Está en la página 1de 5

Capítulo 3

Sandra despertó un poco alterada a consecuencia del ruido que se escuchaba.

Trató de salir de la cama lo más rápido posible, pero sus piernas le fallaron, haciendo que
caiga.

Estuvo a punto de levantarse, hasta que entonces la puerta se abrió.

La vista que se llevó fue algo extraña. Ahí estaba Saúl, o bueno, Harston, quien llevaba consigo
una bandeja con comida.

Cuando este la vio en el suelo, depositó rápidamente la bandeja en una mesa cercana y se
aproximó.

- ¿Te encuentras bien? -por inercia el más alto intentó tomarla de los brazos para ayudarla,
pero esta se apartó

- Puedo sola.

- Oh… claro -le regaló una sonrisa un tanto nerviosa

La pelirroja, aunque con dificultad, pudo incorporarse y volver a la cama.

- Te traje un poco de comida -anunció con cierta timidez, después de traer aquella bandeja,
entregándosela

- ¿Un poco? Venga, eso parece un banquete -inconscientemente lo dijo, observando con
fascinación lo que ahora tenía en manos

Saúl rio brevemente ante eso.

- Ese ruido… es el de una batería, ¿cierto? -el contrario asintió- ¿Quién la está tocando?

- Es Nicolas -su rostro adquirió un gesto de burla- Lo hace bastante mal, ¿no?

Esta curvó con ligereza los labios, en lo que parecía ser una sonrisa. Saúl no pudo evitar
contemplar con curiosidad a la chica.

Por su parte, Sandra cogió el tenedor que reposaba en la bandeja y con ansia metió un pedazo
de fruta a su boca, permitiéndose degustar el sabor.

Harston dudó en si preguntarle o no, le parecía imprudente hacerlo, sin embargo, le interesaba
saberlo

- ¿Desde hace cuántos días no has comido?

El silencio albergó la habitación por unos segundos, incómodos para ella.

- Dos.

- Sandra. Ese es tu nombre, ¿cierto?

La mencionada asintió.

- ¿Terry te mencionó algo más que mi nombre?

- Creo que solo lo necesario.


Él pudo notar la tensión que cruzó el rostro de la pelirroja.

- No quisiera hablar de eso ahora.

- Lo entiendo.

1,2,3.

- ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Claro, lo que sea -respondió Saúl, interesado

- Tu nombre es Saúl, ¿no?

- Sí.

- ¿Por qué te llaman Harston?

- Porque ese es mi apellido, y la verdad prefiero que sigan llamándome de ese modo. Mi
nombre no me agrada en lo absoluto.

- ¡Pero si es precioso! -un ligero brillo emanó de sus ojos- Ese es el nombre de mi guitarrista
favorito.

- Oh, no me digas. Slash, ¿eh?

- ¿Lo conoces? -de inmediato, la mirada se le iluminó

- De hecho, mi nombre proviene de él. A mi madre le encantaba Guns N’ Roses.

- Lo admito, me entraron ganas de conocerla.

- Bueno… ella murió hace algunos años.

Mierda.

- Lo lamento.

- Descuida, fue hace mucho.

Por un momento, Sandra fue capaz de ver como el jovial semblante del chico se tornaba en
uno de aflicción. Se sentía ciertamente culpable por traerle ese recuerdo, así que trató de
cambiar el rumbo de la situación.

- ¿Y a ti te gusta la banda?

- La verdad es que prefiero a Nirvana.

- Vaya, creo que empiezas a parecerme una persona interesante, ¿por qué no me cuentas algo
sobre ti?

- ¿Yo? Yo soy aburrido.

- No lo creo, vamos, ¿cuál es tu edad?

Saúl suspiró, antes de empezar, algo divertido.

- Tengo veinticuatro años.

- Pareces de menos, la verdad.


- Lo tomaré como un cumplido -contestó risueño- ¿Y tú?

- Diecinueve, pero parezco de más, o al menos eso me han dicho.

- ¿Por qué lo dirían?

Sandra señaló las ligeras ojeras en su rostro, en un gesto claro de desgano.

- Dicen que parezco una señora de cuarenta años con estas ojeras.

Él casi soltó una risa, pero no por burla hacia ella, sino por la estupidez de la gente que le había
dicho aquello.

Eran casi imperceptibles, realmente, pero Sandra siempre solía prestarles más atención a las
opiniones de la gente, tomándoselas muy a pecho.

- Quien sea que te haya dicho eso, esta en un grave error- entonces, sincero, agregó- Y con
ojeras o sin ellas, creo que nunca dejarías de verte tan… bien.

Sandra procesó lo que acaba de oír, no encontraba las palabras adecuadas para responder a lo
que aparentemente era un cumplido.

¿Qué podía decirle? ¿Gracias?

- ¿Y a qué te dedicas? -optó por preguntar

- Uhm, eh… bueno, solía ser ayudante de cocina, pero no duré ni siquiera un mes. Actualmente
trabajo en una tienda de instrumentos y a veces con los chicos tendemos a presentarnos en
algunos bares.

- ¿Tocas algún instrumento?

- No, yo canto.

- ¿Consideras que lo haces bien?

- Definitivamente no.

- No creo que seas tan malo.

- Créeme que preferirías escuchar a Nicolas tocando la batería que a mí cantando.

Y, claramente fue sarcasmo.

A decir verdad, la voz de Saúl era, además de preciosa, muy particular.

Sandra rio.

Su risa, a pesar de ser suave, fue contagiosa para Saúl.

Los minutos transcurrieron.

Entre ambos jóvenes había surgido una casi inmediata conexión.

Comentaban cosas al azar que terminaban extendiéndose, cosa que a Saúl comenzaba a
encantarle, pues empezaba a descubrir ciertas cosas curiosas sobre ella.

Había cierto aire interesante y a la vez intrigante en la chica, y no hablábamos de su peculiar


cabello cobrizo, pecas u ojos verdes, sino de otra cosa.
Algo en especial.

Daba la impresión que, detrás de aquella figura

- ¡CARAJO, JAKE!

Sandra rio ante la reacción de Saul.

- Lo es -le respondió con normalidad al pelinegro- Aunque siempre me ha desagradado su


color.

- Nunca en mi vida había visto a una persona pelirroja, pero dicen que estos tienen un aura
maravillosa.

Quién invento semejante mentira. -pensó ella, pero no lo dijo.

- Ya lo creo.

- Oh, por cierto -tomó otro pedazo de comida- ¿Cómo te llam-?

- Suficiente.

Saul ya había cargado a Jake sobre su espalda.

- ¡Oye! ¡Bájame ahora mismo! -grito el más bajo, mientras se removía

- Cuando termines, y si lo quieres, puedes bajar. -dijo sonriente Harston, dirigiéndose a la


chica- Te estaré esperando.

Esta asintió, observando con cierta diversión la escena.

Una vez estando sola, observo detenidamente el lugar.

Era una habitación sencilla, pero tenía algunos detalles resaltantes, empezando desde los
diversos posters de bandas hasta un estante viejo lleno de libros.

Terminó de comer lo más rápido que pudo y caminó con un poco de dificultad hacia la puerta.

Estaba dispuesta a bajar, era necesario aclarar las cosas.

También podría gustarte