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La apuesta en esta perspectiva, es entonces, que una investigación que conlleve las
convicciones anteriores parte de la misma tele-audiencia y de reconocerla no sólo como
conjunto de sujetos activos frente a la televisión, sino principalmente como agentes
sociales y comunicativos, miembros y a la vez productores de una cultura, en su
múltiple interacción con la televisión. Por eso, la exploración de sus procesos de ver
televisión, de tele-videncia, constituyen una prioridad metodológica, ya que es
justamente en ellos y desde ellos, que parece posible aprehender su agencia real y
entender sus prácticas comunicativas.
Si bien la*televisión no es el medio todopoderoso que se creyó que era por mucho
tiempo, y por lo cual se le ha temido tanto, tampoco es un medio inocuo ni neutral. No
es neutral porque la televisión es, a la vez que medio, una institución, y como tal está
necesariamente determinada de maneras específicas en las distintas sociedades. No es
casual que la televisión actualmente en la mayoría de los países esté en manos del gran
capital y exista así gracias a sus alianzas con el poder político, conformando el bloque
del poder. No es inocua, porque como medio, la televisión tiene un potencial intrínseco
que ejerce por lo menos una video-mediación en su audiencia al estimular su
percepción, sus emociones y sus hábitos cognoscitivos y lingüísticos de cierta manera y
no de otra.
Así, es posible entender por qué en la investigación de los efectos de la televisión en las
audiencias, lo que predomina son sustanciaciones, pero no explicaciones de por qué
determinados efectos tienen lugar en audiencias específicas.
El enfoque cualitativo
Desde mitad de los años ochenta, la corriente de investigación de los (todavía llamados)
procesos de recepción televisiva, conocida en la literatura internacional como «análisis
crítico de la audiencia» (Jensen, 1987), ha privilegiado el enfoque cualitativo como el
más idóneo. Esto no ha significado, sin embargo, la exclusión del enfoque cuantitativo.
De hecho la tendencia contemporánea es por una combinación de ambos enfoques para
lograr distintos tipos de conocimiento sobre el mismo objeto.
La construcción de la teoría
En esta perspectiva, la formulación de teoría es una meta prioritaria. Esto se logra, sobre
todo, a través de un esfuerzo de fundamentarlos hallazgos, producto del análisis. (En la
literatura internacional la «teoría fundada» se conoce como grounded theory). (Orozco y
Viveros, 1996). Para fundamentar la teoría, el investigador parte de las mismas
expresiones de los sujetos involucrados en la investigación. Esto, sin embargo, no
significa que el investigador comience el proceso sin ninguna premisa que oriente su
actividad. Lo que significa es que el investigador comienza con un mínimo
conocimiento o un conocimiento preliminar sobre su objeto, que es lo que le permite
seleccionar a los mismos sujetos y los primeros componentes del mismo, así como
decidir los primeros pasos. Sobre todo, el investigador comienza con una serie de
preguntas informadas.
La tele-videncia
El intercambio afectivo se relaciona con las emociones que la televisión «mueve» entre
su tele-audiencia y sus expectativas de satisfacción. Es por tanto un intercambio
emocional con distintos aspectos de los referentes de la televisión: géneros
programáticos, personajes, situaciones« Tiene mucho que ver con «sensaciones» que
desarrolla la tele-audiencia en su interacción con la televisión.
Este múltiple intercambio puede ser simultáneo y no siempre ser consciente, o un tipo
de intercambio puede predominar en alguna tele-videncia. Por ejemplo, este sería el
caso de las telenovelas, donde el juego de emociones es lo sobresaliente.
Las dimensiones normativa y pragmática de la tele-videncia implican que, por una
parte, la tele-audiencia ha desarrollado ideas acerca de lo que debiera ser o le gustaría
que fuera su interacción televisiva, pero por otra, se encuentra en situaciones tan
específicas siempre, que estas mismas situaciones también definen lo que realmente
sucede en su interacción. Las audiencias, entonces, negocian también consigo mismas
las maneras concretas de interacción con la televisión, según las circunstancias
específicas en las que se encuentren. La tensión permanente que existe entre la norma y
la situación, es lo que explica por qué los resultados de las tele-videncias conllevan un
alto grado de impredictabilidad, al mismo tiempo que permiten entender esa cierta
«autonomía relativa» que parecen gozar las tele-audiencias frente a la televisión.
La intervención de la tele-videncia
Lo anterior significa, en primer lugar, que no es por mero voluntarismo que se diseñen
cursos y talleres en distintos escenarios extra familiares y escolares, cuyo objetivo sea la
educación de la tele-audiencia. Segundo, que tiene un sentido de urgencia intervenir la
tele-videncia desde cualquiera de esos escenarios y en el caso de los niños, desde su
propia escuela, porque mucho de su intercambio televisivo ahí se realiza y ahí confronta
su aprendizaje en el aula. Y tercero, porque si la escuela no ejerce una intervención
pedagógica, pierde mucho de su sentido y misión educativa, ya que muchas veces lo
que los niños aprenden de la televisión resulta más relevante para su vida que lo que
aprenden en las aulas.
La idea generalizada, que inclusive a veces se toma por dada, aun como premisa en
investigaciones recientes, de que por naturaleza las tele-audiencias son activas, merece
asumirse con cuidado, porque lo que interesa desde un punto de vista crítico,
pedagógico y político, no es reconocer y estimular la actividad per se de las tele-
audiencias, sino sus posibilidades de transformación de sus tele-videncias en una direc-
ción emancipatoria. Esto tiene que ver, más que con la mera actividad, con un cierto
tipo de actividad, que es aquella que al tener lugar, «empodera» a la audiencia para
modificar su propio proceso de interacción televisiva (Fiske, 1993).
Lo anterior significa, que no sirve de mucho o por lo menos es un logro parcial,
estimular la reflexión de la audiencia, si en esa reflexión no se establecen las bases para
una transformación real de su vinculación con la televisión, de sus rutinas y hábitos
televisivos y comunicativos, de sus modos de pasar el tiempo libre y realizar sus
consumos culturales.
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