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“Porque no ha sujetado a los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos. Pero uno en
cierto lugar testificó, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, o el hijo
del hombre, para que lo visites? Lo hiciste un poco menor que los ángeles; lo coronaste de
gloria y de honra, y lo pusiste sobre las obras de tus manos: Todo lo sujetaste bajo sus pies.
Porque al sujetar a él todas las cosas, no dejó nada que no esté sujeto a él. Pero ahora no
vemos todavía todas las cosas puestas bajo él. Pero vemos a Jesús, que fue hecho un poco
menor que los ángeles para el padecimiento de la muerte, coronado de gloria y de honra, a
fin de que, por la gracia de Dios, gustase la muerte por todos los hombres”. (Heb. 2:5-9,
KJV).
a este último Adán, Jesús, también lo vemos “hecho un poco menor
que los ángeles”.
Aquel primer hombre no permaneció en la posición donde fue
hecho, “menor que los ángeles”. Perdió esa posición y descendió aún
más, quedando sujeto al pecado y, en consecuencia, sujeto al sufri-
miento, incluso al sufrimiento de la muerte.
Y al último Adán lo vemos en el mismo lugar, en la misma condi-
ción: “Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles,
a Jesús… a causa del padecimiento de la muerte”. 9 Y otra vez: “El que
santifica y los que son santificados, DE UNO son todos”. 10
El que santifica es Jesús. Los que son santificados son hombres
de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. Y un hombre santi-
ficado, de cualquier nación, tribu, lengua o pueblo, es demostración
divina de que cada alma de esa nación, tribu, lengua o pueblo podría
haber sido santificada. Y Jesús, habiéndose hecho uno de éstos, para
poder llevarlos a la gloria, es prueba de que Él es uno de la humanidad
en conjunto; que Él, como hombre, y todos los hombres mismos, de
“uno son todos: por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
Por tanto, así como en el cielo Él era superior a los ángeles, como
Dios; así, en la tierra, Él era inferior a los ángeles, como hombre. Así
como cuando Él era superior a los ángeles, como Dios, Él y Dios eran
de un(a); así cuando Él estaba en la tierra, inferior a los ángeles, como
hombre, Él y el hombre son “de un(a)”. De modo que, tan cierta-
mente como, en el lado de Dios, Jesús y Dios son de un(a), de un
Espíritu, de una naturaleza, de una sustancia; así, en el lado del hom-
bre, Cristo y el hombre son “de un(a)”, de una carne, de una natura-
leza, de una sustancia.
La semejanza de Cristo con Dios es tanto en sustancia como en
forma. Y la semejanza de Cristo con el hombre es tanto en sustancia
como en forma. De lo contrario, no hay ningún significado en el
capítulo uno de Hebreos como introductorio al capítulo dos; ningún
9
“Pero vemos a Jesús, que fue hecho un poco menor que los ángeles para el padecimiento
de la muerte”. (Heb. 2:9, KJV).
10
“Porque tanto el que santifica como los santificados son todos de un(a), por lo cual no se
avergüenza de llamarlos hermanos”. (Heb. 2:11, KJV).
significado en las antítesis entre los capítulos uno y dos; y el capítulo
uno está fuera de lugar, y vacío, como base de introducción al capí-
tulo dos.