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CAPÍTULO 03

CRISTO COMO HOMBRE

L a semejanza de Cristo con Dios, como se expone en el capítulo


uno de Hebreos, es sólo una introducción a la exposición de su
semejanza con los hombres, como en el capítulo dos de Hebreos.
Su semejanza con Dios, como en el capítulo uno de Hebreos, es
la única base de la verdadera comprensión de su semejanza con los
hombres, como en el capítulo dos de Hebreos.
Y esta semejanza con Dios, como está dada en el capítulo uno de
Hebreos, es semejanza,—no en el sentido de una simple imagen, o
representación; sino que es semejanza en el sentido de ser realmente
semejante en la misma naturaleza,—la “imagen misma de Su sustan-
cia”, Espíritu de Espíritu, sustancia de sustancia, de Dios.
Y esto está dado como preliminar para nuestra comprensión de
su semejanza con los hombres. Es decir: de esto debemos comprender
que su semejanza con los hombres no es simplemente en apariencia,
en imagen o representación, sino en naturaleza, en misma sustancia.
De lo contrario, todo el capítulo uno de Hebreos, con todo su detalle
de información, carece de sentido y está fuera de lugar.
¿Qué es, entonces, esta verdad de Cristo hecho a semejanza de
los hombres, como está dada en el segundo capítulo de Hebreos?
Teniendo presente el gran pensamiento del capítulo uno, y los
primeros cuatro versículos del capítulo dos,—de Cristo en contraste
con los ángeles, más excelso que los ángeles, como Dios,—comenzamos
con el versículo cinco del capítulo dos, donde comienza el pensa-
miento de Cristo en contraste con los ángeles,—inferior a los ángeles,
como hombre.
Así leemos: “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero,
acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lu-
gar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo
del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los
ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras
de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le
sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a Él; pero todavía
no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a… Jesús”.
(Heb. 2:5-9). 8
Es decir: Dios no ha puesto en sujeción a los ángeles el mundo
venidero, sino que Él lo ha puesto en sujeción al hombre: sin embargo,
no al hombre a quien originalmente fue puesto en sujeción; porque,
aunque fue así, ahora vemos que no es así. El hombre perdió su do-
minio, y, en lugar de tener todas las cosas sujetas bajo sus pies, él
mismo está ahora sujeto a la muerte. Y él está sujeto a la muerte sólo
porque está sujeto al pecado; porque “el pecado entró en el mundo
por un hombre, y por el pecado la muerte; así la muerte pasó a todos
los hombres, por cuanto todos pecaron”. (Rom. 5:12). El hombre
está sujeto a la muerte porque está sujeto al pecado; pues la muerte
es la única la paga del pecado.
Sin embargo, es una eterna verdad que no sujetó a los ángeles el
mundo venidero, sino al hombre. Y, ahora, Jesucristo es EL HOM-
BRE.
Porque, aunque este dominio había sido puesto en sujeción al
hombre, y aunque ahora vemos que no es así; aunque al hombre se
le dio el dominio sobre todo, y ahora vemos que ese dominio se per-
dió para ese hombre en particular; sin embargo, “vemos a Jesús”, como
hombre, venir a recuperar ese dominio original. Nosotros “vemos a
Jesús”, como hombre, venir a tener todas las cosas puestas en sujeción
bajo Él.
Aquel hombre fue el primer Adán; este otro Hombre es el último
Adán. Aquel primer Adán fue hecho un poco menor que los ángeles:

8
“Porque no ha sujetado a los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos. Pero uno en
cierto lugar testificó, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, o el hijo
del hombre, para que lo visites? Lo hiciste un poco menor que los ángeles; lo coronaste de
gloria y de honra, y lo pusiste sobre las obras de tus manos: Todo lo sujetaste bajo sus pies.
Porque al sujetar a él todas las cosas, no dejó nada que no esté sujeto a él. Pero ahora no
vemos todavía todas las cosas puestas bajo él. Pero vemos a Jesús, que fue hecho un poco
menor que los ángeles para el padecimiento de la muerte, coronado de gloria y de honra, a
fin de que, por la gracia de Dios, gustase la muerte por todos los hombres”. (Heb. 2:5-9,
KJV).
a este último Adán, Jesús, también lo vemos “hecho un poco menor
que los ángeles”.
Aquel primer hombre no permaneció en la posición donde fue
hecho, “menor que los ángeles”. Perdió esa posición y descendió aún
más, quedando sujeto al pecado y, en consecuencia, sujeto al sufri-
miento, incluso al sufrimiento de la muerte.
Y al último Adán lo vemos en el mismo lugar, en la misma condi-
ción: “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles,
a Jesús… a causa del padecimiento de la muerte”. 9 Y otra vez: “El que
santifica y los que son santificados, DE UNO son todos”. 10
El que santifica es Jesús. Los que son santificados son hombres
de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. Y un hombre santi-
ficado, de cualquier nación, tribu, lengua o pueblo, es demostración
divina de que cada alma de esa nación, tribu, lengua o pueblo podría
haber sido santificada. Y Jesús, habiéndose hecho uno de éstos, para
poder llevarlos a la gloria, es prueba de que Él es uno de la humanidad
en conjunto; que Él, como hombre, y todos los hombres mismos, de
“uno son todos: por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
Por tanto, así como en el cielo Él era superior a los ángeles, como
Dios; así, en la tierra, Él era inferior a los ángeles, como hombre. Así
como cuando Él era superior a los ángeles, como Dios, Él y Dios eran
de un(a); así cuando Él estaba en la tierra, inferior a los ángeles, como
hombre, Él y el hombre son “de un(a)”. De modo que, tan cierta-
mente como, en el lado de Dios, Jesús y Dios son de un(a), de un
Espíritu, de una naturaleza, de una sustancia; así, en el lado del hom-
bre, Cristo y el hombre son “de un(a)”, de una carne, de una natura-
leza, de una sustancia.
La semejanza de Cristo con Dios es tanto en sustancia como en
forma. Y la semejanza de Cristo con el hombre es tanto en sustancia
como en forma. De lo contrario, no hay ningún significado en el
capítulo uno de Hebreos como introductorio al capítulo dos; ningún

9
“Pero vemos a Jesús, que fue hecho un poco menor que los ángeles para el padecimiento
de la muerte”. (Heb. 2:9, KJV).
10
“Porque tanto el que santifica como los santificados son todos de un(a), por lo cual no se
avergüenza de llamarlos hermanos”. (Heb. 2:11, KJV).
significado en las antítesis entre los capítulos uno y dos; y el capítulo
uno está fuera de lugar, y vacío, como base de introducción al capí-
tulo dos.

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