilegio y aun así podían
participar del mismo amor y del mismo gozo. A menudo pensamos: “Ah, si yo
hubiese vivido en los días de los apóstoles y hubiese visto a Cristo y le hubiese
escuchado, seguramente mi fe sería más fuerte y más profunda”.
No, mi hermano, no necesitamos esa experiencia física para amar a Cristo y
gozarnos en El. Lo que hace el Espíritu Santo en la conversión es abrir los ojos de
nuestra alma para que podamos ver a Cristo en toda Su gloria y en toda Su belleza,
de tal manera que nuestras almas son inclinadas poderosamente a encontrar
nuestro deleite en El.
Por eso es que Pedro puede describir a los cristianos de ese modo. El que no ama a
Cristo ni se goza en El es porque no le conoce, sus ojos espirituales no han sido
abiertos aún.
¿Saben qué es la conversión? Alguien lo ha descrito como “lo que ocurre en el
corazón cuando Cristo viene a ser para nosotros un Cofre de Tesoro de gozo santo”.
En otras palabras, en la conversión ha sido creado en nosotros un nuevo gusto
espiritual que antes no teníamos por la gloria de Cristo, y que nos mueve
eficazmente a entregarnos por entero a El.
Comp. Mt. 13:44 . Esta parábola describe el proceso a través del cual un pecador
es convertido y traído al reino de los cielos. Esta persona, que antes iba por la vida
despreocupado, disfrutando los deleites baratos que este mundo ofrece, porque él
pensaba que eso era todo lo que había, de repente encuentra un tesoro, un tesoro
que es incomparablemente más hermoso y más valioso que todo lo que había visto
hasta entonces.
Y cuando pregunta el precio, le dicen simple y llanamente: “Te cuesta todo lo que
tienes, incluyendo tu propia vida”. Pero es tal su deseo de tener ese tesoro que no
regatea siquiera; vende todo lo que tiene para comprarlo. Eso es la conversión.
Pero, ¿qué fue realmente lo que sucedió en ese individuo que lo llevó a ver en Cristo
y Su evangelio un tesoro que antes no veía? Este hombre vio su pecado tal cual es,
la fuente de todas sus desgracias, de una vida sin sentido, sin propósito, miserable,
y lo que finalmente lo arrojaría en una condenación de miserias sin fin.
Pero también vio a Cristo tal cual es: no sólo como el que puede salvarle de la
condenación del pecado, sino también como Aquel tesoro que puede saciar
plenamente las necesidades más profundas de su alma, como Aquel que puede
brindarle la comunión más deleitosa que alguna vez haya podido disfrutar.
Es por eso que el hombre de la parábola no tiene reparo alguno en darlo todo con
tal de tenerle a El. Cristo dice que este hombre “vende todo lo que
tiene”gozoso; él lo hace con gozo, porque sabe que obtendrá a cambio algo de
infinito valor.
Amados hermanos, ¿cuál es el llamado de Cristo en los evangelios? Su llamado es
venir a El para ser plenamente satisfechos en El. Jn. 6:35 : “Yo soy el pan de
vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no
tendrá sed jamás”. Esa es la oferta del Señor. “Si alguno tiene sed, venga a
mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:37-38 ).
Entonces, ¿por qué es que hay cristianos que no están manifestando esa
satisfacción y ese gozo como debieran? Porque la vida cristiana es una lucha, y
somos continuamente seducidos a buscar deleite y satisfacción en eso mismo que
un día tuvimos por basura. Es interesante cómo Pablo plantea lo que había sido su
experiencia con Cristo, muchos años después de su conversión (comp. Fil. 3:7-8 ).
En comparación con Cristo, basura dice Pablo. El problema es que muchas veces
nosotros dejamos de ver esas cosas de ese modo, olvidamos lo mal que nos iba en
Egipto y comenzamos a codiciar otra vez la comida que allí nos servían cuando
éramos esclavos. Y cuando somos vencidos, ese es el resultado: perdemos el gozo
inefable y glorioso de ser cristianos.
No es que Cristo ha perdido algo de Su gloria o que has descubierto algo
decepcionante en El; no. Es que apartaste de El tus ojos y ahora cualquier cosa
barata es capaz de llamar tu atención.
No en balde la Biblia usa el matrimonio como analogía de nuestra relación con
Cristo. Tan pronto nos unimos con una mujer en una relación de pacto, nuestras
vidas se funden de tal manera la una con la otra, que la felicidad y el gozo de uno es
la felicidad y el gozo del otro (comp. Ef. 5:28 ).
Pero ¿qué sucede cuando comenzamos a descuidar nuestros matrimonios? Que
comenzamos a separarnos emocional y físicamente de nuestro cónyuge, el
matrimonio se deteriora y sufrimos la consecuencia.
Pues del mismo modo, nosotros los cristianos somos la esposa de Cristo. Nuestras
vidas están ligadas a El en virtud del nuevo pacto y ahora nuestro gozo depende
enteramente de nuestra relación con El. Si estás teniendo hoy una vida cristiana
insípida es que has apartado tus ojos de Cristo; has dejado de correr con los ojos
puestos en El.
Pero eso no tiene que seguir siendo así, mi amado hermano. Puedes levantarte otra
vez, y por la gracia de Dios seguir corriendo la carrera, seguir ejerciendo fe, la
misma fe y aun más profunda, que aquella que depositaste en Cristo la primera vez,
cuando tus ojos fueron abiertos para ver Su hermosura.
Y en la misma medida en que veas Su gloria y se acreciente tu amor por El, en esa
misma medida crecerá tu gozo.
“A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no
lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”. Creyendo en El os
alegráis; es un gozo que se produce al creer, un gozo que la fe genera en el corazón
de los que creen.

Y noten de qué tipo de gozo es que Pedro está hablando en el texto. Pedro nos dice
que se trata de un gozo inefable y glorioso. Literalmente, indecible y lleno de gloria.
Esa palabra que RV traduce como “inefable” solo aparece aquí en el NT, y señala a
la persona que ha quedado imposibilitada de describir y expresar lo que está viendo
o sintiendo. Pedro dice: “Así es nuestro gozo, indescriptible”.
Es un gozo que no se puede explicar perfectamente con palabras, porque es muy
diferente a los deleites carnales que el mundo disfruta y conoce. Es de una
naturaleza infinitamente más sublime. Es una alegría sobrenatural y divina.
Por otra parte es un gozo lleno de gloria. Es un gozo que anticipa los deleites
eternos. A diferencia de los goces carnales que embotan los sentidos y corrompen la
mente, este gozo aclara el entendimiento, pone las cosas en perspectiva, nos
prepara para la vida en el cielo. Es un anticipo del gozo eterno y perfecto que
disfrutaremos en la gloria.
Ningún deleite de este mundo puede compararse siquiera con el deleite y
satisfacción distintivamente cristianos. Dice el salmista en el Sal. 4:7 : “Tu diste
alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y
su mosto”.
Los hombres del mundo se alegran en su prosperidad, pero nuestro gozo es mayor,
hermanos. Nada puede sustituir la alegría del creyente que se deleita en Dios. Y
cuando somos seducidos a buscar ese deleite en otras cosas de este mundo, el
resultado final será, sin duda alguna, tristeza y frustración.
Comp. Jer. 2:11-13 . Los cielos se espantan ante un desatino como este; es
espantoso que una persona cometa semejante insensatez, dejar de lado una fuente
de agua viva, para cavar cisternas rotas que no retienen agua.
Cristo vino a darnos vida, vida en abundancia; El es la fuente de agua viva que
calma nuestra sed; solo en El podrán encontrar nuestras almas plena satisfacción.
Y en cuanto a ti, mi amigo que nos visitas en esta mañana, he aquí nuestra
invitación para ti hoy: “Gustad y ved que es bueno Jehová, dice David en
elSal. 34:8 ; dichoso el hombre que confía en El”.
Ningún logro de este mundo, ninguna posesión terrenal, ningún deleite mundano
podrán darle alivio a un hombre que vive sin esperanza y sin Dios; ninguna de esas
cosas podrá satisfacer el alma de aquel a quien le espera una eternidad alejado de
Dios y en perpetuo sufrimiento.
Mi amigo, el mundo es una cisterna rota que no retiene el agua; allí nunca podrás
apagar la sed de tu alma. Tú necesitas el perdón de tus pecados, ser reconciliado
con Dios, ser adoptado en la familia de la fe; necesitas un Padre que vele por ti y
una esperanza por la cual vivir; y eso sólo se encuentra en Cristo.
Nuestro Dios es bueno, para siempre es Su misericordia, y hoy El ha tenido
misericordia de ti permitiéndote escuchar Su Palabra y llamándote al
arrepentimiento.
No desprecies la bondad de Dios; ven y ampárate bajo Su sombra, ven y pídele
perdón por tus pecados, confiando sólo en Cristo, en Su vida perfecta, en Su muerte
en la cruz y entonces experimentarás el gozo inefable y glorioso de conocer a Cristo,
teniendo la esperanza ciertísima de pasar la eternidad en Su presencia.

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